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Colaboran en este número

Enrique Álvarez, Montserrat García, M.ª Dolores Jiménez López, Blanca Victoria de Lecea, David Mariné, Andrea

Merino, Javier Pausa, Diego Seligrat, Mario Sánchez-Pardo Olivares, Marta Sobas, María Luisa Suárez Marín

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Consejo de Redacción

Javier I. Alarcón, Candela Fernández, María González, Verónica Jiménez, Álvaro Ley, Raquel López, Eduardo Montoza, Víctor M. Rodríguez,

Ismael Ruiz, Fabiola Stoian

Firma invitadaM.ª Dolores Jiménez López: “El griego que hablamos”

Miradas“Nuevos horizontes: la literatura en español en Guinea Ecuatorial”, por Raquel López

Biblioteca Clásica“Réquiem por un negro español”, por Alejandro Rivero

Flechas literarias“Un laberinto, un dédalo, un borges”“Un hombre polifacético”

Inéditos

ReseñasDiálogo con las ArtesDe aquí y de alláAlrededoresPolifonías

VocesEntrevista a Sonia Megías: “Una reflexión sobre la música y el arte”, por Raquel LópezEntrevista a David Sadness: “La poesía es un arma muy poderosa para crear ilusiones, capturarlas y mostrarlas al mundo”, por Ismael Ruiz Arroyo

ArtículosMario Sánchez-Pardo Olivares: “Donde surgen los monstruos. Análisis crítico de La dimensión estética de Herbert Marcuse”

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Índice

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Firma invitada

En los últimos años parece haberse puesto de moda el estudio de las etimologías. Al margen de trabajos más

especializados, han proliferado libros que presentan historias de palabras del español como lectura accesible para un público general que, sin grandes conocimientos lingüísticos, puede disfrutar con las curiosidades y sorprendentes conexiones de vocablos que usamos cada día. En algunos casos la selección de los términos adopta una presentación alfabética, en otros una palabra da pie a otra en un texto más o menos trabado siguiendo un hilo conductor. Estos son algunos ejemplos de este tipo de publicaciones que han visto la luz en los últimos diez años: A. Buitrago Jiménez – J. A. Torijano, Diccionario del origen de las palabras: el origen desconocido y curioso de las palabras, Madrid, 2007; R. Soca, La fascinante historia de las palabras. Vol. 1., Montevideo, 2009; Vol. 2. Nuevas fascinantes historias de las palabras, Santiago de Chile, 2009; Vol. 3. La milenaria historia de las palabras, Montevideo, 2009; S. Segura Munguía,

Libro de los números: los números en la formación del léxico, Bilbao, 2010; J. del Hoyo, Etimologicón. El sorprendente origen de nuestras palabras y sus extrañas conexiones, Barcelona, 2013 y Eponimón. El sorprendente origen de las palabras con nombre propio, Barcelona, 2016; M. A. Estévez Rodríguez, Etimología grecolatina. Diccionario. Con prefijos, sufijos, léxico, dobletes y locuciones latinas, El Ejido, 2015; J.A. Pascual, No es lo mismo ostentoso que ostentóreo. La azarosa vida de las palabras, Madrid, 2013 (aunque el enfoque de este libro no es etimológico); M. Alvar, Lo que callan las palabras. Mil voces que enriquecen tu español, Madrid, 2014; V. Ortega, Palabralogía: un apasionante viaje por el origen de las palabras, Barcelona, 2014; J. Gil, 300 Historias de palabras, Barcelona, 2015.

Quienes se interesan por las palabras reciben en estos libros preciosos información de la lengua de origen de cada término y su significado primigenio, así como de la trayectoria que ha seguido a lo largo del tiempo hasta llegar a su empleo actual o de la forma

en que unas voces contaminan a otras y se multiplican, lo que, en definitiva, habla de la historia, el pensamiento y la sociedad que hace uso de ellas. Esta es, probablemente, la clave del éxito de estas publicaciones: nuestras palabras nos hablan de nosotros mismos.

Como no puede ser de otra manera, un número importante de los vocablos que se tratan proceden del griego antiguo, de forma que un lector mínimamente atento percibe enseguida que, por encima de arabismos, galicismos o préstamos de otras lenguas, los helenismos son un componente esencial e intrínseco del español. A los helenismos que, en un mundo plurilingüe, ya había hecho suyos el latín desde la Antigüedad misma, se ha ido sumando a lo largo de los siglos, tanto por vía vulgar como por vía culta, un caudal extraordinario de léxico griego que forma parte natural de nuestra lengua sin que la mayor parte de los hablantes sea consciente de ello. No se trata, además, de un vocabulario fosilizado y cerrado, sino que sus bases léxicas, sus prefijos y sufijos continúan productivos en el español y en otras lenguas europeas, con capacidad ilimitada de generar neologismos en el léxico científico y técnico. Seguir su rastro es seguir la historia de la configuración de Europa, de las relaciones entre sus pueblos y de sus avances en la cultura y las ciencias.

El interés que denotan las publicaciones antes mencionadas contrasta abiertamente con el desinterés generalizado —e institucionalizado— por el estudio de las lenguas clásicas y, en particular, del griego antiguo. Cada vez que se avecina una reforma de planes de estudio ya sabemos que va a estrecharse el cerco sobre ellas, ya sabemos que se va a reducir el espacio del griego ahogándolo como si fuera un conocimiento inútil y obsoleto. Nada más lejos de la realidad. Es verdad que no se cuestiona la trascendencia de la cultura griega en la literatura, la filosofía y la ciencia, la mitología o las artes, pero a menudo se olvida que los textos que han hecho posible esa transmisión de saberes a lo largo de los siglos están escritos en una lengua, el griego antiguo, que hay que seguir estudiando precisamente para no perder la fuente de ese conocimiento; porque romper ese cordón umbilical supondría no entender nuestro origen, no comprender quiénes somos. Pero no es solo eso. Como muestran los libros que he mencionado, una parte muy importante de nuestro léxico es de origen griego y muchas de nuestras palabras son como son y se escriben como se escriben por su procedencia helénica. Estudiar griego ayuda a comprender nuestra lengua y las lenguas europeas.

Cómo, si no es a partir de φύσις y ἄθεος, explicar la diferencia entre el español física y ateo y sus correspondientes

El griego que hablamos

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MiradasNuevos horizontes: la literatura en español en

Guinea Ecuatorial

Guinea Ecuatorial es un país africano, independiente desde mediados del siglo pasado. Como gran

parte de las excolonias africanas, su configuración actual se debe al criterio de la metrópolis y no a una unidad étnica. De hecho, en la multilingüe Guinea la lengua oficial es el castellano, heredera de su antigua condición como colonia. Así pues, el conocimiento del español ha producido una literatura propia en el enclave subsahariano, con etapas y temas propios, como veremos.

Tal y como ocurrió en otras colonias africanas, en Guinea Ecuatorial no se hizo esfuerzo alguno por dotar de sistemas de escritura a las lenguas vernáculas, motivo por el que los primeros

textos escritos por ecuatoguineanos son en español. La plataforma en la que son publicadas estas primeras obras escritas es de corte conservador: La Guinea Española. Fue fundada en 1903 y no contó con el punto de vista autóctono hasta el número 1236, del 10 de enero de 1947. De este modo, la entrada de los escritores guineanos al panorama hispánico se hace desde la ideología de la superioridad de la raza blanca. La rica literatura oral que daba sentido a la concepción del mundo de las etnias africanas se consideraba “historias sobre cualquier tema”. A los futuros escritores no se les concebía como tales, sino como “nuestros indígenas”. Aun así, son estas las primeras voces guineanas en lengua española de las que se tiene constancia, aunque difícilmente podríamos situarlas

formas —con ph, y, th— en francés physique y athée, inglés physics y atheist o alemán Physik y atheïst. Si sabemos que muchas palabras del español comienzan por h porque proceden de palabras griegas con espíritu áspero (historia, hepático o hemeroteca), es inevitable la curiosidad ante las excepciones: cómo no sorprenderse ante el hecho de que, frente al fr. harmonie, ingl. harmony, al. Harmonie, cat. harmonia o gall. harmonía, en castellano la culta —y todavía correcta— harmonía haya dejado paso a la más frecuente armonía, olvidando el espíritu áspero del griego ἁρμονία, algo que ya hemos asumido en otros casos como los compuestos con endeca- (del gr. ἕνδεκα) bajo el influjo del italiano sin haches iniciales. Con un mínimo conocimiento de griego será fácil recordar que los helenismos que comienzan por ro (ῥητορική, ῥυθμός) dan lugar a palabras con erre inicial en español (retórica, ritmo), pero con rh- en francés (rhétorique, rhythme), inglés

(rhetoric, rhythm) o alemán (Rhetorik, Rhythmus). Podremos entender la relación que existe en nuestra lengua entre arcángel, arquetipo, arquitecto, arzobispo ο archipobre, palabras todas formadas con un mismo componente griego ἀρχ(ι)-, ‘el primero, el jefe’; o por qué tenemos dobletes como hipérbole/hipérbola, elipsis/elipse; o por qué tienen una doble acentuación palabras como atmósfera/atmosfera o poliglota/políglota; o por qué el helenismo παραβολή ha dado lugar en español a parábola y palabra; o por qué cereza (del griego κεράσιον) es, como Biblia, un nombre femenino en nuestra lengua.

Es mucho el griego que hablamos sin ser conscientes de ello. Por eso me parece tan importante que los estudiantes de Filología tengan la posibilidad de conocer esta lengua clásica, una lengua muerta tan viva.

M.ª Dolores Jiménez López

“Porque solo poseo palabras,Y recuerdos y cantos,

Sin obras ni huellas:Solo me queda una palabra,Aquella que canto y guardo”

Justo Bolekia Boleká, de «Palabras y condenas».Ombligos y raíces (Poesía africana)

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dentro de la creación literaria como tal. Se trata más bien de una puesta por escrito de sus tradiciones orales que de un ejercicio de escritura original. Aunque en la estructura del relato corto se produce una evolución que se aprecia en autores como Rafael María Nze con “La gallina y la perdiz”; Constantino Ocháa con “Biom se convierte en su suegra”; José Esono con “El Topé del leopardo”; Marcelo A. Ndongo Mba con “Últimos hechos de Etugu-Mechini”; o Felipe Riela Sam con “Historia de dos jóvenes perezosos”, por citar algunos ejemplos

Además de las narraciones breves vieron la luz dos novelas. La primera, Cuando los combes luchaban (novela de costumbres de la Guinea Española), de Leoncio Evita, se publicó en 1953 y

su trama guarda todavía una estrecha relación con la literatura oral. En su construcción se sigue un orden temporal fundamentalmente lineal y su lenguaje y sintaxis son simples, aunque su construcción es correcta y la trama está bien planteada. El intento de conciliación de su propia cultura en relación con las costumbres occidentales es un hito en la literatura guineana, y como tal se sigue considerando a día de hoy. Respecto a la segunda de las novelas, nos referimos a Una lanza por el boabí (1962), de Daniel Jones Mathama. En este caso, se trata de una obra de apología colonial, en la que se muestra la interiorización de la ideología dominante por parte de un nativo.

Respecto a la poesía, hubo autores que la cultivaron en época

colonial, como Marcelo A. Ndongo Mba, referente de las letras hispanas en Guinea, que fue torturado y asesinado por la posterior dictadura. Así, durante esta primera etapa, pese a las deficiencias de un sistema educativo ineficaz, algunos escritores tuvieron una evolución más que notable en su creación literaria en lengua española, la única posible, por otra parte. Entre estos, Marcelo Asistencia Ndongo Mba, Constantino Ocháa o Leoncio Evita, y algunos otros, muestran en sus publicaciones una madurez en el manejo de la escritura castellana más que notable. Su temática, paulatinamente, iba tomando una dirección propia con la que pretendían superar el sentimiento de inferioridad propio del hecho colonial.

Como ya hemos apuntado, en 1968 la andadura de la recién creada Guinea Ecuatorial se produjo bajo la dictadura del general Francisco Macías Nguema, de la etnia fang, que sembró el terror por todo el territorio hasta su caída en desgracia en 1979. Su ideología se basaba en la recuperación de los “valores africanos”. Sin embargo, esto supuso la supremacía de una etnia por encima de todas las demás, a las que se persiguió y masacró durante años. A muchos estudiantes les sorprendió fuera de su país, mientras el resto trataba de huir, en la mayoría de los casos, sin éxito. Los escritores que tuvieron la oportunidad de seguir escribiendo, aquellos que no

permanecieron en tierras guineanas, son conocidos como “La Guinea de la diáspora”.

Muchas de las temáticas de estos expatriados cantan a su tierra, como ocurre con Juan Balboa Boneke, afincado en Mallorca, con poemarios como ¿A dónde vas, Guinea? (1978). Además de su obra poética, el escritor publica una novela, El reencuentro. Se trata de uno de los iniciadores del movimiento que trata de recuperar las raíces perdidas y nunca encontradas de la pluriétnica Guinea, un compromiso social que sigue presente en los más importantes autores guineanos. Boneke, preocupado ante las terribles condiciones de su pueblo, desde la distancia escribe y describe sus costumbres, destacando los valores por los que no deberían perderse entre imperios colonizadores y crueles dictaduras.

Una voz femenina surge en la distancia, concretamente en las frías tierras burgalesas: Raquel Ilonbé. La escritora partió de Guinea cuando aún era una niña, pero en su recuerdo quedaron grabadas las imágenes de su país natal. Fiel a ese recuerdo, publicó en 1978 el libro de poemas Ceiba. La escritora recoge de sus ancestros la visión animista del mundo, por la que la relación con el entorno participa de la vida espiritual del ser humano. No trata de imitar los modelos de los que, de hecho, está rodeada en su patria de

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acogida, sino que indaga en su pasado ancestral con el fin de reconstruir su propia identidad desde la distancia. Así, en 1981 ve la luz su recopilación de Cuentos Fang, Bubis y Ndowes de Guinea Ecuatorial, con los que pretende recuperar parte de su cultura.

Por su voz desgarrada, canto de la soledad en el exilio, se destaca Anacleto Olo Mibuy. Asimismo, debemos mencionar a Francisco Zamora Loboch. Su originalidad y talento, así como el arrollador despliegue lingüístico del que hace gala son absolutamente sobresalientes. Ha publicado poesía y prosa, de entre los que destacamos el cuento que lleva por título Bea. En dicha narración se presentan las dificultades de identidad, y de todo tipo, en la población africana que habita en las sociedades occidentales.

Con estos nombres y ejemplos, y otros como María Nsué Angüe y Maplal Loboch, podemos escribir una página más en la historia de la literatura castellana en Guinea Ecuatorial. En este nuevo capítulo, los creadores literarios se dan cuenta de la expropiación ideológica

que se llevó a cabo durante el periodo colonial. La mayor parte de ellos trata de investigar en sus propias raíces étnicas, con el fin de conocer su propia identidad. Aunque, evidentemente, el tema central en sus obras es el terrible exilio, que les condenaba a observar desde fuera cómo un régimen sangriento y basado en la ignorancia más cruel cercenaba la vida intelectual y física de su país.

En 1979, el derrocamiento del general Macías dio paso al gobierno de su sobrino, Teodoro Obiang Nguema. Con el cambio político, la lengua española se hizo oficial en todo el territorio de Guinea. Sin embargo, entre las actividades de estos nuevos dirigentes no encontramos un anhelo especial por recuperar la identidad del sujeto postcolonial. Los intelectuales sí atenderán a este conflicto identitario, cuya búsqueda había comenzado en el exilio. Para ello, la lengua española les servía como vínculo común en un estado ficticio plurilingüe y multiétnico. Demasiadas preguntas para un régimen autoritario que solo buscaba enriquecerse y detentar el poder. Poco a poco fue eliminando las libertades,

las preguntas incómodas, los debates. Por eso, podemos considerar parte de la literatura actual en Guinea como la de un segundo exilio, aunque no todos los escritores se hayan visto obligados a emigrar. Algunos de ellos decidieron quedarse, aunque su voz se observa con detenimiento en el régimen dictatorial que aún hoy encontramos en Guinea Ecuatorial.

Una excelente novela da comienzo a la nueva época en la literatura guineana: Ekomo (1985), escrita por María Nsué Angüe. En ella se plasma la problemática creada por el hecho colonial que, a nivel ideológico, supone el encuentro entre dos culturas que pueden llegar a ser antagónicas. En el planteamiento de la escritora no se rechaza la presencia española de pleno, sino que se presenta la trama como un encuentro inevitable entre dos mundos. No se indaga directamente en cuestiones políticas, aunque sí se presentan algunas referencias a la esclavitud o al mundo guineano antes de la llegada del hombre blanco. En la obra de Nsué encontramos plenamente insertada en la trama la

dialéctica entre la modernidad foránea y las costumbres tradicionales.

La segunda novela que merece un comentario por lo que supuso en la historia de la literatura guineana es Las tinieblas de tu memoria negra (1987), de Donato Ndongo. El texto se erige como un alegato por la africanidad perdida de carácter reivindicativo. Su continuación, Los poderes de la tempestad (1997), alude claramente a la dictadura de Macías, de la que el protagonista de la novela logra escapar, sintiendo en su interior el poder de su propia cultura fang milenaria. Otra novela que se focaliza en el conflicto en la relación entre el modernismo, que acepta los valores occidentales, y la tradición, es El párroco de Niefang (1996), de Joaquín Mbomio Bacheng. En ella se expone, sobre todo, la relación entre las creencias ancestrales y la religión católica, que muchas veces se resuelve en soluciones sincréticas o en una crisis de valores, esta vez en ambas direcciones.

A partir de los años noventa del pasado siglo se ha hablado de una nueva generación de escritores guineanos. Lo cierto es que ha habido un notable

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aumento en la producción de textos creados por estos, aunque la deficiente educación que sufren la mayor parte de los niños y jóvenes del país, unido a la escasa presencia de librerías en las calles de sus ciudades y a la falta de editoriales, dificulta mucho la entrada de la literatura guineana en el imaginario panhispánico mundial. Pese a las evidentes dificultades, aparecen nuevas voces en el territorio de Guinea Ecuatorial. Como ejemplo, la última década del siglo xx se inauguró literariamente con la publicación de la primera obra de teatro escrita por un autor guineano. Se trata de El hombre y la costumbre (1990), de Pancracio Esono Mitogo. También se publicaron en su día Antígona (1991), de Trinidad Morgades Besari y Hombres domésticos (1994), de Juan Tomás Ávila Laurel.

Durante los noventa, se publican también narraciones como Adjá-Adjá y otros relatos (1994) de Maximiliano Nkogo, Huellas bajo la tierra (1998), de Joaquín Mbomio Bacheng o Rusia se va a Asamse (1998) y La carga (1999), de Juan Tomás Ávila Laurel, autor que muestra claro un compromiso con su sociedad, tan necesitada de referentes cultos. El profesor de la Universidad de Salamanca Justo Bolekia Boleká escribe Löbëla, una vuelta poética a la cosmogonía matriarcal propia de la etnia bubi, a la que pertenece el autor. Por su parte, el incombustible Juan Zamora Loboch publica Memoria de laberintos (1999), que retoma el tema

de la identidad guineana, perdida en los movimientos que parecen determinar su incierto devenir. Es tal la producción que Donato Ndongo, en compañía de Mbare Ndong, constituye una nueva antología, titulada Literatura de Guinea Ecuatorial, en el año 2000.

El siglo xxi continúa aportando nuevas creaciones literarias escritas en español por autores guineanos. Además del prolífico Juan Tomás Ávila Laurel y Justo Bolekia, se destaca Maximiliano Nkogo Esono con Nambula (2006), novela en la que se pone de manifiesto con ánimo de denuncia una situación en la que en un ficticio país africano se viven situaciones propias de un sistema corrupto que practica la censura y la tortura, en clara alusión a la situación actual del país. Por último, en este breve encuentro con la literatura guineana debemos nombrar a José Fernando Siale Djangany, que crea un particular mundo africano dotado de magia ancestral, rozando la literatura fantástica, Guillermina Mekuy, quien no muestra una vocación social en sus novelas, o César Mba Abogo, que con libros como El porteador de Marlow. Canción negra sin color (2007), ofrece una reflexión en forma de narraciones breves y poemas de la dirección de los pueblos africanos, estancados en la pobreza por culpa de unos dirigentes que no muestran interés alguno por mejorar su situación, ni material ni ideológicamente.

En conclusión, este encuentro con la literatura guineana pretende abrir el abanico cultural a nuevas formas de escritura, lo que sería a todas luces positivo en la construcción de una sociedad más justa y abierta. El vínculo hispánico puede y debe unir tres continentes, como son América, África

y Europa. La puerta a la cosmogonía africana que ofrecen a la población hispanohablante los autores guineanos es una oportunidad para adentrarse en otras latitudes, en otras formas de ver un mundo que nunca terminaremos de conocer.

Raquel López

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Biblioteca ClásicaRéquiem por un negro español

Si nos remitimos al estudio de literatura en lengua española actual, cualquier manual o guía docente universitaria nos

referirá a los dos mundos a través de los cuales se han vehiculado los distintos movimientos literarios en la lengua de Cervantes: España e Hispanoamérica. No obstante, esta clasificación se nos presenta problemática, entre otros motivos, debido a la invisibilización del resto de procesos coloniales llevados a cabo por España, especialmente durante los siglos xix y xx. El caso del que hablaremos aquí, Guinea Ecuatorial, es quizás de los más sangrantes para nuestro pasado cultural, pues no solo oculta la importancia de la negritud a la hora de construir artefactos literarios en lengua española sino también la participación de España en el genocidio cultural del África subsahariana. Si bien estos conceptos están altamente reconocidos por la intelectualidad intrínseca a otras literaturas como la inglesa o francesa, parece que gran parte de la filología española ha sufrido una “amnesia racista” a la hora de reconocer

la importancia de la influencia cultural española en este país.

