Colonización y Control Militar de La Selva Maya

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EL TERRITORIO DE QUINTANA ROO. TENTATIVAS DE COLONIZACIÓN Y CONTROL MILITAR EN LA SELVA MAYA (1888-1902) 1 CARLOS MACÍAS RICHARD Universidad de Quintana Roo INTRODUCCIÓN CON EL PROPÓSITO DE RECUPERAR Y CONCEPTUALIZAR algunas ideas e intenciones del poder federal que prevalecieron al ins- taurarse el territorio de Quintana Roo (1902), este artículo está dedicado a analizar las propuestas más representativas y proyectos emitidos y/o recibidos por el gobierno del pre- sidente Porfirio Díaz para dar fin a la guerra de castas. El análisis y contraste de esas "propuestas y proyectos" creemos que es relevante, entre otras cuestiones porque —como ob- servará el lector— en cada uno de los incontables infor- mantes civiles y militares que alimentaron la visión y la po- lítica del régimen porfirista, nos parece ver al precursor del territorio de Quintana Roo. Y porque, en esencia, la ambi- ción de derrotar y reducir definitivamente a los indios re- beldes —aparte de revelar las tendencias obvias de con- centración de poder del Estado nacional— parecía implicar necesariamente el nacimiento de un "nuevo te- rritorio federal". En esencia, la rebelión o resistencia sostenida por los ma- yas en la región oriental de la península de Yucatán, ante los 1 Este artículo forma parte de una investigación más amplia, titulada Milicia, burocracia y ocupación territorial en Quintana Roo, que ha sido po- sible gracias al apoyo financiero del Consejo Nacional de Ciencia y Tec- nología. HMex, xux: 1, 1999 5

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EL TERRITORIO DE QUINTANA ROO. TENTATIVAS DE COLONIZACIÓN

Y CONTROL MILITAR EN LA SELVA MAYA

(1888-1902)1

CARLOS MACÍAS RICHARD

Universidad de Quintana Roo

INTRODUCCIÓN

CON EL PROPÓSITO DE RECUPERAR Y CONCEPTUALIZAR algunas ideas

e intenciones del poder federal que prevalecieron al ins­taurarse el terr i tor io de Quintana Roo ( 1 9 0 2 ) , este artículo está dedicado a analizar las propuestas m á s representativas y proyectos emitidos y / o recibidos por el gobierno del pre­sidente Porf i r io Díaz para dar fin a la guerra de castas. El análisis y contraste de esas "propuestas y proyectos" creemos que es relevante, entre otras cuestiones porque —como ob­servará el lector— en cada u n o de los incontables infor­mantes civiles y militares que a l imentaron la visión y la po­lítica de l r é g i m e n porfirista, nos parece ver al precursor del t e r r i to r io de Quintana Roo. Y porque, en esencia, la ambi­ción de derrotar y reducir definitivamente a los indios re­beldes —aparte de revelar las tendencias obvias de con­c e n t r a c i ó n de poder de l Estado n a c i o n a l — p a r e c í a impl icar necesariamente el nacimiento de u n "nuevo te­r r i t o r i o federal" .

E n esencia, la rebe l ión o resistencia sostenida por los ma­yas en la reg ión oriental de la pen ínsu la de Yucatán, ante los

1 Este a r t í c u l o forma parte de una inves t i gac ión m á s amplia, titulada Milicia, burocracia y ocupación territorial en Quintana Roo, que ha sido po­sible gracias al apoyo financiero del Consejo Nacional de Ciencia y Tec­n o l o g í a .

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poderes yucateco y federal, tuvo una durac ión de 55 años (1847-1901). Por su amplia duración, la guerra que desde en­tonces se l lamó de "castas" ha presentado a los estudiosos e interesados, innumerables dimensiones, que van de los te­mas polít ico y cultural , a social y e c o n ó m i c o , sin descartar, desde luego, las implicaciones de lo mi l i t a r y lo fronterizo.

Extendidos a lo largo de la costa oriental de Yucatán por el sur (Bacalar) y por el centro-norte (Chan Santa Cruz y T u l u m , entre las villas m á s importantes) , es sabido que los mayas alzados representaron durante más de cinco décadas u n do lor de cabeza para los poderes central y estatal, no só­lo por el hecho patente de permanecer sustraídos a la i n ­fluencia del gobierno, sino — m u y especialmente— porque éstos l legaron a beneficiarse y a sobrevivir como rebeldes p o r la ausencia de regulaciones comerciales en la aún di­fusa frontera con Honduras Británica.

PROYECTOS PARA LA CONQUISTA DEL SANTUARIO MAYA

Múlt iples son los testimonios de la é p o c a que reiteran el fundamento en el que descansaban las "relaciones amisto­sas" de los mayas rebeldes en Honduras Británica. En esen­cia, p o d r í a resumirse con la siguiente expres ión : a cambio del flujo regular de armas, municiones y pó lvora para los i n d í g e n a s , los be l iceños encontraban amplia l ibertad para a d q u i r i r y comerciar maderas (preciosas y t intóreas) , así como in t roduc i r productos comestibles e implementos de labor. E l valor de ese " l ibre comerc io" de materias primas, se afirmaba con lamento en 1887, era similar al presupues­to que erogaba el gobierno de Yuca tán para administrar las islas de la Península , a ú n dependientes del part ido de Progreso. 2

2 T a l a p r e c i a c i ó n procede del jefe de Hac ienda en Y u c a t á n , J . Do­m í n g u e z y Ortega. A P D , c. 25, leg. 12, f. 12036, carta de J. D o m í n g u e z y Ortega al presidente Porfirio Díaz , M é r i d a , Y u c , l s de diciembre de 1887. Este funcionario propuso reiteradamente el establecimiento de u n a s e c c i ó n de vigilancia en la isla San Pedro (o cayo Ambergris, como lo c o n o c í a n los b e l i c e ñ o s ) , para detener el contrabando de madera.

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Belize es nuestro Gilbraltar —señaló con expresión afortuna­da el funcionario federal Salvador Castillo, en 1888—, pues así como éste sirve para abastecer a los contrabandistas españoles, Belize se ocupa en facilitar las salidas de maderas acopiadas de nuestro territorio y surtir al comercio de Campeche y Mérida de las mercancías que soliciten, para introducirlas clandesti­namente, y ala vez surten de armas y de cuanto pueda servir a los caciques de Yucatán, para hacer la guerra a sus hermanos.3

! h :.i.»v 1 f „ P , a d o qne en l a p j olongada i e b c h ó n inaw le->• . - • • • « - ' > . - « ,

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b„ i i , f<« i j U p _ . d v u , e : , M i . í í - <"i.» e a - ' - p u t -del t e r r i tor io nacional . Ta l incapacidad, desde luego, fue extensiva al gobierno vucateco, ya que durante d é c a d a s fueron las fuerzas estatales quienes se encargaron central­mente de enfrentar a los rebeldes. El presidente Díaz sol ía comentar a amigos suyos de la Pen ínsu la (como el general Pedro Baranda), que estaba tan ocupado "dedicando toda su a tenc ión a la c a m p a ñ a del Yaqui " , 4 como para intentar abrir o tro frente de guerra, que a d e m á s se encontraba geo­grá f i camente opuesto. E l presidente de la R e p ú b l i c a pa­rec ía estar consciente de las limitadas posibilidades de su Estado y sólo recomendaba que el comercio de armas en el río H o n d o se combatiera de vez en cuando con las incur­siones de u n o de los vapores de la Secretar ía de Guerra y

s A P D , c. 16, leg. 13, f. 7594, m e m o r á n d u m d e l s e ñ o r Salvador Cas­tillo al presidente Porfirio D í a z , s. 1., 24 de agosto de 1888. U n a inter­p r e t a c i ó n vucateca en el mismo sentido, a c o m p a ñ a d a de una gran do­sis i d e o l ó g i c a antimaya, se encuentra en la proclama que para "recuperar Bacalar y la b a h í a de la A s c e n s i ó n " d i r ig ió la Sociedad Pa­tr iót ica Yucateca al presidente de la R e p ú b l i c a un a ñ o antes. A P D , Pro­clama impresa y anexos de la Sociedad Pa t r ió t i ca Yucateca, c. 2, leg. 12, ff. 735-737, M é r i d a Y u c , l s de enero de 1887. Por otro lado, amplias es­tadí s t icas comparativas sobre la copiosa venta al exterior (cantidad y puerto de destino) de palo de tinte, caoba y cedro mexicanos en una é p o c a de auge (1863-1873), pueden encontrarse en las notas de Fran­cisco Sosa en La Revista de Mérida (\- mar. 1874).

4 A P D , c. 7, leg. 11, f. 3351, carta del presidente Porfirio D í a z a Pedro Baranda, M é x i c o , D . F., 27 de marzo de 1886.

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Marina , el "Independencia" . E n realidad, ello distaba m u ­cho de ser suficiente, pero a ú n así ca ían con frecuencia contrabandistas nacionales y extranjeros con altos volú­menes de maderas preciosas y palo de t in te . 5

A lo largo de las últ imas d é c a d a s del siglo pasado, privó en la op in ión de los observadores y enviados la idea de ins­talar guarniciones permanentes en la costa y en la frontera. Por l o general, la in formac ión y los juic ios de los oficiales del ejército eran particularmente fríos, estratégicos, sin i m ­plicaciones valorativas. De ellos siempre parec ía despren­derse la conc lus ión de que la di f icul tad esencial radicaba en la amplia dis tr ibución de los mayas rebeldes y en la fal­ta de accesos y caminos en la zona, m á s que en el n ú m e r o de éstos o en lo cuantioso que pudiera resultar su arma­mento . U n o de los tantos observadores, el veterano gene­ral y ex gobernador de Yucatán Octavio Rosado, en viaje de estudio a bordo del c a ñ o n e r o "Independencia" , estimaba, en 1887, en 14000 o 16000 los pobladores mayas en zona rebelde, concentrados en Chan Santa Cruz, T u l u m y Ba­calar. Pero de ellos, s egún apreciaba, sólo 5 000 o 6000 esta­ban armados, provistos de rifles de percus ión — e l caduco sistema inglés—, con municiones escasas y de poca calidad, pues se destinaban solamente a la cacer ía . Los frentes sus­ceptibles de ataque en aquel emplazamiento vasto y tr ian­gular, eran, aparte de la ruta terrestre Peto-Chan Santa Cruz, la b a h í a de Chetumal , " u n p u n t o a vigilar de impor­tancia suma y que conviene cuidar bajo todos conceptos" para evitar las "relaciones comerciales [de Belice] con los sublevados" (la g u a r n i c i ó n maya en Bacalar fluctuaba, a su decir, entre 100 y 200 hombres) y la b a h í a de la Ascens ión, " p u n t o de fácil y seguro acceso para las tropas del supremo gobierno [que] ser ía en m i concepto el lugar más a pro­pós i to para el desembarque en caso de que se quiera so-

5 V é a s e la i n f o r m a c i ó n de algunas acciones representativas para contrarrestar el contrabando, en fecha diversa, en A P D , c. 11, leg. 11, f. 5332, carta del gobernador de Y u c a t á n G u i l l e r m o Pa lomino al presidente Porfirio D í a z , M é r i d a , Y u c , 29 de abril de 1886, y c. 15, leg. 14, f. 7167, carta de Domingo L e ó n al presidente Porfirio Díaz , Cam­peche, Camp. , 28 de ju l io de 1889.

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meter a la autoridad legí t ima de la Repúbl ica la zona re­fer ida" . 6

Documentos como el preparado por el general Rosado se m u l t i p l i c a r o n . Una verdadera cadena de expediciones dio lugar a numerosas propuestas concretas de "pacifica­c ión" , cuyos expedientes se mantuvieron archivados du­rante a ñ o s en las oficinas del presidente de la R e p ú b l i c a y de sus ministros. Entre u n o de los informes m á s puntuales se e n c o n t r ó el escrito por el mayor de cabal ler ía Enr ique Sardaneta, ingeniero al servicio de la Secretar ía de Fo­mento . De sus impresiones escritas a bordo del vapor " L i ­bertad", derivó lo que p o d r í a llamarse en términos actua­les una pol í t ica intersecretarial. Su exped ic ión se e fec tuó apenas u n a ñ o d e s p u é s de la emprendida por el general Rosado, y en su de s ignac ión p e s ó la op in ión del jefe fede­ral de Hacienda en Yucatán, J. D o m í n g u e z y Ortega. N o se c o n f o r m ó con observar de lejos los asentamientos mayas de la costa yucateca. E n su p ropós i to de fondear con natura­l idad en Belice y ocultar los verdaderos propós i to s de su viaje, de conocer a los compradores de la madera mexica­na y a los comerciantes de armas bel iceños , Sardaneta lle­gó al extremo de pintar en Cozumel la e m b a r c a c i ó n oficial (el vapor "Libertad") para no pasar como integrante de la Secre tar ía de Guerra y Marina . N o obstante, resul tó tal la hospitalidad de las autoridades inglesas y del gobernador de Belice en especial ("hasta con exagerac ión" , a p r e c i ó ) que no p u d o creerse del todo que los verdaderos móviles de la mi s ión hayan pasado inadvertidos. De cualquier for­ma, Sardaneta tuvo la for tuna de encontrar en pleno, al de­sembarcar en Belice, a la plana mayor de los alzados. És ta fue su vers ión:

La casualidad a la que me refiero fue la de encontrar allí a to­dos los jefes de la tribu del territorio indígena, los que al ver llegar el vapor se asustaron y trataron de huir, pero como sólo tenían por embarcación una canoa de vela, pensaron que los

6 A P D , registros 2342-2344, carta del gobernador Octavio Rosado al presidente Porfirio D í a z , M é r i d a , Y u c , 22 de marzo de 1887.

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perseguiríamos y que tendrían que sucumbir, por lo que re­tardaron su salida y buscaron protección con los ingleses.7

H a b i é n d o s e tratado de una exp lorac ión que arro jar ía conclusiones acerca de cuál sería la forma más apropiada de ocupar mil i tarmente el terr i tor io rebelde, no deja de lla­mar la a tención c ó m o para el ingeniero mi l i tar Sardaneta, de spués de haber conocido y conversado con dichos jefes, los mayas le hayan parecido

[...] una masa de seres más dignos de lástima que de odio [... ] Los expresados indios están muy lejos de creerse una po­tencia superior a la raza civilizada [...], les infunde nuestra presencia un pánico increíble y los encontré enteramente de acuerdo en someterse al gobierno federal, pero nada quieren admitir de Yucatán. 8

Más tardó el enviado oficial en convencerse de que u n o de los m é t o d o s que no d e b í a n olvidarse era la negoc iac ión y el convencimiento m u t u o de las bondades de la paz en el terr i tor io rebelde, que las autoridades inglesas en advertir el objeto central de aquella mis ión . 9 Contra lo que p o d r í a n haber sugerido otros informantes, los bel iceños l lenaron de elogios y demostraciones de a d m i r a c i ó n a Sardaneta y al gobierno mexicano — a s í hayan sido superficiales—, al t iempo que insistieron en su dispos ic ión de marchar de acuerdo con los mexicanos para dar fin a la insurrecc ión de los indios. Pero, a decir verdad, la misma amabil idad so­lía mostrar el gobernador de Belice (y no se hable de los comerciantes y comisionistas) hacia el nuevo jefe maya A n i -

7 A P D , c. 15, leg. 13, ff. 7443-7447, informe que rinde a la S e c r e t a r í a de Guerra , Enr ique Sardaneta.. . , relativo a la e x p e d i c i ó n que acaba de hacer al estado de Y u c a t á n , M é r i d a , Y u c , 25 de ju l io de 1888.

