Celebrando El Misterio de La Eucaristía

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TEología

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CELEBRANDO EL MISTERIO DE LA EUCARISTA

Celebrando el misterio de la Eucarista / Por Raniero Cantalamessa Ofmcap26 de mayo de 2011.- En la meditacin realizada en la Parroquia de la Pursima Concepcin en Barcelona, el 4 de marzo de 2007, durante la Cuaresma, el padre Rainiero Cantalamessa profundiza en una catequesis mistaggica el misterio de la Santa Misa. Explica la litrgia de la Palabra que se hace viva y nos envuelve en interaccin con Dios que habla. Tambin se refiere a la Plegaria Eucarstica que por el poder del Espritu Santo crea la presencia del Cuerpo real de Cristo resucitado, que se inmola por nosotros y nos transfigura, y el Cuerpo Mstico, Cuerpo de su Iglesia del cual l es la Cabeza. Acabameditando sobrela Comunin con estos dos Cuerpos, que nos abre a la continuacin del Misterio Eucarstico en la vida.Una Catequesis mistaggica sobre la MisaEl modo ms simple y directo para ilustrar el misterio eucarstico es comprender la Misa en la que es celebrado y vivido. Por tanto, seguiremos este camino. En la antigedad cristiana exista un tipo de catequesis especial llamada catequesis mistaggica. A diferencia de la catequesis ordinaria, era impartida despus, no antes del bautismo, por el obispo mismo y no por subalternos. Su objetivo, como dice el nombre, era introducir a los fieles en las profundidades del misterio.Era el momento en que se revelaban a los nefitos los misterios ms sagrados, que se haban tenido escondidos hasta ese momento, en razn de la disciplina del arcano, para evitar toda profanacin posible. La Eucarista era el centro y el corazn de la catequesis mistaggica. Basta leer las catequesis mistaggicas de san Cirilo de Jerusaln para darse cuenta de la solemnidad y del clima espiritual que se respiraban en dichos momentos.Querra renovar, al menos en parte, esa experiencia. Para nosotros la Eucarista no es algo nuevo a descubrir, es algo antiguo y familiar, pero, precisamente por esto, quiz necesitada de ser rescatada de la costumbre. Uno de los fines que Juan Pablo II, en su carta apostlica, asignaba al ao eucarstico del 2004, era el de resucitar el estupor eucarstico, es decir, la capacidad de asombrarse nuevamente ante la enormidad (as la define Claudel) que es la Eucarista.La Misa est compuesta de tres momentos esenciales: la liturgia de la palabra, la liturgia eucarstica y la comunin. Reflexionaremos sobre cada una de estas tres partes.1. La Liturgia de la palabra1.1. Una mirada a la historiaEn los comienzos de la Iglesia la liturgia de la palabra estaba separada de la liturgia eucarstica. Los discpulos participaban en el culto del templo. All escuchaban la lectura de la Biblia, recitaban los salmos y las oraciones junto con los dems hebreos; luego se reunan aparte en sus casas para partir el pan, es decir, celebrar la Eucarista (Hech 2, 43). Muy pronto esta praxis se hizo imposible tanto por la hostilidad respecto de ellos por parte de la comunidad hebrea, como porque las Escrituras haban adquirido ya para ellos un sentido nuevo, orientado todo hacia Cristo.Fue as como la escucha de la Escritura se traslad del templo o de la sinagoga a los lugares de culto cristiano, convirtindose en la actual liturgia de la palabra que precede a la plegaria eucarstica. San Justino, en el siglo II, da una descripcin de la celebracin eucarstica en la que ya estn presentes todos los elementos esenciales de la actual Misa. No slo la liturgia de la palabra es parte integrante de ella, sino que a las lecturas del Antiguo Testamento se acercan en ese momento las memorias de los apstoles, es decir, los evangelios y las cartas, prcticamente el Nuevo Testamento1.2 Presencia del acontecimiento en la PalabraEscuchadas en la liturgia, las lecturas bblicas adquieren un sentido nuevo y ms fuerte que cuando son ledas en otros contextos. No tiene tanto el objetivo de conocer mejor la Biblia, cuanto el de reconocer a quin se hace presente el la fraccin del