Cometas en el Cielo - UNSJ

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Cometas en el cielo. KHALED HOSSEINI

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Cometasenelcielo.

KHALEDHOSSEINI

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Diciembrede2001

Meconvertíenloquehoysoyalosdoceaños.Eraunfríoyencapotadodía de invierno de 1975. Recuerdo el momento exacto: estaba agazapadodetrás de una pared de adobe desmoronada, observando a hurtadillas elcallejónpróximoal riachuelohelado.Deesohacemuchosaños,peroconeltiempohedescubiertoqueloquedicendelpasado,queesposibleenterrarlo,noescierto.Porqueelpasadoseabrepasoazarpazos.Ahoraquelorecuerdo,me doy cuenta de que llevo los últimos veintiséis años observando ahurtadillasesecallejóndesierto.

MiamigoRahimKanmellamódesdePakistánundíadelveranopasadoparapedirmequefueraaverlo.Depieenlacocina,conelauricularpegadoaloído,yosabíaquenoerasóloRahimKanquienestabaalotroladodelalínea.Eramipasadodepecadosnoexpiados.Encuantocolgué,salíadarunpaseoporSprekelsLake,en lazonanortedeGoldenGatePark.El soldeprimerahora de la tarde centelleaba en el agua, donde docenas de barcos diminutosnavegabanempujadosporunabrisavivificante.Levantélavistayviunpardecometasrojasconlargascolasazulesqueseelevabanhaciaelcielo.Bailabanpor encima de los árboles del extremo oeste del parque, por encima de losmolinosdeviento.Flotaban launa juntoa laotra, comounpardeojosqueobservaranSanFrancisco,laciudadqueahoradenomino«hogar».Derepente,lavozdeHassanmesusurróaloído:«Portiloharíamilvecesmás.»Hassan,elvoladordecometasdelabioleporino.

Mesenté juntoaunsauceenunbancodelparqueypenséen loquemehabía dicho Rahim Kan justo antes de colgar, como si se tratara de unaocurrenciadeúltimahora.«Hayuna formadevolvera serbueno.»Alcédenuevolavistaendirecciónalascometasgemelas.PenséenHassan.PenséenBaba. En Alí. En Kabul. En la vida que había vivido hasta que llegó elinviernode1975ylocambiótodo.Ymeconvirtióenloquehoysoy.

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Depequeños,Hassanyyosolíamostreparalosálamosqueflanqueabanelcaminodeentradaalacasademipadreparamolestardesdeallíalosvecinoscolandolaluzdelsolenelinteriordesuscasasconlaayudadeuntrozodeespejo.Nossentábamoselunofrentealotroenunparderamasaltas,conlos

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piesdesnudoscolgandoylosbolsillosdelospantalonesllenosdemorassecasydenueces.Nosturnábamosconelespejomientrasnoscomíamoslasmoras,nos las lanzábamos, jugábamos y nos reíamos. Todavía veo a Hassanencaramadoaaquelárbol,conlaluzdelsolparpadeandoatravésdelashojaseiluminandosucaracasiperfectamenteredonda,unacaraparecidaaladeunamuñeca china tallada enmadera: tenía la nariz ancha y chata; sus ojos eranrasgadoseinclinados,semejantesalashojasdelbambú,unosojosque,segúnlesdieralaluz,parecíandorados,verdeseinclusodecolorzafiro.Todavíaveosus diminutas orejas bajas y la protuberancia puntiaguda de su barbilla, unapéndicecarnosoqueparecíacomoañadidoenelúltimomomento.Yellabiopartido, a medio terminar, como si al fabricante de muñecas chinas se lehubiera escurrido el instrumento de la mano o, simplemente, se hubieracansadoyhubieraabandonadosuobra.

Aveces,subidoenaquellosárboles,convencíaaHassandequedispararanuecesconeltirachinasalpastoralemántuertodelvecino.Hassannoquería,perosiyoselopedía,selopedíadeverdad,eraincapazdenegarse.Hassannunca me negaba nada. Y con el tirachinas era infalible. Alí, el padre deHassan, siempre nos pillaba y se ponía furioso, todo lo furioso que puedeponersealguientanbondadosocomoél.Agitabalamanoynoshacíaseñalespara que bajáramos del árbol. Luego nos quitaba el espejo y nos decía lomismoquesumadrelehabíadichoaél,queeldemoniotambiénjugabaconespejos, concretamenteparadistraer a losmusulmanes en elmomentode laoración.

—Ycuandolohace,seríe—añadíaluego,regañandoasuhijo.

—Sí,padre—musitabaHassan,mirándoselospies.Peronuncamedelató.Nuncadijoquetantoelespejocomolodedispararnuecesalperrodelvecinoeranideasmías.

Los álamos bordeaban el camino adoquinado con ladrillo rojo queconducíahastaunpardeverjasdehierroforjadoquedabanpasoalafincademi padre. La casa se alzaba a la izquierda del camino. El jardín estaba alfondo.

Todoelmundodecíaquemipadre,miBaba,habíaconstruidolacasamásbonita deWazirAkbarKan, un barrio nuevo y opulento situado en la zonanortedeKabul.Algunosasegurabaninclusoqueeralacasamáshermosadetodo Kabul. Una ancha entrada, flanqueada por rosales, daba acceso a laamplia casa de suelos de mármol y enormes ventanales. Los suelos de loscuatro baños estaban enlosados con intrincados azulejos escogidospersonalmenteporBabaenIsfahan.Lasparedesestabancubiertasdetapicestejidos en oro queBaba había adquirido enCalcuta, y del techo abovedadocolgabaunaarañadecristal.

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En la planta superior estaba mi dormitorio, la habitación de Baba y sudespacho, conocido también como «el salón de fumadores», que olíapermanentementeatabacoycanela.Babaysusamigosserecostabanallí,enlossillonesdecueronegro,despuésdequeAlílessirvieralacena.Rellenabansus pipas (lo que Baba llamaba «engordar la pipa») y discutían de sus trestemas favoritos:política,negociosy fútbol.Aveces lepreguntabaaBabasipodía sentarme con ellos, pero él, aferrado al marco de la puerta, mecontestaba:

—Nodigasbobadas.Éstasnosonhoras.¿Porquénoleesunlibro?

Luegocerraba lapuertaymedejabaallí,preguntándomeporquéparaélnunca«eranhoras».Yomequedabasentadojuntoalapuerta,conlasrodillaspegadas al pecho, a veces una hora, a veces dos, escuchando susconversacionesysuscarcajadas.

Elsalón,situadoenlaplantabaja,teníaunaparedcurvaconunasvitrinashechasamedidadondeseveíanexpuestasdiversasfotografíasdefamilia:unafoto vieja y granulada demi abuelo con el shaNadir, tomada en 1931, dosaños antes del asesinato del rey; están de pie junto a un ciervomuerto, conbotas que les lleganhasta las rodillas y un rifle cruzado sobre los hombros.Había tambiénuna fotode lanochedebodasdemispadres.Babavestíauntraje oscuro, y mi madre, que parecía una joven princesa sonriente, iba deblanco.EnotraseveíaaBabayasusocioymejoramigo,RahimKan,enlapuerta de casa; ninguno de los dos sonríe. En otra aparezco yo, de muypequeño, en brazos de Baba, que está serio y con aspecto de cansado.MisdedosagarraneldedomeñiquedeRahimKan.

Alotroladodelaparedcurvaestabaelcomedor,encuyocentrohabíaunamesadecaobacapazdeacomodarsinproblemasatreintainvitados.Yconlainclinación que mi padre sentía por las fiestas extravagantes, así eraprácticamentecadasemana.Enelextremoopuestoalaentradahabíaunaaltachimenea de mármol que en invierno estaba siempre iluminada por elresplandoranaranjadodelfuego.

Unagranpuertacorrederadecristaldabaaccesoaunaterrazasemicircularque dominaba casi una hectárea de jardín e hileras de cerezos. Baba y Alíhabían plantado un pequeño huerto junto a la pared occidental: tomates,menta,pimientosyunafilademaízquenuncaacabódegranar.Hassanyyolallamábamos«lapareddelmaízenfermo».

Enlapartesurdeljardín,bajolassombrasdeunníspero,seencontrabalaviviendadeloscriados,unamodestacabañadeadobedondevivíaHassanconsupadre.

FueenaquellapequeñachozadondenacióHassanenelinviernode1964,

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justounañodespuésdequemimadremurieraaldarmealuz.

En losdieciochoañosqueviví enaquella casa,podríancontarse con losdedosdeunamanolasvecesqueentréenelhogardeHassanyAlí.Hassanyyotomábamoscaminosdistintoscuandoelsolseponíadetrásdelascolinasydábamosporfinalizadoslosjuegosdelajornada.Yopasabajuntoalosrosalesendireccióna lamansióndeBaba,yHassan sedirigíaa la chozadeadobedondehabíanacidoydondevivía.Recuerdoqueerasobriaylimpiayestabatenuemente iluminada por un par de lámparas de queroseno. Había doscolchones situados a ambos lados de la estancia y, entre ellos, una gastadaalfombradeHeratconlosbordesdeshilachados.Elmobiliarioconsistíaenuntaburete de tres patas y unamesa demadera colocada en un rincón, dondedibujabaHassan.Lasparedesestabandesnudas, salvoporun tapizconunascuentascosidasqueformabanlaspalabras«Allah-u-akbar».BabaselohabíacompradoaAlíenunodesusviajesaMashad.

FueenaquellapequeñachozadondelamadredeHassan,Sanaubar,dioaluz un frío día de invierno de 1964. Mientras que mi madre sufrió unahemorragia en elmismopartoque leprovocó lamuerte,Hassanperdió a lasuyaunasemanadespuésdenacer.Laperdiódeunaformaquelamayoríadelosafganosconsiderabamuchopeorquelamuerte:seescapóconungrupodecantantesybailarinesambulantes.

Hassannuncahablabade sumadre.Eracomosinohubieseexistido.Yomepreguntabasisoñaríaconella,cómosería,dóndeestaría.MepreguntabasiHassan albergaría esperanzas de encontrarla algún día. ¿Suspiraría por ellacomolohacíayoporlamía?UndíanosdirigíamosapiedesdelacasademipadrehaciaelcineZainabparaverunanuevapelículairaníy,comosolíamoshacer, tomamos el atajo que cruzaba por los barraconesmilitares que habíainstaladoscercadelaescueladeenseñanzamediadeIstiqlal(Babanosteníaprohibidotomareseatajo,peroaqueldíaseencontrabaenPakistánconRahimKan).Saltamoslavallaquerodeabalosbarracones,atravesamosabrincoselpequeño riachuelo e irrumpimos en el polvoriento campo donde había unoscuantos tanques viejos y abandonados. Un grupo de soldados, sentados encuclillasa la sombradeunode los tanques, fumabany jugabana lascartas.Unodeellosalzó lavista, lediouncodazoalque teníaasu ladoy llamóaHassan.

—¡Eh,tú!—dijo—.Yoatiteconozco...

Nuncalohabíamosvisto.Eraunodeloshombresqueestabanagachados.

Teníalacabezaafeitadayunaincipientebarbanegra.Sumaliciosamaneradesonreírnosmeespantó.

—Sigueandando—lemurmuréaHassan.

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—¡Tú!¡Elhazara!¡Míramecuandotehablo!—ladróelsoldado.Lepasóel cigarrillo al tipo que estaba a su lado y formó un círculo con los dedospulgareíndicedeunamano.Luegointrodujoeldedomediodelaotramanoenelcírculoylosacó.Haciadentroyhaciafuera.Haciadentroyhaciafuera—.Conocíatumadre,¿losabías?Laconocímuybien.Lediporatrásjuntoaeseriachuelo.—Lossoldadosseecharonareír.Unodeellosemitióunsonidodeprotesta.LedijeaHassanquesiguieracaminando—.¡Vayacoñitoprietoydulce que tenía! —decía el soldado a la vez que cogía las manos de suscompañerosysonreía.

Mástarde,enlapenumbradelcine,escuchéaHassan,quemascullaba.Laslágrimaslerodabanporlasmejillas.Meremovíenmiasiento,lorodeéconelbrazoyloempujéhaciamí.Éldescansólacabezaenmihombro.

—Tehaconfundidoconotro—susurré—.Tehaconfundidoconotro.

Por lo que yo había oído decir, la huida de Sanaubar no había cogido anadieporsorpresa.CuandoAlí,unhombrequesesabíaelCorándememoria,se casó con Sanaubar, diecinueve años más joven que él, una muchachahermosa y sin escrúpulos que vivía en consonancia con su deshonrosareputación,todoelmundopusoelgritoenelcielo.IgualqueAlí,Sanaubareramusulmanachiítade laetniade loshazarasy,además,primahermanasuya;por tanto, una elección de esposa muy normal. Pero más allá de esassimilitudes,AlíySanaubarnoteníannadaencomún,sobretodoenloquealaspecto se refería. Mientras que los deslumbrantes ojos verdes y el pícarorostrodeSanaubarhabían tentadoa incontableshombreshastahacerloscaeren el pecado, Alí sufría una parálisis congénita de los músculos facialesinferiores,unaenfermedadqueleimpedíasonreíryleconferíaunaexpresióneternamentesombría.EramuyraroverenlacaradepiedradeAlíalgúnmatizde felicidad o tristeza; sólo sus oscuros ojos rasgados centelleaban con unasonrisaosellenabandedolor.Dicenquelosojossonlasventanasdelalma.Puesbien,nuncaestaafirmaciónfuetanciertacomoenelcasodeAlí,aquienúnicamenteselepodíaveratravésdelosojos.

La gente decía que los andares sugerentes y el contoneo de caderas deSanaubarprovocabanenloshombressueñosdeinfidelidad.Porelcontrario,aAlí lapolio lohabíadejadocon lapiernaderecha torciday atrofiada,yunapielcetrinasobreelhuesoquecubríaunacapademúsculofinacomoelpapel.Recuerdoundía—yoteníaentoncesochoaños—queAlímellevóalbazaracomprarnaan.Yocaminabadetrásdeél,canturreandoeintentandoimitarsusandares.Supierna esqueléticadescribíaun amplio arcoy todo su cuerpo seladeaba de forma imposible hacia la derecha cuando apoyaba el pie de eselado.Eraunmilagroquenosecayeraacadapasoquedaba.Cadavezqueyolointentabaestabaapuntodecaermeenlacuneta.Nopodíaparardereír.Depronto, Alí se volvió y me pescó imitándolo. No dijo nada. Ni en aquel

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momentonienningúnotro.Selimitóaseguircaminando.

LacaradeAlíysusandaresasustabanalosniñospequeñosdelvecindario.

Peroelauténticoproblemaeranlosniñosmayores.Éstosloperseguíanporla calley seburlabande él cuandopasaba cojeandoa su lado.Lo llamabanBabalu,elcoco.

—Hola,Babalu,¿aquiéntehascomidohoy?—leespetabanentreuncorodecarcajadas—.¿Aquiéntehascomido,Babalu,narizchata?

Lollamaban«narizchata»porqueteníalastípicasfaccionesmongolasdeloshazaras,lomismoqueHassan.Duranteaños,esofueloúnicoquesupedeloshazaras,queerandescendientesdelosmongolesyqueseparecíanmuchoaloschinos.Loslibrosdetextoapenashablabandeellosysólodeformamuysuperficial hacían referencia a sus antepasados. Un día estaba yo en eldespachodeBabahurgandoensuscosas,cuandoencontréunviejo librodehistoriademimadre.EstabaescritoporuniraníllamadoKorami.Sopléparaquitarleelpolvoyesanocheme lo llevé furtivamentea lacama.Mequedéasombradocuandodescubríquehabíauncapítuloenterodedicadoalahistoriadeloshazaras.¡UncapítuloenterodedicadoalpueblodeHassan!Allíleíquemipueblo,lospastunes,habíaperseguidoyoprimidoaloshazaras,queéstoshabíanintentadoliberarseunayotravezalolargodelossiglos,peroquelospastunes habían «sofocado sus intentos de rebelión con una violenciaindescriptible».El librodecíaquemipueblohabíamatadoa loshazaras, loshabíatorturado,prendidofuegoasushogaresyvendidoasusmujeres;quelarazón por la que los pastunes habíanmasacrado a los hazaras era, en parte,porqueaquélloseranmusulmanessunnitas,mientrasqueéstoseranchiítas.Ellibro decía muchas cosas que yo no sabía, cosas que mis profesores jamáshabíanmencionado,yBabatampoco.Decíatambiénalgunascosasqueyosísabía,comoque lagente llamabaa loshazaras«comedoresderatas,nariceschatas,burrosdecarga».Habíaoídoaalgunosniñosdelvecindario llamarletodoesoaHassan.

Undía de la semana siguiente, después de clase, le enseñé el libro amimaestroyllamésuatenciónsobreelcapítulodedicadoaloshazaras.Hojeóunpardepáginas,riodisimuladamenteymedevolvióellibro.

—Esloúnicoquesabenhacerloschiítas—dijo,recogiendosuspapeles—,hacerselosmártires.—Cuandopronunciólapalabra«chiíta»arrugólanariz,comosideunaenfermedadsetratase.

Apesardecompartirlaherenciaétnicaylasangredelafamilia,SanaubarseunióalosniñosdelbarrioenlasburlasdestinadasaAlí.Enunaocasiónoídecirquenoeraunsecretoparanadieeldesprecioquesentíaporelaspectodesumarido.

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—¿Es esto un esposo? —decía con sarcasmo—. He visto asnos viejosmejordotadosparaeso.

AlfinaltodoelmundocomentabaqueelmatrimoniohabíasidoacordadoentreAlíysutío,elpadredeSanaubar.DecíanqueAlísehabíacasadoconsuprimapararestaurardealgúnmodoelhonormancilladodesutío.

Alínuncatomabarepresaliascontrasusacosadores,imaginoqueenparteporque sabía que jamás podría alcanzarlos con aquella pierna torcida quearrastraba tras él, pero sobre todo porque era inmune a los insultos: habíadescubiertosualegría,suantídoto,cuandoSanaubardioaluzaHassan.Habíasido un parto sin complicaciones. Nada de ginecólogos, anestesistas omonitoressofisticados.SimplementeSanaubar,acostadaenuncolchónsucio,conAlí y unamatrona para ayudarla.Aunque la verdad es que no necesitómucha ayuda, pues, incluso en el momento de nacer, Hassan se mostróconformeasunaturaleza:eraincapazdehacerledañoanadie.Unoscuantosquejidos,unpardeempujonesyaparecióHassan,sonriendo.

Segúnlalocuazmatronaconfióalcriadodeunvecino,quienasuvezselocontó a todo aquel que quiso escucharlo, Sanaubar se limitó a echarle unaojeadaalbebéqueAlísujetabaenbrazos,vioel labiohendidoyexplotóenunaamargacarcajada.

—Yaestá—dijo—.¡Yatienesunhijoidiotaquesonríaporti!—NoquisonicogeraHassanentresusbrazos,y,cincodíasdespués,semarchó.

Baba contrató a lanodrizaquemehabía criado amíparaquehiciera lopropioconHassan.Alínosexplicóqueeraunamujerhazaradeojosazulesprocedente de Bamiyan, la ciudad donde estaban las estatuas gigantes deBuda.

—Tieneunavozdulceycantarina—nosdecía.

Apesardesaberlodesobra,Hassanyyolepreguntábamosquécantaba...Alínoslohabíacontadocentenaresdeveces.Peroqueríamosoírlocantar.

Entoncesseaclarabalagargantayentonaba:

Yoestabaenunaaltamontaña

ygritéelnombredeAlí,LeóndeDios.

Oh,Alí,LeóndeDios,ReydelosHombres

traealegríaanuestrosapenadoscorazones.

Acontinuaciónnosrecordabaqueentrelaspersonasquesehabíancriadodelmismo pecho existían unos lazos de hermandad que ni el tiempo podíaromper.

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Hassan y yo nos amamantamos de los mismos pechos. Dimos nuestrosprimerospasosenelmismocéspeddelmismojardín.Ybajoelmismotechoarticulamosnuestrasprimeraspalabras.

Lamíafue«Baba».

Lasuyafue«Amir».Minombre.

Alrecordarloahora,creoquelabasedeloquesucedióenaquelinviernode 1975, y de todo lo que siguió después, quedó establecido en aquellasprimeraspalabras.

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La tradición local cuenta que, una vez, mi padre luchó en Baluchistáncontra un oso negro sin la ayuda de ningún tipo de arma. De haber sidocualquierotroelprotagonistadelahistoria,habríasidodesestimadaporlaaf,latendenciaafganaalaexageración;pordesgracia,unaenfermedadnacional.Cuandoalguienalardeabadequesuhijoeramédico,lomásprobableeraqueelmuchacho se hubiese limitado a aprobar algún examen de biología en laescuela superior. Sin embargo, nadie ponía en duda la autenticidad decualquier historia relacionada conBaba.Y si alguien la cuestionaba, bueno,Babateníaaquellastrescicatricesquedescendíanporsuespaldaenunsinuosorecorrido.MeheimaginadomuchasvecesaBabalibrandoesabatalla,inclusohesoñadoconello.YenesossueñosnuncasoycapazdedistinguiraBabadeloso.

FueRahimKanquienutilizóporvezprimeraelque finalmenteacabaríaconvirtiéndoseenelfamosoapododeBaba,Toophanagha,señorHuracán.Unapodo muy apropiado. Mi padre era la fuerza misma de la naturaleza, unimponenteejemplardepastún;barbapoblada,cabellodecolorcastaño,rizadoeingobernablecomoélmismo;susmanosparecíanpoderarrancarunsaucederaíz. Tenía una mirada oscura, «capaz de hacer caer al diablo de rodillassuplicandopiedad»,comodecíaRahimKan.Enlasfiestas,cuandosumetronoventaycincodealturairrumpíaenlaestancia,lasmiradassevolvíanhaciaélcomogirasoleshaciaelsol.

Era imposiblenosentir lapresenciadeBaba,ni siquieracuandodormía.Yome ponía bolitas de algodón en los oídos yme tapaba la cabeza con lamanta,peroaunasísusronquidos,unsonidosemejantealretumbardelmotorde un camión, seguían traspasando las paredes. Y eso que mi dormitorioestaba situadoenel ladoopuestodelpasillo.Paramíesunmisterioquemimadrepudieradormirenlamismahabitación:esunamásdelalargalistade

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preguntasquelehabríaformuladosilahubieraconocido.

Afinalesdelossesenta, tendríayocincoaños,Babadecidióconstruirunorfanato. FueRahimKan quienme contó la historia.Me explicó queBabahabía dibujado personalmente los planos, aun sin tener ningún tipo deexperienciaenelcampodelaarquitectura.Losmásescépticosleaconsejaronquesedejarade locurasyquecontrataraaunarquitecto.Babasenegó,porsupuesto, a pesar deque todos criticaban suobstinación.Sin embargo, salióairoso del proyecto y todo el mundo dio muestras de aprobación ante sutriunfo.Babapagócon sudinero la construccióndel edificiodedosplantasquealbergabaelorfanato, justoenelextremodeJadehMaywand,alsurdelríoKabul.RahimKanmecontóqueBabafinanciólatotalidaddelproyecto,desdeingenieros,electricistas,fontanerosyobreros,hastalosfuncionariosdelayuntamiento,cuyos«bigotesnecesitabanunengrase».

La construcción del orfanato se prolongó durante tres años. Cuandofinalizó,yo teníaocho.Recuerdoqueeldía anterior a la inauguraciónBabame llevó al lago Ghargha, que estaba a unos pocos kilómetros al norte deKabul.Mepidióque fueraabuscaraHassanparaquevinieraconnosotros,perolementíyledijequeHassanteníacosasquehacer.QueríaaBabatodoparamí.Además, en una ocasión que habíamos estado en el lagoGhargha,recuerdoqueHassanyyojugamosahacercabrillasenelaguaconpiedrasyHassanconsiguióquesupiedrarebotaraochoveces.Lomáximoqueyologréfueron cinco. Baba, que nos miraba, le dio una palmadita en la espalda.Inclusolepasóelbrazoporelhombro.

Nossentamosenunamesadepicnicaorillasdellago,solosBabayyo,ycomimos huevos cocidos con bocadillos de kofta, albóndigas de carne yencurtidosenrolladosennaan.Elaguaeradeuncolorazulintensoylaluzdelsolsereflejabasobresusuperficietransparente.Losviernesellagosellenabadefamiliasbulliciosasquesalíanparadisfrutardelsol.Sinembargo,aquéleraundíadeentresemanayestábamossóloBabayyoyunaparejade turistasbarbudos y de pelo largo... Hippies, había oído que los llamaban. Estabansentados en elmuelle, chapoteando con los pies en el agua y con cañas depescarenlamano.LepreguntéaBabaporquésedejabanelpelolargo,peroBaba se limitó a gruñir y no me respondió. Estaba concentrado en lapreparación del discurso que debía pronunciar al día siguiente. Hojeaba unmontóndefoliosescritosamanoyescribíanotasaquíyalláconunlápiz.Lediunmordiscoalhuevoylepreguntésieraciertoloquemehabíacontadounniñodelcolegio,quesitecomíasuntrozodecáscaradehuevoloexpulsabasporlaorina.Babavolvióagruñir.

Lediotromordiscoalbocadillo.Unodelosturistasrubiosseechóareíryledioungolpealotroenlaespalda.Alolejos,enelladoopuestodellago,uncamiónascendíapesadamentemontañaarriba.La luzdel solparpadeóenel

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retrovisorlateral.

—Creoquetengosaratan—dije.Cáncer.Babalevantólavistadelashojasde papel que la brisa agitaba. Me dijo que yo mismo podía servirme elrefresco,bastabaconquefueseabuscarloalmaleterodelcoche.

Al día siguiente, en el patio del orfanato, no hubo sillas suficientes paratodos.Muchagentesevioobligadaapresenciardepielaceremoniainaugural.Eraundíaventoso.Yotoméasientoenelpequeñopodioquehabíancolocadojuntoalaentradaprincipaldelnuevoedificio.Babaibavestidoconuntrajedecolorverdeyunsombrerodepieldecorderocaracul.Amitaddeldiscurso,elvientose loarrancóy todoelmundoseechóareír.Meindicóconungestoque le guardara el sombrero y me sentí feliz por ello, pues así todoscomprobarían que erami padre,mi Baba. Regresó almicrófono y dijo queesperabaqueeledificiofueramássólidoquesusombrero,ytodosseecharonareírdenuevo.CuandoBabafinalizósudiscurso,lagentesepusoenpieylovitoreó.Estuvieronaplaudiéndolomuchorato.Después,muchosseacercarona estrecharle lamano.Algunosme alborotaban el pelo yme la estrechabantambiénamí.MesentíamuyorgullosodeBaba,denosotros.

Pero, a pesar de los éxitos deBaba, la gente siempre lo cuestionaba.Ledecían que lo de dirigir negocios no lo llevaba en la sangre y que debíaestudiar leyes como su padre. Así que Baba les demostró a todos loequivocados que estaban al dirigir no sólo su propio negocio, sino alconvertirse además en unode los comerciantesmás ricos deKabul.Baba yRahim Kan establecieron un negocio de exportación de alfombrastremendamenteexitosoyeranpropietariosdedosfarmaciasyunrestaurante.

La gente se mofaba de Baba y le decía que nunca haría un buenmatrimonio(alfinyalcabo,noeradesangrereal),peroacabócasándoseconmi madre, Sofia Akrami, una mujer muy culta y considerada por todo elmundocomounade lasdamasmás respetadas,bellasyvirtuosasdeKabul.Nosólodabaclasesdeliteraturafarsienlauniversidad,sinoqueademáseradescendientedelafamiliareal,unhechoquemipadrerestregabaalegrementeporlacaraalosescépticosrefiriéndoseaellacomo«miprincesa».

Mipadreconsiguiómoldearasugustoelmundoquelorodeaba,siendoyola manifiesta excepción. El problema, naturalmente, era que Baba veía elmundo en blanco y negro.Y era él quien decidía qué era blanco y qué eranegro.Esimposibleamaraunapersonaasísintenerletambiénmiedo,talvezinclusosinodiarlounpoco.

CuandoestabaenquintoenlaviejaescueladeenseñanzamediadeIstiqlal,teníamos unmullah que nos daba clases sobre el Islam. Se llamabaMullahFatiullahKan.Eraunhombrebajitoyrechonchoconlacaramarcadaporelacnéyquehablabaconvoz ronca.Nosexplicaba lasvirtudesdelzakatyel

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deber de hadj, nos enseñaba las complejidades de rezar las cinco oracionesdiariasnamazynosobligabaamemorizarlosversículosdelCorán,y,apesardequenuncanostraducíaelsignificadodelaspalabrasextrañasqueutilizaba,exigía, a veces con la ayuda de una rama de sauce, que pronunciáramoscorrectamentelaspalabrasárabesparaqueDiosnosescucharamejor.Undíanos explicó que el Islam consideraba la bebida un pecado terrible; los quebebíanresponderíandesuspecadoseldíadeQiyamat,elDíadelJuicio.Poraquella época en Kabul era normal beber; nadie te lo reprochabapúblicamente.Sinembargo,losafganosquebebíanlohacíanenprivado,porrespeto. La gente compraba whisky escocés en determinadas «farmacias»como «medicamento» y se llevaban las botellas en bolsas de papelmarrón.Cuandosalíandelestablecimiento,tratabandeocultarlabolsadelavistadelpúblico,lanzandomiradasfurtivasydesaprobadorasaaquellosqueconocíanlareputacióndelatiendaencuantoaesetipodetransaccionesserefería.

Nosencontrábamosenlaplantadearriba,eneldespachodeBaba,elsalónde fumadores, cuando le comenté lo que elmullah FatiullahKan nos habíaexplicadoenclase.Babasesirvióunwhiskydelbarquehabíaenunaesquinadelahabitación.Meescuchó,hizoungestodeasentimientoconlacabezaydiountrago.Luegoseacomodóenelsofádecuero,dejólacopaymehizounaseñaindicándomequemesentaraensuspiernas.Eracomosentarsesobreun par de troncos. Respiró hondo y exhaló el aire a través de la nariz, quesiguiósilbandoentreelbigotedurante loquemeparecióunaeternidad.Delmiedoquesentía,nosabíasiqueríaabrazarloosaltaryhuirdesuregazo.

—Creo que estás confundiendo las enseñanzas del colegio con laverdaderaeducación—dijoconsuvozprofunda.

—Perosi loqueelmullahdiceescierto,eso teconvierteenunpecador,Baba.

—Humm. —Baba hizo crujir un cubito de hielo entre los dientes—.¿Quieressaberloquepiensatupadresobreelpecado?

—Sí.

—Entoncesteloexplicaré,peroprimerotienesqueentenderloquetevoyadecir,ytienesqueentenderloahora,Amir:jamásaprenderásnadavaliosodeesosidiotasbarbudos.

—¿TerefieresalmullahFatiullahKan?

Babahizounmovimientoconelvaso.Elhielotintineó.

—Me refiero a todos ellos. Me meo en la barba de todos esos monossanturrones.—Meechéareír.LaimagendeBabameándoseenlabarbadeunmono,fuerasanturrónono,erademasiado—.Nohacennada,exceptosobarse

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lasbarbasdepredicadoryrecitarunlibroescritoenunidiomaquenisiquieracomprenden.—Diounsorbo—.QueDiosnosasistasiAfganistánllegaacaerensusmanosalgúndía.

—PeroelmullahFatiullahKanpareceunapersonaagradable—conseguídecirentremisataquesderisa.

—TambiénloparecíaGenghisKan—dijoBaba—.Peroyabasta.Mehaspreguntadosobreelpecadoyquieroexplicártelo.¿Estásdispuestoaescuchar?

—Sí—contesté,cerrando labocacon fuerza.Peroapesardeello semeescapóunarisaporlanarizquemeprovocóunestornudo,loquehizoquemerieradenuevo.

LapétreamiradadeBabaseclavóenlamíay,enunabrirycerrardeojos,dejédereír.

—Quiero decir... dispuesto a escuchar como un hombre, a hablar dehombreahombre.¿Tecreescapazdelograrloporunavez?

—Sí, Baba jan —murmuré, maravillándome, y no por vez primera, decómoBabaeracapazdeherirmecontansólounaspalabras.

Habíamos disfrutado de un efímero buen momento (no eran tantas lasvecesqueBabahablabaconmigo,ymuchomenosteniéndomesentadosobresuspiernas)yhabíasidoidiotaaldesperdiciarlo.

—Bueno—dijoBaba,apartandolamirada—,pormuchoqueprediqueelmullah,sóloexisteunpecado,sólouno.Yeselrobo.Cualquierotropecadoesunavariantedelrobo.¿Locomprendes?

—No, Baba jan —respondí, deseando con desesperación haberlocomprendido.Noqueríavolveradefraudarlo.

Babasoltóunsuspirodeimpaciencia.Esotambiénhería,porqueélnoeraunhombre impaciente.Recordaba todas lasvecesqueno llegabahastamuyentradalanoche,todaslasvecesqueyocenabasolo.YolepreguntabaaAlídóndeestabaBaba,cuándoregresaríaacasa,aunquesabíaperfectamentequese encontraba en la obra, controlando esto y supervisando aquello. ¿No serequeríapacienciaparaeso?Yoodiabaa losniñospara losqueconstruíaelorfanato;avecesdeseabaquehubieranmuertotodosjuntoconsuspadres.

—Cuandomatas a un hombre, le robas la vida—dijo Baba—, robas elmaridoaunaesposayelpadreaunoshijos.Cuandomientes,lerobasalotroel derecho a la verdad. Cuando engañas, robas el derecho a la equidad.¿Comprendes?

Sí.CuandoBabateníaseisaños,unladrónentróenlacasademiabueloenplenanoche.Miabuelo,unrespetadojuez,leplantócarayelladrónlediouna

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puñaladaenlagarganta,provocándolelamuerteinstantánea...yrobándoleunpadreaBaba.Ungrupodeciudadanoscapturóaldíasiguientealasesino,queresultóserunvagabundodelaregióndeKunduz.Cuandotodavíafaltabandoshoras para la oración de la tarde, lo colgaron de la rama de un roble. FueRahimKan,noBaba,quienmeexplicóesahistoria.SiempremeenterabaatravésdeotraspersonasdelascosasrelacionadasconBaba.

—Noexisteactomásmiserablequeelrobo—dijoBaba—.Elhombrequetomaloquenoessuyo,seaunavidaounarebanadadenaan...,malditosea.Ysialgunavezsecruzaenmicamino,queDiosloayude.¿Meentiendes?

La idea de que Baba le propinara una paliza al ladrónme resultaba tanestimulantecomoincreíblementeaterradora.

—Sí,Baba.

—SiexisteunDios,esperoquetengacosasmásimportantesquehacerqueocuparsedequeyobebawhiskyocomacerdo.Yahoravete.Tantohablarmehadadosed.

Observécómo llenabaelvasoenelbar.Mientras,mepreguntabacuántotiempo transcurriría hasta que habláramos de nuevo como acabábamos dehacerlo.PorquelaverdaderaquesentíacomosiBabameodiaraunpoco.Yno era de extrañar.Al fin y al cabo, era yoquienhabíamatado a su amadaesposa, a su hermosa princesa, ¿no? Lo menos que podía haber hecho erahabertenidoladecenciadesaliralgomásaél.Peronohabíasalidoaél.Enabsoluto.

Enelcolegiosolíamos jugaraun juego llamadoSherjangi,o«batalladelospoemas».Elprofesordefarsiactuabademoderadorylacosafuncionabamásomenosasí:túrecitabasunversodeunpoemaytucontrincantedisponíadesesentasegundospararesponderconotroqueempezaraconlamismaletraconqueacababaeltuyo.TodoslosdelaclasemequeríanensuequipoporquealosonceañoseracapazderecitardocenasdeversosdeKhayyam,HafezoelfamosoMasnawi de Rumi. En una ocasión, competí contra toda la clase ygané.SelocontéaBabaesamismanocheyselimitóaasentirconlacabezaymurmurar:«Bien.»

Asífuecomoescapédeldistanciamientodemipadre,conloslibrosdemimadre muerta. Con ellos y con Hassan, por supuesto. Lo leía todo, Rumi,Afees, Saadi, Victor Hugo, Julio Verne,Mark Twain, Ian Fleming. Cuandoacabéconloslibrosdemimadre(noconlosaburridoslibrosdeHistoria,puesésosnuncamegustaronmucho,sinoconlasnovelas,lospoemas),empecéagastar mi paga en libros. Todas las semanas compraba un ejemplar en lalibreríaquehabíacercadelCinemaPark,yencuantomequedésinespacioenlasestanterías,comencéaalmacenarlosencajasdecartón.

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Naturalmente,unacosaeraestarcasadoconunapoetisa...,peroserpadrede un hijo que prefería enterrar la cara en libros de poesía a ir de caza...Supongo que no era ésa la idea que se había hechoBaba. Los hombres deverdad no leían poesía ¡y Dios prohibía incluso que la escribieran! Loshombres de verdad, los muchachos de verdad, jugaban al fútbol, igual quehabíahechoBabadejoven.Yenaquellosmomentoselfútboleraalgoporloqueapasionarse.En1970,BabadecidiódarseundescansoenlaconstruccióndelorfanatoyvolarhastaTeheránconelfindeinstalarseunmesenteroparaver elMundial por televisión, yaque en aquella época aúnnohabía tele enAfganistán.Meapuntóadiversosequiposdefútbolparaencendermipasiónporesedeporte.Peroyoeramuymalo,unestorbocontinuoparamiequipo,siempre interceptando buenos pases dirigidos a otros u obstaculizando sinquerer la carrera de algún compañero.Me arrastraba por el campo conmispiernasflacuchasygritabaparaquemepasaranelbalón,quenuncallegaba.Ycuantomáslointentabaysacudíafrenéticamentelosbrazosporencimadelacabezayberreaba«¡Estoysolo!¡Estoysolo!»,másmeignoraban.PeroBabanosedabaporvencido.Cuandoresultóevidentequeyonohabíaheredadoniuna pizca de su talento deportivo, se propuso convertirme en un espectadorapasionado. La verdad es que podía haberlo hecho..., ¿no? Yo fingí interéstodo el tiempo que pude.Me unía a sus vítores cuando el equipo deKabulmarcabaungolcontraelKandahareinsultabaalárbitrocuandoseñalabaunpenalticontranuestroequipo.PeroBaba intuyómi faltadeafición realyseresignóalacrudarealidaddequesuhijonuncajugaríaniveríaelfútbolconinterés.

A losnueve años,Babame llevó al torneo anual deBuzkashi, que teníalugar el primer día de primavera, el día deAñoNuevo. El Buzkashi era, ysigue siendo, la pasión nacional de Afganistán. Un chapandaz, un jinetetremendamente habilidoso, patrocinado normalmente por ricos aficionados,debe conseguir arrebatarle una cabra o el esqueleto de una res a unamelé,cargar con el esqueleto, dar una vuelta completa al estadio a todo galope ylanzarloenuncírculodepuntuación.Mientras,unequipocompuestoporotroschapandazlopersigueyechamanodetodoslosrecursos(patadas,arañazos,latigazos, golpes) para arrebatarle el esqueleto. Recuerdo de aquel día losgritosexcitadosdelamultitudmientraslosjinetesdelcampovociferabansusconsignas de guerra y luchaban a brazo partido por el cadáver envueltos enunanubedepolvo.Elestrépitodeloscascoshacíatemblarelsuelo.Desdelasgradassuperioresobservábamosalosjinetescorreratodogalope,protestandoygritando.Loscaballosechabanespumaporlaboca.

Enunmomentodado,Babaseñalóaalguien.

—Amir,¿vesaaquelhombrequeestásentadoenmediodeesecorro?

Loveía.

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—EsHenryKissinger.

—Oh—dije.

NosabíaquiéneraHenryKissinger,ydebíahaberlopreguntado.Pero loqueyomirabaenaquelinstanteeraunchapandazquecaíadelasillayrodabadeun ladoaotrobajounaveintenadecascoscomosi fueseunamuñecadetrapo.Finalmente,cuandolamelépasódelargo,elcuerpodejódedarvueltas.Se retorció una vezmás y se quedó inmóvil. Tenía las piernas dobladas enángulosantinaturalesyuncharcodesangreempapabalaarena.

Meechéallorar.

Llorédurantetodoelcaminodevueltaacasa.RecuerdoaBabaapretandocon fuerza el volante.Apretándolo y soltándolo. Sobre todo, nunca olvidarésus denodados esfuerzos por esconder su expresión de disgusto mientrasconducíaensilencio.

Esa noche, a última hora, pasé junto al despacho demi padre y oí quehablabaconRahimKan.Presionéeloídocontralapuertacerrada.

—...agradecidodequeestásano—decíaRahimKan.

—Lo sé, lo sé. Pero siempre está enterrado entre esos libros o dandovueltasporlacasacomosiestuvieseperdidoenalgúnsueño.

—¿Y?

—Yonoeraasí.—Babaparecíafrustrado,casienfadado.

RahimKanseechóareír.

—Losniñosnosoncuadernosparacolorear.Nolospuedespintarcontuscoloresfavoritos.

—Te lo aseguro—dijo Baba—, yo no era así en absoluto, ni tampoconingunodelosniñosjuntoalosquemecrié.

—¿Sabes? A veces pienso que eres el hombre más egocéntrico queconozco—replicóRahimKan.EralaúnicapersonaqueyoconocíacapazdedecirlealgoasíaBaba.

—Notienenadaqueverconeso.

—¿No?

—No.

—¿Entoncesconqué?

OíqueelsofádepieldeBabacrujíacuandocambiódeposición.Cerrélosojosypresionélaorejaconmásfuerzacontralapuerta;porunapartequería

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escuchar,porotrano.

—Avecesmiroporestaventanayloveojugarenlacalleconlosniñosdelvecindario.Lo empujan, le quitan los juguetes, le dan codazos, golpes... ¿Ysabes?Nuncasedefiende.Nunca.Selimitaa...,agachalacabezay...

—Porlotanto,noesviolento—dijoRahimKan.

—Nome refiero a eso, Rahim, y lo sabes—contraatacó Baba—.A esechicolefaltaalgo.

—Sí,unavenademaldad.

—La defensa propia no tiene nada que ver con la maldad. ¿Sabes quésucedecuandoloschicosdelvecindarioseríendeél?QuesaleHassanylosechaatodos.Lohevistoconmispropiosojos.Ycuandoregresanacasa,lepregunto:«¿CómoesqueHassanllevaesearañazoenlacara?»Yélmedice:«Sehacaído.»Deverdad,Rahim,aesechicolefaltaalgo.

—Tienesquedejarqueencuentresucamino—sugirióRahimKan.

—¿Y hacia dónde dirigirá sus pasos? Un muchacho que no sabedefenderse por sí mismo acaba por convertirse en un hombre que no sabehacerfrenteanada.

—Simplificasenexceso,comosiempre.

—Nolocreo.

—¿Noseráqueloquetepreocupaenrealidadesquenosehagacargodetusnegocios?

—¿Quiéneselquesimplificaahoraenexceso?Mira,séqueentrevosotrosdosexisteunafectoyesohacequemesientafeliz.Envidioso,perofeliz.Deverdad.Necesitaalguienque...quelocomprenda,porqueDiosbiensabequeyonopuedo.PerohayalgoenAmirquemepreocupadeunmodoquenoséexpresar. Es como... —Podía verlo buscando, eligiendo las palabrasadecuadas.Bajólavoz,perolooíadetodosmodos—.Sinohubiesevistoconmis propios ojos cómoelmédico lo extraía del cuerpodemi esposa, jamáshubiesecreídoqueesmihijo.

A la mañana siguiente, mientras me preparaba el desayuno, Hassan mepreguntósimepreocupabaalgo.Lehicecallaryledijequeseocuparadesusasuntos.

RahimKansehabíaequivocadoconrespectoalodelavenademaldad.

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En 1933, el año en que nació Baba y en el que el sha Zahir inició sucuadragésimoctavo año de reinado enAfganistán, dos hermanos jóvenes deunaacaudaladayrespetablefamiliadeKabulsesentaronalvolantedelFordRoasterdesupadre.Cargadosdehachísymastdevinofrancés,atropellaronymataronaunmatrimoniodehazaras en la carreteradePaghman.Lapolicíallevóantemiabuelo,un juezmuyrespetadoyunhombredeunareputaciónimpecable,alosrelativamentearrepentidosjóvenesyalhuérfanodelaparejafallecida, de cinco años de edad. Después de escuchar el relato de loshermanosylasolicituddeclemenciaporpartedesupadre,miabueloordenóalosjóvenesquesedirigierandeinmediatoaKandaharyseenrolaranenelejércitoduranteunaño,apesardequesufamiliaselashabíaarregladoensumomento para librarlos del servicio militar. El padre discutió la sentencia,aunque no con excesiva convicción, y al final todos coincidieron en que elcastigohabíasidotalvezsevero,perojusto.Porloquerespectaalhuérfano,miabuelo loadoptóparaquevivieraensucasaypidióa loscriadosquesehicierancargodeélylotrataranconcariño.EseniñoeraAlí.

AlíyBabacrecieron juntoscomocompañerosde juegos(almenoshastaquelapoliosecebóenlapiernadeAlí),igualquecrecimosjuntosHassanyyo una generación más tarde. Baba nos contaba a veces las travesuras quehacíanélyAlí,yéstesacudíalacabezaydecía:«Perodiles,aghaSahib,quiéneraelarquitectodelastravesurasyquiénelpobreobrero.»BabaseechabaareírypasabaelbrazoporencimadelhombrodeAlí.

Sinembargo,enningunadeesashistoriasBabasereferíaaAlícomoaunamigo.

LocuriosoeraqueyotampocopensénuncaenHassancomoenunamigo.Almenos,noenelsentidonormal.Apesardehabernosenseñadomutuamenteamontarenbicicletasinmanosodehaberconstruidojuntosconunacajadecartón una cámara casera que funcionaba perfectamente. A pesar de haberpasado inviernos enteros volando cometas juntos y corriendo tras ellas. Apesar de que, paramí, la cara deAfganistán sea la de un chico de aspectofrágil, con la cabeza rasurada y las orejas bajas, un muchacho con cara demuñecachinailuminadaeternamenteporunasonrisapartida.

A pesar de todo ello. Porque la historia no es fácil de superar. Ni lareligión.Dehecho,yoeraunpastúnyélunhazara,yoerasunnitayélchiíta,yesonadapodríacambiarlonunca.Nada.

Peroéramosniñosquehabíamosaprendidoagatearjuntos,yesotampocoiba a cambiarlo ninguna historia, etnia, sociedad o religión. Pasé la mayorpartedemisprimerosdoceañosdevidajugandoconHassan.Aveces,todamiinfanciamepareceunlargoeindolentedíadeveranoencompañíadeHassan,

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persiguiéndonoselunoalotroentreloslaberintosdeárbolesdeljardíndemipadre, jugando al escondite, a policías y ladrones, a indios y vaqueros, atorturarinsectos...,juegoenelque,innegablemente,nuestragestasupremaeraelmomentoenqueteníamoselvalordedespojaraunaabejadesuaguijónyatarle a la pobre un cordón del que tirábamos cada vez que intentabaemprenderelvuelo.

Perseguíamosaloskochi,losnómadasquepasabanporKabuldecaminohacialasmontañasdelnorte.Oíamoslascaravanascuandoseaproximabanalbarrio,loslloriqueosdelasovejas,losbalidosdelascabras,eltintineodelascampanas que los camellos llevaban sujetas al cuello. Salíamos paracontemplar el desfile de la caravana por nuestra calle, hombres con caraspolvorientasycurtidasporviviralaintemperieymujeresvestidasconmantoslargosdecoloresyconlasmuñecasylostobillosadornadosconabaloriosdecuentasyargollasdeplata.Arrojábamospiedrasalascabras.Lesechábamosaguaalasmulasconunasjeringasgrandes.YoobligabaaHassanasentarseen«lapareddelmaízenfermo»yadispararconsutirachinasa lasancasdeloscamellos.

Vimos juntos nuestra primera película del Oeste, Río Bravo, con JohnWayne,enelCinemaPark,situadoenlaaceraopuestadedondeseencontrabamilibreríafavorita.RecuerdohaberlesuplicadoaBabaquenosllevaraaIránparaconoceraJohnWayne.Babaexplotóentoncesenunadesusprofundascarcajadas,queparecíanunvendaval(unsonidobastantesimilaraldelmotordeuncamiónacelerando),ycuandofuecapazdehablardenuevo,nosexplicóel concepto de «doblaje».Hassan y yo nos quedamos pasmados.Aturdidos.¡JohnWaynenohablabafarsinierairaní!Eranorteamericano,igualqueesoshombres y mujeres amables, perezosos y melenudos, que veíamos siemprerondandoporKabul,vestidosconcamisasandrajosasdecolorines.Vimostresveces Río Bravo, pero Los siete magníficos, nuestra película del Oestefavorita,lavimostreceveces.Ycadavezquelaveíamos,llorábamosalfinal,cuando los niños mexicanos enterraban a Charles Bronson, quien tambiénresultóquenoerairaní.

DábamospaseosporlosbazaresconoloraranciodelbarriodeShar-e-naudeKabul,oporla«Ciudadnueva»,aloestedelbarriodeWazirAkbarKan.Comentábamos la película que acabáramos de ver y caminábamos entre labulliciosamultituddebazarris.Serpenteábamosentreporteadores,mendigosycarretillas, deambulábamos por estrechos pasillos atiborrados de hileras dediminutos puestos llenos de cosas. Baba nos daba a cada uno una pagasemanaldediezafganisquegastábamosenCoca-Colafríayheladodeaguaderosascubiertodepistachoscrujientes.

Durante el curso escolar, seguíamos una rutina diaria. Cuando yoconseguía salir a rastras de la cama y avanzar a duras penas hasta el baño,

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Hassanyasehabíalavado,rezadosunamazmatutinoconAlíypreparadomidesayuno:ténegrocalientecontresterronesdeazúcaryunarebanadadenaantostado y untado con mi mermelada de cerezas preferida, todo ellocuidadosamentedispuestosobrelamesadelcomedor.Mientrasyodesayunabayme quejaba de los deberes, Hassan hacía mi cama, lustraba mis zapatos,planchaba la ropaque ibaaponermeypreparaba lacarteraconmis librosymislápices.Mientrasplanchaba,yoleoíacanturrearconsuvoznasalantiguascanciones hazara. Luego, Baba y yo marchábamos a bordo de su FordMustangnegro,uncochequelevantabamiradasdeenvidiapordondequieraquepasase,pueseraelmismocochequeSteveMcQueenconducíaenBullit,una película que estuvo en cartel durante seismeses.Hassan se quedaba encasayayudabaaAlíenlastareasdiarias:lavaramanolaropasuciaytenderlaen el jardín, barrer los suelos, comprar naan del día en el bazar, adobar lacarneparalacenayregarelcésped.

Después del colegio, Hassan y yo nos reuníamos. Yo cogía un libro ysubíamosaunacolinaachaparradaqueestabaenlazonanortedelapropiedadde mi padre en Wazir Akbar Kan. En la cima había un viejo cementerioabandonadoconhileras irregularesde lápidasanónimasymalashierbasqueinundaban los caminos de paso. Las muchas temporadas de nieve y lluviahabíanoxidadolaverjadehierroydesmoronadopartedelosblancosmurosdepiedradelcementerio,encuyaentradahabíaungranado.Undíadeverano,grabé en él nuestros nombres con un cuchillo de cocina de Alí: «Amir yHassan, sultanes deKabul.»Aquellas palabras servían para formalizarlo: elárboleranuestro.Despuésdelcolegio,Hassanyyotrepábamosporlasramasy arrancábamos las granadas de color rojo sangre. Luego nos comíamos lafruta,noslimpiábamoslasmanosenlahierbayyoleíaparaHassan.

Él,sentadoenelsueloyconlaluzdelsol,quesefiltrabaentrelashojasdelgranado,bailandoensucara,arrancabaconexpresiónausentebriznasdehierbamientrasyoleleíahistoriasqueélnopodíaleerporsísolo.QueHassanfuera analfabeto comoAlí y la mayoría de los hazaras era algo que estabadecidido desde el mismo momento de su nacimiento, tal vez incluso en elmismoinstanteenquehabíasidoconcebidoenelingratosenodeSanaubar.Alfinyalcabo,¿quénecesidadteníadelapalabraescritauncriado?Peroapesardesuanalfabetismo,otalvezdebidoaél,Hassansesentíaarrastradoporelmisterio de las palabras, seducido por aquel mundo secreto que le estabaprohibido.Leleíapoemasyrelatos,yalgunavezadivinanzas,aunquedejédehacerlo en cuanto constaté que él eramuchomejor que yo solucionándolas.Asíqueleleíacosasincuestionables,comolasdesventurasdelineptomullahNasruddinysuasno.Pasábamoshorassentadosbajoaquelárbol,hastaqueelsol se ponía por el oeste, y aun entonces Hassan insistía en que quedabasuficienteluzparaunrelatomás,ouncapítulomás.

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Lo que más me gustaba de las sesiones de lectura era cuando nosencontrábamosconalgunapalabraqueéldesconocía.Yoletomabaelpeloyponíaenevidenciasuignorancia.Enunaocasión,estabaleyéndoleuncuentodelmullahNasruddincuandoélmeinterrumpió.

—¿Quésignificaesapalabra?

—¿Cuál?

—Imbécil.

—¿Nosabesloquesignifica?—lepregunté,sonriendo.

—No,Amiragha.

—Pero¡siesunapalabramuynormal!

—Ya,perono la sé.—Sialgunavez sepercatabademisburlas, sucarasonrientenolodemostraba.

—Enmicolegiotodoelmundosabeloquesignifica.Veamos.«Imbécil»significalisto,inteligente.Tepondréunejemploparaqueloveas.«Enloqueserefiereapalabras,Hassanesunimbécil.»

—Aaah—dijo,conunmovimientoafirmativodecabeza.

Despuésmesentíaculpabledehaberlohecho.Asíqueintentabaarreglarloregalándoleunademiscamisasviejasounjugueteroto.Medecíaamímismoqueaquelloeracompensaciónsuficienteparaunabromasinmalaintención.

Conmucho,ellibrofavoritodeHassaneraelShahnamah,elrelatoépicodelsigloXsobrelosantiguoshéroespersas.Legustabantodasesashistorias,losshasdelaantigüedad,Feridun,ZalyRudabeh.Perosucuentofavorito,yelmío,eraeldeRostamySohrab,eldelgranguerreroRostamyRakhsh,sucaballo alado. Rostam hiere mortalmente en batalla a su valiente enemigoSohrab, y descubre entonces que Sohrab es su hijo, que había desaparecidomuchotiempoatrás.Destrozadoporeldolor,Rostamescuchalaspalabrasdesu hijo moribundo: «Sí en realidad sois mi padre, habéis teñido entoncesvuestraespadacon la sangredevidadevuestrohijo.Y lohabéishechocongran aplicación. He intentado convertiros en amor y he implorado de vosvuestronombre, inclusohecreídocontemplarenvos los recuerdosrelatadospormimadre.Peroheapeladoenvanoavuestrocorazón,yahoraelmomentodenuestrareuniónhafinalizado...»

—Vuelvealeerlo,porfavor,Amiragha—decíaHassan.

Aveces,cuandoleleíaesepasaje,susojosseinundabandelágrimasyyosiempremepreguntabaporquiénlloraba,siporRostam,que,destrozadoporeldolor,searrancabalasvestidurasysecubríalacabezaconcenizas,oporelmoribundoSohrab,quesóloanhelabaelamordesupadre.Yo,personalmente,

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noveíalatragediadeldestinodeRostam.¿Acasonoeraciertoquetodoslospadresalbergabanenelcorazónelsecretodeseodematarasushijos?

Undíadejuliode1973legastéotrabromaaHassan.Estabaleyéndoley,derepente,meapartédelrelatoescrito.Simuléqueseguíaleyendodellibro,volvía las páginas con regularidad, pero había abandonado por completo eltexto,habíatomadoposesióndelahistoriayestabacreandounademipropiainvención.Hassan,porsupuesto,nosedabacuentadeloquesucedía.Paraél,las palabras de las páginas no eran más que un amasijo de códigos,indescifrablesymisteriosos.Laspalabraseranpuertassecretasyyoteníalasllavesdetodasellas.Después,cuandoconunnudoenlagargantaprovocadoporlarisalepreguntésilegustabaelrelato,Hassanempezóaaplaudir.

—¿Quéhaces?—dije.

—Es lamejorhistoriaquemehas leídoenmucho tiempo—contestósindejardeaplaudir.

Yomeechéareír.

—¿Deverdad?

—Deverdad.

—Esfascinante—murmuré.Yotambiénlocreía.Aquelloera...totalmenteinesperado—.¿Estásseguro,Hassan?

Élseguíaaplaudiendo.

—Hasidoestupendo,Amiragha.¿Meleerásmásmañana?

—Realmente fascinante—repetí, casi faltodealiento, sintiéndomecomoquien descubre un tesoro enterrado en su jardín. Colina abajo, las ideasestallabanenmicabezacomolosfuegosartificialesdeChaman.«Eslamejorhistoria queme has leído enmucho tiempo», había dicho.Y le había leídomuchashistorias...Hassanestabapreguntándomealgoenaquelinstante.

—¿Qué?—inquirí.

—¿Quésignifica«fascinante»?—Meechéareír.Loestrujéenunabrazoyle planté un beso en la mejilla—. ¿A qué viene todo esto?—me preguntósorprendido,sonrojándose.

Lediunempujoncitoamistosoysonreí.

—Eresunpríncipe,Hassan.Eresunpríncipeytequiero.

Aquellamisma noche escribími primer relato.Me llevómedia hora. Setrataba de un cuento sobre un hombre que encontraba una taza mágica ydescubríaquesillorabaensuinterior,laslágrimasseconvertíanenperlas.Sinembargo,apesardehabersidosiemprepobre,eraunhombrefelizyraramente

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soltabaunalágrima.Entoncesbuscóyencontrómanerasdeentristecerseparaquedeesemodosuslágrimaslehicieranrico.Amedidaqueaumentabanlasperlas, aumentaba también su avaricia.La historia terminaba con el hombresentadoencimadeunamontañadeperlas,cuchilloenmano,llorandoenvanoenel interiorde la tazayconelcuerpo inertedesuamadaesposaentresusbrazos.

AquellanochesubílasescalerasyentréenlasaladefumadoresdeBaba,armadoconlosdosfoliosdepapeldondehabíagarabateadomirelato.Cuandohice mi entrada, Baba y Rahim Kan estaban fumando en pipa y bebiendocoñac.

—¿Qué sucede, Amir?—me preguntó Baba, recostándose en el sofá yentrelazandolasmanospordetrásdelacabeza.

Sucaraaparecíaenvueltaenunanubedehumodecolorazul.Sumiradamedejólagargantaseca.Tosíparaaclarármelayledijequehabíaescritouncuento.

Baba asintió con la cabeza yme ofreció una leve sonrisa que transmitíapocomásqueunfingidointerés.

—Bueno,esoestámuybien,¿verdad?

Ynadamás.Selimitóamirarmeatravésdelanubedehumo.

Seguramente permanecí allí durante menos de un minuto, pero, hastaahora, ése ha sido uno de los minutos más largos de mi vida. Cayeron lossegundos, cada uno de ellos separado del siguiente por una eternidad. Elambiente era cada vez más pesado, húmedo, casi sólido. Yo respiraba conmuchadificultad.Babaseguíamirándomefijamenteysinofrecersealeerlo.

Comosiempre, fueRahimKanquienacudióenmi rescate.Me tendió lamanoymeregalóunasonrisaquenoteníanadadefingido.

—¿Melodejas,Amir jan?Megustaríamucholeerlo.—Babacasinuncautilizabalapalabracariñosa«jan»paradirigirseamí.

Baba seencogiódehombrosy sepusoenpie.Parecía aliviado, comositambiénacabaranderescatarloaél.

—Sí,dáseloaKakaRahim.Voyarribaacambiarme.

Y abandonó la estancia. Yo reverenciaba a Baba con una intensidadcercana a la religión, pero en aquel preciso momento deseé haber podidoabrirmelasvenasyextraerdemicuerpotodasumalditasangre.

Unahoramástarde,cuandoelcielodelatardecerestabayaoscuro,ambospartieron en el coche de mi padre para asistir a una fiesta. Antes de salir,RahimKansepusoencuclillasdelantedemíymedevolvióelcuentojunto

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conotrahojadepapeldoblada.Mesonrióymeguiñóunojo.

—Parati.Léelodespués.

Entonces hizo una pausa y añadió una única palabra que me dio másánimos para seguir escribiendo que cualquier cumplido que cualquier editormehayahechojamás.Esapalabrafue«Bravo».

Despuésdequesemarcharan,mesentéenlacamaydeseéqueRahimKanhubiese sidomi padre. A continuación pensé en Baba y en su estupendo yenormepechoyenlobienquemesentíaallícuandomeapoyabaenél,eneloloracoloniaquedesprendíaporlasmañanasyencómomerascabasubarbaenlacara.Entoncesmeviabrumadoporunsentimientodeculpatalquecorríhastaelbañoyvomitéenellavabo.

Mástarde,aquellamismanoche,meacurruquéenlacamayleíunayotravezlanotadeRahimKan.Decíalosiguiente:

Amirjan:

Me ha gustado mucho tu historia. Mashallah, Dios te ha otorgado untalentoespecial.Tudeberahoraesafinaresetalento,porquelapersonaquedesperdicia los talentos que Dios le ha dado es un burro. Tu historia estáescrita con una gramática correcta y un estilo interesante. Pero lo másimpresionante de tu historia es su ironía. Tal vez ni siquiera sepas quésignifica esta palabra. Pero algún día lo sabrás. Es algo que algunosescritorespersiguenalolargodetodasuvidayquenuncaconsiguen.Tú,sinembargo,lohasconseguidoentuprimerrelato.

Mi puerta está y estará siempre abierta para ti, Amir jan. Escucharécualquierhistoriaquequierascontarme.Bravo.

Tuamigo,

Rahim

AlentadoporlanotadeRahimKan,cogílashojasymeprecipitéescalerasabajo hacia el vestíbulo, donde Alí y Hassan dormían en un colchón.ÚnicamentedormíanenlacasacuandoBabanoestabayAlíteníaquecuidardemí.SacudíaHassanparadespertarloylepreguntésiqueríaquelecontaseuncuento.

Sefrotólosojossoñolientosysedesperezó.

—¿Ahora?¿Quéhoraes?

—Noimportalahora.Estecuentoesespecial.Loheescritoyo—susurré,esperandonodespertaraAlí.LacaradeHassanseiluminó.

Se lo leí en el salón, junto a la chimenea de mármol. Aquella vez sin

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juegosesporádicosconlaspalabras;aquellavezerayo.Hassaneraelpúblicoperfectoenmuchossentidos.Sesumergía totalmenteenelcuentoyalterabalasfaccionesenconsonanciaconlostonoscambiantesdelrelato.Cuandoleílaúltimafrase,hizoconlasmanosunaplausomudo.

—Mashallah,Amiragha.¡Bravo!—Estabaradiante.

—¿Te ha gustado? —le pregunté, saboreando así por segunda vez ladulzuradeunnuevojuiciopositivo.

—Algúndía,Inshallah,serásungranescritor—dijoHassan—.Ylagentedetodoelmundoleerátuscuentos.

—Exageras,Hassan—repliqué,queriéndoloporloquehabíadicho.

—No.Serásgrandey famoso—insistió.Luegohizounapausa, como siestuvieseapuntodeañadiralgo.Sopesósuspalabrasytosióparaaclararselagarganta—.Pero¿mepermitesquetehagaunapreguntasobretuhistoria?—dijotímidamente.

—Porsupuesto.

—Bueno...—empezó,ysecortó.

—Dime,Hassan—dije.Sonreí,aunquedeprontoelescritorinseguroquevivíadentrodemínoestuvieramuyconvencidodedesearoírlo.

—Bueno,yaquemelopermites...,¿porquéelhombrematóasumujer?¿Y por qué siempre tenía que sentirse triste para llorar? ¿No podía haberpartidounacebolla?

Mequedépasmado.Nosemehabíaocurridopensarenesedetalle.Eratanevidentequeresultabaestúpido.Moví los labiossindecirpalabra.Resultabaqueenel transcursode lamismanochehabíadescubierto laexistenciade laironía, unode losobjetivosde la escritura, y tambiénmehabíanpresentadounadesustrampas:elfalloenelargumento.Ydeentretodoelmundo,melohabíaenseñadoHassan.Hassan,quenosabíaleeryquenohabíaescritounasolapalabraentodasuvida.Unavoz,fríayoscura,mesusurróderepentealoído: «Pero ¿qué sabe este hazara analfabeto? Nunca será más que uncocinero.¿Cómoseatreveacriticarme?»

—Bueno...—empecé.Peronuncaconseguíterminarlafrase.

Porque,derepente,Afganistáncambióparasiempre.

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Algorugiócomountrueno.Latierrasesacudióligeramenteyescuchamoselra-ta-tádeltiroteo.

—¡Padre!—exclamóHassan.Nospusimosenpiedeunbrincoysalimoscorriendo del salón. Nos encontramos con Alí, que cruzaba el vestíbulocojeando frenéticamente—. ¡Padre! ¿Qué es ese ruido? —gritó Hassan,tendiendolosbrazoshaciaAlí,quenosabrazóalosdos.

En esemomento centelleó una luz blanca que iluminó el cielo de plata.Despuéscentelleódenuevo,seguidaporelrepiqueteodeuntiroteo.

—Estáncazandopatos—dijoAlíconvozronca—.Cazanpatosdenoche,yalosabéis.Notengáismiedo.

El sonido de una sirena se desvanecía a lo lejos.En algún lugar se hizoañicosuncristalyalguiengritó.En lacalleseoíagenteque,despertadadelsueño, seguramente iría en pijama, con el pelo alborotado y los ojoshinchados.Hassan lloraba.Alí lo colocó a su lado y lo abrazó con ternura.Más tardemediríaamímismoquenohabíasentidoenvidiadeHassan.Enabsoluto.

Permanecimos apretujados de aquella manera hasta primera hora de lamañana. Los disparos y las explosiones habían duradomenos de una hora,peronoshabíanasustadomuchoporqueningunodenosotroshabíaoídonuncadisparosen lascalles.Entonceseransonidosdesconocidosparanosotros.Lageneración de niños afganos cuyos oídos no conocerían otra cosa que nofueran los sonidos de las bombas y los tiroteos no había nacido aún.Acurrucados en el comedor y a la espera de la salida del sol, ninguno denosotros tenía lamenor ideadequeacababade finalizaruna formadevida.Nuestraformadevida.Aunquesinserlodeltodo,aquellofue,comomínimo,elprincipiodelfin.Elfin,elfinoficial,llegaríaprimeroenabrilde1978,conel golpe de estado comunista, y luego en diciembre de 1979, cuando lostanques rusos se hicieron dueños de las mismas calles donde Hassan y yojugábamos, provocando con ello lamuerte delAfganistán que yo conocía ymarcandoelprincipiodeunaépocadecarniceríaquetodavíahoycontinúa.

Pocoantesdelamanecer,elcochedeBabairrumpióatodavelocidadporelcaminodeacceso.Oímoslapuertaquesecerrabadeunportazoypasosquesubíanconprisalasescaleras.Aparecióentoncesenelumbraldelapuertayvialgoensucara.Algoquenoreconocíalprincipioporquenuncalohabíavisto:miedo.

—¡Amir! ¡Hassan! —exclamó, corriendo hacia nosotros con los brazosabiertos—.Han bloqueado todas las carreteras y el teléfono no funcionaba.¡Estabamuypreocupado!

Nosdejamoscobijarentresusbrazosy,porunbrevemomentodelocura,

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mealegrédeloquehabíapasadoaquellanoche.

Alfinalresultóquenoestabandisparandoalospatos.Aquellanochedel17dejuliode1973nodispararonenrealidadamuchacosa.Kabulsedespertóa lamañana siguienteydescubrióque lamonarquíaeracosadelpasado.Elrey,elshaZahir,seencontrabadeviajeporItalia.Aprovechandosuausencia,suprimo,DaoudKan,habíadadoporfinalizadosloscuarentaañosdereinadodelshaconungolpedeestadoincruento.

RecuerdoqueHassanyyoestábamosacurrucadosaquellamismamañanajunto a la puerta del despacho de mi padre, mientras Baba y Rahim KanbebíanténegroyescuchabanlasnoticiasdelgolpequeemitíaRadioKabul.

—¿Amiragha?—susurróHassan.

—¿Qué?

—¿Quéesunarepública?

Meencogídehombros.

—Nolosé.—EnlaradiodeBaba,repetíanesapalabraunayotravez.

—¿Amiragha?

—¿Qué?

—¿Repúblicasignificaquemipadreyyotendremosqueirnos?

—Nolocreo—murmurécomorespuesta.

Hassanreflexionósobreaquello.

—¿Amiragha?

—¿Qué?

—Noquieroquenosobliguenamarcharnosamipadreyamí.

Sonreí.

—Bas,eresunburro.Nadievaaecharos.

—¿Amiragha?

—¿Qué?

—¿Quieresquevayamosatreparanuestroárbol?

Misonrisasehizomásgrande.ÉsaeraotracosabuenaqueteníaHassan.Siempre sabía cuándo decir la palabra adecuada... En ese caso, porque lasnoticias de la radio eran cada vez más aburridas. Hassan fue a su choza aprepararseyyocorríarribaabuscarunlibro.Luegomedirigíalacocina,mellenélosbolsillosdepiñonesysalídecasa.Hassanmeesperaba.Atravesamos

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corriendolasverjasdelanterasynosencaminamoshacialacolina.

Cruzamos la calle residencial y avanzábamos a toda prisa por undescampado que llevaba hacia la colina cuando, de repente, Hassan recibióuna pedrada en la espalda. Al volvernos se me detuvo el corazón. SeaproximabanAssefydosdesusamigos,WaliyKamal.

Asseferahijodeunamigodemipadre,Mahmood,pilotodeaviación.Sufamiliavivíaunascuantascallesmásalsurdenuestracasa,enunapropiedadlujosa rodeada de muros altos y poblada de palmeras. Cualquier niño queviviera en el barriodeWazirAkbarKandeKabul conocía, conunpocodesuerte no por experiencia propia, a Assef y su famosa manopla de aceroinoxidable.Nacidodemadrealemanaypadreafgano,Assef,rubioyconojosazules,eramuchomásaltoquelosdemásniños.Subienganadareputacióndesalvajeleprecedíaallápordondeiba.Flanqueadoporsusobedientesamigos,deambulabaporelvecindariocomounkanpaseándoseporsuterritorioconsuséquito, dispuesto a complacerle en todo momento. Su palabra era ley yaquellamanopla de acero era la herramienta de enseñanza idónea para todoaquelquenecesitaraunpocodeeducaciónlegal.EnunaocasiónleviutilizaresamanoplacontraunniñodelbarriodeKarteh-Char.Jamásolvidarélosojosazules de Assef, que brillaban con un resplandor de locura, ni su sonrisamientras apalizaba al pobre niño hasta dejarlo inconsciente. AlgunosmuchachosdeWazirAkbarKanlehabíanpuestoelmotedeAssefGoshkhor,«eldevoradordeorejas».Naturalmente,ningunodeellosseatrevíaadecirlodelantedeél,amenosquedeseasesufrirelmismodestinoqueelpobreniñoque, sin quererlo, inspiró elmote deAssef cuando se peleó con él por unacometayacabórecogiendosuorejaderechaenundesagüeenfangado.AñosdespuésaprendíunapalabraquedefiníaeltipodecriaturaqueeraAssef,unapalabraquenoteníaunbuenequivalenteenelidiomafarsi:sociópata.

DetodosloschicosdelvecindarioqueacosabanaAlí,Asseferadelejoselmás despiadado. De hecho, había sido él el creador de lamofa de Babalu:«Hola,Babalu,¿aquiéntehascomidohoy?¿Huh?¡Venga,Babalu,regálanosunasonrisa!»Ylosdíasenquesesentíaespecialmenteinspiradosalpimentabaun pocomás su acoso: «Hola, Babalu, chato, ¿a quién te has comido hoy?¡Dínoslo,burrodeojosrasgados!»

Y en esemomento era él,Assef, quien se dirigía hacia nosotros con lasmanosenlascaderasyentrelaspequeñasnubesdepolvoquelevantabansuszapatillasdedeporte.

—¡Buenos días, kuni!—exclamó Assef, saludando con la mano. Kuni,«maricón»,otrodesusinsultosfavoritos.

Viendo que se acercaban tres chicos mayores, Hassan se colocóinmediatamente detrás de mí. Se plantaron delante de nosotros, tres tipejos

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altos,vestidosconpantalonesvaquerosycamiseta.Assef,quesobresalíaporencimadetodos,secruzódebrazosyesbozóunaespeciedesonrisasalvaje.No era la primera vez que pensaba queAssef no estaba del todo cuerdo.YtambiénpenséenloafortunadoqueerayoporteneraBabadepadre,laúnicarazón,creo,porlaqueAssefsehabíarefrenadodeincordiarme.

ApuntóconlabarbillahaciaHassan.

—Hola, chato—dijo—. ¿Cómo está Babalu?—Hassan no respondió—.¿Os habéis enterado, chicos? —añadió Assef sin perder la sonrisa ni uninstante—.El rey seha ido.Quese largueconviento fresco. ¡Largavidaalpresidente!MipadreconoceaDaoudKan,¿sabíaseso,Amir?

—Ymi padre también—dije. En realidad, no sabía si aquello era o noverdad.

—Ymipadretambién...—meimitóAssefconunhilillodevoz.KamalyWalicacarearonalunísono.DeseéqueBabaestuvieseallí.

—DaoudKancenóenmicasaelañopasado—prosiguióAssef—.¿Quétepareceeso,Amir?—Mepreguntabasialguienpodríaescucharnosgritardesdeaquelterrenotanalejado.LacasadeBabaestabaaunkilómetrodedistancia.Ojalánoshubiésemosquedadoallí—.¿Sabes loque lediréaDaoudKan lapróximavezquevengaacasaacenar?—siguióAssef—.Tendréunapequeñacharlaconél,dehombreahombre,demardamard.Lediréloqueledijeamimadre. SobreHitler.Había una vez un líder.Un gran líder.Un hombre convisión.LediréaDaoudKanquerecuerdequesihubierandejadoqueHitleracabaraloquehabíaempezado,elmundoseríaahoraunlugarmuchomejor.

—Baba dice que Hitler estaba loco, que ordenó el asesinato demuchosinocentes—meoídecir,ymetapéinmediatamentelabocaconlamano.

Assefseriocondisimulo.

—Parecemimadre, y eso que ella es alemana.Veo que no quieren queconozcas la verdad. —No sabía a quiénes se refería o qué verdad estabanocultándome,ytampocomeapetecíaaveriguarlo.Deseénohaberdichonada.DeseélevantarlavistayveraBabaacercándosealacolina—.Peroparaesotienes que leer libros que no nos dan en el colegio—dijo Assef—.Yo lostengo.Ymehanabiertolosojos.Ahoratengounavisiónyvoyacompartirlaconnuestronuevopresidente.¿Sabescuáles?

Sacudí la cabeza. Aunque iba a decírmela igualmente; Assef respondíasiempreasuspropiaspreguntas.

SusojosazulescentellearonendirecciónaHassan.

—Afganistáneslatierradelospastunes.Siemprelohasidoysiempreloserá.Nosotrossomoslosverdaderosafganos,losafganospuros,noestenariz

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chata de aquí. Su gente contamina nuestra tierra, nuestro watan. Ensuciannuestrasangre.—Realizóungestoostentosoconlasmanos,barriéndolotodo—.Afganistánesdelospastunes.Ésaesmivisióndelascosas.—Assefmemirabadenuevoamí.Parecíaalguienqueacabaradedespertardeunsueño—. Demasiado tarde para Hitler—dijo—, pero no para nosotros.—Buscóalgoenelbolsillotraserodesusvaqueros—.Lepediréalpresidentequehagalo que el rey no tuvo el quwat de hacer. Liberar aAfganistán de todos lossuciosykasseefhazaras.

—Déjanosmarchar—dije,odiandoeltemblordemivoz—.Nosotrosnoteestamosmolestando.

—Oh, claro que me molestáis—silbó entre dientes Assef. Y vi, con elcorazón encogido, lo que acababa de extraer del bolsillo. Por supuesto. Sumanopla de acero inoxidable centelleaba al sol—.Memolestáismucho.Dehecho, túmemolestasmásqueestehazaradeaquí.¿Cómopuedeshablarle,jugarconél,permitirquetetoque?—dijo,cadavezenuntonomásasqueado.WaliyKamalasintieroncon lacabezaygruñeronparadar suconformidad.Assefentrecerrólosojos,sacudiólacabezay,cuandovolvióahablar,lohizode una forma tan extraña como la expresión que tenía—. ¿Cómo puedesllamarloamigo?

«Pero ¡sinoesmiamigo!—casidejéescapar impulsivamente—. ¡Esmicriado!» ¿Lo había pensado realmente? Por supuesto que no.No. Trataba aHassancasicomoaunamigo,mejor incluso,másbiencomoaunhermano.Perosieraasí,¿porquécuandoibanavisitarnoslosamigosdeBabaconsushijos nunca incluía a Hassan en nuestros juegos? ¿Por qué jugaba yo conHassansólocuandononosveíanadiemás?

Assefsepusolamanopladeaceroymelanzóunagélidamirada.

—Túerespartedelproblema,Amir.Si losidiotascomotupadreytúnohubiesen acogido a esta gente, a estas alturas ya nos habríamos librado deellos.Estarían pudriéndose todos enHazarajat, adondepertenecen.Eres unadesgraciaparaAfganistán.

Observésusojosde locoymedicuentadequehablabaenserio.Queríahacermedañodeverdad.Asseflevantóelpuñoyfueapormí.

Entonces se produjo un vertiginoso movimiento a mis espaldas. Por elrabillodelojoviaHassan,queseagachabayseponíadenuevoenpie.LosojosdeAssefsetrasladaronrápidamentehaciaalgoquehabíadetrásdemíyseabrieronsorprendidos.ObservélamismamiradadeasombroenlacaradeKamalyWalicuandotambiénsepercatarondeloquehabíasucedidodetrásdemí.

Mevolví yme topéde frente con el tirachinas deHassan.Hassanhabía

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tensadohacia atrás la banda elástica, que estaba cargada conuna piedra deltamaño de una nuez. Hassan apuntaba directamente a la cara de Assef. Lamanoletemblabayelsudorlecaíaachorrosporlafrente.

—Déjanos tranquilos,porfavor,agha—dijoHassanintentandoaparentartranquilidad.

Acababa de referirse aAssef como agha, yme pregunté por un instantecómo debía de ser vivir con un sentimiento tan arraigado del lugar que seocupaenunajerarquía.

Assefapretólosdientesyreplicó:

—Sueltaeso,hazarasinmadre.

—Porfavor,déjanossolos,agha—dijoHassan.

Assefsonrió.

—Tal vez no te hayas dado cuenta, pero nosotros somos tres y vosotrosdos.

Hassanseencogiódehombros.Paralosojosdeunespectadorcualquiera,noparecíaasustado.PerolacaradeHassaneramiprimerrecuerdoyconocíasus matices más sutiles, conocía todas y cada una de las contracciones yvacilaciones que la cruzaban. Y veía que estaba asustado. Estaba muyasustado.

—Tienesrazón,agha.Perotalveznotehayasdadocuentadequeelquesujetaeltirachinassoyyo.Sihaceselmásmínimomovimiento,tendránquecambiarteelmotedeAssefeldevoradordeorejasporeldeAssefel tuerto,porque estoy apuntándote con esta piedra al ojo izquierdo. —Lo dijo tanllanamente que incluso yo tuve que esforzarme para detectar el miedo quesabíaqueocultababajoaqueltonodevoztancalmado.

LabocadeAssef secrispó.WaliyKamalobservabanaqueldiálogoconalgo parecido a la fascinación.Alguien había desafiado a su dios. Lo habíahumillado.Y,lopeordetodo,esealguieneraunescuálidohazara.LamiradadeAssef ibade lapiedraaHassan,cuyorostroobservabafijamente.LoquedebiódeencontrarenélparecióconvencerlodelaseriedaddelasintencionesdeHassan,puestoquebajóelpuño.

—Tediréunacosademí,hazara—dijoAssefconvozgrave—.Soyunapersonapaciente.Estonotieneporquéacabarhoy,créeme.—Sevolvióhaciamí—.Ytampocoeselfinalparati,Amir.Algúndíaconseguiréenfrentarmecontigocaraacara.—Assefdiounpasoatrásysusdiscípuloslosiguieron—.Tuhazarahacometidohoyungraveerror,Amir—añadió.

Luegodieronmediavueltaysemarcharon.Losvidescendercolinaabajo

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ydesaparecerdetrásdeunmuro.

Hassan intentaba guardar el tirachinas en la cintura con las manostemblorosas. En la boca esbozaba lo que quería ser una sonrisatranquilizadora. Necesitó cinco intentos para anudar el cordón de lospantalones.Ningunodelosdosdijomuchoduranteelcaminodevueltaacasa,turbados como estábamos, temerosos de que Assef y sus amigos fueran atendernos una emboscada en cada esquina. No lo hicieron, y eso deberíahabernosconsoladounpoco.Peronofueasí.Enabsoluto.

•••

Durantelosdosañossiguientes,expresionescomo«desarrolloeconómico»y «reforma» bailaron en boca de las gentes deKabul. El anticuado sistemamonárquico había quedado abolido para ser sustituido por una repúblicamoderna,dirigidaporunpresidente.Latotalidaddelpaísseveíasacudidaporunasensaciónderejuvenecimientoydeterminación.Lagentehablabade losderechosdelamujerydelatecnologíamoderna.

Sin embargo, a pesar de que el Arg, el palacio real de Kabul, estabaocupado por otro inquilino, la vida continuaba igual que antes. La gentetrabajaba de sábado a jueves y los viernes iba amerendar a los parques, aorillasdellagoGharghaoalosjardinesdePaghman.LasestrechascallesdeKabul estaban transitadas por autobuses y camiones multicolores llenos depasajeros,dirigidospor losgritosconstantesde losayudantesdelconductor,que iban apoyados sobre los parachoques traseros de los vehículosvociferándole instruccionesconsumarcadoacentodeKabul.ParaelEid, lacelebracióndetresdíasqueseguíaalmessagradodelramadán,loshabitantesdeKabulsevestíanconsusmejoresymásnuevasgalase ibanavisitara lafamilia. La gente se abrazaba, se besaba y se saludaba con la frase «EidMunbarak».FelizEid.Losniñosabríanregalosy jugabanconhuevosdurospintados.

A comienzos del invierno de 1974, estábamosHassan y yo en el jardínconstruyendounafortalezadenievecuandoAlílollamóparaqueentraraenlacasa.

—¡Hassan,elaghaSahibquierehablarcontigo!—Estabaenelumbraldelapuerta de entrada, vestidodeblancoy con lasmanos escondidasbajo lasaxilas.Alrespirarlesalíavahoporlaboca.

Hassan y yo intercambiamos una sonrisa. Llevábamos todo el díaesperandolallamada:eraelcumpleañosdeHassan.

—¿Quées,padre,losabes?¿Melodices?—lepreguntóHassan,aquienlebrillabanlosojos.

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Alíseencogiódehombros.

—ElaghaSahibnomelohadicho.

—Venga,Alí,dínoslo—lepresionéyo—.¿Esuncuadernodedibujo?¿Talvezunapistolanueva?

IgualqueHassan,Alíeraincapazdementir.SiemprefingíanosaberloqueBaba nos había comprado a Hassan o a mí con motivo de nuestroscumpleaños.

Ysiempresusojosletraicionabanylesonsacábamosquéera.Esavez,sinembargo,parecíadecirlaverdad.BabajamásseolvidabadelcumpleañosdeHassan.AlprincipiosolíapreguntarleaHassanquéquería,peroluegodejódenacerlo porque Hassan era excesivamente modesto para pedirle nada. DemaneraquetodoslosinviernosBabaelegíapersonalmenteelregalo.Unañolecompróuncamióndejuguetejaponés,otro,unalocomotoraeléctricaconvíasdetrenEnsuúltimoaniversario,BabalohabíasorprendidoconunsombrerovaquerodecuerocomoelquellevabaClintEastwoodenElbueno,elfeoyelmalo,quehabíadesbancadoaLossietemagníficoscomonuestrapelículadelOeste favorita.Durante todoaquel invierno,Hassanyyonos turnamosparallevarelsombreromientrastarareábamosagritopeladolafamosamelodíadelapelícula,escalábamosmontonesdenieveynosmatábamosatiros.

Alllegaralapuertanosdespojamosdelosguantesydelasbotasllenasdenieve. Cuando entramos en el vestíbulo, nos encontramos a Baba, sentadojuntoalaestufadehierrofundidoencompañíadeunhombrehindúbajitoymediocalvo,vestidocontrajemarrónycorbataroja.

—Hassan—dijoBaba,sonriendotímidamente—tepresentoaturegalodecumpleaños.

HassanyyocruzamosmiradasdeincomprensiónNoseveíaporningunaparte ningún paquete envuelto en papel de regalo. Ninguna bolsa. Ningúnjuguete.SóloestabanAlí,depiedetrásdenosotros,yBabaconaqueldelgadohindúquerecordabaaunprofesordematemáticas.

ElhindúdeltrajemarrónsonrióyletendiólamanoaHassan.

—SoyeldoctorKumar—dijo—.Encantadodeconocerte.—Hablabafarsiconunmarcadoyarrastradoacentohindi.

—Salaamalaykum—dijoHassanpocoseguro.

Inclinóeducadamentelacabeza,aunquesumiradabuscabaasupadre,queseguíadetrásdeél.AlíseacercóypusolasmanossobreelhombrodeHassan.

BabaseencontróconlamiradacautelosayperplejadeHassan.

—Hehechovenir al doctorKumardeNuevaDelhi.EldoctorKumar es

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cirujanoplástico.

—¿Sabesloquees?—lepreguntóelhombrehindú...,eldoctorKumar.

Hassansacudiólacabeza.Memiróenbuscadeayuda,peroyomeencogídehombros.Loúnicoqueyosabíaeraqueelcirujanoeraelmédicoalquesevisitabaparacurarunaapendicitis.Losabíaporqueunodemiscompañerosdeclasehabíamuertodeesoelañoanterioryelmaestronoshabíaexplicadoquehabían tardado demasiado en llevarlo a un cirujano.Ambosmiramos aAlí,aunqueconélnuncasesabía.Mostrabalacaraimpasibledesiempre,apesardequeensumiradasetraslucíauntoquedeembriaguez.

—Bueno—dijoeldoctorKumar—,mi trabajoconsisteenarreglarcosasdelcuerpodelagente.Avecestambiéndelacara.

—¡Oh!—exclamóHassan.MiróprimeroaldoctorKumaryluegoaBabay aAlí. A continuación, se acarició el labio superior y le dio golpecitos—.¡Oh!—dijodenuevo.

—Yaséquesetratadeunregalofueradelocomún—intervinoBaba—.Ysupongoquenoeraloquetúteníasenmente,peroesunregaloquetedurarátodalavida.

—Oh—repitió Hassan. Se pasó la lengua por los labios y se aclaró lagarganta—.AghaSahib,¿mehará...mehará...?

—Nadadenada—tercióeldoctorKumarconunasonrisaamable—.Notedolerániunapizca.Tedaréunamedicinaynosentirásnada.

—Oh —dijo otra vez Hassan, quien devolvió la sonrisa al médico,aliviado.

Aunquesentíapocoalivio,decualquiermodo—.Noestoyasustado,aghaSahib,sóloque...

Puede que a Hassan le engañaran, pero a mí no. Sabía que cuando losmédicos decían que no dolería querían decir que sí. Con horror, recordé lacircuncisión que me habían realizado el año anterior. El médico me habíasoltado el mismo argumento, tranquilizándome y asegurándome que no medolería ni una pizca. Pero cuando a última hora de la noche desapareció elefectodelaanestesia,sentícomosimehubiesenpuestocarbóncalienteenlaentrepierna. Por qué Baba esperó hasta que yo cumpliera diez años parahacermelacircuncisióneraalgoqueibamásalládemicomprensiónyunadelascosasporlasquejamásloolvidaré.

—Felizcumpleaños—dijoBaba,acariciandolacabezaafeitadadeHassan.

De pronto,Alí tomó lasmanos deBaba entre las suyas, les estampó unbesoyhundiósucaraenellas.

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EldoctorKumar sehabíaquedadoenun segundoplanoy losobservabaconunasonrisacortés.

Yosonreía,comolosdemás,aunquedeseabahaber tenido tambiénalgúntipo de cicatriz que hubiera despertado la simpatía de Baba. No era justo.HassannohabíahechonadaparaganarseelafectodeBaba;sehabíalimitadoanacerconeseestúpidolabioleporino.

