¿Cómo se forma un sujeto político?

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https://commons.wikimedia.org/ wiki/File:Surface_waves_and_ water_striders.JPG?uselang=es ¿Cómo se forma un sujeto político? Prácticas estéticas y acciones colectivas CARLOS A. MANRIQUE Y LAURA QUINTANA (COMPILADORES) COLECCIÓN GENERAL

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ISBN 978-958-774-361-6

CARLOS A. MANRIQUEDoctor en Filosofía de la Religión por The University of Chicago (2009) y profesor asociado del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes. Ha publicado diversos artículos sobre autores postestructuralistas como Foucault y Derrida mostrando la pertinencia de sus contribuciones a la teoría política contemporánea, en ámbitos de discusión como los cruces entre religión y política, o las prácticas antagónicas de los movimientos sociales.

---LAURA QUINTANADoctora en Filosofía por la Universidad Nacional de Colombia y profesora asociada del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes. Ha publicado diversos trabajos sobre Arendt y Ranciére; particularmente, se ha interesado en los cruces entre estética y política para reflexionar sobre los modos de intervención y los efectos de prácticas de resistencia y de emancipación, con énfasis en la construcción de formas alternativas de institucionalidad.

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COLECCIÓN GENERAL

La Colección General de la Facultad de Ciencias Sociales surge en 1997 con el fin de publicar textos derivados de investigaciones en las áreas de las ciencias sociales —en diálogo con otras disciplinas—, en especial trabajos de docentes de la Facultad, pero también contribuciones de investigadores externos.

¿CÓMO SE FORMA UN SUJETO POLÍTICO? En la herencia más antigua de la interrogación filosófica esta pregunta busca recuperar una actitud de asombro suscitada por prácticas diversas de relación consigo y con los otros en las que personas comunes y corrientes ponen en cuestión experiencias sedimentadas sobre el cuerpo y el género, así como fronteras establecidas entre lo natural y lo artificial, lo humano y lo animal, lo común y lo propio. Los artículos aquí reunidos apuntan a mostrar que para pensar estas formas de agencia política es preciso atender a una dimensión amplia de la estética que se refiere al modo en que la materialidad sensorial de la experiencia compartida se ha conformado históricamente y a cómo esta, dada su contingencia, puede reconfigurarse desde ciertas prácticas cotidianas: prácticas de elaboración de sí y de organización colectiva que crean otros escenarios y otras maneras de aparición de los cuerpos, y con esto estrategias de confrontación y antagonismo que atraviesan y afectan lo social. Así, ¿Cómo se forma un sujeto político? es un esfuerzo colectivo de franca resistencia contra la estrechez desde la cual se nos tiende a hacer pensar la política: bien sea desde una política consensual liberal que acaba por neutralizar las diferencias más intratables de nuestra pluralidad, bien sea desde el realismo de una política conflictual y guerrera que funciona desde la polaridad amigo-enemigo. El lector podrá explorar y profundizar, desde otro ángulo, las apuestas epistemológicas, éticas y políticas que resuenan en estas prácticas artísticas y de acción colectiva que nos enseñan hoy, más allá de los paradigmas del “ciudadano” o del “actor racional”, cómo se hace un sujeto político.

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¿Cómo se forma un sujeto político?

Prácticas estéticas y acciones colectivas

CARLOS A. MANRIQUE Y LAURA QUINTANA (COMPILADORES)

PUBLICACIONES RECIENTES

Movimientos sociales y subjetivaciones políticasAnders Fjeld, Laura Quintana y Étienne Tassin (comps.)

---Hechos, evidencia y estándares de prueba. Ensayos de epistemología jurídicaAndrés Páez (coord.)

---Razón, intención y significado. Una lectura contemporánea de Paul GriceTomás Andrés Barrera Guzmán

---Obras completas (5 tomos)Danilo Cruz Vélez / Rubén Sierra Mejía (ed. académica)Coedición con la Universidad de Caldas y la Universidad Nacional de Colombia

---A la sombra de lo político. Violencias institucionales y transformaciones de lo comúnMaría del Rosario Acosta y Carlos A. Manrique (comps.)

---Hannah Arendt: violencia, política, memoriaLaura Quintana y Julio C. Vargas (comps.)

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Para citar este libro: http://dx.doi.org/10.7440/2016.01

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¿Cómo se forma un sujeto político? Prácticas estéticas y acciones colectivas

Carlos A. Manrique y Laura Quintana(compiladores)

Universidad de los AndesFacultad de Ciencias Sociales

Departamento de Filosofía

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¿Cómo se forma un sujeto político? Prácticas estéticas y acciones colectivas / Carlos A. Manrique y Laura Quintana (compiladores). -- Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Filosofía, Ediciones Uniandes, 2016.244 páginas; 17 x 24 cm. Otros autores: Emilse Galvis, Catalina Cortés-Severino, Sarah Hammerschlag, Camilo Montealegre, Stephen Zepke, Anders Fjeld, Christian Fajardo, Diego Paredes, Benjamin Noys ISBN 978-958-774-361-6

1. Filosofía política I. Manrique Ospina, Carlos Andrés II. Quintana Porras, Laura III. Universidad de los Andes (Colombia). Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Filosofía. CDD 320.01 SBUA

Primera edición: abril del 2016

© Carlos A. Manrique y Laura Quintana (compiladores)

© Emilse Galvis, Catalina Cortés-Severino, Sarah Hammerschlag, Camilo Montealegre, Stephen Zepke, Anders Fjeld, Christian Fajardo, Diego Paredes, Benjamin Noys

© Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Filosofía

Ediciones UniandesCalle 19 n.° 3-10, oficina 1401 Bogotá, D. C., ColombiaTeléfono: 3394949, ext. 2133http://[email protected]

Departamento de FilosofíaPublicaciones Facultad de Ciencias Sociales  Carrera 1.ª n.° 18A-12, Bloque G-GB, piso 6Bogotá, D. C., ColombiaTeléfono: 3394949, ext. 4819http://publicacionesfaciso.uniandes.edu.copublicacionesfaciso@uniandes.edu.co

ISBN: 978-958-774-361-6ISBN e-book: 978-958-774-362-3DOI: http://dx.doi.org/10.7440/2016.01

Corrección de estilo en español: Tatiana GroschCorrección de estilo en inglés: María del Mar RavassaDiagramación interior: Vicky MoraDiseño de cubierta: Víctor GómezImagen de cubierta: fotografía de Catalina Cortés-Severino

Impresión: Xpress Estudio gráfico y digital S. A.Carrera 69H n.° 77-40Teléfono: 6020808Bogotá, D. C., Colombia

Impreso en Colombia – Printed in Colombia

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

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Contenido

Introducción

Repensar el sujeto político desde la contingencia de lo social · ix

I Dimensiones estéticas de las acciones políticas

La estética de la política y la política de la estética: colaboraciones, pasajes, fronteras · 1Laura Quintana