pan, el de iluminar cada vez un aspecto del misterio que se va a recibir. Esto es lo que se ve en el episodio de los dos discpulos de Emas: escuchando la explicacin de las Escrituras, el corazn de los discpulos comenz a ablandarse de modo que luego fueron capaces de reconocerlo en la fraccin del pan.En la misa, las palabras y los episodios de la Biblia no son solamente narrados, sino revividos: la memoria se hace realidad y presencia. Lo que sucedi en aquel tiempo, tiene lugar en este tiempo, hoy (hodie), como le gusta expresarse a la liturgia. Nosotros no slo somos oyentes de la palabra, sino interlocutores y actores en ella. A nosotros, all presentes, se nos dirige la palabra; somos llamados a asumir el puesto de los personajes evocados.Algunos ejemplos ayudarn a entender. En la primera lectura, se lee el episodio de Dios que habla a Moiss desde la zarza ardiente: en la Misa, nosotros estamos ante la verdadera zarza ardiente.... De Isaas se lee que recibe en los labios el carbn ardiente que le purifica para la misin: nosotros vamos a recibir en los labios el verdadero carbn ardiente, el que ha venido a traer fuego a tierra... Ezequiel es invitado a comer el rollo de los orculos profticos y nosotros nos disponemos a comer a quien es la palabra misma hecha carne y hecha pan...La cosa se hace todava ms clara en el momento en el que del Antiguo Testamento pasamos al Nuevo, de la primera lectura al texto evanglico.. La mujer que sufra hemorragias est segura de que ser curada si logra tocar el borde del manto de Jess: Qu decir de nosotros que vamos a tocar mucho ms que el borde de su manto? Escuchaba yo una vez en el evangelio el episodio de Zaqueo y fui tocado por su actualidad. Yo era Zaqueo; a m se dirgan las palabras: Hoy debo alojarme en tu casa; de m, tras haber recibido la comunin, se poda decir con toda verdad: Ha ido a alojarse a casa de un pecador! Y era a m a quien Jess deca: Hoy ha llegado la salvacin a esta casa.Lo mismo se puede decir de cualquier otro episodio evanglico. En el domingo II del Tiempo Ordinario de este ao se lea en la misa el evangelio de las bodas de Can. Con claridad extraordinaria se me pareci cmo en la Misa se renueva el milagro de Can. El dicono que llena los tres clices era uno de los servidores que llenaban las tinajas de agua. En el momento de la consagracin sent que estaba asistiendo al milagro del agua que se converta en vino. En la comunin, como uno de los invitados, era consciente de que saboreaba el vino mejor. Y no se trataba de una aplicacin arbitraria, porque se sabe que el simbolismo eucarstico est dentro del relato evanglico de Can.No slo los hechos, sino tambin las palabras del evangelio escuchadas en la Misa, adquieren un sentido nuevo y ms fuerte. Un da de verano, me encontraba celebrando la Misa en un pequeo monasterio de clausura. Como texto evanglico tenamos Mateo 12. No olvidar nunca la impresin que me hicieron las palabras de Jess: Aqu ahora hay uno que es ms que Jons..., Aqu ahora hay uno que es ms que Salomn. Entenda que aquellos dos adverbios ahora y aqu significaban verdaderamente ahora y aqu, es decir, en ese momento y en ese lugar, no slo en el tiempo en el que Jess estuvo en la tierra hace tantos siglos.Tuve un escalofro que me sacudi de mi sopor: all, delante de m, haba, por tanto, uno que era ms que Jons, ms que Salomn, ms que Abraham, ms que Moiss: Estaba el Hijo de Dios vivo y verdadero Desde ese da de verano, esas palabras se me han hecho queridas y familiares de modo nuevo. A menudo, en la Misa, en el momento en que hago la genuflexin y me levanto tras la consagracin, me viene repetir en mi interior: Aqu hay uno que es ms que Salomn! Aqu hay uno que es ms que Jons!.2. La consagracinPasamos ahora a explicar el segundo momento de la misa, la liturgia eucarstica. Jess, despus de haber partido el pan y mientras lo daba a sus discpulos, dijo: Tomad, comed, ste es mi cuerpo que es entregado por vosotros (Mt 26, 26; Lc 22, 19). Quiero contar, a propsito de esto, mi pequea experiencia, es decir cmo llegu a descubrir la dimensin eclesial