La operación fue bien. Cuando le retiraron los vendajes, todos nosquedamos un poco sorprendidos, peromantuvimos la sonrisa, siguiendo lasinstrucciones del doctor Kumar. No era fácil, porque el labio superior deHassan era un pedazo grotesco de tejido inflamado y en carne viva. Yoesperaba que Hassan gritara horrorizado cuando la enfermera le entregó elespejo. Alí le mantenía cogida la mano mientras Hassan inspeccionabaprolongada y detalladamente el resultado. Murmuró alguna cosa que nocomprendí.Acerquémiorejaasubocayvolvióasusurrar.

—Tashakor.Gracias.

Entoncessubocasecurvó,yesavezsupeloquehacía.Estabasonriendo.Igualquehabíahechoalsalirdelsenomaterno.

La inflamación desapareció y la herida cicatrizó con el tiempo,convirtiéndose en una línea rosa irregular que recorría el labio. Para elinvierno siguiente, se había reducido a una discreta cicatriz. Una ironía.PorqueésefueelinviernoenqueHassandejódesonreír.

6

Invierno.

Todos los años, el primer día de nevada, hago lomismo: salgo de casatemprano, todavía en pijama, y me abrazo al frío. Descubro el camino deentrada,elcochedemipadre,lasparedes,losárboles,lostejadosylosmontesenterradosbajotreintacentímetrosdenieve.Sonrío.Elcieloesazul,sinunanube.Lanieveestanblancaquemeardenlosojos.Meintroduzcounpuñadodenievefrescaenlabocayescuchoelsilencioamortiguado,rotoúnicamentepor elgraznidode los cuervos.Desciendodescalzo la escalinatadelanterayllamoaHassanparaquesalgaaverlo.

El invierno era la estación favorita de los niños de Kabul, al menos deaquelloscuyospadrespodíanpermitirsecomprarunabuenaestufadehierro.La razón era muy sencilla: los colegios cerraban durante la temporada denieve.Paramíelinviernosignificabaelfinaldelasinterminablesdivisionesy

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de tenerqueaprendermeelnombrede lacapitaldeBulgaria; tambiéneraelcomienzodeunperíododetresmesesdejugaralascartasconHassanjuntoalaestufa,depelículasrusasgratuitas losmartespor lamañanaenelCinemaPark y del dulce qurma de nabos con arroz que nos preparaban para comerdespuésdeunamañanadedicadaahacerunmuñecodenieve.

Ydelascometas,naturalmente.Devolarcometas.

Paraunospocosniñosdesgraciados, el inviernono equivalía al final delaño escolar. Existían los llamados cursos de invierno «voluntarios». Yo noconocíaaningúnniñoquehubieraasistidovoluntariamenteadichoscursos;naturalmente,eranlospadresquieneslosconvertíanenvoluntarios.Porsuerteparamí,Babanoeraunodeellos.Recuerdoaunniño,Abdullah,quevivíaalotro lado de la calle. Creo que su padre era médico especializado en algo.Abdullahsufríaepilepsia;siemprellevabauntrajedelanaygafasgruesasconmonturanegra.EraunadelasvíctimashabitualesdeAssef.MuchasmañanasobservabadesdelaventanademidormitoriocómosucriadohazararetirabalanievedelcaminodeaccesoasucasaylodespejabaparaquepasaraelOpelnegro.YoveíaaAbdullahyasupadresubiralcoche,Abdullahconsutrajedelana,suabrigodeinviernoylacarteraescolarllenadelibrosylápices.Yoesperaba hasta que arrancaban y daban la vuelta a la esquina; luego medeslizabadenuevoen lacamaconmipijamade franela,mesubía lamantahastaabarbillaycontemplabaa travésde laventana lasmontañasdelnorteconlascumbresnevadas.Hastaquevolvíaadormirme.

Meencantaba el invierno enKabul.Megustabapor el suave tamborileoqueproducíalanievecontramiventanaporlanoche,porcómolanievereciéncaídacrujíabajomisbotasdecauchonegras,porelcalordelaestufadehierrofundido cuando el viento azotaba los patios y las calles. Pero, sobre todo,porquemientraslosárbolessehelabanyelhielocubríalascalles,elhieloquehabíaentreBabayyosefundíaunpoco.Ylarazóndequefueraasíeranlascometas.Babayyovivíamosenlamismacasa,peroendistintasesferas.Lascometaseranlaúnicaintersección,finacomoelpapel,entreellas.

Todos los inviernos, en los diversos barrios de Kabul se celebraba unconcursodeluchadecometas.ParacualquierniñoquevivieseenKabul,eldíadelconcursoerasinlugaradudaselpuntoálgidodelaestaciónfría.Lanocheanterior al concurso yo nunca conseguía dormir.Daba vueltas de un lado aotro,hacíasombraschinescasenlaparedeinclusosalíaalaterrazaenplenanocheenvueltoenunamanta.Mesentíacomoelsoldadoqueintentaconciliarelsueñoenlatrincheralanocheanterioraunabatallaimportante.Ylociertoesquenodiferíamucho.EnKabul,lasluchasdecometaseranunpococomoiralaguerra.

Comoencualquierguerra,eranecesarioprepararseparalalucha.Hassany

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yo estuvimos construyendo nuestras propias cometas durante una buenatemporada.AhorrábamoslapagasemanalalolargodelotoñoyguardábamoseldineroenelinteriordeunpequeñocaballodeporcelanaqueBabanoshabíatraído en una ocasión de Herat. Cuando empezaban a soplar los vientosinvernalesyacaernieve,abríamoselcierresituadobajolapanzadelcaballo.Luegoíbamosalbazarycomprábamosbambú,cola,hiloypapel.Pasábamosmuchas horas del día dedicados a pulir el bambú de las vergas centrales, acortarelfinotejidodepapelquefacilitabalascaídasenpicadoyelremonte.Y,porsupuesto,fabricábamosnosotrosmismosnuestropropiohilo,otar.Silacometaera lapistola,el tarera labalaguardadaen larecámara.Salíamosaljardínysumergíamoshastacientocincuentametrosdehiloenunamezcladevidrioycola.Luegotendíamoselhiloentrelosárbolesylodejábamossecar.Aldíasiguienteenrollábamoselhilo,listoyaparalabatalla,enuncarretedemadera.Antesdeque lanievese fundieraehicieransuaparición las lluviasprimaverales,todoslosniñosdeKabullucíanenlosdedosreveladorescorteshorizontalesresultadodeuninviernoenterodeluchasconcometas.Recuerdocómo nos apretujábamos mis compañeros y yo el primer día de clase paracompararnuestrasheridasdeguerra.Loscortesescocíanytardabanunpardesemanasencicatrizar;peronoimportaba,eranelrecordatoriodeunaestaciónadoradaque,unavezmás,habíatranscurridoconexcesivarapidez.Entoncesel capitán de la clase hacía sonar el silbato y desfilábamos hacia las aulas,deseandodesdeesemismoinstantelallegadadelnuevoinvierno,ytristesantelaexpectativadelnuevoylargocursoescolar.

Pronto resultó evidente que Hassan y yo éramos mejores voladores decometasque fabricantes.Siemprehabíaun fallouotroeneldiseñoquenosarruinabalacometa.AsíqueBabaempezóaacompañarnosalestablecimientode Saifo para comprar allí las cometas. Saifo era un anciano prácticamenteciego,moochideprofesión, zapatero,pero tambiénel fabricantedecometasmás famoso de la ciudad y dueño de un taller localizado en un diminutotuguriodeunade lascallesprincipalesdeKabul,JadehMaywand,alsurdelasfangosasorillasdelríoKabul.Recuerdoqueparaentrarenlatienda,quetenía el tamaño de una celda, era necesario agacharse y luego levantar unatrampillaquedabaaccesoauntramodeescalerasdemaderaquedescendíanhasta el húmedo y malsano sótano donde Saifo almacenaba sus codiciadascometas. Baba nos compraba a cada uno tres idénticas y un carrete de hilorecubiertodevidrio.Siyocambiabadeideaypedíaunacometamásgrandeylujosa, Baba me la compraba..., pero también se la compraba a Hassan. Avecesdeseabaquenoactuaradeesamanera,quemepermitieraporunavezserelfavorito.

Las luchas de cometas eran una antigua tradición de invierno enAfganistán. El concurso comenzaba a primera hora de la mañana y noterminaba hasta que una única cometa volaba en el cielo, la ganadora

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(recuerdo que un año el concurso se prolongó hasta la noche). La gente secongregabaenlasacerasyenlasazoteasparaanimaralosniños.Lascallessellenaban de luchadores de cometas que empujaban y tiraban de los hilos,entornando los ojos hacia el cielo en su intento de ganar la posición yconseguir cortar elhilodel contrincante.Cada luchadorde cometas tenía suayudante(enmicaso,elfielHassan),queeraelencargadodesujetarelcarreteysoltarelhilo.

Enunaocasión,unmocosohindúqueacababadetrasladarsealbarrionosexplicóqueenlaIndialasluchasdecometasseguíanreglasmuyestrictas.«Sejuegaenunrecintocerradoydebespermanecerentodomomentoformandoelángulo correcto con el viento—decía orgulloso—.Y está prohibido utilizaraluminio para fabricar el hilo de vidrio.» Hassan y yo nos miramos y nosabalanzamos sobre él. El niño hindú aprendería muy pronto lo que losbritánicosdescubrieronaprincipiosdesigloylosrusosafinalesdeladécadade los ochenta: que los afganos son un pueblo independiente. Los afganoscuidanyprotegenlascostumbres,peroaborrecenlasreglas.Yasísucedíaconlas luchas de cometas. Las reglas eran sencillas: nada de reglas. Vuela tucometa.Cortaloshilosdelasdeloscontrincantes.Buenasuerte.

Pero la cosa no acababa ahí. La verdadera diversión comenzaba en elmomentoenquesecortabaunacometa.Eraentoncescuandolosvoladoresdecometasentrabanenacción,niñosqueperseguíanlacometa,quevolabaaladeriva,amerceddelviento,porlasalturashastaqueempezabaadartromposycaíaeneljardíndealgunacasa,enunárboloenunaazotea.Lapersecuciónera intensa; hordas de voladores de cometas hormigueaban por las calles,abriéndose paso a empujones, igual, según he leído, que esa gente loca deEspañaquecorredelantedelostoros.Unaño,unuzbekotrepóaunpinoparacogerunacometa.Laramasepartióbajosupesoycayódesdeunaalturadenuevemetros.Elmuchachoserompiólacolumnaynuncavolvióacaminar.Pero cayó con la cometa entre lasmanos.Y cuando un volador de cometasteníaunacometaenlasmanos,nadiepodíausurpársela.Noeraunaregla.Eraunatradición.

El premio más codiciado por los voladores de cometas era la últimacometaquecaíaenlosconcursosdeinvierno.Erauntrofeodehonor,algoquesemostraba sobreunmantopara que lo admiraran los invitados.Cuando elcielo se despejaba de cometas y sólo quedaban las dos últimas, todos losvoladoressepreparabanparaconseguirese trofeo.Secolocabanenelpuntodonde juzgaban que podían tener cierta ventaja inicial, con los músculostensos y preparados para rendir al máximo. El cuello estirado. Los ojosentrecerrados.Luegosedeclarabalalucha.Yenelinstanteenquesecortabalaúltimacometa,sedesatabauninfierno.

Conlosañoshevistovolarmuchascometasamuchoschicos.PeroHassan

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era, de lejos, elmejor que he visto enmi vida. Siempre estaba en el puntoexacto donde aterrizaba la cometa. Era un verdadero misterio, como siposeyeraunaespeciedebrújulainterna.

Recuerdo un día encapotado de invierno en queHassan y yo volábamosuna cometa. Yo lo seguía por los diferentes barrios, esquivando arroyos yserpenteandoporcallesestrechas.Aunqueyoeraunañomayorqueél,Hassancorríamásyyoempezabaaquedarmeatrás.

—¡Hassan!¡Espera!—legrité,sofocado,conlarespiraciónentrecortada.

Élsevolvióymehizounaseñalconlamano.

—¡Poraquí!—dijoantesdedoblarotraesquina.Levantélavistayviquecorríamos en dirección contraria a la que seguía la cometa, que volaba a laderiva.

—¡Laperdemos!¡Vamosenladirecciónequivocada!—chillé.

—¡Confíaenmí!—oíquedecía.

Cuandolleguéalaesquina,viqueHassansalíadisparado,sinlevantarlacabeza,sintansiquieramiraralcielo,conlaespaldadelacamisamojadadesudor.Yo tropecéconunapiedraycaíal suelo...Nosóloeramás lentoqueHassan, sino también más torpe; siempre había envidiado sus facultadesfísicas.Cuandoconseguíponermeenpie,videreojoqueHassandesaparecíapor una bocacalle. Fui cojeando tras él, mientras unas punzadas de dolorflagelabanmisrodillasmagulladas.

Salimos a un sendero de tierra, muy cerca de la escuela de enseñanzamedia de Isteqlal. A un lado había un campo donde en verano crecíanlechugas,yalotro,unahileradecerezos.EncontréaHassansentadoalpiedeunárbol,conlaspiernascruzadas,comiendounpuñadodemorassecas.

—¿Quéhacemosaquí?—lepregunté jadeando.El estómago seme salíaporlaboca.

Élsonrió.

—Siéntateconmigo,Amiragha.

Mearrojéasuladoycaí,casisinaire,sobreunafinacapadenieve.

—Estamosperdiendoeltiempo.Ibaendirecciónopuesta,¿nolohasvisto?

Hassanlanzóunamoraalinteriordesuboca.

—Yavendrá—dijo.Yoapenaspodía respiraryélni tansiquieraparecíacansado.

—¿Cómolosabes?

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—Losé.

—¿Cómopuedessaberlo?

Sevolvióhaciamí.Desucabezarapadacaíanalgunasgotasdesudor.

—¿Creesqueyotementiría,Amiragha?

Deprontodecidíjugarunpococonél.

—Nolosé.¿Loharías?

—Antescomeríatierra—respondióconunamiradadeindignación.

—¿Deverdad?¿Loharías?

Memiróperplejo.

—¿Hacerqué?

—Comertierrasitelopidiese—dije.

Sabíaqueestaba siendocruel, comocuandomeburlabadeélporquenoconocíaelsignificadodealgunapalabra.PeroburlarmedeHassanteníaalgodefascinante,aunqueenelmalsentido.Algoparecidoacuandojugábamosatorturarinsectos,exceptoqueelinsectoeraél,yyoquiensujetabalalupa.

Me examinó la cara durante un largo rato. Estábamos allí sentados, dosmuchachosdebajodeuncerezo,de repentemirándonosdeverdadelunoalotro... y sucedió de nuevo: la cara de Hassan cambió. No es que cambiararealmente, pero tuve la sensación de que estaba viendo dos caras almismotiempo,laqueconocía,laqueeramiprimerrecuerdo,yotra,unasegundaqueestabaescondidabajolasuperficie.Mehabíasucedidootrasveces,ysiempreme sorprendía. Esa otra cara aparecía durante una fracción de segundo, eltiemposuficienteparadejarmeconlaperturbadorasensacióndequelahabíavistoenalgúnsitio.EntoncesHassanparpadeóyvolvióaserél.SóloHassan.

—Loharíasimelopidieses—dijoporfin,mirándomefijamente.Bajélavista.Hastaeldíadehoy,meresultacomplicadomirardirectamenteagentecomoHassan,gentequecreecadapalabraquedice—.Peromepregunto—añadió—sitúmepediríasquehicieseunacosaasí,Amiragha.

Y así, de ese modo, me lanzaba él su pequeña prueba. Si yo estabadispuestoajugarconélyadesafiarsulealtad,éljugaríaconmigoypondríaapruebamiintegridad.

En ese momento deseé no haber iniciado la conversación y forcé unasonrisa.

—Noseasestúpido,Hassan.Sabesquenoloharía.

Hassanmedevolviólasonrisa.Lasuyanoparecíaforzada.

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—Losé—afirmó.Esloqueleocurrealagentequecreeloquedice.Quepiensaquea losdemáslessucedelomismo—.Ahíviene—anuncióHassanseñalandoelcielo.

Sepusoenpieydiounoscuantospasoshacialaizquierda.Levantélavistay vi la cometa, que caía en picado hacia nosotros. Oí pisadas, gritos, unamarabunta de voladores de cometas que se aproximaban. Pero perdían eltiempo, porque Hassan estaba ya con los brazos abiertos, sonriente, a laespera.

YqueDios, siexiste,medejeciegodegolpesi lacometanocayó justoentresusbrazosabiertos.

Fueeninviernode1975cuandoviaHassanvolarunacometaporúltimavez.

Normalmente cadabarrio celebraba supropia competición.Sin embargo,aquelaño,elconcursoibaacelebrarseenelmío,WazirAkbarKan,yhabíansido invitados otros distritos: Karteh-Char, Karteh-Parwan, Mekro-Rayan yKoteh-Sangi. No se podía ir a ningún lado sin oír hablar del siguienteconcurso. Se rumoreaba que iba a ser la mejor competición de los últimosveinticincoaños.

Una noche de aquel invierno, cuando sólo quedaban cuatro días para elgranconcurso,Babayyonossentamosenlosconfortablessofásdecuerodesudespachojuntoalresplandordelachimenea.Tomamoseltéycharlamos.Alínosdejóservidalacena(patatas,colifloryarrozconcurry)yseretiróconHassan.MientrasBaba«engordaba»supipa,lepedíquemecontaralahistoriadeaquelinviernoenqueunamanadadelobosdescendiódesdelasmontañasaHeraty todoelmundo tuvoquepermanecer encerradoduranteuna semana.Babaencendióunacerillaydijoconairedeindiferencia:

—Creoqueesteañopuedessertúquienganeelconcurso.¿Quéopinas?

Yonosabíaquépensar.Niquédecir.¿Eraloquemesuponía?¿Acababadeentregarmelallaveparaabrirnuestrarelación?Yoeraunbuenluchadordecometas.Muybueno,enrealidad.Habíaestadovariasvecesapuntodeganarel torneo...Enunaocasión inclusohabíasidounode los tresfinalistas.Peroestar cerca no era lo mismo que ganar. Baba no se había acercado. Habíaganado, porque los ganadores ganaban y los demás se limitaban a volver acasa.Babaestabaacostumbradoaganarentodo.¿Noteníaderechoaesperarlomismoporpartedesuhijo?Sólodeimaginármelo...Siganase...

Baba fumabaenpipayhablaba.Yo fingíaqueescuchaba.Peronopodíaescuchar, me resultaba imposible, porque el casual comentario de Babaacababadeplantarunasemillaenmicabeza:ladecisióndequeaquelinviernoibaaganarelconcurso.Ganaría.Noexistíaotraalternativaposible.Ganaríay

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volaríaesaúltimacometa.LuegolallevaríaacasayselaenseñaríaaBaba.Leenseñaríadeunavezpor todas loquevalía suhijo.Y entonces, tal vez,mividacomofantasmaenaquellacasafinalizaría.Mepermitísoñar:imaginabala conversacióny las risasdurante la cena, en lugardel silencioúnicamenteinterrumpidoporelsonidometálicodeloscubiertosyalgúnqueotrogruñido.Nos imaginaba un viernes, en el coche de Baba de camino a Paghman,haciendounaparadaenellagodeGharghaparacomertruchafritaconpatatas.Iríamos al zoo para ver aMarjan, el león, y tal vez Baba no bostezaría nimiraría de reojo constantemente el reloj. Tal vez Baba leería uno de miscuentos.Entoncesleescribiríauncentenardeellos.TalvezmellamaríaAmirjan, como hacía Rahim Kan. Y tal vez..., sólo tal vez..., me perdonaríafinalmentehabermatadoamimadre.

Baba hablaba sobre aquella ocasión en que cortó catorce cometas en unsolodía.Yosonreía,asentíaconlacabeza,reíaenelmomentooportuno,peroapenasoíaunapalabrade loquedecía.Teníaunamisión.Yno le fallaríaaBaba.Aquellavezno.

La noche anterior al torneo nevó con mucha fuerza. Hassan y yo nossentamosbajoelkursiyjugamosalpanjparmientraslasramasdelosárboles,azotadasporelviento,golpeabanlaventana.Aprimerahoradelamañanalehabía pedido a Alí que nos preparara el kursi, que era básicamente uncalefactoreléctricoquesecolocabadebajodeunamesacamillaconfaldasdeuntejidogruesoyacolchado.Alrededordelamesadispusocojinesparaquepudieransentarseallíunmínimodeveintepersonasymeter lospiesdentro.Hassan y yo solíamos pasar jornadas enteras de nieve al calor del kursi,jugandoalajedrezyalascartas...,sobretodoalpanjpar.

LehabíamatadoeldiezdediamantesaHassanyle juguédosjotasyunseis.Enlapuertacontigua, ladeldespacho,BabayRahimKanhablabandenegocios conunpar dehombres (reconocí a unode ellos comoel padredeAssef).Atravésdelapared,seoíaelsonidoregulardelasnoticiasqueemitíaRadioKabul.

Hassan me mató el seis y se llevó las jotas. En la radio, Daoud Kananunciabaalgorelacionadoconinversionesextranjeras.

—DicequealgúndíatendremostelevisiónenKabul—afirmé.

—¿Quién?

—DaoudKan,tonto,elpresidente.

Hassanserio.

—HeoídodecirqueenIrányatienen—comentó.

Entoncessuspiréyrepliqué:

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—Esosiraníes...

Paramuchoshazaras,Iránrepresentabaunaespeciedesantuario,supongoque porque, como los hazara, la mayoría de los iraníes eran musulmaneschiítas. Y recordé una cosa que mi maestro había comentado aquel veranosobrelosiraníes,queeranunosengatusadores,queconunamanotedabanlapalmaditaenlaespaldayconlaotraterobabanloquetuvierasenelbolsillo.SelocontéaBabaydijoquemimaestroeraunodelosmuchosafganosqueestabancelososdeellos,porque IráneraunpoderenalzaenAsia,mientrasquecasinadieenelmundoeracapaznitansiquieradeencontrarAfganistánen un mapamundi. «Duele decirlo—aseguró, encogiéndose de hombros—.Peroesmejorresultarheridoporlaverdadqueconsolarseconunamentira.»

—Undíatecompraréuno—dije.

LacaradeHassanseiluminó.

—¿Untelevisor?¿Deverdad?

—Seguro.Ynodeesosenblancoynegro.Probablemente,paraentonces,yaseremosmayores.Comprarédos.Unoparatiyotroparamí.

—Lopondréenmimesa,dondeguardolosdibujos—dijoHassan.

Esecomentariomeentristeció.MeentristeciópensarquiéneraHassanydóndevivía,constatarcómoaceptabaelhechodequeenvejeceríaenaquellacabaña de adobe del patio, igual que había hecho su padre. Robé la últimacartayjuguéunpardereinasyundiez.

Hassancogiólasreinas.

—¿Sabes?CreoquemañanaaghaSahibestarámuyorgullosodeti.

—¿Esocrees?

—Inshallah—dijo.

—Inshallah—repetí,apesardequelaexpresiónde«AsíloquieraDios»no sonó en mi boca tan sincera como en la suya. Hassan era así. Era tanmalditamentepuroqueasuladotesentíassiemprecomounfalso.

Le maté el rey y le jugué mi última carta, el as de picas. Él tenía quecogerlo.

Habíaganadoyo,peromientrasbarajabaparainiciarunnuevojuego,tuvelaclarasospechadequeHassanmehabíadejadoganar.

—¿Amiragha?

—¿Qué?

—¿Sabes? Me gusta dónde vivo. —Lo hacía siempre, leerme los

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pensamientos—.Esmihogar.

—Loquetúquieras.Anda,prepárateparaperderotravez.

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A lamañana siguiente,mientras preparaba el té negro para el desayuno,Hassanmedijoquehabíatenidounsueño.

—EstábamosenellagoGhargha,tú,yo,mipadre,aghaSahib,RahimKanymilesdepersonasmás—dijo—.Hacíacalory lucíael sol.El lagoestabatransparentecomounespejo,peronadienadabaporquedecíanquehabíaunmonstruo.Queestabaen lasprofundidades, a la espera.—Hassanmesirvióunataza,lepuseazúcar,sopléunascuantasvecesylacoloquédelantedemí—.Asíquetodosteníanmiedodeentrarenelagua,ydeprontotútequitabaslos zapatos, Amir agha, y la camisa. «No hay ningún monstruo. Os lodemostraré a todos», decías. Y antes de que nadie pudiera detenerte, telanzabasalaguayempezabasanadar.Yoteseguíaynadábamoslosdos.

—Perositúnosabesnadar...

Hassanseechóareír.

—Enlossueños,Amiragha,puedeshacercualquiercosa.Bueno,elcasoes que todo el mundo comenzó a gritar: «¡Salid! ¡Salid!», pero nosotrosseguíamosnadandoenelaguafría.Nosdirigimoshastaelcentrodel lagoy,unavezallí,dejamosdenadar,nosvolvimoshacialaorillaysaludamosalagenteconlamano.Parecíanpequeñoscomohormigas,peropodíamosoírsusaplausos.Comprendíanquenohabíaningúnmonstruo,sóloagua.Despuésdeaquello, cambiaban el nombre del lago y lo llamaban «el lago de Amir yHassan,sultanesdeKabul»ycobrábamosdineroalagentequequeríanadarenél.

—¿Yquésignificadotienetodoeso?

Untóminaanconmermeladaylopusoenunplato.

—Nolosé.Esperabaquemelodijesestú.

—Esunsueñotonto.Noocurrenada.

—Mipadredicequelossueñossiempresignificanalgo.

Lediunsorboalté.

—¿Entonces por qué no se lo preguntas a él, si es tan inteligente? —repliquéconmayorbrusquedaddelaquepretendía.

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No había dormido en toda la noche. Sentía el cuello y la espalda comomuellesenroscadosymeescocíanlosojos.HabíasidomezquinoconHassan.Estuveapuntodepedirleperdón,peronolohice.Hassancomprendíaqueloúnicoquemesucedíaeraqueestabanervioso.Élcomprendíasiempreloquemesucedía.

EnlaplantadearribaseoíaungrifoabiertoenelbañodeBaba.

Las calles brillaban con la nevada recién caída y el cielo era de un azulinmaculado.Lanieveblanqueabalostejadosysobrecargabalasramasdelasmorerasenanasqueflanqueabanlacalle.Eneltranscursodelanoche,lanievesehabíaposadosobrecadagrietaycadacuneta.Hassanyyosalimospor lapuertadehierroforjadoyentornélosojosporqueelresplandormecegaba.Alícerró laverjadetrásdenosotros.Leoímurmurarunaoraciónenvozbaja...Siemprequesuhijosalíadecasarezabaunaoración.

Jamáshabíavistotantagenteennuestracalle.Losniñosselanzabanbolasde nieve, se peleaban, se perseguían, reían. Los luchadores de cometas seapretujaban junto a sus ayudantes, los encargados de sujetar el carrete, yllevaban a cabo los preparativosdeúltimahora.En las calles adyacentes seoían risas y conversaciones. Las azoteas estaban ya abarrotadas deespectadores acomodados en sillas de jardín, con termos de té calientehumeantesylamúsicadeAhmadZahirsonandoconfuerzaenloscasetes.ElinmensamentepopularAhmadZahirhabíarevolucionadolamúsicaafganayescandalizado a los puristas añadiendo guitarras eléctricas, percusión einstrumentosdevientoa la tablayelarmonio tradicionales;enelescenario,rehuíalaposturaausteraycasitaciturnadelosantiguoscantantesy,aveces,incluso sonreía a las mujeres cuando cantaba. Me volví para mirar nuestraazotea y descubrí aBaba yRahimKan sentados en un banco, pertrechadosambosconabrigosdelanaybebiendoté.Babamovióunamanoparasaludar.EraimposibleadivinarsimesaludabaamíoaHassan.

—Deberíamosdarnosprisa—dijoéste.

Llevaba las botas de nieve de caucho negro, un chapan de color verdechillón sobre un jersey grueso y pantalones de pana descoloridos.Más quenunca,parecíaunamuñecachinasin terminar.Elsol ledabaen lacarayseveíalobienquelehabíacicatrizadolaheridarosadadellabio.

Derepentequiseretirarme.Guardarlotodoyvolveracasa.¿Enquéestabapensando? ¿Por quéme habíametido en aquello si conocía de antemano elresultado?Babaestabaenlaazotea,observándome.Sentíasumiradasobremícomoelcalordelsolardiente.Seríaunfracasoagranescala.

—Noestoymuysegurodequerervolarhoylacometa—dije.

—Haceundíaprecioso—replicóHassan.

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Cambié el peso demi cuerpo al otro pie. Intentaba apartar lamirada denuestraazotea.

—Nosé.Talvezdeberíamosregresaracasa.

Entoncesdiounpasohaciamíymedijoenvozbajaalgoquemeasustóunpoco.

—Recuerda,Amiragha.Nohayningúnmonstruo,sóloundíaprecioso.

¿Cómopodíaseryoparaélcomounlibroabierto,cuando,lamitaddelasveces,yonoteníaniideadeloquemaquinabasucabeza?Yoeraelqueibaalaescuela,elqueeracapazdeleeryescribir.Yoeraelinteligente.Hassannopodía ni leer un libro de párvulos y, sin embargo, me leía a mí. Estar conalguien que siempre sabía lo que necesitaba resultaba un poco inquietante,aunquetambiénreconfortante.

—Ningúnmonstruo—repetí,sintiéndome,antemisorpresa,algomejor.

Sonrió.

—Ningúnmonstruo.

—¿Estásseguro?—Cerrólosojosyasintióconlacabeza.Miréalosniñosque corrían por la calle huyendo de las bolas de nieve—.Un día precioso,¿verdad?

—Avolar—dijoél.

Seme ocurrió pensar que tal vezHassan se hubiese inventado el sueño.¿Sería posible?Decidí que no.Hassan no era tan inteligente.Yo no era taninteligente.Inventadoono,aquelsueñoabsurdomehabíaliberadounpocodela ansiedad. Tal vez debía despojarme de la camisa y darme un baño en ellago.¿Porquéno?

—Vamos—dije.

LacaradeHassanseiluminó.

—Bien—dijo.

Luego levantónuestracometa,queera rojaycon losbordesamarillos,yqueestabamarcadaconlafirmainequívocadeSaifojustodebajodedondeseuníanlavaracentralconlastransversales.Sechupóundedo,lomantuvoenaltoparaverificarelvientoyechóacorrerenladirecciónquesoplaba(enlasraras ocasiones en que volábamos cometas en verano, daba una patada a latierraparaqueselevantaseelpolvoycomprobarasíladireccióndelviento).El carrete rodó entremismanoshasta queHassan se detuvo, a unos quincemetros de distancia. Sostenía la cometa por encima de la cabeza, como unatletaolímpicoquemuestrasumedalladeoro.Didostironesalhilo,nuestra

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señalhabitual,yHassanlanzólacometaalaire.

EntrelasideasdeBabaylasdelosmullahsdelcolegio,nomehabíahechotodavíamipropiaideasobreDios.Sinembargo,recitéenvozbajaunayatdelCoránquehabíaaprendidoenclasedediniyat.Respiréhondo,expulsétodoelaireytirédelhilo.Enuninstante,micometasaliópropulsadahaciaelcielo.Emitíaunsonidoparecidoaldeunapajaritadepapelbatiendolasalas.Hassanaplaudió,silbóycorrióhaciamí.Leentreguéelcarretesindejardesujetarelhiloyéllohizogirarrápidamenteparaenrollarelhilosobrante.

Unmínimo de dos docenas de cometas surcaba ya el cielo. Eran comotiburonesdepapelenbuscadesupresa.Encuestióndeunahora,lacantidadsedoblóyelcielosepoblódebrillantescometasrojas,azulesyamarillas.Unafresca brisa revoloteaba en mi cabello. El viento era perfecto para volar,soplaba con la fuerza justa para sustentar la cometa arriba y facilitar losbarridos.Amilado,Hassansujetabaelcarrete,conlasmanosensangrentadasyaporelhilo.

Prontoempezaronloscortesylasprimerascometasderrotadasgiraronenremolino fuera de control. Caían del cielo como estrellas fugaces de colasbrillantes y rizadas, lloviendo sobre los barrios y convirtiéndose en premiospara losvoladoresdecometas,quevociferabanmientras seprecipitabanporlas calles. Alguien informaba a gritos sobre una lucha que estaba teniendolugardoscallesmásabajo.

YoseguíalanzandomiradasfurtivasaBaba,quecontinuabasentadoenlaazoteaencompañíadeRahimKan,ymepreguntabaenquéestaríapensando.¿Me animaría? ¿O una parte de él disfrutaría viéndome fracasar? En esoconsistíavolarcometas;endejarquetucabezavolarajuntoaella.

Portodaspartescaíancometas,yyoseguíavolando.Seguíavolando.Misojos observaban de vez en cuando a Baba, envuelto en su abrigo de lana.¿Estaríasorprendidodequeduraratanto?«Sinomantieneslamiradafijaenelcielo,nodurarásmucho.»Fijénuevamente losojos enel cielo.Seacercabaunacometaroja...,lapillaríaatiempo.Meenredéunpococonella,peroacabésuperándolacuandosuportadorseimpacientóytratódecortarmedesdeabajo.

Por todas las esquinas aparecían voladores que regresaban triunfantessosteniendoenalto lascometascapturadas.Se lasmostrabanasuspadres,asus amigos.Aunque todos sabían que lamejor estaba todavía por llegar. Elpremiomayorseguíavolando.Partíunacometadecoloramarillochillónqueterminabaenunacolablancaenserpentín.Mecostóunnuevocorteeneldedoíndice y más sangre que siguió resbalando por la mano. Le pasé el hilo aHassanparaquelosujetasemientrasmesecabaymelimpiabaeldedoenlospantalonesvaqueros.

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Alcabodeunahora,elnúmerodecometassupervivientesmenguódelasaproximadamente cincuenta iniciales a una docena. Yo era uno de losvoladoresqueresistían.Habíaconseguidollegaralaúltimadocena.Sabíaqueelconcursoseprolongaríaduranteunbuenratoporqueloschicosquellegabanhasta allí eran buenos...No caerían fácilmente en trampas sencillas como elviejotrucode«sustentarseenelaireycaerenpicado»,elfavoritodeHassan.

Hacialastresdelatarde,aparecieronunosnubarronesyelsolseescondiótras ellos. Las sombras empezaban a prolongarse. Los espectadores de lasazoteas se enrollaban en bufandas y gruesos abrigos. Quedábamos mediadocenayyoseguíavolando.Medolíanlaspiernas;teníaelcuellorígido.Peroconcadacometaderrotada, laesperanzacrecíaenmicorazóncomolanievequeseapilasobreunmuro,copotrascopo.

Mimiradavolvíaunayotravezhaciaunacometaazulquehabíacausadoestragosdurantelaúltimahora.

—¿Cuántashacortado?—pregunté.

—Hecontadoonce—respondióHassan.

—¿Sabesdequiénes?

Hassanchasqueólalenguaylevantólabarbilla.Unodesusgestostípicos,que significaba que no tenía ni idea. La cometa azul partió otramorada degran tamaño y barrió dos veces trazando enormes rizos. Diez minutos mástardehabíacortadootrasdos,enviandotrasellasaunamultituddevoladores.

Media hora después quedaban únicamente cuatro cometas. Y yo seguíavolando.Meresultabarealmentedifícilequivocarmeenlosmovimientos,eracomo si todas las ráfagas de viento soplaran a mi favor. Jamás me habíasentidodominandolasituacióndeaquellamanera, tanafortunado.Resultabaembriagador. No me atrevía a apartar los ojos del cielo. Tenía queconcentrarme, actuar con inteligencia.Quinceminutosmásy lo que aquellamañanaparecíaunsueñoirrisorioseconvertiríaenrealidad:sóloquedábamosyoyelotrochico.Lacometaazul.

La tensión era tan cortante como el hilo de vidrio del que tiraban misensangrentadasmanos.La gente se ponía en pie, aplaudía, silbaba, cantaba:«Boboresh!Boboresh!¡Córtala!¡Córtala!»Mepreguntabasi lavozdeBabasería una de ellas. Empezó lamúsica. El aroma demantuestofado y pakorafritasalíaendesordendeazoteasypuertasabiertas.

Peroloúnicoqueyoescuchaba,loúnicoquemepermitíaescuchar,eraelruidosordodelasangreenmicabeza.Loúnicoqueveíaeralacometaazul.Lo único que olía era la victoria. Salvación. Redención. Si Baba estabaequivocado y, como decían en la escuela, existía un dios, Él me permitiría

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ganar.Nosabíacuáleseranlasintencionesdelotrochico,talvezsólofueraunfanfarrón. En fin, el caso es que allí estaba mi única oportunidad deconvertirmeenalguienaquienmiraran,nosólovieran,aquienescucharan,nosólooyeran.Sihabíaundios,guiaríalosvientos,haríaquesoplasenparamídemaneraque,conun tiróndemihilo,pudiera liberarmidolor,mianhelo.Había soportadodemasiadoy llegadodemasiado lejos.Ydepronto, así, sinmás, la esperanza se convirtió en plena conciencia. Iba a ganar. Sólo eracuestióndecuándo.

Yresultóquefuemástempranoquetarde.Unaráfagadevientolevantómicometa y gané ventaja. Solté hilo, tiré. Mi cometa dibujó un rizo hastacolocarseporencimadelaazul.Mantuvelaposición.Elvoladordelacometaazul sabía que se encontraba en una situación problemática. Intentabadesesperadamente maniobrar para salirse de la trampa, pero no la dejémarchar. Mantuve la posición. La multitud intuía que el final estaba muycerca.Elcorodevocesgritabacadavezconmásfuerza:«¡Córtala!,¡córtala»,comoromanosanimandoalosgladiadores:«¡Mátalo!,¡mátalo!»

—¡Casilotienes,Amiragha!—exclamóHassan.

Entoncesllegóelmomento.Cerrélosojosyrelajélamanoquesujetabaelhilo, el cual volvió a cortarme los dedos cuando el viento tiró de él. Yentonces... no necesité oír el rugido de la multitud para saberlo. Tampoconecesitabaverlo.Hassangritabaymerodeabaelcuelloconelbrazo.

—¡Bravo!¡Bravo,Amiragha!

Abrílosojosyvilacometaazul,quedabavueltassalvajemente,comounaruedaquesaledisparadadeuncocheenmarcha.Pestañeéeintentédeciralgo,peronomesalíanada.Derepenteestabasuspendidoenelaire,mirándomeamí mismo desde arriba. Abrigo de piel negra, bufanda roja y vaquerosdescoloridos.Eraunchicodelgado,unpococetrinoyalgopequeñoparasusdoce años. Tenía los hombros estrechos y un atisbo de ojeras alrededor deunosojosdecoloravellana.Labrisaalborotabasucabellocastaño.Miróhaciaarribaynossonreímos.

Entoncesmeencontrégritando.Todoeracolorysonido,todoteníavidayestaba bien. Abrazaba a Hassan con el brazo que me quedaba libre ysaltábamosarribayabajo.Losdosreíamosyllorábamosauntiempo.

—¡Hasganado,Amiragha!¡Hasganado!

—¡Hemosganado!¡Hemosganado!—Eraloúnicoquepodíadecir.

Aquellonoestabasucediendoenrealidad.Enuninstante,abriríalosojosymedespertaríadeaquelbellosueño,saltaríadelacamaeiríaalacocinaparadesayunar sin otro con quien hablar que no fuese Hassan. Me vestiría,

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esperaría a Baba y finalmente abandonaría y regresaría a mi vieja vida.EntoncesviaBabaennuestraazotea.Estabadepieenunextremo,apretandocon fuerza ambasmanos, voceandoy aplaudiendo.Ése fue elmásgrandeymejormomento demis doce años de vida, ver a Baba en la azotea por finorgullosodemí.

Pero entonces hizo algo, movía las manos con prisas. Entonces locomprendí.

—Hassan,nosotros...

—Lo sé—dijo, rompiendo el abrazo—. Inshallah, lo celebraremos mástarde. Ahora tengo que volar esa cometa azul para ti —añadió. Lanzó elcarreteal sueloy saliódisparado,arrastrandoeldobladillodelchapanverdesobrelanieve.

—¡Hassan!—grité—.¡Vuelveconella!

Estaba ya doblando la esquina de la calle cuando se detuvo y se volvió.Entoncesahuecólasmanosjuntoalabocayexclamó:

—¡Portiloharíamilvecesmás!

Luegosonrióydesaparecióporlaesquina.Lasiguienteocasiónenquelovisonreírtandescaradamentecomoaquellavezfueveintiséisañosmástarde,enunadescoloridafotografíahechaconunacámaraPolaroid.

Empecé a tirar de la cometa mientras los vecinos se acercaban afelicitarme. Les estrechaba las manos y daba las gracias. Los niños máspequeñosmemirabanparpadeandodeasombro;eraunhéroe.Portodaspartessurgían manos que me daban palmaditas en la espalda y otras que mealborotaban el pelo.Yo tiraba del hilo y devolvía las sonrisas, pero tenía lacabezaenlacometaazul.

Finalmenterecuperémicometa.Enrolléenelcarreteelhilosobrantequehabíareunidoamispies,estrechéunascuantasmanosmásypartícorriendoacasa.Cuandolleguéalasverjasdehierro,Alímeesperabaalotrolado.Pasólamanoporentrelosbarrotesydijo:

—Felicidades.

Leentreguémicometayelcarreteyleestrechélamano.

—Tashakor,Alíjan.

—Heestadorezandoporvosotrostodoelrato.

—Entoncessiguerezando.Aúnnohemosterminado.

Meprecipitédenuevoalacalle.NolepreguntéaAlíporBaba.Todavíano quería verlo. Lo tenía todo planificado en mi cabeza: haría una entrada

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grandiosa, como un héroe, con el preciado trofeo en mis manosensangrentadas.

Sevolveríanlascabezasylasmiradasseclavaríanenmí.RostamySohrabmidiéndose el uno al otro. Unmomento dramático de silencio. Entonces elviejoguerreroseacercaríaalmásjoven,loabrazaríayreconoceríasuvalía.

Vindicación.Salvación.Redención.¿Yluego?Bueno...,despuésfelicidadparasiempre,porsupuesto.

LascallesdeWazirAkbarKanestabannumeradasysecruzabanentresíformandoángulosrectos,comounared.Entonceseraunbarrionuevo,aúnendesarrollo,consolaresvacíos;entodaslascalleshabíacasasamedioconstruirenrecintos rodeadospormurosdedosmetrosymediodealtura.Recorrídearriba abajo todas las calles en busca de Hassan. Por todas partes la genteandaba atareada recogiendo sillas y empaquetando comida y utensiliosdespuésdeunalargajornadadefiesta.Losqueseguíansentadosenlasazoteasmefelicitabanagritos.

Cuatrocallesmásal surde lanuestraviaOrnar,elhijodeun ingenieroamigodeBaba.Jugabaalfútbolconsuhermanoenelcéspeddedelantedesucasa.Ornareraunbuenchico.Habíamossidocompañerosdeclaseencuartoyenunaocasiónmehabíaregaladounaestilográficadelasquesecargabanconuncartucho.

—Mehandichoquehasganado,Amir—dijo—.Felicidades.

—Gracias.¿HasvistoaHassan?

—¿Tu hazara?—Asentí con la cabeza.Ornar cabeceó el balón hacia suhermano—. He oído decir que es un volador de cometas asombroso.—Suhermano le devolvió el balón con otro golpe de cabeza. Ornar lo cogió yjugueteó con él, lanzándolo y cogiéndolo—. Aunque siempre me hepreguntadocómo lohace.Me refieroa cómoescapazdeveralgoconesosojostanpequeñosyrasgados.

Suhermanoseechóareír,conunacarcajadabreve,yreclamóelbalón.

Ornarloignoró.

—¿Lohasvisto?—lepregunté.

Ornarindicóconelpulgarporencimadelhombroendirecciónalsuroeste.

—Lohevistohaceunratocorriendohaciaelbazar.

—Gracias—dije,yhuiprecipitadamente.

Cuando llegué al mercado, el sol casi se había puesto por detrás de lasmontañas y la oscuridad había pintado el cielo de rosa y morado. A unas

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cuantas manzanas de distancia, en la mezquita Haji Yaghoub, elmullahvociferabaelazan,queinvitabaalosfielesaextendersusalfombraseinclinarlacabezahaciaelesteparalaoración.Hassannoseperdíajamásningunadelascincooracionesdiarias.Inclusosiestábamosfuerajugando,sedisculpaba,sacabaaguadelpozodelpatio,selavabaydesaparecíaenlachoza.Luego,encuestión de minutos, volvía sonriente hasta donde yo lo esperaba, sentadocontra una pared o encaramado en un árbol. Sin embargo, aquella noche seperderíalaoraciónpormiculpa.

El bazar estaba vaciándose rápidamente. Los comerciantes daban porfinalizadoslosregateosdeldía.Trotéporelbarroentrehilerasdepuestosenlos que había de todo: en uno de ellos era posible adquirir un faisán reciénsacrificado, y en el vecino, una calculadora. Me abrí camino entre unamuchedumbre que iba menguando: mendigos lisiados y vestidos con capashechasjirones,vendedoresquecargabanalfombrasalaespalda,comerciantesdetejidosycarnicerosquecerrabanelnegocioporaqueldía.PeronoencontrénirastrodeHassan.

Medetuveanteunpuestode frutossecosydescribíaHassanalancianocomerciantequecargabasumulaconcestasdepiñonesypasas.Llevabaunturbantedecolorazulclaro.

Sedetuvoacontemplarmeduranteunbuenratoantesderesponder.

—Puedequelohayavisto.

—¿Haciadóndehaido?

Memiródearribaabajo.

—Pero dime, ¿qué hace un chico como tú buscando a un hazara a estashoras?

Su mirada repasó con admiración mi abrigo de piel y mis pantalonesvaqueros..., pantalones de cowboy, los llamábamos. En Afganistán, serpropietariodealgonorteamericano,sobretodosinoeradesegundamano,erasignoderiqueza.

—Necesitoencontrarlo,agha.

—¿Qué significa para ti?—me preguntó. No le encontraba sentido a lapregunta,peromerecordéque la impaciencianoserviríaparaquemedijeracualquiercosamásrápidamente.

—Eselhijodenuestrocriado—contesté.

Elancianoarqueóunacejacanosa.

—¿Sí?Sindudasetratadeunhazaraafortunadoportenerunamoquesepreocupatantoporél.Supadredeberíacaerderodillasybarrerelpolvodetus

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piesconsuspestañas.

—¿Vasadecírmeloono?

Descansóunbrazoenellomodelmuloyseñalóhaciaelsur.

—Creohabervistoalniñoquemedescribescorriendohaciaallí.Llevabaunacometaenlamano.Eraazul.

—¿Sí?—dije.

«Portiloharíamilvecesmás»,mehabíaprometido.ElbuenodeHassan.ElbuenoyfielHassan.Habíacumplidosupromesayvoladoparamílaúltimacometa.

—Sí, seguramente a estas alturas ya lo habrán pillado —comentó elanciano comerciante con un gruñidomientras cargaba otra caja a lomos delmulo.

—¿Quién?

—Losotrosmuchachos.Losqueloperseguían.Ibanvestidoscomotú.—

Miróhaciaelcieloysuspiró—.Ahoravetecorriendo,estásretrasándomeparaelnamaz.

Peroyoyacorríaatrompiconescalleabajo.

Durantelosminutosquesiguieronregistréenvanotodoelbazar.Talvezlos viejos ojos del comerciante lo hubieran traicionado. Pero había visto lacometaazul.Laideadeponermismanosenesacometa...Asomélacabezaentodosloscallejones,entodaslastiendas.NirastrodeHassan.

Empezaba a preocuparme la ideadeque cayera la noche antes de logrardarconHassan,cuandoescuchévocespordelantedemí.Habíallegadoaunacalle apartaday llenadebarro.Corríaperpendicular a la calleprincipal quedividíaelbazarendospartes.Meadentréenaquelcallejónrepletodebachesyseguílasvoces.Acadapasoquedaba,misbotassehundíanenelbarroymialiento se transformaba en nubes blancas que me precedían. El estrechocaminocorríaparaleloaunbarrancollenodenievequeenprimaveradebíadeestar surcado por un arroyo. Al otro lado estaba flanqueado por hileras decipresescubiertosdenievequeasomabanentrecasasdeadobedetejadoplano(en lamayoría de los casos, pocomás que chozas) separadas por estrechoscallejones.

Volví a oír las voces, más fuertes esa vez. Procedían de uno de loscallejones.Contuvelarespiraciónyasomélacabezaporlaesquinaparamirar.

Hassanseencontrabaenelextremosinsalidadelcallejónymostrabaunapostura desafiante: tenía los puños apretados y las piernas ligeramente

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separadas.Detrásdeél,sobreunmontóndeescombrosydesperdicios,estabalacometaazul.MillaveparaabrirelcorazóndeBaba.

Tres chicos bloqueaban la salida del callejón, los mismos que se noshabíanacercadoenlacolinaeldíasiguientealgolpedeDaoudKan,cuandoHassannossalvóconeltirachinas.EnunladoestabaWali,KamalenelotroyAssefenmediode losdos.Sentíqueelcuerposemeagarrotabayquealgofríomerecorríalaespalda.Assefparecíarelajado,confiado,yjugueteabaconsumanopladeacero.Losotrosdosparecíannerviosos,cambiabanelpesodelcuerpodeunaaotrapierna,ymirabanalternativamenteaAssefyaHassan,comosihubiesenacorraladoaunaespeciedeanimalsalvajequesóloAssefpudieraamansar.

—¿Dónde tienes el tirachinas, hazara?—le preguntóAssef, jugueteandocon la manopla de acero—. ¿Cómo era aquello que dijiste? «Tendrán quellamarteAssefeltuerto.»Estábieneso.Assefeltuerto.Inteligente.Realmenteinteligente. Por supuesto, es fácil ser inteligente con un arma cargada en lamano.

Medicuentadequemehabíaquedadosinrespiracióndurantetodoaquelrato.Soltéelairelentamente,sinhacerruido.Mesentíaparalizado.Vicómose acercaban al muchacho con quienme había criado y cuya cara de labioleporinoeramiprimerrecuerdo.

—Hoyestudíadesuerte,hazara—dijoAssef.Apesardequeestabadeespaldas amí, habría apostado cualquier cosa a que estaba riéndose—.Mesientoconganasdeperdonar.¿Quéospareceavosotros,chicos?

—Muy generoso —dejó escapar impulsivamente Kamal—. Sobre todoteniendo en cuenta los modales tan groseros que este crío nos demostró laúltimavez.

IntentabahablarcomoAssef,perohabíauntemblorensuvoz.Entonceslocomprendí:noteníamiedodeHassan,no.TeníamiedoporquenosabíaloqueleestabapasandoaAssefporlacabezaenaquelmomento.

Assef hizo un ademán con la mano, como dando a entender que no setomabalacosaenserio.

—Bakhshida. Perdonado. Ya está. —Bajó un poco el tono de voz—.Naturalmente, nada es gratis en estemundo, ymi perdón tiene un pequeñoprecioquepagar.

—Muyjusto—dijoKamal.

—Nohaynadagratis—añadióWali.

—Eres un hazara con suerte—dijo Assef, acercándose hacia Hassan—.Porque hoy sólo va a costarte esa cometa azul Un trato justo, ¿no es así,

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chicos?

—Másquejusto—coincidióKamal.

Incluso desde mi punto de observación se veía cómo el miedo seapoderaba de los ojos de Hassan, pero, aun así, sacudió la cabezanegativamente.

—Amiraghahaganadoel torneoyhevoladoestacometaparaél.Lahevoladohonradamente.Estacometaessuya.

—Unhazara fiel.Fielcomounperro—dijoAssef.Kamalseechóa reírproduciendo un sonido estridente y nervioso—Antes de sacrificarte por él,piensaunacosa:¿haríaéllomismoporti?¿lehaspreguntadoalgunavezporqué nunca te incluye en sus juegos cuando tiene invitados? ¿Por qué sólojuegacontigocuandono tieneanadiemás?Tediréporqué,hazara.Porqueparaélnoeresmásqueunamascotafea.Algoconloquepuedejugarcuandose aburre, algo a lo que puede darle una patada en cuanto se enfada.No teengañesnuncapensandoqueeresalgomás.

—Amiraghayyosomosamigos—replicóHassan,queestabasofocado.

—¿Amigos?—dijoAssef,riendo—.¡Eresunidiotapatético!Algúndíatedespertarasdetusueñoytedaráscuentadelobuenamigoquees.¡Bueno,yabasta!Danos esa cometa.—Hassan se inclinó y cogió una piedra.Assef searredró—.Comotúquieras.

Assef se desabrochó el abrigo, se despojó de él, lo dobló lenta ydeliberadamenteylocolocójuntoalmuro.

Yo abrí la boca y casi dije algo. Casi. El resto de mi vida habría sidodistintosilohubieradicho.PeronolohiceMelimitéaobservar.Paralizado.

AssefhizoungestoconlamanoylosotrosdossesepararonhastaformarunsemicírculoyatraparonaHassan.

—Hecambiadode idea—dijoAssef—.Tepermitoque tequedescon tucometa,hazara.Permitiréquetelaquedesparaquedeestemodoterecuerdesiempreloqueestoyapuntodehacer.

EntoncesmovióunamanoyHassanlearrojólapiedra,acertándoleenlafrente.AssefdioungritoaltiempoqueseabalanzabasobreHassanylotirabaalsuelo.WaliyKamallosiguieron.

Yomemordíunpuñoycerrélosojos.

Unrecuerdo:

¿SabíasqueHassany túoscriasteisdelmismopecho?¿Losabías,Amiragha?Sakina,sellamaba.Eraunamujerhazaradepielblancayojosazulesde

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Bamiyan. Os cantaba antiguas canciones de boda. Dicen que entre laspersonas que se crían del mismo pecho existen lazos de hermandad. ¿Losabías?

Unrecuerdo:

«Unarupiacadauno,niños.Sólounarupiacadaunoyabrirélacortinadela verdad.»El anciano está sentado junto a unmurode adobe.Sus ojos sinvista son como plata fundida incrustada en cráteres profundos, gemelos.Encorvado sobre el bastón, el adivino se acaricia con la mano nudosa lasuperficie de sus hundidos pómulos y luego la extiende hacia nosotrospidiendodinero.«Espocoacambiode laverdad,sólounarupiacadauno.»Hassandepositaunamonedaenlacurtidamano.Yotambiéndepositolamía.«EnelnombredeAlá, elmásbenéfico, elmáspiadoso»,musitael adivino.TomaprimerolamanodeHassan,leacaricialapalmaconunauñaquepareceuncuernoytrazacírculosymáscírculos.Luegoeldedocorrehaciaelrostrode Hassan y emite un sonido seco y áspero cuando repasa lentamente laredondezdesusmejillasyelperfildesusorejas.SusdedoscallososrozanlosojosdeHassan.Lamanosedetieneahí.Unasombraoscuracruzalacaradelanciano.Hassanyyointercambiamosunamirada.ElancianocogelamanodeHassan y le devuelve la rupia.A continuación, se vuelve haciamí. «¿Y tú,jovenamigo?»,dice.Ungallocantaalotroladodelmuro.Elancianomecogelamanoyyolaretiro.

Unsueño:

Estoyperdidoenunatormentadenieve.Elvientochillaydisparasábanasblancas haciamis ojos ardientes.Avanzo tambaleante entre capas de blancocambiante.Pidoayuda,peroelvientoengullemisgritos.Caigoymequedojadeandoen lanieve.Perdidoen lablancura, elvientozumbaenmisoídos.Veo la nieve, que borra la huella demis pisadas. «Me he convertido en unfantasmapienso—,enunfantasmasinhuellas.»Vuelvoagritar,laesperanzase desvanece igual que mis huellas. Pero esta vez recibo una respuestaamortiguada.Meprotejolosojosyconsigosentarme.Másalládelbalanceodelascortinasdenieve,unatisbodemovimiento,unaráfagadecolor.Unaformafamiliar se materializa. Me tiende una mano. En la palma se ven cortesparalelos y profundos. La sangre gotea y tiñe la nieve. Cojo lamano y, derepente,lanievehadesaparecido.Nosencontramosenuncampodehierbadecolor verdemanzana con suaves jironesdenubes.Levanto la vista yveo elcielo limpio y lleno de cometas, verdes, amarillas, rojas, naranjas.Resplandecenalaluzdelatardecer.

El callejón era un caos de escombros y desperdicios. Ruedas viejas debicicleta,botellasconlasetiquetasdespegadas,revistasconhojasarrancadasyperiódicosamarillentos,tododispersoentreunapiladeladrillosybloquesde

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cemento.Apoyadaenlaparedhabíaunaestufaoxidadadehierroforjadoconunboqueteabiertoenunlado.Entretodaaquellabasurahabíadoscosasqueno podía dejar de mirar: una era la cometa azul recostada contra la pared,cerca de la estufa de hierro forjado; la otra eran los pantalones de panamarronesdeHassantiradossobreunmontóndeladrillosrotos.

—Nosé—decíaWali—.Mipadredicequeespecado.

Parecíainseguro,excitado,asustado,todoalavez.Hassanestabatendidocon el pecho contra el suelo. Kamal y Wali le apretaban ambos brazos,dobladosporelcodo,contralaespalda.Assefpermanecíadepie,aplastándolelanucaconlasueladesusbotasdenieve.

—Tu padre no se enterará—repuso Assef—. Y darle una lección a unburroirrespetuosonoespecado.

—Nolosé...—murmuróWali.

—Hazloquetedélagana—dijoAssef.SedirigióentoncesaKamal—.¿Ytúqué?

—Pormí...

—Noesmásqueunhazara—apuntóAssef.PeroKamalseguíaapartandola vista—. De acuerdo—espetó Assef—. Lo único que quiero que hagáis,cobardicas,essujetarlo.¿Podréis?

Wali y Kamal hicieron un gesto afirmativo con la cabeza. Parecíanaliviados.

AssefsearrodillódetrásdeHassan,colocóambasmanossobrelascaderasde su víctima y levantó sus nalgas desnudas. Luego apoyó unamano en laespaldadeHassanmientrasconlaotrasedesabrochabalahebilladelcinturón.

Se bajó la cremallera de los vaqueros, luego los calzoncillos y se pusojustodetrásdeHassan.Éstenoofrecióresistencia.Nisiquierasequejó.Movióligeramente la cabeza y le vi la cara de refilón.Vi su resignación. Era unamiradaqueyahabíavistoantes.Lamiradadelcordero.

El día siguiente es el décimo de Dhul-Hijjah —el último mes delcalendariomusulmán—yelprimerodelostresdíasdeEidAl-Adha,oEid-e-Qorban,comolodenominanlosafganos,cuandoseconmemoraeldíaenqueelprofetaIbrahimestuvoapuntodesacrificaraDiosasupropiohijo.Babahavueltoaescogerpersonalmenteelcorderoparaesteaño,unoblancocomoeltalco,conorejasnegrasytorcidas.

Estamostodoseneljardíntrasero,Hassan,Alí,Babayyo.Elmullahrecitala oración y se acaricia la barba. Babamurmura para sus adentros: «Acabaya.» Parecemolesto con la interminable oración, el ritual que transforma la

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carneenhalal.BabaseburladetodalasimbologíaquehaydetrásdeesteEid,igualquesemofadetodoloquetengaqueverconlareligión.PerorespetalatradicióndelEid-e-Qorban.Latradiciónmandadividirlacarneentercios,unopara la familia,otropara losamigosyotropara lospobres.Baba laentregasiempreenteraalospobres.Dicequelosricosyaestánbastantegordos.

Elmullahdaporfinalizadalaoración.Ameen.Cogeelcuchillodecocinamásgrandeyafilado.Latradiciónexigequeelcorderonoveaelcuchillo.Alíledaalanimalunterróndeazúcar...,otracostumbre,paraquelamuerteseamásdulce.Elcorderopatalea,peronomucho.Elmullahlociñepordebajodelamandíbulayacercalahojadelcuchilloalcuello.Mirolosojosdelcorderosólounafraccióndesegundoantesdequeelmullahleabralagargantaconunmovimientoexperto.Esunamiradaqueturbarámissueñosdurantesemanas.Noséporquésiemprecontemploeseritualanualque tiene lugarennuestrojardín trasero; mis pesadillas persisten hasta mucho después de que hayandesaparecido las manchas de sangre en la hierba. Pero siempre lo veo.Meatraeesaexpresiónresignadaquereflejanlosojosdelanimal.Porabsurdoqueparezca, me imagino que el animal lo nota, que sabe que su fallecimientoinminentesirveaunpropósitoelevado.Eslamirada...

Aparté la vista yme alejé del callejón. Algo caliente resbalaba pormismuñecas. Pestañeé y vi que seguía mordiéndome el puño con fuerza, lobastante fuerte como para que empezaran a sangrarme los nudillos. Me dicuentadealgomás.Estaballorando.DesdelaesquinaescuchabalosgruñidosrápidosyrítmicosdeAssef.

Tenía una última oportunidad para tomar una decisión.Una oportunidadfinalparadecidirquiénibaaseryo.Podíairrumpirenesecallejón,darlacaraporHassanigualqueélhabíahechopormítantasvecesenelpasadoyaceptarloquepudierasucederme.Opodíacorrer.

Alfinalcorrí.

Corrí porque era un cobarde. Teníamiedo deAssef y de lo que pudierahacerme. Tenía miedo de que me hiciese daño. Eso fue lo que me dije encuanto volví la espalda al callejón, a Hassan. Eso fue lo queme obligué acreer.En realidad anhelaba acobardarme, porque la alternativa, el verdaderomotivo por el que corría, era queAssef tenía razón: en estemundo no haynadagratis.TalvezHassanfueraelprecioqueyodebíapagar,elcorderoqueyoteníaquesacrificarparaganaraBaba.¿Eraunpreciojusto?Larespuestaflotabaenmimentesinqueyopudieraimpedirlo:erasólounhazara,¿no?

Deshicecorriendoelcaminopordondehabíaido.Recorríatodavelocidadelbazardesierto.Meacerquédandotumbosaunpuestoymeagachéjuntoalas puertas basculantes cerradas con candado. Permanecí allí, jadeante,sudando,deseandoquelascosashubieransidodecualquierotramanera.

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Unos quince minutos más tarde, oí voces y pisadas que se acercabancorriendo.MeagazapédetrásdelpuestoyvipasaratodaprisaaAssefyalosotros dos, que se reíanmientras bajaban por la calle desierta.Me obligué aesperardiezminutosmás.Regreséentonceshaciaelcaminollenodebachesquecorríaparaleloalbarranconevado.EntornélosojosyforcélavistaenlaoscuridadhastaquediviséaHassan,queseacercabalentamentehaciamí.Nosencontramosjuntoaunabeduldeshojadoquehabíaalbordedelbarranco.

Llevaba la cometa azul, eso fue lo primero que vi. Y no puedo mentirahoraydecirquemisojosno la repasaronenbuscadealgúndesgarrón.Suchapanestabamanchadodebarropordelanteyllevabalacamisarasgadapordebajo del cuello. Se detuvo. Se balanceó como si fuera a caerse.Luego seenderezóymeentrególacometa.

—¿Dóndeestabas?Heestadobuscándoteportodaspartes—ledije.Deciraquelloeracomomorderunapiedra.

Hassan se pasó la manga por la cara para limpiarse los mocos y laslágrimas. Esperé a que dijera algo, pero permaneció en silencio, en lapenumbra.Agradecíaquellasprimerassombrasdelanochecerquecaíansobreel rostro deHassan y ocultaban elmío.Me alegré de no tener siquiera quedevolverlelamirada.¿Sabríaélqueyolosabía?Ydesaberlo,¿quéveríasilemirabaa losojos?¿Culpa?¿Indignación?O,queDiosmeperdonara, loquemás temía, ¿candorosa devoción? Eso, por encima de todo, era lo que nosoportaríaver.

Empezó ahablar, pero le falló la voz.Cerró la boca, la abrióyvolvió acerrarla. Retrocedió un paso. Se secó la cara. Y eso fue lo más cerca queestuvimosnuncaHassanyyodehablarde lo sucedidoenel callejón.Creíaqueibaaecharseallorar,pero,paramialivio,nofueasíyyosimulénohaberoídocómolefallabalavoz.Igualquesimulénohabervistolamanchaoscuraquehabíaen lapartedeatrásdesuspantalones,niaquellasgotasdiminutasquelecaíanentrelaspiernasyteñíandenegrolanieve.

—AghaSahibestarápreocupado—fuetodoloquelogródecir.Mediolaespaldaypartiócojeando.

Sucedió tal y comome lo había imaginado.Abrí la puerta del despachollenodehumoehicemientrada.BabayRahimKanestabantomandoeltéyescuchando las noticias de la radio. Volvieron la cabeza y una sonrisa sedibujóenlabocademipadre.Abriólosbrazos.Dejélacometaenelsueloymeencaminéhaciasusvelludosbrazos.Hundílacaraenelcalordesupechoylloré.Babameabrazóymeacunódeunladoaotro.Entresusbrazosolvidélo que había hecho.Y eso fue bueno.. Entre sus brazos olvidé lo que habíahecho.Yesofuebueno.

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8

ApenasviaHassanenunasemana.Cuandome levantaba,encontraba lamesapreparadaconelpantostado,téreciénhechoyunhuevoduro.Miropaaparecía planchada y doblada en la silla de mimbre del vestíbulo dondeHassan planchaba habitualmente. Él solía esperar a que me sentara adesayunary luego seponía aplanchar, puesde esemodopodíamoscharlar.También solía cantar, elevaba la vozpor encimadel silbidode la planchaycantabaviejascancioneshazarasobrecamposdetulipanes.Peroaquellosdíaslo único que me recibía era la ropa doblada. Eso, y un desayuno que casinuncavolvíaterminar.

Unamañananublada,mientrasmededicabaaempujarelhuevoduroparaquedieravueltasporelplato,entróAlícargadoconunmontóndeleñacortadaylepreguntédóndeestabaHassan.

—Havueltoaacostarse—dijoAlí,arrodillándosefrentea laestufa.Tiróparaabrirlapuertecitacuadrada.

¿PodríajugaraqueldíaHassan?

Alí se detuvo con un tronco en unamano.Unamirada de preocupaciónatravesósusemblante.

—Últimamente parece que sólo quiere dormir. Hace sus tareas, porsupuesto, pero luego lo único que quiere es meterse debajo de la manta.¿Puedopreguntarteunacosa?

—¿Quéquieressaber?

—Despuésdelconcursodecometasllegóacasasangrandounpocoyconlacamisarota.Lepreguntéquéhabíasucedidoymedijoquenada,quehabíatenidounapequeñapeleaconotrosniñosporlacometa.—Nodijenada.Melimité a seguir empujando el huevo en el plato—. ¿Le sucedió algo, Amiragha?¿Algoquenomecuenta?

Meencogídehombros.

—¿Porquétendríayoquesaberlo?

—Túmelodirías,silehubiesesucedidoalgo,¿verdad?

—¿Yporquétendríayoquesaberquélepasa?Talvezestéenfermo.Lagente se pone enferma, Alí. Y ahora, ¿piensas matarme de frío o vas aencenderlaestufadeunavez?

AquellanochelepreguntéaBabasipodíamosiraJalalabadelviernes.Él

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se columpiaba en el sillón basculante de piel situado detrás de su escritoriomientrasleíaunperiódicoiraní.Lodejósobrelamesaydepositótambiénlasgafas de lectura que tantomedisgustaban...Baba no era viejo, en absoluto;aún le quedaban muchos años por delante. ¿Por qué, entonces, tenía queponerseesasgafasabsurdas?

—¡Yporquéno!—exclamó.Últimamente,Babameconcedíatodoloquelepedía. Inclusohacíadosnochesmehabíadicho siqueríaverElCid, conCharltonHeston,enelcineAryana—.¿QuieresqueledigamosaHassanquevengaconnosotros?

¿PorquéteníaqueestropearloBabaconeso?

—Estámareez—respondí—.Noseencuentrabien.

—¿De verdad? —Baba dejó de columpiarse en su asiento—. ¿Qué leocurre?

Meencogídehombrosymehundíenelsofá,juntoalachimenea.

—Seharesfriadooalgoasí.Alídicequeestáguardandocama.

—Sí...,nohevistomuchoaHassanenestosúltimosdías...Entonces¿noesmásqueeso,unresfriado?—Nopudeevitarodiarlaformaenquefruncióelentrecejoparamostrarsupreocupación.

—Sí,sólounresfriado.¿Vamoselviernes,Baba?

—Sí,sí—respondióBabaalejándosedelamesa—.LosientoporHassan.

Penséquetedivertiríasmássivinieseél.

—Tambiénpodemosdivertirnosnosotrosdos—dije.

Babasonrióymeguiñóunojo.

—Abrígate—meordenó.

Deberíamos haber ido sólo los dos, como me apetecía a mí, pero elmiércolesporlanocheBabaselashabíaapañadoparainvitaradosdocenasmásdepersonas.HabíallamadoasuprimoHomayoun—enrealidad,primosegundo—, y le había comentado que el viernes íbamos a Jalalabad, yHomayoun,quehabíaestudiado ingenieríaenFranciayqueposeíaunacasaenJalalabad,dijoquelegustaríaquefuéramosallí,queiríaéltambiénconsushijos,susdosesposasyque,depaso,lediríaasuprimaShafiqayasufamilia,quevivían enHerat peroque en esemomento estabandevisita, que se nosunieran también, y ya que estaba instalada en Kabul en casa de su primoNader, invitaría también a la familia de éste—aunque Homayoun y Naderestaban peleados—, y que si invitaba a Nader, también debía invitar a suhermanoFaruq,puesdelocontrariosesentiríaofendidoypodríaserqueno

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losinvitaraalabodadesuhermana,queibaatenerlugarelmessiguientey...

Llenamostresminibuses.YofuiconBaba,RahimKan,KakaHomayoun(desde muy pequeño, Baba me había enseñado a llamarkaka, tío, a todohombremayor,ykhala, tía,a todamujerdeedad).LasdosesposasdeKakaHomayoun iban también con nosotros (la mayor tenía la cara pálida y lasmanos llenas de verrugas, y la joven olía a perfume y bailaba con los ojoscerrados), así como las dos hijas gemelas de Kaka Homayoun. Yo toméasientoenlafiladeatrás,constantementemareadoyconvertidoenbocadilloentre las dos gemelas, de siete años de edad, que no paraban de pasar porencimademíparapelearseentreellas.ElviajehastaJalalabadesuntrayectode dos horas por una carretera de montaña que serpentea al borde de unabrupto precipicio, y el estómago se me subía a la boca a cada curva quedábamos.Todoshablabanenvozaltayalavez,casigritando,queeslaformadehablarhabitualdelosafganos.Lepedíaunadelasgemelas(aFazilaoaKarima,siemprefuiincapazdedistinguirquiéneraquien)quemecambiaraelsitioparaestarjuntoalaventanillayrecibirunpocodeairefresco.Peroellamesacólalenguaymecontestóqueno.Ledijequenopasabanada,aunqueno me hacía responsable si vomitaba sobre su vestido nuevo. Un minutodespués, estaba sacando la cabeza por la ventana. Observé cómo subía ybajabalacarreterallenadeagujeros,cómoserpenteabasucolaalolargodelamontaña, y conté los camiones multicolores que avanzaban pesadamentecargados de pasajeros. Cerré los ojos y dejé que el viento me azotara lasmejillas. Luego abrí la boca para engullir aire fresco. Seguía sin sentirmemejor.Notéundedoclavadoenelcostado.SetratabadeFazila/Karima.

—¿Quéquieres?—lepregunté.

—Estaba contándoles a todos lo del concurso —dijo Baba, sentado alvolante.KakaHomayounysusesposasmesonreíandesdelosasientosdelafila intermedia—. ¿Cuántas cometas habría en el cielo aquel día? ¿Uncentenar?

—Supongo—musité.

—Uncentenardecometas,Homayoun jan.Nadade laaf.Y laúnicaqueseguíavolandoal finalde la jornadaera ladeAmir.Tieneencasa laúltimacometa,unapreciosacometaazul.HassanyAmirlacorrieronjuntos.

—Felicidades—dijoKakaHomayoun.

Suprimeraesposa,ladelasverrugas,aplaudióycomentó:

—¡Caramba,Amirjan,estamosmuyorgullososdeti!

La esposa joven se sumó al aplauso. En un momento estaban todosaplaudiendo, gritando alabanzas, explicándome lo orgullosos que estaban

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todos. Sólo Rahim Kan, que estaba sentado junto a Baba, permanecía ensilencio.Memirabadeunamaneraextraña.

—Detenteunmomento,porfavor,Baba—lepedí.

—¿Qué?

—Me estoy mareando —murmuré, tumbándome en el asiento yapretándomecontralashijasdeKakaHomayoun.

AFazila/Karimalescambiólacara.

—¡Para,Kaka!¡Sehapuestoamarillo!¡Noquieroquedevuelvasobremivestidonuevo!—vociferóuna.

Babainiciólamaniobraparapararaunladodelacarretera,peronopudeevitarlo.Unosminutosmástardemeencontrabasentadosobreunarocajuntoa la carretera mientras los demás se dedicaban a ventilar el minibús. BabafumabaencompañíadeKakaHomayoun,quienledecíaaFazila/Karimaquedejasedellorar,queyalecompraríaotrovestidoenJalalabad.Cerrélosojosyvolvílacarahaciaelsol.Detrásdemispárpadossecrearonpequeñasformas,comomanos proyectando sombras en una pared. Se doblaban y se fundíanhastaformarunasolaimagen:lospantalonesdepanadeHassanabandonadosenelcallejónsobreunmontóndeladrillosviejos.

LacasaqueKakaHomayounposeíaenJalalabaderadedospisosyteníaunbalcóndesdeelquesedominabaunextensojardínconmanzanosycaquisrodeado por unmuro. En verano, el jardinero recortaba los setos, dándolesformasdeanimales,yhabíaunapiscinacon losetasdecoloresmeralda.Mesentéconlospiescolgandoalbordedelapiscina,vacíaexceptoporlacapadenieve amedio derretir que había depositada en el fondo.Los hijos deKakaHomayoun jugaban al escondite en el otro extremo del jardín. Lasmujerescocinaban y se olía el aroma de las cebollas que estaban friendo, se oía elsilbido de la olla a presión, la música, las risas. Baba, Rahim Kan, KakaHomayoun y Kaka Nader estaban sentados en el balcón, fumando. KakaHomayoun les explicaba que había traído el proyector para enseñarles lasdiapositivasdeFrancia.Hacíadiezañosquehabía regresadodeParísy aúnseguíapasandoesasestúpidasdiapositivas.

Pero daba igual. Baba y yo éramos finalmente amigos. Habíamos idojuntos al zoo unos días antes, habíamos visto al leónMarjan y le habíamosarrojadounapiedrecitaalosocuandonadienosmiraba.Despuéshabíamosidoal restaurantedeDad-khodaKabob,queestabaenfrentedelCinemaPark,yhabíamoscomidokabobdecorderoconnaanreciénsalidodeltandoor.BabamehabíacontadohistoriasdesusviajesalaIndiayaRusia,delagentequehabíaconocido,comolaparejadeBombaysinbrazosnipiernasquellevabancasados cuarenta y siete años y habían sacado once hijos adelante. Fue

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divertido pasar el día con Baba escuchando sus historias. Finalmente teníatodoloquehabíaqueridodurantetantosaños.Y,sinembargo,mesentíatanvacíocomolapiscinadescuidadasobrelaquecolgabanmispies.

Alanochecer,lasesposasylashijassirvieronlacena:arroz,koftayqurmadepollo.Cenamosalestilotradicional,sentadosencojinesrepartidosportodala habitación, con el mantel extendido en el suelo, utilizando las manos ycompartiendobandejascomunesentregruposdecuatroocincopersonas.Yonoteníahambre,peromesentéigualmenteacomerjuntoaBaba,KakaFaruqylosdoschicosdeKakaHomayoun.Baba,quesehabíatomadounoscuantoswhiskys antes de la cena, seguía vociferando sobre el concurso de cometas,sobre cómo loshabía superadoa todosyhabía llegadoa casa con laúltimacometa.Suvozdetruenodominabalaestancia.Lagentelevantabalacabezadelplatoparaproclamarsusfelicitaciones.KakaFaruqmediounosgolpecitosen la espalda con la mano limpia. Yo me sentía como si me estuviesenclavandouncuchilloenunojo.

Más tarde,bienpasada lamedianoche,despuésdeunascuantashorasdepóquer entre Baba y sus primos, los hombres se acostaron en colchonesdispuestos en paralelo en lamisma habitación donde habíamos cenado. Lasmujeres subieron al piso de arriba. Pasada una hora, yo seguía sin poderconciliar el sueño. Daba vueltas de un lado a otro mientras mis parientesgruñían, resoplaban y roncaban. Me senté. Un rayo de luna entraba por laventana.

—VicómoviolabanaHassan—ledijealanada.

Babaseestiróenmediodelsueño.KakaHomayounrefunfuñó.Unapartedemíesperabaquealguiensedespertaraymeescuchaseparadeesemodonotenerque continuarviviendo con aquellamentira.Peronadie sedespertó, y,duranteelsilencioquesiguió,comprendílanaturalezademinuevamaldición:deberíavivirconaquellaculpa.

PenséenelsueñodeHassan,aquelenelquelosdosnadábamosenellago.«No hay ningún monstruo —había dicho—, sólo agua.» Pero se habíaequivocado.Enel lagohabíaunmonstruo.HabíaagarradoaHassanpor lostobillosylohabíaarrastradohastaelfondotenebroso.Yesemonstruoerayo.

Aquellanochemeconvertíeninsomne.

No hablé con Hassan hasta mediados de la semana siguiente. Yo habíacomidoconpocasganasyHassanestabalavandolosplatos.MedisponíaairamihabitacióncuandoHassanmepreguntósiqueríasubiralamontaña.Ledijeque estaba cansado. Hassan también parecía cansado... Había adelgazado,tenía los ojos hinchados y mostraba oscuras ojeras. Sin embargo, cuandovolvióapreguntármelo,aceptéaregañadientes.

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Subimos a la montaña. Las botas se nos hundían en la nieve fangosa.Ninguno de los dos abrió la boca. Nos sentamos bajo nuestro granado,consciente yo de que había cometido un error. No debía haber subido a lamontaña. Aquellas palabras que había escrito en el tronco del árbol con elcuchillodecocinadeAlí:«AmiryHassan,sultanesdeKabul»...Nosoportabamirarlas.

MepidióqueleleyeraelShahnamahyledijequehabíacambiadodeidea,que quería regresar y encerrarme en mi habitación. Él apartó la vista y seencogiódehombros.Bajamospordondehabíamossubidoensilencio.Yporprimeravezenmivida,mesentíimpacienteantelallegadadelaprimavera.

Mis recuerdos del resto de aquel invierno de 1975 son bastante vagos.RecuerdoquemesentíafelizcuandoBabaestabaencasa.Comíamosjuntos,íbamosalcine,visitábamosaKakaHomayounoaKakaFaruq.AvecesveníaavernosRahimKanyBabapermitíaquemesentaraconelloseneldespachoatomarelté.Inclusomepidióqueleyeraalgunodemiscuentos.Yocreíaqueaquella situación duraría. Y creo que Baba también lo creía. Ambosdeberíamos haber sido menos ingenuos. Durante los meses posteriores alconcurso de cometas, Baba y yo nos sumergimos en una dulce ilusión, nosveíamos el uno al otro como nunca nos habíamos visto y como nuncavolveríamosavernos.En realidad,noshabíamosengañadocreyendoqueunjuguetehechodepapeldeseda,colaybambúpodíasalvarelabismoquenosseparaba.

CuandoBabaviajaba,yviajabamucho,yomeencerrabaenmihabitación.Leíaunlibrocadadosdías,escribíacuentos,aprendíaadibujarcaballos.OíaaHassantrasteandoenlacocinaporlasmañanas,eltintineodeloscubiertos,elsilbidodelatetera...,esperabaaoírquesecerraralapuertay,sóloentonces,bajaba a comer. Tracé un círculo en el calendario en torno a la fecha delprimerdíadecolegioeiniciéunacuentaatrás.

Parami consternación,Hassan seguía intentando reavivar las cosas entrenosotros.Recuerdolaúltimavez.Yomeencontrabaenmidormitorio,leyendounatraducciónabreviadaalfarsideIvanhoe,cuandollamóalapuerta.

—¿Quiénes?

—Voy a la panadería a comprar naan—dijo desde el otro lado—. Mepreguntabasitú...,siquerríasvenirconmigo.

—Creoquemequedaréleyendo—respondíacariciándomelassienes.Enlosúltimostiempos,cadavezqueveíaaHassanmeentrabadolordecabeza.

—Haceundíamuysoleado—replicó.

—Yaloveo.

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—Nosdivertiríamosdandounpaseo.

—Vetú.

—Megustaríaquevinieses—dijo,ehizounapausa.Algogolpeócontralapuerta, talvezsufrente—.Noséquéhehecho,Amiragha.Megustaríaquemelodijeses.Noséporquéyanojugamos.

—Nohashechonada,Hassan.Veteyyaestá.

—Dímeloydejarédehacerlo.

Hundílacabezaenmiregazoypresionélassienesentrelasrodillas,comountorno.

—Tediré loquequieroquedejesdehacer—dije, cerrando losojosconfuerza.

—Cualquiercosa.

—Quieroquedejesdeacosarme.Quieroquetemarches—leespeté.

Deseabaquemehubieserespondido,quehubiesedadounportazo,quemehubieseechadounabronca...Habríafacilitadolascosas,lashabríamejorado.Peronohizonadadeeso,ycuandoalcabodeunosminutosabrílapuerta,noestabaallí.Mearrojésobrelacama,enterrélacabezabajolaalmohadaymeechéallorar.

Después de aquello, Hassan se movió por la periferia de mi vida. Measegurédequenuestroscaminos secruzaran lomenosposibleyplanificabamijornadaparaqueasífuera.Porquecuandoélestabacercademí,eloxígenodesaparecíadelaestancia.Sentíaunapresiónenelpechoymefaltabaelaire;permanecía inmóvil y luchaba por respirar en mi pequeña burbuja deatmósfera sinaire.Pero, inclusosinestar físicamente,élestabasiempreallí.Estabaenlaropalavadayplanchadaquemedejabatodaslasmañanassobrelasillademimbre,enlaszapatillascalientesquemeencontrabaenlapuertade mi habitación, en la madera que ardía en la estufa cuando yo bajaba adesayunar.Pordondequieraquemiraraencontrabasignosdesufidelidad,desumalditaeinquebrantablefidelidad.

A principios de aquella primavera, unos días antes de que empezara elnuevoañoescolar,Babayyonosdedicamosaplantartulipaneseneljardín.La nieve se había fundido en su mayor parte y las montañas del norteaparecíanya salpicadasdemanchasdehierbaverde.Eraunamañana fría ygris.Babaestabaagachadoamilado,cavandolatierrayplantandolosbulbosqueyolepasaba.Estabadiciéndomequelamayoríadelagentepensabaqueeramejorplantarlostulipanesenotoño,peroquenoeraasí,cuandodeprontolointerrumpí.

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—Baba,¿haspensadoalgunavezencambiardecriados?

Soltó el bulbode tulipány enterró el plantador en la tierra. Se quitó losguantesdejardinero.Lohabíasorprendido.

—Chi?¿Quéhasdicho?

—Sóloestabapreguntándomelo,esoestodo.

—¿Porquéquerríahacerlo?—dijoBabasecamente.

—Noloharías,meimagino.Eraúnicamenteunapregunta—añadíconunsusurro.Sentíahaberlodicho.

—¿EsporalgoquepasaentreHassanytú?Séqueospasaalgo,pero,sealoquesea,erestúquiendebesolucionarlo,noyo.Yopermanezcoalmargen.

—Losiento,Baba.

Volvióaponerselosguantes.

—YomecriéconAlí—dijoentredientes—.Fuemipadrequienlotrajoaquí. Él lo quería como a un hijo. Alí lleva cuarenta años con mi familia.Cuarentamalditosaños.¿Ypiensasquevoyaecharlo?—Sevolvióhaciamícon una cara tan roja como los tulipanes—. Jamás te he puesto la manoencima, Amir, pero si vuelves a decirlo...—Apartó la vista, sacudiendo lacabeza—.Meavergüenzas.Hassan...Hassannoseiráaningúnlado,¿mehasentendido?—Bajélavista,cogíunpuñadodetierraylodejéescaparentrelosdedos—.Hedichosimehasentendido—rugióBaba.

Meencogídemiedo.

—Sí,Baba.

—Hassan no se irá a ninguna parte—me espetó Baba. Cavó un nuevohoyo,conmásfuerzadelanecesaria—.Sequedaráaquí,connosotros,enellugaralquepertenece.Suhogaresésteynosotrossomossufamilia.¡Nuncavuelvasahacermeesapregunta!

—Noloharé,Baba.Losiento.

Plantamosensilencioelrestodelostulipanes.

Mesentímuyaliviadocuandolasclasesempezaronalasemanasiguiente.Estudiantesarmadosconlibretasnuevasylápicesafiladospaseabansinprisasporelpatio, levantandopolvo,charlandoencorrillos,esperando lossilbidosdelosdelegados.BabamellevóencocheporelcaminodetierraqueconducíahastalaentradadelaescueladeenseñanzamediaIstitqlal.Elcolegioeraunedificiodedosplantasconventanasrotasytenebrosospasadizosadoquinados.Retazosdelapinturaamarillaoriginalasomabanpordebajodelostrozosdeyesodesprendidos.Lamayoríadelosniñosibanalcolegioapie,yelMustang

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negrodeBabalevantabamásdeunamiradadeenvidia.Debíhabersonreídoorgullosoalbajardelcoche(miantiguoyolohabríahecho),peroloúnicoqueconseguífueesgrimirungestodeincomodidad.Esoyvacío.Babasefuesindecirmeadiós.

No me reuní con los demás para la acostumbrada comparación de lascicatricesquenoshabíadejado la luchadecometasyesperé soloaquenosllamarana formar.Finalmentesonóel timbreynosdirigimosalaulaendosfilas.Mesentéalfondo.Mientraselprofesordefarsinosentregabaloslibrosdetexto,recéparaquemepusieranmuchísimosdeberes.

El colegio me ofrecía una excusa para permanecer encerrado en mihabitacióndurantehorasinterminables.Y,porunrato,alejabademicabezaloquehabía sucedidoaquel invierno, loqueyohabíapermitidoquesucediera.Durante unas cuantas semanas anduve enfrascado en la gravedad y laaceleración, los átomos y las células, las guerras anglo-afganas, en lugar depensarenHassanyloquelehabíasucedido.Pero,siempre,micabezaacababaregresandoalcallejón.Alospantalonesdepanamarronessobrelosladrillos.Alasgotasdesangrequeteñíanlanievederojooscuro,casinegro.

UnatardeaburridaybrumosadeaquelveranolepedíaHassanquesubieraa lamontañaconmigo.Ledijequequería leerleunnuevocuentoquehabíaescrito. Él estaba tendiendo la ropa en el patio y la precipitación con queterminósutareahizoquemepercataradesuimpaciencia.

Trepamos por la montaña hablando de tonterías. Me preguntó por laescuela,porloqueestabaaprendiendo,yyolehablédelosprofesores,sobretodo delmalvado profesor dematemáticas que castigaba a los alumnos quehablaban colocándoles una vara plana de metal entre los dedos y luegoapretándoselos. Hassan puso mala cara ante mis explicaciones y dijo queesperabaqueyonunca tuvieraquepasarporesaexperiencia.Yolerespondíque hasta aquel momento había tenido suerte, aunque yo sabía bien que lasuertenoteníanadaqueverconaquello.Yotambiénhablabaenclase,peromipadreeraricoyconocidoportodoelmundo,demodoquequedabaperdonadodeltratamientoconlavarademetal.

Nossentamos juntoalmurodelcementerio,a lasombradelgranado.Encuestión de un mes o dos, la ladera quedaría alfombrada por hierbasamarillentas quemadas por el sol; sin embargo, aquel año las lluvias deprimaverahabíanduradomásde lohabitual, prolongándosehastaprincipiosdeverano,y lahierbaseguíaverde,salpicadaporpequeñosgruposdefloressilvestres.Pordebajodedondenosencontrábamos,lascasasblancasdetejadoplanodeWazirAkbarKanbrillabanalaluzdelsol.Enlospatios,lascoladascolgadasenlostendederosbailabancomomariposas,animadasporlabrisadelmar.

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Habíamos cogido del árbol una docena de granadas. Saqué el libro quehabíaelegido,loabríporlaprimerapáginaylodejéenelsuelo.Mepuseenpieycogíunagranadamaduraquehabíacaídodelárbol.

—¿Quéharíassi la lanzaracontra ti?—lepregunté, jugueteandoarribayabajoconlafruta.

La sonrisadeHassan sedebilitó.Parecíamayorde loqueyo recordaba.No, no mayor de lo que recordaba, simplemente mayor. ¿Era posible? Surostro bronceado aparecía surcado por líneas y su boca y sus ojos estabanrodeadosdearrugas.

—¿Quéharías?—repetí.