Uno de estos productos olvidados es Las tinieblas de tu memoria negra, escrito en 1987 por el escritor, periodista y disidente político Donato Ndongo (1954, Niefang). La novela, narrada mediante el uso del flujo de consciencia joyceano, nos presenta una Bildungsroman ambientada en la Guinea Ecuatorial de los años 1950. En esta, un joven ecuatoguineano anónimo cuenta a los lectores, en retrospectiva, su entrada y salida de un seminario católico en la costa continental del país. A lo largo de las páginas el joven se adentra paulatinamente en los dos mundos que conforman su atmósfera vital: el tradicionalismo cultural agonizante de su tribu y los nuevos aires de corte franquista que comienzan a alienar la subjetividad de los colonizados. A través de una serie de eventos, experiencias y ritos de paso, el protagonista se ve obligado a decidir entre la seguridad del seminario católico del Padre Ortiz o la apartemente imposible resistencia tribal llevada a cabo por su tío Abeso. De esta

manera, la narración nos desvela las distintas actitudes hacia la ideología del colonizador dentro de la comunidad de subalternos, desde la interiorización del racismo y la asimilación del practicismo europeo que muestra el padre del héroe hasta la total y absoluta rebeldía contra el nuevo sistema que encarna Abeso, el líder de la tribu del protagonista. Éste rechaza cualquier intento de intrusión ideológica por parte de la misión católica en pro de la independencia cultural. Así, Ndongo pretende reproducir su subjetividad colonial en el papel de un Bildungsheld que lucha por encontrar un espacio de resistencia efectivo contra el colonizador.

Una de las principales funciones de esta novela es la de crear un retrato realista y fidedigno del desarrollo de la ideología franquista en la mentalidad colectiva del sujeto colonial. En este proceso la religión cristiana fue un factor clave para su éxito. Y es que si bien a nivel general la alienación subsahariana tuvo como origen la introducción salvaje del cristianismo, el caso español conlleva para Ndongo la asimilación unos valores mucho más extremistas, los del nacional-catolicismo. A diferencia de otros contextos coloniales, estos no solo fusionaban las ideas de nación y religión en un solo ente sino que también ligaban de manera indisoluble a la Iglesia con el sistema educativo del Estado. Así, Ndongo nos presenta

un panorama colonial en el que se impone una educación administrada únicamente por la Iglesia Católica española, cuyo discurso, además, permanece fiel en todos los aspectos al de la metrópolis. La educación nativa queda relegada a la clandestinidad, donde el tío Abeso intentará, sin éxito, mantener la identidad colectiva previa que incite eventualmente a la rebelión contra el poder colonial. Como nos muestra Ndongo, la implantación exógena de instituciones educativas con una fuerte base fundamentalista no solo impide la reproducción de los aspectos que conforman la identidad cultural nativa —el lenguaje, las tradiciones y expresiones artísticas— sino que también implanta una identidad ambivalente en los jóvenes nativos. Éstos, como el protagonista, interiorizan tanto su situación de inescapable alteridad como las bases epistemológicas de positividad del colonizador, inhibiendo al sujeto ya alienado no solo de escapar del espacio de inferioridad asignado por la cosmología imperial racista sino también de la propia esfera en la que este discurso opera. Para Ndongo, el modo en el que el pensamiento del colonizador se impone impide cualquier vuelta atrás a la hora de elaborar un discurso de resistencia.

Pese a la presencia de esta dualidad paralizante dentro de la psique del protagonista, Ndongo no condena al

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pesimismo todo tipo de subversión. Si a lo largo de todo el texto la resistencia se articula siempre desde una perspectiva nativista, enfatizando la necesidad de glorificar las tradiciones precoloniales ante el invasor, los eventos finales de la novela marcan la actitud crítica de Ndongo ante este tipo de pensamiento. Históricamente, las ideologías de resistencia surgidas como respuesta a las políticas imperialistas han derivado en una actitud romántica y nostálgica por la cultura perdida. Voces como las de Pádraic Pearse en Irlanda o Kofi Awoonor en Ghana se formulan como algunos de los grandes exponentes de esta dialéctica cuyo mayor criticismo ha sido precisamente el de depender de una definición orientalista para construir su

propia identidad como colectivo. Ndongo ficcionaliza su crítica a esta perspectiva haciendo que el representante de estos valores, Abeso, se convierta finalmente al catolicismo. Sin embargo, lo que primeramente parece una derrota del sujeto colonial se transforma en un nuevo tipo de resistencia. En su discurso final tras su bautismo, Abeso deja claro que “la resistencia se inicia ahora, ellos dominaron porque tuvieron la sabiduría de sus dioses, y es necesario que nos adentremos en los secretos de la magia blanca para que puedan igualarse las fuerzas materiales, y entonces serán vencidos”. La nueva oposición al colonialismo se configura entonces mediante la adopción de parte de los mecanismos discursivos del opresor

para, posteriormente, hacer uso de ellos en un proceso de liberación cultural.

En suma, Las tinieblas de Ndongo sacan a la luz una de las experiencias más traumáticas que puede sufrir una colectividad social: la destrucción de su autonomía cultural. Lo que distingue a esta obra sin embargo es la profundidad con la que se tratan las muchas visiones del colectivo subalterno, desplazándolo de la categoría de “esencia” en la que había sido tradicionalmente adscrito. Donato Ndongo ha sido sin duda uno de los primeros y más prolíficos escritores del postcolonialismo ecuatoguineano

pero no es una voz minoritaria; como él podemos encontrar un gran número de escritores como Juan Tomás Ávila Laurel (1966), Justo Bolekia Boleká (1954) o María Nsué Angüe (1945). Teniendo en cuenta este estatus de panorama minorizado, que no minoritario, algunos investigadores nos preguntamos cómo, tras tanto esfuerzo histórico empleado en sembrar el pensamiento occidental en Guinea Ecuatorial, la Academia española tradicional sea tan reticente a la recogida de sus frutos. ¿Algún remordimiento?

Alejandro Rivero

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Flechas literariasUn laberinto, un dédalo, un borges

Nada habría de perturbar el sueño de Averroes, ni el ir y venir del agua por las acequias enrevesadas,

ni el blanco aroma de los jazmines en patios y azoteas; tampoco el liviano zéjel, susurrado por unos labios de los que es dueño, ni el sol de la primera tarde que se criba por entre las celosías. Nada habría, pues, de perturbar su sueño, pero Averroes es un hombre constante. Deja abierto su lecho, que adecentarán para la noche dos de sus esposas, y comienza a recorrer la alcoba todavía en penumbra.

Hace días que Averroes no pisa las tortuosas calles de la ciudad, se dedica a fatigar las galerías, de una estancia a otra, rizándose la luenga barba; o a contemplar las estrellas desde los altos de su casa, o a pasear por sus jardines, acariciando con la mano cóncava el mármol circular de las columnas. Se diría que al rezar, lo hace solo con el cuerpo, el alma en otra parte. ¿Qué podría conmover de tal manera la tranquila existencia de un sabio como Averroes?

Dos palabras, que nada comparten con su amada filosofía o con su medicina rigurosa; dos palabras que

encontrara hace días en una traducción de Aristóteles y que es incapaz de comprender: tragedia y comedia. Este sabio ismaelita, que ha vencido siempre los más complejos dilemas lógicos o anatómicos, ahora no puede ni tan siquiera lidiar con un sencillo problema filológico.

Averroes, todavía en penumbra, sigue recorriendo su alcoba de un lado a otro, ensimismado en esas dos palabras que no entiende: tragedia, comedia. A su ventana, desde las huertas que hay debajo, llega esa algazara inconfundible de las tardes sin escuela. El sabio, con una sonrisa evocadora, abre la ventana de par en par y observa desde arriba a los tres niños, que juegan desnudos entre los limoneros. Uno de ellos, sin duda el más joven, se humilla ante los otros, la frente en la tierra como haría una congregación de fieles; de los mayores, uno se mantiene erguido, como si fuera un minarete, mientras sostiene en sus hombros al otro, que levanta la plegaria como hace el almuédano.

Pronto el juego se convierte en pelea, los tres quieren ser el almuédano, ninguno el alminar o los fieles.

Aún en su ventana, alza la vista hacia la silueta de la ciudad, en la que se recortan las largas murallas con sus almenas, los inmensos palacios con sus harenes y las mezquitas con sus infinitos minaretes. El pobre de Averroes cerrará la ventana, volverá a su incansable labor a la luz de las velas, pero morirá sin descifrar aquellas dos palabras; y, lo que es aún peor, morirá creyendo haberlas descifrado.

Esta imagen, tan llena de poesía, tan deslumbrante siempre, ahora tan cinematográfica para nosotros, no me pertenece, ni mucho menos. Fue Borges, quién sabe si por una inspiración similar a la que llevaría a Averroes a comentar la Poética, quien revivió a este sabio del islam para embellecerla. Digo embellecerla, y no crearla, porque Averroes es cualquier hombre que tiene ante sus ojos la solución a sus problemas y no puede verla. Podría haber reescrito, palabra por palabra, su cuento La busca de Averroes, como hiciera Pierre Menard con el Quijote, pero quería transmitir esta imagen literaria, la más bella que conozco, como yo la siento. Así pues, salvando algunos versos que le he robado al propio Borges, se me debe culpar a mí, y no a él, de todo lo que haya añadido la imaginación y haya quitado la memoria. Como decía el maestro, predecir el futuro es igual de sorprendente que recordar el pasado.

Dicho esto, la causa de que yo reviva a Jorge Luis Borges, en una

cadena interminable de hipotextos e hipertextos, es hablar de él como obra, él que es su obra. Siempre que los expertos se acuerdan de este escritor, acaban ensalzando sus laberintos y paradojas; sin embargo, el Borges de El Aleph o de Las ruinas circulares no es el mejor. El mejor Borges es el que se olvida de sí mismo, de su propia existencia, y abandona toda filosofía para entregarse a la literatura. Cierto es que, tanto en El inmortal, como en La casa de Asterión (que, junto a La busca de Averroes, son sus mejores cuentos), el componente filosófico es esencial, pero nunca por encima del poético. Su inigualable cultura, su gran astucia y su terrible inspiración hacen de él, sin la menor duda, el mejor cuentista de todos los tiempos.

Cada vez que me descubro reflejado en los ojillos de mi perro (al que he llamado Argos), esos ojillos limpios y dorados como de miel, no puedo evitar sentirme eterno por unos instantes y acordarme, en esa efímera eternidad, de mi amigo Borges y de lo mucho que nos entendemos.

La crítica literaria que siga perdiéndose por sus fantásticos laberintos, sus infinitos dédalos, sus intrincados borges (así también debiéramos llamarlos); que yo, y espero que algún que otro lector, nos quedaremos observando, desde nuestra ventana, a esos niños que juegan a ser otros entre los limoneros.

Javier Pausa

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Un hombre polifacético

Ahí podemos ver a Juan Manuel de Prada con un traje gris, zapatos lustrosos y estatura un poco mayor

que la del rey don Juan Carlos —y más corpulento—, en el Palacio de la Zarzuela recibiendo el XXIII Premio FIES de Periodismo por un artículo publicado en el XL Semanal en el mes de septiembre del año 2011, titulado “Monarquía”. Una de las pocas personas que en España en estos momentos puede vivir de la escritura —harto difícil en nuestro país— cuyo oficio comenzó bastante joven. Su primera publicación fue Coños —en 1994—, un libro muy juvenil, escrito en apenas una semana y bajo el magisterio de Ramón Gómez de la Serna, en el cual se dedica a describir los coños de diferentes mujeres de la sociedad: como el coño de una momia, el de una trapecista o el de una virgen. En cualquier caso, un libro pseudopornográfico. Hombre nacido en Baracaldo (Vizcaya) en 1970 que cursó los estudios de Derecho en Salamanca; típico pijo de Derecho en su adolescencia y muy mujeriego, en el cual hoy no queda nada de aquel joven; ha pasado a ser un católico ferviente y se ha casado con la presentadora María Cárcaba. Durante su edad adulta siempre consideró que su lugar en el mundo era el de una persona solitaria. Ganador del Premio Planeta en 1997 con la novela La tempestad, gracias

al cual pudo ser escritor —es decir, vivir de ello—, novela cuyo tema central es el imperio de los sentidos. Escritor que no solo publica novelas, también hizo un gran trabajo de investigación para Desgarrados y excéntricos (2001), libro en el cual plasma las vidas de “quienes se soñaron ser escritores y no pasaron de ser parodia humana de este sueño”, de personajes bohemios del primer tercio del siglo pasado, como Armando Buscarini, Fernando Villegas Estrada o Margarita de Pedroso entre otros muchos. También escribe artículos periodísticos para el diario ABC y tiene una sección en el suplemento dominical del mismo diario llamada “Animales de compañía”. Debido a los artículos que publica se ha ganado muchos detractores, unos en contra de sus ideas expresadas y otros debido a su barroquismo al escribir —aunque esto último también es uno de los puntos fuertes que celebran los que le alaban. Su libro Penúltimas resistencias —libro encomiable— aúna las entrevistas que realizó a fines del siglo pasado a escritores insignes de nuestro país, como el Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela, Arturo Pérez-Reverte, Ana María Matute, Fernando Fernán Gómez y un sinfín más. Pero Juan Manuel de Prada no deja de sorprendernos, ya que a todo esto hay que añadir que era el moderador de un

programa llamado Lágrimas en la lluvia, emitido por Intereconomía, programa de tertulias donde se abordan temas propios de dicha cadena televisiva. Su vida puede decirse que ha tomado un giro de copernicano dado que ha llegado a poner a una novela suya un verso del himno franquista Cara al Sol. La novela tiene por título Me hallará la muerte (2012) —también hizo esto Juan Marsé con su novela Si te dicen que caí—, en la cual narra la vida de un joven llamado Antonio que se enrola en la División Azul. Su última publicación es El castillo de diamante (2015), ganadora del Premio de la Crítica de Castilla y León en este 2016, novela histórica donde cuenta la

tempestuosa relación de dos mujeres muy importantes para la historia de España —Santa Teresa de Jesús y la princesa de Éboli (Ana de Mendoza y de la Cerda). Es muy maniático con respecto a los horarios y al silencio a la hora de escribir, confiesa que no puede escribir en lugares que no sean su propia casa y la literatura de encargo —artículos— la escribe a ordenador y la literatura más puramente creativa la escribe a bolígrafo. Un escritor que a lo largo de toda su vida ha conseguido muchos premios literarios y al que todavía le quedan muchos años para seguir entreteniéndonos con sus novelas y artículos.

Álvaro Ley Garrido

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Inéditos Autobiografía La incandescencia del sol se vertía entre las ramas desnudas y le aportaba la calidez que en esos momentos parecía mantenerla fuera de su letargo habitual.

Era un espíritu más o menos bueno, pero el mundo está lleno de espíritus más o menos buenos, cada uno es único, tanto, como el resto de sus congéneres. Esta era una verdad difícil de digerir para un alma en cierto modo narcisista e insegura como la suya.

Ahora, hasta los sueños eran viejos y sabios. Los recuerdos no eran más que una ínfima parte de lo que había ido olvidando, le quedaban sensaciones, vagos letargos de un pasado que no sabía, con certeza, si había existido.“Deseo que…”, se decía, pero permanecía siempre en constante catáfora, anticipando con su yo, un desdibujado, desasosegador futuro, vaciando los destartalados anaqueles del saber, destruyéndose conscientemente, aniquilando su antigua esencia, desesperándose, intentando deshacerse de la pegajosa capa del ridículo, de la abominable hipocresía, la falta de lealtad…

Con ese aspecto se mostraba más como él quería verla que como era ella en realidad. Había tenido largos y traviesos rizos castaños que se alborotaban con el movimiento de su grácil cabeza, la piel cálida, las manos ágiles y pequeñas…

Ahora llevaba el pelo corto, liso, solo sus ojos, fuente de su expresividad y las honestas hendiduras de sus labios, generosas, amables recordaban que había sido aquella de entonces, seductora, inteligente, franca, leal.

Su razón se distraía complacida con el recuerdo de la noche pasada. El propósito de hacer que aquellas manos se esfumasen de su cuerpo era inútil. Recordaba cada uno de sus gestos, las yemas de los dedos acariciando su desvestida y, por momentos, erizada piel, los gemidos, las lenguas estrechándose, bordeándose y lamiéndose, el roce de los cuerpos desnudos, húmedos…

Él tenía una mirada peculiar, ojos pequeños, inteligentes pero capaces de ocultar las emociones si era preciso; la tez clara, la nariz fina, aguileña, ligeramente curvada, pelo castaño, hirsuto y abundante.

Su gesto despreocupado hacía evidente su don para alejar las discusiones de su vida.

Siempre comenzaba nuevos proyectos y, a pesar de no ser muy creativo, se las ingeniaba para rodearse de la gente adecuada, se adaptaba con facilidad a los cambios.

Esta vez no iba a ser diferente, ninguno de los dos quiso salvarse, llenarse del otro, se dijeron adiós. Días después se cruzaron por casualidad y perdidos en su vacío inmenso no fueron capaces de reconocerse.

Montserrat García

Anclado en la ribera de tus ojos

te abrazo y tejo velámenes por tus costuras,

placer que zozobra de tus labios

hasta la más tórrida de las islas que he engullido

embarrancados de amor

tu pecho es un lamento

que adquiere la embriaguez

de una puta ofensiva y vagabunda.

Y me corresponde este cordón de gemidos

y la intensidad de la grieta y los bocados,

ahora que la luz muda

y los límites cambian de oficio

hacia lo infinito

y lo ilimitado.

Tomemos esta quietud inconveniente

y hagámosla tormenta,

tempestad,

un impaciente vendaval

que despierta embravecido por el vicio.

Empapados lloveremos ciudad

sin ocultar nuestros cuerpos que caminan,

y llegaremos al puerto donde el esternón se ancla a la muerte

y los hombres habitan la saliva de la vulnerabilidad

dinos viejo embarcadero,

tú que encierras historia y precipicios,

dónde el astillero de tus suspiros,

dónde los niños distintos

partimos hacia tus redes trayendo el oxígeno,

el humo bello de nuestras heridas,

con lo más sórdido de nuestros huesos

con la libertad del niño que se sabe vencido.

Y nos acusas huérfanos y desnutridos,

hijos del placer desprovistos de olvido,

que resisten a cubrirse de mesura

y de yodo las bocas y vendaje las lenguas

escrupulosa garganta de acero,

vieja madera,

desembarcamos en tu innoble noche

con la pasión del estremecimiento

álzate desnudo frente a la vida

y muéstranos la intensidad de tu vientre:

no esperamos más de ti

que tú mismo.

David Mariné

Noche en el puerto

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Camilo José Cela

En la línea del horizonte el azul del cielo se convierte en amarillo, naranja, rosa mientras el sol, con rojas tonalidades, comienza a ocultarse. Tan solo una profunda nube es capaz de luchar con los rayos que, cansados, se dedican a teñir de púrpura los caminos que conducen al valle.

El viento va y viene creando un ambiente de olvido y dificultándole al viajero la ardua tarea de encender un cigarro. Los picos de las montañas que sirven de cuna al astro rey se afilan con el paso de los minutos, hasta que la oscuridad de la noche deja brillar las estrellas y el firmamento parece encender miles de luces.

Solo en la penumbra del valle, el viajero toma una pala y comienza a cavar un hoyo en la tierra. Con gran esfuerzo consigue profundizar la mitad de lo que considera necesario. El viento ha dejado de soplar y el silencio a su alrededor lo tranquiliza. Coge el cigarro con la mano izquierda y apaga la colilla contra la palma de la derecha. Arroja la colilla al suelo y la pisa. Luego saca de su mochila una manta, vieja, desgastada, se la pasa por los hombros, se envuelve con ella. Se recuesta en el suelo apoyándose contra el tronco de una encina.

Cuando se despierta, sobresaltado, la oscuridad comienza a disiparse, opacos tonos azulados y rojizos inundan el cielo. Un tímido rayo de sol resbala por la ladera de La Alcarria, alcanza el valle, llega hasta el cerro de Hita. Los sonidos matinales llenan los alrededores, anuncian que la noche está por terminar. El viajero se despereza, recoge su manta, la guarda parsimoniosamente en su mochila. Con un gesto de cansancio contempla el hoyo, toma la pala y continúa su tarea. Dichoso pelirrojo. No me había dejado en paz con sus preguntas. Que si me podía acompañar unos hectómetros, que si el agua estaba muy limpia, que si era de Madrid, ¡pero qué más le daba a él! Cuando le parece que ya ha cavado lo suficiente arroja todo en el

hoyo y lo vuelve a cubrir con tierra. Recuerda que todavía tiene un trozo de pan y un poco de embutido.

Limpia las manchas de sangre de su navaja y corta tres trozos de chorizo. Empieza a comer lentamente. El pañuelo con el que se limpia la comisura de los labios guarda restos de polvo y sudor. Sentado en el suelo, vuelve a coger su mochila, rebusca en ella y al final saca una libreta. Se palpa los bolsillos de la chaqueta hasta que encuentra el lápiz. Introduce la mina en la boca y comienza a escribir con una letra infantil, vacilante.

Armando Mondéjar López,era un niño preguntón;tenía el pelo colorado

del color del pimentón.

Se mata sin pensar, bien probado lo tengo; a veces, sin querer. Se odia, se odia intensamente, se odia a los niños pelirrojos, a las pecas inocentes, a las preguntas sin sentido. Y se abre, se abre la navaja, y con ella bien abierta se llega, con rabia, hasta el enemigo. Pero no se puede matar así, es de asesinos. Y uno piensa volver sobre sus pasos, desandar lo ya andado… No, no es posible. Todo está muy pensado; es un instante, un corto instante y después… Pero tampoco es posible volverse atrás. El día llegará y en el día no podríamos aguantar su mirada, esa mirada que en nosotros se clavará sin creerlo. Habrá que huir, huir lejos, donde nadie nos conozca, donde podamos empezar a odiar con odios nuevos.

El viajero levanta la mirada. A un centenar de metros ve asomar un par de tricornios. Lentamente, enciende el último cigarro.

A la hora del café, las fuerzas vivas de Guadalajara esperaban con gran expectación la llegada del Gobernador Civil. Cuando Don Camilo José Cela puso el pie en el salón, todos prorrumpieron en grandes aplausos y se dirigieron presurosos a felicitar al insigne prócer. Aquella misma mañana, a las afueras de Trijueque la Guardia Civil había detenido al peligroso asesino Pascual Duarte.

