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Suplemento eSpecial DominGo 29 De eneRo De 2012 DiRectoRa GeneRal: caRmen liRa SaaDe

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LA REBELIÓN ESTUDIANTIL

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El CEU, estruendo contra la cerrazón

Uno de los tres momentos fundamentales del tiempo mexicano en la década de los 80 del siglo pasado fue la huelga que estalló el Consejo

Estudiantil Universitario (CEU) en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el 29 de enero de 1987 y que se diferenció de otras luchas sociales de esa y otras épocas por un hecho: triunfó.

Ello, si se considera que logró la derogación de las reformas impugna-da y la realización de un congreso.

Además, porque aun con resistencias, tanto las autoridades de la UNAM como los estudiantes protagonizaron entonces un momento inédito en la vida del país: sentarse a dialogar y hacerlo sin aferrarse al “todo o nada”.

Fue una huelga corta –sólo 20 días– pero la génesis de ese movimiento estudiantil fue la presentación, en abril de 1986, del diagnóstico sobre la institución elaborado por el entonces rector, Jorge Carpizo.

Tras la difusión de Fortaleza y Debilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México, entre mayo y agosto una consulta institucional reca-bó, entre colectivas e individuales, 1760 iniciativas para resolver la proble-mática enunciada. De éstas, dijo entonces Carpizo, ‘’escogimos los que en nuestra opinión son 26 puntos importantes y propusimos soluciones’’.

Pero a lo largo de esos meses también se hicieron oír voces de censura, en distintos espacios universitarios, al texto del rector. La rebelión se gestaba.

Llegó el 11 de septiembre. El Consejo Universitario votó mayoritaria-mente las medidas elaboradas por la administración central. De éstas, tres serían a la postre el detonante de la revuelta estudiantil: eliminar el pase automático del bachillerato a la licenciatura para quienes no lo concluyeran en tres años y con promedio mínimo de 8; aumentar cuotas por servicios escolares y en el posgrado, y suprimir la segunda vuelta de exámenes ordi-narios y un límite máximo de extraordinarios por materia.

En suma, una visión conservadora, escribía en la La Jornada el peda-gogo Olac Fuentes Molinar, con ‘’formas de selección y exclusión (a la UNAM) que parten del supuesto de que el estudiante es el responsable úni-co de su propia incompetencia y de que la universidad no puede admitir y conservar a quienes se supone portadores de deficiencias culturales y hasta genéticas absolutamente irremediables’’.

La misma rapidez para consumar esta imposición fue empleada por los alumnos para rechazarla. El 24 de septiembre en el aula magna de la Facultad de Filosofía y Letras realizaron la primera ‘’Asamblea Universita-ria’’ y en las siguientes semanas hubo mítines cada vez más concurridos. Y ante la sordera de la Rectoría, el 31 de octubre se conformó el Consejo Estu-diantil Universitario.

La demanda inmediata fue derogar las reformas a los reglamentos de pagos, inscripciones y exámenes, y emprender una reforma universitaria que resultara de la mayoría de la comunidad.

El 6 de noviembre miles de estudiantes realizaron la llamada ‘’marcha de las antorchas’’ y exigieron diálogo con la Rectoría.

Ese encuentro ocurrió una semana después, en la sede de la Unión de Universidades de América Latina (Udual) donde debatieron cinco enviados de la Rectoría e igual número de ceuístas. Pero no llegaron a acuerdos. Ade-más el 13 de ese mes se realizó un paro general en la UNAM.

Asimismo, para el creciente movimiento estudiantil resultó inaceptable la propuesta enviada seis días más tarde por las autoridades matizando las refor-mas a los reglamentos aprobadas por el Consejo Universitario dos meses atrás.

Y mientras, la efervescencia crecía en la comunidad con la también importante participación de los sectores académico y de trabajadores ma-nuales y de no pocos padres de familia en apoyo a los estudiantes.

El 11de diciembre sumaron cien mil los participantes en una marcha del Parque de los Venados a la Ciudad Universitaria. Ese día el CEU lanzó por primera vez: derogación o huelga general, y planteó también realizar un congreso universitario.

La Rectoría aceptó la petición que ya venía fomulando el CEU desde hacía varias semanas de dialogar públicamente.

Del 6 al 9 de enero, en el auditorio Che Guevara de la Facultad de Filo-sofía y Letras, repleto, se realizaron los encuentros. Participaron diez repre-

sentantes por bando, cada uno acompañado de numerosos asesores. Las sesiones se transmitieron por Radio Universidad, la cual alcanzó en esos días sus más altos índices de audiencia.

Herman Bellinghausen consignó en estas páginas: ‘’Por unos días se vivió la ilusión de un parlamento universitario; miles de estudiantes apo-yaban a sus negociadores al son de la salmodia: ‘duro/duro/’ ‘’.

Con un lenguaje de civilizada confrontación, funcionarios como José Narro –hoy rector de la UNAM– argumentaban: ‘’no aceptamos otro elitismo que el de la razón, el conocimiento y la preparación’’. Y del lado contrario, ceuístas como Carlos Imaz replicaban: ‘’las medidas aprobadas son coerci-tivas y antipedagógicas’’.

Sin embargo, una vez más la representación estudiantil no consideró satisfactorias las nuevas propuestas de solución enviadas por la Rectoría y

16 de abril: el rector Jorge Carpizo presenta “Fortaleza y Debilidad de la Universidad Nacional”.

22 de mayo: en filosofía y ante el rector Carpizo se lanzan agrias críticas a su diagnóstico.

31 de agosto: termina la consulta institucional sobre el contenido del diagnóstico de Carpizo.

11 y 12 de septiembre: sesiona el Consejo Universitario y se reforman los reglamentos de Pagos, Exámenes y Posgrado.

27 de octubre: miles de estudiantes piden la derogación de las medidas en la explanada de Ciudad Universitaria.

31 de octubre: delegados de 25 escuelas crean el Consejo Estudiantil Universitario (CEU).

6 de noviembre: El CEU pide diálogo público al rector al culminar la marcha de las antorchas.

12 de noviembre: primera reunión de representantes del CEU con la Comisión de la Rectoría.

13 de noviembre: paro estudiantil en 29 facultades y escuelas.

LOS INDIGNADOS DE ENTONCES

1986

CRONOLOGIA

EntrEvistas y tExtos: Rosa ElviRa vaRgas n EmiR olivaREs n lauRa Poy

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“ese día marchó

una juventud

desbordada pero

consciente”

manifestación mULtitUDinaRia DeL ceU en La pLancha DeL zócaLo, 9 De febReRo De 1987. foto: aRchivo La joRnaDa/ eLsa meDina

en sesión plenaria del día 15, las rechazó.Ya no había retorno, la huelga estallaría y con ella seguiría manifestán-

dose de mil y un formas creativas, innovadoras y hasta divertidas tanto en pancartas como en carteles y otras, la combatividad de los muchachos.

Y es que la fuerza estudiantil era tal para ese momento, que el 21 de enero, la marcha realizada de San Cosme al zócalo fue definida en La Jornada como ‘’la mayor desde 1968’’.

Ese día desfiló, como en las ocasiones anteriores, una juventud desbor-dada y consciente y lo hacía con expresiones lúdicas, gozosas.

‘’Al calor de la noche, una gran fiesta embelleció los perímetros de Catedral, Palacio y el Departamento Central. Resguardo de fogatas. La fies-ta, justo es decirlo, mereció una visible ausencia de policías y granaderos’’, reseñó Bellinghausen.

