Colectividad y Conflicto Armado

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- CENTRO DE INVESTIGACIÓN EN ALIMENTACIÓN Y DESARROLLO, A.C. Julio-Diciembre de 2010 33 Interpretaciones y aportes recientes sobre las acciones colectivas frente a la violencia y el conflicto armado en Colombia 1 Mary Luz Alzate Zuluaga* 1 Este artículo es parte de la revisión bibliográfica y reflexión desarro- llada en el marco de la tesis doctoral defendida por la autora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Com- plutense de Madrid bajo la dirección de la doctora Marisa Revilla Blanco en junio de 2009. Fecha de recepción: septiembre de 2009. Fecha de aceptación: mayo de 2010. *Universidad de Antioquia, Colombia Dirección para correspondencia: [email protected]

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-CENTRO DE INVESTIGACIÓN EN ALIMENTACIÓN Y DESARROLLO, A.C.

Julio-Diciembre de 2010 33

Interpretaciones y aportesrecientes sobre las accionescolectivas frente a la violenciay el conflicto armadoen Colombia1

Mary Luz Alzate Zuluaga*

1 Este artículo es parte de la revisión bibliográfica y reflexión desarro-llada en el marco de la tesis doctoral defendida por la autora en laFacultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Com-plutense de Madrid bajo la dirección de la doctora Marisa RevillaBlanco en junio de 2009.

Fecha de recepción: septiembre de 2009.Fecha de aceptación: mayo de 2010.

*Universidad de Antioquia, ColombiaDirección para correspondencia: [email protected]

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En este artículo se examina el temade las acciones colectivas produci-das para enfrentar la violencia y elconflicto armado en Colombia, porun lado en la bibliografía especiali-zada en el tema de la violencia y elconflicto armado y, por otro, en labibliografía dedicada al análisis delmovimiento social por la paz y losderechos humanos. En primer lu-gar, se mencionan las apreciacionesy generalizaciones sobre el compor-tamiento ciudadano y la cultura po-lítica frente a las situaciones de vio-lencia y conflicto armado. En segun-do lugar, los principales aportessobre el surgimiento y dinámica na-cional de los movimientos socialespor la paz y los derechos humanos.Y, en tercer lugar, los aportes re-cientes de los estudios que han des-crito y analizado distintas accionescolectivas locales, algunas a modode experiencias y manifestacionescolectivas de resistencia civil, otrascomo acumulados sociales y políti-cos frente a la violencia producida

This article examines the issue ofcollective actions produced to ad-dress violence and armed conflict inColombia, first in the literature onthe topic of violence and armedconflict and on the other hand, inthe literature devoted to analysissocial movement for peace and hu-man rights. First, the findings arementioned and generalizations a-bout citizen behaviour and politicalculture in response to situations ofviolence and armed conflict. Secon-dly, the main contributions on therise and national dynamics of socialmovements for peace and humanrights. And thirdly, the recent con-tributions of the studies that havedescribed and analyzed various lo-cal collective action, some by way ofexperiences and collective manifes-tations of civil resistance, as accu-mulated other social and politicalface of violence produced in devel-oping of internal armed conflict.The conclusion is that collective ac-tors have mobilized despite threats

Resumen / Abstract

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producida en el desarrollo del con-flicto interno armado. La conclusiónes que los actores colectivos se hanmovilizado pese a las amenazas encontra de la vida y la integridadfísica, evidenciando en el examenreciente del tema, el carácter mo-mentáneo y relativo de la subordi-nación civil frente al poder armadoy despótico.Palabras clave: acción colectiva, vio-lencia, política, conflicto armado,Colombia.

against life and physical integrity,highlighting the recent review ofthe subject, the nature and relativemomentary civil subordination a-gainst the armed power and des-potic.Keywords: collective action, violen-ce, politics, war, Colombia.

1. El discurso académico sobre la dinámica de la población alrededor de los acontecimientos violentos

n los estudios sobre el conflicto interno armado en Colom-bia subyace la idea de una apatía generalizada y actitud pasiva de los ciu-dadanos vistos como un colectivo homogéneo frente a los grupos y actoresque ejercen la violencia. Dicha actitud se traduce en la incapacidad para laorganización cívica o, simplemente, en la ausencia de participación ciuda-dana en los asuntos públicos y, conectados con el argumento de la “rutini-zación” y “banalización” de la violencia (Taussig, 1995; Koonings, 2001; Pe-caut, 2001), de una actitud conformista de la población con la “tradición vio-lenta” en la resolución de los conflictos y demandas sociales.

La difusión de estas ideas como parte de un discurso sobre la accióncolectiva y la participación ciudadana conducen, primero, a la caracterizaciónde la participación y la organización de la ciudadanía desde un exclusivo ám-bito institucional y formal de la acción, principalmente el referido a los me-canismos democráticos de representación política dentro del juego de loscomicios electorales. Dentro de los planteamientos está el argumento delabstencionismo electoral (Vargas, 1999) y la poca utilización de los meca-nismos de participación introducidos en la reforma constitucional de 1991(Fals, 1996). Se da a su vez una especie de simbiosis entre la crisis de par-ticipación ciudadana y la crisis de las instituciones políticas en el sistemademocrático colombiano. Es parte de esta crisis la práctica del clientelismotan recurrente en la política colombiana (Meertens, 2000).

El argumento de la constitución de un sistema político alrededor del bi-partidismo cerrado y excluyente que se ha utilizado como factor explicativode la violencia (Vargas, 1999), también sirve de explicación para el débil ejer-cicio de la participación ciudadana. Ch. Bergquist plantea, mientras en los

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demás países latinoamericanos existieron poderosos partidos de izquierda ymovimientos sociales revolucionarios, en Colombia el bipartidismo per-maneció en la hegemonía del poder. Una explicación ha sido el significativorol de pequeños productores y, conectado con éste, el crecimiento eco-nómico y movilidad social que ha existido a través de la historia del siglo XX,lo cual ha suscitado un fuerte conservadurismo político (Bergquist, Peña-randa y Sánchez, 2001: 204).

