Chin Chili Co
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CHINCHILICO
Un mito idealizado de un personaje fabuloso que impresiona a los mineros, cuenta la
tradición oral y el testimonio de parte y además por ser común y popular escuchar la
historia de este pequeño duendecillo; que adopta variados nombres como Muqui,
Chinchilico, Anchancho o Diosecillo de la Abundancia en la Minería, o como se
llame. Su figura y aspecto también es variable de acuerdo al lugar y al momento que
se aparece.
Este Muqui, es celoso guardián y cuidador de los espíritus de la mina, es una
versión contadas por los pobladores que migran temporalmente a la Mina la
Rinconada en la Popular Provincia de Sandia, donde la minería artesanal e informal
dinamiza la economía de quien fortuitamente se acerca a esos lares a fin de mejorar
o elevar sus condiciones de vida. Por lo que mucha gente, en busca de una
oportunidad laboral, se dirige a esta zona a veces con la suerte o repentinamente
halla la muerte. En estas circunstancias este pequeño personaje celoso guardián de
los socavones siempre suele aparecer al amanecer donde se presenta el pacha
wiljta, o el alba, es un personaje gracioso, al igual que su oreja, su boca y su nariz.
Arroja llamas de fuego por la boca, su cara, sombrero y vestidura es de color rojizo,
muy parecido a un pequeño bombero, no usa calzados, pero si espuelas, que
causan gran ruido, es como si lo pusieran un cascabel al gato. Este ruido
enloquecedor suele ser una pesadilla para el minero que por casualidad de la vida
se topa con él. Su montura es Europea, pues se describe, cabalgar un caballo
blanco, pues a veces asumiendo el dueño, amo y/o gamonal de la mina.
Es importante mencionar que las personas de solvencia intelectual y moral han
manifestado tener contacto con el muqui, dueño y guardián de las minas.
Cuenta la tradición oral, proporcionado por una amigo que en los socavones de las
Minas de la Rinconada allí en la Provincia de Sandia. Algunos mineros percibían la
presencia de un ser diminuto y gracioso el cual les jugaba algunas bromas a los que
descansaba plácidamente después de una jornada agotadora de trabajo,
escondiéndolos sus pertenencias, pintándolos la cara con hollín, o qisima y haciendo
muchas travesuras al interior del socavón. Pero cierto día un minero anciano de
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nombre Julián visiblemente desgastado por el trabajo contó que aquél que lograse
atrapar al pequeño duendecillo “tendría la posibilidad de pedirle oro” que este
guardaba en su escondrijo: ¡Es el muqui! Gritó espantosamente y en forma mística
Julián. ¡Pero cuidado! Advirtió ¡no hay que hacer ningún trato con él! ¡Es muy astuto
el bandido! ¡Si es un bandido! Advirtió Julián. Mientras se retiraba del socavón con
gritos irónicos y de demencia.
Paso mucho tiempo, tal vez una semana, tal vez un año hasta que el rumor llegó a
los oídos del joven minero Víctor. Un joven bachiller universitario que necesitaba
atesorar oro para graduarse en la Universidad, recién casado, el cual llegaba cada
semana a su casa donde conversaba con su esposa siempre lo mismo: ¿Sabias que
el muqui tiene bastante oro? ¿Cuántos años tendrá el Muqui? ¿De dónde sacará
todo el oro ese condenado enano?. Así cada semana, para entusiasmado Víctor. Y
así cada semana era incesante la preocupación por el Muqui de parte de Víctor, era
el tema de conversación más resaltante. Pero las conversaciones se volvieron ideas
y las ideas se volvieron suelos y los sueños se convirtieron en obsesión; hasta que
Víctor empezó a urdir un plan para capturar al Muqui y con él todo su oro. Ya los
mineros de la Rinconada congeniaban la manera amistosa (aunque sin verlo) con el
Muqui, ellos le dejaban un poco de coca y cigarrillo en algún rincón de la mina
a cambio de éste no los haga víctimas de sus travesuras. El Muqui recogía los
obsequios y regalos que los proporcionaban los mineros (o menor dicho el pago
respectivo) de manera tan misteriosa que absolutamente nadie sabia cómo, ni
cuándo se aparecía. Pero para Víctor, a quién el Muqui se le había convertido en
una Obsesión ese ya era un problema resuelto.
