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COLECCIONLABRAPALABRANUM . 4

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RECUENTOS

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COLECCION LABRAPALABRAEDICIONES FORMATO DIECISEISEXTENSION UNIVERSITARIAUNIVERSIDAD DE PANAMA

GECUAPARTADO 6-1775

EL DORADOPANAMA, PANAMA

RECUENTOSPRIMERA EDICION, 1988EDICIONES FORMATO DIECISEIS

DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY

1000 EJEMPLARESIMPRENTA UNIVERSITARIAIMPRESO EN PANAMA

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PEDRO RIVERARECUENTOS

DIMAS LIDIO PITTY

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CUATROCUENTOSPEDRO RIVERA

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EN DONDE SE CUENTA LA HISTORIA DE ASCANIO Y DEOTROS QUE TAMBIEN MURIERON

A los Mártires de Enero

A Ascanio ante todo le interesaba el basquet, el fut . Avanzarcon el balón hacia el arquero enemigo, encajonarlo en el marco,allanar la defensa, driblear a lo Pelé y bim bam patam bum a loAlberto ; encestar a lo Magorrivas y dos puntos sin tanto aspa-viento como Peraltita ; sacudir el left a lo Clay Parris en sus bue-nos tiempos. A su hora los libros . En la noche, cuando era nece-sario y cuando todos en casa, papá, mamá y el resto se clavan enel no me abandones porque no sabría qué hacer de mi vida de laTV. Todo de madre, salvo cuando esa chica Lola de Comercio ledecía no puedo . No puedo y sin embargo se dejaba manosear deesos maricompapas mariquitas tan poca cosa que no le meteríanun gol a Chaflán ni a Pepebala. No por eso iba a morirse, no erala niña de Guatemala y esas cosas . Aunque pensaba que la boba-licona podía mejorar el gusto puesto que ese que la lleva a losbailes del Instituto y le carga los libros y la aparagua cada vezque llovizna tiene una carita de mearse en la cama todavía, unacara de gran comecaca . El día menos pensado : coge tu cocotazoflintoso. Bien .Esa tarde, mientras aplanaba calle, tuvo deseos de ir al Varie-dades. El doble estaba a toda madre . Una voz en la Sombra ySafari Sensacional ¿te imaginas? Deja la payasada y vamos Loli-ta.-Claro, podía invitar a Lolita . Ella no iba a ir de todos modos .Es de las que inventan cuentos : ay Can¡ voy a repasar matemáti-cas o es que ando como la tuza en inglés y otro día ¿no? Siem-pre la misma historia porque el cara de lechuga: ahí. A mí melas pela, me deja off side . Lulú, sin embargo, no me diría que no .Pero, ¡chuleta!, salir con la Lulú es meterse en camisa de once .Enseguida: novio novio. Vaya, si lo sabría la bolita bolón delmundo amén . Cruzó la calle al trote, entre buses y peatones, sinfijarse en la luz del semáforo .

Notó que la gente, de pronto, empezaba a caminar a zanca-sos. Le parecía bien extraño . La gente iba sin mirar a ningúnlado, mudos; atravesaban la avenida y se escurrían por las calle-

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juelas . Daba la impresión de que buscaban un atajo . Las cabezasempezaron a asomarse por encima de los balcones . Un insolentechirriar de frenos le hizo girar sobre las plantas . Sintió un cos-quilleo debajo de las costillas . Una gordiflona, joven, feucha¿qué pasa contigo vieja? casi lo revienta contra el suelo . Losgringos los americanos Dios, apenitas pudo escuchar lo que dijo .Está loca pudo pensar al ver aquel rostro congestionado comoun globo. ¿Estalló la guerra mundial o qué? La madre: la imagi-nó nítida, frágil, sola, estrujándose las manos huesudas en elmarco de la puerta . Buscó en los bolsillos la moneda del bus, laacarició con fuerza nerviosa . Un chevi por poco derriba, por unpelito, el hidrante de la cuadra anterior, cerca del Cecilia . Pasa-ban Aventurero del Pacifico y La Antesala del Infierno, sóloque Lolita no vendría con él de todos modos . El chevi quedótrepado en la acera, con una llanta al aire, y observó cuando elgringo, sin pensarlo dos veces, echó a patalear por la 16 bajo unalluvia de piedras y patadas. Concho: los muchachos lo dejaron iral gringo y se lanzaron todos a una contra el automóvil . Viocómo le empujaban y volteaban llantas arriba y al mozalbete, detrece más o menos, pecoso, gritón, perforar el tanque de gas yluego incendiarlo, tranquilo . Los vio volver sobre sus pasos, porla Calle Estudiante, y trató de seguirlos de cerca . Trotó detrás deellos, sin apuro para no llamar la atención, y ya cerca del Tropi-cal se les unió . ¿Qué pasa? Esos hijueputas los yanquis, nos tiro-tean, nos quieren joder manito .el tal Trespatas es un tipo del hilo, se sabe defender, tira ga-lante y los buaicitos del barrio le pasan la mano, lo acariñan,porque es un man que siempre está ahí. Siempre dice : oye ma-not qué es lo tuyo . Tiene una risa ancha, pasiera ; camina con unritmo de salsa por delante de las chiquillas, las ojea y las con-fronta: ¿Cuál es tu onda mamacita? Las vuelve un fao, las albo-rota, las amante quilla, tuvé. Nadie sabe cómo se llama de ver-dad, que si Patuleco, que si Pomarosa, que si Chivoloco : purosnombres de batalla, alias . El man se defiende. La poli lo levan-ta y es por el gusto na más : tiene padrino. Pobre del que lo jo-robe, como que no salía del gimnasio del Ñon, mueve las ma-nos de película. Y con el filo, ni hablar. A la hora de una vaina¡cuídate! porque te vacia los mondongos muerto de risa . Es

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de los que se traga un muerto, sabes . Así es ese man . Ahora,ahí está con esos mancitos del Instituto . Lo sapié por el suéterese amarillo que no se quita never in the life y que le vaciló aun candidato a diputado en las últimas elecciones con el cuen-to ese de que mi voto es para ti manón . El muy ni votó si quie-ra. Yo no voto por ningún hijueputa, dijo, me acuerdo bien .Lo dijo a toda jeta a la gallada en la cantina de Aldeano,esa que está en la 3 de Noviembre, ¿la conoces? Estaba jumaoy nos invitó porque también le había sacado su buen billetajeal candidato, un rabiblanquito man, de esos que se acuerdan delos pobres cuando vienen las elecciones y después de elegidos site he visto no me acuerdo . Chupamos a costilla del huevón . Esun tipo a toda madre. Ahí está, velo, no se huye, tira piedras arompe y raja. Parece que gozara . Lo campanié hace un ratito,le reventó el parabrisas a un cadi. Se acercó tanto el loco demierda que creí que las ruedas le iban a pasar por encima, ibaa quedar como minga por tronera . Míralo míralo, ve como cruzala calle y trata de atizar a ese man con el escupefuego al otrolado, allí, enfurruñado al Tívoli . Está loco loco. Pero el man esasí. Quién se atreve a decirle: oye buai, Trespatas, te van a ra-jar, ven pacá ven pacá. No se da cuenta de que los manes esos,los caperuzas esos, no se andan con dimes y diretes para arrearplomo. Así uno no se puede fajar ¿no? A mano limpia no sepuede manot, no se puede, quevá. Mira, llega hasta el mismobordecillo de la cerca, coño. Oye, frend, tú te atreves a decír-selo: que no joda, ¿te atreves? A mí me mienta la madre y en-tonces trobol, tuvé. Lías visto: ya le hicieron un disparo a lle-várselo . Le van a dar, apuesto y no pierdo, por tirársela de ma-cho, por vivo pendejo. Aquí debería haber un par de vietcon-citos, un man así como el Che, a ver si no quedan pidiendo ca-cao. Esos sí que les sacarían la entretela, el pupú por el hocico .Oye, mira lo que hace ahora, mira, se rompe el suéter, les ense-ña el pecho encuero y dice algo, grita que tiren, so pedazo deahuebao. Viste, te lo dije, ya lo apachurraron. Pobre man.

Ascanio vio venir gente de todas partes . Se echaban a correry, con los tiros, se apretujaban en los callejones . Luego salían :¡la cerca la cerca la cerca! Observó al estudiante, un pibe casi,agitar un poco por encima de las cabezas desgreñadas, la han-

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derita a tres colores. Una furia helada, sudorosa, trenzó las arre-metidas contra la alambrada al borde la Avenida, a pocos pasosde la cuneta, al otro lado, en territorio zonian . Sintió que al-guien, desde atrás, le ponía una piedra en las manos . No te que-des allí, tira . Bueno, dijo y respiró hondo . Se adelantó un poco,al trote ; sin perder el balance, balancéandose en la punta de losmocasines, la arrojó lo más lejos que pudo hacia donde imagina-ba que podía estar parapetado algún hijo de mala leche . La 4 deJulio, a todo lo largo y ancho, se iba transformando en un hervi-dero, desde el Chorrillo hasta la estación del ferrocarril . En laloma, en la cuesta del Ancón, se atrincheraban los soldados .Muy de vez en cuando daban la cara . Pero se los podía ver casicoquetos afinando la puntería a cinco pasos uno de otro, alinea-dos, armados hasta los fondillos, en condiciones de echar cande-la a rejo limpio, a tutiplén . La noche se dejó caer sin ser aperci-bida y los automóviles atrapados y reventados, ovillando sus en-trañas en el fuego, moribundos contra el borde de las aceras, es-parcían un humo denso y fibroso, una claridad que alargaba lassombras fantasmales, fantasiosas, en la pared de los edificios ycallejuelas . El estruendo y los fogonazos erizaban los pelos almás pintado . Estuvo un rato aplastado contra los muros del Ins-tituto, quieto, sin atreverse a mover una pestaña . Percibió, allí,una mezcla de pánico suicida en aquellos rostros que pasabanfrente a él. Los veía pasar, trotar sin rumbo, impotentes . Com-prendió que no había escapatoria . Estar allí era algo así cornoatacar a un bulldog rabioso cuya dentellada de cien mil hocicosse ocultaba en las sombras . Apuñalaban los malditos una mezclaasfáltica y pegajosa como el conejo del cuento . Ahora sabía, pa-ralizado, a punto de vomitar, lo que era cagar hacia dentro, en-chufarse el propio dedo hasta sacarse sangre . No estaba en ca-pacidad de comprender ese plan de batalla un poquitín extraño,esa simplificación : que si un hijueputa nos pisó el callo , que siel honor de la Patria, que si sólo basta un corazón bien puestopara sacarles la madre . No podía ser, carajo .

Desde esa distancia y por causa de la oscuridad apenas apeni-tas podía percibir, por los candelazos, la presencia de francoti-radores bien, bien cubiertos detrás de la maleza ; casi podía ver-los, imaginarlos reptar como reptiles muy cerca de una hilera de

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papos, agazaparse en los balconcillos de esas casas coloniales,calcáreas, protegidos por los árboles y palmeras barrigonas en lacuesta. Notó, sin embargo, que no disparaban todo el tiempo .La salva arreciaba de verdad cada vez que un automóvil zoniantrataba de penetrar la Avenida, la 4 de Julio, y se detenía debi-do a las barricadas allí puestas por los muchachos . Todo servía :tinacos, peñas, sillas, trozos de autos quemados, macetas, tron-cos, platones, chécheres de toda clase . Los grupos avanzabanentonces como hormigas, se avalanzaban sobre sus costados,furiosos, enajenados, impotentes y, al cabo de unos segundos,una bestia de metal panzas arriba agonizaba en llamas, crujía, es-tallaba en pedazos .ve, en el área del ferrocarril, detrás de los vagones, unas man-chas negras, verdioscuras, casi evaporadas detrás del incendio,por encima de las cabezas de los compañeros que lanzan piedras,corren en desorden y agitan banderitas . Parece un tanque, pien-sa Pepe. Es un tanque, se asegura reachinando los ojos. Piensaha visto en las películas cómo las orugas esas caen reventadassi le dan con una bazooka en la mera torre, si una granada leestalla bajo el vientre, o si alguien lo aborda bien macho por uncostado y le empuja una molotov en la panza . Una molotov, esoes. Los ojos le bailan en la carita pecosa . Los achicharraría a to-dos allí adentro ¿quién quita? Granada, bazooka, ¿dónde? Lostongos de la Zona, los bomberos son los que hasta ahora dan lacara. Por lo que ve no disparan a matar, más bien se contentancon lanzar lacrimógenas, disparar al aire sus escopetas recorta-das, controlar el fuego con esos extinguidores cortitos que traensobre sus espaldas. Los otros, los bravos, están un poco atrás,cerca de las palmas, en jeeps y camiones . Puede verlos: llevancascos, cantimploras, granadas, bayonetas. Apuntan con sus ga-rants detrás de los árboles. Observa a los muchachos en la esqui-na de la Good Naigbor preparando las mechas de las mo-lotovs . Nunca ha tenido una en sus manos. Pero sabe cómousarlas . Es fácil, piensa, nada más que reventar botellitas contrauna cosa dura, bien sólida, para que el líquido adentro, gasoli-na, aceite, arena para el peso, se riegue e inflame . Usan una me-chita de trapo embarrada de querosín porque no tienen fulmi-nante, eso dice quien se lo dijo. También lo vio en una película .

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El boy, el de la película, estaba acorralado, sin armas, y el ban-dido tenía una 45 y por eso el boy se metió debajo del automó-vil, sacó gasolina del tanque, llenó una botellita y del pañuelohizo la mecha ; tuvo tiempo de preparar la bomba y ají cuandoel otro llegó, bien seguro porque tenía su 45, el muchacho se latiró a los pies, contra una roca, y lo convirtió en una fogata . Esorecuerda ahora que está cerca y pide a los del grupo que le en-treguen una rápido, por favor rápido porque tiene un plan delcarajo. Los ojitos le bailan cuando aprieta la molotov con ambasmanos. Mira a los estudiantes, muy cerca de la estación, avanzarenvalentonados a piedra limpia contra la fusilería. Se echan alsuelo, pero no retroceden ni por el diablo cuando oyen los dis-paros, se echan al suelo, se quedan quietos, se arrastran y luegoarrojan sus piedras con todas las ganas . Piensa: es posible irsepor detrás en la confusión, rodear los últimos vagones, allá, porla parte oscura, sorprenderlos, achicharrarlos bien antes de quelos soldados en la colina puedan darse cuenta y lo petatéen .Sin volver el rostro echa a correr . Pepe Pepito regresa, oye a susespaldas. Logra llegar a los vagones y se detiene a coger aire. Elhumo lo atranca, tose, mira el tanque un poco más lejos de loque suponía. Como cien metros calcula y empieza a sudar frío .Recuerda que por los lados del Instituto estaba Ascanio . Noquiso venir con él y ahora le pesa no haberlo arrastrado . El co-noció a Ascanio de verlo jugar al fut. Pero, ahora piensa que As-canio no lo reconoció ¿de qué iba a conocerlo? El que jueganunca mira para las tribunas y menos a los chicos . La Lulú semoría por él. Ahora le tocó a él de verdad. Pudo hacerme caso,venir conmigo. Estaría vivo coño. Vuelve a toser. Debo llegar,debo llegar, grita para dentro y se lanza entre los rieles . No pue-de avanzar mucho . Se detiene, una lengua de fuego, inesperada,sobre uno de los vagones lo ilumina de pies a cabeza, lo delata .El estruendo, el fogonazo sacude la noche . Cae ovillado, retorci-do, y luego estira las piernas sobre el césped, cara al cielo, Lamolotov rueda a sus pies y el líquido empieza a regarse poquitoa poco. La oruga avanza lentamente, traqueteando, a unos cienmetros sobre la planicie. Los cañones, en la cúpula, apuntanhacia las casas de madera .

