Comentario de Textos Del Siglo XVIII

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Comentario de textos del Siglo XVIII Introducción n líneas generales, podemos decir que la literatura del siglo XVIII está caracterizada por la influencia francesa, el normativismo y el didactismo. Los comienzos de este siglo son una continuación del barroco, aunque bastante pobre. Después, sería el Neoclasicismo el que marcaría la pauta literaria a seguir. En España, un hecho que resultaría de gran importancia para la lengua, sería la creación en 1713 de la Real Academia de la Lengua, cuya misión encomendada fue la de velar por la pureza del idioma y de fijar la norma lingüística. Este compromiso con la pureza de la lengua supuso la fijación definitiva de la ortografía, la aparición de una gramática normativa y de un diccionario académico. Los textos del siglo XVIII no presentan grandes dificultades de comprensión en cuanto a la lengua y, sólo ocasionalmente, se requiere el empleo del diccionario para la conocer la definición de algunos galicismos utilizados en esa época. El carácter didáctico de las obras de este siglo, obliga a que se preste mas atención al contenido que a la forma de la obra literaria. Y en cuanto al lenguaje literario, puede decirse que en general es bastante simple y sin excesivo artificio. Se encuentra más subordinado al contenido que en épocas anteriores. En la literatura neoclásica, la sencillez y la claridad son las dos máximas. La prosa se encuentra bastante próxima a la lengua culta, y la poesía, en muchas ocasiones, puede calificarse de "prosaica". Un texto del Siglo XVIII comentado: El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín. 1

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Comentario de textos del Siglo XVIII

Introducción

n líneas generales, podemos decir que la literatura del siglo XVIII está caracterizada por la influencia francesa, el normativismo y el didactismo. Los comienzos de este siglo son una continuación del barroco, aunque bastante pobre. Después, sería el Neoclasicismo el que marcaría la pauta literaria a seguir.

En España, un hecho que resultaría de gran importancia para la lengua, sería la creación en 1713 de la Real Academia de la Lengua, cuya misión encomendada fue la de velar por la pureza del idioma y de fijar la norma lingüística. Este compromiso con la pureza de la lengua supuso la fijación definitiva de la ortografía, la aparición de una gramática normativa y de un diccionario académico.

Los textos del siglo XVIII no presentan grandes dificultades de comprensión en cuanto a la lengua y, sólo ocasionalmente, se requiere el empleo del diccionario para la conocer la definición de algunos galicismos utilizados en esa época.

El carácter didáctico de las obras de este siglo, obliga a que se preste mas atención al contenido que a la forma de la obra literaria. Y en cuanto al lenguaje literario, puede decirse que en general es bastante simple y sin excesivo artificio. Se encuentra más subordinado al contenido que en épocas anteriores.

En la literatura neoclásica, la sencillez y la claridad son las dos máximas. La prosa se encuentra bastante próxima a la lengua culta, y la poesía, en muchas ocasiones, puede calificarse de "prosaica".

Un texto del Siglo XVIII comentado: El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín.

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A continuación veremos un fragmento de la obra dramática El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín, y realizaremos un análisis del tema, argumento, estructura y recursos que utilizó el autor.

RITA: Señora.DOÑA FRANCISCA: ¿Me llamaba usted?DOÑA IRENE: Sí, hija mía, sí; porque el señor don Diego nos trata de un modo que ya no se puede aguantar. ¿Qué amores tienes, niña? ¿A quién has dado palabra de matrimonio? ¿Qué enredos son éstos?... Y tú, picarona... Pues tú también lo has de saber... Por fuerza lo sabes... ¿Quién ha escrito este papel? (Presentando el papel abierto a doña Francisca.)RITA (aparte, a doña Francisca): Su letra es.DOÑA FRANCISCA: ¡Qué maldad!... Señor don Diego, ¿así cumple usted su palabra?DON DIEGO: Bien sabe Dios que no tengo la culpa... Venga usted aquí. (Tomando de una mano a doña Francisca, la pone a su lado.) No hay que temer... Y usted, señora, escuche y calle, y no me ponga en términos de hacer un desatino... Déme usted ese papel... (Quitándole el papel.) Paquita, ya se acuerda usted de las tres palmadas de esta noche.Doña FRANCISCA: Mientras viva me acordaré.DON DIEGO: Pues éste es el papel que tiraron a la ventana... No hay que asustarse, ya lo he dicho. (Lee.) "Bien mío: si no consigo hablar con usted, haré lo posible para que llegue a sus manos esta carta. Apenas me separé de usted, encontré en la posada al que yo llamaba mi enemigo, y al verle no sé cómo no expiré de dolor. Me mandó que saliera inmediatamente de la ciudad, y fue preciso obedecerle. Yo me llamo don Carlos, no don Félix. Don Diego es mi tío. Viva usted dichosa y olvide para siempre a su infeliz amigo. Carlos de Urbina."DOÑA IRENE: ¿Conque hay eso?DOÑA FRANCISCA: ¡Triste de mí!DOÑA IRENE: ¿Conque es verdad lo que decía el señor, grandísima picarona? Te has de acordar de mí. (Se encamina hacia doña Francisca, muy colérica, y en ademán de querer maltratarla. Rita y don Diego la estorban.)DOÑA FRANCISCA: ¡Madre!... ¡Perdón!DOÑA IRENE: No, señor; que la he de matar.DON DIEGO: ¿Qué locura es ésta?DOÑA IRENE: He de matarla.

Comentario de la obra

l fragmento de la obra de Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) propuesto para su comentario, constituye la penúltima escena de El sí de las niñas (Acto III, escena XII), que es la obra dramática más importante de este autor estrenada en Madrid en 1806.

Para su comentario resulta imprescindible conocer el tema y el argumento de la obra.

Tema de la obra en su conjunto

El tema central de la obra es el matrimonio, por obligación o imposición paterna, entre una muchacha joven y un hombre de avanzada edad. Además, se encuentran en la obra otros de importancia en la literatura y la sociedad del siglo XVIII, como son la obediencia debida a los padres, la libertad de elección de la mujer, y los matrimonios habidos por amor o por conveniencia.

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Estructura, personajes y argumento

La obra se divide en tres actos, cada uno con diferente número de escenas (nueve en el primero, dieciséis en el segundo y trece en el tercero). Sólo intervienen siete personajes: doña Irene y su hija doña Francisca; Rita, su criada; don Diego y su sobrino don Carlos; Simón, criado de don Diego; y Calamocha, criado de don Carlos.

El argumento de la obra, en líneas generales, es el siguiente: doña Irene ha convenido el matrimonio de su hija doña Francisca con don Diego, y hombre mayor y solvente. Doña Francisca está dispuesta a casarse, pero sólo por obediencia a los padres, a pesar de que está enamorada de don Carlos, sobrino de don Diego (en un principio la joven ignora este parentesco).

Cuando don Carlos conoce estos planes de boda, regresa de las milicias con la intención de impedirlos, pero él también ignora que el futuro esposo de su amada es su propio tío. Cuando se entera de este extremo, en obediencia a su tío, confiesa en una carta a doña Francisca el parentesco y renuncia a su amor. Pero, la carta termina en manos de don Diego, que renuncia finalmente a su boda, aceptando que don Carlos y doña Francisca puedan casarse.