La política de la estética en Jacques Rancière: un minucioso inventario, un nuevo régimen del arte y una nueva subjetividad · 29Emilse Galvis

Prácticas de resistencia, re-significación y desplazamiento de y desde lo sensible · 45Catalina Cortés-Severino

II Efectos ético-políticos de prácticas artísticas

Escritura, cuerpo y acción: apuntes sobre la relación entre literatura y política en Derrida, Rancière y César Vallejo · 65Carlos A. Manrique

Saving Reason, Saluting Fiction: Derrida and the Distortion of Freedom · 97Sarah Hammerschlag

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Música en las prosas de Stéphane Mallarmé · 113Camilo Montealegre

Foucault and Art: From Modernism to Biopolitics · 129Stephen Zepke

III El sujeto político y el problema de la emancipación

Excessive Legality: Processes of Identification, Subjectivation and Overidentification in the Case of the French Sans-Papiers · 147Anders Fjeld

La deuda del materialismo histórico y la potencia de las interpretaciones: una aproximación desde Jacques Rancière · 163Christian Fajardo

Política, contingencia y proletariado en Karl Marx: la interpretación herética de Maurice Merleau-Ponty · 179Diego Paredes Goicochea

Christ-Subjects: Michel Henry, François Laruelle, and the Politics of Life · 199Benjamin Noys

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Introducción Repensar el sujeto político desde

la contingencia de lo social

En nuestras actuales circunstancias (y hablamos desde un nos-otros que se encuentra ya surcado por múltiples historias, sentidos heterocrónicos y lo-calizaciones que se cruzan y transponen en distintos registros y niveles) vemos irrumpir nuevos actores políticos (singulares y colectivos), así como múltiples agenciamientos infra y trans-individuales que hacen emerger nuevas formas de enunciación, prácticas corporales, discursos y afectos; y con ello también nuevas maneras de problematización del presente histórico, con las cuales aparecen, a su vez, otras formas de intervención en la configuración de lo que, arrojados en ese presente, somos. Basta pensar en la emergencia de diversas y polifacéticas prácticas de elaboración de sí que ponen en cuestión experiencias sedimentadas sobre el cuerpo y el género, así como fronteras establecidas entre lo natural y lo artificial, lo humano y lo animal: grafiteros y raperos urbanos que intervienen de diversas formas en el espesor sensorial de los espacios públicos; movimien-tos de animalistas veganos que se manifiestan en rechazo de ciertas prácticas de alimentación, entretenimiento y consumo; gays, travestis y transgeneristas que se toman las calles de nuestras ciudades de tanto en tanto para afirmar la posibilidad de los cuerpos de ser y aparecer en el mundo de otros modos. O, en los entornos rurales, paros agrarios que movilizan trabajadores agrícolas de distintos sectores a las plazas y a las carreteras del país para defender cierto tipo de prácticas agrícolas y modos de relación con los recursos naturales, así como ciertos tipos de socialidad y formas de pertenencia a la comunidad y al territorio; o formas de asociación y organización de las minorías étnicas indígenas y afro-descendientes en distintas regiones del país, que sostienen y cultivan importan-tes plataformas de acción y enunciación política en defensa de una singularidad cultural que afecta también sus prácticas económicas y de relacionamiento social en y con sus respectivos territorios. O, cruzando las fronteras entre lo rural y lo urbano, movimientos sociales plurales que trabajan por construir y sostener escenarios y prácticas de autogobierno y de toma de decisiones por parte de una

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confluencia de sectores populares, que se resisten a un orden socio-económico que los desfavorece. O, finalmente, pensando en otras latitudes, colectivos de inmigrantes y refugiados indocumentados que hacen valer una ciudadanía otra, poniendo a la vez de manifiesto los límites estrechos y marginalizadores de los Estados-nación. En su casi inconmensurable heterogeneidad, todos estos individuos y colectivos devienen sujetos políticos en un movimiento simultáneo en el que ciertas prácticas cotidianas de configuración y elaboración de sí mis-mos van de la mano con un esfuerzo por poner en cuestión y desestabilizar el orden social dado (y los esquemas valorativos, las jerarquías y las fronteras que lo sostienen), desde intervenciones o formas de manifestación que implican el esfuerzo de proponer y afirmar otras concepciones y vivencias de la sociedad, de su pasado y de su porvenir. Por ello, estas prácticas de sí implican la mayoría de las veces modos de organización en colectivos que confrontan, desestabili-zan o desplazan formas de comprensión y de experiencia dominantes en torno a lo común, la justicia, el territorio, la vida o la paz, al reivindicar problemas y sujetos que han sido invisibilizados, subalternizados o que ni siquiera tenían sentido, razón o voz en el espacio establecido como común. Así, la pregunta directriz sobre cómo se conforma un sujeto político en el cruce de prácticas es-téticas y acciones colectivas, que anima los esfuerzos de esta compilación, está orientada por un reto que estos diversos escenarios de acción y enunciación nos plantean: el reto de cómo pensar la manera en que esas prácticas de elabora-ción de sí y de organización colectiva crean —en ese intervalo donde se tornan fluidos los pasajes entre lo individual y lo colectivo, entre lo propio y lo común, entre lo íntimo y lo extraño— otros escenarios y otras maneras de aparición de los cuerpos, y con esto otras estrategias de confrontación y antagonismo, pero también de articulación, reconfiguración y tratamiento de los problemas que atraviesan y afectan lo social1.

De este modo, nos interesa atender la manera como estas experiencias ponen de manifiesto el modo en que las fronteras establecidas de lo razonable y acep-table pueden desplazarse y reconfigurarse en formas de intervención que des-ensamblan y re-ensamblan el tejido de lo posible, de lo que puede aparecer y tener sentido. Se trata de experiencias que hacen valer la contingencia e inestabilidad de lo que se ha establecido como real, resistiéndose a la manera en que lo real se ha conformado a partir de intervenciones, discursos, saberes e instituciones his-tóricamente emergidos, que se han materializado en los cuerpos, en sus formas de enunciación, en sus afectos. En esta puesta en cuestión de los modos como se ha configurado el espesor sensorial y material de nuestra “realidad” histórica, y en esta inquietud de experimentación que apunta a movilizar las posibilidades

1 El lector podrá encontrar algunos ejemplos de estas prácticas contemporáneas en los artículos de Cortés-Severino, Fjeld y Quintana, incluidos en esta compilación.

