Ciudad de Buenos Aires. De la fundación a la participación ciudadana

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2 Jefe de Gobierno Dr. Aníbal Ibarra Vicejefe de Gobierno Sr. Jorge Telerman Secretario de Descentralización y Participación Ciudadana Sr. Héctor Capaccioli Ley nº 866 Cantidad de ejemplares: 1.000 Editado, diseñado y producido por la Subsecretaría de Comunicación Social, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Hecha depósito que establece la ley 11.723. Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares de los derchos de propiedad intelectual, bajo sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total y/o par- cial de esta obra por cualquier medio o procedimiento incluidos la reprografía y tratamiento informático. Ejemplar de distribución gratuita.

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Jefe de GobiernoDr. Aníbal Ibarra

Vicejefe de GobiernoSr. Jorge Telerman

Secretario de Descentralización y Participación CiudadanaSr. Héctor Capaccioli

Ley nº 866Cantidad de ejemplares: 1.000

Editado, diseñado y producido por la Subsecretaría de Comunicación Social, Gobierno de la CiudadAutónoma de Buenos Aires.

Hecha depósito que establece la ley 11.723.

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamenteprohibida, sin autorización escrita de los titulares delos derchos de propiedad intelectual, bajo sancionesestablecidas en las leyes, la reproducción total y/o par-cial de esta obra por cualquier medio o procedimientoincluidos la reprografía y tratamiento informático.

Ejemplar de distribución gratuita.

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Prólogo | Jefe de Gobierno

Soy de la idea de que la cohesión social y la potenciacultural que tengan las sociedades son factores funda-mentales a la hora de discutir y saber construir mejorproyectos de futuro, hablemos de ciudades, de pueblos,de naciones. El que existan esa cohesión social, esesentido de pertenencia comunitaria y esa potencia cul-tural es producto de las historias que hayan atravesadoesas mismas sociedades.

Este libro es valioso porque aborda desde muy distintasmiradas y disciplinas -como es necesario hacerlo- lashistorias que conforman la actual ciudad de Buenos Ai-res. Es un libro que habla de lo que fuimos, de cómo ypor qué se constituyeron las identidades que aún nosmarcan. Habla de lo que somos hoy y de lo que pode-mos ser en el futuro a partir de eso que somos.

Desde esa necesidad de autoafirmación para saber quése quiere, el repaso de este trabajo no se queda corto.Arranca desde los orígenes mismos de la ciudad: lasfundaciones de Mendoza y Garay. Hace un repaso nece-sario sobre la conflictiva historia institucional de Bue-nos Aires y su relación con la Nación. Asunto vigente sise tiene en cuenta que los porteños estamos todavíapeleando por mayores niveles de autonomía. Recorre lahistoria de la inmigración, la que más poderosamenteforjó nuestra cultura, nuestra actual y rica diversidad,

nuestro carácter de ciudad abierta al mundo y tambiénnuestras dualidades. Habla también de la diversidad deBuenos Aires desde la conformación de su fisonomíaarquitectónica y urbanística: desde las casas colonialesa los conventillos, desde las casas chorizo a la magnifi-cencia europeísta que comenzó a plasmarse entre finesdel siglo XIX y las primeras décadas del XX.

Pero este es un trabajo realizado desde un área particu-lamente significativa dentro del sistema de gobierno dela Ciudad: el área de Descentralización. Particularmen-te significativa, digo, porque aunque en nuestro gobier-no apostamos a transversalizar políticas y a evitar losproblemas que suelen derivarse de una gestión cuandose la practica desde compartimentos estancos, desdeDescentralización se juega en buena medida uno de losdesafíos más apasionantes, complejos e ineludibles quedebe afrontar toda gestión local moderna si se quieredemocrática, en el sentido más profundo, novedoso yhasta revulsivo del término.

Desde el primer período de mi gestión venimos apos-tando muy fuertemente a las políticas de descentraliza-ción y de participación ciudadana. No sólo porque así loprescribe la Constitución, sino porque es nuestra con-vicción que cuanto más cercano y mejor articulado seael trabajo entre las instituciones y la sociedad, más seganará en eficacia de gestión, en transparencia y en me-jor calidad de vida para todos.

Ni bien se comienza la lectura de este trabajo puedeleerse una cita que llama la atención por lo sugerente:“El barrio era un espacio simbólico signado por relacio-nes que muchas veces reemplazaban a la familia perdi-da y a la vez constituía un microcosmos protector queayudaba a los recién llegados a sentirse en casa o a con-seguir trabajo.” La cita tiene su contexto y su sentido

histórico específico, pero tiene una peculiar vigencia.Desde hace tiempo Buenos Aires -como tantísimas ciu-dades del mundo- suele vivir una suerte de añoranzamelancólica por el pasado, por el barrio perdido.

Si hacemos de esta observación un mal tango, existe unriesgo de caída en la pura melancolización, que tieneademás una componente falsa. Porque no es cierto quela ciudad en su conjunto haya perdido esa hermosa vidade barrio, a la que por otra parte potenciamos y recupe-ramos desde diversos programas nacidos en Descen-tralización, Cultura, Desarrollo Económico. Pero sí esverdad que es una marca de la época -en Buenos Airesy en muchas ciudades del mundo- la sensación de nopertenencia y de desarraigo. Es más que una marca deépoca, es un problema y un desafío, nacido desde mu-cho antes de la globalización y potenciado por ésta en loque tiene que ver con fenómenos de sedentarismo y derepliegue a lo privado.

Este libro es una señal indicial, entre muchas, de la ba-talla que estamos dando por recuperar esa cohesión so-cial tan dañada en los ‘90, ese sentido de pertenencia,esa necesidad de generar entusiasmos colectivos. Y estambién el síntoma de una revolución cultural silencio-sa que se está dando en cada barrio de la ciudad, en ar-ticulación con programas que pusimos en marcha des-de hace ya varios años. Una revolución de bajo perfil, detiempos largos, de frutos seguros.

Aníbal IbarraJefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

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Prólogo | Secretario de Descentralización y Participación ciudadana

¿Por qué otra publicación sobre Buenos Aires?

Porque entendemos que comprender nuestra historia esuna buena forma de proyectarnos al futuro, y estamosconvencidos de que sin la memoria del pasado, difícil se-rá resolver antinomias y evitar la repetición de errores.

Buenos Aires y su gente son los protagonistas de estetrabajo, en el que hemos querido brindar, en un brevepaseo por nuestro pasado, algunos hechos históricos,culturales y económicos, con el deseo de identificar lascaracterísticas propias de la ciudad desde un ámbito quefuera a la vez panorámico sin ser superficial, analítico sinser anecdótico, ameno a la vez que riguroso.

Sin negar que Buenos Aires siempre haya estado enestrecha relación con el país, al punto de que a vecesla historia de la Argentina parece resumirse –errónea-mente- en la de la Ciudad de Buenos Aires, pensamosque sería interesante identificar esos tres aspectosesenciales, muchas veces tratados de forma alejada,para diseñar una dinámica política de la ciudad.Vivimos un momento especial.

Esta relación entre historia, cultura y economía, llegaen tiempos en que es preciso establecer un marco dereflexión pertinente para una nueva etapa en la vida de

la ciudad y de sus habitantes, la creación de las comu-nas. No es un hecho menor.

No bastan las instituciones centralizadas; así lo ha de-mostrado la práctica y así lo fueron entendiendo hom-bres de gobierno y legisladores en distintas oportuni-dades y en diferentes tiempos.

Nuestro propio instrumento constitucional, en su artí-culo primero, organiza sus instituciones bajo la formade una democracia participativa e incluye en la mis-ma, mecanismos en los cuales la ciudadanía encuen-tra un ámbito propicio para su integración: los conse-jos consultivos, el presupuesto participativo y las au-diencias públicas.

No es menor el rol que los constituyentes porteños otor-garon a la descentralización, rol sin dudas fundamentalque acerca al gobierno a los deseos de los vecinos,creando a su vez en ellos conciencia de pertenencia.

En las vísperas de la implementación real de las co-munas en la Ciudad de Buenos Aires es útil echar unamirada hacia lo que fuimos y recibir esa herencia ricay compleja, en su totalidad, con los aciertos y los erro-res de una historia de varios siglos. Creemos que esel mejor modo para que los propios ciudadanos co-nozcan y se reconozcan en el valor de la acción colec-tiva y que también los extranjeros tengan una referen-cia poco convencional pero completa y atractiva sobrenuestra Ciudad.

Que quede también como marca de una gestión endonde la descentralización no es sinónimo de desde-ñar lo público, sino de asegurar la promesa de partici-pación en la toma de decisiones acerca de cómo vivir,con qué valores y en qué condiciones.

Este es sin dudas, un período de cambios. De modoque no es posible pensar la Argentina como Naciónjusta y soberana sin tener en cuenta a Buenos Aires, dela misma manera que no es posible tener una visiónsólo municipal en la idea que nos hacemos de la Ciu-dad. Esto se resume en la función que le asignamos ala práctica política, que puede ser el mejor instrumen-to para todos los ciudadanos en la superación de losproblemas que enfrentamos a diario, mientras conoz-camos de dónde venimos, qué pensamos y cuáles sonlos desafíos de la transformación.

Héctor CapaccioliSecretario de Descentralización y Participación Ciudadana

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“El estudio de la ciudad es un tema tan sugestivo comoamplio y difuso; imposible de abordar para un hombre solo, si

se tiene en cuenta la masa de saberes que habría queacumular.”1

Desde la fundación a la actualidadHacia AméricaLa primera "Ciudad" de Buenos AiresLa Ciudad definitivaSuperficie, habitantes

Los habitantes y sus viviendasLos inmigrantesEsclavosLos puertosLa vivienda porteña

Desarrollo institucional

La Constitución de la CiudadAutónoma de Buenos Aires

Centros de Gestión y Participación

Memoria y presente institucional de la Ciudad de Buenos Aires

“El barrio era un espacio simbólico signado por relacionesque muchas veces reemplazaban a la familia perdida y a lavez constituía un microcosmos protector que ayudaba a losrecién llegados a sentirse en casa o a conseguir trabajo.”2

Sumario del Capítulo Nº 1 1.

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teocentrismo, encontrará en el Humanismo y el Re-nacimiento su sendero cultural; al mismo tiempo, lasnuevas rutas comerciales constituirán la base de unposible progreso económico. La sociedad feudal seencamina hacia nuevos rumbos, con la expansión deEuropa y el surgimiento del mundo capitalista.

Tanto con las búsquedas de los españoles como lasque realizan otros países hacia Oriente, se percibenlos inicios de un período de “globalización”, al menosdesde el aspecto de las relaciones comerciales; esteproceso se consolidará al lograrse el dominio casi to-tal de los nuevos territorios, en el siglo XVII.

Navegantes genoveses como Nicoloso di Recco -quellegó a las Canarias en 1341 al servicio de Portugal-catalanes, florentinos, venecianos, expertos en las ar-tes de la navegación, habían comenzado las travesías;lo hacían tanto por cuenta de sus ciudades como eneste caso, al servicio de otros países o ciudades.

Bordeando las costas africanas, alcanzaron los portu-gueses las islas de Cabo Verde, Ceuta en 1415 y aposteriori el Cabo de Buena Esperanza en 1487, orien-tados en el camino que los llevaría hacia la India, Chi-na y Japón en poco tiempo más.

En tanto España, recién salida de las luchas internasque llevaron a la consolidación de la monarquía cas-tellano-aragonesa por sobre los intereses feudalesde los señoríos, se encontró frente a la disyuntiva deencerrarse en sí misma dentro de la órbita europea ointentar caminos similares a aquellos de sus vecinospeninsulares.

Como Portugal, su posición geográfica la colocabafrente a la posibilidad de contactarse no sólo con los

territorios por entonces desconocidos o poco conoci-dos, sino con las factorías de Europa del norte.

La cercanía del mar había desarrollado una culturamarinera, fortalecida por los nuevos avances técni-cos que tuvieron lugar en esa época (la brújula, el as-trolabio, más precisas cartas de navegación). A ellase agregaron las nuevas técnicas constructivas, queresumían diversos modelos anteriores en la nave co-nocida como carabela; se facilitó así la posterior ex-pansión en la búsqueda de oro, marfil y especias.

No puede pensarse en el nacimiento de nuestra Bue-nos Aires sin recordar el contexto histórico que le dioorigen; de lo contrario, se amputaría una parte im-portante de nuestro conocimiento sobre ella.

Este singular período histórico se enmarca en una Eu-ropa jaqueada por las guerras, que acababa de con-quistar para los reinos de Castilla y Aragón, el limita-do espacio de territorio hispánico que aún quedabaen poder de los moros; pero al mismo tiempo, porotra parte, con la casi contemporánea pérdida deConstantinopla (1453), tenía cerrados los caminos ha-cia el Oriente proveedor de especias, telas y materiasprimas de especial importancia para su desarrollo.

Nos ubicamos apenas algo más de cien años des-pués de la peste negra, que diezmó casi un tercio desu población; se habían desvanecido de modo defi-nitivo los sueños, materiales o espirituales, que ge-neraron las cruzadas. Por éstas y otras muchas cir-cunstancias, tomó entonces fuerza la necesiIdad deOlcanzar por otros caminos aquello que el imperiootomano, de acuerdo con la visión de entonces, ha-bía alejado definitivamente.

La burguesía, dedicada al comercio y al artesanado,aliada circunstancial de las monarquías frente al po-der de los señores feudales, contribuyó además parala definitiva ruina de aquel poder y la consolidaciónde los Estados.

La mentalidad burguesa, orientada por sus activida-des más hacia el beneficio material que hacia lascreencias cerradas del medioevo cristiano con su

DESDE LA FUNDACION A LA ACTUALIDAD

Sello y firma deHernandariasde Saavedra.

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Memoria y presente institucional de la Ciudad de Buenos Aires

en los Andes Centrales. Los mayas, predominantesdurante varios siglos en Mesoamérica, estaban or-ganizados en ciudades-estado y nunca constituye-ron un imperio.

En las áreas marginales –Caribe, Brasil y la mesopo-tamia argentina– se encontraban pueblos cazadoresrecolectores, mientras que se podrían ubicar en unestadio intermedio a los pueblos subordinados a losgrandes Imperios Inca y Azteca, como los diaguitasdel norte argentino.

De allí en adelante, y a partir del “descubrimiento”de América, se buscó un paso hacia el Pacífico, queevitara transbordos que prolongaran aún más los yainterminables viajes hacia las Indias; para descubrir-lo, se enviarán numerosas expediciones.

Así llegará a estas llanuras en 1515 Juan Díaz de So-lís. Descubrirá, intrigado, la extensión del que deno-minará “Mar Dulce”, nuestro Río de la Plata. Creerá–tanto él como los que le sucedieran–, que era sen-dero seguro, sea hacia el Pacífico, sea hacia las tie-rras del Perú, sobre cuyas riquezas en ese metal elextremeño Francisco de Pizarro se extendió en susinformes a Felipe II hacia 1534.

Será el portugués Hernando de Magalhaes –tambiénbajo pabellón hispano–, quien en 1519 atravesará elCabo de Hornos, y encontrará el paso hacia el Océa-no Pacífico en el extremo sur del continente. Navega-rá entonces por el Pacífico hacia las Indias, comple-tando su sustituto, Sebastián Elcano, la vuelta al mun-do cuando regresó a España en 1522. Sebastián Ga-boto remontó el Paraná en 1520, y llegó hasta dondehoy se encuentra la ciudad de Asunción del Paraguay.

El genovés Cristóbal Colón había propuesto en 1484a Juan II, rey de Portugal, navegar en dirección con-traria a la utilizada por los navegantes de ese país,para dirigirse hacia Oriente. Sea por diferencia de in-tereses o por disensos de otro carácter, no encontróeco favorable, y se dirigió a España.

Corría el año 1485, y no fue sino hasta 1492 que losmonarcas Isabel de Castilla y Fernando de Aragón to-maron la decisión de apoyar financieramente suspropuestas. Fueron algunos de los motivos de tal tar-danza los lógicos desencuentros imaginables, cientí-ficos y comerciales, de cara a una propuesta que sibien no tocaba temas desconocidos para los aseso-res de los reyes, implicaba compromisos que pode-mos suponer inquietantes para un reino inmerso enotros conflictos.

Fijadas las condiciones en un acuerdo conocido co-mo “Capitulaciones de Santa Fe”, en abril de 1492,Colón partió en agosto de ese mismo año y llegó el12 de octubre a tierras desconocidas para él y paralos europeos.

Por cierto que estos territorios no estaban deshabita-dos. Varias decenas de miles de años antes, algunascorrientes asiáticas habían entrado por el norte delcontinente; otras, atravesando el Pacífico desde Ocea-nía. Así, numerosos grupos con un mayor o menorgrado de civilización, ocupaban los extensos territo-rios de lo que después se denominaría América.

Las sociedades más avanzadas fueron la azteca enla parte norte de América Central y México, y la inca

Hacia América

Grabado de UlrichSchmidl, 1599 - Atlasde Bs. As., MCBA 1980

Asentamiento de Pedro de Mendoza.

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to para colonizar, sino que pretendió ser un fuerte pun-to clave para la defensa y ocupación del territorio”. 3

Las tierras donde se asentaron estaban ocupadas porlos querandíes, que eran tribus nómades, cazadoras yrecolectoras. Su economía se basaba en los productosque podían recoger, por lo cual la migración estacionalera habitual en ellos. Innumerables inconvenientes ge-nerados por las enfermedades fueron diezmando al co-rrer del tiempo la dotación que acompañaba a Mendo-za y que compartía las precarias construcciones de ba-rro y paja, en un fuerte cuyo recinto estaba apenas ro-deado por un muro de tierra no más alto de dos metros.

La reprobable actitud de los españoles hacia los indíge-nas –que en principio habían colaborado con el sumi-nistro de alimentos -, terminó generando su reacción,y el hostigamiento se agregó a las demás carencias.

No podemos ignorar que también existieron luchas in-ternas entre los mismos españoles, motivadas sobretodo por sus intereses contrapuestos, entre los que nodebía faltar la decepción frente a la ausencia de rique-zas al alcance de la mano, con las que muchos de quie-nes se embarcaban soñaron durante la larga travesía.