A esa misma hora, con las manos a la espalda, por el valle de Torija, entre cuatro tricornios, el viajero regresa a Guadalajara. Al llegar a Taracena, se detiene un momento, para contemplar cómo en la línea del horizonte el azul del cielo se convierte en amarillo, naranja, rosa mientras el sol, con rojas tonalidades, comienza a ocultarse...

Enrique Álvarez

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Diálogo con las ArtesMedia vida

“La historia de Julieta es honda y está por encima de la gestualidad”, contaba Emma Suárez

a El País en la víspera del estreno del nuevo filme de Pedro Almodóvar. Y así, parece que la película quiera ser una obra que aspira a metérsenos dentro, sin otros motivos mucho más complicados o escondidos que el hecho de que su argumento relata la iniciación y plenitud adulta de una persona; y eso, queramos o no, deja poso y queda lejos de la frivolidad —aunque nos dediquemos al vodevil a jornada completa— porque la vida es como es y siempre estamos a tiempo de perder algo.

Conocemos el cine de Almodóvar (Ciudad Real, 1949), a estas alturas, ya casi bajo dos adjetivos que parecen haber sido hasta ahora inamovibles si queríamos hablar de su naturaleza tanto temática como estética: pasional y grotesco. Así es que por este camino llegamos a cualquiera de sus películas, como Laberinto de pasiones (1982), Tacones lejanos (1991), Carne trémula (1997), Volver (2006) o Los abrazos rotos (2009), donde, efectivamente, todas las

clases de deseos, neurosis, egoísmos y visceralidades cobran vida y dan lugar algunas veces a comedias hilarantes y absolutas, o bien a otras tramas más engordadas de drama donde la delicadeza narrativa rebaja un poco los locos ánimos.

Julieta trata de presentarse como una de esas segunda clase de cintas, uno de esos dramas en la línea de Hable con ella (2002), donde la cadencia poética y silenciosa toma el timón y así el dolor y la odisea de los personajes no pasa por una persecución carnavalesca, como en Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) o en un mortal y desenfrenado instinto posesivo como en La ley del deseo (1987) o en Kika (1993), sino que se construye sobre una sensibilidad argumentativa que pretende ser más sobria, literaria y contundente (sepamos que la película se inspira parcialmente en tres relatos de Alice Munro), más cercano a lo que puede ser la coherencia trágica de cualquier vida. Aunque nunca sin perder cierta histeria cómica; cierta agonía fachosa almodovariana, que nos revela personajes siempre bajo sentimientos radicales (neurasténicamente ridículos

en las comedias), bajo una exageración de las pasiones y las etiquetas psicológicas de lo masculino, pero sobre todo del universo femenino (y el de la maternidad), al que regresa de cabeza con este nuevo trabajo y donde Emma Suárez está sobresaliente.

Julieta nos cuenta la historia de una mujer en dos etapas: desde su juventud y primera madurez (por Adriana Ugarte) hasta la adultez más seria y embalsada (por Emma Suárez). Nos cuenta, desde un presente donde la bruma del naufragio parece ser evidente, el viaje hasta ahí mismo desde su principio: la construcción desinhibida pero no sin cierta responsabilidad de una identidad y de una vida en plena juventud, el comienzo y la entrada en el sentido adulto —una casa, una familia— y de pronto el golpe, la inesperada

desdicha que trae consigo un delta demasiado profundo, un vacío cruel que colma la memoria y también el futuro de un inevitable abandono donde solo parece tener hueco el desconsuelo, que invade el resto de la cinta.

Con esto, está claro que es una película diferente, más madura y más turbadora que muchas otras, y que al menos podemos confirmar que ninguno de aquellos amantes pasajeros sobrevivió al despiste mayúsculo del piloto, quien, con Julieta, parece volver a sus grandes melodramas, a Todo sobre mi madre (1999) o a Hable con ella, ofreciéndonos una película hecha para confirmar que nadie sabe, debe ni puede, por desgracia, vivir en línea recta.

Así, con esta voluntad novedosamente contenida y sobria, imaginen lo que Almodóvar ha tratado de hacer sabiendo la desmesura burlesca que siempre caracteriza a su cine. Por lo que no sabemos si consigue llevarlo a cabo con éxito —y nos creemos su literatura y su intento de humanización lírica— o cae en el cartón —y no nos creemos nada.

Diego Seligrat

Julieta

Guion y dirección: Pedro Almodóvar

Reparto: Emma Suárez, Adriana Ugarte, Daniel Grao, Inma Cuesta,

Darío Grandinetti, Michelle Jenner, Rossy de Palma

Duración: 96 minutos

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Érase una vez un hombre: Miguel de Cervantes

Con motivo del cuatrocientos aniversario de la muerte del escritor Miguel de Cervantes son múltiples los

actos a realizar en torno a su figura. El espacio de la BNE acoge actualmente dos exposiciones relacionadas con Cervantes y su obra. En la primera de ellas, El retablo de maese Pedro. Una de títeres en la BNE, se muestra la fascinación que la vanguardia de los años 20 mostró por este episodio en el que realidad y ficción se confunden, pudiéndose admirar fotografías de las máscaras que los actores llevaron en la puesta en escena en Ámsterdam que dirigió Luis Buñuel (Teruel, 1900-Cuidad de México, 1983), referencias a la representación musical que escribió Manuel de Falla (Cádiz, 1876- Argentina, 1946), así como los títeres que diseñó Federico García Lorca (Granada, 1898-1936). La segunda de estas exposiciones, Miguel de Cervantes: de la vida al mito, se centra en el autor, en el hombre que vivió y en el mito en el que se ha convertido.

La exposición se divide en tres partes. La primera de ella muestra al hombre real que fue Miguel de Cervantes Saavedra, nacido en Alcalá de Henares en 1547, como reza su partida de bautismo. Nada más introducirnos en la exposición podemos ver cómo él mismo nos relata

algunos de los episodios más destacados de su vida, gracias a una proyección digital sobre un busto suyo. Poco a poco vamos introduciéndonos en la época de Cervantes, hombre cuyo sueño siempre fue llegar a ocupar un puesto en la nueva tierra, América. Este hombre estuvo muy vinculado a la corona española y desarrolló diferentes trabajos a lo largo del Mediterráneo, guerreando en Lepanto, donde perdió la movilidad de su mano izquierda, y pasando el cautiverio al que fue sometido en Argel. Su carrera como escritor aparece también representada: numerosos documentos suyos aparecen expuestos en las diferentes vitrinas, así como de otros escritores de su época; no podemos olvidar que estamos ante una de las figuras del periodo más rico en cuanto a lo literario se refiere en nuestro país, el denominado Siglo de Oro español.

La segunda parte de la exposición se centra más en el personaje. Comienza con el autorretrato que el propio Cervantes se hizo en el inicio de las Novelas ejemplares y las representaciones gráficas que, a partir del mismo, se hicieron de él, pues no se conserva, si lo hubo, ningún retrato suyo hecho en vida. En el lugar central se encuentra el retrato atribuido a Juan de Jáuregui (Sevilla, 1583- Madrid, 1641) y, alrededor, numerosos dibujos,

grabados, bustos y pinturas, entre los cuales destacan los muchos retratos que se hicieron en Inglaterra y, también, un dibujo realizado por Dalí.

En la tercera parte de la exposición nos acercamos al mito que se ha formado en torno a la figura del escritor y se recuerda que, gran parte de esta tarea, procede de fuera de nuestras fronteras, pues Inglaterra será el enclave donde comience esta andadura. El hombre que inició la novela moderna se convirtió en figura de admiración para las generaciones posteriores y, su imagen, símbolo de nuestra nación (especialmente en episodios como la guerra de África o la crisis del 98). Él y sus personajes protagonizarán campañas publicitarias o serán motivo de colecciones de cromos. Las diferentes estatuas dedicadas al escritor, así como los bocetos del proyecto para la construcción del monumento dedicado al mismo en la Plaza de España de

Madrid ponen el broche de oro a esta parte.

Para concluir la visita una serie de fotografías conforman un viaje por los lugares en los que Cervantes desarrolló su vida, desde Alcalá de Henares hasta Madrid, donde fallecería, pasando Roma, Argel o Valladolid.

Este cuarto centenario se completa en la BNE, además, con conferencias, actuaciones musicales, representaciones teatrales y talleres infantiles. Cervantes, efectivamente, fue un hombre que vivió intensamente en su tiempo y, que a día de hoy, representa una de las figuras cumbre de la literatura universal.

Soledad Abad

Miguel de Cervantes: de la vida al mito

Biblioteca Nacional de España

Del 4 de marzo al 22 de mayo

Comisario: José Manuel Lucía Megías

Entrada gratuita (disponibilidad de visitas guiadas los martes)

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Brillante fuego

Firewatch es una propuesta atrevida y novedosa a partes iguales que, como viene siendo frecuente en los

últimos tiempos, explora segmentos del sector de los videojuegos que las grandes distribuidoras tenían descuidados. El desarrollador, Campo Santo, es una joven empresa afincada en California compuesta por tan solo once miembros y que lleva trabajando en su ópera prima cerca de dos años, un tiempo bastante dilatado que se ve reflejado en la calidad que ofrece el producto.

Como bien decía, el juego explora un formato o género nada trillado en los últimos tiempos, pues se trata de una aventura gráfica conversacional, de la que en los últimamente tan solo The Walking Dead (Telltale Games), con un arrollador éxito, ha hecho gala. Recuerdo cuando el género llegó a su máxima expresión en manos de Lucasarts Games con sagas como Monkey Island, Maniac Mansion, Indiana Jones o el genial Grim Fandango. Los tiempos han evolucionado y las historias no se nos dibujan en 2D ya que no se entiende la exploración del terreno sin una vista 3D del mismo. Por otro lado, Campo Santo ha dotado a su juego de un eje vertebral bastante novedoso: el diálogo. Si bien es cierto que muchos juegos ya han usado los diálogos de

manera increíble, en Firewatch se va un paso más allá, tomando una dimensión hasta ahora desconocida. El argumento es sencillo, encarnaremos a Henry, un australiano que abandona su patria tras vivir una delicada situación personal, dando con sus huesos en una reserva de la naturaleza en Wyoming. Allí desempeñará durante el verano las labores de guarda forestal bajo la atenta mirada de Delilah, nuestra otra protagonista. La relación de ellos dos estará siempre canalizada por el uso del walkie-talkie, e irá evolucionando de manera bastante real con el paso del tiempo, avanzando en las temáticas más allá de las misiones que se nos encomiendan, alcanzando una profundidad comunicativa bastante sorprendente. La historia bien podía haber sido el pretexto de un serial televisivo o de una novela corta, pero el hecho de poder disfrutarlo en primera persona ayuda a empatizar de una manera especial con el protagonista.

Al estar centrado en los diálogos y la historia, no entraña grandes dificultades para aquellos menos virtuosos con el mando, siendo un juego accesible para todo tipo de jugador. No todos son elogios para este título. En primer lugar sus orígenes indie han marcado determinadas decisiones que quizás no hayan sido las más acertadas.

Apenas tenemos banda sonora que nos acompañe, no es un gran inconveniente pues el sonido ambiente está logrado pero habría estado bien algo más de trabajo en este campo, haciendo redonda la exploración del terreno. En el apartado gráfico destaca el estilo Pixar que le sienta de maravilla. Sin embargo, la falta de optimización del motor gráfico provoca algunas ralentizaciones en la versión de PS4 al cargar ciertos entornos, apareciendo de manera fortuita ciertos objetos en el espacio. También se le ha reprochado una extensión demasiado corta del entorno, pudiendo ser recorrido de punta a punta en apenas diez minutos. Estamos en una reserva natural, pero la fauna brilla por su ausencia, mal.

Por último existe cierto recelo hacia los videojuegos indie que valen más de diez euros, como es el caso. Bajo mi punto de vista el juego es barato (no alcanza la veintena de euros) y vale cada euro que se paga por él. Otro fantasma

recorre al título, la falta de rejugabilidad, que si bien es cierto, podría decirse lo mismo de cualquier novela que se lea, siendo este aspecto poco determinante bajo prisma para su compra. La duración del juego es cercana a las siete horas, hay quien afirma haberlo terminado en tres o cuatro, pero a buen seguro que no se han parado a contemplar los entornos, las maravillosas puestas de sol o no han profundizado demasiado en los diálogos. Quizás lo más decepcionante del juego sea su final, un tanto abrupto y que puede resultar molesto una vez concluido. Sin embargo, deja la sensación de haber vivido una experiencia genial, creado un vacío por no poder volverte a sorprender como la primera vez.

Víctor Manuel Rodríguez Padilla

Firewatch

Plataforma: PC, OS X, Linux y PS4

Desarrollador: Campo Santo

Distribuidora: Panic

Precio: 19,99 euros

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Itadakimasu, o el respeto a la comida

En pleno boom gastronómico patrio, en el que se suceden programas de televisión de nula calidad, en el que

blogueros pueblan las redes con sus recetas, catas y críticas de parvulario gastronómico, Norma Editorial toma la acertadísima decisión de publicar el afamado manga japonés Oishimbo. Afamado pues, aunque no lo parezca, se trata del sexto manga más vendido en la historia con cien millones de tomos en su haber, y acertado, pues se trata de una nota de cordura entre la locura e histeria generalizada entorno al mundo gastronómico. Aquellos que no estén muy familiarizados con la cultura japonesa han de saber que Japón es uno de los países con mayor aprecio por el buen comer. Tokio es la ciudad con mayor número de estrellas Michelin del planeta, teniendo dos guías que disciernen entre la cocina nacional e internacional. Se trata de un pueblo muy apasionado con la comida, con un profundo respeto al producto que consumen, y con una cultura gastronómica muy rica y de gran carácter local. El respeto hacia los productores es máximo, llegándose a pagar cifras astronómicas por productos que en otros lugares del mundo pasarían desapercibidos.

El argumento del manga es bastante sencillo. Con motivo del centenario del diario local Tözai Shinbun, el director, un gran gourmet, decide encomendar a dos redactores la ardua tarea de realizar el menú definitivo. Dicho menú debe aunar las especialidades locales con aquellas internacionales más relevantes. Para la selección del personal a cargo de la tarea, se emplea un método de lo más japonés, una cata de agua y tofu que decidirá por meritocracia quiénes son los más indicados. El resultado de la cata nos ofrece dos personajes muy dispares. Por un lado tenemos a Shiro Yamaoka, un periodista algo despreocupado pero que rápidamente dejará ver su lado más gourmet, habiéndose criado en un hogar en el que paseaban por la cocina manjares de todos los rincones del mundo. En el otro lado nos encontramos con Yuku Kurita, una novata redactora que, sin tener conocimientos gastronómicos, posee un don innato para diferenciar hasta los más pequeños matices de cualquier comida o bebida. La dinámica de los capítulos casi siempre es la misma, los dos personajes se desplazan hasta cada uno de los lugares de Japón para probar las especialidades y productos locales, incluso en ocasiones retando a profesionales del mundo de la gastronomía para demostrar qué debe

o no estar en el menú definitivo. Con este pretexto poco a poco el lector se va acercando a la gastronomía japonesa, de manera intuitiva y cercana se describen los sabores, los aromas y las técnicas que envuelven a los productos. No se trata de un recetario, pues en contadas ocasiones se nos enseñará cómo se realizan los platos, más bien se trata de una enciclopedia ilustrada. Las notas de humor y las exageraciones propias del manga japonés están presentes, lo que hacen aún más cómodo de leer un ya de por sí accesible manga.

No debemos olvidar que los orígenes de este manga se remontan a 1983, lo que provoca que en algunos casos los hechos nos choquen, por ejemplo las añadas de los vinos, o ciertas tecnologías que ahora nos son frecuentes

y que por aquel entonces tan siquiera existían. En el aspecto técnico, se ha de destacar la labor de documentación de Tetsu Kariya, dotando de una precisión milimétrica a toda la obra. El dibujo corre a cargo de Akira Hanasaki, que, si bien no es muy dinámico, encaja a la perfección con la temática, respetando con gran fidelidad la estética de los platos y productos representados. La estructura autoconclusiva de los capítulos permite alargar las historias del cómic hasta lo impensable. A favor de esto nos encontramos con las ediciones temáticas, como la española, que junta en tomos temáticos los más de cien números publicados hasta la fecha. En España el total de tomos es siete, estando ya en las estanterías tres de ellos. Sin lugar a dudas es un manga recomendable para aquellos que quieran aprender más sobre cultura y gastronomía japonesa.

Víctor Manuel Rodríguez Padilla

Oishimbo

Ilustración: Akira Hanasaki

Guion: Tetsu Kariya

Barcelona, Norma Editorial

Tomos: 3 publicados (7 en total)

Precio: 12 euros

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Hablar de Undertale a estas alturas, a pesar de ser un videojuego disponible desde septiembre del año

pasado, es referirse a uno de los títulos más destacados del panorama actual de la industria y, posiblemente, a uno de los más importantes de la historia de los videojuegos, tanto por las críticas tan positivas que ha recibido como por todo lo que se plantea en este producto indie. El desarrollador Toby Fox, después de algo más de dos años de trabajo, puso en manos de los jugadores de PC de todo el mundo un título cuyo referente es la industria de los videojuegos en su conjunto y el universo generado a su alrededor. Puede parecer exagerado introducir cualquier producto lanzado hace relativamente poco tiempo con afirmaciones tan fervorosas, pero la realidad es que Undertale es producto y herencia de unas tensiones —tanto jugables como ideológicas— que han acompañado al concepto mismo de ‘videojuego’ desde su origen.

Este RPG (role-playing game) de corte retro en su aspecto gráfico, banda sonora y mecánicas jugables básicas es el marco en el que se desarrolla una historia aparentemente simple que rápidamente proporcionará al jugador algo más que una aventura basada en

la superación de niveles y la derrota de los tradicionales jefes de pantalla. Este producto, ya inmortal, empieza con la llegada del protagonista, un niño de género indefinido, a Underground, un reino gobernado por los monstruos que fueron expulsados de la superficie después de un cruento conflicto con los seres humanos. Este es el contexto de una aventura en la que el jugador tendrá la opción de desarrollar la historia como él decida, una historia en la que conocerá numerosos personajes únicos y desarrollados de forma exquisita y muy humana: Flowey, Toriel, Sans o Papyrus serán algunos de los actantes del título, todos ellos con formas diferentes de ver el mundo y de relacionarse con un entorno marcado por la fuerte división existente entre individuos —pretexto para poner de manifiesto tensiones sociales como el concepto de bien, mal o ambición. Desde el inicio mismo de la aventura tendremos la posibilidad de afrontar el desarrollo de la aventura —y nuestras relaciones con el un entorno rico en detalles y alusiones constantes a la cultura pop en la que vivimos— como creamos conveniente. Tres son las “rutas jugables” entre las que se nos permite elegir, con implicaciones ideológicas y morales muy marcadas: pacifista —resolviendo nuestros problemas mediante la palabra y la empatía—, la

Metamorfosis de uno mismo

neutral y la genocida —optando por acabar con cualquier amenaza que se nos ponga delante.

Es en este momento, en el que podemos intuir lo que implica optar por una vía o por otra, donde entra en juego una de las razones por las que Undertale se ha convertido en un videojuego único y genial: obliga al jugador a plantearse de manera hasta ahora nunca vista hasta qué punto las acciones que acometemos en los videojuegos no nos definen como personas. ¿Merece la pena conseguir nuestros objetivos, más nivel —LOVE— o experiencia —EXP—, si eso significa corromper nuestra alma mediante la violencia? Undertale deja de ser un mero entretenimiento para convertirse en un gran interrogante, uno de corte muy oscuro, que se busca analizar las raíces mismas de la naturaleza humana. Las fronteras entre el bien y el mal reciben un tratamiento muy especial en este título: al mismo tiempo en que se difuminan para establecer esa cuestión anteriormente

planteada, se define con gran claridad el origen de ese mal original. El argumento del juego desarrolla esta idea, la del análisis del ser humano, al mismo tiempo que radiografía la naturaleza misma de los videojuegos: podríamos hablar de un componente “meta-gamer”, nuevo en la industria, entre las principales bazas de Undertale. Dejamos en el tintero elementos como la amalgama de finales disponibles y su conexión, el desarrollo de tramas secundarias o los motivos que radican detrás de la elección de entorno, sin olvidar el impacto que ha causado en la comunidad gamer, prueba fehaciente de que nos encontramos ante un título que ya podemos considerar como un clásico.

Eduardo Montoza

Undertale

Plataforma: PC, OS X

Desarrollador: Campo Santo

Distribuidora: Steam, plataformas digitales

Precio: 9,99 euros

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Las notas de piano traspasan el papel y un armonioso violín envuelve la página. El escritor e ilustrador Naoshi Arakawa

construye una bella historia en el manga Shigatsu Wa Kimi No Uso, cuyo título en su edición española es Your Lie in April, de la editorial asturiana Milky Way Ediciones. El manga fue serializado en Japón entre 2011 y 2015 y en occidente conocimos esta historia de jóvenes músicos gracias a la adaptación al anime, en 2014, por el estudio A-1 Pictures, que supo animar de forma excelente el manga —con un diseño impecable, detallista y lleno de color— y enamorar al espectador con las interpretaciones musicales que, ahora sí, se escuchaban y aportaban mayor profundidad y riqueza a la trama. La música será el hilo conductor que una a los personajes y a través de ella ahondaremos en sus personalidades, sus secretos y seremos testigos de cómo superan barreras autoimpuestas.

