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CÓMO VIVÍAN NUESTROS VIEJOS ABUELOS La percepción anahuaca de la vida Guillermo Marín

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CÓMO VIVÍAN NUESTROS VIEJOS ABUELOS

La percepción anahuaca de la vida

Guillermo Marín

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Para dos guerreros biniza Azael Campos y Juan Carlos Rojas.

Los humanos actuales, producto del dominio occidental durante los

últimos cinco siglos, hemos perdido la memoria histórica de la

humanidad. Nos han hecho creer que el ser humano y el mundo, en

esencia, siempre han sido como hoy somos en occidente. Pero esto no

es así.

La colonización ideológica y espiritual occidental, ha creado a través de

su narrativa histórica, vertida en libros, academias, universidades, pero

sobre todo en el cine, la radio y los impresos, especialmente a partir de

la mitad del siglo XX, y ahora, a través de las redes sociales, una versión

muy distorsionada del ser humano y la humanidad a través de las

diferentes civilizaciones que han existido, especialmente en el mundo

antiguo.

Este ser humano moderno occidental y occidentalizado,

independientemente que sea del primer mundo o del tercer mundo,

piensan más o menos igual, lo que los diferencia es su capacidad de

consumo, y sus cada vez mínimas diferencias culturales regionales. Ya

que, en los últimos 70 años, los pueblos del “mundo libre”, han iniciado

una veloz carrera para homogenizarse, tanto en lo material, como lo

intelectual, compartiendo una acelerada degradación espiritual.

Los pueblos de civilizaciones y culturas ancestrales, que han mantenido

una defensa de su identidad y memoria histórica, son, a final de cuenta,

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los que hacen la diferencia en los países modernos occidentales y

occidentalizados. Aunque han cambiado muchas cosas de su “fronda

cultural”, algunos de sus elementos culturales más importantes siguen

enraizados en la profundidad de su conciencia de ser y de estar.

Elementos culturales esenciales que siguen vivos, vigentes y vibrantes.

Para el caso de nosotros, los que tenemos conciencia de pertenecer a

la civilización del Cem Anáhuac, desde Alaska hasta La Tierra del

Fuego, en el continente llamado en rebeldía y dignidad Abyanáhuac,

sabemos, porque así lo sentimos, que nuestros Viejos Abuelos tenían

una visión muy diferente del mundo y la vida. La cual, es totalmente

diferente y opuesta a la occidental, moderna, colonial y eurocéntrica.

Esta milenaria percepción del mundo y la

vida, se sustenta en miles de años de

sistematizar y organizar los

conocimientos, para crear la sabiduría

conocida como Toltecáyotl, entendida

como los conocimientos y las instituciones

de los toltecas (las personas de

conocimiento). La cual sigue viva y se

manifiesta en diferentes tesituras,

dependiendo de las agresiones coloniales y neocoloniales.

Dependiendo también, de los espacios físicos en los que han tenido que

vivir en permanente y heroica resistencia cultural ante la penetración

colonial. Pero de manera general, se manifiesta en todo el Cem

Anáhuac, sea en las grandes metrópolis o en los rincones alejados de

la modernidad. Se manifiesta en rasgos, a veces nítidos y otros más

agazapados, en las formas transculturales que le ha impreso a la

modernidad. El “sí, pero no”.

Y en ocasiones, esta raíz, brota intensa y telúrica, como en la CDMX en

los terremotos, en dónde los seres humanos, independientemente de

su nivel sociocultural, fenotipo, sexo y edad, respondiendo a su banco

genético de información cultural, viene a ellos la esencia de su Cultura

Madre. La solidaridad, la fraternidad y el apoyo permite salir avante de

las catástrofes, una y otra vez.

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Consideramos que en general, el ser humano en lo esencial, comparte

casi los mismos valores y principios humanos, especialmente en las

personas que son descendientes de pueblos y culturas ancestrales. En

contra parte, los seres humanos contaminados por la modernidad

occidental, se homogenizan en valores creados por el Mercado, para

hacer más funcional y productivo el sistema.

Frente al individualismo, el materialismo, el consumismo, que

caracteriza al ser humano moderno. El cual le han inculcado una visión

de felicidad en la opulencia, el derroche y la comodidad que se logra a

través del dinero, no así del trabajo. Este ser humano moderno está

alienado para ver en la guerra, la violencia y la depredación del medio

ambiente, una forma natural y humana de interrelacionarse con sus

semejantes y con el mundo en el que vive. Para lo cual, lo mantienen

en un permanente estado de estrés, miedo, zozobra e inseguridad a

través del terrorismo de Estado y el

terrorismo económico y financiero, por

medio de los medios masivos y los

poderosos bancos y empresas

trasnacionales.