Los automóviles, panzas arriba, vomitando fuego por los cua-

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tro costados, emitían gemidos, estallaban . Ascanio los veía arderen silencio. En el fondo comprendía la inutilidad del esfuerzo,toda esa muchedumbre que avanzaba sin importarle un cominoel pellejo, famélicos, suicidas, a grito pelado sobre la alambrada,no podrían con las solas manos, aún en sí garras aluvión escupi-tajo catapulta testículo, mellar la caparazón del animalejo ator-tugado en la colina, al otro lado, oculto en la noche no nochesino charco de pus, gargajo, mojón de gallinazo . Allí, agazapadoy sudoroso, con dos piedras inútiles en las manos, volvió niñolloriqueón, a pensar en su madre . La recordaba así, en su formamás simple : delantalito ajado, moño recogido a lo cola de caba-llo, pantuflitas desgastadas en el talón, si acaso tuviera una me-cedora, espejuelos de imitación y todos los días la cantaleta :Cani déjate de tanto fútbol estudia . Notó que también dispara-ban cuando alguno corría hasta los postes de la cerca e intenta-ba escalarla . Las noticias iban de uno a otro lado . Tiran allá, vie-nen por acá, viene un tanque, ya le dimos a un gringo, la Guar-dia se mete, mataron a uno en el Chorrillo y Ascanio no sabía aquién rayos creer. Sintió por primera vez la angustia del gas, elpecho se le infló como un globo a punto de estallar ; no pudoevitar las lágrimas . Tosió. De las casas cercanas bajaban los cu-bos con agua. Vio la avidez de los que empapaban los pañuelosy se frotaban los ojos y la cara . Se precipitó sobre el cubo y, através de los ojos acuosos, tuvo la impresión de Lola . No eraella, se le parecía nada más un poco y menos cuando los ojos sele aclararon . Metió la cabeza en el cubo, bebió un poco y sintióamargo, le mentó la madre a los gringos y como un toro emban-derillado, dando patadas, se escurrió por una callejuela para in-suflar aire puro, aire, aire, aire . Hizo lo que otros allí. Se zurróal suelo, bocabajo apoyó la mejilla en el pavimento . La chica,echada a su lado, le dijo que el gas tendía a subir . Así se estuvoun rato, un siglo, hasta sentir alivio . La cara le ardía pero notanto. Supo, a su regreso, que un chico como de 17, barbilam-piño, pretendía, con la ayuda de otros dos, brincar sobre laalambrada y enterrar la bandera en la cuesta . El pequeño que latenía no la entregaba así por así : es mía, mía, yo mismo lallevo. Tú no puedes le decía el barbilampiño medio encabrona-do, eres muy pelao . Se la arrebató de un tirón que por poco le

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arranca los dedos al niño : dáme acá, esa bandera es de todos,le dijo . Corrió seguido de los grandotes . No tuvo tiempo de lle-gar a la alambrada, cayó hacia atrás como paralizado por unrayo, se revolcó en un gemido que a Ascanio le pareció atroz,igual a un puerco en el degolladero . Un silencio de clavo le tala-dró los oídos después del candelazo que vio salir de los matorra-les, arriba, detrás de unas palmeras barrigonas pintadas de blan-co . Los dos compañeros, a poca distancia, se arrastraban cule-breando en busca del herido que hacía inútiles esfuerzos por le-vantarse . Ascanio, después de titubear unos instantes, acudióen su ayuda, cruzó la calle, le introdujo los brazos debajo de loshombros y entre los tres lo arrastraron con violencia hasta laacera opuesta .y por los lados del triángulo Shaler, Pavín entraba en cóleracuando ajo, paerdiablo, eso es mucho tirotear y pa mí queaquí uno se avienta o lo avientan, y yo señor que hasta pensabaayer nomás que estos bichos eran gente de fiar, los tiene uno devecinos, de la pestaña al ojo como quién dice, les da uno todoese tierral bueno pa siembra y pa ganao, pa bueno, pa que pasensus trasatlánticos, metan allí sus bases, to ese armerío de gue-rrear, y vea usted después cómo nos tratan con las patas, piorque a zainos, ¿a qué va atenerse uno después?, los mira uno lle-garse por allá con médicos, sacamueleros, purgas, inderciones,llegar en esos helicórteros pellorrientos con una tanda de fotó-grafos que namás se la pasan atrás de uno con sus camaritas paravernos las caras pedigueñas y ansí enchufarlas en el periódico, aeso le llaman dizque asistencia social o no sé cómo pero unosabe que es pa eso de la propaganda del sistema ¿no?, y ahoravéalos tiroteá a los chiquillos sin más ni más, y yo pregunto ¿adónde debe estar la bandera?, ¿quién le dio esa tierra ah?, labandera debe estar donde debe estar y si no es allí ¿dóndepues?, ¿por qué no agarran sus bártulos y se van pa los esteits opa la misma ñinga?, yo pregunto ¿ah?, allá en los tiempos de laguerra yo les trabajé en Curundú, de machetero verá, pues ga-nanciaba buenos pesos y todo, pero oiga mano pa qué si enton-ces uno se siente así como mal, como si a uno le estuvieran, to-dos los días, pisando el callo, viera usted, sanababich pa arribay sanababich pa bajo y uno que no entiende porque no hablan

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en cristiano ni a vaina, ¿y si le están mentando la marea a uno?,ellos, verá, con su foquinyú y nosotros con lasinhueso en el culopues pa no ir enchirolado ansi como mi compa Abelardo, eseque sí era bien fregao, que cuando el cacha de palo tanquiper ledijo hey yu go for yu cleran creyó eso, que le estaba asoleandoen gringo a ña Candelaria que en gloria esté, y entonces porpoco lo añingota ahí mismo a paipasos, ni sé cuántos años estu-vo en Gamboa, y yo me dije : huye Pavín, esto no es contigo, yme mandé a cambiar, y ahora que si le empiezo a decir lo que esallí la descriminación tenemos pa rato, verá usted un plomazoen la sien lo desplomó al otro mundo .

La bala le entró muy cerca del corazón y Ascanio le buscó laherida, tratando de taponarla . El boquete de entrada, un pocoabajo de la tetilla, le pareció demasiado grande. Empezó a gri-tar: un carro pronto mierda . El automóvil estaba aparcado enuna bocacalle, a unos cuantos metros, y tenía en esos instantesla vía libre . El dueño gracias a dios estaba cerca, vino corriendoy se sentó al volante sin dejar de observar la operación por el es-pejito retrovisor ; puso enseguida el motor en marcha, aceleró enneutral, embragó . Con cuidado, con cuidado, dénle aire, bajen elvidrio, venga uno sólo, uno digo . Se treparon dos. ¿Alguno loconoce? Oye: dije uno . ¿Quién es? Introdujeron al herido de ca-beza en el asiento de atrás . No había perdido del todo el conoci-miento, balbuceaba . ¿Qué dijo? . Que le duele, arranca, arrancaya. El tipo clavó el puño sobre la bocina y fustigó los 60 h .p . desu máquina . No encendió las luces sino cuando doblaba la esqui-na. Can¡ miró sus manos ensangrentadas .

En ese momento empezaron a llegar los bomberos y radiopa-trullas de la Guardia . Ascanio se asustó al verlos llegar, silencio-samente, con las luces encendidas sobre el capó . Atrás creyó ver,girando en círculo, la primera ambulancia y el corazón le latiócon fuerza . Los gases volvían. Se entretuvo buscando a la chicadel cubo. Pensó que en nada se parecía a Lola. No la vio porningún lado . Regresó lentamente sobre sus pasos, la bandera se-guía tirada al borde de la acera, al otro lado de la calle ; la miróblanca, azul, roja destripada y por dentro, en el infierno que lecosquillaba entre las piernas, llameante, viva, volcánica, feroz .Supo por la gente que venía de la parte alta, del Chorrillo, que

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todo intento de penetrar al territorio de la Zona era inútil pues-to que un cordón de policías bien situado, con escopetas recor-tadas, a lo largo de la línea fronteriza no daba cuartel y dispara-ba sobre las cabezas y las casas de madera una granizada de plo-mo y gases . Lo mismo decían que ocurría en el otro extremo,en el área de San Miguel, en las cercanías del Palacio Legislativoy el Triángulo Shaler. Ese chico, el mismo pecoso de ojos salto-nes, se le acercó para informarle acerca de lo que ocurría . Loescuchó atento. Los muchachos tratan de quemar el Tívoli .¿Qué más? Bueno también la estación . Pero, allí la balacerano se aguanta, ya no tiran al aire sino a matar . Creo que hay va-rios heridos. También chiquillas . ¿Y la Guardia? Ellos no se tra-tan de meter todavía . Se quedan mirando y cuando hay algunojodido se lo llevan, para el hospital creo . Estamos pensando eneso: imagínate si nos agarran entre dos fuegos ¿ah? Nos llevaputa y mariasantísima . Lo cierto es que uno de esos guardiaspor los lados de la Good Naigbor nos dijo empatado que no di-jéramos nada. A mí me botan, dijo, pero llévenme los diablos sino mato a un hijueputa de esos y allí mismo que saca la 38 yempieza a disparar. A nosotros, sabes, nos dio mucho gusto, eralo que hacía falta, es precisamente eso lo que nos hace faltacoño. Oye, hay un grupo con molotovs allá por el Legislativo,dicen que mejor encienden la Pan American . ¿No vienes? Lacara del chico le era familiar. ¿Dónde lo había visto antes? No,le dijo casi sin pensar, yo voy a hacer otra cosa . Anda tú, suerteamigo. El chico se largó a todo correr .bien se pudo decir, antes de que todo eso sucediera, ayer, an-tes de hoy, que era la niña de mis ojos . La sentía tan unida a mícomo cuando la llevaba en el vientre, pequeña y flaquita comoera, me hacía gu gu y yo la arrullaba en mis brazos y la bañaba yla espolvoreaba, y su cuerpecito de porcelana oscura era todoalegría cada vez que me observaba llegar con la mocita y la latade johnson que ahora quedará a medio agotar sobre el cuadro (lela mesa. A mí me gustaba mordisquearle la naricita porque en-tonces reía, decía da, da, da, y yo sabía que no iba a quedarsemuda después de la fiebre que le dio, que se iba a recuperar deltodo Jacinta, que iba a tener su muñeca y que iba a crecer ytodo. Sufrí tanto cuando la Dorotea vino a abrirle las orejitas y

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vi la sangre de mi niña, la gota roja teñir la almohada . Era unpresagio, ahora lo sé, una señal que me envió Dios .

- A su edad no se siente nada, comadre - me dijo ella.- Lo sé, pero me da tanta lástima - le contesté .El día que se enfermó casi me vuelvo loca . La fiebre le subió

tanto que por poco se descocota, viró el pescuecito y los ojitosle relampaguearon, Recuerdo que insulté al mediquito . Miraque sin más ni más la metió en un balde con hielo . ¿Te imagi-nas?

- La va a matar doctor -- le dije .- No se preocupe señora. Es para bajarle la fiebre .Pero no le pasó nada a Dios gracia. Desde ese día yo sentí

como que la quería más . Se puso tan flaquita, larga y amarilla lapobre. La Dorotea, tan buena que es, me decía para consolar-me: es porque ella crece comadre, se ponen así de flacas cuandoempiezan a crecer. Tenia razón. En unos cuantos meses se pusoasí de larga, le venía el colorcito, se espavilaba. Vio comadre,vio. Me decía comadre aunque no era mi comadre, vaya uno asaber por qué. Su madrina es Clemencia, mi cuñada, la de Pille .Mejor dicho era mi comadre. Ya no porque mi niña está ahoramuerta, la tienen en la morgue, con hielo . Primero la sangre,después hielo, como cuando se enfermó . Ves por qué te digo queera presagio. Acabo, acabamos de dejarla allá. Nadie podría re-conocer su carita a mi niña . La bala entró por alguna parte, porla ventana creo y, ahí mismo, muertita. ¿Porqué tienen que pa-sarnos estas cosas a nosotros, Dios mío?

Era el mismo chico que le prendió fuego al automóvil allá enla Avenida Central . Pero, caramba, lo conocía de alguna otraparte. No entendía cómo a su edad era tan desdeñoso y audaz .Mientras le hablaba estuvo observando su carita pecosa, feliz, es-quemática; unos ojitos saltones, tirando a negro, más bien en-rojecidos por el humo, sin susto, acaballados en una nariz bas-tarda de la que exhudaba un ligero moco verde, gaseoso . Vayacon el carajito . Se sintió de repente fuera de foco, medio cagón,encarajinado . Restregó los ojos en la bandera, allá tirada, coz,relincho, sutura y venganza sobre el pavimento . No, nadie inten-taba asirla, retenerla, acudir a su socorro, rescatar su vano ester-tor de águila o ángel, su ademán de Cristo tontificado, casi INRI

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vena pezuña protoplasma. Pensó otra vez repentinamente en sumadre, delantalito blanco manos huesudas dónde se habrá me-tido por qué no viene a cenar asomada a la puerta y que dentrode cuatro semanas se abriría la liga de fútbol y que bien pudoinvitar a Lola de todas maneras al Variedades y que si le decíaque no pues pendeja y también que podría brincar sobre laalambrada antes de que el tipo soldado mierda agazapado entrelos papos pudiera tener tiempo de nada y clavar y clavar la ban-dera, clavarla en ese suave césped, limpio parejo, sin líquenes,erizado sin embargo de bayonetas, gasparines malucos, popeyesenvasados en serie, marihuaneros, muy espanta la virgen con suscascos y galones . No es tan difícil, pensó . Saltaría, un impulso,dos a lo sumo . Una vez del otro lado se aplastaría contra la tie-rra y vengan esos tiros a ver si pueden . Reptando sobre los co-dos, sobre las rodillas, sobre el vientre, bien profundo en la os-curidad a ver ¿quién le daba? La cuestión era saltar pues . Corrióávido, a todo lo que daban sus piernas, a gatas, agachado en zigzag, levantó la bandera de la losa y ocultó el asta debajo del so-baco para sentir las zarpas libres . No se detuvo a coger aire, azo-tó el cuerpo contra la alambrada y empezó a subir . El pie queresbala la mano que se aferra la camisa que se engancha las cua-tro manos que empujan cosidas a sus nalgas, uñas, puños, mier-das, el tiempo en alto stop, empujen maricones empujen . Se diocuenta de que estaba herido porque las piernas se le pusieron detrapo. No sintió esa vez dolor alguno, cayó hacia atrás con elpecho abierto, y mientras lo levantaban y mientras moría ima-ginó a la muchedumbre: todos a una arrancaban la cerca de cua-jo, subían a grito pelado la cuesta mientras muy lejos ya escu-chaba el tableteo de las ametralladoras, un rock lento, un meca-goendios de esa carita pecosa, de ojos saltones, allí mirándolemientras se limpiaba los mocos con el dorso de la mano . Al lle-gar la ambulancia estaba muerto al llegar la ambulancia estabaal llegar la ambulancia al llegar la al llegar al

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NO LLORO MUERTO NO MIO

Saldrás al escuchar los gritos . El paisaje se desmontará comoun rompecabezas. Escucharás el runrún de la ventolina bajo alasde pájaros negros, gallotes escrutadores en el tendido eléctricoen son de dónde , dónde la morrina, la última vaca destripada .Pero nada será sino cemento, madera, matracas en ruedas, movi,bichos, gente vivita y coleando . Observarás : baja mañana, altomediodía, sudor, la costra del granito en tu pierna, la uña deldedo gordo del pie muy, demasiado gruesa, por ese tipo de hon-go que te preocupa, aunque a tu edad ya no tenga sentido ni im-portancia . La lluvia en el cenit, apenas anunciada por brisa he-lada como diente, semejará un peludo arácnido en el cielo . Tam-bién la claridad, emponzoñada, será coherente con las voces dela calle congestionada de pronto, con los lamentos de espera ylos cracs cracs y el orín y la batahola, suma apenas discernibleya porque un pitazo, otro pitazo, otro pitazo apantallante blo-queará sin más ni más el ronrroneo de cincuenta, cien motoresdesmofletados a lo largo de la avenida hasta cuajar un humo ne-gro enfurecido por la inutilidad del avance . Chasies traquearándestartalados ayes cañengos . Tranque arriba, atrás, en las boca-calles, y policía silbón se rascará la cabeza tras inútil ademán,inútil . Y tú, acá, rasca que rasca granito porque pica gusta yno mortifica, y olerás porque es una manera de saber si sana,si pudre, si pus adentro todavía y si la untura de mentolatumbien se aviene, no sea un chancrito loco, un cáncer, esas cosas .

El motociclista avivato, vivo, evadirá el tranque piquipiplaccon casco, escafandra verdiazul biliosa, si bordea la acera o lasube. Y si lo hace (lo hará) justo cuando pase debajo del balcóndesde donde mires, dirá : las llantas le pasaron por encima al po-bre

. ¿Qué, qué dice usted? Para patearle el ñango, así se estrelle.No, no revelará tu incertidumbre ido como viento de mal

agüero. Y el runrang de una primera embragada al deshacer ellaberinto de cacharros se tragará, vieja, tu mentadera de madres ;tu te parta un rayo, tu los diablos te lleven .

Así: gallotera, araña, viento frío, llaguita loca, ¿lepra?, mo-tociclista ¿diablo?, se conjugarán conjurándose. Conjugarán

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mala señal porque esa mañana también gato negro, plato roto enel fregadero, escoba patas arriba y San Antonio derribado porráfaga indican pues lo que indican, ¡madre de Dios! Y ya cuan-do ese foquito saltón saltarín en tu testa integren imagen nom-bre Andrecito, ¿dónde estará Andrecito?, precipitarás tu cuerpoentrado en años y enzuecados escaleras abajo, plang, plang, plang :Andrés, Andrés, Andrecito, mete que mete la cara en loscuartos, busca que busca en los vericuetos de la casona, que sien la tienda del chino, que si en la barbería de Ñopo, que sidonde se traba Juan, tu Palito Pechuga . ¿Han visto al carajito?Los gestos: no. Los hombros encogidos en las puertas : no pues .Los no, no . Hasta que alguien te diga: no hace tanto lo vi salir,bajar por la calle al pelao ese, jodiendo . Cruzarás la calle a saltosaltito. Niños eléctricos, vagabundos a medias, con cajitas ypana y betún y periódicos, descalzos ventrudos saltimbanquis,se te unirán, seguirán tu paso abrupto chancletero a paso deconga: un, dos, tres a lo Sean Connery 007 contra Doctor X,a lo Llanero Solitario jelo silver contra Kit Bala, a lo Supermandetiene a los feos hombrecitos verdes de Marte. Super, super,dispondrán comandos, ataques, desembarcos, golpes de karate,en suma avanzarán a tu retaguardia igual que niños cuando sonniños bieneducados a la manera de por aquí pasó que lo videyo, mirón, mirón, mirón de dónde viene tanta gente, ponme lamano Caridad que yo me muero de dolor y, también, en adivi-nación de un espontáneo mural de Diego en ese rostro tuyo des-guarnecido de afeites, lipstick y peine, en ese tu andar desgua-ñangado por plena avenida sin importarte un bledo los mira esavieja. gufi y los huy mira por dónde andas de toda esa gente bienvestida a la moda en son de mirar vidrieras, comprar, divertir losojos, pinchar el tiempo por la espalda, piropear caderas, tobillos,piernas, muslos y que, por supuesto, ignorará tu aquí me duele,Andrecito, ¿dónde estás?, porque, ¿cómo así podrá ser de otramanera señora?