Otro argumento sustentado alrededor del discurso de ausencia de par-ticipación ciudadana es el de la débil organización de los grupos populares,ya que no han podido constituirse como fuerzas alternativas de presión frentea las élites dominantes y los actores armados, incluyendo el Estado (Uprimny,2001; Fazio y Ramírez, 1997). R. Uprimny, de acuerdo a su estudio compara-tivo entre la organización colectiva en Bolivia y en Colombia, afirma que lamayor violencia en Colombia deriva de la precarización del poder social ypopular debido a la dificultad que existe de consolidar la acción colectiva.Esto es “(…) la incapacidad que tiene la gente trabajadora para desarrollar elpoder de organizaciones colectivas capaces de transferir demandas socialeshacia la arena política”. A su turno, el incremento de la violencia colombianatiende a aumentar la fragmentación de los actores sociales. Ello resulta en uncírculo vicioso en el cual la ausencia de poder ciudadano genera más vio-lencia y viceversa (Uprimny, 2001: 149). En este sentido, M. A. Urregoplantea,”el movimiento social está situado entre la radicalización de laderecha, un debilitamiento de la izquierda y un fortalecimiento de los ac-tores armados, todo lo cual ha contribuido a la situación de escalamiento dela violencia. Como resultado el movimiento popular se ha visto debilitado”(Urrego, 2001: 177).

Una lectura general en las investigaciones pareciera ser que a menoresniveles de participación en el sistema político institucional, mayor conformi-dad e indiferencia con la realidad política, en la que regularmente los con-flictos han tenido acontecimientos con desenlace violento. L. A. Restrepoopina que no cree en la existencia de una cultura de la violencia en Colom-bia, pero sí, en una cultura de la indiferencia social hacia la violencia (Res-trepo, 2001: 98). No se tiene en cuenta en las afirmaciones sobre la con-formidad y la indiferencia social, las movilizaciones sociales que desde la dé-cada de los años ochenta se han dado en Colombia, aunque de forma irre-gular, como expresiones de descontento y reclamo de las organizacionessociales y de la población civil en general frente a la violencia y el conflictoarmado, así como tampoco se analiza el significado y cuál ha sido el impactoreal de las movilizaciones masivas para frenar la violencia y obligar a los ac-tores armados a buscar salidas negociados al conflicto.

El otro argumento sobre la poca participación ciudadana para manifes-tarse y enfrentar la violencia es el de la desconfianza y poca credibilidad enla acción entre distintos actores sociales, producto de la destrucción deltejido social experimentado con la acumulación de conflictos de diferente

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naturaleza. Entre ellos, el originado con las organizaciones criminales for-madas alrededor del negocio del narcotráfico. Pecaut (2001) se refiere a ladesconfianza como un elemento que ha imposibilitado la acción colectiva enlos últimos años, además de la captación e instrumentación que han vividolas organizaciones colectivas por parte de los grupos armados para legiti-mar su presencia en un territorio, restándole de este modo autonomía a lasacciones colectivas.

La desconfianza, sin embargo, entre los actores sociales es una situaciónque no es exclusiva de contextos recientes, ha sido un proceso que se hadado en diferentes momentos de la organización colectiva debido a que, enel contexto de confrontación armada, el comportamiento político-militar delos actores armados en Colombia ha buscado vincular, durante más detreinta años, a las distintas organizaciones sociales como parte activa de lasociedad civil en sus disputas por el control social, político y, más reciente-mente, el territorial. La debilidad organizativa, división y vacilación política delas organizaciones comunitarias frente a esos actores ha tenido altos costos,ya no sólo para las metas colectivas propuestas, sino, fundamentalmente,para la vida misma de sus líderes y activistas.

El Informe Nacional de Desarrollo Humano del año 2003 sintetiza así losimpedimentos para la expresión pacífica del descontento social: “la amenazaa la vida de los lideres sociales, la infiltración de los movimientos por partede los grupos armados, la suspicacia con que suelen verse las protestas po-pulares, la represión de las luchas sociales, la falta de actitud proactiva delEstado y la cooptación de los dirigentes populares” (Informe Nacional de De-sarrollo Humano, 2003: 373). Según el informe, los principales obstáculospara la movilización social en Colombia derivan del conflicto armado y delfuncionamiento del sistema político.

De acuerdo al Informe Nacional de Desarrollo Humano para Colombia(2003), las dificultades se deben más a causas políticas y estructurales de lasociedad en las que se presenta la movilización social.

La fragilidad nace de razones más estructurales. A un país intensamente fragmentado,como ya varias veces hemos dicho, por supuesto corresponde una sociedad civil ato-mizada por diferencias regionales, sectoriales, ideológicas y como no, personalistas.Los movimientos cívicos y sociales, igual que las ONG, son a veces un piélago de micro-emprendimientos de interés particular, como que la sociedad civil no se exime de la pri-vatización de lo público que es tan marcado en Colombia. En estas condiciones, larepresentatividad de las entidades que convergen a un movimiento por la paz (o de laspersonas que hablan a nombre de la ‘sociedad civil’) siempre será dudosa o, en todocaso, controvertida (Informe Nacional de Desarrollo Humano para Colombia, 2003:456).

Es decir, la fragilidad, la inestabilidad y la poca duración o sostenibilidadde las acciones movilizadoras de la ciudadanía en general, son algunas situa-ciones que también se deben a factores de organización interna a los dis-tintos movimientos e iniciativas de participación frente a la violencia. Otros

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factores internos a la organización colectiva, están relacionados con el cu-brimiento parcial en la difusión del mensaje movilizador y la poca motivacióny sensibilización para activar el compromiso del resto de la población.

