Charles Bergquist

download Charles Bergquist

of 25

Transcript of Charles Bergquist

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    1/25

    II. DEBATES

    EN NOMBRE DE LA HISTORIA:

    UNA CRITICA DISCIPLINARIA DE LAHISTORIA

    DOBLE DE LA COSTA

    DE ORLANDO FALS BORDA*

    CHARLES BERGQUISTProfesor Universidad de Duke

    I

    Una de las virtudes del autor del ambicioso trabajo que tenemos frente anosotros, los cuatro extensos volmenes que componen la Historia doble de

    la costa de Orlando Fals Borda, es su disposicin para comprometerse en laauto-crtica pblica, actitud por dems rara entre acadmicos.

    En diversas ocasiones, a lo largo de los aos, Fals Borda ha expuestoaspectos de su trabajo y de sus concepciones al escrutinio crtico, generalmente con el propsito de evaluar el grado en que sus metas de cientficosocial -metas que con el tiempo se han vuelto manifiestamente polticasy radicalmente democrtico-reformistas-, han sido alcanzadas a travs desus mtodos y de sus actuaciones como socilogo. As por ejemplo, en suobra ampliamente leda, Ciencia propia y colonialismo intelectual, publi

    cada por primera vez en 1970 y reeditada en 1987, el autor reflexionsobre su primer esfuerzo como cientfico social, el estudio de los campesinosdel municipio de Saucio en los Andes colombianos. En ese libro, quecomenz como una disertacin doctoral bajo la tutela de acadmicos estadounidenses, haba, segn el autor, "una distancia grande entre el tratamiento del campesino enmarcado an en el anlisis de observacinparticipante, y el planteamiento de la posibilidad de que de la accin puedaobtenerse conocimiento cientfico". "En lo primero -prosigue- se insiste

    * Una versin preliminar de este ensayo y del ensayo siguiente "Comntanos a la MesaRedonda sobre la historia doble de la Costa", de Orlando Fals Borda, fueron presentadas en elV Congreso anual de la Asociacin Americana de Colombianistas, celebrado en Cartagena,Agosto 1-5 de 1988.

    205

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    2/25

    en una diferenciacin alta entre teora y prctica, mientras que por el otrolado se advierte la posibilidad de que por la accin en la praxis se haga unasntesis de las dos, aunque dndole a la prctica un papel determinante"1.

    Estas palabras fueron escritas en 1.985, cuando Fals Borda haba publicadoya los primeros dos volmenes de la Historia doble, el trabajo que vendra ademostrar concretamente las virtudes de la segunda modalidad de investigacin, esto es, el enfoque participante-activo, descrito en su obra.

    Ms revelador quiz, es la crtica que el autor hace de otro de sus primeroslibios, Subversin y cambio social en Colombia, en el cual, segn l, deja (almenos en la primera edicin) de "cuestionarse [adecuadamente] a s mismo sobresus grupos de referencia, el saberse ubicar socialmente, como dira Marx...".Prosigue especificando lo que esto significa para el cientfico social, resaltandotres conjuntos de preguntas que deben ser absueltas por el hombre de ciencia

    " 1 . Sobre el previo compromiso (pacto): Con qu grupos ha estado com

    prometido hasta ahora? A quines ha servido consciente o inconsciente

    mente? Cmo se reflejan en sus obras los intereses de clase, econmicos,

    polticos o religiosos de los grupos a que ha pertenecido?

    2. Sobre la objetisndad: Cules son los grupos que no temeran que se

    hiciese una estimacin realista del estado de la sociedad y que, por lo

    mismo, brindaran todo su apoyo a la objetividad de la ciencia?

    3. Sobre el ideal de servicio: ...Cules son los grupos, movimientos o

    partidos polticos que buscan servir realmente al conjunto de la sociedad,

    sin pensar en s mismos sino en el beneficio real de las gentes marginadas

    que hasta ahora han sido vctimas de la historia y de las instituciones?"

    Estas preguntas propuestas en 1.970, presumiblemente fueron "absueltas"por Fals cuando empez a escribir la Historia doble a fines de la dcada.Entre tanto, su experiencia poltica se ampli y su actitud radical cristaliz.Colabor con Germn Guzmn y Eduardo Umaa Luna en la elaboracin delprimer estudio serio sobre La Violencia, obra cuyas premisas radicales sacudieron el "establishment" colombiano. Fund la Facultad de Sociologa de laUniversidad Nacional de Bogot, donde colabor con, y recibi una profundainfluencia de, su colega, el socilogo-sacerdote convertido en revolucionario,Camilo Torres.

    En 1.970 ayud a formar una organizacin de cientistas sociales, curiosamente llamada La Rosca, destinada a clarificar y apoyar sus emergentes ideascomo "intelectual comprometido" . Y finalmente se incorpor a la galvanizante

    1 Fals Borda, Orlando. Ciencia propia y colonialismo intelectual. Bogot, 1987. p. 122.

    2 Ibid., p. 56.

    3 Para una historia detallada de la Rosca y sus actividades en apoyo de Fals en la CostaAtlntica ver Parra E., Ernesto, La investigacin-accin en la Costa Atlntica: Evaluacin dela Rosca, 1972-1974. Cali, 1983. Parra es un discpulo fiel al mtodo que Fals denominara la"investigacin- accin participad va", discutido en detalle ms adelante. Por lo tanto, su historia

    206

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    3/25

    experiencia de participacin como un autntico "participante-activista- investigador", en la movilizacin agraria que erupcion en su regin nativa de laCosta Atlntica en los primeros aos de los 70. Esta ltima experiencia parece

    haber tenido el mayor impacto en su conceptualizacin de la Historia doble,y en su decisin de escribir un libro enfocado principalmente sobre la luchapor la tierra en su patria chica desde los tiempos de la conquista espaola.

    En diferentes momentos en aquel trabajo -cuyo primer volumen, Mompoxy Loba, apareci en 1.980, seguido por los volmenes II, El Presidente Nieto(1.981); III, Resistencia en el San Jorge (1.984), y IV, Retorno a la tierra(1.986)-, Fals critica algunos de los resultados de su trabajo y de su metodologa. Por ejemplo, terminando el primer tomo confiesa que su enfoque originalen el tema del regionalismo qued "hacia el final", relegado a segundo plano,porque el primero lo tom el seoro. Declara tambin que los materialessobre Mompox y Loba, pertenecientes a los siglos XIX y XX, "que deberanser incluidos en este volumen", no lo fueron. Eso, asevera, no fue culpa suya,sino el resultado de "los sucesos represivos de comienzos de 1.979... en loscuales nos vimos envueltos inesperada e injustamente mi esposa Mara CristinaSalazar y yo".

    Los materiales, promete, sern integrados en otros volmenes. Sus otrasobservaciones van ms al fondo. Confiesa que no est completamente satisfecho ni con el "estilo" ni con la "presentacin" del trabajo. No estn "total

    mente de acuerdo con lo que yo aspiraba..."

    4

    .El "estilo" y la "presentacin" eran claramente lo ms notable, innovador,

    ambicioso y audaz de la obra. Fals present su historia en dos discursosseparados, en lo que llamaba dos "canales", A y B: pginas impresas, arregladasuna al lado de la otra, para ser ledas simultneamente. El canal A, a laizquierda, contena "el relato, la descripcin, el ambiente, la ancdota". Elcanal B, a la derecha, "la interpretacin terica respectiva, los conceptos, lasfuentes y la metodologa de aquello del canal A y, a veces, resmenes dehechos". Cada canal poda ser ledo separadamente -"de corrido", afirmaba

    el autor-, pero sena mejor -"la informacin ms completa"-, si se leyeransimultneamente .

    En realidad, aunque Fals no abarca el tema en Mompox y Loba, su decisinde escribir una doble historia, una historia en dos canales, obedece a una

    es una fuente valiosa para quien quiere entender los principios filosficos de ese mtodo yconocer los pormenores de las actividades controvertidas de Fals y la Rosca en la Costa Atlnticadurante estos aos.

    4 Mompox y Loba, pp. 166B-167B.

    5 Ibid, "Advertencias".

    207

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    4/25

    lgica filosfica y poltica profunda que vena desarrollando en una serie deartculos y conferencias sociolgicos durante los aos 70. De las implicacionesde esta filosofa poltica, puesta de manifiesto en el estilo revolucionario de

    la Historia doble, me ocupar ms adelante. Aqu es importante anotar queen la mente de Fals, la historia que resulta de su investigacin y sus mtodosnecesita, para realizar su potencial de transformacin social, ser presentadaen tres niveles diferentes, de acuerdo con la sofisticacin intelectual y elentrenamiento de los trabajadores, "campesinos" e intelectuales involucradosen la lucha por la tierra y la liberacin regional. El nivel primero y mselemental tiene que ser "bien ilustrado y sencillo". Incluye panfletos e historietas, material audiovisual, etc., y se dirige a las "bases", la masa de traba

    jadores y "campesinos", que deben ser incorporados, o que ya estnparticipando en la lucha. Este nivel no est formalmente presente en la Historia

    doble, aunque Fals se complace en citar el juicio de un francs que rese elprimer volumen, quien dice que gran parte de la informacin del libro (presumiblemente del canal A y de los cientos de fotografas regadas en los cuatrovolmenes), podra servir de base para la construccin de ese nivel rudimentariode comunicacin .

