Civilización del viñedo en el primer Bilbao 1300-1650 na rivera
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MUSEO ETNOLÓXICO. RIBADAVIA Rúa Santiago 10, 32400 Ribadavia T. 988 471843 F. 988470961 [email protected]
Ana María Rivera Medina
Departamento de Historia Medieval y CC y TT Historiográficas
UNED
La civilización del viñedo en el primer Bilbao, 1300-1650. La Coruña, Netbiblo-Uned, 2011,
352 pp. +CD
Fue a partir de la Baja Edad Media cuando el cultivo de la vid conoció su mayor expansión,
muy probablemente como resultado de un proceso de readaptación de la economía señorial y
monástica a las difíciles condiciones derivadas de la crisis cerealista de los siglos XIV y XV.
Señores laicos y monasterios promovieron el cultivo de un producto que tenía fácil salida
comercial, en un momento en el que se adivinaba ya la evolución hacia una economía de tipo
mercantil. Simultáneamente, la creciente demanda de vino por parte de los mercados urbanos
dio lugar a la configuración de auténticos cinturones vitícolas en torno a numerosas ciudades
europeas, así como a una minuciosa regulación de su venta en las ordenanzas municipales. La
expansión del viñedo a lo largo de los siglos bajomedievales se encuentra en estrecha conexión
con la creciente comercialización de los productos agrícolas, porque ya no se producía sólo
para asegurar el autoabastecimiento, sino también pensando en el mercado local o regional, lo
que dio lugar al surgimiento de corrientes mercantiles regulares dirigidas hacia las regiones
más urbanizadas. Por lo tanto, Bilbao no tenía por qué ser una excepción, independientemente
de las características edafológicas y morfológicas de sus terrenos.
Pese a los considerables avances experimentados a lo largo de los últimos decenios por los
estudios de vitivinicultura en toda la Europa occidental, hasta el momento era todavia
relativamente escaso lo que se sabía acerca del lugar que el cultivo de la vid y la elaboración y
comercialización del vino ocupó a lo largo de las Edades Media y Moderna en una comarca, en
principio, tan poco propicia para el cultivo de este producto como es el entorno de la villa de Bilbao en un periodo de “larga duración”: 1300-1650. Lo cierto es que, aunque parezca una
mera ilusión, la villa de Bilbao y su entorno se encontraban rodeados de viñas y manzanales.
Viñas que, en ocasiones, se introducían en la misma trama urbana. Y esto no tiene por qué
llamar a extrañeza, porque sabido es que la tríada mediterránea, vid-olivo-trigo, constituía la
base de la alimentación, del comercio y de la deriva de la vida urbana en el proceso de
reconstrucción que se inicia con la caída del Imperio Romano y emana con fuerza durante la
Baja Edad Media estableciendo un nuevo orden: el vino como alimento, bebida y medicamento.
La investigación se inicia con un análisis sobre “la cultura del viñedo” en Bilbao, considerando
al medio natural, la legislación municipal, la trama, el aspecto, la protección, las tareas
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vitícolas y vinícolas, y finalmente, el comercio. Un paisaje que comienza en la tierra y termina
en el mercado.
Se trata de un paisaje que se asemeja al europeo: periurbano, minifundista e intensivo. Los
viñedos, reducidos en superficie, casi tocaban los muros de las casas. Se encaramaban por los
escasos espacios no urbanizados y, en ocasiones, excedían los propios límites de la villa. De
ahí que su expansión estuvo sujeta a los propios límites jurisdiccionales, límites que variaron
en el tiempo. Sin embargo, los viticultores ocuparon terrenos en Deusto y Begoña, en una
especie de búsqueda desesperada por alcanzar una mayor producción. Lo sorprendente es que
la villa bilbaína fue capaz de estructurar un paisaje del viñedo a pesar de su emplazamiento y
con un difícil clima - plomizos y amenazantes cielos bilbaínos (41% de los días) que prodigan
días tras día lluvias débiles o intensas (45% de los días), la poca insolación dificultando la
maduración de los frutos y el elevado porcentaje de humedad -, con suelos pobres (ácidos, con
poco espesor de capas, etc.) y accidentado relieve, con una ría que cuando crecía arrebataba
todo lo que encontraba a su paso.
