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UNIVERSIDAD DE LIMA FONDO EDITORIAL Claude Zilberberg

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UNIVERSIDAD DE LIMA FONDO EDITORIAL

Claude Zilberberg

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LA ESTRUCTURA TENSIVA

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LA ESTRUCTURA

TENSIVA

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LA ESTRUCTURA

TENSIVA

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Colección Biblioteca Universidad de LimaLa estructura tensivaPrimera edición digital, marzo 2016

© Claude Zilberberg, 2012© De la edición francesa: Presses Universitaires de Liège, 2012.© De la traducción: Desiderio Blanco De esta edición:© Universidad de Lima Fondo Editorial Av. Manuel Olguín 125, Urb. Los Granados, Lima 33 Apartado postal 852, Lima 100, Perú Teléfono: 437-6767, anexo 30131 / Fax: 435-3396 [email protected] www.ulima.edu.pe

Diseño, edición y carátula: Fondo Editorial de la Universidad de Lima

Versión ebook 2016Digitalizado y distribuido por Saxo.com Peru S.A.C.

www.saxo.com/esyopublico.saxo.comTeléfono: 51-1-221-9998Dirección: calle Dos de Mayo 534, Of. 304, MirafloresLima - Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin permiso expresodel Fondo Editorial.

ISBN versión electrónica: 978-9972-45-336-6

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Presentación 11

Primera parte: la estructura tensiva 151. El momento teórico 17

2. El espacio tensivo 252.1 Una circularidad virtuosa 25

2.1.1 La intersección 262.1.2 De la complejidad a la homogeneidad 282.1.3 El anclaje 292.1.4 La terminología 31

2.2 Cantidad no numérica y principio de constancia 332.2.1 El valor como producto 332.2.2 De la correlación a la implicación 36

2.3 La manifestación 422.4 La condición tensiva de la predicación 432.5 La representación gráfica 442.6 El aparato aspectual de las dinámicas tensivas 47

3. Los modos semióticos 513.1 Inventario 51

3.1.1 El modo de eficiencia 513.1.2 El modo de existencia 533.1.3 El modo de junción 55

3.2 Modos semióticos y manifestación 59

Índice

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4. La deducción tensiva 634.1 Los valores 634.2 Las valencias 664.3 Las sub-valencias 674.4 Los foremas 69

4.4.1 El tempo 694.4.2 La tonicidad 704.4.3 La temporalidad 704.4.4 La espacialidad 70

4.5 Los incrementos 71

5. Las estructuras tensivas 755.1 La matriz 755.2 La sintaxis tensiva 81

5.2.1 La sintaxis juntiva 825.2.2 La sintaxis intensiva 905.2.3 La sintaxis extensiva 92

5.3 La semántica tensiva 945.3.1 La semántica juntiva 955.3.2 La semántica intensiva 985.3.3 La semántica extensiva 101

5.4 Integración de la sintaxis y de la semántica 1026. Para terminar 105

Segunda parte: nota sobre la estructura de los paradigmas 1077. La aproximación saussuriana al paradigma 1118. Primera aproximación 1139. Dinámica de los valores sistémicos 11910. Tempo y control del sentido 12311. Poesía y sistematicidad 12512. Analítica de la decadencia y de la ascendencia tensivas 12913. Dualidad de los modelos 13514. La cuestión 13915. Para terminar 143

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9Índice

Tercera parte: sobre la dualidad de la poética 14716. Los modos semióticos 14917. Wölfflin 15518. Poética del «llegar a» 15919. Poética del «sobrevenir» 16920. Para terminar 177

Glosario 179

Bibliografía 201

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El texto que presentamos aquí se propone establecer la centralidad de los modos semióticos, y más precisamente, la del modo de eficiencia, es decir, de aquel modo que concierne a la tensión entre el «sobrevenir» y el «llegar a» [parvenir]. Porque el sobrevenir no es una magnitud como las otras: incondicionado, encierra su propia referencia y transmite esa cualidad a la magnitud que lo manifiesta, que es el «evento» [aconte-cimiento súbito, inesperado]. A falta de poder producir el evento, lo que nos incumbe es proponer una teoría que responda por él en los términos indicados por René Thom: «crear una teoría de la significa-ción cuya naturaleza sea tal que el acto mismo de conocer sea una con-secuencia de la teoría»1. El evento existe como posibilidad pura, pero «inexiste» como letra. Después de acontecer, recibe del discurso domi-nante la fianza cuya ausencia él conlleva. El «sobrevenir» y el «llegar a», provistos de sus derivados, valen también para la hipótesis misma: el «sobrevenir» impone su temática, es decir, las interrogaciones que él proyecta, y el «llegar a», mal que bien, avanza sus respuestas.

El orden del «evento» y el orden del discurso andan mal avenidos. El evento surge de improviso y rompe con la temporalidad ambiente: en el orden del evento no existe anterioridad. El orden del discurso inventa, imagina una anterioridad que juzga razonable; el discurso transpone el evento en el orden que le es propio. En sus manifesta-ciones más exigentes, el arte moderno se propone justamente volver a ese momento imprevisto del surgimiento que hace que el discurso sea superfluo o impropio.

1 R. Thom (1981: 170).

Presentación

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El «sobrevenir» y el «llegar a» participan de una gramática del afec-to que se anda buscando. El «sobrevenir» afecta a las sub-valencias de tempo y de tonicidad llevándolas a su paroxismo, mientras que el «llegar a» tempera esa foria ardiente distribuyéndola en un tiempo y en un es-pacio ampliados. Esos funcionamientos se hallan en la base de la dua-lidad de los valores: valor de absoluto, concentrado y exclusivo, y valor de universo, difundido y distribuido.

Hjelmslev tiene el mérito de haber identificado, por una parte, el análisis y la definición, por otra, la jerarquía y lo complejo de los aná-lisis. Modestia aparte, nosotros hemos esbozado un proceder compa-rable en el capítulo cuarto. En divergencia con Semiótica 1. Diccionario, que procede por enriquecimiento de una pareja empobrecida [s1 vs. s2], nosotros procedemos por análisis de una tensión capital, aquella que confronta los valores de absoluto que apuntan a la unicidad, a lo incomparable, y los valores de universo, que apuntan a la universali-dad. Estas dos clases de valores, a su vez, son analizables en valencias, respectivamente, intensivas y extensivas. Las valencias intensivas se resuelven en sub-valencias de tempo y de tonicidad; las valencias ex-tensivas se resuelven en sub-valencias de tiempo y de espacio. Las sub-valencias son analizadas en foremas que estructuran las vivencias de los sujetos. Finalmente, los foremas dan lugar a los incrementos, que son a la vez el límite actual del análisis y la “moneda sencilla” de la significación.

La hipótesis de la matriz se nos ha impuesto a raíz de una cons-tatación, a saber, la autoridad de la aspectualidad sobre la estructura semiótica. Más acá de los semas, existen, a título de manifestados, los grados y los límites, y a título de manifestantes, por una parte, los re-puntes y los redoblamientos, y las atenuaciones y las aminoraciones, por otra. Tales aspectualizaciones desembocan en la distinción entre super-contrarios y sub-contrarios. La matriz resume un conjunto de rela-ciones estructurantes.

El último punto concierne a la relación entre el eje paradigmático y el eje sintagmático, y la opción de la monotonía. El eco alcanzado por la semiótica greimasiana se debe a que proponía para la sintaxis un modelo simple y eficaz: el cuadrado semiótico. Esa sintaxis era tá-citamente recibida como exclusiva, y, por añadidura, como universal. Si nosotros vemos en ella un estilo sintáctico, es porque sabemos que los grandes estilos se dan por pares. En sus trabajos, Jakobson y Lévi-Strauss mantenían una dualidad: la tensión entre la contigüidad y la

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13Presentación

semejanza; de ahí, la pregunta-objeción: ¿de qué dualidad participa el cuadrado semiótico?

A partir de esa apertura, proponemos distinguir tres estilos sintác-ticos: la sintaxis intensiva de los aumentos y de las disminuciones; la sintaxis extensiva de las selecciones y de las mezclas, y la sintaxis jun-tiva de las implicaciones y de las concesiones.

Haremos lo mismo con el componente semántico. Dicho esto, no negamos la sintaxis propia del cuadrado semiótico: solo que veremos en ella una sintaxis marcada por la necesidad, y la recibimos como una posibilidad entre otras.

Un trabajo prospectivo no podría evitar la pregunta sobre la ho-mogeneidad: ¿todas esas parejas coexisten sin fricciones las unas con las otras? Es difícil responder con exactitud porque es la duración la que generalmente opera ese trabajo de decantación. La trinidad de los modos semióticos y la trinidad de los estilos sintácticos y semánticos pueden ser dispuestas así:

modos semióticos↓

estilos sintácticos↓

modo de eficiencia →sobrevenir vs. llegar a

sintaxis intensivade los aumentos y de las disminuciones

modo de existencia →mira vs. captación

sintaxis extensivade las selecciones y de las mezclas

modo de junción →concesión vs. implicación

sintaxis juntivade los eventos y de los ejercicios

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Primera Parte

La estructura tensiva

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1. El momento teórico

El ser es, por turnos, condensación que se dispersa y dispersión que se condensa.

G. Bachelard

Existen dos clases de espíritus, los que acceden de entrada al control sin necesidad de repetir, y los que se reconocen de buen grado en el verso de Boileau: «Veinte veces al oficio someted vuestra obra», jamás satis-fechos, y queriendo, osando creer que el último ensayo es menos malo que el precedente. Este es nuestro caso personal, y es la razón por la cual hemos titulado este ensayo, después del Breviario de gramática ten-siva1 y de los Elementos de gramática tensiva2, La estructura tensiva.

Después de todo, la teoría es un género que subsume una clase de posibles, los cuales son para unos exclusivos, para otros, conjugables. Los temas de la alternancia son conocidos, y sin la menor pretensión de exhaustividad, nosotros distinguimos tres parejas: (i) la pareja inma-nencia vs. trascendencia: la teoría hjelmsleviana es el ejemplo mismo de la opción inmanente: el análisis del lenguaje no le debe nada a nadie; en cambio, la teoría psicoanalítica resalta el punto de vista trascendente en la acepción epistemológica del término; (ii) la pareja diacronía vs. sincronía: el punto de vista diacrónico ha prevalecido por largo tiem-po. Concluir el análisis de un régimen de sentido consistía en trazar la historia de su desarrollo. El punto de quiebre es conocido: a Saussure le debemos la distinción entre dos lingüísticas: una lingüística diacrónica que trata de las transformaciones y una lingüística sincrónica que trata de los estados sistémicos. Esa separación es el principal mérito de Saus-sure en opinión de Cassirer. En el Ensayo sobre el hombre, que compuso al final de su vida, escribe:

1 Zilberberg (2002).2 Zilberberg (2006) [En español: Semiótica tensiva, Fondo Editorial de la Universi-

dad de Lima, 2006].

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En realidad, el estudio del lenguaje no constituye el objeto de una ciencia, sino de dos ciencias. En tal estudio, es necesario distinguir siempre dos ejes, el “eje de la simultaneidad” y el “eje de la sucesión”. La gramática, por naturaleza y por esencia, pertenece al primero3.

(iii) la pareja formalismo vs. humanismo: esta pareja concierne al lugar del sujeto. El sujeto con sus preocupaciones, con sus expectativas y con sus afectos ¿es un intruso en un sistema que no lo necesita?, ¿o, por el contrario, ocupa un lugar cuyo tenor tenemos que definir? La tentación «algebrista» existe en Saussure, sin duda amparada en la audacia de la famosa Memoria: «La lengua es por decirlo así un álgebra que solo ten-dría términos complejos»4. La misma tentación está igualmente latente en la obra de Hjelmslev con la noción de «esquema»: Hjelmslev elige, por ejemplo, la r francesa:

La r francesa es definida como una entidad opositiva, relativa y negativa; la definición dada no le atribuye ninguna cualidad, cualquiera que sea5.

Hjelmslev no tiene ninguna dificultad en confesar la orientación algebraica de su proceder:

Esta concepción de la lengua ha sido retomada y desarrollada por Sechehaye, quien, en un trabajo de 1908, sostiene con razón que se puede concebir la lengua bajo un aspecto algebraico o geométrico, y simbolizar sus elementos arbitrariamente a fin de fijar su individua-lidad, pero no su carácter material6.

Esta preconización fue severamente criticada por Jakobson:

De hecho, tratar de reducir el lenguaje a sus invariantes últimas por medio de un simple análisis de su distribución en el texto y sin refe-rencia a sus correlatos empíricos, es precipitarse a un fracaso seguro. Si, en inglés, comparamos las dos secuencias /ku/ y /uk/, no obten-dremos ninguna información sobre la identidad del primer segmen-to en uno de esos ejemplos, con el segundo segmento en el otro, a no ser que pongamos en juego las propiedades sonoras comunes a la /k/ inicial y final en las dos posiciones7.

3 Cassirer (1991: 176).4 Saussure (1974: 205).5 Hjelmslev (1971b: 81).6 Ibídem, p. 83.7 Jakobson (1963: 115).

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19Primera Parte: la estructura tensiva

La semiótica greimasiana, en la medida en que ha favorecido la na-rratividad proppiana y el recorrido del sujeto, se presenta como una semiótica humanista:

En efecto, el esquema narrativo constituye como un marco formal donde viene a inscribirse el “sentido de la vida” con sus tres instan-cias esenciales: la calificación del sujeto, que lo introduce en la vida; su “realización” por algo que “hace”; en fin, por la “sanción” —a la vez retribución y reconocimiento— que es la única que garantiza el sentido de sus actos y que lo instaura como sujeto según el ser8.

Sin embargo, a este respecto, surge una dificultad: la semiótica, por tener como objeto la construcción de la significación, depende, según Hjelmslev, no de la forma del contenido, sino de la sustancia del conteni-do, la cual concierne solamente al sistema de las «evaluaciones» propias de una cultura, aunque, a la letra, la semiótica aplica, con referencia a la concepción hjelmsleviana, un método que no le corresponde...

A partir de esas tres parejas de oposiciones, es posible esbozar el «perfil» sumario de una teoría reconocida. Así, el psicoanálisis puede, en razón del estatuto asignado al inconsciente, ser caracterizado como trascendente, diacrónico; en fin, como humanista. Mas la teoría laca-niana, que considera que «el inconsciente está estructurado como un lenguaje», es, en algunos límites, formalista. Entiéndase bien; en el es-tado actual, cada una de esas parejas funciona según el modo del «o... o...», es decir, según el modo de la alternancia, mientras que una teoría suficiente demanda el modo del «y... y...», o sea, el modo de la coexis-tencia de ambos modos, a la manera de lo que preconiza Lévi-Strauss a propósito del segundo par cuando desea disponer de un «esquema único (...) que permita integrar el punto de vista de la estructura y el del acontecimiento»9.

Si nos limitamos a la teoría semiótica propiamente dicha, la teoría es susceptible de optar por dos corrientes. Según Hjelmslev, la teoría debe revestir la forma de una jerarquía, que el sistema de definiciones que figura al final de los Prolegómenos formula así: «clase de clases» (cuarta definición); a decir verdad, las cinco primeras definiciones forman un complejo, de suerte que cada una de ellas constituye un «punto de vis-ta» sobre ese complejo. Esa decisión entraña varias consecuencias: (i) el punto de partida, la primera esquicia, en la medida en que es conserva-

8 Greimas & Courtés (1979: Entrada: «Narrativo (esquema ~)», 2).9 Lévi-Strauss (1984: 109).

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da en las fases ulteriores, decide todo el asunto. Por tal razón, Hjelm-slev se preocupa, principalmente en el estudio titulado La estratificación del lenguaje, de precisar el orden de las esquicias fundadoras:

La distinción entre contenido y expresión es la primera encrucijada; la de forma y sustancia es la segunda; y la distinción de forma y de sustancia está subordinada a la que se da entre los planos10.

(ii) la operación mayor, el análisis, recae sobre una dependencia y no sobre una oposición, como recomendaban los de el Círculo Ligüístico de Praga. En efecto, si uno eligiera como objeto una oposición, el aná-lisis sería superfluo y se convertiría en una suerte de pleonasmo; (iii) como el análisis, por decirlo de alguna manera, sería exclusivo, habría de ser también transitivo, es decir que el analizante termina siendo el analizado. Hay una paradoja virtuosa en la concepción hjelmsleviana del análisis: esta última separa para reunir, divide para enlazar. En este sentido, la teoría, para Hjelmslev, es «deductiva».

A pesar de reclamarse seguidora de Hjelmslev, la concepción grei-masiana de la teoría es en varios aspectos su antítesis. Por el crédito atribuido al análisis, el proceder hjelmsleviano va de lo complejo a lo simple, a las «figuras», mientras que, para Greimas, se presenta como un «recorrido que va de lo más simple a lo más complejo, de lo más abstracto a lo más concreto»11. En segundo lugar, Greimas, en el artí-culo relativo al recorrido generativo que figura en Semiótica 1, distingue para cada nivel un componente semántico, o morfológico, y un compo-nente sintáctico12, mientras que uno de los objetivos que se desprenden de Hjelmslev es la recusación de la cesura inmemorial entre la sintaxis y la morfología:

(...) la clasificación de los funtivos en invariantes y variantes que es-tamos planteando derrumbará la base de la bifurcación tradicional de la lingüística en morfología y sintaxis13.

10 Hjelmslev (1971b: 52).11 Greimas & Courtés (1979: Entrada: «Generativo (recorrido -)», 1).12 Greimas subraya, asimismo, que las formas sintácticas no son menos signifi-

cantes que las formas semánticas [Ibídem].13 Hjelmslev (1984: 105).

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En tercer lugar, la posición de Greimas hasta Semiótica de las pasiones se caracteriza por la prevalencia de la racionalidad:

(...) las instancias generativas más profundas aparecen constituidas por las formas lógico-semánticas (lo cual permite economizar el con-cepto de interpretación) (...)14.

De la imperfección vuelve sobre esta orientación intelectualista intro-duciendo el concepto de estesis, definida como «fusión total del sujeto y del objeto». Sin embargo, si ampliamos el marco, la dirección adop-tada por De la imperfección puede ser interpretada como una catálisis de gran amplitud, la cual propone el orden de la significación como presuponiente, y la afectividad, particularmente la que emerge bajo las especies del sobrevenir, como presupuesta. Nosotros retomamos por nuestra cuenta los bellos análisis de Cassirer relativos a lo que él llama en la Filosofía de las formas simbólicas el «fenómeno de expresión». Este «fenómeno de expresión» significa para el sujeto cierto estilo modal marcado por la pasividad, si no por la pasibilidad (A. Hénault):

Pues toda experiencia vivida de expresión no es ante todo más que una prueba padecida: es un «ser-captado» más que un «captar», (...)15.

Para el objeto, la intensidad vivida del «fenómeno de expresión» impone la secundariedad modal de la percepción:

[La percepción] no se resuelve jamás en un simple complejo de cua-lidades sensibles —como claro u oscuro, frío o caliente—, sino que se acomoda en cada caso a una tonalidad de expresión determina-da y específica; jamás está regulada exclusivamente por el «qué» del objeto, sino que más bien capta el modo de su aparición global, el carácter de lo seductor o de lo amenazante, de lo familiar o de lo inquietante, de lo tranquilizador o de lo amedrentador que reside en ese fenómeno tomado puramente como tal, independiente de su interpretación objetiva16.

Cassirer excluye formalmente que la afectividad pueda ser inserta-da en una objetividad que la precedería:

14 Greimas & Courtés (1979: Entrada: «Generativo (recorrido-)», 3).15 Cassirer (1998: tomo III, 95).16 Ibídem: 86.

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[Esta interpretación] debe previamente anular la vida de la percep-ción, convertirla en un complejo de simples contenidos de la impre-sión sensible para reanimar enseguida ese «material» muerto de la sensación gracias al acto de penetración afectiva. Pero la vida que así le toca en suerte por partijas sigue siendo en último análisis una simple apariencia, obra de la ilusión psicológica17.

Bajo esta premisa, las estructuras profundas son más bien «tímico-semánticas» que no «lógico-semánticas». Esa anterioridad tanto funcio-nal como existencial del «fenómeno de expresión», es decir, del afecto, permite comprender por qué su manifestación preferencial recibe la forma de la subitaneidad y del evento. Volveremos sobre esto a propósi-to del modo semiótico de la eficiencia.

En último lugar, Greimas considera el tránsito de un nivel llamado «profundo» a un nivel denominado «superficial» como una «conver-sión». Ese tránsito se efectúa según dos modalidades: (i) un principio de conservación, o de persistencia, en virtud del cual la esquicia entre la semántica y la sintaxis está presente en todos los niveles; (ii) un prin-cipio de «enriquecimiento», de aumento del sentido, ya mencionado, que va de lo simple hacia lo complejo:

(...) es preciso reconocer que la generación de la significación, al in-troducir nuevas articulaciones en cada etapa de su recorrido, aporta al mismo tiempo un “enriquecimiento” o un “aumento” del sentido, dado que la significación no es otra cosa sino “articulación”18.

El paso del nivel fundamental, donde no intervienen más que la interdefinición semántica y la interacción sintáctica, hacia el nivel su-perficial no deja de ser problemático: no todo parece ocurrir como si el recorrido generativo fuese el mal y el remedio: ¿el desarrollo del recorrido generativo no reintegra las magnitudes que había suspendi-do para constituir justamente el nivel fundamental, especialmente el tiempo y el espacio, esos guardianes del sentido?

La amplitud de las divergencias entre los procederes respectivos de Hjelmslev y de Greimas suscita la perplejidad. ¿Son superables? El proceder greimasiano supone, bajo beneficio de inventario: (i) la tripar-tición de los niveles; (ii) la dirección ascendente de lo simple hacia lo complejo; (iii) la reciprocidad de la semántica y de la sintaxis a la altura

17 Ibídem: 93.18 Greimas & Courtés (1979: Entrada: «Conversión»).

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de cada nivel. Para que esta aproximación entre en concordancia con la primacía y la continuidad del análisis, preconizados por Hjelmslev, basta, según creemos, con postular, siguiendo a Hjelmslev, una direc-ción descendente de lo complejo hacia lo simple que es, desde el punto de vista metalingüístico, el plano de la expresión de la preeminencia del análisis. Nuestra posición es susceptible de dos interpretaciones-evaluaciones divergentes: o una interpretación peyorativa, general-mente identificada con el eclecticismo, o una interpretación positiva, la de la metáfora, la del bricolaje según la lectura que de él propone Lévi-Strauss en las primeras páginas de El pensamiento salvaje.

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2. El espacio tensivo

Uno espera que los conceptos sean interdefinidos, pero esta demanda supone una condición que resulta fácil de catalizar: es necesario que esos conceptos «comuniquen» los unos con los otros, es decir que ocu-pen el mismo espacio.

2.1 Una circUlaridad virtUosa

El primer requisito concierne a nuestro recurso a la noción de «espacio tensivo». Esta noción de espacio es polisémica y requiere una decisión: la noción de espacio es, según creemos, esencialmente «conjuntiva»; el espacio es el horizonte de toda pluralidad captada. Enunciar sim-plemente: «un triángulo y un cuadrado» es decir que esos dos objetos habitan el mismo espacio:

Que A y B no formen cada uno por separado un mundo en sí, sino que pertenezcan a un conjunto, es lo que quiere decir la observación en el espacio. Tal es el sentido del “lado a lado”. Si cada objeto fuese un ser en sí, no existiría el “lado al lado”. No podríamos absoluta-mente establecer una relación entre ellos1.

El epíteto «tensivo» precisa el contenido de las magnitudes en con-tacto o en vecindad: la tensividad es el lugar, o el frente de contacto donde se juntan, se reúnen la intensidad, como suma de los estados de alma, y la extensidad, como suma de los estados de cosas. Esa proyec-ción de las magnitudes en un mismo espacio presenta la doble ventaja de virtualizar la linealidad del plano de la expresión [en lenguaje oral y escrito] y de visualizar las magnitudes de contenido en convergencia unas con otras. Por convención, colocamos la intensidad en la «ordena-da» y la extensidad, en la «abscisa»:

1 Steiner (2000: 48).

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2.1.1 La intersección

La semiótica greimasiana jamás ha sido indiferente a las cuestiones epistemológicas, y al titular su texto fundador Semántica estructural, Greimas marcaba su vinculación con el estructuralismo, a pesar de que el doble patronazgo de Hjelmslev y de Lévi-Strauss oculta un malen-tendido sin duda poco discernible en la época. En efecto, el estructu-ralismo de Lévi-Strauss es ajeno al de Hjelmslev. Para este último, la palabra-maestra es la de dependencia:

Se entiende por lingüística estructural un conjunto de investigacio-nes que se apoyan en una hipótesis según la cual es científicamente legítimo describir el lenguaje como si fuera esencialmente una entidad autónoma de dependencias internas2.

Para Hjelmslev, el análisis-descripción de un objeto se reduce, pues, a descubrir las dependencias por las cuales el objeto, en cuanto «punto de intersección», se convierte en significante:

Las relaciones o las dependencias que el realismo ingenuo tiene por secundarias y que presuponen los objetos, son para nosotros esen-ciales: ellas son la condición necesaria para que existan puntos de intersección3.

2 Hjelmslev (1971b: 28).3 Hjelmslev (1984: 41).

intensidads1

s

s2 extensidad

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27Primera Parte: la estructura tensiva

De inspiración jakobsoniana, el estructuralismo de Lévi-Strauss po-ne por delante el concepto de oposición, el cual no figura en el índice de definiciones de los Prolegómenos.

Dicho esto, la lectura de Semiótica 1. Diccionario no deja ninguna duda al respecto: el estructuralismo de Greimas está más próximo de Hjelmslev que de Jakobson, a pesar de lo que se dice en las primeras páginas de Semántica estructural.

La intersección, en cuanto regla constitutiva del objeto [semiótico], proporciona al análisis y a la definición que lo resume una complejidad que hay que desenmarañar. La intersección «mística» de la intensidad y de la extensidad en [S] permite al analista proponer [s1] y [s2] como definientes de [S]. Por su simplicidad, este esquema gráfico permite igualmente visualizar a la vez tanto el objeto [S] como su resolución [s1 + s2]. Accedemos así a una doble equivalencia: (i) equivalencia objetal de la intersección y de la complejidad, esta en cuanto principio y razón de aquella; (ii) equivalencia operativa del análisis y de la definición, que autoriza dos enunciados mayores: el análisis es una definición en la medida en que la definición es un análisis.

Quedan por identificar [s1] y [s2]. [s1] pertenece a la dimensión de la intensidad. La intensidad que nosotros proponemos es la intensidad subjetal, la intensidad vivida, y por catálisis, la intensidad medida. ¿En qué consiste experimentar un afecto sino en tomarle ante todo y perso-nalmente la medida? Convendría, después de haber leído el siguiente fragmento de Cuadernos de Valéry, invertir el protocolo predicativo ha-bitual entre la norma y la desviación de la norma:

El alma es el acontecimiento de un Demasiado o de un Demasiado poco.«Normalmente», no existe4.

La norma es virtualizada como norma y son las desviaciones de la norma las que acceden a la pertinencia según dos modalidades: la mo-dalidad objetal del más y la modalidad subjetal del demasiado. Para fijar las ideas, /caliente/ pertenece a la modalidad objetal del «más»; /ar-diente/, a la modalidad subjetal del «demasiado». Examinaremos más adelante el paradigma de los posibles intensivos.

La extensidad, orientada hacia los estados de cosas, tiene que ver con la densidad del campo de presencia: si las magnitudes son poco

4 Valéry (1973: 1204).

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numerosas, diremos que la modalidad de la concentración es la válida; si es a la inversa, diremos que es la modalidad de la difusión la que será elegida. Bajo esta consideración, el espacio tensivo se encuentra pro-visto de dos regiones cuyas características son, según una fórmula que tomamos de Lévi-Strauss, «simétricas e inversas» una con relación a la otra: (i) una región del estallido o del brillo, definida por la intersección de la fuerza y de la concentración; (ii) una región de la dispersión, defi-nida por la intersección de la debilidad y de la difusión.

Así:

La aprehensión del objeto como intersección es una de las claves de la apertura del paradigma.

2.1.2 De la complejidad a la homogeneidad

En materia de epistemología, no se trata de ninguna manera de hacer tabla rasa de las conquistas logradas ni de ignorar la episteme contem-poránea. Se trata solamente de operar una transferencia de acento, de desplazar una ponderación entre magnitudes consagradas. Dos nocio-nes no han recibido, en nuestra opinión, la atención que merecen: la complejidad y la homogeneidad. Comenzaremos por recordar que el hecho de tomar en cuenta la complejidad debe ser atribuido a Saussu-re. «La lengua es, por decirlo así, un álgebra que no tendría más que términos complejos»5, y el de la homogeneidad, a Hjelmslev:

5 Saussure (1974: 205).

dispersión[opaco]

concentrado

estallido[brillo]

intensidad

extensidad difundido

fuerte

débil

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29Primera Parte: la estructura tensiva

El factor particular que caracteriza la dependencia entre la totalidad y sus partes, que la diferencia de una dependencia entre la totalidad y otras partes y hace que los objetos descubiertos (las partes) puedan ser considerados como internos y no externos a la totalidad (es de-cir, al texto) parece ser la homogeneidad de la dependencia: todas las partes coordinadas que resultan del solo análisis de una totalidad dependen de esa totalidad de una manera homogénea6.

Cierta complementariedad se deja entrever entre las dos nociones: la complejidad significa la preeminencia de la relación en detrimento de la ilusión predicativa, según la cual el objeto, como si fuera un cos-tal, contendría los predicados que la observación a fuerza de atención y de paciencia llevaría al discurso; por su lado, la homogeneidad in-terviene como fianza, como garante fiducial de que es siempre la mis-ma dependencia la que es captada. La complejidad constitutiva de las magnitudes formula una localidad; la homogeneidad, una continuidad conservadora.

Por reflexividad y reciprocidad, las nociones de intersección, de dependencia, de complejidad, de análisis y de definición se apoyan las unas a las otras. En primer lugar, la complejidad, la intersección en cuanto característica general, y la dependencia como constante no revocable, proporcionan al análisis su objeto: «Una dependencia que cumple las condiciones de un análisis será llamada función»7. En se-gundo lugar, la definición, que Hjelmslev acepta como una «división»8, concierne, con toda evidencia, a una complejidad en el plano de la expresión, a una dependencia en el plano del contenido. Dicha com-plejidad no tiene nada que ver con la problemática del eje llama-do complejo, obtenido por acercamiento concesivo de [s1] y de [s2]: [s1] vs. [s2] → [s1 + s2].

2.1.3 El anclaje

Nadie duda ni un solo instante de que el sujeto sea un ser sensible, por catálisis: un ser «sensible a», pero el lugar de la sensibilidad en la economía de la significación crea problemas: el sentido ¿es la respuesta

6 Hjelmslev (1984: 48).7 Ibídem: 55.8 Ibídem: 101.

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Claude Zilberberg30

a las preguntas?9, o ¿a las subitaneidades de las que da testimonio la sensibilidad? ¿O es a la inversa: la sensibilidad es ella misma el con-junto de respuestas posibles a las preguntas que el sentido, en razón de sus transgresiones, de sus propias incertidumbres le dirige [al sujeto sensible]?

En cierta medida, el hecho de tomar en cuenta lo sensible obliga a tomar la narratividad al revés: si la narratividad ve en el sujeto un sujeto de hacer, un sujeto activo, la admisión de lo sensible conduce a dar lugar a un sujeto del padecer: un sujeto pasivo [o pasivizado]. La vivencia íntima del sujeto de estado en esa circunstancia se impone a las «miras» del sujeto operador.

La hipótesis tensiva10 admite como punto de anclaje, puesto que al-guno hace falta, la distinción entre los estados del alma y los estados de cosas. Sin embargo, esta dualidad en cuanto tal pertenece al plano de la expresión: proporciona la escena, pero no la pieza por representar. Desde nuestro punto de vista, lo que importa es el tipo de relación que conviene postular. A los ojos de Hjelmslev, la relación más “interesan-te” es la «determinación»11, la rección, en la terminología tradicional, la cual coloca en presencia una de otra una «constante» y su «variable». Según la formulación conservada por Hjelmslev: la «variable» deter-mina la «constante», o más sencillamente: la constante en posición de regente rige la variable en posición de regida. Con estas precisiones, proponemos lo sensible como regente, y lo inteligible, en cuanto regi-do, y aceptamos el déficit modal de este último respecto del primero como uno de los secretos del afecto: «Lo propio del mundo intelectual consiste en ser trastornado siempre por el mundo sensible»12. Lo sensi-ble, según la morfología y la sintaxis que le son propias, tal vez no sea más que esa acentuación, esa desigualdad creadora, ese control unas veces despótico, otras liberal, que ejerce sobre lo inteligible.

9 Adoptamos el punto de vista de Valéry, que coloca la estructura frástica en el umbral del proceso semiótico: «Todo hecho mental no es más que pregunta y respuesta», en Valéry (1973: 891).

10 Ver Fontanille & Zilberberg (1998); Zilberberg (2002: 111-143); Zilberberg (2006).11 Hjelmslev (1984: 58 y 62).12 Valéry (1973: 1160).

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31Primera Parte: la estructura tensiva

2.1.4 La terminología

Para Hjelmslev, las categorías de la forma de la expresión y las de la forma del contenido son idénticas, pero es claro que la terminología que las expresa ha sido tomada principalmente del plano de la expresión. La terminología greimasiana privilegia, por lo demás es comprensible, la narratividad, es decir, una posibilidad situada. Una terminología debe ser, en cuanto sea posible, parlante, es decir, transparente: la coalescen-cia de lo sensible y de lo inteligible nosotros la designamos con el térmi-no de tensividad, y, referida al análisis y al acoplamiento subsiguiente, tomamos de Hjelmslev el par de prefijos in- y ex-, pareja que es uno de los resortes de su terminología13, y designamos ahora lo sensible como intensivo y lo inteligible como extensivo. Sin cultivar la paradoja, diremos que la tensividad no es nada, nada más que la junción de la intensidad y de la extensidad, así como la sílaba14 no es nada más que la junción, el espacio de encuentro de una magnitud vocálica y de una magnitud consonántica. El cuadro siguiente resume nuestro proceder:

contenido →

tensividad

intensidad

[lo sensible]

extensidad

[lo inteligible]

estructura →

determinación

regente

[constante]

regido

[variable]

Una magnitud tensiva —precisaremos en un instante su condiciona-lidad— es, pues, una magnitud compleja, portadora de dos rasgos: por una parte, un rasgo intensivo (Cassirer diría un «acento de sentido»); por otra parte, un rasgo extensivo. Lo cual no deja de tener consecuen-cias. En efecto, la hipótesis tensiva en el estado actual de su desarrollo, la problemática hjelmsleviana del análisis y el estatuto de la definición en los Prolegómenos son «variedades» de un mismo funcionamiento.

13 Ver Greimas & Courtés (1986: Entradas: «extenso / intenso»; «extensivo / intensivo»).

14 Una de las preocupaciones compartidas tanto por Saussure como por Hjelmslev fue la de pensar la sílaba en cuanto sílaba.

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Claude Zilberberg32

Esa convergencia surge de las tres consideraciones siguientes: (i) la esquicia de la tensividad conduce al enfrentamiento cara a cara de la intensidad y de la extensidad; (ii) un análisis tiene por plano de la ex-presión una dualidad y por plano del contenido, una dependencia: «Una dependencia que cumple las condiciones de un análisis será lla-mada función15», de ahí la dependencia de la extensidad respecto de la intensidad; (iii) finalmente, por reciprocidad, tenemos razones para aceptar la pareja de la intensidad y de la extensidad como la definición de la tensividad:

Esto nos lleva a la definición de la definición: por definición enten-demos una división, sea del contenido de un signo, sea de la expre-sión de un signo16.

En cierto sentido, la definición, al sustituir el contenido definido por una «cadena de contenidos de signos», dispersa ese contenido defini-do. Si admitimos con Cassirer que el proceder del pensamiento es «cir-cular», es decir que

la conexión supone la división, así como la división por su lado no tiene otra meta que preparar y hacer posible esa conexión17,

si, además, reconocemos en la definición el grado cero de la predica-ción, entonces, el isomorfismo de las magnitudes consideradas se esta-blece así:

operadores →aspectos ↓

sin—↓

dis—↓

estructura →función constante vs. variable

contenido →tensividad intensidad vs. extensidad

predicación →sincretismo definición – resolución

15 Hjelmslev (1971a: 49) [1984: 55].16 Ibídem: 93.17 Cassirer (1986: tomo II, 56).

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33Primera Parte: la estructura tensiva

2.2 cantidad no nUmérica y principio de constancia

El estructuralismo considera las magnitudes que somete al análisis co-mo absolutas, y con bastante frecuencia ignora la variabilidad cuantita-tiva. A la inversa, los pintores oponen el tono franco, portador de brillo [estallido], al tono quebrado, atenuado por la mezcla con otro tono. El punto de vista tensivo trata la cualidad absoluta como un caso particu-lar, y concibe toda magnitud como un objeto que la sintaxis tensiva, se-gún uno u otro de los tres estilos sintácticos enumerados más adelante, está dispuesto a tratarlo.

