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Primeros asentamientos españoles y portugueses en la América central y meridional Siglos XVI y XVII

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Primeros asentamientos españoles y portugueses en la América central y meridionalSiglos XVI y XVII

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Coordinación editorial: Ivana Tosti

Diseño de interiores: Julián Balangero

© Leonor Adán A., David Aguilera, Nidia R. Areces, Eugenia Maria Azevedo Salomao, Agustín Azkarate, Verónica

Benedet, Marília Maria Brasileiro Teixeira Vale, Paula Busso, Luis María Calvo, Juan Castañeda Murga, Horacio Daniel

Chiavazza, Gabriel Cocco, Silvia Cornero, Nélida De Grandis, Mariana E. De Nigris, Pascualina Di Biasio, Luisa Durán

Rocca, Jorge Pável Elías Lequernaqué, Sergio Escribano–Ruiz, Guillermo Frittegotto, William R. Fowler, Rosa García,

Aldo Giaccardi, Fabián Letieri, Rodrigo Mera M., Doina Munita P., Cristina Pasquali, Ana Paula Porterie, Ruth A. Pouja-

de, Cristina Prieto Olavarría, Lorena Puebla, Romina C. Rigone, María Victoria Roca, Ana María Rocchietti, Guillermo

Sagripanti, Lorena Salvatelli, Iban Sanchez–Pinto, María Ximena Senatore, Lucia Tello Peón, Alfredo Tomasini, Simón

Urbina A., Fernando Vela Cossío, Diego Villalba, Eugenia Zavaleta Lemus, Valeria Zorrilla; 2016.

©

Secretaría de Extensión,

Universidad Nacional del Litoral,

Santa Fe, Argentina, 2016.

Queda hecho el depósito

que marca la ley 11.723.

Reservados todos los derechos.

9 de Julio 3563 (3000)

Santa Fe, Argentina.

[email protected]

www.unl.edu.ar/editorial

Calvo, Luis María

Primeros asentamientos españoles y portugueses en la América central

y meridional: siglos XVI y XVII / Luis María Calvo; Gabriel Cocco; Nidia

Areces; compilado por Luis María Calvo; Gabriel Cocco

1a ed. Santa Fe: Ediciones UNL, 2016.

396 pp.; 25 x 17 cm (Ciencia y Tecnología)

ISBN 978-987-749-043-5

1. Arquitectura. 2. Historia de la Arquitectura. I. Cocco, Gabriel II. Areces,

Nidia III. Calvo, Luis María, comp. IV. Cocco, Gabriel, comp. V. Título.

CDD 724.1

Se diagramó y compuso en Ediciones UNL y se terminó

de imprimir en Docuprint SA, Ruta Panamericana km 37.

Parque Industrial Garín. Calle Haendel, Lote 3 (b1619IEA),

Garín, Buenos Aires. Argentina, marzo de 2016.

Consejo Asesor de la Colección Ciencia y Tecnología

Erica Hynes / Ayelén García Gastaldo / Gustavo Ribero /

José Luis Volpogni / Gustavo Menéndez / Luis Quevedo

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Luis María Calvo y Gabriel CoccoCompiladores

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Evaluadores de este libro

Nidia Areces (ISHIR–CONICET. CEDCU–UNR, Argentina)

Eugenia AzevedoSalomao (Universidad Michoacana San Nicolás Hidalgo, México)

Agustín Azkárate (Universidad del País Vasco / EuskalHerrikoUnibertsitatea)

Silvana Buscaglia (IMHICIHU–CONICET, Argentina)

Luis María Calvo (Universidad Nacional del Litoral–Ministerio de Innovación y Cultura

de Santa Fe, Argentina)

Carlos Ceruti (CONICET, Argentina)

Gabriel Cocco (Dpto. Estudios Etnográficos y Coloniales–Ministerio de Innovación y Cultura

de Santa Fe, Argentina)

Susana Colazo (Instituto de Historia, Facultad de Humanidades de la UNNE, Argentina)

Adriana Collado (Universidad Nacional del Litoral, Argentina)

Silvia Cornero (Universidad Nacional de Rosario, Argentina)

Horacio Chiavazza (Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina)

William R. Fowler (VanderbiltUniversity, Estados Unidos)

Guillermo Frittegotto (Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe, Argentina)

Ramón Gutiérrez (CEDODAL, Argentina)

Joaquín Ibáñez Montoya (Universidad Politécnica de Madrid, España)

Jorge Elías Pavel Lequernaqué (Universidad de Piura, Perú)

Fabián Letieri (Museo Histórico provincial «Julio Marc», Ministerio de Innovación y Cultura

de Santa Fe, Argentina)

Juan Guillermo Martín (Universidad del Norte–Barranquilla, Colombia)

Alberto Nicolini (Universidad Nacional de Tucumán, Argentina)

Ana Osella (Facultad de Ciencias Exactas–Universidad Nacional de Buenos Aires, Argentina)

Ruth Poujade (Dirección General de Patrimonio y Museos–Misiones, Argentina)

Andrey Rosenthal Schlee (Universidade de Brasilia, Brasil)

Beatriz Rovira (Universidad de Panamá, Panamá)

Sonia Tedeschi (CONICET–FHUC/Universidad Nacional del Litoral, Argentina)

Marilia Brasileiro Teixeira Vale (Universidade Federal de Uberlandia, Brasil)

Fernando Vela Cossío (Universidad Politécnica de Madrid, España)

Víctor Velezmoro Montes (Universidad de Piura, Perú)

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Índice

Introducción

Primera parte. Enfoques teóricos aplicados al estudio

de ciudades coloniales

1.1. Habitus, campo y capital en las primeras fundaciones

urbanas hispanoamericanas: el caso de ciudad vieja

de San Salvador. William R. Fowler y Eugenia Zavaleta Lemus

1.2. ¿Aldeas pretenciosas o ciudades en los márgenes?