y personal de la consagracin eucarstica.2.1. Tomad, comed: esto es mi cuerpoDesde mi ordenacin yo viva de este modo el momento de la consagracin en la santa misa: cerraba los ojos, inclinaba la cabeza, trataba de aislarme de todo aquello que me rodeaba para ensimismarme slo en Jess que, en el cenculo, antes de morir, pronunci por primera vez aquellas palabras: Tomad, comed... La misma liturgia favoreca este comportamiento, haciendo pronunciar las palabras de la consagracin en voz baja y en latn, inclinados sobre las especies, revueltos hacia el retablo y no hacia la asamblea.Despus, un da me di cuenta de que tal comportamiento, por s solo, no expresaba todo el significado de mi participacin en la consagracin. Aquel Jess del cenculo ya no existe!, ahora existe el Jess resucitado; para ser exactos, el Jess que haba muerto y que ahora vive para siempre (cfr. Ap 1, 18). Y este Jess es el Cristo total, Cabeza y cuerpo inseparablemente unidos. As pues, si este Cristo total es el que pronuncia las palabras de la consagracin, tambin yo las pronuncio con l. En el gran Yo de la Cabeza, se esconde el pequeo yo del cuerpo que es la Iglesia. Est tambin mi pequesimo yo y tambin l dice a quien est delante: Tomad y comed todos de l, porque esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros.Desde el da en que comprend esto, ya no cierro los ojos en el momento de la consagracin, sino que miro a los hermanos que tengo delante o, si celebro solo, pienso en aquellos que encontrar durante el resto de la jornada y a los que tendr que dedicar mi tiempo, o pienso incluso en toda la Iglesia y, dirigido a ellos, digo como Jess: Tomad, comed, esto es mi cuerpo.Algunas palabras de san Agustn, se encargaron ms tarde de despejar cualquier duda sobre esta intuicin ma, hacindome ver que esta actitud perteneca a la doctrina ms sana de la tradicin: En el sacramento del altar se le muestra que, ofreciendo a Dios la oblacin, la Iglesia se ofrece a s misma (in ea re quam offert, ipsa offertur) .2.2. Una parbola modernaPor lo tanto, todo es transparente y seguro en esta visin de la consagracin eucarstica. Hay dos cuerpos de Cristo en el altar: est su cuerpo real (el cuerpo nacido de Mara Virgen, resucitado y ascendido al cielo) y est su cuerpo mstico que es la Iglesia. Pues bien, en el altar est presente realmente su cuerpo real, y est presente msticamente su cuerpo mstico, donde msticamente significa: en virtud de su inseparable unin con la Cabeza. No hay ninguna confusin entre las dos presencias que son bien distintas, pero tampoco hay divisin alguna.Nuestra ofrenda y la ofrenda de la Iglesia no sera nada sin la de Jess; no sera ni santa ni agradable a Dios, porque slo somos criaturas pecadoras. Pero la ofrenda de Jess, sin la de la Iglesia que es su cuerpo, no sera suficiente (no sera suficiente, claro est, para la redencin pasiva, es decir, para recibir la salvacin; pero s lo sera para la redencin activa, es decir, para procurar la salvacin);esto es tan verdadero que la Iglesia puede decir con san Pablo: Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo (cfr. Col 1, 24).Y puesto que hay dos ofrendas y dos dones en el altar el que se debe transformar en el cuerpo y la sangre de Cristo (el pan y el vino) y el que se debe transformar en el cuerpo mstico de Cristo, hay tambin dos epclesis en la misa, es decir, hay dos invocaciones del Espritu Santo. En la primera se dice: Por eso, Seor, te suplicamos que santifiques por el mismo Espritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que sean cuerpo y sangre de Jesucristo; en la segunda, que se recita despus de la consagracin, se dice: Y llenos de su Espritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espritu. Que l (el Espritu) nos transforme en ofrenda permanente.Jess explicaba las cosas del reino con parbolas: adoptemos por una vez su mtodo y tratemos de entender, con la ayuda de una parbola moderna, lo que sucede en la celebracin eucarstica. En una gran hacienda haba un dependiente que amaba y admiraba desmesuradamente al dueo de la empresa. Por su cumpleaos