Claves 117

78
DE RAZÓN PRÁCTICA Directores Javier Pradera / Fernando Savater N.º 117 Noviembre 2001 Precio 900 Pta. 5,41 Noviembre 2001 117 RYSZARD KAPUSCINSKI Del muro de Berlín a las Torres Gemelas GIOVANNI SARTORI El islam y la inmigración FERNANDO SAVATER Borges: la sonrisa metafísica NORMAN BIRNBAUM Once de septiembre: carta desde Washington MICHAEL WALZER Guerras justas e intervenciones humanitarias GEMA MARTÍN MUÑOZ El conflicto entre Occidente y el islamismo ´ ´

Transcript of Claves 117

Page 1: Claves 117

DE RAZÓN PRÁCTICADirectoresJavier Pradera / Fernando Savater N.º117Noviembre 2001

Precio 900 Pta. 5,41 €

Noviem

bre 2001

117

RYSZARD KAPUSCINSKIDel muro de Berlín a las Torres Gemelas

GIOVANNI SARTORIEl islam y la inmigración

FERNANDO SAVATERBorges: la sonrisa metafísica

NORMAN BIRNBAUMOnce de septiembre:

carta desde Washington

MICHAELWALZERGuerras justas e

intervenciones humanitarias

GEMA MARTÍN MUÑOZEl conflicto entre Occidente y el islamismo

´ ´

Page 2: Claves 117

S U M A R I ON Ú M E R O 117 N O V I E M B R E 2 0 0 1

GUERRAS JUSTAS MICHAEL WALZER 4 E INTERVENCIONES HUMANITARIAS

GIOVANNI SARTORI 10 EL ISLAM Y LA INMIGRACIÓN

ONCE DE SEPTIEMBRE.NORMAN BIRNBAUM 16 Carta desde Washington

OCCIDENTE Y LOS ISLAMISTASGEMA MARTÍN MUÑOZ 24 Las razones políticas del conflicto

DEL MURO DE BERLÍN RYSZARD KAPUSCINSKI 34 A LAS TORRES GEMELAS

ANDRÉS DE FRANCISCO 42 DOS DOGMAS DEL LIBERALISMO

Semblanza Fernando Savater 50 Borges: La sonrisa metafísica

Economía La Segunda República EspañolaPablo Martín Aceña 55 y el oro de Moscú

ReligiónJavier Otaola 59 Anticlericalismo y laicidad

Ensayo Los intelectuales latinoamericanosMartín Hopenhayn 63 descritos por sus (im)pares

Filosofía política La monarquía como barbarie y otros abusosRamón Puig de la Bellacasa 67 de poder en los adagios de Erasmo

HistoriaFrancisco Castilla Urbano 78 De la conquista a Auschwitz

Correo electrónico: [email protected]: www.progresa.es/claves

Correspondencia: PROGRESA. FUENCARRAL, 6; 2ª PLANTA. 28004 MADRID.TELÉFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.

Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32; 7ª. 28013 MADRID. TELÉFONO 915 36 55 00.

Impresión: MATEU CROMO. ISSN: 1130-3689Depósito Legal: M. 10.162/1990.

Esta revista es miembro de ARCE (Asociación de Revistas Culturales Españolas)

Esta revista es miembro de la Asociación de Revistas de Información

DirecciónJAVIER PRADERAFERNANDO SAVATER

EditaPROMOTORA GENERAL DE REVISTAS, SA

Director general IGNACIO QUINTANA

Coordinación editorial NURIA CLAVER

Maquetación ANTONIO OTIÑANO

CaricaturasLOREDANO

Ilustraciones

LETICIA CARRERA (Madrid, 1975) La obrafotográfica de esta autora representa laculminación de un proceso creativo defi-nido por la articulación de tres claves fun-damentales: la provocación como genera-dor de sentido estético; el material, selec-cionado desde un intelectualismo críticoe intimista; y la metáfora y el simbolismocomo recursos expresivos del realismo. Latécnica del collage permite, además, laconfiguración de imágenes de granimpacto emocional e ideológico.

Borges

DE RAZÓN PRÁCTICA

Para petición de suscripcionesy números atrasados dirigirse a:

Progresa. Fuencarral, 6; 4ª planta. 28004Madrid. Tel. 915 38 61 04 Fax 915 22 22 91

´ ´

Page 3: Claves 117

GUERRAS JUSTAS EINTERVENCIONES HUMANITARIAS

MICHAEL WALZER

1. LAS INTERVENCIONES HUMANITARIASEl mundo no es hoy menos violento que amediados de los setenta. Las formas de laguerra han cambiado mucho menos de loesperado por un gran número de líderespolíticos, generales, comentaristas de me-dios de comunicación e intelectuales pú-blicos. Las nuevas guerras son un reflejo delas antiguas, cosa que siempre ha ocurrido.Si consideramos un instante las sangrientasluchas de los años 1980 a 1988 entre Iráne Irak, percibiremos que fue una especie dereedición de la primera guerra mundial:grandes ejércitos brutalmente enfrentadosen un escenario bélico relativamente pe-queño; masas de jóvenes lanzándose a lacarga entre el fuego de las ametralladoras yla artillería pesada; generales que se despre-ocupan de las víctimas. De manera muy si-milar, la guerra de 1991 en el golfo Pérsi-co, pese a haberse desarrollado con unatecnología mucho más avanzada, repitió laestructura política, legal y moral de la gue-rra de Corea, mientras que, por su parte,las columnas de tanques en el desierto deKuwait hicieron recordar a las personas demi edad las andanzas de Rommel y Mont-gomery en el norte de África durante laII Guerra Mundial. Cuando los soldadosestadounidenses invadieron Granada y Pa-namá en la década de los ochenta, los bre-ves combates fueron notablemente simila-res a las escaramuzas coloniales del sigloXIX y principios del XX. Los argumentosmorales que precedieron, acompañaron ysiguieron a esas guerras están muy empa-rentados con los argumentos morales quehe expuesto y analizado en mi libro Gue-rras justas e injustas, cuya edición originales de 1977. La melodía difiere; la letra si-gue siendo la misma.

Ha habido, sin embargo, un amplio ytrascendental cambio, tanto en la guerracomo en la letra. Temas que parecían mar-ginales en la década de los setenta se hanvisto espectacularmente desplazados a un

primer plano. No exagero demasiado si di-go que el mayor peligro al que han de en-frentarse hoy día la mayoría de las personasen todo el mundo emana de sus propiosEstados, y que el principal dilema de la po-lítica internacional es el de determinar si lagente en peligro debe ser o no puesta a sal-vo mediante una intervención militar ex-terna. La idea de una “intervención huma-nitaria” ha figurado largo tiempo en losmanuales de derecho internacional, peroen el mundo real, por así decirlo, da la im-presión de ser sobre todo una forma dejustificar la expansión imperialista. Desdeque los españoles conquistaran México pa-ra impedir la práctica de los sacrificios hu-manos (entre otras razones), el término“humanitario” ha suscitado los más sarcás-ticos comentarios. Sin duda, aún siguesiendo necesario examinar con ojo críticolas intervenciones humanitarias, pero yano es posible desacreditarlas recurriendo ala simple mordacidad.

Es fácil enumerar los procesos históri-cos y las circunstancias políticas inmediatasque han hecho de las intervenciones unelemento de la mayor importancia, o, almenos, del mayor interés para la guerracontemporánea, pero no es tan sencillocomprenderlos, sobre todo en una etapatan temprana de nuestra investigación. Ladisolución de los viejos imperios, los éxitosde las liberaciones nacionales, la prolifera-ción de los Estados, las disputas relaciona-das con la posesión de territorios, la posi-ción precaria de las minorías étnicas y reli-giosas: todo ha contribuido a producir,principalmente en los países nuevos, for-mas muy intensas de política identitaria,primero; una difusa atmósfera de miedo ydesconfianza, después, y, finalmente, undeslizamiento que acaba en algo próximo ala hobbesiana “guerra de todos contra to-dos”. En la práctica (también en Hobbes,si uno lo lee cuidadosamente), se trata enrealidad de una guerra de algunos contra

algunos, dándose la circunstancia de que,por lo general, uno u otro bando disfrutadel respaldo de un Estado, –cuando no es,simplemente, el propio Estado el que entraen combate. A veces, la finalidad de la lu-cha consiste en obtener la supremacía polí-tica en un determinado territorio, perocon frecuencia el fin de las hostilidades seencamina a la exclusiva posesión de algoque se esgrime como patria ancestral, y,posteriormente, la “limpieza étnica” o lamasacre (o, lo que es aún más probable,una combinación de ambas cosas) puedenacabar convirtiéndose en política de Es-tado.

Éste es justamente el punto en el seplantea un reto al resto del mundo: ¿cuán-to sufrimiento somos capaces de contem-plar antes de intervenir? El desafío es parti-cularmente intenso debido a las nuevastecnologías de la comunicación. Hoy, en lamayoría de los casos, la “contemplación” esliteral y se acompaña de una perfecta audi-ción; así escuchamos, por ejemplo, las de-soladas voces de los supervivientes de lamasacre de Srebrenica y otras muchas ate-rradoras y desdichadas narraciones de pa-dres, niños y amigos asesinados o “desapa-recidos”. Es fácil coincidir en que han deimpedirse la limpieza étnica y los asesina-tos en masa, pero no es en absoluto senci-llo imaginar cómo habremos de lograrlo.Quién ha de intervenir, con qué autoridad,qué tipo de fuerza utilizará y en qué gradose habrá de servir de ella: todas éstas sonarduas interrogantes, y se han convertidohoy día en cuestiones centrales en el pro-blema de la guerra y la moral.

Mi razonamiento en defensa de la in-tervención unilateral es el siguiente: cuan-do los crímenes que se cometen “suponenuna conmoción para la conciencia moralde la humanidad” cualquier Estado quepueda detenerlos debe ponerles fin o, enúltimo extremo, tiene derecho a hacerlo.Éste es un argumento concebido desde el

4 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 4: Claves 117

punto de vista de la existente comunidadde naciones. Su aplicación es quizá muyobvia en aquellos casos en que los peque-ños Estados intervienen de manera local,como sucedió cuando Vietnam invadióCamboya con el fin de clausurar los “cam-pos de exterminio” o cuando Tanzania pe-netró en territorio ugandés para derrocar alrégimen de Idi Amin. Las intervencionesde las superpotencias, cuyos intereses songlobales, tienen mayores probabilidades desuscitar la sospecha de algún motivo no ex-plícito. Pero también los Estados pequeñostienen motivos ocultos. No existe nada pa-recido a una pura voluntad en la vida polí-tica. No es posible adoptar un criterio quehaga depender la intervención de la purezamoral de quienes deban ponerla en prác-tica.

En los últimos tiempos, ha habidociertamente más intervenciones unilatera-les justificadas que injustificadas. Perotambién ha habido un gran número de ca-sos en los que, injustificadamente, se ha re-chazado la intervención. Quizá “injustifi-cadamente” no sea la palabra más adecua-da: en zonas como el Tíbet, Chechenia oTimor Oriental tras la anexión indonesiaera posible apoyar los rechazos en verosí-miles razones de prudencia. Pero no porello dejan de ser rechazos moralmente per-turbadores. El problema general consis-te en que la intervención, incluso en los ca-sos en que está justificada, incluso cuando es

necesaria para impedir la comisión de te-rribles crímenes, e incluso cuando no su-pone ninguna amenaza para la estabilidadglobal o regional, es un deber imperfecto:un deber que no incumbe a ninguna ins-tancia particular. Es preciso que alguien in-tervenga, pero no existe ninguna entidadespecífica en la comunidad de nacionesque haya sido moralmente investida con lafacultad de hacerlo. Por consiguiente, enmuchos casos, nadie interviene. La gentees muy capaz de contemplar y oír sin hacernada. Las matanzas continúan, y todos lospaíses que disponen de medios para dete-nerlas deciden que tienen tareas más ur-gentes y prioridades más conflictivas queatender; los costos estimados de la inter-vención son demasiado elevados.

Es precisamente esta negligencia res-pecto de la intervención, más que un exce-sivo recurso al expediente, lo que lleva a losciudadanos a buscar una instancia mejor ymás segura. Quiero subrayar que ni siquie-ra un largo historial de negligencias socavael derecho a intervenir en un caso dado.No podemos pretender que, puesto que noacudimos a rescatar a la población del Tí-bet, Timor Oriental y el sur de Sudán,también actuamos correctamente al de-samparar a los kosovares por simple cohe-rencia moral. Éste es un argumento al quese recurre habitualmente, aunque utilizan-do un lenguaje un tanto distinto; no obs-tante me parece manifiestamente erróneo.

Es más, aún hemos de preocuparnos de losnumerosos casos en que dejamos de inter-venir y buscar instancias que puedan ac-tuar con mayor coherencia de la que hanmostrado los Estados particulares o lasalianzas locales entre ellos.

Dado que la intervención humanitariaimplica una violación de la soberanía esta-tal, es natural que busquemos instanciasque posean algún tipo de autoridad trans-versal a los Estados o puedan pretenderlaapoyándose en fundamentos plausibles, loque apunta hacia organizaciones interna-cionales como las Naciones Unidas o untribunal internacional. Puedo concebir quese reclute un ejército de voluntarios a esca-la mundial, un ejército provisto de su pro-pio cuerpo de oficiales y que reciba órde-nes de, digamos, el Consejo de Seguridadde las Naciones Unidas. A lo largo de laspróximas décadas, es probable que se reali-cen intentos para materializar dicho ejérci-to y hacer que entre en acción. El uso de lafuerza por parte de la ONU tendrá, presu-miblemente, mayor legitimidad que suempleo por parte de Estados particulares,pero no está claro si su intervención serámás justa u oportuna. La política de laONU no es más edificante que la políti-ca de muchos de sus miembros, y la decisiónde intervenir, tanto si es a escala local co-mo global, tanto si se hace de manera indi-vidual como colectiva, es siempre una de-cisión política. Los motivos que la animen

5Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 5: Claves 117

pueden ser contradictorios, y no hay dudade que la voluntad colectiva que impulsa laacción es tan impura como la voluntad in-dividual (y es probable que sea mucho máslenta).

Con todo, es posible que la interven-ción de la ONU sea mejor que la inter-vención de un solo Estado. Sería una in-tervención que tendría más probabilidadesde reflejar un consenso más amplio y, en lamedida en que el término es de alguna re-levancia para la política internacional, seríatambién más democrática (el Consejo deSeguridad, en su organización actual, es,por supuesto, una oligarquía). Su interven-ción podría ser la primera señal de la apa-rición de un orden legal cosmopolita, unimperio de la ley bajo el cual la masacre yla limpieza étnica recibirían la considera-ción de actos criminales y se verían sujetosa una rutina represiva bien establecida. Sinembargo, incluso un régimen global pro-visto de un ejército global sería a veces in-capaz de actuar contundentemente en elmomento y lugar adecuados. Y en tal caso,volvería a surgir la cuestión de si podría al-guna otra entidad, en la práctica cualquierEstado o alianza entre Estados, actuar legí-timamente en su lugar. Las intervencioneshumanitarias como las de Camboya oUganda, que jamás habrían recibido laaprobación de la ONU, hubieran sido im-posibles si la ONU las hubiera desapro-bado explícitamente, es decir, si hubieravotado en contra de ellas. Existe un ciertonúmero de obvias desventajas en el hechode confiar únicamente en una sola instan-cia internacional.

No obstante, esta exclusiva confianzano es lo que se dibuja en la inmediatez delhorizonte. Será algo a lo que nos aproxi-memos poco a poco y de forma experi-mental, si es que lo hacemos. Mientrastanto, la decisión de intervenir (o no) ten-drá que hacerse aproximadamente del mo-do en que se tomó la decisión sobre Koso-vo; es decir, mediante debates políticos ymorales celebrados en uno o más Estadossoberanos. No hay maniobras evasivas porparte de los Estados y, por consiguiente,no hay política estatal evasiva. Es inevita-ble que la desconfianza y la rivalidad, queson los rasgos imperantes en la comunidadde naciones contemporánea, tiñan los de-bates que se susciten en cada Estado parti-cular. Pero es necesario que los ciudadanoscorrientes puedan identificar las principa-les cuestiones políticas y morales de unaintervención concreta y concentrar suatención en ellas. El objetivo de la teoríade la guerra justa es ayudarles a hacerlo. Elhecho de que el interés de los ciudadanos

haya basculado de la agresión y la defensapropia a la masacre y la intervención (loque sólo es una parte del asunto, ya que deningún modo podemos decir que hayamosterminado con los antiguos modos de ha-cer la guerra) difícilmente podría alterar losrazonamientos necesarios.

Éstas son las principales cuestiones po-líticas y morales a que acabo de referirme:

1. ¿Cuál es el valor de la soberanía y laintegridad territorial para los hombres y lasmujeres que viven en el territorio de unEstado particular? La respuesta a esta pre-gunta establece el límite moral de la inter-vención: cuanto mayor sea ese valor, másestricto deberá ser el límite. Si existen dosnaciones, dos grupos étnicos o dos comu-nidades religiosas en el territorio de un Es-tado concreto, y si, además, los miembrosde una de estas comunidades son asesi-nados sistemáticamente o bien son acorra-lados y deportados por los miembros de laotra, entonces el valor es pequeño y el lí-mite más laxo.

2. ¿Qué número de asesinatos nos per-mite hablar de “asesinato sistemático”?¿Cuál es la cantidad de muertes a la quedamos el nombre de masacre? ¿Cuántagente ha de verse obligada a marcharse an-tes de que podamos calificar la situacióncomo de “limpieza étnica”? ¿Cuál es el gra-do de deterioro que debemos observar alotro lado de una frontera para que consi-deremos que está justificado cruzarla por lafuerza, para que consideremos justificadauna guerra?

3. Si una guerra está justificada, ¿quiéndebe combatir en ella? ¿Hay alguien que os-tente algún derecho? ¿Hay alguien que de-ba observar algún deber? Los argumentoshabituales en favor de la intervención de-ben elaborarse a partir de aquí, tal comosucede con los argumentos relacionadoscon la neutralidad. La pretensión de queun Estado pueda ser neutral y decida notomar posición entre dos Estados quecombaten entre sí, uno por un motivo jus-to y el otro injustamente, es una exigenciadifícil de sostener pero la he defendido.Ahora bien, ¿puede un Estado acogerse a lacláusula de neutralidad cuando una nacióno un pueblo está llevando a otro a la masa-cre?

4. Si un Estado o un grupo de Estados(o la Organización de las Naciones Uni-das) decide intervenir, ¿cómo debería en-cauzarse la intervención? ¿Qué tipo defuerzas armadas deberían utilizarse? ¿Cuál

es el coste que se decidirá asumir, estimadoen vidas de soldados del ejército que realizala intervención? ¿Qué coste en vidas demilitares y civiles del país invadido se asu-miría? Estas últimas preguntas se plantea-ron de manera especialmente aguda en eltranscurso de la guerra de Kosovo, pues enella la OTAN escogió una forma de inter-vención diseñada para reducir (a cero) losriesgos implícitos para sus soldados. Cual-quier mando militar o político deseará,justamente, encontrar una forma de com-batir que le permita resguardar las vidas desus soldados; en las democracias, es obliga-do considerar esta cuestión como un asun-to de capital importancia. Sin embargo, enmi opinión, no es posible justificar unapolítica fija según la cual sus vidas son pres-cindibles, mientras que las nuestras no loson.

5. Al planear y dar cauce a la interven-ción, ¿qué tipo de paz deberán propiciarlas fuerzas invasoras? La prueba crucial pa-ra conocer las intenciones humanitarias de los invasores, especialmente en el caso delas intervenciones unilaterales, estriba en ladisposición que muestren a la hora deabandonar el país una vez que ya se haconseguido la victoria militar y que se ha puesto fin a las matanzas y a la limpiezaétnica. Ésta es la mejor prueba que puedenofrecer para demostrar que realmente nopersiguen la culminación de sus propiosintereses estratégicos ni la satisfacción desus ambiciones imperialistas, que no pien-san reclamar el control del Estado cuya po-blación acaban de rescatar. Esta prueba de“entrar y salir”, sin embargo, parece menosfiable tras el cuarto de siglo transcurridodesde que se ideara. En algunos casos(piénsese en Somalia, Bosnia o TimorOriental), es probable que la causa del hu-manitarismo exija permanecer más tiemposobre el terreno, ejerciendo una especie depapel similar al imperante en los protecto-rados, con el fin de preservar la paz y ga-rantizar que la comunidad rescatada sigaestando a salvo. Con todo, los mismosmotivos que llevan a algunos Estados a re-chazar cualquier intervención pueden con-ducir a otros, tal como sugieren las expe-riencias más recientes, a entrar y salir conexcesiva rapidez. Su interés primordialconsiste en evitar o reducir los costes de laintervención. La expansión imperialista noes el objetivo; afortunada o desafortunada-mente, la mayoría de los países que clamanpor la intervención no son objeto de laambición imperialista. El peligro radica enla indiferencia moral, no en la codicia eco-nómica o en las ansias de poder.

GUERRAS JUSTAS E INTERVENCIONES HUMANITARIAS

6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 6: Claves 117

No todas las intervenciones, ni siquie-ra todas las intervenciones justas, son obrade Estados democráticos y, por consiguien-te, no todas las intervenciones son objetode debate por parte de los ciudadanos. Loque aquí sucede es lo mismo que ocurre entodas las guerras en general. En nuestrosdías, el lenguaje de la teoría de la guerrajusta se utiliza prácticamente en todas par-tes, y lo mismo está en boca de los gober-nantes legítimos que en la de los ilegíti-mos. Es difícil imaginar una intervenciónmilitar que no reciba el apoyo de sus pro-motores y que ese apoyo no haga referen-cia a las cuestiones que acabo de esbozar.De hecho, únicamente en los Estados de-mocráticos pueden los ciudadanos unirse a la polémica con libertad y sentido crítico,la teoría de la guerra justa es una guía ne-cesaria para la toma de decisiones demo-cráticas.

El envite es fuerte cuando se trata dedebatir acerca de la pertinencia de enviar lossoldados a la batalla, sobre todo cuando los enviamos para que intervengan en otropaís. Los líderes políticos y los ciudadanoscorrientes deben preocuparse por estascuestiones, contrastar sus pareceres e inclu-so luchar (de forma no violenta) en la de-fensa de lo que consideran necesario hacer.Y si se preocupan, polemizan y combaten,acabarán citando ejemplos, y utilizarán lostérminos de la teoría de la guerra justa: conmayor justicia que los tiranos, ya que seráncapaces de respetar los desacuerdos quesurjan con sus conciudadanos. En este sen-tido, la teoría de la guerra justa es lo con-trario de la práctica de la guerra justa, puesse limita siempre a un razonamiento, sinconvertirse jamás en invasión. Sin embar-go, se desprende de la teoría que, en oca-siones, la invasión está justificada.

2. LA NO-VIOLENCIA Y LA TEORÍA DE LA GUERRAEl sueño de una guerra que acabe con laguerra, el mito del Armagedón (la últimabatalla), la visión del león que reposa juntoal cordero, todo esto apunta hacia una eradefinitivamente pacífica, una lejana eraque tendría lugar en algún ignorado mo-mento de inflexión entre épocas y queconstituiría un periodo en el que no habríalucha armada ni masacres sistemáticas. Esaépoca no llegará, o eso es lo que nos handicho, mientras las fuerzas del mal no ha-yan sido definitivamente destruidas ymientras la humanidad no se haya libradopara siempre del afán de conquista y domi-nación. En nuestros mitos y visiones, el finde la guerra es también el fin de la historia

del mundo. A menos que podamos encon-trar alguna forma alternativa de defensa, omientras no seamos capaces de descubrirla,todos aquellos que nos encontramos atra-pados en el interior de esa historia, que novemos su final, no tenemos más elecciónque la de luchar para que ese final tengalugar defendiendo los valores con los quenos sentimos comprometidos. La única al-ternativa es la defensa no violenta, “la gue-rra sin armas”, como la han solido deno-minar sus defensores, una guerra que tratade adaptar nuestros sueños a nuestra reali-dad. Esos defensores afirman que podemossostener los valores de la vida comunitariay de la libertad sin luchar ni matar, y estaafirmación suscita importantes preguntas(tanto de carácter secular como de ordenpráctico) sobre la teoría de la guerra y so-bre el argumento en favor de la justicia.

La defensa de la no-violencia se distin-gue de las estrategias convencionales por elhecho de que acepta la invasión del paísque pretende defender. La no-violencia noestablece obstáculos destinados a detenerun avance militar o a evitar una ocupaciónarmada. “Aunque se puedan realizar accio-nes dilatorias de pequeña entidad contralas incursiones de tropas extranjeras y con-tra sus funcionarios”, escribe Gene Sharp,“la defensa civil (…) no trata de deteneresa penetración, y no sería capaz de obte-ner el éxito en ese empeño”1. Ésta es unaconcesión radical, y no creo que ningúnGobierno la haya hecho nunca gustosa-mente. La no-violencia sólo se ha puestoen práctica (ante una invasión) tras haberfracasado la violencia o la amenaza de laviolencia. En esos casos, lo que sus prota-gonistas pretenden es negar al ejército vic-torioso los frutos de su victoria, utilizandopara ello una sistemática política de resis-tencia civil y de ausencia de cooperación:piden al pueblo conquistado que se vuelvaingobernable. Quiero subrayar que no hasido la guerra sino la resistencia civil lo quese ha solido considerar como un último re-curso; y ello porque la guerra ofrece al me-nos la posibilidad de evitar la ocupaciónque provoca o exige dicha resistencia. Sinembargo, podríamos invertir este orden sidecidiéramos que las probabilidades deque la resistencia acabe con la ocupaciónson tan grandes como las que tiene la ac-ción militar de prevenirla, y con un costemucho menor en vidas humanas. No exis-

te por el momento ninguna evidencia deque la siguiente afirmación sea cierta: “Nose conoce ningún caso en el que (…) la de-fensa civil haya conseguido que un invasorse retire”2. Sin embargo, ninguna lucha noviolenta ha sido emprendida jamás porpersonas previamente adiestradas en susmétodos, por personas preparadas (comolo están los soldados en el caso de una gue-rra) para aceptar sus costes. Por consi-guiente, la afirmación podría ser cierta; y silo es, deberíamos considerar la agresión demanera muy distinta a como hoy día lohacemos.

Podríamos decir que la no-violencialogra la abolición de la guerra de agresiónpor el simple hecho de que se niega a com-batir militarmente al agresor. La coacciónmoral de la invasión no puede obligar aentrar en combate a los hombres y a lasmujeres si han llegado a la convicción deque pueden defender su país de otro mo-do, sin matar y sin que les maten. Y si deverdad existe alguna otra forma que seaefectiva, al menos potencialmente, enton-ces no se puede acusar al agresor de haber-les obligado a luchar. La no-violencia in-vierte la escalada de tensión del conflicto ydisminuye su número de crímenes. Aladoptar métodos como la desobediencia, lano cooperación, el boicot y la huelga gene-ral, los ciudadanos del país invadido trans-forman la guerra de agresión en una luchapolítica. Lo que hacen es tratar de hecho alagresor como a un tirano interno o a unusurpador y convertir a sus soldados enpolicías. Si el invasor acepta este papel yresponde a la resistencia que encuentra contoques de queda, multas, sentencias de re-clusión carcelaria y nada más, el porvenirqueda abierto a una lucha a largo plazo,una lucha que no eximirá de sufrir dificul-tades y dolor a los civiles pero que serámucho menos destructiva que una guerra,por muy breve que ésta pudiera ser, y cuyodesenlace (así lo asumimos aquí) tiene po-sibilidades de resultar victorioso para esosmismos civiles. Los Estados aliados no ten-drían motivo para intervenir militarmenteen esa lucha, cosa que es positiva, ya que siellos mismos se hallan implicados en unadefensa no violenta, carecerán de mediospara intervenir. Sin embargo, también po-drían contribuir mediante el ejercicio deuna presión moral, y quizá también econó-mica, sobre los invasores.

Por tanto, ésta sería la posición de losinvasores: tendrían sometido al país quehubieran “atacado”, podrían establecer ba-

MICHAEL WALZER

7Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

1 Gene Sharp, Exploring Nonviolenty Alternatives,Boston, 1971, pág. 93; véase también Anders Boserupy Andrew Mack, War Without Weapons: Non-violencein National Defense, Nueva York, 1975, pág. 135 (trad.cast.: Guerra sin armas, Barcelona, Fontamara, 1985). 2 Sharp, ibídem, pág 52.

Page 7: Claves 117

ses militares donde quisieran y disfrutaríande cualesquiera beneficios estratégicos quedichas bases les proporcionaran (respecto aotros países, es de suponer). Sin embargo,sus problemas logísticos serían graves, pues,a menos que trajeran consigo a su propiopersonal, no podrían confiar en los sistemaslocales de transporte o de comunicación. Ydado que les sería muy difícil traer toda lafuerza de trabajo necesaria, tendrían gran-des dificultades para explotar los recursosnaturales y la producción industrial del paísinvadido. Por consiguiente, los costes eco-nómicos de la ocupación serían elevados. Ylos costes políticos podrían ser incluso ma-yores. Por todas partes, sus soldados topa-rían con unos civiles hoscos, resentidos, re-servados y nada cooperativos. Pese a que es-tos civiles nunca optarían por tomar lasarmas, se asociarían, se manifestarían y or-ganizarían huelgas; y los soldados tendríanque responder de manera coercitiva comodetestados instrumentos de un régimen ti-ránico. Podría ocurrir perfectamente que suimpulso militar fuese difuminándose, quesu moral se viera erosionada por las tensio-nes producidas por la hostilidad civil y poruna lucha permanente en la que nunca ex-perimentarían el alivio de un enfrentamien-to abierto. Quizá llegase un momento enque la ocupación se volviese insostenible yen que los invasores simplemente optasenpor marcharse; habrían ganado, para luegoperderla, “una guerra sin armas”.

Éste es un cuadro atractivo, pese a noser milenarista. De hecho, es atractivo pre-cisamente porque no es milenarista, sino,al contrario, concebible en el mundo queconocemos. Sin embargo, se queda en sim-plemente concebible, pues el éxito que hedescrito sólo puede tener lugar en caso deque los invasores se sientan comprometi-dos con el respeto a la convención bélica–y no siempre lo estarán–. Si, por un lado,y por sí sola, la no-violencia sustituye laguerra de agresión por la lucha política, esincapaz, por otro, de determinar por símisma los medios que habrán de emplear-se en esa lucha. El ejército invasor siemprepuede adoptar los métodos comunes a to-dos los tiranos que actúan en el seno deuna sociedad nacional, que van muchomás lejos que los toques de queda, las mul-tas y las sentencias de reclusión; y además,sus dirigentes, pese a ser soldados, puedenperfectamente sentir la tentación de actuarcon mayor dureza con las miras puestas enuna rápida “victoria”. Por supuesto, los ti-ranos no pondrán sitio a sus propias ciuda-des ni las bombardearán o pasarán a mor-tero; y tampoco lo harán los invasores queno encuentren una oposición armada3.

Sin embargo, existen otras manerasprobablemente más eficaces para que unejército o un tirano aterrorice a un pueblocuyo territorio controla, y también existenotras formas de quebrar su resistencia. Ensus Reflexiones sobre Gandhi, George Or-well señala la importancia de un liderazgoejemplar y de la amplia publicidad duranteuna campaña de no-violencia, y se pregun-ta si ese tipo de campañas tendría algunaposibilidad de darse en un Estado totalita-rio. “Es difícil ver de qué modo podríanaplicarse los métodos de Gandhi en un pa-ís en el que los miembros de la oposiciónal régimen desaparecieran en plena nochey de quienes jamás se volviese a saber na-da”4. La resistencia civil tampoco funcio-naría bien contra unos invasores que en-viasen escuadrones de soldados para asesi-nar a los dirigentes civiles, que arrestaran ytorturaran a los sospechosos, que estable-cieran campos de concentración y que pro-vocaran el exilio de un gran número depersonas provenientes de áreas en las quehubiese una fuerte resistencia, obligándolasa emigrar hacia lejanas y desoladas zonasdel país. La defensa no violenta no suponedefensa alguna cuando se trata de lucharcontra aquellos tiranos o conquistadoresque están dispuestos a adoptar este tipo demedidas. Creo que Gandhi demostró estaverdad al ofrecer su perverso consejo a losjudíos de Alemania, consejo según el cualdeberían elegir el suicidio antes que rebe-larse contra la tiranía nazi5. En este caso, lano-violencia, sometida a condiciones ex-tremas, degenera en una violencia dirigidacontra uno mismo en vez de constituirseen violencia contra cualquiera de los quepretenden asesinarle a uno, aunque no soycapaz de comprender cuál pueda ser elmotivo que le hace adoptar ese rumbo.

Si uno se enfrenta a un enemigo comolos nazis, y si la resistencia armada resultaimposible, es prácticamente seguro que loshombres y las mujeres del país ocupado (yen todo caso, aquellos que estén predesti-nados a sobrevivir, y tal vez incluso aque-llos cuyo destino sea la muerte) se rendirána sus nuevos amos y obedecerán sus decre-tos. El país se volverá silencioso. La resis-

tencia se convertirá en una cuestión de he-roísmo individual o de heroísmo de peque-ños grupos, pero no constituirá una luchacolectiva. El éxito de la resistencia no vio-lenta exige que los soldados (o bien susmandos o sus dirigentes políticos) se nie-guen en algún momento de las fases inicia-les, antes de que la resistencia civil se agote,a emprender o proseguir una política te-rrorista. Tal como sucede en la guerra deguerrillas, la estrategia consiste en obligaral ejército invasor a cargar con la responsa-bilidad de las muertes de los civiles. En es-te caso, sin embargo, la responsabilidad está destinada a quedar particularmente enevidencia (y a resultar especialmente inso-portable) por la dramática ausencia de to-do tipo de lucha armada con la que los ci-viles pudieran mostrarse conniventes. Serí-an sin duda hostiles, pero ningún soldadomoriría por su mano ni a manos de lospartisanos que tuvieran su secreto apoyo.Y, aun así, si fuera preciso quebrar decisivay rápidamente su resistencia, los soldadostendrían que estar dispuestos a matarles.Sin embargo, y dado que no siempre estándispuestos a hacerlo, o dado que sus man-dos no siempre están seguros de que lo es-tén indefinidamente, como podría resultarnecesario, la defensa civil ha solido darmuestras de una eficacia limitada; no encuanto a rechazar al ejército invasor, sinoen cuanto a evitar que se consigan deter-minados objetivos establecidos por sus di-rigentes. No obstante, como ha explicadoLiddell Hart, estos efectos sólo han podidolograrse6 contra oponentes cuyo códigomoral haya sido fundamentalmente similaral de los defensores civiles, y cuya crueldadse haya visto moderada por esa razón. Esmuy dudoso que la resistencia no violentapudiera haber sido de alguna utilidad con-tra los antiguos conquistadores tártaros ocontra un Stalin en época más reciente. Laúnica impresión que parece haber causadoa Hitler fue la de excitar su impulso paraarrollar lo que, desde su punto de vista, noera más que una despreciable debilidad,aunque existen pruebas de que esa actitudpuso en un aprieto a muchos de sus gene-rales, y permitió alumbrar un código mo-ral mejor.

Si se pudiera contar con ese “códigomejor” y fuese posible esperar y poner aprueba las voluntades no violentas (contra-poniendo la solidaridad civil a la disciplinamilitar), no creo que hubiese ninguna ra-

GUERRAS JUSTAS E INTERVENCIONES HUMANITARIAS

8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

3 Pero un Estado enemigo podría amenazar conbombardear en vez de hacerlo con invadir; sobre estaposibilidad, véase Adam Roberts, ‘Civilian DefenseStrategy’, en Roberts (comp.), Civilian Resistance as aNational Defense, Hammondsworth,1969, págs 268-272.

4 Sonia Orwell y Ian Angus (comps.), CollectedEssays, Journalism, and letters of George Orwell, NuevaYork, 1968; vol 4, pág. 469.

5 Louis Fischer, Ghandi and Stalin, citado en Or-well y Angus, Reflections; ibídem, pág. 468.

6 ‘Lessons from Resistence Movements-Guerrillaand Non-Violent’, en Civilian Resistance as a NationalDefense; ibídem, pág. 240.

Page 8: Claves 117

zón para combatir: la lucha política es me-jor que la lucha armada, incluso en los ca-sos en que la victoria resulte incierta. Y elloporque la victoria en la guerra también esincierta: y aquí podría decirse, cosa que noes fácil de afirmar en el caso de la guerra,que los ciudadanos del país ocupado ob-tendrán la victoria si la merecen. Al igualque en la lucha doméstica contra la tiranía(con tal de que esa lucha no degenere enmasacre), les juzgamos por la capacidadque muestran al ejercer su propia defensa,es decir, por la determinación colectiva quemanifiesten en la defensa de su libertad.

Cuando no es posible contar con elcódigo moral, la no-violencia es una de es-tas dos cosas: bien una forma de rendicióndisfrazada, bien un modo minimalista desostener los valores comunitarios tras unaderrota militar. No quiero subestimar laimportancia de esta segunda posibilidad.Aunque la resistencia civil no evoque nin-gún reconocimiento moral entre los solda-dos invasores, puede resultar no obstantede gran importancia para quienes la practi-can. Expresa el deseo comunitario de so-brevivir; y aunque esa expresión sea breve,como sucedió en la Checoslovaquia de1968, es probable que se recuerde durantemucho tiempo7. El heroísmo de los civileses aún más enardecedor que el de los sol-dados. Por otra parte, no debería esperarsemucho más que una resistencia breve o es-porádica de los civiles que han de enfren-tarse a un ejército terrorista o potencial-mente terrorista. Es fácil decir que “la ac-ción no violenta no es una actividad paracobardes. Requiere capacidad y determina-ción para proseguir la pugna, sea cual seael precio en términos de sufrimiento…”8.Con todo, este tipo de exhortación no esmás atractivo que la arenga del general quepide a sus soldados que luchen hasta el úl-timo hombre. De hecho, prefiero la arengadel general, pues al menos él se dirige a unnúmero de hombres limitado, no a unapoblación entera. Se trata de un caso muysimilar al de la guerra de guerrillas, que tie-ne, respecto de la resistencia civil, la venta-ja de condensar la situación militar enaquellos casos en que sólo se requieren re-lativamente pocas personas “para proseguirla lucha” pese a que los demás también su-fran, como hemos visto, a menos que elcombate del ejército enemigo se atenga alas normas de la convención bélica.

Merece la pena que ahondemos algomás en la comparación con la guerra deguerrillas. En una insurrección armada, lacoerción y el asesinato de civiles por partede los soldados enemigos tiene el efecto demovilizar a otros civiles, atrayéndolos albando de la insurrección. La indiscrimina-da violencia de sus oponentes es para laguerrilla una de las mayores fuentes denuevos adeptos. Por otra parte, sólo es po-sible sacar adelante una resistencia no vio-lenta en una escala significativa en caso deque los civiles ya estén movilizados y dis-puestos a actuar juntos. La resistencia essencillamente la expresión física de esa mo-vilización, una expresión que se verifica di-rectamente en las calles, o indirectamente,a través de una ralentización de la econo-mía y de la pasividad política. Ahora bien,es probable que la coerción y el asesinatode civiles quiebren la cohesión de la resis-tencia, extendiendo el terror por el país ygenerando en ocasiones un frío consenti-miento. Al mismo tiempo, esa situaciónpuede desmoralizar a los soldados a los quese conmina a realizar lo que a sus ojos pue-de aparecer –si así llegan a comprenderlo–como una tarea indecente, y esto puede so-cavar el apoyo que la ocupación encuentraentre los amigos y los familiares de esossoldados. La guerra de guerrillas puedeproducir una desmoralización similar, peroel efecto se agrava por el miedo que nece-sariamente experimentan los soldados alenfrentarse a los hombres y mujeres hosti-les entre los que se ven obligados a luchar(y morir). En el caso de la defensa no vio-lenta, no existirá miedo; sólo habrá repug-nancia y vergüenza. El éxito de la defensadepende completamente de las conviccio-nes morales y de la sensibilidad de los sol-dados enemigos.

La defensa no violenta depende tam-bién de la inmunidad de los no comba-tientes. Por esta razón, la ridiculización delas reglas de la guerra o la insistencia (co-mo hacía Tolstói) en la presunción de quela violencia ha de tener, siempre y necesa-riamente, un carácter ilimitado, en nadasirven a la causa. Cuando se libra una“guerra sin armas”, se pide contención alos hombres que sí las llevan. No es proba-ble que esos hombres, soldados sujetos a ladisciplina militar, vayan a convertirse alcredo de la no-violencia. Tampoco se tratade que el hecho de que se conviertan resul-te crucial para el éxito de la “guerra”, perosí lo es que se atengan a las normas queellos mismos dicen seguir. La petición quese les hace adopta la siguiente forma: “Nome puedes disparar, porque yo no te estoydisparando; y tampoco te voy a disparar.

Soy tu enemigo y seguiré siéndolo mien-tras tú ocupes mi país. Pero soy un enemi-go que no es un combatiente, y, si puedes,deberás ejercer la coerción y el control so-bre mi persona sin recurrir a la violencia”.Esta petición simplemente replantea el ar-gumento sobre los derechos de los civiles ylas obligaciones militares que subyacen a laconvención bélica y que constituyen suesencia. Y esto sugiere que la transforma-ción de la guerra en lucha política tiene co-mo condición previa la imposición de res-tricciones a la guerra en tanto contiendamilitar. Si aspiramos a conseguir esta trans-formación, cosa que deberíamos hacer, he-mos de comenzar por la insistencia en lasreglas de la guerra y por la firme sujeciónde los soldados a las normas que esas reglasestablecen. La limitación de la guerra es elcomienzo de la paz.n

[Prefacio y posfacio de la versión castellana de Guerrasjustas e injustas, de próxima aparición en Paidos].

Traducción de Tomás Fernández Aúz.

MICHAEL WALZER

9Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

7 Para conocer un relato breve de la resistenciacheca, véase Boserup y Mack, ibídem, págs. 102-116.

8 Sharp, ibídem, pág. 66; pero él cree que el gradoy la extensión del sufrimiento serán “mucho menores”que en la guerra convencional, pág. 65.

Michael Walzer es profesor de Ciencias Sociales enel Instituto Advanced Study de Princeton. Es autorde Tratado sobre la tolerancia.

Page 9: Claves 117

EL ISLAM Y LA INMIGRACIÓN

GIOVANNI SARTORI

1. A PROPÓSITO DEL ISLAMLos que más han criticado mi libro La so-ciedad multiétnica. Pluralismo, multicultu-ralismo y extranjeros1 son los arabistas ylos arabófilos. Su acusación es que yo noentiendo nada del islam. Tal vez, quizásea así. Vamos a ver. Pero debe quedarclaro que en el libro no me ocupo de ára-bes, musulmanes e islámicos en general.Me ocupo sólo de un concreto “subpuebloislámico”: el universo –ciertamente muyabigarrado– de los numerosos que aban-donan, por hambre, su propio país y queconsiguen entrar (con frecuencia inclusoa la fuerza) en tierra europea. Este univer-so –que hoy constituye casi un tercio detodos los inmigrados en Italia– en granmedida está sumergido o es clandestino,por lo que no sabemos mucho de él. Perosabemos de qué cultura provienen.

Empiezo por la noción de islam y deislamismo. La palabra árabe islâm quieredecir abandono; abandono, se sobreen-tiende, a una voluntad divina. Y la palabratiene dos referentes: por un lado, la reli-gión fundada por Mahoma en nombre deAlá en el siglo VII y, por otro, el sistemapolítico, jurídico, social y cultural que sederiva de ella. La religión predicada porMahoma en el Corán es monoteísta y tancatólica (entiéndase universal) como la re-ligión católica romana: pero la primera esmucho más totalitarista, mucho más inva-sora y omnipenetrante que la segunda. Enel catolicismo la tentación totalitarista seha visto bloqueada de varias maneras pordos factores. Primero, la existencia previade una civilización –la civilización roma-na– que nunca dejó que se destruyera suimplantación jurídica. Por tanto, Occi-dente nunca ha tenido un derecho deriva-

do de las Sagradas Escrituras. Segundo, laIglesia de Roma no ha gestionado nunca–a diferencia del islam– el “poder de la es-pada”. El Papa nunca ha tenido ejércitos,sables ni caballería: su poder espiritual–incluso en su apogeo– siempre ha tenidoque pactar con los “poderes materiales”,con los señores feudales, emperadores,monarcas. Y lo cierto es que hoy, y desdehace siglos, el cristianismo se inserta en uncontexto laico más amplio, que lo circuns-cribe y lo delimita, separando las cosas deDios de las cosas que no son de Dios.

En cambio el islam nunca se ha topa-do con frenos ni condicionamientos. Na-ció, por así decirlo, sobre la arena, sobreuna tabula rasa. El Corán es la únicafuente de su derecho; el islam sí que hatenido de verdad ejércitos (fueron ejérci-tos arrolladores los que tras la muerte deMahoma en pocas décadas destruyeron elimperio persa, mutilaron el imperio bi-zantino y conquistaron toda África delnorte y después también España); y en elislamismo la religión ha sido, desde siem-pre, “sin fronteras”. Para el islam todo esde Dios. Es cierto que también el islamis-mo vive en la historia, y por tanto cam-bia, se diversifica y se aleja de sus propiosorígenes. Pero no tanto. Y éste es el temaque debemos entender bien.

Las componentes fundantes del islamson, por un lado, el Corán y, por otro, elderecho islámico. El Corán (así como loshechos y dichos de Mahoma) es el elemen-to fijo; el derecho islámico es su elementovariable. Este elemento se estructuró en elsiglo IX-X, y desde entonces son las escuelasjurídicas, los doctores de la ley, los que “de-ciden” qué decisión nueva, qué nueva in-terpretación es conforme (“análoga”) a ladoctrina coránica. ¿Es el islam “laicizable”?¿Es occidentalizable? ¿Puede llegar a ser to-lerante? ¿Puede dialogar con el cristianis-mo? Sí, pero con dificultades. La elastici-dad ínsita en una evolución jurispruden-

cial es rigidez por el anclaje en la doctrinacoránica. Mientras que en Occidente el de-recho es autónomo, en tierra islámica esheterónomo: nace y permanece empapadode religión. Es verdad que los doctores dela ley, los ulama, a fuerza de interpretarpueden llegar lejos. Pero cuanto más se ale-jan de su fuente, más fuerzan un elásticoque en cualquier momento puede dar unlatigazo hacia atrás. Y eso es precisamentelo que ha ocurrido. Desde hace 30 años aesta parte el islam está en una marcha atrás“refundante”. Su componente abierto y oc-cidentalizante está en reflujo, mientras quesu componente fideísta e integrista consti-tuye su marea ascendente2.

Musulmán quiere decir “adherente alislam”. También es útil distinguir entre Es-tados musulmanes y Estados islámicos. Losprimeros “se adhieren” al islam menos –ytambién de manera menos rígida– que lossegundos. Y hoy sigue siendo verdad queno todos los Estados musulmanes son islá-micos. Por otra parte, “Estado musulmán”puede indicar simplemente un Estado cu-ya población es de religión musulmana. Yen tal caso nada impide que un Estado demusulmanes sea al mismo tiempo un Esta-do laico. De hecho ése es el caso de Tur-quía (desde que se impuso el Estado laico alos turcos por la dictadura “ilustrada” deKemal Ataturk a partir de 1924). PeroTurquía sigue siendo el único ejemplo de ese tipo. Lo que significa que se trata deuna excepción débil que prueba poco; y esasí también porque la laicidad de Turquíano sobreviviría si no estuviera protegida eimpuesta por los militares. Por tanto todos

10 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

1 Giovanni Sartori, La sociedad multiétnica. Plu-ralismo, multiculturalismo y extranjeros. Taurus, Ma-drid, 2001.

2 No vale rebatir diciendo que los fundamentalis-tas son relativamente pocos. En contextos de fanatis-mo y violencia, los pocos actúan por todos. La llamadarevolución estudiantil de fines de los años sesenta fuedirigida por un 5% de la población universitaria. Losporcentajes pesan en democracia, pero son insignifi-cantes en contextos no democráticos.

Page 10: Claves 117

los Estados de población musulmana son–salvo uno– Estados de naturaleza musul-mana. Pero lo son, decía, con distinta in-tensidad. Algunos lo son de manera muyfuerte, y por tanto se pueden llamar verda-deramente Estados islámicos. Otros lo sondébilmente, y por tanto son Estados queconviene llamar, para distinguirlos de losdel primer grupo, Estados musulmanes.Estos últimos también son Estados no-lai-cos; pero son Estados que han recibido lainfluencia occidental y con ella fuertes ele-mentos de laicismo (al menos constitucio-nal). Los Estados fuertemente islámicosson hoy Arabia Saudita, Libia, Sudán, Irány Afganistán. Lo son menos –en el nortede África– Marruecos, Argelia, Túnez yEgipto3. Estos últimos se pueden, pues, ca-lificar, todavía hoy, como Estados musul-manes y no islámicos. Mientras dure.

Pero antes de entrar en el “mientrasdure” completemos el cuadro. Porque hayque tener en cuenta que los mayores paí-ses musulmanes no son los citados másarriba, sino Pakistán, Bangladesh (el otropedazo de la India musulmana) e Indone-sia. El caso que asusta más es el caso máslejano geográficamente, el de Indonesia.Porque allí se había afirmado un islam sin-cretista y relajado, que “dejaba vivir” (seentiende que en clave religiosa). Y, sin em-bargo, es en verdad motivo de alarma quehaya surgido la guerrilla fundamentalistaen Asia, sobre todo en Indonesia y alrede-dores (especialmente en Timor y en lasMolucas). Quizá porque un islam toleran-te resulta realmente intolerable para elfundamentalismo. Y el agravante es quetambién Pakistán se está convirtiendo ca-

da vez más en un país islámico. Miramos alos talibán como residuos troglodíticos.Pero los talibán no son pastores afganos.Son nuevas levas de estudiantes “intelec-tuales” islámicos, jóvenes instruidos en lareciente Universidad “ortodoxa” de Pakis-tán, y que provienen de las mezquitas delas sectas islámicas de ese país. Lejos de serresiduos del pasado, son la vanguardia deun nuevo revolucionarismo sunní4. Nodebemos consolarnos por el hecho de queTeherán haya superado su fase jomeinista:Irán sigue siendo un Estado constitucio-nalmente islámico5. Y ahí tenemos el lar-go y terrible baño de sangre de Argelia pa-ra testimoniar la virulencia del fanatismofundamentalista. Sin contar con que tam-bién Egipto resiste a la presión islámicacon el aliento cada vez más sofocado.

Mientras dure –decía–, el panoramadel mundo musulmán sigue siendo varia-do. Pero la realidad es que un poco en to-das partes crece la presión del fundamen-talismo y del radicalismo islámico. Es ver-dad que el fundamentalismo islámico noes necesariamente “radical”. Pero lo estállegando a ser. Lo que nos impone volvera hacer las cuentas y cambiar los diagnós-ticos. Entre los estudiosos siempre es obli-gado distinguir entre un islam abierto yrazonable y el islam cerrado por el recha-zo. Pero la realidad es que es el islam puroy duro, el islam fundamentalista, el que seha reanimado y reavivado entre las masas.

11Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

4 Que no sólo alimenta (con Osama Ben Laden)el terrorismo mundial, sino que reitera con fuerza (co-mo un edicto reciente del mulá Omar) la pena demuerte a quien se convierta al cristianismo. Quedeclaro: la pena de muerte por la apostasía está previstaen todos los ordenamientos islámicos. La diferencia esque puede quedar sin aplicación. Pero en principiodel islam no se sale.

5 Digo constitucionalmente porque Irán, a dife-rencia de otros Estados “tradicionales”, se ha dotadode una Constitución que está moderando, en efecto,el originario extremismo religioso.

3 Un buen indicador del grado de laicidad de unEstado musulmán es la poligamia. Prohibida en Tur-quía ya por Ataturk, hoy la poligamia está prohibida

también en Túnez, mientras que Egipto y Marruecosla obstaculizan, en cierta medida, permitiendo a la es-posa incluir en el contrato matrimonial una cláusulade monogamia (que, si se vulnera, le da derecho al di-vorcio).

Page 11: Claves 117

Aquí no hace falta recordar las múltiplesrazones de este recalentamiento. Sí con-viene subrayar, en cambio, que en unaedad de comunicaciones de masas y debombardeo mediático los despertares de los letargos pueden ser rápidos e inten-sos. Y es importante comprender la fuerzade ese retorno del ardor.

El argumento fundamentalista es quela decadencia y la humillación de los pue-blos musulmanes vienen del abandonodel islam “auténtico”. Los musulmaneshan sido la “mejor nación del mundo”mientras que han observado fielmente lashari’a, el camino señalado por Alá; y hanperdido su primacía porque se han aleja-do de ella. Y, por tanto, hay que purificaral islam de cualquier influencia y corrup-ción occidental. Hasta aquí el debate pue-de parecer doctrinario. Pero es un debateque despierta el instinto originario, la na-turaleza combatiente del islamismo. Dehecho el islam “auténtico” crea eo ipsogrupos militantes que persiguen con laacción (violenta cuando es preciso) tresobjetivos: primero, purificar el mundomusulmán; segundo, conquistar para la felos países parcialmente musulmanes; ter-cero, volver al asalto de Occidente rea-briendo la “guerra santa”.

Sí, la guerra santa (yihad). El islamnace como una “fe universal”, armada yguerrera. Las otras religiones confían suexpansión al proselitismo misionero. Elislam no. En la visión islámica el mundose divide entre tierra de islam y, precisa-mente, tierra de guerra santa que el cre-yente debe conquistar para la fe. Un pri-mer tema es, pues, que el renacimientodel islamismo auténtico lleva consigo undeber de conquista, de conquista de losinfieles. El occidental laicizado no tomaestas cosas en serio, y mucho menos lascomprende. Pero se equivoca.

Un segundo tema importante es queninguna religión contemporánea tiene lacapacidad de penetración del islamismo.Su “ley sagrada” (shari’a) verdaderamentelo penetra todo. No acepta ninguna esferaextrarreligiosa, y por tanto no distingueentre vida laica y vida de creyente. Aquítodo está fundido. Y si esta fusión se reca-lienta, entonces adquiere, o puede adqui-rir, una fuerza de choque rompedora.

A esta consideración se puede oponerque el islam nunca ha llegado a ser unaiglesia unitaria y ni siquiera –para serexactos– una iglesia en nuestra acepcióndel término. El llamado clero musulmánno es más que el conjunto de los encarga-dos de los ritos de las mezquitas: el imam,el que dirige la oración en común; el kha-

tib, que predica el viernes, y el muecín,que llama desde el minarete a las cincooraciones diarias. Por tanto, de la salva-guardia del dogma y de su evolución seencargan –con sus dictámenes (fatwâ)–los ulama, los doctores de la ley, que son ala vez teólogos y juristas, y que derivan suautoridad del reconocimiento de la co-munidad de los creyentes. En efecto, de-cía más arriba que el islamismo es “totali-tarista”, siempre evitando llamarlo “totali-tario”. Al islam le falta una estructuratotalitaria o que pueda hacerlo tal6. Entreotras razones, porque en la tradición islá-mica siempre está presente la sura, la con-sulta, y la llamada a la ijma, al consenso7.

A primera vista esta naturaleza fuerte-mente policéntrica del islam nos puedeparecer –en comparación con el catolicis-

mo– una debilidad. Sí, pero resulta queno. Porque este policentrismo tan hori-zontal da lugar a un enraizamiento capilarsocial que se salda con una intensa corali-dad colectiva. Dos elementos de fuerzaque se pierden cuando la religión se basaen una estructura jerárquica establecida.Así, mientras el mundo cristiano se hadescristianizado ampliamente, el mundoislámico nunca se ha desislamizado. Lasfortunas culturales y políticas del islamcayeron con la conquista otomana deprincipios del siglo XVI; pero la fuerza re-ligiosa del islam ha soportado bien la usu-ra del tiempo, y su potencial de “movi-miento”, que se puede poner en funcio-namiento en cualquier momento, hapermanecido intacto. Gracias, digo aquí,

EL ISLAM Y LA INMIGRACIÓN

12 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

6 Para las características que definen el totalitaris-mo, véase Sartori (1993b, págs. 125-131).

7 Por otra parte no hay que exagerar este “espon-taneísmo”. El clero no tiene recursos autónomos y es-tá financiado enteramente por los Gobiernos; Gobier-

nos que de hecho controlan y dirigen las predicacio-nes. Y actualmente las predicaciones están amplia-mente “capitaneadas” –especialmente por Arabia Sau-dí– en clave fundamentalista. Hasta tal punto que enmuchas mezquitas se elogia a los talibán y se les ponecomo modelo.

Page 12: Claves 117

a la estructura de penetración capilar desu iglesia (que para entendernos seguiréllamando así, aunque no sea adecuado).

El tema fundamental es, entonces,que hoy el islamismo ha decidido seguir–de manera esencial y central– el caminoseñalado por Alá. Y este camino, que esen resumidas cuentas la vía coránica, pe-netra no sólo la ley islámica sino también,aunque sea de modo más o menos indi-recto, toda la vida social, política y cultu-ral del creyente. De lo que se desprendeque cuando llegamos al Estado islámiconos topamos con un Estado teocrático. Yes así, en primer lugar, en el sentido deque no es un Estado laico que reivindiquesu autonomía respecto a la Iglesia, sinoque es un Estado religioso, un Estado-Iglesia, promotor de y sometido al cami-no dictado por Alá8.

¿La afirmada “naturaleza religiosa” delos Estados musulmanes encuentra suanalogía en el Estado de Israel? Sí y no. Ala luz de la distinción entre Estados mu-sulmanes y Estados islámicos, Israel seacerca al primer grupo y obviamente que-da lejísimos del segundo. Pero Israel es uncaso aparte. Los israelíes (dejando a un la-do los ultraortodoxos) no perciben susprácticas religiosas como una obedienciaa los mandamientos de Dios, sino másbien como un permanecer en la línea delas costumbres y de la milenaria tradiciónhebraica. Por tanto, a sus ojos el Estadode Israel no es un Estado religioso comolo es el Estado musulmán para los musul-manes. El islam es, a la vez, religión y Es-tado, din wa dawla. Mientras que el Esta-do de Israel distingue entre las cosas dereligión y las cosas de Estado. Pero si laanalogía entre Israel y los países musul-manes es débil en el ámbito del Estado,resulta en cambio significativa a nivel desus respectivos partidos religiosos9. Y esespecialmente fuerte cuando comparamosel fundamentalismo islámico con el de loshebreos ultraortodoxos (como veremos).

Vuelvo, pues, al punto de partida: a

qué es lo que habré escrito de equivocadosobre el islam en el libro. ¿Me equivoco,por ejemplo, al sostener que el inmigradoislámico es para nosotros el más “distan-te”, el más “extranjero”, y por tanto elmás difícil de integrar? Si me equivoco,nadie me lo ha demostrado. Diré, másbien, que es el que arremete contra mí elque no conoce el islam. Pero tampoco meequivoco al sostener –como me acusan dehacer– que los inmigrados de religiónmusulmana son fundamentalistas. Sobreesto no me puedo equivocar, puesto queno lo he escrito. Porque me cuido muymucho de suponer que el africano o elárabe que llega a Europa permanece talcomo era al salir, como era en su casa.Lanzo la hipótesis, en cambio, de que eltrauma del trasplante es para él más fuerteque para otros. Y, por tanto, que su desa-rraigo le hace especialmente modificable.Pero modificable ¿en qué dirección? Lossimplones dan por descontado que el in-migrado musulmán se verá sin duda se-ducido y atraído por el derecho de voto yla opulencia de Occidente. Pero, precisa-mente, ésta es una hipótesis de los sim-plones. Porque es igual de posible quetenga una reacción de rechazo. Mientrastanto, a él no le llega la opulencia; y ade-más los valores de la civilización occiden-tal que dan importancia al derecho de vo-to para él son contravalores que no com-prende y que rechaza. Para el que concibela vida como shari’a, como un abandonar-se y un sumergirse en la voluntad divina,la libertad y el laicismo de Occidente leresultan aberraciones. Por último, en estejuego contará mucho la entrada en liza delos grupos fundamentalistas que se dedi-can, precisamente, a la captura del emi-grado musulmán.

La pregunta es: ¿y una vez instaladoen Europa, el emigrante islámico cómo“girará”? ¿Se suavizará o se endurecerá?Contesto que este reto depende en granmedida de cómo se gestione. Si lo gestio-na el simplismo dominante, entonces soypesimista. Lo sería menos si el que afron-ta el problema de los inmigrados “difíci-les” es consciente de su complejidad y desu dificultad.

Escribe Benvenuto: “Si las políticasantiislámicas se aplicaran realmente porEuropa, acabarían empujando efectiva-mente al mundo islámico a la yihad”. Esevidente que a Benvenuto se le escapa queel renacimiento fundamentalista es unarevancha que abrasa dentro de la sociedadmusulmana, que está encolerizada por elproblema palestino, y que prescinde delas políticas europeas de inmigración. Por

el contrario, la tesis de un sacerdote árabede la Universidad de Beirut, es que las teo-rías multiculturales perjudican a los inmi-grados musulmanes, tanto porque creanconflictividad como porque les marginan,y sobre todo porque “dan la razón a latendencia islámica (…) que combate tan-to la cultura occidental como la moderni-dad, para desgracia de la tendencia mu-sulmana liberal”. Benvenuto se pregunta:“¿No sería ahora el momento de dar fi-nalmente buen ejemplo tolerando a quientiene reputación de intolerancia?”. A estatesis se contrapone frontalmente Samir:“El camino [que lleva a un islam toleran-te] está claro: no renunciar a ninguna ad-quisición de la civilización occidental”. Ytiene razón Samir.

2. ESCUELA, ISRAEL, INTEGRACIÓNCasi todos los inmigrados de primera ge-neración se han sentido en tierra extraña,han sufrido el desarraigo y se han protegi-do reagrupándose en comunidades de ve-cindad. Por ejemplo, en Estados Unidos,en las “pequeñas Italias”, “pequeñas Ale-manias”, y así, hasta llegar por último alas Chinatowns, a las subciudades chinas.Pero el aislamiento y la marginación delinmigrado islámico son especialmenteagudos. Porque también su nivel culturalsuele ser mucho más bajo que el de los in-dios y, en general, de los asiáticos. Lo queimplica que fuera de su fe y de su identi-dad religiosa no dispone de ninguna de-fensa cultural. Pero viene a socorrerle unareligión altamente protectora.