Mendoza (Arg) y Santa Cruz la Vieja (Bol) en la colonización hispana

del siglo XVI. Horacio Daniel Chiavazza

Segunda parte. Urbanismo colonial iberoamericano (aspectos

generales)

2.1. Génesis y colapso de una ciudad indiana del norte peruano.

Santiago de Miraflores de Saña, 1563–1720. Juan Castañeda Murga

2.2. La ciudad de San Miguel de Piura en la cartografía histórica.

Fernando Vela Cossío

2.3. Transformaciones y continuidades en la habitabilidad urbana

y doméstica en Yucatán, México, siglos XVI y XVII. Lucia Tello Peón

2.4. Formación de la ciudad a partir de la traza. Santa Fe entre

1573 y 1660. Luis María Calvo

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2.5. La dimensión utópica y los ingredientes locales en la

conformación de asentamientos para la población nativa: algunas

experiencias en Nueva España y América portuguesa. Eugenia

Maria Azevedo Salomao y Marília Maria Brasileiro Teixeira Vale

2.6. Urbanismo no Brasil colonial durante a união ibérica

(1580–1640). Luisa Durán Rocca

Tercera Parte. Ciudad y estructura social en la América

Colonial (siglos XVI y XVII)

3.1. Actas del Cabildo de Santa Fe en la red. El quehacer

burocrático en el proceso de urbanización. Pascualina Di Biasio

3.2. Santa Fe la Vieja, retrato social de una ciudad del temprano

período colonial. Nidia R. Areces

3.3. La transmisión de la encomienda por la vía femenina.

El caso de las encomenderas de la ciudad de San Miguel de Piura.

Jorge Pável Elías Lequernaqué y Cristina Vargas Pacheco

Cuarta parte. Arqueología histórica en Iberoamérica

(estudio de casos)

4.1. Sancti Spiritus, 1527–1529. Aportes al estudio de los primeros

asentamientos europeos en Sudamérica. Gabriel Cocco, Cristina

Pasquali, Fabián Letieri, Guillermo Frittegotto, Agustín Azkarate,

Iban Sanchez–Pinto, Sergio Escribano–Ruiz y Verónica Benedet

4.2. La reducción franciscana de San Bartolomé de los Chaná:

un asentamiento bi–religioso del Paraná argentino. Ana María

Rocchietti y Nélida De Grandis

4.3. Arqueología de Santa Fe la Vieja: el claustro y el hospital.

Algunos problemas de interpretación del registro. Silvia Cornero

y Ana Rocchietti

4.4. Variedad y distribución del material cerámico de tradición

hispana e indígena en la ciudad de Valdivia y su jurisdicción

entre los siglos XVI y XVIII. Leonor Adán A., Simón Urbina A.,

Cristina Prieto Olavarría, Valeria Zorrilla y Lorena Puebla

4.5. La ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid (Esteco

El Nuevo) y su fuerte de San Carlos. Alfredo Tomasini y Ana Paula

Porterie

4.6. Una arqueología del colonialismo español en el extremo sur

de Sudamérica. La Ciudad del Nombre de Jesús (Estrecho de

Magallanes, siglo XVI). María Ximena Senatore, Mariana E. De

Nigris y Romina C. Rigone

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4.7. Fundación y refundación de la ciudad de Valdivia (lat. S.

39º): implicancias arqueológicas de dos modos de instalación

hispana (ca. 1552 y 1647). Simón Urbina A., Leonor Adán A.,

Rodrigo Mera M. y Doina Munita P.

4.8. Aplicación de técnicas geológicas exploratorias en el sitio

arqueológico Santa Fe la Vieja, manzana 38. Guillermo

Sagripanti, David Aguilera, Aldo Giaccardi y Diego Villalba

Quinta Parte. Conservación y musealización

de sitios coloniales

5.1. Intervenciones arqueológicas en cuatros conjuntos Patrimo-

nio Mundial: Reducciones de Santa Ana, San Ignacio Miní, Santa

María La Mayor y Nuestra Señora de Loreto (Misiones, Argentina).

Ruth A. Poujade, María Victoria Roca y Lorena Salvatelli

5.2. La musealización de Santa Fe la Vieja: propuesta para la

interpretación de un sitio colonial temprano. Paula Busso, Luis

María Calvo y Gabriel Cocco

5.3. Santa Fe la Vieja de asentamiento urbano a parque arqueo-

lógico. Aproximaciones desde la didáctica del patrimonio. Paula

Busso y Rosa García

5.4. Custodiar la historia: preservación patrimonial y museogra-

fía de sitio, en la ciudad colonial de Santa Fe la Vieja. Cayastá,

Argentina. Silvia Cornero

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4.1. Sancti Spiritus, 1527–1529. Aportes al estudio de los primeros asentamientos europeos en Sudamérica

IntroducciónEn el contexto de expansión geopolítica de la Corona española, la ruta abier-ta por Magallanes–Elcano (1519–1522) permitió poner pie en Asia. Este acon-tecimiento dará inicio a una serie de viajes siguiendo esa ruta, siendo su ob-jetivo tanto económico (obtener especias, y en lo posible, oro, plata y piedras preciosas) como político, delimitar sus posesiones frente a Portugal.

Sebastián Gaboto, al mando de una expedición cuyo destino era las islas Mo-lucas (Asia) para comerciar especias, en el transcurso de su viaje recibe noticias sobre un territorio rico en metales preciosos en el sur del continente y decide ignorar los compromisos contraídos con la Corona. Se interna por el Río de la Plata, luego por el Paraná y finalmente, en la confluencia del Carcarañá con el Coronda, establece en 1527 el asentamiento al que llamó Sancti Spiritus.

Luego de los acontecimientos que llevaron a la destrucción y abandono de Sancti Spiritus en 1529,1 expediciones posteriores instalaron nuevos empla-

1 El ataque al fuerte fue realizado cuando los que estaban de guardia lo abandonaron para retirarse a sus viviendas a dormir. Los indios llegaron portando antorchas y quemando

Gabriel Cocco, Fabián Letieri, Guillermo Frittegotto, Cristina PasqualiMinisterio de Innovación y Cultura, Santa Fe, Argentina

E–mail: [email protected]; [email protected];

[email protected]; [email protected]

Agustín Azkarate, Iban Sanchez–Pinto,Sergio Escribano–Ruiz, Verónica BenedetGrupo de Investigación en Patrimonio Construido (GPAC),

Universidad del País Vasco, España.

