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P&REZ :'JA-rROS ( Fu:<crsco). Bio9. Periodista yl esc ritor es pañol, más cooocido po1· el seudónimo qu " h11 coo ataotemeote de l•o n Roch, n. en znlema (Cád iz) en l8í 2. Desde muy joven tió sus estudios prore sionn- · les cou el culti vo de t rab•jos l:terarios, termina od o por decicnrse tle lleno á primero en periódicos de Cd· .::! z y desp•Jés en lt1 EP"'"· 1e cuJa de red•cción desempeña io- te! i gen teme ote hace bastan- tes nitos. Aparte de colnbo- racinnea oo varios periódicos 'V revistas. eotre o u os ld tt u. do G•·djlco, ti ene oseritu In• ()brRI sigui'!nte s: Los ldl- t'ra ne- beol'érez ,., d<Sliuos , novela: Ella. ( Lcd/11 ROCH) !/ 1llDI, Grnj1a y A irts d1 mi tllr1'tJ , tomos de 'lOB; Pdloo ra en Jn loas y Ln tri stua de cir; ir, cuentos y c1·ó nlc n3 , y Bl •u.ouasllrí(J <le Piedl" tJ y Por t• 'err tu di Aulltl, na rraciones de vinjes. U JHa v.is;fé.." .. ., - . - ·- . .. - .

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P&REZ :'JA-rROS (Fu:<crsco). Bio9. Periodista yl escritor es pañol, más cooocido po1· el seudónimo qu" h11 us~do cooataotemeote de l•on Roch, n . en Gr~­znlema (Cádiz) en l8í2. Desde muy joven compar- ~ tió sus estudios proresionn- · les cou el cultivo de trab•jos l: terarios, termina od o por decicnrse tle lleno á ésto~.

primero en periódicos de Cd· .::!z y desp•Jés en lt1 EP"'"· 1e ~l~ur:d . cuJa sert·e tnrl~ de red•cción desempeña io­te! igentemeote hace bastan­tes nitos. Aparte de colnbo­racinnea o o varios periódicos 'V revistas. eotre o u os ld tt u. do G•·djlco, tiene oseritu In• ()brRI sigui'!ntes : Los ldl- t'rane-beol'érez ~ateoa ,., d<Sliuos, novela: Ella. ( Lcd/11 ROCH)

!/ 1llDI, Grnj1a y A irts d1 mi tllr1'tJ , tomos de ~er­'lOB; Pdloora en Jn loas y Ln tris tua de cir;ir, cuentos y c1·ónlcn3 , y Bl •u.ouasllrí(J <le Piedl"tJ y Por t•'errtu di Aulltl, narraciones de vinjes. U JHa v.is;fé.." ~r"" .. ., - . - ·- . .. - .

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9mpresiones d12 un qiajero. --o o-

CZ!na visita a ·l2eón Cosl/1/a, madre. - 8a cludod y sus IIIOIItJIIJI!n-

los.-Bo • Cf'ulchra 8eonitu¡ •. -. 9hlclo­

lloo looble.- 'lln proleclor de

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8ullo, 9t!C9JIXV!

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SB IMPRIMIÓ ESTE I'OLLBTO EN fL MES DE JULIO

DEL AÑO DEL TR ICENTENA J{IO O~ LA MUERTE DE

MIOUEL DE CERVANTES SAAVEORA (MCMXVI)

EN I.OS TALLEReS UE

MATEU

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m lENE siempre para sus amadores la noble tierra ca~tellann un encanto singular, un atractivo indefrnil\le. Cuantas más vetes se la visita y se admiran sus viejas ciu­

~ dades, de faz austera y venerable, más se la quiere y reverencia; más gozosos· nos sentimos también de amarla y de recrearnos Cl\ sus grandezas.

·Ti""" ennoblecida por los blasones de todas las vh·­tudes, abnegada y 'heroica, humilde en su sencillez, grande ·en sus arrogancias;' tierra santificada por la fe y por el martirio, altar de todos los sacrificios, sol~r de hidalgos, espejo de caballerosidad... Ella es como la esencia del espíritu de nuestra raza, el alma ente•:a de la Patria.

En sus campos de eternas lontanan111S, jugosos y fe­cundos; en sus lugares adustos, que tienen en el ru;pecto toda la seriedad de [a raz.1; en sus ciudades, ' museos para el Al'te, archivos para la Hisfori~, relicarios para las bien migadas creencias, se aspira u u grato perfume de poesía y n!i'slicismo. Un a m bien te de leyenda y de. s.\n­lidad Jo llena lodo.

No es el de Coslilln un pueblo del pasado que vivn so­lamente del prcsti¡,<io de sus glorias, extraño a·las palpi­taciones del moderno vivir. Más pobre y más humilde

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quizá, como·prtdispuesto siemp~ a todas las abnega­dones, conserva el brfo y la enlertza de los años mozos. Aquella ri!Za intr~pida y andariega, brava para la lucha,

· grande para el sacrificio, es siempre el pueblo snno y fuerte, trabajador y sufrido, que tiene en la virtud, en la hldalgula y en la le •us mrts altos blasones. Es siempre

' Castilla generosa, tlerrn !le ideales, cuyos nobles varones dieron leyes sabias a los pueblos. Como ~anfaba un lhts­tre poeta:

e: Esta es la grande lic:rn dt nobles, la dt las hondas e lnt~:n»s c:tln1a.s, de los cspiritus como los robln y de: los cuerpos como las altn:ts.

La de silentes villas famosas; la de cnstl:tn.s urbe:$ ttndunn8; rlobles dos veces: por generosas

y castcllarlnll•.

Más acomodada al vivir del tiempo nuevo, templa sólo sus armas en el trabajo y en el estudio, aunque siempre lué el de Castilla prototipo de pueblos inteligentes y acti­vos. En sus antiguas ciudades, que nos enc¡nfan con su car4ctcr, se escucha el fragor de la moderna industria, que es también batalla rudn pot· el bieneslllr y p&r el pro· grcso. Aunque el aspecto cambió al exterior, son si e m· pre por dentro las mismas venembles urbes, en cuyas CJtllcs y en cuyos utonumento~ el SOJllo de las vlejtt~ edades orea los cspfritus y los tonifica, evocando en el pensamienlo los recuerdos de un pasado de esplendor.

Cuanto se bable y escrlb• en alabanza y honor de la tierra c.1stellana, no cohnnni jamAs la medid3 de lo justo. Todos la debemos admiración y reverencia; cuantos con­~rvan el culto de la hidalgula deben contribuir a su cnlllteclmíento. Los que nacieron en su seno, y por na ­cer en ella se honraron con el blasón de su nobleza;

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cuantos de ella recibieron el beneficio de su generosLdad y veneran la' Tradición y aman el Arte, deben consagrar­In el homenaje de su admiración y su cariito, llevando una estrofa al etemo poema y un grano de tierra al mo· numento de su gloria ... ¡Oh, nobles urbes españolas: Burgos, Toledo, Salamanca, León¡ archivos de nuestra .Historia, museos de nuestro Arte!. .. ¡Brillen siempre en vuestros altares las lámparas de la admiración, del res­peto y de la piedad,.que encendieron vuestros artistas, vuestros héroes y vuestros santos l. ..

• • •

Dévotos de la Tradición y admiradores, aunque pro­fanos, del Arte, en las andanzas de nuestras breves vaca­ciones buscamos muchas veces asilo reparador en alguna de estas ancianas ciudades. As(, Gllientras las fncr7.liS gas: tadás en el trajío del diario batallar se reponen, el Úpi· ritu se tonifica en el sano ambiente de calma y en la con­ternplaci4n de tantas s¡ngulnrcs belle~s. Pero luego, no curados de la manla, que la mala ventura convirtió en oficio, de emborronar cuartillas, no podernos' resistir la ten!Jlción de fijar en el papel nuestras impresiones, que un dfa u otro, desde las col u m nas de las hojas vol ande­ras o desde las páginas del folleto, darán fe de nuestra gratitud de hombres bien nacidos y de nuestra devoción de creyentes.

Con ello a naclic se daiia, y en cambio puede contri­buirse a un bien, ~ifundiendo y popularizando muchas grandeS COSaS que lOS SabiOS ejeculori ITOil debidamente, pero de las cuales viven ayunas muchas humildes gen­tes, que no tuvieron medios de conocer más ciencia que

-la de ganar la vida en el trabajo. Claro es que no se trata de descubrir nt·cnnos ni misterios, que ya no existen, con pretenciosa jactancia. Mas trátase de vulgarizarlos, y en

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-S-esta labor modestisima hay un coeficiente de utilidad innegable.

En todo p.1ís cívitízado, In bnse clemcnl~l de la cultura -del pueblo debe ser el conoclmlenlo de sí mismo, de su propio país, de la tierra en que nació y en que han de repos..r sus huesos. Este conocimiento de la l'listoria y del valor y eficaCia de la organización presente, da a los-pueblos la convicción de su grandeza y eleva sus sentimiéntos, lacultJindolos para las más _honradas em­presas.

Tal convicción del valor de la Patria aumenta el res-­peto hacia ella y ag~anda el amor. Se ama y estima más nrdientcmenle lo que mejor se conoce. Y ese amor y re­verencia de los pueblos a su Historia •y a sus tradiciones, a las bellezas de su suelo y a las maravillas de su Al'te, es fuente de patrióticas virtudes y es renovación de ener­gías. Contribuir a esa labor de vulgariz,.1ción, fomentar el respeto a las tradiciones y el amor a las grandezas

. nadonales, es bella obra y debe ser obra de todos. Téngase en cuenta que no se escribe pa1·a Jos peritos

y los letrados, ya que pará ellos se escribieron los libros de los sabii>s. Se escribe para los indoctos, para lag~nte ignara y sencilla, que uccesila, pam curar su dolencia de incultura, procedimientos de escuela. lmloclí discanl; ament meminissc petilb

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de ella y

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E retorno de una ~ta excursión por el Norte, nos hemos detenido en esta atrac­tiva -y nobilfsima .ciudad de León, tan merecedora por muchos conceptos de la admiración de las gen les. Pasar cerca

no detenernos para refrescar imborrables re-cuerdos, admirando de nuevo sus monumentos, es pro· curar un remordimiento a la conciencja. la urbe leone­sa d~be ser sictnprc estación obligada para el pen-grino.