La edición española, publicada mensualmente entre marzo de 2015 y enero de 2016, está compuesta por once tomos recopilatorios y conserva las portadas japonesas originales, aunque se ha usado el título internacional en vez del japonés, e incluye algunas páginas a color. Que el manga esté destinado a lectores jóvenes no implica que cualquier

lector de manga —o un lector común que esté interesado en acercarse al género— pueda disfrutar de la lectura de Your Lie in April o de su versión animada; sus protagonistas tienen catorce años pero presentan un desarrollo psicológico complejo y el acompañamiento musical con el que cuenta el anime es espléndido. Kousei Arima es un músico prodigio; desde su infancia ha competido en concursos de piano, tutelado por su madre, también pianista. Kousei ganaba todas las competiciones a las que se presentaba y era conocido por sus contrincantes como el “metrónomo humano” por ser capaz de interpretar fielmente las partituras. Tras morir su madre, Kousei sufre un bloqueo mental que le impide escuchar el sonido del piano, lo que le aleja de la música hasta que, dos años después, conoce a una alegre violinista que devuelve el color a su monocroma vida. Kaori Miyazono es una violinista que vive la música de forma distinta a Kousei, interpreta las partituras y las hace suyas, sin importarle el resultado en los concursos; simplemente quiere que su música llegue a los demás y que estos la sientan de la misma forma que ella; pues, para Kaori, la música es “libertad”. A primera vista, puede parecer que Kaori es un personaje optimista insertado para enderezar el camino de Kousei y desarrollar una

Una melodía que resuena entre las páginas trama amorosa con posterioridad, pero nada más lejos: será un personaje en el que profundizaremos conforme avanza la trama y, al final, comprenderemos el porqué de sus acciones —y su mentira en abril, que da título a la obra—, siendo un personaje que deja huella en Kousei pero también en el lector. La insistencia de Kaori y de los amigos de Kousei, Tsubaki y Watari hará que se enfrente al piano y luche contra sus demonios, proporcionándonos una historia más madura que la de los mangas escolares convencionales, aunque también tendremos nuestra dosis de humor, drama y un primer amor que acompaña a la primavera.

Además de los personajes principales, Your Lie in April cuenta con

unos personajes secundarios bastante interesantes y carismáticos, como otros jóvenes músicos que compiten en los certámenes de piano, quienes nos transmiten sus sentimientos por la música. No encontramos muchos mangas que desarrollen el mundo de la música clásica de forma tan realista, sobre todo si tenemos en cuenta que estamos ante un medio silencioso: el papel y la tinta. Sin embargo, en Your Lie in April la lectura se enriquece con esta música dibujada y Beethoven o Mozart resuenan a través de las viñetas gracias a los precisos y detallistas dibujos de Naoshi Arakawa, que hacen que diseño y argumento estén al mismo nivel.

Ainhoa Rodríguez Leal

Your Lie in April (Shigatsu Wa Kimi No Uso)

Ilustración y guion: Naoshi Arakawa

Colombres, Milky Way Ediciones

Tomos: 11 publicados (serie finalizada)

Precio: 8 euros

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De aquí y de alláPalabras sobre lo efímero

Pilar Adón (Madrid, 1971) estudió Derecho y actualmente trabaja en el sector editorial. Realiza traducciones del inglés

y es autora de diversos libros de poesía, Mente animal (2014) y La hija del cazador (2011), de relatos, El mes más cruel (2010) y Viajes inocentes (2005), y de las novelas, Las hijas de Sara (2003) y El hombre de espaldas (1999). En esta nueva entrega de narrativa, Adón nos arrastra al bosque, lugar donde transcurren los largos días, donde la naturaleza no es un lugar idílico sino una violencia azarosa que arrasa con los habitantes y sus viviendas, arrastrándoles, condenándoles poco a poco a una vida rozante de lo mísero y del sepulcro. Aquí las casas se desploman y los habitantes perviven deshabitados, guiados por los peores sentimientos de rencor, miedo y dependencia. Sobreviven en lo que quedó de una comunidad con ideales libertarios de principios del siglo xx. La Ruche, edificio principal del emplazamiento, fue una escuela para huérfanos. Y de ellos, quedarán muy pocos que seguirán allí, cumpliendo con unas reglas de convivencia mínimas. Respetar el entorno, el bosque y vivir

en armonía con sus compañeros: “los hombres y las mujeres que residían en la Ruche orientaban su comportamiento en la dirección que consideraban correcta para que su existencia se ajustase a su personalidad y no a la inversa. Todos creían en la perfección de la naturaleza y en la verdad, y no consideraban necesario modificar las características que definían su carácter”. Los personajes lucharán para sobrevivir aislados en este bosque omnipresente y caprichoso. Los protagonistas son las hermanas Oliver, Tom, Ana y Denis y las historias están difuminadas, a completar por nosotros. Levedad que habrá que bajar a la tierra, donde viven sus personajes entre lluvia, miedo, barro, insectos, rabia y animales. Lo grotesco en esta comunidad será el pan de cada día, a acompañar con una fruta y queso. Adón nos hablará de las relaciones dependientes y de dominación, de las hermanas Oliver, de Dora representando a una mujer que ha aprendido a salir adelante, ruda y fuerte, disidente de las relaciones afectivas con los demás, pero al mismo tiempo, será una persona aferrada a la necesidad desesperada de tener a su hermana

Violeta con ella. Violeta por su parte responderá también a esa dependencia, pero de forma ambivalente, necesitando del cobijo dañino que le ofrece Dora y soñando con su partida. Violeta encarnará lo dulce y manipulable, la tendencia a lo frágil, a una existencia poética: “cuando no estaba revisando las anotaciones de su libreta, Violeta podía pasar horas ante la ventana. Desde allí veía cómo se iban equiparando los tonos del cielo hasta que el gris terminaba por dominarlo todo”.

Se hablará de una relación de amor primeriza, convertida a la mínima chispa en estallido, y de las relaciones de convivencia entre Tom y Ana, en las que Ana, siguiendo la rectitud de su

carácter, creerá saber cuál es su deber en la comunidad. Será la encargada de juzgar y poner orden. Buscará la rectitud, la verdad, así como las características que los sujetos amados deberán tener: inteligencia, equilibrio y concentración. De esta forma, simbolizará el saber de la ciencia, la mujer académica: “y siempre pensó que la mejor técnica para dejar de vivir anclada a la solidez del presente consistía en eso, en aprender algo”. Tom, por su parte, será la última figura en llegar a la comunidad, un joven pragmático, lleno de ideas de la ciudad, las cuales intentará trasladar a este ambiente, cambiando la forma en la que la comunidad se había venido desarrollando: “viven aislados en este espacio. Abrigados. Siempre en equilibrio. Y tienes que hacérselo ver”.

Las efímeras resuelve ser una obra plena de sutil simbología, donde quedaremos al desamparo de lo no dicho, del deambular por encima de las situaciones recorriendo a los ásperos personajes, nunca edulcorados, como la vida allí. En esta obra leeremos la fatiga de la lucha —con los compañeros y con el bosque—, dentro de lo efímero de sus herméticas existencias.

Blanca Victoria de Lecea

Pilar Adón, Las efímeras

Barcelona, Galaxia Gutenberg

240 páginas, 18,90 euros

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La noche caraqueña de Rodrigo Blanco Calderón

La primera novela del autor venezolano Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981) es, a su vez, la historia de una

novela frustrada: de sus temas, sus pretensiones y su relación con el mundo. Así queda sugerido en el título, que es el mismo que planea dar Matías Rye, uno de sus personajes, a un libro sobre el Dr. Montesinos. Más allá, la obra busca ser un retrato de la ciudad de Caracas durante el año 2010, en el cual, a consecuencia de un racionamiento eléctrico, empezó a haber apagones de manera regular. Sin embargo, la acción no se focaliza exclusivamente en el escritor, sino también en su amigo, el psiquiatra forense Miguel Ardiles, personaje que ya había aparecido en sus cuentos y que es uno de los narradores más presentes en la novela. Asimismo, otros personajes juegan papeles clave en la historia: Margarita, una joven que se inscribe en el taller literario de Rye; Pedro Álamo —otro personaje que el autor toma de sus cuentos—, una joven promesa de la literatura venezolana que, después de años desaparecido, decide sumarse a los estudiantes de Matías; Dario Lancini, un palindromista venezolano cuya efímera fama se debe al libro Oír a Darío.

Más allá de la cantidad de personajes y de los distintos temas

que presenta, la novela se centra en la historia de Ardiles, quien busca dar sentido a lo que dice y hace un nuevo paciente, Pedro Álamo, un paranoico obsesionado, entre otras cosas, con los palíndromos, y la vida, de Lancini. Esta anécdota, bastante compleja de por sí, va enlazándose con las demás: la relación nociva de Margarita —también paciente de Ardiles— con su novio; el caso del doctor Montesinos, un prominente psiquiatra venezolano que asesinó a una joven paciente (este personaje hace referencia al caso real del doctor Edmundo Chirinos); y las frustraciones y obsesiones de Matías Rye. Por último, está la historia de Lancini, reconstruida por el psiquiatra a partir de los delirios de Álamo. Los temas que aborda son igualmente diversos: el deterioro del país latinoamericano y, también, de su sociedad, la violencia constante y, específicamente, aquella que se ejerce contra las mujeres, el texto y sus infinitas posibilidades, y, por supuesto, la locura. El resultado es una novela ambiciosa, con una prosa ágil y una anécdota compleja.

Como ya es costumbre en este autor, la influencia de Roberto Bolaño es palpable, no solo en los temas y los personajes, sino en el estilo de la narración. Esto no niega, sin embargo, el talento de Blanco Calderón, que le

ha valido múltiples reconocimientos dentro y fuera de Venezuela. Sobre todo resalta el mundo cultural, globalizado y en consecuencia híbrido, retratado en la obra, en la cual convergen la literatura —venezolana y extranjera—, el rock, la crisis energética y política, el abandono y la violencia. Estos últimos temas son retratados con toda su crudeza, lo que acentúa la crítica que realiza el autor a la sociedad venezolana. Sin embargo, el texto no siempre logra recoger todos los temas y líneas accionales de manera efectiva: hay episodios en la novela que sobran y otros, aunque no es difícil entender la relación que guardan con la historia central, se sienten caprichosos. En este mismo sentido, uno no puede evitar sentir que la historia resulta

demasiado ambiciosa, quizá, para las trescientas páginas de la novela y que muchos de los temas no terminan de desarrollarse con la profundidad que sugieren. Depende del lector aceptar el juego propuesto por el libro y dedicarse, como Álamo, a construir un sentido que no necesariamente encuentra asidero en el texto.

En resumen, el nuevo libro de Rodrigo Blanco Calderón, a pesar de la promoción que le ha hecho la editorial —llamándolo “la promesa de la literatura latinoamericana”—, sigue siendo una primera novela que repite las virtudes y los fallos que los cuentos del autor ya presentaban. Dicho de otro modo, si bien no se puede negar la calidad de la prosa y la coherente construcción de la trama, la novela presenta defectos que no se pueden pasar desapercibidos.

Javier Ignacio Alarcón

Rodrigo Blanco Calderón, The Night

Madrid, Alfaguara

360 páginas, 18,90 euros

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En las entrañas de El Sistema

Ocurre con frecuencia que un autor que ha logrado renombre entre la crítica sin necesidad de legitimar

su obra con premios, cuando los obtiene, paradójicamente no es dando su mejor talla. No es exactamente el caso de esta novela, pues Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) ya consiguió el Premio Juan Rulfo en 2003 y otros cuantos menores y tampoco lo es porque, a diferencia de lo que suele darse en estos casos, el motivo no es una rendición a las exigencias comerciales del premio en cuestión, en este caso, el de su propia casa editorial, el Biblioteca Breve. Al contrario: en El Sistema vemos a un escritor decidido a hacer progresar una carrera coherente con novelas que comparten no solo un número limitado de preocupaciones y propuestas, pero también demostrándose capaz de establecer visibles novedades formales y aun temáticas. En efecto, los lectores de Menéndez Salmón enseguida descubrimos en El Sistema innovaciones y mutaciones sobre algunas de las señas de identidad de uno de los autores más singulares de nuestra narrativa. La búsqueda implica, empero, un riesgo.

El Sistema es una ucronía distópica situada en una nueva era, la Historia Nueva, en la que el mundo se ha convertido en El Sistema, que viene

a ser un estado hiperburocratizado que ha llevado a las más altas cotas la obsesión por la vigilancia y la seguridad, hasta el punto de hacer emanar de él concepciones epistemológicas únicas: las islas del archipiélago en el que moran los habitantes del mundo reciben nombres como Realidad y Empiria y el mundo se divide dicotómicamente entre los Propios y los Ajenos. Este planteamiento evidencia ya un afán de síntesis alegórica, de representación directa, por cuyo camino se pierde el intenso lirismo patético al que Menéndez Salmón nos tiene acostumbrados a los lectores en favor de un incrementado sociologismo afín a las historias de ciencia ficción. Diverso en su obra, El Sistema nos parece lo que La posibilidad de una isla en el caso de Michel Houllebecq: exceso de explicitud que angosta lo literario y que, en ocasiones, aburre. Aunque no totalmente, la novela desvela algunas claves que en novelas anteriores estaban bien connotadas y contenidas para ahora expresar cuestiones de índole igualmente especulativa pero de una cierta sequedad, donde falta el humanísimo aliento de sus obras anteriores. Si bien frente a los embates post-humanos, Menéndez Salmón ha querido mantener con el personaje de El Narrador al individuo que lucha contra la historia, en este caso, manteniendo vivos sus deseos

de imaginación, de libertad, de todo aquello que lo singularice, que le permita penetrar en el misterio, la memoria y el conflicto intelectual cedido a cambio de la tranquilidad y la paz, no evita que se echen de menos esos personajes heroicos o maléficos de La ofensa, de Derrumbe, de La luz es más antigua que el amor, de El corrector… cuyos dolores y destinos dictan páginas de un lirismo aquí esquivo. Por estar en un periodo de la historia post-humana, ese humanismo escritural se ha perdido y el escritor ha devenido en profeta anticipatorio. La novela intelectual que Menéndez Salmón practica ahora ha sobredimensionado el caudal de fuentes filosóficas, cayendo en el peligro que hasta ahora había

sabido conjurar: la aridez. Aridez que se acrecienta a medida que se avanza en la lectura, hasta alcanzar la cuarta y última parte de la novela.

Pese a lo dicho, es de apreciar el afán esclarecedor de Menéndez Salmón y su renuncia a estancarse en un lenguaje narrativo. Y la genuina preocupación intelectual, su compromiso con los olvidos y vacilaciones de la cultura contemporánea, inconsciente de su destino, incapaz de encontrar en el pasado una dirección. Menéndez Salmón es siempre capaz de encontrar la multiplicidad de sentidos y formas bajo las cuales acecha el peligro para el humanismo y aquí vuelven de manera más callada sus temas: el lenguaje, la belleza, el amor, la libertad, el arte, la violencia y la historia. Los lectores que admiramos su obra seguramente no queremos que renuncie a seguir dándoles en futuras novelas nuevas vueltas de tuerca. Pero, al menos al que firma estas líneas, tampoco le gustaría que se perdieran en una escritura excesiva, en la que la inteligencia ahoga las intuiciones.

Fernando Larraz

Ricardo Menéndez Salmón, El Sistema

Barcelona, Seix Barral

328 páginas, 19,90 euros

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Poder, ambición y secretos: ingredientes básicos de la nueva novela de Estela Chocarro

Tras el éxito de la novela El próximo funeral será el tuyo (2014), la novelista española Estela Chocarro (Pamplona,

1973) vuelve de nuevo con una obra ambientada en su pueblo natal, Cárcar, una pequeña villa de la Comunidad Foral de Navarra situada en la comarca de la Ribera del Alto Ebro, cerca de Pamplona.

Después de los buenos comentarios generados tras su primera novela ―“un thriller con cierta dosis de ironía, con un punto de amor, un punto de relaciones familiares, de misterio, y hasta de miedo”, “Estela Chocarro le da al sentido del humor y a los rumores de pueblo en un ambiente muy distinto, en las tierras de la Ribera del Alto Ebro” o “Una buena novela de misterio clásica y, como tal, entretenida en incluso divertida, con cuatro ancianos que intervienen con ánimo detectivesco”―, Chocarro vuelve a traernos, en esta ocasión, y bajo el título Nadie ha muerto en la catedral (2016), a su conocida protagonista: Rebeca Turumbay, profesora de arte en la Universidad y empleada de la Fundación Gala-Salvador Dalí de Figueres, para investigar un nuevo caso ocurrido en el pueblo de Navarra en el que nació su abuelo, Ángel Turumbay, y al que decidió

ir un año atrás de vacaciones con el fin de indagar sobre su propia historia, de la que apenas conoce nada. De esta manera, tras haberse visto envuelta en aquella ocasión en los problemas originados por un crimen no resuelto, Rebeca vuelve a verse inmersa en una historia repleta de misterio, intriga, asesinatos y secretos.

En esta ocasión, todo comienza cuando se declara un curioso hecho: hallan dos cadáveres emparedados en una habitación secreta de la catedral de Pamplona. Además, este no es el único hecho insólito, pues también se observa el descubrimiento de un cuadro encontrado entre los muros de Santa María la Real y que podría ser, aparentemente, del propio Dalí. Con el fin de autentificar el cuadro, Rebeca Turumbay regresará a la tierra de su familia, a la que no había vuelto tras resolver el último caso. Sin embargo, su trabajo con el cuadro no será tan sencillo como podía parecer en un principio, sino que estará relacionado con un robo ocurrido en 1935, al cual tendrá que dar respuesta, aunque no resultará tarea fácil, pues en este caso también se tendrá que enfrentar a personas que, a diferencia de ella, están muy interesadas en que la verdad no salga a la luz, personas que están dispuestas a matar si es necesario.

No obstante, Rebeca no estará sola en este peligroso caso, pues volverá a contar con la ayuda de Víctor Yoldi, el joven y atractivo periodista de Cárcar que trabaja para el Diario de Navarra y por el que se siente atraída; y de un grupo de ancianos, únicos amigos de Rebeca en el pueblo: Daniel González el Gallardo, Anastasia Chalezquer, Patricio el Gitano y Marcelo Agreda, los cuales llegarán a ser imprescindibles en la investigación del caso que les mantiene ocupados. Otros personajes a destacar y que servirán de gran ayuda serán también Cristina Zudaire, una joven jefa de patología forense que acompañara a Víctor y a Rebeca en el caso que los concierne; y Terencio Díaz de Rada Gambarte, un abogado contratado por el arzobispado, entre otros.

En esta historia, Chocarro hace que Cárcar no solo sea el marco en el que sucede todo, sino que se convierte en un personaje más de la novela, pues es descrita al detalle, y tal es su importancia, que sobresale en una historia con una temática compleja, en donde nadie es lo que parece, ni siquiera la Iglesia. La autora muestra así una visión dura y crítica de esta institución religiosa que, dominada en ocasiones por el poder y la ambición, es capaz de dar la espalda a sus principios más básicos, pues quedan relegados a un segundo plano del que a veces es difícil retomarlos.

Noelia Izquierdo

Estela Chocarro, Nadie ha muerto en la catedral

Madrid, Maeva

304 páginas, 19,90 euros

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Hombres aparentemente felices

Felipe R. Navarro (Málaga, 1969) presenta en su nueva colección de cuentos, titulada Hombres felices (2016), casi

una veintena de historias en las que se recogen aspectos como la injusticia, la nostalgia, la soledad o el amor. Navarro es también autor del libro de cuentos Las esperas (2000), su primera publicación, y ha participado en las antologías Cuento al sur (2001), Paso Doble. Junge spanische Literatur (2008) y Pequeñas Resistencias. Antología del nuevo cuento español (2002). Además de trabajar como abogado y de dar clases en la Universidad de Málaga, Navarro tiene un blog en el que escribe regularmente y colabora con distintas revistas literarias.

Entre las páginas de Hombres felices se descubren individuos que, como afirma el autor en una entrevista radiofónica, “no se dejan caer y deciden que por lo menos un metro más tienen que soportar” dado que “el hombre común necesita una narrativa propia porque no es tan común, porque es enormemente valioso”. Así, un hombre aparentemente rodeado de fantasmas, un trabajador despedido de la gasolinera en la que trabajaba, una pareja a punto de casarse, un padre que juega con su hijo, un abuelo que su cuida de su nieto,

dos conocidos que no tienen mucho de qué hablar, un tipo que lleva su viejo coche a reparar al taller, una mujer que modifica el Estatuto de los trabajadores, situación que nos conduce a reflexionar sobre la actual crisis económica, o dos amigos que conversan son algunos de los personajes que habitan en esta antología. Aunque pudiera parecer que los dieciocho cuentos de la colección no guardan relación entre sí, lo cierto es que todos ellos, con sus distintos hilos argumentales, se encuentran vertebrados por una búsqueda de la felicidad a través de los pequeños actos del día a día. Tanto en el relato más breve, con apenas una página, como en el más extenso, con más de veinte, se deja entrever el estilo cuidado y el lenguaje sencillo característicos de las formas breves de la literatura actual. En lo que respecta al tiempo, cabe destacar que en la multitud de los relatos de la obra sus protagonistas se retrotraen a épocas pesadas, tal vez mejores, para recordar ese momento de felicidad que les hace sonreír en el presente. No faltan en esta antología diferentes alusiones a la cultura, como se observa en “Orígenes del turismo”, una historia inspirada en el ensayo El mito de Sísifo, del escritor francés Albert Camus, o en “Un modelo”, relato en el que se

hace referencia a un cuadro del pintor estadounidense Edward Hopper. Otros títulos de la colección son “Amarillo limón”, “Tomás Rodaja se contempla, desnudo”, “Notas para un debate sobre la arquitectura de interiores”, “Tarde de circo”, “La modificación sustancial de las condiciones de trabajo”, “Let’s talk about the weather”, etc.

En gran parte de los relatos que componen esta colección, ubicados en un parque, un piso o una playa, los protagonistas de los mismos parecen no estar viviendo un gran momento, es decir, en su mayoría, los personajes se encuentran en situaciones cotidianas y hasta aburridas. Sin embargo, es esa aparente tranquilidad e inactividad de

la que deben disfrutar porque aunque, en el fondo, no sean felices, al menos, lo disimulan bastante bien, como nos demuestra Navarro. Es en los hechos anecdóticos, como conversar sobre el tiempo con un vecino en el ascensor, corregir exámenes o jugar al fútbol, donde reside, en verdad, la idea de que debemos disfrutar de las pequeñas cosas que nos ofrece la vida. Navarro se inspira, de hecho, en la realidad, en gente de la calle y en situaciones cotidianas, para construir su entramado de ficción y dar vida a este libro de cuentos que invita a los lectores a dejar volar la imaginación. Hombres felices, que llega tras más de diez años desde la primera publicación de Navarro, ha supuesto la continuación en el mundo de la literatura de uno de los autores con mayor proyección en el género breve.