Al llegar: sangre seca sobre el pavimento, la gente a irse por-que ya no está el destripado niño con los ojos fuera de órbitas .Y tú preguntarás, indagarás, perjurarás, con tu lengua sacacor-chos a monosilábicos transeúntes espartanos recién curiosos por-que nadie quisiera testificar después: aunque le digo señora que

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el pelao se lanzó a la calle sin mirar y éste frenó y todo y mirelas marcas pero no pudo . Volkswagen abollado, guardias desalo-jen, desalojen de un lado a otro con libretitas, cintas para medi-ciones, tizas, y el tipo alto, flaco, pálido, encogido sobre unguardafango, boquiabierto, a quien imaginarás, mamá intuitiva,asesino mandadero, diabólico, azufroso . No intentará mínimadefensa cuando te abalances sobre él y tus cinco, diez uñas ro-mas de vieja lavandera y tus dientes careados desgarren camisa,piel; puños tuyos rígidos de dar golpes, golpearán impunes laanatomía huesuda de quien orgullo extraviara en mala horapuesto que un niño, destripado como gallina, no es, dejó de ser,hasta que sientas una fuerza de arrastre hacia atrás, una voz pa-terna: vaya al hospital doña, al chico lo llevan en ambulanciamuerto me parece . Entonces te desharás en llanto, lagrimonaspanzudas en esa cara tuya siempre reseca y acauchada y nuncaantes tan así puesto que tu Palito Pechuga aunque le meta duroal quenque vacila mucho, muy bien, trabaja, no regatea el pistoni maltrata al muchacho como otros padrastros que por sí o porno, antes, ponían carotas largas de verlo tan sólo y por nada,por el gusto y por jodidos .

En la chiva, rumbo al hospital, pensarás en Andrecito vivito ypatizambo (cuyo padre imaginas a veces entre aquellos tantosposibles paganinis de La Gruta Azul, sobre todo al taxista queno pudiste engatuzar con el cuentecito : me tiene encinta Pepe,porque se carcajeó de lo lindo y luego ni más que volverías averlo, que no era tonto el cholito sino como tío conejo para suscosas) huyendo a tus azotainas no mal intencionadas sino co-rrectivas puesto que a pesar de todo una madre es una madre,tiene sus derechos, sus obligaciones y rama que crece torcida,¿a quién sino responsabilizan?, dígame usted . La última navidadJuan, tu Palito Pechuga, tipo buenazo con todo y su quenque(¿quién no tiene vicios?) le trajo una bici de segunda pues y el .pelao vaya, vaya recordarás se puso clueco, cluequito, pallapacá,pacapallá, quién lo viera entonces . No he sido mala madre pen-sarás, pensarás, pensarás a lágrima viva moquillosa .

Señora un momento espere antes hay que (en Urgencia, silli-tas plegables, heridos enyesados patiabiertos, ojones quejosos yfamilia, parsería a prudente distancia no vayan a confundir en-

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fermos de sanos por similitud de evidente anemia y destrampeorgánico pues enfermos ellos, los sentados, y no yo, ves, ves)llenar este formulario su nombre, su cédula, su parentesco veinti-cinco centavos por favor, y tú no, no entenderás la actitud deesas mujeres de verde, así, en antesala, parloteando y clasifican-do los rumbos, la muerte, la casuística, sin importarles, frías,automatizadas, que tu otro tú, tu Andrecito, yace, agoniza, sedesangra suave y abruptamente un poco allá, tras esa puerta endonde a través de un vidrio todo se verá tan blanco y puro ytímido. Mirarás a médicos jóvenes, melenudos sin estampa deBen Casey o Kildare, atacados de una risa que no cabe, enfer-meras meneonas de rabo, tipos que empujan camillas y traenplacas, papeles, radiografías, hot-dogs, papas fritas, sellos, sá-banas, tubos vasos, cocacolas viceroys y hablan, discuten, ríen,mientras Andrecito, tu, tú, tuyo, quién sabe qué, quién sabecómo, quién y quién sabe si ya, ya . No tendrás tiempo de odiara tus antojos a ese médico patillón que se cree la mamá de Tar-zán aunque lo odiarás por su manera de asomar la carita ilumi-nada tal como si le hubiese pellizcado las nalgas a la mismísimaLollobrígida; le odiarás sin ton, ni son porque Andrecito allí seatiesa como un loro sin ti, sin santos óleos, sin Palito Pechuga,mientras el muy da vueltas al estetoscopio como un yo-yo, fi-jos los ojos en la enfermerita blanquinegra menioncita jetona,que, claro claro, lo roza, lo rebasa, lo calienta en tanto la pepo-na lápiz y lápiz nunca terminará de llenar las no sabes si dos otres o mil páginas, hija de la gran .

Al entrar el corazón se te querrá salir por la boca y no miraráslo blanco turbio gris, las gasas, toallitas de papel, esparadrapos,palanganas, jeringas anales, bacinicas, guantes, bisturíes, caras defastidio, termómetros, bostezos, tijeritas, sino un fondo de es-paldas inclinadas sobre ese cuerpecito del que sólo alcanzarás aver las manitas inmóviles, la mano médica engatuzadora quearrojará trapos entintados así como kotecitos a un tiesto bocón,el tarro con plasma y mangueritas colgado de un perchero, esapareja lloriqueona no lejos allí como con ganas de arrebatar tutantísimo dolor, abrazada, abrasada en un apártense por favortácito de la miss que animosa junto a la camilla inyecta, soba,suda, se cree Dios y se muerde la puntita de la lengua tal si pa-

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riera, tal si tú no allí sino en la cochinchina, o no tú sino quiensabe quién porque así son ellos en tanto dizque medican . Teacercarás de puntillas, muda, casi sin levantar los pies y mirarásel niño indescifrable . No recordarás esa carita, no . Inmedia-ta búsqueda infructuosa de un rasgo . ¿Lunar en la barbi-lla? : No. ¿Patizambo? : No. Pues, ¿quién? Luz, nuevamente fo-quito saltón, saltarín en la testa, no Andrecito ese idiota ya,sino cosa, bicho raro, vaina a ojos de madre recién nacida deútero angustioso, luego ganas locas de reír y saltar de puro con-tento inevitable aunque malamente puedas puesto que, allí,esos dos juntos abrazados, ocuparán de ahora en adelante ysiempre ese papel asumido equivocadamente cuando algo -gra-nito gallotes San Antonio panzas arriba - indicaba son de fére-tro esta mañana, mañana si todo esto sucediera . Te irás por esapuerta dichosa dicharachera . Pase usted dotorcito dirás al pati-lludo, simpático él, pues allí mismo te caerá en gracia si lo vie-ras entrar y pellizca que pellizca a la enfermerita turulata de-bido a que ya nada empañará tu felicidad de esa tarde junto aAndrecito vivo, a Palito Pechuga bueno para todo, salvo ese gra-nito de olerlo en la pierna, costrita blanda, blanca, ¿chancritoloco?, ¿cáncer? .

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LO QUE NECESITA POBLA

Camino : delgada matriz abierta entre pajonales, huidiza yveloz por cerros pelados, romos, enfermos, agónicos de dis-tancia y soledad, viendo árboles calvos medioscalvos, calvos porcompleto, troncos esqueléticos de sombras mezquinas y raíces,uñas, garras en la tierra boquisedienta.

Sol : las mujeres sintieron el sofoco primero . Trataban, trata-ron de combatir el calor, abanica que abanica, abanicándose conperiódicos, restregándose cara, brazos, mediosmuslos, con pa-ñuelos ; yendo por atajos, desvíos, para gozar mediocre sombrade arbustos abonados de ventolina y caca de caballos . Ellas lle-vaban pañoletas, velos toallas, a manera de turbantes sobre lascabezas peinadas, anteojos oscuros, bien, bien oscuros y torna-soleados para ir al grito de la moda . Los hombres se preocupa-ban menos por el calor, aunque decían cuánto calor hace, y mu-cho más por el tiempo . Miraban los relojes a cada rato, mirabany miraban .

Las huellas se apretaban al lomo de la tierra como la cuerdade un ahorcado .

- Llegar nos va a tomar horas - dijo uno .- Apuren, debemos regresar antes de que oscurezca - dijo

otro. Observaba de reojo, refilón, astutamente, a las mujeres : aver si alguna se seca el muslo o le da por orinar detrás de la ma-leza .

Apretar el paso . Las casitas empezaron a divisarse abajo, me-nos lejos, en la planicie de otro color verde, bien verde . Primerolos techos de paja, paja y penca; enseguida las estructuras decaña, bambú, barro, guayabo . Los poblanos salieron a recibirlosde risita en risita: corteses y tímidas bocas sin dientes, rostroscurtidos, pelambre, áspera y solar bajo sombreritos pintones .Polleras amplias, blusas ajadas, pelo greñudo (en alboroto) ellas :las mujeres. Los hombres : pies en suelo, cutarras, tristeza alegrey esquiva, ojos huyendo, idos, escurridizos al parloteo . A lamano extendida manos calcáreas, callosas, apretaban sin apre-tar, para servir a su mercé, gestos, ademanes casi reverenciales,gruñones .

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El grupo venia de la Universidad . Investigamos el área las con-diciones de vida, el ambiente, eso dijeron a los poblanos, eso di-jeron a esas caras agrietadas, a esas cabecitas rasquiñosas de ras-ca, rasca bajo jipijapas ennegrecidos, a esas miradas gomosas sinbrillo, amoratadas ; a esos vientres diarréicos, abombados, a sim-pie vista, vistos. A esos hombres habitantes, personas, seres te-rrestres con amebas, con caries, con lombrices, con tuberculo-sis, con malaria, con desnutrición, con alcoholismo, con fatigas,con envejecimiento prematuro, eso dijeron : venimos a investi-gar el ambiente las condiciones de vida, las necesidades .

- ¿Y eso pa' qué? -. La voz del hombre semioculto entrelas mujeres macha bien, macha arrancó risitas juguetonas .

Todos después caminaron junto a la escuelita del valle . No to-dos entraron ; el aula era demasiado chica, apenas una treintenapudo acomodar las asentaderas en los taburetes manclencos,así como se acomodan los poblanos: pies cruzados, no piernas,echados para adelante, apoyados los codos sobre las piernas,acamellados por la timidez, por la curiosidad, por la fatiga, porla memoria tozuda del motete . Allí sentados, de pie, pegados ala pared de barro no quitaban los ojos de encima a la maestramuy, muy displicente, atenta, con los recién llegados . Habla-ban y hablaban : que si vienen médicos por aquí que si el ganadolo comen o lo venden que si beben agua de quebrada que si losexcusados los construyen lejos , lejos de los pozos que si viajana caballo que si zapatos , zapatillas que si saben leer que si nodesean una escuela grande que si beben aguardiente clandestinoque si han intentado alguna vez comunicarse con el Gobiernoque si una calle no les interesaría que si esto, que si aquello .Contestaban a medias, con monosílabos, sin levantarse, quitán-dose apenas el sombrero, temerosos de aquellos personajes llega-dos de tan lejos, de la misma Universidad, con tantas, tantí-simas palabras en la boca, incomprensibles ; casi casi les pare-cía que hablaban otra lengua . Todos miraban a la señorita maes-tra. El que parecía el más viejo de todos se levantó de su asien-to, no dejaba de rascarse y escupía por puro nervio al suelo detierra .- Al comienzo creíamos que ustedes eran candidatos . Lo

digo así por así porque hace un añal vino por estos contornos

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uno que dijo que era candidato a diputado pues . Se dejó venircon una larga y otra corta, nos dijo que él mismo era el hombre .Ya nimiacuerdo las tantas cosas que nos prometió . Después su-pimos por fío Fello, porque fío Fello viaja mucho por la Capital,que el hombre salió electo pues y por estos rumbos no hemosvuelto a ver su sombra siñoras y siñores . Eso sí, ese día quevino, trajo aguardiente para un ejército y tuitos nos pegamosuna juma del mismo diablo sinoras y sin ores. He dicho .

A la risa siguió un cuchicheo un buen rato . Jo, hombre parahablar claro decían junto a la puerta los que se asomaban . Rotoel hielo, algunos otros se atrevieron a hablar . Discursos cortos,imprecisos, en son de broma, impacientes al mismo tiempo,hicieron avanzar el diálogo a veces detenido, roto por carcaja-das, accesos de tos y aplausos breves brevísimos sin entusiasmo .A mí me parece que es más mejor cambiar la escuelita pa laloma, dijo uno . Otro preguntó : ¿pues qué tienen las cutarrasde pior? Pal caso es lo mismo yo creo . Y otro: pa mí es posibleque podamos traer el agua del río, allá bajo . Se hacía tarde, lospoblanos captaban la urgencia de los universitarios mira quemira los relojes a cada rato . Desde atrás, una ronca voz, sin darla cara, se escuchó al mismo tiempo que todos aquí y allá sevolvían .

-- Yo creo que mejor es que la maistra Flora hable por todosnosotros, pues para eso es la maistra yo digo .

Hubo un silencio general, respetuoso . La maestra Flora seadelantó unos pasos y antes de hablar miró a todos más biencon simpatía. Con el bolígrafo apartó la mechita de pelo que lecaía graciosamente sobre la ceja, hizo un leve movimiento dehombros, carraspeó :

- Bueno, quieren que les diga una cosa, lo que más se necesi-ta en este pueblo es un cura .

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EL JARDINERO DE SARA

Observa a la mujer volteado de revés sobre la cama : gorda,cuarentona, medio madona medieval membruda, trajina en lapeinadora, saborea bombones de maní, traga y traga . Llevarollos en la cabeza, crema en las mejillas, negligé azul transpa-rente abierto al frente . Limpia colorete residual con klennex,con aceitealmendrado cubre los pies de los brazos y el codo . Loque va a decir no lo dice . Las palabras medran laberínticas en lapunta de la lengua, ladran, retroceden . La TV está encendida,pero ninguno de los dos mira, escucha . El fuma, lee el diario, nolee, bosteza, imagina que algo se trae entre manos la gorda golo-sa, aguarda, rasca que rasca barriga y pecho peludos . Si fingedormir, ella de todas maneras blablabla. Hoy, mañana, después,la misma lata, el mismo sonsonete a oídos sordos en vano . Ellasabe que escucha si constante martilla . Cierra ojos para borrar si-lueta, vago resplandor fosforescente erizado bajo transparenciade tela ajustada a pellejos marsupiales . No la borra del todo por-que allí huele a colonia y es táctil, presentida como puñal y es-puela de gallo .

No deja de mirarse en la peinadora, ella: espejito , espejito,observa ojeras, las no cejas, las pestañas calvas, la papada . Abreboca, restrega dentadura con puño ensortijado, mete uñas entreintersticios y extrae residuos, chasquea lengua contra paladar .La imagina muerta, él : ataúd, cirios, velas, amigos, parientes,copartidarios en iglesia, cura, sermón, cordero de Dios que quitalos pecados perdónanos señor, atrio, velos, sentido pésame,guirnaldas, palmadas en el hombro, viejas matronas arrodilladas,autos autos autos, cementerio fosa lagrimeo y él : lentes oscu-ros, traje negro, levita, corbata negra, cabizbajo, como que tantosufre, así como quien llora llora . Sin embargo, ella come, tragabomboncitos, hurga nariz con meñique, rasca seno, arranca pelode pezón, piensa en cena de mañana, usará vestido nuevo impor-tado de París, aretes de Nigeria, collar de perlas japonesas, es-meraldas colombianas, rebozo mexicano . Recuerda hora reu-nión Club Ayuda Desinteresada Pobres de martes por venir . Irápadre Bernardo a bendecir y piensa que ella debía ser la presi-

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denta y no la tal Briggite : no tiene clase esa mujer, Robi, ni si-quiera la conocen en el Yats Club y sus hijos van a la escuelapública, ¿me oyes?

El imagina : corto manguerita de frenos al mercedes, le digovaya querida a Cerro Azul a la finquita, vaya amor a Campanaeste sábado. El mercedes baja la cuesta, entra en curva cerrada,trata de frenar, pie gordo gordotote pisa pedal grita grita se des-barranca. Aplastada en barranco, muerta, bien muerta la sacanel fiscal el forense los guardias los bomberos . Ríe porque imagi-na que tendrían que buscar grúa para subirla . Apaga el cigarrillo,dice ¡ay! porque se quema . Ella no se vuelve pero lo mira porel espejo . El observa sus espaldas rollizas. De niño le gustabanlas ballenas, tenía colección en álbum de carpeta colorada . Aho-ra las odia porque ella debido a ella por causa de ella . Medita :se sopla como un zeppelín, deben ser unas diez libras cada mesmaldita cerda mantecosa barril de grasa, ¿por qué no deja de co-mer? Ella, ahora sí, vuelve el rostro . El gira en la cama, cierra losojos, da codazo, perdona dice, da espalda, qué sueño agrega,apaga luz de velador, apaga ojos, apaga mente . Escucha la vozdel otro lado. La TV pasa noticiero de diez y media: delegaciónnorteamericana se retiró esta mañana de conversaciones de pazen (cariño hoy estuvimos en el Marañón con las muchachas delClub y formamos un centro de ayuda social) el delegado dijoque los bom (vieras como viven esos niñi) bardeos eran una pro-vocación de los impe (tos en cuartos tan estrechos y oscu) ria-listas contra los pue (ros y mal) blos del mun (olientes) do .Agregó el jefe de la delegación que hasta que no se retire el úl-timo soldaclic . El aprieta el control remoto sobre su cabeza, enla pared, y la TV se apaga. Gracias cariño dice ella. Te decía, esagente no sé cómo pueden vivir, no working, no hacen el mínimoesfuerzo, beben, fuman marihuana, no se cansan de tener hijos,se la pasan en los billares cantinas callejones, viven hacinadosen cuartitos más pequeños que tu garage, con perros, gatos, ra-tones, cucarachas, bacinicas debajo de las mesas y el berrincheque no se aguanta. La casita de Doggi es más cómoda, Robi, sivieras. Qué asco qué asquerosidad . Lo que hace el Club Dios tie-ne que agradecerlo . Pero, eso sí, radio , televisión, tocadiscos,si no tienen para comer, ¿cómo pueden? Te digo, son pobres

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porque quieren . No tienen iniciativa, no ahorran, se la pasan so-ñando con los números de la lotería, juegan a los caballos al bin-go a los dados, son una soberana porquería .

