CEFOPRO-Mitos y Leyendas Del Cine Argentino - 6 Parte

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Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales

PresidentaLiliana Mazure

VicepresidentaCarolina Silvestre

Escuela Nacional de Realización y Experimentación Cinematográfica

DirectoraSilvia Barales

Coordinador del Centro de Formación Continua y ProducciónCarlos Macías

Autor Alfredo Julio Grassi. Estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en la Facultad de Filosofía y Letras de UniversidadNacional de Buenos Aires y en la Escuela de Humanidades de la Universidad del Estado de Nueva York.Realizó 26 cortometrajes documentales sobre la Argentina; en 1963, fue designado interventor-presidentedel Instituto Nacional de Cinematografía, actual INCAA. En 1965 fundó la Escuela Nacional de Cine, hoyENERC. Fue guionista de televisión para Radio Caracas TV. Se desempeñó como guionista de historietas

para editoriales argentinas (Abril, Códex, Columba, Récord, etc.) y extranjeras (Lancio, Eura -de Roma-,Mondadori -de Milán-, King Features Sindicate -Agencia Internacional con sede en Nueva York-; para estaúltima escribió una “tira” diaria publicada en 180 periódicos mundiales: Dick, el artillero –Gunner Dick -, contema de fútbol, editada también en álbumes y libros durante 17 años; fue reemplazada por una “tira” sobreecología titulada Green Force Five, que abandonó cuando fue designado gerente de programación fílmicadel canal 7. Dictó la cátedra Guion de radio y TV en el ISER -Instituto Superior de Educación Radiofónica-,seminarios de Estética, cursos de Historia del Cine, conferencias de extensión cultural sobre cine yliteratura, en la Argentina y en Venezuela.

Diseñadora didácticaAna Rúa

Diseñadora gráficaSilvina Bezen

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Centro de Formación Continua y Producción –Cefopro–

Publicaciones:− Análisis del lenguaje cinematográfico− Los procesos de negocios: Marketing cinematográfico

− Los contenidos de cine y de televisión dirigidos a niños y a jóvenes− Stop-motion. Animación empleando modelos y muñecos articulados− La era plateada− Laboratorio para el desarrollo de proyectos audiovisuales

−La historieta y el cine

− Introducción al cine documental− El cine argentino y sus tiempos: desarrollos paralelos, itinerarios cruzados− Introducción a la cinematografía:

1. Realización2. Historia del cine argentino3. Guion4. Producción5. Fotografía6. Actuación7. La música en el cine8. Montaje

− Subjetividad y documental contemporáneo

− Historia y leyendas del cine argentino− Introducción a la crítica cinematográfica− Promotor y coordinador de cineclubes− Conferencia: “Pedagogía masiva audiovisual”− Prácticas de guion− El cine y sus autores− El cine argentino, en cuatro clases

Estas publicaciones están disponibles en:www.enerc.gov.ar/cefopro/index_fondoeditorial.html

Todos los derechos reservados a los autores; Ley 11.723.

Escuela Nacional de Realización y Experimentación CinematográficaCentro de Formación Continua y Producción –Cefopro–.Moreno 1199 (CP 1009).Ciudad Autónoma de Buenos Aires.República Argentina.2009

 

Los contenidos desarrollados en esta serie de publicaciones nonecesariamente reflejan las ideas de la ENERC.

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:: Índice ::

El Centro de Formación Continua y Producción de la ENERCHistoria y leyendas del cine argentino –sexta parte–

1. Un genial hombre-orquesta 6

2. Un malabarista de nuestro cine 12

3. Un simpático canalla de nuestra cinematografía 14

4. El ’39, un año de oro 17

5. Luis Saslavsky, el triunfo de la inteligencia 18

6. Un loco amor por el cine 22

7. Un inglés para recordar 26

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Historia y leyendas del cine argentino –Sexta parte–

:: 1. Un genial hombre-orquesta::

Hoy queremos hablar de alguien que, pese a que murió hace ya 27 años, sigue siendo recordado nosolamente en nuestros cineclubes, y en cursos y conferencias sobre cine nacional, sino también en elmundo entero. Por algo fue el primer argentino cuya película más importante figuró en Cahiers du Cinémacomo uno de los filmes más trascendentes del siglo XX; fue un genuino hombre-orquesta: director de cine,guionista, actor, productor, compaginador, supervisor de dirección, compositor de temas musicales parafilmes, músico de temas populares; además, intérprete de diversos instrumentos de orquesta, bandoneón,piano, violín, todo con una capacidad y una fuerza de voluntad destacables. Hablamos de Lucas Demare. 

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Demare nació en Buenos Aires, el 14 de julio de 19101. Fue un clásico hijo de inmigrantes italianos: OtiliaRiccio y el violinista Domingo Demare; autodidacta, aprendió “desde abajo” todo cuanto consideró que debíaconocer para llegar a ser realizador integral de películas, tras haber sido músico, acompañante de cantantessolistas y miembro de la orquesta que dirigía su hermano mayor, Lucio. Cuando la familia Demare viajó aEuropa, se estableció primero en París y, tras un breve retorno a la Argentina, regresó al viejo continente yesta vez se instaló en España.

En 1933, Lucas se entregó a lo que sería la pasión de su vida, el cine. Tras participar en dos filmespeninsulares como actor y cantante, junto al grupo Irusta, Fugazot, Demare (Lucio también cantaba),abandonó la orquesta de su hermano, donde ganaba nada menos que mil dólares mensuales –una fortunapara aquella época–, y logró ser contratado por la empresa productora Orphea Films   de Barcelona; allí,según narró años más tarde, realizó todas las tareas vinculadas con la cinematografía, desde barrer elestudio y hacer de “pizarrero”, hasta ser contratado como director de una película que no llegó a ser filmadaporque comenzó la trágica guerra civil (1936-41), que forzó a Lucas a regresar a su Buenos Aires, tras unabreve estadía en Italia y Portugal.

Una vez de regreso en la capital argentina, Lucio, que también había vuelto a la patria y era un músicoaltamente cotizado en los ambientes artísticos, logró que Lucas fuera contratado por don Francisco Canaro,empresario, compositor y director de orquesta muy popular en esos días, propietario de los estudios Río dela Plata, situados en pleno centro de la capital porteña, en Montevideo y Sarmiento. Primero, Demare fueencargado de piso, con todas las responsabilidades imaginables; poco después, en 1937, logró que se lo

contratara para realizar dos filmes sobre guión propio, protagonizados por el imitador Pepe Iglesias, El Zorro, conocido como el hombre de las mil voces: Dos amigos y un amor  (1937 ) y 24 horas en libertad (1938).

