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FINALISTA PREMIO PLANETA 2014 MI COLOR FAVORITO ES VERTE PILAR EYRE

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  • Pilar Eyre (Barcelona, 1951) estudi Filo-sofa y Letras y Ciencias de la Informacin. Ha

    ejercido el periodismo como columnista, en-

    trevistadora y reportera en diversos peridicos

    y revistas (Hoja del Lunes, Mundo Diario, La

    Vanguardia, Intervi, El Peridico de Catalunya

    y El Mundo), y ha colaborado tambin en varias

    emisoras de radio y televisin. Es autora de

    numerosos libros, entre ellos Dos Borbones en

    la corte de Franco; Secretos y mentiras de la Familia

    Real; Ricas, famosas y abandonadas; Vips: Todos

    los secretos de los famosos; Mujeres, veinte aos

    despus; Cibersexo; La reina de la casa y Franco

    confi dencial. Tambin es autora de las novelas

    Todo empez en el Marbella Club y Callejn del ol-

    vido, y de la biografa Quico Sabat, el ltimo

    guerrillero. Sus relatos histricos Ena, Pasin

    imperial, Mara la Brava y, sobre todo, La soledad

    de la reina la han convertido en todo un fen-

    meno editorial.

    Mir al detective espaol, que pareca ner-

    vioso, fuera de lugar, me fi j en mis manos, la

    mesa... Si me haba mentido, no querra que

    lo supiera, si no me haba mentido se indig-

    nara al ver que haba desconfi ado; por otra

    parte, dado el carcter de su trabajo, me poda

    acusar incluso de ponerlo en peligro. Tena

    hijos pequeos, quise ser pequea tambin

    para no tener que tomar decisiones! De repen-

    te me dio vergenza estar all, airear nuestra

    historia, haber llegado tan lejos. Que unos

    extraos estuvieran debatiendo momentos tan

    ntimos de nuestra vida. Pilarita, date la vuelta,

    querida, querida, benditos sean los hombres

    que... Eres bella!

    Pilar, crece, hostias.

    Diagonal, 662, 08034 Barcelonawww.editorial.planeta.eswww.planetadelibros.com

    Autores Espaoles e Iberoamericanos

    Diseo de la cubierta: Departamento de Arte y Diseo. rea Editorial Grupo PlanetaImagen de la cubierta: On The Beach, Peter Seminck Fotografa de la autora: Emilio Naranjo / EFE

    10099126PVP 20,00

    SELLO

    FORMATO

    SERVICIO

    PLANETA

    15 x 23

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    COLECCIN AE&I

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    PRUEBA DIGITALVALIDA COMO PRUEBA DE COLOREXCEPTO TINTAS DIRECTAS, STAMPINGS, ETC.

    DISEO

    EDICIN

    16/10 Sabrina

    Pilar Eyre, una periodista madura y an presa de una gran pasin por la vida, conoce, durante un verano en la Costa Brava, a Sbastien, un corresponsal de guerra francs de gran atractivo. Entre ellos surge un amor inesperado que los lleva a vivir tres das de intensa relacin ertica y sentimental. Cuando Sbastien desaparece repentinamente, Pilar lo busca con desesperacin siguiendo las pistas ambiguas que el perio-dista ha ido dejando a su paso, pero los resultados son cada vez ms sorprendentes y misteriosos. Esta no es una bella historia de amor crepuscular, esta es una bella historia de amor entre una mujer que se atreve a llegar hasta el lmite y un hombre secuestrado por unos sentimientos imprevistos.

    Mi color favorito es verte es una aventura real. Acerqumonos de puntillas y miremos por el ojo de la cerradura: ah dentro hay una mujer desnuda.

    26 mm

    FINALISTA PREMIO PLANETA 2014

    F I N A L I S TAP R E M I O

    P L A N E TA 2 014

    MI COLOR FAVORITO ES VERTE

    PILAR EYRE

    PIL

    AR

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    RE

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  • pPilar Eyre

    Mi color favorito es verte

    Finalista Premio Planeta2014

  • No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni su incorporacin a unsistema informtico, ni su transmisin en cualquier forma o por cualquier medio,sea ste electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin u otros mtodos, sinel permiso previo y por escrito del editor. La infraccin de los derechos mencio-nados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 ysiguientes del Cdigo Penal)

    Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogrficos) si necesita fotoco-piar o escanear algn fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO atravs de la web www.conlicencia.com o por telfono en el91 702 19 70 / 93 272 04 47

    Pilar Eyre, 2014 Editorial Planeta, S. A., 2014

    Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (Espaa)www.editorial.planeta.eswww.planetadelibros.com