    El segundo nivel es "ms complejo y completo" y est dirigido a los"cuadros" de la organizacin, a la gente cuyo entendimiento poltico y tericoes ms avanzado, a aquellos cuya entrega a la lucha revolucionaria es msfirme, ya que juegan el papel de organizadores de base. El canal A de la

    Historia doble parecera destinado a corresponder a las necesidades y capacidades de esos "cuadros". Finalmente, hay un tercer nivel de comunicacin,el ms analtico y terico, que est dirigido a "los intelectuales comprometidos,los universitarios, profesores y funcionarios". Este es el nivel que parececorresponder estrechamente al canal B de la Historia doble .

    Cuando en 1.981 apareci el volumen II de la Historia doble, Fals aparentemente ya estaba enterado de que la lectura simultnea de los dos canalesno surta los efectos esperados. En su "advertencia" al volumen, aconsejabaa sus lectores leer cada parte separadamente dentro de cada captulo .

    Un ejemplo final de autocrtica aparece al terminar el cuarto volumen. AquFals, veterano ahora de una investigacin sostenida y un esfuerzo de exposicinque le han tomado casi diez aos, reflexiona ms hondamente sobre los peligros

    6 El Presidente Nieto, pp. 59B, 61B.

    7 Este material procede de una ponencia presentada ante el Tercer Congreso Nacional deSociologa, Bogot, 1980, y publicada con el ttulo de "La Ciencia y el Pueblo: Nuevas Refle

    xiones". En: Ciencia propia, cap. 9. Las citas aparecen en las pginas 113 y 114. Vase tambinEl Presidente Nieto, p. 59B.

    8 El Presidente Nieto, "Advertencias".

    208

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    5/25

    del mtodo que emple. Aunque estos comentarios estn enfocados a los retos

    diarios enfrentados por el intelectual-activista, quien como el autor intenta

    catalizar, entender, radicalizar y sostener la lucha por la tierra, bien pueden

    aplicarse a toda la obra de la Historia doble.

    Fals comienza citando las observaciones de su colega y copartcipe de las

    movilizaciones agrarias de los aos 70, el socilogo Len Zamosc9. Zamosc

    puntualiza ciertas tensiones en el mtodo de Fals, el llamado "investigacin-

    accin participativa", abreviada por sus practicantes como la "IAP".

    "Zamosc tiene razn... al sostener que una de las tensiones principales dela IAP ocurren entre el conocimiento cientfico y la ideologa... Hubocierta tendencia a ajustar las elaboraciones sociolgicas... a la percepcinde la gente sobre su propia situacin y a producir trabajos inmediatos".

    Como consecuencia se perda, segn Zamosc,

    "...la posibilidad de identificar las tendencias que existan y anticipar susefectos eventuales en el reflujo posterior del movimiento campesino.Trascender la ideologa existente al definir la problemtica de la investigacin y chocar con ella al presentar los resultados es, por lo tanto, elsino del investigador comprometido" .

    Estos temas crticos sealados por el mismo Fals Borda en su esfuerzo porejercer la autocrtica -el problema de la relacin entre teora y prctica, oentre "ciencia" y "compromiso"; el problema de "ubicacin", de la postura

    consciente del investigador vis--vis al objeto de la investigacin y su audiencia, y la cuestin de la "divulgacin" de los resultados de la investigacin-,son los mismos que espero abarcar en este ensayo. Lo har desde la perspectivade una disciplina diferente del enfoque sociolgico de Fals Borda: la disciplinaa la que se atribuye el haber desarrollado los mtodos ms apropiados parael entendimiento y la difusin del conocimiento acerca del pasado; la disciplinallamada historia.

    Al hacerlo, espero tambin abordar temas expuestos en forma dramtica en

    la Historia doble, pero que no fueron considerados por el autor en los pasajes

    autocrticos que he revisado. Estos temas giran en tomo a tres pilares del mtodohistrico practicado por los historiadores profesionales de hoy en da:

    1) la insistencia en el dominio de la historiografa de un lugar y una pocadados, como prerrequisito de toda investigacin;

    9 El atinado tratamiento analtico que da Zamosc al movimiento agrario de principios de ladcada de 1970 en TheAgrarian Question and the Peasant Movement in Colombia, (Cambridge,Inglaterra, 1986) proporciona un revelador contrapunto para el tratamiento, ms descriptivo e

    ideolgico, que da Fals Borda al mismo tema, en el volumen IV de la Historia doble.

    10 Retorno a la tierra, p. 192B.

    209

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    6/25

    2) la insistencia en la evaluacin crtica y referencias exactas de todas lasfuentes primarias, y

    3) la insistencia en la interconexin dialctica de todos los aspectos del cambnsocial. Estos tres conceptos interconectados forman la lgica de la disciplina

    de la historia, una lgica que la diferencia claramente de las cienciassociales. Fals Borda, como muchos cientficos sociales que se comprometenen la tarea de escribir acerca del pasado, la ignora sistemticamente y violacada uno de estos tres principios. Como consecuencia, vista desde laperspectiva del historiador profesional, la Historia doble tiende a deformarel pasado, a interpretarlo en forma acrtica y a convertirlo en algo dedudosa utilidad para una sana praxis social. Adems, cada uno de estosinconvenientes es magnificado por las libertades que Fals se toma conprcticas universales de investigacin social.

    Debido a que la crtica disciplinaria que a continuacin expongo es bastantenegativa, debo apresurarme a afirmar cualidades importantes acerca del trabajoy su autor que, creo, son de una importancia trascendental. La ms importantede ellas es el compromiso de Fals Borda de colocar su actividad investigativa alservicio de la lucha de las clases trabajadoras para mejorar y controlar sus vidasy democratizar el desigual y represivo orden social en el que nos encontramostodos. Fals ha hecho ms por articular directamente ese compromiso con la accinpoltica, que la mayora de los cientficos sociales e historiadores y, ciertamente,mucho ms que yo. El aspecto ms importante de la Historia doble es el retolanzado a todos los cientficos sociales, y muy particularmente a los historiadores,

    para hacer relevante su trabajo con respecto a la lucha democrtico-social de laclase trabajadora, y disear mecanismos para que sus obras sean ledas y evaluadaspor la mayora de la sociedad. El hecho de que, a mi juicio, Fals Borda no hayalogrado en la Historia doble alcanzar esta meta, no cambia la verdad de que ensu intento sostenido nos ha hecho a todos, y en especial a los historiadores, pensarms sobre cmo alcanzarla Ese es el espritu constructivo que informa el ensayoque sigue. Y para que no quede duda aqu acerca del reconocimiento de mi propiofracaso en lograr ese objetivo, remito a los lectores al ltimo prrafo de mi librosobre el movimiento obrero latinoamericano1 .

    II

    La crtica disciplinaria que sigue sobre la Historia doble, supone por fuerzaun conocimiento previo de la obra. El contenido del mismo es tan grande,variado y disperso, que no permite un resumen conciso

    12. Basta decir que

    11 Bergquist, Charles. Los trabajadores en la historia Latinoamericana. Estudios comparativos de Chite, Argentina, Venezuela y Colombia. Bogot, 1988, pp. 449-50.

    12 El estudio empieza con la vivida descripcin de una cultura, denominada por Fals Borda

    210

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    7/25

    cualquiera que se ponga en la tarea de leer los cuatro tomos, se impresionarpor la magnitud de la empresa, por lo mucho que abarca el esfuerzo investi-gativo, y por la riqueza de la informacin emprica que contiene -en especialacerca de cultura popular y resistencia popular. Sea cual fuere el dictamen

    sobre el valor analtico e interpretativo de la obra y sobre los mritos de sumtodo para convertir la historia en un instrumento para la transformacinsocial, el valor de los nuevos datos que Fals ha descubierto sobre una materiacasi dejada de lado por la historiografa colombiana no se puede discutir .

    1. Historiografa

    El descuido relativo de la regin costea en la historiografa colombiana,que la obra de Fals ayuda a corregir, constituye el primer tema de esta crtica

    disciplinaria. He dicho que los historiadores profesionales insisten, como pre-rrequisito de la investigacin, en el dominio de la historiografa de una pocay un lugar. Que as lo hacen, se confirma en la forma como ellos adiestran asus vastagos, de quienes se espera que lean todo lo que existe en la literaturasecundaria en su campo de especializacin (v.g., el Japn moderno, la Europamedieval, la poca colonial en Latinoamrica, o en caso de campos muydesarrollados, "el Sur" de los EE.UU.)14. El historiador nefito tiene que

    como "anfibia" y "tritnica", que evolucion en el transcurso de las pocas precolombina ycolonial para hacer frente a las necesidades vitales del hombre en la regin palustre ribereaconocida como la depresin momposina (Vol. I). Incluye descripciones de la violenta formaciny de la evolucin de los sistemas laborales de las grandes propiedades (en su mayora ganaderas)en diferentes partes de la costa colombiana, durante las pocas colonial y nacional y de la luchacrnica, tanto pasiva como activa, de los pequeos campesinos y los pescadores, por la tierra ypor el acceso a los recursos hdricos, que ha acarreado tal proceso (Vols. I, III, IV). Incluyeadems una incursin en el campo de la historia biogrfica y poltica centrada en la carrera deun caudillo costeo del siglo XIX (Vol. II). Esparcida a lo largo de los cuatro volmenes hayuna extraordinaria cantidad de pormenores concernientes a temas regionales (flora, fauna, arquitectura, poesa, msica y danza) y a personajes regionales, tanto de la lite como populares.Diseminadas tambin por toda la obra hay una gran variedad de hiptesis histricas, teorasacerca del origen de mitos y rasgos culturales propios de la Costa (la no-violencia, "el dejao",

    el hombre caimn); interpretaciones acerca del flujo y reflujo de la concentracin de la tierra,de la inversin de capital, de la cohesin de la lite y de la resistencia popular. Finalmente, laobra dedica muchas pginas a la discusin de la teora social europea. Dos puntos ayudan aunificar lo que de otra manera parecera un collage casi fortuito: el tema de la lucha por la tierray la delimitacin del lugar. Aquellos que deseen leer un resumen comprensivo y una crticaatenta de la obra pueden remitirse a las extensas reseas del historiador Mauricio Archila,aparecidas en el Boletn Cultural y Bibliogrfico, 2 (1984): 111-14 y 7 (1986): 107-11.

