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escritos cinematografios a propósito del cine club de la facultad de artes, año 2008

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CINE CLUB CINEA8 AÑOS

FACULTAD DE ARTESUNIVERSIDAD DEL CAUCA

POPAYÁN - COLOMBIA

Diciembre de 2008

dirección:Luisa Fernanda Duque

Rodrigo Orozco

Diseño de marca, portada, diagramación e ilustraciones:colectivo CineA

(Eduardo Cajas, Daniel León, Luisa F. Duque, Rodrigo Orozco)

asistente editorialJorge Salazar

400 ejemplaresISSN en trámite

Correspondencia: cine club cinea, Facultad de Artescarrera 6a # 3-14

8 20 99 [email protected]

_____________________________________________Financiado por la decanatura de la Facultad de Artes

Universidad del CaucaImpreso en el taller editorial de la Universidad del Cauca

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CONTENIDO

PRESENTACIÓN.............................................................6

Fragmento de Hiroshima, mon amourde Alain Resnais. 1959 ......................................................9

DIARIOS DE UN CINENAUTAPor Rodrigo Orozco ........................................................10

Fragmento de Videodromode David Cronenberg. 1983 .............................................12

Fragmento de La eternidad y un díade Theo Angelopoulos. 1998 ...........................................13

Fragmentos confusos y maravillosos de SANS SOLEIL de Chris Marker. 1982 ............................14

FURTIVO ESPECTADOR DE CINECLUBPor: Luisa Fernanda Duque ...........................................16

RECUERDOS CINEMATOGRÁFICOSPor: Rodrigo Orozco .......................................................18

LA ANTESALA DEL OLVIDOPor: Oscar E. Potes .........................................................20

TEATROSPor: Hernán del Campo Bonilla .....................................22

ESPECTROS ILUMINADOS, ESPECTROS PROYECTADOS… Entre-vista fragmentadaPor: Alex Andrés López G ..............................................29

ES ÉPOCA DE COSECHAPor: Eduardo Cajas Cajas ...............................................34

CUANDO SE VE CINE…Por: Johnny Rengifo Velasco ..........................................38

PERSISTE LA MEDIOCRIDADPor: Germán Mendoza ...................................................40

PATROCINADORES ....................................................42

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Presentación

Nuestra labor es sin dudarlo un acto de fe, de locura que otros pagan con su desgaste reticular, con las largas espe-ras y uno que otro malentendido.

Creemos en el cine, en que el audiovisual tiene un carácter importante para la comunidad asistente, personas que pa-recen gustosas de nuestra programación. Estamos frente a una tarea que exige de parte de la Facultad de Artes el ejercicio extracurricular de un cineclub.Cada día sentimos el compromiso de continuar, esfuerzo que nos alienta, que alienta a la continuidad del espacio con dedicación, investigación y la siempre renovada dis-posición de estar atento a la realización de las actividades de proyección semanal.

El día 7 de Diciembre, un Domingo, se cumplieron 8 años de proyecciones ininterrumpidas. Hace ocho años se programó en horas de la tarde un jueves a las 6:15 p.m., la primer película, el auditorio se llenó, y creemos que des-pués de ocho años podemos continuar con la misma res-ponsabilidad y pasión de esa época.

Intentaremos durante su lectura, poner de manifiesto las inquietudes que nos han hecho llegar a este punto de nues-tra historia, de nuestras vidas, del júbilo que nos invade al lograr esta corta pero maravillosa publicación, un poco de la historia de las historias cinematográficas ocurridas, un poco de las vidas que se viven a través de la pantalla, de la sala de proyección, de la silletería, de los amigos, de las fantasías, de la substancia que recorre a través de los fotogramas y la música.

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El día 7 de diciembre del año 2000 un queridísimo com-pañero y mas aún amigo, presento la primer película del espacio que denominó CINEA, un día jueves a las 6:15 p.m., proyecto más que una película, es un estilo de vida y una pasión por el audiovisual… gracias Mauricio Acosta y a los que aún hoy confiamos y damos lo que tenemos por el espacio cine clubista del auditorio Rafael Maya de la facultad de artes de la Universidad del Cauca.

Porque evidentemente se trata de un ejercicio sin mayores pretensiones que la de estar frente a la imagen en movi-miento e intentar, como en una laguna de sentimientos y sapos, observar con los ojos escarchados y saltones allá, a ese mundo en la pantalla.

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Imagen de 2046de Wong Kar Wai

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Te encuentro.Me acuerdo de ti.Esta ciudad está hecha a la medida del amor.Tú estabas hecho a la medida de mi propio cuerpo.

¿Quién eres?

Me estás matando.Estaba hambrienta. Hambrienta de infidelidades, de adul-terios, de mentiras y de morir.

Desde siempre. Ya me imaginaba que un día tropezaría contigo.Y te esperaba con una impaciencia sin límites, sosegada.Devórame. Defórmame a imagen tuya para que nadie más, después de ti, comprenda ya en absoluto la razón de tanto deseo.

Vamos a quedarnos solos, amor mío.La noche no tendrá fin.El día no amanecerá ya para nadie.Nunca. Nunca más.

Por fin.

Me estás matando.Eres mi vida.Lloraremos al día muerto con conocimiento y buena vo-luntad.No tendremos ya nada más que hacer, nada más que llorar al día muerto.

Pasará tiempo.

Fragmento de Hiroshima, mon amourdel director Alains Resnais. 1959

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Jueves 6 de Marzo 2003, noche

Desperté un poco tarde, a eso de las 8:15. Estaba aún un poco tenso, todavía bajo los efectos del sopor, del somní-fero ensueño contemplativo de vivir. Pese a la cómoda silla me dolía un poco el cuello, la espalda y mis piernas conti-nuaban aletargadas, dormidas pero caminando por mon-tañas y retornando al personaje que hablaba en off…A las 8:30 finalmente desperté por completo, fueron los créditos y la música final lo que decididamente me hizo retornar, abrí por completo los ojos y noté a mi alrededor la enorme sala repleta de sillas…Todos los durmientes tuvimos que abandonar el gran re-cinto del sueño. De cuando en vez recuerdo lo que hago mientras estoy despierto.

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Jueves 21 de Octubre 2004, medio día

Durante los últimos años he estado viajando en una ma-quina maravillosa: al frente hay una gran pantalla y desde la sencillez de la butaca y arrellanado, con el salón comple-tamente oscuro, el lugar lleno de ojos saltones, de perso-nas que a bordo sentimos cómo nos desplazamos lenta o rápidamente por paisajes desconocidos y lejanos, ciudades exóticas, vemos a lo lejos o de cerca a personas con raras vestimentas, a veces miran a nuestra nave a través de la ventana que se halla frente a nosotros, en otras ocasiones sencillamente nos ignoran. Hay ocasiones en que una persona escondida nos comen-ta, nos pone al tanto de todo lo que ocurre, incluso los pensamientos íntimos de la gente que calla, ríe, llora, que se aparece y desaparece, es un invento maravilloso.En ocasiones lloramos, reímos, nos sonrojamos, nos emo-cionamos, padecemos, volamos, caminamos… vivimos mas allá de nuestros cuerpos, de los lugares a que nuestras extremidades nos pueden llevar…

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La batalla por la mente en Norteamérica...