E–mail: [email protected]; [email protected];

[email protected]; [email protected]

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zamientos que también tuvieron una corta existencia, tales como la primera Buenos Aires o Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre (1536), Corpus Christi y Buena Esperanza (1536). Si bien, ninguno de los primeros sitios españoles perduró, salvo Asunción (1537) y el territorio continuó sien-do poblado y ocupado por las sociedades indígenas preexistentes, esta etapa exploratoria y de conquista es clave para comprender el desarrollo posterior del proceso de colonización. Este momento de inflexión en la historia de esta región de Sudamérica tendrá como consecuencia, en la segunda mitad del siglo xvi, la conquista y ocupación efectiva de territorios por parte de los europeos a partir de la estrategia de fundación de ciudades, como el caso de Santa Fe la Vieja (1573).

Las expediciones europeas al Río de la PlataTras el descubrimiento de América por Colón y la posterior firma del tratado de Tordesillas (1494) entre España y Portugal, quedó conformado el campo de operaciones entre ambas potencias en el territorio recién «descubierto».

Será en este nuevo contexto de expansión en el que se enmarcan los dife-rentes viajes que se realizan al continente americano en la primera mitad del siglo xvi. Las potencias que toman la delantera en la exploración y posterior conquista son Portugal y España, siendo una de las principales obsesiones es-pañolas, además, la apertura de una nueva vía directa a las islas Molucas que no entrara en conflicto con los intereses portugueses. En tanto, la presencia del resto de potencias europeas en el sur del continente americano en este periodo es más testimonial.

Las etapas del descubrimiento que abordaremos, focalizadas en el ulterior fuerte Sancti Spiritus, se articulan en dos momentos diferenciados: un pri-mer momento marcado por el carácter exploratorio de las expediciones y un segundo, en el que se inicia la conquista propiamente dicha.

todas las construcciones que encontraban a su paso. De acuerdo con Astiz y Tomé (1987), este acontecimiento fue la culminación de las dos vertientes de conflictividad que generó la expedición. La interna, propia de la organización de los españoles, de las personalidades implicadas sobre todo la de Gaboto; y los resentimientos y rencores que generaron las injusticias, favoritismos y maltratos que alcanzaron a todos los miembros de la tripulación. Muy pocos fueron respetados por el jefe quién ejerció una autoridad sin límites y se creó enemigos por doquier. A esta situación se agregó la expedición de Diego García, que tuvo que aceptar que su predecesor en la conquista controlara sus bienes, tripulación y barcos. Por otra parte, la conflictividad externa se debió a las profundas diferencias culturales existentes entre los recién españoles y los habitantes originarios. La situación fue abordada por los europeos con autoritarismo y arrogancia, sin considerar, el importante juego de alianzas y enemistades existentes en la región. Luego, trataron de aprovecharse de ellas con escaso éxito (Astiz y Tomé 1987; Frittegotto et al., 2013).

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Primeras exploraciones (1500–1525)En esta carrera expansionista serán la corona castellana y la portuguesa las que jueguen un papel preponderante en el sur del continente americano. Las primeras expediciones exploratorias tienen como fin obtener un beneficio eco-nómico, abriendo nuevas rutas comerciales, cuyo objetivo es descubrir y co-merciar. Es por ello que muchas de las armadas cuentan con una financiación mixta, si bien los monarcas sufragaban parte de la cuantía económica que su-ponía llevar a cabo la expedición, eran los propios expedicionarios quienes te-nían que aportar parte de la misma y buscar «socios capitalistas» (tal y como se observa en las capitulaciones de Loaisa, Solís, García de Moguer, Gaboto, etc.).

Así estos primeros momentos, en lo que a la Cuenca del Plata se refiere, están marcados por procesos expedicionarios, más que de conquista propia-mente dicha (véase el viaje de Solís, Loaisa, las expediciones portuguesas, etc.) con un marcado carácter épico del que dan fe las historias que se cons-truyen a la vuelta e incluso las historias que cuentan aquellos marineros que, resultado de un naufragio o abandono, quedaran en la tierra (Avonto 2001).

Varias son las expediciones portuguesas y castellanas de las que hay cons-tancia que arriban al estuario del actual Río de la Plata. Las portuguesas (Laguarda, 1964, 1973), en el mejor de los casos, penetran ligeramente en el mismo como son la expedición de Esteban Froes (1511–1512) y la de Cristóbal Jacques (1521). Curiosamente ambas expediciones volverán con información relativa a las riquezas de la sierra de la Plata y el rey Blanco. En cuanto a las castellanas que penetran en el estuario del Plata, destacan la de Solís (1515–1516), conocida por el final trágico en el propio estuario (Medina 1908a), la de Magallanes (1519–1522) que reconoció el estuario del Plata y el río Uruguay (Pigafetta, 1941 [1536]; Kleinpening, 2011) y, finalmente, la de Loaisa (1525) (Medina 1889). A diferencia de las expediciones portuguesas, éstas estuvieron marcadas por los naufragios, amotinamientos, muertes y deserciones que pro-vocan que parte de los marineros de estas expediciones (fundamentalmente de las de Solís y Loaisa) queden en el continente americano, emplazando con el tiempo el sitio que posteriormente será conocido como Puerto de los Patos (Kleinpening, 2011; Maura, 2007) desde donde partirán los relatos referentes al Rey Blanco y las riquezas de la sierra de la Plata.

Primeros intentos de colonización. Los primeros asentamientos (1527–1550)Como hemos señalado, la etapa previa responde a un momento exploratorio del continente recién descubierto tratando de abrir una ruta de comercio con las Molucas o para extraer productos, siendo los pasos para la colonización y conquista del mismo muy tímidos. Si bien en la Cuenca del Plata no se esta-blece ningún asiento hasta finales del primer tercio del siglo xvi, no se puede

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señalar lo mismo para la costa brasileña para la que tenemos constancia del «fuerte» de Pernambuco (Maura 2007; Taylor 1932) y el sitio de San Vicente2 compuesto por «diez o doce casas y una hecha de piedra con sus tejados, una torre» (Cuesta, 1984:364), documentados ya para 1527.3 A estos asenta-mientos, más o menos estables, debe sumarse el Puerto de los Patos lugar en el que, como se ha reseñado, moraban los náufragos de las expediciones de Solís y Loaisa.

