Charles Baudelaire

download Charles Baudelaire

of 80

Transcript of Charles Baudelaire

CHARLES BAUDELAIRE Francia, Pars (1821-1867)ECTOR Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan la mezquindad, la culpa, la estulticia, el error, y, como los mendigos alimentan sus piojos, nuestros remordimientos complacientes nutrimos. Tercos en los pecados, laxos en los propsitos, con creces nos hacemos pagar lo confesado y tornamos alegres al lodoso camino creyendo, en viles lgrimas, enjugar nuestras faltas. En la almohada del mal, es Satn Trimegisto quien con paciencia acuna nuestro arrobado espritu y el precioso metal de nuestra voluntad, ntegro se evapora por obra de ese alqumico. El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven! A los objetos srdidos les hallamos encanto e, impvidos, rodeados de tinieblas hediondas, bajamos hacia el Orco un diario escaln. Igual al absoluto que besa y mordisquea el lacerado seno de una vieja ramera, si una ocasin se ofrece de placer clandestino la exprimimos a fondo como una seca naranja [...] Si el veneno, el pual, el incendio, el estupro, no adornaron an con sus raros dibujos el banal caamazo de nuestra pobre suerte, es por que nuestro espritu no fue bastante osado. Mas, entre los chacales, entre las panteras y los linces los simios, las serpientes, escorpiones y buitres, los aulladores monstruos, silbantes y rampantes, en la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza. Hay uno ms malvado, ms lbrego e inmundo! Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritos convertira con gusto, a la tierra en escombro y, en medio de un bostezo, devorara al Orbe; Es el tedio!- Anegado de un llanto involuntario, imagina cadalsos, mientras fuma su yerba. Lector, tu bien conoces al delicado monstruo -Hipcrita lector- mi prjimo- mi hermano!

LETANAS DE SATN Oh t, el ngel ms bello y asimismo el ms sabio Dios privado de suerte y ayuno de alabanzas, Oh Satn ten piedad de mi larga miseria! Prncipe del exilio, a quien perjudicaron, y que, vencido, an te alzas con ms fuerza,

Oh Satn ten piedad de mi larga miseria! T que todo lo sabes, oh gran rey subterrneo, familiar curandero de la angustia del hombre, Oh Satn ten piedad de mi larga miseria! T que incluso al leproso y a los parias ms bajos solo por amor muestras el gusto del Edn, Oh Satn ten piedad de mi larga miseria! Oh t que de la muerte, tu vieja y firme amante, engendras la Esperanza- esa adorable loca! Oh Satn ten piedad de mi larga miseria! T que das al proscrito esa altiva mirada que en torno del cadalso condena a un pueblo entero Oh Satn ten piedad de mi larga miseria! [...] T, que en el corazn de las putas enciendes el culto por las llagas y el amor a los trapos Oh Satn ten piedad de mi larga miseria! Bculo de exiliados, lmpara de inventores, confidente de ahorcados y de conspiradores, Oh Satn ten piedad de mi larga miseria! Padre adoptivos de aquellos que, en su clera, del paraso terrestre arroj Dios un da, Oh Satn ten piedad de mi larga miseria! Oracin Gloria y loor a ti, Satn, en las alturas del cielo donde reinas y en las profundidades del infierno en el que sueas, vencido y silencioso, haz de mi alma, bajo el rbol de la Ciencia, cerca de ti repose, cuando, sobre tu frente, como una Iglesia nueva sus ramajes expandan.

CORRESPONDENCIAS La creacin es un templo de pilares vivientes que a veces salir deja sus palabras confusas; el hombre la atraviesa entre bosques de smbolos que le contemplas con miradas familiares. Como los largos ecos de lejos se mezclan en una tenebrosa y profunda unidad, vasta como la luz, como la luz vasta, se responden sonidos, colores y perfumes. Hay perfumes tan frescos como carne de nios, dulces tal los oboes, verdes tal las praderas - y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes, que tienen la expansin de las cosas infinitas como el almizcle, el mbar, el benju y el incienso, que cantan los transportes de sentidos y espritu.

HIMNO A LA BELLEZA Bajas del hondo cielo o emerges del abismo, Belleza? Tu mirada, infernal y divina confusamente vierte crimen y beneficio por lo que se te podra al vino compararte.

Albergas en tus ojos al poniente y a la aurora, cual tarde huracanada exhalas tu perfume; son un filtro su besos y un nfora tu boca que hacen cobarde al hroe y al nio valeroso. Del negro abismo emerges o bajas de los astros? Como un perro, el Destino sigue ciego tu falda, al azar vas sembrando el luto y la alegra y todo lo gobiernas sin responder a nada. Caminas sobre los muertos, Belleza, y de ellos te res; el Horror, de tus joyas no es la ms hermosa y el Crimen, entre todas tus costosas preseas danza amorosamente entre tu vientre triunfal. [...] Qu tu llegues del cielo o el infierno, qu importa? Belleza, inmenso monstruo, pavoroso e ingenuo, si tu mirar, tu risa, tu pie, me abren las puertas de un infinito que amo y nunca conoc. Satnica o divina, qu importa?, ngel, Sirena, qu importa? Si tu vuelves, hada de ojos de raso, resplandor, ritmo, aroma, oh mi seora nica! Menos odioso el mundo, ms ligero el instante.

EPGRAFE PARA UN LIBRO CONDENADO Lector apacible y buclico, Sobrio e ingenuo hombre de bien, Tira este libro saturnal, Orgistico y melanclico. Si no has estudiado retrica Con Satn, el astuto decano, tralo!, no entenderas nada, o me creeras histrico. Mas si, sin dejarse hechizar, Tus ojos saben hundirse en los abismos, Leme para aprender a amarme; Alma singular que sufres Y vas buscando tu paraso, compadceme!... si no, te maldigo!

EL ENEMIGO Mi juventud no fue sino una tenebrosa tormenta, Atravesada aqu y all por brillantes soles; El rayo y la lluvia han causado tal estrago Que en mi jardn quedan muy pocos frutos bermejos. He aqu que he alcanzado el otoo de las ideas, Y que es preciso usar la pala y el rastrillo Para reunir de nuevo las tierras inundadas, Donde el agua abre agujeros tan grandes como tumbas. Y quin sabe si las flores nuevas con que sueo

encontrarn en este suelo deslavazado como un arenal el mstico alimento que les dara vigor? -Oh, dolor!, oh, dolor! El tiempo se come la vida y el oscuro Enemigo que nos roe el corazn crece y se fortalece con la sangre que perdemos. LA SERPIENTE QUE DANZA Cunto me gusta ver, querida indolente, de tu cuerpo tan bello, como una tela vacilante, resplandecer tu piel! Sobre tu abundante cabellera De agrios perfumes, Mar oloroso y vagabundo De olas azules y oscuras, Como un navo que se despierta Al viento de la maana, Mi alma soadora se prepara para partir Hacia un cielo lejano. Tus ojos, donde nada se revela De dulce ni de amargo, Son dos joyas fras donde se mezcla El oro con el hierro. Al verte caminar con cadencia, Bella en tu abandono, Se dira que eres una serpiente que danza En el extremo de un bastn. Bajo el fardo de tu pereza Tu cabeza infantil e balancea con la blandura De un joven elefante, Y tu cuerpo se inclina y se prolonga Como un fino navo Que se balancea de borda a borda y sumerge Sus vergas en el agua. EL VAMPIRO T que, como una cuchillada, Has entrado en mi corazn quejumbroso; T que, como una manada De demonios, enloquecida y adornada, viniste, De mi espritu humillado A hacer tu lecho y tu dominio; -infame a quien estoy ligado como el forzado a la cadena, como al juego el jugador empedernido, como el borracho a la botella, como a los gusanos la carroa, -maldita, maldita seas!

He rogado a la rpida espada Que conquiste mi libertad, Y he dicho al prfido veneno Que socorra mi cobarda. Ay! El veneno y la espada me han desdeado y me han dicho: "No eres digno de que te liberen de tu maldita esclavitud, imbcil! -de su imperio si nuestros esfuerzos te libraran, tus besos resucitaran el cadver de tu vampiro!" EL GATO Ven, mi bello gato, a mi corazn amoroso; Recoge las uas de tus patas, Y deja que me hunda en tus bellos ojos, Mezcla de metal y de gata. Cuando mis dedos acarician sin prisa Tu cabeza y tu elstico lomo, Y mi mano se embriaga con el placer De palpar tu elctrico cuerpo, Veo a mi mujer con la imaginacin. Su mirada, Como la tuya, amable animal, Profunda y fra, corta y hiere como un dardo, Y de los pies a la cabeza, Un aire sutil, un peligroso perfume Flotan en torno a su cuerpo moreno. EL POSESO El sol se ha cubierto con un crespn. Como l, oh Luna de mi vida!, arrpate con sombras; duerme o humea a tu gusto; s muda, s sombra, y hndete por entero en el abismo del Tedio. Te amo as! Sin embargo, si hoy quieres, como un astro eclipsado que sale de la penumbra, pavonearte en los lugares que la Locura encumbra, est bien!, encantador pual, surgido de tu vaina! Enciende tu pupila con lallama de los candelabros! Enciende el deseo en las miradas de los rsticos! Todo lo tuyo me agrada, mrbido o petulante; S lo que quieras, noche negra, roja aurora; No hay una fibra en todo mi cuerpo tembloroso Que no grite: Oh, mi querido Belceb, yo te adoro!

LA ANTORCHA VIVIENTE Van delante de m esos Ojos llenos de luces, Que un Angel sapientsimo ha imantado sin duda; Van, esos divinos hermanos que son hermanos mos, Sacudiendo en mis ojos sus fuegos diamantinos. Salvndome de toda trampa y de todo pecado grave, Conducen mis pasos poer el camino de lo Bello; Son mis servidores y yo soy su escalvo; Todo mi ser obedece a esa antorcha viviente. Encantadores Ojos, brillis con la clariodad mstica Que tienen los cirios ardiendo, en pleno da; el sol Enrojece, pero no apaga su fantstica llama; Ellos celebran la Muerte, vosotros cantis el Despertar; Marchis cantando el despertar de mi alma, Astros cuya llama ningn sol puede deslucir. HIMNO A la muy querida, a la muy bella Que llena mi corazn de claridad, Al ngel, al dolo inmortal, salud en la inmortalidad! Ella se extiende en mi vida Como un aire impregnado de sal, Y en mi alma no saciada Derrama el sabor de lo eterno. Saquito siempre fresco que perfuma La atmsfera de un reducto querido, Incensario olvidado que echa humo En secreto a travs de la noche, cmo, amor incorruptible, definirte con verdad?, grano de almizcle que yaces, invisible, en el fondo de mi eternidad! A la muy buena, a la muy bella, Que constituye mi alegra y mi salud, Al ngel, al dolo inmortal, salud en la inmortalidad! EL APARECIDO Como los ngeles de fiera mirada, Volver a tu alcoba Y me deslizar hasta ti sin ruido Con las sombras de la noche; Y te dar, morena ma, Besos fros, como la luna, Y caricias de serpiente

