Clemente de Alejandría
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CLEMENTE DE ALEJANDRÍA
(TITUS FLAVIUS CLEMENS, pero conocido en la historia de la iglesia por esta
designación para distinguirle de Clemente de Roma).
Fecha de nacimiento desconocida; murió el año 215. Era un teólogo griego y
director de la escuela catequética de Alejandría. Atenas debió ser el punto de
partida de sus viajes ( y probablemente su lugar de nacimiento). Se convirtió al
cristianismo y viajó de lugar en lugar en busca de más conocimiento, uniéndose
sucesivamente a diferentes maestros: un griego de Jonia, otro en Magna Grecia, a
un tercero en CoeleSiria, después de los cuales se dirigió por turno a un egipcio,
un asirio, un palestino judío convertido y por fin encontró a Pantaeno en
Alejandría y en sus escritos “encontró el descanso “.
El lugar fue bien elegido. Era natural que la especulación cristiana tuviera su
asiento en Alejandría. La gran ciudad era entonces el gran centro cultural y de
comercial donde había ido creciendo una gran universidad bajo el patronazgo
continuado del Estado. El ambiente intelectual era abierto y tolerante como
correspondía a un ciudad donde se mezclaban tantas razas. Los filósofos eran
críticos o eclécticos y Platón era el más admirado de los viejos maestros. La
filosofía del renacimiento pagano, el neoplatonismo, tenía entonces allí un
profeta, Ammonio Saccas.
También los judíos, que eran muy numerosos, respiraban ese ambiente liberal y
habían asimilado la cultura laica, formando la colonia más ilustrada de la
Diáspora. Habían dejado de usar el hebreo por lo que vieron la necesidad de que
Las Escrituras se tradujeran al Griego, que era su lenguaje cotidiano.
Filón, su más importante pensador, se convirtió en una suerte de Platón judío.
Alejandría era además una de los centros de esa peculiar mezcla de especulación
pagana y cristiana conocida como Gnosticismo.
Allí enseñaban Basílides y Valentino, por lo que no sorprende que algunos
cristianos fueran afectados a su vez por eses espíritu científico.
En una fecha incierta, a finales del siglo segundo, se fundó “una escuela de
instrucción oral”. Se daban clases a las que se admitían como oyentes a los
paganos y a los cristianos se les proporcionaba enseñanza avanzada por separado.
Era una institución oficial de la iglesia. Pantaeno es el más antiguo maestro del
que se ha conservado el nombre. Clemente asistió a sus enseñanzas y después le
sucedió en la dirección de la escuela, alrededor del 190 d.C. Ya se le conocía
como escritor cristiano antes de los días del papa Víctor (188199).
Por entonces debió componer el “Discurso exhortatorio a los Griegos”
(Protreptikos pros Ellenas), que es una llamada persuasiva a la fe, escrito con
muchísima elegancia. Se abre el discurso con pasajes que parecen al oído como
una suave música. Amphion y Arion con su músicos cantores arrastraron tras de
sí monstruos sagrados y conmovieron hasta a las piedra. Cristo es el más noble
cantor. Su arpa y su lira son hombres. El saca la música de sus corazones gracias
al Espíritu Santo y Cristo mismo es el Nuevo
Cantar cuya melodía somete a las fieras y a las más duras fuerzas de la
naturaleza. A continuación procede Clemente a mostrar la trascendencia de la
religión cristiana, poniendo encontraste el cristianismo con la vileza de los ritos
paganos y la débil esperanza de la poesía pagana y de sus filósofos.
El hombre nace de Dios. La Palabra llama a los hombres hacia. El. Sólo en Cristo
se halla toda la verdad. La obra termina con una descripción del cristiano
temeroso de Dios y contesta a aquellos quedicen que es erróneo abandonar la
propia religión ancestral.