Tema del fragmento elegido

l texto que nos ocupa corresponde casi al final de la comedia, concretamente a la penúltima escena del último acto: es el momento en que se hace pública lectura de la carta, y en el que finalmente doña Irene descubre los verdaderos sentimientos de su hija, lo cual origina una respuesta violenta hacia ella por su engaño y desobediencia, al haber desbaratado todos sus planes.

Estructura y recursos

l desarrollo de la escena, y sobre todo de doña Irene, marca el desarrollo de la misma: al principio doña Irene está moderadamente enfadada, pues no quiere creer la evidencia, pero al final, tras la lectura de la carta, se manifiesta muy agresiva y violenta con su hija, terminando con el lacónico "he de matarla".

La acción de esta escena tiene tres momentos:

-- Primera parte: líneas 1-15: diálogo de las tres mujeres, en el que doña Irene pide explicaciones a su hija.

-- Segunda parte: líneas 16-40: intervención de don Diego con la lectura de la carta de su sobrino.

-- Tercera parte: líneas 41-52: reacción violenta de doña Irene e intento de agresión a su hija.

En la escena, y en general en toda la obra, el autor utiliza un lenguaje sencillo y coloquial; aunque entrecortado en ocasiones, puesto que los recursos escénicos vienen a sustituir en este caso a los literarios o lingüísticos: aquí son los actores con sus gestos y actitudes, los que dan vida a las palabras y acciones recogidas en el texto. Así, por ejemplo, en la línea 8, la frase "Y tú, picarona..." y las siguientes que están dirigidas a la criada, Rita, en el texto se desconoce a quien va destinada: sólo en el escenario se identifica que es doña Irene la que se dirige directamente a Rita. En otros momentos, las propias acotaciones teatrales permiten hacer comprensible el texto.

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El recurso de utilizar la carta es una forma adecuada para desvelar todos los malentendidos, el cual suele utilizarse a menudo en muchas obras como método para resolver la acción o situación.

Conclusión

En lo que respecta a esta escena, su brevedad y final, que desata la situación, son adecuadas para culminar una obra de teatro. En ella, se observa una acumulación de tensión, en la cual el lector o espectador esperan el desenlace o reacción de los personajes (ejemplo de la violencia acumulada y posteriormente manifestada por doña Irene), y que finalmente concluirán con la solución a la intriga teatral.

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 l Romanticismo fue un movimiento artístico, literario e ideológico que se produjo en la primera mitad del siglo XIX. Fue una ruptura con el normativismo neoclásico, y su principio básico fue la libertad absoluta de creación. En la literatura española, su momento de máximo éxito se dio entre los años 1835 y 1850.

En el siglo XIX, en la literatura española se producen dos grandes corrientes o movimientos: el Romanticismo y el Realismo. Ocupan aproximadamente medio siglo cada uno.

El Romanticismo tuvo su origen en Inglaterra y Alemania. En España, tras un periodo prerromántico, las ideas románticas se abrieron paso a raíz de la polémica suscitada por los hermanos Schlegel sobre el teatro barroco español. El absolutismo de Fernando VII impidió, sin embargo, el desarrollo del Romanticismo en España y lo retrasó frente al europeo. Los intelectuales progresistas se vieron obligados a exiliarse y sólo a su regreso, a partir de 1833, se afianzaron las nuevas ideas románticas, que los exiliados habían conocido de primera mano en distintas ciudades europeas, especialmente Londres y París.

El Romanticismo rompió con las normas de la estética neoclásica todavía dominantes en la vida cultural española. Y defendió la libertad en todos los órdenes, que no debía someterse a ninguna regla.

El movimiento romántico español no duró demasiado tiempo; suelen señalarse los años 1835 (estreno del Don Alvaro, del Duque de Rivas), como fecha del primer gran éxito romántico, y 1849 (estreno de Traidor, inconfeso y mártir, de Zorrilla), como la del último. Sin embargo, la influencia del Romanticismo fue mucho más allá de estas fechas y se observa hasta final del siglo, sobre todo en algunos aspectos de la poesía y del drama.

Características de las nuevas ideas románticas en Europa

Las notas más destacadas de las nuevas ideas románticas europeas son:

Vuelta a la Edad Media, con la revitalización de la poesía caballeresca y feudal;Anticlasicismo, sobre todo francés, con todo lo que de normativo y racional contenía;Exaltación de la fantasía;Catolicismo a ultranza;El idealismo y los sentimientos apasionados;Exotismo: se ponen de moda los países lejanos, e incluso imaginarios;Se produce una reivindicación de la poesía popular (los romances, las canciones y baladas).

De estas notas generales pueden deducirse los principales temas que interesaron a los románticos:

Históricos, sobre todo en la novela (Víctor Hugo, Walter Scott);Vitales, relacionados con el concepto romántico del "destino": la insatisfacción caracteriza la vida romántica, lo que conduce al pesimismo y a la muerte prematura. Esa insatisfacción suele ser amorosa: el amor es uno de los grandes temas románticos, que al chocar con el destino suele conducir a la muerte;Religiosos, con un tratamiento ortodoxo (en autores como el francés Chateaubriand) o heterodoxo (Víctor Hugo o Lord Byron, por ejemplo).

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En cuanto a la técnica y a la estructura de las obras literarias románticas, los rasgos más generales y destacados son:

El espacio: hay una preferencia por lugares oscuros, ruinas, cementerios, mazmorras;El tiempo: se recurre con mucha frecuencia al pasado, sobre todo a la Edad Media;Los personajes: en general son tipos sin excesiva complejidad psicológica, con una exageración tanto de sus defectos como de sus virtudes;El estilo: predomina el estilo ampuloso, con abundancia de exclamaciones, interrogaciones y una gran sonoridad, utilizada muchas veces como puro adorno formal;Los géneros: la mezcla y fusión de los géneros literarios con la desaparición de toda normativa (ausencia de unidades dramáticas, adecuación de la forma a la materia tratada, mezcla de verso y prosa, etc.) es una consecuencia más de la libertad de creación propugnada por los románticos.

Walter Scott y la "novela histórica"

e suele considerar a Walter Scott como el creador de la novela histórica; es uno uno de los más famosos e influyentes novelistas del siglo XIX.

Nació en Edimburgo, Gran Bretaña (1771-1832), y pertenecía a una familia de la nobleza escocesa. Estudió Derecho en Edimburgo y ejerció algunos años como abogado. Sus comienzos literarios fueron poéticos y, aunque fuera conocido como poeta, sus versos ocupan un lugar secundario en la historia de la poesía.

A partir de 1814 inicia su labor de novelista, que le daría la fama casi inmediata; en este año publicó Waverley a la que seguirían muchas otras cuya fama continúa todavía hoy: The antiquary (El anticuario, 1816), Rod Roy (1818), The Bride of Lammermoor (La novia de Lammermoor, 1819), Ivanhoe (1819), The pirate (El pirata, 1822), Quintin Durward (1823),...

En 1826, le sobrevino la ruina económica, dado que los negocios editoriales donde había invertido grandes cantidades de dinero quebraron. Para pagar las deudas siguió escribiendo novelas que, sin embargo, serían inferiores a sus grandes obras de la primera época. El gran esfuerzo que se vio obligado a hacer debilitó su salud. Murió en 1832.

El influjo de Walter Scott fue enorme en toda la literatura europea y sus obras fueron el modelo de gran parte de la novela histórica del siglo XIX.