En efecto, la guerra, el dinero y el

comercio, son los ejes del mundo

moderno. El punto es que, nos hacen creer

que el mundo y el ser humano siempre han

sido como hoy vivimos. Los colonizadores

nos describen cómo eran nuestros

antepasados y creemos que, como en las caricaturas de “Pedro

Picapiedra”, desde la prehistoria los seres humanos siempre hemos

tenido los valores y principios, la forma de ver el mundo y la vida, como

hoy en la modernidad. Pero eso no es cierto, el ser humano ha sido de

muchas formas, han existido otros valores y principios, otras formas de

vivir y entender el mundo. Muchos significados diferentes. Muchos

universos diferentes.

Es el caso de nuestro Viejos Abuelos toltecas, que crearon una de las

formas de entender el mundo y la vida con mayor equilibrio y eficiencia,

dotando a los habitantes del Cem Anáhuac, de bienestar material y

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espiritual, propiciando a lo largo de muchos siglos en todo el continente,

un desarrollo humano en plenitud y armonía.

Pese a lo que escribieron gente como Cristóbal Colón, Hernán Cortés o

Bernardino de Sahagún, y siguen escribiendo gente como Matos

Moctezuma o León Portilla, esto se puede demostrar al valorar

descolonizadamente y con un pensamiento crítico, algunos elementos

y logros culturales civilizatorios, que fueron resultado de este largo

proceso y una forma muy equilibrada y armónica de vida.

Por ejemplo: todas las civilizaciones ancestrales domesticaron una

planta silvestre para cimentar su sistema alimentario e iniciar la

agricultura y con ello, sentar las bases de sus civilizaciones. Los toltecas

inventaron el maíz a partir de transformar el teocintle en maíz, creado

otra planta diferente. Esto se hizo a través

de lo que hoy conocemos como ingeniería

biogenética. Pero en este mismo campo

de conocimiento, crearon la milpa, el

chocolate y la nixtamalización, que

permitió convertir el maíz en masa y de ahí

la preparación de más de 3500 productos

alimenticos. Incorporaron a su

alimentación la vainilla, el amaranto, la

calabaza, el chile, los quelites, los

insectos, las algas y un largo etcétera, lo

que les permitió gozar de una excelente

salud y poseer suficiente energía y tiempo,

para trabajar en sus grandes obras

materiales e inmateriales.

Otro elemento cultural fundamental para entender el alto grado de

desarrollo humano, fue la creación del primer sistema de educación,

obligatorio, público y gratuito de la humanidad. El crisol en donde se

formaban en valores y principios muy elevados de los niños y jóvenes

anahuacas. Este sistema permitió el impulso de la investigación y

sistematización del conocimiento, pero además, propició el

emprendimiento de grandes proyectos materiales e inmateriales, que

implicaron muchas generaciones en un esfuerzo compartido y

sistemático, sin perder o desviar la esencia de los proyectos, como el

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caso del Tollan de Daany Beédxe, conocido como la zona arqueológica

de Monte Albán, en Oaxaca, México, el cual duró 1350 años en su

proyecto constructivo y de plenitud; o la creación de cinco cuentas

astronómicas, como son la lunar, solar, venusina, de las estrellas

Pléyades y la llamada cuenta larga, totalmente exactas que están

interconectadas y articuladas unas con otras en una perfecta

sincronización, como un reloj galáctico.

Otro elemento cultural, digno de tomar en cuenta, para entender el alto

grado de desarrollo humano en el Anáhuac, fue la creación, aplicación

y vigencia de la primera democracia participativa vigente hasta nuestros

días. El concepto del gobierno del pueblo y para el pueblo en su

expresión más auténtica y genuina es la llamada democracia tolteca,

que seguramente ya estaba en funciones cuando nuestros abuelos

esculpían las llamadas “cabezas olmecas”, en el año 1500 aC.

En esta democracia, es el pueblo, el que

forma desde jóvenes a los futuros

responsables de la comunidad. Los

principios fundamentales son: el bien

común sobre el interés privado, el servicio

a la comunidad como la actividad más

elevada de un individuo, el trabajo sin

remuneración por la comunidad, la

Asamblea, como el espacio en donde se

analizan, discuten y acuerdan por

unanimidad, los problemas, desafíos y aspiraciones del bien común,

para que las autoridades elegidas por el pueblo “manden obedeciendo”

a la Asamblea.

