Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A propósito de ... · otro de la antología de Poesía...

14
Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A... - Cervantes, Heródoto y Ortensio Landa: A propósito de El viejo celoso Jesús Sepúlveda UNIVERSIDAD DE MILÁN CONFIESO QUE, A TENOR de lo que dictaminó Eugenio Asensio a propósito de El viejo celoso, al afinnar que, pese a que la obrita ha sido desde hace tiempo «día de fiesta para los buscadores de fuentes», «su originalidad no reside en la materia, sino en el enfoque» 1 , y a tenor de lo que añadieron, siguiendo por este camino, Jean Canavaggio, para quien «la masa de fuentes acumulada por la critica cervantina» no «llega a iluminar, de modo decisivo, la génesis del entremés cervantino» 2 , y Eduardo Urbina, que renunció a seguir <<tan desgraciada e infructuosa senda» 3 , mi propósito no deja de ser temerario y, muy probablemente, de estar abocado de antemano al fracaso. Por si esto fuera poco, además, ante la auténtica avalancha de publicaciones recientes acerca de la obra cervantina en general y del teatro en particular, conviene afinar mucho los instrumentos de análisis critico para no cometer enojosas e inútiles repeticiones. Por otra parte, también soy consciente de que una vez sorteada con cuidado la Escila de la redundancia, hay que evitar todavía la Caribdis del desenfoque hermenéutico, es decir, el peligro que corre quien, por querer añadir a toda costa alguna opinión novedosa al debate critico anterior, desvirtúa el objeto de estudio hasta llegar a convertirlo en mera excusa para exhibir su propia habilidad de intérprete equilibrista. De todo hay en la viña del cervantismo y por eso convenía abrir con este aviso para caminantes una breve nota cuyo título es comprometedor, pues, al poner en fila india a tres autores tan diferentes (por muchos motivos) y al relacionarlos con uno de los entremeses cervantinos más estudiados, anuncia una de esas acrobacias eruditas que a menudo se concluyen con la correspondiente autocomplacencia del atleta, pero con la insatisfacción del público. No obstante, dado que refleja con cierta exactitud el propósito del trabajo, me ha parecido justo mantenerlo y perseverar en mi intención, aun a riesgo de desagradar al paciente lector o de corroborar las mencionadas amonestaciones de Asensio, Canavaggio y Urbina. No cabe duda de que entre las piezas teatrales cervantinas El viejo celoso se lleva la palma por su capacidad transgresiva, rasgo que, unido a su evidente fuerza cómica y a sus 1 E. Asensio, «Introducción crítica» a Miguel de Cervantes, Entremeses, Madrid: Castalia, 1971, pp. 7-49 (en las pp. 25 y 19, respectivamente). 2 J. Canavaggio, «Estudio preliminar» a Miguel de Cervantes, Entremeses, Madrid: Tauros, 1981, pp. 7-34 (en la p. 20). 3 E. Urbina, «Hacia El viejo celoso de Cervantes», Nueva Revista de Filología Hispánica, XXXVIII, 1990, pp. 733-742 (en la p. 733). t- Centro Virtual Cervantes

Transcript of Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A propósito de ... · otro de la antología de Poesía...

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

Cervantes, Heródoto y Ortensio Landa: A propósito de El viejo celoso

Jesús Sepúlveda UNIVERSIDAD DE MILÁN

CONFIESO QUE, A TENOR de lo que dictaminó Eugenio Asensio a propósito de El viejo celoso, al afinnar que, pese a que la obrita ha sido desde hace tiempo «día de fiesta para los buscadores de fuentes», «su originalidad no reside en la materia, sino en el enfoque»1

, y a tenor de lo que añadieron, siguiendo por este camino, Jean Canavaggio, para quien «la masa de fuentes acumulada por la critica cervantina» no «llega a iluminar, de modo decisivo, la génesis del entremés cervantino»2, y Eduardo Urbina, que renunció a seguir <<tan desgraciada e infructuosa senda»3

, mi propósito no deja de ser temerario y, muy probablemente, de estar abocado de antemano al fracaso. Por si esto fuera poco, además, ante la auténtica avalancha de publicaciones recientes acerca de la obra cervantina en general y del teatro en particular, conviene afinar mucho los instrumentos de análisis critico para no cometer enojosas e inútiles repeticiones. Por otra parte, también soy consciente de que una vez sorteada con cuidado la Escila de la redundancia, hay que evitar todavía la Caribdis del desenfoque hermenéutico, es decir, el peligro que corre quien, por querer añadir a toda costa alguna opinión novedosa al debate critico anterior, desvirtúa el objeto de estudio hasta llegar a convertirlo en mera excusa para exhibir su propia habilidad de intérprete equilibrista. De todo hay en la viña del cervantismo y por eso convenía abrir con este aviso para caminantes una breve nota cuyo título es comprometedor, pues, al poner en fila india a tres autores tan diferentes (por muchos motivos) y al relacionarlos con uno de los entremeses cervantinos más estudiados, anuncia una de esas acrobacias eruditas que a menudo se concluyen con la correspondiente autocomplacencia del atleta, pero con la insatisfacción del público. No obstante, dado que refleja con cierta exactitud el propósito del trabajo, me ha parecido justo mantenerlo y perseverar en mi intención, aun a riesgo de desagradar al paciente lector o de corroborar las mencionadas amonestaciones de Asensio, Canavaggio y Urbina.

No cabe duda de que entre las piezas teatrales cervantinas El viejo celoso se lleva la palma por su capacidad transgresiva, rasgo que, unido a su evidente fuerza cómica y a sus

1 E. Asensio, «Introducción crítica» a Miguel de Cervantes, Entremeses, Madrid: Castalia, 1971, pp. 7-49 (en las pp. 25 y 19, respectivamente).

2 J. Canavaggio, «Estudio preliminar» a Miguel de Cervantes, Entremeses, Madrid: Tauros, 1981, pp. 7-34 (en la p. 20).

3 E. Urbina, «Hacia El viejo celoso de Cervantes», Nueva Revista de Filología Hispánica, XXXVIII, 1990, pp. 733-742 (en la p. 733).

~ t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

514 JESÚS SEPÚLVEDA

innegables virtudes teatrales4, justifica sobradamente la atención que le ha dedicado la crítica, la cual, como ha subrayado recientemente Antonio Gargano, ha centrado sus investigaciones principalmente en la tradición literaria que subyace a la obra y en sus relaciones con E/ celoso extremeño5• Como ya he adelantado, mi intención inicial es añadir una gota de agua al primero de ambos cauces, sumando una referencia más a la apretada lista de antecedentes propuestos a lo largo del tiempo por los cervantistas. Objetivo limitado a priori, aunque, con todo, si la hipótesis de relación entre los tres textos que aquí manejo resultara plausible, tal vez se podría sacar alguna conclusión de mayor calado.

