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COLOMBIA, SIGLO XX LUIS CARLOS RODRÍGUEZ ÁLVAREZ Tarea sumamente difícil es la tratar de sintetizar en unas pocas páginas el acontecer musical colombiano de la pasada centuria. Sin embargo, la experiencia es atrayente y el resultado, al menos para quien escribe, puede ser halagüeño. Médico, historiador, investigador musical y profesor universitario. Médico de la Universidad de Antioquia (1992) y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia – Sede Medellín (2007). Ejerce la profesión de Médico en la Empresa Social del Estado METROSALUD. Actualmente es Miembro Correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia. Profesor de Cátedra en la Universidad de Antioquia (Cursos de “Apreciación Musical” e “Historia de la Música en Colombia” en la Facultad de Medicina y varios seminarios en el curso “Historia Comparada de las Artes Contemporáneas”, en la Especialización en Artes, Facultad de Artes), y Profesor Ocasional en la Universidad Nacional de Colombia – Sede Medellín (Curso de contexto “Historia de la Música en Colombia”). En esta última institución también es integrante del Grupo de Investigación Audiovisual INTERDIS. Es Productor de programas especiales sobre compositores colombianos para las emisoras culturales de Medellín y para la Radio Nacional de Colombia en Bogotá. Textos suyos sobre historia de la medicina e historia musical del país y sus creadores, han sido publicados en periódicos, revistas, enciclopedias y libros en Colombia, Estados Unidos, Venezuela, Alemania y España, desde 1989. Correos Electrónicos: [email protected] , [email protected] y [email protected]

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La música en colombia

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COLOMBIA, SIGLO XX

LUIS CARLOS RODRÍGUEZ ÁLVAREZ

Tarea sumamente difícil es la tratar de sintetizar en unas pocas páginas el acontecer musical colombiano de la pasada centuria. Sin embargo, la experiencia es atrayente y el resultado, al menos para quien escribe, puede ser halagüeño.

El presente texto** es una mirada panorámica –quizás superficial– a la vida y a la obra de los creadores musicales en el género académico de Colombia en el siglo XX. Por razones de espacio y de involuntario olvido, quizás muchos nombres y obras no aparecen consignados aquí.

Se trata de una colección cronológica de breves reseñas biográficas de los compositores nacidos desde fines del siglo XIX –pero cuya obra se conoció en las primeras décadas del XX–, hasta los pertenecientes a las últimas generaciones. Colección, en fin, que no busca agotar el tema ni convertirse en un estudio con pretensiones de análisis musicológico.

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Médico, historiador, investigador musical y profesor universitario. Médico de la Universidad de Antioquia (1992) y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia – Sede Medellín (2007). Ejerce la profesión de Médico en la Empresa Social del Estado METROSALUD. Actualmente es Miembro Correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia. Profesor de Cátedra en la Universidad de Antioquia (Cursos de “Apreciación Musical” e “Historia de la Música en Colombia” en la Facultad de Medicina y varios seminarios en el curso “Historia Comparada de las Artes Contemporáneas”, en la Especialización en Artes, Facultad de Artes), y Profesor Ocasional en la Universidad Nacional de Colombia – Sede Medellín (Curso de contexto “Historia de la Música en Colombia”). En esta última institución también es integrante del Grupo de Investigación Audiovisual INTERDIS. Es Productor de programas especiales sobre compositores colombianos para las emisoras culturales de Medellín y para la Radio Nacional de Colombia en Bogotá. Textos suyos sobre historia de la medicina e historia musical del país y sus creadores, han sido publicados en periódicos, revistas, enciclopedias y libros en Colombia, Estados Unidos, Venezuela, Alemania y España, desde 1989. Correos Electrónicos: [email protected], [email protected] y [email protected] ** Una versión anterior, originalmente escrita por encargo de la MGG (Die Musik in Geschichte und Gegenwart - Allgemeine Enzyklopädie der Musik), de la editora Bärenreiter Metzler, en Kassel (Alemania), fue enviada para la edición de 1998, bajo el título Kolumbien, 20. Jahrhundert, del apartado Kunstmusik. Aunque se tomaron muchos datos, por razones de espacio no fue incluida totalmente allí, fue publicada en la revista PLATEA, 33, de Medellín, en cuatro entregas durante 1997. Poco a poco se le han venido haciendo modificaciones y agregados sustanciales.

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Como se menciona en varios estudios históricos de referencia, en torno a la música de nuestro país, hasta 1940 el nacionalismo fue la tendencia más conocida y difundida entre los compositores tradicionales y académicos en Colombia. Seguir esta escuela estética obligó a muchos autores musicales nuestros a copiar literalmente, a adaptar o a recrear tonadas, esquemas de ritmo y sistemas armónicos que procedían del repertorio popular o del folclórico -sobretodo en la región montañosa andina- dentro de estructuras, instrumentos, formas y modelos de origen europeo. Este nacionalismo no tiene ya la ingenuidad, espontaneidad y desenvoltura del cultivado en el siglo XIX y exige a los creadores que siguen sus orientaciones, un verdadero redimensionamiento de la música vernácula, su estudio profundo y serio, la transcripción de sus patrones rítmicos, melodías y danzas, y la búsqueda de elementos y medios más universales para expresarla junto a sus propias ideas musicales originales.

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Entre los más connotados pioneros en el cultivo de esta expresión nacionalista se encuentran tres alumnos de la Academia Nacional de Música –fundada en 1882 por Jorge Wilson Price Castello–, discípulos del maestro italiano Augusto Azzali (1863-1907), a fines del siglo XIX: Morales Pino, Martínez Montoya y Cifuentes.

Pedro Morales Pino (Cartago, 1863-Bogotá, 1926), con menos formación académica pero con mayor popularidad que sus compañeros de generación, fue gran intérprete de los instrumentos típicos de cuerdas, fundador y director de la muy famosa Lira Colombiana –nombre que dio a la primera estudiantina, una especie de grupo de cámara especializado en la interpretación de aires tradicionales andinos, que viajó al exterior para divulgar la música típica colombiana–, inigualable pedagogo y autor de muchísimas piezas de carácter y canciones tradicionales. Entre sus obras más conocidas sobresalen los pasillos Joyeles y Leonilde (c.1884), Reflejos, El calavera, Chispazo (1900) y el vals Los lunares (c.1884), la danza Onda fugaz (1912) y el bambuco Cuatro preguntas (1912). Fue autor, además, de algunos trabajos más elaborados: la Fantasía sobre dos temas nacionales colombianos (1924) para orquesta sinfónica y la Suite Patria (Preludio, Pasillo y Nupcial).

Andrés Martínez Montoya (Bogotá, 1869-1933), pianista, organista, director y pedagogo de grandes y nobles logros, fue autor de varios trabajos para orquesta, entre ellos la “sinfonía” Isabel (1892), un Preludio (1893) y la Rapsodia Colombiana (c.1925) -–por la que recibió el Premio “Ezequiel Bernal”–, de la pieza pianística Aires

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Colombianos (El Torbellino) Op. 18 (publicada en 1920 por Conti), y de varias recopilaciones de piezas tradicionales andinas a manera de arreglos para banda sinfónica.

Santos Cifuentes Rodríguez (Bogotá, 1870-Buenos Aires, Argentina, 1932), contrabajista, maestro en composición, teórico y pedagogo, fue uno de los creadores musicales más respetados en su tiempo, aunque tuvo que buscar en Argentina un ámbito más favorable para desarrollar su carrera. También autor de numerosos artículos de importancia continental, entre sus obras musicales destacan las piezas orquestales tituladas Albores musicales Op. 36 (1893), Scherzo sinfónico sobre aires tropicales Op. 41 (1893) y la Marcha Pontifical Op. 104 (c.1903), un Concierto para violín y orquesta de cámara Op. 71 (1895), un Concierto para piano y orquesta (1910), una Sonata para violín y piano (1914), y Las Constelaciones Op. 133 (c.1930), para narrador, coro mixto y piano (texto de José María Rivas Groot). Su vasto repertorio incluye además varias zarzuelas y otras obras para la escena, canciones y abundante música sinfónica, camerística, pianística y coral, profana y religiosa.

Figura aislada, por su formación autodidacta, por su intención estética y por su labor a nivel regional en Antioquia, fue la de Gonzalo Vidal (Popayán, 1863-Bogotá, 1946). Creador, director, instrumentista destacado, educador y divulgador, en medio del sentir nacionalista que también cultivó, Vidal es uno de los primeros compositores colombianos que puede asimilarse a una expresión supra-nacionalista, academizante e internacionalista de corte romántico, al hacer un riguroso examen de su original producción. Gran creador para el piano, destacan las Sonatas No. 1 (1918) y No. 2 (1924), la Suite de la Postguerra (c.1930), las colecciones A María (1888), 10 piezas (c.1890) y Ensayos Musicales (1893), fuera de un centenar de piezas más, la zarzuela María –basada en la famosa novela de Jorge Isaacs–, tres Oberturas (1892) para orquesta y para banda, dos Misas de Requiem (1895 y 1913) y un Stabat Mater (1896) para solistas, coro, órgano y orquesta, algunas piezas vocales, el bellísimo Himno Antioqueño (c.1916) (sobre versos de Epifanio Mejía), y abundante música camerística, religiosa y sinfónica. Pero, indiscutiblemente, la personalidad de más trascendencia en el ambiente musical colombiano en la primera mitad del siglo XX, fue Guillermo Uribe Holguín (Bogotá, 1880-1971). Tras una incipiente formación, tomada en la Academia Nacional de Música, viajó a Francia y fue discípulo de Vincent d'Indy en la Schola Cantorum. Al retornar a Colombia, fue nombrado Director del que él llamó a partir de entonces Conservatorio Nacional de Música, y allí fue supremo guía y animador por un cuarto de siglo, desde 1910. Bajo su batuta, con elementos

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locales, nació también la Sociedad de Conciertos Sinfónicos de dicha institución, la misma que puede considerarse como la primera verdadera gran orquesta que tuvo el país, y con ella ofreció un amplio repertorio sinfónico clásico y romántico. Sus logros docentes y administrativos –en su gestión se pusieron las bases de lo que fue el desarrollo de la música culta en el país en este siglo–, sólo son superados por sus triunfos como compositor. Muy prolífico -–su catálogo llega a más de 120 obras, escrito en todos los géneros-–, Uribe Holguín se opuso abiertamente al estilo nacionalista, situación que le ganó alguna animadversión entre otros compositores y el público general, que le tildaron de europeizante. Sin embargo, el evidente uso de temáticas propias del país, referentes culturales e históricos y la verdadera abstracción de elementos tradicionales andinos en varias de sus obras, la amalgama de ritmos y melodías interioranas con armonías post-impresionistas y orquestaciones diáfanas, y una escritura precisa y rigurosa, lo ponen a la cabeza de una tendencia nacionalista colombiana bien respetable y seria, comparable –y solamente para mencionar sólo algunos nombres de referencia obligada– a la de Nazareth, Mignone, Fernândez, Guarnieri y Villa-Lobos en Brasil; Fabini en Uruguay; Aguirre, López Buchardo, Castro, Ugarte, Williams, Guastavino y el primer Ginastera en la Argentina; Soro, Isamitt y Allende en Chile; Sas y Holzmann en Perú; Moleiro, Sojo, Castellanos y Plaza en Venezuela; Roldán y García Caturla en Cuba; Delgadillo en Nicaragua; Castillo en Guatemala, y Ponce, Chávez, Moncayo, Galindo y Revueltas en México.