Esta democracia funciona en una espiral ascendente de servicios por el

bien común. Inicia cuando los adolescentes empiezan con diversos

servicios de apoyo a las autoridades, después siguen las

responsabilidades en los diversos comités que permiten el buen

funcionamiento de la comunidad. Poco a poco, a través del tiempo y de

acuerdo al buen desempeño de sus responsabilidades en los comités,

el ciudadano va aumentando la complejidad de sus servicios, hasta que

en la madurez llega a ocupar los puestos de alta responsabilidad. El

pueblo se gobierna a sí mismo y forma sus propios cuadros.

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Cuando llega a la madurez física y de servicio, el ciudadano es una

persona que conoce la responsabilidad, a la comunidad y sus

problemas, pero, sobre todo, ha aprendido lo que significa la alta

responsabilidad de gobernar, dirigir y administrar los recursos en

beneficio del bien común. En Oaxaca, México, existen 16 culturas

ancestrales diferentes en 570 municipios, de los cuales, en 416 se sigue

utilizando la democracia tolteca ancestral. Por supuesto, enfrentando

severos conflictos con los operadores políticos, los partidos políticos y,

sobre todo, con las empresas extractivas, nacionales y extranjeras, que

están invirtiendo todos sus recursos económicos y políticos para

desacreditar y destruir esta milenaria democracia para imponer el

sistema de partidos políticos y a través de la corrupción, lograr que se

cumplan las acciones que benefician a sus intereses.

Otro elemento cultural, para entender el alto

grado de bienestar y la alta calidad de vida

que lograron nuestros antepasados, fue que,

durante decenas de siglos, tal vez, tres mil

años, no existió el uso del dinero y la

propiedad privada. Esto es producto de un

alto nivel de conciencia comunitaria y de

elevados valores y principios en cuanto a la

responsabilidad existencial de los individuos,

las familias y los pueblos. Nos demuestra que

la percepción de la vida y el mundo, tenían

significados que no estaban en el plano

material de la existencia. La oportunidad de estar vivo y ser consciente,

estaba enfocada a servir al bien común y al desarrollo espiritual.

El no buscar el poder y el reconocimiento a partir del atesoramiento de

bienes materiales, implica que la vida personal y comunitaria no estaban

enfocados al “tener”, sino al ser y la búsqueda de su trascendencia en

planos intangibles. La riqueza, el gozo de lujos, placeres y

comodidades, no eran el motor de su existencia, por el contrario,

estaban excluidos. Se reconoce que el trato que le daban a los

estudiantes, independientemente del estatus de sus padres en la

comunidad, era igual para todos, y que, el esfuerzo, trabajo y

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disposición de servir y ser solidarios, era una de las normas de las

instituciones educativas.

La austeridad, la frugalidad y el refrenamiento personal, eran los

elementos con los que se educaban en las casas y en las instituciones

educativas. Y se reconoce que las autoridades no gozaban de

privilegios que trasgredieran estas normas culturales y comunitarias.

Por el contrario, los dirigentes eran las personas a las que más se les

exigía la virtud y la honestidad, tanto en su vida personal como en sus

responsabilidades comunitarias.

Otro elemento cultural para dimensionar la civilización Madre y sus

múltiples y diversas culturas diferentes en tiempo y espacio, fue que,

durante todo su desarrollo civilizatorio, después de alcanzar grandes

logros y descubrimientos en diferentes ámbitos de las ciencias, jamás

inventaron arma alguna. Contra todo lo que

han dicho los invasores y colonizadores para

justificar sus grandes matanzas, la

civilización del Anáhuac nunca fue una

civilización sustentada en la guerra. Por el

contrario, las civilizaciones del continente

Euroasiáticoafricano, desde la antigua

sumeria o los egipcios, pasando por los

griegos y romanos, hasta en nuestros días

con la OTAN, sustentaron su desarrollo en el

poder de las guerras, las armas y el comercio.

Es sorprendente que nuestros Viejos Abuelos, durante por lo menos

9500 años de desarrollo humano, desde el inicio del periodo Preclásico,

hasta la invasión española, nunca hayan usado sus inteligencias y

conocimientos en las matemáticas, la ingería y la física, para inventar

una sola arma. Las armas que recibieron del periodo Prehistórico, es

decir, el arco, la lanza, el escudo, el hacha y la onda, con esas mismas

armas hayan enfrentado la invasión española.