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El Romanticismo en España

l movimiento romántico español se produce con bastante retraso respecto al europeo; incluso en algunas ocasiones se ha afirmado que no se puede llamar plenamente románticos a los escritores españoles de la época, ya que habrían tomado solamente lo más superficial del Romanticismo y no

habrían llegado a sus últimas consecuencias. En cualquier caso, sea por esta superficialidad, sea por no haber surgido ninguna personalidad excepcional, los románticos españoles no alcanzan la calidad literaria que consiguieron los principales románticos europeos.

Existieron unas causas históricas que originaron estas diferencias del movimiento romántico español respecto a Europa: el freno que para el liberalismo español supuso el largo reinado absolutista de Fernando VII y el exilio a que se vieron obligados buena parte de los intelectuales, impidieron la entrada de las nuevas ideas románticas, a no ser que estuvieran envueltas (como así sucedió) en la ideología más tradicional.

Sólo con la vuelta de los exiliados puede decirse que se inaugura plenamente el Romanticismo español. Su duración no fue muy larga (de 1834 a 1850, aproximadamente), lo que indica también su carácter más de moda literaria que de auténtico movimiento ideológico y estético asimilado por los escritores.

En cuanto a sus características, la literatura romántica española huyó (igual que la europea) del normativismo neoclásico, especialmente en el teatro, donde desaparecen las unidades, se mezcla la prosa y el verso y se cambia con frecuencia de escenario. Respecto a los temas, el amor, la muerte y la vida, junto con la religión, fueron la base de todas las obras.

El mundo medieval, redescubierto por los románticos europeos, fue en gran medida el español; así, los románticos españoles acudieron a los temas y motivos medievales, prefiriendo, en muchos casos, los que estaban teñidos de cierto exotismo u orientalismo (el mundo morisco y arábigo-español, por ejemplo).

Las fases del movimiento romántico español

Numerosos elementos prerrománticos se observan ya en la mayoría de los escritores neoclásicos, pero las primeras ideas propiamente románticas comienzan a manifestarse en el primer cuarto del siglo XIX.

Las fases por las que pasó el movimiento romántico español podrían distribuirse de la siguiente forma:

Introducción y divulgación, 1805-1834: los hechos más destacados son la polémica entre Nicolás Böhl de Faber y José Joaquín de Mora, en 1814; la fundación del periódico barcelonés El Europeo en 1823, y los manifiestos de Agustín Durán en 1828, en defensa del Romanticismo y de la literatura medieval y del Siglo de Oro.

Böhl de Faber publicó una serie de artículos en un periódico gaditano, en los que presentaba y defendía las ideas de los hermanos Schlegel sobre literatura; entre otras cosas, defendía el teatro de Calderón. A ellos contestó Mora desde posiciones neoclásicas y liberales. Años después, desde El Europeo de Barcelona, López Soler y Aribau vuelven a presentar las ideas sobre literatura del

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Romanticismo alemán.

Apogeo, 1834-1850: el triunfo romántico dura unos quince años, en los que se produce el regreso de los exiliados, se estrenan las principales obras dramáticas románticas y se publican los libros más importantes.

Posromanticismo, a partir de 1850: con frecuencia se utiliza este término para toda la literatura que se produjo a continuación del movimiento romántico, la cual, aunque lo rechazaba, estaba influida poderosamente por él.

El teatro romántico español

Introducción

a pervivencia del teatro neoclásico, tanto de la tragedia como de la comedia moratiniana, fue uno de los motivos que retrasaron la introducción del drama romántico en España y que impidieron su triunfo completo. De hecho, ambas líneas teatrales convivieron y originaron polémicas sobre los "clásicos y los románticos".

En muchos casos habría que hablar más de obras románticas que de dramaturgos románticos, pues muchos de ellos escribieron obras tanto dentro de la orientación romántica como de la comedia neoclásica.

Las fechas y las fases del teatro romántico son muy similares a las que se han señalado para la poesía lírica (véase la sección Literatura Poética), pero en este caso están más unidas a unas obras concretas (a sus estrenos). Así, el estreno en 1834 del Macías, de Larra, y de La conjuración de Venecia, de Martínez de la Rosa, constituirían una especie de prólogo a los grandes éxitos de los años siguientes: 1835, Don Álvaro, del Duque de Rivas; 1836, El trovador, de García Gutiérrez; 1837, Los amantes de Teruel, de Hartzenbusch, y 1844, Don Juan Tenorio, de Zorrilla. El último gran éxito del teatro romántico, con el que éste se puede dar por terminado, se produce en 1849 con el estreno de Traidor, inconfeso y mártir, de Zorrilla.

A partir de esta última fecha (e incluso antes), el teatro romántico sobrevive utilizando lo más efectista y superficial que en él existía, mezclado a veces con elementos del Neoclasicismo, que nunca desaparecieron del todo.

Este posromanticismo teatral va incorporando elementos más realistas que originarán, en la segunda mitad del siglo, la "alta comedia": entre 1840 y 1860 puede hablarse, pues, de una etapa de transición al realismo.

Las características

En cuanto a su forma y estructura, el drama romántico pretendió romper con el drama neoclásico; opuso la libertad de creación a la disciplina y unidad neoclásicas: ello supone el rechazo de todas las normas, la mezcla de géneros, así como de la prosa y el verso (que concede originalidad a la obra, pero que no suele estar justificada por cambios de contenido o de estructura) y la polimetría, y una predilección por determinados escenarios (lugares solitarios, cementerios, cárceles). La obra puede estar dividida bien en tres, en cuatro o en cinco actos. Interesante es también la aparición de las acotaciones escénicas, en las que el autor incluye datos sobre los personajes o el escenario.

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El héroe y la heroína románticos protagonizan el drama, revestidos de unas características muy similares en la mayoría de las obras: ambos son hermosos y viven un amor imposible, estorbado por el destino; el misterio rodea al héroe: su origen suele ser desconocido y, como efecto dramático, al final de la obra se produce el reconocimiento (la "anagnórisis") que demuestra sus orígenes nobles y, en muchas ocasiones, su parentesco precisamente con aquel a quien ha causado su muerte. Los demás personajes del drama representan la oposición, los impedimentos a la consecución del amor de los protagonistas, o bien se comportan como simples espectadores de ese amor.

El gran tema del teatro romántico es el amor, un amor total, fatídico, que conduce inevitablemente a la muerte. Junto a él aparece el tema de la libertad romántica, del sentimiento de esa libertad absoluta: amor, libertad y destino son el centro de todo el teatro romántico.

El género dramático romántico por excelencia es el drama histórico, pero se escribieron también tragedias románticas (herederas de las neoclásicas). Y junto a estas obras se continuaron otras formas dramáticas, como los melodramas y las comedias neoclásicas o las comedias de magia, cuyo éxito era enorme.

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El Neoclasicismo   ominante en Europa durante el siglo XVIII, el neoclasicismo fue una corriente literaria y artística que aspiraba, en reacción al Barroco, al predominio de la razón y la medida, que eran propias de la Antigüedad griega y romana.

En el aspecto literario, el neoclasicismo nace de la imitación de los preceptistas italianos y de la literatura francesa del siglo XVII, cuya hegemonía en Europa es absoluta, tales como Boileau, Corneille, Moliére o Racine. Las figuras de mayor influencia en la literatura neoclásica son dos: Aristóteles y Horacio.

La tendencia neoclásica entra en España a través de la Poética de Luzán; los principales representantes son Moratín, García de la Huerta, Samaniego, Meléndez Valdés, Iriarte, Quintana, entre otros.