    13 Este punto ha sido reconocido en casi todos los comentarios sobre el libro. Ver, porejemplo, el resumen de Jos Escorcia, Hspante American Historteal Review (Nov., 1985), pp.808-811, y el comentario de Germn Colmenares en El Trnsito a Sociedades Campesinas dedos Sociedades Esclavistas en la Nueva Granada: Cartagena-Popayn, 1780-1850, Huila, 1988.pp. 69-89. Escritos por historiadores, estos dos comentarios sugieren aspectos de la crtica

    desarrollada en este ensayo.

    14 Este exhaustivo dominio de un campo primario es complementado posteriormente por una

    211

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    8/25

    aprobar un examen comprensivo sobre este material antes de que se le permitacomenzar su investigacin doctoral15.

    Los historiadores llaman a este anlisis de la literatura histrica secundaria

    de una poca y de un lugar, la "historiografa" o "el estudio del estudio de lahistoria". La historiografa es nuestra "sociologa del saber", que insiste enexplicaciones de cmo en el pasado observadores y escuelas de pensamiento-cada uno influido por procesos histricos, lealtades nacionales, tnicas y declase, y por corrientes intelectuales y perspectivas culturales- interpretaronuna determinada realidad histrica. Los historiadores profesionales creen queel dominio de la historiografa tiene que preceder a la investigacin, por variosmotivos. Primero, porque solamente evaluando -en los trminos anotadosarriba- todo lo que se conoce pblicamente sobre una realidad social dada,podemos embarcarnos en una investigacin verdaderamente nueva y produc

    tiva. Segundo, porque tal dominio historiogrflco suministra a los historiadorestodos los "datos" ya existentes y todas las interpretaciones previas que elinvestigador debe asumir, o modificar, o rechazar, pblica y honradamente,en cualquier nueva interpretacin de los hechos. Tercero, porque todo trabajointerpretativo anterior, como parte de la historia intelectual del objeto socialdel estudio, se entrelaza con la realidad social (el tercer pilar del mtodohistrico, discutido adelante con ms detalle). Y cuarto -y de mxima importancia para esta discusin-, porque hace consciente al historiador del hechode que l mismo est influenciado en su percepcin del pasado por las mismas

    fuerzas sociales y culturales que afectaron a sus antecesores.

    Por todas estas razones, pero especialmente por la cuarta, el estudio de lahistoriografa es esencial en el proceso de la ubicacin, discutido antes. Ellohace que uno se pregunte a s mismo por qu se propone estudiar una materiadada en cierta forma, con ciertas metas, en un determinado punto del tiempo.Si Fals se hubiera formulado estas preguntas historiogrGcas (despus de"absolver" sus tres clases de preguntas anteriormente citadas), es posible que

    lectura ms sumara, pero bastante notable, de la historiografa de campos relacionados (ocomparativos, en esferas ms progresistas o influenciadas por las ciencias sociales).

    15 En contraste, los cientficos sociales jvenes son entrenados, primero, en una rama de lateora social (tal como sociologa rural o macroeconoma) y, luego, si se considera que hanllegado a dominarla, pueden empezar a realizar "estudios de caso" para aplicar una "teorauniversal" que puede abarcar varas reas culturales globales. Estas diferencias de entrenamientoson profundas y reflejan supuestos radicalmente diferentes acerca de la naturaleza de la indagacinsocial. Producen, por tanto, conocimientos con fuerzas y debilidades diferentes. Los intercambiosintelectuales que resultan de ello indican que las ciencias sociales y la historia pueden existiren una relacin simbitica, que el discurso productivo entre las disciplinas es intensificado porla apreciacin cabal de las fuentes lgicas de la prctica disciplinara y que el trabajo ms valiosoen el campo de la historia es aquel que ms se aproxima a la lgica de las ciencias sociales, sin

    comprometer, sin embargo, la suya propia (y viceversa). Para una discusin ms amplia sobreel tema, vase Bergquist, Charles. "Literatura e Historia: Cordura o Locura?", Revista de

    Estudios Colombianos, 4 (1987): 15-23.

    212

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    9/25

    hubiera adoptado una posicin menos marcada por el voluntarismo personaly menos inclinada a lo que un crtico moderado de la obra llam un chauvinismo regional

    16. Es posible que al ubicar su investigacin historiogrfica-

    mente, hubiese comprendido mejor y comunicado ms eficazmente los orgenes

    sociales de su proyecto. En la Historia doble, Fals crea la impresin de quesu decisin de embarcarse en la obra obedeci bsicamente a los imperativosmorales y polticos personales sealados en sus tres preguntas, a un amor porla cultura de su patria chica y a un inters por su desarrollo con justicia social.Estas motivaciones son admirables e indudablemente verdicas, pero quizdejan de lado otras dimensiones. Esto ltimo puede ser sostenido a travs deltipo de visin historiogrfica explicada anteriormente.

    Tal visin comenzara llamando la atencin acerca del relativo descuidode la historia costea en la historiografa moderna colombiana. Esta negligencia

    no se explica solamente por algn chauvinismo "cachaco", o por una conspiracin centralista de parte de una rosca de historiadores profesionales. Sepuede argumentar razonablemente que durante el perodo en que se ha desarrollado una historiografa profesional en Colombia -ms o menos en lasltimas cuatro dcadas- otras regiones del pas, especialmente la zona cafeteray los grandes centros industriales de Medelln y Bogot, y otros temas, enparticular los del desarrollo econmico y la violencia desde 1.946 a 1.966,han merecido mayor atencin que la historia regional costea. (La mismatrayectoria investigadora de Fals durante aquel perodo puede indicarnos lomismo en el campo de las ciencias sociales). Llegando a los ltimos aos delos 60, sin embargo, el marco de los conflictos sociales y polticos, as comoel del desarrollo econmico del pas, empez a cambiar y nuevos imperativosde investigacin -el ms obvio, la lucha agraria de la Costa Atlntica- adquirieron una nueva urgencia.

    La comprensin de las tendencias y direcciones en la investigacin generadapor este modo de pensar historiogrfico suele tener un efecto saludable sobrela tendencia voluntarista y de autoengrandecimiento presente en todo investigador. En el caso de Fals Borda, obliga a dirigir la atencin no hacia suevolucin personal, sino hacia las fuerzas de expansin capitalista y el conflicto

    social. Vistos as los orgenes sociales de la obra, no podramos decir queson los trabajadores rurales costeos los ms responsables del hecho de queahora tengamos una adicin importante a la historiografa de la Costa Atlntica,la Historia doble de Orlando Fals Borda? Y no ser que lo que esta interpretacin hace por adelantar la meta de ensanchar el poder de las fuerzaspopulares a travs de la investigacin es ms de lo que hacen las muchasprofesiones de intencin personal de Fals, y sus reiteradas afirmaciones delrol cataltico de los intelectuales en el proceso de movilizacin social?

    16 Mauricio Archila, en su resea citada en la nota 12.

    213

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    10/25

    La falta de ubicacin social es slo una de las consecuencias deldescuido sistemtico de la historiografa en la Historia doble. Esto nodebe causar sorpresa. Entrenado como socilogo, Fals esencialmenteignora la historiografa17. Ello no quiere decir que en el curso de su

    investigacin no haya estudiado una buena muestra de la literatura quetrata los cuatro siglos y medio de historia colombiana y latinoamericanaque abarca en el libro. Quiere decir que no ley aquella literatura comprensiva y sistemticamente, que no la evalu crticamente, que nodistingui interpretaciones anteriores a las suyas y que no logr situarsesocio-histricamente ante su tema y ante su pblico.

    Cada una de estas rupturas con el mtodo historiogrfico ayuda a explicarproblemas importantes en la obra. Tratar de ilustrar estos problemas pormedio de una discusin acerca de dos de los temas centrales de la obra:

    primero, el argumento del segundo volumen sobre Juan Jos Nieto, el"caudillo" liberal de Cartagena que lleg por un momento, en 1.861, a serpresidente de la Repblica; segundo, la tesis desarrollada en el primervolumen, y reiterada a travs de todos los otros volmenes, sobre la importancia para toda la historia de la Costa de lo que Fals Borda llama"cultura anfibia" de la regin.