Arrastrndose en torno a una fosa. Cuando llegue la lvida maana, Encontrars mi lugar vaco Y hasta el anochecer seguir fro. Como otros por la ternura, En tu vida y en tu juventud, yo quiero reinar por el terror! -Y largas comitivas fnebres, sin tambores ni msica, desfilan lentamente en mi alma; la Esperanza, vencida, llora, y la Angustia atroz, desptica, sobre mi crneo inclinado enarbola su negro estandarte. EL GUSTO DE LA NADA Triste espritu, antao amante de la lucha, la Esperanza, cuya espuela excitaba tu ardor, no quiere ya montarte! Echate sin pudor, viejo caballo cuyas patas tropiezan en todos los obstculos. Resgnate, corazn mo; duerme tu sueo de bruto. Espritu vencido, extenuado! Para ti, viejo merodeador, el amor no tiene ya sabor, ni tampoco la lucha; adis, pues cantos del metal y sus piros de la flauta!, placeres, no tentis ya a un corazn sombro y grun! La adorable Primavera ha perdido su olor! Y el tiempo me devora minuto tras minuto, Como la nieve inmensa a un cuerpo afectado por la rigidez; Contemplo desde lo alto el globo en su redondez, Y ya no busco en l el abrigo de una choza. Alud, quieres arrastrarme en tu cada? SPLEEN Cuando el cielo bajo y grvido pesa como una losa Sobre el gimiente espritu presa de largos tedios, Y el horizonte abarcando todo el crculo Nos depara un da negro ms triste que las noches; Cuando la tierra se ha convertido en un hmedo calabozo, Donde la Esperanza, como un murcilago, Se va dando golpes contra las paredes con sus tmidas alas Y chocando la cabeza con los techos podridos; Cuando la lluvia esparciendo sus inmensos regueros Imita los barrotes de una vasta prisin Y un pueblo mudo de infames araas Viene a tender sus trampas en el foondo de nuestros cerebros, Unas campanas empiezan de pronto a tocar furiosamente Y lanzan al cielo un aullido espantoso,

Como los espritus errantes y sin patria Que se ponen a gemir con porfa. LAS METAMORFOSIS DEL VAMPIRO La mujer, entre tanto, retorcindose Igual que una serpiente en las brasas, Y amasndose los pechos por encima de las ballenas del cors Dejaba deslizar de su boca de fresa estas palabras impregnadas de almizcle: -"Tengo los labios hmedos y conozco la ciencia de perder en una cama la antigua conciencia. Seco todas las lgrimas en mis pechos triunfantes Y hago que los viejos se ran con risas infantiles. Para quien me ve desnuda y sin velos, sustituyo a la luna, al sol, al cielo y a las estrellas! Cuando aprisiono a un hombre en mis temidos brazos, O cuando abandono mi busto a los mordiscos, Tmida y libertina, frgil y ronbusta, Soy, mi querido sabio, tan experta en deleites Que sobre ese colchn que se desmaya de emocin, los ngeles importantes se condenaran por m!" Cuando me hubo chupado toda la mdula de los huesos, Y me volv hacia ella con languidez Para darle un beso de amor, no vi ms Que un odre de flancos viscosos, rebosante de pus! En mi helado terror, cerr los ojos, Y cuando volv a abrirlos a la viva claridad, A mi lado, en lugar del fuerte maniqu Que pareca haber hecho provisin de sangre Entrechocaban en confusin unos restos de esqueleto, Que producan un grito como el de una veleta O el de un cartel que, en la punta de una vara de hierro, El viento balancea en las noches de invierno.

El Crepsculo Matutino Por Charles Baudelaire Las Flores del Mal, traduccin de Ulyses Petit de Murat. Ediciones DINTEL, 1959. Edicin limitada de 700 ejemplares La diana cantaba en los patios de los cuarteles, y el viento de la maana soplaba sobre las linternas. Era la hora en que el enjambre de los sueos malhechores crispa sobre sus almohadas a los adolescentes morenos; en que, como un ojo sangriento que palpita y se mueve, la lmpara pone sobre el da una mancha roja; en que el alma, bajo el peso del cuerpo hurao y pesado, imita los combates de la lmpara y el da. Como un rostro en llanto que las brisas enjugan, el aire est lleno del estremecimiento de las cosas que huyen. Y el hombre est cansado de escribir y la mujer de amar. Las casas aqu y all comienzan a echar humo. Las mujeres de placer,

con los prpados lvidos, la boca abierta, duermen con su sueo estpido; las pobretonas, arrastrando sus senos flacos y fros, soplan sobre sus tizones y sobre sus dedos. Es la hora en la que entre el fro y la tacaera se agravan los dolores de las mujeres parturientas; como un sollozo cortado por una sangre espumosa, el canto del gallo desgarra a lo lejos el aire brumoso; un mar de neblinas baa a los edificios, y los agonizantes, en el fondo de los hospitales, exhalan su estertor en hipos desiguales. Los crpulas regresan, destrozados por sus andanzas. La aurora, tiritando en traje rosa y verde, avanza lentamente sobre el Sena desierto. Y el sombro Pars, frotndose los ojos -viejo trabajadorempua sus herramientas.

Epgrafe para un Libro Condenado Por Charles Baudelaire Las Flores del Mal, traduccin de Ulyses Petit de Murat. Ediciones DINTEL, 1959. Edicin limitada de 700 ejemplares. Lector apacible y buclico, sobrio e inocente hombre de bien, arroja este libro saturniano, orgistico y melanclico. Si no has estudiado tu retrica con Satn, el astuto decano, arrjalo! No comprenders nada de l, o me creers histrico. Pero si, sin dejarte hechizar, tu pupila sabe sumergirse en los abismos, leme, para aprender a amarme; alma curiosa que sufres y andas en busca de tu paraso compadceme! Sino, yo te maldigo!

La Destruccin Por Charles Baudelaire Las Flores del Mal, traduccin de Ulyses Petit de Murat. Ediciones DINTEL, 1959. Edicin limitada de 700 ejemplares A mis costados, sin cesar, se agita el Demonio; flota alrededor mo como un aire impalpable; lo aspiro y siento que abrasa mis pulmones y los llena de un deseo eterno y culpable. A veces toma (conoce mi gran amor por el Arte) la forma de la ms seductora de las mujeres y, bajo especioso pretexto de aburrimiento, acostumbra mis labios a filtros infames.

Me conduce as lejos de la mirada de Dios, jadeante y rendido de fatiga, en medio de las llanuras del Hasto, profundas y desiertas, y lanza a mis ojos llenos de confusin vestidos manchados, heridas abiertas y el parto sangriento de la Destruccin

Remordimiento Pstumo Por Charles Baudelaire Las Flores del Mal, traduccin de Ulyses Petit de Murat. Ediciones DINTEL, 1959. Edicin limitada de 700 ejemplares. Cuando duermas, mi bella tenebrosa, en el fondo de un monumento construdo, en mrmol negro, y no tengas por alcoba y mansin ms que una bveda lluviosa y una fosa profunda; cuando la piedra, oprimiendo tu pecho miedoso y tus flancos que ablanda una molicie encantadora, impida a tu pecho latir y querer y a tus pies seguir su curso aventurero, la tumba, confidente de mi sueo infinito -porque la tumba siempre comprender al poeta- durante esas largas noches de las que el sueo, ha sido desterrado, te dir: "De qu te sirve, cortesana imperfecta, no haber conocido lo que lloran los muertos?" -Y el gusano roer tu piel, como un remordimiento.

Sueo Parisien Por Charles Baudelaire Las Flores del Mal, traduccin de Ulyses Petit de Murat. Ediciones DINTEL, 1959. Edicin limitada de 700 ejemplares. A Constantin Guys. De este terrible paisaje, que jams vieron ojos mortales, esta maana la imagen vaga y lejana, todava me maravilla. El sueo est lleno de milagros! Por un capricho singularsimo, haba desterrado de ese espectculo al vegetal irregular y, pintor orgulloso de mi genio, saboreaba en mi cuadro la embriagadora monotona del metal, el mrmol y el agua. Babel de escaleras y arcadas, era un palacio infinito, lleno de fuentes y cascadas que caan sobre el oro mate o bruido; y las pesadas cataratas, como cortinas de cristal, se suspendan, deslumbrantes, de las murallas metlicas. No rboles, sino columnatas, rodeaban los estanques dormidos, donde, como mujeres,

gigantescas nyades se miraban. Napas de agua se expandan, azules, entre muelles rosas y verdes, durante millones de leguas, hasta los confines del universo; haba piedras inauditas y olas mgicas; haba espejos deslumbrados por todo lo que reflejaban. Ros descuidados y taciturnos, desde el firmamento, vertan el tesoro de sus urnas en abismos de diamante. Arquitecto de mis sortilegios, haca pasar a mi antojo, bajo un tnel de pedreras, un ocano domado; y todo, hasta el color negro, pareca bruido, claro, irrisado: el lquido engarzaba su gloria en el rayo hecho cristal. Ningn astro, ningn vestigio de sol ni an al final del cielo, para iluminar esos prodigios, que brillaban con un fuego propio. Y sobre esas mviles maravillas flotaba (terrible novedad: todo para los ojos nada para los odos!) un silencio de eternidad. II Al reabrir los ojos llenos de llamas he visto el horror de mi bohardilla y he sentido, al volver a entrar en mi alma, el aguijn de las malditas inquietudes; el pndulo de acentos fnebres marcaba brutalmente el medioda, y el cielo verta tinieblas sobre este triste mundo embrutecido.

El Crepsculo de la Tarde Por CHARLES BAUDELAIRE De Spleen de Pars Traduccin de Nydia Lamarque 1 edicin, 1961, Mxico, Editorial Aguilar. Cae la tarde. Un gran apaciguamiento se produce en los pobres espritus fatigados por la labor de la jornada, y sus pensamientos toman ahora los colores tiernos e indecisos del crepsculo. No obstante, desde lo alto de la montaa, a travs de los transparentes vapores de la tarde, llega hasta mi balcn un gran aullido compuesto por una cantidad de gritos discordantes, que el espacio transforma en una lgubre armona como la de la marca creciente o la de la tempestad que se despierta. Quines son los infortunados a los que la tarde no calma y que, como los bhos, toman la venida de la noche por la seal del aquelarre? Este siniestro ulular nos llega del negro hospicio posado en la montaa; y por la tarde, mientras fumo y contemplo el reposo del inmenso valle donde cada ventana dice: "Aqu reina la paz;

aqu se gozan las dichas familiares", puedo yo, cuando el viento sopla de ese lado, mecer mi pensamiento atnito en esa imitacin de las armonas del infierno. El crepsculo excita a los locos. Me acuerdo de haber tenido dos amigos a quienes el crepsculo enfermaba. Uno olvidaba entonces todas las relaciones de amistad y cortesa, y maltrataba como un salvaje a cualquiera que se le acercara. Yo lo vi arrojar a la cabeza de un matre d' htel un pollo excelente, en el que crea encontrar no s qu insultante jeroglfico. La tarde, precursora de las voluptuosidades profundas, le estropeaba las cosas ms suculentas. El otro, un ambicioso fracasado, volvase, a medida que la luz menguaba, ms agrio, ms sombro, ms incmodo. Indulgente y sociable aun durante el da, era implacable al atardecer, pues su mana crepuscular se manifestaba rabiosamente no slo a expensas de los dems, sino tambin a expensas de s mismo. El primero muri loco, incapaz de reconocer a su mujer y a su hijo; el segundo lleva dentro de s la inquietud de un malestar perpetuo y, aunque se viera gratificado con todos los honores que pueden conferir las repblicas y los prncipes, creo que el crepsculo seguira encendiendo en l la quemante codicia de imaginarias distinciones. La noche, que insuflaba sus tinieblas dentro de aquel espritu, ilumina el mo, y aunque no sea raro ver que la misma causa engendra dos efectos contrarios, esto me intriga siempre y despierta en m algo como una alarma. Oh, noche! Oh refrescantes tinieblas! Ustedes son para m la seal de una fiesta ntima, Ustedes son la liberacin de la angustia! En la soledad de las llanuras, en los laberintos ptreos de una capital, centelleo de estrellas, explosin de reverberos, son los fuegos artificiales de la diosa Libertad! Crepsculo, qu dulce y tierno eres! Las rosadas lumbres que perduran en el horizonte como la agona del da bajo la opresin victoriosa de su noche, las luces de los candelabros que manchan con un rojo opaco las postreras glorias del poniente, las pesadas colgaduras que una mano invisible corre desde las profundidades del oriente, imitan todos los complicados sentimientos que se disputan el alma del hombre en las horas solemnes de la vida. Tambin se las podra comparar con esos extraos trajes de bailarina, en los que una gasa transparente y sombra deja entrever los amortiguados esplendores de una falda rutilante, como bajo el negro presente se trasluce el delicioso pasado; y las vacilantes estrellas de oro y plata que la realzan, representan los fuegos de la fantasa que slo

arden bien bajo el profundo luto de la Noche.

El Extranjero Por CHARLES BAUDELAIRE De Spleen de Pars Traduccin de Nydia Lamarque 1 edicin, 1961, Mxico, Editorial Aguilar. -Dime, hombre, enigmtico, a quin amas t ms? A tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano.? -Yo no tengo ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano. -A tus amigos? -Os servs de una palabra cuyo sentido desconozco hasta hoy. -A tu patria? -Ignoro bajo qu latitud est situada. -La belleza? -De buena gana la amara, diosa e inmortal. -El oro? -Lo odio, como vosotros odiis a Dios. Pues qu es lo que amas, extraordinario extranjero? -Amo las nubes. . ., las nubes que pasan... all lejos... las maravillosas nubes!

El Puerto Por CHARLES BAUDELAIRE De Spleen de Pars Traduccin de Nydia Lamarque 1 edicin, 1961, Mxico, Editorial Aguilar. Un puerto es un lugar encantador para el alma fatigada de luchar por la vida. La amplitud del cielo, la arquitectura movible de las nubes, las coloraciones cambiantes del mar, el centelleo de los faros, son un prisma maravillosamente apropiado para distraer los ojos, sin cansarlos jams. Las formas esbeltas de los navos, de complicado aparejo, a los que el oleaje imprime oscilaciones armoniosas, sirven para mantener en el alma la aficin al ritmo y a la belleza. Y adems, y sobre todo, para el que no tiene ya ni curiosidad ni ambicin, hay una especie de placer misterioso y aristocrtico en contemplar, tendido en un mirador o acodado en el muelle, toda esa agitacin de los que parten y de los que regresan, de los que tienen an fuerzas para querer, deseos de enriquecerse o de viajar.

A La muy Querida, a La muy Bella

A la muy querida, a la muy bella Que llena mi corazn de claridad, Al ngel, al dolo inmortal, Salud en la inmortalidad!. Ella se extiende en mi vida Como un aire impregnado de sal, Y en mi alma no saciada Derrama el sabor de lo eterno. Saquito siempre fresco que perfuma La atmsfera de un reducto querido, Incensario olvidado que echa humo En secreto a travs de la noche, Cmo -amor incorruptibleDefinirte con acierto? Grano de almizcle que yaces, invisible, En el fondo de mi eternidad!. A la muy buena, a la muy bella, Que constituye mi alegra y mi salud, Al ngel, al dolo inmortal, Salud en la inmortalidad!. Arriba

A La que Es demasiado Alegre Tu cabeza, tu gesto, tu aire Como un bello paisaje, son bellos; Juguetea en tu cara la risa Cual fresco viento en claro cielo. El triste paseante al que rozas Se deslumbra por la lozana Que brota como un resplandor De tus espaldas y tus brazos. El restallante colorido De que salpicas tus tocados Hace pensar a los poetas En un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema De tu espritu abigarrado; Loca que me has enloquecido, Tanto como te odio te amo. Frecuentemente en el jardn Por donde arrastro mi irona, Como una irona he sentido Que el sol desgarraba mi pecho; Y el verdor y la primavera Tanto hirieron mi corazn, Que castigu sobre una flor La osada de la Naturaleza. As, yo quisiera una noche, Cuando la hora del placer llega, Trepar sin ruido, como un cobarde, A los tesoros que te adornan, A fin de castigar tu carne, De magullar tu seno absuelto Y abrir a tu atnito flanco Una larga y profunda herida. Y, Vertiginosa dulzura! A travs de esos nuevos labios, Ms deslumbrantes y ms bellos, Mi veneno inocularte, hermana. Arriba

A La que Pasa La avenida estridente en torno de m aullaba. Alta, esbelta, de luto, en pena majestuosa, Pas aquella muchacha. Con su mano fastuosa Casi apart las puntas del velo que llevaba. gil y ennoblecida por sus piernas de diosa, Me hizo beber crispado, en un gesto demente, En sus ojos el cielo y el huracn latente; El dulzor que fascina y el placer que destroza.

Relmpago en tinieblas, fugitiva belleza, Por tu brusca mirada me siento renacido. Volver acaso a verte? Sers eterno olvido?. Jams, lejos, maana?, pregunto con tristeza. Nunca estaremos juntos. Ignoro adnde iras. S que te hubiera amado. T tambin lo sabas. Arriba

Alegora sta es una mujer de rotunda cadera Que permite en el vino mojar su cabellera. Las garras del amor , las mismas del granito. Se re de la muerte y la depravacin, Y, a pesar de su fuerte poder de destruccin, Las dos han respetado hasta ahora, en verdad, De su cuerpo alto y firme la altiva majestad. Anda como una diosa y tiende sultana, Siente por el placer fe mahometana. Y cuando abre los brazos, sus pechos soberanos Demanda la mirada de todos los humanos. Ella sabe, ella sabe, oh doncella infecunda!, Necesaria, no obstante a la caterva inmunda, Que la beldad del cuerpo es un sublime don Que de cualquier infamia asegura el perdn. Ella ignora el infierno y purgatorio ignora, Y mirar por eso, cuando le llegue la hora, La cara de la muerte en un tan duro momento, Como un nio: sin odio sin remordimiento. Arriba

De esos Ojos tan Tiernos y Fervientes De estos ojos tan tiernos y fervientes, De la boca que ahog mi corazn, De esos besos poderosos como blsamo, De esos xtasis ms vivos que los puros rayos Qu ha quedado? es horrible, oh, alma ma!. Arriba

El Albatros Por divertirse a veces suelen los marineros Cazar a los albatros, aves de envergadura, Que siguen, en su rumbo indolentes viajeros, Al barco que se mece sobre la amarga hondura. Apenas son echados en la cubierta ardiente, Esos reyes del cielo, torpes y avergonzados, Sus grandes alas blancas abaten tristemente Como remos que arrastran a sus cuerpos pegados. Este viajero alado, oh qu inseguro y chico! Hace poco tan bello, qu dbil y grotesco! Uno con una pipa le ha chamuscado el pico, Imita otro su vuelo con renqueo burlesco!. El Poeta es semejante al prncipe del cielo Que puede huir las flechas y el rayo frecuentar; Entre mofas y risas exiliado en el suelo, Sus alas de gigante le impiden caminar. Arriba

El Balcn

Madre de los recuerdos! Reina de los amantes! Eres todo mi gozo, todo mi yugo eres! En t revivirn los ntimos instantes Y el sabor del hogar en los atardeceres, Madre de los recuerdos, Reina de los Amantes!. Las noches que doraba la crepitante lumbre, Las noches del balcn entre un vaho de rosas, Cun dulce tu regazo, de ardiente mansedumbre Y el frecuente decirnos inolvidables cosas En noches que doraba la crepitante lumbre. Oh cun bellos los soles de las tibias veladas! Qu profundo el espacio! Qu cordial podero! Inclinado hacia ti, Reina de las amadas, Respiraba el perfume de tu cuerpo bravo. Oh cun bellos los soles de las tibias veladas. En redor espesaba la noche su negrura Y entre ella adivinaban mis ojos tus pupilas, Yo libaba tu aliento. Oh veneno! Oh dulzura! Y tus pies dormitaban en mis manos tranquilas, Y en redor espesaba la noche su negrura. Es de artistas fijar los minutos del gozo Remirando el ayer sumido en tus rodillas! A qu vano buscar encanto langoroso, De tu cuerpo y tu alma sino en las maravillas? Es de artistas fijar los minutos del gozo. Juramentos, aromas, besos innumerables: Renacern del vrtice vedado a nuestras sondas Como soles que suben a cielos inefables Despus de sumergidos en las amargas ondas? Oh aromas, juramentos! Oh besos incontables!. Arriba

El Enemigo Mi juventud fue slo tenebrosa tormenta, Por rutilantes soles cruzada ac y all; Relmpagos y lluvias la hicieron tan violenta, Que en mi jardn hay pocos frutos dorados ya.

De las ideas hoy al otoo he llegado, Y rastrillos y pala ahora debo emplear Para igualar de nuevo el terreno inundado, Donde el agua agujeros cual tumbas fue a cavar. Quin sabe si las flores nuevas que en sueo anhelo Hallarn como playas en el regado suelo El mstico alimento que les diera vigor?. -Dolor!, dolor! El Tiempo, ay, devora la vida, Y el oscuro Enemigo que roe nuestro interior Con nuestra propia sangre crece y se consolida!. Arriba

El Extranjero -A quin quieres ms, hombre enigmtico, dime, a tu padre, a tu madre, a tu hermana o a tu hermano? -Ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano tengo. -A tus amigos? -Empleis una palabra cuyo sentido, hasta hoy, no he llegado a conocer. -A tu patria? -Ignoro en qu latitud est situada. -A la belleza? -Bien la querra, ya que es diosa e inmortal. -Al oro? -Lo aborrezco lo mismo que aborrecis vosotros a Dios. -Pues a quin quieres, extraordinario extranjero? -Quiero a las nubes..., a las nubes que pasan... por all.... a las nubes maravillosas!. Arriba

El Hombre y la Mar Para siempre, hombre libre, a la mar tu amars! Es tu espejo la mar; mira, contempla tu alma

En el vaivn sin fin de su oleada calma, Y tan hondo tu espritu y amargo sentirs. Sumergirte en el fondo de tu imagen te dejas; Con tus ojos y brazos la estrechas, y tu ardor Se distrae por momentos de su propio rumor Al salvaje e indomable resonar de sus quejas. Oscuros a la vez ambos sois y discretos: Hombre, nadie sonde el fondo de tus simas, Tus ntimas riquezas, oh mar, a nadie arrimas, Con tan celoso afn callis vuestros secretos!. Y en tanto van pasando los siglos incontables Sin piedad ni afliccin vosotros os sitiis, De tal modo la muerte y la matanza amis, Oh eternos combatientes, oh hermanos implacables!. Arriba

El Reloj Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto da, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirti que se le haba olvidado el reloj, y le pregunt a un chiquillo qu hora era. El chicuelo del Celeste Imperio vacil al pronto; luego, volviendo sobre s, contest: Voy a decrselo. Pocos instantes despus presentose de nuevo, trayendo un gatazo, y mirndole, como suele decirse, a lo blanco de los ojos, afirm, sin titubear: Todava no son las doce en punto. Y as era en verdad. Yo, si me inclino hacia la hermosa felina, la bien nombrada, que es a un tiempo mismo honor de su sexo, orgullo de mi corazn y perfume de mi espritu, ya sea de noche, ya de da, en luz o en sombra opaca, en el fondo de sus ojos adorables veo siempre con claridad la hora, siempre la misma, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin divisin de minutos ni segundos, una hora inmvil que no est marcada en los relojes, y es, sin embargo, leve como un suspiro, rpida como una ojeada.

Si algn importuno viniera a molestarme mientras la mirada ma reposa en tan deliciosa esfera; si algn genio malo e intolerante, si algn Demonio del contratiempo viniese a decirme: Qu miras con tal cuidado? Qu buscas en los ojos de esa criatura? Ves en ellos la hora, mortal prdigo y holgazn? Yo, sin vacilar, contestara: S; veo en ellos la hora. Es la Eternidad!. Verdad, seora, que ste es un madrigal ciertamente meritorio y tan enftico como vos misma? Por de contado, tanto placer tuve en bordar esta galantera presuntuosa, que nada, en cambio, he de pediros. Arriba

El Vino de los Amantes Hoy es esplndido el espacio! Sin freno, ni espuelas, ni brida, Partamos a lomos del vino Hacia un cielo divino y mgico. Cual dos ngeles torturados Por implacable calentura En el cristal azul del alba Sigamos tras el espejismo. Balancendonos sobre el ala Del torbellino inteligente, En un delirio paralelo, Hermana, navegando juntos, Huiremos sin reposo o tregua Al paraso de mis sueos. Arriba

El Yo Pecador del Artista

Cun penetrante es el final del da en otoo! Ay! Penetrante hasta el dolor! Pues hay en l ciertas sensaciones deliciosas, no por vagas menos intensas; y no hay punta ms acerada que la de lo infinito. Delicia grande la de ahogar la mirada en lo inmenso del cielo y del mar! Soledad, silencio, castidad incomparable de lo cerleo! Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeez y aislamiento, de mi existencia irremediable, meloda montona de la marejada, todo eso que piensa por m, o yo por ello -ya que en la grandeza de la divagacin el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de m, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energa en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. Mis nervios, harto tirantes, no dan ms que vibraciones chillonas, dolorosas. Y ahora la profundidad del cielo me consterna; me exaspera su limpidez. La insensibilidad del mar, lo inmutable del espectculo me subleva... Ay! Es fuerza eternamente sufrir, o huir de lo bello eternamente? Naturaleza encantadora, despiadada, rival siempre victoriosa, djame! No tientes ms a mis deseos y a mi orgullo! El estudio de la belleza es un duelo en que el artista da gritos de terror antes de caer vencido. Arriba

El Perfume Lector: -Alguna vez, por suerte has respirado Con morosa embriaguez, con avidez golosa El incienso que invade la nave silenciosa, O el pomo que de mbar un tiempo fue colmado?. Oh mgico, profundo portento alucinado, Presencia revivida de evocacin brumosa, Cuando sobre su cuerpo puedo aspirar la rosa De la sepulta imagen, del recuerdo adorado!.

Selvticos efluvios se propagan al vuelo Del espeso y elstico madejn de su pelo, Como un incensario que sahuma la alcoba. Y de las muselinas y el terciopelo oscuro De los trajes, de todo, fluye, en hlito puro, Negro aroma gemelo del lecho de caoba. Arriba

El Vampiro T que, como una cuchillada; Entraste en mi dolorido corazn. T que, como un repugnante tropel De demonios, viniste loca y adornada, Para hacer de mi espritu humillado Tu lecho y tu dominio. Infame!, a quien estoy ligado Como el forzado a su cadena, Como al juego el jugador empedernido, Como el borracho a la botella, Como a la carroa los gusanos. -Maldita, maldita seas t!. Supliqu a la rpida espada Que conquistara mi libertad Y supliqu al prfido veneno Que sacudiera mi ruindad. Ay! el veneno y la espada. Me desdearon dicindome: -No eres digno de que se te libere De tu esclavitud maldita. -Imbcil! -Si de su dominio Te libraron nuestros esfuerzos, Tus besos resucitaran El cadver de tu vampiro. Arriba

Embriguense Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: sta es la nica cuestin. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso. Pero, de qu? De vino, de poesa o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriguense. Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraa de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pjaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregntenle qu hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pjaro, el reloj, contestarn: Es hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriguense, embriguense sin cesar! De vino, de poesa o de virtud, como mejor les parezca. Arriba

Invitacin al Viaje Mi hermana, mi sr, Suea en el placer De juntar las vidas en tierra distante; Y en un lento amar, Amando expirar En aquel pas a Ti semejante. Los hmedos soles De sus arreboles Mi alma conturban con el mismo encanto De tus agoreros

Ojos traicioneros Cuando resplandecen a travs del llanto. All todo es rtmico, hermoso Y sereno esplendor voluptuoso. Pulieron los aos Suntuosos escaos Que sern la muelle pompa de la estancia Donde los olores De exticas flores Vagan entre una ambarina fragancia. La rica techumbre, La ilmite lumbre Que dan los espejos con magia oriental, Hablaran con voces De incgnitos goces Al alma en su dulce lenguaje natal. All todo es rtmico, hermoso Y sereno esplendor voluptuoso. Mira en las orillas Las dormidas quillas De innmera ruta, de sino errabundo: Siervas de tu anhelo, Su marino vuelo Tendieron de todos los puertos del mundo. Ponentinos lampos Revisten los campos, La senda, la orilla. Crdeno capuz De oro y jacinto, Por el orbe extinto Difunde la tarde su clida luz. All todo es rtmico, hermoso Y sereno esplendor voluptuoso. Arriba

La Belleza Bella soy, oh mortales!, como un sueo de piedra, Y mi seno, que a todos siempre ha martirizado, Para inspirar amor a los poetas medra A la materia igual, inmortal y callado.

En el azul impero, incomprendida esfinge; Al blancor de los cisnes uno un corazn fro; Detesto el movimiento que a las lneas refringe, Y nunca lloro como jams tampoco ro. Los poetas, al ver mis grandes ademanes, Que parecen prestados de altivos edificios, Consumirn sus das en austeros afanes; Pues, para fascinar a amantes tan propicios, Tengo puros espejos que hacen las cosas bellas: Mis ojos, tan profundos, como eternas centellas!. Arriba

La Desesperacin de la Anciana La viejecilla arrugada sentase llena de regocijo al ver a la linda criatura festejada por todos, a quien todos queran agradar; aquel lindo ser tan frgil como ella, viejecita, y como ella tambin sin dientes ni cabellos. Y se le acerc para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el nio, espantado, forcejeaba al acariciarlo la pobre mujer decrpita, llenando la casa con sus aullidos. Entonces la viejecilla se retir a su soledad eterna, y lloraba en un rincn, diciendo: Ay! Ya pas para nosotras, hembras viejas, desventuradas, el tiempo de agradar aun a los inocentes; y hasta causamos horror a los nios pequeos cuando vamos a darles cario!. Arriba

La Destruccin El demonio a mi lado acecha en tentaciones; Como un aire impalpable lo siento en torno mo;

Lo respiro, lo siento quemando mis pulmones De un culpable deseo con que, en vano, porfo. Toma a veces la forma, sabiendo que amo el arte, De la ms seductora de todas las mujeres; Con pretextos y antojos que no echo a mala parte Acostumbra mis labios a nefandos placeres. Cada vez ms, me aleja de la dulce mirada De Dios, dejando mi alma jadeante, fatigada En medio de las negras llanuras del hasto. Y pone ante mis ojos, llenos de confesiones, Heridas entreabiertas, espantosas visiones... La destruccin preside este corazn mo. Arriba

La Estril Con su veste ondulante, de visos nacarados -An cuando camina parece que danzaraCual giles serpientes que en la mgica vara Y en cadencias concitan los juglares sagrados; Como la arena fosca y el azul inclemente -Una y otro impasibles ante el dolor humano; Como la red sin fondo del artero oceano, Va desplegando Ella su mirar indolente. Tersos, fingen sus ojos un metal agorero -Amalgama de oro, gemas, lampos de aceroSuma del ngel puro y la esfinge profunda, Y en su naturaleza simblica y extraa Esplende para slempre, con su intil entraa, La fra majestad de la hembra infecunda. Arriba

La Fuente de Sangre Creo sentir, a veces que mi sangre en torrente Se me escapa en sollozos lo mismo que una fuente. Oigo perfectamente su queja dolorida, Pero me palpo en vano para encontrar la herida. Corre como si fuera regando un descampado, Y en curiosos islotes convierte el empedrado, Apagando la sed que hay en toda criatura Y tiendo doquiera de rojo la Natura. A menudo tambin del vino he demandado Que aplaque por un da mi terror. Pero el vino Torna el mirar ms claro y el odo ms fino. Tampoco en el amor el olvido he encontrado: Ha sido para m un lecho de alfileres, Hecho para saciar la sed de las mujeres. Arriba

La Pipa Soy la pipa de un escritor: Dice bien claro mi pergeo De cafre, que tengo por dueo Un refinado fumador. Al agobio de su labor Se agita mi flabel risueo Igual que el penacho hogareo A la vuelta del labrador. Mecer su corazn yo gusto En el mvil azul arbusto Nacido en mi boca de fuego. Y extiendo con mi beso ardiente Sobre su espritu doliente Uncin de encanto y de sosiego. Arriba

La Serpiente que Danza Cunto gozo al mirar, dulce indolente, Tu corpreo esplendorl Como si fueran seda iridescente Tu piel y su fulgor. Y sobre tu profunda cabellera De un cido aromar -Cual un mar errabundo, sin ribera, En azul ondular; Como bajel que despert del sueo Al viento matinal, Lanzo mi alma en soador empeo Hacia el pilago astral. En tu mirada que nada revela De dulzura ni hiel, Mezcla de oro y hierro se congela Para el doble joyel. Mirando la cadencia con que avanzas Bella de lasitud, Dijranse las serpentinas danzas Al ritmo del lad. Agobiada de un fardo de molicie Tu cabeza infantil Se balancea como en la planicie Una leona febril. Y tu cuerpo se inclina y se distiende Como un ebrio bajel, Y va de borda en borda mientras hiende Las aguas su proel. Cual la onda engrosada por las fuentes Del rugidor glaciar , Cuando asoman al filo de tus dientes Espuma y pleamar, Creo beber un vino -sangre y llama, Sima y elevacin-,

Un vino que me inunda, que me inflama De astros el corazn. Arriba

Los Gatos Los amantes fervientes y los sabios austeros Adoran por igual, en su estacin madura, Al orgullo de casa, la fuerza y la dulzura De los gatos, tal ellos sedentarios, frioleros. Amigos de la ciencia y la sensualidad, Al horror de tinieblas y al silencio se guan; Los fnebres corceles del Erebo seran, Si pudieran al ltigo ceder su majestad. Adoptan cuando suean las nobles actitudes De alargadas esfinges, que en vastas latitudes Solitarias se duermen en un sueo inmutable; Mgicas chispas yerguen sus espaldas tranquilas, Y partculas de oro, como arena agradable, Estrellan vagamente sus msticas pupilas. Arriba

Madrigal Triste Qu me importa que seas casta? S bella y triste. Las lgrimas aumentan de tu faz el encanto. Reverdece el paisaje de la fuente al quebranto; La tormenta a las flores de frescura reviste. Eres ms la que amo si la melancola Consterna tu mirada; si en lago de negrura Tu corazn naufraga; si el ayer su pavura Tiende sobre tus horas como nube sombra.

Eres la Bien-Amada si tu pupila vierte -Tibia como la sangre- su raudal; si aunque blanda Mi caricia te arrulle, lenta y ruda se agranda Tu angustia con el trmulo presagio de la muerte. Oh voluptuosid8ldes profundas y divinas! Salmo de los deleites entonado en sollozos! Tus ojos, como perlas, son fuegos misteriosos Con que las interiores penumbras iluminas. Tu corazn es fragua; la pasin insepulta Como ascua inextinta, dispersa su destello; Y bajo la celeste blancura de tu cuello Un poco de satnica rebelda se oculta. Pero en tanto, Adorada, que no pueblen tus sueos Pesadillas sin trmino, reflejos avernales, Y en lvidas visiones de azufre mil puales Tajen tu carne ebria de filtros y beleos, Y a todas las quimeras pvida esclavizada El augurio funesto mires a cada paso, Y convulsa te acojas al letrgico abrazo Del tedio irresistible que anuncia la alborada. T no podrs, -oh sierva que me impones tu ley Y a tu amor me encadenas perversa y temblorosa, Decirme desde el antro de la noche morbosa, Con el alma en un grito: Yo soy t mismo, oh Rey!. Arriba

Qu Dirs esta Noche, Pobre Alma Solitaria? Qu dirs esta noche, pobre alma solitaria? Qu dirs, corazn marchito hace tan poco, A la bella, a la buena, a la adorada Bajo cuya mirada floreciste de nuevo?. El orgullo emplearemos en cantar sus alabanzas; Nada iguala el encanto de su poder sobre ti, Su carne espiritual tiene divino perfume, Y nos visten con pursimas ropas sus ojos.

En medio de la noche y de la soledad, O a travs las calles, de gento rodeado, Danza como una antorcha su fantasma en el aire. A veces habla y dice: "Yo soy la bella y ordeno Que, por amor a m, no amis sino lo bello; Soy el ngel guardin, la Musa y la Madona". Arriba

Recogimiento Clmate, dolor mo, y tu angustia serena. Anhelabas la noche. Ya desciende. Aqu est. Una atmsfera oscura cubre a Pars. Traer A unos cuantos la paz, a otros muchos la pena. Mientras la muchedumbre que se rinde al placer Su verdugo inclemente por las calles anhela Cazar remordimientos bajo la fiesta en vela, T, dolor, ven a m. Dame la mano al ver Que es posible escaparse de los ya muertos aos Con sus antiguos trajes en el balcn celeste. Ya brotan, como salen del mar, los desengaos, Cuando el sol, bajo un arco, se muere en lontananza. Ahora, tal un sudario que desciende del este. Observa, mi dolor: la inmensa noche avanza. Arriba

Remordimiento Pstumo Cuando duermas por siempre, mi amada Tenebrosa, Tendida bajo el mrmol de negro monumento Y por tibia morada y por solo aposento Tengas, no ms, el antro hmedo de la fosa;

Cuando oprima la piedra tu carne temblorosa, Y le robe a tus flancos su dulce rendimiento, Acallar por siempre tu corazn violento, Detendr para siempre tu andanza vagarosa. La tumba, confidente de mi anhelo infinito (Compasivo refugio del poeta maldito) A tu insomnio sin alba dir con gritos vanos: "Cortesana imperfecta -de qu puede valerte Denegarle a la Vida lo que hoy llora la muerte"? Mientras -pesar tardo!- te roen los gusanos. Arriba

S Bella y s Triste Qu me importa que seas buena? S bella y s triste, las lgrimas Aaden encanto a tu rostro Como la lluvia al paisaje La tormenta rejuvenece las flores. Te amo ms an cuando la alegra Huye del balcn de tu frente, Cuando tu corazn se hunde en el horror, Cuando sobre tu frente se despliega La temible nube del pasado. Te amo cuando tus grandes ojos derraman Un agua tibia como sangre, Cuando a pesar de mi mano acompaante, El peso de la angustia horada tu voz Como un quejido agonizante. Y aspiro, divina voluptuosidad, Himno de profunda delicia, Todos los sollozos de tu pecho, Y creo que tu corazn se ilumina Con las perlas que caen de tus ojos. Arriba

Soneto de Otoo Me preguntan tus ojos, claros como el cristal, Para ti, extrao amante, cul es mi atractivo? -S encantadora y cllate! Mi corazn, al que todo irrita Excepto el candor del animal primitivo, No quiere descubrirte su secreto infernal. Berceuse cuya mano al dulce sueo invita, Ni su negra leyenda escrita con llamas. Odio la pasin y el ingenio me duele!. Ammonos con dulzura. El amor en su garita, Tenebroso, emboscado, blande su arco cruel. Conozco las armas de su perfecto arsenal. Crimen, horror y locura! Oh, plida margarita! Acaso, como yo, no eres t un sueo otoal, Tambin t, mi tan fra y plida Margarita?. Arriba

Spleen Yo soy como ese rey de aquel pas lluvioso, Rico, pero impotente, joven, aunque achacoso, Que, despreciando halagos de sus cien concejales, Con sus perros se aburre y dems animales. Nada puede alegrarle, ni cazar, ni su halcn, Ni su pueblo murindose enfrente del balcn. La grotesca balada del bufn favorito No distrae la frente de este enfermo maldito; En cripta se convierte su lecho blasonado, Y las damas, que a cada prncipe hallan de agrado, No saben ya encontrar qu vestido indiscreto Lograr una sonrisa del joven esqueleto. El sabio que le acua el oro no ha podido Extirpar de su ser el humor corrompido, Y en los baos de sangre que hacan los Romanos, Que a menudo recuerdan los viejos soberanos,

Reavivar tal cadver l tampoco ha sabido Pues tiene en vez de sangre verde agua del Olvido. Arriba

Te Adoro Igual Te adoro igual que a la bveda nocturna, Oh vaso de tristeza, gran taciturna! Y te amo tanto ms, bella, cuanto ms me huyes; Y cuanto ms me pareces encanto de mis noches, Irnicamente aumentar la distancia Que separa mis brazos de la inmensidad azul. Avanzo en los ataques y trepo en los asaltos Como junto a un cadver un coro de gusanos, Y amo tiernamente, bestia implacable y cruel, Incluso tu frialdad, que aumenta tu belleza. Arriba

ltimos Suspiros de un Parnasiano Klop, klip, klop, klop, klip, klop. Desgranando gota a gota su rtmico sollozo, En los pilones de la fuente donde el agua duerme inmvil, Un surtidor es el nico en turbar la plcida y tranquila noche. Qu silencio! Se dira que este globo aletargado Sobre aterciopeladas olas hacia el infinito se desliza. All en lo alto, a miles de millones de lenguas acribillando el Espacio, Peregrinos ahtos de las azules soledades, Ajenos a los mrtires que sobre sus flancos pululan, Enredando sin fin sus orbe indolentes, -Oasis de miseria o cadveres de mundosLas doradas esferas circulan errantes de concierto. Alma ma, olvidemos todo! Soltemos las riendas de oro

A las contemplaciones que su vuelo despliegan, Las estrofas en mi seno permanecen alicadas... Por qu razn someterlas a un metro rebelde! Nada quiero saber, el vrtigo enervante Me arrulla en los pliegues de su abismo movedizo... Me fundo dulcemente... Estoy muerto, nada... ni siquiera la certeza De or el surtidor puntuar gota a gota El eterno silencio de un rtmico sollozo. Klop, klip, klop, klop, klip, klop... Arriba

Un Hemisferio en una Cabellera Djame respirar mucho tiempo, mucho tiempo, el olor de tus cabellos; sumergir en ellos el rostro, como hombre sediento en agua de manantial, y agitarlos con mi mano, como pauelo odorfero, para sacudir recuerdos al aire. Si pudieras saber todo lo que veo! Todo lo que siento! Todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume como el alma de los dems hombres en la msica. Tus cabellos contienen todo un ensueo, lleno de velmenes y de mstiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es ms azul y ms profundo, en que la atmsfera est perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana. En el ocano de tu cabellera entreveo un puerto en que pululan cantares melanclicos, hombres vigorosos de toda nacin y navos de toda forma, que recortan sus arquitecturas finas y complicadas en un cielo inmenso en que se repantiga el eterno calor. En las caricias de tu cabellera vuelvo a encontrar las languideces de las largas horas pasadas en un divn, en la cmara de un hermoso navo, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto, entre macetas y jarros refrescantes.

En el ardiente hogar de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azcar; en la no-che de tu cabellera veo resplandecer lo infinito del azul tropical; en las orillas vellosas de tu cabellera me emborracho con los olores combinados del algodn, del almizcle y del aceite de coco. Djame morder mucho tiempo tus trenzas, pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elsticos y rebeldes, me parece que como recuerdos. Arriba

Ven a mi Pecho, Alma Sorda y Cruel Ven a mi pecho, alma sorda y cruel, Tigre adorado, monstruo de aire indolente, Quiero enterrar mis temblorosos dedos En la espesura de tu abundante crin, Sepultar mi cabeza dolorida En tu falda colmada de perfume Y respirar, como ajada flor, El relente de mi amor extinto. Quiero dormir! Dormir ms que vivir! En un sueo -como la muerte- dulce, Estampar mis besos sin descanso Por tu cuerpo pulido como el cobre. Para ahogar mis sollozos apagados Slo preciso tu profundo lecho, El poderoso olvido habita entre tus labios Y fluye de tus besos el Leteo. Mi destino, desde ahora mi delicia, Como un predestinado seguir, Condenado inocente, mrtir dcil Cuyo fervor crece en el suplicio. Para ahogar mi rencor apurar El nepentes y la cicuta amada Del pezn delicioso que corona este seno En el que nunca hubo un corazn. Arriba

ArribaQU DIRS ESTA NOCHE? Qu dirs esta noche, pobre alma solitaria, qu dirs, corazn, marchito hace tan poco, a la muy bella, a la muy buena, a la amadsima, bajo cuya mirada floreciste de nuevo? El orgullo emplearemos en cantar sus loores; nada iguala el encanto que hay en su autoridad; su carne espiritual tiene un perfume anglico, y nos visten con ropas pursimas sus ojos. En medio de la noche y de la soledad, o a travs de las calles, del gento rodeado, danza como una antorcha su fantasma en el aire. A veces habla y dice: "Yo soy la bella y ordeno que por amor a m no amis sino lo bello; soy el ngel guardin, la Musa y la Madona". Versin de: Antonio Martnez Sarrin

MADRIGAL TRISTE Qu me importa que seas casta? S bella y triste. Las lgrimas aumentan de tu faz el encanto. Reverdece el paisaje de la fuente al quebranto; la tormenta a las flores de frescura reviste. Eres ms la que amo si la melancola consterna tu mirada; si en lago de negrura tu corazn naufraga; si el ayer su pavura tiende sobre tus horas como nube sombra. Eres la Bien-Amada si tu pupila vierte -tibia como la sangre- su raudal; si aunque blanda mi caricia te arrulle, lenta y ruda se agranda tu angustia con el trmulo presagio de la muerte. Oh voluptuosid8ldes profundas y divinas! Salmo de los deleites entonado en sollozos! Tus ojos, como perlas, son fuegos misteriosos con que las interiores penumbras iluminas. Tu corazn es fragua; la pasin insepulta como ascua inextinta, dispersa su destello; y bajo la celeste blancura de tu cuello un poco de satnica rebelda se oculta. Pero en tanto, Adorada, que no pueblen tus sueos

pesadillas sin trmino, reflejos avernales, y en lvidas visiones de azufre mil puales tajen tu carne ebria de filtros y beleos, y a todas las quimeras pvida esclavizada el augurio funesto mires a cada paso, y convulsa te acojas al letrgico abrazo del tedio irresistible que anuncia la alborada. T no podrs, -oh sierva que me impones tu ley y a tu amor me encadenas perversa y temblorosa, decirme desde el antro de la noche morbosa, con el alma en un grito: Yo soy t mismo, oh Rey! Versin de Carlos Lpez Narvez

LA BELLEZA Yo soy bella, oh mortales! , como un sueo de piedra. Mi seno -donde el hombre se desangra y expiramudo, infinito amor al poeta le inspira, coronada de rosas lo mismo que de yedra. Campea en el azul -esfinge impenetrable-: bajo alburas de cisne llevo un alma de nieve; odio los movimientos que las lneas remueve; lo mismo ignoro el llanto que la risa inefable. Los poetas, absortos frente a mis actitudes -que asumidas parecen de altivas magnitudesconsumirn sus das sondando las edades; que tengo para embrujo de amadores tan fieles, -espejos que trasmutan las guijas en joyelesmis ojos, grandes ojos, de eternas claridades. Versin de Carlos Lpez Narvez

LA FUENTE DE SANGRE Creo sentir, a veces que mi sangre en torrente se me escapa en sollozos lo mismo que una fuente. Oigo perfectamente su queja dolorida, pero me palpo en vano para encontrar la herida. Corre como si fuera regando un descampado, y en curiosos islotes convierte el empedrado, apagando la sed que hay en toda criatura y tiendo doquiera de rojo la Natura. A menudo tambin del vino he demandado que aplaque por un da mi terror. Pero el vino torna el mirar ms claro y el odo ms fino. Tampoco en el amor el olvido he encontrado: ha sido para m un lecho de alfileres, hecho para saciar la sed de las mujeres. Versin de Eduardo Ritter

LA DESTRUCCIN El demonio a mi lado acecha en tentaciones; como un aire impalpable lo siento en torno mo; lo respiro, lo siento quemando mis pulmones de un culpable deseo con que, en vano, porfo. Toma a veces la forma, sabiendo que amo el arte, de la ms seductora de todas las mujeres; con pretextos y antojos que no hecho a mala parte acostumbra mis labios a nefandos placeres. Cada vez ms, me aleja de la dulce mirada de Dios, dejando mi alma jadeante, fatigada en medio de las negras llanuras del hasto. Y pone ante mis ojos. llenos de confesiones, heridas entreabiertas, espantosas visiones... la destruccin preside este corazn mo. Versin de Mara Fasce

ALEGORA sta es una mujer de rotunda cadera que permite en el vino mojar su cabellera. Las garras del amor , las mismas del granito. Se re de la muerte y la depravacin, y, a pesar de su fuerte poder de destruccin, las dos han respetado hasta ahora, en verdad, de su cuerpo alto y firme la altiva majestad.

Anda como una diosa y tiende sultana, siente por el placer fe mahometana. Y cuando abre los brazos, sus pechos soberanos demanda la mirada de todos los humanos. Ella sabe, ella sabe, oh doncella infecunda!, necesaria, no obstante a la caterva inmunda, que la beldad del cuerpo es un sublime don que de cualquier infamia asegura el perdn. Ella ignora el infierno y purgatorio ignora, y mirar por eso, cuando le llegue la hora, la cara de la muerte en un tan duro momento, como un nio: sin odio sin remordimiento. Versin de Mara Fasce

VEN A MI PECHO, ALMA SORDA Y CRUEL... Ven a mi pecho, alma sorda y cruel, tigre adorado, monstruo de aire indolente; quiero enterrar mis temblorosos dedos en la espesura de tu abundosa crin; Sepultar mi cabeza dolorida en tu falda colmada de perfume y respirar, como una ajada flor, el relente de mi amor extinguido. Quiero dormir! Dormir ms que vivir! en un sueo, como la muerte, dulce, estampar mis besos sin descanso por tu cuerpo pulido como el cobre. Para ahogar mis sollozos apagados, slo preciso tu profundo lecho; el poderoso olvido habita entre tus labios y fluye de tus besos el Leteo.

Mi destino, desde ahora mi delicia, como un predestinado seguir; condenado inocente, mrtir dcil cuyo fervor se acrece en el suplicio. Para ahogar mi rencor, apurar el nepentes y la cicuta amada, del pezn delicioso que corona este seno el cual nunca contuvo un corazn. Versin de Mara Fasce

TE ADORO IGUAL Te adoro igual que a la bveda nocturna, oh vaso de tristeza, gran taciturna! Y te amo tanto ms, bella, cuanto ms me huyes; y cuanto ms me pareces encanto de mis noches, irnicamente aumentar la distancia que separa mis brazos de la inmensidad azul. Avanzo en los ataques y trepo en los asaltos como junto a un cadver un coro de gusanos, y amo tiernamente, bestia implacable y cruel, incluso tu frialdad, que aumenta tu belleza. Versin de Mara Fasce

EL VAMPIRO T que, como una cuchillada; entraste en mi dolorido corazn. T que, como un repugnante tropel de demonios, viniste loca y adornada, para hacer de mi espritu humillado tu lecho y tu dominio. Infame!, a quien estoy ligado como el forzado a su cadena, como al juego el jugador empedernido, como el borracho a la botella, como a la carroa los gusanos. -Maldita, maldita seas t! Supliqu a la rpida espada que conquistara mi libertad y supliqu al prfido veneno que sacudiera mi ruindad. Ay! el veneno y la espada. me desdearon dicindome:. -No eres digno de que se te libere de tu esclavitud maldita. -Imbcil! -Si de su dominio te libraron nuestros esfuerzos, tus besos resucitaran el cadver de tu vampiro. Versin de Mara Fasce

SONETO DE OTOO Me preguntan tus ojos, claros como el cristal, para ti, extrao amante, cul es mi atractivo? -S encantadora y cllate! Mi corazn, al que todo irrita excepto el candor del animal primitivo, no quiere descubrirte su secreto infernal. Berceuse cuya mano al dulce sueo invita, ni su negra leyenda escrita con llamas. Odio la pasin y el ingenio me duele! Ammonos con dulzura. El amor en su garita, tenebroso, emboscado, blande su arco cruel. Conozco las armas de su perfecto arsenal. Crimen, horror y locura! Oh, plida margarita! Acaso, como yo, no eres t un sueo otoal, tambin t, mi tan fra y plida Margarita? Versin de Mara Fasce

A LA QUE ES DEMASIADO ALEGRE Tu cabeza, tu gesto, tu aire Como un bello paisaje, son bellos; Juguetea en tu cara la risa Cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas Se deslumbra por la lozana Que brota como un resplandor De tus espaldas y tus brazos. El restallante colorido De que salpicas tus tocados Hace pensar a los poetas En un vivo ballet de flores. Tus locos trajes son emblema De tu espritu abigarrado; Loca que me has enloquecido, Tanto como te odio te amo. Frecuentemente en el jardn Por donde arrastro mi irona, Como una irona he sentido Que el sol desgarraba mi pecho; Y el verdor y la primavera Tanto hirieron mi corazn, Que castigu sobre una flor La osada de la Naturaleza. As, yo quisiera una noche, Cuando la hora del placer llega, Trepar sin ruido, como un cobarde, A los tesoros que te adornan, A fin de castigar tu carne, De magullar tu seno absuelto Y abrir a tu atnito flanco Una larga y profunda herida. Y, Vertiginosa dulzura! A travs de esos nuevos labios, Ms deslumbrantes y ms bellos, Mi veneno inocularte, hermana. Versin de Mara Fasce

EL PERFUME Lector: -Alguna vez, por suerte has respirado con morosa embriaguez, con avidez golosa el incienso que invade la nave silenciosa, o el pomo que de mbar un tiempo fue colmado? Oh mgico, profundo portento alucinado, presencia revivida de evocacin brumosa, cuando sobre su cuerpo puedo aspirar la rosa de la sepulta imagen, del recuerdo adorado! Selvticos efluvios se propagan al vuelo del espeso y elstico madejn de su pelo, como un incensario que sahuma la alcoba. Y de las muselinas y el terciopelo oscuro de los trajes, de todo, fluye, en hlito puro, negro aroma gemelo del lecho de caoba. Versin de: Carlos Lpez Narvez

LA ESTRIL Con su veste ondulante, de visos nacarados -an cuando camina parece que danzaracual giles serpientes que en la mgica vara y en cadencias concitan los juglares sagrados; Como la arena fosca y el azul inclemente -una y otro impasibles ante el dolor humano; como la red sin fondo del artero oceano, va desplegando Ella su mirar indolente.

Tersos, fingen sus ojos un metal agorero -amalgama de oro, gemas, lampos de acerosuma del ngel puro y la esfinge profunda, y en su naturaleza simblica y extraa esplende para slempre, con su intil entraa, la fra majestad de la hembra infecunda. Versin de Carlos Lpez Narvez

LA SERPIENTE QUE DANZA Cunto gozo al mirar, dulce indolente, tu corpreo esplendorl como si fueran seda iridescente tu piel y su fulgor. Y sobre tu profunda cabellera de un cido aromar -cual un mar errabundo, sin ribera, en azul ondular; como bajel que despert del sueo al viento matinal, lanzo mi alma en soador empeo hacia el pilago astral. En tu mirada que nada revela de dulzura ni hiel, mezcla de oro y hierro se congela para el doble joyel. Mirando la cadencia con que avanzas bella de lasitud, dijranse las serpentinas danzas al ritmo del lad.

Agobiada de un fardo de molicie tu cabeza infantil se balancea como en la planicie una leona febril. Y tu cuerpo se inclina y se distiende como un ebrio bajel, y va de borda en borda mientras hiende las aguas su proel. Cual la onda engrosada por las fuentes del rugidor glaciar , cuando asoman al filo de tus dientes espuma y pleamar, creo beber un vino -sangre y llama, sima y elevacin-, un vino que me inunda, que me inflama de astros el corazn. Versin de Carlos Lpez Narvez

REMORDIMIENTO PSTUMO Cuando duermas por siempre, mi amada Tenebrosa, tendida bajo el mrmol de negro monumento y por tibia morada y por solo aposento tengas, no ms, el antro hmedo de la fosa; Cuando oprima la piedra tu carne temblorosa, y le robe a tus flancos su dulce rendimiento, acallar por siempre tu corazn violento, detendr para siempre tu andanza vagarosa. La tumba, confidente de mi anhelo infinito (compasivo refugio del poeta maldito) a tu insomnio sin alba dir con gritos vanos: "Cortesana imperfecta -de qu puede valerte denegarle a la Vida lo que hoy llora la muerte"? Mientras -jpesar tardo!- te roen los gusanos. Versin de Carlos Lpez Narvez

EL BALCN Madre de los recuerdos! Reina de los amantes! Eres todo mi gozo, todo mi yugo eres! En t revivirn los ntimos instantes y el sabor del hogar en los atardeceres, Madre de los recuerdos, Reina de los Amantes! Las noches que doraba la crepitante lumbre, las noches del balcn entre un vaho de rosas, cun dulce tu regazo, de ardiente mansedumbre y el frecuente decirnos inolvidables cosas en noches que doraba la crepitante lumbre. Oh cun bellos los soles de las tibias veladas!

Qu profundo el espacio! Qu cordial podero Inclinado hacia ti, Reina de las amadas, respiraba el perfume de tu cuerpo bravo. Oh cun bellos los soles de las tibias veladas. En redor espesaba la noche su negrura y entre ella adivinaban mis ojos tus pupilas, yo libaba tu aliento. Oh veneno! Oh dulzura! Y tus pies dormitaban en mis manos tranquilas, y en redor espesaba la noche su negrura. Es de artistas fijar los minutos del gozo remirando el ayer sumido en tus rodillas! A qu vano buscar encanto langoroso, de tu cuerpo y tu alma sino en las maravillas? Es de artistas fijar los minutos del gozo. Juramentos, aromas, besos innumerables: renacern del vrtice vedado a nuestras sondas como soles que suben a cielos inefables despus de sumergidos en las amargas ondas? Oh aromas, juramentos! Oh besos incontables! Versin de Carlos Lpez Narvez

EMBRIGUENSE Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: sta es la nica cuestin. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso. Pero, de qu? De vino, de poesa o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriguense. Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraa de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pjaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregntenle qu hora es; y el viento, la ola, la

estrella, el pjaro, el reloj, contestarn: Es hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriguense, embriguense sin cesar! De vino, de poesa o de virtud, como mejor les parezca.

EL EXTRANJERO -A quin quieres ms, hombre enigmtico, dime, a tu padre, a tu madre, a tu hermana o a tu hermano? -Ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano tengo. -A tus amigos? -Empleis una palabra cuyo sentido, hasta hoy, no he llegado a conocer. -A tu patria? -Ignoro en qu latitud est situada. -A la belleza? -Bien la querra, ya que es diosa e inmortal. -Al oro? -Lo aborrezco lo mismo que aborrecis vosotros a Dios. -Pues a quin quieres, extraordinario extranjero? -Quiero a las nubes..., a las nubes que pasan... por all.... a las nubes maravillosas!

LA DESESPERACIN DE LA ANCIANA La viejecilla arrugada sentase llena de regocijo al ver a la linda criatura festejada por todos, a quien todos queran agradar; aquel lindo ser tan frgil como ella, viejecita, y como ella tambin sin dientes ni cabellos. Y se le acerc para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el nio, espantado, forcejeaba al acariciarlo la pobre mujer decrpita, llenando la casa con sus aullidos. Entonces la viejecilla se retir a su soledad eterna, y lloraba en un rincn, diciendo: Ay! Ya pas para nosotras, hembras viejas, desventuradas, el tiempo de agradar aun a los inocentes; y hasta causamos horror a los nios pequeos cuando vamos a darles cario!

El YO PECADOR DEL ARTISTA Cun penetrante es el final del da en otoo! Ay! Penetrante hasta el dolor! Pues hay en l ciertas sensaciones deliciosas, no por vagas menos intensas; y no hay punta ms acerada que la de lo infinito. Delicia grande la de ahogar la mirada en lo inmenso del cielo y del mar! Soledad, silencio, castidad incomparable de lo cerleo! Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeez y aislamiento, de mi existencia irremediable, meloda montona de la marejada, todo eso que piensa por m, o yo por ello -ya que en la grandeza de la divagacin el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de m, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energa en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. Mis nervios, harto tirantes, no dan ms que vibraciones chillonas, dolorosas. Y ahora la profundidad del cielo me consterna; me exaspera su limpidez. La insensibilidad del mar, lo inmutable del espectculo me subleva... Ay! Es fuerza eternamente sufrir, o huir de lo bello eternamente? Naturaleza encantadora, despiadada, rival siempre victoriosa, djame! No tientes ms a mis deseos y a mi orgullo! El estudio de la belleza es un duelo en que el artista da gritos de terror antes de caer vencido.

EL RELOJ Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto da, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirti que se le haba olvidado el reloj, y le pregunt a un chiquillo qu hora era. El chicuelo del Celeste Imperio vacil al pronto; luego, volviendo sobre s, contest: Voy a decrselo. Pocos instantes despus presentose de nuevo, trayendo un gatazo, y mirndole, como suele decirse, a lo blanco de los ojos, afirm, sin titubear: Todava no son las doce en punto. Y as era en verdad. Yo, si me inclino hacia la hermosa felina, la bien nombrada, que es a un tiempo mismo honor de su sexo, orgullo de mi corazn y perfume de mi espritu, ya sea de noche, ya de da, en luz o en sombra opaca, en el fondo de sus ojos adorables veo siempre con claridad la hora, siempre la misma, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin divisin de minutos ni segundos, una hora inmvil que no est marcada en los relojes, y es, sin embargo, leve como un suspiro, rpida como una ojeada. Si algn importuno viniera a molestarme mientras la mirada ma reposa en tan deliciosa esfera; si algn genio malo e intolerante, si algn Demonio del contratiempo viniese a decirme: Qu miras con tal cuidado? Qu buscas en los ojos de esa criatura? Ves en ellos la hora, mortal prdigo y holgazn? Yo, sin vacilar, contestara: S; veo en ellos la hora. Es la Eternidad! Verdad, seora, que ste es un madrigal ciertamente meritorio y tan enftico como vos misma? Por de contado, tanto placer tuve en bordar esta galantera presuntuosa, que nada, en cambio, he de pediros.

UN HEMISFERIO EN UNA CABELLERA Djame respirar mucho tiempo, mucho tiempo, el olor de tus cabellos; sumergir en ellos el rostro, como hombre sediento en agua de manantial, y agitarlos con mi mano, como pauelo odorfero, para sacudir recuerdos al aire. Si pudieras saber todo lo que veo! Todo lo que siento! Todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume como el alma de los dems hombres en la msica. Tus cabellos contienen todo un ensueo, lleno de velmenes y de mstiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es ms azul y ms profundo, en que la atmsfera est perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana. En el ocano de tu cabellera entreveo un puerto en que pululan cantares melanclicos, hombres vigorosos de toda nacin y navos de toda forma, que recortan sus arquitecturas finas y complicadas en un cielo inmenso en que se repantiga el eterno calor. En las caricias de tu cabellera vuelvo a encontrar las languideces de las largas horas pasadas en un divn, en la cmara de un hermoso navo, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto, entre macetas y jarros refrescantes. En el ardiente hogar de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azcar; en la no-che de tu cabellera veo resplandecer lo infinito del azul tropical; en las orillas vellosas de tu cabellera me emborracho con los olores combinados del algodn, del almizcle y del aceite de coco. Djame morder mucho tiempo tus trenzas, pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elsticos y rebeldes, me parece que como recuerdos.

RECOGIMIENTO Clmate, dolor mo, y tu angustia serena. Anhelabas la noche. Ya desciende. Aqu est.

Una atmsfera oscura cubre a Pars. Traer a unos cuantos la paz, a otros muchos la pena. Mientras la muchedumbre que se rinde al placer Su verdugo inclemente por las calles anhela Cazar remordimientos bajo la fiesta en vela, T, dolor, ven a m. Dame la mano al ver Que es posible escaparse de los ya muertos aos Con sus antiguos trajes en el balcn celeste. Ya brotan, como salen del mar, los desengaos, Cuando el sol, bajo un arco, se muere en lontananza. Ahora, tal un sudario que desciende del este. Observa, mi dolor: la inmensa noche avanza. Versin de Jos Emilio Pacheco

A LA QUE PASA La avenida estridente en torno de m aullaba. Alta, esbelta, de luto, en pena majestuosa, pas aquella muchacha. Con su mano fastuosa Casi apart las puntas del velo que llevaba. gil y ennoblecida por sus piernas de diosa, Me hizo beber crispado, en un gesto demente, En sus ojos el cielo y el huracn latente; El dulzor que fascina y el placer que destroza. Relmpago en tinieblas, fugitiva belleza, Por tu brusca mirada me siento renacido. Volver acaso a verte? Sers eterno olvido? Jams, lejos, maana?, pregunto con tristeza. Nunca estaremos juntos. Ignoro adnde iras. S que te hubiera amado. T tambin lo sabas. Versin de Jos Emilio Pacheco

EL VINO DE LOS AMANTES Hoy es esplndido el espacio! Sin freno, ni espuelas, ni brida, Partamos a lomos del vino Hacia un cielo divino y mgico. Cual dos ngeles torturados Por implacable calentura En el cristal azul del alba Sigamos tras el espejismo. Balancendonos sobre el ala Del torbellino inteligente, En un delirio paralelo, Hermana, navegando juntos, Huiremos sin reposo o tregua Al paraso de mis sueos.

LTIMOS SUSPIROS DE UN PARNASIANO Klop, klip, klop, klop, klip, klop. Desgranando gota a gota su rtmico sollozo, En los pilones de la fuente donde el agua duerme inmvil, Un surtidor es el nico en turbar la plcida y tranquila noche. Qu silencio! Se dira que este globo aletargado Sobre aterciopeladas olas hacia el infinito se desliza. All en lo alto, a miles de millones de lenguas acribillando el Espacio, Peregrinos ahtos de las azules soledades, Ajenos a los mrtires que sobre sus flancos pululan, Enredando sin fin sus orbe indolentes, -Oasis de miseria o cadveres de mundosLas doradas esferas circulan errantes de concierto. Alma ma, olvidemos todo! Soltemos las riendas de oro A las contemplaciones que su vuelo despliegan, Las estrofas en mi seno permanecen alicadas... Por qu razn someterlas a un metro rebelde! Nada quiero saber, el vrtigo enervante Me arrulla en los pliegues de su abismo movedizo... Me fundo dulcemente... Estoy muerto, nada... ni siquiera la certeza De or el surtidor puntuar gota a gota El eterno silencio de un rtmico sollozo. Klop, klip, klop, klop, klip, klop...

INVITACIN AL VIAJE Mi hermana, mi sr, sua en el placer de juntar las vidas en tierra distante; y en un lento amar, amando expirar en aquel pas a Ti semejante. Los hmedos soles de sus arreboles mi alma conturban con el mismo encanto de tus agoreros ojos traicioneros cuando resplandecen a travs del llanto.

All todo es rtmico, hermoso y sereno esplendor voluptuoso. Pulieron los aos suntuosos escaos que sern la muelle pompa de la estancia donde los olores de exticas flores vagan entre 'una ambarina fragancia. La rica techumbre, la ilmite lumbre que dan los espejos con magia oriental, hablaran con voces de incgnitos goces al alma en su dulce lenguaje natal. All todo es rtmico, hermoso y sereno esplendor voluptuoso. Mira en las orillas las dormidas quillas de innmera ruta, de sino errabundo: siervas de tu anhelo, su marino vuelo tendieron de todos los puertos del mundo. Ponentinos lampos revisten los campos, la senda, la orilla. Crdeno capuz de oro y jacinto, por el orbe extinto difunde la tarde su clida luz. All todo es rtmico, hermoso y sereno esplendor voluptuoso. Versin de Carlos Lpez Narvez

LA PIPA Soy la pipa de un escritor: dice bien claro mi pergeo de cafre, que tengo por dueo

un refinado fumador. Al agobio de su labor se agita mi flabel risueo igual que el penacho hogareo a la vuelta del labrador. Mecer su corazn yo gusto en el mvil azul arbusto nacido en mi boca de fuego. Y extiendo con mi beso ardiente sobre su espritu doliente uncin de encanto y de sosiego. Versin de Carlos Lpez Narvez

II- EL ALBATROS Por divertirse a veces suelen los marineros cazar a los albatros, aves de envergadura, que siguen, en su rumbo indolentes viajeros, al barco que se mece sobre la amarga hondura. Apenas son echados en la cubierta ardiente, esos reyes del cielo, torpes y avergonzados, sus grandes alas blancas abaten tristemente como remos que arrastran a sus cuerpos pegados. Este viajero alado, oh qu inseguro y chico! Hace poco tan bello, qu dbil y grotesco! Uno con una pipa le ha chamuscado el pico, imita otro su vuelo con renqueo burlesco! El Poeta es semejante al prncipe del cielo que puede huir las flechas y el rayo frecuentar; entre mofas y risas exiliado en el suelo, sus alas de gigante le impiden caminar. Versin de Ignacio Caparrs (Ed. Alhulia. Coleccin "Crislida", n 20. Granada, 2001)

X- EL ENEMIGO Mi juventud fue slo tenebrosa tormenta, por rutilantes soles cruzada ac y all; relmpagos y lluvias la hicieron tan violenta, que en mi jardn hay pocos frutos dorados ya. De las ideas hoy al otoo he llegado, y rastrillos y pala ahora debo emplear para igualar de nuevo el terreno inundado, donde el agua agujeros cual tumbas fue a cavar. Quin sabe si las flores nuevas que en sueo anhelo hallarn como playas en el regado suelo el mstico alimento que les diera vigor? -Dolor!, dolor! El Tiempo, ay, devora la vida, y el oscuro Enemigo que roe nuestro interior con nuestra propia sangre crece y se consolida! Versin de Ignacio Caparrs (Ed. Alhulia. Coleccin "Crislida", n 20. Granada, 2001)

XIV- EL HOMBRE Y LA MAR Para siempre, hombre libre, a la mar tu amars! Es tu espejo la mar; mira, contempla tu alma en el vaivn sin fin de su oleada calma, y tan hondo tu espritu y amargo sentirs. Sumergirte en el fondo de tu imagen te dejas; con tus ojos y brazos la estrechas, y tu ardor se distrae por momentos de su propio rumor al salvaje e indomable resonar de sus quejas. Oscuros a la vez ambos sois y discretos: hombre, nadie sonde el fondo de tus simas, tus ntimas riquezas, oh mar, a nadie arrimas, con tan celoso afn callis vuestros secretos! Y en tanto van pasando los siglos incontables sin piedad ni afliccin vosotros os sitiis, de tal modo la muerte y la matanza amis, oh eternos combatientes, oh hermanos implacables! Versin de Ignacio Caparrs (Ed. Alhulia. Coleccin "Crislida", n 20. Granada, 2001)

XVII- LA BELLEZA Bella soy, oh mortales!, como un sueo de piedra, y mi seno, que a todos siempre ha martirizado, para inspirar amor a los poetas medra a la materia igual, inmortal y callado. En el azul impero, incomprendida esfinge; al blancor de los cisnes uno un corazn fro; detesto el movimiento que a las lneas refringe, y nunca lloro como jams tampoco ro. Los poetas, al ver mis grandes ademanes, que parecen prestados de altivos edificios, consumirn sus das en austeros afanes; Pues, para fascinar a amantes tan propicios, tengo puros espejos que hacen las cosas bellas: mis ojos, tan profundos, como eternas centellas! Versin de Ignacio Caparrs (Ed. Alhulia. Coleccin "Crislida", n 20. Granada, 2001)

XXXIII- REMORDIMIENTO PSTUMO Cuando en el fondo duermas, mi bella tenebrosa, de una tumba de mrmol denegrido construida, y ya tan slo tengas por alcoba o guarida una cueva lluviosa y una profunda fosa; Cuando oprima la losa tu carne temblorosa y tus flancos doblados con encanto tendida, y el latir y el querer a tu pecho le impida, Y a tus pies el correr su carrera azarosa,

La tumba, confidente de mi sueo infinito, (porque la tumba siempre comprender al poeta), en esas largas noches en que el sueo es proscrito, Te dir: De qu os sirve, cortesana indiscreta, lo que los muertos lloran no haber conocimiento? -Y te roer el gusano como un remordimiento. Versin de Ignacio Caparrs (Ed. Alhulia. Coleccin "Crislida", n 20. Granada, 2001)

LXVI- LOS GATOS Los amantes fervientes y los sabios austeros adoran por igual, en su estacin madura, al orgullo de casa, la fuerza y la dulzura de los gatos, tal ellos sedentarios, frioleros. Amigos de la ciencia y la sensualidad, al horror de tinieblas y al silencio se guan; los fnebres corceles del Erebo seran, si pudieran al ltigo ceder su majestad. Adoptan cuando suean las nobles actitudes de alargadas esfinges, que en vastas latitudes solitarias se duermen en un sueo inmutable; Mgicas chispas yerguen sus espaldas tranquilas, y partculas de oro, como arena agradable, estrellan vagamente sus msticas pupilas. Versin de Ignacio Caparrs (Ed. Alhulia. Coleccin "Crislida", n 20. Granada, 2001)

LXXVII- SPLEEN Yo soy como ese rey de aquel pas lluvioso, rico, pero impotente, joven, aunque achacoso, que, despreciando halagos de sus cien concejales, con sus perros se aburre y dems animales. Nada puede alegrarle, ni cazar, ni su halcn, ni su pueblo murindose enfrente del balcn. La grotesca balada del bufn favorito no distrae la frente de este enfermo maldito; en cripta se convierte su lecho blasonado, y las damas, que a cada prncipe hallan de agrado, no saben ya encontrar qu vestido indiscreto lograr una sonrisa del joven esqueleto. el sabio que le acua el oro no ha podido extirpar de su ser el humor corrompido, y en los baos de sangre que hacan los Romanos, que a menudo recuerdan los viejos soberanos, reavivar tal cadver l tampoco ha sabido pues tiene en vez de sangre verde agua del Olvido. Versin de Ignacio Caparrs (Ed. Alhulia. Coleccin "Crislida", n 20. Granada, 2001)

La Vida Anterior Yo viv largo tiempo bajo los amplios prticos que los soles marinos tean de mil fuegos, y que grandes pilares majestuosos y erguidos trocaban por la noche en grutas de basalto. La marea arrastrando la imagen de los cielos, mezclaba de manera religiosa y solemne los acordes potentes de su opulenta msica y el matiz del ocaso reflejado en mis ojos.

Fue all donde gust los tranquilos placeres, en medio del azul, de las olas, del lujo, y de esclavos desnudos, impregnados de aromas, quienes me abanicaban con hojas de palmeras sin tener ms cuidado que el de desentraar el secreto punzante de mi melancola.

Elevacin Ms all de los lagos, ms all delos valles, de los montes, los bosques, de las nubes y el mar, por encima del sol, mas all de los cielos, por sobre los confines de la esfera estrellada, te mueves gilmente, oh t espritu mo ! y como un nadador complacido en la onda con alegra surcas la inmensidad profunda gustando un indecible y varonil placer. Vuela lejos, bien lejos de estos miasmas malsanos; marcha a purificarte en el ter ms alto, y bebe, cual un puro y divino licor, ese fuego que colma los lmpidos espacios. Tras todas las molestias y las enormes penas que agobian con su peso la existencia brumosa, dichoso aquel que puede con sus alas pujantes lanzarse hacia otro campo luminoso y sereno! Y cuyos pensamientos igual que unas alondras, en la libre maana hasta el cielo se elevan, --que vuela por la vida y sin esfuerzo entiende lo que dicen las flores y todo lo que es mudo.

Castigo del Orgullo En los tiempos esplndidos en que la Teologa floreci con mayor savia y energa, cuntase que un doctor de los ms eminentes, --tras haber convertido almas indiferentes y haberlas convertido en sus negros abismos; tras haberles abierto hacia la gloria emprea caminos singulares, para l mismo secretos por donde slo cruzan los espritus puros--, como un hombre engredo, presa total de pnico,

exclam, posedo de un orgullo satnico: "Jess, pobre Jess, te he puesto muy en alto! Pero, si atacarte yo me hubiera propuesto, no sera menor tu afrenta que tu gloria ni T seras ms que un objeto irrisorio". De inmediato huy de l la razn. Los rayos de ese sol vel negro crespn; el caos ocup aquella inteligencia, otrora templo vivo, todo orden y opulencia, bajo cuyo techo tanta pompa habitaba. El silencio y la noche se instalaron en l como en una cripta cuya llave se pierde. Fue semejante, entonces, a bestia callejera y cuando, sin ver nada, por los campos pasaba, sin distinguir siquiera veranos de inviernos, sucio, intil, grotesco, corno una cosa usada, serva a los muchachos de jolgorio y de mofa.

El Final de la Jornada Bajo una lvida luz corre y danza sin motivo la Vida chillona, imprudente; y as, en cuanto al horizonte la noche voluptuosa asciende apaciguando hasta el hambre, borrando incluso la vergenza, el Poeta se dice: "Al fin!" Mi espritu, como mis vrtebras con fervor invoca el reposo, lleno de fnebres sueos, voy a tenderme de espaldas y a envolverme en vuestras cortinas, oh refrescantes tinieblas!"

A una Madona Cancin de primeras horas de la tarde Aunque tus cejas malignas te den un aire extrao

que no es el de un ngel, bruja de ojos seductores, te adoro, oh frvola ma, mi terrible pasin!, con la devocin del sacerdote por su dolo. El desierto y el bosque perfuman tus trenzas toscas, tu cabeza tiene las actitudes del enigma del secreto. Por tu carne vaga el perfume como alrededor de un incensario; encantas como la tarde, ninfa tenebrosa y clida. Ah, los filtros ms fuertes no valen tu pereza, y conoces la caricia que hace revivir a los muertos! Tus caderas estn enamoradas de tu espalda y de tus senos, y cautivas a los almohadones con tus lnguidas posturas. A veces para clamar tu rabia misteriosa, prodigas, seria, el mordisco y el beso; me destrozas, morena ma, con una risa burlona, y luego pone en mi corazn tus ojos dulces como la luna. Bajo tus chapines de raso, bajo tus encantadores pies de seda, pongo mi gran alegra, mi genio y mi destino. alma ma curada por ti, por ti, luz y color!, explosin de calor en mi negra Siberia!

XXIV Te adoro al igual que a la bveda nocturna, oh vaso de tristeza, oh gran taciturna, y tanto ms te amo, bella, cuanto t ms me huyes, y cuanto ms me pareces, adorno de mis noches, aumentar con mayor irona las leguas que separan mis brazos de las inmensidades azules. Me lanzo al ataque, y escalo al asalto como tras un cadver un coro de gusanos, y quiero, oh bestia implacable y cruel!, hasta esa frialdad por la que me resultas ms bella!

Alegora Es una mujer bella y de altiva garganta que deja en el vino arrastrar sus cabellos! Del antro los venenos, del amor la pezua resbalan y se liman en su cuerpo marmreo. Se re de la Muerte y del Libertinaje, monstruos cuya mano que desgarra y destruye, respeta sin embargo en sus terribles juegos la ruda majestad de ese cuerpo tan firme. Cual sultana descansa, camina como diosa; en el placer profesa una fe mahometana. Y a sus brazos abiertos que sus dos senos colman atrae con su mirar a los seres humanos. Cree, y sin duda sabe la virgen infecunda pero tan necesaria a la marcha del mundo, que la hermosura del cuerpo es don sublime que logra por s solo el perdn de la infamia. Ignora el Infierno igual que el Purgatorio y al llegarle la hora de entregarse a la Noche contemplar serena el rostro de la Muerte, como un recin nacido -sin pesar y sin odio!

La Cabellera Oh, melena, que cae ensortijada sobre la espalda! Oh, bucles! Oh, perfume cargado de descuido! xtasis! Para poblar esta tarde la oscura alcoba

con los recuerdos que duermen en esta cabellera, yo la quiero agitar en el aire como un pauelo! La languideciente Asia y la ardiente frica, todo un mundo lejano, ausente, casi muerto, vive en tus profundidades, selva aromtica!, como otros espritus bogan por la msica, el mo, Oh, mi amor!, nada por tu perfume. Ir all donde el rbol y el hombre, llenos de savia, desfallecen mucho tiempo bajo el ardor de los climas; fuertes trenzas, sed el oleaje que me arrastre! Continentes, mar de bano, un sueo deslumbrante de velas, de remeros, de gallardetes y de mstiles: Un puerto resonante donde mi alma puede beber a grandes raudales el perfume, el sonido y el color; donde los navos, que se deslizan en el oro y el moar, abren sus vastos brazos para abrazar la gloria de un cielo puro donde vibra el eterno calor. Hundir mi cabeza amiga de embriagarse en este negro ocano donde est encerrado el otro; y mi espritu sutil que el balanceo acaricia sabr volver a encontrar, oh fecunda pereza, los infinitos vaivenes del ocio embalsamado! Cabellos azules, pabelln de tinieblas extendidas, me devolvis el azul del cielo inmenso y redondo; en los bordes suaves de vuestros mechones retorcidos me embriago ardientemente con los olores confundidos del aceite de coco, del almizcle y la brea. Mucho tiempo!, siempre!, mi mano en tu grande y espesa cabellera sembrar el rub, la perla y el zafiro, para que a mi deseo no seas nunca sorda! No eres el oasis donde sueo, y la calabaza donde sorbo a grandes tragos el vino del recuerdo?

Conservacin Eres un bello cielo de otoo, claro y rosado! Pero la tristeza sube en m como el mar, Y