…se librará en la arena del video...

El videodromo.

La pantalla de T.V. es la retina del ojo de la mente.

Entonces, la pantalla de T.V. es parte de la estructura cerebral.

Por lo tanto, lo que aparezca en la pantalla de televisión...

…emergerá como una experien-cia nueva para quien lo vea.

de tal manera que, la televisión es la realidad...

…y la realidad es menos que la televisión.

Fragmento de VIDEODROMOde DAVID CRONENBERG. 1983

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¡Eh, Sélim!Está muy mal, no pasará de esta noche.

¡Eh, Sélim!¡Tengo miedo, Selim. El mar es muy grande!

¿Qué es lo que te espera, allí donde vas, Sélim?

¿Cómo será, a donde vamos?Montañas o barrancos, policías o soldados.

Jamás tendremos vuelta atrás.

Ahora veo el mar, el mar que no se acaba.

Por la noche vi a mi madre de-lante de su puerta, llorando.

Era Navidad. Las campanas sonaban.La nieve caía sobre la montaña.

Si por lo menos hubieras estado allí todavía para hablarnos.

De todos esos puertos, Marsella o Nápoles, de este mundo tan grande.

Eh! Sélim, habla, hablanos, hablanos de este mundo tan grande.

¡Eh Sélim!, habla, hablanos...

¡Eh, Sélim! - ¡Eh, Sélim!¡Eh, Sélim!

Fragmento de “LA ETERNIDAD Y UN DÍA” de THEO ANGELOPOULOS. 1998

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Él me escribió: habría pasado toda mi vida tratando de comprender la función que tiene recordar, que no es lo contrario de olvidar, sino más bien su funda.

Nosotros no recordamos, podemos reescribir la memoria como reescribimos la Historia.¿Cómo puede uno recordar la sed?__________

Amilcar asesinado por los miembros de su propio parti-do, las áreas liberadas cayeron bajo el yugo de pequeños tiranos sanguinarios, el cambio aniquilidado por un poder central, al que todo el mundo tenía que rendir homenaje, hasta al golpe militar.

Así es como avanza la Historia, taponando su memoria de la misma forma que uno tapona sus oídos.

Luis exiliado en Cuba, Nino descubriendo tramas urdidas contra él, pueden ser citados de manera recíproca para comparecer ante el Tribunal de la Historia.

A Ella nada le importa. Ella no comprende nada.

Sólo tiene un amigo, el que decía Brando en Apocalypse now: el Horror.Que tiene un nombre y un rostro.

Os estoy escribiendo todo esto desde otro mundo, un mundo de apariencias.

En una cierta manera, estos dos mundos se comunican.

La Memoria es para uno, lo que la Historia es para el otro: una imposibilidad.

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Las leyendas nacen de la necesidad de descifrar lo indes-cifrable.

Las memorias deben arreglárselas con su delirio, su de-riva.

Un momento detenido ardería como un fotograma blo-queado delante del horno de un proyector.

La locura protege, como la fiebre.

Envidio a Hayao en su ‘zona,’ juega con los signos de su memoria.

Él los sujeta y los decora como a insectos que han volado más allá del tiempo, y a los que puede contemplar desde un punto de vista fuera del tiempo: la única Eternidad que dejamos.

Miro sus máquinas.

Yo creo en un mundo donde cada memoria pueda crear su propia leyenda.

Él me escribió que sólo una película había retratado la memoria imposible, la memoria loca: una película de Al-fred Hitchcock, “Vértigo”.

En la espiral de los títulos él veía al tiempo cubrir un cam-po más y más grande a medida que se alejaba, un ciclón

cuyo momento presente contiene al ojo sin mo-vimiento....

Fragmentos confusos y maravillosos de SANS SOLEIL de CHRIS MARKER del año 1982

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FURTIVO ESPECTADOR DE CINECLUBPor: Luisa Fernanda Duque

Uno no sabe explicar cual es la experiencia que atrae al cineclub, quizá sea el color de la película, o los encuadres, o la actuación de un personaje, o la trama de la historia, o la musicalización; quizá se desconozca el contexto históri-co en que se realizó la película, la trayectoria del director, o no tenga idea de lenguaje cinematográfico, quizá en el papel de espectador ocasional, o espectador de culto, sin embargo, no es necesario manejar todos los factores a la vez, porque para ver cine solo se necesita estar allí, esperar a que el cine me arrebate como en una experiencia animal y sin saber ciertamente porqué, que el filme lo lleve a uno a creer que las historias que está viendo son totalmente posibles, quizá por eso es que me gusta, porque la panta-lla se confabula con uno para conocer, rememorar, com-prender e imaginar situaciones entre el pensamiento y los sentidos, ficcionar no como alusión a lo falso sino a lo que se crea, es decir, a lo que no estaba. Una creación que es siempre nueva y en ella cada uno se adentra en ese mundo de imágenes a través de la ventana fílmica, de ésta manera nos sumergimos en la imagen, como acontecimiento sin masa, una imagen que es más dinámica que estática, es mas leve que tangible y es temporal.

Sin darse cuenta la proyección es motivo para vivir a tra-vés de ese hecho introspectivo e íntimo de compartir la peli con otro poco de desconocidos que al igual que uno tratan de entender esas historias raras que pasan en el ci-neclub, que muchas veces nos agradan y otras veces no, pero que nos obligan a no ignorarlas, y a confrontarnos con la realidad a través de la dualidad de una mirada sub-jetiva y autónoma del director, del espectador, pero por otra parte universal, porque el audiovisual tiene la capa-cidad de revelarlo todo a través de su don de ubicuidad

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espacial, de saberlo todo de a poquitos, mostrándonos historias de vidas, de muertes, de continentes, de minutos y de siglos, una narración compleja vivida por tramos, en donde se puede decir que uno se confronta con la vida, con todas las vidas, y entonces todas ellas se arremolinan en uno, termina la película y se queda como trastornada la sensibilidad y en definitiva solo pueden hacerse reflexio-nes que quizá se compartan con alguien o que se guarden para si mismo, porque es difícil socializar esa experiencia que se ha vivido en esa sala oscura y por eso, al terminar la proyección, la mayoría de las personas se marchan sin hacer comentarios, se llevan a casa una abstracción de la filme, muy distinta a la que tiene cada uno de los otros es-pectadores y se dan entonces a la tarea de recrear mil veces la película a través de todas las posibilidades de la imagina-ción, de la proxémica, de la dramaturgia, de la música, de la oratoria, de la imagen gráfica y generan a partir de ella un encuentro y reencuentro de memorias y olvidos sucesi-vos que se mezclan con la realidad de los acontecimientos físicos y mentales que vivimos a diario.

