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KOBIE (Serie Paleoantropología), Bilbao Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia N.º XIX, 1990/91 COLECCION DE BOTIJAS Y BOTIJUELAS ("SPANISH OLIVER JAR" O "ANFORETAS") PROCEDENTES DE LA ERMITA DE SAN JOSE (ELORRIO, BIZKAIA) RESUMEN A. Azkarate Garai-Olaun y J. Núñez Marcén (1) Recoge este trabajo el estudio efectuado sobre diversas piezas cerámicas que, procedentes de la ermita de San José (Elorrio, Bizkaia), conforman el lote más importante de estas características descubierto hasta el presente en el País Vasco. Conocidas en la bibliografía anglosajona como "Spanish oliver jar" y en la bibliografía peninsular como "anforetas" o "anforiñas", han venido siendo encuadradas en una amplia cronología que transcurre desde el siglo XVI al siglo XVIlI cuanto menos, discutiéndose tam- bién su posible funcionalidad. Las páginas de este artículo proponen su denominación tal y como se las conoce en la documenta- ción de la época -"botijas" y "botijuelas"-, defienden su funcionalidad para diversos menesteres -en este caso para servir de dre- naje al subsuelo de una ermita rural- e intentan una aproximación cronológica que, para este caso concreto, ha de circunscribirse en torno a la primera mitad del siglo XVIII y, en cualquier caso, en fechas anteriores a 1772, año en el que se reedifica la ermita. SUMMARY This work is the study of severa! pottery items from the hermitage os Saint Joseph (Elorrio, Bizkaia) that form the most important set of these characteristics discovered until nowadays in the Basque Country.Known in the Anglosaxon bibliography as "Spanish olive jars" and in the Spanish one as "anforetas" o "anforiñas" have been being located in a wida chronological ran- ge that goes from the XVIth. century to, at least, the XVIIIth. century, being also questioned about their uses. This article propa- ses their denomination as they are know in the contemporary records -"botijas" and "botijuelas"- defends their use for severa! purposes -in this case to be used as part of the drainage system underneath a rural hermitage- and tries to give a chronological approach that, in this particular case, has to be around the first half of the XVIIlth. century and, in any case, previous to 1772, when the hermitage was rebuilt. LABURPENA Elorrioko San Jose izeneko baselizan aurkitutako keramika ontzi multzo bat -Euskal Herrian orain arte ezagutu izan den garrantzitsuena- aztertzen da lantxo honetan. Keramika hauetaz hainbat gauza eztabaidatu izan da bibliografian, merezi duten izenaren inguruan batzuetan, izan duten betekizunaren inguruan besteetan edota, azkenik, beraiei dagokien kronologiaren ingu- ruan. Hiru arazo hauek ardatzat hartuz, artikulu honetan proposatzen dena zera da: keramika hauek gaztelaniar dokumentuetan agertzen diren izenekin -"botijas" eta "botijuelas"- izendatu behar direla; hainbat betekizun ezberdin izan zutela defendituz, gure kasu honetan San Jose ermitako lurpeko ur geldiari bidea emateko erabiliak izan zirela; eta, datari dagokionez, baseliza berrerai- kitu baino pixkat lehenagokoak direla. (1) (Area de Arqueología de la Universidad del País Vasco).

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KOBIE (Serie Paleoantropología), Bilbao Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia N.º XIX, 1990/91

COLECCION DE BOTIJAS Y BOTIJUELAS ("SPANISH OLIVER JAR" O "ANFORETAS")

PROCEDENTES DE LA ERMITA DE SAN JOSE (ELORRIO, BIZKAIA)

RESUMEN

A. Azkarate Garai-Olaun y J. Núñez Marcén (1)

Recoge este trabajo el estudio efectuado sobre diversas piezas cerámicas que, procedentes de la ermita de San José (Elorrio, Bizkaia), conforman el lote más importante de estas características descubierto hasta el presente en el País Vasco. Conocidas en la bibliografía anglosajona como "Spanish oliver jar" y en la bibliografía peninsular como "anforetas" o "anforiñas", han venido siendo encuadradas en una amplia cronología que transcurre desde el siglo XVI al siglo XVIlI cuanto menos, discutiéndose tam­bién su posible funcionalidad. Las páginas de este artículo proponen su denominación tal y como se las conoce en la documenta­ción de la época -"botijas" y "botijuelas"-, defienden su funcionalidad para diversos menesteres -en este caso para servir de dre­naje al subsuelo de una ermita rural- e intentan una aproximación cronológica que, para este caso concreto, ha de circunscribirse en torno a la primera mitad del siglo XVIII y, en cualquier caso, en fechas anteriores a 1772, año en el que se reedifica la ermita.

SUMMARY

This work is the study of severa! pottery items from the hermitage os Saint Joseph (Elorrio, Bizkaia) that form the most important set of these characteristics discovered until nowadays in the Basque Country.Known in the Anglosaxon bibliography as "Spanish olive jars" and in the Spanish one as "anforetas" o "anforiñas" have been being located in a wida chronological ran­ge that goes from the XVIth. century to, at least, the XVIIIth. century, being also questioned about their uses. This article propa­ses their denomination as they are know in the contemporary records -"botijas" and "botijuelas"- defends their use for severa! purposes -in this case to be used as part of the drainage system underneath a rural hermitage- and tries to give a chronological approach that, in this particular case, has to be around the first half of the XVIIlth. century and, in any case, previous to 1772, when the hermitage was rebuilt.

LABURPENA

Elorrioko San Jose izeneko baselizan aurkitutako keramika ontzi multzo bat -Euskal Herrian orain arte ezagutu izan den garrantzitsuena- aztertzen da lantxo honetan. Keramika hauetaz hainbat gauza eztabaidatu izan da bibliografian, merezi duten izenaren inguruan batzuetan, izan duten betekizunaren inguruan besteetan edota, azkenik, beraiei dagokien kronologiaren ingu­ruan. Hiru arazo hauek ardatzat hartuz, artikulu honetan proposatzen dena zera da: keramika hauek gaztelaniar dokumentuetan agertzen diren izenekin -"botijas" eta "botijuelas"- izendatu behar direla; hainbat betekizun ezberdin izan zutela defendituz, gure kasu honetan San Jose ermitako lurpeko ur geldiari bidea emateko erabiliak izan zirela; eta, datari dagokionez, baseliza berrerai­kitu baino pixkat lehenagokoak direla.

(1) (Area de Arqueología de la Universidad del País Vasco).

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154 A. AZKARATE GARAl-OLAUN - J. NUÑEZ MARCEN

l. CIRCUNSTANCIAS DEL HALLAZGO

La ermita de San José se encuentra ubicada en el barrio de Urkizuarán, próximo al casco urbano de la villa vizcaína de Elorrio (véase mapa). Propiedad particular hasta fechas recientes, fue comprada en 1987 por el Ayuntamiento sufriendo, desde entonces, diversas vicisitudes que la han afectado seriamente. Si bien su conservación interior no fue nunca excesivamente buena, la magnífica verja de madera tallada que cerraba en su totalidad el gran vano de ingreso había impedido el acceso a visitas incontroladas. En las cir­cunstancias que rodearon a la compraventa, sin embargo, este precioso cierre desapareció del lugar -junto al pequeño reta­blo, varias imágenes y diversos objetos de culto-, dejando la ermita totalmente vacía y abierta al exterior.

En estas condiciones permaneció durante algún tiempo, hasta que recibimos noticia del lamentable estado en que se encontraba, con remoción del subsuelo y apropiación indebi­da de materiales arqueológicos. Al estar, por esas fechas, lle­vando a cabo una campaña de excavación en el término municipal de la misma localidad de Elorrio (1), solicitamos de la Dirección de Patrimonio del Gobierno Vasco el permiso necesario para intervenir en el lugar a fin de evitar perjuicios mayores. Una vez en la ermita, encontramos un espectáculo desalentador con un pavimento levantado casi en su totalidad y del que faltaban las baldosas de tierra cocida que lo consti­tuían. Pero era el presbiterio el que había sufrido más intensa­mente la acción de los clandestinos: se encontraba éste total­mente alterado en su zona central, con una gran oquedad de contenido absolutamente revuelto y del que habían sido extraídas las piezas que estudiaremos en este trabajo, quedan­do aquí y allá numerosos fragmentos sueltos.

Apercibidos de la importancia que, de visu , cabía deducir sobre el posible contenido arqueológico de la ermita de San José, orientamos nuestra actuación en tres direcciones distin­tas, aunque complementarias:

l.º Realizamos las gestiones para que el Ayuntamiento de Elorrio procediera, mediante sistema de carpintería sólido y duradero, al cierre inmediato del gran vano que daba acceso al interior de la ermita.