2.2.1 Los valores como producto

Esa asimetría introduce la singularidad del espacio tensivo. La corre-lación inversa tiene por sintaxis íntima un principio de constancia que se puede formular así: si la intensidad y la extensidad varían en razón inversa la una de la otra, entonces, el producto de las valencias respec-tivas de dos valores distintos será tendencialmente constante y su no-realización eventual, evenemencial, sería para el (los) sujeto(s) como un objetivo que realizar. Como puede apreciarse en el diagrama siguiente:

e1

V1i1

extensidad

V2

e2

i2

intensidad

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Claude Zilberberg34

Este razonable principio de constancia del que acabamos de ha-cer la hipótesis significa que los productos «místicos» [V1 = i1 x e1] y [V2 = i2 x e2] tienden hacia una constante virtual reguladora. En la di-mensión de la intensidad, las valencias se distinguen unas de otras o como aumentos o como disminuciones; en la dimensión de la extensi-dad, como selecciones o como mezclas. La hipótesis del principio de constancia autoriza un paso suplementario hacia la singularidad del espacio tensivo: si el producto de las valencias /i/ y /e/ tiende a una constante, entonces, /i/ se convierte también en el cociente de dividir /V1/ por el divisor /e/. Si /e/ aumenta, /i/ disminuye, de suerte que /e/ funciona ahora como divisor e /i/ como un cociente. Según la termi-nología propuesta en Éléments de grammaire tensive [en español: Se-miótica tensiva], un repunte en la dimensión de la extensidad tiene por correlato inmediato o próximo una atenuación en la dimensión de la intensidad. La medida intensiva y el número extensivo varían en razón inversa la una del otro, como muestra el siguiente ejemplo tomado de Rousseau y que debemos a D. Bertrand:

Durante mis cortas prosperidades muchas personas recurrieron a mí, y jamás en todos los servicios que pude hacerles ninguno de ellos fue desatendido. Pero de esos primeros favores hechos con afecto y con efusión del corazón fueron naciendo cadenas de com-promisos sucesivos que yo no había previsto y de los cuales no po-día ya liberarme18.

Este análisis de Rousseau ofrece un doble interés: (i) muestra la dependencia de un estado de ánimo, aquí «efusión del corazón» del destinador respecto de un estado de cosas, el número de ocurrencias del don; (ii) «hace ver» cómo una multiplicación en una dimensión se convierte «concesivamente» en división para el valor; así, esquemática-mente para el texto de Rousseau:

18 Rousseau (1964: 110-111). A ese desengaño del donador responde, según Sim-mel, en el donatario, el resentimiento: «Es bien conocido que los mendigos a quienes se les da habitualmente limosna durante algún tiempo terminan por pensar que tienen derecho a ella y que es un deber del donador; y si este, por algún motivo, falla y no cumple con esa obligación, lo interpretan como un rechazo de una contribución que les es debida, y sienten una amargura que jamás sentirían contra aquellos que siempre se han negado a darles limosna», en Simmel (1998: 63).

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35Primera Parte: la estructura tensiva

Los aumentos y las disminuciones intensivos vividos, que conmue-ven, en cuanto manifestantes, el campo de presencia, tienen por mani-festado el juego reglado, la regulación actualizada de las dimensiones: por una parte, el sujeto formula el valor como el producto de las va-lencias que conjunta; por otra parte, por homogeneidad o circularidad virtuosa, formula la medida íntima, propioceptiva, del afecto como el cociente del valor dividido por el número actual del campo de presencia. La interdefinición, que es una exigencia epistemológica no negociable para Hjelmslev, remite aquí más bien a la densidad de la red relacional subyacente. De este trabajo de ajuste, de esta búsqueda de una exac-titud cuantificable pero no contable, H. Michaux presenta en el bello texto titulado Dessiner l’écoulement du temps [Dibujar el fluir del tiempo] un análisis ejemplar centrado en la precisión del tiempo:

Cada cual trata, sin que nadie se lo indique, de conservar su tempo... (...) Por un balance sabio y constante entre las incitaciones que uno acepta y las incitaciones que uno rechaza; por un equilibrio complejo donde las pequeñas ralentizaciones y las pequeñas aceleraciones se encuentran ingeniosamente compensadas19.

Por ese juego de remisiones, la divergencia subjetal de la medida y del número, el principio de constancia y la formulación del valor inten-sivo como cociente, singularizan el espacio tensivo.

19 Michaux (2001: 373).

dar unaprimera

vez

placer

tonicidad

disgusto

darvariasveces

darindefinida-

mente

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Claude Zilberberg36

La hipótesis de la «intersección» como producto exige aun otros dos motivos: (i) la afirmación corriente según la cual el todo es superior a la suma de las partes es cierta, sin duda, ¿pero cómo fundarla? Eso no es-tá dicho. Sin pretender agotar la cuestión, podemos decir por medio de metáforas que el tempo y la tonicidad son los ingredientes, y la hipótesis del producto, la receta; (ii) existe el misterio del «acento», de los «pi-cos» de la intensidad, de los estados paroxísticos, y más generalmente, puesto que hemos reconocido en la medida una «intersección»: «Se tra-ta de hallar la construcción (oculta) que identifique un mecanismo de producción con una percepción dada»20, es de esperar que «en alguna parte» surja un principio de desmesura. No andamos lejos de la retórica y nos movemos en torno a la hipérbole, que Fontanier aborda en los siguientes términos:

La Hipérbole aumenta o disminuye las cosas con exceso, y las pre-senta bien por encima o bien por debajo de lo que son, con vistas, no a engañar, sino a acercar a la verdad misma, a fijar, por lo que dice de increíble, lo que hay realmente que creer21.

Frente a todas las problemáticas que mantienen alguna conexidad entre sí, tenemos que anticipar: la hipérbole se encuentra en la intersec-ción de dos sintaxis; por una parte, la sintaxis intensiva, que procede por aumentos y por disminuciones, y por otra parte, la sintaxis juntiva, la cual procede, según el caso, por implicación o por concesión. El mé-rito de Fontanier es raro y singular, ya que procede a realizar la catáli-sis del rasgo concesivo de la hipérbole.

2.2.2 De la correlación a la implicación

La legitimidad del arco que une las dos regiones en contraste del espa-cio tensivo es indirecta. Supone la autoridad de un principio de cons-tancia que regula esa cantidad no numérica que asedia a la diferencia. Esa característica no numérica de la cantidad semiótica de ninguna manera impide efectuar algunas operaciones elementales. Como ya se ha indicado, la operación decisiva es sin duda esta: si se multiplica mentalmente la cifra de la intensidad por la de la extensidad, el pro-ducto actualizado sería tendencialmente constante. Sea simplemente: [i x e = k].

20 Según Valéry (1973: 1283).21 Fontanier (1968: 123).

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37Primera Parte: la estructura tensiva

Para ilustrarlo, acudiremos a las reflexiones de Baudelaire sobre el juego y el trabajo, que figuran en Fusées [Bengalas]. Veamos el pequeño corpus siguiente:

El trabajo, fuerza progresiva y acumulativa, conlleva intereses como el capital, en las facultades como en los resultados.

El juego, incluso dirigido por la ciencia, fuerza intermitente, será vencido, por fructuoso que sea, por el trabajo, por pequeño que sea, si es continuo22.

Un poco de trabajo, repetido trescientas sesenta y cinco veces, da trescientas sesenta y cinco veces un poco de dinero, es decir, una suma enorme. Al mismo tiempo, se adquiere gloria.

De igual manera, una multitud de pequeños goces constituyen el bienestar23.

El trabajo no es el único que conserva las almas momificadas24.

La vida solo tiene un encanto verdadero: es el encanto del Juego25.

Es claro que el antagonismo vivencial del trabajo y del juego per-tenece al resorte de la gramática tensiva: (i) el juego, bajo el ángulo de la intensidad, es fuerte, pero desde el ángulo de la extensidad, inter-mitente, es decir, concentrado en algunos momentos; (ii) de manera simétrica e inversa, el producto del trabajo, en relación con la intensi-dad, es del orden de la “pequeñez”, pero en relación con la extensidad: cotidiano. Así:

22 Baudelaire (1954: 1198).23 Ibídem: 1200.24 Ibídem: 1201.25 Ibídem: 1193.

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Claude Zilberberg38

Lo que se esboza aquí es una gramática predicativa, es decir, una regulación de la predicación. De la predicación ordinaria, aceptando que está trunca, y que, por lo mismo, es incierta; no controlada, no de-pendiente, la predicación está fuera de sistema y no remite más que a la alternancia básica de «o... o...». Volvamos a nuestro esquema e inscri-bamos en el arco de las equivalencias: [S1] definido en el eje de la inten-sidad por [s1] y en el eje de la extensidad por [no s2], y [S2] definido en el eje de la intensidad por [no s1] y en el eje de la extensidad por [s2]. Así:

el trabajo

el juego

intermitente

fuerte

intensidad

débil

extensidad cotidiano

r

no s2

no s1

s1

s2

s1

s2

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39Primera Parte: la estructura tensiva

La lógica de este dispositivo simple no es la del «o... o...», sino más bien la del «si... entonces», es decir, la lógica de la implicación. Lo que define [S1] es la exigencia actual: si [s1], entonces [no s2] y otro tanto vale para [S2]. La problemática cambia de contenido puesto que ahora tiene por objeto la pregunta: ¿cómo se pasa de [S1] a [S2]? Nuestra respuesta es la siguiente: tal es precisamente la función esencial del evento, pues-to que, según Valéry: «La sorpresa es siempre posible»26. Es, por lo demás, una de las aporías propias de la noción de evento: es a la vez singular y serial. Radicalmente improbable, el evento hace pasar sin transición, es decir, concesivamente, de una primera implicación a una segunda implicación:

s1 → no s2s2 => no s2 s2 → no s1

implicación 1 concesión – evento implicación 2

La semiótica del evento no es una semiótica de la oposición, sino una semiótica de la interdependencia, de la solidaridad y de la inconci-liación que le está asociada:

Todo acontecimiento brusco afecta al todo.Lo brusco es un modo de propagación27.

Un ejemplo tomado de Balzac nos convencerá fácilmente. En Ilusio-nes perdidas, Balzac ha captado los efectos tímicos repentinos del des-cubrimiento de la inmensidad del número por Lucien de Rubempré:

Sorprendido por esta muchedumbre en la cual se sentía extraño, este hombre de imaginación, experimentó como una inmensa dis-minución de sí mismo. Las personas que gozaban en la provincia de alguna consideración, y que encontraban allí a cada paso una prue-ba de su importancia, no se acostumbran a esa pérdida total y súbita de su valor. Ser alguien en su tierra y no ser nadie en París, son dos estados que necesitan transiciones; y aquellos que pasan demasiado bruscamente de uno a otro, caen en una especie de aniquilación28.

26 Valéry (1973: 1284).27 Ibídem: 1288.28 Balzac (1966: 177).

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La primera observación que se impone concierne al hecho de que el análisis de Balzac se encuentra con el de Valéry en el sentido de que la magnitud que decide el contenido de las magnitudes es en ambos casos el tempo, la prevalencia del tempo, a saber, la irrupción de eso «brusco» que Balzac con toda pertinencia acopla a la «transición», es decir, a la lentitud y a la progresión que ella autoriza. No necesitamos añadir nada a estos análisis magistrales. El análisis tensivo se contenta con ubicar adecuadamente las magnitudes reconocidas en el espacio tensivo.

seralguien s1

la provincia

no s2

el país natal

no sernadie no s1

París

intensidad

extensidad s2

la «multitud»

Este luminoso texto de Balzac comparte otra enseñanza relativa a la autoridad del tempo. La búsqueda del sentido se presenta como la travesía de tal paradigma por el sujeto, la cual puede hacerse paso a paso o de una sola vez. En el primer caso, el trámite proporciona al sujeto una satisfacción que reposa en el control del proceso por el sujeto; en el segundo caso, un éxtasis, eventualmente negativo como es el caso descrito por Balzac. La conmutación vivida por Lucien de Rubempré puede ser analizada así:

s1→ no s2 s2 => no s2 s2 → no s1

Si «soy alguien», entoncesestoy «en el país natal»

Aunque «en medio de una multitud», estoy «en el país natal»

Si «estoy en medio de una multitud», entonces

«no soy nadie»

implicación 1 concesión – evento implicación 2

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41Primera Parte: la estructura tensiva

Una segunda enseñanza puede extraerse del análisis de Balzac a partir de la pregunta: ¿cómo se obtiene este «no ser nadie»?; ¿cuál es la receta de ese «no ser nadie» si extendemos la noción de receta más allá de sus límites habituales? El principio de constancia que supone-mos propone una hipótesis: si planteamos-evaluamos el quantum ima-ginario de carga tímica, de foria, es en Angulema divisible por «uno», admitiendo que Mme. de Bargeton lo concentra, lo resume en su sola persona; por «n» si designamos así el número restringido de personas que admite en su salón. Esa carga tímica, cuyo recuerdo acompaña a Lucien, es divisible en París por «∞», puesto que la «multitud» es, por el hecho de su renovación, si no de derecho al menos de hecho, infinita. Entonces:

1

1 ∞

0

Espíritu eminentemente concesivo, Baudelaire, en el poema en pro-sa Les foules, procede a la inversión de los términos de esa estructura tensiva:

Multitud, soledad: términos iguales y convertibles por el poeta acti-vo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad tampoco sabe estar solo entre una multitud agitada29.

La calificación «no ser nadie» se presenta ahora como el cociente de la carga tímica por el número atribuido a la extensidad. Por sí misma, esta estructura es trascendente, de donde la pregunta: ¿cómo accede esa

29 Baudelaire (1954: 295-296).

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estructura al discurso? Por la modalidad, aquí, del no poder no ser, de tal manera que esa reconversión modal instala en inmanencia, es decir, al alcance del sujeto, dicha estructura.

Los dos ejemplos analizados muestran los límites de la noción de oposición. Lo que está en cuestión es el desarrollo sintagmático de una doble concesión. A propósito del valor respectivo del trabajo y del jue-go para Baudelaire: aunque «pequeño», el trabajo produce, repetido día tras día, una «suma enorme», mientras que el juego, aunque «fructífe-ro», «será vencido por el trabajo». Lo mismo ocurre con la notoriedad personal, según Balzac; varía en razón inversa del número de sujetos; disminuye cuando el efectivo de sujetos crece:

prestigio la provincia

algunos

anonimatoParís

intensidad

extensidad todos

2.3 la manifestación

El isomorfismo adelantado a propósito de la estructura de las dimen-siones y de las sub-dimensiones tiene sin embargo sus límites. La pri-mera singularidad concierne a la manifestación, es decir, al hecho de que la aprehensión de la intensidad por el sujeto y la de la extensidad difieren notablemente una de otra: las sub-dimensiones del tempo y de la tonicidad demandan mediaciones, relevos tangibles; así la rapidez no se conoce sino como tal distancia recorrida en tal duración; lo cual es más cierto aun de la tonalidad. De manera general, la calidad, que participa de lo indecible, espera la cantidad justa que la expresará:

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43Primera Parte: la estructura tensiva

En efecto, hay que comprender desde ahora que existe más y no me-nos en una organización cuantitativa de lo real que en una descrip-ción cualitativa de la experiencia. (…) Estudiando las fluctuaciones de la cantidad, tendremos medios para definir el carácter indefinible de las cualidades particulares30.

La noción hjelmsleviana de «manifestación», no sin semejanza con la noción de «esquematismo» en Kant, asegura la transición entre el «esquema» y el «uso»31. En ese sentido, podemos decir que la inten-sidad está en posición de manifestada, y la extensidad, en posición de manifestante.

Si Hjelmslev establece una solución de continuidad entre la mani-festada y la manifestante, nuestra problemática es diferente; nosotros suponemos entre los dos órdenes de magnitudes una diferencia sola-mente relativa que se debe a la divergencia de los objetos: (i) en el ca-so de la intensidad, el objeto es una medida propioceptiva descriptible en términos de sub-valencias de tempo y de tonicidad; (ii) en el caso de la extensidad, el objeto es un número exteroceptivo descriptible en términos de sub-valencias de espacialidad y de temporalidad. Por eso hemos afirmado que, a fin de cuentas, el sentido como praxis se iden-tificaba con el comercio, con el ajuste «siempre recomenzado» de una medida intensiva y de un número extensivo. Esta divergencia subjetal singulariza el espacio tensivo.

2.4 la condición tensiva de la predicación

La hipótesis tensiva interesa forzosamente a la cuestión de la predica-ción. El lugar de la predicación en la teoría del discurso sigue siendo incierto: desde el punto de vista sintáctico, depende de la gramática; desde el punto de vista semántico, se ubica más bien del lado del léxico y de sus posibilidades, que consideramos que son numerosas. El dis-curso trata la mayor parte del tiempo de motivar la prevalencia de tal o cual predicado, por ejemplo: el mar sigue siendo peligroso; la cólera es mala consejera… La lista de los topoi, de los lugares comunes en tal momento permitiría hacer un bosquejo del universo de la doxa propia de una de-terminada cultura. La hipótesis tensiva aborda esta cuestión de manera diferente. El predicado es dual: compone, la mayor parte del tiempo,

30 Bachelard (1958: 66).31 Ver para estos términos el ensayo titulado «Lengua y habla» en Ensayos

lingüísticos (1971).

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después de catálisis, dos sub-valencias en correlación, y tales que la variación de la constante determine una variación de la variable. La magnitud semántica no es predicado definitivo de la “cosa en sí” (das Ding an sich), sino una magnitud sometida a condiciones. Cuando en una de sus máximas, Alain escribe: «Todo trabajo es un placer para el aficionado [amateur], todo trabajo es penoso por su duración», es claro que la significación existencial del trabajo depende de la aspectualiza-ción en la primera proposición, de la temporalización en la segunda. Sencillamente:

placer aspectualización

breve

disgustotemporalización

tonicidad

tiempo largo

Al término de este análisis, en un dispositivo jerárquico saturado, las magnitudes categorizantes a nivel global se convierten por transiti-vidad en definientes a nivel local.

2.5 la representación gráfica

Esta representación se nos presenta como una metáfora relativa, porque no están, por un lado, las palabras, y, por otro, el espacio, sino a veces las palabras en el espacio, a veces el espacio en las palabras32. En el libro III de la Retórica, Aristóteles trata de las figuras y principalmente

32 El poema de Mallarmé «Una tirada de dados jamás abolirá el azar» puede ser considerado como el tránsito del espacio en las palabras a las palabras en el espacio.

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45Primera Parte: la estructura tensiva

de la imagen y de la metáfora, de manera que, más que oponerlas, las acerca. El punto de visa elegido es el de la persuasión, es decir, el de la eficacia discursiva. A propósito de los entimemas, Aristóteles insiste en la rapidez de la recepción:

Se sigue de esto necesariamente que la elocución y los entimemas son elegantes cuando son rápidamente comprendidos33.

El segundo rasgo es el del estallido:

Esta expresión: «Es el momento en que Grecia lanzó un grito», en algunos aspectos, es una metáfora y pone el hecho ante los ojos [hipotiposis]34.

Este rasgo presupone la foria:

Entiendo por «poner una cosa ante los ojos» indicar que esa cosa es actuante35.

En fin, Aristóteles menciona lo que nosotros venimos llamando concesividad:

Es necesario, cuando uno emplea la metáfora, como lo hemos di-cho anteriormente, extraerla de objetos propios (del tema), pero no muy evidentes. En filosofía, por ejemplo, tienes que considerar la semejanza que hay en aquellos objetos que tienen entre sí una gran diferencia36.

Estos cuatro rasgos, estas cuatro propiedades tensivas: la rapidez, el estallido, la foria y la concesividad, convienen a la representación gráfica, tal como nosotros la entendemos37.

El primer rasgo, la rapidez, tiene que ver con el privilegio indiscuti-ble de la espacialidad, a saber, con la simultaneidad. En efecto, a partir de Leibniz principalmente, el tiempo es el referente de las sucesiones y el espacio el de las coexistencias. Si aceptamos que el espíritu no puede considerar al mismo tiempo más que un número limitado de magni-

33 Aristóteles (2004: 1410b).34 Ibídem: [1411a].35 Ibídem: [1411b].36 Ibídem: [1412a].37 Para un tratamiento más profundo de esta cuestión, ver Badir (2008: 13-61).

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tudes, la presentación diagramática y la presentación en red permiten abarcar de un solo golpe38 una pluralidad restringida. Sin embargo, si el efectivo de la pluralidad aumenta, la temporalidad virtualizada, por catálisis, es restaurada. Esta aprehensión inmediata es portadora de es-tallido en la medida en que, nos dice Aristóteles, nos la «pone ante los ojos», es decir, lo más cerca posible. La presentación diagramática se pone delante del observador, proponiéndole sin reticencia alguna, sin segundas intenciones, un sistema radicalmente simple. El sujeto abar-ca en el mismo movimiento un campo y sus accidentes más notables, doblemente determinados: determinados con relación a los ejes postu-lados y determinados los unos con relación a los otros.

El diagrama es comparable a un mapa, es decir, una magnitud sus-ceptible de dos aproximaciones canónicas: una aproximación paradig-mática, que distribuye territorios distintos por sus modos de vida, o bien una aproximación sintagmática, que precisa los caminos que re-correr. La presentación diagramática está en concordancia con una de las hipótesis directrices de este ensayo, a saber, que el sentido como efectuación consiste en la travesía más o menos restringida de un para-digma identificado. Interpretarlo como una transformación es tener en cuenta un tempo impetuoso que virtualiza la profundidad aspectual de los procesos y de las actividades39. Asegurar que /blanco/ se opo-ne a /negro/ no es decir gran cosa. La cuestión semántica consiste en preguntarse cómo se pasa de /blanco/ a /negro/. Cómo, según el caso, acelerar ese desplazamiento, o bien cómo ralentizarlo; cuántas pausas conviene programar por adelantado; cuáles son los frenos, las resisten-cias que se van a encontrar. En una palabra, se trata de sorprender el sentido «haciéndose» [o sea, «en acto»].

38 En Éléments de grammaire tensive [Semiótica tensiva, en español], hemos opues-to el «golpe», medida de la rapidez, a la «vez», que presupone la temporalidad y la lentitud, aunque la oposición de «golpe» vs. «vez» es asimétrica (cf. Semiótica tensiva, 2006, Primera parte, II, 2).

39 Tomamos de Cassirer la distinción entre «procesos» y «actividades»: «Y en este último caso, encontramos de nuevo dos formas de organización lingüística, según que la expresión verbal sea captada como expresión de un processus o como expresión de una actividad, según que esté sumergida en el curso de los acontecimientos o que el sujeto agente y su energía sean puestos en valor y adquieran una posición central» (1985: tomo I, 251). Uno de los capítulos de la modernidad reside con seguridad en el asincronismo creciente de los «pro-cessus» y de las «actividades», los primeros son «acelerables», las segundas, sujetas a una lentitud poco elástica.

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47Primera Parte: la estructura tensiva

El último rasgo, hemos dicho, se refiere a la concesividad. Aristóteles subraya que la filosofía debe descubrir una semejanza en la diferencia, operación a la cual es fácil aplicar el protocolo lingüístico de la conce-sión. La hipótesis tensiva considera, sin estar en condiciones de dar la prueba científica, que, en el caso de la correlación inversa, la inversión de signos es el plano de la expresión de un principio de constancia en el plano del contenido. Combinaciones diferentes por su manifestación participan de la misma inteligibilidad. Volveremos sobre esto.

2.6 el aparato aspectUal de las dinámicas tensivas

Una magnitud, desde el punto de vista tensivo, es un contínuum ana-lizable en función de la dirección ascendente o decadente [descendente] elegida. En ese sentido, una magnitud está siempre en devenir, es un devenir que va unas veces de la plenitud a la nulidad, notada «cero»; otras veces, de la nulidad a la plenitud, notada «uno». Filtrado por el aspecto, el devenir ascendente se escinde en [repunte vs. redoblamiento] y no comporta más que una sola cesura. Cuando el devenir es deca-dente, se escinde en [atenuación vs. aminoramiento] y tampoco com-porta más que una sola cesura. Nos encontramos en presencia de una estructura muy general: la de las modulaciones aspectuales, que no está ligada a un estrato particular. La red de estas modulaciones aspectuales elementales se establece así:

ascendencia↓

decadencia↓

prótasis↓

apódosis

repunte atenuación

redoblamiento aminoración

La inscripción de estas modulaciones aspectuales en un gráfico presenta una dificultad en cuanto a la orientación de un eje. Para es-tablecerla, usamos una estructura propia de la representación de los paisajes en la pintura conocida como clásica: sabemos que los pintores y diseñadores para comunicar al observador la ilusión de profundidad adoptaron un código muy general en virtud del cual la pequeñez sig-nifica alejamiento y lo grande, proximidad:

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El repunte, significado por /pequeño/, es solidario del /alejamiento/, que atenúa el /infinito/ a título de virtualidad; pero la prosecución del acercamiento, que aumenta el tamaño del objeto representado, signifi-ca el aminoramiento de la distancia; para dar cuenta de la progresión de esta cantidad negativa convendría invertir la dirección del eje de la abscisa:

grande cercano

proximidad

pequeñolejano

tamaño

distancia lejanía

grande

próximo

pequeño

↑aminoramiento

tamaño

distancia lejano

redoblamiento →

repunte →

↑atenuación

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49Primera Parte: la estructura tensiva

La paráfrasis de este diagrama se apoya en la proposición siguiente: al paso de la atenuación al aminoramiento en la dimensión de la dis-tancia corresponde, en la dimensión del tamaño, el paso del repunte al redoblamiento. El paso de la atenuación al aminoramiento se realiza como un acrecentamiento a la proximidad; la orientación de la flecha da cuenta de esta positividad. Este diagrama representa un espacio cer-cano, comparable con el detalle en las monografías consagradas a los pintores. Este espacio les conviene a las estructuras locales y, especial-mente, a la matriz, de la que hablaremos más adelante.

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3. Los modos semióticos

Designamos con la expresión de «modos semióticos» tres parejas de funciones que dan cuenta de la entrada de las magnitudes en el cam-po de presencia. A beneficio de inventario, distinguimos: el modo de eficiencia, el modo de existencia y el modo de junción. Comenzaremos por describir estos modos semióticos.

3.1 inventario

Para nuestra búsqueda, que versa sobre el descubrimiento de las con-diciones que permiten el surgimiento del evento, el modo de eficiencia requiere en primer lugar nuestra atención.

3.1.1 El modo de eficiencia

El modo de eficiencia —término que tomamos de Cassirer1— designa el estilo, la manera en virtud de la cual una magnitud se instala en el campo de presencia. La alternancia propuesta se da entre el «sobreve-nir», es decir, penetrando como por fractura en el campo de presencia del sujeto; y el «llegar a», es decir, progresivamente, y para el sujeto de acuerdo con la paciencia. En efecto, el «sobrevenir» y el «llegar a» difieren, ante todo, por su tempo: «rápido y súbito» en el caso del «so-brevenir», ralentizado en el caso del «llegar a». Desde el punto de vista

1 «Porque toda realidad efectiva que captamos es menos, en su forma primitiva, la de un mundo preciso de cosas erigido ante nosotros, que la certeza de una eficiencia viviente, experimentada por nosotros» (1998: tomo III, 93). La traduc-ción de FCE en lugar de «eficiencia» dice «actividad»; ¡lamentable! [NdT].

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enunciativo, el «sobrevenir» tiene por plano de expresión la exclama-ción en los términos señalados por Fontanier:

La Exclamación tiene lugar cuando uno abandona de golpe el dis-curso ordinario para dejarse llevar de los impulsos impetuosos de un sentimiento vivaz y súbito del alma2.

El análisis de las relaciones entre el juego y el trabajo en el imagina-rio de Baudelaire reproduce, como hemos visto, los términos del modo de eficiencia: el juego, en razón de la intensidad de los afectos incompa-rables que determina3, está del lado del «sobrevenir», mientras que el trabajo cotidiano está en concordancia con lo que Baudelaire llama en Mon cœur mis à nu «la universal y eterna ley de la gradación»:

Estudiar en todos sus modos, en las obras de la naturaleza y en las obras del hombre, la universal y eterna ley de la gradación, de lo poco a poco, de lo pequeño a pequeño, con las fuerzas progresivamente crecientes, como los intereses en materia de finanzas.

Lo mismo ocurre con la habilidad artística y literaria; y lo mismo pasa con el tesoro variable de la voluntad4.

Nuestro segundo ejemplo será tomado de la penetrante obra de Wölfflin. Este autor no deja ninguna duda sobre el hecho de que el

2 Fontanier (1968: 370).3 W. Benjamin, en su ensayo Charles Baudelaire, un poète lyrique à l’apogée du ca-

pitalisme, cita el libro de Gourdon, titulado Les Faucheurs de la nuit; joueurs et joueuses (París, Librairie Nouvelle, 1860): «Sostengo que la pasión del juego es la más noble de todas las pasiones porque las comprende todas. Una serie de golpes de suerte me da más placer del que puede tener en muchos años el hombre que no juega. Yo gozo con el espíritu, es decir, con la mejor manera de sentir y la más delicada. Ustedes creen que no veo en él más que la ganancia en el dinero que me llega. Pues se equivocan. Yo veo en él las alegrías que pro-porciona y que las saboreo verdaderamente. Esas alegrías, vivas y ardientes como relámpagos, son demasiado rápidas para darme disgusto, y demasiado diversas para darme aburrimiento. Tengo cien vidas en una sola. Si viajo, es a la manera de la chispa eléctrica. (…) Si tengo la mano cerrada y si guardo mis billetes de banco, es porque conozco demasiado bien el precio del tiempo para dilapidarlo como los demás hombres. Un placer que tuviera me haría perder miles de otros placeres (…) Yo tengo los goces en espíritu y no quiero otros».

4 Baudelaire (1954: 1226-1227). Las cursivas son del autor.

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53Primera Parte: la estructura tensiva

arte del Renacimiento, en razón del tempo moderado que adopta, se halla bajo el signo de «llegar a» [du parvenir], de lo que aparece, mien-tras que el arte barroco, por el tempo rápido, ágil, que lo caracteriza, está del lado de lo aparecido. Si nuestros análisis de los de Baudelaire y de Wölfflin se consideran válidos, queda claro que el hacer semiótico, poiético, inventivo de los sujetos no recae sobre el plano del contenido, que formula los posibles existenciales a disposición de los sujetos, sino sobre el plano de la expresión elegido: en condiciones iguales, el traba-jo como forma de vida ¿no es al juego lo que el arte del Renacimiento es al arte barroco?

La puesta en relato de los procesos entorpece con frecuencia el dis-cernimiento del modo de eficiencia. Conservamos el término de pro-ceso como término genérico que admite —acabamos de verlo— como derivados, según Cassirer, «actividades» y «processus»5. Es claro que el reconocimiento del evento hace prevalecer el processus, en cuanto realización concesiva de un improbable. Pero la puesta en relato, ja-más contemporánea del sobrevenir que describe, puede presentar un processus como una actividad, lo cual constituye la propensión del discurso histórico, o a la inversa, a presentar una actividad como un processus, retirando a los sujetos sus prerrogativas alegando que los hechos se deben a causas extrañas y a finalidades distintas de aquellas que los sujetos se atribuyen.

3.1.2 El modo de existencia

El modo de existencia formula los correlatos subjetivos del modo de efi-ciencia. Siempre a beneficio de inventario, el modo de existencia con-cierne a la tensión entre la mira y la captación. La mira está por definición de cara al «llegar a». Según el Micro-Robert: «Tener en vista, esforzarse en esperar (un resultado)». «Tenía en vista (esperaba) ese puesto desde hace tiempo», definición en concordancia con la definición de «llegar a» [parvernir]. «3.º Llegar a (tal resultado propuesto)». Por su parte, la captación es un padecer, una pasividad, de acuerdo con los análisis de Cassirer, ya citados anteriormente:

5 Ver nota 59. [Mantendremos el término latino con el significado de «progre-sión», «avance progresivo». NdT].

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Porque toda experiencia vivida de expresión no es más que una prue-ba padecida: se trata de un «ser-captado» más que de un «captar», y esta «receptividad» contrasta nítidamente con la «espontaneidad» sobre la cual se funda toda conciencia de sí mismo en cuanto tal6.

La «captación» es aquí un padecer, una pasividad.El segundo correlato es relativo al paradigma del «proceso» que aca-

bamos de esbozar. La mira es solidaria de la «actividad» en la misma medida en que la captación se halla en consonancia con el «processus» [progreso]. La lengua francesa ofrece sobre este punto un índice valio-so, puesto que el verbo survenir [sobrevenir] admite un giro imperso-nal, que no acepta parvenir [llegar a]: «Si (se) presenta un visitante, dile que no estoy».

El tercer correlato recae sobre el modo de presencia*, próximo del mo-do de existencia sin, no obstante, confundirse con él. La temporalidad de la mira es anticipadora, proyectiva, mientras que la de la captación es retrospectiva y conservadora. Según eso, la mira va asociada a la actua-lización; la captación, a la potencialización. La tensión entre la mira y la captación se declina como sigue:

modo de eficiencia → «sobrevenir» «llegar a»

proceso → processus actividad

modo de existencia → captación mira

temporalidad → retrospectiva prospectiva

modo de presencia → potencialización actualización

6 Cassirer (1998: tomo III, 85).* Aparece aquí un «modo» que no estaba contemplado en el inventario de los

modos semióticos. El modo de presencia recoge los clásicos «modos de existen-cia» de la semiótica greimasiana: «virtualizado» - «actualizado» - «realizado» - «potencializado», que parecían dejados de lado por la semiótica tensiva [NdT].

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55Primera Parte: la estructura tensiva

3.1.3 El modo de junción

Por modo de junción entendemos un sobrevenir adicional que ve que tal magnitud hasta entonces extraña se instala entre las magnitudes ya establecidas en el campo de presencia: una de dos; o bien la magni-tud ingresante se halla en concordancia con esas magnitudes, ya ins-taladas, o bien en discordancia. Como esas magnitudes se encuentran repartidas en clases homogéneas, si la magnitud nueva posee las ca-racterísticas de una clase atestiguada, el protocolo silogístico se ejerce por derecho, y el modo de junción, bajo esta condición, se presenta co-mo una implicación, que tiene por resorte el «si... entonces...». Si, por el contrario, la magnitud sobreviniente no entra en ninguna de las clases preexistentes, puede ser rechazada, o bien mantenerse como clase as one, apelando a la concesión en el plano del contenido, y al «aunque...» en el plano de la expresión. La concesión hace prevalecer, por lo menos en lo inmediato, el hecho sobre el derecho.

La obra de Wölfflin proporciona, a propósito del tratamiento del co-lor, un ejemplo relativo a la diferencia entre el arte del Renacimiento y el arte barroco, que le sucedió. El arte clásico siguió una práctica impli-cativa fundada en el recuerdo del mismo color en diferentes ambientes con ligeras variaciones, mientras que el arte barroco «emancipa el co-lor», lo trata por sí mismo, y procede de tal suerte que un determinado color que sobrevenga crea un evento cromático suficiente por sí mismo:

En la Susana de Rembrandt, ante el vestido que la bañista ha dejado en el suelo con su rojo destellante, realzado además por la proximi-dad del cuerpo de una tonalidad marfileña que centellea desde lejos como si fuera proyectado más allá de la tela, no podemos equivocar-nos en cuanto a la significación objetiva de esa mancha de color; (...) Sin duda, esa masa roja es difícil de captar; uno experimenta “pic-turalmente” la presencia de ese rojo de ascuas que parece escurrirse por las cintas que caen para recogerse más abajo en las sandalias en un charco de fuego; pero lo que decide el efecto es el carácter único de ese color que se ordena por sí mismo, sin relación con el conjunto del cuadro7.