A su vez, algunos de los estudios han anotado que debido al conflicto ar-mado es común la polarización de las opiniones y de las acciones públicasen pro de la paz o directamente en protesta frente a las acciones de los gru-pos armados. Es en este marco de polarización y desconfianza que se hanvisto vulnerados los derechos de los principales líderes y activistas sociales,infundiendo pánico e inhibiendo a los demás participantes de las moviliza-ciones sociales. Cuando no es este tipo de violencia, es la represión directaestatal sobre las acciones colectivas, la que restringe, coarta y criminaliza lasactividades de las organizaciones sociales, a través de los estados de excep-ción (también llamados de “conmoción interior”), del uso amañado del dere-cho penal y de la declaración de ilegalidad de las protestas por parte delgobierno de turno.

M. T. Uribe de Hincapié señala a los actores armados -nombrados por laautora como poderes alternativos en los territorios en disputa-, de poseer“cierto ‘componente de consenso que les otorga reconocimiento y algunaforma de representación de intereses’. Ello, aunque se sustenten primor-dialmente en un poder armado, ‘autoritario y discrecional’, que no dejamucho espacio para la autonomía en las decisiones individuales y cuyo de-sacato es castigado con la vida o el destierro” (Uribe de Hincapié, citada enGonzález, Bolívar y Vásquez, 2002: 202).

Al respecto del argumento del poco o nulo espacio para la acción colec-tiva autónoma, frente a la tutela o control de los actores armados, González,Bolívar y Vásquez han afirmado, “Ni siquiera el espacio más privado puedeservir de refugio seguro, pues todos se saben potencialmente o realmentevigilados por todos los grupos armados y el contacto más inocente con al-guno puede resultar sospechoso para el otro, pues los criterios de evalua-ción de la posición de cada uno en las redes de control son inciertos”(González, Bolívar y Vásquez, 2002: 214).

Es debido a la existencia de un conflicto armado en el ámbito nacional ylocal que se dan prácticas sumamente nocivas para la generación de confian-za, autonomía y, en general, para el proceso de estructuración interna de lasorganizaciones sociales. Son éstos los casos de la doble militancia (ejercerel activismo paralelamente en organizaciones sociales de carácter pacífico yen organizaciones armadas ilegales), la infiltración y la complicidad, “obliga-da” o no, con un actor armado cualquiera, cuyo poder territorial sea deter-minante a la hora de querer poner en práctica el libre ejercicio de la accióncolectiva en una localidad dada.

Las anteriores son algunas de las dificultades y falencias que se mencio-nan en los estudios, frente a la participación de la ciudadanía en general y elactivismo pacifista de los sujetos colectivos en un contexto de conflicto in-terno armado. Seguramente, todas las dificultades exógenas y endógenas a

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las organizaciones sociales han condicionado la continuidad y permanenciao, por el contrario, la poca estabilidad en las acciones colectivas de distintocarácter, emprendidas para contrarrestar y enfrentar a los actores armados.Las afirmaciones, no obstante, sobre la ausencia de participación o debilidaden la organización ciudadana civilista restan importancia a diversas formasde organización popular, como las marchas y las manifestaciones públicas.Pero también a las manifestaciones menos visibles de expresiones de re-sistencia civil locales; acciones colectivas que muchas veces se niegan a in-stitucionalizarse y surgen de un modo menos programado en la experienciacotidiana de interacción permanente con el control de los grupos armados.

Así mismo, la mirada general a la participación y movilización social enColombia, niega reconocimiento al accionar y proliferación de colectivos demujeres, jóvenes y profesionales que trabajan alrededor de temas como laobjeción de conciencia frente al servicio militar obligatorio, la defensa de losderechos humanos y la creación de oficinas de conciliación comunitaria,entre otras formas de participación y movilización. Éstas son formas quetraspasan una única identidad (como lo fue el sujeto de “clase”) para diver-sificarse y un único espacio público de participación (los comicios electorales)para la representación política.

Lo que menos se ha estudiado en las generalizaciones mencionadas hansido las formas de resistencia cultural y política cotidianas que se han dadopara contrarrestar la violencia y mantener una autonomía relativa frente alos actores armados. Una nueva valoración de este tipo de manifestacionesciudadanas implica dejar de lado la búsqueda de formas convencionales derespuesta social y poner la mirada en otras estrategias de acción entre lospobladores. Son formas de organización social que tienen todo un signifi-cado de resistencia política y conjura social del dolor generado, si se quiereincluso a modo de reconciliación con la vida, pero fundamentalmente, amodo de la emergencia de definiciones y proyectos políticos alternativosfrente a los bélicos y autoritarios.

En las afirmaciones acerca de la debilidad colectiva, la fragmentación, lafragilidad e indiferencia social y la poca o nula autonomía frente a los ac-tores armados y el propio Estado, existe un vacío analítico. Ello frente a es-tudios que analicen las experiencias colectivas singulares y las situacionesregionales o locales en las cuales la autonomía de los actores sociales no halogrado ser socavada por el control de los actores armados. Son estudios lo-cales que logren sustentar o desvirtuar la idea de que aún en las situacionesmás extremas de restricción y amenaza existe la posibilidad de abrir espaciospara la acción autónoma, para desobedecer al poder despótico e, incluso,para alterar la posición de subordinación de los actores sociales frente a losactores armados y los poderes centrales.

Sería interesante ahondar en el sentido de expresiones como el humor yla ironía alrededor de situaciones de dolor y miseria producidas por la vio-lencia. Todas ellas son maneras de habitar los espacios y zonas públicas, o-

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puestas claramente a las acciones violentas. Se pretende contrastar esteplanteamiento con aquél que anula cualquier posibilidad de acción y poderde alteración que tengan los actores sociales sobre sus propias situacionesde amenaza y violencia. A la vez se opone así a la ruidosa mirada genera-lizadora de la sociedad, las silenciosas acciones y percepciones locales quehan ido hilando a su turno una política cultural, con la configuración de prác-ticas culturales y nuevas valoraciones de lo político, que pueden estar dibu-jando otro mapa de la realidad.2. Los estudios sobre las movilizacionespor la paz y los derechos humanos Paralelo a las afirmaciones sobre la actitud de la ciudadanía en general frentea las situaciones de violencia en la bibliografía mencionada, hay una corrientede investigaciones dedicadas a las acciones colectivas que han buscado en-frentar la violencia y el conflicto armado. Así tenemos movilizaciones por lapaz y la defensa de los derechos humanos, movimiento surgido en Colom-bia desde mediados de la década de los ochentas. Surgió a modo de presióny protesta frente a los actores armados. Entre esas publicaciones están, porejemplo, la compilación de Archila y Pardo (2001) y García (2006).