Entre las más importantes obras de Guillermo Uribe Holguín caben mencionarse su inmensa colección pianística Trescientos trozos en el sentimiento popular colombiano (1927-1939); para la orquesta, once Sinfonías (1914-1961), las Tres danzas típicas Op. 21 (1926, rev. 1940), Carnavalesca Op. 34 (1929), el trozo orquestal Bajo su ventana-Improvisación Op. 40 (1930), la Suite Típica Op. 43 (1932), los Tres ballets criollos Op. 78 (1945) y la Sinfonietta campesina Op. 83 (1949); los poemas sinfónicos Bochica Op. 73 (1939), Ceremonia indígena Op. 88 (1955), Bolívar Op. 95 No. 2 (1955), y Los conquistadores Op. 108 (1958); el Requiem Op. 17 (1926) y la tragedia lírica Furatena Op. 76 (sobre un libreto propio) (1943), para solistas vocales, coros y orquesta; la Marcha Triunfal Op. 18 (texto de Rubén Darío) (1926, rev. 1940) y el Nocturno Op. 27 (texto de José Asunción Silva) (1928), y la música para la declamación del poema Anarkos Op. 84 (texto de Guillermo Valencia) (1949); su música concertante está representada en dos Conciertos para violín (1938, rev. 1960 y 1964), dos para piano (1930, rev. 1957, y 1951) y sendos para viola, para cello y para clavecín (escritos todos en 1962), fuera de abundante música religiosa, camerística (siete sonatas y dos suites para violín y piano,

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diez cuartetos de cuerdas, tres tríos, dos quintetos, y varios divertimentos y suites en combinaciones diversas), vocal, coral y sinfónica.

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Otros destacados autores musicales colombianos que pueden considerarse nacionalistas, con rasgos propios y definidos de personalidad creadora, aunque separados por distintos niveles de formación académica musical y pertenecientes a dos generaciones divididas por el cambio de siglo, son Calvo, Bermúdez Silva, Zamudio, Velasco, Quevedo Zornoza, Escobar Larrazábal, Rozo Contreras, Valencia, Mejía, Tobar, Velasco Llanos, Rangel, Uribe Bueno, Espinosa y Neuman. En medio de ellos, un grupo de creadores musicales foráneos, aportaron con sus obras de sabor colombiano y su labor como educadores, estímulos de todo orden a no pocas generaciones de músicos nuestros: Jachino, Giovannetti, Lima, Tena, Zulategi, Biava, Simar, Roots y Rosa.

Luis A. Calvo (Gámbita, 1882-Agua de Dios, 1945), considerado como uno de los más grandes talentos creadores colombianos, se frustró en la cima de carrera al enfermar de lepra. Compuso muchísimas obras para piano en el estilo de las piezas de salón: cuatro bellísimos Intermezzi, varios himnos, las ejemplares danzas Malvaloca, Gacela, Carmiña y Madeja de luna, antológicos pasillos y bambucos, e innumerables piezas en ritmos y formas de vals, marcha, pasodoble, serenata, gavota, mazurka, one-step, fox-trot y tango; además, la opereta Una noche en París, música vocal y camerística, una colección de música religiosa llamada Arpa mística (1937), tres fantasías, dos melodramas y la ambiciosa partitura sinfónico-coral Escenas pintorescas de Colombia (c.1941).

Jesús Bermúdez Silva (Bogotá, 1884-1969), violinista, pedagogo, director e investigador, luego de estudiar en la Academia Nacional de Música de su ciudad natal, viajó a Europa y se formó junto a Conrado del Campo en el Real Conservatorio de Madrid. Su obra posee un lenguaje de corte romántico, pletórico de elementos nacionalistas, en especial su música orquestal. De su producción original pueden citarse la Sinfonía en do (1933), los poemas sinfónicos Cuento de hadas (1930), Torbellino (1931) –basado en la novela La Vorágine de José Eustasio Rivera–, y Orgía campesina (1959), la Suite de danzas típicas (1938) –Premio “Ezequiel Bernal”–, un Concierto para piano y orquesta (1947), la suite pianística Seis viejas estampas de Santafé de Bogotá (1958) y dos Sonatas para piano (1950 y 1951),

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varias Canciones (1939), abundante música de cámara y algunas partituras corales.

Daniel Zamudio (Bogotá, 1885-1952), pianista, organista, director de orquesta, maestro de capilla, educador, teórico y estudioso del folclor nacional. En su producción original se evidencia una profunda formación humanística, son dos Zarzuelas de sentido religioso: Los Reyes Magos y Aurora del Cristianismo (c.1910), la conocida Marcha Triunfal (1919) y la Danza Oriental para orquesta, un ciclo de Canciones, Vesperal (Schumanniana) para coro, las Impresiones en Zipaquirá (c. 1947) para piano, un Stabar Mater, la Misa de Nuestra Señora de la Candelaria, el Himno Mariano Oficial Reina de Colombia, cinco Antífonas y otras muestras de música religiosa, además de algunas obras camerales (donde destacan la Canción de Cuna para violoncello y piano, y la Romanza para violín y piano).

Jerónimo Velasco (Cali, 1885-Bogotá, 1963), fue notable animador de estudiantinas, orquestas y bandas. En su extenso catálogo de piezas instrumentales y vocales, escritas en ritmos tradicionales, destacan las zarzuelas El boycoteo (1910) y Qué mujeres (1912), y la opereta El fin del mundo (1922), la obertura Rumichaca (1921), la rapsodia Navidad caucana (1927), la Elegía al Libertador (1930), la Fantasía # 2 sobre temas boyacenses (1939), los caprichos sinfónicos Romería sobre aires nacionales (1948), Los Comuneros (1958), la Pequeña Suite (Alborada, Serenata India y Meditación) (1960), y las piezas orquestales Salomé, Anochecer, Larandia, Lejos de Colombia y En lontananza.

Guillermo Quevedo Zornoza (Zipaquirá, 1886-1964), miembro de una familia de antigua tradición musical, fue además director de banda, pedagogo, escritor, dirigente cívico en su terruño, y funcionario administrativo de entidades musicales. Autor de las zarzuelas El duende gris, El elixir de la juventud, Revelatorum y La vocación; la acuarela musical La promesa a la Virgen; la Marcha Triunfal, tres Suites Sinfónicas y una Fantasía Orquestal sobre aires populares colombianos, cinco Gavotas y diez Intermezzos para orquesta; el bunde Canaima, el torbellino El toche de la ferrería; las oberturas Cumanday, Soromaya y Caperucita; la conocida petenera Amapola, algunos célebres Cuartetos de cuerdas e innumerables Himnos, fuera de abundante música pianística, orquestal, camerística y vocal, tanto profana como religiosa.

Gustavo Escobar Larrazábal (Bogotá, 1890-1968), pianista y pedagogo, director del Conservatorio Nacional, docente en Cali y

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Medellín y animador de su propia Academia para la enseñanza del instrumento. Fue ganador del Premio “Ezequiel Bernal” en 1935, y autor de una quincena de interesantes piezas para teclado, de innegable contenido e intención nacionalista: varios Pasillos y Bambucos, la Escena popular y la canción Bogando (letra de Carlos Zamorano).

Carlo Jachino (San Remo, Italia, 1889-Roma, 1971), compositor, pedagogo y funcionario administrativo, fue por algunos años director del Conservatorio Nacional de Música, en una especie de “tregua americana” a sus labores en su país. Considerado como uno de los primeros dodecafonistas italianos, produjo en Colombia varias obras importantes: dos Conciertos para piano –el segundo dedicado a Colombia–, un Concierto para violín, varias Piezas dodecafónicas, el Preludio di Festa y un Preludio y fuga para piano.

Egisto Giovannetti (Italia, c.1890-Bogotá, ?), sacerdote, pedagogo, director, organista y compositor, en especial de música religiosa. Fue una figura muy popular en el medio musical de la capital de Colombia entre 1930 y 1940, como Maestro de Capilla de la Catedral y profesor del Conservatorio Nacional de Música, al frente de las cátedras de órgano y composición. Fue autor de una Suite Sinfónica, el poema sinfónico Amazonas, una Obertura, dos Sinfonías y varias piezas corales profanas (El alma del río, Acuarela, La estrella de mar, La flor de viravira) y sinfónico-corales religiosas (Jerusalem surge Op. 92, Vexilla Regis proudent, Miserere, El Mártir del Gólgota, Te Deum, Tota pulcra, Tu es Petrus, Aclamaciones, Canto de navidad, Ave María, Iste confesor), fuera de un estudio histórico sobre La Música Religiosa (1937).

Emirto de Lima (Curazao, Antillas Holandesas, 1890-Barranquilla, 1972), compositor, pianista y musicógrafo, se interesó notablemente en los ritmos vernáculos de la costa caribeña y de la zona andina de Colombia -los textos reunidos en su libro Folklore colombiano (1942), son de obligada referencia para los estudiosos-, y los utilizó en su creación original. Todas sus obras pertenecen al concepto de la miniatura romántica: los conjuntos de pasillos para piano titulados Evocaciones de Colombia pintoresca y sentimental y Peregrinaciones del ensueño, fuera de varios impromptus, caprichos, romanzas, intermezzi y muchas más piezas para piano en ritmos y forma de nocturno, danza, un Concierto para piano y orquesta, un Cuarteto para cuerdas y piano, una fantasía-ballet, una opereta, música de cámara, vocal y religiosa.

José Rozo Contreras (Bochalema, 1894-Bogotá, 1976), destacado director de banda, educador y arreglista, se formó en Europa, primero

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en el Real Conservatorio de Santa Cecilia de Roma, y luego en el Nuevo Conservatorio de Viena. Su suite Tierra Colombiana (Obertura, Intermezzo y Valse) fue la primera obra orquestal de autor colombiano interpretada en Europa (estrenada el 14 de diciembre de 1930, por la Orquesta Sinfónica de Viena, bajo la dirección de Anton Konrath). Fue director de la Banda Sinfónica Nacional por más de cuarenta años, fuera de desempeñarse como profesor en el Conservatorio Nacional. Como compositor, otras interesantes obras suyas son la Obertura No. 2 sobre temas nacionales –Premio “Ezequiel Bernal” en 1931–, el Scherzo sobre un aire de bambuco, el juguete sinfónico Burlesca y el pasillo Mis 75, varias romanzas (Caracola, A ti, Día de diciembre, En el brocal, Exaltación y Victoria), piezas corales (Ave María), los arreglos oficiales del Himno Nacional de Colombia e innumerables transcripciones para banda sinfónica de obras tradicionales colombianas y de los Himnos Nacionales de varios países del mundo.

José María Tena (Zaragoza, España, 1896-Medellín, 1951), director de orquesta y especialista en obras escénicas, desde su llegada al país hacia 1930, bajo su batuta estuvieron varios conjuntos de emisoras, y como pionero tuvo la constante preocupación de estudiar e instrumentar para gran orquesta los aires tradicionales colombianos. Destacan en su abundante producción varias zarzuelas, las piezas orquestales Suite colombiana, Estampa criolla y Capricho colombiano, algunas obras vocales de gran mérito –entre ellas No me vuelvas a llorar, Cuando llegaste tú, Quiéreme y Romance de la niña negra– y casi un centenar de partituras breves escritas en los ritmos vernáculos –como Buganvil, El Traviesco y Noches del Tolima–.