2.º Recuperamos la totalidad del material que, procedente de la ermita, se encontraba recogido en domicilios particulares y que constituía el más importante lote de botijas y botijuelas que se conoce hasta el presente para todo el País Vasco: seis en perfecto estado de conservación y varias más en estado fragmentario. Todas ellas ubicadas originariamente -según nos informaron quienes las recogieron- en la zona central del presbiterio.

3º.º Procedimos a la limpieza del lugar descubriendo -al W del altar- nuevas piezas cerámicas (tres botijas y una botijuela en perfecto estado), restos de un ábside primitivo y canalizaciones ocultas bajo la actual fábri-

(1) AZKARATE, A. Yacimiento de Memaia 1 (Elorrio, Bizkaia), Arkeoikuska 87, pp. 66-70; ID.: Ermita de San José (Elorrio, Bizkaia), Jbidem, pp. 93-94.

ca de la ermita. Habida cuenta que sólo disponíamos de permiso para labores de prospección y limpieza, no levantamos los materiales citados, quedando estos in situ a la espera de una intervención arqueológica que contara con el permiso de la Dirección de Patrimonio. Tras nuestra intervención, el presbiterio quedó tal y como se recoge en la planimetría que realizamos en su momento (véase Fig. 1). Su seguridad, eso creía­mos al menos, quedaba garantizada por el sólido cie­rre al que antes hacíamos referencia.

El día 27 de Mayo de 1991, los dos firmantes de este traba­jo acudíamos de nuevo a San José con el fin de completar algunos datos que necesitábamos para la redacción de estas páginas. Con anterioridad uno de nosotros, además, había visitado repetidas veces el lugar sin que nunca hubiera apre­ciado anomalía alguna. La sorpresa, no obstante, acostumbra a hacer acto de presencia cuando uno menos lo espera. Franqueado el sólido cierre de carpintería que, quizá de forma ingenua, habíamos creído suficiente, volvimos a encontrar un panorama aún más desolador que en la primera ocasión: la suciedad se había adueñado del recinto eclesial, paredes ennegrecidas venían a testimoniar, incluso, la realización de hogueras en el interior de la ermita ... y la zona del presbiterio había vuelto a ser objeto de la salvaje acción de los clandesti­nos. Las tres botijas y la botijuela que habíamos dejado in situ en nuestra primera intervención habían desaparecido y diver­sos fragmentos dispersos por el pavimento reflejaban la falta de cuidado de los expoliadores, incapaces al parecer de levan­tar los recipientes cerámicos sin destrozarlos. Por segunda vez, y con un sentimiento de impotencia fácilmente compren­sible, procedimos a limpiar aquel desastre (fot. 3) recogiendo cuantos fragmentos quedaron sueltos. Personados en el Ayuntamiento de Elorrio, se nos explicó que, sin poder preci­sar la fecha, alguien había efectuado un pequeño hueco en el cierre de carpintería del vano, permitiendo el acceso al inte­rior de la ermita. Enterados de ello, los responsables de la Corporación habían procedido de inmediato a su nuevo cerra­miento. Nadie, sin embargo, lamentó que se hubiera vuelto a remover el pavimento del presbiterio y que faltaran varias piezas cerámicas, ni nadie creyó conveniente dar noticia del suceso a los responsables de nuestro Patrimonio ...

2. EL ENTORNO ARQUITECTONICO

La actual ermita de S. José de Elorrio (fot. 1), reedificada en 1772 según testimonio de Iturriza (2), responde al modelo de nave única de planta rectanglar (13 m. x 7,40 m.) remata­da al SW. por un ábside semicircular (5,32 mts. de diámetro) y al NE por un pórtico (5, 17 m. x 7,40 m.) que, descansando sobre dos columnas toscanas, protege el gran vano de ingreso al templo (fot. 2)

La construcción se realizó en mampuesto con refuerzo de

(2) ITURRIZA, J.R., Historia General de Vizcaya, (Ed. P. Fita), Barcelona, 1884, p. 282.

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sillares en las esquinas, excepto en la fachada NE. completa­mente construida en sillares de arenisca bien labrados. El edi­ficio recibe una cubierta a cuatro vertientes, cuyo entramado en el interior de la nave se oculta mediante una falsa bóveda de cañón elaborada en yeso y que en la zona del ábside toma forma gallonada (fots. 4 y 5).

En su planta se diferencian dos zonas -la de la nave pro­piamente dicha y la del presbiterio-, diferenciadas por un escalón de piedra que eleva en unos 30 cm. la altura del suelo sobre el que se sitúa el altar (fot. 4 ).

Es precisamente en la zona del presbiterio donde la actuac­ción incontrolada extrajo las primeras botijas y donde nues­tras repetidas limpiezas han intentado preservar, por dos veces, el sustrato arqueológico. Como resultado de las men­cionadas limpiezas, se observó la existencia de una banqueta fundacional realizada en mampuesto, perteneciente a un ábsi­de anterior (fot. 6) de diámetro algo menor que el actual y que responde, sin duda, a la iglesia que "existía en el lugar antes de la reedificación mencionada por Iturriza. Entre dicho

VIZCAYA

Escala:

10 ..

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4

MAPA DE SITUACION

ábside y el escalón que separa el presbiterio de la nave, se detectaron dos canalizaciones (fots. 7 y 8) talladas en la roca y acabadas con lajas de caliza y argamasa, que debieron de cumplir funciones de drenaje para la zona central y occidental de la cabecera donde desagua una pequeña ladera.

De estos dos canales, que confluyen en el contacto con la nave, conocemos mejor el situado en la zona occidental del presbiterio y podemos afirmar que debió cumplir sus funcio­nes de drenaje durante las dos etapas del edificio, ya que dicho canal, ajustándose a la construcción, rebasa la banqueta fundacional mencionada para recoger las aguas de la ladera en el exterior. En cuanto al drenaje central, que posee idénti­cas características técnicas, sólo conocemos algo más de un metro de su recorrido, concretamente el situado entre el altar y el escalón del prebiterio, por lo que no sabemos con seguri­dad si perteneció también a la construcción primitiva.

La colección de botijas y botijuelas que es objeto de este estudio se encontraba bajo el pavimento de las zonas central y occidental del área presbiterial.

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FOTO 1: Exterior de la ermita desde el Oeste. (Foto Autores)

FOTO 2: Fachada de la ermita con el cierre actual. (Foto Autores)

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FOTO 4: Zona del altar, pueden apreciarse las marcas del retablo y la diferencia de altura con res­pecto a la nave. (Foto Autores)

FOTO 3: Estado del presbiterio antes de nuestra limpieza de 1991. (Foto Autores)

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FOTO 5: Detalle del entramado de la cubierta y la falsa bóveda. (Foto Autores)

FOTO 6: Detalle del lado Este del presbiterio, puede apreciarse la banqueta fundacional del ábside primitivo. (Foto Autores)

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RELLENO BOTIJAS TRAS LA PRIMERA INTERVENCION

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COLECCION DE BOTUAS Y BOTUUELAS ("SPANISH OLIVER JAR" O "ANFORETAS") PROCEDENTES DE LA ERMITA DE SAN JOSE (ELORRIO, BIZKAIA)

FOTO 7: Detalle de la zona central del presbiterio con su canal de drenaje cubierto todavía por las losas. (Foto Autores)

FOTO 8: Detalle de la zona occidental del presbiterio, donde el canal corta la banqueta fundacional de ábside primitivo. Puede apreciarse también parte de relleno de "botijas". (Foto Autores)

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3. LA COLECCION DE BOTIJAS Y BOTIJUELAS

3.1. Cuestiones de terminología

Dentro de Jos diversos problemas que rodean el estudio de este tipo de recipientes es el de la nomenclatura uno de Jos que ha recibido mayor atención por parte de Jos investigado­res, sin que por ello creamos que se haya alcanzado una denominación idónea.

Corresponde a Ja historiografía americana el primer intento para nominar estas piezas cerámicas y fue llevado a cabo en 1903 por Holmes (3), quien basándose en su supuesto conte­nido las denominó "spanish olive jar", término ambiguo, como explicita Goggin, que pudo desarrollarse suponiéndoles un contenido de aceitunas o de aceite, en cuyo caso nos encontraríamos ante una contracción de "spanish olive oil jar" (4).

