Clase ceibos v2

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La razón de un título “Entrar en el misterio celebrado mediante los ritos y oraciones” por Guido Marini

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La razón de un título

“Entrar en el misterio celebrado mediante los ritos y

oraciones” por Guido Marini

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• En efecto, cuando se trata de liturgia, se habla propiamente de esto: el conjunto de los ritos y de las oraciones mediante los cuales, nos es dado acceder al misterio de Cristo, donado a nosotros a través de la Iglesia

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Línea litúrgica, la de Benedicto XVI, que no está dentro del ámbito del “gusto personal”, que sería también respetable, pero no por eso mismo necesariamente compartible, sino más bien como un verdadero y propio magisterio para compartir con espíritu de fe y genuino sentido eclesial.

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• “¿Quién salva al mundo y al hombre? –ha afirmado recientemente Benedicto XVI-. La única respuesta que podemos dar es: Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, crucificado y resucitado. Y ¿Dónde se actualiza el Misterio de la muerte y resurrección de Cristo, que conduce a la salvación? En la acción de Cristo mediante la Iglesia, de modo particular en el sacramento de la Eucaristía, que hace presente la ofrenda sacrificial redentora del Hijo de Dios…” (Audiencia general, 5 de mayo de 2010).

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• Se trata más bien de una celebración en virtud de la cual nosotros entramos realmente en relación con el misterio de nuestra salvación. Con Cristo Señor, el Salvador, que nos comunica su misma vida, su gracia.

• ***Así, el pasado se hace actual,

• ***Lo bello es una manifestación real de la belleza del Dios vivo,

• *** las nuevas relaciones fraternas son el fruto de la obra del Señor en el corazón del hombre.

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Basílica de San Pedro en Roma, cuando se detienen a contemplar la obra de arte de Miguel Ángel, “La Piedad”. Como se sabe, la obra del gran artista está colocada donde actualmente se revisten para la celebración eucarística cada vez que está presente el Santo Padre. Los guías resaltan que las manos de la Virgen están abiertas como para querer entregar el cuerpo sacrificado de Jesús a los que observan la escena. La Piedad fue realizada por Miguel Ángel como retablo y, por tanto, destinada para servir de fondo de altar en la celebración eucarística.

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• Decía Juan Pablo II: “Ya que la liturgia es el sacrificio de Cristo, es necesario mantener constantemente viva la afirmación del discípulo ante la presencia misteriosa de Cristo: “¡Es el Señor! (Jn 21, 7). Nada de todo aquello que hacemos nosotros en la liturgia puede aparecer como más importante que aquello que, invisiblemente, pero realmente hace Cristo por obra de su Espíritu” (Carta Apostólica Vicesimus Quintus Annus, 10). Esta verdad del acto litúrgico, debe estar siempre en el centro de la conciencia de fe de cuantos participan en la celebración litúrgica.

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El misterio sacro

• Así se ha expresado, al respecto, Benedicto XVI, dirigiéndose a los obispos de la Conferencia Episcopal de Brasil, en su visita ad limina apostolorum: “Ahora, la actitud primaria y esencial del fiel cristiano que participa en la celebración litúrgica no es hacer, sino escuchar, abrirse, recibir… Es obvio que, en este caso, recibir no significa estar pasivo o desinteresarse de lo que allí acontece, sino cooperar –porque nos volvemos capaces de actuar por la gracia de Dios- según la “auténtica naturaleza de la verdadera Iglesia

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• Si de la liturgia no emergiese la figura de Cristo, que es su principio y está realmente presente para hacerla válida, no tendremos ya más la liturgia cristiana, completamente dependiente del Señor y sostenida por su presencia creadora” (15 de abril 2010)

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2. “Entrar”

• Entrar en una realidad, participar en un acontecimiento es siempre una experiencia que envuelve al hombre en cada una de sus dimensiones: inteligencia, voluntad, emoción, sentimiento, acción… La exterioridad del obrar y su fundamento interior resultan complementarios y necesarios. Así es en la vida litúrgica. Precisamente porque es experiencia vital no puede menos que afectar a la totalidad de la persona humana. Así, por ejemplo, si existe una participación que procede por la vía de la comprensión de un texto, también se da la que procede de una elevación del alma producida por un encuentro con lo bello. Y si se participa mediante la acción, también es posible realizar una verdadera participación mediante el silencio, sólo en apariencia inactivo.

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Entrar en el obrar de Cristo

• cardenal Ratzinger en su volumen Introducción al Espíritu de la Liturgia: “¿En qué consiste… esta participación activa? ¿Qué es lo que hay que hacer? Desgraciadamente esta expresión se interpretó muy pronto de una forma equivocada reduciéndola a su sentido exterior. A la necesidad de una actuación general, como si se tratase de poner en acción al mayor número posible de personas, y con la mayor frecuencia posible.

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• . La verdadera acción litúrgica, el acto verdaderamente litúrgico, es la oratio (…) Esta oratio –la solemne plegaria eucarística, el “canon”- es, en realidad, algo más que una serie de palabras, es actio en el sentido más relevante del término. Lo que, en gran medida ocurre en ella es que la actio humana (…) pasa a un segundo plano Y deja espacio a la acción divina, al actuar de Dios (pp. 195-196 edic. española).

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3. “Mediante ritos y oraciones”

• En la liturgia, los ritos y oraciones se apoyan mutuamente y mutuamente se iluminan hasta el punto vivificar la celebración. El rito quedaría privado de luz sin la oración que lo ilustra; la oración quedaría privada de eficacia sin el rito que la pone en acto. La celebración litúrgica por tanto, requiere aquella fe que impide que se permanezca como un extraño tanto en la oración como en el rito.