Frente a estos problemas, hacia fines de abril, el Ade-lantado encomendó a Juan de Ayolas avanzar haciael norte por el Paraná, con la intención explícita deproveerse de víveres. Estableció el fuerte de CorpusChristi y posteriormente fundó otro similar, que lleva-ría el nombre de Buena Esperanza. A su muerte, le su-cedió en la tarea Domingo Martínez de Irala, quien setrasladó a la recién fundada Asunción.

Sin duda, Mendoza estaba a la vez estimulado por lanecesidad de establecer un asentamiento más cerca-

En 1534, el rey de España, Carlos V, otorgó a Pedro deMendoza, veterano de las guerras italianas y partici-pante del saqueo de Roma en mayo de 1527, el nom-bramiento de Primer Adelantado, Gobernador y Ca-pitán General con el encargo de fundar por lo menoscuatro ciudades en los territorios del Río de la Plata.Mendoza se hizo a la mar el 24 de agosto de 1535desde Sanlúcar de Barrameda, con catorce navíos,más de mil doscientos hombres y algunas mujeres.

Traía además caballos y perros, algunos de cuyosejemplares, una vez escapados del control humano,dieron origen a las primeras manadas, que se repro-dujeron sin límites por la casi ausencia de predado-res; es probable que con posterioridad se hayan in-crementado con animales cimarrones de algunos delos otros asentamientos hispanos. En el futuro, asom-braron por su número a los visitantes de estas tierras.

Pedro de Mendoza concretará el 3 de febrero de1536, la fundación del primer asentamiento sobre al-gún sitio del actual Parque Lezama, según algunoshistoriadores; en la Vuelta de Rocha o bien más haciael interior del curso del Riachuelo, según otros. Colo-có el nuevo asentamiento bajo la advocación deNuestra Señora del Buen Ayre.

Dice Carlos Moreno que “el asentamiento fundacio-nal...tuvo como objetivo acotar y proteger un ignototerritorio. El Real que construyeron fue una especie deprecaria fortaleza cercada por un muro de tapia conunas 150 varas por lado y una fosa con una palizada;adentro había ranchos destinados a ser viviendas ycinco iglesias. El Real no tenía carácter de asentamien-

La primera “Ciudad” de Buenos Aires

U. Schmidl; Asiento de P. de Mendoza - Atlas de Bs. As., MCBA 1980

Mapa deAmérica delSud, Alonsode SantaCruz, 1540.

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oeste y el zanjón de Matorras hacia el norte, que de-saguaba en el río por donde corre la calle Viamonte yel pasaje Tres Sargentos; estas delimitaciones moti-varon entre los estudiosos algunas controversias encuanto al número real de manzanas que compusie-ron esa Buenos Aires primigenia.

Cada manzana medía ciento cuarenta varas de lado,algunas de ellas eran urbanas y el resto dedicadas a“chácaras” destinadas a la producción de alimentos.Hacia el estuario del río la ciudad estaba protegida.Las aguas poco profundas constituían una defensanatural, ya que impedían la llegada directa de navesenemigas o piratas hasta la costa. La elevación de lasbarrancas que bordean el territorio comprendido en-tre el Riachuelo y el arroyo Maldonado, servían paracontrolar los movimientos de quien se acercara por elrío. Se organizó según el modelo utilizado para otras

Pasarían casi cuarenta años hasta que el 11 de junio de 1580, con el ceremonial de rigor establecido por lacorona española, el vasco Juan de Garay, establece-ría de modo definitivo la que llamó “Ciudad de laSantísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de losBuenos Aires”.

Los asentamientos españoles que fueron aparecien-do en Tucumán y Córdoba, Santiago del Estero, Con-cepción del Bermejo, Santa Fe, Asunción carecían deuna salida más o menos protegida hacia el Atlánticoy requirieron a la Corona el repoblamiento de Bue-nos Aires.

Y fue cumpliendo ese mandato que Garay, acompa-ñado por algo menos de cien hombres de armas, -es-pañoles, criollos nativos de aquel asentamiento y al-gunos indios-, partió desde Asunción.

Nada quedaba en el lugar que recordara aquel ran-cherío abandonado hacía tantos años. El nuevo po-blado comprendía ciento treinta y cinco manzanas, auna distancia de alrededor de kilómetro y medio delsitio de uno de los supuestos asentamientos de Men-doza, y algo más de las orillas del Riachuelo, cubrien-do una superficie que iba desde la línea de las actua-les 25 de Mayo-Balcarce hasta la avenida Indepen-dencia y de allí por Salta-Libertad, hasta Viamonte,aproximadamente.

Tradicionalmente también se reconocen como sus lí-mites el zanjón de Granados por el sur –que desem-bocaba por la actual calle Chile-, las orillas del río ha-cia el este, las actuales calles Salta - Libertad hacia el

La Ciudad definitiva

“Una fortaleza sobre las barrancas del Río de la Plata fue elprimer núcleo... A su sombra, flanqueado por tres conventos se

extiende el caserío de paja y barro donde viven las familiasprotegidas por los soldados del presidio, mientras los vecinos

recorren sus chácaras, que con facilidad pueden labrar y visitarcada día ... El lugar era de riesgo de enemigos por la mar y por

la tierra. La silueta de alguna urca pirata flamenca o inglesasolía dibujarse en las afueras del río y les dejaba su impresión

siniestra... Se vive bajo la presión del enemigo exterior. En 1582,un corsario inglés llegó hasta Martín García y no tomó Buenos

Aires por ignorar que allí estuviesen poblados los castellanos...Nada de extraño que la ciudad dé impresión de un

campamento, con su disciplina especial y severa, la obligaciónde tener armas y estar siempre listos, de no salir o ausentarse

sin permiso del gobernador, dejando reemplazante bienaderezado de armas y caballos que sustente la vecindad...” 6

no a las seguras riquezas del Perú y de las más im-probables del supuesto “Dorado”; pero el agrava-miento de la sífilis, enfermedad que sufría , así comola inestabilidad que se vivía en la nueva ciudad, mo-tivaron que abandonara el proyecto en manos de Ira-la. En abril de 1537, partió desalentado hacia Españay murió en el trayecto.

A fines de 1538 llegó a Buenos Aires el veedor realAlonso de Cabrera, portador de la Real Cédula quedesignaba como sucesor de Mendoza a Ayolas. Co-mo vimos, éste había muerto, por lo que Cabrera,cuando se dirigió a Asunción, colocó en el mando aIrala, que ordenó el abandono definitivo y la des-trucción de Buenos Aires.

Sus habitantes fueron trasladados hacia el norte en1541: “Por cuanto yo, Domingo Martínez de Irala, te-niente de gobernador por el muy magnífico señorJuan de Ayolas, gobernador y capitán general de es-tas provincias del Río de la Plata, por suma he deter-minado de llevar la gente que estaba en el puerto deBuenos Aires para la juntar con la que está arriba, enel Paraguay...” 5

Y hacia Asunción parten los pocos centenares deprotoporteños...

“Los indios asaltaron nuestra ciudad ... con gran poder yfuerza... Tenían la intención de matarnos a todos pero Dios

Todopoderoso no les concedió tanta gracia, aunqueconsiguieron quemar nuestras casas... En este ataque

quemaron también cuatro buques grandes, que se hallaban auna media legua de nuestra ciudad... Cuando los indios vieron

y sintieron la artillería, se retiraron dejándonos en paz”. 4

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mán, había ido engrosando y aumentando su pobla-ción, edificando gran número de casas, poblandochacras, donde tenía mucha labranza y cría de gana-do, y era una de las buenas ciudades de estas provin-cias, con cuatro monasterios, San Francisco, SantoDomingo, La Merced y la Compañía de Jesús; IglesiaMayor, Hospital y muchas cofradías; cuatro compa-ñías de lanza y adarga de a caballo y dos de infante-ría, un fuerte bien aderezado y guarnecido de artille-ría.”7 Cada una de estas iglesias, a las que se agrega-rán las que se irán erigiendo en años sucesivos, se-rán el núcleo de los primeros barrios.

Durante los siglos XVI y XVII, se registraron pocos cam-bios en la ciudad. En el siglo XVIII comenzó un leve desa-rrollo de la planta original, hacia el sur, vinculado con el in-tercambio comercial con mercaderías que se introducían–de modo legal o ilegal–, por el puerto del Riachuelo.

En 1769 se establecieron las seis primeras parroquias:Catedral, San Nicolás, El Socorro, Montserrat, La Pie-

Frente al río, el este de la plaza estuvo, desde comien-zos del siglo XVII, cubierto por el Fuerte, cuya obra secompletó en la segunda década del siglo XVIII. En lasesquinas había baluartes con cañones. Justamente,la extraña ochava que aún hoy exhibe el edificio delBanco de la Nación Argentina, corresponde a la for-ma que le daba al sitio ese ángulo de la construcción.Amurallado con piedras probablemente extraídas dela vecina isla de Martín García, lo rodeaba un foso pe-rimetral atravesado por un puente levadizo; a la cons-trucción sólo se accedía por la Plaza Mayor, un sitioubicado más o menos donde hoy vemos el arco cen-tral de la Casa Rosada, que a partir de fines del sigloXIX fue emplazada en el mismo predio.

“En 1615, el licenciado Francisco de Trejo, comisariodel Santo Oficio de Lima, pudo manifestar que, me-diante el trato y comunicación con Perú, Chile y Tucu-

Casa de laVirreinaVieja, sededel primerMontepío.

ciudades americanas: trazado en damero alrededorde una plaza mayor y espacios para el pastoreo co-munal. Garay trazó, desde la Plaza Mayor donde seubicarán los edificios representativos de los poderestemporales y espirituales, las calles que limitarán lacuadrícula del ejido. Las primeras calles tenían un an-cho de 11 varas, aproximadamente 9,50 metros. Re-servó para sí la manzana que ocupa hoy el edificio delBanco de la Nación, frente a la Plaza de Mayo. Sólouna mujer recibió un predio como propietaria, AnaDíaz, a quien tocó la esquina de las actuales avenidaCorrientes y Florida.

Se adjudicó para la Catedral media manzana en el ex-tremo noreste de la plaza Mayor, el mismo que ocupaactualmente; al Cabildo se le otorgó el predio que hoytiene, pero que era de mayor tamaño, pues se fue re-duciendo por la apertura de la Avenida de Mayo y, añosdespués, de la Diagonal Sur. De sus once arcos origi-nales, solo conserva cinco; la historia de las sucesivasmodificaciones que sufrió requeriría extensas páginas. Planta de Buenos Aires en 1708, J. Bermúdez. - Atlas de Bs. As.,

MCBA 1980

Escudo de Armas y firmadel Virrey Juan José de Vértiz.

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dad y La Concepción, sus límites se extendían hasta elatracadero del Riachuelo.

Era una ciudad que tenía un contacto directo con surío, que era el “camino” por donde venían las noticiasy sus vituallas, por donde transitaban los viajeros, yafueran del Paraguay o de Santa Fe, de España o del ex-terior. Sus habitantes utilizaban el río para aprovisio-narse de agua o para lavar sus ropas sobre las toscas.Además, desde tiempos inmemoriales existió el sectorde la costa hacia el norte del fuerte, que con los años ylas mejoras, se denominará, “Paseo de la Alameda”.Este Paseo fue cuidado con esmero durante la épocavirreinal, bajo los gobiernos de Vértiz y de Sobremon-te; así fue por muchos años uno de los pocos sitios deesparcimiento público, donde cualquier paseante en-frentaba sin trabas el panorama del enorme estuario,tal como lo será, mucho tiempo después, la vista de losporteños desde el balneario y las costaneras actuales.El relleno costero, necesario para las obras portuarias,modificó el aspecto de la zona, convertida en el sigloXIX en Paseo de Julio, alejándola del río.

BuenosAires desdeel camino delas carretas,de FernandoBrambilla.

plicó –90.076 habitantes–, hacia 1855, en tiempos dela secesión.

A partir de ese año y hasta el Censo Municipal de1887 sólo existen cálculos aproximativos. Al incre-mento natural se le agrega la llegada masiva de inmi-grantes europeos, con lo que en esos 32 años pasa-mos a contener 433.375 habitantes; a su vez, el Cen-so Nacional de 1914 indica que viven en la ciudad1.575.814 individuos.9

A principios del siglo XX vivían en Buenos Aires máshabitantes extranjeros que argentinos nativos. Du-rante algunos años, es la ciudad que más gallegos eitalianos contiene en el mundo, por encima de lasmayores urbes de Italia y España.

La superficie de la Buenos Aires de Garay, examina-da con una precisión de la que se carecía en ese mo-mento, era de unos 2,34 km2, que en el proceso desu crecimiento pasaron hacia fines del período virrei-nal a 6,15 km2.

El año 1867 encontró a la urbe porteña con una super-ficie de 44,85 km2, que con la incorporación de los par-tidos de Flores y Belgrano en 1888 aumentó a 190 km2.

El territorio se incrementó en los últimos años delsiglo XX con los espacios ocupados por la denomi-nada Reserva Ecológica de la Costanera Sur hastallegar en 1995 aproximadamente a los 202,04 km2.Los límites actuales dan un perímetro estimado de60 kilómetros, determinados por el Río de la Plata,el Riachuelo, la Avenida General Paz y su prolonga-ción imaginaria hasta el río.

La población, partiendo de los pocos pobladores de15809, llegaba en 1810 a 46.000, cifra que casi se du-

“No era entonces Buenos Aires lo que es ahora. Lafisonomía de la calle Perú y la de la Victoria, han cambiado

mucho en los veintidós años transcurridos: el centrocomenzaba en la calle de la Piedad y terminaba en la de

Potosí,... El barrio de las tiendas de tono se prolongaba porla calle de la Victoria hasta la de Esmeralda, y aquellascinco cuadras constituían en esa época el bulevar de lafaçon de la gran capital... En fin, yo, que había conocido

aquel Buenos Aires de 1862, patriota, sencillo, semitendero,semicurial y semialdea, me encontraba con un pueblo con

grandes pretensiones europeas, que perdía su tiempo enflanear en las calles...“8

Buenos Airesen 1807.

Superficie y habitantes

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Ciudad de Buenos Aires: de la fundación a la participación ciudadana

ofrecería de sus nuevos habitantes. La situación an-terior estaba marcada por las incesantes guerras in-ternas, la mínima necesidad de mano de obra de laeconomía ganadera, limitada al cuero y el tasajo, asícomo la carencia de legislación promotora de las mi-graciones, por innecesaria hasta ese momento.

Este panorama cambió de modo sustancial en laépoca de la unidad nacional: la Constitución de 1853estimuló las migraciones, el fin de las guerras civilesaportó un mayor margen de seguridad y la econo-mía de exportación requirío una mano de obra másabundante; en especial, aparecieron los barcos frigo-ríficos, con destinos hacia mercados más exigentesque las economías esclavistas a las que se proveíade tasajo y carnes saladas.

Por otra parte, la expansión de la revolución indus-trial en Inglaterra estimuló procesos migratorios in-ternos hacia las urbes, donde los campesinos en-contraron el trabajo que habían perdido en los cam-pos, y necesitaban los alimentos que la Argentinapodía proveer.

El 10 de agosto de 1869 se creó la Comisión Centralde la Inmigración y por Decreto del 22 de mayo de1872, firmado por Domingo Faustino Sarmiento yDalmacio Vélez Sarsfield, se estableció la Oficina Na-cional del Trabajo, para facilitar una pronta coloca-ción a aquellos que llegaban al país, según su capa-citación y sus conocimientos; esta Oficina funcionóhasta el 7 de enero de 1874.12

La Ley Nº 817 del 19 de octubre de 1876 define al in-migrante: “Repútase inmigrante, a todo extranjerojornalero, artesano, industrial, agricultor o profesor,que siendo menor de sesenta años, y acreditando su

La llegada de la inmigración masiva provocó en laArgentina modificaciones de enorme trascendencia,imposibles de enumerar. Todo cambió, tanto en la vi-da de Buenos Aires como en el interior del país. Nose puede pensar la Argentina actual sin tener encuenta esa presencia y los cambios que provocó ennuestra identidad.

Al europeo meridional no le eran extrañas las migra-ciones. Este modo de integrarse al mundo del traba-jo, se había orientado desde las primeras décadasdel siglo XIX hacia áreas capitalistas ya consolidadas-por ejemplo los italianos del Noroeste hacia Francia,o los del Sur hacia la Lombardia o el Piemonte- o porlo menos hacia un mercado de trabajo externo al dela propiedad familiar; en la segunda mitad de ese si-glo, la emigración hacia América se superpuso a esamodalidad. En España y en Italia, la reducida deman-da de trabajo de las pocas áreas urbano-industrialesnacientes, no consiguieron absorber la expulsiónque producía el campo.

Mientras tanto, en la Argentina se produjeron diver-sos sucesos que enmarcaron las posibilidades que

Los Inmigrantes

EN NUMEROS ABSOLUTOS LA CANTIDAD DE POBLACION DE LACIUDAD CAPITAL ES LA QUE SE DETALLA A CONTINUACION:

AÑOS POBLACION

1869 187.3461875 230.0001887 433.3751895 663.8541904 950.8911909 1.231.6981914 1.575.8141936 2.415.1421947 2.981.0431960 2.966.6341970 2.972.4531980 2.922.8291991 2.965.403

Fuente: Anuario Estadístico de la Ciudad de Buenos Aires. 10

“Partimos de Génova con un barco de monsú Lavarello en1858. Éramos 150... Preferíamos los barcos de Lavarello

porque sobre los mismos nos dejaban llevar nuestras cosasmás queridas sin hacernos pagar sobretasa...“ 11

El fuerte deBuenos Aires,de Carlos E.Pellegrini.

LOS HABITANTES Y SUS VIVIENDAS

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Memoria y presente institucional de la Ciudad de Buenos Aires

moralidad y sus aptitudes llegase como pasajero de segunda o tercera clase en una nave de inmigrantes con la intención de establecerse en la República Ar-gentina”. En el período 1871-1940, entraron 8.002.370inmigrantes y se fueron 4.034.348, con un saldo totalde 3.968.002 personas, lo que implica un promedioanual de 56.000 imdividuos. En diversos lugares deEuropa se abrieron oficinas donde los candidatos amigrar debían inscribirse y presentar sus documen-tos de identidad.