Y en verdad que no hemos tenido m~tivo para arre­pentir.nos de ello, sino más bien para interna ·satisfacción e Intimo regocijo. Esta visita nos ha proporeionado la ocasión de ver algo nuevo, que merecer,á In estimación y el aplauso de cuantos lo conozcan. Es la reparación de un ¡¡rave daño, con la cual se ha contribuido al esplen­dor de uno de los más Insignes mpnumentos del Arte cristiano. Es también un bello -rasgo de un hombre amante del Arte, que puede servir de enscñanla y esti­mulo a cuantos sepan rendir devoción al culto de lo be­llo. Y esta novedad interesante y generosa, de admirable resultado práctico, nos mueve a trazar estas páginas,

1 · aungue son ciertamente innecesarias para la ejecutoria de la histórica ciudad de los Ordonos, tan piadosa y amante de sus tradiciones, embellecida por la leyenda, in-

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morlalizada en la liistoria y gloriosamente coronada por el ~ureo joyel d,e su Pulchra Leonl11a .

. . . . Leó"n es una de ac¡uella.~ venerables ciudades castella­

nas que nos sugestionan y .enc:.antan con su carácter y su ambiente; con sus reliquias históricas •y sus joyas de Arte. Al pasear por sus calles, al contemplar en sus tem­plos y palacios, y luego en sus archivos y muscos, tan­los restos legendarios de viejas edades, siéntese uno pe­n~trad9 del aroma dé piedad y de heroísmo que de aque­llos parece desprenderse, y, sin gran esfuerzo, soñando como poetas, creyénlse ver c~··nlo revive la ciudad de los tiempos heroicos, la de las ctuenlas luchas de la Recon­quisla, la corte de los Soberanos leoneses, asentada sobre los cimientos de la Legio Séptima de los TOmanos.

1 En de~ijlc brillante evO<:u la imaginación las figuras de los Alfonsos, los Ordoitos y los fernandos, basta el San­to Rey conquistador de Sevilla; las gloriosas de San Mar­celo, San f¡·oil:in y Santo Mnrtino; las muy ilustres de los Guzmanes, los Suero de Quiñones, los Molinas y otros grandes señore~·· · Con la gloria de sus Reyes y guerre­ros, fulge lamuién la de sus artistas, como Antonio y j uan de Arfe, los jnan de Badajoz y Suero de Argiiello ... Tod~ la historia de León resurge, orreciéndonos las grandes ensefianzas de la que lué, segtin uno de sus historiado­res, .:sciiora de principules provincias,' m11dre de valcro· sos Reyes, Prfncipes y capitanes, solar de inrin·itos lina­jes ilustres, albergue de las letras y las armas; nutro y eslrlbo de los crlsfiauos ... •.

No es, cierlamenlc, León de las antíguas poblaciones españolas que mejor ban conservado su carácter. Aven· lájaula en esto Toledo, Burgos, Salamanca, Segovia, Ávlla y algunas más. En su nspcclo externo se hn mo· dernizado, ofreciendo un cariz risueño y·simpático, al

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que contribuyen sus pintorescos alrtdedores, en la parte de la fecunda vtga que riegan los rlos Bernesga y Torio. Sin embargo, mantienen aún su cnr4cCer sus monumen· tos religiosos, las antiguas construcciones civiles, que al· teman con hermosos edificios modernos, y los restos de sus murnll~s, que datan del siglo tx y de las cuniCJ~ se conservan extensos lienzos, con amplios cubos de canto, ladrillo y argamasa. De la época romana apenas existen en esas murallas ligeros vestigios, ya que sus principales recuerdos pasaron al Mnseo de San Marcós.

Nuestra visita de ahora ha sido bien aprovechada, pues hemos podido recor~r casi todos los sitios que en ocasiones anteriores nos dejaron grafo recuerdo. Desde el palacio que iué de los Vllla~indas, co.nvertido en hotel, hemos ido a saludar a la mansión solariega de los Ouz· manes, el histórico palacio, perteneciente hoy n la Dipu­tación pi"O''incial, que nos hncc recordar con orgullo y devoción a aquel insigne O. Alonso Pérez de Ouzmán el Bueno, hijo de León, defensor heroico de Tarlla, cuya hazaila será pe.rpetua cnstftanza de buenos y leales mo­nárquieos. Nos ñemos recreado después en el torreón y en la portada del palacio del conde de Luna, en el lla­mado de Don Ouliem, el de la Biblioteca provincial, del siglo xv•, que fué convenio de las Dominicas de SantA Catalina, y en el que sirvió de albergue a las monjas de la Concepción ... Y hasta !•emos tenido li~mpo, en esta cinemnto¡:rtlficn visiln, pat·n dnr un paseo en carruaje hns­ln el Santuario de Nnestrn ScOom del Camino, ltigar de Upicas romerías, que merecieran algunas páginas para ser descritas. Apuntemos al paso, pnes cllo es cosa que fuera de León saben pocos, que este Santuario, asilo de la milagrosa Señora que es devoción principal de los leo­neses y a la que el Sanlo Padre Plo X declaró Patnana de toda In región, pertenece, como los grandes casero­ucs que le rodean, al Real Patrimonio.

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Pero nuestra atención prindpal ha sido para los gran­des monumentos religiOSO!I que constituyen el !esoro de León. Sin emborgo, el vlsilontc no debe olvidar templos de tan señalado mérito como el de San Marcelo, el de San la Marina, la iglesia de Nuestra Sen ora del Mercado y otras parroquios y convcntoK, en los que no faltan tot·rcs y portadas, bellos óbsidcs, rctnhlos e imágenes, rejns y capiteles, que solicitan nuestra alabanza .

. . . Entre los grondes monumentos leoneses descuella lo

bella y l•mosa b.'IS!Iica de San Isidoro, llena de recuer­dos históricos. Por ser uno de los más antiguos templos románicos existentes en Castilla, los Monarcas mostraron hncht ella gran predilección, y asilo comprueban las di· versas ohras realizadas parn convertir la que (ué pl'inti· tivamentc sencilla iglesia, dedicada a San Juan, en el her· moso templo q'ue, aunque muy deteriorado, ba llegado a nuestros días.

El rey Alfonso V amplió la iglesia en condiciones muy modestas, como nos dice Lampérez, con una tosca cons­trucción de ladrillo. l'crnando 1 quiso consagrarla a Son Isidoro, guMdando en cll• los restos de este San lo, y aco­metió la obra de la reedificación. Pero ésta no se llevó realmenle a cabo hasta el reinado de Alfonso VIl el Em· pcmdor y bajo la dirección del mucslro Pedro de Deo, siéndo consagrada en 11 49.

L• planla del templo <S de cruz latina, con tres naves en el bra1.0 mnyor y olrn en el crucero, cuyas bóvedas soslienen pilares crucilorm~. La bóveda central llene nave de cañón, en tanto que las otras son de crueerla· Los ábsides corrupondlentes a las lres n~ves, de lrau sencilla y elegante, as! conto la nnvc del crucrro, consi· dera un ilustre historiador que es lo que queda de la

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época de Fernando 1, sienao el brazo mayor, de escuela borgonona, del tiempo de Alfonso VIl.

La visltt inlcrior del templo prod uce a los prof:mos una impresión grata y extraña a la par. A pesar de su venerable ancianida¡l, ofrece muchos elementos de be­He~. en sus arcos de medio pun to, algunos guarnecidos por lóbulos; en los capiteles; de admirable modelado, con figuras de hombres y fieras y adornos de hojas; en sus viejos retablos y en sus arcaica.< escultums. Cortada ahora la nave principal, a causa de las obras de restaura­ción que se realizan en el templo, ha perdido luz, y en la melancólica obscuridad se recibe u~a impresión de pindosa tristeza.

En su parte exterior, el nspécto del templo es frío y severo, ~unque no fal,tan en él dementas de belleza, cual la artlslica cornisn. La puer·ta del Perdón, que pare~e ser la más antigua, está 11dornada con rudos baquetones y toscas esculturas de San Pedro y San Pablo. Es curioso el tímpano que la corona. La puerta lateraJ es más amplia y urtlstlca, Son bellos l\rnuién tos ventanales, tapiados al&unos. Un a~nplio atrío, cerrado con verja, da acceso al templo.

A los pies de la n~ve central abre una pequer.a puerta, por la cual penetramos en unn eslancia de soberana be­lleza, que pudiéramos considerar como la joya más pre­ciada de San Isidoro. Es el famoso panteón de Reyes, en cuyas urnas de . picdrn reposaron ID$ restos de Alfon­so IV, Ramiro 11, Ordofio 111, Alfonso V, Sancho el Ma­yor, l~ernando el Magno y. Don Oarcia de Oalicia, con algunas de sus esposas, y otras augus!~s Pdncesas. Al cntrnr en él se recibe uhn impresión de. sorpresa, ante su espléndida hermosura.