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de su reconfiguración, ciertas prácticas artísticas y ciertas acciones colectivas nos plantean el reto de repensar al sujeto político a partir de una dimensión “es-tética”, en la cual precisamente intervienen, al problematizar la conformación de lo real en su materialidad sensible, y abrir caminos para su transformación. Además, este reconocimiento de la historicidad y contingencia del tejido mismo de la experiencia permite advertir la indisoluble imbricación entre las prácticas del lenguaje y los circuitos afectivos que estas prácticas estéticas (artísticas, en algunos casos, o de movilización de formas de acción colectiva, en otros) ponen de manifiesto2; y cómo esta materialidad de los discursos da vida a ensamblajes y juegos de fuerza que atraviesan e impulsan a los sujetos, a la vez fijándolos a ciertos modos de ser, hacer y decir, esto es, a ciertas identidades; y, a la vez, ex-cediéndolos en su intencionalidad, expectativas de sentido, planes de acción; es decir, desestabilizando su identidad establecida.

Por supuesto, como se destacará en algunas de las contribuciones que hacen parte de esta compilación3, esta comprensión de la imbricación entre lenguaje y afectos supone problematizar una cierta concepción del lenguaje desde la cual este se asume como una capacidad privilegiada de razonamiento que se afir-ma separando de sí lo afectivo, no consciente e irracional; y a la vez, como una capacidad privilegiada que definiría al ser humano como animal deliberativo, capaz de una cierta conciencia crítica (es en el fondo lo que está en juego desde la definición aristotélica del ser humano como animal político). Estas asunciones inscritas en una comprensión clásica y en cierto sentido preponderante del papel constitutivo del lenguaje en la formación del sujeto político, resulta insuficiente desde la perspectiva de reflexión que esta compilación busca abrir, en tanto que no da cuenta de cómo el lenguaje se entrelaza con la materialidad de las cosas y de los afectos, de tal manera que su procedencia, su destino y sus efectos so-bre lo que somos y sobre cómo nos relacionamos unos con otros sobrepasa por mucho la instancia de nuestra voluntad de comunicar algo sobre algo, o de co-municarle algo a alguien. Pero, además, dado que el lenguaje, en sus usos, puede funcionar en un régimen de sentido soldado y presuntamente incuestionable, no tiene que implicar por sí mismo la posibilidad de desplegar un desafío crítico a este orden o de abrir y hacer acontecer la posibilidad de su desplazamiento o su transformación. Más bien, como lo muestran varios de los artículos en esta compilación, este uso transformativo del lenguaje, su capacidad crítica, tiene que ver con su potencia performativa; es decir, con lo que el lenguaje puede hacer

2 El texto de Manrique, incluido en esta compilación, se ocupa de preguntas que giran alrededor de la posible relación entre la materialidad del lenguaje y la materialidad del cuerpo, o cómo afecta la escritura al cuerpo, destacando cómo aquí para pensar esta afectación resultan precisamente fundamentales los circuitos afectivos.3 Particularmente en las de Hammerschlag, Montealegre, Manrique y Quintana.

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en los cuerpos en su imbricación con ciertos afectos, y con la manera en que las palabras pueden devenir, alterarse en otras prácticas, discursivas y no discur-sivas, que permiten a su vez el desplazamiento, la des-fijación y la alteración de las identidades asumidas (por ejemplo, la del ignorante, irracional o anormal).

El espacio de discusión que esta compilación traza, que es también un espacio de ensamblaje de discursos y de formas de visibilidad, se abre precisamente en este horizonte de reflexión. Al preguntarnos, en efecto, por las múltiples maneras en que los sujetos políticos se conforman en prácticas estéticas y acciones colec-tivas partimos por reconocer un nudo de retos y caminos para el pensamiento que se abren en la resonancia entre las experimentaciones singulares y colectivas de los actores sociales, por un lado, y ciertas reflexiones académicas atentas a la contingencia de lo real, por el otro4: (1) en primer lugar, y como puede derivarse ya de lo dicho, partimos por reconocer que el sujeto ético y/o político no es un agente racional-soberano, es decir, que pueda constituirse como enteramente dueño de sí, de sus intenciones, actos y palabras; ni es tampoco una conciencia o capacidad racional universal que pueda resultar transparente para sí; sino que el sujeto ético y político se configura en la plasticidad de la materialidad misma de lo real-contingente, como un cuerpo o un conjunto de cuerpos, efectuado y no naturalizado, que es siempre el efecto de prácticas en las que se encuen-tra históricamente arrojado, donde se articulan fuerzas, afectos, regímenes de sentido, formas de ser, de pensar y de sentir, que estos sujetos pueden también torcer y reconfigurar desde su mismo arrojamiento. En esa medida, (2) está en juego reconocer que las identidades que estos cuerpos portan y en las que se comportan día a día (identidad de género, identidad profesional, identidad co-mo pobre o como rico, como estudiante o trabajador urbano o rural, obligado institucionalmente a ciertos deberes y necesidades moduladas por las dinámicas del sistema económico; identidad como sujeto pasivo que sufre las condiciones del orden social en el que está inmerso, o como sujeto activo capaz de participar en su construcción y tranformación; identidad como analfabeta o como escolari-zado, identidad como trabajador manual o como creador artístico y pensador, etc.) son efectos de incorporaciones, sujeciones, juegos de poder, producidos en prácticas materializadas, que, en todo caso, pueden desincorporarse en formas de desujeción y desidentificación. Por eso, (3) como se precisará luego, un frente de interrogación fundamental de esta compilación tiene que ver con preguntarse por la manera en que se despliegan y acontecen estas formas de desplazamiento

4 Nos referimos a reflexiones como las postnietzscheanas y postestructuralistas (de Foucault, Deleuze, Derrida, Rancière), que orientan de una u otra manera las contribuciones que se recogen en esta compilación; pero también a planteamientos poco conocidos e influyentes en los debates contemporáneos sobre filosofía política, como los de Merleau Ponty, según lo muestra Paredes, en su contribución para esta compilación.

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desujetantes que ponen en cuestión estas identidades y le apuestan a su posible reconfiguración (en prácticas literarias, visuales, intervenciones cotidianas y acciones colectivas); preguntarse, entonces, por sus efectos y alcances, por sus límites y posibilidades5. Se trata de una interrogación que emerge desde un re-conocimiento que resulta crucial para el horizonte de reflexión del libro, a saber, la conflictualidad de lo social: (4) la manera en que el espacio social, porque es un espacio atravesado por sentidos, afectos, lógicas heterogéneas y heterocróni-cas, y porque es un espacio con fronteras de sentido contingentes, que siempre pueden ser contestadas, está atravesado necesariamente por la división, por la posible apertura de brechas y antagonismos. Pero esto también supone asumir (5), de una u otra manera, que todo ordenamiento social, que todo orden de distribución de los cuerpos y de estructuras institucionales son infundables; de modo que, aunque estos ordenamientos intenten protegerse contra el riesgo y la indeterminación a través de mecanismos inmunitarios o de autoprotección están necesariamente expuestos a la conflictualidad que en todo caso los excede, dada su radical contingencia6.