    En esta novela se citan las siguientes canciones:

    Postal de La Habana, Juan Carlos Senante / Francisco Jos Lpez Varona /Joaqun Ramn Martnez Sabina

    Quelqun ma dit, Carax LeosFormidable, StromaeLa vie en rose, Louis Guillaume Guglielmi / Edith Giovanna GassionSoar contigo, Javier Laguna / Toni Zenet / Pjaro Surez / Javier VianaLa cucaracha, Aurelio Varela Daz / Manuel Martnez Faixa / Eulogio LlanezaPregntale a las estrellas, Habanera popular annimaMi casita de papel, Francisco Codoer Pascual / Mercedes Belenguer MachancosesPedro Navaja, Rubn BladesClavelitos, Genaro Monreal Lacosta / Federico Galindo LladoSi je chante, Bill Anderson / Jerry CrutchfieldEl manisero, Moiss SimonsAqu me tienes, Javier Labandn PrezEl ltimo adis, Fabio Alonso SalgadoBambolero, Tonino Antoine Baliardo / Jahloul Bouchikhi / Simon Diaz /

    Nicols Reyes

    Primera edicin: noviembre de 2014Depsito legal: B. 23.526-2014ISBN 978-84-08-13406-0Composicin: Vctor Igual, S. L.Impresin y encuadernacin: Unigraf, S. L.Printed in Spain - Impreso en Espaa

    El papel utilizado para la impresin de este libro es cien por cien libre de cloro y estcalificado como papel ecolgico

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    Todo lo que voy a contar empez el ltimo agosto. Era no-che cerrada, el mar besaba con lengua suave la orilla de laplaya y, aunque haca calor, los hombres llevaban ya losjersis a la espalda con las mangas anudadas alrededor delcuello como en una postal descolorida de la Costa Bravade los aos cincuenta. Santi me alarg una de las mangasvacas, aflaut la voz y me dijo

    Encantado, encantado.Y as, mientras estrechaba un trozo de tela, riendo

    como una imbcil, vi por primera vez a Sbastien.El camarero acompaaba a un hombre muy alto y a una

    nia casi adolescente, sorteando las mesas desocupadasdel restaurante Gitano, hasta colocarlos finalmente a nuestrolado, con un incesante parloteo que no reciba ninguna res-puesta:

    Ah, prefieren aqu? Quizs les entre un poco deaire, hoy sopla levante, les voy a cerrar la ventana... Suhija tomar un aperitivo?

    El hombre alto me llam la atencin por dos cosas.Miento, por tres. Era muy guapo. Se pareca increblemen-te a mi marido, muerto haca siete aos. Y me miraba fija-mente, profundamente, caminaba y me miraba, apartaba lasilla y me miraba, se sentaba y me miraba, coga la enormecarta con sus enormes manos y memiraba.

  • 8Mi amiga Camila, a mi lado, me susurr:Es un fan.Lo dijo despectivamente. Camila es hermosa a la ma-

    nera de las divas de cine negro, pero sobre todo es unaautora de culto. Est propuesta para el Nobel, los otros es-critores siempre la citan como uno de sus referentes, daconferencias en Estocolmo, la invitan a congresos latinoa-mericanos, es ntima amiga de Vargas Llosa y de Juan Goy-tisolo, que le escriben los prlogos de sus libros..., pero novende mucho. Yo soy una escritora de segundo orden por-que el periodismo ha consumido los mejores aos de mivida y me ha chupado mi energa y mi creatividad, escribolibros sobre reyes y reinas antiguos, novelas histricas enlas que los protagonistas tienen vida sexual y las mujeressiempre sufren mucho por culpa de sus maridos, tengo enuno de los peridicos de mayor tirada una columna muypopular y salgo en televisin. Como considero que los li-bros son productos que se deben promocionar como sifueran lavadoras, bailo si es necesario abrazada al presen-tador que me entrevista, comparto plat con una aventu-rera que antes de irse me concede la gracia de decir le heregalado tu libro a mi abuela y le ha gustado mucho, doyconferencias sobre mis novelas por pueblos y ciudades enlas que imito voces y me visto como para una funcin degala en la pera, monto polmicas en programas de deba-te en las que llamo machista a mi oponente, y en conse-cuencia, vendo.

    Bueno, venda, para ser sinceros.Venda mucho, muchsimo. Tanto que con los royalties

    de mi antepenltimo libro me he comprado una casa enLlafranc con un inmenso jardn con pinos, rosales y hastaprgola, a la que he llamado, cmo no, La Reina Virgen.

