Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), el peor destino

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E n una zona in- dustrial donde circulan pocos autobuses, al- gunos trenes de mercancías y menos coches, se yergue el Centro de Internami- ento de Extranjeros (CIE) de Bar- celona, situado en el polígono de la Zona Franca. En medio de un pai- saje mudo y gris, rodeado de fábri- cas, se reconoce su característica torre de techo blanquiazul. Sobre este ce ntro de interna- miento poco o nada informan los medios. La saturación de notici- as sobre problemas de conviven- cia o la llegada de las pateras ha provocado que otras cuestiones hayan quedado sepultadas. Algu- nos medios, la mayoría dirigidos a la comunidad latinoamericana de España, informan de la instituci- ón. Pero el silencio informativo al cual está sometido, y el hermetis- modelos propiosresponsable sdel centro, ha provocado que muchos barceloneses ignoren su existen- cia y se cree toda una rumorología a su alrededor. Elprimercentrode extranjer os de Barcelona se creó en 1985 y era conocido como “La Verneda” por estar situado en ese barrio. Vein ti- ún años después, en 2006, se creó el actual de la Zona Francia, con capacidad para unas doscientas personas. El anterior no tenía su- ciente capacidad para acoger a tantos internos. Los centros de internamiento dependen del Ministerio del In- terior y están regulados por la Ley Orgánica de Extranjería 4/2000, que después ha sufrido varias mo- dicaciones. Son competencia di- recta de la Dirección Nacional de Policía. De hecho, excepto el per- sonal sanitario y el de limpieza, los demás trabajadores son policías nacionales. Éstos actúan bajo las directrices de un director o, en su defecto, del jefe de seguridad. Por otro lado, una empresa privada de cáteringseencargadesuministrar los alimentos. La principal función del cen- tro es la de retener a los extranje- ros que no tienen permiso de re- sidencia en España (considerado una falta administrativa grave, no un delito) y tramitar su expulsión del territorio español a su país de embargo, el diseño y funcionami- ento del Centro de Internamiento de la Zona Franca hace pensar que, si las características no son iguales que las de una prisión, es porque en muchos aspectos son incluso peores. Los familiares o conocidos no pueden visitar al interno en cual- quier momento. “Como en cual- quier cárcel, tienen su horario de visitas”, reconoce un policía ex trabajador del centro. Sólo se per- miten de cinco a siete de la tarde, de lunes a domingo. En nes de se- mana es habitual tener que pedir la tanda en una sala de espera ex- terna, ya que es cuando más visitas hay. El centro ni tan siquiera cuen- ta con un lavabo para los visitantes y sólo pueden entrar de dos en dos para ver a un mismo interno. Una vez sea el turno, es suci- ente con el número del mismo para que le llamen por megafonía: “In- terno número 153, Julián Costa, de Colombia, tiene v isita” (los datos son cticios). Como en una prisi- ón, se le puede traer ropa y algún objeto, pero no comida, tal como conrmanlospropiospolicíasque allí trabajan cuando, previamente a una visita, se llama al centro para conocer las normas a atenerse. Sin embargo, el actual responsable en funciones del centro, el inspector Casado, asegura que sí se les pue- de llevar comida siempre y cuan- do haya sido revisada. Al visitante, normalmente, se le obliga además a apagar el teléfono móvil antes de entrar a hablar con el interno. Entrada principal del CIE, en la Zona Franca. En la caseta es donde las visitas esperan para entrar en el edicio Algunos aspectos del CIE son incluso peores que en una prisión CIE el peor destino  El Centro de Internamiento de Extranjeros de la Zona Franca es un lugar a evitar tanto por inmigrantes , que no quieren ser recluidos, como por policías, que no quieren ser carceleros Texto y fotos: Rut Asenjo, Tasnim Aslam, Ana González y Sergio Uceda. origen. Con la última modicaci- ón de la Ley, pueden estar hasta un máximo de 60 días. Antes eran 40. Una vez internados, sólo dis- ponen de 48 horas para recurrir su situación. Para evitar ser expulsa- dosdebencerticarelarraigoenel territorio. En ocasiones, el desco- nocimiento del país de origen del interno o la no existencia de acu- erdos de extradición acaba con la puesta en libertad del interno, si- tiuándolo en un limbo jurídico. Tampoco se interna a todos los extranjeros a los que se les inician un expediente de expulsión. Sólo a los que tienen riesgo de escapar- se. Para los más afortunados, no te- ner el permiso en regla acaba con una multa. Los extranjeros quieren evitar el centro para no ser expulsados y porque, tal como opinan muchas de las fuentes entrevistadas, creen que estos centros son peores que una cárcel. CONDICIONES DE CÁRCEL Del CIE de la Zona Franca des- tacan sus muros coronados con verjas azuladas inclinadas hacia dentro y cuatro cámaras de segu- ridad. Una bandera de España de- nota que se trata de una construc- ción del Ministerio del Interior . Dentro de los silenciosos muros decenas de personas esperan ser expulsadas. La vigente ley de Ex- tranjería indica explícitamente en su artículo 62 bis que estos cen- tros tienen “carácter no penitenci- ario” y que la única limitación que se les impone a los internos es la de la “libertad ambulatoria”. Sin El primer CIE de Barcelona se creó en 1985 y estaba en la Verneda