Este énfasis en la conflictualidad de lo social tiene que ver también con la manera misma en que, desde este horizonte de reflexión, (6) se piensa la tem-poralidad, como una temporalidad tensa, que se produce en el encuentro, cru-ce y a veces choque entre los tiempos y que, precisamente desde esta tensión, desajusta el carácter del “ahora” como algo ya dado ahí, plenamente presente e idéntico a sí mismo; a la vez que problematiza el posible cierre del pasado como algo ya completamente sido y clausurado; y perturba la anticipación del futuro como algo enteramente proyectable a través de un cálculo o una planificación. En efecto, que pasado, presente y futuro sean tiempos cruzados —lo que hemos anticipado ya antes con la idea de heterocronía— implica pensar que el pasado no es un horizonte de sentido concluido, sino un horizonte abierto y fragmen-tario, de rastros que vienen y van, perforando, abriendo, surcando el presente, inquietándolo con fallas, quiebres, daños, que no simplemente ya fueron o están pasados, sino que vienen y van anacrónicamente, reiterándose en el presente, desajustándolo; y esto supone pensar también que el futuro no es un horizonte meramente previsible o proyectable sino un porvenir indeterminado que se irra-

5 Como podrá ver el lector, esta es una cuestión transversal a muchas de las contribuciones de esta compilación, que podrá ver confrontada desde perspectivas muy distintas, particularmente en los ensayos de Cortés-Severino, Fajardo, Fjeld, Galvis, Manrique, Noys, Quintana y Zepke.6 La contribución de Hammerschlag para esta compilación, como se precisará ahora, se detiene precisamente en este doble movimiento de exposición a la indeterminación y a la inmunidad que caracteriza a la democracia, y a cómo la literatura puede hacer explotar los mecanismos de auto-inmunidad de la democracia para producir una apertura a la singularidad. También el artículo de Montealegre para esta compilación apunta a mostrar que la poesía, tal y como la comprende Mallarmé, permite experimentar la infundabilidad de toda institución.

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dia en anhelos y deseos fragmentarios, que siendo, y aun no siendo, impulsan y desplazan el ahora. Por eso, asumir el cruce de los tiempos es asumir que el pasado puede revisitarse a través de prácticas o experiencias intempestivas que permitan relacionarse de otro modo con sus trazos para confrontar visiones es-tablecidas de lo sido, o para visibilizar historias enterradas por relatos y discursos dominantes, movilizando a la vez con ello un trabajo de experimentación con el presente, que lo abre a posibilidades inéditas por venir, que lo exponen a la virtualidad de lo que puede ser y no ha podido ser, o a un futuro que no se podía anticipar en las condiciones anteriores7. Por todo esto podría decirse también que una comprensión de lo contingente y conflictivo de lo real (7) problematiza una concepción cerrada y lineal de la historia8, y, en general, la idea de que haya un sentido de la historia por contar o realizar, para pensar más bien que lo que llamamos “historia” emerge siempre de relatos, ensamblajes de prácticas dis-cursivas, y de la manera en que estas interpretan y afectan los acontecimientos en su tensa temporalidad. Y asimismo, podría derivarse de lo dicho, que las prácticas de desujeción y antagonismo que permiten visibilizar otros sujetos y problemas se confrontan también con formas establecidas de fijar el pasado, de relatar la historia, de producir trabajos de memoria9.

Ahora bien, por supuesto, abrir algunas de las cuestiones que hemos men-cionado (sobre la conformación del sujeto ético-político; sobre el papel del len-guaje en esta conformación; sobre las identidades asignadas a los cuerpos en el ordenamiento social; sobre la conflictualidad constitutiva del campo de lo social; sobre la inherente heterocronía de la temporalidad y la historia), como resulta evidente por el mismo título de la compilación, y como se apunta a considerar en los diferentes ensayos recogidos en ella, implica tomar distancia de ciertas comprensiones dominantes del sujeto político y de lo que está en juego con la política misma. En efecto, de una u otra manera el espacio de discusión que se traza con esta compilación permite problematizar que la reflexión sobre lo político se reduzca a la discusión sobre la legitimidad del poder y de las formas de gobierno, o sobre los principios de distribución de lo común que presunta-mente serían los más racionales o los técnicamente más idóneos. Ello con el fin de hacer valer una reflexión sobre la contingencia de lo social, sobre su división y contestabilidad (en el sentido antes destacado); y sobre la manera en que las instituciones se confrontan, acogen o se protegen con respecto a esta conflictua-

7 Esta arista de la reflexión se asume en varias de las contribuciones de la compilación, pero se confronta de manera más explícita en los artículos de Cortés-Severino, Paredes y Zepke.8 El texto de Paredes incluido en la compilación permite confrontar el pensamiento de Marx con esta problematización para mostrar una cierta duplicidad y polifonía sobre sus reflexiones de la historia, apoyándose para ello en algunos planteamientos de Merleau Ponty.9 Como lo muestra particularmente Cortés-Severino en su contribución para esta compilación.

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lidad, que ya siempre las condiciona a la vez que las excede. Por eso, desde esta perspectiva, las prácticas políticas pueden comprenderse, en un sentido muy amplio, como aquellas que hacen valer esa conflictualidad y división de lo social, desplazando, desestabilizando o reconfigurando ciertas experiencias fijadas (de la identidad individual o colectiva, del pasado, presente y futuro), o articulando formas colectivas de desacuerdo o antagonismo, para permitir otras experien-cias de los cuerpos en su ser unos con otros. Por esto mismo, también, el sujeto político que emerge de estas prácticas no es meramente la persona civil, jurídica, o el ciudadano en un sentido restringido (de las visiones liberales); ni una clase social establecida que pueda considerarse el sujeto de la historia (que se asume en ciertas interpretaciones marxistas), ni mucho menos una voluntad colectiva homogénea nacional, étnica o global (como en las perspectivas comunitaristas); pero tampoco un individuo desvinculado de otros que busque incrementar su poder y su preeminencia sobre los demás en un juego de cálculos y estrategias, cuya presunta “naturaleza” hace perder de vista la historicidad y contingencia de lo real (como desde las posiciones del realismo político). El sujeto político es más bien, desde el horizonte de reflexión que traza esta compilación, el ensamblaje o la articulación (singular o colectiva) que resulta de una acción desujetante, antagónica o reconfiguradora con respecto a un ensamblaje social dado10.

Teniendo en cuenta lo anterior podríamos decir, entonces, que formular la pregunta sobre cómo se forma un sujeto político implica también resistirse a unas concepciones dominantes de lo político, y en particular a dos de ellas que en nuestro medio resultan hegemónicas y acaparadoras: la perspectiva normativa del liberalismo político y la perspectiva estratégica del realismo político. Pero es-te deslinde no implica, como lo veremos en algunos de los textos que componen este libro, renunciar a la pregunta normativa por el deber ser de las instituciones y los ciudadanos; o renunciar a la pregunta estratégica por cómo hacer confluir en torno a una causa o un interés una correlación de fuerzas en un escenario institucional específico. Más bien, implica negarnos a que nuestras posibilida-des de acción y de comprensión de lo que somos y de lo que podemos ser como sujetos políticos, atravesados por la inquietud de modular de maneras creativas el ser con otros, sea enteramente restringido y fijado por estas perspectivas.