  • 9En consecuencia, tambin soy famosa, me piden aut-grafos por la calle, no suelo ir a lugares pblicos multitudi-narios para que no me fotografen con los mviles y poreso el hombre alto me miraba. Casi poda predecir su si-guiente movimiento:

    Mi hija, se puede hacer una foto contigo? Es para mijoven y bellsima esposa, que no ha podido venir porque seha quedado en casa cuidando de nuestros trillizos, produc-to de nuestra inagotable actividad conyugal, es una admi-radora tuya! Yo no veo la televisin ni puedo leer tus librosporque estoy demasiado ocupado construyendo caminos,canales y puentes y porque adems no soy marica.

    El hombre alto coma, pero ni aun as apartaba susojos llameantes de m. Se llevaba el tenedor a la boca mi-rndome, dejaba la servilleta a un lado mirndome. Tenaanudado al cuello una especie de pauelo palestino, quese quit con un gesto desdeoso, y me miraba como sifuera el primer movimiento hasta quedarse desnudo. Lania, al fin, se gir para observarme tambin con curiosi-dad, sin entender el porqu de esa atencin. Frunci elceo con extraeza. Despus apart los ojos de m y losdirigi sobre su padre con aire admonitorio.

    A ver, entendmonos. No soy ningn monstruo. Soyalta, delgada, ciertas especialidades mdicas han conse-guido que no tenga arrugas, hago gimnasia y me gastomucho dinero en ropa. Pero s que no soy Scarlett Johans-son (antes deca Michelle Pfeiffer, pero he tenido que ac-tualizar la comparativa porque nadie la recuerda ya). Yadems tengo cincuenta y siete aos. Ligo, demonios siligo! Desde que muri mi marido he aprendido posturasacrobticas que ni siquiera saba que existan y he conoci-do a todo tipo de hombres, algn empresario de paso por

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    Barcelona, compaeros casados con demasiado alcohol enlas venas, un mdico bastante conocido y guapo pero im-potente, y alguno que ni siquiera recuerdo, consecuenciade una noche loca. Ese era el material con el que sola al-ternar! Pero una pieza como ese hombre alto nunca habacado en mis redes, ay ese hombre alto:

    Pilar, Pilar, ests distrada?Santi chasqueaba los dedos delante de mis ojos. Fue

    ministro con Felipe Gonzlez hasta que una angina de pe-cho lo retir de la poltica, y ahora lleva marcapasos y ledisgusta que sus amigos olviden que ha sido una de laspersonas que ms han mandado en Espaa. Se estaba en-fadando.

    Me sacud como si saliera de un sueo:No, por qu... Tend mi vaso al camarero. Un

    poco ms de vino.Con ademn expresivo, el hombre le dio la vuelta a la

    botella, de la que no sali ni una gota, y entonces ped:Traiga otra, por favor, s, la misma...Mis compaeros de mesa me miraron con inquietud,

    Todos eran ricos, ms que yo, sobre todo Camila, pero atodos los atenazaba el miedo a tener que pagar una segun-da botella que casi con seguridad me iba a beber yo ente-ra. Y entonces dije:

    No, mejor trigame un vodka-tonic.El camarero me lanz su inevitable retahla de nom-

    bres:Absolut, Smirnoff, Grey Goose, Citadelle, Belenkaya...No quise demostrar que tena una marca preferida

    para no quedar como una borracha e hice un gesto con lamano:

    No s, cualquiera fing dudar. Grey Goose?

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    Camila lanz una risotada, y el segundo hombre quenos acompaaba, un textilero de Sabadell llamado Mar-tn, viudo tambin, me dijo:

    Vodka-tonic con calamares, Pilar? Oh, esta gente dela tele, qu extravagante...

    Porque para ellos yo no soy escritora, sino famosa dela tele. Se han comprado todos mis libros para que se losdedique, pero no creo que hayan ledo ninguno, al menosjams me han comentado nada aparte del consabido Qugordo es!.

    Haca dos minutos que no miraba al hombre alto.Cuando me trajeron la bebida, levant la copa, le ech unvistazo y segu viendo sus ojos ardientes, sensuales, clava-dos en m.