quiso hacerle un regalo. Pero antes de presentrselo pidi en secreto a todos sus colegas que pusieran su firma en el regalo. Por tanto, lleg a manos del dueo como el regalo indistinto de todos sus dependientes y como un signo de estima y de amor de todos ellos, pero, en realidad, slo uno haba pagado el precio del mismo.No es exactamente lo que sucede en el sacrificio eucarstico? Jess admira y ama ilimitadamente al Padre celestial. Quiere hacerle cada da, hasta el fin del mundo, el regalo ms precioso que se pueda pensar: el de su misma vida. En la Misa invita a todos sus hermanos para que pongan su firma en el regalo, de modo que llega a Dios Padre como el regalo indistinto de todos sus hijos: el sacrificio mo y vuestro, lo llama el sacerdote en el Orate fratres (Orad hermanos). Pero, en realidad, sabemos que slo uno ha pagado el precio de dicho regalo. Y qu precio!Nuestra firma son las pocas gotas de agua que se mezclan con el vino en el cliz, como explica la oracin que acompaa el gesto: El agua unida al vino sea signo de nuestra participacin en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condicin humana. Nuestra firma es, sobre todo, ese Amn solemne que la liturgia hace que pronuncie toda la asamblea como final de la Plegaria eucarstica: Por Cristo, con l y en l, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amn! Es como quien dijera: Me uno a lo que se ha hecho y dicho, lo suscribo a todo.Ahora sabemos cmo la eucarista hace la Iglesia: la eucarista hace la Iglesia, haciendo de la Iglesia una eucarista. La eucarista no es slo, genricamente, la fuente o la causa de la santidad de la Iglesia; es tambin su forma, es decir su modelo. La santidad del cristiano debe realizarse segn la forma de la eucarista; debe ser una santidad eucarstica. El cristiano no puede limitarse a celebrar la eucarista, debe ser eucarista con Jess.2.3. Qu significan cuerpo y sangreAhora podemos sacar las consecuencias prcticas de esta doctrina para nuestra vida cotidiana. Si en la consagracin somos tambin nosotros los que decimos, dirigindonos a los hermanos, Tomad, comed, esto es mi cuerpo; tomad, bebed, sta es mi sangre, debemos saber qu significan cuerpo y sangre para saber lo que ofrecemos.Qu quera darnos Jess, con aquellas palabras de la ltima cena: Esto es mi cuerpo? La palabra cuerpo no indica, en la Biblia, un componente o una parte del hombre que, unida a los otros componentes, que son el alma y el espritu, forman el hombre completo. En el lenguaje bblico, y por lo tanto en el lenguaje de Jess y en el de Pablo, cuerpo designa al hombre entero, al hombre en su totalidad y unidad; designa al hombre en cuanto que vive en una condicin corprea y mortal. Cuerpo indica, pues, toda la vida. Jess, al instituir la eucarista, nos ha dejado como don toda su vida, desde el primer instante de la encarnacin hasta el ltimo momento, con todo lo que concretamente haba llenado dicha vida: silencio, sudores, fatigas, oracin, luchas, humillaciones...Despus Jess dice tambin: sta es mi sangre. Qu aade con la palabra sangre, si con su cuerpo ya nos ha dado toda su vida? Aade la muerte! Despus de habernos dado la vida, nos da tambin la parte ms preciosa de sta: su muerte. El trmino sangre en la Biblia no indica una parte del cuerpo, es decir, no se refiere a una parte del hombre; este trmino indica ms bien un acontecimiento: la muerte. Si la sangre es la sede de la vida (esto es lo que se crea entonces), su derramamiento es el signo plstico de la muerte.Ahora, descendiendo a cada uno de nosotros, podemos preguntarnos qu ofrecemos al entregar nuestro cuerpo y nuestra sangre junto con Jess en la misa. Ofrecemos tambin nosotros lo mismo que ofreci Jesucristo, nuestro Seor: la vida y la muerte. Con la palabra cuerpo, damos todo aquello que constituye la vida que llevamos a cabo en este cuerpo: tiempo, salud, energas, capacidades, afecto, quiz esa sonrisa que slo un espritu que vive en un cuerpo puede ofrecer y que es, a veces, algo extraordinario.Con la palabra sangre, expresamos tambin nosotros la ofrenda de nuestra