Pero vayamos por partes y empecemos con los textos. Una de las escenas más examinadas del entremés ha sido, desde siempre y por motivos evidentes, la del adulterio de Lorenza6

, quien, como es bien sabido, describe los particulares de su iniciación sexual, en el

4 Pese a que se publicase, conviene insistir en ello, como texto para la lectura (como ha recordado hace poco Javier Gómez-Montero, «Las metamorfosis del viejo celoso y la heurística de la representación en Cervantes», en Christoph Strosetzki ( ed. ), Teatro español de Siglo de Oro. Teoría y práctica, Frankfurt am Main-Madrid: Vervuert-Iberoamericana, 1998, pp. 131-158 (en la p. 138)).

5 A. Gargano, «Burlas que arremeten a los ojos. Cecita e visione ne! Viejo celoso de Cervantes», Da/ testo a/la scena, Giovanni Battista De Cesare ( ed. ), Salerno: Edizioni del Paguro, 2000, pp. 19-38 (en la p. 19). No repetiré aquí toda la bibliografia que recoge Gargano (ibid., pp. 19-20, nn. 1 y 2), a la que puedo añadir sólo Madelaine Millen, «Apertura del cronotopo verbal: de la novela El celoso extremeño al entremés El viejo celoso de Cervantes», Romance Languages Annual, 4, 1992, pp. 528-533, y María Victoria Fernández-Savater Martín, «De Aristófanes a Cervantes: El largo viaje de un cuento erótico», Actas del congreso internacional sobre Humanismo y Renacimiento. JI, Juan Matas Caballero et al. ( coords. ), León: Universidad, 1998, pp. 325-332.

6 Al emplear el término «adulterio» no olvido la advertencia de José Ramón Fernández de Cano al respecto («El vocabulario erótico cervantino: algunas calas al aire en el entremés de El viejo celoso», Cervantes, XII.2 (Fall 1992), pp. 105-115, en la p. 109, n. 11), para quien, en rigor, no se puede hablar de tal, puesto que el matrimonio no se había consumado y, por consiguiente, no era válido. En realidad, si bien es verdad que la impotencia del marido era una de las causas más habituales de anulación ( cf Henry Kamen, Cambio cultural en la sociedad del Siglo de Oro. Cataluña y Castilla, siglos XVI y XVII, Madrid: Siglo XXI, 1998, pp. 294-295), el derecho canónico preveía que se esperara tres años antes de dictaminar la disolución del vínculo, por si se trataba de un impedimento pasajero. Durante este período los contrayentes se consideraban casados a todos los efectos, por lo que una relación carnal de la esposa con otro varón que no fuera su marido se consideraba adulterio. Véase, por ejemplo, Manuel Rodríguez, Summa de casos de conciencia, Salamanca: Juan Fernández, 1595. Para el contenido jurídico que el Concilio de Trento había otorgado al plano fisico de la vida conyugal, se puede acudir al interesante trabajo de Valentina Fernández Vargas, «Mujer y régimen jurídico en el Antiguo Régimen: una realidad disociada», Actas de las IV Jornadas de Investigación Interdisciplinaria. Ordenamiento jurídico y realidad social de las mujeres. Siglos XVI a.XX, Madrid: Universidad Autónoma, 1986, pp. 13-40, y, para la aplicación concreta de la doctrina religiosa al caso del entremés cervantino, al riquísimo estudio de Enrique Martínez López, «Erotismo y ejemplaridad en El viejo celoso», Erotismo en las letras hispánicas. Aspectos, modos y fronteras, Luce López-Baralt y Francisco Márquez Villanueva (eds.), México, El Colegio de México, 1995, pp. 335-385 (en las pp. 342-345).

-1 t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

CERVANTES, HERÓDOTO Y ÜRTENSIO LANDO ... 515

mismo momento en el que se produce, a su pobre marido, cuya vista se halla impedida por una puerta que la joven cierra de golpe en cuanto consigue que su amante, oculto por un guadamecí, entre en su aposento. En un momento de la célebre conversación entre ambos personajes, la esposa le dice a su marido7

:

Lavar quiero a un galán las pocas barbas que tiene con una bacía llena de agua de ángeles, porque su cara es como la de un ángel pintado.

Cuando por fin el viejo Cañizares consigue entrar en la habitación en la que se ha materializado la tan temida infidelidad, la acotación indica que «danle con una bacía de agua en los ojos; él vase a limpiar; acuden sobre él Cristina y Doña Lorenza y en el interin sale el galán y vase» (p. 837). Una vez de regreso, el marido burlado exclama: «¡Por Dios, que por poco me cegaras, Lorenza! ¡Al diablo se dan las burlas que se arremeten a los ojos!» (ibidem ).

Últimamente distintos críticos han evidenciado tanto el contenido obsceno del comentario de Lorenza, con su alusión equívoca al «agua de ángeles» y a su intención de lavarle «las pocas barbas» a su galán8

, como el valor cognoscitivo que alcanza la burla en la que, como en la mejor tradición cuentística medieval, se engaña con la verdad9

; de suerte que la ceguera del personaje, añadiría yo, no representa en realidad un accidente pasajero del cuerpo, sino más bien una enfermedad permanente del espíritu10

• Pero, de momento, mi intención no es abordar estas interpretaciones, sino indicar una relación intertextual del fragmento transcrito con otros de dos obras anteriores, la primera de las cuales es Los nueve libros de la Historia de Heródoto, en la que se puede leer el siguiente relato (11, 111):

7 Cito por Miguel de Cervantes, El viejo celoso, en Teatro completo, edición, introducción y notas de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Barcelona: Planeta, 1987, p. 836. Puesto que todas las citas de la obra procederán de esta edición, a partir de ahora indicaré simplemente entre paréntesis el número de la página correspondiente.

8 Véanse, en concreto, los trabajos de J. R. Fernández de Cano y Martín, «El vocabulario erótico cervantino», cit., y sobre todo el de E. Martínez López, «Erotismo y ejemplaridad», cit., p. 359, n. 79, donde se acude a un rico abanico de textos para justificar dicha interpretación, a los que cabría añadir otros menos específicos (es decir, no ya referidos al «agua de ángeles» o al «agua de rosas»), pero muy elocuentes, como uno de la Carajicomedia («hinchándosele los ojos de agua», copla LXXI, cito por la edición de Álvaro Alonso, Archidona, Aljibe, 1995, p. 81) y otro de la antología de Poesía erótica del Siglo de Oro, recopilación de Pierre Alzieu, Robert Jammes, Yvan Lissorges, Barcelona, Crítica, 1988 (a la que remite precisamente Á. Alonso en la nota 279 de su edición): «y os regaré algunas veces I con el agua de mi coño».

9 Cfr. principalmente A. Gargano, «Burlas que arremeten a los ojos», cit., aunque son múltiples los trabajos en los que de una forma u otra se afronta el problema.