Luis Miguel de Zulategi y Huarte (Pamplona, País vasco español, 1898-Medellín, 1970), organista, pedagogo, crítico, transcriptor y musicólogo, poseedor de una muy sólida formación musical y humanística obtenida en su tierra natal, se radicó en Colombia desde 1924. Interesado por el folclor colombiano, estudió profundamente sus características formales, compuso varias obras originales sobre estos temas, rescató para la posteridad abundante música inédita de autores colombianos y realizó arreglos sinfónico-corales de piezas tradicionales bien conocidas. Entre sus trabajos sobresalen una Misa de Requiem (1956), una Sonata para violín y piano (1938), las partituras orquestales Fantasía colombiana (1941), Los de Cachipay (1949), Caribianas (1951), Ay mi neguita d'Uribia (1948) e Invitación al bambuco (19531), varias canciones, obras corales y piezas para piano.

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Pedro Biava Ramponi (Roma, Italia, 1902-Barranquilla, 1972), clarinetista, pedagogo, director y animador de empresas musicales en la costa caribeña de Colombia, dejó un abultado catálogo de obras camerísticas, vocales, corales y orquestales, en los géneros profano y religioso, en el cual muestra su gran vena lírica y su gran interés por la expresión nacionalista. Destacan la fantasía orquestal Motivos colombianos (1951), el oratorio Las siete palabras de Cristo (1934), varias Canciones para voz y piano, fuera de sextetos, quintetos, cuartetos y un trío de cuerdas. Antonio María Valencia (Cali, 1902-1952), pianista, educador y director, merece un sitio de honor en la historia musical colombiana de este siglo pues desarrolló una invaluable y trascendental labor en la región occidental del país. Formado como pianista concertista en la Schola Cantorum de París, de regreso a su tierra natal, dedicó todo su esfuerzo en la formación del Conservatorio de Cali que hoy lleva su nombre. En su producción brillan varias piezas corales, profanas y religiosas –terreno en el cual es quizás la figura más importante de Colombia, y en donde se destaca su Réquiem (1943)– y las Canciones sobre textos de Otto de Greiff (1931-1932); una importante producción camerística, donde es notable el trío Emociones caucanas (1926-1938) para violín, violoncello y piano, y las piezas para piano Berceuse (1924), Impromptu (1927), Ritmos y cantos suramericanos (1927), Bambuco “del tiempo del ruido” (1929), Chirimía y bambuco sotareño (1929) que luego orquestó magistralmente y Sonatina boyacense (1935).

Adolfo Mejía (Sincé, 1905-Cartagena de Indias, 1973). Compositor, pedagogo musical, pianista y guitarrista, luego de comenzar su carrera en Cartagena y en la escuela de la libre experiencia, viajó a Nueva York, donde integró el Trío Albéniz junto a Terig Tucci y Antonio Francés. Posteriormente, fue Bibliotecario de la Orquesta Sinfónica Nacional y realizó estudios en el Conservatorio Nacional de Bogotá. La obra que lo lanzó a la fama es la Pequeña Suite (1938), bellísima página de rica y colorida orquestación, donde se presentan varios aires típicos de la regiones andina y caribeña –bambuco, torbellino y cumbia– y por la cual fue galardonado con el Premio “Ezequiel Bernal” ese año. Gracias a él, viajó a Europa y en París fue discípulo de Nadia Boulanger y Charles Koechlin, formación interrumpida por la Segunda Guerra Mundial, que lo obligó a volver a Colombia. Pero son también importantes sus poemas sinfónicos América (1946) e Íntima (1941), sus piezas orquestales Preludio para La Tercera Salida de Don Quijote (1938), dos Homenajes, Acuarela (1941), el ballet Finita–Remanacuaca el condenillo, el Capricho español con arpa solista (1944), varias piezas para voz y piano (Cartagena, Ilusión, Te quiero, Tú vives en mí, Oye), abundantes ejemplos de música de

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cámara (Trío para violín, cello y piano, Impromptu para cello y piano, Lopezca, Oye (Canción sin palabras) y otras piezas para violín y piano), música para guitarra (Bambuco, Preludio, Españolerías, Joyas), para piano (Pasillos, Bambucos, Preludios, Pincho, Improvisación, El burrito, Manopili), y obras vocales profanas (Arrurrú, El torito, El tropelín) y religiosas (Ave María, Dios de bondad).

Alejandro Tobar (Bogotá, 1907-1975), singularmente prodigioso intérprete de los arcos y las maderas, pianista, arreglista y director, formado en el Conservatorio Nacional de Bogotá y en la Escuela de Altos Estudios Musicales de Bonn (Alemania). Fue autor de las fantasías concertantes Atardecer en Patiasao (para clarinete) y Agua sagrada (para flauta), la comedia musical Mi marido es soltero; Kalamarí (1974) –bella paráfrasis sinfónica sobre temas del compositor Lucho Bermúdez–, las piezas Serenata en Málaga y Serenata en Chocontá, para orquesta de arcos; el Pasillo en sol mayor, para violín y piano; el Ballet guajiro; varias canciones (entre ellas, Canción de cuna, Caracola, Poco a poco, Hoy he visto unos ojos, Idilio, Secreto, Espejismo, Saudade negra y Tunjo), música de cámara y muchísimas piezas para orquesta radial o de baile.

León J. Simar (Lieja, Bélgica, 1909-Cali, 1983), compositor, director y pedagogo, Prix de Rome en 1937, se residenció en Colombia desde 1949, desarrollando una importantísima labor en Cali. Suyas son valiosas obras de cámara (Suite para violín y piano), algunas partituras corales (Valle y Camino de Belén), la cantata dramática Requiem para Don Cualquiera (1963) y las piezas orquestales Los cuentos de la abuelita, Danzas sinfónicas (1951) y Sinfonía Breve.

Olav Roots (Uderna, Estonia, 1910-Bogotá, 1974), director, pedagogo y pianista, una de las más importantes figuras de la música colombiana en el siglo, por haber sido el animador de la Orquesta Sinfónica de Colombia en su “Época de Oro” -por cerca de un cuarto de siglo-, de la Sociedad Coral Bach y de otras instituciones, siendo los años más brillantes de la vida musical de Colombia en este siglo. Como compositor, dejó un pequeño catálogo, integrado por Variaciones y Passacaglia y una Sinfonía, la Secuencia del Solitario (Homenaje a León de Greiff) para solistas vocales, coros y orquesta, varias Canciones y Meditación y rondó para piano.

Andrés Rosa (Avigliano, Italia, 1911 – Neiva, 2005), sacerdote salesiano, educador, director y organista, establecido en Colombia desde 1929. Autor de numerosas obras teóricas, en parte de su producción musical se interesa por los aires típicos de su país

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adoptivo, como el Capricho colombiano para quinteto de maderas y la Guabina de concierto. Suyos son también dos oratorios, una cantata, doce operetas, abundante música religiosa y camerística, fuera de varias piezas concertantes.

Santiago Velasco Llanos (Cali, 1915-1996), director y educador, tras iniciar estudios junto a Valencia en su ciudad, viajó a Chile donde fue discípulo en el Conservatorio Nacional de ese país. En su obra original sobresalen la bella acuarela Tío Guachupecito –basada en temas del folclor negro de la Costa Pacífica–, dos Sinfonías, Cinco Trozos Infantiles, la Danza Indígena, Ritmos Andinos de Colombia, abundante música camerística, piezas vocales e innumerables obras corales.

Oriol Rangel (Pamplona, 1912-Bogotá, 1977), pianista, organista, arreglista y director, legó a la posteridad muchísimas obras pianísticas tradicionales de gran valor, un Estudio de pasillo para piano, la Fantasía colombiana (para el clásico trío de violín, violoncello y piano) y las piezas sinfónicas Vals, Canción de Cuna y Aire criollo.

Luis Uribe Bueno (Salazar de las Palmas, 1917-Medellín, 2000), intérprete de instrumentos de cuerda, gran educador, arreglista y director, posee un vasto repertorio de canciones y piezas características en ritmos tradicionales de la zona andina, como El marco de tu ventana, Colombia, Pajobam, El cucarrón y El silletero, entre otras. De intención más académica son la Pequeña Suite Antioqueña para orquesta y el Cuarteto de cuerdas.

Luis Carlos Espinosa (Tierradentro, 1917-Popayán, 1990), pedagogo de grandes méritos, formado inicialmente en el Conservatorio de Cali y luego en los Estados Unidos y Francia. Su obra original está basada parcialmente en temas de la costa pacífica (las piezas vocales y corales Canción de cuna para niños negros, Bajando San Juan abajo, Cantar chocoano, Ritmo mulato para bogas negros), y la región montañosa indígena (Paisaje andino, para piano, y Añoranza indígena, para coro), además de música escénica, camerística y de intención pedagógica.

Hans Federico Neuman (Barranquilla, 1917-1992), pianista, docente, hombre de radio y escritor, unió a su labor musical una ejemplar producción poética, destacándose como compositor de pequeñas formas. Así el ciclo de Canciones integrado por La piedad que pasa (1938), Madrigal (1947), Canción lejana (1948), Nocturnal (1942, rev. 1953), Rumbo estelar (1953, rev. 1959), Tarde maravillosa (1977), Rondel (1947, rev. 1965), Cuando sea mi vida(1965) y Rondel de la niña ausente. También fue autor de

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música coral, obras camerísticas (Rondó Minuetino y Aire de bambuco, para cuarteto con piano; Momento musical, para violín y piano, y Serenata para cello y piano) y una interesante Rapsodia concertante, para piano, sobre temas de la costa caribe colombiana.

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Luego de las miradas nacionalistas con tintes impresionistas, románticos y tardo-románticos que se dieron en las primeras décadas del siglo, la creación musical colombiana inicia una interesante etapa de modernidad, que encuentra representantes en muy diversas corrientes, estéticas, escuelas y estilos propios de la expresión musical de Occidente. Pero al tratar el tema de la música contemporánea de este país se debe hacer mención a cada uno de sus compositores e intentar ubicarlos en alguna de esas corrientes, de acuerdo a lo ofrecido por su particular creación. Así, hallaremos ejemplos de tradicionalistas y vanguardistas, moderados y experimentadores, cultores de los estilos de antaño y buscadores de nuevos lenguajes, figuras solitarias y gremios informales o intentos de agrupación formal. Todos, en un mismo país y quizás en un mismo tiempo, hacen la música colombiana del final del siglo XX.

Tres compositores antioqueños nacidos en la primera década del siglo lograron realizar una obra muy personal y meritoria, en muy diferentes circunstancias: Bravo Márquez, Posada Amador y Pineda Duque.

José María Bravo Márquez (Medellín, 1902-Apía, 1952), adalid del canto coral en el país, fue director-fundador del legendario Orfeón Antioqueño, considerada su más grande obra. Como compositor, son suyas innumerables piezas corales profanas y religiosas, escritas para su agrupación, varias Misas y Villancicos, el ciclo de canciones de cuna llamado La voccata, la Sinfonía de los Andes (El Llano, Ascenso a los Andes, Himno de la Gloria y de la Victoria) para orquesta, piano y coros, un par de Canciones para voz y piano, y varias piezas para piano.