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El Centro de Internamiento de Extranjeros de la Zona Franca (Barcelona) es un lugar a evitar tanto por inmigrantes, que no quieren ser recluidos, como por policías, que no quieren actuar como carceleros. // Texto y fotos: Rut Asenjo, Tasnim Aslam, Ana González y Sergio Uceda.

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En una zona in-dustrial dondecirculan pocosautobuses, al-gunos trenes de

mercancías ymenos coches,se yergue el Centro de Internami-ento de Extranjeros (CIE) de Bar-celona, situado en el polígono de laZona Franca. En medio de un pai-saje mudo y gris, rodeado de fábri-cas, se reconoce su característicatorre de techo blanquiazul.

Sobre este centro de interna-miento poco o nada informan losmedios. La saturación de notici-as sobre problemas de conviven-cia o la llegada de las pateras haprovocado que otras cuestioneshayan quedado sepultadas. Algu-nos medios, la mayoría dirigidos ala comunidad latinoamericana deEspaña, informan de la instituci-

ón. Pero el silencio informativo alcual está sometido, y el hermetis-mo de los propios responsables delcentro, ha provocado que muchosbarceloneses ignoren su existen-cia y se cree toda una rumorologíaa su alrededor.

El primer centro de extranjerosde Barcelona se creó en 1985 y eraconocido como “La Verneda” porestar situado en ese barrio. Veinti-ún años después, en 2006, se creóel actual de la Zona Francia, concapacidad para unas doscientaspersonas. El anterior no tenía su-ficiente capacidad para acoger atantos internos.

Los centros de internamientodependen del Ministerio del In-

terior y están regulados por la LeyOrgánica de Extranjería 4/2000,que después ha sufrido varias mo-dificaciones. Son competencia di-recta de la Dirección Nacional dePolicía. De hecho, excepto el per-sonal sanitario y el de limpieza, los

demás trabajadores son policíasnacionales. Éstos actúan bajo lasdirectrices de un director o, en su

defecto, del jefe de seguridad. Porotro lado, una empresa privada decátering se encarga de suministrarlos alimentos.

La principal función del cen-tro es la de retener a los extranje-ros que no tienen permiso de re-sidencia en España (consideradouna falta administrativa grave, noun delito) y tramitar su expulsióndel territorio español a su país de

embargo, el diseño y funcionami-ento del Centro de Internamientode la Zona Franca hace pensar que,si las características no son igualesque las de una prisión, es porque

en muchos aspectos son inclusopeores.Los familiares o conocidos no

pueden visitar al interno en cual-quier momento. “Como en cual-quier cárcel, tienen su horario devisitas”, reconoce un policía extrabajador del centro. Sólo se per-miten de cinco a siete de la tarde,de lunes a domingo. En fines de se-mana es habitual tener que pedirla tanda en una sala de espera ex-terna, ya que es cuando más visitashay. El centro ni tan siquiera cuen-ta con un lavabo para los visitantesy sólo pueden entrar de dos en dospara ver a un mismo interno.