    Me estremec y sent esa familiar bola de mercurio enel pecho que baja hasta el vientre y ms abajo dejando unrastro de carbones encendidos, lo que sirve para demos-trarme a m misma que sigo viva. E hice lo que ms odiodel mundo. Brindar en su direccin, como si estuviera vi-viendo en una comedia de Arturo Fernndez. Sin sonrer,el hombre alto levant su copa y brind conmigo. Bebi-mos al unsono; mis tres compaeros de mesa fingan ha-blar entre ellos del conflicto de Siria, pero no dejaban deprestarme atencin. Se oa el ruido de cubiertos caros, tin-tineo de copas, el viento arreci y golpe una puerta, peroel hombre alto y yo estbamos solos. Se arrastraban los mi-nutos en la noche hmeda y pegajosa... Al final, me decid.Me levant trastabillando un poco camino del lavabo, meacerqu a su mesa y dije:

    Hola, buenas noches.Me dirig a la nia, que, al ser mujer, pequea porcin

    de mujer pero mujer al fin, mereca la cortesa de ser mi

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    interlocutora. Ella me mir sin contestarme y por un ab-surdo momento pens que nos separaban unos cristalesdobles que impedan la comunicacin. Despus se gir deforma interrogativa hacia su padre, que hizo un amago delevantarse, pero tambin permaneci en silencio. Carras-pe desconcertada; quizs el hombre se haba quedadotan apabullado por mi presencia que no poda articularpalabra, tal vez padre e hija eran sordomudos! Pero, yapuestos, tuve que seguir despendome cuesta abajo conlos ojos de mis amigos en la nuca como si fueran disparos:

    Es la primera vez que vens aqu?Vale, reconozco que no es una frase original, ni siquiera

    ingeniosa, pero tal como estaba, semiagachada, sostenien-do el bolso en la axila, con una fila de camareros ociososapoyados en la barra observndome, con JosMara, el due-o del local, detenido en el momento en que cobraba unafactura, fue lo nico que se me ocurri. Ahora s que losojos del hombre parpadearon levemente, y se despegaronal fin de m para mirar alrededor, pero despus volvieron amirarme con fijeza hipntica, cayeron los prpados con pe-sadez y despus se abrieron, verde deslumbrante en el quequerra hundirme, y o su voz por primera vez, esa voz:

    Dsol... Je ne parle pas lespagnol...Me di tal susto que me incorpor de golpe. El hombre

    alto era francs! No me conoca! Me miraba porque legustaba! El aire se llen de msica de violines, las gaviotascantaron un aria, en mi pecho se desat una llamaradaavasalladora y tuve ganas de girarme hacia mi amiga Cami-la y hacerle lo que en el resto de Espaa se llama un cortede mangas y por estos pagos una butifarra. Pero conse-gu contenerme, me acord a tiempo que rer no nos favo-rece a las mujeres mayores, y me lanc a una retahla de

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    frases inconexas en la lengua de Molire, como si me hu-bieran metido una moneda por una ranura y fuera unavieja jukebox largando disco tras disco:

    Ah, claro, franceses; hay muchos por aqu, sobre todoen este tiempo. De dnde sois? Cmo os llamis? Estisalojados aqu en el hotel Llafranc? Cundo habis llega-do? Qu buen tiempo tenemos! Y otra vez: Cmo osllamis?

    Sonrieron ambos ante mi vehemencia, fueron a hablara la vez, y al fin el hombre impuso su autoridad solo conuna mirada a su hija, que baj sus ojos de adulta hasta elplato, y me inform:

    Ella es Amandine... y mi nombre es Sbastien.Sbastien!Dijo Sbastien, y el mundo no se conmovi y sigui su

    marcha dando vueltas y vueltas alrededor del sol, como sinada hubiera ocurrido, pero una onda de fuego me reco-rri de arriba abajo. Desde ese momento llevo este nom-bre cincelado en el cerebro. Cuando pienso en las caden-cias de cada slaba, y ese tien final, que podra ser tianpero no llega a serlo, esa ene larga, prolongada hasta elinfinito, tan fuerte como un puetazo en el estmago, tansuave como la pisada de un nio, tengo que parar de escri-bir, los dedos se quedan en alto, respiro hondo como sifuera a perder el sentido y hundo la cabeza en las manospreguntndome por qu.

    Por qu tuvo que pasar todo? Por qu?Las pequeas piedras que recojo en la playa y que en

    invierno pongo como amuletos al lado de mi ordenadorparece que se ren de m. Todo fue tan brutal y jodido!Cojo una y le paso la lengua, est salada, tersa y fra comoel hombro de Sbastien.

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    Pero aquel da tan solo esboc una pequea reveren-cia, como si estuviera en uno de esos bailes de la corte quesalen incesantemente en mis libros, y me present:

    Yo me llamo Pilar. Y prosegu a tontas y a locas.Pilar, ya sabis, un pilier, un pilar... En Francia no existe elnombre..., une colonne, una columna...