La obra titulada Hypotyposeis parece ser el resultado de la primera actividad de
Clemente. Rufino la tradujo al latín con el título de Disposiciones. La obra, en
ocho libros, no sobrevivió, aunque se hayan conservado numerosos fragmentos
en Eusebio Oecumenius, Máximo el Confesor, Juan Moschos y
Focio. Según Zahn, un fragmento latino "Adumbrationes Clementis Alexandrini
in epistolas canonicas", traducido por Casiodoro y purgado de pasajes opinables,
representa en parte el texto de Clemente.
Eusebio representa los “Esbozos o Contornos” como un comentario resumido
con anotaciones doctrinales e históricas sobre toda la Biblia y sobre la Epístola
nocanónica de Bernabé y el Apocalipsis de Pedro. También Focio la había leído
y la describe como una serie de explicaciones de los textos bíblicos
especialmente el Génesis, Éxodo, Salmos, Eclesiastés y las epístolas paulinas y
católicas.
Declara que es un trabajo sólido, pero añade que contiene “impiedades y fábulas”
tales como la eternidad de la materia, la creación del Verbo, pluralidad de
palabras (logoi), docetismo, metempsicosis
etc.
Especialistas conservadores creen que Focio ha tratado indebidamente los errores
de Clemente, cualesquiera que pudieran haber sido. El estilo de Clemente es
difícil, sus obras están llenas de pasajes prestados y sus enseñanzas no pueden
reducirse fácilmente a un cuerpo de doctrina. Y esta primera obra, que son
comentarios dispersos sobre la Sagrada escritura, pueden fácilmente haber sido
reconstruidos equivocadamente. Es cierto que algunos de los cargos más
importantes se poyan en equivocaciones. De todas las maneras lo que ha nos
llegado de Clemente da una mejor imagen de él.
Otras obras suyas son “Miscelánea” (Stromateis) y “El Tutor” (Paidagogos). Las
Misceláneas comprenden siete libros completos de los que los primeros cuatro
son anteriores a “El Tutor”. Cuando terminó esta obra, volvió a las Misceláneas
que nunca pudo terminar. Faltan las primeras páginas de la obra. Lo que desde
tiempos de Eusebio se ha conocido como libro octavo no es otra cosa que una
colección de pasajes y extractos de los filósofos paganos. Es probable, como ha
sugerido Arnim, que
Clemente hiciera uso de estos materiales junto con los resúmenes de Teodoro
(extractos de Teodoro y de
la Escuela Oriental de Valentino) y las "Eclogae Propheticae". Extractos de los
profetas (más bien notas al albur sobre textos o tópicos escriturarios) para la
continuación de "Miscellaneas, en las que Clemente no manifiesta ni plan ni
orden. El compara la obra a una pradera donde toda clase de flores crece
libremente y también a una colina sombreada o montaña plantada con árboles de
todas clases. De hecho son una serie de observaciones, posiblemente notas de sus
clases en la escuela, pero es la más completa de las obras de Clemente. Comienza
con la importancia de la filosofía para la consecución del conocimiento cristiano.
Aquí quizá esté defendiendo su propio trabajo científico ante el criticismo local
de sus hermanos más conservadores. Muestra cómo la fe está relacionada con el
conocimiento y enfatiza la superioridad de la revelación respecto a la filosofía.
La verdad de Dios se encuentra en la revelación, una parte de ella en la filosofía
y es el deber del cristiano no ignorar ninguna de las dos. La ciencia religiosa,
derivada de es doble fuente, es un elemento de perfección para el cristiano
instruido “ el verdadero Gnóstico,” es el perfecto cristiano. El que ha ascendido a
las alturas está lejos de conmociones
de las pasiones, está unido a Dios y es, en un sentido misterioso, uno con El. Esta
es la línea de
pensamiento que se indica en la obra, por otra parte llena de digresiones.