Una vez sea el turno, es sufici-ente con el número del mismo para

que le llamen por megafonía: “In-terno número 153, Julián Costa, deColombia, tiene visita” (los datosson ficticios). Como en una prisi-ón, se le puede traer ropa y algúnobjeto, pero no comida, tal comoconfirman los propios policías que

allí trabajan cuando, previamentea una visita, se llama al centro paraconocer las normas a atenerse. Sinembargo, el actual responsable en

funciones del centro, el inspectorCasado, asegura que sí se les pue-de llevar comida siempre y cuan-do haya sido revisada. Al visitante,normalmente, se le obliga ademása apagar el teléfono móvil antes deentrar a hablar con el interno.

Entrada principal del CIE, en la ZonaFranca. En la caseta es donde las visitasesperan para entrar en el edificio

Algunos aspectos del CIEson incluso peores que en

una prisión

CIEel peor destinoEl Centro de Internamiento de Extranjeros dela Zona Franca es un lugar a evitar tanto por

inmigrantes, que no quieren ser recluidos, comopor policías, que no quieren ser carceleros

Texto y fotos: Rut Asenjo, Tasnim Aslam, Ana González y Sergio Uceda.

origen. Con la última modificaci-ón de la Ley, pueden estar hastaun máximo de 60 días. Antes eran40. Una vez internados, sólo dis-ponen de 48 horas para recurrir susituación. Para evitar ser expulsa-dos deben certificar el arraigo en elterritorio. En ocasiones, el desco-nocimiento del país de origen delinterno o la no existencia de acu-erdos de extradición acaba con lapuesta en libertad del interno, si-tiuándolo en un limbo jurídico.

Tampoco se interna a todos losextranjeros a los que se les inician

un expediente de expulsión. Sóloa los que tienen riesgo de escapar-se. Para los más afortunados, no te-ner el permiso en regla acaba conuna multa.

Los extranjeros quieren evitarel centro para no ser expulsados y

porque, tal como opinan muchasde las fuentes entrevistadas, creenque estos centros son peores queuna cárcel.

CONDICIONES DE CÁRCELDel CIE de la Zona Franca des-

tacan sus muros coronados converjas azuladas inclinadas haciadentro y cuatro cámaras de segu-ridad. Una bandera de España de-nota que se trata de una construc-ción del Ministerio del Interior.Dentro de los silenciosos murosdecenas de personas esperan ser

expulsadas. La vigente ley de Ex-tranjería indica explícitamenteen su artículo 62 bis que estos cen-tros tienen “carácter no penitenci-ario” y que la única limitación quese les impone a los internos es lade la “libertad ambulatoria”. Sin

El primer CIE de Barcelonase creó en 1985 y estaba

en la Verneda

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Las dificultades de las ONGSegún la Ley de Extranjería, los inmigran-tes internados en un CIE tienen reconoci-dos todos los derechos y libertades querecoge el ordenamiento jurídico. Uno deestos derechos es el de entrar en contac-to con organizaciones no gubernamenta-les de protección de inmigrantes. Igual-mente, se detalla que estas organizacio-nes “constituidas legalmente en Españapara la defensa de los inmigrantes y losorganismos internacionales pertinentespodrán visitar los centros de internami-ento”. Las condiciones de dichas visitas sedesarrollan reglamentariamente. Pero

dos años después de la última reforma dela Ley (en 2009) el reglamento está aúnpendiente de aprobación. Esto añade difi-cultad al acceso de las ONG en los centros.Una de las organizaciones que se ha mos-

trado más crítica con los CIE es SOS Racis-me. Pese a que han pedido entrar comotal en más de una ocasión, nunca han lle-gado a acceder en calidad de ONG. “Noso-tros entramos con el número de un inter-no, que obtenemos a partir de las quejasde algunos familiares”, dice Alba Cuevas,portavoz de SOS Racisme. Esta es la únicaforma de acceder, como cualquier fami-liar o amigo dentro del horario estable-cido y hablando a través del telefonillo,con la mampara de por medio. Tambiénentraron junto a Joan Herrera, cuando elentonces diputado del Congreso visitó el

CIE de Zona Franca. Cuevas explica que,cuando el director supo quién era ella, laechó del recinto. El policía ex trabajadordel centro confirma que las ONG solo vana las visitas, en el horario y régimen esta-

blecido para familiares y amigos: “inclu-so algunas veces el director ha prohibidoa alguna ONG entrar allí, porque iban di-rectamente a buscar maldad, a inventarhistorias”. También el inspector Casadoasegura que estas ONG van a alterar laconvivencia, “a luchar”.Otra de estas organizaciones es Cruz Roja.Pese a la distinta consideración que pue-da tener en el cuerpo policial, y en la ad-ministración, respecto a otras como SOSRacisme, tampoco asiste a los inmigran-tes mientras están internados. Desde CruzRoja admiten que muchos lo pasan mal.