    Hice un gesto enfrentando las palmas de las manos enparalelo arriba y abajo varias veces, y cmo nuestra rela-cin pudo superar esta hemorragia de majaderas, estaeyaculacin de palabras estpidas e ir ms all, todavaahora, y mira que le he dado vueltas, no puedo explicr-melo. Amandine me miraba con sorna y pareca veinteaos mayor que yo, en sentido metafrico, claro est, por-que yo en esos momentos me vea a m misma como unavieja excntrica haciendo el idiota y molestando al perso-nal. Quizs acabaran por echarme! Ya vea los titulares:Famosa escritora de segundo orden obligada a marchar-se de un restaurante por incomodar a los clientes. Aun-que resultara ms llamativo (no olvidemos que soy perio-dista) presentar los hechos de esta manera: Nuevovarapalo para la casa real. La bisnieta de un grande de Es-paa en la calle!. No hace falta detallar que mi pobre bi-sabuelo, que lleva casi un siglo bajo tierra, ostent fugaz-mente un marquesado adquirido en algn cambalache nomuy honorable que no conllevaba grandeza de Espaa,pero para qu arruinar un buen titular con algo tan sinimportancia como la verdad!

    Sbastien cabece con una sonrisa contenida y repiticomo si lo paladease:

    Pilar, interesante...Se instal entre nosotros un largo silencio, solo inte-

    rrumpido por el rumor de las olas, y me dije o ahora o nun-

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    ca. Prosegu haciendo un leve gesto a mi espalda sea-lando a mis amigos, a los que adivinaba pendientes de laconversacin:

    Cuando terminis de cenar, queris tomar unacopa con nosotros?

    Amandine fue a decir algo, pero el padre le apuntcon el ndice hacindola callar y me explic:

    Muy bien..., la dejo en el hotel, aqu al lado, y re-greso.

    Me hubiera puesto a bailar una sardana, y una muei-ra tambin haciendo honor a mi sangre gallega en un cin-cuenta por ciento, pero en lugar de eso pregunt comedi-damente sealando el hotel vecino, famoso porque en lse haba alojado el humorista britnico Tom Sharpe:

    O sea que estis en el hotel Llevant!Un inciso. Espero que en el futuro el Gitano, que es el

    restaurante donde ocurran estos hechos que estoy na-rrando, tambin resulte mundialmente conocido por serel lugar donde voy a cenar casi todas las noches, sirva estocomo advertencia a JosMara, cierro parntesis.

    El hombre francs asinti y me mir expectante; lahija, algo enfurruada, hizo ruido con el plato para de-mostrarme que la conversacin se haba terminado, pero,como los malos actores que se resisten a abandonar el es-cenario, an met una frase de dilogo totalmente innece-saria:

    De dnde sois?Y el hombre, despus de una vacilacin imperceptible,

    me dijo:De Montpellier.Me fui al lavabo volando a medio metro del suelo.Si anoto esta conversacin con tanto detalle fue por-

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    que ms tarde cobr su importancia. Al estar la hija delan-te, deduje cuando lleg el momento de hacerlo que todolo que se me dijo era verdad. Estas sencillas frases fueronlas nicas certezas en las que me bas para tratar de desen-maraar el gran misterio que iba a cambiarme la vida.Pero no adelantemos acontecimientos.

    En el cuarto de bao contempl mi rostro de cincuen-ta y ocho aos. Antes ya he dicho que tengo cincuenta ysiete. Bueno, vale, son cincuenta y nueve, pero a quin leimporta. Acerqu mi cara al espejo. Coloqu las manos aambos lados de la mandbula y estir, despus me chuplas mejillas y puse morritos que abr y cerr como un pez oun pollito:

    Piu, piu.Sonre para que me desaparecieran las arrugas del con-

    torno de la boca:Gioconda!Me tap un ojo con el pelo:Veronica Lake!Cerr los ojos y tante el mrmol como si tocara el piano:Ray Charles!Bailo al ritmo del Whatd I say, totororo totororor... Saco

    mis pinturas de guerra del bolso: repaso de la raya del ojo,un poco de colorete y brillo en los labios. Ms colorete.Ms brillo, ms raya en el ojo. Quito colorete. Me ahuecola melena, tell your mama, tell your pa..., me recoloco el sos-tn, meto barriga, me levanto el pantaln por detrs paraque se me vea el culo respingn, salgo despus de una lti-ma ojeada de perfil, ah, no, me he olvidado de hacer pip,entro, salgo, pongo colorete, tell me whatd I say, yeah...,subo las escaleras y paso por delante de padre e hija, quehablan en un educado murmullo muy distinto del gritero

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    que impera en mi mesa porque mis amigos se dedican ya alas bebidas fuertes. Me siento y le digo a Camila por unlado de la boca sin mirarla:

    Se llama Sbastien y es francs, de Montpellier. Notiene idea de quin soy!