Si bien el propósito de la compilación no está orientado a reflexionar sobre las formas de acción política específicas de los movimientos sociales o populares

10 En todo caso, esta dimensión general de lo político puede ser considerada desde registros distintos cuando se piensa la diferencia y las interrelaciones entre las prácticas micropolíticas y las acciones colectivas (sobre esto, desde una perspectiva rancièriana, véase Quintana en esta misma compilación).

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contemporáneos11, sí responde, como esperamos haberlo expuesto con claridad en lo precedente, a un reto que estos nos plantean y que reclama un desplaza-miento de nuestro horizonte de comprensión de lo político. El aporte específico de esta compilación consiste en explorar la dimensión “estética”, en el sentido amplio que venimos exponiendo, que esta reconceptualización de lo político pone de relieve: la contingencia de lo social, e incluso de lo “real” históricamente devenido, como un entramado de relaciones, fuerzas, afectos, prácticas discur-sivas y no discursivas, así como formas de visibilidad y de enunciación, en el que se constituye la materialidad sensorial de la experiencia; y en el que se juega también la posibilidad de su transformación. Es en esta dimensión “estética” de lo político donde se dan esas convergencias, cruces y resonancias entre prácticas artísticas y acciones colectivas, en torno a las cuales la presente compilación busca suscitar un espacio de reflexión12.

*

Ahora bien, teniendo en cuenta todas estas aristas que convergen en el espacio de discusión trazado por la compilación y que atraviesan también de una u otra manera la textura argumentativa de cada uno de los ensayos que la componen, hemos decidido organizarlos alrededor de tres ejes de reflexión que, como el lec-tor podrá advertir por lo ya dicho, se encuentran en todo caso anudados. Cada uno de estos ejes define cada una de las partes de la compilación.

El primer eje se ocupa de pensar las dimensiones estéticas que pueden estar en juego en prácticas éticas de elaboración de sí y en acciones políticas, desde reflexiones que en gran medida se nutren del pensamiento del filósofo francés Jacques Rancière. El artículo de Laura Quintana “La estética de la política y la

11 Este horizonte de reflexión sobre las modulaciones específicas de la acción política en mo-vimientos sociales contemporáneos se trata en el libro Movimientos sociales y subjetivaciones políticas (Fjeld, Quintana y Tassin [eds.]), que se desprende de un trabajo de investigación en el marco del programa de intercambio Ecos_Nord/Colciencias “Comprender la subjetivación política hoy: experiencias y conceptualizaciones en Colombia y Francia”, en el que algunos de los autores participantes del presente volumen también han colaborado.12 Vale la pena también destacar acá que dicho espacio de reflexión se ha forjado y madurado en el trabajo sostenido durante aproximadamente cuatro años por un grupo de estudio que funcionó bajo el nombre de “Poder, subjetividad y lenguaje”, alojado en el grupo de investiga-ción transdisciplinar y transinstitucional “Estética y política”, del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes. Varios de los autores que participan en esta compilación han participado en este grupo de trabajo. Otros autores son colegas nacionales o internacionales que también han participado en el trabajo del grupo bien sea como profesores invitados, en algunos casos, bien sea como profesores con quienes, en virtud de sus líneas de trabajo, hemos sostenido una interlocución productiva. Por ello, como se verá a continuación, los distintos artículos de esta compilación sostienen entre sí múltiples relaciones de interpelación mutua y de diálogo.

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política de la estética: colaboraciones, pasajes, fronteras” moviliza y extiende herramientas conceptuales rancierianas para ofrecer, desde una exploración de los múltiples registros de lo estético y de lo político que pueden anudarse, una manera de comprender posibles diferencias, cruces y negociaciones entre prácticas micropolíticas y acciones políticas; es decir, entre prácticas vinculadas con la manera en que ciertas experiencias afectan el ensamblaje de las corpo-ralidades, abren baches en ellas, interrumpen el buen funcionamiento de sus incorporaciones; y entre acciones vinculadas con la manera en que un colectivo confronta exclusiones y marginalizaciones, que se producen en un orden social y gubernamental instituido, para exigir también con ello su reconfiguración. Así, al poner de manifiesto distintas lógicas y dispositivos que operan tanto en unas prácticas como en las otras, lo que se propone este artículo es reflexionar sobre las formas no previsibles ni determinables en que las prácticas micropo-líticas pueden propiciar las acciones políticas, y cómo estas, a la vez, pueden ge-nerar otras formas moleculares de relación, en una doble dirección, de pliegues y transiciones, que puede abrir caminos inéditos de experimentación para las formas de subjetivación y emancipación política. El texto de Emilse Galvis “La política de la estética en Jacques Rancière: un minucioso inventario, un nuevo régimen del arte y una nueva subjetividad” sugiere algunas aristas que están en juego en la reflexión rancieriana sobre la política de la estética. Partiendo de una de las escenas de la obra Aisthesis (Rancière 2011), titulada “El resplandor cruel de lo que es”, el artículo pretende enlazar dos registros de la política de la estética, desde una reflexión sobre el trabajo de James Agee y Walker Evans en su libro Elogiemos ahora a hombres famosos: por un lado, la manera en que el particular ensamblaje de textos e imágenes, que el libro de Agee y Evans utiliza, muestra la manera en que irrumpe el régimen estético del arte como un tejido de la experiencia sensible que desestabiliza las determinaciones de lo que quiere decir el “reportaje universal” o el foto-reportaje representativo; y, por otro lado, la manera en que la política de la estética también tendría que ver con ciertas formas de emancipación singular que se ponen en escena en experiencias éti-cas de desidentificación, como la que experimentan estos reporteros cuando se oponen a una forma fija y establecida del “ser” periodista en la cultura del New Deal. De esta manera, al trazar estos dos registros políticos de lo estético, el propósito de Galvis es vincularlos con las reflexiones de Foucault sobre las formas de subjetivación ética, para dejar abiertas preguntas sobre los posibles vínculos y transiciones entre prácticas éticas de elaboración de sí y acciones políticas. Por su parte, el artículo de Catalina Cortés-Severino “Prácticas de re-sistencia, re-significación y desplazamientos de y desde lo sensible” se propone repensar, por un lado, la manera en que los escenarios institucionales de lo que se ha denominado “postconflicto”, y con ello las prácticas estatales de creación de justicia y memoria, producen una forma de narración lineal y reconciliatoria

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de la historia, que tiene efectos de invisiblización y normalización; y por el otro, la manera en que ciertas prácticas políticas, culturales y estéticas permiten unas experiencias de duelo que, desde la manera en que exponen rastros y ruinas de violencias inscritas en los cuerpos, y desde la manera en que hacen valer la con-vivencia de los mundos heterogéneos de los vivos, de los muertos y de quienes están por nacer, problematizan las formas de distribución de lo sensible dadas por el tiempo de la institucionalidad gubernamental. Sirviéndose de las reflexio-nes de Benjamin, Derrida y Rancière, Cortés-Severino se interesa entonces por vincular rituales y prácticas de memoria de ciertos colectivos sociales con tra-bajos de artistas colombianos reconocidos, para mostrar cómo en todos ellos se producen otras formas de habitar el tiempo, que se resisten a la clausura del pasado, y a su separación del presente y de lo que está por venir.