Un enfoque de los estudios sobre el movimiento ha sido el seguimientoy sistematización de las violaciones a los derechos humanos y al derecho in-ternacional humanitario por parte de los actores del conflicto interno armado.Ha sido como una estrategia de denuncia y sensibilización adoptada por or-ganizaciones no gubernamentales (Comisión Andina de Juristas 1993 y1994, Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), Instituto Popularde Capacitación (IPC) 2005, entre otras) de forma periódica ante organismosestatales nacionales y la comunidad internacional. Algunos de los estudios secentran en el análisis de las causas, los actores responsables, el desarrollode las violaciones a los derechos humanos (Romero, 1994 y Prieto, 1997) ylas características del desplazamiento forzado (Rojas y Sánchez, 1999).

El enfoque de las acciones colectivas desde la defensa de los derechoshumanos es, a la vez, un método de denuncia, de visualización y posi-cionamiento público del tema en las distintas agendas de gobierno y de dis-cusión social. Es también una acción de protesta por parte de los distintoscolectivos sociales frente al conflicto armado y los violentos. Se ha utilizadode este modo por organizaciones no gubernamentales como la Escuela Na-cional Sindical (2001; 2004; 2007), enfatizando en las violaciones de losderechos de los trabajadores sindicalizados en Colombia. En ellos se afirmaque las garantías de los derechos fundamentales y laborales en Colombiadurante la última década, han estado condicionadas y determinadas por dosprocesos de suma importancia: “La confrontación armada, y el modeloeconómico y plan de ajuste estructural que adelanta el gobierno” (EscuelaNacional Sindical, 2001: 8). Del mismo modo, se indaga en las doctrinas

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legales de orden público que tradicionalmente el Estado colombiano ha uti-lizado para ejercer la violencia coercitiva contra los movimientos sociales.Con eso se restringen, en la mayoría de los casos, los derechos civiles y políti-cos de los colectivos sociales (Prieto, 1997).

Otros estudios que se han ocupado de las violaciones a los derechos hu-manos utilizan la denuncia pública con base en informes estadísticos querevelan las cifras, tipo de violaciones, causas de los hechos, tipo de agre-miación o género de las víctimas de las violaciones, así como los presuntosresponsables (Ruta Pacífica de Mujeres, 2003; Giraldo Ramírez y Lopera,1996; Escuela Nacional Sindical, 2001 e Instituto Popular de Capacitación,2005). Sin embargo, es una labor que no ha estado exenta de las situacionesde violencia que denuncia. El conflicto interno armado ha afectado grave-mente el desarrollo de las movilizaciones sociales en Colombia. Han llegadoa violarse sistemáticamente los derechos a la vida, la libertad y otros dere-chos imputables a las guerrillas, a los agentes del Estado o a los gruposparaestatales. Se construye una paradoja debido a que los hechos violatoriosde los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, produci-dos en el desarrollo y escalamiento del conflicto interno armado contra lapoblación civil, han sido los principales factores motivadores para la movi-lización de la población civil. Con ello busca humanizar la guerra, en primertérmino, y busca salidas distintas a la violencia en la resolución del conflictoarmado, en segundo término (Prieto, 1997). Pero las mismas acciones de de-nuncia se han configurado en nuevos factores de amenaza y violación de losderechos fundamentales, esta vez para los activistas de los derechos hu-manos.

Así, en los estudios mencionados, la violencia y el conflicto interno ar-mado se presentan con un doble efecto: de un lado dinamizador, ya que seconstituyen en las motivaciones centrales para la movilización y la accióncolectiva y, de otro lado, desarticulador de las organizaciones sociales por lapresión que ejerce las amenazas y violencia directa en los lideres y activistassociales. Del mismo modo, el papel de los actores sociales se ha destacadoen una doble vía, primero de forma activa como defensores de los derechoshumanos y, segundo, por su situación de víctimas debido a la persecución dela que han sido objeto por parte de los actores armados.

En este segundo aspecto, ha sido fundamental la adopción en el discursode la élite política de la estrategia de presentación negativa de los defen-sores y las organizaciones no gubernamentales que se han dedicado a la in-vestigación y sistematización de los casos de violaciones a los derechoshumanos en Colombia. Se han descalificado la labor de denuncia de las vio-laciones por el significado opositor que plantea al régimen político; oposiciónequiparada la mayoría de las veces a la oposición armada de los gruposguerrilleros en conflicto. Por ejemplo, todas las movilizaciones que se dierona partir de 1983 en el Magdalena Medio han sido en defensa de la vida y enreivindicación al respeto de los derechos humanos. No obstante, se denun-

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cia la forma en la que se han equiparado las luchas sindicales, cívicas,campesinas y de los derechos humanos a las organizaciones insurgentes enla región, por parte de las autoridades locales y regionales (Romero, 1994).

La estrategia discursiva de la élite política frente a este colectivo ha con-sistido en la invalidación de su trabajo de defensa de los derechos humanos.También lo ha sido a través de los medios masivos de comunicación nacionaly en instancias internacionales de discusión.2 Se trata de un discurso públicoya recurrente, que ha operado como elemento de distracción, enfatizando enla posible conducta “negativa” de los defensores y minimizando las causas ymotivos que los llevaron a manifestarse. De este modo, la situación generalde los derechos humanos pierde toda importancia y lo que produce en laopinión pública es la polarización en las opiniones, entre la aversión o la soli-daridad con el colectivo de defensores de los derechos humanos.