El neoclasicismo no sólo invadió la poesía y la literatura en general, sino también a otras variadas artes (pintura, escultura...); teóricos de esta corriente en las artes neoclásicas fueron: el arqueólogo alemán estudioso de la Antigüedad Johann Joachim Winckelmann (1717-68), el pintor alemán formado en Italia Anton R. Mengs (1728-79), y el escritor, crítico y filósofo alemán Gotthold Efraim Lessing (1729-81).

Este estilo constituyó el arte oficial del período napoleónico, motivo de que extendiera su influencia por toda Europa a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Aunque el Romanticismo hizo que perdiese su hegemonía, ha conseguido perdurar, incluso en el siglo XX, pues lo han ido recuperando a lo largo de toda la época contemporánea los regímenes basados en autoritarismo y el orden, ejemplo del fascismo italiano.

LA POESÍA EN EL SIGLO XVIII

El Neoclasicismo - 2ª parte

Escuelas poéticas neoclásicas del siglo XVIII

 n cuanto a España, se suele hablar y definir las escuelas poéticas

neoclásicas según el ámbito geográfico de los autores que siguieron esta corriente, como una continuación de las escuelas clásicas del Renacimiento y Barroco. Así,

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existirían al menos tres grupos de poetas neoclásicos: el salmantino, el madrileño y el sevillano:

Grupo salmantino

Está formado en torno a figuras universitarias cuyo representante máximo es Juan Meléndez Valdés. También suelen adscribirse a esta esta escuela fray Diego Tadeo González, José Cadalso, Gaspar Melchor de Jovellanos y Juan Pablo Forner.

Una "segunda época" de la escuela salmantina estaría constituido por poetas más jóvenes, de signo prerrománico; pertenecerían a ella José Manuel Quintana, Juan Nicasio Gallego y Nicasio Álvarez de Cienfuegos, entre otros.

Grupo madrileño

El grupo madrileño fue, quizás, el de mayor inclinación neoclásica, o el que intentó llevar a la práctica con gran rigidez las teorías de este movimiento.

Hay que situar en este grupo a los integrantes de la tertulia de la Fonda de San Sebastián, personalizados en Nicolás Fernández de Moratín, Ignacio López de Ayala y Tomás de Iriarte, y también por otro lado a Leandro Fernández de Moratín, Juan Bautista Arriaza y el Conde de Noroña.

Grupo sevillano

n este grupo de poetas andaluces asumió más tarde el nuevo movimiento, manteniendo la tradición de las formas gongorinas más tiempo que en otras zonas.

Eso se manifestó en una lengua poética de mayor complicación; es propio de esta escuela la reivindicación como modelo del poeta renacentista Fernando de Herrera.

El grupo sevillano incluye a personajes como Alberto Lista, José Marchena Ruíz de Cueto, José María Blanco White, Manuel María de Arjona y Félix José Reinoso.

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La métrica

Las formas métricas utilizadas en el Neoclasicismo fueron, en general, bastante sobrias, tanto en el tipo de estrofas como de versos. Sólo en determinados casos se ensayó alguna nueva modalidad, como fue el que exploró Tomás de Iriarte.

El verso culto sigue utilizándose con el endecasílabo, en estrofas de construcción sencilla, tales como silvas, cuartetos, romances heroicos... Algunas formas nuevas comienzan también a generalizarse, como la estrofa aguda, así como otras que proceden de la poesía francesa e italiana.

El Neoclasicismo también utilizó el romance de forma importante, ampliando los temas que ya se trataban con esta forma tradicional, de tal modo que era susceptible de usarlo con cualquier motivo poético.

La fábula

La fábula fue un género poético bastante cultivado por los poetas neoclásicos. A las ideas reformistas neoclásicas le venía muy bien el carácter moralizante de este género, que era adecuado para expresar la sátira y la crítica. El modelo francés fue Jean de La Fontaine (1621-1695); y, tratándose de un género didáctico por tradición, los animales eran los protagonistas, a través de ellos se hacía la ejemplificación, la situación a satirizar. Finalmente, era inexcusable expresar la moraleja. Los fabulistas más destacados del siglo XVIII fueron Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego.

El teatro neoclásico

 l intento reformista del siglo XVIII encontró en el teatro un terreno adecuado para llevar a la práctica sus ideas. El teatro es tomado como un vehículo para la nueva ideología que servirá para la reforma moral y social de España. Contó con el apoyo oficial, aunque su público fue bastante escaso. Mientras las obras del teatro posbarroco se representaban de forma continua, las tragedias y

comedias neoclásicas a duras penas llegaban a los escenarios y sólo conseguían unas cuantas representaciones. Las dos características más destacadas del teatro neoclásico son su sometimiento a las reglas o unidades dramáticas (acción, lugar y tiempo) y su carácter didáctico y educativo.

Este teatro neoclásico se produce en la última parte del siglo y penetra, con algunos elementos prerrománticos en ciertos casos, en el siglo XIX; incluso convive con el teatro plenamente romántico.

La separación tajante de la tragedia y la comedia, que se daba en el teatro clásico francés del siglo XVII, pretende llevarse también a las obras neoclásicas españolas.

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La tragedia neoclásica

Igual que había sucedido en el siglo XVI, en que los humanistas pretendieron crear una tragedia española sin lograrlo, los neoclásicos del XVIII intentaron crear una tragedia de tema español, tomando por modelo a la tragedia clásica francesa. Su fracaso se debió a factores diversos: inexistencia de un público propio para la tragedia y de una tradición trágica, la falta de sentido teatral en buena parte de las obras, su excesivo formalismo, etc..

Sin embargo, hubo una gran cantidad de tragedias en el siglo XVIII: primero hay una corriente de traducciones y adaptaciones de obras francesas y, en el último tercio del siglo, comienzan a publicarse o estrenarse tragedias originales de autores españoles. Los primeros intentos corresponden a Agustín Montiano y Luyando (1697-1764): Virginia (1750) y Ataúlfo (1753) fueron su contribución fallida a la práctica de las teorías sobre la tragedia. Después de él, se producirían nuevos intentos por parte de Nicolás Fernández de Moratín, Cadalso, Jovellanos, Ignacio López de Ayala o Quintana, con parecidos resultados. Sólo una tragedia neoclásica, la Raquel, de Vicente García de la Huerta, consiguió el éxito de público.

La tragedia neoclásica se prolonga hasta el Romanticismo, y autores de este movimiento literario, como Francisco Martínez de la Rosa o el Duque de Rivas, se inician en el teatro con tragedias de tipo neoclásico.

La comedia neoclásica

La comedia fue un género que consiguió una mayor aceptación por parte del público teatral, quizá porque existió un escritor (Leandro Fernández de Moratín) que acertó a llevar a los escenarios temas de interés. Sin embargo, los demás autores de comedias no tuvieron el mismo éxito. La comedia neoclásica se ha llamado en muchas ocasiones "moratiniana", con lo que se quiere indicar que las teorías del neoclasicismo tampoco acertaron en el género de la comedia, como no lo habían hecho en la tragedia, y que sólo la obra de Moratín tiene un cierto aliento dramático.

Antes de que se estrenaran las obras de Moratín, existieron otros intentos de realizar una comedia según los modelos y reglas de la comedia clásica francesa. Entre ellos están las obras de Tomás de Iriarte, Nicolás Fernández de Moratín, Jovellanos (El delincuente honrado), Juan Pablo Forner, Cándido María Trigueros (1736-1801) e incluso Meléndez Valdés.