Norma Castillo, Pepe Iglesias y Juan Carlos Thorry en Dos amigos y un amor 

Ambas películas, modestas y de bajo costo, fueron exitosas y sirvieron para que Lucas adquiriera títulossuficientes como para ser contratado por los estudios Pampa Films   (1939) más grandes y con mejoresequipos que los del maestro Canaro y su modesto set. En su nueva ubicación, Demare –siempre con guiónde su autoría- realizó tres películas que fueron otros tantos éxitos: El hijo del barrio (1940), Corazón deturco (1940) con el entonces popular actor Alí Salem de Baraja y con el gran Luis Sandrini en su personajede Chingolo, y El cura gaucho (1941) protagonizada por otro de los grandes, el hoy mítico Enrique Muiño.

1 Tal vez su genio para las artes –sobre todo para la música y el cine– y la necesidad de aprender que lo acompañó toda la vida,

surgieron en ese niño el día en que nació: el de la gran Revolución francesa que acabó con la monarquía en aquel país y estableció ellema de Libertad, igualdad, fraternidad como filosofía política del movimiento.

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Fanny Navarro y Ernesto Raquén en El hijo del barrio

Alí Salem de Baraja y Mario Román de Flores en Corazón de turco

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Enrique Muiño y Homero Cárpena en El cura gaucho

Esta vez, el éxito del hijo del violinista italiano fue enorme y su película El cura gaucho resultó aclamada por la crítica y el público. Lo paradójico fue que pese a esto, Lucas se quedó sin trabajo en los estudios quehabía enriquecido no sólo artística sino económicamente. Cosas del cine… que por tratarse de unaactividad humana, está sujeto a las mismas falencias, injusticias y equívocos que todas las acciones de loshombres.

Esta injusticia sirvió, incongruentemente, para que Lucas alcanzara lo que fue su éxito más grande y, sin

duda alguna, su mejor película: la inmortal La guerra gaucha (1942). Porque la  tenacidad y la intensavocación muchas veces tienen premio. Ocurre que, en los días de 1941, Lucas acostumbraba reunirse conun grupo de artistas, escritores y cinematografistas en el legendario café El Ateneo, de la antigua calleCarlos Pellegrini. Entre los asistentes a las largas conversaciones, había grandes artistas del teatro y lacinematografía nacional: Enrique Muiño, Elías Alippi –su socio en infinitas producciones tanto teatralescomo fílmicas–, el joven Ángel Magaña –exaltado al estrellato con su protagonismo en Prisioneros de latierra (1939. Dirección de Mario Soffici)–, Francisco Petrone –recio actor dramático de viril estampa–, el dúode hábiles guionistas Ulyses Petit de Murat y Homero Manzi –éste, inspirado poeta del tango de ranciaprosapia popular-; todos estos artistas y algunos más, a la sazón desocupados y con deseos de realizar cosas importantes, incorporaron a Demare a sus filas.

Ese mismo año, el 26 de septiembre, nació una productora fílmica que iba a hacer historia no sólo en el cineargentino sino en el arte fílmico mundial: Artistas Argentinos Asociados . La primera película que debió rodar 

AAA fue La guerra gaucha, uno de cuyos padres espirituales era el gran actor Elías Alippi. La mala salud deéste forzó a la flamante empresa a producir, primero, El viejo hucha (1942), protagonizada por EnriqueMuiño y dirigida por Demare, con libro de Ulyses Petit de Murat y Homero Manzi. Entre los asociados habíaprimado la amistad hacia Alippi –quien murió ese mismo año– sobre los intereses económicos y, si bien elfilm realizado alcanzó razonable éxito, la verdad fue que las mayores esperanzas de las tres “A” estabanpuestas en la producción de la mejor película épica realizada por el cine argentino, que alcanzó también elmás importante éxito internacional logrado por un filme argentino y mantuvo durante muchos años el récordde recaudación mundial alcanzado por una producción nacional. Nos referimos a La guerra gaucha. 

Esta película, filmada sobre una serie de narraciones del poeta Leopoldo Lugones, catapultó a LucasDemare hacia la fama y solidificó el prestigio del estupendo elenco protagónico: Enrique Muiño, ÁngelMagaña, Francisco Petrone, Sebastián Chiola, Amelia Bence, secundados por un conjunto de expresivosartistas y por una legión de “extras” naturales de la misma Salta, donde se realizó la producción del filme,

integrada por más de mil personas, lo que constituyó un conjunto nunca presentado en un filme argentinohasta ese momento. Todos los detalles fueron cuidados y controlados al máximo; se levantó un pueblo conlas características de las poblaciones locales de 1817, año en que transcurre la acción, que en un momentoclave del argumento es incendiado hasta sus cimientos por las tropas españolas.

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Ángel Magaña, Enrique Muiño y Sebastián Chiola

Las escenas de combate entre los guerrilleros patriotas del general Güemes y las fuerzas regularesespañolas alcanzaron tal realismo que hubo muchos heridos entre los intérpretes, y el propio director, queparticipó vestido de militar español, recibió no solamente un tremendo golpe en el tórax con una lanzaarrojada por Ángel Magaña (quien confesó luego que, por un momento, al verlo caer, temió haberlomatado…) sino que también, al realizarse el incendio del pueblo, Lucas, maquillado ahora con grandespatillas, barba y melena, con ropas de gaucho, se vio alcanzado por las llamas a raíz de un cambio bruscodel viento, y de pronto se encontró con barba y melena chamuscadas…

Lucas Demare caracterizado

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En la película hay muchísimas escenas memorables. Cuando el sacristán patriota a cargo de la pequeñaiglesia colonial de la aldea (interpretado por Enrique Muiño) es descubierto por los españoles al enviar unmensaje a los patriotas, es golpeado con un mosquete en la frente, en una toma de impresionante realismo,y queda ciego pero insiste en sus actividades patrióticas; durante la batalla entre la guerrilla gaucha y losrealistas hispánicos, anima a los hombres de Güemes tocando el Himno Nacional argentino con un violíndesvencijado, hasta que cae bajo las balas enemigas, mientras el mayor del ejército de Buenos Aires,interpretado por otro de los grandes del cine nacional, el expresivo Sebastián Chiola, carga sable en manocontra los fusileros enemigos gritando exultante: “¡Así me gusta morir! ¡Con música!”.