muerte; pero no necesariamente la muerte definitiva, el martirio por Cristo o por los hermanos. Es muerte todo aquello que en nosotros, desde ahora, prepara y anticipa la muerte: humillaciones, fracasos, enfermedades, limitaciones debidas a la edad, a la salud, todo aquello que nos mortifica.Todo esto exige, sin embargo, que cada uno de nosotros, nada ms salir a la calle al trmino de la misa, nos pongamos manos a la obra para realizar lo que hemos dicho; que, a pesar de todos nuestros lmites, nos esforcemos realmente en ofrecer para los hermanos nuestro cuerpo, es decir, nuestro tiempo, nuestras energas, nuestra atencin; en una palabra, nuestra vida.2,4. Toda la vida una eucaristaTratemos de imaginar qu sucedera si celebrsemos la Misa con esta participacin personal, si dijramos realmente todos, en el momento de la consagracin, unos en voz alta y otros en silencio, cada uno segn su ministerio: Tomad, comed... Imaginemos una madre de familia que celebra as su misa, y despus va a su casa y empieza su jornada hecha de multitud de pequeas cosas. Su vida es, literalmente, desmigajada; pero lo que hace no es en absoluto insignificante: Es una eucarista junto con Jess!Pensemos en una religiosa que viva de este modo la Misa; despus tambin ella se va a su trabajo cotidiano: nios, enfermos, ancianos... Su vida puede parecer fragmentada en miles de cosas que, llegada la noche, no dejan ni rastro; una jornada aparentemente perdida. Y, sin embargo, es eucarista; ha salvado su propia vida.Imaginemos un sacerdote, un prroco, un obispo, que celebra as su misa y despus se va: ora, predica, confiesa, recibe a la gente, visita a los enfermos, escucha... Tambin su jornada es eucarista. Un gran maestro de espritu, deca: Por la maana, en la misa, yo soy el sacerdote y Jess es la vctima; durante la jornada, Jess es el sacerdote y yo soy la vctima (P. Olivaint).Y los jvenes? Qu tiene que decir la Eucarista hoy a los jvenes? Basta que pensemos una cosa: Qu quiere el mundo de los jvenes y de las chicas, hoy? el cuerpo, nada ms que el cuerpo! El cuerpo, en la mentalidad del mundo es esencialmente un instrumento de placer y de goce. Algo que vender, exprimir mientras se es joven y atractivo y luego para tirar, junto con la persona, cuando ya no sirve para estos fines. Especialmente el cuerpo de la mujer se ha convertido en mercanca de consumo. Pensemos en el uso que de l se hace en el mundo del espectculo, en cierta publicidad, en los peridicos, televisiones, internet.Enseemos a decir a los jvenes y chicas cristianas, en el momento de la consagracin: Tomad, comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. As se consagra el cuerpo, se convierte en algo sagrado, ya no se puede dar en alimento a la concupiscencia propia y ajena, ya no se puede vender, porque se ha entregado. Se ha hecho eucarista con Cristo.El apstol Pablo escriba los primeros critianos: El cuerpo no es para la fornicacin, sino para el Seor.... glorificad pues a Dios con vuestro cuerpo (1Cor 6, 13.20); glorifica a Dios con el propio cuerpo el clibe y la virgen que lo consagran a un amor indiviso a Cristo, en favor de los hermanos; glorifica a Dios con el propio cuerpo quien se casa, haciendo de l un don de amor para la alegra del cnyuge y para la transmisin de la vida.Pero el cuerpo no es slo sexualidad. Decir: Esto es mi cuerpo significa, para un joven, decir tambin: Esta es mi juventud, mis ganas de vivir, mi entusiasmo, mi alegra, mi esperanza: todo ello cosas de las que quiero hacer un don tambin para vosotros!Pero no hay que olvidar que tambin hemos ofrecido nuestra sangre, es decir, nuestras pasiones, las mortificaciones. stas son la mejor parte que el mismo Dios destina a quien tiene ms necesidad en la Iglesia. Cuando ya no podemos seguir ni hacer aquello que queremos, es cuando podemos estar ms cerca de Cristo. Gracias a la eucarista, ya no existen vidas intiles en el mundo; nadie debera decir: De qu sirve mi vida? Para qu estoy en el mundo? Ests en el mundo para el fin ms sublime que existe: para ser un sacrificio vivo, una eucarista con Jess.