La dinámica juntiva de esa «masa roja» es concesiva y su destello —«rojo brillante», «centella», «masa roja», «rojo de ascuas», «charco de fuego»— tiene valor de razón. De paso, la lectura de ese cuadro por

7 Wölfflin (1989b: 231-232).

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El momento histórico analizado por Wölfflin descubre una práctica concesiva que sucede a una práctica implicativa en cuanto manifestación: ¿cómo interpretarlo? Literalmente, afirmando que en el plano pictórico nos encontramos en presencia de una búsqueda del destello que miti-gue el debilitamiento resultante de la dispersión cercana. Esa búsque-da no puede culminar sin cuestionar la homogeneidad que controla el campo de presencia:

(...) el resultado es siempre una imagen que sorprende por su nove-dad y su extrañeza, por familiares que puedan ser las formas de las cosas, tomadas una a una8.

Sensible a la detonación del evento9, el cuadro barroco se presenta casi como una concesión en la concesión. Más cerca de nosotros, la mis-ma configuración puede descubrirse en Baudelaire. Este último anota la disforia de una práctica estética estabilizada, si no paralizada:

8 Ibídem: 234.9 Según Wölfflin: «Su intención no consiste en lograr una perfección del cuerpo

arquitectónico según la belleza de la “planta”, sino el evento, la expresión de cierto movimiento en ese cuerpo, mientras que el Renacimiento (...) apunta en todo a la permanencia y a la inmovilidad» (1989b: 134).

los otroscolores

concentración

intensidad

extensidad dispersión

destello

opacidad

«masa roja»

Wölfflin cuando señala el «carácter único de ese color» está conforme con la estructura básica de la tensividad:

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57Primera Parte: la estructura tensiva

Todo el mundo concede sin dificultad que, si los hombres encarga-dos de expresar lo bello se sometieran a las reglas de los profesores-jurados, lo bello mismo desaparecería de la tierra, pues todos los tipos, todas las ideas, todas las sensaciones se confundirían en una vasta unidad, monótona e impersonal, inmensa como la noche y co-mo la nada10.

Para suspender ese programa que ve crecer la entropía, Baudelaire apela a un contra-programa que utiliza como recurso la irrupción de lo «bizarro»:

Lo Bello es siempre bizarro. (...) Sostengo que [lo bello] contiene siempre un poco de bizarrería, de bizarrería ingenua, no buscada, inconsciente, y que esa bizarrería lo hace ser particularmente Bello11.

Esa irrupción de lo «bizarro» debe ser «ingenua, no buscada, in-consciente», es decir, ha de escapar al «llegar a» [parvenir] y a la mira voluntaria que lo sostiene. En los dos casos, asistimos a la sobrevenida [o venida inesperada] de una figura «difícil de captar». El hecho preva-lece sobre el derecho.

La balanza entre la implicación y la concesión es circunstancial y no de principio. La distribución en clases semánticas es cultural y no ontológica; tiene por base, por lo general no declarada, la fiducia [con-fianza], el crédito que los sujetos le atribuyen. En su Théorie générale de la magie, M. Mauss ha formulado «tres leyes dominantes»:

Son las leyes de contigüidad, de similaridad, de contraste: las cosas en contacto están o se mantienen unidas, lo semejante produce lo semejante; lo contrario actúa sobre lo contrario (...) Se podrían reu-nir las tres fórmulas en una sola, y decir: contigüidad, similaridad y contrariedad, valen como simultaneidad, identidad, oposición, en pensamiento y en hecho12.

Queda claro que estas tres «leyes» proporcionan a la concesión un vasto campo de aplicación. Que el pensamiento mágico sea concesivo con relación al pensamiento científico no deja ninguna duda, ¿pero lo es también en relación con el pensamiento mágico mismo? En un pri-mer tiempo, la lectura de los buenos autores deja pensar que el pensa-

10 Baudelaire (1954: 691).11 Ibídem.12 Mauss (1960: 57).

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miento mágico hace un uso abusivo de la implicación, especialmente a propósito de la identificación de la parte con el todo. Según Mauss:

La parte vale por la cosa entera. Los dientes, la saliva, el sudor, las uñas, los cabellos representan integralmente a la persona; (...) La se-paración no interrumpe la continuidad (...)13.

Cassirer le hace eco:

El todo y sus partes están íntimamente entrelazados y, por decir-lo así, ligadas las unas al otro por el destino, — y así permanecen incluso cuando en los hechos las partes son arrancadas del “todo”14.

Sin embargo, podemos arriesgar una interpretación tensiva que no procede de la comparación entre el pensamiento mágico y el pensa-miento científico, sino de la consideración de los fines puestos en la mira por el pensamiento mágico. Este está preocupado por la pérdida [déperdition] de la potencia, y, con respecto a la narrativa canónica, me-nos interesada en la reabsorción de la carencia que en su prevención, ve en el alejamiento espacial y/o temporal los promotores de esa pérdida. De ahí la pregunta: ¿cómo hacer fracasar una implicación enojosa? Por medio de la concesión: aunque A esté distante en el espacio o lejana en el tiempo, no deja de actuar sobre B. El pensamiento mágico, orientado hacia el evento, y el pensamiento racional, orientado hacia el sistema, no habitan la misma región del espacio tensivo:

El primero [el pensamiento racional] se satisface con llegar a captar el evento individual en el espacio y en el tiempo como casos especia-les de una ley universal, no va más allá de la individualización, ni se pregunta sobre el “porqué” del aquí y del ahora en cuanto tales. El segundo [el pensamiento mágico], al contrario, dirige esta pregunta del “porqué” a lo particular, a lo singular y al instante único15.

13 Ibídem.14 Cassirer (1986: 78).15 Ibídem: 75.

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59Primera Parte: la estructura tensiva

En el caso examinado, la concesión tiene por condición de posibili-dad ese reparto valencial, puesto que la incompletitud de cada proce-der proporciona al otro su espacio legítimo de despliegue.

3.2 modos semióticos y manifestación

Cada modo semiótico proporciona su vivencia particular. El modo de existencia concierne al estilo que reviste la relación del sujeto con el ob-jeto cuando adquiere cuerpo. Desde nuestro punto de vista, esta cues-tión de los modos de existencia es inseparable de la de los modos de eficiencia. Lo cual nos obliga a dar un rodeo. Los modos de eficiencia se refieren a la manera en que las magnitudes significantes se instalan en el campo de presencia. A beneficio de inventario, los modos de eficien-cia son definidos por la alternancia del «sobrevenir» como principio de los eventos16 proveedores intempestivos de sentido, y del «llegar a» como principio de los estados subjetivos que los ratifican y los prolon-gan. Estos modos de eficiencia toman a su cargo la determinación des-pótica de la duración por el tempo: el «sobrevenir» tiene por definición tensiva la bivalencia concordante [rapidez + brevedad]; el «llegar a», la bivalencia concordante, pero inversa: [lentitud + longevidad].

16 Según H. Arendt: «No son las ideas, son los acontecimientos los que cambian el mundo» (2004: 343).

pensamiento racional

concentración

intensidad

extensidad dispersión

destello

debilidad

pensamiento mágico

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Así:

definidos →definientes ↓

«sobrevenir» «llegar a»

tempo → subitaneidad progresividad

duración → brevedad longevidad

Estamos en capacidad de colocar los modos de existencia, definidos por la alternancia de la rapidez y de la captación, y más corrientemente por el aún no interrogativo y por el ya exclamativo, en la dependencia de los modos de eficiencia:

modo de eficiencia →↓

modo de existencia →

«sobrevenir»↓

«captación»(potencialización)

«llegar a»↓

«mira»(actualización)

Por continuidad valencial, bajo el término de «captación», entendemos la voz pasiva: ser captado y el «sobrecogimiento» que un sobrevenir intenso y súbito induce en el sujeto. La intensidad y la extensidad, colaborando incesantemente la una con la otra, difieren desde un triple punto de vista: la manifestación, el objeto y el modo de existencia:

definidos →definientes ↓

intensidad↓

extensidad↓

manifestación → manifestada manifestante

objeto → medida número

modo de existencia → «captación» «mira»

A estas singularidades se añaden otras más resistentes. En princi-pio, la correlación conversa, la cual hace «rimar» en conjunto los creci-mientos y las disminuciones, no tiene menos títulos para hacerse valer que la correlación inversa. No obstante, los análisis concretos, aunque

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este argumento vale por defecto, muestran que la correlación inversa, tal vez porque está conforme con un principio de finitud, que sería la firma de lo humano, prevalece sobre la correlación conversa, que es más propia de la utopía. Esta asimetría no deja de recordar que en la obra de Hjelmslev se reconoce la prevalencia de la «determinación» sobre la «presuposición recíproca»:

Los casos de selección [en un “processus”] son, sin embargo, más sorprendentes. Algunos son conocidos, desde hace buen tiempo, con el nombre de rección, a pesar de que este concepto sigue mal definido17.

17 Hjelmslev (1971b: 39).

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4. La deducción tensiva

En la concepción hjelmsleviana, el término de «deducción» funciona como un plural del término de «análisis»:

Llamamos a tal totalidad de procedimientos una deducción y de-finiremos formalmente la deducción como un análisis continuo o como un complejo de análisis con determinación entre los análisis que entran en él1.

Nos dedicaremos ahora a exponer los diferentes grados de análisis.

4.1 los valores

En un dispositivo jerárquico conservador, las primeras esquicias son decisivas. Ya lo hemos mencionado: la primera esquicia concierne a la escisión de la tensividad en intensidad y extensidad, más corrientemente en «estados de alma» y en «estados de cosas». La intensidad remite a la desigualdad y a la labilidad del afecto como respuesta inapropia-da y desafortunada a los eventos, a los sobresaltos, a los caprichos que emanan del sobrevenir, por definición excesivo. El sujeto, aquí simple hipótesis, es un actante sincrético: es a la vez el que mide y ese-yo-no-sé-qué que él mide; él se mide; él mide su propia afectación. La articu-lación elemental es [fuerte vs. débil]. La extensidad tiene una textura muy diferente: no es del orden de la medida, sino del conteo, de la enumeración; evalúa la densidad del campo de presencia: si el número de magnitudes es reducido, la foria es concentrada en algunas unida-des; si, en cambio, el número de magnitudes es elevado, la foria está

1 Ibídem: 46.

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difundida. La articulación elemental será [concentrado vs. difundido]. Bien entendido que en el caso en que la foria sea concentrada, varias decisiones han de tenerse en cuenta: la concentración será máxima si una magnitud confisca para ella sola la foria; si un pequeño número de magnitudes se reparte la foria, motivada o no, ese reparto puede ser desigual. La proyección de esas dos articulaciones elementales en el espacio tensivo se presentan así:

concentrado

intensidad

extensidaddifundido

estallido

debilidad

S1

S4

S2

S3

Cuatro regiones con propiedades distintas aparecen aquí, pero so-lamente dos posibilidades de recorrido. La primera posibilidad junta, es decir, opone: S1 y S3:

concentrado

intensidad

extensidad difundido

fuerte

débil

valores de absoluto

valores de universo

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65Primera Parte: la estructura tensiva

En concordancia con su pertenencia al espacio tensivo, los valores son «intersecciones» de la intensidad y de la extensidad; son, por con-vención, complejos, y en razón de su pertenencia al mismo espacio ten-sivo, homogéneos. Desde el punto de vista analítico y definicional, los valores absolutos son fuertes y concentrados, mientras que los valores de universo, débiles y difundidos. Como la puesta en discurso consiste en el hecho de que un sujeto enunciante imponga una prevalencia, el hacer argumentativo adoptará, según el caso, un protocolo causativo, o un protocolo concesivo, explícito o implícito:

prevalencia de los valores de absoluto y de la medida

prevalencia de los valores de universo y del número

protocolo causativo →los valores de absoluto son fuertes porque son

concentrados

los valores de universo son débiles porque están

difundidos

protocolo concesivo →aunque son concentrados,

los valores de absoluto son fuertes

a pesar de que son débiles, los valores de universo es-

tán difundidos

El sujeto persuadido de la excelencia de los valores de absoluto pa-sará por encima de su concentración y colocará el «acento de sentido» en su /fuerza/: a pesar de que sean /concentrados/, los valores de absolu-to no dejan de ser buenos; el sujeto persuadido de la superioridad de los valores de universo llegará al mismo resultado invirtiendo los tér-minos: aunque sean /débiles/, los valores de universo están difundidos, llegan a todos. En sí, una articulación permanece virtual: solo adquirirá sentido si es tomada a cargo por una enunciación singular, es decir, por una idiosincrasia que conjugue un emplazamiento y un punto de vista. Un reparto de tareas se diseña aquí: si la intensidad se preocupa del estallido dispensado por el campo de presencia, la extensidad administra la densidad de ese mismo campo. En razón de la latencia de esa cantidad no numérica que presuponemos, el sujeto incesantemente tiene que ar-bitrar entre el demasiado y el demasiado poco.

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El segundo recorrido, que une las regiones S4 y S2 del espacio tensi-vo, se presenta como sigue:

Si el juego de los valores de absoluto y de los valores de universo se basa en el ejercicio de una correlación inversa que es en suma la garan-tía del principio de constancia del que hemos dado cuenta más arriba, este esquema es bien diferente, puesto que se apoya en una correlación conversa que desemboca en una polarización extrema de los valores. Si el primer esquema formula las condiciones de un «o... o...» razonable, es decir, negociable, los valores de apogeo son la base de un «y... y...» y los valores de abismo, la base de un «ni... ni...». Si, desde el punto de vista de lo arbitrario, los valores están en el mismo rango, desde el punto de vista de la adecuación, las cosas se presentan bajo una luz muy diferente: será tal vez el efecto del filtro cultural o de una ceguera personal, pero en los «corpus» que hemos examinado, la alternancia que predomina es la ambivalencia sistémica de los valores de absoluto y de los valores de universo.

4.2 las valencias

Las unidades solidarias de la intensidad y de la extensidad son designa-das valencias, intensivas o extensivas. Complejo, un valor es el resul-tado de la «intersección» entre una valencia intensiva y una valencia extensiva. La combinación de una valencia intensiva y de una valencia extensiva es recibida como la definición del valor. El nivel de las valen-

concentrado

intensidad

extensidad difundido

fuerte

débil

valores de abismo

valores de apogeo

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67Primera Parte: la estructura tensiva

cias es aquel en el que los valores son convertidos en direcciones2. La transición de un tipo de valor a otro supone la ascendencia o la deca-dencia de sus constituyentes. Por ejemplo, para sustituir un valor de absoluto por un valor de universo, es preciso ralentizar y distribuir la foria sobre un número superior de magnitudes.

Las valencias son la respuesta a la pregunta siguiente: ¿qué pasa si los analizantes de la tensividad, es decir, la intensidad y la extensidad, son colocados como analizables? Al respecto, formulamos dos hipóte-sis; (i) la intensidad de las vivencias es analizable por la «intersección» del tempo y de la tonicidad; (ii) la extensidad de las vivencias es analiza-ble por la «intersección» de la temporalidad y de la espacialidad. Desde el punto de vista de la terminología, siempre con dificultad, la intensidad y la tonicidad, cuyos semantismos son tan próximos, no ocupan, sin embargo, el mismo rango en la jerarquía.

Sin haberlo buscado, la rapidez y la lentitud tienen en la esfera noo-lógica una importancia comparable a la que tienen en la esfera cosmo-lógica. La rapidez y la lentitud nos afectan altamente, directa e indirec-tamente: directamente a través de la predicación cualitativa, e indirec-tamente por medio de los modos de existencia. La subitaneidad, que determina para el sujeto una ruptura de régimen, una interrupción de la marcha en la que él se reconocía3, es la condición de la «captación», del estupor. A la inversa, la lentitud tiene la ventaja insigne para el su-jeto de hacerle posible la «mira», es decir, la actualización, más corrien-temente la anticipación y la espera [expectativa] que asisten al sujeto en su querer-ser o en su querer-hacer.

4.3 las sUb-valencias

Cada dimensión, en el estado actual del desarrollo de la hipótesis ten-siva, se compone a su vez de dos sub-dimensiones. La intensidad es por el momento analizable en tempo y en tonicidad, las cuales tienen rango de sub-dimensiones. El tempo y la tonicidad solo son conocidos por sus efectos y por sus excesos: como lo hemos citado anteriormen-te, «“Normalmente”, no existen» (Valéry). Redoblados, el tempo y la

2 En el análisis de las estructuras lingüísticas, el concepto de «dirección» está en el principio de la primera esquicia que distribuye las magnitudes entre las que son directrices y las que no lo son.

3 Ver nota 37.

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tonicidad arrastran y transportan al sujeto «fuera de sus goznes» [lo sacan de quicio]. Dichos efectos son desproporcionados, a imagen del entusiasmo loco que arrebata al hincha de un equipo de fútbol que ve que su equipo iguala contra toda esperanza al equipo contrario en los últimos minutos del partido. El tempo nos hace ver que lo /rápido/ contrasta con lo /lento/. La tonicidad tiene por intervalo básico [tónico vs. átono]. La extensidad se reparte entre la temporalidad y la espacialidad, porque lo que hay que decir de un estado de cosas definido consiste en medir su duración, su extensión temporal, su difusión en el espa-cio. En efecto, creemos que el sujeto, en materia de temporalidad, tiene dos preocupaciones prioritarias: la fecha y la longevidad del proceso; si el sujeto no puede cambiar nada de una fecha definitiva, puede, en cambio, actuar sobre la longevidad alargando o abreviando la presen-tación del proceso en curso. Respecto a la espacialidad, la distinción prioritaria nos parece ser la de lo /abierto/ y lo /cerrado/, es decir que, en materia de espacio, lo que importa es la circulación del actante o del anti-actante. Las unidades solidarias de estas cuatro sub-dimensiones son designadas como sub-valencias:

valencias → intensidad extensidad

sub-valencias →

tempo tonicidad

rápido vs. lento tónico vs. átono

temporalidad espacialidad

breve vs. largo cerrado vs. abierto

Estas parejas no constituyen exclusividades, sino solamente preva-lencias razonables. Las sub-valencias intensivas y extensivas son, unas para otras, armónicos, recciones que para algunas de ellas parecen evi-dentes, y hasta motivadas: ¿cómo rehusar seriamente la concordancia, la connivencia de la rapidez con la brevedad?, ¿la de la tonicidad con el cierre, que denuncian la abertura como un desperdicio seguro?

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69Primera Parte: la estructura tensiva

4.4 los foremas

El escalón siguiente es el de la intervención de los foremas. Para for-mular los analizantes de las sub-valencias, recurrimos a la noción de forema, que es el sincretismo que compone las sub-valencias junto con el aparato aspectual de la dinámica tensiva, abordado en 2.6. La hemos tomado, adaptándola, de Binswagner:

La forma espacial con la cual hemos tenido que ver hasta el presente está caracterizada por la dirección, por la posición y por el movimiento4.

Hemos sustituido «movimiento» por /impulso/, más elocuente que «movimiento». Hemos cruzado esta tripartición con la aspectualización de la decadencia según [atenuación → aminoramiento] y con la de la as-cendencia según [repunte → redoblamiento], lo cual nos ha llevado a una tabla de cuarenta y ocho magnitudes elementales5, conformes con esta epistemología de la intersección como antecedente de la definición de las unidades. Registramos las magnitudes resultantes como sub-valen-cias de rango dos:

4.4.1 El tempo

aspecto →

foremas ↓

aminoración↓

atenuación↓

repunte↓

redoblamiento↓

dirección → arrastre ralentización aceleración precipitación

posición → anacronismo retraso avance prematuridad

impulso → inercia lentitud rapidez vivacidad

4 Binswanger (1998: 79).5 Zilberberg (2006: II, 7, 2, pp. 98-100).

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4.4.2 La tonicidad

aspecto →

foremas ↓

aminoración↓

atenuación↓

repunte↓

redoblamiento↓

dirección → extenuación atonización tonalización desenfreno

posición → nulo inferior superior supremo

impulso → estado reposo movimiento de golpe

4.4.3 La temporalidad

aspecto →

foremas ↓

aminoración↓

atenuación↓

repunte↓

redoblamiento↓

dirección → retrospección captación mira anticipación

posición → caduco anterior posterior inmortal

impulso → efímero breve largo eterno

4.4.4 La espacialidad

aspecto →

foremas ↓

aminoración↓

atenuación↓

repunte↓

redoblamiento↓

dirección → hermético cerrado abiertodemasiado

abierto

posición → extraño exterior interior íntimo

impulso → fijeza reposo desplazamiento ubicuidad

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71Primera Parte: la estructura tensiva

4.5 los incrementos

Finalmente, estas sub-valencias de rango dos pueden recibir incremen-tos, es decir, intervalos tenues, que constituyen el límite actual del aná-lisis y que crean en el observador un «efecto de lupa», agradable en principio. Hemos tomado como modelo las reflexiones de Saussure relativas a la constitución de la sílaba que desarrolla en los Principios de fonología. En el intento de sorprender el secreto de la sílaba, Saussure recurre a las cuatro combinaciones posibles de la implosión y de la explosión6. Por calco voluntario de este proceder, que, en nuestra opi-nión, no ha recibido la debida atención, hemos reconocido en el más y en el menos esas fracciones mentales que vienen a añadirse a la magni-tud de que se trata, o sustraerse de ella.

Como estos incrementos tienen su sintaxis y su léxico propios en la medida en que, bajo el control de las modulaciones aspectuales, propo-nen al sujeto determinadas operaciones corrientes: más de más, menos de menos, más de menos, menos de más7, que hemos de someter al análisis. Establezcamos primero el léxico:

retiro = a1 añadido = a2

de al menos = b1 de más de = b2

un menos = c1 un más = c2

Con esta simple convención podemos establecer la fórmula de las operaciones elementales que hemos reconocido:

• Para la ascendencia:reanudación : retiro de al menos un menos → a1 b1 c1

progresión : retiro de más de un menos → a1 b2 c1

amplificación : añadido de al menos un más → a2 b1 c2

saturación : añadido de más de un más → a2 b2 c2

• Para la decadencia:moderación : retiro de al menos un más → a1 b1 c2

disminución : retiro de más de un más → a1 b2 c2

reducción : añadido de al menos un menos → a2 b1 c1

extenuación : añadido de más de un menos → a2 b2 c1

6 Saussure (1974: 38-88).7 Zilberberg (2006: 45-51).

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Estamos en capacidad de extraer cierto número de «rimas» intensi-vas a partir de sus fórmulas tensivas. El emparejamiento supone la efi-ciencia de dos principios: (i) el acoplamiento en cantidades iguales, o lo que es lo mismo: con tempo igual; concretamente, la magnitud [b] debe ser idéntica para cada uno de los términos de la pareja; (ii) como la rima poética, la magnitud [c], en posición terminal, fija la pertinencia:

serie ascendente serie decadente

reanudación[a1 b1 c1]

moderación[a1 b1 c2]

progresión[a1 b2 c1]

disminución[a1 b2 c2]

amplificación[a2 b1 c2]

reducción[a2 b1 c1]

saturación[a2 b2 c2]

extinción[a2 b2 c1]

La estructura jerárquica se pone de manifiesto en el diagrama siguiente:

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73Primera Parte: la estructura tensiva

asc

ende

ncia

deca

denc

ia

rápi

dam

ente

repu

nte

↓re

dobl

amie

nto

↓at

enua

ción

↓am

inor

ació

n

↓ca

da v

ez m

enos

de m

enos

cada

vez

más

de

más

cada

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men

osde

más

cada

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más

de

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os

lent

amen

te re

anud

ació

n

↓pr

ogre

sión

↓am

plifi

caci

ón

↓sa

tura

ción

↓m

oder

ació

n

↓di

smin

ució

n

↓re

ducc

ión

↓ex

tenu

ació

n

retir

o de

al m

enos

un m

enos

retir

o de

más

de u

n m

enos

añad

ido

de a

l men

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más

añad

ido

de m

ásde

un

más

retir

o de

al m

enos

un m

ás

retir

o de

más

de

un

más

añad

ido

de

al m

enos

un

men

os

añad

ido

de

más

de

un

men

os

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La correspondencia entre las extensiones diferenciales y sus anali-zantes se establece así:

globalidad↓

localidad↓

tensividad → valor

dimensión → valencia

sub-dimensión → sub-valencia

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[75]

5. Las estructuras tensivas

Los modos semióticos examinados en 3. nos parecen análogos a las in-dicaciones colocadas en la cabecera de las partituras musicales: allegro, andante, adagio, rubato, legato, majestuoso, etc., que son suprasegmenta-les: controlan determinada extensión; y modales: para el ejecutante son del orden del deber-hacer. Una jerarquía bien hecha que distribuya las escalas, si los modos semióticos rigen extensiones importantes, se man-tienen a distancia de los enunciados, de donde surge la necesidad de disponer de estructuras finas que permitan acercarnos lo más posible a los enunciados. Esa es la función que confiamos a la matriz.

5.1 la matriz

Si proponemos la semántica tensiva, ¿cómo designar la semántica existente de la cual se distingue en algunos aspectos? Calificarla de semántica estructural haría pensar que la semántica tensiva no es es-tructural, lo cual no es cierto. La noción de estilo es aquí muy valiosa, y tomaremos en cuenta dos estilos estructurales, a imagen de la dualidad estilística estudiada por Wölfflin en sus obras: el arte clásico y el arte barroco tienen ambos en vista la representación, pero el «modo de re-presentación» difiere sensiblemente de un estilo a otro.

La semántica estructural, que ha dado a la obra de Greimas su títu-lo, nosotros la designamos como «fono-lógica», puesto que la deuda de Greimas en Semántica estructural, cuando propone las estructuras elementales de la significación, es ante todo con la obra de Roman Ja-cobson y en menor medida con la de V. Brøndal. Para proponer las es-tructuras elementales de la significación, Greimas apela al plano de la expresión, pero son solamente préstamos: las categorías siguientes se-rán extraídas de la relectura del análisis del cuento popular de Propp. En lo esencial, esa aproximación es binaria y contrastiva. En efecto, si

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los términos complejo y neutro son mencionados, no cumplen ningún rol en la teoría. Las estructuras elementales de la significación, pues de eso se trata, constituyen —por homogeneidad y circularidad— una semiosis que tiene por sustancia del contenido un contínuum que pro-porciona grados y límites plausibles:

s1...... s2...... s3...... s4

Los límites [s1] y [s4] son interrupciones simétricas e inversas la una de la otra: en [s1], algo, un yo-no-sé-qué comienza; en [s4], algo tiene fin. Claro está que, en virtud de la posibilidad de la sintaxis juntiva, de la que hablaremos más adelante, todo límite puede ser excedido, es decir que un límite, si las condiciones están dadas para ello, puede ser cambiado en grado, lo cual, teniendo en cuenta la problemática de este ensayo, a saber, la semiotización del evento, representa un tipo de evento. Los términos [s2] y [s3] son simples pausas.

La cuestión, pues, se enuncia así: ¿cómo forzar el binarismo? Y tal cuestión está lejos de ser simple. Mantenemos a título de hipótesis que los términos significan menos por lo que son que por lo que hacen. La semántica «fono-lógica» lo admite para pasar de [s1] a [no s1], pero no tiene solución para pasar de [no s1] a [s2], a menos de recurrir a una aspectualidad, por decirlo así, trascendente que no ha tenido la pru-dencia de declarar en sus premisas. La semántica tensiva mantiene tres órdenes de premisas que, según creemos, no tienen nada de exorbitan-te: (i) las dimensiones y las sub-dimensiones son «contínuos» ascen-dentes o decadentes1; (ii) los aumentos y las disminuciones producidos por el sujeto enunciante son segmentables, es decir, susceptibles de admitir una pausa; el aumento puede ser escindido en [repunte + redoblamiento]; la disminución, en [atenuación + aminoración]. En 2.6 hemos elegido designar estos cuatro términos interdefinidos como modulaciones aspectuales; (iii) en fin, otorgamos a la observación de Bachelard un alcance sin duda mayor que el que le dio el mismo autor:

(...) se pueden invocar dos suertes de casos según que los contrarios se erijan en una hostilidad decisiva o que se trate de contrariedades mínimas2.

1 Zilberberg (2007: 35-45).2 Bachelard (1993: 144).

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77Primera Parte: la estructura tensiva

¿Cómo producir simplemente los elementos de la estructura de ba-se? ¿Qué significa aquí este adverbio? Dos cosas: (i) que su morfolo-gía y su sintaxis estén en concordancia la una con la otra; (ii) que esas magnitudes, que son magnitudes del contenido, es decir, para noso-tros, medios, sean absolutamente evidentes y dignas de fe, o según una fórmula insigne de Valéry, que nos atrevemos a adoptar: que mi-dan [o enumeren] lo que manifiestan y que manifiesten lo que miden [o enumeran]3.

De ahí dos consecuencias. La observación-análisis de Bachelard, que hace de la sensibilidad el juez y el árbitro de lo que sobreviene, nos proporciona la pertinencia deseada:

s1 <==> s4

contrariedad fuerte

s2 <==> s3 contrariedad

débil

Aunque Cassirer no dude en atribuir a lo sagrado un «acento de sentido», nosotros hemos evitado deliberadamente la pareja [tónico vs. átono] porque hemos reservado esa categoría tensiva para la formula-ción de la tonicidad.

La segunda consecuencia tiene que ver con un hecho simple: para caracterizar, «personalizar» cada uno de los miembros de un grupo de cuatro términos, conviene disponer de dos distinciones: nosotros distinguimos /s1/ y /s4/ como super-contrarios, y /s2/ y s3/ como sub-con-trarios, distribución conforme con la epistemología del estructuralismo que quiere que los términos de una tétrada no solamente se opongan entre sí dos a dos como pares, sino que también se opongan entre sí en el seno de cada par, como en el «cuarteto» rimado «a la francesa»4.

3 «¡Qué cosa tan extraña la Luz! Extraña, es decir, extranjera. Extranjera al pen-samiento que parece razonar, crear, especificar, vivir a su guisa su desorden y su modo de pensar, sin tener en cuenta este enorme reloj de luz que mide lo que manifiesta y manifiesta lo que mide...» Valéry (1974: 810).

4 «La razón por la que él [Malherbe] decía que era preciso rimar palabras aleja-das antes que aquellas que tenían alguna concordancia es porque resultarían versos más hermosos acercándolas que rimando aquellas que tenían casi una

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En él, las rimas masculinas se oponen en el plano de la expresión a las rimas femeninas, pero unas y otras, en principio, deben oponerse entre sí en el plano del contenido, pues el gran arte quería que se hicieran rimar entre sí palabras de sentido contrario. La composición de las dos distinciones mencionadas nos proporciona, a propósito del tamaño de los objetos, la matriz siguiente:

s1

↓minúsculo

↓super-contrario

átono

s2

↓pequeño

↓sub-contrario

átono

s3

↓grande

↓sub-contrario

tónico

s4

↓inmenso

↓super-contrario

tónico

La matriz proporciona a las modulaciones aspectuales un plano de la expresión de alguna manera interno:

s1 s2 s3 s4

super-contrarioátono

sub-contrario átono sub-contrariotónico

supér-contrario tónico

aminoración atenuación

repunte redoblamiento

A partir de las denominaciones propuestas, diferentes relaciones se-mánticas pueden ser consideradas. Si convenimos en designar el paso de la sub-contrariedad a la super-contrariedad como una conversión de signo y señalamos, por ejemplo, /s2/, o sea, el término /pequeño/, pueden ser formuladas tres relaciones simples de término a término: (i) la relación [s2 → s3] es una conversión de grado próximo al «super-

misma significación; y antes de esforzarse en buscar rimas raras y estériles en la creencia de que le suscitarían nuevos pensamientos, aparte de que decía que eso era lo que sentía su gran poeta al intentar rimas difíciles que nunca antes habían sido rimadas» en Racan, Mémoires pour servir à la vie de Malherbe, citado por R. de Souza (1892: 69).

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79Primera Parte: la estructura tensiva

lativo» gramatical y a la «gradación» retórica; (ii) la relación [s2 → s4] es una conversión de grado y luego de signo próxima a la «sublimación» por su amplitud; (iii) la relación [s2 → s1] es una doble conversión, de dirección y de signo próxima a la «hipérbole». Estas relaciones semán-ticas no son extrañas ni a la gramática ni a la retórica.

Aquí tocamos sin duda la problemática recurrente de la identidad estructural. Para que una magnitud pueda ser definida, son necesarias dos referencias: un índice de clase, el de pertenencia a un grupo, y un índice de individualidad. La estructura elemental de la significación tiene una cifra o un título: cuatro, es decir, dos pares de magnitudes: dos super-contrarios [s1] y [s4] y dos sub-contarios [s2] y [s3]. En cada par, nosotros distinguimos entre una magnitud que calificamos de tónica y la otra de átona. Desde el punto de vista tensivo, la oposición [tónico vs. átono] designa unas veces las sub-valencias vinculadas con la sub-dimensión de la tonicidad, otras veces un rasgo estructural diferencial o inclusive retórico, puesto que la retórica tropológica se relaciona, se-gún Fontanier, con «los impulsos impetuosos de un sentimiento vivo y súbito del ánimo». Con estas condiciones-precauciones, producimos la matriz que resulta de la intersección del forema de la dirección y de la sub-dimensión del tempo:

foremade la

dirección

super-contrarioátono

sub-contrario átono

sub-contrario tónico

super-contrario tónico

precipitados1

rápidos2

lentos3

arrastrados4

La magnitud /precipitado/, que el Micro-Robert define como «muy rápido en su andar, en su ritmo», tiene por índice de clase la tonicidad, y por índice de individualidad su estatuto de super-contrario, que lo distingue de lo /rápido/. La atribución del índice de clase es condicio-nal: nosotros la concebimos como un «acento de sentido» (Cassirer) que dependerá del universo de discurso considerado. En nuestro uni-verso de discurso, la rapidez se ha convertido en una exigencia impe-

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riosa, pero en un universo de discurso en el que prevaleciera la «vida de forma lenta e inexacta», sería la /ralentización/ la que acogiera el «acento de sentido», y la que, en ese caso, sería calificada de /tónica/*.

A diferencia de la mayor parte de aproximaciones semióticas y semiológicas, nosotros aceptamos la formulación de una matriz como la «mitad» del sentido, puesto que concebimos el sentido como una «intersección». Bajo esta premisa, la matriz del tempo, que acabamos de elaborar, no adquiere sentido si no se cruza con la dimensionali-dad del espacio, así como el cuarteto «ingenuo» de Vigny lo enunciaba ya en su época5: la distancia y la dimensión están en función de la velocidad6, es decir que la inmensidad discursiva está en concordancia tensiva con la lentitud:

* En ese caso, el forema de la dirección cambiaría:

forema de la

dirección

super-contrariotónico

sub-contrariotónico

sub-contrarioátono

super-contrarioátono

arrastrados4

lentos3

rápidos2

precipitados1

y así aparecerá en varias matrices en adelante. Piénsese en los movimientos musicales: allegro, andante, adagio, lento, o a la inversa: lento, adagio, andante, allegro. La dirección fórica dependerá siempre del discurso analizado. [NdT].

5 En La casa del pastor, se lee: La distancia y el tiempo están vencidos. La ciencia traza en torno a la tierra un camino triste y derecho. El Mundo se ha encogido con nuestra experiencia y el ecuador no es más que un anillo demasiado estrecho.6 Esta observación supone aceptada la prevalencia de la velocidad para la com-

prensión de nuestras vivencias: «La velocidad del pensamiento debería ser tenida por tan significativa como la de la luz (la cual ha tomado de 1675 a 1905 más o menos para ser valorizada). Esta velocidad, propiedad de la sensibilidad, y que es relativa a otras percepciones entre las cuales se sitúa, jugaría un rol en una verdadera “teoría del conocimiento”» en Valéry (1973: 1100).

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81Primera Parte: la estructura tensiva

En lo referente al segundo punto, la segmentación de un contínuum es tributaria del número de la recursividad, y ese número varía según el punto de partida adoptado: contrariedad fuerte o contrariedad débil.

5.2 la sintaxis tensiva

La sintaxis tensiva es singular, y por ese hecho, a veces difícil de captar y de formular. En efecto, si desde el punto de vista semántico, basta con decir que las magnitudes reconocidas se oponen unas a otras, para la sintaxis tensiva las magnitudes consideradas se polarizan y se diferen-cian de tal manera que aquellas magnitudes solidarias desde el punto de vista paradigmático se convierten por turno en el operante una, y en la operada, la otra; desde el punto de vista discursivo, la operante es propuesta como actante-sujeto, y la operada, como actante-objeto.