Al frente, René Mugica como Martín Güemes

El filme alcanza niveles de intensa emoción, resulta profundamente transferencial para el público menosimpresionable y sirvió para abrir mercados internacionales para nuestro cine. El costo de producción fue de269.000 pesos de aquellos días, a raíz de las economías hechas durante el rodaje por el productor, el

veterano Enrique Faustín, hábilmente secundado por Demare y su estupendo equipo. La inversión fuerecuperada dentro de las 19 semanas siguientes a su estreno en la ciudad de Buenos Aires…

Corresponde agregar que la música original de Lucio Demare contribuyó a acentuar la emoción de cadaescena… El éxito enorme de La guerra gaucha hizo que Lucas Demare y las tres “A”  prosiguieranrealizando películas épicas. Primero Su mejor alumno (1944) la vida de Dominguito, el hijo de DomingoFaustino Sarmiento, muerto en la batalla de Curupaytí, película filmada en 1944 con un costo de casi600.000 pesos y, también, gran éxito de público y taquilla.

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En 1945, Lucas codirigió junto a quien fuera su asistente hasta entonces, el joven Hugo Fregonese. Comotodos los realmente grandes, Demare era excepcionalmente generoso con sus conocimientos y loscompartía sin trabas con quienes trabajaban con él. La película, vigorosa, brutal por momentos, se llamóPampa bárbara (1945). Trataba sobre la guerra contra los indios de la pampa y tenía escenas de genuinovigor dramático. El equipo técnico fue el mismo del de La guerra gaucha y los protagonistas fueron EnriqueMuiño, Francisco Petrone y Luisita Vehil. Ulyses Petit de Murat y Homero Manzi escribieron los guionescorrespondientes.

Lucas Demare continuó dedicado a su pasión sin vacilaciones, pese a un cierto eclipse en la elección detemas. En toda su vida dirigió 39 películas. Abarcó todos los géneros, obtuvo muchos éxitos notables; pero,nos atrevemos a reiterar que sus mejores filmes fueron los históricos, con argumentos épicos nacionales; yque el mayor triunfo profesional lo obtuvo, sin duda alguna, con La guerra gaucha, una película maravillosa,que ha resistido gallardamente los embates del tiempo y ha ganado para su realizador el derecho a la fama.Aunque debemos insistir: Lucas Demare amaba al cine. Todo el cine, todos los géneros.

Cierta vez, cuando asistimos a la entrega de premios del Festival Internacional de San Sebastián, enEspaña, y Demare recibió el diploma de honor por la dirección de su filme La boda (1964), galardonadacomo la mejor película en lengua castellana, se limitó a decir, con la modestia que lo acompañó toda suvida: “Esto me hace muy feliz, aunque debo confesar que más que los premios o las recompensas que seme dan, lo que más dichoso me hace sentir, es la filmación de mis películas. Es decir, que hoy me premiansimplemente por ser un hombre que ama al cine con toda su alma”. Trabajó así, sin altisonancias, sin falsos

orgullos hasta sus últimos días sobre la tierra. Un gran director, un buen guionista, un genuino hombre decine. Y, por sobre todas estas circunstancias, un espíritu noble y generoso. Todo un hombre.

Filmando La boda

:: 2. Un malabarista de nuestro cine ::

Desde esta ya larga serie de notas sobre la cinematografía argentina hemos tocado multitud de temas,conexos o no pero siempre vinculados con personajes o episodios vinculados estrechamente a una historiaque ya ha pasado de un siglo de existencia y que prosigue su camino, a veces trastabillando, otrastriunfante y optimista, pero siempre con raíces en el alma nacional y el corazón de nuestro pueblo. Tratamossobre variados temas y seres humanos; grandes creadores como el múltiple Lucas Demare, el profundísimoMario Soffici, el intelectual Leopoldo Torre Nilsson, el inquieto Rodolfo Kuhn…y tantos otros, algunos no tanafortunados, incansables innovadores o simples enamorados del cine, diferentes entre sí pero dedicadostodos con alma y vida a una tarea a veces ingrata, un público cruel... una infantería frecuentementenegada pero necesaria para el desarrollo de la actividad; recordamos al infatigable Julio Saraceni, elmetódico Julio Irigoyen, el apasionado Antonio Ber Ciani, el romántico Negro Ferreyra…y tantísimos otros

que, con su grano de arena, contribuyeron a la buena marcha de nuestra cinematografía desde sustemblorosos comienzos hasta lograr un sitial en el cine internacional que se afianza constantemente.

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Días pasados repasábamos viejas noticias sobre nuestros creadores fílmicos profesionales, miembros delgrupo que en algún momento bautizamos infantería olvidada, artesanos creativos que afianzaron en todaSudamérica nuestro cine popular. Entre ellos, recordamos a Enrique Carreras, el director más prolífico de lacinematografía argentina y uno de los más productivos del cine mundial. En 40 años de infatigable actividadprofesional realizó la friolera de 95 filmes. Sí, han leído bien. No se trata de una errata. Las películas quedirigió –y, muchas veces, produjo– Enrique Carreras, nacido en Lima (Perú) el 6 de enero de 1925 yfallecido en Buenos Aires el 29 de agosto de 1995… fueron 95.

Enrique abarcó exitosamente todos los géneros, desde las comedias “para toda la familia” hasta musicales,de terror, filmes con connotaciones sociales, policiales, musicales, simples bufonadas, de todo un poco.Escoltado en la producción por sus hermanos Nicolás y Luis, fundó su propia productora, CinematográficaGeneral Belgrano (1949) y, desde su debut como director a los 26 años con El mucamo de la niña (1951),no cesó de realizar, escribir guiones para 27 de sus películas, hasta 1991, que compuso el guión de suúltima obra fílmica y la dirigió: Delito de corrupción.

Lolita Torres, Alfredo Barbieri y Alejandro Maximino en El mucamo de la niña

Como si esto no bastara, compró un teatro en Mar del Plata y desde allí realizó incursiones en la produccióny en la dirección teatral, donde se dio el gusto de conducir a su esposa, la actriz Mercedes Carreras, y aalgunas de sus hijas en las habituales “comedias familiares para el verano” durante las temporadasturísticas marplatenses de sus últimos tiempos de vida. Solamente la muerte pudo apartarlo de la actividadfebril a la que había consagrado apasionadamente durante toda su existencia. Vaya pues este recuerdo quees un homenaje, para Enrique Carreras, hombre de cine y de teatro, peruano por casualidad y apasionadociudadano argentino por elección. Lo merece.

Durante la filmación de Los padrinos (1973)

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:: 3. Un simpático canalla de nuestra cinematografía ::

Hoy querríamos hablarles de Florencio Bartolomé Parravicini Romero Cazón. Nacido en Buenos Aires en1879, era hijo de un acaudalado coronel del ejército nacional, nieto de un marqués italiano que aportó sufortuna al desarrollo agropecuario argentino. Gracias al dinero familiar pudo realizar estudios en los mejorescentros educativos del país y viajó frecuentemente a Italia, España y Francia, tierras donde dilapidó lafortunas heredada en francachelas cotidianas y adquirió el lustre social que, en cierta medida, lecorrespondía por su aristocrático abuelo y que no vacilaba en adjudicarse cuando ya había quebrado ypasaba estrecheces en París, donde para ganarse dificultosamente la vida actuó como cantor criolloargentino, hasta que regresó a Buenos Aires, tras cinco años de duras experiencias que hubieran bastadopara agriar toda una larga existencia pero que no le deterioraron el carácter ni estropearon su magníficosentido del humor; por supuesto, sin resquemores, remordimientos ni pesares. Tal vez, a esta altura de lanota, los lectores mayores ya sabrán que hablamos de un importante intérprete del cine y la escena de laArgentina: Florencio Parravicini.