De hecho el islamismo es una fe par-ticularmente pública, particularmente co-lectiva. El budismo y las religiones poli-teístas y panteístas también tienen sustemplos y sus lugares de culto; pero sonreligiones que se manifiestan de modoprivado o al menos de manera muchomenos coral que el islamismo. El budis-mo es meditación (no oración), y el con-fucianismo es una ética de la sabiduría.Para el musulmán, en cambio, la mezqui-ta, el lugar de culto (que puede ser, a faltade algo mejor, una habitación grande), esfundamental10. Y lo es también porque lamezquita no sólo es el lugar de oración.Es el lugar en que los musulmanes se en-cuentran juntos como comunidad. Elviernes la oración pública se nutre con el

GIOVANNI SARTORI

13Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

8 Debe quedar claro que el principio de la sepa-ración entre Estado e Iglesia es un principio que no sedesarrolla casi nunca –como ocurre con todos losprincipios– en estado puro. Por ejemplo, en Italia esteprincipio se ve derogado por las normas concordata-rias. Y se viola realmente, por ejemplo, en Israel (don-de el matrimonio y el divorcio están regulados por lostribunales rabínicos y sometidos a la ley hebraica). Loque no quita que la diferencia entre un principio queno se sigue del todo o que se viola y un principio queno existe en absoluto sea enorme.

9 Cfr. Neuberger: “El tipo de partido religiosoque existe en Israel es parecido al de los partidos reli-giosos que encontramos en algunos países musulma-nes” (citado en Hazan, Maor, 2000, pág. 14).

10 La mezquita es un lugar de culto que se carac-teriza por una cúpula con uno o más minaretes desdelos que los muecines llaman a la oración. Pero a faltade esta estructura arquitectónica se entiende por mez-quita cualquier lugar en el que los fieles practican co-lectivamente su culto.

Page 13: Claves 117

discurso, la khutba, que instruye al cre-yente sobre lo que debe hacer11. En todocaso, el tema es que para el musulmán laexperiencia de la oración en común delviernes al mediodía es la experiencia quemás le marca. Y esta característica públi-ca-coral del islamismo (que el catolicismono sabe igualar) se traduce en un efectoreforzador y en una fuerte capacidad decontrolar a sus propios fieles. Al musul-mán que evita las ceremonias colectivas sele señala con el dedo; y el que participaen ellas resulta poderosamente condicio-nado por ello. ¿Cómo hace el creyente enAlá fuera de su patria, para salir de su co-munidad? Aunque lo quisiera, le resulta-ría difícil.

Entendámonos, en casi todos los paí-ses de inmigración la primera generaciónde recién llegados no se ha integrado mu-cho. No conocía la lengua y era un mate-rial humano demasiado tosco como paradesplegar capacidades de adaptación. Noes que se resistiera a la integración por ra-zones de principio; la integración no seproducía y basta. Después, los hijos naci-dos en la nueva patria no tenían dificul-tad para integrarse. Iban a la escuela detodos, aprendían la lengua, se relaciona-ban con los niños “nativos”. Y ya estabahecho. Con tal de querer, claro. ¿Se quie-re integrar el musulmán? Es una preguntadistinta de la que se plantea para las otrasidentidades culturales. Los hebreos, losindios, los asiáticos, pertenecen a culturas“sofisticadas”, o sea, articuladas y flexi-bles, capaces de encontrar un equilibrioentre el preservarse en clausura y el abrir-se en aceptación. El islam, con el materialtosco que exporta a Europa, no posee esaflexibilidad. Ni tampoco la alienta. Y, portanto, a la primera oleada de los islámicosles falta la actitud y probablemente tam-bién el deseo de integrarse. De donde nodeduzco que nos topemos con un muroinfranqueable; pero sí que hay un muro yque el reto de la integración empieza conlos hijos y se juega todo él en la escuela ydentro de la escuela. La escuela siempre esimportante; pero en el caso del islámicotiene una importancia decisiva. Tambiénporque en los jóvenes nacidos en Europala observancia religiosa se atenúa.

Si ya entre nosotros la escuela que“formaba”, que daba forma, está cada vez

más arruinada por la escuela del niño quese hace (o se deshace) por sí mismo. Aho-ra es ya una escuela de andrajos que hacepoco y sirve para poco. Sin contar con laprogresiva erosión de la escuela pública.Especialmente en Italia la Iglesia reclamacada vez más una escuela privada recono-cida y financiada por el Estado. Presio-nando así apunta, obviamente, hacia unamultiplicación de sus escuelas. Pero si elEstado italiano acaba por sucumbir a lademanda católica, ¿cómo podrá despuésoponerse a una demanda análoga de losmusulmanes? Y, en tal caso, a la escuelaque integra le sucedería la escuela que de-sintegra. Se rebate que, aunque se “reco-nozcan”, las escuelas islámicas siempre se-rán pocas y pobretonas. Pues no, seráncon toda probabilidad más numerosas ymás ricas que las escuelas privadas católi-cas. Porque a las escuelas islámicas lesabastecerá el petróleo árabe. Los sauditas(y otros) se libran encantados de sus pro-pios extremistas financiándolos en el exte-rior. Y, por tanto, las escuelas privadas

que podrían efectivamente florecer en laspróximas décadas serían escuelas musul-manas que acabarán por enseñar, en ára-be, lo que quieran. Y, por consiguiente,escuelas que mantendrán a los hijos de losinmigrados bien encerrados en el recintoislámico. Lo que supone decir adiós acualquier perspectiva de integración.

Veamos a este respecto el caso de loshebreos ultraortodoxos en Israel. Se tratade los hebreos sefarditas (originariamentelos hebreos españoles, pero hoy los orien-tales; o sea, los hebreos de origen medite-rráneo y de Oriente Próximo), que desde1983 se identifican con uno de sus parti-dos, el Shas. Los ultraortodoxos son, porasí decir, los fundamentalistas o los inte-gristas de la religión hebraica. Viven ex-clusivamente dentro de su religión, leyen-do las escrituras, observando meticulosa-mente los preceptos y evitando todacontaminación con los sectores seculariza-dos de la sociedad israelí. Y como resultaque su voto condiciona las mayorías degobierno, han conseguido estar exonera-

EL ISLAM Y LA INMIGRACIÓN

14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

11 De lo que se desprende que la libertad paraconstruir mezquitas no se puede basar sólo en el prin-cipio de la libertad religiosa. La mezquita es, por asídecir, la polis del musulmán. Y mientras la libertad re-ligiosa del occidental es una libertad entre otras, parael islam existe sólo un deber religioso sin libertad.

Page 14: Claves 117

dos del servicio militar y la financiaciónde sus escuelas exclusivas. Y éstos son losprincipales instrumentos de socialización“nacional” de la diáspora hebrea que se havuelto a reunir en Israel. Al eliminarlos,los ultraortodoxos se han convertido enuna subsociedad separada y blindada. Susniños ya están con uniforme (con coletasa los lados) en cuanto aprenden a andar;al evitar el servicio militar se escapan detoda socialización; y su escuela les man-tiene perfectamente aislados del resto dela sociedad hebraica12. Y atención: los se-farditas ultraortodoxos son ciudadanos is-raelíes, hablan la misma lengua que losotros, pertenecen a una misma etnia(aunque esa etnia se divida a su vez entresefarditas y askenazíes, los hebreos de Eu-ropa Central o del Este) y comparten undestino común, dado que ellos tambiénviven en un pequeño territorio asediado yexpuesto a riesgos mortales. Y, sin embar-go, nada; no se integran, e incluso recha-zan no sólo a los hebreos secularizados si-no incluso a los hebreos “tradicionalistas”(que también son practicantes).

Así pues, si Israel no consigue ni si-quiera integrar a un 20% de sus ciudada-nos pleno iure, ¿por qué la concesión de laciudadanía italiana, la francesa u otra po-dría o debería procurar la inclusión posi-tiva de los islámicos? En comparación conel caso de los islámicos, el de los ultraor-todoxos debería ser un caso fácil. Sin em-bargo, en Israel ha bastado con hacer sal-tar la integración escolar para hacer saltartodo. Pero nuestros simplones ante estacomponente fundamental del problemahacen como los avestruces. Quizá porqueno quieren quedar mal con los multicul-turalistas. O quizá porque, como son bo-bos, ni siquiera lo han pensado.

Rusconi me critica observando que“no está verificado empíricamente que lacualidad de la fe islámica de los inmigra-dos en Europa lleve necesariamente a lanegación hostil de las reglas del pluralis-mo (…). El problema existe, pero no estáclaro que la sociedad abierta se rompainexorablemente en sociedad cerrada, co-mo si los hombres y las mujeres de fe islá-mica (…) no tuvieran otro destino que la‘servidumbre de la etnia”. Y añade: “La

oferta de los derechos de ciudadanía a losinmigrados va en la dirección de conjurareste destino”, aunque “es verdad que con-ceder la ciudadanía no equivale a inte-grar” (íbid.). Estas observaciones son muyjuiciosas; pero sólo me convencen en par-te. Sí, acepto que la verificación empíricade mi tesis es insuficiente; pero, ¿no serádemasiado tarde cuando sea suficiente? Y,en cualquier caso, ¿cuándo será el mo-mento en que se verifiquen realmente losefectos de las inmigraciones? Esas migra-ciones están en curso, son de naturalezadiferente y variable, y sus efectos se pro-yectan al menos sobre tres generaciones.Si quisiera hacerme el listo siempre seríacapaz de demostrar que toda verificaciónempírica no es concluyente, que se nece-sita aún otra más, y otra y otra. Me limitoa decir que para verificarse adecuadamen-te un “devenir”, se tiene que haber conso-lidado en un “llegado a ser”; pero cuandoun acontecimiento se ha producido ya notenemos tiempo para no quererlo. Pensarsin datos es, empíricamente, pensar en elvacío. Pero suspender el pensar porque losdatos no bastan es un error. Y lo es por-que las previsiones no se basan sobre laevidencia empírica, sino sobre el análisiscausal, así: dadas las causas c1, c2, c3, esprobable que de ellas resulten los efectosx, y, z.

Sentado esto, yo tampoco mantengoque existan acontecimientos ya “canta-dos”, o sea, acontecimientos inexorables.Y tampoco hablo de una inexorabilidadde etnia. Sí temo, en cambio, una “servi-dumbre fideísta” (que en sí no tiene nadade étnico) que por supuesto no doy porsegura: la temo para exorcizarla. Pero to-do esto son pequeñas enmiendas dentrode una acuerdo sustancial. No estoy deacuerdo, en cambio, con el último puntode Rusconi: que dar la ciudadanía a losinmigrados “va en la dirección” (justa) deconjurar una servidumbre de etnia. Rus-coni me admite que conceder la ciudada-nía no equivale a integrar. Pero tampocoequivale, rebato y añado, a crear ningunaexpulsión de nada. Y esta vez soy yo elque invita a Rusconi a contemplar la evi-dencia empírica de los inmigrados de len-gua española en Estados Unidos. Sin con-tar con que en este tema la variable deci-siva es la escuela, no la concesión“gratuita” de ciudadanía, a la que me

opongo además porque las concesionesgratuitas pierden valor de entrada por sugratuidad.

Resumamos. El que me acusa de te-ner una visión estática y rígida del inmi-grado me comprende mal. Ni mi argu-mento presume que el musulmán sea unfundamentalista en su casa, o sea, de par-tida. Da incluso por descontado, en hipó-tesis, que no lo sea. Lo que no quita quelo pueda llegar a ser de llegada, una vezllegado a Occidente. Porque el desarraigole deja con el único refugio de la fe y de lamezquita. Y hoy el fundamentalismo islá-mico se concentra y anida precisamenteahí. Por tanto, en la medida en que esainfiltración tenga éxito –y lo está tenien-do–, en la misma medida será precisa-mente en tierra europea donde la comu-nidad islámica se reforzará, en el aisla-miento, en su fideísmo; un fideísmo yuna entrada en un gueto que se verándespués reforzados por la eventual llegadade las escuelas islámicas, alegrementeaplaudidas por los multiculturalistas13.n

Traducción de Miguel A. Ruiz de Azua.

[Apartados I y II del Apéndice a la nueva ediciónampliada de La sociedad multiétnica].

GIOVANNI SARTORI

15Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Giovanni Sartori es catedrático de la Universidad deColumbia. Autor de Homo videns y La sociedad tele-dirigida.

12 También la comunidad amish (en Pensilva-nia) querría tener sus propias escuelas. Pero sólo hanconseguido poder retirar a sus niños de la escuela pú-blica a los 14 años (por tanto, con dos años menos depermanencia respecto a la enseñanza obligatoria hastalos 16 años). En Israel en cambio, los hijos de los ul-traortodoxos nunca tienen la experiencia de la escuelapública.

13 Hay que tener presente, en efecto, que ArabiaSaudí, la financiadora por excelencia, representa laversión más rígida (la versión llamada Wahhabita) dela tradición sunní del islam.

Page 15: Claves 117

ONCE DE SEPTIEMBRECarta desde Washington

NORMAN BIRNBAUM

e comprende por qué Richard Lugar,el inteligente senador republicano deIndiana que tanto entiende de políti-

ca exterior, no fuese escogido candidato desu partido a la presidencia el año pasado.Al preguntarle sobre las advertencias ofi-ciales del día 11 de septiembre a propósitode un ataque inminente de los terroristas,comentó que el Gobierno había hecho esetipo de advertencia en cinco ocasiones du-rante las últimas semanas: no veía que hu-biera ninguna novedad. Es cierto que laamenaza de agresión extranjera a nuestrasciudades cae sobre una población nadapreparada. Pero hay una serie de viejas vir-tudes yanquis, como el sentido común, elescepticismo o incluso la suspicacia ante laautoridad y la convicción de ser dueños desu futuro, que han quedado enterradas. Elestado de ánimo de la nación consiste enuna ansiedad vaga pero extendida, una in-sistencia desesperada e incluso obsesiva enla solidaridad nacional y una obedienciacasi ciega a la autoridad.

Los medios de comunicaciónLos medios de comunicación, ignorantes,superficiales y faltos de sentido crítico, tie-nen cierta responsabilidad por las carenciasmás patentes en el funcionamiento de la democracia norteamericana. Cuando laCasa Blanca pidió a las grandes cadenas detelevisión que consultaran con el Gobiernoantes de emitir los discursos de Ben Laden,las televisiones aceptaron inmediatamente.En otro tiempo, había una palabra paradesignar este tipo de situación: censura.Todavía es posible detener el vertiginosodescenso del país hasta el nivel de una deesas “democracias dirigidas” del TercerMundo. Por el momento, lo ha retrasadoThe New York Times, que ha salvado lo quequedaba del honor del periodismo esta-dounidense al resistirse a las presiones de laCasa Blanca. Su nuevo director, HowellRaines, ha declarado que la primera res-

ponsabilidad del periódico es la que tienecon sus lectores. Raines recuerda probable-mente que el propietario del periódicoaceptó una sugerencia del presidente Ken-nedy en 1961 a fin de que no publicarauna información sobre los preparativos pa-ra la expedición que más tarde se envió a laBahía de Cochinos. Si se hubiera negado,la nación podría haber celebrado ese deba-te sobre la política en relación con Cubaque, 40 años después, todavía sigue sinproducirse.

Pero Haines y sus colegas no son repre-sentativos de los medios de comunicación.Lo es mucho más el periodista de CNNque, al entrevistar al ministro egipcio deExteriores hace tres semanas, adoptó un to-no digno de un fiscal: ¿Por qué no “se habíasubido a bordo” Egipto? En realidad, losmedios (con distintos grados de crudeza yvulgaridad, dependiendo de los segmentosespecíficos de población a los que van diri-gidos) han asumido las funciones de unministerio de propaganda. Las actitudescríticas que se veían durante la guerra deVietnam o el caso Watergate han quedadoolvidadas, abandonadas por periodistas cu-yo talento crítico, al parecer, se agotó conlas indagaciones sobre las actividades de lalibido del presidente Clinton. Por ejemplo,se ha escrito muy poco sobre el tremendofracaso de nuestros organismos de seguri-dad, que no lograron prevenir los aconteci-mientos del 11 de septiembre.

Es indudable que los medios respondena la atmósfera existente, además de crearla.La ira y la histeria están casi a flor de pielen la vida diaria y son mucho más difícilesde dominar cuando los enemigos de la na-ción son tan distantes, tan poco conocidosy (para la mayoría de los ciudadanos) tanmisteriosos. Si existen precedentes históri-cos se remontan hasta hace mucho tiempo.Ante la Revolución Francesa, la nueva re-pública norteamericana reaccionó con lasleyes de extranjería y sedición de 1798, cu-

yo objeto era reprimir a los jacobinos ycontener la amenaza a la propiedad en suvariedad de propiedad de esclavos. Hastalas mismas vísperas de la Guerra de Sece-sión, en 1861, los abolicionistas encontra-ron a menudo (en el norte, donde la escla-vitud era ilegal) una hostilidad y una perse-cución implacables. Las luchas de clases ylas violentas protestas sociales del periodoentre la guerra civil y 1917 entrañaron unatremenda represión sistemática por parte degrupos parapoliciales a escala local y de lapersecución judicial en el ámbito nacional.

La entrada del país en la I Guerra Mun-dial suscitó una hostilidad generalizadacontra los ciudadanos norteamericanos deorigen alemán o recién emigrados de Ale-mania. A los pacifistas y socialistas que seoponían a la guerra los llevaron ante lostribunales, y la campaña adquirió todavíamás intensidad después de la guerra, conlos ataques contra quienes simpatizabancon la Revolución bolchevique. Como esnatural, el concepto de simpatizante seamplió hasta comprender cualquier tipo deoposición al dominio incontrolado del ca-pitalismo. Los movimientos sociales queengendraron el new deal y le sirvieron debase (incluidos un movimiento sindical lleno de empuje y los comienzos del mo-derno movimiento negro de lucha por losderechos civiles) se encontraron con muchaoposición local, en algunos casos violenta,pero podían contar, hasta cierto punto,con el apoyo del Gobierno federal. Des-pués de la II Guerra Mundial, el new dealsiguió adelante, pero su ala izquierda que-dó destruida como resultado de la campa-ña anticomunista (y sus consecuencias ad-ministrativas, judiciales y legislativas) co-nocida como macartismo. (El senadorMcCarthy era el demagogo alcohólico ycorrupto de Wisconsin que, durante untiempo, dominó la política norteamericanahasta que la clase dirigente consideró queya no les era útil. También él acabó des-

S

16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 16: Claves 117

truido). El movimiento negro de los dere-chos civiles, la oposición a la guerra deVietnam y las protestas culturales y socialesde los años sesenta, incluido el movimien-to feminista, no pudieron ser eliminadosmediante la represión. Durante más deuna década (desde finales de los cincuentahasta mediados de los setenta), la naciónexperimentó una serie de conflictos políti-cos y sociales que transformaron los límitesde la política y penetraron en todos los as-pectos de la vida cotidiana.

Vistos desde ahora esos antecedenteshistóricos, la situación actual ofrece ciertosaspectos en común con cada uno. Pero tie-ne algo distinto: prácticamente no hayoposición. Es como si, en vez de ciudada-nos, fuéramos miembros de una iglesia,con el presidente como supremo pontífice,sin más teología que la sacralización de lanación, ninguna escatología que prediga

otra cosa que el presente y ninguna jerar-quía más que las instituciones visibles delpoder y la riqueza en la sociedad. En estafusión de pasado, presente y un futuro in-terminable, política y religión, Estado ynación, no sólo la disidencia y las pertur-baciones son mal recibidas: se consideran,por principio, antinaturales.

Los columnistas, sobre todo los quenunca han estado en el Ejército, compitenentre sí en fervor marcial. Para ellos, el ata-que contra Afganistán es insuficiente: quie-ren acciones contra Irak, Siria e Irán. (Unfactor evidente en esta actitud lo aporta ellobby israelí, como siempre bien financiado,bien organizado y bien colocado, pero esono lo explica todo. Los agentes y partida-rios de Israel en Estados Unidos no hacensino explotar una vena de grandiosidad im-perial que se remonta, al menos, a la guerrade 1898 contra España).

A falta de una oposición, es necesarioinventarla... Algunos fragmentos del movi-miento antiglobalización se han unido pa-ra organizar una serie de pequeñas mani-festaciones contra la guerra. Se les ha de-nunciado como si fueran capaces demovilizar a los millones de personas quesalían a la calle durante la guerra de Viet-nam. El semanario tradicional de la iz-quierda norteamericana, The Nation, tieneuna tirada de unos 100.000 ejemplares(que supone, quizá, un número tres o cua-tro veces mayor de lectores).

A sus redactores les han criticado comosi fueran la vanguardia ideológica de unmovimiento de masas a punto de hacersecon el poder. La furia de los biempensantes(muchos de los cuales se consideran espe-cialmente ofendidos por los europeos, que,a su juicio, no defienden con suficiente en-tusiasmo a Estados Unidos) no es puraalucinación. Tiene las características de unataque preventivo contra un movimientode protesta que podría llegar a parecerse ala oposición de los años sesenta. Ahorabien, quizá tanto los ridículamente escasoscríticos del presidente como sus multitudesde partidarios se equivocan al remitirse amodelos de conflictos anteriores: es posibleque la situación actual tenga algo distinto.Como es lógico, después del 11 de sep-tiembre, el bioterrorismo ha acrecentadoenormemente la angustia del público.También ha provocado las primeras críti-cas de la prensa y la opinión pública a laconducta del Gobierno. La diferencia entrelas reacciones a la amenaza del ántrax, tar-día cuando se trataba de los empleados delservicio postal (muchos de ellos negros) ymás rápida cuando se trataba del Congre-so, no ha pasado inadvertida. La repentinaentrada del país, a comienzos del siglo XXI,en una historia que los europeos han expe-rimentado de un modo tan directo en elsiglo XX, sigue produciendo una enormeconmoción, y falta saber si los medios van

17Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 17: Claves 117

a ser capaces de desempeñar una funciónpedagógica.

Si el bioterror persiste, falta saber tam-bién si la democracia americana es lo bas-tante fuerte para resistir el descenso a unautoritarismo de tipo permanente.

Repercusiones económicasEn cuanto a la clase política norteamerica-na, está en el limbo. No hay absolutamenteninguna crítica a la conducta del presidenteni en la Cámara de Representantes ni en elSenado, ninguna pregunta sobre sus inten-ciones, ninguna propuesta de alternativas.Los demócratas, con su mayoría en el Sena-do, tienen como presidentes de los comitésde Fuerzas Armadas y Relaciones Exterioresa dos senadores experimentados e inteligen-tes, Carl Levin y Joseph Biden. Hasta el 11de septiembre, ambos habían criticado a laAdministración por su actitud unilateral, suproyecto de escudo antimisiles y su prefe-rencia por nuevas armas en vez de por nue-vas ideas. Ahora ambos han relegado todoeso al agujero de la memoria del que habla-ba Orwell y se han mostrado contundentesal pedir a la nación que apoye al presidente.Con su comportamiento abúlico los demó-cratas han dado legitimidad a la postura delos autoritarios y los chauvinistas: criticar alpresidente es subversivo, incluso traicione-ro.

Desde luego, ha habido cierta oposiciónen cuestiones de política interna. La Cáma-ra de Representantes ha aprobado una leyantiterrorista que permite graves limitacio-nes a las libertades civiles, pero puede quehaya más oposición en el Senado. Los argu-mentos del Gobierno a su favor ignoran,como es lógico, que los organismos a losque se van a otorgar nuevos poderes han si-do incapaces de usar los que ya tenían.

La obsesión del presidente por reducirimpuestos, sobre todo para las grandes em-presas y los hogares más acomodados, con-tinúa después del 11 de septiembre. El pre-sidente y los dogmáticos del mercado quele rodean insisten en que sólo dichas re-ducciones pueden volver a estimular laeconomía. Los demócratas reclaman untratamiento más justo para los segmentosmedio e inferior de la escala de las rentas ydestacan que los subsidios aprobados a to-da prisa para líneas aéreas y otras empresascon problemas no han previsto nada res-pecto a los empleados despedidos de undía para otro, sin ningún tipo de compen-sación. En estas áreas, las presiones de lossindicatos y la amargura de las privacionesdiarias que sufren los votantes corrientesconstituyen un incentivo suficiente paraque los demócratas se atrevan a disentir del

presidente. Sin embargo, se han sumado ala absurda idea de que los déficits públicosson siempre ilegítimos y nada prácticos.Teniendo en cuenta que el partido deFranklin Roosevelt ha recuperado las ideasde Herbert Hoover, no es de extrañar queparezca incapaz de proponer un modelo al-ternativo para el bien público: ha renega-do del que poseía. Mientras tanto, en me-dio del debate sobre la necesidad de que laseguridad de los aeropuertos sea compe-tencia federal, nos encontramos con laanécdota grotesca de que el presidente ylos republicanos afirman que debe seguiren manos de la empresa privada. El minis-tro de Justicia, en cambio, acaba de acusara una empresa responsable de la seguridaden los aeropuertos de varias ciudades im-portantes por contratar a drogadictos y de-lincuentes, pese a que éstos, según los prin-cipios del mercado, cumplen los requisitos:no piden un sueldo elevado.

A Nueva York le va a costar, al menos,100.000 millones de dólares recobrarse delatentado; el Gobierno le ha prometido alre-dedor de 20.000 millones. Cada vez sonmás amplios los sectores de la economía queestán sufriendo reducciones. La crisis de lascompañías aéreas ha empujado a Boeing adespedir a miles de empleados y los servi-cios financieros también están reduciendoplantillas. El gasto de los consumidores des-cendió en septiembre y, si continúa la ten-dencia, es posible que tengamos una pro-funda recesión. La bajada de los tipos de in-terés por parte de la Reserva Federal sonintentos desesperados de salvar el mercadode la vivienda que, a su vez, es el que man-tiene la riqueza patrimonial de muchos ho-gares estadounidenses, a menudo fuerte-mente endeudados con el aval de sus casas.Los efectos inversos del aumento en el gastomilitar no bastarán para compensar las pér-didas que se acumulan en el sector civil; ylos gobiernos estatales y locales se enfrentana más peticiones de inversión para cubrir losseguros de desempleo y los servicios socialesy contrarrestar el descenso de las rentas. Losrecortes fiscales propuestos por Bush benefi-ciarían a quienes no tienen necesidades in-mediatas; y los que se encuentran en las zo-nas media e inferior de la escala de las rentasse verían obligados a luchar para salir ade-lante con menos recursos a su disposición.Aun así, son pocos los demócratas que hapropuesto gastos federales del orden de150.000 o 200.000 millones de dólares,que es la cantidad que haría falta para impe-dir una recesión. (No habría posibilidades,por ejemplo, de reconstruir la red de ferro-carriles para el transporte de viajeros con elfin de tener los trenes de alta velocidad, que

son cosa normal en Europa occidental y Ja-pón).

Un gran sector del capital norteamerica-no no ve con malos ojos la perspectiva dela recesión y el desempleo: sería muchomás fácil imponer disciplina a los trabaja-dores y detener las campañas organizativasque planeaban los sindicatos antes del 11de septiembre. Además, si el dólar valieramenos al cambio, crecería el mercado paralas exportaciones de Estados Unidos. Aho-ra que ya se ha usado un dólar fuerte paracomprar fábricas e instalaciones en todo elmundo, un gran segmento del capital nor-teamericano puede sentirse tranquilo anteuna caída de la divisa. El dominio de losmercados internacionales de capitales porparte de Estados Unidos (a través de ban-cos y cámaras de inversión y del poder delTesoro estadounidense sobre el Fondo Mo-netario Internacional) tiene un interés geo-político. El mercado de capitales es un ins-trumento para ejercer presiones políticas(por ejemplo, sobre los países de la UniónEuropea que se toman demasiado en seriola idea de la independencia, o sobre nacio-nes como Egipto, India o Pakistán, inclusoChina). La vinculación inextricable del ca-pital norteamericano, europeo y japonés esotra ventaja más: los intereses de Norte-américa están bien defendidos por agentesextranjeros que trabajan en coordinacióncon los bancos y empresas estadounidenses.

En el pasado, las guerras y los periodosde movilización nacional para una con-frontación internacional han tenido conse-cuencias muy positivas para la economíanorteamericana. Además, en la segundamitad del siglo XX, dichos periodos hicie-ron deseable y posible una clara mejora delnivel de vida para gran parte de los trabaja-dores. No obstante, los grandes beneficioseconómicos del periodo 1945-1975 tam-bién se debieron a la organización de untercio de los trabajadores en sindicatos, cu-yos afiliados se han reducido ahora a me-nos de la mitad. El desastre de Nueva Yorkprovocó, de forma temporal, una transfor-mación de los valores: los héroes, de pron-to, fueron funcionarios públicos (miem-bros de los servicios de urgencia, como losbomberos) y la solidaridad fue el lema quenos guió, al menos, los primeros 30 días.Pero los requisitos culturales y los recursossociales (los grandes movimientos popula-res que adoptaron esos valores y las coali-ciones políticas que concretaron sus sensi-bilidades en la alteración permanente delequilibrio entre el mercado y el Estado)necesarios para un cambio duradero no es-tán presentes. Lo que tenemos, por el con-trario, es una movilización sin contenido

ONCE DE SEPTIEMBRE

18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 18: Claves 117

social pero llena de eficacia política contraamenazas reales e imaginarias: el refuerzode la despolitización generalizada del país.Las formas que adopta son tan variadas co-mo el propio país. Algunas personas (pesea las meritorias llamadas de Bush a la tole-rancia y la comprensión) han llevado a ca-bo agresiones contra ciudadanos musulma-nes. Estos últimos ascienden a cinco mi-llones, aunque la mayoría de los árabesnorteamericanos, en realidad, son cristia-nos, y la única persona que ha sufrido lin-chamiento, hasta ahora, es un hindú.Otras muchas personas se han atrinchera-do en sus hogares y han hecho acopio delinternas, alimentos y agua. Muchos van ala iglesia, aunque no parecen responder a las peticiones que hace el clero de refle-xión y sentido de la proporción en la cam-paña de Afganistán, sino que buscan unatranquilidad catártica: la nación se sienteatribulada porque está muy bien sentirse así.

¿Cuál es la política del presidente Bush?En estas circunstancias, hasta un personajecon tantas limitaciones como George Bushpuede reivindicar el puesto de líder. Ha ven-cido la mala impresión que causó al tardaren regresar a Washington el 11 de septiem-bre. La repetida insistencia del presidente ylos miembros de su Gobierno en que se tar-dará años en acabar con los terroristas, lasafirmaciones de que no quieren llevar a ca-bo una guerra terrestre a gran escala en sue-lo afgano, su forma de alternar las exhorta-ciones a los ciudadanos para que reanudensu vida normal con las advertencias sobrenuevas amenazas son elementos que, encualquier otra democracia occidental, mo-verían a la oposición y a los creadores deopinión a preguntar: ¿Tiene nuestro Go-bierno alguna perspectiva que vaya más alláde los cinco próximos días? Por ahora, elpresidente está a salvo sabiendo que las críti-cas han perdido toda legitimidad. Los gestosmás cínicos (como pedir a cada niño norte-americano que lleve un dólar al colegio paracontribuir a aliviar el hambre de los afganoscuando uno de cada cuatro de esos niñosnorteamericanos necesita que el Gobiernole sufrague su propia comida) se interpretancomo indicios de una profundidad de ca-rácter que antes no tenía. La disputa con elCongreso sobre el acceso de los miembrosde determinados comités a informacionessecretas, la campaña contra la prensa (en es-tos momentos, se dice que la consejera deSeguridad Nacional ha logrado que TheWashington Post no publicara un artículo deBob Woodward, el periodista del Waterga-te), la vacuidad de las ruedas de prensa delDepartamento de Defensa, las presiones al

Gobierno de Qatar para que censure a laemisora árabe de televisión Al Yazira: todaséstas son pruebas de una obsesión por elcontrol de la información que nos recuerdaa Richard Nixon y a Henry Kissinger du-rante la guerra de Vietnam. Por lo menos,ellos tenían algo que ocultar. ¿Tiene algunapolítica este presidente?

La respuesta es que tiene (o tienen susasesores) varias y todavía no ha decididocuál seguir. En este Gobierno existe unagrave división. Recuérdese la carta enviada aNaciones Unidas por el embajador norte-americano John Negroponte. (La propia de-signación de Negroponte, aprobada por losdemócratas del Senado después del 11 deseptiembre como gesto de “unidad”, es unescándalo por sus responsabilidades en rela-ción con el terrorismo de extrema derechaen Latinoamérica). La carta declaraba queEstados Unidos se reservaba el derecho aatacar a otros países, además de Afganistán,por dar refugio a terroristas. La frase la in-cluyó la Casa Blanca sin el conocimientodel supuesto superior de Negroponte, el se-cretario de Estado Powell. Éste ha asumidoel papel de ser la voz de la precaución, el de-fensor de la coalición y el heraldo de lacomplejidad en el Gobierno. Desde el pun-to de vista táctico, la ambigüedad del Gabi-nete es una gran ventaja. Se dice que We-llington le comentó a un ayudante cuandopasaba revista a sus tropas antes de la batallade Waterloo: “No sé si dan miedo al enemi-go; desde luego, me dan miedo a mí.” Po-well puede sacar concesiones a aliados recal-citrantes si insinúa que él es la única barreraentre ellos y un Gobierno cuya política ladicta el Consejo Político Asesor del Depar-tamento de Defensa. Dicho organismo tra-baja en estrecha colaboración con el subse-cretario de Defensa, Paul Wolfowitz, que haafirmado públicamente que es preciso “aca-bar” con Estados como Irak. Los miembrosdel Consejo son, entre otros, Richard Perley el ex director de la CIA James Woolsey,relevado por el presidente Clinton debido asu mediocre rendimiento. Hace poco, Wo-olsey viajó a Londres para obtener “pruebas”de la participación iraquí en las acciones te-rroristas contra Estados Unidos; resultainexplicable que el Consejo no le pregunta-ra a la CIA lo que sabía o decía saber. EsWoolsey quien acaba de declarar que Esta-dos Unidos no puede verse cohibido porquelos aliados no quieran llevar adelante deter-minadas políticas. Son opiniones que cuen-tan con el apoyo de bastantes congresistas ysenadores, para los que toda alianza es unacomplicación innecesaria.

A diferencia de este tipo de ciudadanos,los jefes militares de Estados Unidos tienen

un desapego totalmente aséptico, son mo-destos a la hora de juzgar su capacidad y sonconscientes de los riesgos geopolíticos. Alfin y al cabo, ellos han estado en combatecuando eran oficiales de bajo rango, y susestudios de historia militar en las academiasy los centros de preparación les permiten re-cordar que no todas las campañas culminanen victorias napoleónicas. Son conscientes,asimismo, de que, entre sus predecesores,no sólo están Grant y Eisenhower, sinotambién Taylor y Westmoreland, los derro-tados de Vietnam. Desde luego, no son rea-cios a aprovechar la crisis para demostrar loque consideran su talento o pedir más mi-llones de dólares para nuevos sistemas de ar-mamento. Sin embargo, los funcionariosresponsables manifiestan ahora su sorpresaante la negativa de los talibanes a capitular.¿Y si fuesen más parecidos a los vietnamitasque a los indios norteamericanos? Mientrasescribo estas líneas, Powell está en NuevaDelhi para intentar evitar un enfrentamien-to entre India y Pakistán por la región deCachemira, que supondría tener que inte-rrumpir la campaña contra Afganistán. Po-well tiene la tarea de dar cierto aire de con-sistencia a la coalición ad hoc que se ha for-mado para luchar contra los terroristas. Aveces es evidente que el Gobierno engañasistemáticamente a la población y, con bas-tante frecuencia, a nuestros aliados. ¿Pero seengaña a sí mismo? Es decir, ¿ha tenido real-mente en cuenta los riesgos que supone lacaída de los regímenes en Egipto, Pakistán yArabia Saudí? Y, aun cuando esos regímenesno caigan, ¿se ha pensado en los peligrospermanentes de la hostilidad existente con-tra Estados Unidos (y, por extensión, Euro-pa) en el mundo islámico?

Israel y el Oriente PróximoLa crisis ha obligado al Gobierno de Busha avanzar con vacilaciones hacia una con-frontación con Israel. El lobby israelí en Es-tados Unidos sigue siendo fuerte, pero elGobierno puede explotar algunos de suspuntos débiles. Su relación con los republi-canos es muy distinta a la que tiene con elPartido Demócrata, que recibe grandes su-mas de donantes judíos, simpatizantes deIsrael. Los republicanos, más partidarios de la opción unilateral, han colaborado estre-chamente con el Likud y la derecha israelí.Tanto en Israel como en Estados Unidoshay una alianza entre los fundamentalistasprotestantes (decididos partidarios del uni-lateralismo en política exterior), que com-ponen gran parte del electorado republica-no, y los defensores ortodoxos del Gran Is-rael. Por el contrario, la burocracia military de la política exterior está dividida. Israel

NORMAN B IRNBAUM

19Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 19: Claves 117

es un valioso aliado militar, y se puedecontar con sus servicios de informaciónpara todo tipo de ayuda. Sin embargo, laalianza tripartita de Estados Unidos, Israely Turquía es claramente incapaz de domi-nar todo Oriente Próximo. Además, loscostes de la alianza con los israelíes son ca-da vez más visibles. No hay nadie en elGobierno que se crea la absurda afirma-ción del lobby judío de que no existe nin-guna relación entre la hostilidad islámicacontra Estados Unidos y la constanteaquiescencia (e incluso participación) nor-teamericana en la humillación y la opre-sión de los palestinos. Algunos de los quereclaman la extensión de la guerra a Irak,Siria e Irán trabajan, sin duda, para ellobby israelí: Perle y quizá Woolsey. Paraotros, la alianza con Israel es una opciónestratégica que ahora puede revisarse.

La comunidad judía norteamericanatambién está dividida. Los judíos laicos yprogresistas que sintieron repugnancia porel asesinato de Rabin no creen que Sharonsea un rey del Antiguo Testamento, ni mu-cho menos un profeta. Los judíos norte-americanos han hecho grandes aportacionesa la vida en Estados Unidos en el arte, losnegocios y las finanzas, la educación y laciencia, el Gobierno y la política. Los otrosjudíos se consideran dirigentes e insisten enque hablan en nombre de toda su comuni-dad, cuando lo cierto es que representan,como mucho, a una tercera parte. En la vi-da de los judíos norteamericanos hay dosgrandes contradicciones que un Gobiernodecidido a aclarar las cosas con Israel no vaa dejar de explotar. Una es que los judíosreclaman igualdad y plenos derechos deciudadanía en Estados Unidos, por nues-tros criterios universalistas a la hora de con-ceder la nacionalidad, pero al mismo tiem-po están apoyando a un Estado étnico. Lasegunda contradicción es que existe unadiscrepancia esencial de intereses entre Es-tados Unidos e Israel: no hay motivos paraque Norteamérica sacrifique sus relacionescon todo el mundo islámico por la intransi-gencia israelí. Un presidente que, en públi-co o como sea, exija a la comunidad judíanorteamericana que ejerza presiones sobreIsrael, o que apoye una ruptura con un Go-bierno israelí, debe de tener una voluntadde hierro, lo que no significa que un presi-dente con el empeño suficiente vaya a per-der. Y hay ciertos indicios de que Bush yPowell se están preparando para ello.

La coalición internacional y el desarrollode las operaciones militaresSe cree que el ex presidente Bush ha reco-mendado a su hijo que haga caso a Powell y

no declare la guerra a todo el islam. Pero esabsurdo suponer que Powell es una especiede Atlas moderno, con el mundo a sus pies.Las tendencias centrífugas y las contradic-ciones en la coalición son evidentes. La opi-nión pública norteamericana (medios decomunicación y expertos, muchos de ellosno precisamente conocidos por su capaci-dad de distanciarse de la apología y la ideo-logía del aparato de política exterior) prefie-re recrearse en la supuesta solidaridad entu-siasta de Europa occidental. A Blair, enconcreto, se le describe como un descen-diente de Winston Churchill pero mejor, yse pasan por alto humillaciones como lanegativa del Gobierno saudí a recibirle.

El Gobierno de Estados Unidos noquiere correr riesgos. Después de obtenerun cheque en blanco de la OTAN, ha pre-ferido no someterse al proceso de toma dedecisiones de la organización. Divide e im-pera es su lema, con la ayuda de la incapa-cidad permanente de los europeos para

construir una política propia y, todavíamenos, de los aparatos diplomático y mili-tar para llevarla a la práctica. Cuando losdirigentes europeos anuncian su solidari-dad con Estados Unidos y la aceptación desu liderazgo, la noticia se proclama a loscuatro vientos. Cuando expresan sus reser-vas, casi no se habla de ello, o se explicacomo una de tantas concesiones lamenta-bles a la opinión “antiamericana” o “paci-fista”. Se citan con frecuencia las enérgicaspalabras de Schroeder, pero se menciona depasada su declaración ante el Bundestag de que la República Federal no se veríaarrastrada a “una aventura”. Los países eu-ropeos tienen en Washington a embajado-res inteligentes y perspicaces, muy cons-cientes de las limitaciones de quienes ela-boran nuestra política exterior. Confiemosen que sus cancillerías se lean sus informes.A los europeos occidentales les vendríabien tener en cuenta que, si hablaran convoz más alta, estarían demostrando de for-

ONCE DE SEPTIEMBRE

20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 20: Claves 117

ma mucho más eficaz su amistad hacia Es-tados Unidos que con su curiosa combina-ción actual de entusiasmo público y reser-vas dichas a media voz.

Mientras tanto, en Afganistán continúanlas operaciones militares. Al parecer, se pre-vé que a la oleada de bombardeos (que llevamás miseria a una población ya miserable)le siga una intensa búsqueda de la direcciónde la organización de Ben Laden. Hay quepensar que esta organización no tiene preci-samente una página propia en Internet; loque presuntamente sabemos es producto deindiscreciones deliberadas de los servicios de información occidentales, sobre todonorteamericanos, con cierta ayuda de regí-menes musulmanes que tienen sus propiasprioridades y el Gobierno de Israel, tambiéncon sus intereses. En Nueva York se celebróel juicio de los autores del primer atentadocontra el World Trade Center y las bombasde las embajadas estadounidenses en Keniay Tanzania; la acusación logró reunir mu-cho material sobre la red del terror: sóloqueda preguntar si es cierto y si se han ex-traído las conclusiones acertadas sobre su es-tructura y su forma de actuar, además de susobjetivos y su ideología. Y si existe un ámbi-to en el que la charlatanería y el engaño seapoderan de los medios de comunicación,desde luego es la labor de los “expertos” enterrorismo.

Renunciemos a cierta dosis necesaria deescepticismo y supongamos que la situa-ción que describen los servicios de infor-mación norteamericanos y occidentales escierta. Según su testimonio, es práctica-mente imposible creer que las acciones delas fuerzas especiales para capturar o des-truir a la dirección de la red vayan a lograrsu objetivo. (El Ejército estadounidense in-tentó durante años en Vietnam encontrary destruir el cuartel general del Vietcong yel Ejército norvietnamita en Vietnam delSur, y fracasó). Nuestros propios serviciosdicen que muchos de los extranjeros quetrabajaban para la red se han ido ya de Af-ganistán. La destrucción del Gobierno tali-bán arrebataría a la organización su protec-ción y sus recursos en el país y dejaría enmanos de las tropas estadounidenses la ta-rea de ocupar gran parte del territorio paraproseguir la búsqueda o confiar la labor asus nuevos aliados afganos, que podrían sero no tan de fiar como los militares que enotro tiempo llevaban a cabo el trabajo poli-cial para Estados Unidos en Latinoaméricao incluso Vietnam. En el mejor de los ca-sos, podemos pensar en una campaña quese prolongará durante tiempo indefinido,con todas las frustraciones que ello suponepara la opinión pública norteamericana.

Es cierto que el Gobierno de Bush hadeclarado, claramente a su pesar, que estáabierto a una reconstrucción de un Go-bierno nacional en Afganistán bajo el pa-trocinio de Naciones Unidas. Sería sor-prendente, asombroso, que un Gobiernonorteamericano aceptara un acuerdo inter-nacional de ese tipo, aparte de las dificulta-des intrínsecas para llegar a dicho acuerdodentro de Afganistán. Estados Unidos in-sistiría en imponer su veto y, al margen delo que pueda o no aceptar en conferenciasinternacionales, lo más probable es que lavara de medir fuera nuestro comporta-miento después del acuerdo de Ginebra en1954 sobre Vietnam. Recuérdese que losGobiernos de Eisenhower y Kennedy ig-noraron el trato y contribuyeron de formadecisiva al estallido de la guerra civil.

Lo que seguramente vamos a presenciar,aunque otros países y Naciones Unidaspuedan camuflarlo, es el intento de erigirun protectorado norteamericano en Afga-nistán. Ahora nos enteramos de que la co-operación militar con Uzbekistán está enpie ya desde hace tiempo; quizá ocurra lomismo con otros países de la región. Dichacooperación incluye la penetración militarde Estados Unidos en territorio afgano an-tes de la crisis provocada por los atentadosdel 11 de septiembre. El Gobierno deClinton hizo ridículos esfuerzos para con-vencer al Gobierno de Uzbekistán de quemejorara su triste historial en materia dederechos humanos. Es difícil imaginar, enlas circunstancias actuales, que Bush vaya amolestar a los Gobiernos de Asia centralpor ese mismo motivo. Por provisional quesea la aprobación de China y Rusia al ata-que norteamericano contra Afganistán, elcaso es que se consiguió obtenerla a cam-bio del reconocimiento explícito, por partede Estados Unidos, de la legitimidad de sulucha contra los chechenos y los ugures.Un régimen dependiente de Estados Uni-dos en Afganistán tendría claras ventajasgeopolíticas. Proporcionaría una base pararodear Irán. Haría que Pakistán fuera másflexible (también India). Facilitaría enor-memente el acceso a las riquezas mineralesde Asia central. Y, dejando aparte las rela-ciones actuales con China y Rusia, ofrece-ría una plataforma para exigir un precioelevado en Asia central a cada uno de esosdos países en caso de que hubiera conflic-tos en otros lugares. En otras palabras, laexigencia de venganza de la población nor-teamericana ha suministrado a los estrate-gas del nuevo imperio una oportunidadque se han apresurado a aprovechar.

En este contexto, el vivo debate sobre lacuestión de un ataque inmediato contra Irak

es una distracción. Es posible que el lobby is-raelí y los más frenéticos partidarios del uni-lateralismo entre los republicanos se lo to-men en serio; los demás se conforman conacumular poder norteamericano en la regióny aguardar a un momento más propicio.

Las perspectivas a largo plazoDicho todo esto, ¿qué confianza puede te-ner el aparato en su capacidad, a largo pla-zo, de establecer y mantener una nueva po-sición norteamericana en Afganistán? Chi-na y Rusia no permanecerán pasivos y, porlo menos, presentarán (ahora y, desde lue-go, en el futuro) gruesas facturas por suaprobación incondicional. (Podemos ima-ginar que los chinos exigirían tener total li-bertad con respecto a Taiwan). La estabili-dad de Pakistán es muy dudosa. Es verdadque la aventura de Afganistán implica reno-var los compromisos con un Pakistán alque se abandonó como aliado hace una dé-cada, pero ese nuevo compromiso será caroe incierto. India, por supuesto, no aceptaráel fortalecimiento de Pakistán. El caso in-dio es un recordatorio de que si Pakistán sedemocratiza pueden desbordarse las pasio-nes islámicas y nacionales. Para una políticaestadounidense cuyo lema es la estabilidad,lo que busca tal vez es una meta imposible.

Los puntos complicados para EstadosUnidos al este de Suez, tanto reales comoposibles, son numerosos. Está el propioEgipto, Turquía, el futuro incierto de Siria,la capacidad del régimen iraquí para perdu-rar y del iraní para transformarse, la fragili-dad de la dinastía gobernante en ArabiaSaudí. Uno de los grandes objetivos norte-americanos en ese mundo inseguro, aunqueno siempre se reconoce, es mantener el ac-ceso al petróleo. Términos imprecisos como“influencia” o “estabilidad” son, muchas ve-ces, eufemismos. El Gobierno de Bush hareaccionado ante los atentados contra Esta-dos Unidos recurriendo al repertorio cono-cido: acciones policiales militarizadas paraeliminar a la oposición, instauración o com-pra de sustitutos políticos, la promesa (mu-cho más vaga y, en general, poco fiable) deayuda al desarrollo. Ahora, es preciso incor-porar a los regímenes islámicos aliados deEstados Unidos (junto con los europeos) auna red de policía mundial para acabar conlas tramas terroristas. Lo que falta, por su-puesto, es cualquier esfuerzo serio y sistemá-tico para afrontar las condiciones que hanpermitido el surgimiento del terrorismo is-lámico. La posible desaparición –o al menosreducción– de la alianza con Israel no formaparte de una estrategia nueva, sino queconstituiría un ajuste táctico necesario desdehace mucho.

NORMAN B IRNBAUM

21Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 21: Claves 117

¿Es capaz de actuar de otra forma Esta-dos Unidos? La nación está todavía bajo losefectos de la conmoción: pensar en políticasalternativas será más fácil de aquí a variosmeses, a un año, después de que la interven-ción afgana, como es previsible, haya dadoescaso fruto. Por el momento, esa conmo-ción ha intensificado la despolitización deun país ya despolitizado. Ni las clases diri-gentes ni el público conocen el islam. Noexiste un equivalente al ambiguo legado dela participación norteamericana en ExtremoOriente. Es verdad que en el sector privado,el Gobierno y las universidades, existen pe-queños núcleos de personas de talento conexperiencia directa y conocimiento delmundo islámico. Sus ideologías, intereses ymotivaciones son múltiples. Los “arabistas”del Departamento de Estado, los expertosen Oriente Próximo que se mostraron es-cépticos ante la alianza con Israel, no hantenido un rotundo éxito en la modificaciónde las políticas a lo largo de los años.

De hecho, es posible que los sectores li-berales, internacionalistas y progresistas dela opinión norteamericana vuelvan a salir a la superficie en un futuro próximo, en losdos próximos años. En el caso del PartidoDemócrata, una de las dificultades es suservidumbre respecto al lobby israelí. Si elGobierno de Bush hace lo que no ha podi-do hacer ninguna Administración demó-crata, es decir, ejercer toda la presión posi-ble sobre Israel para que firme un acuerdoviable con los palestinos, los demócratasquedarían libres para realizar un examenmás crítico de la política en Oriente Próxi-mo. Las iglesias, ya bastante alejadas dellobby judío, serían un elemento indispen-sable en la producción de nuevas ideas. Losobispos católicos y las principales iglesiasprotestantes se han mostrado muy clarosen su reacción ante los atentados del 11 deseptiembre y el inicio de la acción militarnorteamericana. Insisten en que esa res-puesta militar sea proporcionada, recuer-dan las viejas causas políticas y económicasque han provocado la hostilidad de lospueblos islámicos y se han adelantado a los sectores paralizados del movimiento an-tiglobalización al proponer un equivalentemundial al Plan Marshall como forma deaplicar los recursos de la nación a un pro-blema que, de no ser así, es irresoluble.Obispos y sacerdotes, presidentes de igle-sias y pastores, teólogos y periodistas espe-cializados en religión están acostumbradosa la necesidad de ser pacientes. Sus antepa-sados del siglo XIX eran abolicionistascuando la esclavitud se consideraba unfenómeno inmutable, sus abuelos lucharonpara impedir que la guerra fría desemboca-

ra en una guerra nuclear, y sus padres fue-ron en muchos casos de los primeros encriticar la guerra de Vietnam. A ellos, porahora, no se les escucha, con una excep-ción importante.

Las iglesias han hecho hincapié en queno se demonice al islam, que se trate a losmusulmanes en Estados Unidos como acualquier otro ciudadano y comience eldiálogo interconfesional. Ha habido agre-siones a árabes y musulmanes, pero, dadasla intensidad de la conmoción nacional y la gravedad de la situación, y teniendo encuenta las tradiciones de excesos persecuto-rios, la situación ha estado, en general, no-tablemente desprovista de odio. Parte delmérito corresponde a figuras públicas co-mo el presidente y el alcalde Giuliani, perolas iglesias han servido para reforzar sus lla-mamientos.

Nuestra historia oscila entre unos perio-dos de inactividad pública y otros en losque movimientos sociales tumultuosos al-teran la dimensión de la política. El parén-tesis político actual sucede a una década enla que la vida pública se ha ido haciendocada vez más vulgar y superficial. Aunquehay que matizarlo: una derecha casi triun-fante, representada en la política de losprotestantes fundamentalistas, las revueltaslocales contra las normas ambientales o lasrespuestas contra las leyes que disponen laigualdad para las minorías y las mujeres,provocó una variedad propia de activismopúblico. Surgió una coalición reformistaen Estados Unidos, con recuerdos lejanosdel new deal y la Gran Sociedad que no só-lo se enfrentó a ella sino que parecía ir co-brando fuerza. Cada vez era más visibleuna nueva política de la conciencia, paten-te en las protestas universitarias contra laexplotación de la mano de obra en el Ter-cer Mundo y las inquietudes de millonesde ciudadanos que apoyan a grupos ecolo-gistas y de derechos humanos. La sociedadcivil, representada por organizaciones nogubernamentales que critican el imperioabsoluto del mercado, está muy arraigadaen Estados Unidos. Como siempre, se uníanconciencia e intereses. El movimiento sin-dical norteamericano, bajo la dirección deun católico reflexivo, John Sweeney, fue in-dispensable para que el Congreso rechazarael Acuerdo Comercial Multinacional y pa-ra que el movimiento de Seattle lograraimpedir que los siervos ideológicos del ca-pital calificaran las ideas que no les agrada-ban de absurdas y excéntricas. (El recientepremio Nobel de economía concedido aJoseph Stiglitz y otros dos profesores queven con escepticismo la benévola omnis-ciencia del mercado es otro reco-

nocimiento más del triunfo del mo-vimiento de Seattle).

La idea de una misión de Norteaméricaen el mundo no siempre es una forma deimperialismo ideológico. Un Estados Uni-dos multicultural que recuperara las tradicio-nes del progresismo y el new deal, que noacudiera al calvinismo estrecho de Wilson si-no a las Cuatro Libertades de Franklin Roo-sevelt, más ecuménicas, tendría una políticaexterior diferente de la de los cínicos apolo-gistas y los burócratas amorales que tienenahora el mando. La condición necesaria paraque se produzca un cambio, por supuesto, esun elemento del que ahora carecemos: el de-bate, es decir, el conflicto político. Es difícilcreer que el grupo progresista en el Congre-so, con sus 85 miembros y los 20 senadoresdemócratas que se sitúan en las tradicionesmultilateralistas y reformistas del partido, va-yan a permanecer en silencio indefinida-mente. Ante el aumento del desempleo, esmuy posible que los sindicatos reclamen unanueva versión del Plan Marshall para darnuevo impulso a la economía norteamerica-na. Por el momento, algunas voces norte-americanas casi imperceptibles se unen a loseuropeos para cuestionar la decencia y la sa-biduría de los ataques aéreos.

Es cierto que, al final, quizá nos encon-tremos con un modelo nuevo del Estadode guerra y bienestar de la era posterior a1945. Ahora bien, aquel Estado permitióllevar a cabo todo tipo de batallas para ob-tener más bienestar y menos guerra. Esmuy poco probable que George Bushofrezca su propia versión del visionario dis-curso que pronunció John Kennedy en ju-nio de 1963, cuando pidió el final de laguerra fría. Unos cuantos años de luchapolítica tal vez hagan posible que un futu-ro presidente estadounidense anuncie latransformación de la guerra contra el terro-rismo en un empeño más amplio, más hu-mano y, al tiempo, más realista. Comotantas otras cosas en la historia, dependeráde la capacidad de análisis y de la volun-tad, dos factores que no abundan demasia-do en estos tiempos. Habría que imaginara nuestra nación irremediablemente perdi-da, arrancada de sus propias raíces, parasuponer que sea capaz de obedecer a losnuevos imperialistas (que, en realidad, sonlos de siempre) por tiempo indefinido.

Washington, octubre de 2001.n

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

ONCE DE SEPTIEMBRE

22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Norman Birnbaum es profesor emérito de la Facul-tad de Derecho en la Universidad de Georgetown.

Page 22: Claves 117

OCCIDENTE Y LOS ISLAMISTASLas razones políticas del conflicto

GEMA MARTÍN MUÑOZ

n las primeras manifestaciones desa-rrolladas en Pakistán contra el bom-bardeo americano de Afganistán se

pudieron leer varias pancartas que decían:“¡América piensa! ¿Por qué te odiamos?”.Estas dos frases contienen dos principiosclaves que han faltado en la aproximaciónoccidental al mundo musulmán: pensar yconocer. Frente al regodeo en la facilonateoría del choque de civilizaciones creadapor la intelligentsia norteamericana, debe-ríamos darnos cuenta de que la cuestiónestá mucho más centrada en la memoriahistórica y en la política. Lo que más nossepara actualmente del mundo musulmánes que no compartimos la misma memo-ria histórica porque hemos vivido dos ex-periencias políticas muy diferentes perotrágicamente interconectadas. Y es muylamentable que haya tenido que ser elbrutal atentado terrorista del 11 de sep-tiembre el que ha resaltado de manera sú-bita esta realidad, que se debería tenermuy en cuenta si verdaderamente se quie-re afrontar a largo plazo la amenaza de eseterrorismo.

Nuestra enraizada visión culturalista ymonolítica del mundo musulmán nos hallevado a seleccionar los aspectos negativosde esa parte del mundo (que sin dudaexisten), explicándolos por un determinis-mo islámico insuperable a través del cualnos afirmamos etnocéntricamente ennuestra modernidad y progreso laicos.Nos hemos empecinado en vincular la fal-ta de democracia con el carácter islámicode esas poblaciones, la desigualdad entrehombres y mujeres por la imposición delislam, la debilidad del laicismo porque sonmusulmanes, la violencia porque son faná-ticos islámicos… No estamos entendiendonada; y además de manera insultante esta-mos suponiendo que a mil millones demusulmanes no les interesan la democra-cia, las libertades ni los derechos. Y denuestra ignorancia hemos hecho una cer-

teza absoluta que nos ha llevado a unamemoria histórica con respecto a estemundo fundada en la oposición cultural yreligiosa (¡reniegan de los valores de la ci-vilización moderna!), en tanto que la me-moria histórica de los musulmanes conrespecto a Occidente (que bien poco nosha importado conocer, y de ahí las conse-cuencias) tiene unas raíces profundamentepolíticas, muchas de ellas directamente re-lacionadas con las causas por las que estaparte del mundo no ha podido aún de-sembocar en un modelo político y socialsatisfactorio para sus ciudadanías: coloni-zación, división artificial de los Estados-nación, creación de Israel, doble estándarcon respecto a la democracia y los dere-chos humanos, desprecio por el sufrimien-to masivo de poblaciones civiles, ya seankurdos, palestinos, iraquíes, afganos.

Algunos dicen que el mundo musul-mán ha quedado rehén de esa memoriahistórica sin saber superar el trauma delcolonialismo y lograr modernizarse to-mando los valores modernos que ese colo-nialismo le descubrió y abriendo un deba-te social y político crítico; o que no ha si-do capaz de resolver el problema de lalegitimidad política porque nunca se handesarrollado modelos que funcionaran; oque los intelectuales no han cumplido supapel crítico ante la sociedad; y que todoeso no es culpa de Estados Unidos(EE UU) y Occidente. Pero esto es sólouna verdad a medias. El mundo musul-mán no es rehén del pasado porque la in-jerencia exterior no se redujo sólo al colo-nialismo sino que se ha prolongado hasta la actualidad, y de manera intensiva desde laguerra del Golfo. En el fracaso de todoslos intentos por desarrollar modelos polí-ticos en los que se avanzaba hacia la de-mocratización ha habido una parte de res-ponsabilidad occidental: los primeros in-tentos de llevar adelante experienciasconstitucionales en el siglo XIX, en las

provincias árabes de Túnez, Egipto o enel propio centro del Imperio otomanocon las reformas turcas, fueron saboteadaspor Francia e Inglaterra; las experienciasde gobierno liberal en la primera mitaddel siglo XX en Egipto, Irak o Siria fueronminadas en su funcionamiento democrá-tico en buena parte por los intereses deesas dos potencias europeas en seguir tu-telando sus antiguas colonias; el desastredel Líbano, que le llevó a una sangrientaguerra civil durante más de quince años,tuvo sus raíces en la construcción de unEstado para la hegemonía política cristia-na maronita, principal clientela de Fran-cia en el Medio Oriente, frente a la mayo-ría musulmana; tras el largo paréntesis delos Gobiernos nacionalistas socialistas(que hicieron honor al modelo autocráti-co soviético que les inspiró), los gobiernosneoliberales han aplicado reformas de li-beralización económica acompañadas deun creciente despotismo político, que esblanqueado por sus aliados europeos ynorteamericanos para desdicha de sus po-blaciones diariamente sometidas a una re-presión bárbara. Las elecciones más com-petitivas y transparentes celebradas en es-ta parte del mundo, en la Argelia de1991, fueron dinamitadas por un golpede Estado militar que contó con el aval detodo Occidente. Regímenes como el arge-lino, tunecino o egipcio (por poner loscasos más significativos) sobreviven utili-zando la represión como sistema de con-trol social con el apoyo económico y polí-tico de Europa y EE UU, quienes ignoranlas permanentes violaciones de los dere-chos humanos que denuncian todas lasorganizaciones internacionales; quienesrepresentan las interpretaciones moder-nistas desde el marco del islam han sidoperseguidos, aniquilados o encarcelados,en tanto que esos regímenes, con un apo-yo decisivo por parte de Occidente, sehan aliado con los sectores más ultracon-

E

24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 23: Claves 117

servadores convirtiéndolos en un islamoficial que bloquea cualquier reforma so-cial modernizadora. En un país comoIrán, donde existe un movimiento refor-mista modernizador y liberal, EstadosUnidos lejos de apoyarlo para que se im-ponga a los sectores ultraconservadores,sigue manteniendo las sanciones, a pesarde que ese aislamiento y falta de ayudaeconómica sólo beneficia a la “vieja guar-dia” revolucionaria. Se detiene la guerradel Golfo contra Sadam Husein, en elmomento en que éste podía ser derrocadopor la oposición más representativa delpaís, a causa de que esa oposición estabaliderada por el sector shií iraquí que noconvenía a los intereses estratégicos deEE UU en la zona. Se prefirió dejar al ti-rano y someter a Irak a un embargo quesólo padece la población civil, expuestaademás a la impunidad de un Gobiernotribalizado sin capacidad para actuar co-mo potencia regional (que es lo que lesinteresa a EE UU y a Israel) pero congran capacidad para depredar a su socie-dad y la renta del país. Se establece undoble rasero con respecto al cumplimien-to de las resoluciones de la ONU, estric-tamente exigidas a Irak y completamenteignoradas por Israel respecto a los dere-chos palestinos, a la vez que se asumen losintereses estratégicos de Israel en la regióny se adoptan las visiones israelíes sobrequienes son o no terroristas en la región.