Se quedó blanco. En el suelo, a su lado, la brisa levantaba las hojasgrapadas con el cuento que había prometido leerle. Le lancé la granada alpecho y la pulpa roja explotó salpicándolo todo. El grito deHassan estuvocargadodesorpresaydolor.

—¡Dameahoraamí!—legrité.Hassanobservólamanchaensupechoyluegoamí—.¡Levántate!¡Dame!

Hassanse levantó,peronohizonada.Estabaaturdido,comoalguienquesevearrastradohacialasprofundidadesdelmarporunagranolacuando,sólounosmomentosantes,seencontrabadisfrutandodeunagradablepaseoporlaplaya.

Lelancéotragranada,alhombroestavez.Eljugolesalpicóenlacara.

—¡Dameamí!—exclamé—.¡Venga,dame,malditoseas!

Deseabaquelohiciese.Deseabaquemedieraelcastigoquememerecíaparaasípoderdormirpor lasnoches.Talvezentonces lascosasvolvieranaser como siempre habían sido entre nosotros. Pero Hassan no hizo nada, apesardequeyoledabaunayotravez.

—¡Eresuncobarde!—dije—.¡Noeresmásqueuncondenadocobarde!

Nosécuántasvecesledi.Loúnicoqueséesque,cuandofinalmenteparé,agotadoyjadeante,Hassanestabateñidoderojocomosilehubieradisparadounbatallón.Caíderodillas,cansado,acabado,frustrado.

Entonces Hassan cogió una granada y se acercó a mí, la abrió y se laaplastócontralafrente.

—Así —murmuró, mientras el jugo se deslizaba por su cara como lasangre—.¿Estássatisfecho?¿Tesientesmejor?

Ysevolvióydescendióporlacolina.

Dejéquelaslágrimasrodaranlibrementeymequedéallí,balanceándome

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sobrelasrodillas.

—¿Quévoyahacercontigo,Hassan?¿Quévoyahacercontigo?

Encuanto las lágrimasse secaronymearrastrécolinaabajo,yasabía larespuestaaesapregunta.

Aquelveranode1976,elúltimodepazyanonimatodeAfganistán,cumplítreceaños.LarelaciónentreBabayyohabíavueltoaenfriarse.Creoquelacausa fue el estúpido comentario sobre tener criados nuevos que hice el díaque plantábamos tulipanes.Me arrepentía de haberlo dicho, de verdad, perocreoque,decualquiermodo,nuestrofelizybreveinterludiohabríallegadoasufin.Talveznotanpronto,perohabríallegado.Haciafinalesdeverano,losrasguños del cuchillo y el tenedor contra el plato habían sustituido a lascharlas de la cena y Baba había retomado la costumbre de retirarse aldespachodespuésdecenar.Ydecerrarlapuerta.Yohabíavueltoamanosearlos versos deHafez yKhayyam, amorderme las uñas hasta la cutícula y aescribircuentosqueguardabaamontonadosdebajode lacama;porsiacaso,aunquedudabaqueBabavolvieraapedirmequeselosleyera.

LaconsignadeBabaconrespectoalasfiestasqueorganizabaencasaeralasiguiente:oseinvitabaatodoelmundoonohabíafiesta.Recuerdohaberexaminadomásdeunavezlalistadeinvitadosunasemanaantesdemifiestade cumpleaños y no reconocer a las tres cuartas partes de los más decuatrocientos kakas y khalas que iban a traerme regalos y a felicitarme porhaber vivido hasta los trece. Después me di cuenta de que en realidad noveníanpormí.Eramicumpleaños,perosabíaquiéneralaverdaderaestrelladelespectáculo.

Durantedías,lacasasevioinvadidadegentequehabíacontratadoBaba.Estaba Salahuddin, el carnicero, que apareció remolcando un ternero y doscorderosysenegóacobrarningunodelostres.Él,personalmente,sacrificóalosanimaleseneljardínalasombradeunálamo.«Lasangreesbuenaparaelárbol», recuerdo que decía amedida que la hierba que rodeaba el álamo seempapaba de sangre.Hombres que yo no conocía trepaban a los robles concarretesdepequeñasbombillasymetrosdecable.Otrospreparabandocenasdemesaseneljardínylascubríanluegoconmanteles.Lanocheanterioralagranfiesta,unamigodeBaba,Del-Muhammad,propietariodeunrestaurantedekabobenShar-e-nau,llegóacasaconuncargamentodeespecias.Igualqueelcarnicero,Del-Muhammad(Dello,comolollamabaBaba)senegóacobrarporsusservicios.DecíaqueBabayahabíahechobastanteporsufamilia.FueRahim Kan quien me contó al oído, mientras Dello adobaba la carne, queBabalehabíaprestadoaDellodineroparaabrirelrestaurante.Babasehabíanegado a recuperar el préstamo hasta el día en que Dello apareció en casamontado en unBenz e insistió en que no se iría hasta queBaba cogiera el

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dinero.

Me imagino que en muchos aspectos, al menos en los aspectos que setienenencuentapara juzgaruna fiesta,mibashdecumpleaños fueunéxitodescomunal. Nunca había visto la casa tan llena. Invitados con copas en lamanocharlabanporlospasillos,fumabanenlasescalerasyserecostabanenlos umbrales de las puertas. Se sentaban donde encontraban un rincón parahacerlo, en las mesas de la cocina, en el vestíbulo, incluso debajo de laescalera. En el jardín se confundían bajo el resplandor de las luces, azules,rojasyverdes,quecentelleabanenlosárboles.Suscarasseveíaniluminadasporlaluzdelaslámparasdequerosenoquehabíarepartidasportodaspartes.Babahabíaordenadoqueselevantaraenlaterrazaunescenarioquedominabatodoeljardínyhabíasembradoellugardealtavoces.AhmadZahirestabaallí,tocandoelacordeónycantandoporencimadeunamasadecuerposdanzantes.

Yotuvequesaludarpersonalmenteatodoslosinvitados...Babaseencargódeello.Nadiediríaaldíasiguientequesuhijonohabíaaprendidomodales.Besécentenaresdemejillas,abracéacompletosdesconocidosyagradecísusregalos.Medolíalacaradetantoforzaraquellafalsasonrisa.

MeencontrabaconBabaeneljardíncercadelbarcuandoalguiendijo:

—Felizcumpleaños,Amir.

EraAssef, con suspadres.El padredeAssef,Mahmood, eraunhombrebajitoydesmadejado,depieloscuraycarapequeña.Sumadre,Tanya,eraunamujermenudaynerviosaquesonreíayteníamuchostics.Assefestabaentrelosdos,sonriente.Lossobrepasabaaambosenalturaylespasabaelbrazoporencimadeloshombros.Loscondujohastanosotros,comosifueseélquienloshabíallevadoallí.Comosiélfueseelpadreyellossushijos.Mesacudióunasensacióndevértigo.Babalesdiolasgraciasporsupresencia.

—Heelegidopersonalmenteturegalo—dijoAssef.

LacaradeTanyasecontrajoysusojosvolaronrápidamentedesdeAssefhastamí.Sonrió,pococonvencida,yparpadeó.MepreguntésiBabalohabríaadvertido.

—¿Siguesjugandoalfútbol,Assefjan?—lepreguntóBaba,quesiemprehabíaqueridoquetrabaseamistadconAssef.

Éstesonrió.Erahorripilantelodulcequepodíaparecer.

—Naturalmente,Kakajan.

—Extremoderecho,sinorecuerdomal.

—Esteaño juegodedelanterocentro—dijoAssef—.Enesaposiciónsemetenmás goles. La semana próxima jugamos contra el equipo deMekro-

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Rayan.Seráunbuenencuentro.Tienenbuenosjugadores.

Babahizoungestoafirmativoconlacabeza.

—Dejovenyotambiénjugabadedelanterocentro.

—Apuestoaqueaúnpodría,siquisiera—comentóAssef,yhonróaBabaconunguiñodesimpatía.

Babaselodevolvió.

—Veo que tu padre te ha transmitido sus modales aduladores,mundialmentefamosos...

LediouncodazoalpadredeAssefyapuntoestuvodetirarloalsuelo.LacarcajadadeMahmoodfuecasitanconvincentecomolasonrisadeTanyaydeprontome pregunté si quizá, de algúnmodo, su hijo los tendría asustados.Intentéfingirunasonrisa,peronoconseguímásqueunadébilinclinacióndelas comisuras de los labios. Seme revolvía el estómago de ver ami padrehaciendomigasconAssef.

Assefmemiróentonces.

—WaliyKamaltambiénhanvenido.Noqueríanperdersetucumpleañospornadadelmundo—dijo,conunacarcajadaapuntodeaflorardesuboca.Yoasentíensilencio—.Mañanavamosajugarunpequeñopartidodevoleibolenmicasa—anunció—.Talvezteapeteceríavenir.TraecontigoaHassan,siquieres.

—Esosuenadivertido—replicóBabagritando—.¿Quéopinas,Amir?

—Nomegustaelvoleibol—murmuré.

VieldébilpestañeodeBabaysiguióentoncesunsilencioincómodo.

—Losiento,Assef jan—dijoBabaencogiéndosedehombros.Esodolía,éldisculpándosepormí...

—Nopasanada—repusoAssef—.Pero la invitaciónsigueenpie,Amirjan.

Bueno, es igual. Como sé que te gusta mucho leer, te he comprado unlibro.Uno demis favoritos.—Me entregó un paquete envuelto en papel deregalo—.Felizcumpleaños.

Vestíaunacamisadealgodónypantalonesazules,corbatadesedarojaymocasinesnegrosrelucientes.Olíaacoloniayllevabaelpelorubiorepeinadohaciaatrás.Superficialmente,eraelsueñodecualquierpadrehechorealidad:unchicofuerte,alto,bienvestidoydebuenosmodales,contalentoyaspectoimpresionantes,sinmencionarsuhabilidadparabromearconlosadultos.Peroenmiopinión,susojoslotraicionaban.Cuandoyolosmiraba, lafachadase

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derrumbabayrevelabaelcentelleodelocuraqueseocultabatrasellos.

—¿Novasaaceptarlo,Amir?—medijoBabaenesemomento.

—¿Qué?

—Turegalo—contestóirritado—.Assefjanestáofreciéndoteunregalo.

—Oh—dije. Cogí el paquete de Assef y bajé la vista. En ese instantedeseaba poder estar solo en mi habitación, con mis libros, lejos de aquellagente.

—¿Ybien?—añadióBaba.

—¿Qué?

Babahablabaenvozbaja,eltonoqueadoptabacuandoyoloavergonzabaenpúblico.

—¿NopiensasdarlelasgraciasaAssefjan?Hasidotodoundetalleporsuparte.

Ojalá Baba hubiera dejado de llamar a Assef de aquella manera. ¿EncuántasocasionesmellamabaamíAmirjan?

—Gracias—dije.LamadredeAssefmemirócomosiquisiesedeciralgo,pero no lo hizo. Fue entonces cuando me percaté de que ninguno de losprogenitoresdeAssefhabíapronunciadopalabra.Antesdequelasituaciónsepusieramás tensaentreBabayyo,y sobre todoparaescapardeAssefy susonrisa, me alejé de ellos—. Gracias por haber venido —apunté, y acontinuaciónmeabrícaminoentrelamultituddeinvitadosymedeslicéentrelasverjasdehierroforjado.

Doscasasmásabajode lanuestrahabíaun terrenograndeysincultivar.HabíaoídoaBabaexplicarleaRahimKanquelohabíacompradounjuezyque había un arquitecto trabajando en el proyecto. De momento, el solarseguía vacío, excepto por un gran cubo de basura que Alí guardaba en laesquinasur.Cadadossemanas,Alí,ayudadoporotrosdoshombres,cargabaelcuboenuncamiónylollevabaalvertederodelaciudad.

ArranquéelpapeldelregalodeAssefylacubiertadellibrobrillóalaluzdelaluna.SetratabadeunabiografíadeHitler.Lotiréalabasura.

Meagachéjuntoalapareddelvecinoymedejécaeralsuelo.Permanecíunratosentadoallíaoscuras,conlasrodillascontraelpecho,contemplandolasestrellas,alaesperadequefinalizaralanoche.

—¿No deberías estar atendiendo a los invitados? —preguntó una vozfamiliar.RahimKanseacercabaamípegadoalapared.

—Nomenecesitan.Babaestáallí,¿no?—respondí.RahimKansesentóa

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míladoyelhielodesucopatintineó—.Nosabíaquebebieras.

—Puessí—dijo,ymediouncodazoenplandeguasa—,aunquesóloenlasocasionesimportantes.

Sonreí.

—Gracias.

Dirigió lacopahaciamíenseñaldebrindisydioun trago.Encendióuncigarrillo,unodeesoscigarrillospaquistaníessinfiltroquesiemprefumabanélyBaba.

—¿Tehecontadoalgunavezqueestuveapuntodecasarme?

—¿Deverdad?—dijeconunaligerasonrisaimaginándomeaRahimKanapuntodecasarse.

Siempre lo había considerado como el álter ego de Baba, mi mentorliterario, mi colega, el que nunca se olvidaba de traerme un recuerdo, unsaughat, cuando regresaba de un viaje al extranjero. Pero ¿unmarido? ¿Unpadre?

Hizoungestoafirmativoconlacabeza.

—Es verdad. Yo tenía dieciocho años. Ella se llamaba Homaira. Erahazara, hija de los criados de nuestro vecino. Bonita como un pari,melenacastaña,grandesojosavellana...Yaquellasonrisa…,aúnlaoigoreíraveces.—Agitó la copa—. Nos veíamos en secreto en los pomares de mi padre,siempredespuésdemedianoche,cuandotodoelmundosehabíaidoadormir.Paseábamosbajolosárbolesdelamano...¿Teincomodo,Amirjan?

—Unpoco—dije.

—Bueno,podrássoportarlo—replicódandounanuevacalada—.Nosotrosteníamos la ilusión de celebrar una boda estupenda a la que invitaríamos atodoslosfamiliaresyamigosdesdeKabulaKandahar.Yoconstruiríaunagrancasaparanosotros,conunpatiocubiertodeazulejosyampliosventanales.Enel jardín plantaríamos árboles frutales y todo tipo de flores. Tambiéntendríamoscéspedparaquejugaranlosniños.Losviernes,despuésdelnamazenlamezquita,todoelmundosereuniríaencasaparacomereneljardín,bajoloscerezos,ybeberíamosaguafrescadelpozo.Despuéstomaríamoseltécondulcesviendocómonuestroshijos jugabanconsusprimos...—Dioun tragolargoalwhisky.Tosió—.Deberíashabervistolamiradademipadrecuandose loconté.Ymimadre sedesmayó.Mishermanas tuvieronquemojarle lacaraconaguafresca.Mientraslaabanicaban,memirabancomosiacabaraderebanarleelcuello.MihermanoJalalsedisponíaairaporsuescopetadecazaymi padre lo detuvo.—RahimKan soltó una amarga carcajada—.ÉramosHomairayyocontraelmundo.Ytelodigo,Amirjan:alfinal,siempreacaba

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ganandoelmundo.Asísonlascosas.

—¿Yquépasó?

—Aquelmismodía,mipadrepusoaHomairayasufamiliaenuncamiónylosexpulsódeHazarajat.Nuncavolvíaverla.

—Losiento—dije.

—Probablemente fue lo mejor —repuso Rahim Kan encogiéndose dehombros—.Habríasufrido.Mifamilianuncalahabríaaceptadocomoaunaigual.Es imposible ordenarle undía a alguienque te lustre los zapatos y alsiguiente llamarlo hermano. —Me miró—. Ya lo sabes, Amir, puedescontarmetodoloquequieras.Encualquiermomento.

—Losé—dije,inseguro.

Estuvoobservándomemuchorato,comosiestuvieseesperandoalgo.Susinsondables ojos negros buscaban un secreto impronunciable entre nosotros.Estuveapuntodeexplicárselo,deexplicárselotodo,pero¿quéhabríapensadodemí?Mehabríaodiado,yconrazón.

—Ten.—Meentregóunacosa—.Casisemeolvida.Felizcumpleaños.—Era un cuaderno con las tapas de piel marrón. Repasé con los dedos laspuntadasdoradasdelosbordes.Aspiréelaromadelapiel—.Paratushistorias—dijo. Ibaadarle lasgraciascuandoseprodujounaexplosiónyunas lucesiluminaronelcielo.

—¡Fuegosartificiales!

Regresamos corriendo a casa y encontramos a todos los invitadoscongregadosenelpatio,mirandohaciaelcielo.Losniñosreíanygritabanconcadanuevaexplosión.Lagenteestallabaenaplausoscadavezqueloscohetessilbaban y estallaban formando racimos de fuego. Cada pocos segundos eljardínquedabailuminadoporrepentinasráfagasderojo,verdeyamarillo.

Entonces, enunode aquellosbreves estallidosde luz, vi algoque jamásolvidaré:Hassan,conunabandejadeplata,sirviendorefrescosaAssefyWali.La luz parpadeó, se produjo un silbido y una explosión, y luego un nuevoresplandordeluzanaranjada:AssefsonreíayledabaaHassanungolpecitoenelpechoconelnudillo.

Después,porsuerte,laoscuridad.

9

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Alamañanasiguiente,sentadoenelsuelodemihabitación,medediquéaabrir,cajatrascaja,losregalos.Noséporquémemolestéenhacerlo,puesmelimitabaaecharlesunaojeadaindiferenteyalanzarlosaunrincón.Elmontónibacreciendo:unacámaraPolaroid,unaradio,unsofisticadotreneléctrico...yvarios sobres cerrados condinero enmetálico.Sabíaquenuncagastaría esedineroniescucharíalaradio,yqueeltreneléctriconuncacorreríaporsusvíasenmi habitación.No quería nada de aquello, todo era dineromanchado desangre.Además,Babajamásmehabríapreparadounafiestacomoaquéllasinohubieseganadoelconcurso.

Babamehizodosregalos.Unodeellosloteníatodoparaconvertirseenlaenvidia de los niños del vecindario: una Schwinn Stingray, la reina de lasbicicletas.SólounpuñadodeniñosdeKabulteníanunaStingraynueva,yyoerayaunodeellos.Teníaelmanillarelevado,conlasempuñadurasdecueronegro y su famoso sillín en formade banana.Los radios eran dorados, y elcuadrodecolorrojo,comounamanzanadecaramelo.Ocomolasangre.Otroniñohabría saltadode inmediatosobre labicicletaysehabría idoadarunavueltaderrapando.Yohabríahecholomismounosmesesatrás.

—¿Tegusta?—mepreguntóBaba,asomandolacabezaporlapuertademidormitorio.

Le sonreí con timidez y le di rápidamente las gracias. Deseaba haberpodidomostrarmemásefusivo.

—Podríamos salir a dar una vuelta—dijoBaba.Una invitación, aunquepocoentusiasta.

—Talvezmástarde.Estoyunpococansado—repliqué.

—Bien—dijoBaba.

—¿Baba?

—¿Sí?

—Gracias por los fuegos artificiales —dije. Agradecimiento, pero pocoentusiasta.

—Descansaunpoco—dijoBabaencaminándosehaciasuhabitación.

ElotroregalodeBaba,yestaveznosequedóaesperaraqueloabriese,era un reloj. Tenía la esfera azul y manecillas doradas en forma de saetasluminosas.Nisiquierameloprobé.Lodejéentrelosjuguetesdelrincón.Elúnico regalo que no arrojé al montón fue el cuaderno con tapas de piel deRahim Kan. Lo tenía en mi vestidor. Eso era lo único que no me parecíadineromanchadodesangre.

Mesentéenelbordedelacamaconelcuadernoentrelasmanos,pensando

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enloqueRahimKanmehabíacontadosobreHomairayensuconviccióndequeloquehabíahechosupadrehabíasidoacertado.«Habríasufrido.»IgualquesucedíacuandoelproyectordeKakaHomayounsequedabaatascadoenunamismadiapositiva, esamisma imagen seguíacentelleandoenmicabezauna y otra vez:Hassan, con la cabeza gacha, sirviendo refrescos aAssef yWali.

Tal vez fuera lomejor.Reducir su sufrimiento.Y también elmío. Fueracomofuera,estabaclaro:unodelosdosteníaquemarcharse.

A última hora de la tarde cogí la Schwinn para derrapar con ella porprimerayúltimavez.Didosvueltasa lamanzanay regreséacasa.Cuandollegué al camino de acceso al jardín trasero, vi a Hassan y a Alí atareadoslimpiandolosrestosdelafiestadelanocheanterior.Eljardínestabainundadode vasos de papel, servilletas arrugadas y botellas vacías de refresco. Alíplegabalassillasylascolocabajuntoalapared.Mevioymesaludó.

—Salaam,Alí—dije,devolviéndoleelsaludo.

Levantóundedoparapedirmequeesperaseysedirigióasuvivienda.Uninstantedespués,saliódenuevoconalgoenlasmanos.

—Anoche ni Hassan ni yo tuvimos la oportunidad de darte esto—dijo,entregándomeunpaquete—.Esmodestoynoesdignodeti,Amiragha.Peroesperamosqueteguste.Felizcumpleaños.

Semehizounnudoenlagarganta.

—Gracias,Alí—contesté.Deseabaquenomehubiesen compradonada.AbríelpaqueteymeencontréconunShahnamahnuevo,unaedicióndetapadura con ilustraciones en color.Allí estabaFerangis contemplandoa suhijoreciénnacido,KaiKhosrau.YAfrasiyab,montadoa lomosdesucaballo,alfrente de su ejército, armado con la espada. Y naturalmente, Rostam,infligiendolaheridamortalasuhijo,elguerreroSohrab—.Esbonito—añadí.

—Hassan dijo que el que tenías estaba viejo y roto y que le faltabanalgunaspáginas.Éstetienetodoslosdibujoshechosamano,conplumaytinta—meexplicóorgulloso,hojeandoellibroqueniélnisuhijopodíanleer.

—Esprecioso—comenté.Yloera.Y,meimaginaba,nadabarato.QueríadecirleaAlíquenoeraellibro,sinoyo,elquenoeradigno.Saltédenuevoalabicicleta—.DalelasgraciasaHassandemiparte.

Acabésumandoel libroa lapilade regalosdel rincóndemidormitorio.Pero mi mirada volvía a él una y otra vez, así que lo enterré en el fondo.Aquellanoche,antesdeacostarme,lepreguntéaBabasihabíavistoporalgúnladomirelojnuevo.

AlamañanasiguienteesperéenmihabitaciónaqueAlídespejaralamesa

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del desayuno en la cocina. Esperé a que lavara los platos y limpiara lasencimeras.MeapostéenlaventanadeldormitorioyesperéaqueAlíyHassansaliesenahacerlascomprasalbazarempujandosuscarritosvacíos.

Entoncesfuialmontónderegalos,cogíelrelojyunpardelossobresqueconteníandineroysalídepuntillas.AlpasarpordelantedeldespachodeBabamedetuveaescuchar.Habíaestado toda lamañanaallí encerrado,haciendollamadas. En esos momentos hablaba con alguien sobre un cargamento dealfombrasquedebíallegarlasemanasiguiente.Bajélasescaleras,atraveséeljardín y entré en la vivienda de Alí y Hassan, que estaba situada junto alníspero. Levanté el colchón de Hassan y deposité allí mi reloj nuevo y unpuñadodebilletesafganos.

Esperémediahoramás.Pasadoesetiempo,llaméalapuertadeldespachodeBabay leconté laqueesperabaque fuese laúltimadeuna larga listadementirasvergonzosas.

Atravésdelaventanademihabitación,viqueAlíyHassanllegabanporelcaminodeentradaempujandolascarretillascargadasdecarne,naan,frutayverduras. Vi a Baba salir de casa y encaminarse hacia Alí. Sus bocasarticulabanpalabrasqueyonopodíaoír.BabaseñalóendirecciónalacasayAlíasintió.Sesepararon.BabaentródenuevoencasayAlísiguióaHassanhaciaelinteriordesuchoza.

Unosinstantesdespués,Baballamabaamipuerta.

—Ven ami despacho—dijo—.Vamos a sentarnos todos y a solucionarestetema.

EntréeneldespachodeBabaytoméasientoenunodelossofásdepiel.HassanyAlítardaronmediahoraomásenllegar.

Habíanestadollorandolosdos;erafácildeadivinar,porquellegaronconlosojosrojosehinchados.SecolocaronfrenteaBaba,cogidosdelamano,ymepreguntécómoeraposiblequeyohubierasidocapazdeprovocarundolorcomoaquél.

Babaseadelantóypreguntó:

—Hassan,¿hasrobadoesedinero?¿HasrobadotambiénelrelojdeAmir?

LarespuestadeHassanfueunaúnicapalabra,pronunciadaconvozroncaydébil:

—Sí.

Meencogí, comosi acabarandedarmeunbofetón.Mediounvuelcoelcorazónyapuntoestuvedesoltarlaverdad.Entonceslocomprendí:setratabadel sacrificio final que Hassan hacía por mí. De haber respondido que no,

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BabalehubiesecreídoporquetodossabíamosqueHassannomentíanunca,ysiBabalocreía,entonceselacusadoseríayo;tendríaqueexplicarloysaldríaalaluzloqueyoeraenrealidad.Babajamásmeperdonaría.Yesollevabaaotra conclusión: Hassan lo sabía. Sabía que yo lo había visto todo en elcallejón y que me había quedado allí sin hacer nada. Sabía que lo habíatraicionadoyapesardeellomerescatabaunavezmás,quizálaúltima.Enesemomento lo quería, lo quería más que nunca querría a nadie, y deseabadecirlesatodosqueyoeralaserpienteenlahierba,elmonstruoenellago.Nomerecía su sacrificio; yo era un mentiroso, un tramposo y un ladrón. Y lohabría dicho, pero una parte de mí se alegraba. Se alegraba de que todoaquello fuera a acabar pronto. Baba los despediría, habría un poco desufrimiento,perolavidacontinuaría.Yesoqueríayo,continuar,olvidar,hacerborrónycuentanueva.Queríapoderrespirardenuevo.

PeroBabamesorprendiócuandodijo:

—Teperdono.

¿Perdonar? Pero si el robo era el pecado imperdonable, el denominadorcomúndetodoslospecados.«Cuandomatasaunhombre,lerobaslavida.Lerobaselmaridoaunaesposayelpadreaunoshijos.Cuandomientes,robasalotroelderechoalaverdad.Cuandoengañas,robaselderechoalaequidad.Noexiste actomásmiserable que el robo.» ¿Nomehabía sentadoBaba en susrodillas yme había dicho esas palabras?Entonces, ¿cómo podía perdonar aHassan? Y si Baba podía perdonar aquello, entonces ¿por qué no podíaperdonarmeamípornoserelhijoquesiemprehabíaquerido?¿Porqué...?

—Nosvamos,aghaSahib—dijoAlí.

—¿Qué?—dijoBaba.Elcolorledesapareciódelacara.

—Nopodemosseguirviviendoaquí—contestóAlí.

—Peroloheperdonado,Alí,¿nolohasoído?—dijoBaba.

—Lavidaaquíresultaimposibleparanosotros,aghaSahib.Nosvamos.

AlíarrastróaHassanhaciaély lo rodeóporelhombro.Eraungestodeprotección y yo sabía de quién estaba protegiéndolo. Alí me miró y en sumirada fría e implacable vi que Hassan se lo había contado. Se lo habíacontadotodo,loqueAssefysusamigoslehabíanhecho,lodelacometa,lomío.Porextrañoqueparezca,mealegrabadequealguiensupiese loqueyoerarealmente;estabacansadodedisimular.

—No me importan ni el dinero ni el reloj —dijo Baba con los brazosabiertosylaspalmasdelasmanoshaciaarriba—.Nocomprendoporqué...

¿Quéquieresdecirconesodeimposible?

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—Losiento,aghaSahib,peroyahemoshecholasmaletas.Hemostomadounadecisión.

Babasepusoenpie.Eldolorensombrecíasusemblante.

—Alí,¿no teheproporcionadosiempre todo loquehasnecesitado?¿NohesidobuenocontigoyconHassan?Ereselhermanoquenuncatuve,Alí,losabes.Notevayas,porfavor.

—Nohagasestomásdifícildeloqueyaes,aghaSahib—dijoAlí.

Ladeó la boca y, por un instante, creí ver una mueca. En ese momentocomprendí la profundidad del sufrimiento que yo había provocado, laoscuridad del dolor que yo había acarreado a todo el mundo, un pesar tangrandequenilacaraparalizadadeAlípodíaenmascarar.MeobliguéamiraraHassan,peroteníalacabezaagachada,loshombroshundidosyseenroscabaeneldedounhiloquecolgabadeldobladillodesucamisa.

Babasuplicaba.

—Dimealmenosporqué.¡Necesitosaberlo!

AlínoselodijoaBaba,igualquenoprotestócuandoHassanconfesóelrobo. Nunca sabré por qué, pero podía imaginármelos a los dos en lapenumbradesupequeñachoza,llorando,yaHassansuplicándolequenomedelatara. Resulta difícil imaginar el control que debió de necesitar Alí paramantenerlapromesa.

—¿Nosllevaráshastalaestacióndeautobuses?

—¡Te prohíbo que te vayas!—vociferó Baba—. ¿Me has oído? ¡Te loprohíbo!

—Contodosmisrespetos,nopuedesprohibirmenada,aghaSahib—dijoAlí—.Yanotrabajamosparati.

—¿Adóndeiréis?—lepreguntóBabaconlavozrota.

—AHazarajat.

—¿Contuprimo?

—Sí.¿Nosllevarásalaestacióndeautobuses,aghaSahib?

Entoncesvi aBabahacer algoquenunca lehabíavistohacer: lloró.Measustóunpocoversollozaraunhombreadulto.Sesuponíaquelospadresnolloraban.

—Porfavor—dijoBaba,peroAlíseencaminabahacialapuertayHassanseguíasuspasos.

NuncaolvidarélaformaenqueBabapronuncióaquellaspalabras,eldolor

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desusúplica,elmiedo.

Era muy excepcional que lloviese en Kabul en verano. El cielo azul semanteníaalláalolejosyelsoleracomounhierrocandentequeteabrasabalanuca.LosriachuelosdondeHassanyyojugábamosatirarpiedrasdurantelaprimaverasehabíansecadoyloscochecitosdetransportetiradosporhombresomuchachoslevantabanpolvoasupaso.Lagenteacudíaalasmezquitasalmediodíapararezarsusdiezrakatsyluegoseretirabaalcobijodecualquiersombra para sestear a la espera de la llegada del frescor del atardecer. Elveranosignificaba largas jornadasdecolegiosudandoenel interiordeaulasllenas y poco ventiladas, aprendiendo a recitar ayats del Corán y luchandocontra esas palabras árabes tan extrañas que te hacían retorcer la lengua.Significaba cazar moscas con la mano mientras el mullah hablaba conmonotonía y una brisa caliente traía el olor a excrementos procedente delcobertizo que había en un extremo del patio y levantaba el polvo junto aldesvencijadoysolitarioarodebaloncesto.

PerolatardeenqueBabaacompañóaAlíyHassanalaestaciónllovíayrugíanlostruenos.Encuestióndeminutos,lalluviaempezóadescargarconfuerza.Elsonidoconstantedelaguainflamabamisoídos.

BabaseofrecióallevarlospersonalmentehastaBamiyan,peroAlísenegó.Atravésdelaventanaempañadademihabitación,observéaAlícargandoenelcochedeBaba,queaguardabaenelexterior,juntoalaverja,unasolitariamaleta donde cabían todas sus pertenencias.Hassan llevaba a la espalda sucolchón,bienenrolladoyatadoconunacuerda.Habíadejadosusjuguetesenla cabaña vacía... Los descubrí al día siguiente, amontonados en un rincónigualquelosregalosdecumpleañosenmihabitación.

Lasgotasdelluviasedeslizabanporloscristalesdelaventana.ViaBabacerrardeunportazoelmaletero.Empapado,sedirigióalladodelconductor.SeinclinóyledijoalgoaAlí,queibasentadoenelasientodeatrás.Talvezestuviera quemando el último cartucho para tratar de que cambiara de idea.EstuvieronunratohablandomientrasBaba,encorvadoyconunbrazosobreeltechodelvehículo,seempapaba.Cuandoseenderezó,adivinéporlalíneadesus hombros hundidos que la vida que yo había conocido hasta entonces sehabíaacabado.Babaentróenelcoche.Laslucesdelanterasseencendieronyrecortaron en la lluvia dos halos gemelos de luz. Como si de una de esaspelículas hindúes que Hassan y yo solíamos ver se tratara, ésa era la partedondeyodebíasalircorriendo,chapoteandoconlospiesdesnudosenelagua.Perseguiríaelcochedandogritosparaquesedetuviese.SacaríaaHassandelasientodeatrásy,conunaslágrimasqueseconfundiríanconlalluvia,lediríaquelosentíamuchoylosdosnosabrazaríamosbajoelaguacero.Peroaquellonoeraunapelículahindú.Losentía,peronillorénisalícorriendo.Contempléel coche de Baba tomando la curva y llevándose con él a la persona cuya

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primerapalabranofueotraqueminombre.AntesdequeBabagirarahacialaizquierda en la esquina donde tantas veces habíamos jugado a las canicas,captéunaimagenfinalyborrosadeHassanhundidoenelasientodeatrás.

Retrocedíyloúnicoqueviyafueronlasgotasdelluviaenloscristalesdelasventanas,queparecíanplatafundida.

10

Marzode1981

Enfrentedenosotroshabíasentadaunamujerjoven.Llevabaunvestidodecolorverdeolivayunchalnegroen lacabezaparaprotegersedel fríode lanoche.Cadavezqueelcamióndabaunasacudidaotropezabaconunbache,seponíaarezar.Su«Bismillah!»resonabaacadasaltoomovimientobruscodel camión. Su marido, un hombre corpulento vestido con bombachos ytocadoconunturbanteazulceleste,acunabaaunbebéenunbrazomientrascon lamano libre pasaba las cuentas de un rosario. Sus labios recitaban ensilenciounaoración.Habíamáspersonas,unadocenaentotal,incluyéndonosa Baba y a mí, que íbamos sentados a horcajadas sobre nuestras maletas,apretujadoscontradesconocidosen lacajacubiertaporuna lonadeunviejocamiónruso.

YoteníalastripasrevueltasdesdequehabíamossalidodeKabulalasdosdelamañana.Babanuncamelomencionó,peroyosabíaqueconsiderabamismareosencocheotrademismuchasdebilidades.Lovireflejadoensucaralasdosvecesenquemiestómagosecerróde talmaneraquenomequedómásremedioquedevolver.Cuandoel tipocorpulento(elmaridode lamujerquerezaba)mepreguntósiestabamareándome, le respondíque talvezsí.Babaapartólavista.Elhombrelevantólaesquinadelalonaylegritóalconductorqueparara.Peroelconductor,Karim,unescuálidohombredepieloscuraconfaccionesque recordaban lasdeungavilányunbigote tan finoqueparecíadibujadoalápiz,sacudiólacabezanegativamente.

—EstamosdemasiadocercadeKabul—gritóamododerespuesta—.Dilequeseaguante.

Baba gruñó algo entre dientes.Me habría gustado decirle que lo sentía,peroderepentemedicuentadequeempezabaasalivar,quenotabaeltípicosaborabilis.Mevolví,levantéeltoldoyvomitésobreellateraldelcamiónenmarcha.Detrásdemí,Babasedisculpabaconlosdemáspasajeros.Comosimarearse fuerauncrimen.Comosiunonopudieramarearsea losdieciochoaños. Devolví dos veces más hasta que Karim decidió detenerse,

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principalmenteparaquenolemancharaelvehículo,sumediodevida.Karimera contrabandista de personas, un negocio lucrativo en aquel entonces queconsistíaentransportaragentedesdeelKabulocupadoporlosshorawihastalaseguridadrelativaqueofrecíaPakistán.NosdirigíamosaJalalabad,acientosetentakilómetrosalsudestedeKabul,dondenosesperabasuhermano,Toor,quedisponíadeuncamiónmásgrande,ocupadoyaporunsegundoconvoyderefugiadosyquenosconduciríaporelpasodeKhyberhastaPeshawar.

CuandoKarim sedetuvo a un ladode la carretera, nos encontrábamos apocoskilómetrosaloestedelascataratasdeMahipar.Mahipar,quesignifica«pezvolador»,eraunacimaelevadaconunprecipicioquedominabalaplantahidroeléctrica que los alemanes habían construido paraAfganistán en 1967.Babayyohabíamossubidoencochehasta lacimaen incontablesocasionesde camino a Jalalabad, la ciudad de los cipreses y los campos de caña deazúcardondelosafganospasabanlasvacacionesdeinvierno.

Saltépor laparte traseradelcamióny fuidando tumbosporel terraplénquehabíajuntoalacarretera.Teníalabocallenadesaliva,unavisodeloqueestaba apuntodeproducirse.Avancédando tumboshastaun lugardesde elcual se veía un profundo valle que en aquelmomento estaba sumido en laoscuridad.Meencorvé,apoyélasmanosenlasrodillasyesperéaquellegarala bilis. Una rama se partió en algún lugar y ululó una lechuza. El viento,suaveyfrío,chasqueabaentrelasramasyagitabalosarbustosquesalpicabanlaloma.Abajoseoíaeldébilsonidodelaguadeslizándoseporelvalle.

Enel arcénde aquella carreterapenséencómohabíamosabandonado lacasadondehabíavividotodamivida,comosinosmarcháramosunmomento:losplatosmanchadosdekofta,apiladosenelfregaderodelacocina;lacolada,enlacestademimbredelvestíbulo; lascamasporhacer; lostrajesdeBaba,colgadosenelarmario.LostapicescubriendolasparedesdelsalónyloslibrosdemimadreabarrotandolasestanteríasdeldespachodeBaba.Lossignosdenuestra fugaeransutiles:habíadesaparecido la fotografíade labodademispadres, así como la fotografía borrosa demi abuelo y el shaNader junto alciervomuerto. En los armarios faltaban unas pocas prendas. También habíadesaparecidoelcuadernocontapasdepielquemehabíaregaladoRahimKancincoañosatrás.

Porlamañana,Jalaluddin(nuestroséptimocriadoencincoaños)pensaríaseguramentequehabíamossalidoadarunpaseoapieoencoche.Nose lohabíamos dicho. En Kabul ya no se podía confiar en nadie. A cambio dedinero, o bajo la presión de las amenazas, la gente se delataba entre sí, elvecinoalvecino,elhijoalpadre,elhermanoalhermano,elcriadoalamo,elamigo al amigo. Pensé en el cantante Ahmad Zahir, que había tocado elacordeónenlafiestademidecimotercercumpleaños.Salióadarunavueltaencoche con unos amigos y después encontraron su cuerpo arrojado en una

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cunetaconunabalaen lanuca.Losrafiqs, loscamaradas,estabanpor todaspartes y habían dividido Kabul en dos grupos: los que escuchaban aescondidasylosqueno.Lomaloeraquenadiesabíaquiénpertenecíaacuál.Un comentario casual al sastremientras te tomabamedidas para cortarte untrajepodíahacerteaterrizarenlasmazmorrasdePoleh-Charkhi.Unaquejaalcarnicerosobreeltoquedequeda,yenunabrirycerrardeojosteencontrabasentrerejasyconlosojosclavadosenlabocadeunKalashnikov.Inclusoenlaintimidad de sus casas, la gente hablaba demanera calculada. Los rafiqs seencontrabantambiénenlasaulas;habíanenseñadoalosniñosaespiarasuspadres,quéescucharyaquiéncontárselo.

¿Quéhacíayoenaquellacarreteraenplenanoche?Debíaestaracostado,bajomissábanas,conunlibrodepáginasmanoseadasamilado.Aquelloteníaque ser un sueño. Tenía que serlo. Al día siguiente por la mañana melevantaríaymeasomaríaalaventana:nadadesoldadosrusosmalhumoradospatrullandopor lasaceras,nadade tanquescirculandoarribayabajopor lascallesdemiciudad,consustorretasgirandocomodedosacusadores;nadadecascotes,nadadetoquesdequeda,nadadevehículosdetransportedetropasrusaszigzagueandoporlosbazares.Entonces,detrásdemí,escuchéaBabayaKarimdiscutiendosobreelplanparacuandollegáramosaJalalabadmientrasfumabanuncigarrillo.KarimtranquilizabaaBabadiciéndolequesuhermanotenía un camión grande de «primera calidad» y que la caminata hastaPeshawar sería un paseo. «Podría llevaros hasta allí con los ojos cerrados»,dijo Karim. Escuché por encima cómo le explicaba a Baba que él y suhermanoconocíanalossoldadosrusosyafganosqueestabanapostadosenlospuestosdecontrolyquehabíanllegadoaunacuerdo«provechosoparaambaspartes». Aquello no era un sueño.Amodo de indicación, nos sobrevoló derepente unMig. Karim arrojó el cigarrillo y sacó una pistola del cinturón.Apuntóhaciaelcieloy,simulandoquedisparaba,escupióymaldijoalMig.

MepreguntédóndeestaríaHassan.Luegoloinevitable.Vomitésobreunamaraña demalas hierbas. Las náuseas y los ruidos de las arcadas quedaronamortiguadosporelrugidoensordecedordelMig.

Veinte minutos después nos deteníamos en el puesto de control deMahipar.El conductor dejó el camión en puntomuerto y saltó del vehículoparasaludaralasvocesqueseaproximaban.Lagravillacrujíabajosuspies.Seprodujoun intercambiodepalabras,breveyenvozbaja.Unencendedorparpadeó.

—Spasseba.

Otroparpadeodeencendedor.Alguienrio,yelsonidoestridentedeaquellarisotadame hizo pegar un salto. Lamano deBabame sujetó la pierna confirmeza.Elhombrequereíasepusoacantar,conunmarcadoacentoruso,una

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versión calumniosa y desentonada de una antigua canción de boda afgana.«Ahesta boro,Mah-e-man, ahesta boro», ve despacio, encantadora luna, vedespacio.

Untaconeodebotasenelasfalto.Alguienabriólacubiertadelonaporlapartetraseradelcamiónyasomarontrescaras.UnaeraladeKarim;losotrosdos eran de soldados, uno afgano y el otro un ruso sonriente con cara debulldogyuncigarrilloenlacomisuradelaboca.Trasellosseveíaunalunacolorhuesoenelcielo.Karimyelsoldadoafganointercambiaronbrevementeunas palabras en pastún. Pude entender algo de lo que decían... HablabansobreToory sumala suerte.El soldado ruso introdujo la cabezaen lapartetraseradelcamión.Eraélquientarareabalacancióndebodayseguíaelritmogolpeandoconundedoelfilodelaportezuela.Inclusobajolatenueluzdelalunafuicapazdeverelbrillovidriosodesusojosmientrasexaminabaatodoslospasajeros.Elsudorleresbalabaporlascejas,apesardelfrío.Sumiradasedetuvo en la mujer joven del chal negro. Se dirigió en ruso a Karim sinquitarle a ella los ojos de encima. Karim le respondió lacónicamente y elsoldado le replicó de unamaneramás lacónica aún. El soldado afgano dijotambiénalgoenvozbajayconciliadora.Peroelsoldadorusogritóalgoquehizo que los otros dos se encogieran.Yo notaba cómoBaba, ami lado, ibaponiéndosetenso.Karimtosióparaaclararselagargantaybajólacabeza.Dijoque el soldado quería pasarmedia hora con lamujer en la parte trasera delcamión.

Lajovensetapólacaraconelchalyrompióallorar.Elpequeño,sentadoenelregazodesumarido,rompióallorartambién.Lacaradelmaridoestabatanpálidacomola lunaenelcielo.LedijoaKarimquelepidieraal«señorsoldadosahib»quetuvieraunpocodepiedad,quetalveztuvieraunahermanaounamadre,quetalveztuvieratambiénunaesposa.ElrusoescuchóaKarimyescupióunaretahíladepalabras.

—Essupreciopordejarnospasar—dijoKarim.Noseatrevíaamiraralesposoalosojos.

—El precio lo hemos pagado. Él recibe ya un buen dinero—replicó elmarido.Karimyelsoldadorusovolvieronahablar.

—Dice...,dicequecualquierpreciotienesuimpuesto.

AhífuecuandoBabasepusoenpie.Eramiturnodesujetarleconfirmezalapierna,peroBabase soltóenseguiday laapartó.Al levantarse, eclipsó laluna.

—Quiero preguntarle una cosa a este hombre—dijo Baba. Se lo dijo aKarim,peroteníalamiradafijaenelsoldadoruso—.Pregúntaledóndetienelavergüenza.

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Hablaron.

—Dicequeestoeslaguerra.Queenlaguerranohayvergüenza.

—Dilequeseequivoca.Quelaguerranoniegaladecencia.Quelaexige,másinclusoqueentiemposdepaz.

«¿Tienesque ser siempreelhéroe?—penséconel corazónpalpitante—.¿Nopuedesdejarlocorreraunquesea sóloporunavez?»Pero sabíaquenopodía...,erasuformadeser.Elproblemaeraquesuformadeseribaaacabarcontodosnosotros.

ElsoldadorusoledijoalgoaKarimesbozandounasonrisa.

—Agha Sahib—dijo Karim—, estos roussi no son como nosotros. Nocomprendennadasobreelrespetoyelhonor.

—¿Quéhadicho?

—Dicequemetiéndoteunabaladisfrutarácasitantocomo...

Karimse interrumpió,perohizoungestocon lacabezaendireccióna lamujer que había encandilado al guardia. El soldado apagó el cigarrillo sinterminarloydesenfundósupistola.

«O sea, que aquí es cuando muere Baba—pensé—. Así es como va asuceder.»Recitémentalmenteunaoraciónquehabíaaprendidoenelcolegio.

—Dile queme llevaré unmillar de sus balas antes que permitir que seproduzcaestaindecencia—dijoBaba.

Mi mente regresó a aquel invierno de hacía seis años. Yo observaba elcallejóndesdelaesquina.KamalyWalisujetabanaHassan.LosmúsculosdelasnalgasdeAssefsetensabanysedestensaban,suscaderassemovíanhaciadelanteyhaciaatrás.Vayahéroehabíasidoyo,preocupándomeporlacometa.Aveces,tambiényomepreguntabasierarealmentehijodeBaba.

Elrusoconcaradebulldoglevantóelarma.

—Baba, siéntate, por favor —dije, tirándole de la manga—. Creo quepiensadispararteenserio.

Babameapartólamano.

—¿Es que no te he enseñado nada?—me espetó, y se volvió hacia elsonriente soldado—. Dile que es mejor que me mate al primer disparo.Porque,sinocaigo,lovoyahacerpedazos.¡Malditoseasupadre!

Mientras escuchaba la traducción, la sonrisa del soldado ruso no sedesvaneció en ningúnmomento.Desactivó el dispositivo de seguridad de lapistolayapuntóhaciaelpechodeBaba.Sentíaqueelcorazónmegolpeabaen

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lagarganta.Metapélacaraconlasmanos.

Lapistolarugió.

«Yaestáhecho.Tengodieciochoañosyestoysolo.Notengoanadieenelmundo. Baba ha muerto y ahora tengo que enterrarlo. ¿Dónde lo entierro?¿Adóndevoydespués?»

Pero el torbellino de pensamientos que rodaba en mi cabeza se detuvorepentinamentecuandoabrílosojosyviaBabatodavíaallí.Vitambiénaunoficialrusoquesehabíaunidoalgrupo.Delcañóndesupistolavueltahaciaarribasalíahumo.ElsoldadoquepretendíamataraBabahabíaenfundadosuarmaycaminabaarrastrandolospies.Nuncahabíasentidoconmásfuerzalasensacióndequererreírylloraralavez.

El oficial ruso, robusto y de pelo canoso, se dirigió a nosotros,expresándoseenunmalfarsi,ypidiódisculpasporelcomportamientodesucamarada.

—Losenvíanaquíaluchar—dijo—,peronosonmásqueniñosy,cuandolleganaquí,descubrenelplacerde lasdrogas.—Dirigióal jovensoldado lamiradaarrepentidadeunpadreexasperadoporelmalcomportamientodesuhijo—.Éstesehaenganchadoaladroga.Yointentoevitarlo,pero...—añadió,yluegohizoungestoamododedespedida.

Instantesdespuésnosmarchábamos.Oíunacarcajaday luego lavozdelsoldado,calumniosaydesentonada,cantandolaantiguacancióndeboda.

Avanzamos en silencio durante unos quince minutos antes de que elmaridodelamujerjovensepusierarepentinamenteenpieehicieraalgoquehabíavistohaceramuchosotrosantesqueaél:besarlamanodeBaba.

La mala suerte de Toor. ¿No había oído hablar de eso en un retazo deconversaciónallíenMahipar?

EntramosenJalalabadunahoraantesdequeamaneciera.Karimnoshizobajarrápidamentedelcamiónyentramosenunacasadeunaplantasituadaenel cruce de dos caminos de tierra flanqueados por casas bajas, acacias ytiendas cerradas. Me subí el cuello del abrigo para protegerme del frío yarrastramos nuestras pertenencias al interior. Por algún motivo, recuerdo elolorarábanos.

Unavezdentrodeunsalónvacíoyescasamente iluminado,Karimcerróconllavelapuertaprincipalycorrió lassábanasandrajosasquepasabanporcortinas.Luegorespiróhondoynosdiolasmalasnoticias:suhermanoToorno podía llevarnos a Peshawar. Según nos explicó, la semana anterior se lehabíaquemadoelmotordelcamióny todavíaestabaesperandoque llegaranlaspiezasderecambio.

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—¡Lasemanapasada!—exclamóalguien—.Silosabías,¿porquénoshastraídohastaaquí?

Captéporelrabillodelojounmovimientonervioso.LuegovialgoborrosoqueatravesabalahabitacióncomounrayoylosiguientequevifueaKarimaplastado contra la pared, con los pies y sus correspondientes sandaliascolgandoamediometrodealturadelsuelo.Alrededordesucuello,lasmanosdeBaba.

—Tediréporqué—dijoBaba—.Porqueasíélsehasacadosutajadadelviaje.Esoesloúnicoqueleimporta.

Karim articulaba sonidos guturales. Un reguero de saliva le caía por lacomisuradelaboca.

—Suéltelo,agha,estámatándolo—dijounodelospasajeros.

—Esoesloquepretendohacer—replicóBaba.

LoqueningunodelospresentessabíaeraqueBabanobromeaba.Karimestabaponiéndoserojoydabapatadas.Babasiguióasfixiándolohastaquelajovenmadre,laquelehabíagustadoalsoldadoruso,lesuplicóqueparase.

CuandoBaba finalmente lo soltó,Karim cayó al suelo dando vueltas enbuscadeaire.Laestanciasequedóensilencio.HacíamenosdedoshorasqueBabasehabíaofrecidovoluntariopararecibirunabalaporsalvarlahonradeunamujer que ni siquiera conocía, y ahora estrangulaba a un hombre hastacasiproducirlelamuerte.Ylohabríahechodenohabersidoporlassúplicasdeesamismamujer.

Alguienempezóadargolpesenlapuerta.No,noenlapuerta,abajo.

—¿Quéeseso?—preguntóalguien.

—Los otros —jadeó Karim, recuperando la respiración—. Están en elsótano.

—¿Cuántollevanesperando?—dijoBaba,abalanzándosesobreKarim.

—Dossemanas.

—Creíquehabíasdichoqueelcamiónseestropeólasemanapasada.

Karimsefrotóelcuello.

—Puedequefueralasemanaanterior—musitó.

—¿Cuántotiempotardarán?

—¿Qué?

—¿Cuántotiempotardaránenllegarlosrecambios?—rugióBaba.

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Karimseencogió,peronodijonada.Mealegrédequeestuvieraoscuro.NodeseabaverlamiradaasesinaenlacaradeBaba.

•••

UnhedorahumedadyamohomesubióalanarizcuandoKarimabriólapuertaqueconducíaalsótanopormediodeunainestableescalera.Bajamosenfila. Los peldaños crujían bajo el peso de Baba. En el frío sótanome sentíobservadopor ojos que centelleaban en la oscuridad.Vi formas acurrucadasportodalahabitación,sussiluetasperfiladasenlasparedesporlatenueluzdeunpardelámparasdequeroseno.Unmurmullorecorrióelsótano.Porencimadeél,seoíaeldébilsonidodegotasdeaguaquecaíanenalgúnlugar,yalgomás,unsonidochirriante.

Babasuspiródetrásdemíydejócaerlasbolsas.

Karim nos dijo que en un par de días el camión estaría arreglado. QueentoncesemprenderíamoscaminohaciaPeshawar.Hacialalibertad.Hacialaseguridad.

El sótano fue nuestro hogar durante la semana siguiente y a la terceranochedescubríelorigendelossonidoschirriantes.Ratas.

En cuantomis ojos se acostumbraron a la oscuridad, conté en el sótanounos treinta refugiados.Nos sentamoshombroconhombro juntoa lapared,comimosgalletas,pancondátilesymanzanas.Aquellaprimeranoche todosloshombresrezaronjuntos.UnodelosrefugiadoslepreguntóaBabaporquénoseuníaaellos.

—Diosnossalvará.¿Porquénolerezas?

Babaaspiróunapizcaderapéyestirólaspiernas.

—Loquenossalvarásonochocilindrosyunbuencarburador.—EsolossilencióatodosporloquealtemadeDiosserefiere.

Fueaúltimahoradeaquellaprimeranochecuandodescubríquedosdelaspersonas que se escondían con nosotros eran Kamal y su padre. FueimpresionanteveraKamalsentadoenelsótanoaescasosmetrosdedondeyoestaba.Perocuandoélysupadreseaproximaronadondenosencontrábamosnosotrosyvisucara,lovideverdad...

Sehabíamarchitado...,nohabíaotrapalabraparadescribirlo.Susojosmelanzaron unamirada vacía, sin reconocerme en absoluto.Tenía los hombrosencorvados y lasmejillas hundidas, como si estuvieran demasiado agotadaspara permanecer unidas al hueso que había debajo de ellas. Su padre, quehabía sido propietario de un cine enKabul, le explicaba aBaba cómo, tresmesesantes,unabalaperdida lehabíadadoen lasienasuesposaacabandocon su vida. Luego le explicó aBaba lo deKamal. Sólo pude escucharlo a

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trozos:«Nuncadeberíahaberdejadoquefuerasolo...Unmuchachotanguapo,yasabes...Erancuatro...,intentódefenderse...Dios...,locogieron...Sangrandoporallí...Lospantalones...Nohahabladomás...Siempreestácon lamiradafija...»

Nohabríacamión,nosexplicóKarimdespuésdepermanecerunasemanaencerradosenaquelsótanoinfestadoderatas.Elcamiónnopodíarepararse.

—Perohayotraposibilidad—dijoKarim,levantandolavozporencimadelasquejas.Suprimodisponíadeuncamióncisternaylohabíautilizadoenunpar de ocasiones para realizar contrabando de personas. Se encontraba enJalalabadyseguramentecabríamostodos.

Todosdecidieronirexceptounaparejamayor.

Partimosaquellamismanoche,Babayyo,Kamalysupadreylosdemás.Karim y su primo, un hombre calvo de cara cuadrada llamado Aziz, nosayudaronaentrarenelcamióncisterna.Unoauno,subimosalapartetraseradelcamiónenmarcha,subimosporlaescaleradeaccesoynosdeslizamosenelinteriordelacisterna.RecuerdoquecuandoBabahabíasubidolamitaddela escalera, saltó de nuevo abajo y sacó la caja de rapé que llevaba en elbolsillo.Lavacióycogióunpuñadodetierradelcaminosinpavimentar.Besóla tierra, la depositó en la caja y guardó ésta en el bolsillo interior de lachaqueta,juntoasucorazón.

•••

Pánico.

Abres la boca. La abres tanto que incluso te crujen las mandíbulas.Ordenas a los pulmones que cojan aire, ahora, necesitas aire, lo necesitasahora. Pero tus vías respiratorias te ignoran. Se colapsan, se estrechan, seaprietan, y de repente te encuentras respirando a través de una pajita derefresco. La boca se cierra y frunces los labios, y lo único que consiguesarticularesungritoahogado.Lasmanosseagitanytiemblan.Enalgúnlugarseharotounapresayelsudorfríoteinunda,empapatucuerpo.Quieresgritar.Loharíassipudieses.Peroparagritarnecesitasrespirar.

Pánico.

Elsótanoeraoscuro.Lacisternaeranegracomoelcarbón.Miréaderechae izquierda, arriba y abajo, moví las manos ante mis ojos, ni un atisbo demovimiento. Parpadeé, parpadeé de nuevo. Nada. El aire estaba cargado,demasiado espeso, era casi sólido.El aire no es un sólido.Deseaba cogerloconlasmanos,romperloenpequeñospedazos,introducirlosenmitráquea.Yeloloragasolina...Meescocíanlosojosdebidoalosvapores,comosialguienmehubiesearrancadolospárpadosyloshubiesefrotadoconunlimón.Cada

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vezquerespirabameardíalanariz.Penséqueenunlugarcomoéseerafácilmorir.Mellegabaungrito.Llegaba,llegaba...

Y entonces un pequeño milagro. Baba me tiró de la manga y en laoscuridadaparecióunresplandorverde.¡Luz!ElrelojdeBaba.Mantuvelosojospegadosaaquellasmanosdecolorverdefluorescente.Teníatantomiedodeperderlasquenomeatrevíaniapestañear.

Poco a poco empecé a tomar conciencia de lo que me rodeaba. Oíagemidos y murmullos de oraciones. Oí el llanto de un bebé y el mudoconsuelodesumadre.Alguienvomitó.Otromaldijoalosshorawi.Elcamiónse balanceaba de un lado a otro, hacia arriba y hacia abajo. Las cabezasgolpeabancontraelmetal.

—Piensaenalgobueno—medijoBabaaloído—.Enalgofeliz.

Algo bueno. Algo feliz. Dejé vagar la mente. Dejé que el recuerdo meinvadiera:

Viernes por la tarde en Paghman. Un campo de hierba de color verdemanzanasalpicadopormorerasconelfrutomaduro.EstamosHassanyyo.Lahierbanosllegahastalostobillos.Elcarretedavueltasenlasmanoscallosasde Hassan. Nuestros ojos contemplan la cometa en el cielo. Nointercambiamosniunapalabra;noporqueno tengamosnadaquedecir, sinoporquenoesnecesariodecirnada...Esoesloquesucedeentrepersonasquemutuamente son su primer recuerdo, entre personas criadas por el mismopecho.Labrisaagita lahierbayHassandeja rodarel carrete.Lacometadavueltas, baja enpicado, se endereza.Nuestras sombrasgemelasbailan en lahierba rizada. Más allá del muro de adobe, en el otro extremo del campo,oímos voces y risas y el gorgoteo de una fuente. Y música, algo viejo yconocido,creoquesetratadeYaMowlahtocadoalrubab.Alguiennosllamadesdedetrásdelmuro,dicequeeslahoradeltéylaspastas.

Norecordabamuybienquémesera,nisiquieraelaño.Loúnicoquesabíaera que el recuerdo estaba vivo en mí, un fragmento perfectamenteencapsuladodeunpasadobueno,unapinceladadecolorsobreellienzogrisyáridoenquesehabíanconvertidonuestrasvidas.

Elrestodelviajesonretazosdisparesderecuerdosquevanyvienen,ensumayoría sonidos y olores: aviones Mig rugiendo por encima de nuestrascabezas, el tableteo de las ametralladoras, un asno rebuznando cerca denosotros, el tintineo de los cencerros y los balidos de las ovejas, la gravillaaplastadabajolasruedasdelcamión,unbebéprotestandoenlaoscuridad,elhedoragasolina,vómitosymierda...

Loque recuerdoacontinuaciónes la luzcegadoradeprimerahorade lamañanaalsalirdelacisternadegasolina.Recuerdovolverlacaraendirección

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alcielo,entornar losojosy respirarcomosielmundoestuvieraquedándosesinaire.Metumbéenunmargendelcaminodetierrajuntoaunazanjallenadepiedras,miréhaciaelcielogris,dandograciasporaquelaire,dandograciasporaquellaluz,dandograciasporestarvivo.

—EstamosenPakistán,Amir—afirmóBaba.Estabadepieami lado—.DiceKarimquellamaráaunautobúsparaquenosllevehastaPeshawar.

Mepusebocabajo, sin levantarmedel frío suelo, yvi nuestrasmaletas aambos ladosde lospiesdeBaba.A travésde lauve invertidaqueformabansuspiernas,vielcamiónparadojuntoalacarreterayalosdemásrefugiados,que descendían por la escalera trasera. Más allá, la carretera de tierra sedeslizaba entre campos que eran como sábanas plomizas bajo el cielo grishastaquedesaparecíadetrásdeunacadenademontañassinuosas.Elcaminopasabaalolejosporunpequeñopuebloqueseextendíaalolargodeunalomaresecaporelsol.YaechabademenosAfganistán.

Mimirada regresó a lasmaletas.Me producían tristeza, y era porBaba.Despuésde todo loquehabíaconstruido,planificado,de todas lascosasporlasquehabíaluchado,sehabíainquietado,soñado.Éseeraelcompendiodesuvida:unhijodecepcionanteydosmaletas.

Alguiengritaba.No,nogritaba.Gemía.Vialospasajeroscongregadosencírculoyescuché la impacienciadesusvoces.Alguienpronunció lapalabra«vapores».Alguienlarepitió.Elgemidoseconvirtióenunchillidohiriente.

Babayyocorrimoshaciaelmontóndemironesynosabrimospasoentreellos.ElpadredeKamalestabasentadoenmediodelcírculoconlaspiernascruzadas,balanceándosedeunladoaotroybesandolacaracenicientadesuhijo.

—¡Norespira!¡Mihijonorespira!—lloraba.ElcuerposinvidadeKamalyacíaenelregazodesupadre.Sumanoderecha,abiertayflácida,semovíaalritmo de los sollozos de su padre—. ¡Mi hijo! ¡No respira! ¡Alá, ayúdalo arespirar!

Babasearrodillóasuladoylepasóunbrazoporelhombro.PeroelpadredeKamalloapartóyarremetiócontraKarim,queestabaentreelgrupoconsuprimo. Lo que sucedió a continuación fue demasiado rápido y breve parapodercalificarlodepelea.Karimpegóungritodesorpresayretrocedió.Viunbrazoquesemovíayunapiernaquedabaunapatada.Uninstantedespués,elpadredeKamalteníaensusmanoslapistoladeKarim.

—¡Nomedispares!—chillóéste.

Pero antes de que cualquiera de nosotros pudiera decir o hacer nada, elpadre deKamal se introdujo el cañón en la boca.Nunca olvidaré el eco de

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aqueldisparo.Nieldestellodeluz,nicómoquedótodorociadoderojo.

Meencorvédenuevoyvomitébilisenlacuneta.

11

Fremont,California.Décadadelosochenta

AmipadreleencantabalaideadeAmérica.

YfuelavidaenAméricaloqueleprovocólaúlcera.

Nos recuerdo a los dos, paseando en Fremont por Lake Elizabeth Park,unas cuantas callesmás abajo de donde se encontraba nuestro apartamento,observando cómo los niños jugaban con bates y las niñas reían en loscolumpios. Durante aquellos paseos, Baba me instruía en política con susinterminablesdisertaciones.

—En este mundo, Amir, sólo hay tres hombres de verdad—decía. Loscontabaconlosdedos:América,elsalvadorinculto,GranBretañaeIsrael—.Elresto...—solíamoverlamanoyemitirunsonidocomo«ffft»—soncomoviejascotillas.

LodeIsraellevantabalairadelosafganosdeFremont,queloacusabandeprojudíoy, en consecuencia, de antiislámico.Baba se reunía con ellos en elparque para tomar el té con pastel de rowt y los volvía locos con su visiónpolítica.

—Loquenocomprenden—medijoenciertaocasión—esquelareligiónnotienenadaquevercontodoesto.—DesdeelpuntodevistadeBaba,Israelera una isla de «hombres de verdad» en un océano de árabes demasiadoocupados en engordar a base del petróleo para preocuparse de nadamás—.Israel hace esto, Israel hace aquello—decía Baba, empleando en broma unmarcadoacentoárabe—.¡Entonceshacedalgoalrespecto!Poneosenacción.¡Vosotros,árabes,ayudadentoncesalospalestinos!

Aborrecía a Jimmy Carter, a quien calificaba de «cretino de dientesgrandes».En1980,cuandotodavíaestábamosenKabulEstadosUnidoshabíaanunciadosuboicotalosJuegosOlímpicosdeMoscú.

—¡Caramba!—exclamó,disgustado,Baba—.BreznevestámasacrandoalosenelCieloafganosyloúnicoquesabedeciresedevoradordecacahuetesesquenopiensairanadarasupiscina.—Babacreíaque,sinquererlo,Carterhabía hechomás por el comunismo que elmismoLeónidasBreznev—.Noestácapacitadoparagobernarestepaís.Escomoponeraunniñoquenosabe

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montarenbicicletaaseguirlaruedadeunCadillacreciénestrenado.

LoqueEstadosUnidosyelmundonecesitabaneraunhombreduro.Unhombre que se hiciera respetar, alguien que entrara en acción en lugar delavarselasmanos.EsealguienllegóenlaformadeRonaldReagan.YcuandoReagan salió en la televisión y calificó a los shorawi como «el imperio delmal», Baba salió de inmediato a comprar una fotografía del presidente,sonriendoyconelpulgarhaciaarribaindicandoquetodoibabien.Enmarcólafotografíaylacolgóenelvestíbulodecasa,justoalladodelaviejafotografíaenblancoynegroen laqueaparecíaélconsucorbata finaestrechándole lamanoalshaZahir.NuestrosvecinosenFremonteranconductoresdeautobús,policías, empleados de gasolineras y madres solteras que vivían de labeneficencia, exactamente el tipo de obreros que pronto ahogarían bajo laalmohada toda la «reaganomanía» que les pasaban por la cara. Baba era elúnicorepublicanodeledificio.

PerolaniebladeBayArealeprovocabaescozorenlosojos;elruidodeltráfico,dolordecabeza;yelpolen,tos.Lafrutanuncaeralobastantedulce,elagua nunca lo bastante limpia ¿y dónde estaban los árboles y los campos?EstuvedosañosintentandoqueBabaseapuntaseaclasesparamejorarsumalinglés.Peroseburlabadelaidea.

—Tal vez, cuando supiera pronunciar «gato», el profesor me daría unaestrellitabrillanteparapodercorreracasaaenseñártela—murmuraba.

Undomingodeprimaverade1983,entréenunapequeñalibreríadeviejoquehabíaalladodeuncinedondeponíanpelículashindúes,aloestedelpuntodonde las vías de Amtrak cruzan Fremont Boulevard. Le dije a Baba quetardaría cinco minutos y se encogió de hombros. Él trabajaba en unagasolinera de Fremont y tenía el día libre. Lo vi desfilar por FremontBoulevard y entrar en Fast & Easy, una pequeña tienda de ultramarinosregentadaporunaparejadevietnamitasancianos,elseñorylaseñoraNguyen.Eran personas amables; ella tenía Parkinson y a él lo habían operado de lacaderaparaponerleunimplante.«Ahoraeselhombredelosseismillonesdedólares»,solíadecirella,consusonrisadesdentada.«¿Teacuerdasdelhombredelosseismillonesdedólares,Amir?»EntonceselseñorNguyenfruncíaelentrecejocomoLeeMajorsyfingíaquecorríaacámaralenta.

MeencontrabahojeandounejemplardeunanovelademisteriodeMikeHammer cuando oí gritos y cristales rotos. Solté el libro y salíprecipitadamentealacalle.VialosNguyendetrásdelmostrador,pálidos.ElseñorNguyenabrazaba a su esposa.Enel suelo: naranjas, una estanteríaderevistas,unbotedececinadebueyrotoyfragmentosdecristalalospiesdeBaba.

LuegoresultóqueBabanollevabadineroencimaparapagarlasnaranjas.

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Le hizo un talón al señor Nguyen y éste le pidió un documento deidentificación.

—Quierevermidocumentación—gritóBabaenfarsi—.¡Llevocasidosañoscomprándolesucondenadafrutayponiéndoledineroenelbolsillo,yelhijodeperraahoraquierevermidocumentación!

—Baba,noesnadapersonal—dije,sonriendoalosNguyen—.Eslógicoquequieraverla.

—No lo quiero aquí—dijo el señorNguyen, dando un paso al frente yprotegiendoasuesposa.ApuntabaaBabaconsubastón.Sevolvióhaciamí—.Túeresunjovenamable,perotupadreestáloco.Yanoesbienvenido.

—¿Me tiene por un ladrón?—le preguntó Baba, levantando la voz. Sehabía congregado gente en el exterior para ver qué ocurría—. ¿Qué tipo depaíseséste?¡Nadieconfíaennadie!

—Llamaréalapolicía—anunciólaseñoraNguyenasomandolacabeza—.Osaleollamoalapolicía.

—Porfavor,señoraNguyen,nollamealapolicía.Melollevaréacasa.Nollamealapolicía,¿deacuerdo?Porfavor.

—Sí, llévatelo a casa. Buena idea—dijo el señor Nguyen, cuyos ojos,detrásdelasgafasbifocalesdemonturametálica,nosedespegabandeBaba.

AcompañéaBabahacialapuerta.Porelcaminolepegóunapatadaaunarevista.Despuésdehacerleprometerquenuncavolveríaaentrarallí,volvíalatiendaymedisculpéconlosNguyen.Lesdijequemipadreestabapasandopormomentosdifíciles.Ledia laseñoraNguyennuestro teléfonoynuestradirecciónyledijequeevaluaralosdañoscausados.

—Porfavor,llámemeencuantolosepan.Lopagarétodo,señoraNguyen.Losientomucho.

LaseñoraNguyencogiólahojadepapelyasintióconlacabeza.Viqueletemblaban lasmanosmásde lonormalyesohizoquemesintieraenfadadoconBaba,porconseguirqueunaancianatemblasedeaquellaforma.

—MipadretodavíaestáadaptándosealavidaenAmérica—añadíamododeexplicación.

Quería decirles que en Kabul utilizábamos una vara como tarjeta decrédito.Hassanyyoíbamosalpanaderoconlavarita.Élhacíaunamarcaconelcuchilloporcadabarradenaanqueapartabaparanosotrosdelasllamasdeltandoor.Afinaldemes,mipadrelepagabasegúnlasmarcasquehubieraenlavara.Asídesimple.Sinpreguntas.Sindocumentación.

Peronolodije.LedilasgraciasalseñorNguyenpornohaberllamadoala

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policía y llevé a Baba a casa. Se fue, de mal humor, a fumar al balcón,mientrasyopreparaba arroz con estofadode cuellosdepollo.Habíapasadoaño ymedio desde que descendimos delBoeing procedente de Peshawar, yBabaaúnestabaadaptándose.

Aquellanochecenamosensilencio.Despuésdeunpardemordiscos,Babaretiróelplato.

Lo miré desde el otro lado de la mesa: tenía las uñas desconchadas ynegras por el aceite de motor, y los nudillos pelados, y los olores de lagasolinera(polvo,sudorycombustible)impregnabansuropa.Babaeracomoel viudo que vuelve a casarse, pero es incapaz de olvidarse de su esposamuerta.AñorabaloscamposdecañadeazúcardeJalalabadylosjardinesdePaghman.Añorabaalagenteentrandoysaliendodesucasa,añorabapasearpor los bulliciosos callejones del Shor Bazaar y saludar a la gente que leconocía a él y había conocido a su padre, que había conocido a su abuelo,gente que compartía antepasados con él, cuyas vidas se entrelazaban con lasuya.

Paramí,Américaeraunlugardondeenterrarmisrecuerdos.

ParaBaba,unlugardondellorarlossuyos.

—TalvezdeberíamosregresaraPeshawar—dije,conlamiradafijaenelcubitodehieloqueflotabaenmivasodeagua.Habíamospasadoseismesesen Peshawar a la espera de que el INS, el Servicio de Inmigración yNaturalización,dependientedelgobiernodeEstadosUnidos,emitieranuestrosvisados.Eltenebrosoapartamentodeunsolodormitorioapestabaacalcetinessucios y excrementos de gato, pero estábamos rodeados de gente queconocíamos... Al menos gente que Baba conocía. Había invitado a cenar atodo el pasillo de vecinos, en sumayoría afganos a la espera de recibir susvisados.Inevitablemente,algunodeellos llegaríaconunconjuntodetablayalguno que otro con un armonio. Prepararían el té y alguien con una vozaceptable cantaría hasta que el sol se pusiera y los mosquitos dejasen demolestar,yaplaudiríanhastaquelesdoliesenlasmanos.

—Allíerasmásfeliz,Baba.Eramáscomoestarencasa—dije.

—Peshawarestababienparamí.Noparati.

—Aquítrabajasmucho.

—Ahoranoestoytanmal—replicó,refiriéndoseaquesehabíaconvertidoenjefedelturnodedíadelagasolinera.Peroyohabíaobservadolamalacaraqueteníaycómosefrotabalasmuñecaslosdíashúmedos.Yelsudordesufrentecuandodespuésdecomerbuscabaelbotedelosantiácidos—.Además,novinimosaquípormí,¿no?Estiréunbrazoporencimadelamesaylecogí

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lamano.Mimanodeestudiante,limpiaysuave,sobresumanodetrabajador,ásperaycallosa.Penséentodosloscamiones,trenesybicicletasquemehabíacompradoenKabul.YluegoAmérica.ElúltimoregaloparaAmir.

Un mes después de llegar a Estados Unidos, Baba encontró trabajo enWashington Boulevard como empleado en la gasolinera de un conocidoafgano(habíaempezadoabuscartrabajoalasemanadenuestrallegada).Seisdíasa lasemana,Baba realizaba turnosdedocehoras llenandodepósitosdegasolina,encargándosedelacajaregistradora,cambiandoaceiteylimpiandoparabrisas.Aveces,cuandole llevaba lacomida, loencontrababuscandounpaquete de tabaco en alguna estantería, ojeroso y pálido bajo la luz de losfluorescentes, y con un cliente esperando en el lado opuesto de aquelmostradormanchadodeaceite.El timbrede lapuertasonabaamientradayBabamirabaporencimadelhombro,mesaludabaconlamanoymesonreía.Teníalosojoshumedecidosporelcansancio.

El mismo día en que lo contrataron, Baba y yo acudimos a nuestraasistentesocialenSanJosé,laseñoraDobbins.Setratabadeunamujerobesa,derazanegra.Teníaunamiradarisueñayseleformabanhoyuelosalsonreír.Unavezmedijoquecantabaenla iglesia,yyolecreí,puesposeíaunavozquemeevocabalalechecalienteconmiel.Babadepositóeltalóndecuponesparacomidasobresuescritorio.

—Gracias, pero no los quiero —dijo Baba—. Yo siempre trabajo. EnAfganistántrabajo,enAméricatrabajo.Muchasgracias,señoraDobbins,peronomegustaeldinerogratis.

LaseñoraDobbinspestañeó.Cogióloscuponesynosmiró,primeroamíyluego aBaba, como si estuviéramos tramando una travesura o «tendiéndoleunatrampa»,comosolíadecirHassan.

—Llevoquinceañosenestetrabajoynadiehabíahechoesto—dijo.

Y así fue como Baba acabó con la humillación que le provocaban loscuponesdecomidaalllegaralacajaregistradora;deesamanerasedeshizodeunodesusmayores temores:queunafgano lovieracomprandocomidacondinerode labeneficencia.Baba salióde aquellaoficina comoquienha sidocuradodeuntumor.

Aquelveranode1983megraduéenlaescuelasuperior.Teníaveinteañosy,deentrelosqueaqueldíalanzaronelbirretealaireenelcampodefútbol,sin duda era el mayor. Recuerdo que perdí a Baba entre el enjambre defamilias,cámarasdefotosytogasazules.Loencontrécercadelalíneadelasveinteyardas,con lasmanoshundidasen losbolsillosy lacámaracolgandosobre el pecho.Aparecía y desaparecía detrás de lamultitud que se agitabaentre nosotros: chicas histéricas vestidas de azul que gritaban y lloraban,

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chicosquepresumíanentreellosdesuspadres.LabarbadeBabaempezabaaencanecerysucabelloaclarearenlassienes.¿NoeramásaltoenKabul?...Llevabaeltrajemarrón(suúnicotraje,elqueutilizabaparaasistiralasbodasylosfuneralesafganos)y lacorbatarojaquelehabíaregaladoaquelmismoañoconmotivodesucincuentacumpleaños.Entoncesmevioymesaludóconlamano.Sonrió.Mehizoseñasparaquemepusieraelbirreteymehizounafotografíaconlatorredelrelojdelcolegioalfondo.Lesonreí,puesenciertosentidoaquéleramássudíaqueelmío.Seacercó,merodeóporelcuelloconunbrazoymediounbesoenlafrente.

—Estoymoftakhir,Amir—dijo.Orgulloso.Lebrillaronlosojoscuandolodijo,ymegustóserelreceptordeaquellamirada.

Por la noche me llevó a un restaurante afgano de kabob, situado enHayward,ypidiócomidaenabundancia.Leexplicóalpropietarioquesuhijoiríaalauniversidadenotoño.Habíamosdiscutidobrevementeesetemaantesdelagraduaciónyyolehabíadichoquequeríatrabajar,ayudar,ahorraralgode dinero, que ya iría a la universidad el curso siguiente. Pero élme habíadisparadounadeesasmiradasquevolatilizabanlaspalabrasdemilengua.

Después de cenar, Baba me llevó a un bar que había enfrente delrestaurante.Setratabadeunlugaroscurocuyasparedesestabanimpregnadasdeloloracredelacervezaquetantomehadisgustadosiempre.Hombrescongorrasdebéisbolseemborrachabancontanquesdecervezamientrasjugabanalbillar.Sobrelasmesasverdessecerníannubesdehumodecigarrillosqueascendíanformandoremolinoshacialaluzdelosfluorescentes.Atraíamoslasmiradasde laconcurrencia.Baba,consu trajemarrón,yyo,conpantalonesplanchadosconrayaychaquetadeportiva.Nossentamosenlabarra, juntoaunancianocuyacaracurtidaofrecíaunaspectoenfermizobajoelresplandorazuldelcarteldeMichelobquecolgabadeltecho.Babaencendióuncigarrilloypidiódoscervezas.

—Esta noche soymuy feliz—anunció a todos y a nadie—. Esta nochebebo conmi hijo.Y otra parami amigo—dijo, dándole un golpecito en laespalda al anciano. El viejo saludó con la gorra y sonrió. No tenía dientessuperiores.

Babasetomólacervezaentrestragosypidióotra.Sebebiótresantesdequeyoacabaraa lafuerzaunacuartapartede lamía.Porentoncesyahabíapedidounwhiskypara el anciano e invitado a cuatro de los que jugaban albillar con una jarra de Budweiser. La gente le estrechaba la mano y lepropinaba golpecitos en la espalda.Todos bebían a su salud.Alguien le diofuego.Babaseaflojólacorbata,leentregóalancianounpuñadodemonedasdeveinticincocentavosyseñalóendirecciónalamáquinadediscos.

—Dilequepongasuscancionesfavoritas—medijo.

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El anciano asintió con la cabeza y le hizo a Baba una reverencia. Lamúsica country empezó a sonar al instante y, de estamanera,Babapuso enmarchaunafiesta.

En determinado momento, Baba se puso en pie, levantó su cerveza,derramándolasobreelsuelollenodeserrín,ygritó:

—¡Quésejodanlosrusos!

Entoncesexplotóunacarcajadaenlabarraalaquesiguiócomounecoladetodoellocal.Babainvitóaotrarondadecervezasatodoelmundo.

Cuando nos fuimos, todos parecían tristes de verlo marchar. Kabul,Peshawar,Hayward.«ElviejoBabadesiempre»,pensé,sonriendo.

Conduje hasta casa el viejoBuickCentury de color ocre deBaba.Él seechóunacabezadaporelcamino,roncandocomouncompresor.Olíaatabacoyalcohol,dulceypunzante.Encuantodetuveelcoche,sesentóydijoconvozronca:

—Continúahastaelfinaldelamanzana.

—¿Porqué,Baba?

—Túcontinúa.—Mehizoaparcarenelextremosurdelacalle.Hurgóenelbolsillodelabrigoymeentregóunjuegodellaves—.Ten—dijo,señalandoel coche que había aparcado delante del nuestro. Se trataba de un modeloantiguodeFord,largoyancho,deuncoloroscuroquenopodíaadivinaralaluz de la luna—. Necesita pintura y le pediré a uno de los chicos de lagasolinera que le cambie los parachoques, pero funciona.—Cogí las llaves,asombrado.Lomiréprimeroaélyluegoalcoche—.Lonecesitarásparairalauniversidad—dijo.

Le tomélamanoyse laapreté.Semehumedecieron losojosyagradecíquelassombrasnosocultaranlacara.

—Gracias,Baba.

SalimosynossentamosenelFord.EraunGrandTorino.«Azulmarino»,dijoBaba.Di unavuelta a lamanzana con él para comprobar los frenos, laradio,losintermitentes.Luegolodejéenelaparcamientodenuestroedificioyapaguéelmotor.

—Tashakor, Baba jan —dije. Deseaba decir algo más, explicarle loconmovidoquemesentíaporsuamabilidad,lomuchoqueapreciabatodoloque había hecho por mí, todo lo que seguía haciendo. Pero sabía que lopondríaviolento—.Tashakor—melimitéarepetir.

Sonrió y se apoyó en el reposacabezas; la frente le rozaba el techo. Nodijimos nada. Nos limitamos a permanecer sentados en la oscuridad,

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escuchando el tinc-tinc que hacía el motor al enfriarse, el lamento de unasirenaalolejos.EntoncesBabavolviólacabezahaciamí.

—Me habría gustado que Hassan hubiese estado hoy con nosotros —afirmó.

Unpardemanosdeacerosecernieronsobremigargantaaloírmencionarel nombre de Hassan. Bajé la ventanilla. Esperé a que las manos de acerodisminuyeranlapresión.

El día después de la graduación le dije a Baba que en otoño mematricularía en la universidad para sacarme una diplomatura. Él estababebiendotéfríoymascandosemillasdecardamomo,suantídotopersonalparacombatirlaresaca.

—Creo que estudiaré lengua —dije. Me estremecí interiormente, a laesperadesurespuesta.

—¿Lengua?

—Creaciónliteraria.

Reflexionóunpoco.Diounsorbodeté.

—Cuentos, quieres decir. Escribirás cuentos. —Me miré los pies—.¿Paganporeso?¿Porescribircuentos?

—Sieresbueno...Ysitedescubren.

—¿Cuántasprobabilidadeshaydequeesoocurra,dequetedescubran?

—Sucedeaveces.

Moviólacabeza.

—¿Yquéharásmientrasesperasaserbuenoyaquetedescubran?¿Cómoganarásdinero?Sitecasas,¿cómomantendrásatukhanum?

Meveíaincapazdelevantarlavistaparaenfrentarmeaaquello.

—Yo...encontraréuntrabajo.

—Oh.Wahwah.Osea,que,siloheentendidobien,estudiarásunpardeañosparadiplomarteyluegobuscarásuntrabajochatticomoelmío,unoquepodríasobtenerfácilmentehoymismo,vistaslasescasasposibilidadesdequealgúndíatudiplomaturapuedaayudarteaconseguir...quetedescubran.

Respiróhondoydiounnuevosorbodeté.Luegodijoalgorelacionadoconlaescuelademedicina,deabogacía,y«trabajodeverdad».

Meardíanlasmejillasymeinundabaunsentimientodeculpa,laculpadedarme yo mis caprichos a expensas de su úlcera, sus uñas negras y sus

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doloridas muñecas. Pero decidí mantenerme en mis trece. No queríasacrificarme más por Baba. La última vez que lo había hecho me habíamaldecidoporello.

Baba suspiró, y esa vez se introdujo en la boca un puñado entero desemillasdecardamomo.

En ocasionesme sentaba al volante demi Ford, bajaba las ventanillas yconducía durante horas, de East Bay a South Bay, hasta Peninsula, ida yvuelta. Conducía por la cuadrícula de calles flanqueadas por álamos deVirginia de nuestro barrio de Fremont, donde gente que jamás le habíaestrechado lamanoaun reyvivíaenhumildescasasdeunasolaplantaconventanas con rejas y donde viejos coches como elmío dejabanmanchas deaceite en el asfalto. Los jardines traseros de las casas estaban rodeados deverjas de color gris grafito cerradas con cadenas. Las parcelas de céspeddelanteras estaban descuidadas y en ellas se amontonaban juguetes,neumáticos desgastados y botellas de cerveza con la etiqueta despegada.Conducíaporparquesllenosdesombrasqueolíanacortezadeárboles,pasabajunto a hileras de centros comerciales lo bastante grandes para albergarsimultáneamente cinco torneos de Buzkashi. Ascendía con el Ford TorinohastalascolinasdeLosAltosymedeteníajuntoapropiedadesconventanalesy leones plateados que custodiaban las verjas de hierro forjado, casas confuentes con querubines que flanqueaban pulidos paseos y sin ningún FordTorino aparcado en la acera. Casas que convertían la que Baba poseía enWazirAkbarKanenunacabañaparaloscriados.

Algunossábadosporlamañanamelevantabatempranoymedirigíaalsurpor la autopista diecisiete, para luego ascender renqueando por la sinuosacarretera que atravesaba las montañas hasta llegar a Santa Cruz. Aparcabajuntoalviejofaroycontemplabalosbancosdenieblaqueselevantabandesdeelmarpocoantesdelasalidadelsol.EnAfganistánsólohabíavistoelmarenelcine.Sentadoenlaoscuridad,juntoaHassan,mepreguntabasiseríaciertoloquehabíaleído,queelairedelmarolíaasalado.YoledecíaaHassanquealgúndíapasearíamosporunaplayallenadealgas,hundiríamoslospiesenlaarenayveríamoselaguaretirándosedenuestrostalones.LaprimeravezquevielPacíficocasimeechéallorar.Eratangrandeytanazulcomolosocéanosdelaspelículasdemiinfancia.

Aveces,aprimerahoradelatarde,aparcabaelcocheymesubíaalpasoelevadodeunaautopista.Presionabalacaracontralavallay,forzandolavistaalmáximo, intentaba contar las parpadeantes luces traseras quepasabanpordebajo.BMW.Saab.Porsche.CochesquenuncahabíavistoenKabul,dondelamayoríadelagenteconducíaVolgarusos,OpelviejosoPaikaniraníes.

HabíanpasadocasidosañosdesdenuestrallegadaaEstadosUnidosyaún

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seguía maravillándome el tamaño del país, su inmensidad. Más allá decualquier autopista había otra autopista, más allá de cualquier ciudad, otraciudad,colinasmásalládelasmontañas,ymontañasmásalládelascolinas,ymásalládeéstas,másciudadesymásgente.

Muchoantesdequeel ejército roussi invadieraAfganistán,muchoantesdequeincendiaranlospueblosydestruyeranlasescuelas,muchoantesdequese plantasenminas como si de semillas demuerte se tratara y se enterrasenniños en tumbas construidas con un montón de piedras, Kabul se habíaconvertidoparamíenunaciudaddefantasmas.Unaciudaddefantasmasdelabiosleporinos.

Américaeradistinta.Américaeraunríoquedescendíacongranestruendo,inconscientedelpasado.Yyopodíavadeareserío,dejarquemispecadossehundieran en el fondo, dejar que las aguasme arrastraran hacia algún lugarlejano.Algúnlugarsinfantasmas,sinrecuerdosysinpecados.

Aunquesólofueraporeso,aceptabaAmérica.

Elveranosiguiente,elveranode1984,cuandocumplílosveintiuno,BabavendiósuBuickycompróporquinientoscincuentadólaresundesvencijadoautobús Volkswagen del 71 a un antiguo conocido afgano que había sidoprofesordecienciasenKabul.Elvecindarioenterovolvió lacabeza la tardeenqueelautobúshizosuentradaenlacalle,chisporroteandoyechandogaseshasta llegar a nuestro aparcamiento. Baba apagó el motor y dejó que elautobús se deslizara en silencio hasta la plaza que teníamos asignada. Noshundimosenlosasientos,nosreímoshastaquenosrodaronlaslágrimasporlasmejillasy,loqueesmásimportante,hastaquenosaseguramosdequelosvecinosyanonosmiraban.Elautobúseraunatristecarcasademetaloxidado,lasventanillashabíansidosustituidasporbolsasdebasuradecolornegro,losneumáticosestabandesgastadosylatapiceríadestrozadahastaelpuntodequeseveíanlosmuelles.PeroelancianoprofesorlehabíagarantizadoaBabaqueelmotorylatransmisiónfuncionaban,y,enloqueaesoserefería,nolehabíamentido.

Los sábados Babame despertaba al amanecer.Mientras él se vestía, yoexaminaba los anuncios clasificadosde losperiódicosde la zonaymarcabaconuncírculolosdeventasdeobjetosusados.Luegopreparábamoslarutaenelmapa:Fremon,UnionCity,NewarkyHayward; luegoSanJose,Milpitas,SunnyvaleyCampbell,sinosdabatiempo.Babaconducíaelautobúsybebíatécalientedeltermo,yyologuiaba.Nosdeteníamosenlospuestosdeobjetosusadosycomprábamosbaratijasque lagenteyanoquería.Regateábamoselpreciodemáquinasdecoserviejas,Barbiesconunsoloojo,raquetasdetenisdemadera,guitarrassincuerdasoviejosaspiradoresElectrolux.Amediatardehabíamos llenado de objetos usados la parte trasera del viejo autobús.