Pero la producción propia, “vinos de la cosecha” de la villa del Nervión, nunca llegó
autoabastecer el consumo local por lo cual a pesar de las medidas proteccionistas se comprueba
la importación, “vinos de fuera parte”, continuada de caldos de otras comarcas peninsulares y
extra-peninsulares. Y esto con el fin de remediar la escasez de vinos de producción propia, así
como con el fin de atender a quienes ya reclamaban vinos de mayor calidad que los que los
suelos y las condiciones bioclimáticas de Bilbao podían ofrecer. Este tráfico, terrestre y
marítimo, además de generar una profusa legislación, propició la creación de un sector de
servicios dedicado al vino, haciendo extensivo el viñedo de la tierra a la mesa, proceso en el
cual intervendrá un variado y amplio conjunto de actores sociales que abarcan los más
diversos oficios. En este sentido, se comprueba que en Bilbao se bebe vino blanco y vino tinto,
de Toro, Burdeos, Rioja, Madrid, Toledo, Jerez, Oporto, Canarias y Andalucía. Y de entre
todos los vinos el preferido, el más sometido a fraude, el más requerido y el de mayores tasas de importación, fue el Ribadavia, vino de ribeiro, vino gallego, apreciado por su color y por su
frescura, sobre todo en verano, pero también en invierno. Por lo tanto es posible pensar, y
pensamos, que existió una dura competencia en el mercado de ambas ofertas. Además de
manifestarse sigilosamente y en paralelo una economía sumergida que afectaba tanto a sisas
como a precios de vinos propios y ajenos. En definitiva: una lucha entre la economía capitalista
que se abría paso y las perturbaciones del propio sistema que encontraban su razón en la
evasión de impuestos y en la consecución de un precio asequible.
El vino se convertía así, en una utilidad económica, porque a través de los impuestos a la
producción (diezmo), a la introducción, a la venta y al consumo satisfizo las arcas de la Iglesia
local y del concejo que aunque recaudó continuadamente impuestos a través del sistema de
arrendamiento, nunca logró sanear sus cuentas. En suma, el vino, o mejor dicho, las rentas que
éste producía, tanto de las sisas permanentes como de las temporales, actuaron de acicate para
un ayuntamiento siempre necesitado de recursos rápidos, debido a las grandes deudas que
acumulaba. Por lo tanto, el vino será el soporte de la contabilidad municipal desde muy
temprano. Y como tal, cualquier movimiento del caldo será vigilado de cerca por el ojo público,
que no cejará en establecer multas, en dinero por supuesto, a todo aquel que osase incumplir
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las regulaciones. Pero ni con todo pudo el municipio sanear sus cuentas, e incluso llegó a
imponer “nuevas sisas”, “sisas nuevas” que gravaban una y otra vez el mismo producto,
generando en consecuencia más inflación. Y con tanto impuesto, lógicamente aparece el fraude:
la economía sumergida.
Además el vino, como utilidad económica, es producto del comercio al menudeo, y éste se
efectúa fundamentalmente en posadas, mesones, ventas y tabernas, constituyéndose éstas en el
centro del fraude: del fraude moral, del fraude económico y del fraude por el fraude. En este
mundo de escándalos, engaños, borracheras, picardías y amores de un día aparece ella, la
tabernera, figura femenina asociada precisamente al pecado, a la deshonra y a la prostitución.
Precisamente es en ese sub-mundo donde el vecindario cree encontrar un mayor grado de
libertad; aunque se trate de una libertad aparente, porque el concejo ejercerá un férreo control.
Por supuesto las tabernas, públicas o privadas, legales o ilegales, se expandieron más allá de
los límites de la villa, y en esta expansión el concejo encuentra otro medio de financiación.