Es decir, en esta parte del mundo la polí-tica interior está permanentemente filtra-da por la política exterior occidental; y sibien existen en efecto múltiples responsa-bilidades de las elites locales y sus intelec-tuales orgánicos, éstos logran imponerseal librepensamiento, consiguen bloquearel diálogo entre todos los modernistas(desde el pensamiento islámico al secula-rizado) y se perpetúan ilegítimamente enel poder, castigando a sus poblaciones pordiversas causas endógenas pero tambiénexógenas. Y estas últimas a veces son defi-nitivas y están enormemente presentes enel imaginario de las poblaciones civilesmusulmanas, que saben que en esta partedel mundo la capacidad de influencia delos actores externos es enorme.

Por otro lado, desde el mundo occi-dental existe una impositiva cultura enrai-zadamente judeocristiana a la hora decomportarse con el mundo musulmán.Por quedarnos en los acontecimientosposteriores al 11 de septiembre, la revan-cha y el “ojo por ojo” está ocupando unespacio demasiado importante en la estra-tegia militar decidida como primer pasoen la lucha contra el terrorismo (alimen-tando en el mismo sentido esa memoriahistórica de los musulmanes del mundo);la utilización del término “cruzada” paracaracterizar la guerra contra el terrorismoglobal muestra ese desconocimiento pro-fundo de la memoria histórica del mundo

musulmán y se contradice con la macha-cona expresión de “ésta no es una guerracontra el islam”; y la utilización de con-ceptos como “la batalla del Bien contra elMal”, “justicia infinita” o “Dios bendiga aAmérica” remite a nuestro exclusivo man-dato divino para hacer justicia. Cuandodesde el mundo musulmán se invoca aDios (al que siempre definimos comoAlá, dando a entender que el Dios de losmusulmanes es distinto al nuestro, lo quees teológicamente falso), lo consideramosla prueba de su lastre ante la modernidady, sin embargo, estamos recurriendoigualmente a la religión para justificarnuestras acciones.

Las manifestaciones contra EE UUque se están desarrollando en muchas par-tes del mundo musulmán son el resultadode esa memoria histórica acumulada, noun levantamiento contra la civilización oc-cidental; o en todo caso lo es contra elmonopolio egoísta que los representantesde esa civilización tienen del derecho in-ternacional, la democracia, el desarrolloeconómico y el Estado de derecho. Y nonos engañemos pensando que esas mani-festaciones representan sólo a minorías ra-dicales defensoras de Bin Laden: ésa es só-lo la punta del iceberg –mediáticamentesobredimensionada– de lo que es una ex-presión extensible a prácticamente toda lasociedad civil, harta del doble rasero y dela injusticia. Bin Laden es parcialmente el

25Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 24: Claves 117

símbolo en esas manifestaciones, pero enabsoluto la causa. Lo que reviste una im-portancia extrema en este momento tancomplejo y lleno de enormes riesgos es sa-ber si se va a dejar a los representantes delradicalismo en el mundo musulmán quese beneficien oportunistamente de esa me-moria histórica o si, por el contrario, se vaa producir un cambio estratégico, y no só-lo táctico, en la política internacional paraconstruir un proceso histórico nuevo. De-be quedar muy claro que no se puede lu-char contra el terrorismo sin modificar lapolítica occidental hacia el mundo musul-mán. En este sentido hemos llegado a unpunto sin retorno; y si en esta parte delmundo los líderes europeos y norteameri-canos no integran en sus objetivos nuevaslíneas de comportamiento político quetengan en cuenta el factor humano, las as-piraciones democráticas y la defensa a ul-tranza del Estado de derecho, el resultadova a ser una catástrofe para los musulma-nes y para los occidentales. BombardearAfganistán no ha sido un buen comienzo.

Acabar con la amalgama del “fundamentalismo islámico”La coletilla “esto no es una guerra contrael islam y los musulmanes” no tiene nin-gún valor por sí misma pronunciada demanera retórica sin una reflexión sobre loque se está diciendo; y menos aún si segui-mos hablando de terrorismo “islámico”. Elhecho de decirlo muestra ya que el univer-so musulmán no está siendo juzgado conlos mismos parámetros que el judaísmo yel cristianismo. Si los terroristas hubiesensido miembros de grupos judíos o cristia-nos, se les habría definido de fanáticos yextremistas. Punto. El estigma de lo islá-mico ha sido abusivamente extendido des-de la revolución islámica de Irán; nos da-mos cuenta de que hemos demonizadoglobalmente a los musulmanes al compro-bar las reacciones de racismo que tuvieronlugar contra quienes viven en Europa yAmérica nada más tener lugar los atenta-dos. Y si no es una guerra contra el islam ylos musulmanes, ¿contra quién es? Ahí nosencontramos con un crucial problema dedefinición. La amalgama que se ha cons-truido en torno al “fundamentalismo islá-mico”, primero, y entre éste y el terroris-mo, después, nos ha hecho caer en latrampa de no saber de quienes estamoshablando; y lo que es peor, nos puede lle-var a provocar más injusticias si no se tie-ne claro cuáles son los objetivos de una lu-cha que se promete larga y mundializada.

El primer cambio debería ser acabarcon la amalgama del “fundamentalismo

islámico”, estableciendo bien las enormesdiferencias que existen entre los actoresdel ámbito islámico y los diversos entor-nos en los que actúan. Así mismo, la deci-sión de imponer el Estado de derecho alos regímenes que lo ignoran y despreciandiariamente sería otro paso necesario a finde evitar las interpretaciones interesadas delo que es terrorismo en una parte delmundo donde se ha hecho un uso abusi-vo del término para aniquilar a oposicio-nes políticas ajenas al recurso de la violen-cia o para estigmatizar a movimientos deresistencia anticolonial.

Entre los sectores más ultraconserva-dores e integristas del mundo árabe y mu-sulmán destacan los ulemas tradicionalis-tas, que no desempeñan un papel políticode oposición sino de alianza con los Go-biernos autocráticos. No son islamistas,sino que tienen una relación de conflictocon ellos. Estos ulemas proceden de lasinstituciones islámicas oficiales y sonnombrados por los Gobiernos para com-poner los denominados Consejos Supe-riores de Ulemas. Están funcionarizados yal servicio del poder. Los Gobiernos losutilizan como correas de transmisión conla sociedad a fin de que les avalen políti-camente y les permitan hacer suyo el mo-nopolio del uso político de la religión. Acambio, los Gobiernos les autorizan aejercer el control sobre el modelo social ya convertirse en los censores de la socie-dad y los guardianes de la tradición, blo-queando todo cambio y reforma social ocualquier interpretación modernista delislam. Así se da la paradoja de que seanlos actores islámicos menos politizados yaliados a los gobiernos despóticos, a suvez aliados de Occidente en su mayoría,los principales responsables de que no seavance en la modernización de la socie-dad; cuando se habla de “fundamentalis-mo islámico”, sin embargo, el mundo oc-cidental sobreentiende que se trata de losmovimientos de oposición política querepresentan sobre todo los islamistas. Ylejos de lo que se piensa, estos movimien-tos islamistas tienen un potencial moder-nizador mucho mayor y son en su inmen-sa mayoría ajenos a la violencia.

El islamismo procede de una tenden-cia de pensamiento reformista musulmánque empezó a desarrollarse en el siglo XIX

cuando la decadencia del Imperio Oto-mano motivó a las élites intelectuales ára-bes a buscar nuevos proyectos de renova-ción. Para algunos la solución era imitarel modelo liberal europeo, pero para otrosla respuesta era modernizar el islam conuna nueva interpretación. La creación de

los Hermanos Musulmanes en Egipto afinales de los años veinte empezó a dar una organización política a ese pen-samiento teórico, dando origen así al movimiento islamista. Los islamistas de-fienden un orden islámico pero sin negaruna interpretación contemporaneista quese adapte a la realidad del momento. Sipartimos del momento en que Hasan al-Banna fundó en Egipto, en 1928, la Aso-ciación de los Hermanos Musulmanes,hoy día podemos hablar de la tercera ge-neración de islamistas. La primera genera-ción formó parte del movimiento nacio-nal de liberación contra la dominacióncolonial: los Hermanos Musulmanes participaron activamente en la lucha nacional contra los británicos y en la pri-mera guerra de Palestina en 1948; su representación alcanzaba los tres millonesde militantes en el momento del golpe deEstado de los Oficiales Libres en 1952.Algo similar ocurrió en otras geografíasárabes: en Irak, el liderazgo religioso shiíha pasado a la historia del país como unactor indisociable de la conocida “revolu-ción de 1920” contra la imposición delGobierno británico; y en Argelia una co-rriente del FLN que luchó en la guerra deliberación procedía del movimiento salafíde Ben Badis de los ulemas de Argelia.

Tras las independencias, los movi-mientos nacionalistas monopolizaron elEstado. En muchos países del mundo ára-be las élites nacionalistas y militares detendencia secularizadora que dominaronel aparato del Estado expulsaron del mis-mo a las corrientes islamistas, que experi-mentaron importantes cambios en su se-no como consecuencia de la vivencia de larepresión. El naserismo, el ba’zismo, elkemalismo o el régimen del sha en Iránsurgirán como sus inmisericordes rivalespolíticos; la segunda generación islamistaconocerá la experiencia del encarcela-miento, la aniquilación y el exilio de la mano de sus camaradas de antaño en lalucha anticolonial. Mientras para la pri-mera generación el adversario principalera “externo” (las potencias coloniales),para la segunda generación será musul-mán: los Gobiernos socialistas autocráti-cos que los ilegalizan y reprimen. Su per-secución y represión influirá en la apari-ción de una corriente radical islamistacuyo objetivo prioritario no será ya la re-forma de la sociedad sino el derrocamien-to del poder y que marcará el comienzode disensiones entre la primera genera-ción y algunos sectores más jóvenes, en-durecidos por las practicas represivas delos regímenes socialistas árabes.

OCCIDENTE Y LOS ISLAMISTAS

26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 25: Claves 117

Éste será el origen del nacimiento delos movimientos islamistas violentos, enruptura y confrontación con la tendenciamadre reformista de los Hermanos Mu-sulmanes, que denunciará siempre su con-cepción radical y violenta. En ese momen-to se produce un profundo cisma entre re-formistas y extremistas, que se acrecentaráa medida que tengan lugar acciones terro-ristas. Estos grupos radicales clandestinos,con una concepción islámica rigorista eintolerante y en gran desconexión con lasociedad, han sido siempre muy minorita-rios con respecto a la corriente reformistay han centrado el blanco de su violenciaen los regímenes árabes: el asesinato deAnuar el-Sadat de mano del Yihad egipcioes el más espectacular. A partir de enton-ces, dos van a ser los itinerarios islamistas,según se trate de extremistas o reformistas.

Desde el sector extremista, una seriede grupos nacidos en los años setenta se-guirán centrando su acción en su propiomarco nacional, en tanto que durante losochenta surgía una nueva generación cria-da en la guerra de Afganistán. Entre losprimeros, figuran grupos como el Partidode la Liberación Islámica, conocido porllevar a cabo un primer atentado sin éxitocontra el presidente Anuar el-Sadat en1974 y haber sido acusado en Jordania deintento de complot contra el trono en1993; al-Yihad, ubicado principalmenteen Egipto, Palestina y Líbano (en este paísactuó principalmente durante la guerra ci-vil libanesa realizando múltiples secues-tros) y Takfir wa Hiyra, que actúan inde-pendientemente y desde los años setentanacen, desaparecen, se reestructuran o in-cluso en ocasiones no son sino una siglaque oculta a los verdaderos promotores,no siempre islamistas, de la violencia. Enotras ocasiones el grupo extremista es ex-clusivamente autóctono y cohabitó antesde radicalizarse con el sistema, como lasGama’at Islamiyya de Egipto, desarrolladasinicialmente en el ámbito urbano y estu-diantil hasta que el acuerdo de paz con Is-rael en 1979 y la acogida del sha de Persiaen el país, tras ser expulsado por la revolu-ción islámica, pusieron fin al modus viven-di que hasta entonces había prevalecidoentre el régimen de Sadat y las Gama’at.

La invasión soviética de Afganistán en1979 en plena guerra fría va a llevar aEE UU, junto con sus regímenes musul-manes aliados, a crear, organizar y finan-ciar una guerrilla islamista en fervienteoposición ideológica al comunismo paraque luche contra los soviéticos en Afga-nistán. Reclutados en todo el mundo ára-be y musulmán, y adoctrinados por Ara-

bia Saudí en torno a una concepción islá-mica radical de la “guerra santa”, los com-batientes islámicos en Afganistán, entrelos que se contó Osama Ben Laden, van aser los aliados de EE UU en esa guerracontra la URSS. Esa experiencia será elgermen de la radicalización de los vetera-nos de la guerra de Afganistán que, adoc-trinados en un islam rigorista e intransi-gente, vivirán la exaltación de la victoriadel islam sobre el comunismo y la expe-riencia del triunfo a través del combate.Cuando vuelvan a sus respectivos paísesde origen rechazarán la moderación de losgrandes partidos islamistas reformistasdonde podrían integrarse, y nutrirán lasramas radicales y violentas. Los “afganos”,como desde entonces se les llamará, van amantener lazos entre sí desde sus diferen-tes países; y de ellos surgirá la trama deOsama Ben Laden, que acabará trasladan-do su acción desde el ámbito árabe-mu-sulmán a EE UU como consecuencia dela guerra del Golfo. En Arabia Saudí ya sehabía manifestado desde 1979 una oposi-ción islamista contra el régimen, achacán-dole su corrupción y desvio del auténticoislam a pesar de arrogarse la representa-ción y vigilancia de los santos lugares; pe-ro sobre todo comenzará a expresarse demanera violenta durante los últimos añosa través de atentados contra la presencianorteamericana en el país, incrementadacomo en ningún otro país musulmán des-de la guerra del Golfo. El valor sagradosimbólico que tiene esta región, con LaMeca y Medina en su interior, ha radicali-zado la reacción contra esa presencia exte-rior. Osama Ben Laden organizará su tra-ma desde esa doble articulación afgana ysaudí, sin que existan lazos con los otrosmovimientos extremistas anteriores sinomás bien la tránsfuga de individuos con-cretos.

Sin embargo, ni los talibanes se pue-den considerar un movimiento islamistani surgieron vinculados al movimiento deBen Laden. Los talibanes son un movi-miento creado por el Estado pakistanícon apoyo del Estado saudí, tradicionalaliado de Pakistán con el que comparteuna interpretación islámica ultraconserva-dora y rigorista muy parecida. Desde laindependencia en 1947, Pakistán ha teni-do un conflicto endémico con la Indiapor la cuestión de Cachemira y ha busca-do siempre garantizarse el control y la es-tabilidad de su otra frontera oeste con Af-ganistán, perturbada por la expansión delnacionalismo unitario pastún. Los desig-nios coloniales británicos dividieron elárea étnica y culturalmente homogénea

pastún entre la India y Afganistán. Cuan-do Pakistán se separó de la India, el na-cionalismo pastún siguió denunciandoesa frontera artificial y planteando a Pa-kistán serios problemas de estabilidad. Deahí que Pakistán haya buscado siempreuna especie de alianza tutelada con Afga-nistán. La invasión soviética de Afganis-tán puso en riesgo dicha estabilidad, enun marco de guerra fría en la que Pakis-tán pertenecía a la órbita norteamericana.Fue entonces cuando el presidente pakis-taní de la época recibió de EE UU unapropuesta muy similar a la planteada aho-ra a su sucesor, Musharraf. El también ge-neral Zia ul-Haq fue requerido porEE UU para que desempeñase un papelsustancial en el apoyo y financiación de laguerrilla islámica afgana contra los sovié-ticos. Con el apoyo americano el régimenmilitar de Ul-Haq logró legitimidad in-ternacional y una enorme ayuda econó-mica que le permitía paliar la aguda crisiseconómica y social de su país, a la vez quetrataba de recuperar a su favor a Afganis-tán. Pero parte de la ayuda internacionalfue también utilizada para reislamizar aúnmás su país creando multitud de escuelasreligiosas (madrasas) ultratradicionalistas.

Esos estudiantes estaban llamados aser la base social del despótico régimen pa-kistaní, que reprimía sin miramientos atoda la oposición política del país, y el es-cudo contra la ideología comunista.Cuando en 1989 la resistencia islámica af-gana venció a los soviéticos, EE UU y susaliados occidentales abandonaron a susuerte a los muyahidin y mientras, de he-cho, una guerra de facciones acabó domi-nando la situación interna afgana. Pakis-tán se implicó intensivamente en esa gue-rra civil, apoyando y financiando almovimiento de estudiantes religiosos tali-bán, dirigidos por el guía carismáticoMuhammed Omar, para lograr imponerun Gobierno estable en Afganistán bajo sututela. Entre 1995 y 1996 los talibanes seimpusieron como gobernantes en Afganis-tán. Para Pakistán, EE UU y las empresaspetrolíferas internacionales significabanuna apuesta estratégica para garantizar eltransporte de petróleo y gas de Asia cen-tral al golfo Pérsico. De esta forma, ArabiaSaudí, Pakistán y EE UU marginabantambién a su común enemigo estratégico,Irán, que tiene igualmente una gran capa-cidad de influencia en Afganistán por laslargas raíces históricas que le unen a estepaís. El problema ha surgido por la impre-vista y progresiva independencia de los ta-libanes enfrentados con EE UU por sucomplicidad con Osama Ben Laden, no

GEMA MART ÍN MUÑOZ

27Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 26: Claves 117

porque su régimen sea aberrante y dictato-rial. Al fin y al cabo, el régimen talibán noes sino una versión más primaria y tribaldel modelo saudí y pakistaní, países queEE UU nunca han dejado de apoyar.

El problema ahora es que Pakistán,un país con un elevadísimo índice de po-breza y un sistema arbitrario al margen dela ley, se enfrenta a un gran riesgo de de-sestabilización interna porque no es capazde cohesionar a su favor a todos esos mo-vimientos religiosos que ha creado, comoantaño hizo contra un enemigo comunis-ta exterior. Por el contrario, esos gruposse oponen radicalmente a que otra fuerzaexterior bombardee y aniquile a un movi-miento con el que tienen identidad ideo-lógica y al que consideran libertador.

El islamismo reformistaEl itinerario y evolución de los partidospolíticos islamistas reformistas ha sidomuy diferente al de las ramas extremistas,incluida por supuesto la de Osama BenLaden. Actualmente podemos hablar de latercera generación de islamistas reformis-tas. Este islamismo reformista, a diferenciadel islam tradicionalista e institucionali-zado, es autónomo políticamente y estávinculado a los cambios sociales y políticosque experimentan las sociedades musul-manas actuales y, en consecuencia, se ale-jan de las visiones ahistoricistas en las queel islam es percibido como un sistema in-temporal que potencia el inmovilismo, co-mo es el caso de los ulemas tradicionalistaso del wahhabismo en Arabia Saudí y lostalibanes en Afganistán. Por el contrario,el islamismo reformista es una tendenciamuy preocupada por los elementos socio-educativos y por la búsqueda de referen-cias propias para recuperar una imagen desí mismos positiva y afirmativa. De Occi-dente espera un tratamiento de reconoci-miento y respeto: la recuperación del is-lam no se construye contra Occidente. Loque sí cuestiona es que la especificidad deluniverso cultural occidental haya sido eri-gida arbitrariamente en referencia univer-sal absoluta. Por ello, cuando en ocasioneseste discurso islamista expresa resenti-miento hacia Occidente no es porque des-precie los valores de progreso y desarrolloo las libertades públicas de esos países, sino por su arrogancia y su doble moral a lahora de defender los derechos humanos,la democracia o, cuestión siempre presen-te, la situación de los palestinos.

Las nuevas élites islamistas ponen enduda la identificación entre modernidady occidentalización pero no rechazan laprimera; más bien representan la expre-

sión de un deseo de apropiación crítica yde una aspiración a participar en su cons-trucción. En función de este criterio, jun-to a toda una serie de referencias simbóli-cas de inspiración islámica (vestimenta,lenguaje, comportamientos), existe unatemática recurrente en torno a la recupe-ración y desarrollo moderno de principiose instituciones propios del patrimoniopolítico islámico; sin embargo, no existeun modelo único de Estado islámico de-sarrollado como tal que represente a to-dos los proyectos reformistas. Bien al con-trario, la evolución histórica y la adapta-ción a la realidad han ido imponiendo ladiversidad dentro de la tendencia del isla-mismo reformista y su ejercicio políticodentro del marco nacional y constitucio-nal respectivo, en contra de las visionespanislámicas e internacionalistas.

Asimismo, hay que distinguir a losmovimientos islamistas reformistas de los ulemas tradicionalistas vinculados a losGobiernos. La observación del perfil sociológico del militante y seguidor isla-mista lo manifiesta claramente. Estos islamistas, lejos de proceder de las institu-ciones tradicionales islámicas, vienen delos nuevos espacios que ha creado la mo-dernización del mundo musulmán con-temporáneo. Proceden del sistema escolarmoderno, y a menudo de las especialida-des universitarias científicas. De hecho,los campus universitarios han sido un es-pacio de expansión islamista indudabledesde los años ochenta, donde han susti-tuido al liderazgo estudiantil de izquier-das predominante en la década anterior.Valga el ejemplo del propio fundador delos Hermanos Musulmanes, Hasan al-Banna, que nunca fue un hombre de reli-gión según los patrones tradicionales. Seformó en la moderna universidad cairotade Dâr al-‘Ulûm, y no en la Universidadislámica del Azhar, y siempre estuvo máspróximo al modelo de político que al depredicador. En Argelia, el grupo denomi-nado Al-Yazâra (argelinista) nació en elseno de la universidad de Argel sin ningu-na relación con los establecimientos islá-micos; y la profesión de sus líderes, Abba-si Madani y Abdelqader Hachani, han si-do respectivamente la de psicopedagogodoctorado en Inglaterra y la de ingenierode la sociedad nacional del petróleo arge-lino Sonatrach. En Túnez, Rachid Gan-nuchi, antes de llegar al islamismo, tuvoun itinerario nacionalista socialista duran-te los años en que vivió en Siria. En Jor-dania, Laith Chubaylat es ingeniero di-plomado en la Universidad Americana deBeirut. En Marruecos Abdessalam Yasin

es pedagogo y fue hasta su detención unfuncionario del Ministerio de Educación.

Las masas que siguen a estos islamis-tas no son principalmente tradicionales o“tradicionalistas”; por el contrario, vivenen los valores de la realidad moderna, delconsumo y el ascenso social, y son princi-palmente urbanas, como lo ha mostradoel voto islamista en las elecciones. Parte deesos islamistas provienen de las franjas de población más marginales, víctimas deldesarrollo desigual, y del subproletariadode los extrarradios urbanos, entre los quecala su mensaje igualitarista y su eficaz la-bor social paraestatal en los barrios másdesprotegidos. Sin embargo, sería unerror ver al islamismo como la ideologíade los desheredados: la clave de interpre-tación del islamismo no es económica, si-no principalmente política y relacionadacon la identidad. De ahí que el segui-miento islamista no se concentre en unaclase social determinada, sino que traspa-sa a todos los grupos de la sociedad. Porejemplo, los Hermanos Musulmanes enEgipto están muy presentes en la escalasocial de profesionales como abogados,médicos, ingenieros.

La movilización islamista reformistavolvió a alcanzar una gran expansión en ladécada de los años ochenta debido no só-lo a la influencia moral del triunfo de larevolución iraní o al declive progresivodel modelo socialista panarabista o a lasfacilidades coyunturales que ciertos Go-biernos les ofrecieron en los años setentacomo estrategia para debilitar a su oposi-ción por la izquierda; también, y funda-mentalmente, porque sus miembros sonsentidos como una nueva élite para llevara cabo el programa que los regímenesposcoloniales prometieron cumplir y quedesde los ochenta se ha comprobado defi-nitivamente que no son capaces de sacaradelante. Los Gobiernos poscoloniales,cuyas élites se prolongan hasta la actuali-dad, han creado ellos mismos las condi-ciones de su difícil situación actual. Nohan sido capaces de crear factores de legi-timidad democrática ni han logrado pre-sentar éxitos en las cuestiones proclama-das por ellos mismos como sustantivas: laliberación de Palestina, la unidad panára-be, la participación política, la prosperi-dad económica. Por el contrario, para de-fenderse de su oposición interna y conse-guir su supervivencia en el poder hantenido que recurrir cada vez más a la re-presión y a los apoyos exteriores.

Por tanto, el interés y el debate públi-cos en el mundo árabe y musulmán giranen gran medida en torno a la moraliza-

OCCIDENTE Y LOS ISLAMISTAS

28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 27: Claves 117

ción del orden político y socioeconómico,consecuencia de la corrupción, la arbitra-riedad jurídica y la marginación que elEstado ha generado. La ley y el orden es-tán erosionados y desacreditados y existeuna fuerte demanda social de nuevos re-presentantes políticos capaces de regene-rar la situación existente. Pero ¿por quéson los islamistas los principales benefi-ciarios del desgaste de los regímenes, entanto que lo son menos los partidos de iz-quierda o los sectores laicos? Probable-mente la respuesta sea tanto que estos úl-timos están asociados a un sistema de va-lores socialista árabe, percibido comocaduco por sus fracasos acumulados, co-mo que, una vez constatadas las frustra-ciones en los ámbitos de la independenciapolítica y económica, se manifiesta hoydía con fuerza el ámbito más ignoradopor las élites nacionalistas que construye-ron el Estado: la identidad y la indepen-dencia cultural, que en el mundo musul-mán van indisociablemente unidos almarco islámico. Dicho de otro modo, elislamismo responde en términos socioló-gicos a la necesidad de buena parte de laspoblaciones musulmanas de construir,desde su propia cultura e identidad, unnuevo orden moderno y democrático.

En términos de acción política, laevolución de esta tercera generación isla-mista pone de manifiesto tanto su anclaje

en el marco territorial del Estado-nación(frente a las visiones panislámicas) comoun proceso de maduración política basa-do en el pragmatismo, que lejos de afe-rrarla al conservadurismo sociocultural laha impulsado a favor de la cultura delconsenso con otros proyectos sociopolíti-cos distintos del islámico (en el marco delpluralismo político, de las elecciones, del Gobierno). Significativos ejemploshan sido la Plataforma de Roma de 1995,constituida conjuntamente por partidosde izquierda, movimiento de derechoshumanos e islamistas proponiendo unasolución política democrática para Arge-lia; o la plataforma reivindicando la de-mocratización de la vida política egipciaelaborada tanto por líderes islamistas co-mo por las demás fuerzas de oposición en1999; o más recientemente la propuestaconjunta a favor de la democratización enTúnez firmada por el partido socialdemó-crata (MDS) y el islamista Al-Nahda. Asi-mismo, la formación del partido Al-Was-sat en Egipto por líderes islamistas y cris-tianos coptos viene también a mostrarque el problema no es la divisoria entreislamistas y no islamistas sino la lucha porla democracia frente a la dictadura, en cu-yo campo pueden estar ambos grupos.

La aceptación del pluripartidismo ydel reparto del poder, así como el reforza-miento de sus posiciones participativas en

las instituciones del Estado, manifestadapor partidos como Al-Nahda de Túnez, elFIS de Argelia o los Hermanos Musulma-nes de Egipto, y corroborada por la parti-cipación parlamentaria de los HermanosMusulmanes en Jordania, de Hezbollahen Líbano y recientemente del Partidopor la Democracia y la Justicia (PDJ) enMarruecos, aproximan a los islamistas re-formistas a la cultura democrática ymuestran su participación legalista y suadecuación al pluralismo; por el contra-rio, las políticas gubernamentales autori-tarias partidarias de su exclusión (comoen Túnez, Argelia y en muy buena medi-da Egipto) van ligadas a las experienciasmás dictatoriales. Estos partidos islamis-tas reformistas deben ser entendidos co-mo actores políticos llamados a participar,junto con los otros partidos, en el procesode transición democrática. Su adaptaciónal Gobierno representativo ya ha sidoconstatado; en cuanto a su conservaduris-mo social o su referencia a la fe, si deja-mos de entender de manera “excepcional”lo que procede del islam y no del cristia-nismo, nos daríamos cuenta de que no es-tán muy lejos de la órbita de los partidosde derechas y democristianos existentesen el mundo occidental. Algunos dirán:sí, pero estos partidos no defienden un es-tatuto distinto para hombres y mujeres.Ahora bien, a esos críticos primero lestraiciona la memoria porque deberían te-ner en cuenta lo que los hombres de esospartidos cristianos realmente pensaban alrespecto antes de la democracia y el cam-bio social, es decir, el momento en que seencuentra el mundo musulmán hoy día.Y segundo, porque no son los islamistaslos representantes exclusivos de esta posi-ción, sino que, como sociedades aún muypatriarcales, son muchos los que piensanasí. La prueba está en que son los Estadoscon sus ulemas quienes mantienen la de-sigualdad jurídica entre hombres y muje-res y defienden a ultranza el modelo pa-triarcal con todas sus consecuencias.

Desde el islamismo, por el contrario,la situación es más dinámica y sometida aun proceso de transformación por loscambios que van introduciendo las muje-res islamistas en el seno del movimiento.Estos partidos han integrado la participa-ción activa de las mujeres (más que lospartidos tradicionales, incluidos los de iz-quierda), al igual que su presencia en elespacio público en todos los niveles labo-rales y profesionales. Esas mujeres estánrompiendo con su marginación social pú-blica, defendida por los tradicionalistasque sólo consideran el ámbito doméstico

GEMA MART ÍN MUÑOZ

29Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 28: Claves 117

como su espacio natural. Acceder al es-pacio público, percibirse como iguales alos hombres, asumir su doble tarea públi-ca y doméstica y afirmar su individuali-dad son comportamientos que se han hecho realidad entre las mujeres islamis-tas, como muestran la observación sobreel terreno y las encuestas realizadas. Lasmujeres están imponiendo esta realidad alos hombres islamistas. Estas mujeres, ensu mayoría jóvenes, cultas y urbanas, secolocan el pañuelo en la cabeza (hiyab)voluntariamente; para ellas, lejos de serun símbolo de opresión, es un emblemade identidad. Todo ello manifiesta el pro-ceso de transformación en curso, que noavanzará de manera definitiva si no seacompaña de democratización y cambiosocial, tal y como ha ocurrido en nuestrassociedades, hasta hace muy poco igual-mente patriarcales y jurídicamente desi-guales.

En conclusión, no sólo no se puedemeter en el mismo saco a los islamistas ex-tremistas con los reformistas (todos lospartidos reformistas han denunciado los atentados contra EE UU), sino que lamarginación o represión de éstos favorecea aquellos. En momentos de tanta tensióny riesgos como el actual pueden desempe-ñar un papel intermediario moderador deunas sociedades excitadas y hartas de lasdictaduras y la marginación socioeconómi-ca a las que están sometidas. Y esas dicta-duras sobreviven gracias al recurso intensi-vo a la represión, a la manipulación delmiedo al “fundamentalismo islámico” y alapoyo incondicional que reciben de Euro-pa y EE UU.

La manipulación del “fundamentalismo islámico”El confuso término de “fundamentalismoislámico” está también desempeñando unafunción de coartada y de repelente al ser-vicio de los Gobiernos más totalitariosárabes para justificar su autocratismo y lo-grar su supervivencia política. El hecho deque los partidos islamistas representen unaimportante oposición política es una delas claves de porqué se han convertido en“la bestia negra” de estos regímenes: unarazón estrictamente política y ajena a cualquier otra consideración de conser-vadurismo islámico, dado que ese conservadurismo está mucho más repre-sentado por los ulemas vinculados a losgobernantes. El problema radica en que lavisión dominante de Occidente sobre losislamistas no distingue entre los islamistasreformistas (mayoritarios), los tradiciona-listas alimentados por los propios Gobier-

nos y los islamistas radicales (minoritarios,mediáticamente sobrevalorados e inclusomanipulados por las propias fuerzas de se-guridad de los Estados, que encuentran ensus violentas acciones la mejor vía paramostrar al mundo la perversión del “fun-damentalismo islámico”, hacer la amalga-ma con los reformistas y así perseguirloscomo si fueran terroristas). Gracias a esaamalgama, los gobiernos autocráticos hanlogrado ganarse la imagen del “buendéspota”, basada sobre la convicción deque la transición democrática en el mundomusulmán es relegable ante un fin prime-ro, que es “salvarse” del “fundamentalismoislámico” (el golpe de Estado militar enArgelia en 1992 forjó a fuego esta erróneapercepción), y sobre la consideración deque el autoritarismo reinante en la zona esun “mal menor”. De hecho, sin embargo,la lucha contra el llamado “fundamentalis-mo islámico” esconde en muchas ocasio-nes una brutal represión contra los islamis-tas reformistas, deja las manos libres a losGobiernos para perseguir con una legisla-ción “antiterrorista” arbitraria y al margendel Estado de derecho a toda la oposición,islamista y no islamista, y sirve de pretextoante Occidente para bloquear la reformademocrática y perpetuarse en el poder.

Occidente, al aceptar la amalgama del“fundamentalismo islámico” realizada porestos líderes políticos árabes, ha asumidosus intereses estratégicos y les ha dado unapoyo sustancial para mantenerse ilegíti-mamente en el poder, sin prestar atenciónal enorme cisma que les separa de sus so-ciedades. Por ello, cuando EE UU ha ne-cesitado que la mayor parte del liderazgopolítico del mundo musulmán cerrase fi-las en la coalición contra el terrorismo,los Estados árabes y musulmanes se hanencontrado entre la espada y la pared. Elsentimiento profundo de todos aquellosaliados de EE UU es formar parte de esacoalición, dada su dependencia económi-ca y política de esto para su superviven-cia; y también porque algunos esperan sa-car partido de esa lucha contra el terroris-mo para encontrar apoyos en suparticular lucha contra la oposición isla-mista reformista, jugando una vez máscon la amalgama entre ésta y los extremis-tas. Pero tampoco pueden meter más pre-sión a sus poblaciones ni utilizar aún másrepresión contra ellas para hacerlas asumirel ataque contra Afganistán y la presencianorteamericana en la zona controlandotodo el proceso de decisión, cuando el malestar general está poniendo al límite elprecario statu quo reinante en la zona. Laverdadera cuestión radica en que Occi-

dente conozca quiénes son y qué estánhaciendo los islamistas, teniendo en cuen-ta un sustrato humano que es diversifica-do y cambiante, a fin de evitar que sea elradical (que desde luego existe) el queacabe imponiéndose sobre un sector máscultivado y abierto cuya existencia Occi-dente no quiere aceptar. De esa amalgamaentre extremistas y reformistas que los re-gímenes establecidos no cesan de promo-ver en su beneficio, los extremistas salenreforzados, sin embargo, reconocer la di-ferencia entre unos y otros implicaríaaceptar a los reformistas. Y más aún cuan-do su participación es ineludible en cual-quier proceso de alternancia democráticaen el mundo musulmán.

La construcción del “fundamentalismoislámico” en OccidenteEl término de “fundamentalismo islámi-co” se popularizó en Occidente a raíz de larevolución islámica de Irán. El radicalismorevolucionario de los seguidores de Jomei-ni y los clichés resumidos en la omnipre-sente foto de mujeres en chador negroatravesando las calles de Teherán domina-ron la representación de un proceso políti-co que era mucho más complejo pero quela poderosa propaganda norteamericanasimplificó, centrando toda la informaciónen los aspectos más negativos e intoleran-tes para aislar y castigar a un país que nosólo dejó de tutelar, como había hechodurante la dictadura del Sha, sino del quesalió derrotado. Todo se centró, desde en-tonces, en la amenaza del “fundamentalis-mo islámico” y en la expansión de la ideade que se estaba construyendo una inter-nacional fundamentalista desde Irán; hoysabemos, sin embargo, que el radicalismointernacionalizado ha salido de la guerrade Afganistán bajo el cobijo norteamerica-no durante la guerra fría. Por el contrario,en Irán, junto con los abusos de poder y elautoritarismo, se dieron también otrosfactores que han permitido una transfor-mación del sistema desde una línea conti-nuista que aspira a liberalizarlo y demo-cratizarlo; una situación completamenteinexistente en otros países de la zona co-mo Arabia Saudí, que, sin embargo, nun-ca ha estado sometida a una campaña dedemonización como Irán gracias a la pro-tección del aliado norteamericano. Así seda la paradoja de que el país donde se hadesarrollado una clase política plural, don-de se celebran elecciones libres y pluralis-tas, donde se elige al presidente de la Re-pública por sufragio universal directo,donde ese presidente no puede repetir másde dos mandatos, donde las mujeres se

OCCIDENTE Y LOS ISLAMISTAS

30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 29: Claves 117

han impuesto en el espacio público, hanafirmado su presencia en la sociedad,inundan el mercado de trabajo y son muyactivas políticamente, está sometido a san-ciones e identificado como una amenazapara la región según los estrategas de lapolítica exterior norteamericana, en totalconnivencia con Israel. En lugar de apoyaresa reforma con un importante germendemocratizador, ayudando a sacar de lacrisis económica a ese país y rehabilitán-dole internacionalmente para minar así alos sectores reaccionarios que siguen con-trolando los resortes del poder, se apoya alos otros regímenes vecinos, desde Pakis-tán y Arabia Saudí a Egipto, Túnez y Ar-gelia, donde la evolución es exactamentela contraria: refuerzo del autoritarismo, re-presión intensiva, fraude electoral, menos-precio del Estado de derecho, ausencia decualquier alternancia en el poder.

Desde Irán no surgió ninguna inter-nacional islamista radical. Irán ha apoya-do fundamentalmente al Hezbollah liba-nés con quien le une la identidad comúnshií y un objetivo común: luchar contra laocupación israelí del Líbano. Lo que la ley internacional ha sido incapaz deimponer, esto es, impedir y poner fin a laocupación militar del sur del Líbano porIsrael desde 1978, lo han tenido que reali-zar en solitario fuerzas políticas locales. Lapropaganda israelí, con la ayuda de la di-fusión e influencia mediáticas norteame-ricanas, ha catalogado a su infatigableenemigo libanés de “terrorista”, pero todoel mundo musulmán rechaza con razónesta denominación. Hezbollah ha sido elmovimiento que ha llevado a cabo la re-sistencia armada contra el ejército israelíen el sur del Líbano hasta su retirada enjunio de 2000. Sus acciones se han remi-tido a este ámbito y se han desarrolladoen el marco de una guerra militar contraIsrael sobre el territorio ocupado, sin re-currir a ataques terroristas contra la po-blación civil israelí. Las muertes en esteenfrentamiento han sido principalmentemilitares por parte israelí , cosa que no hasucedido así en la parte libanesa porquelos bombardeos israelíes sobre el Líbanohan causado multitud de muertos civiles;no hay más que recordar el caso de Qena,donde murieron en 1996 más de 300 ci-viles libaneses al disparar el ejército israelíun misil contra un centro de la MediaLuna Roja. Cuando el entonces secretariogeneral de la ONU desveló que no habíasido fruto de un error sino una acción in-tencionada, Butrus Ghali perdió el apoyoamericano y no logró su reelección. La re-sistencia de Hezbollah en el sur del Líba-

no le ha valido siempre un enorme reco-nocimiento de toda la ciudadanía libane-sa; y en la política interior es un partidoislamista reformista que participa en laselecciones y cuenta con diputados en elParlamento. Es más, es uno de los parti-dos islamistas más modernizadores dentrode la interpretación islámica. Esta afirma-ción sería muy fácil de constatar si se co-nociese su ideario y su base ideológica,pero traducir y publicar el pensamientoislamista en Occidente es algo muy pocofrecuente, incluso en medios académicos.

El segundo momento en la construc-ción de ese imaginario occidental sobre el“fundamentalismo islámico” fue el asesi-nato del presidente egipcio, Anuar al-Sa-dat, de la mano del Yihad egipcio en1981. Fue el punto de arranque de laamalgama intencionada entre reformistasy extremistas porque ambos compartían laposición contra el acuerdo de paz unilate-ral entre Egipto e Israel, conocido comoCamp David y construido contra los inte-reses y derechos palestinos; sin embargo,los reformistas lo denunciaban dentro delmarco político y legal, movilizando a la sociedad, y los extremistas recurrieron ala violencia. Esta oposición activa iba encontra de los intereses de EE UU e Israel,y más aún cuando se constataba que Ara-bia Saudí perdía la capacidad de controlde los islamistas reformistas, porque loque concibieron como movimientos depredicación islámica apolíticos financiadospor los saudíes para contrarrestar a la iz-quierda próxima a los soviéticos, en reali-dad eran partidos con autonomía políticaque se desmarcaban de la tutela arábiga.De ahí que exista una campaña de propa-ganda hasta hoy en los medios de comu-nicación adjudicando falsamente a losHermanos Musulmanes egipcios el asesi-nato de Sadat y presentándoles como ungrupo violento temible, cuando no sólono recurren a la violencia, sino que conde-nan a los extremistas, desde el Yihad a lasGama’t. Sin embargo, curiosamente, du-rante esa misma época los combatientesislámicos en Afganistán no sólo se salva-ban de la demonización sino que eran ca-lificados de “defensores de la libertad”. Lapelícula de Rambo III es un magníficoejemplo de esta propaganda.

El tercer momento definitivo que hareforzado la amalgama y el fantasma del“fundamentalismo islámico” ha sido lamanera en que ha sido presentada la si-tuación en Argelia desde el golpe de Esta-do de 1992. Bajo el emblema de la luchacomún contra el “fundamentalismo islá-mico”, se usurpó a los ciudadanos argeli-

nos una experiencia electoral democráticay se les sumergió en una cruenta guerracivil que ha acabado convirtiéndose enuna guerra sucia liderada por la junta mi-litar del país. Desde enero de 1992 Arge-lia está inmersa en un proceso de desinte-gración social, económica y política pro-vocado por un régimen militar“depredador” que ha encontrado en “laamenaza del fundamentalismo islámico”el alibí que le permite gozar de una totalimpunidad ante la complacencia de lacomunidad occidental. La lucha de losmilitares argelinos contra el partido isla-mista reformista del Frente Islámico deSalvación (FIS) no procede de la incom-patibilidad ideológica o política, sino delobjetivo de destruir a quienes movilizarona la población poniendo en peligro sumonopolio del poder y sus privilegios pa-ra acumular inmensas fortunas (que sonprincipalmente las comisiones por las ex-portaciones de gas y petróleo y por lasimportaciones de bienes de consumo, loque representa miles de millones de dóla-res anuales y la complicidad de interesesoccidentales). Metiéndolo en la amalgamadel “fundamentalismo islámico” el FIS hasido devaluado y convertido en el enemi-go común. La instrumentalización de losGrupos Islámicos Armados (GIA) en estemarco ha sido determinante. Cuando enenero de 1992 la opción militarista se im-puso sobre la electoral y el FIS y sus se-guidores fueron eliminados o encerradosen campos de concentración en el Sur delpaís, se formaron los primeros “maquis”islamistas y una enorme reacción popularapoyó materialmente a esos milicianos y alas familias de los prisioneros. En la peri-feria de Argel numerosos jóvenes se inte-graron en el maquis o constituyeron gru-pos locales propios, algunos por convic-ción, otros fascinados por la lucha armada(fruto de la mitología de la guerra de libe-ración) y otros para huir de la salvaje re-presión de las “fuerzas especiales” delEjército que en 1993 se dedicaron a de-vastar y aplastar a los barrios y zonas desimpatizantes del FIS con el fin de aterro-rizar y destruir cualquier lazo entre unapoblación hostil al poder y los islamistas.Las operaciones del ejército contra losgrupos armados islamistas vinculados alFIS incluyeron bombardeos con napalm,como se constató en la región de Meftahen 1994.

En 1993 el Ejército Islámico de Salva-ción se constituyó como rama armada delFIS, implantada sobre todo en el Este y Oeste del país, con una estrategia militarque nunca ha atacado objetivos civiles

GEMA MART ÍN MUÑOZ

31Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 30: Claves 117

y que siempre ha condenado las matanzas yasesinatos contra civiles y extranjeros fir-mados por el GIA. Desde 1992 se empezóa oír hablar de las yama`at islamiyya musa-llaha (GIA), constelación de grupúsculosinformales de composición muy variadadonde los “afganos” (esos veteranos de laguerra de Afganistán) son legión. La Segu-ridad militar se dedicó también desde eseaño a crear una “contra-guerrilla” que, si-mulando ser islamistas o filtrando y utili-zando parte de esos grupos islámicos arma-dos, convertirán las siglas del GIA en elinstrumento y firma de sus “operacionesespeciales”, logrando así dos importantesobjetivos: que el FIS y el EIS no pudiesenimplantarse en el Gran Argel a pesar de seruna región de base social favorable a éstos,hacer del FIS y del GIA la misma cosa, ymostrar a la comunidad internacional quesólo se trataba de la misma “barbarie isla-mista” capaz de todos lo horrores. Por tan-to, más valía que les siguiesen apoyando apesar de su corrupción y autoritarismo. Asíse alimentará una “guerra psicológica” con-tra el FIS que le aislará y le imposibilitarápara encontrar apoyos internacionales. Deesta forma, se construía una realidad mani-quea que, por una parte, ocultaba la diver-sidad de los actores islamistas en el conflic-to (y las enormes diferencias existentes en-tre el manipulado GIA y el FIS, el cual noha dejado de ofrecer vías de diálogo paraencontrar una salida política al conflicto)y, por otra, permitía elaborar justificacionesal autoritarismo creciente del régimen yeludir su responsabilidad en el origen y ex-tensión de la violencia que sacude al país.Dicha responsabilidad está siendo particu-larmente difícil de sacar a la luz, aunque lainterpretación del drama argelino como unrégimen militar agredido por unos inte-gristas primarios sedientos de sangre (esos“locos de Dios”) no es más que una escan-dalosa simplificación y manipulación fácil-mente extendida y aceptada por un imagi-nario occidental que, cuando media la de-nominación “islámica”, tiende a dejar debuscar explicaciones más racionales. Y por-que los sectores erradicadores, aliados delpoder militar, han sido mucho más escu-

chados en Occidente que los actores políti-cos democráticos argelinos1.

Este sector erradicador (designaciónasumida por ellos mismos, por su defensaradical de la aniquilación política y físicade todo tipo de islamista) ha desempeña-do un importante papel en la estrategiade desinformación sobre la guerra argeli-na porque es la fuente a la que los mediosde comunicación europeos, y sobre todofranceses, han recurrido con frecuencia apesar de no representar más que a unaminúscula minoría en su país, eso sí, fielaliada de los militares. Ese sector ha sidotambién la correa de transmisión de laamalgama del “fundamentalismo islámico”como amenaza común y causa única delconflicto en Argelia. Su aparente crítica alGobierno, pero nunca a la junta militar, ysu manipulación del lenguaje del laicismoy de la democracia les ha hecho apareceren Europa como los “demócratas” argeli-nos, en tanto que los actores más próximosa las verdaderas posiciones democráticas,defensores de la reconciliación política en-tre todos los argelinos que representan a la“Argelia real” (como los socialistas del FFS,las organizaciones de defensa de los dere-chos humanos, y el propio FIS), han sidosiempre muchísimo menos numerosos ennuestros medios de comunicación pese aque su discurso nos hacía pensar y nosobligaba a dudar. Estos erradicadores tanescuchados fuera de Argelia han sido unossocios inestimables de la guerra sucia delrégimen militar argelino porque de nuevohan instrumentalizado nuestro universomental y nuestros símbolos. Desde el mo-mento en que se han declarado laicos confines exclusivamente propagandísticos(aunque son los principales socios de unrégimen que ha situado a la religión en elcentro del sistema político y social del paísdesde 1962), feministas (aunque su luchacontra los islamistas les ha llevado a sacrifi-car la oposición contra un régimen rígida-mente patriarcal y único responsable de lainstitucionalización a todos los niveles dela discriminación entre hombres y muje-res) y defensores del orden republicano

(cuando ningún otro actor político argeli-no pone en duda dicho orden), sus tesishan sido mayoritariamente aceptadas co-mo las verdaderas en nuestro mundo occi-dental. Todo esto nos muestra que nues-tras aplastantes certezas culturales occiden-tales nos hacen, en realidad, muyvulnerables a la manipulación.

Lamentablemente la manipulación del“fundamentalismo islámico”, tan rentablepara el régimen argelino, se convirtió tam-bién en ejemplo para regímenes como eltunecino y el egipcio que, haciendo causacomún con el argelino, lo están utilizandode la misma manera para justificar, con lacomplacencia de sus aliados occidentales,draconianas leyes antiterroristas que apli-can a su gusto y conveniencia contra lasoposiciones democráticas, islamistas y noislamistas, y los defensores de los derechoshumanos, que no dejan de denunciar estasituación. Incluso presionan a los Gobier-nos europeos amigos para que pierdan susderechos y sean extraditados quienes sehan podido exiliar en su suelo. Y, desdeluego, si no se ataja esa manipulación esun instrumento igualmente disponible pa-ra cualquier otro régimen del lugar. Final-mente, no se puede dejar de mencionar elpapel de Israel en la demonización y crea-ción de las amalgamas en torno al “funda-mentalismo islámico”, gracias a su enormeinfluencia en los medios de comunicaciónnorteamericanos que han contribuido demanera decisiva por esa vía a la extensiónen Occidente de esa falsa imagen. Por otrolado, los intereses estratégicos israelíessiempre han estado al servicio de la satani-zación de sus oponentes políticos palesti-nos ante Occidente y han hecho un usounilateral de la categorización de terroris-tas, imponiendo su aceptación universal.Es enormemente ilustrativo conocer cuálera la opinión sobre el uso del terrorismode los exprimeros ministros israelíes Me-nahen Beguin e Isaac Shamir cuando lide-raban los movimientos terroristas judíosde Irgun y Stern respectivamente duranteel mandato británico. Los ataques terroris-tas contra funcionarios británicos, comolas cientos de víctimas que murieron en lavoladura del hotel King David en 1946, ocontra el mediador de la ONU, el condeFolke Bernadotte, y las matanzas de civilespalestinos, como la de Der Yassin en1948, eran considerados por Shamir comoun imperativo moral: “ni la ética judía, nila tradición judía, pueden descalificar el

OCCIDENTE Y LOS ISLAMISTAS

32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

2 Traducido de la obra de I. Sahmir Hehazit,en Middle East Report, mayo-junio de 1988.

1 Finalmente la publicación en Francia de doslibros testimonio ha provocado una enorme con-vulsión. Nesroullah Yous, superviviente de una delas masacres que en 1997 convulsionaron al mun-do, en un libro titulado Qui a tué à Bentalha? (Pa-rís, La Découverte, 2000 y publicado en españolpor ed. Bellaterra, Barcelonas, 2001), relata porme-norizadamente cómo fueron sectores del Ejércitoargelino disfrazados de islamistas los autores de labrutal matanza. Un mes más tarde Habib Souai-

dia, paracaidista del Ejército argelino desertado yexiliado en Francia, publicaba en la misma edito-rial francesa, La sale guerre, donde narra la espeluz-nante experiencia de violencia que tuvo que pre-senciar e incluso llevar a cabo siendo militar hastaque decidió huir de semejante barbarie desertando.Estos libros han caído como una bomba en Argel,particularmente el de Souaidia, que incluye un pre-facio del juez italiano antimafia Ferdinando Impo-simato, en el que se trasluce la posibilidad de acu-dir a tribunales internacionales.

Page 31: Claves 117

terrorismo como medio de combate (…)ante todo el terrorismo forma parte de labatalla política que llevamos a cabo y de-sempeña un importante papel… en nues-tra guerra contra el ocupante”2. Es exacta-mente la misma argumentación de Ha-mas. Con la diferencia de que losbritánicos nunca respondieron con casti-gos colectivos, asesinatos, deportaciones yel largo etcétera que caracteriza la acciónisraelí en los territorios ocupados, refor-zando con ello aún más el recurso desespe-rado al terrorismo entre sectores palesti-nos. El terrorismo que pone en prácticaHamas encuentra su perfecta réplica en elterrorismo judío de los años cuarenta y enel terrorismo de Estado que practica Israelcontra los palestinos en los territorios ocu-pados. Ambos se retroalimentan y ambosdeben ser denunciados conjuntamente: sino quedará desprovista de todo valor mo-ral y ético la denuncia de una sola de laspartes, como ha ocuurrido hasta la actua-lidad. Y, desde luego, las acciones de Ha-mas deben ser entendidas en este marcoespecífico, fuera de toda relación con lastramas procedentes de Ben Laden. El líderde Hamas, Shayj Yassin, decía claramente,garantizando su total desvinculación delatentado contra EE UU: “nosotros en Ha-mas tenemos nuestra batalla sobre la tierrapalestina y no vamos a desviarla de los te-rritorios ocupados”. Por el contrario, ArielSharon está tratando de aprovecharse delos atentados contra Nueva York y Was-hington, calificando a Arafat de Ben La-den e igualando el terrorismo padecidopor EE UU con los ataques palestinoscontra Israel, a fin de lograr carta blancapara la aniquilación de los legítimos habi-tantes de Cisjordania y Gaza. La violentaofensiva que Sharon lanzó contra los terri-torios palestinos al día siguiente del aten-tado contra EE UU, los asesinatos a conti-nuación y la violenta invasión militarisraelí que está teniendo lugar estos días enlos territorios ocupados contra líderes deHamas y Al-Fatah lo ponen sobradamentede manifiesto.

Los riesgos del futuroSi no se desmonta la amalgama y no seidentifica quiénes son unos y otros, la lu-cha contra el terrorismo corre el riesgo deconvertirse en una peligrosa “caza de bru-jas” al servicio de los intereses espurios demuchos Estados de la zona, aliados y pro-tegidos por Europa y EE UU. Estos paí-ses han hecho una utilización tramposadel terrorismo ante el silencio cómpliceoccidental; y al igual que Israel ha vistoen esta batalla internacional contra el te-

rrorismo la oportunista posibilidad de be-neficiarse para demonizar y arrasar los de-rechos individuales y nacionales de los pa-lestinos, otros Estados como Egipto, Tú-nez o Argelia ya han hecho declaracionesdiciendo más o menos “ahora entenderéisnuestra lucha contra el fundamentalismoislámico”, tratando así de igualar su repre-sión indiscriminada (y sin lugar a dudasculpable de la radicalización de algunosde los movimientos islamistas locales o dela emergencia de turbios grupos radicalesque no se sabe bien al servicio de quienestán) con la caza de los verdaderos terro-ristas. Por un lado, la solución política ydemocrática de conflictos enmarcados enEstados concretos, como en el caso de Ar-gelia, debilitará y hará policialmente máseficaz la lucha contra los grupos verdade-ramente extremistas que actúan en esemarco nacional de enfrentamiento civil. Ycon respecto a la lucha contra ese nuevoterrorismo extraterritorial que parece ha-ber inaugurado Ben Laden, ¿cómo se va acooperar con esos Estados en la lucha an-titerrorista? ¿Con qué fiabilidad se va aaceptar su interpretación de lo que es te-rrorismo y terroristas? ¿No se corre el ries-go de generar más injusticia, rencor y de-samparo en las poblaciones de esos países?¿Con qué legitimidad vamos a presentar aesas sociedades castigadas y expuestas a laimpunidad esta carrera contra el terroris-mo, afin de que se unan a ella, si no escontribuyendo a dignificar sus existenciasy mostrando que se hace desde el Estadode derecho y no desde definiciones unila-terales e interesadas al servicio de interesesestratégicos muy concretos de los que sonellas las principales víctimas?

Ésta es, a mi manera de ver, la clavepara legitimar la lucha contra el terroris-mo y evitar que fructifique y se extienda.Exigir un marco de Estado de derecho aaquellos países que quieran participar enla coalición internacional (y desde luego,entre tanto se consigue ese objetivo, nodar carta blanca a sus acusaciones ni a susreclamaciones contra los exiliados políti-cos en Europa y América), contar conpruebas irrefutables de culpabilidad y re-currir más a tribunales internacionalesque a venganzas justicieras cuyos efectosson completamente contraproducentes.Cuando se conozca el alcance real del sa-crificio de civiles que ha entrañado el ata-que a Afganistán y cuando miles y milesde afganos empiecen a morir este invier-no porque la ayuda alimentaria para su subsistencia no les ha podido llegar an-tes de que las nieves les aíslen a conse-cuencia de esos bombardeos, EE UU ha-

brá definitivamente perdido su causa anteel mundo musulmán en beneficio de losterroristas. Debemos ser muy conscientesde que si no se actúa invirtiendo muchoen una política democratizadora y a favordel Estado de derecho en el mundo mu-sulmán, no sólo no se estará mejorando lavida de esos ciudadanos, sino tampocoprotegiendo la de los occidentales. Losproblemas en esa parte del mundo hanrebasado definitivamente sus fronteras geográficas y afectan a nuestras socieda-des, algo que los americanos están descu-briendo por primera vez, trastocando asísu tradicional indiferencia por lo queocurre en el mundo. Los ciudadanos occi-dentales deben saber que lo que hagannuestros responsables políticos fuera va atener unos resultados u otros también pa-ra todos nosotros.n

GEMA MART ÍN MUÑOZ

33Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Gema Martín Muñoz es profesora de Sociologíadel Mundo Árabe e Islámico en la Universidad Au-tónoma de Madrid.

Page 32: Claves 117

DEL MURO DE BERLÍNA LAS TORRES GEMELAS

RYSZARD KAPUSCINSKI

ace varios años manifesté la opi-nión de que los conflictos armadosentre los pobres afectarían tarde o

temprano a Occidente. Estaba convenci-do de que las guerras que castigaban a losBalcanes, Sierra Leona, el Congo, Angola,el cercano Oriente y muchas otras zonasdel planeta se extenderían inevitablemen-te a otras regiones del mundo, incluso, enel caso de que Occidente no se dejasearrastrar a ellas de manera directa. La-mentablemente no me equivoqué. Hoyvemos que Occidente está gravementeimplicado en una guerra de consecuenciasincalculables. Me esperaba esa implica-ción y por eso no me sorprendió. Lo quesí me sorprendió fue el ataque: por el mé-todo que emplearon sus autores, por ladimensión del drama que provocó y porsus terribles consecuencias.

Para mí era evidente que los conflictosse agudizaban en el mundo y que empeo-raba el clima en torno a Norteamérica.En verano Estados Unidos fue excluidode la Comisión de Derechos de la ONU.Luego fuimos testigos de toda una seriede acciones de los antiglobalistas con uncontenido abiertamente antinorteameri-cano. Por último, la conferencia de Dur-ban sobre el racismo, que precedió direc-tamente los ataques terroristas contraNueva York y Washington, también sedesarrollo en un ambiente muy antinor-teamericano. Pocos dieron importancia alas numerosas señales que indicaban quealgo malo se avecinaba, que los factoresnegativos se multiplicaban. Ahora mepreocupa la interpretación errónea de losacontecimientos que se producen. Medan miedo las discusiones que oigo por-que en ellas se habla de “fanáticos” y “te-rroristas” y se buscan los mejores objeti-vos para los bombardeos pero no se hacen esfuerzos para comprender las cau-sas del ataque contra Nueva York y Washington. Esa actitud me hace sentir

un gran temor por el futuro de nuestromundo.

La historia no ha terminadoTratemos de dar una explicación al con-flicto que tiene lugar. Ante todo hay queponer de relieve que el fin de la guerrafría se entendió de manera muy falsa. Secometió el error de pensar que significabael fin de los conflictos en general. Esa te-sis errónea la planteó el analista FrancisFukuyama en su famoso ensayo tituladoEl fin de la historia, publicado en 1989.El razonamiento de Fukuyama era el si-guiente: la historia terminó porque murióel comunismo y ya no había alternativapara el régimen de la democracia liberal.Como en Estados Unidos el sistema de lademocracia liberal funcionaba muchomejor que en otras partes, era lógico queese modelo fuese asimilado por todo elmundo y de manera automática. Esa ge-neralización del sistema norteamericanoparecía algo de lógica incuestionable. Siera así la historia, entendida como dramalleno de conflictos y rivalidades, habíaterminado. A ese texto de Fukuyama se ledio una gran importancia, porque se vioen él la explicación de lo que tendría quesuceder por fuerza en el mundo despuésde la guerra fría. Esa convicción de quevencería la democracia liberal porque erala única solución racional existente aca-rreó dos consecuencias prácticas. Por unlado, se desarrolló de manera vertiginosaun consumismo de enorme peso. El cam-bio de la filosofía de la vida en Occidentefue acompañada por el cambio del papeldesempeñado por los medios de comuni-cación. La filosofía de Occidente se cen-tró en todo lo lúdico y los medios fuerontransformados en instrumento para la re-alización práctica de esa filosofía. Comoescribió el pensador norteamericano NeilPostman “la gente de Occidente empezóa divertirse hasta la muerte”. En su exce-

lente libro Amusing Owerselves to DeathPostman denunció cómo nosotros, lagente de Occidente, lo transformamos to-do en concursos, loterías y parques deatracciones. Todo nuestro mundo se con-virtió en una gigantesca feria. Como elconsumo y la diversión requieren tranqui-lidad, calma y buen humor, los medios decomunicación empezaron a crear ese cli-ma apartando de nuestra vista los grandesproblemas del mundo: la miseria, el ham-bre, las enfermedades y las guerras. Lagente de Occidente nos olvidamos de quesomos una parte muy pequeña de la hu-manidad, de la totalidad de seres huma-nos que habitamos el planeta. Nos olvida-mos de que nuestro consumo y diversiónva acompañado de una división del mun-do cada vez más profunda, una multipli-cación cada vez mayor de las diferencias.