8 A P D , c. 15, leg. 13, f. 7445. 9 Debido al in te ré s mostrado por Sardaneta en entrevistarse con Ani­

ceto Dzul y el resto de los jefes rebeldes y a su insistente solicitud por contar con el testimonio de "personas de aquella sociedad", el enviado al final d e b i ó confesar el verdadero p r o p ó s i t o de su visita. L a prensa be-l i c e ñ a y yucateca dio cuenta del encuentro, por cierto en t é r m i n o s muy elogiosos para el grupo de negociadores mexicanos. A P D , c. 15, leg. 13.

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ceto Dzul , a quien s e g ú n testigos mexicanos se le hacía ob­j e t o de grandes agasajos.

Como significativo ensayo de ofensiva en tiempos en que el r é g i m e n porfirista buscaba su consol idac ión , Sardaneta se permit ió delinear una estrategia mi l i tar deseable, con ci­fras exactas en las operaciones requeridas. El personal re­comendado para la e x p e d i c i ó n — a s e n t ó — habr ía de ser de 4800 infantes (3600 federales y el resto de la guardia nacional de Yucatán) y dos bater ías de artillería de retro­carga, distribuidas y emplazadas, en orden sucesivo, desde: a) la desembocadura del r ío H o n d o en la b a h í a de Chetu-mal (con 1 700 hombres) ; b) en la costa cercana a T u l u m (con 1 200); c) Va l lado l id (con 1 200), y d) Peto (con 700).

A l margen de las consideraciones estratégicas propuestas, que son de nuestro interés porque subrayan el permanen­te p r o p ó s i t o de conquista mi l i tar , el in forme de Sardaneta resultó interesante porque dio pie a la emis ión de u n do­cumento que r e c o m e n d ó "la acc ión combinada de los Se­cretarios de estado bajo u n plan fijo [para] hacer sentir la inf luencia y acc ión del gobierno del centro en toda la Pe­n í n s u l a " . 1 0 En el ramo de las relaciones exteriores se con­m i n ó a iniciar de inmedia to los arreglos con Inglaterra pa­ra el reconocimiento de la l ínea fronteriza definitiva entre el t e r r i tor io nacional y Belice: de n inguna forma era acon­sejable inic iar una ofensiva múlt ip le contra los indios, si an­tes no se c o m p r o m e t í a n los ingleses, mediante u n tratado de l ímites, a no hacer reclamaciones por la ocasional de­p r e d a c i ó n de los rebeldes en suelo be l i ceño . Por lo d emás , en cualquier tratado a firmar planteaba en dicho docu­mento el secretario de Fomento d e b í a establecerse que

la l ínea divisoria pasar ía por el canal Boca Bacalar Chico, pa­ra que nuestro país tuviera 3.CCCSO directo de la bahía de Che-t u m a l 3.1 I I I R i Caribe. (Dicho canal, en apariencia, parec ía haber sido formado por la naturaleza, pero ello - e specu-

1 0 E l documento a que hacemos referencia fue elaborado por el in­fluyente secretario de Fomento Carlos Pacheco, u n veterano militar; su t í tulo es "Puntos sobre los que emito mi o p i n i ó n con motivo de los di­versos informes que produce el Sr. Sardaneta". A P D , c. 17, leg. 13, ff. 8375-8377, M é x i c o , 21 de agosto de 1888.

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ló Pacheco— era inexacto: los ingleses lo hab ían abierto.) Méx ico por tanto deb ía aprovecharlo. Y en cuanto a la Se­cretar ía de Fomento, se hac ía énfasis en la conveniencia de dictar leyes agrarias que garantizaran la inmediata restitu­ción de tierras "que en just icia pertenecen a los indios [ . . . ] [es decir] disposiciones aná loga s a las que se d ic taron para los r í o s Y a q u i y M a y o " . 1 1

E n el rubro de Guerra y Marina , l l amó especialmente la a tenc ión del secretario de Fomento la propuesta de Sar¬daneta de crear una flotilla, una escuadrilla de embarca­ciones de bajo calado que, ante el amparo de los c añone­ros nacionales "Zaragoza" e "Independencia" , penetraran en la bah ía de Chetumal y patrul laran el t ramo del r ío H o n d o a Boca Bacalar Chico para evitar el contrabando. El p ropós i to era, comprensiblemente, doble: "habituar a los indios y a los habitantes de Belice a su presencia" y, ante todo, proteger los intereses fiscales del r é g i m e n . 1 2

Otra op in ión citable en tal sentido —de entre las i n n u ­merables voces que tenían alguna influencia en la é p o c a -c o r r e s p o n d i ó al obispo coadjutor de Yucatán , Crescencio Carr i l lo y Ancona:

Me atrevo también a suplicarle —apuntó en epístola al Presiden­te de la República— que haga usted todo el esfuerzo posible para que se establezca en Bacalar una guarnición y otra en la bahía de la Ascención, pues con sólo esto que se practicó an­tes, desde el gobierno colonial, y ciertas medidas convenientes, se terminaría la guerra de castas en esta península y se pondría un valladar a los colonos ingleses de Belice, que poco a poco y sin ruido se van absorbiendo el territorio nacional.13

La sugerencia fue aceptada de buena gana por Porf ir io Díaz , qu ien garant izó el envío del c a ñ o n e r o " Independen­cia" para el estudio de los puntos de g u a r n i c i ó n . 1 4

1 1 A P D , c. 17, leg. 13, f. 8377. 1 2 A P D , c. 17, leg. 13, f. 8377. 1 3 A P D , c. 8, leg. 11, f. 3551, carta del obispo C . Carril lo y Ancona al

Presidente de la R e p ú b l i c a , M é r i d a , Y u c , 30 de marzo de 1886. 1 4 Respuesta del presidente D í a z al obispo C . Carrillo y Ancona . A P D ,

c. 8, leg. 11, f. 3552.

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FUTURO TERRITORIO, ¿OCUPACIÓN MILITAR PERMANENTE?

Pero si los informantes de extracción castrense, como lo ve­remos, reparaban más en los m é t o d o s de la pacif icación y de la progresiva ocupac ión mil i tar , funcionarios como Car­los Pacheco solían llamar la a tención del Presidente con te­mas e c o n ó m i c o s y de colonización. N o creemos exagerar si s e ñ a l a m o s que gran parte del créd i to que la posteridad g u a r d ó para el gabinete porfirisLa (su relativa eficiencia ad­ministrativa, en particular para promover obras de infra­estructura) se d e b i ó a mentes e iniciativas como las que ca­racterizaron a Carlos Pacheco. Obsérvese lo que este funcionar io vislumbraba, en 1888, para el fu turo terr i tor io de Quintana Roo.

Puede creerse, con fundamento, que sólo el valor de los te­rrenos nacionales de que entrará en posesión el gobierno fe­deral y los rendimientos por derechos de exportación, sim­plemente por maderas finas y palo de tinte, compensarán ampliamente los gastos de la campaña y los que se tengan que erogar para conservar por el tiempo necesario las guarnicio­nes que permanecerán en aquella región [...] Sobre el punto que se refiere a terrenos baldíos o nacionales, deberán dictarse, antes de que se abra la campaña, disposi­ciones legales que impidan, cuando ésta se haya verificado, el abuso de los particulares pretendiendo propiedad sobre di­chos terrenos; por ejemplo, obtener facultad del Congreso pa­ra expropiar terrenos de particulares dentro de la línea que se marque, al hacer la declaración de Territorio Federal para pacificar a los indios. [Subrayado nuestro.] 15

C o n Pacheco coinc id ían , sin p r o p o n é r s e l o , numerosos observadores externos, como delegados federales, coman­dantes de vapores y funcionarios de la Secre tar ía de Gue­rra y Mar ina . U n o de los funcionarios federales de Mér ida (Salvador Cast i l lo) , recomendaba en 1888 al presidente

1 8 A P D , c. 17, leg. 13, f. 8377, informe de Carlos Pacheco "Puntos so­bre los que emito mi o p i n i ó n con motivo de los diversos informes que produce e l Sr. Sardaneta", M é x i c o , 21 de agosto de 1888.

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Díaz, establecer cuanto antes en la costa oriental "una colo­nia mi l i tar que proteja y domine a los indios" ; en tanto que otro delegado de la Federac ión (Eugenio D u r á n ) abogaba por instalar " u n gobierno absolutamente mil i tar , cuidando no dar entrada en su adminis trac ión a n i n g ú n yucateco". 1 6

Asimismo, es preciso reparar en lo que fue una cons­tante en este t ipo de informes. Nos referimos al escepticis­m o con que los observadores externos veían la acc ión m i ­litar yucateca contra los mayas. La mejor garant ía para que la guerra de castas se prolongara indef in idamente era se­guir depositando en las fuerzas yucatecas la reso luc ión del conflicto. Por diferentes testimonios, puede apreciarse que los alzados veían en los gobernantes yucatecos a sus peores enemigos. Así como l íneas antes hemos reproduc ido la aprec iac ión del mayor Sardaneta, en el sentido de que los mayas "nada quieren admit i r de Yucatán" , la misma refle­x ión se desprende de los m e m o r á n d u m s de Castillo y Du­rán. Es innegable que lo que estos corresponsales percibían y transmit ían estaba asociado con lo que p o d r í a m o s l lamar pre juic io mostraba cierta capa social penin­

sular, la misma que era pol í t ica y socialmente dominante .

Necesario es no perder de vista el odio que existe entre los in­dios sublevados y los yucatecos —había apuntado Durán. Ten­go la íntima convicción de que aquellos desgraciados [los ma­yas] aceptarán el ser pasados a cuchillo, antes que rendirse o entrar en obediencia pacífica con los hombres de acá.

E x p r e s i ó n similar sol ía confiar al presidente Díaz , el se­ñor Castillo: "Cuídese de [... ] evitar la influencia de los yuca­tecos [d i j o ] que son nuestros constantes enemigos en todo cuanto t ienda al d o m i n i o del gobierno sobre esta costa". 1 7

1 6 Los juicios de ambos personajes, pueden verse en A P D , c. 16, leg. 13, ff. 7593-7594, m e m o r á n d u m de Salvador Castillo, s. 1., 24 de agosto de 1888 y c. 10, leg. 14, ff. 3215-3219, m e m o r á n d u m de Eugenio D u r á n al presidente D í a z , M é r i d a , Y u c , 15 de marzo de 1889.

1 7 A P D , c. 16, leg. 13, f. 3215 ( D u r á n ) y A P D , c. 16, leg. 13, f. 7593 (Castillo).

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PACIFISTAS Y ARQUEÓLOGOS

Aunque con el t iempo cada una de esas propuestas de con­tención o de conquista armada encontrar í an el cauce pre­visto, jus to es consignar otro g é n e r o de iniciativas que para lograr el cese de hostilidades emprendieron gobernantes, jefes mayas e incluso, ciudadanos interesados en la historia y en la cul tura mayas. 1 8

Tal vez el mayor acercamiento entre las autoridades yu-catecas y los dirigentes rebeldes fue el que se escenif icó en 1884 entre el general Teodosio Canto y el je fe Crescencio Poot. Merced al liderazgo de este ú l t imo, h a b í a n transcu­r r ido poco m á s de ocho años de relativa tregua entre los bandos, para llegar (el 11 de enero de 1884) a u n acuerdo que tuvo como testigo de h o n o r al gobernador de Belice. Visto con escepticismo por la F e d e r a c i ó n , el acuerdo pare­cía beneficiar en el papel tanto a Poot como a los gobiernos estatal y federal. A cambio de que el gobierno mexicano re­conociera el poder vitalicio de Poot en su comunidad , és­te har ía lo p r o p i o con las instituciones nacionales. 1 9

P o d r í a aventurarse la idea de que el l iderazgo de Poot estaba siendo cuestionado severamente por el grupo de j ó v e n e s dirigentes encabezados por Aniceto Dzul , y que los té rminos de d icho acuerdo avivaron aquella animadver­sión. N o lo sabemos con precis ión. L o cierto es que el acuerdo no se lievó a la práct ica por el v io lento ajuste de mando que tuvo lugar en el seno de la plana mayor del

1 8 Algunas voces que abogaron por establecer un convenio de amis­tad con los mayas, que inc lu ía la propuesta de los jefes rebeldes para via­j a r a la ciudad de M é x i c o a entrevistarse con Porfirio D í a z , se encuen­tran en A P D , c. 16, leg. 13, f. 7700, carta del jefe de Hacienda J. D o m í n g u e z Ortega al presidente de la R e p ú b l i c a , M é r i d a , Y u c , P de agosto de 1888, y f. 7594, m e m o r á n d u m de Salvador Castillo, s.L, 24 de agosto de 1888.

1 9 Las tres condiciones del acuerdo fueron las siguientes: al morir Poot se c o n c e d e r í a a C h a n Santa Cruz u n nuevo gobernador, nombra­do con el b e n e p l á c i t o del gobierno de Yuca tán ; ese gobierno no enviar ía a funcionario alguno a C h a n Santa Cruz sin el consentimiento de sus habitantes; y por ú l t i m o , se p a c t a r í a una e x t r a d i c i ó n mutua de delin­cuentes. V é a s e REED , 1971, p. 217.

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ejército maya: el jefe Crescencio Poot, tres de los generales y u n n ú m e r o indeterminado de personas afines, cayeron asesinados por sus c o m p a ñ e r o s , encabezados justamente por Dzul , conocido como d o n Anis. La razón aducida por éste para cancelar el acuerdo l legó a o ídos del presidente Díaz p o r medio de sus corresponsales en Belice. Se dec ía que Teodosio Canto, alentado por el aguardiente, se había "sincerado", se d io gusto l lenando de improperios a la de­legac ión maya, acusándola de sacar provecho del interés de los ingleses por los recursos naturales de Yucatán. Canto, al escribir meses d e s p u é s al general Díaz para ofrecer su ver­s ión de la ruptura , sólo ofreció una frase l acónica . . . " A n i ­ceto D z u l ha obrado con la malicia de u n hombre inte l i ­gente" . 2 0 A part ir de entonces las hostilidades prosiguieron con variable intensidad. El gobierno federal a b o r d ó el pro­blema de la rebel ión en Yucatán —o el problema de la incapacidad para extender su presencia en la costa orien­t a l — p o r el frente d ip lomát ico y reservó para u n mejor mo­m e n t o la so luc ión exclusivamente mi l i tar .