Así, en la medida en que la intensidad trabaja los aumentos y las disminuciones, a la pregunta: ¿pero sobre «qué» recaen esos aumentos y esas disminuciones?, nosotros respondemos: según el caso, sobre los aumentos o sobre las disminuciones. Es aún más claro para la dimen-sión de la extensidad, que trata de las selecciones y de las mezclas: una mezcla tiene por objeto una selección anterior o una mezcla que el discurso ha denunciado como insuficiente. Resulta menos claro para la sintaxis juntiva, pero en apariencia solamente: el sistema concesivo

concentrado

intensidad

extensidad difundido

rápido

lento

minúsculo

inmenso*

pequeño

grande

* ¿Por qué en la matriz de la página 78 lo «minúsculo» aparece como átono, y en este diagrama aparece como tónico? Pues porque el texto de Vigny comentado así lo impone [NdT].

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siguiente: salgo a pesar de que llueve afirma la negación del sistema cau-sativo latente: no salgo porque llueve, el cual a su vez es circularmente denegado por el sistema concesivo. Esta circularidad contribuye a la firmeza de la homogeneidad.

5.2.1 La sintaxis juntiva

La sintaxis juntiva procede, pues, según el caso por implicación o por concesión. Este nivel sintáctico se nos ha impuesto para dar cuenta de esa magnitud capital para el discurso que es el evento. Diremos en po-cas palabras que el evento, en el plano del contenido, tiene por plano de la expresión la sorpresa y por manifestante discursiva preferencial la exclamación, que Fontanier describe así:

La Exclamación tiene lugar cuando uno abandona de golpe el dis-curso ordinario para dejarse llevar por los impulsos impetuosos de un sentimiento vivo y súbito del alma7.

El mismo Fontanier evoca una figura raramente mencionada: la abrupción, que parece corresponder a un micro-evento:

Además, el nombre de Abrupción conviene mejor que otro ninguno, sin duda, a la figura que tenemos aquí en vista. Este nombre expresa bastante bien, si no me equivoco, lo que se entiende por salto brusco, imprevisto, por paso ex abrupto. Ahora bien, se trata precisamente de designar una figura por la cual se suprimen las transiciones de uso entre las partes de un diálogo, o ante un discurso directo, a fin de hacer con eso más animada y más interesante la exposición8.

Hemos establecido en otro ensayo la dependencia del evento res-pecto de la concesión9, y su emparejamiento con el ejercicio, con ese no-evento, lo cual nos ha permitido producir el gráfico siguiente:

7 Fontanier (1968: 370).8 Ibídem: 342.9 Zilberberg, Pour saluer l’événement, NAS (http://revues.unilim.fr:nas/).

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83Primera Parte: la estructura tensiva

La sintaxis juntiva tiene por objeto las correlaciones establecidas por la sintaxis intensiva y por la sintaxis extensiva. En el primer caso, si, por ejemplo, dos aumentos están correlacionados conjuntamente por una implicación aceptada, la sintaxis juntiva, si interviene, lo hará con-fiando lo implicativo causal a la proposición subordinada concesiva, y colocará la disminución o el aumento, así descubiertos, en la proposi-ción principal. Lo mismo ocurrirá a propósito de la sintaxis extensiva que actúa sobre las selecciones y las mezclas.

Se habrá comprendido ya que, en las mismas condiciones, los enun-ciados concesivos se imponen en fascinación sobre los enunciados im-plicativos. Para ilustrar esto, acudiremos a Tocqueville. En el capítulo XI de su obra De la democracia en América, que trata de la relación entre la «perfección» de los objetos y el régimen social, encontramos la para-doja siguiente: si adoptamos como clave interrogativa la relación entre el hacer y el ser, podemos decir que sin hacer nada, y contentándose con estar «en el punto de prestigio en el que se halla ubicada», la aris-tocracia permanece conjunta con el valor en la acepción corriente del término. La relación de la burguesía con el valor es simétrica e inversa: la burguesía es activa, emprendedora e industriosa, y, no obstante, su relación con el valor es menos estrecha, ya que se contenta con «objetos imperfectos». El «no-hacer-nada» aristocrático es afirmativo, mientras que el saber-hacer y el querer-hacer democráticos son deceptivos. Según la sintaxis juntiva, el tratamiento del valor en este capítulo depende de una doble concesión*.

concesión

afecto

implicación

+

evento

ejercicio

* [A pesar de no hacer nada, la aristocracia conserva su capacidad de valorar lo «exquisito», mientras que la burguesía, a pesar de su capacidad productiva, no es capaz de gozar de los grandes valores, es decir, no tiene «buen gusto»] [NdT].

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Claude Zilberberg84

En la medida en que es ella la que está implicada, como ya se ha di-cho, es difícil presentar la sintaxis juntiva por sí sola. Adoptaremos por eso un método inductivo a partir de un ejemplo heurístico tomado de la sub-dimensión del espacio. La intersección del forema de la «direc-ción» y de la aspectualización de la tensión [abierto vs. cerrado] conduce a la matriz siguiente:

forema de la

dirección

super-contrario átono

sub-contrario átono

sub-contrario tónico

super-contrario tónico

herméticos1

cerrados2

abiertos3

demasiado abiertos4

A partir de este emplazamiento paradigmático, procedemos a su dinamización, es decir, a la proyección de los sintagmas elementales obtenidos por rotación de los sub-contrarios los unos sobre los otros; una primera vez como magnitudes verbales operantes [a1] y [b1]; una segunda vez como magnitudes nominales operadas [a2] y [b2]; es decir, según la terminología de Greimas, una vez como «término», otra vez como «operación»; a fin de subrayar los parentescos estructurales, atri-buimos a cada magnitud un índice ingenuo:

regido→regente ↓

lo abiertoa2

lo cerradob2

abrira1

A abrir lo abierto

a1 / a2

Babrir lo cerrado

a1 / b2

cerrarb1

Ccerrar lo abierto

b1 / a2

Dcerrar lo cerrado

b1 / b2

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85Primera Parte: la estructura tensiva

El dato que permite deducir otras propiedades de los elementales es el hecho de que tenemos, por una parte, sintagmas reflexivos: [a1/a2] y [b1/b2] y, por otra, sintagmas transitivos: [b1/a2] y [a1/b2]. Aceptamos esta polaridad ordinaria como un plano de la expresión cuyo plano del contenido hay que investigar. Para este desvío el concepto de sintaxis juntiva plantea su necesidad y su prevalencia: los sintagmas transiti-vos [b1/a2] y [a1/b2] están evidentemente motivados: nada más «normal» que cerrar lo /abierto/ y abrir lo /cerrado/. Diremos que los sintagmas transitivos [b1/a2] y [a1/b2] son implicativos, y serán reconocidos como ejercicios: dejan el campo de presencia del enunciatario en el estado en que estaba. Por el contrario, los sintagmas reflexivos [a1/a2] y [b1/b2] son concesivos, evenemenciales; no dejan, al menos en un primer momento, de ser «bizarros» y por tanto, inesperados. Su puesta en discurso hones-ta aparecerá así: ¡a pesar de que este espacio está ya abierto, lo abriré más! Igualmente para lo /cerrado/. Accedemos así a dos clases de sintagmas elementales: por un lado, sintagmas transitivos-implicativos banales; por otro lado, sintagmas reflexivos-concesivos resaltantes.

Hecha esta distribución de sintagmas, se imponen varias observa-ciones: (i) somos testigos —aunque el caso no es habitual— de la for-mación «ante nuestros ojos» de un «acento de sentido», es decir, de un aumento de intensidad en ventaja de lo reflexivo-concesivo; vislumbra-mos la emergencia de ese suplemento de enérgeia que todos los tratados de retórica señalan, aunque sin controlarla; (ii) la dualidad reconocida proporciona al enunciado una profundidad, manifiesta en las artes plás-ticas, pero menos nítida en otros campos; esa profundidad orienta y ordena el campo de presencia en la medida en que lo reflexivo-conce-sivo se anticipa a lo transitivo-implicativo; (iii) lo reflexivo-concesivo precipita, dada su escala, a saber, la del enunciado, un evento, asunción que confirma la importancia de la concesión para la comprensión del alcance enunciativo del evento; (iv) este engendramiento «a la vista» de las magnitudes ¿es recursivo, es decir, es legítimo considerar la «gra-dación» de Fontanier en estos términos [(a1/a2) → (a1/a2) a1]? Nosotros consideramos que esta problemática no es ajena a la cuestión perenne de lo sublime, tal como es desarrollada en el análisis que de él hace Longino. Para el autor del Tratado de lo sublime, lo sublime pertenece al orden del paroxismo de la concentración y de la comunicación por contagio:

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Porque [lo sublime] no persuade propiamente, sino que arrebata, transporta, y produce en nosotros una admiración mezclada con asombro y con sorpresa, lo cual es totalmente distinto que agradar solamente, o que persuadir. (...) Pero cuando lo Sublime llega a des-tellar donde conviene, lo trastorna todo como un rayo, y presenta entonces todas las fuerzas del orador reunidas10.

¿Cómo, entonces, entender el sintagma recursivo [(a1/a2) a1]? Su lexi-calización da el siguiente resultado: ¡abro aún más lo ya abierto! Si el ya posee un límite, entonces ese límite es superado por el aún más.

Para tratar esta apódosis, o este énfasis, en el plano del contenido, del cual, sin embargo, desconfía, Longino recurre al término de «enca-recimiento».

Porque cuando la naturaleza de los temas que uno trata, o de las causas que uno defiende, exige períodos más amplios y compuestos de más miembros, uno puede elevarse por grados, de tal suerte que una palabra enriquezca siempre la anterior11.

Para que esta dinámica tensiva conserve su alcance evenemencial, adoptamos el término «superación». Lo sublime, si se nos perdona esta metáfora inédita, se presenta en la descripción que de ella da Longino como una tormenta valencial. El escalonamiento se presenta así:

Alargo lo corto↓

Alargo lo largo↓

Alargo aún más lo ya largo↓

repunte Redoblamiento superación

superlativo-implicativo superlativo-concesivo lo sublime

Encontramos en Boileau la dependencia del modo de junción mar-cado, la concesión, respecto al modo de eficiencia, el sobrevenir:

10 Longino, Sobre lo sublime (Madrid, Gredos, 2008, p. 149).11 Ibídem: 169.

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87Primera Parte: la estructura tensiva

Es necesario, pues, entender por Sublime en Longino lo Extraordi-nario, lo Sorprendente, y, como lo he traducido, lo Maravilloso en el discurso12..

A lo cual hace eco Saint-John Perse:

(...) y es la poesía entonces, no la filosofía, la que se revela como la verdadera “hija del asombro”, según la expresión del filósofo anti-guo para quien [la poesía] fue la más sospechosa13.

Se puede medir en esta ocurrencia cuán desafortunado resulta diso-ciar la sintaxis de la morfología. Señalemos de paso que la retórica ocu-pa los espacios desdeñados por la lingüística y por la semiótica clásica, reproche que no merece ciertamente Jakobson.

Por nuestra parte, no disimularemos que la hipótesis que hemos adoptado respecto de la sintaxis intensiva y de la sintaxis extensiva, a saber, que los funtivos se constituyen como operadores y como ob-jetos inmanentes el uno para el otro, esta hipótesis no se presenta con la misma validez en la sintaxis juntiva. Por un lado, la concesión tiene ciertamente por objeto una implicación que ella deshace. Más precisa-mente, lo que la concesión viene a deshacer es el rasgo extensivo de la implicación. El enunciado: a pesar de que es excelente, ha fracasado presupone la exactitud del enunciado: todos los que son excelentes ganan. Esta extensidad es destruida en francés por esta pequeña palabra: sauf [salvo, excepto], que se convierte en el marcador de una singularidad o de un evento. Por otro lado, la relación de la implicación con la concesión adquiere la forma de una actualización del enunciado: debió haber ga-nado puesto que es excelente; el entimema no está lejos, pero la concesión empuja hacia el margen la carga fiducial de la implicación doxal.

La reciprocidad de las modalidades juntivas es difícil de establecer. La negación de la implicación apela al neologismo plausible de «desim-plicación». Consiste ella en deshacer la ligazón aceptada entre dos mag-nitudes identificadas. Por su lado, la negación de la concesión va en dirección inversa: consiste en proyectar un condicionamiento y en religar así las magnitudes que la concesión ha disjuntado.

12 Ibídem: Introducción de Boileau a De lo sublime. No se incluye en la edición en español de Ed. Gredos.

13 Saint-John Perse (1972: 444). [El filósofo aludido fue Platón. (NdT)].

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El cuadrado semiótico es una textualización cómoda de estas tensiones elementales:

implicación concesión

condicionamiento desimplicación

Las modalidades juntivas tratan de relaciones de dependencia en-tre las magnitudes, y, en ese sentido, dan lugar a precisar la relación de esas modalidades con la definición de la estructura propuesta por Hjelmslev:

Entendemos por lingüística estructural un conjunto de investigacio-nes basadas en una hipótesis según la cual es científicamente legítimo describir el lenguaje como si fuera esencialmente una entidad autónoma de dependencias internas, o, en una palabra, una estructura14.

La relación de las modalidades juntivas con la estructura se pre-senta así (indicamos entre corchetes la vivencia asociada a dichas modalidades):

dependencia implicación

[vivida como “necesaria”]

independencia concesión

[vivida como “paradójica”]

interdependenciacondicionamiento

[vivida como “determinada”]

no-dependenciadesimplicación

[vivida como “fortuita”]

14 Hjelmslev (1971b: 28).

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89Primera Parte: la estructura tensiva

En la medida en que la concesión, próxima al análisis que Descartes hace de la «admiración»15, está en la base del afecto, no falta más que un paso por franquear, a saber, admitir un vínculo entre el afecto y la dependencia. Ese paso ha sido franqueado por Valéry en un fragmento difícil de Cuadernos:

La emoción no es más que un vínculo entre cosas que no tienen vin-culación alguna. Esta idea abate ese cuerpo; ese vino dorado alegra esa vida.

El ser hace dependientes cosas que el conocer dejaría independien-tes. Los signos, pues, son una deducción de las emociones. Respon-der a una palabra por signos16 [por señales].

La contribución de la concesión a la producción de enunciados es difícil de desenredar. ¿Cómo identificar la magnitud que la concesión supera? La respuesta desorienta por su simplicidad: la alteridad mis-ma, siempre según Valéry:

Toda emoción, todo sentimiento es una marca de falta de adapta-ción. Choque no compensado. Carencia de recursos o su alteración17.

La emoción disfórica se manifiesta cuando dos magnitudes acerca-das rehúsan compenetrarse, «comunicarse» una con otra, mientras que la emoción eufórica toma cuerpo cuando dos magnitudes coexisten y se abren la una a la otra. La concesión permite pasar de un régimen al otro. La emoción recibe por horizontes la accesibilidad y la obstruc-ción. Como lo señala siempre Valéry: «Estar emocionado es después de todo estar invadido»18.

15 «Cuando el primer encuentro con un objeto nos sorprende y lo juzgamos de-masiado nuevo o muy diferente de todo lo conocido, o bien de lo que suponía-mos de que sería, eso hace que lo admiremos y que nos asombre. Y porque eso puede llegar antes de que sepamos nada de ese objeto, conviene, me parece, considerar la Admiración la primera de todas las pasiones. Y, además, nada tiene en contrario, a causa de que, si el objeto que se presenta no tiene nada en sí de sorprendente, no nos emocionaríamos y lo consideraríamos sin pasión», en Descartes (1991: 108-109).

16 Valéry (1974: 842).17 Ibídem: 354.18 Ibídem: 367.

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5.2.2 La sintaxis intensiva

La sintaxis intensiva tiene como característica, aunque la sintaxis ex-tensiva se encuentra en el mismo caso, la circularidad, es decir, el hecho de que los aumentos y las disminuciones efectuadas intervienen tanto como operaciones o como objetos, es decir, simplemente: si el sujeto interviene, él aumenta o disminuye un aumento o una disminución; este estrato constituye el plano del contenido; las magnitudes-objetos, el plano de la expresión. Ahí radica nuestra primera exigencia.

La intervención del sujeto requiere un punto de apoyo, una palanca eficaz. En el Curso de lingüística general de Saussure, es la diferencia, pero los Manuscritos de la Houghton Library precisan: «Diferencia, tér-mino incómodo, porque eso admite grados»19. En los Principios de fo-nología que preceden al Curso propiamente dicho, Saussure acude —ya lo hemos mencionado— a dos magnitudes que no son ni vocálicas ni consonánticas, pero, a partir de la combinación de ellas, proyecta los rasgos silábicos constitutivos de la sílaba: estos son la explosión y la implosión. Este modelo, guardadas las debidas distancias, nosotros lo trasladamos a nuestra teoría tensiva, y asumimos como magnitudes mínimas indispensables de la sintaxis intensiva lo más y lo menos, que entrecruzamos y que nos proporcionan cuatro «sílabas» intensivas: más de más, más de menos; menos de más, menos de menos. (En el cuadro siguiente, ponemos en negrita el término regente):

aumento disminución

aumentaraumentar un aumento

→ superación≈ añadido de un más

aumentar una disminución→ extenuación

≈ añadido de un menos

disminuirdisminuir un aumento

→ moderación≈ retiro de un más

disminuir una disminución→ colmación

≈ retiro de un menos

19 Citado por Parret (1995: 46).

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91Primera Parte: la estructura tensiva

Las denominaciones propuestas quedan sujetas a su debida garan-tía por la sencilla razón de que, para ser satisfactoria, una denomina-ción debería recordar, es decir, conservar, potencializar la traza de la operación anterior, tal como Greimas lo preconizaba:

En lingüística, las cosas pasan de otra manera [que en lógica]: el discurso guarda las trazas de operaciones sintácticas anteriormente efectuadas: (...)20.

Una de las propiedades más notables de la sintaxis tensiva reside en el hecho de que cada uno de los términos de la pareja se convierte en objeto de la otra, y recíprocamente. Si nos planteamos las preguntas: ¿cuál es el objeto del aumento?, ¿cuál es el objeto de la disminución? La primera pregunta no admite más que dos respuestas posibles: con el añadido de un más, puede aumentar un aumento anterior y adquirir la forma de una superación, o bien con el añadido de un menos, aumentar una disminución anterior y tomar la forma de una extenuación, que será considerada nueva o suplementaria. En las mismas condiciones, una disminución puede por el retiro de un más recaer sobre un aumento que de esa manera modera, o bien, por el retiro de un menos afectar a una disminución con lo cual la colma. Baudelaire en el poema Le poison compone la superación con la colmación:

L’opium agrandit ce qui n’a pas de bornes,Allonge l’illimité,Approfondit le temps, creuse la volupté,Et de plaisirs noirs et mornesRemplit l’âme au-delà de sa capacité*.

Como la superación es profundamente concesiva, todo pasa como si el sujeto enunciante se dirigiera tácitamente a nosotros en estos térmi-nos: agrando lo que ya es grande, y por catálisis: ¡a pesar de que poseo

20 Greimas & Courtés (1982: Entrada: «Cuadrado semiótico, 3»).* Baudelaire, poema «Le poison» en Las flores del mal (edición bilingüe),

Madrid, Cátedra, 1997, p. 224. El opio agranda lo que no tiene límites, alarga lo ilimitado, profundiza el tiempo, ahonda la voluptuosidad, y de placeres negros y lúgubres llena el alma más allá de su capacidad [NdT].

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ya lo grande, lo agrando todavía más! Por sí sola, la superación esboza una semiótica, con frecuencia exaltante, del aunque, del a pesar de que, donde los superlativos se convierten por reciprocidad en concesivos latentes. Lo mismo ocurre con la extenuación. Ya se puede presentir: las operaciones concesivas han de ser excepcionales, so pena de ver que la tonicidad que crean se anule en los términos previstos por Deleuze en Différence et répétition21.

5.2.3 La sintaxis extensiva

Según el orden que le es propio, el del número, la sintaxis extensiva no procede de otra manera: también en este caso, conviene reconocer que la sintaxis está en concordancia con la morfología básica de la ex-tensidad, a saber, con la tensión [concentrado vs. difundido]. Como tiene que ver con las series, con las colecciones, con los conglomerados, y de una manera general con la disparidad en medio de la cual evoluciona-mos, la sintaxis extensiva puede disminuirla por medio de operaciones recursivas de selección [tri], o aumentarla por medio de operaciones reiteradas de mezcla, como en los collages preferidos por los surrea-listas. Desde el punto de vista «figural», la selección y la mezcla in-tervienen también, según el caso, por turno, como operación o como objeto. ¿Cuál puede ser el objeto de una operación de selección sino una mezcla anterior estabilizada, potencializada? ¿Cuál es el objeto de una operación de mezcla sino una selección anterior? En fin, la con-cesión tiene aquí igualmente su palabra que decir, y hay lugar para distinguir, por un lado, selecciones concesivas, recibidas primero como chocantes cuando sobrevienen sin previo aviso, y que nosotros desig-namos como evicciones, y selecciones implicativas, que consideramos como purificaciones, aprobadas por la doxa; por otro lado, mezclas con-cesivas, evenemenciales, irrespetuosas22 cuando aparecen por primera

21 Deleuze (1997: 289: «Solo sospechamos que existe la intensidad porque parece correr al suicidio» [La cita de Deleuze es añadido del traductor].

22 A Lautréamont se le debe, sin duda, la promoción de lo insólito en el campo de la estética: «Es bello como la retractilidad de las garras de las aves rapaces; o también como la incertidumbre de los movimientos musculares en las zonas de las partes blandas de la región cervical posterior; o más bien como esa tram-pa de ratas perpetua, siempre tensa por el animal atrapado, que puede atrapar solo roedores indefinidamente, y funcionar inclusive oculta entre la paja; y sobre todo, [bello] como el encuentro fortuito de una máquina de coser y de un paraguas sobre una mesa de disección» (1970: 224-225) [Las cursivas son del traductor].

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93Primera Parte: la estructura tensiva

vez; en suma, como intrusiones, como amalgamas, como sucede en la gran cocina, la cual se dedica a conjugar sabores considerados hasta entonces como irreconciliables; y mezclas implicativas, posiblemente sutiles, de uniones. El sistema de las direcciones sintácticas posibles se presenta así:

junción →

operación ↓

concesión↓

implicación↓

selección → evicción purificación

mezcla → intrusión unión

Este sistema elemental da testimonio de la connivencia «profun-da» de la morfología y de la sintaxis: la morfología formula las sub-valencias diferenciales y orientadas que hemos confiado a la semántica tensiva, y la sintaxis reconduce, asume esas direcciones en el caso de la implicación; las contraría, las contradice en el caso de la concesión.

Si la sintaxis intensiva, preocupada por el destello, procede por au-mentos y disminuciones, la sintaxis extensiva, atenta a la pureza, inter-viene con operaciones de selección y de mezcla, que serán transitivas o reflexivas. Dichas operaciones son transitivas en dos casos: cuando la selección recae sobre una mezcla anterior, o bien cuando la mezcla re-cae sobre una selección anterior. Son reflexivas cuando la mezcla actúa sobre una mezcla ya efectuada; lo mismo ocurre cuando una operación de selección reactúa sobre una selección ya realizada. Proponemos las coberturas lexicales siguientes:

regido →

regente ↓

mezcla↓

selección↓

mezclar → mezclar una mezcla≈ fusionar

mezclar una selección≈ confundir

seleccionar → seleccionar una mezcla≈ separar

seleccionar una selección≈ diseminar

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El Micro-Robert propone las definiciones siguientes:

proceso↓

definición↓

fusionar → Unir por fusión (colectividades anteriormente distintas)

confundir → Reunir, mezclar para no formar más que un todo.

separar → Hacer que (una cosa) deje de estar junta con otra; ha-

cer que (varias cosas) dejen de estar juntas.

diseminar → Esparcir en diversos puntos bastante distantes.

Ahí también, las definiciones tensivas realizan y revelan el «gesto» esbozado por las definiciones del diccionario, a saber, un devenir del objeto: imperfectivo en el caso de las definiciones transitivas, perfecti-vo en el caso de las definiciones reflexivas. Lo cual resulta coherente, puesto que los sintagmas reflexivos-concesivos se imponen en vigor, en ardor a los transitivos-implicativos: ¿«fusionar» y «diseminar» aca-so no son los superlativos respectivos de «confundir» y de «separar»?; ¿«fusionar» no exige, aunque solo sea por el lugar que ocupa en el proceso, más energía que «confundir»? Lo mismo habría que decir de «separar» y de «diseminar». El reparto de sintagmas se establece así:

sintagmas implicativos↓

seleccionar una mezclamezclar una selección

sintagmas concesivos↓

seleccionar una selecciónmezclar una mezcla

5.3 la semántica tensiva

No siendo ajena al espacio tensivo, en concordancia con las morfolo-gías propias de la matriz, la semántica tensiva es triple, de conformidad con la estructura de la sintaxis tensiva. Por vía de consecuencia, somos llevados a distinguir una semántica juntiva, una semántica intensiva que tiene por objeto la medida y por sub-valencia directriz lo supremo, en fin, una semántica extensiva que apunta, en nuestro propio universo de discurso, unas veces a lo universal, otras veces a lo exclusivo.

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95Primera Parte: la estructura tensiva

5.3.1 La semántica juntiva

Como la sintaxis juntiva, la semántica juntiva es difícil de captar en razón del lugar que ocupa en el dispositivo. Se halla sometida a dos exigencias: (i) una exigencia externa: su dependencia con relación a los modos semióticos; (ii) una exigencia interna: su organización matricial. Comenzaremos por recordar que hemos tomado de la lingüística la noción de «modo» para designar magnitudes discursivas recurrentes relativas al funcionamiento del campo de presencia. Las magnitudes pueden penetrar en el campo de presencia de dos maneras diferen-tes: según el «sobrevenir», por efracción, es decir súbitamente, ex abrup-to, o bien progresivamente según el «llegar a», ajustando sutilmente la actualización, es decir, la espera, y por extensión: la hipotiposis, la realización alucinada; en breve, transformando el aún no en ya. Deu-dores en este punto de Cassirer23, hemos aceptado el «sobrevenir» y el «llegar a» como modos de eficiencia y como formas de vida. Esos modos de eficiencia, de gran frecuencia y de gran envergadura, controlan los modos de existencia: el «sobrevenir» determina la captación, es decir el sobrecogimiento, el estupor; la magnitud objetal correlacionada con esta detonación del sobrevenir es el evento, esa derrota unas veces de-sastrosa, otras veces saludable para el sujeto; el «llegar a», gestionando con tino la temporalidad, permite al sujeto ejercer la «mira», es decir, poner en marcha la actualización de un enunciado que lo conjunta con magnitudes validadas como buenas: la magnitud subjetal correlacio-nada con el «llegar a» es el ejercicio, que es ante todo repetitivo. Los modos semióticos intervienen a veces como condiciones, a veces como ingredientes respecto de las sintaxis y de las semánticas diferenciadas que estamos examinando.

La concesión va acoplada a la implicación aunque la rechaza. Los gramáticos consideran la concesión como «causalidad inoperante», es decir, como divergencia entre tal competencia reconocida y la perfor-mancia, mejor la contra-performancia constatada; sea el ejemplo esco-lar: a pesar de que era diestro en tiro, ha quedado el último. Si el desafío es de importancia, este sobrevenir adquirirá valor de evento. La conce-sión es uno de los rostros de la complejidad, es decir, de la intersección

23 «Distinguimos la acción que comienza “bruscamente” de la acción que se desarrolla poco a poco; aquella que se realiza a saltos de aquella que se desenvuelve continuadamente: aquella que constituye un todo único de aque-lla que puede descomponerse en fases idénticas que se repiten según cierto ritmo» en Cassirer (1998: tomo I, 191).

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de dos dimensiones. Si dos dimensiones se reconocen como solidarias, aquí la de la competencia y la de la performancia, su intersección pro-duce cuatro enunciados: dos implicativos, que enuncian una concor-dancia; dos concesivos, que enuncian una discordancia:

performancia →

competencia ↓

éxito↓

fracaso↓

mal tirador →a pesar de que era malo,

ha ganado≈ enunciado concesivo

ha fracasado porque era malo

≈ enunciado implicativo

buen tirador → ha ganado porque es excelente

≈ enunciado implicativo

a pesar de que es excelenteha fracasado

≈ enunciado concesivo

Esta red, sin embargo, no se sostiene por sí sola: supone una analí-tica del afecto, que evidentemente tampoco es obvia. El ser del sujeto asume el sentir, y, por catálisis, el resentir. El afecto presenta dos carac-terísticas prioritarias: (i) procede de una desigualdad súbita, así como lo indica Valéry en un fragmento de Cuadernos: «Lo brusco, lo intenso, lo nuevo son los nombres de un efecto de propagación más rápido»24. Se da, desde el punto de vista tensivo, como una excitación, una movi-lización de las sub-valencias intensivas de tempo y de tonicidad; (ii) pe-ro esta desigualdad se dirige a su disipación próxima, es decir, según la terminología freudiana, hacia el «retorno a la situación inicial». Esa vacancia inminente es, según creemos, la base de la espera como dispo-sición genérica del sujeto, como fondo «siempre recomenzado» de la existencia, del que se destacan algunos momentos de estupor. Dicho de otra manera, los constituyentes ontológicos básicos merecerían ser in-tegrados igualmente al funcionamiento tensivo de la manera siguiente:

24 Valéry (1973: 1045).

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97Primera Parte: la estructura tensiva

Esta pulsación fundamental remite el algo al evento, y el nada, a la defección, a la desafectación. La dicción del ser sería menos declarativa que exclamativa, y, dado que la linealización es imperativa, rítmica en la medida en que la espera se halla en el principio de la célula rítmica:

Una nota a la espera, otra donde no se la espera. (...) Esta construc-ción constituye el ritmo25.

La matriz de la semántica juntiva se presenta así:

matriz →

paradigma ↓

super-contrarioátono

sub-contrarioátono

sub-contrariotónico

super-contrariotónico

semántica juntiva

necesarios1

esperados2

inesperados3

estupefactivos4

Referida a la semántica juntiva, la existencia es repartida entre la es-pera y el estupor con los que la tragedia conmueve al juntarlos, según Aristóteles:

25 Ibídem: 1283.

desigualdad

afecto

igualdad

1

0

algo

nada

expresión

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(...) estas pasiones [el temor y la piedad] conmueven cuando los he-chos se producen contra lo esperado, derivándose unos de otros, pues tendrán entonces el carácter de maravillosos más que si fueran debidos al azar y a la fortuna (...)26.

La profundidad de la concesión mide la emoción trágica para Aris-tóteles, y para Valéry, el asombro, lo exorbitante del ser: «Todo lo que existe, si no existiera, sería enormemente improbable»27.

5.3.2 La semántica intensiva

La semántica intensiva está a la escucha de la sintaxis intensiva. Esta última tiene por tensión inicial [fuerte vs. débil]. En ascendencia, proce-de por aumentos y por disminuciones si el tempo es rápido: la ralenti-zación del tempo es la condición de una aspectualización bivalente que permite al sujeto distinguir dos zonas, discernir dos dominios: (i) en el caso del aumento, el repunte incoativo; luego, el redoblamiento culmina-tivo; (ii) en el caso de la disminución, primero la atenuación restrictiva; después, la aminoración anulativa. Sin embargo, en la pluma de los más grandes autores, como hemos visto, la aplicación de la recursivi-dad empuja los límites aceptados por la doxa, a tal punto que dichos límites se convierten, por su audacia, en simples grados.

La intensidad tiene su paradigma propio que se basa en la preva-lencia del modo de eficiencia: existe una intensidad según el «llegar a», intensidad que calificaremos de acumulativa, cuyo arcano nos lo revela Michaux:

(…) Pero, sin algún extremo, sin extrema concentración, no hay ac-ción directa, intensa sobre el que la ha pensado. Intensidad, intensi-dad, intensidad en la unidad, he ahí lo que es indispensable28.

Y hay una intensidad según el «sobrevenir» que calificaremos de culminativa; y que presupone un evento, un happening, el cual lo reco-noce M. Leiris en las telas de F. Bacon:

(...) se puede decir que una tela de este género es ante todo un lugar en el que pasa algo, donde algo se produce, ocurre, como una suerte

26 Aristóteles (2002: 1452a).27 Valéry (1973: 533).28 Michaux (2001: 377).

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99Primera Parte: la estructura tensiva

de happening que no es después de todo otra cosa que el surgimiento de esa presencia a la que, según parece, tiende cada una de las obras en cuestión, y a falta de lo cual, la actividad abiertamente manual de la cual resulta, permanecería nula y no realizada29.

A la lectura de los análisis más penetrantes, nace el sentimiento de que la intensidad no es un predicado del ser, sino que el ser es un pre-dicado de la intensidad. En la misma perspectiva, la pregnancia de la semántica intensiva es tal que la hipótesis tensiva se presenta en di-versos puntos como una laicización si no de la retórica tropológica completa, al menos de sus figuras directrices [metáfora-metonimia-sinécdoque-hipérbole]30.

¿Cómo aprehender la semántica intensiva? Concebimos tal semán-tica particular como la proyección de la matriz ideada en el punto 5.1 sobre cada una de las dimensiones constitutivas de la tensividad. ¿Qué nos proporciona exactamente la matriz? Posiciones e intervalos que re-correr y que medir. La proyección de la matriz sobre la dimensión de la intensidad produce las sub-valencias siguientes:

29 Leiris (1995: 109).30 La amplitud de la deuda de la semiótica respecto de la retórica es difícil de

evaluar. Según Jakobson, esa deuda es considerable, puesto que él identifica la tensión entre la similaridad, constitutiva del eje paradigmático, y la conti-güidad, constitutiva del eje sintagmático, con la tensión que se produce entre la metáfora y la metonimia. Autentificado por Lévi-Strauss, ese modelo hace de esa «retórica restringida» (Genette) la clave del sentido. Nosotros no vamos tan lejos, pero el reparto de las dimensiones parece que obedece al mismo principio: la dimensión de la intensidad es congruente con la metáfora, la de la extensidad lo es con la metonimia. La dimensión de la intensidad es la de la relación fiducial del sujeto con la fuerza, con el destello. Esa fuerza, que está forzosamente ya allí, puesto que no se podría ni suspender ni retomar, Durkheim la describía en estos términos: «(...) el totemismo es la religión no de tales o cuales animales, o de tales o cuales hombres, o de tales y cuales imáge-nes, sino de una suerte de fuerza anónima e impersonal, que se encuentra en cada uno de esos seres, sin que, no obstante, se confunda con ninguno de ellos. Ninguno la posee por completo y todos participan de ella. Es tan independien-te de los sujetos particulares en los que se encarna que los precede así como sobrevive a ellos», en Durkheim (1994: 269). La relación con esa fuerza, con la foria, es, pues, la base de la similaridad. Del mismo modo, la dimensión de la extensidad toma a su cargo la contigüidad de las disparidades que resultan de las operaciones de selección, que respetan las apariencias.

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s1

↓nulo

↓super-contrario

átono

s2

↓débil

↓sub-contrario

átono

s3

↓fuerte

↓sub-contrario

tónico

s4

↓supremo

↓super-contrario

tónico

Hemos adoptado el término /supremo/, mientras que Michaux apela a /extremo/; a favor de este desplazamiento, haremos valer el argumento siguiente: la dirección semántica es la misma; sin embar-go, /extremo/ es objetal, mientras que /supremo/ es subjetal, y hemos señalado que los sub-contrarios eran más bien objetales, y los super-contrarios más bien subjetales. Entre los posibles que se nos presentan, el más notable es sin duda el que sustituye el intervalo menor de los sub-contrarios [S2 <=> S3] por el intervalo mayor, tenso, de los super-con-trarios [S1 <=> S4], y recíprocamente:

sustitución de

[s2 <=== > s3 ] por [s1 <=== > s4 ] extensión

sustitución de

[s1 <===> s4 ] por [s2 <=== > s3 ] contracción

Y disponemos al punto de un juego de cuatro términos acoplados dos a dos: los sub-contrarios /débil/ y /fuerte/, y los super-contarios /nulo/ y /supremo/. Este juego llama enseguida la atención desde el punto de vista de las orientaciones políticas acerca de la tentación para unos y otros de contraer alianzas en función de su lugar en el paradig-ma así delineado:

El mundo no vale más que por los extremos y solo dura por los me-dios. No vale más que por los ultras y solo dura por los moderados31.