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Después, los domingos por la mañana a primera hora, nos dirigíamos almercadillodeSanJose,enlasafuerasdeBerryessa,alquilábamosunpuestoyvendíamos los trastos a un precio que nos permitía obtener un pequeñobeneficio: un disco de Chicago que el día anterior habíamos comprado porveinticinco centavos podíamos venderlo por un dólar, o cinco discos porcuatro dólares; una destartaladamáquina de coserSinger adquirida por diezdólarespodía,despuésdeciertoregateo,venderseporveinticinco.

Aquelverano,unazonaenteradelmercadillodeSanJoseestabaocupadoporfamiliasafganas.Enlospasillosdelaseccióndeobjetosdesegundamanoseoíamúsicademipaís.Entrelosafganosdelmercadilloexistíauncódigodecomportamientonoescrito:saludaraltipodelpuestoqueestabafrentealtuyo,invitarlo a patatas bolani o a qabuli y charlar con él. Ofrecerle tuscondolencias, tassali, por el fallecimiento de un familiar, felicitarlo por elnacimiento de algún hijo y sacudir la cabeza en señal de duelo cuando laconversación viraba hacia Afganistán y los roussis..., algo que resultabainevitable.Perohabíaqueevitareltemadelossábados,porquepodíadarseelcaso de que quien estaba enfrente de ti fuera el tipo al que casi te habíascargadoa lasalidade laautopistaparaganarle lacarrerahastaunpuestodeventadeobjetosusadosprometedor.

Enlospasillossólohabíaunacosaquecorríamásqueel té: loscotilleosafganos. Elmercadillo era el lugar donde se bebía té verde con kolchas dealmendra y donde te enterabas de que la hija de alguien había roto sucompromiso para fugarse con un novio americano, o de quién había sidoparchami, comunista, en Kabul, y de quién había comprado una casa condineronegromientrasseguíacobrandoelsubsidio.Té,políticayescándalos,losingredientesdeundomingoafganoenelmercadillo.

AvecesmequedabaacargodelpuestomientrasBabadeambulabaarribayabajo, con las manos respetuosamente colocadas a la altura del pecho, ysaludaba a gente que conocía de Kabul: mecánicos, sastres que vendíanabrigos de lana de segunda mano y cascos de bicicleta viejos, antiguosembajadores,cirujanosenparoyprofesoresdeuniversidad.

Un domingo de julio de 1984, por la mañana temprano, mientras Babamontaba el puesto, fui a buscar dos tazas de café en el de la dirección ycuando volví me encontré a Baba charlando con un hombre mayor y deaspecto distinguido. Deposité las tazas sobre el parachoques trasero delautobús,juntoalapegatinade«Reagan/Bushparael84».

—Amir —dijo Baba, indicándome que me acercara—, te presento algeneral sahib, el señor Iqbal Taheri. Fue general condecorado en Kabul.EntoncestrabajabaenelministeriodeDefensa.

Taheri.¿Dequémesonabaesenombre?

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Elgeneralseriocomoquienestáacostumbradoaasistirafiestasformalesdonde hay que reír cualquier gracia que hagan los personajes importantes.Tenía el cabello fino y canoso, peinado hacia atrás; la frente, sin arrugas ybronceada,ycejastupidasconalgunascanas.Olíaacoloniayvestíauntrajecon chaleco de color gris oscuro, brillante en algunas zonas de tantoplancharlo;delchalecolecolgabalacadenadeorodeunreloj.

—Una presentación muy rimbombante —dijo con voz profunda ycultivada—.Salaam,bachem.Hola,hijomío.

—Salaam, general sahib—dije, estrechándole lamano. Susmanos finascontradecían el fuerte apretón, como si detrás de aquella piel hidratada seocultaraacero.

—Amir será un gran escritor—comentó Baba. Yo hice de aquello unadoblelectura—.Hafinalizadosuprimerañodelicenciaturaenlauniversidadyhaobtenidosobresalientesentodaslasasignaturas.

—Diplomatura—lecorregí.

—Mashallah—dijo el general Taheri—. ¿Piensas escribir sobre nuestropaís,nuestrahistoria,quizá?¿Sobreeconomía?

—Escribo novelas —contesté, pensando en la docena aproximada derelatoscortosquehabíaescritoenelcuadernodetapasdepielquemehabíaregalado Rahim Kan y preguntándome por qué me sentía de repente tanviolentoporesoenpresenciadeaquelhombre.

—Ah, novelista. Sí, la gente necesita historias que la entretengan en losmomentosdifícilescomoéste.—ApoyólamanoenelhombrodeBabaysevolvióhaciamí—.Hablandodehistorias, tupadreyyoestuvimosundíadeverano cazando faisanes juntos en Jalalabad —dijo—. Era una épocamaravillosa.Sinorecuerdomal,elojodetupadreeratanagudoparalacazacomoparalosnegocios.

Babadiounpuntapiécon labotaauna raquetademaderaque teníamosexpuestaenelsuelosobrelalona.

—Paraalgunosnegocios.

El general Taheri consiguió esgrimir una sonrisa triste y a un tiempocortés,exhalóunsuspiroydiounosgolpecitosamablesenlaespaldadeBaba.

—Zendagimigzara—dijo—.Lavidacontinúa.—Despuésmemiróamí—. Los afganos tendemos a ser considerablemente exagerados, bachem, ymuchasvecesheoídocalificarde«grande»amuchaspersonas.Sinembargo,tupadrepertenecealaminoríaquerealmentesemereceeseatributo.

Aquelpequeñodiscursomeparecióigualquesutraje:utilizadoamenudo

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yartificialmentebrillante.

—Meadulas—dijoBaba.

—No—objetóelgeneral,ladeandolacabezayponiéndoselamanoenelpecho en señal dehumildad—.Los jóvenesdeben conocer el legadode suspadres.¿Apreciasatupadre,bachem?¿Loapreciasdeverdad?

—Balay, general sahib, por supuesto —dije, deseando que dejara dellamarmedeesaforma.

—Felicidades, entonces.Teencuentrasyaamediocaminodeconvertirteen un hombre —dijo, sin rastro de humor, sin ironía, el cumplido de unarrogante.

—Padar jan, te has olvidado el té—dijo entonces la voz de una mujerjoven.

Estabadetrásdenosotros,unabellezadecaderasesbeltas,conunamelenadeterciopelonegracomoelcarbón,conuntermoabiertoyunatazadecorchoenlamano.Parpadeéysemeaceleróelcorazón.Suscejas,espesasyoscuras,se rozaban por encima de la nariz como las alas arqueadas de un pájaro enpleno vuelo. Tenía la nariz graciosamente aguileña de una princesa de laantigua Persia... Tal vez la de Tahmineh, esposa de Rostam y madre delShahnamah. Sus ojos, marrón nogal y sombreados por pestañas comoabanicos, se cruzaron con losmíos.Mantuvieron un instante lamirada y sealejaron.

—Muyamable,querida—dijoelgeneralTaherimientraslecogíalataza.

Antesdequeellasevolvieraparamarcharse,viunamarcadenacimiento,oscura, en formadehoz, quedestacaba sobre supiel suave justo en el ladoizquierdo de la mandíbula. Se encaminó hacia una furgoneta de color grismortecinoqueestabaaparcadadospasillosmásalládelnuestroyguardóeltermoensuinterior.Cuandosearrodillóentrecajasdediscosylibrosviejos,lamelenalecayóhaciaunladoformandounacortina.

—Esmihija,Sorayajan—nosexplicóelgeneralTaheri.Respiróhondo,comoquienquierecambiardetema,yechóunvistazoalrelojquellevabaenelbolsillodelchaleco—.Bueno,eshorade ira instalarnos.—ÉlyBabasebesaronen lamejillay luegoamímeestrechóunamanoentre las suyas—.Buenasuerteconlaescritura—dijo,mirándomealosojos.Susojosazulesnorevelabanlospensamientosqueseocultabantrasellos.

Duranteelrestodeldíatuvequecombatirlanecesidadquesentíademirarendirecciónalafurgonetagris.

Meacordédecaminoacasa.Taheri.Sabíaquehabíaoídoaquelnombrealgunavez.

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—¿Nohabía una historia sobre la hija deTaheri?—le pregunté aBaba,intentandoparecerdespreocupado.

—Yameconoces—respondióBabamientrasnosabríamospasohacia lasalidadelmercadillo—.Cuandolasconversacionesseconviertenencotilleos,cojoymelargo.

—Perolahabía,¿no?—dije.

—¿Porquélopreguntas?—Memiróporelrabillodelojo.

Meencogídehombrosyluchéporreprimirunasonrisa.

—Sóloporcuriosidad,Baba.

—¿De verdad? ¿Es eso todo?—dijo con unamirada guasona que no seapartabadelamía—.¿Tehaimpresionado?

Apartélavista.

—Baba,porfavor.

Sonrióysalimospor findelmercadillo.Nosdirigimoshacia laautopista680ypermanecimosunratoensilencio.

—Loúnicoqueséesquehubounhombreyquelascosasnofueronbien.

—Lo dijo muy serio, como si estuviera revelándome que ella sufría uncáncerdepecho.

—Oh.

—Heoídodecirqueesunachicadecente,trabajadorayamable.Peroquedesde entonces nadie ha llamado a la puerta del general, ningúnkhastegars,ningún pretendiente.—Baba suspiró—.Tal vez sea injusto, pero a veces loquesucedeenunosdías, inclusoenunúnicodía,puedecambiarelcursodeunavida,Amir.

Aquellanoche,despiertoenlacama,penséenlamarcadenacimientodeSorayaTaheri, en su nariz agradablemente aguileña y en cómo su luminosamiradasehabíacruzadofugazmenteconlamía.Micorazónsaltabaalpensarenella.SorayaTaheri.Miprincesaencontradaenunmercadillo.

12

EnAfganistán,yeldaeselnombrequerecibelaprimeranochedelmesdeJadi, la primera del invierno y lamás larga del año. Siguiendo la tradición,Hassanyyonosquedábamoslevantadoshastatarde,conlospiesocultosbajo

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el kursi,mientrasAlí arrojaba pieles demanzana a la estufa y nos contabaantiguoscuentosdesultanesyladronesparapasarlamáslargadelasnoches.GraciasaAlíconocílatradicióndeyelda,enlaquelasmariposasnocturnas,acosadas, se arrojaban a las llamas de las velas y los lobos subían a lasmontañas en busca del sol. Alí aseguraba que si la noche de yelda comíassandía,nopasabassedduranteelverano.

Cuandomehicemayor,leíenmislibrosdepoesíaqueyeldaeralanochesin estrellas en la que los amantes atormentados se mantenían en vela,soportando la noche interminable, esperando que saliese el sol y con él lallegadadesuseramado.DespuésdeconoceraSorayaTaheri,paramítodaslasnochesdelasemanaseconvirtieronenyelda.Ycuandollegabalamañanadel domingo, me levantaba de la cama con la cara y los ojos castaños deSorayaTaherienmimente.EnelautobúsdeBaba,contabaloskilómetrosquefaltaban para verla sentada, descalza, vaciando cajas de cartón llenas deenciclopediasamarillentas,consusblancostalonescontrastandoconelasfaltoy los brazaletes de plata tintineando en sus frágilesmuñecas. Pensaba en lasombra que su melena proyectaba en el suelo cuando se separaba de suespalda, por la que caía como una cortina de terciopelo. Soraya. Princesaencontradaenunmercadillo.Elsoldelamañanademiyelda.

InventabaexcusasparairadarunavueltaypasarmeporelpuestodelosTaheri. Baba asentía con una mueca guasona. Yo saludaba al general,eternamente vestido con su traje gris, brillante a causa de los muchosplanchados, y élme devolvía el saludo.Aveces se levantaba de su silla dedirectorycharlábamosunratosobremisescritos, laguerrao lasgangasdeldía.Yteníaqueesforzarmeparaquemisojosnosefueran,novagaranhaciadonde se encontraba Soraya leyendo un libro. El general y yo nosdespedíamosyyomealejabacaminando,intentandonoarrastrarlospies.

Aveceslaencontrabasola,cuandoelgeneralseausentabaparahablarconotros comerciantes, y yo pasaba a su lado, simulando no conocerla ymuriéndome de ganas de intimar con ella. A veces estaba con Soraya unamujer corpulenta de mediana edad, de piel clara y cabello teñido de colorcastaño.Mehabíaprometidohablarconellaantesdequeterminaraelverano,pero se inició un nuevo curso, las hojas adquirieron tonos rojizos,amarillearon, cayeron, azotaron las lluvias de invierno y despertaron lasarticulaciones deBaba; las nuevas hojas brotaron una vezmás y yo aún nohabíareunidoelcoraje,eldil,niparamirarlaalosojos.

El trimestre de primavera de 1985 finalizó a últimos de mayo. Me fueestupendamente en todas las asignaturas de cultura general, un pequeñomilagro teniendo en cuenta queme pasaba las clases pensando en la suavecurvadelanarizdeSoraya.

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Un domingo sofocante de aquel verano, Baba y yo acudimos comosiempre almercadillo. Estábamos sentados en el puesto, abanicándonos conperiódicos.Apesardequeelsolardíacomounhierrocandente,elmercadilloestabaabarrotadoylasventashabíansidobuenas...Eransólolasdoceymediayhabíamosganadoyacientosesentadólares.Mepuseenpie,medesperecéyle pregunté a Baba si quería un refresco. Me dijo que sí, que le apetecíamucho.

—Veconcuidado,Amir—dijoencuantoechéaandar.

—¿Dequé,Baba?

—Nosoyunahmaq,asíquenotehagaseltontoconmigo.

—Nosédequémeestáshablando.

—Recuerdaunacosa—meordenóBaba,señalándome—.Esehombreespastúnhastalamédula.Tienenangynamoos.

Nang.Namoos.Honoryorgullo.Losprincipiosdeloshombrespastunes.

Sobretodoenloquealacastidaddelaesposaserefiere.Odelahija.

—Sólovoyabuscarunosrefrescos.

—Nomepongasenunasituaciónviolenta,esloúnicoquetepido.

—Noloharé.Adiós,Baba.

Babaencendióuncigarrilloycontinuóabanicándose.

Meencaminéhacia lacasetade ladirecciónygiréa la izquierdacuandolleguéalpuestoendondeporcincodólarespodíasconseguirlacaradeJesús,ladeElvis,ladeJimMorrisonoladelostresjuntos,impresaenunacamisetadenailonblanco.Sonabamúsicademariachisyolíaaencurtidosyacarnealaplancha.

AtisbélafurgonetagrisdelosTaheridosfilasmásalládenuestropuesto,juntoaunquioscodondevendíanmangosinsertadosenunpalo.Sorayaestabasola, leyendo. Llevaba un vestido blanco que le llegaba hasta los tobillos.Sandalias abiertas. Cabello recogido y coronado en un moño en forma detulipán. Pensaba, como de costumbre, limitarme a pasar a su lado, pero deprontomeencontréplantadodelantedelmantelblancodelosTaherimirandofijamenteaSorayamásalládelachatarraylosalfileresdecorbataviejos.Ellalevantólavista.

—Salaam—dije—.Sientosermozahem,nopretendíamolestarte.

—Salaam.

—¿No está el general sahib?—dije.Me ardían las orejas.No conseguía

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mirarlaalosojos.

—Ha idohaciaallí.—Señalóhacia laderecha.Elbrazalete se ledeslizóhastaelcodo,platacontraoliva.

—¿Ledirásquehepasadoparapresentarlemisrespetos?

—Loharé.

—Gracias.Ah,mellamoAmir.Ledicesquehepasadoa...presentarlemisrespetos.

—Deacuerdo.

Cambiéelpesodelcuerpoalotropieytosíparaaclararmelagarganta.

—Memarcho.Sientohaberteinterrumpido.

—No,nolohahecho—dijo.

—Oh.Bien.—Mediungolpecitoenlacabezaconlamanoyleregaléunasonrisaamedias—.Memarcho.—¿Nolohabíadichoya?—.Khodahafez.

—Khodahafez.

Echéaandar.Medetuve,mevolvíyhabléantesdeperderlosnervios.

—¿Puedopreguntartequélees?

Ellapestañeó.

Contuvelarespiración.Sentídeprontolamiradadetodoslosafganosdelmercadillosobrenosotros.Meimaginéquesehacíaunsilencio,loslabiosdelagentedeteniéndoseamedia frase, lascabezasgirandohaciamíy losojosabriéndosedeparenparconenormeinterés.

¿Quéeraaquello?

Hasta ese punto, nuestro encuentro podía interpretarse como unintercambio respetuoso, un hombre que preguntaba por el paradero de otrohombre. Pero yo acababa de formularle una pregunta y, si respondía,estaríamos...,bueno,estaríamoscharlando.Yo,unmojarad,unjovensoltero,yella una joven soltera. Y con historia, nada menos. Aquello se acercabapeligrosamentealoqueseentendíapormateriadecotilleo,ydelmejor.Laslenguasenvenenadasseafilarían.Yseríaella,noyo,quienrecibiríaelataquede ese veneno... Era plenamente consciente del doble rasero con que losafganosllevansiglosmidiendolossexos.«¿Nolovistecharlandoconella?,¿ynovistequeellanolodejabamarchar?¡Vayalochak!»

Según los estándares afganos, yo acababa de realizar una preguntavaliente.Mehabíadesnudadoydejadoescasasdudasconrespectoamiinteréshaciaella.Peroyoeraunhombre,yloúnicoquearriesgabaeralaposibilidad

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dequemi ego resultaraherido.Pero lasheridas se curan.La reputaciónno.¿Aceptaríaellamiatrevimiento?

Cerróellibroymemostrólacubierta.Cumbresborrascosas.

—¿Lohaleído?—mepreguntó.

Moví lacabezaafirmativamente.Sentíadetrásdelosojosel latidodemicorazón.

—Esunahistoriatriste.

—Lashistoriastristesproducenbuenoslibros—comentóella.

—Asíes.

—Mehandichoqueustedescribe.

¿Cómolosabía?Mepreguntésisupadreselohabríadicho,quizáellaselo hubiese preguntado. Rechacé de inmediato ambas posibilidades porabsurdas. Padres e hijos podían hablar libremente demujeres. Pero ningunachicaafgana(almenosningunachicaafganadecenteymohtaram)interrogabaa su padre sobre un joven.Y ningún padre, ymuchomenos un pastún connangynamoos,hablaríaconsuhijadeunmojarad,anoserqueelamigoencuestión fuese un khastegar, un pretendiente, que hubiera actuadohonorablemente y hubiese enviado a su padre a llamar a la puerta en sunombre.

Increíblemente,meoídecir:

—¿Tegustaríaleerunodemisrelatos?

—Megustaría—dijoella.Notéentoncesqueestabaincómoda,lovienlaformaenque susojos empezaron amirar haciaunoyotro lado.Tal vez enbuscadelgeneral.Mepreguntéquédiríasimedescubríahablandoconsuhijaduranteunperíododetiempotanpocoadecuado.

—Quizátetraigaunoalgúndía—dije.

EstabaapuntodeseguirhablandocuandoaparecióporelpasillolamujerqueavecesveíaconSoraya.Seacercabacargadaconunabolsadeplásticollenadefruta.Cuandonosvio,sumiradafuedeSorayahastamí,unayotravez.

Sonrió.

—Amir jan, me alegro de verte —dijo, depositando la bolsa sobre elmantel.Lebrillabalafrenteporelsudor.Sucabellocastaño,peinadoenformadecasco,resplandecíaalaluzdelsol.Enloslugaresdondeelpeloclareaba,se leveíaelcuerocabelludo.Tenía losojosverdesypequeños,hundidosenuna cara redonda comouna col; losdientesmedio rotosyunosdeditosque

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parecían salchichas. Sobre su pecho, unamedalla dorada le colgaba de unacadenaquepermanecíaocultabajo losplieguesdel cuello—.Soy Jamila, lamadredeSorayajan.

—Salaam,Khalajan—dije,incómodoalverqueellameconocíayyonoteníalamenorideadequiénera.

—¿Cómoestásupadre?—inquirió.

—Bien,gracias.

—¿Teacuerdasdetuabuelo,eljuezGhazisahib?Puessutíoymiabueloeranprimos—meexplicó—.Asíqueyaves,somosparientes.—Atravésdesusonrisadesdentadaviquebabeabaunpocoporelladoderechodelaboca.SumiradavolvíaairdeSorayaamí.

En una ocasión le había preguntado a Baba por qué la hija del generalTaheri no se había casado todavía. «Ningún pretendiente —me habíacontestadoBaba—.Ningúnpretendienteadecuado»,corrigió.Peronoañadiómás...Babasabíalonefastoqueresultabaparaunajovenenedaddecasarsequesehablaradeella.Loshombresafganos, sobre todo losde familiasconreputación,erancriaturasvolubles.Unmurmulloaquí,unainsinuaciónallí,yechaban a volar como pájaros asustados. Demodo que habían ido pasandobodas,unatrasotra,yenningunasehabíaentonadoelAhestaboroenhonorde Soraya, en ninguna se había pintado ella con henna las palmas de lasmanos,enningunahabíaportadounCoránsobreeltocado,yentodashabíasidoelgeneralTaheriquienhabíabailadoconella.

Yahoraaparecíaesamujer,esamadre,consusonrisadesgarradoramentetorciday apremiante y una esperanza escasamentedisimulada en sumirada.Meencogílevementeenaquellaposicióndepoderquemehabíasidootorgadaporhaberganadolaloteríagenéticaquehabíadecididomisexo.

Nuncahabíapodidoleeren lamiradadelgeneralsuspensamientos,peroya sabía algo sobre su esposa: si iba a tener un adversario en aquel asunto,desdeluegonoseríaella.

—Siéntate,Amir jan—medijo—.Soraya,acércaleunasilla,bachem.Ylavaunmelocotóndeéstos.Sondulcesyfrescos.

—No,gracias—repliqué—.Deboirme.Mipadremeespera.

—Ah—dijoKanumTaheri,claramenteimpresionadaporelhechodequehubiera decidido comportarme educadamente y declinado la oferta—.Entoncesten,llévatealmenosesto.—Metióenunabolsadepapelunpuñadodekiwisyunoscuantosmelocotoneseinsistióenquemelosllevase—.DalemiSalaamatupadre.Yvuelveavernosotravez.

—Lo haré. Gracias, Khala jan—repuse, y vi por el rabillo del ojo que

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Sorayamirabahaciaotrolado.

—Penséque ibasabuscar refrescos—dijoBabacogiendo labolsade lafruta.Memirabadeunamaneraqueera a lavez seriaydivertida. Ibayoadeciralgocuando lediounmordiscoaunmelocotónehizounmovimientoconlamano—.Notepreocupes,Amir.Sólorecuerdaloquetehedichoantes.

Esanoche,enlacama,penséencómolaluzdelsolbailabaenlosojosdeSoraya y entre las delicadas concavidades de su clavícula. Recreémentalmenteunayotravezlaconversaciónquehabíamosmantenido.¿Habíadicho«Mehandichoqueescribes»o«Mehandichoqueeresescritor»?Meagitéentrelassábanasymiréeltecho,consternado,alpensarqueaúnfaltabanseistrabajosaseinterminablesnochesdeyeldaantesdevolveraverla.

Lacosacontinuóasíduranteunascuantassemanas.YoesperabaaqueelgeneralfueraadarunpaseoymeacercabaalpuestodelosTaheri.SiKanumTaheriestabaallí,meofrecíatéykolchaycharlábamossobrelosviejosdíasde Kabul, la gente que conocíamos, su artritis. Sin lugar a dudas, se habíapercatadodequemisaparicionescoincidíansiempreconlasausenciasdesumarido,peronuncalodejóentrever.«Oh,seacabadeirtuKaka»,decía.Enrealidad, me gustaba que Kanum Taheri estuviera allí y no sólo por susamablesmodales;encompañíadesumadre,Sorayaestabamásrelajadaymáslocuaz. Era como si su presencia legitimara lo que fuera que estuviesesucediendoentrenosotros...,aunque,evidentemente,noenelmismogradoenque lo hubiera hecho la presencia del general. Tener de carabina a KanumTaheri no garantizaba que nuestros encuentros no fuesen a despertarcomentarios,pero,almenos,hacíaquehubieramenos,aunquesusadulacionesincomodabanclaramenteaSoraya.

Un día encontré a Soraya sola en el puesto y estuvimos charlando.Mecontabacosassobrelauniversidad,quetambiénellaasistíaaclasesdeculturageneralenelOhloneJuniorCollegedeFremont.

—¿Enquéquieresespecializarte?

—Quierosermaestra—contestó.

—¿Deverdad?¿Porqué?

—Es loquesiemprehequerido.CuandovivíamosenVirginia,obtuveelcertificadodelenguainglesaydoyclasesunavezporsemanaenlabibliotecapública.Mimadretambiéneramaestra,enseñabafarsiehistoriaenlaescuelasuperiorparachicasdeZarghoona,enKabul.

UnhombrebarrigudocongorrodecazadorleofreciótresdólaresporunasvelasvaloradasencincoySorayaselasvendió.Guardóeldineroenunacajitadecaramelosqueteníaalospiesymemirótímidamente.

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—Quierocontarleunapequeñahistoria—dijo—,peromedaunpocodevergüenza.

—Cuéntamela.

—Esunatontería.

—Cuéntamela,porfavor.

Seechóareír.

—Bueno,cuandoestabaencuartocursoenKabul,mipadrecontratóaunamujer llamada Ziba para que ayudara en las tareas de la casa. Tenía unahermanaen Irán, enMashad,ycomoZibaeraanalfabeta,devezencuandomepedíaqueleescribieracartasparasuhermana.Ycuandoéstarespondía,yose las leía. Un día le pregunté si le apetecía aprender a leer y escribir.Merespondióconunagransonrisa,cerrólosojosymedijoqueleencantaría.Demodoquecuandoyoacababalosdeberes,nossentábamoslasdosalamesadelacocinayleenseñabaelAlef-beh.Recuerdoque,aveces,mientrashacíalosdeberes, levantabalacabezayveíaaZibaenlacocina,removiendolacarneenlaollaapresiónparaluegoircorriendoasentarseconsulápizahacerlosdeberesdelalfabetoquelehabíapuestolanocheanterior.

»Elcasoesque,encuestióndeunaño,Zibaleíayacuentosinfantiles.Nossentábamosenel jardínymeleía loscuentosdeDaraySara,despacioperocorrectamente. Empezó a llamarme Moalem Soraya, profesora Soraya. —Volvióareír—.Séquelepareceráunaniñería,perocuandoZibaescribiósuprimera carta, supe que quería sermaestra. Estabamuy orgullosa de ella ysentíaquehabíahechoalgoquevalíalapena,¿loentiende?

—Sí—mentí.Pensabaencómohabíautilizadoyomisconocimientospararidiculizar a Hassan. En cómo lo engañaba con las palabras cultas que éldesconocía.

—Mi padre quiere que estudie leyes y mi madre siempre está soltandoindirectas sobre la facultad de medicina; sin embargo, estoy decidida a sermaestra.Aquínoestámuybienpagado,peroesloquequiero.

—Mimadretambiéneramaestra—dije.

—Losé.Melodijomimadre.

Entonces se sonrojópor loqueacababadedecir, pues aquello implicabaque,cuandoyonoestabapresente,había«conversacionessobreAmir».Tuvequehacerunesfuerzoenormeparanosonreír.

—Tehetraídounacosa.—Busquéenelbolsillotraseroelpliegodehojasgrapadas—.Loqueteprometí.—Leentreguéunodemisrelatosbreves.

—Oh,tehasacordado—dijo,gritómásbien—.¡Gracias!—Susonrisase

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esfumó de repente, y por eso apenas tuve tiempo de percatarme de queacababadedirigirseamíporvezprimeraconel«tú»en lugardeutilizarel«shoma», más formal. Se quedó pálida y con la mirada fija en algo quesucedíadetrásdemí.MevolvíymeencontrécaraacaraconelgeneralTaheri.

—Amirjan,nuestronovelista.Quéplacer—dijoconunalevesonrisa.

—Salaam,generalsahib—losaludéconlabocapastosa.

Pasóamiladoendirecciónalpuesto.

—Undíaprecioso,¿verdad?—dijo,hundiendounpulgarenelbolsillodelchalecoyextendiendolaotramanoendirecciónaSoraya.Ellaleentrególosfolios—.Dicenqueestasemanalloverá.Resultadifícildecreer,¿no?—Tirólashojasenrolladasalabasura.Sevolvióhaciamíyposódelicadamenteunamanoenmihombro.Caminamosjuntosunospasos—.¿Sabes,bachem?Estoycogiéndote mucho cariño... Eres un muchacho decente, lo creo de verdad,pero...—suspiróyalzólamano—inclusolosmuchachosdecentesnecesitandevezencuandoquelesrecuerdenlascosas.Asíqueesmideberrecordarteque en este mercadillo estás entre colegas. —Se interrumpió y clavó susinexpresivosojosen losmíos—.Yaquí todoelmundocuentahistorias...—Sonrió,revelandoconellounadentaduraperfecta—.Misrespetosatupadre,Amirjan.

Dejócaerlamanoysonriódenuevo.

—¿Qué ocurre? —me preguntó Baba. Estaba cobrándole a una señoramayorquehabíacompradouncaballitobalancín.

—Nada—respondí.Mesentésobreunviejotelevisor.Yseloconté.

—Akh,Amir—suspiró.

Peronotuvemuchotiempodeseguirpreocupándomeporlosucedido.

PorqueafinalesdeaquellasemanaBabaseresfrió.

Empezócontossecaymocos.Superólamucosidad,perolatospersistía.Tosía con el pañuelo en la boca y luego se lo guardaba en el bolsillo. Yoinsistíaenquefueraalmédico,peroélmedabalargas.Odiabaalosmédicosyloshospitales.Queyo recordara, laúnicavezqueBabahabía idoalmédicohabíasidocuandohabíacogidolamalariaenlaIndia.

Unasdossemanasdespués,losorprendíenelbañotosiendoyescupiendounaflemasanguinolenta.

—¿Cuántotiempollevasasí?—lepregunté.

—¿Quéhayparacenar?—dijoél.

—Voyallevartealmédico.

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Aunque Baba era el encargado de la gasolinera, el propietario nunca lehabíaofrecidocoberturasanitaria,yBaba,temerariocomoera,tampocohabíainsistido para conseguirla. Así que lo llevé al hospital del condado, que seencontrabaenSanJose.Elmédicoqueloexaminó,cetrinoydeojossaltones,eraunresidentedesegundoaño.

—Parecemásjovenquetúymásenfermoqueyo—gruñóBaba.

El residente nos envió a que le hicieran a mi padre una radiografía depecho.Cuandovolvióa llamarnos laenfermera,elmédicoestabarellenandounformulario.

—Entregueestoenrecepción—dijo,haciendounosgarabatosrápidos.

—¿Quées?—lepregunté.

—Unvolanteparaelespecialista.—Másgarabatos.

—¿Dequé?

—Delpulmón.

—¿Paraqué?

Me echó un vistazo, se subió las gafas y empezó de nuevo con losgarabatos.

—Tieneunamanchaenelpulmónderecho.Quieroquelamiren.

—¿Una mancha?—De repente, la habitación se me hizo pequeña, y elambiente,excesivamentepesado.

—¿Cáncer?—lepreguntóBabacomositalcosa.

—Podríaser.Essospechosa—murmuróelmédico.

—¿Nopuededecirnosnadamás?—inquirí.

—No.EsnecesariohacerprimerounTACy luegoque el especialista levea los pulmones.—Me entregó el volante para el especialista—.Ha dichoquesupadrefuma,¿no?

—Sí.

Moviólacabeza.MemiróprimeroamíyluegoaBaba.

—Losllamarándentrodedossemanas.

Queríapreguntarlecómosuponíaquepodríaviviryoconaquellapalabra,«sospechosa», durante dos semanas enteras. ¿Cómo suponía que podría yocomer,trabajar,estudiar?¿Cómopodíamandarmeacasaconaquellapalabra?

Cogí el volante y lo entregué. Aquella noche esperé a que Baba sedurmiera y luego extendí lamanta que utilizaba como alfombra de oración.

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Agaché la cabeza hasta el suelo y recité suras del Corán que tenía medioolvidadas,versosqueelmullahnoshabíaobligadoamemorizarenKabul,ylepedíbondadaunDiosquenoestabacompletamentesegurodequeexistiera.Envidiabaalmullah,envidiabasufeysucertidumbre.

Pasarondossemanasynadiellamaba.Cuandoalfinllaméyo,medijeronque habían perdido el volante. ¿Estaba seguro de que lo había entregado?Dijeronquenosllamaríanalcabodetressemanas.YolesmontéunescándaloyregateéhastaconvertirlastressemanasenunaparapracticarlaexploraciónconTACydosparalavisitaalespecialista.

La consulta con el neumólogo fue bien hasta que Baba le preguntó aldoctorSchneiderdedóndeera.EldoctorSchneiderdijoquedeRusiayBabalomandóalaporra.

—Perdónenos, doctor —le dije, llevándome a Baba aparte. El doctorSchneider sonrióy retrocedió, sin soltar el estetoscopio—.Baba,he leído labiografía del doctor Schneider en la sala de espera. Nació en Michigan.¡Michigan! Es norteamericano, mucho más americano de lo que tú y yollegaremosasernunca.

—Nome importa dónde haya nacido, es roussi—objetóBaba haciendounamuecacomosiestuvierapronunciandounapalabrota—.Suspadreseranroussi,susabueloseranroussi.Juroporelrecuerdodetumadrequelepartiréelbrazosiintentatocarme.

—LospadresdeldoctorSchneiderhuyerondelosshorawi.¡Escaparondeellos!

PeroBabanoqueríaoírnadaal respecto.Avecescreoque loúnicoquequeríatantocomosuesposaperdidaeraAfganistán,supaísperdido.Casigritéde frustración. Sin embargo, lo único que hice fue suspirar y dirigirme aldoctorSchneider.

—Losiento,doctor.Estonovaafuncionar.

El siguiente neumólogo, el doctor Amani, era iraní. Baba dio suaprobación. El doctor Amani, un hombre de voz suave, bigote retorcido ymelenacanosa,nosexplicóquehabíarevisadolosresultadosdelTACyquedebía llevar a cabouna intervención llamadabroncoscopiaparaobtenerunamuestradelbultopulmonaryrealizarunestudiopatológico.Laprogramóparalasiguientesemana.LedilasgraciasmientrasacompañabaaBabafueradelaconsulta, pensando en que tendría que vivir una semana entera con aquellanuevapalabra, «bulto», una palabramás abominable aúnque«sospechosa».DeseabaqueSorayaestuvieseamilado.

Resultóque,igualqueSatán,elcáncerteníamuchosnombres.EldeBaba

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se llamaba«carcinomadecélulaengranodeavena».Avanzado. Inoperable.BabalepidióunpronósticoaldoctorAmani.Éstesemordióellabioyutilizólapalabra«grave».

—Estálaquimioterapia,porsupuesto—dijo—.Peroseríasólopaliativa.

—¿Quésignificaeso?—lepreguntóBaba.

EldoctorAmanisuspiró.

—Significaquenocambiaríaelresultado,sóloloretrasaría.

—Unarespuestaclara,doctorAmani.Graciaspordármela—dijoBaba—.Pero no quiero quimioterapia. —En su rostro apareció la misma miradaresuelta que el día en que soltó el pliego de cupones de comida sobre elescritoriodelaseñoraDobbins.

—PeroBaba...

—Nomecuestionesenpúblico,Amir.Nunca.¿Quiéncreesqueeres?

•••

LalluviadelaquehabíahabladoelgeneralTaherienelmercadillollegóconunassemanasderetraso.CuandosalimosdelaconsultadeldoctorAmani,loscochesquepasabansalpicabanaguasuciasobrelasaceras.Babaencendióuncigarrillo.Fumódurantetodoelcaminoalcocheydurantetodoelcaminoacasa.

Mientrasélintroducíalallaveenlacerraduradelportalledije:

—Megustaríaquelediesesunaoportunidadalaquimioterapia,Baba.

Élseguardólasllavesenelbolsilloynosprotegimosdelalluviabajoeltoldorayadodelaentradadeledificio.

—Bas!Yahetomadomidecisión.

—¿Y yo, Baba? ¿Qué se supone que debo hacer? —repuse con ojosllorosos.

Unamiradadeaversiónsecerniósobresucaraempapadaporlalluvia.Eralamismamiradaquemedirigíacuando,depequeño,mecaía,merasguñabalasrodillasylloraba.Fueronlaslágrimasloquelaestimularonentonces,eranlaslágrimasloquelaestimulabanahora.

—¡Tienesveintidósaños,Amir! ¡Eresunhombrehechoyderecho!Tú...—Abrió la boca, la cerró, la abrió de nuevo, lo reconsideró. La lluviatamborileaba en el toldo de lona—. ¿Qué debes hacer, dices? Eso esprecisamente lo que he intentado enseñarte durante todos estos años: quenuncatengasqueformularesapregunta.

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Abriólapuertaysevolvióhaciamí.

—Yunacosamás.Nadie tienequesaberesto,¿mehasoído?Nadie.Noquiero la compasión de nadie —dijo, y desapareció en la penumbra delvestíbulo.Pasóelrestodeldíafumandocomouncarreterofrentealtelevisor.

Yonosabíaquéoaquién intentabadesafiar.¿Amí?¿AldoctorAmani?¿Otalvezaldiosenelquenuncahabíacreído?

•••

Duranteunatemporada,nisiquieraelcáncerevitólapresenciadeBabaenel mercadillo. Los sábados seguíamos con nuestros recorridos en busca deobjetos de segundamano,Baba de conductor y yo de guía, y los domingosmontábamos el puesto. Lámparas de latón. Guantes de béisbol. Anoraks deesquí con la cremallera rota. Baba saludaba a nuestros compatriotas y yoregateaba uno o dos dólares con los compradores.Como si no pasara nada.Comosieldíaenquemeconvertiríaenhuérfanonoestuvieraacercándoseunpocomáscadavezquedesmontábamoselpuesto.

AvecesseacercabanelgeneralTaheriy suesposa.Elgeneral,eleternodiplomático,mesaludabaconunasonrisaymeestrechabalamanoentre lassuyas.PerolaconductadeKanumTaherimostrabaunanuevareticencia.Unareticenciarotatansóloporlassecretassonrisasquedejabacaerylasmiradasfurtivas y llenas dedisculpas queme lanzaba cuando el general centraba suatenciónenotracosa.

Recuerdo ese período como una época demuchas «primeras veces». LaprimeravezqueoíaBabagimiendoenelbaño.Laprimeravezquedescubrísangre en su almohada.Nunca sehabíapuesto enfermoen los cercade tresañosquellevabatrabajandoenlagasolinera.Otraprimeravez.

Unsábado,pocoantesdeHalloween,Babaseencontrabayatancansadoamediatardequesequedósentadoalvolantemientrasyosalíayregateabaparaconseguir los trastos viejos. El día deAcción deGracias, amediodía ya nopodía más. Cuando en los jardines hicieron su aparición los trineos y losárbolesdeNavidadcubiertospornievefalsa,Babasequedóencasayfuiyoquiencondujosoloelautobús.

Aveces,enelmercadillo,losafganosconocidoshacíancomentariossobrela pérdida de peso de Baba. Al principio eran halagadores. Inclusopreguntaban por el secreto de la dieta que seguía. Pero las preguntas y loshalagoscesaroncuandovieronquelapérdidadepesonocesaba.Cuandoloskilos siguieron menguando. Y menguando. Cuando se le hundieron lasmejillas. Y las sienes desaparecieron. Y los ojos se escondieron en suscuencas.

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Un frío domingo poco después deAñoNuevo,Baba estaba vendiéndoleuna pantalla de lámpara a un rechoncho filipinomientras yo revolvía en elautobúsenbuscadeunamantaparataparlelaspiernas.

—¡Oye,estetiponecesitaayuda!—gritóalarmadoelfilipino.Mevolvíyme encontré a Baba en el suelo. Las piernas y los brazos se movían asacudidas.

—Komak!—grité—.¡Quealguienmeayude!—CorríhaciaBaba.Echabaespumaporlabocayunaespesasalivaleempapabalabarba.Teníalosojosvueltoshaciaarribaysóloseleveíaelblanco.

La gente se apresuró hacia nosotros. Oí que alguien decía algo de unataque.Yaotroquegritaba:«¡Llamadal911!»Oíapasosquecorrían.Elcielofueoscureciéndoseamedidaquelamuchedumbreseagolpabasobrenosotros.

LasalivadeBabasevolvióroja.Semordíalalengua.Yomearrodilléasulado,locogíentremisbrazosyledije:

—Estoyaquí,Baba,tepondrásbien,estoyaquí.

Comosiconellohubiesepodidoanular lasconvulsiones.SentíhumedadbajolasrodillasyviqueBabasehabíaorinado.«Tranquilo,Babajan,estoyaquí.Tuhijoestáaquí»,pensé.

El médico, de barba blanca y completamente calvo, me hizo salir de lahabitación.

—QuierorevisarcontigolosTACquelehanhechoatupadre—medijo.

Colocó las radiografías en una caja de luces que había en el pasillo yseñalóconunlápizlasimágenesdelcáncerdeBabacomosifueseunpolicíaqueenseñaalosfamiliaresdelavíctimalasfotosdelasesinofichado.Enlasplacas, el cerebro de Baba parecía una gran nuez vista en distintos cortestransversalesyacribilladaporcosasgrisesconformadepelotadetenis.

—Comoves,elcáncertienemetástasis—meexplicó—.Tendráquetomaresteroides para disminuir la inflamación del cerebro y medicamentosantiepilépticos. Y recomiendo la radioterapia paliativa. ¿Sabes lo quesignifica?—Ledijequesí.Yaestabafamiliarizadoconellenguajerelativoalcáncer—.Deacuerdoentonces—añadió,ycomprobóelbusca—.Deboirme,peropuedespedirquemelocalicensitienesalgunapregunta.

—Gracias.

PasélanochesentadoenunasillajuntoalacamadeBaba.

Alamañanasiguiente,lasaladeesperadelvestíbuloestabaabarrotadadeafganos.ElcarnicerodeNewark.UningenieroquehabíatrabajadoconBabaensuorfanato.Entrabanenfilaylepresentabansusrespetosenvozbaja.Le

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deseabanunarápidarecuperación.Babaestabadespierto,aturdidoycansado,perodespierto.

ElgeneralTaheriysuesposallegaronamediamañana.LosseguíaSoraya.

Cruzamosunamiradaylosdosapartamoslavistaalmismotiempo.

—¿Cómoestás,amigomío?—lepreguntóelgeneralTaheri,cogiéndolelamanoaBaba.

Élhizoungestoindicandoelsuerointravenosoalqueestabaconectado.Elgenerallesonrióamododerespuesta.

—Nodeberíaishaberosmolestado.Ningunodevosotros—musitóBaba.

—Noesningunamolestia—dijoKanumTaheri.

—Ninguna molestia, en absoluto. Vayamos a lo importante, ¿necesitasalgo? —dijo el general Taheri—. ¿Nada de nada? Pídemelo como se lopediríasaunhermano.

Recordé algo que en una ocasión Baba había mencionado sobre lospastunes. «Puede que seamos cabezotas, y sé que somos excesivamenteorgullosos,pero,enunmomentodenecesidad,créemequenohaynadiemejorqueunpastúnatulado.»

Babasacudiólacabezasobrelaalmohada.

—Quehayasvenidomealegralosojos.

El general sonrió y le apretó la mano. Luego se volvió hacia mí y mepreguntó:

—¿Cómoestás,Amirjan?¿Necesitasalgunacosa?

Aquellamanerademirarme,labondaddesusojos...

—No,gracias,generalsahib.Estoy...—Semehizounnudoenlagargantaymeechéallorar,demodoquesalíprecipitadamentedelahabitación.

Lloréenelpasillo,juntoalacajadelucesparaverradiografíasdondelanocheanteriorhabíavistolacaradelasesino.

Se abrió la puerta de la habitación de Baba y apareció Soraya, que seacercóamí.Vestíapantalonesvaquerosyunacamisetadecolorgris.Llevabaelpelosuelto.Deseépoderconsolarmeentresusbrazos.

—Lo siento mucho, Amir —dijo—. Todos sabíamos que algo iba mal,peronoteníamosniideadequefueraesto.

Mesequélosojosconlamanga.

—Mipadrenoqueríaquelosupiesenadie.

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—¿Necesitasalgo?

—No.—Intentésonreír.Mediolamano.Nuestroprimerroce.Lacogí.Melaacerquéalacara.Amisojos.Lasolté—.Serámejorqueentres.Otupadrevendráapormí.—Ellasonrió,asintióconlacabezaysevolvióparairse—.¿Soraya?

—¿Sí?

—Estoymuycontentodequehayasvenido.Significa... elmundoenteroparamí.

ABabaledieronelaltadosdíasdespués.Unespecialistaenradioterapiahabló con él sobre la posibilidad de someterse a tratamiento, pero Baba senegó.

Hablaronconmigoparaqueintentaraconvencerlo.Sinembargo,yohabíavisto aquellamirada en la cara deBaba. Les di las gracias, firmé todos losformulariosymellevéamipadreacasaenmiFordTorino.

Aquellanoche,Babasetumbóenelsofátapadoconunamantadelana.Lepreparétécalienteyalmendrastostadas.Lepasélosbrazosporlaespaldayloincorporéconunafacilidadexcesiva.Bajomisdedos,suomoplatoparecíaelaladeunpajarillo.Tirédelamantaparacubrirledenuevoelpecho,dondeselemarcabanlascostillasatravésdeunapielfinayamarillenta.

—¿Puedohaceralgomásporti,Baba?

—No,bachem.Gracias.

Mesentéasulado.

—Entoncesmepreguntosipodríashacertúalgopormí.Siesquenoestásdemasiadoagotado.

—¿Dequésetrata?

—Quieroquevayasdekhastegari.QuieroquelepidasalgeneralTaherilamanodesuhija.

LabocasecadeBabaesbozóunasonrisa.Unamanchaverdeenunahojamarchita.

—¿Estásseguro?

—Másquenunca.

—¿Telohaspensadobien?

—Balay,Baba.

—Entoncespásameelteléfono.Ymiagenda.

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Pestañeé.

—¿Ahora?

—¿Cuándosino?

Sonreí.

—Deacuerdo.

LepaséelteléfonoylapequeñaagendanegradondeBabateníaapuntadoslosnúmerosdesusamigosafganos.BuscóeldelosTaheri.Marcó.Sellevóelauricularaloído.Elcorazónmehacíapiruetasenelpecho.

—¿Jamila jan? Salaam alaykum—dijo. Se presentó. Hizo una pausa—.Estoymuchomejor,gracias.Fuemuyamableporvuestraparteiraverme.—Permaneció un rato escuchando. Asintió con la cabeza—. Lo recordaré.Gracias. ¿Se encuentra en casa el general sahib?—Pausa—.Gracias.—Melanzóunamiradarápida.Poralgúnmotivodesconocido,amímeapetecíareír.Ogritar.Meacerquéelpuñoalabocaylomordí.Babaserioligeramenteatravésdelanariz—.Generalsahib,Salaamalaykum...Sí,mucho,muchísimomejor...Balay...Eresmuyamable.Generalsahib,tellamoparasabersipuedoirmañanaavisitarosatiyaKanumTaheri.Esporunasuntohonorable...Sí...Alasoncemevabien.Hastaentonces.Khodahafez.

Colgó. Nos miramos el uno al otro. Yo no podía parar de reír. Y Babatampoco.

Baba semojó el pelo y se lo peinó hacia atrás.Lo ayudé a ponerse unacamisablancalimpiaylehiceelnudodelacorbata,percatándomeconellodelos cinco centímetros de espacio existentes entre el botón del cuello de lacamisa y el cuello de Baba. Pensé en todos los espacios vacíos que Babadejaríaatráscuandosefueraymeobliguéapensarenotracosa.Nosehabíaido.Aúnno.Yaquéleraundíaparatenerbuenospensamientos.Lachaquetadeltrajemarrón,laquellevabaeldíademigraduación,lequedabaenorme...GranpartedeBabahabíadesaparecidoyyanovolveríaaaparecernuncamás.Tuveque enrollarle lasmangas.Meagachépara abrocharle los cordonesdeloszapatos.

Los Taheri vivían en una casa de una sola planta en una de las zonasresidencialesdeFremontdondesehabíaasentadoungrannúmerodeafganos.Tenía ventanas con alféizar, tejado inclinado y un porche delantero lleno demacetascongeranios.Enlaaceraestabaaparcadoelfurgóngrisdelgeneral.

AyudéaBabaasalirdelFordyvolvíasentarmealvolante.Élseinclinójuntoalaventanilladelpasajero.

—Veacasa,tellamarédentrodeunahora.

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—Deacuerdo,Baba—dije—.Buenasuerte.

Sonrió.

Arranquéelcoche.PorelespejoretrovisorviaBabacojeandoendirecciónalacasadelosTaheridispuestoacumplirunúltimodeberpaternal.

MientrasesperabalallamadadeBabamedíconpasoselsalóndenuestroapartamento.Quincepasosde largo.Diezpasosymediode ancho. ¿Y si elgeneraldecíaqueno?Talvezyonolegustara...Nopodíadejardeentrarenlacocinaparamirarelrelojdelhorno.

Elteléfonosonójustoantesdecomer.EraBaba.

—¿Ybien?

—Elgeneralhaaceptado.

Diunresoplido.Mesenté.Metemblabanlasmanos.

—¿Sí?

—Sí,peroprimeroSorayajanquierehablarcontigo.Telapaso,estáensuhabitación.

—Deacuerdo.

Babadijoalgoaalguienyoíquecolgaba.

—¿Amir?—dijolavozdeSoraya.

—Salaam.

—Mipadrehadichoquesí.

—Losé—repliqué.Cambiéelauriculardemano.Estabasonriendo—.Mesientotanfelizquenoséquédecir.

—Yotambiénestoyfeliz,Amir.No...nopuedocreerqueestésucediendoesto.

Meechéareír.

—Losé.

—Escucha,quierodecirteunacosa.Algoquetienesquesaberantes...

—Nomeimportaloquesea.

—Debessaberlo.Noquieroqueempecemosconsecretos.Yprefieroqueteenterespormí.

—Sitesientesmejorasí,dímelo.Peronocambiaránada.

Seprodujounaprolongadapausa.

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—Cuando vivíamos en Virginia, me escapé con un hombre afgano. Yotenía entonces dieciocho años... Era rebelde..., una estúpida, y... él estabametidoendrogas...Vivimosjuntosdurantecasiunmes.TodoslosafganosdeVirginiahablarondeello.

»Padar acabó encontrándonos. Apareció en la puerta y... me obligó aregresaracasa.Mepusehistérica.Grité.Vociferé.Ledijequeloodiaba...

»Regreséacasay...—estaba llorando—.Perdóname.—Oíquedejabaelauricular.Sesonó—.Losiento—prosiguióconvozronca—.Cuandovolvíacasa,me encontré con quemimadre había sufrido un ataque, tenía el ladoderechodelacaraparalizadoy...mesentículpable.Noselomerecía.

»PadarpreparónuestrotrasladoaCaliforniapocodespués.

Siguióunsilencio.

—¿Cómoestáisahoratúytupadre?—lepregunté.

—Siemprehemostenidonuestrasdiferencias,ytodavíalastenemos,peroleagradezcoquevinieraapormíaqueldía.Creodeverdadquemesalvó.—Hizounapausa—.Bueno,¿temolestaloquetehecontado?

—Unpoco—contesté.

Ledebíalaverdad.Nopodíamentirleydecirlequemiorgullo,miiftikhar,no estaba en absoluto dolido por el hecho de que hubiera estado con unhombre mientras yo nunca me había llevado a una mujer a la cama. Memolestabaunpoco,perohabíareflexionadosobreelloantesdepedirleaBabaquefueradekhastegari.Ylapreguntaqueacudíasiempreamicabezaeralasiguiente:¿cómopuedoyo,deentretodaslaspersonasdelmundo,castigaraalguienporsupasado?

—¿Temolestalobastantecomoparaquecambiesdeidea?

—No,Soraya.Nimuchomenos.Nadade loquehasdichocambianada.Quieroquenoscasemos.

Ellaestallóenlágrimas.

La envidiaba. Su secreto estaba fuera. Lo había dicho. Le había hechofrente.Abrí labocayestuveapuntodeexplicarlecómohabía traicionadoaHassan,mentidoydestruidounarelacióndecuarentaañosentreBabayAlí.Pero no lo hice. Sospechaba que habíamuchos aspectos en los que SorayaTaherieramuchomejorpersonaqueyo.Lavalentíaeratansólounodeellos.

13

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Cuandoa la tardesiguiente llegamosacasade losTaheriparael lafz, laceremoniadelcompromiso,tuvequeaparcarelFordenlaaceradeenfrente,pueslasuyaestabayaatestadadecoches.Yollevabaeltrajeazulmarinoqueme había comprado el día anterior, después de acompañar a Baba a casa,finalizadoelkhastegari.Meajustéelnudodelacorbataenelretrovisor.

—Estáskhoshteep—dijoBaba—.Muyguapo.

—Gracias,Baba.¿Teencuentrasbien?¿Tesientesconfuerzas?

—¿Con fuerzas? Es el día más feliz de mi vida, Amir —dijo con unasonrisacansada.

Desdelapuertaseoíanlasconversaciones,lasrisasylamúsicaafganadefondo.MeparecióquesetratabadeunghazalclásicointerpretadoporUstadSarahang.Toquéeltimbre.Unacaraseasomóentrelascortinasdelrecibidorydesapareciódeinmediato.

—¡Yaestánaquí!—oíqueanunciabaunavozfemenina.

Elparloteoseinterrumpióyalguienapagólamúsica.

KanumTaheriabriólapuerta.

—Salaamalaykum—gritó.Vique sehabíahecho lapermanentey lucíapara la ocasión un elegante vestido negro hasta los tobillos. Se lehumedecieron los ojos en cuanto puse el pie en el vestíbulo—.Apenas hasentradoencasayyaestoyllorando,Amirjan—dijo.Leestampéunbesoenlamano,comoBabamehabíaenseñadolanocheanterior.

Nos condujo por un pasillo totalmente iluminado hasta el salón. De lasparedesdepanelesdemaderacolgabanfotografíasdegentequeseconvertiríaen mi nueva familia: una joven Kanum Taheri con el cabello rizado y elgeneral,conlascataratasdelNiágaracomotelóndefondo;KanumTaheri,conunvestidosincosturas,yelgeneral,conchaquetaceñidacongrandessolapasycorbatín, luciendo la totalidaddesupelonegro;Sorayaapuntodesubiraunamontañarusademadera,saludandoconlamanoysonriente,yconelsolcentelleandoenloshierrosplateadosquellevabaenlosdientes.Unafotografíadel general, uniformado de pies a cabeza, dando lamano al reyHussein deJordania.UnretratodelshaZahir.

Elsalónestabaocupadoporcercadedosdocenasdeinvitadossentadosensillascolocadasjuntoalapared.TodoelmundosepusoenpieencuantoBabaentró.Dimos lavueltaa lahabitación,Babadelante, lentamente,yyodetrásdeél,estrechandomanosysaludandoalosinvitados.Elgeneral,siempreconsutrajegris,yBabaseabrazaronysedieronamablesgolpecitosenlaespalda.

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Intercambiaronsus«salaams»envozbajayentonorespetuoso.

Elgeneralmesaludóy luegoseseparódemía ladistanciadeunbrazo,como diciendo: «Ésta es la manera correcta, la manera afgana de hacerlo,bachem.»Acontinuación,nosdimostresbesosenlamejilla.

Tomamosasientoenlaabarrotadaestancia.Babayyo,elunojuntoalotro,enfrentedelgeneralysuesposa.LarespiracióndeBabaeraalgoirregularyacadapasosesecabael sudorde la frentey lacabezaconelpañuelo.Sediocuentadequeyoestabamirándoloyconsiguióesbozarunasonrisaforzada.

—Estoybien—murmuró.

Siguiendolatradición,Sorayanoestabapresente.

Después de unos momentos de charla frívola, el general tosió paraaclararse lagarganta.El salón sequedóen silencioy todoelmundobajó lavistaenseñalderespeto.ElgeneralmiróaBaba.

Baba tosió también. Cuando empezó, no podía terminar las frases sindetenersearespirar.

—General sahib,KanumJamila jan..., congranhumildadmihijoyyo...hemos venido hoy a vuestra casa. Sois... gente honorable..., de familiasdistinguidas y con reputación y... un linaje orgulloso. Sólo vengo con unsupremo ihtiram... y mis mayores respetos para vosotros, los nombres devuestras familiasy el recuerdo... devuestros antepasados.—Dejódehablar.Cogióaire.Sesecólafrente—.Amirjanesmiúnicohijo...,miúnicovarón,yha sido un buen hijo para mí. Espero que demuestre... ser merecedor devuestrabondad.OspidoquenoshonréisaAmirjanyamí...yaceptéisamihijoenelsenodevuestrafamilia.

Elgeneralasintióeducadamente.

—Noshonradarlabienvenidaanuestrafamiliaalhijodeunhombrecomotú—dijo—.Tureputaciónteprecede.EnKabulyoeraunhumildeadmiradortuyo y sigo siéndolo.Nos sentimos honrados de que tu familia y lamía seunan.

»Encuantoati,Amirjan,tedoylabienvenidaamicasacomoaunhijo,comoalesposodemihija,queeselnoordemisojos.Tudolorseránuestrodolor,tualegríalanuestra.EsperoquelleguesaconsiderarnosaKhalaJamilay amí como unos segundos padres, y rezo por tu felicidad y la de nuestraencantadoraSoraya.Ambostenéisnuestrasbendiciones.

Todoelmundoaplaudióydespuéslascabezassevolvieronendirecciónalpasillo.Llegabaelmomentoqueyohabíaestadoesperando.

Sorayaaparecióvestidaconunmaravillosovestido tradicionalafganode

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colorvino.Erademangalargayllevabaadornosdorados.Babamecogiólamano y me la apretó. Kanum Taheri lloraba a lágrima viva. Soraya seaproximó lentamente, seguida por una procesión de mujeres jóvenes de sufamilia.

Lebesóamipadre lasmanos.Por finsesentóami lado,sin levantar lavista.

Losaplausoscrecieron.

•••

Conforme a la tradición, la familia de Soraya debía celebrar la fiesta decompromiso, el Shirini-khori, o ceremonia de «comer los dulces». Luegovendría unperíodode compromisoque se prolongaría durante unos cuantosmesesyfinalmentellegaríalaboda,quepagaríamosBabayyo.

LlegamosalacuerdodequeSorayayyorenunciaríamosalShirini-khori.Todoelmundoconocíaelmotivo,asíquenadielomencionó:queaBabalequedabanpocosmesesdevida.

Mientrassellevabanacabolospreparativosdelaboda,Sorayayyonuncasalimos solos...Seconsideraba inapropiado.AúnnoestábamoscasadosynisiquierahabíamostenidounShirini-khori.Asíquetuvequecontentarmeconcenasencasade losTaheriencompañíadeBaba.Yomesentabaa lamesaenfrentedeSorayaimaginándomecómoseríasentirsucabezaapoyadaenmipechoyolersucabello.Besarla.Hacerleelamor.

Babasegastótreintaycincomildólares,prácticamentelosahorrosdetodasu vida, en el awroussi, la ceremonia de la boda.Alquiló un gran salón debanquetesafganodeFremont(conocíadeKabulasupropietario,yéstelehizounsustanciosodescuento).Babapagólaschilas,nuestrosanillosdebodaylasortija de brillantes que yo escogí. Me compró el esmoquin y el vestidotradicionaldecolorverdeparaelnika,laceremoniadeljuramento.

Detodoslosfrenéticospreparativosqueacabaronenlanochedebodas(lamayoría, por suerte, llevados a cabo por Kanum Taheri y sus amigas),recuerdoúnicamentealgunosfragmentos.

Recuerdo nuestro nika.Nos sentamos en torno a unamesa. Soraya y yoíbamosvestidosdeverde,elcolordelIslam,aunquetambiéndelaprimaverayde losnuevosproyectos.Yo llevabael traje tradicional,ySoraya, laúnicamujerenlamesa,lucíaunvestidodemangalargaeibacubiertaconunvelo.EstabantambiénBaba,elgeneralTaheri,deesmoquin,yvariostíosdeSoraya.Ellayyomanteníamoslosojosbajos,solemnementerespetuosos;sólodevezencuandonoslanzábamosmiradasfurtivas.ElmullahinterrogóalostestigosyleyóelCorán.Acontinuación,pronunciamoslosjuramentosyfirmamoslos

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certificados.Un tíodeSorayaquevivía enVirginia,Sharif jan,hermanodeKaliumTaheri,sepusoenpieytosióparaaclararselavoz.Sorayamehabíacontadoque llevabamásdeveinteañosviviendoenEstadosUnidos.Eraunhombrebajito,concaradepájaroycabelloencrespado.TrabajabaparaelINSysuesposaeranorteamericana.Además,escribíapoesía,ynosleyóunlargopoema dedicado a Soraya que había garabateado en un papel de carta delhotel.

—¡Wahwah,Sharifjan!—exclamarontodoscuandofinalizó.

Luego me recuerdo vestido de esmoquin dirigiéndome al escenario conSorayade lamano.Mi futura esposa llevabaunpari blanco convelo.Babacojeaba a mi lado; el general y su esposa avanzaban junto a su hija. Unaprocesióndetíos,tíasyprimosseguíanuestropasoporelsalón,partiendoendos elmar de invitados que aplaudían y pestañeaban ante los flashes de lascámaras.UnprimodeSoraya,elhijodeSharif jan,sosteníaunCoránsobrenuestras cabezas mientras avanzábamos lentamente. La canción de boda,Ahesta boro, resonaba en los altavoces, la misma canción que cantaba elsoldadorusoenelpuestodecontroldeMahipar lanocheenqueBabayyoabandonamosKabul:

Conviertelamañanaenunallaveyarrójalaalpozo,

vedespacio,encantadoraluna,vedespacio.

Dejaqueelsoldelamañanaseolvidedesalirporeleste,

vedespacio,encantadoraluna,vedespacio.

Recuerdoestarsentadoenelsofáquehabíaenelescenariocomosideuntronosetratara.LamanodeSorayaunidaalamía,mientrasnosobservabancerca de trescientas caras. Hicimos el Ayena Masshaf, nos entregaron unespejoynoscubrieronlacabezaconunvelo,demodoquesólopudiéramosvernuestraimagenreflejadaenél.CuandovilacarasonrientedeSorayaenelespejo,cobijadoporlaintimidadmomentáneadelvelo,lesusurréporprimeravezquelaquería.Unsofoco,rojocomolahenna,letiñólasmejillas.

Recuerdobandejas llenasde colorido con chopankabob, sholeh-goshti yarrozsalvaje.Recuerdohombresempapadosensudorbailandoel tradicionalattanencírculo,saltando,girandocadavezmásrápidoalritmoenfebrecidodela tabla, hasta quedar agotados. Recuerdo haber deseado que Rahim Kanestuvieseallí.

YrecuerdohabermepreguntadositambiénHassansehabríacasado.Ydehaberlohecho,¿quécarahabríavistobajoelvelo?¿Quémanospintadasdehennahabríatomadoentrelassuyas?

Hacialasdosdelamañanalafiestasetrasladódelsalóndebanquetesal

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piso de Baba. Volvió a correr el té y lamúsica sonó hasta que los vecinosllamaronalapolicía.Mástarde,cuandofaltabamenosdeunahoraparaquesalieseelsolysehabíanmarchadofinalmentetodoslosinvitados,Sorayayyonos acostamospor vez primera.Había pasadomi vida rodeadode hombres.Aquellanochedescubrílaternuradeunamujer.

FueSorayaquiensugiriótrasladarseavivirconBabayconmigo.

—Pensabaquequeríasquetuviésemosnuestrapropiacasa—ledije.

—¿ConKaka janenfermocomoestá?—Susojosmedecíanqueaquéllanoeramaneradeempezarunmatrimonio.Labesé.

—Gracias.

Sorayasededicóacuidardemipadre.Lepreparabalastostadasyeltéporlamañanayloayudabaasubiryabajardelacama.Ledabalosanalgésicos,lelavabalaropayporlatardeleleíalaseccióninternacionaldelperiódico.Amenudo le cocinaba su plato favorito, patatas shorwa—aunque él apenascomía unas pocas cucharadas—, y todos los días le llevaba a dar un brevepaseo alrededor de la manzana. Y cuando quedó postrado en cama, lecambiabadeladocadahoraparaquenosellagara.

Un día llegué a casa después de comprar en la farmacia las pastillas demorfinadeBaba.Nadamáscerrarlapuerta,videreojoqueSorayaocultabarápidamentealgodebajodelassábanasdeBaba.

—¡Lohevisto!¿Quéestabaishaciendovosotrosdos?—pregunté.

—Nada—respondióSorayasonriendo.

—Mentirosa.—Levanté las sábanasdeBaba—.¿Quées esto?—inquirí,aunquelosupetanprontocomotuveenmismanosmicuadernodepiel.

Recorrí con los dedos las puntadas doradas de los bordes. Recordé losfuegosartificialesdelanocheenqueRahimKanmeloregaló,lanochedemidecimotercer cumpleaños, los silbidos y las explosiones de los cohetes queformabanramilletesrojos,verdesyamarillos.

—Nopuedocreerquepuedasescribirasí—medijoSoraya.

Babalevantólacabezadelaalmohada.

—Selohedadoyo.Esperoquenoteimporte.

LedevolvíelcuadernoaSorayaysalídelahabitación.Babaodiabavermellorar.

Unmesdespuésdelaboda,losTaheri,Sharif,suesposaSuzyyvariostíosdeSorayafueronacenaranuestropiso.Sorayapreparósabzichallow(arrozblanco con espinacas y cordero). Después de cenar tomamos té verde y

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jugamosalascartasrepartidosengruposdecuatro.SorayayyojugamosconSharifySuzyenlamesitadecentro,juntoalsofádondeestabatumbadoBaba,cubierto con una manta de lana. Me observaba bromear con Sharif, nosobservaba aSoraya y amí entrelazando los dedos,meobservaba cuando leretirédelacaraunmechóndecabello.Yoveíasusonrisainterior,anchacomoloscielosdeKabulenlasnochesenquelosálamosseestremecenyelsonidodelosgrillosinundalosjardines.

Antesdemedianoche,Babanospidióqueloayudáramosaacostarse.

Soraya y yo pasamos sus brazos por nuestros hombros y enlazamos lasmanos detrás de su espalda. Cuando lo acostamos, le dijo a Soraya queapagase la luzde lamesilla.Luegonospidióquenosagachásemosyque lediéramosunbeso.

—Tetraerélamorfinayunvasodeagua,Kakajan—dijoSoraya.

—Estanocheno—replicóél—.Estanochenotengodolor.

—Deacuerdo—dijoella.Letapóconlamantaycerramoslapuerta.

Babanuncadespertó.

En los alrededores de la mezquita de Hayward ya no quedaban plazaslibres de aparcamiento. En el campo de hierba rala que había detrás deledificio, cochesyvehículos todoterrenoaparcabanen filas improvisadas.Lagente se veía obligada a desplazarse cuatro o cincomanzanas al norte paraencontrarunhueco.

La zona de hombres de lamezquita consistía en una gran sala cuadradacubierta de alfombras afganas y cojines dispuestos en hileras. Los hombresentraronenfila,despuésdedejarloszapatosenlaentrada,ysesentaronconlas piernas cruzadas en los cojines.Unmullah cantó almicrófono suras delCorán.Yomesentéjuntoalapuerta,ellugartradicionalmentedestinadoalafamiliadelfallecido.ElgeneralTaherisesentóamilado.

Atravésdelapuertaabiertaveíaloscochesqueibanllegando.Laluzdelsolcentelleabaen losparabrisas.Dejabana lospasajeros,hombrescon trajeoscuro y mujeres vestidas de negro y con la cabeza cubierta con lastradicionaleshijabsblancas.

Mientras las palabras del Corán resonaban en la sala, yo pensaba en laviejahistoriadeBabaluchandocontraunosonegroenBaluchistán.Babasehabía pasado la vida luchando contra osos. Perdiendo a su joven esposa.Criando él solo a un hijo.Abandonando su querido país, suwatan. Pobreza.Indignidad. Al final, había llegado el oso al que no podía derrotar. Habíaperdido,sí,perohabíasidoélquienhabíaestablecidolasreglas.

Alfinaldecadarondadeoraciones,losgruposdedolientesformabanuna

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fila y me daban el pésame. Yo les estrechaba las manos sumisamente. Amuchos de ellos apenas los conocía. Sonreía educadamente, les daba lasgracias por sus buenos deseos y escuchaba lo que tuvieran que decir sobreBaba.

—...meayudóaconstruirlacasaenTaimani...

—...benditosea...

—...noteníaanadieaquienacudirymeprestó...

—...meencontróuntrabajo...,apenasmeconocía...

—...comounhermanoparamí...

Escuchándolos,penséencuántode loqueyoerahabíasidodefinidoporBaba y por la impronta que él había dejado en la vida de la gente.Durantetodami vida, yo había sido «el hijo deBaba».Y se había ido.Baba ya novolveríaaenseñarmeelcamino;tendríaqueencontrarlopormicuenta.

Pensarlomeaterrorizaba.

Antes, en la pequeña zona del cementerio dedicada a los enterramientosmusulmanes, había visto comometían a Baba en la fosa. El mullah y otrohombre entablaron una discusión sobre cuál era el ayat más apropiado delCorán para recitar en el cementerio.La situación se habría puesto fea si nohubieraintervenidoelgeneralTaheri.Elmullaheligiófinalmenteunayatylorecitó,siendovíctimadelasmiradasdesagradablesdelotrohombre.Observécómoarrojabanlaprimerapaladadetierrasobrelatumba.Luegomefui.Medirigíalladoopuestodelcementerioymesentéalasombradeunarcerojo.

Los últimos dolientes presentaron sus respetos y la mezquita se quedóvacía, a excepción del mullah, que estaba desconectando el micrófono yenvolviendosuCoránenunatelaverde.Elgeneralyyosalimosalexterior,alsol de última hora de la tarde. Bajamos las escaleras, pasamos junto apequeños grupos de hombres que fumaban. Oí fragmentos de lasconversaciones, un partido de fútbol que se celebraría el siguiente fin desemanaenUnionCity,unnuevorestauranteafganoenSantaClara...Lavidacontinuabaya,ydejabaaBabaatrás.

—¿Cómoestás,bachem?—mepreguntóelgeneralTaheri.

Apreté los dientes.Memordí sin conseguir que emergieran las lágrimasquehabíanestadoamenazándomeeldíaentero.

—VoyabuscaraSoraya—dije.

—Deacuerdo.

Me dirigí a la zona de mujeres de la mezquita. Soraya estaba en las

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escalerasjuntoasumadreyunpardeseñorasquereconocívagamentedeldíadelaboda.Lehiceunaseñal.Ellaledijoalgoasumadreyseacercóamí.

—¿Podemosdarunpaseo?—inquirí.

—Claro.—Mediolamano.

Caminamosensilencioporunzigzagueantesenderodegravillaflanqueadoporunahileradearbustosbajos.Nossentamosenunbancoyobservamosauna pareja de ancianos que estaban arrodillados junto a una tumba situadaunas cuantas hileras más allá. En ese momento, depositaban un ramo demargaritassobrelalápida.

—¿Soraya?

—¿Sí?

—Voyaecharlodemenos.

Mepusolamanoenelregazo.LachiladeBababrillabaensudedoanular.Detrásdeella,alejándoseporMissionBoulevard,veíaatodoslosquehabíanasistidoalfuneral.Prontonosmarcharíamostambiénnosotros,y,porprimeravez,Babasequedaríacompletamentesolo.

Sorayameatrajohaciaellayporfinllegaronlaslágrimas.

Sorayayyonopasamosporelperíododecompromisoy,poresa razón,prácticamentetodoloqueconocíasobrelosTaherilosupedespuésdeentrarenlafamiliacomocasado.Supe,porejemplo,queelgeneralsufríaunavezalmesmigrañas cegadoras que le duraban casi una semana.Cuando aparecíanlos dolores de cabeza, el general entraba en su dormitorio, se desnudaba,apagabalaluz,cerrabalapuertaconllaveynovolvíaasalirhastaqueeldolorhabía remitido.Nadie tenía permiso para entrar, ni siquiera para llamar a lapuerta.Finalmente, acababa saliendo, unavezmásvestido con su traje gris,conolorasueñoyasábanasyconlosojoshinchadoseinyectadosensangre.SupeporSorayaque él yKanumTaheri dormían enhabitaciones separadasdesdequeellapodíarecordar.Supetambiénqueeraquisquilloso,porejemplocuandoprobaba el qurmaque su esposa le servía.Resoplabay lo empujabaparaqueseloretirase.«Teprepararéotracosa»,decíaKanumTaheri,peroéllaignoraba,poníacaralargaycomíapanconcebolla.Sorayaseenfadabaysumadre lloraba.Sorayameexplicóquesupadre tomabaantidepresivos.Supequehabíamantenidoasufamiliagraciasa labeneficenciayqueenEstadosUnidos nunca había trabajado; prefería aceptar los cheques enmetálico queemitía el gobierno antes que degradarse con un trabajo inapropiado para unhombre de su categoría... Consideraba el mercadillo como una afición, unaformaderelacionarseconsuscompañerosafganos.Elgeneralcreíaque,tardeotemprano,Afganistánseríaliberado,lamonarquíarestablecidayvolveríana

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reclamarsusservicios.Poresocadadíasevestíaconeltrajegris,observabaelrelojdebolsilloyesperaba.

SupequeKanumTaheri(aquienahorallamabaKhalaJamila)habíasidofamosaenKabulporsuencantadoravoz.Apesardenohabercantadonuncacomo profesional, tenía talento para ello... Supe que era capaz de cantarcanciones folklóricas, ghazals, incluso raga, normalmente de dominioexclusivo de los hombres. Pero pormás que al general le gustara escucharmúsica (de hecho, tenía una considerable colección de cintas de ghazalsclásicos interpretados por cantantes afganos e hindúes), consideraba que eramejordejarsuinterpretaciónenmanosdeartistasdereputacióninferior.Unadelascondicionesqueimpusoelgeneralalcontraermatrimoniofuequeellanunca cantara en público. Soraya me explicó que su madre había queridocantarenlaceremoniadenuestraboda,unaúnicacanción,peroelgenerallelanzóunadesusmiradas,con loqueelasuntoquedózanjado.KhalaJamilajugabaalaloteríaunavezporsemanayveíaelprogramadeJohnnyCarsontodaslasnoches.Pasabalosdíaseneljardín,cuidandosusrosas,susgeranios,suspataterasysusorquídeas.

CuandomecaséconSoraya,lasfloresyJohnnyCarsonpasaronaocuparunlugarmenosdestacado.YoeralanuevailusiónenlavidadeKhalaJamila.Adiferenciade losmodales reservadosydiplomáticosdelgeneral (élnuncamecorregíacuandomedirigíaaél como«general sahib»),Khala Jamilanoguardabacomounsecretolomuchoquemeadoraba.Enprimerlugar,escuchésu impresionante listadeenfermedades,algoa loqueelgeneralhacíaoídossordosdesdehacíamuchotiempo.Sorayamecontóquedesdequesumadrehabíasufridoelataque,cadapalpitaciónquesentíaenelpechoerauninfarto,cada articulación dolorida, el principio de una artritis reumatoide, y cadacontracción en el ojo, un nuevo ataque.Recuerdo la primera vez queKhalaJamilamemencionóqueteníaunbultoenlagarganta.

—Mañananoiréalauniversidadylaacompañaréalmédico—ledije,aloqueelgeneralmesonrióyrepuso:

—Entonces será mejor que cuelgues los libros, bachem. Los cuadrosmédicosdetuKhalasoncomolasobrasdeRumi:lleganporvolúmenes.

Peronoeratansóloquehubieraencontradoaalguiendispuestoaescucharsusmonólogossobreenfermedades.Yocreíafirmementeque,aunquehubieracogido un rifle y cometido una masacre, habría seguido disfrutando de suamorinquebrantable.Porquehabíaliberadosucorazóndelapeorenfermedad.La había liberado delmayormiedo de cualquiermadre afgana: que ningúnkhastegarhonorablepidieralamanodesuhija.Quesuhijasehicieramayorsola, sin marido, sin hijos. Toda mujer necesitaba un marido. Aunquesilenciarasuscanciones.

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Y,porbocadeSoraya,conocílosdetallesdelosucedidoenVirginia.

Estábamosenunaboda.El tíodeSoraya,Sharif,elquetrabajabaparaelINS,casabaasuhijoconunajovenafganadeNewark.Labodateníalugarenel mismo salón donde, seis meses antes, Soraya y yo habíamos celebradonuestroawroussi.Nosencontrábamosentreungrupodeinvitadosobservandocómo lanoviaaceptaba losanillosporpartede la familiadelnovio,cuandooímos la conversación de dos mujeres de mediana edad que nos daban laespaldaenesosmomentos.

—Qué novia más encantadora —dijo una de ellas—. Mírala. Tanmaghboolcomolaluna.

—Sí—dijolaotra—.Ypura,además.Virtuosa.Sinnovios.

—Losé.Tedigoqueestechicohizobiennocasándoseconsuprima.

Sorayaestallóenelcaminodevueltaacasa.FrenéelFordyparébajolaluzdeunafarolaenFremontBoulevard.

—No pasa nada—dije, retirándole el cabello de la cara—. ¿A quién leimportaeso?

—Esmalditamenteinjusto—meespetó.

—Olvídalo.

—Sushijossalendediscotecasenbuscadeganado,dejanpreñadasa lasmuchachas y tienen hijos fuera del matrimonio. Y nadie hace un malditocomentario.¡Oh,sólosonhombresquesedivierten!Yocometounerror,yderepentetodoelmundohabladenangynamoosytienenquerestregármeloporla cara el resto de mi vida. —Con el pulgar le sequé una lágrima que leresbalabaporlabarbilla,justoporencimadesumarcadenacimiento—.Notelodije—continuóSoraya,frotándoselosojos—,peroaquellanocheapareciómi padre conuna pistola.Le dijo... que tenía dos balas en la recámara, unaparaélyotraparaélmismosiyonoregresabaacasa.Yogritaba,llaméamipadre por todos los nombres imaginables, le dije que no podía tenermeencerrada bajo llave para siempre, que deseaba su muerte. —Las lágrimasluchabanporsalirdeentresuspárpados—.Dehecho,ledijequedeseabaqueestuviesemuerto.Cuandome llevóacasa,mimadremeabrazóyseechóallorar.Hablaba,peroyonopodíaentendernadaporqueapenaseracapazdearticular laspalabras.Mipadreme llevóamihabitaciónymesentódelantedelespejodelvestidor.Meentregóunpardetijerasy,contodalacalma,mepidióquemecortaraelpelo.Meobservómientraslohacía.Pasésemanassinsalirdecasa.Ycuando lohice,oíamurmuraciones,ocreíaoírlas,por todaspartes. De eso hace cuatro años. Ahora estamos a cinco mil kilómetros dedistanciayaúnsigooyéndolas.

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—Quesejodan—dije.

Emitióunsonidoqueeramediosollozo,mediorisa.

—Cuando te lo conté por teléfono la noche del khastegari, estabaconvencidadequecambiaríasdeidea.

—Nipensarlo,Soraya.

Mesonrióymecogiólamano.

—Tengo mucha suerte de haberte encontrado. Eres muy distinto decualquierchicoafganoquehayaconocido.

—Nohablemosnuncamásdeesto,¿deacuerdo?

—Deacuerdo.

Labeséen lamejillaypuseel cocheenmarcha.Mientras conducía,mepreguntabaporquéyoeradistintode losdemásafganos.Talvezporquemehabíaeducadoentrehombres,enlugardeentremujeres,ynuncahabíaestadodirectamenteexpuestoaldobleraseroconqueaveceslastratabalasociedadafgana. Tal vez porque Baba había sido un padre afgano poco común, unliberal que había vivido siguiendo sus propias reglas, un inconformista quehabía despreciado o aceptado las costumbres sociales según le habíaconvenido.

Perocreoquegranpartedelarazónporlaquenomeimportabaelpasadode Soraya era porque yo también lo tenía. Porque conocía perfectamente loqueeraelremordimiento.

Poco después de la muerte de Baba, Soraya y yo nos trasladamos a unapartamentoenFremont,aescasasmanzanasde lacasadelgeneralyKhalaJamila.Comopartedelajuar,lospadresdeSorayanoscompraronunsofádepielmarrónyunavajilladeMicaza.Elgeneralmesorprendióconunregaloadicional,unamáquinadeescribirIBMporestrenar.Enlacajahabíaescritounanotaenfarsi:

Amirjan:

Esperoqueconestasteclasdescubrasmuchasnovelas.

GeneralIqbalTaheri

Vendí el autobús VW de Baba y, hasta la fecha, no he regresado almercadillo.Todos losviernesmeacercaba a su tumbay aveces encontrabajunto a la lápida un ramo de freesias recién cortadas, con lo que sabía queSorayatambiénhabíaestadoallí.

Sorayayyo iniciamos la rutina (y laspequeñaspreguntas)de lavidadecasados. Compartíamos cepillos de dientes y calcetines, y compartíamos el

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periódicodelamañana.Elladormíaenelladoderechodelacama,yopreferíael izquierdo. A ella le gustaban las almohadas mullidas, a mí las duras. Amododeaperitivo,ellacomíacerealessecosyyolosrociabaconleche.

AquelveranomeaceptaronenSanJoseStateydecidíespecializarmeenlenguainglesa.Aceptéunpuestocomovigilantedeseguridadenunalmacéndemuebles de Sunnyvale. El trabajo era tremendamente aburrido, pero susventajas eran considerables: cuando a las seis de la tarde todo el mundodesaparecía y las sombras empezaban a cernirse sobre los pasillos de sofástapados con plásticos y apilados hasta el techo, yo sacaba mis libros yestudiaba. Fue en el despacho de olor a pino de aquel almacén demueblesdondeempecémiprimeranovela.

Alañosiguiente,SorayasiguiómispasosenSanJoseStateysematriculó,congrandisgustodesupadre,enmagisterio.

—Noséporquédesperdiciastutalentodeesamanera—dijounanocheelgeneraldurantelacena—.¿Sabías,Amirjan,queenlaescuelasuperiortodaslasnotasqueobteníaeransobresalientes?—Sevolvióhaciaella—.Unachicainteligente como tú podría ser abogada, o política. Y así, Inshallah, cuandoAfganistánsealibre,podríasayudararedactarlanuevaconstitución.Entoncessenecesitaránjóvenesafganoscontalentocomotú.Yviniendodelafamiliaquevienes,podríaninclusodarteunpuestoenelministerio.

VicómoSorayareprimíasuira.

—No soy una niña, padar. Soy una mujer casada. Además, tambiénnecesitaránmaestros.

—Cualquierapuedesermaestro.

—¿Quedamásarroz,madar?—preguntóSoraya.

DespuésdequeelgeneralsedisculparaporqueteníaqueiravisitaraunosamigosenHayward,KhalaJamilaintentóconsolarasuhija.

—Tequierebien—dijo—.Loúnicoquedeseaesquetengaséxito.

—Para fanfarronear con los amigos de que tiene una hija abogada.Otramedallaparaelgeneral—comentóSoraya.

—¡Quétonteríasdices!

—¡Éxito!...—exclamóentredientesSoraya—.Almenosnosoycomoél,que se pasa la vida sentado, mientras otros luchan contra los shorawi, a laespera de que las aguas vuelvan a su cauce para regresar y reclamar supomposopuestecillo enelgobierno.Talvez losmaestrosnocobrenmucho,pero¡esloquequierohacer!Esloquemegustay,porcierto,esmuchísimomejorquecobrardelabeneficencia.

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KhalaJamilasemordiólalengua.

—Siteoyedeciresoalgunavez,nuncavolveráahablarte.

—Notepreocupes—soltóSoraya, tirando laservilletaenelplato—.Nomachacarésupreciosoego.

Enveranode1988,unosseismesesantesdequelossoviéticosseretirarandeAfganistán,diporfinalizadamiprimeranovela,unahistoriaentrepadreehijo,conKabulcomoescenario,escritaensumayorparteconlamáquinadeescribirquemeregalóelgeneral.Enviécartasaunadocenadeagenciasymequedéperplejocuando,undíadeagosto,abríelbuzónyencontréunacartadeunaagenciadeNuevaYorkquemesolicitabaunacopiadeloriginal.Loenviépor correo al día siguiente. Soraya estampó un beso en el perfectamenteembaladomanuscritoyKhalaJamilainsistióenpasarlopordebajodelCorán.Medijoqueharíaunnazrparamí,unjuramentoqueconsistíaensacrificaruncorderoyregalarlacarneaunpobresiaceptabanmilibro.

—Nada de nazr, por favor,Khala jan—le dije, dándole un beso—.Hazsólo un kazat y dale el dinero a alguien necesitado, ¿de acuerdo? Nada desacrificarcorderos.

Seis semanas después,me llamó desdeNuevaYork un hombre llamadoMartinGreenwalt, quien se ofreció a sermi representante. Sólo se lo dije aSoraya.

—Elhechodequetengaunagentenosignificaquevayanapublicarme.SiMartinconsiguevenderlanovela,entoncessíquelocelebraremos.

UnmesmástarderecibíunallamadadeMartinenlaquemeinformódequeibaaconvertirmeenunnovelistaconobrapublicada.CuandoselodijeaSoraya,sepusoagritar.

Aquella noche organizamos una cena de celebración con mis suegros.KhalaJamilapreparókofta(albóndigasdecarneconarroz)ychocolateferni.Elgeneral,conlosojosbrillantes,dijoqueestabaorgullosodemí.Cuandoelgeneralysuesposasefueron,SorayayyolocelebramosconunacarabotelladeMerlotqueyohabíacompradodecaminoacasa.ElgeneralnoaprobabaquelasmujeresbebieranalcoholySorayanobebíaensupresencia.

—Me siento tan orgullosa de ti...—dijo, acercando su copa a lamía—.Kakatambiénsehabríasentidoorgulloso.

—Losé—dije,pensandoenBaba,deseandoquehubierapodidovermeenaquelmomento.

Avanzada la noche, después de que Soraya cayera dormida (el vinosiempre le da sueño), salí al balcón para respirar el aire fresco del verano.Pensé en RahimKan y en la pequeña nota de ánimo queme había escrito

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después de haber leído mi primer cuento. Y pensé en Hassan. «Algún día,Inshallah,serásungranescritor—habíadichoenunaocasión—.Ylagentedetodo el mundo leerá tus cuentos.» Había tanta bondad en mi vida, tantafelicidad...Mepreguntésimemerecíatodoaquello.

La novela se publicó en verano del año siguiente, 1989, y el editor meenviódegiraporcincociudades.Meconvertíenunapequeñacelebridadentrela comunidad afgana. Aquél fue el año en que los shorawi completaron suretirada de Afganistán. Debería haber sido una época de gloria para losafganos. Pero la guerra continuaba, esta vez entre afganos, losmuyahidinescontra el gobierno títere de los soviéticos deNajibullah.Mientras tanto, losrefugiados afganos seguían congregándose en PakistánAquél fue el año enquefinalizólaguerrafría,elañoenquecavóelmurodeBerlín.FueelañodelossucesosdelaplazadeTiananmen.Enmediodetodoaquello,Afganistáncayó en el olvido. Y el general Taheri, cuyas esperanzas habían despertadodespués de la retirada de los soviéticos, volvió a dar cuerda a su reloj debolsillo.

AquélfuetambiénelañoenqueSorayayyocomenzamosaintentartenerunhijo.

La idea de la paternidad desataba enmí un torbellino de emociones. Loencontraba simultáneamente aterrador, vigorizante, amedrentador yestimulante.Mepreguntabaquétipodepadresería.QueríaserigualqueBabayalmismotiemponoqueríatenernadaqueverconél.

Peropasóunañosinquenadasucediera.Acadanuevamenstruación,másfrustrada se sentía Soraya, más impaciente, más irritable. Por entonces, lassutilesinsinuacionesinicialesdeKhalaJamilahabíanpasadoasertotalmentedirectas: «Kho degah!» «¿Cuándo voy a poder cantar alahoo ami pequeñonawasa?» El general, el pastún eterno, no hacía nunca ningún tipo decomentario,yaqueesosignificabahacerreferenciaaunactosexualentresuhija y un hombre, aunque el hombre en cuestión llevara casi cuatro añoscasadoconella.Sinembargo,cuandoKhalaJamilanosatormentabaconsusbromassobreunbebé,elgenerallevantabalacabezaynosmiraba.

—Avecessetardaunpoco—ledijeunanocheaSoraya.