Versátil, simpático, buen actor, protagonista de narraciones y recuerdos imborrables que hablaban de sutalento y espíritu aventurero, a los 16 años había viajado al sur para cazar lobos… Ostentaba el título decampeón de tiro con carabina y arma corta, lucía el brevet  de piloto aviador civil Nº 2 de la RepúblicaArgentina, obtenido el 20 de junio de 1910… cuando ya estaba arruinado y había regresado de París, perocontinuaba siendo optimista. Faltaba agregar que, apenas vuelto de Europa, viajó a la Patagonia paradedicarse… ¡al contrabando! Posteriormente trabajó contando chistes subidos de tono en cafetines del

Bajo porteño y se exhibió en parques de diversiones en demostraciones de su habilidad con las armas defuego (con un balazo de pistola solía cortar un cigarrillo que una jovencita imperturbable sujetaba entre loslabios: jamás tuvo que cambiar de asistente… nunca se desvió un milímetro del blanco…).

Por fin, en un teatrucho de mala muerte, fue descubierto por el gran Jerónimo Podestá, quien lo llevó atrabajar como actor cómico en su compañía. Debutó a los 30 años en el Teatro Apolo en un sainete llamadoPanete que constituyó un gran éxito y lo proyectó hacia la popularidad. Desde ese momento y hasta sumuerte, actuó en más de 300 obras teatrales y películas, desde el cine mudo al sonoro, a veces conclásicos de la comedia, otras con obras de su autoría como Melgarejo (1937. Dirección de Luis José MogliaBarth)  –primero en teatro y filmada más tarde– que, por ser la historia de un piloto civil devenido en chofer de una dama de alcurnia, se pensó que era autobiográfica. Todo servía para que, quien ya era el popular Parra, hiciera reír a su cada vez más numeroso público de seguidores fanáticos.

Con Blanca del Prado y Mecha Ortiz en Melgarejo

En el cine mudo protagonizó su propio libro Hasta después de muerta (1916. Dirección de Enrique Ernesto

Gunche y Eduardo Martínez de la Pera), un melodrama con el que  sorprendió al público y demostró susensibilidad para el drama. Pero, sus mejores momentos estaban en el humor y, más tarde, en la nostalgiaamable.

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En Hasta después de muerta

Sus principales películas fueron del sonoro. La primera versión de Los muchachos de antes no usabangomina (1936. Dirección de Manuel Romero), Tres anclados en París (1938. Dirección de Manuel Romero),donde tuvo oportunidad de recordar sus noches de bohemia en la Ciudad-Luz, y Margarita, Armando y su  padre (1940. Dirección de Francisco Mugica), traslación de La dama de las camelias en tono de farsa,donde con su indiscutible señorío tomaba el papel del padre de Armando y devoraba la pantalla apenasentraba en cuadro.

Parravicini, ¿interpretaba a Parra? Sus seguidores y amigos lo llamaban así; sencillamente Parra. Era unaforma de manifestarle su cariño y así lo comprendía aquel bohemio, bailarín seductor, mujeriego, y por encima de todo, gran señor en las buenas y en las malas, como lo demostró durante toda su aventureraexistencia. En verdad, le gustaba su apodo, que lo convertía en un personaje más. No faltaron críticosespecializados que proclamaron que Parravicini había creado un personaje llamado Parra y lo reiterabaconstantemente. Pero nada más alejado de la verdad.

Cierto que el gran Manuel Romero –que lo dirigió en varios filmes- aprovechó la familiaridad que tenía elpúblico con la vida inquieta del talentoso Parra para filmar algunos momentos de sus más exitosaspelículas, como lo fueron Tres anclados en París y, menos de un año más tarde (a fines de 1939), La vidaes un tango, película ubicada en el mundo de la bohemia porteña.

Con Sabina Olmos, Tito Lusiardo y Hugo del Carril en La vida es un tango

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Aquí, Parra interpreta a un trotamundos cuyo hijo (en la ficción, Hugo del Carril), enamorado de SabinaOlmos (actriz-cantante en la cumbre de la popularidad en aquellos momentos), anhela triunfar comointérprete de tangos. Tito Lusiardo, a su vez, es pianista en un cafetín de mala muerte al cual llega unpopular empresario en busca de nuevos talentos y contrata a la pareja de enamorados para que actúen enel viejo teatro Apolo.

Romero modificó el guión original para agregar secuencias que recordaban los comienzos de Parravicini,cuando fue descubierto –contando chistes de tono subido en una cantina de mala muerte– por el famosoempresario y actor Pepe Podestá. La película prosigue con los años de la primera guerra mundial (1914-1918) y la posguerra, traslada su acción a París primero y a Nueva York más adelante, presentacircunstancias melodramáticas: celos, enredos, interferencias de terceros, hasta la ruptura de la pareja.Hugo pierde la voz y regresa derrotado a Buenos Aires. Sabina, que se ha casado con otro, enviuda; losantiguos amantes se reencuentran y él busca consuelo en el amor de la que fuera la mujer de su vida…todo esto condimentado con una copiosa colección de grandes tangos que entonan ambos, juntos yseparados, pues Hugo ha recuperado su voz… A su vez, Parra y Lusiardo también se reconcilian comoantiguos amigos que eran –en la ficción y en la vida real- y todo concluye bien, para alegría de quienessostenían que las aproximaciones a la vida aventurera de Parravicini realizadas por Romero eranabsolutamente reales y que la película era una biografía parcial del gran Parra, que había gozadomuchísimo permitiendo que se echara a rodar este simple recurso publicitario. El filme logró un éxitotremendo, batió un récord de taquilla y se constituyó en lo más aproximado a una película “de culto” entre

los filmes argentinos que se estrenaron en aquellos años.

La última película de Parra fue Carnaval de antaño ( 1940. Dirección de Manuel Romero), nostálgicarecordación de épocas pasadas y sin retorno.