31 Valéry (1974: 1368).

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101Primera Parte: la estructura tensiva

5.3.3 La semántica extensiva

La semántica extensiva cuenta con dos referencias internas: (i) el nú-mero, por cuanto ya hemos admitido que la intensidad tenía por objeto la determinación de su medida, y la extensidad, la determinación de su número; (ii) la semántica extensiva no podría ser ajena a la distensión [concentrado vs. difundido], que es constitutiva de la extensidad en cuan-to dimensión. La proyección del modelo de la matriz sobre esos dos datos produce el paradigma elemental:

s1

↓universal

↓super-contrario

átono

s2

↓común

↓sub-contrario

átono

s3

↓raro↓

sub-contrariotónico

s4

↓exclusivo

↓super-contrario

tónico

La semántica extensiva presenta una propiedad notable, que es in-cierta en su principio, pero cierta por sus efectos: el tratamiento semió-tico del número se presenta como una multiplicación en el plano de la expresión, y como una división en el plano del contenido. Todo pasa en efecto como si el quantum de valor confiado a una magnitud de ex-presión fuera constante, de suerte que si una segunda magnitud de ex-presión se instala, el quantum de valor hay que dividirlo por dos, y así sucesivamente. Fue sin duda W. Benjamin el que le dio a esa disposición singular su alcance más amplio. La «reproductibilidad», hoy en día casi ilimitada, es decir, gratuita, deja intacto el valor indiviso de la obra:

Una cosa escapa incluso a la reproducción más perfecta: el aquí y el ahora de la obra —su existencia única en el lugar donde ella se encuentra. (...) El “aquí” y el “ahora” del original constituyen el con-cepto de su autenticidad. Todo el dominio de la autenticidad escapa a la reproductibilidad técnica —y naturalmente a la reproductibili-dad en general32.

Existe sin duda alguna una efusión del número, pero nuestro pro-pio universo de discurso ha dado hasta ahora ventaja a lo exclusivo, y

32 Benjamin (1997: 21-22).

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esa persistencia ha perjudicado, según creemos, la apreciación entu-siasta de lo universal.

5.4 integración de la sintaxis y de la semántica

La integración de las tres semánticas y de las tres sintaxis que se en-cuentran asociadas se presenta como sigue:

matriz →paradigma ↓

super-contrarioátono

s1

sub-contrarioátono

s2

sub-contrariotónico

s3

super-contrariotónico

s4

semántica →intensiva

nulo débil fuerte supremo

sintaxis →intensiva

disminución aumento

semántica →extensiva

universal común raro exclusivo

sintaxis →extensiva

mezcla selección

semántica →juntiva

necesario esperado inesperado estupefactivo

sintaxis →juntiva

implicación concesión

En el apartado 5.1 La matriz, hemos tratado de la estructura semán-tica independientemente de toda consideración sintáctica, y, al hacerlo, hemos contravenido la recomendación de Hjelmslev, recordada en la nota 14, que insiste en la imbricación, en la reciprocidad de la morfolo-gía y de la sintaxis. La distribución de la sintaxis en tres aspectos: por un lado, una sintaxis intensiva que opera por aumento y por disminu-ción; por otro lado, una sintaxis extensiva, que opera por selección y por mezcla; en fin, una sintaxis juntiva que actúa por implicación y por

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103Primera Parte: la estructura tensiva

concesión, esta distribución vale igualmente para la semántica. Consi-deremos primero la semántica intensiva: a partir de la tensión inicial del intervalo [débil vs. fuerte], la conversión diminutiva de signo produ-ce, a partir de /débil/, /nulo/; mientras que la conversión aumentativa de signo produce, a partir de /fuerte/, /supremo/. En la sintaxis exten-siva, a partir del intervalo [concentrado vs. difundido], que recalificamos, por claridad de la exposición, como [raro vs. común], la conversión de signo produce, a partir de /raro/, lo /exclusivo/, y a partir de /común/, lo /universal/.

En estas condiciones, la caracterización de un objeto semiótico es doble: respecto a la semántica intensiva, un objeto posee: (i) un índice de destello, de afección, auténtico o fingido, que los esclavos del marke-ting no dejan de resaltar; (ii) con relación a la semántica extensiva, un índice de composición: ¿el objeto es único en su género?, ¿es incompa-rable?, ¿o forma parte de una familia, de un linaje, de una serie? Estas preguntas están cargadas de sentido, pues hemos mostrado más arriba que la cifra de la extensidad funciona como un divisor respecto de la intensidad.

En nuestro propio universo de discurso, lo /supremo/ es corriente-mente lo que se pone en la «mira», pero en la civilización hindú, con los temas de la «extinción» (Cassirer) y del nirvana, es lo inverso lo que ocurre: en lo «nulo» está la «mira». En la obra de Baudelaire, poeta de la plenitud, sensible a la «expansión de las cosas infinitas»; la tentación de la vaciedad también existe:

Comme tu me plairais, ô nuit! sans ces étoilesDont la lumière parle un langage connu!Car je cherche le vide, et le noir, et le nu!

[¡Cómo me agradarías, oh, noche! sin esas estrellas,Cuya luz habla un lenguaje conocido! ¡Pues yo busco el vacío, y lo negro y lo desnudo!]*

Este reparto de la semántica tensiva exige varias observaciones. En primer lugar, ese doble ajuste explica que las operaciones sintácticas se convierten para los sujetos en programas y, de hecho, las valencias identificadas son eficientes en el discurso de las grandes religiones y

* Baudelaire, poema «Obsession», en Las flores del mal, Madrid, Cátedra, 1997 [NdT].

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en las ideologías, que han tomado su relevo, aunque eso no es más que una muestra. En segundo lugar, la composición de las dos semánticas, si tiene lugar, produce valores: los valores de universo, «nuestros» valo-res según Tocqueville, los cuales conjugan la nulidad y la universalidad, una y otra tendenciales, mientras que los valores de absoluto conjuga-rían —aunque cada día que pasa ¿no se debilitan más?— la exclusivi-dad y la supremacía. A título de ilustración sumaria, si convenimos en ver también en Proust el continuador de Balzac, el esnobismo en su obra se inscribe en continuidad irrisoria con el espíritu de casta de una aristocracia anacrónica por demás. Finalmente, la colusión manifiesta entre la retórica y la sintaxis tensiva merece una reflexión: la gramática tensiva se preocupa únicamente del saber, mientras que la retórica, en principio, invita al hacer, aunque esta solución de continuidad queda atemperada, según creemos, por la disposición siguiente: las definicio-nes de las figuras, principalmente en la obra de Fontanier [Las figuras del discurso], constituyen una mediación segura entre la sintaxis tensiva y la retórica, excepto por un detalle, a saber, que la sintaxis tensiva va por el momento con retraso respecto de la retórica.

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[105]

6. Para terminar

En nuestras propuestas, un punto, sin embargo, se presta a confusión: la presencia repetida de la cifra «tres», que pudiera dar a pensar que nuestra intención consiste en sustituir el binarismo por un ternarismo, o por un triadismo. Nada de eso. La cifra «tres» vale en nuestra men-te como «uno más dos»”. El término «uno» tiene valor de regente; los términos «dos» y «tres», de regidos. A propósito de los modos semió-ticos, el modo de eficiencia, que controla el «sobrevenir» y el «llegar a», controla, a su vez, el modo de existencia y el modo de junción. En cuanto a la sintaxis tensiva, la sintaxis juntiva, heredera del modo de eficiencia, controla la sintaxis intensiva del destello y de la vacuidad, y la sintaxis extensiva, que opera por selección y por mezcla. Por lo que se refiere a la semántica tensiva, podríamos reproducir el mismo razonamiento, pero preferimos seguir un camino inductivo, más adecuado. Si con-sideramos los super-contrarios tónicos, es claro que están en concor-dancia con el universo de la tragedia tal como es descrito en la Poética de Aristóteles; los resortes del caso trágico: lo /supremo/, lo exclusivo/, lo /estupefactivo/ están allí, y esperan que un sujeto toque a la puerta, descubra un valor y, aun a su pesar, conozca, perciba el sobrecogimiento que le permite medir la profundidad de la concesión que lo afecta. El evento, figura maestra del «sobrevenir», se convierte, en ese caso, en la recíproca del sujeto.

[Diciembre 2009]

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Segunda Parte

Nota sobre la estructura de los paradigmas

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[109]

Él trata de colocar convenientemente ese exceso y de vivircon él. ¿Cómo colocar convenientemente el exceso?

Michaux

Aquellos que han asistido a los seminarios de Greimas recordarán sin duda la pregunta un tanto pérfida que solía dirigir al que intervenía cuando terminaba su exposición: ¿Eso es generalizable? Esa pregun-ta tenía un efecto inmediato sobre el que había intervenido, el efecto de desorientarlo, de hacerlo balbucir: tal vez, no sé, ciertamente no... Yo sentía confusamente que esa pregunta no era leal, pero no podía decir exactamente por qué. Por eso, sin duda, me acuerdo recurrentemente de ese episodio.

¿Por qué esa pregunta era inaceptable, o al menos prematura? Porque se reduce a proyectar la racionalidad propia de las ciencias exactas, de las ciencias de la materia, en una palabra, la racionalidad científica sobre la racionalidad semiótica. Dicho de otro modo, «detrás» de la pregunta había un silogismo implícito: la racionalidad científica y la racionalidad semiótica son grosso modo idénticas; ahora bien, la ra-cionalidad científica es reconocida por la observancia del criterio de generalidad; por tanto, la racionalidad semiótica debe estar igualmente obligada a seguir el criterio de generalidad. En ese razonamiento, la mayor es la defectuosa, inexacta por decir lo menos. La racionalidad científica no es la racionalidad semiótica porque su objeto no es ni la conservación, ni la repetición, ni la reproducción de lo mismo, sino una semiótica de las culturas, de la variación indefinida, una semiótica de

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las singularidades personales o compartidas. Esa búsqueda de lo uni-versal es también denunciada por Hjelmslev como un impasse:

El viejo sueño de un sistema universal de sonidos y de un sistema universal de contenidos (sistema de conceptos) es de hecho irreali-zable, y no tendría de todas maneras ningún asidero en la realidad lingüística1.

La expectativa de lo universal ha sido contaminada por el deseo de la exhaustividad. Esta exigencia forma parte del «principio de empirismo» que reúne la exhaustividad, la no-contradicción y la sim-plicidad. La exhaustividad hace referencia a un «corpus» dado; la uni-versalidad, a la totalidad de los «corpus», es decir, en el estado actual, a una quimera.

1 Hjelmslev (1971b: 99).

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[111]

El consenso atribuye a Saussure la iniciativa de la ruptura epistemo-lógica fundadora. La contraparte positiva de esa ruptura reside en la formulación del valor como concepto director de la lingüística. Sin em-bargo, la presentación del concepto de valor está precedida en el Curso de lingüística general [CLG] por la de «función semiótica» (Hjelmslev), es decir, por la relación factual entre un significado y un significante, lo cual conduce a Saussure a insistir en la solución de continuidad entre la significación y el valor:

Al forma parte de un sistema, [la palabra] es revestida no solamente de una significación, sino también y sobre todo de un valor, que es algo totalmente diferente1.

El valor se convierte en la contraparte de lo que podríamos llamar el carácter gregario del signo. Si esta hipótesis está en concordancia con la intuición, no es fácil, sin embargo, de verificar rigurosamente, puesto que la conmutación no es practicable. Todo lo que podemos hacer en una primera aproximación es examinar las definiciones que proponen los diccionarios, los cuales tienen, a pesar de todo lo que se les pueda reprochar, una «legalidad» de hecho, sin la cual no podríamos comuni-carnos de ninguna manera unos con otros... Hemos recogido las defini-ciones que figuran en el Petit Robert. ¿La razón? Sin tratar la cuestión a fondo, nos han parecido menos defectuosas que las del Littré o las del Tesoro de la lengua francesa [TLF]. Están generalmente en curso y evitan el desarrollo, defecto del TLF. El «corpus» se presenta así:

7. La aproximación saussuriana al paradigma

1 Saussure (1974: 196).

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miedo[avoir peur]

Fenómeno psicológico de carácter afectivo marcado, que acompaña a la toma de conciencia de un peligro, de una amenaza.

aprehensión[craindre]

Considerar (a alguien) como peligroso, dañino y por eso tener miedo.

inquietud[appréhender]

Considerar (algo) con temor; inquietarse por adelantado.

temor[redouter]

Temer que algo sea muy amenazante.

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[113]

Las recurrencias del plano de la expresión indican que los términos ele-gidos «expresan ideas vecinas». Sin embargo, una primera operación de selección permite distinguir entre un principio de conservación, ga-rante de la pertenencia isotópica, y un principio de refuerzo, garante del desplazamiento, es decir, de la no-sinonimia. Para el primer princi-pio mencionado, notemos: (i) la magnitud /tener miedo/ pasa de defini-do a definiente, y lo mismo para /aprehensión/ (craindre) e /inquietarse/ (aprehender); (ii) el /peligro/ (danger) está atestiguado en /tener miedo/, /aprehensión/ (craindre) e /inquietarse/ (appréhender), y por implicación en /asustarse/ (redouter); (iii) la actualización significada por /conside-rar/ es mantenida en /aprehensión/ y en /inquietarse/. A título de re-fuerzo hay que destacar varios puntos: (i) una serie ascendente simple:

alguien o algo → peligro → amenaza

(ii) /tener miedo/ con el sintagma /toma de conciencia/ es remitido a la «captación»; /aprehensión/ e /inquietarse/ remiten a la «mira», a la actualización, refuerzo que desemboca en la serie ascendente:

toma de conciencia → considerar → inquietarse por adelantado

Este paradigma no es neutro: presupone que el encuentro con otro se efectúa al menos bajo el signo de la desconfianza; (iii) el refuerzo es explicitado entre /inquietarse/ y /asustarse/.

8. Primera aproximación

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La composición de esas dos dinámicas desemboca en una serie as-cendente que tiene por base la distinción canónica propia de toda as-cendencia reconocida: [repunte vs. redoblamiento].

repunte redoblamiento

tener miedo[avoir peur]

inquietud[appréhender]

aprehensión[craindre]

asustarse[redouter]

La pregunta que surge ahora es doble: ¿es posible ir más lejos?, lue-go, y a título personal, ¿las ascendencias anotadas pueden ser descri-tas con las distinciones establecidas en Éléments de grammaire tensive [Semiótica tensiva, en español]? Si admitimos que uno de los haceres se-mánticos consiste en la travesía de un paradigma establecido, el reco-nocimiento del recorrido que lleva de [S1] a [no S1] según la perspectiva greimasiana, dicho recorrido puede ser efectuado con rapidez o con lentitud. Teniendo en cuenta que la lentitud es analítica, el recorrido efectuado según la lentitud conllevará más detenciones que el reco-rrido efectuado con rapidez. En virtud de la homogeneidad postula-da en Éléments de grammaire tensive, consideramos que el repunte y el redoblamiento participan del sistema que figura ya en la sección 4.5 de La estructura tensiva.

Como se ve, el método consiste en captar una relación manifestada, explícita como aquella que está indicada, con el designio de formular la diferencia entre «aprehensión» e «inquietarse», entre «aprehensión» y «asustarse», y luego, extenderla, en virtud de una homogeneidad arries-gada, a otras magnitudes. El postulado en virtud del cual las magnitu-des son «en el fondo» seriales y orientadas conduce a concebirlas como contadores íntimos, como mensuradores suficientes.

La primera constatación que se nos impone concierne a la comple-mentariedad de las nociones de «jerarquía» y de «análisis». Un nivel «dominado» analiza el nivel «dominante»: la noción de ascendencia es analizada por la introducción aspectual del «repunte» y del «redo-blamiento». A su vez, esas nociones de repunte y de redoblamiento son respectivamente analizadas por las parejas [inicio-progresión] y [amplificación-saturación]. Finalmente, esas nociones son resolubles en una combinación sintáctica de incrementos, unos positivos, otros negativos.

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115Segunda parte: nota Sobre la eStructura de loS paradigmaS

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Queda por establecer la pertinencia de esos requerimientos. La so-lidaridad de la morfología y de la sintaxis es aquí determinante. El paradigma examinado se presenta, desde el punto de vista morfoló-gico, como el análisis semiótico de un contínuum orientado como un [from → to]. ¿Cómo representarse esta intrincación? Sea la pareja [V → no V], la pregunta es simple: ¿cómo a partir de [V] pasar a [no V]? El cuadrado semiótico supone el problema resuelto; dicho de otro modo, el cuadrado semiótico escamotea el cuestionamiento. No-sotros suponemos que [V] y [no V] son magnitudes, entidades comple-jas y discretas: (i) en cuanto a la complejidad, son descomponibles en incrementos positivos y negativos, en más y en menos; (ii) por lo que respecta a la discreción, son «aumentables» o «disminuibles»1, a volun-tad. Según la dirección elegida, esos incrementos se presentarán como más o como menos, que intervendrán unas veces como operaciones; otras, como objetos2. Si, en su singularidad, la hipótesis tensiva supone que [V] solo contiene más, y que [no V] solo contiene menos, ¿cómo analizar el proceso que conduce de tal estado al estado contrario? En continui-dad con esas exigencias previas, la decadencia de [V] comporta varias fases que imaginamos así: (i) si [V] solo contiene más, la operación in-dudablemente prioritaria consistirá en el retiro de al menos un más, el cual pone un término a la plenitud de [V]; según la denominación, o la etiqueta, diremos que estamos en presencia de la moderación; (ii) para que el proceso no se detenga arbitrariamente ahí, para que, en suma, estemos verdaderamente en presencia de una pausa y no de una de-tención, conviene admitir que dicha operación se puede repetir; pues concebimos la disminución como la posibilidad del retiro de más de un más. El balance, después de esas dos fases constitutivas de la atenuación, se presenta así: no hay más de más y todavía ningún menos. A fin de consolidar la actualización de [no V] y la virtualización correlativa de [V], conviene proveer a [no V] de un menos.

La operación siguiente, en concordancia con la «mira» decadente, consiste en el añadido, discretamente concesivo, de al menos un me-nos, operación que designamos como reducción. Esta última, como la moderación precedentemente examinada, marca la posibilidad de una

1 Ponemos /disminuibles/ entre comillas porque si los diccionarios contienen /aumentables/, ignoran /disminuibles/.

2 Según Semiótica. Diccionario 1: «(...) el término “contradicción” designa al mis-mo tiempo una relación entre dos términos, y la negación de un término que provoca la aparición de otro», en Greimas & Courtés (1979: entrada: «Sintaxis fundamental», 2).

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117Segunda parte: nota Sobre la eStructura de loS paradigmaS

pausa. La continuación3 de la decadencia supone la superación de la reducción, es decir, el añadido de más de un menos, operación que de-signamos como una extenuación. Si esta extenuación alcanza el térmi-no que se tiene en la mira: menos que menos, la positividad colocada al comienzo es virtualizada; la decadencia, cumplida; la tonicidad del /no-miedo/ en nuestro diagrama queda agotada.

3 La categoría del aspecto ha sido confiscada, si la expresión se nos permite, por el verbo, pero es claro que en una perspectiva dinámica, esta reserva es arbitraria. La genericidad del aspecto se nos presenta en estos términos: com-promiso→continuación→culminación. Para responder a una distinción famo-sa de M. Weber, la ética de convicción valoriza y favorece el /compromiso/ y la ética de responsabilidad, el /cumplimiento/ o /culminación/.

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[119]

Acabamos de reconocer una de las finalidades de un sistema validado, a saber, la posibilidad de desplazarse «horizontalmente» según las dos modalidades de la ascendencia y de la decadencia, desplazamiento que hemos designado como la travesía del paradigma. ¿Es esa la única fina-lidad? Si está bien constituido, un sistema permite igualmente despla-zarse «verticalmente» de arriba abajo, es decir, de lo extendido hacia lo bajo, o sea, hacia lo local. Para entrever el alcance de esta propuesta, conviene referirla a tentativas del mismo orden. La primera concierne al esfuerzo de Saussure en los Principios de fonología1 por formular a partir de la pareja [implosión vs. explosión] propiedades propiamente silábicas de extensión aumentada. Como ya nos hemos referido a esta en varias ocasiones, no insistiremos más.

Un intento menos conocido se debe a la musicóloga G. Brelet en su bello libro Le temps musical [El tiempo musical]2. En el capítulo consa-grado al ritmo, propone como incrementos básicos: lo grave (thesis) y lo agudo (arsis); según la terminología corriente, lo grave corresponde al tiempo fuerte; lo agudo, al tiempo débil. Sin embargo, el mérito de Brelet consiste en no satisfacerse con la solución aceptada. ¿La razón? Porque esa solución no responde a la pregunta que se plantea Brelet: ¿cómo pasar de una jerarquía al movimiento?, ¿de una morfología a una sintaxis? La respuesta es esta: por una conversión de las valencias intensivas, aquí tónicas, en valencias temporales:

La oposición grave / agudo no es la oposición brutal del tiempo fuerte al tiempo débil, sino el enunciado discreto de un predominio cuali-

1 Saussure (1974: 106-126).2 Brelet (1949).

9. Dinámica de los valores sistémicos

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tativo del tiempo métrico “puro” sobre el tiempo “métrico” altera-do. Lo grave no es en efecto una seca percusión, sino la prevalencia de cierta zona temporal donde se puede encontrar en su pureza la forma esencial del ritmo3.

¿La ventaja? Mientras que las magnitudes acentuales son contrasti-vas, las magnitudes temporales son asociativas y, en ese sentido, per-miten proyectar magnitudes de envergadura desigual:

Así finalmente, encontramos en la base misma del ritmo pequeños pasos (la más pequeña síntesis rítmica), cada uno de ellos constitui-do de un punto de partida y de un punto de llegada, de un impulso y de su recaída, pequeñas unidades formadas por dos o tres sonidos (o sílabas) y que, encajándose unos en otros, dan nacimiento a los incisos, unidades más grandes que, agrupándose a su vez, siempre entre impulsos y recaídas, forman progresivamente los miembros, las frases, los períodos, hechos ellos mismos, como lo reconocían ya los Griegos, de una gran prótasis y de una gran apódosis4.

Las magnitudes no se difieren, pues, por su estructura, sino por su extensión y por su semiosis: G. Brelet tiene el cuidado de señalar el parentesco sistémico que existe entre la música y el lenguaje, ges-to que aprovechamos para recalificar la ascendencia como una «gran prótasis», y la decadencia como una «gran apódosis», que proceden una y otra por «escalones y por planos sucesivos».

Si la sub-dimensión de la tonicidad resulta garante inesperada de la estructura jerárquica, la sub-dimensión del tempo responde de lo que designaremos, a falta de mejor término, como la fisonomía diferen-cial del sentido. Siendo así que el tempo afecta al ser y al parecer de las magnitudes en medio de las cuales y con cuya ayuda circulamos5, sería muy extraño que el sentido escapase de esa determinación por el tempo. Según G. Brelet, la textura musical por sí misma se pliega a la autoridad del tempo:

3 Ibídem: 282.4 Ibídem: 284.5 Según Valéry: «La velocidad del pensamiento debería tenerse por tan significativa

como la de la luz (la cual ha tomado de 1675 a 1905 más o menos para ser va-lorizada). Dicha velocidad, propiedad de la sensibilidad, es relativa también a otras percepciones, entre las cuales se sitúa, —jugaría un rol en una verdadera “teoría del conocimiento», Valéry (1973: 1100).

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121Segunda parte: nota Sobre la eStructura de loS paradigmaS

Se podría decir que la rapidez del movimiento está en relación con un ritmo uniforme, simple, fácilmente perceptible; que ella expresa una armonía simple también, sin demasiadas irregularidades tona-les y modales, o incluso una polifonía sin gran complejidad. Todo pasa como si la vivacidad debiera poner remedio a una débil densi-dad musical, acomodarse al movimiento de la atención que resbala con abandono y facilidad sobre armonías y sobre ritmos inmediata-mente inteligibles6.

La incidencia de la rapidez sobre el contenido es simétrica e inversa a la de la lentitud:

De la lentitud se puede decir, inversamente, que está en relación con la complejidad armónica y rítmica, con la densidad musical de la obra, con su sutileza y con su riqueza. Porque el tempo lento nos da todo el tiempo para detenernos a gozar de las sutilezas de la forma, para seguir paso a paso la sinuosa aventura, para penetrar en las profundidades de la armonía7.

Tres observaciones se nos imponen: (i) esta determinación de la fi-sonomía del sentido por el tempo no es del orden del matiz; concierne más bien a la semiosis, es decir, a la relación del plano de la expresión con el plano del contenido, relación que escapa así a la arbitrariedad y a la divagación. A tal punto esto es verdadero, que si los niveles últimos del análisis desembocan en lo arbitrario, no sucede lo mismo con los niveles superiores, que están motivados, concordados, de acuerdo con una medida determinada que hay que determinar, con nuestra «má-quina de vivir»; (ii) las propiedades del sentido: por el lado del objeto, la alternancia entre densidad débil y densidad elevada; por el lado del sujeto, la alternancia entre accesibilidad inmediata y accesibilidad dife-rida; estas alternancias son al menos una parte del sentido —y tal vez más—; (iii) en relación con la hipótesis central de la semiótica tensiva, a saber, la relación entre una medida intensiva, propioceptiva, y un nú-mero extensivo, exteroceptivo, la abertura se sitúa concesivamente del lado de la lentitud:

6 Brelet (1949: 378).7 Ibídem.

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A partir de los fragmentos reproducidos, la semiosis presenta la configuración siguiente:

plano del →contenido

densidad elevada → sutileza →

comprensión diferida

densidad débil →simplicidad →

comprensión inmediata

plano de la →expresión

lentitud rapidez

G. Brelet insiste sobre un punto: que el ritmo sea rápido o lento, los constituyentes del ritmo no son definidos por su extensión: la articu-lación [posé vs. levé] (grave vs. agudo) es pertinente localmente, pero igualmente lo es en las fases más extendidas; el intervalo más pequeño tiene la misma «imagen» que el intervalo de mayor envergadura:

Además, en el ritmo, la parte “total”, como hubiera dicho Leibniz, prefigura el todo y la síntesis total de las partes, porque es, como el todo, relación de un impulso con una recaída o con un reposo8.

Las micro-estructuras y las macro-estructuras se parecen, y noso-tros acogemos esta persistencia como el garante de la homogeneidad.

8 Brelet (1949: 284).

cerrado

el tempo

abierto

rápido

lento

el número

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[123]

La autoridad del tempo no está calcada en la práctica musical que nos ofrece un director de orquesta que vela para que la orquesta respete escrupulosamente el tempo exigido por el compositor. El tempo ejerce su autoridad sobre el sentido por medio de la intercesión de las categorías modales1. A fin de dar cuenta del estado del campo de presencia en un momento dado, hemos propuesto la hipótesis de que el contenido de ese campo de presencia era, a beneficio de inventario, el resultado del concurso de tres modos: el modo de eficiencia, el modo de existencia y el modo de junción. El primer modo mencionado, el modo de eficien-cia, opone el tempo agudo del «sobrevenir» a la lentitud del «llegar a», el evento al ejercicio, la sorpresa a la rutina. Si el «sobrevenir» como tal, siendo como es por naturaleza imprevisible e intermitente, y si nin-gún acontecimiento sobreviene, el sujeto se dirige al «llegar a», con el cual ajusta razonablemente los fines y los medios, los objetivos y las recetas probadas. Este modo es más bien objetal, puesto que ve que tal magnitud invade el campo de presencia, o al contrario, escapa de allí súbitamente.

El segundo modo, el modo de existencia, opone la captación a la mi-ra. La captación es más bien el sobrecogimiento que ve cómo el sujeto queda conmovido, afectado, desconcertado:

1 El objetivo “modal” hay que vincularlo aquí no con la “modalidad” sino con el modo lingüístico.

10. Tempo y control del sentido

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La sorpresa es la cesación brusca de un régimen permanente = en-vestida de carnero. La previsión inmediata continua está impedida. El yo no tenía nada preparado —el yo órgano de los recomienzos, de las preparaciones, de la puestas en marcha ha sido adelantado2.

El surgimiento del evento le descubre al sujeto su «carencia de pro-porción», su déficit definitivo; sin contemplaciones de ningún tipo, ha-ce conocer al sujeto la limitación que desconoce y que, no obstante, lo constituye. Bajo estas premisas, el modo de existencia es más bien subjetal.

El tercer modo, el modo de junción, opone la concesión a la impli-cación, el a pesar de que al porque. Factual, súbita, brutal, la concesión desaprueba la legalidad fiducial, la solidez reiterada de las diversas dependencias que «tapizan» el campo de presencia. La concesión es algo así como el «acuse de recibo» del evento y, sancionando el evento como una intrusión, marca la heterogeneidad nueva del campo de pre-sencia. El tempo no es un ornamento, sino un principio estructurante. Gráficamente:

2 Valéry (1973: 1268).

«sobrevenir» modo de eficiencia «llegar a» «captación» modo de existencia «mira» «concesión» modo de junción «implicación»

tempo

rápido

lento

el evento

el ejercicio

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[125]

Nos gustaría mostrar ahora que los dos principios estructurantes men-cionados: (i) la recursividad de las estructuras que permite compren-der que lo extenso es la imagen de lo local, en el cual, como acabamos de ver, el juego del «impulso» y de la «recaída» es a la vez localizado y deslocalizado; (ii) la prevalencia de la dimensión de la intensidad, unas veces en virtud del tempo, otras en virtud de la tonicidad, es pertinente también en otras prácticas además de en aquellas que hemos consi-derado hasta ahora. El dominio reconocido es el de la forma poética propia de la poesía francesa a través de la rima «francesa» y del soneto «francés» llamado regular.

Lo escrito con miras literarias se reparte, según modalidades va-riables, entre poesía y prosa, entre la prosa, que procede por «saltos y brincos», y la poesía, obligada a respetar formas fijas. Los poetas, por supuesto, principalmente a partir del siglo XIX, se han esforzado en re-ducir esa oposición introduciendo el verso libre y promoviendo al mis-mo tiempo una prosa poética. Entre las exigencias que el poeta estaba obligado a respetar, la rima ocupaba un lugar realmente considerable, a tal punto que preguntarse por la sistematicidad de la poesía se reducía en la práctica a preguntarse por la sistematicidad de la rima francesa.

El análisis consensual de la rima contiene dos dimensiones: (i) la ri-queza en el plano de la expresión; el análisis corriente distingue dos gra-dos de riqueza: la rima rica o leonina y la rima pobre; (ii) en cuanto a la segunda dimensión, la cual interviene en los dos planos, tomamos de Mallarmé, incomparable analista del verso francés, el término de destello:

11. Poesía y sistematicidad

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El hecho poético mismo consiste en agrupar, rápidamente, en cierto número de rasgos iguales, para ajustarlos entre sí, pensamientos de otro modo alejados y dispersos; pero que todo eso destelle, y que rimen en conjunto1.

Para el plano de la expresión, los tratados de versificación estigma-tizaban, por ejemplo, el hecho de hacer rimar una con otra las magni-tudes compuestas con los mismos morfemas, como por ejemplo, dos adverbios terminados en «mente». Dos rimas así constituidas carecían de destello. Para el plano del contenido, el análisis corriente de la rima identificaba el destello con la amplitud de la distancia semántica que mediaba entre las magnitudes llamadas a rimar, y la falta de destello, la banalidad misma para algunos, la atribuían a la excesiva proximidad semántica de esas mismas magnitudes. Implícitamente, el destello era exigido en los dos planos. La relación entre esas diversas posibilidades es susceptible de una interpretación tensiva:

Este diagrama permite descubrir dos orientaciones: (i) si el acento se coloca en la riqueza fonética de la rima, eso puede resultar a expensas del destello semántico; los versos serán irreprochables fonéticamente, pero planos desde el punto de vista semántico; (ii) si el acento recae sobre la búsqueda del destello del sentido, eso puede resultar a expen-

1 Mallarmé (1953: 182-183).

pobreza

destello

riqueza riqueza

contrariedad

identidad

suficiencia

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127Segunda parte: nota Sobre la eStructura de loS paradigmaS

sas de la riqueza de la rima, la cual puede regresar hasta la asonancia, o incluso hasta desaparecer a favor de la aliteración en el espacio del verso-aliteración que Mallarmé recomendaba disimular.

La relación entre el soneto, que domina, y de lejos, la producción francesa, y la rima ha sido mal comprendida. Ha sido pensada, con la excepción de algunos (Malherbe, Lamartine, Banville, Valéry, Aragon) como una orden formal sin ninguna incidencia sobre el semantismo. Desde nuestro punto de vista, conviene invertir el orden de los datos: no hay que partir del soneto para ir hacia la rima, sino que hay que partir de la rima como intersección de la riqueza y del destello, para ir hacia el soneto. Este último es una amplificación de la estructura in-manente de la rima: (i) la búsqueda de la riqueza conduce a acusar de pobre la rima suficiente; (ii) el destello se satisface a menor costo con la alternancia de rimas masculinas y de rimas femeninas, incluso cuando estas últimas frecuentemente lo son solo «para el ojo»: en efecto, son femeninas en rigor estricto las rimas terminadas en una consonante que se pronuncia, y no, como se repite hasta el cansancio, las rimas terminadas en la vocal /e/. Esta estructura es propia de los cuartetos del soneto regular, aunque algunos poetas, y no los menos, han excedido este límite: así Ronsard, en un soneto del cual reproducimos el doble sistema de las rimas, de fin de versos, y para algunos versos con rima interna, en el hemistiquio, las ponemos en cursiva:

C1 C2 T1 T2

la rosefleur

couleurpleurs-l’arrose

reposed’odeurardeur

meurt-déclose

nouveautébeauté

tueé-reposes

pleursfleurs

mort-roses

Este soneto juega así con tres rimas solamente. Para el oído, las rimas de los cuartetos son femeninas; son masculinas a pesar de sus sufijos las rimas del dístico, es decir, las rimas de los versos 9 y 10. Mallarmé*, en el soneto que se conoce como el «soneto de las “x”», ha llevado más lejos aun esta reducción:

* St. Mallarmé, Poesías, seguidas de «Una tirada de dados» (edición bilingüe), Madrid, Hiperión, 2003, p. 160 [NdT].

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C1 C2 T1 T2

onyxlampadophore

Phénixamphore

ptyxsonoreStyx

s’honore

ordécornixe

encorse fixeseptuor

Para el ojo, las rimas masculinas de los cuartetos se convierten en femeninas en los tercetos y viceversa. [Para el oído solamente trabajan dos rimas: -ix, -or]. La tensión entre dos parejas de rimas, lejos de li-mitarse a un cuarteto, satura el soneto por completo. Ahí también, una estructura en principio local cambia a estructura extendida.

Los diferentes modelos que hemos revisado hasta ahora presentan una analogía fuerte:

incrementos↓

despliegue↓

Saussure implosión vs. explosión sílaba

Brelet agudo vs. grave prótasis y apódosis

hipótesis tensiva más vs. menos ascendencia vs. decadencia

la rima masculinidad vs. feminidad cuarteto y soneto

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[129]

Volvamos a nuestro sistema de la tonicidad. Más complicado, requiere dos veces tres componentes. A fin de favorecer la continuidad de la lectura, nos permitimos repetir aquí los análisis presentados ya en «La estructura tensiva». Establezcamos primero el léxico:

retiro = a1 añadido = a2 de al menos = b1 de más de = b2 un menos = c1 un más = c2

Con esta convención simple, podemos establecer la fórmula de las operaciones elementales que hemos reconocido:

Para la ascendencia: inicio : retiro de al menos un menos → a1 b1 c1 progresión : retiro de más de un menos → a1 b2 c1 amplificación : añadido de al menos un más → a2 b1 c2 saturación : añadido de un más de un más → a2 b2 c2

Para la decadencia: moderación : retiro de al menos un más → a1 b1 c2 disminución : retiro de más de un más → a1 b2 c2 reducción : añadido de al menos un menos → a2 b1 c1 extenuación : añadido de un más de un menos → a2 b2 c1

Estamos ahora en capacidad de extraer cierto número de «rimas» intensivas a partir de sus fórmulas tensivas. El emparejamiento supone la eficiencia de dos principios: (i) el acoplamiento se hace en cantidades iguales, o, lo que se reduce a lo mismo: a tempo igual; concretamente,

12. Analítica de la decadencia y de la ascendencia tensivas

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la magnitud [b] debe ser idéntica para cada uno de los términos de la pareja; (ii) como para la rima poética, la magnitud [c] en posición ter-minal fija la pertinencia. Sea entonces:

serie ascendente↓

serie decadente↓

inicio[a1 b1 c1]

moderación[a1 b1 c2]

progresión[a1 b2 c1]

disminución[a1 b2 c2]

amplificación[a2 b1 c2]

reducción[a2 b1 c1]

saturación[a2 b2 c2]

extenuación[a2 b2 c1]

La integración diagramática se presenta como sigue:

tranquilidad

ascendencia del miedo

deca

denc

ia d

el n

o-m

iedo miedo

aprehensión

inquietud

sustoterror

100

inic

io

prog

resi

ón

ampl

ifica

ción

satu

raci

ón

moderación

disminución

reducción

extenuación

1

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131Segunda parte: nota Sobre la eStructura de loS paradigmaS

Este diagrama establece a la vista la complejidad de las unidades tratadas, pero dicha complejidad no es simplemente constatada, sino deducida de la naturaleza misma del objeto semiótico, a saber, de su vocación para manifestar una intersección:

Los “objetos” del realismo ingenuo se reducen a puntos de inter-sección de haces de relaciones; lo cual quiere decir que únicamente ellos permiten hacer una descripción de los objetos, que no pueden ser científicamente definidos y comprendidos sino de esta manera1.