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La prosa romántica española

La novela

a novela no había sido un género especialmente apreciado y cultivado durante el siglo XVIII; fueron pocas las novelas que aparecieron durante el Neoclasicismo. A comienzos del siglo XIX, sin embargo, comienzan a publicarse bastantes novelas de tipo popular y, con el triunfo romántico, surge la novela histórica, que fue el género novelesco más interesante hasta la época realista de la

segunda mitad del siglo XIX.

Hasta el éxito de esta última, la historia de la novela podría dividirse en tres periodos:

1800-33: abundancia de la novela popular, de tipo sentimental sobre todo; su calidad literaria fue escasa, pero tuvo bastante éxito. Contenía muchos elementos de tipo "educativo" y moral. En esta época se realizan además muchas traducciones.1800-50: novela histórica romántica, que convive, como forma narrativa, con el costumbrismo.1850-68: etapa de prerrealismo, en la que se publica La Gaviota, de Fernán Caballero (véase más adelante el apartado dedicado al "Realismo")

La novela histórica, cuyos modelos más destacados fueron Chateaubriand y Walter Scott, adoptó durante el Romanticismo español dos líneas ideológicas (como, por otra parte, sucedió en los demás géneros literarios y en la propia sociedad): una liberal y otra moderada. Sin embargo, no puede considerarse que se escribieran grandes novelas históricas, a pesar del gran cultivo que tuvo el género.

El costumbrismo

Las obras de tipo costumbrista, generalmente en forma de artículos periodísticos, son lo más interesante de la prosa en el periodo romántico. Pero el costumbrismo es también un elemento que aparece en los demás géneros literarios; por ejemplo, ya se ha visto cómo algunas obras dramáticas románticas incluyen cuadros o escenas de tipo costumbrista. Los escritores costumbristas adoptaron posiciones bien de tipo tradicional (Mesonero Romanos, Estébanez Calderón) o bien progresista (Larra).

El costumbrismo describía una serie de tipos, de instituciones o de objetos; su intención podía ser muy diferente: desde la actitud más crítica, que censura y ridiculiza, hasta la añoranza por el pasado, considerado mejor que los tiempos presentes.

Los cuadros de costumbres fueron un género cultivadísimo durante el Romanticismo y, en gran medida, abrieron el camino de la novela realista de fines de siglo. Además de los tres autores más importantes ya citados, habría que recordar a muchos otros (Antonio Flores, Braulio Foz o Ramón de Navarrete); se publicó también una obra, Los españoles pintados por sí mismos (1843-1844), con artículos de más de cincuenta escritores costumbristas.

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Mariano José de Larra

Introducción biográfica

ació en Madrid (1809-1837) y pasó sus primeros años en Francia, país al que tuvo que exiliarse su familia (su padre era un médico afrancesado) al salir las tropas francesas. Regresó en 1817 y estudió Medicina en Madrid, y Derecho en Valladolid y Valencia; no terminó ninguna de las dos carreras.

Dedicó casi toda su corta vida al periodismo y a la literatura. En 1829 contrajo matrimonio con Josefa Wetoret, de la que se separaría unos años después. En 1834 realizó un viaje por Europa (Portugal, Londres, Bruselas, París). En 1837, tras la ruptura con su amante Dolores Armijo, se suicidó.

Obra

Aunque Larra escribió poesía, teatro y novela, su importancia literaria se basa sobre todo en sus artículos periodísticos. Su actividad en la prensa se inicia en 1828 y se desarrolló de esta forma:

1828: publicó El Duende Satírico del Día, que fue prohibido, después de cinco números, por la censura. Con el seudónimo de "El Duende" aparecieron sus primeros artículos de costumbres.1832-33: publica los catorce números de El Pobrecito Hablador, que también fue prohibido. Firmaba con el seudónimo de "Juan Pérez de Munguía".1833-34: colabora con artículos de costumbres, crítica literaria y políticos en Revista Española y El Observador. Firma con su seudónimo más famoso, "Fígaro".1835-37: escribe artículos para El Redactor General y El Mundo.

Reunió los artículos aparecidos en la prensa entre 1828 y 1835 en los cinco volúmenes publicados con el título Colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres (1835-37).

Los artículos de su primera época son, sobre todo, de costumbres, y en ellos se muestra crítico, irónico y sarcástico al hablar de la vida española; no hay añoranzas del pasado ni casticismos de tipo folklórico, más propios de autores de ideología conservadora y tradicional opuestos a las ideas liberales de Larra. De esta época son "En este país", "Vuelva usted mañana", "El duende y el librero" o "El castellano viejo".

Los artículos de crítica literaria trataron principalmente de teatro: críticas de estrenos, de obras españolas y extranjeras o de teoría dramática. En ellos se pueden descubrir las ideas teatrales y literarias de Larra; en este sentido suele citarse su artículo "Literatura", de 1836, casi como un manifiesto de sus teorías literarias.

Los artículos con mayor carga política corresponden a los últimos años de su vida; por ejemplo, en "El día de difuntos" (1836) manifiesta su desengaño y la consideración que le merece la vida española, aprovechando el recorrido que hace por la ciudad.

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En cuanto a la estructura de sus artículos, Larra utilizó varios recursos; la forma de tipo autobiográfico, en la que él mismo es el protagonista, es muy frecuente. En otros casos adopta la forma de cartas y en algunos la de un sueño (por ejemplo, en "La Nochebuena de 1836"). A veces introdujo digresiones de tipo moral o filosófico, en las que expresa de una manera más teórica sus ideas.

Larra concedía una gran importancia al lenguaje. Adoptó una postura intermedia en cuanto al empleo de los recursos lingüísticos: atacó el excesivo purismo y defendió la introducción de galicismos, por ejemplo; pero a veces también defendió el casticismo. Era partidario de la claridad y de la precisión, aunque en sus primeros artículos se aprecia un cierto retoricismo.

Larra publicó una novela histórica, El doncel de don Enrique el Doliente (1834), con el mismo tema que su drama Macías; esta novela está en la línea de las obras del francés Alejandro Dumas y, sobre todo, del inglés Walter Scott.

Menor importancia tiene su obra poética, que comprende algunos romances, poemas amorosos y poesía de circunstancias, como las odas a "La exposición industrial de 1827" o a "Los terremotos de Valencia y Murcia" (1829), que son más neoclásicas que románticas.

Larra fue un crítico teatral respetado y serio; sus ideas sobre el teatro tienen el mayor interés para el conocimiento de la actividad dramática romántica en su primera época. Él mismo intentó este género literario, pero con escaso éxito: no dominaba los recursos dramáticos ni tenía habilidad en el manejo del verso. En 1834 estrenó Macías, un drama histórico ambientado en la Edad Media. Realizó además traducciones y adaptaciones de obras francesas, de las cuales la más conocida es No más mostrador (1831), a partir de una obra del francés Scribe.

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Poesía romántica a lírica romántica española no triunfó hasta finales de 1830, en parte por las condiciones históricas que frenaron la introducción del Romanticismo, y el prestigio de la poesía neoclásica con tintes prerrománticos, que se mantuvo durante el primer tercio del siglo XIX. Tal así, que el Romanticismo y el Neoclasicismo convivieron, y ésta última no desapareció con el éxito romántico.

Así, uno de los poetas más admirados hasta su muerte (1857), de formación neoclásica, fue Quintana.