Con Sofía Bozán y Charlo, en Carnaval de Antaño

Pero no llegó a retirarse: fiel a su leyenda de intrépido y despreocupado, el 25 de marzo de 1941 se quitó lavida por propia mano. Le habían diagnosticado un cáncer inoperable y no quiso esperar que la muerte lollevara por la fuerza, cuando todavía hubiera podido dar al cine y el teatro de nuestro país, vaya uno aimaginar cuántas pequeñas pero populares obras de arte, plenas de emoción, sonrisas francas ycarcajadas imposibles de contener. Se le adelantó. Estamos seguros que se fue con una última sonrisairónica a flor de labios y un pimpollo de clavel en el ojal. Como siempre. Y para nunca más.

Así es, don Parra: usted pertenece por derecho propio, a la leyenda dorada del cine argentino. Lorecordamos y continuamos rememorándolo en estos días de 2009, cuando traemos a la memoria los 68años de su desaparición física para evocarlo una vez más, desde estas breves líneas llenas de melancolía ynostálgico respeto. Fue, entre los grandes, uno de ellos.

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:: 4. El ’39, un año de oro ::

Ya hemos comentado en alguna nota anterior que 1939, el año en que comenzó la mayor tragedia queenlutó a la Humanidad desde los albores de la Historia, la Segunda Guerra Mundial, fue un año deincesante expansión para el cine argentino. Se estrenaron 51 películas, todas ellas con buen éxito depúblico y, la mayor parte, bien tratadas por la crítica especializada. Mientras en los campos de batallaeuropeos y del sudeste asiático los seres humanos morían por obra de sus propios semejantes –recordemos que ni los EE.UU. ni Japón participaban aún en la gran masacre-, Sudamérica se mantenía almargen y la Argentina hacía gala de una neutralidad desmentida tanto en el nivel oficial, donde la simpatíahacia las potencias nazi-fascistas se manifestaba claramente, cuanto en el de la ciudadanía local, divididaentre el Eje totalitario, por una parte, y los Aliados que integraban el bloque democrático enfrentado a lasdictaduras de extrema derecha que pugnaban por dominar el planeta, por la otra. De todos modos la guerraera una realidad remota y las actividades normales de nuestro país no sufrían, momentáneamente,dificultades –como sí sucedería un año más tarde con el cine, por ejemplo, al escasear materias primasimprescindibles, la principal de las cuales era el negativo virgen, el positivo y el celuloide para la bandasonora.

Pero 1939 y la próxima escasez de materias primas no coincidían. Nadie pensaba que la guerra duraríaaños y que el mundo se dividiría en facciones dedicadas a la destrucción y la muerte. Así, Mario Sofficiaceptó filmar lo que sería el primer gran éxito del año –El viejo doctor - sobre libro de Enrique Amorim, SixtoPondal Ríos y Carlos Olivari, estrenada el 11 de enero del ’39 en el cine Monumental, al que llamaban “La

catedral del cine argentino”.

El director Mario Soffici, el actor Ángel Magaña, el iluminador Antonio Merayo y el actor Enrique Muiño,caracterizado en el personaje de El viejo doctor 

Cosa poco habitual en aquella época, El viejo doctor duró dos semanas en exhibición para ser reemplazadapor otra exitosa película de la misma productora, Argentina Sono Film. El reparto estaba integrado por intérpretes de lo más granado de la cinematografía nacional: Enrique Muiño, Alicia Vignoli, Ángel Magaña,Roberto Airaldi, Inés Edmonson y el entonces muy joven Dringue Farías. El tema, melodramático, impactó alpúblico y la crítica: Se trataba del conflicto generacional entre dos médicos, padre e hijo, enfrentados por sudistinto concepto de las obligaciones de los profesionales del arte de curar, la ética y la visión social de cadacual. El viejo médico de barrio está representado por el gran Enrique Muiño y su joven hijo, en la piel deÁngel Magaña, como el galeno desaprensivo y dispuesto a todo para aumentar sus ganancias. La películaalcanzó un récord de público en el país y los mercados latinoamericanos, y confirmó a Mario Soffici como un

realizador de profunda sensibilidad social, siempre dispuesto a la denuncia de injusticias y arbitrariedades.En conjunto, El viejo doctor fue un filme digno, vibrante y cargado de emoción, que merece ser recordado eneste año, cuando se acaban de cumplir setenta desde su estreno en Buenos Aires y todavía podría ser vistocon placer por el público.

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:: 5. Luis Saslavsky, el triunfo de la inteligencia ::

1935 fue un año sumamente fructífero para el flamante cine sonoro nacional; porque, a más de la calidadcreciente de las producciones estrenadas en aquellos meses, las filas de nuestra cinematografía seenriquecieron con la incorporación de cuatro nuevos realizadores que no solamente ampliaron las miras dela pantalla local sino que, para la evolución de la industria-arte  en el país, significaron un agregado deinquietudes, sentido plástico, audacia e imaginación. Nos referimos a cuatro grandes: Mario Soffici, Albertode Zavalía, Manuel Romero y Luis Saslavsky. Precisamente de este último hablaremos hoy.

Nacido en Rosario (1905-1995), perteneció a una familia acaudalada que le permitió seguir su vocaciónartística. Tras un breve paso por la crítica cinematográfica, Saslavsky viajó a los EE.UU., donde logróconectarse con los estudios de Hollywood como representante del diario porteño La Nación, lo queaprovechó para aprender los rudimentos de la dirección fílmica. De regreso en la Argentina, se estableció enBuenos Aires y, en sociedad con otro joven talentoso, Alberto de Zavalía, fundó una efímera productora quele permitió realizar su primer filme profesional, Crimen a las tres, un policial que se estrenó en 1935 y fue untremendo fracaso tanto artístico como comercial, a raíz de lo cual el joven director permaneció inactivo casidos años, estudiando, reflexionando y recapacitando.

Recién en 1937 se sintió en condiciones de reanudar sus actividades fílmicas. Entonces, fue contratado por Pampa Films para realizar una película policial. Esta vez supo aprovechar la oportunidad que se le ofrecía.Ante todo, había aprendido con el fracaso de su primer filme que el elenco artístico de una película era algo

fundamental para el público de aquella época.

Fue así que para La fuga consiguió que se contratara a toda una constelación de primeras figuras delmomento. Los protagonistas fueron Santiago Arrieta, Tita Merello, Francisco Petrone, Niní Gambier, AmeliaBence, Rosa Rosen, María Santos, Sebastián Chiola y Homero Cárpena… El argumento pertenecía a unautor confiable, Alfredo G. Volpe. La escenografía del joven Ernesto Arancibia, en un todo acorde con elsentido estético del director…

Como correspondía a una película del momento, Tita Merello entonaba varios tangos, pero no era unapostura caprichosa, pues las composiciones musicales servían para comunicarse en clave entre la cantantey su amante, el contrabandista de piedras preciosas representado por Santiago Arrieta, en la cumbre de supopularidad… La iluminación es decididamente expresionista en las primeras secuencias del filme; comocuando los contrabandistas, bajo las órdenes del oficial encarnado por un muy joven Francisco Petrone,

son interceptados por la policía y se produce un tiroteo que concluye con varias bajas en ambos bandos y lafuga del jefe de los malhechores, que busca refugio en el cabaret donde canta su amante, Cora –encarnadapor Tita Merello quien, conducida por el sentido estético de Saslavsky, luce sus hermosos ojos renegridos ysu boca generosa, con un vestuario francamente innovador para la época–.