Hacia fines de la década del 80, en esas oficinas se difun-dían folletos para informar a los interesados en migrar ala Argentina que aquí, por medio de ahorros fáciles, eltrabajador europeo podía hacerse propietario de la tierraque cultivaba, y cambiar así su suerte de obrero sin posi-bilidades propias, por la de propietario independiente. En1894 el Departamento de Inmigración confeccionó unalista de las regiones donde la Argentina tiene interés enreclutar: en Italia (Piamonte, Lombardia, Emilia y Tosca-na), en España (provincias vascas), en Austria (Tirol yCroacia), en Alemania, Suiza y Dinamarca; se intentabaasí frenar la corriente proveniente de las regiones retra-sadas de la cuenca mediterránea y los Balcanes.

De 1860 a 1890, el número de regresos a Europa esbajo, pues en este período los inmigrantes tienen to-davía oportunidades para establecerse. Al acceder ala propiedad, sea en las colonias agrícolas, sea en laciudad, los inmigrantes no piensan en el retorno a supaís de origen.

Entre 1890 y 1930 el éxodo del campo europeo hacialas ciudades argentinas, y sobre todo hacia la capital,es sumamente intenso.

Hacía algunos años que el acceso a la propiedad dela tierra cultivable ya estaba bloqueado para los re-cién llegados sin poder económico, por lo cual loscampesinos inmigrados se encontraban reducidos alrango de arrendatarios, aparceros o asalariados agrí-colas. Las menores posibilidades de establecerse cu-briendo las expectativas que los trajeron, hicieronque más inmigrantes abandonaran la Argentina. De-cepcionados, dejaron el campo, fueron a las ciuda-des o se embarcaron de retorno a Europa. En 1895 re-tornaron 20.000 personas, y en 1913 esa cifra fue de156.000 migrantes. La frontera había alcanzado suslímites y la propiedad de la tierra se había repartidoentre los latifundistas.

En síntesis, si en los comienzos del período hubo po-cos retornos, las crisis argentinas de la década del 90generaron a partir de allí un incremento que oscila deun 14.3% (1880) hasta un 46.3% (1929) sobre el totalde inmigrantes ingresados en cada año, con un má-ximo entre los de ese origen al entrar Italia en la Pri-mera Guerra Mundial en 1915.

Los motivos del retorno eran muchos, pero básica-mente se trataba del desaliento por expectativas nosatisfechas, fuerte atracción del “paese” lejano y nos-talgia familiar, y una paulatina mejora de las posibili-dades laborales y las condiciones de vida en Italia, amedida que la ola de la industrialización se consolida-ba en las áreas del norte. El reflejo de ese crecimien-to y de las posibilidades de trabajo se ejemplifica enmayores retornos de italianos del norte que del sur.

La participación del excedente migratorio en el aumen-to demográfico de la Ciudad de Buenos Aires, duplicó lapoblación cada quince años aproximadamente, y sóloes comparable al de Nueva York en el mismo período.

NACIONALIDADES 1869 1887 1895 1904 1909 1914 1936

Italianos 47,9 60,4 52,5 53,4 49,3 39,1 34,3

Españoles 15,8 17,3 23,2 24,5 31 38,4 37,2

Frances 15,3 8,7 9,6 6,4 4,5 3,4 1,7

Ingleses 3,4 1,8 1,9 1,2 1,2 1,1 0,5

Alemanes 2,2 1,7 1,5 1,2 1,3 1,3 2

PROPORCIÓN DE LOS GRUPOS NACIONALES EN LA POBLACIÓN EXTRANJERA DE BUENOS AIRES 1869 – 1936

Fuente: Guy Bourdé, op. cit. Se han transcripto sólo las comu-nidades más importantes. 14

“Por razones que todavía hay que elucidar, las autoridades argentinas jamás resolvieron revisar las disposiciones liberales de 1853 y 1876 ypracticar una política de inmigración selectiva. Aunque en lugar del campesino suizo y el obrero calificado de Milán vieran llegar al campesino

desposeído de Galicia, al desocupado de Sicilia y al vendedor ambulante del Líbano... Según los períodos, la inmigración europea tiene orígenesregionales distintos. En un primer tiempo, de 1860 a 1890, el origen de la inmigración se sitúa en la periferia inmediata de la Europa

industrializada, en regiones que presentan bastantes afinidades estructurales : Francia meridional, España del norte y la llanura del Po. Lostrastornos de la revolución industrial obligan a los pequeños agricultores y artesanos de las ciudades a emigrar. La mano de obra, relativamente

calificada y eficaz, se integra bien en la Argentina. En un segundo tiempo, de 1890 a 1930, los efectos económicos y demográficos de la revoluciónindustrial se hacen sentir más lejos del noroeste de Europa. Los campesinos sin tierra y los desocupados de las aldeas de Andalucía, del

Mezzogiorno, de los Balcanes, del Líbano, de Polonia y de Ucrania toman a su vez el camino de la Argentina. La nueva migración es menoscalificada, menos instruida, más difícil de asimilar. Además de estos inmigrantes proletarios, ciertos grupos de técnicos ingleses, franceses y

alemanes vienen a controlar y encuadrar la valorización del país en provecho de las metrópolis occidentales.”13

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Ciudad de Buenos Aires: de la fundación a la participación ciudadana

argentinos-, entre los propietarios de inmuebles,siendo sus propiedades superiores en cantidad y va-lor a las de todos los otros extranjeros. Núcleos en-teros de familias dejaban en aquellos años sus paí-ses de origen. En definitiva, el que emigraba lo hacíaporque deseaba mejorar su situación económica y porqué no, social.

Los sentimientos con los que los emigrantes llega-ban al puerto de destino eran contrastantes: si porun lado venían con la voluntad de establecerse yde "fortuna", para salvarse de la pobreza sufrida enla tierra natal, por el otro estaba la nostalgia por to-do lo que pertenecía a la vida en su propio país, elidioma en algunos casos, los alimentos, los aro-mas, la gente. El recuerdo del trabajo y los sacrifi-cios que hicieron en la patria abandonada adqui-rían con la lejanía una pátina “rosa” que intentabahacer parecer menos dura la realidad de la vidaantes de la emigración. Muchas veces, atenaceadospor la nostalgia, los emigrantes permanecían en elexterior el tiempo imprescindible para ganar algo dedinero, de forma tal de poder retornar con lo nece-sario para vivir decorosamente. Pero esta posibili-

dad, que no siempre se lograba, contenía una para-doja, una contradicción dolorosa: el emigrante, ex-tranjero en Argentina, volvía a serlo al retornar alsuelo natal después de muchos años. No sólo se ha-bían producido transformaciones tangibles y con-cretas en aquella tierra, sino que él mismo no era elque había partido hacía mucho tiempo.

No “era” el mismo italiano, español, polaco o lo quefuera y su tierra tampoco era la misma.

De hecho, en muchos casos, los emigrantes anterio-res a la unificación italiana (1871) ni siquiera sabíanque eran italianos. Similar caso vale para los cen-troeuropeos o los medioorientales. Dejaban porejemplo en 1900 Palestina, una parte del imperio tur-co, y volvían –en 1935– a un dominio británico.

Tanto aquel como el que se establecía definitiva-mente aquí, permanecían ligados no tanto a la reali-dad de su país de origen, sino a los recuerdos que deél habían quedado en su memoria, recuerdos que lanostalgia y los pesares del abandono, con el pasar delos años, hacían siempre más maravilloso.

Las generaciones contemporáneas, que en algunasocasiones tienen la opción de elegir un medio másrazonable para programar su emigración, viven laseparación del país natal de modo menos traumáti-

“ORFEÓN GALLEGO PRIMITIVO – Mañana sábado celebraráuna interesante velada en los salones del Orfeón Español,

Piedras 534. Se representarán las comedias Maruja y ValienteAmigo, cantando el Coro Social una composición en dialecto

gallego, escrito por el Sr. R. Conde Salgado y titulada ForaD´O Niño. Finalizará la velada con un baile familiar”. 15

LA NACIÓN - 23 de septiembre de 1899 – PARQUE LEZAMA –

Compañía de fantoches norteamericana – Funciones martes,

jueves, sábados y días de fiesta – El domingo 24 de septiembre

en conmemoración de las fiestas italianas, se representará el

hecho histórico: EL DESEMBARCO DE GARIBALDI CON LOS MIL

EN MARSALA – Concluirá el espectáculo con una APOTEÓSIS

final representando la alianza italoargentina con los DOS HÉROES

MUNDIALES SAN MARTÍN Y GARIBALDI. Asiento 0,10.

En el período 1880-1930 la proporción de inmigran-tes masculinos era de 264 por cada 100 mujeres, por-centaje que sirve como muestra para esa época, pe-ro que cambió con las posteriores migraciones hui-das del fascismo y de la Segunda Guerra Mundial.Sobre el total de 2.032.711 inmigrantes del período1857-1901, más de 1.260.000 eran italianos; y hacia el fi-nal del siglo pasado, la mayor colonia italiana en la Ar-gentina y quizás en el mundo residía en Buenos Aires.

Por número, por industrias, por comercio, por capi-tales, por propiedades inmobiliarias, por profesiona-lidad aún en las artes liberales, la colectividad italia-na ocupaba un lugar preeminente y prominente en lavida de la ciudad.

Para el período 1857-1924, los italianos forman el44,9% del saldo migratorio total, mientras que elCenso Nacional de 1895 nos muestra que eran ma-yoritarios en oficios como albañil, carpintero, zapate-ro, pintor, sastre, ebanista, adoquinador y asalariadoen general, aunque por otra parte ocupaban el pri-mer lugar en Buenos Aires -apenas después de los

PROFESION 1876 1929

Agricultor 82,3 45,3

Jornalero 10,2 22,7

Artesano 2 25,6

Comerciante 0,9 2,3

Profesionales 1,3 1,4

Varios 3,3 2,7

CUADRO SINTETICO DE LAS PROFESIONES DE LOS INMIGRANTES 1876 - 1929

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Memoria y presente institucional de la Ciudad de Buenos Aires

co, aunque no por ello sin consecuencias. Las razo-nes de esta diferente sensación residen seguramen-te en el hecho de que la facilidad de las comunicacio-nes –teléfono, internet, medios de transporte más rá-pidos–, no ejercen sobre el emigrante la sensaciónde abandono que sufrieron en siglos pasados.

Por cierto, en el imaginario colectivo de un país de in-migrantes, como la Argentina y en especial BuenosAires –europeos ayer, latinoamericanos hoy–, se haperdido el aura de coraje y fascinación que distinguióesa epopeya y de las que muestra abundantes apare-cen en la literatura, la música, el tango y tantas expre-siones artísticas que hoy consideramos cotidianas.También es cierto que las nuevas presencias, bien re-cibidas desde algunos grupos nacionales, no lo fue-ron tanto en otros sectores, de lo que es buena mues-tra la literatura “culta” de la época de las grandes in-migraciones europeas, que critica sangrientamente asus protagonistas: Eugenio Cambaceres, Miguel Ca-né, Julián Martel, Rafael Obligado son ejemplo deello, aunque no podemos excluir a José Hernández ysu “Martín Fierro”.

En la actualidad, la peyorativa opinión de muchosporteños hacia los migrantes, sean nuestros conna-

cionales del interior, sean los de países vecinos, su-puestos portadores de todos los males que nosaquejan, nos hacen recordar, en su superficialidad, alas críticas antes mencionadas.

Por cierto, cuando, obligados por la crisis o la repre-sión a trasladarnos hacia el exterior, los criticados so-mos los argentinos, las cosas cambian. No nos gustaque nos llamen “sudacas” u otras expresiones tanpeyorativas como las de ”paraguas”, “brasucas”, “chi-lotes”, “bolitas”, o como antes “ponjas”, “tanos”, “ru-sos” o “gaegos” tan habituales en la conversación demuchos habitantes de Buenos Aires que parecen ha-ber olvidado no ya los principios éticos de la vida, si-no su propio pasado, su origen migrante, sin duda.Y es que aunque no lo sepan, migrar en busca demejores oportunidades fue y es primera condicióndel hombre desde lo más remoto de la historia...

El infame comercio de esclavos adquirió en nuestraciudad importantes características como mercado deentrada al territorio que se iba conquistando: “De

Recordaba la despedida casi silenciosa, con palabras entrecortadas que morían en la garganta sin poder salir, allí en la puerta de su humilde casita blanca de cal y ladrillos pintados, rodeada de una pequeña reja de madera, casi ta-pada por la enredadera y los jazmines...Y así lo rememoraría muchos años después...Sabiendo que seguramente no los volvería a ver, allí quedaban el último beso de su madre y el abrazo fuerte de su padre, que le miraba en silen-

cio a través de sus ojos vidriosos. Apenas si recordaba las palabras de su madre, pronunciadas al conjuro de su llanto. El...se contuvo envuelto en un hondo silencio...El comisionista Brunelli, una vez cumplidos los trámites, lo dejóen la cubierta. Así viajaría, solo con sus diez años, consignado a un tío que se encontraba en Buenos Aires. Sus padres no pudieron acompañarlo a Génova, porque eso les permitía darle al muchacho algunas liras más para el largoviaje. Ahora ya en el barco sentía un indescifrable deseo de volver...Era un inmigrante más, y pronto tuvo que bajar hasta los largos corredores de hierro de tercera clase, para encontrar un sitio donde acomodar sus bultos y buscarun lugar que fuera su ubicación durante el largo viaje que le esperaba. Una litera cerca de un ojo de buey cerrado y sucio...Allí colocaron una tarjeta donde constaban su nombre, edad, nacionalidad y número de pasaje. Apenas ha-

bían partido, una canción rompió en medio de los murmullos y las interminables conversaciones de la bodega donde estaba...Era una suave y triste canción de despedida al terruño, a la familia que quedaba en Italia, una canción quea cada uno le hacía soltar, con secreta vibración, una emotiva lágrima, un recuerdo para los que ya no volverían a ver, con seguridad, nunca más...Una mañana luminosa de 1887 se presentó a sus azorados ojos de niño la ciudad de

Buenos Aires. Estaba ya en la Argentina, le parecía un sueño. ¡Ahora sí estaba realmente lejos de su pueblito de Lungro, y qué enorme le pareció la ciudad, cuántas casas y galpones agrupados se distinguían desde el barco...” 16

A la esperaen el Hotel deInmigrantes,1900.

aquí salían enormes caravanas de gente encadenadaque viajaba para ser vendida en Potosí, Córdoba, Tu-cumán o Santiago de Chile. Nadie los vio partir, na-die los oyó pasar; Hernandarias informó al rey queentre 1612 y 1615 –sólo tres años de esos tempranostiempos–, salieron desde la aldea que era Buenos Ai-res 4.515 esclavos hacia el interior; eran más que ca-ravanas, eran hileras de terror y muerte.”17

Esclavos

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Elementos insoslayables como formadores del capi-tal económico que hizo crecer al país, los esclavos,como trabajadores y artesanos fueron productores“...de capital para su amo mediante el trabajo porcuenta propia, del que debía entregarle una buenaparte cada día...”, como informa Schávelzon ; o bienexplotados directamente por su amo, sea en activi-dades agrícolo-ganaderas, sea en tareas domésticaso comerciales.18

Su manumisión no fue inmediata a la emancipaciónargentina, sino un largo proceso pleno de contradic-ciones, desengaños, falsas conmiseraciones y reco-nocimientos encubiertos. Surgieron nuevas formasde exclusión y explotación, ya sea en los cuerpos mi-litares – desde los años de las luchas por la indepen-dencia hasta la ocupación del desierto en la décadade 1880 -, o bien como conmilitones políticos en tiem-pos de Rosas. No obstante, en algunos casos limita-dos se produjo una cierta integración.

Los Puertos

Si en los alrededores de la Plaza Mayor se concentra-ban las actividades políticas, religiosas y comercialesde la ciudad, el puerto natural de la ciudad fue el delRiachuelo de los Navíos, más protegido que las cos-tas frente al Fuerte, que estaban abiertas a tempesta-des, saqueadores y piratas, e imposibles de abordarsin transbordos; ello porque la poca profundidad delrío impedía el acercamiento de los navíos, lo que sibien generaba protección por un lado, por el otro eraun inconveniente para el normal desarrollo de activi-dades portuarias, que en ese entonces la tecnologíano podía superar.

Recuerda Pastor Obligado que el primer buque de vapor salió del puerto deBuenos Aires el domingo 13 de noviembre de 1825. Se trataba del “...ber-

gantín Druid, capitán Bell. Buque, máquina, capitán y marinería, matrícula ypasajeros, todo era inglés, hasta el aceite de sus tornillos, y apenas el río enque navegaba había escapado de serlo, gracias al heroísmo de sus hijos (de

los de Buenos Aires, sin duda)...Después de tercera y cuarta demora...encuatro horas a todo vapor, llegó desde este puerto al de San Isidro el primer

buque a lo mismo, en su viaje de ensayo, quedando en ensayo”. Como unsigno anticipado de los tiempos que vendrían, nos recuerda además que

“Apenas cinco años transcurridos en aquel en que Fulton ensayara sobre elHudson el primer vapor...un norteamericano obtuvo ya en 1812 privilegio

por diez años del gobierno argentino para la navegación a vapor”. 19

Eduardo Pinasco recopila recuerdos de distintos via-jeros que nos muestran imágenes del puerto desdelos primeros años de nuestra ciudad hasta el cente-nario de la Revolución de Mayo.

Encontramos allí que hacia 1851 el Rey de Sueciaenvió a la fragata “Eugenia”, en cuya oficialidad seencontraba el teniente Carl Skogman, quien dejará

“...A lo largo de la orilla del río corre una calle ancha que posee doshileras de acacias y lleva el nombre de Alameda. Se encuentra a cincoo seis yardas de altura sobre el nivel del río y las barrancas que de tal

modo se forman, han sido parcialmente revestidas de mamposteríadurante los últimos años. Próximo al desembarcadero se encuentra la

sede de la Capitanía del puerto...lo general es transbordar del bote auna carreta de altas ruedas que lo lleva a uno a tierra. De esas carre-tas hay siempre varias listas en la playa y a menudo los botes se venasediados por hasta media docena de las mismas, mientras los res-

pectivos conductores pregonan a gritos las ventajas o cualidades de suvehículo, que por otra parte, saben conducir con mucha destreza.” 20

Corría el año 1854 cuando una ley autorizó al gobier-no porteño la construcción de un muelle para pasa-jeros. La obra, ubicada aproximadamente entre lasactuales calles Perón y Sarmiento, frente a la Capita-nía del Puerto, se inauguró el 11 de septiembre delaño siguiente. Ya hacía algunos años que un mura-llón de cinco metros de alto, con una baranda de hie-rro en su parte superior, defendía la Alameda de losperiódicos avances del río. Había sido diseñada entiempos de Rosas por Felipe Senillosa.