El mundo de hoy se divide en un 20%de afortunados y un 80% de marginados.Y no se trata de una división provocadasolamente por el hambre y la miseria, si-no también por el sentimiento que tienenmuchos millones de seres humanos de ha-llarse marginados. Esas personas se sien-ten amargadas, frustradas, descontentas,porque ven que no hay plazas para ellasen la carrera por un consumo mayor. Ennuestro mundo las diferencias se dan a to-dos los niveles y en todos los planos de lavida social; por ejemplo, en el nivel de la familia, donde las mujeres (y me refieroal nivel global, sin tener en mente un paísdeterminado) tienen una situación peorque los hombres. Esas diferencias se ma-nifiestan también al nivel de los clanes, delos grupos sociales, de las ciudades, de lasregiones o de los Estados. Hay diferenciasentre las ciudades y el campo y siempreocurre que unos son más ricos y otros sonmás pobres. Todas esas diferencias queafectan a comunidades más o menos limi-tadas se reflejan en el nivel planetario en-tre los países ricos y los pobres. Una gran

H

34 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

´ ´

Page 33: Claves 117

paradoja de nuestros tiempos es que, entérminos generales, el mundo progresa yse desarrolla porque hay cada vez más au-tomóviles, televisores, carreteras y avio-nes, pero esa creciente abundancia, esedesarrollo, genera más diferencias y ahon-da las que ya existen. Es verdad que en al-gunas partes del globo los pobres vivencada vez mejor, pero, al mismo tiempo, ladistancia que les separa de los más ricosaumenta en vez de reducirse. Como con-secuencia, el desarrollo y el progreso, envez de dar como resultado un aumento dela satisfacción provoca –es paradójico–un

aumento de la envidia, de los celos, de lafrustración y del descontento. Es así co-mo el desarrollo y el progreso se convier-ten en factores que incrementan los con-flictos.

Eso quiere decir que la historia no ter-minó con la desaparición de la alternativacomunista, con aquel gran triunfo que al-canzaron entonces la democracia, el mer-cado libre y, en general, los valores delmodelo norteamericano. Lo único que su-cedió entonces fue que comenzó un nuevocapítulo de la historia y eso fue lo que no-sotros no supimos prever. Esa ceguera de

Occidente se debió a que hasta el fin de laguerra fría lo único que importaba eracuántas bombas tenía cada bando, hastadónde llegaba la influencia de uno y hasta dónde la del otro. La guerra fría era tra-tada como el conflicto principal e, inclu-so, el único realmente peligroso, un con-flicto que eclipsaba todos los demás. Y, la-mentablemente, ese razonamiento sigueválido en nuestros tiempos.

Juntamente con la idea del “fin de lahistoria” de Fukuyama, en el pensamientonorteamericano apareció otra concepciónrepresentada por Samuel Huntington. Setrata de la idea de la confrontación entrelas civilizaciones. El verdadero “inventor”de esa concepción no fue Huntington si-no Arnold Toynbee, quien formuló laidea de que la historia era un constanteenfrentamiento, no entre pueblos y Esta-dos, sino entre civilizaciones. El mérito deHuntington consiste en que desarrolló yactualizó la idea de Toynbee. Aunque ami modo de ver la “el choque de las civili-zaciones” describe mejor la realidad quenos rodea que “el fin de la historia”, tam-bién se trata de una teoría con puntos dé-biles porque toma en consideración sola-mente los conflictos entre las civilizacio-nes, sin darse cuenta de que son tambiénmuchos los que se libran dentro de unamisma civilización. La última gran guerradel siglo XX se libró entre Irán e Irak en ladécada de los años ochenta y noventa y seprodujo dentro de la civilización del is-lam. Sin embargo, en el pensamiento deHuntington hay otra cosa importante:previó el mundo del siglo XXI como unmundo de conflictos y tensiones, es decir,un mundo muy distinto al que predijoFukuyama.

¿Somos testigos de la confrontaciónentre las civilizaciones?¿Se pueden explicar los ataques terroristasen Estados Unidos como el resultado del

35Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 34: Claves 117

choque entre dos civilizaciones? ¿No seríamás acertado definir el suceso como unsimple incidente? Para responder a esapregunta, muy importante, hay que cons-tatar primero que los acontecimientosanalizados se produjeron con la coinci-dencia de toda una serie de circunstanciasespecíficas. Se podría decir, que con ayu-da del ataque, el mundo marginado tratóde abatir una puerta cerrada, pero yo nointerpretaría los atentados de EstadosUnidos como sucesos unidimensionales.Pienso que todavía no sabemos cómo in-terpretar lo que ha ocurrido y creo que esimportante que no caigamos en interpre-taciones erróneas. Un peligro muy seriosería tratar los sucesos del 11 de septiem-bre como simples incidentes, como gra-nos llenos de pus en un cuerpo sano, gra-nos que hay que extirpar para que todovuelva a ser estupendo. Yo, personalmen-te, no sé si esa solución es realista. El dra-ma del 11 de septiembre se produjo pormuchas causas que se amontonaron yque, en su mayoría, siguen existiendo.

No me parece imposible la confronta-ción de la civilización del Islam con la ci-vilización occidental, aunque sí me parecemuy peligroso que concentremos todonuestro análisis en ese sentido. Temo quelos grandes medios, los consorcios mediá-ticos, se empeñen en presentar todo elasunto como un enfrentamiento entreOccidente y el islam fanático. ¿Por qué?Pues porque la búsqueda de causas másprofundas exigiría la realización de unanálisis muy autocrítico de toda la filoso-fía práctica de Occidente. Ese análisis au-tocrítico obligaría a reconsiderar la base ylas reglas del funcionamiento de la econo-mía y de los medios. Habría que reconsi-derar también la actitud de Occidente ha-cia el Tercer Mundo, hacia la pobreza yhacia la marginación. Confieso que en laactual situación deposito mis esperanzasen la Unión Europea. La fuerza del pensa-miento europeo siempre se basó en su ca-pacidad autocrítica. Solamente Europa en-gendró corrientes tan autocríticas como elRenacimiento, la Reforma y la Ilustración.En la tradición europea toda crisis de im-portancia liberó ideas críticas, liberó unareflexión autocrítica. Si esta vez Europa re-sulta incapaz de hacer un análisis similar,entonces la crisis contemporánea será muylarga y tendrá consecuencias fatales.

Los antiglobalistas, ¿quiénes son?Es evidente que las acciones de los anti-globalistas fueron una señal de que empe-oraba el clima en torno a Estados Unidos,pero es muy difícil explicar el por qué de

las movilizaciones. Nuestro problema conel antiglobalismo consiste en que es unmovimiento muy joven, difícil de identi-ficar en un plazo tan breve. Dentro de esemovimiento hay muchas y muy diversasactitudes, tendencias y programas. Haytambién mucha gente que quiere resolverde paso sus propios asuntos. No se trata,por consiguiente, de un movimiento ho-mogéneo. Carece de programa y de es-tructuras organizativas. No obstante, paramí el antiglobalismo es el anuncio de esegran descontento que hay en el mundo;solamente en ese sentido le doy impor-tancia. Es una señal de los cambios que seproducen en el ambiente de alegría y desatisfacción que imperaba hasta ahora enOccidente. Es la primera señal, desde queterminó la guerra fría, de que algo se es-tropea; por eso es un movimiento quemerece ser observado. También merece lapena que estudiemos los procesos queprovoca la globalización.

Tres globalizacionesEl fenómeno de la globalización no se de-sarrolla a un solo nivel, como se suelepensar, sino a dos e incluso a tres. El pri-mer nivel es el oficial, es decir, la circula-ción libre de capitales, el acceso a los mer-cados libres, la comunicación, las empre-sas y corporaciones supranacionales, lacultura masiva, las mercancías masivas yel consumo masivo. De esa globalizaciónse habla y escribe mucho. Pero hay unasegunda globalización, a mi modo de verno menos importante pero muy negativay desintegradora. Me refiero a la globali-zación del mundo de la delincuencia, delas mafias, de la droga, del comercio ma-sivo de armas, del blanqueo masivo de di-nero sucio, de los fraudes fiscales y de lasmalversaciones y estafas financieras. Esosfenómenos, todos, alcanzan también unaescala global. Hay esferas que mueven ca-pitales gigantescos, como la venta de ar-mas y la trata de blancas. Vemos tambiéncómo se privatiza la violencia, cómo sur-gen ejércitos privados con los que se pue-den librar auténticas guerras en el TercerMundo o realizar exitosos golpes de Esta-do. Esa segunda globalización goza de lalibertad que ofrecen los medios de comu-nicación electrónicos. Cada vez es más di-fícil controlar esa globalización negativaporque los Estados son cada vez más dé-biles. Cuando el monopolio de la violen-cia estaba en manos del Estado, éste era elúnico que podía tener ejércitos, policías, yservicios secretos. Eso se acabó. Hoy todose privatiza y lo que es ilegal, escudándoseen la globalización de todo lo que es legal,

también se globaliza y llega a todas partes.Pero hay también una tercera globali-

zación que abarca a la vida social. Me re-fiero a las organizaciones internacionalesno gubernamentales, a los movimientosde más diverso tipo y a las sectas. Esa glo-balización indica que la gente ya no con-sigue plena satisfacción para sus necesida-des en estructuras antiguas y tradicionalescomo el Estado, la nación o la Iglesia.Como consecuencia, la gente se sienteobligada a buscar soluciones nuevas. Enuna palabra, a comienzos del siglo XX losEstados eran muy fuertes, y muy fuertestambién sus instituciones, pero a comien-zos del siglo XXI el Estado es un ente débilmientras que se produce una gran multi-plicación de otras formas mayores o me-nores que permiten a la gente funcionar oactuar al margen del Estado, de la Admi-nistración, de las estructuras civiles y reli-giosas de la sociedad. Cambian, pues, elcontexto y las estructuras de la vida delhombre. Empieza a crecer el valor de lacomunidad. La gente se organiza segúnsus necesidades y aficiones privadas. Sedesarrolla el patriotismo, pero no al niveldel Estado o de la nación, sino al nivel depequeñas comunidades. Esas actividadesdel hombre son muy difíciles de contro-lar. La percepción de esa nueva realidad esmuy importante para comprender los su-cesos del 11 de septiembre, nos indicaque podemos enfrentarnos a fuerzas quenadie controla y que serán muy difícilesde controlar también en el futuro.

Aquí hay que señalar que en el siglo XX

tuvimos enemigos identificados. Lo fue-ron el fascismo y el comunismo. Habíapaíses que, enarbolando la bandera de esasideologías, practicaron la política de la ex-pansión. Era fácil indicar a los líderes y alos ideólogos: Hitler, Stalin… Luego tuvi-mos la guerra fría, con enemigos igual-mente identificados. Durante esa etapaobservamos el proceso de descolonizacióny entonces también sabíamos muy bienquién combatía contra quién. Ahora,cuando la guerra fría ya terminó y co-menzaron los conflictos de nuevo tipo,nos sentimos incapaces desde el punto devista intelectual para indicar al enemigo.Nos esforzamos por definirlo y darle al-gún nombre y lo hacemos de manera ato-londrada, esbozando su imagen de mane-ra insegura; y es que pensamos que nece-sitamos un objetivo para poder golpearlo.Pero nos movemos a ciegas porque noconseguimos captar las influencias de lasegunda y la tercera globalización a lasque me he referido. El mundo de hoy, yeso hay que tenerlo muy en cuenta, es un

DEL MURO DE BERLÍN A LAS TORRES GEMELAS

36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 35: Claves 117

´ ´

mundo de esfuerzos, recursos, medios,objetivos e intereses atomizados. Me pare-ce que esa indicación de que hay tres y nouna sola globalización puede ayudarnos acomprender mejor el mundo en que vivi-mos. Se trata de una realidad de verdadmuy difícil de comprender y de orientaren un determinado sentido. La globaliza-ción no va acompañada de un proceso decreación de estructuras jerárquicas y orde-nadas, de la construcción de un centrouniversal de poder. Nos enfrentamos,pues, a un mundo de fenómenos incon-trolados que pueden engendrar cosas queno estamos en condiciones de imaginar.

Al terminar la guerra fría Occidentepensó que había nacido un mundo conun polo único, un mundo que avanzaríaya siempre hacia algo mejor, pero resul-tó que ese era un sueño que tenía muy po-co que ver con la realidad. Era verdad quequedaba solamente una superpotencia,pero no menos verdad que se encontrabaconstantemente hostigada por actos hos-tiles, como los atentados del 11 de sep-tiembre. Lo primero que pensé, cuando viel 11 de septiembre las imágenes de losatentados, fue que deberíamos reconside-rar las estructuras y la organización delmundo. Es evidente que esa tarea serámuy difícil porque carecemos de los ins-trumentos y las nociones indispensablespara reinterpretarlo, para darle una nuevaimagen. Todas nuestras costumbres, tam-bién las que conciernen al pensamiento,al razonamiento, se relacionan con el vie-jo mundo del que nos deberíamos despe-dir. Ahora nos toca, con las nociones einstrumentos antiguos, dar una nuevadescripción al mundo y dotarlo de nuevosmecanismos y estructuras.

Nos encontramos en la transición de lacivilización masiva a la civilización plane-taria. La civilización masiva cabía aún enlos marcos de los Estados que, a su vez,estaban aún en condiciones de controlar asus sociedades. Hoy surge la sociedad pla-netaria que, evidentemente, no podrá te-ner un poder supremo. Se trata de seismil millones de personas a las que nadiepodrá dar órdenes ni dictar imposiciones.El hombre jamás se enfrentó a semejantesituación. Todo es totalmente novedoso ytendremos que asimilar esa nueva cuali-dad de la realidad, así como tratar decomprenderla para poder encontrar lamejor forma de organizarnos y de vivir enella. Pienso que lo más importante escomprender que jamás conseguiremos darsoluciones definitivas a nada. En una pa-labra, jamás conseguiremos garantías ab-solutas ante los conflictos, jamás conse-

guiremos dar a los conflictos una solucióntotal. Es evidente también que la asimila-ción de qué y cómo es el mundo tampocoresolverá de por sí los problemas, peronos permitirá movernos con más libertady distinguir lo positivo de lo negativo. Yeso ya es muy importante, porque vivi-mos en un mundo muy complejo y el quese avecina lo será aún más. Se habla, porejemplo, de la globalización en el sentidode la desaparición de las fronteras entrelos Estados. Esos procesos los estamosviendo, pero paralelamente la gente ma-nifiesta una gran compenetración con susculturas, identidades y tradiciones. Desdehace más de cuarenta años viajo por elmundo y puedo decir que lo que he ad-vertido en los últimos años, cuando el finde la guerra fría descongeló las actitudesque antes pasaban inadvertidas, es que lagente en el Tercer Mundo se siente margi-nada y apartada del poder. Al mismotiempo esa gente siente una necesidad ca-da vez mayor de que se respeten su digni-dad y su cultura.

El orgullo del Tercer MundoEn el Tercer Mundo ha aumentado el or-gullo de la gente. Ese fenómeno se mani-festó ya en los tiempos de la descoloniza-ción, pero no como ahora. Durante misúltimos viajes a África y Asia, en todaspartes me dieron a entender que no eramás que un huésped europeo, un huéspedaceptado sólo y exclusivamente si respeta-ba las costumbres y los valores locales. Medieron a entender que, en caso contrario,sería muy mal visto por los lugareños. Ésaes una actitud totalmente nueva, llena dedignidad, una actitud que pone de relieveel valor de la cultura propia, de la lengualocal, de la forma de vivir. En los últimosaños ya empecé a sentirme sólo como unextraño, como alguien que pasa casual-mente por un lugar, por un mundo quepertenece sólo a los lugareños. La descon-gelación de las actitudes y de las culturasse produjo como consecuencia del fin dela guerra fría y de un nuevo despertar delTercer Mundo. Ese despertar comenzócon la descolonización y fue aumentandoa medida que avanzaba ese proceso. El finde la guerra fría aceleró el desarrollo delas actitudes emancipadas. Durante losúltimos 500 años los europeos impusie-ron su voluntad al mundo entero y obli-garon a los demás a actuar como ellos de-seaban. El europeo era el autor de las le-yes, de los derechos y de las obligaciones,pero eso se ha terminado. Esa es una granrevolución al nivel mundial. En 1912 elantropólogo polaco Bronislaw Malinows-

ki escribió que no hay culturas superioresni inferiores, sino culturas distintas, perotodas de igual valor. Eso significa que ca-da cultura, en los marcos de sus estructu-ras, satisface plenamente las necesidadesespirituales, sociales, etcétera, del hom-bre. En 1912 aquella constatación de Ma-linowski sonó como el estruendo de uncañonazo en un silencio absoluto. Fue ungolpe durísimo asestado a la concepcióndel colonialismo, que decía que llevaba lareligión, la educación y la técnica a lospueblos atrasados. Malinowski nos ense-ñó que no teníamos derecho a afirmarque nuestra cultura es mejor que otrasculturas. Tenemos una cultura como lasdemás.

Todavía desconocemos los detalles so-bre los autores de los ataques del 11 deseptiembre. Pudieron cometerlos miem-bros de la internacional terrorista y no esobligatorio que fuesen de origen árabe. Yaquí tocamos los problemas a los que yame referí más arriba. Sin tener en cuentael contexto de esa globalización subterrá-nea que indiqué nos será muy difícil en-tender lo que sucedió en Estados Unidos,ya que los ataques fueron posibles precisa-mente porque existe esa globalización delo ilegal. Veamos: hoy vuelan de maneratotalmente impune los aviones cargadosde drogas, de armas, de millones de dóla-res y de diamantes que se venden en lasbolsas de Amsterdam, Londres y NuevaYork, diamantes que fueron robados porejércitos privados que explotan las minas deSierra Leona y del Congo. Hay cientos de bancos en muchas islas en los que sepuede blanquear el dinero sin problemas.Todos lo saben y todos lo consienten. Sinesa ilegalidad legalizada, sin la certidum-bre de que se puede funcionar muy bienal margen de todo control, los atentadosen Estados Unidos no se hubiesen produ-cido. Sin la existencia de la globalizaciónclandestina e ilegal, de esa globalizaciónque carece de bandera, raza, nombre y re-ligión, nunca hubiese podido pasar algosimilar. La gente sabe, no obstante, quetodo es posible, que todo se puede hacer.Cuando vi en llamas las Torres Gemelasme acordé de mis viajes por Colombia yAfganistán, de las dimensiones incon-mensurables del comercio ilegal, de uncomercio que lo abarcaba absolutamentetodo. Pienso que los autores del atentadoeran peces que nadaban en esas aguas tur-bias. En muchas partes del mundo ya na-die controla nada o los que podrían y de-berían controlar se benefician de la ilega-lidad. Por eso no se puede hablar del 11de septiembre como de un acontecimien-

RYSZARD KAPUSCINSKI

37Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 36: Claves 117

to surgido de la nada por arte de magia.

La crisis del EstadoEl Estado, en tanto que forma de organi-zación de la sociedad, se ve atacado desdemuchos ángulos. Por un lado se encuen-tra bajo las presiones de grandes corpora-ciones y bancos que quieren funcionarpor encima de las fronteras y no se preo-cupan por los intereses de los Estados.Esas corporaciones son con frecuenciamucho más potentes que muchas organi-zaciones estatales. Por otro lado los Esta-dos son debilitados desde dentro por losnacionalismos étnicos y por los regionalis-mos. Mi tesis fundamental desde años esque no se puede democratizar un Estadomultinacional porque las naciones y etniasmenores siempre entienden las consignasde la democratización como consig-nas propicias para el separatismo. Fue asícomo se hundió la revolución de Irán,que comenzó como un proceso democrá-tico. Sus líderes, con la salvedad de Jo-meini, eran graduados de la Sorbona deParís, personas de amplios horizontes,abogados, humanistas, etcétera. Pero,¿qué sucedió? Los kurdos, los árabes yotras etnias que habitaban Irán trataroninmediatamente de separarse de ese Esta-do. Surgió el peligro de una desintegra-ción total del Estado iraní y apareció elgran nacionalismo persa precisamente co-mo respuesta a las corrientes que promo-vían la desintegración. La revolución sedesvió de su cauce democrático y se trans-formó en una terrible matanza de la po-blación del Kurdistán y del Baluchistán.

La democratización, la perestroika,también acabó con el Estado soviético,que era un buen ejemplo de Estado mul-tinacional. Cuando la Unión Soviéticaempezó a democratizarse no resistió lapresión ejercida por los micronacionalis-mos. Los movimientos nacionalistas re-sultaron mucho más potentes que la for-taleza militar y política de Moscú. Inclusoen Europa, donde los Estados nacionalestodavía se mantienen fuertes, se intensifi-can las tendencias centrífugas y ya se em-pieza a hablar de la Europa del futuro co-mo de una Europa de las regiones. El Es-tado se encuentra en una curva muypeligrosa porque está buscando una nuevaidentidad. De esa situación poco clara di-mana también la debilidad de las élitesgobernantes, carentes de ideales, de unavisión nítida del futuro Estado. No sabentampoco cuál debería de ser su misión,cuál debería de ser su papel, porque seacabó la etapa de los líderes visionarios,otra consecuencia de la crisis del Estado

en tanto que concepción. Por eso nopienso que la culpa de los fenómenos ne-gativos que nos afectan sea de las perso-nas, de una determinada generación depolíticos. Pienso que es un aspecto másdel contexto que debemos tener en cuen-ta al analizar los acontecimientos del 11de septiembre. Todos los que minimicenla importancia del debilitamiento del Es-tado lo único que buscan es omitir unanálisis crítico, ignorar las señales que hayde que en el mundo se producen fenóme-nos cada vez más dramáticos y complejos.

La religión más joven del mundoEs indispensable que seamos conscientesdel carácter del fenómeno que estudia-mos. El islam cuenta hoy con 1.300 mi-llones de fieles. Es la religión del mundoque se desarrolla con mayor dinamismo.Tiene fieles en todos los continentes, in-cluida América del Norte. Su presencia enEuropa es cada vez más visible. Su in-fluencia es especialmente fuerte en el es-pacio en el que siempre tuvo peso: el Cer-cano Oriente, gran parte de Asia y el Áfri-ca del norte y central. Pero también tienecabezas de puente en América Latina yfuertes plazas en el Pacífico, sobre todo enIndonesia. Es la única de las grandes reli-giones del mundo que se desarrolla demanera muy activa. Otras religiones atra-viesan por distintas crisis, pero no el is-lam. Es también la más joven de las gran-des religiones, porque apenas tiene 1.400años. Atraviesa, pues, por la etapa de ma-yor florecimiento, también gracias a losmuchos rasgos positivos que posee y quela hacen muy atractiva para las masas degente pobre, ya que su esencia es la um-ma, es decir, la comunidad que tiene quecumplir determinadas obligaciones a fa-vor de sus miembros, a los que debe ayu-dar, socorrer, respaldar. Esa comunidad esla que da al individuo su identidad. Igual-mente es importante el hecho de que lasreglas del islam son muy fáciles de asimi-lar. Cualquiera puede convertirse al islamporque basta con que uno mismo se de-clare musulmán para que otros lo admi-tan como tal.

La dinámica del crecimiento de las ma-sas de fieles del islam es extraordinaria.Cada año se incorporan a esas masas 80millones de personas, de las que 73 millo-nes nacen en el Tercer Mundo. Muchosde ellos se convierten en musulmanes,porque, como ya he señalado, el islamofrece a los fieles una identidad y un de-terminado valor. Ellos perciben el mundode la abundancia como un mundo queno pertenece al islam; y precisamente esa

convicción hace que para muchos hayaun signo de igualdad, entre el islam y lapobreza, la pobreza y el islam vínculosmuy fuertes de compenetración.

El islam es una religión pacífica, aun-que tiene un rasgo que puede provocarun “excedente de apasionamiento fanáti-co”, esa actitud que puede conducir al te-rrorismo. Aunque el islam es una religiónmonolítica funciona en distintos círculosculturales y, obviamente, se ve saturadopor las creencias, influencias e interpreta-ciones locales. Así aparecen los grupos defieles que tratan de depurar el islam elimi-nando todo lo que puede considerarse“añadido”. Esos grupos proclaman el re-torno a las fuentes puras del islam, es de-cir, al Corán. Se puede decir que es uncomportamiento semejante al que tuvie-ron en el pasado los protagonistas de laContrarreforma. Esos grupos se oponen atoda interpretación liberal de las normasdel islam; es en esos círculos en los que seforman los pequeños grupos que practi-can el terrorismo. Esos grupos suelen te-ner dos objetivos. El primero consiste eneliminar del islam a sus enemigos inter-nos y el segundo en eliminar del mundo alos infieles. El primer objetivo es la causade que el terrorismo islámico se enfrente,ante todo, a otras fuerzas e institucionesislámicas. Por eso fueron blanco del terro-rismo islámico Mubarak, Sadat, los parti-dos gobernantes en distintos países islá-micos, los bancos árabes, etcétera. Hayque tener muy presente que la lucha con-tra los terroristas es librada, ante todo, porlas fuerzas políticas que también se basanen el islam porque son las que se sientenmás amenazadas. Los procesos contra losHermanos Musulmanes, una de las orga-nizaciones que empleaba el terror comométodo de lucha, se celebraron en los últi-mos años no en La Haya, sino en El Cai-ro. Y los terroristas fueron juzgados y con-denados por musulmanes.

Para entender el fenómeno que llama-mos “fanatismo islámico” tenemos quesaber que, a lo largo de los 1.400 años dela historia del islam, existieron muchas es-cuelas del pensamiento islámico que tení-an sus propias interpretaciones de los li-bros sagrados, algo parecido al movimien-to carismático dentro del catolicismo.Esos movimientos querían existir y desa-rrollarse y, por eso, siempre eran movi-mientos secretos. El secreto era lo quemantenía unidos a los miembros de losgrupos. Los que estaban fuera del gruponada sabían sobre su existencia. Ese “se-cretismo” sigue siendo típico, tambiénhoy, de los grupos extremistas que funcio-

DEL MURO DE BERLÍN A LAS TORRES GEMELAS

38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 37: Claves 117

´ ´

nan dentro del islam. Se trata de un “se-cretismo” defendido a toda costa, aunquehaya que pagar con la vida. Al traidor, alque revela el secreto, se le corta la cabeza.La historia del islam casi desconoce lastraiciones. Los grupos secretos son prácti-camente impermeables. Por eso, el queacusa hoy a la CIA de no haber descu-bierto a tiempo a los terroristas, a pesarde que debió hacerlo, no sabe lo que dice.Nadie está en condiciones de infiltrarseen un grupo secreto de fieles del islam. Lorepito, nadie: tampoco la policía más se-creta de un país islámico. Además, losgrupos integristas y terroristas suelen estarfundidos con la sociedad en la que viveny esa cohesión hace aún más difícil la lu-cha contra ellos. Es, sencillamente, muydifícil aislar a los terroristas del resto de lacomunidad. En el islam los primeros gru-pos secretos aparecieron hace varios cien-tos de años. Sus comienzos datan del em-palme de los siglos VIII y IX. Adquirieronuna gran fuerza en los tiempos de lasCruzadas, juntamente con el surgimientode las llamadas sectas de los Asesinos. Fueentonces, cuando se produjo el primergran conflicto entre la cultura europea ylos grupos que hoy definiríamos como te-rroristas. Eso significa que nos enfrenta-mos a un conflicto que ya tiene 900 añosde historia; cuantas veces Europa trató depenetrar en la cultura del islam y conquis-tarla (en los tiempos de las Cruzadas o deNapoleón, como también durante la crisisdel Canal de Suez en 1956) originó siem-pre la misma respuesta, el nacimiento demovimientos islámicos místicos y religio-sos de carácter terrorista.

El retrato del fanáticoEl terrorista islámico típico es un joven deorigen urbano, por lo regular de la clasemedia, con frecuencia bien instruido e in-teligente. Lo caracterizan un gran apasio-namiento y una gran determinación. Esun individuo que no recula ante nadaporque no tiene la menor duda de nada,la menor vacilación y está dispuesto a to-do. Une en sí un nivel intelectual elevadocon una fe ardiente y fanática, con la ab-soluta seguridad de que la verdad y la ra-zón están de su parte. Los jóvenes oficia-les que asesinaron a tiros a Sadat duranteun desfile militar no renunciaron a suplan aunque sabían que lo más seguro eraque serían acribillados a balazos. Se equi-vocaron, porque no fueron matados a ti-ros en el lugar del atentado, sino arresta-dos y juzgados. Durante el juicio demos-traron que no entendían por qué ni dequé eran acusados. ¿Por qué querían que

se confesasen culpables si lo único que hi-cieron fue cumplir la voluntad de Alá?

Eso no significa que la motivación reli-giosa se imponga a la política. Sencilla-mente, las dos motivaciones se entrelazan.En el islam es imposible distinguir lo sa-grado de lo profano. Pero hay que tenerpresente que, dentro del islam, hay algomás que se llama “el islam político”, esdecir la corriente que tiende a que el is-lam conquiste el poder en cada Estado yen el mundo entero. Dentro del “islampolítico” hay otra corriente más que sellama el “islam militante”. El terrorismosuele nutrirse con miembros de esa co-rriente. De vez en cuando suelen nacer de ella grupos terroristas que llegan a la con-clusión de que su misión primordial consis-te en eliminar a los enemigos del islam.Dentro de esa corriente del “islam mili-tante” abundan también los que se defi-nen como “combatientes de la guerra san-ta”. Son de esos individuos que solemosver en las pantallas de nuestros televisoresempuñando los fusiles automáticos. Ellostambién son los que matan. Para enten-derlos hay que tener presente que para losmusulmanes fanáticos tiene una gran im-portancia la concepción del mártir. Y que,para alcanzar ese rango no es indispensa-ble que el musulmán muera en una gue-rra santa. Basta que muera por el islam ycon el nombre de Alá en los labios. Sicumple esas condiciones consigue ir di-rectamente al Paraíso, sin tener que espe-rar al Juicio Final, cuya sentencia, paracolmo, nunca es segura. Y no olvidemosque el Paraíso del Corán es un lugar ma-ravilloso, con abundancia de agua fresca ypura, con una sombra eterna, dátiles, mu-jeres y la constante cercanía de Alá. El Pa-raíso islámico cumple plenamente los sue-ños de los varones musulmanes.

Uno de los rasgos característicos de lacivilización islámica es que todas las co-munidades musulmanas se organizansiempre en torno a los jeques, es decir, entorno a los líderes locales. Cada musul-mán tiene su propio jeque. No puedo ga-rantizarlo del todo, pero pienso que Osa-ma ben Laden es sencillamente uno deesos jeques. Los vínculos con su jequeson, para sus acólitos, vínculos indisolu-bles hasta la muerte. Si el jeque le ordenaa alguien que se mate, ese alguien, si deverdad es musulmán, se mata.

El Tercer Mundo religiosoEl Tercer Mundo es un conglomerado demuchos mundos, culturas y religiones,pero se puede afirmar que “el hombre delTercer Mundo”, si empleásemos ese térmi-

no muy simplificado, es más religioso queel hombre del mundo desarrollado, que elhombre de Occidente. No es necesarioque tenga un único Dios, porque, porejemplo, en el hinduismo hay muchas di-vinidades. Puede incluso no tener Dios ycreer en las fuerzas de la naturaleza, en losespíritus de la jungla. Es un ser religiosopor dentro. Cuando hablamos con élsiempre nos pregunta si creemos en Dios.Luego puede no importarle ya en cuál delos dioses creamos, pero la única respuestaque se le puede dar es “Sí”. Si le diésemosotra respuesta el interlocutor se sentiríaconfundido y contrariado y adoptaría unaactitud de desconfianza u hostil.

Los musulmanes dan a la existencia delhombre un tratamiento muy religioso.Las oraciones elevadas a Dios cinco vecesal día son algo totalmente natural. Cuan-do llega la hora de rezar todos se arrodi-llan y rezan sin importarles dónde están.Ese comportamiento me asombró enIrán. La gente hacía sus cosas normal-mente hasta que en un determinado mo-mento un transeúnte sacó su alfombrilla,la puso en la acera y se arrodillo. Ensegui-da se arrodillaron junto a él varias perso-nas más y luego empezaron a formarselargas hileras de hombres que rezaban. Searrodillaban juntos hombres que no seconocían. En una palabra, los musulma-nes rezan sin que les importe el lugar nilas personas que les rodean. Vi algo pare-cido en El Cairo, en la avenida principal,tan concurrida y con tanto tráfico comola calle principal de Varsovia. Y esa ora-ción conjunta da a los musulmanes unsentimiento muy fuerte de identidad, co-munidad y unidad.

Paralelamente los musulmanes aceptancon mucho agrado las conquistas técnicasde nuestra civilización occidental, la tele-visión, el automóvil y el teléfono celular.Pero esa aceptación de las novedades quellegan del mundo no islámico tiene sus lí-mites. Recuerdo que cierta vez vi en losEmiratos Árabes Unidos una muchachajoven, una chica árabe de unos 16 o 17años, muy atractiva. Vestía unos pantalo-nes vaqueros muy ajustados y una blusamuy coqueta, pero tenía cubiertas la ca-beza y la cara. La mujer musulmana estáobligada a tapar su cabello porque el Co-rán dice que el pelo es una gran fuente detentaciones y, por consiguiente, la mujerno puede exhibirlo. Y, como esa, hay mu-chas otras costumbres que conviven conla modernidad. Por ejemplo, la mujer nopuede estar a solas con el hombre, porqueel Corán dice que allí donde se encuen-tran el hombre y la mujer aparece el dia-

RYSZARD KAPUSCINSKI

39Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 38: Claves 117

blo. Ellos están muy orgullosos de su reli-gión y de su cultura y pienso que ahora,cuando leen y oyen lo que se dice y escri-be de ellos en nuestra parte del mundo,seguramente se sienten muy enfadados.

Es evidente que dentro de una masa de1.300 millones de personas existen senti-mientos muy diversos. Sin duda, es muydistinta la visión que tiene el musulmánde Afganistán que la del musulmán deArabia Saudita o de Nueva York. Es segu-ro que pueden sentirse derrotados, comorepresentantes de su civilización, los mu-sulmanes de los países pobres y los gra-duados de universidades que sienten seque parte de un mundo marginado. Esaconvicción genera en ellos reaccionesagresivas. Pero al mismo tiempo tienenconciencia de que en sus manos está lamayor riqueza del mundo, el petróleo.Saben que, si cerrasen el grifo, paralizarí-an el mundo. Eso les hace sentirse impor-tantes y fuertes. Pienso que el odio quesienten los musulmanes radicales contraEstados Unidos tiene tres causas. La pri-mera se debe a que la gente, por lo regu-lar, suele sentir aversión por los ricos. Ensegundo lugar, Estados Unidos es en elmundo actual la única superpotencia y lassuperpotencias, nunca fueron amadas porlos pueblos. En tercer lugar, se identifica aNorteamérica con Israel y con la políticadel Estado judío en el Oriente Próximo.

El islam, ¿es una religión no tolerante?Esa opinión nace de una confusión. Hayque entender que el islam es a la vez reli-gión, política, derecho y cultura. No sepuede separar una cosa de la otra. En el is-lam no existe la separación de lo que esdel César de aquello que es de Dios. Elderecho es una parte muy importante delislam y dice cómo hay que gobernar a lasociedad musulmana. Es cierto que en elCorán hay imposiciones que se aplican so-lamente cuando triunfan en las sociedadesislámicas las interpretaciones extremistas ybárbaras. Por ejemplo, en Afganistán laspenas se ejecutan públicamente y los la-drones son castigados con mutilaciones,con la amputación de la mano derecha ydel pie izquierdo. De esa manera el indivi-duo queda marcado para toda la vida, sinhablar ya del dolor y el sufrimiento que seles causa con semejantes castigos. Pero laley coránica así interpretada se aplica muyrara vez. Lo hacen los talibanes afganos, lohacían en el Sudán en los años ochenta ylo suelen hacer en la Arabia Saudí.

Lo que sí se puede decir, visto desdenuestro ángulo, que la cultura del islamtiene aspectos muy represivos. Uno de

ellos son los castigos que he indicado. Paranosotros la aplicación de esos castigos esinadmisible, porque consideramos queson manifestaciones de una barbarie ina-ceptable. Estoy seguro de que, en lo queconcierne a esos castigos, jamás llegaremosa un entendimiento con los musulmanes.Nosotros somos de otra cultura, de otrareligión. Y, evidentemente, no podemosidealizar el islam, porque tiene rasgos quenosotros no podemos admitir. Pero algomuy diferente es la tolerancia del islamfrente a otras creencias. En los espacios enlos que se extendió el islam regía el princi-pio de que todos podían creer en el diosque más les gustase a condición de quepagasen los impuestos establecidos. Cuan-do los musulmanes conquistaban un terri-torio preguntaban a la población local siquería convertirse al islam. Si no querían,entonces tenían que pagar un impuestoespecial y podían seguir creyendo en eldios que les diese la gana.

Las palabras que matanNuestro mundo se encuentra en una en-crucijada pero hay una tendencia que pa-rece inevitable: viviremos en un mundomulticultural. En realidad siempre vivimosen un mundo así, pero antes no éramosconscientes de ello porque jamás tuvimosmedios de comunicación tan extraordina-rios como la televisión, el teléfono móvil,Internet. En el pasado en China viviómucha gente que jamás se enteró de quemuy cerca existía otro mundo llamado laIndia. Hoy esa ignorancia es prácticamen-te imposible. Hoy tenemos que reflexio-nar sobre lo que deberíamos hacer en lanueva situación en la que nos encontra-mos. El proceso de globalización, el pro-ceso de formación de la sociedad planeta-ria es irreversible. Eso significa que esta-mos obligados a optar por una estructurallena de conflictos, odios, luchas, en lasque todas las culturas y religiones seránenemigas de las restantes culturas y reli-giones, o por buscar el entendimientomediante el conocimiento mutuo. Estádemostrado que el 99% de los conflictosque se producen en el mundo se deben aldesconocimiento mutuo entre sus partici-pantes. Tenemos que reflexionar si, vi-viendo en distintas culturas y con distin-tas religiones, queremos descubrir en lasrestantes culturas lo peor para fortalecerlos estereotipos que tenemos o nos esfor-zaremos por buscar y encontrar puntos deencuentro. Huntington habla del choquede las civilizaciones, pero hay otras teoríasque dicen que las culturas y las civilizacio-nes se pueden alimentar y enriquecer mu-

tuamente. Todo depende del camino queelijamos. Esa elección será decisiva para elfuturo de nuestro planeta. Si dotamosnuestro pensamiento con el lenguaje mili-tar, con ese lenguaje que habla de “unenemigo anónimo”, “de un contrario hos-til”, todo terminará en una catástrofe.Con la enorme cantidad de armas del másdiverso tipo que hay en el mundo (nuclea-res, biológicas, químicas) será muy fácilhacer que el mundo salte por los aires.Ayer fueron atacadas las ciudades nortea-mericanas, mañana podrán ser envenena-das o contaminadas las grandes ciudadesde otros continentes. Eso puede desenca-denar procesos que ya nadie estará encondiciones de contener. Lamentable-mente, por ahora son muy pocos los queven ese peligro como algo muy real.

En una palabra, si nos dedicamos acrear un clima de revancha y venganzapodremos provocar un mal todavía ma-yor. Hoy las palabras hostiles pueden cau-sar consecuencias incalculables. Hoy, an-tes de hablar con el lenguaje del odio, hayque pensarse las cosas cien veces. Somosseis mil millones de seres humanos quevivimos en centenares de culturas distin-tas, con religiones muy diversas y miles delenguas. Somos seis millones de seres hu-manos con intereses diferentes, con obje-tivos, deseos y necesidades distintas.Nuestra sociedad planetaria no tiene unaescala de valores única y común. Tampo-co tiene una autoridad aceptada de lamisma manera por todos. Nadie está encondiciones de imponerle su voluntad. Y,para colmo, esa sociedad planetaria estátan cargada de pasiones opuestas que elempleo del lenguaje del odio y del terrorse asemeja a jugar con una mecha encen-dida junto a un barril de pólvora. Los po-líticos que no tienen en cuenta el contex-to de los últimos atentados terroristas seenredan en un juego muy arriesgado. Amí me preocupa que, en la situación en laque se ha encontrado el mundo, se oigantan pocas voces sensatas, tan pocas opi-niones de gente preocupada por la trage-dia. Mientras tanto, es demasiado fácilimpulsar la coyuntura de la destrucción yla guerra; es mucho más fácil ponerla enmarcha que frenarla o detenerla.

Hace no mucho el rey de Suecia meinvitó a participar en un seminario sobreel futuro del mundo. Yo hablé de las cre-cientes desigualdades, de que el modelode desarrollo que impera actualmente in-crementa y multiplica esas desigualdades.Y encontré una cosa muy interesante enuno de los informes que leí sobre la situa-ción en el mundo. Resulta que esas gran-

DEL MURO DE BERLÍN A LAS TORRES GEMELAS

40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 39: Claves 117

´ ´

des desigualdades fueron advertidas porlos estados mayores militares, entre ellos,el mando militar norteamericano. No lasadvirtieron los políticos, los sacerdotes,los filósofos ni los escritores, sino los mili-tares. Y fueron ellos los que se dieroncuenta de que el actual estado del mundo,por culpa de las insoportables desigualda-des y de la miseria, puede desembocar enun estallido.

¿Bombardear?¿Y luego qué? Es previsible que se produz-can enormes movimientos migratoriosque conducirán a la invasión de nuestromundo, porque es más rico que otros. Elser humano no sabe vivir marginado, des-preciado, ignorado. Al mismo tiempo tie-ne una necesidad irrevocable de poseer supropia identidad y de identificarse con al-go; pero eso no es fácil en un mundo enel que el hambre y la miseria condenan ala migración. Todo movimiento migrato-rio significa la pérdida de las raíces, aun-que garantice al hombre mejores condi-ciones de vida. El hombre nace en un de-terminado lugar y se encariña con él. Lamigración destruye el sentimiento de per-tenencia a un lugar, a una comunidad, auna tradición. Además, la gente que llegade los países pobres a los países ricos tam-bién se siente marginada.

Podemos ver cómo la gente del TercerMundo cambió los últimos años su tácti-ca. Hace apenas 20 años existía el llama-do movimiento de los Países No Alinea-dos que trataba de presentar ideas y exi-gencias globales y de lograr solucionestambién generales. En la mayoría de loscasos nada consiguió y, como consecuen-cia, el Tercer Mundo optó por meterse enel mundo desarrollado y ya, dentro de él,construir sus cabezas de puente. Eso no sehizo según un plan preconcebido, sino de manera espontánea, como resultado deuna reacción instintiva. La gente sintióque presentando propuestas en los forosinternacionales nada conseguiría y optó,por ejemplo, por viajar a Francia, GranBretaña o Estados Unidos y luego llamara algún pariente más. Luego tienen hijosen los nuevos países de residencia y esosdescendientes ya se afincan mejor en lasnuevas tierras. Hay que tener presenteque las sociedades del Tercer Mundo sonjóvenes y dinámicas, mientras que elmundo rico envejece cada vez más. Esprobable que nosotros mismos nos dedi-quemos en el futuro a conseguir mano deobra joven y fuerte para nuestros paísesricos. Por eso es tan importante que nopermitamos la consolidación de los este-

reotipos negativos relacionados con lagente de los países pobres. Hay que cons-truir un mundo tolerante, un mundoabierto en el que podamos existir juntosno solamente nosotros, sino tambiénellos. No hay otra salida.

Ahora bien, es evidente que no todosemigrarán de los países pobres a los ricos.En las zonas menos desarrolladas queda-rán también en el futuro muchos millo-nes de personas, pero no se trata de darlessolamente una ayuda de urgencia, comola que se da a los damnificados por lasinundaciones, los terremotos, el hambre uotro cataclismo. Se trata de crear una con-cepción general de buena voluntad en elmundo desarrollado. Hasta ahora jamássurgió esa concepción. Sí, hace 30 añoslos países desarrollados decidieron queentregarían el 1% de su producto interiorbruto como ayuda para los países en víasde desarrollo, pero ese dinero jamás fuetransferido a los citados países. Y esa faltade buena voluntad general persiste hastaahora. En el seminario del rey de Sueciaal que me referí más arriba el representan-te de la organización Médicos Sin Fronte-ras dio los siguientes datos: en las décadasde los años ochenta y noventa se introdu-jeron en el mercado cerca de 14.000 nue-vos medicamentos. De todos ellos sola-mente 14 fármacos estaban relacionadoscon las enfermedades tropicales. Mientrastanto, las dos terceras partes de la huma-nidad viven en las zonas tropicales y sonmuchos los hombres que mueren por cul-pa de la malaria, la fiebre amarilla, el có-lera, etcétera.

La ética y el humanitarismo no consi-guen obligar a los todopoderosos a adop-tar medidas que reduzcan las desigualda-des. Precisamente por eso, los mandosmilitares aluden a los aspectos prácticosdel problema y dicen sin ambages, en losinformes que mencioné antes que si noayudamos a los pobres, si no nivelamoslas diferencias que hay en el mundo, aca-baremos matándonos unos a otros. Tengola impresión de que, lamentablemente, elpensamiento humanitario atraviesa poruna grave crisis. Confieso que en lo que amí se refiere no estoy en condiciones deescuchar más comentarios sobre el islam yla civilización árabe. Es sorprendente quehoy todos sean verdaderos expertos enesos temas. Me siento harto de escucharcómo se discute sobre a quién hay quematar y cómo hay que realizar la vengan-za, a quién hay que bombardear y a quiénno. Es evidente que hay que descubrir ycastigar a los autores de los atentadoscontra Estados Unidos, pero ese objetivo

no puede empañar el pensamiento en elmomento actual. Si nos dedicamos sólo apensar en los aspectos militares del pro-blema no llegaremos a ninguna parte. Sidespués de asestar un golpe armado vol-vemos a sumirnos en un estado placente-ro, como el que vivimos en la última dé-cada, muy pronto se producirá otro suce-so que volverá a espantarnos.

Hace 10 años, después de la caída de laUnión Soviética, el péndulo del estado deánimo de la gente indicaba un optimismototal, aunque había muchas señales deque alguna catástrofe se avecinaba: esasseñales fueron menospreciadas y nos hun-dimos en la diversión. Vuelvo a la fraseutilizada por Neil Postman: “nos divertía-mos a muerte”. En lo que concierne a Es-tados Unidos hay que decir que su socie-dad siempre fue muy móvil, pero piensoque ahora puede sufrir un cambio radicalsi en todas partes se colocan detectores demetal y controles con vigilantes y agentes,si la gente se deja dominar por el miedo.Hasta ahora Norteamérica fue un verda-dero crisol en el que se mezclaban las másdiversas culturas, razas, religiones y for-mas de vivir. Tengo la esperanza de quesabrá proteger y mantener ese rasgo. El11 de septiembre nos demostró cuán frá-gil es nuestro mundo. La certidumbre deesa fragilidad se antoja muy importantepara nuestra reflexión y, ante todo, paranuestra acción en el mundo. n

Traducción de Jorge Ruiz Lardizábal

RYSZARD KAPUSCINSKI

41Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Ryszard Kapuscinski es periodista. Autor de Elemperador, El Sha y El imperio.

Page 40: Claves 117

DOS DOGMAS DEL LIBERALISMO

ANDRÉS DE FRANCISCO

esde la cátedra a la tertulia radiofó-nica, por escrito o de viva voz, raroes el día en que no haya alguien dis-

puesto a recordarnos las grandes verdadesdel liberalismo, unos con más refinamien-to, otros con premura, pero todos con lamisma confianza profunda, con la mismaconvicción con la que el creyente nos alec-ciona sobre la infinita bondad y sabiduríade su dios. Si hubo un tiempo en que el li-beral convencido se atrincheraba a la espe-ra de tiempos más propicios, ahora ha sali-do de sus trincheras y ha pasado clara-mente a la ofensiva intelectual. No ha desorprender a nadie, pues, que los menoscultos de sus voceros muestren ese sólitodesparpajo de siempre en predicar las nue-vas (en realidad, vetustas) “verdades” delliberalismo, al tiempo que sus antiguosfustigadores se han despojado ya de aque-llas fiebres de juventud y con no menosdesparpajo –como liberados de una pesa-da carga– han abrazado el nuevo/viejo cre-do. Terceras vías, izquierdas renovadas,mercaderes políticos: todos ellos, todasellas –orillados los complejos–, hacen pro-fesión de fe del liberalismo. Y antes comoahora, ni la razón ni la evidencia empíricaparecen armas capaces de hacerles retroce-der, no digamos ya de hacerles dudar. Locual no es tampoco de extrañar, pues ocu-rre que tras la fe religiosa, como tras la feideológica, lo que se esconde no es otracosa que un conjunto de dogmas. Y deldogma es muy difícil apear al creyente,por no hablar del neoconverso, quien lonecesita –al dogma– como nutriente pri-mero de su recién estrenada identidad.

A mi entender, la fe liberal se levantasobre la base de dos dogmas fundamentales.

El primer dogma del liberalismo: equilibrios y autorregulación de los mercadosEl liberal dogmático cree en la autorregu-

lación de los sistemas de relación e inter-cambio basados en procesos descentraliza-dos de toma de decisiones. El sistema des-centralizado por excelencia para el liberales el mercado. Pues bien, su dogma pri-mero es que los mercados se autorregulan.Quiere esto decir que los mercados tien-den al equilibrio por sí mismos, esto es,sin ayudas ni intervenciones exógenas.Los mercados poseen una magia particu-lar, algo así como una mecánica oculta,que los conduce hacia un estado en el quelos agentes no tienen ningún incentivopara cambiar su comportamiento. Y elequilibrio es el estado “natural” de la eco-nomía de mercado, siendo consideradatoda desviación del mismo como “acci-dental o temporal”. Ahora bien, equili-brio y autorregulación son dos cosas biendistintas. Para empezar, el equilibrio es unestado, mientras que la autorregulación es un proceso. Para terminar, puede defi-nirse un equilibrio sin que haya mecanis-mo de autorregulación que conduzca ha-cia él, pero no puede definirse un sistemade autorregulación sin una noción previa yprecisa de equilibrio. Por tanto, la nociónde equilibrio (de mercado) es condiciónnecesaria, pero no suficiente, para la hipó-tesis (o el dogma o la ficción) de la auto-rregulación (de la economía de mercado).

No es extraño, pues, que la heurísticadel equilibrio haya sido fundamental enel desarrollo de la teoría económica. Des-de los orígenes de la disciplina en el sigloXVIII, desde las célebres “condiciones na-turales” de Smith hasta la noción de“equilibrio intertemporal” de Hayek, Lin-dahl y Hicks, pasando por el equilibriogeneral walrasiano, la noción de equili-brio ha sido “la categoría organizadoracentral en torno a la cual hubo de cons-

truirse la teoría económica”1. Apenas hayeconomista sobresaliente en la historia dela disciplina que no haya hecho algunaaportación importante a la teoría delequilibrio, y en dicha noción se basan,desde luego, los más elegantes constructosmatemáticos de la economía moderna.

Más aún, si la economía moderna po-see alguna seña de identidad ésta es justa-mente la del modelo básico de equilibrio,que funde las teorías microeconómicas dela elección del consumidor y de la empre-sa, añadiéndoles el supuesto de la obten-ción del equilibrio. Puede incluso defen-derse, como lo ha hecho Hausman re-cientemente2, que tanto los modelos deequilibrio parcial como los de equilibriogeneral son aplicaciones específicas delmodelo básico, núcleo duro de la llamadaeconomía neoclásica (si se quiere, núcleolakatosiano de un programa de investiga-ción).

¿Qué equilibrios?De la noción de equilibrio pueden decirsemuchas cosas. La primera es que, si bienel equilibrio es, o puede ser, un conceptomatemáticamente preciso, es no obstantematerialmente indeterminado, esto es, va-cío de contenido. Su significado es abso-lutamente dependiente de la exacta espe-cificación de las condiciones iniciales decada modelo3. Así, en efecto, tan en equi-librio podría estar un sistema en el que labota militar somete la cabeza de un ciu-dadano inerme como un sistema de rela-ciones basado en la amistad perfecta.

Claro que el universo de discurso yaplicación de la teoría económica del

D

42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

1 Murray Milgate: ‘Equilibrium: development ofthe concept’, en J. Eatwell, M. Milgate y P. Newman

(comps.), The Invisible Hand, W. W. Norton, NuevaYork-Londres, 1989, pág. 107.

2 Daniel M. Hausman: The inexact and separatescience of economics, Cambridge University Press,Cambridge, 1992, esp. caps. 2 y 3.

3 Cfr. M. Milgate, loc. cit., pág. 112.

Page 41: Claves 117

equilibrio está circunscrito a economíasde mercado donde los agentes, de formadescentralizada, toman sus decisiones deintercambio de bienes y servicios a partirde los precios existentes. No es, pues,cualquier universo ni los equilibrios defi-nidos son equilibrios cualesquiera. Pero,aun así circunscrita la teoría, todavíaqueda espacio para el desarrollo de múl-tiples modelos de equilibrio. Incluso paramodelos que satisfacen la condición deque oferta y demanda se igualan (el mer-cado se vacía), podemos distinguir –co-mo hiciera Marshall– entre equilibrio“temporal”, “a corto plazo” y “a largo pla-zo”. Podemos también superponer a estasnociones la de “equilibrio intertempo-ral”, de la teoría del equilibrio general,que define una secuencia de puntos deequilibrio. Y hay muchos más ejemplos:los modelos de intercambio contestado, deBowles y Gintis4, también son modelosde equilibrio donde se ha renunciado alsupuesto de información perfecta y se hapartido de la existencia de asimetrías in-formativas entre los agentes económicosy, muy particularmente, del problemaagente-principal entre empleadores y em-

pleados. La descripción del mercado detrabajo resultante es muy distinta de lade los modelos neoclásicos estándar. Porotro lado, la teoría de la explotación y lasclases de John Roemer5 incorpora el su-puesto de información perfecta y deduceteoremas de existencia de equilibrios, pe-ro en este caso, y a diferencia de los mo-delos neoclásicos, prueba la existencia deexplotación y de clases en equilibrio:aquí el supuesto crucial es la desigualdadinicial de los recursos. Otro ejemplo: Ser-ge-Christophe Kolm ha probado tambiénla existencia de equilibrios para un siste-ma económico basado en la reciprocidadgeneral (intercambio de don y contra-don), por tanto, para un sistema dondese ha abandonado o se ha relajado el supuesto comportamental del egoísmo,supuesto presente y central en todos losotros modelos mencionados6. Por si fuerapoco, no todos los modelos de equilibriotienen por qué cumplir la condición deigualdad entre oferta y demanda, comola cumplen los anteriores. En verdad, unade las grandes aportaciones de lord Key-nes a la ciencia económica fue probar

que era posible un equilibrio con desem-pleo de los mercados de trabajo, por tan-to, donde estos mercados de trabajo, enequilibrio, no se vacían.

Sin cualificar, pues, la noción deequilibrio es muda. Como dijimos antes,hay tantos modelos de equilibrio comoespecificaciones de las condiciones inicia-les. Ahora bien, si esto es así, inmediata-mente se nos plantea la duda de si cual-quier modelo con solución de equilibrioes también significativo. Entiéndase bien,la significatividad de un modelo se refierea la capacidad del modelo de describir,explicar o predecir un determinado esta-do real de cosas. Al fin y al cabo la econo-mía pretende ser una ciencia positiva queaspira precisamente a eso: a describir, ex-plicar o predecir. Repetimos la pregunta:¿son significativos todos los modelos deequilibrio matemáticamente posibles?Obviamente no. Muchos de ellos segura-mente no sirven más que para ejercitar lascapacidades matemáticas de autor y lec-tor. No podemos –por razones obvias–pasar revista aquí a todos esos modelos deequilibrio con la vista puesta en un posi-ble ranking de significatividad. Por esonos limitaremos al gran modelo de equili-brio de la economía neoclásica, a su apor-tación más impresionante: el modelo deequilibrio general.

Al respecto, son muchas las voces au-

43Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

4 Cfr. S. Bowles y H. Gintis, ‘Contested Exchan-ge: New Microfundations for the Political Economy ofCapitalism’, Politics and Society, vol. 18, núm. 2, 1990.

5 Cfr. John E. Roemer: Teoría general de la ex-plotación y de las clases, Siglo XXI, Madrid, 1989.

6 Cfr. S.-C. Kolm: La bonne économie, PUF, Pa-rís, 1984, esp. cap. 16.

Page 42: Claves 117

torizadas que concuerdan en el siguientediagnóstico7: las pruebas del equilibriogeneral no juegan ningún papel explicati-vo porque, como dice Hausman, no hayningún equilibrio que explicar, no existeel hecho del equilibrio8. Puede probarseque existe un conjunto de precios en el quetodos los mercados se vacían y determinarel conjunto de condiciones suficientes pa-ra que se dé ese estado de equilibrio com-petitivo. Ello, empero, puede no tener re-lación alguna con las economías reales. Y éste es precisamente el caso: la caracte-rística principal de la teoría del equilibriogeneral “ha sido la formalización sin finde problemas puramente lógicos sin el menor interés en producir teoremas falsables sobre el comportamiento econó-mico real…”9.

Pero aun suponiendo que hubiera unequilibrio que explicar, la teoría del equi-librio general puede probar la existenciade equilibrio pero no la de un equilibrioúnico: son pues posibles múltiples equili-brios. Si a esto le añadimos que la teoríano especifica condiciones necesarias, sinosólo las suficientes, habremos de concluirque la teoría del equilibrio general no esciencia empírica, que su poder explicativoo predictivo es prácticamente nulo.

Más aún, incluso si supusiéramos queexiste el hecho del equilibrio general yque éste fuera único y estable, tampocotendría por qué haber modelos empíricosque satisficieran al modelo teórico deequilibrio; pues ocurre que algunos de sussupuestos son demasiado irreales (infor-mación completa y perfecta sobre el pre-sente y el futuro, existencia de un conjun-to completo de mercados de futuros, ren-dimientos constantes a escala…) comopara que hubiera alguna remota posibili-dad de contrastar el modelo. ¿Para quésirve entonces la noción y el modelo delequilibrio, tan central para la ciencia eco-nómica, si su poder explicativo y predicti-vo es tan dudoso? A mi entender, la res-puesta más adecuada es la que ha dado elgran filósofo de la economía, Alexander

Rosenberg: la teoría del equilibrio es lamejor estrategia de fundamentación de lafilosofía política liberal, una filosofía decorte contractualista, en el sentido de unBuchanan o un Hayek, para la que elacuerdo y el contrato entre individuos de-be ser la base del orden político-institu-cional y la libertad de elección individualla base de los acuerdos y los contratos (enespecial, del “contrato social”); una filoso-fía política, por tanto, donde el mercadosea la institución central de la sociedad deindividuos y el Estado y la política, redu-cidos a su mínima expresión, sean enten-didos como meros instrumentos de la li-bertad de la sociedad civil de mercado10.La conexión entre teoría del equilibrio yfilosofía política liberal la rescataremosmás adelante cuando reflexionemos sobreel segundo dogma del liberalismo. Ahoravolvamos sobre el primero, el de la auto-rregulación del sistema de mercado, parael que el concepto de equilibrio –recorde-mos– no era más que una condición ne-cesaria.

¿Qué autorregulación?Supongamos ahora que el modelo abs-tracto del equilibrio general definiera unequilibrio único para toda la economía yque encontráramos un conjunto no vacíode modelos empíricos para la teoría. ¿Sesigue de ello que la economía se manten-drá en dicho estado?, ¿que existen fuerzasque corrigen las desviaciones del estadode equilibrio y obligan al sistema real aconverger hacia él? ¿Se sigue de la supues-ta existencia del equilibrio la existenciatambién de mecanismos de autorregula-ción? De la estática del equilibrio, ¿se si-gue también una dinámica de la conver-gencia? La respuesta a todas estas pregun-tas es manifiestamente negativa. No sesigue. Del teorema de existencia del equi-librio no se sigue que existan procesos deajuste desde estados de desequilibrio, pro-cesos que doten de estabilidad al propioequilibrio competitivo. Y ésta es la granlaguna de la economía neoclásica y de lateoría del equilibrio general, la laguna teórica de cómo los mercados coordinanel comportamiento individual y determi-nan los precios de equilibrio, supuesta suexistencia. No existe tal teoría11: los eco-nomistas se han ocupado principalmentede las propiedades de los equilibrios, da-

das ciertas condiciones hipotéticas; mu-cho menos, y con menor éxito, de la di-námica del ajuste. De hecho, poco se haavanzado desde el argumento de A. Smithsobre cómo la competencia entre consu-midores haría subir el precio hasta elimi-nar el exceso de demanda de una determi-nada mercancía. Este mecanismo es el quesubyace a los reajustes del equilibrio en loscélebres modelos microeconómicos de es-tática comparativa. Pero poco más sabe-mos sobre el proceso real de ajuste y sobrecómo la competencia entre compradores yvendedores determina los precios12.

Conscientes de esta laguna, los econo-mistas teóricos han buscado y propuestomecanismos de ajuste que hicieran esta-bles los equilibrios competitivos. Hasta losaños sesenta, de hecho, dominan los lla-mados modelos walrasianos de tâtonne-ment, pero los supuestos de este mecanis-mo de ajuste son tan irreales (en especialel supuesto de que toda actividad econó-mica aparte de la fijación de precios –estoes, el intercambio, la producción y el con-sumo– sólo tiene lugar cuando se alcanzael equilibrio13) que a partir de los años se-senta empezaron a proponerse y desarro-llarse los denominados “procesos de no-tâ-tonnement” o “procesos de intercambio”(trade processes). Aquí destacan dos gran-des candidatos, los procesos de Edgeworthy los procesos de Hahn. Sin necesidad dedetenernos en las propiedades de cada unode ellos, sí diremos que la principal limita-ción de estos modelos es que en ellos losagentes económicos son patentemente estú-pidos, pues siempre mantienen la creenciade que los precios se mantendrán constan-tes a lo largo del tiempo (quedando así ex-cluida la posibilidad de inversiones espe-culativas) y de que las transacciones seráncompletas en el equilibrio (impidiendo eldesarrollo de estrategias futuras de inter-cambio a precios previstos)14. Mientras nosepamos, con modelos que no incorporensupuestos heroicos (y todos los modelospropuestos los incorporan), cómo se pro-duce el ajuste desde el desequilibrio, la

DOS DOGMAS DEL LIBERALISMO

44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

7 K. Arrow y F. Hahn (1971), págs. vi-viii; Haus-man (1992), cap. 3, o A. Rosenberg (1992), cap. 7.

8 Op. cit., pág. 56. Hasta Hayek lo reconoce:“Un equilibrio económico no existe nunca en la reali-dad”, y desvincula explícitamente la noción de “ordende mercado” de la de equilibrio. Cfr. ‘Competition asa discovery procedure’, en C. Nishiyama y K. R. Leu-be, The Essence of Hayek, Hoover Institution Press,Stanford,1984, cap. 13, pág. 259.

9 Mark Blaug: Economic Theory in Retrospect,Cambridge University Press, Cambridge, 1978, pág.603 [cit. por A. Rosenberg: Economics – MathematicalPolitics or Science of Diminishing Returns?, The Univer-sity of Chicago Press, Chicago, 1992, pág. 202].

12 Ibid.13 Precisamente por ello, como escribe A. Rosen-

berg (op. cit., pág. 214), “en el tâtonnement walrasianono hay proceso de aproximación al equilibrio; nadaocurre hasta que se encuentra el vector de precios quevacía todos los mercados. Sólo entonces tiene lugar elintercambio”.