    Sobre Nieto, Fals presenta un estudio muy detallado que aporta datos yanlisis importantes, en particular sobre los orgenes populares de este dirigentepoltico costeo y sobre sus compromisos con la masonera de la poca. Vista

    historiogrficamente, sin embargo, su tesis central sobre Nieto es muy problemtica. Fals se centra en el supuesto paradjico de que el "caudillo" queestudia no es en manera alguna un "caudillo", sino un poltico que lee yescribe libros serios, recibe el influjo de complejas ideologas y sufre suscontradicciones, trata de manipular o de responder frente a los antagonismosentre los grupos sociales, y continuamente intenta, consciente o inconscientemente, encubrir sus intereses y compromisos regionales, personales o declase con el ropaje del altruismo y el patriotismo. Fals se sorprende entoncesal encontrar que su "caudillo" no se ajusta al estereotipo sobre el cual ha ledoen las grandes novelas contemporneas de Amrica Latina . Para el historiador

    familiarizado con la historiografa bsica de Amrica Latina y Colombia enel siglo XIX, estas cualidades no son sorprendentes. Bien podran hallarse encasi todos los grandes lderes polticos y militares de la poca, trtese de un

    17 En un punto, en Ciencia propia p. 127, Fals revela que es consciente de la existencia del"estudio del estudio de la historia", pero ni en ese libro ni en otras obras suyas que he ledodiscute o se aviene con el concepto de historiografa tal como lo entienden los historiadores.

    18 Es obvio que como fuentes histricas tales novelas son particularmente sospechosas, no

    slo porque sus autores derivan en gran medida su informacin histrica de la tradicin oral ala que Fals Borda otorga tanta importancia (punto que se discutir ms adelante), sino porque,en su calidad de novelistas, se conceden la libertad de imaginar el pasado.

    214

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    11/25

    Portales en Chile, un Rosas en la Argentina, o un Mosquera, un Nuez, unUribe Uribe o un Rafael Reyes en Colombia

    19.

    Pero hay todava un desajuste ms serio en la interpretacin de Fals sobre

    la trayectoria poltica de Juan Jos Nieto. En su apresurado esfuerzo pordemostrar en Nieto la existencia y las cualidades de una cultura regional, Falstiende a subvalorar lo que son (para la historiografa profesional sobre lapoca) las dimensiones histricas fundamentales y de clase de su relato. Hacenfasis en la supuesta tolerancia de Nieto, su fidelidad a sus seguidores populares y sus valores no violentos y antimilitaristas, en lugar del legado polticoy de clase de las contradicciones centrales del liberalismo colombiano decimonnico, tan claramente personificadas en Nieto. Estas son, en primer lugar,la contradiccin entre su compromiso poltico democrtico (que seduce a sushuestes artesanas), y la realidad de su libre-cambismo econmico (que durante

    el curso del siglo XIX fue destruyendo gradualmente la vitalidad de losartesanos como clase). En segundo lugar, la que existe entre su compromisocon el desarrollo capitalista (que seduce a la lite progresista de la que Nietoformaba parte) y la realidad de la dependencia econmica (que obligara hastahoy a la nacin colombiana a apoyarse en la exportacin de materias primasen el contexto de una desigual divisin internacional del trabajo) . Por supuesto, Fals no desconoce totalmente la primera contradiccin; es la implicacin de su nfasis relativo lo que quiero subrayar. Pero s desconocecompletamente -y de hecho parece sancionar indirectamente- la segunda

    (vase el volumen IV, captulo 9).Tomemos ahora como ejemplo su tesis globalizante sobre la cultura regional.

    Fals afirma continuamente (pero realmente no demuestra) un vnculo causalentre una "cultura anfibia", desarrollada a travs de los siglos en los ros ycinagas de la Costa, y una cultura poltica regional, que define como excep-cionalmente tolerante y adversa a la violencia. Un repaso a la historiografasobre la esclavitud en las Amricas, sin embargo, y particularmente a larelacin entre esclavitud y cultura nacional en el Brasil

    21, dara pie a una tesis

    19 Para una bibliografa standard acerca de esto ltimo y para una sntesis del conocimientohistrico de esta poca de la historia colombiana, consltense el volumen II de Jaime Jaramillo,ed. Manual de historia de Colombia (Bogot, 1986).

    20 Sobre el liberalismo colombiano pueden consultarse, entre otros, a Jaramillo Uribe, Jaime.El pensamiento colombiano en el siglo XIX, 3a ed. Bogot, 1982; Molina, Gerardo Las ideasliberales en Colombia. Bogot, 1973; McGreevey, William P. Historia econmica de Colombia.Bogot, 1975.

    21 La historiografa brasilea enfatiza, por ejemplo, que el pas obtuvo su independencia dePortugal sin tener que sufrir una larga y cruenta guerra; que la habilidad de sus lites para

    negociar compromisos evit la fragmentacin territorial y las frecuentes guerras civiles queafectaron a otras repblicas iberoamericanas durante el siglo XIX; que se logr abolir la esclavitudsin tener que enfrentar una guerra intestina como la ocurrida en los Estados Unidos; que en el

    215

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    12/25

    alternativa Donde existi la esclavitud, como en la Costa Atlntica, el miedode la lite a la revuelta esclava y la necesidad estructural de la clase dominantede reproducir un ethos paternalista de tolerancia mutua y de aversin a laviolencia, contribuan a difundir precisamente la realidad -y el mito- de los

    valores culturales ampliamente compartidos que tanto entusiasman a Fals.Contrariamente a las afirmaciones de Fals, parecera derivarse de su propiomaterial que la "cultura anfibia", que describe tan detalladamente en el libro,lejos de generar tolerancia mutua y aversin a la violencia, produca el efectodirectamente opuesto. Gran parte de la violencia generada por la resistenciapopular descrita en el libro fue precipitada por las violentas incursiones deterratenientes y compaas extranjeras a los playones, los terrenos supuestamente incubadores de la "cultura anfibia" y considerados como de dominiopblico por las clases populares costeas.

    De estos dos ejemplos surge forzosamente una serie de preguntas. En unahistoria que busca armar a las clases populares en su lucha democrtica noresulta confuso, contraproducente y poco "cientGco", celebrar valores detolerancia y aversin a la violencia que parecen ser engendrados como mediode control social por una clase dirigente esclavista regional? Cmo evaluaruna historia con metas democrticas revolucionarias que insiste en el aspectopopular de un dirigente poltico que, a pesar de sus ongenes de clase, al finalse entrega a la clase dirigente y a las contradicciones anti-democrticas ydependentistas del liberalismo decimonnico?

    Y por ltimo, es viable una historia regional y popular que ignora por completola figura poltica ms importante de la historia nacional de la segunda mitad delsiglo pasado, el otro "caudillo", el cartagenero Rafael Nez? Como es sabido,Nez lleg a la Presidencia de la Repblica no por un momento insignificante,sino por un periodo que en la realidad super por largo tiempo sus cuatro aosde presidencia formal.. Y la Regeneracin que encabez influenci larga y profundamente el mbito econmico, institucional y poltico de la Nacin.

    El curioso descuido de la Historia doble respecto a Nez -y de hechorespecto a todo el penodo de historia nacional que transcune desde 1.860

    hasta prcticamente nuestros das- se explica por varias razones, relacionadastodas con el peculiar concepto de Fals de cmo el intelectual comprometido

    siglo XX no ha habido ni revoluciones sociales (como Mxico) ni violencia crnica (comoColombia) y que la experiencia con el autoritarismo, primero, bajo el rgimen "populista" deGetulio Vargas y, ms tarde, bajo los regmenes militares del perodo posterior a 1975, ha sidomenos violenta y ms moderada que la de Argentina, Uruguay o Chile. El libro ms conocidode esta tradicin historiogrfica es el clsico escrito por el socilogo Gilberto Freyre, Casagrande e senzla; entre los historiadores el autor ms sistemtico y prolfico es Jos HonorioRodrguez. En tiempos recientes esta tradicin ha sido desafiada por una nueva generacin de

    historiadores, quienes hacen nfasis en los orgenes de clase y las dimensiones mticas delllamado carcter nacional brasileo. Al respecto, vase, por ejemplo, la sntesis del siglo XIXde Emilia Viot' da Costa, The Brazilian Empire, Chicago, 1985.

    216

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    13/25

    debe concebir la historia y devolverla "sistemticamente" al pueblo. Esteconcepto es discutido a fondo ms adelante. Aqu, sin embargo, es importantenotar cmo, para Fals, el hecho de que las clases populares no inciden aut

    nomamente en la poltica global del pas durante este perodo hace toda estahistoria esencialmente descartable. Y en ese sentido, para Fals, la figura deNez debe ser particularmente descartable. Como uno de los arquitectos dela Constitucin de 1.886, que Fals critica como antidemocrtica y centralista,Nez adems ha recibido mucho nfasis en lo que Fals llama la historia"oficial", escrita con base en "archivos y bibliotecas de academia", por "cientficos de la clase alta" que ignoran lo popular . Para Fals, entonces, es lgicoy conveniente ignorar al costeo que fue la figura poltica mxima de su pocay volver sus ojos sobre la cultura popular. En esta tarea investigativa aportarealmente mucho. Indaga sobre las cofradas religiosas, la msica popular, el

    baile, los festivales. Este material es ms descriptivo que analtico, pero aveces logra mostrar cmo estas instituciones incorporan elementos de resistencia a las formas hegemnicas de dominacin cultural .