Se ha sintetizado en los estudios el desarrollo del movimiento de los dere-chos humanos en Colombia durante dos décadas –años ochenta y noventa,con la ubicación de tres etapas: la primera de confrontación contestataria delas violaciones de los derechos humanos frente al Estado. Los principalesprotagonistas en esta etapa fueron las protestas cívicas y el movimiento so-cial popular de finales de la década del setenta. La segunda etapa es la deinternacionalización de las violaciones. En ese momento las organizacionesno gubernamentales se dedicaron a recoger pruebas e información para de-nunciar y hacer un seguimiento más sistemático de las violaciones a los dere-chos humanos frente a la Organización de Estados Americanos y otrosorganismos defensores. Y, por último, se habla de una etapa de “estatali-zación” del tema, en la cual se dieron logros en el reconocimiento del temade los derechos humanos por parte de los gobiernos que se sucedieron des-pués de la promulgación de la Constitución Política colombiana de 1991 yuna primera interlocución entre organizaciones no gubernamentales y go-biernos para la adopción de medidas sobre el tema (Romero, 2001).

Estudios recientes han logrado pasar el plano de la denuncia y victimi-zación para dar relevancia a la acción de los actores sociales, que se hanmovilizado desde hace más de quince años en protesta por las violacionesde los derechos humanos y en defensa de un proyecto de paz. Se ha llegadoa caracterizarlos como un movimiento social en ascenso. Los estudios de laacción colectiva, desde la perspectiva del movimiento ciudadano por la pazen Colombia, describieron los mecanismos de acción colectiva emprendidospor los pobladores frente a las condiciones externas. Pero éstos no se detu-vieron en consideraciones sobre los procesos internos en la construcción delas identidades de los actores sociales o el papel protagónico de éstos y elimpacto alcanzado por la acción colectiva para la resolución pacífica del con-

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2 Es el caso del pronunciamiento público por parte del presidente Álvaro Uribe en el parlamento europeo en el año2004, donde acusaba a muchas organizaciones no gubernamentales de ser “auxiliadoras de la guerrilla” y a sus inte-grantes de ser “guerrilleros vestidos de civil”.

flicto armado o, en su defecto, en la disminución de las violaciones a losderechos humanos.

F. A. Romero (2001) y M. Romero (2001) caracterizan a los actores de esasmovilizaciones destacando su pertenencia a organizaciones en redes de losdistintos colectivos de izquierda, de mujeres, periodistas, organizacionessindicales y organizaciones no gubernamentales de derechos humanos,como una iniciativa para la búsqueda y presión a la salida negociada de la“confrontación bélica”.

Romero (2001) hace una especie de inventario de las distintas accionescolectivas que desembocaron en iniciativas ciudadanas conjuntas como ladel Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad, y las distintas agen-das de discusión por la defensa de los derechos humanos en Colombia desdecomienzos de los años noventa. Una de las características del movimiento esla heterogeneidad de los actores sociales, a la vez que la adopción de una es-tructura de movilización en red, en la cual se convocan diversas organiza-ciones sociales que le han agregado al movimiento otras motivaciones parala acción, además de la defensa de los derechos humanos. Ello vuelve muchomás difusa su caracterización como un actor social específico. Las investi-gaciones en su generalidad han reconocido el esfuerzo de la mayoría de losactores, que en determinado momento se han movilizado en protesta por lassistemáticas violaciones a los derechos humanos, en el marco de la que hasido llamada la guerra sucia y del conflicto interno armado contra las orga-nizaciones sociales desde mediados de los años ochenta. Muchas veces haimplicado dejar a un lado las reivindicaciones sociales en pos del mejo-ramiento económico, político y cultural-simbólico del colectivo.

Un estudio reciente (García, 2006) destaca que la movilización de carác-ter ciudadano a nivel nacional ha sido diversa y, por lo mismo, rica en sus ex-presiones, metodologías y visiones. Sin embargo, la mayor visibilidad delconflicto armado en el escenario político y social internacional, desde hacemás de quince años, llevó al incremento de la acción colectiva por la paz.“El rechazo a la ‘guerra sucia’ rural y urbana y al escalamiento de las accionesbélicas como medio para resolver un conflicto político” fue un “común de-nominador” en los mensajes movilizadores de los movimientos por la paz enColombia (García, 2006: 410). En otro estudio (Prada, 2002) se plantea quela disminución de la protesta en el área rural por la influencia de las medi-das agrarias y de orden público se vivió entre 1975 y 1980. Es desde media-dos de los años ochenta que se intensifican las acciones colectivas cam-pesinas motivadas por las protestas a la guerra y las violaciones de los dere-chos humanos, así como por las políticas macroeconómicas que se em-piezan a implementar. Este mismo auge de la protesta se vive en regionescomo el Bajo Cauca antioqueño, donde se plantea que el pico más alto delas movilizaciones se produce entre 1987 y 1988 y todas tienen que ver conlos hechos de guerra y “sus estragos sobre la población civil (como los éxo-

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dos masivos) y su concreción en acciones colectivas” en pro de la paz y endefensa de la vida (García, 1993: 82).

Rasgos importantes del enfoque de investigación sobre las violaciones alos derechos humanos para el desarrollo de un movimiento por la paz enColombia, han sido los logros en materia de sensibilización nacional e inter-nacional y el “posicionamiento” alcanzado del tema en las agendas de los go-biernos de turno y de los demás colectivos sociales, como exigencia del res-peto de estos derechos por parte de los actores armados. Una de las dificul-tades en el abordaje de esos estudios es que, de un modo general, se ubicaa la ciudadanía exclusivamente en el papel de víctimas de la situación de vi-olencia y como agentes pasivos de sus destinos. Los ciudadanos en mediodel conflicto armado han vivido una situación de víctimas, es real e innegable,pero en ese reconocimiento necesario de memoria y verdad se ha restado suimportancia y capacidad como agentes de lucha, resistencia social y oposi-ción a la lógica y dinámica de la guerra, además de estarse constituyendo ac-tivamente en los propios constructores de proyectos alternativos civilistas desociedad.