14 Sobre procesos de ajuste, cf. Franklin M. Fis-her: ‘Adjustment Processes and Stability’, en J. Eat-well, M. Milgate y P. Newman (comps.), GeneralEquilibrium, W. W. Norton, Nueva York-Londres,1989, págs. 36-42.

15 Cfr. Franklin M. Fisher, loc. cit., pág. 42.

10 Cfr. A. Rosenberg: Economics – MathematicalPolitics or Science of Diminishing Returns?, The Univer-sity of Chicago Press, Chicago, 1992, págs. 215-224.

11 D. Hausman, op. cit., pág. 49.

Page 43: Claves 117

teoría del equilibrio no tendrá un funda-mento satisfactorio15.

Y mientras esta laguna no quede cu-bierta por una buena teoría dinámica, lacreencia liberal en la autorregulación delsistema competitivo de mercado tendrá co-mo referencia no tanto la verdad (siquieraaproximada) cuanto la ficción o el dogma.

Aún falta algo para el paso decisivo del liberalismoEn efecto, supongamos probado –contratodo lo dicho hasta ahora– el hecho deque los mercados competitivos generanequilibrios estables, es decir, supongamosprobada la existencia de un mecanismohomeostático a cuyo través se producepermanentemente la autorregulación delsistema y el restablecimiento de la igual-dad de oferta y demanda ante cualquierdesviación o desplazamiento de cualquie-ra de las curvas.

Con todos estos supuestos, el liberaltodavía no estaría en condiciones de ex-traer su corolario práctico decisivo, fun-damento de toda su filosofía política, asaber: comoquiera que toda intervenciónexógena (política, administrativa, corpo-rativa o monopolista) sobre el espontáneofuncionamiento de los mercados es, si nodirectamente perjudicial, en principiosospechosa, se sigue de ello que la función(económica) de los gobiernos debe redu-cirse a la identificación y remoción de losobstáculos que impiden el adecuado fun-cionamiento de los mercados y, a partirde ahí: laisser faire, laisser passer. No puedetodavía sustanciar dicho corolario (el Es-tado mínimo) porque para ello es necesa-rio introducir y justificar un juicio de va-lor previo, a saber: que los equilibrios ge-nerados espontáneamente por losmercados competitivos son buenos equili-brios.

Más aún, sin fundamentar este juicioético-normativo, simple y llanamente, noes lógicamente deducible ninguna filoso-fía política liberal, esto es, el liberalismono podría derivar ninguna pauta generalde actuación sobre el mundo, ni tendríalegitimidad para dirigir recomendacionesde reforma constitucional al legislador, nipodría ofrecer diseños de política públicaal político o al hacedor de políticas. En elmejor de los casos habría desarrollado–cosa que tampoco es cierta– una piezaimportante de ciencia social positiva sobre cómo funcionan los mercados reales, sobre cómo se determinan los preciosy sobre cómo una economía real de mer-cado consigue el estado de equilibrio en-tre oferta y demanda y se mantiene en él.

Mas siempre podría ocurrir que esosequilibrios fueran indeseables, desde elpunto de vista de determinados valores,como la integración social, la justicia dis-tributiva o cualesquiera otros. La cuestiónético-normativa de los equilibrios genera-dos por el mercado –supuesta su existen-cia y la dinámica de convergencia– es,pues, una cuestión decisiva para el libera-lismo.

Tan decisiva es, en efecto, esta cues-tión que la teoría económica, sin abando-nar la ortodoxia neoclásica, ha generadotoda una rama especializada de saber con-centrada en la resolución de este específi-co problema y en validar aquel precisojuicio de valor; una rama de saber econó-mico dedicada, pues, a demostrar que losequilibrios competitivos de mercado sonbuenos equilibrios. Es la llamada “econo-mía del bienestar” (o “economía normati-va”), y de su mano llegamos al segundodogma del liberalismo16.

El segundo dogma del liberalismo: la benevolencia de la mano invisible del mercadoLa Ilustración escocesa hizo una aporta-ción mayor a la ciencia social; algunos in-cluso han llegado a decir que esa granaportación hizo posible el surgimiento dela ciencia social. Esta gran aportación, es-te gran descubrimiento, es el principio dela coordinación espontánea17 de los siste-mas descentralizados de interdependenciasocial y de toma de decisiones. De esteprincipio básico puede derivarse un con-junto de paradigmata para la ciencia delos procesos sociales, esto es, para la diná-mica cultural e institucional de las socie-dades. El principal de estos paradigmataes que los marcos institucionales (los libe-rales prefieren decir “órdenes institucio-nales espontáneos”) son el resultado nointencionado de (miríadas de) acciones in-tencionales. En las palabras tantas veces

repetidas –sobre todo por Hayek– deAdam Ferguson, las instituciones socialesson “el resultado de las acciones humanaspero no del diseño humano”.

Lo que la Ilustración escocesa estabaasí originando es un espacio epistémico enlas ciencias sociales para las hoy denomi-nadas “explicaciones de manoinvisible”18. Esta gran intuición (la exis-tencia de procesos espontáneos de coordi-nación interindividual con resultados noprevistos ni deseados por los agentes im-plicados) permitía a la ciencia social abrirun hueco entre dos grandes visiones alter-nativas de la evolución histórica, el deter-minismo naturalista y el racionalismo cons-tructivista, esto es, entre una visión de ladinámica social que afirma la existenciade leyes históricas e inexorables de evolu-ción y la visión según la cual el cambio es,o puede ser, planificado deliberada y ra-cionalmente desde determinados centrosde poder y saber, tecno-burocráticamente.Para una y otra de estas concepciones al-ternativas al paradigma evolucionario elcambio social es predecible; en el caso delracionalismo constructivista es ademásmodificable.

No es casual que fueran dos grandesliberales del siglo XX los que mayor interésse tomaran en desmontar estos paradig-mas alternativos. No es casual que K.Popper dedicara una obra decisiva contrael determinismo evolucionista, es decir,contra lo que él mismo denominó “histo-ricismo”, y que concluyera con un teore-ma de imposibilidad: dado que la historiade la humanidad es un “proceso evolucio-nario único”, simplemente no puedenexistir leyes de sucesión ni evolución. Co-mo tal proceso único, no puede ser glo-balmente predecible. Recuérdese el ejem-plo de Popper: “La más cuidadosa obser-vación de una oruga en desarrollo no nosayudará a predecir su transformación enmariposa”19. No puede haber por tantouna ley científica universal de desarrolloglobal de la sociedad sustentada sobre laexistencia de un solo caso: la historia mis-ma de la sociedad. Como mucho, puedehaber tendencias, pero las tendencias noson leyes: “Una proposición que afirme laexistencia de una tendencia es existencial,no universal”20. Y las tendencias cambian

ANDRÉS DE FRANCISCO

45Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

16 La sociología –dicho sea al paso–, cuyo refu-gio en la técnica estadística apenas le ha permitido serciencia social positiva, ni siquiera ha pretendido oimaginado una rama ético-normativa de saber socioló-gico, una sociología normativa: le ha faltado el plante-amiento, el problema y el juicio decisivo de valor quesustanciar. Uno de los patéticos resultados de esta si-tuación es que el sociólogo, a diferencia del economis-ta, poco tiene que ofrecerle al hombre de acción, másallá de su sociometría de tendencias. En ausencia deuna sociología normativa, la capacidad de la sociolo-gía de orientar, marcar o ceñir el paso de la acción po-lítica es simplemente nula.

17 Cfr. James M. Buchanan: ‘ConstitutionalEconomics’, en J. Eatwell, M. Milgate y P. Newman(comps.), The Invisible Hand, W. W. Norton, NuevaYork-Londres, 1989, págs. 79-87.

18 Frente a las explicaciones de mano oculta (hid-den-hand explanations), cfr. R. Nozick: ‘Invisible-handExplanations’, en R. Nozick, Socratic Puzzles, HarvardUniversity Press, Cambridge, Mass., 1997, cap. 9.

19 La miseria del historicismo, Alianza, Madrid,1987, pág. 123.

20 Op. cit., pág. 129.

Page 44: Claves 117

inesperada y súbitamente; las leyes uni-versales son invariables.

Tampoco es de extrañar que F. vonHayek dedicara, a su vez, enormes esfuer-zos a contrarrestar la otra alternativa, elracionalismo constructivista, y que tam-bién concluyera con un teorema de impo-sibilidad: dados “los estrechos límites delconocimiento humano”, en frase de Hu-me, dada la complejidad informacionaldel mundo y dada la distribución aleato-ria y descentralizada de esa información,no hay agencia central ni burocracia esta-tal ni organización política capaces deprocesar toda esa información y planificarun cambio global del curso institucionalo cultural21. Semejante soberbia hiperra-cionalista siempre es castigada con el fra-caso y con altísimos costes sociales.

Para Hayek, el evolucionismo histori-cista suponía la naturalización de la historiahumana, suponía entenderla desde el con-cepto clásico de physis, esto es, comokosmos. Por el contrario, el racionalismoconstructivista suponía su artificialización,entender la historia y la evolución de la hu-manidad desde el concepto de nomos, estoes, como taxis22. En el primer caso, la ac-ción humana no cuenta y/o se subordina aun supuesto telos o fin de la historia, o a unsupuesto logos o ley de la historia; en el se-gundo, los hombres cuentan tanto que casise han convertido en dioses capaces de pre-ver y planificar el futuro. El liberal que creeen la imparable creación espontánea de or-den institucional concibe el proceso históri-co como esencialmente indeterminado,donde la previsión y la intervención huma-nas son posibles pero siempre desde la pers-pectiva de la “ingeniería social fragmenta-ria”, como reforma siempre tentativa e in-cremental (basada en el ensayo y el error)del marco institucional existente para apro-ximarlo, Hayek dixit, a un sistema de “re-glas sabias” (wise rules) que vierta los incen-tivos y las constricciones adecuados sobre(y, ante todo, para que no bloquee) los pro-cesos espontáneos de coordinación social.Porque el legislador o el policy-maker, paralos liberales, no puede pretender llevar a ca-bo reformas o transformaciones institucio-nales que optimicen globalmente.

La propia naturaleza, a la hora de di-señar sus algoritmos evolucionarios23, ja-más persigue adaptaciones que suponganóptimos globales, entre otras cosas porqueno son posibles intertemporalmente: sólopuede conseguir óptimos locales (queeventualmente pueden ser contraadaptati-vos ante futuras e imprevisibles modifica-ciones del entorno). De la misma manera,piensan los liberales, los procesos evolu-cionarios encargados del cambio institu-cional optimizan localmente y la ingenie-ría social fragmentaria ha de limitarse acrear las condiciones más favorables paraque el sistema social pueda seguir optimi-zando localmente en el futuro, para quepueda seguir diseñando (espontáneamen-te) nuevos algoritmos evolucionarios queresuelvan los futuros e imprevisibles pro-blemas adaptativos que se le plantearán alorden institucional vigente. Si la evolu-ción de las especies es un largo proceso de“acumulación gradual” de cambios resul-tantes de la operación de algoritmos evo-lucionarios de selección natural, siemprelocalmente adaptativos, la evolución delas instituciones también responde a laacumulación gradual de innovaciones ins-

titucionales que resultan de la aplicaciónde mecanismos de mano invisible que re-suelven problemas adaptativos según sevan presentando. En ambos casos el pro-ceso es un proceso ciego sin superinteli-gencia que lo dirija.

Huelga decir que el paradigma evolu-cionario es una maravillosa aportación dela Ilustración escocesa a la ciencia social.En efecto, una enorme cantidad de proce-sos sociales (desde la diferenciación fun-cional y la división del trabajo hasta la di-fusión de innovaciones, pasando por tran-siciones económicas y políticas y procesosde modernización) es describible comoprocesos evolucionarios; una enorme can-tidad de mecanismos de coordinación yagregación social (la competencia de mer-cado, los mecanismos de influencia perso-nal e imitación social, la confianza inter-personal, etcétera) es describible comomecanismos de mano invisible; y unaenorme cantidad de instituciones (el mer-cado también, y la democracia y el Estadomoderno y tutti quanti…) es describiblecomo fenómenos emergentes (no inten-cionados y laterales) de la acción inten-cional. Sin duda alguna, la aportación de

DOS DOGMAS DEL LIBERALISMO

46 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

21 Cfr. F. von Hayek, ‘The Use of Knowledge inSociety’, en C. Nishiyama y K. R. Leube, The Essenceof Hayek, Hoover Institution Press, Stanford, 1984,cap. 11.

22 Cfr. F. von Hayek, ‘Dr. Bernard Mandeville’,en C. Nishiyama y K. R. Leube, The Essence of Hayek,op. cit., cap. 9, pág. 180.

23 Sobre “algoritmos evolucionarios”, cfr. DanielC. Dennett: Darwin’s Dangerous Idea, Simon &Schuster, Nueva York, 1995, cap. II. 4.

Page 45: Claves 117

la Ilustración escocesa a la ciencia socialha sido una aportación mayúscula.

Ahora bien, manos invisibles y proce-sos evolucionarios son, respectivamente,mecanismos y procesos normativamenteneutros24. Pueden servir para explicar ydescribir dinámicas y resultados (por cier-to, no para predecirlos), pero lo que nopodemos pretender es que estos automa-tismos sociales y estos procesos espontá-neos de filtro y ajuste sean eo ipso buenosautomatismos y buenos procesos desde elpunto de vista de la ética social. Fenóme-nos de “contrafinalidad” (por decirlo conSartre) y de perversidad evolucionaria tam-bién abundan en el registro histórico: bas-te con pensar en la multitud de aplicacio-nes empíricas del juego del dilema delprisionero. El paradigma evolucionario esun buen paradigma para la creación debuenas teorías positivas; no podemos pre-tender que además nos sirva para hacerbuena ciencia normativa y, mucho me-nos, para cimentar visiones panglosianasdel devenir histórico. Pase por que las ma-nos invisibles generan espontáneamenteorden institucional; pero forma ya partedel wishful thinking liberal pretender queesas manos invisibles generen buen ordeninstitucional.

Esta visión caritativa de los automa-tismos sociales de los sistemas espontáne-os (no interferidos) de interdependenciala hereda el liberalismo de la Ilustración,escocesa y alemana, que como es sabidohizo abundante uso de esta optimista fic-ción: Mandeville, Smith, Kant, Hegel; to-dos ellos terminaron aceptando, en uno uotro formato, alguna versión mefistofélicade la historia y la dinámica social en laque el cambio responde a fuerzas que“siempre quieren el mal pero siempre pro-ducen el bien”25. La historia, en efecto,parece avanzar por el camino malo, valer-se de las más bajas pasiones humanas, delvicio, pero al final, no sin astucias, triun-fará el bien y la virtud. Obviamente el li-beral no tiene por qué asumir compromi-sos metahistóricos tan explícitos y con-tundentes, pero el aparato mental delliberal es básicamente el mismo cuandohabla de “armonía económica”, “orden es-pontáneo” (Hayek), “comprensión orgá-nica de los fenómenos sociales” (K. Men-

ger) o “equilibrios eficientes de mercado”.En definitiva, con mayores o menoresvuelos metahistóricos, lo cierto es que elliberal cree firmemente en la benevolenciade la mano invisible del mecanismo demercado, esto es, de un sistema descen-tralizado y competitivo de asignación ydistribución basado en decisiones de in-tercambio guiadas por el egoísmo maxi-mizador. Éste es a mi entender el segundodogma del liberalismo.

Ya argumenté en contra del primerdogma del liberalismo (que existen equili-brios generales y que el mercado los gene-ra de forma unívoca y estable), al que lla-mé dogma de la autorregulación. A conti-nuación me propongo argumentar contrael segundo: que los equilibrios de merca-do son buenos equilibrios. Si es bastanteclaro que las manos invisibles no tienenpor qué ser en general benevolentes, que-da por saber si la concreta mano invisibledel mercado es benevolente.

Mercado, equilibrio de mercado y eficiencia económicaDemostrar que los equilibrios competiti-vos de mercado tienen una propiedad –laeficiencia– que los hace deseables es la ta-rea fundamental de la economía del bie-nestar o economía normativa. La econo-mía del bienestar entiende la eficienciaeconómica –para no caer en los proble-mas de comparación interpersonal de uti-lidades privadas– como optimalidad pare-tiana, que sólo computa ordinalmente laspreferencias individuales. Un estado so-cial es un óptimo de Pareto si y sólo si na-die puede mejorar su situación en térmi-nos de utilidad sin reducir la de algúnotro, quien naturalmente vetaría el cam-bio de estado; por eso se dice que un óp-timo de Pareto es una situación en la que,por no darse veto alguno, hay unanimi-dad.

El criterio de eficiencia paretiana, co-mo criterio o “regla” de unanimidad, es aprimera vista muy poderoso. En efecto, siun número dado de personas deciden oeligen por unanimidad una determinadacosa, ello significa que no hay otra elec-ción factible que prefieran unánimementea aquella, pues de lo contrario la habríanelegido. Puede que alguien, aislada e indi-vidualmente, la prefiriera pero, al no serunánimemente preferida, alguien habríaque saldría perjudicado y vetaría esa elec-ción alternativa. El criterio de eficienciaes así respetuoso con la libertad de elec-ción, pero es –subrayémoslo– un criteriode elección social, no individual.

Pues bien, el resultado más elegante

de la economía del bienestar es el celebé-rrimo teorema fundamental, que afirma losiguiente: a) bajo determinadas condicio-nes (especialmente, inexistencia de exter-nalidades) todo equilibrio de mercadoperfectamente competitivo es un óptimode Pareto; y b) bajo ciertas condiciones(especialmente, inexistencia de economíasde escala) todo estado social Pareto-efi-ciente es también un equilibrio perfecta-mente competitivo de mercado.

La idea es fácil de entender y, como elpropio criterio de eficiencia, muy podero-sa a primera vista. En efecto, un equili-brio perfectamente competitivo de mer-cado es, por definición, el resultado de unintercambio multilateral donde las parteshan decidido, dados sus recursos inicialesy sus ordenaciones de preferencias, entraren relaciones voluntarias de intercambioy, puesto que oferta y demanda se hanigualado (esto es, puesto que el mercadose ha vaciado), se sigue que la situaciónresultante es una situación de unanimi-dad: si dos personas son libres de inter-cambiar entre sí, no puede haber otro in-tercambio posible para ellas que las dosprefieran al que realizan (puede que nin-guno), sin que lo hubieran elegido. Si unmercado perfectamente competitivo,donde sólo son posibles transacciones vo-luntarias y perfectamente informadas, sevacía es que no hay alternativa posibleque todos prefirieran; si el mercado no sevaciara, sí existiría esa alternativa deseadapor todos, o al menos por alguien o algu-nos siendo todos los demás indiferentes26.

Si, por un lado, el criterio de eficien-cia resulta satisfactorio como criterio deelección social; si, por otro, consideramosque un mercado perfectamente competi-tivo es un mecanismo de asignación y dis-tribución atractivo porque respeta las pre-ferencias y la libertad de elección de losindividuos (dados sus recursos), entoncesun teorema que (bajo ciertas condiciones)ligue ambas cosas, mercado y eficiencia,ha de ser un teorema con un extraordina-rio poder de convicción moral. Al liberaldogmático, desde luego, le parece muyconvincente.

Las deficiencias de la eficienciaSupongamos que la economía real demercado satisface todas y cada una de lascondiciones del Teorema Fundamental dela Economía del Bienestar (TFEB, a par-tir de ahora) y que éste se cumple: la eco-

ANDRÉS DE FRANCISCO

47Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

24 Cfr. R. Nozick: ‘Invisible-hand Explanations’,op. cit., pág. 192.

25 Cfr. Hirschman: The Rhetoric of Reaction, TheBelknap Press of Harvard University Press, Cambrid-ge, Mass., 1991, pág. 14. Hirschman se refiere obvia-mente a la interpretación que hace Goethe del queha-cer de Mefisto.

26 Cfr. Serge-Christophe Kolm: Le libéralismemoderne, op. cit., págs. 49-50.

Page 46: Claves 117

nomía está permanentemente en su nú-cleo o vuelve rápidamente a él. Hay pueseficiencia económica. ¿Estaríamos satisfe-chos con este escenario?…

El criterio de eficiencia es un criteriode elección social tan respetuoso con la li-bertad (negativa) de los individuos comolo es el propio mercado, paradojas del li-beral paretiano aparte. Lo que no es, es un criterio de equidad distributiva: nocomputa ninguna información sobreigualdad de recursos entre los agentes queintercambian en el mercado. De hecho, laeficiencia económica puede predicarse desituaciones sociales de máxima desigual-dad y polarización en la propiedad de losrecursos, donde un solo individuo pose-yera toda la riqueza distribuible. De mo-do análogo, tampoco es la eficiencia pare-tiana un criterio de integración social,pues también pueden considerarse efi-cientes situaciones con elevados niveles desegmentación social.

Y si la eficiencia no es criterio de equi-dad distributiva ni de integración social,tampoco el mercado es el mecanismo idó-neo para conseguir ni la igualdad de re-cursos ni la integración. El mercado distri-buye a partir de dotaciones iniciales y rea-signa recursos a los precios determinadospor la interacción de oferta y demanda. Laigualdad resultante no está (ni puede es-tar) entre las incógnitas del complejísimosistema de ecuaciones que el mercado su-puestamente resuelve. De la misma forma,tampoco es el mercado un mecanismoadecuado de integración social. En efecto,estar integrado significa sentir la comuni-dad como propia y la propia identidad co-mo perteneciente a la comunidad. El idealde ciudadanía tiene mucho que ver conesto. Pues bien, difícil resultará mantenerestos lazos de pertenencia que ligan al in-dividuo con su comunidad, que hacen alhombre ciudadano, sin garantizarles a losindividuos (y a los grupos) determinadosderechos de existencia social. Estos derechos,lejos de asignarlos el mercado, tiende a di-solverlos, porque esos derechos se constru-yen a base de bienes públicos, y éstos –sabi-do es– no puede asignarlos ni proveerlosni el más perfecto de los mercados.

¿Nos importa la justicia distributiva,nos importa la integración social? Natu-ralmente que importa, incluso al más re-calcitrante de los liberales. La cuestión essaber qué combinación (qué trade-offs) es-tá dispuesto el liberal a aceptar entre efi-ciencia económica, igualdad distributiva eintegración social. Expresado en términosya no de fines sino de medios, la cuestiónes saber hasta qué punto estamos dispues-

tos a intervenir sobre el mercado y a com-plementarlo.

“¡Cuanto menos, mejor!”, es la res-puesta clásica del liberalismo. Y si el libe-ralismo es coherente, su respuesta no pue-de ser otra que ésta. Pues si algo caracteri-za al liberalismo, ello es su firmecompromiso con la libertad individual deelección, una libertad –todo sea dicho–entendida de forma característica: comolibertad de interferencia externa (libertadnegativa) para la toma de decisiones sobrela base de cualesquiera preferencias dadas.La libertad liberal no es ni libertad inte-rior, en el sentido socrático-aristotélicoclásico, ni libertad positiva, en el sentidorepublicano. Es libertad en sentido liberal.

Por eso no extraña la fascinación queel liberalismo ha sentido por el criterio deeficiencia y, más aún, por el TFEB, queconecta libertad de elección, mercadocompetitivo y eficiencia económica. Gra-cias a la benevolente mano invisible delmercado, el ejercicio de la libre elecciónindividual (para intercambiar y establecerrelaciones contractuales) es perfectamentecompatible con la eficiencia, que es uncriterio de elección social: la racionalidadindividual y la colectiva, la decisión indi-vidual y la social, milagrosamente, coinci-den y se funden en una única racionali-dad, la racionalidad del mercado. Cual-quier otra combinación (entre libertad eigualdad, entre libertad e integración, en-tre integración y eficiencia…) plantearáproblemas de “incompatibilidad”. Elmercado, esa mágica mano invisible, esta-blece, nada menos, una relación de co-im-plicación entre libertad y eficiencia. Estoes al menos lo que afirma el TFEB.

Maravilloso en la pizarra y sin embargo irrealizableAhora bien, supongamos que sólo impor-tara la libertad en sentido liberal, que noestuviéramos dispuestos a sacrificarla pornada; supongamos que los humanos fué-ramos moralmente insensibles ante losproblemas de igualdad y solidaridad o in-tegración. Supongamos, en definitiva,que la eficiencia fuera el único criterioético-normativo de elección social. ¿Acep-taríamos el segundo dogma del liberalis-mo expresado en el TFEB? Pues podríaocurrir que dicho teorema describiera unmagnífico castillo, pero no en tierra sinoen el aire, un espléndido escenario de po-sibilidad matemática pero de infactibili-dad social, un mundo feliz de “libertadnatural” pero irrealizable en una sociedadde hombres de carne y hueso…

A mi entender, éste es justamente el

caso. Las condiciones de posibilidad delteorema son simplemente quiméricas.Desgraciadamente para el teorema funda-mental y para el segundo dogma del libe-ralismo, los mercados reales –no los de lapizarra– son terriblemente imperfectos ytienen fallos. En efecto, los mercados rea-les –no los ideales– no sólo padecen de ex-ternalidades y de economías de escala,condiciones exigidas respectivamente porlos dos sentidos del teorema, sino tambiénpadecen de serios límites: a menudo no sevacían (por ejemplo, los mercados labora-les con desempleo voluntario) y, en cual-quier caso, son incapaces de suministrardeterminados tipos de bienes, los bienespúblicos, de los que no sólo dependen cru-cialmente la equidad o la integración so-cial (cosa que ahora no nos importa, dadoque nos hemos supuesto insensibles a estascuestiones) sino también, como ahora sa-be la llamada economía de la información,la propia eficiencia económica. Pero ade-más, el TFEB parte del supuesto de que lainformación de los agentes económicos escompleta y perfecta: el mercado ha de serperfectamente competitivo; por tanto, que-dan excluidas las asimetrías informativas ylos costes de transacción. De nuevo, desgra-ciadamente para el teorema fundamentalel mundo real de la economía de mercadoestá lleno de asimetrías informativas y decostes de transacción. Y estas asimetrías ycostes no sólo disparan los “mercados delimones”, la “selección adversa”, el “azarmoral” o los problemas “agente-princi-pal”, lindezas técnicas éstas que –junto alos tradicionales “fallos del mercado”–quiebran toda esperanza de soluciones efi-cientes. También generan, consolidan yreproducen relaciones de poder y domina-ción a través de los mismos mercados, deforma que éstos –los mercados; sobre todolos de trabajo– ya no son sistemas asépti-cos de intercambios voluntarios, sino sis-temas despóticos de intercambio disputado.

El mundo de eficiencia económicacompuesto de egoístas maximizadoresque intercambian en mercados perfecta-mente competitivos es, digámoslo ya, unautopía: la utopía liberal. Para muchos, en-tre los que me hallo, es además una uto-pía poco interesante o poco atractiva, estoes, una contrautopía, un “mundo feliz” enel sentido de Huxley. Los liberales dog-máticos la consideran no sólo deseable, si-no también factible.n

DOS DOGMAS DEL LIBERALISMO

48 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Andrés de Francisco es profesor titular de la facul-tad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM.

Page 47: Claves 117

“Para los desengaños siempre haytiempo, hay dómines, hay bibliotecas.Para el amor por la poesía del pensa-miento, hay Borges”

(Ezequiel de Olaso, Jugar en serio).

unque mi estancia enGinebra se debiese amotivos vagamente aca-

démicos, el fin de semana estabaresultando perfecto en su placi-dez. Quizá algo menos de calorhubiera sido de agradecer, peroel mes de julio se adentraba de-cididamente en la canícula, y elRódano resplandecía, un pococongestionado, con fulgores me-diterráneos. Mínimos inconve-nientes que se alivian saliendo apasear bien temprano: así lo hi-ce yo aquel domingo, encami-nándome hacia el cementerio dePlainpalais, donde está enterra-do Borges. Es el campo santollamado “de los Reyes”, situadoen un barrio discreto pero nomuy lejano del centro mismo dela ciudad. Un muro lo rodeaque recorrí de arriba abajo, en-contrando varias puertas cerra-das: ¿sería posible que el do-mingo no pudiera visitarse oque aún fuese demasiado pron-to? Ante una de las entradas porlas que no se podía entrar vi unbar, también clausurado, con un nombre funcional y no des-provisto de humor negro: “AuxAdieux”. Supongo que beber pa-ra despedirse es comenzar ya aejercitar el saludable olvido.“¡Ánimo! ¡La vida debe conti-nuar!”, suele decirse en tales ca-sos al aparentemente inconsola-ble, pero pronto dispuesto alconsuelo. Y se hace semejanterecomendación como si la vidanecesitara nuestra colaboraciónpara continuar, como si no fue-

se a continuar de todos modos,queramos o no, con nosotros o apesar de nosotros y siempre des-de luego contra nosotros…

En una calle lateral encontrépor fin acceso expedito al recin-to mortuorio. Y penetré en unjardín sereno, susurrante, de cá-lidos perfumes matinales. Lastumbas están convenientementeseparadas, como los asientos enla clase business de un avión in-tercontinental. No hay amonto-nado agobio ni promiscuidadindebida, porque ahí no se en-tierra a cualquiera: parece másbien una antología de muertos.Es un lugar más propicio a ladistensión que al sobrecogi-miento, en el que aquel jovenpríncipe indio no habría proba-blemente sentido nunca el im-pacto traumático de la muerteque le convirtió en Buda. Enuno de los bancos que flanqueansus educados senderos está sen-tado un caballero de medianaedad –de mi edad– que lee elperiódico. Como somos los dosúnicos vivos a la vista, le saludocon un leve murmullo, al quecorresponde con una cortés in-clinación de cabeza, mientraspienso que no hay mejor lugarpara enterarse de la actualidadque entre tumbas. Es el remediomás eficaz para corregir el afánde noticias, la superstición –di-ría Borges– de que cada día ocu-rren cosas nuevas e importan-tes. A partir de ahora, me pro-pongo leer siempre los diarioscomo si estuviese tomando elfresco de la mañana en un ce-menterio.

¿Tendré que explorar todo eljardín luctuoso para encontrarla lápida de Borges, de la queguardo el desvaído recuerdo dealguna fotografía? Afortunada-

mente, estamos en Suiza y el or-den configura el paisaje tantoantes como después de la muer-te. En la pared del edificio tana-torio, a modo de puente demando del campo santo, en-cuentro la lista de los huéspedesy las coordenadas para situar suubicación en un pequeño planoadjunto. De modo que con po-cas vacilaciones puedo orientar-me hacia Borges. En el caminopaso junto a una tumba cuya lá-pida horizontal tiene forma delibro y que quizá no le hubieradesagradado, pero que corres-ponde a un editor ginebrino. Fi-nalmente ahí está su lápida, a lasombra de un árbol frondoso ycon otro banco frente a ella,propicio para sentarse a leer omeditar. Es una piedra grisácea,de forma irregular y sin pulir,adornada con una viñeta en re-lieve en la que me parece ver si-luetas de antiguos guerreros yuna leyenda en la periclitadalengua de los vikingos, que des-de luego no entiendo: “… andne forthedon ná”. También fi-gura en islandés la cita de la“Völsunga Saga” que Borges uti-lizó en su cuento Ulrica: “Em-puña su espada y la pone entresus desnudeces”. La espada dela voluntaria castidad luego reti-rada por la pasión, la espada deldeber entre Tristán e Isolda, laespada ausente entre Ulrica y Ja-vier Otálora, la definitiva espadaque separa a las amantes y cuyafrialdad ya nada puede caldear:la espada de la muerte.

Hay un punto de rebusca-miento quizá, de manierismo entodo esto. ¿Morboso? Así deberesultar para algunos fetichistas,que ya han robado al menos unavez la losa. Pero desde luego to-do monumento funerario, hasta

el que se reduce al nombre delfallecido junto a las fechas de sunacimiento y óbito, incluso elque se limita a una simple cruz oa un montón de piedras, todosincurren en el exorcismo y la re-dundancia. Cuando se trata delibrarse de los despojos de lamuerte, cualquier énfasis sim-bólico está siempre de más. Perode ese exceso, de esa superflui-dad que se rebela impotente ygesticula contra el vacío, surgeaquello que en los orígenes dis-tinguió al animal humano delresto de las bestias, si los antro-pólogos no yerran. El hombrees el animal sepulturero, el poe-ta innecesario e incansable de sumuerte. De todos los epitafiosposibles, ya que sin epitafios nopodemos pasarnos, prefiero elde aquel remoto militar roma-no: Credo certe ne cras. Estoy se-guro de que no hay mañana.También le hubiera convenido aJorge Luis Borges, que más deuna vez insistió en que queríamorir del todo, desaparecer “coneste compañero, mi cuerpo”. Pe-ro ¿acaso alguien puede sincera yconscientemente querer morirde veras, siendo la muerte el vaciamiento absoluto del que-rer que somos? ¿No es ese quererno querer ya un querer cuya in-tensidad pretende o se vanaglo-ria de detenerse a sí mismo, apesar de Schopenhauer y del budismo? ¿No encierra todo es-te tejemaneje muchos quilatesde ironía, de esa ironía metafísi-ca de la cual Borges fue indis-putado maestro?

Me hago, sin dejar de sonreíry de temblar, estas preguntas ca-si infantiles –de niño asustado–mientras aguardo en el asientofrente al túmulo de quien ha si-do y es, desde hace tantos años,

50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

S E M B L A N Z A

BORGES: LA SONRISA METAFÍSICA

FERNANDO SAVATER

A

Page 48: Claves 117

mi escritor favorito. Si él no pu-do salvarse, menos podré salvar-me yo. Aguardo con un designiono menos pueril que tales cogi-taciones. Una señora se acercapor el sendero entre las tumbas,haciendo rodar a su lado una in-congruente bicicleta. Ya nadapuede extrañarme hoy: ¡ciclismoen el campo santo! Por lo menosno pretende ganar un sprint…Acecho su llegada a mi altura pa-ra que me saque una fotografíajunto a la piedra tombal, lo cualno es menos idiota ni más ab-surdo que su propia bicicleta oque la reunión fortuita de éstacon un paraguas sobre una mesade disección, por recordar a Lau-treámont. La recién llegada esmuy amable y, mientras poso,

cruzamos comentarios ligeros so-bre lo agradable de este corral demuertos y lo saludable del aire-cillo que sopla, aliviando el cre-ciente calor del día. “Voy a ha-cerle otra, por si acaso”, insistecon tono profesional y helvético.Yo pienso lo de “¡trágame, tie-rra!”, pero ahuyento de inme-diato el tópico que en este lugarreviste connotaciones particular-mente ominosas. Y de nuevo seme viene a los labios la sonrisairónica, la sonrisa borgiana antenuestro impostergable descon-cierto metafísico.

La encuentro al trasluz de mu-chas de las páginas que he leídoal maestro argentino, pero sobretodo en un breve poema, de tonopor cierto nada explícitamente

humorístico. Se encuentra en Lacifra, penúltima recopilación po-ética de Borges publicada cuandoéste tenía 82 años. Se titula ‘Laprueba’ y dice así:

“Del otro lado de la puerta un hombredeja caer su corrupción. En vanoelevará esta noche una plegariaa su curioso dios, que es tres, dos, uno,y se dirá que es inmortal. Ahoraoye la profecía de su muertey sabe que es un animal sentado.Eres, hermano, ese hombre. Agradez[camoslos vermes y el olvido”.

He dado a leer en varias oca-siones estos versos a distintaspersonas, no todas indocumen-tadas y algunas perspicaces. Leshe urgido a constatar lo insólitode su tema, incluso la provoca-

ción que encierra. Creo que só-lo en dos casos el lector ha sabi-do ver con prontitud que tratade lo que cualquiera puede co-gitar mientras espera su turnoen el retrete. Lo cierto es que noabundan los poemas dedicadosal hombre en trance de defecar.Y éste no pretende servir comoletra de un rock ni ha sido com-puesto por un joven con afán deescandalizar, sino que viene fir-mado por un anciano y exquisi-to escritor que resume en pocaslíneas su experiencia, su desen-canto irónico, su terrible com-pasión. Un par de siglos atrás,Jonathan Swift deploró en otroverso que su amada, su etérea yespiritual amada… shits. Hay al-go de incurablemente puritanoy de espiritualismo morboso enesta protesta del deán. El poemade Borges, en cambio, es vigo-rosa y resignadamente materia-lista. La prueba irrefutable de que no estamos destinados a la perennidad inmortal sino a lapodredumbre es que soñamosde vez en cuando con raros dio-ses pero tenemos habitualmenteque cagar dos veces al día. El ex-cremento del que nos desemba-razamos cotidianamente confir-ma que antes o después seremostambién mero abono y nadamás. “Escatología” es la palabracastellana que se refiere junta-mente a los delirios que tratandel más allá y a las menciones denuestra basura. Como en otrasocasiones, el auténtico logro li-terario no corresponde a la deli-beración de un autor sino a laanónima tradición poética en-cerrada en la lengua que mane-ja. La habilidad de Borges fueescribir un poema escatológico enel doble sentido de la palabra.No encierra una lección trucu-

51Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Jorge Luis Borges

Page 49: Claves 117

lenta a lo Valdés Leal, sino unaconstatación que nos alivia delas contorsiones y temores de latrascendencia: “¿Qué ibas a ha-cer tú, animal defecante, en unmás allá sin sanitarios ni cuerpoque los requiera?”. La necesidadde Dios y de su paraíso nos lle-ga por lo que oímos contar, pe-ro lo que conocemos visceral-mente es la urgencia de aligerarel vientre. No deberíamos con-siderar, pues, una desgracia laaniquilación que finalmente de-be absolvernos. Y, sin embargo,Borges sabe muy bien que in-cluso sentados en la taza fatídicaseguiremos hasta lo último es-peculando sobre la trascenden-cia. De ahí la sonrisa, leve y pa-tética como las pocas que Dan-te se consiente en su viaje adinferos, que Borges no subrayaen estos versos sino que prefieredejar al criterio del lector, cuan-do –tras repasar dos o tres vecesel poema– consiga por fin darsecuenta de lo que se le señala, delo que es.

Podríamos contrastar el pesode este argumento excrementicioa favor del materialismo con otrono menos irónico pero plena-mente “idealista” a favor de laexistencia de Dios, que Borges–parodiando a san Anselmo– lla-ma “argumentum ornithologi-cum” (incluido en El hacedor):veo en un segundo pasar unabandada de pájaros; no sé cuán-tos pájaros he visto: “Si Dios exis-te, el número es definido, por-que Dios sabe cuántos pájaros vi.Si Dios no existe, el número esindefinido, porque nadie pudollevar la cuenta. En tal caso, vimenos de diez pájaros (digamos)y más de uno, pero no vi nueve,ocho, siete, seis, cinco, cuatro,tres o dos pájaros. Vi un númeroentre diez y uno, que no es nue-ve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro,tres o dos. Ese número entero esinconcebible; ergo, Dios existe”.Y, de nuevo, la sonrisa.

Sobre los últimos días deBorges contamos con el testi-monio literario de Héctor Bian-ciotti, en su reflexión autobio-gráfica Como la huella del pája-ro en el aire. El poeta murió enel número 28 de la Grand Rue

ginebrina, dentro de la parte an-tigua de la ciudad, en un apar-tamento en el que sólo alcanzó avivir tres días y que está situadoa pocos metros de la casa natalde Juan Jacobo Rousseau y tam-bién de la del excelente actorMichel Simon, protagonista dealgunas películas de Renoir y de la inolvidable El cebo, de La-dislao Vajda. Junto a la casa hayuna placa en la que se reprodu-cen unos cuantos versos suyosen los que proclama a Ginebrala ciudad más digna de ser habi-tada que conoce. Bianciotti, queestaba presente en el momentodel fallecimiento, aporta unoscuantos rasgos conmovidos y undetalle tangencial, que es el queprefiero. En la mesilla de noche,junto a su último lecho, Borgestenía un volumen con una se-lección de la correspondencia deVoltaire (estoy seguro de que se-ría el de Le livre de poche, que yotambién guardo sobado y su-brayado) y los Fragmentos, deNovalis, que le leía en alemánla enfermera encargada de cui-darle por las noches. Voltaire yNovalis, la precisión y el enso-ñamiento, la ironía y la imagi-nación, la luz y la penumbra: losdos polos entre los que osciló ensu vida y que combinó en susobras. También cuenta Bian-ciotti anécdotas que revelan queBorges conservó su agilidadmental hasta el último momen-to. En una de esas charlas dedespedida salió el tema de las li-teraturas sajonas que él amaba y,sin vacilar, Borges recitó una ris-tra de versos de áspero sonido,en los cuales Bianciotti adivinóvoces inglesas. Luego comentó:“Es horrible, ¿no?”. Por lo vistose trataba de un fragmento de latraducción de la Odisea perpe-trada por William Morris, elutopista decimonónico que pre-tendía extirpar del inglés todaslas voces de origen latino. Cuan-do, cuerdamente, Bianciotti lepreguntó por qué se había mo-lestado en aprender de memoriaalgo que consideraba horrible,obtuvo esta respuesta admirableenunciada con tono festivo: “Lafealdad es tan memorable comola belleza”.

Creo sin embargo que, al me-nos una vez, la predilección deHéctor Bianciotti por el estilonoble y por atenerse a lo reve-rencial le juegan una mala pasa-da. Refiere un episodio del pa-sado de Borges, cuando éste sehospedaba en el hotel D’Alsacede París. Periodistas y estudiantesle esperaban junto al restaurante,a la hora en que solía bajar a de-sayunar. Ese día también estabaBianciotti, junto a un joven fo-tógrafo al acecho. El ascensor sedetuvo, la puerta se abrió y allíestaba el poeta ciego en toda sufrágil majestad, encerrado “en laangosta cabina, refulgente de adornos dorados sobre el es-pejo, como en un retablo”. Y di-ce Bianciotti que el joven fotó-grafo, arrobado, murmuró para sí“es una hostia”, lo que él consi-dera una adecuada metáfora delgran creador literario ya quetambién “la hostia, apenas ma-terial, alberga a un dios”. No se-ré yo quien pretenda enturbiar elaura del carismático momento,pero me asalta una duda. Si elfotógrafo habló en francés, nadatengo que añadir ni que enmen-dar a lo comentado por Bianciot-ti; pero si la frase fue dicha en es-pañol (y tengo el pálpito de quelo fue), la cosa cambia. Entoncesla exclamación sería sin duda no“es una hostia” sino “¡es la hos-tia!”, vulgarismo ponderativo eirreverente que equivale a “estu-pendo” o al aún peor educado“¡cojonudo!”. Lo cual tambiénsignificaría a su modo una exce-lente glosa del impacto que pro-ducía el Borges anciano, conver-tido en icono del mundo mágicode las letras, incluso entre aquellosque menos las frecuentaban.

Mucho se ha hablado y en to-dos los tonos –desde los esfuer-zos académicos a las jaculatoriasnigrománticas– sobre la presen-cia de temas filosóficos en laobra de Borges. Hace años,cuando eran menos frecuentesestos análisis, el profesor floren-tino Roberto Paoli y yo solíamoscoincidir en congresos borgia-nos; íbamos armados con sen-das ponencias sobre las relacio-nes entre Schopenhauer y Bor-ges. Como nuestros comentarios

fundamentalmente coincidían–el suyo más documentado, elmío más apresurado e intuitivo–vigilábamos con inquietud el or-den en que habían de ser leídaslas intervenciones, porque obli-gadamente el que hablaba pri-mero condenaba al otro al déjàvu. Pese a ello, o por ello, nosllevábamos muy bien. A mi jui-cio, el mejor y más completo es-tudio sobre este tema es el deJuan Nuño, titulado La filosofíade Borges. En él se propone unlúcido recorrido por los princi-pales tópicos metafísicos que in-trigaron a Borges –la infinitudde los mundos, los arquetiposplatónicos, el yo ilusorio, las paradojas del tiempo, etcétera–,al hilo de sus textos en prosa me-jor conocidos. Pese al título de su libro, la tesis de Nuño esprecisamente que Borges carecede filosofía propia y sólo se intere-sa por esas notables ideas acu-ñadas por otros con motivos es-téticos o lúdicos: “Que en Bor-ges haya ciertos y determinadostemas filosóficos no deberá nun-ca entenderse como que su pro-pósito fue hacer filosofía, y me-nos aún que su obra entera rezu-ma o contiene claves metafísicasque sólo esperan por su desper-tar”. Aun más, una fijación ex-cesivamente “profesional” porparte de los doctos en el plante-amiento borgiano de esas cues-tiones, como si fueran exposi-ciones académicas en miniatura,nos llevaría a perdernos el au-téntico gozo literario que procu-ra la lectura de sus textos: “Esinnegable que Borges encierratemas de valor metafísico, perojustamente eso: el encierro valemás que los temas. Y el temordel comentarista es siempre el demaltratar o echar a perder o pre-terir la maravillosa envoltura”. Elpropio Borges confirmó en di-versas ocasiones este criterio, co-mo por ejemplo en una entre-vista de 1979: “Yo he usado la fi-losofía, la metafísica, comoinstrumento literario. No soy unpensador. Creo que soy incapazde pensamientos propios”.

¿Es ésta, pues, la última pala-bra sobre la cuestión? A mi juicioy sin desmentir en lo esencial es-

BORGES: LA SONRISA METAFÍSICA

52 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Page 50: Claves 117

te punto de vista, aún puedenañadirse algunas cosas. No sólosobre el papel de la filosofía en laobra de Borges, sino sobre el pa-pel mismo de la filosofía en nues-tra cultura, revelado a través deluso que Borges hace de ella. Laspreguntas filosóficas no son me-ros problemas, como los que su-cesivamente se plantea y respon-de la ciencia, sino cuestiones vi-tales en las que estamos total yperdurablemente implicados notanto como sujetos de conoci-miento sino como personas. Lasrespuestas de las ciencias experi-mentales cancelan las preguntas alas que corresponden y sirven pa-ra ir más allá de ellas: por eso po-demos decir que en ciencia se daun auténtico progreso y la física ola biología que nos interesan aho-ra son las de hoy, incluso las demañana, pero no –salvo por ra-zones de erudición histórica– lasdel siglo III o X. En cierta forma,las contestaciones que da la cien-cia a los interrogantes sobre la realidad sirven para apaciguar,aunque sea momentáneamente,nuestra curiosidad y nuestra de-sazón respecto a ella. En cambio,las respuestas a las preguntas fi-losóficas nunca cancelan sufi-cientemente éstas; al contrario,sirven para profundizar en ellas ymantenerlas abiertas. No cierranlos interrogantes, sino que se in-corporan a su devenir, enrique-ciéndolos y agravándolos. Por esolos “progresos” en filosofía sonsiempre muy relativos, consis-tiendo más bien en refinamientosde lenguaje que en aportacionesresolutorias; y también por esonuestro interés por Platón, Spi-noza o Schopenhauer no es enmodo alguno arqueológico, sinotan vivo y presente como el quesentimos por Heidegger o Ber-trand Russell. Los científicosoperan para salir de dudas, los fi-lósofos para entrar en ellas. Qui-zá la diferencia estribe en que lla-mamos científicas a las preguntasque nos “hacemos” con tal o cualobjetivo que deseamos alcanzar,mientras que tenemos hoy porfilosóficas las preguntas que “so-mos”, que nos constituyen comohumanos y de las que no pode-mos zafarnos como no podemos

librarnos de nuestra propia con-dición.

Los relatos y poemas de Bor-ges son extraordinariamente sen-sibles, perspicazmente sensibles,a esta doble condición urgente eirresoluble de la indagación filo-sófica. El contraste entre lo irre-nunciable de la cuestión y lo im-posible de librarse de ella pormedio de una respuesta, que só-lo traslada el nivel de nuestraperplejidad a un nivel más sutil ypor supuesto más rico en para-dojas, produce un efecto de hu-morismo reflexivo que los lecto-res de Borges (o de Shakespeare, ode Cervantes, o de ThomasMann…) hemos disfrutado mu-chas veces. Ese humor suele es-caparse a los profesionales de lafilosofía, que nunca renuncian aconsiderar su disciplina sobre elmodelo acumulativo y progresi-vo de las ciencias. La guasa deBorges ante tales dómines quedamuy bien expresada en estaanécdota que recoge RobertoAlifano en su Biografía verbal delpoeta: “Un filósofo argentino yyo conversábamos una vez sobreel tema del tiempo. Y el filósofodijo: ‘En cuanto a esto, se hicie-ron muchos progresos estos últi-mos años’. Y yo pensé que si lehubiera hecho una pregunta so-bre el espacio, seguramente élme hubiera respondido: ‘Encuanto a esto, se hicieron mu-chos progresos en estos últimoscien metros’. Es un filósofo muyconocido”. Tan conocido que to-dos hemos conocido alguna vezprofesores del mismo jaez. Yo re-cuerdo cierto congreso nada me-nos que sobre el tema de Dios,en el que se me ocurrió decir quenada había leído mejor acerca deesa cuestión que lo expuesto porDavid Hume en sus Diálogos sobre la religión natural (en reali-dad debería haberme remitidodirectamente al De rerum na-tura, de Lucrecio). Un reputa-do académico se escandalizó de que yo desconociese los avancesque a tal respecto se habían he-cho desde el siglo XVIII: ¡por lovisto ha habido noticias recientesde Dios que a Hume lógica-mente le llegaron tarde y que yo,más culpable, también ignoro!

Una de las intuiciones másgeniales de Borges (y que pruebasu profunda comprensión de latradición filosófica) es que con-templa las grandes construccio-nes especulativas no como pro-ductos refinados del uso lógicode la razón sino, por el contrario,como obras maestras de la ima-ginación. Con su habitual tonoligero de scherzo, comenta enuna de las notas de Discusión:“Yo he compilado alguna vezuna antología de la literaturafantástica. Admito que esa obraes de las poquísimas que un se-gundo Noé debería salvar de unsegundo diluvio, pero delato laculpable omisión de los insospe-chados y mayores maestros delgénero: Parménides, Platón,Juan Escoto Erígena, AlbertoMagno, Spinoza, Leibniz, Kant,Francis Bradley. En efecto, ¿quéson los prodigios de Wells o deEdgar Allan Poe –una flor quenos llega del porvenir, un muer-to sometido a la hipnosis– con-frontados con la invención deDios, con la teoría laboriosa de un ser que de algún modo estres y que solitariamente perdu-ra fuera del tiempo?”. Borges po-dría también haber mencionadootras sublimes criaturas imagi-narias como el tiempo mismo yel espacio, el ser, la naturaleza, elyo, el infinito, el libre albedrío…Toda una mitología abstracta,organizada racionalmente perooriginada en un primer ímpetufabulador que no difiere total-mente del que moviliza a losgrandes literatos. Volvemos auno de los más caros juegos in-telectuales borgianos: ¿qué pasa-ría si leyésemos de modo dife-rente a los filósofos, si en lugarde tomarlos por parientes algoengolados de los observadorescientíficos los colocáramos ennuestra biblioteca junto JulioVerne y Lovecraft? Por cierto, re-cuerdo que hace muchos años,buceando en los estantes de lalibrería Foyle’s de Londres, en-contré la Fenomenología del es-píritu hegeliana en el apartadode las ghost-stories.

Ahora bien, esta expediciónirónicamente inusual es de ida yvuelta: si nos atrevemos a leer los

textos filosóficos como literaturafantástica –sin por ello desvalo-rizarlos en modo alguno, paceRudolf Carnap–, también pode-mos leer sin demérito ciertos re-latos tónicamente imaginativoscomo piezas filosóficas. Quizá eslo que estaba implícitamente so-licitando Borges que se hicieracon algunos de sus textos másrepresentativos. La mayoría deesos cuentos autorizan implica-ciones trascendentes en nuestraconsideración de lo real e inclu-so podemos hacer de ellos lec-turas en clave de actualidad ur-gente. El inolvidable e “inolvi-dante” Funes, por ejemplo,abrumado por una memoria tanexhaustiva que ya no le permiteconocer ni razonar… ¿no nosilustra en cierto modo sobre lavertiente oscura de nuestros or-denadores, cuya congestión dedatos on line acaba por bloquearen lugar de potenciar nuestrasfunciones intelectivas? Cuandoante los esfuerzos taxonómicosde John Wilkins, empeñado enacuñar su idioma analítico, Bor-ges acota que “cabe sospecharque no hay universo en el senti-do orgánico, unificador, que tie-ne esa ambiciosa palabra”, ¿nonos está remitiendo a la cosmo-gonía materialista de cosas quenacen y mueren pero sin un“conjunto” que aparezca o desa-parezca, tal como supuso tam-bién finalmente el astrofísicoFred Hoyle en contra de su pro-pia doctrina del Big Bang? Encuanto al relato ‘La lotería de Ba-bilonia’, quizá nos ofrezca unaparáfrasis de eso que tantas vecesllamamos con misterio “el Siste-ma”, según opina Horacio Capelen ‘Borges y la geografía del sigloXXI’, incluido en su libro Dibu-jar el mundo: “Como en Babilo-nia también todo parece dictadopor el Sistema, que algunos lla-man el Capitalismo. En realidad,no sabemos bien si sigue exis-tiendo o si desapareció; ni si loque tenemos son las consecuen-cias de un Sistema puesto a pun-to en el siglo XIX y que funcionapor inercia pero que en realidadha cambiado con la acción delos gobiernos, del Estado de bie-nestar, de la ONU, de indivi-

FERNANDO SAVATER

53Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 51: Claves 117

duos concretos como Soros yotros que tienen capacidad paraquebrantar y hundir, aunque seamomentáneamente, el buen fun-cionamiento del Sistema. En elcaso de que siga existiendo, nosabemos si el Sistema perduraráhasta el fin de la historia, que yaha llegado al decir de un tal Fu-kuyama. También podría ser queel Sistema –como la Compañía–fuera omnipresente, pero sólo aefectos de cosas insignificantes(los salarios, el ocio, los muebles,el coche), mientras que lo esen-cial le escapara (el pensamiento,la voluntad, la libertad para de-cidir personalmente); o que tam-bién esto le dependa. E inclusoalgunos se atreven a decir que enrealidad el Sistema no existe, quefue un invento de un tal Marxque vivió hace ya más de un si-glo y que en realidad son otrosprincipios aún por descubrir losque realmente gobiernan la eco-nomía y la vida de los hombres”.Etcétera.

Sin duda el eclecticismo filo-sófico de Borges no es simpleconsecuencia, como él quiso ha-cernos creer, de incapacidad pa-ra alumbrar ideas propias sinode un radical y poético escepti-cismo, el cual también implicauna toma de postura especulati-va. Ser verdaderamente escépti-co es juzgar el trayecto de la fi-losofía desde los presupuestos dela filosofía misma. El escepticis-mo borgiano no absolutiza ni la misma propensión a la duda: lapunzante capacidad de descreerno le lleva a invalidar perezosa-mente la propuesta de creenciastentativas, ni siquiera a rechazarla validez relativa –respecto aotras– de algunas de ellas. En suensayo ‘Avatares de la tortuga’,incluido en Discusión y uno delos que dedicó a las fascinantesparadojas de Zenón de Elea, ob-serva: “Es aventurado pensarque una coordinación de pala-bras (otra cosa no son las filoso-fías) puede parecerse mucho aluniverso. También es aventura-do pensar que de esas coordina-ciones ilustres, alguna –siquierade modo infinitesimal– no separezca un poco más que otras”.Y concluye: “Nosotros (la indi-

visa divinidad que opera en no-sotros) hemos soñado el mundo.Lo hemos soñado resistente,misterioso, visible, ubicuo en elespacio y firme en el tiempo; pe-ro hemos consentido en su ar-quitectura tenues y eternos in-tersticios de sinrazón para saberque es falso”. Si no me equivo-co, “falso” no quiere decir aquícrudamente “irreal”, sino “dis-tinto y superpuesto a la reali-dad”. Es decir, en lenguaje dehoy, virtual, porque todo pensa-miento no hace sino proponer yjugar con una realidad virtual.Lo cual no invita a prescindirdel empeño filosófico, pero losomete a una cura esencial decordura… por medio de unasonrisa.

Spoudaios paizein: jugar enserio. Con esa expresión curiosa,casi tierna, inquietante al repen-sarla, caracteriza Platón el que-hacer del filósofo. Del juego tie-ne la filosofía su carácter no ins-trumental, la ligereza de cuantose sustrae momentáneamente alos afanes de lo necesario y lasupervivencia, un cierto puntoincluso de irresponsabilidad ypetulancia, el empeño en crearmaquetas a escala para luego ex-perimentar con ellas de mododelirantemente riguroso: el filó-sofo es en una sola pieza la rata,el laberinto y el observador quetoma notas (pero si un niño secuela en el laboratorio, cuandose encuentre con ese laberinto yla rata mareada en él, ¿acaso nolo tomará por un juguete estu-pendo?). Sobre todo, la filosofíaes juguetona por su tono perpe-tuamente juvenil, incluso pueril:el feroz Calícles, con la manoen el pomo de la espada, le re-prochaba a Sócrates su infantil einfantilizadora insistencia en je-roglíficos mentales que son pro-pios de críos o de adolescentesgranujientos en formación, node hombres hechos y derechos.Y hasta los más severos y aburri-dos puntales de la tradición fi-losófica (¡y mira que pueden lle-gar a ser severos y aburridos!)guardan un algo de niñería son-rosada, un punto de travesura. Yello proviene de que juegan “enserio”, como siempre juegan los

niños y casi nunca los adultos.Los niños nunca juegan paradistraerse, sino para concentrar-se. Y a los filósofos les pasa igual.

Jugar en serio: así tituló el fi-lósofo argentino Ezequiel deOlaso su libro de ensayos sobreBorges. Y más allá de lo atinadoo descarriado del resto de suscomentarios sobre él, en generalmuy estimables, acertó plena-mente con esa denominación.Porque nadie jugó tanto litera-riamente y tan en serio comoBorges, quien elogió a los que sejugaban la vida en una esquinade cuchillos o una carga de ca-ballería mientras se jugaba la su-ya sobre el tablero del ajedrez,del parchís o de la oca, en la pa-lestra inusual de la biblioteca: yel envite fue no menos grave,porque la vida es lo que siempreestá en juego y lo que se pierdesiempre. Lo que cuenta –para elque cuenta– es saberlo. A algu-nos, y no de los peores ni menosperspicaces, les irrita esta di-mensión lúdica borgiana, casiostentosa a veces. En sus apun-tes editados póstumamente,protesta así Elías Canetti: “Nome gusta nada Borges. No cho-ca con piedra. La reblandece”.¡Grave reproche, por parte de al-guien que parece destinado a serlector simbiótico de Borges! ¿Se-rá la causa un exceso de paren-tesco entre ambos –también elodio es una forma de parentes-co, señaló Unamuno– o quizáque el ultrameditativo Canettifue en el fondo menos filosóficoque Borges, porque nunca llegóhasta el fondo mismo de la filo-sofía, donde acecha el juego ynada más que el juego? Cues-tión de simpatías, formas dis-tintas de afrontar la roca final,con la que tanto tropieza quienchoca estruendosamente –y aveces suena a hueco– comoquien la acoge como si fuera unaalmohada de plumas, aunqueno menos infranqueable.

Ahí está Borges, presente yausente en su tumba ginebrinacomo cualquier otro muerto. Yano responderá más. Somos aho-ra los lectores quienes debemoscontestar por él, a partir de él.Estas páginas han sido mi res-

puesta: no desde la erudiciónque no poseo ni desde la autori-dad que respeto malamente, si-no desde la fidelidad a lo queme causó placer. Porque tam-bién es un placer y casi un re-medio conocer los quilates y losmeandros de lo irremediable.Según parece, Borges es defini-tivamente uno de nuestros clási-cos. ¿Un clásico? Chesterton, aquien con razón Borges admira-ba, lo definió así en su ensayobiográfico sobre Charles Dic-kens: un clásico “esto es, un reydel que puede ahora desertarse,pero que no puede ya ser des-tronado”. El monarca sin súb-ditos, aquel del que se alejan conrebeldía los que se llevan su he-rencia, la voz que suena a travésde quienes le desconocen o leolvidan, el monumento contrael que se orina con impiedadmientras se enjuga una lágrima:de nuevo el tema del traidor y elhéroe. n

[Capítulo del libro Jorge Luis Borges, depróxima aparición en Ediciones Ome-ga].

BORGES: LA SONRISA METAFÍSICA

54 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Fernando Savater es filósofo y escri-tor.

Page 52: Claves 117

55Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

a Guerra Civil española seluchó en tres frentes simul-táneos: en los campos de

batalla, en las cancillerías euro-peas y en los solemnes despachosde los ministros de Hacienda y delos gobernadores de los bancoscentrales. Este último frente es elmenos conocido, aunque no porello el de menor trascendencia,porque no debe olvidarse queuna guerra si algo requiere es di-nero. No en vano, cuando en1499 Luis XII preguntó al con-dotiero Gian Ciacomo de Tri-vulzio qué se necesitaba paraconquistar Milán, éste contestóimperturbable que se precisabantres cosas: dinero, dinero y di-nero. Ya lo había dicho el ilustrehistoriador romano: pecunia ner-vus belli. Y si el dinero es el ner-vio de la guerra, para la SegundaRepública española, sorprendi-da el 18 de julio de 1936 por uncruento golpe de Estado, dineroera el oro del Banco de España,707 toneladas en lingotes y mo-nedas de distintas clases enterra-das en pleno centro de Madrid.Tal cifra situaba a nuestro bancoemisor entre los más ricos delmundo, después del Sistema dela Reserva Federal de los Esta-dos Unidos, del Banco de Fran-cia y del Banco de Inglaterra.

En las reservas metálicas delBanco de España depositó la Re-pública su confianza para obte-ner la victoria sobre los militaressublevados. Persuadido de elloestaba Indalecio Prieto, un hom-bre pesimista por naturaleza que,sin embargo, en una resonantealocución radiada el 8 de agostodel 36 manifestó su seguridad enel triunfo, pues el Gobierno dis-ponía de una baza financiera que,jugada adecuadamente, garanti-

zaba el fracaso de la rebelión:

“Si las guerras se ganan principal-mente a base de dinero, dinero y dine-ro –afirmaba Prieto–, la superioridadfinanciera del Estado, la del Gobiernode la República, es evidente. Aún dandopor ciertos los auxilios financieros que sedice han recibido los rebeldes para pre-parar la subversión, esos medios son no-toriamente insuficientes para sostenerla.Podría juntarse todo el alto capitalismoespañol en voluntad suicida y todos losmedios serían escasísimos ante los muydilatados del Estado… Todo el oro deEspaña, todos los recursos monetariosespañoles, todos absolutamente todos,están en poder del Gobierno: son lasreservas de oro que han venido garanti-zando nuestro papel moneda. El únicoque puede disponer de ellas es el Go-bierno. Ese tesoro nacional permite alGobierno español una resistencia ilimi-tada, en tanto que la capacidad finan-ciera del enemigo es nula”1.