El propio Goggin, en su estudio de 1960, intentó una apro­ximación terminológica más realista utilizando algunos docu­mentos de Jos siglos XVI al XVIII en Jos que se recogen las listas del cargamento de algunos navíos (5), y en Jos que apa­recen mencionados repetidamente términos como "botija", "botija" o "botijuela perulera'', formas que según defini­ción se ajustarían con bastante exactitud a las características de los recipientes en cuestión, sobre todo las dos primeras. Goggin, no obstante, consideró insuficientes estos argumen­tos y optó por mantener la utilización del término acuñado por Holmes (6). La trascendencia historiográfica que para este tema tiene el trabajo de Goggin ha supuesto Ja perpetua­ción de esta denominación -"spanish oliver jar"- en Ja bibliografía anglosajona, que continúa empleándolo en Ja actualidad.

Dentro también de las denominaciones empleadas por la producción bibliográfica anglosajona cabe hacer mención al trabajo de Smith (7), en el que se proponía para estas piezas el nombre de "tinaja", y que fue rechazado por Goggin por considerarlo demasiado general y ausente en las listas de

(3) HOLMES, W. H., Aboriginal Pottery of Eastern United States. Annual Report, Bureau of American Ethnology, n.º 20, 1903, pp. 1 y SS.

(4) GOGGIN, J. M., Spanish Olive lar: An lntroductory Study, Papers in Caribbean Anthropology, Yale University Publications in Anthropology, n.º 62, 1960. Se ha utilizado para el presente artículo la traducción del Museo del Hombre Dominicano, La Jarra de Aceite Española un estudio introduc­tor, pp. 12.

(5) Concretamente las estudiadas por ARCILA PARIAS, E. en Economía colonial de Venezuela, Mexico City, 1946, pp. 188 y ss., fechadas en 1731 y también las recogidas en TORRE REVELLO, J., Merchandise Brought to America by the Spaniards (1534-1586), Hispanic American Historical Review, vol. 23, 1943, pp. 773 y ss., así como las interesantísima lista utilizada por SCHÁFER, E., en Spaniens koloniale Warenausfurh nach einer Preisliste des 16 Jahrhunderts, lbero­Amerikanisches Archiv, vol. 12, n.º 3, 1938, pp. 313 y ss.

(6) GOGGIN, J. M., op. cit., 1960, pp. 13 y ss. (7) SMITH, H. G., The european and the Indian. European-lndian

contacts in Georgia and Florida, Florida Anthropological Society, Gainesville, Fla., 1956, pp. 163 y ss.

embarque consultadas (8). A este respecto, sin embargo, con­vendría señalar que el término "tinajería" sí se recoge en dic­cionarios náuticos, definido como "el surtido o porción de tinajas o jarras vacías, que se estivaban para ir a tomar un car­go de vino, aceite u otro caldo" (9).

La investigación peninsular, por su parte, aparece más preocupada desde sus inicios en este tema por Ja cronología y posible origen romano de estos vasos, hasta el punto de utili­zar, y seguir utilizando, Jos términos "anforeta'', "anforita" o más recientemente "anforiña ", haciendo referencia eviden­te a sus similitudes formales con las ánforas del mundo clási­co. Como complemento, en ocasiones, se les ha añadido Ja coletilla de "anforetas de iluminación" debido a un posible uso propuesto por Prat ( 10), Juego retomado por Borges ( 11) y otros autores y sobre el que volveremos en un apartado pos­terior.

La polémica en tomo a su origen y uso fue, curiosamente, el inicio de investigaciones documentales como la de Zunzunegui (12), quien estudiando las normativas sobre transporte y embalaje de mercancías por mar de Ja Casa de Contratación halló términos idénticos a Jos que Goggin reco­gió en las listas de embarque que consultara, sin que esto, sin embargo, haya supuesto un cambio efectivo en Ja denomina­ción (13) utilizada en las publicaciones posteriores.

Vemos, por Jo tanto, que las denominaciones al uso para este tipo de recipientes en Ja bibliografía, tanto anglosajona como peninsular, responden a criterios de carácter funcional o formal. Los primeros resultan, a nuestro juicio, demasiado inconsistentes, ya que sus usos fueron tan diversos, como veremos, que puede resultar impropio acuñar un término que se refiera sólo a uno de ellos. Los segundos, por su parte, tampoco parecen apropiados, puesto que las similitudes reales con las ánforas clásicas son muy relativas (14) y el propio tér­mino descansa en una hipotética cronología que en la actuali­dad está completamente descartada.

En pocas ocasiones tienen Jos estudiosos de Ja cerámica antigua la oportunidad de utilizar Jos nombres originales de las piezas que tratan, no dejando de ser chocante que en un ejemplo como éste, perfectamente documentado, se haya pre­ferido recurrir a términos especulativos que no responden a

(8) GOGGIN, J. M., op. cit, 1960, p. 13. (9) Definición tomada del Diccionario Marítimo Español de 1831. (10) OLIVA PRAT, M., Estado actual de la arqueología submarina

en la Costa Brava (Gerona-España), Atti del 11 Congresso Internazionale di Archeologia Sottomarina, Albenga, 1958.

(11) BORGES GARCIA, E., Anforetas de iluminac,;ao de embarca­c,;oes romanas, encontradas na costa portuguesa, IX Congreso Nacional de Arqueología, Zaragoza, 1966, pp. 378 y ss.

(12) ZUNZUNEGUI, A. P., Recipientes cerámicos utilizados en el comercio de Indias, Cris, n.º 123, 1969, pp. 13 y ss.

(13) Como excepción debemos mencionar la utilización del término "botijuela" por parte de BENITO, A. M. en anforetas y botijue­las halladas en Guipúzcoa, Munibe, n.º 39, 1987, pp. 139 y ss.

(14) Baste como ejemplo de ello y sin entrar en demasiados detalles decir que, dentro de las aproximadamente diez formas conoci­das en la actualidad para este tipo de recipientes, solamente tres conservarían cierta similitud formal con los modelos clásicos y eso salvando características más detalladas, pero importantes funcionalmente, como son las bocas y asas.

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Ja nomenclatura de Ja época. Por todo ello, y sin ánimo de intentar cambiar las costumbres historiográficas (15), utiliza­remos en adelante Jos términos aparecidos en las listas de embarque, es decir "botija" y "botijuela", términos que poseen, además, unas connotaciones metrológicas que no podemos olvidar en su estudio. El propio Goggin reconoce, además, que Ja definición de Ja Real Academia Española sobre el término "botija" -"vasija de barro mediana, redonda y de cuello corto y angosto"- se ajusta perfectamente a las piezas que él, sin embargo, prefiere seguir denominando "oli­ver jar" (16). En esta actitud no cabe otra explicación que Ja derivada de la propia inercia historiográfica de un anglosajón que se resiste incoscientemente a romper con un término habitual en la bibliografía desde comienzos de siglo. Es evi­dente, sin embargo, que Ja denominación "oliver jar" o "jarra de aceite" ni aparece como tal en Ja documentación de Ja época ni responde estrictamente a Ja multiplicidad de usos que, como veremos, caracteriza a estos objetos cerámicos.

3.2. Descripción de las piezas.

Describimos a continuación Ja colección recuperada, que consta de 8 botijas, 2 botijuelas y 4 bordes sueltos, que suma­dos a las piezas desaparecidas -3 botijas y l botijuela- for­marían una colección de al menos 18 piezas, número que Ja convierte en un hallazgo particularmente significativo (16b).

Analizaremos las dimensiones esenciales (17) y caracterís­ticas propias de cada una de las piezas de Ja colección, dejan­do para un apartado posterior las técnicas de fabricación y acabado, que se realizará de forma unitaria, puesto que todos Jos vasos presentan tratamientos muy similares.

Botija n.º 1 (Fig. 2) Altura: 55 cm. Anchura máxima: 28,8 cm. Diámetro interior de la boca: 5,4 cm. Altura del borde: 3,4 cm. Diámetro máximo del borde: 10,2 cm. Grosor medio de las paredes: 0,8 cm. Botija fusiforme de amplio hombro y fondo redondeado

que presenta algunas deformaciones en Ja panza producidas durante el secado. Muestra un borde engrosado con sección en 114 de círculo con labio diferenciado recto de 0,55 cm. de

(15) Teniendo en cuenta esto añadimos en el título las acepciones "Spanish olive Jar" y "Anforeta", con intención de facilitar el reconocimiento de los materiales estudiados.

(16) GOGGIN, J.M., op. cit., 1960, p. 14 (16b) Cfr. diversas noticias sobre otras colecciones peninsulares en J.