Estudiante de Artes Plásticas, Universidad del Cauca.

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RECUERDOS CINEMATOGRÁFICOSPor: Rodrigo Orozco

Si se hiciera un recuento de las imágenes que con más fuerza se recuerdan y se presentan cada vez que apare-cen con especial cariño, nostalgia y todo ésto en el or-den de lo anecdótico; sin duda, en mi caso, es la imagen contextual de cuando viví por primera vez la experiencia cinematográfica de la película Jesús de Nazareth dirigida por Franco Zeffirelli, filme del que conservo una de las imágenes más potentes en mi vida, una imagen que, está atada a un evento familiar de reunión en torno a la pantalla gigante, pantalla gigante que se me aparecía por primera vez, con toda la fuerza omnipresente de la sala de proyec-ción, la mirada fija de todos convergiendo en la ventana a ese universo con movimiento y sonoridad casi idéntico al nuestro. La inocencia de aquellos años de niñez con la que aprecié y lloré la película; son esos años los que aprecio, los que le permiten a cada uno vivir cada fragmento fílmi-co con intensidad, con el anhelo de una siguiente escena que nos devuelva la calma, el bienestar, la cordura, la vida misma. De ese entonces, de cuya fecha exacta recuerdo muy poco, solo sé, que fue en la patojísima Semana Santa de entre los años 1988-90, con la familia a bordo del ca-rro, con las mejores prendas, con los peinados de moda, con todos los primos, con el abuelo a la cabeza, con toda una fila de la silletería colmada por nuestras vidas a punto de vivir más allá de un simple paseo familiar, más allá de reconocer nuestras vidas con el clamor que pudiera sus-citar el conjunto orgánico de apellidos iguales, se trata de un vínculo que se eleva por encima de nuestros gustos o creencias, de lo que pensemos de la industria del cine, de la motivación que provoque la visita a la sala de cine.

La imagen que propone Zeffirelli después de la crucifixión y muerte de Jesús, se trata de un atardecer, una escena

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sensiblera y miserable, y sin embargo colmada de toda la vida que se quiere observar tras el desastre, éste es el de-venir de las pasiones, en éste caso es la pasión de Jesús de Nazareth, el atardecer patojo, las ruinas post-sísmicas del centro de la ciudad, la caminata de regreso a la casa sin dejar de pensar en la impresión que me dejó el haber vivido todo lo que Zeffirelli creó con el personaje mítico de la religión católica, con el imaginario colectivo e íntimo de cada uno de nosotros; en mi caso, todo se manifestó ése día en un orden sospechoso y persisten para mostrar-me la vida más allá de ésta vida, rebasando la existencia que se pueda señalar con una descripción microscópica, onomatopeyista, afectuosa, hiperbolizada, metaforiza-da, verosímil, hipertextualizada, íntimamente colmada de fragmentos de vida…

Es decir, descrita de manera cinematográfica. Pudiera ocu-rrir que debía vivir esa película en compañía de toda mi familia, presenciar las lágrimas de mi abuela ofrendadas a la imagen verídica del cine, a mi poca estatura pueril ge-neradora de constantes incomodidades para observar con calma, escuchar aletargado, sentir intensamente la vida a propósito de la proyección, a posta de la religiosidad de mi familia, de la visita del papa, de la víspera sacramental de la primera comunión (primera y última), de la bien recor-dada y amada inocencia de esos años.

Si los recuerdos no me fallan, por esos días las cosas esta-ban en cierta calma que generaba unión familiar, cercanía de cada uno de los miembros. Si de una manera abyecta u orgullosa la familia ya no es la misma de esos años, estos años he estado viviendo, reviviendo y muriendo y resuci-tando con la pantalla.

Estudiante de Diseño Gráfico, Universidad del Cauca.

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LA ANTESALA DEL OLVIDOPor: Oscar E. Potes

“Hola Rodrigo, te adjunto el texto. Por favor léelo... porque para es-cribir no soy muy hábil, de todas maneras comparto esta experiencia real, tal como te la conté algún día.”

Pasar por en frente me robaba la mirada, era como un espacio sagrado al que atendía como un ritual en el que se alimentan los sueños. A veces, al asomarme al interior por entre la gran reja de madera que dejaba ver la antesala, me entregaba a los paisajes increíbles y mundos maravillosos de colores y tiempos insospechados con mujeres divinas que no faltaban en los afiches de pronto estreno. Cuando cayó definitivamente el blanco telón, quedaron en el aire los recuerdos de escenas que se fijaron en la memoria de muchos y que marcaron la moda, peinados, la forma de bailar, besar y hasta de caminar de varias generaciones. Allí también cayó una ilusión un motivo más que me unía de manera singular a este teatro de fantasías, donde llegába-mos todos a la función de vespertina de los sábados.

Una tarde de verano intenso del 93, nunca me imaginé que fuera la última visita y menos, cuando se me revelaba un secreto que quizá en muchas ocasiones tuve frente a mis ojos, pero que apenas en ese momento advertía. Un ins-tante que se volvió eterno, era un hallazgo fugaz que creía repetible, sólo tendría que esperar otra feliz coincidencia de una función de vespertina con una tarde soleada y des-pejada para presenciar la puesta del sol proyectada en la pared desde cualquier silla. Sí, estaba presenciando la vida misma dibujándose con su luz, justo al lado derecho de la pantalla, donde inicia la penumbra cómplice de las salas de cine. Ahí se alcanzaba a definir la cordillera occidental y el atardecer de un rojizo tan suave apenas dibujado por el sol. Era una ilusión, una ilusión óptica que pasaba inad-vertida e incomprensible porque se mostraba al revés; era un ocaso en el que el sol ascendía.

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No podía imaginar que aquel recinto maravilloso, cons-truido para crear con la luz la fantasía, pudiera dejar de ser lo que era y al final sucumbiera como tantos otros. Resultaba paradójico que justo al lado de una proyección que era el fruto del desarrollo de un arte y una técnica, se manifestara su raíz más profunda, una gran cámara obs-cura dejaba un resquicio para que entrara la luz primera, un pequeño halo de luz suficiente para proyectar la vida. Quizá tenía que ser así, un fugaz hilo de luz como un co-meta errante o también como la sorpresiva cara reluciente de aquellos enfermos que al instante mueren, era el rayo más puro, que se proyectó en el verano del 93 en el teatro Popayán que al poco tiempo fue demolido.

Docente del Departamento de Diseño, Universidad del Cauca.

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TEATROSPor: Hernán del Campo Bonilla

El cine fue otra afición temprana que incentivó “Mono-ní”, pues como con los libros, se expresaba en esta mate-ria con generosidad sin límites. Sin falta alguna, todos los domingos había un rubro en su bolsillo disponible para empanadas y para cine. Debía ser cuantiosa suma, puesto que con ella me daba el lujo de invitar hasta a dos amigos más, algunos de quienes sabíamos que no tenían recursos suficientes para tales “placeres”.

