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COMENTARIO

1 Timoteo 1: 5-11

“Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida,

de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que

afirman. Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los

transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas,

para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina,

según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado”.

Con estas palabras el apóstol Pablo expone la diferencia entre dos grandes principios:

1) el de la gracia, que ha sido manifestado en la cruz, y que resulta en el amor hacia Dios y nuestros semejantes cuando precisamente hemos confiado en esa gracia.

2) el otro principio es el de la ley, el cual demanda una rectitud y justicia que nunca pueden hallarse en el hombre. Ya hemos visto que uno de los objetivos que tenía el apóstol Pablo al escribir esta carta, era comunicarle a Timoteo que estuviera alerta y fuese precavido con respecto a ciertos emisarios de un sistema legal que se estaban moviendo entre las primeras asambleas cristianas, buscando pervertir a los creyentes, desviándolos de la sencillez y simplicidad de la doctrina de Cristo.

Este sistema estaba basado principalmente en la ley de Moisés, y también en algunas tradiciones místicas orientales. El mismo se fue desarrollando a través de los años, hasta conocerse con el nombre de Gnosticismo. Sus partidarios decían tener un conocimiento superior que no les había sido


concedido a los otros cristianos. Trataban de ganar la mayor cantidad posible de prosélitos para su sistema, engañando y engatusando a la gente. Pablo enfatiza la importancia de la fe en Cristo, por medio de la cual al creer hemos sido salvos por la gracia, y no por obras de justicia o méritos humanos. Al confiar en el Señor Jesucristo somos justificados por la fe, y el amor de Dios es derramado en nuestros corazones. Cuando amamos a Dios y le damos el lugar de preeminencia que merece en nuestras vidas, nos complacemos también en obedecerle y hacer las cosas que a Él le agradan. Por eso el apóstol dice: (5). "Pues el propósito de este mandamiento (vs. 3) es el amor nacido de

corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida." Cuando Dios despierta la conciencia del hombre y éste ve lo que en realidad dice la ley, se da cuenta de que está perdido, y que no puede hallar la paz con Dios hasta que la encuentre en la obra acabada del Señor Jesucristo en el Calvario. Cuando el hombre ve que todos sus pecados han sido quitados, y borrados para siempre, su conciencia queda limpia, y obtiene la tan ansiada paz con Dios. Con este paso comienza la nueva vida en Cristo. Aquel que ha creído es nacido de nuevo de Dios, y por lo tanto tiene una nueva naturaleza que se deleita en la santidad, la pureza y la bondad. Siendo participante de la naturaleza divina, ama a Dios y a sus hermanos, y también a los perdidos que están todavía en tinieblas y viviendo según las normas de este mundo. Es por eso que los verdaderos cristianos se sienten privilegiados de poder ganar a otros para Cristo. Esta es una de las verdades que Pablo enfatiza cuando le escribe al joven Timoteo, señalándole la necesidad de predicar la Palabra, y la importancia que tiene este Evangelio de Cristo, como único remedio para el pecado. Lamentablemente, algunos creyentes habían seguido las doctrinas de aquellos engañadores, alejándose de la sencillez que hay en Cristo. El objetivo del diablo es tratar de oscurecer la verdad y hacer que los creyentes estén ocupados en otras cosas y no busquen al Señor Jesucristo, ni se apoyen en Su obra acabada de redención. Estos falsos maestros estaban bastante activos en Éfeso, donde estaba sirviendo Timoteo. (6). "Queriendo ser doctores de la ley,

sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman." Éstos que se hacían a sí mismos maestros, no tenían ni siquiera un leve conocimiento de lo que ellos

mismos proclamaban. Exponían ante todos su propia ignorancia, tratando de


añadir ley a la gracia. Este hecho en sí prueba que no sabían nada acerca de lo que hablaban, porque la ley y la gracia no pueden mezclarse, pues son dos