    Ya no miro si mira y el corazn me va a cien por hora,desbocado como un tren de mercancas sin control.Cmo est tardando esa maldita nia en terminar sucena, Dios! Pero pronto me arrepiento de este exabrupto,esa maldita nia quizs algn da ser mi hijastra... Porqueyo tengo secretos inconfesables: adems de ciertas visitasde las que hablar luego, soy adivina autodidacta! Tengopensamientos premonitorios! Por algo me he hecho es-critora! Porque yo conozco a un hombre, en el sentido dehola qu tal, y ya me imagino yendo al altar con l, vivien-do junto a l, envejeciendo juntos, preparando juntos esascenas que suelo ofrecer en mi casa en las que las amigascon un marido colgando del brazo me dicen: todavasola?, pero en qu piensan los hombres de este pas?,acompandome a la fiesta del Premio Planeta, cambian-do las bombillas del porche, abrochndome los collarespor detrs y echndome unos polvos que tiembla el miste-rio, as me lo imagino.

    En estos sueos de futuro mi hijo desaparece, como siStalin personalmente se hubiera encargado de borrarlocomo hizo con Trotski en todas las fotos de la revolucinbolchevique. Donde estaba antes mi hijo hay ahora unamancha opaca, porque adems de quererlo por encima detodas las cosas, tengo tanto respeto por l (alguien dira quems que respeto, puro miedo) que no puedo involucrarloen mis locuras, aunque sean meramente imaginarias. Meresulta imposible. A veces, a pesar de todo, consigue colarse

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    e interfiere en mis fantasas con las piernas separadas, bra-zos cruzados y expresin severa, no necesita ni hablar! Ytodo se desvanece entonces con un sonido de plof! igualitoal que hacen los globos cuando explotan, y nos quedamosl y yo solos frente a frente y yo disimulo:

    Oh, qu tarde, querido hijo, me voy a poner a escri-bir, que tengo que terminar la columna.

    No lo engao. Mueve la cabeza con paciencia francis-cana y levanta los ojos al cielo preguntndole a su padrepor qu le ha dejado esta obligacin tan onerosa.

    l podra parafrasear a Luis Cernuda quejndose deque de todas las cargas que el Seor puso sobre m, lams pesada es la de ser hijo de mi madre. Claro que nun-ca dir tal cosa, porque, a pesar de sus veinticinco aos, esun empresario pragmtico, escptico y fro que no cree enDios y no tiene ni idea de quin es Luis Cernuda porquelo nico que lee son libros de economa e informtica eningls.

    Pero mi hijo estaba en la lejana Barcelona sacando ade-lante su empresa de internet, y los pies se me iban debajode la mesa siguiendo ahora una meloda que Joaqun Sa-bina haba compuesto solamente para m:

    Y antes de morirme quierovivir la vida un poquito.

    Porque el hombre alto ya tena nombre y se llamabaSbastien. Al fin se levant, mejor dicho, se despleg portandas, y Amandine se volvi con esa gracia alada de lasadolescentes francesas y me dijo adis con la mano (eraesbelta como una bailarina, el sol la haba quemado tantoque llevaba la piel embadurnada de crema y los ojos hin-

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    chados, y en Llafranc no la vera nunca ms). Sbastienme dirigi una mirada en la que le un mundo ms all delos libros, y sigui a su hija hasta la puerta. Salieron. Cami-la me dijo:

    Ese no vuelve. Solt una risa de las suyas. Habrdicho vaya mesas de viejos! Pero si debe de tener cuaren-ta y pico aos!

    Mir fijamente el mantel dudando si poda cogerlo ti-rando copas y platos y estrangularla con l. No creo quepor este nimio detalle Jos Mara dejase de poner la placacon mi nombre en la puerta! Tambin quizs sera efecti-vo el cuchillo de postre bastante afilado, o podra rom-perle simplemente la botella de vino vaca en la cabeza! Yaalargaba la mano hacia la cubitera cuando son mi mvil,y la meloda a cargo de U2 le salv la vida a Camila, aun-que ella en ese momento no se diera cuenta.

    No suelo contestar a esas horas de la noche, pero vique era mi editor y no tuve ms remedio que ponerme:

    Hombre, Ricardo, qu tal?Te molesto?Podra haberle dicho la noche est estrellada y tiritan

    azules los astros a lo lejos, y tambin, s, me molestas y mu-cho. Pero contest:

    Claro que no, me encanta orte, espera que salgofuera.