Un vacío en los estudios acerca de las movilizaciones en defensa de losderechos humanos y luego, en las iniciativas ciudadanas por la paz, es quese centraron exclusivamente en el análisis de las acciones colectivas desdela modalidad de los movimientos sociales. Los estudios se refieren exclusi-vamente a acciones masivas o movimientos sociales que se manifiestan endeterminados periodos, a modo de ciclos de protesta (Tarrow, 2004), sintener en cuenta que pueden darse también muchas otras acciones colectivas,que si bien no tienen un carácter amplio y masivo, se manifiestan perma-nentemente en la vida cotidiana local, aunque de una forma más singular ydisimulada para poder subsistir y sostenerse con cierta continuidad frente ala guerra. Este es un vacío analítico que ha comenzado a saldarse a partir delos primeros años de la década 2000. A continuación se hace una breve pre-sentación de ellos.3. Los recientes abordajes teóricos sobre las acciones colectivas frente a la violenciaEn Colombia, a pesar de la fragilidad de muchos de los procesos socialesorganizativos y la poca efectividad frente a los actores armados, hoy se puedehablar de acumulados sociales y políticos frente a los violentos. Es necesarioincorporar a la reflexión, el planteamiento de la “multidimensionalidad” (Me-lucci, 1996) de la acción, en la cual no hay un proceso con desarrollo linealy ascendente. En el camino de la movilización habrá momentos de eferves-cencia, otros de repliegue y, probablemente, cada momento habrá tenidoaprendizajes, nuevos repertorios o el reacomodo de los ya existentes.

La década de los años ochenta fue particularmente activa para las orga-nizaciones indígenas, los colectivos de campesinos afro-colombianos y las

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organizaciones de mujeres. Los dos primeros iniciaron procesos organiza-tivos en torno a la posesión colectiva del territorio que han habitado durantegeneraciones. Produjeron un nuevo tipo de empoderamiento socio-culturaly el último colectivo: las mujeres, ha emprendido marchas y acciones en de-fensa de los derechos humanos y la paz. Así se ha generado una atenciónpermanente de la comunidad internacional hacia las prácticas violatorias delderecho internacional humanitaria y de los derechos humanos por parte delos actores armados, como ya se mencionó. En los años noventa se vivierondiversas movilizaciones sociales y acciones multitudinarias que han buscadoel respeto de la vida, los derechos humanos y el derecho internacional hu-manitario de la población civil por parte de los grupos involucrados en elconflicto armado.3

Todas las iniciativas, aunque masivas y de gran impacto público en sumomento, no han redundado en propuestas concretas para la formalizaciónde una solución al conflicto interno armado, ni siquiera fue posible un acom-pañamiento permanente por parte de los actores civiles al proceso de nego-ciación iniciado entre la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolu-cionarias de Colombia) y el gobierno del presidente Andrés Pastrana en 1998.De forma tal, que la presión social que esas acciones multitudinarias genera-ron para iniciar un proceso de diálogo y negociación entre los actores arma-dos ha sido fragmentaria y no ha logrado perdurar en el tiempo. Se ha pro-ducido así que no tenga un impacto efectivo ni en beneficio de un acerca-miento entre los bandos enfrentados ni mucho menos en una atención a lasdemandas políticas de la población. La mayoría de estas propuestas son di-versas y opuestas a los proyectos políticos de sociedad de los actores arma-dos, como una de las razones que está en el centro del conflicto internoarmado.

Como parte de un acumulado de los distintos movimientos sociales(campesinos, afro descendientes, indígenas, cívico-populares, obreros, es-tudiantiles, entre otros) se ha comenzado a afirmar en diversos estudios, laidea de un “proceso de madurez” de los actores sociales movilizados frentea la guerra, en la búsqueda de la paz y la defensa de los derechos humanos.Se dice que han pasado de la relación contestataria y de oposición frente alEstado a una acción que ha tendido a la formulación de proyectos y la ela-boración de planes de desarrollo desde las necesidades de las propias co-munidades (Aldana, 1998). En el estudio sobre el movimiento cívico-regionaldel Bajo Cauca antioqueño sobresale el proceso de aprendizaje que carac-teriza a los movimientos sociales enfrentados a la coacción armada en con-textos de conflicto armado, desplegando una “compleja combinación” decoacción, resistencia y autonomía (García, 1993: 158).

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3 Entre muchas otras de estas acciones colectivas se destacan: el Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Liber-tad, el Movimiento "No Más", la Ruta Pacífica de las Mujeres, el Colectivo de Objeción de Conciencia, Redepaz, la Asam-blea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, la Alianza Nacional de Mujeres Contra la Guerra y por la Paz y la Red deUniversidades por la Paz.

Los actores sociales, de acuerdo al contexto político, socioeconómico, cul-tural y de conflictividad armada en el que se han desenvuelto, han dado víaa distintas prácticas colectivas como un modo de enfrentar la guerra y cons-truir la paz. Las prácticas incluyen las acciones contestatarias y de oposición,las constructivas, de integración regional y sociocultural, así como las nego-ciadoras que intentan mediar entre una propuesta social autónoma y unmarco de acción institucional ya establecido. Muchas de las experienciascolectivas, de carácter local y regional en Colombia, han comenzado a ser in-terpretadas como manifestaciones colectivas constructoras de paz y de re-sistencia civil frente al accionar violento.