Carlos Posada Amador (Medellín, 1908-Ciudad de México, 1993), compositor y pedagogo, se educó en París en la Ècole Normale de Musique y en la Schola Cantorum, y se exilió voluntariamente México hacia 1942, buscando una carrera musical más intensa. Como creador encontró en las más disímiles tradiciones y culturas universales, las mejores fuentes para su labor. Destacan las Canciones medioevales (1938-9), y los Romances tradicionales mexicanos (1954), ambas

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para coro, el Concierto barroco para clavecín y orquesta de cámara (1981), las Rubayatas de Omar Khayam (1934-6) para barítono y orquesta, el poema sinfónico-ballet La Coronación del Zipa en Guatavita (1938, rev. 1991), basado en la leyenda americana de El Dorado, fuera de abundante música camerística.

Roberto Pineda Duque (El Santuario, 1910-Bogotá, 1977), maestro de capilla, organista, pedagogo y director, aunque su lenguaje procede de las escuelas más conservadoras y cultivó sabiamente técnicas neoclásicas, es el primer compositor colombiano que incursionó con fortuna en los terrenos del dodecafonismo. En su vasta obra destacan el Triple concierto para violín, violoncello, piano y orquesta (1963), la Sinfonía No. 1 (1962), la Fantasía No. 1 (1977), el Concertino para orquesta (1958), el Preludio sinfónico (1962), el oratorio sacro Cristo en el Seno de Abraham (1961) y la Misa solemne (1956) para solistas vocales, coros y orquesta, el Canto místico (1971) para orquesta de cuerdas, la cantata profana Edipo rey (1959) –sobre el drama de Sófocles– para narrador, solistas vocales y orquesta, la Suite dodecafónica (1957) para violín y piano, y El Zodíaco (1960) para tenor y cuarteto de cuerdas, varias piezas para órgano y para piano, y abundante música de cámara, orquestal, coral, vocal y escénica.

Figura singular es también Fabio González Zuleta (Bogotá, 1920), formado en el Conservatorio Nacional de Música, donde posteriormente fue directivo, quien ha destacado como educador, investigador y escritor. Su labor creativa es esencialmente ecléctica, ya que de forma equilibrada viaja entre las formas tradicionales clásicas y los elementos expresivos definitivamente modernos y contemporáneos. Sobresalen en su vastísimo catálogo orquestal, nueve Sinfonías (1956-74), el poema sinfónico Estampa heroica (1955), el Bíptico para orquesta de cuerdas, el Concierto Seráfico para violín y orquesta (1958), un Concierto para piano y orquesta (1959), la Suite Amazonia (1945) –Premio “Ezequiel Bernal”–, el ballet Manuela Beltrán (1972), el Te Deum por la paz de Colombia (1957) para solistas vocales, coros y orquesta, el Salmo 116 (1962) para coro mixto, piano y orquesta y la Rapsodia griega (1957) para coro masculino y orquesta. En su producción camerística, la Suite Andina (1946) para flauta y cuarteto de cuerdas, la Suite de Ayer y de hoy (1956) y el Quinteto abstracto (1960) para vientos, tres Cuartetos de cuerdas (1952-3), y algunos ejemplos corales, vocales y pianísticos. Suyo es, por otro lado, el pionero Ensayo electrónico (1965), primera pieza en su género en la historia musical colombiana.

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Tres importantes pianistas colombianos, formados en los Estados Unidos, también han dedicado algunos de sus esfuerzos a la creación musical, usando escrituras que miran y recrean el pasado romántico y nacionalista: León, Buenaventura y Moncada.

Jaime León (Cartagena de Indias, 1921), egresado de la Juilliard School of Music de New York, ha brillado en la dirección escénica (ópera, ballet y comedia musical) y en la interpretación pianística. Como compositor, son ejemplares sus casi medio centenar de Canciones (aprox. desde 1962), las Variaciones sinfónicas sobre un tema de Bizet (1986), la Misa breve (1980), y las piezas pianísticas Tema y variaciones (1945) Música para tres pianistas (integrado por Nocturno para la mano izquierda, Cumbia y Pasillo), los cinco preludios Made in USA (1979), y Remembranzas (1964) para dos pianos).

Oscar Buenaventura (Ibagué, 1923-1999), pianista formado en la Eastman School of Music de la Universidad de Rochester en New York, y en el Berkshire Music Center de Tanglewood, inexplicablemente retirado de los escenarios de concierto, impregnó su obra con matices folclóricos: un Concierto para dos pianos y orquesta, el poema sinfónico Un San Juan en El Guamo, el ballet Goranchacha (partitura sobre mitos indígenas de la nación chibcha, por la cual se hizo acreedor al premio Ezequiel Bernal en el año 1944, y donde destacan Baile de Súa y Baile del tres), varios Tríos Impresionistas, y, para piano, la suite Catedral, y las piezas El sueño de la ninfa y Danza de fantasmas (unidas bajo el título de Dos estampas a la memoria de Claude Debussy), En el harem (Danza Oriental), Homenaje a Ravel, Danza boyacense, Interludio y Combeima, entre otras.

Aura Moncada (Pamplona, 1925-Bogotá, 1980), alumna del New England Conservatory of Music de Boston, tras hacer una brillante carrera como concertista internacional, hizo una brillante labor pedagógica, además de guiar los destinos de la Escuela de Música de Tunja por varios años. Fuera de algunas piezas juveniles en ritmo de pasillo, dejó como compositora las obras pianísticas Estampas juveniles y Andante rubato.

Un trío de autores musicales que buscaron en el extranjero su educación superior, ha incorporado a su obra, plena de lenguajes modernos y técnicas contemporáneas, algunos matices nacionalistas como noble recurso expresivo: Cardona, Figueroa y Escobar.

Ramón Cardona García (Manzanares, 1922-Calarcá, 1959), director, maestro de capilla y organista, fue alumno de la Escuela Superior de

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Bellas Artes de la Universidad de La Plata (Argentina), y a su regreso desarrolló una importante labor pedagógica en Manizales. Fue autor de El trapiche (1956) (fantasía para orquesta de cuerdas sobre el tema de Emilio Murillo), el bambuco-canción Nostalgia (1957), un Cuarteto de cuerdas No. 1 sobre ritmos nacionales (extraviado), varios ejemplos corales profanos (De Colombia, Mañanita, Campesina Alegría) (1956-7) y de música sacra (Ecce sacerdos) (1957), algunas versiones corales de obras tradicionales y de villancicos.

Luis Carlos Figueroa (Cali, 1923), pianista, director y pedagogo, fue alumno fundador del Conservatorio Antonio María Valencia, y luego de la École Cesar Franck (École Supérieur de Musique), de la École Normale de Musique y del Conservatorio Nacional Superior de Música de París y de la Accademia Musicale Chigiana de Siena (Italia). A su gran obra como docente y directivo musical, integra una extensa producción en todos los géneros, destacándose el Concierto para piano y orquesta (1986), el Preludio y Danza Colombiana (1953-6) y la Suite sinfónica (1980) para orquesta, la cantata El boga, boga, bogando (1964) para solista vocal, coro y orquesta, el Concertino (1972) para flauta, cuerdas y timbales, una decena de Canciones (1945-76), las series Colombianas (1975-82) y Recreaciones (1975-7), una Sonata para violín y piano (1955), un Cuarteto de cuerdas (1956) y abundante música de cámara, para coro y para piano, fuera de múltiples arreglos corales e instrumentales.

Luis Antonio Escobar (Villapinzón, 1925-Miami, 1993), escritor, conferencista, divulgador por los medios masivos de comunicación, directivo y diplomático, tras comenzar su formación en el Conservatorio Nacional, estudió en los Estados Unidos (Peabody Conservatory of Music de Baltimore, Columbia University de Nueva York y con dos becas Guggenheim), y en Alemania (Mozarteum de Salzburgo y Escuela de Altos Estudios Musicales de Berlín, con Boris Blacher). Poseedor de una muy vasta producción original, entre sus obras sobresalen los poemas sinfónicos Juramento a Bolívar y Al General Santander (con textos de Jorge Rojas) para coros masculinos y orquesta, los balleti Avirama (1955) (sobre tema indígena), Preludios para percusión (1960) (coreografía de Ballanchine), La Fosforerita (para niños) (1961) y Manuelita Sáenz; los preludios pianísticos Bambuquerías (1957-84), las Cánticas Colombianas (1964-72) para coro y las Cantatas campesinas para coros y orquesta, las singulares óperas La princesa y la arveja (para público infantil) y Los hampones (para percusiones) (todas, 1961), tres Conciertos para piano y orquesta (1959, 1974 y 1981), sendos Conciertos para clavicémbalo, para violín (1981), para clarinete

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(1981) y para guitarra, el Concertino para flauta, la pieza orquestal Danzas en el sentimiento andino (1992), varias Pequeñas Sinfonías y Divertimentos, muy abundante música camerística –en la que destaca el Quinteto La Curuba (1959) y varios Cuartetos de cuerda–, música vocal y orquestal, fuera de varios libros y textos sobre la historia musical de Colombia.

Un quinteto muy interesante, de figuras solitarias, dueñas de lenguajes muy personales, en continuas búsquedas de la realidad estética americana, a la manera de una verdadera avanzada en la experimentación y en el uso de las más disímiles técnicas en la escritura musical colombiana: Pinzón Urrea, Mojica Mesa, Atehortúa, Borda y Rendón.

Jesús Pinzón Urrea (Bucaramanga, 1928), pianista, director de orquesta y educador, exclusivamente formado en el país –en el Conservatorio Nacional recibió en 1965 el título de “Maestro en Composición Musical y Dirección de Orquesta”–, sus vanguardistas composiciones evidencian una permanente búsqueda de sonoridades y nuevos efectos tímbricos y acusan fuentes de inspiración en las expresiones indígenas del sur y oriente del país y en las comunidades negroides y mestizas de otras regiones colombianas. Así mismo, sin inhibiciones ha mezclado formas contemporáneas con estilos de reminiscencias clásica, barroca y romántica europeas y ha creado una novedosa forma de escritura musical gráfica –o línea sonóptica–. Es autor de una muy amplia producción: el ballet Rito Cubeo (1985), las obras sinfónico-corales La revolución de los comuneros (1977), Cantata por la paz (1981), Goé Payari (“Canto después de la Muerte”) (1982), Relato de Sergio Stepansky (1982) y Bico Anamo (“Gente sumergida”) (1979), las partituras orquestales Sinfonía No. 1 (1966), Estudio (1970), Estructuras (1971), Contrastes (1963), Tripartita (1979), Disertación Filarmónica (1982) y Movimiento (1987), la serie de Rítmicas (191971-1985) para percusiones, sendos Conciertos para trompeta (1964), para viola (1971), para piano (1990) y para cinco timbales (1984), el coro Ñeé Iñati (“Qué mira?”) (1981), los siete Pasillos de gala y Toccata Americana (1997) para piano, fuera de muchísimas obras camerísticas, corales y orquestales, e innumerables arreglos para coros y orquesta de obras tradicionales colombianas.