—¡Unañonoesunpoco,Amir!—exclamóconun tonodevozcortantepocohabitualenella—.Algovamal,losé.

—Entoncesvayamosaunmédico.

EldoctorRosen,unhombrebarrigudoymofletudo,condientespequeñosy uniformes, hablaba con un ligero acento del este deEuropa, remotamenteeslavo.Sentíapasiónpor los trenes: sudespachoestabaabarrotadode librossobre la historia del ferrocarril, locomotoras enminiatura, dibujos de trenes

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trepando por verdes colinas y cruzando puentes... En la pared de detrás delescritoriohabíauncartelquerezaba:«Lavidaesuntren.Subeabordo.»

Nosexpusoelplan.Primeromeestudiaríaamí.

—Los hombres sonmás fáciles—dijo, dando golpecitos en la mesa decaoba—. La fontanería del hombre es como su cabeza: sencilla, con pocassorpresas.Ustedes,señoras,porelcontrario...Bueno,digamosqueDiosselopensóconcienzudamentecuandolascreó.—Mepreguntésiatodaslasparejaslesdiríaaquellodelafontanería.

—Afortunadasquesomos...—comentóSoraya.

EldoctorRosenseechóareír.Parecíabastantelejosdeserunarisafranca.Me dio una receta para entregar en el laboratorio y un tubo de plástico. ASorayaletendióunasolicitudparahacerseanálisisdesangrerutinarios.Luegonosestrechamoslamano.

—Bienvenidosabordo—dijoaldespedirnos.

Yosalíairosodelaprueba.

Los siguientesmeses fueron una época confusa de pruebas para Soraya:temperatura basal corporal, análisis de sangre para verificar todo tipo dehormonas,algollamado«pruebadelmococervical»,ecografías,másanálisisdesangreymásanálisisdeorina.Sorayasesometióaunapruebadenominadahisteroscopia en la que el doctorRosen insertó un telescopio en el útero deSorayaparaecharleunvistazo.Noencontrónada.

—La fontanería funciona —anunció, desechando sus guantes de látex.Teníaganasdequedejaradeutilizaresetérmino...,noéramoslavabos.

Finalizadas las pruebas, nos dijo que no podía explicarse por qué nopodíamostenerhijos.Y,aparentemente,noeraunasituaciónexcepcional.Eraloquesedenominabainfertilidadinexplicada.

Luegollególafasedetratamiento.Loprobamosconunfármacollamadoclomifeno,yconhMG,unaseriedeinyeccionesqueSorayaseadministrabaella misma. Viendo que no funcionaba nada de aquello, el doctor Rosenaconsejó la fecundación invitro.Recibimosunacartamuycortésdenuestroseguromédicoenlaquenosdeseabanmuchasuerteynosdecíanquesentíannopoderhacersecargodelosgastos.

Echamos mano del anticipo que había recibido por la novela. Lafecundación in vitro resultó ser un proceso eterno, complicado, frustrante y,porúltimo,unfracaso.DespuésdemesesdepermanecersentadosensalasdeesperaleyendorevistascomoGoodHousekeepingyReader'sDigest,despuésde interminables batas de papel y salas de exploración frías y estérilesiluminadasporfluorescentes,delahumillaciónrepetidadeexplicarlehastael

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mínimo detalle de nuestra vida sexual a un completo desconocido, deinyecciones,sondasyrecogidasdemuestras,volvimosaldoctorRosenyasustrenes.

Sentadoenfrentedenosotros,tamborileandoenelescritorioconlosdedos,utilizó por vez primera la palabra «adopción». Soraya lloró durante todo elcaminodevueltaacasa.

Soraya dio la noticia a sus padres el fin de semana después de nuestraúltimavisitaaldoctorRosen.EstábamossentadosensillasdecámpingeneljardíndelosTaheri,asandotruchasenlabarbacoaybebiendoyogurdogh.Erauna tarde demarzo de 1991.Khala Jamila acababa de regar las rosas y susnuevasmadreselvas, y su fragancia semezclaba con el aroma del pescado.Eran ya dos veces las que se había acercado a Soraya para acariciarle elcabelloydecirle:

—Diosesquienmejorlosabe,bachem.Talvezesquenodebíaserasí.

Soraya seguía sin levantar la vista. Estaba cansada, lo sabía, cansada detodoaquello.

—Elmédicomencionólaideadelaadopción—murmuró.

LacabezadelgeneralTaherisevolvióal instantealoíraquello.Cerró latapadelabarbacoa.

—¿Sí?

—Dijoqueeraunaopción—dijoSoraya.

En casa habíamos hablado ya de la adopción y Soraya se mostrabaambiguaalrespecto.

—Sé que es una tontería y que tal vez resulte vanidoso —me dijo decaminoacasadesuspadres—.Peronopuedoevitarlo.Siemprehesoñadoquelo tendría entremisbrazosyque sabríaquemi sangre lohabría alimentadodurante nueve meses, que un día lo miraría a los ojos y me sorprenderíaviéndoteatioamíenél,queseharíamayorytendríatusonrisaolamía.Sineso...¿Estámalpensarasí?

—No—lerespondíyo.

—¿Soyegoísta?

—No,Soraya.

—Perositúquieres...

—No—ledije—.Silohacemos,nodeberíamosalbergarningunadudaalrespectoytendríaqueserdemutuoacuerdo.Deotromodo,noseríajustoparaelbebé.

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Apoyó lacabezaen laventanillaynodijonadamásduranteel restodeltrayecto.

Elgeneralestabasentadoasulado.

—Bachem,esodela...adopción,noestoysegurodequeseaparanosotros,los afganos.—dijo. Sorayamemiró agotada y suspiró—.Cuando se hacenmayoresquierensaberquiénessonsuspadresnaturales.Ynopuedesculparlosporello.Avecesabandonanelhogarporelquetantotrabajasteparaencontraraquieneslesdieronlavida.Lasangretira,bachem,noloolvidesnunca.

—Noquieroseguirhablandodeesto—replicóSoraya.

—Tediréalgomás—continuóelgeneral.Senotabaqueibaacelerándose;estábamos a punto de presenciar uno de sus pequeños discursos—.Mira aAmir jan. Todos conocimos a su padre, sé quién era su abuelo enKabul ytambién su bisabuelo. Si me lo pidieras, podría perfectamente aquí sentadorecordargeneracionesdesusantepasados.Fueporesoporloque,cuandosupadre,queDioslotengaenlapaz,vinoalkhastegari,nolodudé.Ycréeme,supadrenohabríaaccedidoapedirtumanodenosaberdequiéndescendías.Lasangreesmuyimportante,bachem,ycuandoadoptasnosabesdequiéneslasangrequemeteencasa.

»Ahorabien,sifuésemosnorteamericanos,noimportaría.Aquílagentesecasaporamor;elapellidoylosantepasadosnoformanpartedelaecuación.Yadoptandelamismamanera;mientraselbebéestésano,todoelmundofeliz.Peronosotrossomosafganos,bachem.

—¿Está ya el pescado?—dijo Soraya. La mirada del general Taheri seclavóenella.Lediounapalmaditaenlarodilla.

—Limítateaserfelizportenersaludyunbuenmarido.

—¿Quéopinas,Amirjan?—dijoKhalaJamila.

Depositémivasoen la repisa,dondeunahilerademacetascongeraniosseguíagoteando.

—CreoqueestoydeacuerdoconelgeneralSahib.

Aliviado,elgeneralasintióyregresóalabarbacoa.

Todosteníamosnuestrosmotivosparanoadoptar.Sorayateníalossuyosyel general también. Yo, por mi parte, tenía el siguiente: que quizá algo,alguien, en algún lugar, hubiera decidido negarme la paternidad por lo quehabíahecho.Talvezfueraésemicastigo,yquizáfuerajusto.«Talvezesquenodebíaserasí»,habíadichoKhalaJamila.O,talvez,debíaserasí.

Unos meses después utilizamos el anticipo de mi segunda novela parapagar la entrada de una preciosa casa victoriana de dos dormitorios en el

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barriodeBernalHeightsdeSanFrancisco.Teníatejadoadosaguas,suelosdemadera y un diminuto jardín con un cobertizo y una barbacoa al fondo. Elgeneralmeayudóarepararlacubiertayapintarlasparedes.KhalaJamilaselamentódequenostrasladásemosacasiunahoradecaminodesucasa,sobretodoporquepensabaqueSorayanecesitabatodoelamoryelapoyoqueellapodía ofrecerle..., sin darse cuenta de que su compasión, bien intencionadaaunque abrumadora, era precisamente lo que empujaba a Soraya a llevar acaboeltraslado.

•••

Aveces,mientrasSorayadormíaami lado,yopermanecía tendidoen lacama, escuchando el ruido de la contraventana, que se abría y cerrabaempujadaporlabrisa,yelsonidodelosgrillosquecantabaneneljardín.YprácticamentepodíasentirelvacíoenelvientredeSoraya,comosifueseunacosavivayquerespirara.Aquelvacíosehabíafiltradoennuestromatrimonio,ennuestrasrisasyennuestrasrelacionessexuales.Yaquellanoche,aúltimahora,enlaoscuridaddenuestrodormitorio,losentíasaliendodeSorayaparaestablecerse entre nosotros. Para dormir entre nosotros. Como un reciénnacido.

14

Juniode2001

Colguéelauricularymequedémirándolofijamenteduranteunbuenrato.Sólo cuandoAflatoonme sorprendió conun ladridomepercatédel silencioque se había apoderado de la estancia. Soraya había dejado el televisor sinvolumen.

—Estás pálido, Amir —dijo desde el sofá, el mismo que nos habíanregaladosuspadresconmotivodelestrenodenuestroprimerapartamento.

Estaba acostada, con la cabeza de Aflatoon cobijada en su pecho, y laspiernastapadasporlosviejoscojines.HojeabaunespecialdelaPBSsobrelainquietantesituaciónde los lobosenMinnesota,mientrascorregíaadesganaunas redaccionesdel cursoque impartía en la escueladeverano (llevabayaseisañosdandoclasesenelmismocolegio).SeincorporóyAflatoonbajódeunsaltodelsofá.Fueelgeneralquienbautizóanuestrocockerspanielconelnombre en farsi de Platón, porque decía que, si mirabas con insistencia yduranteunratolosojosnegrosytransparentesdelperro,parecíaqueestuvierapensandoalgomuyserio.

Bajo labarbilladeSorayahabíaaparecidounpequeñoatisbodepapada.

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Losúltimosdiezañoshabíanrellenadoligeramentelacurvadesuscaderasydejadoensucabellonegrocomoelcarbónalgunaspinceladasdegrisceniza.Sin embargo, conservaba el rostro de la princesa del baile, con sus cejas enformadepájaroenplenovuelo,ysunariz,elegantementecurvadacomounaletradelantiguoalfabetoárabe.

—Estáspálido—repitióSoraya,depositandoelmontóndepapelessobrelamesa.

—TengoqueiraPakistán.

Entoncessepusoenpie.

—¿APakistán?

—Rahim Kan está muy enfermo. —Sentí un nudo en la garganta alpronunciaresaspalabras.

—¿ElantiguosociodeKaka?—SorayanuncahabíavistoaRahimKan,perolehabíahabladodeél.Asentíconlacabeza—,¡Oh!—dijo—.Losientomucho,Amir.

—Manteníamos una relación muy íntima. Cuando era pequeño, fue elprimeradultoaquienconsideréunamigo.

LedescribíaélyaBabatomandoeltéeneldespachodemipadreyluegofumandojuntoalaventana,labrisaconesenciadeescaramujoquellegabadeljardínydoblegabalascolumnasdehumo.

—Recuerdoquemelocontaste—dijoSoraya.Hizounapausa—.¿Cuántotiempoestarásfuera?

—Nolosé.Quiereverme.

—¿Es...?

—Sí, es seguro.Nome pasará nada, Soraya.—Era la pregunta que ellahabíadeseadoformulardurantetodoaquelrato...Quinceañosdematrimonionoshabíanotorgadoeldondeleernoselpensamiento—.Voyadarunpaseo.

—¿Voycontigo?

—No,preferiríairsolo.

MedirigíencochehastaGoldenGateParkypaseéporSpreckelsLake,enlazonanortedelparque.Elsolcentelleabaenelagua,sobrelaquenavegabandocenas de barcos diminutos impulsados por la vivificante brisa de SanFrancisco.Mesentéenunbancoyviaunhombreque lanzabaasuhijounbalóndefútboly ledabainstruccionesdecómodebíamanejarlo.Levanté lavista y vi un par de cometas rojas con largas colas azules que se elevabanhacia el cielo. Flotaban por encima de los árboles del extremo oeste del

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parque,porencimadelosmolinosdeviento.

PenséenelcomentarioquehabíahechoRahimKanjustoantesdecolgar.Fuedepasada, comounaocurrenciadeúltimahora.Cerré losojosyme loimaginé al otro extremo del teléfono. Tenía los labios ligeramenteentreabiertosy la cabeza inclinadahaciaun lado.Unavezmás, algo en susojosnegrossinfondoinsinuabaelsecretonuncapronunciadoqueexistíaentrenosotros.Con la diferencia de que ahora ya lo sabía. Las sospechas que yohabíamantenido durante todos esos años eran ciertas. Sabía lo deAssef, lacometa,eldineroyelrelojdemanecillasluminosas.Lohabíasabidosiempre.

«Ven.Hayunaformadevolveraserbueno»,mehabíadichoRahimKanjustoantesdecolgarel teléfono.Lodijodepasada,comounaocurrenciadeúltimahora.

Unaformadevolveraserbueno.

Cuandolleguéacasa,Sorayaestabahablandoporteléfonoconsumadre.

—Noestarámuchotiempo,madarjan.Unasemana,talvezdos...Si,túypadarpodéisveniracasa...

Hacíadosaños,elgeneralsehabíafracturadolacaderaderecha.Sufríaunadesushabitualesmigrañasy, al salirde suhabitación,conojos legañososyaturdido,habíatropezadoconelbordedeunaalfombra.ElgritoquediohizoqueKhalaJamilasaliesecorriendodelacocina.«Fuecomounjaroo,unpalode escoba que se parte por lamitad», decía ella siempre, a pesar de que elmédicohabíadichoqueerapocoprobablequehubieraoídonadaparecido.Lacadera hecha añicos del general (y todas las complicaciones posteriores, laneumonía, la infección, la prolongada estancia en el hospital) acabó con loseternos soliloquios de Khala Jamila sobre su propia salud. E inició otrosnuevos sobre la del general. Explicaba a todo aquel que quisiera escucharlaque los médicos habían dicho que los riñones empezaban a fallarle. «Sinembargo,ellosnohanvistonuncaunos riñonesafganos,¿noesasí?»,decíaconorgullo.Loquemejorrecuerdodelaestanciadelgeneralenelhospitalesa Khala Jamila esperando que se quedara dormido para luego cantarlecancionesqueyorecordabadeKabul,quesonabanenlaviejaradiollenadeinterferenciasdeBaba.

La fragilidad, y también la edad, del general habían suavizado las cosasentreélySoraya.Paseaban juntos, salíanacomer los sábadosy,aveces,elgeneralasistíaaalgunadesusclases.Sesentabaenelfondodelaula,vestidocon su traje gris lleno de brillos, el bastón de madera en el regazo y unasonrisa.Avecesinclusotomabaapuntes.

AquellanochenosacostamosSorayayyo,elladándomelaespalda,yyoconlacarahundidaensumelena.Recordabacuandonosacostábamoseluno

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de cara al otro y compartíamosbesos y susurros de placer hasta que se noscerrabanlosojos,hablábamosdepiesdiminutos,primerassonrisas,primeraspalabras,primerospasos.Avecestodavíalohacíamos,perohablábamosdelaescuela o de mi nuevo libro, o nos reíamos de algún vestido ridículo quehabíamosvistoenunafiesta.Cuandohacíamoselamorseguíasiendobueno,enocasionesmejorquebueno,peroalgunasnochesloúnicoquesentíaeralasensacióndedesahogodehaberlohecho,deserlibreparadejarmeiryolvidar,almenosporunrato,lainutilidaddeloqueacababadehacer.Ellanolodecía,pero yo sabía que también Soraya se sentía a veces de aquel modo. Esasnoches recuperábamos cada uno nuestro lado de la cama y dejábamos quenuestrosalvadorseapoderaradenosotros.EldeSorayaeraelsueño.Elmío,comosiempre,eraunlibro.

LanochequellamóRahimKan,amparadoporlaoscuridad,recorríconlamirada las líneasparalelasdeplataque trazabaen lapared la luzde la lunaquesefiltrabaporlaspersianas.Enalgúnmomento,talvezjustoantesdequeamaneciera, logré conciliar el sueño. Y soñé con Hassan, que corríaarrastrandoel dobladillodel chapanverdeyhaciendocrujir lanievebajo elpesodesusbotasdecauchodecolornegro.Gritabaporencimadelhombro:«¡Portiloharíamilvecesmás!»

Una semana después, me encontraba sentado a bordo de un avión dePakistani International Airlines, observando cómo un par de empleadosuniformados de la compañía retiraban los calzos de las ruedas. El avión sealejóde la terminalyenseguidaestuvimosenelaire,atravesando lasnubes.Reposélacabezaenlaventanillayesperéenvanolallegadadelsueño.

15

TreshorasdespuésdequemivueloaterrizaseenPeshawar,meencontrésentado en la tapicería hecha jirones del asiento trasero de un taxi lleno dehumo.El chófer, un hombrecillo sudoroso que fumaba comoun carretero yquesepresentócomoGholam,conducíaconnegligenciaydemodotemerario,evitandolascolisionesporlospelos,todoellosinpermitirlamínimapausaalincesantetorrentedepalabrasquevomitabasuboca:

—...es terrible lo que está pasando en su país, yar. Los afganos y lospaquistaníes son como hermanos, se lo digo yo. Los musulmanes debenayudaralosmusulmanes...

Dejé de prestarle atención y pasé a la educada actitud de asentir con lacabeza. Recordaba bastante bien Peshawar de los meses que Baba y yo

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estuvimos allí durante 1981.Después de pasar por El Cuartel y sus lujosascasas rodeadasdemuroselevados,nosdirigíamoshaciaeloestepor lacalleJamrud. El desordenado bullicio que presenciaba mientras circulaba por laciudadmerecordabaaunaversiónmásactivaymáspobladadelKabulqueyoconocí,sobretododelKocheh-Morgha,obazardelpollo,dondeHassanyyosolíamoscomprarpatatasconsalsachutneyyaguadecerezas.En lascalleshabía montones de ciclistas, peatones apresurados y rickshaws quedesprendían un humo azulado, todos ellos abriéndose paso a través de unlaberinto de callejuelas y pasajes. Los mercaderes barbudos, envueltos entúnicas finas e instalados en pequeños y atiborrados puestos colocados unojunto al otro, vendían pantallas de lámpara hechas con cuero, alfombras,chalesbordadosycacharrosdelatón.Laciudaderaunherviderodesonidos;losgritosde losvendedores resonaban enmisoídos entremezclados con lastrompetas de la música hindú, el chisporreteo de los rickshaws y lascampanillas de los carros tirados por caballos.A través de la ventanillamellegabanefluviosintensos,tantoagradablescomodesagradables;elespeciadoaromadel pakoraydel nihari que tanto adorabaBaba se fundía con el olorpunzantedelosvaporesdeldieselyelhedorapodrido,basurayheces.

Poco después de pasar por delante de los edificios de ladrillo rojo de launiversidad de Peshawar, nos adentramos en una zona a la que mi gárrulotaxista denominó «Barrio Afgano». Vi tiendas de dulces y vendedores dealfombras, puestos de kabob, niños con las manos sucias vendiendocigarrillos, restaurantes diminutos conmapas de Afganistán pintados en loscristales..., todo ello salpicado de puestos de asistencia en las callejuelassecundarias.

—Muchos hermanos en esta zona, yar.Abren negocios, pero lamayoríason muy pobres. —Chasqueó la lengua y suspiró—. Bueno, ya estamosllegando.

Pensé en la última vez que había visto a Rahim Kan, en 1981. Vino adespedirse la noche en queBaba y yo huimos deKabul.Me acordé de queBaba y él se abrazaron en el vestíbulo y lloraron. Baba y Rahim Kanmantuvieron el contacto después de nuestra llegada a Estados Unidos.Hablabancuatroocincovecesalañoy,devezencuando,Babamepasabaelauricular. La última vez que hablé con RahimKan fue poco después de lamuertedeBaba.LanoticiahabíallegadoaKabulyhabíallamado.Hablamossólounosminutosysecortólaconexión.

El taxista se detuvo delante de un edificio estrecho, situado en unatransitadaesquinadonde secruzabandoscalles sinuosas.Lepagué, cogímisolitariamaletaymedirigíhaciaunapuertatalladaconintrincadosdibujos.Eledificioteníabalconesdemaderaytodaslascontraventanasestabanabiertas.Enmuchos de los balcones había ropa tendida. Subí los crujientes peldaños

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hastallegaralsegundopisoyrecorríunpasilloenpenumbrahastaalcanzarlaúltimapuertadeladerecha.Comprobéladirecciónquellevabaapuntadaenelpapelqueteníaenlamano.Llamé.

Entonces,algohechodepielyhuesosquepretendíaserRahimKanabriólapuerta.

UnprofesordeCreaciónLiterariadeSan Jose solíadecirde los clichés:«Evitadloscomoalapeste.»Yluegosereíadesupropiagracia.Laclasereíaconél,peroyosiemprehepensadoquelosclichéshansidoacusadosenfalso.Porque,amenudo,sonexactos.Aunquelabondaddelclichéquedaeclipsadaporlanaturalezadeloquesedicecomocliché.Porejemplo,tenemoselclichéde «la tensión se podía cortar con un cuchillo». Sin embargo, nada podíadescribirmejorlosmomentosinicialesdemireuniónconRahimKan.

Tomamosasientoenunascolchonetasquehabíaenelsuelo,enfrentedelaventanaquedominabalaruidosacalledeabajo.Laluzdelsolentrabasesgadaydibujabaun triángulode luzsobre laalfombraafganaquecubríapartedelsuelo.Habíadossillasplegablesapoyadasenunaparedyunpequeñosamovardecobreenlaesquinaopuestadelaestancia.Servítéparalosdos.

—¿Cómomehasencontrado?—lepregunté.

—NoesdifícilencontraragenteenAmérica.CompréunmapadeEstadosUnidosypedíinformaciónendiversasciudadesdelnortedeCalifornia—dijo—.Resultamaravillosamenteextrañovertecomounhombreadulto.

Sonreí y puse tres terrones de azúcar enmi té. A él le gustaba negro yamargo,recordaba.

—CreoqueBabanotelodijo,peromecaséhacequinceaños.

Laverdaderaque,poraquelentonces,elcáncerqueatacabaelcerebrodeBabahacíaqueseolvidaradelascosas.

—¿Estáscasado?¿Conquién?

—SellamaSorayaTaheri—Penséenella,queestaríaencasapreocupadapormí.Mealegrédequenoestuviesesola.

—Taheri...¿Dequiéneshija?—Cuandoseloconté,seleiluminaronlosojos—. Oh, sí, ya me acuerdo. ¿No estaba el general Taheri casado con lahermanadeSharifjan?¿Cómosellamaba...?

—Jamilajan.

—Balay!—dijo, sonriendo—.Conocí aSharif jan enKabul, hacemuchotiempo,antesdequesefueraaAmérica.

—Trabaja desde hace muchos años en el INS. Lleva muchos casos de

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afganos.

—Haiii—replicóconunsuspiro—.¿TenéishijosSorayajanytú?

—No.

—Oh.—Sorbió su té y ya no preguntómás.RahimKan era una de laspersonasconmayorinstintoqueheconocido.

LeexpliquémuchascosassobreBaba,sutrabajo,elmercadilloycómo,alfinal, murió feliz. Le hablé de mis estudios, de mis libros (cuatro novelaspublicadashastaaquelmomento).Sonrióydijoquejamáshabíatenidodudasaeserespecto.Lecontéquehabíaescritovariosrelatosbrevesenelcuadernocontapasdepielquemehabíaregalado,peronoseacordabadeél.

Inevitablemente, la conversación desembocó en el tema del movimientotalibán.

—¿Estanmalocomodicen?—inquirí.

—No, es peor. Mucho peor. No te permiten ser humano.—Señaló unacicatrizsobreelojoderechoquerecortabauncaminosinuosoatravésdeunapoblada ceja—.Enmil novecientos noventa y ocho estaba presenciando unpartidodefútbolenelGhaziStadium.KabulcontraMazar-i-Sharif,creo.Porcierto, a los jugadores les habían prohibido jugar en pantalón corto. Unaindecencia, supongo.—Soltóuna carcajadade agotamiento—.Puesbien, elKabulmetióungolyunhombrequeestabaamiladolocelebróagritos.Depronto, un joven barbudo que patrullaba por los pasillos, no tendríamás dedieciochoaños,vinohaciamíymedioungolpeenlafrenteconlaculatadesuKalashnikov.«¡Vuelveahacerloy tecortaré la lengua,viejoburro!»,medijo.—RahimKanserascólacicatrizconundedonudoso—.Yopodíasersuabuelo y allí estaba, sentado, con la sangre cayéndome a borbotones por lacaraypidiéndoleperdónaaquelhijodeperra.

Le serví otro té.RahimKanme contómás cosas. Lamayoría las sabía,algunasno.Mecontóque,talycomohabíanacordadoconBaba,habíavividoencasademipadrehasta1981.Esolosabía.Babalehabía«vendido»lacasaaRahimpocoantesdequehuyéramosdeKabul.TalycomoloveíaBabaenaquella época, los problemas de Afganistán eran sólo una interrupcióntemporal de nuestra forma de vida; los días de fiestas en la casa deWazieAkbharKanylospicnicsenPaghmanvolverían,contodaseguridad.Poresolehabíadejado lacasaaRahimKan,paraque laguardarahastaque llegaraesedía.

Rahim Kan me explicó cómo, cuando la Alianza del Norte asumió elmando de Kabul entre 1992 y 1996, las diferentes facciones reclamarondistintaspartesdelaciudad.

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—Si ibas de la zona del Shar-e-Nau aKerteh-Parwan para comprar unaalfombra,tearriesgabasaservíctimadelabaladeunfrancotiradoroaquetevolase la cabeza un misil... Eso si conseguías superar todos los controles,claro.Prácticamentesenecesitabaunvisadoparamoversedeunbarrioaotro.Demodoquelagentenosemovíayselimitabaarezarparaqueelsiguientemisilnocayeraensucasa.

Mecontóquelagentepracticabaagujerosenlasparedesdesuscasasparadesplazarse de boquete en boquete y así evitar el peligro de las calles. Enalgunaszonas,lagentesedesplazabaatravésdetúnelessubterráneos.

—¿Porquénohuiste?—lepregunté.

—Kabul era mi hogar. Y sigue siéndolo —añadió bruscamente—.¿Recuerdas la calle que iba desde tu casa hasta laQish-la y los barraconesmilitaresquehabíacercadelaescueladeenseñanzamediadeIstiqlal?

—Sí.

Eraelatajoparairalcolegio.RecordéeldíaenqueHassanyyopasamosporallíylossoldadosseburlarondelamadredeHassan.Después,enelcine,Hassanhabíalloradoyyolehabíarodeadoelhombroconmibrazo.

—Cuando los talibanes aplastaron y expulsaron de Kabul a la Alianza,bailéliteralmenteenlacalle—dijoRahimKan—Y,créeme,noeraelúnico.LagentelocelebrabaenChaman,enDeh-Mazang,portodaspartesdabanlabienvenidaalostalibanes,subíanasustanquesyposabanparahacersefotosconellos.Lagenteestabacansadadelascontinuasbatallas,delosmisiles,delos tiroteos, de las explosiones, cansada de ver aGulbuddin y sus secuacesdisparar contra cualquier cosa que semoviera. LaAlianza hizomás daño aKabulquelosshorawi.Destruyeronelorfanatodetupadre,¿losabías?

—¿Porqué?¿Porquéteníanquedestruirunorfanato?

Recordé el día de la inauguración, cuando el viento se llevó volando elsombrero de mi padre. Todo el mundo se reía, luego se pusieron en pie yaplaudieron cuando Baba terminó el discurso. Y ahora el edificio habíaquedadoreducidoaotromontóndeescombros.TodoeldineroqueBabahabíagastado,todasaquellasnochessudandoconlosbocetos,todaslasvisitasalaobra para asegurarse de que cada ladrillo, cada viga y cada pieza erancolocadosdondedebían...

—Daños colaterales —dijo Rahim Kan—. No puedes imaginarte, Amirjan, lo que fue escudriñar los escombros de aquel orfanato.Había restos deniños...

—Asíquecuandollegaronlostalibanes...

—Eranhéroes—concluyóRahimKan.

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—Paz,porfin.

—Sí,laesperanzaesunacosaextraña.Paz,porfin.Pero¿aquéprecio?

EnaquelmomentolesobrevinoaRahimKanunviolentoataquedetosquesacudió su cuerpo de un lado a otro. Cuando escupió en el pañuelo, viinmediatamente que se teñía de rojo. Pensé que era unmomento tan buenocomo cualquier otro para hacer frente a la tensión que se mascaba entrenosotros.

—¿Cómoestás?—lepregunté—.Quierodecirdeverdad,¿cómoestás?

—Muriéndome... —respondió con un gorjeo. Otro ataque de tos. Mássangreenelpañuelo.Sesecólabocayconlamangatraspasóelsudordelafrentedeunasienalaotra.Memiródereojo,asintióconlacabezaysupequeacababadeleerlasiguientepreguntaqueyoteníaenmente—.Mequedapocotiempo—respiró.

—¿Cuánto?

Seencogiódehombrosytosiódenuevo.

—Nocreoquellegueaverelfinaldeesteverano.

—Permitequetelleveacasaconmigo.Puedoencontrarteunbuenmédico.Descubren nuevos tratamientos constantemente. Hay fármacos nuevos ytratamientosexperimentales,podríamos intentarlo...—Estabadivagandoy losabía. Pero era mejor que llorar, que era lo que, de todos modos,probablementeacabaríahaciendo.Rioentredientes,dejandoconelloalavistalaausenciadelosincisivosinferiores.Eralarisamásagotadaquehabíaoídoenmivida.

—YaveoqueAméricatehainfundidoeloptimismoquetangrandelahahecho. Eso estámuy bien. Los afganos somos gentemelancólica, ¿verdad?Nossumimosconexcesivafrecuenciaenelghamkhoriysentimoslástimapornosotros mismos. Nos rendimos a la pérdida, al sufrimiento, lo aceptamoscomo un hecho de la vida, lo vemos incluso como necesario. «Zendagimigzara»,decimos,lavidacontinúa.Peroenestecasonomerindoaldestino,yo soyunhombrepragmático.Hevisitadoavariosmédicosbuenosy todosmehandadolamismarespuesta.Confíoycreoenellos.ExisteunacosaqueeslavoluntaddeDios.

—Existesóloloquehacemosyloquenohacemos—dije.

RahimKanseechóareír.

—Acabasdehablarigualquetupadre.Loechomuchodemenos.Peroesla voluntad deDios, Amir jan. Créeme.—Hizo una pausa—.Además, hayotrarazónporlaquetehepedidoquevengas.Queríaverteantesdeirme,sí,

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perohayalgomás.

—Dime.

—Yasabesquedurantemuchosañosvivíencasadetupadredespuésdequeosmarchaseis...

—Sí.

—Noestuvesolo.Hassanestuvoviviendoconmigo.

—¡Hassan!—exclaméconunsuspiro.

¿Cuándohabíasidolaúltimavezquehabíapronunciadosunombre?Laspúasespinosasdelaculpabilidadvolvíanaacecharmeunavezmás,comosialpronunciarsunombrehubieserotounhechizoylashubieraliberadoparaquemeatormentarandenuevo.Depronto,elambientedelpequeñopisodeRahimKansetornósofocante,excesivamentecargadoconlosoloresdelacalle.

—Penséenescribirteycontártelo,peronoestabasegurodequequisierassaberlo.¿Meequivocaba?

La verdad era «No». La mentira era «Sí». Me decidí por la soluciónintermedia.

—Nolosé.

Tosiódenuevoyescupiósangreenelpañuelo.Cuandoagachólacabezaparaescupir,observéunascostrasinflamadasdecolormielensunuca.

—Tehehechovenirporquequieropedirtealgo.Quieropedirtequehagasalgo por mí. Pero antes de hacerlo, quiero contarte algunas cosas sobreHassan.

¿Deacuerdo?

—Sí—murmuré.

—Quierocontártelotodo.¿Meescucharás?

Movílacabezaenungestodeasentimiento.

EntoncesRahimKan dio un nuevo sorbo a su té, apoyó la cabeza en laparedyempezóahablar.

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HubomuchasrazonesporlasquemedesplacéaHazarajaten1986conelobjetivo de encontrar a Hassan. La más importante de ellas, que Alá me

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perdone,eraqueestabasolo.Poraquelentonces,lamayoríademisamigosyfamiliaresobienhabíanmuertoohabíanhuidodelpaíshaciaPakistánoIrán.Apenas conocía ya a nadie enKabul, la ciudad donde había vivido todamivida.Todos habían huido. Si paseaba por el barrio deKateh-Parwan, dondesolían ponerse los vendedores de melones —¿lo recuerdas? —, ya noreconocíaanadie.Noteníaanadieaquiensaludar,nadieconquiensentarmeparatomarunchai,nadieconquiencompartirhistorias,sólosoldadosroussipatrullandoporlascalles.Demodoque,alfinal,dejédesalirapasearporlaciudad.Pasabalosdíasenlacasadetupadre,arriba,eneldespacho,leyendolosviejos librosde tumadre, escuchando lasnoticias, viendo lapropagandacomunista que emitían por televisión. Luego rezaba el namaz,me cocinabacualquiercosa,comía,leíaunpocomás,volvíaarezarymeacostaba.Aldíasiguiente,melevantaba,rezabayvolvíaahacerotravezlomismo.

Yconmiartritis,meresultabacadadíamáscomplicadomantenerlacasa.Me dolían las rodillas y la espalda... Cuando me levantaba por la mañana,necesitaba como mínimo una hora para deshacerme de la rigidez de lasarticulaciones, sobre todo en invierno. No quería que la casa de tu padrecayeraendecadencia;todosnoslohabíamospasadomuybienenaquellacasaTantos recuerdos, Amir jan... No estaba bien... Tu padre había diseñadopersonalmente lacasa;habíasignificadomuchoparaél;además,yo lehabíaprometido que cuidaría de ella cuando él y tú huisteis a Pakistán. Sóloquedábamoslacasayyo...Yohacíaloquepodía,intentabaregarlosárbolescon frecuencia, cortar el césped, cuidar las flores, reparar cosas, pero habíadejadodeserunapersonajoven.

Detodosmodos,habríapodidoarreglármelas.Almenosduranteuntiempomás.Perocuandomellególanoticiadelfallecimientodetupadre...sentí,porvezprimera,unasoledadterribleenaquellacasa.Unvacíohorrible.

Así que un día llené el Buick de gasolina y me dirigí a Hazarajat.Recordabaque,cuandoAlísedespidiódelacasa,tupadremehabíacontadoque él y Hassan se habían trasladado a un pequeño pueblo situado en lasafuerasdeBamiyan.YosabíaqueAlíteníaunprimoallí.LoquenosabíaerasiHassanseguiríaallínisialguienloconoceríaypodríadecirmesuparadero.Al fin y al cabo, habían pasado diez años desde que Alí y Hassan habíanabandonado la casa de tu padre. En 1986, Hassan sería un hombre adulto,tendríaveintidósoveintitrésaños..., siesqueseguíaconvida.Losshorawi,que se pudran en el infierno por hacer lo que hicieron con nuestroswatan,mataronatantosjóvenes...Bueno,esonoesnecesarioquetelocuente.

Pero,conlaayudadeDios,loencontréallí.Mecostómuypoco,melimitéaformularunascuantaspreguntasenBamiyanylagentemeindicóelpueblo.No me acuerdo de cómo se llamaba, ni siquiera si tenía un nombre. Perorecuerdo que era un día de verano abrasador y que llegué hasta allí por un

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caminode tierra, llenodebaches, connadaalrededorexceptounosarbustoschamuscados por el sol, troncos de árboles torcidos y llenos de espinas yhierba seca de color pajizo. Pasé junto a un asno muerto que estabapudriéndose junto al camino. Luego, después de una curva, en medio deaquellatierradesolada,aparecióungrupodecasasdeadobe.Másalládeellasnohabíamásqueelcieloyunasmontañasserradascomodientes.

LagentedeBamiyanmehabíadichoqueloencontraríafácilmenteporquevivía en la única casa del pueblo que tenía un jardín vallado. El muro deadobe,bajoyplagadodeagujeros, rodeaba la totalidaddeunacasitaqueenrealidaderapocomásqueunacabaña.Enlacallehabíaunosniñosdescalzosque jugaban a golpear una pelota de tenis rota con un palo. En cuantomedetuveyapaguéelmotor,separaronamirarme.Llaméalapuertademaderaypaséaun jardíndondenoseveíamásqueunascuantas fresas secasyunlimonero pelado.A la sombra de una acacia había un tandoor y un hombreagachado junto a él que en ese momento colocaba la masa sobre una granespátula demadera y la aplastaba contra las paredes del tandoor. Al vermesoltólamasa.Tuvequepedirlequepararadedarmebesosenlasmanos.

—Dejaquetevea—dije,yéldiounpasohaciaatrás.

Estabaaltísimo...Yomeponíadepuntillasynolellegabanialabarbilla.ElsoldeBamiyanlehabíacurtidolapielylateníamásoscuradeloqueyolarecordaba; había perdido algunos dientes. En la barbilla le asomaba algúnpelo. Por lo demás, tenía losmismos ojos verdes rasgados, la cicatriz en ellabiosuperior,lacararedonda,lasonrisaamable.Lohabríasreconocido,Amirjan.Estoyseguro.

Entramos en la casa.Enun rincónhabíauna jovenmujer hazaradepielclaracosiendounchal.Eraevidentequeestabaembarazada.

—Es mi esposa, Rahim Kan —dijo Hassan con orgullo—. Se llamaFarzanajan.

Eraunamujer tímida, asíque sedirigió amí cortésmente enun tonodevoz apenas más elevado que un susurro y no levantó sus preciosos ojosavellanaparaquenosecruzaranconlosmíos.Pero,porelmodoenquemiróa Hassan, bien podría haberse dicho que estaba sentado en el trono de laantiguaciudadeladeTeherán,Ark.

—¿Cuándollegaráelbebé?—preguntéunavezquetodosnosinstalamos.

Lasparedesdelahabitaciónerandeadobeynohabíamásmobiliarioqueunaalfombravieja,unoscuantosplatos,unpardecolchonesyunalinterna.

—Inshallah,esteinvierno—contestóHassan—.Rezoparaqueseachicoypuedallevarelnombredemipadre.

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—HablandodeAlí,¿dóndeestá?

Hassanbajólavista.MeexplicóqueAlíysuprimo,elantiguopropietariodelacasa,habíantropezadoconunaminaantipersonasdosañosatrás,enlasafueras de Bamiyan. Ambos murieron en el acto. Una mina antipersonas.¿Existeunamaneramásafganademorir,Amirjan?Yporalgunaestrambóticarazón, estuve al instante completamente seguro de que había sido la piernaderechadeAlí,lapiernacastigadaporlapolio,laquelohabíatraicionadoypisadolamina.SentíunaprofundatristezaalenterarmedelamuertedeAlí.Túpadreyyonoscriamosjuntos,comobiensabes,yrecuerdosiempreaAlíasu lado. Recuerdo cuando éramos pequeños, el año en que Alí contrajo lapolioyestuvoalbordedelamuerte.Tupadrepasabaeldíadandovueltasporlacasa,llorando.

Farzananospreparóshorwaconjudías,nabosypatatas.Noslavamoslasmanos y mojamos el naan fresco del tandoor en el shorwa. Era mi mejorcomidaenmuchosmeses.FueentoncescuandolepedíaHassanquefueseaKabulconmigo.Leexpliquélodelacasa,queyanopodíaocuparmeyosolodeella.Ledijequelepagaríabien,queélysuKanumestaríanmuycómodos.Semiraronelunoalotrosindecirnada.Más tarde,despuésde lavarnos lasmanosydequeFarzananos sirvierauvas,Hassanmedijoqueelpueblo sehabíaconvertidoensuhogar;queélyFarzanateníansuvidaallí.

—YBamiyanestámuycerca.Conocemosamuchagenteallí.Perdóname,RahimKan.Teruegoquemecomprendas.

—Por supuesto —dije—. No tienes nada de que disculparte. Locomprendo.

Mientrastomábamoselté,despuésdelshorwa,Hassanmepreguntóporti.LedijequeestabasenAméricayquepocacosamássabía.Mehizomuchaspreguntas. ¿Te habías casado? ¿Tenías hijos? ¿Eras muy alto? ¿Seguíasvolando cometas y yendo al cine? ¿Eras feliz? Dijo que había entabladoamistadconunviejoprofesordefarsiquelehabíaenseñadoaleeryescribir.¿Teharíallegarunacartasitelaescribía?¿Creíayoqueleresponderías?Lecontéloquesabíadetiapartirdelasescasasconversacionestelefónicasquehabía mantenido con tu padre, pero en su mayor parte no supe cómoresponderle.Luegomepreguntó por tu padre.Cuando se lo dije,Hassan setapólacaraconlasmanosyseechóallorar.Siguióllorandocomounniñoelrestodelanoche.

Insistieron enquepasase la noche allí. Farzanamepreparóunapequeñacamaymedejóunvasode aguadel pozopor si tenía sed.Durante toda lanocheellaestuvosusurrándoleaHassanyélsollozando.

Por la mañana, Hassan me dijo que él y Farzana habían decidido

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acompañarmeaKabul.

—Nodeberíahabervenido—ledije—.Túestabasbienaquí,Hassanjan.

Tieneszendagi,unavidaaquí.Fuemuypresuntuosopormiparteaparecerde pronto aquí y pedirte que lo dejaras todo.Soyyo quien necesita quemeperdones.

—No tenemos mucho que dejar, Rahim Kan —repuso Hassan. Teníatodavía los ojos rojos e hinchados—. Iremos contigo. Te ayudaremos aocupartedelacasa.

—¿Estáscompletamenteseguro?

Asintióybajólacabeza.

—AghaSahiberacomomisegundopadre...QueDioslotengaenpaz.

Amontonaronsuscosassobreunasalfombrasviejasyataronlasesquinas.CargamoslospaquetesenelBuick.HassansequedóenelumbraldelapuertaconelCoránen lamanoparaque lobesáramosypasáramospordebajodellibro. Luego partimos en dirección a Kabul. Recuerdo que, mientras nosalejábamos,Hassansevolvióparamirarporúltimavezsuhogar.

CuandollegamosaKabul,descubríqueHassannoteníaningunaintencióndeinstalarseenlacasa.

—Pero si están todas las habitaciones vacías, Hassan jan. Nadie va ausarlas—insistí.

Pero no quería. Dijo que era una cuestión de ihtiram, una cuestión derespeto.ÉlyFarzanaseinstalaronenlacabañadeljardíntrasero,dondehabíanacido.LessupliquéquesetrasladaranaunadelashabitacionesdeinvitadosdelaplantasuperiorperoHassannoquisonioírhablardeello.

—¿QuépensaráAmiragha?—medijo—.¿QuépensarácuandoregreseaKabuldespuésdelaguerraydescubraqueheusurpadosulugarenlacasa?—Luego, en señal de luto por tu padre,Hassan se vistió de negro durante loscuarentadíassiguientes.

Yonolopretendía,perolosdospasaronaencargarsedetodaslastareasdelacocinaylalimpieza.Hassanseocupódelasfloresdeljardín,empapóbienlasraíces,quitólashojasamarillentasyplantórosales.Pintólosmuros.Enlacasa,barrió lashabitacionesdondehacíaañosquenodormíanadiey limpiólosbañosenlosquenadiesehabíabañado.Eracomosiestuviesepreparandolacasaparaelregresodealguien.¿Recuerdaselmuroquehabíadetrásdelahilera demaíz que tu padre había plantado, Amir jan? ¿Cómo la llamabaisHassanytú?¿Lapareddelmaízenfermo?Aquellanoche,enplenaoscuridad,unmisil destruyópartede esapared.Hassan la reconstruyócon suspropias

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manos, ladrillo a ladrillo, hasta que volvió a quedar completa. No sé quéhabríahechosinohubieseestadoélallí.

Luego, a finales de aquel otoño,Farzana dio a luz a una niña que naciómuerta.Hassan besó el rostro sin vida de la pequeña y la enterramos en eljardín, cercade los escaramujos.Luegocubrimos el pequeñomontículo conhojascaídasdeloschoposyrecéunaoraciónporella.Farzanapermanecióeldía entero encerrada en la cabaña, lamentándose... Un sonido que parte elcorazón,Amirjan,laslamentacionesdeunamadre...RuegoaAláquenuncatengasqueoírlas.

Fueradelosmurosdelacasa,laguerraloasolabatodo.Peronosotrostres,dentrodelacasadetupadre,habíamoscreadonuestropropiorefugio.EmpezóafallarmelavistaafinalesdelosochentaylepedíaHassanquemeleyeraloslibrosdetumadre.Nossentábamosenelvestíbulo,juntoalaestufa,yHassanme leía elManabí o a Chayan, mientras Farzana trabajaba en la cocina. YtodaslasmañanasHassancolocabaunaflorsobreelpequeñomontículojuntoalosescaramujos.

Farzana volvió a quedarse embarazada a principios de 1990. Fue en elveranodeaquelañocuandollamóalapuertaunamujercubiertaconunburkadecolorceleste.Meacerquéalaverjadelanterayviquesetambaleaba,comosi no pudiese tenerse en pie de debilidad. Le pregunté qué quería, pero nopudoresponderme.

—¿Quiéneres?—inquirí,yacontinuaciónsederrumbóallímismo,enlaacera.

LlaméaHassanparaquemeayudaraa trasladarlahasta el interiorde lacasa.Laacostamosenelsofáycuandoladespojamosdelburka,descubrimosaunamujerdesdentada,conelpelocanosoyenredadoylosbrazosulcerados.

Parecíaquellevasedíassincomer.Perolopeorerasucara.Lateníallenadecortesdecuchillo.Unodeellosibadesdeelpómulohastalaraízdelpeloysehabíallevadoelojoizquierdoensucamino.Eragrotesco.Lemojélafrenteconunpañohúmedoyabriólosojos.

—¿DóndeestáHassan?—musitó.

—Estoyaquí—dijoél.Lecogiólamanoyselaapretó.

Elojobuenodelamujersedesplazóparamirarlo.

—Hecaminadomuchoydesdemuylejosparaversieres tanbelloenlarealidadcomoloerasenmissueños.Yloeres. Inclusomás.—Sellevóunamano a su maltrecha cara—. Sonríeme. Por favor.—Hassan obedeció y laanciana se echó a llorar—. Cuando saliste de mí, sonreíste, ¿no te lo hancontadonunca?Yni siquiera te abracé.QueAlámeperdone, ni siquiera te

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abracé.

NingunodenosotroshabíavistoaSanaubardesdequesehabíafugadoconungrupodemúsicosybailarinesjustodespuésdedaraluzaHassan.Túnolaconociste, Amir, pero de joven era una belleza. Se le formaba un hoyuelocuando sonreía y los hombres se volvían locos con sus andares. Nadie quepasaraporlacallejuntoaella,fuesehombreomujer,podíamirarlasólounavez.Yentonces...

HassanlesoltólamanoysalióprecipitadamentedelacasaLoseguí,perocorríademasiado.Lovi subirprecipitadamentehacia la colinadonde solíaisjugar los dos. Sus pies levantaban nubes de polvo.Dejé que semarchase yestuvetodoeldíasentadojuntoaSanaubar,observandocómoelcielopasabadelazulluminosoalmorado.Cuandocayólanocheylaluzdelalunabañabalasnubes,Hassanaúnnohabíavuelto.Sanaubarllorabaydecíaquesuregresohabía sido un error, tal vez peor que su huida. Pero la obligué a quedarse.Hassanregresaría,losabía.

Ylohizoalamañanasiguiente.Seleveíacansadoydebilitado,comosino hubiese dormido en toda la noche. Tomó lamano de Sanaubar entre lassuyas y le dijo que llorase si así lo quería, pero que no era necesario, queestabaensucasa,ensucasayconsufamilia.Luegopalpólascicatricesdesucarayleacaricióelcabello.

HassanyFarzanalaatendieronhastaquemejoró.Ledierondecomerylelavaron la ropa. Le ofrecí una de las habitaciones de invitados de la plantasuperior.A veces, cuando observaba el jardín a través de la ventana, veía aHassan y a su madre arrodillados, recogiendo tomates, podando un rosal ocharlando.Recuperabanlosañosperdidos,meimagino.Queyosepa,élnuncalepreguntódóndehabíaestadooporquésehabíaido,yellanuncaselodijo.Supongoquehayhistoriasquenonecesitanexplicación.

FueSanaubarquienactuódecomadronaduranteelnacimientodelhijodeHassanaquelinviernode1990.Todavíanohabíaempezadoanevar,perolosvientos invernales soplaban ya en los jardines, aplastando las flores yarrancandolashojas.RecuerdoqueSanaubarsaliódelacabañaconsunietoenbrazos.Lollevabaenvueltoenunamantadelana.Irradiabafelicidadbajoelsombríocielogris,laslágrimaslerodabanporlasmejillasyelpenetranteygélidovientodeinviernolealborotabaelcabello.Estrujabaalbebéentresusbrazos como si no estuviera dispuesta a soltarlo jamás. Esa vez no. Se loentregóaHassan,quienmeloentregóamí,yyolecantéalpequeñoaloídolaoracióndelAyat-ul-kursi.

LepusierondenombreSohrab,enhonoralhéroedelShahnamahfavoritodeHassan,comotúbiensabes,Amirjan.Eraunniñoprecioso,dulcecomoelazúcaryconelmismocarácterquesupadre.DeberíashabervistoaSanaubar

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con aquel bebé,Amir jan. Se convirtió en el centro de su existencia.Cosíaropitaparaélylehacíajuguetescontrozosdemadera,traposyhierbaseca.Cuandoteníafiebre,permanecíaenvelatodalanocheyayunabadurantetresdías.Quemabaisfandenunacacerolaparaexorcizaranazar,elojodeldiablo.Alosdosaños,SohrablallamabaSasa.Losdoseraninseparables.

Vivióhastaverlocumplirloscuatroañosy,depronto,unamañanayanosedespertó.Parecía tranquila, enpaz, como siyano le importasemorir.Laenterramosenelcementeriodelacolina,elqueestabajuntoalgranado,yrecéunaplegariaparaella.LapérdidafueduraparaHassan...Siempreduelemásteneryperderquenotenerdeentrada.PeroaúnfuemásduraparaelpequeñoSohrab.DabavueltasporlacasabuscandoaSasa,peroyasabescómosonlosniños,olvidanconmucharapidez.

Por entonces, debía de correr el año 1995, los shorawi habían sidoderrotados y hacía tiempo que se habían marchado. Kabul pertenecía aMassoud, Rabbani y los muyahidines. Los combates entre las distintasfaccioneseranterriblesynadiesabíasiviviríalobastanteparaverfinalizareldía. Nuestros oídos se acostumbraron a los silbidos de las granadas, a lostiroteos. Nuestros ojos se familiarizaron con la visión de hombres quedesenterrabancuerposentremontañasdeescombros.Enaquellosdías,Amirjan,Kabuleralomásparecidoauninfiernoenlatierra.PeroAláfuebuenoconnosotros.LazonadeWazirAkbarKannoresultómuyatacada,asíquenolosufrimostantocomootrosbarrios.

Enaquellosdías,cuandoelfuegodelosmisilessecalmabaylostiroteosdisminuían,Hassan llevabaaSohrabal zooparaver aMarjan, el león,o loacompañabaalcine.También leenseñóautilizarel tirachinas,y,a losochoaños,Sohrabsehabíaconvertidoenunverdaderoexpertodelartilugio:desdela terraza era capaz de darle a una piña colocada sobre un cubo de plásticosituadoenmitaddeljardín.Hassanleenseñóaleeryescribir...suhijonoibaacriarse analfabeto como él. Le cogímucho cariño a aquel pequeño, pues lehabía visto dar sus primeros pasos, balbucear sus primeras palabras. En lalibrería del Cinema Park, que, por cierto, también ha sido destruida, lecomprabalibrosinfantilesiraníesyéllosleíaamedidaqueyoselosregalaba.Mehacíapensarenti,enlomuchoquetegustabaleerdepequeño,Amirjan.Avecesleleíaporlanoche,jugábamosalasadivinanzasoleenseñabatrucosdecartas.Loechomuchodemenos.

EninviernoHassanllevabaasuhijoavolarcometas.Yanohabía tantosconcursoscomoenlosviejostiempos,puesnadiesesentíaseguroalairelibre,perodevezencuandosecelebrabaalgúnqueotrotorneo.HassanmontabaaSohrabacaballitoytrotabanjuntosporlascalles,corriendoytrepandoalosárboles donde caían las cometas. ¿Recuerdas,Amir jan, lo buen volador decometas que era Hassan? Pues seguía siendo igual de bueno. Al final del

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invierno, él y Sohrab colgaban en las paredes del pasillo las cometas quehabíanvolado.Lasexponíancomosidecuadrossetratara.

Ya te he explicado cómo celebramos todos en 1996 la entrada de lostalibanesy el finde los combatesdiarios.Recuerdoqueunanoche llegué acasa y me encontré a Hassan en la cocina escuchando la radio. Tenía unamiradagrave.Lepreguntéquéocurríayselimitóasacudirlacabeza.

—QueDiosayudeahoraaloshazaras,RahimKansahib—dijo.

—Laguerrahaterminado,Hassan.Habrápaz,felicidadytranquilidad.¡Seacabaronlosmisiles,seacabaronlosasesinatos,seacabaronlosfunerales!

Élapagólaradioymepreguntósideseabaalgoantesdequeseretiraraaacostarse.

Unassemanasdespués,lostalibanesprohibieronlasguerrasdecometas.Ydosañosmástarde,en1988,masacraronaloshazarasdeMazar-i-Sharif.

17

Rahim Kan descruzó lentamente las piernas y se apoyó en la pareddesnudaconlacautelayparsimoniadelapersonaalaquecadamovimientoledesencadenafuertespunzadasdedolor.Enelexteriorseoíaelrebuznodeunasno y a alguien que hablaba a gritos en urdu. El sol empezaba a ponerse.Destellosrojossefiltrabanporlasgrietasdelosdesvencijadosedificios.

Volvióagolpearmelaenormidaddeloquehiceaquelinviernoyelveranosiguiente.Losnombresresonabanenmicabeza:Hassan,Sohrab,Alí,FarzanaySanaubar.OíraRahimKanpronunciarelnombredeAlífuecomodescubriruna vieja y polvorienta caja de música que llevaba años sin ser abierta; lamelodíaempezóasonardeinmediato:«¿Aquiéntehascomidohoy,Babalu?¿Aquién te has comido,Babalu de ojos rasgados?» Intenté conjurar la caracongelada de Alí, ver su mirada tranquila, pero el tiempo a veces escodicioso...ysellevaconélpartedelosrecuerdos.

—¿SigueHassanencasa?—lepregunté.

RahimKanacercóla tazade téasussecos labiosydiounsorbo.Luegohurgóenbuscadeunsobreenelbolsillodelachaquetaymeloentregó.

—Parati.

Abrí el sobre sellado. En el interior encontré una foto hecha con unacámara Polaroid y una carta doblada. Permanecí un minuto entero con lamiradafijaenlafotografía.

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Un hombre alto con turbante blanco y chapan verde a rayas junto a unniño.Estabandelantedeunpardepuertasdehierro fundido.La luzdel solllegabaoblicuamentedesdeatrásyproyectabaunasombraenelcentrodesusrotundas facciones. Entornaba los ojos y sonreía a la cámara, mostrando laausenciadeunpardedientes.Inclusoenunafotografíaborrosacomoaquéllase percibía que el hombre del chapan destilaba seguridad en sí mismo,tranquilidad.Erapor su formadeposar, con lospies ligeramente separados,losbrazoscómodamentecruzadossobreelpechoylacabezaalgoinclinadaendirección al sol. Y por su manera de sonreír. Observando la fotografía sellegaba a la conclusión de que se trataba de un hombre que pensaba que elmundohabíasidobuenoconél.RahimKanteníarazón:lohabríareconocidodehabermetropezadoconélenlacalle.Elniñoibadescalzo,enlazabaconunbrazo elmuslo del hombre y su cabeza rapada descansaba contra la cadera.Tambiénsonreíayteníalosojosentornados.

Desdoblé la carta. Estaba escrita en farsi. No faltaban puntos, ni habíacomasolvidadas,niletrasmalescritas...Eraunaescrituracasiinfantil,porsupulcritud.Empecéaleer:

EnelnombredeAlá,elmásmagnánimo,elmáspiadoso,Amiragha,conmismásprofundosrespetos:

Farzanajan,Sohrabyyorezamosparaqueestaúltimacartateencuentreenbuenestadode saludybajo la luzde lasbuenasgraciasdeAlá.Da,porfavor,mismásafectuosasgraciasaRahimKansahibporentregártela.Esperoqueundía tengaenmismanosunacarta tuyay sepaporellade tuvidaenAmérica. Tal vez, incluso, una fotografía tuya bendiga mis ojos. Les hehabladomuchodetiaFarzanajanyaSohrab,decómonoscriamosjuntosyjugábamos y corríamos por las calles. ¡Se ríen con las historias de lastravesurasquetúyyosolíamoshacer!

Amir agha, por desgracia, el Afganistán de tu juventud ha muerto hacetiempo. La bondad ha abandonado esta tierra y es imposible escapar de lasmatanzas.Siempre lasmatanzas.EnKabulelmiedoestáen todaspartes,enlascalles, enel estadio,en losmercados, formapartedenuestravida,Amiragha. Los salvajes que gobiernan nuestra watan no conocen la decenciahumana.ElotrodíaacompañéaFarzanajanalbazarparacomprarpatatasynaan.Ella lepreguntóalvendedorcuántocostaban laspatatas,peroélno laoyó, creo que era sordo de un oído. Así que ella volvió a preguntárseloelevandolavozydeprontoapareciócorriendounjoventalibánquelepegóenlosmuslos con su vara demadera. Le dio tan fuerte quemimujer cayó alsuelo.SepusoagritarleyamaldecirlayadecirlequeelMinisteriodelVicioylaVirtudnopermitequelasmujereshablenenvozalta.Tuvodurantedíasunmoradoenormeenlapierna,pero¿quépodíahaceryo,exceptoquedarmequietoviendocómogolpeabanamimujer?¡Sihubierasalidoensudefensa,

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eseperromehabríametidoalegrementeunabala!¿Quéleocurriríaentoncesami Sohrab?Las calles ya están bastante llenas de huérfanos y cada día doygraciasaAláporseguirconvida,noporquetemalamuerte,sinoporquemiesposatieneunmaridoymihijonoeshuérfano.

Desearía que pudieses ver a Sohrab. Es un buenmuchacho.RahimKansahibyyolehemosenseñadoaleeryaescribirparaquenocrezcaignorantecomosupadre.¡Ysabedispararmuybienconeltirachinas!AvecessalimosapasearporKabulylecomprouncaramelo.EnShar-e-Nausiguehabiendounhombremono,ysi lovemos, lepagoparaquehaga ladanzadelmonoparaSohrab. ¡Tendrías que verlo reír! A menudo subimos al cementerio de lacolina.¿TeacuerdasdecuandonossentábamosbajoelgranadoyleíamoselShahnamah?Lassequíashandejado lacolinaáridayelárbol llevaañossindar frutos, pero Sohrab y yo seguimos sentándonos a su sombra y le leo elShahnamah.Noesnecesarioquetedigaquesupartefavoritaesaquellaenlaqueaparecesutocayo,ladeRostanySohrab.Prontopodráleerellibrosolo.Soyunpadremuyorgullosoymuyafortunado.

Amiragha,RahimKansahibestáenfermo.Tosetodoeldíayveoquedejarastros de sangre en lamanga cuando se seca la boca con ella.Ha perdidomucho peso yme gustaría que comiese un poco del shorwa con arroz queFarzana jan le prepara. Pero sólo tomaun bocadoo dos y creo que lo haceúnicamentepor respetoamimujer.Estoymuypreocupadopor estehombrepara mí tan querido; rezo por él todos los días. Dentro de muy poco irá aPakistán para que lo vean los médicos de allí y confío en que regrese conbuenas noticias. Aunque temo por él. Farzana jan y yo le hemos dicho alpequeñoSohrabqueRahimKansepondrábien.¿Quépodemoshacer?Sólotienediezañosyloadora.Hanllegadoaestablecerunarelaciónmuyíntima.Antes Rahim Kan sahib solía llevárselo al bazar y le compraba globos ygalletas,peroahoraestádemasiadodébilparahacerlo.

Últimamente sueño mucho, Amir agha. A veces tengo pesadillas. Veocadáverescolgados,pudriéndoseencamposdefútbolconlahierbateñidaderojo por la sangre.Me despierto ahogado y sudoroso.Aunque normalmentesueño con cosas buenas y doy las gracias aAlá de que así sea. Sueño queRahimKansahib sepondrábien.Sueñoquemihijocreceráyque seráunabuenapersona,unapersonalibreeimportante.SueñoquelascallesdeKabulvolveránaadornarseconfloresdelawlayqueenlascasasdesamovarvolveráasonarlamúsicadelrubab,yquevolaráncometasporelcielo.YsueñoquealgúndíaregresarásaKabulparavisitardenuevolatierradetuinfancia.Silohaces,encontrarásaunviejoyfielamigoesperándote.

QuéAlásiempreteacompañe.

Hassan

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Leí la carta dos veces. Doblé el papel y permanecí un minuto máscontemplandolafotografía.Luegoguardéambascosasenelbolsillo.

—¿Cómoestá?—pregunté.

—La carta fue escrita hace seis meses, pocos días antes de que yoemprendieracaminohaciaPeshawar—contestóRahimKan—.Lafotografíalahiceeldíaantesdepartir.UnmesdespuésdemillegadaaPeshawarrecibíunallamadatelefónicadeunodemisvecinosdeKabul.Meexplicólahistoria:al poco tiempo de mi marcha empezó a correr el rumor de que había unafamiliadehazarasquevivíasolaenunagrancasadeWazirAkbarKan.Unpardeoficialestalibanessepresentaronenlacasaparainvestigareinterrogara Hassan. Cuando Hassan les explicó que vivía conmigo, lo acusaron dementir, a pesar de que muchos vecinos, incluyendo el que me llamó,confirmaronsurelato.Lostalibanesdijeronqueeraunmentirosoyunladróncomo todos loshazarasy le ordenaronque abandonara la casa junto con sufamiliaantesdelapuestadesol.Hassanprotestó.Mivecinomeexplicóquelostalibanesinspeccionaronelcaseróncomo,¿cómodijo?,sí,como«lobosenbusca de un rebaño de ovejas». Le dijeron a Hassan que se quedarían allísupuestamenteparamantenerlacasaasalvohastamiregreso.Hassanvolvióaprotestar.Asíquelosacaronalacalle...

—No—susurré.

—...yleordenaronquesearrodillase...

—No.Dios,no.

—...yledispararonenlanuca.

—No.

—...Farzanasaliógritandoalacalleyselanzósobreellos...

—No.

—...ledispararontambién.Defensapropia,declararonposteriormente.

Loúnicoquesalíademibocaera«No.No.No»,unayotravez.

Seguí pensando en aquel día de 1974, en la habitación del hospital,despuésdequeHassansesometieraalaintervencióndellabio.Baba,RahimKan,Alíyyonoscongregamosalrededordesucamaypresenciamoscómoexaminaba en un espejo su nuevo labio. Todos los presentes en aquellahabitaciónhabíanmuertooestabanmuriéndose.Todosexceptoyo.

Entonces vi algo más: un hombre uniformado con un chaleco espigadopresionando la boca de su Kalashnikov contra la nuca de Hassan. La ondaexpansivaresonandoenlacalledelacasademipadre.Hassandesplomándoseenel suelo, suvidade fidelidadnocorrespondidaescapandodeélcomo las

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cometasarrastradasporelvientoquesolíaperseguir.

—Lostalibanessetrasladaronalacasa—dijoRahimKan—.Elpretextofuequehabíandesahuciadoaun intruso.Los asesinosdeHassanyFarzanafuerondeclarados inocentesporhaberactuadoendefensapropia.Nadiedijonada en contra de la sentencia. Principalmente, supongo, por miedo a lostalibanes.Además,nadieibaaarriesgarnadaporunpardecriadoshazaras.

—¿QuéhicieronconSohrab?—lepregunté.

Mesentíacansado,consumido.RahimKansufrióunataquedetosqueseprolongó durante mucho rato. Cuando finalmente levantó la vista, estabasofocadoyteníalosojosinyectadosensangre.

—He oído decir que se encuentra en un orfanato de Kar-teh-Seh, Amirjan...—Volvió a toser.Cuando dejó de hacerlo, parecíamás viejo que unosinstantesantes,comosicadaataquedetoslohicieseenvejecer—.Amirjan,tehehechoveniraquíporquequeríaverteantesdemorir,peroesonoestodo.—Nodijenada.Creoqueyasabíaloqueibaadecirme—.QuieroquevayasaKabul y que regreses aquí con Sohrab —añadió. Luché por encontrar laspalabrasadecuadas.NohabíatenidotiempodedigerirelhechodequeHassanestaba muerto—. Escúchame, por favor. Conozco a una pareja denorteamericanos que viven aquí en Peshawar, un hombre y su esposa. Sellaman Thomas y Betty Caldwell. Son cristianos. Dirigen una pequeñaorganización benéfica que gestionan mediante donaciones privadas. Sededicanprincipalmenteadartechoycomidaaniñosafganosquehanperdidoa sus padres. He visto el lugar. Es limpio y seguro, los niños están biencuidadosyel señory la señoraCaldwell sonbuenagente.YamehandichoqueSohrabseríabienvenidoensucasay...

—RahimKan,nopuedesestarhablandoenserio.

—Losniñosson frágiles,Amir jan, se rompencomo laporcelana.Kabulestá ya llena de niños rotos y no quiero queSohrab se convierta en uno deellos.

—RahimKan,noquieroiraKabul.¡Nopuedo!—exclamé.

—Sohrab es un muchacho con talento. Aquí podemos darle una nuevavida, nuevas esperanzas, con gente que lo quiera. Thomas agha es un buenhombreyBettyKanumesmuyamable, tendríasquevercómo tratanaesoshuérfanos.

—¿Porquéyo?¿Porquénopuedespagaraalguienparaquevaya?Siescuestióndedinero,yopagaré.

—¡No es cuestión de dinero, Amir! —rugió Rahim Kan—. ¡Soy unhombremoribundoynoquieroquemeinsulten!Paramílascosasnuncahan

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sidocuestióndedinero, tú losabes.¿Porqué tú?Creoque losdossabemosporquétienesquesertú,¿noesasí?

Nodeseabacomprenderaquelcomentario,perolohice.Locomprendíalaperfección.

—Tengo una esposa en Estados Unidos, un hogar, una carrera y unafamilia.Kabulesunlugarpeligroso,losabes,yquieresqueloarriesguetodopor...—Medetuve.

—Mira,recuerdoqueunavez,sinquetúestuvieraspresente,tupadremedijo: «Rahim,unmuchachoqueno es capazdedefendersepor símismo seconvierteenunhombrequenosabehacerfrenteanada.»Mepreguntosi tehas convertido en eso.—Bajé la vista—.Lo que te pido es que cumplas elúltimodeseodeunanciano—dijoconvozgrave.

Aquelcomentarioeraungolpebajo.Acababade jugarsumejorcarta.Oeso fue loquepenséenaquelmomento.Suspalabrascolgabanenun limboque se había generado entre nosotros, pero, al menos, él había sabido quédecir. Yo seguí buscando las palabras adecuadas, y eso que era escritor.Finalmente,logrédecirlosiguiente:

—TalvezBabatuvierarazón.

—Sientoquepienseseso,Amir.

Nopodíamirarlo.

—¿Nolocreestú?

—Silocreyera,notehabríapedidoquevinieses.

Jugué,nervioso,conmianillodeboda.

—Siempremehasconsideradoenexceso,RahimKan.

—Y tú siempre has sido demasiado duro contigo.—Dudó—. Pero hayalgomás.Algoquenosabes.

—Porfavor,RahimKan...

—SanaubarnofuelaprimeraesposadeAlí.—Entonceslevantélavista—.

ÉlsehabíacasadoantesconunamujerhazaradeJaghori.Esofuemuchoantesdequetúnacieras.Estuvierontresañoscasados.

—¿Yesoquétienequevercontodoesto?

—Ella lo abandonó, sin hijos, después de tres años y se casó con unhombredeKhostaquiendiotreshijas.¿Entiendesloqueintentodecirte?—Empecéaveradondequeríairaparar.Peronoqueríaescucharelrestodelahistoria.Yo vivía bien enCalifornia, tenía una preciosa casa victoriana con

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tejadoados aguas, unmatrimonioque funcionaba,una carreraprometedoracomoescritoryunossuegrosquemequerían.Nonecesitabanadadeaquellamierda—.Alíeraestéril—meaclaróRahimKan.

—No, no lo era. Él y Sanaubar tuvieron a Hassan, ¿no? Tuvieron aHassan...

—No,nofueasí—dijoRahimKan.

—¡Sílofue!

—No,Amir.

—Entonces,¿quién...?

—Creoquesabesquién.

Sentícomosiestuvieracayendoporunabruptoprecipicio,sujetándomeaarbustos y zarzas y acabando con lasmanosvacías.Lahabitación semovíavertiginosamentearribayabajo,sebalanceabadeunladoaotro.

—¿Lo sabía Hassan? —inquirí por una boca que no me parecía mía.RahimKancerró losojosymovió lacabezanegativamente—.Bastardos—murmuré.Mepuse en pie—. ¡Malditos bastardos!—grité—. ¡Sois todos unpuñadodemalditosbastardosmentirosos!

—Siéntate,porfavor—mepidióRahimKan.

—¿Cómopudisteisocultarmeeso?¿Yocultárseloaél?—vociferé.

—Piensa, por favor, Amir jan. Se trataba de algo vergonzoso. La gentehablaría. Todo lo que un hombre tenía por aquel entonces era su honor, sunombre, y si la gente hablaba... No podíamos decírselo a nadie, debescomprenderlo.—Me tendió unamano, pero la rechacé yme dirigí hacia lapuerta—.Amirjan,porfavor,notevayas.

Abrílapuertaymevolvíhaciaél.

—¿Por qué? ¿Qué más puedes decirme? ¡Tengo treinta y ocho años yacabo de descubrir que mi vida entera es una maldita mentira! ¿Qué máspuedesañadirparamejorarlascosas?Nada.¡Niunamalditapalabra!

Ydichoeso,salídandounportazo.

18

Elsolcasisehabíapuesto,dejandoelcieloenvueltoenmaticesdevioletay rojo. Bajé por la calle estrecha y transitada donde vivía RahimKan, una

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callejuela ruidosa en medio de un laberinto de ellas, todas atestadas depeatones,bicicletasycarritos.EnlasesquinashabíacartelespublicitariosqueanunciabanCoca-Colaycigarrillos;loscartelesdelaspelículasdeLollywood,laindustriacinematográficadePakistán,exhibíanactricesseductorasbailandoconguaposhombresdetezoscuraencamposdecaléndulas.

Entré en un pequeño establecimiento de samovar, lleno de humo, y pedíunatazadeté.Mecolumpiésobrelaspatastraserasdeunasillaplegableymerestreguélacara.Lasensacióndeestardeslizándomehaciaunacaídaseguraempezaba a desvanecerse. En esemomentome sentía como alguien que sedespiertaensupropiacasayencuentratodoslosmueblescambiadosdelugar.Desorientado,debereevaluartodoloquelorodea,reorientarse.

¿Cómohabíapodidoestartanciego?Habíatenidodelantedemítodaslasseñales y ahora regresabanvolando amimente:Baba contratando al doctorKumar para que operara el labio leporino de Hassan. Baba, que jamás seolvidabadelcumpleañosdeHassan.Recordéeldíaqueestábamosplantandotulipanesyyo lepreguntéaBabasialgunavezsehabíaplanteadocontratarnuevoscriados.«Hassannoseiráaningunaparte—habíavociferadoBaba—.Sequedaaquíconnosotros,enel lugaralquepertenece.Suhogaresésteynosotros somos su familia.»Había llorado, llorado, cuandoAlí anunció queHassanyélnosabandonaban.

Elcamarerodejólatazadetéenlamesa.Enelpuntodondelaspatassecruzaban formando una «X», había un anillo de bolas de latón, todas deltamañodeunanuez.Unadelasbolassehabíadesatornillado.Meagachéylaapreté.Ojalá hubiese podido repararmi vida con lamisma facilidad.Di unsorboaltémásoscuroquehabíaprobadoenmuchosañoseintentépensarenSoraya, en el general, en Khala Jamila y en la novela que debía terminar.Intentémirareltráficodelacalle,lagentequeentrabaysalíadelaspequeñastiendasdedulces.Intentéescucharlamúsicaqawaliquesonabaenlaradiodelamesadeallado.Lointentétodo,peroseguíaviendoaBabalanochedemigraduación,sentadoenelFordqueacababaderegalarme,oliendoacervezaydiciendo:«MehabríagustadoqueHassanhubieseestadohoyconnosotros.»

¿Cómo podía haberme ocultado la verdad durante tantos años? ¿Y aHassan?Depequeño,mesentabaensuregazo,memirabafijamentealosojosymedecía:«Sóloexisteunpecado.Yeselrobo...Cuandomientes,lerobasaalguienelderechoa laverdad.»¿Nomehabíadichoexactamenteeso?Yenesemomento,quinceañosdespuésdehaberloenterrado,descubríaqueBabahabíasidounladrón.Yunladróndelospeores,porqueloquehabíarobadoera sagrado: a mí, el derecho a saber que tenía un hermano; a Hassan, suidentidad,yaAlí,suhonor.Sunang.Sunamoos.

Laspreguntasseguíanacosándome:¿cómopodíasercapazBabademirar

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aAlíalosojos?¿CómopodíavivirAlíenaquellacasa,díatrasdía,sabiendoque había sido deshonrado por su amo de la peor manera que puede serdeshonradounafgano?¿Ycómoreconciliaríayoesanueva imagendeBabacon la que llevaba grabada enmi cabeza desde hacía tanto tiempo, con suviejotrajemarrón,cojeandoporelcaminodeentradaalacasadelosTaheriparapedirlamanodeSoraya?

OtroclichédelquesehabríamofadomiprofesordeCreaciónLiteraria:detal palo, tal astilla. Pero era cierto, ¿o no? Ahora resultaba que Baba y yoéramos mucho más parecidos de lo que jamás hubiera imaginado. Amboshabíamostraicionadoapersonasquehabríandadosuvidapornosotros.Yconeso,fuiconscientedequeRahimKanmehabíahechoviajarhastaallínosóloparaexpiarmispecados,sinotambiénlosdeBaba.

Rahim Kan había dicho que yo siempre había sido demasiado duroconmigomismo. Sin embargo, yo me hacía el siguiente planteamiento: eraciertoqueyonoteníalaculpadequeAlíhubiesepisadounamina,ytampocohabíallamadoalostalibanesparaqueentraranencasaymataranaHassan...PerohabíasidomisentimientodeculpaloquehabíaprovocadoqueHassanyAlíabandonaranlacasa.¿Taninverosímileraimaginarquelascosaspodríanhabersidodeotramanerasiyohubieraobradodeotromodo?TalvezBabaloshubierallevadoconnosotrosaAmérica.TalvezHassanhubieratenidosupropia casa, un trabajo, una familia, una vida en un país donde a nadie leimportaraquefueseunhazara,dondelamayoríadelagentenisiquierasabequéesunhazara.Talvezno.Perotalvezsí.

«NopuedoiraKabul—lehabíadichoaRahimKan—.TengounaesposaenAmérica,unhogar,unacarrerayunafamilia.»Pero¿cómopodíahacerlasmaletasyvolveracasacuandohabíasidoyo,conmiactitud,quienlehabíanegadoaHassanlaposibilidaddedisfrutardetodasesascosas?

DeseabaqueRahimKannomehubiesellamado.Deseabaquemehubiesepermitidovivirenmiignorancia.Peromehabíallamado.YloquemehabíareveladoRahimKanlocambiabatodo.Mehabíahechoverquetodamivida,desdemucho antes de aquel invierno de 1975, ya desde la época en que lamujerhazaramecrio,habíasidouncírculodementiras,traicionesysecretos.

«Hayunaformadevolveraserbueno»,mehabíadicho.

Unaformadecerrarelcírculo.

Con un pequeño. Un huérfano. El hijo de Hassan, que estaba en algúnlugardeKabul.

•••

En el trayecto de vuelta al apartamento de Rahim Kan a bordo de un

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rickshaw me acordé de cuando Baba me decía que mi problema era quesiemprehabíatenidoaalguienquelucharapormí.Ahorateníatreintayochoaños. El cabello empezaba a clarear y a tiznarse de gris, y me habíadescubiertopequeñaspatasdegalloenlosojos.Eramayor,peroquizátodavíano tanto como para empezar a luchar por mi cuenta. Baba había mentidorespectoamuchosasuntos,peronoacercadeése.

Mirédenuevo lacara redondaqueaparecíaen la fotografía, la formaenqueledabaelsol.Lacarademihermano.Hassanmehabíaquerido,mehabíaqueridocomonadiemehabíaqueridoomequerríajamás.Sehabíaido,perounapequeñapartedeélseguíaconvida.EstabaenKabul.

Esperando.

EncontréaRahimKanrezandoelnamazenunrincóndelahabitación.Erasólounasiluetaoscuraquesearqueabahaciaeleste,perfiladasobreuncielorojosangre.Aguardéaqueterminara.

EntoncesledijequemeibaaKabul,quelamañanasiguienteavisasealosCaldwell.

—Rezaréporti,Amirjan—afirmó.

19

Unavezmás,elmareoenelcoche.Enelmomentoenquepasamosjuntoal cartel acribilladopor las balas donde se leía «El pasodeKhyber le da labienvenida»,mibocacomenzóasegregarsaliva.Sentíquealgoenelinteriordemiestómagoserevolvíayseagitaba.Farid,elchófer,melanzóunamiradagélidaquenomostrabalamásmínimaempatía.

—¿Podríabajarmiventanilla?—lepregunté.

Encendióuncigarrilloylocolocóentrelosdosdedosquelequedabanenlamanoizquierda.Consusojosnegrosfijosenlacarretera,seencorvó,cogióel destornillador que llevaba entre los pies y me lo pasó. Lo inserté en elpequeñoorificiodondeundíahabíahabidounamanivelaycomencéadarlevueltasparabajarmiventanilla.

Faridmelanzóunanuevamiradadedesprecio,esavezconunahostilidadapenasdisimulada,ysiguiófumandosucigarrillo.DesdequehabíamossalidodelfuertedeJamrudapenashabíapronunciadounadocenadepalabras.

—Tashakor—murmuré.

Inclinélacabezaparaasomarmeporlaventanillaydejarqueelairefresco

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de la tardemediese en la cara.Elpaisajede las tierras tribalesdelpasodeKhyber, que serpenteaba entre precipicios de esquistos y piedra caliza, eracomo lo recordaba... Baba y yo habíamos cruzado aquel terreno abrupto en1974. Las montañas, áridas e imponentes, se intercalaban con profundasgargantasyculminabanenpicosdentados.Enlascimasdelosriscosseveíanviejas fortalezas,murallas de adobe derrumbadas. Intentémantener los ojosfijos en la cumbre nevada del Hindu Kush, en el lado norte, pero cuandoparecía que mi estómago se estabilizaba un poco, el camión acelerababruscamente o derrapaba en una curva, provocándome nuevas oleadas denáuseas.

—Pruebaconunlimón.

—¿Qué?

—Unlimón.Esbuenoparaelmareo—medijoFarid—.Siemprequehagoesteviajetraigouno.

—No,gracias—repliqué.

Lasimpleideadeañadirleacidezamiestómagomeprovocómásnáuseas.

Faridseriocondisimulo.

—Yaséquenoestanelegantecomolamedicinaamericana...Sóloesunviejoremedioquemeenseñómimadre.

Mearrepentídeecharportierraunaoportunidaddecaldearlasituación.

—Enesecaso,talvezdeberíasdármelo.—Cogióunabolsadepapelquellevabaenelasientotraseroyextrajodeellamediolimón.Lediunmordiscoyesperéunosminutos—.Teníasrazón.Meencuentromejor—mentí.

Comoafganoquesoy,sabíaqueeramejorsermentirosoquedescortés.Meobliguéasonreírdébilmente.

—Esunviejotrucowatani,nohacenfaltamedicinaselegantes—comentó.

Su tono rozaba la mala educación. Sacudió la ceniza del cigarrillo y seregaló unamirada de satisfacción por el espejo retrovisor. Era un tayik, unhombre larguiruchoymorenoconlacaracurtidapor la intemperie,espaldasanchasyuncuellolargointerrumpidoporunasobresalientenuezqueasomabapor detrás de la barba cuando volvía la cabeza. Iba vestido prácticamentecomoyo,aunquemásbienalrevés:unmantodelanaburdamentetejidosobreunpirhan-tumbangrisyunchaleco.Setocabalacabezaconunpakoldecolormarrón que llevaba ligeramente ladeado, como el héroe tayik Ahmad ShahMassoud,aquienlostayikconocíancomoelLeóndelPanjsher.

FueRahimKanquienmehabíapresentadoaFaridenPeshawar.Medijoqueteníaveintinueveaños,apesardequesucara,cansadayarrugada,parecía

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ladeunhombreveinteañosmayor.HabíanacidoenMazar-i-Sharifyvividoallí hastaque supadre trasladóa la familia a Jalalabadcuandoél teníadiezaños.Aloscatorce,élysupadreseunieronalayihadparalucharcontralosshorawi.HabíancombatidoenelvalledelPajsherdurantedosañoshastaqueel fuego lanzadodesdeunhelicópterohizo trizasasupadre.Farid teníadosesposasycincohijos.«Teníasiete»,mehabíadichoRahimKancontristezaen la mirada. Por lo visto, unos años atrás había perdido a sus dos hijasmenorescuandoestallóunaminaenlasafuerasdeJalalabad,lamismaqueledejó sin dedos en los pies y se llevó tres de lamano izquierda.Después deaquello,setrasladóconsusesposasysushijosaPeshawar.

—Puestodecontrol—gruñóFarid.

Mehundíunpocoenmiasiento,conlosbrazoscruzadossobreelpecho,intentando olvidar por un instante la sensación de náusea. Pero no habíamotivodealarma.DossoldadospaquistaníesseacercaronanuestromaltrechoLand Cruiser, revisaron superficialmente su interior y nos indicaron con lamanoquesiguiéramosadelante.

Faridera loprimeroqueaparecíaen la listadepreparativosquehicimosRahimKany yo, una lista que incluía cambiar dólares por kaldar y billetesafganos,misprendasdevestirymipakol(porirónicoqueparezca,nuncalohabíallevadomientrasvivíenAfganistán),lafotografíadeHassanySohraby,porúltimo,quizálomásimportante:unabarbapostizanegraylargahastaelpecho,algustodelashari'a.O,almenos,delaversióntalibándelashari'aoLey Islámica. Rahim Kan conocía a un tipo en Peshawar especializado entejerlas. A veces las hacía para los periodistas occidentales que cubrían laguerra.

Rahim Kan habría querido que me quedase con él unos días más paraplanificarlo todo conmayor detalle, pero yo sabía que debía partir lo antesposible.Me dabamiedo cambiar de idea.Me dabamiedo deliberar, rumiar,agonizar,racionalizarydecirmeamímismoquenoiba.Medabamiedoquela atracción que sentía hacia mi vida en América pudiera echarme atrás einvitarme a vadear de nuevo ese descomunal río, olvidándolo todo, dejandoque todo lo que había descubierto aquellos últimos días se hundiese en elfondo.Medabamiedodejarquelasaguasmearrastrasenhastaalejarmedeloque debía hacer. De Hassan. De la llamada del pasado. Y de esa últimaoportunidad de redención. Así que partí antes de que apareciese cualquierposibilidaddequeaquelloocurriera.EncuantoaSoraya,nopodíadecirlequevolvíaaAfganistán.Dehaberlohecho,ellahabríareservadoinmediatamenteunbilleteparaelsiguientevuelohaciaPakistán.

Habíamos cruzado la frontera y los signos de pobreza aparecían pordoquier. A ambos lados de la carretera se veían cadenas de pueblecitos

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dispersosaquíyallá,comojuguetesabandonadosentre laspiedras,casasdeadobedestrozadasycabañasconstruidasconcuatropalosyunpedazodetelaque hacía las veces de tejado. En el exterior de las cabañas se veían niñosvestidos con andrajos detrás de un balón de fútbol. Varios kilómetros másadelanteviaungrupodehombressentadosencuclillas,comocuervospuestosen fila, sobre el cadáver de un viejo tanque soviético quemado. El vientoazotaba los extremos de sus mantos. Detrás de ellos, una mujer con burkamarróncargabaalhombrounagrantinajadearcillaysedirigíaporuntrilladosenderohaciaunahileradecasasdeadobe.

—Escurioso...—comenté.

—¿Elqué?

—Me siento comoun turista enmi propio país—dije, fascinado ante lavisióndeuncabreroqueibaporlacarreteraencabezandouncortejodemediadocenadecabrasescuálidas.Faridriocondisimuloytiróelcigarrillo.

—¿Todavíaconsiderasestelugarcomotupaís?

—Creoqueunapartedemíloconsiderarásiempreasí—contestémásaladefensivadeloquepretendía.

—¿Después de veinte años en América?—repuso, dando un volantazoparaesquivarunbachedeltamañodeunapelotadeplaya.

Asentíconlacabeza.

—Mecrié enAfganistán.—Faridvolvió a reír disimuladamente—. ¿Porquéhacesesto?

—Noimporta—murmuró.

—No,quierosaberlo.¿Porquéhacesesto?

Viporelretrovisorunbrilloensumirada.

—¿Quieresquetelodiga?—mepreguntóconsarcasmo—.Dejaquemeloimagine,aghaSahib.Seguramentevivíasenunagrancasadedosotrespisoscon un bonito jardín que tu jardinero sembraba de flores y árboles frutales.Todo rodeado por una verja, naturalmente. Tu padre conduciría un cocheamericano.Tendríascriados,probablementehazaras.Tuspadrescontrataríanempleados para decorar la casa conmotivo de las elegantesmehmanis queofrecerían, para que de ese modo sus amigos pudieran ir a beber y afanfarroneardesusviajesporEuropayAmérica.Yapostaría losojosdemiprimer hijo a que es la primera vez en tu vida que llevas un pakol.—Mesonrió, dejando al descubierto una boca llena de dientes podridosprematuramente—.¿Voybien?

—¿Porquédicestodoeso?

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—Porquetúqueríassaberlo—meespetó.Señalóendirecciónaunancianovestidoconharaposqueavanzabacondificultadporuncaminodetierrayquellevabaatadoalaespaldaungransacodearpillerallenodemalashierbas—.Éste es el Afganistán de verdad, agha Sahib. Éste es el Afganistán que yoconozco.Túsiemprehassidounturistaaquí,sóloquenoerasconscientedeello.

RahimKanmehabíapuestosobreavisoencuantoaquenodebíaesperarunacálidabienvenida enAfganistánporpartede losque sequedaronallí ylucharonenlasguerras.

—Sientolodetupadre—dije—.Sientolodetushijasylodetumano.

—Eso no significa nada para mí —replicó, y sacudió la cabezanegativamente—. ¿A qué has vuelto? ¿Para vender las tierras de tu Baba?¿ParaembolsarteeldineroyregresarcorriendoaAméricacontumadre?

—Mi madre murió cuando yo nací. —Suspiró y encendió un nuevocigarrillo.Nodijonada—.Detente.

—¿Qué?

—¡Que te detengas, maldita sea! Me estoy mareando... —Salíprecipitadamentedelcamiónenelmismomomentoenquesedeteníasobrelagravilladelarcén.

Aúltimahoradelatarde,elpaisajehabíacambiadodelospicosazotadospor el sol y los riscos estériles a otro más verde, más rural. La carreteraprincipaldescendíadesdeLandiKotalhastaLandiKanaatravésdeterritorioShinwari.HabíamosentradoenAfganistánporTorkham.Lacarreteraestabaflanqueada por pinos, menos de los que yo recordaba y muchos de elloscompletamente desnudos, pero ver árboles de nuevo después del arduotrayecto del paso Khyber era una sensación placentera. Nos acercábamos aJalalabad,dondeFaridteníaunhermanoquenoshospedaríaaquellanoche.