Ésta era la tranquilidad queel metal acumulado por el Ban-co de España inspiraba al líderde PSOE, quien como antiguoministro de Hacienda (lo habíasido en 1931) conocía bien elimpresionante volumen de re-servas que poseía la entidad ma-drileña de la Cibeles; como unTácito redivivo, creía a pies jun-tillas que el dinero era la clavedel éxito en una guerra.

Por supuesto, no era el únicoque pensaba de esta manera.Francisco Largo Caballero, elhombre fuerte de la UGT al queManuel Azaña encomendó lapresidencia del Consejo de Mi-nistros el 4 de septiembre de1936, albergaba las mismas es-peranzas: manifestó que el orosería el talismán que permitiríaarrollar a los enemigos de la Re-

pública. En sus controvertidasNotas históricas de la guerra deEspaña dejó constancia escritadel valor que atribuía al tesoroescondido en los sótanos delBanco:

“El Gobierno republicano se encon-tró, en el momento de la sublevaciónsin armas, pero el Banco de España es-taba en la capital y en él existían todaslas reservas de oro y plata; sin ellas elGobierno republicano habría tenidoque capitular inmediatamente, pues nole quedaba ni la esperanza de adquirirlos medios de defensa del régimen”2.

Y Juan Negrín, consciente delas ventajas que suponía contarcon las reservas de oro del Bancode España, tampoco dudó, al me-nos al principio, de la fortalezaeconómica de la República. Poreso, el hombre sobre cuyas an-chas espaldas recayó la financia-ción de la guerra, primero comoministro de Hacienda y luego co-mo jefe del Gobierno, convenci-do de que sin oro no había Re-pública, no vaciló en vender has-ta la última onza del relucientemetal amarillo almacenado en lascajas fuertes del emisor madrile-ño. Porque, en efecto, las piezasamonedadas y los lingotes delBanco de España sostuvieron du-rante tres años el esfuerzo militarde los defensores de la legalidadrepublicana. Fue el único recursofinanciero al alcance de los go-biernos de Giral, de Largo Caba-llero y del propio Negrín para ad-quirir en el extranjero alimentos,combustible, materias primas y,lo más imprescindible de todo,armamento y municiones. Con

oro, las unidades del ejército de laRepública pudieron resistir el em-puje incesante de Franco y de susaliados alemanes e italianos; sinoro, el régimen se hubiera des-plomado en cuestión de semanas.

El tesoro del Banco de EspañaLas reservas metálicas del Bancode España se hallaban almacena-das en Madrid, en la inexpugna-ble cámara acorazada que la enti-dad poseía en los sótanos de suedificio central de Cibeles. Cons-truida en los años treinta, era unprodigio de ingeniería que com-binaba seguridad, los progresosde la mecánica de su época y la tí-pica elegancia y suntuosidad de lacasa. Se ingresaba franqueandouna impresionante puerta circularblindada, detrás de la cual se en-contraba un inmenso y ampliopozo con una profundidad de 35metros. Para descender al sótanose podían utilizar unas estrechasescaleras débilmente iluminadas oun montacargas con forma dejaula, protegido por sólidos ba-rrotes de hierro. Una vez alcanza-do el suelo, se llegaba a una plataforma desde la cual, tras cruzar un puente levadizo, se accedía a un amplio vestíbulo deparedes desnudas. A la izquierdase abría la puerta de entrada a lascamarillas particulares, donde elBanco guardaba el metálico, lasjoyas y los objetos de valor de susclientes, y a la derecha se situabael portalón de la cámara reserva-da; quedaba todavía por recorreruna galería con una sucesión depuertas de hierro forjado hasta al-canzar la denominada caja reser-vada de metálico, donde perfec-tamente ordenados en anaquelesde aluminio se apilaban los lin-gotes y las bolsas que contenían

E C O N O M Í A

LA SEGUNDA REPÚBLICAESPAÑOLA Y EL ORO DE MOSCÚ

PABLO MARTÍN ACEÑA

2 Los volúmenes con Las notas histó-ricas de la guerra en España (1917-1940)de Francisco Largo Caballero se encuen-tran depositados en el Archivo de la Fun-dación Pablo Iglesias, en Madrid.

1 El discurso se publicó en El Socia-lista del 9 de agosto de 1936.

L

Page 53: Claves 117

las monedas de oro y de plata. Lasuperficie de la cámara, sepultadaen pleno centro de Madrid, ocu-paba 2.500 metros cuadrados; sublindaje especial había sido fabri-cado en Nueva York; y la delicadaobra, ejecutada para su instala-ción, había exigido resolver mul-titud de problemas técnicos ori-ginados por las aguas subterráneasque fluyen por el paseo del Prado.De la apertura de la cámara esta-ban encargados tres claveros: unode los subgobernadores, el inter-ventor y el cajero de metálico.Cada uno de ellos poseía un jue-go de llaves, los únicos que per-mitían la apertura de la puertablindada y de los portones de en-trada a los vestíbulos, las camari-llas y las cajas reservadas.

La práctica totalidad del teso-ro estaba formado por piezasacuñadas de muy diversas clases,con tan sólo 72 lingotes y unaspocas onzas sueltas. La variedadnumismática del stock metálicoera verdaderamente extraordina-ria. Las existencias incluían nu-merosas monedas españolas anti-guas y modernas de 20, 25 y 100pesetas; el resto consistía en unamiríada de piezas extranjeras: so-beranos ingleses, libras esterlinas,francos, napoleones y luises fran-ceses, marcos alemanes, liras ita-lianas, rublos rusos, florines ho-landeses, francos belgas y suizos,escudos portugueses, pesos ar-gentinos, chilenos y mexicanos, ysobre todo “águilas” americanas.En conjunto, cerca de 23 millo-nes de onzas troy 3. La mayorparte de las monedas, en especiallos dólares, habían entrado en lacaja fuerte del Banco durante la I Guerra Mundial, cuando labonanza económica de la quedisfrutó el país originó una ava-lancha de divisas que permitiórealizar compras masivas de oroen el mercado internacional.Luego, celosamente guardadodurante los años veinte y treinta,el tesoro se conservó casi intactohasta julio de 1936.

El oro y la Guerra Civil

¿Qué sucedió exactamente conel oro durante la Guerra Civil?¿Dónde, cómo y a quién se lovendieron las autoridades repu-blicanas? ¿Qué cantidad de di-visas en dólares, libras esterlinasy francos ingresó el Tesoro de laRepública por la venta del teso-ro del Banco de España? ¿Hubosuficiente oro para comprar ar-mas? ¿Qué se terminó antes, laguerra que perdieron los repu-blicanos o los recursos que em-plearon en financiarla?

Las reservas auríferas del Ban-co de España se trasladaron dosveces. Primero, en el mes de sep-tiembre, a los polvorines de LaAlgameca, ubicados en la BaseNaval de Cartagena; y un mesdespués al centro de Moscú, alDepósito de Metales Preciososdel Comisariado del Pueblo paralas Finanzas. En ambos casos lasórdenes salieron de Negrín, el to-dopoderoso ministro de Hacien-da de la República, si bien con-taron con la plena aquiescenciadel presidente del Gobierno, Lar-go Caballero. Las reservas se eva-cuaron a Cartagena para evitarsu captura por los militares re-beldes, cuyo asombroso e impa-rable avance hacia Madrid hizotemer que la capital cayera sinremedio en sus manos. La se-gunda orden de Negrín, tan re-pentina e inesperada como la an-terior, fue enviar las reservas deoro a Moscú. En el plazo de tresdías se embarcaron en 4 buquesrusos 7.800 cajas con más de 510toneladas de oro en monedas ylingotes. Negrín adoptó esta in-sólita decisión porque creía queponiendo el tesoro español enmanos de Stalin se aseguraba elapoyo militar y la protección dela Unión Soviética, la única po-tencia europea que en el otoñode 1936 se mostró dispuesta avender armas a la República.

El oro español se vendió pri-mero en París y luego en Moscú.En la capital francesa lo com-pró el Banco de Francia, que en-tre julio de 1936 y marzo de1937 absorbió un tercio de lasreservas del Banco de España.El resto lo adquirió el BancoCentral de la Unión Soviética, elGosbank. A cambio, la Hacien-

da de la República recibió divi-sas –dólares, libras esterlinas yfrancos– para pagar las importa-ciones de suministros civiles ymilitares que llegaron desde dis-tintos puntos de la geografíamundial. El Banco de Franciacompró oro español porque leconvenía: para defender la esta-bilidad del franco, sometido afuertes tensiones especulativas,y para reforzar las reservas me-tálicas del país. Pero tambiénporque sus dos responsables,Vincent Auriol, el ministro deFinanzas, y Emile Labeyrie, elgobernador del banco emisor,decidieron ayudar, a su manera,a los republicanos españoles.Hombres de profundos senti-mientos antifascistas, prestarona sus homónimos de Madrid elapoyo que éstos les solicitaron.Ni Enrique Ramos (ministro deHacienda con José Giral) niJuan Negrín tuvieron dificulta-des para colocar fondos en París,ni para realizar todo tipo deoperaciones financieras. Aurioly Labeyrie facilitaron el tránsitode metales preciosos por el te-rritorio francés, agilizaron suconversión en divisas, las trans-firieron sin dilación a las cuentasbancarias, que telegráficamenteles indicaban los responsablesdel Banco de España, y rechaza-ron con contundencia los repe-tidos intentos de los agentes ylos amigos de Franco que pre-tendieron paralizar las exporta-ciones de oro e impedir su com-pra por la entidad gala. Las rela-ciones del gobernador Labeyriecon Luis Nicolau d’Olwer y conJulio Carabias, respectivamentegobernador y subgobernador delemisor español, fueron fluidas yse desarrollaron sin incidencias.París continuó siendo el centrofinanciero de la República in-cluso después de que Negrín re-solviese prescindir del Banco deFrancia y enviar las reservas deoro a Moscú. Ni la entidad ban-caria, ni el Ministerio de Finan-zas galo modificaron su política:los agentes y los diplomáticosrepublicanos en la capital fran-cesa movieron fondos y recur-sos con plena libertad, sin en-torpecimientos oficiales y sin te-

mor a que sus cuentas pudiesenquedar bloqueadas.

El segundo destino del oroespañol fue, como acabamos demencionar, Moscú. En una delas decisiones más controverti-das de nuestra historia contem-poránea, Largo Caballero y Ne-grín remitieron la mayor partede las reservas españolas a la le-jana capital rusa. ¿Por qué eligióMoscú el ministro de Haciendade la República? ¿Qué circuns-tancias le movieron a tomar talresolución? ¿No hubiera sidomás lógico depositarlo en París,en Londres, en Zúrich, o quizáhaberlo embarcado rumbo aNueva York? Después de todoMoscú no era una plaza finan-ciera importante, España no te-nía vínculos comerciales estre-chos con la Unión Soviética, nirelaciones diplomáticas consoli-dadas, ni tampoco Stalin era undirigente con el que los políticosespañoles mantenían contactosfrecuentes. Porque enviar lapráctica totalidad de las reservasmetálicas a Moscú fue una deci-sión verdaderamente extrava-gante: significó poner en manosde una burocracia impenetrable,completamente desconocida pa-ra los funcionarios españoles y ala pavorosa distancia de 4.616kilómetros, un tesoro descomu-nal, muy parecido al que confis-caron los nazis en Europa du-rante la II Guerra Mundial.

Aunque Juan Negrín, unhombre de un hermetismo pro-verbial, nunca desveló las razo-nes por las cuales decidió enviarlas reservas españolas de oro aMoscú, un grupo de destacadosprotagonistas de la política y dela diplomacia de aquellos años,que conocieron el traslado deloro o intervinieron en el asuntodirectamente, sí nos han legadosu testimonio. Largo Caballero,Indalecio Prieto, Julio Álvarezdel Vayo, Luis Araquistáin, Mar-celino Pascua, Mariano Ansó yJulián Zugazagoitia manifesta-ron al terminar la guerra queRusia fue la única opción quetuvo la República porque fue laúnica nación dispuesta a enviarrecursos materiales y humanossin los cuales aquélla no hubiera

LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA Y EL ORO DE MOSCÚ

56 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

3 Una onza troy equivale a 31,1035gramos de oro fino.

Page 54: Claves 117

podido sobrevivir; y tambiénporque temieron que si deposi-taban el oro en Francia o enGran Bretaña, o incluso en losEstados Unidos, la Repúblicaquedaría expuesta a la eventuali-dad de un embargo financierosimilar al impuesto al tráfico dearmas por el Acuerdo de No In-tervención, suscrito por 27 na-ciones en el mes de agosto de1936. ¿Cómo podía fiarse Ne-grín de Francia y de Gran Breta-ña, los principales paladines deun acuerdo que dejó al Gobier-no republicano inerme anteFranco, Hitler y Mussolini?Aquéllos, que discreparon en ca-si todo cuando se trató de expli-car por qué la República perdióla guerra, coincidieron sin em-bargo al señalar que Rusia fue elúnico país en el que la Repúbli-ca pudo depositar sus reservasauríferas con ciertas garantías.

¿No tuvo la República verda-deramente ninguna otra alterna-tiva? ¿No se contemplaron otrosposibles emplazamientos? ¿Porqué no se conservaron las reser-vas metálicas en los polvorinesde La Algameca, desde dondepodían ser transportadas fácil-mente a Francia? ¿No estaremosquizá ante una decisión precipi-tada, producto de un error decálculo de lo que acaecía en el te-rreno militar y de falta de infor-mación de lo que se pensaba enlos despachos ministeriales de lascapitales europeas? ¿Se preocu-paron los encargados de la carte-ra de Exteriores, Augusto Barciay Julio Álvarez del Vayo, o losembajadores en Londres (Pablode Azcárate), en París (Luis Ara-quistáin) y en Washington (Fer-nando de los Ríos) de averiguarcuál era la disposición de los res-pectivos jefes del Tesoro, Neville

Chamberlain, Vincent Auriol yHenry Morgenthau acerca de unposible depósito de oro? ¿Visita-ron o escribieron a los goberna-dores de los bancos centrales,Montagu Norman (de Inglate-rra), Emile Labeyrie (de Fran-cia), George Harrison (de la Re-serva Federal de Nueva York)?¿No cabe atribuir la decisión deenviar el oro a Rusia a una exce-siva desconfianza de los republi-canos españoles en los círculosfinancieros internacionales, o a latípica suspicacia de la izquierdapolítica hacia los banqueros? ¿Osimplemente se envió el oro a lacapital de los soviets porque loexigió Stalin para asegurarse deque la República pagaría pun-tualmente las armas y las muni-ciones que el dictador ruso secomprometió a enviar?

Pensamos que en el otoño de1936, cuando Largo Caballero y

Negrín tomaron la decisión deenviar el oro a Moscú, existíandiversas alternativas que no se so-pesaron con la necesaria sereni-dad. Primero, porque realmenteno parece que las reservas corrie-ran un grave peligro en Cartage-na, o al menos no tanto comoen Madrid. Quizá no había ne-cesidad de moverlas de su em-plazamiento, ni a Moscú ni aninguna otra capital. Segundo,porque el Banco de Francia y elTesoro galo compraron oro antesy después del Acuerdo de No Intervención, ¡hasta marzo de1937!, y no cabe sospechar quelo hubieran dejado de hacer re-pentinamente y sin avisar. Ter-cero, porque el Banco de Ingla-terra y el Tesoro británico nomostraron animadversión u hos-tilidad hacia la República, a pesardel manifiesto conservadurismode Montagu Norman y de Nevi-lle Chamberlain; es posible quelos dos aborrecieran la deriva po-lítica que había tomado la Repú-blica, pero nunca se les hubiesepasado por la imaginación, par-ticularmente a Norman, recha-zar oro legítimamente vendidopor el Banco de España. Y cuar-to, porque el Tesoro americano yel Banco de la Reserva Federalde Nueva York hubieran adqui-rido todo el oro que les hubiesenofrecido, de la misma maneraque compraron miles de tonela-das de plata en 1938, cuandoFernando de los Ríos se lo pro-puso a Henry Morgenthau; ésteaceptó sin dudarlo y sin plantearobjeciones de naturaleza políti-ca. Más bien pensamos que si eloro se depositó y vendió en Mos-cú, no fue por falta de alternati-vas. Negrín puso las reservas me-tálicas españolas en manos deStalin porque éste se comprome-tió a enviar armas; y Stalin su-ministró armas a la Repúblicaporque Negrín se comprometió adepositar 510 toneladas de metalen Moscú. O expresándolo deotra forma: sin oro español nohabía armas soviéticas.

¿Que pasó con el oro españoluna vez que llegó a los almacenesdel Depósito de Metales Precio-sos del Comisariado del Pueblopara las Finanzas? Ángel Viñas

57Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Negrín y Prieto

PABLO MART ÍN ACEÑA

Page 55: Claves 117

ha explicado que los soviéticosfundieron las monedas y lastransformaron en toscas barrasde baja aleación. A cambio, elTesoro republicano obtuvo divi-sas para adquirir armas, víveres,combustible y materias primas.Una parte del dinero se quedóen la Unión Soviética, para li-quidar los suministros enviados aEspaña por el Comisariado delPueblo para el Comercio Exte-rior; y la otra, la proporción mássignificativa, se transfirió a Pa-rís, al enigmático Banque Com-merciale pour l’Europe du Nord,propiedad del PCUS. Desde és-te, el Tesoro republicano y susagentes y diplomáticos en el ex-tranjero pagaron las armas y lasmuniciones que adquirieron enBruselas, en Praga, en Varsovia,en Nueva York, en México y enotras partes del mundo.

El “dossier” Negrín, una do-cumentación excepcional entre-gada por su hijo Rómulo al cón-sul de España en París, el 18 dediciembre de 1956 y que se con-serva íntegro en el Archivo His-tórico del Banco de España, per-mite conocer cómo se vendió eloro, quiénes intervinieron en lasventas, cuántas monedas se fun-dieron y cuántas divisas ingresóel Tesoro republicano. La con-tabilidad rusa, bastante comple-ta, que examinó primero JuanSardá, director del servicio deestudios del Banco de España,cuando ésta llegó a sus manos, yque después hemos consultadoÁngel Viñas, en 1976, y yo mis-mo, revela, sin que quepa unmínimo atisbo de duda, que “eltesoro español entregado a laURSS fue efectivamente gastadoen su totalidad por el Gobiernode la República durante la gue-rra”4. No hay, pues, oro españolen Moscú, que quede bien claro.Pero esto no significa que esténdespejadas todas las dudas sobre

el famoso depósito. Porque ¿có-mo tasaron los rusos los lingotesy las monedas?, ¿cuánto cobra-ron en comisiones por sus servi-cios financieros?, ¿a qué preciosvendieron las armas? ¿Fueronhonestos en sus tratos financie-ros con los republicanos espa-ñoles o, por el contrario, les en-gañaron con artificios contablesy con los tipos de cambio de lasdivisas? Estas preguntas no sonfáciles de contestar, pero lo quesí parece obvio es que Stalin tra-tó de obtener las mayores ven-tajas en sus relaciones mercanti-les con la República española ala que política y militarmenteapoyaba. Ni las armas llegarongratis, ni en las compras de oroperdieron los soviéticos.

Franco y el oro¿Conocían los miembros de laJunta de Defensa Nacional loque estaba sucediendo con lasreservas metálicas del Banco deEspaña? ¿Qué hicieron Francoy sus aliados alemanes e italianospara evitar la exportación deoro? En Burgos se tuvo puntualinformación de los recursos queutilizaba el Gobierno de la Re-pública para financiar la guerray, por tanto, se sabía del empleoque se le estaba dando al oro. Algeneral Franco le informaron losconsejeros del Banco de Españaque lograron evadirse de la ca-pital tras el golpe de Estado pe-ro que no perdieron contactocon aquellos que no pudieronescapar; éstos se dedicaron a en-viar recados a los de Burgos des-velándoles lo que se discutía enel seno del Consejo del institutoemisor. De las ventas en París, elcuartel general de Franco estuvoinformado gracias a las activida-des de una multitud de agentespartidarios de la causa nacional(políticos monárquicos adheri-dos al alzamiento, diplomáticosdesafectos y banqueros y perio-distas franceses) que no duda-ron en transmitir por cualquiermedio noticias, por lo generalbastante precisas, de las activi-dades financieras que desarro-llaban los representantes de laRepública. Luego, cuando seconstituyó el Banco de España

nacional en la ciudad de Bur-gos, éste se propuso como obje-tivo prioritario impedir que losgobiernos de Giral y de LargoCaballero exportasen las reser-vas. Sus dirigentes denunciaronante los tribunales de París quelas exportaciones de oro eran ile-gales, acusaron a Nicolau d’Ol-wer y a Carabias de liquidar elpatrimonio nacional, pretendie-ron intimidar al Banco de Fran-cia por aceptar oro español, til-daron de canalla a Vincent Au-riol por colaborar con laRepública, presionaron al Bancode Inglaterra para que bloquea-se los fondos españoles en Lon-dres y maniobraron cerca de losbanqueros ingleses y francesespara que no prestasen servicios a“los marxistas” del Frente Popu-lar. Ninguna de estas accionesrindió los frutos que esperaban,pues tanto en el caserón de lavetusta Old Lady (el Banco deInglaterra), en TheeadneedleStreet, como en el imponenteedificio de la Vielle dame (elBanco de Francia), en la rue deLa Vrillière, hicieron oídos sor-dos a las quejas y amenazas quelanzaron Franco y sus secuaces.

Tampoco fructificaron, en elcélebre Comité de Londres parala aplicación del Acuerdo de NoIntervención, las pretensiones delos nacionales de bloquear losmovimientos de oro, a pesar dela insistencia con la que alema-nes, italianos y portugueses de-fendieron los intereses de Fran-co. Por una vía u otra, los repre-sentantes británicos, franceses ysoviéticos en el Comité recha-zaron con habilidad, cada deuno de ellos por razones distin-tas, la propuesta de aquéllos pa-ra extender el Acuerdo de NoIntervención al ámbito finan-ciero. El Tesoro y el Banco deFrancia, cómplices voluntariosen el tráfico del oro español, noquerían ni oír hablar del asunto.Tampoco al Tesoro británico oal conservador Banco de Ingla-terra les sedujo la idea de mez-clarse en los asuntos financierosespañoles, por lo que recomen-daron al Foreign Office que nocediese ante los aliados de Franco.

Como esta historia del oro

está indisolublemente unida a lade la propia Guerra Civil, no esposible comprender aquélla sinseguir al mismo tiempo los ava-tares políticos y militares de és-ta. El dinero condicionó la gue-rra, pero fue ésta la que forzó laestrategia financiera y la queobligó a la toma de decisionesimprevistas, dolorosas e inclusoa veces indeseadas. Quizá nadielo expresó mejor que Nicolaud’Olwer cuando en la últimaJunta General de Accionistas delBanco de España, reunida enBarcelona el 6 de enero, dos me-ses antes del desenlace final, ma-nifestó con tristeza contenidaque el Banco de España habíacumplido con su deber apoyan-do al Gobierno legítimo de lanación:

“La cuartelada de los primeros mo-mentos, convertida luego en GuerraCivil, se transformó por fin en cruentalucha entre españoles e invasores, queobliga a todos los ciudadanos, para su-prema defensa de la libertad y el régi-men, a poner en ejercicio todos los me-dios disponibles. Ésta fue, ésta es, y nopodría ser de otra, la actitud del Bancode España. En los durísimos meses quehemos atravesado, el Banco no ha se-guido las órdenes del Gobierno sinoque se ha adelantado a ellas para salvarla economía nacional y el crédito pú-blico”. n

[Primer capítulo del libro El oro de Mos-cú y el oro de Berlín que publicará en no-viembre de 2001 la editorial Taurus].

LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA Y EL ORO DE MOSCÚ

58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

4 La aportación es de Juan Sardá en‘El Banco de España (1931-1962)’, ElBanco de España. Una historia económica,Madrid, 1970. Por su parte Ángel Viñasha escrito dos libros sobradamente cono-cidos en torno a este mismo tema, El oroespañol en la Guerra Civil (Madrid, 1976)y El oro de Moscú. Alfa y omega de un mi-to franquista (Barcelona, 1979).

Pablo Martín Aceña es catedrático deHistoria Económica en la Universidadde Alcalá. Autor de La política moneta-ria en España (1919-1935).

Page 56: Claves 117

59Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

El Trono y el AltarClericalismo y anticlericalismohan sido en diferentes contextoshistóricos, a lo largo de la Histo-ria, motivo de violenta confron-tación no sólo política sino tam-bién moral y social con parejastensiones en el seno de la con-ciencia individual. No es de ex-trañar. El sacerdote, como admi-nistrador de lo sagrado, se pre-senta desde el origen de lostiempos asociado, de una mane-ra o de otra, al poder. En el ori-gen incluso la función sacerdotalno era sino la máxima funcióndel soberano, que lo era precisa-mente por sus poderes sacerdo-tales. Esa asociación entre Rex ySacerdos no es una asociación ca-sual o arbitraria, ya que la fun-ción sacerdotal es una funcióntrascendental en la conforma-ción del sentimiento mismo decomunidad y no puede resultara j e n aal interés del poder político como fuente de legitimación y co-mo instrumento de cohesión; elsacerdote es el médium de la tri-bu, el mediador entre lo visible y lo invisible, el que convoca laconciencia colectiva y la pone en contacto con aquellas realida-des numinosas que nos rodean,que presentimos pero que no po-demos dominar y ni siquiera en-tender correctamente.

Curiosamente, el cristianis-mo del Evangelio propone unapredicación contraria a la domi-nación sacerdotal de la sociedad;es una reivindicación de un sa-cerdocio universal, indepen-diente de toda casta levítica es-tructurada en forma de podercoactivo. No es casualidad, sinoque está lleno de sentido el he-cho de que la traición y muertede Jesús fuera comprada y pro-

vocada por los sacerdotes y con-venida en el Sanedrín; para ellofueron capaces incluso de lan-zar públicamente ante Pilatos elgrito que condenó a uno de supropia raza; aquellos sacerdotes,celosos de su pureza, que odia-ban a Roma y a su poder impu-ro, proclamaron para lograr supropósito: “No tenemos más reyque el César, si no condenas aJesús no eres amigo del César”.En la tradición política europeael anticlericalismo tiene una do-ble filiación, y de acuerdo conesa filiación su alcance tienetambién un sentido diverso.

En primer lugar hay un anti-clericalismo de orden estricta-mente político que está vincula-do específicamente a las luchasdemocráticas contra el sistemadel Ancien Régime, a partir de1789. Este anticlericalismo esbásicamente un anticlericalismoanticatólico-romano, quizá porel hecho de que es en la tradi-ción de la Iglesia católico-roma-na donde de una manera mássignificativa se ha articulado unavocación de hegemonía políti-ca. La romanidad de la iglesiaestá anclada en su autocom-prensión como jurisdicción ypoder universal, transnacional y supraestatal. La Iglesia católi-co-romana es en cierto modoheredera de un sentido cripto-medieval del mundo que vincu-la imperio y papado, con unaverdad definida canónicamentey una estructura clerical someti-da a una jerarquía indiscutible.Estas características de lo católi-co-romano son ajenas, porejemplo, a las tradiciones pro-testantes, que si bien compar-ten en el fondo una ontologíacomún con el catolicismo, tie-nen una eclesiología completa-

mente distinta; por su propianaturaleza están abiertos al plu-ralismo, la fragmentación y a lasformas congregacionalistas y si-nodales de las que en última ins-tancia derivan los usos y cos-tumbres democráticos1. La Re-forma protestante rompió elmonopolio espiritual de Romaconstruido en el medievo y diolugar a la aparición de iglesias na-cionales superpuestas sobre losrespectivos Estados nacionales.Alguien como Gladstone, minis-tro de Su Graciosa Majestad yprotestante, llegó a definir en tér-minos políticos muy duros laconfrontación entre la moderni-dad y la Iglesia católica, térmi-nos que podrían ser perfecta-mente asumidos por el anticleri-calismo más militante:

“El catolicismo es hostil a la liber-tad intelectual, incompatible con elprincipio y la marcha de la civilizaciónmoderna; plantea pretensiones injusti-ficables al gobierno de los Estados yamenaza los derechos de la familia;tiende a erosionar en las almas el amora la veracidad: se enajena los espírituscultivados allá donde se profesa y don-de reina mina la moralidad y la fuerza delos Estados”.

Este anticlericalismo políticono es beligerante contra la ideade lo sagrado en sí misma nicontra las diferentes tradicioneseclesiásticas, sino que plantea elconflicto en el orden de lo polí-tico como una contradicciónentre las verdades religiosas y lasverdades políticas; se trata deuna perspectiva que, por otro la-do, encuentra un correlato teo-lógico en la teoría luterana de

las dos ciudades, según la cual lamundanidad de lo político, la necesidad de gestionar la rea-lidad de una naturaleza caída ypecaminosa abre una distanciaradical y absoluta entre la lógicade lo político y la lógica de lo sa-grado. De la política no puedeesperarse gran cosa, ya que se lastiene que ver con la realidad delmundo, y en cambio la esperan-za religiosa, la fe, apunta a unarealidad que no es comprensi-ble según la lógica del mundo;para Lutero la fe divide el cora-zón del creyente que, por un la-do, está obligado a vivir en lamundanidad caída y pecamino-sa y por otro lado alimenta unanhelo por una ciudad celesteque “no es de este mundo” deacuerdo con las palabras del pro-pio Cristo ante Pilatos, repre-sentante de la mundanidad delpoder2.

El catolicismo ha sido en esomás optimista y más mundano,confiado en que su poder ritualsobre lo sagrado le permite san-tificar también el mundo some-tiéndolo a su autoridad a pesarde su naturaleza caída y peca-minosa. La crisis de la Reformanace precisamente en torno a lapotestad que se reconoce el Pa-pado de administrar y vender lasindulgencias santificando me-diante precio la mundanidad delmundo.

La lógica de la libertad mo-derna ha podido articularse conla teoría protestante de las dosciudades (Max Weber), ya queen todo caso se preserva la auto-ridad civil, pecaminosa o no, so-bre la ciudad terrenal, pero no

R E L I G I Ó N

ANTICLERICALISMO Y LAICIDAD

JAVIER OTAOLA

1 José Antonio Álvarez Caperochipi:Reforma protestante y Estado moderno. Ci-vitas, 1986.

2 Roger Callois: Pilatos. El dilema delpoder. Barcelona, 1994.

Page 57: Claves 117

60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

puede en ningún caso aceptar laintromisión de poderes ajenos ala ciudad, por muy santos que seproclamen, en cuestiones queatañen a la civitas; y no puedeaceptarlo porque no puede ad-mitir el suplemento de verdadque se irroga la Iglesia según elcual, y más allá de lo que puedeser convenido por el libre diálo-go entre todos, más allá de laautonomía de lo humano, pue-da existir una fuente heteróno-ma, a-humana o sobre-humana(in-humana como la denominaSavater), que imponga normassobre arcanos que no pueden sersometidos a discusión dialogada,es decir, a “libre examen”.

Ese anticlericalismo pura-mente político no pretende des-valorizar el ámbito de lo espiri-tual o lo religioso, sino simple-mente reservarle el sentidopersonalizado que le es propioevitando la amalgama de religióny nación con la consiguientemalversación emocional de lo re-ligioso en lo político, como ex-presamente pretenden por otrolado, aún hoy, ciertas voces dela democracia cristiana europea3.

El anticlericalismo como fobiahacia lo sagrado: NietzschePero junto a ese anticlericalismode orden estrictamente políticoque tiene sus orígenes en el de-bate de las potestades, en la bús-queda de un espacio autónomode la política frente a la religión,existe un anticlericalismo más ra-dical, más ontológico, de una es-pecie distinta y que tiene una ex-

presión paradigmática en Federi-co Nietzsche. El anticlericalismode Nietzsche es un anticlericalis-mo no ya procesal sino sustanti-vo y ateo4, que plantea una en-mienda a la totalidad de la tradi-ción cristiana en todas y cada unade sus versiones, que no se detie-ne simplemente en la búsquedade un espacio para la política si-no que plantea su ateísmo comouna necesidad moral, como exi-gencia de una veracidad radical yentusiasta de la vida:

“Mientras el sacerdote, ese nega-dor, calumniador, envenador profesio-nal de la vida, siga siendo consideradouna especie superior de hombre, no ha-brá respuesta a la pregunta: ¿qué es laverdad? Se ha puesto ya cabeza abajo ala verdad cuando al consciente abogadode la nada y de la negación se lo tienepor representante de la “verdad…”5.

El anticlericalismo de Nietzs-che no es por tanto una simplecuestión de formas: no planteauna mera objeción de ordenprocesal, no hace problema de ladeterminación de esferas decompetencia entre lo profano ylo sagrado, entre lo político y loeclesial, sino que plantea un re-to absoluto, y por tanto tam-bién político, a la idea mismade lo sagrado como ha sido es-tablecida por el cristianismo ensu conjunto. Frente a los profe-tas de la Biblia, envenenados se-gún Nietzsche por el veneno delresentimiento y el odio a la vida,propone al profeta Zaratustracomo el anunciador de un nue-vo evangelio del amor a la vida ya la voluntad de poder. La únicaforma de lo sagrado que cabríaen Nietzsche sería la del viejo

paganismo juliano: la sacraliza-ción de las potencias de la vidaen el hombre, Eros, Polemón,Atenea, Hermes… esos diosesque hipostasían y condensan lasgrandes emociones del hombre,varón y mujer, esos sobrecogi-mentos que no nacen de lo so-brenatural sino que arraigan enla fuerza de lo natural elevado asu mayor potencia, una sacrali-dad sin conciencia de culpa, unasacralidad más allá del Bien ydel Mal, que se inserta en unagenealogía espiritual que es aje-na a la tacha de maldad que pe-sa sobre los instintos de la vida yespecialmente sobre la voluntadde poder.

Sin embargo, este anticleri-calismo, a pesar de sus aparentescoincidencias con el anticlerica-lismo político, no puede con-fundirse con él: no sólo porquesus orígenes son diferentes y suspretensiones diversas sino por-que difícilmente pueden traba-jar juntos. De alguna manera latradición laicista es objeto tam-bién de la aversión de Nietzs-che; la laicidad en cuanto reglade la democracia liberal es tam-bién para el superhombre deNietzsche una hijuela de la mis-ma matriz que el cristianismo,una forma artera del mismo es-píritu antiaristocrático y plebeyodel cristianismo:

“Nadie tiene ya hoy valor para re-clamar derechos especiales, derechos se-ñoriales, un sentimiento de respeto pa-ra consigo mismo y para con sus igua-les –un pathos de la distancia…¡Nuestra política está enferma de esafalta de valor!”6.

La laicidad está vinculada ala democracia y a la igualdad ci-vil; la laicidad pretende crear unespacio público, abierto y rui-doso en el que no cabe la rei-vindicación de unos valores porla autoridad de una aristocraciacualquiera, ya sea ésta clerical oanticlerical, de santos o de su-perhombres, de sabios o de ilu-minados, señorial o proletaria:

en el marco de la laicidad de-mocrática todo pasa por el filtrode la palabra “parlamentada”.También Zaratustra.

Al principio fue el Verbo, pe-ro no el verbo oracular o profé-tico, arcano e infalible, sino elVerbo dialógico y controverti-do, el verbo parlamentado.

La laicidad no es el fin de lo sagradoLuc Ferry7 es uno de esos nuevosfilósofos franceses (nada que vercon lo que tomó el nombre deescuela de “Los nuevos filóso-fos”) que mantiene una dobleactividad como profesor univer-sitario y ensayista de impacto an-te el gran público y que ha toca-do esta cuestión en repetidasocasiones, en un país comoFrancia, en el que la idea de lai-cidad –no simplemente de acon-fesionalidad– tiene un rangoconstitucional; y la ha planteadoen torno precisamente a la pro-blemática de la cuestión del sen-tido. Esa búsqueda del sentido esel territorio propio de la inspira-ción religiosa, aunque no sólo deella; pero la viveza de esa bús-queda no es argumento contrala laicidad política sino, al con-trario, la pluralidad de alternati-vas espirituales, la vivencia de lalibertad también en el terrenoespiritual hace que sea irreversi-ble e irrenunciable el principiode laicidad que permite a cadauno construir su sentido sin que-dar sometido a la coacción delpoder político en una cuestiónque sólo tiene sentido en el ám-bito de nuestra intimidad.

“El rechazo de los dogmas, o sea,del argumento de autoridad, la reivin-dicación de la autonomía y de la liber-tad de conciencia, la emancipación delo político en relación con lo religioso,la erosión de las tradiciones que se haproducido desde hace más de tres siglosen Europa –y que caracteriza a la laici-dad– es un trabajo tan fundamental

ANTICLERICALISMO Y LAICIDAD

6 Ibídem, pág. 84: “El aristocratismode los sentimientos ha sido socavado de lamanera más subterránea por la mentira dela igualdad de las almas”.

7 Luc Ferry: L’Homme-Dieu ou le Sensde la vie: “La Laicidad no es el fin de lo sa-grado. Se puede ser agnóstico –lo que esmi caso– sin eliminar sin embargo la ideani de lo sagrado –es la tesis de mi libro– niincluso la legitimidad de una interpreta-ción estrictamente religiosa de lo sagra-do”. París, 1997.

3 Francesco Cossiga: Discurso de re-cepción del premio Lagun Onari de laFundación Sabino Arana, enero, 2001.“Es un honor para mí en cuanto católico,porque en el País Vasco, así como en otrastierras gloriosas de la Europa cristiana co-mo Irlanda, Polonia y Croacia, nación ycatolicismo siempre representaron dos re-alidades inseparables, en el nombre y enlos valores de la libertad. …/… Es ungran honor para mí, en cuanto demócra-ta-cristiano, porque la fundación es unaexpresión del PNV, el primer partido deEuropa en inspirar su pensamiento y suacción, en una época en la que triunfanen España el liberalismo anticlerical, lamasonería y el socialismo anticristiano,en los principios del catolicismo social yde la tradición cristiana de su pueblo:‘Dios y la Ley antigua”.

4 En palabras del anarquista Proud-hom, ese ateísmo militante tendría con-secuencias políticas: “El primer deber detodo hombre inteligente y libre es expul-sar de sí incesantemente la idea de Diosde su espíritu y de su conciencia, porcuanto aunque Dios existiera, es desdeluego hostil a nuestra naturaleza… Lle-gamos a la ciencia a pesar de él, a la so-ciedad a pesar de él: cada uno de nuestrosprogresos es una victoria en la que aplas-tamos a la divinidad”. Citado por AlecMellor A.: Histoire de l’ánticlericalismefrançais, op. cit., pág. 324 G. París, 1978.

5 Friederich Nietzsche: El Anticristo,págs. 37 y sigs. Alianza Editorial, Ma-drid, 1997.

Page 58: Claves 117

que lo esencial es irreversible. Al menostan irreversible como lo es la democra-cia misma” (Luc Ferry).

Siendo esto así en nada em-pece para que tengamos que re-conocer, al mismo tiempo, quela menesterosidad radical del serhumano, de la que hablaba Or-tega, no queda resuelta por lademocracia como fórmula polí-tica. La cuestión del sentido noes una cuestión de competenciaministerial, si bien el orden denuestra convivencia, en cuantonos garantiza derechos funda-mentales, servicios culturales yeducativos, protección jurídicay sanitaria, establece unos nive-les de calidad en la vida que nosson irrenunciables. Pero es pre-cisamente a partir de esos nive-les y de esas seguridades comopodemos sentir otras necesida-des, no ya sólo biológicas sinotambién biográficas, ya que enningún caso quedamos libera-

dos, por el mero hecho de haberalcanzado un cierto “confort”,de tener que hacer frente a lamuerte, a la vejez o al sufri-miento, propio y ajeno8. El de-rrumbe de las grandes ideocra-cias políticas (fascismo y comu-nismo) que en el siglo XX hansustituido en muchas concien-cias el papel de las religiones hadejado un solar vacío de sentidopara muchos; la derrota del fas-cismo y del comunismo han ro-to los ídolos de la Etnia y la Cla-se y han dejado un gran anheloen muchas conciencias. Frentea eso, es preciso recuperar, enprimer lugar, la emoción de laciudadanía y de la democracia,

que no pueden ser vistas sim-plemente como una solucióntécnica, desprovistas de intensi-dad emocional. Es difícil queuna solución técnica pueda des-pertar una emoción colectivacohesionadora. Debemos, porlealtad con la democracia, recu-perar el sentido pasional de lalibertad como proyecto colecti-vo; pero además de recuperar laconciencia pasional de la De-mocracia y la Libertad, es preci-so reconocer también que elSentido como respuesta a las in-terrogantes del individuo en elseno de su conciencia íntima nopuede ser en última instanciauna responsabilidad política, yque en ese campo la inspiraciónindividual debe o puede beberen otras fuentes.

La laicidad: una estrategia para la libertadEl concepto de laicidad, como

idea política y constitucional, seorigina en Francia, y algunas desus formulaciones están lógica-mente condicionadas por eseorigen, por sus antecedentes his-tóricos más o menos enraizadosen la Revolución Francesa y porsu desarrollo en el marco del de-bate entre clericales y anticleri-cales en el contexto político delsiglo XIX bajo la constitución dela III República. Esta connota-ción tan francesa no afecta alnúcleo esencial de la idea, cu-yos ecos se siguen encontrandohoy en el conocido debate entreliberales y comunitaristas prota-gonizado por autores comoRawls y su famosa “posición ori-ginal”, y sus críticos Sandel yMacIntyre.

Sólo los aspectos más adjeti-vos pueden reducirse al escena-rio francés, aspectos que a me-nudo, confundiendo cosas muydispares, convierten el debate enalgo heteróclito e inútil. Por esoes imprescindible rescatar el nú-cleo eficiente de la laicidad re-considerando los fundamentosde lo político para liberarlo delas adherencias que perjudicansu claridad conceptual. EugenioTrías propone “secularizar la ra-zón”, apeándola del tratamientosagrado que recibe de manerainconsciente y difusa: no paracancelarla, sino para convalidar-la y hacerla efectiva en sus ám-bitos de solvencia. En el mismosentido proponemos laicificar lalaicidad.

La verdadera virtualidad dela laicidad no se reduce al díade hoy, en este tiempo posmo-derno en un nuevo milenio, aun debate entre clericales y an-ticlericales, sino a algo de mayorcalado político: pretender un or-den político que no se limite a seruna mera exaltación o celebra-ción de la comunidad sobre la quese funda, con el fin de establecerun poder público al servicio de losciudadanos considerados en sucondición de tales, y no en fun-ción de su identidad nacionali-taria, étnica, de clase o religiosa.

Conforme a ese propósito lai-co, tan digno de promoción enmedio del revival de los comu-nitarismos de todas clases, el

JAV IER OTAOLA

61Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Nietzsche

8 Eugenio Trías: La Edad del Espíritu,Barcelona, 1996; Pensar la Religión, Bar-celona, 1997. La laicidad no puede con-fundirse con la represión de “lo sagrado”:todo lo reprimido tiende a manifestarsepor vías indirectas, deformes y obscenas.

Page 59: Claves 117

centro y fundamento de lo polí-tico no es ninguna esencia co-lectiva, ni el ius sanguinis ni laadhesión a una fe revelada pormuy “verdadera” que ésta sea, nipor supuesto la gloria de una di-nastía o la hegemonía de una et-nia, una raza, una idiosincrasiacolectiva o una determinada cul-tura popular, sino la realizaciónmaterial y moral de un ideal deconvivencia: libertad, igualdad,fraternidad.

Partiendo del reconocimien-to de la consustancialidad co-munitaria del individuo, que nopuede ser ignorada, el problemaes cómo dar a la comunidad loque es suyo salvando al mismotiempo el proyecto de un podersocietario que garantice la auto-nomía del individuo no sólofrente al poder político mismo,sino incluso frente a los requeri-mientos posesivos de su propiacomunidad.

Esta pregunta es una formu-lación específica de aquellascuestiones con las que Rawls co-mienza su propio trabajo deconstrucción del concepto de “liberalismo político”:

“¿Cuál es la concepción másadecuada de la justicia para esta-blecer los términos equitativosde la cooperación social entreciudadanos considerados librese iguales, y considerados comomiembros plenamente coopera-tivos de la sociedad durante todasu vida, desde una generaciónhasta la siguiente? ¿Cuáles sonlos fundamentos de la toleran-cia (…) dado el hecho del plu-ralismo razonable como resulta-do inevitable de las institucioneslibres? ¿Cómo es posible la exis-tencia duradera de una sociedadjusta y estable de ciudadanos li-bres e iguales que no dejan deestar profundamente divididospor doctrinas religiosas, filosófi-cas y morales razonables?”.

Es importante aclarar que ellaicismo no supone simplemen-te la aconfesionalidad pasiva delEstado, sino que implica unaaconfesionalidad activa, concre-tada en el compromiso de creary sostener un espacio cívico-po-lítico definido exclusivamentepor la ética y la simbólica civil,

cerrando el paso a toda derivapolítica de lo confesional. Desdeel punto de vista laico, la condi-ción de ciudadano es la únicasobre la que tiene competenciael poder político; y en virtud deese título se establece la capaci-dad individual para participaren la constitución y control deese poder, sin que pueda tenerseen cuenta ninguna otra condi-ción, sea ésta la pertenencia reli-giosa, la racial o la étnica.

La laicidad no debe confun-dirse con las militancias de tiporacionalista, anticlerical o ag-nóstico que, dignas de todo res-peto, son sin embargo y por símismas ajenas a la idea de laici-dad, que se define por no darrespuestas completas, ni de tipoespiritualista ni de ningún otrotipo, sino que centra su identi-dad precisamente en preservarlo político de la instrumentali-zación a que puede ser sometidopor cualquier clase de iglesia oescuela doctrinaria. Lo que pre-tende la laicidad no es nada más,pero nada menos, que garantizarque la política sea efectivamentepolítica y no religión, o cual-quier otra cosa. Que la política y

los poderes públicos atiendan anuestra condición de ciudada-nos dejando en el ámbito denuestra autonomía nuestra con-dición de feligrés o de librepen-sador, nuestra forma de enten-der la vida y la muerte, nuestrosgustos estéticos, nuestra formade vestir o de saludar, nuestrasparticularidades sociales o cul-turales. Sólo así tendremos ga-rantizada de verdad la libertadde nuestras opciones personalesy vitales.

La idea fuerza de la laicidadno se limita solamente a la cues-tión de la separación del Estadoy de las iglesias, sino que tieneun alcance mayor, a saber: que elfundamento de la colectividadcomo sujeto político –aquella ra-zón de la que trae causa la res-pública– no es otra que la ad-hesión tácita o expresa a un pro-yecto societario y jurídico co-mún. Desde este punto de vista,ni la biología ni la sangre ni lapertenencia étnica o religiosa, yni siquiera la historia, son deter-minantes para configurar unanación en el sentido políticoaunque puedan serlo para confi-gurar lo que se llama una nacióncultural. Para el punto de vistalaico, “la Ley hace la Nación, yno la Nación hace la Ley”.

Esto no resta relevancia a lascircunstancias concretas de cadaEstado. Es evidente que deter-minadas circunstancias propi-cian la constitución de un de-terminado proyecto político:factores geográficos, como fron-teras naturales y vías de comu-nicación; similitudes culturales;alianzas históricas religiosas o di-násticas; matrimonios monár-quicos y azares de la herencia;revoluciones sociales o conve-niencias económicas, puedenpropiciar y condicionar la exis-tencia de una nación. Pero enúltima instancia el fundamentopolítico (exclusivamente políti-co, a la luz de la idea misma demodernidad y desde el momen-to que aparece el Sujeto en lahistoria) no puede ser otro quela libre voluntad del individuopara adherirse a un determinadoproyecto de vida en común. Enrealidad, toda la tradición de-

mocrática es un largo procesode separación de la ciudadanía y de sus derechos de los particu-larismos de religión, raza, etniao cultura. Frente a la concep-ción histórica y, por lo mismo,discriminatoria del privilegio(privilegium o ley privada), lademocracia propone la no-dis-criminación y la universalidad.

La laicidad desde este puntode vista es el contrapunto de lahistoricidad, que desde otro la-do realiza el efecto contrario departicularizar las circunstanciasen que se construye cada ciuda-danía. Posiblemente ambas po-laridades son imprescindibles,ya que el hombre es al mismotiempo un universal y un con-cretum, pero quizá sea el mo-mento de tomarse el laicismo enserio y darle el valor que le co-rresponde como principio de ac-ción política. n

[Este texto fue pronunciado en el 1ºEncuentro por la Laicidad en España,celebrado en Motril del 13 al 14 de ju-lio de 2001].

ANTICLERICALISMO Y LAICIDAD

62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Javier Otaola es autor de Laicidad,una estrategia para la libertad, Bellaterra,1999, y La Metáfora masónica. Razón ySentido, ed. Hiría, 2000.

Page 60: Claves 117

63Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

n Un intelectual posmodernodescribe a un intelectual crítico.“¿Por qué insiste en ser el agua-fiestas de la historia? Basta yade melancolía: en esta moder-nidad sin muros y abierta a laaventura, no puede seguir cre-yendo que la tarea del intelec-tual es desenmascarar los artifi-cios del poder y las maldadesde la alienación. La locomoto-ra de la historia lo relega al úl-timo vagón, y él sigue pensan-do que puede cambiar la direc-ción de los rieles para hacergirar el tren en 180 grados.¿Hasta cuándo? Se quedó pega-do en el sueño en que él hacíaparte de una vanguardia capazde trizar el poder y recompo-nerlo según sus obsesiones de-cimonónicas de socialismo li-bertario o humanismo compa-sivo. Cree interpretar a Marxponiendo sus saberes al serviciode la transformación del mun-do, pero no se da cuenta deque el mundo se transformópese a él, y que lo que cabeahora es partir de este cambio,embarcarse en las nuevas rutasde la libertad, que incluyen lalibertad económica, pero quetambién desafían a una mayorsecularización de valores. Insis-te en la queja, en la denunciade los abusos de una globaliza-ción a la que atribuye el signodel demonio. ¿Pero no se dacuenta de que la globalizaciónes el único camino para bailaren la fiesta de las culturas hí-bridas, jugar el juego de losmensajes que se cruzan por to-dos lados, deslocalizar la propiaidentidad y liberarnos, precisa-mente, del peso de la histo-ria?”.

n Un intelectual crítico describe a un intelectual en el Gobierno.“¿A eso le llama ‘praxis trans-formadora’? Quién lo viera enla lucha contra la dictadura y elneoliberalismo, ahora defen-diendo este último con eufe-mismos como la ‘entrada a lamodernidad’ y la ‘visión de fu-turo’. Le queda de su propiahistoria cierta informalidad:sus ternos son de colores y suscorbatas un poco osadas. Tieneun asesor de imagen para versea la vez suelto y confiable. En-tre amigos dice lo que piensa yante el micrófono lo que resul-ta políticamente conveniente.Lo más radical que lee es a losliberales democráticos y neo-contractualista, que ya los leíahace una década cuando pre-paraba su desembarco de laONG al puesto de Gobierno.Su rebeldía le duró hasta quedescubrió que tener un puestode Gobierno le hacía sentirbien, y hasta poderoso. ‘Hayque ser realistas’, me dice cadatanto para desembarazarse decualquier examen de consisten-cia. Y aunque no lo diga, en-tiende ese realismo como aco-modo, complacencia o a lo su-mo como opción de introducircambios mínimos en un ordenestructuralmente injusto. Dehaberse visto cómo es hoy consus ojos del pasado, habría di-cho que su futuro sería el me-jor ejemplo del viejo esloganque celebramos en una películade Scola: Hay que hacer quelas cosas cambien un poco paraque nada cambie demasiado.Ahora lee a Toffler, a FernandoFlores y a Negroponte como siallí encarnara hoy el viejo mitode la emancipación del sujeto.

Entre las nueva formas de ges-tión, las tecnologías de la in-formación y la iniciativa em-presarial, encuentra una nuevautopía y se la cree, o hace co-mo que se la cree”.

n Un intelectual del Gobiernodescribe a un intelectual de organizaciones de base.“Sí, no cabe duda de que esbienintencionado. Esto de veren los pequeños actores a losportadores de nuevas racionali-dades es loable. Pero sigue pe-gado en la idea de buscar acto-res que rediman la historia.¿De dónde espera que todosestos grupos pequeños de mu-jeres, campesinos, cooperativis-tas, ecologistas, indígenas y ar-tistas puedan llegar a armaruna propuesta de Gobierno? Alfinal, su discurso es una mezclade citas de Agnes Heller,Galeano, Max-Neef, Galtung,un poco de Amartya Sen, po-bladas con casos aislados degrupos de base que portannuevos ideales encarnados ennuevas prácticas. Y, de tantobuscar, confunde: confunde lacultura popular con nuevasformas de organización, con-funde las estrategias de super-vivencia con racionalidadesemergentes, confunde la po-breza con el desarrollo alterna-tivo, el club de barrio con lautopía social, las demandas delas mujeres con el fin del pa-triarcado. Habla de nuevas me-todologías de investigación-ac-ción, investigación participati-va, técnicas cualitativas, fin delparadigma racional-iluminista.Pero más que metodología, esnueva ideología revestida de unaretórica que aboga por el tanmentado nuevo sujeto. Quiere

verse como el intelectual com-prometido con el cambio en labase social, a medias produ-ciendo conocimientos para en-riquecer la experiencia deotros, a medias recogiendo laexperiencia para pretender,desde allí, confirmar nuevosconocimientos aplicables a lasciencias sociales en su conjun-to. Va de lo particular a lo ge-neral, y viceversa, como quiense cambia de camisa, sin repa-rar en el mismo hueco que dejaentre ambos niveles. ‘Ese hue-co’, argumenta, ‘es el espaciode la nueva política’. El proble-ma es que lleva ya dos décadascon esa respuesta vacía y pareceno inquietarse en la demora”.

n Un sociólogo de la academiadescribe a un intelectual queestá haciendo plata comoasesor de imagen corporativa.“¿Hasta dónde puede exten-derse el campo de aplicaciónde las ciencias sociales? El casoque aquí describo ilustra sobreeste dudoso matrimonio entreel ámbito de la investigaciónsocial y el de la publicidad.Una cosa es hacerse rico escri-biendo un libro, otra maqui-llando la imagen de un candi-dato o de una empresa. El te-ma en juego no es, claro está,el del ejercicio de la profesión,sino el de la buena concienciadel intelectual. Podrá argu-mentar que la sociología hamuerto, lo que pongo en duda.O que los intelectuales debenempaparse en la contingencia,tomar la iniciativa y ubicarseen los nichos del mercado. Pe-ro a mí me huele a pacto me-fistofélico. Al final, su trabajose reduce a cálculo económicoy cálculo político. No hay otro

E N S A Y O

LOS INTELECTUALES LATINOAMERICANOSDESCRITOS POR SUS (IM)PARES

MARTIN HOPENHAYN

Page 61: Claves 117

LOS INTELECTUALES LATINOAMERICANOS DESCRITOS POR SUS ( IM)PARES

64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

fundamento para su prácticaque su rentabilidad. Podrá mo-vilizar la batería metodológicaque aprendió cuando era inves-tigador social: encuestas, focusgroup, manejo de la opiniónpública. Pero sólo lo hace paracompetir en un juego que espropio de la publicidad: dar enel clavo no es plantear una hi-pótesis de discusión ni verifi-carla, sino tener una idea que venda o una estrategia quetriunfe. Despojado de raciona-lidad sustantiva, modela undiscurso ad hoc para hacer pa-sar su razón instrumental porvisión de futuro. Como el ne-gociante calvinista, poco a po-co el dinero que genera se le vaconvirtiendo en la evidencia desu buena práctica. Al extremoque cree, o quiere creer, que suéxito mundano es la nueva va-ra que consagra un nuevo ma-trimonio entre la virtud y el sa-ber. Poco le importa a quiénpromueve, con quién tejealianzas, e incluso contra quiénasesora. Y cuanto más remode-la sus fastuosas oficinas y cam-bia el look para mejorar su car-ta de presentación frente alcliente, más crujen en sus tum-bas los huesos de Comte, We-ber y Durkheim”.

n Un intelectual progresistadescribe a un intelectual integrista. “Qué duda cabe, hemos cam-biado de adversario. Avanza-mos por la senda de la moder-nidad y, sin embargo, tenemosa este intelectual retrógrado,inspirado en los historiadorescatólicos de los años treinta yen sus posgrados en Navarra, y cree que se puede conciliar laapertura económica con elconservadurismo moral. Quie-re hacer de su país un mercadoabierto al mundo y a la vez unconvento, último bastión dereserva espiritual en un mundoen descomposición. ¿Cómo selas arregla para ser neoliberalen lo económico e integrista enlo cultural? Es él, y lo que re-presenta, uno de los principa-les obstáculos al progresismo.Desde su cabeza, tan ilustrada

hacia atrás y a la vez tan ancla-da en principios doctrinariosque no osaría cuestionar, se te-jen las estrategias y los conteni-dos del nuevo pensamientoconservador nacional. Niega laconfrontación directa porquesabe que, en última instancia,sus argumentos se fundan enprincipios que no está dispues-to a convertir en objeto de po-lémica. Pero a la vez se atribuyela palabra que separa el biendel mal. Y no nos queda másremedio que confrontarlocuando discutimos políticaseducacionales, políticas paralos medios, políticas de sexuali-dad y políticas de drogas. Élestá convencido de que su rolde intelectual se juega en usarel conocimiento para darlecontención a los cuerpos y so-siego a los espíritus. Al másviejo estilo: el libro en la manoizquierda y el rosario en la de-recha”.

n Un intelectual iluministadescribe a un intelectual de la ‘différence’.“¿Por qué insiste en un lengua-je críptico, poblado de concep-tos que él da por dado, perocuyo contenido es tan dudoso?¿Qué es esto de lo ‘rizomático’,la ‘capilaridad’, el ‘discurso-otro’, la ‘escenificación’ o lossaberes ‘contrahegemónicos’?¿Y por qué tanto encono con larazón, el conocimiento, la inte-gración cultural? Francamente,no lo entiendo. Cita a los críp-ticos posestructuralistas comosi fuesen de sentido común:Deleuze, Lyotard, Derrida. De-moniza las estructuras y los or-denamientos. Exalta la diferen-cia, pero en esa exaltación losbuenos son siempre los otros,los que no están en la políticapública, no comparten las opi-niones de las mayorías y no co-mulgan con consenso político.Todo lo contrario, el disensoles suena siempre atractivo. Yde tanto abogar por la diferen-cia, se olvida de que ésta mu-chas veces sirve de pretexto pa-ra justificar las desigualdades.Dudo de su sensibilidad social.Rara vez lo veo conmoverse

ante la tragedia humana. Másbien se preocupa por leer enella, como en cualquier cosa, lametáfora que pone al descu-bierto la clausura oculta deltexto de la vida. Se junta conotros parecidos, publican revis-tas, hacen actos de intervenciónurbana, ‘ponen en escena’ las ‘estéticas de la resistencia’ y laslógicas que subvierten el canony la complacencia, teorizan so-bre formas ‘revulsivas’ del arte,la cultura y la autorreflexióncolectiva. Pero todo esto, quepuede sonar muy sugerente,nunca se traduce en una pro-puesta de construcción colecti-va (porque de lo que se trata esde deconstruir)”.

n Un intelectual de ONGdescribe a un intelectual de losorganismos internacionales. “Qué lástima ver como un in-telectual lúcido finalmente seapoltrona en los rituales de lasconferencias intergubernamen-tales, sustituye la pasión por laverdad por la construcción detextos verosímiles que suenanbien, son políticamente correc-tos, pero insípidos al fin. Ama-rrado, como está, a no herir lasusceptibilidad de nadie, sedesplaza del pensamiento críti-co a una tecnocracia ilustrada.Maneja bien los datos del sub-desarrollo social, tiene acceso ala información que producensus pares en otros organismosinternacionales y a los dudososdatos de Gobiernos, y con esosinsumos no hace más que es-cribir catálogos de propuestassensatas que van a parar al ca-jón de un ministro o a la docu-mentación de conferenciasdonde las conclusiones y reco-mendaciones son como la cró-nica de un corolario anuncia-do. Ya no escribe artículos, si-no documentos de trabajo. Leecada vez menos teoría y cadavez más documentos oficiales.La cautela la disfraza de pru-dencia, y maquilla la críticacon apelaciones a la sensibili-dad y las buenas intenciones.En los hechos, escribe por en-cargo: se le encargan los temasy en buena medida los enfo-

ques. Su lenguaje se desperso-naliza con el correr de los añosy la creatividad en las ideas setransmuta en formas nuevas decombinar elementos archidi-chos. No produce conocimien-to, sino que lo organiza en tor-no a propuestas que pasen sinasperezas por el paladar de susinterlocutores: organismos deGobierno, otros organismosinternacionales y foros dondehay más protocolo que sustan-cia”.

n Un intelectual críticodescribe a un intelectual mediático. “No quiero parecer grave enmis juicios; pero cada vez quelo veo en televisión me da laimpresión de que ha privilegia-do de tal modo el acto comu-nicativo sobre la sustancia queincluso él mismo termina con-vencido de que la realidad esbastante simple. Ha sacrificadola profundidad en aras de laanchura, y ha sustituido el de-sarrollo del conocimiento porsu traducción al público masi-vo. Pero inevitablemente seaplica aquí lo de ‘traductor-traidor’. ¿Pensará él lo mismo?Se le atribuye una función loa-ble, a saber, ilustrar al públicogeneral, tejer un puente entrela sensibilidad de masas y la re-flexión de los intelectuales. Aveces logra, lo admito, adecuarciertas citas de filósofos comorúbrica en sus comentarios so-bre contingencia. Pero siemprequeda la sensación de que lohace como si se tratase de unajugada en un tablero, y que eltablero fuese su propia imagencomo intelectual frente a la so-ciedad. Siempre parece tan ra-zonable, y su elocuencia es ca-paz de desplegarse en lapsos cadavez más cortos. Ha comprimi-do el tiempo de la reflexióncrítica en el tiempo de unaopinión frente a las cámaras. Yasí, casi sin darse cuenta, daopiniones sobre todo. Porquese le consulta acerca de todo,incluso de aquello que proba-blemente él jamás ha investiga-do o pensado. Y es tal su hábi-to de responder, que siempre

Page 62: Claves 117

tiene alguna respuesta frente acualquier pregunta, y siemprela presenta como si fuese el re-sultado de una reflexión previa.Y, como el hábito hace al mon-je, él termina creyendo que sa-be de todo, cuando en realidadopina de todo, que no es lomismo”.