1 O Al igual que en otro celoso que mucho tiene que ver con los dos más célebres de Cervantes, el Cervino de El Celoso de Diego Alfonso Velázquez de Velasco (uno de sus más que probables antecedentes), quien, después de haber organizado un férreo servicio de vigilancia en torno a su mujer, permite que su futuro amante entre en su propia casa, porque, cegado por su propia ira, es incapaz de ver que quien pasa por la puerta no es su hija, sino un galán disfrazado con sus vestidos. Véase al respecto la introducción a mi edición de la obra (Roma: Bulzoni, 2000, pp. 93-95).

~ t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

516 JESÚS SEPÚL VEDA

A la muerte de Sesostris [ ... ] heredó el reino su hijo Ferón, que no llevó a cabo ninguna expedición militar, sufriendo, en cambio, la desgracia de quedarse ciego por el siguiente motivo: bajaba el Nilo, a la sazón, en una de sus mayores crecidas, hasta el extremo de que alcanzó dieciocho codos de altura e inundó los labrantíos; y, al soplar el viento, el río levantó oleaje. Y cuentan que, entonces, el susodicho rey, presa de insensatez temeraria, tomó una lanza y la arrojó en medio de los remolinos del río; y poco después enfermó de los ojos quedándose ciego. Durante diez años estuvo, pues, ciego; pero, en el año undécimo, le llegó de la ciudad de Buto un oráculo según el cual se había cumplido el tiempo de su castigo y recobraría la vista, si se lavaba los ojos con orina de una mujer que sólo hubiese mantenido relaciones con su marido y no conociera a otros hombres. Él probó primero con su propia mujer y después, al no recobrar la vista, fue probando sucesivamente con muchas; y cuando al fin recuperó la vista, reunió a las mujeres con las que había hecho la prueba (salvo a aquella con cuya orina se había lavado recobrando la vista) en una ciudad que en la actualidad se llama Tierra roja; y, una vez congregadas allí, prendió fuego a esa ciudad con todas ellas dentro. Por contra, tomó como legítima esposa a aquella con cuya orina se había lavado recobrando la vista11

Entre los diferentes motivos que se enlazan en el episodio, varios de ellos de raigambre tradicional12

, algunos se pueden relacionar con la mencionada escena de El viejo celoso. Sin duda, el más evidente es la acción de lavarse los ojos (voluntaria en Ferón cuanto indeseada en Cañizares) con un líquido intimamente relacionado con las partes pudendas femeninas; pero tampoco hay que desestimar el valor de la ceguera de los protagonistas (fisica en la narración herodotea, si bien producto de una maldición divina con valor simbólico, y metafórica en el entremés) y, por último, la representación tradicional de la infidelidad femenina, eje temático central de ambos textos. Como consecuencia, no sería del todo injustificado intentar defender una hipotética relación entre ambos fragmentos.

Pese a que no es en absoluto mi intención demostrar una poco probable lectura detallada de las Historias por parte de Cervantes (recuérdese que en la época no hubo traducción alguna de la obra al castellano13

), repasaré brevemente la presencia de Heródoto en la cultura española del Siglo de Oro, acudiendo a los materiales que nos han proporcionado

11 Cito por la traducción de Carlos Schrader en Heródoto, Historia. Libros 1-11, introducción de Francisco R. Adrados, Madrid: Gredos, 1992, pp. 397-398.

12 Para un análisis detallado de todo el segundo libro de las Historias, véase Alan B. Lloyd, Herodotus, Bookll, Leiden: E. J. Brill, 1975-1988, 3 vols., en cuyo segundo volumen (pp. 38-43) se estudia pormenorizadamente el fragmento citado y se pone de relieve el carácter folclórico de varios de sus componentes. Sobre el manejo en general de las fuentes en la obra, véase también Detlev Fehling, Herodotus and his <sources>: citation, invention and narrative art, Liverpool, Francis Cairms, 1988 (cito la traducción inglesa).

13 Cf. Theodore S. Beardsley, Hispano-classical Translations Printed Between 1482 and 1699, Pittsburgh-Louvaine: Univ. Press-Nauwelaerts, 1970.

~ t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

CERVANTES, HERÓDOTO Y ÜRTENSIO LANDO ... 517

principalmente M. Femández Galiano14, M. R. Lida de Malkiel15 o A. G. Reichenberger16

De forma esquemática, apuntaré que tal vez fue leído en España en la traducción latina preparada hacia mediados del siglo XV por Lorenzo Valla, que gozó en el Renacimiento de una notable fortuna editorial. Por lo que atañe a su influencia literaria, es posible que un romance de Lorenzo de Sepúlveda, una patraña de Joan Timoneda (la XVI del Patrañuela) y la comedia de Lope de Vega Contra el valor no hay desdicha y el primero rey de Persia se inspiraran en la leyenda de la infancia de Ciro, narrada por el historiador griego en su primer libro (desde 1, 108), aunque más bien parece que el contacto debió de ser indirecto17

Añádanse, además, un romance de Lorenzo de Sepúlveda sobre el mismo tema18, menciones

a la auto-mutilación de Zópiro en Las hazañas del Cid de Guillén de Castro, en Las paces de los reyes y judía de Toledo de Lope de Vega y en El Criticón de Gracián, referencias a la imponencia del ejército de Jerjes, con su consiguiente lección moral, en Pedro Mejía, en Juan Rufo, en Lope de Vega y en Luis Vélez de Guevara, y a su concepción de la fama en la Agudeza y arte de ingenio19, el aprovechamiento de motivos de raigambre historiográfica en distintos textos20

, el manejo de «noticias peregrinas» de posible origen último herodoteo en

14 Manuel Fernández Galiano, Heródoto, Barcelona: Labor, 1951, pp. 221-226. 15 María Rosa Lida de Malkiel, «Estudio preliminar» a su traducción de Heródoto, Los

nueve libros de la Historia, Buenos Aires: M. W. Jackson, 1949, pp. VII-LXXI (texto reeditado en Barcelona, en 1969, por la editorial Éxito, impresión por la que cito).

16 Arnold G. Reichenberger, «Herodotus in Spain», Romance Philology, 19, 1965, pp. 235-249.

17 Fernández Galiano indica (Heródoto, cit., pp. 221-222, n. l) que Timoneda parece seguir la versión de la leyenda compuesta por Justino (traducida en España en 1540), pero que «ciertos detalles es probable que se remonten a la fuente herodotea» (si bien en un trabajo posterior, «Sobre la evolución de la leyenda de Ciro en nuestros siglos XVI y XVII», Estudios clásicos, VI, 1961, pp. 93-98, subrayará la relación entre el relato del valenciano y el romance de Sepúlveda), mientras que Lope sigue probablemente la versión de Timoneda, «con adiciones que revelan la lectura de Justino y otras que parecen indicar conocimiento directo del historiador griego».