Cristina Suárez

Felipe R. Navarro, Hombres felices

Madrid, Páginas de Espuma

116 páginas, 14 euros

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Chirbes nos dejó en París

Rafael Chirbes nos dejó hace menos de un año pero antes de irse nos regaló una última novela, Paris-Austerlitz

(2016), donde un joven izquierdista pero adinerado se enamora de un “cincuentón” proletario y enganchado a los bajos fondos parisinos. Para aquellos que no conozcan a Chirbes, su novela En la orilla (2013) fue considerada la mejor novela de 2013, además de ganar el premio Francisco Umbral. Su trayectoria literaria abarca ininterrumpidamente veinte años con novelas como Los disparos del cazador (1994), La caída de Madrid (2000), Los viejos amigos (2003) o Crematorio (2007). Muchos críticos han intentado situarle en el realismo, a veces, “crítico” y, así, él mismo ha reconocido que dos de sus grandes referentes son Max Aub y Galdós. Por ello, encontraremos en sus novelas una indagación sobre el ser humano, el capital y los factores externos y sociales. Así pues, como acostumbra Chirbes en París-Austerlitz, bajo esta tóxica relación se hallan diversos interrogantes sobre qué es el amor y su posibilidad de salvarnos o de redimirnos. De esta manera, la novela nos hará cuestionarnos el porqué de las relaciones amorosas y su finalidad, que nunca es clara.

Sin duda lo más reseñable de la novela son los interrogantes que nos suscitan a los lectores sobre la funcionalidad y los falsos mitos del amor. No obstante, Chirbes huye del maniqueísmo y nos muestra una relación en la que las dos partes de la misma son completamente opuestas, sobre todo, y debido a su clase social que condiciona irremediablemente la vida de ambos. Explora el amor y sus contrarios y, a su vez, expone toda una retórica del amor que nos hace encontrarnos de nuevo con Chirbes. Por ello, se puede observar también otro conflicto latente en la novela: la diferencia entre clases sociales y su forma de relacionarse con el mundo. Así como encontramos un paisaje parisino que no destaca por su glamour, sino por la decadencia de las clases más bajas, ligadas a los valores patriarcales, al alcohol, la droga, el sexo y la pobreza, vemos un París de contrastes, sin encanto ni destellos; reina la oscuridad. No obstante, es un lugar exótico y foráneo como en otras novelas del autor. Y no se puede olvidar que este paisaje marcado por el sida, que no consuela, está íntimamente relacionado con su primera novela, Mimoun (1988), puesto que ambas obras se sitúan en 1986 y, como ya se dijo, en lugares distantes a la España del escritor: Marruecos y París.

En esta obra vemos cómo Chirbes decide romper con el título de escritor de la crisis, que le concedieron sus dos últimas novelas, Crematorio y En la orilla. Por ello, nos encontramos con los mismos problemas de toda su novelística que, a su vez, son universales. Destaca que él nunca fue el escritor de la crisis aunque así la crítica lo quisiese pero sí que esta novela supone una vuelta a sus orígenes acercándose más a las cuestiones universales y a la crítica de las costumbres burguesas. También, nos volvemos a encontrar al Chirbes enamorado de la gastronomía y con la técnica del “diario encontrado” tan común en la novelística del autor. En definitiva, en esta novela, acabada en mayo de 2015, nos volvemos a encontrar

con el escritor que retrató toda una generación y que no dejó indiferente a nadie, a pesar de que la crítica siempre se olvidase de él. Asimismo nos volvemos a encontrar, y así despedirnos de él, al Chirbes crítico con la burguesía, crítico con los valores sociales, analista del amor, con un estilo sobrio pero muy cercano. La última novela, póstuma, de uno de los grandes escritores del siglo xxi, un autor que nunca fue reconocido por la crítica como debiera, pero eso no hace más que demostrar la incomodidad de su obra entre lo que se ha considerado alta cultura, lo ajeno que fue a los círculos de escritores e intelectuales. Al fin y al cabo, él y su obra son únicas e irrepetibles y esta última novela es una muestra más de ello.

María Sánchez Arias

Rafael Chirbes, París-Austerlitz

Anagrama, Barcelona

160 páginas, 15,60 euros

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Alrededores

“Ningún momento desaparece del todo”, simple rótulo con el que renombrar la

novela de Kazumi Yumoto (1959), que tras su éxito con Los amigos, vuelve a enfrentarse a la muerte para hacerla eje principal de la historia que ha creado. Nos enfrentamos así a la lectura de Viaje a la costa, publicada en 2010 y traducida seis años después, y por primera vez, al castellano. La protagonista es Mizuki, una mujer que ha estado buscando respuestas de manera casi obsesiva tras la misteriosa desaparición de su marido Yusuke y con el que, tres años después, se reencuentra en la cocina de su casa. Una historia tan real como enigmática; tan cotidiana como difusa.

El argumento, a simple vista, parece tenebroso y macabro, un libro al que da miedo enfrentarse por temor a lo que podamos encontrar entre sus páginas. Sin embargo, la historia encierra mucho más dentro de sí. A lo largo de los siete capítulos en los que se divide la novela, asistimos a un viaje: un recorrido significante, pero sin itinerario fijo,

realizado por el matrimonio y narrado en primera persona por Mizuki. El viaje supondrá una profunda reflexión sobre la vida y la muerte: dicotomía que supone el núcleo generador del texto. A pesar de tratar un tema de gran agudeza y complejidad por el miedo que supone, Yumoto sabe enfrentarnos a la realidad sin dilación, a través de un estilo directo, breve y sencillo, lo que hace que el trayecto de los personajes hacia el final de la vida nos resulte hasta agradable en algunos pasajes. La sensibilidad de la autora para transmitir cada información, por cruda que sea o parezca, nos llega y se nos transmite con el mérito de mantenernos envueltos en la trama, aunque en realidad no suceda nada. Es paradójico que lleve en su título el movimiento, el “viaje” y que sin embargo, la historia sea estática, sin acción. Hay presencia de elementos muy diversos: detalles costumbristas, momentos pasados de la relación del matrimonio, mentiras que quedan al descubierto, símbolos, personajes, enseñanzas…, pero nada claro. La realidad se difumina con saltos temporales que poseen la responsabilidad de transportarnos a

Ningún momento desaparece del todo

Kazumi Yumoto, Viaje a la costa

Traducción de Rumi Sato y José Pazó Espinosa

Madrid, Nocturna ediciones

217 páginas, 14,90 euros

recuerdos y aprendizajes de la vida de los personajes principales, mezclando sus sueños y un mundo de fantasía y de espíritus. De esta forma, el tiempo, junto a la muerte, se convierte en el segundo factor relevante en esta historia. Si Los amigos se nos definía como una “novela sobre la muerte que defiende la alegría de vivir”, Viaje a la costa, es una novela en la que se relaciona el fin con las segundas oportunidades. La muerte supondrá un símbolo vista como un viaje, esto es, la oportunidad de resolver los problemas que tuvieron en un pasado. De esta forma Mizuki descubre quién era verdaderamente su marido; del mismo modo, él tiene la oportunidad de explicar a su mujer cómo fue su muerte, sus arrepentimientos, los motivos y las verdades de sus hechos. Al final, no es una simple ruta del último viaje que

vivió Yusuke, sino que es mucho más. Es el misterio de la vida, los momentos felices, el encontrarse con personas, en este caso personajes, que aportan distintos momentos a nuestras vidas y, por supuesto, el enfrentarse a los miedos y a la verdad.

Es así como el lector es uno más en este tránsito. Se trata de una historia que sumerge en un mundo de ambigüedad, melancolía y nostalgia. En definitiva, un relato que deja un halo de esperanza y que facilita poder comprender el papel de Mizuki cuando reflexiona acerca del tiempo vivido, que difícilmente vuelve, aunque no desaparezca del todo. Toda una novela de enseñanza: “Una sensación parecida al vacío, pero que no era vacío; parecida a la soledad, sin ser soledad […] El futuro había dejado de existir”.

Andrea Merino

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Adentrarse en los mundos que Haruki Murakami (Kioto, 1949) pone en pie en sus narraciones supone para el

lector un acercamiento a las mentes de una amplia gama de personajes, cada uno con sus motivaciones y sus formas de enfrentarse a la vida, que le permitirán redescubrir una incalculable amalgama de sensaciones, detalles, colores y sonidos que tendemos a pasar por alto. Todo lo que nos rodea desprende una cierta aura de grandeza y, a la vez, forma parte de un mecanismo cósmico que no se va a resentir por su ausencia. Siempre ha sido así para Murakami, defensor de lo intrascendente y de la fatalidad más hilarante. El elefante desaparece (publicado originalmente en 2005), la colección de diecisiete breves relatos que Tusquets Editores nos ofrece, es un ejemplo más de la capacidad creadora del escritor japonés para dar voz al concepto mismo de “individuo”, a la locura del “yo”.

Debe ser el lector el que descubra qué esconde cada una de estas breves joyas de la literatura surrealista contemporánea, pero podemos adelantar que, a pesar de que el azar y lo fortuito son las tensiones principales de la mayoría de estos relatos, Murakami ha dado forma a un tejido narrativo

muy depurado en el que todo tiene su momento de protagonismo: desde las tensiones más básicas del ser humano —el amor, el matrimonio, la soledad, el sentido de la vida, la justicia— hasta los detalles más nimios —los canguros, una televisión, una hamburguesa, el césped o un cuñado ingeniero―. Las digresiones serán constantes, al igual que la sensación de que el mundo en el que viven estos personajes está más rodeado de misterio y fantasía de lo que podría pensar cualquiera, ya sea lector o personaje. Las virtudes de esta colección son numerosas: cada relato es un ejemplo claro de la capacidad de Murakami para poner en pie universos narrativos únicos, los personajes se convierten en estandartes de una forma de ver el mundo que aboga por la interpretación individual de éste, un lenguaje empleado convertido en nexo de unión entre la realidad y la ilusión en la que se desarrollan las historias, etc. Resulta —o puede resultar— paradójico el hecho de que todos estos relatos, en los que es lo individual lo que resalta, se encuentren perfectamente unidos mediante elementos como un discurso homogéneo y toda una serie de detalles, escondidos a simple vista, que dotan a la lectura de un matiz de rompecabezas que no deja de sugerir posibles uniones entre los diferentes relatos. El tono del

Mujeres, canguros y quemar graneros conjunto siempre será el mismo: una corriente de pensamientos diferentes en los que la fortuna, lo insignificante, lo deprimente y lo enigmático serán los verdaderos protagonistas.

El elefante desaparece es otra muestra más —no son pocas— de que Murakami es uno de los maestros de la literatura internacional contemporánea. Tanto con sus novelas como con sus relatos cortos, este escritor de Kioto no deja de poner en juego una capacidad de interpretar el mundo capaz de llegar al lector que sea capaz de mirar a su alrededor y ver algo trascendente en cada uno de esos detalles que le rodean. Esa interpretación de la realidad mediante lo intrascendente se convierte en uno de los medios más empleados por

Murakami para otorgar al ser humano —a sus personajes— de una identidad que derrocha arte. Un arte agridulce y cargado de sentimientos, como el jazz —elemento siempre presente en la concepción literaria del escritor— o como cualquiera de las nimiedades que aparecen en los relatos: un canguro puede convertirse en el motor de una larga digresión acerca de la imperfección del mundo, una anécdota de la adolescencia puede ser la causa de un atraco a un McDonald’s y unos pantalones tiroleses pueden provocar un divorcio. Un pequeño detalle puede alterar por completo desarrollo de una vida y, a la vez, no afectar al funcionamiento del mundo. Al pájaro que da cuerda al mundo no le importa lo que hagas con tu vida ni con tu tiempo, o puede que sí.

Eduardo Montoza

Haruki Murakami, El elefante desaparece

Traducción de Fernando Cordobés y Yoko Ogihara

Barcelona, Tusquets

344 páginas, 19,90 euros

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Las cartas no escritas

Frédéric Beigbeder (Neuilly-sur-Seine, 1965) es autor de varias novelas, un libro de cuentos, dos ensayos y tres

libros de entrevistas. Desde 2013 dirige la renacida revista Lui. Durante diez años simultaneó su trabajo publicitario con colaboraciones como cronista de la noche o crítico literario en revistas, periódicos y programas de televisión. Con 13,99 euros tuvo un éxito extraordinario. Fue despedido fulminantemente de la agencia de publicidad en la que era un brillantísimo creativo, pero encabezó durante meses las listas de los libros más vendidos. En España, la novela tuvo también una acogida espectacular: “Impagable testimonio de un profesional que durante años ha alimentado las calderas de la publicidad con un afilado ingenio” (Llàtzer Moix, La Vanguardia). En Anagrama han aparecido también otras cinco novelas del autor, El amor dura tres años, Windows on the World (Premio Interallié), Socorro, perdón, Una novela francesa (Premio Renaudot) y esta Oona y Salinger, así como Último inventario antes de liquidación, en el que reseña de forma aguda y desenvuelta los cincuenta mejores libros del siglo xx según una encuesta llevada a cabo por Le Monde y la FNAC.

Tiempo y espacio, tan distantes y a la vez transparentes, que se permiten revelar en los entresijos del amor juvenil e irrealizable un retrato vivo de diversos elementos “no- ficcionales” (les invito a releer la explicación del término en las primeras hojas de la obra: “Este es un libro de pura facción. Todo en él es rigurosamente exacto”). Aceptamos con una sonrisa grata todo lo que nos ofrece desde el pincel de la subjetividad Beigbeder (por mucho que se trate de una novela “de facción”). Sus tintes autobiográficos aderezados con toques de humor sarcástico, ligeramente impregnados por las alusiones a sus vivencias personales y la exhaustividad en la continua aportación de datos informativos, en especial los históricos y políticos. Su sensibilidad de escritor no difiere con la claridad calculada de sus descripciones, ya sean de los lugares o de los rasgos humanos de sus personajes. Auténticos retratos vivos de personajes ilustres y reales, inspiradores de más cotilleos que leyendas, pese a ser “legendarios”; observados bajo la lupa de la historia y dirigidos con los hilos del sueño americano.

Oona O´Neill, Charles Chaplin, Salinger y Truman Capote nos hablan sin cohibirse. ¿Lo hacen con señorío? Puede que sí. ¿Acaso no lo haríamos nosotros

al ser los hijos de un dramaturgo de gran prestigio, o el icono del cine hollywoodiense por excelencia, o el cinismo personificado en la figura de dos futuros dominadores verbales, ya sean periodísticos o literarios? Claro que sí. Quizá la gravedad de la diferencia del trato con nuestros ilustres amigos no esté en el estatus ni la fama, sino en las complicaciones que esto mismo les acarrea y que pretende reflejar Beigbeder en esa correspondencia mantenida entre Oona y Salinger. La resistencia a doblegarse ante la evidente pérdida de Oona por parte de Salinger, al formar parte del ejército americano para combatir como soldado en la Segunda Guerra Mundial y la fragilidad de la enigmática Oona ante la desprotección de su padre

y la fobia a la soledad tras la distancia de Salinger les obliga a tomar distintos caminos, unidos por las palabras nunca dichas, solo reflejadas en sus memorias y en las cartas representadas en esta obra.

¿Puede el desamor juvenil cegarnos para siempre por miedo al dolor? ¿Puede una obra basada en vidas tan idealizadas despertar en nosotros la ternura y el cariño por la joven e infeliz Oona y el respeto ante el valiente soldado veinteañero que prefiere sufrir su propio yugo antes que perder a la persona amada? La respuesta a ambos interrogantes es solo suya.

Marta Sobas

Fréderic Beigbeder, Oona y Salinger

Traducción de Francesc Rovira

Barcelona, Anagrama

296 páginas, 19,90 euros

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Destello de realidad

Plasmar la vida cotidiana de una familia normal en una novela no es fácil. Jenny Offill (Massachusetts, 1968)

se plantea el reto de contar lo que aparentemente resulta sencillo y banal a través de pequeños fragmentos, citas y reflexiones de una norteamericana anónima, símbolo de la mujer actual. Y es este reto el gran acierto de una novela que nos permite conocer e identificarnos o cuestionarnos muchos de los temas que se transmiten en menos de diez líneas. A veces, menos es más y Departamento de especulaciones es muestra de ello. A través de estos fogonazos de realidad, se muestra una existencia dedicada al matrimonio y a la maternidad, pero también critica y se rebela ante lo que ahora se conoce como patriarcado. En efecto, la protagonista de esta historia es una mujer que debate y juzga muchas de las sensaciones que puede vivir un ser humano y, especialmente, aquellas que supuestamente debe experimentar una a lo largo de los años. Se muestra en la novela una imagen moderna del sexo femenino, que es capaz de ser madre, de ser débil, de equivocarse, pero que también puede analizar con profundidad su existencia o cuál es el verdadero significado de ser mujer hoy en día.

Esta novela comienza con la historia de una mujer cualquiera que se enamora de un hombre cualquiera en Nueva York. Conociéndose se envían cartas cuyo remitente es Departamento de especulaciones, ya que en estas se imaginaban con demasiado optimismo cómo se iba a desarrollar su futuro. Tras experimentar la vida de casados y el nacimiento de su hija, ambos comienzan a sentir que su relación está tambaleándose. Nacen las dudas y las inseguridades, descritas a la perfección por la narradora de la novela, una mujer sensible y que es consciente de que el papel de la mujer en el mundo de hoy todavía es bastante limitado en algunos ámbitos. De repente, la infidelidad surge repentinamente y se marca un gran cambio en el trascurso de la novela. Offill decide continuar la historia de esta pareja anónima desde la distancia y desligándose por completo de la narradora que contaba desde su perspectiva cómo se desarrollaba su historia de amor. La esposa, que decide rezar a Rilke y pasar tiempo consigo misma, se siente culpable del engaño de su marido y comienza a mostrar una reacción sumisa que se ve contrarrestada por los demás fragmentos y citas que se intercalan velozmente. Gracias a estos destellos de lucidez, Offill consigue hacer ver al mundo que se acusa todavía

en demasiadas ocasiones a la mujer actual del fracaso de un matrimonio. Si hay una infidelidad, la culpable es la esposa; si no funciona un matrimonio, el hombre queda completamente exculpado de todo. Otro aspecto a destacar es la configuración de la esposa, que es débil y fuerte, insegura y segura, valiente y cobarde. Cada vez es un personaje más complejo y más real. En muchas novelas actuales se describe una mujer todoterreno, valiente y perfecta que tampoco se corresponde con lo real. Sí, una mujer también sufre, duda y se equivoca, es humano y Offill lo refleja en esta novela a la perfección. Quizás el desenlace de la novela no complazca a los lectores que creen que la mujer es libre y puede abandonar una relación que no la

está haciendo feliz, pero considero que precisamente este final vuelve a ser una crítica más de la obra y que se abre una nueva reflexión.

Departamento de especulaciones es una novela relativamente corta y ágil en la que la vida matrimonial se cuestiona desde diferentes perspectivas. Destaca por su forma, sus cambios de narrador y su intensidad, propia de una historia aparentemente normal pero que se transforma en la vida real de muchos matrimonios del siglo xxi. Estos aspectos, además de la visibilidad que se proporciona a la desigualdad entre sexos, un problema que persiste con fuerza desgraciadamente, hacen que esta sea uno de los destellos vivos y efímeros más interesantes de los últimos meses.

Paula Mayo

Jenny Offill, Departamento de especulaciones

Traducción de Eduardo Jordá

Barcelona, Libros del Asteroide

172 páginas, 17,95 euros

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Antropología, cómo ver el mundo desde Occidente

Lily King (Massachussetts, 1963) se asoma a la antropología de la mano de su protagonista, Nell Stone, que actúa en esta

novela como trasunto ficcional de la antropóloga estadounidense Margaret Mead. En su periplo por Nueva Guinea estudiando las tribus del río Sepik, Nell está acompañada por su marido Fen, también antropólogo. En Nochebuena, cuando ya volvían de regreso hacia Nueva York tras su escaso éxito con la violenta tribu de los mumbanyo, se encuentran con Andrew Bankson, otro colega que ha dedicado veinticinco meses a estudiar la tribu de los kiona y que no puede soportar más la angustia que supone su aislamiento. Por este motivo, decide ayudarles a buscar una tribu para sus investigaciones en su “mismo río”. Finalmente, Nell y Fen se establecen con los tam, a siete horas en barco de Bankson. Esta situación conducirá a los protagonistas a un triángulo en el que la lucha de egos y la lucha por Nell los arrastrará hasta una disyuntiva en la que el verdadero desafío antropológico será resolver su propio destino.

King plantea la duda del antropólogo ante la incapacidad de ser objetivo, de abstraerse de su propia subjetividad al observar la vida de otros, de alejarse de su propia cultura y bagaje

social adquirido por la simple pertenencia a un lugar. Bankson piensa que será capaz de encontrar el sentido correcto a lo que observa; es el más consciente de los tres de lo limitado del papel del antropólogo y se pregunta si toda la ciencia no será sino una investigación de uno mismo. Por otro lado, Nell representa un cambio de método en una ciencia como la antropología ceñida al estudio académico basado en datos y análisis metódicos. Su modo de escribir es tildado de poco científico, como si fuera una novelista. Y es que Nell despega la cabeza del suelo y la agita en todas direcciones para que no se le escape nada. Bankson representa el modo europeo de trabajar y Nell el estadounidense: dos modos diferentes de percibir la vida propia y la del otro. Y el tercer antropólogo, Fen, es posesivo, sin escrúpulos. Su método consiste en conseguir lo que quiere sin pensar en el sufrimiento que pueda causar; oculta cualquier hallazgo a su mujer porque no soporta el éxito internacional que Nell está cosechando. Nell y Fen tienen un modo muy diferente de concebir la antropología: Nell teme no ser objetiva en su estudio por miedo a que esas tribus desaparezcan. Siente nostalgia de las tribus que está estudiando porque sabe que, en unos años, Occidente, con su tecnología, las habrá aniquilado. Concibe el progreso como una maquinaria

destructora que no traerá nada mejor a esas tribus. Si para Nell la antropología significa cuestionarse la historia de la humanidad, para su marido, lejos de ser algo ontológico, significa ser un nativo más: vivir sin zapatos, comer con las manos; en definitiva, experimentar.