Cuando entramos en Jalalabad, capital del estado de Nangarhar, ciudadfamosaporsufrutaysucálidoclima,elsolestabaocultándose.Faridpasódelargolosedificiosylascasasdepiedradelcentrodelaciudad.Nohabíatantaspalmerascomorecordabayalgunasdelascasashabíanquedadoreducidasacuatroparedessintejadoymontañasdeescombros.

FaridentróenunacalleestrechasinasfaltaryaparcóelLandCruiserjuntoa un arroyo seco. Salté del vehículo,me desperecé y respiré hondo. En losviejos tiempos, los vientos soplaban en las irrigadas planicies de Jalalabad,dondelosgranjeroscultivabanlacañadeazúcar,impregnandolaatmósferadelaciudadconsudulceperfume.Cerrélosojosenbuscadeaquelladulzura.Nolaencontré.

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—Vamos—dijoFaridimpaciente.

Echamos a andar por la calle de tierra, pasamos junto a unos sauces sinhojas y avanzamos entre muros de adobe derrumbados. Farid me condujohastaunadesvencijadacasadeunasolaplantayllamóaunapuertahechacontablas.

Asomó la cabeza unamujer joven con los ojos de color verdemar. Unpañueloblancoleenmarcabaelrostro.Mevioamíprimeroyretrocedió,peroluegovioaFaridysusojosresplandecieron.

—¡Salaamalaykum,KakaFarid!

—Salaam,Maryamjan—respondióFarid,yleofrecióalgoquellevabaeldía entero negándome a mí: una cálida sonrisa. Le estampó un beso en lacoronilla. La mujer se hizo a un lado y me observó con cierta aprensiónmientrasseguíaaFaridhaciaelinteriordelacasa.

Eltejadodeadobeerabajo,lasparedesestabancompletamentedesnudasyla única luz que había procedía de un par de lámparas colocadas en unaesquina.Nosdespojamosdeloszapatosypisamoslaesteradepajaquecubríaelsuelo.Juntoaunadelasparedeshabíatresniñossentadossobreuncolchónqueestabacubiertoconunamantadeshilachada.Se levantóa saludarnosunhombrealtoybarbudo,deespaldasanchas.Faridyélseabrazaronysedieronunbesoenlamejilla.FaridmelopresentócomoWahid,suhermanomayor.

—EsdeAmérica—ledijoaWahid,señalándomeconelpulgar.Luegonosdejósolosyfueasaludaralosniños.

Wahid se sentó conmigo junto a la pared opuesta a donde estaban losniños, loscualeshabíancogidopor sorpresaaFaridy lehabíansaltadoa laespalda.Apesardemisprotestas,Wahidordenóaunodelosniñosquefueseabuscar otramanta para que estuviesemás cómodo sentado en el suelo y lepidió aMaryamqueme sirviera un poco de té.Me preguntó sobre el viajedesdePeshawaryeltrayectoporelpasodeKhyber.

—Esperoquenooscruzaraisconlosdozds—dijo.ElpasodeKhybereratan famoso por su duro terreno como por los bandidos que asaltaban a losviajeros.Antesdequemedieratiempoaresponder,meguiñóelojoydijoenvoz alta—: Aunque, por supuesto, ningún dozd perdería el tiempo con uncochetanfeocomoeldemihermano.

Faridconsiguiótiraralsueloalniñomáspequeñoylehizocosquillasenlascostillasconsumanobuena.Elniñoreíaypataleaba.

—Al menos tengo un coche —repuso jadeando Farid—. ¿Cómo va tuburroúltimamente?

—Miburroesmejormonturaquetutodoterreno.

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—Kharkharamishnassah—ledisparóFaridamodode respuesta.«Sóloun burro reconoce a otro burro.»Empezaron a reír y yome uní a ellos.Oívocesfemeninasenlahabitacióncontigua.Desdedondeestabasentadoveíalamitaddedichahabitación.Maryamyunamujermayorvestidaconunhijabdecolormarrón,presumiblementesumadre,hablabanenvozbajayvertíaneltédeunateteraaunpuchero.

—¿YaquétededicasenAmérica,Amiragha?—inquirióWahid.

—Soy escritor—respondí.Mepareció oír a Farid riéndose a escondidasantemirespuesta.

—¿Escritor? —dijo Wahid claramente impresionado—. ¿Escribes sobreAfganistán?

—Sí,lohehecho.Peronoenestemomento—puntualicé.

Miúltimanovela,Unaestaciónparalascenizas,tratabasobreunprofesoruniversitarioque seuníaaungrupodebohemiosdespuésdedescubrir a sumujer en la cama con uno de sus alumnos. No era un libromalo. Algunoscríticos localificaroncomo«unbuen libro»,yuno inclusoutilizó lapalabra«fascinante».Perodeprontomesentíaviolentoporello.EsperabaqueWahidnomepreguntasedequéiba.

—TalvezdeberíasvolveraescribirsobreAfganistán—dijoWahid—.

Contarlealrestodelmundoloquelostalibanesestánhaciendoconnuestropaís.

—Bueno,esqueno...,nosoyexactamenteesetipodeescritor.

—Oh—repusoWahidsacudiendolacabezaysonrojándoseligeramente—.Túeresquienmejorlosabe,naturalmente.Nosoynadieparasugerir...

Justo en esemomento entraron en lahabitaciónMaryamy laotramujerconunpar de tazas yuna tetera enunapequeñabandeja.Me levanté comoseñalderespeto,mellevélamanoalpechoeinclinélacabeza.

—SalaamAlaykum—dije.

Lamujermayor, que se había tapado lamitad inferior de la cara con suhijab,inclinótambiénlacabeza.

—Salaam—respondió en un susurro casi inaudible.Nuncanosmiramosdirectamente.Sirvióeltémientrasyopermanecíadepie.

Lamujerdejólatazadetéhirviendodelantedemíysaliódelahabitación.Ibadescalzayporesemotivonoemitióningúntipodesonidoaldesaparecer.Mesentéydiunsorbodeaquelténegroyfuerte.Wahidrompiófinalmenteelincómodosilencioquesiguió.

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—Bueno,entonces¿quéesloquetetraedevueltaaAfganistán?

—¿QuéesloquelostraeatodosdevueltaaAfganistán,queridohermano?

—dijoFarid,dirigiéndoseaWahid,perosinapartarenningúnmomentodemíunamiradadespectiva.

—Bas!—replicóbruscamenteWahid.

—Siempreeslomismo—dijoFarid—.Venderestatierra,venderaquellacasa,recogereldineroysalircorriendocomounarata.RegresaraAméricaygastareldineroenunasvacacionesenMéxicoconlafamilia.

—¡Farid!—rugióWahid. Sus hijos, e inclusoFarid, se estremecieron—.¿Hasolvidadotusmodales?¡Estásenmicasa!¡Amiraghaesmiinvitadoestanocheynopermitiréquemedeshonresdeestamanera!

Faridabriólabocaparadeciralgo,peroselopensóynodijonada.Sedejócaercontra lapared,murmuróalgoenvozbajaycruzósupiemutiladoporencimadelbueno.Sumiradaacusadoranomeabandonabaniuninstante.

—Perdónanos,Amiragha—mepidióWahid—.Desdequeeraunniño,labocademihermanohaidosiempredospasospordelantedesucabeza.

—Enrealidadesculpamía—dije intentandoesbozarunasonrisabajo laintensamiradadeFarid—.Nomesientoofendido.DeberíahaberleexplicadoquéesloquevengoahaceraAfganistán.Noestoyaquíparavenderningunapropiedad.MedirijoaKabulparaencontraraunniño.

—Aunniño...—repitióWahid.

—Sí.

SaquélaPolaroiddelbolsillodemicamisa.VerdenuevolafotografíadeHassanabriódenuevoenmicabezalaheridaaúnfrescaquelanoticiadesumuertemehabíadejado.Tuvequeapartarlavista.SelaentreguéaWahidyéstelaexaminó.Luegomemiróamí,volvióamirarlafotografíaydenuevoamí.

—¿Aesteniño?

Asentíconlacabeza.

—¿Aesteniñohazara?

—Sí.

—¿Quésignificaparati?

—Su padre significabamucho paramí. Es el hombre que aparece en lafotografía.Estámuerto.

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Wahidpestañeó.

—¿Eraamigotuyo?

Ibaaresponderquesíinstintivamente,comosi,enunnivelprofundodemipersona,yo tambiéndesearaprotegerelsecretodeBaba.Peroyabastabadementiras.

—Era mi hermanastro. —Tragué saliva y añadí—: Mi hermanastroilegítimo.

Ledivueltasalatazadetéyjugueteéconelasa.

—Nopretendíaentrometermeentusasuntos.

—Noteentrometesenabsoluto—dije.

—¿Quéharásconél?

—LlevarloaPeshawar.Allíhaygentequecuidarádeél.

Wahidmedevolviólafotografíaymepusounamanosobreunhombro.

—Eres un hombre honorable, Amir agha. Un verdadero afgano. —Meencogí interiormente—.Mesientoorgullosodehospedarteestanocheenmicasa—dijoWahid.

LedilasgraciasymirédereojoaFarid.Estabacabizbajo,jugandoconlosbordesrotosdelaesteradepaja.

•••

Unpocomás tarde,Maryamy sumadre aparecieron condosbolesmuycalientesllenosdeshorwavegetalydosbarrasdepan.

—Sientonopoderofrecertecarne—sedisculpóWahid—.Hoyendía,sólolostalibanespuedenpermitirselacarne.

—Tieneunaspectoestupendo—comenté.

Yeracierto.Leofrecíunpoco,ytambiénalosniños,peroWahiddijoquelafamiliahabíacomidoantesdequellegáramos.Faridyyonosremangamos,mojamoselpanenelshorwaycomimosconlasmanos.

Mientrascomía,viquelosniñosdeWahid,lostresmuydelgados,conlacara sucia y cabello castaño corto y rizado bajo sus casquetes, lanzabanmiradasfurtivasamirelojdigital.Elmáspequeñolesusurróalgoaloídoasuhermanomediano.Ésteasintióconlacabeza,sinapartarlosojosdemireloj.Elmayor (supongoque tendríaunosdoce años) sebalanceabadeun lado aotro, sin despegar tampoco la vista de mi muñeca. Después de cenar y delavarmelasmanosconelaguaquemeofrecióMaryamenuncuencodebarro,pedípermisoaWahidparadarleunhadia,unregalo,asushijos.Dijoqueno,

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pero,antemiinsistencia,acabóaceptandoaregañadientes.Mequitéelrelojyselodialmáspequeño,quemurmuróuntímido«tashakor».

—Tedicelahoraqueesencualquierciudaddelmundo—leexpliqué.Losniños asintieron educadamente con la cabeza, se pasaron el reloj y fueronprobándoseloporturnos.Peroenseguidaperdieronelinterésymuyprontoelrelojquedóabandonadosobrelaesteradepaja.

—Podrías habérmelo contado —dijo posteriormente Farid. Estábamosacostados el uno junto al otro sobre los jergones de paja que la esposa deWahidnoshabíapreparado.

—¿Contartequé?

—PorquémotivohabíasregresadoaAfganistán.—Suvozhabíaperdidoel tono áspero que había mostrado desde el momento en que lo habíaconocido.

—Nomelopreguntaste.

—Deberíashabérmelocontado.

—Nomelopreguntaste.

Sediolavueltaparamirarmeyapoyólacabezaenelbrazodoblado.

—Talvezteayudeaencontraraeseniño.

—Gracias,Farid—dije.

—Meequivoquéenmisuposición.

Suspiré.

—Notepreocupes.Estásmásenlociertodeloqueimaginas.

Tienelasmanosatadasalaespaldaconunacuerdatoscamentetejidaquelecortalacarnedelasmuñecas.Tienelosojosvendadosconuntrapodecolornegro.Estáarrodilladoenlacalle, juntoaunacunetaconaguaestancada, lacabeza gacha. Avanza de rodillas por el suelo y la sangre traspasa suspantalonesmientras se balancea rezando.Es la última hora de la tarde y susombraseproyectaenlagravillaconunmovimientodevaivénhaciadelanteyhacia atrás. Murmura algo entre dientes. Me acerco. «Mil veces más —murmura—.Portiloharíamilvecesmás.»Sebalanceahaciadelanteyhaciaatrás.Levantalacara.Veounacicatrizdesdibujadasobresulabiosuperior.

Noestamossolos.

Veoprimeroelcañón.Luegoelhombredepieasusespaldas.Esalto,llevachaleco de espiguilla y un turbante negro. Observa al hombre con los ojosvendados que tiene ante él con una mirada que no muestra sino un vacío

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enorme,cavernoso.Daunpasoatrásy levantaelcañón.Lositúaen lanucadelhombrearrodillado.Poruninstante,elsoldeponienteacariciaelmetalycentellea.

Laescopetarugeconunsonidoensordecedor.

Sigo la trayectoria en arco hacia arriba que traza el cañón. Veo la caradetrásdelacolumnadehumoquesaledelaembocadura.Soyelhombredelchalecodeespiguilla.

Medespiertoconungritoatrapadoenlagarganta.

•••

Salíalexterior.Permanecíbajoelbrillodeslustradodelamedialunayalcélavistahaciaelcieloinundadodeestrellas.Eranochecerradayseoíaelcantodelosgrillosyelvientoquesoplabaentrelosárboles.Notabaelfríodelsuelobajo los pies descalzos y, de pronto, por primera vez desde que habíamoscruzado la frontera, sentí que estaba de vuelta en casa. Después de todosaquellosaños,estabadenuevoencasa,pisandolatierrademisantepasados.AquéllaeralatierradondemibisabuelosecasóconsuterceraesposaunañoantesdemorirenlaepidemiadecóleraqueasolóKabulen1915.Ellaledioloque sus dos primeras esposas no habían conseguido darle, un hijo. Fue enaquellatierradondemiabuelosalióacazarconelreyNadirShahymatóunciervo. Mi madre había muerto en aquella tierra. Y en aquella tierra habíaluchadoyoporobtenerelamordemipadre.

Mesentéjuntoaunadelasparedesdeadobedelacasa.Laatracciónquederepentesentíapormiviejatierra...mesorprendía.Habíapermanecidolejosdeellaeltiemposuficienteparaolvidaryserolvidado.Teníaunhogarenunpaís que la gente que dormía al otro lado de la pared podía considerarperfectamente otra galaxia. Creía que me había olvidado de aquella tierra.Pero no era así. Y bajo el resplandor descarnado de la media luna sentíaAfganistán bullendo bajomis pies. Tal vezAfganistán tampocome hubieraolvidadoamí.

Miré en dirección oeste, fascinado ante el hecho de que, en algún lugardetrásdeaquellasmontañas,siguieseexistiendoKabul.Existíadeverdad,nosólocomounantiguorecuerdoocomotitulardeunanoticiaenlaseccióndeAsiaPacíficodelapáginaquincedeTheSanFranciscoChronicle.Enalgúnlugarhaciaeloeste,detrásdeaquellasmontañas,dormíalaciudaddondemihermanode labio leporinoyyovolábamos cometas.Allí, en algún lugar, elhombre de los ojos vendados de mi sueño había sufrido una muerteinnecesaria. En una ocasión, detrás de aquellas montañas, había hecho unaelección.Yenaquelmomento,uncuartodesiglomás tarde, laelecciónmehabíallevadodirectamentederegresoaaquellatierra.

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Estaba a punto de volver a entrar en la casa cuando escuché voces queproveníandelinterior.ReconocíunadeellascomoladeWahid.

—...noquedanadaparalosniños.

—¡Tenemos hambre, pero no somos salvajes! ¡Es un invitado! ¿Qué sesuponequedebíahaceryo?—dijocontensiónenlavoz.

—...encontraralgomañana.—Ellaparecíaapuntodellorar—.Quévoyadarlesdecomer...

Me alejé de puntillas. Comprendí entonces por qué los niños no habíanmostradoelmásmínimointerésporelreloj.Nomirabanelreloj.Mirabanmicomida.

Nosdespedimosaprimerahoradelamañanasiguiente.AntesdesubiralLandCruiser,agradecíaWahidsuhospitalidad.Ésteseñalóendirecciónalapequeñacasaquequedabaasusespaldasydijo:

—Estucasa.

Sus tres hijos permanecían en el umbral de la puerta, observándonos.Elpequeñollevabaelrelojenlamuñeca,flacacomounpalillo.

Cuandoarrancamosmiréhacia atráspor el retrovisor.Wahidpermanecíaallí, rodeado de sus hijos, en medio de la nube de polvo que nuestrotodoterrenohabíalevantado.Semeocurrióque,encondicionesnormales,losniñoshabríanperseguidoelcochedenoestartanfamélicos.

Antes, aquella misma mañana, cuando tuve la certeza de que nadie memiraba,hicealgoquehabíahechoveintiséisañosatrás:escondíunpuñadodebilletesarrugadosbajouncolchón.

20

Faridmehabía puesto sobre aviso.Lohabía hecho. Pero al final resultóquehabíagastadosalivainútilmente.

ViajábamosporlacarreterallenadebachesqueuneJalalabadconKabul.Laúltimavezquehabíapasadoporellahabíasidoenuncamióncontechodelona y en dirección contraria.Baba estuvo a punto demorir de un balazo amanos de un oficial roussi cantarín y borracho como una cuba... Aquellanoche,Babahizoquemesintierafurioso,asustadoy,finalmente,orgulloso.ElcaminoentreKabulyJalalabad,un trayectoentrerocascapazderomper loshuesosacualquiera,sehabíaconvertidoenunareliquia,unareliquiadedosguerras.Veinteañosantes,habíapresenciadoconmispropiosojosalgodela

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primera.Juntoalacarreterayacíantristesrecuerdosdeella:restosquemadosdeviejos tanques soviéticos, camionesmilitaresvolcadosymediooxidados,unJeeprusoaccidentadoquehabíacaídoporunbarranco.Lasegundaguerralahabíavistopor televisión.Ylaveíaenaquellosmomentosa travésde losojosdeFarid.

Farid esquivaba sin el mínimo esfuerzo los socavones de la maltrechacarretera.Estaba en su elemento.SemostrabamásparlanchíndesdenuestraestanciaencasadeWahid.Mehabíadichoquemesentaseenelasientodelcopiloto y me miraba cuando me hablaba. Incluso sonrió un par de veces.Manejaba el volante con la manomutilada y señalaba pueblos de casas deadobequeíbamosencontrándonosporelcaminoyenlosqueañosatráshabíaconocido a gente. Lamayoría, dijo, estabanmuertos o en campamentos derefugiadosenPakistán.

—Aveceslosmuertossonlosmásafortunados—comentó.

En una ocasión señaló los restos derruidos y carbonizados de un pueblodiminuto. Había quedado reducido a un montón de paredes ennegrecidas ydesprovistasdetejado.Unperrodormíajuntoaunadelasparedes.

—Aquíteníaunamigo—dijo—.Eraunmecánicodebicicletasestupendo.

Tambiéntocababienlatabla.Lostalibaneslomataronaélyasufamiliayprendieronfuegoalpueblo.

Pasamosjuntoalpuebloincendiadoyelperronisemovió.

En los viejos tiempos, el viaje de Jalalabad a Kabul duraba dos horas,quizáunpocomás.Faridyyotardamosseis.Ycuandolohicimos...FaridmepusosobreavisonadamáspasarlapresadeMahipar.

—Kabulyanoescomolorecuerdas—meadvirtió.

—Esomehandicho.

Faridmelanzóunamiradaconlaquequeríadecirmequeoírlonoera lomismo que verlo. Y tenía razón. Porque cuando Kabul apareció finalmenteantenosotrostuvelaseguridad,lacompletaseguridad,dequeenalgúncrucenos habíamos equivocado de dirección. Farid debió de ver mi cara deestupefacción...SitransportabagenteaKabulconciertafrecuencia,debíadeestaracostumbradoaveresaexpresiónenlascarasdeaquellosquellevabanmuchotiempolejosdeKabul.

Medioungolpecitoenelhombro.

—Bienvenidodenuevo—dijohoscamente.

Escombros ymendigos. Era lo único que veía donde quiera quemirase.Recordabaqueenlosviejostiempostambiénhabíamendigos...Baballevaba

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siempre en el bolsillo un puñado adicional de billetes afganos para ellos;nunca loviesquivarlos.Peroahora loshabíaen todas lasesquinas,vestidoscon harapos de arpillera, agachados en cuclillas y tendiendo las manosmanchadasdebarropidiendolimosna.Yensumayoríaeranniñosenjutosyconcarastristes,algunosnomayoresdecincooseisaños.Sesituabanenlasesquinas de las callesmás transitadas, sentados en el regazode susmadres,quienes, tapadas con el burka, entonaban melancólicamente «¡Bakhshesh,bakhshesh!»Yhabíaalgomás,algodeloquenomehabíadadocuentahastaese momento: había muy pocos niños que estuviesen sentados junto a unhombre. Las guerras habían convertido a los padres en un bien escaso enAfganistán.

Nosdirigíamoshaciaeloeste,haciaelbarriodeKarteh-Seh,porlaqueyorecordaba como una importante vía pública en los años setenta: JadehMaywand. Justo al norte de donde nos encontrábamos estaba el río Kabul,completamente seco. Sobre las colinas del sur se veía la vieja muralladerrumbadadelaciudad.YalestedeellaestabalafortalezadeBalaHissar(laantiguaciudadelaqueelseñordelaguerraDostumhabíaocupadoen1992),que se levantaba sobre la cordillera de Shirdarwaza, las mismas montañasdesdelascualeslosmuyahidinesacribillaronKabulconmisilesentre1992y1996, infligiéndole lamayoría de los daños que yo estaba contemplando enaquellos momentos. La cordillera montañosa de Shirdarwaza se prolongabahacia el oeste. Era desde aquellas montañas desde donde, según recordaba,disparaba el Topeh chasht, el cañón del mediodía. Detonaba a diario paraanunciarelmediodíayelfinaldelayunodiurnoduranteelmesdelramadán.Enaquellostiempos,elretumbardelcañónseoíaentodalaciudad.

—De pequeño solía venir aquí, a Jadeh Maywand —musité—. Habíatiendas y hoteles. Luces de neón y restaurantes. Compraba cometas a unanciano llamado Saifo, propietario de un pequeño establecimiento que seencontrabajuntoalantiguocuarteldelapolicía.

—El cuartel de la policía sigue ahí—dijo Farid—.En la ciudad no hayescasezdepolicía.Loquenoencontrarássoncometasnitiendasdecometas,nienJadehMaywandnienningunaotrapartedeKabul.Esaépocaterminó.

JadehMaywand se había convertido en un castillo de arena gigantesco.Los edificios que no se habían derrumbado en su totalidad apenas semantenían en pie. Los tejados estaban llenos de agujeros y las paredes,taladradaspormisilesybombas.Manzanasenterashabíanquedadoreducidasa escombros. Vi un letrero acribillado por las balas medio enterrado en unrincónentreunapiladecascotes.Decía«BebaCoca-Co...».Viniñosjugandoenlasruinasdeunedificiosinventanasentrefragmentosdeladrillosypiedra,ciclistas y carros tirados por mulas esquivando niños, perros extraviados ymontonesdecascotes.Sobrelaciudadflotabaunaneblinadepolvoy,alotro

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ladodelrío,unacolumnadehumosealzabaendirecciónalcielo.

—¿Dóndeestánlosárboles?—pregunté.

—Lagente loscortapara tener leñaen invierno—contestóFarid—.Losshorawicortarontambiénmuchos.

—¿Porqué?

—Porquelosfrancotiradoresseescondíanenellos.

Measoló la tristeza.Regresar aKabul era como tropezarse conunviejoamigo olvidado y ver que la vida no le había tratado bien, que se habíaconvertidoenunvagabundo,enunindigente.

—MipadreconstruyóunorfanatoenShar-e-kohna, la antiguaciudad, alsurdeaquí—dije.

—Lorecuerdo—replicóFarid—.Lodestruyeronhaceunosaños.

—¿Podemosparar?Quierodarunpaseorápidoporaquí.

Farid detuvo el vehículo en una pequeña calle secundaria junto a unedificiosemiderruidoquenoteníapuerta.

—Estoeraunafarmacia—murmuróFaridcuandosalimosdeltodoterreno.

RegresamoscaminandoaJadehMaywandygiramoshacialaderecha,endirecciónoeste.

—¿Aquéhuele?—inquirí.Algohacíaquemellorasenlosojos.

—A diesel —respondió Farid—. Los generadores de la ciudad fallancontinuamente, por lo que la electricidad no es de fiar. La gente utiliza eldieselcomoformadeenergía.

—Diesel.¿Recuerdasaloqueolíaestacalleenlosviejostiempos?

Faridsonrió.

—Akabob.

—Akabobdecordero.

—Cordero—dijoFarid,saboreandolapalabra—.LosúnicosenKabulquehoy en día comen cordero son los talibanes. —Me tiró de la manga—.Hablandodeellos...—Seacercabaunvehículo—.Lapatrulladelosbarbudos—murmuróFarid.

Eralaprimeravezqueyoveíaauntalibán.Loshabíavistoentelevisión,en Internet, en las portadas de las revistas y en los periódicos. Pero en esemomento me encontraba a cinco metros de ellos, diciéndome que aquelrepentinosaborquenotabaen labocanoeraeldelpuromiedo,diciéndome

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que,depronto,micarnenosehabíaencogidohastatocarloshuesosyqueelcorazónnolatíaacelerado.Allíestaban.Entodosuesplendor.

La camioneta Toyota descapotable de color rojo pasó lentamente pornuestro lado. Detrás iban un puñado de hombres jóvenes con caras seriassentados en cuclillas y con los Kalashnikov colgados del hombro. Todosllevabanbarbayturbantesnegros.Unodeellos,unjovendepieloscuraquetendría unos veinte años, de cejas anchas y pobladas, azotaba rítmicamenteconunlátigoellateraldelacamioneta.Sumiradaperdidafueadescansarenmí.

Me miró fijamente. Nunca me había sentido tan desnudo. El talibánescupiósalivadecolortabacoyapartólavista.Sentíquerespirabadenuevo.LacamionetasealejóporJadehMaywandlevantandoasupasounanubedepolvo.

—¡Quéteocurre!—medijoentredientesFarid.

—¿Qué?

—¡Noteatrevasniamirarlos!¿Mehasentendido?¡Jamás!

—Noqueríahacerlo—dije.

—Tuamigotienerazón,agha—dijoalguien—.Espreferiblegolpearconunpaloaunperrorabioso.

Lavozpertenecíaaunancianomendigoqueestabasentadodescalzoenlasescaleras de un edificio acribillado por las balas. Iba vestido con un raídochapanreducidoaharaposdeshilachadosyunturbantemugriento.Elpárpadoizquierdocubríaunhuecovacío.Conunamanoartrítica señaló ladirecciónpordondehabíadesaparecidolacamionetaroja.

—Dan vueltas y observan. Esperan a que alguien los provoque. Tarde otemprano, siempre cae alguien. Entonces los perros se dan el festín y elaburrimiento de la jornada queda por fin roto y alguien grita « Allah-u-Akbar!»Losdíasenquenadie losofende,bueno..., siempre sepuedeelegirunavíctimaalazar...

—Manténlamiradafijaenlospiescuandolos talibanesrondencerca—meordenóFarid.

—Tu amigo te ofrece buenos consejos —repuso el viejo mendigo,entrometiéndose de nuevo. Tosió secamente y escupió en un pañueloandrajoso—.Perdonadme,pero¿podríaisprescindirdeunospocosafganis?—añadió.

—Bas.Vámonos—dijoFaridtirándomedelbrazo.

Le di al viejo cienmil afganis, el equivalente a tres dólares. Cuando se

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inclinóparacogereldinero,suhedor,unamezcladelecheagriaypiesquenohansido lavadosen semanas, inundóminarizymeprovocóunaarcada.Seguardórápidamenteeldineroenelcinturón.Suúnicoojovigilabaaunladoyaotro.

—Milgraciasportubenevolencia,aghaSahib.

—¿SabesdóndeestáelorfanatodeKarteh-Seh?—lepregunté.

—Noesdifícildeencontrar,estáaloestedeDarulamanBoulevard—dijo—.

Cuandolosmisilesacabaronconelviejoorfanato,trasladaronalosniñosqueestabanallíaKarteh-Seh,queescomosacaraalguiendelajauladelleónymeterloenladeltigre.

—Gracias,agha—repliqué,ymevolvídispuestoamarcharme.

—Eralaprimeravez,¿no?

—¿Perdón?

—La primera vez que veías a un talibán. —No dije nada. El ancianoasintió con la cabeza y sonrió. Reveló entonces los pocos dientes que lequedaban, todos amarillos y torcidos—.Recuerdo la primera vez que los vientrarenKabul.¡Fueundíadealegría!—exclamó—.¡Elfinaldelamatanza!Wah, wah! Pero, como dice el poeta: «¡Despreocupado estaba el amor yentoncesllegaronlosproblemas!»

Semedibujóunasonrisaenlacara.

—Conozcoeseghazal.EsdeHafez.

—Sí,asíes.Dehecho,tengobuenosmotivosparaconocerlo—respondióelviejo—.Loenseñabaenlauniversidad.

—¿Ah,sí?

Elviejosellevólasmanosalpechoytosió.

—Desdemilnovecientoscincuentayochohastamilnovecientosnoventayseis.EstudiábamosaHafez,Khayyam,Rumi,Beydel,Jami,Saadi...Enunaocasión, fui invitado a dar una conferencia en Teherán, eso fue en milnovecientossetentayuno.HablédelmísticoBeydel.Recuerdoqueelpúblicosepusoenpieyaplaudió.¡Ja!—Sacudiólacabeza—.Pero¿hasvistoaesosjóvenesdelacamioneta?¿Quévalorescreesquevenellosenelsufismo?

—Mimadredabaclasesenlauniversidad—leconté.

—¿Cómosellamaba?

—SofiaAkrami.

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Su ojo consiguió brillar a través del velo que le habían causado lascataratas.

—«Las malas hierbas del desierto siguen con vida, pero la flor deprimaverafloreceysemarchita.»Quégracia,quédignidad,quétragedia.

—¿Conocíasamimadre?—lepreguntéalviejo,arrodillándomeanteél.

—Nomuybien,perosí, laconocía.Nossentamosacharlarvariasveces.La última de ellas fue un día lluvioso justo antes de los exámenes finales.Compartimos una maravillosa porción de pastel de almendras. Pastel dealmendrascontécalienteymiel.Poraquelentoncessuembarazoestabamuyadelantado.Estabapreciosa.Nuncaolvidaréloquemedijoaqueldía.

—¿Qué?Dímelo,porfavor.

Babasiempremehabíadescritoamimadreagrandesrasgos,como«unagranmujer».Peroyosiempremehabíasentidosedientodedetalles:cómolebrillabaelcabelloa la luzdelsol,susabordeheladofavorito, lascancionesque legustaba tararear, si semordía lasuñas...Babase llevóa la tumba losrecuerdos que tenía de ella. Tal vez temiera que con sólo pronunciar sunombreleentraransentimientosdeculpaporloquehabíahechopocotiempodespuésdesumuerte.Otalvezsupérdidahabíasidotangrande,sudolortanprofundo,quenopodíasoportarhablardeella.Talvezambascosas.

—Dijo: «Tengo mucho miedo.» Y yo le pregunté: «¿Por qué?», y ellarespondió:«Porquesoyprofundamente feliz,doctorRasul.Una felicidadasíasusta.»Lepreguntéporquéydijo:«Sólotepermitenserasídefelizcuandoestánpreparándosepara llevarsealgode ti»,yyo repliqué:«Calla.Bastadetonterías.»

Faridmecogiódelbrazo.

—Deberíamosirnos,Amiragha—dijoenvozbaja.Peroyoretiréelbrazo.

—¿Quémás?¿Quémástedijo?

Lasfaccionesdelviejosesuavizaron.

—Megustaríaacordarmedeelloporti.Peronopuedo.Tumadrefallecióhacemuchotiempoymimemoriaestátandestrozadacomoestosedificios.Losiento.

—Aunqueseaunpequeñodetalle,loquesea.

Elviejosonrió.

—Intentarérecordar,teloprometo.Vuelveybúscame.

—Gracias—dije—.Muchasgracias.

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Y lo decía de todo corazón.Ahora sabía que amimadre le gustaban elpastel de almendra con miel y el té caliente, que en una ocasión utilizó lapalabra«profundamente»,quesu felicidad lacorroía.AcababadesabermáscosassobremimadregraciasaaquelviejodelacalledelasquenuncasupeporpartedeBaba.

De vuelta al todoterreno, ni Farid ni yo comentamos nada de lo que lamayoríadelosafganoshabríanconsideradounacoincidenciaimprobable,quediera la casualidad de que un mendigo de la calle conociese a mi madre.Porque ambos sabíamos que enAfganistán, y particularmente enKabul, unabsurdo como aquél era de lo más corriente. Baba solía decir: «Coge dosafganosquenosehanvistoensuvida,déjalosenunahabitacióndiezminutosyacabarándescubriendosuparentesco.»

Abandonamosalviejoenlasescalerasdeaqueledificio.Decidítomarenserio su ofrecimiento, regresar al lugar y comprobar si había desenterradoalgunahistoriamásrelacionadaconmimadre.Peronuncavolvíaverlo.

Encontramos el orfanatonuevo en la zonanortedeKarteh-Seh, a orillasdel ríoKabul,queestabaseco.Se tratabadeunedificiobajo, tipobarracón,con las paredes llenas de rastros de metralla y las ventanas sujetas conplanchas demadera. Faridme había contado por el camino queKarteh-Sehhabía sidounode losvecindariosmás castigadospor laguerra, y en cuantosalimos del todoterreno las pruebas de lo que me había contado resultaronabrumadoras. Las calles, plagadas de baches, estaban flanqueadas por casasabandonadas y edificios bombardeados casi en ruinas. Pasamos junto alesqueleto oxidado de un coche volcado, un televisor sin pantalla medioenterrado entre los escombros y unmuro donde habían escrito las palabras«ZendabadTaliban!»,«¡Largavidaalostalibanes!»,conspraynegro.

Nosabriólapuertaunhombrebajito,delgadoycalvoconbarbacanosaylanuda.Llevaba una chaqueta de tweedmuy vieja, un casquete y un par degafas con un cristal astillado que descansaban sobre la punta de su nariz.DetrásdelasgafashabíaunosojosdiminutosparecidosaguisantesnegrosquevolabandemíaFarid.

—Salaamalaykum—dijo.

—Salaam alaykum —dije yo, y le mostré la fotografía—. Estamosbuscandoaesteniño.

Echóunvistazosuperficialalafotografía.

—Losiento.Nuncalohevisto.

—Apenashasmiradolafoto,amigo—tercióFarid—.¿Porquénolamirasconmásatención?

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—Loftan...—añadí—.Porfavor.

Elhombredelapuertacogiólafotografía,laexaminóyladevolvió.

—Nay,losiento.Conozcoatodoslosniñosdeestainstituciónyésenomesuena.Ahora,simelopermitís,tengotrabajo.

Cerrólapuertayechólallave,peroyolaaporreéconlosnudillos.

—Agha! Agha, por favor, abra la puerta. No queremos hacerle ningúndañoalniño.

—Yaoslohedicho.Noestáaquí.—Suvozsalíadelotroladodelapuerta—.Ahora,porfavor,idos.

Faridseacercóalapuertayapoyóenellalafrente.

—Amigo,noestamosconlostalibanes—dijoenvozbajayconcautela—.Elhombrequemeacompañaquierellevarseaeseniñoaunlugarseguro.

—VengodePeshawar—leexpliqué—.Unbuenamigomíoconoceaunaparejadeamericanosquedirigenallíunacasadebeneficenciaparaniños.—Notaba la presencia del hombre al otro lado de la puerta. Lo sentía allí,escuchando,dudando,atrapadoentre la sospechay laesperanza—.Mire,yoconocíaalpadredeSohrab—añadí—.Se llamabaHassan.ElnombredesumadreeraFarzana.LlamabaSasaasuabuela.Sabeleeryescribir.Yesbuenoconeltirachinas.Laesperanzaexisteparaeseniño,agha,unasalida.Abralapuerta,porfavor.—Desdeelotrolado,sólosilencio—.Soymediotíosuyo—concluí.

Pasóunmomento.Luegoseescuchóelsonidodeunallaveenlacerradurayreaparecióenlarendijadelapuertalacarafinadelhombre.Memiróamí,despuésaFaridyotravezamí.

—Tehasequivocadoenunacosa.

—¿Enqué?

—Coneltirachinasesmagnífico.

Sonreí.

—Es inseparable de ese artilugio. Lo lleva en la cintura del pantalónadondequieraquevaya.

•••

El hombre que nos dejó pasar se presentó como Zaman, director delorfanato.

—Seguidmeamidespacho—nosordenó.

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Lo seguimos a través de pasillos oscuros y mugrientos por los quepaseaban sin prisa niños descalzos vestidos con jerséis raídos. Cruzamoshabitaciones que tenían las ventanas tapadas con plásticos y el suelosimplementerecubiertodealfombrasdeshilachadas.Esassalasestabanllenasdeesqueléticasestructurasmetálicasqueservíandecama,lamayoríadeellassincolchón.

—¿Cuántoshuérfanosvivenaquí?—preguntóFarid.

—Más de los que podemos albergar. Cerca de doscientos cincuenta —respondió Zaman mirando por encima del hombro—. Pero no todossonyateem.Lamayoríahanperdidoasuspadresenlaguerraysusmadresnopuedenalimentarlosporquelostalibanesnolespermitentrabajar.Poresonostraenaquíasushijos.—Hizocon lamanoungestodramáticoyañadiócontristeza—:Estelugaresmejorquelacalle,aunquenotanto.Esteedificionofueconcebidoparaalbergaragenteenél...Eraelalmacéndeunfabricantedealfombras.Así que no hay calentador de agua y han dejado que el pozo seseque.—Bajóelvolumendelavoz—.Hepedidoalostalibanes,másvecesdelas que soy capaz de recordar, dinero para excavar un nuevo pozo, pero selimitanaseguirjugandoconsurosarioyadecirmequenohaydinero.Nohaydinero.—Riocondisimulo—.Contodalaheroínaquetienenydicenquenopuedenpagarunpozo.

Señalóunahileradecamassituadajuntoalapared.

—No tenemos camas suficientes, ni colchones. Y lo que es peor, nodisponemosdemantassuficientes.—Nosmostróaunaniñaquesaltabaa lacuerda con otras dos—. ¿Veis a esa niña? El invierno pasado los niñostuvieron que compartir mantas, y su hermano murió de frío. —Siguiócaminando—. La última vez que lo comprobé, nos quedaba en el almacénarrozparamenosdeunmes,ycuandosetermine,losniñostendránquecomerpanytéeneldesayunoyenlacena.—Medicuentadequenohizoningunamención a la comida delmediodía. Se detuvo y se volvió haciamí—.Nostienenabandonados,casinohaycomida,niropa,niagualimpia.Loquehaydesobrasonniñosquehanperdidosuinfancia.Ylotrágicoesqueéstossonlosafortunados.Estamosmuyporencimadenuestracapacidad;todoslosdíastengoquedecirquenoamadresquemetraenasushijos—Seacercóunpasohacia mí—. ¿Dices que hay esperanza para Sohrab? Rezo para que no memientas,agha.Pero...talvezseademasiadotarde.

—¿Aquéterefieres?

Zamanapartólavista.

—Seguidme.

Lo que pasaba por despacho del director consistía en cuatro paredes

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desnudas y agrietadas, una esterilla en el suelo, una mesa y dos sillasplegables.CuandoZamanyyotomamosasiento,viunaratagrisqueasomabalacabezaporunamadrigueraexcavadaenlaparedyatravesabacorriendolaestancia.Meencogícuandomeolió loszapatos,y luegolosdeZaman,paraacabarescurriéndoseporlapuertaabierta.

—¿Aquétereferíascondemasiadotarde?—lepregunté.

—¿Queréisunpocodechai?Puedoprepararlo.

—Nay,gracias.Preferiríaquehablásemos.

Zamanserecostóensusillaycruzólosbrazossobreelpecho.

—Lo que tengo que contarte no es agradable. Sinmencionar que puederesultarmuypeligroso.

—¿Paraquién?

—Para ti. Paramí. Y, naturalmente, para Sohrab si no es ya demasiadotarde.

—Necesitosaberlo—afirmé.

Zamanmoviólacabeza.

—Como quieras. Pero primero quiero hacerte una pregunta: ¿hasta quépuntodeseasencontraratusobrino?

Penséenlaspeleascallejerasenlasquenoshabíamosmetidodepequeños,enlasvecesenqueHassansalíaenmidefensa,doscontrauno,aveces trescontra uno. Yo retrocedía y me quedaba observando; sentía tentaciones deentrar en la pelea, pero siempre me detenía antes de hacerlo, siempre meconteníaporalgunarazón.

Miréhaciaelpasilloyviaungrupodeniñosquebailabanencírculo.Unaniña pequeña, con la pierna izquierda amputada por debajo de la rodilla,permanecíasentadaenuncolchóninfestadoderatasyobservaba,sonriendoyaplaudiendojuntoconlosdemásniños.ViqueFaridmirabatambién,consumano igualmente amputada colgando a un lado.Me acordé de los hijos deWahidy... entoncescomprendíunacosa:quenoabandonaríaAfganistán sinencontraraSohrab.

—Dimedóndeestá—leexigí.

LamiradadeZamancayósobremí.Entoncesasintióconlacabeza,cogióunlápizylovolteóentrelosdedos.

—Manténminombrealmargendetodoesto.

—Loprometo.

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Diogolpecitosalamesaconellápiz.

—Apesardetupromesa,creoquelolamentaré,peroquizáestébienasí.Yoyaestoymalditodetodasformas.PerosipuedeshaceralgoporSohrab...Telodiréporquecreoenti.Tieneslamiradadeunhombredesesperado.—Permanecióunbuenratoensilencio—.Hayunoficial talibán—murmuró—quenosvisitacadamesocadados.Traedinero,nomucho,peroesmejorquenada. —Su mirada nerviosa cayó sobre mí y luego me rehuyó—.Normalmentesellevaaunaniña.Peronosiempre.

—¿Y tú lo permites? —intervino Farid a mi espalda. Estaba dando lavueltaalamesa,acercándoseaZaman.

—¿Quéotraalternativatengo?—respondióésteapartándosedelamesa.

—Eres el director—dijoFarid—.Tu trabajo consiste en cuidar de estosniños.

—Nopuedohacernadaparadetenerlo.

—¡Estásvendiendoniños!—rugióFarid.

—¡Farid,siéntate!¡Suéltalo!—exclamé.

Peroerademasiadotarde.PorqueFaridsaltóencimadelamesaderepente.La silla de Zaman salió volando en cuanto Farid cayó sobre él y lo tiró alsuelo.EldirectorserevolvíadebajodeFaridyproferíagritossofocados.Conlaspiernasempezóapatalearsobreuncajónabiertodelamesaycayeronenelsuelohojasdepapel.

DilavueltaalamesacorriendoycomprendíporquélosgritosdeZamansonabandeaquellamanera:Faridestabaestrangulándolo.AgarréaFaridporlos hombros con ambas manos y tiré con fuerza, pero me apartó de unempujón.

—¡Ya es suficiente!—vociferé. Pero Farid tenía la cara encendida, loslabiosapretados,gruñía.

—¡Voy a matarlo! ¡No puedes detenerme! ¡Voy a matarlo!—decía condesprecio.

—¡Apártatedeél!

—¡Voyamatarlo!—Algoeneltonodesuvozmedecíaquesiyonohacíaalgorápidamenteestabaapuntodepresenciarporvezprimeraunasesinato.

—Los niños están mirando, Farid. Están mirando —dije. Noté losmúsculosdesuespaldatensosbajolapresióndemimano,yporuninstantepenséquenodejaríadeapretarelcuellodeZaman.Entoncessevolvióyvioalosniños.Estabanensilenciojuntoalapuerta,cogidosdelasmanos;algunos

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lloraban.NotéciertarelajaciónenlosmúsculosdeFarid.Soltólasmanosysepusoenpie.MiróaZamanyleescupióenlacara.Sedirigióhacialapuertaylacerró.

Zamanseenderezó,selimpióloslabiosensangrentadosconlamangaysesecó la salivaque teníaen lamejilla.Tosiendoy jadeando, seencasquetóelgorro, se puso las gafas, vio que tenía los dos cristales rotos y se las quitó.Hundiólacaraentrelasmanos.Nadiedijonadadurantemuchorato.

—SellevóaSohrabhaceunmes—murmurófinalmenteZaman,sinretirartodavíalasmanosdelacara.

—¿Ytúteconsiderasdirector?—dijoFarid.

Zamanbajólasmanos.

—Llevanseismesessinpagarme.Estoysinnadaporquehegastadotodoslosahorrosdemividaenesteorfanato.HevendidotodoloqueteníaytodoloqueheredéparasacaradelanteestelugardejadodelamanodeDios.¿CreesquenotengofamiliaenPakistányenIrán?Podríahaberhuidocomotodoelmundo. Pero no lo hice.Me quedé.Me quedé por ellos.—Señaló hacia lapuerta—.Si leniegounniño, se llevadiez.Demodoque lepermitoqueselleve uno y que Alá nos juzgue. Me trago mi orgullo y me quedo con sumalditoyasqueroso...dinerosucio.Luegovoyalbazarycomprocomidaparalosniños.

Faridbajólavista.

—¿Quélessucedealosniñosqueselleva?—lepregunté.

Zamansefrotólosojoscondosdedos.

—Avecesregresan.

—¿Quiénesél?¿Cómopodemosencontrarlo?—inquirí.

—IdmañanaalestadioGhazi.Loveréisduranteelintermedio.Eselúnicoque lleva gafas de sol negras.—Cogió sus gafas rotas y las giró—.Ahoraquieroqueosmarchéis.Losniñosestánasustados.

Nosacompañóhastalasalida.

Cuando arrancamos el todoterreno, vi a Zaman por el retrovisor, de piejuntoalumbraldelapuerta.Lorodeabaungrupodeniñosqueseagarrabanaldobladillodesucamisola.Viquesehabíapuestolasgafasrotas.

21

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Cruzamos el río y nos dirigimos hacia el norte a través de la transitadaplazadePastunistán.Babasolía llevarmeallí al restauranteKhyberacomerkabob. El edificio seguía en pie, pero las puertas estaban cerradas concandado,lasventanasdestrozadasyenelcartelfaltabanlasletras«K»y«R».

Había un cadáver delante del restaurante. Lo habían ahorcado. Era unhombrejoven.Estabacolgadodelextremodeunaviga,teníalacarahinchadayazulylasprendasquehabíavestidoelúltimodíadesuvidaestabanhechasjironesyensangrentadas.Parecíaquenadieadvertíasupresencia.

AtravesamoslaplazasincruzarpalabraynosencaminamoshaciaelbarriodeWazir Akbar Kan. Por dondequiera que mirase veía una nube de polvocubriendolaciudad.VariasmanzanasalnortedelaplazadePastunistán,Faridseñalóadoshombresquecharlabananimadamenteenunaconcurridaesquina.Unodeelloscojeabadeunapierna.Laotraestabaamputadapordebajodelarodilla.Enlasmanossujetabaunapiernaortopédica.

—¿Sabesquéestánhaciendo?Regatearelpreciodelapierna.

—¿Estávendiéndolesupierna?

Faridhizoungestoafirmativoconlacabeza.

—En el mercado negro puede obtenerse un buen dinero por ella. Elsuficienteparaalimentaraloshijosdurantedossemanas.

•••

MesorprendióquelamayoríadelascasasdelbarriodeWazirAkbarKansiguieranconservandolostejadosylasparedesenpie.Dehecho,estabanenbastantebuenestado.PorencimadelosmurosseguíanasomandoárbolesylascallesnoestabannimuchomenostanllenasdecascotescomolasdeKarteh-Seh.Señalesdetráficomedioborradas,algunastorcidasyacribilladasporlasbalas,seguíanindicandolasdirecciones.

—Estonoestátanmal—comenté.

—Noesdesorprender.Lagenteimportanteviveahoraaquí.

—¿Lostalibanes?

—Tambiénellos—dijoFarid.

—¿Quiénmás?

Entramosenunacalleanchaconlasacerasbastantelimpiasyflanqueadaaambosladosporcasasrodeadasdemuros.

—Los que están detrás de los talibanes. Los auténticos cerebros de estegobierno, si quieres llamarlo así: árabes, chechenos, pakistaníes —añadióFarid, que luego señaló hacia el noroeste—. En esa dirección está la calle

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Quince.SellamaSa-rak-e-Mehmana.CalledelosInvitados.Asíescomolosllaman, invitados. Creo que algún día estos invitados se les mearán en laalfombra.

—¡Creoqueya lo tengo! ¡Allí!—exclamé, indicando el puntoque solíaservirmedereferenciacuandoerapequeño.

«Sialgúndíatepierdes—medecíaBaba—recuerdaquenuestracalleeslaquetieneunacasadecolorrosaalfinal.»Enlosviejostiempos,lacasadecolor rosa con tejado inclinado era la única casa de ese color en todo elvecindario.Yseguíasiéndolo.

Faridentróporesacalle.EnseguidavilacasadeBaba.

Encontramos la tortuguita entre los escaramujos del jardín. No sabemoscómohallegadohastaaquí,peronosentusiasmalaideadecuidardeella.Lepintamoselcaparazóndecolor rojo, ideadeHassan,una ideaestupenda:deesamanera, nunca la perderemos entre losmatorrales.Nos imaginamosquesomos un par de exploradores intrépidos que han descubierto un monstruogiganteprehistóricoenalgunaselvalejanaylohansacadoalaluzparaqueelmundo lo vea. La colocamos en el carro demadera queAlí le construyó aHassanelinviernopasadoparasucumpleañosynosimaginamosqueesunajauladeacerogigantesca.¡Contemplenestamonstruosidadquedespidefuegopor la boca! Desfilamos por la hierba tirando del carro, rodeamos losmanzanosyloscerezos,queseconviertenenrascacielosquesealzanhacialasnubes. Miles de cabezas se asoman por las ventanas para contemplar elespectáculo que se produce en la calle. Atravesamos el pequeño puentesemicircularqueBabahaconstruidocercadeungrupodehigueras:elpuentese convierte en un gran puente colgante que une ciudades; y el pequeñoestanquequehaydebajodeélsetransformaenunmarencrespado.Sobrelosrobustospilotesdelpuenteestallanfuegosartificialesysoldadosarmadosqueparecen cables de acero extendidos hacia el cielo nos saludan desde amboslados.Latortuguitadavueltascomounapelotaenlacarretilla,laarrastramosporelpuentesemicirculardeladrillorojoyseguimoscaminohastalasverjasde hierro forjado, devolviendo los saludos de los líderes mundiales, que seponen enpie y aplauden.SomosHassanyAmir, aventureros famososy losmayoresexploradoresdelmundo,yestamosapuntoderecibirunamedalladehonorpornuestravalientehazaña...

Con mucha cautela, avancé por el camino. Entre los ladrillos delpavimento,descoloridosporelsol,crecíanmatasdemalashierbas.Medetuvejuntoalasverjasdelaentradasintiéndomecomounextraño.Empujéconlasmanos los barrotes oxidados y recordé las miles de veces que de pequeñohabía cruzado esas mismas verjas corriendo por cuestiones que no teníanahora la menor importancia y que tan trascendentales se me antojaban

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entonces.Entré.

Elcaminoqueibadesdelasverjashastaeljardín,dondeHassanyyonoscaímosmultituddeveceselveranoenqueaprendimosamontarenbicicleta,no parecía ni tan ancho ni tan largo como lo recordaba. El asfalto estabaresquebrajado y entre las grietas asomaban más matojos de malas hierbas.Habían talado prácticamente todos los álamos a los que Hassan y yotrepábamos para deslumbrar con espejos a los vecinos. Los que todavíaquedabanenpienoteníanhojas.Lapareddelmaízenfermoseguíaaúnenpie,aunquejuntoaellanohabíamaíz,nisanonienfermo.Lapinturaempezabaadesconcharse y había zonas donde había desaparecido del todo. El céspedhabía adquirido el mismo tono gris marronáceo que la nube de polvo queflotabasobrelaciudad.Portodaspartesestabasalpicadodezonaspeladasdetierradondenocrecíanada.

En el caminohabía un Jeep aparcado, lo que aumentaba la sensacióndeextrañeza:eraelMustangnegrodeBabaelquedebíaestarallí.Duranteaños,los ocho cilindros del Mustang cobraron vida allí todas las mañanas,despertándomedelsueño.ViquedebajodelJeephabíaunamanchadeaceiteque había ensuciado el camino como si de una enorme imagen del test deRorschachsetratara.MásalládelJeepseveíaunacarretillavacía.NohabíanirastrodelosrosalesqueBabayyoplantamosenelladoizquierdodelcamino,sólotierra,quecubríatambiénpartedelasfalto.Ymalashierbas.

Faridtocólabocinadosveces.

—Deberíamosirnos,agha.Llamaremoslaatención—medijo.

—Damesólounminutomás—repliqué.

Inclusolacasaestabalejosdeserlaenormemansióndecolorblancoquerecordabademiinfancia.Parecíamáspequeña.Eltejadoestabahundidoyelenlucido descascarillado. Las ventanas del salón, el vestíbulo y el baño deinvitados estaban rotas, tapadas de cualquier manera con plásticostransparentesotablasdemaderaclaveteadasenlosmarcos.Lapintura,deunblanco deslumbrante en su día, había quedado reducida a un grisfantasmagóricoyenciertaszonashabíadesaparecidoporcompleto,dejandoaldescubierto los ladrillos, dispuestos en hileras. Las escaleras de la entradaestabandesmoronadas.ComotantascosasenKabul,lacasademipadreeralaimagendelesplendorcaído.

Encontrélaventanademidormitorio:segundopiso,terceraventanahaciaelsurdelaescalinataprincipal.Mepusedepuntillas,perodetrásdelaventanano vi otra cosa que sombras. Veinticinco años antes, yo estaba detrás deaquellamismaventana.Unalluviatorrencialmojabaloscristalesymialientolosempañaba.DesdeallíhabíavistoaHassanyaAlícargarsuspertenencias

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enelmaleterodelcochedemipadre.

—Amiragha—medijodenuevoFarid.

—Yavoy—respondíyo.

Era una locura, pero deseaba entrar. Quería subir los peldaños de laescalinatadelaentrada,dondeAlínosobligabaaHassanyamíadespojarnosdelasbotasdenieve.Queríaentrarenelvestíbulo,olerlapieldenaranjaqueAlíechabaenlaestufaparaquesequemaraconserrín.Sentarmeenlamesadelacocina,tomareltéconunarebanadadenaan,escucharaHassanentonarantiguascancioneshazaras...

Otrobocinazo.VolvíalLandCruiser,queestabaaparcadojuntoalaacera.Farid,sentadoalvolante,fumabauncigarrillo.

—Tengoqueverunacosamás—ledije.

—¿Puedesdarteprisa?

—Damediezminutos.

—Veentonces.—Perocuandomedilavueltaparamarcharme,añadió—:Esmejorqueolvides.Facilitalascosas.—Arrojóelcigarroporlaventanilla—. ¿Qué es lo que quieres ver? Permíteme que te ahorre unos cuantosproblemas:nadadeloquerecuerdashasobrevivido.Esmejorolvidar.

—Noquieroolvidarmás—dije—.Damediezminutos.

•••

Hassanyyoapenasderramábamosunagotadesudorcuandosubíamosalacolinaquehabíaalnortede lacasadeBaba.Trepábamoscorriendohasta lacima persiguiéndonos el uno al otro, o nos sentábamos en la ladera, desdedonde se veía a lo lejos el aeropuerto. Observábamos cómo los avionesdespegabanyaterrizaban.Yvolvíamosacorrer.

Peroestavez,cuandolleguéalacimadelaescarpadacolina,meparecíaestar inhalando fuego cada vez que respiraba.Me caía el sudor por la cara.Estuveunratorespirandocondificultad,sintiendounapunzadaenelcostado.Luego busqué el cementerio abandonado. No tardé mucho en encontrarlo.Seguíaallí,lomismoqueelviejogranado.

Me apoyé en el marco de piedra gris de la puerta que daba acceso alcementerio donde Hassan había enterrado a su madre. Las viejas verjasmetálicasqueestabanmedio fuerade lasbisagrashabíandesaparecidoy laslápidasapenaseranvisiblesentrelatupidamalezaquesehabíaapoderadodellugar.Enelmuretedeenfrentehabíaunpardecruces.

Hassan decía en la carta que el granado llevaba años sin dar frutos. A

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juzgarpor su aspectomarchito,parecíapocoprobablequevolviese adarlosalgúndía.Mecoloquédebajo, recordando lasvecesquehabíamos trepadoaél,montadoahorcajadasensusramas,conlaspiernascolgando,laluzdelsolbrillando entre las hojas y dibujándonos en la cara un mosaico de luz ysombra.Notéenlabocaelsabordelagranada.

Me agaché y acaricié el tronco con las manos. Encontré lo que estababuscando.Lainscripciónestababorrosa,casihabíadesaparecido,peroseguíaallí:«AmiryHassan,sultanesdeKabul.»Recorríconlosdedoseldibujodelasletras,apartandopequeñostrozosdecortezadelasdiminutasgrietas.

Mesentéconlaspiernascruzadasalospiesdelárbolymiréhaciaelsur,hacia la ciudaddemi infancia.En aquellos días, detrás de losmurosde lascasasasomabanlascopasdelosárboles.Elcieloeraextensoyazulylaropacolgada en los tendederosbrillaba a la luzdel sol.Aguzando el oído, podíainclusoescucharlosgritosdelvendedordefrutaquepasabaporWazirAkbarKanconsuburro:«¡Cerezas!¡Albaricoques!¡Uvas!»Alanochecer,desdelamezquitadeShar-e-Nau,seoíaelazan,lallamadadelmuecínalaoración.

EscuchéunabocinayviaFarid,quemehacíaseñalescon lamano.Erahorademarcharse.

Volvimosadirigirnoshaciaelsur,devueltaalaplazadePastunistán.Noscruzamos con varias camionetas rojas cargadas de jóvenes barbudos yarmados. Cada vez que nos cruzábamos con ellos, Farid maldecía entredientes.

Alquilé una habitación en un pequeño hotel cercano a la plaza dePastunistán.Tresniñasconvestidosnegros idénticosy tocadasconpañuelosblancosseabrazabanalhombrecillodelgadoycongafasqueestabadetrásdelmostrador.Mecobrósetentaycincodólares,unpreciodesmedidoteniendoencuenta el deteriorado aspecto del lugar, pero no me importó. Una cosa eraabusarenelprecioparacomprarseunacasadeplayaenHawai,yotramuydistintahacerloparadardecomeratushijos.

Nohabíaaguacaliente,yelinodoro,queestabarajado,nofuncionaba.Lahabitaciónconstabaúnicamentedeunacamaindividualdeestructurametálicaconuncolchónviejo,unamantaraídayunasillademaderaquehabíaenunrincón.Laventanaquedabaalaplazaestabarotaynadielahabíacambiado.Cuandodejélamaleta,viunamanchadesangresecadetrásdelacama.

Le di dinero a Farid y salió a comprar comida. Regresó con cuatrobrochetas de kabob que todavía chisporroteaban, naan fresco y un tazón dearroz blanco.Nos sentamos en la cama y lo devoramos todo. Por fin habíaalgoquenohabíacambiadoenKabul:elkaboberatansuculentoydeliciosocomolorecordaba.

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AquellanocheyoocupélacamayFaridseacostóenelsuelo,enrolladoenunamantasuplementariaporlaqueelpropietariodelhotelmehizopagarunprecioadicional.Enlahabitaciónnohabíamásluzqueladelosrayosdelunaquesefiltrabanatravésdelaventanarota.Faridmedijoqueelpropietariolehabía explicado queKabul llevaba dos días sin corriente eléctrica y que sugenerador estaba pendiente de reparación. Estuvimos charlando un rato.MecontódetallessobresuinfanciaenMazariSharif,sobreJalalabad.MehablódecuandosupadreyélseunieronalayihadparalucharcontralosshorawienelvalledelPanjsher.Sequedaron sinvíveresy tuvieronque alimentarsedeinsectosparasobrevivir.Mecontócómofueeldíaenquemataronatirosasupadredesdeunhelicóptero,eldíaenqueunaminasellevóasusdoshijas.MepreguntóporAmérica.Yo ledijequeenAméricaentrabasenuna tiendadealimentaciónypodíaselegirentrequinceoveintetiposdistintosdecereales.Queelcorderoerasiemprefrescoylalechefría,quelafrutaeraabundanteyel agua limpia. Que todas las casas tenían un televisor, todos conmando adistancia,yquesiquerías,podíasinstalarteunaantenaparacaptarcanalesporsatélite.Quepodíasvercercadequinientoscanalesdistintos.

—¡Quinientos!—exclamóFarid.

—Quinientos.

Nosquedamosunratoensilencio.Cuandopensabaquesehabíadormidoya,Faridsoltóunarisita.

—Agha,¿sabesquéhizoelmullahNasruddincuandosuhijasequejódequesumaridolehabíapegado?

Apesardelaoscuridad,sabíaqueFaridestabasonriendo,yunasonrisaseperfilótambiénenmipropiacara.Nohabíaniunafganoenelmundoquenosupiesealgúnchistedelineptomullah.

—¿Qué?

—Puesquelepegótambién,y luegolaenviódevueltaasumaridoparaque ledijesequeélnoera tonto:que si aquelbastardo seguíapegandoa suhija,elmullah,acambio,pegaríaasumujer.

Meechéareír.Enparteporelchiste,yenpartealdarmecuentadequeelhumor afgano no cambiaba nunca. Las guerras continuaban, se habíainventadoInternet,unrobothabíacaminadopor lasuperficiedeMarte,yenAfganistánseguíamoscontandochistesdelmullahNasruddin.

—¿Sabesquélepasóalmullahunavezquesecargóalaespaldaunsacomuypesadoyluegosemontóensuburro?—lepregunté.

—No.

—Puesquealguienquepasabaporlacalleledijoqueporquénocargaba

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el sacodirectamenteenelburro.Yél respondióqueeso seríaunacrueldad,queélyapesababastanteparalapobrebestia.

SeguimosintercambiandotodosloschistesdelmullahNasruddinquenossabíamosynosquedamosnuevamenteensilencio.

—¿Amir agha? —dijo Farid, despertándome cuando casi me habíaquedadodormido.

—¿Sí?

—¿Porquéhasvenido?Merefieroaporquéhasvenidoenrealidad.

—Yatelohedicho.

—¿Porelniño?

—Porelniño.

Faridcambiódepostura.

—Meresultadifícildecreer.

—Avecestambiénamímeresultadifícilcreerqueestéaquí.

—Pero¿porquéeseniño?¿VienesdesdeAméricapor...unchiíta?

Aquelloacabóconmisrisas.Yconmisueño.

—Estoycansado—contesté—.Durmamosunpoco.

—Esperonohaberteofendido—murmuróFarid.

—Buenasnoches—dije,dándomelavuelta.

Muypronto,losronquidosdeFaridresonaronporlahabitaciónvacía.Yoseguí despierto, con lasmanos cruzadas sobre el pecho, lamirada fija en lanocheestrelladaqueseveíaatravésdelaventanarotaypensandoquequizáfueseciertoloquelagentedecíasobreAfganistán.Talvezfueraunlugarsinesperanza.

•••

Cuandoentramospor los túnelesdeacceso,elestadioGhaziestaba llenode un alborozado gentío. Miles de personas circulaban por las abarrotadasgradasdehormigón.Losniñosjugabanenlospasillosyseperseguíanarribayabajo de las escaleras. El aroma de los garbanzos con salsa picante semezclaba con el olor a excrementos y sudor. Farid y yo pasamos junto avendedoresambulantesquevendíantabaco,piñonesygalletas.

Unniñoescuálido,vestidoconunachaquetadelanajaspeada,meagarródelbrazoymedijoaloídosiqueríacomprar«fotografíassexys».

—Muysexys,agha—dijomirandoconojosatentosaunladoyaotro.

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Me recordaba a una muchacha que, hacía unos años, había intentadovendermecrackenelbarriodeTenderloin,enSanFrancisco.Elniñoabrióunlateral de su chaqueta y me ofreció una visión efímera de sus «fotografíassexys»: eran fotogramas de películas hindúes en los que se veía aprovocadorasactricesdemiradalánguida,completamentevestidas,enbrazosdesusgalanes.

—Muysexys—repitió.

—Nay,gracias—dijeabriéndomepaso.

—Silopillan,ledaránunapalizaquedespertaráasupadredelatumba—murmuróFarid.

No había localidad asignada, por supuesto. Nadie que nos indicaraeducadamentenuestrazona,fila,pasilloyasiento.Nuncalohabíahabido,nisiquieraenlosviejostiemposdelamonarquía.Encontramosunlugarbastantedecente para sentarnos, a la izquierda del centro del campo, aunque paraconseguirlofueronnecesariosunoscuantosempujonesycodazosporpartedeFarid.

Recordabaloverdesqueeranloscamposdejuegoenlossetenta,cuandomipadremellevabaaverpartidosdefútbol.Sinembargo,ésteestabahechoundesastre.Habíahoyosportodaspartes,aunquesobretododestacabandosenormesdetrásde laporteríasur.Ynohabíacésped,sólo tierra.Cuandolosjugadoresde losdosequipos saltaronal campo (todosconpantalón largo, apesardelcalor)yempezóelpartido,sehacíadifícilseguirelbalóndebidoalasnubesdepolvoquelevantabanlosjugadores.Talibanesjóvenes,látigoenmano,patrullabanporlospasillosyazotabanacualquieraqueelevaralavozmásdelodebido.

Irrumpieron en el estadio poco después de que el silbato anunciara eldescanso.Unpardecamionetasrojaspolvorientas,comolasquehabíavistodando vueltas por la ciudad, entraron a través de las verjas. Lamultitud sepusoenpie.Enelinteriordeunadeellashabíaunamujersentadavestidaconunburkadecolorverde,yenlaotra,unhombreconlosojosvendados.Lascamionetasdieronlavueltaalterrenodejuego,lentamente,comoparaquelamultitud congregada pudiera verlas bien.Consiguieron el efecto deseado: lagente estiraba el cuello, señalaba con el dedo y se ponía de puntillas.Amilado, la nuez de Farid se movía arriba y abajo mientras murmuraba unaoraciónparasusadentros.

Lascamionetasrojasentraronenelterrenodejuegoysedirigieronhaciaunextremolevantandodosnubesgemelasdepolvo;laluzdelsolsereflejabaen los embellecedores.Un pocomás tarde, una tercera camioneta se reuniócon las otras dos. En su interior había algo... Y de repente comprendí el

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objetivo de los dos enormes hoyos que había detrás de la portería.Descargaronlaterceracamionetayseoyóelmurmullodelaansiosamultitud.

—¿Quieresquedarte?—mepreguntómuyserioFarid.

—No—respondí.Jamáshabíaqueridoestartanlejosdeunlugarcomoenaquellosmomentos—.Perodebemosquedarnos.

DostalibanesconsendosKalashnikovalhombroayudaronalhombrequellevaba los ojos vendados a descender de la primera camioneta y otros doshicieronlopropioconlamujertapadaconelburka.Alamujerlefallaronlasrodillasy sederrumbóen el suelo.Los soldados laobligarona levantarseyellavolvióaderrumbarse.Cuandointentaronponerladenuevoenpie,empezóa gritar y a patalear. Nunca olvidaré aquel grito. Era el grito de un animalsalvaje intentando liberar supata atrapadaen la trampadeunoso.Llegarondos talibanesmásy la obligaron ameterse enunode aquellos agujerosquellegaban hasta la altura del pecho. Por su parte, el hombre de los ojosvendadospermitiósinmásquelointrodujeranenelotroagujero.Loúnicoquesobresalíadelniveldelsueloeranlostorsosdelosdoscondenados.

Unmullahmofletudodebarbablancaconvestimentasgrisessesituócercadelaporteríayseaclarólagargantajuntoalmicrófono.Detrásdeél,lamujerdel hoyo seguía gritando.Recitó una larga oración delCorán. Su voz nasalondulaba a través del silencio repentino de la multitud congregada en elestadio. Recordé algo que Babame había dicho hacía mucho tiempo: «Memeo en la barba de todos esosmonos santurrones.No hacen nada, exceptosobarsesusbarbasdepredicadoryrecitarunlibroescritoenunidiomaquenisiquiera comprenden.QueDios nos asista siAfganistán llega a caer en susmanosalgúndía.»

Finalizadalaoración,elhombreseaclaródenuevolagarganta.

—¡Hermanosyhermanas!—exclamó;hablabaenfarsiysuvozretumbabaen el estadio— Estamos hoy aquí reunidos para llevar a cabo lashari'a.Estamoshoyaquíreunidosparaimpartir justicia.Estamoshoyaquíreunidosporque lavoluntaddeAláy lapalabradelprofetaMahoma,que lapazestéconél,siguenvivasenAfganistán,nuestraamadatierra.EscuchamosloqueDios nos dice y lo obedecemos, porque ante la grandeza deDios no somosmásquehumildeseimpotentescriaturas.¿YquédiceDios?¡Oslopregunto!¿Qué diceDios?Dios dice que todo pecador debe ser castigado tal y comomerezca su pecado. No sonmis palabras, ni las palabras demis hermanos.¡SonlaspalabrasdeDios!—Señalóelcieloconsumanolibre.Yosentíaunmartilleoenlacabezayelcalorabrasadordelsol—.¡Todopecadordebesercastigado tal y comomerezca su pecado!—repitió el hombre almicrófono,bajando el tono de voz, pronunciando lentamente cada palabra, condramatismo—. ¿Y qué tipo de castigo, hermanos y hermanas, merece el

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adúltero? ¿Cómo castigaremos a aquellos que deshonren la santidad delmatrimonio? ¿Cómo trataremos a aquellos que escupan a la cara de Dios?¿CómoresponderemosaaquellosquearrojenpiedrasalasventanasdelacasadeDios?¡Arrojándolespiedras!

Entonces apagó el micrófono. Un murmullo se extendió entre lamuchedumbre.

Amilado,Faridsacudíalacabeza.

—Yseautodenominanmusulmanes—susurró.

Acontinuaciónsaltódelacamionetaunhombrealtoydeespaldasanchas.Variosespectadoreslanzaronvítoresalverloaparecer.Estaveznadierecibióun latigazo por gritar. Los resplandecientes ropajes blancos del hombrebrillabana la luzdel soldel atardecer.Labrisa le levantó la camisa cuandoabriólosbrazoscomoJesúsenlacruz.Saludóalamultituddescribiendouncírculocompleto.Cuandopudeverle lacara,observéquellevabaunasgafasdesolredondasyoscuras,comolasqueusabaJohnLennon.

—Ésedebedesernuestrohombre—dijoFarid.

Eltalibánaltocongafasdesolseencaminóhaciaelmontóndepiedrasquehabíandescargadodelaterceracamioneta.Cogióunapiedrayselamostróalamultitud.Elruidocesóparasersustituidoporunzumbidoquerecorriótodoelestadio.Miréamialrededoryviquelagentecomenzabaaimpacientarse.El talibán, que irónicamente parecía un lanzador de béisbol situado sobre elmontículo,lanzólapiedrahaciaelhombredelosojosvendados.Ledioenunlado de la cabeza. La mujer volvió a gritar. La multitud pronunció unsorprendido«¡Oh!».Yocerré losojosyme tapé lacaracon lasmanos.Los«¡Oh!» de los espectadores coincidían con cada lanzamiento de piedra, y laescenaseprolongóduranteunbuenrato.Cuandocallaron,lepreguntéaFaridsihabíafinalizado.Dijoqueno.Supusequealagenteledolíalagarganta.Nosécuántoratoestuvesentadoconlacaraentrelasmanos.Séqueabrídenuevolosojoscuandooíquelagentequeestabaamialrededorpreguntaba:«Mord?Mord?»«¿Estámuerto?»

El hombre del hoyo había quedado reducido a un amasijo de sangre ypedazosdetela.Teníalacabezadobladahaciadelante,conlabarbillatocandoelpecho.EltalibánconlasgafasdeJohnLennonjugueteabaconunapiedraen lasmanosmientrasobservaba aunhombreque estaba agachado junto alhoyo. Éste presionaba el extremo de un estetoscopio contra el pecho de lavíctima. Luego se retiró el estetoscopio de los oídos y sacudió la cabezanegativamenteendirecciónaltalibándelasgafasdesol.Lamultitudprotestó.

JohnLennonsedirigiódenuevohaciaelmontículo.

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Cuando todo hubo terminado, y después de que, sin ningún tipo deceremonia, cargaran en las dos camionetas los cadáveres ensangrentados,aparecieronvarioshombresconpalasy rellenaron rápidamente losagujeros.Unodeellosintentótaparlasgrandesmanchasdesangreremoviendolatierraconelpie.Unosminutosmástarde,losequipossalíandenuevoalterrenodejuego.Comenzabalasegundaparte.

La reunión quedó concertada para las tres de aquella misma tarde. Mesorprendió la inmediatez de la cita. Esperaba retrasos, como mínimo uninterrogatorio, tal vez la inspección de nuestros documentos. Pero Faridmerecordó lopocooficialesque incluso losasuntosoficiales seguíansiendoenAfganistán:loúnicoquetuvoquehacerfuedecirleaunodelostalibanesdellátigo que teníamos un asunto personal que tratar con el hombre de blanco.Faridyélintercambiaronunaspalabras.Eltipodellátigoasintióconlacabezaygritó algo enpastún a un jovenquehabía al ladodel terrenode juego, elcual,asuvez,corrióhacialaporteríasur,dondeeltalibándelasgafasdesolcontinuabacharlandoconelmullahrechonchoquehabíaofrecidoelsermón.Hablaron los tres y vi que el tipo de las gafas de sol miraba hacia arriba.Asintió con la cabeza y le dijo algo al oído al mensajero. Y el joven nostransmitióelmensaje.

Todoarregladoentonces.Alastresenpunto.

22

Farid condujo el LandCruiser por el camino de acceso a un caserón deWazir Akbar Kan. Aparcó a la sombra de unos sauces que asomaban porencimadelosmurosquerodeabanunapropiedadenlacalleQuince,Sarak-e-Mehmana. La calle de los Invitados. Apagó el motor y permanecimos unminutosentados,sinmovernos,escuchandoeltintineoqueproducíaelmotoralenfriarse,sindecirnada.Faridcambiódeposiciónyjugueteóconlasllavesque seguían colgando del contacto. Adiviné que estaba preparándose paradecirmealgo.

—Supongoquedeboaguardarteenelcoche—dijofinalmenteconuntonoquesonabacomoadisculpa.Nomemiró—.Ahoraesasuntotuyo.Yo...

Lediungolpecitoenelbrazo.

—Has hechomuchomás de lo que debías por lo que te he pagado.Noesperoquemeacompañes.

Aunquedeseabanohaber tenidoqueentrar solo.Apesarde todo loquehabíaaprendidodeBaba,deseabaqueenaquelmomentohubieseestadoami

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lado. Baba habría irrumpido por la puerta y exigido ver al responsable dellugar,ysehabríameadoenlasbarbasdecualquieraqueseinterpusieseensucamino.PerohacíatiempoqueBabahabíamuertoyseencontrabaenterradoen la zona afgana de un pequeño cementerio de Hayward. Hacía un mes,Soraya y yo habíamos depositado un ramo de margaritas y freesias en sutumba.Ahoraestabasolo.

Salídelcocheymeencaminéhacia lasenormespuertasdemaderade laentrada.Llaméaltimbre,peronooíningúnsonido(lacorrienteeléctricaaúnno se había restablecido) y tuveque llamar a la puerta con los nudillos.Uninstante después escuché voces lacónicas al otro lado y aparecieron unoshombresarmadosconKalashnikovs.

MirédereojoaFarid,queestabasentadoalvolantedelcoche,ygesticuléconlaboca,sinhablar:«Volveré»,aunquenoestabaenabsolutosegurodesiseríaasí.

Loshombresarmadosmecachearondepiesacabeza,mepalparonlasenel Cielo piernas,me tocaron las ingles. Uno de ellos dijo algo en pastún yambos rieron entre dientes. Cruzamos unas verjas. Los dos guardias meescoltaronatravésdeuncéspedbiencuidado;pasamosjuntoaunahileradegeraniosyarbustosplantadosjuntoaunapared.Enelextremodeljardínhabíaunantiguopozomanual.RecordéquelacasadeKakaHomayounenJalalabadtenía un pozode aguaparecido a ese...Las gemelas, Fazila yKarima, y yolanzábamosguijarrosensuinterioryescuchábamosel«plinc».

Subimos unos peldaños y entramos en un edificio grande y con escasomobiliario.Atravesamoselvestíbulo(enunadelasparedeshabíacolgadaunagranbanderaafgana),mecondujeronalaplantasuperiorymehicieronpasaraunahabitaciónenlaquehabíaunpardesofásgemelosdecolorverdementayungrantelevisorenunrincón.Deunadelasparedescolgabaunaalfombradeoración adornada con unaMeca ligeramente oblonga. El mayor de los doshombres utilizó el cañón de su arma para indicarme el sofá.Yome senté yellosabandonaronlahabitación.

Crucé las piernas. Las descrucé. Permanecí sentado con las manossudorosasapoyadasenlasrodillas.¿Pareceríaqueestabanerviososiadoptabaaquellaposición?Unílasmanos,perodecidíqueesaposeerapeor,asíquemelimitéacruzarlosbrazossobreelpecho.Notabaquelasangremepalpitabaenlassienes.Mesentíaamargamentesolo.Lospensamientosmedabanvueltasen la cabeza, pero no quería pensar en nada, porque la parte juiciosa demipersonasabíaquemehabíametidoenunaverdaderalocura.Meencontrabaamiles de kilómetros de distancia de mi esposa, sentado en una habitacióndondemesentíacomoenunacelda,esperandolallegadadeunhombrealquehabíavistoasesinaradospersonasaquelmismodía.Eraunalocura.Peoraún,

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era una irresponsabilidad. Existía una posibilidad muy real de que acabaraconvirtiendoaSorayaenbiwa,viuda,alostreintayseisañosdeedad.«Éstenoerestú,Amir—decíaunapartedemí—.Eresuncobarde.Asítehicieron.Yeso no es tanmalo, porque, al fin y al cabo, lo cierto es que nunca te hasengañado a ese respecto. Ser cobarde no tiene nada demalomientras vayaacompañadode laprudencia.Perocuandoelcobardedejade recordarquiénes...,queDiosloayude.»

Juntoal sofáhabíaunamesitadecentro.Tenía labaseen formadeXyunas bolas de acero del tamaño de una nuez adornaban el anillo donde secruzaban las patas metálicas. Yo había visto antes una mesa igual que ésa.¿Dónde?Yentoncesmeacordé: en la casade tédePeshawar, lanochequesalí a dar una vuelta. Sobre la mesa, un bol con racimos de uvas negras.Arranqué una y me la metí en la boca. Tenía que distraerme con algo,cualquiercosa,parasilenciarlavozdemicabeza.Lauvaeradulce.Comíotrasinsaberqueseríaelúltimoalimentosólidoquecomeríaenmuchotiempo.

Seabriólapuertayaparecierondenuevolosdoshombresarmadosy,entreellos,eltalibánaltovestidodeblanco,todavíaconlasgafasoscurasdeJohnLennon. Tenía el aspecto de un fornido gurú místico del movimiento NewAge.

Tomó asiento delante de mí y descansó las manos en los reposabrazos.Permanecióensilencioduranteunbuenrato,mirándome,tamborileandoconunamanoenlatapicería,yconlaotrapasandolascuentasdeunrosarioazulturquesa.Llevabaunacamisablancayunchaleconegrodelquecolgabaunrelojdeoro.Observéqueenlamangaizquierdateníaunamanchadesangreseca.Encontrémalsanamentefascinantequenosehubiesecambiadoderopadespuésdelasejecucionesrealizadasaprimerahoradeaquelmismodía.

Decuandoencuando,dejabaflotarlamanolibreygolpeabaalgoenelairecon sus gruesos dedos. Realizaba movimientos lentos, de arriba abajo, deizquierdaaderecha,comosiestuvieseacariciandounamascotainvisible.Unadelasmangasselebajóyobservéqueteníaunasmarcasenelantebrazo...LasmismasquehabíavistoenalgunosvagabundosquevivíanenlosmugrientoscallejonesdeSanFrancisco.

Supiel teníauntonomuchomáspálidoqueladelosotrosdoshombres,era casi cetrina, y en su frente, justo en el filo del turbante negro, brillabandiminutasgotasdesudor.Labarba,quelellegabahastaelpecho,comoalosdemás,eratambiéndeuncolormásclaro,comodeunrubiosucio.

—Salaamalaykum—dijo.

—Salaam.

—Yapuedesdeshacertedeella—meordenó.

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—¿Perdón?

Volvió la mano hacia uno de los hombres armados e hizo un gesto.«Rrrriiip.» De repente noté que me ardían las mejillas; el guardia tenía mibarbaenlasmanosylalanzabaarribayabajo,riendo.Eltalibánsonrió.

—Esunadelasmejoresquehevistoúltimamente.Perocreoqueesmejorasí,¿noteparece?—Girólamano,chasqueólosdedosyabrióycerróelpuño—.Ybien,¿tehagustadoelespectáculodehoy?

—¿Quésesuponequeeraeso?—lepreguntéfrotándomelasmejillas,conlaesperanzadequemivoznotraicionaselaexplosióndeterrorquesentíaenmiinterior.

—La justicia pública es el mayor espectáculo que existe, hermanomío.Drama. Suspense. Y lomejor de todo, educación enmasa.—Chasqueó losdedos.Elmás jovende losdosguardias leencendióuncigarrillo.El talibánsoltóunacarcajada.Murmuróparasusadentros.Letemblabanlasmanosyapunto estuvo de tirar el cigarrillo—. Pero si querías espectáculo de verdad,deberías haber estado conmigo en Mazar. Eso fue en agosto de milnovecientosnoventayocho.

—¿Cómo?

—¿Sabes?Lessoltamosalosperros.

Viadondequeríallegar.

Sepusoenpie,diounavuelta al sofá,dos.Volvióa sentarse.Hablabaatodavelocidad.

—Íbamospuertaporpuertayhacíamossaliraloshombresyalosniños.

Les pegábamos un tiro allí mismo, delante de sus familias. Para que loviesen.Querecordasenquiéneseran,aquélugarpertenecían.—Jadeabacasi—.A veces rompíamos las puertas y entrábamos en las casas. Y... yo... yodescargaba el cargador entero de la ametralladora y disparaba y disparabahastaqueelhumomecegaba.—Seinclinóhaciamí,comoquienestáapuntode compartir un gran secreto—. Nadie puede conocer el significado de lapalabra«liberación»hastaqueselibera,hastaqueseplantaenunahabitaciónllena de blancos y deja volar las balas, libre de sentimiento de culpa y deremordimiento, consciente de ser virtuoso, bueno y decente. Consciente deestarhaciendoel trabajodeDios.Resultaimponente.—Besólascuentasdelrosarioyladeólacabeza—.¿Lorecuerdas,Javid?

—Sí, agha Sahib —respondió el más joven de los guardias—. ¿Cómopodríaolvidarlo?

Había leído en los periódicos acerca de lamasacre de hazaras que tuvo

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lugarenMazar-i-Sharif.Sehabíaproducido inmediatamentedespuésdequelostalibanesocuparanMazar,unadelasúltimasciudadesencaer.MeacordédecuandoSorayamepasóelartículomientrasdesayunábamos.Teníalacarablancacomoelpapel.

—Puerta por puerta. Sólo descansábamos para comer y rezar —dijo eltalibán. Lo contaba con fervor, como quien describe una fiesta a la que haasistido—.Dejábamosloscuerposenlascalles,ysisusfamilias tratabandesalirahurtadillasparaarrastrarlosasuscasas,lesdisparábamostambién.Losdejamos en las calles durante días.Losdejamospara los perros.Comidadeperrosparaperros.—Sacudióelcigarrillo.Serestrególosojosconlasmanostemblorosas—.¿VienesdeAmérica?

—Sí.

—¿Cómoestáesaputaúltimamente?

Sentí de pronto una necesidad tremenda de orinar.Recé para que semepasara.

—Estoybuscandoaunniño.

—¿No es eso lo que hace todo el mundo?—dijo. Los hombres de losKalashnikovs se echaron a reír. Tenían los dientes manchados de verde demascartabaco.

—Tengoentendidoqueestáaquí,contigo—añadí—.SellamaSohrab.

—Voyapreguntarteunacosa.¿Quéestáshaciendoconesaputa?¿Porquénoestásaquí,contushermanosmusulmanes,sirviendoatupaís?

—Llevomuchotiempofuera—fueloúnicoquesemeocurrióresponder.

Me ardía la cabeza. Junté las rodillas con fuerza para retener mejor lavejiga.Eltalibánsevolvióhacialosdoshombresqueseguíanenpiejuntoalapuerta.

—¿Esésaunarespuesta?—lespreguntó.

—Nay,aghaSahib—contestaronalunísonosonriendo.

Luegomemiróamíyseencogiódehombros.

—Noesuna respuesta,dicen.—Diounacaladaalcigarrillo—.Entremigente hay quien piensa que abandonar el watan cuando más nos necesitaequivale a una traición.Podría hacerte arrestar por traición, inclusomatarte.¿Teasustaeso?

—Sóloestoyaquíporelniño.

—¿Teasustaeso?

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—Sí.

—Debería—dijo.Serecostóenelsofáysacudióelcigarrillo.

Pensé en Soraya. Eso me calmó. Pensé en su marca de nacimiento enformadehoz,enlaelegantecurvadesucuello,ensusojosluminosos.Penséen nuestra boda, cuando contemplamos nuestro reflejo en el espejo bajo elvelo verde, y en cómo se sonrojaron sus mejillas cuando le susurré que laquería.Meacordédecuandolosdosbailamosunaviejacanciónafgana,dandovueltasymásvueltas,mientraslosdemásnosmirabanyaplaudían.Elmundono eramás que un contorno borroso de flores, vestidos, esmóquins y carassonrientes.

Eltalibánestabadiciendoalgo.

—¿Perdón?

—Hedichoquesitegustaríaverlo.¿Tegustaríaveraminiño?—Hizounamuecaconellabiosuperiorcuandopronuncióesasúltimasdospalabras.

—Sí.

Unodelosguardiasabandonólahabitación.Oíelruidodeunapuertaqueseabríayalguardia,quedecíaalgoenpastún,convozronca.Luego,pisadasyun tintineode campanas a cadapaso.Me recordaba el sonidodel hombremonoalqueHassanyyoperseguíamosenShar-e-Nau.Ledábamosunarupiadenuestrapagaparaquebailase.Lacampanillaqueelmonollevabaatadaalcuelloemitíaelmismosonido.

Entoncesseabriólapuertayentróelguardiaconunequipodemúsicaalhombro.Loseguíaunniñovestidoconunpirhan-tumbansueltodecolorazulzafiro.

Elparecidoeraasombroso.Desorientador.LafotografíadeRahimKannolehacíajusticia.

Elniñoteníalacaradelunadesupadre,laprotuberanciapuntiagudadesubarbilla,susorejastorcidasenformadeconchayelmismotipodelgado.Eralacarademuñecachinademiinfancia,lacaraquemirabaconojosmiopeslascartas dispuestas en abanico aquellos días de invierno, la cara detrás de lamosquiteracuandoenveranodormíamoseneltejadodelacasademipadre.Llevaba la cabeza rapada, los ojos oscurecidos con rímel y las mejillassonrosadasconunrojoartificial.Cuandosedetuvoenmediodelahabitación,lascampanillasquellevabaatadasenlostobillosdejarondesonar.

Susojosseclavaronenmíysequedaronallíuninstante.Luegoapartólavistahaciasuspiesdesnudos.

Uno de los guardias pulsó un botón y la estancia quedó invadida por el

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sonido de la música pastún. Tabla, armonio, el quejido de una dil-roba...Supuseque lamúsicanoerapecado, siempreycuandosonara sólopara losoídosdelostalibanes.Lostreshombresempezaronabatirpalmas.

—Wahwah!Mashallah!—gritaron.

Sohrab levantó losbrazosysegiró lentamente.Sepusodepuntillas,diounagraciosavuelta,seagachó,seenderezóydiounanuevavuelta.Girabalasmanitas hacia dentro, chasqueaba los dedos ymovía la cabezade un lado aotro como un péndulo. Golpeaba el suelo de manera que las campanillassonaranenperfectaarmoníaconelritmodelatabla.Todoel tiempoconlosojoscerrados.

—Marshallah!—gritabantodos—.Shahbas!¡Bravo!

Los dos guardias silbaban y reían. El talibán de blancomovía la cabezahacia delante y hacia atrás al son de lamúsica y tenía la boca entreabiertaesbozandounaimpúdicasonrisa.

Sohrabbailabadandovueltasencírculo,conlosojoscerrados;bailóhastaque lamúsicadejóde sonar.Coincidiendocon laúltimanotade lacanción,diounfuertepisotónenelsueloylascampanillastintinearonporúltimavez.Sequedóinmóvilenmitaddeungiro.