Pero ellos solo pueden atenderlos una vezsalen. También se quejan de la actitud po-co profesional de otras entidades de muc-ha denuncia, que no son profesionales nineutrales.

Exactamente igual que en uncentro penitenciario, las visitasse hacen a través de una mamparade material transparente, con unaverja intercalada. El visitante a unlado y el interno al otro. Hablan através de un teléfono. No hay con-tacto físico con el interno. El ins-pector Casado argumenta que “lasmamparas son necesarias por cu-estiones de seguridad”, ya que enalguna ocasión se ha introducidodroga. “Es una manera de evitar

cachear a los familiares cuandovienen de visita”.Así, el contacto del interno con

el exterior se limita a una breveconversación telefónica. Y es queuna vez dentro, muy difícilmenteel interno tendrá oportunidad dedar un beso, un abrazo o tocar la

mano de su mujer o hijo. Como re-conocen los trabajadores del cen-tro, ni siquiera hay disponible una

sala para visitas familiares ni otradestinada a mantener relacionesíntimas con sus parejas. Posibili-dad que, al menos, sí existe en cu-alquier centro penitenciario.

Las visitas suelen durar unosdiez minutos, todo dependerá dela gente que espere para ver a susallegados, pues hay pocos locuto-rios. El teléfono se corta automáti-camente cada cuatro minutos. En-tonces hay que colgar y descolgarotra vez. Si hay más gente, en la sa-la –que los policías vigilan a travésde un gran cristal situado en un la-teral- se oyen como en un gallinerolas voces de los otros visitantes. Laintimidad es escasa.

El patio es el lugar donde pasan

la mayor parte del día los internos.Además, cuentan con una sala co-mún, donde hay una televisión. Allado hay máquinas expendedorasde comida y refrescos y las cabi-nas telefónicas de pago. Es la úni-ca manera que tiene un interno pa-ra llamar por teléfono, ya que al in-gresar en el Centro de Internami-ento se les requisa el teléfono mó-vil y no pueden recibir llamadas alteléfono del CIE. El responsabledel centro justifica que no se lespermita tener teléfono “para evi-tar que se traguen las baterías, y deesta forma eludir su expulsión al

caer enfermos”. Sin embargo, tam-poco hay ordenadores con conexi-ón a Internet a disposición de losinternos . Estos aspectos son, unavez más, similares a los de una pri-sión. Pero en una cárcel un prisio-nero sí puede escribir cartas. En elCentro de Internamiento, no, por-que los internos no pueden tenerbolígrafos ni lápices. Para Casadocualquier objeto es susceptible deser utilizado para autolesionarse.Por eso si necesitan fuego para en-

cender un cigarrillo, son los policí-as los que deben dárselo.Los sentimientos del interno

A.T., de un país latinoamericano(no se revelan sus datos comple-tos por precaución), son una me-zcla de tedio y angustia. Está a laespera de ser expulsado tras nueveaños en España, aunque el aboga-do que ha contratado dice hacer loposible para evitarlo. A.T es pintorde profesión y se queja de que mi-entras está en el centro no puedetrabajar para llevar un sueldo a ca-sa, donde espera su mujer embara-zada. El dinero que tiene se lo gastaen el abogado. Además, su aburri-miento se acumula tras varias se-manas encerrado en un sitio don-

de hay poco o nada que hacer. A di-ferencia de las prisiones, en las queexisten cursos y talleres durante la

 jornada, en el Centro de Interna-miento no hay actividades.