Pero el interés en la conclus ión de las hostilidades no só­lo fue privativo de quienes ocupaban u n cargo públ ico o mi l i t a r , aunque así pareciera. Entre las personas que i n ­tentaron la paci f icación validas por sus propios medios y desafiaron la presumible aversión de los mayas a los re­presentantes federales, destaca sin duda d o n J. Pedro Con¬treras Elizalde, qu ien se ostentaba como teniente coronel y agente de A r q u e o l o g í a Nacional , comisionado por la Se­cretaría de Fomento en los estados de Veracruz, Campeche y Yucatán en 1886. Conocedor de las principales corrientes

2 0 A P D , c . 4, leg. 11,f. 1858, carta del gobernador Teodosio Canto al presidente de la R e p ú b l i c a , M é r i d a , Y u c , 14 de febrero de 1886. Dzul fa­l l ec ió poco d e s p u é s por causa natural y ello hizo abrigar esperanzas al ministro Carlos Pacheco de alcanzar acuerdos pac í f i cos . "Sus partidarios [los de Dzul] se m a n t e n d r á n dóc i l e s [previo] a las indicaciones privadas de a l g ú n agente del gobierno [...] Este grupo, as í como el de los Icai-c h é s [conocidos como pac í f icos , con buena r e l a c i ó n con el gobierno de Campeche] es muy importante conservarlo para que sirva de auxilio y utilizarlo." A P D , c. 17, leg. 13, f. 8377, informe de Carlos Pacheco "Pun­tos sobre los que emito mi o p i n i ó n [ . . . ] " , M é x i c o , 21 de agosto de 1888.

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de pensamiento europeo de su t iempo, Contreras Elizalde no sólo fue u n precursor del estudio de la a r q u e o l o g í a en México , t ambién part ic ipó activamente en la c o n c e p c i ó n de instituciones guiadas por el positivismo de la p r imera hora . 2 1 Contreras se propuso internarse a fondo en la cul­tura maya y c o n s a g r ó cerca de doce años de su vida al estudio de la historia e id ioma de los ind ígenas . Su con­cepc ión y sus palabras acerca de los mayas aparecen como especie rara en el enconado últ imo tercio del siglo. Su pro­yecto — c o m o escr ibió al presidente D í a z — era explorar "c ient í f icamente" las ruinas monumentales de T u l u m , y de ahí cont inuar a Chan Santa Cruz, a c o m p a ñ a d o de u n mi­nistro catól ico y con la bend ic ión del obispo de Yucatán (Carri l lo y Ancona) .

[... ] me propongo estudiar su organización y modo de ser so­cial [acotó con certidumbre] e informar a usted de todo mi­nuciosamente, guiado por el amor a la ciencia arqueológica [...], por el vivo deseo de coadyuvar a la terminación de la guerra social en Yucatán, por medios pacíficos que son los que más Cuadran con el espíritu del siglo [. . .] 2 2 (Subrayado nuestro.)

Contreras Elizalde escribió y escribió hasta encontrar una t ibia respuesta en su tercera epís tola que ratificó el es­caso aprecio presidencial por la conciliación con los grupos que le eran opuestos. E n lugar de sufragar los gastos de u n fotógrafo como lo h a b í a requerido el a r q u e ó l o g o , el Pre­sidente só lo remit ió u n par de cartas de pre sentac ión para autoridades de Campeche y Yucatán. Con todo , el tenien­te coronel Contreras Elizalde viajó a Cozumel a pr incipios

2 1 ZEA, 1 9 6 8 , pp. 5 5 - 5 6 . Contreras Elizalde p e r t e n e c í a a una familia ga­ditana asentada en Y u c a t á n desde finales de la d é c a d a de 1 8 3 0 . Su pa­dre figuró como diputado en la entidad ( 1 8 5 6 ) y su t ío Nicanor obtuvo cierto reconocimiento local como periodista y poeta. ( U n a parte de la familia v ia jó a residir a la ciudad de M é x i c o . ) Ambos, a su vez, fueron tíos de J o s é P e ó n Contreras (n. 1 8 4 2 ) . Esta i n f o r m a c i ó n se desprende de la Enciclopedia yucatanense, 1 9 7 7 [ P ed. 1 9 4 5 ] , m, pp. 2 7 5 , 5 4 3 y 5 4 7 ; v, pp. 1 9 8 y 4 4 6 , y vu, p. 3 6 8 . U n a obra reciente que contiene datos genea­l ó g i c o s de los Contreras es la de T E L L O SOLÍS, 1 9 9 3 , pp. 3 1 - 3 2 .

2 2 A P D , c. 1 9 , leg. 1 1 , f. 9 0 9 7 , carta de J . P. Contreras Elizalde al pre­sidente de la R e p ú b l i c a , M é x i c o , 2 4 de agosto de 1 8 8 6 .

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de 1887 y ahí hizo contacto con el jefe maya de T u l u m , Lu­ciano Pech. Desde entonces, como anotó , la Divina Provi­dencia lo consintió . Fue recibido con demostraciones de regocijo y l legó a tal p u n t o su identi f icación con los lu ­g a r e ñ o s que éstos, al final, le asignaron el r o l de interme­diar io polít ico y comercial ante el exterior. ¿Buscaba este a r q u e ó l o g o dedicarse t ambién al trabajo de corte y co­mercia l ización de la madera? Es difícil responder a eso. L o cierto fue que durante 1887 resultaron continuos sus con­tactos y tratos con la casa comercial be l iceña Mutr i e A r t h u r y C u r r i e . Para entonces Contreras El izalde ya ostentaba el grado de general entre los mayas ("me he sometido a la dura y r idicula ceremonia de dejarme perforar la oreja iz­quierda, para llevar u n ani l lo de oro" , a c e p t ó ante el pre­sidente Díaz ) .

Nos parece curiosa la i m p r e s i ó n recogida por este ar­q u e ó l o g o en T u l u m , respecto a los seguidores de Luciano Pech, especialmente al compararla con la descr ipción que h a b í a hecho por esas fechas el gobernador Teodosio Can­to sobre Aniceto Dzul y c o m p a ñ í a . S e g ú n Contreras Elizal­de, de los mayas sólo obtuvo la v i r tua l j u r a de f idel idad y la promesa de que no levantarían, en lo sucesivo, u n arma contra el gobierno. No sabemos el t iempo durante el cual Contreras Elizalde in te rcambió productos del exterior por el permiso de cortar madera con los alzados de T u l u m , pero sí en cambio encontramos evidencia de que sus gestiones negociadoras fueron s i s temát icamente desestimadas por el presidente Díaz. No recibió respuesta cuando ofreció viajar a la c iudad de Méx ico con J u l i á n , el h i j o de Luciano Pech, para solicitar la devoluc ión del i n d i o E n c a r n a c i ó n Yamá, maestro de capilla, plagiado en Cozumel, en apariencia por instrucción de u n comerciante de Progreso. Por apat ía pre­sidencial o por el p r o p i o r i t m o de la guerra de castas, Con­treras Elizalde fracasó ostensiblemente en el ambicioso p r o p ó s i t o de su exped ic ión . Son de l lamar la a tención sus e m p e ñ o s por la paz con negoc iac ión y el hecho de que quin­ce años antes de la conclus ión de la guerra de castas este fun­cionario prometiera con cánd ida cert idumbre: "Antes de u n

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a ñ o h a b r é merecido el honroso título de pacificador de la guerra social de Y u c a t á n " . 2 3

RATIFICAR LOS LÍMITES CON BELICE

A pr inc ip ios de la d é c a d a de 1890, en tanto que algunos sectores de la o p i n i ó n per iodí s t ica capitalina se desgarra­ban las vestiduras por los términos de u n proyectado acuer­do internac ional que a su parecer "vulnera[ba] derechos incuestionables de M é x i c o " sobre Belice, el poder federal prodigaba esfuerzos por ejercer a toda costa la s o b e r a n í a en la porc ión del oriente v el sur yucatecos. Comisiones of i­ciales de observación iban y venían con el fin de establecer, analizar y p roponer una c a m p a ñ a m á s eficaz y def init iva contra los ind ígenas rebeldes. N o debe olvidarse que la guerra de castas, a m á s de pugnar con la vía predilecta de la clase gobernante para civilizar el pa í s (la vía coloniza­dora) , volvía difuso e incontro lado u n o de los l inderos m á s p o l é m i c o s del t e r r i tor io nacional : la herencia del enclave inglés en Nueva E s p a ñ a .

Si las hostilidades en la reg ión del Yaqui, en el norocci-dente del país , tuvieron una d u r a c i ó n similar a ésta y exi­gieron una c a m p a ñ a tenaz (ambas fueron verdaderas es­cuelas de guerra para el e jército federal) , la diferencia fue que en aquél la los l ímites (y el contrabando de armas) con Arizona no estaban de por medio . Los defensores a u l ­tranza del tratado de límites entre Yucatán y Belice, que en m á s de u n sentido eran herederos del juarismo, se con­gratularon en 1893 por haber convalidado el reconoci­miento m u t u o de la frontera . A decir verdad, desde finales del siglo X V I I I Inglaterra e jercía s o b e r a n í a sobre Honduras Británica , "sin restr icción alguna. . . y sin protesta de parte de E s p a ñ a [ , . . ] " 2 4

2 : 5 l a i n f o r m a c i ó n vertida sobre Contreras Elizalde puede verse en A P D , c. 6, leg. 12, f. 2844, carta de J. P. Contreras Elizalde al presidente de la R e p ú b l i c a , Tancah de Redentor, M é r i d a , Y u c , 18 de abril de 1887.

2 4 V é a s e la apasionada Defensa del tratado..., 1894, p. vn. Ni siquiera " E s p a ñ a [ p o d í a ] llamarnos actuales poseedores de lo que ella misma no

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El beneficio de las negociaciones efectuadas por Ignacio Mariscal y Spencer Saint John —que dar ían lugar, como se sabe, al reconocimiento de límites entre México y su ma­jestad br i tánica— sería tr ip le , s e g ú n los mismos apologis­tas: a) garantías para nuestro país contra futuros avances de sus colonos sobre la Penínsu la (la vigencia del fantasma de Texas); b) cese al contrabando de armas de los indios re­beldes, y c) compromisos para que los be l iceños no solici­taran indemnizac ión por las eventuales depredaciones de los rebeldes ( recuérdese el motivo de las intervenciones extranjeras durante el siglo pasado) , 2 5 Asimismo, quienes c re ían que la ca ída de la exp lo tac ión y el comercio inten­sivo de materias primas (como el palo de t in te ) , en la i n ­controlada frontera de Méx ico con Belice, provocar ía el des interés de Inglaterra y / o su d i spos ic ión para restituir el t e r r i tor io a nuestro país , estaban en u n error evidente, so l ían señalar los apologistas del nuevo tratado. " [ . . . ] Se alucinan voluntariamente [machacaban] con ideas y argu­mentos que, examinados a la luz de la razón y de la histo­ria, t ienen que aparecer como cuentos de hadas." 2 6

Él tratado de l ímites sería suscrito en 1893 y ratificado cuatro años m á s tarde. El establecimiento de límites se a c o m p a ñ ó con la certeza de que, al comprender como par­te de la ju r i sd icc ión mexicana el canal conocido como Boca Bacalar Chico, se garantizaba la navegac ión de em­barcaciones mexicanas entre la b a h í a de Chetumal y el mar Caribe. Sin embargo, no se cons ideró con suficiencia que c a ñ o n e r o s de la Secre tar ía de Guerra y Marina, como el "L iber tad" y el " Independencia" y corbetas como la "Za­ragoza", así como los vapores y buques comerciales, pade­cer ían para cruzar el canal de Boca Bacalar Chico y atra-

p o s e í a desde 1783, sino en virtud de una ficción de derecho", razonaban los defensores del eventual tratado de l ímites . " A ú n la e x p r e s i ó n [cons­titucional] de terrenos e islas adyacentes de que en ambos mares está actualmente en posesión [subrayado original] dicha R e p ú b l i c a , no se puede aplicar a Belice, porque es notorio que no lo p o s e í a m o s [ . . . ] " Defensa del trata­do..., 1894, p. xi.

25 Defensa del tratado..., 1894, pp. iv-xxn. 26 Defensa del tratado.... 1894, p. xxn.

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vesar la bah ía , ya que ésta sólo admite embarcaciones con u n calado menor a seis pies. 2 7 Y a pesar de que para reme­diar esa circunstancia, en la etapa final de las negociacio­nes bilaterales, el presidente Díaz logró agregar al tratado u n art ículo m á s (el "3 bis") para posibilitar la navegac ión mexicana por aguas de Belice (sur de Ambergris) , el hecho fue que a la larga las condiciones físicas de la b a h í a fueron una l imitación para el comercio con el resto del p a í s . 2 8

Pero al margen de la discusión acerca del c rón ico pro­blema que se c reó para la navegac ión entre la b a h í a de Chetumal y el mar de las Antil las , es indudable que u n o de los mayores efectos del tratado fue haber facilitado las condiciones para emprender una ofensiva de mayor enver­gadura y mejor organizac ión alrededor de la zona ocupa­da por los rebeldes, una ofensiva que desde luego abarca­ría — c o n cierta confianza— la frontera internacional del sur (es decir, la vigilancia del r ío H o n d o y la b a h í a de Chetumal) .

E n realidad, la paz era u n asunto que preocupaba a todas las partes, y m á s precisamente a las que e jercían for-

2 7 V é a s e dicho problema en el informe del secretario de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal, durante la se s ión del Senado del 1 9 de abril de 1 8 9 7 , en Tratado de límites..., 1 8 9 7 , pp. 6 2 - 6 3 . C o n mayor elocuencia, en la Defensa del tratado..., 1 8 9 4 , p. xxrv se a p u n t ó : " [ . . . ] se dice que [el cayo Ambergris o isla San Pedro] es la llave de la b a h í a de Chetumal , y que, no siendo nuestro, los ingleses p o d r á n cerrarnos cuando quieran esa entrada. [...] no debe olvidarse que, a d e m á s del paso por el sur de Ambergris, tenemos otra entrada a esa b a h í a , c o m ú n por el tratado para ambos p a í s e s y que no puede d i s p u t á r s e n o s : tal es la Boca de Bacalar Chico , m á s p r ó x i m a a Y u c a t á n y al R í o Hondo" . E l lector puede encon­trar otras opiniones clave cercanas a la é p o c a , algunas de las cuales, por cierto, testificaron que el canal mexicano es muy angosto y e s tá cerrado por el arrecife del litoral; entre ellas destacan las impresiones escritas por el v i cecónsu l de Belice, ingeniero Miguel Rebolledo, en su visita al lugar apenas un a ñ o m á s tarde ( 1 8 9 8 ) . REBOLLEDO, 1 9 4 6 , p. 4 6 (resumen). Véa­se t a m b i é n el testimonio desencantado sobre esa "perfidia inglesa" que redactaron los responsables de la c é l e b r e Comisión Geográfico-Exploradora (1916-1917) de Quintana Roo. SÁNCHEZ y TOSCANO, 1 9 1 8 , p. 9 .