    Ricardo es mi editor desde hace veinte aos y lo conoz-co desde que estudiamos juntos Filosofa y Letras, aunquelo de estudiar es exagerar un poco, porque consumimosnuestro tiempo en manifestaciones, asambleas y reunio-nes de un partido llamado Bandera Roja que, como nues-tras convicciones de que el comunismo era la salvacin, hasido barrido por el viento de la historia. Desde que me

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    anud a la editorial de su propiedad con un contrato deun libro al ao, me at al cuello una cadena de por vida.Yo he reflotado una empresa en crisis y l me ha converti-do en escritora, pero ao tras ao, con un ritmo de pro-duccin infernal, tengo que dar a luz un libro. Como unamquina de elaborar embutidos, produzco salchicha trassalchicha con una pulcritud y docilidad que es el asombrode todos mis colegas, que solo escriben cuando la inspira-cin llama a su puerta.

    Me preguntan con altivez algo burlona en esas mesasredondas a las que vamos a emborracharnos y comer degorra:

    Otro libro?Y yo contesto avergonzada:S, otro.Me levanto todos los das a las siete de la maana, es-

    cribo hasta medioda, y despus de nuevo por la tarde has-ta la hora de cenar. A veces, cuando tengo que buscar al-gn dato que se me atraviesa y que puede ser simplementeel nombre del trovador favorito de la reina, me pongo arastrear por internet hasta la madrugada, y cuando lo en-cuentro (Arams de Galindo), me siento como el aventu-rero que descubre su primera pepita de oro. Y me duermoabrazada a mi pepita con tal satisfaccin que un rastro debaba humedece mi almohada.

    Pero ahora estbamos en ese pequeo perodo de des-canso que me concedo entre libro y libro. Apenas un mesen el que tomo vodka-tonic, alterno con amigos de carne yhueso y no fantasmas que vivieron hace quinientos aos yque hoy estn inmortalizados en mrmol, y el polvo y lospelos de mi perro Fender se acumulan sobre el teclado demi ordenador, al que solo acudo una vez a la semana para

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    escribir una apresurada crnica veraniega para mi peri-dico sobre la gastronoma local o Naty Abascal en topless.

    Qu hay de nuevo, Ricardo?Mi hombre en Barcelona carraspea y al final me suelta:Aparte de que en Siria acaban de morir 50.000 per-

    sonas por culpa del imperialismo y el fanatismo religioso,Pilar, tengo que darte otra mala noticia. Aspir fuerte.Ya las recibirs por correo, las liquidaciones, digo, pero ve-rs la cada brutal de ventas, de todo el sector, eh, no solode tus libros... Pero que este ao no te esperes grandes ale-gras, nos han devuelto paquetes enteros sin abrir...

    Mientras hablo, recorro el paseo iluminado por la luzblanca de las farolas tratando de no tocar con mis sanda-lias de lentejuelas azules las uniones de los ladrillos de for-ma romboidal. Y me visualizo bajando ventas y convirtin-dome en una escritora minoritaria como Camila, pero am no me cantarn los Vargas Llosa ni los Goytisolo, mislibros terminarn siendo destruidos por no caber en losexiguos almacenes de la editorial y solo me encontrar al-gn ejemplar antiguo descolorido por el sol en el kioscode una de esas estaciones de tren por las que nunca pasanadie.

    Me siento en el murete sobre la playa. La luna casi lle-na riela en el mar y el faro de las islas Formigues parpadeacomo si algn amigo me guiara un ojo desde el horizon-te. Hay estrellas y el cielo no es negro, sino azul marino.Ricardo me est gritando con impaciencia:

    Pilar, Pilar, coo, ests ah?Intento tomrmelo en serio, aunque el mundo se em-

    pee en ser hermoso y las sirenas me canten al odo.No vendo, ruina, devolver la casa, vestir de H&M.Contesto:

  • 22

    Claro, es que me has dejado sin palabras, qu quie-res decir exactamente.

    Una barca de pescadores, la nica, deja un coloridorastro de aceitoso fueloil, y de vez en cuando un pez saltaen un chispazo fosforescente, tan rpido que parece ima-ginado.

    La voz de mi editor se levanta histricamente en lanoche:

    Que no se vende nada, coo, y tus libros tampoco...Fin de ciclo, Pilar, las novelas histricas ya no interesanuna mierda.

    Se me cierra la garganta como si una mano me apreta-ra, la voz me surge quejumbrosa cual pordiosero doliente:

    Pero, cmo, qu me dices, si ahora tenamos prepa-rada la vida de Isabel de Valois, los trovadores, el maltratode su marido homosexual en el fondo...