Víctor, contra viento y marea, no lo había dudado por ningún motivo ni le tembló ni
un suspiro había decidido atrapar al Muqui, aquella noche, para lo cual se fue a
hacer guardia junto a los regalos que ese día le dejarían los trabajadores
compañeros de Víctor, en el abismo más profundo del socavón. Se tapó con una
manta negra dejando una pequeña abertura para los ojos. La zona apenas estaba
iluminada por una pequeña antorcha de petróleo y trapo viejo, lo cual le daba un
aspecto más misterioso aún aquella situación. Esperó una, dos, cinco horas y nada;
pero cuando ya bordeaba las cuatro y media de la madrugada, Víctor quién se había
echado a dormir, y de pronto sintió un gran peso sobre su espalda y aún sin
moverse abrió totalmente los ojos y se quedó quito y despavorido escuchando el
silencio al interior del socavón. Uy ¡era el Muqui! ¡Y estaba revisando la bolsa
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sentado sobre la espalda de Víctor! ¡Este es el momento! Monologamente pensó
Víctor para si mismo, respirando profundamente. Sí pronunció, es el momento dijo
Víctor. Entonces se levantó de improviso, trató de atrapar al Muqui con su manto
negro, pero cayó de bruces sobre el piso. Mientras el Muqui se reía como un loco
endemoniado e irónico burlándose del pobre Víctor. ¡Anda ponte de pie! Gritó el
Muqui. Víctor se levantó y así con la poca luz bajo la penumbra de la antorcha pudo
ver al Muqui. – Tayta Muqui, Papacito quiero oro, Werajucha “quiero un poco de
oro”. Fue lo primero que pronunció ensangrentado por el pavor y espanto. Pues –
Quieres oro, trabaja– respondió irónicamente el Muqui. – Verdacito necesito oro,
necesito oro, porque, porque mi esposa está enferma. ¿¡y su enfermedad se cura
con oro¡?, es que las medicinas están muy caras y no hay, trabajo y en la mina te
pagan poco. Respondió timoratamente Víctor. ¡Pues consigue otro trabajo! Seguía
burlándose el Muqui. – Por favor, duendecillo de la abundancia rey y amo de las
minas dijo Víctor.
Mientras se acervada lentamente al enanito burlón y bufón. Dé un felino salto pudo
cogerlo de las manos forcejearon muy poco, pero muy duro y por fin. Ahí en el suelo
envuelto en la manta de color negro oscuro se encontraba atado Víctor.
Sí, el Muqui lo había atrapado a él. Mirándolo con cierta ironía mencionó el Muqui
algunas palabras en quechua arcaico y se alejó riéndose diabólicamente Ja.
Ja .Ja .Ja. Jo. Jo.Jo.Ja Ja Jo. como un loco endemoniado. Mientras envuelto en la
manta oscura yacía y reposaba eternamente un gran bulto de oro en forma humana,
descansaba en una beta el cuerpo de Víctor.
Y al día siguiente no pudieron hallar jamás el cuerpo de Víctor. Y lo único que
hicieron los jornaleros del día siguiente darle un minuto de silencio y una persignada
en nombre de Dios Santo y creador.
Mientras tanto la esposa de Víctor, Bertha cansada de llorar y esperar se fue a vivir
a Tacna , donde cada noche tenía un sueño muy raro, un extraño resplandor le
llamaba a través de un túnel profundo y siempre solía despertarse sobresaltada e
irritada. cuando en el mismo sueño se escuchaba una risa vesánica, demente.
Porque a Víctor su esposo no le habían dado una cristiana sepultura. Como entre
pesadillas le pedía Víctor que este a su lado. pero esa, ya es otra historia.