Fu~ fundado el panteón por el Rey Alfonso V, y le reedificó l'crnnndo i el Magno. Su ¡¡ran fortaleza le ha defendido del peso de los siglos, y se conserva en per-

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fécto esllldo; solamente esltn deterioradas sus magnificas pinturas. Considlranle todos como obra maestra de lt arquitectura románica española, aunque inOuenciada ya por la extranjera.

l'orma el pnnteón un gran reqdngulo, dividido en tres naves, cortadas a lo ancho por otras lres. Marcan estas naves y sostienen las p~sadas bóvedas de aristas, gran• des pilares com~uestos, con cuatro columnas, adosadas, y fuertes columnas libres. Los arcos son de medio punto y los capiteles corintios, de una belle7.a exquisita en sus ricos adornos. En cuanto a las pinturas, a trozos bien C!>nservadas, que se admiran en las bóvedas y arcos, son de Jo mejor que produjo la pinh1ra mural románica. En su qlayorla, reproducen figuras y escenas religiosas:

Sin salir del recinto de San bidoro, hay sobrados ele­mentos para que el nliciónndo n las obras do Arte entre­tenga algunas horas en con¡inuo deleite. Son sus famosos códices, de incomparables mlninturas; sus vi• jos b•·cvla­rl •s, las joya~ de su ulhlioteca, entre ellas las obras de San At<Uslin; sus alhajas; de exquisita labor, como el cáliz de ~gala del siglo xv; sus pinturas, entre ellas un Jien1.o del Correggio; la pila bautismal del siglo XI, de admirablu relieves, y otras cien y cien· ple7.as notabillsimas, cuy3 sola enumeración ocuparla mucho espacio ...

•••• O! ro gran monumento de León es San Marcos, a ori­

llas del rfo Bernes¡¡a, donde tuvieron regia rc.•idencln los caballeros de In fn:Jitn Orden militar de Sanliago. Creación famosa del arle plateresco, es con el Colegi» de San Oregorio de VaJJadolld y la fachada de la iglesia de San Pablo de la mismo copilll, lo más notable que en España se conserva de aquel estilo.

Comenzó la construcción del' cd!Bcio en el siglo xv1,

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hada 1530, y tomaron parte en ella IM notablts orqul­ttdos y eseullores Pedro de Larru, Guillermo Doncel, Juan de Juni, Juan de Orozco, Villarroel y Juan de Jh. dajoz (hijo). Pero quedaron sin term•nar las torres y la fachada, en cuyo centro se quiso hacer la portada rle la iglesia, aunque no se realizó. La segunda parte de la obra, desde la puerta hasta la cuadrada torre.cercana al puente sobre el Bernc.,gJ, com-sponclc al siglo xv111 ,y en ella intervino el maestro Juan de L11inaga. Esta parte desmerece mucho de la anterior, pues aunque se pre­tendió copiar lo ya hecho, rl mal gusto caracterlslieo de la ~poca se reflejó rn lo copiAdo.

La fachada es verd•derumente suntuosa. Destacase ti pórtico de la iglesia, con amplío ar<:o de medio punto y rico frontispicio, entre las dos torres laterales, profusa· nwnte adornado con doseletes, escudos, hornacinas y veneras de la Orden de Sanliago. En la puerta principal, decorada con cuatro elegantes columnas, se admira un relieve del Apóstol SnnlinRo' n cnhnllo; bello ático con escudo y un clllado ros•tón, coronado por la Fama. En el reslo de la fachada sorprende la prolusión de arcos, pllulras, columnas, frisos y cornis.u que la exoman, todo cuajado de relieves, de una ejecución admirable. Parte princip;~i de este prolijo adorno son Jos magnffi. cos medallones que r1~snltnn en In lachndo, con cabezas de personajes. Los de In prfmcrn él>ocn, notables, son vcinlícuatro, y cnlre ellos eslán los bustos del Rey Fer­nando el Católico, Oc~tvio Auguslo, Anlbal, Isabel la Calólica, David, Cario Magno y el Conde ferndn Oon­zálct. En -los de la segunda época, mny inferiores n ac¡ueUos, están represcnlados los Maestres de la Orden SanUagÚista, y entre ellos el Rey Don Sancbo, Don Al· varo de Luna, Don Beltdn de la Cueva y el Rey Felipe V.

Al enlrar en la iglesia. se experimenta una impresión

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de anguslia ante la soleda,d y el abandono que allf rei­nan. El templo, de cdt'ácter gótico y de una •sola nave, con crucero, e~ amplio y bello. Pero es atín m'ás admi­rable la sacristía, obra de arte suntuosa, en la que llaman la aten~ión los ventanales, de rica ornamentación¡ el so­berbio re~tblo, vnrios busJQ.s i S<¡bre todo la espléndida bóveda de crucería. Un:r inscripción colocada sobre la puerta nos recuerda que tal maravilla es obra del ar!ísta leonés j unn de Badnjoz.

La pieza c;apital que en el in,lerior de San Marcos, se guarda es la sillerl.a del coro, obra soberpia del artista Oulllilrmo Doncel, de lo m:ls no~1ble que'c,n su género se conserva en Espaiin. El Arte del Renacimiento no pro· dujo qui1.ás tallas más finas y delicadas. El conjunto es admirable por sus .proporciones. El detalle sorprende por la riqueza de los adornos, el primor de las figuras, la belleza de composición de las escenas reprod_ucidas y la exquisitez de la ejecución.

•De nobles proporcionas es L1mbién el claustro de San Morcas, cuyas Mves cst.'ln destinadas al Musco Provin­cia!: Diseminados.por ellas se encuentran sepulcros, es-

. 'tatuas, lápidas romanas, !rozos de columnas, capíleles y otras piezas vencmbles. Un salón contiguo a In gnlerfn hállase también dedicado al Museo. En las numerosas vi trinos .y armarios se ven gran can\idad de monedas ro-

. manas, góticas y de otras ~pocas; vasos antiguos, idoli­llos, dn!oras; trozos de taÍtas y a~ulejos y algunos otros cleme~tos, Es uri Museo en formaciÓn, pero que ya tiene una muy·estiinable tlqueza arqueológica.

Al salí~ de San Marcos sentimos renovar,;e la Jonpre­sió~ de amargura, pensando en el abandono· del hermo­so edificio. Es lástima que la Orden de Santiago, como se ha pensado ya alguna vez, no pudiera hacerse c.argo del edificio pala establecer en él álgím instituto relacio· nado con los nobles y lev~nlados fir.tes de la misma.

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III

~- At.TA tiempo al turista para ver, no ya ~~-.y;::;-] para admirar en sus detalles, todos Jos

monumt!ntos leont:scs, cuan lo en Ja sim­pática ciudad rccucrda el brillo de su es·

· tirp<: y la gloriarle sus tradiciones.¿Cómo no ba de fallar, si uno solo de esos monumentos, el más

· soberano, el mú insigne, requiere, no ya dlas, sino se­manas, parn su debida contemplación? Esa maravilla de los tien!pos, creación Incomparable de un artista genial, a la que la ciudad leonesa debe su fatna Imperecedera, es la Catedral, el mú preciado norón do! Ar1e gótico en España.

Sencillo en su traza y en su fábrica, prodigio de ar1110• nla y de equilibrio, libro ya, por fortuna, de los elemen­tos éxóticos que lo empequeñecieron, el grandioso tem­plo leonés, lugar el más adecuado para rendir culto a la grandeza de Dios, es, sin disputa, el tipo más perfecto y acabado de la Catedral gótica. Por la pureza de sus JI. nw, su elegancia y su espiritualidad rué c~lebrc en to­dos los tiempos. Asl pudo decltsc, con razón:

Dh•es 1 oletanJ, S..ncta Ovctcnsls, Pulc:hril Leopina, t:orlls Sahna.ntlnn ...

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V el vulgo, más expresivo, ha dicho lambiéo:

Sevilla en grandc111, Toledo e.n riqu~z-1, Cmuposlela en fortaleza y León en $utileM ...

• • • !:levada In nntigunLegio Séptima •·ornann a In dignidad

de Corte de los Sobrranos leoneses, quiso Ordoño 11 que su Catedral fuese lo que correspon.dia a su nueva alcur­nia, dando también con ello piad()$0 testimonio a Dios qe su reconocimiento por In victoria alc;mzndn sobre los mo­ros en San Esteban de Oonnaz. Al efeclo, cedió al Obis­po frumlnio el palacio que posefa al Oriente de la ciu­dad y que en In época ronmntt.fué el edificio de unns ter­mas. Por el buen esiado en que se encontraban las \res naves del palacio, no debitlrón ser netesarías grandes ob1·ns pnl·n adaptarlo 'a las cxigcnci:1s del cullo divino. Consogróse el ternpJo·solemncmeulc el aíl<> 916. A In ce· re:monia1 en la que rue al mismo tiernpQ, coronado Or· dono 11, asistieron doce Obispos y multitud de magnates.

Solamente se tuvieron noticins somerns de 111 b:lsflica de Ordoiio 11, y aun esas, de carácter literario. Pero en el año 1886, el ilustre arqullecto O. Oemctrlo de Jos Ríos, director entonces t.le lus nhrJtS de n~EttHII':'I ción de ln <.;n­tedral (1)1 descubrió los cimienlos y parle de los niiii OS

de la basílic'a del síglo x, y levantó el pllno de (oda ella y de los ¡·estos de las termas TOitlanas. De entonc.es data el pc.rrccto conoci111iC:nto de su disposición.

Tenia la basílica el mismo emplazamícnlo y eje que el templo actual, siendo sus dimensíoues lan vastas (()0 me· Iros de longitud por 4'l,50 de Rnchura) que ulnguun olm

(U J!IUC mcrltl!ilmo 1\l'lhit l\ tué p!ttll'(! t1C lrt ln ~f¡,;'l\0 e'IIC:rh (l l'll o.ICAil Blimc;, de l os I.Uos, CSIJO$ll riel Htmbién i.lustrc nrqolt('dO D . Vic:cnt~ LIUtl ¡JCN~ y I;.:OIIl f!ll, JlrOIU.IIQI' 11;: Jt1 J1locUdtl l;iuperlor (lt J\1'(1\llt t:C• tura, que rc-c:itnli:mtnle. ingresó en la Real Acudcmitt deJa Ri.;~toda .