Y de ahí a la huelga. Aún se intentaron, sin éxito, otros acercamientos, y a las cero horas del

29 de enero se colocaban las banderas rojinegras. Carpizo llamó a no caer ‘’en el caos y la anarquía’’. Los estudiantes a su

vez, exigieron al Consejo Universitario intervenir para dar con una solución.El órgano de gobierno fue convocado el 10 de febrero y tras doce horas

de discusión acordó suspender la aplicación de las tres reformas impugnadas y convocar a un congreso universitario. Éste se efectuó en junio de 1990.

Procesar este resultado y discutir en los comités de huelga el levanta-miento de la misma requirió de gran esfuerzo y extenuantes asambleas.

La madrugada del 17, finalmente cada delegado de plantel votó por retirar las banderas y entregar las instalaciones.

Y al mediodía lo cumplieron ∞

1987

11 de diciembre: gigantesca marcha del Parque de los Venados a la Torre de Rectoría.

15 de diciembre: la Comisión de la Rectoría y el CEU acuerdan diálogo público en enero.

6 de enero: se inicia el diálogo público en el auditorio Justo Sierra (Che Guevara). Lo transmite Radio UNAM.

10 de enero: Rectoría propone modificaciones a los reglamentos. El CEU las rechaza.

12 de enero: una multitudinaria asamblea en la explanada de la Rectoría acuerda la huelga general.

28 de enero: se interrumpen las sesiones de diálogo entre el CEU y la comisión de las autoridades.

29 de enero: el CEU coloca las banderas rojinegras en la UNAM a las cero horas.

10 de febrero: sesiona el Consejo Universitario, suspende las reformas a los reglamentos y convoca a Congreso.

17 de febrero: después de días de escarceo con las autoridades, el CEU levanta la huelga.

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josÉ naRRo, joRge maDRazo e imanoL oRDoRika, DiaLogan DURante Los tRabajos pRevios aL congReso UniveRsitaRio, mayo De 1990/ foto: aRchivo La joRnaDa/ aRtURo gUeRRa

La universidad se parece hoy más a la que dibujó el CEU; éramos la generación de la crisis

w ENTREVISTA/ IMANOL ORDORIKA, DIRIGENTE DEL CONSEJO ESTUDIANTIL UNIVERSITARIO

imanoL oRDoRika DURante Un mitin convocaDo poR eL ceU fRente a RectoRía/ foto: aRchivo La joRnaDa/ RogeLio cUÉLLaR

imanoL oRDoRika/ foto: aRchivo La joRnaDa/ maRia LUisa seveRiano.

Imanol Ordorika –hoy investigador y funcionario de la Universidad Nacional Autónoma de México– fue uno de los

principales líderes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU). Como consejero universitario por la Facultad de

Ciencias, en septiembre de 1986 se opuso a los planteamientos del documento Fortaleza y Debilidad. Y, después de que éstos

fueran aprobados por el Consejo Universitario, lanzó una frase que poco tiempo después se convertiría en realidad: “Volveremos y seremos miles”. Rememora ese momento

crucial en la vida de la UNAM:

“La gratuidad es hoy uno de los grandes valores universitarios, junto a la laicidad, a la autonomía y

a la idea de libertad de cátedra. Esto quedó de manifiesto durante los discursos por el centenario de la universidad: tanto quienes hablaron en nombre de los distintos sectores de la institución como los personajes externos –en la Cá-mara de Diputados–, reivindicaron el carácter gratuito de la UNAM.

“Hacia afuera se instaló una forma de acción política de masas, abierta, democrática, con decisiones colectivas, con una expresión poco tradicional, con un discurso reno-vado, con una gran claridad de la importancia de los me-dios de comunicación. Fue un proceso que marcó a toda una generación, a los que entonces éramos jóvenes, y que se incorporó a la vida política nacional y la impactó. Ese reclamo de discusión pública y transparente para que el gobierno estuviera obligado a dar sus razones y las ideas en las que se sustentaban sus decisiones.

“La Universidad 25 años después se parece más a la que planteó en el debate y en sus propuestas el CEU que a aquella que el gobierno federal intentaba imponer. Hoy participa y opina sobre los grandes temas nacionales y se ha constituido en un eje de referencia en el debate público en el país.

“Además, hoy tiene más estudiantes y se preocupa más por ellos, el número de becas ha crecido (en ese enton-ces había menos de 300, hoy son más de 100 mil estudian-tes becados). Esto no se debe sólo al CEU, también a movi-mientos posteriores y a los cambios políticos en el país, que han obligado a una reconfiguración del papel de la UNAM.

“Se han dado pasos para mejorar la representatividad de estudiantes y académicos en cuerpos colegiados, pero los procesos de designación de autoridades continúan siendo cerrados, anacrónicos y no corresponden a los de una comunidad moderna, informada, capaz de tomar de-cisiones como es hoy la Universidad Nacional. En ese te-rreno hace falta avanzar mucho más.”

“Nosotros nos sentíamos la generación de la crisis, que estuvo marcada por el sismo de 1985, pero la crisis que vino después fue más profunda y marcó a otra generación significativamente. Hoy no están claras sus posibilidades de acción. Vemos expresiones como los indignados mexica-nos, estamos en un proceso de búsqueda de una nueva politización juvenil que pasa por una profunda descon-fianza y distancia frente a procesos políticos que debieron incluirlos, como la generación de nuevos partidos de la izquierda que devinieron en proyectos completamente burocratizados y cerrados como el PRD. Creo que los jó-venes mexicanos nos van a abrir un conjunto de espacios que hoy parecen completamente cerrados y que lo harán con una frescura y con un conjunto de formas que nos van a sorprender por su creatividad y naturaleza.” ∞

Estamos En un procEso dE búsquEda dE una nuEva politización juvEnil quE pasa por una profunda

dEsconfianza

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Miembro destacado del equipo del rector Jorge Carpizo, el doctor José Narro Robles fue también

elemento clave, en su condición de secretario general, en las negociaciones con el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) durante el

conflicto de 1986-87 en la UNAM. Encabezó el diálogo por la parte institucional para defender las

reformas reglamentarias rechazadas por amplios sectores de la comunidad universitaria. Durante los debates se distinguió por su capacidad conciliadora

y su voluntad de arribar a acuerdos, según lo reconocen todavía quienes en aquel momento fueron

sus contendientes políticos. Hoy, este médico es la máxima autoridad en la institución. A cinco lustros del inicio de la huelga del CEU, el rector José Narro

describe así el episodio:

“F ueron esos dos años muy relevantes para la UNAM. Vivimos en aquellos días

una revisión de la casa de estudios. Lo hicimos dentro de la universidad y con los medios y mé-todos de los universitarios. En ese contexto apa-reció un documento que tuvo una enorme impor-tancia, Fortaleza y Debilidad..., el cual generó una respuesta de un sector importante de uni-

versitarios, mayoritariamente estudiantes, pero también académicos y trabajadores.

“Esto permitió probar la entereza y solidez de la institución para resolver sus problemas con métodos universitarios: diálogo, razón, inteli-gencia y búsqueda de acuerdos. Y tras un proce-so largo, complejo y difícil, se llegó al final a la solución de las diferencias; 1986 y 1987 fueron los años en los que se privilegiaron el diálogo y la búsqueda de acuerdos por vías universitarias y dentro de la institución.