n Un intelectual ensayistadescribe a un intelectual académico. “Francamente, lo admiro. ¡Quépaciencia! Me parece casi inve-rosímil poder centrar años detrabajo en la exégesis de Hegel,en la interpretación de un diá-logo de Platón o en una tra-ducción crítica de la obra deSimmel o Weber. Pero a la ho-ra de opinar sobre la realidadnacional o latinoamericana, resulta tan tosco y poco intere-sante. En lo que a mí concier-ne, hace rato dejé la academia.La filosofía no puede seguirapolillándose en las lecturascríticas. Lo que hay que leer críticamente es la realidady hablar desde las resonanciasque esa realidad irradia ennuestras vidas. Volcarse a la ca-lle, conversar, perder el tiempocon los amigos, sufrir las derro-tas de otros en carne propia. ¡Yél se toma tan en serio! ¿Cómoperder tanto tiempo en estar aldía en la bibliografía, en preve-nir errores de interpretación yen construir una metodologíaex-ante para luego desarrollarun largo trabajo que muchasveces no termina nunca, y queen el camino se desgasta expli-cando las inconveniencias deotras metodologías? He visto,entre los académicos, guerras amuerte por motivos que nadiemás entendería: peleas porqueuno confundió el concepto desimulacro con el de artificio, elde imaginario con el de fantas-mático, el de crítica internacon deconstrucción, el de dia-léctica con el de dinámica. Hayque ver cómo sudan y se des-componen cuando son malin-terpretados o cuando debenconfrontar interpretacionesque, a juicio de ellos, no tienenningún fundamento en los tex-

tos. Hasta hablan con ciertotono engolado o flemático,aprendido de sus pares y reco-nocido como el tono más ade-cuado para expresar dudas so-bre los comentarios de sus pa-res. Y esa división tajante quehacen entre lo superficial y loprofundo: ¡por favor, qué pe-dantería platónica, qué letaníafrente al mundo de todos losdías!”.

n Un intelectualindependiente describe a un intelectual orgánico.“Me resulta difícil creer que aestas alturas en América Latinase pueda pensar que la refle-xión intelectual pueda todavíasometerse a la camisa de fuerzadel proyecto partidario. La ilu-sión, tanto utópica como ilu-minista, de que el intelectualera capaz de descubrir la direc-ción correcta de la historia yluego encajar su descubrimien-to en un programa político,murió con la caída del muro, omucho antes. Un intelectualorgánico, al viejo estilo, es unacontradicción de estos tiem-pos. Más bien tenemos que in-vertir el llamado de Marx, yvolver a preocuparnos por in-terpretar un mundo donde lascoordenadas ya no son ni elasalto al poder ni la instaura-ción del socialismo. Este inte-lectual obsesionado con tradu-cir la lectura de la historia a lí-neas partidarias, o bien cómobarnizar esta líneas con la in-terpretación de las grandescontradicciones del momento,debiera aplicar lo que tanto in-vocó en tiempos pasados: laautocrítica. Es un daño a la au-tonomía reflexiva del intelec-tual mantener todavía un cier-to ideal de intelectual orgáni-co. Más positivo parece, desdeuna postura más independien-te y abierta, formular la críticade la primacía de la razón ins-trumental en la política, inclui-do al intelectual orgánico co-mo objeto de esa crítica. La su-bordinación del pensamiento alos programas de partidos, oincluso, a los programas de go-bierno, perpetúa una confu-

sión de esferas donde el pensa-miento, en su carácter deabierto, se niega a sí mismo.No digo con esto que el inte-lectual no tenga un lugar en lapolítica, sino que no puede de-finirse como intelectual a tra-vés y sólo a través de ella. En lamedida en que persista en estarestricción, su reflexión sobrela cultura, la política y la socie-dad estará sesgada desde la par-tida por el objetivo que preten-de reforzar”.

n Un intelectual académicodescribe a un intelectual ensayista. “Si cree que la investigación ri-gurosa puede suplirse con algode literatura y un montón deconjeturas sugerentes, lamentodecir que se equivoca. Esos ata-jos que toma para escribir, ytambién para pensar, hablanpor lo que sus textos no dicen:la falta de metodología y la fal-ta de rigor. Piensa que porquehoy la academia ha sido aisladapor los medios de comunica-ción y en parte por el pragma-tismo de la política, puede des-pedirse del sudor de la investi-gación y compensarlo conideas que saca de la nada. Sueleproyectar sus propias percep-ciones y vivencias creyendoque pueden llegar a ser univer-sales, y, en lugar de buscar elesfuerzo reflexivo del lector,busca su complicidad. Sin du-da, así gana adeptos. Pero blan-dos y autoindulgentes, comoél. Cambia de tema como deropa, y se justifica poniéndolea su dispersión el epíteto de ladiversidad. Más que pensar te-mas, los visita y sobrevuela.Más que producir conocimien-tos, opina. No sería grave si hi-ciera explícita esta limitación.Pero suele ocultarla u olvidarla.Cuando se queda sin ideas, re-curre a la elegancia estilísticaesperando que ella pueda con-ducirlo a nuevas ideas. Citatextos a discreción, pero nuncada cuenta de la bibliografía nide las discusiones teóricas quesubyacen a estos temas que vi-sita. Se prodiga en metáforas,como si éstas fuesen pertinen-

65Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

ww

w.p

rogr

esa

.es/

clav

es

clav

es@

pro

gresa

.es

dire

cció

n in

tern

et

corr

eo e

lect

róni

co

DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 63: Claves 117

tes por el sólo hecho de ser me-táforas. No tiene una posiciónclara y definida, sino puntos devista cambiantes según el áni-mo, la sensibilidad que adivinaen sus lectores o el impactoque estas perspectivas puedensurtir en el auditorio. Se com-place con su propia escriturapensando que basta con escri-bir para pensar. Sus ensayos noson sino eso: tentativas incon-clusas cuyo desarrollo esquivapor pereza”.

n Un intelectual apocalípticodescribe a un intelectual optimista. “¿Con qué base se le ocurrepostular que la globalizaciónabre oportunidades de autoa-firmación cultural de los gru-pos oprimidos, crea nichos deinserción para el desarrollo lo-cal, promueve un imaginariopolítico democrático a escalamundial? ¿De dónde sacó que laposmodernidad nos libera de la ‘tiranía de las ideologías’ yabre el campo para el desarro-llo de las diferencias? ¿Por quédice que Internet es la promesapara que todos tengamos vozen el concierto global, y paraque todos accedamos conoportunidades a la sociedad dela información? Donde él vetodas estas promesas, yo veosólo amenazas. La globaliza-ción, combinada con la nuevarevolución del conocimiento,no ha hecho más que agudizarcontrastes sociales dentro y en-tre los países; dejar a dos ter-cios de la humanidad fuera dela carreta del progreso; dividirel mundo entre informatizadosy desinformatizados; fragmen-tar social y culturalmente a lassociedades nacionales por efec-to de la tan mentada posmo-dernidad o lo que yo simple-mente llamo la crisis de pro-yectos colectivos; amenazar lasidentidades locales con la cul-tura Mac-mundo o Disney-mundo, y generar cada vez másreacciones xenofóbicas y fun-damentalistas. A esto cabe su-mar el cúmulo de desastresecológicos y un futuro inquie-tante en términos de sobrepo-

blación y agotamiento de re-cursos naturales. Entoncesvuelvo a preguntarme por lasraíces de su optimismo. ¿Noserá que es tan duro el porve-nir que reacciona negando?Colecciona, con entusiasmogenuino o simulado, argumen-tos y ejemplos para mostrarque las nuevas tecnologías pue-den surtir un efecto democrati-zador y pluralista. Pero no tie-ne cómo contraargumentarcuando le digo que precisa-mente esos efectos, acotados yreducidos como son, perpetúanuna ilusión que nos hace acep-tar un ordenamiento generalarbitrario, una racionalizaciónsistémica asfixiante y una ad-ministración eficiente de lasdesigualdades”.

n Un intelectual de la‘différence’ describe a unintelectual en el Gobierno. “Consagra formas de saber-po-der donde la búsqueda de con-sensos, aparentemente bienin-tencionada, trasunta la im-pronta de la uniformidad. Conuna malla retórica que desco-noce los pliegues donde habi-tan las subjetividades-otras, elintelectual en el Gobierno in-voca equívocamente lo que enrealidad es unívoco: la recon-versión de la política hacia unanegación complaciente de lasfisuras del tejido cultural de lasociedad. Su pragmática subsu-me las referencias teóricas enapologías de la eficiencia y laeficacia. Habla de actores so-ciales, pero allí no hay más queidentidades agregadas en gran-des conglomerados que se sien-tan en una mesa de diálogo o adefinir políticas de interven-ción y disciplinamiento, desco-nociendo precisamente aque-llos actores que hoy día resul-tan más reveladores de lafragmentación social: nuevosmovimientos sociales, gruposno representados por el juegopartidario o parlamentario,manifestaciones que desde lacultura logran parodiar, consus prácticas discursivas, la pri-macía procedimental de la po-lítica pública. Y, cuando vuelve

sobre la teoría, ya habla menosde Bobbio que de Luhmann,menos de Habermas que deGiddens, cada vez menos de Touraine y no menciona aBourdieu. Sus lecturas de mi-crofísica del poder (Foucault) ode esquizoanálisis (Deleuze-Guattari) son parte de un pasa-do remoto que recuerda consimpatía. Pero cuando se tratade dar cuenta de los efectosdestructivos del modelo mo-dernizador sobre la memoriainscrita en los cuerpos, saca delropero a Schumpeter y hablade la ‘destrucción creadora’ delcapitalismo y la modernidad.Así, teje una involuntaria –pe-ro efectiva– complicidad con elmodelo neoliberal.

n Un intelectual mediáticodescribe a un intelectual de la academia.“¿Cómo puede todavía conce-

bir el saber como un campo deautorreferencia que se reprodu-ce a espaldas de la comunica-ción general y del espacio pú-blico? Es cosa de verlo: sigueconvencido de que el saber sepreserva y cultiva en los ritua-les del claustro, en un lenguajeno contaminado por el hablacotidiana; y acude parsimonio-samente al ‘templo’ del conoci-miento para hacerse allí un ni-cho donde habla en difícil y,con suerte, escribe en difícil.La palidez del encierro se le veen la cara y en el lenguaje. Pasamás tiempo en cuidarse de noincurrir en errores de interpre-tación de los textos, que en co-municar ideas propias. Juega eljuego de las discusiones erudi-tas y las citas sesudas y confun-de el juego con el mundo. Co-mo si el mundo no hubiesecambiado y estuviese desdesiempre definido por una rela-ción de hostilidad mutua entrela sensibilidad común y la re-flexión teórica. Hasta la voz ylos gestos terminan impostadosde tanto cuidar lo que dice yproteger su feudo. ¿Olvida,acaso, que Sócrates hacía filo-sofía en el mercado y tenía al‘vulgo’ como interlocutor? Hoyese mercado son los medios de

comunicación: ¿dónde más po-dría conversar Sócrates en laspostrimerías del siglo XX? Seactualiza en su especialidad,pero no en las prácticas paradifundir lo que en ella cosecha.Esta contradicción no le preo-cupa, sino todo contrario: creeque de este modo preserva untesoro que al menor contactocon el aire de la ciudad se con-tamina”. n

LOS INTELECTUALES LATINOAMERICANOS DESCRITOS POR SUS ( IM)PARES

66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Martín Hopenhayn es escritor.

Page 64: Claves 117

67Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

“Porro proverbium apud romanos na-tum videtur, apud quos regis cogno-mem erat invisum ceu barbarum actyrannicum et pugnans cum publicalibertate”.

“Parece que este proverbio nació entrelos romanos, que aborrecían el títulode rey por considerarlo bárbaro, tirá-nico y contrario a la libertad pública”.

Erasmo de Rotterdam,comentario al adagio

Aut regem aut fatuum nasci oportere.

iertos rasgos de los aún re-cientes fastos carolingioshabrían chocado a Eras-

mo. Se conmemora con entu-siasmo a monarcas cuyos idea-rios y prácticas estaban en las an-típodas del pensamiento, de lamoral política y de la ética de-mocrática que de alguna maneraanticipan sus textos. Además,Erasmo estaba en contra de cier-ta historiografía que ensalza ges-tas y mitifica emperadores y con-quistas; prefería un estudio delpasado que enseñe a enmendarerrores, ahorre guerras y sufri-mientos, reconozca los caminosde la paz y la prosperidad, afian-ce la convivencia cívica y las ide-as democráticas y alerte contralos abusos del poder. Para col-mo, el que a Carlos V se le hayapresentado en exposiciones ofi-ciales como un “príncipe eras-mista” le hubiera ciertamente re-vuelto las tripas. Las páginas quesiguen quizá nos ayuden a en-tender por qué.

En 1504, cuando ante la cor-te de Bruselas daba lectura a suPanegírico de Felipe el Hermoso, yase podía presentir entre líneasque Erasmo acabaría por tenerque optar entre convertirse enconsejero áulico o mantener unadifícil libertad de crítica. Alrede-dor de 1515, siendo ya miem-

bro del consejo del futuro Car-los V, le llueven propuestas hala-güeñas de príncipes y obispos detoda Europa que le hubieran per-mitido ser el “intelectual orgáni-co” de la época. Para entonces yatiene en prensa la edición corre-gida y aumentada de los Adagio-rum chiliades, es decir Millares deadagios, en donde marcará cru-damente sus distancias con losderechos de sangre y denunciarála violencia de las luchas entredinastías y los nacionalismos quegeneraban. En los Adagios acen-túa también aquella su caracte-rística oposición a la intoleran-cia de cualquier signo que ya seanunciaba en el Elogio de la locu-ra. También está dando los últi-mos toques a su polémica edi-ción del Nuevo Testamento y pre-para sus explosivos Coloquios. Noresulta, pues, extraño que en1517, al borde de la cincuentena,cuando sus escritos ya le dan pa-ra vivir, Erasmo prefiera mante-ner a toda costa su independen-cia intelectual. Habría podidoacompañar a Carlos I en su viajede toma de posesión de la Coro-na de España, pero se queda enLovaina, justo cuando se pre-siente la batalla política y religio-sa que se va a librar a favor o encontra de las ideas de la Reforma.Son tiempos en los que apunta lareacción oscurantista y en los quela lucidez y la franqueza puedenser peligrosas. Es significativo ycasi suena a autorretrato un pa-saje de su comentario del adagioEl escarabajo acecha al águila, enel que Erasmo se refiere a un tipode intelectual que los tiranos, en-carnados simbólicamente por eláguila, odian con ahínco:

“Mantiene [el águila tiránica] unaguerra encarnizada contra el cibindo,

hasta el punto de que a menudo se lescapture enzarzados en su lucha. Hayque tener en cuenta que el cibindo esuna rapaz nocturna. Y no hay clase dehombres más odiada por los tiranos quela de aquellos que por disentir larga yextensamente de la opinión del vulgoson capaces de ver con toda claridad enmedio de las tinieblas”1.

Concebía la tarea del filósofocomo desenmascaramiento delas apariencias (“¡dale la vueltaal sileno!”2) y de cuestionamien-to de los lugares comunes:

“El seguimiento de la filosofía noconsiste en ataviarse con capa y zurróny dejarse crecer la barba. ¿Qué significapues? Significa menospreciar lo que elvulgo admira embobado y pensar lascosas en forma muy diferente a como lohace la mayoría de los hombres” (ibí-dem, pág. 136).

Los adagios ‘políticos’En el verano de 1500, en París,Erasmo publica una selección deadagios, la Adagiorum Collecta-nea. El objetivo era poner a dis-posición de los estudiantes de le-tras de la época los proverbiosde la antigüedad clásica. Entrelos miles de adagios que Erasmono cesará de afinar y reeditarhasta su muerte, que adoptan apartir de 1508 el título de Ada-giorum Chiliades, hay algunosque a partir de la edición de1515 destacan por su extensióny por su contenido político. En

ellos se refleja la filosofía políticay el compromiso de Erasmo consu época. Durante los años de lacomposición y continua revisiónde estos ensayos, Erasmo vive losavatares de la política contem-poránea y no deja de involucrar-se en ellos. Otras obras de eseperiodo, desde el Panegírico deFelipe el Hermoso en 1504 hastala Educación del príncipe cristia-no en 1516 y el Lamento de laPaz en 1517, presentan coinci-dencias literales con los “adagiospolíticos”. El Elogio de la locura,escrito en 1509 y publicado en1511, y los Coloquios, que apa-recen en 1519, tienen tambiénuna intencionalidad política. Lareflexión política de Erasmo ma-duró en Inglaterra, durante susprolongadas visitas de los prime-ros años del siglo, al hilo de con-versaciones y de trabajos en co-mún con humanistas ingleses yen particular con su amigo To-más Moro. Tan es así que huboquien atribuyó a Erasmo la auto-ría del primer libro de la Uto-pía, publicada en 1516 en Lo-vaina a instancias de Erasmo. Esaparte de la obra presenta innu-merables coincidencias de argu-mento y de enfoque con las pá-ginas políticas que Erasmo escri-be en ese tiempo cerca de Moro.Pero, en carta a su amigo del 1de marzo de 1517, Erasmo des-miente el rumor de que “el pri-mer libro de la Utopía provienede mí”, y añade: “No me gusta-ría que tal idea se extendiera porahí, pues nada hay más infun-dado”3, aunque es un hecho que

F I L O S O F Í A P O L Í T I C A

LA MONARQUÍA COMO BARBARIEy otros abusos del poder en los Adagios de Erasmo

RAMÓN PUIG DE LA BELLACASA

1 Adagios del poder y de la guerra y teoríadel adagio, edición y traducción de RamónPuig de la Bellacasa, Valencia, Pre-Textos yBiblioteca Valenciana, 2000, pág. 232. Lascitas textuales que siguen proceden de estaobra.

2 Los silenos eran estatuillas griegasque encerraban una imagen de una divi-nidad, a semejanza de Sileno, personajede exterior repulsivo pero sabio y de per-sonalidad cultivada. Los falsos silenos, ba-jo un exterior brillante encierran un inte-rior repugnante.

C

3 Un hombre para todas las horas. Lacorrespondencia de Tomás Moro (1499-1534), edición y traducción de Álvaro deSilva, Madrid, Rialp, 1998, pág. 90.

Page 65: Claves 117

LA MONARQUÍA COMO BARBARIE

68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Erasmo y Moro trabajaron jun-tos, por ejemplo, en la traduc-ción de textos clásicos y en lacomposición de disertaciones ge-melas, como las respuestas (uncierto “pastiche” renacentista) aldiálogo El tiranicida, de Lucia-no, que parecen obedecer a unesquema preparado al unísono.No sería, pues, extraño que elprimer libro de la Utopía de Mo-ro deba no poco a las ideas deErasmo, en particular en sus crí-ticas al estado nefasto de la polí-tica y de la economía, así como ala práctica corrupta del poder,principalmente en Inglaterra, pe-ro también en Francia. La críticaa las monarquías y a la Iglesia dela época que se formulan por bo-ca del viajero Rafael recuerdanen numerosos puntos los textosde Erasmo de la misma época.

Entorno político y fuentes literariasErasmo vive de cerca los conflic-tos dinásticos, políticos y bélicosalimentados por los príncipes ylas cortes de la época, que aca-rreaban “una Lerna de males”4 yhacían peligrosa la vida para elcomún de las gentes, y él mismose había sentido en peligro en al-guno de sus viajes, al cruzarsecon aquellas bandas mercenariasque tan pronto se ponían al ser-vicio del Imperio como de susoponentes. El trabajo de TracyThe Politics of Erasmus mostróhace ya tiempo las relaciones deErasmo con la política y los po-líticos de su tiempo y la intensi-dad de sus esfuerzos para dar ungiro moral a la ideología y a lapráctica de la política por partede los reyes y las cortes de la épo-ca. Cuarenta años antes, PierreMesnard, en su libro El naci-miento de la filosofía política en elsiglo XVI, incluyó un capítulo ti-tulado ‘Erasmo o el evangelismopolítico’ y Renaudet publicó untrabajo sobre La crítica del go-bierno y de la sociedad en la obrade Erasmo. Las anotaciones y laintroducción de Silvana Seidel

Menchi a los Adagios políticosañaden información sobre losaños decisivos de la estancia enItalia, de los que también se ocu-pó Renaudet en su libro Erasmoe Italia, en el que destaca el ca-pítulo ‘Erasmo y Maquiavelo’5.

Son siete los adagios que cita-mos aquí: Los Silenos de Alcibia-des (Sileni Alcibiadis); La guerraatrae a quienes no la han vivido(Dulce bellum inexpertis); Pararey o para necio se nace (Aut re-gem aut fatuum nasci oportere);Haz honor a Esparta, la suerte tela otorgó (Spartam nactus es, hancorna); Exigirle el tributo a unmuerto (A mortuo tributum exi-gere); El escarabajo acecha al águi-la (Scarabeus aquilam quaerit);Como las verrugas se pegan a losojos (Ut fici oculis incumbunt).Cuando trabajaba en estos co-mentarios Erasmo, como se de-duce de su correspondencia, se-guía con atención los aconteci-mientos políticos europeos, perojunto a la reflexión sobre sutiempo hay que tener en cuentaa los autores griegos, latinos, pa-trísticos y medievales que Eras-mo leía y editaba constantemen-te. Además, escribe los adagiosno como filósofo ni como teólo-go, aunque recurra a la filosofía ya la teología, sino como huma-nista, hermeneuta y polígrafo,que se esfuerza por recuperar ydifundir la literatura y el pensa-miento clásicos mediante el re-ciente y poderoso instrumentode la imprenta. Gradualmente, amedida que los comentarios sehacen más largos, como es el ca-so de los “adagios políticos”, semanifiesta el intelectual com-prometido con su tiempo. Den-tro de ese designio no cabe ha-blar de una filosofía política es-tructurada, sino de ensayosliterarios atravesados por ideaspolíticas recurrentes. En estosadagios no elabora un tratado,como ocurre en cierto modo consu Educación del príncipe cristia-no, ni propugna una serie orde-nada de medidas políticas para la

paz en Europa, como hace en elLamento de la paz. A pesar deello, en el caso del Dulce belluminexpertis se puede detectar unplan preciso; y los Sileni Alcibia-dis desarrolla su propia lógica,que en la sátira antimonárquicadel Scarabeus aquilam quaerit secamufla bajo los adornos de laalegoría y la fábula.

Estos ensayos están cuajadosde los ecos de sus intercambioscon los intelectuales de su tiempoy de alusiones, vivencias y anéc-dotas de la época, así como derastros más o menos explícitosde sus ingentes lecturas. Un in-dicio parcial de la “biblioteca interior” de Erasmo son las listasde la denominada “biblioteca deErasmo”, al menos de aquellaque el humanista vendió en 1525a Juan Laski para que le fuese en-tregada a ese diplomático polacodespués de su muerte. Hay doslistas: la Versandliste, con 515 vo-lúmenes citados, y el Catalogus,con 129 obras. El estudio deta-llado de la influencia de estasfuentes en la formulación de lasideas políticas de Erasmo está porhacer. Es deudor de la tradiciónidealista que parte de Platón ydel método inductivo de Aristó-teles aplicado a los regímenes po-líticos y a las prácticas de la polí-tica. Su estilo es ágil y adobadocon recursos literarios de todo ti-po, en ese latín brillante e incisi-vo que le caracteriza. Maneja laironía y el humor con absolutasoltura. Se inspira en autores la-tinos como Cicerón o Séneca,juega con la mordacidad comoLuciano, alegoriza al estilo deEsopo, argumenta a la manerade Quintiliano y extrae anécdo-tas de los historiadores griegos yromanos. Se expresa con el vigorde padres de la Iglesia como Cri-sóstomo, Basilio o Ambrosio; sehace eco de las diatribas medie-vales sobre la guerra justa o sobrelas dos espadas y emplea metáfo-ras de Tomás de Aquino. Algu-nas de sus ideas recuerdan a Ger-son (autor del que aparecen cua-tro tomos en la lista de subiblioteca); por ejemplo, sobre elpoder político como emanaciónde la asamblea del pueblo, enla-zando así con una tradición que

arranca con Marsilio de Padua ycon Guillermo de Ockham. Porúltimo, Erasmo vivió en Italia aprincipios del siglo XVI y de al-guna manera tuvo que conocerlas ideas de los “humanistas cívi-cos” italianos, parte de una evo-lución del pensamiento políticoque remonta al siglo XII y quemadura en las luchas de las repú-blicas italianas por mantener laslibertades ciudadanas contra losdespotismos seculares o eclesiás-ticos.

Cualquier parecido con la actualidad es pura reincidenciaLo que llama la atención en estosescritos es su diagnóstico precisode unos acontecimientos políti-cos y unos conflictos sociales cu-yas motivaciones y perfiles con-ductuales (individuales y colec-tivos) se siguen reproduciendotozudamente, aunque con otrosactores y en otras circunstancias,en nuestra propia realidad con-temporánea. Si se analizan algu-nas de las soluciones que Erasmoformula teórica y prácticamentey se actualizan lenguaje y con-texto, comprobamos que en-tronca con las propuestas de laética y la filosofía política actua-les mucho mejor que Maquia-velo. Por ejemplo, en su sensibi-lidad hacia los sufrimientos co-lectivos y las matanzas de civilesque las ideas y conductas de losgobernantes de su tiempo aca-rreaban. Las motivaciones y con-ductas que Erasmo describe si-guen vivas, a pesar de siglos dehegemonía de esta civilizaciónque Berlusconi considera su-perior a las otras: la violencia de todas clases; la justificaciónmaniquea, tanto popular comopolítica, de la guerra (inclusovestida de justicia infinita); losnacionalismos atávicos; la feno-menología de la corrupción y delengaño en la vida pública; elfundamentalismo religioso; laimposición del credo religiosomediante el poder y las armas,etcétera.

Para evitar la guerra y los abu-sos del poder, Erasmo avanzapropuestas como el reconoci-miento y respeto a los orígenes

4 La ciénaga de Lerna, habitada por lahidra, era el símbolo mítico de todos losmales reunidos.

5 Seidel Menchi, S. (ed.): Adagia, seisaggi politias in forma di proverbi. Einaudi,Torino, 1980.

Page 66: Claves 117

democráticos del poder político;a las asambleas naturales de losciudadanos y a los consejos for-mados por personas honestas yexperimentadas; a los espaciosde discusión, consenso, consejoy control del gobernante que és-te no ha de poder neutralizar im-punemente. Se añade a todo ellosu insistencia en la selección yeducación de los gobernantesmás capaces, la supresión de lasreclamaciones dinásticas y de las confrontaciones mortíferas en-tre pueblos que ellas generaban,la renuncia al expansionismo, laestabilización de las fronteras.Aspira también a eliminar la in-jerencia de la religión en la po-lítica y aboga por un credo re-ducido a pocos principios quetodos puedan compartir sin con-flictos (incluso los turcos), de-jando espacio a la tolerancia y ala libertad de opinión. Es con-trario a imponer las propias con-vicciones a nadie, pero exige res-peto al principio básico de todo

acuerdo: que nadie pueda impo-ner sus ideas o sus derechos me-diante la guerra o la violencia.De alguna manera, las ideas deErasmo no desmerecían de loque hoy se llama “ética de la dis-cusión”.

El presente artículo trata deilustrar todo esto dejando hablarampliamente a Erasmo en lostextos de los siete adagios men-cionados. Esos textos fueron,además, materia de una durade-ra censura por parte de la Iglesiay la Corona. Todavía en los añossesenta la única edición de obrasescogidas de Erasmo en castella-no contiene una serie de mutila-ciones que no parecen en abso-luto casuales. Que el título co-mience por la expresión “lamonarquía como barbarie” res-ponde a una idea que retorna sindescanso en sus análisis: otorgarel poder a uno solo por simpleherencia dinástica es una prácti-ca bárbara, raíz de gran parte delos abusos y violencias que ca-

racterizaron a la Europa de su si-glo. El parecido con la realidadactual es pura reincidencia.

Formas de poder y de gobierno y secuelas indeseables de la monarquíaLos regímenes políticos conside-rados por Erasmo, como porAristóteles, son: la monarquía ysu exceso, es decir, la tiranía; elgobierno democrático del pue-blo y su forma extrema: la anar-quía; el gobierno de los más ca-pacitados, es decir –y aunque noutilice ese término–, la aristocra-cia, aunque basada en el gobier-no de los política y moralmenteeducados, y su forma degrada-da, es decir, la oligarquía. Eras-mo le recuerda al rey que el po-der legítimo lo da el pueblo, quelos reyes –si de verdad son reyesy no tiranos– los hace la gente.Para Erasmo, como para Cice-rón o Gerson, la legitimación delpoder pasa por el consenso po-pular. Con una metáfora que ya

utilizó Tomás de Aquino, afir-ma que sería mucho mejor elegiral timonel (clavum navis noncommittimus nisi eíus reí perito),pero, no sin amargura, constataque la monarquía viene de he-cho impuesta por la herencia di-nástica (nascuntur principes):

“Eliges a quien confiar tu nave, ¿noeliges al que tantas ciudades y tantaspersonas entregas? Demos por hechoque no podemos extirpar tradición tanarraigada. Los príncipes nacen: a quienla suerte favorezca, sea honesto o des-honesto, sea necio o discreto, tenga lamente sana o trastornada, con que ten-ga la apariencia de un ser humano, hayque darle el poder absoluto. Según sucapricho, el mundo andará trastornadopor guerras y masacres y se alterarán to-das las cosas, sagradas y profanas” (ibí-dem, pág. 138-139).

Siguiendo a Tomás de Aqui-no, contrapone el concepto de“administración” al de “domi-nio”. Al príncipe hay, por tanto,que advertirle que:

“Quien ejerce el poder para sí mis-mo, no para el Estado, es un salteador,no un príncipe… que, entre gentes cris-tianas, el poder no es más que la admi-nistración y no la posesión del Estado”(imperium nihil aliud esse quam reipu-blicae administrationem non dominium)(ibídem, págs. 139-140).

Erasmo, que idealizaba la re-pública romana y se resignaba a lamonarquía como algo que pare-cía imposible cambiar, distingueentre la monarquía legítima y útily la tiranía y el despotismo, y pro-pugna el gobierno de los mejores:

“El rasgo característico del príncipees, en lo que de él dependa, no hacer da-ño a nadie, ser útil a todos y ser, másque el supremo, el mejor. Pues no sepuede ser el supremo por otro métodoque no sea el de ser el mejor, es decir, elmejor en hacer el bien a todos. Yo, pormi parte, encarezco el modelo que handescrito con acierto los filósofos y mepregunto si no serían así los príncipesque administraban la república en laciudad platónica. Lo que es cierto esque de esos apenas hallarás en los analesde la historia uno o dos que te arriesguesa comparar con tal modelo” (ibídem,págs. 222-223).

Su idealización ciceroniana deuna república romana ancestralaparece también cuando investi-ga los orígenes del adagio “para

RAMÓN PUIG DE LA BELLACASA

69Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Erasmo de Rotterdam

Page 67: Claves 117

rey o para necio se nace”:

“El dicho podría también interpre-tarse en función de la semejanza quehay entre la felicidad de los reyes y la delos locos: todo lo que los reyes quierenla fortuna se lo da, pero los locos noson menos felices en su ensimisma-miento, que les hace creer que ningunacosa buena les falta. Parece que este pro-verbio nació entre los romanos, queaborrecían el título de rey por conside-rarlo bárbaro, tiránico y contrario aaquella libertad pública que ellos, enaquel tiempo, buscaban por encima detodo” (ibídem, pág. 143).

La raíz del poder ha de ser elconsenso popular y no los preten-didos derechos dinásticos y na-cionalistas, basados en atavismos,leyendas e historias amañadas:

“Si un título cualquiera se consideracausa idónea para emprender la guerra,a nadie –en medio de tantas vicisitudesde los asuntos humanos, de tantos cam-bios– le podrá faltar un título. ¿Qué pue-blo no ha sido alguna vez expulsado o noha expulsado a alguien de su territorio?¿Cuántas veces se ha emigrado de un si-tio a otro? ¿Cuántas veces se han despla-zado de aquí para allá los imperios por elazar o los tratados? ¡Que los paduanosreclamen hoy el suelo troyano ya queAntenor6 en otro tiempo fue troyano!¡Que los romanos reclamen África y Es-paña, pues alguna vez fueron romanas!Llamamos dominio a lo que es admi-nistración. No se tiene igual derecho so-bre los hombres –libres por naturaleza–que sobre los ganados. Ese mismo dere-cho que posees te lo dio el consenso po-pular. Por tanto, si no me equivoco,quien te lo confirió tiene facultad de re-vocártelo” (ibídem, págs. 199-200).

Ha comprendido bien que elpoder omnímodo necesita ador-narse con esa parafernalia de bla-sones, escudos y otra quincalleríaque rodea a los tronos y a losejércitos. No se priva de lanzarandanadas contra los símbolosde la Casa de Borgoña o a la na-riz del emperador Maximiliano,emblemas de tiranía y rapacidad.

“El león no es más que un tirano,enemigo y devorador de todos, que seprotege con la fuerza y el terror; es unanimal regio en la misma medida que loes el águila. Parece que lo han com-prendido bien quienes en sus escudos dearmas graban la imagen de leones con

las fauces abiertas de par en par y ex-tendiendo sus garras sobre la presa”(ibídem. pág. 235).

“Aunque se mencionen seis clasesde águilas, todas tienen en común quetanto su pico como sus garras son vio-lentamente curvos; de modo que por lamisma disposición de su cuerpo se pue-da comprender que se trata de un avecarnívora, enemiga de la tranquilidad yde la paz, nacida para la lucha, la rapiñay la depredación” (ibídem, pág. 222).

La simbología del águila haseguido presidiendo las matanzasdel siglo XX. Pero no guarda sóloanalogía con los conocidos fil-mes de las paradas nazis y de susestandartes o con el águila queMussolini usó con profusión o elescudo que Franco oficializó enEspaña, sino también con laságuilas que vemos en algunasconferencias de prensa desde laCasa Blanca y por la CNN parainformar de expediciones contraAfganistán o hace no muchocontra Sudán e Irak, país que ca-sualmente también exhibe eláguila como emblema oficial. El águila preside parlamentos enSerbia, Alemania, Polonia e In-donesia y, en su versión bicéfala,es el símbolo de la presidenciarusa y de la nación austriaca, asícomo del Ejército de LiberaciónKosovar y de sus oponentes, lasmilicias serbias. Ese símbolo quepara Erasmo encarnaba la vio-lencia del poder y de la guerra yque se sigue utilizando tantopara ilustrar los fuselajes de losF-16 como para acuñar ciertasmonedas, sobrevuela sobre loselectos en muchos parlamentosdel mundo, sin que sepamos siglorifica o amenaza.

En la descripción de la tiraníaadopta tintes sombríos y exaltalas formas cívicas del control po-lítico, características de las ciu-dades y de sus confederaciones,que los príncipes tratan de neu-tralizar:

“No hay ningún senado, ningunamagistratura, ninguna religión, ningúnsector del Estado donde ellos no hayanpenetrado con ágiles raíces, a modo deuna peste que se difunde por las venasde todo el cuerpo. Sin duda, han ad-vertido –pues tienen ojos e inteligenciasólo para hacer daño– que la única án-cora de salvación pública que resta es

que la concordia honesta de ciudades yciudadanos restrinja el poder del tira-no; por eso, deshacer esa concordia es su ocupación primordial. Intuyen que suautonomía se reduce al mínimo entiempo de paz, pues los asuntos públi-cos funcionan mediante leyes y asam-bleas, no por engaños y armas; en con-secuencia, tratan por todos los mediosde que el pueblo no goce de la paz pú-blica” (ibídem, pág. 257).

Erasmo tampoco creía que losasaltos tumultuarios al poderfuesen a resolver nada, y temíaque degenerasen en otras formasde violencia y en la anarquía:

“Mientras tanto hay que aguantarlos[a los príncipes], no sea que a la tiraníale suceda la anarquía, un mal casi máspernicioso, como se ha comprobadocon las experiencias de varios Estados; yademás los desórdenes que han surgidorecientemente entre los campesinos deAlemania nos enseñan que la brutali-dad de los príncipes es un poco más to-lerable que la anarquía que todo lo tras-torna. Por un lado, es verdad que los ra-yos aterran a todos; sin embargo, nohieren a muchos; por el contrario, cuan-do el mar inunda no perdona nada, to-do lo altera, todo lo arrolla” (ibídem,pág. 258).

Ideal y formación del príncipe y del gobernanteLas características del buen prín-cipe no son las que el vulgo sue-le admirar. Coincidiendo conPlatón, a los gobernantes les pi-de que pasen por un exigenteproceso educativo, que no esténen política por interés personal yque, como propugnaba ya Aris-tóteles, se sometan al imperio delas leyes. Erasmo combate seve-ramente el ideal principesco queimpera en las cortes de su tiem-po. Lo hace con una plasticidadque recuerda los patrones y cli-chés de las actuales revistas delcorazón:

“Vemos en la actualidad a ciertospríncipes ávidos de cualquier cosa, ex-cepto de lo que justifica el título de prín-cipe, y al populacho estúpido que ad-mira todo en los reyes excepto lo que deveras se tenía que exigir. ‘Es joven’: así seencarece un novio ante la novia, no a unpríncipe ante el Estado. ‘Es guapo’: esun buen elogio para una mujer. ‘Esmusculoso y atlético’: buena alabanzapara un deportista. ‘Es robusto y tieneaguante’: buena recomendación en pa-lafreneros o lacayos. ‘Tiene oro a es-puertas’: haces la propaganda de un usu-rero eficiente. ‘Habla bien’: es lo que

admiro en un sofista. ‘Qué bien canta,qué bien baila’: mérito de comediantesy flautistas, no de reyes. ‘En la bebidano tiene rival’ (un elogio que agradaba alos antiguos reyes): vale, si lo que pon-deras es una esponja. ‘Es alto, no le lle-gan al hombro’: estupendo, si se trata dealcanzar algo. Y, en fin, aquel elogio de ‘excelente jugador de dados y expe-rimentado ajedrecista’ propio de vilesmangantes, que debería avergonzar a unsoberano” (ibídem, págs. 135-136).

Dibuja un perfil de hombrede Estado inspirado en Platón,Marsilio Ficino, Epicuro y Mar-co Aurelio y lo contrasta con lasfiguras de los príncipes de suépoca:

“No sin razón escribió el divino Pla-tón que las repúblicas no serán felices amenos que el poder se confíe a los filó-sofos o que los que detentan el poder seguíen por la filosofía. Pero el segui-miento de la filosofía no consiste en ata-viarse con capa y zurrón y dejarse crecerla barba. ¿Qué significa, pues? Significamenospreciar lo que el vulgo admiraembobado y pensar las cosas en modomuy diferente a cómo lo hace la mayo-ría de los hombres (…). En primer lu-gar, se requiere tener una recta opiniónde las cosas, pues las opiniones son co-mo las fuentes de donde surgen en la vi-da las acciones y, si están contaminadas,dan al traste con todo. Luego hay queaborrecer la corrupción y ser de naturalhonrado. Pues la auténtica sabiduría noestriba sólo en consagrarse al conoci-miento de la verdad sino también en elgusto y el amor de lo honesto” (ibídem,pág. 136).

Los que rodean a los prínci-pes a la busca de privilegios sonuna barrera para el logro delbuen gobierno; y si tenemos encuenta que el siguiente texto loredacta entre l516 y 1517, Eras-mo se refiere muy probablemen-te a la corte del archiduque Car-los de Borgoña, muy prontoCarlos I de España y, pocos añosdespués, Carlos V de Alemania:

“Comprenden que la base de laprosperidad de una nación estriba entener un príncipe íntegro, sensato y vi-gilante; es decir, un verdadero príncipe;por ello sus tutores se emplean a fondopara que el príncipe nunca madure co-mo hombre. Sus validos, esos que se ce-ban de las desgracias públicas, se es-fuerzan en afeminarle lo más posible abase de placeres y en que no aprendanada de lo que conviene que un prínci-pe aprenda” (ibídem, pág. 257-258).

A pesar de ese contexto desfa-

LA MONARQUÍA COMO BARBARIE

70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

6 Sabio troyano considerado el funda-dor de Padua.

Page 68: Claves 117

vorable, en el que la monarquíadinástica es la realidad insosla-yable, la fe de Erasmo en la edu-cación de los futuros gobernan-tes rayaba con una especie de de-terminismo educativo:

“Si estas realidades no se pueden mo-dificar, lo más inmediato será ponerlesremedio con una escrupulosa educación;y ya que no nos permiten otorgar el po-der al más idóneo, tratemos de hacer idó-neo para gobernar al que nos tocó ensuerte (…) Insisto en la pronta designa-ción de un formador, cuya selección tan-to más escrupulosa debe ser cuanto que,no siendo lícito elegir al príncipe, es líci-to educarlo” (ibídem, pág. 139).

Características del buen gobiernoEn el comentario al adagio Spar-tam nactus es hanc orna, Erasmodesarrolla su punto de vista so-bre el buen gobierno en contra-posición a lo que considera malgobierno de su propia patria, so-metida al ducado de Borgoña y alos Habsburgo. En contraposi-ción a la inseguridad y a la explo-tación económica que atribuye ala política dinástica y expansio-nista de Maximiliano y al belicis-mo esquilmador de Enrique VIII,los objetivos del gobernante hande ser el bienestar, la libertad, lapaz, la seguridad, la justicia y unabuena administración.

“Apenas encontrarás uno que refle-xione de verdad sobre su papel de prín-cipe o que esté satisfecho con sus domi-nios y no busque añadirles algo fuera delas fronteras de su reino. Es tarea delpríncipe subvenir por todos los medios albienestar del Estado, velar sobre la liber-tad pública, mantener la paz, prevenirlos crímenes ocasionando el menor dañoposible a sus súbditos, ingeniárselas paraconseguir magistrados irreprochables eíntegros. Por eso, cuando eludiendo susdeberes dedica su tiempo a jugar a los da-dos, a bailar, a ir de putas, a parrandear-se, a cazar, a lucrarse; en pocas palabras,cuando se entrega completamente a otrascosas, entonces es cuando hay que repe-tirle el adagio: Esparta es tu lote, hónrala”(ibídem, pág. 148).

El príncipe no ha de guiarsepor finalidades espurias, es co-rresponsable de lo que haga suGobierno y ha de dedicarse a labúsqueda de la utilidad pública ya la evitación a toda costa de laguerra:

“Que no actúe movido por el odio, elamor, la ira o instigado por otra pasióncualquiera. Al designar los jueces, al ela-borar las leyes y en sus demás funciones

contemple una sola meta, a saber, la ho-nestidad y la utilidad pública. No bastacon que por sí mismo no perjudique anadie, el príncipe también ha de respon-der de la integridad de sus ministros. Lagrandeza del príncipe no consiste en ex-tender los límites de sus dominios, endesalojar a los vecinos por las armas, sinoen promover, con la justicia, la frugalidady las restantes artes de la paz, la prosperi-dad del territorio que le ha tocado ensuerte. (…) Pero lo primero que hay queevitar por todos los medios es la guerra;ya que, aun siendo variadas las circuns-tancias de las que surgen las múltiples ydiferentes desdichas, la guerra por sí so-la esparce de golpe el tropel entero delos males” (ibídem, pág. 140).

La paz es la garantía de laprosperidad y del bien común(pax omnium bonarum rerum etparens est et nutrix); es muchomás que la ausencia de guerra: esel resultado armónico del buengobierno. Así la describe Eras-mo con imágenes propias del Es-tado del bienestar:

“La paz es la madre y la nodriza detodos los bienes. La guerra arruina, ex-tingue, barre de repente y de una solavez todo lo alegre y todo lo bello y des-carga sobre la vida de los hombres unacloaca de males, una especie de ciénagade Lerna. En tiempos de paz sucede en-teramente como si una primavera sin-gular brillase sobre el mundo de loshombres: los campos se cultivan, los jar-dines verdean, pacen gozosos los reba-ños, se construyen granjas, se erigen ciu-dades, se reconstruyen las que se habíandesplomado, se embellecen y se agran-dan los edificios, las riquezas aumen-tan, se celebran fiestas, rigen las leyes,florece el sentido cívico, hay fervor reli-gioso, la justicia prevalece, se valora lasolidaridad, se desarrolla el artesanado,el jornal de los pobres es más abundan-te, la opulencia de los ricos se vuelvemás espléndida. Florece el estudio delas disciplinas más respetables, la juven-tud se instruye, los ancianos disfrutande un descanso apacible, las doncellas secasan bajo buenos auspicios, las que dana luz reciben piropos por el parecido dela prole, las buenas gentes prosperan,los malvados hacen menos daño” (ibí-dem, pág. 183).

Contra la guerra, el fundamentalismo confesional,la violencia socioeconómica yla corrupciónLa época de Erasmo se caracteri-zó por violencias y guerras sin finque justificaban que el humanistade Rotterdam consagrase largaspáginas a la denuncia de las con-

secuencias del despotismo, la ti-ranía y la intolerancia. No se tra-ta sólo de la violencia bélica; setrata también de la explotacióneconómica de los más pobres, dela corrupción generalizada y deloportunismo tanto de los corte-sanos como de los eclesiásticos.Sus textos merecerían un estudiodetallado de las fuentes desde va-rios puntos de vista: la forma enque describe las situaciones con-temporáneas e introduce elemen-tos histórico-antropológicos (con-viven la propia experiencia deErasmo, las fuentes clásicas, in-cluidos los filósofos, moralistas ehistoriadores romanos y griegos,la historia natural y los poetas,junto con los padres de la Iglesia);las argumentaciones y diatribasteológico-políticas (donde la Bi-blia figura en compañía de la pa-trística y de la escolástica medie-val), y la visión literaria, irónica yfabuladora (en donde predomi-na la tradición greco-latina de losautores de diálogos, obras teatra-les y apólogos junto a la casuísti-ca de su tiempo, a la que Erasmosaca punta con su inagotable in-genio).

Monarquía y violencia bélicaLa visión de Erasmo sobre lascausas y las consecuencias de lasguerras, cuyas víctimas son másque nadie las gentes del pueblo,sigue siendo de triste actualidad.Las razones por las que los sereshumanos se matan colectiva-mente desde tiempo inmemorialy que Erasmo trató de investi-gar siguen siendo hoy materia deinterrogación y de estudio. Parael consejero del futuro Carlos Vla causa más inmediata de laguerra era la irresponsabilidad delos reyes de su época, pues “¿novemos cómo el pueblo busca la paz y los príncipes provocan laguerra?” (ibídem, pág. 142). Ycontinúa:

“Más valdrá que repases las crónicastanto de los antiguos como de los mo-dernos para que constates sin lugar a du-das que a lo largo de varios siglos fue ra-ro el príncipe que no introdujo con idio-tez insigne los mayores desastres en losasuntos humanos, puesto que un prínci-pe o es un necio, para desgracia universal,o es juicioso, para el mayor bien de to-

RAMÓN PUIG DE LA BELLACASA

71Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 69: Claves 117

dos; pero es más sencillo acarrear el malque hacerse útil, y antes se propaga, omejor dicho inunda, la calamidad quela utilidad” (ibídem, pág. 135).

En la raíz de los conflictos,Erasmo detecta los intereses di-násticos de los príncipes o losdelirios de una historia inventa-da, un entorno que jalea a unosjóvenes violentos (tiene proba-blemente presente a la corte deEnrique VIII), los pretextos ju-rídicos y religiosos elaboradospor los teóricos de turno y porjerarquías eclesiásticas dispues-tas a bendecir las hazañas bélicas.El resultado es que el odio, laambición y la crueldad encuen-tran en la guerra el terreno ade-cuado para ejercitarse:

“Si alguien examina el asunto más afondo hallará que casi todas las guerrasde los cristianos nacen o de la insensatezo de la maldad. Algunos jóvenes sin ex-periencia en la vida, inflamados adredepor los malos ejemplos de la historia desus predecesores que unos insensatoshan sacado de unas crónicas insensatas einstigados además por las exhortacio-nes de los aduladores, con el estímulo dejuristas y teólogos, con la aprobación yla connivencia de los obispos (quizá in-cluso empujados por ellos), se lanzan ala guerra más por temeridad que pormaldad y, con gran daño para todo elmundo, aprenden que la guerra ha deevitarse por todos los medios. A unos lesempuja a la guerra un odio inconfesa-ble; a otros, la ambición; a otros, lacrueldad instintiva” (ibídem, pág. 207).

La guerra ha sido siempre elpretexto del tirano, del déspota ydel dictador para distraer a laopinión pública con el enemigoexterior y tener las manos libres:

“Los hay cuya razón para desenca-denar la guerra no es otra que la de poresta vía ejercer la tiranía sobre sus súb-ditos con mayor facilidad; ya que entiempos de paz la autoridad del Senado,la dignidad de los magistrados y el po-der de las leyes dificultan un poco elque a los príncipes les esté permitidacualquier arbitrariedad. Pero en cuantocomienza la guerra la totalidad de losasuntos públicos cae bajo el caprichode unos pocos. Se promueve a los que elpríncipe estima, se descarta a los que lemolestan. Se exige cuanto dinero vieneen gana. ¿Qué más hay que decir? En-tonces por fin sienten que son de verasreyes, a la vez que los generales juegansus juegos, mientras le roen hasta la raíz a la desgraciada población. ¿Crees

que a los que tienen este espíritu les se-rá difícil aprovechar cualquier ocasiónde guerra que se les presente?” (ibídem,págs. 207-208).

Las alianzas estratégicas y ma-trimoniales entre dinastías eranotra causa frecuente de los con-flictos bélicos (cuántas penuriasy sufrimientos hubiera ahorradoCarlos V a Europa con sólo ha-ber seguido el aviso de su conse-jero en este punto):

“Los enlaces matrimoniales entre re-yes y la consiguiente renovación de lostratados dicen que son el aglutinante dela paz cristiana, cuando éstas son lasfuentes de donde vemos nacer casi todaslas guerras y la mayor parte de las re-vueltas entre los seres humanos. Llamanguerra justa a la que los príncipes tra-man entre sí para arruinar y oprimir alEstado; dicen que hay paz si conspiranentre sí para lo mismo. Se considera en-sanchado el imperio cuando los prínci-pes han añadido a sus títulos la propie-dad de algún que otro villorrio, a costade tanto saqueo de los ciudadanos, tan-ta sangre, tantos enviudamientos, tantoshijos muertos” (ibídem, págs. 112-113).

Pero, para justificar la guerra,se alega que es el otro, el adver-sario, quien nos agredió primero:

“Nosotros emprendimos la guerra apesar nuestro, obligados por los abusosde los demás. ¡Defendemos nuestros de-rechos! ¡Que asuman la responsabilidadde todos los desastres de la guerra losque dieron motivo!” (ibídem, pág. 182).

La guerra es para Erasmo, enclaro contraste con la paz, un es-tado generalizado de enemistady crimen, en el que se involucrauna gran masa de gente (multo-rum commune homicidium et la-trocinium):

“En efecto, ¿qué es una guerra sinomultitud de gente practicando el homi-cidio junto con el pillaje, más impíocuanto más lejos se extiende? Pero losbrutales gobernantes de nuestro tiempoque no tienen de humano más que laforma –aunque no duden en dárselasde dioses– consideran que estas refle-xiones son delirios de académicos y lastoman a broma. (…) Si es triste, si escriminal que un hombre ataque a otrocon las armas cuanto más calamitoso,¡cuánto más nefando es que hagan lomismo millares de hombres!” (ibídem,pág. 180).

En abundantes pasajes, de

inspiración clásica, Erasmo des-cribe el fragor de la guerra y susefectos devastadores con plasti-cidad cinematográfica (escúche-se el latín onomatopéyico deErasmo describiendo la crueldadde la batalla viendo, por ejem-plo, la primera secuencia de lapelícula Gladiador):

“Hemos pintado a grandes rasgos elretrato del hombre; contrapongámosleahora, si te parece, la imagen de la guerra.Imagina a partir de este momento quecontemplas las bárbaras cohortes, ho-rrendas por su solo aspecto y por su vo-cerío; ejércitos cubiertos de hierro alinea-dos frente a frente; formidables tanto elestampido como el brillo de las armas,desagradables el resollar de una multi-tud desmesurada, las miradas amenazan-tes, los roncos cuernos, el terrorífico can-to de las trompas, el tronar de las bom-bardas (no menos espantoso que eltrueno pero más destructivo), el estruen-do enloquecido; el furioso encontronazo,la feroz carnicería, la alternancia cruel delos que mueren y de los que matan,montones de cadáveres, mieses que on-dean sangrientas, ríos teñidos de sangrehumana. A veces ocurre que el hermanose abalanza contra el hermano, el pa-riente contra el pariente, el amigo contrael amigo y que, al desbordarse el furor detodos, clava la espada en las entrañas de aquel que jamás, ni siquiera de pala-bra, le había ofendido” (ibídem, p. 173).

“Apenas descarga la tempestad sal-vaje de la guerra –¡oh, Dios inmortal!–,¡qué ingente piélago de males ocupa,inunda, sumerge al mundo! Se roba elganado, las cosechas se pisotean, se ma-sacra a los campesinos, se incendian lasgranjas, ciudades muy florecientes, edi-ficadas durante tantos siglos, caen de-rribadas por un golpe de temporal.(Ciertamente, es más fácil hacer el malque el bien). Las riquezas de los ciuda-danos pasan a manos de ladrones y si-carios execrables. El miedo, el luto y losllantos entristecen los hogares, todo sellena de lamentos. La artesanía y los ofi-cios manuales languidecen, los pobres seven forzados a ayunar o a recurrir a ma-las artes. Los ricos, tanto si lloran susbienes robados como si temen por losque les quedan, se ven reducidos a unestado deplorable. Las doncellas o nose casan o lo hacen bajo malos augurios.Las casadas, abandonadas en su hogar,se vuelven estériles. Enmudecen las le-yes, los valores humanos son objeto deescarnio, no hay sitio para la justicia, lareligiosidad da lugar a burlas, no haydiferencia alguna entre sagrado y profa-no. Jóvenes que se corrompen con toda

clase de vicios, ancianos lúgubres quemaldicen su longevidad. No hay ningúnrespeto por el estudio de las letras. Enresumen: percibimos más desgracias enla guerra de las que nadie puede abarcarcon un discurso, mucho menos con elmío” (ibídem, pág. 183-184).

Entre las consecuencias de laguerra, Erasmo destaca la ga-nancia que de ella sacan los másinicuos y las pérdidas que oca-siona tanto al príncipe como alerario público:

“Si en la guerra acaece algo de pro-vecho (aunque –¡cielo santo!– ¿hay algoen ella que se pueda calificar de prove-choso?) beneficia sólo a unos pocos, queademás son indignos. La salvación deuno es la muerte del otro, la fortuna de uno es el expolio del otro, el triunfo deéste es el duelo de aquél, para que así elinfortunio sea acerbo, e inhumana ycruenta la fortuna. Aunque lo que gene-ralmente sucede es que ambas partes ter-minan llorando como después de lo quellaman ‘una victoria cadmeana’7. Y no sési hubo jamás una guerra que acabase deun modo tan feliz que el vencedor inte-ligente no se arrepintiese de haberla em-prendido. Supuesto que la paz es de to-das las cosas la mejor y a la vez la más go-zosa, y que, al contrario, la guerra es detodas las cosas la más triste y a la vez lamás criminal, ¿cómo consideramos en susano juicio a quienes tan perezosos sonen preparar aquélla y prefieren, incluso acosta de grandes dificultades, hacer quevenga ésta? De entrada, ¡qué desazónproduce el primer rumor de guerra! Lue-go, ¡qué gran hostilidad encuentra elpríncipe cuando estruja a sus súbditoscon impuestos frecuentes! ¡Cuántos apu-ros para reunir y retener a las milicias,para enrolar batallones extranjeros y tro-pas mercenarias! ¡Cuántos gastos y pre-ocupaciones para alistar las flotas, paraconstruir y poner en condiciones forta-lezas y baluartes, para equipar las tiendas,para fabricar y transportar máquinas, ar-mas, proyectiles, bagajes, vehículos, su-ministros! ¡Qué consumo de energía enconstruir parapetos, excavar trincheras,zapar galerías, en fijar turnos de guardia,en instalar los puestos de vigilancia, enhacer maniobras! Paso por alto los so-bresaltos, los peligros (¿hay algo en laguerra que no cause temor?)” (ibídem,pág. 185-186).

El sentido común de este báta-vo, que ya había criticado que loshombres de la Casa de Borgoña sebuscasen complicaciones en Es-paña y que aprecia las tradicionescívicas de su tierra y la prosa deuna Administración ordinariaaplicada a resolver los múltiplesproblemas de una comunidad po-

LA MONARQUÍA COMO BARBARIE

72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

7 En la lucha de Cadmo contra losprimeros espartanos sólo sobrevivieron ély otros cinco.

Page 70: Claves 117

lítica, se revuelve contra los quejuegan a la épica y a la guerra:

“¿Es que hay tan pocos problemasen casa que tiene que traérselos de fue-ra? Una cloaca de crímenes rebalsa portodas partes; son tantas las impiedades,tantos los atracos, tanta la opresión; hay tantas injusticias, tantos ultrajes; haytanta corrupción judicial, son tan abun-dantes las leyes promulgadas por tiranoso manipuladas para servir a los tiranos;por no hablar de otras minucias: las vías urbanas abandonadas, las iglesiasamenazando ruina, los márgenes fluvia-les descuidados. ¿No es una tarea es-pléndida y digna de fama inmortal pa-ra un príncipe el poner remedio a todoesto sin gastar apenas la sangre de los tu-yos, de modo que la nación perciba elbeneficio sin sentir el costo?; y si ambi-cionas ensanchar los límites de tu gloriaallende las fronteras de tus dominios,haz que tus vecinos experimenten tugrandeza por tus buenas acciones y nopor las malas. ¡Quemas granjas, destro-zas cosechas, destruyes ciudades, dis-persas rebaños, degüellas hombres! ¿Esasí como, en definitiva, proclamas tugrandeza?” (ibídem, pág. l54).

Contra la justificación teológicay la cultura de la guerraDetrás de las guerras están tam-bién los que las justifican con lateología y la religión enfrentandoa unos reinos contra otros y alpapa contra el emperador:

“Y ninguno de los dos campos andafalto de tales profetas ni de los queaplauden a tal clase de profetas. Discur-sos tan belicosos se los hemos oído amonjes, teólogos y obispos. De modoque guerrean los vejestorios, guerreanlos sacerdotes, guerrean los monjes ¡ymezclamos a Cristo en empresa tan dia-bólica! Chocan los ejércitos enarbolan-do ambos bandos el signo de la cruz,que por sí sola tendría que recordarles eltipo de victoria que conviene a los cris-tianos” (ibídem, pág. 181).

A la ideología se añade unaopinión pública que apoya, ensal-za y justifica a los que, dejándolotodo, parten al combate. El cultoa la guerra entre la gente corrien-te, el odio al extranjero, la violen-cia nacionalista, la idealización delas virtudes del soldado, encon-traron desde siempre acomodo enlas costumbres, reflejándose asi-mismo en el arte y en el folclore:

“En la actualidad, entre cristianos, aalguien que se tropiece en el bosque conun hombre perteneciente a la nación

con la que está en guerra –no con armassino con dinero encima, no en son deguerra sino huyendo del combate– se letendrá por varón esforzado si lo mata, simuerto lo expolia, si expoliado lo entie-rra. Y se llama militares a quienes por laesperanza de una ganancia insignifican-te vuelan espontáneos al combate y sebaten como gladiadores en uno u otroejército, hermanos contra hermanos, ha-bitantes del territorio de un mismo prín-cipe. Y cuando entre contienda y con-tienda vuelven a casa, narran sus fecho-rías dándoselas de soldados sin que en elintervalo se les castigue como salteadoresy traidores a la patria y como desertoresde su príncipe. Abominamos del verdu-go que al servicio de la autoridad legíti-ma decapita al criminal condenado ¡y aquienes tras abandonar padres, esposas ehijos corren espontáneos a la guerra,conducidos hacia la sacrílega masacre nopor obligación sino por ganas, cuandoregresan a casa se les felicita casi más quesi no se hubieran ausentado! ¡Piensanobtener de sus fechorías algún timbrede nobleza! Es considerado infame quiensustrae un vestido furtivamente ¡y al que–en el camino hacia la milicia y durantela milicia y en el camino de retorno de lamilicia– expolió a tantos que no lo me-recían se le cuenta entre los ciudadanosprobos! Además, entre los oficiales seconsidera merecedor del puesto de ge-neral de la siguiente campaña al que mássalvajemente se haya comportado” (ibí-dem, págs. 193-194).

Y los que se oponen son con-siderados heréticos:

“Es sospechoso de herejía quien convehemencia predica la disuasión paraimpedir la guerra: y quienes con los ar-gumentos ya mencionados diluyen el vi-gor de la doctrina evangélica y facilitan alos príncipes los pretextos que estimulansus deseos son tenidos por ortodoxos ypor doctores de la religión cristiana. Undoctor que de verdad sea cristiano ja-más aprueba la guerra; quizá la permiteen alguna circunstancia, pero a su pesary con dolor” (ibídem, pág. 197).

A los que equiparan la guerracon la pena judicial, consideranque es justa cuando se empleacomo castigo y represalia y justi-fican el ensañamiento contrapueblos enteros para castigar lasfechorías de sus gobernantes,Erasmo les responde con argu-mentos que siguen dando quepensar; en particular ahora, des-pués de que algunos justicierosfundamentalistas hayan ejecuta-do a miles de personas inocentesy de que, en revancha, la “justi-cia infinita”, al abatirse sobre Af-

ganistán, haya lanzado a los ca-minos a centenares de miles deciviles despavoridos y a unamuerte segura a miles de niños:

“En los procesos judiciales al convic-to se le impone la pena según las leyes, enla guerra ambos bandos se acusan el unoal otro. En aquel caso se le devuelve el da-ño al que lo hizo, lo que sirve de ejemploa todos; en este caso la mayor parte de losdaños recaen sobre los que menos lo me-recen, principalmente los campesinos,los ancianos, las madres de familia, loshuérfanos, las doncellas. Por lo demás, side esta cosa, la peor de todas, se llega almenos a sacar algo provechoso, va todo aparar a manos de algunos ladrones per-versos, del soldado mercenario, de losbandidos diligentes, quizá de unos pocoscaudillos (que con sus manejos habíanprovocado la guerra con esa intención) yde los que nunca prosperan tanto comocuando el Estado se va a pique. En el te-rreno judicial, si se niega el perdón a unoes para salvaguardar el bien de todos; enla guerra, para vengarnos tal vez de laofensa de algunos o de uno afligimoscruelmente a tantos miles de seres hu-manos totalmente inocentes” (ibídem,págs. 198-199).