Cabe decir, que la mayoría de los poetas románticos habían tenido una formación neoclásica, por ejemplo Alberto Lista, que fue profesor de un romántico de renombre: Espronceda.

Puede encuadrarse en el año 1837 el comienzo del éxito de la poesía lírica romántica, con la publicación de las Poesías de Zorrilla, y que duraría aproximadamente unos 13 años (hasta 1850). En este periodo se publicaron las obras líricas de los principales poetas del Romanticismo, tales como el ya citado Espronceda, Zorrilla, Gertrudis Gómez de Avellandea, o el Duque de Rivas, entre otros.

A partir de 1850 el Romanticismo seguirá dos líneas: una en la que se practica una poesía anacrónica, donde se reiteran los elementos más tópicos, fuera de época; y otra de naturaleza intimista, representada por los autores Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Estos poetas, ya propiamente románticos, serían el puente entre este movimiento y la poesía moderna.

Características de la formas románticas

 as formas poéticas del Romanticismo protagonizaron un cambio sustancial de la métrica, y también del léxico y las imágenes poéticas. Se relaciona el léxico romántico con las propias actitudes vitales de la época en que se desarrolla, donde entran la melancolía, pasión, tedio, pesimismo, frustración, etc. En este sentido, el tono amable de la poesía neoclásica se pierde y aparecen imágenes muy

diferentes, a las que se pretende dar gran fuerza expresiva.

El cambio métrico fue muy importante, utilizándose todo tipo de versos y estrofas, con preferencia de los populares, como los romances y las rimas agudas. Es frecuente en este periodo la mezcla de versos y estrofas en un misma composición que, aunque puede parecer que rompen la unidad, dan sin embargo mayor variedad al poema. Por la derivación del carácter más clásico y cerrado, es de señalar la escasez de sonetos.

En cuanto a los temas utilizados en el Romanticismo, los más tratados son el amor de tipo pasional, los sociopolíticos y los de tipo religioso, los cuales vienen a estar representados en personajes, históricos o no, que se hayan distinguido por alguna característica relevante, como la de reivindicación social. Aquí, suele utilizarse el poema como representación de una situación propia del poeta, usándolo como pretexto para su manifestación, lo cual significa un tratamiento muy subjetivo del tema.

La importancia de la narración es destacable en la poesía romántica. Así, en el movimiento romántico las leyendas y los romances ocupan un puesto de primer orden, independientemente de los orígenes de los que parten, sean históricos, legendarios o simplemente fantásticos.

Principales poetas del Romanticismo: José de Espronceda

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 osé de Espronceda nació en Almendralejo, Badajoz (1808-1842), aunque sus primeros estudios los realizó en Madrid, teniendo a otro poeta, Alberto Lista, como maestro.

Tras el trienio liberal (1820-1823) y la restauración del absolutismo, Espronceda  presenció con sólo 15 años de edad la ejecución del general Riego, que fuera ordenada por Fernando VII, lo que exaltó en él los sentimientos de rebeldía y amor a la libertad. Fundó con otros jóvenes la sociedad secreta Los Numantinos. Tras ser descubierta por la policía fue condenado a cinco años de reclusión en un convento de Guadalajara.

Se exilió en Portugal, donde conoció a Teresa Mancha, hija de un coronel liberal emigrado. Ella sería su gran amor romántico, y al no poder casarse con ella la raptó. Pasaron a residir en Londres. En 1833, al morir Fernando VII, Espronceda y Teresa viajaron de París a Madrid, tras acogerse a la amnistía que había concedido la reina María Cristina.

La vida de Espronceda fue azarosa y apasionada; tuvo amores con Carmen de Osorio y Bernarda de Beruete, con la que tenía intención de contraer matrimonio. Tuvo una hija con Teresa Mancha, pero ésta le abandonó en 1836 y murió a los dos años; cuatro años más tarde moría el poeta.

La vida política y literaria de Esprocenda fue muy activa. Tras el triunfo progresista de 1840 desempeñó diversos cargos. En sus últimos años cultivó el periodismo y la política oficial, defendiendo, como diputado en el Congreso, los ideales democráticos y los derechos del pueblo.

Espronceda fue el poeta-símbolo del movimiento romántico, muy admirado en vida, y como relevante personaje literario después de su muerte. Figura en los Episodios nacionales, de Pérez Galdós; en las Memorias de un hombre de acción, de Pió Baroja; y Patricio de la Escosura escribió una biografía suya novelada: El patriarca del valle.

Espronceda fue llamado el "Byron español". Debe su fama a las poesías que fuera publicando en revistas, y que recopilara en 1840 en un sólo libro que tituló Poesías. Su obra más relevante, lograda y ambiciosa es El estudiante de Salamanca, una versión audaz del famoso tema de Don Juan, muy acertada en cuanto a la versificación. Le sigue en importancia el Diablo Mundo, donde aparece el famoso y notable Canto a Teresa. No desmerecen también por su vigor otros poemas cortos, como Canción del pirata, Desesperación...

De menor importancia es el resto de su obra literaria compuesta por la novela histórica Sancho Saldaña (1834), el drama histórico Blanca de Borbón (1870), y algunas obras dramáticas que escribió en colaboración. Publicó también algún texto de tipo político, como El ministerio Mendizábal (1836); y escribió algunas canciones, como A una estrella, A Jarifa...

El tema más destacado de las obras de Espronceda es el amor, aunque también mostró especial preferencia por la reivindicación social de algunos personajes marginales o proscritos, como el reo a muerte, el verdugo o el pirata...

En sus primeras poesías, Espronceda muestra una etapa de aprendizaje, que se vislumbra a medio camino entre el Neoclasicismo y las nuevas formas románticas; tras su estancia en Londres se vio influenciado de forma importante por la poesía de Lord Byron, derivando hacia un tipo de poesía personalista y más independiente en los últimos años de su vida.

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LA LITERATURA EN EL SIGLO XVIII

 

 

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l cambio de la dinastía reinante en España inicia el siglo XVIII, en medio de una larga guerra. La nueva monarquía impulsará una cierta recuperación de la vida nacional, al calor de las nuevas ideas ilustradas que se extienden por Europa y que conducirán a la Revolución francesa de 1789.

En Literatura, el siglo XVIII es eminentemente crítico y didáctico, en el que se pueden señalar tres períodos: una primera etapa de continuación de las formas barrocas, a la que sigue el movimiento neoclásico; éste se prolonga en los primeros años del siglo XIX.

En el siglo XVIII se producen enormes cambios en el pensamiento europeo. La lucha contra el oscurantismo será durante todo él la principal actividad de un gran número de intelectuales y políticos europeos.

Francia ostenta la hegemonía política y también marca la norma intelectual y estética. La Ilustración es un movimiento intelectual que se extiende por toda Europa y por las colonias americanas; su base está en el predominio de la razón sobre cualquier otra consideración, y a la luz de la razón se analizan, critican y estudian todos los aspectos de la sociedad: la religión, la política, la literatura, las formas de vida...

Como una evolución del absolutismo monárquico surge, a partir de las ideas de la Ilustración, el despotismo ilustrado que, sin perder el carácter autoritario, pretendió aplicar algunas ideas ilustradas al gobierno de los pueblos. Pero estos intentos reformistas desde el propio poder se interrumpieron después del estallido de la Revolución francesa, al considerarla resultado de la aplicación de aquellas ideas.