Esta verdad, echa por tierra todas las mentiras de los tendenciosos y

falsos escritos hechos por los invasores y colonizadores, de que los

abuelos anahuacas eran guerreros. Por supuesto que, desde el inicio

de los tiempos, debieron existir grupos armados para garantizar la paz

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interior y la seguridad de agresiones exteriores, porque, como es lógico

suponer, el grado de desarrollo humano en el Anáhuac, no era

homogéneo y sabemos que las personas, como los pueblos belicosos

o guerreros, obedecen a una falta de desarrollo.

La guerra no fue para los Viejos Abuelos toltecas, una expresión de su

milenaria cultura. Por el contrario, los toltecas, durante muchos siglos,

especialmente en el periodo Clásico, metafóricamente se refirieron a “La

Guerra Florida”, como la metáfora de aquellas personas que

emprendían la búsqueda de la perfección interior. A esas personas se

les llamaba “los guerreros de la muerte florecida”, quienes debían

enfrentar la batalla más difícil de la vida

entablada con “el enemigo interior”, es

decir, las oscuras pasiones y las debilidades

que arrastran a la estupidez humana, para

vencerlas hasta disolverlas en la nada. Las

armas de estos guerreros del espíritu eran,

metafóricamente, “Flor y canto”, entendidos

como: Belleza igual a equilibrio logrado a

través de la medida; y la palabra, cargada

de conciencia y sabiduría expresada a

través de la poesía. Realmente es muy

sorprendente este rechazo a las armas y la

guerra, que solo se puede explicar por el

elevado nivel cultural y el desarrollo de una conciencia superior.

Otro de los grandes logros de los Viejos Abuelos toltecas, los creadores

a lo largo de milenios de la Toltecáyotl, fue el conocimiento profundo de

la Tierra como planeta, y la tierra, como generadora de la vida. Al

entender el milagro de la fotosíntesis, comprendieron la magia que se

produce con la energía que viene del Sol a través del espacio, y que, al

fecundar la tierra con el agua, la energía luminosa se convierte en

energía vegetal, de ahí viene la vida en muchas de sus múltiples

expresiones. El asombroso conocimiento que poseían los abuelos de

las plantas, su interrelación entre ellos, y la relación que entablaron con

el ser humano, explica la creación de la milpa, detonante de la

civilización.

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En efecto, los asombrosos conocimientos que se generaron en torno a

la agricultura llevaron a los abuelos a encontrar en la milpa, la forma de

obtener la energía suficiente para vivir todo un año, con el esfuerzo de

tan solo cuatro meses de trabajo familiar, en un espacio reducido de

terreno. La milpa, la chinampa, los regadíos y las represas, les

permitieron obtener alimentos de alta calidad nutricional a un costo de

esfuerzo y tiempo muy reducido, lo que permitió el enfoque del tiempo

y la energía, en los grandes proyectos constructores de los centros de

estudio e investigación conocidos como Tollan, y que hoy, empiezan a

ser descubiertos en el Anáhuac. Cerros hechos a mano convertidos en

Tollan, y cerros convertidos en Tollan, con la intervención humana.

Nuestros abuelos no gastaron su tiempo y su energía construyendo

fortalezas, castillos, palacios, murallas, torreones y catedrales.

Los venerables maestros toltecas tuvieron

dos campos del conocimiento, en el que

invirtieron siglos enteros de observación,

reflexión, síntesis, documentación y

trasmisión de la sabiduría. La mecánica

celeste y la naturaleza. Al enfocar su

atención y energía, lograron grandes

avances. No existe otra milenaria civilización

que haya logrado conocer el movimiento y la

medida de los astros, como nuestros viejos

abuelos. Por esta razón, se puede entender

los cientos de Tollanes, hoy llamadas zonas

arqueológicas, que nunca fueron ciudades, palacios o fortalezas, por el

contrario, fueron centros de estudio e investigación de la mecánica

celeste y de la energía.

Este fue el supremo logro civilizatorio. El descubrimiento de que el

universo está constituido de energía y que existe una frecuencia muy

elevada que es la rectora de todo. Dedujeron que era invisible,

impalpable e innombrable, a la cual llamaron metafóricamente Tloque

Nahuaque. La percepción del mundo a través de energía, les permitió

penetrar en campos del conocimiento, que apenas hoy en día se

empieza a imaginar, y a la que llaman física cuántica. Los abuelos

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descubrieron que el ser humano podía llegar a tener una conciencia de

su ser o campo energético, y, además, descubrieron que podía usar

esta posibilidad para llegar a lo inimaginable del potencial humano. Tal

vez fue este empeño y gran descubrimiento, el que fascinó a los abuelos

y los alejó de una visión minúscula, pasajera y limitada de la vida en el

campo solamente de la materia.

