Cenando con la masoneria

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71 Opinión Hablar de “compromisos de trabajo” es ya un concepto tan amplio que vivimos en una especie de navidad prolongada alrededor de comidas y cenas que suplen nuestra, cada vez más escasa, capacidad de relación espontánea. Lo habitual es que casi todas las semanas se nos cuele alguna en la agenda y renegamos, pero siempre encontramos un motivo para aceptar. Y es que… ¡nunca se sabe! “Discreta que no secreta”, según lo expre- san sus integrantes, la curiosidad por la masonería está en pleno auge y aunque muchos tenemos amigos masones con los que compartimos espacios y conversacio- nes, sorprende recibir una suntuosa invi- tación para asistir a un acto académico. Mi lado izquierdo del cerebro desplegaba intachables argumentos contra las mani- festaciones de “libertad, igualdad, frater- nidad”, que durante siglos han ignorado, y prefieren seguir olvidando, a la mitad de la humanidad. Tres palabras con un enga- ñoso artículo de valores en femenino para un universo masculino. Por otra parte se revelaba la intendencia familiar, recla- mando los tiernos beneficios de una noche de sábado en familia contra la inclemen- cia de los tacones y la sonrisa perfecta. Del otro lado de la balanza tan sólo un intangible que al parecer, y según fui descubriendo en conversaciones al mar- gen con otros “selectos elegidos”, hizo que toda nuestra lógica argumental se disolviera en la pérfida curiosidad por lo desconocido y que acabó reuniéndonos a todos en el Hostal de los Reyes Católicos. Caras inesperadas, organización perfec- ta, elegancia, cortesía. Mucho traje oscu- ro y pajarita en la sobriedad que corresponde al fallo del I Primer Premio Estatal de Investigación Histórica convo- cado por la Gran Logia de España bajo el título El Camino de Santiago y que transcurrió entre la armonía de acordes de la Agrupación Musical Albéniz. Y en honor a la verdad, he de reconocer que he disfrutado de una agradable velada. Fue la mesa Anxel Casal un ejemplo de buen humor y paridad, cinco hombres y cinco mujeres, conocidos aunque no íntimos, de distintas opciones políticas con militancias incluidas, ajenos a la masonería pero igua- lados por una respetuosa curiosidad. Tras la clausura los organizadores, satisfe- chos y distendidos, se mostraban ya más receptivos a preguntas y comentarios de los “no hermanos” que hubiera terminado en interesante tertulia con el Gran Maestro, de no ser lo avanzado de la hora. Como persona respetuosa con ideas e intereses ajenos, y transcurridos ya bas- tantes días desde el acontecimiento, lo que me llama la atención es este amor a jerarquías y rituales en el que muchos hombres parecen sentirse tan cómodos y protegidos. Una exclusividad presente en muchos ámbitos de la vida pública que simplemente pasan desapercibidos por incrustarse en lo cotidiano, como las ceremonias eclesiásticas sin ir más lejos. Desde luego nada de oscuros rituales, cánticos confusos, consignas, velas negras o gestos misteriosos. Pienso que quizá debería inventar algo para alimentar las terribles sospechas de quienes me advir- tieron asustados/as que no me mezclara con “esas cosas”. A parte de mi, más que incomprensión, desconocimiento, tan sólo pude percibir impresiones de complici- dad, orgullo de pertenencia y diversidad. Quizá lo único que en realidad me sorpren- de es la necesidad tan masculina de autoa- firmarse en la rígida dualidad de género que mantiene a la humanidad al borde de la línea de flotación. Yo, tan alérgica a toda disciplina que no sea autoimpuesta, admiro esa capacidad de comunión de intereses y espíritus que lima asperezas, suaviza dife- rencias y destierra imprecisiones. La admi- ro, pero no la comparto. Cenando con la masonería Isabel Iglesias Socia de la Fundación Instituto de Estudios Políticos y Sociales eco “Lo que me llama la atención es este amor a las jerarquías y rituales en el que muchos hombres parecen sentirse tan cómodos y protegidos”

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Artículo en la revista ECO. Enero 2005

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Opinión

Hablar de “compromisos de trabajo” esya un concepto tan amplio que vivimosen una especie de navidad prolongadaalrededor de comidas y cenas que suplennuestra, cada vez más escasa, capacidadde relación espontánea. Lo habitual esque casi todas las semanas se nos cuelealguna en la agenda y renegamos, perosiempre encontramos un motivo paraaceptar. Y es que… ¡nunca se sabe!