En todos ellos el capitán Gaboto recibió cumplida información en rela-ción con el camino que le esperaba y a la Sierra de la Plata y el Rey Blanco. Además, Sebastián Gaboto, desde su atalaya de la Casa de Contratación,4 fue conocedor de los viajes oficiales y, muy probablemente de aquellos de los que no ha quedado registro escrito.

Es por ello que en este primer momento colonizador tendrá un interés especial el poblado de Sancti Spiritus, ya que rompe con la tónica general de las expediciones previas al anticipar lo que con posterioridad será la norma general de las armadas: descubrir, pacificar y poblar (del Val Mingo, 1986). Pero sobre ello volveremos más adelante.

A partir del episodio de Sancti Spiritus, se abre definitivamente un proceso de expediciones a la Cuenca del Plata, tanto españolas como portuguesas (Kleinpening, 2011), que desembocarán en la concesión del adelantamiento del Río de la Plata a Pedro de Mendoza5 en 1534 con la potestad de «conquis-tar y poblar (…) y que podais hazer hasta tres fortalezas de piedra». Señala U. Schmidel, integrante de la expedición, que

vinimos de nuevo a nuestro real (…) y ahí mismo se levantó un asiento y una casa fuerte para nuestro capitán general Pedro de Mendoza y un muro de tierra en derredor del asien-

2 Si atendemos al diario de López de Sousa, este asentamiento se instaló en torno al 1500, ya que al momento de su arribo a la zona «e com elle veo Francisco de Chaves e o bacharel, e cinco ou seis castellanos. Este bacharel havia trinta annos que estava degradao nesta terra» (de Varnhagen, 1839:29).3 No será hasta 1530 que probablemente se funde la primera colonia francesa estable en Brasil, bajo el mandato del general Dupéret situada en la isla de Saint–Alexis, que fortificó, y donde quedaron 70 hombres (Bonnichon, 1992:32).4 Sebastián Gaboto, tras un periodo al servicio de la corona británica, llega a España en 1512 y es nombrado capitán de la Casa de Contratación a finales del mismo año (Archivo General de Indias, ES.41091.AGI/22.15.413//INDIFERENTE, 419, L.4, F.78R–78V). No será hasta comienzos de 1518 que ascienda al puesto de piloto mayor del Consejo de Indias (Archivo General de Indias, ES.41091.AGI/22.15.413//INDIFERENTE, 419, L.7, F.691R–692V.), en sustitución del fallecido Juan Díaz de Solís, y examinador de los pilotos navegantes de Indias.5 Archivo General de Indias, ES.41091.AGI/22.15.409//INDIFERENTE, 415, L.1, F.148V–152V.

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to de una altura hasta donde uno podía alcanzar con una tizona. Este muro era de tres pies de ancho y lo que se levantaba hoy se venía mañana de nuevo al suelo. (Quevedo, 1983:10)

Desde Buen Ayre el capitán Juan de Ayolas, en las inmediaciones del aban-donado Sancti Spiritus, construyó un nuevo fuerte que llamó de Corpus Christi (1536) cambiándolo de ubicación a los tres meses de su edificación y nombrando al nuevo emplazamiento Nuestra Señora de la Buena Esperanza. Al año siguiente de estas dos fundaciones el capitán Juan de Salazar, miembro también de esta expedición, fundó, en las inmediaciones del poblado cario Lambaré, la casa–fuerte de Nuestra Señora de Santa María de la Asunción para «el amparo y reparo de la conquista» (Kleinpenning, 2011:69).

De todas estas fundaciones únicamente sobrevive en el tiempo la casa–fuerte de Nuestra Señora de Santa María de la Asunción, que pasará a ser conocida como Asunción, siendo uno de los pocos asentamientos que, en los siglos venideros, merezca el calificativo de ciudad en el actual territorio de Paraguay. Es más, transcurrido un lapso de tiempo, a partir de 1550, será Asunción quien asuma los nuevos proyectos colonizadores como Santa Fe (1573) o la segunda Buenos Aires (1580) entre otras.

El Contexto multicultural de las sociedades indígenas en el siglo XVILos europeos que arribaron a la cuenca del Río de La Plata en el inicio del siglo xvi irrumpieron en el complejo panorama social y cultural de la región, un territorio poblado por diferentes grupos étnicos. Eran sociedades con un modo de vida basado en la caza, la pesca, la recolección y la horticultura de pequeña escala, que ocupaban los ambientes fluviales del Paraná y las plani-cies adyacentes.

La información etnohistórica acerca de estas poblaciones procede de la do-cumentación generada por miembros de la expedición de Sebastián Gaboto o directamente relacionados a la misma, entre ellos: Luis Ramírez (Mau-ra, 2007) Roger Barlow (Taylor, 1932), Diego García de Moguer (Medina, 1889); y otros que remontaron el Paraná en viajes posteriores tales como Pero Lopes de Sousa en 1531 (Varnhagen, 1839) y Ulrico Schmidel en 1567 (Queve-do, 1983). Estos relatos reflejan la visión de los europeos hacia los habitantes de la región con una tendencia a ponderar ciertos aspectos recurrentes con relación a los modos de vida de las poblaciones indígenas, en la mayoría de los casos relacionada con los objetivos de la empresa colonizadora (Letieri et al., 2013).

La visión sobre esta complejidad cultural a la que nos referimos queda ex-presada en la carta de Luis Ramírez, quien al describir la situación poblacio-nal del enclave en donde se erigió Sancti Spiritus dice «Aquí habían venido todos los indios de la comarca, que son de diversas naciones y lenguas, á

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ver al Señor Capitán General» (Medina 1908a). Así, Ramírez describió a los pueblos que habitaban en las cercanías, entre los cuales enumera a Guaraníes o Chandris, Querandíes, Caracaráes, Chanás, Beguás, Chaná–Timbú y Tim-búes entre otras naciones (Medina, 1908a). Por su parte, Diego García que navegó con el Capitán general por el Paraná aguas arriba, tuvo oportunidad de conocer otros pueblos ubicados más al norte de los ya mencionados, tales como los Mecotaes, Mepenes, Anamecs, Agaces y Chandules.