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• De hecho, el abandono de la cultura cristiana, como orientación de fondo que se aprendía en la juventud y era compartida ampliamente por la sociedad, conduce a una grave forma de “ignorancia” relativa a los ritos y oraciones de la liturgia Y no se puede pedir a la liturgia lo que ella no puede dar: la catequesis. No hay duda: la liturgia se aprende también al vivirla. Pero sigue siendo necesaria aquella catequesis que es también iniciación a la experiencia litúrgica, una introducción en los misterios divinos.

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El silencio sagrado

• Una liturgia bien celebrada, en sus diversas partes, prevé una acertada alternancia de silencio y palabra., donde el silencio anima a la palabra, permite a la voz resonar con extraordinaria profundidad, manteniendo cada expresión oral en el adecuado clima de recogimiento.

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• Así, durante el acto penitencial y después de la invitación a la oración, el silencio ayuda al recogimiento; después de la lectura o la homilía, es una llamada a meditar brevemente lo que se ha escuchado; después de la Comunión, favorece la oración interior de alabanza y de súplica” (n 45).

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La noble belleza• La liturgia, en efecto, como también la Revelación cristiana, está

vinculada intrínsecamente con la belleza: es veritatis splendor… Este atributo al que nos referimos no es mero esteticismo, sino el modo en que nos llega, nos fascina y nos cautiva la verdad del amor de Dios en Cristo, haciéndonos salir de nosotros mismos y atrayéndonos así hacia nuestra verdadera vocación: el amor… La verdadera belleza es el amor de Dios que se nos ha revelado definitivamente en el Misterio pascual. La belleza de la liturgia es parte de este misterio; es expresión eminente de la gloria de Dios y constituye, en un cierto sentido, un asomarse del Cielo sobre la tierra… La belleza por tanto no es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien, elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo y de su revelación. Conscientes de todo esto, hemos de poner una gran atención para que la acción litúrgica resplandezca según su propia naturaleza” (n. 35)

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• Las palabras del Papa no pueden ser más claras. En consecuencia no es admisible forma alguna de ligereza, minimalismo y de una mala entendida pobreza en la celebración litúrgica

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El crucifijo en el centro del altar

• Se llena de significado entonces la distinción entre la liturgia de la palabra y el canon. En la primera se trata del anuncio, y por tanto de una alocución inmediata, en el otro de una adoración común, en la que todos nosotros estamos más que nunca durante la invocación –“conversi ad Dominum”-: dirijámonos al Señor; convirtámonos al Señor” (pp. 131-135 edic. italiana)

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• “La idea de que el sacerdote y el pueblo deben mirarse recíprocamente ha nacido en la cristiandad moderna y es completamente extraña a la antigüedad. Sacerdote y pueblo ciertamente no rezan uno hacia el otro, sino hacia el único Señor. Por tanto durante la plegaria miran en la misma dirección: o hacia Oriente como símbolo cósmico del Señor que viene, o donde esto no es posible, hacia una imagen de Cristo del ábside, hacia una cruz, o simplemente hacia el cielo, como el Señor ha hecho en la oración sacerdotal la primera tarde de la pasión (Jn 17,1).

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La adoración

• ¿Qué entendemos por adoración? Ciertamente no se trata de una relación intelectual o sentimental con el misterio. Se podría definir como el reconocimiento lleno de maravilla por la omnipotencia de Dios, de su majestad intangible, de su señorío providente y misericordioso, de su belleza infinita que coincide con la Verdad y el Amor… y la adoración cuando es auténtica, conduce a la adhesión es decir, a la reunificación del hombre y de la creación con Dios, a la salida del estado de separación, a la comunión de vida con Cristo

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• Me detengo un momento sobre el gesto típico y central de la adoración que hoy corre el riesgo de desaparecer, como el ponerse de rodillas, recogiendo un texto del Cardenal Ratzinger: “Nosotros sabemos que el Señor ha rezado estando de rodillas (Lc. 22,41), que Esteban (At 7,60) Pedro (At 9,40) y Pablo (At 20,36) han rezado de rodillas. El himno cristológico de la Carta a los Filipenses (2, 6-1) presenta la liturgia del cosmos como un arrodillarse ante al nombre de Jesús (2,10) y ve en esto cumplida la profecía de Isaías (Is. 45, 23) del señorío sobre el mundo del Dios de Israel.Doblando la rodilla en nombre de Jesús, la Iglesia cumple la verdad: se introduce en el gesto del cosmos que rinde homenaje al vencedor y así mismo se pone de la parte del vencedor porque ese arrodillarse es una representación y asunción imitativa de la actitud de Aquel que “era igual a Dios” y “se ha humillado a sí mismo hasta la muerte” (Revista Communio 35/1977)

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COMUNIÓN.

De rodillas le agradezco a Jesús que yo pueda comulgar

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El canto y la música

• Así está escrito “ Un canto de alabanza me honra y ésa es la vía por la cual mostraré la salvación de Dios” (Sal 49, 23). Eso que en latín se pronuncia salutare, salvación, en hebreo se dice Jesús.

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• Es justo, por tanto afirmar que el canto y la música en liturgia nacen de la oración y llevan a la oración, permitiéndonos entrar en el misterio, usando la terminología que es parte del título de esta conferencia. Y aquí, en el canto y la música, encontramos quizás una de las vías más elevadas de entrada y de participación en el misterio, capaces de sintetizar tantos otros componentes de la participación litúrgica.