principios completamente diferentes. Esta falsa enseñanza ha estado presente

en todos los siglos de la historia de la iglesia, y es la plaga que más éxito ha obtenido en corromper la cristiandad en la actualidad. En su forma moderna,

dice que aunque la fe en Cristo es necesaria para la salvación, que la persona

también ha de ser bautizada, o unirse a la iglesia, o guardar la ley, o hacer penitencia, o diezmar, o hacer algún otro tipo de "buenas obras." La ley dice: "Sé bueno, y yo te bendeciré", mientras que la gracia dice: "Yo te he

bendecido, ahora sé bueno." Dos principios opuestos. Mientras que la ley dice: "Haz esto y vivirás", la gracia dice: "Cree en esto y vivirás." La ley demanda, la gracia otorga libremente.

Pablo dice que sabemos que la ley es buena. No ignoramos la importancia de la ley; no ponemos de lado la autoridad de los Diez Mandamientos. A menudo se les ha preguntado a aquellos predicadores que hablan sobre la gracia, si ellos creen que los Diez Mandamientos han sido abolidos. No; la ley todavía permanece con todas sus demandas, pero el creyente ha muerto a la ley en la Persona de Cristo, quien es el fin de la ley para todo aquel que cree. Cristo ha redimido a los creyentes de la maldición de la ley porque fue hecho maldición por nosotros. Ahora bien, para aquellos que no son salvos, la ley sigue hablándoles con el mismo rigor de siempre: (9-11). "Conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los

transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los

irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los

mentirosos y perjuros (los que juran en falso), y para cuantos se oponga a la

sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado." El término "justo", comprende a todos aquellos que han sido justificados en Cristo. En este pasaje esta palabra no está puesta para mostrar a los creyentes la manera en que deben comportarse. Si tú eres un cristiano no querrás tomar el nombre de Dios en vano, porque amas a Dios, y sabes que tal cosa está contra la ley.


Cada creyente se siente muy dolorido y afectado cuando oye que alguien usa el nombre de Dios en vano. Tal vez antes de creer en el Señor, estas cosas no nos afectaban, pero ahora que hemos experimentado la salvación, no las podemos tolerar. Aquellos que hemos nacido de Dios poseemos una nueva naturaleza y un nuevo amor al Señor Jesucristo, quien en Su misericordia, nos ha traído al conocimiento de Sí mismo. Por lo tanto no es la ley la que nos enseña cómo comportarnos. Si no robamos no es porque la ley nos diga que no lo hagamos, sino porque no tenemos deseos de hacerlo, aun cuando antes de convertirnos lo hubiéramos hecho. Nuestro deseo después de haber sido salvos es ser una bendición para los demás, y no hacerles ninguna clase de daño. Es por eso que este pasaje nos dice que la ley no fue hecha para los justos.

¿Cuál es pues, la norma de los justos? Es Cristo mismo. La palabra de Dios revela al Señor Jesucristo como nuestro ejemplo, y hemos de tratar de andar como Él anduvo. La justicia de la cual el Apóstol habla aquí es una justicia que nace de una mente redimida y renovada. Nos deleitamos en honrar a Aquel que nos ha redimido por la eternidad.

La ley les habla a las personas que no han creído, y les convence de que están viviendo al margen de la ley de Dios. En 1ª. Juan 3: 4 leemos: "Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es

infracción de la ley." Esto no es exactamente lo que Juan quería decir. Cualquier persona que sepa el griego se da cuenta de ello. Mejor sería traducirlo como "el pecado es la ausencia de la ley." En otras palabras, el pecado es la voluntad del yo, la cual va en contra de la voluntad de Dios que se basa en la justicia. En el pasaje que citamos anteriormente dice que la ley fue puesta para los parricidas y matricidas. La ley de Dios prohíbe toda clase de asesinato, pero no es necesario que un joven tome un arma y dispare contra su madre para matarla. Puede también matarla a disgustos. Cuántas madres aún jóvenes han muerto del corazón por los disgustos que han recibido al ver la conducta desviada de sus hijos. Lo mismo sucede con los padres. Muchos padres han muerto o están viviendo como "muertos en vida" porque su hijo o su hija andan en malos pasos y con malas compañías.