“Para ser honesto, debe uno decir que a lo lar-go de su historia, la UNAM ha procurado solucio-nar sus problemas haciendo uso de la inteligencia, la razón, la información y el convencimiento. No siempre ha sido así, pero lo fue en 86-87 y en una sociedad que vivía con muchísimas formas que uno podría calificar de autoritarias.

“No fue sencillo dialogar en una sociedad acostumbrada entonces a decisiones menos hori-zontales y compartidas, más verticales y cupula-res. Esa decisión (el diálogo público) recibió co-mentarios en contra, pero también a favor de la apertura (...) diálogo por encima de todas las cosas. ¿Diálogo público? Sí. ¿Diálogo privado? Sí.

¿Diálogo entre todas las partes? Sí. En síntesis: diálogo todo el tiempo, en una situación de dis-tanciamientos, de rupturas momentáneas.

“Muchos colaboradores del rector Carpizo y numerosos universitarios se inclinaban por una solución acordada. En ocasiones la apertura y el diálogo se interpretan como signo de debilidad, sobre todo en ambientes acostumbrados a pensar que la autoridad debe ser la que defina y que la contraparte sólo acepte.

“La UNAM no puede ser una institución au-toritaria. Sus directivos deben partir fundamen-talmente de la autoridad académica y moral. En estos dos elementos está la conducción.

“Nunca, ni de un lado ni del otro, prevaleció el interés por acabar con la contraparte, por pre-dominar. Siempre existió el afán de acercarnos, de comprendernos y de construir las salidas, in-cluso a veces pensando no sólo en lo que yo pue-do o yo quiero, sino en lo que los otros necesitan y requieren.

“De ese modo, la solución se diseñó en va-rias etapas: primero, con el levantamiento de la huelga; a ello siguió el surgimiento de la Comi-sión Organizadora del Congreso Universitario (Cocu) y después, en 1990, la realización del mis-mo, cuyos acuerdos se tradujeron en reformas institucionales.

“Todo el proceso fue una lección de la uni-versidad y de los universitarios, una muestra de capacidad para resolver los problemas por la vía que debe imperar siempre: la búsqueda de acuer-dos y consensos.

“Fortaleza y Debilidad fue un documento que pretendió ser objetivo, sigo sosteniendo que lo era. Jamás hubo el menor asomo de dis-minuir en algo a la universidad, todo lo contra-rio. Y en la búsqueda de planteamientos, diag-nósticos y propuestas de soluciones, el rector Carpizo y su equipo de colaboradores siempre pensábamos en lo que a juicio de nosotros le convenía a la UNAM.

“Veinticinco años después hemos aprendido muchas lecciones. Creo que todos los sectores de

La confrontación tras el diagnóstico Fortaleza y Debilidad probó la entereza de la UNAM

w ENTREVISTA/ JOSÉ NARRO ROBLES, RECTOR DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

No sería quieN soy si No hubiera vivido aquello

josÉ naRRo, joRge maDRazo e imanoL oRDoRika, DiaLogan DURante Los tRabajos pRevios aL congReso UniveRsitaRio, mayo De 1990/ foto: aRchivo La joRnaDa/ aRtURo gUeRRa

josÉ naRRo/ foto: La joRnaDa/ cRistina RoDRígUez

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Qué grande es una

universidad Que permite a

contrapartes coexistir

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hoy teNemos uNa uNiversidad respetable y respetada

Fue un triunfo cultural; aceptaron no sólo las propuestas, sino la argumentación

w ENTREVISTA/ ANTONIO SANTOS, DIRIGENTE DEL CONSEJO ESTUDIANTIL UNIVERSITARIO

antonio santos ante La comUniDaD De La facULtaD De fiLosofía y LetRas. foto: aRchivo La joRnaDa/ LUis hUmbeRto gonzaLez

antonio santos/ foto: La joRnaDa: josÉ núÑez

La huelga era inevitable. Los integrantes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) confiaban en que al frente de las brigadas

que tomarían las escuelas y facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) no podía estar nadie más que

Antonio Santos, quien se caracterizaba por su fino sentido de la logística y la operación política. También por él, Maldita Vecin-dad, Caifanes, Cecilia Toussaint y Oscar Chávez “musicaliza-

ron” el movimiento. Éste, es el análisis que Santos hace hoy:

“Fue una decisión correcta oponerse a la reforma de Carpizo, fue muy positivo para la Universidad que

los estudiantes se organizaran y se agruparan de manera representativa y democrática, sobre todo porque se entró a una discusión sobre el presente y el futuro de la vida univer-sitaria.

“El movimiento estudiantil –que se volvió de masas– no sólo echó atrás las propuestas del rector, sino que logra-mos que el CU aprobara la realización del Congreso Uni-versitario, instancia que no ha tenido comparación como proceso de debate y decisión en la UNAM.

“Originalmente Carpizo, en su diagnóstico, responsa-bilizaba a los universitarios, sobre todo a los estudiantes, de los problemas que vivía la universidad. Intentaron (las autoridades) transferir su responsabilidad, que era la con-ducción de la institución, a la comunidad que tenía escasa participación en órganos colegiados.

“Ese análisis era equivocado y a la distancia se puede ver: ellos pretendían reducir la matrícula y hoy ha crecido, y son los mismos, el actual rector (José Narro) que hoy habla de ampliación de la matrícula universitaria, pero que como secretario general (en 1986) argumentaba que no era posible. Hoy la UNAM recibe mayor presupuesto del Congreso de la Unión, nosotros defendimos la universidad pública y ellos querían privatizarla elevando las cuotas.

“Tampoco reconocían que parte de la superación aca-démica depende de la mejoría de las condiciones de estu-dio de los alumnos, y hoy, todo mundo fuera y dentro de la UNAM habla de la necesidad de becas y de espacios universitarios de integración para los jóvenes. A eso me refiero con victoria cultural, ganamos en toda la línea de la discusión y ellos han tenido que aceptar no sólo las pro-puestas, sino la argumentación. Hoy el rector alerta sobre el riesgo que implica para el país tener 7.5 millones de jó-venes que ni estudian ni trabajan.

“Uno de los resultados negativos de Fortaleza y Debi-lidad fue que dio pie a una campaña de desprestigio de la UNAM. ¿Qué veo hoy? Una universidad revalorada –en lo interno y hacia afuera– autoridades que reivindican (la de Juan Ramón de la Fuente y la de Narro) a la institución frente a sí misma y frente a la nación. Hoy es una univer-sidad respetable y respetada, en un contexto donde ni las tendencias neoliberales ni el conservadurismo han sido vencidos.