BASSEGODA NONELL, La Cerámica popular en las arqui­tectura gótica, Barcelona 1983 (3.' ed.).

(17) Contra lo que sería nuestro deseo no podemos ofrecer aquí un dato tan importante como el de la capacidad, ya que tras la correspondiente entrega de los materiales al Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco de Bilbao, y soli­citada dicha medición, ésta se desaconsejó por parte del conser­vador encargado, dada la extrema fragilidad de las piezas. Más adelante, no obstante, realizaremos aproximaciones a su capaci­dad al compararlas con otros ejemplares conocidos.

altura, individualizado del borde mediante una hendidura de O, 15 cm. de profundidad. Sólo se aprecian algunas estrías en Ja zona cercana al fondo, en Ja cara exterior del vaso.

Botija n.º 2 (Fig. 3) Altura: 51,2 cm. Anchura máxima: 27,6 cm. Diámetro interior de la boca: 8 cm. Altura del borde: 3,4 cm. Diámetro máximo del borde: 11, 8 cm. Grosor medio de las paredes: 0,8 cm. Botija fusiforme de amplios hombros y fondo achatado

cuya panza muestra mayor inclinación que la n.º l. El borde es de sección en 112 círculo y presenta labio diferenciado rec­to de 0,4 cm. de altura, que se une al borde sin moldura de ningún tipo. No se aprecian estrías.

Botija n.º 3 (Fig. 4) Altura: 53,8 cm. Anchura máxima: 26,2 cm. Diámetro interior de la boca: 8,4 cm. Altura del borde: 3,1 cm. Diámetro máximo del borde: 11,9 cm. Grosor medio de las paredes: 0,7 cm. Botija fusiforme de fondo achatado, presenta un borde de

sección en 112 círculo y labio diferenciado recto de 0,3 cm. de altura, unido a él sin moldura de ningún tipo. Se aprecian estrías exteriores en la panza algo alejadas del fondo.

Botija n.º 4 (Fig. 5) Altura: 45 cm. (en Jo conservado, dado que Je falta el fon-

do). Anchura máxima: 25 cm. Diámetro interior de la boca: 5,8 cm. Altura del borde: 3,6 cm. Diámetro máximo del borde: 9,45 cm. Grosor medio de las paredes: 0,8 cm. Botija fusiforme incompleta, presenta un borde de sección

algo mayor de 114 de círculo y labio diferenciado recto de 0,7 cm. de altura separado del borde por una ligera depresión. Se aprecian estrías interiores en el tercio inferior del vaso.

Botija n.º 5 (Fig. 6) Altura: 52 cm. Anchura máxima: 23,2 cm. Diámetro interior de la boca: 5,2 cm. Altura del borde: 2,2 cm. Diámetro máximo del borde: 8,2 cm. Grosor medio de las paredes: 0,8 cm. Botija fusiforme de fondo apuntado, presenta un borde de

sección en 114 de círculo y labio diferenciado recto de 0,2 cm. de altura. La panza muestra estrechamiento en su mitad inferior donde también se observan estrías interiores y exte­riores que alcanzan el fondo.

Botija n.º 6 (Fig. 7) Altura: 52,5 cm. Anchura máxima: 24,4 cm.

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Diámetro interior de la boca: 7 cm. Altura del borde: 3,9 cm. Diámetro máximo del borde: 11,9 cm. Grosor medio de las paredes: 0,9 cm. Botija fusiforme de fondo redondeado, presenta un borde

con sección en 112 círculo y labio diferenciado recto de 0,55 cm. de altura. La panza en su zona media muestra una zona defectuosa que reduce algo el desarrollo normal del perfil del vaso. Sólo se observan algunas estrías en la zona próxima al fondo.

Botija n.º 7 (Fig. 8) Altura: 49,5 cm. Anchura máxima: 24, 2 cm. Diámetro interior de la boca: 5,2 cm. Altura del borde: 3 cm. Diámetro máximo del borde: 8,4 cm. Grosor medio de las paredes: 0,8 cm. Botija fusiforme de perfil marcadamente oval y fondo

apuntado, presenta un borde de sección casi triangular redon­deado en su parte inferior, con un labio diferenciado recto de 0,3 cm. de altura. Se observan estrías interiores en toda la mitad inferior y exteriores sólo en la zona inmediata al fondo.

Botija n.º 8 (Fig. 9) Altura: 52,5 cm. Anchura máxima: 24 cm. Diámetro interior de la boca: 5,5 cm. Altura del borde 3,3 cm. Diámetro máximo del borde: 8,8 cm. Grosor medio de las paredes: 0,9 cm. Botija fusiforme de hombros y fondo redondeados, presen­

ta una colocación defectuosa del borde, en este caso de sec­ción prácticamente rectangular y labio diferenciado recto de 0,7 cm. de altura, que lo muestra inclinado hacia la derecha. Sólo pueden apreciarse estrías en la zona inmediata al fondo del vaso.

Botijuela n.º 1 (Fig. 10) Altura: 28,8 cm. Anchura máxima: 25 cm. Diámetro interior de la boca: 5,6 cm. Altura del borde: 3, 1 cm. Diámetro máximo del borde: 8,2 cm. Grosor medio de las paredes: 0,6 cm. Botijuela de tendencia globular, amplios hombros y fondo

redondeado. Presenta un labio engrosado de sección en 112 círculo, sin labio diferenciado. Pueden observarse estrías tan­to en el interior como en la parte exterior de la vasija.

Botijuela n.º 2 (Fig. 11) Altura: 31,l cm. Anchura máxima: 24,5 cm. Diámetro interior de la boca: 5,5 cm. Altura del borde: 3,5 cm. Diámetro máximo borde: 9,7 cm. Grosor medio paredes: 0,8 cm. Botijuela de tendencia globular, amplios hombros y fondo

redondeado. Presenta un labio redondeado con sección en 1/2 círculo sin labio diferenciado. Solamente presenta estrías en la zona exterior junto a su base.

3.3. Técnicas de fabricación y acabado

La primera aproximación a la manufactura de este tipo de piezas la realizó Goggin (18) en su conocido trabajo, en el que -tras expresar que el método exacto le resulta desconoci­do-, sugiere la posibilidad de que se realizasen sobre el torno en dos partes que luego se unirían puliendo las juntas. Su manufactura concluiría, según este autor, con la colocación de los bordes "anillados". Posteriormente esta hipótesis ha sido apoyada por autores como C.J.M. Martin (19), aunque con algunas variantes.

Más recientemente, A.M. Benito, en su artículo sobre las botijas localizadas en Guipúzcoa (20), descartaba la utiliza­ción del torno basándose en las estrías continuas que rodean en espiral la panza de la piezas, apuntando la posibilidad de que fuesen el resultado de una técnica de tiras de barro enro­lladas utilizada en la fabricación.

Si atendemos a las características observadas en las piezas de S. José, debemos inclinarnos a suponer una técnica de fabricación próxima a la hipotetizada por Goggin, que expli­caría a la perfección algunas de las irregularidades detectadas en las panzas (21 ). Por otro lado, las estrías espirales no pare­cen un argumento definitivo para descartar el empleo del tor­no, utilizado inequívocamente en zonas como el borde, y tampoco para suponer una ejecución como la propuesta por A.M. Benito, técnica más lenta e imperfecta que hubiese dejado numerosas pistas tanto en la superficie como en la sec­ción de los vasos. La observación detallada del fondo estriado de algunas de nuestras piezas sugiere, por el contrario, la uti­lización del torno, siendo las estrías espirales el resultado habitual al "levantar" con los dedos la pella de barro.

En lo referente a la manufactura de los bordes, no cabe duda de que fueron elaborados a torno y muy posiblemente empleando plantillas que, en ocasiones, han dejado muestras de su paso en las zonas cóncavas y que explicarían, además, que sean sus dimensiones las más constantes, teniendo en cuenta sus variantes en el perfil.

Las pastas presentan dos tipos diferentes de cargas: una de desgrasante fino donde abunda la mica (22), y un segundo

(18) GOGGIN, J. M., op. cit., 1960, pp. 26 y ss. (19) La variante, observada en un fondo de botijuela hallado en uno

de los pecios de la Armada Invencible, sugiere que la pieza se modeló desde un fondo redondeado previo, e incluso ya en "biz­cocho". (MARTIN, C. J. M., Spanish Armada Pottery, The lnternational Journal of Nautical Archaeology and Underwater Exploration, n.º 8. 4, 1979, pp.282). El ejemplar presentado por Martin parece claro, pero en las dos botijuelas estudiadas en este trabajo no puede reconocerse esta técnica.