El piensa: la idiota no entendería jamás si le explicara, si dije-ra: oye, querida, ven acá, es el sistema, son las reglas del juego ytoda la plata que tenemos, tú y yo, se lo debemos a ellos, ¿loentendería? Gorda es mejor que te calles, ¿no? También piensaen muerte por asfixia, rápida contundente . Imagina: manostrenzadas aprieta que aprieta tráquea ancho cuello estertoreo-porcionosingrito, almohada en gorda cara para no ver ojos im-plorantes, pataleo inútil bajo peso oligárquico superalimentado .Desvanece imagen ; quedarían huellas y fiscalito levantaría in-vestigación autopsia juicio . Y otra vez la idea del mercedes : ca-riño por qué no vas la otra semana a Cerro Azul le dice comoquien no quiere . Ella: no puedo tengo trabajo cantidad esos ni-ños del Marañón piponcitos mocosos amarillentos palídicos meparten el alma, si vieras la ropa que usan y lo que comen, si vie-ras querido si vieras . Por ese' camino, Sara, vas a parar en comu-nista, sonríe por la ocurrencia genial genial . Después en otrotono: déjalos vivir son felices les gusta esa vida y no se las cam-bies porque nos joden . No se te ocurra abrirles los ojos porqueel día menos pensado nos lo quitan todo como en Cuba, Sara .Llévales cosas : comidas zapatos juguetes chucherías para quese sientan agradecidos . Libros ni por el diablo, sólo la Biblia, nosean estúpidas. Menos mal que el padre Bernardo las asesoraporque si no. Y ella: pero Briggite dice que sería bueno obligar-les a ir a la escuela, como que es la Presidenta, ¿no? Y él : no lehagas caso a la mocosa esa, la caridad tiene límites, esa ocurren-cia de ustedes me hincha las pelotas . ¡Que pendejada! No seastan idiota le voy a decir a Moralitos : mete en cintura a tu mujercoño, le voy a decir. Y, ahora, duérmete, estoy cansado .

Le pasa la piano por el cuello, hace meses que nadita nadacon él. Tengo sueño, deja, dice él, no ves que estoy cansado,esta mañana todo estuvo cabrón en la oficina y en el hipódro-mo : el Pintoso no quiere la alfalfa, la Veloz se desmierdó un to-billo y parece que la pila dañó a la Siempre Gana . Todo es unadesgracia, ha sido un día pesado . El embarque de la Big Invest-ment viene con retraso . Julián me llamó de la finca para avisar-

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me que se murieron dos cabezas y yo creo que más bien se lasrobó, ¿qué crees? Para acabar de joder, los inspectores vinierona chequearme los libros, creo que descubrieron algo y eso me vaa costar algunos billetes para taparles la boca, a esos sinverguen-

zas, quédate quieta, Sara, hoy no puedo. Ella se retrae: víboraherida enrosca frustración muerde adolorida piel por vil rechazocruel, hace meses que los mismos gestos palabras indiferencia nopuedo no puedo no puedo no . Si no fuera por Gabriel cómo es-taría ahora . Menos vial que ese día lo conoció en casa de Dianay Diana le dijo confidencialmente que si quería se lo prestaba(con derecho a devolución) que era buen jardinero que estababien dotado que se la sabía entera que era como tumba que no eraexigente que Melania lo usaba los jueves y que ella los domingos(ese día era domingo) y Flora cuando Fredy estaba de viaje . Re-cuerda que ella le dijo a Diana : Diana, ¡cómo se te ocurre! PeroDiana lo hizo subir, le silbó y allí mismo la descarada (porquese había tomado unos wiskis) atrajo al muchacho sobre la al-fombra . Recuerda : dos días después llamó a Diana porque nodormía bien desde aquella tarde y porque Robi nada de nada yle dijo que sí, ¿Cuándo? Ahora mismo . ¿No puede hoy? Bue-no, mañana, oye, pero dile dile que sea discreto . Piensa ahoradespechada que mejor le hace caso a Robi y planee ese viaje defin de semana a Cerro Azul con Gabrielito si a él no le importa:si no puedo viajar tan sola por esos caminos le dice francamente .

El hace como que duerme pero no duerme . La gorda pesadapesa tanto que se siente ir por un hueco, piensa en camas sepa-radas, mudarse de habitación salir de viaje matarla de una vez,buscar la 38 apuntar en medio de la frente decir después que en-grasaba el arma porque los ladrones porque una amenaza anóni-ma porque este país es demasiado húmedo porque porque por-que . No es un buen plan, no resultará piensa : un juicio da mar-gen a contradicciones ; aún si jurado dice libre, queda duda, pe-riodista quisquilloso dirá crimen, matóla por fea gorda pedantedirán los amigos entre broma y broma. No podría aspirar a dipu-tado gobernador vicepresidente embajador consejero ni ministrosi duda, si fiscal barrunta evidencias pérfidas o lucubra . Cortarmangueritas de freno idea más viable genial única, nadie inspec-cionaría chatarra en precipicio si honorable industrial político

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benefactor juega bien cartas, llora sufre se retrata junto a cadá-ver de rodillas, organiza lujosa ceremonia de entierro con arzo-bispo en carne y hueso . Dinero manda compra dignidad abrepuertas cierra juzgados cambia culpabilidad por inocencia .

Ella habla que habla . El la escucha a distancia, no la escucha,palabras como que orinan sueño por venir ávido reptiloso . Dice :Briggite no tiene clase, ni siquiera ha ido a Europa, ¿cómo pue-de ser la Presidenta? A los Esteits va todo el mundo, yo digo Eu-ropa, Madrid, Londres, Roma, no habla inglés, no tiene roce,chusma, debe mover influencias, quiero ser próxima presidentaClub, ¿me oyes querido? ¿Estás oyendo? Sí querida : él mediodormido sin dejar que la imagen de Gabriel se esfume totalmen-te de su mente .

Ella : Robi, siempre iré a la finca uno dos tres días, debo des-cansar, es cierto, pero se me ocurre que debo llevar al señor Ga-briel para compañía, no debo ir sola, bien sabes cuánto peligroamenaza a una mujer que viaja sola sola . El siente pataba envientre, vuelve cara roja roja roja hacia ella, la mira gorda comoes, ventruda zeppelinezca en la penumbra de la habitación . ha-bla lento para no revelar sino autoridad indiferencia : no Sara,Gabriel no puede ir contigo, busca una compinche del Club Dia-na Flora cualquiera . A Gabriel lo necesito esta semana le dice ycierra los ojos y recuerda cuando lo vio por primera vez taimadoy silencioso junto a Sara .

Recuerda cuando Sara, medio acobardada porque nunca se ne-cesitó un jardinero intemporal tiempo completo en casa, le dijoque iba a trabajar tres días a la semana en el jardín . Recuerdaaquel día ya atardeciendo cuando le preguntó si quería irse defarra esa noche, recuerda cómo estaba cada cosa en el aparta-mento secreto que tiene alquilado en Bella Vista a dónde fueronesa misma noche después del show, recuerda cómo se lo dijo ycómo pensó que el muchacho le iba a pegar . Ni siquiera demos-tró extrañeza, sólo preguntó cuánto le daría . Le adelantó cin-cuenta, le pidió que fuera discreto que fuera que fuera discreto,nadie debe saberlo le dijo, nadie . Después, después acogotadopor las lágrimas le dijo que si decía algo lo mataba y que tam-bién podría ayudarlo si no se le iba la lengua y que si no queríaser ya jardinero y que si quería estudiar alguna cosa . Recuerda

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que el chico le dijo que no llorara, cálmese Robi, no diré nada,déjeme trabajar como jardinero señor, eso me gusta, no otracosa . El le dio un beso en las mejillas y le pidió por favor quevolvieran otro día . El le dijo sí, cuando quiera señor .

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CUATRO CUENTOSDIMAS LIDIO PETTY

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COMO EN UN VIEJO GRABADO

A Floyd, in memoriam .

"Un hombre ha caído en tierra y baña con su sangreLos recuerdos las flores las fuentes los jardinesLos sueños infantiles . . ."

Jacques PrevertHistoires .

Al principio no distingues nada en la oscuridad, pero luegoadviertes que la estancia es reducida y rectangular ; y suponesque las paredes son lisas, que están despintadas - con toscas le-yendas y dibujos obscenos, como es usual- y que el techo esmuy alto . En el suelo hay tres individuos, o tres bultos que de-ben ser individuos, recostados contra los muros . Uno fuma ; losotros (quizá también ése) te observan sin moverse .- ¿Por qué te trajeron? - pregunta bruscamente una voz

grave, a la izquierda .- No sé . No me lo han dicho .Tu voz suena extraña . Nunca la habías escuchado en la oscu-

ridad .- Así que no lo sabes . . . (Ahora es una voz aguda, chirrian-

te; semeja raspar la sombra) Seguramente eres un angelito. Aquínos gustan los angelitos, para darles por detrás .

Terminan las carcajadas y guardas silencio porque es ciertoque no te lo han dicho . Ni siquiera te han interrogado desde quete detuvieron cerca del muelle de los holandeses. A veces vas allíporque te gusta ver cómo cargan y descargan los barcos . Algunasnoches entras a la cantina del porgugués y conversas con los ma-rineros y los pescadores . La marea estaba subiendo y mirabasdistraídamente el cabeceo de los botes y los desperdicios queflotaban entre éstos, cuando aparecieron ellos con cascos, arreosde combate y metralletas . Quieto o te mueres, gritaron . Alza lasmanos, coño . Para más tarde tenías cita con el capitán de un ca-maronero. Desde hace meses andas sin trabajo y pensabas em-barcarte por un tiempo . Eran tres y sólo una mujer que pasabacon un niño en brazos vio cómo te metieron a empujones en elpatrulla .

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- ¿No tenías marihuana?- ¿Marihuana?- No te hagas el güevón, angelito - insiste la voz chillona - .

Seguramente estabas trabado en el humo y no los viste llegar .- Ya - interviene el fumador -; no lo molestes más . Lo tra-

jeron porque les dio la gana y no hay más que joder . Ustedes sa-ben cómo es esto .

Los otros callan .- ¿Y a ustedes los trajeron hace tiempo? -- preguntas al rato,

por decir algo, para alejar la inquietud con las palabras .- En esta celda llevamos tres meses, aunque de estar presos

tenemos más tiempo - dice el fumador - . Yo estoy condenadoa cinco años; apenas he pagado dos .

Ahora notas que no hay ventanas ; los muros se unen al techoTampoco hay luz, salvo la que penetra a través de la reja de lapuerta - ésta da a un pasillo estrecho y lóbrego -, pero esa cla-ridad anémica es un espectro de la verdadera luz: ni siquiera per-mite distinguir los rostros y los cuerpos . De pronto piensas queellos, si han permanecido tanto en la oscuridad, deben estar casiciegos . (Sus ojos serían cuencas gangrenadas, llenas de imágenespodridas) . Un súbito terror te induce a imaginar que también,pronto, quedarás ciego. Guardia, gritas, guardia . Nadie viene : tuvoz choca contra las paredes, entra y sale de las celdas mudas, laignora el oído del guardia y finalmente cae al piso, exhausta, de-rrotada, sobre el polvo del tiempo, sobre las huellas de los cien-tos de reclusos que han recorrido el pasillo, que también grita-ron inútilmente ; cae sobre el recuerdo o las ruinas (vestigios ape-nas) de voces antiguas y recientes, de lamentos, toses y blasfe-mias ; se une al clamor de los desesperados, de los traídos a estacelda desde los cuartos de tortura ; sobre esa acumulación de do-lores y sonidos desfallece tu grito y se pierde (confundido conlos otros gritos, con las viejas penas) en el sumidero del sufri-miento común . Sin embargo, el silencio no te arredra . Vuelves agritar. Y otra vez . Y otra .

- No grites - dice el que no había hablado hasta ahora - . Espor gusto . Nadie te oirá .

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Sientes que algo tibio te sube por el pecho, te aprieta la gar-ganta y te humedece los ojos. Haces un esfuerzo y reprimes lasganas de llorar.- Sí - agrega el fumador -, nadie te oirá. Cuando vienen a

traer la comida, dices lo que quieres ; antes nadie te escucha .Mejor dicho, son unos vergajos : aunque te oigan, no hacen caso .Lo hacen para joderte . Debes acostumbrarte a eso .- Pero quiero que me saquen de aquí . No he hecho nada . Por

lo menos deben decirme por qué me han traído .- Uh, paisano, últimamente han agarrado a mucha gente por

gusto . - Da una pitada larga al cigarrillo y arroja la colilla a tra-vés de los barrotes . Pequeñas chispas saltan al chocar en la pa-red del otro lado - . A ellos no les importa un carajo nada .Cuando les dé la gana, si lo creen necesario o les sale de los fo-rros, te dirán por qué te han traído . ¿Entiendes? Siempre es así .

- Pero yo quiero saberlo ahora . Tengo mis derechos .- Olvídate de esa vaina, hermano, y toma las cosas con cal-

ma - insiste. Sus palabras te parecen gastadas. Suenan (¿hue-len?) a moho, a metal herrumbrado, como si durante muchotiempo hubieran estado a la intemperie, sin uso, abandonadaspor su dueño -- . A lo mejor ni te conviene saberlo . Tú sabes, aveces es mejor no saber las cosas : así se conserva una esperanci-ta ; pero si te dicen por qué te han traído, te jodiste : ya no haynada que hacer . ¿Comprendes?

Totalmente confuso (aunque hasta cierto punto abatido, re-husas aceptar lo que de ningún modo te parece lógico), te sien-tas en el suelo, junto a la puerta . Tratas de serenarte de pensarcon claridad y (como víctima de una obsesión, como acosadopor un enigma) indagas en los posibles motivos de tu captura,pero la tensión te agobia y a cada instante crees escuchar tunombre, verlo fosforecer en la aridez del aire, de los muros y loshierros . De algún modo intuyes que la mención de tu nombresignifica libertad : volver a las calles atestadas del mercado, a lascaras conocidas, a las noches en la cantina del portugués . Con-tienes la respiración y afinas el oído para que no escape ni unasola de las sílabas familiares, para que la humedad de los pasillosno apague o demore la voz que anuncia tu salida ; pero nada: elsilencio crece y se hincha como un delirio sin término . Entonces

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insistes en recordar, en preguntarte, en darte una razón : te traje-ron por error ; no, porque eres amigo de Federico (Todos saben,aunque la prensa lo calla, que él combate al régimen desde laclandestinidad. Deben suponer que sus conocidos lo apoyan .Los militares no han dejado de perseguirlo); no, debe ser porquecuando joven participaste en manifestaciones contra los gringos .

Un olor rancio y agrio - orines, excremento, sobras de comi-da - te hace contener el aliento. Hasta ahora no habías percibi-do la pestilencia . Proviene de un hueco hecho en el piso, aproxi-madamente en el centro de la celda . En ese orificio, cuyo diá-metro apenas excede al del brazo de un hombre, los tres defecany orinan. Y como el agua que reciben sólo les alcanza para be-ber, nunca lo limpian . Pero a ellos ya no les mortifica el hedor .Tampoco los perturban los gritos que se oyen a veces, como la-mentos subterráneos o brotados de los muros . Parecen vivir enotra vida, fuera o detrás de ésta . Ahora, por ejemplo, permane-cen quietos, sin hablar, como suspendidos en una solución detiempo y muerte. Quisieras pedirles que te ayuden a dar con elmotivo de tu arresto (deben tener experiencia en esas cosas),mas comprendes que sería inútil : ya te dijeron que no hay nadaque hacer, que no debes preocuparte . No obstante, tu mente serebela, da vueltas, se arrastra, trepa y recorre conversaciones,días y hechos en busca de una causa .

Repentinamente, el hedor y la inquietud desaparecen . No es-tás en un bloque de aire oscuro, en compañía de tres desconoci-dos - quizá perversos, probablemente criminales o ladrones - ;no te -han detenido porque alguien dijo (o lo obligaron a decir)que tú . . . ; no, no estás en una celda de castigo, con guardiasbestiales (entrenados, quizá nacidos, para la muerte) que reco-rren día y noche los pasillos . Tu mundo no es éste ; jamás lo hasconocido. Ahora estás en un camino bordeado de maizales y po-treros . Ves los caballos y las vacas que pastan o sestean bajo losárboles. Ves el mar, colgado del cielo, en lontananza . Ves las co-linas que hay antes del mar. Ves los ríos que bajan serpenteantespor la llanura. Ves la cinta gris de la carretera que desaparece yreaparece entre las vegetaciones . Ves lo que has visto duranteaños, lo que aprendiste a ver mientras acompañabas al abuelo en

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sus andanzas por los cercos, lo que ves cuando vienes a pasarlasvacaciones de verano .

Ahora tienes doce años y regresas a la casa desde el pueblo .Has demorado más de lo habitual porque te entretuviste matan-do una culebra . Te enfureció verla comiéndose los huevos de unnido de paloma . Primero le tiraste piedras y después la rematas-te con un palo . El abuelo afirma que esas culebras no son vene-nosas ; pero también dice que todas deben matarse. Quedó a unlado del camino, ensartada en el mismo palo con que la mataste .¿Qué dirá la gente cuando sepa que la has matado tú? Alguiensaloma en los maizales . ¿Será Marcelino? Una de las parcelas essuya . Las ardillas y los pájaros lo van a enloquecer : pasa horasespantándolos para que no se coman el maíz .