    Para los historiadores, sin embargo, el descuido de los procesos nacionaleseconmicos y polticos bsicos de este largo perodo engendra serios problemas. Y stos incluyen no slo los historiogrficos (de cobertura, dominio dela literatura secundaria, periodizacin), que volveremos a tocar bajo el ttulodel tercer pilar de la disciplina histrica: el concepto de la interrelacin en elcambio histrico. Incluyen tambin asuntos que afectan profunda y concretamente la misma comprensin de la temtica de la obra. Porque el perodoclave (1.880-1.920, que inicia la llamada a la "Regeneracin" por Nez),marca una lucha titnica entre fuerzas liberales y conservadoras por definirlo que ser la Colombia moderna. La Regeneracin adelanta una crtica sistemtica del liberalismo cosmopolita. Y su economa poltica, sobre todo lamonetaria, contiene un claro componente nacionalista que la hace inaceptableal capitalismo mundial. La oposicin liberal a la Regeneracin culmina en laguerra civil ms grande que haya visto pas alguno en Amrica Latina duranteel siglo XIX. La consolidacin de la clase dirigente despus de la guerra

    cimenta un rgimen estable, monoplico bipartidista, que favorece la rpidaexpansin del capitalismo exportador, proceso que implica, entre otras cosas,una masiva enajenacin y colonizacin de tierras baldas. En otras palabras,este perodo, en que se transform la sociedad colombiana de un conglomeradode regiones con una economa fragmentada y estancada en un Estado-nacincon una economa nacional viable, estableci firmemente los parmetros eco-

    22 Ciencia propia, pp. 93-94.

    23 Un buen ejemplo, entre muchos, es el material reunido en el captulo 5 de Retorno a latierra.

    217

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    14/25

    nmicos, sociales y, sobre todo, polticos, dentro de los cuales habra dedesenvolverse toda la historia de la lucha de clases durante el siglo XX

    2*.

    Cabe preguntar, entonces, si es realmente sostenible la idea de que las

    mayoras populares regionales, a quienes Fals dirige su libro, no merecen unanlisis de la formacin y naturaleza de este marco histrico que envuelve -ylas ms de las veces impide- su lucha democrtica y la formacin de la culturapopular de resistencia tratada por Fals. No se les debe entregar una historiografa que explique cmo y por qu la lucha por establecer el marco ideolgicoe institucional que fomentara el capitalismo liberal y dependiente en Colombiallev a decenas de miles de sus antepasados a la muerte, desmembr el pas(y una buena parte de la regin costea), y sent las bases para una lucha declases moderna, que llevara a los trabajadores rurales y urbanos a incidir demanera determinante en la historia general del pas a partir de los aos veinte?25

    Es suGciente, en fin, solamente hablar de los momentos de movilizacinpopular en la historia?

    2. Fuentes Primarias

    El segundo pilar de la lgica profesional de los historiadores, las fuentesprimarias, es considerado frecuentemente por otros profesionales, especialmente los cientficos sociales, como un irracional fetichismo de la disciplina.El hecho de que los historiadores veneren las fuentes primarias, que exijan

    que los historiadores nefitos construyan sus tesis doctorales en torno a ellas,

    24 Por no hablar del asunto, no encarado por Fals Borda y an no resuelto por la historiografacolombiana, de cmo explicar el hecho de que el perodo de mayor influencia de la Costa enla historia nacional ocurriera durante la Regeneracin acaudillada por Nez. Este es un problemade inters terico no slo para la historia regional, sino para la historia latinoamericana comparada,en general. La Regeneracin encamin al pas por una ruta conservadora absolutamente anmalapara el contexto latinoamericano: los dems pases grandes fueron testigos, en el mismo perodo,de la consolidacin de regmenes liberales que rpidamente promovieron el desarrollo de uncapitalismo orientado hacia la exportacin. El trabajo ms completo sobre Nez y la poltica

    regional durante este perodo es el de James Parle, Rafael Nez and the Politics ofColombianRegionalism. Baton Rouge, Louisiana, 1985.

    25 Esta, al menos, es la tesis avanzada en mis estudios: Caf y conflicto en Colombia, 1886-1910, Medelln, 1978 y Los trabajadores en la historia Latinoamericana, captulo 5. Los esfuerzosde Fals Borda por conceptualizar este perodo parecen confusos y contradictorios. Fals postulaun proceso de "autodestruccin" de la clase dirigente regional (Vol. III, cap. 6, canal B, seccinB), proceso que alcanza "su climax a finales del siglo XIX y comienzos del XX" (Vol. III, p.146B). Esto es seguido por una "combinacin de funciones econmicas en grupos dominantes"(Vol. III, cap 6, canal B, seccin C, p. 155B), un perodo que es cronolgicamente poco claro,pero que parece transcurrir a principios del siglo XX y que, a su turno, conduce a "la violenciapatolgica" (Vol. III, cap. 6, canal B, seccin C, p. 155B), y una poca que, aparentemente, seextiende y llega hasta la violencia de mediados del siglo (Vol. III, p. 157 B). Un hecho sintomtico

    de la dificultad de Fals Borda para conceptualizar la totalidad del perodo (1865-1930) es suextraordinaria decisin (Vol. III, cap. 5) de abandonar temporalmente el canal conceptual B desu formato de doble canal y de "combinar aqu la teora con la descripcin" (Vol. III, p. 96).

    218

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    15/25

    y que dediquen sus ms altos elogios a trabajos que incorporen el descubrimiento o el nuevo manejo de ellas, es indicio de la importancia de las fuentesprimarias para la lgica interna de la disciplina. Gran parte del entrenamientode los historiadores gira en torno al aprendizaje del cmo "leer" las fuentesprimarias, o si se quiere, a la correccin de las distorsiones de la realidadinherentes a ellas. Los historiadores entienden que tanto el material primariocomo el secundario, que constituye el objeto de su crtica historiogrfica,emana de fuentes marcadas por intereses personales, de grupo, de gnero, declase, etc. Por consiguiente, para el historiador no hay propiamente "hechos",y mucho menos los llamados "datos-columnas" en torno a los cuales Falsdesarrolla gran parte de su imaginada narrativa y de sus construcciones interpretativas.

    Hay slo trozos de informacin cuyo significado es interpretado por de

    terminados historiadores y cuyo valor y significado estn potencialmente sujetos a la revaluacin de otros historiadores. Esta es la razn por la cual todaslas fuentes primarias deben ser ntegramente documentadas y su ubicacinclaramente indicada, de tal modo que tericamente sea posible el juicio deotros historiadores sobre su significado. La disciplina y autorregulacin quedicho procedimiento impone al historiador profesional es altamente saludable.Constituye para los historiadores el equivalente de la re-experimentacin enlas ciencias naturales. El historiador sabe que si fuerza el significado de lasfuentes, o deja de corregir la distorsin a ellas inherente, su interpretacin de

    esta informacin se expone fcilmente al cuestionamiento, as como el pasarpor alto fuentes secundarias bien documentadas y argumentadas llevar a suscolegas a descartar la validez de su trabajo.

    La mayor parte de los cientficos sociales que intentan escribir historiadesdean las fuentes primarias o las usan acrticamente, como fuentes de los"datos". Fals no desdea las fuentes primarias; de hecho ha descubierto oacumulado una buena cantidad de material primario en su estudio. Pero confrecuencia deja de someter dicho material a una crtica exigente.

    A veces Fals parece no darse cuenta del efecto distorsionador de sus fuentes.

    Pero es este efecto el que puede explicar en parte el curioso nfasis del libroen la poca colonial. A los ojos de un historiador, este nfasis en el perodocolonial puede obedecer, por lo menos en parte, a la riqueza y disponibilidadde documentos sobre dicho periodo en los archivos histricos comunes ycorrientes. La preferencia por los documentos coloniales puede explicar tambin por qu el primer volumen de Fals se le sali de las manos. Ante ladificultad de encontrar informacin que sustentara su tesis sobre la culturaregional, termin concentrndose sobre las minucias de la tradicin de laslites. (El mismo proceso se repite en los volmenes III y IV; slo vara elescenario geogrfico de Mompox a San Jorge y luego al Sin y las sabanasde Cartagena). En contraste, como hemos visto, casi no hay informacin sobreel perodo que va desde 1.860 hasta 1.920 e inclusive hasta 1.960. Este perodo

    219

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    16/25

    crucial es lamentablemente descuidado en la historiografa colombiana, debidoen gran parte a la inexistencia o el completo desorden de los documentos deesta poca en los archivos de la nacin. En cambio, llegando a la pocacontempornea, de 1.960 hasta el presente, las fuentes orales a que acude Fals

    le proporcionan bastante informacin, lo cual explica en parte la riqueza desu descripcin y anlisis del movimiento social de esta poca

    En fin, y no obstante las exageradas pretensiones de Fals con el mtodoque califica de "investigacin de bal", la estructura misma del libro, sobretodo el peso que asumen sus distintas pocas cronolgicas, parece derivarseen gran parte de la existencia de fuentes primarias tradicionales. La llamada"investigacin de bal", que consiste en la tarea prosaica de todo historiadorlocal de preguntar a la gente si posee papeles o fotografas viejas, y quepresumiblemente debera haberse prestado a llenar el vaco que abarca desde

    mediados del siglo pasado a mediados de ste, parece haber aportado pocoal estudio. Esto, parece, se debe en parte a que los documentos de "bal"que ms interesan a los historiadores sociales y econmicos -libros de contabilidad, archivos de empresa- o no fueron localizados o fueron descuidadospor el equipo de Fals. Sin embargo, son estas fuentes, adems de las quereposan en los archivos locales de registro y notara y en la prensa local, lasque han proporcionado la informacin primaria para las pocas pero a menudoexcelentes historias profesionales regionales y nacionales que tenemos sobreeste perodo de historia colombiana 6.