Thomas Joseph Hutchinson relata que el muelle te-nía “dos pequeñas casillas de guardas de Aduana,con techos de cúpula y la figura de un pequeño va-por sobre cada una”. 21

Estas casillas fueron colocadas por Prilidiano Puey-rredón –en su rol de arquitecto–, y se habían traídode Inglaterra. Tenían forma octogonal y buenas ven-tanas vidriadas para permitir el control de los adua-neros. Su estructura era de hierro.

una descripción de nuestro “protopuerto” en un vo-lumen publicado en Estocolmo en 1855:

Boleto deventa deun esclavo.

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Memoria y presente institucional de la Ciudad de Buenos Aires

El muelle se introducía algo más de doscientos me-tros en el Plata, y el material empleado para su es-tructura era madera dura. Contaba con una vía cen-tral para el traslado por medio de vagonetas, de equi-pajes y cargas de los viajeros.

Pero el aumento del intercambio comercial, con laaparición de naves de mayor tamaño y calado, a loque debe agregarse el aumento de la inmigración, hi-zo necesaria la construcción de un nuevo amarraderode cargas con un edificio que sirviera para depósito demercaderías y las instalaciones adecuadas para elcontrol aduanero. De allí que hacia 1855 se encarara elproyecto y la construcción, que se inauguró en 1859.

La denominada entonces “Aduana Nueva” se debeal diseño del ingeniero inglés Eduardo Taylor (1801-1868). Ubicada sobre el río, detrás de la Casa de Go-bierno, la separaba de ésta una calle, por la queaños después correrían las vías del Ferrocarril a En-senada, cuya estación se edificó en su lado norte,sobre el Paseo de Julio, aproximadamente a la altu-ra de Bartolomé Mitre. “El edificio semicircular, po-seía en su frente amplias ventanas de arco de mediopunto, constaba de cinco pisos que albergaban cin-cuenta y un almacenes abovedados y lucía en suparte central una importante torre con reloj y en sucúspide el faro de Buenos Aires.” 22

El muelle que partía del eje central se internaba en elrío 300 metros, contando con un riel que facilitaba elmovimiento de zorras de carga hacia los barcos ybarcazas que se acercaban, en algunos casos sintransbordo previo a los carros tirados por caballos.Su torre contaba con un faro que podía observarsedesde varios kilómetros dentro del estuario. La pre-sencia de este gran edificio se destacaba en la ciu-dad, como lo comprueban numerosas fotografías ypostales, pero sin embargo, fue símbolo de BuenosAires durante un período relativamente corto.

Su demolición se inició en 1895, ya que la construc-ción de Puerto Madero había inutilizado el muelle ytransformado en poco prácticos esos depósitos,ahora alejados de los nuevos sitios de embarque ydesembarque. Hoy se encuentran al aire libre y a lavista de todos, restos de sus depósitos, parte de suplanta baja y del primer piso, rescatados de su encie-rro bajo un tramo de la avenida Paseo Colón que pa-saba detrás de la Casa Rosada. En tanto, algunosotros sectores supérstites, junto a los aún más anti-guos de los almacenes de la Real Hacienda, que es-

taban ubicados en los sótanos del Fuerte, son cobija-dos hoy por el Museo de la Casa de Gobierno.

En el siglo XX se inauguró, en el lugar que ocupabala Aduana de Taylor, la actual Plaza Colón con el mo-numento que lo honra.

Existía además otro muelle, el que en 1867 constru-yó la empresa Depósitos y Muelle de Las Catalinas,de Francisco Seeber. Se encontraba a la altura de labajada de las calles Viamonte y San Martín, en Reti-ro, cerca del convento de las Catalinas, que le dio sunombre. También desapareció cuando se construyóPuerto Madero.

Elevadoresde granosde PuertoMadero,1910.

Lavanderas en el río.Al fondo, Aduana de Taylory Casa de Gobierno.

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Ciudad de Buenos Aires: de la fundación a la participación ciudadana

Una dársena al norte y otra al sud facilitaban el ingre-so y salida de los buques. En 1894 el nuevo puertoestuvo habilitado aunque no concluido, mientras quesu impulsor fallecía en Europa. Tres años después seinauguraban el dique 4 y la Dársena Norte.

Había quedado atrás la polémica con el ingeniero LuisÁngel Huergo, defensor a ultranza de su proyecto denuevo puerto vinculado con el Riachuelo. Los intere-ses británicos, ya definitorios para las decisiones im-portantes del país, impusieron su criterio, y el Ria-chuelo quedó en condiciones absolutamente secun-darias desde el punto de vista portuario, hasta llegara la situación de abandono que conocemos hoy.

La ciudad se consolidó con el impulso de la valoriza-ción de las materias primas que producía el país, yaque era la principal y casi única salida para las tran-sacciones internacionales. Era el centro de las activi-dades administrativas del estado, de las mercantilesen general y de las relacionadas con el puerto; día adía era más intenso el movimiento de exportación de las producciones agropecuarias y de la importaciónde manufacturas e insumos de todo tipo.

Con el apoyo de capitales ingleses, Eduardo Made-ro presentó en tres oportunidades sendas ideas pa-ra dotar a Buenos Aires de un puerto. Rechazada laprimera propuesta, en 1861, la reiteró con algunasmodificaciones en 1869, representando la firmaProuffort, Madero & Co. Esta propuesta generó du-ros conflictos de intereses, ya que preveía la explo-tación exclusiva y a perpetuidad del puerto por par-te del proponente y sus auspiciantes. Madero per-severa y en 1882 –siendo vicepresidente de Roca sutío Francisco –, en un corto lapso el congreso votóla ley que autorizaba al gobierno nacional a contra-tar la obra con él...

El aspecto técnico de la propuesta lo había realizado sirJohn Hawkshaw y estaba financiado por Baring Brot-hers. Se adoptó un sistema de cuatro dársenas cerra-das vinculadas entre sí y en cuyos extremos ambospuentes conducían hacia los silos y galpones ubicadoshacia el este, antes de la zona donde tiempo despuésse construiría la avenida Costanera y el Balneario sur.

Surgieron enormes galpones de ladrillos de estilobritánico, y una amplia parrilla ferrocarrilera atrave-sa el sector hacia el sur, el norte y el este, uniendo losdistintos docks con los ramales imprescindibles paraun adecuado servicio.

Inglesa 394 1.039.486

Alemana 124 577.215

Italiana 63 198.140

Francesa 52 178.923

Española 7 26.394

Argentina 24 26.057

Dinamarquesa 7 15.606

Noruega 7 15.558

Brasileña 10 12.229

Holandesa 5 10.712

Sueca 3 6.572

Rusa 2 5.400

Austríaca 2 4.464

Norteamericana 1 2.729

BANDERA VAPORES DE ULTRAMAR TONELADAS DE REGISTRO

NAVEGACION-PUERTO MADERO: Vapores transatlánticosentrados durante los primeros siete meses de 1892 a1899

Fuente: 23

No pasaron muchos años y las insuficiencias noto-rias que muchos críticos habían señalado aparecie-ron tan evidentes, que el Congreso sancionó la Ley5944, en octubre de 1908, para la construcción del ac-tual Puerto Nuevo, construcción que por cierto, seotorgó a la empresa inglesa C.H. Walker & Co. El quehoy denominamos “Puerto Nuevo” fue habilitadoprovisoriamente en julio de 1919. Los barcos moder-nos, de mayor tamaño y nueva tecnología comenza-ron a atracar en las nuevas instalaciones, ubicadashacia el norte de la avenida Córdoba. Este puerto es-tá compuesto por dársenas abiertas, que facilitan elmovimiento naviero. En la década final del siglo XXel Puerto Madero se convirtió en el 47mo. barrio por-teño, nuevo y exclusivo, mientras que el todavía uti-lizado Puerto Nuevo era reprivatizado, junto a los

PuenteTransbordadorNicolásAvellaneda,en la Boca.

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emprendimientos más importantes que en décadaspasadas el Estado Argentino había recuperado paula-tinamente (ferrocarriles, teléfonos, obras sanitarias,etc.) o creado (YPF, carbón, líneas aéreas, etc.).

Puerto Churrinche, en Belgrano, sobre la desemboca-dura del arroyo Vega; Puerto de los Tachos en La Boca,fueron denominaciones casi irónicas para señalarapostaderos más que precarios, como los que se utili-zaban aún más circunstancialmente en las bocas de losarroyos Medrano, White y Maldonado hacia el norte.

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Memoria y presente institucional de la Ciudad de Buenos Aires

baja. Su superficie comprendía dos o tres patios y nu-merosas habitaciones relacionadas entre sí por puer-tas y galerías, como podemos ver en los viejos catas-tros. Las primeras vigas de los techos y las columnasque sostenían las galerías solían ser troncos de palme-ras del Paraguay, sin mucha elaboración. Sus murosencalados o coloreados, con rejas sencillas al frentey puertas de madera, raramente empapelados o co-loreados en aquellas viviendas de las clases socialesdetentadoras del poder, eran capaces de contener fa-milias numerosas, a menudo compuestas de abue-los, padres e hijos, a las que se les agregaba en losmedios sociales más elevados, una importante servi-dumbre compuesta generalmente por esclavos. Losfondos, además de contener los deficientes sanita-rios de la época y la cocina, eran un espacio en el quealgunas pequeñas piezas eran mísero asentamientopara el descanso del personal de servicio. Las limita-das comodidades que gozaban los propietarios eranverdadera riqueza comparadas con las condicionesen que vivían los sirvientes y una vez iniciada su “tra-ta”, los esclavos africanos.

La federalización en 1880, la influencia poderosa delcapital extranjero y de la inmigración y el estableci-miento en el área de la mayoría de la incipiente in-dustria en la misma época, fueron produciendo natu-ralmente la concentración de la población en nuestraciudad, además del litoral y de la Provincia de Bue-nos Aires. Desde las primeras construcciones preca-rias, de barro y paja, y una vez que la perspectivadel asiento definitivo ganó los espíritus de sus habi-tantes, la ciudad fue poblándose de casas construi-das con materiales más consistentes.

La vivienda porteña

La Aduana deTaylor, 1855.

“Un edificio de departamentos al lado de otro edificio dedepartamentos, ascensores, expensas, semáforos, porteros,

paradas de colectivos, subterráneos, ofertas, demandas,bocinas, parquímetros, gente de todas las edades, ideas,

ideales, cantidades y más cantidades. La ciudad es uninvento del hombre y como tal, no pude sino volverse contra

su creador y morderle la mano.¿Cómo fue que comenzótodo?¿Qué hizo que los hombres quisieran vivir juntos? ¿Se

puede confiar en míticas explicaciones tergiversadas yretocadas a través de los siglos?”25

UN TÚNEL BAJO EL RIACHUELO - El presidente de la Compañía delFerrocarril del Sud y el Director General de Navegación y Puertoshan examinado recientemente el proyecto de construcción de un

túnel bajo el Riachuelo, que tiene por objeto facilitar el tráfico entrela Capital Federal y el Dock Sud del puerto de Buenos Aires. El

monto de los costos de tal obra sería de 15 millones de pesos. Elproyecto forma parte integrante de aquellos ampliaciones generales

de la ciudad bonaerense, cuyo objetivo es colocarla a la altura delas crecientes necesidades del tránsito.24

Aquellos ranchos fueron superados, pero no desapa-recieron sino que ganaron los suburbios, asiento delas clases populares con el paso de los años; y una vezque los hornos de ladrillos y la manufactura de tejascomenzaron a ser comunes, las casas, aunque de am-plias proporciones, no contaron con más que planta

La vieja vivienda

Casa de los Ramos Mexía,refugio de Rosas luego de labatalla de Caseros.

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Ciudad de Buenos Aires: de la fundación a la participación ciudadana

Una vivienda característica de los sectores popularesfue la denominada “casa chorizo”, tal vez original-mente creada dividiendo los patios de las viejas resi-dencias “coloniales” en dos partes, y luego “aprove-chada” como modelo en los barrios que iba creandoel desarrollo de la urbe.

La casa “chorizo”

“Era una sucesión de tres patios a la española. El primero, a cuyos ladosse agrupaban la sala, el comedor y las habitaciones más hermosas,

desaparecía entre las flores admirablemente cuidadas...había camelias,gardenias, santaritas, heliotropos y clemátidas. En el segundo patio, que

daba entrada a los dormitorios, crecían algunas palmeras, limoneros,higueras, naranjos y hasta viñas. El tercero, la “huerta” servía para lo

que indica su nombre y estaba rodeada por las cocinas, las habitacionesde los criados, gallineros, etc.” 26

Caballerizas y cocheras, innecesarios en la ciudad pri-migenia vistas las cortas distancias y los costos de loscarruajes, fueron apareciendo cuando el lento peroconstante crecimiento urbano dándoles razón de pre-sencia, y eso a pesar del lamentable estado de las ca-lles, que ningún viajero dejaría de señalar.

No fueron ajenas a Rivadavia las dificultades que elcrecimiento poblacional iba generando en la ciudad.Por su recomendación o su inspiración, llegaron con-tratados a Buenos Aires Pedro Benoit, Próspero Cate-lin (que dirigirá el Departamento de Ingenieros Arqui-tectos), Carlos Enrique Pellegrini, Santiago Bevans (acargo del Departamento de Ingenieros Hidráulicos), yotros profesionales. Ellos fueron contribuyendo, porsu propia acción en los cargos que ocuparon o bien através de los discípulos que pudieron formar, a esbo-zar una ciudad más acorde con las nuevas necesida-des en materia de salubridad, urbanismo y tambiénornamentación suntuaria, distinta de la que había co-

“La Ciudad de Buenos Aires es extensa y, a mi parecer, una de las detrazado más regular del mundo. Sus calles se cortan en ángulo recto, y

como guardan las paralelas igual distancia entre sí, los edificiosconstituyen sólidos cuadrados, de iguales dimensiones, a las que se llamacuadras. Consideradas desde el interior, las mismas casas son cuadradoshuecos. Todos sus aposentos dan a un pequeño y agradable patio. Dichas

casas tiene generalmente una sola planta con azotea, provista de asientos,que los habitantes frecuentan en verano. La plaza ocupa el centro de la

ciudad y a su alrededor están las oficinas públicas, la fortaleza, la catedral,etcétera, y antes de la Revolución, también allí tenían su palacio los

virreyes. El conjunto de esas construcciones ofrece un hermoso aspectoaunque ninguna, aisladamente, pueda jactarse de su arquitectura”. 27

nocido la ciudad virreinal. Charles Darwin, que pasa-rá por estas tierras como parte de un extenso viajeque durará casi cuatro años (1832-1836), visitó Bue-nos Aires a partir del 20 de septiembre de 1833, y de-jará plasmados en su “Diario” estos recuerdos:

Así fue desde el siglo XVII hasta la segunda mitad delsiglo XIX, cuando sea por las modas constructivas lle-gadas desde Europa con los inmigrantes, o bien porla copia indiscriminada de los estilos desarrollados enla Êcole des Beaux Arts de París, el estilo sencillo quepor generalización llamamos “colonial” fue abando-nado. Las propiedades disponibles fueron reducién-dose, ya que la especulación inmobiliaria y la falta denormas de edificación facilitaron ese negocio.

Cuando el terreno lo permitía, era posible encontrarallí una quinta con frutales entre los que no faltaban los limoneros, parras e higueras y un gallinero a ve-ces complementado con un palomar, que producíanalimentos para los habitantes de la casa.

Plano de la casa de Lorenzo Burgos.

Aviso de remate de lotesen Parque Chas. (AIHCBA)

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Memoria y presente institucional de la Ciudad de Buenos Aires

Son espacios en los que el hacinamiento y la promis-cuidad no van a la zaga de las carencias de mínimascondiciones de salubridad. Constituyen la base inevi-table de la frecuente irrupción de epidemias que seensañarán con sus habitantes, de las que fueron ca-racterísticas las del cólera de 1867 y 1868 y la de fie-bre amarilla de 1871.

Si en 1881 el número de conventillos ascendía a1821, con 65.260 habitantes (un 18% de la poblaciónde la ciudad), en 1887 el promedio había aumentadoal 26%; luego disminuyó proporcionalmente, pero noen lo referente a la cantidad de habitantes de esosantros, que en 1904 llegan a 138.188, distribuidos en2.462 conventillos, casi 56 habitantes por cada uno,contra 35 en 1881. Fueron famosos “Las 14 Provin-cias”, “Los Dos Mundos”, “El Palomar”, “Babilonia” ymuchos más.

Su explotación comercial aumentó la riqueza de sec-tores que muchas veces escondieron su identidaddetrás de los "encargados", objeto de odio de los des-

Los conventillos aparecieron desde mediados del si-glo XIX; fueron la “solución” encontrada para conte-ner a la inmigración, y constituyen el antecedentenegro de los actuales “hoteles” que vemos en casitodos los barrios porteños.

Antiguas casonas obsoletas son aprovechadas porsus propietarios para transformarlas en antihigiénicavivienda de los recién llegados y de los más humildes.

Así, la que fuera casa de los Ramos Mejía, en la calleBolívar, vecina a la de Mercedes Rosas de Rivera,hermana de Juan Manuel.

Durante algunos años funcionó como conventillo ladenominada “Casa de la Virreina Vieja” 30, tenía vein-te habitaciones y caballerizas y fue derrumbada en1913. 31

Paralelamente, la especulación se dedica ya desde1880, a construir edificios destinados exclusivamentea servir de alojamiento supuestamente precario, enlas mismas condiciones infectas de los ya existentes.