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iglesia de la época las alcánzó iguales: Constaba de lres naves, con crucero, y ábsides semicirculares. Entre los elementos ornamentales que se tfescubrleron, figuraban las basas de las columnas adosadas a.los pilares, un ca­pitel de forma. ruda, lmpostns aje'drezadas y policromas, y restos de pinturas. La fábrica era de ladrillo y mam-poslerla. ,

El ejército de Alma~zor ar-rasó la -ciudad de león el año 996, sufriendo la Catedral gravlsimos daüos. la mil· nilicencin del rey Alfonso V y la generosidad del Obispo D. Pelayo ~~udieron a sn restauración, que lué impor· tantisima, pues se hicieron además obras complementa· riasj como la construcción de un c_lnustro y la habilitn· ción de celdas para la más fácil vida regular que enton-ces hacían los canónigos. ·

Consn¿(r6sc ll)tevamentc la iglesia, que llevaba la ad· vocaéión de S:anta Marra, el 10 de Noviembre de 1073, asistiéndo a la ceremonia el Rey Don Alfonso VI y sus

. h~rmanas doña Elvira y doña Urraca. Más de un siglo después concibióse la ideo de den·i·

bar este templo para construir otro mayor,scgún el nuevo estilo de la época. Su iniciativa y parle de la ejecuelón se nll'ibuyen ni Obispo Manrlque, de In nobitrsima Casa de tos~ Se icores de Molina, cuyo pontificndo rué por los años de MS I a 1205. Senlábanse en el trono de león el Rey Atfous() IX y su esposa dona, l)erenguela.

Nncln puede nlinuars¡: del insigne urtlsta que concibi(¡ y planeó el proyecto, aunque alguien suponga que pudo ser el maestro Pedro de Cebriáu, que en 1175, cuando ténin unos Jc·eintn nicos, ern mncsll·o de la Catedral. Pos­tcl'iormcnlc npa•·ccc el nombre del maestro Enl'iqu(!, que dirigió las obras de la Caledral de Burgos, dende rnuric\ en 1277; y luego, el del maestro Simón, que viví~ en el si¡¡lo xcv. Pero nnda puede decirse con certczo; el gran artista sigue ignorado.

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l.o único cierto es que sobre el cmpl07:"111icnro de la basflica de Ordoño 11, :rpr<lvcchando, súlo en parte, algu­nos muros laterales de los cimientos, prolongando. el edifi~io hacia el Este y extendiendo sus capillas absida­lcs h:rsln sobrepasar la Unen de las nnllguns rnumllas, se levantó el mágico templo, rival de los de Reims, Colo· nia, Amiens, Chartres y otros¡ de admirable armonía en su pl~nta, c.Jc sublime cont~pción en sus navcr., de mnravill<)sn ejecución en su coronnmiento, p:1ra ser el más soberano monumento del Arte gótico en España; má­gica linterna, como ha dicho algnno, suspendida del Cielo sobre la nnllgun Legio r·omana para iluminarla con los ~csplandores de la fe y los fulgores del Arte .

• • •

La Catedrai 6e León es, en cfeclo1 como dice el maes· tro Lampérez, de l:rs más altas glorias de la arq nileclura cristiana. Con las de Toledo y 13urgos compclnc la gran trinidad del Arle gÓtico cspnOol. Péro ella es el monu­mento 'más admirable por su unidad y armonía. Por eso su fama, apenas nacida, se extendió más allá de las fron­teras.

Su estructura alcanza el mayor grado de sutileVI del Arte ojival. Se ha llegado a un milagro de equilibrio, su­prltnlendo muros, adelgazando pilares y calando trifo­rios pnra espiritualizar el templo haslalo ideal. Asi pro­duce verdadero asombro la gran basilica, y a ello concu­rren todos sus elementos y detalles. Pureza de estilo, ar­monln de proporciones, clnrid11d de estruclurn1 es Indo de conservación completo y perfecto, unidad casi absoluta por la carencia de agregados y adulteraciones: todo con­tribuye a la lmpresli:\n de · serenidad que produce. Bajo sus bóvedas, el csplritu queda como avasallado ante la soberbia fábrica, pero aprecia su grandiosidad y la es­pirilualídad del Arte qne produjo tal maravilla. Y la

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impresión estética se eleva a lo sublime, produciendo un efecto que subyuga.

'i)csde que se outra en la ancha plaza y se fija la vista en el monumento, queda el ánimo en suspenso, esclavo de la admiración y t11 sorpresa. Destácase ettemplo gallardo, vigorosc., libre hoy de todos los adilllmcntos que lo afea­ron, y llama la atención, desde luego, por la armonía de sus proporciones, por la majestuosa belleza de sus fa­chadas y por el espléndido coronamiento de sus aéreos adornos. Al acercarnos nl atrio, cerrado con verja, que guarda el pórtico príhcipal, en la rachada 'de Occidente, estas impresiones se afirman y agrandan fijándonos en la magnificencia de los detalles.

La visla de esta !ac)lada es realmente soberbia; apenas restan un punto de admiración las pesadas torres qÚe la Oanquean. Sus puerlas son de lo mejor que et Arte ojivo produjo en España. Rehechas en la moderno restaura· ción, -npen:JS conservan de lo antiguo más que sus her· mosas escuUuraS1 rivales de las más famosas de Francia. Destácase prlm~ro un elegante pórtico de arcos apunta· dos, del más pnro estilo. Luego las puertas, de bellísimas archivollas, ])obladas de esculturas de Santos, Angeles y músicos. En el parteluz de la del centro aparece la her­mosa figura de Nuestra Señora de las Nieves o la lllnncn, Después, sobre ancho dintel de ·bellfsima escultura, el soberbio tímpano, en el qne se destaca la figura de Cristo, como Soberano juez, entre In Virgen y San Juan. La or­namentación de escultura es magnífica, sobre lodo. el grupo qué representa el juicio final, y muy bella la de hojas y Oores.

u1 profusión de esculturas hace de esta puerta un museo. Má."i de cuarenta estatuas de Santos~ Vírgenes1

Reyes, Obispos y personajes la decoran en sus pilares, arcadns de las puCrtas y tránsitos de comunicación, sin contar los relieves y muchas figuras secuitdarias.

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Catedral d;t leor ,, ....... , . ~, ,.,, .. - • !sta de la 00,•c "~''" ,. . .... ' " r• ..:,.¡u ., ~.1 ....... ,

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Muy bella es también la por lada de la fachada del Me· diodla. Como la anteríor, consta de tres puertas del mis· mó estilo. 1~1 del centro lleva en el parteluz In estatua de San' li"roilán, que da su nombre a la puerta; a los lados la dccor~n di versas esculturas, entre ellas la Virgen, con el Niño jesios en brazos, y San José, y en el dintel los d<lce Apóstoles, de.dos en dps. En el tímpano la imagen dél Sttl'vador, en(re los cuatro Evangelista·s, y en la arcbi­volla esculturas de Reyes, de músicos y ¡le Angeles. En la parle superior un calado rosetón, sobre el que se al7.11 una gran estatua de San Froilán.

La puerta de la izquierda, que tiene en el centro la fig'ura rcprcscn~otivn de 111 Mnerle, por lo cual se deno· mina asl, tiene desnudos sus lados y su tímpano; la ar· chivoltá y el dintel decóranse con castillos y le~nes. La de la derecho tiene también desnudos s0os lados, pero en el tlnopano llaman la atención notab¡es relieves de In

.muerte y del entierro del justo. En la parte superior apa­rece el cadáver, t~ndido en el lecho, mientras un grupo de Angeles vel• su €terno sueño. En el vértice de In ojiva otro-grupo de Angeles lleva ya el alma del juslo·lncia la mansión gloriosa. -

De menor mérito, aunqu~ muy be.lla ta111bién, es la fachada del Norte. En ella llaman la atención el magní­fico rosetón y la estatua del Papa Martina V. Cubren la portada a deo·echn e izquierd~, velando sus primores, los tejadillos correspondientes a dos c.1pillas. En el centro se destaca la hermosa puerta de Nuestra Seño(a del Dado, de interesante tmdición.

Precioso erecto producen Jos soberbios ábsides de las cinco capillas de la girola, con sus antepechos calados, bellísimos veutanales y ricos adornos en su remate. So­bo·cs.olc el á!Jside de la Capilla Mayor, por cuyos ventana· · les, de colosal altura, cubiertos por vidrieras de colores, penetra a raudales la luz en el. templo.

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Fuera empeno temerario y vano tratar de hacer nqul In d~sori¡xión dd interior del grandioso templo, que re­quiere gran delenimíento y ~mplio espacio. Para dar idea de In impresión subyugadora de admiración y de asom· bro que pi'Oduce en el .visilnnte bas1J1n las ligeras impre· sioncs antes apuntados, ya que no crn otro nucilro ob· jeto. Al penetrar en él, al extender nuestros ojos deslum· brados por las espaciosas y m¡\gicas naves, nos sen limos como sobrecogidos. El olmo del profano se recoge, me· drosn, ante el sobernho espectáculo, incapa7. de comp•·en­der la sublime espiritualidad de la obra maravillosa. Todo es majestad y bdlru; lodo armon la y grada supre· mas. El genio del Arte no pudo concehir mansión mds augusta para rendir culto a la grandeza de Dios.