En la ciudad, que para entonces estaba perfectamente es-tratificada, habían tres salas de cine, cuyos nombres eran: Teatro Municipal, Teatro Popayán y Teatro Bolívar (hacia mediados de los setenta, hubo uno más de corta vida: El Palacé); a uno de ellos, por aquello de las buenas costumbres que debían regir para los nacidos en el centro de la ciudad, nos estaba vedado asistir. El Bolívar (en el habla de la gente “El Bolívar” no era el nombre de una sala de cine (como si lo eran las otras dos, sino el adjetivo de un sitio, al que no se le anteponía el sustantivo “Tea-tro”). Conocido en la ciudad con el sobrenombre de “El Pulguero”, sala de cine que hizo popular en la población el cuento según el cual, al comprar la boleta de ingreso, te daban dos ladrillos: uno para sentarte y otro para darles a las ratas. Tenía una entrada (¿antesala?) con carteleras y afiches de cine, con artistas como Julio Alemán, Rodolfo de Anda, el Gordo y el Flaco, Antonio Aguilar, Agustín Lara, Pedro Vargas, Sarita Montiel, Isabel Sarli (La diosa del deseo), Arturo de Córdova, Jorge Negrette, Viruta y Capulina, Mantequilla, sin faltar Jhon Wayne, Yul Bryn-ner1, Sofía Loren, Richard Burton, Marcelo Mastriniani,

1 Siempre me parecieron hermosos su rostro, su cabeza rapada, su figura y su actuación. Tenía un cierto aire erótico-paterno, que en más de una ocasión quise imitar. No se podrá olvidar con facilidad a aquel Ramses II, en Los diez Manda-mientos: enérgico, orgulloso, insolente y al final, casi derrotado; entre otros roles de este gran Señor.

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Gina Lollobrigida. La sala de proyección era un salón con paredes cubiertas con una tela roja a la que se entraba por una puerta de hierro plegable.

Al Bolívar asistían los estratos subalternos de la pobla-ción, la gente más pobre, los “guaches” (como se les lla-maba), los emboladores con sus instrumentos (incluyen-do la palabra y el grito). Habían dos tipos de entrada, con dos precios diferentes, el más barato, “galería”, era la parte alta de la sala y en ella habían tres hileras de butacas de madera, sueltas, movibles, cada una ocupada por unas diez personas. La otra entrada, un poco más cara que ga-lería, era palco y allí la silletería era de metal, constituida por conjuntos de 0 (cero), una (1), dos (2), tres y hasta cuatro o cinco sillas, agrupados también en tres hileras: dos laterales y una central. Su apodo hacía buenos méri-tos para merecerlo- olía a creolina- y el piso era en ladrillo con algún leve desnivel, dado por gradas sobre las que estaban las sillas y las butacas; entonces, por este motivo y otros de mayor peso moral y de respeto por nosotros mismos, este teatro nos estaba vedado a quienes habia-mos nacido en el centro de la Ciudad. No obstante, me temo que tal prohibición solamente funcionó a medias, porque una buena parte de los jóvenes y aún niños de la época (sin importar estatus socio-económico), rompimos la prohibición y al menos una vez en la vida asistimos al Pulguero. Además, este cine tenía un especial atractivo: la censura era laxa y fácilmente, un niño de 10, 13 años lograba entrar a una película clasificada para mayores de 21.Algunas de esas películas (recuerdo “La mujer de Paja2”, “Bella de día”, “La diosa impura”) primero se presen-taban en los otros dos teatros con censura para meno-res para luego exhibirse en El Bolívar con igual cen-sura, pero sin que ello importara a nadie que no fuera al portero, al que se le daban unas monedas de más

2 Protagonizada por ese otro hermoso hombre, Sean Connery y esa divina y vo-luptuosa mujer, Gina Lollobrigida. Película cuyo título y estricta censura nos hizo pensar en otras cosas.

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para franquearse la entrada. En resumen, resultaba más fácil, barato y encantador por la violación a las leyes de la detestable censura y a esas otras leyes, no escritas, que aún hoy nos quitan cierto pedazo de libertad, entrar a cine al Bolívar que a cualquier otro teatro, con la ganancia de unos cuantos ácaros adicionales. Una de las películas que más me impactó y que fue vista por estos ojos en esta sala tenía por nombre “Drácula”, y hoy no se exactamente de qué film pueda tratarse; creo que me impactó tanto que me salí de la sala de puto susto y esa noche mis sábanas se empaparon de sudor y de vergüenza de expresarle a papá o a mamá mi miedo de que aquel señor que chupaba la sangre viniese por mi. Era en blanco y negro y fue en vespertina (a las 6:15 p.m.).

De los otros dos teatros, el Teatro Popayán, no deja, por ahora, muchos comentarios más allá de que su construc-ción y su administración fueron obras de Cine Colombia, S.A.; pero el Teatro Municipal, ese sí que dejó recuerdos entre los hombres (aún niños en su mayoría).Recuerdos de visiones por los huecos de la pared del baño de mujeres, recuerdos del personaje que hacía de portero y maquinista3 (alcahueta de entradas; inválido del pié derecho quien, a pesar de su limitación física, se mo-

vía con extrema agilidad de un lugar al otro y de arriba abajo del Teatro, arrastrando

casi sobre el piso su pié inválido y apo-yándose con mucha fuerza en una vieja muleta; era de tal tamaño su agilidad en piernas que hasta jugaba fútbol. Hombre que odiábamos cuando, por motivos de su estado de ánimo, se ponía de necio y

3 Le llamábamos, “El chueco”, siempre en voz baja, pues no le gustaba mucho que así se le mencionara. En la práctica, la censura era ejercida y administrada por este señor; quien, hoy me atrevo a decir, funcionaba con muchos más criterios que la Junta de Censura, pues ponía en juego para decidir si alguien entraba una gran variedad de criterios. Enumero algunos: 1) la hora de entrada; 2) la edad de quien hacía la solicitud; 3) las escenas de la película, dado era uno de los primeros en verlas, y además, reitero, era el maquinista; 4) las monedas extras que pudiesen llegar a sus manos por cumplir su tarea; 5) su estado de ánimo.

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no nos dejaba entrar, o amábamos cuando hacía gala de su generosidad para ver aquellas películas prohibidas por la censura4). Recuerdos del enorme proyector de carbón, re-cuerdos de los recortes de tiras de fotogramas que se con-seguían en cada entrada al cine y que luego proyectábamos en mi casa, con el apoyo de una caja negra de cartón y una lupa. Recuerdos todos de imágenes, como confirmando que lo que se piensa, se dice o se escribe, pasa primero por el tamiz de las imágenes, del sueño.