Raúl Mojica Mesa (Lagunita, 1928-Bogotá, 1991), cantante, investigador y docente, fue alumno del Conservatorio Nacional de Música de Bogotá, antes de especializarse en el Hoehschulinstitut für Musik de Trössingen (Alemania). Artífice de una especie de nacionalismo renovador, que rechaza escuelas y tradiciones europeas y que explora en sus obras las primitivas expresiones musicales y las

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raíces culturales de comunidades negras, mestizas e indígenas de Colombia, es autor de la música incidental para la pieza teatral Atabí o La última profecía de los Chibchas (1976) (de Fernando González Cajiao); de las que él llamó “sinfonías sobre motivos llaneros” tituladas Trenos de Chirajara (1979) y Mastranto, sabana y cielo (1981); de las obras Cheimesquenema (1977) para quinteto de bronces y Reflexiones sonoras (1977) para quinteto de maderas; de las Transparencias chibchas (1979) y Un joropo para Gregorio (1978) para cuerdas; de Benkos Bio-ho (1979), serie episódica para clarinete y piano, y de dos ciclos de Canciones onomatopéyicas guajiras (1970 y 1981) y Cinco Canciones sobre poemas de León de Greiff (1982), entre otras.

Blas Emilio Atehortúa (Medellín, 1933), investigador, arreglista, director, educador, gran divulgador y funcionario administrativo, es uno de los creadores más conocidos fuera y dentro del país en los terrenos de la música más actual, habiendo recibido innumerables reconocimientos en Colombia y el exterior. Recibió formación en el Instituto de Bellas Artes de su ciudad natal, en el Conservatorio Nacional de Música y en el exterior –Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM) del Instituto Torcuato di Tella de Buenos Aires e Instituto de Educación Internacional de New York, entre otros–. Gran pedagogo musical, ha conducido los destinos de varios conservatorios y ha regentado cátedras superiores y de composición dentro y fuera del país. Con una obra sumamente original, de gran variedad y recursos, su producción ha evolucionado desde el neoclasicismo con referencias nacionalistas y americanistas, hasta el tardo-romanticismo y el eclecticismo, pasando por miradas a las formas barroca, clásica, romántica, serial y electroacústica. Sobresalen las cantatas profanas Cantico delle Creatura Op. 29 (1965), Apu Inka Atawalpaman –Elegía Americana– Op. 50 (1971), Elegía 2, a un Hombre de Paz Op. 51 (1972), Un Requiem de los Niños Op. 55 (1974), Tiempo Americandina Op. 69 (1978), El Nacimiento del Nilo Op. 119 (1983) y Requiem del Silencio Op. 143 (1987); los poemas sinfónico–vocales Simón Bolívar Op. 95 (1980), Kadish –Elegía Sinfónica– Op. 107 (1981), Cristóforo Colombo Op. 167 (1991) y Éxodos Op. 170 (1992); la ópera infantil Un sueño de Liliana Op. 39 (1969); las partituras orquestales Tríptico Op. 8 (1960), Obertura simétrica Op. 17 (1962), Tripartita Op. 25 (1964), Estudios sinfónicos Op. 36 (1968), Diagramas Op. 49 (1971), Canticum et Epicedium Op. 48 (1971), Sh'ma Deuteronomio 6-4 Op. 59 (1976), Invenciones sinfónicas Op. 70 (1977, rev. 1981), Cinco Piezas a Béla Bartók Op. 104 (1981), Partita Sinfónica Op. 139 (1987), Suite Concertante Op. 178 (1993), la Fantasía y Toccata Latinoamericana para bronces Op. 175 No, 1 (1993), Impromptu para Banda Sinfónica Op. 196

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(1998), las tempranas piezas Sonocromías Op. 31 y Syrima 1 Op. 30 (1966) –para sonidos electrónicos–, sendos homenajes o pastici a la manera de Bach, Vivaldi, Frescobaldi, Rameau, Mozart y Haydn, varios trabajos concertantes para timbales, piano, clarinete, oboe, violín, viola, percusiones, y muchísima música de cámara, vocal y para cine.

Germán Borda Camacho (Bogotá, 1935), pedagogo, crítico musical y divulgador, luego de una breve formación en la Universidad de Los Andes, estudió en Viena, junto a Alfred Uhl, hasta recibir el grado de Doctor en Música, el único por muchos años en Colombia. También literato –es autor de varias novelas, poemarios, piezas teatrales y colecciones de cuentos–, su catálogo musical está formado por una vasta obra, personal, íntima y refinada, de estética moderna, que suele ser vinculada al expresionismo vienés de principios del siglo XX, escrita en un lenguaje deliberadamente no convencional, pero que está cimentada en la estructura como eje central, creando su propio sistema armónico: dos óperas, varias series de Microestructuras para instrumentos solistas, cuerdas y agrupaciones orquestales diversas, Introducción y Allegro Americano para percusiones, un Homenaje a Borges, los Cuatro Poemas Sinfónicos sobre “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust, media docena de Orquestales, el Concerto Grosso y Seis Visiones de la Sabana para conjuntos de 10 instrumentos, los Cuartetos de cuerdas “El origen de los tiempos” y “Del olvido”, Ciudad perdida y Cosmogénesis para vientos, Dreidana y Macroestructuras para quinteto de cuerdas, algunas partituras concertantes y abundante música incidental.

Guillermo Rendón García (Manizales, 1935), director, educador, investigador y teórico, inició estudios musicales en su ciudad natal -fue discípulo de Ramón Cardona- y los siguió en Argentina, Brasil y Alemania. Además poeta y Doctor en Ciencias Etnográficas de la Universidad Humboldt de Berlín, en su obra se descubren modernas tendencias politonales, polirrítmicas y aleatorias, en muy diversas posibilidades, buscando combinaciones y efectos nuevos; su labor se ha extendido a las disciplinas humanísticas, literarias, antropológicas y de investigación científica. Es autor de dos docenas de libros y casi un centenar de obras en los géneros sinfónico, cantatas, conciertos, coros y música de cámara: la cantata Retablo de Navidad según San Lucas (1994); las piezas vocales Bucólicas (1983), Oráculos (1986) y Remanso de la luz (1987); Cali sinfonía (1964-5), Afroenergesis-Módulos (1969-70), Jardín de los Dioses (1981), El templo blanco (1992) y Nocturno-Sinfonía (1993) para orquesta sinfónica; Juegos florales (1994) y Grabado de Annabella Geiger (1968) para orquesta de cuerdas; Cuarteto (1977) para clarinete,

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trompa, violonchelo y piano, Ii Ie (Paso de las sombras) (1985) para clarinete bajo, arpa, marimba, vibráfono y percusión, Rijubicanto (Eclipse de luna) (1991) para viola, clave y guitarra, Earth (Planeta Tierra) (1989) para cuarteto de clarinetes, Serkan Ikala (1980) para grupo de vientos, cuerdas y percusiones, Pentamorfosis en marrón y argenta (1983) para clarinete bajo y marimba, Bipartita (1984) para saxo alto, Trilaúd (1999) para bandola, tiple y guitarra, Ciclo del exilio (1985) para guitarra, Ritmos tonales y politonales y Paisaje de luna sorda (1981) para piano, fuera de abundante música coral, incidental para teatro y cine, y en otros géneros.

Un trío de compositores quizás menos revolucionarios, que han desarrollado otras áreas de la música, han permitido conocer desde su obra contemporánea interesantes visiones de la tradición occidental: Pérez González, Ramírez Sierra y Aragón.

Rodolfo Pérez González (Medellín, 1929), formado en el Instituto de Bellas Artes de Medellín, con cursos de especialización en España y Estados Unidos, se ha desempeñado como docente, investigador, transcriptor, director de coros, animador de empresas musicales en Antioquia e historiador musical a través de programas radiales y libros de gran erudición. Entre sus creaciones sobresalen la ópera El inspector sobre textos de Nicolai Gogol (1956), el Salmo Miserere para solistas, coro masculino y cuerdas (1969), el ciclo Tierra de promisión, sobre poemas de José Eustasio Rivera (1991), el Poema Coral sobre versos de Jorge Manrique, un Cuarteto de cuerdas (1960), un Noneto (1971) y un Quinteto (1975), ambas para vientos, y una abundante producción bajo el nombre genérico de Canciones, para coro masculino y para coro mixto, sobre textos de Meira Delmar, P.B. Shelley, Juan Ramón Jiménez, Lord Byron y otros.

Álvaro Ramírez Sierra (Cali, 1932 - 1991), alumno del Conservatorio de su ciudad natal, hizo estudios superiores en Boston (Estados Unidos), brilló como pedagogo y teórico. En su labor compositiva hay sugerencias claras de nacionalismo: las piezas orquestales Caucanas (1957) y Encuentro (1959), varios poemas sinfónicos -entre ellos El Valle de Lili (1960) y La cosecha (1965)-, el ballet Abstracción, (c.1966), el Estudio sinfónico (1966), el Concertino para piano, timbales y orquesta de cuerdas (1964), sendos Conciertos para guitarra (1962), para violín y para piano (1975), abundante música de cámara –destacándose los Cantos a mi tierra (1957) para violín y clavicémbalo–, además de varias obras vocales, pianísticas y religiosas –así, la cantata de iglesia Torre de clamor y alabanza (1973)–.

Alfredo Aragón (Cali, 1935), formado también en los Conservatorios de Cali y Bogotá, en los últimos años ha desarrollado una interesante

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carrera como esperantista y músico en Rio de Janeiro (Brasil). Es autor de Jubilea Meso para solistas vocales, coro y orquesta de cuerdas, Kune para tenor y orquesta, Tres Canciones (Voces tristes, Paisaje de mi tierra y Paisaje interior) para flauta y orquesta, Viaje al Astral para violín y orquesta, Variaciones y fuga para quinteto mixto, Septimino o Bagatela para vientos y cuerdas, Tema y variaciones para quinteto, dos Cuartetos para cuerdas, Preludio conclusivo para violoncello y piano, Díptico veredal para violín y piano, Kajbal para piano, y Homenaje.

Mario Gómez Vignes (Santiago, Chile, 1934), pedagogo, musicólogo, crítico y director, radicado en nuestro país desde 1960, ha sido uno de los más destacados educadores musicales de Colombia en la segunda mitad del siglo. Su trabajo más importante en el campo de la investigación musicológica es el arquetípico estudio biográfico y analítico titulado Imagen y Obra de Antonio María Valencia (1991), que mereció el Premio Robert Stevenson de Musicología (Mención Honorífica), otorgado por el CIDEM-O.E.A., Washington DC (1993). Como compositor, posee una extensa producción en todos los géneros, en la que se destacan la Sonata para violín y piano (1964), la Sonatina para clarinete y piano (1966), un Concerto Grosso (1967), Metamorfósis Sinfónica de un Intervalo de Segunda (1968), una Sinfonía (1970), Cantata Breve “Episodio y Elegía” (1970), para coro mixto a capella (sobre textos del “Canto general” de Pablo Neruda), Cuatro Bocetos de Meghnon (1974), para dos orquestas de arcos, la cantata Trenodia del cautiverio (1975), las didácticas Danzas concertantes (1979), Opus Quinientos, ensayo para orquesta (1992), Concerto para clavecín guitarra y orquesta de arcos (1993), Sonanta para percusión y piano (2001), piezas incidentales y otras interesantes páginas camerísticas, pianísticas, vocales y corales.