“La juventud ha sido perjudicada por el sistema eco-nómico que impulsa una perspectiva consumista e indivi-dualista: no veo mucha actividad estudiantil ni juvenil en el país. Los movimientos de los jóvenes no son constantes, sino que se dan a partir de procesos sociales que tienen flujos y reflujos. Estamos viviendo un momento previo a la elección federal, donde hay poca participación pero que puede cambiar en pocas semanas o en los próximos meses. Hay una especie de inconformidad contenida que puede encontrar salida en esta elección” ∞

Maldita Vecindad, caifanes, cecilia toussaint y Óscar cháVez “Musicalizaron”el MoViMiento

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w ENTREVISTA/ JORGE CARPIZO McGREGOR, RECTOR DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 1985-89

joRge caRpizo Lee eL comUnicaDo DiRigiDo aL ceU, eneRo De 1987/ foto: aRchivo La joRnaDa/ LUis hUmbeRto gonzÁLez

joRge caRpizo/ foto: La joRnaDa/ cRistina RoDRígUez

Autor del documento Fortaleza y Debilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México e

impulsor –en su condición de rector de la máxima casa de estudios– de las reformas reglamentarias que detonaron la formación del movimiento de resisten-cia encabezado por el Consejo Estudiantil Universi-

tario (CEU) entre 1986 y 1987, el doctor Jorge Carpizo McGregor tiene, respecto de ese momento,

una convicción: ‘’no me equivoqué. Todo lo hice con la intención de mejorar las condiciones de nuestra

universidad y de apoyar a su comunidad’’. Esta es la primera ocasión en que el ex rector Carpizo acepta

hablar de lo ocurrido entonces:

“nosotros propusimos una reforma aca-démica. Siempre he sostenido que la

universidad pública debe caracterizarse por dos aspectos: excelencia académica y proyección so-cial. Estas instituciones deben dar oportunidad a los jóvenes de prepararse muy bien y, a la vez, formarlos con una visión del mundo donde esté implícita la misión social de la universidad.

“Algunos de los puntos de la reforma se aprobaron y se llevaron a cabo; otros, causaron inquietud. Indudablemente hubo un conflicto, pero se resolvió con metodología y reglas uni-versitarias: diálogo y acuerdos. Siempre he creí-do en el diálogo y como no había nada que ocul-tar, éste fue público, cada quién expuso su pensamiento.

“De Fortaleza y Debilidad rescataría tres as-pectos, tres puntos en los que creía, sigo creyen-do y que pienso que son la columna vertebral de la universidad pública y, claro está, de la UNAM, la más importante del país:

“Excelencia académica: ofrecer a los jóvenes la mejor preparación que seamos capaces; pro-yección o mentalidad social, ya que somos privi-legiados al trabajar y estudiar en una universi-dad como ésta, el privilegio es aún mayor en un país que no le puede ofrecer a 7.5 millones de jóvenes ni educación ni empleo, y por último, que la UNAM cada día tiene que estar más cerca del país y colaborar en la resolución de sus pro-blemas con medios académicos.

“Respecto de los planteamientos de los estu-diantes y de los líderes de aquel movimiento, quienes tienen que opinar son ellos. Pero insisto, hubo confrontación de ideas y tolerancia. Creo que una muestra de esa civilidad de que hablo es que con varios llevo una relación muy cordial y extraordinariamente respetuosa. Pasados los años nos hemos dado cuenta que en muchos de los planteamientos no estábamos tan distantes.

“¿Que si creo que me equivoqué? No. Todo lo que se decidió partía de mi visión de univer-sidad. Se hizo con el ánimo de mejorarla y de apoyar a los estudiantes y académicos. En este momento no tengo los números exactos pero fueron muchas las decisiones que se tomaron y

que se tradujeron en hechos concretos –incre-mento de los tiempos completos, cursos de ac-tualización, aplicación de nuevos métodos de enseñanza, creación de nuevas carreras– que iban dirigidos a eso.

“En fin, a cada quien le toca desarrollar una labor. Lo importante es hacerlo al máximo de las capacidades y cuando se sirve a la institución en la que uno cree debe hacerse con una regla de oro: cuidar a la institución, jamás cuidarse a uno mismo.

“Yo no soy de la generación de 1968 porque entonces ya no era estudiante. Estuve muy cerca de ese movimiento como un joven profesor de Derecho Constitucional en la facultad de Dere-cho y secretario del Instituto de Investigaciones Jurídicas. Desde ahí acompañé todo el tiempo al rector (Javier) Barros Sierra.

“Y es esa generación la que concluye que la universidad debe dar ejemplos de tolerancia, de respeto a todas las ideas, de diálogo y que los conflictos se resuelven en la confrontación de los diferentes puntos de vista. Creo entonces que el diálogo público realizado en la UNAM –durante el conflicto del CEU– fue un buen ejemplo no só-lo para todas las instituciones de educación su-perior, sino para el país.

“Se instaló la negociación y en los puntos en que ambas partes coincidimos, se tomaron me-didas académicas que –estoy convencido– fue-ron adecuadas. Y en aquello donde no logramos acuerdos, concluimos en discutirlo en un gran foro (se refiere al Congreso Universitario reali-zado, ya con José Sarukhán Kermez como rector, en 1990). Tras la huelga de inmediato se pasó a una etapa de conciliación, paz y trabajo acadé-mico. Todos los universitarios guardamos respe-to unos para otros.

“Los diálogos realizados entonces mostra-ron, indudablemente, la pluralidad universita-ria. Pero esa condición no sólo está en la UNAM. Afortunadamente la sociedad mexicana cada día es más plural. En ese momento había que enfati-zar en aquello que nos unía: la defensa de la uni-versidad pública, el creer que las instituciones públicas de educación superior tienen un papel importantísimo en el país y también, demostrar que los universitarios no estábamos en una torre de marfil, sino preocupados por los problemas nacionales y por colaborar en su solución desde el campo académico.

“Hoy, nuestra UNAM es una institución más fortalecida que la de 1986-1987, lleva cuando menos 12 años continuos trabajando, muchos universita-rios –tanto el personal académico como los estu-diantes– han recibido numerosos reconocimientos nacionales e internacionales. En suma, está fortale-cida en un momento en que México necesita mucho

No me equivoqué, mi intención fue mejorar

hubo uN coNflicto pero lo resolvimos coN reglas uNiversitarias y diálogo público;

No había Nada que ocultar

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la experieNcia de fraterNidad, de colectivo, Nos marcó para toda la vida

Fue un acto de dignidad, un agravio nos amalgamó y reaccionamos

w ENTREVISTA/ CARLOS IMAZ GISPERT, DIRIGENTE DEL CONSEJO ESTUDIANTIL UNIVERSITARIO

caRLos imaz/ foto: La joRnaDa: cRistina RoDRígUez

josÉ naRRo y caRLos imaz en Los tRabajos DeL congReso UniveRsitaRio. 3 De jUnio De 1990/ foto: aRchivo La joRnaDa/ eLsa meDina

Investigador y profesor de la Universidad Nacional Autóno-ma de México (UNAM), Carlos Imaz Gispert fue uno de los principales líderes del movimiento estudiantil. Sociólogo y

fundador del Partido de la Revolución Democrática, hace un balance del impacto que dejó en la universidad y en la vida

política del país, la huelga y la lucha estudiantil de 1986-87:

“Debemos recordar aquella época no como un asunto de nostalgia, pero sí de orgullo, de expe-

riencia, de fraternidad, de colectivo, son cosas que te mar-can para toda la vida. Es una experiencia vital. Los movi-mientos sociales, y los estudiantiles en particular, han tenido en México un razgo antiautoritario y de democracia directa muy fuerte. Eso de suyo ya vale la pena.

“Valió la pena verlos echar atrás una serie de reformas retrógradas, pero también porque nos constituyó como sujetos, porque era un acto de dignidad.

“Aparte hubo cosas prácticas. Aprendimos política. Los movimientos sociales son escuelas de altísima capaci-dad de formación. Lo que no te cambia en años de lectura, un movimiento social te lo da en días; aprender a pensar políticamente, en términos de correlación de fuerzas.

“Valió la pena porque cuestionamos no sólo la orien-tación de una reforma conservadora y retrógrada, pusimos en tela de juicio lo que teníamos incluso antes de la refor-ma. Nuestra primera lucha fue para resistirla y en el pro-ceso de resistencia se planteó un espacio de discusión pa-ra ver qué teníamos que cambiar.