Algunos estudios de casos afirman que las regiones han llegado a serconstituidas e integradas desde la misma acción colectiva y la consolidaciónde las identidades colectivas y culturales alternativas (Romero, 1998; García,1993; García, 1998). Otros estudios realizan la descripción y análisis con-cretos de acciones colectivas en resistencia civil (Hernández, 2002 y 2004;Hernández, 2003 y 2004). También se presentan crónicas de experienciasde resistencia civil de distintos entornos culturales (Samper, 2002), y otrosestudios son aportes de carácter teórico sobre la resistencia civil (Nieto,2008). En este último caso, se realiza la revisión teórica y conceptual del tér-mino resistencia civil, argumentando a su vez, el desarrollo histórico y socialde la idea y realizando una propuesta sobre el análisis de la resistencia civilcontextualizada en la implementación del neoliberalismo y la guerra enColombia y América Latina.

Hernández Lara hace un inventario de las manifestaciones y conjuntos deacción colectiva llevadas a cabo en municipios del sur-occidente del país enel año 2002. Analiza las modalidades de acción, los actores que la llevarona cabo y los recursos utilizados para ello. Se pregunta frente a qué situacióno actor armado realizaron su acción de resistencia (la mayoría contra las ac-ciones armadas de las FARC). Frente a ese enfoque de las experiencias de re-sistencia civil, la perspectiva que adopta Hernández Delgado (2003) es quela resistencia civil se expresa en dos dimensiones; la política y la defensiva,la primera, la dimensión política “se entiende como una acción colectiva yque evita cualquier recurso sistemático a la violencia, y en una dimensión dedefensa (…) debe estar acompañada por el desarme, al igual que la evalua-ción de métodos alternativos de prevención y solución de conflictos; y debeestar precedida por una preparación para la misma (Hernández, 2003: 4).Una de las conclusiones del estudio es que “las experiencias de resistenciacivil, enseñan el gran potencial de las bases como constructoras de paz enColombia (Hernández, 2003: 11). De acuerdo con los aportes de la autora,algunas de las características de las experiencias de resistencia civil enColombia son, entre otras, su origen en las comunidades indígenas, afro-descendientes y campesinas,4 su constitución en experiencias silenciosas sin

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4 Y han tenido un acompañamiento tradicional de la iglesia católica a través de las llamadas Comunidades Ecle-siásticas de Base.

ningún acompañamiento estatal, su accionar, que ha sido en medio del fuegocruzado y frente a los actores armados en sus territorios y con la adopciónde diversos recursos y repertorios han logrado construir territorios de au-tonomía y paz.

La tendencia emergente en la construcción de la acción colectiva en con-tra de la violencia ha tenido un carácter más regional y local que nacional,con la promulgación por parte de los habitantes de las localidades cansadosde la guerra para constituirse en territorios de paz y neutralidad. Es el casode la Comunidad de Paz de San José de Apartado, las Comunidades de Au-todeterminación, Vida y Dignidad del Cacarica (Chocó), el Comité TodosUnidos por la Vida y la Paz de Murindó, la Consulta Popular de Aguachica(Cesar), y las distintas experiencias de la alianzas entre los actores sociales,entidades de cooperación internacional, Organizaciones no gubernamen-tales nacionales y entidades públicas y privadas,5 entre otras. Así mismo, sehan dado experiencias colectivas donde los ciudadanos de los municipiospor su propia iniciativa han realizado Asambleas Municipales que buscan laparticipación de todos los integrantes de la comunidad en la resolución delos conflictos y la planeación de los proyectos de desarrollo económico y so-cial de su región (Alzate et al., 2006).

En estos casos se ha posicionado a la región y las localidades, no sólocomo una unidad geográfica y social que sirve de contexto, el espacio es unelemento modelador al mismo tiempo que se va configurando, en la mismamedida en la que se interrelacionan y se van constituyendo los actores so-ciales. Tal configuración se da alrededor de intereses, identidades múltiples,conflictos y luchas por el reconocimiento. El análisis de la acción colectivabusca así identificar la construcción contextual que subyace a esa acción, deacuerdo a las significaciones y orientaciones de los agentes sociales. Eltratamiento innovador en estos estudios es el reconocimiento de los actoressociales como los nuevos artífices de su propio proyecto de desarrolloendógeno y de superación del conflicto armado en el ámbito local.

Desde otra lectura de los estudios recientes sobre las acciones colectivasfrente a la violencia en Colombia, M. V. Uribe plantea,

Estas reflexiones hacen parte de un proyecto que pretende reseñar, sistematizar yanalizar los procesos de construcción y formalización de memorias acerca del conflictoarmado que se gestan desde la sociedad colombiana, los actores involucrados y lasmodalidades regionales y locales de dichos procesos. Se trata de iniciativas que ema-nan de las organizaciones no gubernamentales, de los movimientos por la paz, de lasasociaciones de víctimas, de las organizaciones de base y de los teatros y espacios dela memoria. La urgencia de trabajar sobre la memoria surge en el contexto de un con-flicto interno prolongado que ha sido marcado recientemente por el desarme y ladesmovilización de los grupos paramilitares (…) (Uribe, 2008: 171).

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Julio-Diciembre de 2010 495 Casos que han sido documentados por la Fundación Corona, en www.fundacioncorona.org.co

Esta es una perspectiva de análisis en construcción, que ha buscado ex-plicar cuáles han sido las acciones colectivas gestadas para enfrentar la vio-lencia en el ámbito local y contrarrestar los efectos de un conflicto internoarmado tan prolongado como el que vive Colombia. Quedan por explorarmuchas otras formas de mitigar y transformar el dolor y el sufrimiento vividoen el fragor de la guerra que todavía padecen los pobladores locales, rela-cionadas con las prácticas rituales de religiosidad popular (los cultos de laiglesia católica y protestantes, pero también el recurso a la magia y el eso-terismo, entre otras), además de éstas, las prácticas de autogestión eco-nómica, de economía basadas en la informalidad y la solidaridad incrustadasen redes sociales de apoyo, entre otras. A su vez, de nuevo son escasos losanálisis comparativos entre distintas comunidades que han sufrido los rigo-res de los conflictos internos armados y la violencia en otras partes delmundo. La investigación de M. V. Uribe (2008) ha iniciado esta labor. En suspalabras,

(Es el análisis a través de) algunos procedimientos mediante los cuales aquellos quehan sido violentados, excluidos y marginados por acción de la guerra y el conflicto ar-mado se valen de recursos materiales y simbólicos con el fin de llevar a término la vio-lencia que ha desgarrado sus vidas. A partir de una comparación inicial entre lastecnologías del terror que campean tanto en Sri Lanka como en Colombia, (…) (la au-tora analiza) dos casos colombianos que ilustran de qué manera los sectores ruralespopulares, que han sido los más duramente golpeados por la guerra, resisten y trans-forman la violencia que los circunda mediante tácticas de resistencia que buscan volverhumanizar a seres humanos que fueron asesinados en el curso del conflicto armado ycondenados al olvido (Uribe, 2008: 172).