Poco a poco nos sen limos más duenos de nosotros, y podemos apreciar, sorprendidos aún, las infinitas belle· 7.45 del templo. los muros calados, aéreos, nos maravi­llan con el miln¡¡ro de su equilibrio. los majestuosos pllarés, de sobrio y elegante adorno, apenas nos dan la razón de cómo se mantiene en pie la joya incompamble. luego nos admiran las soberbias vidrieras de colores, reproduder\do escenas rellgios~s y de 1~ Historia Sagra· dn, que son de lo mejor ql1e se produjo en este ramo del arte de la ornamentación, que tan justo renombre alcan­zó en España; los magnlficos sepulcros, entre ellos el del Rey Orctono 11, muchos de los cuales son obras maestras de In escultura; las capillns, con sus notables im:lg<mes; el aliar y el Sagrario de plata, de orden corinlio, de ' la Capilla Mayor; la henn<!Sa urna de plata dncelada, obra maestra del orlcbre leonés Suero de Ar¡¡Oello, de estilo Renacimiento, que guarda los sagrados restos de San Froilán; el bello retablo, de notables pinturas, de la mis­ma Capilla; las rejas repujadas y otros Innúmeros pri­mores de arte, cada uno de los cuales merecerla detalla· da descripción.

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El visitante no debe dejar tampoco de admirar el claustro, cuyas arcadas y bóvedas pertenecen al Henaci­miento; ni de hacer una visita a la Sacristla, donde se guardan nnliguos y ricos ornamentos; así como al archi­vo del templo, en el que se conservan venerables misa­les, viejos códices decorados con preciosas miniaturas, cuyos vivos colores no pudieron hacer palidece•· los si­glos, y otros curiosos y antiguos documentos. Ejemplar nolabilfsimo de esta riqueza archivada es el ramoso Có­dice Pal/mpse~to, joya !Iterarla del siglo v11 d~scubierlo en l 8$7 por el alemán Rodolro Bcc1·.

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IV

m N la noble Catedral leonesa, como en casi lodos los monumentos españoles, renlt1.aron la estulticia y e~ alrc~imien· to, que suelen ser campaneros msepa .. rabies, dolorosos desaguisados, aleando

la venerable fábrica con adtlllmenlos de mal gusto. No hace alin 'muchos af\os, cunnlos vísitaban la. ciud;u.l po­dían ver, con amarga extrañeza, adosadas a una de las paries más bellas de la PulchrfL Leo u/na, burdas edifica­ciones, que co•·taban la graciosa linea ,de los 1\bsidcs y ocultaban muchas de sus exqnisitas bellezas. Algo aná· toga ocurría en el interior del templo, que si sorprende por su ligereza y gracia, maravilla por la riqueza y se· vcro guslo de su ornamcnlaci6n.

Por fortuna, esos aditamentos inveroslmiles van des· apareciendo en el transcurso de los :¡,nos. Alientos de nueva vida se advierten en todas las manilesúLciones de nuestro Arte, tan rico y glorioso en los pasados siglos, iniciándose un verdadero renacimiento, y ellmperio del bu•n gusto se resiAblece. La labor paciente y mcl'ilorin de los arquilcclós Laviña, Madraza y be los Ríos, asl como de los que les sucedieron luego en la dirección de las obras, entre ellos el actual D. Juan C. Torbado, lu~ haciendo desaparecer aquellas ridiculns agregaciones.

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Mas,,por desgracia, esa hermosa obra de rehabilít.,ción y purificación avanzó ni u y. lentamente, a causa de lo cs­Cllso de los medios de que se disponí~.

Como acontect> en otras catedrales españolas, el coro es uno de Jos elementos que perjudican a la grandiosl­dnd del templo, poo· hnllao·se emplazado en el centro de la nave principal, impidiendo que la vista se extienda, libre y gozosa, para ~dmirar· la suntuosa fábrica. En efecto, la hltrnsa é1noción que produce en su parte externa la soberana Catedral con la magniriccnCia de sus fuchad11s. la esbeltez que dan a todo el conjunto la armónica pro­porción de sus elementos y el predominio de la linea vertical, desapa1·ece, por el momento, nl penetrar en la basílica. Cuando creemos deleita;·nos más en la contem· placióu de las dilatadas naves y en la admiración de aquellos diáfanos muros, enriquecidos por las suntuosas vidrieras y que parecen1 según frase feli'l, como montae dos al aire, se nos presenta a morlo de pantallaJ impi· dlendo la visiónJ la opaca masa del coro. ·

La sillerla de éste, de h1ndcra !alinda: es magnifica. - Labráronla los imagineros Copin, Juan de Malinas, fa'

drique, The?dorico y otro~. que hicieron de ·sus ele­mento:; verdaderas obras maestras. Sorpo·ende por el pri­mor de las figuras lalladns, ricas de detalle, y In magnifi· cencia de los adornos. Créese que su construcción se realizaba h.acia el año 1467.

Se divide la sillería en dos tramos, y cad:o uno de éslos en dos gradas. La primera silla del lado del Evangelio es llamada del Rey, y al h)onarca se destina, en electo, y nadie en su •noscotcla la ocupa. f3lcn snbido es que los Soberanos españoles son por tradición, desde hace si­glos, canónigos honorarios de León, como lo son tam­bién de otras Caledrales (1).

(1} T!l ptimer SoberttJU'> de quJen coosta que ocupó su pocslo en el C:OI'O c.ll cllh:y Fcnuuulo l. DcMII! e5m ~~n., Cóld todoJ lo!l11cmarcJI.li

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Primili"amenle estuvo colocada la sillerla de coro en la Capilla Mnyor, ocupando los dos primeros inlcrcolum­nios de cada Indo y dejando libre todo el espacio de tramo a tramo. Era aquél, sin duda, el lugar más ade~ cundo y en el que menos molestia y perjuiclo podltt•oca­sionar su empl:n.aruicnto. Mns, por buscar abrigo mejor a los corales, cien años más larde se pensó en cerrar el coro por la parte del ct·u~cro, construyéndose un tras­coro o antecoro, cuyo proyecto L>·a·t.ó el >naestró mayor de la Catedral, • !laltasar Outiérrez, en 1576, y en cuya ejecución tomaron parle más tarde los notables artistas Juan de Juni y Esteban Jordán. El pl'imero de éstos ofre­ció para la obra un Crucifijo que !rojo de Vallodolid, pero no debió utllir.arse en tal objeto, pues ocaso es el que aparece COII>Cado en la Uamada Capilla dd Cristo de la Cat~dral leonesa, seglan uuto1·izadnmente supone el cultísimo arcipreste, o'. José Oonzoí1er., a·CII}'i\S sabta.s in· ' vesligaciones se deben muchos interesantes datos que contribuyen n acla>'ar y completar la historia de la Put­cltra Leonino.

A este erudito sacerdote se deben' cuñ0$as noticias del artista Esteban Jordán, que desjmés de muertos Berru­gucle y ]u ni, ostentó el cetro de la escultuJ·a hasta Ore­gorio 1-lcrnándet, el célebre artista valisoletano. Con Jordán trabajó muchos años, sin duda por el buen re­cuerdo de su ¡>adre, Isaac Juni, a quien protegió de con­tinuo. N<> lugró IMuc cmul•r las glorias de su proge­nil;r, pero no era un artista vulgar, y lejos de desdeñar le Jordán, lo llevó en su compafila, le recomendó en las contratliS y le proporcionó obras. l t!linclle!it, t:-n n l¡runn11 rc:, .. ti~ld:ulc~, IQ OC\Ij'lllr<lfl lnmbTCn, rc:cllllt-lhlO 111.11 dl!ltrllmelono:\1 <Jue cumo u tales Canónigo$ I<:1S corres pc>ndlan. Rer. mu1da V, el C:uólloo, y li'cllpe l ll tucron IO!I \ll)li ijhfmo~ Reyes a quienes !l(! ) <: 9 dlét'On dlil! rl budOnf!S.

En épocu moderna $(! Mmlnron en la t:flln de coro de l:t C;iledrnl lco• ncli~i . ltt ltclnn bnbcl 11, "u b!Jo Alfonso XII y su nld() Alton.¡¡o XUI, nursrro tHI¡;'U.SlO Sobernno. '

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No se sabe en qué afto falltció Jordán, pero se conoce su tulamento de t597 y un codicilo, en el que fundaba un mayorazgo, de 1598. En su Viaje orllslico asegun1 Ponz que aún vivía en 1604, y ;\1artí acepta la creencia de que muriera en León en 1606, porque la última obra que Jordán contraltl rué el mausoleo del Obispo Our.· mán, de la insigne familia leonesa, para una capill~ del convento de Santo Domingo, cuyos patronos eran los Ouzmanes. Este mausoleo fué terminado por Pedro de Oña, esposo de Isabel Jorddn, hij• de Esteban, si¡¡uiendo los dibujos de su suegro, y aunque Oña descolló más como pintor, era lambién un escultor estimable, y as! lo acredita la eslatua del Obispo Ouzmán, que hoy se ad· mira en San Marcos.

El traScoro de la Catedral de León debió quedar ter­minado mucho nntes, n tnedlndos del afto t577. Cunn<io en Febrero de ese a~o cstnvo Juni en León, siendo rete­nido allí veintitrés dlas, según hizo constar en sn testa­mento, estaba ya terminada buena parte de las figuras, y3 que no todo la obro.

Para colocar el trascoro en su pñmiüvo empla7.a· miento lut preciso doblar a escuadra los t\ltimos ele­mentos de los tramos de la sillcrla, mulil~ndoln en parte, como hoy mismo puede npreciarse, y dejando sin resol· ver la unión de Jos tramos en el ángulo que tuvieron que formar.

Por las diiicullades que los fieles tropc1.aron pnra se­guir las ceremonias del cullo en la debida forma, o tal vez por dar más esplendor a las del Cabildo, se proycc· 16 trasladar el coro al lugar que hoy ocupa, lo cu•l se realizó en el año 1620.