Basándonos en la convergencia que existe entre el análisis, la defi-nición en cuanto operaciones, y la complejidad en cuanto magnitudes tratadas, podemos volver a las definiciones tensivas de las magnitudes constitutivas de nuestro paradigma de referencia:

miedo

moderación del no-miedo

+

inicio del miedo

aprehensión

disminución del no-miedo

+

progresión del miedo

inquietud

reducción del no-miedo

+

amplificación del miedo

temor

extenuación del no-miedo

+

saturación del miedo

Queda por considerar la concordancia entre las definiciones «nove-lescas» de los diccionarios y las definiciones «algebraicas» propias de la hipótesis tensiva. Los límites de este acercamiento son manifiestos: la

1 Hjelmslev (1984: 40-41).

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hipótesis tensiva se da en un número limitado de términos en principio interdefinidos, y tiene en vista una homogeneidad tan consistente como sea posible; los diccionarios no ignoran totalmente la «interdefinición», pero la reducen a la sola mención de sinónimos. Para indicar que la ta-rea no es totalmente desesperada, consideraremos el término átono de la serie ascendente «inicio». No parece exorbitante ponerlo en relación con el sintagma «toma de conciencia» en la definición del Petit Robert. Este sintagma incoativo está en resonancia con el término átono de la serie ascendente «inicio», aceptado a su vez como «retiro de al menos un menos», como si esta definición aportase una respuesta a la pregun-ta: ¿cómo desencadenar una dinámica?, pues, de hecho, la definición de «inicio» es «la manera de empezar, de iniciar». En esas condiciones, la definición del diccionario se presenta como un sincretismo resoluble, justamente resuelto por la definición tensiva. El término siguiente /apre-hensión/ comporta dos rasgos operativos: (i) instala la actualización, equilibrio inestable entre los ya y lo aún no2; (ii) restaura la cronología restableciendo el enlace de antecedente a subsecuente alterado con el [avoir peur] [miedo]. El tercer término /inquietud/ lleva la actualización a un grado superior, o «la lleva más lejos», como lo exige Fontanier en el artículo que dedica a la «gradación» sintagmática3. El último término /temor/ [redouter] trata del objeto, y satura la serie ascendente iniciada por /tener miedo/: peligroso, perjudicial→amenazante→muy amena-zante. Desde el punto de vista analítico, la ascendencia proyecta en la cadena una serie ordenada de superlativos, la cual, para tomar la fór-mula de Fontanier, «fortalece los rasgos» capitalizando el precedente en el siguiente. La relación entre la hipótesis tensiva y el funcionamien-to del cuadrado semiótico puede ser precisada. Tres diferencias, según creemos, deben ser tomadas en cuenta: (i) el cuadrado semiótico trata solamente de la sintaxis intensiva, aquella que procede por aumentos

2 Tomamos este balanceo del siguiente fragmento de los Cuadernos de Valéry: «Notion des retards. Ce qui est (déjà) n’est pas (encore) – voici la Surprise. Ce qui n’est pas (encore) est (déjà) – voici l’attente», en Valéry (1973: 1290). [Noción de los retrasos. Lo que es (ya) no es (aun) – he aquí la Sorpresa. Lo que no es (aun) es (ya) – he ahí la espera].3 «La gradación consiste en presentar una serie de ideas o de sentimientos en un

orden tal que lo que sigue dice siempre un poco más o un poco menos que aque-llo que lo precede, según en que la progresión sea ascendente o descendente», en Fontanier (1968: 333).

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133Segunda parte: nota Sobre la eStructura de loS paradigmaS

y por disminuciones, y no toma en cuenta las operaciones de selección y de mezcla, aferentes a la sintaxis extensiva; (ii) todos los términos en la hipótesis tensiva son complejos —como hemos visto—, complejos con una condición, a saber, que la valencia de uno de los componentes puede ser nula; (iii) según el cuadrado semiótico, los «devenires» son sucesivos: el no-miedo debe, primero, ser debilitado, y solo entonces el miedo empieza a dilatarse. Ya se sabe: el cuadrado semiótico trata este encadenamiento como una implicación. Según los términos de la hipó-tesis tensiva, sucede de manera diferente: una magnitud tensiva es el lugar de ajuste de dos valencias, cuyo producto mental tendería hacia la constancia; así por ejemplo:

moderación x inicio ≈ dominación x progresión

Esta constancia, por el momento solamente entrevista, da cuenta de dos enigmas: la interdependencia y la definición hjelmsleviana de la estructura: (i) esta hipótesis del producto deja entender que las dos magnitudes están enlazadas entre sí por una correlación inversa: el cre-cimiento de una entraña, eventualmente con retraso, el decrecimien-to de la otra. Los devenires no son ya sucesivos como en el caso del cuadrado semiótico, sino sincrónicos, y la dependencia no es solamente posicional, sino activa, efectiva, es decir que produce efectos manifies-tos; (ii) esta interdependencia, profundamente reguladora, inspira la definición de la estructura propuesta por Hjelmslev: «una entidad au-tónoma de dependencias internas»4.

La constancia, la correlación inversa como modelo relacional, y el producto como modelo de inteligibilidad son manifiestamente caracte-rísticas de nuestra «máquina de vivir», y esa dependencia de los con-ceptos mayores de la teoría semiótica respecto a las modalidades de nuestra presencia en el mundo aparece como muy razonable. En con-cordancia con la hipótesis según la cual una magnitud semiótica sería primero un producto, el valor no deja de tener semejanza con la noción de cociente, la cual proporciona al sujeto un intervalo para medirlo pri-mero, para situarlo después, una vez reconocida la orientación tensiva, ascendente o decadente, de la misma.

Considerar los términos como «intersecciones» tensas, susceptibles de inversión, no deja de tener consecuencias para el sujeto obligado a dividirse; por ejemplo, el sujeto aprensivo [craintif] ¿es más bien un suje-

4 Hjelmslev (1971b: 28).

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to sensible a la decadencia creciente del no-miedo, o más bien un sujeto sensible a la ascendencia del miedo?, ¿un sujeto que permanece con-fiante constatando que su resolución solo es ligeramente disminuida?, o ¿un sujeto que logra evaluar, a la manera de numerosos personajes de los relatos (cuentos) de Maupassant, el progreso íntimo e irrefrenable del miedo? Dicho esto, encontramos por otros caminos una intuición de Greimas:

Se diría más bien que los sujetos de estado son por definición sujetos inquietos y los sujetos de hacer, sujetos veleidosos5.

La ambivalencia de las estructuras tensivas queda saldada por esas oscilaciones que los sujetos padecen sin llegar a resolverlas del todo.

5 Greimas (1989: 118).

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[135]

El modelo inmanente según el proceder saussuriano, sobre el cual nos hemos apoyado, subordina el valor al número de interdependencias en-contradas. La máxima de Saussure: «Como la palabra forma un sistema, está revestida no solo de una significación, sino también y sobre todo, de un valor»*, adquiere todo su sentido si se define la «significación» por la virtualización de las dependencias aferentes a la pertenencia de un sistema. Si ese número de dependencias es elevado, el contenido se aleja otro tanto a favor de la especificidad. Sea gráficamente:

13. Dualidad de los modelos

* Saussure (1974: 196) [NdT].

genericidad

+

significación

valor

interdependencia

– +

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Esa dependencia del sentido respecto al número no es la única. En el texto titulado De la consistance**, hemos propuesto un modelo de cua-tro términos que funciona igualmente, sin que lo hayamos tenido en la mira, como un cuarteto regular. Lo consideraremos a partir de un ejemplo escolar:

s1

↓s2

↓s3

↓s4

minúsculo↓

super-contrarioátono

pequeño↓

sub-contrarioátono

grande↓

sub-contrariotónico

inmenso↓

super-contrariotónico

La analogía de este sistema con un cuarteto se establece así: si el cuarteto poético mantiene dos cualidades: el género de la rima articula-da como [masculino vs. femenino] y la riqueza, el modelo de la matriz mantiene por su parte la cantidad tónica [elevada vs. débil], así como la posición en un continuum articulado según [mediano vs. extremo]. En nuestro ejemplo, esta presentación, que hemos designado como la matriz, hace «rimar», por un lado /minúsculo/ e /inmenso/ como super-contrarios; por otro lado, /pequeño/ y /grande/ en cuanto sub-contra-rios. En los Cuadernos, Valéry ilustra así este sistema:

El mundo no vale sino por los extremos y no dura más que por los medios. No vale más que por los ultras y solo dura por los moderados1.

Pero esta estructura que tiene por base la identidad de las posiciones, en el continuum, no es la única posible; otra organización es igualmente posible, que se apoya en la atribución del acento: [(s1 + s2) vs. (s3 + s4)]. En este caso, las magnitudes átonas [S1] y [S2] contrastan con las magnitu-des tónicas [s3] y [s4]. Disponemos así, en el estado actual, de dos mode-los: un modelo diagramático, el cual propone un camino, es decir, cierta distancia, y operaciones sencillas, que permiten pasar de un punto a otro, puesto que están constituidas de aumentos y de disminuciones, y de un modelo matricial, el cual atribuye a cada término una identidad suficiente.

** Zilberberg, De la consistance (http://www.claudezilberberg.net/pdfs/De%20la%20consistance.pdf).

1 Valéry (1974: 1368).

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137Segunda parte: nota Sobre la eStructura de loS paradigmaS

La pertinencia de esta dualidad es doble: (i) el modelo diagramático, adosado al texto de Saussure, es una analítica de lo mismo, el resultado de un jalonamiento más o menos cerrado, mientras que el modelo ma-tricial trata la alteridad; (ii) el modelo matricial permite generar términos complejos, especialmente términos concesivos apreciados:

inmenso minúsculo

↓ ↓

grande → 1grandor de lo inmenso

2grandor de lo minúsculo

pequeño → 3pequeñez de lo inmenso

4pequeñez de lo minúsculo

Un lector de Pascal reconoce enseguida en las combinaciones 2 y 3 los temas conjuntos del «infinito grandor» y de la «infinita pequeñez», a saber, que, para describir con fuerza perlocutoria el /grandor/, Pascal acude al léxico de la /pequeñez/ en la exacta medida en que para des-cribir la /pequeñez/ recurre al léxico del /grandor/2. Lo mismo diríamos a propósito del tema de la «inmensidad íntima» en la Poética del espacio de Bachelard3. Es claro que estas cuatro combinaciones no vehiculan los mismos valores tensivos: las combinaciones 2 y 3, indudablemente concesivas, puesto que mezclan magnitudes que la doxa tiene por irre-conciliables, pertenecen al orden del evento y de la detonación, por el principio de esa «diferencial de novedad» que Bachelard exigía al escritor. Y se comprende que, en retorno, los teóricos más clarividen-tes de la rima poética hayan estigmatizado las rimas semánticamente cercanas, pues constituye a su vez la sinrazón de las combinaciones 1 y 4. Estas últimas pueden ser redimidas si son tomadas a cargo, bajo condición expresa de lentitud, es decir, de paciencia por parte del suje-

2 Pascal (1954: 1105-1113).3 Bachelard (1981: 220-249).

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to, por el modelo diagramático, o sea, del modelo que tiene justamente vocación de comprometerse con el universo especial del matiz, del ca-mafeo, de lo «degradé inefable».

modelo diagramático

modelomatricial

modo de eficiencia → el «llegar a» el «sobrevenir»

modo de existencia → la «mira»: lo mismo la «mira»: lo otro

modo de junción → la implicación la concesión

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[139]

Una cuestión subsiste: nos hemos colocado en la hipótesis más favora-ble, aquella en la que el grupo de términos considerados asciende a cua-tro, lo cual nos ha permitido comparar el cuarteto poético rimado «a la francesa» con el cuarteto semiótico del modelo matricial. Hemos inclu-sive «trampeado» un poco al añadir /aprehender/ [inquietud] a la lista propuesta por Saussure. Pero la cifra de cuatro, que es —¿circunstancia favorable o desfavorable?— igualmente la misma que la del cuadrado semiótico, tiene la posibilidad de aumentar o de disminuir, si bien esa elasticidad exige un correspondiente o garante estructural, de tal ma-nera que la cuestión se enuncie en los siguientes términos: ¿cuál es el sentido de esa variabilidad del efectivo del paradigma?

Nuestra respuesta a esta pregunta penetrante es doble: (i) la pre-gunta apela a la noción de estilo a condición de desligar esta categoría de la isotopía estética, así como hemos desligado el modelo del cuar-teto regular de la isotopía del hacer poético. Dicho de otro modo, da-mos a la noción de estilo una extensión ampliada, a lo cual nos invita Merleau-Ponty en La prosa del mundo:

Cada vector del espectáculo percibido, más allá de su aspecto del momento, el principio de algunas equivalencias en las variaciones posibles del espectáculo, inaugura por su parte un estilo de la ex-plicitación de los objetos y un estilo de nuestros movimientos con relación a ellos1.

Aceptamos, pues, el modelo matricial de cuatro posiciones como un estilo posible, que alterne con un modelo matricial de dos o tres posiciones; (ii) el correspondiente estructural de esta variabilidad es el

1 Merleau-Ponty (1999: 174-175).

14. La cuestión

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tempo, en la medida en que G. Brelet ha mostrado, como hemos visto más arriba, que el tempo decide la densidad de la obra en el sentido en que la rapidez simplifica, mientras que la lentitud enriquece y comple-jiza. Con esta condición, un modelo de dos términos, que corresponde a la posición binarista, es un modelo de tempo rápido, puesto que el espacio del paradigma es atravesado de un solo salto, de una vez, sin actualizar ninguna pausa; esta posición corresponde a la antítesis del punto de vista retórico, a la antítesis de la que Fontanier declara que es portadora de destello, es decir, de la valencia intensiva suprema:

Es una de las figuras más brillantes; pero precisamente a causa de su destello demanda ser utilizada con mucha reserva en los temas serios2.

Considerar que el sentido está a merced del tempo se reduce a ad-mitir que, de una práctica a otra, lo que cambia es solamente el plano de la expresión. Así, en su obra maestra Conceptos fundamentales en la historia del arte, Wölfflin ha mostrado que la segunda pareja de catego-rías oponía la «presentación por planos» a la «presentación en profun-didad», pero esa oposición merece una semiosis para la cual la nitidez de los planos en el arte clásico y su debilitamiento en el arte barroco in-tervienen como un plano de la expresión que tiene por plano del conte-nido una diferencia de tempo: ralentización en el arte clásico, aceleración en el arte barroco:

El arte clásico dispone las partes en planos paralelos; el barroco, por su parte, conduce la mirada de adelante hacia atrás3.

Este análisis de Wölfflin se puede generalizar al precio de una iden-tificación radical: un estilo es una velocidad en la misma medida en que una velocidad es un estilo. La profunda observación de Merleau-Ponty: «El estilo hace posible toda significación»4, puede ser catalizada así: gracias a sus divergencias de velocidad, los estilos hacen posible tal significación singular. La prosodia como intersección del tempo y de la tonicidad debería equivalentemente ser admitida como magnitud defi-niente con el mismo título, por ejemplo, que las figuras y los ejemplos modales. Para Bachelard, la cólera es ante todo una aceleración:

2 Fontanier (1968: 379).3 Wölfflin (1989b: 16). 4 Merleau-Ponty (1999: 81).

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141Segunda parte: nota Sobre la eStructura de loS paradigmaS

La materia dura es dominada por la dureza colérica del trabajador. La cólera es aquí aceleratriz. Por lo demás, en el orden del trabajo, toda aceleración reclama cierta cólera5.

Si se menciona el sintagma fijo, el tópico, el lugar común —que Baudelaire6 admiraba—: «una explosión de cólera», se ve que la cólera entra en composición, se ajusta —pues una «cólera» puede ser «be-lla»—, con dos magnitudes de primer rango: el tempo y la tonicidad. La enunciación es ciertamente un asunto de perspectiva dominado por la búsqueda del mejor lugar, pero es igualmente un asunto de sincroni-zación y de desincronización. De esa dependencia del sentido respec-to del tempo y especialmente de la velocidad, los escritos de Michaux relativos al consumo de drogas alucinógenas dan testimonio. ¿No es acaso significativo que el rasgo más saltante de esa práctica sea una aceleración vertiginosa?:

Desafortunado el que pierde su “tempo” y se ve arrastrado por los “rápidos” del interior sobre los cuales no tiene ningún poder. En los momentos en los que tiene más necesidad de ser rescatado, eso no es ya posible. Todo rescate fracasa. Ve puertas abiertas, mil puertas, unos granos por aquí, varios puntos increíblemente numerosos por allá, vectores de conciencia, resbalan7.

Para captar el sentido de esos «sobrevenires» impetuosos, Michaux recurre a sub-valencias intensivas de tempo y de tonicidad propiocep-tivas, que son en el fondo prosodemas y que lo conducen a esta defini-ción inédita de la condición humana:

El hombre es un ser con frenos. Si suelta uno, grita su libertad (¡pobre!), a pesar de que le quedan cien más bien instalados. La velo-cidad de las imágenes, de las ideas, se debe a la pérdida de control. Solo los frenos convierten el pensamiento en lento y utilizable. Por naturaleza el pensamiento es extremadamente rápido, locamente rápido8.

5 Merleau-Ponty (1999: 81).6 Baudelaire (1954: 1200).

«Créer un poncif, c’est le génie.Je dois créer un poncif.»[Crear un tópico, eso es el genio.Yo tengo que crear un tópico] [NdT].

7 Michaux (2004: 133).8 Ibídem.

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A su escala, los términos de un paradigma revelan ser estilos, com-parables a las consignas musicales estabilizadas: adagio, andante, scherzo, etc. Si volvemos al paradigma del miedo, la vivencia del miedo no será la misma en un sistema de dos únicas posiciones, que sería en suma el régimen tímico de lo irascible o de lo sanguíneo, que en un sistema de cuatro posiciones: en un sistema de dos posiciones, la actualización del miedo es virtualizada, mientras que se desenvuelve «normalmente» en un sistema de cuatro posiciones.

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[143]

Nos gustaría adelantarnos a una objeción que se apoyaría en el siguien-te análisis de un texto de La Fontaine, debido a Fontanier:

[Ce charlatan] se vantait d’être En éloquence si grand maître Qu’il rendrait disert un badaud, Un manant, un rustre, un lourdaud; Oui, messieurs, un lourdaud, un animal, un âne; Que l›on m›amène un âne, un âne renforcé, Je le rendrai maître passé, Et veux qu’il porte la soutane.

([El charlatán] se vanagloriaba de seren elocuencia tan gran maestroque convertiría en elocuente a un papanatas; a un patán, a un zafio, a un lerdo;sí, señores, a un lerdo, a un animal, a un asno;que me traigan un asno, un asno reforzado,yo lo convertiré en maestro consumado,y quiero que lleve sotana).

Y Fontanier se encarga de precisar:

¡Qué hay de más encantador, en efecto, que esta Gradación! ¡Qué vi-va y ajustada, y cómo llega rápidamente a su último grado!1.

1 Fontanier (1968: 334).

15. Para terminar

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Subrayando la pregnancia del tempo y del «sobrevenir», esa afirma-ción contradice aparentemente nuestra hipótesis. Creemos, no obstan-te, que no es así en la medida en que nuestra propuesta se refiere al lugar del tempo en el sistema, mientras que la propuesta de Fontanier, a nuestro parecer, se refiere más bien al tempo sostenido en el proceso.

En razón de la primacía que ha atribuido a la narratividad proppia-na, la semiótica ha insistido explícitamente en la liquidación de la carencia e implícitamente en la proscripción del exceso, que se pue-de categorizar como una carencia de medida. Por lo demás, desde el punto de vista epistemológico, la semiótica ha hecho suya la relación entre el sistema y el proceso tal como la concibe Hjelmslev en los Pro-legómenos, a saber, que el proceso es respetuoso de las restricciones y de los límites propuestos por el sistema. Sin embargo, en algunas situaciones-condiciones, el proceso puede exceder el sistema manifes-tando una magnitud que el sistema había excluido, o bien desfasando un paradigma. La concesión subvierte el ordenamiento del paradigma proyectando un más allá de ese paradigma, por ejemplo, actualizando la insuficiencia del exceso, como lo hace Bachelard en el siguiente pasaje:

Entonces todo es positivo. Lo lento no es lo rápido frenado. Lo lento imaginado quiere también su exceso. Lo lento es imaginado como una exageración de la lentitud, y el ser imaginante goza no ya de la lentitud sino de la exageración de la relantización2.

Fontanier denomina «paradojismo» esa figura, y la comenta en es-tos términos:

[las palabras alejadas, una vez aproximadas] golpean la inteligencia con el más sorprendente acuerdo, y producen el sentido más verda-dero, así como el más profundo y el más enérgico3.

Proveedora de destello, la concesión apoya la fiducia, fortifica la to-nicidad, acrecienta la profundidad paradigmática:

2 Bachelard (1958: 26).3 Fontanier (1968: 137).

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145Segunda parte: nota Sobre la eStructura de loS paradigmaS

[Septiembre, 2009]

extensidad

+

tonicidad

fiducia

intensidad

concesión implicación

profundidad

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tercera Parte

Sobre la dualidad de la poética

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[149]

Pero, de hecho, ¿quién habla en un poema? Mallarmé quería que fuera el lenguaje mismo.

Valéry

Los modos semióticos son definidos por la función que desempeñan: dar cuenta de la diversidad, de la versatilidad de los discursos realiza-dos. Estos dependen de las magnitudes que ocupan el campo de pre-sencia. Esta metáfora del campo de presencia vale por su comodidad: el campo de presencia está constituido por las magnitudes que entran y salen en ese «espacio discursivo» con o sin acuerdo del sujeto. Entre las alternancias plausibles, la relativa al modo de eficiencia1 parece decisiva; concierne a la modalidad de la penetración en el campo de presencia por una razón que evocaremos en un instante. Una magnitud puede irrumpir en el campo de presencia y, para fijar las ideas, desencade-nar en el sujeto sorpresa, captación, una exclamación; o bien instalarse gradualmente, progresivamente. En el primer caso, hablaremos de la modalidad del «sobrevenir»; en el segundo, de la modalidad del «lle-gar a». Esta alternancia debe su repercusión a la cifra elevada, posible-mente extrema, del tempo: rápido en el caso del «sobrevenir», ralentizado en el caso del «llegar a»2. El modo de eficiencia debe su pertinencia a la

1 El término eficiencia ha sido tomado de Cassirer: «Pues toda realidad efectiva que captamos es menos, en su forma primitiva, la de un mundo preciso de cosas, erigido ante nosotros, que la certeza de una eficiencia viviente, experi-mentada por nosotros», en Cassirer (1988: 93).

2 Ver Zilberberg (2011: 10-16 y 145-147).

16. Los modos semióticos

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autoridad del tempo. En efecto, la hipótesis tensiva adopta como postu-lado, sin duda prioritario, que las magnitudes semióticas se hallan bajo la condición del tempo y de la tonicidad, o también, siguiendo a Valéry, porque la velocidad es un «factor de existencia»3.

Para una aproximación jerárquica de la semiosis, el mérito de una magnitud depende de las magnitudes que controla. En ese sentido, el modo de la eficiencia controla el modo de existencia, que formula la alter-nancia propia del sujeto: mira y captación, y por catálisis: la captación-sobrecogimiento. La «mira» es el correlato subjetal del «llegar a» en la medida en que la lentitud de ese «llegar a» hace posible para el sujeto la anticipación, la previsión y, de una manera general, la espera, puesto que, tanto para Bachelard4 como para Valéry5, la espera es como la ba-se de nuestro ser-en-el-mundo. La captación es el correlato subjetal del «sobrevenir» en la medida en que la rapidez opera una síncopa de la duración, la cual le retira al sujeto la facultad de actualizar, de anticipar la realización de tal programa juzgado enojoso. El modo de existencia mide el peso respectivo de lo esperado y de lo inesperado. En fin, el modo de eficiencia controla el modo de junción, que se refiere al objeto: si una magnitud que penetra en el campo de presencia aparece como una intrusa, como una extraña, referida a las que ya están allí instala-das, diremos que nos encontramos en presencia de la modalidad de la concesión, mientras que, en el caso contrario, a saber, si entran en con-cordancia con las allí instaladas, será designada como implicación. El modo de junción es definido por la alternancia entre la concesión y la implicación. Conviene insistir ahora en la disimetría entre el «llegar a» y el «sobrevenir». Este último, en razón de las sub-valencias elevadas de tempo y de tonicidad que le son propias, está en condiciones de pro-yectar un evento. En efecto, el evento es un sincretismo del «sobrevenir» por el modo de eficiencia, de la captación por el modo de existencia y de la concesión por el modo de junción. La estructura tensiva del evento se presenta como la intersección entre el modo de eficiencia y el modo de presencia, el cual ha sido definido aquí mismo por la tensión entre la actualización y la virtualización. Gráficamente:

3 «“Être” para un pensamiento, consiste en ganar la carrera —como el esperma-tozoide que será elegido. Así, la velocidad es un factor de existencia», en Valéry (1973: 1091).

4 «La conciencia pura se presentará como una potencia de espera y acecho», en Bachelard (1993: VI).

5 «No somos más que espera y calma», en Valéry (1973: 1272).

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151Tercera parTe: sobre la dualidad de la poéTica

El evento no ha tenido siempre, según creemos, el lugar que merece. Esto se debe en parte al hecho de que las sub-dimensiones, los resortes que él presupone, a saber, el tempo y la tonicidad, han sido conside-rados como algo desdeñable. En los Cuadernos, Valéry instala el evento como «constante concéntrica» existencial:

Cada cosa que tú ves es un evento, y cada idea, un evento, y tú mismo que te percibes por eventos (y que eres uno de ellos en este instante), tú eres también capacidad de eventos —y ella misma es uno más…6.

El evento es promovido como predicado director:

Sensibilidad es la propiedad de un ser de ser modificado transito-riamente, en cuanto separado y en cuanto que comporta no existir más que por eventos. La existencia es por eventos —en medio y durante el evento7.

Deleuze le hace eco:

(...) ¿qué debe ser un sujeto si sus predicados son eventos?8.

6 Valéry (1974: 322).7 Valéry (1973: 1168).8 Deleuze (1990: 218).

evento«sobrevenir»

realizaciónsin actualización

«llegar a»

actualización sin realización

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El modo de eficiencia, por la esquicia interna que encierra, da cuen-ta del reparto versátil de la existencia y de la posibilidad del estado de satisfacción y de la alegría-evento:

«sobrevenir»(captación)

«llegar a»(mira)

euforia → alegría bienestar

disforia → catástrofe desdicha

Si la relación del modo de eficiencia con el tempo es fácilmente ad-mitida, la relación del modo de eficiencia con la tonicidad raramente es tomada en cuenta. El único modelo aparentemente disponible para comenzar a pensar la tonicidad es el acento, con excepción de un deta-lle, a saber, que el consenso solo reconoce el acento en el plano de la expresión. Si en el plano de la expresión el acento es un sincretismo resoluble en «altura de la voz, estallido de la voz y duración subjetiva (protensiva)»9, no ocurre lo mismo en el plano del contenido. Si adop-tamos la hipótesis hjelmsleviana de la identidad de la forma en los dos planos, podríamos avanzar las proposiciones siguientes: (i) la intensi-dad no plantea problema si admitimos, siguiendo a Cassirer, que:

(...) [la impresión sensible] se afirma y se confirma por la simple in-tensidad de su presencia, por la impresión irresistible que la impone a la conciencia10.

(ii) la longura puede ser remitida a lo que Cassirer llama el «proceso de acentuación» de la existencia:

(...) ese proceso, que se expresa en la noción de «sagrado», culmina íntegramente y no cesa de afectar nuevos dominios y nuevos conte-nidos de la conciencia11.

Ese devenir está en conformidad con la estructura general bipolar de la extensidad, la cual se basa en la tensión entre lo /concentrado/ y lo /difundido/, entre lo /concentrado/, que abrevia la duración, y lo /difundido/, que la alarga; (iii) mucho más espinosa es la cuestión de

9 Jakobson (1963: 121).10 Cassirer (1998: 105-106).11 Ibídem: 112.

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153Tercera parTe: sobre la dualidad de la poéTica

la frecuencia, puesto que esta categoría no presenta correspondencia inmediata. El tratamiento de la altura de la voz por Jakobson apela a la noción de frecuencia. Sobre esta base, la frecuencia puede ser aproxi-mada a la noción de rareza: el evento pertenecería a la rareza si vamos a creer a aquellos que han abordado ya este punto: el thaumazein de los pensadores griegos, lo sublime para Longino, lo admirable para Descar-tes, lo bizarro para Baudelaire, lo fortuito para Breton12, lo insólito para Cassirer13. Si damos por válida esa correspondencia, el evento se con-vierte en acento en el plano del contenido, en la exacta medida en que el acento se convierte en evento en el plano de la expresión. En el segun-do volumen de Filosofía de las formas simbólicas, titulado El pensamiento mítico, Cassirer considera en estos términos la verbalización del afecto:

El mana y el tabú no sirven para designar algunas clases de objetos, lo que hacen es presentar el acento particular que la conciencia mágica y mítica pone sobre los objetos14.

El afecto a su vez es identificado con la interjección:

Se trata en esas dos nociones [mana y tabú] de lo que podríamos llamar interjecciones primarias de la conciencia15.

A partir de ese reconocimiento de la centralidad del afecto-evento, se abre la posibilidad de un punto de vista a partir del cual la verbali-zación del afecto y la sensibilización del verbo entren en reciprocidad la una con la otra.

Las observaciones que anteceden conciernen al metalenguaje. Debe-mos considerar ahora semióticas cuyo plano de la expresión esté bien caracterizado. Examinaremos primero el análisis ejemplar que hace Wölfflin del arte del Renacimiento y del arte barroco. Concretamente, se trata de evaluar la parte que ocupa el modo de eficiencia en la re-flexión de Wölfflin.

12 «Del acercamiento, en cierto modo fortuito, de dos términos ha brotado una luz particular, luz de la imagen, a la cual nos mostramos infinitamente sensi-bles», en Breton (1963: 51).

13 «El único núcleo un poco firme que parece quedarnos para definir el mana es la impresión de extraordinario, de inhabitual, de insólito. Lo esencial aquí no es lo que conlleva esa determinación, sino esa determinación misma, ese carácter de insólito», en Cassirer (1998: tomo II, 110).

14 Ibídem.15 Ibídem.

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[155]

En Renacimiento y barroco, Wölfflin hace notar la divergencia siguiente:

[El barroco] no evoca la plenitud del ser, sino el devenir, el evento; no la satisfacción, sino la insatisfacción y la inestabilidad1.

Según el modo de eficiencia, el arte del Renacimiento opta por el «llegar a»; el barroco, por el «sobrevenir»:

Uno [el estilo lineal] es el arte de lo que es, el otro [el barroco] es el arte de lo que parece2.

La oposición concierne a la diferencia de tempo, pero esa oposición no se da exactamente entre la rapidez y la lentitud, sino entre la ace-leración y la uniformidad, aceleración en el arte barroco, vinculado al «surgimiento», al «salto hacia adelante»; uniformidad en el arte del Re-nacimiento:

[El Renacimiento] nos ofrece esa belleza liberadora que sentimos como un bienestar general y como un acrecentamiento regular de nuestra fuerza vital3.

Según el modo de existencia, las propiedades semióticas del evento, que el modo de existencia y el modo de junción explicitan, son puestas de relieve: en nombre del «sobrecogimiento», el arte barroco presenta

1 Wölfflin (1989b: 82).2 Ibídem.3 Ibídem: 81.

17. Wölfflin

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eso que nos gustaría llamar, siguiendo a Focillon, un «coeficiente de brusquedad»4, el cual decide la orientación de la foria:

Allí donde la naturaleza muestra una curva, encontraremos tal vez un ángulo, y en lugar de una regresión o de un crecimiento conti-nuos y regulares de la luz, lo claro y lo oscuro aparecerán brusca-mente, por montones y sin transición5.

Gráficamente:

El modo de existencia reparte la temporalidad asignando la «du-ración» al arte del Renacimiento: «(...) la acción de una obra del Re-nacimiento es más lenta y más suave, y por lo tanto más durable»6, mientras que el arte barroco solo tiene derecho al «instante».

Según el modo de junción, el arte del Renacimiento es implicativo, puesto que la figura que lo resume es la del «crecimiento regular». La relación del sujeto con el arte barroco es paradójica, ya que, según Wölfflin, dicha relación se halla bajo el signo de una «suerte de náu-sea». Con esta condición inesperada, la relación del sujeto con el arte barroco resulta concesiva: conviene aceptar el arte barroco, a pesar de que provoque «insatisfacción e inestabilidad». Las tensiones relativas a los modos semióticos se declinan así:

4 «¿Qué es el evento? Acabamos de decirlo: una “brusquedad eficaz”», en Foci-llon (1996: 99).

5 Wölfflin (1989b: 24).6 Wölfflin (1989b: 82).

barroco[sobrevenir]

rápido

desazón

lento

tranquilidad

tempo

timia

Renacimiento[llegar a]

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157Tercera parTe: sobre la dualidad de la poéTica

alternanciaarte del Renacimiento

↓arte barroco

modo de eficiencia → «llegar a» sobrevenir

modo de existencia → duración → mira instante → captación

modo de junción → implicación concesión

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[159]

Acabamos de examinar una semiótica cuyo plano de la expresión es, en la opinión general, la simultaneidad, semiótica en la que la tensión entre el «sobrevenir» y el «llegar a» se revela como pertinente. A fin de acre-centar la validez de nuestra hipótesis, debemos considerar ahora una semiótica cuyo plano de la expresión consista en la sucesión. Hemos elegido la poética tal como ha sido formulada a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Francia por los poetas teóricos. En efecto, des-de Baudelaire hasta los surrealistas y más acá, como por ejemplo Fr. Ponge, los poetas franceses han revelado ser notables analistas. Inver-samente, grandes críticos, pensamos concretamente en G. Bachelard, han añadido a sus comentarios una auténtica dimensión literaria. Nos proponemos, pues, establecer que la poética tiene que ver con el modo de eficiencia, y que, por consiguiente, existen dos poéticas: una poética del «llegar a» [parvenir] y una poética del «sobrevenir» [survenir].

Se debe sin duda a Jakobson que dispongamos de la aproximación más penetrante a la poética. En el amplio estudio con el título signifi-cativo de Lingüística y poética, Jakobson enuncia el principio director de su investigación:

La función poética proyecta el principio de equivalencia del eje de la selección sobre el eje de la combinación. La equivalencia es promo-vida al rango de procedimiento constitutivo de la secuencia1.

1 Jakobson (1975: 360). [En español: Ensayos de lingüística general, Barcelona, Seix Barral, (Ensayo: «Lingüística y poética»), 1975]. En Poesía de la gramática y gra-mática de la poesía, se lee igualmente: «Se puede adelantar que en la poesía la similaridad se superpone a la contigüidad, y que, por consiguiente, la equiva-lencia es promovida al rango de procedimiento constitutivo de la secuencia» (1973: 225).

18. Poética del «llegar a»

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El análisis de Jakobson opta por la sintaxis extensiva de las selec-ciones y de las mezclas. Su singularidad se debe a que procede a una operación de selección y a una operación de mezcla, ambas inespera-das. Por lo que concierne a la operación de selección: la elección de la inmanencia es tal que rechaza el léxico y la palabra y los deja fuera de la poesía misma:

El escritor ruso Veresaev ha reconocido en sus notas íntimas que no pocas veces a él le parecía que las imágenes no eran más que una imitación fraudulenta de la verdadera poesía2.

Por lo que se refiere a la operación de mezcla, ella consiste en «mez-clar», en virtud de su analogía, la poesía y la geometría:

Existe a este respecto una analogía notable entre el rol de la gramá-tica en poesía y, en el pintor, las reglas de la composición fundadas en un orden geométrico latente o manifiesto, o al contrario, una re-belión contra toda ordenación geométrica. En el dominio de las artes figurativas, los principios de la geometría constituyen (...) una “bella necesidad”3.