La primera vez que regresaste de vacaciones, los hombres sereían de ti : ya no tenías callos en las manos y eras incapaz decaminar descalzo . Sin embargo, pronto volviste a tener callos(la abuela te frotaba con cebo de vaca tibio las manos despelle-jadas) y Faustino te enseñó cosas que antes ignorabas. Enton-ces fuiste de nuevo gente de la tierra . Ahora no se burlan ; alcontrario, a veces te invitan a pescar o a curar el ganado . Y eldía que la novilla monguta del viejo Ciro te derribó junto a lacerca de alambre, todos corrieron a socorrerte. Al ver que noestabas herido, hicieron bromas, pero ya no de burla sino dealegría. Así supiste que comenzabas a ser un hombre como to-dos. Ellos no te lo dijeron : lo viste en sus ojos cuando te le-vantaste y sacudiste el polvo de los pantalones, cuando recogis-te el sombrero, pisoteado por el animal cuando los miraste, son-reíste y dijiste que no había sido nada .

Aunque ahora lo ignoras, estas son las últimas vacaciones quepasarás en casa del abuelo . El año entrante tendrás una piernaenyesada (te la habrás roto jugando el fútbol) y para el siguientehabrá muerto el abuelo y su' casa pertenecerá a la tía Dorelia,cuyo marido es enemigo de tu madre . Claro, eso todavía ni loimaginas. Ahora no piensas más que en contarle al abuelo cómomataste la culebra. El está sentado en el portal (lo sabes), en suvieja silla de cuero . De vez en cuando se acaricia la barba, entor-na los ojos, reflexiona, masca tabaco, lanza un salivazo marrón ymira las copas de los cedros, sin hojas, movidas por la brisa. Está

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orgulloso de sus cedros . Son los más altos y gruesos de la comar-ca . Los plantó su padre, cuando aún el abuelo no había nacido,antes de que construyera la primera de las tres casas que cons-truyó en el mismo sitio y que fueron devoradas por los comeje-nes. El abuelo heredó la última y vivió en ella hasta que un día,desesperado porque no lograba ahuyentar a los insectos, le pren-dió fuego. ¿Qué edad tendrá el abuelo? Su espada con vaina decuero es de 1891 . Para entonces ya él debía ser un hombre . Ase-gura que por ella pagó un dólar de plata a un herrero de Carta-gena . Cuando le preguntas por qué la conserva, responde que esun recuerdo . Todo lo que guarda son recuerdos, pero pocas ve-ces habla de ellos . Sólo una tarde te habló de la guerra . Te con-tó cómo los conservadores (él era liberal) cortaban las cabezas alos muertos y degollaban a los heridos ; cómo había huido a Cos-ta Rica después de la derrota. También mencionó la vez que unabala de mauser le atravesó un costado y él detuvo la hemorragiaponiéndose lodo en la herida . Iba a contarte lo que hacían conlas muchachas de los pueblos capturados, cuando la abuela lointerrumpió y le dijo que esos no eran cuentos para niños . Des-pués no ha vuelto a referirte episodios de su vida . Otro día, dicecuando le pides alguna historia, otro día te cuento. Lo cierto esque, aunque ahora ambos lo ignoran, nunca podrás escucharlemás relatos de la guerra .

El ruido de una reja al cerrarse te sobresalta . Esperas oír pa-sos. Nada . Lejos, apagada, escuchas una sirena ; cerca, como siestuvieran dentro de ti, las respiraciones de los hombres . Vuelvela angustia . Quisieras golpearte la cabeza contra los muros . Elfumador enciende un cigarrillo . A la luz del fósforo tratas dever sus caras. Los tres están semidesnudos . Sólo usan los cal-zoncillos: el resto de la ropa lo utilizan para tenderse . Día y no-che el sudor cubre sus cuerpos . El de la voz aguda es negro, elfumador es de raza indefinida (igual podría ser árabe que indo-nesio: sintetiza las nacionalidades y las razas que, a través de si-glos, han pasado por el país) y el otro parece indio . Los tres tie-nen los ojos hundidos y la mirada opaca . Mientras dura la luzte observan .- No pareces maloso - dice el fumador - . ¿Quieres un ciga-

rrillo?

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- No- Te haría bien. Fumar calma .Los otros encienden sus cigarrillos con el del fumador . Guar-

das silencio . Las brasas de los cigarrillos trazan arcos en la os-curidad. El indio tose y escupe en el agujero . Pasan los minu-tos. Quisieras ser, sentirte como ellos : saben por qué están aquí ;mataron, violaron, robaron ; tú, en cambio, ¿qué? . . .

La voz grave te interrumpe .- No es bueno lo que haces, paisano ; no te ayuda. El pensa-

miento cría ilusiones y te engaña . Acostúmbrate a no pensar.Deja que las cosas vengan y pasen y se vayan . Es lo mejor quepuedes hacer. Si te pones demasiado pensativo, empiezas a vercangrejos en la oscuridad, llega el día en que no te das cuenta deque alguien te toca la nalga y acabas en loco o en cueco . Y lasdos vainas son jodidas .- Es lo que yo te quería decir, angelito, que no te descuides

porque aquí el que menos piensas te ensarta - ríe el de la voz fi-losa.

Otra vez silencio . Sólo las respiraciones revelan que cuatrohombres existen en la sombra, sentados en torno a un agujerofétido: ellos, varados en un destino ciego y sin ventura ; tú, sumi-do en una incertidumbre aciaga, casi envidiándoles su pena .Ha debido anochecer . Paulatinamente, la claridad de la puer-

ta se extingue. Ahora la oscuridad total se une al silencio y tú yellos son cuatro mundos invisibles y distantes . Para atenuar laangustia tratas de olvidarte de ti y de pensar en ellos, de imagi-nar sus vidas, de ubicar a cada quien en su desdicha . A cada unole asignas un pasado y una culpa y acaso un goce y posiblementeuna pequeña esperanza, para que no difieran en nada de ti o delresto de la gente . Te distraes un rato con eso . Luego la inquie-tud vuelve a oprimirte, dejas de fantasear y poco a poco asociastu situación con la presencia de los otros. Te han traído paraque éstos averiguen lo que Ellos desean saber de ti . Estos no sonpresos auténticos : deben ser guardias o soplones . Por eso se por-tan amigables: para confiarte y que digas lo que sabes . Ahora síestás seguro de que les interesa Federico . Por algo que no en-tiendes o que ignoras, te vinculan a él . No puede ser otra cosa.El tiempo pasa . En la entrada del pasillo encienden una luz .

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La tensión y la fatiga te cierran los ojos . No sabes cuánto des-pués oyes voces y ruido de cerrojos . Debe ser la cena, piensas,No es. Llegan dos guardias armados con metralletas. Uno abrela reja y te ordena salir . El corazón te da un salto. Sabías(¿cómo pudiste dudar?) que era un error . Te han confundidocon alguien . Eso es. Tenían que darse cuenta . Te pedirán discul-pas: "lo lamentamos mucho, señor ; que le vaya bien" .

Claro que te irá bien . Claro que saldrás . Pero siempre recorda-rás estas caras y estas horas . Tal vez no tanto las caras (apenashas podido verlas), sí las voces, la angustia, la sombra sin tiem-po . Y también el hedor . No salía del agujero (pensarás) ; estabaen las paredes, en los hierros y en los cuerpos : la carne lo adqui-ría de los muros . El hedor era anterior a los presos : había surgi-do con la primera piedra de la cárcel . Como el garrote, la elec-

tricidad, las bolsas de arena y las mangueras, formaba parte delmartirio . Sí (dirás), en la oscuridad, para el tipo atormentado, elhedor sustituía a los golpes del torturador.

Te ordenan apoyar las manos en la pared y separar las pier-nas . Te registran y luego te esposan . Duros, inexpresivos, sinnada humano en sus gestos, a pesar de las armas no te inspirantemor. Cuando te trajeron, sí : eran lo desconocido y lo terri-ble ; ahora es distinto: ya no tienen nada contra ti . Cierran lareja y, con júbilo apenas contenido, dices adiós a la sombra, alhedor, a los bultos tirados en el suelo .- Adiós - responde cansadamente, lejana, la voz grave, como

si hablara desde un ámbito ilusiono - . Suerte .- Cuídate, angelito . No te agüeves - dice, riéndose, el negro .

Tras de recorrer varios pasillos y de atravesar rejas y puertas su-cesivas, salen a un patio amurallado . Aspiras el aire de la noche .La brisa huele a mar. Sientes que la vida vuelve a tu cuerpo, quealgo impuro lo abandona. Y, de pronto, como si hubiera trans-currido mucho tiempo desde la última vez que estuviste allí, teacomete el deseo de ver a los amigos que cuentan chistes y jue-gan dominó en la cantina del portugués . También evocas aquelverano que pasaste en la playa y que es uno de tus recuerdosmás queridos. Como la espada del abuelo, es una de esas cosasque la memoria pule año tras año para tener algo hermoso en lavejez .

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Consiguieron una casita sin vecindades próximas . Por la ma-ñana y por la tarde nadaban y corrían hasta extenuarse . Ella sebañaba desnuda y recogía conchas de colores. Después se ten-día en la arena, en el borde de la espuma, para que las olas leacariciaran los pies . Su piel olía extrañamente ; no era a sal ni asol, era a algo antiguo, como si el mar la hubiera impregnadocon el primer aroma de la vida . No te cansabas de admirar elcontraste entre su piel dorada y su cabello rojizo . Ella cerrabalos ojos y permanecía inmóvil y tu boca recorría su carne tos-tada. Lentamente, deteniéndote en cada punto, intentabas des-cubrir los secretos de su cuerpo ; pero los enigmas persistían, re-novándose: los senos, el ombligo, los muslos guardaban infinitosmisterios ; te agotabas explorando ese mundo sin límites, cuyoencanto renacía y se multiplicaba a cada segundo . A veces deja-bas de mirarla, como temeroso de extraviarte en los laberintosde su piel, y escrutabas el horizonte de las islas . Tu vista se ibadetrás de las gaviotas y las nubes. Bastaba, sin embargo, una pa-labra suya, un simple gesto, y volvías a sumergirte en las purassensaciones de los labios unidos, de los vientres frotándose,tomo en un inconciente y desesperado afán de arraigar el tiem-po en ese sitio, de permanecer para siempre abrazado a ella so-bre la arena húmeda, con la última luz hundiéndose en el aguatranquila .

En esos días nada te importaba : no había pasado ni futuro ;no tenías recuerdos ni esperanzas : su cuerpo desnudo era laúnica verdad. Ahora, en cambio, todo te interesa, hasta losdetalles : uno de los guardias cojea levemente ; el otro carga lametralleta colgada del hombro izquierdo y su nariz es curva ; elprimero lleva las botas sin lustrar . Era negligente (recorda-rás); seguramente lo castigaban a menudo .Cruzan el patio . Desde una torrecilla, junto a un reflector

apagado, los observa un centinela . Llegan ante una puerta dehierro empotrada en la muralla . Uno de los guardias llama conuna aldaba y abren desde el otro lado . Entran a un patio más pe-queño y menos iluminado . Ahora tu interés por la realidad au-menta, pero ya no te fijas en la indumentaria de los carceleros,sino en las murallas sombrías, en los reflectores apagados queasoman sobre ellas y en los ruidos de pasos provenientes del

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fondo del patio. Recuerdas que al entrar no pasaste por estelugar.- ¿A dónde vamos? - preguntas, súbitamente inquieto .No responden y uno de los vigilantes te agarra por un brazo .

De pronto (alguien ha encendido las luces), alineados frente almuro y de espaldas a ti, ves al oficial y a los soldados . Son losdel viejo grabado que había en el cuarto del abuelo, arriba dela cabecera de la cama, al lado de la banderita roja, de la espaday de un triángulo masónico que él llamaba de los sabios deOriente . Te gustaba contemplarlos cuando ibas a darle las bue-nas noches . Parecía que no tuvieran ojos . A veces te pregunta-bas si no estarían muertos. Y un día quisiste saber por qué elhombre parado frente a ellos estaba vendado con un pañuelo ne-gro y tenía las manos atadas a la espalda. No recuerdas qué res-pondió el abuelo, aunque te parece que masculló algo sobre losinfames conservadores .

Ahora, en forma vaga, como si estuvieras dentro de una pesa-dilla o como si tus nervios fueran de trapo o tu cuerpo fuese aje-no, sientes las piernas pesadas y mojado el pantalón ; además, ad-viertes que los guardias - a tirones, casi a rastras - te conducenhasta el muro. Bruscamente, la luz de un reflector te baña ypierdes de vista a los soldados . Quisieras gritar que no, carajo,que no, cabrones, que se han equivocado ; pero ningún sonidosale de tu boca . Entonces el oficial se acerca con un pañuelo .Mientras lo oyes regresar a su puesto, piensas que deberías pre-guntarle que por lo menos . . . Pero no. ¿Para qué? Como de-cía el fumador - y por fin has comprendido --, algunas veces,en ciertos momentos, una respuesta no tiene la menor impor-tancia .

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EL FINAL DE LA ESCALERA

A los combatientes del FSLN de Nicaragua .

Hasta donde alcanzaba su vista, no había nadie. Tampoco es-cuchaba ruidos que delataran la presencia de alguien en las cer-canías. Todo estaba en silencio y tranquilo . En el barrio dormi-do sólo era perceptible el rumor del mar, semejante a un eco di-fuso y monótono de los múltiples sonidos que producía la ciu-dad. De trecho en trecho, propiamente en las bocacalles de ca-sas carcomidas y despintadas, un farol de luz amarillenta y des-vaída daba un tinte lechoso al pavimento y a las paredes . En va-rios puntos de las aceras, en las depresiones de los desagües y enalgunos zaguanes, había latas vacías, papeles, tapas de frascos,cáscaras de frutas y otros desperdicios sacados por los gatos noc-turnos de los tinacos, cuyos olores rancios esperaban la noche .Fuera de eso y de algún maullido inopinado, no había nada . Po-día pensarse que el hombre, que cojeaba levemente, caminabapor una calle de un barrio fantasma .

Sin embargo, pese a la calma reinante, el hombre pensaba queno había sido ilusorio el ruido de pasos percibido poco antes .Sospechaba, casi era una certeza, que desde algún rincón de lacalle, en apariencia desierta, alguien lo espiaba. No habría podi-do explicar cómo sabía esto, pero estaba seguro de que era así .Instintivamente metió la mano en el bolsillo del saco y empuñóla pistola . El contacto de la Browning lo tranquilizó. Era una au-tomática de 9 milímetros que lo había acompañado durantemuchos años. Se la había ganado en una apuesta al capitán Ze-laya. Después le había puesto cachas de nácar con incrustacio-nes de oro . Era un arma hermosa y fiel . Con ella en la mano sesentía seguro y dispuesto a lo que fuera . Pensó que lo más pru-dente, si en realidad lo estaban acechando, sería regresar a unsector menos solitario, pues con el tobillo lastimado (se lo ha-bía torcido días atrás, al esquivar a un ciclista que casi lo atro-pella) no podría correr, en caso necesario ; pero luego, tras dehaber desandado unos pasos, decidió que no, que seguiría ade-lante. Eso sí, alerta a cualquier indicio de peligro .

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Tensos los nervios y los sentidos agudizados al máximo, reco-rrió casi cincuenta metros sin que volviera a escuchar el ruidoque lo había hecho sobresaltarse y pensar que lo estaban si-guiendo. Anduvo otro trecho y no oyó más que sus propias pi-sadas. Definitivamente, no había sido nada . Por primera vez,desde que podía recordar, se había engañado en un caso así .Bien pudo ser, se dijo, que un gato estuviera trasteando en untinaco. Bueno, lo importante era que nadie lo seguía .

Avivó el paso lo más que pudo . Faltaba poco para llegar alzagúan de la vieja casa en que vivía desde que dejó el hotel . Re-cordó cómo, desde la primera vez que vio su estilo neocolonial,los arabescos de hierro forjado en los balcones, los maceteroscon girasoles que asomaban en el último piso, le había parecidoestupenda. Tenía bastante semejanza con las del barrio en quese crió y vivió hasta que lo hicieron oficial . Fue una suerte ha-berla encontrado . Y más suerte todavía el haber conseguido unahabitación desocupada . En ella se sentía confortable, abrigado,a cubierto de acechanzas y celadas .

La administradora era una anciana europea, de figura grácil ymirada bondadosa, fanática de la higiene y de costumbres fruga-les, que, con aire conspirativo, mezclaba en su cocina uvas cali-fornianas y chilenas para producir un vino de cuerpo áspero . Aveces recibía postales y revistas de su nativa Austria y en esasocasiones andaba con paso más vivo que de ordinario y tararea-ba tonadas de su tierra . Los demás inquilinos, por su parte, casinunca se dejaban ver . Eran personas discretas, de vida rutinariay sencilla (la excepción era un andaluz, dueño de una fonda,que algunas noches metía en su cuarto una mulata escandalosa)y que seguramente tampoco deseaban complicar la existenciaajena .

Al llegar al zagúan, atisbó en ambas direcciones de la calle.No vio a nadie y se sintió más aliviado . Era natural que estuvie-ra desierta . Excepcionalmente alguien deambulaba por allí des-pués de las once de la noche . Si acaso, y eso en muy contadasocasiones, algún vecino, momentáneamente descarriado por ha-ber ganado en la lotería o en las carreras de caballos, regresaba asu casa dando tumbos y procurando hacer el mayor escándaloposible. Volvió a examinar la calle en ambos sentidos y mental-

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mente se dijo que su alarma, por primera vez, había sido imagi-naria . Tras de una última ojeada a la acera de enfrente, reanudóla marcha .