Las demás cronistas mencionan los mismos grupos con algunas variaciones, no obstante, la documentación es insuficiente para determinar si estas deno-minaciones hacían referencia a diferentes etnias o si corresponden a grupos o «parcialidades» (como las denomina Serrano, 1930) con un mismo origen étnico, diferenciados por su lengua y/o por divisiones políticas/territoriales.

En cuanto a los territorios que ocupaban, pueden diferenciarse grupos ca-zadores recolectores que abarcaban grandes territorios de la planicie pam-peana (ubicada al oeste del valle aluvial del Paraná), como los Querandíes a los que Ramírez caracterizó como «gente del campo, es gente muy liger» (Medina, 1908a) porque alcanzaban un venado persiguiéndolo a pie. Diego García los ubicaba más allá de los Caracaraes y los describía como una gene-ración muy grande. «esta generación nos dio muy buena relación de la sierra y el Rey Blanco» (Medina, 1908a) y de hecho, el Capitán Francisco César se internó junto con ellos y otros ocho tripulantes para tratar de alcanzar la mítica sierra de la Plata dando origen a la leyenda de la ciudad de los Césares (Frittegotto et al., 2013:34).

También, habitaban en los alrededores del fuerte otras naciones como los Caracaraes (denominación que da origen al nombre del río Carcarañá), Cha-nás, Beguás, Chanás–Timbús y Timbús cuya economía complementaba la caza y la pesca con la horticultura a pequeña escala de vegetales tales como el abatí o maíz, calabazas y habas. Estos grupos, a diferencia de los Querandíes, tenían un sistema de asentamiento y subsistencia adaptado a los ambientes fluviales por donde se movilizaban en canoas.

Las evidencias arqueológicas para esta región marcan la presencia de sitios en la llanura aluvial del Paraná durante el periodo Holoceno Tardío. Pero la mayor densidad de población se produce a partir de los 1000 ap, coinciden-temente con el Máximo térmico medieval, donde los pueblos con sistema de vida propio de ambientes acuáticos ocupan toda la llanura aluvial y costas de los dos colectores —Paraná y Uruguay—, desde el Paraguay hasta el Delta (Ceruti y González, 2007:126). Para este momento,

en el área inferior del Paraná y Delta se registran campamentos residenciales que fueron ocupados en uno o varios momentos durante el Holoceno tardío, ubicados preferente-mente en el sector de islas, sobre montículos y albardones»… «La estrecha cercanía de los

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sitios con cursos y cuerpos de agua, así como su frecuente ubicación en la intersección de distintos cursos muestra que se privilegió la ocupación de lugares accesibles por vía acuá-tica, donde las redes hídricas integraron los sistemas de circulación entre los sitios. Esto apoya el uso extendido de medios de navegación. (Bonomo et al., 2010:55).

Por otra parte, en las costas altas, sobre la planicie pampeana lindante con el Paraná también se registran sitios sobre la desembocadura de ríos o arro-yos, como el caso de «Embarcadero» y «Camino alambrado» que fueron lo-calizados en las márgenes del Carcarañá en el marco de este proyecto (Cocco y Letieri, 2009; Letieri et al., 2010).

Por su parte, los guaraníes o chandris, también habitaban en las islas del Pa-raná y eran considerados como aliados por los europeos, «andan derramados por esta tierra y por otras muchas, como corsarios, a causa de ser enemigos de todas estas otras naciones» (Medina, 1908a). Las poblaciones de la familia lingüística tupi–guaraní proceden de la floresta tropical brasilera y ocuparon el Paraná inferior y delta en momentos históricos previos a la llegada de los europeos. De acuerdo con la cronología de los sitios asignados a estos grupos en el Delta, su presencia dataría del noveno siglo dc. (Loponte et al., 2011) o épocas aún más recientes, a fines del siglo xiii dc. (Bonomo et al., 2011:561).

Los Guaraníes del Delta debieron prescindir de los cultivos tropicales, ba-sando su agricultura en el maíz; y la falta de espacio en las islas los obligó a reducir el número de habitantes de los poblados (originariamente conforma-dos por grandes casas comunales o malocas) y aumentar la incidencia de la caza y pesca en el régimen alimentario (Brochado, 1973 en Ceruti y González, 2007:126). La llegada de estos grupos agricultores amazónicos irrumpió en el escenario cultural de las poblaciones preexistentes y generó diferentes tipos de relaciones interétnicas: de alianza, enfrentamiento y hasta de sometimien-to y esclavitud, que posteriormente serían aprovechadas por los expediciona-rios europeos para favorecer sus estrategias de exploración y conquista.

El fuerte de Sancti SpiritusLocalización geográficaEl sitio fuerte de Sancti Spiritus se ubica sobre la margen norte del río Car-carañá en el área de su desembocadura en el Coronda, a los 32º 26’ latitud Sur y 60º 48’ longitud Oeste, en la localidad de Puerto Gaboto, provincia de Santa Fe, Argentina.

El área se ubica entre el sector oriental de la región de la Pampa Ondula-da y la llanura aluvial del Paraná, donde la planicie pampeana se encuentra sobreelevada con respecto al valle aluvial del río y constituye un paisaje rela-tivamente estable que no ha sufrido grandes transformaciones en los últimos 500 años (Frittegotto et al., 2013:39).

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Articulación espacial del emplazamientoSi consideramos los propósitos que tenía Sebastián Gaboto al ingresar y re-montar el río Paraná, el lugar del emplazamiento de Sancti Spiritus fue elegi-do por las características favorables que el área presentaba desde el punto de vista topográfico, geográfico y estratégico:

• Es un área del paisaje estable (la planicie pampeana), que no era inun-dable y como se detallará más adelante, un sitio que había sido habitado previamente por alguno de los grupos indígenas mencionados para la región.

• Por su posición topográfica y su cercanía a dos cursos de agua era favora-ble para la construcción de embarcaderos, el acceso directo a las vías navega-bles y el control de los movimientos en la llanura aluvial del Paraná.

• El río Paraná era una vía de navegación que posibilitaba la comunicación desde el Atlántico, a través del Río de La Plata hasta el Paraguay.