También puede ser una explicación de la razón de que a mediados del

siglo noveno de la era, desaparecieron totalmente del Tlaltípac,

abandonando los centros de conocimiento. Poblaciones enteras

desaparecieron y propiciaron la migración de pueblos nómadas del

Centro Norte del Anáhuac, para ocupar las fértiles y pródigas tierras del

Altiplano Central. Los toltecas

desaparecieron, pero dejaron dicho que

regresarían en el año “Uno caña”, a

restablecer la sabiduría de la Toltecáyotl,

fecha que se repite cada 52 años. Los

pueblos nómadas del desierto al ocupar las

tierras abandonadas, no lograron asimilar

totalmente la milenaria sabiduría y

empezaron a modificarla hasta convertirla en

lo que se conoce como Mexicayotl, pero sin

poseer la esencia filosófica y científica de la Toltecáyotl. Fueron los

mexicas dirigidos por el longevo Cihuacóatl llamado Tlacaélel, quien

eclipsó la importancia filosófica de Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría,

la educación y la espiritualidad; en su lugar encumbraron a su numen

tutelar traído de los desiertos del Norte. Huichilopoztli era el símbolo de

la voluntad de poder, de la guerra y el mundo material.

Sin embargo, a pesar de estas modificaciones y los cinco siglos de

colonización y neocolonización, la Toltecáyotl, nos ha legado una

percepción de la vida totalmente diferente de la occidental. De hecho,

la civilización occidental es catalogada como una civilización de muerte.

Por el contrario, nuestra civilización Madre, es una civilización biófila,

que alcanzó muy elevados niveles de calidad de vida y propósitos

civilizadores que, en algunos casos siguen vigentes. Pero que, en su

conjunto, a pesar de las agresiones, siguen imprimiendo en el pueblo,

“un rostro propio y un corazón verdadero”, que nos dota de una

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personalidad y una forma de percibir la realidad, que los colonizadores

por ignorancia llaman “mágica”, pero que, en esencia, encierra una

visión humanista y biófila del mundo y la vida. Esta percepción

anahuaca de la vida, es nuestro mayor tesoro y potencial, para cruzar

venturosos los estertores de muerte de la civilización occidental.

El futuro de nuestra Matria está en el conocimiento descolonizado de

los alcances y saberes de nuestros Viejos Abuelos. En el pasado está

nuestro futuro. El cómo lo hicieron nuestros Viejos Abuelos, nos

permitirá saber, cómo lo debemos de hacer. El pasado y el futuro se

unifican en su totalidad en el presente, en el aquí y el ahora tolteca.

Todas estas reflexiones llevan como objetivo, demostrar que el discurso

iniciado por Cristóbal Colón, de que no teníamos alma y por tal, éramos

animales; así como el de Hernán Cortés, quien nos describió como

pueblos primitivos, guerreros e idólatras, es totalmente falso, producto

de su ignorancia y su deshumanizada visión del mundo y la vida. Esta

narrativa ha sido creada y recreada por los invasores y colonizadores a

lo largo de estos cinco siglos de ocupación, explotación y depredación.

Describen a nuestros sabios abuelos como ignorantes, salvajes,

desnudos, temerosos y totalmente impresionados por la presencia de

los invasores; a quienes pintan con lujosas vestimentas y caras

armaduras que nunca usaron en el inicio de la invasión. Por el contrario,

llegaron los más pobres e ignorantes de España, los desesperados por

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hacerse ricos al precio que fuera, con el permiso de la corona y con el

perdón del Vaticano. Esto ha sido descrito y dibujado, lo mismo en el

pasado, por asesinos y ladrones llamados conquistadores, que por

fanáticos y cerrados religiosos; y en la actualidad, por intelectuales

eurocéntricos e historiadores hispanistas al servicio del Mercado.

De esta manera, la narrativa de los invasores se ha basado en quitarles

la memoria histórica y la identidad cultural a los invadidos, para dejarlos

amnésicos, indefensos y totalmente vulnerables. Esto se ha logrado a

través de una sistemática campaña de mentiras e injurias sobre la

historia de sus antepasados, y exhibiéndolos como primitivos,

ignorantes y salvajes que, “la conquista” vino a salvarlos para

incorpóralos a la civilización y al progreso. Esta campaña comienza

desde la infancia en la escuela, la iglesia y sobre todo, en los medios

masivos de información.