El segundo eje recoge artículos que apuntan a reflexionar sobre algunos de los posibles efectos ético-políticos de prácticas artísticas, con especial énfasis en las prácticas literarias, pero también en algunos ejemplos de prácticas visuales. El texto de Carlos Manrique “Escritura, cuerpo y acción: apuntes sobre la rela-ción entre literatura y política en Derrida, Rancière y César Vallejo” se propone mostrar el modo en que un poema del peruano César Vallejo puede ayudar a avanzar posibles reflexiones en torno a preguntas que Derrida y Rancière enun-ciaron, pero dejaron poco desarrolladas o apenas abiertas. Para Manrique, estas preguntas giran alrededor de la posible relación entre la materialidad de la es-critura y la materialidad del cuerpo, pensando particularmente en la manera en que la escritura puede tener un efecto desidentificatorio o desestabilizador sobre cuerpos conformados y atravesados por relaciones de poder. La tesis principal de Manrique es que ni Derrida ni Rancière han logrado pensar la especificidad de la literatura para producir efectos de transformación sobre encuadres insti-tucionales dados, ni han logrado pensar la relación entre este efecto específico de la literatura y la manera en que puede conformarse un sujeto político co-lectivo. A su modo de ver, este quedarse a medio camino en dirección de estas preguntas se debe a que ambos filósofos habrían dejado a un lado la reflexión sobre los circuitos afectivos que se despliegan en la escritura literaria, reflexión que se puede relanzar desde el poema de César Vallejo “Parado en una piedra”. En particular, lo que le interesa mostrar a Manrique, desde su lectura filosó-fica del poema, apreciando en este una notable experiencia del pensamiento y una práctica singular del lenguaje, es la manera en que la escritura del poema transcurre por lo que el texto llama un “circuito afectivo descendente”. Esto es, una configuración afectiva que, en ese descenso, afirma lo más precario e insig-nificante como fuente de transformación, y revela que la intensidad y especifi-cidad de la afectividad literaria pueden resonar con ciertas prácticas políticas emancipatorias. El artículo de Sarah Hammerschlag “Saving Reason, Saluting Fiction: Derrida and the Distortion of Freedom” se propone mostrar que en el

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pensamiento de Derrida no sólo se despliega una aproximación crítica al modo en que operan ciertas instituciones, sino también una cierta prescripción o lla-mado a un compromiso de intervención política que se basa precisamente en el modo en que ciertas instituciones o conceptos operan desde una estructura de autoinmunidad, que atravesaría a la misma democracia. Según Hammerschlag, este llamado o inyunción imperativa tiene que ver con el papel que la literatura juega, al distorsionar ciertos conceptos e instituciones, para abrirlas a una nueva manera de entender la libertad. Así, a su modo de ver, frente a las dos alternativas que confrontan a la democracia de erradicar el riesgo y protegerse frente a él, reduciendo la indeterminación y la apertura, o explotar esta indeterminación y abrirse a su posibilidad, la literatura opera como un modo de transformación, de desviación, que permite hacer explotar, mediante una distorsión literaria, el cierre que los mecanismos de autoinmunidad traen consigo y abrir así los con-ceptos políticos a lo “radicalmente Otro”. El artículo de Camilo Montealegre “Música en las prosas de Stéphane Mallarmé” se propone pensar la noción de música que puede derivarse de la prosa de Mallarmé y la relación que esta no-ción tiene con la poesía. Para Montealegre, ambas comparten un movimiento rítmico de conexiones que, al aparecer y desaparecer, permite pensar de otra manera la relación entre el pensamiento y las palabras, más allá de un vínculo instrumental donde la palabra es sólo un medio para transmitir intersubjetiva-mente un sentido. A la vez, este movimiento del pensamiento como desaparición y aparición que el poema hace resonar, argumenta Montealegre, podría invitar-nos a considerar ciertos efectos políticos de la poesía, en la medida en que este movimiento, que se revela por las conexiones rítmicas entre palabras y silencios de la poesía, mostraría que el fundamento sólido de ciertas instituciones (que también se asientan en regímenes de sentido sedimentados en la historicidad del lenguaje), está fundado sobre un juego de ausencias; es decir, mostraría que estas no tienen fundamento, que son entonces infundables. Por último, para cerrar esta parte de la compilación, el artículo de Stephen Zepke “Foucault and Art: from Modernism to Biopolitics” se propone mostrar, desde una lectura que se nutre de herramientas conceptuales deleuzianas, el modo en que Foucault entiende la relación entre el modernismo, específicamente el arte moderno, y la biopolítica, argumentando que aquel constituye tanto una forma de romper con el presente para abrirlo a un futuro indeterminado, como una forma de exhor-tar al espectador a asumir la vida como una existencia expuesta a experimentar con formas de subjetivación. Más exactamente, Zepke presenta ciertas prácticas artísticas modernas como un dominio privilegiado de ontogénesis, esto es, de experimentación con el presente para producir otros modos de ser y abrir, con ello, el presente y el pasado a un futuro no anticipable. Sin embargo, argumenta Zepke, en la medida en que se reconozca que no hay afuera radical, la ruptura del evento ontogenético tendría que asumirse como un pliegue del presente, esto

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es, una elaboración experimental del presente que produce algo nuevo a partir de él y, con ello, abre un espacio de indeterminación según las condiciones del presente y el pasado. Por eso, si el arte moderno permite confrontar subjetivida-des neoliberales producidas por la biopolítica, sólo puede hacerlo al insertarse en los mismos circuitos de circulación económicos en los que se circunscriben esas subjetividades, estableciendo una experiencia compartida entre el artista y el espectador que, a través de la circulación de los objetos del arte, expone a este último a la indeterminación de una imagen-simulacro, o una multiplicidad inasible por el presente, que lo exhorta a experimentar.