• Tenía un acceso hacia el oeste (donde supuestamente se localizaban las sierras de oro y plata) a través del río Carcarañá, el cual recorre la planicie pampeana hasta desembocar en la llanura aluvial del Paraná.

La posición geográfica de este sitio, ya había sido valorada por las pobla-ciones originarias de la región como un lugar estratégico con acceso directo a los cursos fluviales y a recursos de la llanura y del Paraná. Esta recurrencia se verá reflejada en la secuencia de ocupación del sitio.

Secuencia de ocupación del sitioComo se ha señalado, Sancti Spiritus es el más antiguo de los sitios europeos construidos en la actual República Argentina, cuya particularidad radica en el hecho de ser un episodio fruto de las inquietudes del capitán de la arma-da, Sebastián Gaboto, que desaviniendo las capitulaciones firmadas con el monarca castellano, y producto de los avatares de su viaje después de partir del puerto de Sanlúcar (1526), arriba a la confluencia del Carcarañá con el Coronda donde hace su asiento. Los trabajos arqueológicos iniciados en el año 2006 pero fundamentalmente las excavaciones realizadas en el sitio desde 2008–2013, han puesto de manifiesto tres fases de ocupación.

Fase 1. El asentamiento originarioQue el emplazamiento elegido por Gaboto para su asiento era el idóneo, lo pone de manifiesto la presencia de un poblado indígena que se situaba en el lugar previo a la llegada de los europeos, desde hacía al menos un siglo, y que controlaba el nudo de comunicación que componían el río Carcarañá y Coronda. Contrasta esta información obtenida en la excavación con la de los documentos de los propios co-lonizadores, ya que nada señalan en relación con la existencia de poblados previos.

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En los casi 200 m2 excavados, se han documentado más de 350 agujeros de poste pertenecientes, de forma mayoritaria, a las viviendas de madera que conformaban el sitio de las poblaciones originarias, de forma y dimensiones variables, siendo testigos en alguno de los casos de una continuada reposi-ción.6 La imagen resultante, tras las campañas de excavación, permite vis-lumbrar una realidad muy compleja producto de la continua yuxtaposición de las evidencias. Esta situación por el momento, y a falta de ampliar el área excavada, no permite elucubrar cómo eran las plantas y dimensiones de las estructuras en las que vivían los indígenas. Es interesante, sin embargo, com-probar que bajo los rellenos que colmataban muchos de estos agujeros y sobre la base de los mismos, aún se conserva parte del material cerámico que se dis-puso a modo de preparación intencionada del interior, para evitar que el poste tuviera contacto directo con el nivel arcilloso natural. Se trata de fragmentos lisos de contenedores y «cerámica gruesa» (fragmentos de vasos campana).

Finalmente, contamos con una datación de Carbono 14 efectuada sobre muestras de carbones procedentes de la amortización de uno de estos aguje-ros de poste que ofrece (a dos sigmas, es decir, con un 95 % de certeza) una horquilla cronológica circunscrita entre 1405 y 1455 de nuestra Era.

Fase 2. La ocupación europea: fuerte Sancti Spiritus (1527–1529)La construcción del asentamiento europeo sobre el poblado indígena preexisten-te, conllevó la destrucción parcial del mismo, pero no que los pobladores origina-rios dejaran de vivir alrededor del mismo, tal y como se colige de la carta de Diego García de Moguer al señalar que «allí en aquella casa (fuerte) avitavan Yndios que tenían cabe la fortaleza sus casas» (Medina, 1908b:243). En este punto el registro estratigráfico es claro, mostrando cómo los muros y foso del fortín español se superponen y cortan los agujeros de las cabañas de los pobladores originarios.

Las investigaciones arqueológicas han puesto de manifiesto la existencia inequívoca de los restos de la fortaleza mandada construir por Gaboto, no así de las 20 casas de paja en las que habitaron los españoles (Medina, 1908a). Las evidencias documentadas en el registro arqueológico se resumen, hasta el momento, en la zanja de construcción practicada para la colocación del muro de tapia este de la casa–fuerte, el propio muro de una anchura de 120 cm (cuatro pies y medio castellanos), una longitud que hasta al momento alcanza más de 35 m y un foso de protección, con unas dimensiones de 4 m de ancho en la boca y 2,5 en la base y una profundidad que ronda los 70 cm, en cuyos sedimentos se ha recuperado abundante material arqueológico.

6 Las últimas investigaciones señalan que la tasa de reposición de un poste difícilmente supera una generación en el mejor de los casos (Azkarate 2007–2008; Quirós 2012).

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Figura 1. Ubicación del sitio Fuerte Sancti Spiritus en la localidad de Puerto Gaboto.

Figura 2. Restos del asentamiento indígena y sendos detalles de agujeros. Arriba a la izquierda, detalle de cerámica gruesa empleada como calzo para el poste. Arriba a la derecha superposición de agujeros de poste en la que 4 corta a 3; 3 corta a 2 y 2 corta a 1.

República Argentina. Provincia de Santa Fe

Puerto Gaboto

1 2 3 4

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El análisis de la composición del muro de tapial7 ha permitido constatar que la presencia de determinados minerales (anhidrita y plagioclasas) es lo suficientemente significativa como para que su uso fuera intencionado en la construcción de la estructura. Comparado con una muestra de tapial proce-dente de una vivienda del sitio Santa Fe la Vieja (1573–1660), provincia de Santa Fe,8 se ha demostrado que ambas muestras presentan composiciones ligeramente distintas, pero que comparten características fundamentales, como determinados minerales o las formas de producción.

Los artefactos que pueden ser asociados al momento de ocupación euro-peo proceden principalmente de unidades estratigráficas con alto contenido de carbón situadas sobre la base del foso. Dichas unidades, luego de la des-trucción del fuerte fueron cubiertas por sucesivas capas que colmataron la antigua estructura del foso.