3. La comunin eucarstica3.1. El hombre es lo que comeNos queda de presentar ahora el tercer momento esencial de la Misa, la comunin. Un filsofo ateo dijo: El hombre es lo que come, queriendo decir con ello que en el hombre no existe una diferencia cualitativa entre materia y espritu, sino que todo en l se reduce al componente orgnico y material. Y con ello, se ha vuelto a dar, una vez ms, el hecho de que un ateo, sin saberlo, ha dado la mejor formulacin de un misterio cristiano. Gracias a la eucarista, el cristiano es verdaderamente lo que come. Hace ya mucho tiempo, escriba san Len Magno: Nuestra participacin en el cuerpo y sangre de Cristo no tiende a otra cosa que a convertirnos en aquello que comemos.Pero escuchemos lo que dice, a propsito de esto, el mismo Jess: Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, tambin el que me coma vivir por m (Jn 6, 57). La preposicin por (en griego, di) tiene aqu valor causal y final: indica a la vez un movimiento de proveniencia y un movimiento de destino. Significa que quien come el cuerpo de Cristo vive por l, es decir, a causa de l, en virtud de la vida que proviene de l, y vive en vista de l, es decir, para su gloria, su amor, su Reino. Como Jess vive del Padre y para el Padre, as, al comulgar en el santo misterio de su cuerpo y de su sangre, vivimos de Jess y para Jess.En efecto, el principio vital ms fuerte es el que asimila consigo al menos fuerte, no al contrario. El vegetal es el que asimila al mineral, no al contrario; es el animal el que asimila al vegetal y al mineral, no al contrario. As ahora, en el plano espiritual, el principio divino es quien asimila consigo al humano, no al contrario. De manera que mientras en todos los dems casos quien come es quien asimila lo que come, aqu el que es comido asimila a quien lo come. A quien se acerca a recibirlo Jess le repite lo que deca a Agustn: No sers t quien me asimile, sino que ser yo quien te asimile.3.2. Lo que falta a la plena encarnacinEstos son ejemplos clsicos. En cambio, querra insistir en otro aspecto de la comunin eucarstica sobre el cual se habla menos. La carta a los Efesios dice que el matrimonio humano es un smbolo de la unin entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5, 31). Ahora bien, segn san Pablo, la consecuencia inmediata del matrimonio es que el cuerpo del marido llega a ser de la esposa y, viceversa, el cuerpo de la esposa llega a ser del marido (cf. 1Co 7,4). (Cuerpo, hemos visto significa en la Biblia toda la persona, no solamente su componente fsica).Aplicado a la Eucarista, esto significa que la carne incorruptible y vivificadora del Verbo encarnado se hace ma, pero tambin mi carne, mi humanidad, se hace de Cristo. En la Eucarista recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo, pero tambin Cristo recibe nuestro cuerpo y nuestra sangre! l nos dice: Toma, esto es mi cuerpo, pero tambin nosotros podemos decirle: Toma, esto es mi cuerpo.No hay nada en mi vida que no pertenezca a Cristo. Nadie debe decir: Ah, Jess no sabe lo que quiere decir ser una mujer, estar casado, haber perdido un hijo, estar enfermo, ser anciano, ser persona de color! Si lo sabes t, tambin lo sabe l, gracias a ti y en ti. Lo que Cristo no ha podido vivir segn la carne, habiendo sido su existencia terrena, como la de todo hombre, limitada a algunas experiencias, lo vive y experimenta ahora como resucitado segn el Espritu, gracias a la comunin esponsal de la Misa. Todo lo que faltaba a la plena encarnacin del Verbo se realiza en la Eucarista. La beata Isabel de la Trinidad comprendi el motivo profundo de esto cuando escriba: La esposa pertenece al esposo. El mo me ha tomado. Quiere que sea para l una humanidad aadida.3.3. Una apropiacin indebidaEn el rito de la misa anterior a la reforma, antes de iniciar el ofertorio, el sacerdote se diriga al pueblo con el saludo Dominus vobiscum (El Seor est con vosotros) y esto es lo que el poeta Claudel lea en esas palabras y en la mirada implorante del sacerdote:El Seor est con vosotros, hermanos! Hermanos, me os?

Mi pequea grey, no es slo la patena, no es slo el cliz con el vino,

eres t, toda entera, mi pequea grey, lo que yo querra tener y levantar entre manos...Ahora se te presenta el plato para la ofrenda; no tienes otra cosa que esa msera moneda para poner en l?...No tienes otra cosa que abrir que tu monedero?No hay aqu nadie que sufre?...No hay afligidos entre vosotros? De verdad? Ningn pecado, ningn dolor?

Ninguna madre que haya perdido el hijo? Ningn fracasado sin culpa propia?

Ninguna chica abandonada por el novio porque el hermano le ha devorado la dote?Ningn enfermo al que el mdico haya diagnosticado y que sabe que ya no tiene esperanza?Por qu, pues, sustraer a Dios lo que le pertenece y es suyo?