Hemos visto ya cómo se en-frenta a los que esgrimen dere-chos históricos e incluso prehis-tóricos. Por cuanto se refiere a lalegítima defensa, aunque dejeabierta esta posibilidad, en reali-dad constata que este argumen-to esconde a menudo otras cau-sas y otros fines:

“No quisiera aquí conjeturar lo quepor desgracia se constata con frecuencia:se utiliza como pretexto un rumor deguerra contra los turcos para despojar alpueblo cristiano, para que así, oprimidoy quebrantado por todos los medios, sesometa más servilmente a la tiranía delas dos especies de príncipes. Esto noquiere decir que yo condene toda expe-dición contra los turcos en caso de quetomen la iniciativa de atacarnos, sinoque una guerra que atribuimos a Cristola conduzcamos con espíritu cristiano, ycon las armas de Cristo (…) Disfraza-mos nuestra pasión con hermosos pre-textos. ¿Hambreo las riquezas de los tur-cos? Pongo como excusa la defensa de lareligión. ¿Me guía el odio? Pretexto elderecho de la Iglesia. ¿Sirvo a la ambi-ción, me arrastra la ira, me arrebata uncarácter cruel e incontrolado? Alego al-gún pacto incumplido, una amistad vio-lada, no sé qué omisión de una cláusu-la de esponsales o algo por el estilo”(ibídem, págs. 206 y 208).

La violencia económicaErasmo estima que los príncipes

y los gobernantes corruptos sonno sólo los principales causantesde la guerra sino también de laviolencia económica que agobiaal pueblo llano:

“Y no faltan quienes, manejando lasleyes como redes, obtienen gananciasnada despreciables de los crímenes delos delincuentes. ¿Hay acaso un cargopúblico, un puesto, una prefectura queno esté en casi todas partes a la venta?Finalmente, como estas prácticas, aunsiendo muchas, no pueden colmar esetonel verdaderamente agujereado quees el fisco de los príncipes, se pretextauna guerra, los generales se ponen deacuerdo, al pueblo infeliz se le sorbehasta la médula, como si un principadono fuese apenas otra cosa que un in-gente negocio” (ibídem, págs. 161-162).

La violencia económica seplasma en impuestos y gabelasabusivos. Erasmo mezcla aquí ladefensa de los pobres con la evo-cación de su experiencia perso-nal, pues tuvo que rescatar suequipaje y fue esquilmado en laaduana de Dover:

“Se fondea en un puerto: te hacenpagar algo; hay que atravesar un puen-te: hay que dar algo; has de pasar el ríoen balsa: te vas a enterar del privilegioprincipesco; tienes algún equipaje: ten-drás que rescatarlo de esos profanadores;y, lo que es aún más cruel, se priva desatisfacciones a los más menesterosos ylos diezmos y tributos roen los mediosde subsistencia de los pobres. No se tepermite transportar el trigo desde tuscampos sin pagar la décima. No mueles,no trillas sin una nueva contribución.No importas el vino sin repetidas gabe-las. No lo reservas en la cava sin quecompartas la mitad, o al menos unacuarta parte de todo el valor, con esasfunestísimas arpías. En algunos paísesmás de la mitad de lo que llaman cer-veza se pone a disposición del príncipe.No matas una res sin hacer cuentas conel recaudador. No revendes tu caballo,que pagaste con tu dinero, sin que de-sembolses algo” (ibídem, pág. 160).

Los eclesiásticos son iguales opeores que los laicos en su afánde sacar dinero al pueblo:

“No te dan el bautismo, es decir,no te permiten convertirte en cristianosi no pagas: ¡Y bajo estos brillantes aus-picios has de franquear el umbral de laIglesia! No te certifican el matrimoniosi no pagas, no escuchan los pecadosde los penitentes si no esperan una re-tribución. Dicen la misa bajo contrato,no entonan salmos gratis, no rezan gra-tis, no imponen las manos gratis. Ape-

RAMÓN PUIG DE LA BELLACASA

73Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 71: Claves 117

nas si mueven la mano para bendecirdesde lejos si no les pagas. No consa-gran una piedra o un cáliz si no mediauna remuneración. Es más, aquel me-nester pontificio por excelencia, la en-señanza del pueblo, está viciado por ellucro. El colmo es que no te hacen par-tícipe del cuerpo de Cristo si no pagas.No diremos nada por el momento de lacosecha que se recoge de los pleitos; delas dispensas, que así las llaman; de lascondonaciones, que el vulgo llama in-dulgencias; de la concesión de un be-neficio a los sacerdotes; de la consagra-ción de obispos y abades. ¿Acaso hay al-go que sea gratuito para esos que hastala sepultura venden aunque sea en suelo ajeno? Entre los paganos, para laplebe miserable, había un sepulcro co-munitario donde, sin pagar, podías en-terrar a quien quisieras. Entre los cris-tianos, ni cubrir de tierra al muerto sepermite si el sacerdote no te alquila unreducido espacio, y la amplitud y mag-nificencia del lugar que te concedan se-rá proporcional al precio. Si pagas unagran suma, tendrás derecho a pudrirteen el templo cerca del altar mayor; pe-ro si pagas con parsimonia, compartirásla lluvia a la intemperie con los plebe-yos” (ibídem, pág. 162).

Contra la corrupción y el oportunismo Ese estado de cosas se basa enuna inversión de los valores. Do-minan el oportunismo y la co-rrupción lampantes. Para traspa-sar las apariencias y percibir eseestado de cosas hace falta el ojodel crítico, como propugna enlos Silenos de Alcibiades, un en-sayo radical donde Erasmo abo-ga por desenmascarar a los prín-cipes y a los gobernantes queabusan del poder:

“Cuando ves el cetro, los emblemasdel poder, la escolta, cuando escuchaslos tratamientos de ‘serenísimo’, ‘cle-mentísimo’, ‘ínclito’, ¿acaso no te sientesinclinado a venerar como a un dios aun príncipe terreno y a pensar que con-templas algo por encima del hombre?Pero dale la vuelta al Sileno: hallarás untirano, a veces un enemigo de los ciuda-danos, alguien que aborrece la paz pú-blica, hábil sembrador de discordias,opresor de los buenos; peste de las leyes,destructor de ciudades, saqueador de laIglesia, ladrón, sacrílego, incestuoso, ta-húr, en pocas palabras, por decirlo con elproverbio griego, una Ilíada de males.Los hay que mediante el título y la apa-riencia se proclaman magistrados y guar-dianes del Estado, cuando en realidadson lobos y depredadores de la ciudada-nía” (ibídem, pág. l08-109).

Bajo las apariencias de sus ri-tos y su parafernalia litúrgica o su semblante ascético, las je-rarquías y los frailes de la Igle-sia también camuflan otras ver-dades:

“Los hay que te parecerán respetablessacerdotes por su tonsura; si miras el in-terior del Sileno descubrirás que son máslaicos que los laicos. Puede que hastaencuentres algún obispo que, si te fijasen la solemnidad de su consagración, siobservas su flamante vestimenta, su mi-tra resplandeciente de oro y pedrería, subáculo, cuajado también de gemas, ensuma toda esa mística panoplia que lecubre de los pies a la cabeza, lo contem-plarás como a un ser celestial y como aun varón por encima de los hombres.Dale la vuelta al Sileno, no encontrarássino a un guerrero, un negociante y, enfin de cuentas, un tirano, y concluirásque esas magníficas insignias eran unacomedia. Los hay –¡y ojalá que no nostopemos con ellos con tanta frecuen-cia!– que si decides valorarlos por su bar-ba selvática, su palidez, su capucha, sucerviz inclinada, su cíngulo, su ceño y su rostro atormentado se diría que sonSerapiones y Pablos. Pero si los abres,hallarás meros fanfarrones, glotones, im-postores, juerguistas, más aún, bandole-ros y tiranos (aunque según otro tipo detiranía que no sé si por estar encubiertaresulta más funesta)” (ibídem, pág. 109).

Tanto malgobierno y tantacorrupción se gestan ya tempra-namente en la corte del príncipe:

“Tempranamente le enseñan a ser or-gulloso, le enseñan arrogancia: se le ad-vierte que le está permitido lo que le ven-ga en gana. Le dicen que los bienes de to-dos son posesión del príncipe, que elpríncipe está por encima de las leyes, queel corazón del príncipe custodia el arsenalde todas las leyes y las normas. Escuchatérminos como ‘sacras majestades, sere-nidades, divinidades, dioses en la tierra’,y magníficos títulos de este jaez. En re-sumen, durante toda su infancia, noaprende otro juego que el de la tiranía”(ibídem, pág. 141-142). “Aparte de lamás corrompida de las educaciones, cuánvasto es el enjambre de los aduladores,cuántos los funcionarios podridos, cuán-tos los consejeros corruptos, los familia-res bobos, los camaradas malvados que sedeleitan impunemente a costa de las des-gracias colectivas. Agrega a todo esto unafastuosidad, unos placeres, unos lujos yrefinamientos que ninguna rapiña puedellegar del todo a sostener. Añade la estu-pidez y la inexperiencia, que cuando secombinan con la buena suerte son másinaguantables que nada. De manera quesi hasta los ingenios más dotados puestosen tal tesitura son capaces de corrom-perse, ¿qué ocurrirá en tu opinión si a es-tas circunstancias agregas como aceite al

fuego un temperamento ávido y malig-no?” (ibídem, págs. 227-228).

Evocación del tiranicidioAnte semejante estado de cosas,Erasmo llega a evocar retórica-mente el tiranicidio, aunque leasusta que el resultado llegue aser aún peor, que se instaure unasituación de anarquía que noperdone a nadie:

“Arden las aldeas. Se arrasan los cam-pos, se saquean los templos, se masacraa ciudadanos inocentes, se revuelve losagrado y lo profano, mientras que almismo tiempo el príncipe juega a losdados, baila, se divierte con bufones, ca-za, se enamora, bebe. ¡Oh estirpe de losBrutos hace tiempo ya extinta! ¡Oh rayode Júpiter ahora ciego o embotado! Por-que no hay duda de que estos corrupto-res de príncipes habrán de rendir cuen-tas ante Dios; aunque será tarde paranosotros. Mientras tanto hay que aguan-tarlos, no sea que a la tiranía le suceda laanarquía, un mal casi más pernicioso,como se ha comprobado con las expe-riencias de varios Estados; y además losdesórdenes que han surgido reciente-mente entre los campesinos de Alemanianos enseñan que la brutalidad de lospríncipes es un poco más tolerable que laanarquía que todo lo trastorna. Por unlado es verdad que los rayos aterran a to-dos, sin embargo no hieren a muchos;por el contrario, cuando el mar inundano perdona nada, todo lo altera, todo loarrolla” (ibídem, págs. 258).

Poder temporal y poder religioso Erasmo analiza las connivenciasdel poder de la Iglesia con el po-der temporal y con la violencia ylos negocios que de ello se deri-van. Sus ideas sobre el carácterpuramente espiritual y evangéli-co de la Iglesia se inscriben en latradición de las disputas medie-vales que oponían el poder delos emperadores al poder de los

papas. La diatriba se alimentabacon una interpretación variadade algunos textos evangélicos, enparticular el pasaje de San Lu-cas (22,38) sobre las dos espa-das, que, según se quisiera, justi-ficaba la acumulación tanto delpoder temporal como espiritualpor parte de la Iglesia, como a latesis contraria, que fue la mante-nida, entre otros por Marsilio dePadova o Guillermo de Ock-ham, contra el poder de los pa-pas. Erasmo coincide con ellosen la interpretación del pasaje,aunque no simpatiza para nadacon la idea de transferir el podertotal a los emperadores ni con lamonarquía universal propugna-da por Dante; no está ni con losgüelfos ni con los gibelinos y escontrario a la unificación deEuropa por las armas, a la nive-lación espiritual de los pueblosmediante la imposición imperialdel credo romano o de la reli-gión del príncipe, al fundamen-talismo religioso y a la cruzadade conquista ideológica contralos turcos. Cuando algunos ha-blan hoy de “guerra de civiliza-ciones” no está mal escuchar loque escribía Erasmo en una épo-ca en que El Turco llegaba a laspuertas de los reinos de Europa:

“Que tengan la sensación de que lesinvitamos a salvarse, no de que les ata-camos para saquearles. Si el idioma fal-ta, les presentaremos unas costumbresdignas del Evangelio; de este modo nosentenderemos con ellos. La forma devivir tendrá en sí misma una gran elo-cuencia” (ibídem, pág. 206).

Aleccionado por el conflictoentre los fundamentalismos cris-tianos de su tiempo, en que lu-teranos y católicos se matabanpor una coma y los príncipes designo contrario se aprovechabande la teología para hacer sus gue-rras, Erasmo anima a que el diá-logo se base en unos mínimosaceptables para ambas partes(turcos y cristianos)8:

“Les presentaremos una profesiónde fe sencilla y verdaderamente apostó-lica sin la sobrecarga de tantos artículosañadidos por iniciativa humana. Sobretodo demandemos de ellos las creenciasque claramente han llegado hasta noso-tros en los libros sagrados y en las cartas

LA MONARQUÍA COMO BARBARIE

74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

8 Recientemente David Held y MaryKaldor decían en El País (‘Aprender delas lecciones del pasado’, 8 de octubre de2001) en relación con la ‘nueva guerra’contra los extremistas islámicos: “El únicoplanteamiento alternativo posible es unoque contrarreste la estrategia del odio y elmiedo con otra para ganarse los corazonesy las mentes (…) un movimiento a favorde la justicia y legitimidad globales, no es-tadounidenses, cuyo objetivo sea estable-cer el sistema de derecho en lugar de laguerra y promover el entendimiento entrecomunidades en lugar del terror”. ¡Erasmolo habría firmado!

Page 72: Claves 117

de los apóstoles (…) El consenso serámás fácil si se limita a pocas cosas y laconcordia se mantendrá más fácilmen-te si en la mayoría de los artículos de lafe cada uno es libre de pensar a su ma-nera con tal de que no haya controver-sia” (ibídem, pág. 206).

Es significativo que los dospasajes anteriores fueron añadi-dos por Erasmo en la edición de1523, cuando ya había estalladoel enfrentamiento del empera-dor con la Reforma –la excomu-nión de Lutero se produce en1521 tras la dieta de Worms–,los turcos están en plena expan-sión y la Inquisición se ha esta-blecido en los Países Bajos, conlo que Erasmo se retira pruden-temente a Basilea.

“Será tachado de hereje el que dije-re o escribiere algo, a poco que discrepede la mínima proposición magistral delos teólogos o de una cuestión gramati-cal; ¿y no es hereje el que proclama co-mo parte esencial de la felicidad huma-na lo que el mismo Cristo en todas par-tes nos enseña a despreciar?, ¿no lo es elque alienta un modo de vida totalmen-te diverso de los preceptos evangélicos yde las enseñanzas apostólicas?, ¿no lo esel que, contradiciendo a Cristo, envía alos apóstoles a predicar el Evangelio ar-mándoles no con la espada del espíritu(la única que cercena todas las pasionesterrenas y hace innecesario el uso deuna espada) sino con la espada de hierropara defenderse de las persecuciones? ¡Yni se duda de que bajo el término ‘es-pada’ desea incluir ballestas, bombar-das, catapultas y demás aparatos de gue-rra!” (ibídem, pág. 115).

“Además, no me impresiona en ab-soluto el que algunos, interpretando lasdos espadas como ambas potestades, lacivil y la eclesiástica, reivindiquen una yotra para los sucesores de Pedro, pues fueprecisamente aquí donde Cristo toleróque Pedro se equivocase con objeto deordenarle luego que envainase la espada,de modo que a nadie le cupiese duda deque la guerra, que antes parecía lícita,quedaba prohibida” (ibídem, pág. 195).

Erasmo se opone al poder políticode la Iglesia y a aquella especie de tali-banismo guerrero de los papas y de loseclesiásticos, al entrometimiento de losfrailes en la vida pública; combate elenriquecimiento de la jerarquía, de losclérigos y de las órdenes monásticas:

“Cuando alguien toma las armas pa-ra defender y aumentar las propiedades ylos dineros de los sacerdotes y en tumul-tos bélicos revuelve lo sagrado con loprofano, se habla de acendrada devoción.(…) ¿Qué tienen que ver la mitra con elcasco, la casulla con la cota de malla, lasbendiciones con las bombardas y un pas-tor clementísimo con los bandidos ar-

mados? ¿Qué tiene que ver el sacerdociocon la guerra? ¿Por qué destruye las ciu-dades con catapultas quien tiene las llavesdel reino de los cielos? ¿Es convenienteque promueva la guerra quien saluda alpueblo con un augurio de paz? ¿Con quécara enseñará al pueblo cristiano que lasriquezas deben despreciarse uno que pu-so al dinero como eje de todos sus inte-reses?” (ibídem, págs. 116 y 122).

“Tienen manos y espadas para conellas matar los cuerpos (concedamos queesto sea justicia) y, al mismo tiempo, ca-recen de una lengua con la que sanar losespíritus. El mismo abad que sabe formaral ejército en orden de batalla no sabeorientar hacia la religión. El mismo obis-po que está entrenado a la perfección pa-ra combatir con armas y bombardas esmudo en enseñar, exhortar y consolar.Está armado con lanzas y catapultas pe-ro le faltan las armas de las Sagradas Es-crituras. ¡Y sin embargo siguen exigiendode sus fieles hasta la última perra gordade cualquier honorario o gratificación aque tengan derecho los buenos abades olos buenos obispos! Aún más: a veces exi-gen no la cantidad debida sino la que aellos les viene en gana” (ibídem, págs.126-127).

Fustiga el entrometimiento yla infiltración de las órdenesmendicantes en todos los ámbi-tos del poder de su época cuan-do los frailes eran los “validos dela Iglesia” y los ayatolás y can-cerberos de la ortodoxia:

“Por otra parte, lo que los validos per-versos son al Estado, eso quizá son a laIglesia algunos miembros de estas órdenesque el vulgo llama Mendicantes. No acu-so a los piadosos ni ataco a la orden reli-giosa, denuncio a los malos, que en todaspartes son el tropel mayor. Son éstos losque de tal modo se han infiltrado en to-do el cuerpo del Estado que casi nada sepuede hacer sin ellos. Reinan en la predi-cación desde los púlpitos, que es funciónpeculiar de los obispos. Han impuesto sutiranía en las cátedras, que es la funciónque le sigue en importancia. Son ellos los que administran los sacramentos de laIglesia y si ejercemos el sacerdocio es consu venia. Ellos, con más severidad que loscensores, juzgan del nivel de la fe queuno profesa: ‘Éste es cristiano, éste semi-cristiano, éste hereje, éste medio hereje’.En su regazo depositan las gentes los ocul-tos actos de sus vidas y los más secretospensamientos de sus corazones. Ni coneso se dan por satisfechos: no hay alianzaque los príncipes establezcan en la queellos no tomen parte activa; sin ellos na-die contrae matrimonio; en los concursosteatrales y en los sorteos públicos ellos os-tentan la presidencia y componen el ju-rado, hasta ese punto llega su falta de ver-güenza; finalmente ni morirse puede unosin su permiso” (ibídem, págs. 258-259).

75Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

Page 73: Claves 117

Moraleja para conmemoradoresEl pensamiento político de Eras-mo no es en absoluto errático ydesperdigado como suelen pen-sar quienes dan por sentado quela ciencia política comienza con lateoría y la técnica del manteni-miento y aumento del poder de-finidas por Maquiavelo. De he-cho, Erasmo, como explicaronRenaudet, Mesnard y Tracy, de-muestra un conocimiento de lavida política de su tiempo mayorque el que tiene Maquiavelo, almenos en materia de adminis-tración y de economía, así comode los mecanismos que condu-cen a la violencia y a la explota-ción. Además, los principios deconsenso y diálogo que proponíasin éxito lo acercan a la filosofíapolítica y a la ética de la discu-sión de nuestros días.

Las ideas y los textos de Eras-mo que este artículo ha tratadode presentar no son, pues, ejer-cicios de estilo, sino que respon-den a las realidades de su tiem-po. Cuando Erasmo se opone ala política de los príncipes, éstostienen nombres concretos, se lla-man Maximiliano, Carlos, Fran-cisco, Enrique, etcétera. Paraquien vuelva a leer a Erasmo re-sultará una incongruencia el queen las recientes conmemoracio-nes de Carlos V se haya escrito ydicho que el emperador era un“príncipe erasmista”, “unificadorespiritual de Europa”. Tambiénse ha dicho que los europeos de-bemos seguir el ejemplo de Car-los V para “como él, esforzarnoshoy en pro del bien universal,por encima de cualquier interésparticular, único modo de afian-zar entre los pueblos la paz y lajusticia”. Esta última exhortacióna que imitemos a Carlos V laformuló Juan Carlos I en el dis-curso que pronunció en Toledoel 5 de octubre de 2000 al inau-gurar la exposición Carolus, ro-deado de un ramillete de repre-sentantes de varias dinastías co-ronadas (El País, viernes 6 deoctubre de 2000, pág. 41).

Suele estar mal visto entre his-toriadores que quienes no lo so-mos formulemos juicios diacró-

nicos de carácter ético sobre lasprácticas políticas de hace 500años. Se considera correcto con-memorar a Carlos V y a Felipe IIhasta la beatería, pero ¡ay si noshacemos reos de evaluar las con-ductas de unos reyes que, comoobviamente nos recuerdan sushagiógrafos, seguían usanzas mo-rales propias de su época! Se diráque no es justo juzgarles con pa-trones morales de hoy. Vale,¡aceptemos que así sea! Pero si laconducta política de Carlos V envez de cotejarse con las ideas po-lítico-morales actuales se cotejacon las ideas plasmadas en losAdagios y demás obras de Eras-mo, se nos dirá probablementeque éste vivía inmerso en su pro-pia época y, por tanto, no teníasuficiente perspectiva ni dispo-nía de la documentación históri-ca adecuada para juzgar algo tancomplejo como la política impe-rial de Carlos V. Pero, eso sí, seconsidera oportuno llamar “prín-cipe erasmista” a quien ni podíaleer latín ni probablemente leyólas obras de Erasmo, salvo algunacarta o dedicatoria en caso de quealgún secretario se las llegase atraducir; y se olvida que los cor-tesanos que en la primera partede su reinado protegieron a Eras-mo cayeron más tarde en las re-des de la Inquisición, sin queCarlos V, obsesionado por suparticular concepción de la uni-dad religiosa de Europa y por susparticulares intereses dinásticos,les echara nunca más en falta. Losconsejos que legó a su hijo Felipereflejan un pensamiento que estáen las antípodas de los principioséticos y las ideas políticas de Eras-mo de Rotterdam.

No es extraño, pues, que du-rante las recientes conmemora-ciones no se haya hablado de lascontradicciones entre la ideologíadel poder de Carlos V y la filoso-fía política de las vanguardias delpensamiento moral de su época,en particular los principios éti-cos que Erasmo y otros debatíany difundían. Esas ideas hubieranpodido inspirar una política yuna Europa diferente, a poco queCarlos V les hubiera prestadoatención. Sería normal que el fo-mento multidisciplinar de los es-

tudios históricos condujese a queen este tipo de centenarios se gas-te menos en fastos y en publica-ciones de refritos y más en la in-vestigación del pensamiento delpasado a la luz de nuestro pre-sente. Ello sería mucho más útilpara la formación de otro tipode sensibilidad histórica y parael acercamiento crítico de la ciu-dadanía de hoy a la historia de laEspaña de entonces.

Por el contrario, en virtud deuna transustanciación diacrónicaoficialmente establecida, aquelque con los criterios de Erasmoaparecería como un tirano, alque el Tribunal Penal Interna-cional tendría que capturar ensu retiro de Yuste, las conmemo-raciones carolingias le revistende los méritos de todos los pen-sadores, artesanos, artistas, ar-quitectos, exploradores, geógra-fos y comerciantes de su reinadoy le lavan de la sangre, el sufri-miento, la penuria y la desola-ción que su política dinástica ysus campañas de unificación fun-damentalista por las armas es-parcieron por tierras europeas,americanas y africanas. QueErasmo nos perdone el pasticheproustiano de lo que oso imagi-nar yo que diría con su peculiarestilo si contemplase y oyese loque se ha expuesto y dicho du-rante el centenario carolingio:

“Si, como afirmáis, aquellos prín-cipes no tuvieron a su alcance las ideasque les hubieran impulsado a compor-tarse de otro modo –aunque yo que es-tuve allí os diría que no es cierto–, y si elresponsable fue el destino que les tocóen suerte, que les hizo nacer reyes y queles empujó fatalmente, entre otras ne-cedades que podrían mencionarse, alsoborno de electores para hacerse con elimperio, a la expansión ultrancista delmismo, a arrastrarse de guerra en guerray de empréstito en empréstito, en lugarde limitarse a administrar sabiamenteel reino que les había correspondido yde esforzarse por el bienestar de sus ha-bitantes; si vuestra época –a pesar detantas ignominias e injusticias comoaún subsisten– al menos ha alumbradotrabajosamente una filosofía política delos derechos humanos y de la democra-cia ¡¿por qué conmemoráis e incluso in-vocáis el ejemplo de aquellos príncipesde mi tiempo que, de acuerdo con vues-tros principios de hoy, detestaríais comogobernantes si tuvieseis que sufrirlos co-

mo súbditos y no cejaríais hasta derro-carlos y extinguir su tiranía?!”.

No creo empero que este tipode consideraciones tuviesen mu-cho éxito ni aunque el mismoErasmo se levantase de la tumbapara dirigirse a nosotros en per-sona. Muy al contrario, andandoel tiempo y pasados algunos si-glos, podrá ser que algún Go-bierno inaugure en el Museo dela Santa Cruz de Toledo no yauna exposición conmemorativade Carlos V, para ensalzarlo co-mo “príncipe erasmista” y “unifi-cador espiritual de Europa”,sino de Francisco Franco, dequien se nos llegará quizá a decirque (también con las armas) fueel “unificador espiritual de Espa-ña”, presentándole a lo mejor co-mo gobernante iluminado, alque se comprenderá y justificaráen el contexto de determinadascorrientes políticas de la Europade su tiempo, las mismas queotros estadistas con vocación deunificadores y contemporáneossuyos enarbolaron bajo el signode las águilas. ¿Se llegará enton-ces a decir que si el destino, co-mo también le ocurrió a Car-los V con sus campañas, arrastróa Franco a una cruzada sangrien-ta fue sin duda a pesar suyo? ¿Sele exaltará quizá por la defensadel credo católico, no ya contraprotestantes y reformadores co-mo los Habsburgo, sino contra laconspiración de masones, comu-nistas y potencias extranjeras? ¿Sele celebrará por el desarrollo delas artes, la cultura y la econo-mía de la España de su tiempo?

Recuperando un tono másmorigerado, se puede concluirdeseando que la lectura de Eras-mo en sus Adagios acerque al lec-tor a la visión del poder y del gobierno, de la violencia y susraíces, de la guerra y la paz, queaquel combativo intelectual euro-peo formuló durante la primeramitad del siglo XVI. Visión–¡aquélla sí!– que encerraba ungran potencial para una verdade-ra unificación de Europa. Dis-

LA MONARQUÍA COMO BARBARIE

76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

Ramón Puig de la Bellacasa es editory traductor de Adagios del poder y de laguerra y teoría del adagio, de Erasmo deRotterdam; licenciado en Filosofía yLetras.

Page 74: Claves 117

78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº XX

IntroducciónLa estimación del Holocaustocomo un episodio único en sumacabra condición se opone, enocasiones, a su consideración co-mo un acontecimiento más den-tro de la historia universal. Con-vertida ésta en una enumeracióninacabable de hechos sangrien-tos y terribles, una visión ampliade los mismos vendría a demos-trar que no existe posibilidad al-guna de poner límites ni estable-cer escalas en un dominio en elque el mal exhibe con el transcu-rrir de los siglos cada vez mayornúmero de tristes logros. Segúnesto, no sólo fenómenos con-temporáneos de Auschwitz co-mo el Gulag soviético, sino otrosmuchos no menos atroces, mere-cerían figurar en esa relación dehorrores y espantos en la queconsistiría la historia humana.Entre estos últimos, la conquistade América ocuparía un puesto deprivilegio no sólo por inaugurarla Edad Moderna, sino por cons-tituirse en inicio de una formade depredación que habría deperdurar durante siglos con lainstauración de otros muchosimperios. Las crueldades y ensa-ñamientos que jalonan dichaconquista vendrían a ser un pri-mer zarpazo en la explotación delmundo por parte de un Occi-dente que, con el tiempo, con-vertía en una iniciativa juvenil lasformas de dominación premo-dernas. La exhibición sin tapujosy la puesta en práctica hasta susúltimas consecuencia de una ra-cionalidad instrumental que ha-bría de abarcar ámbitos cada vezmás amplios sería la tarjeta depresentación de este afán de do-minio sobre los semejantes.

No hay más oscurantismo yafán de dominación implacable

en la constitución de cualquierimperio que la que pudo haberen el imperio español, pero la na-rración detallada de cuanto ocu-rrió por parte de sus protagonis-tas, y la existencia de un coro deintérpretes que actuaron tantode jaleadores como de silbadores,dotó a las actuaciones de los es-pañoles en América de una difu-sión y trascendencia que no siem-pre ha rodeado al resto de los mo-dernos conquistadores. El halo deferocidad de las acciones es mayorcuando se ve a la luz de potentesfocos y se propaga a los cuatrovientos, aun cuando objetiva-mente sus perniciosos efectos nosean mayores que los que produ-ce aquella coacción y violenciaque permanece más en la som-bra y carece de relatores tan bri-llantes. La permanencia de lostestigos de las crueldades y de susdescendientes en mayor númeroque los que pudieron sobrevivirentre los conquistadores de Amé-rica del Norte, confinados en re-servas ajenas a su establecimientonatural, puede explicar ese posode recuerdos, del que no han que-dado huellas semejantes en la cul-tura vecina. Pero no es éste el mo-mento de entrar en los entresijosde la leyenda negra, ni en la de suopuesta leyenda rosa, para reco-nocer los muchos motivos quehan contribuido a difundir lacrueldad de la conquista de loque se quiso convertir en unNuevo Mundo; lo cierto es queincluso, si no existieran aquéllas,sería necesario plantearse si, efec-tivamente, lo que simbolizaAuschwitz vino a suponer unamanifestación única y de imposi-ble mimetismo en su singularmaldad o, por el contrario, la rei-teración de episodios perversos alo largo de la historia demuestra

que es inútil rodear de univoci-dad cualquier hecho brutal. Di-cho de forma más clara, lo quevamos a plantearnos en lo que si-gue es hasta qué punto es posibleestablecer un paralelismo entre laconquista de América y el Holo-causto como fenómenos revela-dores de una racionalidad mo-derna a la que parece ser inheren-te con mayor efectividad que enninguna época anterior el con-trol, la manipulación y la des-trucción del otro.

El Holocausto como expresión de la modernidadSon numerosos los análisis quese han hecho del Holocausto co-mo un acontecimiento cuya irra-cionalidad y anormalidad des-carta cualquier explicación entérminos lógicos:

“El genocidio es un contrasentido y,en cuanto tal, carece de explicación. Enbuena parte, el furor nazi pertenece a unterreno que escapa al análisis racional”1.

Según tal interpretación, la cor-dura estuvo ausente durante untiempo, y en una serie de lugares,en mayor medida que lo habíaestado nunca, hasta que el triun-fo de los aliados vino a restaurarel primado de la razón, el cursonormal de la sociedad. Sin em-bargo, tal recurso no sólo no ayu-da a aclarar el significado deaquel hecho, sino que añade másoscuridad que otra cosa al mis-mo: dar cuenta de lo que se con-sidera una locura atribuyéndolo aun producto de la sinrazón cons-tituye una forma cuando menospobre, y desde luego insuficiente,de expresar lo que a todas luces

puede catalogarse como el acon-tecimiento más trágico de la his-toria del siglo XX.

El recurso tradicional al anti-semitismo tampoco resulta satis-factorio. Las diatribas contra losjudíos formaban parte del pensa-miento europeo desde los tiem-pos del Imperio Romano; esta-ban arraigadas en la mentalidadpopular y eran espoleadas cadacierto tiempo tanto por los libelosde escritores de la más baja calañaintelectual como por los eruditosmás brillantes. Durante la EdadModerna esa literatura se habíarenovado y, conforme los mismosjudíos destacaban por su peculia-ridad entre grupos nacionales ca-da vez más uniformes, empezabaa ser de contenidos más dispares;acusaciones de todo tipo y fanta-sías demenciales como Los proto-colos de los sabios de Sión 2 podíanconvivir sin mayor escándalo conlas argumentaciones de pensado-res como Kant, Lessing, Fichte,Hegel, Marx o Nietzsche, segui-dores a su manera de la escriturade Lutero. Desde el punto de vis-ta que nos interesa, no importa ladistancia intelectual que mediaentre unos y otros escritos: lo im-portante es que todos ellos hacendel judío un personaje central, unser cuya forma de vida parece es-tar condenada a ser objeto per-manente de discusión. Pero, pre-cisamente por su persistencia, in-cluso por la acritud intelectualque la mayor parte de esos textosexpresan, la cuestión judía, elcuestionamiento de lo que eranlos judíos y la propuesta de lo quedebían ser, estaba asimilada. Era,por tanto, difícil que, por sí sola,

H I S T O R I A

DE LA CONQUISTA A AUSCHWITZ

FRANCISCO CASTILLA URBANO

1 P. Sorlin: El antisemitismo alemán,pág. 11. Península, Barcelona, 1976.

2 N. Cohn: El mito de la conspiraciónjudía mundial. Alianza Ed., Madrid, 1983.

Page 75: Claves 117

79Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

esa tradición viniera a constituir-se en la única causa del desastre.

Es evidente que sin una ciertadosis de antisemitismo más omenos intelectualizado no habríasido posible la barbarie, pero latradición antisemita o antijudía3

europea era milenaria y jamás susconsecuencias alcanzaron seme-jante virulencia ni, a pesar de lospogromos, lograron la tenebrosaefectividad del Holocausto. Estacircunstancia diferenciadora, laque expresa el número de vícti-mas, debería ser suficiente paraponernos en disposición de en-tender que el Holocausto fue unfenómeno cualitativamente dis-tinto de los que hasta su apari-ción se habían dado dentro delantijudaísmo. No se puede igno-rar que nunca en la historia de lahumanidad, ni siquiera en la eta-pa de fervor antijudío con la quese iniciaron la mayor parte de lascruzadas, el número de judíos

asesinado sólo por el hecho deserlo había sido tan alto. Si elHolocausto significa que en unbreve espacio de tiempo se con-siguió eliminar a más personasque a lo largo de siglos de perse-cuciones antijudías, sólo elemen-tos diferentes de los que habi-tualmente habían estado presen-tes en las acciones popularespueden explicar este lamentableresultado. Un cúmulo de factorestuvieron que concurrir en el an-tijudaísmo fin de siècle para quese produjera el Holocausto: porlo pronto, su conversión en an-tisemitismo, es decir, su exagera-ción hasta hacer del mismo unracismo exterminador como fueel nazi; a ello habría que añadir

“la transformación de ese antisemitismoen acción política de un Estado podero-so y centralizado; que el Estado estuvie-ra al mando de un tremendo y eficienteaparato burocrático; el ‘estado de excep-ción’ –una condición extraordinaria, deguerra, que permitía al Gobierno y a laburocracia bajo su control quitar de en-medio cosas que, posiblemente, en tiem-pos de paz hubieran supuesto serios obs-táculos–, y la no interferencia y la acep-tación pasiva de estos hechos por granparte de la población civil”4.

El eje que articula todos estosfactores, la clave del hecho, nopuede estar sino en una moder-

nidad incapaz de dominar suspropios designios y condenada,más que nunca después del Ho-locausto, a una permanente vigi-lancia de las destructivas posibili-dades que ella misma contribuyóa descubrir. Esto no significa re-nunciar a la atribución de res-ponsabilidades personales; el Ho-locausto no fue un producto ex-clusivo de las circunstancias hastael punto de poder afirmarse que“sin el Gulag no hubiera sido po-sible Auschwitz”5, porque estosignifica incidir en su impersona-lidad, como si ningún ser huma-no hubiera dirigido y perpetradosus brutalidades. Sin negar, pues,esa responsabilidad de las perso-nas en la que han insistido obrascomo la de David Goldhagen6, latrágica peculiaridad del Holo-causto respecto de otras persecu-ciones y atrocidades cometidas

contra los judíos no puede estarsino en las características de nues-tro tiempo. En la modernidadanidan múltiples posibilidades deliberación unidas al progreso téc-nico, a la racionalidad científica ya la organización administrativa,pero se esconde también una ma-yor crueldad a través de mediosmás destructivos, inciertos presu-puestos y abusivas generalizacio-nes. Fue esa modernidad que, co-mo Jano, posee dos caras la quegeneró el racismo como una ideología que a pesar de su false-dad se amparaba en la racionali-dad filosófica y científica.

Cierta medida de aprecio a lopropio y rechazo de lo ajeno, for-mas primarias de sentir a las quese puede otorgar el nombre deetnocentrismo están presentes entodas las culturas y probable-mente sean imprescindibles paralos seres humanos; pero ese et-nocentrismo básico carece de labase teórico-científica de la quese dota el racismo: la segregaciónde poblaciones, inicio de la “lim-pieza de judíos” que los nazis lle-varían a cabo, sólo pudo abor-darse porque una forma de pen-samiento biologista como elracismo se había impuesto demanera generalizada. A diferen-cia del etnocentrismo primario,

“el racismo antisemita es un completoidealismo que no conserva ya vínculo al-guno con la sensibilidad y que, por ello,naturaliza diferencias culturales y dis-criminaciones políticas mediante el re-curso a una teoría biológica”7.

mentario entre nosotros por H. ValenciaVilla, Alemania y el Holocausto, en CLA-VES DE RAZÓN PRÁCTICA, págs. 59 y 60,72, 1997 (mayo).

7 J. Aranzadi: ‘Racismo y piedad’(1991), en J. Aranzadi, J. Juaristi y P. Un-zueta, Auto de Terminación, pág. 37. ElPaís/Aguilar, Madrid, 1994.

4 Z. Bauman: Modernidad y Holocaus-to, págs. 123 y 124. Sequitur, Toledo,1998 (1989).

5 E. Nolte: Después del comunismo.Aportaciones a la interpretación de la histo-ria del siglo XX, pág. 127. Ariel, Barcelona,1995.

6 D. J. Goldhagen: Los verdugos volun-tarios de Hitler. Los alemanes corrientes y elHolocausto. Taurus, Madrid, 1997. La edi-ción inglesa de esta obra fue objeto de co-

3 I. Sotelo: Un viaje de ida y vuelta: delcolonialismo al racismo, en CLAVES DE

RAZÓN PRÁCTICA, 78, 1997 (diciembre),pág. 26 nota, distingue el antijudaísmo tra-dicional del antisemitismo, al que reduce auna manifestación del primero vigente des-de finales del siglo XIX, que “supone ya elconcepto de raza, la semita frente a la aria”.

Bartolomé de las Casas

Page 76: Claves 117

No obstante, es patente la fa-lacia que suponen el racismo, engeneral, y el de los nazis, en par-ticular, si se tiene presente que, apesar de sus pretensiones cientí-ficas, para distinguir a los millo-nes de judíos que llegó a asesinar,el antisemitismo nazi hubo de re-currir a formas de diferenciacióntan poco científicas como losapellidos, las genealogías, los ar-chivos de los pueblos de origen olos confidentes ávidos de alcanzaralguna ventaja a cambio de sudelación.

Una vez que los nazis pasarona dirigir el Estado, no sólo elimi-naron cualquier sombra de opo-sición política que pudiera pre-sentar alternativas a sus acciones,sino que impusieron la subordi-nación del resto de los poderesestatales al Ejecutivo, centraliza-do a su vez en la voz del führer.Ausente cualquier otro poder quefrenara o equilibrara las determi-naciones de Hitler, la utopía na-zi de establecer la existencia deuna sola raza tenía el camino li-bre para su realización. El racis-mo se había convertido en ideo-logía estatal.

El objetivo de encontrar unasolución al “problema judío” fueencomendado a quienes desde elinicio de la modernidad habíanacumulado el prestigio social su-ficiente como para suponerlescapaces de superar cualquier obs-táculo: los científicos y los técni-cos. Una razón instrumental librepor completo de cualquier con-trol ético o social permitió a loscientíficos efectuar sus experi-mentos sin preocuparse de susconsecuencias más allá de lo quereclamaba la propia racionalidadcientífica; consintió a los médicosensayar sus investigaciones y des-cubrimientos sobre seres huma-nos e impulsó a los técnicos acumplir con su deber dentro deuna organización burocrática enla que los fines no se discutían ysólo el coste y la eficacia obteni-da con los medios a su disposi-ción eran variables dignas deconsideración. El servicio a estosideales fue obra de personas quecumplían con las funciones queles habían sido asignadas y conlas órdenes que la moderna divi-

sión del trabajo social les hacíallegar desde una jerarquía in-cuestionable. La burocracia esta-tal, el desarrollo industrial, el ob-jetivo sanitario justificado cientí-ficamente, el cálculo económicollevado a su máxima expresión yla elección de los medios técnicosmás eficaces se aliaron para la rea-lización del Holocausto. Sin laracionalidad que todos ellos exi-gían e imponían, aquél no hu-biera sido posible.

A su vez, todas esas accionespudieron tener lugar porque losnazis habían logrado, primero,aislar a los judíos como gruposocial significativo para el restode la sociedad alemana y, segun-do, dividir el proceso de aplica-ción de la violencia en funcionesdiferenciadas, cada una de lascuales constituyen un escalón pa-ra el cumplimiento de la tarea,aunque ninguna alcanza a res-ponsabilizarse del efecto final dela acción. Para lograr el primerobjetivo, se aprobaron una seriede restricciones legales que bus-caban excluir al judío de la socie-dad alemana; en consecuencia,poco a poco, los judíos se fueronconvirtiendo en algo extraño, le-jano, despersonalizado. El judíode al lado, aquel con el que secomerciaba o trataba, fue despe-dido o expropiado, concentradoen zonas especiales y, finalmente,alejado de la vista de la mayorparte de la población, sumergidoen la indiferencia general. De es-ta forma se evitaba la apariciónde una preocupación ética por eldestino de la persona concreta,aquella con la que es imposible laceguera moral. Las masas fueroneducadas para obedecer “a me-canismos sociales en los que lasexperiencias de los individuossingulares con judíos no desem-peñan el menor papel”8. A partirde estas premisas, el segundo ob-jetivo fue más fácil de alcanzar; ladistancia respecto a las conse-cuencias facilita la indiferenciamoral de las acciones, sobre todosi éstas son ordenadas y se reali-

zan repetidamente. El resultadofinal de todo ello fue el Holo-causto.

La conquista de América: modernidad y anacronismo¿Es posible localizar en la con-quista de América la combina-ción de todas o algunas de lasposibilidades de la modernidadque provocaron el Holocausto?No puede negarse que, como ini-cio de la Edad Moderna, algu-nos de estos factores estuvieronpresentes en la conquista. Sinembargo, ninguno de ellos sepresentó con los rasgos extremosque fueron habituales en el Esta-do nazi y, sobre todo, nunca lle-gó a producirse entre ellos lacombinación fatal que desenca-denó aquel genocidio. La dife-renciación debe empezar por laideología que está a la base de la discriminación: el antisemitis-mo, además de tener tras de síuna tradición milenaria, era unaideología con fuertes vínculos re-ligiosos, sociales y políticos. Porel contrario, la ideología del con-quistador nunca gozó del apoyomayoritario de la Iglesia, la so-ciedad metropolitana ni las au-toridades políticas; eran dema-siado evidentes la búsqueda del beneficio inmediato, el ex-polio que éste implicaba y lacrueldad que rodeaba la mayorparte de sus acciones, como pa-ra que pudieran ser olvidadas.Aunque la mayor parte de losconquistadores tuvieron la habi-lidad de recurrir a la religión pa-ra legitimar sus acciones, la Igle-sia, como institución, y buenaparte de sus hombres, intelectualy moralmente más poderosos, seinclinaron claramente a favor delindígena. Fue, de hecho, la vozde Montesinos, Las Casas, Vito-ria9 y otros muchos frailes anó-nimos los que con sus denunciasy planteamientos renovadorescontribuyeron a sacar a la luz elproblema indiano; ellos impidie-ron con sus interferencias en lasmismas Indias y en la metrópoli,

con sus interrogantes sobre la jus-ticia de la conquista y el derechode los españoles a estar en las In-dias, que se produjera no sólo laaceptación pasiva de la violenciaconquistadora, sino, sobre todo,la conformidad con el ordenemanado de aquélla.

Tampoco la sociedad metro-politana mostró excesivas simpa-tías por los conquistadores: la no-bleza peninsular nunca aceptó debuen grado a unos advenedizosde modales rudos, enriquecidospor efecto de la rapacidad y lacrueldad, y sobre los que rápida-mente se difundieron noticias de-sagradables acerca del origen desu fortuna; este mismo senti-miento se manifestó en los de-más grupos sociales. El indiano operulero será víctima de un pro-ceso desmitificador dentro de lasociedad peninsular que va aafectar tanto a sus riquezas, so-bre las que se dice que no sontantas y que sólo unos cuantoslas alcanzan, como a los medios por los que las han consegui-do; por extensión, también lacondición y facultades de estosnuevos ricos serán cuestionadas.En definitiva, las sombras acercade su moralidad y categoría nodejarán de oscurecer permanen-temente la figura de quienes vol-vían de América, tal y como de-muestra el teatro de la época10.

Por último, la Corona descon-fió siempre de los intentos de losconquistadores para, a imitaciónde los guerreros medievales, im-poner un régimen señorial en elNuevo Mundo. Los esfuerzos delEstado por someter y disminuir atoda costa el poder político de lanobleza peninsular no podían ce-sar para tolerar la aparición deuna nueva aristocracia en unosdominios que, por su distanciade la autoridad central, corrían elriesgo de tornarse incontrolables;la edición de los escritos de algu-nos pensadores, como el Demó-crates secundus, de Sepúlveda11, o

DE LA CONQUISTA A AUSCHWITZ

80 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

8 M. Horkheimer y T. W. Adorno:Dialéctica de la Ilustración, pág. 244. Trot-ta, Madrid, 1994.

9 F. Castilla Urbano: El pensamiento deFrancisco de Vitoria. Filosofía política e indioamericano. Anthropos, Barcelona, 1992.

10 D. Rípodas Ardanaz, ed.: El indianoen el teatro menor español de los siglos XVI yXVII, pág. LXXXIV. Atlas, Madrid, 1991.

11 F. Castilla Urbano: Juan Ginés deSepúlveda (1490-1573), pág. 52, ed. delOrto, Madrid, 2000.

Page 77: Claves 117

la Historia, de Gómara12, que in-cluían propuestas de este tipo osimpatizaban con ellas, fue rele-gada o prohibida. El Monarca,utilizando su alianza con el cleromás crítico con los conquistado-res, no dudó en limitar cada vezmás los privilegios de esa élite sur-gida de la conquista para evitarque se reprodujeran en Américalas dificultades que hacía pocotiempo había tenido que superaren la Península13. No se trata conesta afirmación de proclamar laabsoluta inocencia de la Coronaen el proceso conquistador, con-forme se ha hecho en alguna oca-sión14, pero no cabe duda de que,por razones mucho menos al-truistas que las de los frailes, lamayor parte de las veces los mo-narcas españoles se colocaron enel bando contrario al de los con-quistadores.

Éstos estaban, pues, privadosdel apoyo ideológico, social y po-lítico que pudieron tener los an-tisemitas de entreguerras; a losmejores conquistadores, aquelloscuya excepcional capacidad ybuen hado les permitían superarlas dificultades que planteaban elclima, el territorio, la enferme-dad, los indios y sus propios com-patriotas, lo más que les estabapermitido era olvidar el origensangriento de su fortuna y esta-blecerse como encomenderos;muchos, mermados por los im-ponderables, ni siquiera llegabana eso. La Corona se vio obligada areconocer y recompensar los éxi-tos de los conquistadores me-diante encomiendas vitalicias, ex-tendidas a los sucesores hasta treso cuatro generaciones pero, paradesencanto de los encomenderos,nunca perpetuas. Esta legislaciónfavorable a los conquistadores yabusiva con el indio fue, no obs-tante, objeto de continuo rega-

teo. Como había ocurrido con lanobleza peninsular, los beneficioseconómicos de los conquistadoresfueron respetados, pero su poderpolítico fue mermando cada vezmás: la burocracia regia se hizocargo gradualmente de la autori-dad judicial y de gobierno queiba asociada a la encomienda15.Los conquistadores, que tan útilesse revelaban a la Corona a la ho-ra de acrecentar sus dominios, setornaban incómodos tan prontocomo había que administrar losnuevos territorios y a sus habi-tantes. A diferencia del todopo-deroso Estado alemán del sigloXX, que hizo suyo el racismo an-tisemita, un Estado moderno ycentralizado como el que se afa-naban en construir los monarcasespañoles ni siquiera podía com-partir los intereses de los con-quistadores desde el instante mis-mo en el que había que adminis-trar el producto de su esfuerzo.

El recurso a los oficiales realespara domeñar a los conquistado-res no es sino un síntoma de otrorasgo esencial de la modernidad:el desarrollo de la burocracia. Losmonarcas españoles dirigían unterritorio inmenso y disperso en-tre varios continentes; su controlles exigió aumentar paulatina-mente los medios a su disposi-ción: desde los distintos consejosreales hasta instituciones econó-micas y comerciales como la sevi-llana Casa de Contratación. A pe-sar del coste que implicaba, la Ad-ministración colonial, como elterritorio y las funciones a su car-go, no cesaron de crecer desde losprimeros momentos del Descu-brimiento; para cuando se empe-zaron a imponer los principios bá-sicos de lo que habría de ser la bu-rocracia colonial (los virreinatosde México, desde 1535, y de Li-ma, algo más tardío), la conquis-ta había empezado a declinar. Susaños de mayor esplendor, prota-gonizados por hombres comoVasco Núñez de Balboa, HernánCortés o Francisco Pizarro, se ca-racterizaron precisamente por la

ausencia de cualquier control ad-ministrativo, el recurso interesa-do a la tradición jurídica castella-na y el contacto epistolar directocon el Monarca en caso de triun-fo (para saltar por encima de lasautoridades establecidas en In-dias). Con posterioridad, el prin-cipio de especialización, el con-trol de los cargos desempeñados atanta distancia, la dificultad de lascomunicaciones, la búsqueda deeficacia en la Administración y lagarantía de fidelidad llevaron a losmonarcas a dividir las distintas ta-reas a ejercer entre cuerpos de fun-cionarios diferenciados. Aunqueen la cúspide del poder colonial seinstalaron pronto los virreyes, do-tados de un poder general paraejercer las responsabilidades de go-bierno, las funciones de justicia,hacienda y las de carácter militarse encomendaron a funcionarioscon una preparación específica. Elcumplimiento de sus funcionesfue severamente seguido desde lametrópoli, y asociado al mismoiban sus posibilidades de ascensoo postergación. Aunque fueronnumerosos los conflictos de juris-dicciones y los casos de corrup-ción, a favor de la eficacia de estesistema burocrático habla la dura-ción del imperio y su adaptacióna múltiples circunstancias.

La Administración regia, portanto, no sólo actuó contra el po-der de los conquistadores más quea su favor, sino que allí donde laburocracia se adueñó del poder laconquista, en su sentido tradicio-nal y grandilocuente, desapareció;las operaciones militares queda-ron reducidas a la frontera o a lasrebeliones que periódicamentepudieron amenazar lo que se con-sideraba el orden institucional.Por tanto, se trataba de una buro-cracia al servicio de los interesescoloniales, una burocracia cuyosobjetivos y modos de actuaciónvariaron con el transcurso deltiempo, pero que en general pro-pició un trato a los indios mejorque el que habían tenido con losconquistadores o el que manten-drían sus sucesores criollos.

La conquista de América su-puso la creación de estados de ex-cepción o de guerra en los que,ante el riesgo de un fracaso que

significaría la muerte, todas lasnormas quedaban subordinadasal logro de la victoria. En esta si-tuación los conquistadores noaceptaban límite alguno que hu-biera de ser respetado; desde unencuentro con el monarca extran-jero convertido en oportunidadpara capturar valiosos rehenes,hasta las promesas o pactos in-cumplidos, el aprovechamientode los enfrentamientos entre gru-pos indígenas, el terror generali-zado de la población, las prácticasde ensañamiento, etcétera, cual-quier táctica estaba justificadasiempre que condujera a esa vic-toria definitiva. Se utilizaba, portanto, una violencia sin límite, pe-ro una violencia que no tenía co-mo finalidad, como tantas veces seha afirmado con errónea utiliza-ción del término, el genocidio. Laviolencia de los conquistadores delNuevo Mundo, como la violenciade cualquier conquista imperial,era, y es, una violencia destructo-ra del orden vigente, pero no en-caminada a la fatal extinción desus víctimas, como lo fue la delHolocausto, sino calculadora; unaviolencia instrumental, que se sa-be necesitada de aquellos sobre losque se ejerce y, por ello, depen-diente en última instancia de ellos;una violencia que se practica has-ta donde reclama la instauraciónde un nuevo orden y, por tanto,una violencia creadora de dere-cho16. El Estado sólo aspira a ejer-cer el monopolio de la violenciacuando la conquista en sentidoestricto había alcanzado sus obje-tivos. Pretende, pues, institucio-nalizar la situación surgida de lamisma, pero, tal vez por ello, esemonopolio nunca fue ejercido deltodo: la acción conquistadora creauna realidad en la que unos pocosdominan sobre la mayoría; aun-que la legislación tiende a preser-var a esa mayoría, los interesescreados impiden una y otra vezla aplicación real y plena, sin co-rrupción de su espíritu, de esas le-yes. El célebre “se obedece, pero

FRANCISCO CAST ILLA URBANO

81Nº 117 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

12 F. Castilla Urbano: ‘El mito repu-blicano en España y América en tiemposde Carlos V’, en R. Mate y F. Niewöhner(eds.), El precio de la ‘invención’ de Améri-ca, págs. 146-156. Anthropos, Barcelona,1992.

13 F. Fernández Buey: La gran pertur-bación. Discurso del indio metropolitano,pág. 221. Destino, Barcelona, 1995.

14 L. Pereña: Genocidio en América,pág. 372. Ed. Mapfre, Madrid, 1992.

15 G. Céspedes del Castillo: Américahispánica (1492-1898), pág. 92. Labor,Barcelona, 1983.

16 W. Benjamin: ‘Para una crítica de laviolencia’, en Para una crítica de la violen-cia y otros ensayos, págs. 23-45. Taurus,Madrid, 1991.

Page 78: Claves 117

no se cumple” fue, en este sentido,la respuesta acomodaticia de unaAdministración incapaz de impo-nerse sobre una realidad construi-da a base de violencia.

Hay, pues, en la conquista deAmérica una mezcla de moderni-dad y anacronismo. Una especiede modernidad incipiente exhibelo que serán sus características másreiteradas durante los siglos si-guientes: establecimiento de finespor encima de cualquier conside-ración moral, realización de losmismos sin importar el coste hu-mano, instauración de una nuevalegalidad y legitimación de la mis-ma por la imposibilidad de darmarcha atrás. La desaparición delos principales dirigentes indíge-nas, la integración de otros en losnuevos grupos de poder colonial,la habilidad de los conquistadorespara explicar las querellas entreaborígenes y los intereses creados,se alían para que, incluso en loshombres más preocupados por elcoste ético de la conquista, se ha-ga evidente que cualquier otra al-ternativa al nuevo orden surgidode la misma vendría a suponer uncaos mayor.

Pero esa modernidad no acabade despegar de una manera defi-nitiva porque se ve envuelta enrasgos de anacronismo dondeacaso resida lo mejor de sí mis-ma: una racionalidad instrumen-tal diluida entre los fines cam-biantes de la Corona, los de losconquistadores, los indígenas ylos frailes, estos últimos muchomás diversos en sus intereses quelo que una mirada superficial de-ja entrever17; un ideal ético, en-vuelto en el ropaje de la evange-lización, pero que por momentoscomienza a exhibir su aspecto se-cularizador; una burocracia to-davía no suficientemente desa-rrollada y, por ello, obligada amedir cada uno de sus pasos; unEstado incapaz de imponer surazón con la efectividad y la cele-ridad propias de nuestra época; y,finalmente, una territorialidad deimposible dominio con los me-

dios del momento, causa final deuna diversificación incapaz de to-lerar ninguna solución uniforme.

Tal vez nada sea más expresivode esta mezcla de modernidad yanacronismo que los recursos téc-nicos utilizados para la conquista.El descubrimiento de América nohabría sido posible sin el papel de-sempeñado por las nuevas cons-trucciones navales, así como el co-nocimiento y la aplicación de téc-nicas que renovaron los principiosde la navegación18. La conquistaaprovechó abundantemente eldesnivel científico y tecnológicoexistente entre Europa y las cultu-ras americanas; las armas de acero,las de fuego y el dominio de la na-vegación, con barcos cuyo tamañoy velocidad rebasaban la mentali-dad de los indígenas, fueron ele-mentos de superioridad tecnoló-gica indiscutible. Pero, a pesar desu enorme importancia, probable-mente lo que resultó más decisivoa la hora de imponerse fueron los instrumentos naturales que losconquistadores llevaban consigo yque los indios no asimilaron hastaque resultó demasiado tarde paraellos: me refiero a caballos y perros.En tierra adentro, los barcos nopodían ser utilizados; las armas defuego de la época tenían una ca-pacidad relativamente limitada an-te ataques masivos, y las armas deacero veían limitada su efectividadpor el pequeño número de hom-bres que las manejaban. Sin em-bargo, caballos y perros sembra-ron el pánico entre los indígenasen los primeros tiempos de la con-quista; cuando se repusieron de lanovedad, los nuevos dominado-res habían afianzado su poder. Só-lo los pueblos de frontera –losaraucanos en el sur del continen-te y las tribus aguerridas del nortede México, como los chichime-cas– se beneficiaron con el tiempode los nuevos instrumentos mili-tares y de su uso táctico. La con-quista muestra también su ana-crónica modernidad en esa de-pendencia de una tecnología que

sólo la propia naturaleza habíaforjado.

Singularidad y generalización:la lógica de lo peorDe cuanto se viene afirmando sededuce que son importantes lasdiferencias que existen entre laconquista de América y el Holo-causto. Aunque ambos aconteci-mientos guarden una conexióndirecta con la modernidad y conla instauración y predominio deuna racionalidad que tiende a su-bordinar continuamente la ética yla religión, cada uno de estos he-chos tiene un alcance muy dife-rente; la existencia de múltiplesvoces impide que la conquista y elpropio imperio español, que seforjó a partir de la misma, mos-traran esa rara uniformidad que, apesar del pequeño número de ac-titudes discrepantes, caracteriza alHolocausto. Sin olvidar esta im-portante distinción, la diferenciaesencial entre uno y otro aconte-cimiento parece estar en su gradode inutilidad. Sería un contrasen-tido hablar de los beneficios deuna conquista que supuso la ani-quilación de pueblos enteros, pe-ro sin querer exculpar ni caer en loque Sánchez Ferlosio ha llamadofarisaísmo; es decir, la “actitudmoral de construir la propia bon-dad con la maldad ajena” 19, lopropio de cualquier conquista esel derramamiento de sangre, el su-frimiento y la muerte. La consti-tución de cualquier imperio, loque supone el predominio de ungrupo sobre otro, no se construye,no se ha construido histórica-mente, sino a base de sojuzgar aotros. Esto no justifica en absolu-to tales comportamientos, peroindica la búsqueda de un prove-cho. El conquistador, aunque ha-ya recurrido a una crueldad sin lí-mites, tiene un objetivo y, desdeluego, quienes protagonizaron laconquista de América no duda-ron en sacrificar cuanto fuera ne-cesario por alcanzarlo. El enrique-

cimiento, como la búsqueda dehonores y fama, constituye unmagro botín a tantos horrores ybrutalidades, pero no es posiblenegar en su consecución la mismasemilla que ha fructificado a lolargo de milenios de historia uni-versal. En este sentido, la con-quista de América muestra un ca-rácter tristemente tradicional.

El Holocausto, por el contrario,se revela como una catástrofe sinfruto, una maldad sin beneficio.Aunque pretenda servir a una de-cisión tomada de antemano y lle-vada a la práctica mediante la apli-cación estricta de la racionalidad,sólo el empecinamiento y la ce-guera se convierten en móvil de laacción. La atención al Holocausto,su planificación, el desvío de re-cursos y el empeño en su realiza-ción a toda costa, incluso en cir-cunstancias en las que el destinode la guerra reclamaba para sí lamayor contribución en hombres,materiales, tiempo y dedicación,muestran con mayor claridad loestéril del objetivo: las ganancias ybeneficios eran inexistentes. Lascategorías utilizadas en cualquierconquista (riqueza, conversión, pa-cificación, civilización, grandeza,etcétera) le son inaplicables. Su ló-gica, aun suponiendo su existen-cia, carece por completo de rigor:nada justifica la realización de unmal cuyo fin sólo parece ser el malmismo. Como se ha dicho,

“cuando lo imposible es hecho posible setorna en un mal absolutamente incasti-gable e imperdonable que ya no puedeser comprendido ni explicado por losmotivos malignos del interés propio: lasordidez, el resentimiento, el ansia depoder y la cobardía”20.

Por eso se puede considerarque el Holocausto constituye unasingularidad trágica en un mun-do en el que la generalización delas tragedias ha sido una cons-tante: un triunfo, en definitiva,de la lógica de lo peor.n

DE LA CONQUISTA A AUSCHWITZ

82 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 117

17 I. Pérez Fernández: Fray Toribio deMotolinía frente a Bartolomé de las Casas.Editorial San Esteban, Salamanca, 1989.

18 J. Rey Pastor: La ciencia y la técnicaen el descubrimiento de América, EspasaCalpe, Madrid, 1970; J. M. López Piñero:Ciencia y técnica en la sociedad española delos siglos XVI y XVII. Labor, Barcelona, 1979.

19 R. Sánchez Ferlosio: Esas Yndiasequivocadas y malditas. Comentarios a lahistoria, pág. 282. Destino, Barcelona,1994.

20 H. Arendt: Los orígenes del totalita-rismo, pág. 556. Taurus, Madrid, 1974.

Francisco Castilla Urbano es profesorde Instituto y asociado de Filosofía en laUniversidad de Alcalá de Henares.