Los artefactos europeos recuperados en las excavaciones formaron parte de una expedición marítima de principios del siglo xvi y dentro de ese contexto son estudiados e interpretados. Para el abastecimiento de los barcos, el punto de refe-rencia a partir del cual se realizaban todas las previsiones, era la ración alimentaria para todos los hombres que irían a bordo durante el viaje (Mena García, 2004). Los contenedores comerciales, destinados al transporte de las provisiones para la alimentación de la tripulación, ofrecen numerosas denominaciones según la documentación histórica, como también, de acuerdo con las investigaciones ar-queológicas tanto en el continente americano como en España. De acuerdo con los registros históricos, los mismos constituyen desde un punto de vista cuanti-tativo, el capítulo más importante de productos cerámicos enviados a América. Los artefactos remitidos fueron vasos, jarras y botijas, siendo estas últimas, el pro-ducto cerámico de carácter utilitario con mayor volumen de comercio durante el siglo xvi (Sánchez Cortegana, 1996). Dentro de este tipo de contenedores, que representan más del 90 % de la muestra de cerámica europea recuperada, fueron identificados en el contexto de Sancti Spiritus el tipo Early Olive jars (Goggin, 1960) como también las denominadas jarras (Amores y Chisvert, 1993).

Los otros tipos de artefactos recuperados en el sitio son objetos de uso personal como mayólicas destinadas al consumo de alimentos: platos y escu-dillas, de los tipos Columbia Plain, Columbia Green Depeed e Isabela Po-lychrome, albarelo o pote de farmacia, tipo Caparra Blue para el transporte de medicinas y lebrillo para el aseo personal (Deagan, 2002).

7 Análisis efectuado a una muestra del muro de tapial por Romualdo Seva Román de la Unidad de Arqueometría de la Universidad de Alicante.8 El sitio Santa Fe la Vieja se encuentra ubicado en la localidad de Cayastá, provincia de Santa Fe a unos 180 kilómetros al norte de Puerto Gaboto.

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Figura 3. Superposición de las estructuras europeas e indígenas. A la izquierda se aprecia el muro de tapial del fuerte y su zanja de construcción y cómo ésta corta a los agujeros del asentamiento indígena. Arriba a la derecha, vista cenital. Abajo a la dere-cha, detalle de agujeros cortados por la zanja de construcción del muro de tapial.

Figura 4. Foto general y sección de las estructuras europeas.

Zanja de construcción del muro de tapia Muro de tapia Agujeros de poste cortados por la zanja de construcción del muro de tapia

Muro de tapial Posible lugar de amasado de tapialFoso Estructuras sin excavar

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El análisis tecnotipológico de las cerámicas europeas permitió identificar un total de 7 grupos cerámicos de acuerdo con la consideración conjunta de decoración, forma y tipología compositiva (Pasquali, 2012; Pasquali y Es-cribano Ruiz, 2013). A partir de esto se realizó la caracterización química de 10 fragmentos cerámicos seleccionados de estos grupos cerámicos por Fluo-rescencia de Rayos x (frx) y la determinación mineralógica de la muestra a través de Difracción de Rayos x (drx).9 Los mismos fueron comparados con una base de datos de centros productores de España, indicando un posible origen sevillano para la mayor parte de los fragmentos caracterizados (Buxeda i Garrigós y Madrid i Fernández, 2012).

Un capítulo aparte merece las denominadas «mercaderías de rescate», es decir, las cuentas de vidrio y los cascabeles. Entre los productos europeos en-viados a las colonias americanas, a partir del siglo xvi, las cuentas de vidrio tu-vieron un rol preponderante en el intercambio con las poblaciones aborígenes (Relaciones y Cartas de Cristóbal Colón, 1892 y Pigaffetta, 1941 [1536]). En el fuerte Sancti Spiritus se han recuperado cuentas de vidrio, destacándose los ti-pos Chevron y Nueva Cádiz (Smith, 1983). Estas mercancías eran objetos con valor económico para la época, sin embargo ese valor no es una propiedad in-herente sino un juicio que sobre ellos emiten los sujetos, es decir, la fuente que otorga valor a los objetos se encuentra en el intercambio (Appadurai, 1986).

A pesar de las restricciones en el siglo xvi para impedir los males derivados de los juegos de azar y de las referencias en las cédulas referidas a la organiza-ción de la expedición (Medina, 1908a), se han documentado dados de hueso, todos los cuales fueron hallados dentro de los rellenos del foso. Finalmente, se han hallado materiales constructivos: clavos de sección cuadrada y de dife-rentes tamaños, una planchuela de hierro y restos de madera quemada.

Dentro de los mismos rellenos, se hallaron materiales de manufactura indí-gena de los grupos que interactuaron con los europeos durante la ocupación del fuerte. Como se dijo previamente, Luis Ramírez, Roger Barlow, Diego García de Moguer, y posteriormente Pero Lopes de Sousa y Ulrico Schmi-del ofrecen en sus relatos una rica información relacionada con los distintos grupos étnicos que poblaban el área. Estas poblaciones poseían un conjunto artefactual variado y complejo, con productos realizados en cerámica, hueso, piedra, madera y fibras vegetales, cuya función estaba relacionada con la vida doméstica, actividades de subsistencia (caza, pesca y recolección) y con fines ceremoniales o rituales (Frittegotto et al., 2013:96). Sobre un total de unos

9 La caracterización química por Fluorescencia de Rayos X (FRX) y el estudio de la composi-ción mineralógica por Difracción de Rayos X (DRX) se realizó en la Universidad de Barcelona. Grupo ARQUB (Arqueometría y Cultura Material) dirigido por el Dr. Jaume Buxeda i Garrigós.

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ARTEFACTOS EUROPEOS

Cerámica Cuentas de vidrio Metal Vidrio Dados

CANTIDAD 2102 fragmentos de contenedores 1250 unidades 145 artefactos 414 fragmentos 60 unidades

Tabla 1. Artefactos de origen europeo recuperado en el sitio y clasificado por materialidad.

Figura 5. Artefactos recuperados en la Fase 2. Cascabeles; Cuentas de vidrio tipo Nue-va Cádiz; cuentas de vidrio tipo Chevron; mayólica sevillana tipo Isabela polícromo; mayólica tipo caparra azul; mayólica tipo Columbia plain; dados de hueso; lebrillo; contendor comercial; cerámica tipo guaraní bicolor; plato cerámica tipo guaraní mo-nócromo rojo; cerámica tipo guaraní cepillada.