Miren la horrible lista de pecadores que figura en el versículo 10. ¿Por qué la Biblia contiene esas palabras tan terribles? No son las palabras en sí que resultan tan malas, sino los pecados tan viles que ellos representan. El Espíritu Santo usa siempre las palabras correctas para describir estos vergonzosos pecados, con el propósito de que los hombres puedan darse cuenta de su maldad y corrupción cuando participan en cosas impías. Muchos de los jóvenes de hoy son tan corruptos como lo eran los que vivieron antes del diluvio. En nuestros días vemos que las condiciones de vida se acercan cada vez más a aquellas tan perversas y corruptas que se vivían en Sodoma y Gomorra. El adulterio es hoy uno de los pecados más comunes entre los jóvenes y adultos. El mandamiento "No adulterarás", cubre todo tipo de pecado e iniquidad sexual. Si la gente oyera el mandato de la ley, se evitarían grandes desdichas familiares y tragedias que terminan en homicidio. Los hombres desafían la ley de Dios, y aún se glorían en su vergüenza.

También la ley es dada para los mentirosos. Los mandamientos dicen que no se ha de mentir ni pronunciar falso testimonio contra nadie.

Apocalipsis 21: 8 condena severamente este pecado. "Pero los cobardes

e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los

idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con

fuego y azufre, que es la muerte segunda."

"... y para cuanto se oponga a la sana doctrina." Frecuentemente Pablo

usa esta palabra "sana." Este término fue escrito por inspiración divina, y significa "saludable." Cuando el Apóstol habla de la sana doctrina quiere

decir enseñanzas que son para fomentar la salud espiritual. Si vemos algunos

otros pasajes de estas Epístolas Pastorales donde él usa esta palabra, nos

daremos cuenta de ello. "Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a

la piedad, está envanecido, nada sabe..." (1ª. Timoteo 6: 3). "Retén la forma

de la sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús" (2ª. Timoteo 1: 13). "Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana

doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros

conforme a sus propias concupiscencias" (2ª. Timoteo 4: 3). "Pero tú habla lo


que está de acuerdo con la sana doctrina" (Tito 2: 1). A través de todas estas Epístolas Pablo enfatiza la importancia de enseñar la doctrina espiritualmente sana. La proclamación de la verdad de la Palabra de Dios conduce a la salud espiritual. Las falsas enseñanzas producen el decaimiento y la muerte. La sana enseñanza edifica a los creyentes para que anden en santidad de vida y en semejanza a Cristo.

Pablo concluye esta sección con las palabras "según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado." Para que podamos entender bien todo el pasaje en conjunto hemos de considerar que todo lo que se incluye desde el principio del versículo 6 hasta el fin del versículo 10 es explicativo. El "glorioso evangelio" que menciona el versículo 11 es en realidad el Evangelio de gloria. Esta es una expresión peculiar del Apóstol Pablo. En 2ª. Corintios 4: 4 dice: "...En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca luz del

evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios." Pablo habla del Evangelio como el Evangelio de gloria, porque son las buenas nuevas de Cristo glorificado, quien murió una vez por nuestros pecados para que nosotros pudiésemos ser hechos justicia de Dios en Él. Él está ahora glorificado sentado a la diestra de Dios en los cielos. Pablo se gozaba en proclamar el mensaje acerca de Cristo en la gloria, por ello llama a este mensaje el Evangelio de gloria. Este es el mismo mensaje que ha llegado hasta nosotros. El Señor Jesucristo, glorificado la diestra del Padre en los cielos, nos declara que el problema del pecado ya está resuelto, y que ahora Dios puede salvar en justicia a todos los que se allegan a Él y creen en Su Hijo, el Señor Jesucristo, nuestro.

Adaptado…

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