“El Tutor” ( El pedagogo, el Maestro) es un tratado practico en tres libros. Su
propósito es preparar al
cristiano ordinario por medio de una vida disciplinada para convertirse en un
cristiano instruido. En
tiempos antiguos, el paedagogus era el esclavo que estaba al cargo del niño,
acompañándole todo el
tiempo. De él dependía la formación del carácter del niño. Ahora ese el oficio del
Verbo Encarnado para
con los hombres. El los llama para que sean Suyos, entonces los educa a Su
forma, que es moderada,
ordenada, tranquila y sencilla. Nada es demasiado común o trivial para el
cuidado del Tutor, cuya
influencia se nota en los más mínimos detalles de la vida, en la manera de comer,
beber, dormir, vestirse
y divertirse etc. El tono moral de esta obra es amable, y resulta muy hermoso el
ideal de una vida
trasfigurada descrita al final. En las ediciones de Clemente, “El Tutor” va
seguido de dos poemas cortos,
el segundo de los cuales, dirigido al Tutor es de algún pío lector de la obra y el
primero, titulado “Un
himno al Salvador Cristo” (Hymnos tou Soteros Christou), se atribuye a
Clemente en los manuscritos
que lo contienen y puede ser suyo (Bardenhewer) o de fecha tan temprana como
el Gloria in Excelsis
(Westcott).
Algunos especialistas ven en los escritos de Clemente, “La Exhortación”, “El
Tutor”, y “Miscelánea”,
una gran trilogía que representa la iniciación gradual a la vida cristiana – fe,
disciplina, conocimiento –
tres estados que corresponden a los tres grados de los misterios neoplatónicos
purificación,
iniciación y
visión.. Algo de tal concepción esta en la mente de Clemente, pero apenas se
puede decir que lo
consiguiera expresarlo. Era demasiado asistemático.
Además de estas obras importantes, escribió un bello tratado “¿Quién será el rico
que se salvará?” (tis ho
sozomenos plousios), que es una exposición de S. Marcos x, 1731,
en el que Clemente muestra que la
riqueza no es condenada en sí misma como intrínsecamente mala, sin o que su
moralidad depende del
buen o mal uso que se haga de ella. La obra concluye con la narración del
hombre joven que fue
bautizado, perdido y de nuevo vuelto a ganar por el Apóstol S. Juan. No se puede
fijar la fecha de la
composición de esta obra que ha llegado casi completa. Clemente escribió
homilías sobre el ayuno,
sobre el mal hablar y usó su pluma en la controversia sobre la cuestión Pascual.
Duchesne (Hist. ancienne de l'Eglise, I, 334 ss.) resume así los siguientes años de
la vida de Clemente.
No terminó su vida en Alejandría. La persecución cayó sobre Egipto en el año
202 y sobre todo sobre los
catecúmenos. La escuela catequética sufrió las consecuencias. En los primeros
dos libros de
“Miscelánea”, escritos en este momento, se halla más de una alusión a la crisis.
Clemente fue obligado a
retirarse y lo encontramos poco después en Cesarea de Capadocia junto a su
amigo y antiguo discípulo,
el Obispo Alejandro. La persecución también es allí activa y y Clemente cumple
con un ministerio de
amor, Alejandro está en prisión por Cristo y Clemente se encarga de la iglesia en
su lugar, fortaleciendo
a los fieles y hasta haciendo nuevas conversiones. Lo sabemos por una carta
escrita el 211 ó 212 por
Alejandro para felicitar a la iglesia de Antioquía por la elección de Asclepíades
como obispo. Clemente
en persona se encargó de entregar la carta, pues era conocido para los fieles de
Antioquía. En otra carta
escrita el 215 a Orígenes, Alejandro habla de Clemente como de alguien ya
fallecido.
Clemente no ha tenido una notable influencia en el curso de la teología fuera de
su influencia personal
en el joven Orígenes. Sus obras se copiaron ocasionalmente, por Hipólito en su
“Chronicon”, por
Arnobius y por Teodoreto de Ciro. S. Jerónimo admitió sus conocimientos y el
papa Gelasio, en el catálogo que se atribuye, menciona las obras de Clemente,
aunque añade:” Pero no han de ser en ningún
caso recibidas por nosotros”. Focio en su “Biblioteca” censura una lista de
errrores sacada de sus
escritos, aunque muestra un sentimiento amable hacia Clemente asumiendo que
el texto original ha sido
falsificado.