Un interesantísimo trabajo de propuestas musicales en las más modernas técnicas -que aún no se conoce ni estudia con seriedad- fue iniciado en la década de los sesenta por tres compositores temprana y lamentablemente desaparecidos cuando aún se esperaba mucho de ellos: Nova, Estrada y Vanegas.

Jacqueline Nova (Gante, Bélgica, 1935-Bogotá, 1975), formada inicialmente en el Conservatorio Nacional de Música de Bogotá, posteriormente fue alumna del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales CLAEM del Instituto Torcuato di Tella, en Buenos Aires (Argentina). Poseedora de una muy sólida técnica, como pionera se interesó por las nuevas sonoridades y la música electrónica. Autora, entre otras obras, del oratorio Hiroshima (1972), Metamorfosis III (1966) para orquesta sinfónica, 12 móviles para conjunto de

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cámara (1966), Uerjayas-Invocación a los dioses (1966-7) para soprano, coro masculino y orquesta, algunas Canciones (1966-7), Asimetrías (1967) para flauta, timbales y tam-tam, Resonancias (1969), las electroacústicas Oposición-fusión (1968) y Creación de la tierra (1972), Omaggio a Catullus (1972-4) para percusión, piano, armonio, voces hablantes y sonidos electrónicos, además de varias piezas pianísticasy abundante música de cámara, para cine y para la escena.

Lucas Estrada (La Unión, 1938-New York, 1981), después de iniciar su formación en los Conservatorios de Cali y de Bogotá, estudió en los Estados Unidos e Italia, donde fue alumno privado de Carlos Suriñach y Julián Orbón (en New York), y Franco Donatoni y Luigi Dallapicolla (en la Accademia Musicale Chigiana de Siena). Autor de una trilogía de óperas de cámara de contenido cristiano (La muerte no es un cuento de hadas, El gran viaje y Esteban) (1968), una colección de Canciones (1962-74), algunas Piezas para piano (1962-4), abundante música incidental para teatro y cine –Bellas Artes (1960) y Cali, ciudad de América (1971)–, y la Improvisación sobre el coral “Eine Feste Burg” (1974) para órgano.

Marco Aurelio Vanegas (Bogotá, 1942-Sibaté, 1984), también formado en el Conservatorio Nacional de Música (donde fue alumno de Pineda Duque) y especializado en el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales CLAEM del Instituto Torcuato di Tella de la Argentina, fue uno de los primeros creadores colombianos que se internó con fortuna por los caminos del dodecafonismo y del atonalismo. Es autor del poema sinfónico Sereno Clasical Campesino (1964) y de Preludio, Interludio y Final (1965) para orquesta sinfónica, Estampas (Montañas, Llanuras, Fuentes) (1967) para orquesta de cuerdas, Tres preludios breves para conjunto de cámara, un Cuarteto de cuerdas, un Concierto para piano y orquesta, sendas Sonatas para violín y para viola con piano, Tres piezas para oboe y piano, además de abundante música vocal y camerística.

Un grupo de compositores colombianos, integrado por Torres Zuleta, Montaña, Mesa, Yepes, Zumaque, Nasi y Barrera, todos nacidos en la década final de la primera mitad del siglo, ha presentado una obra desigual en logros estéticos, plena de búsquedas e inquietudes, expresando y sintiendo sus ideales estéticos en muy diversos lenguajes, tradicionales y modernos, desde el paisaje nativo hasta el texto y el poema, desde la reminiscencia clásica hasta la abstracción completa.

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Luis Torres Zuleta (Bogotá, 1941), formado también en el área de la filosofía y las letras, su robusta obra se deja impresionar por estas disciplinas humanísticas. Se destacan, en su catálogo, Impronta (1971), La trova paralela, Tríptico y Movimiento sinfónico (1969) para orquesta; Tres cantos para soprano y orquesta sobre poemas de Porfirio Barba Jacob; sendas partituras Concertantes para clarinete (1972), para trompa y para violoncello (1979); Díptico (1976) para cuarteto de cuerdas; Intervenciones para quinteto de vientos y piano; Variaciones para flauta y órgano; Motivos colombianos (1988) para piano a cuatro manos, y varias piezas para coro.

Gentil Montaña (Ibagué, 1942), insigne guitarrista, pedagogo y compositor, una de las figuras colombianas más importantes en el instrumento. Entre sus obras destacan tres Suites, 12 Estudios de pasillo, Estudio homenaje a Fernando Sor, Sonata “Canto al Amor” para dos guitarras, Preludio para un tema distante, ocho Duetos, dos Cuartetos de guitarras, tres Fantasías (que fueron arregladas para orquesta por el maestro Fernando León), fuera de innumerables piezas para guitarra solista.

Sergio Mesa (Medellín, 1943), pianista y pedagogo, formado en las áreas de la filosofía y la teología en los Estados Unidos y Alemania, y también dedicado a la sicología clínica, en los últimos años ha presentado algunas obras musicales de gran interés: Cinco trazos (1991), Estratos y convergencias (1992) y Díptico (2000) para orquesta sinfónica; Premoniciones (1988) para quinteto de vientos, un Cuarteto de cuerdas (2004), Diferencias (1991) para trompeta, piano y percusión, Episodios (1995) para corno inglés y piano, una Sonata (1989) para clarinete y piano, música incidental para Medea (1991) y varias Canciones (1992-2004).

Gustavo Yepes Londoño (Yarumal, 1945), directivo, teórico e investigador musical, pedagogo, director, arreglista y pianista, en su obra original se destacan la ópera de cámara Documentos del Infierno (libreto de Enrique Buenaventura y Mario Yepes), la pieza Del Big Bang al fin del universo (1999) para dos narradores, hombre y mujer, coro mixto que canta en vocalisos, maderas, cobres, saxofones, cuerdas, percusión, 12 guitarras, 4 pianos y órgano; la obertura Nó a las armas (2004) para orquesta sinfónica, el oratorio Requiem-Trío para violín, piano y bajo profundo cantante, 12 Canciones para voz y piano sobre textos de Federico García Lorca, León de Greiff, Luis Carlos López, Porfirio Barba Jacob, Carlos Villafañe y otros; varias Canciones Corales sobre textos de Rafael Pombo, León de Greiff, Luis Carlos López, Porfirio Barba Jacob, Carlos Villafañe, Paul Verlaine y otros, Coplas a la muerte de mi padre, para coro

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mixto, solistas y órgano o clave (texto de Jorge Manrique), dos Misas; Conversación para Trío y Suite Leyenda (2004) para sexteto de cámara, Duetos líricos para soprano y clarinete y Perorata para trombón y piano pasivo (2005); Álbum, Pre- y Postvariaciones sobre “Chaflán” y una decena de piezas andinas colombianas diversas para piano, fuera de innumerables Versiones Corales de la música tradicional de los andes colombianos, medio centenar de arreglos corales de villancicos navideños y una decena de arreglos de música instrumental tradicional andina colombiana. Suyas son también varias traducciones prosódicas (cantables) de textos de ópera al castellano (del italiano, alemán, inglés, francés).

Francisco Zumaqué (Cereté, 1945), director de orquesta, arreglista y pedagogo, tras comenzar su formación en Colombia (Cartagena de Indias, Medellín y Bogotá), se trasladó a París y allí fue uno de los últimos discípulos de Nadia Boulanger y tomó cursos con Pierre Schaeffer y Olivier Messiaen. Ha trabajado en México, Holanda y Alemania. Animador de los proyectos culturales llamados Taller de las utopías, Una iguana sobre el teclado y Quiénes somos Colombia, consolida la visión de una música colombiana integral, contemporánea y universal, a partir de la esencia de las identidades musicales regionales. Su obra está inscrita dentro de un lenguaje nuevo, original y aleatorio, que mira con especial interés hacia su natal región caribeña y su música tradicional. Sus trabajos –para orquesta, cámara, electrónica, mixta, incidental– funden los hallazgos más modernos de la música contemporánea a las más íntimas expresiones populares de su terruño: Cumbiamba (1971), Fandango (1974), Porro novo (1978) y Macumbia (1984) y a las expresiones indígenas americanas: Zynuth (1972), Cantos de Mescalito (1975), Xochicuicatl (1975), Onomá (1970), Sinú, Urutí, Matanagantí y Chapigana (1988) para grupo de percusión. Dueño de una gran versatilidad, suyos son también la ópera Simón (1983), los balleti El Gran Lengua (1973), Música para una cosmogonía (1977) y Rito de manglares (1999), el Oratorio por la Paz (1985), la Misa sacerdotalis (1977), las piezas 1492 Génesis (orquestal) y América 1492-Profecía de un Nuevo Mundo (1992) para orquesta sinfónica, coros y solistas, y numerosísimos trabajos originales y en arreglos para banda y orquesta sinfónica de piezas populares de compositores costeños.

Mauricio Nasi (Bogotá, 1949), arpista, organista y pianista, también biólogo, formado musicalmente en la Universidad Nacional de Colombia, su labor compositiva -en un lenguaje libre de vanguardias- cubre varios géneros. Ha dedicado gran parte de su carrera a la improvisación y a la interpretación. Ha compuesto varias Toccatas, Berceuses y Fantasías para diversas formaciones instrumentales; destacados ejemplos son las obras orquestales Variaciones

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Multiconcertantes Op. 7 (1980), la Sinfonía No. 1 Op. 41 (1986), el poema sinfónico La isla tropical Op. 49 (1998), el Scherzo elegíaco Op. 82 (2001) y el Preludio orquestal Op. 92 (2003); obras concertantes son el Concierto, órgano, arpa y celesta Op. 19 (1981) y la Miniatura variada y fuga Op. 87 (2002) para piccolo y orquesta, la Toccata llanera Op. 80 para órgano (que luego orquestó) y la Pavana y final llanero Op. 52 para arpa; ejemplos de su música religiosa son el Réquiem Op. 17 (1981) para voces blancas y orquesta y un Ave María, y música camelística se encuentran Phonotryptikhos para viola, Danza indígena para corno inglés y arpa Toccata No. 14 Op. 55 (1995) para clave.

Euclides Barrera (San Gil, 1949), arreglista y pedagogo, también retirado prematuramente de la escena pública, su corto catálogo está integrado por las piezas orquestales Tema y variaciones, El camino de la transfiguración y El cañón del Chicamocha, las páginas camerísticas Iridiscencia y Día de campo, y algunos arreglos para grupos de cámara de obras pianísticas y sinfónicas de otros compositores académicos de Colombia.

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Los miembros de la generación de compositores nacida en la primera década de la segunda mitad del siglo, cuya labor creativa se ha conocido en los últimos años dentro y fuera del país, por su presentación en festivales, concursos, homenajes, conciertos o hacerse acreedores a premios, dentro y fuera del país. Entre todos ellos, es necesario comentar algunos nombres y obras.

En primer lugar, un dúo de amigos, formados musicalmente en sus ciudades natales, culminaron sus estudios superiores en New York. A su regreso al país, han dedicado sus esfuerzos a la docencia y a la creación; son fundadores de la hoy desaparecida Asociación Colombiana de Compositores, y han representado al país en diversos eventos internacionales: Gaviria y Posada.