(20) BENITO, A.M., op. cit., 1987, p. 142 (21) Concretamente las que presentan las botijas n."' 5 y 6, que

pudieran obedecer a una unión defectuosa de las dos partes imposible de corregir mediante el alisado final de las juntas.

(22) Son curiosamente las piezas que peor se conservan, habiendo perdido en algunas ocasiones todo su englobe exterior.

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COLECCION DE BOTIJAS Y BOTIJUELAS ("SPANISH OLIVER JAR" O "ANFORETAS") PROCEDENTES DE LA ERMITA DE SAN JOSE (ELORRIO, BIZKAIA) 163

tipo en el que predominan Jos desgrasantes de naturaleza cal­cárea. En ambos casos es posible encontrar pequeñas bolas de arcilla sin triturar así como pequeños cantos rodados y otras intrusiones, que han producido resquebrajamientos de Ja superfice del vaso. Todas las piezas recuperadas se recubrie­ron con un engobe amarillento, en algunos casos de conside­rable espesor, de muy buena calidad y que no presenta hue­llas de otro tipo de impermeabilizaciones.

En cuanto a Ja cocción, se observa en nuestros vasos una técnica poco homógenea con diferencias notables en Ja oxida­ción de las pastas, apreciándose en ellas tonos desde el gris oscuro interior a cocciones más regulares de color rojizo intenso. Estas anomalías pueden achacarse tanto a una cochu­ra de baja temperatura como a Ja diferente situación de las piezas en el horno.

3.4. Las formas. Estudio comparativo.

El primer intento de sistematización tipológica, vigente todavía en Ja actualidad, fue el realizado por Goggin sobre materiales aparecidos en el entorno del Caribe y cuyas bases se fundamentaron en las diferencias cronológicas observadas al estudiar la "mayolica" y Ja loza con las que estos materia­les aparecían asociados (23). Este autor diferenció tres "esti­los" ordenados cronológicamente y susceptibles, además, de poseer entre sí diferencias técnicas y formales.

1.- Estilo temprano, del que sólo reconoció una forma globular de tamaño mediano, con un pequeña boca acampanada y con asas a ambos lados (24).

2.- Estilo medio, al que pertenecería la forma más común y conocida y que Goggin define como vasija de boca anillada y forma oval bien alargada, bien comprimida, y dentro de la cual se incluirían tres formas diferentes (25): Tipo A: de forma oval y tamaño grande. Tipo B: más reducido de tamaño y también de forma

tendente al óvalo. Tipo C: de reducido tamaño y de forma más apuntada,

muy escaso.

Todos Jos tipos presentan una característica boca "anilla­da" en Ja que se registran algunas variantes, que Goggin dife­rencia, también, como tipos A, B, etc. (26).

3.- Estilo tardío, considerado por Goggin como el de definición más compleja dadas las numerosas varian­tes técnicas que presenta. Distingue cuatro formas principales: Tipos A y B: muy similares a sus homónimas del

(23) Especialmente significativa para este estudio resulta la secuen­cia estratigráfica obtenida en el Convento de San Francisco (Sto. Domingo) que luego veremos. (GOGGIN, J. M., op. cit., 1960, p. 12).

(24) GOGGIN, J.M. op. cit., 1960, p. 19. (25) Ibídem, pp. 26 y ss. (26) Ibídem, cfr. fig. 5, p. 29

"Estilo medio" con las que reconoce diferen­cias principalmente de tamaño, y en las care­nas superiores, más marcadas en las tardías.

Tipo C: de forma oval y alargada que presenta en oca­siones un fondo plano muy estrecho.

Tipo D: de forma ahusada con su parte inferior muy estrecha.

En cuanto a bordes, diferencia Jos acampanados propios del tipo B y C, y el "anillado", presente en todos los tipos, muy similar al del "Estilo medio" pero de menor tamaño.

Con posteriorioridad, y como consecuencia de Ja publica­ción de nuevos hallazgos, se ha ido detallando parcialmente nuestro conocimiento de las formas, pero siempre sin superar Ja ordenación y tipos propuestos por Goggin.

Entre Jos trabajos más interesantes cabe señalar el realiza­do por L. Langouet (27), sobre una colección de piezas del "Estilo Medio" aparecidas en el río Rance (Bretaña). Observó este autor una posible relación entre las molduras de los bordes y la forma de Ja vasija. Así, el tipo A mantendría una moldura con sección en 114 de círculo con labio diferen­ciado; el tipo B con borde de sección en 1/2 círculo; y el tipo C con un borde de sección casi triangular. La realidad, sin duda más compleja, prueba que estas categorías no pueden establecerse de forma estricta. Baste como ejemplo nuestra colección, a pesar de que Ja hipótesis de Langouet contenga observaciones interesantes para el reconocimiento de Jos tipos (28).

Más recientemente Colin J. M. Martin (29) , en su trabajo sobre cerámica de Ja Gran Armada, ha propuesto Ja existencia de piezas "oficiales" y "civiles". Las primeras, posiblemente realizadas bajo convenio con Ja Casa de Contratación, man­tendrían una forma estereotipada y una capacidad estable aproximada a las medidas en uso (30). Y las segundas, fabri­cadas seguramente en los mismos talleres, abastecerían a un mercado más amplio cuya diversidad explicaría en cierto modo las numerosas variantes. La corroboración o desaproba­ción de este "estímulo a Ja discusión", como el propio autor

(27) LANGOUET, L., Les jarres de la Rance, Annales de la Société d'Histoire et d'Archéologie de l'Arrondisement de Saint Malo, 1973, pp. 1 y SS.

(28) Nos referimos, sobre todo, a la apreciación sobre el labio dife­renciado del Tipo A que se cumple a la perfección en todos los ejemplares que hemos consultado.

(29) MARTIN, C. J. M., op. cit., 1979, pp. 279 y ss. (30) Se basa para ello en la similar capacidad que una pieza comple­

ta, del tipo B del "Estilo medio", mantiene con algunos de los ejemplos de Goggin, y que él considera "oficiales" por ser la Casa de Contratación la encargada del abastecimiento del comercio transatlántico. Identifica, además, la capacidad de dicha botijuela, de aproximadamente 112 arroba castellana de aceite, con algunas menciones contemporáneas donde aparecen referidas las botijas de media arroba y las "botijas medio peru­leras ". La segunda de las menciones, no obstante, no debe ser tenida en cuenta, ya que las dimensiones de una "botija medio perulera" rondarían los 62,9 cm. de altura y los 20,9 de anchu­ra, si tenemos en cuenta que las de una botija perulera son de 1 vara y 112 de alto por 2/4 de ancho. (MARTIN, C. J. M., op. cit., 1979, p. 283).

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lo denomina, depende de la publicación de nuevas coleccio­nes con dataciones y contextos seguros, lo que desgraciada­mente viene siendo muy infrecuente (31 ).

La aportación de la historiografía peninsular a este aspecto se ha reducido a algunas aproximaciones realizadas sobre colecciones demasiado parciales, que no suponen avances sobre lo expuesto. Entre los trabajos más destacados conviene mencionar el de F. Fariña (32), y más recientemente el de F. S. López (33) quien aporta datos de interés sobre capacidad y propone la existencia de cinco formas con implicaciones cronológicas importantes que, desgraciadamente, no ilustra ni argumenta en profundidad. Distingue la siguiente seriación:

Forma 1: Esféricas con asas. Siglos XV y XVI. Forma 2: Ovoideas. Siglo XVI. Forma 3: Esferoidales. Siglos XVI-XVIII. Forma 4. Con forma de peonza. Siglos XVII-XIX. Forma 5. Cilíndricas con asa. Siglo XVIII.

Según esta secuencia diacrónica, parte de nuestras piezas -pertenecientes a la forma 2- corresponderían al siglo XVI. Lamentablemente, serían necesarias mayores precisiones para poder aceptarla, habida cuenta de que al menos para nuestro caso no parece ser operativa, como veremos.

Resumiendo, a nuestro entender, las inquietudes mostradas por los investigadores en el tema, creemos que toda discusión en el capítulo formal pasa por el problema de las numerosas variantes y su posible trascendencia en lo referente a origen, cronología, usos, etc. Variantes, por otra parte, difíciles de definir, puesto que resulta muy complejo delimitar qué carac­terística formal debe ser tenida en cuenta para ello.