18 Acerca de los reflejos auriseculares de esta leyenda, véase Manuel Fernández-Galiano, «Sobre la evolución», cit.

19 Mención, por cierto, que nos permite plantear de nuevo el problema de las fuentes intermedias. Efectivamente, dicho pasaje («Dio Jerjes prudente causa de su llanto, al contemplar desde un monte sus ejércitos innumerables») es anotado por Evaristo Correa Calderón recordando que Gracián «ampliará este pasaje en Criticón, III, cr. XII» y que Romera-Navarro lo da, en su edición del texto, «como procedente de Heródoto (VII, 45-46)» (B. Gracián, Agudeza y arte de ingenio, edición, introducción y notas de Evaristo Correa Calderón, Madrid: Castalia, 1969, t. II, p. 36, n. 507). En su reciente edición de la misma obra (B. Gracián, Arte de ingenio, Tratado de la Agudeza, Madrid: Cátedra, 1998, p. 265, n. 29), Emilio Blanco, sin embargo, propone como cita paralela un fragmento de los Apotegmas de Erasmo que bien podría haber constituido la fuente del aragonés (lo cual, dicho sea de paso, nada tendría de extraño, vista la duradera, aunque a veces descuidada, fortuna de algunas de las obras del humanista entre nuestros autores barrocos).

20 Así, Arnold G. Reichenberger («Herodotus in Spaim>, cit., p. 245), apunta que el perdón final concedido por Segismundo a Basilio en La vida es sueño recuerda el de Ciro para con su abuelo Astiages y que el tópico del príncipe villano, tal y como aparece en El rey en su

~ t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

518 JESÚS SEPÚL VEDA

comedias como El villano en su rincón de Lope o En Madrid y en una casa de Tirso, etc?1•

A todo lo cual es necesario sumar alguna que otra alusión que se puede espigar en distintas obras, fruto casi siempre de simple erudición mostrenca22

• El resultado global, traducido en términos cuantitativos y cualitativos globales, es francamente pobre; de modo que, como conclusión, hay que suscribir las siguientes palabras de F. Rodríguez Adrados:

En realidad, puede decirse que en la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco, en España y fuera de España, Heródoto fue poco conocido: todo lo más, se toman de él algunas noticias curiosas23

Por consiguiente, en nuestro caso, como en otros muchos, hay que conjeturar que el contacto, si se llevó a cabo, debió de ser gracias a lecturas intermedias. Lo que, por supuesto, no es de extrañar en una época en la que la literatura clásica, más allá de unas pocas obras canónicas (la Ene ida o las Metamoifosis ), se difundía principalmente a través de florilegios, misceláneas o polianteas y demás obras más o menos eruditas, de cuya información (de segunda mano o de acarreo, según las ocasiones) tanto se sirvieron los escritores del momento. A este fértil campo literario pertenecen también, por derecho propio, otras obras de raigambre humanista, cuyo cariz paródico-burlesco y cuyo tono jocoso oculta en ocasiones a los ojos de la crítica su indudable valor instrumental, es decir, su condición de fuente inagotable de anécdotas, citas y comentarios procedentes, en su mayor parte, del mundo clásico: las paradojas24

• Claro está que, frente a las primeras, carecen de un carácter

imaginación de Luis Vélez de Guevara y en El duque de Viseo de Lope, pueden remontarse también a la leyenda de Ciro. Sobre la difusión de la historia del rey egipcio Ferón, de la que encuentra una reminiscencia en el Criticón, volveré más tarde.

21 La lista más completa de referencias, autores y obras es todavía la que proporcionó M. R. Lida en su citado «Estudio preliminar», pp. LXVI-LXXI.

22 Téngase en cuenta, en cualquier caso, que los programas educativos de las principales universidades españolas contemplaban la lectura directa de los autores clásicos. Así, por ejemplo, la reforma de 1578 del obispo de Cartagena, Gómez Zapata, firmada en 1578, preveía que en la cátedra de mayores se leyese a los principales autores griegos, entre los que se hallaba Heródoto (cfr. Carmen Barrigón Fuentes, «La leyenda de Teseo y el laberinto en la obra de Tirso de Molina», Herencia greco-latina en la lengua y la literatura castellanas, Nicolás Castrillo Benito (dir.), Burgos: Universidad, 2000, pp. 27-43, en la p. 30, n. 6).

23 Francisco R. Adrados, «Introducción>>, cit., p. 66. 24 Sobre las que hay una bibliografía tan amplia, que me limitaré a recordar el clásico

estudio de Rosalie L. Colie, Paradoxia epidemica. The Renaissance Tradition of Paradox, Princeton: University Press, 1962, el volumen colectivo editado por M. T. Jones Davis, Le paradoxe au temps du Renaissance, París: Jean Touzot, 1982, y a añadir, para lo que respecta a la vertiente hispánica del género, dos recientes trabajos de José Valentín Núñez Rivera: «Tradición retórica y erotismo en los paradoxa enkomia de Hurtado de Mendoza», El sexo en la literatura, Luis Gómez Canseco et al. (eds.), Huelva, Universidad, 1997, pp. 99-122, y «Para la trayectoria del encomio paradójico en la literatura española del Siglo de Oro. El caso de Mosquera de Figueroa», Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación Internacional Siglo de Oro (AISO), María Cruz García de Enterría y Alicia Cordón Mesa (eds.), Alcalá de

~ t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

CERVANTES, HERÓDOTO Y ÜRTENSIO LANDO ... 519

sistemático y enciclopédico; sin embargo, es precisamente este rasgo el que las convierte en especialmente valiosas desde nuestro punto de vista, puesto que no se limitan a ofrecer un material neutro que es posible volver a utilizar en cualquier otro contexto, sino que, en el acto mismo de transmitirlo, proponen ya una clave de lectura. No se trata, por tanto, de acumular referencias (cuantas más, mejor), sino de seleccionarlas y de conferirles un determinado sentido en función del relato o del discurso en el que quedan enmarcadas.