En las escenas del cabaret Olimpo, resulta evidente la orientación modernista del director y su particular visión esteticista, que permitió el lucimiento de Arancibia, quien más tarde también abordaría la direcciónfílmica.

Tita Merello y Francisco Petrone

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Con todos los elementos utilizados, Saslavsky, que fue uno de los más inteligentes directores del cineargentino, obtuvo un excepcional éxito de público, lo que representó una merecida revancha y le permitióconvertirse, cuando aún no había cumplido los 32 años, en uno de los más populares realizadores de lacinematografía argentina. Y que conste que Luis Saslavsky recién comenzaba su larga y fecundatrayectoria fílmica, con una vida que alcanzó los 90 años conformando la leyenda del director del cineargentino más dedicado a cumplir a rajatabla con normas de estética sumamente personales.

Saslavsky fue, ante todo, un particularísimo y muy imaginativo realizador de un “cine de autor” que puso alservicio de sus entrañables conceptos de belleza, a los cuales fue fiel durante toda su larga existencia. Sirepasamos su larga filmografía encontramos una constante en su obra fílmica: una imagen barroca en loplástico, cierto humor cruel y desencantado en casi todas sus tramas, una muy cuidadosa dirección deactores, con los que trabajaba los personajes hasta la exasperación y con los que lograba verdaderascreaciones el Séptimo Arte. Recordamos películas bellísimas, como Los ojos más lindos del mundo (1943),con una Amelia Bence muy hermosa a la que, por exigencias del guión, vuelve ciega sin la menor misericordia hacia ella (ni, por supuesto, hacia las torturadas espectadoras, que viven la desgracia de laprotagonista como propia…). Luis no experimentaba la más mínima piedad hacia sus personajes o supúblico; más aún, amaba el melodrama, categoría literaria a la que logró jerarquizar muchísimo más quecualquier otro director de cine de esa época.Hablando del género, Puerta cerrada (1938) fue, con seguridad, la mejor película protagonizada por lapopular cantante y actriz Libertad Lamarque, dotada de todos los elementos habituales pero realizada por un esteticista implacable, con una imagen original y sumamente bella, con los tangos entonados por “la

Lamarque” con su personal expresividad y el “toque Saslavsky” en la dirección de actores, el encuadre delguión, la escenografía, la luz y la fotografía.

Libertad Lamarque y Agustín Irusta

En su totalidad, el resultado fue una hermosa película, un enorme éxito de público (y, por lo tanto, deboletería para las arcas de Argentina Sono Film y de la familia Mentasti) y también de una crítica siempreexigente para nuestro cine nacional.

No queremos olvidar que Luis Saslavsky incursionó también en versiones de obras de autores extranjeros(como Historia de una noche –1941–, basada en la notable obra de Leo Perutz, que dio origen a otro éxitode pantalla, cuya adaptación fue adquirida por un estudio de Hollywood para su remake (no llegó a ser filmada en la versión norteamericana por el ingreso de los EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, con losconsiguientes cambios temáticos de la producción norteamericana, enfocada entonces mayoritariamentehacia la producción de filmes bélicos).

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Sabina Olmos y Pedro López Lagar 

Más tarde, Saslavsky, se exilió en Europa por razones políticas y trabajó en aquella cinematografía conenorme éxito. Entre otras películas, dirigió una decena de filmes con algunas de las grandes estrellasinternacionales del momento (Ives Montand, Lola Flores, Vittorio Gassman, Aldo Fabrizzi, María Félix,Jeanne Moreau…) para el cine francés, el italiano y el español. Para este último realizó una reedición deHistoria de una noche. 

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En 1962 regresó a la Argentina con su talento artístico maduro y su inquietud por la creación en todos losámbitos intacta. Dirigió su atención al cine, incursionó en el teatro, se dedicó a la literatura…. Pero sulenguaje ideal era la cinematografía y concluyó su actividad creativa con una memorable adaptación delpoema de Estanislao del Campo en El Fausto criollo (1979).

Claudio García Satur 

Tenía 74 años, ya era un hombre maduro, pero siempre activo y brillante, nunca un anciano; de cortaestatura, grandes ojos melancólicos, sonrisa algo triste y humor, más que incisivo, mordaz. En aquellosdías tuve oportunidad de conversar con él y le pregunté por qué no continuaba realizando suspersonalísimos filmes. Su respuesta fue: “Muy simple, mi estimado Alfredo… no tuve la suerte de casarme

con Beatriz Guido”. ¿Es necesario que recordemos que se refería a la activa escritora, casada con LeopoldoTorre Nilsson, para quien solía escribir los guiones de sus películas? Sí, éste era Luis Saslavsky. Genio yfigura hasta el fin.

En 1984, cuando recibe el Premio Konex de Platino, en Literatura

:: 6. Un loco amor por el cine ::

Era producto de una clase media porteña cuyas costumbres, origen y anhelos fueron semejantes. Hijo deinmigrantes, desde muy pequeño recibió una esmerada educación a la que no habían accedido sus padres

quienes, según la tradición reinante en tantos millares de extranjeros instalados en la Argentina desdefinales del siglo XIX y a comienzos del XX, procuraron tener un hijo “dotor”  al margen de los ingentessacrificios que este anhelo les deparara… Y lo tuvieron. El joven León Klimovsky (nacido en Buenos Aires el16 de octubre de 1906 y muerto de un paro cardíaco en su casa de Madrid, el 8 de abril de 1996, seis

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meses antes de alcanzar los 90 años de edad) se graduó de odontólogo en la prestigiosa Universidad deBuenos Aires y durante su primera juventud ejerció con todo entusiasmo la profesión escogida por suspadres. Pero en su futuro brillaba un camino muy alejado de la salud bucal de sus compatriotas. El cineocupaba todos los momentos en que se permitía soñar con un destino destacado.

Klimovsky amaba profundamente el mundo fabuloso, mágico donde se creaban aquellas películas, mudasaún, que iluminaban invariablemente todos los días feriados de su, por otra parte, monótona existencia desimple espectador. Estaba dotado de una lúcida inteligencia y poseía una buena dosis de imaginación que,finalmente, lo condujeron a buscar integrarse a aquel universo, para él fabuloso. Probó el periodismoespecializado; trabajó en medios de prensa, en estaciones de radio y en publicaciones especializadas; peroél deseaba otra cosa: Quería ser realizador, guionista de la rutilante pantalla plateada. Y no le preocupabanlos sacrificios que este camino encerraba. Era un genuino loco por el cine.