Desde la Baja Edad Media las fuentes municipales, notariales y judiciales, cualitativas y
cuantitativas, nos ofrecen la trayectoria seguida por ese mundo tabernario, permitiendo las
localizaciones y propietarios sucesivos de mesones, de tabernas, de ventas y de posadas. Con
este bagaje es posible mostrar la escenografía tabernaria de la villa siglo a siglo, sus avatares,
los actores sociales que salían a escena, y los modos que adopta el comercio legal o ilegal al
menudeo. De ahí que la civilización del vino en la villa esté llena de voces, las voces del vino,
cuyo eco aún resuena cuando uno pasea por el casco de la villa, como recordando el origen
medieval del vino. En otras palabras, el vino en la villa traspasó las fronteras de un orden social
controlado, dirigido y perseguido en pos de disciplinar las conductas individuales y colectivas;
porque se consideraba a la población como “menor de edad”, incapaz de controlar sus propios
instintos. Por todo ello, tal y como relatan unos versos en los que es posible recordar a los
goliardos: Tan sólo de cantares y de vino me hables…
La investigación que dio como resultado esta publicación cuenta con la consulta de un amplio
corpus legal que se sostiene en fueros, cartas pueblas, reales cédulas, actas de las Juntas Generales del Señorío de Vizcaya, del ayuntamiento de Bilbao y de ayuntamientos cercanos,
toda vez que Bilbao no era una entidad aislada, sino todo lo contrario. Su día a día se
movilizaba jurídicamente entre las órdenes reales, las que emanaban de las Juntas Generales, y,
sobre todo, las que surgen del propio funcionamiento local: las ordenanzas y las actas
municipales.
Porque es evidente que las conductas individuales y sociales se dirigían desde la autoridad y
ésta actúa cada vez que se infringe la ley. Luego la ley responde a reconducir conductas, y
cuando se dice conductas están referidas a las propias, a las colectivas, a las económicas y a las
religiosas. Porque en la Baja Edad Media y en los tiempos modernos la conducta individual
dependía de la colectiva y ésta de las estrategias de las autoridades civiles y religiosas, de las
locales y de entidades de mayor poder. Todo haciendo gala de la idea del cuerpo: cuerpo social,
cuerpo místico, cuerpo laboral (los gremios, las cofradías y los consulados). La individualidad
surge con el Renacimiento, y con la idea de individuo, la razón, y con ésta el cambio. Y todo
ello se refleja en la viticultura y vitivinicultura.
Partiendo del estudio de las fuentes forales, se siguió el itinerario hacia lo particular para
concluir en el estudio y análisis de los diversos ordenamientos municipales, las actas del
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concejo bilbaíno y de otras villas costeras del Señorío donde, como siempre, la actividad
vitivinícola se manifiesta con timidez, y documentos que se guardan en el Archivo de la
Diputación Foral de Vizcaya, en sus diversos fondos. En este recorrido fueron fundamentales
las fuentes editadas; es decir, el conjunto de Fuentes Documentales Medievales del País Vasco,
que permitieron organizar con mayor certeza la consulta y análisis de las actas del
ayuntamiento de la villa del Nervión y de las villas de Lequeitio, Plencia y Portugalete. Sin
desatender los ordenamientos de las villas del interior del Señorío: Gordejuela, Valmaseda, etc.
Fueron también de especial utilidad fuentes editadas y un vasto corpus bibliográfico relativos a
las villas castellanas, aragonesas, navarras, gallegas, en general de todo el conjunto peninsular.
Afianzados en el conocimiento de la estructura legal, se procede a la consulta de las fuentes
jurídicas: primero las que emanan de los fondos de la Sección Corregimiento del Archivo de la
Diputación Foral de Vizcaya, donde se custodian los documentos jurídicos: pleitos, denuncias,
embargos, procesos de fraude, arrendamientos de impuestos, etc. Lo que permitió conocer
cuáles eran los flancos débiles que escapaban al marco legal y cómo los individuos se las
arreglaban para saltarse una y otra vez la ley, unas veces con más suerte que otras; además de
percibir cómo se concertaban los diversos trabajos de la actividad. Aparecía un paisaje donde
naturaleza, agricultura, hombre y economía se fundían, proporcionándonos una clara visión de
lo que tratábamos. Sin embargo, la imagen no estaba completa. Se debía bucear en el ámbito de
lo privado para entender cómo era percibido por los individuos ese paisaje vitivinícola
particular; así, las claves de esta cuestión estaban resguardadas en el Archivo Histórico
Provincial, en los Fondos Notariales.