“La mayor parte de las viviendas construidas en Buenos Aires entre 1870y 1930 son las conocidas casas chorizo, una tipología con antigua historia.Casas entre medianeras con una gran adaptación a los distintos gustos y

necesidades. Se podía empezar con una simple pieza con la esperanzade transformarla en una casa con patio, cocina atrás y un retrete al

fondo. Muchas veces se dejaba en el frente un espacio para ser la salapero que casi siempre terminó siendo un simple jardín con un limonero,

malvones y hortensias. La casa chorizo es el mejor ejemplo de unaarquitectura adecuada a las posibilidades y esperanzas”. 28

Los conventillos

“Conventillo, eres dolor crudo,llaga viva; un día estallará

tu humor; blasfemia del hombre rudoy mujeres que se reprimen,

y mancharásla ciudad pedantesca

con tu hálito de vicio y crimeny tu carcajada grotesca” 29

1880 1.770 51.915 29

1883 1.868 64.156 34

1887 2.835 116.160 41

1904 2.462 138.188 56

AÑO CONVENTILLOS HABITANTES EN CONVENTILLOS RELACION

POBLACION DE LA CAPITAL FEDERAL RESIDENTE EN CONVENTILLO

Fuente: Elaboración propia en base al cuadro elaborado por SergioBagú, a partir de censos municipales, de estadísticas municipalesy del texto de Nicolas Besio Moreno, Buenos Aires, puerto del Ríode la Plata, capital de la Argentina, Buenos Aires, 1939.

Esas características, una pieza tras de la otra, facilita-ban el crecimiento de la vivienda cuando las condicio-nes económicas lo permitían o las necesidades fami-liares urgían una solución. Desvalorizadas en el ima-ginario “cultural” tradicional, su desaparición a pasosagigantados, debería obligar a la ciudad a preservaralgunos ejemplos de estas construcciones, tan tradi-cionales en los barrios de clase media y populares.

Conventillode las 14provincias,según Cao(“Caras yCaretas”),1906.

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Ciudad de Buenos Aires: de la fundación a la participación ciudadana

dos los habitantes del Municipio.” Concluye Casco pi-diendo la ayuda del Jefe de Policía para el desalojo ydemolición de las casillas.

Cuando en 1934 se avanza con la construcción de laAvenida Costanera, el intendente Mariano de Vedia yMitre reclama al Ministro del Interior, Melo, sobre la“permanencia del campamento de desocupados quese ha establecido en la zona de Puerto Nuevo, al Nor-te de las líneas de varias empresas ferroviarias y cu-yas vías de acceso a la Capital son las calles Can-ning35 al Oeste y Avenida Costanera al Este, ha sidoun motivo de constante preocupación para esta In-tendencia, no solamente por las razones de estéticaque tal situación plantea sino también por el peligroque para la moral, la seguridad y la higiene públicasentraña la subsistencia de ese campamento, consti-tuido por covachas de paja, latas y tierra, cuyos mo-radores viven en la más completa promiscuidad y almargen de los más elementales principios de higie-ne.” Entre los recurrentes argumentos, aparece el dela desocupación “que tanto las autoridades naciona-les como municipales están empeñadas en comba-

”La pieza en una casa céntrica cuesta alrededor de 20 pesos comomínimo y puede subir 5 a 7 pesos más con ventana a la calle. La

valorización de la propiedad urbana, el aumento en los costos de laconstrucción y el sistema de locación redundan en el cobro dealquileres altos, que constituyen una parte sustancial y fija del

presupuesto del obrero”.

Las villas de emergencia

“Las villas miseria capitalinas han sabido sobrevivira todo porque son parte inherente de una historiaeconómica y social dinámica, imposible de aislar yaniquilar en laboratorio. Son también parte de la vi-da de la ciudad, parte de su fuerza laboral. Aún cuan-do la ciudad quiera verse blanca, bonita, pulida, mo-derna y eficiente y aún cuando pretenda quitarse deencima “el problema de las villas”, describe con pre-cisión Eduardo Blaustein 33, poniendo en negro sobreblanco una realidad dolorosa en especial para quie-nes viven en ella.

Si tradicionalmente se comenta que las primeras “vi-llas" se formaron en Puerto Nuevo en la década del30, no otra cosa habían sido los antiguos asenta-mientos del “Barrio de las Ranas” o en otros vaciade-ros de basuras o rincones abandonados de la ciudad.

En 1926, el intendente Horacio Casco se dirigió al Pre-fecto General de Puertos, contralmirante Hermelo,informándole que “...entre el murallón y el nuevo te-rraplén del Ferrocarril Central Córdoba, desde la altu-ra de la Avenida Casares hasta las inmediaciones delArroyo Maldonado han sido construidos varios ran-chos con tablas viejas, juncos, barro, latas, etc., apro-vechándose para casi todos un antiguo terraplén yaabandonado por aquella Empresa.” Por cierto, tras delas consideraciones sobre la higiene y la salud, apa-recen otros desconceptos de reiterada actualidad yaque según Casco “las precitadas casillas no solo sir-ven de refugio a vagos y elementos de mal vivir...(son) por otra parte un atentado a la estética, cometi-do en pleno Parque 3 de Febrero, por cuya conserva-ción y embellecimiento se aunan los esfuerzos de to-

dichados que allí vivían y de burla en los sainetes deinicios del siglo XX.

Las situaciones a las que eran sometidos sus habitan-tes dio origen a numerosas quejas, que culminaránentre agosto y fines de 1907 con una “huelga de inqui-linos”, fallada por cierto por las autoridades, que reco-nocieron cierta legitimidad a los reclamos, pero queaplicaron la ley con todo el rigor posible “...para man-tener el orden y defender los derechos de los propie-tarios y arrendatarios de las casas de inquilinato...”, co-mo certeramente explica Noemí Girbal-Blacha.32 Lasconsignas básicas de los huelguistas eran la reducciónde los alquileres en un 30%, garantías contra los desa-lojos y mejoras en las instalaciones de estos edificios.El movimiento–, que se extendió rápidamente, co-menzó en conventillos de la calle Ituzaingo, en Barra-cas, donde residían alrededor de 130 personas.

“EL INDUSTRIAL” – 24-12-1882 - Pantanos, conventillos y cloacas – He aquí el complemento del Riachuelo podrido. Los barrios del Sud, lascalles principales de entrada, como la de Caseros, se pueden ver ahora

pantano tras pantano. Los Conventillos con la lluvia última exhalanmiasmas pestíferos que infeccionan las casas de familia por más aseo é

higiene que tengan...Las cloacas, caños de tormenta son verdaderos focosde infección. He aquí, pues, los compañeros del Riachuelo, de los que lo

infectan y de los que lo toleran. No está de más recordarlo!

Villa de emergencia.

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Memoria y presente institucional de la Ciudad de Buenos Aires

tir.” La policía había realizado una especie de censo,informando que procede al retiro paulatino de losdesocupados y demolición de las casillas, “habiendoasí reducido la colonia, de 1000 casillas y 3000 hom-bres...a un total de 400 y 800 respectivamente.”

El intendente pide al ministro que la Jefatura de Po-licía “adopte las medidas a su alcance para llegar ala eliminación total de dichas viviendas, con lo quese facilitará la terminación de obras de tan gran im-portancia como la Avenida Costanera y se evitará a lapoblación un espectáculo tan poco edificante comoel de la colonia de desocupados y el peligro de unaprobable epidemia.” 34

El “Barrio de las Ranas” se encontraba en los terre-nos de la “Quema” de Parque de los Patricios, veci-no a la actual cancha del club Huracán, y cercano a laactual Villa 21, en Barracas.

Dado que en esos tiempos el querosén y luego la naf-ta se importaban en latas de más o menos veinte li-tros, éstas se llenaban de barro y se utilizaban comoparedes, mientras que con las mismas latas, cortadasy alisadas, cartones y arpillera se hacían los techos.

De allí la otra denominación del barrio, “de las La-tas”, donde a fines del siglo XIX unas seiscientaspersonas se ganaban la vida revolviendo las basu-ras y extrayendo aquello que pudiera seguir utili-zándose, compitiendo con cerdos, perros, roedoresy otras alimañas.

Una parte de esa población, empujada por las cons-trucciones de las parrillas de vías de la Compañía Ge-neral de Ferrocarriles de la Provincia de Buenos Aires,fue instalándose en un rancherío que se formó en elbañado ubicado detrás del cementerio de Flores. Lasvillas de “emergencia” –que nada tienen de tales y síde permanentes –, más merecidamente llamadas“villas miseria”, podrían representar una manera deapropiación del espacio urbano concretada por losmigrantes internos o de los países limítrofes, en bus-ca de una mejor calidad de vida que la abandonadaen la tierra de origen.

La creciente industrialización de las grandes urbesinfluye en la aceleración de esas migraciones. Comodecíamos, ya desde la década del 30 comenzó a acre-centarse el fenómeno, al cual podría no ser ajena lapaulatina desaparición de los conventillos, al valori-zarse la propiedad urbana. No olvidemos que los

“El núcleo más compacto de casas, si así podemos llamarlas, se ubicóentre la prolongación de las actuales calles Colonia y Zavaleta, muy

próximo a la avenida Amancio Alcorta, aunque también podíanencontrarse algunas desperdigadas por los alrededores. Se las construía

directamente sobre el piso formado por las propias basuras con losmateriales que allí mismo se encontraban”. 37

“En esa ciudad inmensa que progresa desde hace treinta años aúnquedan por hacer muchas cosas. El barrio ... llamado de las Ranas, es un

vestigio persistente, tenaz, del Buenos Aires de antaño. Allí, en medio deuna triste llanura, ... la arquitectura de sus viviendas puede jactarse de

originalidad: “el estilo lata de petróleo”. No se ven allí más que casasconstruidas con hojalata, cuyas paredes, tejados, puertas y columnas

resplandecen al sol. El trust del Standard Oil, presidido por MisterRockefeller ha proporcionado casi todos los materiales.”38

mismos estaban, básicamente, ubicados en la zonacéntrica de Buenos Aires. Y sus habitantes debieronbuscar nuevos espacios.

La masividad adquirida por el proceso en la décadade 1960, con el persistente deterioro de las ya deca-dentes economías regionales, acercó una nueva po-blación a la ya tradicional de estos espacios.

Las condiciones de vida de sus habitantes eran muyprecarias: gas en garrafas, “colgados” de la luz eléc-trica, carencia de aguas corrientes y cloacas, superfi-cies de los terrenos muchas veces producto de relle-nos de deshechos, zonas inundables a la menor pre-cipitación, calles de tierra, etc. Esta pésima situaciónse agravó durante la década del 90, con el incremen-to de la desocupación y la disminución de las posibi-lidades laborales de enormes cantidades de pobla-

Villa Miseriaen 1960.

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Otro complejo de caracterísitcas similares es el queBeretervide realizó, luego de ganar el correspondien-te concurso, en el barrio de Chacarita. La piedra fun-damental del hoy “Barrio Parque Los Andes” fue co-locada el 17 de marzo de 1927, y su construcción es-tuvo a cargo de la Municipalidad en la manzana querodean las calles Rodney, Concepción Arenal, Guz-mán y Leiva. “En una superficie de 13.224,14 m2 sedispusieron doce edificios compuestos por una plan-ta baja y tres pisos en alto...”, con jardines, patios yveredas de comunicación. 41

Este tipo de edificación fue defendido por su autor enun trabajo que se publicó en 1934, bajo el título de“¿Por qué casas colectivas?”, en el que entre otrosconceptos enuncia que “lo que falta no es dinero; loque falta no son terrenos; lo que falta no es demanda;lo que nos falta, y en esto consiste el problema, essentimiento de humanidad, es comprensión del dolorajeno, es confianza en los que saben de esto, es vo-luntad de hacer.” Enumera ventajas y desventajas dela vivienda individual y los edificios de departamen-

ción. Por otra parte, los bajos niveles de educación ycapacitación, se reiteraron generación tras genera-ción, ante la indiferencia de las autoridades; quedóplanteada así una problemática difícil, que de unavez por todas deberá ser asumida como tal, ofrecien-do desde el Estado no la beneficencia ritual -y habi-tual-, del clientelismo, sino soluciones efectivas ydignas de seres humanos.

XX se amplió la importancia de los departamentos.Entre los más característicos edificios de renta po-demos nombrar varios destinados a la clase mediaalta, el Kavanagh (c.1934, arq. Sánchez, Lagos y dela Torre) frente a la plaza San Martín, el Estrugamou(c. 1929, arq. Sauze y Huguier, en Esmeralda y Jun-cal) y la “torre” Mihanovich, (c. 1925, arq. Calvo, Ja-cobs y Giménez), en la calle Arroyo, hoy devenidoen hotel de una cadena internacional, o los algo an-teriores de la Avenida de Mayo. Otros se destinabana oficinas, como los que bordean la Diagonal RoqueSáenz Peña, como la “torre” de la Galería Güemes(1915, arq. Gianotti):

Un tipo de vivienda que tuvo poca representación enla ciudad era la propugnada por el arquitecto FermínH. Beretervide, dos de cuyos ejemplos recordamos“.La Mansión de Flores” está edificada en la manzanacomprendida por Caracas, Yerbal, Gavilán y las víasdel ferrocarril. “Este complejo habitacional... constade cinco pabellones con ochenta y ocho departamen-tos...” , además de amplios jardines que los vinculan.Los fondos para la obra se obtuvieron mediante unacolecta nacional patrocinada en 1921 por la UniónPopular Católica Argentina. Se inauguró con la pre-sencia del presidente Marcelo T. de Alvear. 40

Los edificios de departamentos

Los edificios de departamentos aparecieron cuando eldesarrollo tecnológico, junto a la subdivisión de la tie-rra, permitieron imaginar formas rentísticas mejores.

Sin la aparición del uso racional de la electricidad, eldesarrollo del ascensor fue muy pobre (los hubo afuerza humana), y es casi imprescindible cuando lasconstrucciones superan los cinco o seis pisos. Otrosejemplos son la aparición de materiales como losnuevos cementos, el uso de columnas y vigas de hie-rro, que también facilitaron la construcción –y el vi-vir– en altura.

Los primeros edificios de departamentos en BuenosAires se construían como “casas de renta”, ya que lainexistencia de normativa legal impedía la subdivi-sión en propiedades distintas. Primero fueron gene-radoras de ingresos muy importantes para sus due-ños. Pero recién en la década de 1940 facilitaron elacceso a la vivienda propia a vastos núcleos de laclase media porteña. Aparecieron entonces las leyesde propiedad horizontal que permitieron la subdivi-sión, además de una ley de alquileres mucho másbeneficiosa para los inquilinos. Con el correr del siglo

Casa “colectiva”ubicada en Caseros y 24 de Noviembre, c. 1920.

“El edificio consta de tres subsuelos, un cuerpo de seis pisos y dos alasde ocho pisos más en el centro del terreno. Una gran torre con un faro

corona el frente sobre Florida ... Un gran arco marca la entrada alpasaje, de tres niveles, a lo largo del cual se distribuyen los locales. Dos

grandes halls de distribución alojan las circulaciones verticales. En lossubsuelos se aloja un restaurant de líneas modernas, una sala de

fiestas estilo Imperio y una hermosa sala de teatro”. 39

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Memoria y presente institucional de la Ciudad de Buenos Aires

Sea el Anchorena, vendido en 1936 al Gobierno Na-cional, sea el Paz, desde 1938 en las mismas manos,el de Federico de Alvear, vendido a la embajada ita-liana casi sin ser utilizado como vivienda por quienlo construyó, dan la impresión que, o bien mante-nerlos excedía las posibilidades reales de sus pro-pietarios, o que meras especulaciones financierasmotivaron tanto su construcción como su posteriory rápida venta.

Altos funcionarios de los ferrocarriles y demás em-presas inglesas, así como una importante parte de lacomunidad alemana, solían elegir áreas menos cén-tricas y más tranquilas. Desde principios del siglo XXy hasta bien entrada su primera mitad, se instalabanen la zona del barrio de Belgrano, poblado de resi-dencias hoy demolidas. En la actualidad se ha trans-formado en una de las zonas más cotizadas de la ciu-dad y está ocupada por altas torres que le dieron unacaracterística diferente, aún cuando en muchos luga-res se han preservado las arboledas antiguas.

tos tradicionales frente a las obras realizadas con cri-terios que contemplen amplias áreas libres para jardi-nes y juegos, además de la posibilidad de adquisiciónde cada departamento ”pagándolo totalmente en al-gunos años”, tema que en esa época, por la inexisten-cia de la ley de propiedad horizontal, se hacía compli-cado. Beretervide fue también el autor del edificio delHogar Obrero de Rivadavia y Ángel Giménez. 42

El modelo europeo influyó marcadamente en la re-modelación de Buenos Aires hacia las décadas fina-les del siglo XIX. Esto se reflejó en los estilos de lascasas, ya sean las imitaciones de palacios, ya en lasconstrucciones industriales, en las plazas y parquesy también en viviendas populares.

Surgieron construcciones impresionantes, en gene-ral de estilo francés, obra de arquitectos prestigio-sos de la época como Alejandro Christophersen(c.1909, Palacio Anchorena, de 8.100 m2, hoy Minis-terio de Relaciones Exteriores, frente a la plaza SanMartín), Louis Marie Sortais (c. 1914, Palacio Paz,12.000 m2, enfrentado al anterior, hoy Círculo Mili-tar y Museo de Armas de la Nación), Julio Dormal(c.1918, palacio Pereda en la plaza Carlos Pellegrini,hoy Embajada del Brasil), arq. Pater (c.1913, palacioOrtíz Basualdo, vecino al anterior, actual Embajadade Francia), y tantos otros como el palacio Bosch-Alvear (Avenida del Libertador frente al bosque dePalermo, hoy Embajada de Estados Unidos), palaciode Federico de Alvear (c.1920, en la misma arteria,Embajada de Italia), palacio Errázuriz-Alvear (c.1911,actual Museo Nacional de Arte Decorativo); estosedificios cumplieron su rol de residencias particula-res por breves espacios de tiempo.

La vivienda de las clases altas

Las clases más beneficiadas por el comercio de im-portación y exportación o por el latifundio monopro-ductor, requerían terrenos más amplios para edificarsus viviendas a la moda del momento, imitación delos palacetes europeos. Así, fueron abandonando losbarrios del sur, dirigiéndose en primer término a las

“Como ya lo hemos dicho, este barrio del sur era el faubourg St.Germain de la capital porteña, antes que lo fuera el de La Merced”. 43

“El Palacio Paz representa un momento sociocultural de granintensidad entre 1880 y 1930, afirmación de un mundo que

necesitaba un nuevo programa de vida, una gran vida social y elquerer ser en lo externo parte de una nueva imagen de la sociedad

acorde al primer mundo de la época... el cuidado y servicio delpalacio estaba a cargo de más de 50 personas... Las formas de vida

se desarrollaban bajo un cuidado protocolo donde los ritmos estabanpensados y regulados de antemano”.44

Palacio OrtízBasualdo

calles céntricas hacia el norte (Florida, San Martín) yluego hacia el Retiro, Recoleta y desde principios delsiglo XX, hacia la que hoy conocemos como Avenidadel Libertador.