Una detenida lectura de lo expuesto hasta ahora subraya, no obstante, la especial importancia de la capacidad frente a otros caracteres que pudieran suponer el aislamiento de una variante, ya que, como observó Martín para las botijuelas,

(31) Junto con los trabajos que aquí comentamos, conocemos la existencia de proyectos de investigación en curso de realiza­ción, llevados a cabo fundamentalmente por investigadores ingleses, directamente relacionados con este tipo de recipientes y cuyos resultados todavía no han sido difundidos. En nuestro caso, estamos a la espera de recibir los resultados de un trabajo realizado por C. Garrard (Universidad de Bristol) en el que colaboramos enviando muestras de la presente colección para su análisis mineralógico. Esperemos que dichas investigaciones cubran las expectativas de Martin, que compartimos.

(32) Donde se recogen hallazgos del área gallega, distinguiéndose dos únicos tipos, equivalentes al A del "Estilo medio" y al D del "Estilo tardío", con variantes en ambos casos determina­das por la presencia o ausencia de estrías en la parte inferior de los recipientes. (FARIÑA, F.; ROMERO, M. y VAZQUEZ, J. M. Nuevos hallazgos de anforiñas, El Museo de Pontevedra, n.º 27, 1973, pp. 72 y SS.

(33) LOPEZ, F. S., Arqueoloxia sobmariña: os materiais proceden­tes da badia coruñesa, Brigantium, vol. 1, 1980, pp. 139 y ss.; y también en MARTIN BUENO, M.; IZAGUIRRE, M.; CASA­DO, J. L.; MEJUTO, R. y LOPEZ, F. S., La arqueología sub­acúatica en las costas del Norte y Noroeste peninsular: Estado de la cuestión, VI Congreso Internacional de Arqueología Submarina, Cartagena, 1982, pp. 33 y ss.

aquélla se mantiene próxima en algunos casos a medidas de capacidad como la arroba de aceite o de líquido utilizadas ampliamente en la época. Siguiendo su línea argumental, e independientemente de que pueda o no comprobarse la exis­tencia de formas "oficiales" y "civiles", creemos que la capacidad ofrece el primer paso seguro a la hora de esta­blecer posibles variantes, ya que definiría el tamaño y el uso original independientemente de caracerísticas menores pro­pias de talleres, etc., lo cual, apoyado en un detallado estudio de las pastas (34), esclarecería sin duda el problema.

Las medidas de mayor interés son, sin duda, las relaciona­das con líquidos y aceites, cuya unidad de medida, la arroba, difiere para unos y otros: la arroba de líquido, como es sabi­do, equivale a 16,133 l., y la arroba de aceite castellana a 12,563 l. que, a su vez se subdividen en 25 libras (35). Como complemento, habría que añadir las conocidas dimensiones de las denominadas "botijas peruleras", una vara y 1/2 de alta por 2/4 de ancho, cuya capacidad nos resulta desconocida, pero sin duda resultan mucho más grandes que las piezas que nos interesan (36).

Atendiendo a lo expuesto, los dos únicos tipos que forman la colección presentada muestran las siguientes características formales:

1.- Botija fusiforme de forma ovoide más o menos pro­nunciada, de fondo redondeado, cuello corto y estre­cho rematado por un borde moldurado, en 1/4 o 1/2 círculo, con labio diferenciado recto. Las dimensiones generales de este tipo son variables, observándose, no obstante, unos márgenes no demasiado dilatados. Así, las dimensiones máximas y mínimas se sitúan, por ejemplo, entre los 49,5 y los 55 cm. de longitud, y entre los 24 y los 28,8 cm. de anchura. Esta oscila­ción se reduce en el diámetro de la boca, donde es posible discernir dos variantes: la primera, a la que pertenecerían las piezas n.º 2, 3 y 6, con diámetros desde 7 a 8,4 cm., y la segunda, donde entrarían el resto de las botijas, con diámetros entre los 5,2 y los 5,8cm.

2.- Botijuelas de tendencia globular de fondo redondeado y amplio hombro, con un cuello muy corto rematado por un borde moldurado con sección en 1/2 círculo. Tanto las dos piezas recuperadas como la desapareci­da presentan unas dimensiones generales muy esta­bles. También el perfil de los bordes es prácticamente idéntico en todos los ejemplares.

(34) Trabajo como ya indicábamos en curso de realización y en el que se comprenden muestras de nuestra colección.

(35) En el caso de la arroba de líquido, y como causa de su equiva­lencia a la cántara, puede subdividirse también en ocho azum­bres.

(36) No conocemos ningún recipiente completo que pueda asociarse a este tipo, como veíamos mencionado en documentos, pero queremos apuntar la posibilidad de que pudiera relacionarse con los fragmentos de grandes vasijas localizadas por Goggin en La Vega Vieja (República Dominicana), que presentan unas características, en pasta y espesor, muy similares a las del "Estilo medio".

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COLECCION DE BOTIJAS Y BOTIJUELAS ("SPANISH OLIVER JAR" O "ANFORETAS") PROCEDENTES DE LA ERMITA DE SAN JOSE (ELORRIO, BIZKAIA) 165

Utilizando Ja tipología establecida por Goggin (37), nues­tras botijas y botijuelas pertenecen inequívocamente al Estilo Medio, dentro del cual las botijas -atendiendo a su forma­corresponderían al tipo denominado A y las botijuelas a Ja B (38). Si atendiéramos, por contra, a Ja moldura de Jos bordes, las botijas n.º' 1, 2, 3, 4, 6 y 9 estarían próximas al borde tipo B de Goggin (39), mientras que las n.º' 5, 7 y 8 pertenecen al tipo A, procedentes todos ellos del convento de San Francisco (República Dominicana). Las botijuelas, por su parte, corres­ponden al borde tipo E también del Convento de San Francisco.

En cuanto a paralelos formales y de capacidad que pudie­ran establecerse con ejemplares completos del tipo A, debe­mos hacer mención de las piezas americanas de Fig Springs, Banana River, Scott Miller I e Isla Cozumel (40), sin olvidar Jos fragmentos procedentes del Convento de San Francisco. Para las botijuelas, tipo B, el ejemplar más cercano de Jos ofrecidos por Goggin ( 41) es el procedente de Ja Flota Plate hundida en 1733 cerca de las costas de Florida.

Algo más cercanos geográficamente resultan Jos paralelos procedentes de las costas de Inglaterra estudiados por C.J.M. Martin, entre Jos que cabe destacar alguno de Jos fragmentos de botijuela procedente de Ja Trinidad Valencera (42), y algu­nos bordes de botija del hundimiento del "Santa Ana Maria" acaecido en 1627. (43).

Los paralelos penisulares publicados para las botijas, son sorprendentemente escasos si atendemos tanto a perfiles como a dimensiones, encontrando paralelos válidos solamen­te en el ejemplar de Ceuta (44), de dimensiones similares

(37) GOGGIN, J. M., op. cit., 1960, p. 29, fig. 9. (38) Dentro del tipo B de Goggin se distinguen actualmente dos ver­

siones en cuanto a dimensiones y capacidad las "Largue Middle B Jars" a las que pertenecerían nuestros ejemplares, y las "Small Middle B Jars". (MARTIN, C. J. M., op. cit., 1979, p. 283. Tab. 1).

(39) GOGGIN, J. M., op. cit., 1960, p. 29, fig. 5. (40) Ibídem., p. 34, fig. 3, tabla 1, especialmente interesante para

nosotros son las medidas de capacidad que para estos ejempla­res completos ofrece Goggin. Teniendo en cuenta sus medidas los ejemplares más próximos serían los de Banana River -sin duda el paralelo más cercano a nuestras piezas- y Scott Miller con capacidades de 15,72 y 16,55 l. respectivamente, lo cual otorgaría a nuestras botijas una capacidad cercana a la arroba de líquido equivalente a 16, 133 l.

(41) Ibídem. p. 35, Lam. 4, D. La capacidad de este ejemplar, algo más estrecho que nuestros vasos, es de 6,56 l.

(42) Navío perteneciente a la Armada Invencible (1588), en el que se han localizado una docena de piezas de este tipo con cierta variedad de perfiles y bordes. En cuanto a perfiles las diferen­cias con nuestros ejemplares son claras sobre todo en los fon­dos, resultando además algo más altas y estrechas. Refiriéndonos a la sección de los bordes sólo el ejemplar n.º 12 se aproxima al de nuestras botijuelas. (MARTIN, C. J. M., op. cit., 1979, pp. 280 y ss., fig 1, n.º 12). La única pieza com­pleta recuperada tiene una capacidad de 6,25 l.

(43) Ibídem. fig. 2, n."' 14 y 15, muy similares incluso en dimensio­nes a los de las botijas n.'" 7 y 5 respectivamente.