    Otras veces Fals es complaciente con el claro sesgo de sus fuentes, talcomo sucede en los casos de testimonio popular. Los historiadores no tienendificultad alguna en generar e incorporar fuentes orales a su metodologa.Pero los que se apoyan considerablemente en la historia oral han desarrollado procedimientos muy estrictos para someter estas fuentes primarias alos cnones de su disciplina. Identifican y fechan sus fuentes orales, muchasveces grabadas o mecanografiadas en totalidad y verbatim, y las guardanen archivos abiertos al pblico. De esta manera, dichas fuentes primariasson accesibles al uso y, lo que es ms importante, a la reinterpretacin porparte de otros investigadores. Aunque Fals ha depositado su material pri

    mario en un archivo pblico, el hecho de que en el libro muchas de susfuentes (y no slo las orales) no sean identificadas y fechadas de maneraprecisa -a menudo recurre a un listado que aparece al final de los captulos-dificulta o hace imposible la labor de reinterpretacin. Pero lo que es peorpara el historiador, es la costumbre de interpretar, ordenar y elaborar granparte del material oral que se consigue, como hizo Fals con su libro ,

    26 Dos buenos ejemplos son: Marco Palacios, El caf en Colombia, 1850-1930, Mxico,

    1983, y Roger Brew, El desarrollo econmico de Antioquia desde la independencia hasta 1920.Medelln.

    220

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    17/25

    bajo la creencia de que el trabajador rural opera bajo una racionalidad distintaa la de las dems personas . Este procedimiento puede ser muy til para susfines, pero para el historiador profesional se trata ya de un material contaminado: no se sabe qu parte es de Fals y cul de su informante.

    3. Interrelacin

    Estamos aproximndonos a la conclusin de esta crtica disciplinaria ypodemos finalmente centrar nuestra atencin en el tercer principio fundamentalde la lgica disciplinaria del historiador: su perseverante defensa de la interrelacin de todos los aspectos del cambio social. Este inters por la totalidadhistrica es lo que diferencia de manera tajante su disciplina de las cienciassociales, ciencias que fundamentan sus lgicas en la idea de que es ms eficaz

    y significativo desmembrar una parte de la realidad social (la economa, lapoltica, las ideas o las acciones de los grupos sociales) y medir sus caractersticas dinmicas a lo largo del tiempo. As pues, los cientficos sociales seinteresan ms en originar o aplicar teoras universales relacionadas a su limitadocampo temtico, a travs del tiempo y del espacio; mientras que los historiadores, tal como lo hemos sealado arriba en la discusin sobre la historiografa,centran su atencin en el cambio de sociedades totales, por lo general deregiones mundiales o de naciones individuales a lo largo de perodos de tiemporelativamente extensos. Aun cuando su investigacin primaria puede ser bastante especializada, el objetivo de su entrenamiento y de sus estudios es obtener

    un dominio cabal del conocimiento existente acerca del pasado de una culturao una sociedad dadas, relacionado con su lengua, literatura, ciencia, tecnologa,economa, poltica, estructura social o vida intelectual. Por tanto, se preocupanmenos que sus colegas de las ciencias sociales por las teoras universales, yse destacan por su omisin de comparaciones abstractas interculturales eintertemporales de que tanto se ufanan los cientGcos sociales. Pero en supropio terreno los historiadores estn amplia y excepcionalmente dotados paraencarar de manera concreta las mltiples y sutiles interconexiones dialcticas

    27 Descripciones de estos procedimientos aparecen con frecuencia en la obra de Fals Borda(vase, por ejemplo, Resistencia en San Jorge, 29B-31B), pero sus implicaciones para la devolucin de las fuentes orales se revelan, quizs, con ms claridad en el siguiente pasaje: "Hay,

    pues, en la tradicin y cultura campesinas elementos positivos y negativos hacia el cambiosocial que abren posibilidades para transformaciones revolucionarias en el conocimiento y enla accin... En muchos casos es fcil determinar algunas de las fuentes y canales de a alienacinque impiden una accin consecuente campesina, aquella proveniente de la difusin de valoresburgueses. Se puede, por tanto, equilibrar el peso de estos valores alienantes mediante unadevolucin enriquecida del mismo conocimiento campesino, especialmente de su historia yrealizaciones, que vaya llevando a nuevos niveles de conciencia poltica en los grupos. As seva transformando el sentido comn de stos para hacerlo ms receptivo al cambio radical de

    la sociedad..." (Ciencia propia, p. 113).

    28 Vase, por ejemplo, Ciencia propia, pp. 106-7.

    221

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    18/25

    de una vida social circunscrita a travs del tiempo. Y este punto fuerte disciplinario, como veremos ms adelante, tiene implicaciones polticas sorprendentemente democrticos. Estas implicaciones, a su vez, se manifiestan en losmtodos de los historiadores, de maneras que tienen un inters muy especial

    para aquellos de nosotros que, como Fals Borda, nos preocupamos por ponernuestros conocimientos al servicio de la lucha democrtica popular.

    Para los historiadores hacer hincapi en la interconexin del cambio socialsignifica no slo que cada cosa afecta y es afectada por todas las dems(valores, percepciones, ideas, tecnologa, cambio econmico y social), sinoque toda persona afecta al cambio social y es, a su turno, afectada por ste.Esta nocin simple y obvia (que los cientficos sociales comparten hasta ciertopunto con los historiadores, pero que prefieren relegar a un nivel inferior deprioridad en su investigacin de otros objetivos disciplinarios) ha tenido, con

    el correr del tiempo implicaciones revolucionarias para la disciplina de lahistoria . Un ndice de este proceso es la evolucin secular de la definicin

    29 El principio de interconexin puede ayudar a explicar, por ejemplo, la afinidad relativamentemayor que tiene la disciplina histrica, comparada con las varias disciplinas sociales, con lasmodalidades de anlisis marxista. Este punto de discusin es complejo, y aqu tan slo podemosesbozarlo. La mayor y ms ampliamente aceptada contribucin que ha hecho el marxismo alpensamiento social moderno -un beneficio aceptado casi de manera universal fuera de losclaustros positivistas de las esferas reaccionarias de las ciencias sociales del primer mundo, en

    especial en las universidades norteamericanas- es precisamente el nfasis que hace en la interconexin de la vida social. El hecho de que la teora marxista que especifica la naturaleza exactade estas interconexiones haya sido objeto de acalorados debates desde hace ya varias generaciones,tanto por marxistas como por no marxistas, no niega, y de hecho confirma, la importancia deesta contribucin revolucionaria. El grado en que la Historia doble concuerda con este fundamental principio marxista de interrelacin, y con la teora marxista en general, tambin requerirauna detallada discusin aparte. A pesar de sus afirmaciones acerca de su marxismo-leninismo,el enfoque idealista del estudio debe muy poco al materialismo histrico; tiene, ms bien, uncercano parecido con el pensamiento de Lenin sobre el papel desempeado por los intelectualesy los partidos de vanguardia. Una ilustracin simple de esta diferencia se encuentra en unacomparacin del tratamiento voluntarista que da Fals a la movilizacin agraria de la Costa enla dcada de 1970 en Retorno a la Tierra, donde exalta el papel desempeado por los intelectuales-activistas externos, con el tratamiento de Len Zamosc, cuyo detallado anlisis recalca

    las conexiones sistemticas que existen entre el desarrollo estructural, econmico, social ypoltico, por una parte, y la movilizacin social, por otra. (Vase, The Agrarian Question andthe Peasant Movement in Colombia, Cambridge, Inglaterra, 1986).

    Otro ejemplo de la aversin operativa de Fals al anlisis marxista es su periodizacin de lahistoria de Colombia, discutida anteriormente. Al dejar de encarar sistemticamente el perodocrucial comprendido entre 1860-1930, aborda el conjunto del proceso de transformacin capitalista de manera espordica y anecdtica. En otro trabajo suyo, Fals extiende su peculiarconceptualizacin de la historia colombiana al resto del mundo. En "El Nuevo Despertar de losMovimientos Sociales", reeditado en Ciencia propia, celebra la emergencia de los movimientosdemocrticos populares en la dcada de 1970 despus de haber sido "opacados, silenciados,suplantados o asimilados desde mediados del siglo pasado". "Fue un adormecimiento de deceniosinterrumpido por varias guerras totales y dictaduras militares..., una larga pausa rota por muchosconflictos regionales y por una cadena de erupciones anticoloniales en pases perifricos" (pp.

    131-32). Con estas cortas frases Fals despacha, entre otras cosas, toda la historia de los movimientos obreros organizados de Amrica Latina. En el caso del primer mundo, el punto focalde sus observaciones, ignora virtualmente acontecimientos de resonancia mundial como la

    222

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    19/25

    de las fuentes primarias. En el siglo pasado, en la poca en que los historiadoresempezaban a definirse profesionalmente, estas fuentes estaban conformadasprcticamente tan slo por documentos de estado y de hombres pblicos. Sinembargo, con el pasar de los aos el principio de interconexin ha llegado aampliarse mucho y, ms importante an, a profundizar cada vez ms la definicin de las fuentes, de manera tal que desde hace algn tiempo el ms altogrado de prestigio dentro de la disciplina ha sido otorgado a los "nuevoshistoriadores sociales" que trabajan en la frontera popular de la investigacinhistrica, utilizando fuentes tan mundanas como los registros de bautismo dela gente comn o los expedientes policiales donde se consignan las definicionesy frecuencias de "criminalidad", o que llevan a cabo entrevistas sistemticascon veintenas de antiguos trabajadores textiles o de aparceros rurales.