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Ciudad de Buenos Aires: de la fundación a la participación ciudadana

En tanto, desde 1776 hasta el proceso de Mayo, Bue-nos Aires incrementó el ritmo de su crecimiento. Es-te virreinato, nueva jurisdicción creada por la corona,otorgó mayor jerarquía administrativa a la hasta en-tonces gobernación, además de una nueva relación,más directa, con la metrópolis. Bajo los distintos fun-cionarios, pero especialmente con Juan José de Vér-tiz, las características positivas del nuevo sistemaquedaron a la vista. Con el prosperar de la situacióneconómica y la intensificación del tráfico comercial,aparecieron las primeras “inversiones” tendientes almejoramiento de la capital virreinal: el primer alum-brado público, la construcción de nuevos templos enreemplazo de los hechos con barro y paja, el empe-drado de algunas pocas calles y la creación de la Ala-meda, génesis de la actual avenida Leandro N. Alem.

Es interesante señalar que Buenos Aires se mantuvocomo capital tanto del Virreinato cuanto de la Supe-rintendencia que se estableció en 1782, para manejarEl primer período que podemos limitar es el que na-

ce con la ciudad y se prolonga hasta la creación delVirreinato del Río de la Plata en 1776, del que BuenosAires será capital, como lo fuera de la Gobernaciónmientras dependía del Virreinato del Perú. “La enor-me extensión del territorio abarcado por aquel Virrei-nato lo hacía difícil de defender ante los presumiblesataques de Inglaterra o Portugal, que fundó en 1680 laColonia del Sacramento. De allí que en 1776 se sepa-raran las vastas zonas que comprenden Buenos Airesy los territorios de la Patagonia, Paraguay, Tucumán,Cuyo y el denominado Alto Perú. Estas últimas depen-dían de la Gobernación de Chile...” 45

Durante el período de las gobernaciones que sucedie-ron a la segunda fundación, el desarrollo de la ciudadfue escaso, y sobrevivió gracias al contrabando que leimpusieron las restricciones del régimen vigente. Co-

mo vemos, el contrabando es previo al Virreinato, yuna de las causas de su instalación es justamente es-ta transgresión legal; además existía la necesidad deEspaña de crear una organización superior a la ante-rior para oponerse a las intenciones invasivas de Por-tugal desde Brasil. El problema de la corrupción es tanantiguo como la existencia del Estado, casi podríamosdecir, como el mundo. Su grado se agudiza o atenúasegún el nivel de moralidad o el grado de eficacia pa-ra combatirla. Advierte Mariluz Urquijo que “en las In-dias españolas algunas circunstancias favorecen lasconductas irregulares de los agentes de la Administra-ción. Las enormes distancias que median entre la me-trópoli y sus posesiones de Ultramar y entre las capi-tales de los Virreinatos y sus dependencias más aleja-das dificultan el control.” 46

El régimen comercial perjudicaba a muchos sectoresy lo empujaban a “ganar su pan violando la ley. Has-ta 1778 Buenos Aires tuvo un puerto cerrado, salvo lallegada de esporádicos navíos de registro, y en épo-cas de guerra el aislamiento era casi total; la prohibi-ción de internar las mercancías...trababa a quienesaspiraban a llegar al rico mercado altoperuano” y suconclusión es que no faltaban oportunidades paraburlar esas disposiciones.

Incluso, observa Mariluz Urquijo, en la sociedad noexistía la idea de que se cometía un delito con el con-trabando, y no había obligación a la restitución.47 Lanormativa vigente atacaba la corrupción, v.g. impe-día recibir regalos, los oficiales debían hacer inventa-rio de sus bienes, los superiores debían controlar alos inferiores, y para esas situaciones se contempla-ba el juicio de residencia, las visitas, etc., pero comoen tantos otros órdenes, ni se cumplía entonces ni,agregamos nosotros, se cumple en la actualidad conla eficacia que sería de desear.

DESARROLLO INSTITUCIONAL

Plano de cortede un navíonegrero

Aviso de rematede terrenos, 1886.(AIHCBA)

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Memoria y presente institucional de la Ciudad de Buenos Aires

el nuevo territorio desgajado del Virreinato del Perú yla Capitanía de Chile. Al poco tiempo y para facilitarsu administración y defensa, concentrando funcio-nes, se estableció el Régimen de Intendentes (1782),como primera experiencia de un modelo ya aplicadoen la Francia borbónica.

Las Gobernaciones de Montevideo, Misiones, Mo-xos y Chiquitos y las Intendencias de La Paz, Char-cas, Potosí, Cochabamba, de Salta del Tucumán, deCórdoba del Tucumán, del Paraguay y de Buenos Ai-res, son las subdivisiones que la corona españolaimpuso al nuevo virreinato. A medida que avanza-ban los años, el Estado español concentró su poder,como derivación de las ideas del despotismo ilustra-do, y una burocracia abundante proveniente de lapenínsula fue ocupando los más altos cargos del go-bierno. En el Río de la Plata no pertenecía a altos es-tratos sociales, pero estaba imbuída del nuevo pen-samiento administrativo borbónico.

Desde el punto de vista demográfico, cabe apuntarque la masa colonizadora española, definitivamenteestablecida en estos territorios, se entrecruzó en mu-chos casos con las poblaciones nativas indígenas,

dando origen a los mestizos. Junto a los criollos, selos mantuvo apartados de los altos cargos de la ad-ministración, aunque la legislación les reconocieraiguales derechos que a los españoles peninsulares.Por cierto, los negros -importados como esclavos- ylos aborígenes, integraban los últimos peldaños de laestratificada sociedad de la época.

Desde los primeros días de la conquista, los Cabil-dos, como expresión del gobierno local y de una co-lonización sobre todo urbana, constituyeron la expre-sión más genuina de la opinión de los vecinos. Rena-ció así en América una institución que había entradoen franca declinación en la península por factores dedistinta índole, pero íntimamente relacionados conuna política que tenía por finalidad atacar la descen-tralización y concentrar paulatinamente el poder. Esla política que bajo Carlos I había culminado en 1521

Mapa de Buenos Aires, obra del jesuita Charlevoix, 1756.

Paseo deJulio, hoyLeandro N.Alem, haciael norte, 1865.

con la insurrección de los Comuneros, que fue la ex-presión de la resistencia que opusieron a esa políticalos estamentos nobiliarios, eclesiásticos y burguesesde las ciudades castellanas.

Los Cabildos tenían jurisdicción sobre la salud, laeducación, la justicia, el abasto, la higiene, las obraspúblicas, la policía y la enseñanzas de primeras le-tras; afrontaban sus gastos con los llamados “pro-pios y arbitrios”, o sea el cobro de ciertos derechos ytasas, así como la convocatoria a ciertos cuerpos ar-mados, por razones de seguridad; pero no escapa-ban a las críticas por algunas corruptelas, que no im-piden reconocerle un rol importante como poder so-cial de las ciudades y de las campañas adyacentes.

La facultad ordenadora que ostentaron comple-mentó la legislación dictada por las autoridadesreales. Si bien el absolutismo recién se concretó enel siglo XVIII, en especial a partir de Carlos III, lacostumbre no dejó de tener un valor importante enciertas materias. 48 Eran herederos de institucionessimilares que reconocían el derecho castellano, yaque las llamadas Indias Occidentales quedaron in-corporadas políticamente a la corona de Castilla yse evitó de esa manera la presencia de los distintosderechos que pertenecían a los diferentes reinos yregiones españolas.

No toda la legislación hispánica lo fue para el territo-rio americano. La Recopilación de Leyes de las Indiasde 1680 determinaba que los funcionarios reales “nopermitan se ejecute ninguna pragmática de las que sepromulgaron en estos Reinos, si por especial Cédulanuestra, despachada por el Consejo de Indias, no semandare guardar en aquellas provincias”. Esto es, queuna disposición de la corona estableció que a partir

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de 1614, para que una norma castellana se aplicara enIndias debía contar con la venia del Consejo de Indias.

De hecho, las condiciones de vida en estos territoriosobligaron, en la práctica, a incumplir en muchos desus aspectos las normas del derecho castellano en elordenamiento de las nuevas ciudades. La necesidadde adecuar esas normativas a la realidad obligó aldictado de normas jurídicas especiales.

El conjunto de ellas constituye lo que se denomina“derecho indiano”, dotado de una reglamentación mi-nuciosa e imbuiído de sentido religioso, teniendo encuenta que, al decir de Ots Capdequi, parte de esanormativa estuvo redactada por teólogos y moralis-tas. Las normas eran redactadas, por ejemplo, en elConsejo de Indias. Si bien había miembros eclesiás-ticos o teólogos, no todos lo eran, pero sí estabanconsustanciados con un sentido religioso por la fina-lidad evangelizadora aducida como uno de los moti-vos de la colonización española.

Ese sentido estaba relacionado sólo con determina-dos temas, porque los aspectos comerciales, de na-vegación y otros parecidos, se regulaban teniendo encuenta las leyes, usos y costumbres de la España y laEuropa de la época. Lo que sí se consideraba era unsentido último ético-religioso, por la finalidad evan-gelizadora recién enunciada.

De allí que en el tema del indio, por ejemplo, encon-tremos ese trasfondo, pues la intención de la coronaera la de civilizarlos sobre la base de la religión cris-tiana, tema que ha sido materia de discusión, segúnel criterio de cada autor. Y se lo hace, imponiéndolesla misma cultura que traían los conquistadores. “Seacusa en ellas, sobre todo al abordar el difícil proble-

corporación, con su propia entidad y privativo Dere-cho. Bajo su jurisdicción estaba no solo el recinto ur-bano sino el espacio rural adyacente 50”, agregandomás adelante, que “el cabildo y la autoridad real ejer-cían el gobierno político, económico y judicial y de-sempeñaban una función tuitiva 51 sobre las corpora-ciones y las gentes.”

ma del indio, un tono de plausible elevación moral;pero se desconocen al propio tiempo, o se tratan desoslayar, ineludibles imperativos económicos y so-ciales. Esta es la causa de que se observe, a lo largode toda la vida jurídica colonial, un positivo divorcioentre el derecho y el hecho.” 49

Por cierto que los textos legales a veces expresanprincipios que la realidad hace caer en saco roto, seapor necesidad, sea por intereses espurios; pero nopodemos ignorar que si con ello se produjo un pro-ceso de aculturación, se diluyeron o retrajeron suspropias costumbres o ritos, ello constituye otro pro-blema y como tal debe ser analizado y estudiado. Lasintenciones deben medirse con los criterios de cadaépoca y no con los actuales, cuando en algún sentidoestá más difundido el respeto hacia las creencias,ideas y costumbres de una persona o grupo.

Sobre la base de esos conceptos la Constitución de1853 sancionó el inciso 15 del artículo 67º, ya desa-parecido, que determinaba “conservar el trato pacífi-co con los indios y promover la conversión de ellosal catolicismo”, como una manera de socializarlos oincorporarlos a la cultura vigente. En la actualidad hasido reemplazado por el inciso 17 del artículo 75º,que reconoce la preexistencia étnica y cultural de lospueblos indígenas y garantiza el respeto a su identi-dad y a una serie de derechos. Llegados los alboresdel siglo XIX, interpretaba Mariano Moreno que losmonarcas españoles habían aceptado a los cabildosen el papel de consejos representativos de sus pue-blos, sin que ello implicara su conservación en Espa-ña, como ya vimos.

Dice Tau Anzoátegui que “a raíz del orden local se en-contraba en la ciudad, entendida como república y

La Plaza deMayo, haciael oeste,en 1885y en 1915

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Es decir que el gobierno estaba a cargo no sólo de laautoridad real sino del cabildo. De allí la función im-portante de éste, siendo también cierto que el cabil-do no representa a toda la población sino a los veci-nos más caracterizados. No debemos tratar de bus-car símiles entre sistemas actuales y los de épocaspretéritas; pero también es cierto que el cabildoconstituyó una forma de expresión y ejerció un po-der que escapaba a los resortes típicamente estata-les, provenientes de la autoridad real y el funciona-riado burocrático, que caracterizaron a la segundaparte del siglo XVIII, cuando se introdujeron la técni-ca y la racionalización en la administración pública.

El devenir de los tiempos fue modificando la situa-ción política y social, y en el nuevo marco creado porla Revolución de Mayo las cosas empezaron a cam-biar. El Cabildo había asumido durante las invasio-nes inglesas un rol que las otras instituciones penin-sulares parecían haber abandonado, y así adquirióun sentimiento de poder que, si bien fue fundamen-tal para la feliz conclusión de los sucesos del 25 demayo de 1810, fue a su vez la causa de su derrota.

Comenzaron a generarse problemas de jurisdiccióncon la Primera Junta, y mientras el Cabildo pretendíareservarse el derecho de fiscalizar al nuevo gobiernoo limitar su posibilidad de imponer nuevos impues-

La AduanaVieja(Belgranoy PaseoColón), deVidal, 1817

La rendición de Beresford, 12 de agosto de 1806,por Charles Fouqueray

tos sin su previa conformidad, intentando mantener-lo como poder subordinado, un decreto de la Junta,de octubre de ese mismo año ordenaba a los alcal-des y regidores “jurar al pueblo ante la Junta.”

Esos choques entre la autoridad y un órgano que re-presentaba a los vecinos más importantes o repre-sentativos, tienen su razón de ser o su explicación enlas deliberaciones del Cabildo Abierto del 22 de ma-yo de 1810, que determinó que el Cabildo asumierauna suerte de rol fiscalizador de la labor de la Juntacreada a semejanza de las españolas, para represen-tar al rey ausente o preso en Bayona. Varios de losvotos del Cabildo Abierto del 22 de mayo, por ejem-plo, establecían esa especie de control.

Así ocupó un lugar prominente en los sucesos deabril de 1811; asumió el gobierno de Buenos Aires– ypor extensión el de las Provincias Unidas del Río dela Plata con el título de Cabildo Gobernador Proviso-rio del Estado– , en ocasión de la sublevación de Ál-varez Thomas contra Alvear; en 1816 actuó en formasimilar durante los conflictos que produjeron la de-signación de Juan Martín de Pueyrredón como Direc-tor Supremo, así como en 1820, luego de la batallade Cepeda. La Junta de Representantes que eligió aSarratea como primer gobernador de Buenos Airestambién fue convocada por el Cabildo.

Los sucesivos recortes en sus atribuciones culmina-ron años después, y a fines de 1821, Martín Rodríguezal frente del gobierno asumió la responsabilidad depropiciar ante esa misma Junta la sanción de una leytendiente a suprimir los Cabildos.

Sin embargo, el proyecto de ley que acompañaba asu mensaje hace, en su artículo segundo, la excep-

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Interior de una pulpería (Hipólito Bacle)

No obstante, no debía estar ausente en el ánimo dequienes votaron su desaparición la necesidad deinstaurar un régimen de gobierno local, ya que en lamisma norma se fijaba “... hasta que la representa-ción crea oportuno establecer la Ley General de lasMunicipalidades.”

Buenos Aires había sido, de hecho y de derecho, lacapital desde los tiempos de las gobernaciones, delVirreinato y en ella tuvieron sede los primeros go-biernos patrios, la Junta de Mayo, los Triunviratos, elDirectorio; y aunque el primer Congreso se reunió enTucumán, sus sucesivas sesiones se realizaron enBuenos Aires, donde se dictó el Reglamento Proviso-rio de 1817 y la Constitución de 1819.

Cuando en 1824 debió reunirse nuevamente, lo hizoen nuestra ciudad; y siendo Bernardino Rivadaviapresidente de las Provincias Unidas del Río de la Pla-ta, propició ante el Congreso General Constituyentela sanción de una ley determinando que la Ciudad deBuenos Aires sea declarada Capital del Estado. Éstafue sancionada el 4 de marzo de 1826 y originó seriasdesavenencias con el gobernador de la provincia deBuenos Aires, el General Las Heras.

Aunque durante todo el período rosista se extinguióla representación popular en la gestión municipal, és-ta resurgió con matices luego de la caída de ese go-bierno. Mientras tanto, Buenos Aires mantuvo su rolde capital de hecho, era la sede de los gobernadoresde la provincia homónima, que tenían la representa-ción de las relaciones exteriores de la Confederación.

Una vez producida la batalla de Caseros y asumido elpoder por el general Justo José de Urquiza, éste, ensu carácter de Director Provisorio de la ConfederaciónArgentina restableció en 1852 el régimen municipalpara la ciudad, determinando en los considerandosdel decreto cuál es el criterio que motivaba ese resta-blecimiento: “En la composición de un estado entra elpoder municipal, y la ciudad bajo de las mismas rela-ciones que para la organización del municipio y la fa-milia. Esta cadena continua, tiempo ha que entre no-sotros se había roto desgraciadamente; pero la mis-ma ley que extinguió el ilustre Cabildo y ayuntamien-to de la primer Ciudad de Buenos Aires reconoció yreservó para tiempo oportuno la reconstrucción de laMunicipalidad, bajo bases más análogas al sistemapolítico representativo en que debíamos vivir. La tira-nía, que ha ocupado el más largo espacio del períodoque dista de aquel acontecimiento, no queriendo en-contrar obstáculo alguno, nada creó.” 53

ción respecto del de Buenos Aires: “Art. 1ª Quedansuprimidos los Cabildos hasta el establecimiento delorden permanente de la Provincia. Art. 2ª Se excep-túa de la disposición del artículo anterior al Cabildode la Capital.“ 52

Luego de una serie de intercambios entre los inte-grantes del de Buenos Aires, al que se le retiraronuna serie de atribuciones, el ciclo de los Cabildosquedó definitivamente cerrado en diciembre de1821, fecha en que la Junta de Representantes san-cionó la ley que los suprime, sosteniendo un crite-rio institucional que tiende a impedir la existenciade otros poderes que no sean los nacidos de lanueva organización política, como había sucedidoen España.