Tal y como cuenta A.T. y tambi-én Joan Herrera –que en calidadde diputado del Congreso pudovisitar el interior del centro-, no

tampoco disponen de una biblio-teca. Si bien, Casado nos mostró

una sala con algunos libros que losmismos policías han llevado, lo cu-al hace patente la austeridad de es-tos centros. También lo confirmaun ex trabajador, que asegura quealgunos policías llevan ropa a losinternos por propia voluntad. Porotro lado, para entretenerse tie-nen algunos juegos de mesa.

En una cárcel hay gimnasio ymaterial deportivo, no así en elcentro de Zona Franca. A modode ejemplo, como reconoce el in-terno y un ex trabajador, en un epi-sodio reciente se requisó una pelo-ta de trapo fabricada por los propi-

os internos, después de que uno deellos se accidentara jugando.

En las prisiones catalanas haydisponible, durante toda la sema-na las 24 horas, un equipo médico,que pertenece al Departamentode Salud. Además, periódicamen-te acuden médicos especialistas.En el Centro de Internamientohay un médico y un enfermero denueve de la mañana a nueve de lanoche, y sólo de lunes a viernes.Aunque según Casado, el médico

también está los fines de semana .Servicios médicos subcontratados

a una empresa privada que, segúnla doctora, se ocupan de ellos entodo momento. Pero A.T se quejade su poca pericia, porque “sólo te

dan Ibuprofeno, te pase lo que tepase”. Sebastián Hernández, se-cretario general del sindicato po-licial Confederación Española dePolicía (CEP), reconoce que “lospropios policías escapamos muc-has veces de estos médicos, por-que no sirven para nada”.

El horario diario del centro re-sulta también parecido al de unaprisión, con la diferencia de queno hay nada que hacer y los in-ternos se aburren. El día comien-za para ellos a las 8 de la mañana.Cerca de las nueve, después de quelos policías abran las verjas de las

celdas, bajan al patio, donde per-manecerán durante tres horas. Alas 12 tienen una hora para comery después deben estar tres horasmás encerrados en las celdas, queestán situadas en el primer piso. Alas cuatro de la tarde vuelven a ba-

 jar al patio. Cenan de siete a siete ymedia. Como en las prisiones, cu-ando están en el patio, los internosno pueden volver en ningún mo-mento a la habitación (en caso, porejemplo, de que hubieran olvidado

algo o simplemente quisieran dor-mir allí).

A las diez de la noche vuelven alas celdas, los policías cierran lasverjas y a medianoche se apaganlas luces. Si quisieran ir en algún

momento al lavabo o encender laluz, tendrán que esperar hasta le-vantarse al día siguiente. No dispo-nen de lavabo ni luz propia dentrode la celda, que son de cuatro o seispersonas. En las prisiones catala-nas hay, de media, un máximo detres personas por celda, y éstas sídisponen de lavabo y una luz paracada interno. Casado niega que lasceldas sean de hasta seis personas,“normalmente son de dos a cuatroa lo sumo”. Y justifica el estrictohorario para garantizar “la convi-vencia entre tantas personas” y locompara a los horarios de un hotel.

Pero lo cierto es que un CIE no esni de lejos un hotel.

NADIE QUIERE ESTAR EN UN CIETal como aseguran varias fu-

entes policiales, la mayoría de losinternos han llegado al CIE trascometer un delito leve o tras pa-sar por la cárcel. Por tanto, en elcentro se mezclan delincuentes-a los que se les ha conmutado lapena por expulsión- con personasque no han cometido ningún de-

lito. Además, la convivencia en-tre diferentes culturas no es fácil

y se han producido altercados en-tre ellos. Tampoco es fácil para lospolicías que trabajan allí y que sequejan de que hace falta personal

civil -funcionarios como en las pri-siones, ONG o trabajadores soci-ales- para cuidar de las personasretenidas. “Es el destino peor re-conocido de la policía. Yo en cuan-to pueda me voy”, asegura Casa-do. La misma opinión comparte elex trabajador entrevistado. Ellospreferirían estar ahí para mante-ner el orden pero no para “darles yquitarles las cuchillas de afeitar” alos internos o tenerse que comuni-car con ellos mediante señas, al nohaber traductor ni interprete.

El CIE no es un sitio agradablepara nadie.

Las visitas se hacen enlocutorios con mamparas

y teléfonos

Los internos no puedentener móviles para que

no se traguen las baterías

Sala de locutorios donde losvisitantes hablan con los internos

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