Con personajes tan aparentemente distantes, King va trenzando un relato en el que el peligro, el temor a lo desconocido, el miedo al vacío existencial y la futilidad de nuestros actos se van haciendo más presentes hasta convertirse en otros protagonistas. Nell le ha regalado a Bankson el deseo, lo opuesto a querer morir. La irrupción de esta pareja en su vida lo ha apartado del suicidio, pero el anhelo que siente por Nell es insoportable porque sabe que

Fen y ella son el uno del otro y él no tiene cabida. En este sentido Nell se pregunta constantemente por qué cuanto más saben los occidentales del mundo y del individuo, menos se comprenden, se apoyan, se dan libertad. ¿Por qué se empeña el ser humano en acoplarse a la comunidad obviando su individualidad y necesidades personales? Especialmente cuando la recompensa por tal sacrificio es absurda y nada gratificante. Euforia plantea preguntas muy interesantes sobre la historia de la humanidad que harán reflexionar a Occidente sobre su papel, en teoría refinado y en la práctica mucho más salvaje y aniquilador que cualquier tribu. Cuando solo hay un antropólogo en un pueblo específico, ¿aprendemos más sobre el pueblo o sobre el antropólogo al leer su análisis?

María Luisa Suárez Marín

Lily King, Euforia

Traducción de Jorge Rizzo

Barcelona, Malpaso

266 páginas, 19,50 euros

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PolifoníasEl yo más íntimo de un pensador polémico

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 5 de marzo de 1922) es uno de los autores y directores de cine más valorados de Italia.

Su pasión artística fue transversal y eso lo mostró en la unión que muchas veces hizo del cine y la literatura. Encontramos en su filmografía muchas obras literarias adaptadas como es el caso de El evangelio según san Mateo (1964), Edipo Rey (1967), Medea (1969), El Decamerón (1971), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974). Si la literatura fue un arte que influyó en su producción cinematográfica, lo mismo ocurrió con su obra literaria ya que observamos que muchas de ellas, pero especialmente esta que nos concierne, Poesía en forma de rosa, resulta ser diarios que recrean el rodaje de varias de sus películas, aunque los parecidos no se quedan ahí; pues las características que priman en la obra de Pasolini —que abarca desde obras de teatro como Orgía (1968), poesía como La mejor juventud (1954) Las cenizas de Gramsci (1957) La religión de mi tiempo (1961) o ensayos periodísticos como Sobre la poesía dialectal (1947) o La poesía popular

italiana (1960)— están presentes en esta obra en su máximo esplendor y con una fuerza extraordinaria: la subjetividad y la crítica a la cultura dominante.

La fuerte personalidad de Pasolini impregna todo Poesía en forma de rosa, de la cual se destaca una visión muy personal de la vida. Y es que los acontecimientos que le ocurren entre 1960 y 1964 son los ejes alrededor del cual se construyen los nodos argumentales así como el gran propósito de Pasolini: enjuiciar la cultura “globalizada”. Pasolini divide la obra en seis partes, de la cual la primera es “realidad” y dentro tiene otra pequeña sección, “poesías mundanas”. Estos últimos poemas tienen como tema principal los rodajes de sus películas y sus temas, entre los que destaca la crítica al materialismo y narcisismo de la burguesía y la desidia vital. Lo mismo ocurre con el resto de “realidad”: censura a la burguesía y su hipocresía respecto al tema del colonialismo, llegando incluso a invitar a los pueblos africanos a sublevarse. Este conocimiento viene de los viajes que hizo por todo el mundo y sobre los cuales versan otros poemas de este libro. Otro motivo importante en

esta sección es la del amor de la madre, que tiene un doble filo: le mantiene firme en su consciencia (sufrió varios procesos judiciales) pero también le ata a la vida que él pretende evitar.

La rosa es un símbolo muy importante aunque solo quede nombrado en dos poemas: “Poesía en forma de rosa” y “Nueva poesía en forma de rosa”. Para Pasolini, la rosa es el representación de sus motivos principales: tiene espinas por lo que representa su dolor existencial, es símbolo de juventud y sexualidad —un tema muy importante a nivel personal pues era y lo parece aquí también homosexual y, tal vez, pederasta— y sus hojas representa la clase política que fácilmente se desprende de sus raíces. Pasolini fue un marxista declarado, sin embargo, también hacía una crítica

brutal a los dirigentes comunistas pues creía que se habían desprendido de sus orígenes y ya no actuaban como líderes hacia un sistema más equitativo —ejemplo de esto son estos versos: “Así deshojé una vana rosa, la rosa privada del terror y de la sexualidad, precisamente en los años en los que se me pedía que fuera partisano de los que ni llora ni confiesa.”—. En estos poemas declara que su poesía encierra varios “cánceres”: el dolor ante un mundo que no le entiende y su búsqueda de muerte, la cultura de masas que homogeneiza la sociedad y elimina los elementos diferenciales —”los dialectos”—, la obsesión amorosa, el deseo de cambio simbolizado en la muerte y la ignorancia de la población que se refugia en su rutina o en la religión.

Las ideas de Pasolini, aun cuando puedan resultar polémicas en algunos aspectos, resultan de una actualidad y humanidad abrumadoras y la magistral unión que hizo entre cine y literatura —rasgo que observamos también en su composición formal—, así como, la profundidad de su pensamiento —aquí apenas presentado por razones textuales— convierten a Pasolini en un autor aparte.

Fabiola Stoian

Pier Paolo Pasolini, Poesía en forma de rosa

Traducción de Juan Antonio Méndez

Madrid, Visor Libros

235 páginas, 12 euros

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Con este cuerpo, en esta tierra

Cómo sobrevivir, donde las bestias, el reposo. Podríamos pensar que estas tres frases son citas del libro al que

estamos a punto de encomendarnos. Sin embargo, no serán sino los bloques que dividan los poemas de Lila Biscia (Buenos Aires, 1976). La autora, desde la escritura en minúscula, nos brinda la oportunidad de acercarnos a las cavilaciones de su primer poemario editado por Harpo Libros y prologado por Andrés Neuman. Para ello, comenzaremos por el final, con una descripción de ele, nombre que la autora diera a uno de sus poemas, permitiendo de esta manera jugar con su nombre. En él, Briscia nos atrae hacia el orbe animal y terrenal, donde ele no sabe apenas de pájaros ni de “cavar tibieza y viento / ser páramo sin nombre”. Vamos intuyendo un vacío sin vuelo, una tierra desamparada. Una delicada potencia que nos irá atrayendo e impulsando a brotes de intuición hasta darnos de bruces con presencias que marcarán el hito del camino, dejándonos olvidados, al amparo de la vibración hasta la extinción de la nota musical, como nos sucediera con los siguientes versos: “y ahí / en medio de la nada / solito / un cencerro en el pasto / esperando”.

Lila, con la sencillez de lo cotidiano, nos transporta a un margen

donde poder susurrarnos y animarnos a tocar el centro de la brisa. La suavidad con que habla del dolor la sentiremos en poemas como esternón: “mis manos / anidan viento y niebla / el miedo / es apenas una caricia”. Y claro, aquí la pregunta nos resultará insalvable ¿Lila, acaso escribir no es reinventar la herida? a lo que no dudará en respondernos: “la palabra alimenta el peso de la herida. / ya no hay candor capaz de abastecer” el bestiario interno que se es —podríamos añadir juguetonamente. Del otro lado, callar será sinónimo de caer: “el silencio / hará de mí vestigios”. Por consiguiente, la misión será el cuidado del pesar: “voy a ampararte, dolor mío, / a cuidarte como se cuida a un amante”. Ya que, como nos dice en el poema cuando llorás los ojos se te ponen más verdes, habrá que ir hacia atrás, velar el dolor para que la hija, que es la madre, que es la hija de la que será la madre, reconstruya lo que será la semilla serena que veremos renacer en el nuevo animal: “a veces veo llorar a la mujer embarazada / [...] pequeña niña oculta / tras la falda de mi madre”.

La realidad inalcanzable, dispersa, y el intento de salvar el espacio en blanco están muy presentes en la poética de Briscia, aunque siempre recordando la limitación: “apenas somos pedacitos / esparcidos sobre el suelo /

[...] todo lo inasible bajo el viento”. Pero cuidado, también ocurre que cuando nos acercamos demasiado al lugar del viento, éste se vuelve paisaje de la conciencia, teniendo como posible consecuencia el distanciamiento de los otros y de la realidad. Pasamos a habitar estancias lejanas que pocos recuerdan: “tampoco es tan difícil entenderme / sólo que, a veces tengo el pelo / demasiado anudado al viento / de la infancia”. Por esto, la habilidad de estar siempre presente y la del equilibrio, no son tan sencillas, y pueden desaprenderse. Surcar los procelosos mares mientras transitamos las calles, puede ser una actividad de riesgo: “caminaba despacito porque

ya no recuerdo /como era eso / de no caerme. de sostener la cabeza / para que no se lastime”.

Otro ovillo será el amor, deshaciéndose hasta crear su propio camino: “la nieve tiene la textura del amante que se ha ido”. Porque el amor no tiene obligación de perdurar, y al principio puede “simula ser el fuego inaugural de las preguntas [...] / pero ahora / eso que veo ahí / es un sol hambriento de desechos”. Herrumbre de lo ya pasado, queda todo arrasado, y a la hora de elegir, honrar lo que queda de las caídas y despedidas, será mejor que quedarse estancada bajo el telón negro: “un barco a la deriva / es mejor / que echar anclas al costado del mundo”. Ahora, de vuelta de la deriva, y lanzadas las amarras a tierra firme, es que nos llegan estas 64 páginas.

Blanca Victoria de Lecea

Lila Biscia, Tierra animal

Madrid, Harpo Libros

64 páginas, 11 euros

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¡Qué bonita es la teoría!

La profesora Julia Barella (León) nos introduce a través de este libro —La magia de las palabras en la escritura

creativa— en el maravilloso mundo de la escritura creativa. Un libro orientado a los escritores noveles en donde toca todos los palos de manera somera pero eficiente, para conocer todos los detalles que nos permitan llegar a elaborar nuestra primera obra literaria. No es una obra dirigida exclusivamente a escritores noveles, sino que también es ideal para aquellas personas que llevan ya un tiempo dedicándose a la escritura creativa, pero quieren mejorar sus escritos a través del conocimiento de la teoría.

El libro está dividido en ocho capítulos y un anexo bastante encomiable. Cada uno de los capítulos trata un aspecto importante, como las características de cada género narrativo delimitando muy bien los límites de cada uno o dando pautas para construir la trama de cualquier creación narrativa. Cada capítulo viene acompañado al final de una sección que recibe el nombre de “Seguir leyendo”, donde la profesora Barella propone diferentes libros para ampliar nuestros conocimientos de los aspectos tratados en el capítulo. Todos los capítulos están repletos de escritos de diferentes expertos en la escritura

creativa, que aparte de exponer los textos, también los explica, siendo los nombres más citados los de Fernando Gómez Redondo, Eduardo Mendoza y Silvia Adela Kohan. También para ilustrar lo que explica, se vale de textos de novelas o cuentos, llegando a encontrarse el lector con abundantes ejemplos de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha (cuyos personajes femeninos han sido y son muy estudiados por la profesora Barella) y de Mario Vargas Llosa. He de advertir que en uno de los primeros capítulos del libro se trata la cuestión de la inspiración —tema muy discutido a lo largo de cientos de años—, ante cuya existencia la autora se muestra favorable. Así pues, otro elemento que cabe destacar —aparte del anexo, del que hablaré más abajo— es el empleo de ciertos capítulos para resolver cuestiones que a los que escribimos nos suelen traer de cabeza, como por ejemplo “¿Es correcto usar indistintamente ‘imprimido’ e ‘impreso’?” o “¿Es correcto escribir ‘delante suyo’ o ‘alrededor suyo’?”. Para quien desee conocer las respuestas a estas cuestiones, lo mejor que puede hacer es comprar el libro, donde hay un capítulo bastante interesante repleto de preguntas de esta índole.

Como ya indiqué antes, la parte final del libro es un anexo dedicado a ejercicios de cada capítulo, ejercicios que

en su mayoría la profesora Barella ha trabajado con sus alumnos, con resultados satisfactorios. Todos los ejercicios son útiles e interesantes; conste que los ejemplos que voy a dar nos constituyen la mejor parte de los ejercicios, ya que todos son igual de interesantes: aparte de los ya imaginados por el lector como “escribe un cuento o un microrrelato”, también nos encontramos con uno relacionado con la “Creación en estilo directo” que dice “1) Lee detenidamente el siguiente texto que hemos creado para la ocasión (un texto X), 2) Observa cómo se combinan el estilo indirecto con el estilo indirecto libre y 3) Convierte esta escena al estilo directo. Puedes hacer los cambios estructurales que consideres oportunos. No olvides que debes reflejar la oralidad y el nivel lingüístico de los

personajes”. O también, dentro de un capítulo dedicado a las descripciones, uno que lleva por título “Descripción de una catástrofe natural” dice “1) Lee con atención las siguientes descripciones e inspírate en ellas para escribir, en no más de 30 líneas, el proceso de una catástrofe natural desde el inicio hasta el final”. El libro está escrito con sutileza y en ningún momento se llega a hacer pesado, cosa bastante admirable ya que comúnmente los libros que tratan cuestiones teóricas resultan áridos; no hay ningún elemento que sobre en el libro y su lectura es muy gratificante.

Advertencia: al acabar el libro a uno le entran ganas de coger papel y boli y ponerse a escribir inmediatamente. Pero, señoras y señores, la teoría es muy bonita y, desgraciadamente, la práctica una cosa bien distinta.

Álvaro Ley Garrido

Julia Barella, La magia de las palabras en la escritura creativa

Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá

243 páginas, 18 euros

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VocesUna reflexión sobre la música y el arte

Entrevista a Sonia Megías

¿En qué momento tomaste la decisión de dedicarte profesionalmente a la música?

Desde que era pequeña sabía que me gustaba la música, aunque también pensé en ser astronauta y granjera. Al final, decidí dedicarme a algo medio lunático, como es la composición musical y así me siento en contacto con el resto del

universo. Además, como hago música

que muchas veces está relacionada

con el entorno, con los animales y la

naturaleza, de alguna manera estoy cerca

de lo natural. Cuando decidí entrar al

conservatorio tenía nueve años, me lancé

a la música como tabla de salvación. Me

hacía muy feliz hacer música, igual que

ahora.

Sonia Megías (Almansa, 1982) es compositora. Su labor creativa busca a través de notaciones no tradicionales un concepto artístico que huye de los arquetipos de la música académica. Sus obras se acompañan de la puesta en escena, la performance o el gesto, con el fin de ofrecer al oyente un encuentro consigo mismo. Las propuestas artísticas de Sonia tratan de aunar música, naturaleza, movimiento y artes plásticas. En su búsqueda incesante, la compositora ha viajado a países como Estados Unidos o Italia y también creó el “Coro Delantal”, grupo con el que investiga otras formas de escucha musical. Además, forma parte del dúo vocal-performativo “Dúa de Pel” y ha participado en proyectos relacionados con la integración de jóvenes a través de la música en El Salvador, entre otros muchos proyectos.

La entrevista que presentamos a continuación tiene vocación didáctica. Así, gracias a enlaces e imágenes, el lector de una revista fundamentalmente literaria como la nuestra podrá acercarse hacia un tipo de música que no va a escuchar en los medios de comunicación de masas, ni escondido tras un vestido o traje elegante en un palco de la ópera; sin embargo, quizá le invite a pensar de forma distinta y, sobre todo, a percibir el arte (musical o no) desde una perspectiva nueva y libre de etiquetas.

¿Cuáles han sido los profesores y artistas que más te han influido en tu carrera artística?

El primero que me influyó mucho fue Arturo Moya Villén, que vivía en Albacete. Él es compositor de música electrónica, sobre todo, y también experimentador de espacios sonoros. Es un hombre muy interesante. Vino a darnos un curso al Conservatorio de Almansa y a mí me gustó mucho lo que dijo. De pronto fue como una brisa, un torbellino de aire fresco. Me estuvo dando clase durante un año y pico y me abrió mucho la mente. Es un hombre muy abierto e imaginativo.

Otro profesor que me ha influido mucho ha sido Juan María Solare, con quien estuve yendo a clase en Alemania, donde él vivía. Él también está especializado en música electrónica, igual que Arturo, y

reflexiona mucho sobre la música, lo que me interesa mucho. Me llamaban la atención ambos profesores porque me gustaba su forma de pensar la música, el arte en general, y la vida. Estuve yendo a clases en Alemania, y Solare me llevó a ser alumna de Karlheinz Stockhausen, que murió al año siguiente.

Esther Ferrer me ha influido mucho, esto ya hacia 2009. Ella me abrió la mente hacia el mundo de la performance. Yo había hecho algunos pinitos al respecto, pero con ella me atreví más y me aportó muchas ideas. En Estados Unidos, Pauline Oliveros y Phill Niblock; gracias a ellos pensé en irme a vivir a Nueva York a formarme como artista interdisciplinar en las vanguardias de allí… algo más amplio de lo que Europa me había ofrecido. Con ellos, me he formado más o menos desde 2008 y seguimos en contacto hoy.

¿Qué compositores de la música clásica europea te inspiran?

Por ejemplo, Claude Debussy (al que echaron del conservatorio), porque sabía escuchar a la naturaleza y en sus obras se comunica con ella. Era un hombre muy conectado con la tierra, de alguna manera. Supongo que por eso no casaba en lo académico… También me gusta Sergei Rachmaninov porque creo que sus obras tienen mucha alma, que son densas y con mucha emoción. Por ejemplo, su obra Vocalise me gusta

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mucho, en su versión original para voz y piano, o en cualquiera de las adaptaciones instrumentales. Otro ruso, Igor Stravinsky, me encanta por sus hallazgos rítmicos y métricos; además, en los ballets que escribió para Los ballets rusos dio con algunos hallazgos musicales que nunca se le ocurrirían componiendo una sinfonía, por ejemplo. La visión de la danza y trabajar con un coreógrafo tan interesante como Nijinsky le ayudó a concebir la música de otra manera más rica y no sólo como concepción musical, sino desde la visión de la danza. Por último, Johann Sebastian Bach, que creo que sabía muy bien lo que hacía. Sus obras son como un puzzle cuyas piezas encajan a la perfección. La música de Bach me lleva a un estado de ánimo indescriptible.

¿Qué otro tipo de música te inspira a la hora de componer?

Realmente me inspiran mucho más otras músicas que la clásica escolástica. Las que más me influyen son las músicas étnicas, es decir, la música que surge de forma espontánea y que suele ser improvisada. Me interesa porque creo que sale del ser humano de forma natural, sin ningún artificio. Me parece que la música que se lee de partitura es algo que un compositor o compositora creó en el momento porque le vino la inspiración, pero es una música de ese entorno concreto. Ya no tiene nada que ver con la persona que la está interpretando ahora, en este

instante. Creo mucho en la música que surge de las personas, e incluso me fío más de las que no han pasado por un conservatorio. Me parece interesante porque creo que está más limpia, en general. No te diría ningún país ni época en particular porque cuando eres capaz de encender la “antena musical” te conectas con la música pura, estés en el país que estés o pertenezcas a la cultura que sea. La “antena musical” no entiende de lugares ni de tiempos.

¿Dejas reflejar ecos de tu tierra, Albacete, o de algún rincón de España en tus propuestas musicales?

Sí, sobre todo cuando voy a hacer una obra para el extranjero. En obras como Pequeña suite peninsular (2004, osm34), para quinteto de viento, hago un recorrido por España: aparece la muñeira de Galicia, la bulería de Andalucía, la jota de Aragón y un preludio que aúna todas. Esta obra es muy cortita, y la escribí para Burdeos, Francia. Me pareció bonito llevar la música de mi país en una recopilación intuitiva, porque no me basaba en obras concretas.

Para ¿Te acuerdas? (2007, osm17#3), con texto de Alfonsina Storni y que se estrenaría en el consulado de Argentina en Nueva York, hice una música que sonaba bastante española, con armonías del sur, recordando a Falla.

Una de mis primeras obras, Procesión (2001, osm17#1) para cantante y piano,

“Creo mucho en la música que surge de las personas, e incluso me fío más de las que no han pasado por un conservatorio”.

con letra de Federico García Lorca, pretende ser una saeta.

También, en un dúo que tengo en la actualidad con Eva Guillamón, “Dúa de Pel”, estamos creando un nuevo espectáculo que se llama Creando tradición, porque precisamente estamos recreando el folklore de Albacete con letras y músicas nuevas.

¿Podrías explicarnos en qué consisten las procesiones armónicas? ¿Cuándo y por qué surgió la idea?

La primera Procesión armónica (2012, osm84#1) surgió en Nueva York mientras estudiaba allí con la beca Fulbright. Fue en un acto que me organizó un profesor de la New York University en mi despedida de la universidad y de la ciudad. Este profesor especial y aventurero se llama John Gilbert, y el nombre del evento en el que se encuadró la procesión fue Desperately Seeking Sonia, que consistió en una serie de actos que sucedían durante unas cinco horas con música mía en la zona de la universidad. La Procesión armónica la

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“La música brota de forma natural, y se expresa según es. A veces, caprichosamente experimental, y otras, más fácil o más cumplida”.

realicé porque en los años que estuve en Nueva York estudiando me di cuenta de que la gente se comportaba de manera muy deshumanizada. Así que pensé en rearmonizarlos cantando o tocando dos notas, sol y re (en la octava más cómoda para cada cual). ¿Por qué sol y re? Porque forman intervalos muy simples, de quintas y octavas justas, que armonizar fácilmente porque son los dos primeros intervalos de la serie de armónicos. Además, en esa época me había dado por escribir obras con esos dos centros tonales. Luego, pensé en añadir a la procesión seis preguntas que haría llegar a los habitantes de Nueva York en forma de pegatinas. En cada procesión armónica (y el otoño pasado hice la octava, en Valencia) han surgido una serie de preguntas diferentes que hacer a las personas del lugar. Siempre las imprimo en pegatinas y se van repartiendo por la calle.