    Otro efecto revolucionario -e inherentemente democrtico- del principiode interconexin concierne a la forma en que los historiadores eligen exponersu investigacin. Respecto a este punto el grado de progreso democrtico esms desigual y, en cierta medida, puede incluso afirmarse que ha disminuidoalgo en comparacin con el alto nivel literario alcanzado por los historiadoresdel siglo XIX. Pero a todo lo largo de la vida profesional de la disciplina, loshistoriadores se han empeado con vigor en adoptar modalidades narrativasde discurso, prefirindolas a aquellas ms obviamente analticas; adems, sehan resistido con tenacidad (en contraste con lo ocurrido entre sus colegas delas ciencias sociales) a la invencin o a la utilizacin de un lenguaje ajeno a

    la comprensin de su audiencia, a la que siempre han definido como la del"lego inteligente". La preferencia concedida a la modalidad narrativa refleja,sin duda, muchas consideraciones -incluida quiz la influencia de antiguas ypopulares tradiciones universales de transmisin oral-. No obstante, en estepunto quiero hacer nfasis en la conexin dual que existe entre el discursonarrativo y el principio de interconexin. Si, tal como afirman con insistencialos historiadores, cada cosa afecta a todas las dems, la mejor forma deproceder en una exposicin parece ser la de avanzar un paso a la vez, enorden cronolgico, evaluando la influencia que el cambio ocurrido en unaesfera ha ejercido sobre todas las dems y el impacto de las reverberacionesdialcticas que resultan de ello. Y si cada persona afecta la historia y es

    transicin al capitalismo monopolista, el advenimiento del imperialismo, la consolidacin deorganizaciones masivas de trabajadores industriales, las guerras mundiales por el control de laeconoma capitalista global, la gran crisis del capitalismo ocurrida entre estas dos guerras y,finalmente, lo que Karl Polanyi llam "la Gran Transformacin": la institucionalizacin de losprogramas de bienestar social y la incorporacin del movimiento obrero que ha definido elmundo social de todas las generaciones de la postguerra. Las movilizaciones sociales del deceniode 1970, que Fals tan justificadamente celebra, son tan slo el ltimo captulo interconexo de

    este largo proceso histrico. Y cada uno de los pasos sucesivos mencionados arriba puede serinterpretado, por medio del anlisis marxista, como una respuesta dialctica a la lucha de laclase popular por el cambio social democrtico..

    223

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    20/25

    afectada a su turno por ella, es completamente comprensible que los historiadores traten de escribir dirigindose al lego e intenten percibir su respuesta

    Este breve examen de algunas de la implicaciones metodolgicas y polticas

    de la vigorosa defensa que hace el historiador profesional del principio deinterconexin, especialmente de sus tendencias populares y democrticas,debera ser suficiente para demostrar la gran semejanza que existe entre lastendencias disciplinarias de los historiadores y el objetivo que se seala FalsBorda en su Historia doble: poner sus conocimientos al servicio de la causade la lucha democrtica popular. Al mismo tiempo, sin embargo, tambindebera ser evidente que, para los historiadores, los mtodos extraordinariosque utiliza el autor, en particular su idea de escribir el libro en dos canales,acto que hemos descrito al comienzo de este ensayo, tienden a violar suprofunda lgica disciplinaria y amenazan con destruir su promesa democrtica.

    Sin lugar a dudas, los historiadores no han resuelto el problema de cmocomunicarse efectiva y realmente con la mayora popular que consideran suaudiencia ideal. Y, como hemos sealado arriba, pueden incluso haber retrocedido algo con relacin al nivel establecido por sus antecesores del sigloXIX, cuyo nfasis en la tcnica literaria y la narrativa haca que su trabajollegara a una amplia audiencia de legos cultos, un estrato que, no obstante,adoleca de severas limitaciones. Parte de esta regresin ocurrida en nuestrapropia poca puede haber sido el resultado del atractivo "cientfico" y delapoyo gubernamental a las "rigurosas" ciencias sociales, procesos que con

    dujeron a algunos historiadores a abandonar parcialmente su compromiso conla narrativa e incluso con el principio de interconexin. Estas acusaciones hansido dirigidas con frecuencia a los "cliomtricos" (historiadores que centransu atencin en datos estadsticos y mensurables) y tambin a los practicantesde la "nueva" historia social, en particular a algunos que al hacer nfasis enla vida de los "pobres" parecen haber olvidado la "poltica"30. Finalmente, lacuestin que concierne a la extensin y al alcance intelectual de una audienciadenominada de "legos cultos" tiene, obviamente, en la era actual, un tipo designificacin para el historiador del mundo desarrollado -donde los nivelesde cultura bsica y de educacin formal son muy altos-, y otro muy diferente

    para el profesional del mundo subdesarrollado -donde la "audiencia popular",si bien puede incluir a una mayora que tiene conocimientos bsicos de lectura,cuenta con muy pocas personas que hayan tenido la ventaja de adquirir unaeducacin secundaria o universitaria.

    No obstante, en su calidad de historiadores, todos deben continuar buscandouna transaccin conveniente en torno a la cuestin de cmo seguir siendofieles a su lgica disciplinaria, a la obligatoria atencin a la historiografa y

    30 Vase, por ejemplo, la cn'tica de Elizabeth Fox-Genovese y Eugene Genovese, "ThePolitical Crisis of Social History", Journal of Social History 10, Winter, 1976.

    224

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    21/25

    a la evaluacin de las fuentes primarias, y lograr, a pesar de ello, una comunicacin con la amplia audiencia popular que exige el principio de interconexin. (Esta es la forma en que el historiador formula el dilema que Fals Borda

    llama, en los pasajes autocrticos citados arriba, la tensin entre la "ciencia"y el "compromiso poltico").

    Algunos historiadores, desilusionados por su falta de xito en lograr estacomunicacin, se refugian en el rido y especializado discurso que caracterizaa muchas revistas profesionales de la disciplina; otros, transigen en su compromiso con la lgica disciplinaria y sus exigencias, en un esfuerzo por generarlibros y folletos populares o abandonan por completo el medio escrito yvinculan su vocacin histrica profesional al oficio y las habilidades de losproductores de imgenes visuales. (Esta solucin es muy afn al primero delos dos o tres niveles de discurso de Fals Borda). La mayora, sin embargo,contina luchando con el dilema de cmo lograr ser fiel a los tres pilaresbsicos de su disciplina. A pesar de sus evidentes fracasos tienen que persistiren esta lucha, por la simple razn de que poner en peligro a cualquiera de lostres constituye una violacin de los restantes y un debilitamiento de la promesademocrtica de toda su metodologa. En la esencia misma de la defensa quehacen los historiadores de la evaluacin de la historiografa y de las fuentesprimarias, predomina la idea de que la ciudadana de una sociedad democrticadebe aprender a discernir las parcialidades que hay en todas las visiones desu pasado. Si logra hacerlo podr juzgar mejor la manera en que las cosas

    han llegado a ser lo que son, y estar en posicin de adoptar decisionespolticas inteligentes para mejorarlas de la manera ms conveniente. Perodebido a que el historiador sabe bien que cualquier percepcin es gobernadapor cuestiones de clase, gnero, etnia, etc., es consciente de que slo mediantela difusin del conocimiento del pasado entre la mayora puede ponerse enaccin lo verdaderamente popular y democrtico. En esto estriba el continuodilema del historiador: su necesidad de seguir fiel a sus tres principios disciplinarios a pesar de su constante y manifiesta falta de xito en comunicarsecon una audiencia verdaderamente popular.

    Tal como ocurre con la mayora de los cientficos sociales, el hecho de queFals Borda no comparta ninguno de estos tres principios disciplinarios haceque su idea de originar conocimientos histricos, de procesarlos para unapraxis revolucionaria y de presentarlos de nuevo sistemticamente de acuerdocon la sofisticacin mental y poltica de su audiencia, sea para el historiador,elitista, manipuladora e inherentemente no democrtica . Los procedimientosde Fals Borda, como hemos podido ver, privan tanto al autor como a suaudiencia del conocimiento de explicaciones alternas (historiografa) y de la

    31 Para una presentacin sistemtica de la filosofa poltica de Fals vertida a estos procedmientos metodolgicos, vase el captulo 9 de Ciencia propia.

    225

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    22/25

    informacin (fuentes primarias) acerca del pasado. Ya que su eleccin de lainformacin y de la interpretacin no est sujeta a un control exterior inde

    pendiente, su mtodo tiende constantemente a subvertir la causa de la "ciencia"en nombre del "compromiso poltico" -el suyo, el de su grupo, el de su reginy el de su clase.