2 8 L a a u t o r i z a c i ó n para la n a v e g a c i ó n mexicana por aguas de Belice, que c o n t e m p l ó el a r t í cu lo 3 bis, s ó l o inc lu ía a los "barcos mercantes", no de guerra.

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mas de autoridad o decis ión. Nos referimos ante todo a la presidencia de la Repúb l i ca y al gobierno yucateco, pero también aludimos a instituciones y personas de ac tuac ión cotidiana como la Secretar ía de Guerra y Marina y, desde luego, a la sucesiva lista de oficiales mayas que desde hac ía tiempo buscaron u n honroso tratado de paz. Pensar que los integrantes de la parte of ic ia l representaban u n b loque más o menos h o m o g é n e o que sólo entendían el lenguaje de la reducc ión armada, probablemente conduzca a impreci­siones; de la misma forma, pretender que la c a m p a ñ a de­finitiva de paci f icación, sólo p o d r í a derivar de las instruc­ciones giradas al e jército federal — a u n con el completo respaldo presidencial—, sería descuidar el papel que el go­bierno yucateco d e s e m p e ñ a b a en el escenario de guerra.

El gobierno yucateco estaba consciente de lo que p o d í a provocar la presencia en gran escala del ejército federal en terr i tor io rebelde. Es decir, no se descartaba la instauración de u n enclave federal. Se d ir ía que aquello era algo m á s que una intuición o, m á s exactamente, una idea c o m ú n deslizada con l ibera l idad por observadores y expediciona­rios de la Secre tar ía de Guerra y Mar ina o por otros fun­cionarios federales: que la o c u p a c i ó n de la costa or iental de la Pen ínsu la conllevaba el riesgo de tener que pagar co­m o " t r i b u t o " el terr i tor io l iberado; que sería una ocupac ión permanente.

E L COMERCIO EN EL DESPLIEGUE FRONTERIZO

El largo proceso de negociaciones que concluyó con la rati­ficación de los tratados de de l imitac ión binacional , atrajo paulat inamente a u n con junto de agentes, representantes de c o m p a ñ í a s aspirantes a concesionarias y, desde luego, a experimentados gestores independientes peninsulares y be l i ceños ( " súbdi tos " ingleses). U n o de los m á s activos y trascendentes concesionarios habr ía de ser Manuel Sierra M é n d e z , qu ien desde 1885 se benef ic ió del traspaso de los derechos para deslindar las islas Cozumel y Mujeres, que

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orig inalmente estuvieron a n o m b r e de su cé lebre herma­n o Qusto).

Durante los úl t imos siete años del siglo X I X , Manuel Sie­rra M é n d e z se propuso incursionar con ah ínco en la ex­p lotac ión de maderas preciosas y palo de t inte en la r ibera fronteriza del río H o n d o ; y no tardó mucho en encontrar el o tro gran filón mercant i l —lucrat ivo mercado a l terno— que representaba la impor tac ión de alimentos y utensilios para los cortadores de madera. Podr ía sostenerse que sus vínculos personales y su constante c o m u n i c a c i ó n con los polít icos de pr imer rango, vinculados con las Secretarías de Fomento y de Hacienda, ayudaron a "actualizar" en la ciu­dad de México , la p r o b l e m á t i c a del sur de Yucatán, que m á s b ien era tratada y resuelta en el seno del gabinete por los responsables de la Secre tar ía de Guerra y Marina.

Los obstáculos de la incipiente e c o n o m í a fronteriza que Sierra M é n d e z ventiló en Fomento con cierta regularidad resumieron, en cierto m o d o , los apuros comunes de m u ­cha gente en el costado sur de Yucatán. De hecho, la ca­dena de o c u p a c i ó n que caracterizaba al r ío H o n d o tenía en la cúsp ide al concesionario e incluía — j e r á r q u i c a m e n ­te— al contratista de mano de obra, al trabajador cortador de madera y al comerciante, al proveedor de alimentos, i m ­plementos y ganado. U n a p i r á m i d e social por naturaleza difusa y mul t inac iona l (en cuanto a mano de obra) , defi­nit ivamente " fronteriza" .

La naturaleza que suele caracterizar a lo fronterizo p r o n ­to ofreció paradojas escasamente comprensibles para los con­tratistas que hac ían c a m p a ñ a de reclutamiento en Belice: en d e m é r i t o de la lóg ica colonia l , éstos d e b í a n someterse a le­yes inglesas sobre garantías laborales que obligaban a los con­tratistas a proporc ionar una dieta m í n i m a diar ia (equiva­lente nada casual a las actuales 2 000 calorías) que incluía carne de cerdo salada, harina, azúcar, arroz y c a f é . 2 9

Si lo anterior no transmite alguna expl icac ión acerca de la reacc ión c o m ú n del contratista, el concesionario y / o

2 9 ASRA, Quintana Roo (31), Islas, 1.21.1, leg. 1, exp. 5, carta de M. Sie­rra M é n d e z al secretario de Fomento, M é x i c o , 13 de j u n i o de 1898.

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el comerciante, qu izá la transmita la disyuntiva siguiente: al no existir alguna villa que abasteciera de víveres en to­da la margen fronteriza del río H o n d o , el abasto se p o d í a satisfacer por: a) el pago de derechos de impor tac ión en la aduana del p o n t ó n Chefumal, instalado en la b a h í a de la futura c iudad que llevaría el mismo n o m b r e (a par­t ir de 1898) y b) la evasión de los mismos.

Entonces emerg ió como u n problema repentino, que no hab ía sido suficientemente contemplado, el cobro por de­rechos de impor tac ión de comestibles e implementos de trabajo. Éste e m p e z ó a afectar incluso a quienes estaban dispuestos a someterse (en adic ión) a las nuevas reglas i m ­positivas para la expor tac ión de madera, que era en reali­dad la p r e o c u p a c i ó n oficial. "Si se cobran los derechos de importac ión a los víveres para los trabajadores [observó Sie­rra M é n d e z en la misma carta], los cortes de madera dis­minui rán mucho , al grado de no dar n i siquiera lo sufi­ciente para pagar los gastos de la aduana o no se h a r á n . "

La respuesta i d ó n e a al problema se e n c o n t r ó en la ley. Las pautas legales de colonizac ión m á s influyentes en el país (la del 15 de dic iembre de 1883 y su r eg l amentac ión del 15 de j u l i o de 1889) , 3 0 pe rmi t i e ron al gabinete porf i -rista dar manga ancha a las concesiones y relativizar hasta los puntos que el celo y la susceptibilidad nacional (la con­ces ión de franjas de las costas y fronteras por parte de ex­tranjeros) h a b í a n intentado proteger desde la indepen­dencia de Texas. E l reglamento de co lonizac ión hab ía tolerado deliberadamente situaciones de e x c e p c i ó n en la costa or ienta l de la Península , como ocur r ió con la frus­trada c o n c e s i ó n ferrocarri lera de J o a q u í n Casasús y Ro­sendo Pineda, al concederle la l ibre in t roducc ión de co­mestibles y forrajes por el t iempo en que durara la cons t rucc ión ferroviaria.

Aunque el artículo T de la reglamentación de 1889 incluía una larga lista de 61 clases de artículos libres del pago de de­rechos, concedidos exclusivamente a "colonos", la franqui-

3 0 V é a s e GONZÁLEZ NAVARRO, 1 9 7 0 , pp. 1 8 7 - 1 9 0 y SAYEG H E L Ú , 1 9 9 1 ,

pp. 4 1 7 - 4 1 9 .

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cia necesaria para los cortadores de madera del río H o n d o (o mejor , para los contratistas y comerciantes) era de diez de ellos: arroz, azúcar, carne salada o ahumada (con ex­cepc ión del j a m ó n de p e m i l ) , har ina y maíz ; a d e m á s de ca­rretillas, carros, carretas (carretones), guarniciones y tien­das de c a m p a ñ a . La propuesta anterior, atendida, tenía el razonado fundamento, compatible, por lo demás , con el es­píritu esencial del p o n t ó n Chetumal, de que al otorgarse am­plia facil idad a la in troducc ión de bienes "se desarrol lar ían en mayor escala los cortes, y el n ú m e r o de trabajadores se­ría mayor, lo que sería importante para seguir invadiendo en esa forma el territorio de los indios, obl igándolos más ade­lante a ser también cortadores de madera" . 3 1

M u y probablemente alentado m á s tarde por la toma de Chan Santa Cruz, el gobierno federal c o n c e d i ó mediante decreto (mayo 30 de 1901) la prerrogativa de "zona l ib re " a la f rontera de Payo Obispo (hoy Chetumal ) . Con ello, la Secre tar ía de Hacienda ex imía del pago de derechos de impor tac ión a los comerciantes y ciudadanos comunes que in t rodu je ran artículos extranjeros al país , con la condic ión de que se destinaran al consumo exclusivamente f ronter i ­zo. T a n trascendente prerrogativa se af ianzó con otro de­creto (mayo 30 de 1905), al confer ir expl íc i tamente al re­cién fundado Quintana Roo, la e x e n c i ó n "del pago de derechos de toda clase [cursivas no originales] , a los efectos extranjeros que se in t rodu je ran a d icho ter r i tor io para ser consumidos exclusivamente en é l " . 3 2

Así, el futuro emplazamiento del pontón Chetumal (1898) en la f rontera tuvo, entre sus múlt ip les efectos, el de enra­recer los acuerdos tácitos entre las tres partes involucradas en la exp lo tac ión de la madera: el cortador del río H o n d o , el concesionario (t ipo Sierra M é n d e z ) y los rebeldes mayas. Abiertas las hostilidades entre el gobierno mexicano (léase

3 1 A S R A , Sección Quintana Roo (31), Islas, 1.21.1, leg. 1, exp. 5, carta de M. Sierra M é n d e z al secretario de Fomento, M é x i c o , 13 de junio de 1898. Finalmente, para estimular la e c o n o m í a fronteriza, en 1909 el pre­sidente D í a z e x e n t ó del pago por derechos de i m p o r t a c i ó n a 109 pro­ductos. V é a s e AGUIRRE , 1995, pp. 47-48.

3 2 V é a s e SIERRA y MARTÍNEZ VERA , 1973, pp. 232 y 237.

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la aduana mar í t ima y fronteriza que instaló el p o n t ó n Che-tumal) y los rebeldes, los cortadores de palo de t inte deja­r o n de tener la garant í a o la l icencia invariable de é s t o s . 3 3

En adición, el gobierno yucateco proced ió con una equívoca lectura de los tiempos y ajustó, el 19 de enero de 1898, u n impuesto al corte de palo de t inte . La carga impositiva con­tribuyó a reflejar en el país , con mayor claridad, lo que en el ámbito internacional era una tendencia previsible: la notable deprec iac ión del palo de tinte en los mercados de consumo. A l reconocer ese desatino oficial, el gobernador-empresa­r io Olegario Mol ina , se es trenó a principios de 1902 con la d e r o g a c i ó n de la carga impositiva, no sin mostrar una am­plia famil iar idad con el curso de la e c o n o m í a internacional , al asegurar que "no hay esperanza de que tal estado de co­sas cambie p r o n t o en sentido favorable". 3 4

O t r o de los rasgos dignos de destacar por aquellos años , presentes en ep í s to l a s y comentar ios de la prensa p e n i n ­sular y be l iceña , consistió en que numerosos pobladores de Cozumel e Isla Mujeres también empezaron a optar por tras­ladarse a Belice en busca de mayores oportunidades para comerciar. (En tal sentido, la e lección de Payo Obispo, co­m o p u n t o de residencia no fue casual.) Ya para entonces, la c o n c e s i ó n de Manue l Sierra M é n d e z estaba siendo so­met ida a la censura de algunos is leños; con frecuencia se le ían ju ic ios bastante críticos hacia el hecho de que ambas islas permanecieran en manos de u n solo empresario (Sie­rra M é n d e z ) . 3 5

3 3 Acerca de la manifiesta renuencia de los rebeldes para conceder li­cencias para el corte de palo de tinte a partir de la i n s t a l a c i ó n del pon­tón Chetumal , v é a n s e las notas del corresponsal en Belice de La Revista deMérida ( 2 9 j u n . 1898).

3 4 Sobre el establecimiento del impuesto y las razones de su deroga­c ión , véa se A G E Y , Congreso del Estado, Libro de sesiones, s e s i ó n ordinaria del d í a 14 de febrero de 1902.

3 3 Aunque una corriente significativa de p e q u e ñ o s comerciantes co-z u m e l e ñ o s se ins ta ló en Payo Obispo durante la pr imera d é c a d a del si­glo xx, el é x o d o al que nos referimos o c u r r i ó a finales del siglo anterior. Ta l i n f o r m a c i ó n y una singular censura a la c o n c e s i ó n de Sierra M é n d e z firmada por el cronista A. Espinosa, puede encontrarse en El Criterio (17 ago. 1893). E l cronista s e ñ a l ó que los habitantes c o z u m e l e ñ o s "se dicen

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BATALLONES, FLOTILLAS Y NEGOCIACIONES

A d e m á s de las acciones proyectadas por la sección de la Marina desde 1895, existieron algunas embestidas militares previas a la operac ión de gran escala y a la consecuente o c u p a c i ó n de Chan Santa Cruz. La m á s relevante fue i n i ­ciada en octubre de ese a ñ o , en acc ión concertada por el gobernador Carlos Peón y la entonces 12 a zona de la Se­cretaría de Guerra y Marina, al mando del general Loren­zo Garc ía . En el marco de este nuevo aliento a la c a m p a ñ a contra los rebeldes, el gobernador de sp id ió en Mérida, "entre los aplausos y votos de u n numeroso gent ío de todas las clases sociales", a las huestes encabezadas por el gene­ral Garc í a y compuestas por el 6 a bata l lón de l ínea, una c o m p a ñ í a del 22 a batal lón y tres c o m p a ñ í a s de las llamadas guardias nacionales (efectivos dependientes del gobierno del estado). Después de algunos días de preparac ión en Pe­to, los expedicionarios (300 federales y 100 estatales) ocu­paron Dzonotchel pob lac ión distante sólo 20 k m y con di­ficultades pud ie ron ¿tbrir y ens3 . nch¿ i r el cununo, ?L IÜ vez

tender u n n l ínea telegráfica. E l al iento no duró mu­cho. Por falta de avituallamiento y de refuerzos, los fede­rales se conformaron durante los siguientes dos años , con resguardar a Dzonotchel , Peto y Tekax, donde se estable­ció el cuartel general de la 12 a zona. 3 6 Los integrantes de la guardia nacional en tsnto re tornaron 3. Mér ida .