“En el avance de la reforma universitaria, fue muy po-co lo que se logró. No hubo, en ese sentido, un cambio de fondo. Las políticas neoliberales las detuvimos los estu-diantes de entonces, los profesores no. Logramos, por lo menos, que el acceso a la universidad, ya no a la educación pública, se mantuviera abierto, pero en el terreno magis-terial no ocurrió ni en el de la burocracia universitaria.

“Entonces resistimos, aunque el mismo proyecto contra el que nosotros luchamos continúa. Nadie ha ganado esa batalla. Es más, la hemos estado perdiendo. Logramos resistir por momentos. La huelga del 86-87 lo hizo. Planteó la necesidad de la restructuración, no se alcanzó. En la huelga de 1999, tampoco se logró.

“Fuimos una generación que pensó distinto las cosas. No te puedes explicar el movimiento cardenista ni el gobierno de izquierda en la ciudad, sin el movi-miento estudiantil de la UNAM, y no me refiero sólo al de 1986, sino también al del 68.

“Los jóvenes de ahora no son tan diferentes a no-sotros. Son producto, bueno y malo, del mismo sistema educativo que nosotros sufrimos y gozamos. La dife-rencia de una generación a otra, es que a nosotros un agravio nos amalgamó y reaccionamos. En ese proceso nos politizamos, nos construimos y fuimos movimien-to. Nos organizamos como pudimos, bien, mal. A veces la regamos, a veces le atinamos, con nuestras miserias y con nuestras virtudes. Creo que a los muchachos de ahora les pasaría lo mismo.

“El problema es que cada vez están más dispersos, porque los mecanismos de articulación social comu-nitaria están cada vez más destruidos. Viven en una sociedad que, a diferencia de la nuestra, no tenía tanto miedo como el que han logrado infundir ahora. Estos jóvenes viven en esas condiciones, y la tienen mucho más difícil que nosotros” ∞

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D e los tres grandes movimientos estudiantiles que sacudieron a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la segunda mitad

del siglo XX, el de 1986-87 fue el único que levantó su huelga con las banderas en alto, sin heridos, presos ni muertos, triunfante. Vistas desde este siglo XXI, justo es reconocer, las tres movilizaciones juveniles, protagonizadas por tres genera-ciones distintas, pueden considerarse victoriosas. Pero 1968 y 1999-2000 tuvieron un final traumático de represión, impotencia, desencanto, rabia. Hoy sabemos que todas lograron sus propósitos básicos.

El 68 determinó el inicio de una nueva época, donde las libertades civiles se expandieron en favor del ser joven, mujer, activista, ciudadano. Cambió a México en lo sutil y en lo hondo. Pero en su momento pareció lo contrario. Si el Consejo Nacional de Huelga (CNH) de entonces, que unía a universitarios con politécnicos, fue llevado al naufragio por el autoritarismo priísta y el Ejército federal, el Con-sejo Estudiantil Universitario (CEU) cantó, bailó, detuvo reformas que limitaban los alcances de la educación pública y salió ileso. También abrió un debate sobre la idea de universidad sólo comparable a la lucha por la autonomía en 1929, y dio pie a un Congreso Universitario verdaderamente representativo, tres años des-pués, a reserva de lo que uno opine de sus resultados.

Al terminar el milenio, la UNAM experimentaría su huelga estudiantil más prolongada, con fuertes tintes de desesperación, resentimiento social y vocación trágica. El Consejo General de Huelga (CGH) no contó con la simpatía de la clase intelectual ni los prestigios de la pequeña burguesía, terminó tarde y mal, pero también fue heroico y detuvo las reformas privatizadoras de la burocracia universitaria.

Mención aparte merece la lucha sindical de los años 70, que en la estela del 68 llegó a ser nacional, y también se implicó en un debate significativo sobre los proyectos de universidad pública. La participación estudiantil fue marginal, casi irrelevante, y la conquista de derechos laborales de maestros y trabajadores deri-vó en un gremialismo que, a la distancia, permite concluir que el ganador neto fue la burocracia universitaria, que logró, eso, burocratizar las conquistas de la rebe-lión. De entonces data un hecho tan innegable como pocas veces explicitado: se adueñó del gobierno de la UNAM un grupo político-académico conservador que, de Guillermo Soberón a José Narro (1972-2012, y contando), ha detentado ininte-rrumpidamente el poder institucional.

Mucho se ha descrito que entre las secuelas del desencanto sesentayochero estuvieron la guerrilla de la década siguiente y la concomitante guerra sucia del Estado. A su vez, la huelga de 1999 ocurre en un México de rebelión armada abierta, donde hay EZLN, EPR, ERPI; la retórica es radical e incendiaria, y la intransigencia posee un alto valor revolucionario que se topa con los granaderos en el Che Guevera.

Las coordenadas del CEU son menos dramáticas. Para empezar, se trata de un movimiento digamos doméstico, circunscrito a la propia UNAM. Y si el 68 demandó diálogo infructuosamente, el 86-87 consistió, de principio a fin, en un proceso de dialogo y negociación, tortuoso y entrampado si se quiere, pero abier-to y ejemplarmente público. Se realizaba en auditorios repletos y, transmitido por Radio Universidad, alcanzó audiencias históricas, involucrando a toda la univer-sidad y a grandes franjas de la población capitalina.

La UNAM apareció como una gran familia, desavenida como todas, pero con abuelos y tatarabuelos comunes, como Javier Barros Sierra y Justo Sierra. Y todos eran Pumas, desde el rector Jorge Carpizo hasta los parientes pobres.

Los chavos quisieron rock, y lo tuvieron. Le negaron reposo a la tumba de Rockdrigo. Cecilia Toussaint era la novia de todos y todas con las rolas clásicas de Pepe Elorza y Jaime López, me siento bien pero me siento mal. Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio debutaban a nivel banqueta, o mejor dicho en las re-dilas de un camión durante las multitudinarias marchas del CEU, que tuvieron ritmo de ska. Botellita de Jerez halagaba al personal y unos Caifanes subterráneos ya asomaban a la vuelta de la esquina. Reinaba un ambiente de tardeada, padres y madres marchando o saludando su paso con pancartas y sonrisas: “duro/duro”. La ciudad saludaba a sus muchachos. Y la burocracia universitaria escuchaba. “Todos estamos aprendiendo”, reconocía el funcionario que entonces negoció y aguantó vara, y hoy, un cuarto de siglo después, ocupa la rectoría.