A veces, y cuando el presupuesto lo permite, me acompaña a hacer las procesiones armónicas mi querido “CoroDelantal”, agrupación que formé en Nueva York y que re-formé en Madrid con cantantes de mi antiguo “VocesBravasLab” y otras voces valientes. Los recorridos duran entre 20 y 30 minutos: en el caso de la primera Procesión armónica, según podéis ver

en el mapa, fuimos desde la puerta de la facultad Steinhardt (calle 4), donde yo estudiaba, hasta el Centro Español en Nueva York (calle 14), donde se alojarían en su día Dalí o Lorca. Ahí me esperaban con un escenario en el que concluí Desperately Seeking Sonia con la performance Spanish wrap (2012, osm55#6), con la que mis amigos me envolvían en un precinto que llevaba inscrito “Made in Spain”, para enviarme simbólicamente de regreso a mi país. Ése fue mi último espectáculo que hice mientras vivía en Nueva York; un mes después, me vine a vivir aquí.

¿Cuándo y por qué decidiste empezar a componer obras experimentales? ¿Podrías explicarnos en qué consisten las partituras gráficas? ¿Y las partituras objeto?

La música brota de forma natural, y se expresa según es. A veces, caprichosamente experimental, y otras, más fácil o más cumplida. La primera partitura gráfica que hice fue 19 Personajes al azar (2004, osm29), para recitador, violín, arpa, acordeón y expresión corporal, sobre un texto de Ginés Sánchez con el mismo nombre. El recitador pronunciaba los fonemas del poema cambiados de sitio, los instrumentos hacían una interpretación musical del poema, y las bailarinas, la

interpretación corporal del mismo (yo les di algunas indicaciones, con las que ellas estructuraron una coreografía). Yo, por mi parte, tuve que buscar formas de codificar ese lenguaje tan abstracto para que el público lo entendiera un poco mejor, y lo hice de tres maneras: una, con lenguaje de signos; también había un chico que llevaba unos carteles que iban mostrando el nombre de los artistas que el poema iba retratando y, en tercer lugar, había una presentación de Power Point que iba mostrando imágenes de obras de estos artistas conforme se iba cambiando de estrofa. De alguna manera, descodifiqué el poema, lo convertí en una obra musical, y lo codifiqué para que no fuera demasiado abstracta para el público. Es algo importante, pues la música contemporánea tiende tanto a perderse en unos lugares tan lejanos que ya dejan de ser discurso musical, y se llega a unos puntos muy difíciles de entender y de disfrutar. A mí me gusta que disfruten mi música, por eso a veces tengo que inventar maneras de que el público pueda meterse dentro de lo que está sucediendo en la obra. 19 Personajes al azar, obra gráfica y multidisciplinar, se estrenó en el I Festival de Música Contemporánea Molina Actual, en Molina del Segura (Murcia).

Otra obra gráfica de juventud, Y lo llaman amor (2005, osm40), acompañaba a un cortometraje sobre malos tratos que nunca se estrenó. Estas obras, como

el resto de mis partituras plásticas o gráficas, pedían ser escritas de una manera que no era el pentagrama o los compases. Cuando compongo, decido muy poco, es la obra misma la que se va revelando.

Las casualidades jamás existen, y cuando viví en Trieste (Italia) en 2003 con la beca Erasmus, descubrí la psicoacústica, que enriqueció sobremanera mi forma componer. Entré en contacto con la obra de Fátima Miranda o la de Meredith Monk, mujeres que respetan su propia voz expresiva, saliéndose por tanto de lo convencional. En Trieste, por lo tanto, se fue abriendo más el abanico de posibilidades.

Las partituras objeto han venido después, por capricho de las obras mismas. Surgieron como una evolución natural de la notación, y las propias obras iban exigiendo más. En este estilo construí, por ejemplo, el ciclo de hilo-partituras Partituras cuerdas (2011-12, osm78#), que se leen con las manos. Hay una partitura objeto que directamente es partitura e instrumento a la vez: Sigiloso Marte (2013, osm89#1). La hice para ser expuesta en Masquelibros, la feria del libro objeto de Madrid, en el stand del colectivo de artistas “Sigilosamente”, con el que colaboro a veces. Mientras construía la partitura, tuve la sensación de entrar en contacto con la energía del planeta Marte, que me hizo de musa. La obra está construida según las

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“Se hace música, todos somos capaces de hacerla. Realmente creo que las personas deberíamos hacer música cada día, juntarnos a cantar y a bailar… a improvisar, a expresarnos”.

proporciones en las que se erigieron las tres pirámides de Egipto y la Esfinge. Parece ser que en Marte, según algunas imágenes que se han tomado, hay tres pirámides y una esfinge, en espejo exacto con las terrestres. Las maracas cuadradas que componen la obra Sigiloso Marte están construidas en la misma proporción que las pirámides y esfinge, y afinadas entre sí. Dentro de ellas hay un mineral, el sulfato de magnesio, que existe en Marte y en La Tierra. Por las imágenes que hay de Marte, la superficie es de un color amarillo, y de hecho busqué un pigmento natural llamado ‘amarillo marte’. La obra está hecha con ese pigmento y las maracas y la caja están construidas en color marrón tierra.

¿Cómo se podría fomentar en España la música no comercial?

Hay un libro que se llama Free Play, sobre improvisación, y el autor, Stephen Nachmanovitch, empieza hablando de que las sociedades conforme se van ‘civilizando’ van perdiendo la música como elemento social y natural. De hecho, si visitamos cualquiera de las culturas “tercermundistas”, que todavía no se hayan contaminado demasiado por la “civilización occidental” o capitalista, en ella todos hacen música, todos bailan. La música no es algo elitista, sino todo lo contrario, es una forma de comunicación. No es famoso el músico porque todos son músicos. No existe el escenario, ni tampoco la diferencia entre

música y baile, o música y ritual, o música y poesía. Creo que la música, como el resto de herramientas, se desvirtúa cuando se convierte en un negocio. La música no es un negocio, es algo que te hace trascender, algo necesario en la vida de las personas. Se hace música, todos somos capaces de hacerla. Realmente creo que las personas deberíamos hacer música cada día, juntarnos a cantar y a bailar… a improvisar, a expresarnos.

Tampoco soy partidaria de que la música sea tratada de un modo meramente intelectual, no disfrutable por los sentidos o por las emociones. Creo que cuando se trata de modo intelectual o comercial, se pierde su sentido: dejamos de honrarla. ¿Por qué no se escucha más a menudo la música “no comercial”? Pues porque, sencillamente, no tiene detrás una productora que se enriquezca con ella. Vas a comprar ropa, y tienes música comercial; te montas en el autobús y escuchas música comercial; pones casi cualquier cadena de radio o de televisión y tienes música comercial...

Igual ocurre con la música “académica” o “escolástica”. Hay instituciones gigantescas que sobreviven gracias a ella, y que no están dispuestas a perder el trono. La música no la hacen los conservatorios, ni las orquestas clásicas, ni la Iglesia, ni las productoras... la música es un lenguaje social, una vía natural de comunicación que se aprende, como toda comunicación, de forma oral,

simplemente haciéndola. Hay un texto al respecto que describe muy bien esta manera de pensar: The music lesson, de Victor L. Wooten.

Has colaborado en el proyecto que El Sistema de Venezuela tiene en El Salvador. ¿Qué destacarías del proyecto educativo-social y cómo fue tu experiencia?

Conozco El Sistema porque he trabajado en su rama salvadoreña en 2012 y en 2015. Y ahora lo estamos empezando aquí en España. Para quien quiera saber más de él, aquí se llama Acción Social por la Música. Tanto en El Sistema de El Salvador como en el de España están viniendo constantemente especialistas de Venezuela a ayudar y guiar. Me parece una iniciativa fantástica porque, como te decía, la música es algo necesario para el desarrollo y la comunicación de las personas. Hacer música transforma. En El Sistema, ver cómo cambian las caras de estas criaturas cuando están cantando o cuando están tocando sus instrumentos haciendo cualquier tipo de música, ya sea la que ellos se inventan o la que estamos ensayando, por ejemplo, es alucinante. Es de pelos de punta... de lágrimas en los ojos.

¿Son niños con problemas aquí en España?

Algunos tienen problemas y otros no. Pero sí que se focaliza en personas que tienen difícil la integración en la

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sociedad, o bien porque tienen algún tipo de discapacidad mental o física, o porque tienen problemas familiares o económicos. Por ejemplo, en El Sistema de aquí de España está incluida el Aula Social del Teatro Real. En este lugar se ha partido de niños y niñas que tienen autismo, síndrome de Down, o bien que han sido víctimas del terrorismo. En El Salvador, el problema principal es que la violencia es algo cotidiano. Es una sociedad muy dura en la que hacer música significa para estos niños y niñas optar por algo diferente a las armas, y desarrollar una sensibilidad que les haga ser conscientes de que la violencia no es la vía.

¿Qué piensas de la especialización con la que entendemos actualmente el arte?

Por supuesto creo que las artes se deben mezclar. Cada persona se debe expresar con todo lo que es. Y normalmente no nos comunicamos solo por una vía, sino con una fusión que es la tuya propia, tuya y de nadie más. Defiendo, por tanto, el hecho de sentirse artistas interdisciplinares. Los griegos lo tenían muy claro y me parece que la pérdida de esa expresión interdisciplinar empobrece la expresión humana en general, porque el arte, cualquier lenguaje, al final es la comunicación entre las personas y la posibilidad de trascender. Ahora nos estamos comunicando con un lenguaje que de alguna manera nos ayuda a trascender, pero podría ser cualquier

otro que nos conecte y nos ayude a empatizar.

¿Cuáles son tus próximos compromisos o conciertos? ¿Por qué deberíamos ir y qué nos vamos a encontrar?

Te cuento sobre mis próximos estrenos, que quizá es lo más importante para mí: El viernes, 13 de mayo, a las 21:00  en el café Ítaca de Murcia, actuaré con mi dúo “Dúa de Pel”, el cual también ha sido seleccionado para la final del festival Talent Madrid 2016 en los Teatros del Canal. En este festival actuaremos a principios de Junio. El viernes, 20 de mayo, a las 21:00 en Función Lenguaje, tocaré el piano con la película muda El maquinista de La General. Va a ser una delicia, pues me encanta Buster Keaton. La próxima temporada 2016-2017, como parte de la celebración de los 200 años del Teatro Real, tengo el estreno de la cantata Somos naturaleza, con libreto de Eva Guillamón, donde van a cantar y tocar todos los niños de El Sistema en España junto a la pianista Rosa Torres-Pardo y otros músicos. Va a ser en la Sala Principal del Teatro Real y durará más o menos una hora. Es para coro infantil, piano, batería, orquesta infantil y orquesta de adultos, y van a participar unos cuatrocientos niños y niñas junto con otros cien adultos. La obra tiene un argumento ecológico y anticapitalista… Los coros los dirige Nuria Fernández y la orquesta Javier Ulises Illán. La directora del sistema de coros y orquestas en

España se llama María Guerrero y, junto a Cecilia Fuenmayor y Ana Camba gestionan El Sistema aquí. Es un proyecto fascinante.

¿Qué es el Mono+Graphic?

Inventé los Mono+Graphic mientras vivía en Nueva York con la Beca Fulbright (2010-2012) y consisten en una exposición de partituras y eventos performativos alrededor de esta exposición. Desde que empecé a hacer las partituras gráficas y las partituras objeto no veía la manera de que el público pudiera disfrutar de ellas, y con esto, la gente puede ver la obra expuesta e interpretada por músicos. Me cansé de que mis obras fueran las “raras” de los conciertos de música contemporánea, las que “se salían del tiesto”, y por eso inventé mi propio tipo de espectáculo, más ad hoc con mi modo de crear.

¿De este modo se consigue paliar la distancia con el público, que participa de forma más directa de la música que hacéis?

Cierto. El público de mis obras no ha de ser pasivo, pues se ve estimulado en lo mental y muchas veces también en lo físico. Con el “CoroDelantal” hacemos conciertos que nunca dejan indiferente: por ejemplo, en mi obra Celos, envolvemos al público en celofán, y así ellos se sienten partícipes del show. En otra obra mía, Gallero al oído (con textos de José Luis Gallero), cada cantante se coloca con un cartelito que contiene una palabra, y el público se va acercando a cada palabra que le guste para que el/la cantante de turno le interprete una frase derivada de la palabra. Esto es influencia de Montserrat Palacios, artista mexicana casada con el compositor valenciano Llorenç Barber. Este artista me ha influido mucho y ha abierto en España una brecha a la performance junto con otros artistas como Ferrer o Fátima Miranda. Han abierto un camino al arte interdisciplinar y multidisciplinar que se había extinguido con la dictadura.

Raquel López

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“La poesía es un arma muy poderosa para crear ilusiones, capturarlas y mostrarlas al mundo”

Entrevista a David Sadness

Como ya sabemos te diste a conocer por tus fotografías gracias a tus perfiles en las distintas redes sociales, pero ¿es realmente así? ¿Fue primero la fotografía y luego la poesía?

Sí. Yo llevaba ya un tiempo en las redes sociales publicando diariamente mis fotografías y después llego el proyecto del libro.

Todo artista tiene sus fuentes de inspiración, ¿qué te inspira para escribir poesía? ¿Qué lugar te hace sentirte más a gusto para escribir? Y algo que nos suele interesar mucho a los lectores, ¿quiénes son tus referentes en el mundo de la poesía?

Me inspiré en lo que en ese momento me estaba ocurriendo a mí, supongo que así es realmente cuando se crea el ambiente en el que los sentimientos son reales. Y si tuviese que quedarme con un lugar, sería frente a un atardecer. En cuanto a referentes, me gustan mucho cómo escriben mis compañeros y amigos de editorial, Diego Ojeda, David Martínez o Defreds.

¿Qué busca un chico tan joven como tú en la poesía y qué esperas de ella?

Lo que realmente buscaba era contar de una forma más bonita una historia en forma de imágenes y poesía. Ese resultado fue Serendipia y la respuesta de la gente ante este libro ha sido increíble.

David Sadness es un joven albaceteño cuyo nombre está despuntando en las redes sociales en los últimos meses gracias a la publicación de su primer libro de poemas Serendipia. Desde hace ya algunos años viaja acompañado de su cámara a todos los lugares que visita y decide compartir con todos los aficionados a la fotografía sus momentos únicos e inolvidables. Él mismo define la fotografía “como un arma muy poderosa de crear ilusiones, capturarlas y mostrarlas al mundo”. Son numerosas las colaboraciones que ha realizado a lo largo de los años con periódicos como El País y el diario estadounidense Herald Tribune —interiores de The New York Times—. Además, ha trabajado como fotógrafo para grupos de música como Izal o Supersubmarina. Ahora, inmerso en el mundo de la poesía nos regala pequeños poemas acompañados de fotografías que nos conducen a diferentes mundos llenos de imágenes y palabras que llegan directas al lector.

Ha sido un verdadero placer contar con David Sadness y saber que sigue habiendo nuevas generaciones que apuestan tanto por la poesía como por la fotografía. ¡Gracias!

¿Qué te aporta la poesía que no pueda aportarte la fotografía y viceversa?

Con la poesía puedes escribir directamente a alguien, aunque después lo lean miles de personas y se sientan identificadas con esas palabras que van para una persona especial para ti. Eso con la fotografía no pasa, no puedes mandar un claro mensaje, no de una forma tan directa como la poesía.

De todos los poemas ya escritos por otros autores, ¿cuál te hubiese gustado escribir a ti porque te parece un poema único e increíble?

Si tuviese que quedarme con uno no sabría decirte. Pero me siento muy identificado con todo lo que escribe Teresa Mateo o Defreds.

¿Crees que dentro de unos años aparecerá tu nombre en los libros de literatura como uno de los jóvenes poetas que han marcado una nueva generación de escritores en la literatura española?

Sinceramente, lo dudo. Me gustaría aparecer en los libros en los que se mezclan ambos artes, fotografía y poesía, ya que yo vengo de un mundo rodeado

“Con la poesía puedes escribir directamente a alguien, aunque después lo lean miles de personas”.

© David Sadness

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de cámaras y no veo un mundo en el que no estén cerca.

¿Cómo está siendo el 2016 para ti? ¿Cómo llevas que tu libro vaya por la segunda edición llevando tan pocos meses en el mercado? ¿Cuáles son tus futuros proyectos?

La verdad es que este año está siendo realmente increíble, muchísimos proyectos que están desarrollándose. En cuanto al éxito que está teniendo Serendipia, estoy realmente emocionado y agradecido a toda esa gente que se acerca a una librería a conocer más mi trabajo. Además, estoy a punto de cerrar la gira de Love of Lesbian con el Poeta Halley para acompañarlos en esta gira cubriendo todo el apartado de fotografía.

¿Piensas que las redes sociales te han ayudado en tu carrera artística? ¿Son

parte fundamental de tu vida?

Sí. Creo que, en mi carrera, una de las partes fundamentales han sido esas redes sociales que han sido un gran altavoz para mí y que gracias a ellas he podido llegar a muchísimas más personas de las que creía.

Con un currículum tan grande en el mundo de la imagen y las letras y a tu corta edad, ¿dónde te gustaría verte en unos años?

Me gustaría verme trabajando en esto, escribiendo guiones que posteriormente fuesen películas, aunque para eso hay que esperar e inspirarse, ponerte frente a un atardecer, viajar en moto a rincones alejados, sumergirte en el océano y conocer historias de gente que realmente merecen ser contadas.

Ismael Ruiz Arroyo

“Estoy realmente emocionado y agradecido a toda esa gente que se acerca a una librería a conocer más mi trabajo”.

© David Sadness

ArtículosDonde surgen los monstruos. Análisis crítico de La

dimensión estética de Herbert Marcuse

Mario Sánchez-Pardo Olivares

Introducción

“Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo” (Marx 2008: 39). Así es como Marx y Engels comienzan el Manifiesto Comunista. Ese fantasma a lo largo de los más de ciento cincuenta años desde su publicación se ha dado de muchas formas, pero la primordial ha sido mediante la organización de un movimiento obrero transformador tanto en Europa como en el resto del mundo. Sin embargo, lo que a nosotros nos interesa ahora mismo no es tanto el movimiento obrero organizado, que también, sino más bien una de las caras de dicho fantasma: la estética.

El tiempo como agente destructor

Ya el propio Marcuse al comenzar su libro La dimensión estética comenta

que interesarse por la estética exige de una justificación. Para él, el arte es un componente esencial de la propia revolución y lo que hay que poner en tela de juicio es la tradición estética marxista. El supuesto del que parte la tradición estética marxista es el siguiente: “las relaciones sociales de producción deben representarse en el trabajo imaginativo, pero no impuestas externamente sobre la actividad creativa, sino como parte integrante de su lógica interna y de la lógica del material que le es propio. Este imperativo estético constituye la consecuencia lógica del concepto base material-sobreestructura” (Marcuse 2007: 58). Con ello, se consigue un detrimento de la subjetividad ya que queda subordinada a una conciencia de clase, minimizando uno de los supuestos revolucionarios, a saber: “el hecho de que la necesidad de trasformación de los individuos mismos en su inteligencia

“El viejo mundo no muere. El nuevo tarda en aparecer.Y en ese claroscuro surgen los monstruos”

Antonio Gramsci

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y sus pasiones, sus sentimientos y sus objetivos” (Marcuse 2007: 59).

A esta devaluación de la subjetividad hay que sumarle un segundo factor que Marcuse no hace: las propias consecuencias del capitalismo avanzado monopolista en la subjetividad. Ya el propio Marx lo dejo entrever cuando escribió: “la continua transformación de la producción, la incesante sacudida de todos los estados sociales, la eterna inseguridad y movimiento, esto es lo que caracteriza la época burguesa respecto de todas las demás.” (Marx 2008: 45). Lo que se produce bajo la dominación de la burguesía es una disolución de las relaciones humanas y las pocas que se forman no tienen tiempo suficiente como para solidificarse a consecuencia de esa vorágine de codicia y guerra entre los codiciosos o, dicho en términos actuales, libre competencia. Por ello todo se diluye y lo establecido se va, profanando todo a través de un tiempo destructor y no dejando ningún resquicio donde se pueda dar una vida verdaderamente humana.

Además en el ser humano hay una falta de experiencia a partir de la tecnificación que conlleva el capitalismo avanzado monopolista o mejor dicho, una experiencia tecnificada. Esto se puede ver en la actualidad a través de la sociedad de la información. Se dice que vivimos en la época más informada de la historia, pero es necesario saber

qué información nos llega y cómo nos llega. En la actualidad el elemento a partir del cual circula la información es internet, por lo que podríamos aceptar que la información viaja a la velocidad de la luz a través de, por ejemplo, los cables de fibra óptica. Por lo tanto, una noticia que ha sucedido en Japón rápidamente puede llegar a nuestras casas en España: en cuestión de minutos o segundos lo estamos leyendo en nuestro móvil, tableta o viéndolo en nuestra televisión. Sin embargo, lo que ha producido verdaderamente la mal llamada democratización de la información no ha sido el desarrollo de los periódicos en internet, que también, sino el uso de las redes sociales. En ellas, lo que se produce es que el ser humano se informa a través de titulares o en ciento cuarenta caracteres, por lo que el modo de conocimiento de la sociedad, a la vez de encontrarse tecnificado, es prácticamente nulo, produciendo una enajenación y siendo lo más importante el círculo de la actualidad. Con todo ello, ya tenemos la justificación del por qué interesarnos por la estética a través de la subjetividad: en ella es donde tenemos que buscar una solución entre la realidad vivida en un continuo presente y el propio ser humano. O eso esperamos.

Antes de comenzar a tratar la problemática de la estética tenemos que ver en qué términos se da la estética en el ser humano. Para ello tenemos que

hacer una pequeña investigación de la situación en la que se encuentra el ser humano bajo condiciones de capitalismo avanzado monopolista ya que si se hubiera realizado una superación de dicha condición, estaríamos hablando de ser humano sin más. Pero no es así.

El ser humano tiene una relación con el objeto, reflejándose esta dicotomía en las facultades de la razón. La razón práctica constituye la libertad bajo las reglas morales dadas por el mismo ser humano para alcanzar sus fines, mientras que la razón teórica constituye la naturaleza bajo la ley de causalidad. Estos dos campos son totalmente diferentes ya que si no lo fueran el ser humano no podría ser libre. Sin embargo, el ser humano tiene la autonomía para actuar en la realidad objetiva y los fines que se impone a sí mismo han de ser reales. De modo que el campo de la realidad objetiva debe poderse subordinar a la legislación de la libertad, por lo que ha de haber una dimensión donde se den los dos campos: la facultad del juicio.