(44) BORGES, E. Nuevos estudios sobre anforetas encontradas en las costas e islas atlánticas y mediterráneas, XI Congreso Nacional de Arqueología, Zaragoza, 1971, p. 552, n.º l. Hallada dentro del mismo contexto de una cerámica de Talavera con fecha de 1739.

pero con un moldura del borde muy diferente a Ja de nuestras piezas, y en Jos ejemplares incompletos del Cabo Higuer ( 45) de perfiles y dimensiones muy próximos incluso en la moldu­ra de Jos bordes, a pesar de que ambos ejemplares han perdi­do por Ja erosión el labio diferenciado que caracteriza a este tipo. Un perfil muy similar ofrece un reciente hallazgo de Guetaria, pero desconocemos por el momento sus dimensio­nes (46). Faltan paralelos de las botijuelas.

3.5. Funcionalidad

Como adelantábamos al tratar el tema de la denominación de estos recipientes, es en el capítulo de los usos donde se dan las opiniones más encontradas. Una revisión detenida muestra, no obstante, que dicha polémica se reduce exclusi­vamente a un solo tipo formal y a un solo uso, concretamente al tipo D del "Estilo tardío", al que corresponden todas las "anforetas" publicadas por Borges en 1966 (47), y al uso como "lámpara de iluminación" en embarcaciones.

La inicial suposición de Borges, que apuntaba Ja posibili­dad de que sirvieran como "lámparas de iluminación" en naves de época romana, como ya argumentara Balil en 1983 (48), debe ser absolutamente descartada, ya que su apoyatura argumental resulta inconsistente y Ja cronología del tipo for­mal, que veremos luego, resulta diametralmente opuesta a tal interpretación.

No creemos que pueda rechazarse de plano, por el contra­rio, su utilización como luminarias en embarcaciones de tiempos más recientes, para las que disponemos de mejores argumentos (49), e incluso una definición recogida en el Diccionario Marítimo Español de 1831. En él, Ja voz "Tarro de Luz" descrita como "la taza de barro, llena de un mixto, que incendiado produce una luz clara y duradera, que sirve para hacer señales de noche", no deja dudas de sobre su existencia y uso independientemente de que Ja definición no sea demasiado concreta en Jo referente al tipo de recipiente.

Dejando de lado este polémico uso, las botijas y botijuelas parecen haber cumplido numerosas funciones en el transporte de mercancías por mar y por tierra, como demuestran los cada vez más numerosos hallazgos en el interior, como el que tratamos aquí. Empleando las listas de embarque y Ja norma­tiva de Ja Casa de Contratación, no cabe ninguna duda de que su uso primordial, y seguramente para el que se recreó Ja for-

(45) Sobre ellos MEZQUIRIZ, M. A., Notas sobre arqueología sub­marina en el Cantábrico, Munibe, n.º 16, 1964, pp. 24 y ss.; y más recientemente BENITO, A. M., Cerámicas del yacimiento submarino del Cabo Higuer (Hondarribia), Munibe, n.º 40, 1988, pp. 148 y ss., Lams. 29 y 30. autor, este último, que las engloba dentro del Estilo Medio tipo A de Goggin,

(46) Sobre el BENITO, A. M., Hallazgo de nuevas anforetas en Guetaria, Aranzadiana, n.º 111, 1990, pp. 44 y ss., fig. 14. Recogida en la bocana del puerto junto con otros fragmentos del Estilo Temprano de Goggin.

(47) BORGES, E., op. cit., 1966, pp. 378 y ss. (48) BALIL, A., Luces de posición en la navegación antigua y

"anforiñas", Brigantium, vol. 4, 1983, pp. 99 y ss. (49) Nos referimos a la imagen de un barco de fines del s. XV reco­

gida en BENITO, A. M., op. cit., 1987, p. 144.

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ma, fue el transporte de vino y aceite. Su evidente utilidad, reflejada también en su dilatada existencia, parece haber mul­tiplicado no obstante sus funciones, no siendo difícil rastrear numerosas referencias a diferentes contenidos como alcapa­rras, aceitunas, habas, garbanzos (50), miel (51) y mante­ca de cerdo (52), a Jos que deberíamos añadir los apuntados por López (53) como aguardiente (54), vinagre, almen­dras, escabeche, embutidos y pólvora (55). Basándonos también en documentación, resulta posible atribuirles un uso tan especial para nuestro entorno como es el transporte de grasa de ballena, aceptando la reciente sugerencia de Azpiazu (56).

Junto con estos usos reconocidos documentalmente, Ja arqueología y algunos hallazgos casuales demuestran que botijas y botijuelas fueron empleadas, tambien como mate­rial de construcción, sirviendo fundamentalmente como relleno de bóvedas (57), como mejoras en los drenajes y en la acústica de los edificios (58), e incluso como remates decorativos en iglesias y edificios civiles- (59).

Respecto al posible uso a que pudieron dedicarse las boti-

(50) TORRE REVELLO, J. op. cit., 1943, pp. 781 y ss.; LOPEZ, F.S., op. cit. 1980, p. 139; ARCILA PARIAS, E., op. cit., 1946, p. 188

(51) SCHÁFER, E., op. cit., 1938, pp. 317 y ss.; LOPEZ, F. S., op. cit., 1980, p.

(52) ARCILA PARIAS, E., Comercio entre Venezuela y México en los siglos XVII y XVIII, México City, 1950, p. 99.

(53) Tomados del Decreto de 1778, en lo referente a embalajes, LOPEZ, F. S., op. cit., 1980, p. 151.

(54) Documentado también en SCHÁFER, E., op. cit., 1938, pp. 318 y SS.

(55) Uso este último que, según Balil, debe considerarse como even­tual y no propio (BALIL, A., op. cit., 1983, p. 102), contraria­mente a lo recogido por Benito (BENITO, A.M., op. cit., 1987, p. 142). En relación con ello, y recurriendo al Diccionario Marítimo Español de 1831, consideramos de interés recoger la voz "Olla de fuego de Brulote" definida como "Olla común de barro y de boca estrecha, preparada convenientemente con mixtos y estopines calados por agujeros que al intento se le hacen, la cual se cuelga donde se juzga útil en el brulote".

(56) AZPIAZU, J. A., en La sociedad y vida social vasca en el siglo XVI. Mercaderes Guipuzcoanos, vol. II, San Sebastián, 1990, pp. 235 y ss., donde se mencionan cincuenta botijas de aceite cuyo destino parecía ser Azpeitia. Paralelamente, Azpiazu sugiere, entre otras, la posibilidad de que este mismo tipo de botijas sirviera para el transporte de grasa de ballena por vía terrestre.

(57) Sobre este uso pueden verse: GOGGIN, J. M., op. cit., 1960, p. 17, y BALIL, A., op. cit., 1983, p. 102, y BASSEGODA, J. op. cit. 1983.

(58) Según testimonios recogidos por GOGGIN, J. M. (op. cit., 1960, p. 17), en Cuba, pero que también encontramos documen­tados en Sevilla (JIMENEZ BARRIENTOS, J. C., Un grupo de 17 anforitas en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla, Homenaje a Conchita Fernández Chicarro, Madrid, 1982, p. 394). Es fundamental, a este respecto, la obra de BASSEGO­DA, J. op. cit. 1983.

(59) Utilizándolas como "florones" en algunas iglesias cubanas (GOGGIN, J. M., op. cit., 1960, p. 17), o como remate de tejado de algunos hórreos y vallas en zonas de Pontevedra, como reco­gen FARIÑA, F., ROMERO, M. y VAZQUEZ, J. M., op. cit., 1973, p. 79.

jas y botijuelas de Ja colección de S. José, podrían establecer­se dos vías diferentes de argumentación:

1.- Si atendemos a las características individuales de las piezas y más concretamente a su capacidad, aunque sea de forma aproximada como indicábamos en el capítulo anterior, podría suponerse un uso originario destinado al transporte de vino o aceite, productos habituales en el culto y mantenimiento de una iglesia e imaginar que pudieran haber servido al abasteci­miento de la ermita anterior. No parece, sin embargo, que jamás hubiesen cumplido tal función si tenemos en cuenta su ubicación y Ja ausencia de impermeabili­zaciones que muestran todas las piezas recogidas.