Mucho tiempo antes, acaso cuando se proyectó cons­truir el trascoro, se pensó trasladarle a la nave cenlral, pero este intento supo evltllrlo el gran Rey Felipe 11, se­gún puede verse en el siguiente documento que se con-

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serva en el Archivo nutnidpal de León y por el cual se aprecian el amor que hacia el Arte scntra aquel Monarca tan prcclnro como cnlumniado, su hucn gusto y l!l seve·, ridaél qtie mantuvo para resolver la cuestión, sin que va· lieran pat:a torcer su volunta~ lus inOuencias que se pu· sieron en jut.lgo.

Dice asf el curioso documento:

•Don f'llelipe, por In gracia de dios licy de Caslllln, de león, de apag6h, de las dos sicilias, de hrusalcn, de nabarra, de granada, de TJo, de ·murcia, de jaen, conde de nandcs e del ti rol, ele., a vos el rreberendo yn X¡;o padre obispo de leon del nuestro consejo e deban e cauildo de la y¡:lesia catrbedal de la Ciudad de leon, salud y gracia sepades que a nO$ es fecha rrclacion que bos e ai"'Lmos cnnonlgos dul dho cauildoJ con yntincion de mejorar la dha yglesia calrhedal desa dha cibdad éj fundó el rrey don hordoíio queriades mudar el coro de los canonigos a otra parle y abiadcs fecho algunos en· sacs y mueslra.s para aprobáa como estaría mejor y tray· do ofici~les para que hiziesen las muestras y pruebas de prestado para reformarse e la labor y vna de las mues· tras q nuinu fecho y en que os nbindes rr·esumidd hera de pasar el· cjho coro a la na u e mayor de la dha yglesia, lo cual nc¡ convenfa hacerse y si la dba nabe se alajatia con el coros~ p~rd~rra la buena gracia y ornato q thenia In dha ygle~ia y porque queremós ser infornwdo del,lt>; visto por los de nro consejo fué acordado q debiaós mandar dar esta ñTa carta para nos e la dcha rrazou E nos tubiSinoslo,por bien por Q vos mandamos que ct~n .. tro de quinze dias primeros siguientes después que esta ñra carla os fuese mostrada ynbieys ante los del de nues· tro consejo, rrclncion vet·dadcra de lo que e lo suso dho pasa y la causo y rm~.on porque qucré¡"$ mudar el dho coro a la dha na u e mior ~ q visto se p"bea lo que cou·

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benga y e lo entreta~to q la ynbiays y se bee y probee no hagays ni consintays hazer nobedad alguna ce~ca de lo suso dho y sobrcdho el mudar del dho coro e no la­gndes endeal, doda e 1•• a beyntinueue dfas del mes de ag1• de mili e quis• sesenta años.- (Siguen las firmas del Consejo).-yÓ, domingo de <;avala, cscriuano pe cá­mara de su n1ag11u1 In fize escriuir por su mandado con acuerdo de los de su Consejo•.

Muerto el ilu~lre Rey, cuya gloriosa mcmori11 han re­haliilitado cumplidamente modernos historiadores, y no inleresándole tanto a su hijo y sucesor el que se trasla­dara o no de lugar el coro.de la Catedral leonesa, llegó . ' a realizarse el proyecto en el precitado uno de 1620, em-plazándose en el lugar que hoy ocupa. Con este molivo se hicieron en él, por manos menos hábiles, algunas obras de tosca ejecución, siguiendo el estilo de la época; obras que fácilmente se dircrcncínn1 c01npnrando Jos di .. versos elenwntos del conjunto. la parle poslerior de la slllerfa se defendió con sólidos muros de piedra, coro­nados por tribunas, cuya traza es bastnnlc desproporcio­nada y de matw,sto, y desde luego alejada del carácter

. de la Catedral, como el coro y el trascoro, y más fuera de lugar.

Cerraban la entrada del trascoro dos sencillas boj;ts de madera, movidas por medio de correderas, lapizadas lue¡,'() con lienzo y piuladas al temple, con pintura que prelendla imitar anliguo brocildo de damasco. De igual naturaleza e1 a el montante de medio punto que cubría el hueco sllperlor. J-fasla hace poco liempo, cuantos aman­les del Al'te visitaron la Cntedrnl leonesa, han podido ver esa puerft~, que no era ciertamcn(c lo que correspondía a lugar de tan exquisita belle<.a.

la opaca pon talla ocultaba a la vista lodo el grandioso conjunto del templo, con In sorprendente rccltlud y se-

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veridad de sus líneas, los finos nervios de la acrea bó­veda, la elegancia de detalles de sus esbeltos pilares, el luminoso efecto de su Capilla Mayor, la rica policromla de sus vidrieras sin igu•l. Toda la marovillos.1 joya, creación de ensueño del Arle gótico , desaparcccria, oculla por el trascoro. Sólo mirando a lo alto descubrfa· se unn parte del gallardo coronamiento, iluminado por los rayos de lut policroma que las vidrieras irmdiaban.

Durante mucbos años rué una vana esperan1.a pensar que este grave error se corriglora, como digno remate de la obra de restaurAción <1ue rtalizaron los arlistas laviña, Madrazo y De los Ríos, dignos de grata recor­dación, llevando nue\·amente el coro al presbiterio, con las reformas necesarias para que quedase instalado tal como eMaba en el siglo xv. Mas no lo estimaron asi los llamados a resolver este· sencillo problema de arte, y ncordttron th:ja1·lo en la rormn )1a dcscril:l, seglín con ti· nún nctualmcntc. Ln nnllcstéticn ponlnlln persistió en•&u sitio, afeando la preciada joya y mereciendo la censura de cuantos devotos peregrinos desfilaron por el augusto recinto.

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m EOÚN hemosapuntadoantes,esielamen­lable e¡·ror no es privalivo de la Cate­dral leonesa. Puede seRnlarse en CllSi lo· das las catedrales espailolas, y en algu­nas de ellas más agravado, aunque en

.otras nos ofrezca la grata compensación de un trascoro rico en arre, como ocurr~ eql• de Avila. En todas ellas se espera con-ansiedad un día de redención artística, en el que los coros se trasladen adonde menos estorben, 9 por ló menos se rcfoirncn, de suerte que pueda quedar libre a la contemplación de los devotos el mejor punto de vista de la nave central y del ábside.

Tampoco es privativo de éste ni de ,esotro templo (y no nos referimos ~hora a la Catedral de León, cuyo buen estado df const rvación salta a la vista), el aban· dono que de muchos se ensenorea, por la pereza en acudir o rcmedi~r con cficaci11 lns grietas de sus fábricas, en restauraciones oportunas y hechas sin tacañería. Es un ma l común de casi lodos los-monumentos espal!olcs, en los cuales producen el nbnndono y In indiferencia más dolorosos estragos que el rigor de los siglos. Toda Espa­ña es un rico plantel de joyas arquit_edónicas, eje alto volor pam la Historia y para el Arte. Pero toda Espana es también como iardin ·abandonado, que pueblan glo· riosas ruinas:

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¡Cuán pocos de esos monumentos se conservan e.n perfecto estado! ... En los más se perpetúa la obra des· truclora del abandono. Las restauraciones comenzodas con exiguos medios se hacen ciernas, de tal modo, que muchas veces quedó inutilizado el esfuerxo que se hito para at•jnr la ruina. V recoiTiendo Espa ño en todas dlrec· clones se encuentran numerosos templos, castillos, mo· nasterios y otros artísticos joyeles en plena ruina, espe· rando el (tlllmo soplo de venda"al que ha de derrumbar sus muros.

No es solamente imputable al Eslado y a la.s corpora­ciones oficiales la grave culpa de esa ruina. Ciertamente, no pu~den disponer de los cuantiosos recursos que se necesitan para atender a todo. Culpa es también de los particulares, de los p lderosos, que pudieron y debieron acudir con su auxilio ol remedio de aquellos males, pro­bando prdetlcotnente su piedad y su. amor al Arte. En otros paises son muy !recuentes los casos de grandes potentados, que saben gastar su dinero y lo emplean es· pl~ndidnmcnte t n proteger generosns empresAs de cul· hora, de cnridod y de At te. En nuestra Patria, donde las grandes fortunas no obundan, esos casos son d:$grac.i4· damente roros. V vemns, sin embargo, tanlas ocasiones de fortunas hnportnnlcs perdidas para el provecho de la Patria, ociosas en kstamenlarias eternizadas por los pleitos, mal repartidas y mal entpleadas, porque no hu­bo una voluntnd y unn intcligcncin que dlspnsicrnn rlc ellas con acierto, que se siente tlrorunda. pena al pensar en las desolaciones que con esos tesoros pudieran rcme­dlarse.

Recordamos a este propósito un artículo sustancioso y notable, como toda obra áe su ilus1re autora, la con­desa de Pardo Bazán, pnblicado en La Nació11 de Oucnos Aires. Por lo que llene de lección juslll y prove­chos.,, .no resistimos a la tentación de recoger aquí algu-

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-35-nos pirraros de tsa Crónica dt Espalfa, que merece nuestra gra.titud. La pluma Insigne que dió vida a Misterio, y a tantos obras famosas, escrib<!, justificando nuestros asertos:

•Muchas y, o veces, muy ingeniosas sátiras se han escrito, ·y~ desde el siglo XVIII, •contra la aristocracia es­paftola. Y yo, en varios escritos, en épocas diferentes, he tXllminado el capllulo de cargos y emitid.o siempre el mismo dictamen. No serta justo censurar a una clase por defectos y errores en que las demás no sólo la igualan, sino que la superan. Scftoras ligens de cascos, scftoi'C9 viciosos, no son patrimonio de la aristocracia de sangre, especialmente: En la plutocracia, en la burocra­cía, en todas las esferas abundan ... A una clase a. la mo­teja por lo que hace como tal clase, no por lo que harta igualmente si tol clase no fuese. Y, convencida de ello, he roto una lanza en pro de la aristocracia, cuando novelistas y dramaturgos la ponlart .de boja de perejil y hacian consistir su decadencia en que una marquesa anduviese a picos pardos, o su marido, porque Dios no le dió meollo, fuese tonto de caerse. De la quemante sátira dd padre Coloma, en olgún respecto recargada de color, lo más justo es el hacer resaltar el indiferentismo de los nobles -hacia los timbres y tradiciones de su lina­je. ~le aquí, en electo, su pecado mortal.