A pesar de esto, una de las críticas que se le ha hecho a la formulación kantiana es que estamos hablando de un sujeto a-histórico. De ahí que estemos obligados a dotarlo de historicidad, aunque el razonamiento de las facultades de la razón sea impecable.

Una forma curiosa de ver la historicidad del ser humano es mediante

los domingos y las fiestas de guardar católicas1. Estas festividades eran trincheras contra el trabajo provocando que la religión impidiera que la economía transformara la vida del ser humano. Sin embargo, ¿cómo era el trabajo en aquella fase? El carácter de la propiedad en esta fase es de carácter feudal. La tierra pertenecía al noble, siendo a su vez una tierra heredada, pasando de padres a hijos, siendo estos hijos los primogénitos. Dicha propiedad territorial aún no es una propiedad privada, aunque esta última surge de la propiedad territorial. El señor aparece como un dominador de la tierra, por lo que su relación con la tierra es más íntima que la mera necesidad de sacar beneficio. A su vez, la tierra adquiere, por así decirlo, el título nobiliario de su señor. Por ejemplo, si su señor es un Conde o un Duque, la tierra será, respectivamente, un condado o un ducado, surgiendo la tierra como una extensión inanimada del cuerpo de su Señor. Mientras los súbditos que la trabajaban mantenían una relación con ella de protonacionalidad ya que no solían salir de sus comunidades o, a lo sumo, de sus comarcas o regiones.

De igual modo, los súbditos de la propiedad no están con la tierra en una relación de jornaleros, sino que o son

1 Esto se debe a que para K. Marx el modo de producción anterior al capitalismo es el feudal, de ahí que estemos hablando de las comunidades católico-cristianas ya que en ellas se daba este modo de producción.

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ellos mismo su propiedad o más bien están en una relación de sometimiento, respeto y deber con el noble. La posición del señor con ellos más que ser de un carácter político, posee una faceta afectiva. En este tipo de propiedad el señor no busca sacar el máximo beneficio a sus posesiones, todo lo contrario, consume lo que se produce en ellas y deja la libertad de producción a sus siervos. Lo que supone esta forma de trabajo es que la enajenación del trabajo, y por lo tanto, la abstracción del ser humano, sean mínimas y de ahí que las relaciones sean humanas no sean de mercancía con mercancía, es decir, las relaciones son casi intrínsecamente corpóreas y no intrínsecamente mercantilizadas.

Sin embargo, a causa del paso de la propiedad territorial a la propiedad privada a través de la búsqueda de beneficio y de ahí a la conversión en mercancía de la tierra, junto con el desarrollo de la industria y el ascenso de la burguesía, se produce la enajenación del trabajo de aquellos que trabajan dichas tierras, pasando a llamarse obreros. Este trabajo que en ese momento surge, pero que actualmente también se da pero de una forma más enmascarada, es de tipo unilateral y abstracto, perdiendo el ser humano lo divino que había en él y convirtiéndose en un ente más entre los entes, o mejor dicho, en una mercancía más entre las mercancías ya que eso es el ente bajo condiciones capitalistas. La

clase obrera está obligada a vender su persona y su fuerza de trabajo para poder vivir, por lo que esa libertad referida a las facultades de la razón no se ve realizada, esa autonomía del sujeto no existe ya que está enajenado.

Todo ello repercute en la nueva sociedad civil donde el interés que pueda tener una persona con la sociedad es inversamente proporcional al beneficio que genera en la sociedad de la persona, dándose la vuelta a uno de los problemas, a saber: la economía ya no está subordinada a la sociedad, sino que la sociedad esta subordina a la economía. En palabras del propio Marx será: “la desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas” (Marx 2010: 106). Con este trabajo enajenado se produce que la clase obrera hace de su actividad vital un simple medio por la existencia. Por lo tanto, quedan reducidos a simples animales ya que todas sus necesidades han sido reducidas a necesidades de tipo vital, eliminando los “domingos” de la vida.

De todo ello podemos afirmar que el trabajo está separado del tiempo de ocio y se produce una confusión entre los medios y los fines, es decir, “la sociedad burguesa, a causa de su naturaleza económica, no puede hacer otra cosa que aislar a la técnica, tanto como sea posible, de lo denominado espiritual” (Benjamin 2009: 67). Ante

esto, solo una forma de civilización es capaz de curar esta herida que le ha sido inferida al ser humano en la civilización capitalista. Si se sigue afirmando esta fatalidad, es decir, una razón no sujeta al mundo empobreciendo y mitigando a la sensualidad, no se podrá curar la herida. La cura se encuentra en la política, a lo cual Marcuse asume lo que afirma Schiller de una tercer impulso: el juego. Con ello podríamos conseguir una reconciliación de los medios y los fines, es decir, poner frenos al tiempo. Por lo tanto, nuestra lucha es una lucha contra el tiempo que consiste en poner, eso que hemos llamado anteriormente, más “domingos” en la vida2. Y dicho problema se resuelve en un plano estético.

La dimensión estética o el arte, defenderá Marcuse, es aquella que desafía el monopolio de la realidad establecida por las clases dominantes. Lo que establece es determinar qué es lo real a través de la creación de mundos ficticios los cuales son mucho más reales que la propia realidad. Por tanto, podemos asegurar que la verdad del arte descansa sobre esto y gracias a

2 Para que no se me malinterprete diré que cuando me refiero a los “domingos” no estoy hablando bajo ningún concepto desde una perspectiva cristiana, ni mucho menos. A lo que me estoy refiriendo es a que el domingo es el único día que ha tenido la clase obrera para descansar, es decir, para la ociosidad. Aunque esto último con el capitalismo avanzado monopolista se encuentra en duda.

ello se consigue, según Marcuse, una ruptura “que consiste en el mayor logro de la forma estética” (Marcuse 2007: 63). Esta autonomía del arte se confirma como una autonomía en contradicción, es decir, cuando la forma estética sucumbe al principio de realidad lo que se consigue es la eliminación de aquello que denuncia, por lo que este anti-arte es desde el principio autodestructivo. Sin embargo, cuando nos estamos refiriendo a todo ello, conviene aclarar a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de forma estética.

“Podemos definir provisionalmente la forma estética como el resultado de una trasformación de un contenido dado (un hecho actual o histórico, personal o social) en una totalidad autónoma: un poema, obra teatral, novela, etc.” (Marcuse 2007: 62). Sin embargo, ya en la propia definición provisional se nos platea otra cuestión: con qué lenguaje. El lenguaje que posee el arte es un lenguaje que ilumina la realidad desde su propia dimensión imposible de coordinar con el proceso social de producción. Para que sea un arte revolucionario, Marcuse afirmará a través de Brecht, que el lenguaje ha de ser el lenguaje del pueblo. Por lo tanto, el escritor tiene que volver a donde pertenece: al pueblo. Sin embargo, el propio Marcuse defenderá que el autor o escritor ha de hacerlo desde una especie de elitismo radical donde el arte revolucionario no se convierta en contra

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del pueblo. Ha de mantenerse la tensión entre las dos acepciones de arte: como forma estética y como técnica.

Todo ello nos lleva a que el denominador social específico que da una obra de arte quede superado por el desarrollo histórico que constituye el medio en el que los protagonistas se muevan, apareciendo un universal, siendo este su destino, que se encuentra por encima de la clase social a la que pertenece. A esto, Marcuse lo llama “dimensión metasocial” en la que “la universalidad del arte no puede basarse en el mundo y en la visión del mundo de una determinada clase, puesto que el arte entrevé un universal concreto, la humanidad, que no puede incorporar ninguna clase en particular, ni siquiera el proletariado —la clase universal de Marx. La inexorable maraña de alegría y tristeza, de euforia y de desesperación, Eros y Tanatos, no puede disolverse en la problemática de la lucha de clases” (Marcuse 2007: 68-69). De ahí que esas verdades universales apelan a una conciencia que no solo es de una clase social, sino que pertenece al ser humano en general como especie.

Sin embargo, lo que tenemos que poner en tela de juicio es esa “dimensión metasocial” de la que nos está hablando nuestro autor. Antes de comenzar con ello, Marcuse nos dirá que nuestra crítica pertenecerá a la tradicional estética marxista que considera como

ideología la idealización del amor o de la muerte, por ejemplo: “se condena la trasformación de los conflictos sociales en destinos individuales, la abstracción de la situación de clase, el carácter elitista de los problemas, la ilusoria autonomía de los protagonistas” (Marcuse 2007: 76). Ante esto dirá que un cambio en las fuerzas productivas hacia una sociedad más libre no podría cambiar esta dinámica. Para ello tenemos que examinar aquello que la tradicional estética marxista ha llamado ideología.

Para comenzar con la noción de ideología es necesario volver a los clásicos con el fin de poder hallar en ellos aquello que se ha tergiversado a lo largo de los años llegando al punto de que determinados autores prefieren utilizar otros conceptos menos usados ya que parece que el concepto ideología se ha vuelto tan exitoso, que ha muerto consumado en su propia fama.

Cuando Marx y Engels empezaron a utilizar el término ideología fue en su famoso libro La ideología alemana, el cual es una fuerte crítica a toda la filosofía alemana posthegeliana. Empero, el primero que la utilizó fue un filósofo ilustrado, Destutt de Tracy, en el contexto de la Revolución francesa. Para él el concepto no era algo negativo, sino que indicaba como ciencia de las ideas dando un conocimiento con el que poder enfrentarse a la irracionalidad que se plasmó en los años de la Revolución

francesa. En contraposición a esta utilización del concepto, Marx y Engels lo transforman para convertirse en un objeto mismo de estudio dejando de tener un significado positivo, para pasar a tener un significado peyorativo.

El significado que adquiere se podría en “una falsa conciencia”, es decir, un aparato según el cual la clase dominante inserta dentro de la clase dominada una serie de ideas engañosas con el fin de legitimar el orden social que desde la supraestructura se impone. De ahí que pase a ser un elemento de dominación y se encuentre íntimamente ligada al concepto de alienación. Con todo ello lo que se consigue es que el ser humano no se reconozca tal cual es, velando las verdaderas fuerzas para ser reemplazadas por las falsas con el fin de mantener el status social.

En El Capital el concepto de ideología va a adquirir un nuevo significado radicalmente distinto cuando estudie el “fetichismo de la mercancía” del expuesto en La ideología alemana. El gran descubrimiento en El Capital, dirá David Becerra Mayor, “es que Marx reconoce que la ideología no proviene de la supraestructura, produciendo una falsa conciencia en los hombres, sino que la distorsión epistemológica, en la base de la sociedad misma, esto es, en el seno de las prácticas sociales –o lo que es lo mismo: en las relaciones de explotación” (Becerra 2013: 13). El propio Marx

vendrá a decir que la mercancía se encuentra lleno de sutilezas metafísicas y falacias teológicas, por lo que en ella hay algo de oscuro. Esto se debe a que si el ser humano fabricase los objetos para satisfacer sus necesidades esto no tendría mayor misterio, pero como no lo hace por su valor de uso, sino por su valor de cambio acorde a las condiciones capitalistas en las que se encuentra inmerso, ahí es donde se encuentra dicha oscuridad. Por lo tanto, bajo las condiciones capitalistas el objeto ya no es objeto, sino que es mercancía y con ello se convierte en algo completamente distinto de lo que era. Y con ello al ser humano no le pertenece el objeto que ha fabricado, sumándole a ello que no es dueño de los medios de producción. En resumen: “la dominación que ejerce la mercancía sobre la vida de los hombres tiene que ver con que ocultan su verdadero funcionamiento de la producción capitalista: la mercancía, al presentarse ante los ojos de los hombres como relación social, como objeto que se intercambia por dinero, esto es, como valor de cambio por encima de valor de uso, y no como el resultado de su fuerza de trabajo, ocultan las relaciones de producción que dirigen las vidas de los hombres, al convertir cada producto de trabajo en un jeroglífico, suprimiendo del objeto todas las huellas de la producción” (Becerra 2013: 15). Por lo tanto, el fetichismo de la mercancía oculta las relaciones de producción produciendo

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una cosificación de las relaciones sociales. A su vez, tras la cosificación se produce una fragmentación o atomización del ser humano dentro de la sociedad en la que vive, volviendo la dinámica social capitalista en algo naturalizado y volviéndose invulnerable.

Este nuevo concepto de ideología se encuentra en la base material del propio capitalismo, apareciendo una distorsión que no se encuentra en la superestructura como afirmaba en La ideología alemana. Al contrario, como he dicho, la deformación del cuerpo social se produce en las mismas relaciones sociales y productivas a partir de la ocultación y atomización que se origina con el fetichismo en la mercancía. De ahí que podamos afirmar que las propias relaciones son ya ideológicas, en tanto que enmarcaran el propio funcionamiento del capitalismo y afirmemos con mayor vehemencia lo dicho en líneas superiores: lo que se produce bajo la dominación de la burguesía es una disolución de las relaciones humanas y las pocas que se forman no les dan tiempo a solidificarse a tenor de esta vorágine de codicia y guerra entre los codiciosos, o dicho en términos actuales, libre competencia. Por ello todo se diluye y lo establecido se va, profanando todo y no dejando ningún resquicio donde se pueda dar una vida verdaderamente humana.

A su vez, dentro de la tradición marxista se encuentra una tercera

acepción de ideología, con un significado más político y menos epistemológico o economicista. El contexto en el que surge es el de la II Internacional, adquiriendo por primera vez una connotación positiva con el que se puede llegar a hablar de “ideología socialista”. David Becerra Mayor nos dirá que en el capítulo segundo del ¿Qué hacer? de Lenin nos señala dos conceptos de ideología: la burguesa y la socialista. De este modo la ideología se convierte en una herramienta de lucha contra el poder hegemónico, en términos gramscisanos. Lenin observa que la clase obrera tiende a identificarse con la ideología burguesa, de ahí que defienda que el movimiento socialista ha de servirse de un instrumento de lucha para concienciar una auténtica clase revolucionaria.

“La ideología no falsea ni oculta la realidad; por el contrario, favorece al desvelamiento de los mecanismos que rigen la sociedad y, asimismo, ayuda a que el individuo tome conciencia de la posición de clase que ocupa en la estructura social” (Becerra 2013: 20). La ideología es un arma para combatir la identificación que se produce en la clase obrera con la clase burguesa y así conseguir que esa identificación produzca un efecto de dominación con el que poder mantener el orden social existente bajo el capitalismo. Las razones por las que se produce esta identificación se deben a que la ideología burguesa es

más antigua en el tiempo, está mejor elaborada ya que ha tenido mayor tiempo para adaptarse y moldearse a los cambios sociales que se han ido produciendo a lo largo de la historia y posee mayor medio de difusión. La tarea de la ideología socialista será la de visibilizar el funcionamiento de la sociedad capitalista y descubrir el halo de misterio que borra las huellas de la producción y la explotación de la mercancía.

Conclusión

Por lo tanto, después de esta breve explicación de lo que supone la ideología dentro de la tradición marxista, y aceptando la definición que hace Lenin de lo que debe ser la ideología socialista en contraposición de la ideología burguesa, estamos capacitados, sin menospreciar la obra a estudio, para no aceptar lo que supone la “dimensión metasocial” de la que habla Marcuse. Veamos por qué.

La obra de arte, ateniéndonos a lo explicado por Marx en El capital, se ha convertido en una mercancía. Esto se puede ver muy bien en que las editoriales, por ejemplo, tan solo se preocupan de las ventas que van a poder realizar. A su vez, el nombre del escritor o escritora es una marca más: vende más un autor o autora con un renombre que aquel o aquella que no lo tiene. Por lo tanto, la obra de arte ejerce una dominación de

la vida humana en la que se le ocultan las relaciones de producción y elimina la huella de toda producción, es decir, se desliga de donde viene el ser humano. También podríamos manejar la noción de ideología utilizada en La ideología alemana en cuanto que determinadas obras de arte poseen un fundamento de dominación de clase y a una fundamentación, por tanto, del status quo social. Esto se puede ver muy en un poema de Antonio Orihuela, en el que se nos narra lo que ha sido eliminado de la poesía:

En este poema no hay sitio para la mugre.Ni el sudor, ni los malos olores, ni la basuratienen sitio en este poema.En este poema no se permite la entrada a vagabundos, heridos,sedados, dopados, indignados, cobradores del frac o parados.En este poema no entran ciudadanos protestando por los desahucios,ni obreros en huelga, ni esquiroles, ni verdugos, ni terroristas,ni niños esclavos en los textiles de Bangladesh.En este poema no caben los rebeldes, los revoltosos, los gritones.En este poema no caben los sobresaltos, los conflictos armados,las hambrunas, el miedo, la devastación, las víctimas.

Este poema es limpio, puro, antivaho,

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inodoro, romo, antideslizante.De este poema fueron desterradas las palabras mercado,compraventa, beneficio, hipoteca, capitalismo.En este poema no se pronuncia amonal, interés complejo, euribor.

En este poema nadie sabe qué es un contrato basura,una inversión, un balance negativo.Este poema no se mancha con dinero.En este poema nadie se hace daño.Este poema es un símbolo del mundo futuro.

En este poema no entran los salarios de ochocientos euros,los precarios, los subcontratados, los lisiados, los explotados.En este poema todo el que sale está sano, es joven, blanco, rubio,tiene los ojos azules y vive una vida feliz.Este poema habla de gente normal.

Este es el poema más feliz del mundo,ha sido escrito por decreto en un edificio estatalpor un poeta de clase media oficialmente feliz,premiado desde siempre con becas, menciones,honores, cátedras y privilegios sin fin.

Este es un poema nacionalista,

academicista, progresista,católico, espumoso y achampanado.Este poema ha sido aplaudido por todos los poetas de orden.Este poema ha sido incluido en el temariode las Escuelas de Altos Estudios Económicos.Este poema ha sido publicado gracias a CEPSA.Este poema ha sido exhibido en ARCO.

Este poema ha sido recitado en el Palacio Real,en el Congreso de los Diputados, en varias Asambleas autonómicas,en la Diputación Foral de Navarra, en la Conferencia Episcopal,en el consejo de administración del Banco Santander,en la Fundación Areces, en la Fundación Botín,en la Fundación Príncipe de Asturias, en la Fundación Iberdrola,en la final de la supercopa, en el estadio del Real Madrid,en el Centre d’Estudis Jordi Pujol,en los cursos de verano de la FAESy en la Escuela de Mandos Socialistas.

Este poema lleva corbata.Este poema fue escrito de rodillas (Orihuela 2014). Sin embargo, hay una salida a

todo esto y es la utilización del tercer concepto de ideología que maneja Lenin,

el cual no nos parece que se encuentra en contradicción con los anteriores ya que la obra de arte bajo el capitalismo avanzado monopolista ha sido despojada de todo lo que a ella le pertenecía por el mero hecho de ser obra de arte y provenir de una tradición. Lo que tenemos que conseguir mediante la obra de arte es que la clase obrera no se identifique con la clase burguesa. Para ello, tenemos que utilizar la ideología socialista como un arma con el fin de que la clase obrera se empodere y no se identifique con la clase opresora, llegando así a la revolución.

Lo que buscamos entonces es una politización del arte, es decir, el arte tiene que cambiar las conciencias de la clase obrera pero no estando desligada de ella. La obra de arte no tiene su propia autonomía, sino que al utilizar el lenguaje de la clase obrera no se desvincula de la clase obrera.

A su vez, los valores de la obra de arte no se encuentran en una posición transhistórica, sino que son valores de la propia humanidad en su conjunto y son universales en tanto que son emancipatorios para la humanidad. Pero estos valores han de ser impuestos por la clase obrera desde una organización bella y en tanto que bella, libre y en tanto que libre, desligada lo máximo posible del tiempo predominante del capitalismo avanzado monopolista con un único fin: frenar el tiempo.

En resumen, de lo que se trata entonces es de que la obra de arte nos abra la mirada con el fin de concienciarnos para poder parar el tiempo a través de espacios de empoderamiento colectivo en los que la clase obrera no siente el peso del tiempo y en lo que se organice la imposición de aquellos valores que pertenecen a todo ser humano por el mero hecho de ser humano. Es decir, de lo que se trata es de una lucha contra el tiempo porque, en palabras de Bertolt Brecht,

Con paso seguro marcha hoy la injusticia.

Los opresores se disponen para otros diez mil años.El poder asegura: lo que es, persistirá como es.Voz, ninguna llega, sino las de los dominadoresY en los mercados, dice bien alto la explotación: AhoraLlegó por fin mi hora.Pero entre los oprimidos muchos dicen ahora:Lo que queremos, no ha de venir jamás.

Quien aún siga vivo: ¡que no diga jamás!Lo seguro, no es seguro.Lo que es, no persistirá como es.Cuando los dominadores hayan habladoHablarán los dominados.

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¿Quién osa decir jamás?¿De quién depende que persista la opresión? De nosotros.¿De quién depende su quiebra? De nosotros, también.Quien haya sido derrotado, ¡que se levante!Quien esté perdido, ¡que luche!¿Quién detendrá al consciente de su situación?Porque los vencidos de hoy son los vencedores de mañanaY del jamás, saldrá el todavía.

(Sacristán 2009: 375)

Bibliografía

Becerra Mayor, David (2013): La novela de la no-ideología. Madrid, Tierra de Nadie Ediciones.

Benjamin Walter (2009): Teorías del fascismo alemán. En: Estética y política. Buenos Aires, Editorial Las cuarenta.

Marcuse, Herbert (1983): Eros y civilización. España, RBA.

--- (2007): La dimensión estética. Madrid, Biblioteca Nueva.

Marx, Karl y Engels, Friedrich (2008): Manifiesto comunista. Madrid, Alianza Editorial.

Marx, Karl (2010): Manuscritos de economía y filosofía. Madrid, Alianza editorial.

Orihuela, Antonio (2014):  El amor en los tiempos del despido libre.  Madrid, Amargord.

Sacristán Luzón, Manuel (2009): Sobre dialéctica. Barcelona, El viejo topo.