E n tres años de encomienda y con una tropa mal equi­pada y por momentos descorazonada, el general Garc ía sólo p u d o ocupar los pueblos de I c h m u l y B a l c h é (a 38 y 46 k m de Peto), aunque en realidad su m á x i m a satisfacción fue haber instalado la bandera nacional en la histórica vi­lla de Tihosuco. N o faltaron suspicacias acerca de que los

comprendidos en la c o n c e s i ó n hecha por el supremo gobierno de la Na­c i ó n a determinada empresa. De esto proviene [su] alarma [ . . . ] "

3 6 T a m b i é n se establecieron guarniciones en los pueblos de Calotmul y Cepeda Peraza. V é a s e la c r ó n i c a de aquellas hostilidades en la nota de Felipe P é r e z Alca lá ( p s e u d ó n i m o A r i s t ó f a n e s ) , veterano periodista (1852-1924), aparecida en La Revista de Yucatán (26 ene. 1913).

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escasos haberes de la 12 a zona eran mal administrados, con dispendio y en beneficio de algunos jefes, así como de que el general Garc ía hab ía i n c u r r i d o en arbitrariedades hacia sus subordinados. 3 7

Es indudable que entre los brigadieres y divisionarios h a b í a matices. Como mil i tar , el general Garc ía no desa­t e n d i ó los aspectos polít icos de la c a m p a ñ a . ¿ L o hizo i m ­pulsado por la escasez de sus recursos materiales?, proba­blemente . García , a diferencia de su sucesor (el general Ignacio A. Bravo), invirtió parte de su t iempo en atraerse a dirigentes y jefes de familias mayas. C o n g r e g ó en Mérida , en el palacio de gobierno, a los capitanes Paulino May y Ca­s imiro Gamboa, al comandante Remigio Pool , a la viuda y al h i j o del capi tán Romualdo Cab, al t iempo que se esfor­zó p o r mantener buena re lac ión con u n o de los acaudala­dos hombres de Chan Santa Cruz (Felipe A k é ) , quien acos­tumbraba asistir a los rebeldes. Las reuniones en Mér ida l legaron a realizarse en u n ambiente tan cordial , que no fa l taron algunos periodistas locales que auguraran que el tan anhelado acuerdo de paz era cuest ión de meses.3 8

Similares impresiones causaron ésos y otros aconteci­mientos a la prensa de la capital be l iceña , part icularmen­te al pe r iód i co Angelus. Este medio se hizo eco de las cada vez m á s comunes noticias de viajeros be l i ceños que asegu­raban ser testigos de la buena d i spos ic ión hacia la paz que mostraban los rebeldes de T u l u m ; s e g ú n aquél los , comer­ciantes de Honduras Br i tánica en su mayor ía , al navegar por las cercanías de T u l u m eran llamados por los indígenas de l lugar para manifestar su deseo de desistir de la guerra. Los deseos que pa rec í an compartirse en ambos lados (Mé­xico y Belice) iban de acuerdo con cierto interés por con-

3 7 Hechos posteriores revelaron que el fusilamiento de dos soldados bajo el cargo de haber asesinado al cabo Abato Canto fue un error de justicia militar. R e s u l t ó que el "desaparecido" cabo Canto no h a b í a sido ultimado por los c o m p a ñ e r o s acusados, sino que "se h a b í a expatriado". V é a s e la amplia c r ó n i c a citada de Felipe P é r e z Alca lá , en La Revista de Yu­catán (26 ene. 1913).

3 8 I n f o r m a c i ó n sobre las gestiones de G a r c í a en la nota "Indios de Santa Cruz en M é r i d a " , aparece en La Revista de Mérida (29 mar. 1898).

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cluir los tratos comerciales "irregulares" con los mayas, pa­ra dar paso a la convivencia e c o n ó m i c a en el seno de lo que se daba en l lamar "la verdadera civilización". N o queremos insinuar que el sector comercial del norte de Belice (acti­vado p o r yucatecos, habitantes de Corozal, Consejo, Sar­tenejas y Orange Walk) se quejaba de ruinosos negocios con los alzados, pues se sabe que ocurr ía todo lo contrario. Más b ien , da la impres ión de que la e c o n o m í a regional se preparaba para inc lu i r en su funcionamiento , en sus "me­canismos" de reproducc ión , a las instancias administrativas, vale decir recaudatorias, del gobierno mexicano. U n co­mentar io aparecido en Angelus lo r e s u m i ó con notable transparencia: " [ . . . ] la sumis ión de los indios a le jará para siempre todo el temor que naturalmente puede haber cuando se trata y comercia con salvajes [ . . . ] " Se observaba, en suma, la misma visión modernizante, criol la —nos re­sistimos a l lamarle "extranjera"—, que se veía en casi todas las ciudades mexicanas de la época :

Esperamos que pronto se levantarán como encanto grandes poblaciones en los ahora inhospitalarios bosques de Bacalar y Santa Cruz, poblaciones de hombres libres e ilustrados, con es­cuelas, colegios, hospitales, telégrafos y ferrocarril, y princi­palmente templos suntuosos donde se dé el culto al verdadero Dios y se esparzan las preciosas semillas de la verdad, la caridad y la santidad que son los elementos de la civilización cristia­na. 3 9 [Original no subrayado.]

Por lo p r o n t o , la c a m p a ñ a del general Lorenzo Garc ía c o n t i n u ó , aunque sin intensificarse, en tanto se afinaban detalles en otros frentes. A l respecto, es necesario observar los significados que tenía la prolongada guerra de castas para las instituciones polít icas del pa í s , aquello que para la presidencia de la Repúb l i ca representaba m á s que u n do lor de cabeza permanente y para los oficiales y soldados de la Secre tar ía de Guerra y Mar ina algo m á s que u n des-

3 9 V é a s e el interesante texto aparecido en Angelus (12 dic. 1898), en La Revista de Mérida (27 dic. 1898).

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t ino temido, u n espacio de refriega distante y, ¿por q u é no decirlo?, u n escenario de guerra ajeno a ellos.

Por los consabidos riesgos para la salud durante la cam­paña , por el ineludible ambiente de insalubridad que pro­vocaba siempre entre los soldados brotes de fiebre amari­lla, disentería, paludismo y, naturalmente, insolación, la part ic ipación en lo que la alta burocracia castrense deno­m i n ó genér i camente " c a m p a ñ a de Yuca tán" siempre fue vista, tanto por la tropa como por los jefes, como una pe­nitencia mal disfrazada de comis ión . Contra lo que p o d r í a imaginarse, aquella leyenda negra, forjada en el amanecer del terr i tor io de Quintana Roo, y que a lud ía al espacio de r e c l u s i ó n y castigo que se o f r e c í a a la n a c i ó n , la Siberia mexicana, en esencia hiperreal , no fue privativa del siglo X X ; la selva del actual estado quintanarroense, ese temi­do ter r i tor io de destierro (de mayor severidad que el del Yaqui) , hab ía sido el ú l t imo recurso contra los "indesea­bles", al menos desde el tercio final del siglo X I X .

Para muestra bastan algunos botones. U n gobernador de Guerrero, Francisco Arce, al expulsar de Galeana a u n pe lo tón de soldados, a quienes e m b a r c ó y colocó escolta hasta Guaymas, para incorporarse a la c a m p a ñ a del Yaqui con las fuerzas del general Ánge l Mart ínez , hubo de admi­t i r su impotencia (ante el r á p i d o re torno de los "indesea­bles") y plantear la m á s aconsejable alternativa: "Ruego a usted [escribió desesperado al presidente Díaz] se sirva acordar [ . . . ] sean llevados hasta Yucatán o a cualquiera otra parte distante que usted juzgue conveniente" . 4 0

O t r o habitual corresponsal de Porf ir io Díaz, u n joven co­r o n e l o a x a q u e ñ o que a ñ o s d e s p u é s ver íamos en Quintana Roo investido como general de brigada (Rosalino Martí­nez), acostumbraba t a m b i é n solicitar "e l destierro a Yuca­tán de aquellos soldados cuya conducta sea sospechosa".4 1

Incluso oficiales de mayor j e r a r q u í a no dudaron en pro-

4 0 A P D , c. 1, leg. 13, f. 3, carta de F. Arce al presidente Diaz, Chi l-pancingo, Gro. , 14 de enero de 1888.

4 1 A P D , c. 16, leg. 11, ff. 7833-7834, carta de R. Martinez al presidente Diaz, Veracruz, 3 de ju l io de 1886.

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curar el envío de quienes consideraban indeseables, así fueran personas de rango equivalente al suyo. E n ese con­texto, los responsables de la c a m p a ñ a del Yaqui, generales C a a m a ñ o y Angel Mart ínez, al trenzarse en una dramát i ca disputa, no dudaron en tomar la p luma en m á s de una oca­sión para suplicar a Díaz el traslado a Yucatán de quien era a la vez su oponente y colega. 4 2

¿Qué hay de representativo en lo anterior que contr i ­buya a comprender las particularidades de la c a m p a ñ a de Yucatán? , se p r e g u n t a r á el lector. Lo representativo es el concepto que en la co rporac ión armada se tenía de las c a m p a ñ a s en la Península y en el Yaqui y el t ipo de jefes que las encabezaron. A d e m á s de ejemplificar con los casos citados la idea de la zona de castigo, es evidente que gene­rales como Ángel Mart ínez, Manuel Zozaya, Rosalino Mar­tínez, coroneles como Migue l Mayol y u n j o v e n capi tán co­mo A u r e l i o o Aure l iano Blanquet, así como una n ó m i n a interminable de oficiales, a l imentaron decisivamente su hoja de servicios con la part ic ipación sucesiva en esas dos c a m p a ñ a s perennes: todos ellos pasaron — p o r comis ión o por castigo— de Sonora a Yucatán.

La derrota del l íder yaqui conocido como Tetabiate, en mayo de 1897, muy probablemente influyó para que el ré­gimen observara con mayor cuidado la s i tuación peninsu­lar. D e s p u é s de haber puesto "toda la a tenc ión en el Yaqui", s egún h a b í a expresado el presidente Díaz años antes, todo parec ía indicar que en cuanto a presupuesto, n ú m e r o de hombres y resolución institucional, los ojos de la Federac ión se concentraron en el oriente yucateco. Tal como habían re­comendado el mayor Sardaneta, el general Rosado y el obis­po Carr i l lo y Ancona , entre otras personas, el gobierno fe­deral dec id ió p r i m e r o reforzar su presencia material en la f rontera de M é x i c o con Belice, mediante la instalación de u n fuerte en una zona a l e d a ñ a a la bah ía de Chetumal .

4 2 L a r e c o n c i l i a c i ó n entre los generales C a a m a ñ o y M a r t í n e z , puede verse en A P D , M é x i c o , D. F. (Documento sin c a t a l o g a c i ó n ) , carta de A. M a r t í n e z al presidente Díaz , Navojoa, Son., 14 de abril de 1886.

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U n a de las peculiaridades del p lan de o c u p a c i ó n de la zona fronteriza rad icó en el t ipo de personas a quienes fi­nalmente se e n c o m e n d ó esa responsabilidad. Esto es, dos de los tres responsables de la exped ic ión ocupaban los cargos de mayor rango en la Mar ina mexicana; la tercera, qu ien a la larga sería la m á s rememorada, era el encargado de la corbeta "Zaragoza" en Guaymas. Nos referimos, su­cesivamente, al capi tán de navio J o s é Mar ía de la Vega, jefe del Departamento de Mar ina de la Secretar ía de Guerra, al comodoro Ánge l Ort iz Monasterio, jefe del Estado Mayor de la presidencia de la Repúbl ica , y al subteniente de la ar­mada, O t h ó n P. Blanco.

El hecho de que el subteniente Blanco perteneciera al cuerpo de la armada, m a r c ó el r u m b o de la ofensiva por el sur. Más que ser part idar io de instalar u n tradicional fuerte mi l i tar , como le sugir ió el Estado Mayor o como lo suger ir ía el sentido c o m ú n , Blanco mos t ró una gran certi­d u m b r e al proponer el empleo de una barcaza de discreto calado ( recuérdense las constantes referencias, entre los i n ­formantes, a la escasa pro fund idad de la bah ía de Chetu-mal) con el p ropós i to de oponer mayor movi l idad de fuer­zas y recursos ante los mayas.

U n p o n t ó n , s e g ú n la vers ión compart ida entre los dic­cionarios, es u n barco chato, muchas veces ancho, útil para atravesar ríos y l impiar puertos. Pontón se le llama también a u n buque viejo que, al amarrarse firme en el puerto , sir­ve de a l m a c é n , de hospital y hasta de depós i to de prisio­neros . 4 3 De m o d o que el e p ó n i m o p o n t ó n "Chetumal" , de probada precis ión semántica , fúe construido con paciencia por la casa Zuvich, en Nueva Orleáns , y entregado a O t h ó n Blanco en Campeche (en abri l de 1897) a cambio de 10000 dólares . Su objetivo expreso, ante autoridades de Belice, comerciantes, colonos y mayas, fue "establecer en aguas mexicanas de la b a h í a de Chetumal y del Río H o n d o , una secc ión aduanera, m a r í t i m a y fronteriza" .

Acerca de la escasa eficiencia de la burocracia castrense o de la severa y prolongada travesía del p o n t ó n Chetumal

4 3 L a v e r s i ó n citada se t o m ó de El Pequeño Espasa, 1988, p. 1024.

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por el Caribe mexicano y bel iceño, habla la inservible dota­ción de ametralladoras Catl ing, fusiles Winchester y pisto­las Smith & Wesson, las cuales fueron entregadas a Blanco por el resguardo aduanal de Progreso. De los doce cartu­chos que los expedicionarios dispararon al arribar a t ierra selvática el 22 de enero, sólo explotaron dos. Es sabido que la historia basada exclusivamente en la memor ia personal suele mitificarse, pero el relato de Blanco en el sentido de haber recibido, por aquellos días , innumerables cartas de los mayas "en las que p r o m e t í a n , si no a b a n d o n á b a m o s luego el lugar, beber agua en nuestros c ráneos " , ilustra la angustiosa di l igencia con que éste adquir ió en Corozal "de contrabando" docena y media de machetes Col ins . 4 4

La historia de Payo Obispo (o Chetumal, como se l l amó a part ir de 1936) es tan reciente en el contexto del país , que esta c iudad hasta puede darse el lu jo de recordar los nombres de sus fundadores y de exponer en la e femér ides correspondiente, la memor ia gráfica de muchos de ellos. 4 5

Hombres como Dimas Sansores y Francisco Orlayneta, en­tre decenas de laboriosas personas provenientes de villas del norte de Belice (con ascendencia campechana y yuca-teca), a c o m p a ñ a r o n al personal del p o n t ó n en la tarea de desmontar, de enero a mayo de 1898, u n tup ido terreno rectangular de cuatro por tres hectáreas , suficiente para inaugurar el poblado fronter izo y dejar trazadas sus p r i ­meras cuatro calles, inc lu ida claro está la 22 de enero que hizo h o n o r a la fecha de arr ibo de la e m b a r c a c i ó n .