Es ahora cuando llegamos al tercer protagonista del presente trabajo, el medico milanés Ortensio Lando (o Landi), amigo de figuras señeras del Renacimiento italiano como Pietro Aretino, Giro lamo Parabosco y Anton Francesco Doni, entre otros; traductor de la Utopia de Tomás Moro y autor prolífico de obras en romance y en latín de muy variado género, desde el relato salaz hasta la escritura devota, entre las que destaca/ Pardossi, publicada por primera vez en Lyon en 1543, primer libro de paradojas escrito en vulgar, de gran difusión en su tiempo. Intelectual de erudición extraordinaria, puso su vasto conocimiento de la cultura clásica al servicio de una firme actitud iconoclasta y de una enérgica vena polémica y satirica25 •

Pues bien, en uno de sus capítulos, dedicado precisamente al problema de los celos y del adulterio, Lando recurre a Heródoto. En efecto, si se considera la abundancia de lo novelesco en las Historias y la «sabrosa variedad>> que las caracteriza26, no será de extrañar que haya constituido a lo largo de los siglos una excelente fuente de relatos, citas y anécdotas. Y en verdad así lo fue ya desde la antigüedad, cuando autores como Cicerón, Séneca, Aulo Gelio o Macrobio aprovecharon tan rico material27 y, a su vez, lo difundieron por toda la Edad Media, hasta llegar al Renacimiento28

• En este caso, Lando acoge en su obra el mencionado

Henares: Universidad, 1998, II, pp. 1133-1143. 25 Desgraciadamente la fortuna editorial de sus obras durante el siglo XVI no ha corrido

pareja con la atención que la crítica del siglo pasado le ha reservado. Así, pese a que se han afrontado ya los principales problemas del texto (cf A. Corsaro, «Per l'edizione critica dei Paradossi di Ortensio Lando», Medioevo e Rinascimento, VIII, nuova serie V (1994), pp. 149-182), carecemos de una edición moderna de la obra (la más reciente es un facsímil de la princeps: O. Lando, Paradossi. Ristampa dell 'edizione Lione 1543, presentazione di Eugenio Canone e Germana Ernst, Pisa-Roma, Istituti Editoriali e Poligrafici Internazionali, 1999). Sobre el autor, véase (además del clásico estudio de Ireneo Sanesi, JI cinquecentista Ortensio Landa, Pistoia: 1893) P. F. Grendler, Critics ofthe ltalian World. 1530-1560. Anton Francesco Doni, Nicoló Franco and Ortensio Landa, Madison: Milwaukee, and London, 1969, y S. Seidel Menchi, «Chi fu Ortensio Lando?», Rivista storica italiana, CVI, 1994, pp. 501-565; sobre las ediciones venecianas de los Paradossi, C. Fahy, Saggi di bibliografia testuale, Padova, Antenore, 1988, pp. 169-212.

26 Empleo la expresión de M. Rosa Lida, «Estudio preliminar», cit., p. XXXIX. 27 Véase una lista más amplia en ibid., pp. LXVI-LXXII y en Arnold G. Reichenberger,

«Herodotus in Spaim>, cit., p. 240. 28 Obsérvese que en esta breve lista es muy significativa la presencia de los dos últimos

nombres, antecedentes declarados de los autores renacentistas de misceláneas. A ambos alude, por ejemplo, Pedro Mejía en los preliminares de su Silva de varia lección, en cuya tabla de los autores manejados se incluye, por otra parte, también a Heródoto, al que también cita en sus Coloquios (en concreto, en el primero remite a las Historias, I, 197; véase la edición de los

~ t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

520 JESÚS SEPÚL VEDA

episodio del rey Ferón:

Ma io per me [ ... ] non posso persuadermi che con si lieve riparo rafrenare si possa una passione tanto rabiosa, alla quale come poche si trovino che soggette non le siano, chiaro puote apparire da cio che si legge in Erodoto, il quale ditfusamente narra che essendo il Re Ferone privato dalla luce, fusse dall' oracolo consigliato che si lavasse gli occhi con urina di femina che con altro huomo che col proprio marito giacciuta non si fusse che cosí ricuperarebbe il vedere. Incommincio Ferone disideroso di sanita dalla propria moglie, e poi da infinite altre ne mai per cio ricuperandola fecele tutte ardere. D'una povera feminella trovo finalmente l'urina si giovevole ch'egli ne riebbe il vedere et quella per ricompensa tolse per sua moglie29 •

En principio, y a primera vista, no parece tarea fácil establecer una relación intertextual segura entre estas lineas y el citado episodio cervantino. Claro está que hay puntos en común y que, a mi modo de ver, éstos justifican, al menos, la alimentación de una sospecha. Con todo, antes de avanzar por el camino de la comparación, urge especificar la vía por la que Cervantes pudo llegar a conocer la obra del escritor lombardo. Y ello para evitar caer en la tentación de atribuirla genéricamente a la difusión española de la obra de Lando30 o al saco roto del buen conocimiento en general que los literatos del momento poseían (o afirmaban poseer) de la producción cultural italiana más reciente, por no hablar de las hipotéticas lecturas italianas del joven Cervantes. Es posible dar este paso gracias a un trabajo de José Valentín Núñez Rivera en el que evidencia la segura circulación en varios centros españoles de la literatura paradójica italiana y, más concretamente, en Sevilla, donde el género fue cultivado por destacados poetas y donde llegó a popularizarse incluso en justas literarias, como la de 1606 de San Juan de Aznalfarache, en la que tal vez el propio Cervantes participó como secretario. Pero hay más, pues Núñez Rivera añade que:

No quiero terminar este recuento sin referirme de nuevo a Cervantes, que en su periplo sevillano (a partir de 1587) hubo de entrar en contacto al menos con algunos de los miembros más destacados del grupo. Quizá con Alcázar y de seguro con Mosquera, al

Diálogos o Coloquios de Margaret. L. Mulroney, lowa city: University, 1930, p. 27). En efecto, ya M. R. Lida había recordado que «sin duda las misceláneas y polianteas, tan desdeñadas en público como hojeadas en privado, contribuyeron a difundir [las] curiosidades de origen herodoteo» («Estudio preliminar», cit., p. LXIX).

29 Cito por O. Landi, Paradossi, ed. cit., pp. 95-96. 30 De la que efectivamente se publicó una traducción española en 1552, aparecida en

Medina del Campo, según se sabe por el Índice de libros prohibidos de 1559, que la condena. Pese a que es edición que se ha dado por perdida, Francisco Rico acaba de anunciar su recuperación y futura impresión bajo los auspicios del Centro para la Edición de los Clásicos Españoles (cf su «Preliminar» a Antonio Vignali (Arsiccio lntronato), La Cazzaria (La Carajería). Diálogo, edición de Guido M. Cappelli, estudio paleográfico, codicológico y traducción por Elisa Ruiz García, Mérida, Editorial Regional de Extremadura, 1999, pp. VII-XI, en lap. X).

~ t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

CERVANTES, HERÓDOTO Y ÜRTENSIO LANDO ... 521

que conoció en Écija cuando, a la sazón, ejercía como corregidor, y para el que compuso un soneto preliminar a su Comentario de disciplina militar [ ... ]. El alcalaíno se sintió pronto atraído por la técnica paradójica, aplicándola tanto a la estructura global del Quijote, grandioso homenaje al topos erasmiano de la docta ignorantia, como a determinadas microestructuras narrativas: el elogio de los alcahuetes (1, 22) o El caballero del verde gabán31

A todo esto hay que sumar que Ortensio Lando constituyó uno de los autores de referencia de la literatura paradójica española de finales del sigo XVI y que, en concreto, el mencionado Cristóbal Mosquera de Figueroa lo escogió como modelo privilegiado32

• Por consiguiente, no parece muy descabellado pensar que en sus ocios sevillanos bien pudiera Cervantes haberse dedicado a la lectura de escritos admirados e imitados por sus amigos andaluces.