·A cien leguas de mf In lde~ de IJUC un noble, con' ri­dículo empaque y emulando al marqués de Caravaca1 va)'a por abl jactándose de sus blasones y dcsdcftando a quien no pueda cruzarse d.e Santiago. Al contrario, es natural en los grandes aristócratas ser sencillos, llanos y hasta los he conocido humildes. Pero el más campe­chano no deb<! perder un momento la contimtia de su clase, en el sentido de 1~ deberes que impone. Como toda superioridad, la sangre 2zul obliga a infinitas cosas ...

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·Esta C{)nvic6ón de las obligaciones ani!Xas a la no­bleza falla • muchos de la generación presente, y. es el mós grave dM1o, pu<'S convcndrfn que de ella estuviese embebida, en conjunto, para hacer frente a la impulsión que tiende a ni velarlo lodo, con bajo niv~l.

• Lo mns luneslo paro si misma que puede h~cer la aristocracia, como clasc,.e~ lo que viene hnciendo: dejar caer en ruinas sus mansion~ históricas, lirar por la ventana los recuerdos del posado, como raf~ de loto, que produce el olvido. El alejamiento dc'los nobles de In ca­rrera militar es extraño; lo es la pasividad de las órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Mont=. mero pre­texlo -hablo en g~nerol, y c•ccpcioncs honrosas l•s conozco bieu de cerca (1)-,· para lucir vistoso unifor­me un día de boda; es inconcebible la indiferencia hacia el solar, y hasta la burla, cuando de él se trata. Yo he otdo, con escnudaliz1uJos oídos, n un mn"'nate, afirmar que cambiarla un castillo histórico por un chalet a 1• moderna, con mucho confort y agua en cada rinconci­llo. Y couozco ~ unn dnmn de nlln ulcumin, que pose­yendo otro castillo, poblado de fantasmas batalladores, sudando gloria por lodas.sus románlicas almenas, lo ha d~do co,mo regalo a un admini~lrndor por no molestar~e,

supon!(o, en ~tastar las pesetas que recln-mnba el sostén de la reliqui& ...

•¿A qué Insistir? Nadie ignora lo que esle cntumecl· miento de la noblcztl espaOoln h11 contribuido, no S<llo n aminorada en representación, como fuerza directiva, sino a malroblr nuestro tesoro artfslico. En castillos y mansiones scftorlales cxlsllnn riquezas que, poco n poco,

U) Col'l f11tta ru6o put"dc &IPdfr 1• ilu!ltrc: «erhora a • • hf)o. doa )111fme Qblt'OIA P11rdo U.1.111\n, •ttanl toft..kl de la Torre de Cela, ,.,. etentcmente Cll~~(lo C<.ln dilftft MllnUCh\ llll\C::baa <:oll /tfltiU y s~ndOYid, hl jl.'l \lul u :mllll,tro !lctlóJ' COiidc r!e1iti.l~1,nu Colln.nte!l. Hl j~.>l'Cll cnhll• U ero S1Miacuhltll fct4, c;:omo ToJuGtarro, a. la eatmparu' i.le Melllla y •• hoy Ull blurro ofit:fal de la Hucnra:

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y ni siquiera para remedio de urgentes y verdaderas ne­cesidnde.l, han Ido enajenando sus poseedores. Oentes muy adineradas se han ·desprendido, sin necesidad, de obras maestras, de objetos de arte de primera línea, que boy honran los nmseos extranjeros y atestiguan nuestra desidia y abandono. A cada momento, en In~ casas de los anlicuarios

1 se han visto preseas q~e nadie ignoraba a

quién habían pertenecido. Al viajar por el interior de España, a cat/a momento se ven cosas asombrosas, que revelan el l•'ío desdén con que miran el pasado, los que quiuí no tengan otro derecho a la consid'eración que ese pasado mismo.

• Por eso siempre que hallo excepciones dignas de to­marse en cuenta, me apresuro a proclamarlas. Cfiando . el marqués de Sanlillana p•nsÓ traer a Madrid las pie· dras elegan!lshnas del castillo de Calahorra, le aplnudl con entusiasmo, Lo mismo hice cuando la duquesa de Villahermosa, aquella Ouaqui tan admirada por su be­lleza e ingenio, eclipsada después ppr cruel enfermedad, donó al Musc-o del Prado un magnlfic9 retrato, obra de Velázqucz ... ,

He aqul cómo la pluma maestra de la •gran escritora presla autoridad y fuerza a nuestras modestas renexio­nes, haciendo patente ·qne los graves daños de esle im· perdo113ble pecado del abandono, del indiferentismo, del egofsmo algu)la ve1., no son solamenfe imputables al Es­tado y n lns corporaciones. Es culpa de todos; es pecado de la ra7.a, que snlre del mal endemíco de la apatía; es obra ,también de la incultqra y de la. ignorancia.

Cierto que hay excepciones honrO~lls de patricios be­nem éritos, y algunos nombres ilustres pudiemn unirse a los que cita la· excelsa a u lora de San Francisco de As/s, .. ¡Pero son lnn pocos los desprcndidcs, entre la enorme masa de los despr<.-ocupndos y de los egolstasl. ..

(\4\"''iüi:> t;J -~ . .

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VI m A C"odo< do """ >o ~"o. '"''M L ~

de encontrar un valedoogtneroso Jl'lra remediar, en la forma que era posible,

· aquel grave dano que al culto del Al'te 1!! _ - se inlerla. Se nos presenta, pues, un caso de excepción honrosa, digno de ser enaltecido. Por eso en nuestra ítltima vislln a la Pulchrn Leonina hemos querido prc•tnr preferente ntcnción n In historia de su coro y trascoro y a la noble iniciativa que ha reparado, en gran parte, aqucl error a que eoérgkarnenle se opu­so, con gran scnUdo del Arte, ej Rey Prudente.

Más que probable, es seguro qnc In modestia del ilus­tre prócer se ba de sentir ofendida al leer estos párrafos. Pero, sintiéndolo mucho, no hemos de renunciar al cum­plimiento de lo <1ue consideramos un deber, haciendo resaltar el hecho cual lo merece. No es ya por esta ini · dativa t:n st, con ser tan valiosa y venir a ravorecer a uno de los más hermosos monumentos de EsiJ'Iña. Es que ejemplos lates pueden contribuir al estimulo de otros amantes . del Arle, moviéndolos a prestar su am paro a olras joyas. V hay· por tierra~ de Espana htnlos monu­mentos abandonadosf tantos tesoros en ruinas, necuila· dos del amparo de los poderosos, que no hacerlo serlao en nuestro sentir, censurable.

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0ran devoto de nuestros monumentos de Arte reli­gioso y entusiasta y rervlente a-dmirador de las glorias patrias, en el verano de-1912 hizo el conde de Cerrageria. a quien aludimos, 'una visita. detenida a la Catedral leo ­neos•. Al encontrarse delante del tf1lscoro, cerra~a la tosca puerta, dolióse nuestro turista, cual antés se con­doliera, concibiendo igual propósito, su madre la excc­lenlisima seliorn doña Antonia Cavanlllcs y l' ederici, condesa viuda de Cerragcria, a quien son debi~os todo bono~ y toda justicia en tan feliz iniciativa (J); dolióse el Conde, decimos, de que la antiestética pantalla impi­diern la libre-contemplación de las magnificencias del templo, y hubo dé preguntar, exponiendo y:a su proyecto, si no seria cosa fácil y hacedera el sustituir las impropias puertas por otras de diáranos lienzos de cristal, que, des­empeñando In misma misión protectora, pdmilicsen ex­tender la vista por el espacio de la nave mágica, cuyas bellezas se conceb(an desde aquel punto, pero no se ad­miraban.

No sin fundamento, supuso el visilantc que para reali· zar tán conveniente obra, que err nada podi~ allerar ele· mento alguno de la noble fábrica, fuera acaso la mayo1· y la única dilicullad la falta de recuroos pecuniarios. V rápido y generoso en sus decisiones, formó el-propósito de hacer a sus expensas Ja reforma, si la idea era aco· gida ~on inter"-• y se daban facilidades para su rMii· zac16n.

Pensado y puesto en obra. El conde de Cerrageria

(1) E!IIB re!l¡)t• lable dam;l , tnn stu1;lnté de la R.,Uglóo y del ¡\.rle eoma su pt'h1IO~énltl), e,. hiJa dd llu.!O\-t'e nt ntli!tulc.o de In Jlf,.torln y de Ciencias Momles y Polític:aa Excmo. Sr. D. AnHmio O n•nni.llcs y Cene l. hb wrl/ulpr y JurliiCOrtiulto , 'lilleeltlo t'retllttl ut•mn"lllc •m !MI¡ y !;obrin:t n.i(CI' del prinlcro de los llclu\n(c::()il é$p:tñole!l. d e.Xim(•> II:U~(l t'IIOU!. vtthmchno y pnti'IOtllll:'l .,llrll~ ''"\onloj o11ol Cnvnoiii \111, JII't) • fuor y dirc~tor del j Qrñin 1$ol<inic" Je está Co1'1C, m~tsli'O de- l~c.>· jn11 Clemamo y d• l .u (~n!lel,, s1nll•cfp1110 pi'Cdllccto.' on cuyo¡, ili'AlW~ murió tn Mnt.ll'ld en Mn_yl> de 1.\!().i.