Usualmente, el tramo que iba de la entrada del zaguán al co-mienzo de la escalera permanecía iluminado por una bombillaempotrada en el fondo del pasillo, pero el resto de la escalera,hasta el tercer piso, en el cual vivía, siempre estaba en penum-bra, pues sólo recibía la claridad que proyectaba un foco ubi-cado entre los pisos segundo y tercero . Quizás por la falta de luzo por la aprensión sufrida antes, el hombre sintió un ligero estre-mecimiento al comenzar a subir la escalera . Sin embargo, no leprestó atención y prosiguió el ascenso, procurando, eso sí, norecargar el peso del cuerpo sobre la pierna lastimada .

El sonido de los pasos se perdía hacia arriba y hacia abajo :hacia la azotea y el cielo, y hacia el zaguán y la calle . Subía conlentitud y sus pisadas eran irregulares ; daba la impresión de ve-nir cansado o sumido en profundas reflexiones. Visto así, en laescasa claridad de la escalera, su imagen era la de un hombre co-mún: empleado público, dependiente de farmacia o contador dealmacén, padre de varios hijos y acosado por acreedores . Podíaser tomado por un ciudadano típico que regresa tarde a su casa,luego de haber celebrado con los amigos el resultado de un par-tido de beisbol o de la pelea por el título nacional de peso gallo .Nadie hubiera pensado, o imaginado siquiera, viéndolo subir contanta parsimonia, con aire tan fatigado o desvalido, que aquelhombre era el capitán José Lorenzo Sisniega . Aún sabiéndolocostaba creerlo . ¿No me habría equivocado? ¿No estaríamosconfundidos? Esas preguntas me las hice . Pero no había la me-nor duda: él era. No en balde lo habíamos seguido y vigiladoconstantemente, durante días, hasta tener la seguridad de noequivocarnos . El era. Claro que sí. Pero ¿quién lo hubiera di-cho? Sin el uniforme, se veía más viejo y más grueso . Y menosarrogante, por supuesto . Además, se había dejado bigotes . Po-día confundir a quien no lo conociera bien . Pero yo; tal vezporque lo odiaba como a pocos hombres habrá odiado alguienen la vida, lo habría reconocido aun con los ojos cerrados y enmedio de una multitud . En cualquier circunstancia habría sa-bido, habría sentido (del mismo misterioso modo que algunos

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animales perciben al peligro : sin verlo) que aquel ara José Lo-renzo Sisniega, capitán da la Guardia y socio, simultáneamen-te, del tirano (esto lo aseguraban muchas personas) en negociosda prostíbulos y da tráfico da drogas . El mismo que había tor-turado, en varios casos hasta la muerta, a cuantos compañerosnuestros cayeron en sus manos . El que violaba detenidas y luegoamenazaba con fusilarlas si se atrevían a abrir la boca para"ofender al uniforma y manchar al honor da las fuerzas del or-den" . Ni en medio da la noche más espesa me habría equivoca-do. El hombre da aspecto avejentado que subía la escalera arael mismo José Lorenzo Sisniega que había ordenado disparar,en la Plaza da San Jacinto, contra una manifestación que protes-

taba por el asesinato de un periodista y por al régimen brutalque padecían en las cárceles centenares da presos políticos . Elmismo que, al hacerse incontenible la presión popular contra latiranía - sobra todo aumentó a raíz da los bombardeos aéreosrealizados por al gobierno sobra ciudades inermes - y comenzara resquebrajarse la maquinaria represiva, huyó a asta país . Aquíaguardaba la oportunidad da irse a otro sitio, a reunirse con sussocios y a disfrutar lo robado a nuestro pueblo . Vivía en estebarrio para despistar . Probablemente supuso que, en caso da serperseguido, sería buscado en hoteles caros o en áreas exclusivas .Pensó que aquí estaría seguro, en al sosiego da las casonas y elrumor del mar .

Al llegar al primer piso se detuvo para tomar aire, y aprove-chó la pausa, por hábito, para aguzar al oído; mas no escuché

nada que no fuese parta del jadeo amorfo da la noche, de vezen cuando alterado por bocinas de automóviles . Sonrió interiormente . Hoy había descubierto lo que era la imaginación . La ha-

bía hecho creer que alguien lo seguía. Incluso la hizo ver comoque una sombra se deslizaba en un callejón, entra dos casas . Ah,si la contara aso a Zalema. Diría : carajo, compadre, con los añosse me está volviendo gallina . Volvió a sonreír para sí . Luego res-piró hondo y reanudó al ascenso . A lo lejos escuchaba, sin quepudiera precisar da dónde provenía, una canción negra ; o quizáno fuese negra, paro sonaba como un son . Esa canción la habíagustado siempre, aunque ignoraba su nombre. ¿Por qué? ¿Porque le gustaba a Teresa? ¿Qué importaba, después da todo?

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¡Teresa! Cómo la echaba de menos . Ya no era una chiquilla,pero su carne se conservaba fresca y firme . Daba gusto apretarlahasta hacerla gemir con la boca entreabierta . El no sabía porqué su cuerpo olía siempre a jazmín . Y cómo sabía moverse labandida. Era muy malo no tener noticias de ella . Habían pasadocinco semanas desde que abandonó el país sin siquiera poderdespedirse . Cuando llegara a Miami (allá había amigos y ningúncabrón le podría hacer nada) le escribiría . Después la mandaríaa buscar, si antes no encontraba una gringuita cariñosa . Qué ca-rajo, el hombre es gallo y pisa aquí y pisa allá y se sacude dondepuede, como dice Zelaya . Ah, si ella estuviera aquí me pondríacompresas en el tobillo . Pero no está, qué carajo, y me las pon-go yo mismo. Otra vez se detuvo para tomar aire . Afuera, sobrelos techos, por el cielo, el son continuaba adormeciendo el vien-to con su ritmo oscuro .

Ya comenzaba a subir el tramo final . Se veía cansado. ¿Enqué pensaría? Tal vez le preocupaba la demora del consuladonorteño en extenderle la visa . ¿Se la iban a negar? No, era im-probable que temiera eso . Todo el mundo sabía (y él mejor quemuchos) que no iban a hacer eso . A lo mejor hasta lo invitabana trabajar en alguna de esas dependencias semiclandestinas, o lollamaban a colaborar en la lucha contra la subversión en algúnpaís amigo . Es lo que hacen con individuos como él. Los siguenutilizando ; les dan facilidades y medios para que cometan enotras tierras las tropelías que perpetraron en la propia . Ellos sa-ben bien que tipos así no tienen patria ni les importa con nada .Por eso son útiles . Simplemente, les ordenan que vayan y pe-guen . . . y van y pegan. Ni siquiera averiguan por qué. Disfru-tan haciéndolo . Eso es todo . Para eso han sido entrenados .

Hasta mi escondite llegaba la música de un son . Desde hacíarato la escuchaba. Parecía que alguien le hubiera echado mone-das al traganíqueles para que repitiera el disco muchas veces .Su melodía era muy parecida a la de una canción que tocaba amenudo la radio de mi casa . Quizás esa semejanza me hizo pen-sar en la familia, en los compañeros, en todo lo que habíamossufrido, y en las cosas de la patria . Y probablemente esa mismafuerza de los recuerdos me volvió a la realidad de la misión que

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me había sido encomendada . Así que dejé las añoranzas y meconcentré en lo que tenía que hacer.

Ahora Sisniega se hallaba a cinco metros escasos de mí, perono podía verme porque estaba de espaldas y porque, además,me cubría la oscuridad de la escalera que conducía a la azotea,Al concluir la ascensión exhaló un suspiro profundo . En segui.da extrajo una llave y se aprestó a abrir la puerta que había a suderecha, marcada con el número 7, en la cual se veía una guir-nalda navideña descolorida y una estampita del Niño Jesús .

Para evitar complicaciones, no me convenía que abriera . Ade-más, aunque pueda parecer pueril - tal vez en ese momentopensaba en los que habían sido sus víctimas -, quería que meviera bien, que supiera que éramos nosotros, para que no se fue-ra con dudas al infierno . Fue por eso que, en el preciso instanteen que introducía la llave en la cerradura, lo llamé . " ¡Sisnie-ga! ", dije. El pareció convertirse en piedra al escuchar mi voz,Durante una eternidad permaneció tenso, callado, completa-mente inmóvil. Luego se dio vuelta, con la pistola empuñada .

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UN DESTELLO EN EL SOL NACIENTE

Con gesto de fastidio se pasó la mano por la cara para ahu-yentar la modorra y la fatiga . Su rostro sin afeitar - el cansan-cio sobre todo era visible en los ojos enrojecidos -- mostraba lashoras pasadas con el fusil atento . Desde la tarde anterior (losdisturbios comenzaron a eso de las cuatro) había permanecidoen el sitio que ocupaba. Al principio, con la gente próxima yarrojando piedras contra él y sus compañeros, tuvo algo de acti-vidad, pero después la multitud retrocedió y ya no hubo nadaque hacer. Y esto era lo peor. Lo mortificaba estar quieto, sindisparar, con las horas arrastrándose como gusanos por las callesparcialmente iluminadas . A él le gustaba la acción . Sentía placercuando gastaba un peine tras otro y el fusil vibraba en sus ma-nos como una cosa viva. Por eso ahora, agazapado, haciendo dis-paros esporádicos, no estaba contento . Para colmo, del otrolado apenas disparaban . De vez en cuando, muy de vez en cuan-do, se oía una detonación de pistola o lanzaban una botella congasolina. Nada más . Eso, por supuesto, no justificaba la expecta-ción y el cansancio de tantas horas . Eso estaba bien, incluso po-día resultar excitante, para un recluta, nunca para un veterano .Recordó las palabras del sargento al asignarle el puesto :

- Localiza francotiradores y siléncialos .¿Cuáles francotiradores iba a localizar? Seguramente el sar-

gento estaba borracho o quiso tomarle el pelo . No había otraexplicación . Porque el sargento debía saber que del otro lado notiraban . ¿Con qué armas? ¿Con pistolas? Bah, todo el mundosabía que no tenían nada . Sin embargo, de todos modos, porhábito, se mantuvo alerta . En el transcurso de la noche sólo hizosiete disparos, y más de una vez maldijo al sargento por haberledestinado aquel sitio . Mejor hubiera estado con el resto del pe-lotón . En el sector que éste ocupaba, trescientos metros másallá, la multitud había intentado penetrar varias veces en terri-torio zoneíta . Se había dado gusto disparando contra los agita-dores .

Dejó de pensar y se asomó por encima del parapeto . Parpa-deó seguido y esforzó la vista. Allá lejos, un hombre corría a

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través de una calleja. Disparó dos veces. Inútil . Había desapare-cido detrás de una casa. Pensó que si lo hubiera visto un pocoantes tal vez le habría dado . Un muchacho surgió de pronto ylanzó un coctel Molotov a un camión del Army que pasaba enese momento . La acción fue tan rápida que cuando quiso dispa-rar el muchacho se había ocultado detrás de un pequeño muroque bordeaba la calle . Maldiciéndose, furioso consigo mismo,vació el cargador contra el lugar por donde había desaparecido .El camión, perdida la dirección, se estrelló en la cerca de alam-bre que separa a la ciudad de la Zona del Canal . De su interiorsaltaron dos soldados . El vehículo ardía en medio de una espe-sa humareda. Del otro lado arrojaron piedras a los hombres delcamión y éstos buscaron refugio detrás de unas planchas metá-licas que servían de abrigo a una pareja de soldados . Los gaseslacrimógenos ensombrecían el aire . Un denso olor a mostaza es-cocía la nariz y los ojos . Puso un peine nuevo . Le agradaba elchasquido que producía al encajar . A su derecha, un edificioocupado por compañías norteamericanas comenzó a arder ylas cercanías se iluminaron con el resplandor del incendio . En-filó hacia allá su Garand y disparó al azar. Las llamas ascendíanvertiginosamente a los pisos superiores. Estaba amaneciendo .Cuando aclare bien será más fácil, pensó . Ojalá tenga oportuni-dad de darle a uno . Me gustaría verlo caer ; irse al infierno conuna bala en sus puercas tripas .

Con la primera luz, el rocío brilló en su tomo . Cuando ca-liente el sol sentiré sueño . Sargento cabrón . ¿Por qué tenía queclavarme aquí? A pocos metros distinguió a un compañero . Ah,allí está el Rojo Buck . Ojalá se pudra con toda su sarna el hijode perra. Jamás me cayó bien el Rojo Buck . Una piedra golpeócon fuerza su escondrijo . Aunque no veía a nadie, disparó unaráfaga. El diablo se lleve al Rojo Buck . Al carajo todos los tiposcomo él .

El solecito lo animó un poco . El edificio continuaba ardien-do. Más allá, los hombres del grupo K disparaban contra las ca-sas y parecía que desde éstas respondían el fuego . Enfrentesuyo, y hasta donde podía ver, la ciudad estaba muerta . , .Por todas partes había basura regada y automóviles volcados ;algunos habían sido quemados y aún despedían pequeñas co-

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lumnas de humo . En las calles la gente reptaba - algunos arras-traban a los heridos - o permanecía tendida en las depresionesdel terreno. Sólo en las calles distantes o en los sitios menos des-cubiertos se vislumbraban bultos o sombras fugaces . ¿Hastacuándo estaré aquí como un imbécil? Disparó contra tres hom-bres que buscaban refugio en un zaguán, pero la distancia erademasiado larga para acertar . Una piedra cayó a su izquierda ycreyó ver que un hombre empuñaba un revólver en una venta-na. Soltó una ráfaga y el hombre desapareció. Los proyectilesdejaron una línea de orificios en la pared pintada de blanco,justo debajo de la ventana .

¿Cómo pudo salirle a Marta una hija como Nuria? Nadie escapaz de explicarlo. Sus dos vástagos anteriores - hijos del ne-gro Anselmo y muertos antes de cumplir dos años - no tuvie-ron nada en común con ésta . Eran feos, patizambos y de ojossaltones. Y siempre estaban enfermos: si no andaban tosiendo ycon la nariz llena de mocos, la diarrea los tenía pálidos y verdo-sos. Parecía que hubieran entrado sin ganas a la vida . Se decíaque eran así porque Marta nunca quiso al negro Anselmo, quienla hizo mujer casi a la fuerza, antes de que ella hubiera cumplidoquince años. Tal vez, afirmaban las viejas conocedoras, eso tam-bién tuviera relación con el asunto, porque a esa edad ni su car-ne ni su sangre habían madurado . Además, los hijos, decían, loshabía tenido sin desearlos, porque sí, porque salieron . Pero Nu-ria es otra cosa,. Esta parece concebida con la pasión y la fuerzanegadas a los anteriores. Las vecinas no recuerdan que en la casa25 de la Calle San José hubiera nacido nunca otra niña comoNuria. En eso concuerdan todas . Hasta la Gata Elmira, envidio-sa, marrumanciera y malqueriente de Marta, habla bellezas de laniña. Sobre todo sus ojos no parecen de este mundo: verdes, deun verde tardemar, nadie se cansa de mirarlos. Ni la misma Mar-ta, tan desamorosa antes, resiste la tentación de ver y ver y reírcon esos ojos, tan diferentes de los suyos, pardos y apagados .De madrugada o de mañana, cuando regresa de la calle, se

desviste, se lava las manos y se pone a fumar junto a la niña dor-mida. Luego, cuando despierta, la aprieta contra su pecho y lasonrisa y el calor de la pequeña disipan su fatiga . Con su hija enbrazos no existen las noches de trabajo, las cantinas, los desco-

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nocidos desnudos entre sábanas sudadas . Ahora la vida es unasonrisa y unas manos que le agarran la nariz, los aretes, que nocesan de manotear. Después le prepara el desayuno, juega unrato con ella y finalmente la lleva al cuarto de la vecina que lacuida durante el día, para que Marta pueda dormir .

Le dio la mamadera, la acomodó en la cama, le dijo que se latomara toda, puso a calentar agua para el café y salió al patio .En él estaban casi todos los vecinos . Mostraban expresiones fa-tigadas porque ninguno había dormido . Habían permanecidotoda la noche escuchando los informes de las emisoras sobre lossucesos. Sabían que los muertos eran muchos, sobre todo es-tudiantes y gente del pueblo . Lo que nadie podía asegurar erasi había gringos muertos, aunque era probable que los hubiese .

- ¿Cuántos muertos habrá ya? - preguntó Marta, cuando es-tuvo junto al grupo .- Hace poco dijeron que catorce - respondió uno que carga-

ba un radio portátil -- . Y heridos, más de cien . . . Martatomó asiento en un banco de madera, al lado de Sosa, la vecinaque cuidaba a Nuria durante el día .- ¿Ya despertó Nuria? - preguntó cuando Marta se hubo

sentado .- Sí. La dejé tomando su mamadera .De pronto, las conversaciones cesaron y todos prestaron aten-

ción al hijo de la Ñata, inquilina del 12, que llegó corriendo dela calle :

- ¡Hay tres gringos muertos! ¡La gente tumbó la cerca de laAvenida 4 de Julio!- ¡Dios se apiade de nosotros! - lloriqueó una vieja mientras

se santiguaba - . ¡Misericordia, Señor!Marta se preguntó en voz alta si ya Nuria habría terminado .

Susa creyó que hablaba con ella .- ¿Cómo dijo?- No, nada . Pensaba que ojalá Nuria no se baje de la cama .

No me gusta que ande por ahí descalza .- Sí, no es bueno .- Ya le he dicho que si no se porta bien no la llevaré el do-

mingo a los caballitos . Pero, bueno, con lo que está pasando, deningún modo podremos ir .