La reforma de las ideas científicas, filosóficas y literarias ocupó una gran parte de los esfuerzos ilustrados; y de los intentos realizados en este sentido surgieron obras de tipo normativo (como las Poéticas) y de carácter enciclopédico: la Encyclopédie, dirigida por Diderot y D'Alembert, a pesar de las prohibiciones y dificultades que encontró para su publicación y divulgación, influyó enormemente en el pensamiento de todo el siglo XVIII.

La literatura española pasa por una etapa de continuación de la estética barroca, pero sumamente exagerada y deformada. Contra ella lucharán una serie de pensadores y críticos (Feijoo, Isla, Luzán), que preludian la Ilustración española y las formas estéticas neoclásicas.

A esta etapa sucede el Neoclasicismo, que intenta llevar a la práctica las ideas propugnadas por los teóricos de la literatura (franceses e italianos, sobre todo). El Prerromanticismo se aprecia en los últimos años del periodo neoclásico (ya en el siglo XIX) incluso en los propios defensores de esta corriente estética.

El siglo XVIII fue una época eminentemente didáctica y doctrinal. La reforma de la cultura y de la sociedad española, en general, ocupó la mayor parte de los esfuerzos de los intelectuales y escritores españoles, en todos los géneros y formas literarias. Los tres periodos de la actividad literaria: Posbarroco, Neoclasicismo y Prerromanticismo, se distinguen como las más importantes del siglo y sirven para todos los géneros cultivados en el XVIII.

La continuación de las formas barrocas es casi la única orientación literaria hasta mediados del siglo; en poesía, el modelo más importante es Góngora; en la prosa, se imitan las obras de Quevedo, y en el teatro se continúa la comedia barroca. Pero todo ello se produce con una gran exageración de rasgos y unos contenidos faltos de interés. Sólo la obra en prosa de Torres Villarroel y algunas obras de Antonio de Zamora sobresalen en medio de la escasa calidad del posbarroco.

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Tras la obra crítica de Feijoo y las formulaciones teóricas de Ignacio Luzán, se inicia la literatura neoclásica, que tampoco consiguió grandes logros literarios. En poesía destaca Meléndez Valdés; en la prosa, Cadalso y Jovellanos, y en teatro, Leandro Fernández de Moratín. El carácter didáctico marca toda la literatura neoclásica, que pretendió una reforma de las costumbres y de la vida española a partir de las ideas ilustradas.

En la última parte de este siglo y comienzos del XIX, las ideas neoclásicas siguen vigentes, pero una nueva línea (que concede mayor importancia a la expresión de los sentimientos) hace su aparición: es el prerromanticismo, que se observa en la obra de buena parte de los escritores neoclásicos españoles.

Política y nuevas ideas - 1ª parte 

 

l siglo XVIII es un periodo de crisis y tensiones continuas en toda Europa, que concluirá con un movimiento revolucionario (la Revolución francesa, 1789). Políticamente está marcado por el absolutismo monárquico, e ideológicamente tiene como base las ideas de la Ilustración, que condujeron al despotismo ilustrado, una manifestación de dicho absolutismo.

La Ilustración

Es un movimiento cultural e ideológico europeo, que dura prácticamente todo el siglo XVIII y que queda roto después de la Revolución francesa, consecuencia de sus ideas, que atemorizó a los principales valedores del movimiento.

La finalidad primordial del ilustrado era contemplar y analizar el mundo en todos sus aspectos a la luz de la razón. La sociedad estaba en medio de las tinieblas y sólo las "luces" de la razón podían disiparlas. Por ello, se someten a discusión, crítica y análisis todas las ideas en que reposaba la sociedad, señalando lo que de oscurantismo, superstición e irracionalidad había en ellas.

Las bases de este movimiento racionalista proceden en última instancia del renacimiento europeo del siglo XVI, y del pensamiento filosófico racionalista que había inaugurado René Descartes (1596-1650). En el terreno político, en el origen de la Ilustración están las revoluciones inglesa (con la instauración en 1688 de una monarquía constitucional y parlamentaria en Gran Bretaña) y neederlandesa. La pujanza de la burguesía y los cambios científicos y económicos que se producen a lo largo del siglo (y que desembocarían en la Revolución industrial) son factores de gran importancia en el movimiento ilustrado.

Este movimiento ilustrado parte del mundo inglés, pero es en Francia donde tuvo su mayor desarrollo y donde produjo las más importantes manifestaciones, que pueden concretarse en la publicación de la Enciclopedia y en la obra de sus colaboradores, entre los que destacan Denis Diderot (1713-1784), Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), Jean Le Rond D'Alembert (1713-1783), Voltaire (seudónimo de François-Marie Arouet, 1694-1778) y el barón de Montesquieu (Charles-Louis de Secondat, 1689-1755). De Francia, las ideas ilustradas se difunden por toda Europa (Rusia, Prusia, Italia, España, Portugal, etc.), con mayor o menor fortuna, y por las colonias europeas en

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América, que comienzan a conseguir su independencia a partir del último cuarto del siglo (Estados Unidos se proclama independiente en 1776).

Lo más importante de la Ilustración fue su forma de pensar: la razón era lo único que concedía validez a las ideas, era el arma poderosa con la que se luchaba contra las formas tradicionales y supersticiosas de la religión, contra la autoridad del poder real absoluto y contra unas estructuras económicas, políticas y sociales, que se consideraban anticuadas e invalidadas para la nueva sociedad racional que se deseaba construir.

El método preconizado por los ilustrados es el analítico; entre otras muchas cosas, esto supuso un gran avance de las ciencias experimentales (física, química, ciencias naturales) y del campo de la técnica. El siglo ilustrado es una época brillante para la ciencia, en la que se sientan las bases del pensamiento moderno, desligándolo en gran medida de las cortapisas que la religión y el mantenimiento de la ortodoxia le imponían.

Sin embargo, quizás lo más destacable de la Ilustración (o aquello en que sus efectos fueron más espectaculares) es la teoría política. El constitucionalismo inglés es tomado como modelo de monarquía no autoritaria; Montesquieu sienta las bases de la división de los poderes políticos (legislativo, ejecutivo y judicial). La idea del contrato social y de la igualdad de los hombres, expuesta por Jean-Jacques Rousseau, y la soberanía de los ciudadanos (no ya de los súbditos) cuestionan y hacen derrumbarse en 1789 una de las más sólidas y poderosas monarquías de Europa, la francesa. Y la labor de crítica sistemática, a veces demoledora, de Voltaire cuestiona las creencias religiosas y no religiosas tradicionales. La "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano" (1789) recoge las ideas preconizadas por los ilustrados.

La literatura española

 unque el Neoclasicismo es el movimiento literario más destacado de todo el siglo XVIII, no lo abarca totalmente. La actividad literaria de este siglo puede organizarse en tres periodos: Posbarroco, Neoclasicismo y Prerromanticismo.

El Posbarroco

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La época posbarroca ocupa aproximadamente el primer tercio del siglo y es una continuación de las formas barrocas del siglo anterior, pero sumamente adulteradas y exageradas. Como reacción se produce un movimiento crítico contra estas formas literarias, que culminará a mediados del siglo con el conocimiento y adopción como modelo de la literatura clásica francesa, las obras de preceptiva de este país y de Italia, y un intento de renovar el gusto literario.

La labor más destacada es la crítica: se trata de censurar los defectos de las derivaciones barrocas y de señalar las normas a que debe ajustarse la creación literaria. Por lo tanto, casi no se produce creación literaria, tomada en un sentido estricto, sino que se realiza una labor ensayística de gran importancia para la formación del gusto neoclásico.