Guillermo Gaviria (Bogotá, 1951), director y pedagogo destacado, ha sido el gran animador de la escuela de composición de la Universidad Javeriana en Bogotá. Formado musicalmente en el Conservatorio Nacional, culminó sus estudios superiores en la Juilliard School of Music de New York. Dueño de una breve producción, es autor de En el segundo tono y Malagma para orquesta, Kaireneuma y Cumbamcú para ballet, MD 9986 y Gaisa -música electroacústica-, además de varias obras camerísticas.

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Andrés Posada Saldarriaga (Medellín, 1954), luego de iniciar estudios musicales en Medellín, culminó su formación superior en la Mannes School of Music en New York. A su regreso al país, ha dedicado sus esfuerzos a la docencia en la Universidad de Antioquia y a la creación del Departamento de Música de la Universidad EAFIT de Medellín. Poseedor de un vasto catálogo en muy variados géneros, se destacan: Obertura para un concierto (1986), Poema para una catedral invisible (1984), Eventos móviles (1991), Danza para Orquesta (1992, rev. 1995), Salmo 55 (1999-2000) y Los Colores (2003) para orquesta; Sonata Estival (1984-5) para grupo de cámara mixto, Figuras Líticas, (2000), para cinco percusionistas, Pero yo te quiero sin saber porqué… (2000), para violín, violonchelo y piano, Movimiento (1992), para violonchelo y piano, Dúo rapsódico con aires de currulao (1985) para violín y piano, Figuras a 4 manos (2000), para piano a cuatro manos; Elegía Primera (1987-8) para coro mixto y piano, La Creación (1985) para contralto y grupo de cámara mixto, Cantata al Miedo (1982) para coro mixto y guitarra, Signos (1990) para tenor y piano; la ópera infantil en un acto El Pastor y la Hija del Sol (1995-98) y las piezas Catenaria (1990), Rotaciones (1990) y Benkos (1992) para cinta magnetofónica, fuera de numerosos ejemplos de música cameral e incidental para teatro y cine.

Otros dos músicos han sacrificado sus esfuerzos creadores en aras de la pedagogía y de la dirección, a la que se han dedicado con notable éxito al frente de orquestas, bandas y masas corales: Carrizosa y Guzmán.

Eduardo Carrizosa (Bogotá, 1953), obtuvo grado en Pedagogía Musical de la Universidad Nacional de Colombia, con Tesis Laureada. Paralela a su preparación, estudió composición con los Maestros Blas Emilio Atehortúa y Francisco Zumaque. La especialización en Dirección de Orquesta la ha realizado con los Maestros Andrezj Knap, Dimitr Manolov, Agustín Cullel, Everett Lee y Francisco Rettig. Además, asistió a cursos de perfeccionamiento en Mendoza, Argentina. Ha participado en los Cursos Latinoamericanos de Música Contemporánea, efectuados en República Dominicana y Brasil, en donde ha estrenado varias de sus composiciones. Ha sido profesor de las Universidades Nacional de Colombia, Pedagógica Nacional y de los Andes en Bogotá. Entre los cargos ejercidos, se encuentran el de Director del Departamento de Musicología de la Escuela Superior de Música de Tunja, Director Titular de la Banda Nacional y Director de la Banda Sinfónica de Bogotá.

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Durante su carrera como Director, ha participado en el montaje de obras tales como El Canto General de Theodorakis, las Sinfonías N° 1, 2, 3, 4, 5, 6, y 9 de Mahler, Petrouschka, Pájaro de Fuego y Consagración de la Primavera de Stravinsky; ha dirigido los estrenos en Colombia de obras de Bruckner, Ton de Leeuw y compositores colombianos, entre los que se encuentran Jesús Pinzón, Blas E. Atehortúa, Luis Pulido y Germán Borda. Su interés primordial es la difusión de las obras de Compositores latinoamericanos, la producción musical contemporánea y el apoyo constante a los Jóvenes Solistas.

Fue Director Asistente de la Orquesta Sinfónica de Colombia y de la Asociación Coral Giuseppe Verdi, y en los últimos años, Director Artístico de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. Es frecuente invitado de diversas Orquestas tanto en Colombia como fuera del país y dirigió el Grupo de Solistas de Percusión de Bogotá. También se encargó de la Dirección artística de la Orquesta Sinfónica de Antioquia. Se ha destacado como director orquestal con gran preferencia hacia las creaciones colombianas -de las que es disciplinado investigador y continuo restaurador- y latinoamericanas contemporáneas. Como creador, su obra es aún breve, conociéndose, entre otras, sus piezas Kantule para orquesta (1979), Integración, para flauta y flautista (1981), y Sonoridad para cello y cellista (1988); Variaciones sobre el tema de Greesleaves; sendos ciclos de Canciones sobre textos de Darío Bernal, Pablo Neruda y César Vallejo (1975), y música incidental para las obras de teatro El Rey Lear (William Shakespeare), Las brujas de Salem (Arthur Miller) y El burgués gentilhombre (Molière), fuera de bellísimos arreglos orquestales sobre antológicas obras tradicionales colombianos.

Alberto Guzmán (Santa Rosa de Cabal, 1953), autor de un catálogo aún en crecimiento, en el que sobresalen Aluna y Lúdico para banda sinfónica, Calicanto, Sueño Calima y Estudio para orquesta, el ballet Remedios, música camerística y algunos trabajos corales originales y en arreglos.

Jairo Restrepo (Valencia, Venezuela, 1953),

Jorge Velosa (Cali, 1953),

Alba Lucía Potes (Cali, 1954,

Rodolfo Ledesma (Cali, 1954),

Mauricio Bejarano (Bogotá, jun 1955), electroacústicas (Jaguar, premiada en Francia en 1995)

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Jaime Torres Donneys (Cali, jul 1955), dedicado simultáneamente a la creación literaria, es autor de América para gran orquesta, coro y declamador, Arsis por la vida para contralto y piano, Tonos sinfónicos, música incidental para teatro y varios arreglos para orquesta.

Héctor Hidalgo (Armenia, nov 1955),

Gustavo Adolfo Lara (Bogotá, dic1955),

Mauricio Bechara Cadavid (Bogotá, feb 1957–Barcelona, 1995),

Fabio Fuentes (Bogotá, oct 1957),

Luis Pulido (Bogotá, 1958), comenzó sus estudios en la capital del país y los culminaron en Italia. El primero continúa explorando nuevos lenguajes en la tradición y el segundo experimenta abiertamente con el serialismo y demás idiomas contemporáneos. Traslación, para sinfónica (1999)

Roberto García Piedrahita (Bogotá, 1958), música electroacústica (Del Verbo

Mauricio Lozano Riveros (Bogotá, feb 1958),

Claudia Calderón Sáenz (Palmira, may 1959),

José Alejandro Restrepo (París, jun 1959),

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Ahora conozcamos los miembros de la generación de compositores nacida en los años sesentas cuyas obras se han escuchado sólo parcialmente en Colombia y el exterior. Este numeroso grupo -quizás olvidando varios nombres-, no permite una asociación estilística o una referencia geográfica, está integrado a su vez por varios subgrupos, con relación a su fecha de nacimiento.

Incluida todavía como una minoría, integran un grupo de mujeres compositoras, con diferentes tendencias estilísticas, que deja a un lado el papel convencionalmente asignado e intenta realizar un arte musical nuevo e importante, libre de discriminaciones y paternalismos.

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Pilar Gardner (Bogotá, 1960), Ivonne Caicedo (Cali, 1960), Ana Torres (Bogotá, 1961Andrés Sánchez Angarita (Bucaramanga, 1960), Maria Claudia Tamayo (Bogotá, 1961), Luis Fernando Franco Duque (Medellín, 1961), Juan Reyes (Barranquilla, 1962), Choi Jung (1996)Carlos Gómez (Bogotá, 1963), Gustavo Parra (Ipiales, 1963), Guillermo Carbó Ronderos (Barranquilla, 1963), Miguel Ángel López (Bogotá, 1964), Harold Vásquez Castañeda (Cali, 1964), Germán Toro Pérez (Bogotá, 1964), Ricardo Arias (Bogotá, 1965), César Augusto Zambrano (Pasto, 1966), Juan Antonio Cuéllar (Bogotá, 1966), Diego David Vega (Bogotá, 1968), Jorge Humberto Pinzón (Moniquirá, 1968), Jairo Serrano Márquez (Bogotá, 1968), Julio Reyes (Cúcuta, 1969), nacidos en la década de los sesentas, Ecos y resonancias (1994),

Andrés Sánchez Angarita (Bucaramanga, 1960), contrabajista y guitarrista, autor de la páginas sinfónicas Tierras olvidadas y Atardecer (1999).

Luis Fernando Franco (Medellín, 1961),

Maria Claudia Tamayo (Bogotá, 1961),

Ana Torres (Bogotá, 1961), (1001 caras, para guitarra)

Gustavo Parra (Ipiales, 1963), docente, instrumentista y director, es autor de Sat-up y Abejas para orquesta sinfónica, la Cantata Simón Bolívar, y varias piezas camerísticas, corales y vocales.

Guillermo Carbó Ronderos (Barranquilla, 1963), también pedagogo y etnomusicólogo, tras iniciar su formación en el Conservatorio Nacional de Bogotá, hizo estudios en Boston y París. Entre sus obras,

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destacan Fantasía, Trípode, Ensayo para orquesta, Curramba y Cordales 11.

Catalina Peralta (Bogotá, 1963),

Germán Toro (Bogotá, 1964), formado en Bogotá y Viena, suyas son las partituras Seis fragmentos para flauta sola, Drama em gente para quince instrumentistas y seis voces, Azogue para dos grupos orquestales, Light, Earth and Blue, Homenaje a Mark Rothko para orquesta de cuerdas, Fantasía para dos pianos y Cuarteto de arcos, entre otras.

Harold Vásquez Castañeda (Cali, 1964) Trance # 1 para flauta y violín

Bernardo Cardona (Medellín, 1965). Es egresado del programa de música -guitarra clásica- de la Universidad de Antioquia y tiene una especialización en composición de la misma universidad (con la asesoría de Andrés Posada y con trabajo de grado laureado). Ha participado en cursos y talleres de diversa índole con maestros como Abel Carlevaro, Alirio Díaz, Günter Bauer y Cecilia Espinosa entre otros. Ha sido integrante del Cuarteto de Guitarras de Medellín. Actualmente es docente de guitarra clásica en la Universidad EAFIT y en la Universidad de Antioquia.Varias de sus composiciones han recibido premios y menciones honoríficas en certámenes nacionales de composición como el Concurso Carlos Vieco y los Premios Departamentales del Ministerio de Cultura. Sus obras son interpretadas en los recitales de importantes músicos y agrupaciones (entre otros: Teresita Gómez, Miguel Bonachea, Julián Cardona, Rodrigo Vasco y el Cuarteto de Guitarras de Medellín) y han sido grabadas por el Ministerio de Cultura y la Universidad de Antioquia. Con el Fondo Editorial Universidad EAFIT publicó sus Cinco piezas costeñas para guitarra. Participó como guitarrista en la producción fonográfica de la misma institución: Música de Cámara contemporánea en Colombia, grabación que también ha sido publicada por el sello Columna Música de Barcelona. Entre sus obras, se destacan también Tres Bichos colombianos, música incidental para teatro y piezas de cámara.

Juan Antonio Cuéllar (Bogotá, 1966), pianista y educador, ha sido reconocido por sus obras Ficción, Tatambó y Toros desde la barrera para orquesta, Fanfarria para quinteto de cobres, Psalmo Quarto para coro mixto y piano, Cuarteto para cuerdas # 1 – Paisajes y retratos y Trío op. 8 para violín, viola y cello.