En esta propuesta de análisis se hallan articulados dos escenarios: uno deellos se pregunta qué ha producido la violencia y el conflicto interno armado(consecuencias y efectos), y el otro es el de cuáles han sido esas experien-cias colectivas y sus estrategias de acción creadas por los actores socialespara resistirla, contrarrestarla y transformarla. M. Jimeno, dando cuenta dela recepción de las investigaciones de la antropóloga V. Das, plantea estosdos escenarios del siguiente modo,

¿Qué hacen las experiencias de violencia al cuerpo de las personas, a la comunidad ya la nación? Veena Das, en Language and body. Transactions in the construction ofpain’, expresa estos interrogantes que bien pueden ampliarse hacia como afecta la ex-periencia de violencia la participación ciudadana y cómo puede esta reconformarse.(…) ¿Qué ocurre después de la acción violenta? ¿Podemos los científicos sociales co-municar tal experiencia o nos enfrentamos a lo inefable, a lo inenarrable? (Jimeno,2008: 262).

Los dos escenarios, profundamente interrelacionados, han comenzado aser descritos y analizados a partir de estudios locales concretos que recreanla singularidad de las acciones colectivas civilistas, pero también la in-agotable capacidad restauradora que históricamente ha tenido la experien-

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cia humana frente a los episodios de guerra y violencia. En un contexto deguerra prolongada, el estudio de dichas expresiones, como también de suscondiciones de posibilidad, busca contribuir a esa reconstitución y aperturade miras, para la resolución de los conflictos sociales y políticos, a través delos valores democratizadores intrínsecos a las prácticas cotidianas localesque se estudian. Planteando así con M. Jimeno que,

(…) la comunicación de las experiencias del sufrimiento –las de violencia entre éstas-permite crear una comunidad emocional que alienta la recuperación del sujeto y seconvierte en un vehículo de recomposición cultural y política. Con recomposiciónpolítica quiero decir, ante todo, la recomposición de la acción de la persona como ciu-dadana, como partícipe de una comunidad política. Es conocido que uno de los efec-tos de la violencia, sea doméstica o de otro orden, es que afecta la confianza de lapersona en sí misma y en los otros y por ello la violencia lesiona las redes sociales.Propongo que el proceso que permite sobrepasar la condición de víctima pasa por larecomposición del sujeto como ser emocional, y esto requiere la expresión manifiestade la vivencia y de poder compartirla de manera amplia, lo cual a su vez hace posiblerecomponer la comunidad política (Jimeno, 2008: 262).

Reflexión final Frente al poder real de los actores colectivos en las transformaciones haciala democratización social y política, las opiniones son variadas y las pers-pectivas de análisis así las recrean. Las acciones colectivas, sin embargo, quese producen para enfrentar las situaciones de violencia en las comunidadesde Colombia, están generando prolijamente las condiciones para el cambiofrente a los proyectos autoritarios, violatorios y excluyentes de la sociedad.Son procesos que están ocurriendo a expensas de la gran política respectoa la sociedad en el ámbito global, lo que ha implicado un trabajo silenciosopero arduo; de remoción de barreras culturales frente a los “imposibles”políticos, hacia la democratización real de la vida, a partir de la construcciónde estructuras abiertas de oportunidades económicas y políticas.

Las experiencias colectivas cotidianas permiten apreciar la concreción delas transformaciones políticas dominantes, al decir de Giddens “la transfor-mación local es parte de la mundialización” (Giddens, 1993: 68) y tambiénlas formas en las que se afirma, se cuestionan y se alteran las relaciones de-siguales de poder en las prácticas sociales y culturales locales. Esta es unaperspectiva analítica que busca ahondar en la lectura singular desde el es-tudio etnográfico de casos. Sirve éste como referente de las condiciones lo-cales de la participación política y la organización social. Esto es con elconocimiento de la relación estrecha producida en las dinámicas locales delas acciones colectivas, con la violencia que estas acciones buscan afrontar.Lo anterior obliga a concebir nuevas formas de enunciar y entender, tanto lasrelaciones de poder en contextos de conflicto armado, como la generaciónde nuevas estrategias y formas de movilización. Éstas van creando los dis-

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tintos sujetos colectivos, produciendo y renovando, a su vez, las estrategiasde acción para contrarrestar los efectos destructivos y desarticuladores delas relaciones de dominación autoritaria y de violencias de distintas proce-dencias.

Las distintas categorías teóricas para entender la conformación de la ac-ción colectiva permiten conocer los procesos más amplios y contradictoriosque conducen a su realización, más allá de la satisfacción o insatisfacciónpolítica con un sistema u orden social. Si la movilización y acción colectivase da a pesar del sistema político relativamente cerrado o, precisamente,motivado por la existencia de condiciones de dominación coercitivas, lo queestá ocurriendo es algo más importante que los alcances inmediatos de lamovilización política. Los actores colectivos se movilizan, pese a las ame-nazas latentes y manifiestas en contra de la vida y la integridad física, se evi-dencia que el poder potencial de cambio y renovación lo expresa laciudadanía, subordinada sólo de un modo relativo y momentáneo, ante ladominación por más opresiva y violenta que esta última se exprese.

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