Pero volvamos a los textos. Entre el fragmento de Lando y la escena cervantina hay en un primer nivel de lectura un solo elemento común, el mismo que tenía con el de Heródoto: el contacto de los ojos del protagonista con un líquido de procedencia íntimamente femenina Demasiado poco, evidentemente, para sustentar mi hipótesis. Pese a ello, la anécdota recuperada de alguna manera por Lando es profundamente significativa, porque se inserta junto a otras en un texto dedicado a la defensa paradójica de la infidelidad femenina. Téngase presente que la praxis compiladora como base de la construcción de obras morales, satíricas, etc. aseguraba, ya desde época clásica, la transmisión de determinados motivos y anécdotas desgajadas de sus obras originales33 que adquirían precisamente en el nuevo corpus textual en el que se integraban un valor diferente al que poseían en el original, pues pasaban a un segundo plano o desaparecían completamente otros valores que no fueran los derivados de su puntual contenido doctrinal, moral o satírico34

• Dado el éxito de tales compilaciones, evidentemente el aprovechamiento de un determinado episodio o la cita de una determinada sentencia35 remitía automáticamente a su sentido principal, e incluso ya exclusivo, en los

31 J. V. Núñez Rivera, «Para la trayectoria», cit., p. 1139, donde se recoge, además, toda la bibliografia pertinente en lo relativo al carácter paradójico de los citados episodios cervantinos, con excepción del trabajo de Agustin Redondo, «De las terceras al alcahuete del episodio de los galeotes en el Quijote. Algunos rasgos de la parodia cervantina», Journal of Hispanic Philology, 13, 1989, pp. 135-148 (sobre todo las pp. 142-148), recogido más tarde en Id., Otra manera de leer el Quijote, Madrid, Castalia, 1997, pp. 347-361.

32 J. V. Núñez Rivera, «Para la trayectoria», cit., p. 1143. 33 Y en muchos casos tales fragmentos han llegado hasta nuestros días precisamente gracias

a tal conducta, pues la obra original se ha perdido (bastará remitir a los clásicos estudios de Rudolf Pfeiffer, Historia de la filología clásica J. Desde los comienzos hasta e/final de la época helenística, Madrid: Gredos, 1968 y de L. D. Reynolds y N. G. Wilson, Copistas y filólogos (Las vías de transmisión de las literaturas griega y latina), ivi, 1986).

34 Y en primer lugar los referentes a la forma del contenido, es decir, al lugar que ocupaban en la estructura del original y a las relaciones sintagmáticas con las demás secuencias del texto.

35 Piénsese en la afortunada serie de colecciones de dichos memorables, apotegmas, máximas, proverbios, etc.

-1 t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

522 JESÚS SEPÚL VEDA

nuevos contextos. Este procedimiento favorecía, además, la creación de nuevas solidaridades entre

episodios que solían formar parte de la misma serie, pues era frecuente que se transmitieran las citas más significativas de una colección a otra o que, por el prestigio de los autores o por su brillantez, coincidiera la selección de los mismos textos en más de una ocasión.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, en el nivel semiótico de los textos examinados se pueden rastrear significativas analogías. Ante todo, el relato y la escena se enmarcan en un contexto determinado, que es el que le otorga el sentido último a todos sus componentes: el adulterio. Dentro de este marco, asume una notable relevancia simbólica el problema de la ceguera. Si bien para Ferón es consecuencia de un castigo divino, lo importante en nuestro caso es que esa carencia fisica constituye un medio gracias al cual acaba profundizando su conocimiento de la naturaleza humana, en general, y de las mujeres en particular, es decir, ajustándose en esto Heródoto a una riquísima tradición, la enfermedad le permite ver lo que antes, sano, no había podido siquiera vislumbrar. En Cañizares, la ceguera fisica es momentánea y sirve sólo como recurso ingenioso para facilitar la huida del joven amante de Lorenza; pero la critica ha subrayado en más de una ocasión, como ya he recordado, la transcendencia interpretativa de la ceguera en dicha escena, toda vez que el viejo celoso es incapaz de ver (con los ojos del cuerpo) lo que está pasando detrás de la puerta, pero también de entender (con los ojos de la mente) el alcance de la burla36

• Dicho de otro modo, la oposición básica que subyace a ambos textos (visión contra conocimiento) no sólo coincide, sino que constituye el eje gnoseológico en tomo al cual se articula el desarrollo del relato (y de la escena) y del que depende su interpretación. Desde esta perspectiva, poco importa, que el episodio histórico se resuelva en una cruel venganza y el entremés en una burla, soluciones impuestas casi por la disparidad genérica a la que responde cada texto (la ejemplar-novelesca, la ejemplar paródica y la cómica, respectivamente). En todo caso, es sintomático que Cervantes le haya dado una vuelta de tuerca más a dicha oposición al representar una ceguera momentánea que, pudiendo haber proporcionado a Cañizares la vista interior que necesitaba para alcanzar la verdad, representa, en cambio, el momento álgido en el proceso de humillación del personaje y la culminación de la burla37

Pero no acaban aquí las coincidencias simbólicas. El «agua de ángeles» con la que

36 Remito de nuevo al varias veces citado estudio de A. Gargano, «Burlas que arremeten a los ojos», en el que se profundizan las implicaciones cognoscitivas del planteamiento cervantino.

37 Con la complicidad del público, que ve y conoce lo que el viejo es incapaz de ver y de conocer, pero que por un momento ha temido (o esperado) que también él llegara a descubrir la verdad. No se me escapa que el buen conocedor de la obra cervantina columbrará necesariamente en este giro una sutil ironía: Carrizales, igual que el rey Ferón, no recupera la vista porque su mujer, en el momento en el que le lanza la bacía llena de agua, ya no posee las condiciones indispensables para que el milagro se produzca. Hace falta mencionar aquí que Bruce W. Wardropper sugiere una interpretación completamente opuesta de la escena, pues conjetura que Carrizales, en realidad, llega a descubrir la burla, pero que prefiere fingir lo contrario para evitar el escándalo («Ambiguity in El viejo celoso», Cervantes, 1, 1981, pp. 19-27, especialmente en las pp. 23-27

-1 t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

CERVANTES, HERÓDOTO Y ÜRTENSIO LANDO ... 523

Lorenza quiere lavar las pocas barbas del galán y que luego termina por cegar a Cañizares no es, pese a su nombre, fluido nada inocente, como ya he apuntado. De modo y manera que en ambos textos nos encontramos con líquidos que proceden de las partes pudendas femeninas y que terminan en los ojos de los maridos burlados, si bien con funciones distintas: curativa y, a la vez, reveladora en Heródoto y en Lando, encubridora de la falta en Cervantes. La importancia de este punto asume toda su transcendencia si se considera que en una de las muchas variantes medievales del relato del marido burlado, transmitida por Alfonso Martínez de Toledo en su Corbacho, el medio elegido por la esposa para permitir la huida del amante es el de cegar a su marido lanzándole a los ojos un pequeño chorro de leche segregada por su propio pecho38

• De nuevo un líquido que brota de una de las partes íntimas de la mujer se convierte en instrumento de la burla; de nuevo los miembros más marcados por su potencialidad y su función eróticas sirven para sellar el castigo que merece el marido incapaz de satisfacer a su esposa en la esfera de lo carnal.