León Klimovsky sentado en una mesa y, a su lado, Pierre Chenal

Meditó mucho y pensó bien poco en la carrera lucrativa que quedaba tras él, a una edad en que si bien era joven aún, ya había pasado los años del primer aprendizaje para la mayoría de los jóvenes que, por falta deuna escuela de cine en la Argentina de aquella época, debían prepararse según su leal saber y entender escalando posiciones desde los más humildes peldaños de la dura carrera que llevaba a la dirección depelículas. Decíamos que meditó mucho sobre sus próximos pasos y llegó a la conclusión de que debía ver todo el cine internacional y local posible, las mejores muestras de los realizadores de todas las épocashasta aquel 1941 que había comenzado con los inicios universales de la Segunda Guerra Mundial, que tanlejana parecía aún a los argentinos. Además necesitaba ganarse la vida mientras estudiaba la obra de losgrandes maestros de la cinematografía mundial… La solución fue crear un Cine Arte, como lo llamara elprecursor Manuel Peña Rodríguez, otro loco por el cine que creó el primer museo fílmico de nuestro país,exhibió películas nunca vistas anteriormente y avanzó a los tropezones, con gran éxito intelectual pero conun tremendo quebranto económico, que hizo que las actividades de su sala alquilada (el gran teatro Odeón)cesaran dos años después. Klimovsky, más realista, ocupó un local pequeño que sobrevivió ventajosamentebajo el rubro de Cine Arte desde el 30 de enero de 1942 hasta que su director –tras visionar los filmes másimportantes de las últimas décadas- logró que el cineasta francés Pierre Chenal –instalado en Buenos Airestras la caída de Francia frente a las tropas nazis- lo contratara como asistente de dirección y guionista delfilme Se abre el abismo  (1944), tareas que desempeñó sin dificultades, y que lo calificaron para laadaptación fílmica y la dirección de la película El jugador (1946) versión de la novela del gran escritor rusoFiodor Dostoievski, protagonizada por el galán de moda en aquellos días, Roberto Escalada.

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Amalia Sánchez Ariño y Roberto Escalada

Roberto Escalada

La película fue un éxito y Klimovsky inició con ella una carrera que lo llevaría a un plano internacional que lepermitió, en los siguientes 35 años, dirigir -y guionar, casi siempre- la friolera de 78 películas, entre ellas laadaptación del folletín El jorobado, de Paul Féval, para la película El juramento de Lagardère, con CarlosCores (1955).

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Elsa Daniel y Carlos Cores

Ernesto Bianco

Pero tan sólo 11 de estas películas fueron realizadas en la Argentina. A raíz del golpe militar que derrocó algobierno justicialista del General Perón, el mundo se derrumbó para Klimovsky y, en plena madurez de sutalento creativo, debió marchar al exilio. Por las mismas razones que distintos hombres y mujeres del cineargentino, fue puesto en la tristemente célebre “lista negra” que incluía a quienes no podían realizar actividades vinculadas con la industria fílmica local y debió escoger entre un regreso a la odontología,descartada once años antes, o emigrar. Se marchó a Europa. Su primera escala fue España, donde seinstaló sin dificultades y comenzó la segunda etapa profesional de su vida de realizador. En aquellos días

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gobernaba el dictador peninsular Francisco Franco, quien fue más considerado con Klimovsky que suspropios compatriotas. Pudo trabajar, aunque debió ceñirse a las exigencias de la censura local en cuanto atemas.

En la disyuntiva de no poder ejercer su amada profesión de cineasta, Klimovsky cedió… a medias. Primerose dedicó a filmar películas de terror, horror, policiales, fantásticas. Mientras, estableció conexiones conItalia y los Estados Unidos, y pudo realizar filmes más comprometidos, con importante artistasinternacionales y con medios materiales razonables. Llegó al extremo de dirigir una coproducción con Italiay Egipto, con versión en árabe, italiano y español (Los amantes del desierto, 1960) y filmó sin pausasnotables hasta el 1979, cuando realizó para la TV española una versión de La barraca, del gran VicenteBlasco Ibáñez, miniserie en 9 capítulos de una hora cada uno, con un reparto estelar (Álvaro de Luna,Marisa Leza, Victoria Abril, Luis Suárez, Eduardo Calvo…), que alcanzó un éxito arrollador tanto en lapenínsula como en la televisión europea. Pero este regreso a los clásicos no le hizo abandonar la extrañasimpatía que había alojado en su corazón por el cine fantástico. De hecho fue uno de los más importantes –si no el principal- realizador de este género en España e Italia. Entre 1968 y 1975 contamos tres docenas defilmes de horror y fantásticos, de buena factura y enorme éxito en toda Europa y Latinoamérica.

En un interesante reportaje realizado a León Klimovsky en su casa de Madrid por el periodista argentinoJosé González Martínez, publicado bastante más tarde en la excelente revista de cine fantástico Nocturnaen su número de abril de 1998, al cumplirse dos años de la muerte del realizador, el autor le preguntó:”¿Qué valoración haces hoy de aquel llamado ‘Boom del cine fantástico español’?”. La respuesta fue: “Sigo

creyendo que algunas de aquellas películas son dignas de compararse con el buen cine de terror norteamericano o inglés”. Era cierto.

Poco después de este reportaje, León Klimovsky, eterno enamorado de la cinematografía en todas susmanifestaciones, moría. Pero hasta los últimos tiempos, alejado ya del rodaje fílmico, permaneció ligado asu antiguo flirteo, y trabajó como actor de carácter en varias películas, y protagonizó la parodia del condeDrácula para un telefilme de la serie televisiva hispánica Cine por un tubo que se tituló “¡Que me quiten lochupao!” (1991). Fue un final digno de ese hombre entusiasta, dinámico y apegado a sus convicciones. Ungenuino loco de amor… por el cine que, con tal de dedicar su vida exclusivamente a la realización depelículas cinematográficas, prefirió abandonar su país natal, su familia y los amigos de toda su existencia,para continuar sin mayores pretensiones aquella acuciante vocación que lo impulsaba a la creación fílmica,ya fueran películas con temas clásicos, policiales, musicales, de aventuras, de terror, fantasía, horror osentimentales, que de todo hizo. Lo interesante es que todo cuanto realizó durante su vida de

cinematografista, siempre fue hecho correctamente, con depurado profesionalismo, dignidad y, sobre todo,con profundo, intenso, desbordante amor y un genuino entusiasmo juvenil hasta sus últimos impulsoscreativos. Porque, desde que alcanzó la edad de la razón y hasta su muerte, fue un genuino amante de lacinematografía. Así lo recordamos… León Klimovsky, aquel hombre con un   loco amor por el cine. Nadamás…pero todo eso.