Apenas un año antes, la ciudad de México sufrió los terremotos del 19 de septiembre, y algo profundo se transformó cuando se hizo cargo de sí misma, le perdió miedo al gobierno y al Ejército, y ante la desgracia se descubrió solidaria, pacífica, eficaz, ciudadanamente madura, organizada. Escarmentado, el gobierno de Miguel de la Madrid apenas intervino ante la protesta universitaria. No se re-cuerdan marchas juveniles tan grandes con tan escasa vigilancia policiaca y tan escasos incidentes de represión. Los chavos sabían lo que querían, o lo fueron aprendiendo en aquellas semanas calientes del invierno de 1986-87. La inconfor-midad era alegre y segura. Un año después, esos estudiantes y esa ciudad se vol-carían para darle el triunfo en las urnas al candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas. El futuro era joven nuevamente ∞

HErMann BELinGHaUsEn

La lucha era una fiesta

en la parte Superior: LLegaDa aL zócaLo De contingentes DesDe eL casco De santo tomÁs, 21 De eneRo De 1987/ foto: aRchivo La joRnaDa/ fRancisco mata

arriba izquierda: integRantes DeL ceU en eL qUinto Día De hUeLga/ febReRo De 1987/ foto: aRchivo La joRnaDa

Sobre eStaS líneaS: festivaL poLítico mUsicaL en La expLanaDa De RectoRía/ eneRo 1987/ foto: aRchivo La joRnaDa/ aRtURo gUeRRa

izquierda: manifestación DeL ceU eL 11 De DiciembRe De 1986, qUe paRtió DeL paRqUe De Los venaDos/ foto: aRchivo La joRnaDa/ RogeLio cUÉLLaR

abajo: maRcha DeL ceU DesDe eL casco De santo tomÁs aL zócaLo/ foto/LUis hUmbeRto gonzÁLez

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preteNdíaN reglas para expulsar a graN caNtidad de alumNos

Defendimos una universidad para todos no sólo para los mejores

w ENTREVISTA/ GUADALUPE CARRASCO, DIRIGENTE DEL CONSEJO ESTUDIANTIL UNIVERSITARIO

gUaDaLUpe caRRasco/ foto: La joRnaDa/ caRLos cisneRos

Guadalupe Carrasco era alumna de posgrado en la Facultad de Ciencias (FC) de la Universidad Nacio-nal Autónoma de México (UNAM) cuando estalla-

ron las protestas contra el documento Fortaleza y Debilidad del rector Jorge Carpizo. No dudó en

sumarse. Tenía una larga trayectoria en el activismo universitario. Combativa, argumentó en su momento

contra el levantamiento de la huelga una vez que el Consejo Universitario “suspendió” la aplicación de las reformas a los reglamentos de exámenes, pagos y

pase automático. Está convencida que ese fue un grave error. La Pita es profesora de matemáticas en la

FC. La siguiente es su versión:

“L a aportación más importante del movi-miento de 1986-1987 fue defender la universi-

dad para todos y no sólo para los mejores, para quie-nes tienen más recursos o para los que han tenido menos dificultades de estudio durante su infancia.

“El plan Carpizo no planteaba el aumento de cuotas, pero era el siguiente paso si hubiera avan-zando. El rector pretendía establecer mecanismos a través de los cuales hacer más difícil el ingreso y la permanencia de los estudiantes en la univer-sidad. No eran cuotas, pero se incrementaba todo, se indexaban a salarios mínimos todos los pagos: por exámenes, por inscripción, por todo, y se es-

tablecían reglas para expulsar al mayor número posible de los alumnos que no fueran ‘eficientes’, según el criterio de eficiencia de la rectoría.

“Se trataba de un movimiento que no hacía diferencia de género. Los estudiantes eso eran, estudiantes. En la huelga lo mismo veías en la co-cina cocineras que cocineros y en las brigadas pe-sadas, donde había riesgo de detenciones, había mujeres y hombres. Fue muy igualitario.

“El CEU fue un antecedente muy importante para las siguientes luchas estudiantiles, en parti-cular para la de 1999-2000.

“La huelga terminó en una escisión de masas, al final se confrontaron dos posiciones que no eran exclusivas del CEU, sino de todos los que partici-paron en la lucha. Hubo todo un sector de estu-diantes que se sintió traicionado por el levanta-miento (el 17 de febrero de 1987) y eso generó una situación propicia para el avance de la autoridad. Casi en todas las escuelas surgieron grupos estu-diantiles afines a los directivos que de inmediato comenzaron a confrontar a los activistas.

“Pero de cualquier manera nos seguimos re-uniendo para sacar adelante el Congreso Univer-sitario, inédito en la institución, aunque que en mi opinión no tuvo la trascendencia esperada. La Rectoría sólo retomó los acuerdos que consideró

convenientes y desechó los que vio como un retro-ceso para su control total. El ejemplo más claro es la desaparición del Tribunal Universitario, apro-bado por los delegados y que nunca se concretó.

“Hoy las autoridades de la UNAM han reto-mado el discurso de esos movimientos estudian-tiles. Creo que el paso por la universidad de Juan Ramón de la Fuente tras la huelga del 2000 era transitorio. Venía a resolverle un problema al presidente (Ernesto) Zedillo y con la aspiración de un mejor puesto en el siguiente gobierno priís-ta; sin embargo, ganó el PAN. Entonces para todos ellos, incluido (José) Narro, la UNAM se convir-tió en lo único que iban a poder tener y desde donde iban a afianzar sus posturas y ser oposi-ción al PAN.

“¿Los jóvenes de hoy? Los veo muy bien. En ocasiones escucho a maestros quejarse de que vie-nen más apáticos y poco participativos. Creo que traen las ganas de hacer cosas como siempre. Aun-que ahora el contexto ha cambiado y mucho han tenido que ver las tecnologías. Ya no se paran a leer un cartel con muchas letras ni debaten frente a frente en un auditorio. Hoy lo hacen a través de las redes sociales, sin ver al otro. Esa es una forma que se puede aprovechar y que ha demostrado en varios países que tiene mucho potencial” ∞

Hoy recordamos el 25 aniversario del movimiento estudiantil encabezado por el Consejo Estudiantil Universitario. Éste levantó de manera central un cuestionamiento contra el estado de cosas que preva-lecía en la UNAM; una institución que mucho miraba hacia afuera y poco realizaba un análisis de la situación que prevalecía hacia su interior, donde predominaban estructuras autoritarias, que cerraban el paso a la participación amplia de la comunidad universitaria y en especial de su parte estudiantil, a la cual solamente se le imponía la posición de ir a tomar clases, sin chistar, y en todo momento respetando las reglas del juego, impuestas por una Ley Orgánica, que fue estructurada y aproba-da por el Congreso de la Unión a finales de la Segunda Guerra Mundial y principios de los tiempor autoritarios que empezaba a marcar la lla-mada guerra fría.

el ceu retomó las banderas democráticas del movimiento estudian-til de los años 60 y 70 del siglo pasado, que fundamentalmente impulsa-ron el ganar para la educación pública superior de México y en especial de la UNAM, una Reforma Universitaria Democrática, en donde se pro-ponía desterrar los autoritarismos y abrir camino libre a la participación de los estudiantes en los destinos y direcciones de sus escuelas y facul-tades y en la elaboración de sus planes de estudio.

en todo momento, los estudiantes tuvieron simpatías, apoyo y soli-daridad de los trabajadores y sus sindicatos; en los años 60 y en especial

en 1968 de la Asociación de Trabajadores Administrativos de la UNAM (ATAUNAM), que incluso formó parte de la Coalición de Profesores Pro Libertades Democráticas; en los años 70, se dio por el Sindicato de Tra-bajadores y Empleados de la UNAM (STEUNAM) y por el Sindicato de Personal Académico de la UNAM (SPAUNAM); y en los 80 y 90 y años posteriores, el CEU y el CGH contaron con la sincera solidaridad del STUNAM, que los apoyó acompañándolos en sus movilizaciones, coope-rando económicamente para la publicación de sus manifiestos públi-cos y en la impresión de propaganda. Los sindicalistas hemos sido solidarios con el movimiento estudiantil, ya que coincidimos plena-mente en las luchas libertarias y democráticas que han levantado, en sus demandas de democratización de la enseñanza y en exigencia de mayores recursos para las universidades públicas y en particular para la UNAM.