2.- Si fijamos nuestra atención, por el contrario, en el contexto de su hallazgo, sí que parece razonable supo­ner que cumplieran algún cometido constructivo. La posibilidad de que fuesen utilizadas como parte de Ja posible bóveda del edificio primitivo parece que ha de ser descartada: las ermitas rurales de nuestro entorno, en efecto, raramente están abovedadas ni Ja cimenta­ción descubierta bajo el actual presbiterio invita a pensar que Ja anterior ermita de San José lo hubiera estado y tal uso, por otra parte, hubiese dejado rastros de argamasa en las superficie de Jos recipientes que no existen en nuestro caso. La posibilidad de que fue­ran adquiridas para formar parte de los drenajes del edificio actual, por el contrario, parece mucho más probable (60): Ja ausencia de restos de argamasa que refleje en un uso anterior, la carencia también de impermeabilizaciones tal y como queda dicho más arriba, y su ubicación, finalmente, en Ja zona central y occidental del presbiterio coincidiendo con las dos canalizaciones de desagüe resultan argumentos sufi­cientes para suponer que nuestras botijas y botijuelas formaron parte del sistema de saneamiento dispuesto por Jos constructores de la nueva ermita para su correcto drenaje (61).

3.6. Cronología

Como en el caso de Ja tipología, Ja seriación cronológica establecida por Goggin sólo ha sido precisada, muy parcial­mente, por algunos escasos hallazgos, normalmente bien fechados por documentación, alguno de Jos cuales hemos mencionado ya por su especial interés. Centrándonos, de momento, en Ja cronología propuesta por Goggin (62) -basa­da fundamentalmente en Ja seriación obtenida para Ja "mayo-

(60) "Según el Diccionario de la Academia Española, se llama embotijar a colocar en el suelo una tongada de botijos antes de embaldosar una habitación donde se teme la humedad". (J. BASSEGODA, op. cit. 1983, p. 23).

(61) Véanse referencias a casos similares en GOGGIN, J.M., op. cit., 1960, pp. 16-17.

(62) Goggin ofrece los siguientes límites cronológicos: "Estilo Temprano" 1500-1580; "Estilo Medio" 1580-1780; "Estilo Tardío" 1780-1850. (GOGGIN, J. M., op. cit., 1960, pp. 48 y ss.).

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lica" tras el estudio tipológico-comparativo de las colecciones aparecidas en yacimientos datados por documentación (63)-, nuestras botijas y botijuelas, pertenecientes al "Estilo Medio", se situarían en un amplio marco cronológico que va de 1580 a 1780.

Evidentemente, este marco cronológico de dos siglos resulta poco operativo para intentar cualquier tipo de preci­sión encaminada a mejorar nuestro conocimiento sobre Ja lógica evolución de estos recipientes, resultando, además, escasamente satisfactorio para el estudio concreto de nuestra colección. No obstante, y con ánimo de aportar nuevas posi­bilidades de discusión, trataremos de ofrecer alguna aproxi­mación cronológica, teniendo en cuenta, sin embargo, que contamos con un handicap importante derivado de las propias circunstancias del hallazgo.

Sabemos que existió una primitiva iglesia de Ja que no hemos conseguido otra documentación que Ja constatación arqueológica de su ábside semicircular de dimensiones meno­res que el actual, y sabemos también que, sobre esta primitiva ermita se reedificó en 1772 Ja que podemos contemplar en la actualidad. La cuestión se centraría en relacionar nuestras boti­jas y botijuelas con Ja primera o segunda de las edificaciones.

No parece, como hemos dicho más arriba, que Ja primera ermita tuviera bóveda y que nuestras piezas cerámicas hubieran servido, por tanto, como relleno para tal fin, y tampoco parece que hubieran sido depositadas como elementos de drenaje del primitivo ábside. Nos basamos para esta última afirmación en las diferencias de cota que presentaban el primer ábside y las botijas de relleno, muy superior en el caso de estas últimas. Tras el arrasamiento producido durante Ja reconstrucción, las piezas que estudiamos hubieran resultado igualmente afectadas de haber formado parte del drenaje primitivo.

Parece claro, por tanto, que fueron depositadas en el momento de Ja reedificación del segundo de Jos ábsides, dato éste que nos permite fijar su cronología a comienzos de Ja segunda mitad del siglo XVIII.

4. CONCLUSIONES

Recapitularemos, a modo de síntesis, lo más significativo de las ideas expuestas en las páginas precedentes:

1.- En lo referente a Ja nomenclatura, creemos que debie­ran abandonarse con el tiempo algunos términos que han venido utilizándose para identificar estas piezas cerámicas, adoptando aquellas denominaciones que tuvieron en su momento -empleadas, tanto por fabri­cantes como usuarios- y que constan inequívocamen­te en los documentos de la época.

2.- En cuanto a Ja discusión formal se refiere, debemos insistir en que la escasa operatividad mostrada por

(63) Sobre este tema puede consultarse GOGGIN, J. M., Spanish Majolica in the New World. Tipes of the Sixteenth to Eighteenth Centuries, Yale University Publications in Anthropology, n.º 72, New Haven, 1968. Estudio, publicado tras su muerte, interesante para el tema de las botijas ya que en él se ofrecen con mayor detalle las estratigrafías utilizadas por Goggin para establecer sus períodos y cronologías.

otros tipos de particularidades a Ja hora de determinar posibles variantes, empujan, a nuestro parecer, a consi­derar inicialmente la capacidad como base para un pri­mer intento taxonómico. En nuestro caso, y de forma comparada como sabemos, las capacidades de las boti­jas se situarían entre la arroba de líquido y la arroba cas­tellana de aceite, en tanto que las botijuelas mantendrían una capacidad cercana a 1/2 arroba castellana de aceite.

3. Aunque la funcionalidad más común estuviera rela­cionada con el transporte de líquidos, hemos visto la enorme polivalencia de estos recipientes, utilizados para Jos usos más dispares. Los constructores de la ermita de San José del siglo XVIII, conociendo, sin duda, sus posibilidades constructivas, Jos utilizaron para mejorar el saneamiento de la zona central y occi­dental del presbiterio, aislando el suelo, de este modo, de una zona húmeda que ya había hecho necesarios dos canales de drenaje

4. Cronológicamente, Ja fecha aportada por nuestras boti­jas y botijuelas nos parece de sumo interés para cuestio­nes de evolución formal de estas piezas, habida cuenta de que constituirían elementos de transición al denomi­nado "Estilo Tardío". Este momento evolutivo bien pudiera ser el responsable de Jos fondos achatados de las botijas n.º' 2 y 3, así como del perfil de los bordes de las piezas n.º' 4 y 9, característicos todos ellos del últi­mo de Jos momentos periodizados por Goggin.

5. No quisiéramos finalizar este artículo sin aludir a un tema todavía muy incipiente en la investigación, como es el de la localización de Jos talleres de producción. Los investigadores anglosajones siempre se han incli­nado, y creemos que con bastante razón, a su localiza­ción en el entorno de Sevilla y otros puertos del sur peninsular, atendiendo a su relación durante el tráfico transatlántico de mercancías con el monopolio de la Casa de Contratación desde 1503 a 1717 (64), momento en el que Cádiz se hace cargo de él. Centrándonos en el posible origen de nuestras botijas y botijuelas, parece poco probable que el constructor de Ja actual ermita utilizase como material de obra piezas procedentes de lugares tan lejanos. Prestándole, no obstante, mayor atención a nuestro entorno cerca­no, resulta mucho más razonable relacionar nuestras piezas con talleres próximos ocupados en el abasteci­miento de los puertos. Como ejemplo y en el marco cronológico propuesto -comienzos de la segunda mitad del siglo XVIII-, baste recordar el intenso inter­cambio de mercancías que mantuvieron con América el Consulado de Bilbao, Ja Compañía Guipuzcoana de Caracas, o el puerto de Santander tras el Decreto de Libre Comercio de 1765 (65).

(64) Sobre el tema ver WALKER, G. J., Política española y comer­cio colonial 1700-1789, Barcelona, 1979, pp. 1.727 y ss.

(65) Sobre el tema pueden consultarse: GARATE, M., La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, San Sebastián, 1990.; TORRES, B. (Ed.), Reglamento para el comercio libre, C.S.l.C., Madrid, 1979.

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FOTO 9: Conjunto de piezas completas recuperado en 1987. (Foto Autores)

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FOTO 12 : Botijuela recuperada en 1987. (Foto. MAEHV, FI Alvaro Sánchez)

FOTO 11 : Botijuela recuperada en 1987. (Foto. MAEHV, FI Alvaro Sánchez)

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FOTO 14: Botija recuperada en 1987. (Foto MAEHV, F/ Alvaro Sánchez)

FOTO 13: Botija recuperada en 1987. (Foto MAEHV, F/ Alvaro Sánchez)

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