El mérito de Jakobson es doble. En el plano del contenido, la poesía está —como deber ser— a las órdenes de la lengua: «La lengua es la forma con la cual concebimos el mundo»4. En el plano de la expresión, la poesía está dotada de un significante específico: el paralelismo; res-pecto al cual podemos preguntarnos si él es la causa o la consecuencia de la aproximación a la geometría. Jakobson invoca la figura, pero po-dríamos también preguntar si el número no comparte con la figura esa dirección del hacer poético:

Una plumada de tinta aplastada en un doblez del papel y uno ob-tiene una mancha simétrica. (...) Así la repetición de cualquier cosa ya no es cualquier cosa. (El papel plegado y recortado-) = Pasaje del accidente a la ley. Cf. la rima;La introducción de simetrías en el discurso, sea por el sonido (pies, cesuras, rimas), sea en las ideas (metáforas), dan al discurso el as-pecto de no ser más que medio, un acto de circunstancia; pero tam-bién de existir en sí, de valer por cualidades intrínsecas —por los

2 Ibídem: 227.3 Ibídem: 227-228.4 Hjelmslev (1971b: 173).

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161Tercera parTe: sobre la dualidad de la poéTica

diversos enlaces de sus momentos— cada uno de los cuales entabla más de una relación con cada uno de los otros (...).Así se establecen las figuras de tiempo5.

La duplicación es un significante que tiene por significado la «moti-vación relativa» tal como la entiende Saussure:

Todo lo que se refiere a la lengua exige, es nuestra convicción, ser abordado desde este punto de vista, que apenas lo mantienen los lingüistas: la limitación de lo arbitrario6.

La poética del «llegar a» se presenta como una máquina, una matriz repetitiva que interviene en niveles definidos por la longura de la cade-na discursiva que conservan. En los límites de nuestra investigación, encontramos sucesiva y sucintamente el verso, la rima y el poema. En el estudio titulado Microscopia del último Spleen, Jakobson propone considerar que los grandes versos obedecen a una «presión anagramá-tica». En el Spleen IV, esa presión emana del título Spleen, y más parti-cularmente del trífono /spl/:

El último poema que lleva ese título convierte esa palabra en tema de claras alusiones y la anagramatiza progresivamente, repitiendo sobre todo los dífonos sp, pl y, con una mezcla de líquidas, el trífono /spr/: I, l’eSPRit, PLus; II, eSPérance, PLafonds; III, PLuie, PRison, peuPLe; IV, eSPRits, L’eSPoir, PLeuRe, deSPotique. El último ver-so esboza un anagrama del vocablo entero: sur mon crâNe incLINé PLante son draPeau Noir7.

El análisis de Jakobson es seductor y difícil:

También Le Gouffre (...) repite la palabra gouffre en el primer verso del soneto y repite los fonemas a partir del segundo cuarteto: paR-tOUt la pRo-Fondeur, la GRève//, SuR le Fond, multiFOrme, GRand tROU//, hoRReur, OÙ//, FenêtRes//, toujOURs, NombRes, ÊtRes/8.

Sin embargo, varias relaciones no dejan de ser problemáticas: la continuidad entre /gouffre/ et /horreur/, por ejemplo, es demasia-do floja para ser notada; lo mismo ocurre con /multiforme/. Lo que

5 Valéry (1974: 313).6 Saussure (1974: 212).7 Jakobson (1973: 434).8 Ibídem: 435.

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debilita la tesis de Jakobson es la ausencia de referencia a una con-dicionalidad múltiple. En primer lugar, conviene afirmar lo que A. Riegl designa como Kunswollen, la «voluntad artística» del enunciado; de lo contrario, el modo de empleo de un instrumento, el reglamento de una institución, un artículo de periódico ofrecen tantas relaciones anagramáticas como el poema más trabajado. En segundo lugar, un principio de vecindad o de proximidad que vea en la distancia un fac-tor de debilitamiento de la identidad. En tercer lugar, una pregnancia silábica que conduzca a tomar en cuenta el lugar de los fonemas esco-gidos. Esta preocupación llevó a Mallarmé a retener como atractores la rima y la primera sílaba del verso provista de su «respetada mayúscu-la». En fin, una prevalencia del consonantismo sobre el vocalismo que tendría por abogado a A. Spire9. Ilustraremos estas demandas con un ejemplo tomado de Spleen.

El primer cuarteto del último Spleen enuncia:

Quand le ciel bas et lourd pèse comme un couvercleSur l’esprit gémissant en proie aux longs ennuis,Et que de l’horizon embrassant tout le cercleIl nous verse un jour noir plus triste que les nuits;*

[Cuando el cielo plomizo pesa como una tapaderasobre el espíritu gimiente presa de un largo hastío,y que cubriendo el círculo de todo el horizonte nos ofrece un día negro más triste que las noches;]

Jakobson acerca /espíritu/ a /plus/, pero ese acercamiento contravie-ne el principio de proximidad que nosotros hemos postulado. Supo-nemos que un lexema, por el hecho de su posición en el verso: fin de verso acentuado o posición inicial, proyecta sus fonemas en el verso. Esa magnitud la designamos como el endograma y formulamos la hi-pótesis de que este proyecta sus fonemas en un espacio calificado de exograma. Dicha disposición, según Hjelmslev, está en conformidad con la estructura canónica que enfrenta un término /concentrado/ con un término /difundido/.

9 Spire, Plaisir poétique et plaisir musculaire, New York, S. E. Vanni, 1949.* Baudelaire, Flores del mal, edición bilingüe, Madrid, Cátedra, 1997, pp. 304-305

[NdT].

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163Tercera parTe: sobre la dualidad de la poéTica

concentrado↓

endograma

difundido↓

exograma

Lo cual da para el segundo verso:

Sur l’esprit gemissant en proie aux longs enmuis,

El lexema /esprit/ puede aspirar a la posición de endograma a partir de las identidades siguientes: [eSprit/gemiSSant/], [/esPRit/ PRoie/], [/esprIt/ennuIs/].

La hipótesis de Jakobson presenta un caso privilegiado: el endogra-ma recae en el título, lo cual es excepcional. El caso corriente conduce a multiplicar los endogramas, aunque el soneto regular «a la francesa», por la duplicación de las rimas en los cuartetos, reduce el número de endogramas, y a partir de esa pluralidad restringida, es posible regular las tensiones entre esos diferentes endogramas10. Se trata, según confe-sión de Mallarmé, de «disimular los juegos aliterativos».

Vengamos a la rima. A la pregunta directa: ¿con qué derecho hacer un capítulo sobre la poética del «parvenir» [«llegar a»]? Respondemos lo siguiente: la complejidad de la rima es tal, las prescripciones posi-tivas y negativas tan numerosas que el trabajo de la rima supone la lentitud y la progresividad del «parvenir». Como lo indica Lotman, la rima reposa en un juego de la diferencia y de la semejanza tanto en el plano del contenido como en el plano de la expresión:

La naturaleza de la rima consiste en el acercamiento de lo que es diferente, y en la revelación de la diferencia en lo semejante. La rima es dialéctica por naturaleza11.

En el plano de la expresión, la alternancia entre las rimas masculi-nas y las rimas femeninas suplantó la homofonía practicada en la Edad Media. Se produjo un paso de la semejanza a la diferencia. Inversamen-te, la búsqueda de la rima rica indica una avanzada de la semejanza. En el plano del contenido, se advierte una proscripción de la semejanza gramatical y lexical:

10 En nuestro análisis de Larme [Lágrima] de Rimbaud, hemos ensayado aplicar ese modelo, cf. Zilberberg (1988: 209-220).

11 Lotman (1998: La semiosfera II: «La estructura del texto artístico»).

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Se tolera la rima de beauté con bonté, de trouvée con lavée, de délibérer con pleurer, de trouva con cultiva, de puni con fini, perdu con vendu, éclatant con important, porque la rima de esas palabras contiene la misma consonante delante de la vocal acentuada; pero se prefiere con mucho hacer rimar bonté con persécuté, trouvée con corvée, trouva con il va, puni con nid, abattu con vertu. Lo que equivale a decir que se invita a acoplar palabras que pertenecen a un mismo tipo de forma-ción o una misma categoría gramatical12.

Conviene igualmente no hacer rimar palabras que por el sentido son próximas la una de la otra:

Las palabras que se atraen casi forzosamente, como gloire y victoire, guerriers y lauriers, constituyen rimas banales13.

Las rimas irreprochables, según Malherbe y Banville, son aquellas que apelan a los antónimos:

La razón de que [Malherbe] dijese por qué era preciso rimar más bien palabras alejadas que aquellas que tuvieran mayor cercanía ra-dica en que se lograrían versos más bellos acercándolas que riman-do aquellas que tuviesen casi la misma significación14.

Esa orientación es compartida por Banville:

Vuestra rima será rica y bella si es variada: ¡impecablemente rica y variada! Es decir, aquella que haga rimar conjuntamente, tanto como sea posible, palabras muy semejantes en SONIDOS, y muy alejadas en SENTIDO15.

Uno de los secretos de la rima se deja enunciar: las buenas rimas tie-nen una trama concesiva en la medida en que en el plano de la expresión la «mira» prefiere la «riqueza», la semejanza, mientras que en el plano del contenido la «mira» actualiza la «variedad», es decir, la diferencia. La semejanza en el plano de la expresión invita a superar la divergen-cia en el plano del contenido:

12 Grammont (1965: 36-37).13 Ibídem: 36.14 Racan, Mémoires pour servir à la vie de Malherbe, citado por De Sousa (1892: 69).15 De Banville (1903: 201-202).

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165Tercera parTe: sobre la dualidad de la poéTica

El hecho poético mismo consiste en agrupar, rápidamente, en cierto número de rasgos iguales, para ajustarlos, tales o cuales pensamien-tos lejanos y dispersos: pero que eso destelle depende de que rimen juntos16.

En un dispositivo jerárquico, las magnitudes integrantes son cam-biadas en integradas a medida que uno se desplaza en la jerarquía: la rima se convierte en una parte del poema. En los límites de este estudio nos atendremos al soneto. Existe un misterio con relación al soneto; su longevidad y su difusión en Europa no han dejado de sorprender. En su Petit traité de poésie française, Th. de Banville aborda en estos términos la dinámica del soneto:

El último verso del Soneto debe contener un rasgo —exquisito o sor-prendente, o excitante— que suscite la admiración por su justeza y por su fuerza.

Lamartine decía que debería bastar con leer el último verso de un Soneto; porque, añadía, un Soneto no existe si el pensamiento no es violenta e ingeniosamente resumido en el último verso.

El poeta de las Harmonies partía de una premisa muy justa; pero sacaba de ella una conclusión absolutamente falsa.

Sí; el último verso del Soneto debe contener el pensamiento del Soneto completo.

No; no es cierto que por eso sea superfluo leer los trece primeros versos del Soneto. Porque en toda obra de arte, lo que interesa es la destreza del obrero, y eso es lo más interesante de ver:

Cómo ha desarrollado primero el pensamiento que debía resumir después. Y cómo ha conducido ese rasgo extraordinario hasta el verso cator-ce —que dejaría de ser extraordinario si hubiese surgido como un hongo (...)17.

Conviene poner de relieve la modernidad del punto de vista de Banville. Establece la pertinencia formal de la observación de Lamarti-ne. Esa pertinencia es triple: (i) formula la relación paradigmática que confronta /resumen/ con /desarrollo/; (ii) subraya la característica sin-

16 Mallarmé (1953: 182-183).17 Banville (1903: 201-202).

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tagmática que singulariza el soneto, a saber, que el /desarrollo/ prece-de al /resumen/; (iii) desde el punto de vista tensivo, si el /desarrollo/ depende, para el enunciador, del «parvenir» [ «llegar a»], el /resumen/ depende, para el enunciatario, del «survenir» [«sobrevenir»], porque, siempre según Banville, «el rasgo final debe sorprender al lector»; la me-táfora que sostiene la descripción de Banville no es la narrativa, sino la teatralidad.

Si Lamartine, seguido por Banville, opta por una asimetría muy fuerte [trece versos vs. un verso], que nos invita a pensar que el verso decimocuarto hace juego igual con los trece versos que lo preceden, Aragon, más próximo a la letra rimada del soneto regular, opta por una relación simétrica entre los cuartetos y los tercetos:

(...) las rimas (en los cuartetos) son como los muros del poema, el eco que habla al eco se refleja dos veces, y uno creería que no puede salir de allí; la misma sonoridad cerca dos veces los cuartetos, de tal suerte que el cuarto y el quinto verso están unidos por la mis-ma rima, que hacen invisibles esos dos equilibrios. La precisión del pensamiento debe justificar aquí las rimas escogidas, y debe darles su carácter de necesidad. De ese pensamiento musicalmente prisio-nero, uno se evadirá en los tercetos, renunciando a ese juego con rimas nuevas: y en eso consiste la severa belleza de los dos versos del primer terceto que riman entre sí (según la disposición marótica* francesa) para dejar el tercer verso con rima impar, suspendida en el aire, sin respuesta hasta el final del soneto, como una música erran-te..., hasta que se encuentre con la rima del último verso.

Porque el terceto, al contrario del cuarteto cerrado, bloqueado en sus rimas, permanece abierto, como descabezando un sueño. Y le responde, de manera parecida, el segundo terceto con la rotación repetida de dos versos rimados entre sí con una rima nueva, inde-pendiente, que hace balance con el dístico inaugural del primer ter-ceto, mientras que el verso impar, el tercero del segundo terceto y el último del soneto (que, si no consideramos más que este único terceto, se diría un dedo levantado), que rima con su homólogo del primer terceto, es como la resolución del acorde inacabado. Pero, por el hecho de su posición misma, ya que cierra el soneto, dejará libre el espíritu para seguir la imagen y la ensoñación18.

* marótica: «Que imita el estilo de Cl. Marot (1495-1544), considerado durante el período clásico como el modelo de la poesía arcaica, ligera y simple» (Diccio-nario Petit Robert) [NdT].

18 Aragon (1954: 67-68).

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167Tercera parTe: sobre la dualidad de la poéTica

Aragon capta el conjunto de tres singularidades: (i) la identidad del cuarto y del quinto verso; (ii) el dístico formado por los versos 9 y 10 que modaliza el undécimo verso como expectante de una resolución que es propuesta por el segundo terceto y más particularmente por el verso catorce; (iii) la identidad de los versos 11 y 14. Desde el punto de vista tensivo, la lectura del soneto como esquema puro de toda signifi-cación lexical opone el «corsé estrecho de los cuartetos» a la «libertad razonable del sueño» en los tercetos.

Al término de este rápido sobrevuelo, se plantea la cuestión de sa-ber si los tres órdenes de magnitudes corrientemente distinguidos: el verso, la rima y el poema, forman un conjunto o una estructura. Afir-mar una estructura es afirmar la posibilidad de un análisis que desem-boque en una red de dependencias.

En el caso que nos ocupa, el del soneto regular, la deducción va del poema a la partición en cuartetos y en tercetos; dicha partición a su vez conduce a la rima repartida entre rima de «llamada» [appel] y rima de «evocación» [rappel]; en fin, desde nuestro punto de vista, el ver-so mismo se reparte en «endograma-fuente» y «exograma-meta». A la «verticalidad» de la rima responde la «horizontalidad» del verso. Esta estructuración conforta el sentimiento ingenuo, el cual considera que, comparada con la prosa, la poesía es difícil, y que por eso esta última demanda tiempo al enunciador y paciencia al enunciatario, es decir que exige los requisitos mismos del parvenir [«llegar a»].

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[169]

Hemos visto que Jakobson privilegiaba la gramática a expensas del léxico. Por exigencia de estructura, la denegación del «llegar a» [parve-nir] conduce a una semantización y a una valorización del lexema, pe-ro este viraje supone que este último concentra una complejidad, una riqueza virtual importante:

Es notorio que los lexemas se presentan con frecuencia como con-densaciones que recubren, por poco que se los explicite, estructuras discursivas y narrativas muy complejas1.

Lo cual se reduce a postular que una magnitud sistémica implica el sistema del cual depende. Esta hipótesis admite dos consecuencias: (i) una figura de retórica sin duda sub-estimada, la sinécdoque ascen-dente, que expresa un «todo» por «una» de sus partes, indica que esta operación es corriente; (ii) las categorías, que son la firma de la teoría, se convierten en las definientes de las magnitudes significadas por el discurso. Para ilustrarlo, hemos elegido un extracto del «Noveno pa-seo» de Rêveries du promeneur solitaire de J. J. Rousseau por la calidad y por la profundidad del análisis que conduce:

La felicidad es un estado permanente que no parece hecho aquí aba-jo para el hombre (...) La felicidad no tiene enseña alguna exterior; para conocerla habría que leer en el corazón del hombre feliz; pero el contento se lee en los ojos, en la compostura, en el acento, en el andar, y parece comunicarse a aquel que lo percibe. ¿Hay goce más dulce que ver un pueblo entero entregarse a la alegría en un día de fiesta, cuando todos los corazones se dilatan con los rayos expansi-vos del placer que pasa rápidamente, aunque vivamente a través de las nubes de la vida?2

1 Greimas (1983: 255).2 Rousseau (1964: 155).

19. Poética del «sobrevenir»

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Según el estado de avance del análisis, nosotros practicamos el aná-lisis modal a partir de los modos semióticos, o bien el análisis valencial a partir de las sub-valencias, es decir, de las magnitudes aferentes al espacio tensivo. En este momento, la jerarquía de las sub-valencias se declina de la manera siguiente:

• el tempo confronta la rapidez y la lentitud;• la tonicidad confronta lo tónico y lo átono;• la temporalidad confronta la longevidad y la brevedad;• la espacialidad confronta la abertura y el cierre.

El cuadro que sigue resume el análisis de Rousseau:

definidos →

definientes ↓

felicidad↓

contento↓

tempo → lentitud rapidez

tonicidad → éxtasis suavidad

temporalidad → permanencia fugacidad

espacialidad → cierre abertura

Constituyendo este cuadro, no hacemos otra cosa que redactar de otra manera las recetas respectivas de la /felicidad/ y del /contento/ según Rousseau. Desde el punto de vista tensivo, la /felicidad/ y el /contento/ se instalan así en el espacio tensivo: la /felicidad/ es intensa, pero restringida: es «personal», «privada», mientras que el /contento/ es moderado, pero «expansivo»: «parece que se comunica a aquel que percibe».

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171Tercera parTe: sobre la dualidad de la poéTica

Las sub-valencias son, en suma, los harmónicos del lexema / felicidad/.

Este advenimiento de la palabra ha sido ante todo promovido por los poetas y singularmente por Mallarmé:

La obra pura implica la desaparición elocutoria del poeta, que cede la iniciativa a las palabras, movilizadas por el choque de su des-igualdad3.

Pero la palabra conlleva consigo la lengua, como lo indica Bachelard en La poética del espacio:

Sí; quien sabe mimar las palabras, acariciar una palabra, descubre que la perspectiva verbal interna es más amplia que todo pensamien-to. Meditando sobre una palabra, estamos seguros de encontrar un sistema filosófico. La lengua es más rica que toda intuición. Uno es-

3 Mallarmé (1954: 366). Valéry cuenta, a propósito de Mallarmé, la anécdota si-guiente: «Un día, cenando en casa de Berthe Morisot con Mallarmé, me confió que Degas se lamentaba del mal extremo que le producía la composición poé-tica: “¡Vaya oficio!”, gritaba, “he perdido todo el día con un sagrado soneto sin avanzar ni un paso... Y, sin embargo, no son las ideas las que me faltan... estoy lleno de ideas... Tengo demasiadas...”.

Y Mallarmé, con su dulce profundidad: “Pero, Degas, no se hacen versos con ideas... Los versos se hacen con palabras”.

Ese era el único secreto. No es preciso creer que se pueda captar la sustancia sin alguna meditación». Valéry (1960: 1208).

felicidad+

+

intensidad

extensidad

contento

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cucha en las palabras más de lo que ve en las cosas. Ahora bien, es-cribir es reflexionar con palabras, es escuchar las palabras con toda su resonancia4.

En el capítulo titulado «La inmensidad íntima», Bachelard analiza la puesta en discurso de la configuración de la inmensidad en el texto baudelairiano:

Hay momentos de la existencia en los que el tiempo y la extensión son más profundos, y el sentimiento de la existencia, inmensamente aumentado5.

El análisis de Bachelard toma en cuenta tanto el plano del contenido como el plano de la expresión. A propósito de la vocal /a/ en el lexema «vaste», Bachelard escribe:

Cuando continúo sin fin mis ensoñaciones de filósofo indócil, llego a pensar que la vocal a es la vocal de la inmensidad. Es un espacio sonoro que comienza en suspiro y que se extiende sin límites6.

En el plano del contenido, el texto de Bachelard resalta la cuestión del superlativo exigiendo su recursividad. Desde el punto de vista ten-sivo, lo /inmenso/ depende de la sintaxis intensiva de los aumentos y de las disminuciones, y se presenta como el término de la ascendencia tensiva:

super-contrarioátono

s1

sub-contrarioátono

s2

sub-contrariotónico

s3

super-contrariotónico

s4

minúsculo pequeño grande inmenso

aminoración atenuación repunte redoblamiento

← decadencia ascendencia →

4 Bachelard (1973: 184).5 Bachelard (1997: cap. VII, y p. 236).6 Bachelard (1981: 216). [Recordemos los primeros versos de Sinfonía en gris ma-

yor de Rubén Darío, donde la aliteración de la a produce un impresionante efecto de «inmensidad espacial: «El mar como un vasto cristal azogado, / refle-ja la lámina de un cielo de zinc...»] [NdT].

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173Tercera parTe: sobre la dualidad de la poéTica

Lo «inmensamente aumentado», que es como un «redoblamiento» del «redoblamiento», puede ser calificado de rebasamiento. Según el ima-ginario baudelairiano, no hay grandor que no pueda ser aumentado.

El abandono del verso métrico, del verso medido por el número de sus sílabas, ha permitido la adopción de otra prosodia, una prosodia dinámica, preocupada ante todo por el tempo, provista de sus dos figu-ras capitales: la aceleración y la ralentización, figuras que son evocadas en el prefacio del poema Un coup de dés jamais n’abolira le hasard [Una tirada de dados jamás abolirá el azar]:

La ventaja literaria, si tengo derecho a decirlo, de esta distancia co-piada que mentalmente separa grupos de palabras o palabras entre sí, da la impresión de acelerar unas veces y de desacelerar otras el movimiento, escondiéndolo, intimándolo incluso según una visión simultánea de la Página: tomada esta como unidad, así como por otra parte lo es el Verso o la línea perfecta7.

La tensión entre el «sobrevenir» y el «llegar a» concierne a la natu-raleza de la competencia exigida. La poesía métrica como integración lograda del verso, de la rima y de la forma poética requiere un sujeto como sujeto de un deber-hacer riguroso. La versificación ¿no se presenta acaso como un conjunto de reglas que observar y de normas que consi-derar? El sujeto de un universo de discurso dirigido por el «sobrevenir» es un sujeto muy diferente. Es el sujeto de un poder-deshacer el juego de requerimientos, que para algunos es una traba. Pero es también un su-jeto de un dejar-hacer, que es el reverso del «sobrevenir». Baudelaire no duda en calificar de «milagro» ese abandono creador:

¿Quién es aquel de nosotros que no ha soñado, en sus días de ambición, con el milagro de una prosa poética, musical, sin ritmo y sin rima, lo suficientemente suave y lo suficientemente abrupta como para adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondu-laciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia?8

Por lo que se refiere al valor, su problemática depende de la sintaxis extensiva, que procede por operaciones de selección [tri] y de mezcla [mélange]. De manera general, cuando dos estilos semióticos suceden uno al otro, las operaciones de mezcla deshacen las divisiones estable-

7 Mallarmé (2003: 202 ss.).8 Baudelaire (1954: 281).

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cidas por las operaciones de selección anteriores; lo familiar denuncia lo solemne. Exclusivos y altaneros, los valores de absoluto dejan lu-gar a los valores de universo complacientes y razonables. La distancia enunciativa no es, entonces, la misma.

Si la poética del «llegar a» dispone de un repertorio de formas bien controladas, no ocurre lo mismo en la poética del «sobrevenir». Algu-nos podrían incluso sostener que esta última es amorfa o polimorfa. No es así: la poética del «sobrevenir» dispone de una forma adecuada a las premisas adoptadas: es la imagen, no la imagen aristotélica que es una hipotiposis, puesto que con ella se trata de «poner delante de los ojos», operación que Aristóteles define así: «Entiendo por “poner una cosa delante de los ojos” indicar esa cosa como haciendo [algo]»9.

La concepción de P. Reverdy es muy diferente:

La imagen es una creación pura del espíritu.No puede nacer de una comparación, sino de la aproximación de dos realidades más o menos alejadas.Cuanto más fuerte sea la imagen, más potencia emotiva y más reali-dad poética tendrá10.

Breton cita y critica, en parte injustamente, el análisis de Rever-dy. Le reprocha colocar la poética de la imagen del lado del parvenir [«llegar a»]:

Si nos atenemos, como lo hago yo, a la definición de Reverdy, no pa-rece posible aproximar voluntariamente “dos realidades distantes”; la aproximación se hace o no se hace; eso es todo. Por mi parte, niego de la manera más formal que, en Reverdy, imágenes tales como:

Dans le ruisseau il y a une chanson qui coule.[En el arroyo hay una canción que fluye]O:Le jour s’est déplié comme une nappe blanche.[El día se ha desplagado como un mantel blanco]O:Le monde rentre dans un sac.[El mundo cabe en una talega]

contengan el menor grado de premeditación11.

9 Aristóteles (2004: Libro III, cap. XI).10 Reverdy, Revista Nord-Sud, marzo 1918.11 Breton (1963: 50-51).

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175Tercera parTe: sobre la dualidad de la poéTica

Según Breton, la imagen está por completo del lado del «sobreve-nir»: es una imagen-evento. El reproche de Breton es en parte injusto, porque Breton y Reverdy afirman tanto el uno como el otro el pro-tocolo concesivo, que consiste en la aproximación de dos realidades aleja-das. La diferencia se debe al hecho de que para Reverdy es un sujeto el que efectúa la aproximación, mientras que para Breton es un no-sujeto (Coquet). En términos del modo de existencia, la imagen para Reverdy procede, según una medida que queda por precisar, de la «mira»; para Breton, exclusivamente de la «captación». Desde el punto de vista ana-lítico, la concesión es interpretable como una dominancia de la solida-ridad12 sobre la distancia:

dominante

↓solidaridad

dominada

↓distancia

Breton precisa su concepción en estos términos:

Comparar dos objetos lo más alejados posible uno de otro, o, por otro método, ponerlos en presencia de una manera brusca y cau-tivante, es la tarea más elevada a la que la poesía puede aspirar. Para ello, debe tender cada vez más a ejercer su poder inigualable, único, que consiste en hacer que aparezca la unidad concreta de dos términos puestos en relación, y en comunicar a cada uno de ellos, cualesquiera que sean, un vigor que les faltaba mientras estaban aislados13.

La definición de la imagen es solidaria de su afirmación como valor supremo de la imagen; pero, de manera inesperada, esa concepción es ante todo sintáctica y antisaussuriana. Según la enseñanza de Saussu-re, las magnitudes son diferenciales, y una magnitud recibe su seman-tismo del sistema del que participa, pero, para Breton, eso es poner de relieve la inanidad de la magnitud «tomada aisladamente».

12 «Las palabras, los grupos de palabras que se siguen, practican entre ellas la más grande solidaridad» (Ibídem: 47).

13 Breton (1977: 129).

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[177]

A guisa de conclusión, habría que señalar con énfasis cuán próximas están las concepciones de Breton con las de Bachelard en la «Introduc-ción» a la Poética del espacio, a tal punto que las firmas de algunos textos podrían ser intercambiadas: «Hay que estar presentes, presentes a la imagen: en el minuto de la imagen (...)»1. Si la imagen no tiene ante-cedente, encierra una posibilidad de «resonancia»2. La /subitaneidad/, la «fulgurancia»3 del «sobrevenir», excluye a la vez el «provenir» y el «devenir»:

La imagen poética es un repentino relieve del psiquismo. (...) La filo-sofía de la poesía debe reconocer que el acto poético no tiene pasado, al menos pasado cercano a lo largo del cual se pueda rastrear su preparación y su advenimiento4.

El «sobrevenir» tiene como correlatos la sorpresa del sujeto y la eve-nemencialidad del objeto:

En esto la poesía —en la era poética en que nos encontramos— es específicamente “sorprendente”, pues sus imágenes son imprevisibles5.

1 Bachelard (1997: 7).2 «Con frecuencia, a la inversa de lo que pasa en la causalidad, creemos que en

la resonancia se encuentran las verdaderas dimensiones del ser de una imagen poética» (Ibídem: 8).

3 «(...) la vida de la imagen está toda en su fulgurancia. (...)» (Ibídem: 25).4 Ibídem: 7.5 Ibídem: 23.

20. Para terminar

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En segundo lugar, Bachelard insiste sobre la suficiencia de la imagen:

La imagen, en su simplicidad, no tiene necesidad de ningún saber. Es el bien de una conciencia inocente. En su expresión, es juvenil lenguaje6.

Bachelard rehúsa los interpretantes ordinarios: la historia literaria, el psicoanálisis y la psicología:

Se ve entonces que la obra adquiere tal relieve por encima de la vida, que la vida no la explica ya7.

En virtud de una hipótesis audaz, Bachelard admite un solo antece-dente: la emergencia del lenguaje:

Por su novedad, una imagen poética pone en movimiento toda ac-tividad poética.La imagen poética nos coloca en el origen del ser hablante8.

Como la melodía, la imagen está fuera de la historia, fuera del tiem-po. Y, sin embargo, la historia parece que se repite: así como el arte ba-rroco ha sucedido al arte del Renacimiento, la poética del «sobrevenir» ha sucedido a la poética del «llegar a», como la imagen ha sucedido a la métrica.

[Febrero, 2012].

6 Ibídem: 11.7 Ibídem: 25. A veces Bachelard llega a ser más brutal: «[El psicoanálisis] explica

la flor por el fertilizante» (Ibídem: 22).8 Ibídem: 14-15.

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[179]

Aminoración: La aminoración es, con la atenuación, uno de los anali-zantes de la decadencia tensiva. Sea la serie decadente simple de la tonicidad [1→0]:

1 s1

↓super-contrario

tónico

s2

↓sub-contrario

tónico

s3

↓sub-contrario

átono

0s4

↓super-contrario

átono

La aminoración tiene como marca el intervalo [s3 + s4], es decir que está constituida por el sub-contrario átono [s3] y por el super-contrario átono [s4]. Desde el punto de vista valencial, la aminoración, por cuan-to que sucede a la atenuación, solo comporta menos, es decir, nada. La aminoración es el correlato de la atenuación.

(Ver atonización - atenuación - tonalización).

Análisis: El análisis ocupa un lugar central en la teoría hjelmsleviana. De hecho, ocupa el primer lugar en la lista de definiciones. El análisis es indisociable de la noción de dependencia, a su vez indefinible: «Una dependencia que cumple las condiciones de un análisis será llamada función» (Prolegómenos, p. 55). Mientras que el análisis saussuriano tie-ne en la mira una diferencia instauradora, el binarismo, una oposición, el análisis de Hjelmslev opta por la dependencia.

(Ver red - intersección - definición).

Glosario

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Ascendencia: La ascendencia es, con la decadencia, uno de los térmi-nos de la dirección tensiva. Desde el punto de vista analítico, la ascen-dencia es el tránsito de un estado inicial, que no comporta sino menos, a un estado final que posiblemente contiene solo más. La ascendencia es analizable bajo dos vectores «cursores»: (i) el repunte, que aleja el «cursor» de la nulidad; (ii) el redoblamiento, que conjunta con el otro extremo del eje semántico.

(Ver decadencia - dirección).

Atenuación: La atenuación es uno de los analizantes de la decadencia tensiva. En la serie decadente [1→0], la atenuación de la tonicidad, por ejemplo, asocia el super-contrario tónico [s1] y el sub-contrario tónico [s2]; la atenuación supone la «adición» de un menos. La atenuación es el correlato ab quo de la aminoración.

(Ver aminoración - extensivo).

Atonización: Este término, tomado por un lado de la terminología de la prosodia y del ritmo, y por otro, de la ardorosa obra de G. Bachelard, designa la culminación átona de la aminoración. La atonización forma pareja con la tonalización.

(Ver tonalización).

Captación: (Ver modo de existencia).

Categoría: El término de categoría es particularmente embarazoso en la medida en que la filosofía y las ciencias del lenguaje siguen dispután-doselo. Dicho esto, la mira sigue siendo, no obstante, para Hjelmslev una «ciencia de las categorías» (ibíd., p. 28) la que rige la aproximación filosófica: «La lengua es la forma por medio de la cual concebimos el mundo» (Ensayos lingüísticos, p. 173). Según la hipótesis tensiva, las ca-tegorías directrices son la intensidad, inmanente a los estados de alma, y la extensidad, inherente a los estados de cosas.

En concordancia con su epistemología general, la cual ve en los objetos «puntos de intersección de haces de relaciones», Hjelmslev si-túa la categoría en el punto de encuentro de la paradigmática y de la sintagmática, como lo estipula en El lenguaje: «Categoría, paradigma cuyos elementos no pueden ser introducidos sino en determinados lu-gares de la cadena [sintagmática] y no en otros» (p. 175).

(Ver intensidad - extensidad).

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181Glosario

Complejidad: La complejidad es capital para la hipótesis tensiva. A partir de los desarrollos mayores de Cassirer sobre el «fenómeno de expresión», en Filosofía de las formas simbólicas, aceptamos la tensividad como el lugar imaginario donde la intensidad y la extensidad, respecti-vamente lo sensible y lo inteligible, efectúan su junción. En segundo lugar, si la selección [tri] y la mezcla [mélange] destacan como las ope-raciones prevalecientes en la dimensión de la extensidad, eso se debe necesariamente a la complejidad canónica de los objetos que acceden al campo de presencia.

(Ver definición - selección - mezcla - forema).

Concesión: La concesión es seguramente uno de los capítulos mayores de la semiótica del evento, que podemos aceptar como el producto de las sub-valencias de tempo y de tonicidad cuando son llevadas a su pa-roxismo, es decir, a la desmesura. Para los gramáticos, la concesión se halla en el lado del sobrevenir: «(...) cuando una acción o un estado pare-ce que arrastran determinada consecuencia, la oposición surge de que una consecuencia contraria, inesperada, se produce; a eso se le llama concesión o causa contraria: Tipo: “A pesar de que tenía una fiebre altísima, se salvó» (Wagner & Pinchon, Grammaire du français classique et moderne, p. 600). El a pesar de hace fracasar el porque esperado: No se salvó porque tenía una fiebre altísima.

(Ver evento - sobrevenir - recursividad).

Correlación: En la perspectiva hjelmsleviana, la correlación, es decir, la función «o… o…», forma pareja con la relación, o sea, con la función «y… y…». El punto de vista tensivo desplaza esa disposición y distin-gue entre la correlación conversa: «más... más...» y «menos... menos...», y la correlación inversa: «más... menos...» y «menos... más...».

(Ver diagrama).

Decadencia: Entre la decadencia y la ascendencia, la balanza anda lejos de estar en equilibrio. En los análisis concretos, la decadencia preva-lece ampliamente. Tomaremos en cuenta tres sugerencias: (i) el lugar que el punto de vista tensivo atribuye a la detonación sorprendente del evento concuerda con la decadencia próxima del destello inmanente al evento; (ii) según Deleuze en Différence et répétition, toda intensidad está destinada, si ningún contra-programa eficaz está previsto, a su anulación; (iii) la correlación inversa, que tiene por límites el menos de más y el más de menos, se halla manifiestamente bajo la autoridad de un misterioso principio de constancia en virtud del cual la intensidad de-

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crece dividiéndose, distribuyéndose, como si el valor fuera un cociente, la intensidad un dividendo y la extensidad un divisor.

(Ver ascendencia - dirección).

Definición: La definición ocupa un lugar aparte, puesto que, en el caso de las ciencias humanas, la teoría, incapaz en el estado actual de la in-vestigación, de formular leyes que autoricen a hacer correctas previsio-nes, se reduce a proponer definiciones pertinentes de las magnitudes que maneja. Pero al mismo tiempo, en la perspectiva hjelmsleviana, la definición pertenece a la teoría, aunque la definición de la definición está por resolver: «Definición: división del contenido o de la expresión de un signo» (Definición 42 en los Prolegómenos).

(Ver diagrama - análisis - interdefinición).

Demarcación: La demarcación y la segmentación son los dos funtivos presupuestos por el análisis por cuanto el desprendimiento de una de-pendencia entre a y b debe antes aislar a y b. Por convención, si la demarcación pone los límites, la segmentación establece los grados. En la aproximación tensiva, los límites se convierten en super-contrarios, y los grados en sub-contrarios.