El tercer eje de esta compilación recoge contribuciones que se ocupan de pensar prácticas de desidentificación, torsión y desujeción —o reconfiguración de los sujetos—, desde el problema de la emancipación política. Por una parte, se encuentra el texto de Anders Fjeld “Excessive Legality: Processes of Identi-fication, Subjectivation and Overidentification in the case of the French Sans-Papiers” que apunta a complejizar la discusión sobre la subjetivación política en Rancière, pensando particularmente en la relación entre esta y las formas de reparto policial —en los términos de Rancière— que aquella supone, pero tam-bién confronta. Desde el punto de vista de Fjeld, las herramientas conceptuales de Rancière permiten interpretar las apuestas emancipadoras de los sin papeles en Francia desde un escenario complejo, pues no se trata de ver tales prácticas a la luz de las distinciones usuales como la de opresores/oprimidos, sino más bien de poner de manifiesto los nudos y paradojas que les subyacen, toda vez que se comprenden como un proceso de subjetivación que supone el encuentro entre procesos distintos de identificación (policiales), desidentificación (políticos) y sobreidentificación (utópicos). En este sentido, Fjeld confronta las interpre-taciones “simplistas” del pensamiento de Rancière que lo comprenden como un pensador de la acción política espontánea y meramente interruptora de los repartos policiales, para insistir en que, desde el punto de vista del pensador francés, los procesos de subjetivación política se caracterizan por la conviven-cia de lógicas heterogéneas de reparto de lo común. Movilizando asimismo la perspectiva de Rancière, pero esta vez para confrontarla con la herencia del pensamiento marxista en torno a la cuestión de la emancipación, el artículo de Christian Fajardo “La deuda del materialismo histórico y la potencia de las interpretaciones: una aproximación desde Jacques Rancière” busca desplegar una comprensión de los procesos de transformación sensibles que se producen en el plano de las interpretaciones y reflexionar sobre cómo esta transforma-ción incide, de diversas formas, en los modos en los que los sujetos políticos se conforman y actúan. Para llevar a cabo este objetivo, el autor problematiza la crítica marxiana a las interpretaciones consignada en sus textos de juventud (Las tesis sobre Feuerbach, La ideología alemana y La cuestión judía). Siguien-do a Rancière, la tesis de Fajardo es que para Marx la transformación simbólica

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se asume meramente como una transformación en el orden de la sensibilidad, y constituye entonces un síntoma de una enajenación social, al ofrecer una re-presentación alterada de la verdad de las relaciones sociales. De ahí que, desde esta perspectiva, la emancipación se piense como un proceso que permitiría reestablecer la distancia que se habría abierto, particularmente con el desarrollo del capitalismo, entre realidad y ficción. A contrapelo de esta mirada y con la ayuda de la perspectiva rancieriana de lo político, el artículo intenta mostrar que las interpretaciones, asumidas desde una comprensión amplia de lo estético, desestabilizan las fronteras entre realidad y ficción posibilitando transforma-ciones en el orden de la sensibilidad, en el reparto de lo sensible, que preparan —sin asegurarlas— formas de intervención para las emancipaciones políticas. Siguiendo con la discusión sobre las posibilidades de la herencia marxiana para pensar la emancipación, pero esta vez desde una perspectiva distinta, el texto “Política, contingencia y proletariado en Karl Marx: la interpretación herética de Maurice Merleau-Ponty” de Diego Paredes se propone problematizar ciertas interpretaciones de Marx, según las cuales lo político no parece tener un papel tan importante en la filosofía marxiana, en la medida en que esta presuntamente reduciría lo político al simple efecto ideológico de las relaciones económicas de producción, que habría de ser cancelado, en una lógica teleológica, una vez las contradicciones del capitalismo se superasen. Sirviéndose de la interpretación de Merleau Ponty sobre el pensamiento de Marx, Paredes encuentra en este un tipo de materialismo práctico que no implica una separación entre la ideolo-gía y la estructura económica, ni el privilegio de esta sobre la primera, sino el entrecruzamiento complejo entre varios factores, que se despliega en la misma coexistencia práctica de los seres humanos. Por ende, la crítica emancipatoria a la ideología no supondría meramente que se denuncie la falsedad de la ideolo-gía, en oposición a la realidad de las relaciones económicas, sino que implicaría comprender la ideología desde las condiciones materiales, que la práctica política se propondría también realizar. Además, según Paredes, el reconocimiento de este entrecruzamiento de diversos factores que caracterizaría la praxis humana, introduciría una gran contingencia en la acción, abriendo al proceso histórico a lo inesperado e imprevisible, desde una lógica de la historia no teleológica. De modo que, a la luz de esta lectura, la propuesta de Marx no conduciría a una solución sintética y plenamente realizable de las contradicciones, donde el ser humano alcance finalmente su plenitud y se emancipe de la falsa ideología, sino que toda acción estaría abierta a un resultado contingente e imprevisible. Por último, y asumiendo de una manera muy distinta la cuestión de la materialidad de la vida, el texto de Benjamin Noys “Christ-Subjects: Michel Henry, François Laruelle, and the Politics of Life” problematiza algunas comprensiones sobre la emancipación que se han producido en nuestro tiempo, a partir de la experien-cia de un siglo xx de extremos totalitarios que nos habría confrontado con la

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destitución del sujeto a una mera materialidad pasiva o nuda vida. Según Noys, lo que resulta paradójico es que, según algunas apuestas filosóficas (como la de Henry y Laurelle, pero también la del más influyente Žižek, que, según Noys, se comunica indirectamente con estas), esa misma reducción abre el paso a una subjetivación, entendida como una transformación de ese sujeto desde la pura pasividad hacia una posición de poder, hacia una capacidad liberadora; o en otros términos, tales apuestas tienden a pensar que la misma vida, reducida a una materialidad pasiva, puede ser el lugar de una resistencia a las formas de poder que la han producido. Para Noys, el problema con este énfasis en la vida asumida en su materialidad y pasividad, es que todavía conserva en el fondo la pretensión de constituir una nueva forma de vida que escape del dominio de la mera materialidad. Además, en estas propuestas tampoco quedaría claro cuáles serían las condiciones que permitirían que se activara la resistencia, desde la misma mera vida sujetada. Más aún, si la condición de la subjetivación es la pasividad y el sufrimiento de una vida material, y semejante reducción opera en todos lados hoy en día, ¿cómo se explica —se pregunta Noys— el hecho de que no toda vida reducida a mera vida se haya subjetivado?