El escritor más interesante de esta etapa continuadora del barroco en la literatura castellana es Diego de Torres Villarroel (1693-1770). Nacido en Salamanca, llevó una pintoresca y agitada vida y desempeñó los más diversos oficios. Llegó a ser catedrático de Matemáticas en la Universidad de Salamanca. Fue famoso por la publicación de sus almanaques y predicciones (desde 1721) con el título de Gran Piscator salmantino: entre sus augurios se cumplieron algunos, como la muerte del rey Luís I, la Revolución francesa o el motín de Esquilache. Escribió y publicó numerosas obras (poesía, teatro, narraciones y divulgación), algunas en la línea satírica de Los sueños, de Quevedo (por ejemplo, Sueños morales, visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo en Madrid, 1727-1751).

La obra más conocida e interesante de Villarroel es una autobiografía: Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras de don Diego de Torres Villarroel (1743-1751), que contiene elementos narrativos procedentes de la novela picaresca. Está dividida en seis partes o "trancos": en el primero cuenta su ascendencia y en el segundo su nacimiento e infancia hasta los diez años; el tercero comprende de los diez a los veinte años (es donde aparecen más rasgos picarescos: se escapa de casa y vive en distintos lugares); en la cuarta parte trata de su regeneración: en ella cuenta la forma en que ganó la cátedra de Salamanca y la vida universitaria de esta ciudad. Las partes quinta y sexta tienen un carácter más moralizante porque Torres ya está establecido y lleva una vida sedentaria y acomodada.

Las críticas al Posbarroco

ucharon contra el mal gusto posbarroco varios autores de importancia; entre ellos, Ignacio Luzán, el padre Feijoo y el padre Isla, que representan ya una introducción o primera etapa del Neoclasicismo español, al menos en lo que a crítica se refiere.

Ignacio Luzán (1702-1754) nació en Zaragoza y vivió bastantes años en Italia, donde escribió en italiano y publicó algunas obras. En 1737 publicó su Poética en la línea de la de Aristóteles y de las que años antes habían publicado el francés Boileau (1674: Arte poética) y el italiano Muratori (1706: De la perfecta poesía italiana). Su obra tuvo sólo una relativa influencia, ya que la obra de Boileau fue preferida como fuente de la normativa literaria.

José Francisco de Isla (1703-1781) nació en Vidanes (León). Ingresó en los jesuitas y estudió en Salamanca. Salió de España en 1767, cuando se produjo la orden de expulsión de los jesuitas, y vivió en Italia. Murió en Bolonia. Escribió varias obras, en las que se muestra seguidor de las ideas del

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Padre Feijoo y en las que se aprecia su conocimiento de las nuevas ideas científicas y filosóficas europeas. En ellas critica ya los excesos de la oratoria religiosa posbarroca, que culminará en la novela Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, publicada en dos partes (1758 y 1770) con el seudónimo de Francisco Lobón y Salazar. La obra tuvo un gran éxito desde el mismo momento de su aparición; la inquisición la prohibió (pero siguió leyéndose) y suscitó una gran polémica entre ilustrados y tradicionalistas. La obra ridiculiza la verborrea de ciertos predicadores a través de las figuras de Fray Gerundio y Fray Blas, contrarrestadas por la del prudente Fray Prudencio, el cual representa las ideas del propio Isla.

Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) nació en Casdemiro (Orense). Perteneció a la Orden benedictina y estudió en Salamanca. Destinado al convento de San Vicente de Oviedo fue catedrático de su Universidad y en esta ciudad murió. Gozó de fama y prestigio en España y en el extranjero, y fue admirado por la amplitud de sus conocimientos y su actitud crítica. En 1726 inicia la publicación de sus obras más importantes, que se extendería hasta 1760: los nueve volúmenes del Teatro crítico universal (1726-1740) y los cinco de las Cartas eruditas y curiosas (1742-1760). Estas obras fueron traducidas a los principales idiomas cultos de Europa al poco de aparecer y sus ediciones se sucedieron durante todo el siglo. A la vez, provocaron una gran polémica y duras críticas, de las que Feijoo se defendió con varios textos. En 1750, el rey Fernando VI prohibió que se atacaran las obras de Feijoo. El Teatro crítico consta de 118 artículos, ensayos o discursos sobre los más variados temas científicos, literarios, religiosos, lingüísticos, etc. Y en la misma línea están las 163 disertaciones que constituyeron las Cartas eruditas.

La obra de Feijoo puede considerarse precursora de la Ilustración española, y ya en su época se tomó como una "puerta abierta a la razón". Feijoo estaba bien informado de las novedades científicas y técnicas que se producían en Europa y las comenta, enfrentándolas a la ignorancia, irracionalidad y superstición de la época posbarroca; el subtítulo que puso al Teatro crítico ("Discursos varios sobre todo género de materias para desengaño de errores comunes") indica con bastante claridad sus intenciones. Hay que señalar, en lo que respecta al terreno literario, su defensa del castellano como lengua de cultura y del teatro clásico español, frente a los ataques de todo tipo que recibía por alejarse de las normas (las "reglas" o unidades dramáticas).

El Neoclasicismo

uede considerarse que el periodo neoclásico en literatura va desde mediados del siglo XVIII hasta bien entrado el XIX. No produjo una literatura de gran calidad en general y, en todo caso, no comparable a la del Siglo de Oro ni a la que se escribiría en el XIX.

A la etapa crítica de la primera parte del siglo, en la que se intentó fomentar el buen gusto y atacar las desviaciones y exageraciones posbarrocas, sucede otra de tipo creativo. Comienzan a publicarse y a estrenarse obras dentro de las ideas neoclásicas, procedentes del clasicismo francés del siglo XVII y de las obras teóricas escritas en los últimos cincuenta años. Sin embargo, lo creativo sufrirá un cierto retroceso: interesa más lo crítico y lo educativo. Se trata de instruir y educar al hombre a través de la obra literaria, cualquiera que sea el género y la forma empleados.

De esta forma, se escribe una poesía en la que no se expresan los sentimientos, o sólo aparecen de forma muy suave, con un lenguaje sencillo y poco elaborado, prosaico en muchas ocasiones (como prosaicos fueron también muchos de los temas tratados). Una manifestación del carácter didáctico de buena parte de la poesía neoclásica es el destacado lugar que ocupó la fábula de tipo moral o literario.

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En el teatro, todavía son más claras las intenciones didácticas de los autores neoclásicos; además de someterse rígidamente a las unidades dramáticas (acción, lugar, tiempo), no se mezclan en absoluto los elementos cómicos y los trágicos. Sin embargo, es en el género dramático donde se consiguen los principales logros estéticos del neoclasicismo. La novela no es un género cultivado por los neoclásicos; la prosa se dirige más al ensayo que a la ficción novelesca.

El Prerromanticismo

Surge a finales del siglo y convive con las formas neoclásicas. Supuso una primera ruptura de la norma, que sería total con la libertad del romanticismo del siglo XIX. Se manifiesta en muchos de los autores considerados neoclásicos, y procede de algunos autores ingleses y franceses que anuncian el movimiento romántico.

Lo más destacado de este "avance" romántico es la recuperación de los sentimientos, ocultos en las obras neoclásicas, y el abandono de la tranquila y tópica naturaleza que en ellas aparece en favor de una mayor agitación y movimiento en el paisaje: no serán ya lugares tranquilos y apacibles el marco literario.

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