—Bia, bia, mi niño —dijo el talibán, indicándole a Sohrab que se leacercara. Shorab se dirigió hacia él, bajó la cabeza y se colocó entre suspiernas.Eltalibánloabrazó—.¡Quétalentotiene,nay,miniñohazara!

Deslizó lasmanospor laespaldadelniño,y luegodenuevohaciaarribahastadejarlasenlasaxilas.Unodelosguardiaslediouncodazoalotroyseriodisimuladamente.Eltalibánlesdijoquenosdejasensolos.

—Sí,aghaSahib—replicaron;luegoasintieronauntiempoysalieron.

Eltalibángiróalniñohastaponerlofrenteamí.Entrelazólasmanosporencima del estómago de Sohrab y apoyó la barbilla en el hombro del niño.Sohrabteníalosojosclavadosenlospies,aunqueseguíalanzándometímidasmiradas furtivas. La mano del hombre se deslizaba arriba y abajo delestómagodelchiquillo.Arribayabajo,lenta,delicadamente.

—Muchasvecesmelohepreguntado—dijoeltalibán,quemeobservabaporencimadelhombrodeSohrab—.¿QuéacabaríasiendodelviejoBabalu?

La pregunta fue como un martillazo entre los ojos. Noté que el colordesaparecíademisemblante.Laspiernassemequedaronfrías.Entumecidas.

Soltóunacarcajada.

—¿Quécreías?¿Quénotereconoceríaconesabarbafalsa?Hayalgoqueestoysegurodequenosabíasdemí:jamásolvidounacara.Jamás.—Acarició

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con los labios la oreja de Sohrab—.Me dijeron que tu padre habíamuerto.Tsk-tsk.Siemprequisecargármelo.Parecequetendréqueconformarmeconelcobardedesuhijo.

Entoncessedespojódelasgafasdesolyclavósusojosazules,inyectadosensangre,enlosmíos.

Intenté respirar, pero no podía. Intenté pestañear, pero no podía. Lasituaciónerasurrealista(surrealistano,absurda).Mequedéparalizado,yoyelmundoquemerodeaba.Meardíalacara.Ahíestabadenuevomipasado;mipasado era así, siempre volvía a aparecer. Su nombre surgía desde lo másprofundo de mi ser, pero no quería pronunciarlo por temor a que sematerializara.Sinembargo,yaestabaahí,encarneyhueso,sentadoamenosde tresmetrosdemí,despuésde tantosaños.Sunombreseescapódeentremislabios:

—Assef.

—Amirjan.

—¿Quéhacesaquí?—dije,conscientedelotremendamenteestúpidaqueeralapregunta,peroincapazdepensarenotracosa.

—¿Yo?—Assefarqueóunaceja—.Yomeencuentroenmielemento.Lapreguntaesmásbienquéhacestúaquí.

—Yateloheexplicado—repliqué.Metemblabalavoz.Deseabaquenolohiciera,deseabaquelacarnenosemepegaraaloshuesos.

—¿Hasvenidoaporelniño?

—Sí.

—¿Porqué?

—Tepagaréporél.Puedohacerquemeenvíenunatransferencia.

—¿Dinero?—dijoAssef, y rio disimuladamente—. ¿Has oído hablar deRockingham?EstáaloestedeAustralia,esunpedazodecielo.Deberíasverlo,kilómetrosykilómetrosdeplaya.Aguasturquesas,cielosazules.Mispadresvivenallí,enunamansiónenprimeralíneademar.Detrásdelacasahayuncampodegolfyunpequeño lago.Mipadre juega todos losdíasalgolf.Mimadre, sin embargo, prefiere el tenis... Mi padre dice que tiene un revésendiablado. Son propietarios de un restaurante afgano y de dos joyerías;ambos negocios funcionan de maravilla. —Arrancó una uva negra y ladepositóamorosamenteenlabocadeSohrab—.Asíque,sinecesitasedinero,les pediría a ellos queme hicieran la transferencia.—Besó a Sohrab en unladodelcuello.Elniñoseestremeciólevementeycerródenuevolosojos—.Además,noluchéporeldinerodelosshorawi.Tampocofuepordineroporlo

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quemeuníalostalibanes.¿Quieressaberporquémeuníaellos?

Notabaloslabiossecos.Meloslamíydescubríquetambiénsemehabíasecadolalengua.

—¿Tienessed?—mepreguntóAssefconunasonrisaafectada.

—No.

—Creoquetienessed.

—Estoybien—insistí.

Lociertoeraque,derepente,hacíamuchísimocalorenlahabitaciónyelsudor me reventaba los poros y me escocía en la piel. ¿Estaba sucediendoaquelloenrealidad?¿EraverdadqueestabasentadodelantedeAssef?

—Comogustes.¿Pordóndeiba?Ah,sí,porquémeunía los talibanes...Bueno, como recordarás, yo no era una personamuy religiosa. Pero un díatuve una revelación, en la cárcel. ¿No te interesa?—No dije nada—.Te loexplicaré.DespuésdequeBabrakKarmalsubieraalpoderenmilnovecientosochenta pasé algún tiempo en la cárcel, en Poleh-Charkhi. Una noche, ungrupode soldadosparchamis irrumpieronennuestracasaynosordenaronapuntadepistolaamipadreyamíquelossiguiéramos.Losbastardosnonosdieronningúntipodeexplicaciónysenegaronaresponderalaspreguntasdemimadre.Noporquefueraunmisterio,sinoporqueloscomunistasnoteníanningúntipodeclase.Procedíandefamiliaspobres,sinapellido.Losmismosperrosquenoestabancapacitadosniparapasarme la lenguapor loszapatosantes de que llegasen los shorawime venían ahora con órdenes a punta depistola, con la bandera parchami en la solapa, predicando la caída de laburguesía y actuando como si fuesen ellos los que tenían clase. Sucedía lomismoportodoslados:acorralaralosricos,meterlosenlacárcel,darejemploaloscamaradas...

»Nosmetieronapelotonadosengruposde seis enunasceldasdiminutas,del tamañodeunanevera.Todas lasnochesel comandante,unacosamediohazaramediouzbeka,queolíacomounburropodrido,hacíasalirdelaceldaaunodelosprisionerosylogolpeabahastaquesucararechonchaempezabaasudar.Luegoencendíauncigarrillo,crujíalosnudillosyselargaba.Alanochesiguiente,elegíaaotro.Unanochemetocóamí.Nopodíahabersidoenunmomentopeor.Llevabatresdíasorinandosangreporqueteníapiedrasenlosriñones. Si no las has tenido nunca, créeme si te digo que es el dolormásterrible que puedas imaginar. Recuerdo que mi madre, que también habíapasadoporlaexperiencia,mehabíadichoenciertaocasiónquepreferíapasarun parto que expulsar una piedra del riñón. Pero no importa, porque ¿quépodíahaceryo?Mesacaronarastrasyempezóadarmepatadasconlasbotasque todas las noches se ponía para la ocasión.Eran altas, hasta la rodilla, y

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tenían la puntera y el tacón de acero. Yo gritaba y gritaba y él seguíapateándome,yentonces,depronto,mediounapatadaenelriñónizquierdoyexpulsé lapiedra. ¡Como te locuento! ¡Quéalivio!—Assef rio—.Yogrité:"Allah-u-Akbar" y él me dio aún con más fuerza mientras yo me reía. Sevolviólocoymediomásfuerte,ycuantomásfuertemedaba,másfuertemereíayo.Medevolvieronalaceldasinquehubieseparadodereír.SeguíriendoyriendoporquedeprontosupequeaquellohabíasidounmensajedeDios:Élestabademilado.Poralgúnmotivoqueríaqueyosiguieseconvida.

»¿Sabes?, varios años después me tropecé con aquel comandante en elcampodebatalla.ResultadivertidocomprendercómofuncionanlascosasdeDios. Me lo encontré en una trinchera en las afueras de Meymanah,desangrándoseporunpedazodemetrallaquelehabíaestalladoenelpecho.Llevabalasmismasbotas.Lepreguntésiseacordabademí.Élmerespondióqueno,yledijelomismoqueacabodedecirteati,queyojamásolvidounacara.Entonces, sinmás, ledisparéen laspelotas.Desdeentonces tengounamisión.

—¿Quémisiónesésa?—meoídecir—.¿Apedrearaadúlteros?¿Violaraniños? ¿Apalizar amujeres por llevar tacones? ¿Masacrar a los hazaras? YtodoelloennombredelIslam...

Las palabras surgieron en una avalancha repentina e inesperada antes dequepudieratirardeellasyrecuperarlas.Deseabapoder tragármelas,peroyaestabanfuera.Había traspasadouna línea,ycualquieresperanzaquehubierapodidoalbergardesalirconvidadeallíacababadedesvanecerse.

Una mirada de sorpresa atravesó brevemente el semblante de Assef ydesapareció.

—Veoque,despuésdetodo,estopuedeacabarresultandodivertido—dijoriendo con disimulo—. Hay cosas que los traidores como tú nuncacomprenden.

—¿Comoqué?

AAssefselecontrajolafrente.

—Comoelorgulloque se sientepor lagente,por las costumbres,porelidioma.Afganistánescomounamansiónpreciosallenadebasura,yalguientienequesacarlafuera.

—¿EraesoloquehacíasenMazar,yendodepuertaenpuerta?¿Sacar labasura?

—Precisamente.

—En Occidente existe una expresión para eso —dije—. Lo llamanlimpiezaétnica.

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—¿De verdad? —La cara de Assef se iluminó—. Limpieza étnica. Megusta.Megustacómosuena.

—Loúnicoqueyoquieroesalniño.

—Limpiezaétnica—murmuróAssef,saboreandolaspalabras.

—Quieroalniño—repetí.

Los ojos de Sohrab me miraron un instante. Eran ojos de corderodegollado.Llevabaninclusoelrímel...RecordéentoncescómoeldíadelEidde qorban, en el jardín de casa, el mullah pintaba con rímel los ojos delcorderoyledabaunterróndeazúcarantesdecortarleelcuello.CreíverunasúplicaenlosojosdeSohrab.

—Explícameporqué—dijoAssef.Cogiócon losdientesel lóbulode laorejadelmuchachoylosoltó.Lecaíangotasdesudorporlafrente.

—Esoesasuntomío.

—¿Qué quieres hacer con él? —me preguntó. Luego dejó escapar unasonrisacoqueta—.Ohacerle...

—Esoesrepugnante.

—¿Cómolosabes?¿Lohasprobado?

—Quierollevármeloaunlugarmejor.

—Explícameporqué.

—Esoesasuntomío—insistí.Nosabíaquéera loquemeimpulsaba, loquemedabavalorparamostrarmetanseco,talvezelhechodesaberqueibaamoririgualmente.

—Mepregunto—dijoAssef—porquéhasvenidohastaaquí,Amir,porquéhashechounviajetanlargoporunhazara.¿Porquéestásaquí?¿Cuáleslaverdaderarazónporlaquehasvenido?

—Tengomismotivos.

—Muybien,pues—dijoAssefconunasonrisadesarcasmo.

DiounempujónenlaespaldaaSohrab,quefueachocarcontralamesa,volcándola.Sohrabcayódebrucessobrelasuvasquesehabíanesparcidoporelsueloysemanchódemoradolacamisa.Laspatasdelamesa,cruzadasporelanillodebolasdeacero,quedaronapuntandohaciaeltecho.

—Llévatelo—repusoAssef.AyudéaSohrab a incorporarsey sacudí lostrozos de uva que se le habían quedado pegados en los pantalones comopercebesalasrocas—.Venga,llévatelo—añadióAssefseñalandolapuerta.

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LedilamanoaSohrab.Erapequeña;lapiel,secaycallosa.Susdedossemovieron y se entrelazaron con los míos. Vi de nuevo a Sohrab en lafotografía,cómosubrazosesujetabaalapiernadeHassan,cómosucabezadescansaba en la cadera de su padre. Ambos estaban sonrientes. Mientrasatravesamoslahabitaciónsonaronlascampanillas.

Llegamoshastalapuerta.

—Naturalmente —dijo Assef a nuestras espaldas—, no he dicho quepodíasllevártelogratis.

Yomevolví.

—¿Quéquieres?

—Debesganártelo.

—¿Quéquieres?

—Tú y yo tenemos un asunto pendiente—dijo Assef—. Lo recuerdas,¿verdad?

¡Cómonoibaarecordarlo!YonuncaolvidaríaeldíasiguientealgolpedeDaoudKan.Desdeentonces,siemprequeoíamencionarelnombredeDaoudKanveíaaHassanapuntandoaAssefconsutirachinasydiciéndoleque,sisemovía, tendrían que llamarle Assef el tuerto en lugar de Assef Goshkhor.RecuerdolaenvidiaquehabíasentidoyoantelavalentíadeHassan.Assefsehabíaechadoatrás,prometiendoquesevengaríadelosdos.HabíamantenidosupromesaconHassan.Yahorametocabaelturnoamí.

—Estábien—dije,sinsaberquéotracosapodíadecir.Noestabadispuestoasuplicar,pues loúnicoquehabríaconseguidoseríadulcificarleaúnmáselmomento.

Assefreclamódenuevolapresenciadelosguardiasenlahabitación.

—Escuchadme bien —les dijo—. Ahora voy a cerrar la puerta porquequierosaldarunpequeñoasuntoquetengopendienteconestehombre.Oigáisloqueoigáis,¡nopaséis!¿Mehabéisoído?¡Noquieroqueentréis!

Los guardias hicieron unmovimiento afirmativo con la cabeza.MiraronprimeroaAssefyluegoamí.

—Sí,aghaSahib.

—Cuandotodohayaterminado,sólounodelosdossaldráconvidadeestahabitación—añadióAssef—.Siesél,sehabráganadosulibertadylodejaréisirlibremente,¿mehabéiscomprendido?

Elguardiamayorcambióelpesodelcuerpoalaotrapierna.

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—PeroaghaSahib...

—¡Siesél,lodejaréisir!—vociferóAssef.

Los dos hombres se encogieron de hombros y movieron la cabezaafirmativamente.Cuandosevolvieronparairse,unodeellossedirigióhaciaSohrab.

—Que se quede—dijo Assef. Sonrió—. Quemire. A los niños les vanmuybienlaslecciones.

Cuando los guardias desaparecieron,Assef dejó el rosario y hurgó en elbolsillo interior de su chaleco negro. Nome sorprendió en absoluto lo queextrajodeél:unamanopladeaceroinoxidable.

Llevagominaenelpeloyporencimadesusgruesoslabiosluceunbigotea lo Clark Cable. La gomina ha traspasado el gorro de quirófano de papelverdeoriginandounamanchaoscuraque tiene laformadeÁfrica.Recuerdoesodeél.Esoylamedalladeoroquecuelgadesucuellomoreno.Meobservafijamente,hablamuydeprisaenunidiomaquenocomprendo,urdu,creo.Misojossiguenfijosensunuez,quesubeybaja,subeybaja;quieropreguntarlesuedad(parecemuyjoven,comounactordeunatelenovelaextranjera),peroloúnicoquesoycapazdemurmurares:«Creoquelediunabuenazurra.Creoquelediunabuenazurra.»

Nosési lediaAssefunabuenazurra.Nolocreo.¿Cómopodíahaberlohecho?Eralaprimeravezquemepeleabaconalguien.Nohabíadadounsolopuñetazoentodamivida.

MirecuerdodelapeleaconAssefesincreíblementevívidoafragmentos:recuerdoaAssefponiendomúsicaantesdeponerselamanopladeacero.Laalfombradeoración,laqueteníaeldibujodeunaMecaoblonga,sesoltódelapared enunmomentodeterminadoy aterrizó sobremi cabeza; el polvoquelevantómehizoestornudar.RecuerdoaAsseflanzándomeuvasalacara,susgruñidosentredientesrelucientesdesaliva,susojosinyectadosensangreconpupilas que giraban sin parar. En cierto momento el turbante se le cayó alsuelo y debajo de él asomaron mechones de cabello rubio y rizado que lellegabanhastaelhombro.

Yelfinal,naturalmente.Esosigoviéndoloconunaclaridadmeridiana.Ysiempreseráasí.

Lo que recuerdo básicamente es lo siguiente: su manopla de acerobrillandoalaluzdelatardecer;lofríaqueresultabaenlosprimerosgolpesylo rápido quemi sangre la hizo entrar en calor.Queme arrojaron contra lapared,yelpinchazoenlaespaldaprovocadoporunclavoqueensudíahabríasujetado algún cuadro. Los gritos de Sohrab. Tabla, armonio, una dil-roba.

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Quemelanzaroncontralaparednuevamente.Quelamanoplamedestrozabala mandíbula. Los golpes entre los propios dientes, tener que tragármelos,pensarenlasinnumerableshorasquehabíapasadoaplicándomehilodentalycepillándolos. Que me tiraran una vez más contra la pared. Tendido en elsuelo, la sangre del labio superior, partido, manchaba la alfombra de colormalva,eldolormedesgarrabaelvientre,mepreguntabacuándoseríacapazderespirardenuevo.Elsonidodemiscostillaspartiéndosecomolasramasdelosárboles que Hassan y yo rompíamos para convertirlas en espadas y lucharcomoSimbadenaquellasviejaspelículas.Sohrabgritando.Micaragolpeandolaesquinadelamesitadeltelevisor.Denuevoelsonidodealgopartiéndose,estavez justodebajodelojo izquierdo.Música.Sohrabgritando.Dedosquemetirabandelpelohaciaatrás,elcentelleodelaceroinoxidable.Ahíestaba.De nuevo aquel sonido de algo partiéndose, en ese momento en la nariz.Morder de dolor, percatarme de que mis dientes no encajaban como antes.Patadas.Sohrabgritando.

No sé en qué momento empecé a reírme, pero lo hice. Reír dolía, medolíanlamandíbula,lascostillas,lagarganta.Peroreíayreía.Ycuantomásreía,másfuertemepateaba,mepegaba,mearañaba.

—¿Quéesloqueteresultatandivertido?—vociferabaAssefacadagolpequeasestaba.Lasalivaqueescupióalhablarmefueapararaunojo.Sohrabgritaba—.¿Quéesloqueteresultatandivertido?—bramabaAssef.

Otra costilla rota, esta vez una de la izquierda. Lo queme resultaba tandivertidoeraque,porprimeravezdesdeelinviernode1975,mesentíaenpaz.Mereíaporquemedabacuentadeque,enalgúnescondrijorecónditodemicabeza, había estado esperando desde entonces que llegara ese momento.Recordaba el día en que, en la colina, le lancé granadas a Hassan paraprovocarlo.Élselimitóapermanecerinmóvil,sinhacernada,mientraseljugorojole traspasabalacamisacomosidesangrese tratara.Luegomearrebatóuna granada de lamano y se la aplastó contra la frente. «¿Estás satisfechoahora?—murmuró entre dientes—. ¿Te sientes mejor?» Pero no me sentíasatisfecho ni mejor. Sin embargo, ahora sí. Tenía el cuerpo roto (hasta quépuntosólolodescubriríaposteriormente),peromesentíacurado.Curadoporfin.Reí.

Yluegoelfinal.Esomelollevaréalatumba.

Yo estaba en el suelo, riendo, y Assef montado a horcajadas sobre mipecho. Su rostro era una máscara de locura enmarcada por mechones decabelloenmarañadoquesebalanceabanaescasoscentímetrosdemicara.Mesujetaba el cuello con lamanoque tenía libre.Laotra, la de lamanopla deacero, la tenía levantadaporencimadelhombro.Alzóaúnmáselpuñoy lolevantóparaasestarmeunnuevogolpe.

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Enesemomentoseoyóunavozfinaquedecía:

—Bas.

Losdosmiramos.

—Porfavor,nomás.

Recordé lo que había dicho el director del orfanato cuando nos abrió lapuerta amí y a Farid. ¿Cómo se llamaba? ¿Zaman? «Es inseparable de eseartilugio—había dicho—. Lo lleva en la cintura del pantalón adondequieraquevaya.»

—Nomás.

Por sus mejillas rodaban dos manchurrones de rímel mezclados conlágrimas que se confundían con el colorete. Le temblaba el labio inferior yteníalanarizllenademocos.

—Bas—gimoteó.

Tenía la mano levantada por encima del hombro y sujetaba con ella elreceptáculo del tirachinas, situado en el extremo de la banda elástica, queestabacompletamentetensahaciaatrás.Enelreceptáculohabíaalgobrillanteyamarillo.Pestañeépararetirarlasangrequemeanegabalosojosyviquesetratabadeunadelasbolasdeacerodelanilloqueformabalabasedelamesa.SohrabapuntabaconeltirachinasalacaradeAssef.

—Nomás,agha.Porfavor—dijoconvozroncaytemblorosa—.Dejadehacerledaño.

Assefmoviólabocasinarticularpalabra.Luegoempezóadeciralgoyseinterrumpió.

—¿Quécreesqueestáshaciendo?—lepreguntófinalmente.

—Para, por favor—dijo Sohrab. Sus ojos verdes estaban empañados delágrimasquesemezclabanconrímel.

—Deja eso, hazara—dijo Assef entre dientes—. Déjalo o lo que estoyhaciéndoleaélseráuncariñosotiróndeorejascomparadoconloqueteharéati.

Laslágrimasestallaronporfin.Sohrabsacudiólacabeza.

—Porfavor,agha—repitió—.Para.

—Dejaeso.

—Nolehagasmásdaño.

—Déjalo.

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—Porfavor.

—¡Déjalo!

—Bas.

—¡Déjalo!—Assef me soltó del cuello y gritó a Sohrab con todas susfuerzas.

Cuando Sohrab soltó el receptáculo, el tirachinas emitió un silbido.Después fue Assef quien gritó. Se llevó la mano al lugar donde su ojoizquierdohabía estadohacía sóloun instante.La sangre rezumaba entre susdedos.Sangreyalgomás,algoblancoconaspectodegelatina.«Esoesloquese llama líquidovítreo—penséconclaridad—.Lohe leídoenalgunaparte.Líquidovítreo.»

Assefcayórodandosobrelaalfombra,gritando,sindespegarlamanodelacuencaensangrentada.

—¡Vámonos!—exclamóSohrab.Mediolamanoymeayudóaponermeen pie. Cada centímetro de mi apaleado cuerpo gemía de dolor. Detrás denosotros,Assefseguíachillando.

—¡Fuera!¡Fuera!—gritaba.

Abrílapuertatambaleándome.Losguardiasabrieronlosojosdeparenparalvermeymepreguntéquéaspectotendría.Cadavezquerespirabamedolíael estómago. Uno de los guardias dijo algo en pastún y entraron en lahabitacióndondeAssefseguíagritando.

—¡Fuera!

—Bia—dijoSohrab,tirándomedelamano—.¡Vámonos!

Avancédandotumbosporelpasillo,cogidodelamanitadeSohrab.Miréporúltimavezporencimadelhombro.LosguardiasestabanagachadossobreAssef, haciéndole algo en la cara. Entonces lo comprendí: la bola de aceroseguíaclavadaenlacuencavacíadesuojo.

Con el mundo entero girando a mi alrededor, bajé las escalerasapoyándomeenSohrab.LosgritosdeAssefcontinuabanarriba;eranlosgritosdeunanimalherido.Salimosalexterior,alaluzdedía,yoconelbrazoporencimadelhombrodeSohrab.EntoncesviaFarid,quecorríahacianosotros.

—Bismillah!Bismillah!—exclamó.

Losojosselesalierondelasórbitasalvermiaspecto.Cogiómibrazo,selopasóporelhombroymellevócorriendoaltodo-terreno.Creoquegrité.Mefijé en que sus sandalias avanzaban pesadamente por el pavimento ygolpeabansustalonescallososynegros.Medolíarespirar.Luegomeencontré

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mirando el techo del Land Cruiser en el asiento trasero, la tapicería beisarrancada, escuchando el «ding, ding, ding» que advertía de una puertaabierta. Oí pasos acelerados alrededor del todoterreno. Farid y Sohrabintercambiaronunaspalabrasrápidas.Laspuertasdeltodoterrenosecerrarony el motor cobró vida. El coche avanzó a trompicones y sentí una manodiminuta sobremi frente.Oía voces en la calle, y a alguien que gritaba.Viárboles que desfilaban borrosos a través de la ventanilla. Sohrab sollozaba.Faridseguíarepitiendo:«Bismillah!Bismillah!»

Fueentoncescuandoperdíelconocimiento.

23

Las caras asomaban entre la neblina, permanecían allí, se desvanecían.Mirabanconatención,mehacíanpreguntas.Todosmehacíanpreguntas.¿Séquiénsoy?

¿Medueleenalgúnsitio?Séquiénsoyymedueleportodaspartes.Quierodecírselo,perohablarmeproducedolor.Loséporquehacealgúntiempo,talvez hace un año, tal vez dos, tal vez diez, intenté hablar con un niño quellevabacoloreteenlasmejillasylosojostiznadosdenegro.Elniño.Sí,loveoenestemomento.Nosencontramosenelinteriordealgúntipodevehículo,elniñoyyo,ynocreoqueseaSorayaquienestéalvolanteporqueSorayanoconduce tan rápido.Quierodecirle algoaeseniño...Parecemuy importanteque lo haga. Pero no recuerdo lo que quiero decirle, ni por qué es tanimportante.Tal vez lo que quiero decirle es que deje de llorar, que todo irábienapartirdeahora.Talvezno.Poralgunarazónquenocomprendoquierodarlelasgraciasalniño.

Caras. Todos llevan gorros verdes.Aparecen y desaparecen demi vista.Hablan muy deprisa y usan palabras que no comprendo. Oigo otras voces,otros sonidos, pitidos y alarmas. Y más caras. Me miran con atención. Norecuerdoningunadeellas,exceptolaquellevagominaenlacabezayelbigotealoClarkGable,elquetieneenelgorrounamanchaoscuraconlaformadeÁfrica. El señor Estrella de Telenovela. Es gracioso. Quiero reír. Pero reírtambiénmeduele.

Medesvanezco.

•••

DicequesellamaAisha,«comolamujerdelprofeta».Sucabellocanosoestápeinadoconrayaenmedioyrecogidoenunacoladecaballo;enlanarizllevaprendidounadornoquetieneformadesol.Susgafasbifocaleslehacen

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losojosmásgrandes.Tambiénvavestidadeverdeytienelasmanossuaves.Vequelamiroysonríe.Dicealgoeninglés.Algosemeclavaenunladodelpecho.Medesvanezco.

Hay un hombre de pie junto ami cama.Lo conozco.Esmoreno, alto ydesgarbado, tiene una barba larga y un sombrero... ¿Cómo se llaman esossombreros?¿Pakols?Lollevaladeado,igualqueunfamosocuyonombrenoconsigorecordar.Conozcoaesehombre.Meacompañóencocheaalgúnsitiohaceunosaños.Loconozco.Enmibocahayalgoquenofuncionacomoesdebido.Oigounburbujeo.

Medesvanezco.

El brazo derecho me quema. La mujer de las bifocales y el adorno enforma de sol está inclinada sobremi brazo, aplicándole un tubo de plásticotransparente.Dicequeespotasio.«Picacomounaavispa,¿verdad?»,dice.Asíes. ¿Cómo se llama? Algo que tiene que ver con un profeta. La conozcotambién desde hace unos años. Llevaba siempre el cabello recogido en unacoladecaballo.Ahoralollevahaciaatrás,recogidoenunmoño.Laprimeravezquehablamos,Sorayatambiénllevabaelpelorecogidoasí.¿Cuándofueeso?¿Lasemanapasada?

¡Aisha!Sí.

Enmibocahayalgoquenofuncionacomoesdebido.Yesacosaquesemeclavaenelpecho...

Medesvanezco.

•••

NosencontramosenlasmontañasdeSulaiman,enBaluchistán.Babaestáluchando contra el oso negro. Es el Baba demi infancia, Toophan agha, elimponente ejemplar de pastún, no el hombre consumido bajo lasmantas, elhombre de lasmejillas y los ojos hundidos.Hombre y bestia ruedan juntossobrelahierbaverde;elcabellorizadodeBabaondeaalviento.Elosoruge,otalvezseaBabaquienlohace.Vuelanlasalivaylasangre;golpesdegarraydemanodehombre.CaenalsueloconunruidosordoyBaba,sentadosobreelpechodeloso,lehundelosdedosenelhocico.Memirayloveo.Élsoyyo.Soyyoquienluchacontraeloso.

Me despierto. El hombre larguirucho de piel oscura vuelve a estar amilado.SellamaFarid,ahoralorecuerdo.Yjuntoaélseencuentraelniñodelcoche.Sucaramerecuerdaunsonidodecampanas.Tengosed.

Medesvanezco.

Sigodesvaneciéndomeydespertándome.

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El nombre del señor con bigote a lo Clark Gable resultó ser el doctorFaruqi. No era una estrella de telenovela, sino un cirujano especialista encabezaygarganta,peroyoseguíimaginándomelocomountalArmandenunvaporosoescenariodetelenovelaenunaislatropical.

«¿Dónde estoy?», quería preguntar, pero la boca no se abría. Fruncía elentrecejo.Gruñía.Armandsonreía;sudentaduraeradeunblancoreluciente.

—Todavíano,Amir—decía—,pronto.Cuandotequitemosloshierros.

Hablabainglésconunmarcadoyondulanteacentourdu.«¿Hierros?»

Armand cruzó los brazos; tenía los antebrazos velludos y lucía anillo decasado.

—Supongo que estarás preguntándote dónde te encuentras y qué te hasucedido.Escompletamentenormal,elestadopostoperatorioresultasiempredesorientador.Asíqueteexplicaréloqueyosé.

Queríapreguntarleacercade loshierros. ¿Postoperatorio?¿DóndeestabaAisha? Quería queme sonriese, quería sentir sus manos suaves junto a lasmías.

Armandarqueóunaceja,comodándoseimportancia.

—Te encuentras en un hospital de Peshawar. Llevas dos días aquí. Hassufrido diversas heridasmuy graves, Amir, debo decírtelo. Diría que tienessuertedeseguirconvida,amigo—Mientrasdecíaeso,movíaeldedoíndicehaciadelanteyhaciaatrás—.Hassufridounaroturadebazo,yporsuerteparati,laroturanosehaproducidodemanerainmediata,puesmostrabassíntomasde un principio de hemorragia en la cavidad abdominal.Mis colegas de launidaddecirugíatuvieronquerealizarteunaextirpacióndebazoconcarácterde urgencia. Si la rotura se hubiese producido antes, te habrías desangradohastamorir.—Medioungolpecitoenelbrazoenelquellevabacolocadalasonda y sonrió—. Tienes también siete costillas rotas. Una de ellas te haprovocadoun neumotórax.—Fruncí el entrecejo. Intenté abrir la boca, perorecordélodeloshierros—.Esosignificaquetienesunpulmónperforado—meexplicóArmand.Tiródeun tubodeplástico transparenteque teníaenelcostadoizquierdo.Sentíotravezelpinchazoenelpecho—.Hemosselladolafuga mediante esta vía pulmonar. —Seguí el recorrido del tubo que, entrevendajes, salía de mi pecho e iba a parar a un recipiente medio lleno decolumnas de agua. El sonido de burbujas procedía de allí—. Has sufridotambiéndiversaslaceraciones.Heridascondesgarro,vamos.

Queríadecirlequeconocíaperfectamenteelsignificadodelaceración,queyoeraescritor.Ibaaabrirdenuevolaboca.Volvíaolvidarmedeloshierros.

—Lapeorhasidoenellabiosuperior—dijoArmand—.Elimpactoteha

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partido en dos el labio superior, exactamente por la mitad. Pero no tepreocupes,losdeplásticalohancosidoydicenquelaintervenciónhasidounéxito, aunque quedará una cicatriz. Eso es inevitable. Había también unafracturaorbitalenelladoizquierdo;setratadelhuesodelacuencaocular,yhemos tenido que repararlo también. En unas seis semanas te retirarán loshierros de las mandíbulas. Hasta entonces sólo podrás tomar líquidos ybatidos. Perderás algo de peso y durante una temporada hablarás como AlPacinoenlaprimerapelículadeElpadrino.—Seechóareír—.Yhoytienesdeberesquehacer.¿Sabescuáles?—Neguéconlacabeza—.Tusdeberesparahoyconsistenenechargases.Encuanto lohagaspodremosempezaradartelíquidos.Sinohayexpulsióndegases,nohaycomida.—Volvióareír.

Posteriormente, después de que Aisha me cambiara la sonda y melevantara lacabecerade lacama talycomoyohabíasolicitado,penséen loquemehabíasucedido.Roturadebazo.Dientesrotos.Perforacióndepulmón.Cuenca ocular destrozada. Ymientras observaba una paloma que picoteabaunamigaenelalféizardelaventana,seguípensandoenotracosaquehabíamencionadoArmand/doctorFaruqui:«Elimpactotehapartidoendosellabiosuperior —había dicho—, exactamente por la mitad.» Exactamente por lamitad.Unlabioleporino.

FaridySohrabfueronavisitarmealdíasiguiente.

—¿Sabesquiénessomos?¿Teacuerdasdenosotros?—mepreguntóFariden broma. Asentí con la cabeza—. Al hamdulle-llah! —gritó—. Ya seacabaronlosdelirios.

—Gracias,Farid—dijeatravésdelasmandíbulascerradasporloshierros.Armand tenía razón... sonabaunpoco comoAlPacino enEl padrino.Ymilengua me sorprendía cada vez que iba a parar a uno de los espacios quehabían dejado los dientes que me había tragado—. Gracias de verdad. Portodo.

Élsacudiólamanoysesonrojólevemente.

—Bas,notienesporquédarmelasgracias—dijo.

Me volví hacia Sohrab. Llevaba ropa nueva, un pirhan-tumban de colormarrónclaroquelequedabaunpocograndeyuncasquetenegro.Mirabaelsueloyjugueteabaconlasondaqueestabaenrolladasobrelacama.

—Aúnnonoshanpresentadocomoesdebido—dije.Letendílamano—.

SoyAmir.

Miróprimerolamanoyluegoamí.

—¿EreselAmirdelquemehablabaaghapadre?—mepreguntó.

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—Sí. —Recordé las palabras de la carta de Hassan. «Les he habladomucho de ti a Farzana jan y a Sohrab, de cómo nos criamos juntos yjugábamos y corríamos por las calles. ¡Se ríen con las historias de lastravesurasque túyyo solíamoshacer!»—.Tambiéna ti tengoquedarte lasgracias, Sohrab jan—dije—. Me has salvado la vida. —No comentó nada.Retiré lamanoal comprobarqueno la cogía—.Megusta tu ropanueva—murmuré.

—Esdemihijo—intervinoFarid—.Aélyalequedabapequeña.Yodiríaque a Sohrab le sienta bastante bien. —A continuación añadió que elmuchachopodíaquedarseensucasahastaqueencontráramosunlugarparaél—.Nodisponemosdemuchoespacio,pero¿quéotracosapuedohacer?Nopuedoabandonarloenlacalle.Además,mishijoslehantomadocariño.¿Ha,Sohrab?

—Peroelniñoseguíamirandoelsuelo,enrollándoselasondaeneldedo—.Quería preguntarte...—dijo Farid con ciertas dudas—, ¿qué sucedió enaquellacasa?¿Quésucedióentretúyeltalibán?

—Digamosqueambosrecibimosloquenosmerecíamos—contesté.Faridasintióconlacabezaynoindagómás.SemeocurrióqueenalgúnmomentodenuestroviajedesdePeshawaraAfganistánnoshabíamoshechoamigos—.Yotambiénqueríapreguntarteunacosa.

—¿Qué?

Noqueríapreguntarlo.Temíalarespuesta.

—¿RahimKan?

—Sehaido.

Micorazóndiounbrinco.

—¿Está...

—No,sólo... seha ido.—Meentregóunpedazodepapeldobladoyunapequeña llave—. El propietario me lo dio cuando fui a buscarlo. Dijo queRahimKansehabíaidoaldíasiguientedequenosfuéramosnosotros.

—¿Adóndehaido?

Faridseencogiódehombros.

—Elpropietarionosabíanada.DijoqueRahimKanhabíadejadolacartaylallaveparatiyquesehabíaido.—Comprobólahoraenelreloj—.Serámejorquemevaya.Bia,Sohrab.

—¿Podríasdejarloaquíypasara recogerlomás tarde?—MevolvíhaciaSohrabylepregunté—:¿Quieresquedarteconmigounrato?

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Elniñoseencogiódehombrosynodijonada.

—Naturalmente —respondió Farid—. Lo recogeré antes del namaz delatardecer.

Enmihabitaciónhabía trespacientesmás.Doshombresmayores—unoconlapiernaescayolada,elotrounasmáticoquerespirabacondificultad—yun muchacho de quince o dieciséis años que había sido intervenido deapendicitis.

Elhombredelapiernaescayoladanosmirabafijamente,sinpestañear;sumirada pasaba demí al niño hazara que estaba sentado en un taburete. Lasfamilias de mis compañeros de habitación (mujeres mayores vestidas conshalwar-kameezes de colores chillones, niños y hombres tocados concasquete) entraban y salían constantemente. Llegaban cargados de pakoras,naan,samosa,biryani.Algunosselimitabanapasearporlahabitación,comoel hombre alto y barbudo que había llegado justo antes de que lo hiciesenFaridySohrab.Ibaenvueltoenunmantomarrón.Aishalepreguntóalgoenurdu. Él, sin prestarle la más mínima atención, se dedicó a escudriñar laestancia.Penséqueamímemirabamásdelonecesario.Cuandolaenfermeravolvióadirigirseaél,diomediavueltayselargó.

—¿Cómoestás?—lepreguntéaSohrab.Elniñoseencogiódehombrosysemirólasmanos—.¿Tieneshambre?Esaseñoradeahímehatraídounplatodebiryani,peronopuedocomerlo.—Nosabíaquédecirle—.¿Loquieres?—Sacudiólacabezanegativamente—.¿Teapetecehablar?

Volvióasacudirlacabeza.

Permanecimosasíunrato,ensilencio;yoincorporadoenlacama,condosalmohadas en la espalda, ySohrab sentado junto amí en el taburetede trespatas.Enalgúnmomentomequedédormidoycuandomedespertélaluzdeldíahabíaperdido intensidad, las sombraseranmásgrandesySohrab seguíasentado a mi lado. Continuaba con la cabeza baja, mirando sus manitasencallecidas.

Aquellanoche,despuésdequeFaridrecogieraaSohrab,desdoblelacartadeRahimKan.Habíaretrasadoalmáximoelmomentodeleerla.Decíaasí:

Amirjan:

Inshallah hayas recibido esta carta sano y salvo. Rezo por no habertepuestoenelcaminodelmalyporqueAfganistánsehayamostradoamablecontigo.Hasestadopresenteenmisoracionesdesdeeldíadetupartida.

Teníasrazóndesospecharqueyolosabía.Sí,losabía.Hassanmelocontópocodespuésdequesucediese.Loquehicisteestuvomal,Amirjan,peronoolvides que cuando los hechos sucedieron tú eras un niño. Un niño con

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problemas.Poraquelentonceserasdemasiadodurocontigomismo,ysiguessiéndolo...,lovientumiradaenPeshawar.Peroesperoqueprestesatenciónalo siguiente: el hombre sin conciencia, sin bondad, no sufre. Espero que tusufrimientollegueasufinconesteviajeaAfganistán.

Amirjan,mesientoavergonzadoporlasmentirasquetecontamos.TeníastodoslosmotivosparaenfadarteenPeshawar.Teníasderechoasaberlo.IgualqueHassan. Sé que esto no absuelve a nadie de nada, pero elKabul dondevivimosenaquellaépocaeraunmundoextraño,unmundoenelqueciertascosasimportabanmásquelaverdad.

Amir jan, sé lo duro que fue tu padre contigo cuando eras pequeño. Vicómosufríasysuspirabasporsucariño,ymicorazónpadecíaporti.Perotupadreeraunhombrepartidoendosmitades,Amirjan:túyHassan.Osqueríaalosdos,peronopodíaquereraHassancomolehabríagustado,abiertamente,como un padre. Así que se desquitó contigo... Amir, la mitad socialmentelegítima, la mitad que representaba las riquezas que había heredado y losprivilegios que las acompañaban, como, por ejemplo, que sus pecadosquedaran impunes.Cuando teveía, seveíaa símismo.Ysu sentimientodeculpa.Estástodavíaexcesivamenteenfadadoymedoycuentadequeesmuypronto para esperar que lo aceptes, pero tal vez algún día comprendas quecuandotupadreeradurocontigo,estabatambiénsiendoduroconsigomismo.Tupadre,igualquetú,eraunalmatorturada,Amirjan.

Soyincapazdedescribirtelaprofundidadylaoscuridaddeldolorquemeinvadiócuandomeenterédesufallecimiento.Loqueríaporqueeramiamigo,perotambiénporqueeraunbuenhombre,talvezinclusoungranhombre.Yeso es lo que quiero que entiendas, que el remordimiento de tu padrecorroboróesabondad,esabondaddeverdad.Avecespiensoquetodoloquehizo,dardecomeralospobresdelacalle,construirelorfanato,dejardineroalosamigosnecesitados...,erasuformaderedimirse.Yeneso,creo,consistelaauténticaredención,Amirjan:enelsentimientodeculpaquedesembocaenlabondad.

SéquealfinalDiosperdonará.Perdonaráatupadre,amí,yatitambién.Esperoquepuedashacertúlomismo.Perdonaratupadre.Perdonarmeamí.Ylomásimportante,perdonarteatimismo.

Te he dejado algún dinero; de hecho, prácticamente todo lo que tengo.Supongo que cuando regreses aquí tendrás que afrontar algunos gastos; esedinerodeberíasersuficienteparacubrirlos.EldineroseencuentraenunacajadeseguridaddeunbancodePeshawar.Faridsabecuál.Éstaeslallave.

En cuanto amí, es hora demarcharme.Me queda poco tiempo y deseopasarlosolo.Nomebusques,porfavor.Esloúltimoquetepido.

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TedejoenmanosdeDios.

Tuamigoparasiempre,

Rahim

Me restregué los ojos con la manga del camisón del hospital. Doblé lacartaylaguardédebajodelcolchón.

«Amir, la mitad socialmente legítima, la mitad que representaba lasriquezasquehabíaheredadoylosprivilegiosquelasacompañaban,como,porejemplo,quesuspecadosquedaranimpunes.»MepreguntabasitalvezhabríasidoéseelmotivoporelqueBabayyonoshabíamosllevadomuchomejorenEstadosUnidos.Venderchatarraacambiodedineroparanuestrospequeñosgastos domésticos y para pagar nuestro mugriento piso... La versiónnorteamericanadeunacabaña; talvezenAmérica,cuandoBabamemiraba,veíaenmíunpoquitodeHassan.

«Tupadre,igualquetú,eraunalmatorturada»,habíaescritoRahimKan.Tal vez sí. Ambos habíamos pecado y traicionado. Pero Baba habíadescubierto una manera de generar bien a partir de su remordimiento. Sinembargo,¿quéhabíahechoyo,exceptodescargarmiculpasobrelapersonaalaquehabíatraicionadoyluegointentarolvidarlotodo?¿Quéhabíahechoyo,exceptoconvertirmeenuninsomne?

¿Quéhabíahechoyoparaarreglarlasituación?

Cuando entró la enfermera, jeringa en mano (no Aisha, sino una mujerpelirroja cuyo nombre no recuerdo), y me preguntó si necesitaba unainyeccióndemorfina,ledijequesí.

Me retiraron el tubo del pecho a primera hora de lamañana siguiente yArmandautorizóalpersonalparaquemepermitieranbeberunpocodezumodemanzana.CuandoAishadejóelvasodezumoenlamesitaquehabíajuntoalacama,lepedíquemedejaraunespejo.Sesubiólasbifocalesalafrenteydescorriólacortinaparaquelaluzdelsolmatinalinundaralahabitación.

—Recuerda una cosa—dijo, hablándome por encima del hombro—. Elaspectomejoraráenpocosdías.Miyernosufrióunaccidentedeciclomotorelaño pasado. Arrastró por el asfalto su preciosa cara y se le quedó moradacomo una berenjena. Ahora vuelve a estar perfecto, parece una estrella deLollywood.

Apesardesuspalabras tranquilizadoras,mirarmealespejoyver lacosaque pretendía ser mi cara me dejó durante un rato sin respiración. Parecíacomosialguienhubieracolocadodebajodemipiellaboquilladeunabombadeaireyhubiesebombeado.Teníalosojoshinchadosyazules,perolopeordetodoeralaboca,unborróngrotescodemoradoyrojo,cardenalesypuntosde

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sutura. Intenté sonreír y una punzada de dolor me sacudió los labios. Novolvería a hacerlo durante un tiempo. Tenía puntos en la mejilla izquierda,debajodelabarbillayenlafrente,justodebajodelasraícesdelpelo.

El anciano de la pierna escayolada dijo algo en urdu. Lo miréencogiéndomedehombrosysacudínegativamentelacabeza.Señalósucara,sediounosgolpecitosymeregalóunaanchasonrisa,unasonrisadesdentada.

—Muybien—dijoeninglés—.Inshallah.

—Gracias—susurré.

FaridySohrabllegaronjustocuandodejéelespejo.Sohrabtomóasientoensutabureteyapoyólacabezaenlosbarrotesdelacama.

—¿Sabes?Creoquecuantoantestesaquemosdeaquí,mejor—dijoFarid.

—DiceeldoctorFaruqi...

—Nomerefierodelhospital,sinodePeshawar.

—¿Porqué?

—Nocreoquepuedas seguir estando seguroaquídurantemucho tiempo—respondióFarid.Luegobajóeltonodevoz—.Lostalibanestienenamigosenestaciudad.Empezaránabuscarte.

—Talvezlohayanhechoya—murmuré,pensandoenelhombrebarbudoquehabíaentradoenlahabitaciónysehabíaquedadomirándome.

Faridseinclinóhaciamí.

—Tanprontocomopuedascaminar te llevaréa Islamabad.Tampocoallíestarás completamente seguro, en Pakistán no hay ningún lugar que lo sea,peroestarásmejorqueaquí.Almenosganarásunpocodetiempo.

—Farid jan, esto tampoco puede ser seguro para ti. Tal vez no deberíanverteconmigo.Tienesunafamiliadelaquecuidar.

Faridmeindicóconungestodelamanoquenomepreocupara.

—Mishijossonpequeños,peromuyjuiciosos.Sabencuidardesusmadresydesushermanas.—Sonrió—.Además,nohedichoenningúnmomentoquevayaahacerlogratis.

—Tampocoyolopermitiría—dije.Meolvidédequenopodíasonreírylointenté.Cayóunhilillode sangrepor labarbilla—.¿Puedopedirteun favormás?

—Portiloharíamilvecesmás—respondióFarid.

Y tan sólodeoír pronunciar aquella frase,me eché a llorar.Busqué con

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dificultadunabocanadadeaire.Laslágrimasrodabanpormismejillasymecausabanescozorcuandollegabanaloslabios,queestabanencarneviva.

—¿Quésucede?—mepreguntóFaridalarmado.

Me tapé la cara conunamanoy levanté la otra.Sabíaque lahabitaciónenteramemiraba.Despuésmesentíagotado,vacío.

—Lo siento —dije. Sohrab me observaba con el entrecejo fruncido.Cuandofuicapazderecuperarelhabla,leexpliquéaFaridloquequeríadeél—.RahimKanmedijoquelaparejadeamericanosvivíaaquí,enPeshawar.

—Serámejor queme anotes los nombres—dijo Farid contemplándomecon cautela, como esperando que en cualquiermomento fuera a atenazarmeotraexplosióndellanto.Garabateélosnombresenunpedazodeservilletadepapel.

—JohnyBettyCaldwell.

Faridseguardóeltrozodepapelenelbolsillo.

—Losbuscaréenseguida—dijo,ysevolvióhaciaSohrab—.Encuantoati,terecogeréaúltimahoradelatarde.NocansesmuchoaAmiragha.

Pero Sohrab se había acercado a la ventana, donde media docena depalomas paseaban de un lado al otro del alféizar, picoteando la madera yalgunasmigasdepanduro.

EnelcajóndelmediodelamesillahabíaunnúmeroantiguodelarevistaNationalGeographic,unlápizconlapuntamordisqueada,unpeinealquelefaltabanpúasyloqueandababuscandoenaquelmomentomientraselsudormeresbalabaporlacaradebidoalesfuerzo:unabarajadecartas.Yalashabíacontadoenotromomentoy,parami sorpresa, labaraja estabacompleta.LepreguntéaSohrabsiqueríajugar.Noesperabaquemerespondiera,ymuchomenosquejugase.HabíapermanecidoensilenciodesdequehabíamoshuidodeKabul.Sinembargo,sevolviódesdelaventanaydijo:

—Aloúnicoqueséjugaresalpanjpar.

—Losientoporti,porquesoyungranmaestrodelpanjpar,famosoenelmundoentero.—Tomóasientoeneltabureteyledicincocartas—.Cuandotupadreyyo teníamos tu edad, jugábamosmuchoaeste juego.Sobre todoeninvierno,cuandonevabaynopodíamossalir.Jugábamoshastaqueseponíaelsol.

Jugó una carta y cogió otra del mazo. Yo le lanzaba miradas furtivasmientras él estudiaba sus cartas.Era como su padre enmuchos aspectos: lamanera de sostener el abanico de cartas con las dos manos, la forma deentornar los ojos para estudiarlas, el modo de mirar de vez en cuando

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directamentealosojos...

Jugamosensilencio.Ganélaprimerapartida,ledejéganarlasiguienteyperdílasdemássintrampanicartón.

—Erestanbuenocomotupadre,talvezinclusomejor—comentédespuésdeperderporúltimavez—.Yo leganaba aveces, pero creoquemedejabaganar.—Hiceunapausaantesdedecir—:Atupadreyamínoscriolamismamujer.

—Losé.

—¿Qué...quéteexplicósobrenosotros?

—Quefuisteelmejoramigoquetuvoensuvida—contestó.

Giréentrelosdedoslajotadediamantesylalancéalaire.

—No fui tan buen amigo—dije—.Perome gustaría ser tu amigo.Creoquepodríaserunbuenamigotuyo.¿Nocreesqueestaríabien?¿Tegustaría?

Lepuselamanoenelbrazo,concautela,peroélloapartó,tirólascartasyselevantódeltaburete.Sedirigiódenuevohacialaventana.ElsolseponíaenPeshawaryelcieloestabainundadodefranjasrojasyvioletas.Enlacalleseoíanbocinazos,elrebuznodeunasno,elsilbatodeunpolicía...Sohrabsiguiócon la frente apoyada en el cristal, rodeado de aquella luz carmesí, con lospuñosescondidosbajolasaxilas.

Aishadioinstruccionesaunauxiliarparaqueaquellanochemeayudaraadarmisprimerospasos.Diunaúnicavueltaalahabitación,sujetándomeconunamano al portagoteros y con la otra al antebrazo del auxiliar.Tardé diezminutosenacostarmedenuevo,ytranscurridoesetiempolaheridaabdominalmedabaenormespunzadasyestabaempapadodesudor.Mequedétendidoenlacama,jadeante;loslatidosdelcorazónmemartilleabanenlosoídosypenséenlomuchoqueechabademenosamiesposa.

Sohrab y yo pasamos prácticamente todo el día siguiente jugando alpanjpar, en silencio, como siempre.Y el día siguiente.Apenas hablábamos,noslimitábamosajugar,yoincorporadoenlacamayélsentadoeneltaburetede trespatas.La rutinase interrumpíaúnicamentecuandoyodabamipaseoporlahabitaciónoibaalbaño,queestabaalfinaldelpasillo.Aquellanochetuve un sueño. Soñé que Assef estaba en la puerta de mi habitación delhospitalconlaboladeacerotodavíaincrustadaenlacuencadelojo.

—Tú y yo somos iguales —decía—. Te criaste con él, pero eres migemelo.AprimerahoradeldíasiguienteledijeaArmandquemeiba.

—Aúnesprontoparael alta—protestóél.Aqueldíano llevaba labata,sinoqueibavestidoconuntrajeazulmarinoycorbataamarilla.Teníaelpelo

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engominado—.Siguesentratamientoconantibióticosporvíaintravenosay...

—Debo irme—dije—.Aprecio lo que has hecho pormí, lo que habéishechotodosvosotros.Deverdad.Perotengoquemarcharme.

—¿Adóndevas?—mepreguntóArmand.

—Preferiríanodecirlo.

—Apenaspuedescaminar.

—Puedoirhastaelfinaldelpasilloyvolver.Merecuperarépronto.

Elplaneraelsiguiente:recogereldinerodelacajadeseguridad,pagarlasfacturas del hospital e ir al orfanato para dejar a Sohrab con John y BettyCaldwell. Luego viajaría hasta Islamabad y me concedería unos días pararestablecermeunpocoantesdevolveracasa.

Elplaneraése.HastaquellegaronFaridySohrabalamañanasiguiente.

—Tusamigos,JohnyBettyCaldwell,noestánenPeshawar—dijoFarid.

Mecostódiezminutosconseguirmetermeenmipirhan-tumban.Cuandolevantabaelbrazo,medolíaelpechoenlazonadondemehabíanrealizadolaincisiónparainsertareltubodelospulmones,yelabdomenmedabapunzadascada vez que me agachaba. El simple esfuerzo de guardar mis escasaspertenencias en una bolsa de papelmarrónme obligaba a respirar de formaentrecortada. Pero por fin conseguí tenerlo todo preparado, y cuando llegóFarid con las noticias, estaba esperándolo sentado en el borde de la cama.Sohrabsesentóamilado.

—¿Adóndehanido?—pregunté.

Faridsacudiólacabeza.

—¿Nolocomprendes...?

—RahimKandijo...

—HeidoalconsuladodeEstadosUnidos—mecontóFaridcogiendomibolsa—. Nunca ha habido ningunos John y Betty Caldwell en Peshawar.Según la gente del consulado, no han existido nunca. Al menos aquí, enPeshawar.

Amilado,SohrabhojeabaelnúmeroviejodeNationalGeographic.

Sacamoseldinerodelbanco.Eldirector,unhombrepanzudoconmanchasdesudordebajodelasaxilas,mesonreíamientrasmeasegurabaquenadiedelbancohabíatocadoaqueldinero.

—Absolutamentenadie—dijomuyserio,moviendoeldedo índicede lamismamaneraqueArmand.

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PasearencocheporPeshawarconaquellacantidaddedineroenunabolsadepapelfueunaexperienciaaterradora.Además,yosospechabaquecualquierhombrebarbudoquememirabaeraunasesino talibánenviadoporAssef.Ymis temores se veían agravados por dos circunstancias: en Peshawar haymuchoshombresbarbudosytodoelmundotemira.

—¿Qué hacemos con él? —me preguntó Farid mientras se dirigíalentamente hacia el coche después de haber pagado la factura del hospital.SohrabestabaenelasientotraserodelLandCruiser,observandoeltráficoporlaventanillabajada,conlabarbillaapoyadaenlasmanos.

—NopuedequedarseenPeshawar—dijejadeando.

—Nay, Amir agha, no puede... —Farid había leído la pregunta en mispalabras—.Losiento.Megustaría...

—Nopasanada,Farid—Conseguíesbozarunasonrisadeagotamiento—.Tútienesbocasquealimentar.—Habíaunperrojuntoaltodoterreno.Estabaalzadosobrelaspatastraserasyteníalasdelanterasapoyadasenlapuertadelvehículo. Movía la cola y Sohrab jugaba con él—. De momento vendráconmigoaIslamabad.

•••

Dormí prácticamente durante todo el trayecto de cuatro horas hastaIslamabad.Soñémuchísimo,peroloúnicoquerecuerdoesunbatiburrillodeimágenesquedestellandeformaintermitenteenmicabeza,comolastarjetasquevandandovueltasenunarchivadorgiratorio:Babaadobandoelcorderoenlafiestademidecimotercercumpleaños.Sorayayyohaciendoelamorporprimeravez,elsolsaliendoporeleste,lamúsicadelabodaresonandotodavíaennuestrosoídos, susmanospintadasconhennaenlazadascon lasmías.EldíaenqueBabanosllevóaHassanyamíauncampodefresasenJalalabad(elpropietarionoshabíadichoquepodíamoscomertodaslasquequisiésemossiempreycuando lecompráramosunmínimodecuatrokilos)yelempachoquesufrimosposteriormentelosdos.Looscura,casinegra,queeralasangrede Hassan sobre la nieve cuando goteaba de la parte de atrás de suspantalones. «La sangre esmuy importante, bachem.»Khala Jamila dándolegolpecitosenlarodillaaSorayaydiciéndole:«Diosesquienmejor losabe,talvezesquenodebíaserasí.»Durmiendoeneltejadodecasademipadre.Babadiciendoqueelúnicopecadoerael robo.«Cuandomientes, le robasaalguienelderechoalaverdad.»RahimKanalteléfonodiciéndomequeexisteunaformadevolveraserbueno.«Unaformadevolveraserbueno...»

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SiPeshawarera laciudadqueme recordaba loqueensudía fueKabul,Islamabadera laciudaden laquepodríahaberseconvertido.LascalleseranmásanchasquelasdePeshawar,tambiénmáslimpias,yestabanflanqueadasporhilerasdehibiscosyde«árbolesdelasllamas».Losbazaresestabanmásorganizadosynohabíatantosatascosderickshawsypeatones.Laarquitecturaeratambiénmáselegante,másmoderna,yviparquesconrosasyjazminesenfloralasombradelosárboles.

Faridencontróunpequeñohotelenunacallesecundaria,alospiesdelascolinasdeMargalla.DecaminohaciaallípasamospordelantedelamezquitadeSahFaisal,famosaporserlamásgrandedelmundo,consusvigasgigantesdehormigónysuselevadosminaretes.Sohrabseincorporóalverlamezquita,se asomó por la ventanilla y siguió mirándola hasta que Farid giró por laesquina.

La habitación del hotel era notablemente mejor que la que Farid y yohabíamoscompartidoenKabul.Lassábanasestabanlimpias,lehabíanpasadoelaspiradoralaalfombrayelbañoseveíainmaculado.Habíachampú,jabón,maquinillas de afeitar, bañera y toallas que olían a limón.Y las paredes notenían manchas de sangre. Un detalle más: un televisor sobre una mesitasituadaenfrentedelasdoscamasindividuales.

—¡Mira!—ledijeaSohrab.

Laencendímanualmente,sinutilizarelmandoadistancia,ybusquéenloscanales. Encontré un programa infantil donde aparecían dos ovejas lanudasque cantaban en urdu.Sohrab se sentó en una de las camas con las rodillasjunto al pecho.Mientras veía la televisión, imperturbable, balanceándose deunladoaotro,susojosverdesreflejabanlasimágenesdelaparato.Entoncesme acordé de que una vez le prometí aHassan que cuando nos hiciésemosmayoreslecompraríauntelevisorasufamilia.

—Mevoy,Amiragha—dijoFarid.

—Quédateestanoche—lepedí—.Elviajeesmuylargo.Vetemañana.

—Tashakor—replicó—.Quieroregresarestanoche.Echodemenosamishijos.—Sedetuvoenelumbraldelapuertaantesdeabandonarlahabitación—.Adiós,Sohrabjan—dijo.

Esperó una respuesta, pero Sohrab no le prestaba atención. Seguíabalanceándose de un lado a otro con la cara iluminada por el resplandorplateadodelasimágenesqueparpadeabanenlapantalla.

Loacompañéhastaelcocheyleentreguéunsobre.Élloabrióysequedóboquiabierto.

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—Nosabíacómodartelasgracias—ledije—.Hashechotantopormí...

—¿Cuántodinerohayaquí?—mepreguntóFaridligeramenteaturdido.

—Unpocomásdetresmildólares.

—Tresmil...—empezóadecir.Ellabioinferiorletemblabaunpoco.

Después,cuandotomólacurva,pitódosvecesysedespidióconlamano.Ledevolvíelgesto.Nuncahevueltoaverlo.

Regresé a la habitación del hotel yme encontré a Sohrab tendido en lacama, acurrucado en forma de C. Tenía los ojos cerrados, pero no podíaasegurar que estuviese dormido.Había apagado el televisor.Me senté en lacama,sonreícondolorymesequéelsudorfríoquemecaíaporlafrente.Mepreguntédurantecuántotiemposeguiríandoliéndomeesaspequeñasaccionesde levantarme, sentarmeodarme lavuelta en la cama.Mepregunté cuándosería capaz de comer alimento sólido. Me pregunté qué haría con aquelpequeñoqueestabaacostadoenlacama,aunqueunapartedemíyalosabía.

Eneltocadorhabíaunagarrafadeagua.MeservíunvasoymetoméunpardeanalgésicosdelosquemehabíadadoArmand.Elaguaestabacalientey teníaunsaboramargo.Corrí lascortinasymetumbéen lacama.Tenía lasensacióndequeelpechosemeabría.Conseguírespirardenuevocuandoeldoloraminoróunpoco,mesubílasábanahastalabarbillayesperéaquelaspastillasdeArmandsurtieranefecto.

Cuandomedesperté, lahabitaciónestabamásoscura.Elpedazodecieloque asomaba entre las cortinas era del color púrpura que el crepúsculopresenta al anochecer. Las sábanas estaban empapadas y me palpitaba elcorazón.Habíavueltoasoñar,peronorecordabaqué.

CuandomirélacamadeSohrabylaencontrévacía,elcorazónmediounvuelcoysentínáuseas.Lollamé.Elsonidodemipropiavozmesorprendió.Me sentía desorientado, en la habitación oscura de un hotel, a miles dekilómetrosdecasa,conelcuerporoto,pronunciandoelnombredeunniñoalqueconocíadesdehacíasólounosdías.Volvíallamarloynooínada.Salídela cama a duras penas,miré en el baño y en el estrecho pasillo fuera de lahabitación.Sehabíaido.

Cerrélapuertaconllaveymedirigíalarecepción,agarrándomeentodomomento a la barandilla para no caer. A un lado del mostrador había unapalmera artificial llena de polvo. El papel pintado tenía un estampado deflamencos rosas. El director del hotel, el señor Fayyaz, estaba leyendo unperiódicodetrásdelmostradordefórmica.LedescribíaSohrabylepreguntési lo había visto. El hombre dejó el periódico y se quitó las gafas. Tenía elcabello grasiento y un pequeño bigote rectangular salpicado de canas. Olía

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vagamenteaunafrutatropicalquenopudeidentificar.

—Niños...Lesgustadarvueltasporahí...—dijo suspirando—.Yo tengotres.Sepasaneldíaporahí,preocupandoasumadre.—Seabanicabaconelperiódicoymemirabalabocafijamente.

—Nocreoquehayasalidoadarunavuelta—objeté—.Nosomosdeaquí.Temoquehayapodidoperderse.

Sacudióentonceslacabezadeladoalado.

—Enesecasodeberíahaberlovigilado,señor.

—Losé.Peromehequedadodormido,ycuandomehedespertado,habíadesaparecido.

—Losniñosdebenestarsiemprecontrolados.

—Sí,losé—repuse.

Notabaquesemeacelerabaelpulso.¿Cómopodíasertaninsensibleamiinquietud?Secambióelperiódicodemanoysiguióabanicándose.

—Ahoraquierenunabicicleta.

—¿Quiénes?

—Mis hijos—contestó—. No dejan de repetir: «Papá, papá, por favor,cómpranos una bicicleta y no te molestaremos más. ¡Por favor, papá!»—Resoplóbrevementeporlanariz—.Unabicicleta.Sumadrememataría,selojuro.

Me imaginé a Sohrab en una zanja. O en el maletero de un coche,amordazadoyatado.Noqueríamancharmelasmanosconsusangre.Conlasuyano.

—Por favor... —dije. Forcé la vista. Leí el pequeño distintivo con sunombrequellevabaenlasolapadelacamisaazuldemangacorta—.¿Lohavisto,señorFayyaz?

—¿Alniño?

—¡Sí,alniño!—grité—.Alniñoqueveníaconmigo.¿Lohavistoono,porelamordeDios?

Dejódeabanicarseyentornólosojos.

—Nosehagaellistoconmigo,amigo.Nosoyyoquienlohaperdido.

Quetuvieserazónnoevitóquemesubieranloscoloresalacara.

—Escierto.Esculpamía.Pero¿lohavisto?

—Losiento—dijosecamente.Volvióaponerselasgafasyabrióconrabia

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elperiódico—.Nohevistoaningúnniño.—Permanecíotrominutoinmóvilen el mostrador, intentando no gritar. Cuando me disponía a abandonar elvestíbulo,mepreguntó—:¿Seleocurredóndepuedehaberido?

—No—respondí.Mesentíaagotado.Agotadoyasustado.

—¿Tiene un interés particular por algo?—dijo.Vi que había doblado elperiódico—.Mishijos,porejemplo,haríancualquiercosaporunapelículadeacciónamericana,sobretodoporlasdeesetalArnoldNosequénegger...

—¡Lamezquita!—exclamé—.Lagranmezquita.

Recordé cómo lamezquita había sacado a Sohrab de su estupor cuandopasamosjuntoaella,cómosehabíaasomadoporlaventanillaparamirarla.

—¿SahFaisal?

—Sí.¿Puedellevarmeallí?

—¿Sabequeeslamezquitamásgrandedelmundo?—inquirió.

—No,pero...

—Sóloelpatiopuedealbergaracuarentamilpersonas.

—¿Puedellevarmeallí?

—Está sóloaunkilómetrodeaquí—dijo, aunqueyaestaba saliendodedetrásdelmostrador.

—Lepagaréporeldesplazamiento—afirmé.

Suspiróysacudiólacabeza.

—Espereaquí.

Desaparecióporunapuertayregresóconotropardegafasyunasllaves.Unamujer bajita y regordetavestida conun sari de color naranja lo seguía.Ellaocupóellugarqueelhombredejabavacantedetrásdelmostrador.

—No aceptaré el dinero —dijo, haciendo un gesto con la mano—. Loacompañohastaallíporquesoypadre,comousted.

Pensé que acabaríamos dando vueltas por la ciudad hasta que cayera lanoche.Meveíallamandoalapolicía,describiendoaSohrabbajolamiradadereprochedeFayyaz.Yaoía al oficial, convoz cansaday sinningún interés,formulándome las preguntas de rigor.Ymás allá de las preguntas oficiales,una no oficial: ¿a quién demonios le importa otro niño afgano muerto? Y,sobretodo,unhazara.

Perodimosconélaunoscienmetrosdelamezquita.Estabasentadoenelaparcamiento, en medio de una rotonda de césped. Fayyaz se acercó a la

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rotondaymeayudóabajar.

—Tengoqueregresar—dijo.

—No se preocupe. Volveremos caminando —repuse—. Gracias, señorFayyaz.Deverdad.

Cuando salí, apoyó el brazo en el respaldo del asiento que yo acaba dedejarymemiróalosojos.

—¿Puedodecirleunacosa?

—Porsupuesto.

Enlaoscuridaddelcrepúsculo,sucaraquedabareducidaaunpardegafasquereflejabanlaluzmortecina.

—Loquelesocurreaustedeslosafganosesque...Bueno,sugenteesunpocotemeraria.

Estabacansadoymedolíatodo.Lasmandíbulasmedabanpunzadas.Ylasmalditas heridas del pecho y el abdomen eran como una alambrada bajo lapiel.Noobstante,apesardetodo,meechéareír.

—¿Qué...,quéesloque...?—comenzóabalbucearFayyaz,peroyoestabayadesternillándome,ahogadopor las risotadasque luchabanpor salirdemibocallenadehierros—.Genteloca...—dijo.

Cuando arrancó, los neumáticos chirriaron y vi las luces traseras, undestelloderojoenlaluzdelatardecer.

—Mehasdadounbuensusto—ledijeaSohrab.Mesentéasuladoehiceunamuecadedoloralagacharme.

Estaba contemplando la mezquita. La mezquita de Sah Faisal tenía laformadeunatiendagigante.Loscochesibanyvenían;losfieles,vestidosdeblanco,entrabanysalían.Nossentamosensilencio,yoapoyadoenunárbol,Sohrab ami lado, con las rodillas pegadas al pecho.Oímos la llamada a laoraciónyvimoscómo,encuantodesapareciólaluzdeldía,seencendíanloscientos de luces del edificio. Lamezquita brillaba como un diamante en laoscuridad.IluminabaelcieloylacaradeSohrab.

—¿HasestadoalgunavezenMazar-i-Sharif?—mepreguntóSohrabconlabarbillaapoyadaenlasrodillas.

—Hacemuchotiempo.Nomeacuerdomuybien.

—Mipadremellevóallícuandoerapequeño.FuerontambiénmimadreySasa.Mipadremecompróunmonoenelbazar.Nounmonodeverdad,sinodeésosqueseinflan.Eramarrónyllevabaunacorbatadelazo.

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—Creoquedeniñoyotambiéntuveunodeésos.

—MipadremellevóalaMezquitaAzul,alatumbadeHazratAlí—dijoSohrab—. Recuerdo que fuera del masjid había muchas palomas y que noteníanmiedo de la gente. Iban directas a nosotros. Sasame dio trocitos denaan,yoloslancéalsueloyenunmomentoestuverodeadodepalomasquepicoteabansinparar.Fuedivertido.

—Debesdeecharmuchodemenosatuspadres—apunté.Mepreguntabasihabríavistoalostalibanesarrastrarasuspadreshastalacalle.Esperabaquenohubiesesidoasí.

—¿Echastúdemenosatuspadres?—inquirió,apoyandolamejillaenlasrodillasylevantandolavistaparamirarme.

—¿Siechodemenosamispadres?Bueno...,amimadrenolaconocí.Mipadremurióhaceunosaños...ysí,loechodemenos.Avecesmucho.

—¿Teacuerdasdecómoera?

Pensé en el cuello grueso deBaba, en sus ojos negros, en su indomablecabellocastaño.Sentarmeensuregazoeracomoestarsentadosobreunpardetroncos.

—Sí,meacuerdodecómoera—respondí—.Tambiénmeacuerdodesuolor.

—Yoempiezoaolvidarmedesuscaras.¿Esmaloeso?

—No.Esloquepasaconeltiempo.—Deprontorecordéalgo.BusquéenelbolsillointeriordelachaquetaysaquélafotoenlaqueaparecíanHassanySohrab—.Mira—ledije.

Seacercólafotografíaauncentímetrodelacaraylagiróparaqueledieralaluzdelamezquita.Laobservódurantemuchorato.Penséqueestallaríaenllanto,peronolohizo.Selimitóasostenerlaconlasdosmanos,arecorrersusuperficie con el dedopulgar. Pensé en una frase quehabía leído en algunaparte,oquetalvezhabíaoídomencionaraalguien:enAfganistánhaymuchosniños,peropocainfancia.Tendiólamanoparadevolvérmela.

—Quédatela.Estuya.

—Gracias.—Miródenuevolafotografíayselaguardóenelbolsillodelchaleco.Entoncesentróenelaparcamientouncarrotiradoporuncaballoquellevaba unas tintineantes campanillas al cuello—. Últimamente he estadopensandomuchoenmezquitas—dijoSohrab.

—¿Sí?¿Yenquédeellas?

Seencogiódehombros.

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—Sólo pensando en ellas. —Levantó la cara y me miró directamente.Estaba llorando, tranquilamente,ensilencio—.¿Puedopreguntarteunacosa,Amiragha?

—Porsupuesto.

—¿MellevaráDios...?—empezó,yseatragantóunpoco—.¿MellevaráDiosalinfiernoporloquelehiceaaquelhombre?

Intentéabrazarloyseestremeció.Meretiré.

—Nay.Porsupuestoqueno—respondí.

Teníaganasdesentirlocerca,deabrazarlo,dedecirlequeeraelmundoelquenohabíasidobuenoconél,ynoalcontrario.

Esbozóunamuecayluchóporconservarlacompostura.

—Mi padre decía que hacer daño a la gente está mal, aunque seamalagente.Porqueno sabenhacerlomejoryporque lamalagente avecesacabasiendobuena.

—Nosiempre,Sohrab.—Melanzóunamiradainquisitiva—.Yoconocíadesdehacemuchotiempoalhombrequetehizodaño—leconté—.Supongoque te lo imaginarías, por la conversación quemantuvimos. Él... él intentóhacermedañoenunaocasióncuandoyoteníatuedad,perotupadremesalvó.Tupadreeramuyvaliente,siempremesalvabadelassituacionespeligrosas,siempredabalacarapormí.Yhuboundíaenqueunniñomalolehizodañoatupadre,deunamaneramuymala,yyo...yonopudesalvaratupadrecomoélmehabíasalvadoamí.

—¿Por qué la gente quería hacerle daño a mi padre? —me preguntóSohrabconvocecillajadeante—.Élnuncafuemaloconnadie.

—Tienes razón. Tu padre fue un hombre bueno. Pero lo que intentoexplicarte,Sohrabjan,esqueenestemundohaygentemala,yhaypersonasmalas que nunca dejan de serlo. Y a veces no queda más remedio queenfrentarseaellas.Loque tú lehicisteaaquelhombrees loqueyodeberíahaberlehechohacemuchosaños.Ledistesumerecido,yaúnsemerecíamás.

—¿Creesquemipadresesientedefraudadopormí?

—Séqueno—leaseguré—.MesalvastelavidaenKabul.Séquesesientemuyorgullosodetiporeso.

Sesecólacaraconlamangadelacamisa,haciendoestallarunaburbujadesalivaqueselehabíaformadoentreloslabios.Setapóelrostroconlasmanosylloróduranteunbuenratoantesdevolverahablar.

—Echodemenosamipadre,yamimadretambién—gimió—.Yechode

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menosaSasayaRahimKanSahib.Aunqueavecesmealegrodequeno...,dequeyanoesténaquí.

—¿Porqué?—Leacariciéelhombro.Seretiró.

—Porque...—empezó,jadeandoyrespirandocondificultadentresollozos—, porque no quiero queme vean... Estoymuy sucio...—Inspiró hondo ysoltó todo el aire en forma de un llanto prolongado y desgarrador—. Estoysucioyllenodepecado.

—Túnoestássucio,Sohrab.

—Esoshombres...

—Túnoestássucioenabsoluto.

—... hicieroncosas...Elhombremaloy losotrosdos... hicieroncosas...,mehicieroncosas.

—Túnoestássucionillenodepecado.—Volvíaacariciarleelbrazoyseretiródenuevo.Intentécogerlootravez,delicadamente,yatraerlohaciamí—.Noteharédaño—susurré—.Teloprometo.

Se resistió un poco. Fue soltándose. Dejó que lo atrajera hacia mí ydescansósucabezasobremipecho.Sucuerpecitoseconvulsionabaentremisbrazosacadasollozoquedaba.

Entre las personas que se crían de un mismo pecho existen lazos dehermandad.Enaquellosmomentos,mientraseldolordelniñomeempapabalacamisa,viqueesoslazoshabíansurgidotambiénentrenosotros.Loquehabíasucedido en aquella habitación con Assef nos había unido de manerairremediable.

Durantedíashabíaestadobuscandoelmomentoadecuadoparapreguntar.La pregunta llevaba tiempo dándome vueltas en la cabeza, impidiéndomedormir.Decidíqueaquéleraelmomento,allí,conlaslucesdelacasadeDiosreflejándosesobrenosotros.

—¿TegustaríairaviviraAméricaconmigoyconmimujer?

No respondió. Siguió sollozando en mi camisa y dejé que continuarahaciéndolo.

Duranteunasemananingunodelosdoshizoningúncomentariosobremiproposición, como si la pregunta jamás hubiese sido formulada. Un día,Sohrab y yo tomamos un taxi para ir al mirador de Daman-e-Koh, que seencuentraenlaladeradelasmontañasMargallaydesdeelcualsedisfrutadeuna vista panorámica de Islamabad, con sus filas de avenidas limpias yflanqueadasporárbolesycasasblancas.Elconductornosexplicóquedesdeallísepodíaverelpalaciopresidencial.

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—Si ha llovido y la atmósfera está limpia, se ve inclusoRawalpindi—dijo.

Veía sus ojos por el espejo retrovisor, saltando de Sohrab amí, demí aSohrab. También veía mi cara reflejada. No estaba ya tan inflamada, perohabía adquirido un tono amarillento debido al amplio surtido demoratonesdescoloridos.

Tomamosasientoenunbancoquehabíaalasombradeungomero,enunazonade picnic.Era un día caluroso.El sol lucía en lo alto de un cielo azultopacio.En losbancoscercanos, las familiascomían samosasypakoras.Enunaradiosonabaunacanciónhindúquecreírecordardeunapelículaantigua,quizáPakeeza.Losniños,muchosdeellosdelaedaddeSohrab,corríandetrásdebalonesdefútbol,reíanygritaban.PenséenelorfanatodeKarteh-SehyenlarataquesehabíaescurridoentremispieseneldespachodeZaman.Sentíunaopresiónenelpechoprovocadaporelinesperadoataquederabiaquemesobrevinoalpensarencómomiscompatriotasestabandestruyendosupropiopaís.

—¿Quépasa?—mepreguntóSohrab.Forcéunasonrisay ledijequenoteníaimportancia.

Extendimosunadelastoallasdebañodelhotelsobrelamesadepicnicyjugamos al panjpar. Se estaba bien allí, acompañado por el hijo de mihermanastro,jugandoalascartas,conelcalordelsolacariciándomelanuca.Terminólacanciónyempezóotra,unaquenoconocía.

—Mira—dijoSohrabseñalandoelcieloconsuscartas.Levantélacabezayviunhalcónquetrazabacírculosenelcieloinfinitoydespejado.

—NosabíaquehubiesehalconesenIslamabad—comenté.

—Yotampoco—dijoélsiguiendoconlamiradaelvuelocirculardelave—.¿Loshaydondevivestú?

—¿EnSanFrancisco?Supongoquesí.Peronopuedodecirquehayavistomuchos.

—Oh—dijo.

Yoesperabaquesiguieseformulándomepreguntas,perojugóotramanoyluegomepreguntósipodíamoscomerya.Abrílabolsadepapelylepasésubocadillo de carne.Mi comida consistía en un tazón de batido de plátano ynaranja(lehabíaalquiladolabatidoraalaseñoraFayyazduranteunasemana).Sorbíconlaayudadelapajitaysemellenólabocadelsabordulcedelbatidodefruta.Semederramóunpocoporlacomisuradeloslabios.Sohrabmediounaservilletayobservócómomesecabalabocaconpequeñosgolpecitos.Lesonreíyélmedevolviólasonrisa.

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—Tu padre y yo éramos hermanos —le confesé. Me salió así. Habíaqueridodecírselo lanochequeestuvimossentados juntoa lamezquita,peronolohice.Teníaderechoasaberlo;yoyanoqueríavolveraocultarnadamás—.Hermanastros,enrealidad.Teníamoselmismopadre.

Sohrabdejódemasticar.Abandonótambiénelbocadillo.

—Mipadrenuncamedijoquetuvieraunhermano.

—Porquenolosabía.

—¿Porquénolosabía?

—Nadie se lo reveló. Tampoco nadie me lo reveló a mí. Yo lo hedescubiertohacemuypoco.

Sohrab pestañeó.Como si estuviera viéndome, viéndome de verdad, porvezprimera.

—¿Yporquéosloocultaronamipadreyati?

—¿Sabes?,elotrodíamehiceexactamentelamismapregunta.Yhayunarespuesta,aunquenoesmuyagradable.Digamossimplementequenonoslocontaron porque se suponía que... tu padre y yo no debíamos haber sidohermanos.

—¿Porqueélerahazara?

Obliguéamisojosapermanecerfijosenelniño.

—Sí.

—Ytupadre...—empezó,conlamiradafijaenelbocadillo—¿osqueríaigualatiyamipadre?

Penséenundía,muchotiempoatrás,enellagoGhargha,cuandoBabaledio unos golpecitos de felicitación aHassan en la espalda porque su piedrahabíarebotadomásvecesquelamíasobreelagua.ViaBabaenlahabitacióndelhospital,cuandoleretiraronaHassanlosvendajesdelaboca.

—Creoquenosqueríaigual,perodeformadistinta.

—¿Sesentíaavergonzadodemipadre?

—No.Creoquesesentíaavergonzadodesímismo.

Mordisqueóelbocadilloensilencio.

Aquellatardenosfuimosaúltimahora,cansadosdelcalor,perocansadosagradablemente. Durante el camino de regreso sentí sobre mí la mirada deSohrab.Lepedíaltaxistaquesedetuvieseenalgunatiendadondevendiesentarjetasparallamarporteléfono.Ledieldineroyunapropinaparaqueentrara

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acomprarmeuna.

Por la noche nos acostamos cada uno en nuestra cama y vimos unprogramadedebate en la televisión.En él aparecíandosmullahs conbarbalarga y entrecana y turbante blanco que respondían a las preguntas que lesformulaban fieles de todas las partes del mundo. Uno que llamaba desdeFinlandia,untipollamadoAyub,lespreguntósisuhijoadolescentepodíairalinfiernopor llevar lospantalones tanbajosdecinturaque se leveía la ropainterior.

—UnavezviunafotografíadeSanFrancisco—dijoSohrab.

—¿Deverdad?

—Seveíaunpuentedecolorrojoyunedificioconeltejadopuntiagudo.

—Tendríasqueverlascalles.

—¿Quélespasa?—Memirabamientraslosdosmullahsqueaparecíanenlapantalladeltelevisorestabanconsultandoentreelloslarespuesta.

—Sontanempinadasquecuandolassubesconelcocheloúnicoqueveseslapuntadelcapóyelcielo—dije.

—Esodamiedo—comentó.Sevolvióhastasituarsedecaraamíydarlaespaldaaltelevisor.

—Sóloesalprincipio.Luegoteacostumbras—leaseguré.

—¿Nieva?

—No, pero tenemosmucha niebla. ¿Te acuerdas de ese puente rojo queviste?

—Sí.

—Aveces,porlasmañanas,lanieblaestanespesaqueloúnicoqueseveasomarporellaeslapuntadelasdostorres.

—¡Oh!—exclamóconunasonrisadeasombro.

—¿Sohrab?

—Sí.

—¿Haspensadoenloquetepregunté?

La sonrisa se esfumó. Se tumbó boca arriba y entrelazó las manos pordetrásdelacabeza.LosmullahsdecidieronfinalmentequeelhijodeAyubiríaal infierno por llevar los pantalones de aquella manera. Afirmaron que asíaparecíamencionadoenelHaddith.

—Lohepensado—dijoSohrab.

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—¿Y?

—Medamiedo.

—Séquedaunpocodemiedo—dije,agarrándomeaesehilodeesperanza—.Peroaprenderáselinglésrápidamenteyteacostumbrarása...

—Nomerefieroaeso.Esotambiénmedamiedo,pero...

—Pero¿qué?

Sevolvióhaciamí.

—¿Ysitecansasdemí?¿Ysitumujernomequiereporquesoyun...?

Melevantécondificultaddelacama,recorríelespacioquenosseparabaymesentéasulado.

—Nuncamecansarédeti,Sohrab.Jamás.Teloprometo.Eresmisobrino,¿lo recuerdas?YSoraya jan esunamujermuybondadosa.Confía enmí, tequerrá.Esotambiénteloprometo.

Tenté a la suerte. Tendí la mano para dársela. Se tensó un poco, peropermitióqueselacogiera.

—Noquieroiraotroorfanato—dijo.

—Jamáspermitiréqueesoocurra.Te loprometo.—Tomésumanoentrelasmías—.Venconmigoacasa.

Suslágrimasempapabanlaalmohada.Estuvomuchoratosindecirnada.

Entoncessumanomedevolvióelapretón.Yasintióconlacabeza.Asintió.

Conseguíestablecerlaconferenciaalcuartointento.Elteléfonosonótresvecesantesdequeellalocogiera.

—¿Diga?

Eran las siete y media de la tarde en Islamabad, la misma hora de lamañanaenCalifornia.EsosignificabaqueSorayallevabaunahoralevantadayqueestabapreparándoseparairalcolegio.

—Soy yo—dije.Me encontraba sentado en la cama, observando cómodormíaSohrab.

—¡Amir!—casigritó—.¿Estásbien?¿Dóndeestás?

—EstoyenPakistán.

—¿Por qué no has llamado antes? ¡Estoy enferma de tash-weesh! Mimadrerezayhacenazrtodoslosdías.

—Sientonohaberllamadoantes.Ahoraestoybien.—Lehabíadichoque

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estaría ausente una semana, dos comomucho.Y llevaba casi unmes fuera.Sonreí—.YdileaKhalaJamilaquedejedesacrificarcorderos.

—¿Aquéterefieresconesodeque«ahoraestoybien»?¿Yquélepasaatuvoz?

—No te preocupes ahora por eso. Estoy bien.De verdad. Soraya, tengounahistoriaquecontarte,unahistoriaquedeberíahabertecontadohacemuchotiempo,peroprimerodebodecirteunacosa.

—¿Qué?—me preguntó, bajando el volumen de la voz a un tono máscauteloso.

—No volveré solo a casa.Me acompaña un niño.—Hice una pausa—.Quieroqueloadoptemos.

—¿Qué?

Miréelreloj.

—Mequedancincuentaysieteminutosdeestaestúpidatarjetadeteléfonoy tengomuchascosasqueexplicarte.Tomaasiento.—Escuchéel sonidodelaspatasdeunasillaquesearrastrabaatodaprisaporelsuelodemadera.

—Adelante—dijo.

Entonces hice lo que no había hecho en quince años de matrimonio:explicárselo todo a mi esposa. Todo.Me había imaginado en innumerablesocasionesaquelmomento,lohabíatemido,peroamedidaquehablaba,notabaqueseaflojabalatensióndemipecho.MeimaginéqueSorayadebiódesentiralgomuysimilarlanochedenuestrokhastegari,cuandomecontólahistoriadesupasado.

Cuandoterminémirelato,ellaestaballorando.

—¿Quépiensas?—inquirí.

—Noséquépensar,Amir.Mehascontadotantascosasalavez...

—Soyconscientedeello.

Oíquesesonabalanariz.

—Perodeunacosaestoysegura: tienesquetraerloacasa.Quieroquelohagas.

—¿Estássegura?—lepreguntécerrandolosojosysonriendo.

—¿Que si estoy segura? Amir, es tu qaom, tu familia, por lo tanto estambiénmiqaom.Porsupuestoqueestoysegura.Nopuedesabandonarloenlacalle.—Ahíseprodujounabrevepausa—.¿Cómoes?

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MiréaSohrab,queestabadormidoenlacama.

—Esdulce,enciertosentidosolemne.

—¿Qué culpa tiene él de todo esto? —dijo—. Deseo verlo, Amir. Deverdad.

—¿Soraya?

—¿Sí?

—Dostetdarum,tequiero.

—Yo también te quiero —replicó. Oí la sonrisa que acompañaba suspalabras—.Ytencuidado.

—Lo tendré. Y una cosa más. No les digas a tus padres quién es. Sinecesitansaberlo,serádemiboca.

—Deacuerdo.

Ycolgamos.

ElcéspeddelexteriordelaembajadanorteamericanaenIslamabadestabaperfectamentecortado,salpicadoporconjuntoscircularesdefloresyrodeadodearbustosbienpodados.Eledificioensíeramuyparecidoaotrosedificiosde Islamabad:deunasolaplantaydecolorblanco.Para llegaraél tuvimosqueatravesardiversoscontrolesmilitaresyfuicacheadoportresoficialesdeseguridaddespuésdequeloshierrosquellevabaenlasmandíbulassonaranalpasarpor losdetectoresdemetal.Cuandopor finconseguimosalejarnosdelcalordelexterior,elaireacondicionadomegolpeóenlacaracomounjarrodeaguahelada.Lediminombrealasecretariaqueseencontrabaenrecepción,una mujer rubia de cara enjuta de cincuenta y tantos años, y me sonrió.Llevabaunablusadecolorbeisypantalonesnegros.Eralaprimeramujerqueveíadesdehacíasemanasvestidaconalgodistintoaunburkaounshalwar-kameez. Buscó mi nombre en la lista de visitas concertadas mientras dabagolpecitosenlamesaconlagomadelextremodellápiz.Encontróelnombreymeindicóquetomaseasiento.

—¿Unalimonada?—mepreguntó.

—No,gracias—dije.

—¿Ysuhijo?

—¿Perdón?

—Estecaballerotanguapo—dijosonriendoaSohrab.

—Oh.Muyamable,gracias.

Sohrabyyotomamosasientoenunsofádepielnegraquehabíaenfrente

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delmostradorderecepción,juntoaunabanderaestadounidense.Sohrabcogióuna revista de lamesita de centro con sobre de cristal.La hojeó sin prestaratenciónalasfotografías.

—¿Quépasa?—mepreguntóSohrab.

—¿Perdón?

—Estássonriendo.

—Estabapensandoen ti.—Mesonrióalgonervioso,cogióotrarevistayacabó de hojearla en treinta segundos—. No tengas miedo —le dije,acariciándole un brazo—. Esta gente es amiga. Relájate.—Podría habermeaplicadoelconsejoamímismo,puescambiévariasvecesdeposiciónenelasientoymedesatéyatédenuevoloscordonesdeloszapatos.

Lasecretariadepositóenlamesitaunvasoaltodelimonadaconhielo.

—Aquíestá.

Sohrabsonriótímidamente.