*

¿Cómo se forma, pues, un sujeto político? Esta pregunta busca entonces, en principio, recuperar una suerte de actitud y sensación de asombro (en la herencia más antigua de la interrogación filosófica occidental), suscitada no por la pers-picacia e inquietud de la razón, sino por el hecho portentoso de las múltiples y heterogéneas prácticas con las que individuos comunes y corrientes se esfuerzan día a día, en su cotidianidad, por reinventar y reconfigurar los contornos y las posibilidades de ser, de sentir y de pensar, en un mundo tenido en común entre unos y otros. Formas de experimentación con los cuerpos, con las palabras, con las imágenes y los afectos, que atraviesan esa enorme cantidad de energía que individuos cualquiera despliegan en prácticas estéticas diversas (de reconfigura-ción de sí y de su mundo) y en formas de organización y de acción con otros que apuntan a problematizar las complejas articulaciones de fuerzas y de ejercicios de poder, afianzadas en las condiciones históricas del mundo contemporáneo. En Colombia, y en Latinoamérica en general, se ha hecho sentir con singular intensidad el dinamismo de estas prácticas de experimentación estética y política en su complejo entrecruzamiento. Pero este también es el caso en otras latitudes, como se muestra en el ejemplo de los sans papiers, sobre el cual se reflexiona en uno de los capítulos de la compilación. En tales circunstancias, aquí y allá, la pregunta sobre cómo reconfigurar y transformar aquellos aspectos del mundo vivido en común con otros que causan diversas formas de marginalización, miseria e injusticia, ha llevado a desbordar y a confrontar los modos habituales

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en que se nos ha hecho comprender nuestra condición como sujetos políticos: desde una ciudadanía signada por los documentos de identificación otorgados por un Estado nación que nos habilita a participar en los procesos electorales institucionalizados de tanto en tanto, a la vez que nos impone la obligación de cumplir ciertas reglas de buen comportamiento cívico, entre las que se cuenta el pago de los respectivos impuestos anuales; o desde una productividad medida a partir de nuestra inserción en los circuitos del salario y del consumo que nos permiten elegir entre diversos estilos de vida y formas de entretenimiento, a cambio del gasto de nuestra energía y nuestro tiempo en el desempeño de una actividad laboral; dos condiciones que nos definen como ciudadanos y como sujetos económicamente activos, que pueden muy bien ser condiciones míni-mas de supervivencia; pero que no nos definen como sujetos políticos, es decir, como sujetos capaces de intervenir de manera creativa en la configuración del mundo tenido en común con otros, de los espacios, los tiempos y, en general, las formas de sensibilidad y de materialidad que determinan la realidad de ese mundo, y de ese “entre” unos y otros, en su constitutiva contingencia. Por su parte, como se manifiesta con especial intensidad en la situación de los “sin pa-peles” en las crecientes diásporas de inmigrantes en Europa y Estados Unidos, esa condición de “marginalidad” de los modos institucionalizados imperantes del ejercicio de la ciudadanía y de la condición como sujetos económicamente productivos, no deshabilita a los individuos que la padecen, de su condición de sujetos políticos; de su potencia para movilizar fuerzas que ponen en cuestión el estado de cosas existente, problematizándolo y desestabilizándolo de maneras que abren y reconfiguran el horizonte de lo posible.

Como hemos insistido, los contornos de estos sujetos, que devienen como sujetos políticos (en sus prácticas cotidianas y en su relación con los otros), son sumamente variables e imprecisos. Se constituyen en intervalos en donde las fronteras entre lo individual y lo colectivo, lo natural y lo artificial y el estatuto mismo de lo humano se resquebrajan y se diluyen, a veces, o se desestabilizan en nuevos modos de imbricación y mutua afectación. Y esta imprecisión y va-riabilidad, como lo hemos advertido antes, tiene que ver también con la manera en que esos procesos de desujeción, agenciamiento y subjetivación se dan en un denso devenir de fuerzas, de palabras, de afectos, de cuerpos, que se entrecruzan y se atraviesan incesantemente, en cuyo impulso y espesor somos simultánea-mente lo que hemos sido, lo que en el presente somos y lo que podemos ser, en lo porvenir, como singularidades y como comunidad. ¿Cómo se forma, enton-ces, el sujeto político? ¿El sujeto que, según lo hemos insistido, interviene en el mundo tenido en común bien sea para defender y cultivar en este ciertas formas de relacionamiento, bien sea para transformarlo de un modo u otro? Esta, con todas las aristas, registros y desplazamientos que, según hemos visto, se enredan

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en ella, es la pregunta que se confronta de una u otra manera en el encuentro de voces que da vida a la presente compilación.

Se trata de una pregunta con la que de una u otra manera, volviendo al co-mienzo de esta introducción, han experimentado y continúan experimentando muy diversos movimientos y colectivos de ciudadanos de a pie, o de personas a las que precisamente, como en el caso de los sin papeles, se les niega la ciu-dadanía jurídica; luchas e inquietudes que conducen a formas creativas de ex-presión y producción de pensamiento en escenarios locales de interlocución y de relacionamiento entre unos y otros; sean, por ejemplo, en las circunstancias históricas desde las que hablamos, los colectivos urbanos de grafiteros y raperos, sean las iniciativas que crean escenarios de convergencia de proyectos artísticos diversos, sean los consejos comunitarios de los indígenas, afrocolombianos o campesinos en zonas apartadas del país donde se discuten las formas de de-fender sus territorios frente a formas depredadoras de explotación minera o de explotación agrícola en megaproyectos de multinacionales, que amenazan con deshabilitar las autonomías de las comunidades sobre sus territorios o sus prácticas de soberanía agrícola y alimentaria… En fin, esto por mencionar sólo unos cuantos de los muchos ejemplos de lo que la gente hace día a día, inmersa en los avatares de su cotidianidad, para defender y afirmar posibilidades de vivir, de pensar y de sentir, y para confrontar las dificultades y los problemas con los que las condiciones socio-económicas e institucionales del orden social dado cons-triñen esas posibilidades. Pues bien, el horizonte de reflexión sobre lo político que esta compilación busca propiciar es también un homenaje a esos múltiples y diversos escenarios cotidianos y anónimos en los que la gente lucha de maneras creativas por hacer valer formas de vivir, de pensar y de relacionarse consigo y con los otros; es un intento por realzar y enfatizar cómo, en la polifonía de sus prácticas de experimentación ético-política, estos escenarios son una heroica resistencia cotidiana a la restricción de lo político efectuada por los discursos dominantes que han fijado su sentido, y que en nuestras actuales circunstancias parecen destinarnos a una sin salida de alternativas que empobrecen y cierran el horizonte de lo posible: o bien a un orden consesual regulado por el omni-presente aparato gubernamental neoliberal, que apunta a integrar dentro de sí toda diferencia con una visión muy precisa, pero también muy problemática, del desarrollo económico, de la construcción de lo social y de la legitimidad de las instituciones jurídico-políticas; o bien una violenta exclusión y una guerra frontal frente al que se fija y comprende como enemigo. Al llamar la atención entonces sobre esos otros espacios cotidianos y anónimos de experimentación y de productividad política que, por lo general, pasan completamente desaper-cibidos para la “opinión pública” creada y modulada por los ritmos y discursos de los medios masivos de comunicación, nuestro deseo es mostrar que las únicas alternativas posibles no son esa política consensual de neutralización de la dife-

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