Antes de dar por concluido este veloz análisis de concomitancias entre los textos de Lando y de Cervantes, opino que es oportuno detenerse brevemente en otros rasgos significativos. Pese a que no la he incluido en el fragmento citado, hay otra referencia común a las dos obras, cuya aparición rebasa en importancia la cuestión de detalle. Me estoy refiriendo a la cita del mito de Argos, que aparece una vez en Lando39 y dos en el entremés cervantino (pp. 818 y 827), y cuya mención E. Martínez López interpreta así:

Que Lorenza use aquella lavadora agua de ángeles para echársela en cara y ojos a su marido podrá acaso parecer gesto cruel y vulgar. Pero sólo si se ignora la previa crueldad ejercida contra la muchacha, ciega en su falta de «experiencia de estas cosas», al llevarla con engaño a yugo eterno con un «Argos» de cien ojos [ ... ].Es, pues, justicia acordadamente poética que cuando la ciega Lorenza por fin «ech[ a] de vem qué clase de matrimonio le había agenciado el «zahorí» de su marido, le arremeta precisamente a los ojos con las sobras de lo que nunca pudo darle para así señalar la ceguera de Cañizares ante los fueros de la voluntad y la naturaleza40

Explicación muy lúcida, a la que cabría añadir un dato de interés, a saber, que la referencia a Argos era tan habitual en la tradición del marido burlado, que esta figura mitica se había convertido en representación antonomásica de la vigilancia inútil que el marido

38 A. Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera, edizione critica a cura di Marcella Ciceri, Modena: Mucchi, 1975, vol. I, pp. 175-176. Recuérdese, además, que ya en el Disciplina clericalis de Pedro Alfonso se narraban dos episodios análogos: en el primero (IX), la mujer le cubre con la boca el ojo sano a su esposo (en el otro se había herido con el sarmiento de una viña, motivo de su repentino regreso a casa); en el segundo (X), con un lienzo (Pedro Alfonso, Disciplina clericalis, edición y traducción del texto latino por Ángel González Palencia, Madrid-Granada: Maestre, 1948, pp. 26-28). Véase al respecto M. V. Fernández-Savater Martín, «De Aristófanes a Cervantes», cit., p. 331.

39 O. Lando, Paradossi, ed. cit., p. 94. 40 E. Martínez López, «Erotismo y ejemplaridad», cit., p. 361.

-1 t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

524 JESÚS SEPÚL VEDA

destinado a la burla intentaba ejercer sobre su joven e insatisfecha consorte. Tal es el sentido que tiene, por ejemplo, en Bandello, en Timoneda, en Baltasar de Alcázar, en Diego Alfonso Velázquez de Velasco, en Lope de Vega o en Tirso de Molina41 • Si del plano mitológico pasamos al léxico, hay que recordar que igual de habitual era la defmición de los celos como «rabiosos», según los llama Lando, como se puede comprobar fácilmente acudiendo a Ariosto, de nuevo a Diego Alfonso Velázquez de Velasco, a Maria de Zayas y al propio Cervantes, que maneja esta solidaridad léxica en El celoso extremeño y en Pedro de Urdemalas42

Hasta aquí las pruebas que podrían corroborar la hipótesis (pues sólo de una hipótesis se trata) de la relación entre el entremés de Cervantes y los relatos de Heródoto y Lando. No cabe duda de que, como afirmaba Eugenio Asensio, el madrileño «no necesitaba buscar fuera de casa lo que ya llevaba dentro» 43

• Además, tampoco hay que olvidar la variedad y la riqueza con la que el acervo popular transmitía historias de celosos y de maridos engañados, materiales que a buen seguro tuvo en cuenta44

• Sin embargo, una vez demostrado que bien pudo conocer la obra de Lando, parece casi imposible pensar que Cervantes, quien demuestra tanto interés en el motivo (pues lo reelabora en diferentes ocasiones y desde perspectivas distintas), haya dejado caer en saco roto una historia tan sugerente como la transmitida por Heródoto (filtrada por Lando o por otro). Por el contrario, dentro de una red de referencias internas y externas tan tupida como la que caracteriza la escritura y la reescritura de las aventuras y desgracias de los celosos cervantinos, el antecedente herodoteo contribuiría a esclarecer las condiciones del desenlace del entremés y le dotaría de mayor densidad literaria.

Con todo, me urge subrayar cómo el diálogo intertextual aquí esbozado serviría para comprobar que los motivos, los tópicos, los símbolos y las palabras no pasan completamente aislados de una obra a otra, sino que transportan consigo parte del conjunto de relaciones en la que estaban inmersos. En efecto, a veces se tiende a comparar el aprovechamiento que hace un determinado autor de un elemento que procede de otro sin advertir que ese mimbre con

41 Véase D. A. Velázquez de Velasco, El Celoso, ed. cit., pp. 242 y 354 y la nota correspondiente a la primera cita (n. 84, p. 378), a la que hay que añadir B. de Alcázar,Discurso de unos cuernos averiguados por la hermosa Eco, en Obra poética, edición de Valentín Núñez Rivera, Madrid, Cátedra, 2001,p. 398, y Tirso deMolina,La Villana de Vallecas, v. 3237 y Mari Hernández la Gallega, v. 1711 (cito en ambos casos por Sofia Eiroa Rodríguez, Edición crítica, estudio y notas de dos comedias de Tirso de Malina: «La Villana de Vallecas» y «La Gallega Mari Hernándew, Murcia, Universidad, 2000 (Tesis doctoral), pp. 377 y 523, respectivamente). Acerca de la aparición de Argos en El celoso extremeño, véase también Elena Ramos García, «El empleo de motivos mitológicos en las Novelas ejemplares», Cuadernos de Filología clásica. Estudios latinos, 11, 1996, pp. 293-311 (en la p. 308).

42 Para las referencias exactas a todos los textos mencionados (y a otros más), remito a mi edición de El Celoso de D. A. Velázquez de Velasco, cit., p. 373, n. 45.