“Discreta que no secreta”, según lo expre-san sus integrantes, la curiosidad por lamasonería está en pleno auge y aunquemuchos tenemos amigos masones con losque compartimos espacios y conversacio-nes, sorprende recibir una suntuosa invi-tación para asistir a un acto académico.

Mi lado izquierdo del cerebro desplegabaintachables argumentos contra las mani-festaciones de “libertad, igualdad, frater-nidad”, que durante siglos han ignorado,y prefieren seguir olvidando, a la mitad dela humanidad. Tres palabras con un enga-ñoso artículo de valores en femenino paraun universo masculino. Por otra parte serevelaba la intendencia familiar, recla-mando los tiernos beneficios de una nochede sábado en familia contra la inclemen-cia de los tacones y la sonrisa perfecta.

Del otro lado de la balanza tan sólo unintangible que al parecer, y según fuidescubriendo en conversaciones al mar-gen con otros “selectos elegidos”, hizoque toda nuestra lógica argumental se

disolviera en la pérfida curiosidad por lodesconocido y que acabó reuniéndonos atodos en el Hostal de los Reyes Católicos.

Caras inesperadas, organización perfec-ta, elegancia, cortesía. Mucho traje oscu-ro y pajarita en la sobriedad quecorresponde al fallo del I Primer PremioEstatal de Investigación Histórica convo-cado por la Gran Logia de España bajoel título El Camino de Santiago y que

transcurrió entre la armonía de acordesde la Agrupación Musical Albéniz.

Y en honor a la verdad, he de reconocer quehe disfrutado de una agradable velada. Fuela mesa Anxel Casal un ejemplo de buenhumor y paridad, cinco hombres y cincomujeres, conocidos aunque no íntimos, dedistintas opciones políticas con militanciasincluidas, ajenos a la masonería pero igua-lados por una respetuosa curiosidad.

Tras la clausura los organizadores, satisfe-chos y distendidos, se mostraban ya másreceptivos a preguntas y comentarios de

los “no hermanos” que hubiera terminadoen interesante tertulia con el GranMaestro, de no ser lo avanzado de la hora.

Como persona respetuosa con ideas eintereses ajenos, y transcurridos ya bas-tantes días desde el acontecimiento, loque me llama la atención es este amor ajerarquías y rituales en el que muchoshombres parecen sentirse tan cómodos yprotegidos. Una exclusividad presente enmuchos ámbitos de la vida pública quesimplemente pasan desapercibidos porincrustarse en lo cotidiano, como lasceremonias eclesiásticas sin ir más lejos.

Desde luego nada de oscuros rituales,cánticos confusos, consignas, velas negraso gestos misteriosos. Pienso que quizádebería inventar algo para alimentar lasterribles sospechas de quienes me advir-tieron asustados/as que no me mezclaracon “esas cosas”. A parte de mi, más queincomprensión, desconocimiento, tan sólopude percibir impresiones de complici-dad, orgullo de pertenencia y diversidad.

Quizá lo único que en realidad me sorpren-de es la necesidad tan masculina de autoa-firmarse en la rígida dualidad de géneroque mantiene a la humanidad al borde dela línea de flotación. Yo, tan alérgica a todadisciplina que no sea autoimpuesta, admiroesa capacidad de comunión de intereses yespíritus que lima asperezas, suaviza dife-rencias y destierra imprecisiones. La admi-ro, pero no la comparto.

Cenando con la masonería

Isabel Iglesias Socia de la FundaciónInstituto de EstudiosPolíticos y Sociales

eco

“Lo que me llama

la atención es este amor

a las jerarquías y

rituales en el que

muchos hombres

parecen sentirse tan

cómodos y protegidos”