Así fue como, en un principio, no pocas veces fui al cine en función nocturna de la mano de mi padre; siempre al Teatro Municipal (hoy Teatro Guillermo valencia), otras veces al Teatro Popayán (hoy I.T.C., Instituto Tecnológi-co de Comfacauca) y nunca al Bolívar (hoy Teatro Bolí-var). Recuerdo algunos títulos de esas películas en 35 mm. y cinemascope: Alibabá y los cuarenta ladrones, Las aventuras de Pulgarcito, El niño y el toro, Los tres mosqueteros, La máscara de hierro, Marcelino pan y vino, y vuelve a la memoria, junto a padre y madre otro “Drácula”, en cinemascope, que también asustó mi con-ciencia. “Mononí” disfrutaba del cine de terror y algún día me explicó con sus propias palabras el por qué de tales afectos: “Te saca el miedo”. Me asusté en brazos de mi mamá y me abrazaba a su cuello en los momentos en que el miedo me asaltaba desde la pantalla sin control, cosa que no le permitió a ella disfrutar de la película y más bien si le permitió malhumorarse con mi papá, reprochándole el haberme llevado. Él respondió con una carcajada de burla y poco caso. También desde entonces, no sólo superé con éxito el miedo a la oscuridad, sino que me apasioné por El Conde, sus versiones cinematográficas buenas, regulares o malas, sin olvidar que las primeras (las buenas) fueron clausuradas con broche de oro por Francis Ford Coppola. Ese primer “Drácula” en colores y cinemascope, en el

4 Con seguridad la Junta de Censura estaba presidida por un obispo muy antiguo, llamado Miguel Ángel Arce V.; quien, según dicen algunos, de Ángel no tenía nada, a quien al encontrarle en la calle con su bastón y su mitra había que ponerse de rodillas para besar su anillo…

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Teatro Municipal, me permitió por primera vez transfor-mar imágenes en palabras, pues al otro día comenté y creo que hasta escenifiqué, algunos momentos de esta película rodeado de varios compañeros de primero de primaria del Colegio de Emma Niño…Esto fue algo acerca de cómo apareció el cine y algo de sus contextos en la vida de los nacidos entre los años 45 a 55 del siglo pasado. En particular, para quien estas pa-labras escribe, esa fue su realidad, que para el momento era muchísimo más que eso, pues se trataba del más puro goce de la fantasía y la imaginación que nunca terminaba en la sala de cine; por el contrario, allí era donde nacía y se desarrollaba durante todos lo días de la semana, jugando en las tardes de sol y lluvia a los espadachines, a Tarzán, a los vaqueros, al Llanero Solitario, al Santo, y en las no-ches a encender la caja negra para proyectar “cine” en mi casa. Esto de la caja negra, fue un invento no se de quién, probablemente de uno de los Muñoz, vecinos de la cua-dra, hijos de “Vigotegato”, y en su fabricación se avanzó de una simple caja de cartón adaptada para el propósito, a una bonita caja de madera bien confeccionada por las manos expertas de mi padre.

A Juan Pablo y Sandra Liliana, hijos de la fantasía. Antropólogo cinéfilo de la vieja guardia

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Imagen de Stalker de Andrei Tarkovski

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ESPECTROS ILUMINADOS, ESPECTROS PROYECTADOS…

Entre-vista fragmentadaPor: Alex Andrés López G

¿Cuándo usted piensa en el cineclubismo, hay algo en es-pecial que no abandone sus recuerdos?

Son muchos los recuerdos que se mezclan sabe, hay algu-nos que ni siquiera sé si ahora pueda ubicarlos con exacti-tud en esa experiencia de la proyección y programación de cine; quizá uno de los más recurrentes es la presencia de la mujer de negro. ¡Qué digo presencia! La espectralidad de esa mujer que acompañaba todas las proyecciones, siem-pre llegaba temprano en medio de sus afanes y se ubicaba en las primeras filas, pasaba por el corredor del centro has-ta la parte delantera de la sala, algunas veces a la izquierda otras a la derecha, pero siempre adelante, en los mismos puestos, como si hiciera parte de un ritual reservado que se debía cumplir a cabalidad, como si esa especie de culto que algunos rendimos a la imágenes exigiera esa constan-cia, sabe, hasta llegué a sospechar que había un vínculo entre la pantalla, la sala, esos puestos y mi labor de pro-yectar la película, todo ocurría al mismo tiempo sin existir coordinación alguna; pero lo curioso de esa situación es que no dependía de la programación, fuera Fassbinder en sus diversas expresiones, Wenders, Kubrick, Coppola o incluso el mismo Bergman, ella siempre estaba ahí, con sus largas faldas ondeantes, sus botas o sus combinaciones de vestidos extraños, como una visión con la que no se cruza palabra, algunas veces se confundía con otras ilumi-naciones ahí presentes, como El séptimo sello, o como Alicia en las ciudades deambulando en búsquedas desde su inocencia, esas situaciones son las que no me permiten ubicar con precisión el motivo de su asistencia al cine club, o si ahora es una imagen que me viene como tantas otras de algunas películas que hacían parte de la época.

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¿Habla usted de alguien real, o de una creación romántica para cautivar a nuestros lectores?

Al final de cuentas todos los personajes en el cine son reales, cuando hablo de no

ubicar una imagen específica me refiero a no tener una noción clara del tiempo y

el espacio en que éstos sucesos ocurrieron, eso no quiere decir que se le quite afectividad

al asunto, lo que pasa con las películas es que llegan a unos grados de afecto e intimidad que

no se logra ubicar de manera precisa porqué ocurre eso, como si fuera un viaje en el tiempo o la revelación

de los secretos, sentimientos o pensamientos que nunca nadie pensó que otra persona pudiera proyectarlos en una pantalla que usted esta viendo y termina siendo su parte más intima, esa es una relación real con los personajes, y sólo puede ser así porque los personajes son reales, están hechos de afectos, sensaciones, colores y gestos corpora-les que al fin de cuentas son nuestro medio de comuni-cación, el modo en que nos relacionamos con todo, por eso le decía que la mujer de negro se puede confundir con la imagen del El séptimo sello, lo que ocurre ahí es un encuentro de frente con un espectro, como lo que ha-cemos cuando vemos cine, como lo que hacemos cuan-do intentamos recordar, como lo que hacemos cuando proyectamos una ilusión o un deseo, es lo que le digo, es lo que sucede cuando hacemos del afecto el modo de comunicación, eso es lo que el cine nos permite, ¿Recuer-da usted En un año con trece lunas de Fassbinder? El personaje es afecto puro, el conflicto de una sociedad de consumo que termina excluyendo al anormal, al que no se siente cómodo con la condición impuesta, ese mensaje sólo lo entendemos y aprehendemos en la intimidad del personaje real, en su sufrimiento y sus pasiones, así sea una imagen proyectada como espectro, es real, le estoy hablando de personajes reales.