:: 7. Un inglés para recordar ::

En nuestro país siempre han tenido excepcional importancia los extranjeros de distinto origen, muy diversaextracción socioeconómica y diferentes actividades, que contribuyeron en forma cardinal a la fundación dela República Argentina como crisol de razas y genuina tierra de promisión para todos los hombres del mundo, como reza el bellísimo preámbulo de la Constitución Nacional, en su poética bienvenida a todos loshombres “de buena voluntad que quieran habitar el suelo argentino”.  Así, hubo italianos, españoles,franceses, alemanes, israelitas, árabes… católicos, protestantes, ateos, mahometanos, judíos…asiáticos,europeos de las regiones hiperbóreas, africanos… de todo un poco y no queremos saltear a nadie, sino queresultaría excesivamente largo seguir enunciando nacionalidades, etnias y religiones. Todos fueronamparados por nuestro pabellón celeste y blanco, y por leyes generalmente generosas –perfectibles, comotoda obra humana-.

Los ingleses tuvieron su momento de popularidad tras las célebres invasiones, frustradas por el valor delpueblo de la ciudad de Buenos Aires y de la campiña bonaerense. Nuestra literatura vernácula popularizódesde la novela y el teatro la presencia de estos gringos. Ellos mismos, escribiendo relatos de sus viajes por estas comarcas, tierras escasamente pobladas, con paisajes de estremecedora belleza, pueblos indómitos,y rebeldes ocupándolas, espacios enormes y desiertos separando los remotos centros habitados, climasextremos, emociones de todo tipo, increíbles aventuras… animales salvajes… Hombres valerosos y mujereshermosas…

Muchas veces la literatura dio material para que en nuestro cine se utilizaran personajes llegados desdegrandes distancias para crecer en la imaginación del lector hasta convertirse en arquetipos. Pero, y resultaextraño verlo, fue en forma relativamente esporádica que el extranjero que llegó en oleadas a la Argentina

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diera tema a nuestra cinematografía. En el siglo XX, por ejemplo, el primer intento serio de trasladar al cineuna novela protagonizada por un inglés de visita en la pampa argentina, fue realizado en 1940 por laempresa Lumiton, la gran rival de Argentina Sono Film en la producción fílmica nacional. La obra escogidafue El inglés de los güesos,  del célebre escritor argentino Benito Lynch, quien narra en ella el viaje queJames Gray, un joven investigador inglés, formado en la histórica Universidad de Cambridge, realiza a lapampa bonaerense para recoger restos de animales autóctonos y fósiles locales. Para ello, debe alojarseen un puesto de estancia donde una familia criolla lo recibe y le brinda hospitalidad… hasta el extremo deque la hija de los puesteros –jovencita romántica y solitaria- se enamora de él y genera el clima queconcluirá en una tragedia poéticamente narrada por el autor de la obra, con el inglés huésped de la casatotalmente ajeno y por completo ignorante del triste final de su estadía en el rancho. Para aquellos denuestros leedores que no han hojeado El inglés…, aclaramos que la hija de los puesteros, enamorada delprofesor de Cambridge, busca ayuda en una vieja curandera local, que le prepara un gualicho para que elinglés coleccionista de huesos corresponda a su amor. Entrega a la joven paisanita una cuerda de lazotrenzada especialmente, para que la muchacha la utilice para atar la voluntad del inglés y, así, unirlo a sudestino. Pero, cuando el huésped forastero concluye su trabajo de búsqueda de fósiles pampeanos y semarcha, sin imaginar siquiera la pasión despertada por él en el alma inocente de la muchacha, ladesesperación arrastra a la desdichada al suicidio, bellamente narrado por Benito Lynch y muyplásticamente plasmado en la película por el joven director Carlos Hugo Christensen, que contó con lamaravillosa fotografía del gran José María Beltrán para el filme que fue su ópera prima.

(Foto anterior y actual) Arturo García Buhr 

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Porque El inglés de los güesos fue el primer trabajo de Christensen como director, cuando tenía apenasveintidós años de edad y casi ninguna experiencia previa, pues tan sólo había realizado algunos trabajoscomo aficionado y toda su trayectoria consistía en haber sido ayudante de filmación de la película de RenéMugica  Así es la vida (1939), trabajo durante el cual conoció al magnífico actor que fue Arturo García Buhr,artista talentoso, inteligente y dedicado. García Buhr resultó el prototipo ideal del personaje protagónico delinglés y, durante la filmación, demostró la excelencia del criterio del muy joven director en su elección. Elactor fue casi de inmediato el personaje y, probablemente, ningún otro actor de su talla del cine argentinohubiera podido protagonizar con tanta solvencia, dedicación y realismo a aquel extranjero llegado a lapampa argentina para ser conocido por todos como El inglés de los güesos, para coleccionar sus muestraspaleontológicas y para regresar a la remota, nebulosa Gran Bretaña, destrozando el corazón de la criollitaenamorada y sin fuerzas para vivir sin él.

Anita Jordán y Arturo García Buhr 

Por cierto que el final que logró Christensen –insistimos, con la magnífica iluminación y fotografía deBeltrán- hizo alcanzar a la novela de Benito Lynch alturas de la gran dramaturgia universal; y esto, para unhombre tan joven no es poca cosa. El estreno fue un merecido éxito, la crítica trató razonablemente bien aldebutante director, elogió a Anita Jordán la pareja de Arturo García Buhr, auguró una buena carrera al “niñoprodigio” Tito Alonso… y elogió la idea de utilizar obras literarias argentinas consagradas por el mundoeditorial para los temas de las películas nacionales, cosa que tampoco logró la merecida aceptación quemerece una buena sugerencia.

Cuando 33 años más tarde tuve el privilegio de invitar a García Buhr a participar en una proyección de El inglés de los güesos  que hicimos durante un curso que dicté sobre cine argentino y literatura nacional(1973), el gran actor –retirado ya pero siempre entusiasta- nos explicó que durante la filmación de la películase inició una amistad estrecha entre protagonista y director, que eclosionó en una colaboración entusiasta

para la creación del personaje protagónico: “Christensen aceptó mis sugerencias y me permitió crear alpersonaje de James Gray según lo comprendí yo: un estudioso serio, dedicado, correcto, peroabsolutamente ajeno a la pasión que despertaba en el corazón de la casi adolescente campesinapampeana”.  Así fue y, oportunamente, lo ratificó Carlos Hugo Christensen cada vez que habló sobre eltema. Así lo repetimos hoy nosotros.