A l t iempo que nuevos interesados en poblar ese p u n t o fronterizo se u n í a n a Blanco y que éste c o m e n z ó a ejercer su función de recaudador de impuestos, el presidente Díaz d i o el paso s i gu ien te al c o m i s i o n a r a su j e f e de Estado Mayor, el entonces brigadier de la armada, Ange l Ort iz Mo­nasterio, para abrir y ocupar el pr imer Consulado mexicano en Belice. Con desmesurada pompa ("efecto d ip lomát i co " ,

4 4 V é a n s e testimonios de la actitud rebelde, en La Revista de Mérida (16sep. 1898).

4 3 U n a amplia lista de los primeros pobladores, puede encontrarse en BAUTISTA PÉREZ, 1980, i, pp, 157-159.

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dirían los viajeros), Ort iz Monasterio y el ingeniero M i g u e l Rebolledo, vicecónsul , arr ibaron a aguas be l iceñas a bor do de la corbeta de guerra "Zaragoza" e instalaron el Consulado el 5 de mayo de 1898. Detrás de ellos, y bajo su responsa­bi l idad, vendr ía la llamada Floti l la del sur, con las mejores embarcaciones de la mar ina mexicana: los c a ñ o n e r o s " L i ­bertad" e " Independencia" (futuros baluartes ante los re­volucionarios en otras partes del pa í s ) , con el 2Q bata l lón de infantería , 150 artilleros y u n sinfín de maquinistas, fogo­neros y m e c á n i c o s . Así, los oficiales m á s reconocidos de la incipiente armada mexicana, inc lu ido Blanco, se ocupaban de la ofensiva por el sur, con base inic ia l en Xcalax, u n "do­ble canal" ( según su significado en maya) situado a 8 k m del límite internacional de Boca Bacalar Ch ico . 4 6

Entre la op in ión periodíst ica, la perspectiva del futuro se a c o m p a ñ a b a por entonces de la esperanza o la cer t idum­bre — s e g ú n la p l u m a en cues t ión— de que durante el re­forzamiento de posiciones del ejército mexicano, la pacifi­cación se diera sin derramamiento de sangre. El resguardo i n d í g e n a en Bacalar, s eña laban viajeros, era m í n i m o , y " n i por su n ú m e r o , n i por su condic ión , pueden hacer frente al e jérci to" . Así que bastaba con la per suas ión de u n nú­mero de entre 300 y 500 federales y con la emis ión de una proclama de i n d u l t o , suger ía la prensa, para que en menos de u n mes la guardia maya en Bacalar se viera precisada a defeccionar y a acogerse a la d i spos ic ión oficial de i n d u l ­gencia. 4 7 Sin embargo, llegado el m o m e n t o , la prensa no d u d ó en mostrarse favorable hacia las demostraciones de fuerza que ofrec ieron los federales a finales de 1898.

Vistos a distancia, resulta evidente que los planes de Or­tiz Monasterio y de la Flot i l la del sur padecieron por su fal­ta de claridad, por lo que fue necesario hacerles constan­tes ajustes. A reserva de analizar en detalle u n poco m á s

4 6 Pueden extraerse varias impresiones de in teré s en los apuntes pre­parados en 1936 y publicados diez a ñ o s m á s tarde por el v i c e c ó n s u l y secretario del general brigadier Ortiz Monasterio. REBOLLEDO , 1946, pp. 40 y 50.

4 7 V é a s e la nota titulada "De Belice", en La Revista de Mérida (16 sep. 1898).

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adelante las actividades y dificultades para sentar una res­petable infraestructura en Xcalak (la proyectada base de operaciones), es preciso indicar que Ortiz Monasterio se se­p a r ó de la c a m p a ñ a casi en sus inicios, en enero de 1900. Su lugar fue ocupado, u n tanto inesperadamente, por el general juchi teco Rosalino Mart ínez , a quien sus superio­res siempre le reconocieron grandes prendas de valentía y hasta de temeridad, pero también una escasa capacidad i n ­telectual y de plano "nulos conocimientos de estadística del país y de g e o g r a f í a " . 4 8 La evidente debi l idad del presiden­te Díaz p o r sus paisanos, los o a x a q u e ñ o s , p e s ó con proba­bi l idad en el hecho de que la responsabilidad de la Flot i l la del sur recayera en manos de este veterano brigadier, quien era hasta entonces jefe mi l i t a r de Veracruz y, por añad idura , encargado de la Flot i l la del Golfo. (Sobra decir que era m á s soldado, que marino. ) Pero las razones de Díaz subrayaron la experiencia ostentada por el general Martí­nez en combatir a los mayas: siendo capitán, en 1868, ha­b ía participado en la toma de M a x c a n ú e Izamal y, después , durante meses, hab í a permanecido en disposición en aque­lla l ínea geográ f ica que la hoja de servicios de Mart ínez r e c u p e r ó crudamente como "la frontera de Yucatán contra los b á r b a r o s " . 4 9

Con las ideas de Ort iz Monasterio y la valiosa asistencia del ingeniero Rebolledo, el nuevo jefe de la flotilla a tendió el reto de mejorar las comunicaciones y ofrecer decoroso alojamiento a la t ropa y a los operarios. Dirigió la cons­trucción de las primeras casas habi tac ión (en el canal-cam­pamento conocido como San Rafael Sombrerete o también l lamado Zaragoza, a honras de la corbeta pionera) e inició el tendido del ú n i c o g é n e r o ferroviario que habr ía de co­nocer Quintana Roo: el estrecho Decauville, d i s e ñ a d o pa­ra carros de carga. Sin embargo, antes de que el general Mart ínez realizara a lgún avance notable en su p lan para to-

4 8 V é a n s e tales comentarios de su hoja de senados, en A S D N , Expe­dientes Cancelados, M a r t í n e z , Rosalino, X / I I I . 2 /15-1837 , t. n, ff. 6 y 597.

4 9 A S D N , Expedientes Cancelados, X / I I I . 2 /15-1837 , M a r t í n e z , Rosalino, 1.1, ff. 88-92.

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36 CARLOS MACÍAS RICHARD

mar Bacalar, una afección pa lúdica le ob l igó a recluirse en Corozal durante semanas. Ello dio pie a su remplazo por el h o m b r e m á s indicado en ese momento el jefe o a x a q u e ñ o del Departamento de Mar ina y varias veces comandante pr inc ipa l de la Mar ina del Golfo, el general J o s é Mar ía de la Vega.

Como se verá en las pág inas siguientes, la notable mag­n i t u d de estos inusuales movimientos en el sur de la Pe­nínsula , pal idecieron al compararse con los preparativos militares realizados desde Yucatán para tomar el centro del t e r r i tor io rebelde. Ahí, el personaje que sustituyó al gene­ral Lorenzo Garc ía se l l amó Ignacio A. Bravo.

LOS JEFES DE LA ÚLTIMA CAMPAÑA

La carrera mi l i t a r del general Ignacio A. Bravo, el jefe en qu ien recayó la toma del santuario maya de Chan Santa Cruz (o, si se quiere, N o h Cah Santa Cruz Balam Nah) , era tan vasta que dif íci lmente p o d í a ser intachable. Casi p o d r í a asegurarse que cuando las huestes de Cecilio C h i tomaron (medio siglo antes) Valladolid e Izamal, Ignacio A. Bravo ya se daba a conocer como soldado de infantería en Jalisco, su entidad natal. Siendo muyjoven, hab ía hecho contacto con los rudimentos de la artillería hasta especializarse en esa ar­ma. R e c o r r e r í a con tenacidad, en las jefaturas militares de Jalisco y Sinaloa, el riguroso escalafón castrense: subte­niente (1859), teniente coronel (1878), coronel (1881) y general de brigada (1884).

De ese úl t imo per iodo de su vida, el lector h a b r á de con­venir con nosotros en que vale la pena recordar lo siguien­te: durante la p r imera ree lecc ión presidencial de Porf ir io Díaz , cuando Bravo parec ía gozar de la amistad y deferen­cia del divisionario o a x a q u e ñ o , a algunos de sus enemigos de dent ro y de fuera del ejército, les d io por divulgar con censura su falta de valor y convicción en los momentos más aciagos de la invasión francesa. H u b o quienes aseguraron, incluso, que Bravo h a b í a realizado trabajos en favor de los intervencionistas.

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Debe reconocerse que, en cierto sentido, aquella con­f rontac ión con los franceses hab ía representado quizá una de sus mayores experiencias vitales. El capí tulo más largo y angustioso de esa experiencia ocurr ió en 1863, cuando se i n c o r p o r ó al ejército de oriente como teniente en una ba­tería arti l lada de Puebla, cayó pr is ionero y fue conducido a cautiverio a Francia (Clermont-Ferrand) . "En ese punto r e c o n o c i ó al l lamado Imper io , del cual recibió auxil io pa­ra marchar a Guadalajara", s e g ú n cons ignó con elocuente f ide l idad su hoja de servicios. 5 0 Derrotado, depr imido y apenado, Bravo se refugió con d i screc ión en la hacienda Huascato, en Jalisco, mientras sus c o m p a ñ e r o s se batían en el campo de batalla; e speró casi hasta el fusilamiento de M a x i m i l i a n o para volver a ofrecer sus servicios a la Repú­blica. Por eso no resultó ex t raño que algunos de estos ex c o m p a ñ e r o s , quienes sí permanecieron fieles a la resisten­cia, le hic ieran años d e s p u é s la vida imposible. Le costó m u c h o trabajo convencerlos de su fidelidad con la Repú­blica restaurada; es decir, abundaron los roces, de 1868 en adelante, con los oficiales de la 4 a brigada de artillería, a la cual p e r t e n e c í a . 5 1

Durante los años siguientes, en lo que u n o imagina co­m o feria de oportunidades para vincularse con las faccio­nes triunfadoras, Bravo r e c u p e r ó poco a poco el crédito perd ido y, en particular, se g r a n j e ó la confianza del jefe Por f i r io Díaz , cabeza del Plan de Tuxtepec. E n 1881, el ge­neral Franciso P. Mendoza se expresaba así de su subordi­nado jalisciense:

Conducta civil y militar: muy buena. Aptitud para el mando y servicio: buena.

5 0 T o d a la i n f o r m a c i ó n acerca de la trayectoria de Bravo proviene de A S D N , Expedientes Cancelados, exp. Bravo, Ignacio A. , XI-III-I-241,5 tomos.

5 1 E n ju l io de ese a ñ o , Bravo c o m p a r e c i ó en la ciudad de M é x i c o pa­ra explicar las razones por las que " a b a n d o n ó y v e n d i ó piezas de artille­r ía en el cuartel de Guadalajara, de acuerdo con la revista de i n s p e c c i ó n de la 4a. Brigada de Art i l ler ía" . A S D N , Expedientes Cancelados, exp. Bra­vo, Ignacio A. , XI-III-I-241, t. in, f. 641, carta dirigida a Ignacio A. Bravo, 10 de ju l io de 1868.

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Es jefe activo, inteligente y dedicado. Su carácter inquieto interrumpe a veces la regularidad en el servicio. Le agrada mandar por sí sólo. 5 2

Casi al arribar el siglo X X , Bravo era de los veteranos je­fes, recios y en exceso disciplinados, que parec ían reserva­dos para encargarse de aquellas plazas donde no importaba que "mandaran por sí solos", siempre y cuando lo hiciesen con eficacia y una dosis aceptable de fidelidad. Luego de prestar sus servicios al mando de las zonas de Sinaloa (1891), de Tuxt la Gutiérrez y Juchi tán (1895-1899), el ge­neral jalisciense fue requerido para intensificar la campa­ñ a contra los indios rebeldes de Yucatán. E l 12 de octubre de 1899 se le instruyó marchar a Progreso con su Estado Mayor y sus batallones I a y 28 a , así como con 50 elementos de cabal ler ía y tres piezas de artil lería de las llamadas " t i ro r á p i d o " , para sustituir al general Lorenzo García .

E n cuanto al tema de la movi l idad ter r i tor ia l de los cua­dros de mando durante el por f i r ia to , creemos que Bravo viene a ser sumamente ilustrativo porque p u d o trasladar a Yucatán a una gran parte de oficiales subordinados. A pr i ­mera vista p o d r í a parecemos improbable el hecho de que u n jefe de zona tuviera prerrogativas para hacerse acom­p a ñ a r por los oficiales subalternos que eran de su absolu­ta confianza. Es innegable que tal movi l idad ha sido c o m ú n en el terreno de la polít ica mexicana (congregarse en tor­no a u n g r u p o ) , pero no lo ha sido tanto en la mil icia . La lóg ica corporativa del e jército, indica que la fo rmac ión y movi l idad de grupos afines llevaría, tarde o temprano, a la c o n f o r m a c i ó n de camarillas, que o f recer ían u n efecto na­da estimulante a la inst i tucional idad de u n país . Claro, a menos que el jefe del grupo en cues t ión tuviera autoriza­c ión expresa del presidente de la Repúb l i ca .

Pues bien, el general Bravo llevó a Yucatán a quienes en el istmo de Tehuantepec h a b í a n sido sus m á s cercanos co-

5 2 A S D N , Expedientes Cancelados, exp. Bravo, Ignacio A. , XI-III-I-241, t. I I , f. 489, carta de Francisco P. Mendoza, 31 de enero de 1881.