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¿Vuelve a hablar de Fassbinder, hay algo especial que lo haga volver a él al hablar de cineclubismo?

Sabe, la mayoría de películas en 16mm eran de la Em-bajada Alemana, fueron muchos los ciclos de Fassbinder porque eran las películas a las que se tenía acceso y esta-ban en las mejores condiciones. El rollo de la mayoría de las películas estaba pegado, imagino que por la falta de uso o la falta de cuidado y conservación, entonces el viejo proyector Bell&Howell que tenía la Universidad guarda-do en medio del polvo y con fugas de aceite en el motor no podía con el arrastre del rollo de película que venía pegada; imagínese usted: ¡Una película de 16mm pegada y un proyector sin fuerza! Era un completo suplicio poder proyectar, tocaba darle manivela como si se tratara de una cámara de los inicios del cine, pero como el proyector te-nía motor no tenía manivela, entonces tocaba impulsar la película como cuando un niño juega a impulsar una llanta suelta de bicicleta golpeándola con un palo y corre detrás de ella para volver a impulsarla antes de que pierda el equi-librio y la fuerza, ese era el ejercicio de todas las noches para ver a Fassbinder, no perder el equilibrio y la fuerza, y lo digo en los dos sentidos, por sus filmes y por el proyec-tor, al final de la noche el brazo quedaba cansado como si se hubiera tratado de una maratón, era el único modo de proyectar la película sin cortes para que no se perdiera la intensidad de las imágenes, algunas veces se arrancaba la cinta por el motor del proyector sin aceite, otras veces llegaban unos personajes Freaks a ayudar con el impulso de la rueda sólo para poder continuar viendo, era como una carrera de relevos, lo curioso es que muchas veces la sala es-taba casi sola, siempre pasaba con Fassbinder que al inicio del ciclo era lleno total y en las últi-mas películas la proyección era con unos pocos, parecíamos en un culto a esa pantalla infinita y

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abierta frente a una sala vacía; incluso en esos casos creo constatar la presencia de la mujer de negro en la parte delantera de la sala, como le decía, no estoy seguro, puede ser simplemente una imagen que me viene ahora, me hace recordar a Caicedo cuando hablaba de estar viendo cine acompañado sólo por el diablo.

¡Parece obsesionado con la mujer de negro, no deja de mencionarla independiente de lo que esté hablando! ¿No cree?

¿Sí?, ¿Le parece?...Indudablemente el cine es una obsesión, en eso estamos completamente de acuerdo, creo que no hay otro modo de ver que no sea el de dejarse llevar por unas fuerzas que terminan volviendo al espectador un po-seído, llevándolo más allá de sus alcances, rompiendo con el ritmo, el tiempo, las expectativas y los planes, se pierde cualquier posibilidad de cálculo cuando nos enfrentamos a la apreciación de arte. Con el cine la experiencia es un poco más traumática porque refiere a situaciones cotidia-nas o puntos de vista que a cualquiera le pueden suceder pero que sólo unos cuantos genios que piensan en imá-genes logran llevar hasta el final, los directores terminan siendo unos entrometidos en la intimidad de todos, apre-ciar ese vínculo puede llegar a ser traumático, se pierde la noción de privacidad cuando ves plasmados en una panta-lla tus afectos. Definitivamente hay que tener obsesiones para llevar a cabo ese trabajo, el de hacer, el de proyectar o el de ver, hay que ser obsesivo para relacionarse con el cine, es como cuando se está enamorado y el tiempo no alcanzan para hacer todo lo que se quiere, el único modo de salir de esa situación es una entrega con plenitud, o una ruptura como la muerte ¿No le parece que éste es un modo no patológico de ver las obsesiones? En este tipo se situaciones se roza una experiencia con la muerte, en este caso del espectador que se entrega a las imágenes, ahí ya no vale nada sino la fusión con esos espectros que se proyectan, con esas ideas que iluminan el pensamiento y terminan siendo compañías desde la distancia que tocan la intimidad. La experiencia cinematográfica es la fusión en

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una sala oscura donde habitan imágenes interconectadas entre si unidas sólo por la intensidad del afecto. ¿Sabe que creo ahora? Que la mujer de negro es como la experiencia de la muerte y el cine, o la fusión o la ruptura. Por eso está siempre presente, como espectro digo, como aquel fantasma que alienta la obsesión y permite hacer vivos los recuerdos.

¿Pero? ¿…?.

Fin de la entre-vista

Cinéfilo y estudiante de Filosofía, Universidad del Cauca.

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ES ÉPOCA DE COSECHAPor: Eduardo Cajas Cajas

Las estrellas y una música de clara ausencia, te acordás? Claro que debés acordarte, bellísima imagen rectangular, una compañía de Mayo y el Abril ausente que tanto me dolía en esa época en la que andaba volando detrás de una nube de algodón fucsia. Bueno adelante! no había tiem-po para reflexionar, aunque a ratos pensaba ¡Qué cobarde ausencia!. Empezó la película, en la pantalla veía las es-trellas, escuchaba la música y miraba a mi lado derecho la compañía que me enviaste esa noche para no perderme, para tener el valor suficiente de esperar y contemplar las estrellas con ella, para permanecer firme y no escapar o huir de la pantalla.

Pensaba durante el inicio de la película en las encuadres de excesiva contemplación, imágenes panorámicas que re-corrían inmensos cultivos planos de color verde infinito, estaba dispuesto a viajar con mi compañera, con ella por supuesto, y nos fuimos de la mano todo el tiempo en ese paseo por las estrellas.

El recorrido empieza en una ciudad pequeña con un viejo necio y tierno tirado en el piso que se niega a cuidar su cuerpo; se acerca una tormenta de esas con rayos que les encanta a nuestros personajes: El viejo y su hija; estando sentados afuera de su casa contemplando la tormenta reci-ben una mala pero necesaria noticia que cambia el rumbo de esta sencilla historia: Lyle ha tenido un infarto.

(Una ventana abierta en la noche, una pelota, un niño que ya no está con su madre, ésa si era una ausencia de verdad, más fuerte que la que yo sentía, es decir su lágrima me dolió más que mi propia lágrima.)

Esa noche Alvin, el viejo necio y tierno protagonista de nuestra historia toma la decisión de tomar carretera e ir a

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visitar a su hermano Lyle que hace 10 años no le habla por esas circunstancias absurdas de este mundo.

Alvin ya sabe que volverá a la carretera pero no sabe aún cómo lo hará, es un viaje que tiene que hacer sólo.

-Sé que lo entenderás- le dice a su hija. El compra una vieja podadora, vieja pero fuete como él mismo, capaz aún de funcionar como antaño.-¿Porqué no viajar en ella?-- ¡Qué locura!--¿Cuándo vas a llegar?--¿Qué vas a hacer?- -Te van a liquidar en la carretera… no llegarás ni a Gro-tto, está demasiado lejos!-Adiós- dice Alvin con una pequeña y renovada sonrisa, misma que le acompñará durante toda la ruta. Y nos fui-mos con él a la carretera, con toda la paciencia del caso. Una podadora que viaja 10 o 20 km/h ¿Cómo hará para viajar 500 Km?