De hecho, Clemente ha sido empequeñecido en la historia por la grandeza de
Orígenes que le sucedió en
Alejandría. Hasta el siglo XVII era venerado como santo y su nombre se
encontraba en los martirologios
y su fiesta el 4 de diciembre. Pero cuando se revisó el Martirologio Romano por
Clemente VIII su
nombre cayó del calendario por consejo del cardenal Baronius. Benendicto XIV
mantuvo la decisión de
su predecesor sobre la base de que la vida de Clemente era poco conocida y que
nunca había obtenido
culto público en la iglesia y que algunas de sus doctrinas eran, si no erróneas, al
menos sospechosas. En
tiempos más recientes, el respeto hacia Clemente ha crecido por su encantador
temperamento literario,
su atractivo candor, por su valeroso espíritu que le hizo ser un pionero en la
teología y por su inclinación
a los requerimientos de la filosofía. Es de espíritu moderno, de amplísimas
lecturas, con amplísimos
conocimientos de toda la Biblia y de la literatura cristiana, de las obras ortodoxas
y heréticas. Era
aficionad a las cartas y tenía un conocimiento de los poetas y filósofos paganos,
le encantaba citarlos y
así se han preservado algunos fragmentos de obras perdidas. El grueso de los
hechos y citas recogidas
por él y reunidas en sus escritos es algo que no tiene igual en la antigüedad,
aunque no es improbable
que sacase datos de los florilegios o antologías, con pasajes elegidos de la
literatura.
Los eruditos no han conseguido fácilmente resumir los principales puntos de las
enseñanzas de
Clemente, ya que le falta de precisión técnica y no pretende hacer una exposición
ordenada. Es fácil, por
consiguiente, juzgarle mal. Aceptamos el juicio de Tixeront. La regla de fe era
sólida, aceptaba la
autoridad de la tradición de la Iglesia. El sería en primer lugar un cristiano que
acataba la ley eclesiástica
pero que también quería permanecer como filósofo y que su razón tuviera qué
decir en cuestiones de
religión. ªHay pocos, decía, que hayan cogido los restos de los egipcio y hayan
hecho con ellos un
mueble para el Tabernáculo”. Aceptó la filosofía como instrumento, para
trasformar la fe en ciencia y la
revelación en teología. Los gnósticos habían pretendido ya poseer la ciencia de la
fe, pero de hecho, eran
puros racionalistas o más bien soñadores de sueños fantásticos. Clemente no
quería otra cosa que la fe
como base de su especulación. No se le puede acusar de que quisiera ser desleal,
pero era un pionero en
una difícil prueba y hay que admitir que falló a veces en su elevado intento. Era
cuidadoso ateniéndose a
la Sagrada Escritura pero la utilizó mal por textos con su exégesis defectuosa.
Había leido todos los
libros del Nuevo Testamento, excepto la Segunda Epístola de Pedro y la Tercera
de S. Juan. “De hecho”,
dice Tixeront, “su testimonio respecto a la forma primitiva de los escritos
apostólicos es del más alto
valor.” Desafortunadamente, interpretó las Escrituras a la manera de Filón;
encontraba alegorías por
todas partes. Los hechos del Antiguo Testamento llegaron a ser para él meros
símbolos. Pero no se
permitió tanta libertad con el Nuevo Testamento.
El campo especial que Clemente cultivó le llevó a insistir en la diferencia entre la
fe del cristiano
ordinario y la ciencia del perfecto y sus enseñanzas en este campo son muy
características de él. El
cristiano perfecto tiene una visión de los grandes misterios del hombre y de la
naturaleza, de la virtud –
que el cristiano normal acepta sin una visión clara. Muchos creen que Clemente
exagera en la moral
digna de conocimiento religioso; aunque debe recordarse que alaba no el mero
conocimiento estéril, sino
el conocimiento que se convierte en amor. Lo que él alaba, es la perfección
cristiana – el verdadero
gnosticismo del que Clemente gusta describir como que lleva a una calma
inalterable. Y aquí, sin duda,
las enseñanzas de Clemente están tintadas de estoicismo. No describe tanto al
cristiano con sus
sentimientos sensitivos y deseos controlados, sino el ideal estoico que ha matado
sus sentimientos
completamente. El cristiano perfecto lleva una vida de devoción total; el amor de
su corazón le lleva
siempre a una más íntima unión con Dios por la oración, al trabajo para la
conversión de la almas, al
amor de sus enemigos y hasta a sufrir martirio.