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laboradores. Tra s l adó consigo al coronel M a n u e l Guevara y le e n c a r g ó el bata l lón I a de infantería; al capi tán "ayu­dante" regiomontano Manuel Zozaya, qu ien saldría de la c a m p a ñ a como teniente coronel , jefe del 2 a bata l lón re­gional y comandante general sustituto; al capi tán Catarino Villegas, adscrito al 13 a batal lón. Asimismo, r e c o m e n d ó — y le fue atendida— la permanencia de dos antiguos subor­dinados suyos: el diestro coronel de infantería Migue l Ma-yol , egresado del Colegio Mi l i t a r y por entonces jefe del 22 a ba ta l lón (había llegado a Yucatán en 1897); y, sobre todo, de u n j oven michoacano, en ese entonces capitán segundo, que con "una conducta dudosa" (evidentemente, en sentido disciplinario) hab í a servido en los campamen­tos de Peto y Tekax desde 1896 y cuyo n o m b r e era Aure l io Blanquet . 5 3

En cambio, en cuanto al c u r r i c u l u m mi l i t a r del general J o s é Mar í a de la Vega (quien sustituyó al general Rosalino Mart ínez en el mando de la Floti l la de l sur) nos interesa apuntar algunas peculiaridades. Ya hemos puesto de relie­ve que, a diferencia de los jefes militares que part ic iparon en la c a m p a ñ a , De la Vega per tenec ía a una matriz distinta: casi siempre estuvo adscrito a la armada, y lo estuvo —hay que insist ir— en tiempos en que existía una mar ina mexi­cana incipiente y reducida. Quizá por ello di f íc i lmente po­dría hablarse de precocidad en su i t inerar io personal; lo cierto fue que a los 25 años De la Vega h a b í a dado el gran salto de capi tán de corbeta a comandante pr inc ipa l de la Mar ina de l Golfo. Siendo o a x a q u e ñ o , estamos seguros de que se hubiera encumbrado p r o n t o en la plana mayor del

5 3 Los archivos militares ofrecen, por lo general, útil i n f o r m a c i ó n pa­ra contrastar y comprender las trayectorias de los oficiales. Para efectos de registro, enlistamos en seguida las referencias de las personas men­cionadas. De éstas ha sido tomada la i n f o r m a c i ó n . A S D N , Expedientes Cancelados, Manuel Guevara ( D / I I I / 4 / 2 9 1 0 , t. 1, ff. 537, 543 y 562), Manuel Zozaya ( X I / I I I / 1 - 2 2 0 , t. 1, ff. 64, 245 y t. 2, f. 413), Catarino Villegas (7 /16 /300 , t. 2, ff. 345, 378 y 379), Miguel Mayol (D/II I /4-6908, t. 1, ff. 95-98, 441, 447, 450, 458 y 491) y Aurel io Blanquet ( X I / I I I / 1 - 3 0 , t. 1, ff. 29-33, t. 2, f. 303 y t. 3, ff. 638 y 674). L a "conducta dudosa, civil y militar" atribuida al c a p i t á n Blanquet, fue evaluada por su jefe inme­diato, el mayor Gonzalo Luque , en casi todos los meses de 1896 y 1897.

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ejército (que la h a b í a ) , de no haber fracasado en el apoyo que ofreció a los impulsores del Plan de Tuxtepec. Su ho­j a de servicio asienta que fue derrotado en 1877, antes de caer prisionero a bordo del c a ñ o n e r o " D e m ó c r a t a " . 5 4

La vers ión de que el general De la Vega p o s e í a mayo­res cualidades humanas e incluso ideológ icas , comparado con el resto de los federales c o n t e m p o r á n e o s suyos en Quintana Roo, nos parece en términos generales acertada. Coincide, por otro lado, con la t radic ión observada en los mandos de la Mar ina mexicana y con ciertos rasgos del go­b ierno quintanarroense que p á g i n a s adelante abordare­mos, pero sobre todo coincide con su papel posterior en la pol í t ica mexicana. Esto es, le cupo el h o n o r de aceptar el nombramiento de jefe de guardias rurales ofrecido por el presidente Madero, pero rechazó — n o sin fuertes d i f i ­cultades y amenazas— las comisiones impuestas por el Pre­sidente surgido de la l lamada Decena trágica. Antes que part icipar en el gobierno de su ex c o m p a ñ e r o Victoriano H u e r t a (como "sí" lo h ic ie ron , y de manera destacada, Blanquet y Bravo), se refugió en su clase de Táct ica Gene­ral Aplicada en la Escuela M i l i t a r Preparatoria, hasta que en 1915, durante la invasión del e jército estadounidense, volvió a solicitar su alta en la M a r i n a . 5 5

Pero, en todo caso, si hay u n elemento c o m ú n en la vi­da de quienes encabezaron desde diversas partes la cam­p a ñ a contra los mayas, ése era el e lemento generacional: todos ellos rondaban por los 50 a ñ o s de edad (a excepc ión de Bravo, quien nac ió en 1837) y casi todos ellos habían re­cor r ido el p rop io i t inerar io del país , en donde figuraba la lucha contra el imper io , el respaldo al Plan de Tuxtepec y la c a m p a ñ a del Yaqui.

5 4 Todos los datos personales del general De la Vega han sido extraí­dos de A S D N , Expedientes Cancelados, Vega, J o s é M a r í a de la, c. 49, D I I I / I -203, vol. i, ff. 346 y 348.

8 5 V é a s e la i n f o r m a c i ó n en A S D N , Expedientes Cancelados, Vega, J o s é M a r í a de la, c. 49, D I I I / I - 2 0 3 , vol. v, f. 1091.

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ANOFELES, QUININA Y MANTECA RANCIA

Sin el in ic io festivo de c a m p a ñ a que tuvo su predecesor, aunque con u n notable respaldo de recursos pecuniarios, armamento y n ú m e r o de efectivos, el general Bravo y sus hombres comenzaron su accionar en Ba lché , a 45 k m de Peto. Durante meses, el corredor Peto-Balché-Okop fue transitado por experimentados soldados de cabal ler ía (al mando del teniente Ruperto O r t i z ) , de infanter ía (enca­bezados p o r los coroneles R a m ó n N . Ricoy y Enr ique Ala-bat) y de artil lería (arma en la que Bravo se h a b í a especia­lizado). Esta c o m p a ñ í a , p o d r í a decirse, se constituyó en el germen de la 10 a zona mi l i tar , con sede en el fu turo terr i ­tor io , y tuvo en sus o r ígenes u n ampl io componente de la zona 12 a con sede en Tekax y d e s p u é s en Peto. Como se­ñ a l a m o s antes, el general Bravo trajo de J u c h i t á n los bata­llones l 2 y 28 2 y a ellos se les u n i e r o n los 6 a y 22Q que h a b í a en B a l c h é , así como 250 guardias nacionales, que depen­dían de la entidad yucateca.

Ante aguerridos combatientes acostumbrados a atacar por sorpresa y en p e q u e ñ o s grupos, la reforzada tropa fe­deral o p o n d r í a 50 elementos de cabal ler ía y en esencia el arma de especialidad del veterano comandante: tres piezas de arti l lería, de las llamadas de " t i r o r á p i d o " , así como fu­siles de repet ic ión que h a b í a n dado resultados tan favora­bles en la c a m p a ñ a del Yaqui. Con cautela, los hombres di­rigidos p o r Bravo l legaron a ocupar O k o p y ahí edif icaron su fortaleza, compuesta por u n par de p e q u e ñ o s baluartes con fosos y puentes levadizos. La custodia se e n c a r g ó al en­tonces cap i tán p r i m e r o Aure l io Blanquet, qu ien se hab ía incorporado al 2 a bata l lón a sol icitud expresa de Bravo. 5 6

5 6 E n lo b á s i c o , la i n f o r m a c i ó n de és te y los siguientes episodios de la c a m p a ñ a de Bravo ha sido e x t r a í d a (a menos que se indique lo contra­rio) de la segunda entrega de la c r ó n i c a citada de Felipe P é r e z Alca lá , aparecida en La Revista de Yucatán (2 feb. 1913). Siendo esta ofensiva mi­litar una p á g i n a significativa de historia en la r e g i ó n , la b i b l i o g r a f í a al respecto es muy amplia. REED , 1971, pp. 233-235, con su ági l pluma y bien contrastado manejo de fuentes, ofrece una breve y fundada rela­c ión . L a nota dedicada a ello por la Enciclopedia yucatanense, 1977, t. ra,

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Los bonos de Blanquet subieron considerablemente des­p u é s de la resistencia en la fortaleza de Okop . A l ser ata­cada en dos madrugadas consecutivas, la guardia federal no sólo pudo rechazar a los rebeldes, sino también se d io t iempo para lanzar una per secuc ión en la que infligió n u ­merosas bajas.

La c a m p a ñ a definitiva sobre Chan Santa Cruz o N o h Cah Santa Cruz Balam Nah no estuvo exenta de pausas provocadas, tanteos de negoc iac ión y reconsideraciones entre las partes en conflicto. La parte oficial insistió, a su modo , antes de proseguir, en los que cons ideró medios pa­cíficos y conciliadores. En el segundo semestre de 1900 ca­si no hubo escaramuzas e incluso Bravo a d o p t ó , en apa­riencia, una pos ic ión "constructiva" y conciliadora. Las constantes bajas por enfermedad, las dificultades de abas­to, las inesperadas mermas en el cuerpo de cabal ler ía y las extenuantes jornadas de desbrozo de caminos, confer ían a

pp. 343-348 enfatiza, explicablemente, los efectos de la c a m p a ñ a en la integridad territorial de Y u c a t á n ; incluso, la s e c c i ó n que la obra dedica a la f o r m a c i ó n de Quintana Roo Enciclopedia yucatanense, 1977, t. vi, pp. 31-62, escrita por Alfonso Vil la Rojas, aborda con brevedad las hostili­dades. Similar texto, aunque con correcciones, o f rec ió V I L L A ROJAS, 1978 ( I a ed. en ing lés , con t í tulo distinto, 1945, p. 117); la fuente que cita es u n ar t í cu lo aparecido en La Revista de Mérida, con fecha 27 abr. 1901. L a breve r e l a c i ó n de MENÉNDEZ , 1936, pp. 32 y 134 muy probablemente es­tá basada t a m b i é n en la c r ó n i c a de P é r e z Alcalá . Otros autores, como ROSADO VEGA , 1940, pp. 184-186 y ÁLVAREZ CORAL , 1972, pp. 21-22, e s t á n

fundados centralmente en el libro de M e n é n d e z . Las l íneas escritas al respecto por BARANDA , 1991, en el segundo volumen de sus Recordaciones históricas, son breves, pero e s t á n precedidas de interesantes p á g i n a s que ofrecen u n recomendable contexto a la c a m p a ñ a , 1991, t. n, p. 133. E l profesor GONZÁLEZ NAVARRO , 1970a [ P ed., 1957], t. iv, pp. 248-249, ofre­ce i n f o r m a c i ó n complementaria de gran valor sobre la fase final de la c a m p a ñ a , basado en fuentes de d i s c u s i ó n parlamentaria y memorias mi­nisteriales. L a r e c o p i l a c i ó n documental de CAREAGA, 1990, t. i, pp. 369¬372 y 392-393 presenta dos e p í s t o l a s (del fondo Condurnex, acervo Bernardo Reyes y del Archivo Porfirio Díaz , Universidad Iberoame­ricana, respectivamente), que ilustran aspectos delfinanciamiento de la c a m p a ñ a y el penoso avance de la gente de Bravo. CAREAGA, 1980, t a m b i é n recupera en una r e c o p i l a c i ó n anterior una ver s ión de la c r ó n i c a de Fe­lipe P é r e z A lca l á escrita y publicada en La Revista de Yucatán en 1913, que és te p u b l i c ó al a ñ o siguiente. PÉREZ ALCALÁ , 1914, pp. 232-239.

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la c a m p a ñ a una perspectiva m á s pesimista respecto a Sa es­t imación inicial de pé rd ida s . Las tropas acentuaron, p o r meses, los trabajos de apertura de brecha hasta Santa Ma­ría (17 k m ) , insta lación de alambre telegráf ico e incluso fi­guraron en alguna ceremonia en la que se a n u n c i ó el i n ­minente enlace ferroviar io de Peto con la b a h í a de la Ascens ión . En cartas y manifiestos escritos en e spañol , i n ­glés y maya, a decir de Pérez Alcalá,

[...1 se les invitaba cordialmente [a los mayas] a reconocer a los Supremos Poderes Nacionales, ofreciéndoles respetar sus costumbres, (¡arles tierras y elementos para cultivarías, profe­sores que les instruyan, recursos para alimentarse y vestirse si ios necesitaban y todo género de protección y garantías.

Sin embargo, el c o m p á s de espera, m á s que func ionar como u n l lamado a la conci l iac ión, sirvió en realidad para que la tropa se reconcentrara y tomara nuevo br ío . E l últi­mo ataque maya a O k o p hab ía resultado m á s d a ñ i n o p o r las secuelas de la refriega ( insalubridad, enfermedades y al imentos contaminados) , que por la agresividad del opo­nente. O k o p se convirtió en u n hospital-campamento que a lbergó en sólo u n a ñ o , 5 000 soldados enfermos, ávidos de qu in ina y de emigrar. Fue necesario instalarse en u n sitio relativamente m á s despejado, como lo era Santa María .

Lejos de la o p i n i ó n públ i ca (per iodís t ica) estatal y capi­talina que verían en Bravo —meses d e s p u é s — al admirable vencedor de los mayas, se de jó sentir entonces una semilla de duda sobre el adecuado empleo de los cuantiosos re­cursos que éste e jercía en c a m p a ñ a . Ta l impres ión , inc lu­so, fue c o m ú n m e n t e recuperada por algunos contempo­r á n e o s suyos, como el estadounidense John K e n n e t h T u r n e r en su cé lebre México Bárbaro»7 y como el educador

5 7 E n cuanto a las reservas mostradas por el revisionismo hacia la ob­jetividad de México Bárbaro, conviene puntualizar una salvedad. La des­c r i p c i ó n del informante a n ó n i m o del sen-icio sanitario de los federales que refiere TURNER , 1974, pp. 126-127, mismo que testimonia la magni­tud del sacrificio humano en que Bravo s u s t e n t ó su c a m p a ñ a (la nega­tiva a cremar c a d á v e r e s por e c o n o m í a s de p e t r ó l e o ) , es por completo ve­ros ími l : coincide con la i n f o r m a c i ó n del expediente del encargado de

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y an t ropó logo Migue l O t h ó n de Mendizábal , en visita efec­tuada al t e r r i tor io en 1929.

Y la campaña compenzó. Balché, Okop, Santa María, Ho-bompich, Tabi, Nohcop, Sabacché, Chankik, Santa Cruz [...], ciento cincuenta y dos kilómetros recorridos en tres años de lucha. ¿Resistencia heroica de los mayas? No, especulación cri­minal de los altos jefes militares y sus paniaguados civiles. Unos cuantos heridos de bala y los hospitales llenos de enfer­mos [...] —anofeles, amibas, latas de manteca rancia y sacos de cereales engorgojados.38

La etapa final de la ofensiva tuvo lugar el p r i m e r semes­tre de 1901. En u n i t inerar io que incluyó la ruta referida por Mendizába l , se registraron al menos dos combates abiertos y u n sinfín de escaramuzas (22, s e g ú n la o p i n i ó n de Pérez Alca lá ) . " E l golpe final fue una epidemia de pa­peras [señala Reed], y los cruzob dejaron de resistir." La tesonera resistencia de entre 1 000 y 1 500 combatientes mayas no p u d o evitar que en abr i l Chan Santa Cruz se ha­llara inerme, abandonada. Bravo incluso se d io el lu jo de retrasar la toma de la c iudad algunas semanas, 5 9 quizá con objeto de i m p r i m i r l e a su comis ión u n aire que simboliza­ra la definitiva amalgama mestiza, nacional y laica, por en­cima de la cohes ión ind ígena , local, cultural y religiosa. (Él mismo, c o m o j o v e n subteniente, hab ía estado al mando de u n a bater ía en la batalla de Puebla en 1862.)

El e jército arr ibó a N o h Cah Santa Cruz Balam N a h el 5 de mayo, una e femér ide s que era a la vez ofrenda y mues­tra de secular ización republicana.