Vamos entonces detrás de la podadora, somos invisibles, tenemos la oportunidad de acompañar a Alvin, además, hay banda sonora; subimos la mirada muy despacio hasta las nubes, con el cielo de fondo; luego volvemos a ver a Alvin que ha avanzado un poco más, nos vamos volan-do encima de grandes planadas de cultivos, haciéndonos saber que es época de cosecha; la música sigue. Todo se mezcla formando este “momento sagrado”. Veo de reojo a mi compañera de viaje y no puedo evitar respirar hondamente lo más disimulado posible para que ella no se de cuenta y en medio de tantos bellos instantes oníricos me siento liviano, muy afortunado de poder viajar con Alvin.

(En este viaje nos encontramos con personas que tal vez jamás volve-remos a ver, compartir o aprender algo; como que la familia son varias ramas juntas que no se rompen tan fácilmente.)

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Siempre estamos recibiendo obsequios: como atardeceres exquisitos, como una colección de ciclistas que desfilan por nuestro paso, (que más tarde le hacen decir a aquel viejo que lo peor de ser viejo es recordar cuando se era joven) la señora que asesina un ciervo sin querer (y a quien además le gustan los siervos, bueno que nos importa, o tal vez si porque ese ciervo nos va a alimentar mas tarde) ¡Peligro! ¡Cuidado! ¡Los frenos! ¡Dios! El vértigo que no hacia falta, falla la podadora, ¡solo fue un susto!; ni pen-sar que le podría pasar algo a nuestro protagonista, que ya nos ha robado el cariño. Más regalos llegan: personas generosas en la carretera, una profunda charla de fuego y sangre con un amigo de guerra, nos hace recordar lo difícil que es deshacerse de esos viejos fantasmas del pasado. Esa noche, nuevamente aparecen las estrellas para los tres.

De nuevo en la carretera Alvin conoce a un sacerdote y le cuenta su historia sencilla, también le cuenta que con su hermano Lyle en verano en las noches se acostaban a ver las estrellas en el prado durante largo rato.

Parece que finalmente esta historia está por terminar...llegamos a una casa humilde, solitaria y nos acercamos a una silla vacía afuera. Se abre lentamente la puerta y apa-rece silente un anciano enfermo en un caminador...

Es un silencio hermoso...

De frente estos dos hermanos mirándose, acumulados de memorias, de todo lo que un par de hermanos pueden compartir, malos y buenos recuerdos y sobre todo ojos repletos de amor, hermandad.

Hay tanto que decir que prefieren el mutismo...

¿Los dejamos solos?...

¡Si!

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Vamos, hacia arriba, hacia las estrellas… en donde se em-pezó este viaje.

Sobre la experiencia de un día que me vi la película Una Historia Sencilla de David Lynch

Estudiante de Diseño GráficoUniversidad del Cauca.

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CUANDO SE VE CINE…Por: Johnny Rengifo Velasco

¿Cuándo se ve Cine? No basta con encontrarse frente a algún filme para que, luego de trascurrido en su totalidad podamos jactarnos de haber estado frente a él. Eso es se-guramente lo que le ocurre al ser parlante en su cotidiani-dad frente a la Idiot box; pero el Cine, exige un posiciona-miento antes que la ausencia a la que se está posibilitado frente a la televisión cuando ésta te obliga a escuchar sin hablar (sin posibilidad de contradecir) el discurso de un gran Otro, ésto es, lo que dirige el orden simbólico del contexto, en una palabra, el discurso del Amo. Bien dice Jacques-Alain Miller, “la televisión silencia”.

¿Qué es lo que se observa en el buen Cine? El Cine invita, convoca a un lugar: el suyo propio que no es sin el que lo habita. Por lo tanto, para habitar ese lugar peculiar el ser parlante en tanto que observador debe tomarlo por iniciativa, es decir que se exija habitarlo, …tomar posición; una vez más: tomar la invitación por entre-dicho. Lo que quiere decir que, lo que se observa de alguna manera es el Otro, el que se habita, y no un “Yo”; se trata en últimas de un lenguaje, de un discurso cuya única condición, si se me permite, es hacer hablar al observador.

Convocación, provocación, el buen Cine es esta incitación de observación que consiste en explorar lo no dicho a par-tir de la afección en el observador. Lo no dicho es aquello que se ve afectado; la palabra provocada. El observador aquí es aquel que ahora habla cuando lo que se ha dicho con anterioridad no va más allá de la palabra vacía. Este Otro decir en el lugar donde es convocado, es la pleni-tud que colma el saber de lo no–sabido de un discurso en otro lugar donde no era posible. La afección del buen Cine – y en esto consiste su “bondad” – es la de hacer

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posible una palabra plena, pero con seguridad – hago la salvedad – frecuentemente sólo la provoca, pues ¿acaso se necesita de otra cosa? Esto hace que un discurso tal sea algo íntimo en el observador, que sólo bajo circunstancias especiales es audible para otros.

He dicho, posicionamiento, condición del habitar ese lugar de un lenguaje íntimo en su posibilidad del todo real; habitación, pasaje, flujo de un Otro para un discurso pleno; así surge el verdadero observador que dice lo in-audible de otro momento. Y ésta es la razón por la cual el Cine es un lenguaje, pues sólo habitándolo es que nos sujetamos para decir lo que ello nos provoca.

Finalmente, me atrevo a decir que me he movido aquí como una imagen de un buen filme, pues he pasado en mis palabras de manera tan fu-gaz que sólo he de poder provocar, y ¿qué será eso que aquí se insinúa?, espero que palabras plenas de un monólogo en el lec-tor. De ser así, me doy por buen servido.

Estudiante de Octavo semestre de Filosofía Universidaddel Cauca y Noveno semestre de Psicología en la Fundación.

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PERSISTE LA MEDIOCRIDADPor: Germán Mendoza

El artículo redactado a continuación pertenece a la columna “cine-arte” de Germán Mendoza, publicado en el periódico El Liberal el viernes 28 de Agosto de 1981. Lo recopilamos como una huella histórica de la actividad cinematográfica payanesa.