Hoy nos ha tocado recordar los meses del movimiento universitario que encabezó el CEU, y como producto de éste las experiencias cursadas en el Congreso General Universitario de 1990; dos hechos que ya forman parte de los anales históricos de la UNAM y de las luchas democráticas de nuestra nación. No cabe duda que la universidad, con las luchas sin-dicales y estudiantiles, se fortaleció y dio un gran salto en el panorama mundial, cuando se ha convertido en una de las instituciones más im-portantes del planeta y la primera de habla hispana (Alberto Pulido A.)

a t e n t a m e n t e “UniDos venceRemos”

mÉxico Df a 26 De eneRo De 2012comitÉ ejecUtivo DeL stUnam

Un RostRo pRogResista eL DeL movimiento estUDiantiL

ResponsabLes De La pUbLicación: agUstín RoDRígUez fUentes y aLbeRto pULiDo aRanDa, secRetaRios geneRaL y De pRensa y pRopaganDa DeL stUnam.

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fue el primer movimieNto eN respoNder a las políticas Neoliberales

La estrategia de combate fue el diálogo y éramos buenos discutiendo

w ENTREVISTA/ OSCAR MORENO, DIRIGENTE DEL CONSEJO ESTUDIANTIL UNIVERSITARIO

oscaR moReno/ foto: La joRnaDa/ yazmín oRtega

Integrante de la dirigencia estudiantil que movilizó a miles de jóvenes en 1986, Oscar

Moreno Corzo afirma que la lucha emprendida por el Consejo Estudiantil Universitario (CEU)

cumplió sus objetivos: impedir la privatización de la educación pública e impulsar la democratiza-

ción de la máxima casa de estudios. Moreno coordina en la actualidad las actividades cultura-

les en el CCH-Oriente. Esta es la evaluación que hace sobre su participación como líder y consejero estudiantil por la Facultad de Ciencias Políticas y

Sociales en aquel momento de la historia de la UNAM.

“E l movimiento estudiantil de 1986 tenía una dirección política sólida y

claramente establecida por medio de la partici-pación de decenas de representantes y activistas estudiantiles, quienes construían la política del CEU, en el que desempeñaron un papel de van-guardia los alumnos de bachillerato, tanto de las preparatorias como de los CCH, al aportar mucha frescura y radicalidad.

“Estábamos en la perspectiva de los grandes movimientos estudiantiles como el del 68. Duran-te los diálogos públicos en el auditorio Che Gue-vera de la Facultad de Filosofía y Letras, que alcan-zaron altos niveles de audiencia, reivindicamos al movimiento frente a una versión oficial que lo ca-lumniaba. Nos sentimos con la responsabilidad de hacerlo, pero tambien de dialogar con ellos, por-que eran los padres de muchos de nuestros com-pañeros. Estaban Rául Álvarez Garín y Salvador Martínez della Rocca, entre otros.

“El movimiento tuvo aportaciones muy im-portantes, como abrir el espacio para que la socie-dad civil universitaria, sus académicos y trabaja-dores, pudieran discutir el presente y el futuro de la institución.

“El Congreso Universitario de 1990, cuya con-secución fue uno de los logros del movimiento estudiantil, dio origen a cientos de acuerdos valio-sísimos que dibujaban una institución democráti-ca, participativa, con capaciadad permanente de actualización, generadora de conocimiento, vin-culada fuertemente a la sociedad, abierta a ella.

“A pesar de que en ese periodo ya no se tuvo la fuerza necesaria, ni la inteligencia, la sensibilidad o el compromiso, para quebrantar la resistencia de los sectores conservadores de la universidad.

“Hay que insistir en que el principal instru-mento de lucha y organización del CEU fue el diá-logo. En el arranque del movimiento, lo empeza-mos a generar. Fue una estrategia de combate, a partir del diálogo se construyó la fuerza y la auto-ridad política. La poca o mucha claridad que tuvo el movimiento se obtuvo dialogando. Éramos bue-nos discutiendo.

“El CEU fue el primer movimiento en dar res-puesta a las políticas que hoy se conocen como neo-liberales. Es un movimiento triunfante, que da paso a otras protestas sociales importantes de finales de los años 80. El consejo se creó en la plenitud del PRI, con todas sus facultades de coacción. Marcó una ola de participación democrática en la uiniversidad.

“Los mecanismos de poder que enfrentamos entonces han vuelto a funcionar. La comunidad universitaria está ausente del debate sobre el fu-turo del país y de la propia institución” ∞

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Frente a tentaciones privatizadoras, “guerreros de tiempo completo”

w ENTREVISTA/ ARTURO AZUELA, MATEMÁTICO, HISTORIADOR Y ESCRITOR

ha sido uNo de los movimieNtos de mayor hoNduraaRtURo azUeLa aRRiaga/ foto: La joRnaDa/ maRía LUisa seveRiano

Matemático, historiador y escritor, Arturo Azuela Arriaga dirigía la Facultad de Filosofía y

Letras (FFyL) en el movimiento estudiantil de 1986. La presentación de su programa académico dio cabida

a que se expresara públicamente el malestar de los jóvenes frente al diagnóstico de la universidad que

semanas antes había presentado el rector Jorge Carpizo. Azuela preside el Seminario de Cultura

Mexicana. Éste es su balance de aquellos tiempos:

“L legué a la dirección de la FFyL en 1986, después de haber sido candidato en una

ocasión anterior. El rector en ese momento era el doctor Jorge Carpizo, quien elaboró el documeto Fortaleza y Debilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México, texto muy discutido en di-versas comisiones, en el Consejo Universitario, y en la facultad, muy especialmente en nuestro con-sejo técnico. Me di cuenta, desde antes que inicia-ra el movimiento de 1986-87, que había algunos jóvenes muy bien preparados, entre ellos, Antonio Santos, Carlos Imaz e Imanol Ordorika.

“Como autoridad nunca perdí el diálogo con los jóvenes, al mismo tiempo que trataba de tener-lo con las autoridades. Me fue muy difícil mante-ner está situación y desafortunadamente lo perdí con las autoridades centrales, lo que aún no en-tiendo, porque fui muy claro en todas mis inter-venciones. Había que defender la Ley Orgánica de la universidad, la educación laica, había que estar en contra de la privatización, en eso fui clarísimo. Tuve una postura muy definida y transparente.

“La defensa de la universidad pública tuvo un costo. Me elevaron hasta arriba y luego me dejaron caer. Ya no me permitieron la relección, y de hecho tuve que dejar la universidad largo tiempo, fui prácticamente silenciado hasta que en el periodo del rector Juan Ramón de la Fuente las cosas cam-biaron. Me arriesgué, razón por la cual ya no me dejaron continuar. Me transformé en un persona-je peligroso para las autoridades. Tuve momentos muy difíciles que no quiero ni recordar. Atacaron a mis hijos, e incluso, redujeron el presupuesto de la FFyL.

“El movimiento que protagonizó el CEU ha sido uno de los de mayor hondura en la defensa de la autonomía y la lucha por la universidad lai-ca. También por la educación gratuita en los nive-les superiores, que ahora no es aceptada por mu-cha gente, pero que es muy necesaria.

“Frente a las tentaciones neoliberales de la privatización tenemos que ser guerreros de tiem-po completo, de eso no hay duda. Los mecanis-mos que tiene el sistema neoliberal en algunos casos pueden ser muy lentos, pero incisivos. Hay que luchar para que no se vaya a destruir esta extraordinaria tradición que tiene la educación pública. Se debe preparar a los jóvenes para que reaccionen ante esa amenaza.