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15.000 fragmentos de cerámica de manufactura indígena recuperados en el sitio, se pudo establecer que 1107, se encontraban en el contexto de la Fase 2. Dentro de éstos se han identificado platos, ollas, partes de contenedores abiertos y cerrados con diferentes técnicas de aplicación: pintados de rojo, con representaciones geométricas (rojo sobre blanco), incisos, corrugados, unguiculados y cepillados. También se han recuperado fragmentos de pipas, representaciones modeladas antropomorfas y zoomorfas, torteros, fragmen-tos reutilizados (fichas de juego o tapas) y alfarerías gruesas.

Es importante reiterar, que estos artefactos juntos con los europeos forman parte de la cultura material de Sancti Spiritus, es decir, fueron utilizados en-tre 1527 y 1529 (y fabricados antes o durante este momento) en el contexto de este primer asentamiento europeo.

Fase 3. Destrucción del fuerte. Reocupaciones temporariasTal y como señala la documentación relativa al episodio de Sancti Spiritus, des-pués de cerca de 31 meses de estancia en la zona, en 1529 es atacado y destruido el asiento europeo por parte de las comunidades indígenas. En el estado en el que se encuentra la investigación arqueológica no tenemos tan claro cómo se produ-ce la destrucción del asentamiento, ya que en los cerca de 200 metros cuadrados excavados no hay constancia de un nivel de destrucción masivo producto de un incendio según consta en la documentación histórica (Medina, 1908a).

Destruido el fuerte español, el área es ocupada nuevamente por las so-ciedades locales, aunque todo hace indicar que de forma muy esporádica. Prueba de ello es la presencia de un enterratorio primario cuya fosa corta a los rellenos de amortización del sitio y los restos de un gran fuego temporal (excavado parcialmente en 2010) sobre los rellenos de amortización del foso.

Parece, además, que la destrucción no fue total y que uno de los baluartes subsistió en pie, convirtiéndose en un referente de los navegantes que en las décadas sucesivas remontaban el río (Berberián, 1987, Ledesma, 1978).

La configuración espacial del asentamientoA partir de los restos localizados en las diferentes campañas de excavación no se ha podido determinar aún cómo se configuraba el hábitat indígena ni de qué forma se estructuraban las unidades domésticas que lo componían. Lo que sí podemos señalar, sin embargo, es que la ocupación del espacio fue muy profusa atendiendo a la superposición y disposición de los agujeros de poste. Igualmente, a partir del conocimiento que poseemos de la distri-bución de las evidencias, podemos suponer su disposición tanto en la zona elevada del sitio como en la barranca que desciende hacia el río Carcarañá.

Del emplazamiento europeo, sin embargo, podemos afirmar que el fuerte era una estructura poligonal, ya que la forma del muro de tapia excavado así

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lo atestigua. Ahora bien, desconocemos como era su forma (cuadrangular, rectangular, pentagonal, etc.). Si conjugamos los datos de las diferentes cam-pañas de excavación y proyectamos las líneas conocidas del muro de tapial Este del fuerte, éste alcanza una longitud de casi 40 metros.

Por tanto, si proyectamos las líneas de los elementos conocidos con sus di-mensiones (muro de tapial 1,20 m y foso ca. 4 m de ancho), la fortaleza puede llegar a alcanzar un tamaño, mínimo, de 47 metros de lado exterior. Además, si superponemos el plano de distribución de evidencias construido a partir de los restos recuperados durante las excavaciones con el de la reconstrucción hipotética, observamos que el segundo se ajusta por completo al primero. En consecuencia, tanto el poblado previo a la llegada de Gaboto como el fuerte mandado construir por éste, se desarrollan en el mismo emplazamiento y, por tanto, su investigación no puede (ni debe) disociarse.

Consideraciones finales. Sancti Spiritus como inicio de un proceso inevitableSancti Spiritus es el primer asentamiento español construido en el actual territorio argentino, un efímero episodio desarrollado al margen de las ór-denes de la monarquía hispánica producto de las inquietudes del capitán de la armada. Lo expuesto hasta el momento nos permite señalar, además, que la iniciativa adoptada por Sebastián Gaboto se adelanta a lo que en los años venideros iba a ser la tónica general adoptada por la corona castellana en los territorios recién descubiertos: conquistar, pacificar, poblar.

A pesar de que su empresa no fructificó —al igual que la primera Buenos Aires o los fuertes de Corpus Christi y Buena Esperanza—, planta las bases de lo que posteriormente será el devenir del desarrollo de los asentamientos

Figura 6. Detalle del enterramiento y del fogón documentado.

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cuyo paradigma, de estos pasos iniciales de la conquista y colonización, es la ciudad de Asunción: sobre un poblado indígena se construye un primer sitio europeo, de reducidas dimensiones, que posteriormente se transformará en una ciudad.

Prueba de que el emplazamiento poseía un marcado carácter estratégico, lo pondrá de manifiesto el hecho de que a pesar de conocer el sitio un final trágico, a lo largo del siglo xvi habrá intentos de reconstruirlo, ya que su posi-ción estratégica en la ruta fluvial entre Asunción y Buenos Aires, al situarse en medio del trayecto, hacía imprescindible volver a poblarla (Berberián, 1987).

En cuanto al contexto social y multicultural en el momento de las pri-meras expediciones europeas en la Cuenca del Plata, el estudio del registro arqueológico de la Fase 2 de Sancti Spiritus tiene el valor de representar la cultura material de este periodo acotado en el tiempo, donde están presentes conjuntos artefactuales europeos e indígenas de principios del siglo xvi utili-zados en un hábitat particular (un emplazamiento fortificado). Estos contex-tos constituyen una referencia para el estudio de otros sitios con ocupaciones españolas tempranos en Sudamérica, como el caso de los recientes estudios en la desembocadura del río San Salvador, Uruguay (López Mazz et al., 2013).

Asimismo, el registro material de esta Fase 2 en el sitio constituye un mar-cador temporal en la historia de las poblaciones indígenas de este sector par-ticular del Nordeste argentino, que puede ser comparado con los contextos arqueológicos de las ocupaciones anteriores (Fase 1) y posteriores (Fase 3) en este mismo sitio y con otros poblados indígenas del Paraná inferior y Delta.

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