La bandera roja de exterminio [apuntó orgulloso Pérez Alca­lá] tremolada sobre los humeantes y ensangrentados escom­bros de Tepich, la noche del 30 de julio de 1847, por el feroz Cecilio Chi, era al cabo sustituida por el pabellón tricolor de

sanidad Salvador Ulloa, m é d i c o cirujano que p e r m a n e c i ó en la campa­ñ a hasta su c o n c l u s i ó n y fue condecorado por la legislatura yucateca con el decreto del 17 de abril de 1902. A S D N , D / I I I / 6 - 8 5 9 , t. 1, f. 3.

58 El Universal (21 nov. 1929), citado por V I L L A ROJAS, 1977, vi, p. 34. 5 9 REED , 1971, p. 235.

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la civilización, símbolo de paz, fraternidad y progreso, que flo­taba ya sobre la capital maya [...] El prestigio de las cruces desvanecía a los disparos de los maus-sersyde la artillería de tiro rápido.

Una entrada similar, sin encontrar resistencia, h a b í a n realizado en Bacalar las fuerzas del general de la Vega seis semanas antes (el 31 de marzo) ; y con ello prác t i camente se cerraba la l ínea de c o m u n i c a c i ó n y aprovisionamiento en Belice de los mayas opuestos al poder centra l . 6 0

A u n q u e la tarea de desmontar s ímbolos , r e p r i m i r con energ ía y por sistema, así como subordinar a los ind ígenas al poder central , apenas iniciaba, Bravo resultó beneficia­r io de los anhelos de pacif icación de sectores influyentes de la polít ica y de la sociedad yucateca. E l gobernador Cantón acudió a la c iudad conquistada para testificar su ca ída y ha­cer u n vivo reconocimiento a los federales. Bravo y d e m á s jefes rec ib ieron t a m b i é n condecoraciones tanto del con­greso yucateco, como de la Secretar ía de Guerra, de manos de su t i tu lar el general Bernardo Reyes. El general jalis-ciense era ya, por entonces, de los contados soldados en ac­tivo a quienes la R e p ú b l i c a (o, si se quiere, el r é g i m e n y la op in ión urbana del pa í s ) hab í a decidido otorgar la apre­ciada medalla al mér i to mi l i tar de tercera clase, por su "dis­t inguido compor tamiento y no discutida a b n e g a c i ó n en la penosa c a m p a ñ a de Y u c a t á n " . 6 1 U n curioso corr ido , inspi-

6 0 E l general Amado Aguirre, uno de los m á s experimentados expe­dicionarios que el Ejecutivo Federal env ia r í a al territorio de Quintana Roo, r e c o g i ó en los a ñ o s 20 la v e r s i ó n de que la toma de Bacalar h a b í a sido realizada por el general brigadier Ortiz Monasterio. AGUIRRE , 1925, p. 7. Ta l v e r s i ó n fue reproducida, entre otros, por V I L I A ROJAS, 1977, vi, p. 35 y REED , 1971, pp. 235-236. Por el hecho ya relatado de que Ortiz Monasterio fue sustituido en el mando de la Flotilla del Sur por el ge­neral Rosalino M a r t í n e z el 9 de diciembre de 1899; as í como por la en­fermedad de é s te y el arribo del general De la Vega (24 enero de 1901), es difícil convalidar el aserto de Aguirre. A d e m á s , en u n informe de De laVegafechado en enero de 1903, A G N , Gobernación, vol. 903 (5) (2) 4a. s e c , 1903, é s t e ratifica su p a r t i c i p a c i ó n directa en la toma.

6 1 A S D N , Expedientes Cancelados, X I / I I I / I - 2 4 1 , t. 1, f. 1247. V é a s e tam­b i é n GONZÁLEZ NAVARRO , 1970a, w, p. 248. Respecto a la u n i ó n de las co-

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ráelo por la voz popular que acostumbra destacar m á s la gloria mi l i tar que la integrac ión nacional, c irculó con pro­fusión en la prensa capitalina por aquellos días :

Ignacio Bravo, el valiente los indios hacía correr, y como buen combatiente nunca se le vio agobiado.

Yo ya me voy mevoyparaVeracruz, que ya perdieron los indios del pueblo de Santa Cruz.

Yo ya me voy, ya me voy, por el tiempo del invierno, porque ya lo indios mayas están minando el infierno. 6 2

Por lo p r o n t o , la ac tuac ión — y muy probablemente las impresiones— de Bravo y De la Vega in f luyeron para que tres meses m á s tarde, Reyes actualizara los planes para el es­tablecimiento de u n nuevo ter r i tor io federal. El 23 de sep­t iembre , el general Reyes c o m u n i c ó al secretario de Go­b e r n a c i ó n tener instrucciones del Presidente para iniciar en la C á m a r a de Diputados el proyecto de re forma consti­tucional . Ésta es la parte sustancial del of icio:

La campaña emprendida en la península de Yucatán y Campe­che por las tropas federales, ha puesto en posesión al gobieno

lumnas federales procedentes del norte y el sur, este autor sostiene: "el general brigadier Victoriano Huerta , con 400 soldados, utilizando sus propias veredas, a t r a v e s ó la zona rebelde en todas direcciones, y las tro­pas de Bacalar caminaron 180 k i l ó m e t r o s para unirse con la g u a r n i c i ó n de C h a n Santa Cruz" . H u b i é r a m o s querido documentar la importante presencia de Huerta en la c a m p a ñ a , sin embargo, no fue posible tener acceso a su voluminoso expediente en el A S D N . Se sabe, por otro lado, que obtuvo el grado de general brigadier, justo d e s p u é s de la toma de C h a n Santa Cruz, el 27 de mayo de 1901. CAMP , 1991, p. 113.

6 2 E l corrido lo r e c o p i l ó Vicente T . Mendoza, en El Corrido Mexicano. L a cita ha sido tomada de GONZÁLEZ NAVARRO , 1970a, iv, p. 249.

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de la mayor parte del territorio donde una tribu salvaje im­peró por medio siglo desconociendo las autoridades de la Re­pública y las locales de las entidades federativas mencionadas. Restan grupos rebeldes de esa tribu guarecidos en los bosques donde se les persigue; pero en toda la parte reconquistada por nuestras fuerzas, se carece de los elementos de una administra­ción legal reguladora bajo cuya égida se dé principio a la repo­blación de ciudades y pueblos [subrayado nuestro] hoy desiertos, y cuyos colonos demandarán garantías para su radicación y el ejer­cicio de los derechos que amparan las leyes de la República. Sólo así, aquella comarca, en que no es posible se haga efec­tiva la acción de los gobiernos de Campeche y Yucatán, dado que carecen de los elementos para tamaña empresa, podrá abrir su seno al establecimiento de industrias para recomen­zar su vida civilizada. Por tal consideración se juzga indispensable ajuicio del ejecu­tivo erigir en Territorio Federal las regiones recobradas, sepa­rándolas de los estados de Yucatán y Campeche por una línea que partiendo de la población Río Lagartos, siga recta hasta Chanzenote, continúe lo mismo por Valladolid, Peto, Iturbide, por el punto de intersección de la limítrofe de los estados de Yu­catán y Campeche, con la que une Bacalar a Seiba Playa, de cuyo punto seguirá por la divisoria de los dos estados mencionados y terminará en el paralelo que sirve de límite a las Repúblicas de México y Guatemala, formando una especie de zig-zag [... ] 6 3

Cuando todo parec í a indicar que, de entre los generales Bravo y De la Vega, el encargado de "someter" en forma permanente a los mayas dispersos y de administrar el nue­vo territorio sería el de mayor edad y méritos en el campo de batalla, las cosas dieron un vuelco. E l fatigado general Bravo, solicitó la gracia del traslado a su estado natal, Jalis­co, donde res idía su familia. Con el reconocimiento pú­blico en el bolsillo, no tuvo dificultades para viajar a Gua-dalajaray ya instalado ahí, obtener del presidente Díaz, por extens ión , la jefatura militar de su estado.6 4 E n ese mo-

6 3 A G N , Gobernación, vol. 751, 4a. s e c , exp. 2, oficio de Bernardo Re­yes al secretario de G o b e r n a c i ó n , M é x i c o , 23 de septiembre de 1901.

6 4 L a forma en que se le d e s i g n ó en Jalisco, se infiere de diversos ofi­cios del A S D N , Expedientes Cancelados, X I / I I I / I - 2 4 1 , t. 3, f. 520.

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m e n t ó concluyó su pr imera etapa en la Península , u n pa­réntes is que sólo durar ía dos años .

Interesará al lector apreciar c ó m o el interés y el celo por el proyectado terr i tor io , mostrado por el influyente gene­ra l Bernardo Reyes, crecieron en los meses siguientes, apa­rentemente alentados por las conversaciones que tuvo con el general Bravo. A mediados del a ñ o siguiente, al t iempo en que se decretaba la creación de Quintana Roo, ya se veía a su h i j o Rodolfo figurar entre los nuevos concesionarios dispuestos a explotar la riqueza forestal del norte de Baca­lar. Se trataba de una porc ión de 172 224 ha del nuevo te­r r i t o r i o . 6 5 La fiebre de la co lonizac ión en la costa or iental de la Penínsu la hab ía llegado a los "científ icos" y al gabi­nete: Olegario Mol ina , Justo Sierra, J o a q u í n Cassasús y Ro­sendo Pineda, entre otros

D e s p u é s de u n breve per iodo de d e s a z ó n yucateca, que incluyó la solicitud del gobernador Canto en el sentido de mantener bajo la jur i sd icc ión de su estado la p o r c i ó n nor­te del terr i tor io proyectado (desde T u l u m ) , 6 6 el decreto de c reac ión de Quintana Roo fue rubr icado por los integran­tes de l Congreso de la U n i ó n y por el presidente de la Re­p ú b l i c a el 24 de noviembre de 1902.

La nueva jur i sd icc ión de la Penínsu la ob l igó t ambién a reorganizar las zonas militares del país . Por décadas , las actividades militares en el oriente yucateco estuvieron en­comendadas a la 12- zona; y si b ien es cierto que, antes y d e s p u é s , los l ímites de las jefaturas militares no necesaria­mente co inc id ieron con las l íneas geográ f icas estatales o territoriales, el caso quintanarroense ex ig ía tratamiento es­pecial. Así, la Secretar ía de Guerra y Mar ina dec id ió con­fer i r la nomenclatura de la 10 a zona mi l i t a r al nuevo terr i­tor io federal; ello ocurr ió casi con simultaneidad a la toma del santuario maya y de Bacalar.

V é a s e VILLALOBOS GONZÁLEZ, 1 9 9 3 , pp. 9 7 y 1 0 5 - 1 0 7 .

ACERETO, 1 9 7 7 , m, pp. 3 4 5 - 3 4 6 .

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COLONIZACIÓN Y CONTROL MILITAR EN LA SELVA MAYA

TERRITORIO DE QUINTANA ROO. ENERO DE 1 9 0 3

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A MANERA DE CONCLUSIÓN

La entrada del ejército federal, al mando del general Ig­nacio A. Bravo, a Chan Santa Cruz tuvo lugar en mayo de 1901. Pero más que haber correspondido al general Bravo sentar las bases para llevar a la práct ica el proyecto pacifi­cador que apenas se esbozaba ese a ñ o , tocó al general Jo­sé Mar ía de la Vega coordinar desde su campamento las labores de diagnóst ico y reconstrucc ión . A la breve admi­nistración del general De la Vega (1902-1903) se debieron los esfuerzos iniciales por instalar una só l ida y decisiva i n ­fraestructura de comunicaciones, auxil iado con fuerza de trabajo de los "operarios" (presos pol í t icos y comunes, así como militares en cautiverio), que facilitaría el acceso al te­r r i t o r i o por el sur y el norte .

A part i r de 1903, con la dec i s ión central de remover al general De la Vega también se dec id ía concluir la acome­tida del r é g i m e n en la frontera car ibeña . Es decir, se daba marcha atrás a la propuesta de canalizar Boca Bacalar Chi­co (de levantar u n campo de depós i to en Xcalak) y se aban­donaba la intención de erigir la capital del terr i tor io en las impropias tierras del Campamento Vega; en suma, se arro­jaba l iteralmente "por la borda" la h e g e m o n í a del personal de la Armada, de la Flotilla del sur, en la administración del t e r r i to r io . El lo , en el marco de lo que parec ió una pugna convencional entre corporaciones del Minister io de Gue­rra y Mar ina o, si se quiere, como una batalla entre dos convicciones personalistas: Campamento "Vega", en la ba­hía de la Ascenc ión , ced ió la capital pol í t ica del terr i tor io a Santa Cruz "de Bravo", sede por antonomasia de con­quista, de reducc ión mi l i t a r y de poder.

A pesar de estrenar una ley de organ izac ión política del t e r r i to r io (1904) en m u c h o inspirada en la estructura re­cién aprobada para el Distr i to Federal (1903), el general Bravo g o b e r n a r í a casi ocho años la ent idad basado en su personal concepto de colonia mi l i tar . "La inmigrac ión no existe, n i debe provocarse", p l a n t e ó el general jalisciense en su p r i m e r in forme anual como jefe pol í t ico.

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COLONIZACIÓN Y CONTROL MILITAR EN I A SELVA MAYA 51

La gestión gubernamental debe reducirse [detalló] al soste­nimiento de autoridades, leyes e inversión de gastos estricta­mente necesarios para mantener el ejercicio de la soberanía e impedir que estas regiones vuelvan al dominio de los rebel­des con menoscabo del deterioro nacional [. . .] 6 7

Atrás quedaban las promesas de patroc inio púb l i co a la i n ­m i g r a c i ó n .

E l concepto de colonia mi l i tar for jó para el nuevo terri­to r io — c o n jus t i f i cac ión— la fama de "Siberia mexicana", u n crédito tan infausto que, llegado el momento , habr ía de conduc i r al Pr imer Jefe del Constitucionalismo (Venustia-n o Carranza) a disponer sin titubeos la d i so luc ión (1913) de esta "criatura t ropica l " animada por la porf i r iana Se­cretar ía de Guerra y Marina .

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6 7 A G N , Gobernación, vol. 775, s./s., exp. 4, 1904, informe deljefe po­l í t ico, general I. A . Bravo, al secretario de G o b e r n a c i ó n , Santa Cruz de Bravo, Quintana Roo, 7 de diciembre de 1904, 6 ff.

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Informe que rinde al C. Presidente de la República el jefe de la comisión nombrada por el mismo, para hacer el estu­dio del territorio federal de Quintana Roo, integrada por el general Amado Aguirre, capitán de fragata Alberto Zenteno, ingeniero civil Salvador Toscano, C. Juan de Dios Rodríguez, ingeniero agrónomo Rafael López Ocam-po, y CC. Gregorio M. Ávalos y J. Guillermo Freymann, Estudio practicado de enero a abril de 1925. Tacubaya, D.F . M é x i c o : Imprenta de la D i r e c c i ó n de Estudios G e o g r á f i c o s y C l i m a t o l ó g i c o s .

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