“La Ley Orgánica de la UNAM requiere de algunos cambios, de modernización. Se deben estudiar con mucho detenimiento para demo-cratizarla aún más, porque a veces las autorida-des son designadas por grupos muy pequeños. Hay que hacer más amplios los consensos, las consultas” ∞

n Directora General: Carmen Lira Saade n Gerente General: Jorge Martínez n Asistente de la Dirección: Guillermina Álvarez n Coordinación de la Edición: Elena Gallegos n Publicidad: Marco Hinojosa n Diseño: Francisco García Noriega n Edición de textos: Fabiola Santos n Procesamiento y conservación de imagen: Rebeca Panameño n Retoque digital y producción: Alejandro Pavón Hernández y Francisco del Toro

n Suplemento especial del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, SA de CV; Av. Cuauh témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Coordinación de impresión: Enrique Martínez, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794.

Foto portada: Mesa de diálogos entre el CEU y Rectoría, en el Auditorio Che Guevara, 7 de enero de 1987. Foto: Archivo La Jornada/ Elsa Medina

las políticas Neoliberales rebasaN las dimeNsioNes de uN movimieNto estudiaNtil

El CEU inyectó una visión más abierta de la universidad

w ENTREVISTA/ LUIS DE LA PEñA, INVESTIGADOR DE LA UNAM, PREMIO NACIONAL DE FÍSICA

LUis De La peÑa aUeRbach/ foto: aRchivo La joRnaDa/ maRía LUisa seveRiano

caRLos monsivais en asambLea DeL ceU. aUDitoRio che gUevaRa, 16 De DiciembRe De 1986/ foto: aRchivo La joRnaDa/fRancisco mata Rosas

Físico y divulgador de la ciencia, compro-metido con la transformación de la

Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Luis de la Peña

Auerbach, analiza algunas ideas sobre la importancia del movimiento estudiantil

de 1986 en la máxima casa de estudios.

“M i participación en este proceso se debió más que al

apoyo a los jóvenes participantes, y a las demandas de los estudiantes, a im-pulsar una universidad más abierta y democrática.

“Entre las principales aportaciones que dejó la protesta estudiantil de aquellos años se incluye la inyección de una visión más abierta respecto de la

universidad, no sólo sobre la UNAM.“Ante los retos que enfrenta la edu-

cación pública, en particular la forma-ción universitaria, frente a las tentacio-nes neoliberales por establecer un proyecto privatizador, el movimiento del CEU no logró frenar este proceso, ni podría ser el caso.

“La aplicación de las políticas neo-liberales es un problema nacional que rebasa en mucho las dimensiones de un movimiento estudiantil relativamente localizado en un sector social.

“Se trata de una política y un pro-blema que afecta a un sector mayori-tario de la población, que es el que tiene, o podría tener, la llave para su solución” ∞

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festivaL DeL ceU, noviembRe De 1987. foto/RogeLio cUÉLLaR

aquel proceso terminamos cambiando, enrique-ciendo nuestra forma de ver y entender la univer-sidad y subrayando el compromiso con esta casa de estudios.

“Por lo menos, sin duda, es mi caso. Puedo decir que a mí me ayudó, que aprendí, que cambié y que al mismo tiempo reconfirmé los principios esenciales de la universidad como su autonomía, la libertad, el uso del diálogo y de la razón, el res-peto a la pluralidad, el valor, la decisión de defen-der los puntos de vista, los argumentos, las verda-des propias. Pero siempre dispuestos a escuchar a la contraparte, a otros, y a pensar que probable-mente la verdad de uno ni era la única, ni necesa-riamente era, al final, la mejor.

“Para mí fue fundamental lo que pasó en esos días. Tengo que agradecer la confianza que el en-tonces rector, el doctor Carpizo, me concedió. Y dar gracias al doctor José Sarukhán (en cuyo rec-torado se realizó el Congreso Universitario) por haberme permitido los dos años que fui secretario general durante su gestión para tratar de contri-buir a la solución de problemas.

“Yo le tengo que decir a aquella generación de jóvenes que para mí fue muy enriquecedor el con-tacto con todos ellos, con quienes tuve más la po-sibilidad de establecer un diálogo directo, con quienes por distintas razones no lo quisieron tener tan directo, con los que al final he terminado esta-bleciendo una relación laboral y universitaria fuerte, intensa y, sobre todo, de orden personal. Me siento privilegiado por la posibilidad de esa comunicación que me ha servido para decir: qué grande es la universidad que permite que mis con-trapartes y yo podamos coexistir.

“Se trata de generación que fue capaz de plan-tearse grandes propuestas para la UNAM y de desafiar puntos de vista de la autoridad, siempre en el marco del ejercicio de las libertades univer-sitarias y cívicas que nos daba nuestra sociedad y, por supuesto, nuestra institución.

“De una generación que fue capaz de acercar-se los argumentos, la inteligencia y la experiencia

de generaciones más antiguas, de grandes acadé-micos e investigadores que los asesoraron.

“Vuelvo a decirlo: para mí el contacto con esos jóvenes y con esos universitarios ya no tan jóvenes ha sido extraordinario en mi vida profesional, per-sonal y universitaria. Yo no sería el que soy si no hubiera vivido aquello.

“La pluralidad de la universidad no sólo se expresa en sus 90 carreras, en los distintos campos del conocimiento, se expresa también en la mane-ra en que entendemos un país como México y en la manera como los universitarios vemos a la so-ciead actual .

“Me parece sobresaliente que 25 años des-pués, aunque los universitarios tengamos pun-tos de encuentro y de desencuentro, con la mis-m a c o n v i c c i ó n d e f e n d a m o s e s t a c a s a d e estudios, con la misma articulación sostenga-mos que son irrenunciables sus principios, su autonomía, su carácter laico, su distintivo na-cional, su compromiso con las causas de México y con las mayorías de nuestra sociedad. Por eso el mayor privilegio que he recibido en la vida es éste, el ser rector.

“Esta universidad mantiene muchas seme-janzas con la de entonces. México y el mundo no son los mismos 25 años después. La ciencia y la tecnología han avanzado, los campos del sa-ber son distintos y las experiencias personales también.

“Ahora tenemos más estudiantes, la demogra-fía académica es muy distinta, la presencia de las mujeres en muchas carreras, en la planta de pro-fesores, investigadores y de técnicos académicos ha crecido.

“Frente a aquella experiencia que me alerta todo el tiempo, intento –con las decisiones que le corresponden al rector y a sus colaboradores– que no seamos nosotros los generadores de dificulta-des y sí, en cambio, de acciones que permitan a la universidad evolucionar. No se valdría que en un mundo tan cambiante, la UNAM permaneciera estática.

“Por eso cuando he planteado posibles refor-mas siempre han sido buscando que la comuni-dad universitaria no se fracture... no se divida; que se respeten las reglas fundamentales de nuestra casa de estudios; que se privilegie el tra-bajo sistemático y cotidiano por encima de un punto de vista que pueda implicar retrocesos pa-ra la universidad.

“Ahí queda la enseñanza y el ejemplo. Ahí queda un momento en la historia universitaria que es fundamental y una muestra para la socie-dad de cómo abordar y enfrentar los problemas y las diferencias” ∞

➥ viene De La pÁgina 5

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