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César Augusto Zambrano (Pasto, 1966), Camino de la Patria (texto de Carlos Castro Saavedra)

Jorge Andrés Arbeláez (Medellín, 1967), guitarrista, arreglista, director y pedagogo, una de las figuras más importantes en el

Jorge Humberto Pinzón (Moniquirá, 1968),

Diego David Vega (Bogotá, 1968), pianista y pedagogo, suyas son la Sinfonía en un movimiento, la Misa de Pentecostés, la Sonata para piano y clarinete y la Suite para cuarteto de maderas; Alba Fernanda Triana (Bogotá, 1969), se formó como compositora en el Departamento de Música de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, donde se graduó con Mérito y Excelencia Académica en 1997. Ha sido ganadora de varios concursos, becas y comisiones, dentro y fuera del país, con obras híbridas, que cruzan los limites del concierto, del teatro, de la instalación y del performance. Algunos ejemplos: Pentafonía para Piano (1992); Suite Logique (1992), electroacústica; Fuente (1994), para flauta sola; Fonóe (1995), para ocho violoncellos; Tríptico (1996), para piano y grupo de percusión; Una Jugada de Dados Jamás Abolirá el Azar (1996), para piano, grupo de percusión, voces habladas con tratamiento electrónico en vivo y puesta en espacio; Iar (1997), para orquesta; A la Mesa (1998), performance interdisciplinario; Antífona (2000), para violoncello solo; Bedroom (2000), pieza audio-visual, diseñada para ser accedida desde la internet; Estudio No. 1  (2001), electrónica pre-grabada, y Heart Piece (2001), música electroacústica pregrabada, manipulación de sonido en vivo y lenguajes interactivos.

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Por último, quizás olvidando varios nombres, merece enumerarse el grupo de creadores musicales más jóvenes de Colombia -muchos de los cuales aún estudian composición, dentro y fuera del país-. Este numeroso grupo, nacido en los años setentas, que no permite una asociación estilística o una referencia geográfica o generacional específica, y que podrían llamarse “los compositores colombianos del fin del milenio”, está integrado, entre otros, por Acosta, Marulanda, Quijano, Romano, Rizo, Hassler, Córdoba, Hernández, Suárez, Godoy, Cárdenas, Arciniegas e Idrobo.

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Rodolfo Acosta Restrepo (Bogotá, 1970), a vivido desde entonces en los E.U.A., Honduras y Haití, como también en su ciudad natal, donde estudió teoría y composición musical en la Universidad de Los Andes, graduándose en septiembre de 1995. Con estudios y título de “Maestro en Composición” de la Pontificia Universidad Javeriana (1995), Otros cursos y tutorías han sido realizados en E.U.A., Colombia, Francia, Holanda y México con Klaus Huber, Brian Ferneyhough, Blas Emilio Atehortúa, Kaija Saariaho y Víctor Rasgado, entre otros, y en varias instituciones tales como I.M.E.B., Fondation Royaumont, STEIM y Berklee College of Music. En 1994 recibió el premio único del Concurso Nacional de Composición en Música Electroacústica. En varias ocasiones ha sido finalista del Concurso Nacional de Composición de Colcultura. En 1997 ganó el Premio Nacional de Composición del Ministerio de Cultura de Colombia. Su música ha sido interpretada y difundida en Colombia, Dinamarca, Venezuela, Francia y España, y piezas le han sido encargadas en Colombia, México, Francia y Dinamarca. Además de su labor compositiva e interpretativa, se desempeña como profesor particular y conferencista/catedrático en instituciones tales como la Universidad Central, la Universidad Javeriana y la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. Cuarteto de cuerdas No. 1 (1997), Wood (1998) para quinteto de vientos.

Juan Carlos Marulanda (Bogotá, 1970), con estudios y título de “Maestro en Composición” de la Pontificia Universidad Javeriana (1996), ha sido galardonado por sus obras Cuatro abstracciones (1992), para quinteto de cobres y Claves (1996), para sexteto de percusión. Ha compuesto obras para orquesta, ensambles diversos y guitarra, fuera de bandas sonoras para medios audiovisuales. Sus obras le han merecido varios premios nacionales e internacionales. Otras obras suyas son: Dos Momentos para guitarra (1990), Policromías (1993), para trío de maderas; Ciclos (1993), para orquesta de cuerdas; Cortes (2000), para orquesta sinfónica, y piezas para piano.

Luis Guillermo Quijano (Medellín, 1970), violinista y director, ha sido premiado por sus obras Desposorios místicos y Cuatro piezas para cuarteto de cuerdas.

Ana María Romano (Bogotá, 1971). Tres piezas alrededor del silencio y Juglares), Lamentos del Señor de Monserrate (1994), electroacústica (elaborada conjuntamente con Luis Andrés Sendoya), Carreras de aves y pájaros (1995), Umbrales (1997), Espacios de tiempo (1997), Eco sin reflejo (1998), electroacústicas, y Eco y reflejo (1997), sonidos electroacústicos y percusión; Como el sueño, sigiloso contempla el silencio (1998-1999), mezzosoprano,

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sintetizador y electrónica en vivo; Siliesti (1997) y ¿bailamos? (2002), oboe solo; dentro y fuera del silencio (2003), conjunto de cámara; Mudas hablan las flores al fondo del oído (2003), voces; la serie sin coincidencias (2002/2004), electroacústica; fuera de las obras tituladas Abierto (2004) y Lugares suspendidos (2004), música electroacústica para la obras de danza de la coreógrafa Meghan Flanigan.

Luis Fernando Rizo-Salom (Cali, 1971), con estudios y título de “Maestro en Composición” de la Pontificia Universidad Javeriana (1998), antes de viajar a Francia en 2000 para continuar sus estudios con Emmanuel Nunes en Paris. Varias fundaciones y organizaciones han patrocinado su obra in Francia (Académie Musicale Villecroze y las Fundaciones Meyer, Tarrazi, Nadia y Lili Boulanger, y la Liga de San Pablo). En 1999, su obra Sombra ganó el Primer Premio en el Concurso de Composición de la Universidad de Evry, al igual que el consurso Forum 2002 en Canadá con Al Umbral del Abismo. Sus composiciones incluyen obras orquestales y electroacústicas, y música cameral, que han sido escuchadas y grabadas Festivales de Música Contemporánea en Colombia, Francia, Inglaterra, Rusia, Austria y Canadá. En Octubre de 2004, comenzó estudios de música por computador en el IRCAM de París.

Johann Hassler (Medellín, 1972),

Juan Domingo Córdoba (Medellín, 1972),

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Alexandra Cárdenas (Bogotá, 1976), guitarrista y compositora, formada junto a Catalina Peralta, en la Universidad de Los Andes, institución donde obtuvo su licenciatura en septiembre de 2000, y estudios de guitarra con Carlos Rocca Lynn. Ha asistido a múltiples talleres y cursos de especialización dentro y fuera del país, con reconocidos maestros internacionales. Fue ganadora de varios concursos y una Residencia Artística en el Centro Multimedia del Centro Nacional de las Artes en Ciudad de México (2003). Varias de sus obras: Engranajes (1996), para dos guitarras; Palíndromos (1997), para cuatro arpas; Seven gates (1997), para tres clarinetes; Trema (1998), para clarinete bajo, arpa y percusión; rime (1998), para tres voces femeninas y percusión; Torsión (1999) para violín y piano; Objetos Vitales (1999-2000), para orquesta Espejo hablado (2001), para un percusionista; de los tiempos del ruido (2001-2002), para cuatro djembes; Salute Per Aqua (2003), para sonidos electroacústicos e imagen; desde el primer trazo (2003), para ensamble de percusiones y multimedia, y Needle Battle (2004), para sonidos electroacústicos.

Leonardo Idrobo Arce (Cali, 1977), Luego de comenzar estudios en su ciudad natal, viajó a Bogotá, donde estudió junto a Blas Emilio Atehortúa, Roberto García y Rodolfo Acosta. Luego, en talleres y cursos diversos, fue alumno de Coriún Aharonián, Graciela Parakevaídis, Beat Furrer, Mauricio Sotelo, Michael Jarrell, Jonathan Harvey y Klaus Huber. En 2001 viajó a Europa para estudiar composición junto a Schüler von Detlev Müller-Siemens, y música electroacústica con Erik Oña en el Conservatorio de Música de Basilea (Suiza). Entre sus obras destacan Figuras (2000), Estudios para orquesta (Beca Nacional de Composición, 2003), y Casual symetry?, para mezzosoprano, flauta, viola y percusión. Rodolfo Acosta dice: Leonardo Idrobo Arce fue enormemente activo al lado de varios de los compositores de la generación anterior a lo largo de la segunda mitad de los noventa, pero desde 2001vive en Basilea, Suiza en donde, sin haber completado pregrado alguno, cursó el posgrado en composición en la Escuela Superior de Música. Allí, Idrobo ha creado una música, generalmente instrumental, de sutiles relaciones estructurales entre los materiales, llegando a resultados cada vez máscontundentes y conmovedores.

Otros nombres son Víctor Hernández Valbuena (Bogotá, 1973), Marco Antonio Suárez Cifuentes (Bogotá, 1974), Olga Liliana Godoy Arias (Bogotá, 1975), Juan Camilo Hernández (Bogotá, 1982)Fabián Quiroga (Bogotá, 1977)

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Ahora otros mencionados por el maestro Rodolfo Acosta en sus textos “Música académica contemporánea en Colombia desde el final de los ochentas” Iván Jiménez (Cali, 1976)

Ahora los mencionados por el maestro Rodolfo Acosta en su texto “XXX: Compositores colombianos de menos de treinta años”. (Ver bibliografía):

UNI ANDESFernando Rincón Estrada (, 1973), Jorge Gregorio García (Bogotá, 1975) o Javier Arciniegas (Bogotá, 1977), Eblis Álvarez (Bogotá, 1977)Federico García De Castro (Bogotá, 1978),Juan Pablo Carreño (Bucaramanga, 1978)Carolina Noguera Palau (Cali, 1978)Fabián Torres (Bogotá, 1977)Rodrigo Restrepo (Bogotá, 1977)Daniel Prieto (Bogotá, 1978)Daniel Leguizamón (Bogotá, 1979)Julián Jaramillo (Bogotá, 1977)Camilo GiraldoFelipe NeiraSergio Vásquez (Bogotá, 1981)

UNALGermán Ricardo Osorio Rincón (1977)Pedro Alejandro Sarmiento (1977)

EAFITVíctor Agudelo (Medellín, 1979)José Gallardo Arbeláez (Medellín, 1983)Juan Fernando OssaJuan David Osorio López (Medellín, 1985)Juan David Manco Natalia Valencia

ASABRubén Darío Gómez (Floridablanca, Santander, 1979)Germán David Molano (Bogotá, 1981)David Bedoya (Bogotá, 1981)

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Freddy Guerra (Bogotá, 1978), Luis Fernando Sánchez (Bogotá, 1982), José Miguel Luna (Chinácota, Norte de Santander, 1983), Rafael Llanos (Bogotá, 1983) y Juan Camilo Vásquez (Bogotá, 1984).

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BIBLIOGRAFÍA

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