Ya parece hasta inútil hablar de mal cine en Popayán. Los teatros se han cerrado tanto a la banda, que ningún co-mentario, ninguna queja, parece que va a hacer mella en su actividad. Sin embargo, no es justo que la pésima calidad de las películas llegue a los extremos de exhibir las eternas peleas de chino furibundos que se la pasan todo el tiempo lanzando espantosos alaridos, tortura comparable única-mente a soportar el ruido de una moto sin silenciador a las 3 de la mañana rompiendo la delicada calma del sueño. ¿Es que los administradores no se han dado cuenta que hay una lista de buenas películas que combinan su éxito comercial con una calidad indiscutible, a las cuales el publico asiste? La gente también se hastía de ver cintas de hace 10 años, cuyo único interés es el de permanecer tan malas como en esa época. Sólo de vez en cuando hay oportunidad de ver algo interesante, como “El Toro Salvaje” la semana anterior. Si no fuera por las esporádicas presentaciones del Banco del Estado, que a propósito nos ofreció últi-mamente la extraordinaria “La Bestia Humana” de Jean Rendir, uno se moriría de tedio en las lluviosas tardes de la ciudad, viendo desfilar incautos ante el último éxito de la todopoderosa maquinaria de producción norteamericana embutiéndonos de desastres por todos los poros. Se aveci-na por cierto, una tal “SCANNERS” cuyas lucubraciones

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metafísicas llegan hasta el absurdo, con seres humanos que explotan porque otros los mira. Desafortunadamente no existe un control de calidad que exija un mejoramiento en la calidad de la programación. Las matinales infantiles de los domingos son un escándalo. Películas supremamente violentas exhibidas para que los niños obtengan influencia que luego estará lamentando la sociedad. No es posible establecer la censura que éstos casos si sería de utilidad. Por enésima vez nos preguntamos qué pasa con “La Hija del Minero” de Michell Apled y con “La Chicharra” una extraordinaria película de Alberto Lattuada que ha sido exhibida en todos los rincones del país

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Definitivamente el cine de super 8 mm. Está tomando aunge en el país. En Cartagena se realizó recientemente un concurso patrocinado por Colpuertos en el que resultó ganador Emery Barrios con un corto titulado “Fiestas”. Parece que este concurso se realizará el próximo año. Este hecho es saludable, porque permite que cineastas de cali-dad tengan una forma de que se les reconozca. La mayoría de los directores importantes iniciaron su carrera utilizan-do el super 8. A FOCINE le corresponde fomentar estas iniciativas y estamos seguros que de esa manera el cine colombianoexperimentará un empujón que lo llevará por las vías que le corresponde.

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Se anuncia “LOCURA AMERICANA”, un documen-tal crudo sobre distintos aspectos de la realidad gringa. Desde cabarets para perros hasta hombres animalizados viviendo en las alcantarillas y comiendo rata a la brasa. Es interesante porque desmitifica la leyenda del paraíso y enseña que dentro hay putrefacción incontrolable. Ojalá venga pronto.

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NUESTROS PATROCINADORES

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Goza de plena incomprensión, el motivo que mueve a éste patrocinador.El caso de Popayán Cultural es ambiguo, es decir, rara vez colgamos información sobre nuestra ignota progra-mación en el cyber espacio, no, rara no, no lo hacemos, jamás lo hacemos.

Será por que somos amigos y tal vez seamos capaces de contemplar nuestras vidas que se desplazan por rumbos que no conocemos y podemos decir una y otra vez: “ha-gámosle, continuemos...”

Cesar y Giselle, eternos colaboradores y cinéfilos des-de hace muchos años, con quienes hemos aportado a la construcción de miradas más amplias en relación al au-diovisual, a partir de charlas, críticas y reuniones amenas y clandestinas; junto a ellos y a algunos otros colaborado-res hemos conformado nuestro archivo fílmico que viaja desde el BETA, VHS, DVD, en banda ancha para AVI, MPEG o FLV, de los 5 continentes para CineA, pero lo más importante es que hemos construido vínculos inque-brantables a través del cine y eso hace que logremos, que tengamos un espacio inmaterial e íntimo que nos permite recorrer nuestras vidas a través de imágenes, memorias colectivas cinematográficas, de exigir después de cada via-je o en cada reunión por algo para la vista, la mente y el cuerpo.

(Ya sabes Gi, que desde el rincón europeo en que estés estás también en estas líneas.)

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Es poco comprensible lo que im-pulsa a nuestros patrocinadores. En el caso de la Papelería Popayán es aún más complejo e intrincado, ya que los espectadores, creemos, nunca van a la esta papelería, jamás se acercarán por un atisbo de me-moria que les diga: “compren su papelería o saquen fotocopias en la Papelería Popayán, ellos promueven y patrocinan el arte audiovisual”, no, no lo hacen y sin embargo aquí estamos...

no sabemos con certeza cual fue el trato y en que fecha exacta se empezaron a sacar cada semana dos impresos tamaño carta que juntos forman el afiche, y las doce foto-copias en formato tabloide que se colocan en las 3 facul-tades del centro de la ciudad y publicitan la película desde ya hace varios años, solo sabemos que poseemos el crédi-to como un cheque en blanco por medio del cual sacamos los afiches necesarios. El Francés no nos pregunta mu-cho, llegamos, muchas veces diseñamos y diagramamos el afiche en el computador de su negocio e imprimimos. Las chicas, despues de tantos años, ya muy amablemente nos hacen comentarios y sacan el número de copias re-querido.

Pareciera un aporte insignificante, sin embargo, es de gran ayuda e importancia para nosotros, ya que ha permitido que podamos informar la programación de nuestro espa-cio y a la vez experimentar a través de pequeñas interven-ciones públicas con la imagen del cineclub, las diferentes interpretaciones que le damos a una película a través de un formato visible de 43x28 cm., una tinta, una fotocopia sucia y a veces algo de ilustración. Estos afiches ya sobre-pasan el número 100 y se han convertido en parte del por-tafolio del cineclub, con un valor histórico y gráfico que

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ha madurado nuestras indagaciones visuales, a través de un ejercicio continuo que no a parado durante todos éstos años. Cuando empezamos hacíamos un afiche sencillo que contenía el nombre de la película, la hora y el lugar, pero ahora, todo el apasionamiento, investigación y aplicación conciente relacionada en la fortaleza de la imagen y de la capacidad de ésta para impregnarse en nuestro público nos indica las imágenes para cada poster. Aunque muchas veces algunos asistentes al cineclub no vean los afiches y pregunten aún frente a ellos cual es la película que se proyectará ese día, sabemos que algunos los coleccionan y se han convertido en parte importante que caracteriza a nuestro cineclub. Todo ésto no hubiera sido posible sin la ayuda de personas que, como nosotros, sencillamente disfrutamos de lo que hacemos y éste es el caso del señor Ignacio Carta, María y las chicas cuyos nombres…

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Agradecimientos especiales:

Oscar PotesCesar GarciaGiselle VillaquiranOscar ChavarroConni CuetiaEncuéntate... titotuGustavo Feris (División de cultura y patrimonio)Movie Planet (prometemos en un número siguiente hacer todo los concerniente a agradecer a este gran colaborador, sin ellos esto jamás habría siquiera comenzado)a los que escribierona los cinéfilosa todos los demás...

Imagen de El verano de Kikuyiro de Takeshi Kitano