Vuestras lgrimas y vuestra fe, vuestra sangre con la suya en el cliz!

Junto con el vino y el agua esta es la materia de su sacrificio!Esto es lo que rescata al mundo con l, esto es aquello de lo que tiene sed y hambre,Estas lgrimas como monedas arrojadas en el agua, Dios mo, tanto sufrimiento desperdiciado!Tened piedad de l que slo tuvo treinta y tres aos para sufrir!

Unid vuestra pasin a la suya, visto que slo se puede morir una vez! .Pero dar a Jess nuestras cosas cansancios, dolores, fracasos y pecados, es slo el primer acto. Del dar se debe enseguida pasar, en la comunin, al recibir. Recibir nada menos que la santidad de Cristo! Si no damos este golpe temerario nunca entenderemos la enormidad que es la Eucarista.Hay un acto que, realizado con los hombres es pecado y est penado por la ley y que, en cambio, con Cristo no slo est permitido, sino que es sumamente recomendable: la apropiacin indebida. En cada comunin Cristo nos instiga a hacer una apropiacin indebida! (Indebida, es decir, no debida, no merecida, puramente gratuita!). Nos permite apoderarnos de su santidad.En donde se realizar, concretamente, en la vida del creyente, ese maravilloso intercambio (admirabile commercium) del que habla la liturgia, si no se realiza en el momento de la comunin? All tenemos la posibilidad de dar a Jess nuestros harapos y recibir de l el manto de la justicia (Is 61,10). En efecto, est escrito que por obra de Dios se ha convertido para nosotros en sabidura, justicia, santificacin y redencin (1Co 1,0). Lo que Cristo se ha convertido para nosotros nos est destinado, nos pertenece. Es un descubrimiento capaz de poner alas a nuestra vida espiritual.3.4. La comunin con el cuerpo de Cristo que es la IglesiaNos hemos limitado hasta ahora a meditar sobre el aspecto vertical de la comunin, la comunin con Dios, Padre, Hijo y Espritu Santo. Pero en la eucarista se realiza tambin una comunin horizontal, esto es, con los hermanos. San Pablo dice: El pan que partimos no es comunin con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan (I Co 10, 16-17).En este fragmento, se menciona dos veces la palabra cuerpo; la primera vez designa el cuerpo real de Cristo; la segunda, su cuerpo mstico que es la Iglesia. Al acercarme a la eucarista ya no puedo desentenderme del hermano; no puedo rechazarlo sin rechazar al mismo Cristo y separarme de la unidad. Quien en la comunin pretendiera ser todo l fervor por Cristo, despus de haber apenas ofendido o herido a un hermano sin pedirle perdn, o sin estar decidido a hacerlo, se parece a alguien que al encontrar despus de mucho tiempo a un amigo suyo, se eleva de puntillas para besarlo en la frente y mostrarle as todo su afecto, sin darse cuenta de que le est pisando los pies con sus zapatos de clavos. Los pies de Jess son los miembros de su cuerpo, especialmente aquellos ms pobres y humillados. l ama estos pies suyos y le podra gritar a dicho amigo: Me honras sin fundamento!El Cristo que viene a m en la comunin, es el mismo Cristo indiviso que se dirige tambin al hermano que est a mi lado; por as decirlo, l nos une unos a otros, en el momento en que nos une a todos a s mismo.San Agustn nos recuerda que no podemos obtener un pan si los granos que lo componen no han sido primero molidos. Para ser molidos no hay nada ms eficaz que la caridad fraternal, especialmente para quien vive en comunidad: el soportarse unos a otros, a pesar de las diferencias de carcter, de puntos de vista, etc. Es como una muela que nos lima y nos afila cada da, hacindonos perder nuestras asperezas naturales. Una cancin espaola que me gusta mucho dice: Un molino la vida nos tritura con dolor Dios nos hace eucarista en el amor.Ahora hemos comprendido lo que significa decir: Amn y a quin decimos: Amn en el momento de la comunin. Se proclama: El cuerpo de Cristo! y nosotros respondemos: Amn! Decimos Amn al cuerpo santsimo de Jess nacido de Mara y muerto por nosotros, pero decimos tambin Amn a su cuerpo mstico que es la Iglesia y que son, concretamente, los hermanos que estn a nuestro alrededor, en la vida o en la mesa eucarstica.

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