En ese momento, con Martín Rodríguez y Rivada-via, se pretendió introducir un esquema unitario yliberal El cabildo molestaba y se lo suprimió. Losrestantes cabildos del país fueron desapareciendopaulatinamente, hasta 1838 en que desapareció elúltimo, que era el de Jujuy. Sus funciones pasarona las Salas de Representantes o Legislaturas, puesse adoptó el sistema de la división de poderes,aunque no fuera perfecto y la división sólo existie-ra en teoría.

La cuestión de si los Cabildos eran o no una rémoraes discutible. Si lo vemos como representación delos poderes locales, no lo sería; si aceptamos que ensu origen, el poder municipal es anterior al propioEstado, podría no serlo. Si en cambio consideramosque en el cabildo sólo podían participar determina-dos vecinos, que a la vez ostentaban un poder fuertepor la circunstancia de serlo económicamente, se lopuede considerar una rémora.

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Urquiza restituyó la representación vecinal, que ha-bía desaparecido en 1821, aunque con nuevos crite-rios. En los límites de sus once parroquias, BuenosAires contaba con veintiún “municipales” y un presi-dente, elegidos popularmente (a partir de los prime-ros, nombrados por el gobierno) y renovables pormitad cada año, utilizando la denominación de “Po-der Municipal”.

Recogían estos conceptos algunas de las ideas deJuan Bautista Alberdi, que consideraba a los cabildoscomo instituciones defensoras de las libertades po-pulares. Apartándose del pensamiento de EstebanEcheverría, concebía a los municipios como órganosde la descentralización política y administrativa den-tro de las provincias, extendiéndose sobre los límitesque habría de tener esa “autonomía”.

Consideraba que no había asuntos en los que el go-bierno provincial no pudiera ejercer su derecho a ve-to; y tampoco el poder municipal excluía o restringíael círculo de acción de la Legislatura provincial en elarreglo de los asuntos locales. Negaba a las comu-nas la facultad de crear contribuciones, y promovíaen cambio que percibieran, administraran y gastaranlas rentas que se les asignasen por ley provincial.

La ley del 6 de mayo de 1853, que dictó el CongresoGeneral Constituyente de Santa Fe, en poco difierede la sancionada por Urquiza. El funcionamiento dela municipalidad estaba a cargo de las Comisionesde Seguridad, Higiene, Educación, Obras Públicas yHacienda, integradas por tres personas cada una,elegidos entre los veintidós “municipales”, uno delos cuales ejercía la función de Presidente. La ciudadquedaba dividida en once parroquias, con dos re-presentantes cada una.

La representación de los ciudadanos para elegir y serelegidos continuaba limitada. Los miembros de laMunicipalidad debían ser “vecinos afincados, padresde familia, de probidad notoria, respetabilidad ypráctica en los negocios”, y el mismo ente era consi-derado “una asociación de familias unidas por inte-reses, bienes y derechos comunes a todos sus miem-bros”; se consideraba legalmente “persona civil”,“capaz de contratar, de adquirir, de poseer, de obraren juicio como los particulares.”

El Consejo de Administración, Gobierno y Orden lointegraban el Presidente, los dos suplentes, tresmiembros de la Municipalidad designados visitado-res fiscales y uno de los secretarios por turno. Que-daba a cargo del presidente de la Confederación ele-gir, entre una terna presentada por la Municipalidad,quién habría de ser su presidente. Los dos restanteseran suplentes.

Pero otros aires soplaban en la urbe porteña. Enfren-tados al resto de las provincias y a Urquiza, los gran-des estancieros y comerciantes de la provincia deBuenos Aires y extranjeros (aunque todavía no eranmuchos) afincados en la ciudad, detentando el poderque daban el puerto y la Aduana, opositores al Acuer-do y contrarios a una representación de sólo dosmiembros para el Congreso Constituyente de SantaFe, en paridad con las demás provincias, se rebela-ron y la escindieron de la Confederación.

No sólo los comerciantes y estancieros se oponían aUrquiza, sino que muchos hombres que habían regre-sado del destierro temían que se repitieran las viven-cias del período rosista en la figura del entrerriano, ypor ello adoptaron frente a él una actitud recelosa; lajustificaban por el temor a que renacieran los proble-

mas sufridos, con un hombre que había sido compa-ñero de Rosas durante muchos años y ahora aparecíacomo el jefe de un nuevo proyecto nacional. Y una co-sa es ver la cuestión después de cien o ciento cin-cuenta años y otra en el momento. Las facultades quele otorgaba el Acuerdo de San Nicolás a Urquiza eranmayores que las que había tenido Rosas. “El sonororepicar de las campanas del 14 de julio (de 1853) mar-caba el inicio de una nueva época, del esplendor deBuenos Aires, capital del Estado rebelde de BuenosAires, segregado de la Confederación Argentina.” 54

Las cámaras de Representantes y de Senadores de laProvincia de Buenos Aires enfrentaron el problemadel poder municipal y el 11 de octubre de 1854 se san-cionó una ley que –a diferencia de las anteriores– de-terminaba la elección de municipales por parroquias,electos por los propios vecinos. Los candidatos -dostitulares y un suplente- debían ser vecinos de la ciu-dad “mayores de 25 años o emancipados, y con uncapital de diez mil pesos, al menos, o en su defectoprofesión, arte y oficio que les produzca una rentaequivalente.” En esta regulación se establecía que eltitular de la Municipalidad será su vicepresidente, yaque el Ministro de Gobierno de la provincia es el pre-sidente nato de la corporación. Se reiteran las mis-mas cinco comisiones de la ley de Urquiza y la de laConfederación, y además esta ley establece, a partirde su artículo 57º, las características de las municipa-lidades de campaña. Pero llegó el 23 de octubre de1859 y la batalla de Cepeda puso fin a la autonomíaporteña. Las tropas de Urquiza derrotaron a las del es-tado rebelde que comandaba Bartolomé Mitre.

La firma del Pacto de San José de Flores, el 11 de no-viembre de ese mismo año, selló definitivamente laintegración de Buenos Aires con el resto de la Confe-

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Plano deDomenyé yBroqua, 1874

El 30 de octubre de 1867 la Legislatura de la provin-cia determinó mediante la Ley Nº 522 los nuevos lí-mites del municipio, reconociendo las rentas quepercibían los partidos de San José de Flores y Belgra-no por los territorios que les son recortados, medidaesta última que sería dejada sin efecto el 3 de octu-bre de 1870 por Ley Nº 674. Para indicar cuáles sonesos límites, la Ley Nº 522 recurría al plano de Sor-deaux, determinando que son por el norte el arroyoMaldonado desde su desembocadura “...hasta el lími-te Este del terreno conocido...con el nombre de Cal-derón. Al Oeste una línea que limitando los terrenosconocidos en el mismo plano con los nombres deMarcos y Lumb, termine en el ángulo sudoeste delterreno designado con el nombre de Arroyo, y desdeeste punto hacia el este hasta tocar el ángulo noroes-te del terreno Albin; desde aquí, en dirección al Sudpor la calle que limita las propiedades Paso, Bejara-no, Roy y Pereyra, hasta la intersección con la callede la Arena; y de este punto, una recta hasta el puen-te Alsina. Al Sud el Riachuelo de Barracas hasta suconfluencia con el Plata. Al Este, el litoral del Platahasta la boca del Maldonado” .56

Esta normativa sobre nuestra ciudad se mantuvo du-rante once años. Por la Ley Orgánica de las Munici-palidades del 28 de octubre de 1876, la Legislatura dela Provincia determinó una nueva organización, queabarcaba además a las administraciones de los parti-dos del interior provincial.

Esta ley merece nuestra atención, ya que ofrece unremedo de descentralización administrativa, a tra-vés de “tantos Concejos Parroquiales cuanto sea elnúmero de parroquias”, según reza el artículo 1º,que unifica a la ciudad en un sólo distrito, cuya ad-ministración estará a cargo además, de un Concejo

acuerdos” sin cuyo dictamen no podría emitirse nin-guna resolución.

En los distintos capítulos se ampliaban las compe-tencias y se establecía en el artículo 29 que el PoderEjecutivo no ejercerá “otra atribución que la de ins-pección, al sólo efecto de hacer efectiva en su caso laresponsabilidad de los Municipales, acusándolos pormedio del Agente Fiscal.”

La Ley Nº 19, del 8 de octubre de 1862, determinabaque las autoridades nacionales debían residir en elmunicipio de Buenos Aires, en las condiciones ofre-cidas por la Legislatura de la Provincia, durante unlapso de cinco años, tiempo que se estimó suficientepara resolver el tema de la capital definitiva.

Con fecha del 2 de noviembre de 1865, el CongresoNacional sancionó una nueva legislación para nues-tra ciudad. Ahora los municipales pasan a ser doce,además del Presidente, que sin embargo sería desig-nado por la Municipalidad a propuesta en terna delColegio Electoral, durando en su cargo un año. Divi-de la ciudad en doce secciones, “formada cada unade un Juzgado de Paz, correspondiendo un munici-pal y dos suplentes por Sección.” Disminuían los re-quisitos para ser municipal: bastaba ser mayor de 25años y vecino de la parroquia por la cual se presen-taba y no ser empleado a sueldo (artículo 5º). Otorga-ba poder de voto a los extranjeros con los requisitosque lo limitan de acuerdo a la normativa vigente enese entonces, y determinaba que era incompatiblecon el ejercicio del cargo, el de ser miembro de lascámaras legislativas. Las antiguas “Comisiones” setransformaban en “reparticiones”, cubriendo lasáreas de Seguridad, Higiene, Educación, Obras Públi-cas y Hacienda.

deración Argentina. “La convicción de su propia su-perioridad llevaría a la orgullosa provincia a restable-cerse de su más reciente derrota y a organizar la re-vancha de Pavón que le permitió recuperar su hege-monía nacional. Más que el ocaso de una época elAño Nuevo señalaba el amanecer de una etapa ple-na de realizaciones.”55

El 30 de septiembre de 1860 el Congreso Nacionalsancionó una nueva ley destinada a organizar el ré-gimen municipal de Buenos Aires, a la que en su ar-tículo 1º reconocía el rol de “capital provisoria” de laConfederación. Se determinaba que la componían“trece municipales propietarios y cinco suplentes,elegidos unos y otros directamente por los ciudada-nos y vecinos del Municipio”, los que, simplificandolas condiciones económicas exigidas en la ley de1854, solo deberán acreditar “independencia por sucapital, profesión, arte u oficio.” El Presidente delcuerpo sería nombrado por el resto de los vocaleselectos, y se establecería además una Comisión “de

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Central, que se reserva atender (Artículo 2º) “los in-tereses generales del Municipio” mientras que losConcejos Parroquiales deberán atender “los intere-ses y servicios locales en cuanto importan al go-bierno propio del barrio.” Integraban los Concejosparroquiales doce miembros para las parroquias deCatedral al Norte, Catedral al Sud, San Miguel, SanNicolás, Socorro, Piedad, Montserrat, Concepción yBalvanera, y ocho para las de San Telmo, Pilar, SanJuan Evangelista, Barracas al Norte y San Cristóbal,aunque esa cantidad podría modificarse con cadacenso de la provincia.

Los Concejos se constituirían en un DepartamentoDeliberativo y otro Ejecutivo, éste a cargo de una so-la persona, formando los demás parte del Deliberati-vo. Éste designaría anualmente “tantas comisionesempadronadoras, compuestas de 3 personas que se-pan leer y escribir corrientemente, como cuarteleshaya en la parroquia.” Sus atribuciones están esta-blecidas en los veintiseis enunciados del artículo 38º.

Como en legislaciones anteriores, los miembros delos Concejos duraban dos años renovándose por mi-tad cada año. Según lo establecía esta ley, eran elec-tores los ciudadanos con derecho a sufragio deacuerdo a la ley provincial y los extranjeros mayoresde 22 años que “paguen impuesto por bien raíz o pa-tente que no baje de mil pesos, sepan leer, estén do-miciliados en el Municipio de la Capital desde un añoantes de la elección y desde seis meses en la parro-quia, se hallen inscriptos en el registro respectivo” ypor supuesto no se encuentren en situación de con-flicto con las leyes.

Resultaban elegibles los ciudadanos de más de 30años de edad que supieran leer y escribir correcta-

mente y que fueran vecinos del distrito con seis me-ses de domicilio antes de la elección y los extranje-ros que además pagasen contribución directa o ensu defecto tuvieran capital invertido en industria onegocio por más de cien mil pesos o ejercieran pro-fesión liberal, aclarándose que en este caso su nú-mero no podrá exceder la mitad de los integrantesde un concejo, así como que no tendrán derecho avoto cuando el concejo del que forman parte “practi-que el enrolamiento de la Guardia Nacional, juzguesobre las excepciones alegadas o forme los contin-gentes para el servicio militar...y en general toda vezque ejerza funciones políticas privativas de los ciuda-danos.” Esta norma ampliaba las incompatibilidadesde las anteriores, en los artículos 30, 31 y 32. Consi-deraba las funciones de los miembros de los Conce-jos como “carga pública” de la que nadie podía ex-cusarse bajo pena de multa, salvo casos como la im-posibilidad física, la edad, tareas que impliquen lar-gas ausencias del distrito municipal y otras causas.

Los episodios de 1880 culminaron con la capitaliza-ción de la Ciudad de Buenos Aires a través de la LeyNº 1029, sancionada en el pueblo de Belgrano, capi-tal transitoria, el 20 de septiembre de ese año. Estaley incluía la cesión por parte de la provincia del te-rritorio de la Ciudad de Buenos Aires.

Esta situación llevó al Congreso Nacional –que ejercíala legislación “...exclusiva en todo el territorio de la Ca-pital de la Nación...” según la Constitución de 1853 en-tonces plenamente vigente–, al dictado de la Ley Nº1129, del 31 de octubre de ese mismo 1880, que insti-tuía el régimen municipal para nuestra ciudad.

Las objeciones que sobre esa ley realizara el Gobier-no Nacional llevaron al posterior dictado de la Ley Nº

1260 del 23 de octubre de 1882, que rigió en la ciudadhasta 1973; se mantuvo inalterable en muchos de susaspectos, salvo rectificaciones o modificaciones queel paso del tiempo obligó a realizar.

Aparecían en ella claramente diferenciadas las fun-ciones y obligaciones del Concejo Deliberante y elDepartamento Ejecutivo. Establecía que en el munici-pio las elecciones se regirían por la Ley Nº 8871, apli-cándose en todo lo relativo a los derechos y deberesde los electores, así como que las elecciones de con-cejales se efectuarían al mismo tiempo que las de di-putados nacionales. Reconocía, como las anteriores,el derecho de voto a los extranjeros con más de dosaños de residencia en la ciudad.

Plano delterritoriocedido a laCapital porla Prov. deBuenosAires, 1888

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sidente de la Cámara de Apelaciones en lo Civil, delPresidente de la Cámara de Apelaciones en lo Crimi-nal y del Juez Federal más antiguo.”También se esta-blecía que los miembros del Concejo durarían cuatroaños en sus mandatos, renovables cada bienio pormitad, elegidos a suerte la primera vez, y en adelan-te por el orden sucesivo de sus nombramientos. Lascondiciones para ser elegible incluían, entre otros re-quisitos, que “paguen contribución directa... que nobaje de quinientos pesos o patente industrial o co-mercial por igual valor”.

Nuevamente en 1915 aparecieron problemas que lle-varon al Poder Ejecutivo Nacional a disolver el Con-cejo, por Decreto del 22 de marzo de ese año, y reite-raba en su artículo 7º que “...conviene no olvidar queel actual padrón ha sido objetado por parte represen-tativa de la opinión, como es notorio...”, y así unanueva comisión compuesta por veintidós vecinos sehace cargo de las funciones deliberativas. Sus inte-grantes pertenecen al medio social económicamentemás poderoso de la ciudad. Entre ellos encontramosa Ezequiel Paz, Ángel Gallardo, Antonio Lanusse,Marcelino Herrera Vegas, Saturnino Unzué y MiguelMartínez de Hoz.

La Ley Nº 9665 ratificó lo dispuesto anteriormente, yasí llegamos a 1917, cuando un Decreto del 24 de ene-ro con la firma de Hipólito Yrigoyen, primer presiden-te elegido bajo la nueva ley electoral, intentó cambiarla nómina de integrantes de la comisión. Dado que elSenado, en manos de la oposición conservadora, nosancionó la propuesta, la función supletoria de la Co-misión se tornó inexistente, hasta que se celebraronlas elecciones municipales del 18 de noviembre de1918. Se instaló nuevamente el Concejo Deliberantea partir del primer día del año siguiente.

Un Decreto del Presidente Roca del 4 de abril de1885, aprobó una resolución del Intendente suspen-diendo la elección del Concejo y seleccionando “adedo” un listado con quienes debían reemplazar alos concejales que hubieran cesado en sus funcio-nes. En este caso, aparentemente las razones deriva-ron de hechos anormales en la confección de los pa-drones electorales.

En noviembre de 1889 la Ley Nº 2675 dispuso que entanto “...se reforma la ley municipal vigente, las funcio-nes encomendadas por ella al Concejo Deliberante se-rán desempeñadas por una Comisión compuesta dequince personas nombradas por el Poder Ejecutivo...”

Esta disposición se reiteró, en términos similares, enla Ley Nº 4029 del 28 de noviembre de 1901, aunqueen esta oportunidad la comisión estaría compuesta“... de veintidós vecinos nombrados por el Poder Eje-cutivo, previo acuerdo del Senado.”

La vigencia de esta ley llegó hasta la sanción de laNº 5098, que, ocupándose además de la organiza-ción de la Municipalidad de la Capital, determinabaen su artículo 1º que “El Concejo Deliberante a quese refiere la ley del 1º de noviembre de 1882 serácompuesto de veintidós miembros elegidos por laCapital, formando ésta un solo distrito electoral. Lavotación recaerá sobre listas compuestas de dieci-séis miembros, tomándose los seis restantes de losdemás candidatos que hubieran obtenido la mayo-ría relativa.”

Una serie de disposiciones determinaban la forma-ción de las comisiones empadronadoras, que queda-ban a cargo de los mayores contribuyentes del mu-nicipio, elegidos por una junta compuesta “...del Pre-

La forma de escrutinio estaba determinada por la LeyNº 12.266. La convocatoria a elecciones, la deberíahacer, a partir de 1935, el intendente municipal; conanterioridad, tal atribución correspondía al Poder Eje-cutivo Nacional. Las condiciones de elegibilidad eranlas mismas exigidas para una diputación nacional,durando en el cargo cuatro años, renovables por mi-tades. El Concejo se compondría, hasta 1973, detreinta miembros.