De esta manera, también en este aspecto se partió de lo general a lo particular, hasta llegar al
ámbito de la familia y conocer cómo se trabajan, se mantienen y se trasmiten estas unidades de
explotación. Aparecieron, así: testamentos, donaciones, dotes, capellanías, censos y
obligaciones. Sin embargo, seguían faltando elementos para completar la postal que
construíamos. Porque la vitivinicultura y sus actuaciones no sólo se nutren del ámbito de lo político, judicial y privado, sino también de un universo clerical, toda vez que la iglesia es la
gestora del diezmo. No obstante, consultar el Archivo Catedralicio de Calahorra y el Archivo
Diocesano de Vizcaya proporcionó piezas de gran utilidad para esbozar la participación de la
iglesia en la actividad de la villa. En estos archivos también surge lo particular y lo colectivo,
sobre todo cuando se trata de la “Cofradía de San Gregorio Nacianceno” o “Cofradía de los
Propietarios y Herederos de Viñas”.
La tarea heurística se completó, además, con los documentos procedentes del Archivo de la
Chancillería de Valladolid, a donde llegan los juicios que no encontraban resolución en
tribunales locales, de gran riqueza por las propias características de los documentos. De allí
surgían voces oficiales o privadas que nos hablaban de la actividad, de los individuos
involucrados y sus tareas. Similar situación se presenta en el Archivo Histórico Nacional, en el
Archivo General de Simancas y en la Biblioteca Nacional, donde un conjunto de informes
permiten conocer el recorrido de la vitivinicultura en la villa. Finalmente, no se puede obviar la
importancia que tienen en esta investigación contar con más de mil imágenes procedentes de
colecciones privadas y públicas, europeas y españolas; a lo largo de nuestra búsqueda se han
recopilado pinturas, grabados, fotografías, planos y mapas procedentes de: museos de
Alemania (Nacional Bávaro, Alte Pinakothek de Munich), Bélgica, Bosnia y Herzegovina
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(Nacional), Francia (de Orsay en París, Louvre, Medieval de París, Nacional de París, National
du Moyen Âge-Thermes de Cluny), Holanda, Italia (Nacional de Bargello, Cívico de Siena),
México (Fundación E. Arocena-Museo), Reino Unido (de Victoria y Alberto, Harveys Wine,
British Museum), Ucrania (de Bellas Artes de Lviv) y España (de la Cultura del Vino-Dinastía
Vivanco, Nacional del Prado, Thyssen); bibliotecas de Alemania (de Estado de Berlín-
Patrimonio Cultural Prusiano), Austria (Nacional Austríaca), Bélgica (Universal de Lieja),
Francia (Municipal de Lyon, Municipal de Rouen, Nacional de Francia en París), Italia
(Casanatense de Roma, Comunal de Imola, Nacional Marciana en Venecia, Queriniana en
Brescia -Lombardía-, Universitaria de Bolonia), Reino Unido (Británica en Londres) y España
(Nacional de España, Real del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial); también de abadías,
basílicas, catedrales e iglesias italianas (abadía y basílica de San Columbano en Bobbio, iglesia
de San Luis de los Franceses en Roma, iglesia de San Martín en Florencia) y españolas (iglesia
parroquial de San Salvador de Luesia en Zaragoza y su correspondiente Diócesis de Jaca,
basílica de San Gregorio Ostiense en Sorlada -Navarra- y su correspondiente Arzobispado de
Pamplona-Tudela); sin olvidar los fondos de la Fundación Lungarotti en Torgiano (Italia), del
Palacio de Roma, del Ministerio de Hacienda, de la Diputación de Aragón, del Untzi Museoa-
Museo Naval de San Sebastián, del Archivo Histórico Foral de Bizkaia, del Archivo Histórico
Provincial de Vizcaya, de la Biblioteca Foral de Bizkaia, de la Biblioteca Municipal de
Bidebarrieta de Bilbao, del Museo Vasco de Bilbao, del Museo Diocesano de Arte Sacro de
Bilbao, del Museo de Bellas Artes de Bilbao, o de los fondos gráficos de particulares; así como
los de iglesias bilbaínas (Catedral de Santiago, Parroquia de San Antón, Parroquia-Basílica de
Nuestra Señora de Begoña y Parroquia de San Nicolás de Bari). Y, finalmente, de algunos
colegas que se han dedicado a completar y complementar nuestro objetivo como Frédéric
Duhart (École des Hautes Études en Sciences Sociales. París).
Con esta investigación se ha pretendido abrir una puerta a nuevos temas y a nuevos estudios
que vayan consolidando el campo del conocimiento del trajín urbano de una villa de neto corte
industrial y comercial, porque el hombre siempre ha necesitado de alimento espiritual y físico, y en el vino se conjugan ambos.
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