—Muchasgracias—dijoeninglés.Lohizoconunacentomuymarcado.Mehabíadichoqueeraloúnicoquesabíadecireninglés,esoy«Quetengasunbuendía».

Ellaseechóareír.

—Denada.—Volvióasumostradortaconeando.

—Quetengasunbuendía—añadióSohrab.

RaymondAndrews era un tipo bajito, calvo, demanos pequeñas y uñasperfectamente cuidadas. Lucía un anillo de casado en el dedo anular. Meestrechó la mano de forma breve y educada; fue como apretar un gorrión.«Ésassonlasmanosdelasquedependennuestrosdestinos»,pensémientrasSohrabyyotomábamosasientofrenteasuescritorio.Andrewsteníacolgadoa su espalda un póster de Les Misérables junto a un mapa topográfico deEstadosUnidos. En el alféizar de la ventana tomaba el sol unamaceta contomates.

—¿Fuma?—me preguntó. Su profunda voz de barítono chocaba con lopequeñodesuestatura.

—No, gracias—respondí sin conceder importancia a cómo los ojos deAndrewsmiraban de soslayo a Sohrab o al hecho de que nomemirase aldirigirseamí.

Abrió un cajón del escritorio y encendió un cigarrillo que sacó de unpaquetemedio vacío. Delmismo cajón sacó también un bote de crema. Sefrotó lasmanosconellasinapartar lamiradade la tomatera.Elcigarrillo le

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colgaba de la comisura de los labios. Luego cerró el cajón, puso los codossobrelamesayresopló.

—¿Y bien?—dijo entrecerrando sus ojos grises por culpa del humo—.Cuéntemesuhistoria.

Me sentía como Jean Valjean sentado frente a Javert. Me recordé a mímismoqueenaquellosmomentoseraciudadanonorteamericano,queesetipoestabademiladoyquelepagabanparaayudarapersonascomoyo.

—Quieroadoptaraesteniñoy llevármeloaEstadosUnidosconmigo—afirmé.

—Cuénteme su historia —repitió, retirando con el dedo índice delescritorio,perfectamenteordenado,unabriznadecenizaydepositándolaenelcenicero.

LeexpliquélaversiónquehabíaestadoelaborandomentalmentedesdequecolguéelauriculardespuésdehablarconSoraya.MehabíadesplazadohastaAfganistánparairenbuscadelhijodemihermanastro.Lohabíaencontrado,encondicionesdemalnutrición,consumiéndoseenunorfanato.Habíapagadounacantidaddedineroaldirectordelorfanatopara llevarmealniñoyhabíaviajadoconélhastaPakistán.

—¿Asíqueesustedmediotíodelniño?

—Sí.

Mirólahora.Seinclinóylediolavueltaalatomateradelalféizar.

—¿Conoceaalguienquepuedadarfedeello?

—Sí,peronosédóndeseencuentraenestosmomentos.

Sevolvióhaciamíymoviólacabeza.Intentéleersuexpresión,peromeresultó imposible. Me pregunté si alguna vez habría jugado al póquer conaquellasmanitas.

—Meimaginoqueloshierrosquellevaenlamandíbulanosonparairalaúltimamoda—dijo.Sohrabyyoestábamosmetidosenun lío,y lo supeenaquelinstante.LecontéquemehabíanatracadoenPeshawar.

—Naturalmente—replicó,ytosióparaaclararselagarganta—.¿Esustedmusulmán?

—Sí.

—¿Practicante?

—Sí.

Laverdaderaquenorecordabaexactamentecuándohabíasido laúltima

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vezquemehabíapuestoderodillasmirandoalestepararezarmisoraciones.Entonces lo recordé: el día en que el doctor Amani le dio el diagnóstico aBaba. Aquel día me arrodillé en la alfombra de oración y recité algunosfragmentosdesuraquehabíaaprendidoenelcolegio.

—Esosiempreesdealgunaayuda,aunquenomucha—dijorascándoseunpuntodelaparteimpolutadesuarenosocabello.

—¿Aquéserefiere?—lepregunté.LedilamanoaSohrabyentrelacésusdedosconlosmíos.Sohrabmemirabaintranquilo;luegomiróaAndrews.

—Existe una respuesta larga que estoy seguro de que acabaré dándole.¿Quiereprimerolacorta?

—Supongo—dije.

Andrewsaplastóelcigarrilloyapretóloslabios.

—Déjelacorrer.

—¿Perdón?

—Susolicituddeadopcióndeesteniño.Déjelacorrer.Esmiconsejo.

—Recibido—dije—.Ahoratalvezpuedaexplicarmeporqué.

—Esosignificaquequiereescucharlarespuestamáslarga—repusoconsuinalterabletonodevoz,sinreaccionaramicortanterespuesta.LuegojuntólaspalmasdelasmanoscomosiestuvieseapuntodearrodillarseantelaVirgenMaría—.Supongamosquelahistoriaqueacabadecontarmeescierta,aunqueapostaríapartedemijubilaciónaqueesinventadaofaltabuenapartedeella.Peroesonoimporta,créame.Ustedestáaquí,yélestáaquí,esoes loúnicoque importa.Sinembargo,aunasí, supeticiónseenfrentaaobstáculosmuyrelevantes,elmenordeloscualesesqueesteniñonoeshuérfano.

—Porsupuestoqueloes.

—No,legalmentenoloes.

—Suspadres fueronejecutadosen lacalle.Losvecinos lovieron—dije,alegrándomedequelaconversaciónseestuvieradesarrollandoeninglés.

—¿Tienecertificadosdedefunción?

—¿Certificados de defunción? Estamos hablando de Afganistán. Lamayoríadelagentenotienenitansiquieracertificadodenacimiento.

Susojosvidriososapenaspestañearon.

—Nosoyyoquienredactalasleyes,señor.Apesardelaatrocidad,siguesiendo necesario que pruebe que los padres han muerto. El niño debe serdeclaradolegalmentehuérfano.

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—Pero...

—Quería escuchar la respuesta larga y es la que estoy ofreciéndole. Elsiguienteproblemaesquenecesitalacooperacióndelpaísdeorigendelniño,algodifícildeconseguiractualmenteinclusobajolasmejorescircunstancias,ya que estamos hablando de Afganistán. En Kabul no disponemos deembajada norteamericana. Lo que pone las cosas extremadamentecomplicadas.Pornodecirimposibles.

—¿Quémeestádiciendo?¿Quédeberíadejarloabandonadoenlacalle?

—Yonohedichoeso.

—Han abusado sexualmente de él—añadí, pensando en las campanillasquesonabanenlostobillosdeSohrab,ensusojospintados.

—Siento mucho lo que me cuenta —dijo la boca de Andrews. Sinembargo, por su manera de mirarme, podríamos haber estado charlandotranquilamentedeltiempo—.PeronoporellovaaconseguirqueelINSemitaunvisadoparaestejovencito.

—¿Quémeestádiciendo?

—Estoy diciéndole que si quiere ayudar a su país, mande dinero a unaorganización de reputación probada. Ofrézcase como voluntario en uncampamentoderefugiados.Peroenestosmomentosnorecomendamosa losciudadanosdeEstadosUnidosqueintentenadoptarniñosafganos.

Mepuseenpie.

—Vámonos,Sohrab—dijeenfarsi.Sohrabsedeslizóamiladoyapoyólacabezaenmicadera.RecordélafotografíaenlaqueaparecíajuntoaHassanenlamismapostura—.¿Puedopreguntarleunacosa,señorAndrews?

—Sí.

—¿Tiene hijos? —Pestañeó por vez primera—. ¿Los tiene? Es unapreguntafácil.—Permanecióensilencio—.Losabía—dijedándolelamanoaSohrab—.Deberíanponerensupuestoaalguienquesupieseloqueesdesearunhijo.—Mevolvíparamarcharme,Sohrabtirabademí.

—¿Puedoyohacerleunapreguntaausted?—gritóAndrews.

—Adelante.

—¿Lehaprometidoaesteniñoqueselollevaríaconél?

—¿Yquésilohehecho?

Sacudiólacabeza.

—Prometer cosas a los niños es un asunto muy peligroso.—Suspiró y

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volvió a abrir el cajón del escritorio—. ¿Piensa seguir intentándolo?—dijorevolviendoentrelospapeles.

—Piensoseguirintentándolo.

Sacódelcajónunatarjetadevisita.

—Entonces le aconsejo que busque a un buen abogado de inmigración.OmarFaisaltrabajaaquí,enIslamabad.Dígalequevademiparte.

Cogílatarjeta.

—Gracias—murmuré.

—Buenasuerte—dijo.

Miréporencimadelhombroantesdesalirdelaestancia.Andrewsmirabaausentepor laventana.Estabadepieenun rectángulodelimitadopor la luzdelsol,girandolatomatera,acariciándolaconcariño.

—Hastaotra—dijolasecretariacuandopasamosjuntoasumesa.

—Sujefepodríaaprendermodales—repliqué.

Esperaba que levantase la vista, tal vez que asintiera diciendo algo asícomo«Losé,todoelmundolodice».Encambio,loquehizofuebajareltonodevozycomentar:

—PobreRay.No ha vuelto a ser elmismo desde quemurió su hija.—Arqueéunaceja—.Sesuicidó—añadióenunsusurro.

Duranteelcaminoderegresoalhotelentaxi,Sohrabrecostólacabezaenla ventanilla y fijó la mirada en los edificios que desfilaban delante denosotros entre hileras de gomeros. Su respiración empañaba el cristal,desaparecíaelvahoyvolvíaaempañarlo.Esperabaquemepreguntaseacercadelareunión,peronolohizo.

Lapuertadelbañoestabacerradayseoíacorrerelagua.Desdeeldíaenquellegamosalhotel,Sohrabsedabatodaslasnochesunlargobañoantesdeacostarse.EnKabulelaguacalientesehabíaconvertido,comolospadres,enunbienescaso.Sohrabsepasaba todas lasnochescasiunahoraenelbaño,hastaqueselearrugabalapielenelaguajabonosa.Mesentéalbordedelacama y llamé a Soraya. Mientras, observaba la fina línea de luz que seperfilabapordebajodelapuertadelbaño.«¿Aúnnoestáslobastantelimpio,Sohrab?»,pensé.

LecomuniquéaSorayaloqueRaymondAndrewsmehabíadicho.

—¿Quépiensastú?—lepregunté.

—Debemospensarqueseequivoca.

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Meexplicóquehabíacontactadocondiversasagenciasqueseocupabandeadopcionesinternacionales.Aúnnohabíaencontradoningunaqueseocuparadeadopcionesdeniñosafganos,peroseguíabuscando.

—¿Cómosehantomadolanoticiatuspadres?

—Madarsesientefelizpornosotros.Yasabesloquesienteporti,Amir,nada de lo que hagas estará mal hecho para ella. Padar..., bueno, como decostumbre,resultaunpocodifíciladivinarsuspensamientos.Dicepocacosa.

—¿Ytú?¿Tesientesfeliz?

Oíquecambiabaelauriculardemano.

—Creo que será bueno para tu sobrino, y que tal vez ese pequeño seatambiénbuenoparanosotros.

—Yoopinolomismo.

—Sé que tal vez te parezca una locura, pero sin darme cuenta estoypensandoencuálserásuqurmafavorito,suasignaturafavoritaenelcolegio...Yameimaginoayudándoloconlosdeberes...—Seechóareír.Elaguahabíaparadoenelbaño.OíaqueSohrabsemovíaenlabañera,yelruidodelaguaquesalpicabaporloslados.

—Serásunamadreestupenda—dije.

—¡Oh,casimeolvidaba!HellamadoaKakaSharif.

Lorecordabarecitandounpoemaescritoenuntrozodepapeldecartadelhotel conmotivodenuestro nika.Fue suhijo quien sostuvo elCorán sobrenuestras cabezas mientras nos dirigíamos al escenario, sonriendo a lascámaras.

—¿Quétehadicho?

—Moveráelasuntopornosotros.HablaráconalgunosdesuscolegasdelINS—dijo.

—Esosonbuenasnoticias.TengoganasdequeveasaSohrab.

—Yyotengoganasdeverteati.

Colguésonriendo.

Sohrabsaliódelbañounosminutosmástarde.DespuésdelareuniónconRaymondAndrewsapenashabíapronunciadounadocenadepalabras,ymisintentos por iniciar cualquier conversación habían tropezado con merosmovimientosdecabezaorespuestasmonosilábicas.Saltóalacamaysesubiólassábanashastalabarbilla.Encuestióndeminutosestabaroncando.

Desempañé un trozo de espejo con lamano yme afeité con una de las

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anticuadas maquinillas del hotel, de las que se abrían para introducir lacuchilla. Entonces fui yo quien se dio un baño, quien permaneció allí hastaqueelaguahumeanteseenfrióysemequedólapielarrugada.Permanecíallídejándomellevar,preguntándome,imaginando...

Omar Faisal era gordinflón, moreno, se le formaban hoyuelos en lasmejillas, tenía los ojos negros como el carbón, una sonrisa afable y huecosentre los dientes. Su melena canosa empezaba a clarear y llevaba el pelorecogidoenunacoladecaballo.Ibavestidoconuntrajedepanamarrón,concoderasdepiel,yusabaunmaletínviejoysobrecargado.Comolefaltabaelasa, lo abrazabacontra supecho.Erade ese tipodepersonasque empiezanmuchas de sus frases con una risa y una disculpa innecesaria, como «Losiento, estaré allí a las cinco». Risa. Le llamé e insistió en ser él quien seacercaseavernos.

—Losiento, los taxistasdeestaciudadsoncomo tiburones—dijoenuninglés perfecto, sin pizca de acento—. Huelen de lejos a los extranjeros ytriplicansustarifas.

Empujólapuerta,todosonrisasydisculpas,algojadeanteysudoroso.Sesecólafrenteconunpañueloyabrióelmaletín,hurgóensuinteriorenbuscadeunalibretaysedisculpóporlashojasdepapelquehabíanidoapararsobrelacama.Sohrab,sentadoensucamaconlaspiernascruzadas,teníaunojoeneltelevisorsinvolumenyelotroenelatribuladoabogado.Porlamañanalehabía explicado que Faisal iría a visitarnos, y había hecho un movimientoafirmativoconlacabeza;habíaestadoapuntodepreguntaralgo,perohabíaseguidoviendounprogramaconanimalesquehablaban.

—Bueno,veamos...—dijoFaisal abriendo el cuadernode color amarillo—.Esperoquemis hijos salgan a sumadre por lo que a la organización serefiere. Lo siento, seguramente no es lo que le gustaría oír en boca de suhipotéticoabogado,¿verdad?—Rio.

—Bueno,RaymondAndrewslotieneengranconsideración.

—ElseñorAndrews...Sí, sí.Un tipodecente.Dehecho,me llamóymehablódeusted.

—¿Sí?

—Sí.

—Asíqueconocemisituación...

Faisal acarició ligeramente las gotas de sudor que aparecían sobre suslabios.

—ConozcolaversióndelasituaciónqueustedledioalseñorAndrews—dijo.Sonriótímidamenteyseleformaronhoyuelosenlasmejillas.Sevolvió

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haciaSohrab—.Éstedebesereljovencitoquetantosproblemasestácausando—dijoenfarsi.

—EsSohrab—dije—.Sohrab,ésteeselseñorFaisal,elabogadodelquetehehablado.

Sohrabsedeslizóporelbordede lacamay leestrechó lamanoaOmarFaisal.

—Salaamalaykum—dijoenvozbaja.

—Alaykumsalaam,Sohrab—dijoFaisal—.¿Sabesque llevaselnombredeungranguerrero?

Sohrabasintióconlacabeza.Seencaramódenuevoalacamaysetendiódeladoparaverlatelevisión.

—Nosabíaquehablabatanbienelfarsi—dijeeninglés—.¿SecrioustedenKabul?

—No, nací enKarachi. Pero viví varios años enKabul. En Shar-e-Nau,cercadelamezquitadeHajiYaghoub—dijoFaisal—.Sinembargo,mecriéenBerkeley.Mipadreabrióallíunatiendademúsicaafinalesdelossesenta.Amorlibre,cintasenelpelo,camisetasdesteñidas,yasabe.—Seinclinóhaciadelante—.EstuveenWoodstock.

—Estupendo —repliqué, y Faisal se echó a reír con tanta fuerza queempezóaempaparsedenuevoensudor—.Seacomofuere—continué—,loquelecontéalseñorAndrewsfueprácticamentetodo,exceptuandounpardecosas.Otalveztres.Ledarélaversiónsincensura.

Selamióundedoypasólashojashastadarconunaenblanco.Destapóelbolígrafo.

—Se loagradecería,Amir. ¿Yporquénoseguimosen inglésapartirdeahora?

—Deacuerdo.

Leexpliquétodolosucedido.MireuniónconRahimKan,elviajeaKabul,elorfanato,lalapidaciónenelestadioGhazi.

—Dios—musitó—.Losiento,tengorecuerdosmuybuenosdeKabul.Meresultadifícilcreerqueseaelmismolugarqueestáusteddescribiéndome.

—¿Haestadoallíúltimamente?

—No.

—NoesBerkeley,seloaseguro—dije.

—Continúe.

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Leexpliquéelresto,lareuniónconAssef,lapelea,Sohrabyeltirachinas,nuestrahuidaaPakistán.Cuandoterminé,garabateóunasnotas,respiróhondoymemirómuyserio.

—Bueno,Amir,lequedapordelanteunabatallamuyduraquelibrar.

—¿Unabatallaquepuedoganar?

Tapóelbolígrafo.

—Aun corriendo el riesgo de recordarle a Raymond Andrews, es pocoprobable.No imposible, peromuypocoprobable.—La sonrisa afablehabíadesaparecido,igualquesumiradajuguetona.

—PerolosniñoscomoSohrabsonlosquemásnecesitanunhogar—dije—.

Todasesasreglasynormativasnotienenparamíningúnsentido...

—Eso, Amir, no tiene que decírmelo a mí... Pero la realidad es que,teniendo en cuenta las leyes de inmigración vigentes, las directrices de lasagenciasdeadopcióny lasituaciónpolíticaqueviveAfganistán, tiene todaslascartasensucontra.

—No lo entiendo —repliqué. Deseaba poder golpear cualquier cosa—.Quierodecirquesíqueloentiendo,peronoloentiendo.

Omarasintió,arrugandolafrente.

—Bueno,asíes.Cuandovivimoslassecuelasdeundesastre,seanaturaloproducido por el hombre, y los talibanes son un desastre, créame, Amir,siempreresultacomplicadodemostrarqueunniñoeshuérfano.Losniñossepierden en campos de refugiados, o simplemente los abandonan sus padresporque no pueden cuidarlos. Sucede siempre. Por lo tanto, el INS no leotorgará un visado amenos que quede clara la situación legal del niño. Losiento.Séquesuenaridículo,peronecesitacertificadosdedefunción.

—Usted ha estado en Afganistán —dije—. Sabe lo improbable que esconseguirlos.

—Losé.Perosupongamosquequededemostradoqueelniñonotienenipadrenimadre. Inclusoenesecasoel INSconsideraque lomejoresqueelniño se quede con alguien de su propio país para de esemodopreservar sulegado.

—¿Qué legado? Los talibanes han destruido cualquier legado que losafganos pudieran tener. Ya ve lo que hicieron con los Budas gigantes deBamiyan.

—Lo siento,Amir, yo simplemente le explico cómo funciona el INS—

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dijoOmar tocándome el brazo.Miró de reojo a Sohrab, sonrió y se volvióhacia mí—. Los niños deben ser adoptados según las leyes de su país deorigen, y cuando se tratadeunpaís condesórdenes, digamosunpaís comoAfganistán,losdespachosgubernamentalesestánexcesivamenteocupadosconotros asuntos de urgencia y a los procesos de adopción se les presta escasaatención.—Suspiréymefrotélosojos.Detrásdeellosestabainiciándoseunacefaleapulsante—.PerosupongamosqueAfganistánrecupera lanormalidad—continuóOmar,cruzandolosbrazossobresusobresalientebarriga—.Aunasí, seguirían sin permitir esta adopción.De hecho, incluso en las nacionesmusulmanas más moderadas existen problemas porque en muchos de esospaíseslaleyislámica,laShari'a,nopermitelaadopción...Yelrégimentalibánnoesloquepodríamoscalificardemoderado.

—¿Está diciéndome queme dé por vencido?—le pregunté, llevándomeunamanoalafrente.

—YomeeduquéenEstadosUnidos,Amir.SiAméricameenseñóalgunacosaesquedarseporvencidoesmásomenoslomismoquemearseenlajarradelalimonadadelasGirlScouts.Perocomoabogadosuyomeveoobligadoaexponerleloshechos—dijo—.Finalmente,lasagenciasdeadopciónenvíanasupersonalparaevaluarelentornodelniño,yningunaagenciaconlacabezasobreloshombrosenviaríaanadieaAfganistán.

Miré a Sohrab, que estaba sentado en la cama, viendo la televisión... ymirándonos a nosotros. Estaba sentado igual que su padre, con la barbillaapoyadaenlarodilla.

—Soymediotíosuyo,¿esonocuenta?

—Loharíasipudieseprobarlo.Losiento,¿tienedocumentosoalguienquepuedatestificarporusted?

—No existen documentos —dije con voz agotada—. Nadie lo sabía.Sohrabnolohasabidohastaqueyoselohecontado.Dehecho,yomismomeheenteradohacemuypoco.Laúnicapersonaquepuedetestificarlosehaido,talvezhayamuerto.

—Hummm.

—¿Quéopcionestengo,Omar?

—Leserésincero.Notienemuchas.

—Dios,¿yquépuedohacer?

Omarinspiróhondo,sediounosgolpecitosenlabarbillaconelbolígrafoysoltóelaire.

—Podría realizarunasolicituddeadopciónyconfiaren lasuerte.Podría

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intentarunaadopciónpor sucuenta.Eso significaque tendríaquevivir conSohrabenPakistándurantelosdospróximosaños.Podríasolicitarasiloensunombre. Se trata de un procesomuy largo: debería usted probar que es unperseguido político. Podría solicitar un visado humanitario. Los otorga elFiscalGeneralynoseconcedenfácilmente.—Hizounapausa—.Existeotraopción,talvezsumejorposibilidad.

—¿Cuál?—inquiríinclinándomehaciaél.

—Podríadejarloenunorfanatodeaquíyluegollevaracabolasolicituddeunhuérfano.Iniciarelprocesodelformulario1-600mientrasélpermaneceenunlugarseguro.

—¿Yesoquées?

—El1-600esunaformalidaddelINS.Elestudiodelhogarlollevaacabola agencia de adopción que usted elija —dijo Omar—. Ya sabe, es paraasegurarsedequeustedysuesposanoestánlocosdeatar.

—No quiero hacer eso—repliquémirando de nuevo a Sohrab—. Le heprometidoquenovolveríaaenviarloaningúnorfanato.

—Comoacabodedecirle,puedequeseasumejorposibilidad.

Estuvimoshablandoun ratomás.Luego loacompañéhasta sucoche,unviejoescarabajo.ElsolcomenzabaaponerseenIslamabad,unhalorojoquellameabaeneloeste.Omarlogrócolocarseairosamentedetrásdelvolanteyelcochesehundióbajosupeso.Bajólaventanilla.

—Amir.

—Sí.

—Quería decirle una cosa... Creo que lo que usted intenta hacer esgrandioso.

Sedespidió con lamanoal alejarse.Enel exteriordelhotel,mientras ledevolvíaelsaludoconlamano,deseéqueSorayapudieseestarallíjuntoamí.

Cuandovolvíalahabitación,Sohrabhabíaapagadoeltelevisor.Mesentéenmicamaylepedíquesesentaseamilado.

—El señor Faisal cree que hay una manera de que pueda llevarte aAméricaconmigo—ledije.

—¿Sí?—repusoSohrab,queporprimeravezsonreíadébilmenteenvariosdías—.¿Cuándopodemosirnos?

—Bueno,éseesel tema.Puedequenoscuesteun tiempo.Perohadichoqueesposibleyquenosayudará.

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Lepuselamanoenlanuca.Enelexterior,lallamadaalaoraciónresonabaenlascalles.

—¿Cuántotiempo?—mepreguntóSohrab.

—Nolosé.Unpoco.

Sohrab se encogió de hombros y sonrió, una sonrisamás ancha aquellavez.

—Nomeimporta.Puedoesperar.Escomolasmanzanasverdes.

—¿Lasmanzanasverdes?

—Una vez, cuando era muy pequeño, trepé a un árbol y comí unasmanzanas que aún estaban verdes. Semehinchó el estómagoy semepusoduro como un tambor. Mi madre me dijo que si hubiese esperado a quemadurasen,nomehabríansentadomal.Asíqueahora,cuandoquieroalgodeverdad,intentorecordarloqueellamedijosobrelasmanzanas.

—Manzanasverdes—dije—.Mashallah,ereselpequeñajomás listoqueheconocidoenmivida,Sohrabjan.—Sesonrojóhastalasorejas.

—¿Mellevarásaesepuenterojo?¿Eldelaniebla?

—Porsupuesto.Porsupuesto.

—¿Iremos en coche por esas calles en las que lo único que se ve es lapuntadelcapódelcocheyelcielo?

—Portodasycadaunadeellas—dije.Semellenaronlosojosdelágrimasypestañeéparalibrarmedeellas.

—¿Esdifícilaprenderelinglés?

—Yodiríaqueenunañolohablarástanbiencomoelfarsi.

—¿Deverdad?

—Sí.—Lepuseundedodebajodelabarbillayleobliguéavolverlacarahaciamí—.Hayotracosa,Sohrab.

—¿Qué?

—El señor Faisal cree que sería de gran ayuda si pudiésemos..., sipudiésemospedirtequepasarasunatemporadaenunhogarparaniños.

—¿Unhogarparaniños?—dijo,ylasonrisasedesvaneció—.¿Terefieresaunorfanato?

—Seríasóloporpocotiempo.

—No.No,porfavor.

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—Sohrab,seríasóloporpocotiempo.Teloprometo.

—Meprometistequenuncamellevaríasaunlugardeesos,Amiragha—dijo.Selepartíalavozysusojosseinundarondelágrimas.Yomesentíaunmierda.

—Estoesdistinto.Seríaaquí,enIslamabad,noenKabul.YyotevisitaríatodoeltiempohastaquepudiéramossacartedeallíyllevarteaAmérica.

—¡Porfavor!¡No,porfavor!—gimió—.Medanmiedoesoslugares.¡Meharándaño!Noquieroir.

—Nadieteharádaño.Nuncamás.

—¡Sí que lo harán! Siempre dicen que no lo harán, pero mienten.¡Mienten!¡Porfavor,Dios!

Lesequéconeldedopulgarlalágrimaquelerodabamejillaabajo.

—Manzanasverdes,¿lorecuerdas?Escomolodelasmanzanasverdes—ledijeparacalmarlo.

—No, no lo es. Ese lugar no. Dios, oh, Dios. ¡No, por favor!—Estabatemblando,ensucaraseconfundíanlosmocosylaslágrimas.

—Shhh.—Lo acerqué amí y abracé su cuerpecito tembloroso—. Shhh.Nopasaránada.Volveremosjuntosacasa.Yaloverás,nopasaránada.

Suvozquedóamortiguadaenmipecho,peromedicuentadelpánicoqueocultaba.

—¡Por favor, prométeme que no lo harás! ¡Oh, Dios, Amir agha!¡Prométemequenoloharás,porfavor!

¿Cómopodíaprometérselo?Loabracécontramí,loabracécontodasmisfuerzas,yloacunédeunladoaotro.Lloróempapandomicamisahastaquesele secaron las lágrimas, hasta que los temblores finalizaron y sus súplicasfrenéticas quedaron reducidas a murmullos indescifrables. Esperé, lo acunéhastaquesurespiraciónsetranquilizóysucuerposerelajó.Recordéalgoquehabía leído en algún lugar hacía mucho tiempo: «Así es como los niñossuperanelterror.Caendormidos.»

Loacostéensucamaylotapé.Despuésyomeacostéenlamíadecaraalaventana,atravésdelacualseveíaelcielovioletasobreIslamabad.

Cuando el teléfono me despertó de un sobresalto el cielo estabacompletamente negro.Me froté los ojos y encendí la lámpara de lamesilla.Eranpocomásdelasdiezymediadelanoche;habíadormidocasitreshoras.Cogíelteléfono.

—¿Diga?

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—ConferenciadesdeEstadosUnidos—anunciólavozaburridadelseñorFayyaz.

—Gracias—dije.

La luz del baño estaba encendida; Sohrab estaba disfrutando de su bañonocturno.UnpardeclicsyluegolavozdeSoraya.

—Salaam!—exclamó;parecíaemocionada.

—Hola.

—¿Quétallareuniónconelabogado?

LecontéloquemehabíaaconsejadoOmarFaisal.

—Ya puedes ir olvidándote de todo eso—dijo—. No tenemos por quéhacerlo.

Mesenté.

—Rawsti?¿Porqué?¿Quésucede?

—He tenido noticias de Kaka Sharif.Me ha dicho que la clave está enintroducir a Sohrab en el país. Una vez aquí, hay formas de evitar que loexpulsen.AsíquehahechounascuantasllamadasasusamigosdelINS.MehallamadohacepocoymehadichoqueestácasisegurodepoderconseguirunvisadohumanitarioparaSohrab.

—¿Bromeas?—repliqué—.¡GraciasaDios!¡ElbuenodeSharifjan!

—Nosotros tendremos que actuar como patrocinadores o algo así. Todotendríaque irmuy rápido.Mehadichoque le concederíanunvisadodeunaño,tiemposuficienteparasolicitarlaadopción.

—¿Deverdad,Soraya?

—Parecequesí—dijo.

Lanotabafeliz.Ledijequelaqueríayellamedijoquetambiénmequería.Acontinuacióncolgué.

—¡Sohrab!—grité saltandode lacama—.Tengonoticiasestupendas.—Llamé a la puerta del baño—. ¡Sohrab! Soraya jan acaba de llamar desdeCalifornia.Noseránecesarioquevayasaunorfanato,Sohrab.NosiremosaAmérica,túyyo.¿Mehasoído?¡NosvamosaAmérica!

Abrílapuerta.Entréenelbaño.

De pronto me encontré de rodillas, gritando. Gritando entre dientes.Gritando hasta que pensé que seme rompería la garganta yme estallaría elpecho.

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Posteriormenteme contaron que cuando llegó la ambulancia aún seguíagritando.

25

Nomedejaránentrar.

Veocómopasalacamillaentreunpardepuertasdevaivénylossigo.

Atravieso corriendo las puertas. El olor a yodo y a agua oxigenada metumba:sólo tengo tiempodeveradoshombrescongorrosdequirófanoyaunamujerconunabataverde inclinados sobreunacamilla.Porun ladocaeuna sábana blanca que acaricia las mugrientas baldosas. Por debajo de lasábanaasomanunpardepequeñospiesensangrentadosyveoquelauñadeldedo gordo del pie izquierdo está partida. Luego aparece un hombre alto ycorpulento vestido de azul queme pone lamano en el pecho yme echa aempujones;sientoen lapielel tactofríodesualianza.Arremetoempujandohaciadelanteylomaldigo,peromerespondequenopuedoestarallí.Lodiceen inglés, con voz educada pero firme. «Debe usted esperar», dice,conduciéndomedenuevohacialasaladeespera;laspuertassecierrantrasdeél en un suspiro y lo único que veo a través de las estrechas ventanillasrectangularesquehayenellaseslapartesuperiordelosgorrosdequirófanodeloshombres.

Me abandona en un pasillo ancho y sin ventanas que está abarrotado degentesentadaensillasmetálicasplegablesdispuestasalolargodelasparedes;haymáspersonassentadassobrelafinaalfombradeshilachada.Quierovolveragritar,yrecuerdolaúltimavezquemesentídeestamanera,cuandoestuveconBabaenelinteriordelacisternadelcamióndegasolina,enterradoenlaoscuridad junto con losdemás refugiados.Quiero alejarmede este lugar, deestarealidad,izarmecomounanubeydesaparecerflotando,fundirmeconestahúmedanochedeveranoydisolvermeenalgúnlugarlejano,porencimadelasmontañas.Peroestoyaquí,mispiernas soncomobloquesdehormigón,mispulmones están vacíos de aire, me arde la garganta. No puedo marcharmeflotando.Estanochenohabráotrarealidad.Cierrolosojosylanarizseinundade losoloresdelpasillo, sudoryamoniaco,alcoholycurry.Enel techo, laspolillas se pegan a los tubos grises fluorescentes dispuestos a lo largo delpasilloyescuchoelruidodesualeteo,parecidoaldelcrujirdelpapel.Oigocharlas,sollozossordos,sorberdemocos,alguienquegime,otroquesuspira,laspuertasdelascensorqueseabrenconun«bing»,lamegafoníaquebuscaaalguienllamándoloenurdu.

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Abro de nuevo los ojos y sé lo que debo hacer.Miro ami alrededor, elcorazón me martillea el pecho y la sangre resuena en mis oídos. A miizquierda hay un pequeño trastero oscuro. Allí encuentro lo que necesito.Funcionará.Cojouna sábanablancadelmontónde ropadecamadobladaymelallevoalpasillo.Veoaunaenfermeraquehablaconunpolicíacercadelosbaños.

Agarroalaenfermeraporuncodoytirodeella,preguntándoledóndeestáel este. Ella no entiende nada, las arrugas de la cara se le pronuncian máscuando frunce el entrecejo. Me duele la garganta y me escuecen los ojosdebido al sudor, cada vez que respiro es como si inhalase fuego y creo queestoyllorando.Vuelvoapreguntárselo.Selosuplico.Eselpolicíaquienmeloindica.

Arrojo al suelo mi jai-namaz casera, mi alfombra de oración, y mearrodillo,bajolafrentehastaabajo,mislágrimasempapanlasábana.Estoyendirección al este. Entonces recuerdo que llevo quince años sin rezar. Hacemucho que he olvidado las palabras. Pero no importa,murmuraré las pocasquetodavíarecuerdo:«LaillahailAllah,Muhammadurasulullah.»Noexisteotro Dios sino Alá, yMahoma es sumensajero. En este momentome doycuentadequeBabaestabaequivocado,dequeDiosexiste,dequesiemprehaexistido.Loveoaquí,enlosojosdelagentedeestepasillodedesesperación.ÉstaeslaverdaderacasadeDios,aquíesdondelosquehanperdidoaDiosvuelvenaencontrarlo,noenlamasjidblanca,consusresplandecienteslucesenformadediamantesysuselevadosminaretes.Diosexiste,asítienequeser,yvoyarezar,voyarezarparaquemeperdoneporhaberloolvidadodurantetodos estos años, para que me perdone por haber traicionado, mentido ypecadoconimpunidad,yporvolveraÉlsóloenlosmomentosdenecesidad;rezoparaqueseatanmisericordioso,benevolenteeindulgentecomosulibrodicequees.Meinclinohaciaeleste,besoelsueloyprometoquepracticaréelzakat, el namaz, que ayunaré durante el ramadán y que seguiré ayunandodespuésdequeelramadánhayapasado,mecomprometoamemorizarhastalaúltima palabra de su libro sagrado y a peregrinar hasta aquella ciudadabrasadoraenmediodeldesiertoyainclinarmedelantedelaKa'ba.HarétodoesoypensaréenÉladiarioapartirdeeste instantesimeconcedeunúnicodeseo:mismanosestánmanchadasconlasangredeHassan;rezoaDiosparaquenopermitaquesemanchentambiénconlasangredesuhijo.

Escucho un lloriqueo y me doy cuenta de que es el mío, de que laslágrimasqueruedanpormismejillasmedejanloslabiossalados.Sientofijosenmílosojosdetodoslospresentesenelpasilloysigoinclinándomehaciaeleste.Rezo.Rezo para quemis pecados no se hayan apoderado demí comosiempretemíquelohiciesen.

Sobre Islamabad se cierneunanochenegradesprovistade estrellas.Han

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pasadounashorasymeencuentrosentadoenelsuelodeunminúsculosalónjunto al pasillo que desemboca en el pabellón de urgencias. Delante de mítengo una fea mesita de centro de color marrón atiborrada de periódicos yrevistassobadas:unejemplardeTimefechadoenabrilde1996;unperiódicopakistanídondeaparecelacaradeunniñoquemurióatropelladoporuntrenla semana anterior; una revista con fotografías de sonrientes actores deLollywoodenlaportadaatodocolor.Enunasilladeruedas,enfrentedemí,echandounacabezada,hayunamujermayorvestidaconunchaldeganchilloy shalwar-kameez de color verde jade. Se despierta de vez en cuando ymurmura una oración en árabe. Me pregunto, agotado, cuáles serán lasoracionesqueseescucharánhoy,lassuyasolasmías.MeimaginolacaradeSohrab, la protuberancia puntiaguda de su barbilla, sus orejitas en formadeconcha,susojosrasgadoscomounahojadebambú,tanparecidosalosdesupadre.Me invadeunpesarnegrocomo lanochey sientounapunzadaen lagarganta.

Necesitoaire.

Me pongo en pie y abro las ventanas. El aire que entra es húmedo ycaliente..., huele a dátiles demasiadomaduros y a excrementos.Lo obligo aentrarenmispulmonesdandobocanadas,peronoconsigoeliminarlapunzadaquesientoenelpecho.Regresoalsuelo.CojoelejemplardeTimeylohojeo.Sinembargo,soy incapazde leer,soy incapazdeconcentrarmeennada.Asíquevuelvoadejarloenlamesayfijolavistaeneldibujozigzagueantequeforman las grietas en el suelo de cemento, en las telarañas que hay en losrinconesdeltecho,enlasmoscasmuertasquecubrenelalféizardelaventana.Sobretodofijolavistaenelrelojdelapared.Sonlascuatrodelamañanayllevocercadecincohorasencerradoenlahabitacióndelaspuertasdevaivén.Yaúnnohetenidonoticias.

Empiezo a sentir que el trozo de suelo que ocupo forma parte de micuerpo; mi respiración es cada vez más pesada, más lenta. Quiero dormir,cierrolosojosyapoyolacabezaenesesuelofríoysucio.Medejollevar.Talvezcuandomedespiertedescubraque todo loquehevistoenelbañode lahabitación formabapartedeunsueño:elaguadelgrifogoteandoycayendoconun«plinc»enelaguateñidadesangre;lamanoizquierdacolgandoporunlado de la bañera; la maquinilla de afeitar empapada de sangre sobre lacisternadelinodoro...Lamismamaquinillaconlaqueyomehabíaafeitadoeldíaanterior;ysusojos,entreabiertosaún,perosinbrillo.Esoporencimadetodo.Quieroolvidarlosojos.

Prontollegaelsueñoyseapoderademí.Sueñoencosasquecuandomedespiertonopuedorecordar.

•••

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Alguienmedagolpecitos enunhombro.Abro losojos.Unhombreestáarrodilladoami lado.Llevaungorro igualqueelde loshombresquehabíadetrás de las puertas de vaivén; tiene la boca tapada por unamascarilla depapel... Se me encoge el corazón cuando veo una gota de sangre en lamascarilla. Lleva la fotografía de una niña de ojos lánguidos pegada en elbusca.Sequita lamascarilla yme alegro de dejar de tener antemis ojos lasangredeSohrab.Supielesoscura,delcolordelchocolatesuizoqueHassanyyocomprábamosenelbazardeShar-e-Nau;lasmejillassonregordetas,elcabelloempiezaaclarearle,ysusojos,decoloravellana,estánrematadosporunaspestañascurvadashacia arriba.Conacentobritánicomedicequees eldoctorNawaz,yde repente siento lanecesidaddealejarmedeélporquenocreoquepuedasoportarescucharloquehavenidoadecirme.Dicequeelniñosehahechounoscortesmuyprofundosyquehaperdidomuchasangre.Mibocaempiezaamurmurardenuevoesaoración:

«LaillahailAllah,Muhammadurasulullah.»

Hantenidoquehacerlevariastransfusiones...

«¿CómoseloexplicaréaSoraya?»

Hantenidoquereanimarlodosveces...

«Haréelnamaz,haréelzakat.»

Lohabríanperdidosisucorazónnohubiesesidotanjovenytanfuerte...

«Ayunaré.»

Estávivo.

EldoctorNawazsonríe.Necesitounmomentoparaasimilarloqueacabadedecirme.Siguehablando,peronoquieroescucharlo.Porquehecogidosusmanosymelashellevadoalacara.Lloromialivioenlasmanospequeñasycarnosasdeestedesconocidoyélhadejadodehablar.Espera.

La unidad de cuidados intensivos tiene forma de L y está oscura; es unrevoltijo demonitores que emiten sonidosymáquinas zumbantes.El doctorNawazvapordelantedemí.Avanzamosentredos filasdecamasseparadaspor cortinas blancas de plástico. La cama de Sohrab es la última, la máscercanaalaenfermería,dondedosmujeresconbatasverdesanotandatosenpizarrasycharlanenvozbaja.Duranteelsilenciosotrayectoqueherealizadoen el ascensor con el doctorNawaz he pensado queme echaría de nuevo allorarencuantovieseaSohrab.Peromehequedadosinlágrimasynoaflorancuandomesientoenlasillaalospiesdesucama.Mirosucarablancaatravésdelaconfusióndetubosdeplásticobrillantesyvíasintravenosas.Meinvadeunentumecimientoespecialcuandoobservosupechosubirybajaralritmodelossilbidosdelventilador,elmismoquesedebesentirsegundosdespuésde

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evitarporlospelosunchoquefrontalconelcoche.

Echounacabezadaycuandomedespiertoveo,atravésdelaventanaquehay junto al puesto de enfermería, el sol en un cielo lechoso. La luz entrasesgadaenlaestanciayproyectamisombrahaciaSohrab.Nosehamovido.

—Leiríabiendormirunpoco—mediceunaenfermera.

No la reconozco...El turnodebedehabercambiadomientrasyodormía.Meacompañaaotrasala,estavezjustoalladodelaUCI.Estávacía.Medaunaalmohadayunamantaconelanagramadelhospital.Ledoylasgraciasyme tumbo sobre un sofá de vinilo que hay en un rincón de la sala. Caigodormidocasialinstante.

Sueñoqueestoydenuevoenlasaladeabajo.EldoctorNawazentraymepongoenpieparasaludarlo.Sequita lamascarilladepapel.Susmanossonmás blancas de lo que recordaba, lleva las uñas muy cuidadas, el cabelloperfectamentepeinado,yentoncesveoquenosetratadeldoctorNawaz,sinodeRaymondAndrews,elhombrecillodelaembajadaylatomatera.Andrewsinclinalacabeza.Cierralosojos.

Dedíaelhospitaleraunlaberintodepasillosqueparecíanhormigueros,unresplandor de fluorescentes blancos. Llegué a conocer todos los rincones, asaberqueelbotóndelacuartaplantadelascensordelalaestenofuncionaba,quelapuertadellavabodecaballerosdeesemismosectorestabaatrancadayqueparaabrirlaeranecesariodarleunempujónconelhombro.Lleguéasaberque lavidadelhospital tieneun ritmopropio:el frenesídeactividadqueseproducejustoantesdelcambiodeturnodelamañana,elbulliciodemediodía,la quietudy la tranquilidadde las altas horasde la noche sólo interrumpidaocasionalmente por una confusión de médicos y enfermeras afanados enreanimaraalguien.DuranteeldíavelabaaSohrabjuntoasucamayporlasnochesdeambulabaporlospasillos,escuchandoelsonidodelassuelasdemiszapatos al pisar lasbaldosasypensandoen loque lediría aSohrab cuandodespertara. Siempre acababa regresando a la UCI, sentándome junto a sucama,escuchandoelzumbidodelventilador,ysintenerlamenorideadequélediría.

Después de tres días en la UCI le retiraron la respiración asistida y lotrasladaron a una cama de la planta baja. Yo no estuve presente durante eltraslado.Aquellanoche,precisamente,habíaidoalhoteladormirunpocoyestuvedandovueltassinpararenlacama.Porlamañanaintenténomirarlabañera. Estaba limpia. Alguien había limpiado la sangre, colocado nuevasalfombrasenelsueloyfrotadolasparedes.Peronopudeevitarsentarmeensufríobordedeporcelana.MeimaginéaSohrabllenándoladeaguacaliente.Lovidesnudarse.Lovidándole lavueltaalmangode lamaquinillayabriendolosdoblespestillosdeseguridaddelcabezal,extrayendo lahoja,sujetándola

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entre el pulgar y el índice.Me lo imaginé entrando en el agua, tendido unmomentoenlabañeraconlosojoscerrados.Mepreguntécuálhabríasidosuúltimopensamientoantesdelevantarlahojayllevarlahastalamuñeca.

Salía del vestíbulo cuandome tropecé con el director del hotel, el señorFayyaz.

—Lo siento mucho por usted —dijo—, pero tengo que pedirle queabandonemihotel,porfavor.Estoesmaloparaminegocio,muymalo.

Ledijequelocomprendíaypedílafactura.Nomecobraronlostresdíasque había pasado en el hospital.Mientras esperaba un taxi en la puerta delhotel, pensé en lo que el señor Fayyaz me había dicho la tarde en queestuvimos buscando a Sohrab: «Lo que les ocurre a ustedes los afganos esque...Bueno,sugenteesunpocotemeraria.»Enaquelmomentomereídeél,peroahoramelocuestionaba.¿CómohabíasidocapazdequedarmedormidodespuésdedarleaSohrablanoticiaqueélmástemía?

Cuando entré en el taxi, le pregunté al chófer si conocía alguna libreríadondetuvieranlibrospersas.Medijoquehabíaunaaunpardekilómetrosendirecciónalsur.Nosdetuvimosallídecaminoalhospital.

La nueva habitación de Sohrab tenía las paredes de color cremadescascarilladas, molduras gris oscuro y baldosas vidriadas que en su díadebieron de ser blancas. Compartía la habitación con un adolescente delPunjabque,segúnmeenteréposteriormenteporlasenfermeras,sehabíarotounapiernaal caersedel techodelautobúsenelqueviajaba.Tenía lapiernaescayolada, colocada en alto y sujeta por pinzas unidas mediante correas adiversospesos.

La cama de Sohrab estaba junto a la ventana; sumitad inferior quedabailuminadaporlaluzdelsoldeúltimahoradelamañanaqueentrabaatravésdeloscristalesrectangulares.Juntoalaventanahabíaunguardiadeseguridaduniformadomascando pipas de sandía tostadas... Sohrab se encontraba bajovigilancia las veinticuatro horas del día por su intento de suicidio. Normashospitalarias, según me había informado el doctor Nawaz. Al verme, elguardiasellevólamanoalagorraamododesaludoyabandonólahabitación.

Sohrab llevaba un pijama demanga corta del hospital y estaba tumbadoboca arriba, con la sábana subida hasta el pecho y la cara vuelta hacia laventana. Yo creía que estaba dormido, pero cuando arrastré una silla paracolocarlajuntoasucama,parpadeóyabriólosojos.Memiróyapartólavista.Estabaextremadamentepálido,apesarde las transfusionesdesangreque lehabíanhecho.Dondeelbrazoderechosedoblabateníauncardenalenorme.

—¿Cómoestás?—lepregunté.

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Norespondió.Estabamirandoporlaventanaunrecintodearenavalladoylos columpios del jardín del hospital. Junto a esa zona de juego había unaespaldera en forma de arco a la sombra de una hilera de hibiscos y unascuantasparrasdeuvaverdequeseenredabanenunacelosíademadera.Enelrecinto de arena había niños jugando con cubos y palas. El cielo estabacompletamenteazul,sinunanube,ypudeverunaviónminúsculoquedejabaatrásunacolumnadehumoblanco.MevolvíhaciaSohrab.

—Hehabladohace unosminutos con el doctorNawazy cree que podrádarteelaltaenunpardedías.Buenasnoticias,nay?

De nuevo el silencio por respuesta. El chico con quien compartía lahabitaciónseagitóensueñosymurmuróalgo.

—Megustatuhabitación—dijeintentandonomirarlasmuñecasvendadasde Sohrab—. Es luminosa y tienes buena vista. —Silencio. Transcurrieronunoscuantosminutosmásdeincomodidadynotéqueelsudoraparecíaenmifrenteyenellabiosuperior.Señaléelplatoconaushdeguisantesintactoquehabíasobrelamesillaylacucharadeplásticosinutilizar—.Deberíasintentarcomeralgo.Recuperartuquwat,tusfuerzas.¿Quieresqueteayude?

Me sostuvo la mirada y luego apartó la vista. Su expresión eraimperturbable. El brillo de sus ojos seguía sin aparecer; tenía la miradaperdida, igualquecuando lo saquéde labañera.Busquéenel interiorde labolsadepapelqueteníaentrelospiesysaquédeellaunejemplardesegundamanodelShahnamahquehabíacompradoenlalibrería.Lemostrélacubierta.

—Estoes loque le leíaa tupadrecuandoéramospequeños.Subíamosaunacolinaquehabíadetrásdelacasaynossentábamosdebajodelgranado...—Meinterrumpí.Sohrabestabadenuevomirandoporlaventana.Meobliguéasonreír—.LahistoriafavoritadetupadreeraladeRostamySohrab;deahíviene tu nombre.Ya sé que lo sabes.—Hice una pausa;me sentía un pocotonto—.Ensucartamedecíaquetambiéneratuhistoriafavorita,asíquehepensadoquepodríaleerteuntrozo.¿Tegustaría?

Sohrabcerrólosojos.Selostapóconelbrazo,coneldelmorado.

Hojeéellibrohastadarconlapáginaquehabíaseleccionadoeneltaxi.

—Veamos —dije, preguntándome por vez primera qué pensamientoshabrían pasado por la cabeza de Hassan cuando por fin pudo leer elShahnamahporsuspropiosmediosydescubrióquelehabíaengañadotantasveces.Tosíparaaclararmelagargantayempecéaleer—.«Prestaatenciónalcombate de Sohrab contra Rostam, a pesar de que es un cuento lleno delágrimas—comencé—.ResultóqueundíaRostamselevantódesucamaconlacabezallenadepresagios.Recordóque...»—Leleíelprimercapítulocasientero, hasta la parte enque el jovenguerreroSohrab se dirige a sumadre,

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Tahmineh,princesadeSamengan,yleexigeconocerlaidentidaddesupadre.Cerré el libro—. ¿Quieres que continúe? Ahora vienen las batallas, ¿lorecuerdas? ¿La de Sohrab encabezando su ejército para asaltar el CastilloBlancodeIrán?¿Sigoleyendo?—Élmoviólentamentelacabezadeunladoaotro. Guardé de nuevo el libro en la bolsa de papel—. Está bien—repuse,animado al ver que al menos me había respondido—. Tal vez podamoscontinuarmañana.¿Cómoteencuentras?

Sohrababriólabocaysaliódeellaunsonidoronco.EldoctorNawazmehabíaadvertidoquesucederíaesodebidoal tubopara respirarque lehabíaninsertado entre las cuerdas vocales. Se humedeció los labios y volvió aintentarlo.

—Cansado.

—Losé.EldoctorNawazdicequeesnormal...

Sacudíalacabezadeunladoaotro.

—¿Qué,Sohrab?

Cuandovolvióahablarconaquellavozronca,enuntonoapenasmásaltoqueunsuspiro,hizounamuecadedolor.

—Cansadodetodo.

Suspiréymedesploméenlasilla.Sobrelacamacaíaunrayodesoly,poruninstante,lacarademuñecachinadecolorgriscenizaquememirabadesdeelotroladofuelavivaimagendeHassan,nodelHassanconquienjugabaalas canicas hasta que el mullah anunciaba el azan de la noche y Alí nosllamaba para que entrásemos en casa, no del Hassan a quien yo perseguíacolinaabajomientrasel solseescondíaporeloestedetrásde los tejadosdeadobe, sino del Hassan que vi con vida por última vez, arrastrando suspertenenciasdetrásdeAlíbajouncálidoaguacerodeveranoycolocándolasenelmaleterodelcochedeBabamientrasyocontemplabalaescenadesdelaventanaempapadadelluviademihabitación.

Moviólentamentelacabeza.

—Cansadodetodo—repitió.

—¿Quépuedohacer,Sohrab?Dímelo,porfavor.

—Quiero...—empezó. Esbozó una nueva mueca de dolor y se llevó lamano a la garganta como si con ello pudiese hacer desaparecer lo que lebloqueaba lavoz.Misojos sevieron arrastradosotravezhaciaunamuñecaescondida bajo un aparatoso vendaje de gasas—.Quiero recuperarmi viejavida—afirmóconunsuspiro.

—Oh,Sohrab...

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—Quieroamimadreyamipadre.QuieroaSasa.QuierojugareneljardínconRahimKanSahib.Quierovivirotravezennuestracasa.—Serestrególosojosconelbrazo—.Quierorecuperarmiviejavida.

Yonosabíaquédecir,dóndemirar,asíquebajélavista.«Tuviejavida...—pensé—.Miviejavidatambién.Yohejugadoenelmismojardín,Sohrab.He vivido en lamisma casa. Pero la hierba estámuerta y en el camino deaccesoanuestracasahayaparcadounJeepdesconocidoquedejamanchasdeaceiteenelasfalto.Nuestraviejavidaseha ido,Sohrab,y todos losqueenella habitaban hanmuerto o estánmuriendo.Ahora sólo quedamos tú y yo.Sólotúyyo.»

—Esonopuedodártelo—dije.

—Ojalánohubieses...

—Nodigaseso,porfavor.

—Ojalánohubieses...,ojalámehubiesesdejadoenelagua.

—Nodigasesonuncamás,Sohrab—leexigíinclinándomehaciaél—.Nopuedo soportar oírte hablar así. —Le rocé el hombro y se estremeció. Seapartó.Alejé lamano, recordandoconpesar cómo losúltimosdías antesdequeyorompiesemipromesasehabíafamiliarizadoporfinamiscaricias—.Sohrab, no puedo devolverte tu vieja vida, ojalá Dios pudiera. Pero puedollevarte conmigo. Eso era lo que iba a decirte cuando entré en el baño.ConseguiremosunvisadoparairaEstadosUnidos,paravivirconmigoyconmiesposa.Esverdad.Teloprometo.

Resopló por la nariz y cerró los ojos. Deseaba no haber pronunciado laúltimafrase.

—¿Sabes?,enmividahehechomuchascosasdelasquemearrepiento—dije—,y tal veznohayaotrade laquemearrepientamásquedenohabercumplidolapromesaquetehice.Peroesojamásvolveráaocurrirylosientocon todo mi corazón. Te pido tu bakhshesh, tu perdón. ¿Puedes dármelo?¿Puedes perdonarme? ¿Puedes creerme?—Bajé el tono de voz—. ¿Vendrásconmigo?

Mientrasesperabasurespuesta,micabezaregresóuninstanteaundíadeinviernomuyantiguo,cuandoHassanyyonossentamosenlanievebajouncerezosinhojas.Aqueldía lehiceuna jugarretacruelaHassan, lepedíquecomieratierraparaquemedemostrarasufidelidad.Sinembargo,ahoraerayoquienseencontrababajoelmicroscopio,quien teníaquedemostrarsuvalía.Meloteníamerecido.

Sohrab se giró, dándome la espalda. No dijo nada durante mucho rato.Entonces, cuando ya pensaba que se había quedado dormido, emitió un

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gemido:

—Estoymuykhasta,muycansado.

Seguí sentado junto a la cama hasta que cayó dormido. Algo se habíaperdidoentreSohrabyyo.HastalareuniónconelabogadoOmarFaisalhabíaidoentrandopocoapocoenlosojosdeSohrab,comountímidoinvitado,unaluz de esperanza. Pero la luz había desaparecido, el invitado se habíaesfumado, y me preguntaba cuándo se atrevería a regresar. Me preguntabacuánto tiempo pasaría hasta que Sohrab volviese a sonreír. Cuánto tiempopasaríahastaqueconfiaseenmí.Siesquellegabaahacerlo.

Así que salí de la habitación para emprender la búsqueda de un nuevohotel,sinsaberquetendríaquepasarcasiunañohastaquevolvieseaoírunapalabraenbocadeSohrab.

Sohrab nunca llegó a aceptar mi oferta. Ni a declinarla. Pero sabía quecuando le quitaran los vendajes y los pijamas del hospital se convertiríasimplemente en un huérfano hazaramás. ¿Qué otra alternativa le quedaba?¿Adóndepodía ir?Así que lo que interpreté comoun«Sí»por suparte fuemásbienuna rendiciónsilenciosa,no tantounaaceptacióncomounactoderenunciadeunniñoexcesivamenteagotadoparadecidirydemasiadocansadoparacreer.Loqueanhelabaerasuviejavida.LoqueobteníaéramosAméricay yo.No era unmal destino, teniendo en cuenta las circunstancias, pero nopodía decírselo. La perspectiva es un lujo que sólo pueden permitirse lasmentesquenoestánatormentadasporunenjambrededemonios.

Yasí fuecomo,aproximadamenteunasemanadespués,nosencontramosenunapistadedespeguenegraycalienteymellevéaEstadosUnidosalhijodeHassan,apartándolodelacertidumbredelaconfusiónyarrojándoloaunaconfusióndeincertidumbre.

Undía, entre1983y1984,meencontrabaen la seccióndepelículasdelOestedeunvideoclubdeFremontcuandosemeacercóuntipoconunaCoca-Cola en un vaso de un Seven-Eleven. Me señaló una cinta de Los sietemagníficosymepreguntósilahabíavisto.

—Sí, trece veces—le dije—.MuereCharles Bronson, y también JamesCoburn y Robert Vaughn.—Me miró con cara de malos amigos, como siacabaradeescupirensurefresco.

—Muchas gracias, tío —replicó, y se marchó sacudiendo la cabeza ymurmurandoalgo.

AllíaprendíqueenEstadosUnidosnodeberevelarsejamáselfinaldeunapelícula,yquesilohaces,serásdespreciadoydeberáspedirperdóncontodastusfuerzasporhabercometidoelpecadode«estropearelfinal».

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EnAfganistán, sinembargo, loúnicoque importabaerael final.CuandoHassanyyollegábamosacasadespuésdehabervistounapelículahindúenelcineZainab,loprimeroquequeríansaberAlí,RahimKan,BabaocualquieradelamiríadadeamigosdeBaba(primossegundosytercerosqueentrabanysalíandecasa)eralosiguiente:¿acabóencontrandolafelicidadlachicadelapelícula? ¿El bacheh film, el chicode la película, se convirtió enkamyabyalcanzósussueños,oeranah-kam,estabacondenadoahundirseenelfracaso?

Loquequeríansabererasihabíaunfinalfeliz.

SialguienmepreguntarahoysilahistoriadeHassan,Sohrabyyotieneunfinalfeliz,nosabríaquédecir.

¿Losabealguien?

Alfinyalcabolavidanoesunapelículahindú.Zendagimigzara,dicenlosafganos:lavidasigue,haciendocasoomisoalprincipio,alfinal,kamyab,nah-kam,crisisocatarsis;sigueadelantecomounalentaymugrientacaravanadekochis.

Nosabríacómoresponderaesapregunta.Apesardelpequeñomilagrodeldomingopasado.

Llegamos a casa hace siete meses, un caluroso día de agosto de 2001.Sorayafuearecogernosalaeropuerto.NuncahabíaestadotantotiempolejosdeSoraya,ycuandomeabrazóporelcuello,cuandoolísumelenaconaromaamanzanas,medicuentadelomuchoquelahabíaechadodemenos.

—Siguessiendoelsoldelamañanademiyelda—lesusurré.

—¿Qué?

—Nada—contestédándoleunbesoenlaoreja.

DespuésellasearrodillóparaponersealaalturadeSohrab.Lediolamanoylesonrió.

—Salaam,Sohrabjan,soytuKhalaSoraya.Todosestábamosesperandotullegada.

CuandolavisonriendoaSohrabconlosojosllorosos,percibíunatisbodelamadrequehabríasidosisuvientrenolahubiesetraicionado.

Sohrabcambiódeposiciónyapartólavista.

Sorayahabíaconvertidoelestudiodelaplantasuperiorenundormitoriopara Sohrab. Lo acompañó hasta allí y él se sentó en la cama. Las sábanasteníanestampadoeldibujodeunascometasdecoloresvivosquevolabanenuncieloazulañil.Enlapareddondeestabaelarmario,Sorayahabíadibujadouna regla con centímetros paramedir la altura del niño amedida que fuese

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creciendo. A los pies de la cama vi una cesta de mimbre con libros, unalocomotorayunacajadeacuarelas.

Sohrab iba vestido con una camiseta sencilla de color blanco y unospantalones vaqueros nuevos que le había comprado en Islamabad antes denuestra partida... La camiseta le quedaba un poco grande y colgaba de sushombroshuesudosyhundidos.Sucaraseguíapálida,exceptoporlososcuroscírculos que aparecían bajos sus ojos. Nos observaba con lamismamiradaimpasible con que contemplaba los platos de arroz hervido que le servíanregularmenteenelhospital.

Soraya le preguntó si le gustaba su habitación y me di cuenta de queintentaba evitarmirarle lasmuñecas y que sus ojos se desviaban sin quererhaciaaquellaslíneasserradasdecolorrosado.Sohrabbajólacabeza,escondiólasmanosentrelosmuslosynodijonada.Selimitóareposarlacabezaenlaalmohaday,menosdecincominutosdespués,Sorayayyoloveíamosdormirdesdeelumbraldelapuerta.

Nos acostamos. Soraya se quedó dormida con la cabeza apoyada enmipecho. Yo permanecí despierto en la oscuridad de nuestra habitación; elinsomniounavezmás.Despiertoysoloconmispropiosdemonios.

EnalgúnmomentodelanochesaltédelacamaymedirigíaldormitoriodeSohrab.Mequedédepieasuladoyalbajarlavistavialgoquesobresalíadesualmohada.Locogí.SetratabadelafotografíadeRahimKan,laqueleregaléaSohrablanocheenquenosquedamossentadosjuntoalamezquitadeSahFaisal.AquéllaenlaqueaparecíanHassanySohrabelunojuntoalotro,entrecerrandolosojosparaevitarlaluzdelsolysonriendocomosielmundofueseunlugarbuenoyjusto.MepreguntécuántotiempohabríaestadoSohrabacostadoenlacamacontemplandolafotografía,dándolevueltas.

Miré la foto. «Tu padre era un hombre partido en dos mitades», habíadichoRahimKanensucarta.Yohabíasidolaparteconderecho,laaprobadapor la sociedad, la mitad legítima, la encarnación involuntaria de laculpabilidaddeBaba.MiréaHassan,cuyasonrisamostrabaelvacíodejadoporlosdosdientesdelanteros;laluzdelsolledabaoblicuamenteenlacara.ÉleralaotramitaddeBaba.Lamitadsinderecho,sinprivilegios.LamitadquehabíaheredadoloqueBabateníadepuroynoble.Lamitadquetalvez,enellugarmásrecónditodesucorazón,Babaconsiderabasuverdaderohijo.

Devolví la fotografía al lugar donde la había encontrado. Entonces notéalgo: que ese último pensamiento no me había producido ningún tipo depunzada.MientrascerrabalapuertadelahabitacióndeSohrabmepreguntésiel perdón semanifestaríade esamanera, sin la fanfarriade la revelación, sisimplementeeldolorrecogeríasuscosas,haríalasmaletasyseesfumaríasindecirnadaenmitaddelanoche.

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Aldíasiguientevinieronacenarelgeneralysuesposa.KhalaJamila,quesehabíacortadoelpeloyselohabíateñidodeunrojomásoscuro,leentregóaSorayaunabandejademaghoutcubiertodealmendrasquehabíapreparadocomopostre.EncuantovioaSohrabexclamó:

—Mashallah!Soraya jannoshabíadicho lokhoshteepqueeras,pero enpersonaeresinclusomásguapo,Sohrabjan.—Leentregóunjerseydecuelloalto de color azul—. Lo he tejido para ti —aclaró—. Para este invierno.Inshallahquetevaya.

Sohrabcogióeljersey.

—Hola, jovencito—fue todo lo que dijo el general, con ambas manosapoyadasensubastónymirandoaSohrabcomosiestuvierainspeccionandounobjetodecorativoexóticoencasadealguien.

Respondí y volví a responder a todas las preguntas deKhala Jamila conrespectoamisheridas(lehabíadichoaSorayaquelescontasequemehabíanatracado), tranquilizándola y asegurándole que no sufría ningún dañoirreparable,quemequitaríanloshierrosenunassemanasyquedespuéspodríavolveracomertodassuscomidas,quesí,quemefrotaríalasheridasconjugoderuibarboyazúcarparaquelascicatricesdesaparecieranantes.

ElgeneralyyotomamosasientoenelsalónynosservimosunacopadevinomientrasSorayaysumadreponíanlamesa.LeexpliquélodeKabulylos talibanes. Él me escuchaba y asentía con la cabeza. Tenía el bastónapoyadoenelregazo.Cuandoledijequehabíavistoaunhombrevendersupierna ortopédica pusomala cara. Nomencioné las ejecuciones del estadioGhazi ni a Assef. Me preguntó por Rahim Kan, con quien dijo habercoincididoenKabulvariasveces,ymoviónegativaysolemnementelacabezacuando leconté lode suenfermedad.Mientrashablábamos, sinembargo,vique sumirada se desplazabaunayotra vezhaciaSohrab, quedormía en elsofá.Comosiestuviésemosretrasandoloqueenrealidadélqueríasaber.

Los rodeos llegaron a su fin durante la cena, cuando el general dejó eltenedorsobrelamesaydijo:

—Ybien,Amir jan,¿vasaexplicarnosporquéhas traídocontigoaesteniño?

—¡Iqbaljan!¿Quétipodepreguntaesésa?—repusoKhalaJamila.

—Mientras tú estás tan ocupada tejiendo jerséis, querida, a mí me tocalidiarcon lapercepciónque lacomunidad tienedenuestra familia.Lagentepreguntará.Querránsaberquéhaceunniñohazaraviviendoconnuestrahija.¿Quéquieresquelescuente?

Sorayasoltólacucharaysevolvióhaciasupadre.

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—Puedesdecirles...

—Nopasanada,Soraya—dije tocándoleunamano—.Nopasanada.Elgeneralsahibtienerazón.Lagentepreguntará.

—Amir...—empezóella.

—Deacuerdo.—Megiréhaciaelgeneral—.Mire,generalsahib,mipadreseacostóconlamujerdesucriado.EllalediounhijoquerecibióelnombredeHassan.Hassanhamuerto.Eseniñoqueduermeenel sofá es el hijodeHassan.Esmisobrino.Esoesloquelediráalagentecuandolepregunten.—Todosmemirabanfijamente—.Yunacosamás,generalsahib.Nuncavolveráa referirse a él enmi presencia como el «niño hazara».Tiene nombre, y esSohrab.

Nadievolvióaabrirlabocaduranteelrestodelacena.

SeríaerróneodecirqueSohrabera tranquilo.Tranquilidadespaz,calma,bajarel«volumen»delavida.

Elsilencioespulsarelbotónde«off».Apagarlo.Todo.

ElsilenciodeSohrabnoeraelsilencioquealguienseimponeasímismopordeterminadasconvicciones,nielde losmanifestantesquereivindicansucausa sinpronunciarpalabra.Erael silenciodequien seha refugiadoenunescondrijooscuro,dequiensehahechounovilloysehaocultado.

Tampocoocupabaapenasespacio,aunquevivíaconnosotros.Aveces,enelmercadooenelparque,medabacuentadequelosdemásnilomiraban,eracomosinoestuvieseallí.Yolevantabalacabezadellibroqueestabaleyendoy de pronto veía que Sohrab había entrado en la habitación, había tomadoasiento delante de mí y ni me había enterado. Caminaba como si le diesemiedodejarhuellasasupaso.Semovíacomosinoquisieradesplazarelairequehabíaasualrededor.Básicamentedormía.

El silencio de Sohrab también se le hacía difícil a Soraya. Cuando mellamó a Pakistán, Soraya me había contado todas las cosas que estabaplaneando para el niño. Clases de natación. Fútbol. La liga de bolos. PerocuandopasabadelantedelahabitacióndeSohrabyveíadereojoloslibrossinabrir en la cesta de mimbre la escala de crecimiento sin marca alguna, elrompecabezassinmontar,cadaunodeesosobjetoseraunrecordatoriodeunavida que podía haber sido. Un recordatorio de un sueño que semarchitabaaunqueestuviesefloreciendo.Peroellanoestabasola.Tambiényoteníamispropiossueñosconrespectoaél.

Y mientras Sohrab permanecía en silencio, el mundo no lo estaba. Unmartesporlamañanadelpasadomesdeseptiembresederrumbaronlastorresgemelas y el mundo cambió de la noche a la mañana. La bandera

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estadounidense apareció de repente por todos los lados, ondeando en lasantenasde los taxisamarillos,en lassolapasde lospeatonesquecaminabanpor las aceras con paso ligero, incluso en las gorras mugrientas de losmendigos de SanFrancisco que se aposentaban bajo lasmarquesinas de lasgaleríasdearteelegantesylosescaparatesdelastiendas.UndíapaséjuntoaEdith, la mujer vagabunda que toca a diario el acordeón en la esquina deSutter con Stockton, y vi una pegatina con la bandera norteamericana en elestuchedelinstrumentoqueteníaasuspies.

Poco después de los ataques Estados Unidos bombardeó Afganistán, laAlianzadelNortesubióalpoderylostalibanesdesaparecieroncomoratasenlas cuevas. De pronto la gente hacía cola en la tienda de ultramarinos yhablaba de las ciudades de mi infancia, Kandahar, Herat, Mazar-i-Sharif.Cuando éramosmuy pequeños, Baba nos llevó aHassan y amí aKunduz.Recuerdopocacosadelviaje,exceptoquenossentamosa lasombradeunaacaciaabeberzumofrescodesandíadeunavasijadearcillayjugamosaverquién escupía más lejos las pepitas. A partir de entonces Dan Rather, TomBrokaw y otros hablaban de la batalla deKunduz, el último reducto de lostalibanesenelnorte,delantedeunatazadecaféconlecheenStarbucks.Enelmesdediciembrepastunes,tayikos,uzbecosyhazarassereunieronenBonny,bajo el ojo vigilante de Naciones Unidas, iniciaron el proceso que tal vezalgúndía acabe conveinte añosde infelicidad en suwatan.El sombrerodepiel de cordero caracul de Hamid Karzai y su chapan verde se hicieronfamosos.

Sohrabpasócomosonámbuloportodoello.

Soraya y yo empezamos a involucrarnos en proyectos afganos,más queporunsentimientosolidarioporlanecesidaddeteneralgo,cualquiercosaconlaquellenarelsilencioquevivíaenlaplantadearribayqueloabsorbíatodocomounagujeronegro.Yonuncahabíasidounhombrecomprometido,perocuando me llamó un tal Kabir, antiguo embajador afgano en Sofía, parapreguntarmesideseabaayudarloenunproyectohospitalario,lerespondíquesí.ElpequeñohospitalestabainstaladocercadelafronteraentreAfganistányPakistán y disponía de una unidad quirúrgica donde atendían a refugiadosafganos heridos por lasminas antipersonas; pero había cerrado por falta defondos.MeconvertíendirectordelproyectoySorayaenmiayudante.Pasabalos días en el estudio, enviandomensajes por correo electrónico a gente detodo el mundo, solicitando donaciones, organizando actos para recaudarfondos.YrepitiéndomeamímismoquetraeraSohrabconmigohabíasidolocorrecto.

ElañoterminóynossorprendióaSorayayamísentadosenelsofá,conunamantasobrelaspiernasyviendoaDickClarkenlatelevisión.Lagenteempezó a gritar y a besarse cuando cayó la bola plateada y la pantalla se

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inundódelblancodelconfeti.Encasa,elnuevoañocomenzóprácticamenteigualacomohabíaacabadoelanterior.Ensilencio.

Entonces, hace cuatro días, un frío y lluvioso día de marzo de 2002,sucedióalgopequeñoymaravilloso.

FuiconSoraya,KhalaJamilaySohrabaunareunióndeafganosqueteníalugar enLakeElizabethPark, enFremont. Finalmente el general había sidollamadoparaunpuestoenelministerioyhacíadossemanasquehabíavoladoaAfganistán...dejandoatrássutrajegrisysurelojdebolsillo.ElplaneraqueKhala Jamila seunieseaél encuestióndepocosmeses,unavez sehubierainstalado.Ellaloechabamuchísimodemenos(ylepreocupabasuestadodesalud),porloqueinsistimosenquepasaraencasaunatemporada.

El jueves anterior, el primer día de primavera, había sido el día deAñoNuevoafgano(elSawl-e-Nau),y losafganosresidentesenBayAreahabíanorganizadodiversascelebracionesenEastBayyportodalapenínsula.Kabir,Sorayayyoteníamosunmotivodealegríaadicional:nuestropequeñohospitaldeRawalpindi acababade abrir la semana anterior, no la unidadquirúrgica,perosí laclínicapediátrica.Todoscoincidíamosenqueaquelloeraunbuenprincipio.

Eltiempoerasoleadodesdehacíavariosdías,perocuandoeldomingoporlamañana puse los pies en el suelo, oí el sonido de las gotas de lluvia queaporreaban la ventana. «Suerte afgana», pensé. Reí con disimulo. Recé minamaz de lamañanamientras Soraya seguía durmiendo... Ya no necesitabaconsultarlaguíadeoracionesquehabíaconseguidoenlamezquita;lassurasmesalíancontotalnaturalidad,sinelmínimoesfuerzo.

Llegamos allí cerca del mediodía y nos encontramos con un puñado degente que estaba cobijada bajo un gran plástico rectangular sujeto por seispostesclavadosalsuelo.Alguienhabíaempezadoafreírbolani;lastazasdetéhumeabancomounacazuelaconaushdecoliflor.Enunradiocaseterechinabauna vieja canción de Ahmad Zahir. Sonreí levemente al ver que los cuatrocorríamos por la hierba empapada de agua, Soraya y yo en cabeza, KhalaJamila enmedio, ySohrab detrás de todos con la capucha del impermeableamarillobotándoleenlaespalda.

—¿Quéesloqueteresultatandivertido?—mepreguntóSorayatapándoselacabezaconunperiódicodoblado.

—Tal vez los afganos abandonen Paghman, pero es imposible quePaghmanabandoneelcorazóndelosafganos—dije.

Llegamos a la tienda improvisada. Soraya y Khala Jamila se dirigieronhaciaunamujerobesaquefreíaespinacasbolani.Sohrabpermanecióbajoeltoldo durante unos instantes y luego salió bajo la lluvia.Llevaba lasmanos

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hundidasenlosbolsillosdelimpermeableyelcabello(quelehabíacrecidoyeracastañoy lisocomoeldeHassan)aplastadocontra lacabeza.Sedetuvojunto a un charco de color café y se quedómirándolo.Nadie pareció darsecuenta.Nadielollamóparaqueregresase.Coneltiempo,laspreguntassobrenuestropequeñoadoptadoydecididamenteexcéntricohabíancesadoporfin,locual,teniendoencuentalopocodelicadasquepuedenresultarlaspreguntasdelosafganos,fueunalivioconsiderable.Lagentedejódepreguntarnosporquénuncahablaba.Porquénuncajugabaconlosdemásniños.Y,lomejordetodo,dejódeasfixiarnosconsuempatíaexagerada,consuslentosbalanceosde cabeza, con sus malas caras, con sus «oh, gung bichara». «Oh, pobremudito.»Lanovedadsehabíaagotado.Comounpapelpintadososo,Sohrabhabíaacabadoconfundiéndoseconelfondo.

Le estreché la mano a Kabir, un hombrecillo de cabello blanco quemepresentó a una docena de hombres, uno de ellos profesor retirado, otroingeniero,unantiguoarquitecto,uncirujanoqueenlaactualidadregentabaunchiringuitodeperritoscalientesenHayward.TodosafirmaronconoceraBabadelostiemposdeKabulyhablabandeélconrespeto.Élhabíaentradoenlavidade todosellosdeunauotramanera.Loshombresmedijeronque teníamuchasuerteporhabertenidocomopadreaunhombretangrandecomoél.

CharlamossobreladifícilytalvezingratatareaqueKarzaiteníaantesí,sobreelpróximoLoya jirgay sobreel retorno inminentedel reya supatriadespuésdeveintiochoañosdeexilio.Recordélanochede1973,lanocheenqueel shaZahir fuederrocadopor suprimo; recordé losdisparosyel cieloiluminándosedeplata...AlínosprotegióaHassanyamíentresusbrazosynosdijoquenotuviésemosmiedo,quesóloestabancazandopatos.

Entonces alguien contó un chiste del mullah Nasruddin y todos nosechamosareír.

—¿Sabes?,tupadretambiéneraunhombreconsentidodelhumor—dijoKabir.

—Sí que lo era —repliqué sonriendo, y recordé que, poco después denuestrallegadaaEstadosUnidos,Babaempezóadespotricarsobrelasmoscasamericanas.

Sesentabaalamesadelacocinaconsumatamoscasyobservabacómolosinsectos se precipitaban de una pared a otra, zumbando de un lado a otro,molestas y excitadas. «En este país hasta las moscas viven apresuradas»,gruñía.Yomereía.Sonreíalrecordarlo.

Hacialastresdejódelloveryelcielo,cargadodegruposdenubes,adoptóun color gris hielo. En el parque soplaba una fría brisa. Aparecieron másfamilias.Losafganossesaludaban,seabrazaban,sebesaban,intercambiaban

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comida.Alguienencendióelcarbóndeunabarbacoaymuyprontoeloloracebollayamorghkabobme inundó los sentidos.Seoía lamúsicadealgúncantantenuevoqueyonoconocíayrisasdeniños.ViaSohrab,todavíaconsuimpermeableamarillo,apoyadoenuncubodebasuraymirandoalolejoseláreadebateodelcampodebéisbol,queestabavacía.

Pocodespués,mientraselexcirujanomeexplicabaqueBabayélhabíansidocompañerosdeclaseenoctavo,Sorayametiródeunamanga.

—¡Mira, Amir! —Señalaba hacia el cielo. Media docena de cometasvolabanenloalto,ungrupitodemotasamarillas,rojasyverdesqueresaltabanenelcielogris—.Veaver—medijoSoraya,señalandoesavezauntipoquevendíacometasenunpuestocercano.

—Sujetaesto—repuse,ylepasémitazadeté.

Medisculpéymedirigíalpuestodecometas.Loszapatossemehundíanenlahierbamojada.Leindiquéalvendedorunaseh-parchaamarilla.

—Sawl-e-nau mubabrak—dijo el hombre cogiendo el billete de veintedólaresyentregándomeacambiolacometayuncarretedemaderacontardehilorecubiertodevidrio.

Le di las gracias y le deseé también feliz año nuevo. Comprobé el hilocomolohacíaHassan,sujetándoloentreelpulgaryelíndiceytirandodeél.La sangre lo tiñó de rojo y el vendedor de cometas sonrió. Le devolví lasonrisa.

MeacerquéconlacometaallugardondeseguíaSohrab,apoyadoaúnenelcubodebasurayconlosbrazoscruzadossobreelpecho.Mirabaelcielo.

—¿Te gusta el seh-parcha? —le pregunté sujetando la cometa por losextremosde lasbarras cruzadas.Susojospasarondel cielo amí, luegoa lacometa, luego otra vez al cielo. De su cabello descendieron hacia la caravarios riachuelos de agua—.En una ocasión leí que enMalasia utilizan lascometas para pescar—dije—. ¿Aque no lo sabías?Les atan un sedal y lasvuelanhastalasaguasprofundasparaquelasombraqueproyectannoespantea los peces. Y en la antigua China los generales volaban cometas por loscamposdebatallaparaenviarmensajesasushombres.Escierto.Nobromeo.—Lemostrémipulgarensangrentado—.Estetartampocoesdebroma.

ViporelrabillodelojoaSoraya,quenosobservabadesdelatienda.Selaveíatensa,conlasmanosescondidasbajolasaxilas.Adiferenciademí,ellahabíaidoabandonandogradualmentesusintentosdeanimarlo.Laspreguntassinrespuesta, lasmiradasvacías,elsilencio,todoleresultabaexcesivamentedoloroso.HabíadecididoaguardaraqueSohrabpusieraelsemáforoenverde.Esperaba.

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Mehumedecíeldedoíndiceyloalcéalaire.

—Recuerdo que tu padre a veces comprobaba la dirección del vientolevantando polvo. Daba una patada en la tierra y observaba hacia dónde laarrastrabaelviento.Sabíamuchostrucos—dije.Bajéeldedo—.Oeste,creo.

Sohrabsesecóunagotadelluviaquelecaíaporlaorejaycambióelpesodelcuerpoalaotrapierna.Nodijonada.PenséenSoraya,cuandounosmesesatrásmepreguntócómosonabasuvoz.Lecontestéqueyanolarecordaba.

—¿TehedichoalgunavezquetupadreeraelmejorvoladordecometasdeWazir Akbar Kan? ¿Tal vez de todo Kabul? —dije, anudando el extremosueltodelcarretedetarallazodehilosujetoalaspacentral—.Todoslosniñosdel vecindario estaban celosos de él.Volaba las cometas sinmirar nunca alcielo,ylagentedecíaqueloquehacíaeraseguirlasombradelacometa.Peroellosnoloconocíancomoyo.Tupadrenoperseguíaningunasombra.Sólo...lo sabía.—Acababandeemprenderelvuelomediadocenamásdecometas.Lagenteempezabaacongregarseengrupitos,conlastazasdetéenlamanoylosojospegadosalcielo—.¿Quieresayudarmeavolarla?—lepregunté.Lamirada de Sohrab saltó de la cometa a mí y volvió luego al cielo—. Deacuerdo.—Meencogídehombros—.Pareceque tendréquevolarla tanhaii.Solo.—Mantuveenequilibrioelcarretesobrelamanoizquierdaysoltécercade un metro de tar. La cometa amarilla se balanceaba en el aire justo porencimadelahierbamojada—.Últimaoportunidad—dije.PeroSohrabestabaobservandounpardecometasquesehabíanenredadoenloalto,porencimadelosárboles—.Bueno.Allávoy.

Echéacorrer.Miszapatillasdeportivassalpicabanelaguadelluviadeloscharcos.Mi mano derecha sujetaba el hilo de la cometa por encima de micabeza.Hacíatantotiempoquenohacíaesoquemepreguntabasinomontaríaun espectáculo. Dejé que el carrete fuera rodando en mi mano izquierdamientrascorría;sentíaqueelhilomecortabaenlamanoderechaamedidaquelosoltaba.Lacometaseelevabayaporencimademihombro,levantándose,dandovueltas,ycorríaúnmás.Elcarretegirabamásdeprisayelhiloabrióunnuevocorteenlapalmademimano.Medetuveymevolví.Mirehaciaarriba.Sonreí.Allá en lo altomi cometa sebalanceabadeun lado aotro comounpéndulo,produciendoaquelviejosonidodepájarodepapelquebatelasalasque siempreheasociadocon lasmañanasde inviernodeKabul.Llevabauncuartodesiglosinvolarunacometa,peroderepenteeracomosivolvieseatenerdoceañosylosviejosinstintoshubieranvueltoamíprecipitadamente.

Sentíunapresenciaamiladoybajélavista.EraSohrab.Continuabaconlasmanoshundidasenlosbolsillosdelchubasquero.Peromehabíaseguido.

—¿Quieresintentarlo?—lepregunté.

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Nodijonada.Sinembargo,cuandoleacerquéelhilo,sacóunamanodelbolsillo.Dudó.Locogió.Elritmodelcorazónsemeacelerócuandoempecéaenrollarelcarretepararecuperarelhilosuelto.Nosquedamosquietoselunojuntoalotro.Conelcuellohaciaarriba.

A nuestro alrededor los niños se perseguían entre sí, resbalando en lahierba.Alguientocabaenaquelmomentounamelodíadeunaantiguapelículahindú.Unahileradehombresmayores rezabaelnamazde la tardesobreunplásticoextendidoenelsuelo.Elambienteolíaahierbamojada,humoycarneasada.Deseéqueeltiemposedetuviera.

Entoncesviqueteníamoscompañía.Seacercabaunacometaverde.Seguíel hilo hasta que fui a parar a un niño que estaría a unos diez metros dedistanciadenosotros.Teníaelpelocortadoacepilloy llevabaunacamisetacon laspalabras«TheRockRules»escritas engrandes letrasnegras.Sediocuentadequelomirabaymesonrió.Mesaludóconlamano.Yoledevolvíelsaludo.

Sohrabmedioelhilo.

—¿Estásseguro?—dije,recogiéndolo.Entoncesélsujetóelcarrete—.Deacuerdo—añadí—.Démosleunsabagh,démosleunalección,nay?

Lomirédereojo.Lamiradavidriosayvacíahabíadesaparecido.Susojosvolabandenuestracometaa laverde.Tenía la tez ligeramentesonrosada, lamiradaatenta.Estabadespierto.Vivo.Ymepreguntéenquémomentohabíaolvidadoyoque,apesardetodo,seguíasiendosólounniño.

Lacometaverdeavanzaba.

—Esperemos—dije—.Dejaremosqueseacerqueunpocomás.—Hizounpardecaídasenpicadoysedeslizóhacianosotros—.Ven...,venparaacá.—Lacometaverdeseacercóhastasituarseporencimadelanuestra, ignorantedela trampaquele teníapreparada—.Mira,Sohrab.Teenseñaréunodelostrucosfavoritosdetupadre,elviejotrucode«sustentarseenelaireycaerenpicado».

Sohrab,amilado,respirabaaceleradamenteporlanariz.Elcarreteseguíarodando entre sus manos; los tendones de sus muñecas llenas de cicatricesparecíanlascuerdasdeunrubab.Pestañeéyduranteuninstantelasmanosquesujetabanelcarretefueron lasmanoscallosasycon lasuñasmelladasdeunniño de labio leporino. La multitud runruneaba en algún lado y levanté lavista. La nieve recién caída sobre el parque brillaba, era tandeslumbradoramenteblancaquemequemabalosojos.Caíaensilenciodesdelasramasdelosárboles,vestidosdeblanco.Olíaaqurmadenabos.Amorassecas. A naranjas amargas. A serrín y a nueces. La calma amortiguada, lacalmadelanieve,resultabaensordecedora.Entonces,muylejos,másalláde

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esa quietud, una voz nos llamó para que regresásemos a casa, la voz de unhombrequearrastrabalapiernaderecha.

Lacometaverdeestabasuspendidaexactamenteencimadenosotros.

—Iráaporella.Encualquiermomento—dije.MimiradavacilabaentreSohrabynuestracometa.Lacometaverdedudó.Mantuvo laposición.Yseprecipitóhaciaabajo—.¡Ahíviene!—exclamé.

Lo hice a la perfección. Después de tantos años. El viejo truco de«sustentarse en el aire y caer en picado». Aflojé la mano y tiré del hilo,esquivando la cometa verde. Luego se produjo una serie de piruetas consacudidas laterales y nuestra cometa salió disparada hacia arriba en sentidoopuestoalasagujasdelreloj,trazandounsemicírculo.Deprontoerayoquienestabaarriba.Lacometaverdeserevolvíadeunladoaotro,presadelpánico.Peroerademasiadotarde.HabíacaídoenlatrampadeHassan.Tiréconfuerzaynuestracometacayóenpicado.Casipudesentirelcontactodenuestrohilo,quecortabaelsuyo.Prácticamentesentíelcrujido.

Enesemismoinstantelacometaverdeempezóagiraryadarvueltasenespiral,fueradecontrol.

La gente gritaba a nuestras espaldas. La multitud estalló en silbidos yaplausos.Yojadeaba.Laúltimavezquehabíasentidounasensacióncomoésafueaqueldíade inviernode1975, justodespuésdecortar laúltimacometa,cuandoviaBabaennuestraazoteaaplaudiendo,gritando.

Miré a Sohrab. Una de las comisuras de su boca había cambiado deposiciónysecurvabahaciaarriba.

Unasonrisa.

Torcida.

Apenasinsinuada.

Perosonrisa.

Detrásdenosotrossehabíaformadounamelédevoladoresqueperseguíanlacometasinhiloqueflotabaaladerivaporencimadelosárboles.Parpadeéylasonrisahabíadesaparecido.Perohabíaestadoallí.Lahabíavisto.

—¿Quieres que vuele esa cometa para ti?—Tragó saliva. La nuez se lelevantóydescendióactoseguido.Elviento lealborotabaelpelo.Creíverloasentir—.Portiloharíamilvecesmás—meoídecir.

Mevolvíyechéacorrer.

Fue sólo una sonrisa, nadamás. No lo haría todomejor. No haría nadamejor. Sólo era una sonrisa. Algo minúsculo. Una hoja en medio de un

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bosque,temblorosacomounpájaroasustadoqueemprendeelvuelo.

Pero la recibiría. Con los brazos abiertos. Porque cuando la primaverallega, lanievesederritecopoacopo,ytalvezloqueacababadepresenciarfueraelprimercopodenievequesederretía.

Corrí.Eraunhombrehechoyderechocorriendo juntoaunenjambredeniñosalborozados.Peronomeimportó.CorríconelvientoenlacarayconunasonrisaenloslabiostananchacomoelvalledelPanjsher.

Corrí.