Clemente se adelantó a las controversias trinitarias. Enseñó que en la cabeza de
Dios había tres
Términos. Algunos críticos dudan de que los distinguiera como personas, pero
una lectura cuidadosa
prueba que lo hizo. El Segundo Término de la Trinidad es la Palabra. Focio creía
que Clemente
enseñaba una pluralidad de de Palabras, pero en realidad Clemente simplemente
dedujo una distinción
entre el inmanente atributo de la inteligencia del Divino Padre y la Palabra
Personal que es el Hijo. El
Hijo es eternamente engendrado y tiene los mismos atributos que el Padre. Sólo
hay un Dios. De hecho,
hasta aquí Clemente empuja su concepto de unidad de manera que parece
aproximarse al Modalismo y
sin embargo, es un editor tan suelto que en todas partes se encuentran
inquietantes restos del error
opuesto de Subordinacionismo. Aunque éstas pueden ser explicadas. De hecho
necesita ser juzgado, más
que los escritores en general, no pro una frase aquí o allá, sino por el sentido
general de su enseñanza.
Dice del Espíritu Santo muy poco y cuando se refiere a la Tercera Persona de la
Trinidad, se adhiere
estrictamente a la Escritura. Reconoció dos naturalezas en Cristo. Cristo es el
HombreDios
que nos
aprovecha como hombre y como Dios. Clemente evidentemente mira a Cristo
como una Persona – la
Palabra. Hay ejemplos frecuentes en sus obras de intercambio de estas
expresiones. Focio ha acusado a
Clemente de Docetismo, pero Clemente admitía claramente en Cristo un cuerpo
real, aunque lo
considera exento de las necesidades comunes de la vida, como comer, y el alma
de Cristo está exenta de
los movimientos de las pasiones, de la alegría y de la tristeza.
EDICIONES Las obras de Clemente de Alejandría fueron editadas en primer lugar por P.
Victorius (Florencia, 1550).
La edición más completa es la de J. Potter. "Clementis Alexandrini opera quae
extant omnia" (Oxford,
1715; Venice, 1757), reproducida in Migne, P.G. VIII, IX. LA edición of G.
Dindort (Oxford, 1869)
declarada por jueces competentes. La de O. Stahlin apareció en el „Griechisehen
christlichen
Schriftsteller" de Berlínetc. Hasta 1908 se habían publicado dos volúmenes de
"Protrepticus" y el
"Paedagogus" (Leipzig, 1905), y "Stromata" (Bks. I VI,
ibid., 1906). El prefacio el primer volumen (pp.
183)
contiene el mejor recuento de los manuscritos y ediciones de Clemente. Entre las
ediciones
separadas de sus obras las siguientes son las más notables: Hort y Mayor,
"Miscellanies", Bk. VII, con
una traducción inglesa (London, 1902); Zahn, "Adumbrationes" en "Forschungen
zur Geschiehte des
Neutestamentlichen Kanons", III, y "Supplementum Clementinum" (Erlangen,
1884); Köster, "Quis
dives salvetur?" (Freiburg, 1893). Esta ultima obra fue también editada por P.M.
Barnard en "Cambridge
Texts and Studies" de W. Wilson (1897), y traducido por él en "Early Church
Classics" para S.P.C.K.
(London, 1901). Una traducción inglesa completa de todos los escritos de
Clemente , ver AnteNicene
Christian Library (New York)
Artículo relacionado: Bertrand de Margerie S.J.
http://www.aciprensa.com/exegesis/capitulo3.htm
FRANCIS P. HAVEY.
Transcrito por Joseph P. Thomas.
Traducido por Pedro Royo.