Durante ese lapso, el Departamento Ejecutivo semantuvo casi sin variantes. En cambio, el órgano re-presentativo –y deliberativo–, parte integrante delpoder municipal, fue disuelto en varias oportunida-des, invocando los preceptos de la Constitución de1853, por la que el presidente de la Nación será “el je-fe inmediato y local”. El dictado de la Constitución de1994 abrió otras posibilidades plasmadas en la Cons-titución de la Ciudad, de 1996.

Plano de laciudad deBuenosAires, 1885(Guía Kraft)

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La situación de normalidad se mantuvo hasta el gol-pe del 6 de septiembre de 1930, cuando el generalJosé F. Uriburu resolvió que las facultades legislati-vas del cuerpo pasaran al Intendente. El 10 de enerode 1932 se realizaron una vez más elecciones y sereinstaló el Concejo a partir del 19 de febrero de eseaño. Pero en 1941 otra vez el Poder Ejecutivo Nacio-nal, en la persona del vicepresidente a cargo de lapresidencia, Ramón Castillo, intervino el Concejo,traspasando sus atribuciones a los veintiún miem-bros de una “Comisión Interventora de Vecinos” porél designada y cuya integración parece calcada de ladel año 1915. Después, el golpe del 4 de junio de1943 hizo desaparecer a este remedo de representa-tividad y volvió a otorgar al Intendente, por decretodel 26 de junio, las atribuciones que la Ley Nº 1260disponía para el Concejo, con algunas excepcionesque enuncia su artículo 2°.

Si bien en los años subsiguientes no funcionó el Con-cejo Deliberante, no por ello se dejó de lado el análi-sis de posibles salidas, contemplándose una formade descentralización administrativa de la ciudad,acompañando un nuevo sistema de representación,que por otra parte sólo se enunció, ejemplo de lo cuales un artículo periodístico de 1954. Allí se informaque en una reunión con vecinos de un barrio -queno se identifica -, el general Perón había anunciado“...la pronta aplicación de expedientes ya previstos afin de organizar esa monstruosa dilatación urbanaque se llama Capital Federal.”

En el lenguaje propio del periodismo de esos años,se comentan las palabras del presidente, aclarandoque “habló de la organización de la ciudad, no des-de el punto de vista de la técnica urbana... sino delgobierno municipal de la misma, sobre la base de la

participación en él de los vecinos de sus distintasunidades regionales tradicionales llamadas ba-rrios....Ha dicho muy bien el Jefe del Estado que elgobierno de la municipalidad bonaerense es comoun gobierno provincial. Podría inclusive ir más le-jos, pues...es más rica, a juzgarla por sus rentas,que las demás provincias, salvo la de Buenos Aires,(cuya riqueza industrial, dicho sea de paso, está enel cinturón fuliginoso del Gran Buenos Aires)...setrata de un gobierno muy difícil...por su gran com-plejidad, y de configurar institucionalmente, pues laConstitución lo otorga al presidente de la Nación,que tiene ya bastante que hacer con los negociosnacionales.”

El cronista dice que el pueblo de la ciudad no tienea quién recurrir, sea para hacer oír sus críticas, comopara hacer sus aportes a un mejor gobierno, ade-más de resaltar que las características de la pobla-ción urbana la llevan a ser “...sensible, impaciente yvituperante. El gobernador de una gran ciudad nopuede ...desentenderse de sus necesidades, inclusi-ve menudas. Si así lo hace, pronto será blanco decríticas clamorosas, que no tardarán en hacer su po-sición insostenible.”

Desarrolla luego el programa previsto por el Presi-dente Perón: descentralización, regreso a los barrioscon relativa autonomía y también el retorno al siste-ma representativo, aunque “...nadie puede pensarsin estremecerse en una resurrección de los famo-sos Concejos Deliberantes...” que según el anónimoautor, llenaron con el eco de sus trapisondas y vo-cinglerías los años que siguieron al 6 de septiembrede 1930. Y agregaba que su parecer se inclinaba ha-cia “las modestas y fecundas comisiones vecinales,como representantes ante el gobierno central de la

personalidad, los anhelos y las necesidades de susrespectivos barrios”, sin aclarar la forma en que seelegirían estas personas.57

De esas palabras deducía que, sin duda, el Jefe deEstado había percibido el anquilosamiento de la or-ganización municipal porteña, “...y ello lo ha llevadotanto a decidir un cambio de guardia como a enun-ciar el vasto plan de reformas que estamos comen-tando. La población de la urbe desordenada esperacon ansia ese reordenamiento político, a la vez quesu reordenamiento edilicio, según el plano regulador

Ensanchede laavenidaCorrientes,mediadosde 1930

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Con la Convención Nacional Constituyente de SantaFe, en 1994, apareció la oportunidad para comenzar aproducir una transformación trascendente.

El artículo 129º de la Constitución dispone que la Ciu-dad de Buenos Aires tenga un régimen de gobiernoautónomo, “...con facultades propias de legislación yjurisdicción, y su jefe de Gobierno será elegido direc-tamente por el pueblo de la Ciudad...En el marco delo dispuesto por este artículo, el Congreso de la Na-ción convocará a los habitantes de la Ciudad de Bue-nos Aires para que, mediante los representantes queelijan al respecto, dicten el estatuto organizativo desus instituciones.”

Se llegó así a la Constituyente porteña, que no sólosentó las bases para un desarrollo autónomo, sinoque reconoció al proceso de descentralización conmucha mayor entidad que aquella que admitía la leyde 1972. Se intentaba superar la mera desconcentra-ción administrativa, avanzando en la promoción de

LA CONSTITUCION DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BUENOS AIRES

daron en manos del interventor de la municipalidadprimero, y del intendente después, hasta que convo-cadas y realizadas las elecciones del 30 de octubre de1983, la democracia volvió a nuestro país. Desde en-tonces, la Ciudad de Buenos Aires encaró –con la vo-luntad de sus ciudadanos representados desde losdiversos estamentos políticos–, la necesidad de con-tar con una autonomía mayor que la que le otorgabala legislación vigente.

litar, esta vez encabezado por el General Onganía, de-puso al presidente constitucional Dr. Arturo UmbertoIllia. Nuevamente un gobierno “de facto” disolvió elConcejo, y destituyó además al intendente. Luego deun breve lapso, las facultades que una “ley” habíaotorgado al Ministerio del Interior pasaron a ser ejer-cidas por un intendente militar.

El 6 de diciembre de 1972 el gobierno del general La-nusse, sucesor de Onganía y Levingston, dictó el De-creto-Ley Nº 19.987. Por esa normativa, en las eleccio-nes de marzo del año siguiente se aumentaba el nú-mero de concejales a sesenta, además de crearse ca-torce Consejos Vecinales, cuyos miembros serían ele-gibles en la misma oportunidad y por el mismo siste-ma que los concejales. Estos Consejos Vecinales, cu-yos integrantes serían nueve para cada uno hasta ha-cer un total de ciento veintiseis, generaron una nue-va forma de participación ciudadana que, de algunaforma, revivió los viejos representantes parroquialescontemplados en algunas de las normativas vigentesen el transcurso del siglo XIX.

Esta ley –y la presencia de los Consejos–, continua-ron en vigencia hasta el dictado y puesta en vigenciade la Constitución de la Ciudad Autónoma de BuenosAires, por parte de la Convención Constituyente, san-cionada y promulgada el 1º de Octubre de 1996.

Volviendo a 1973, el 11 de marzo fueron elegidas lasnuevas autoridades nacionales y municipales, cuyosmandatos terminaron el 24 de marzo de 1976, porobra de otro golpe militar, el más sangriento que re-gistra la historia argentina y latinoamericana.

De nuevo, las facultades, misiones y funciones delConcejo Deliberante y de los Consejos Vecinales que-

que hace tanto tiempo duerme en los cajones de lasoficinas municipales...”

El cambio de guardia se refería sin duda a que el 26de octubre, pocos días antes de la nota, se había pro-ducido la baja del intendente municipal Jorge Saba-té, que ocupaba el cargo desde el 20 de febrero de1952. Al día siguiente, y hasta el 23 de septiembre de1955, lo reemplazó Bernardo Gago. Concluía la notaexpresando que como en apariencia había pasado“...el período ebullente del crecimiento de Buenos Ai-res...”, debido a ello “...el momento actual muéstrasepropicio para encarar la reordenación integral y vir-tualmente definitiva de esta gran urbe...” 58

Pero nada de esto se concretó en medidas de tras-cendencia, y la inexistencia de una representación–cualquiera que fuese– , de los vecinos de la capital,trascendió la etapa del golpe militar de 1955, que de-rrocó al general Perón, y se mantuvo hasta 1958; sibien el 23 de agosto de 1956, por Decreto Nº 15.374del Poder Ejecutivo, se restableció el régimen muni-cipal para la ciudad, y se dispuso que hasta tanto seconstituyera el Concejo Deliberante, su gobierno es-taría exclusivamente a cargo del Intendente.

Producidas las elecciones del 23 de febrero de 1958,volvió por sus fueros el Concejo, hasta que un nuevogolpe militar, que quitó del gobierno al Dr. ArturoFrondizi en marzo de 1962, hizo desaparecer otra veza este órgano deliberativo, cuyas funciones, por De-creto Nº 4059 del 11 de mayo, volvieron nuevamenteal Intendente Municipal.

Realizadas nuevas elecciones en el país el 23 de juniode 1963, el Concejo se reinstaló el siguiente 12 de oc-tubre, hasta que el 26 de junio de 1966, otro golpe mi-

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nuevas formas de participación ciudadana, tal comolo dispone su Título Sexto, que bajo la denominaciónde “Comunas” identifica a las “unidades de gestiónpolítica y adminsitrativa con competencia territo-rial...” que serán organizadas por ley de la Legislatu-ra, determinando sus competencias, con la salvedadde preservar "...la unidad política y presupuestaria yel interés general de la Ciudad y su gobierno”, y esta-bleciéndolas además como “...unidades territorialesdescentralizadas, cuya delimitacióin debe garantizarel equilibrio demográfico y considerar aspectos ur-banísticos, económicos, sociales y culturales.”

El artículo 128º determina las funciones generales–“Ninguna decisión u obra local puede contradecir elinterés general de la Ciudad”– , exclusivas y concu-rrentes que deberán observar las comunas, mientrasque el 129º establece las partidas que, de acuerdo ala Ley de Presupuesto de la ciudad dictada por la Le-gislatura, se asignarán a cada comuna.

La Cláusula Transitoria Decimoséptima de la Constitu-ción de la Ciudad Autónoma determina que la elecciónde los miembros del órgano establecido en el artículo130º lo sea entre un mínimo de cuatro y un máximo decinco años desde la sanción de esa misma norma.

Ese órgano, la Junta Comunal, estará integrada porsiete miembros elegidos “en forma directa con arre-glo al régimen de representación proporcional, for-mando cada comuna a esos fines un distrito único.La Junta Comunal es presidida y legalmente repre-sentada por el primer integrante de la lista que ob-tenga mayor número de votos en la comuna”, de-biendo adecuarse las listas a lo determinado por lasleyes electorales y de partidos políticos vigentes almomento de producirse la elección.

El artículo 131º, de poco precisas definiciones, creala figura de un organismo consultivo y honorario,“de deliberación, asesoramiento, canalización dedemandas, elaboración de propuestas, definiciónde prioridades presupuestarias y de obras públicasy seguimiento de la gestión.”

Este ente, cuya denominación no está clara (¿Orga-nismo consultivo?), se atendrá a un funcionamientoque deberá ser reglamentado por una ley, y estaráintegrado “por representantes de entidades vecina-les no gubernamentales, redes y otras formas de or-ganización”, amplia enunciación que puede dar lugara confusiones.

Entre tanto, el Gobierno de la Ciudad, en el marco dela ya mencionada cláusula transitoria 17ma., aumen-tó la entidad de los Centros de Gestión y Participa-ción, transfiriéndoles nuevas funciones administrati-vas y facilitando por diversos medios la participaciónde los vecinos en el proceso.

Si bien se avanzó en el impulso de acciones tendien-tes a mejorar la atención a las problemáticas vecina-les y ampliar la descentralización y desconcentraciónde servicios, en todos estos aspectos la Ley de Co-munas permitirá una transformación aún mayor ymás efectiva, aunque todavía no se han terminadode definir sus alcances.

Los que hoy conocemos como Centros de Gestión yParticipación se convertirán en verdaderos organis-mos competentes en un número importante de ma-terias, sobre las cuales los ciudadanos de cada zonatendrán incidencia directa, tanto en la gestión de laspropuestas que de ellos mismos surjan, como en elcontrol de su cumplimiento.

El Presupuesto Participativo, cuyo carácter constitu-cional deviene de su inclusión en el artículo 52º de laLey mayor de nuestra ciudad, lanzado hace dos años,resulta un desafío para que los vecinos definan lasprioridades presupuestarias y las obras en sus barrios,con las limitaciones necesarias para que de su prácti-ca, como se ha hecho en otros países del mundo, sevayan adquiriendo las experiencias necesarias paraun mejor ejercicio de estos nuevos derechos...y debe-res, que los porteños tendremos a nuestro alcance.Por cierto, y parafraseando a Juan Bautista Alberdi,seguramente entre las atribuciones de las Comunasno estará “...la facultad esencialmente legislativa deimponer contribuciones, porque entonces tendre-mos la confusión y anarquía en el ramo más capazde empeñar la sociedad en disturbios y conflictos.”, ymuchas de las temáticas quedarán reservadas a lasáreas centrales; pero la participación permitirá quelos controles y las propuestas queden más “a la ma-no” de todos, que lo que lo estuvieron en los casiquinientos años de historia de Buenos Aires.

Vista parcialde la Plazade Mayo,microcentroy el río, 2004

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Buenos Aires cuenta hoy con dieciséis Centros de Gestióny Participación, cuyos límites no siempre coinciden conlos de la totalidad de los barrios que cada uno contiene.

El CGP Nº 1 tiene por límites la ribera del Río de la Plata, laavenida Callao-Entre Ríos y la avenida Garay hasta el río.

El Nº 2-Sur está limitado por Callao-Entre Ríos, Independen-cia, Boedo-Bulnes y Córdoba, mientras que el Nº 2-Norteparte de esta última arteria, Callao, el río, Salguero, Figue-roa Alcorta, Ortíz de Ocampo.

El Nº 3 limita con el Nº 1 por Garay, con el Nº 4 por Entre Ríosy su continuación Vélez Sarsfield y el Riachuelo y el río.

El Nº 4 está separado del 2-Sur por Independencia, del Nº6 por Boedo, del Nº 5 por avenida Sáenz y del Nº 3 por En-tre Ríos-Vélez Sarsfield.

El CGP Nº 5 tiene por límites las avenidas Asamblea, Curapa-ligüe y Eva Perón, M. Acosta, el Riachuelo y Av. Sáenz.

El Nº 6 está rodeado por las avenidas Estado de Israel - ÁngelGallardo, Martín de Gainza, Rivadavia, Emilio Mitre, Curapali-güe, y las avenidas Vernet y Garay hasta Boedo-Bulnes.

El CGP Nº 7, vecino del 6º, tiene por otros límites las aveni-das Gaona, Juan B. Justo, Escalada y Eva Perón.

El CGP 8º abarca la superficie comprendida por las avenidas27 de Febrero, M. Acosta, Eva Perón y Gral. Paz.

Su vecino, el Nº 9, lo limita por Eva Perón, rodeado por Esca-lada, Bacacay y Reservistas Argentinos y la Av. Gral. Paz.

El Nº 10 está limitado por las avenidas Juan B. Justo, CésarDíaz, Autopista Perito Moreno, Av. Gral. Paz y la calle Cuenca.

El CGP Nº 11 abarca la superficie que limitan las calles Sal-vador María del Carril, La Pampa, las avenidas Forest, Co-rrientes y Ángel Gallardo y la calle Cuenca.

El CGP Nº 12 tiene por límites la avenida General Paz, las ca-lles Vidal, La Pampa, Salvador María del Carril y Cuenca.

El CGP Nº 13 está bordeado por el río de la Plata, la aveni-da General Paz y las calles La Pampa y Vidal.

El Nº 14 se dividió, como el Nº 2, en dos partes. El Nº 14-Oes-te abarca la superficie confinada entre la Av. CostaneraRafael Obligado, la calle La Pampa y las avenidas Forest,Juan B. Justo e Intendente Bullrich, mientras que el Nº 14-Este limita del anterior por las dos últimas avenidas, del 11ºpor Corrientes, del 6º por Estado de Israel y del 2º-Norte porBulnes, Ortíz de Ocampo, Figueroa Alcorta y Salguero,mientras que el río es su frontera este.

Los Centros de Gestión y Participación

“Los representantes del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires,reunidos en Convención Constituyente por imperio de la

Constitución Nacional, integrando la Nación en fraterna uniónfederal con las Provincias, con el objeto de afirmar su autonomía,

organizar sus instituciones y promover el desarrollo humano enuna democracia fundada en la libertad, la igualdad, la solidaridad,

la Justicia y los derechos humanos, reconociendo la identidad enla pluralidad, con el propósito de garantizar la dignidad e

impulsar la prosperidad de sus habitantes y de las mujeres yhombres que quieran gozar de su hospitalidad, invocando la

protección de Dios y la guía de nuestra conciencia, sancionamos y promulgamos la presente Constitución como

estatuto organizativo de la Ciudad de Buenos Aires.”59

Actualdivisión dela Ciudaden Centrosde Gestión yParticipación(CGP)

Por cierto que nunca deberían existir “razones” paraconculcar la representación ciudadana, lo cual, comovimos, generalmente se hizo acompañando algunasde las trágicas suspensiones de la vigencia del siste-ma democrático. Y vaya esto sin evaluación de la ma-la o buena gestión administrativa que unos u otros,gestores representativos o golpistas, llevasen a ca-bo. Es de desear que cuando recordemos estos epi-sodios estemos hablando de un pasado que no ha deretornar, y que los argentinos todos aprendamos avivir aceptando el disenso y la diversidad de ideas,actuando en consonancia con los principios que, enel caso de nuestra ciudad, contempla el Preámbulode su Constitución: