CHARLAS DE CAFÉ (1921) Santiago Ramón y Cajal

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CHARLAS DE CAFÉ (1921) (Selección) Santiago Ramón y Cajal Selección: Julio Pollino Tamayo [email protected]

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CHARLAS DE CAFÉ

(1921)

(Selección)

Santiago Ramón y Cajal

Selección:

Julio Pollino Tamayo [email protected]

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1 Hay personas por todo extremo excelentes y respetuosas; respetarán tu mujer, tu honra, tu fama y tu dinero, todo, menos una cosa: tu tiempo.

2 Apártate progresivamente –sin rupturas violentas- del amigo para quien representas un medio en vez de ser un fin.

3 Evita asimismo los amigos y protectores ricos y tontos. A poco que los trates te verás convertido en su amanuense o en su lacayo.

4 Dice Carlyle “que es necesario amar para conocer”. Máxima cierta cuando se trata de ciencia, arte o literatura. Pero en la amistad y el amor fracasa a menudo, porque unas veces nos amamos porque nos conocemos, y otras, acaso las más, nos amamos porque nos ignoramos.

5 Evita la conversación del amigo cuya palabra, en vez de ser trabajo, constituye placer.

6 Hagamos notar que cuando un hombre de ciencia presume de muchos amigos, casi siempre se trata de un cuco o de un holgazán. No se conservan varias amistades íntimas sin cultivarlas asiduamente, y este cultivo resulta incompatible con una vida de concentración intensa y de trabajo austero. En suma: o se tienen muchas ideas y pocos amigos, o muchos amigos y pocas ideas.

7 Importa declinar en lo posible los agasajos inmerecidos. Quienes te obsequian, te consideran solvente, y te prestan esperando un interés usurario.

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8 El odio puede ser desarmado por el amor, y acaba por olvidar; mas la envidia sólo ceja ante la muerte, y a menudo ni se detiene siquiera al borde del sepulcro.

9 Cuando veáis a un desconocido en ademán de abrazaros, poneos en guardia; que no en vano la naturaleza ha hecho similares los gestos de la amistad vehemente y los del atraco desvalijador.

10 Aun en medio del amor sincero, nos tienta a veces el demonio de la vanidad. Quién no ha oído decir con mal disimulada fruición reporteril al amigo de un enfermo ilustre: “¿No sabes la noticia? -¿Qué?- Fulano se muere. Acabo de verle.”

11 La amistad repugna la pobreza como la flor la obscuridad. Por tanto, si deseas conservar amigos, ocúltales tus penurias y sinsabores.

12 No perdones a tus hijos, servidores y amigos la primera falta grave, si no quieres ser víctima de la última.

13 Ya lo dijo el sublime Jesús: Sólo hay una regla segura para juzgar a los hombres: el fruto.

14 Nos quejamos de los amigos, porque exigimos de ellos más de lo que pueden dar.

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15 ¿Deseas congraciarte con émulos o adversarios? Fracasa pública y ruidosamente. El primer aplauso, y en todo caso el más entusiasta, será el suyo.

16 ¿Alardeas de carecer de enemigos? Veo que te calumnias. ¿Es que jamás tuviste la entereza de decir la verdad o de realizar un acto de justicia?

17 Casi siempre la alabanza acordada por los demás representa el eco de las alabanzas que les hemos prodigado. Hacer justicia de balde es una de las cosas más peregrinas y admirables.

18 De todas las reacciones posibles ante una injuria, la más hábil y económica es el silencio.

19 Hay tres clases de ingratos: los que callan el favor, los que lo cobran y los que lo vengan.

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Prescindiendo de muchos inconvenientes, todo triunfo resonante constituye precioso reactivo revelador de enemigos y envidiosos. El deliberado silencio de éstos o su mal disimulada contrariedad, cuando no sus tímidas censuras, los delatará infaliblemente.

21 Con dolorosa sorpresa he comprobado muchas veces que ciertos odios implacables no reconocen otro origen que nuestra distracción al ser saludados o el olvido de contestar a una carta.

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22 -Veo que son ustedes muy amigos. -No tanto..., es que ahora nos necesitamos.

23 Hay pocos lazos de amistad tan fuertes que no puedan ser cortados por un cabello de mujer.

24 Sólo se recuerda el último favor... hasta que se convierte en penúltimo.

25 Obedecer al amor es mostrarse sensible a la voz angustiosa de los gérmenes que piden turno en el banquete de la vida.

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Se ha dicho muchas veces que no hay nada más inútil que la experiencia. Tan triste verdad se corrobora cuando somos víctimas de una pasión avasalladora. En la vida del enamorado, los prudentes consejos del viejo suenan como la voz atiplada de un eunuco que disertara sobre las excelencias del celibato.

27 El beso, que los poetas consideran como sublime conjugación de dos almas, no es para el científico sino un simple intercambio de microbios labiales.

28 Lo más deplorable de la vejez es la pérdida de la individualidad física y moral. En la extrema senectud, almas y rostros se parecen; que no hay una cosa más semejante a una calavera que otra calavera y un desengañado a otro desengañado.

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29 La gloria tardía, en plena senectud, aporta al espíritu cierta tranquila y dulce melancolía. Sobre el cielo arrebolado del atardecer ya no cantan las alondras, pero se agitan los murciélagos. Y por encima de todo destacan dos grandes dolores: nos falta el beso de amor de los padres y el beso de Judas de los enemigos. Sin embargo, esta última amargura no siempre falta.

30 Hay una enfermedad crónica, necesariamente mortal, que todos debiéramos evitar y que, sin embargo, todos deseamos: la ancianidad.

31 La Naturaleza, previsora en todo, ha hecho fea e infecunda a la decrepitud para no gastar pólvora en salvas.

32 De chicos pensamos: “soy inmortal”. De viejos decimos: “muero sin haber vivido”, o lo que es más triste, “no he sabido vivir”. Y pensaríamos lo mismo si nuestra vida durara los trescientos años del cocodrilo o los doscientos del elefante.

33 Una opinión adversa formulada acerca de nuestra obra, a los treinta años, nos hace sonreír de orgullo; a los cuarenta, nos pone serios; pero a los setenta nos hace el efecto de un escopetazo en pleno corazón.

34 Homenaje en puerta, menosprecio a la vuelta.

35 Nada me apena más que la ceguera de ciertos ancianos. Al ver sus pupilas opacas, evoco sin querer al reo a quien se le vendan los ojos para morir.

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36 La gloria no es otra cosa que un olvido aplazado.

37 Poco vales si tu muerte no es deseada por muchas personas.

38 Nada distrae más a los viejos que ocuparse de historia; es decir, de la vida y hazañas de hombres más viejos que ellos.

39 En un entierro fastuoso, los únicos seres que parecen tener conciencia clara de la fúnebre solemnidad del acto y se abstienen de murmurar del difunto, son los caballos.

40 Conócense infinita clase de necios; la más deplorable es la de los parlanchines empeñados en demostrar que tienen talento.

41 Nuestra vanidad es incorregible. Hallámonos en presencia de un tonto que nos aturde con su charla insubstancial y pedantesca. De pronto se dirige a nosotros, demuestra que nos ha leído, y nos prodiga sonrojantes elogios. En el acto, cambia la escena. Y algo ruborizados por la instantánea rectificación, nos decimos: ¿Tendrá talento este majadero?

42 La erudición oportuna que tanto nos seduce en ciertos amenísimos conversadores, no es, a menudo, sino el arte sutil de llevar al interlocutor al terreno de sus recientes lecturas.

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La auto-alabanza no implica necesariamente fatuidad, petulancia o pretensión injustificada; significa a veces la reacción excesiva contra el silencio o el desdén del medio intelectual, no siempre justo con los principiantes.

44 Por necios que seamos, siempre hallaremos admiradores: los que padezcan en menor grado la misma especie de tontería que nosotros.

45 Propio de los grandes genios, como de los habitantes de los abismos del mar, es marchar iluminados con su propia luz.

46 Los talentos abúlicos y las medianías estudiosas suelen vengarse del genio, considerándolo como un caso patológico.

47 Como hay talentos refinados por el estudio, hay tontos entontecidos por desuso.

48 Cuanto peor hablamos más habladores somos. Pocas veces van juntas la verbosidad y la elocuencia.

49 Al modo de los callos, las opiniones crónicas, cuánto más se pisan y soban, más se irritan y enconan.

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50 Cuando veáis a un hombre despojado de altos ideales, quiero decir que ni anhela ganar el cielo ni granjear honra en la tierra, apartaos de él; es un vividor disfrazado de persona decente.

51 Cuando recibo un obsequio inesperado e inmerecido, me pregunto espantado: ¿cuál será la arbitrariedad, el abuso o la injusticia que se me exigirá algún día?

52 Es difícil ser muy amigo de los amigos, sin ser algo enemigo de la justicia.

53 Ponte en guardia al saber que un adversario te hace justicia en público. Es que te necesita.

54 Lícito y hasta honrado es cambiar de conducta, ya que cambian también el mundo y los hombres.

55 Hay personas que no se preocupan sino de matar el tiempo... el suyo y el de los demás.

56 Felices los que saben negar, porque ellos vivirán tranquilos.

57 La verdad es un ácido corrosivo que salpica casi siempre al que lo maneja.

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58 Si eres devoto, frecuenta las iglesias; y si descreído, también. No conozco asilo más seguro contra los latosos y los sablistas.

59 Carecer de odios es confesar que no se ama nada y que nos son indiferentes la injusticia, la iniquidad y la tiranía. Si existen amores sacrosantos, existen también sagrados aborrecimientos.

60 Nada más inútil –se ha dicho mil veces- que la experiencia. A la mayoría de los hombres nos pasa lo que a las ranas o las moscas decapitadas, que se obstinan en preservar y defender la cabeza después de haberla perdido.

61 Se nos aprecia por nuestras aptitudes y talentos, pero sólo somos queridos a causa de algunos defectos agradables.

62 Es cosa común que vanidosos y pretenciosos finjan poseer lo que desean.

63 Te quejas de las censuras de tus maestros, émulos y adversarios, cuando debieras agradecerlas: sus golpes no te hieren, te esculpen.

64 Quien no haya sido un poco salvaje en su infancia y adolescencia, corre mucho riesgo de serlo en su edad madura. A menos de que no se trate de un limitado, de un abúlico o de un viejo prematuro.

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65 Comparables a la ola que rompe impetuosa en la playa, son muchos escritores: mucha espuma y poco fondo.

66 Cuando veáis a un escritor que se mete con todo el mundo, es que aspira a que todo el mundo se meta con él. No habiendo conseguido ser admirado, anhela ser temido.

67 Gustan mucho las frivolidades amenas y los juegos de ingenio; pero solo interesan y perduran positivamente las obras que se escribieron con sangre y entre las angustias del dolor.

68 Somos tan ególatras, que, cuando leemos, no buscamos en el texto el autor, sino a nosotros mismos. Admiramos solo los pensamientos que coinciden con los nuestros o que se incorporan fácilmente a las doctrinas asimiladas durante la juventud.

69 Nada hay más semejante a una biblioteca que una botica. Si en las estanterías farmacéuticas se guardan los remedios contra las enfermedades del cuerpo, en los anaqueles de las buenas librerías se encierran los específicos reclamados por las dolencias del ánimo.

70 Ocurre con los adjetivos lo que con los billetes de Banco: se deprecian de día en día.

71 El silencio de los envidiosos es el mejor elogio a que puede aspirar un autor.

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72 Seremos olvidados. Si, andando el tiempo, algún curioso ratón de biblioteca nos descubre, prestándonos fugaz actualidad, será para justificar pedantescamente nuestro olvido.

73 Hay críticos polillas que corroen los libros sin leerlos.

74 Si quieres dejar algo fuerte, justo y loable, ten la bizarría de escribir como si ningún contemporáneo te hubiera de leer.

75 Muchas veces he pensado si el mal no está puesto en el Universo como un tema de trabajo y un incentivo a nuestra curiosidad.

76 Lo último que se nos ocurre es la idea más sencilla y la expresión más natural.

77 Preferible será siempre ser personal en las ideas a serlo exclusivamente en el estilo. Porque las ideas quedan y el estilo envejece.

78 Casi todos nuestros grandes ingenios han pasado, como el Guadiana, por tres fases: curso a plena luz, eclipse y reaparición. Y lo más triste es que el nuevo alumbramiento ha sido casi siempre obra de justicia y comprensión del extranjero.

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79 Tener razón antes de tiempo es una herejía que se ha pagado muchas veces con el martirio.

80 Los excesivamente preocupados del alma acaban por no creer en el cuerpo... ¡ni en la higiene!

81 El ideal del español de todas las cataduras es jubilarse tras breves años de trabajo, y si es posible, antes de trabajar.

82 -Tengo una idea –decía un escritor demasiado reminiscente. -¿De quién? –le atajó un amigo.

83 No hay favores menos agradecidos y más prontos olvidados que los humillantes para nuestra incorregible vanidad intelectual.

84 El hombre casado es el más paciente de los animales domésticos.

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