43 E. Asensio, «Introducción crítica», cit., p. 26. 44 Como ha evidenciado la crítica en más de una ocasión (véanse, por ejemplo, J.

Canavaggio, «Estudio preliminar», cit., p. 20; M. Chevalier, Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX), Salamanca: Universidad, 1999, p. 103, y A. Gargano, «Burlas que arremeten a los ojos», cit., p. 19, n. 2).

-1 t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

CERVANTES, HERÓDOTO Y ÜRTENSIO LANDO ... 525

el que construir nuevas tramas no podía ser en ningún caso un elemento autónomo 45, sino que

formaba parte de un tejido lingüístico o simbólico que parcialmente se instala de inmediato en la nueva estructura que lo acoge, a la que enriquece de significado por activa o por pasiva. Los intertextos, por tanto, no son fichas que pasan de mano en mano con un simple valor nominal y convencional, y cuyo resultado final en el juego de la literatura dependerá exclusivamente de la habilidad de su nuevo propietario. Más bien representan monedas que han sido acuñadas en un determinado lugar y que representan una cantidad precisa, que pueden entrar a formar parte de un nuevo sistema de cambio en el que se podrá modificar su función, pero que llevan siempre consigo, bien grabadas, sus señas de identidad originales, en la cara y en la cruz del significante y del significado, de las implicaciones lingüísticas y de las simbólicas. Es precisamente por ello por lo que, en mi opinión, sigue siendo de gran utilidad la identificación de fuentes (o de intertextos ), porque es una labor que, lejos de acumular simple material «muerto», que adquiere sentido sólo en manos del autor que lo reelabora (sobre todo si ese autor se llama Miguel de Cervantes), sirve para evidenciar cómo se activa o desactiva, como germina o se transforma en una nueva pluma un elemento vivo y lleno de potencialidad semiótica

Desde esta perspectiva, poco cuenta si Cervantes se inspiró en el texto de Lando o en otro de su misma progenie. Prueba de ello es que el motivo del faraón ciego reaparece en ese tercio final del siglo XVI en una obra de un autor que con toda seguridad fue leído por Cervantes, Antonio de Torquemada, quien en la sexta parte de sus Coloquios satíricos aprovecha también el relato herodoteo:

FILONIO.- Bien puede ser así como tú dices, pero escúchame lo que acaesció en el reino de Egipto, por donde conocerás el engaño que te tiene ciego para tener por tan cierto lo que has dicho. TORCATO.-Alguna fábula o hablilla querrás contarme de las que suelen contar las viejas tras el fuego. FILONIO.- Antes te digo que es cosa muy cierta y verdadera, porque la escriben y la cuentan notables varones y autores a quien se da muy gran crédito (Diodoro Heródoto, lib. 11). Y fue que uno llamado Ferón, hijo de un rey de Egipto que llamaron Sostis, tuvo una recia y muy grande enfermedad de la cual vino a quedar del todo ciego, que fue para él la mayor persecución y trabajo que le podía venir en el mundo, tanto, que no la tenía en menos que la muerte. Y, haciendo por su parte todas las diligencias posibles para saber si podría tomar a cobrar la vista, que tenía perdida, y no hallando en los médicos consejo que le aprovechase, acordó de consultar con grandes sacrificios los oráculos de sus dioses, los cuales le dieron por respuesta que, después que hubiese sacrificado con gran devoción a un dios que entonces era reverenciado y servido en la ciudad de Heliópoli, porque decían ellos que hacía grandes milagros en aquel tiempo, que pusiese

45 Pese a que, como en nuestro caso, se tratara de fragmentos desgajados de otras obras, puesto que el nuevo tejido en el que se hilvanan, por árido y erudito que sea, constituye sin duda una estructura de referencia que connota inevitablemente a todos sus componentes.

-1 t- Centro Virtual Cervantes

Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Jesús SEPÚLVEDA. Cervantes, Heródoto y Ortensio Lando: A...-

526 JESÚS SEPÚLVEDA

los ojos en una mujer tan casta, que no hubiese tenido pendencia sino con solo su marido y que luego sería sano del mal que en ellos tenia Ferón. Cumpliósele luego lo que los dioses le dijeron sin faltar nada y, teniendo confianza en su propia mujer, trayéndola delante de sí para cobrar por ella la salud que le faltaba, quedó como de antes sin ver ninguna cosa y luego hizo traer todas las principales mujeres del reino de Egipto, las cuales no le aprovecharon más de lo que su mujer había hecho. Y viéndose por esto afligido y fatigado, perdiendo del todo la esperanza de cobrar la vista, comenzó a probar de poner los ojos en todas las mujeres comunes, sin que le aprovechase, hasta que le trajeron una mujer de un hortolano y, poniéndolos en ella, tomó luego a ver de la manera que de antes, como si no hubiera tenido mal ninguno. Y, haciendo quemar por esto a su mujer con otras muchas principales, se casó con ésta, aunque no faltaron maliciosos que dijeron que en aquel mesmo día que la habían traído se había casado con el hortolano y que, si esperaran otro día, por ventura Ferón no viera ni tuviera la salud tan deseada, porque no turara en ella la castidad tanto tiempo46

No puedo detenerme ahora en la técnica amplificadora de Torquemada, en su prurito de buen gusto al eliminar la mención de la orina (aspecto fundamental que lo caracteriza dentro de la serie analizada y que lo excluye como posible antecedente de la escena cervantina) o en la adjunta de la malicia final. Bastará añadir que es profundamente significativo corroborar que a la codificación del motivo medieval del marido burlado a lo largo del siglo XVI contribuyó de forma importante toda una literatura hasta ahora poco tomada en consideración, de matriz exclusivamente humanista y de tono renacentista, que, en concomitancia con la tradición popular (y con probabilidad en confluencia con ella), operó activamente en muchos de los autores que decidieron reelaborarlo y, tal vez, en Cervantes.

46 Cito por la segunda edición: A. de Torquemada, Los coloquios satíricos, con un coloquio pastoril, Bilbao, Mathías Mares, 1584, fols. 247-248. No hará falta recordar aquí que Cervantes condenó en el célebre escrutinio Quijote (I, 6) elJardín de.flores curiosas de Torquemada, lo que no obstó para que luego lo saqueara tanto en El coloquio de los perros como en el Persiles (véase al respecto la bibliografía recogida por Giovanni Allegra en su edición de la obra, Madrid, Castalia, 1982, pp. 85-86). En cuanto a los Coloquios satíricos, Clemencín creyó encontrar un eco de su lectura en el Quijote (véase M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. del Instituto Cervantes, dirigida por F. Rico, con la colaboración de J. Forradellas, estudio preliminar de F. Lázaro Carreter, Barcelona, Instituto Cervantes-Crítica, 1998, 11, 31, p. 883).

-1 t- Centro Virtual Cervantes