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- Sí . Y quién sabe cómo acabará esto .- Desde esa vez que el gobierno le tiró la policía a los estu-

diantes no se veía nada igual - intervino el vecino del 9, un mu-lato con una pierna enferma, que caminaba arrastrándola y quese ganaba la vida vendiendo baratijas en los alrededores del mer-cado -. ¿Se acuerdan? Tal vez ustedes lo vieron . Los atropella-ban con los caballos y les daban culatazos . Y también les echa-ron bombas lacrimógenas . ¿Se acuerdan?- Sí - dijo Susa -, pero esto es peor. No hay comparación .

Entonces no hubo tantos muertos. Los policías siempre se con-tenían ; a lo mejor pensaban que un familiar de ellos podía estarentre los muchachos . Pero ahora todos los que estamos del lado,de acá, somos de acá ; no hay otra . Por eso tiran como tiran .No es por nada, y Dios me perdone si peco, pero a mí siempreme ha parecido que los gringos no tienen madre .

El sol se eleva lento sobre los techos . La luz baja a las calles yla sangre resplandece en el pavimento de la ciudad herida, ytambién la furia de los hombres reverbera entre el humo y lasbalas que silban buscando los cuerpos . A medida que transcurreel tiempo, una calma tensa sucede al fragor nocturno . Ahora seescuchan pocos estampidos del lado zoneíta, aunque la gente noceja: miles de personas ocupan aún las calles y la plaza adyacen-tes a la línea divisoria . Las paredes muestran los impactos de lasbalas. Todos los vidrios de los edificios vecinos están rotos y elolor a mostaza no desaparece ; al contrario, el calor del sol lohace más penetrante . La gente moja pañuelos, con vinagre o consimple agua, y se los aplica en los ojos enrojecidos y llorosos .Resguardados por las casas o por los desniveles del terreno, loshombres observan los movimientos de los soldados y de los tan-ques que durante la noche dispararon sus ametralladoras contrala multitud . Un sentimiento de angustia, de impotencia y de có-lera anida en sus huesos. Cada quien anhela un arma . Algunosdesafían las balas para llegar hasta donde alguien tiene un revól-ver y piden, por favor, con los ojos húmedos de rabia, que lespermita aunque sea hacer un disparo .

Una mariposa se para sobre el pasto, a corta distancia del ma-rine. El amarillo de sus alas contrasta con la hierba, verde aúnpese al verano incipiente . El marine recuerda a su pequeño

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Kriss. Siempre que van al Summy Garden persigue a las maripo-sas. En este momento habrá ido a despertarlo. ¿Qué pensarácuando vea que no estoy en la cama? Volverá loca a Julie pre-guntándole por mí . Será un gran chico Kriss ; seguro que sí.Siente fatiga . Relaja el cuerpo y observa una aglomeración decasas de madera que hay enfrente suyo, como a doscientos me-tros y ligeramente a la izquierda . Son viejas, techadas de zinc ydespintadas. Aquí y allá, de alambres y cuerdas, cuelgan ropas .En ese instante alguien cruza velozmente de una casa a otra .Espera con el dedo en el gatillo . Si pasa otra vez . . . Nada. Enuna casa parecida vivía una mujer que tuvo hace tiempo, antesde ir a Vietnam, en la época en que tomaba cursos de supervi-

vencia en la selva. Ella quería que se casaran. El dijo que lo pen-saría, que tal vez sí, claro, para que no volviera a hablar delasunto . Súbitamente algo brilla en una ventana de la plantabaja de una de las casas. Presta atención . No ve nada . Debe ser lafatiga, piensa. Instantes después el destello reaparece . Se restrie-ga los ojos y apresta el arma . ¿Será el reflejo de un rifle? Apoyael fusil en el borde del parapeto y apunta con cuidado . El par-padeo cesa con el disparo . Parece que acerté . Bueno, una ratamás al infierno . El barboquejo del casco presiona desagradable-mente su barbilla . Lo afloja. A lo lejos, uno que otro disparo .¡Kriss, pega aquí! ¡Duro, Kriss, duro! ¡Anda, dale! ¡Tú eresRocky Marciano! Pone el rifle a un lado y se pasa la mano porla cara. Después afloja el cuerpo y, con expresión aburrida, lamirada inerte, contempla el humo que se eleva del edificio enllamas .

Dejó la botella vacía a un lado y permaneció inmóvil durantealgunos segundos . Sus ojos examinaron el techo de la habita-ción . Su vista recorrió toda la estancia hasta detenerse en el po-cillo que había sobre la mesa . Qué lindo era . Su madre lo habíatraído días antes . Grande y brilloso . Si pudiera jugar con él .Bajó de la cama y, valiéndose de una silla, subió a la mesa . Elfondo del pocillo reflejaba su rostro. Quiso bajar, pero con elpocillo en la mano no pudo . Lo arrojó al suelo, cerca de lacama. Ahora sí. De la silla pasó al piso . Era el pocillo más gran-de y bonito que había visto . El gato de la vecina del 7 asomó uninstante por un hueco que había junto a la puerta . Me gustaría

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que Mami consiguiera uno así . Yo le daría de todo lo que tíaSusa me diera para comer. Gato, gato. El animal desapareció .La única ventana del cuarto estaba entornada . Su madre, salvoque lloviera, la mantenía abierta porque el cuarto era caluroso .¿Por qué ahora la dejaría así? Seguramente no quiere que measome a ver jugar a los muchachos . El otro día me dijo que nolo hiciera . Pero a mí me gusta . Cuando sea grande voy a correry a saltar como ellos . Se pondrá contenta viéndome . Así comocuando vamos a los caballitos y ella ríe mientras doy vueltasmontada en Titón . En el suelo, cerca de la ventana, había unacaja de madera . Puso el pocillo sobre ella . En el patio se oye-ron pasos . No era su madre . ¿Qué diría si me encontrara viendojugar a los muchachos? Trepó al cajón y abrió despacio la venta-na. No se veía ningún muchacho . El terreno de juegos estaba so-litario . Sólo un perro rumiaba algo cerca del lugar donde bota-ban basura. Allá lejos, una casa muy grande echaba humo. Tam-bién se escuchaban ruidos raros, como cuando en la TV de latía Susa los bandidos peleaban con la policía . Sus pies desnudostocaron el frío del pocillo . Ah, el pocillo . Lo levantó. Ahora, enla luz, reflejaba su rostro con toda claridad . Está más bonito queenantes . ¿Por qué será?

Decrecieron los comentarios de los vecinos y las dos mujeresreanudaron su charla en torno a Nuria . Si ellas nada sabían depolítica y revoluciones, .¿para qué seguir con el tema? Que pe-learan y se mataran allá los que tenían que ver con esas cosas ; aellas que las dejaran tranquilas .- Menos mal que Nuria no puede andar todavía metida en

alborotos .- Ni Dios lo quiera, Susa, y ojalá nunca lo haga . Si la suerte

me acompaña, la pondré en una escuela de monjas. Así no vivirécon el miedo de que en cualquier momento le pase algo por me-terse en huelgas y enredos .

Susa, que veía en la niña la hija no tenida y que nunca podríatener, asintió con la cabeza. Estuvo un rato callada . Luego dijo :

- Bueno, Marta voy a ver qué hago para el desayuno . Noquiero que me vaya a doler la cabeza por falta de café .

La Ñata vino a sentarse en el puesto desocupado por Susa .Marta se corrió para hacerle sitio . Conversaron de lo que habían

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escuchado en la radio, aunque Marta dijo que ella no sabía nada .- Pero yo sí, hijita - dijo la Ñata, que era aficionada a la car-

tomancia, a la lotería, a los libros de sueños y a las conjeturas .Bastaban un indicio o un rumor para que se desbocara su fanta-sía - . ¿Ya oíste que el gobierno pidió ayuda a los rusos?- No - dijo Marta .- Pues, sí; como lo oyes. Parece que van a mandar armas . Si

lo hacen, estalla la guerra . Todo el mundo sabe cómo son losgringos. Nunca van a permitir eso .

La Ñata se interrumpió para gritarle a su hijo :- ¡No quiero que salgas más! ¡Bastante tengo con darte de

comer, para que encima me busques más líos!Recostado junto a la puerta que comunicaba el patio con la

calle, el muchacho replicó, también a gritos :- ¡Pero si soy estudiante! ¡Qué quieres que haga!- ¡Te he dicho que no! ¡Si te vas, no entras!En apariencia resignado, el muchacho retrocedió con pasos

lentos y fue a sentarse en la escalera que conducía a la plantaalta ; sin embargo, en sus ojos brillaba la determinación de esca-bullirse apenas la madre se descuidara .

El del radio subió el volumen a su aparato . El locutor anun-ció un boletín informativo de última hora . Todos callaron .¿Qué pasaría ahora? ¿Más muertos? ¿El gobierno declaraba laguerra a los gringos? Eso tal vez no sucediera nunca . El vientoagitó las ropas tendidas . En dirección al Palacio Legislativo y ala Plaza 5 de Mayo se oían disparos aislados y, a veces, como uneco multiplicado de los anteriores, ráfagas de ametralladora .

Papa fue la primera palabra que Nuria aprendió a decir . Estohizo a Marta pensar en aquel muchachote rubio que conocióuna noche en la Ancon Inn . Recordó que estuvieron juntos mu-chas veces . Siempre venía a buscarla en su día libre . Estaba tansolo y era tan tierno Charles . La madre era su único pariente yvivía en Oklahoma. Dos veces al año, en navidad y en su cum-pleaños, le enviaba una postal y un cake. El resto del tiempo nosabía de ella . Quizás por eso, por la soledad, por la falta de ca-riño, gustaba de la música, de las canciones principalmente . Pa-saba horas escuchando canciones que hablaban de un gran amor,de la vuelta al hogar y cosas así . Era extraño . En ocasiones an-

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daba tranquilo y aparentemente bien y de pronto se entriste-cía y cantaba alguna de esas viejas canciones de su tierra, me-lancólicas y dulces . Old man river era hermosa. Esa me gusta-ba a mí también . ¡Pobre Charles! A veces era un niño . Un niñogrande, bueno, solitario ; un niño triste, que buscaba calor ycompañía .

Recuerda que tenía miedo. Miedo de que lo enviaran a la gue-rra. Pero no por la muerte. No es eso, decía . Era miedo de mo-rir o de matar por gusto, sin ninguna justificación . A veces seponía a explicar durante horas por qué no quería ir a la guerra .Yo no entendía bien lo que decía, pero sus palabras eran hermo-sas y sonaban sinceras, penetraban profundamente en mí y mehacían quererlo mucho más de lo que ya lo quería. Decía quepara él resultaba inadmisible matar a quien jamás había vistoni le había hecho daño . Estaba en contra de arrasar aldeas ypueblos de los que ni siquiera sabía el nombre . Soñaba con seralgún día mecánico de aviación, no en quedar con el vientredestrozado, a miles de millas de su casa y con el temor de ha-ber caído en vano, con la sensación de haber sido engañado .No quería ir. Lo repitió muchas veces . Hay tipos que nacenpara eso, decía, hay tipos que disfrutan matando, pero otros so-mos distintos . Créelo, Marta, algunos no somos como ustedespiensan que somos todos . No quería . Y era sincero . Yo sé queera sincero . Pero lo mandaron . La última vez que nos vimos medijo: "Llegó la orden" . Me sentí desolada y no quise preguntarmás. Con todo, esa fue nuestra ocasión más hermosa. Quizás porla tristeza que sentíamos .Algunas voces se elevan hasta dominar el murmullo de las

conversaciones. Los tonos (ásperos, perplejos, sumisos) reflejanlos distintos estados de ánimo frente a los acontecimientos . Mar-ta y la Ñata observan cómo las opiniones, individualmente y enconjunto, intentan hilvanar una explicación de los hechos :- Dicen que el primero que cayó era estudiante de la Profe-

sional .- No, era institutor. Parece que sobrino de un diputado .- Yo oí que fue una muchacha de la universidad .- Por qué se meterán en estas cosas, Dios mío ; no se fijan en

el sufrimiento de nosotras, las madres, si les pasa algo .

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1~(Fe de ansia : está página suelta sigue a la página 63).

- Lo que era a mí no me agarraban tirando piedras : balas,carajo, plomo ardiendo les daba yo .

- Esto tenía que venir ; se olía en el aire desde hacía tiempo .- Mientras los gringos ocupen la Zona, nadie estará tran-

quilo en esta tierra . La conciencia nacionalista del pueblo . . .- ¿Pero qué podemos hacer?- Por lo menos, morir dignamente, como esos muchachos .Así los gringos . . .- ¡Los gringos, los gringos! . . . ¡Qué gringos ni que carajo!La culpa ha sido de los bribones que nos han gobernado .Han sido dos veces malos : por cabrones y por traidores .La gente tiene que entender eso .- Es verdad. Desde los tiempos de Belisario aquí no hemos

tenido un presidente con cojones .La brisa agita más fuerte las ropas colgadas en el patio

desde el día anterior. La claridad solar penetra en las viejasmaderas, teje remolinos sobre el piso cuarteado y entibia elaire dormido de los rincones. A lo lejos, una ráfaga. Otra.Luego de una pausa, recrudece el tableteo y en el patio seapagan las palabras .

- Me mandan - dijo y no habló más .En el trayecto de la ciudad a la playa se tomó tres veces

cervezas. Ella no quiso beber. Sentía que la tristeza le iba cre-ciendo por dentro .

- ¿Por qué no cantas? Me gustaría oírte .- Ahora no tengo ganas - dijo él - . Mejor prende el radio .Ella buscó música alegre . Quería un cha cha chá o una gua-

racha, pero sólo había boleros .- No pongas eso . ¿No hay otra cosa?Ella comprendió que él también estaba triste . Apagó el

radio y recostó la cabeza en su hombro . Entonces él tomo elvolante con una mano y le acarició el cabello con la otra.

Afuera hacía calor y, de trecho en trecho, a los lados de lacarretera, aparecían casitas con techos de paja y paredes deadobes .

En San Carlos no había casi gente . Dejaron el auto debajo deun árbol y caminaron por la orilla del agua, para no quemarse lospies con la arena recalentada por el sol . La espuma se deshacíaentre los dedos. Caminaban entrecruzando las huellas y mar-

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cándolas bien, pero las olas las borraban al instante . A él le mo-lestaba el resplandor de la arena y cerraba los ojos .

- Debiste traer los anteojos - dijo ella .Dos botes pescaban en lontananza ; en uno usaban anzuelos y

en el otro redes.- Nunca hemos paseado en bote - dijo ella .- No - dijo él - . Algún día lo haremos .Al final de la playa, en el acantilado, había una cueva hecha

por el mar, pero ahora el agua no llegaba hasta ella . Sólo en laépoca de las grandes mareas era batida por las olas . Su interiorera muy fresco y en el piso había conchas y caracoles . El tendióuna toalla y se acostaron sobre ella . Durante un rato permane-cieron en silencio, observando el vuelo de las gaviotas, que a ve-ces llegaban hasta muy cerca de la entrada de la gruta . Luego élquiso hablar, pero ella le dijo que no, que no dijera nada, quesiguiera así, de espaldas . Y se puso a acariciarle el pecho, a en-sortijarle los vellos con la lengua ; él se estremeció y ella buscósu boca y se entregaron tiernamente, lentos, olvidados de mun-do y tiempo, confundidos lágrimas y besos y deseo y angustia .Querían morir o eternizarse en cada sensación, en cada movi-miento. Sin palabras, con las manos, con la piel, hablaban deuna misma tristeza, de la mutua añoranza que ya sentían sin ha-berse separado .- Nos casaremos cuando vuelva - dijo él, ya los cuerpos en

reposo, desnudos en el aire salino .Marta pensaba en él cada vez que Nuria decía "Papa, papa"

Estaba segura de que Charles era el padre . Lástima que él no losupiera. Tenía sus mismos ojos. Sí, no podía ser otro . Charlesera el único por quien había sentido algo . Los demás sólo ha-bían sido clientes, siluetas sin rostro, sombras surgidas de lasombra que buscaron calor entre sus piernas al amparo de la no •che. Ni siquiera habían sido nombres . ¿Alberto, Mike, Giulia-no? . . . Sí. No. Todos y nadie . Podían ser borrados . Podíanno haber existido . Pero Charles . . . Qué ganas de llorar cuan-do le dijo adiós desde la cubierta del PELLIKAN . Estuvo en elmuelle hasta que el barco desapareció detrás de las islas que haya la entrada del canal . Era tan hermoso cuando lloraba . Comoesa vez, la última, que lloró sobre mis senos después de hacer el

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amor, ¡Pobre Charles! Ese día tuve el presentimiento de quenunca volvería . Y así ha sido . Pero ahora ya no importa quenunca regrese, porque en Nuria lo tendré siempre conmigo . ¡Po-bre Charles!

Durante un rato observa cómo el fondo del pocillo acorta oalarga sus facciones, según la posición en que lo sostenga . Des-pués vuelve a prestar atención a lo que vislumbra más allá del te-rreno de juegos . Cerca del edificio donde su madre dice que sereúnen los diputados, va un hombre corriendo. ¿Por qué corre-rá tanto? De pronto suenan dos disparos y el hombre cae . ¿Yahora? Debe ser un juego. Uno corre y corre, y al oír el pumpum se deja caer como dormido . Un día voy a jugar así . El solacentúa el verde de sus ojos y extrae reflejos del pocillo de es-taño. Sonríe . ¿Qué dirá Mami? Es bonito el ruido que se pro-duce al golpear la madera con el pocillo . Dirige la vista al cieloahumado . Un helicóptero de la Air Force vuelve en círculoscerca del cerro Ancón . Más allá, sobre territorio de la Zona, re-volotean más helicópteros y aviones. Escucha pasos en el patio .¿Vendrá mami? Un día jugaré como ese hombre . Yo haré pumpum y que otro caiga . Toc toc. Qué lindo hace el pocillo. Ycontinúa golpeando hasta que un proyectil de Garand la arrojahacia atrás y sus ojos verdes se apagan en el aire de pólvora, enla sordidez de la mañana manchada de humo y gases.