(Ver forema - dirección - intervalo).

Diagrama: Por diagrama entendemos la representación gráfica con-vencional del espacio tensivo, en la cual el eje de las ordenadas corres-ponde a la intensidad y el eje de las abscisas a la extensidad. Los mínimos respectivos de la intensidad y de la extensidad son /débil/ y /concentra-do/, los máximos /destellante/ y /difundido/. Así:

destellante

concentrado

débil

difundido

intensidad

extensidad

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183Glosario

Dimensión: Desde el punto de vista tensivo, la intensidad y la exten-sidad son, por comodidad, designadas como dimensiones [Di] y [De]. El análisis de una dimensión desprende sub-dimensiones, que desig-namos por minúsculas. El análisis de la intensidad tiene, a beneficio de inventario, por resultantes el tempo [d1] y la tonicidad [d2]; el de la extensidad, la temporalidad [d3] y la espacialidad [d4]. Así, sencillamente:

dimensiones →intensidad

Di

extensidadDe

sub-dimensiones →tempo

↓d1

tonicidad↓d2

temporalidad↓d3

espacialidad↓d4

El principio es el siguiente: las relaciones entre sub-dimensiones son controladas por la relación, más precisamente por la rección, entre las dimensiones [la intensidad rige la extensidad].

Eficiencia: (Ver modo de eficiencia).

Espacialidad: Como para la temporalidad, adoptamos aquí también la perspectiva del actuar, es decir que suponemos que el sujeto es sensi-ble a lo que puede hacer del espacio. La morfología elemental, la más simple, es, en nuestra opinión, la que confronta lo abierto con lo cerrado; esta pareja puede ser tratada según la implicación o según la concesión. Esos tratamientos generan morfologías derivadas:

morfología → abierto↓

cerrado↓

sintaxisimplicativa →

cerrar lo abierto≈ interdicción

abrir lo cerrado≈ liberación

sintaxisconcesiva →

abrir lo abierto≈ ilimitación

cerrar lo cerrado≈ sacralización

(Ver implicación - concesión - dimensión - sub-dimensión).

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Espacio tensivo: El espacio tensivo se presenta a la vez como un mo-delo jerárquico para las categorías supuestamente pertinentes y como una representación espacial cómoda de los estados y de los eventos que llegan al campo de presencia. Nosotros lo consideraremos desde el punto de vista paradigmático y desde el punto de vista sintagmático.

Desde el punto de vista paradigmático, el espacio tensivo compren-de dos ejes: (i) en ordenada, el eje de la intensidad, en el cual se ordenan los estados de alma que afectan a los sujetos; (ii) en abscisa, el eje de la extensidad en el que se coloca la consistencia variable de los estados de cosas.

Desde el punto de vista sintagmático, el eje de la intensidad, orien-tado hacia el sujeto, es el regente, mientras que el eje de la extensidad es el regido.

(Ver extensivo - extensidad - intensidad - diagrama - red).

Estructura: La noción de estructura pertenece más a Hjelmslev que a Saussure. La definición de la estructura es formulada en las primeras líneas del estudio titulado Lingüística estructural: «Entendemos por lin-güística estructural un conjunto de investigaciones basadas en una hi-pótesis según la cual es científicamente legítimo describir el lenguaje como si fuera esencialmente una entidad autónoma de dependencias in-ternas, o, en una palabra, una estructura» (Ensayos lingüísticos, p. 28). La definición propuesta en Semiótica 1 presenta dos diferencias que no son ciertamente un hecho del azar: «(…) consideraremos la estructura como una entidad autónoma de relaciones internas, constituidas en je-rarquías» (Semiótica 1, entrada: «Estructura»1). La primera diferencia se refiere a la sustitución de «dependencias» por «relaciones». Como la obra de Hjelmslev es de lejos la principal referencia teórica de Semiótica 1, ¿no es sorprendente que esta obra ignore por lo demás el término de «dependencia»? Greimas desconfía del término «dependencia» en la misma medida en que Hjelmslev desconfía del término «oposición»... La segunda diferencia consiste en el añadido del segmento: «constituidas en jerarquías».

(Ver «llegar a» - sobrevenir - espacio tensivo).

Evento: La relación del evento con el discurso es, por decirlo así, tauto-lógica: ¿qué es lo que se comunica al enunciatario, en una palabra, qué es lo que se pone en discurso, sino eso que ha sobrevenido y que él ignora? En efecto, el evento es el correlato objetal del sobrevenir. La pertenencia del evento al campo categorial de la tensividad es doble: (i) respecto

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al paradigma de los modos de eficiencia que confrontan el «sobrevenir» con el «llegar a», el evento presupone el «sobrevenir»; (ii) referido a la alternancia entre la implicación y la concesión, el evento tiene por base la concesión, de suerte que la superioridad atribuida a la concesión debe extenderse igualmente, a expensas del prosaísmo de los estados, al evento.

(Ver concesión - sobrevenir).

Existencia: (Ver modo de existencia).

Extensidad: Desde el punto de vista tensivo, la dimensión de la exten-sidad tiene por tensión generatriz: [concentrado vs. difundido]; subsume dos sub-dimensiones: la temporalidad y la espacialidad, según el «acento de sentido» que el punto de vista tensivo les otorgue.

(Ver intensidad - extensivo - intensivo).

Extensivo: La pareja [intensivo vs. extensivo] aparece en las últimas pági-nas de La categoría de los casos, pero no en los Prolegómenos: «La elección de un solo término de la zona como base del sistema depende de un principio según el cual una sola casilla debe ser elegida como intensiva, mientras que las otras casillas son extensivas. La casilla que ha sido elegi-da como intensiva tiene tendencia a concentrar la significación, mientras que las casillas extensivas tienden a expandir [difundir] la significación entre las demás casillas hasta invadir el conjunto del dominio semántico ocupado por la zona» (La categoría de los casos, p. 112).

(Ver extensidad - intensidad - intensivo - tensividad).

Figural / Figurativo: A pesar de las apariencias, estas dos magnitudes no remiten a la «figura», que es para Hjelmslev el límite del análisis. Por lo demás, las dos magnitudes hacen signo a la figura de retórica que parece ser precisamente el resorte de la sintaxis intensiva, la cual procede por aumentos (hipérbole) y por disminuciones (eufemismo, litote). Por otro lado, «figurativo» designa frente a su negación «no-figurativo» una característica del arte moderno, a saber, el abandono de la representación, principalmente en el caso de la pintura moderna.

Desde el punto de vista tensivo, las magnitudes figurales son más abstractas que las magnitudes figurativas. En este sentido, los límites del análisis son figurales. La distinción figural/figurativo esboza una profundidad: los valores de universo tienen por referencia última el número, mientras que los valores de absoluto cifran la medida, según la red siguiente:

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figuralidad↓

figuratividad↓

número → valor de universo

medida → valor absoluto

Retomamos aquí un ejemplo que ya hemos utilizado en otras oca-siones: una sociedad aristocrática mide las desigualdades y limita el número de individuos que tienen acceso a las magnitudes figurativas poseídas como deseables, mientras que la sociedad democrática propo-ne fracciones de valores de universo a un número creciente de sujetos que los desean.

Forema: Se trata de aprehender las figuras elementales de la foria, la cual tiene el mérito de dinamizar el cuadrado semiótico. Estas figuras las aceptamos más como participios de presente que como participios de pasado, más como vectores que como trazos. Hemos encontrado en Binswanger una tríada que nos ha parecido prometedora: «La for-ma espacial con la que hemos tenido que tratar hasta el presente era caracterizada por la dirección, por la posición y por el movimiento» (El problema del espacio en psicopatología, p. 79). Nos hemos permitido reemplazar «movimiento» por «impulso» a fin de disponer de un tér-mino con el clasema «animado». A beneficio de inventario, los foremas son, como debe ser, reducidos y se alinean en la dirección, la posición y el impulso. Esta rejilla, de ningún modo exorbitante, la hemos pro-yectado primero sobre las dos sub-dimensiones intensivas: el tempo y la tonicidad, y luego, sobre las dos sub-dimensiones extensivas: la temporalidad y la espacialidad.

(Ver dimensión - definición - valencia).

Implicación: Para la semiótica greimasiana, la implicación pertenece a las estructuras profundas, y es una de las tres operaciones requeridas para hacer «girar» el cuadrado semiótico. Más precisamente, las impli-caciones [no s1 → s2] y [no s2 → s1] son convocadas para poner término a la contradicción y volver a la contrariedad. Semiótica 1 proyecta la im-plicación sobre la presuposición e identifica el si como presuponiente y el entonces como presupuesto. Lo cual ha sido controvertido.

Para el punto de vista tensivo, la implicación hace pareja con la con-cesión, y establece con ella el modo de junción.

(Ver modo de junción - concesión).

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Incrementos: Los incrementos son definidos por la intersección de dos características: por un lado, por hacerse cargo de una cantidad no numérica en devenir, a falta de la cual muchos contenidos serían di-fícilmente pensables, y por otro lado, por el hecho de que el análisis encuentra, más pronto que tarde, un límite de facto: esas magnitudes son aquí lo más y lo menos, que son manipulados por la sintaxis inten-siva, la cual opera por aumentos y por disminuciones.

(Ver atenuación - aminoración - repunte - redoblamiento).

Intensidad: Desde el punto de vista tensivo, la dimensión de la inten-sidad tiene por tensión generatriz: [destellante vs. débil] y subsume dos sub-dimensiones: el tempo y la tonicidad. Definimos el destello como el producto de las sub-valencias saturadas de tempo y de tonicidad. Es preciso confesarlo: existen muchos casos en los que resulta difícil dis-tinguir la intensidad de la tonicidad.

Intensivo: (Ver extensivo).

Intervalo: Sin haberlo buscado, el punto de vista tensivo nos ha llevado por diversas vías a usar la noción de intervalo. Al menos en tres cir-cunstancias: (i) la dependencia de las unidades significantes respecto de los foremas (la dirección, la posición, el impulso) nos condujo a pre-ferir la noción de «vector» a la de «trazo», y esa sustitución concuerda con la noción de intervalo; (ii) la tensión entre la demarcación, «madre» de los límites, y la segmentación, «madre» de los grados, afirma la per-tinencia del concepto de intervalo. La tensión entre los super-contrarios y los sub-contarios va en el mismo sentido, puesto que los sub-con-trarios están comprendidos en los super-contarios; (iii) los analizantes respectivos de las dimensiones son transitivos y proyectan intervalos simples y «estabilizables»:

decadencia

atenuación [s1 + s2]

aminoración [s3+ s4]

ascendencia

repunte [s4 + s3]

redoblamiento [s2 + s1]

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La noción de intervalo concurre a la inconciliación de los puntos de vista y de las formas de vida: el mundo «mediocre» de los sub-con-trarios [s2 + s3] se opone, bajo la doble relación de la intensidad y de la extensidad, es decir, de lo vivido y de lo concebido, al mundo «exaltante» de los super-contrarios [s4 ↔ s1]. Los valores inmanentes al mundo de los sub-contarios no son aceptados en el mundo de los super-contra-rios, como lo señala esta máxima de Valéry: «El mundo avanza por los extremos y se conserva por los medios. Avanza por los ultras y se conserva por los moderados» (Cuadernos, tomo 2, p. 1368).

(Ver forema - demarcación - evento - segmentación).

Junción: (Ver modo de junción).

Mezcla: El término «mezcla», tomado del lenguaje común, designa una noción que interviene en dos circunstancias muy diferentes. La mezcla es, con la selección, una de las dos grandes operaciones de la sintaxis extensiva, es decir, de la sintaxis que organiza los estados de cosas. Frente a un objeto que vale ante todo por su índice de composición, elevado o nulo, comparado con otros objetos, el sujeto, de acuerdo con su propia «mira», opera selecciones o mezclas. La solidaridad de esas dos operaciones tiene por consecuencia que una selección tiene necesa-riamente por objeto una mezcla anterior, en la misma medida en que una mezcla solo es concebible a partir de selecciones anteriores.

(Ver selección - valor de universo).

Mira: (Ver modo de existencia).

Modos semióticos: La problemática de los modos semióticos es una problemática abierta, y en ese sentido, su número crece al paso de los años. Como consecuencia, crece también la perplejidad al mismo rit-mo ante su aumento. Nos limitamos aquí al punto de vista tensivo. En Éléments de grammaire tensive, los modos son puestos en relación con las valencias:

• modo de concomitancia: el tempo• modo de captación: la tonicidad• modo de presencia: la temporalidad• modo de circulación: la espacialidad

Esta distribución ha sido perturbada al tomar en cuenta el modo de eficiencia, cuyo contenido ha sido, en lo esencial, tomado de Cassi-

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rer1. El modo de eficiencia presenta, en mi opinión, dos méritos: (i) permite comenzar a comprender el funcionamiento del campo de pre-sencia. El modo de eficiencia vincula la afectividad con la tensión entre el «sobrevenir» y el «llegar a»; (ii) el modo de eficiencia, asistido por el modo de existencia y por el modo de junción, proyecta una magnitud capital: el evento, que sería al discurso lo que la liquidación de la caren-cia ha sido para la narratividad greimasiana.

Quedan por ordenar y homogeneizar las magnitudes obtenidas.

Modo de eficiencia: Por modo de eficiencia, entendemos la manera como una magnitud semiótica es capaz de penetrar en el campo de presencia, lo cual supone el contraste entre un antes y un después, pero estructurado de tal manera que el después preceda al antes. El paradig-ma de los modos de eficiencia distingue, por el momento, entre el «so-brevenir» [survenir] y el «llegar a» [parvenir]. El eje semántico común a los dos modos es el advenir [ocurrir, suceder].

(Ver «sobrevenir» - «llegar a»).

Modo de existencia: El modo de existencia se halla bajo la autoridad del modo de eficiencia, puesto que es claro que nadie controla seria-mente el sobrevenir. Más precisamente, el modo de existencia deter-mina para el sujeto y por catálisis una captación-sobrecogimiento que es el afecto mismo. Si el «sobrevenir» controla la «captación», el «llegar a» autoriza al sujeto la «mira», es decir, la anticipación y los preparativos adecuados.

(Ver modo de eficiencia - modo de junción).

Modo de junción: El modo de junción controla las consecuencias del ejercicio del modo de eficiencia sobre la composición del campo de pre-sencia. El «sobrevenir» interviene de dos maneras diferentes: si una magnitud que ha penetrado en el campo de presencia está en concor-dancia con las magnitudes allí instaladas, diremos que hay implicación; y si ese no es el caso, diremos que tiene lugar la concesión. Esas son las dos maneras de acomodar las magnitudes cuando una nueva irrumpe

1 E. Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas, tomo 3, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 93 [«Pues la realidad que aprehendemos no es nunca en su forma originaria la realidad de un determinado mundo de cosas que se nos opone, sino más bien la evidencia de una eficiencia viva que experimentamos». (Lamentablemente, la edición del FCE traduce «eficiencia» por «actividad», NdT].

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en el campo de presencia. El «llegar a» con su entrada parsimoniosa no causa ningún estrago y todo se resuelve por implicación.

(Ver modo de eficiencia - modo de existencia).

Modo de presencia: Este modo semiótico recoge los clásicos modos de existencia de la semiótica greimasiana, que parecían olvidados por la semiótica tensiva: virtualizado - actualizado - realizado - potencializado. Los nuevos modos de existencia son subjetales: afectan al sujeto; los nuevos modos de presencia son objetales: afectan al objeto [T].

Modo retórico: Nuevo modo semiótico introducido a partir de la obra Des formes de vie aux valeurs. El modo retórico interviene como plano de la expresión del modo de eficiencia; la gradación retórica, el paso a paso, manifiesta la lentitud gratificante del «llegar a», en la misma medida en que la abrupción es impensable sin la proyección, sin la detonación de algo súbito. El modo retórico tiene por contenido la figura retórica dominante: la abrupción [T].

Objeto: La lengua francesa no dispone como la alemana de una pareja de términos: Gegenstand / Objekt, que permiten prevenir algunos mal-entendidos.

La concepción del objeto propuesta por la semiótica greimasiana es tributaria de la primacía otorgada a la narratividad. Pero si conve-nimos, como lo recomendaba el mismo Greimas, en «salir de Propp», la problemática del objeto se presenta bajo una nueva luz. El proceder consiste en repatriar el objeto al espacio tensivo y observar qué es lo que pasa con él tanto en intensidad como en extensidad. En intensidad, el objeto de valor recibe el «acento de sentido» (Cassirer): «El mito se ba-sa exclusivamente en la presencia de su objeto, en la intensidad con la que asalta la conciencia en un instante determinado y toma posesión de ella» (Filosofía de las formas simbólicas, tomo 2, p. 59). Correlativamente, el objeto se define por el quantum de improviso que proyecta al ma-nifestarse: «El único núcleo algo firme que al parecer nos queda para definir el “mana” es la impresión de extraordinario, de inhabitual, de insólito que ostenta» (ibíd., p. 110).

«Llegar a»: En pareja con el «sobrevenir», el «llegar a» es uno de los dos modos de eficiencia, es decir, una de las dos maneras como una magni-tud semiótica puede acceder al campo de presencia y establecerse allí.

La fisonomía del «llegar a» [parvenir] es tributaria de su relación con el sobrevenir, es decir, de las diferencias valenciales que entre ellos se

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registren. El tempo dirige la aspectualidad y el número: la celeridad virtualiza la segmentación, mientras que la lentitud permite la divisibi-lidad y la progresividad “a la vista”. La oposición entre los modos de eficiencia se presenta así:

definidos →definientes ↓

«sobrevenir» ↓

«llegar a» ↓

tempo → celeridad lentitud

temporalidad → instantaneidad

e indivisibilidadduratividad

y progresividad

número → de una vez en varias veces

(Ver sobrevenir - demarcación).

Recursividad: La mayor parte de las teorías no hacen gran caso de la recursividad y solamente ven en ella un efecto, más bien cómico, de alargamiento: a de b, b de c, c de d, d de e..., que se destruye a sí mis-mo. Y, de hecho, esta figura por sí misma no significa gran cosa. Nos gustaría mostrar que, referida al espacio tensivo, la recursividad tiene virtudes ocultas.

Comenzaremos por recordar que la sintaxis intensiva encadena en ascendencia el repunte y el redoblamiento; en decadencia, la atenuación y la aminoración. Sabemos por lo demás que la sintaxis está controlada por la tensión entre la implicación y la concesión. Si proyectamos ahora uno sobre otro estos dos datos, tenemos fundamento para decir que en ascendencia se pasa por implicación doxal del repunte al redoblamien-to como se pasa de lo imperfectivo a lo perfectivo con el propósito de disimular una insuficiencia. Una vez restablecida la suficiencia, es claro que el que intente pasar más adelante, lo hará por concesión, por desa-fío o por provocación, es decir que, al redoblar el redoblamiento, ejerce lo que se podría llamar su «derecho imprescriptible» a la recursividad. Comportándose de esta suerte, entiende que ejecuta un rebasamiento. De donde resulta el sistema siguiente:

operador → implicación concesión

análisis → repunte →→ redoblamiento

redoblamiento →→ rebasamiento

efecto de sentido → reabsorciónde la carencia

proyeccióndel exceso

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Red: En el estudio titulado Estructura general de las correlaciones lingüís-ticas, Hjelmslev considera que el paradigma del análisis comprende dos posibilidades: el «análisis por dimensiones» y el «análisis por sub-división» (Nouveaux essais, p. 49). La primera, que visiblemente tiene su preferencia, «consiste en reconocer, en el interior de una categoría, dos o más sub-categorías que se entrecruzan o se compenetran». Los resultados difieren: «En una palabra: en el análisis por dimensiones, las sub-categorías forman una red; en el análisis por sub-división, las sub-categorías forman una jerarquía». Así sería la red más simple:

c↓

d↓

a → A ≈ ac B ≈ ad

b → C ≈ bc D ≈ bd

Según Hjelmslev, las letras mayúsculas constituyen una categoría, las letras minúsculas, una sub-categoría o una dimensión. Pero, sobre todo, las mayúsculas tienen por definición las parejas de minúsculas obtenidas por «entrecuzamiento y compenetración».

En el estado actual de la investigación, la red resultante del análisis por dimensiones puede ser proyectada en forma de diagrama. Sea pri-mero el paradigma del espacio:

1 0

hermético cerrado abierto demasiado abierto

Si /hermético/ es propuesto como portador de la tonicidad, como sucede en la semiótica del secreto [literatura y cine de suspenso; litera-tura y cine policial], es fácil organizarlo en red:

sub-dimensión →estructura ↓

tonicidad↓

atonía↓

super-contrario → hermético demasiado abierto

sub-contrario → cerrado abierto

Esta misma red se puede presentar en forma de diagrama:

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La disposición en red como procedimiento ejecutado por el sujeto y la complejidad atribuida al objeto se presuponen mutuamente. Los super-contrarios /hermético/ y /demasiado abierto/ componen una sub-valencia plena, mientras que los sub-contrarios /cerrado/ y /abier-to/ componen valencias que podríamos calificar de mitigadas.

(Ver complejidad - definición - objeto - super-contrario - sub-contrario).

Redoblamiento: El redoblamiento es junto con el repunte uno de los ana-lizantes de la ascendencia tensiva que conduce de 0 a 1. Si se interpreta el repunte como una operación consistente en expulsar, en sustraer, de uno en uno, los menos, el redoblamiento se inscribe como la operación que consiste en añadir, de uno en uno, los más. Desde el instante en que el discurso distingue resueltamente entre el repunte y el redoblamien-to, tenemos suficiente fundamento para decir que el proceso pertenece al «llegar a» [parvenir].

(Ver repunte - «llegar a»).

Repunte: Juntamente con el redoblamiento, el repunte, que lo antece-de, es uno de los analizantes de la ascendencia tensiva, la cual nos lleva de 0 a 1. Desde el punto de vista sintagmático, si la nulidad es asimila-da a la inercia, es decir, a un contraprograma, el repunte se convierte en un contra (contraprograma) dominante. La efectuación del repunte, es decir, la travesía de [S4] y luego de [S3] hace posible el redoblamiento.

(Ver redoblamiento - atonización - tonalización).

1

0

0

1

cerrado

abierto

hermético

cerrado

abierto

demasiado abierto

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Segmentación: (Ver demarcación).

Selección: La selección [tri] es, con la mezcla [mélange], una de las gran-des operaciones de la sintaxis extensiva, es decir, de la sintaxis que in-teresa a los estados de cosas. La coexistencia y la colaboración de los dos tipos de operaciones dan cuenta del proceso de configuración del mundo descrito por Cassirer: «La distinción espacial primaria (...) es la distinción entre dos provincias del ser: una provincia de lo habitual, de lo siempre-accesible, y una región sagrada, que se ha extraído y separado de lo que la rodea, que ha sido clausurada y protegida del mundo ex-terior» (Filosofía de las formas simbólicas, tomo 2, p. 118). De ese modo, se constituyen dos esferas: la esfera de lo sagrado y la esfera de lo profano.

Si una operación de selección llega a su término, desemboca en la in-formación de un valor de absoluto destellante y exclusivo para aquellos que están persuadidos de su buen fundamento [de su legitimidad], pe-ro que sus detractores se empeñarán en decir: destellante pero exclusivo.

(Ver mezcla - espacialidad).

Sintaxis intensiva: La sintaxis intensiva tiene por objeto las operacio-nes de aumento y disminución.

(Ver aminoración - atenuación - redoblamiento - repunte).

Sintaxis extensiva: La sintaxis extensiva tiene por objeto las operacio-nes de selección [tri] y las operaciones de mezcla [mélange].

(Ver selección - mezcla).

Sintaxis juntiva: Procediendo por inclusión y exclusión, la sintaxis jun-tiva trata de las implicaciones y de las concesiones que afectan el campo de presencia.

(Ver modo de junción).

Sobrevenir: Acoplado con el «llegar a», el «sobrevenir» es uno de los dos modos de eficiencia, es decir, una de las dos maneras que una mag-nitud semiótica tiene de acceder al campo de presencia y de establecer-se allí. El sobrevenir es trastornador para el sujeto, aunque las razones para ese «tumulto» afectivo no son fáciles de explicar, ya que la clari-ficación supone, según la doxa, la ausencia de lo que hay que analizar.

El sobrevenir debe su vehemencia afectiva al ardor de las sub-valen-cias de tempo y de tonicidad que pone en juego: la aceleración «loca» y la saturación tónica vividas a su pesar por el sujeto no componen una

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«suma», sino que más bien crean un «producto» —sin que podamos dar hasta hoy la demostración de ese fenómeno— que las decupla. Sin este postulado indemostrable, ¿cómo comprender el carácter extático de lo sobrevenido? Sin anunciarse, sin prevenir sobre todo [al sujeto], el sobrevenir virtualiza la compostura modal del sujeto, cuyas com-petencias probadas anula ex abrupto. Detiene el tiempo y hasta puede hacer lo inverso, en el sentido de que el sujeto se dedique a recons-truir el tiempo de la actualización, el tiempo de los preparativos y de los cálculos que el sobrevenir ha precisamente aniquilado. El sujeto es arrebatado de la esfera familiar en la que actuaba y lanzado a la esfera extraña del padecer.

(Ver evento - «llegar a» - tempo).

Sub-contrario: La noción de contrariedad entra en red en dos tiempos: (i) al distinguir ahora entre super-contrarios y sub-contarios; (ii) al opo-ner entre los términos de cada par según la sub-dimensión juzgada pertinente; así, a propósito de la aminoración, hemos elegido la tonici-dad, pero el mismo procedimiento se aplica idénticamente a las otras sub-dimensiones. La proyección en red y el diagrama presuponen la distinción entre «super-contrarios» y «sub-contrarios»*.

(Ver red – diagrama - sub-dimensión - forema).

Sub-dimensión: (Ver dimensión).

Sub-valencia: La diferencia entre las valencias y las sub-valencias es ante todo posicional: las sub-valencias son a una sub-dimensión lo que las valencias son a una dimensión. La segunda diferencia concierne al número de unas y de otras; como las valencias son solidarias con las dimensiones, se registran dos clases de valencias: unas intensivas, otras extensivas. Bajo el mismo principio, a saber, que las sub-valencias son solidarias con las sub-dimensiones, el número de sub-valencias es más elevado, puesto que es el producto de la aspectualización de las direc-ciones tensivas y de los foremas.

(Ver dimensión - dirección - forema).

* Es difícil expresar en español la diferencia entre “sub-contrario” y “sous contrario”. Preguntado el autor por la diferencia que pretende marcar con respecto a Grei-mas, responde con la breve y precisa aclaración siguiente: «Los “sub-contrarios” de Greimas son de orden lógico y resultan de una operación de contradicción, mientras que los míos “sous-contrarios” son posiciones en un gradiente de una operación de segmentación» [N del T.].

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Sujeto: En los límites de este glosario, nos limitaremos a dos observa-ciones: la primera relativa al sujeto de estado; la segunda relativa al sujeto operador.

Lo que tenemos en vista, en los límites de esta entrada, es la fiso-nomía del sujeto cotidiano, en su cotidianidad, disponible para la pro-ducción ordinaria del sentido, no entre dos proezas, sino entre dos eventos, lo cual es muy diferente. Sobre este punto preciso, asumimos la posición de Deleuze en Pourparlers [Negociaciones], (p. 128): «En Leibniz, en Whitehead, todo es acontecimiento. Lo que Leibniz llama predicado, no es un atributo, es sobre todo un acontecimiento, “pa-sar el Rubicón”. Por eso se ven forzados a reformular por completo la noción de sujeto: ¿qué debe ser un sujeto si sus predicados son acon-tecimientos?». ¿Cuál es ese sujeto que, de vez en cuando, a su pesar, ve que un acontecimiento [entonces «evento»] irrumpe en su campo de presencia y lo trastorna por completo? Es un sujeto sensible, y por catá-lisis: un sujeto sensible al ardor extremo de las sub-valencias de tempo y de tonicidad que subjetivizan la sobrevenida inesperada y precipitan al sujeto de la esfera familiar del obrar a la esfera extática del padecer.

La segunda observación se refiere a la relación entre ese sujeto y la subjetividad, que es algo así como la huella que deja el paso del sujeto. Se trata de vislumbrar cómo se las arregla el sujeto para que el mundo se convierta en su mundo. Para eso es preciso identificar algunos de los resortes de esa apropiación. Un universo semántico identificado y esta-bilizado solo es pensable como una gramática que declina concordan-cias y prohibiciones, dicho de otro modo, categorías. Pero hecha esa observación, se impone la pregunta: ¿a qué se debe en realidad que el sujeto tenga la capacidad de jugar con el aparato categorial que lo pre-cede? Creemos que la gramática debe ser llevada al terreno del juego. En efecto, el juego y la gramática, en la medida en que ambos exigen que los jugadores observen reglas estrictas, mantienen gran afinidad entre sí, tal como lo entendía Saussure, aunque desde una perspectiva diferente, cuando acercaba la lengua y el juego de ajedrez. Mas per-siste la pregunta: ¿pero a qué se debe que el sujeto acepte jugar según esas reglas? La razón reside en lo siguiente: esas reglas son sus reglas. Dicho de otro modo, las operaciones de aumento y de disminución que el sujeto operador efectúa en la dimensión de la intensidad y las operaciones de selección y de mezcla que realiza en la dimensión de la extensidad no tienen nada de extraño: en la dimensión de la intensi-dad, el sujeto regula, ajusta los afectos que lo devastan o lo deprimen; en la dimensión de la extensidad, clasifica, ordena, como mejor puede, o rechaza las magnitudes que ha admitido o que han caído en su campo

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de presencia. La base subjetal de las dimensiones y sub-dimensiones, de una parte, y las operaciones canónicas, de otra, dan cuenta de la apropiación subjetiva tanto de los estados de alma como de los estados de cosas.

La fisonomía del sujeto, tal como emerge de este examen apresu-rado, es ambivalente: la dualidad de los modos de eficiencia [«llegar a» vs. «sobrevenir»] hace del sujeto de estado un ser a merced del evento, que lo despoja de todas aquellas competencias en las que fundaba la confianza en sí mismo y su coraje para hacer frente a las adversidades ordinarias de la vida. En cambio, la dualidad de los operadores dis-cursivos de mayor envergadura [implicación vs. concesión] otorga al sujeto operador una capacidad de denegación, de rebelión incluso, que puede oponer a la coerción directa que padece.

(Ver evento - recursividad, «llegar a» - «sobrevenir» - implicación - concesión).

Super-contrario: (Ver sub-contrario).

Tempo: El tempo, dicho de otro modo, la velocidad, es una sub-dimen-sión de la intensidad. La oposición básica es [rápido vs. lento]. En cuanto sub-dimensión de la intensidad, el tempo entra en correlación conversa con la otra sub-dimensión intensiva: la tonicidad. Esa correlación fun-cionaría como un producto. Esa demanda exorbitante por parte de una disciplina humanista se funda en dos consideraciones: (i) si, como se repite hasta el cansancio, el todo es mayor que la suma de sus partes, el producto es una manera regulada de sobrepasar la suma; (ii) la des-mesura de algunos afectos, de algunos «transportes» [enajenaciones], demanda un multiplicador inmanente.

Mientras que la afirmación de la eficacia subjetal de la tonicidad es admitida sin gran dificultad, el rol del tempo sigue subestimado, a pesar de la opinión autorizada de Valéry: «Esta velocidad interviene en todos nuestros pensamientos, está implicada en todos nuestros pen-samientos —y no puede ser de otra manera» (Cuadernos, tomo 1, p. 205).

(Ver dimensión - tonicidad).

Temporalidad: El «corpus» de reflexiones y de análisis relativos a la temporalidad exige una decisión, tal vez una toma de posición. No-sotros avanzamos la hipótesis de que la temporalidad está bajo la de-pendencia de los modos de eficiencia, lo cual quiere decir que hay un tiempo del «llegar a» y un tiempo del «sobrevenir». La morfología y la sintaxis son aquí inseparables. Como el tiempo del «llegar a» [parvenir] es lento, el sujeto puede abreviarlo en la misma medida en que el tiem-

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po del «sobrevenir» por ser breve, y hasta instantáneo, el sujeto está deseando alargarlo.

(Ver modo de eficiencia - tempo).

Tensividad: La tensividad no es otra cosa que la relación de la intensi-dad con la extensidad, de los estados de alma con los estados de cosas. Como se puede entrever, la razón de ser de un sistema, semiótico o no, reside en el control, en la gramaticalización de una alteridad: entre pro-ceso y sistema para Hjelmslev, entre sintaxis y semántica para Greimas. Es cuestión de establecer entre dos entidades plurales, numerosas, intercambios, una circulación, de fijar las reglas gramaticales de una buena «comunicación».

En este sentido, abreviando, hemos llegado a escribir que la tensi-vidad no era más que el comercio de la medida intensiva y del número extensivo. En efecto, a semejanza de las notas en música, nuestros afec-tos son ante todo, tal vez solamente, la medida de las transformacio-nes que los acontecimientos provocan en nosotros, mientras que en la dimensión extensiva, la de los estados de cosas, procedemos, a partir de las clasificaciones propias de nuestro universo de discurso, a hacer transferencias de una clase a otra conducentes a recuentos más o me-nos precisos: por ejemplo, ¿habría que incluir, como muchas socieda-des se lo han planteado, los insectos en la clase de los animales? o ¿el viento en la clase de los seres animados?

(Ver intensidad - extensidad).

Tonalización: El término poco corriente de tonalización reclama dos observaciones: (i) es tomado de la obra de G. Bachelard y no por azar ciertamente: la facultad de empatía, el entusiasmo comunicativo que le era propio le obligaba a crear su propia «lengua»; (ii) en el plano de la expresión, el léxico de la tonicidad ha servido para caracterizar la intensidad, y conduce para nuestra tarea personal a suprimir la distin-ción entre la dimensión de la intensidad y la sub-dimensión de la to-nicidad. El recurso al término de tonalización evita, a nuestro parecer, ese inconveniente.

(Ver extensivo - extensidad - intensivo - intensidad - sobrevenir).

Tonicidad: El término de tonicidad es tomado del plano de la expre-sión de la lengua natural, y nos proporciona la oposición básica [tónico vs. átono]. La tonicidad es la segunda sub-dimensión de la intensidad y contrae una correlación conversa con el tempo.

(Ver atomización – tonalización - tempo).

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199Glosario

Valencia: Como el término de isotopía, forjado a partir del adjetivo «isótopo», corriente en química, el término valencia ha sido importado también del vocabulario de la química. Por lo que nosotros conocemos, este préstamo fue hecho primero por Cassirer en Filosofía de las formas simbólicas: «Esta transformación tiene lugar cuando significaciones —o «valencias»— diferentes son atribuidas a diferentes momentos del deve-nir fluente» (tomo 3, p. 186). Grosso modo, las valencias ocupan en la hi-pótesis tensiva el lugar destinado hasta ahora a los semas. Sin embargo, las valencias se distinguen de los semas en tres relaciones por lo menos. Las valencias son en número finito, lo cual no es el caso de los semas, incluso si en los años setenta se admitía, por analogía con el éxito del análisis fonológico, que una veintena de semas bastaría para describir la totalidad de los micro-relatos existentes. La afirmación de la finitud del inventario de los semas choca con el hecho de que prácticamente los semas se confunden con el inventario abierto de los adjetivos califica-tivos de la lengua. En segundo lugar, las valencias son interdefinidas, isomorfas y solidarias entre sí, en virtud de relaciones de dependencia estrictas. En tercer lugar, las valencias se inscriben en el espacio tensivo, el cual es una imagen plausible del campo de los semas.

(Ver valor).

Valor: El concepto de valor sigue siendo algo desconcertante: en efecto, apenas se afirma su centralidad, el concepto se escurre y se dispersa. En el Curso de lingüística general, Saussure identifica valor y diferencia, y propone la significación como diferencia. Hjelmslev ignora práctica-mente el término y la negatividad radical que Saussure le imputa. Para Greimas, el término interesa a las estructuras narrativas de superficie por un doble título: la búsqueda del objeto de valor por un «sujeto de búsqueda» como principio del relato y del mito, y como la constitución del objeto de valor, que es una de las tareas de la cultura. A partir de esas conquistas, el punto de vista tensivo avanza dos proposiciones: en el plano del contenido, un valor es analizable-definible como intersección de dos valencias distintas: una valencia intensiva y una valencia ex-tensiva. En segundo lugar, un paradigma se perfila, el cual distingue, a beneficio de inventario, entre los valores de absoluto que apuntan a la exclusividad y los valores de universo que prefieren la difusión, por tanto, simétricos e inversos de los precedentes: en estos se da preferen-cia a la mezcla; en los primeros, a la selección.

(Ver valencia - intersección - definición).

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