Lo primero que hacen es despojar a los pueblos sus milenarias lenguas

y dejarlos mudos e incapaces de trasmitir sus saberes e historias, al

despojarlos de su milenaria memoria histórica ancestral y reducirlos a

una fantasiosa y falsa “Historia Prehispánica” de tan solo 196 años, en

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la que a los mexicas los convierten en un inexistente imperio, los hacen

dominadores de todo el Anáhuac, y odiados explotadores de los

pueblos. Describen a los mexicas como inhumanos realizadores de

horripilantes sacrificios humanos, como poseedores de grandes

ejércitos de feroces guerreros caníbales, adoradores de los elementos

con una pobre religión repleta de ritos sanguinarios.

Además, los despojan de sus conocimientos, unos se los apropian como

suyos y otros los desaparecen, los hacen sentir estúpidos, incapaces e

impotentes de transformar el mundo en el que viven, que siempre el

extranjero es el que sabe y el que resolverá los problemas. Los

despojan de los espacios, no solamente los físicos, como las mejores

tierras, sino especialmente, los despojan de los espacios comunitarios

y sagrados, en donde existía un templo anahuaca obligan a los abuelos

a destruirlo y en el mismo lugar, construir una iglesia católica, el objetivo

es dejarlos “en el aire”, sin raíz y sustento, dependientes totalmente del

invasor. Finalmente, les prohíben las expresiones de su milenaria

espiritualidad y les imponen a “sangre y fuego”, una religión extraña en

la cual ellos se encuentran totalmente excluidos.

Cuando a un pueblo lo despojan de estos cinco elementos culturales lo

destruyen totalmente, lo aniquilan en su esencia. Deja de ser lo que ha

sido y entra en “el laberinto de la desolación de ser extranjero en su

propia tierra”. Se convierte en un ser, ajeno a sí mismo. Pretenderá

convertirse en un invasor-explotador, asumirá un rol de colonizado-

colonizador de su propio pueblo. Negará y despreciará lo propio y

exaltará e imitará lo ajeno. Deseará ser como su invasor-explotador.

Este es el objetivo de negarle a los pueblos invadidos el conocimiento

de su memoria histórica y su identidad cultural ancestral. Al dejarlos

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mudos, amnésicos, estúpidos, sin raíz y fanáticos religiosos, hacen que

los pueblos invadidos y ocupados pierdan la conciencia, y, por

consiguiente, la dignidad. Se convierte en un pueblo esclavo de su

propia ignorancia. Sumiso, impotente, violento, inseguro, fantoche,

ausente de sí mismo. El invasor colonizador explotador, les puede

permitir algunas pequeñas concesiones a sus víctimas, pero lo que

tratará de impedirles a toda costa, es que recuperen su memoria

histórica y sepan con exacta y luminosa plenitud, quiénes fueron sus

antepasados. De dónde viene, cuáles han sido sus grandes logros, en

dónde radica sus potencialidades, cuáles son sus conocimientos,

cuáles han sido sus fracasos.

La ignorancia de sí mismo, es el calabozo de los invadidos colonizados.

Esta es la razón por la cual debemos de recuperar de manera urgente

nuestra memoria histórica. Se requiere desaprender lo que los

colonizadores nos han dicho que fueron nuestros antepasados, y lo que

hoy somos nosotros, los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos del

Anáhuac. Debemos de recuperar la conciencia y la dignidad para

construir un presente en el que no existan vencedores y vencidos, en el

que nos guíen los valores y principios milenarios de la Toltecáyotl.

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Debemos de rechazar contundentemente, todas las infamias y

calumnias que el invasor y el colonizador, de ayer y de hoy, vierten

sobre la honra y la gloria de nuestros ilustres antepasados.

Tenemos que escribir nuestra propia historia, crear nuestra propia

narrativa como todo pueblo libre y soberano. Los guerreros del porvenir

son anahuacas, no existe otra opción.

El Anáhuac es nuestra tierra y la Toltecáyotl es nuestra herencia de

sabiduría. Somos una civilización viva y tenemos un futuro propio-

nuestro. Debemos de trabajar de manera inflexible, sistemática, con

toda nuestra pasión, sin miedo y sin ambición.

9/10/2020