    Pero si los historiadores creen que su crtica al trabajo de Fals Borda encalidad de obra histrica tiene mrito, la cuestin que concierne a la difusinpopular es ms compleja. Por una parte, los historiadores deben admitir supropia falta de xito en hacer frente a las exigencias de este principio disciplinario; por otra, el libro de Fals Borda parece encarar este punto de maneracabal, completa e imaginativa. Por estas dos razones, corresponde a los his

    toriadores evaluar con el mayor cuidado posible las metas, los medios y losefectos de los extraordinarios esfuerzos del autor para presentar al pblico suinvestigacin.

    La tcnica de los dos canales de Fals Borda da por sentado que algunaspersonas tienen una mayor capacidad de pensar de manera abstracta y terica,mientras que otras captan con ms facilidad lo concreto, lo descriptivo y loanecdtico. Sin duda, estos atributos no son, segn Fals Borda, inherentes,sino que han ido formndose a causa de la experiencia y la educacin. Los"campesinos" que luchan por su existencia haciendo frente a las fuerzas de

    la naturaleza tienen ms afinidad con el pensamiento concreto; los universitarios, en cambio, son ms adeptos al pensamiento abstracto. Desde un puntode vista ideal, los mtodos investigativos de Fals Borda y su invento de doscanales para la difusin de los resultados, estn diseados para tender unpuente entre estos dos mundos mentales: por una parte, mediante la participacin en la lucha popular y a travs de la revisin de su trabajo por losactivistas populares, los "intelectuales" aprenden a apreciar los objetivos y elpensamiento de los "campesinos"; por otra, los "campesinos", al compartirsu historia popular con los "intelectuales", quienes la "enriquecen" y la devuelven de manera "sistemtica", aprenden a apreciar la teora social abstracta

    y democrtica.

    Para los historiadores, sin embargo, tanto en la teora como en la prctica,estas propuestas aparentemente atractivas y diseadas para resolver el problemade la difusin popular resultan ser en extremo problemticas. Los historiadoresno tienen ningn inconveniente en aceptar la idea de la existencia de diferentesmundos mentales gobernados por la experiencia y la educacin puesto que,como ya lo hemos visto en la parte que concierne a la discusin de la historiografa y las fuentes primarias, este concepto hace parte fundamental de todasu metodologa; pero rechazan la idea de separar las modalidades abstracta y

    concreta del pensamiento y del discurso. Contrariamente a lo que ocurre enel caso de los cientficos sociales, los historiadores no empiezan a trabajarcon lo abstracto (teora social) para despus tratar de aplicarlo a lo concreto(mediante los estudios de caso); tratan, en cambio, de dominar simultneamente

    226

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    23/25

    lo abstracto (a lo que denominan interpretacin) y lo concreto (el conocimientoemprico existente en las fuentes secundarias) para proceder luego a acopiarms conocimientos empricos (mediante la interpretacin abstracta de lasfuentes primarias), para producir nuevas interpretaciones (abstractas), que por

    lo general exponen en una forma narrativa que combina el anlisis y ladescripcin en un movimiento cronolgico. Para ellos toda descripcin estambin abstracta, ya que en su meta de producir una significacin es selectiva;y toda abstraccin es descriptiva puesto que est basada en un conocimientoconcreto. Por consiguiente, si bien los historiadores estn de acuerdo con laidea de que deben aprender a presentar mejor su trabajo, con un vocabularioque concuerde con el de la mayora popular y, como se reitera ms abajo,ciertamente necesitan aprender a involucrarse, siguiendo el enrgico ejemplode Fals Borda, tanto personal como profesionalmente en la lucha popular,rechazan categricamente, no obstante, la idea de dos universos mentales, el

    abstracto y el concreto . Esta posicin filosfica y disciplinaria es reveladacon gran claridad por su terca preferencia por la expresin narrativa queincorpora sutilmente estas dos dimensiones mentales indivisibles. Por todasestas razones, la idea de Fals Borda de realizar dos discursos para dos intelectosseparados es chocante para los historiadores, ya que viola los profundos einterrelacionados supuestos filosficos, metodolgicos y expositivos que gobiernan su prctica disciplinaria.

    Adems, independientemente de esta crtica, el discurso de doble canal deFals Borda parece adolecer de serios defectos en s, lo que se revela tanto en

    trminos conceptuales como mecnicos. Estos problemas minan gravementeel anhelado efecto sobre la audiencia y, por tanto, tambin subvierten elobjetivo poltico sealado por el autor. En primer lugar, no est muy claro elhecho de si Fals Borda lleg a creer que algunos lectores en realidad querrano podran leer slo una de las columnas o si el autor consider que podrany deberan leer ambos canales; aun cuando, segn parece, esperaba que todosprestaran atencin a ambos para que de esta manera su informacin fuese mscompleta. De todos modos, y este es el segundo punto, sin importar que seintente leer uno de los dos canales, o incluso los dos, el lector se encuentraenfrentado de inmediato con el problema de la falta de coherencia. El canal"A" contiene el anlisis, lo mismo que otros puntos prometidos por el autor(vanse, por ejemplo, los extensos informes incluidos en esta columna, en lostomos I y II); el "B" incluye no slo las discusiones acerca de la teora y losconceptos, sino que resume, tal como lo seala Fals, los "hechos". Y cuando

    32 En realidad, contrario a lo que supone Fals, parece que un importante efecto del progresodel pensamiento "racional" secular, que es el sello distintivo de la tradicin intelectual deOccidente, ha sido el de aminorar entre los "intelectuales" las dimensiones mticas, simblicas

    y abstractas de un universo mental que en otras culturas -y entre las mismas clases popularesoccidentales se mantiene casi intacto.

    227

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    24/25

    este material terico no ocupa las pginas "B", stas sirven como depsitopara la mayora de los cientos de fotografas del libro (segn mis clculosalrededor del 75% de ellas), y que se esperara que fueran parte integrante

    del material de la columna "A". En pocas palabras, la interferencia de amboscanales hace que las voces separadas de cada uno sean poco claras y confusas.

    Por otra parte, si se intenta efectuar una lectura de ambas columnas, ya seasimultneamente, tal como esperaba originalmente el autor, o por separado,siguiendo el orden de los captulos, como sugiere Fals al comienzo del volumenII, el lector se encuentra ante nuevos problemas e interrogantes. La lecturasimultnea, tal como parece admitirlo tcitamente el autor al comienzo de esevolumen, ofrece problemas mecnicos y conceptuales tan agobiantes (ya quehay que desplazarse interminablemente de un lado a otro, hay que ahondaren dos discursos supuestamente bastante diferentes y en el ir y venir delproceso se pierde el hilo del argumento) que parece ser ms conveniente leerlas columnas de cada captulo por separado. Pero este procedimiento involucrauna cantidad de repeticin tan grande que el lector empieza a cuestionar elconcepto y la mecnica del mismo formato de los canales. Si hay que leerlos dos canales en orden de sucesin, por qu no colocarlos uno tras otro,longitudinalmente, eliminando as toda la repeticin y ahorrando, por consiguiente, al autor, al lector y al editor, los gastos en trminos de tiempo y decosto material que implica el formato de dos canales?

    Pero a pesar de las contradicciones lgicas y la falta de funcionalidadmecnica, para los historiadores los mayores problemas del formato de losdos canales son de carcter filosfico y metodolgico. He intentado demostrarlas tendencias democrticas de cada uno de los tres pilares del mtodo delhistoriador y sealar cmo, al violar cada uno de los elementos, Fals Bordaparadjicamente subvierte la intencin democrtica de su historia. Este resultado paradjico se halla encapsulado en el formato de los dos canales queelije para su libro. Al postular la existencia de mundos mentales separadospara los intelectuales y las fuerzas populares, al crear una falsa dicotomaentre lo abstracto y lo concreto, su libro parece reflejar las terribles dicotomas

    de la historia moderna colombiana: lo rural versus lo urbano, el hacha versusel papel sellado, la ruana versus la corbata, el pas nacional versus el paspoltico. La irona final para un historiador, es que en su intento concertadopor superar estas dicotomas antidemocrticas, Fals Borda inconsciente yexpositivamente las ha institucionalizado en su libro.

    Como he sealado, los historiadores no han resuelto el problema trascendental planteado por Fals Borda en su Historia Doble de la Cosa: cmoescribir una historia socialmente responsable, fiel a las luchas democrticasy a las metas de las mayoras. Pero cuando los historiadores rechazan la

    dicotoma entre lo abstracto y lo concreto, entre el anlisis y la narrativa, entrelos mtodos de las ciencias sociales y los de las humanidades, parecen teneren su poder los mejores medios para resolver esta problemtica. Armados con

    228

  • 7/27/2019 Charles Bergquist

    25/25

    una disciplina a la que consideran, con razn, generadora de los mtodos masapropiados y ms democrticos para originar, analizar y difundir el conocimiento sobre el pasado, parece que los historiadores tan slo carecen de

    voluntad para hacerlo.A lo largo de la preparacin y la redaccin de su libro, Fals Borda les ha

    mostrado cuan grande es la magnitud de su compromiso personal para alcanzarla meta de escribir una historia democrtica y popular, y mediante el ejemplode su involucramiento en la lucha social, ha puesto de manifiesto una vezms, para todos nosotros, las fuentes populares de todo conocimiento y todocambio social democrtico. Es de esperar que la prxima vez que se formeun grupo activista para escribir este tipo de historia, se invite a un historiadora hacer parte de 61. Para el historiador, dado lo que puede aprender con lalectura de la Historia doble, la invitacin sena una propuesta muy difcil derechazar.

    229