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EL FINAL DEL VERANO

Para Jorge Turner

La tarde era calurosa, aunque una brisa ligera, que traía elolor del mar, agitaba el follaje de las palmas . Yo estaba com-prando una soda para mi tía cuando Estelita entró a la tienday pidió una libra de carne y otros comestibles. En tanto el chinodespachaba el pedido, ella se acercó a preguntarme por Javier .

- ¿No está con los muchachos? Ahorita deben estar debajode los mangos.- Si lo ves, dile que ya no estoy disgustada, que me busque

después de comer. No se te olvide .Seguidamente tomó las cosas que el chino había metido en

una bolsa de papel, puso sobre el mostrador el importe de lacompra y salió, sonriente y moviendo su cuerpo como una mu-jer grande .

El chino echó el dinero en el cajón y, de un bolsillo ocultopor el delantal sucio y descolorido que usaba, sacó el programahípico de la semana . Con un lápiz de punta roma y lleno demuescas, se puso a hacer cálculos . Después de un momento dijoque Soñador era un fijo para la primera de la quiniela del sába-do .- Consigue dinero y le apostamos . Verás que nadie nos tum-

ba - me dijo entusiasmado -. Seguro que ganamos .- ¡Nadie nos tumba! ¿Así como la semana pasada? Olvida

ese sueño de opio, chinito, y bájate de esa nube! Toma ; ahí estálo de la soda.

Chang Lee era un formosiano que había entrado de contra-bando al país - metido en un tonel, según decían - y que nosabía nada de caballos . La semana anterior nos había hecho per-der, a Federico y a mí, un dólar con Jaranero. Nos aseguró queapostábamos sobre un dato que le había dado un tipo que siem-pre estaba en el hipódromo . Era cuidador o algo así y le habíajurado al chino que él nunca perdía .- Entrenle, muchachos. Pongan un dólar y vamos a medias .

Después no digan que no les dije .

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El alazán partió como un rayo ; sacó tres, cuatro largos y pun-teó durante los primeros mil metros, pero luego le faltó aire yen el tramo final las patas se le volvieron de trapo y entró enpenúltimo lugar.

Federico y yo seguimos la carrera pegados al transistor, re-mando como desesperados. Al principio estábamos felices : yanos veíamos gozando la mitad de los diecinueve dólares queJaranero pagaba a ganador; poco después, sin embargo, nosarrepentimos de haberle hecho caso al chino . ¿Qué sabía élde caballos? Si alguna vez volvíamos a apostar, no sería porconsejo de ese chino güevón. Seguro que no . Que se fuera alcarajo con sus datos .

Mientras caminaba hacia la casa (vivíamos a media cuadrade la tienda), olvidé a Chang Lee y me puse a pensar en el en-cargo de Estelita . La tarde anterior se había disgustado conJavier por culpa de una novelita de amor, pero era una buenaguial. Seguramente en ningún lado había muchas como ella .

Era novia de Javier desde hacía tres meses . Comenzaron avacilar en la fiesta de quince años de la hermana de Francis-co . Estelita todavía era nueva en el barrio . Hasta entonces ha-bía vivido en el otro extremo de la ciudad, en una casita detablas y cartones perdida entre otras muchas, todas habitadaspor malosos, desempleados y campesinos que habían emigrado ala capital en busca de oportunidades . Unos soñaban con entrarde jornaleros en la Zona del Canal, otros querían colocarse depeones en Obras Públicas o conseguir un puesto de guachimánen alguna construcción, pero habían consumido las ilusiones,pasaba el tiempo, no conseguían nada y continuaban allí, afe-rrados a la tierra cenagosa, a la casucha miserable, viendo au-mentar la familia y las penurias .

Allá había muerto el padre de Estelita . Durante una batidapoliciaca lo había alcanzado una bala perdida. Estaba cenandocuando se oyeron gritos, carreras y disparos . El salió a ver quépasaba y cayó con un balazo en el estómago . Las autoridades hi-ciron averiguaciones, comprobaron que el difunto no era un de-lincuente y prestaron ayuda a la viuda .

Con el dinero recibido, la familia buscó casa en otra parte .Ahora Estelita vivía con su madre, que había conseguido trabajo

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como portera en una escuela, y con una muchacha hosca, quenunca hablaba con nadie ni salía a la calle . Se decía que eramuda y loca. La vez que preguntamos a Estelita quién era esaguial tan rara, dijo que era una sobrina lejana de su mamá,quien la había recogido porque era huérfana y nadie la queríatener .

Francisco y su hermana fueron los primeros amigos de Esteli-ta. Este había conversado con ella un par de veces en la paradade buses y sugirió a su hermana que la invitara al cumpleaños .

A la fiesta fuimos todos y se formó un buen ambiente . Elpapá de Francisco estaba achispado y a mitad del vals pidió quequitaran esa música anticuada y pusieran un cha cha chá, que ély su hija del alma no iban a seguir bailando vainas de viejos ."Hay que estar con la juventud, con el sabor", gritaba . Su espo-sa le dijo que no fuera majadero ni aguafiestas y que terminarael vals. El acabó, riéndose, entonó el Happybirthday, bebió unacopa de sidra y gritó : "Ahora se acabó la jodedera. Paso a la ju-ventud!" . Luego buscó un par de sillas y se puso a tomar cerve-za con un vecino .

Francisco puso un longplay del Beny comenzamos a bailar .De inmediato nos dimos cuenta de que ninguna de las guialesque estaban allí bailaba como Estelita, y todos pensamos, vién-dola moverse así, con alegría, con ritmo, con verdadera sabro-sura, que no era mala idea ser su novio . Todos lo pensamos .Sin embargo, fue Javier quien tuvo suerte . Esa noche bailó conella muchas piezas, bebieron ponche y conversaron y rieron sindejar de mirarse a los ojos . En los días siguientes continuaronviéndose y en las nochecitas se sentaban muy juntos en lasbancas que había delante de la parroquia . Entonces los demás(incluido el propio Francisco, que era quien primero le habíaechado el ojo) comprendimos que no había nada que hacer, ynos apartamos .

Después, a veces, al salir de clases, ella se reunía con el grupodebajo de los mangos . En verdad, se convirtió en una especie dehermana nuestra . Y cuando íbamos al cine (preferíamos las pe-lículas de cowboys o de guerra . Shane el desconocido; con AlanLadd, y Regreso del infierno, con Audie Murphy, nos enloque-cieron. Durante varios días, quizá semanas, todos fuimos pisto-

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leros o soldados) ella y Javier se sentaban detrás, para que noviéramos si se tomaban las manos o se besaban. Al principio- tal vez porque, aunque no lo dijéramos, todos habríamos que-rido estar con ella - bromeábamos con eso, pero luego nosacostumbramos y veíamos la película sin acordarnos de ellos .

Otras veces estábamos hablando de beisbol o de boxeo (Char-les soñaba con ser algún día como Sugar Ray Robinson ; Federi-co afirmaba que Mickey Mantle era lo más grande) o de ir a bus-car hierro viejo para vendérselo al polaco de la compra y venta,cuando Estelita llamaba a Javier y éste regresaba con una bol-sita de mamones o de cocadas .- Aquí les manda Estelita - decía mientras ella nos saluda-

ba desde la calle .Su cariño por Javier se había extendido a todos ; por eso la

considerábamos una especie de novia del grupo . Resignadamen-te, en secreto, cada quien había enterrado en lo más hondo de símismo sus pretensiones hacia ella ; pero también cada quien(aunque no lo dijera) seguía teniéndola por una buena guial, poruna hembra de veras digna de ser querida . En realidad, cada unosoñaba con encontrar una Estelita que lo amara sin egoísmo, sinpretender alejarlo de los otros .

Federico había tenido que dejar a su última novia porque ellano quería que él anduviera con nosotros. Era hija única de lasubdirectora de una escuela y porque la madre le compraba ves-tidos lindos y la había puesto a estudiar música, se sentía la rei-na del mundo. Decía que hablábamos como maleantes y queéramos gente baja. Si él quería seguir siendo su novio - así, ter-minante y bien claro, se lo dijo -, tenía que separarse de noso-tros y pulir sus maneras . Antes le había pedido que anduvieraplanchado y peinado con partido cuando la acompañaba al cine .Pero eso de pulir el vocabulario y las maneras, fue lo que Fede-rico no aguantó. Le dijo que ninguna guial, por más que se lastirara de piquiñosa y de fina, valía más que sus amigos, que nin-guna guial, ¿estaba claro?, ninguna guial le iba a indicar conquién podía andar y con quién no . Qué se había creído . Quecogiera brisa, si no lo aceptaba tal como era, con sus modales ysus amigos .

Eso fue un jueves, en la retreta de Santa Ana . Allá la dejó y

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vino a contarnos lo que había pasado . Todos coincidimos enque una guial así no valía la pena . Quería tirárselas de rabiblan-ca y era rabiprieta . Estaba bien jodida, la pobre . Federico habíahecho lo que había que hacer . Cómo no .

De eso nos reímos mucho . Y después vacilábamos a la ex deFederico. Cuando nos encontrábamos con ella, Charles aflauta-ba la voz y decía : " ¡Ay, pero •que vulgares son, mi rey! No so-porto que andes con ellos . Que diría mi madre. ¡Horror! Noquiero ni pensarlo" .- Tía, sobre la mesa le dejo la soda .- Está bien. Espera un momento, que ya salgo del servicio,

para servirte la comida .- No, mejor regreso ; voy a darle una razón a Javier.- Bueno, pero no te demores .Javier no estaba en los mangos . Federico dijo que la mamá lo

había mandado a comprarle unos chances .- Si lo ves antes que yo, dile que Estelita quiere hablar con

él .Dijo que estaba bien, acordamos reunirnos más tarde y regre-

sé a la casa .Después de comer, mi tía me dijo que fregara y se acostó por-

que le dolía la cabeza . (La noche anterior había regresado tardede la calle . Algunos sábados volvía poco antes de amanecer ycon aliento de cerveza ; otras veces venía acompañada de algúngringo o puertorriqueño . Aunque nadie la criticaba por eso,pues en el barrio muchas hacían lo mismo, a mí no acababa degustarme, pero no le decía nada porque siempre era buena con-migo).

Terminé de fregar y me puse a leer una novelita de cowboys.La dejé cuando el sheriff había matado al último y más peligro-so miembro de una banda de cinco gunmen que lo había embos-cado en un saloon .

Eran las cuatro y media cuando llegué a la casa de Javier . Sumadre estaba descifrando en las barajas el futuro de una vecina,cuyo marido había sido hechizado por una mulata colombiana .Con los ojos cerrados, como si estuviera en trance o sufriendomucho, y con las manos en cruz sobre el pecho, la vecina mur-muraba un rezo mágico. La madre de Javier la observaba mien-

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tras mecánicamente ponía aquí un caballero negro, allá un as debastos, un rey de oros, etc . Con la mano me indicó silencio yluego, al concluir la oración de la vecina, con voz apenas audibleme dijo que Javier había regresado del centro, pero que habíavuelto a salir. "Debe estar en los mangos", pensé, y me fui allá .No estaba, aunque sí Francisco .

- Los otros vienen al rato - dijo - . Federico fue a darle turazón a Javier.- No está en su casa . Vengo de allá .- Ah, entonces seguramente no demora .Me senté en una de las tablas que habíamos clavado sobre las

raíces de los mangos .- ¿Recuerdas - dije - el día que conseguimos estas tablas

del montón que había detrás de la escuela? ¿Recuerdas el sustoque nos llevamos y la cara que puso Lucho, el celador? Mientrascogíamos las tablas, hicimos ruido, pero nos ocultamos y nopudo descubrirnos, por más que dio vueltas con el flashlight.Más tarde supo quiénes se habían llevado las tablas ; sin embar-go, nunca nos reclamó nada .

Francisco sonrió y continuó callado y sin moverse . Estabarendido y miraba las ramas, las hojas - levemente movidas porel viento - y quizás el cielo . Yo también me acosté boca arribay me puse a ver el aire. El calor había disminuido. Había pocasnubes y el último sol les daba un color amarillo-rojizo . Luegocerré los ojos y traté de identificar, mediante el sonido del mo-tor, los distintos tipos de vehículos que pasaban por la calle pró-xima. Cuando Federico y Charles llegaron, estábamos a puntode dormirnos .

- Encontré a Javier cuando venía para acá . Fue a ver a Este-lita - dijo Federico .

Francisco se levantó, estiró los brazos para desperezarse ydijo que había estado pensando que debíamos ir a la playa eldía siguiente .- El lunes - era jueves - volvemos a la escuela y se está aca-

bando el verano. Debemos ir antes de que terminen las vaca-ciones . ¿No les parece? Además, hace días que no vamos .- Sí, sería bueno - dijo Charles. Pero quedarnos allá todo el

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día. Si no, no vale la pena. Yo puedo llevar el tubo de mi herma-no.- Okay - dijo Francisco - . No hay más que hablar . Eso sí,

que cada quien lleve algo de comer ; no sea que nos pase como lavez que tuvimos que robarle naranjas y guineos al bway aquelque estaba con una guial en el montecito .- ¿Quién tiene cigarrillos? - preguntó Federico .Este fumaba habitualmente desde hacía un año - los demás

lo hacíamos de vez en vez, cuando alguien nos daba o cuandopodíamos comprar un paquete entre todos -, pero casi nuncatenía cigarrillos .- Pongo un dime. Cómpralos - dijo Francisco .Federico trajo los Viceroy y nos pusimos a fumar . Seguimos

hablando de cosas diversas y luego alguien sugirió que fuéramosal cine .- En el Roosevelt siguen dando Alas de fuego, y no hay plata

para ir al Capitolio; allá dan Caminos de venganza - dijo Fran-cisco .- Podemos ver de nuevo Alas de fuego - propuso Federi-

co - . Me gusta cómo los F-86 derriban a los Migs .-Mejor quedémonos aquí- medió Charles- . Más tarde pode-

mos ver la televisión en la tienda . Hoy dan Los intocables.- Está bien . Nos quedamos . Pasa otro cigarrillo - dijo Fede-

rico .Poco después llegó Javier con la cara seria. Parecía disgustado

y a punto de llorar . "Otra vez peleó con Estelita", pensamos .Pero no. Estelita no estaba en su casa (su mamá la había manda-do a llevar algo donde una conocida) y él había ido a buscarla ;sin embargo, no la había encontrado .

- ¿Y por eso quieres llorar? - dijo Charles - . Uh, mi bro-ther, estás bien jodido. No digas que Estelita te tiene así. Anda,fúmate un cigarrillo para que olvides los pesares .- No, no es por eso - Javier comenzó a llorar - . Es que al

regresar de buscarla pasé detrás de la escuela, por el camino deltanque de agua. Ustedes saben. Venía pensando qué se habríahecho Estelita, cuando de pronto vi que ella y un hombre cami-naban delante de mí. Entonces me acerqué y vi que él le teníael brazo echado .

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Nadie dijo nada . Los esfuerzos de Javier por contener el llan-to eran lo único que se oía . Fumábamos, mirábamos el suelo (yacasi había anochecido) y algo se iba resquebrajando dentro denosotros. Hasta el cigarrillo tenía un sabor triste. Francisco co-menzaba a decir algo de que las guiales son, cuando escuchamosque Estelita nos llamaba desde la calle . Nadie respondió .

- ¡Vengan! - insistió - . ¡Vengan! Un hermano de mi mamállegó del interior y nos trajo esto . - Mostraba un cartucho -.Es para comer. ¡Vengan! .

Al terminar el queso y la raspadura, nos pusimos a reír .- Ajo, Estelita, hubieras visto cómo lloró Javier - dijo

Charles -. Por eso es que yo nunca me enamoro . A este manninguna guial lo va a poner así . Never, brothers. ¡Never!.

Al escuchar el comentario, Estelita se puso roja y Javierbajó la cabeza. En el fondo, todos sentíamos una vaga vergüen-za, como si hubiéramos hecho algo que nunca debíamos haberhecho.

Al rato, Javier fue a dejar a Estelita a su casa . Los demás en-cendimos cigarrillos y nos quedamos allí, en la sombra de losmangos, observando a la gente que pasaba por la calle, sin co-mentar ni decirnos nada, sólo viendo a la gente y pensando .

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INDICE

PEDRO RIVERAEn donde se cuenta la historia de Ascanio yde otros que también murieron 9No lloro muerto no mío 21Lo que necesita Pobla 27El jardinero de Sara 31

DIMAS LIDIO PITTYComo en un viejo grabado 39Al final de la escalera 49Un destello en el sol naciente 55Al final del verano 67

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Este libro se terminó de imprimiren los Talleres de la Imprentade la Universidad de Panamá

en el mes de Mayo de1988

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D.L . PITTY

Poeta, escritor y periodista na-cido en Potrerillos, Chiriquí,en 1941 . Es autor, entre otrasobras, de Camino de las cosas,El país azul, Memorias del si-lencio, Crónica prohibida, So-netos desnudos, Décimas chiri-canas, El centro de la noche,Los caballos estornudan en lalluvia, Estación de navegantes,Realidades y fantasmas enAmérica Latina, y Letra viva .

P . RIVERA

Poeta, escritor y cineasta . Na-ció en Panamá, en 1939. Esautor, entre otras obras, dePanamá, incendio de sollozos,Mayo en el tiempo, Las vocesdel dolor que trajo el alba, Des-pedida del hombre, Peccataminuta, Los pájaros regresande la niebla y Libro de pará-bolas .

Diseño de portada: Pablo Menacho Fotografía de la portada : Fernando Martínez