    Un perro suelto de raza fox terrier como el Mil deTintn viene a olerme los pies, pero se va asustado conlas orejas gachas cuando oye los rugidos que salen de mimvil:

    Con Isabel de Valois me limpio el culo, con los trova-dores me limpio el culo, con tus libros me limpio el culo...

    Protesto mientras trato de alcanzar al perro con el piepara acariciarlo, pero l teme una patada y se aparta teme-rosamente, estar abandonado?

    Pero, Ricardo, ya tengo todos los libros que existensobre el siglo xvi, los palacios, los cinturones de castidad,las doncellas promiscuas... Pensaba introducir un elemen-to fantstico en forma de dragn que habla andaluz y esmuy gracioso...

    Ricardo da un gran suspiro y barre todo con la gran es-coba del desprecio:

  • 23

    Eso es una mierda ya, Pilar, una mierda pasada demoda... Antigua, apolillada y rancia! Todas las mujeresque compraban tus libros o han muerto o tienen Alzhei-mer; cambia de registro, monada, yo solo te digo eso, cam-bia de registro o...

    Un chico joven viene a buscar el fox terrier, lo coge enbrazos y me mira con sospecha temiendo tal vez que quie-ra robarlo. Lo que me faltaba, la escritora fracasada y ro-baperros. El animalucho hunde su morro en el cuello delmuchacho y solo le falta acusarme con la pata.

    O qu, Ricardo.Me separo el telfono de la oreja temindome lo peor,

    pero mi editor se limita a suspirar y a decirme en tono tansuave que me entra un escalofro:

    O nos vamos los dos a frer esprragos... En vez deestar todo el da con el chocho al aire, piensa nuevos argu-mentos... Y como presa de inspiracin, me dice con vozanimada. Por qu no escribes una novela nrdica demisterio?

    Nrdica que pase en los pases escandinavos, quie-res decir?

    S. Mi editor es como un cro, se anima con unapiruleta. Un hombre que odie a las mujeres, un perio-dista y una chica con piercings..., mucho caf, fro, asesina-tos rituales...

    Es que eso ya est escrito, Ricardo, se llama Los hom-bres que no amaban a las mujeres... El autor es Stieg Larsson...

    S quemi editor est cogiendo papel y lpiz para apuntar:A ver, repite, Larsson... Hablar con l por el tema

    de los derechos...Ricardo no lee nada, ni mis libros. Suspiro con can-

    sancio:

  • 24

    Est muerto. Larsson est muerto.Su voz vuelve a levantarse ahora en un trmolo victi-

    mista:Joder, ta, a todo le pones pegas. Vale, est muerto

    vuelve a maldecir, pero yo solo te digo, Pilar, que siesto sigue as los que vamos a estar muertos somos noso-tros, yo cierro la editorial y nos vamos los dos a la mierda.Salud, divirtete.

    Cuelga el telfono; claro que esta expresin no corres-ponde a la poca actual a menos que se te ocurra ahorcarel mvil en la rama de un rbol. Con este pensamiento tantristemente jocoso vuelvo a entrar en el restaurante. Cami-la se apresura a preguntarme, con un atisbo de esperanzaen la voz:

    Era tu editor, no? Qu? Malas noticias?Descarto la conversacin con un ademn, porque yo

    tengo una cualidad, que tambin podra tomarse comoun defecto. Cuando hay unos pantalones a la vista, todo lodems empalidece. Una vez, hace tiempo, sorprend a miabuela hablando con mi madre, y le deca con cierta con-goja: Pilarita es buena nia pero est loca por los hom-bres!. Y yo solo tena ocho aos!

    Porque de repente se borr mi editor de mi mente, elbanco poda quedarse con mi casa, y si me amputaban lasmanos o las novelas histricas se convertan en papel devter, si el mundo se desmoronaba y nos acechaba unanueva glaciacin, si me comunicaban de repente que mehaban concedido el Nobel, el Bombn de San Isidro y ellazo de Isabel la Catlica a la vez, yo dira con impaciencia:s, vale, vale, y me incorporara en la silla tiritando pordentro porque ah en la puerta estaba el hombre alto. Se-gua el viento y l se pasaba la mano enorme, con los cinco

  • 25

    largos dedos abiertos como un abanico, sobre la frente, elinicio del pelo, y segua hasta la nuca, inclinaba la cabezacomo si fuera a embestir y los ojos le centelleaban fogososy aventureros sin dejar de mirarme bajo sus cejas triangu-lares y aterciopeladas. Sbastien.