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avistóse inmediatamente con el Deán de la Catedral y el arquitecto director de las obras, y luego con el sei'lor Obispo y el Cabildo. Modestamente, ocultando su nom· bre, expuso el simpático viajero•su proyecto y pudo tener la viva satisfacción de verlo aprobado y aceptado con gratitud. No fueron rnenesler más esUmulos ni acicates que los de la propia volunlad y el deseo de hacer un bien, sirviendo á los intereses del Arte, para que la obra tan senci11nmente iniciada, con h\nta espontáneidad orre· cid a, fuera puesta en ·ejecución.

Tal fué la génesis de esla singular reforma quo hoy admiran y ensalzan cuantos visitan la venerable Colcdral de León.

Cuando se encuentran al paso casos ejemplares como éste, de nobles que tan bien saben cumplir sus deberes y hnccr honor 11 sus limbr.es, es justo sacarlos n relucir con elogio, como decí~ la condesa de Pardo Bazán en el. artículo de que Sé ha hecho mérito, mucho más cuando se trata de persona que en toda ocasión ha sobido con· tribuir a cuanto envuelve un sentido patriótico. Y tio ya por el caso en sf, según antes hemos apuntado, aunque bl~n lo merezca, sino porqu~ el ejemplo· cunda y sirva de estímulo a pr<\cercs y ricachones.

Al elogiar este rasgo de desprendimiento y de buen gusto, agrQgaba la ilustre autora de San Francisco de A.<ls:

•Nótese que este donaffvo, hecho a un templo, es tanto. devoción como estética. He llegado a creer qu~ nada más necesario que el culto de In b~lleza. El pasado, la tr&dición, son estética pura, idenlismo encarnado en lo real. Si en todas las clases sociales la estética J>Udiera .constituir un elemento de engrandecimiento y hasta de moralidad bien entendida, doblemente en la arislocraci:~.

Ln ohra wagneriana, tan sublime, es aristocrática esen· cialmente:

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ColotJud do Ltron - Vhs1.1 <lo ~o:,l l$1 1() da lt1 nMo t OIIIIIll, ti 11tJYÓS do lil nt:e·~a pur111 rll)l IIMCOIO

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•No sólo las clases; las naciones se engra.ndecen con la estética: ·

•El amor de lo bello ¡• la veneración al pasado, son dos enormes fuerzas, sobre todo en pa,ses que nutren su raign1nbre prolnnd•l en las ""PRS sccutnres. Norte·Am~· rica hace perlectamenle en elevar a las .rtubcs sus rasca· cielos; nosotros tenemos que cultivar nuestras catedrales, que son nuestra 11istoria, lo m4s espirllual de cuanto concibió y ejecliló Ja raza• .

. . . Es curioso recordar que este feliz pensamiento de sus-

. tltuir la puerta de madera con una verja de hierro que permitiera a los fieles prescncinr }' oir los religiosos cul· tos, había sido ya expuesto en lejauos tiempos, nada me· nos qne en 1577. El erudito s~cer\lote D. José Oonzález ha exhuma~!~ en lnlercs~~tc artfculo un acta del Cablido coledrnl, en la que se dice lo siguiente:

· •Este dicho dia-24 de julio de 1577-los dichos se­ñores Deán e Cabildo, abiendo tratado de los inconve­nycntes que ay de que la pucrtn priucillal del Coro esté abierta en quanto se celebren los olficios divinos, por el concurso· de la gente que allí. se llega y entra. por el Coro, y otros inconvenyentes, ordenaron y mnntlaron que el ScMr administrador haga hoccr una media r«jn vnja de hierro e de madera y se ponga en la dicha puerta princi· pal del Coro y que ~la aya de estar siempre cerrada en qunnto se C<!lcbraren Jos oificlos divinos, de suerte que las personas que estubieren de la parle de afuera en la nave mayor puedan oyr los dichos officios.divinos y ver el altar mayor por enclnla de la dichn media reja, y que ésta ninguna persona particulnr dd Cabildo In pueda abrir ni mandar abrir por su propia autoridad, so pena

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de perder qualro dfas de descuenlo de ración mayor, las enRies les sea11 Irremisibles•.

El inleresante documento copiado hace ver cómo ·los piadosos leoneses de otros tiempos, tan amanles del Arte y tan asiduos al cullo de la Catedral, no c!)nSentran que se cenase por completo todo el trascoro, aunque los canónigos estuvieran algo desabrigados, •atajando• la bella nave, según la frase del Rey Felipe 11.

Pero In lelil Idea no prosperó, o al menos por mucho tiempo. El arco del trascoro quedó, al cabo, cerrado por com'plelo, primero con unas ordinarias puertas de ma· dera pintada, de p~mo guslo, y luego con las forradas de tela y pintados al temple que con tan justo desagrado hemos v¡sto cuan los gozamos de la.s bellelas arlístie~s de la urbe leonesa.

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VIl

ON~ISTIA la reformn indicada en susti­tuir por completo el cierre.del arco del trascoro por medio de unas puertAs de grandes lienzos de cristal, cncei-rados en armadura de hierro, forrada ésta de

metal cincelado, que fuera ligero marco, a fin de dejar diáfano el mnyor espacio posible, siendo el montante del medio punto de cristal también, pero fijo. Las dos hojas sedan de corredera, por exigirlo as! las condiciones del Juga•· de su emplazamiento. Pa\1\ proteger las puertas se construiría tina verja o balaustrada de bronce repujado y cincelado, en cuya composición se evocase el recuer­do de Jos Reyes y Obispos más ilustres en la historia de la Catedml, afindiéndose escudos y atributos, y todo ello sujeto, nalur.almente1 ·al carácter del trascoro, siguiendo el flori~o estilo del siglo xv•, pero acomodado a las ten­dencias y procedimientos de nuc.stm é¡>ocn.

El notable a;qnileclo D. Manuel de Cárdenas, direc­tor entonces deías obras de la Catedral, fué encargado de hacer el proyecto, y de cómo descmpefió su cometido hnbln docucnlemenle la ndmlrnble obra re:tlizndn. Arlis!• de buen guslo y habilísimo dibnjañlc, el Sr. Cárdenns, tan bien reputado en León, hizo un proyecto de sencilla

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elegancia y de gran belleza, que mueció la aprob.tción y el elogio de lodos .

Pudo surgir entonces la única dificultad .posible para la buena ejecución de la obra: la de elegir artl6ce que Interpretase con acierto y ~nllzara con arte el proyeelo concebido. Pero tal dificultad no ¡¡odia exislir, en reali­dad, en país como el nuestro, que fué siempre patrill de grandes maeslros y de gloriosas ·tradiciones en las artes de In rejcrla y la orfcbrerla, y en el que, a pesar del In­dustrialismo moderno, existen artistas de talento y de amplio espirito que pueden emular las glorias de otra ~poca. El conde de Cerragerla no vaciló en la elec­ción, y desde el primer momenlo pensó en encomendar la obra a un gran artista de nuestro tiempo, creador ma­ravilloso, que en el espacio de pocos años ha logrado alcanzar honrosa lnmn, emulando las brillnnles trndlelo­nes de la época de los Aries, los Villalpandos y los Ar­gQellos. Este ilustre maesi ro, que es a la ve2 un virtuoso sacerdole, es ya conocido de todos en Espana y muy es­timado en el extranjero; SK nombre se pronuncia con respeto por cuantos admiraron sus obras. En la historia de la orfebrerla espaftola el presbllero D. l'~lix Oranda y Buylla ocupar.i un lugar merecido al lado de Juan de Arfe, aunque los separen, en el liempo, tan larga dis­tancia.

Todos los aficionados nl Arle conocon ya el mágico laboratorio en qne el Pado·c Oronda idea y ejecula sus concepciones. Sus •Talleres de Arle•, situados frente al Hipódromo madríleno, son un pcquefio mundo nrUs­tico, en el que hay mucho que admirar y 11ay que e19-giar también una organb:ación mode!o. Una visita al ·Cbalel de las Rosas• brinda a los esp!ritus delicados unas horas de dcleíle y de csludio.

Desde que se entra en el jardln, poblado de rosas, so­licitan la atención gratas notas de arte. Diseminadas en

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las breves calles o surgiendo de algún macizo, se os apa· recen bellas esculturas ciAslcas, perfectamente reprodu­cidos, y en el centro un recuento del gmn aragonés don Francisco de Ooya: la fuente que perteneció a la lamosa quinta del insigne pintor, vecina del Manzanares. Sobre el janlht abre el estudio del nrlista, precedido de elegante pórtico, de gusto clásico. Ya en el interior, comienza a admirar el visitante primores de arte, y a sentir gratas emociones que luego se repiten en la llndfsinta capil¡a, en los salones de exposidón y en todos los talleres.

La organizadón de <Ste centro artlstieo, que el Padre O randa dirige con un celo y una Inteligencia superiores a todo encomio, es vasta, pero, en apariencia, sencilla. Allf se labora todo lo que es Arte, porque el Padre Granda es pintor y escultor y forjador, y, sobre lodo, un cincelador maravilloso. Una legión de intc(igcnlcs obre· ros se reparte por los diversos lnllcrt:s, y en un lado re· pujan la plata y cii)Celan en el otro; aquf se hacen los va: ciados; m~s alli se construyen allarts y relablo~. y clt esotro Indo se tallan primorosM imAgenes en madero. Y por lodas partes van su rgiendo anlc la vista modelos pro· ycctados en bellísimos )' orlginaks dibujos, otros a m~ dio concluir, muchos ya lerminmdos, sorprenditndo por la sutileza de Sll fac:lun ..

En· los salones de cxpQSición se admiran mu~has ex· qulsilas obr:ts de nrte. l.a 111~5 imporl.11n1c de ellas es la aoberbitl Custodia mnlldadn construir ¡¡or la Atlornch\n Nocturna y costeada con limosna$, en dinero o en joyas, de In devoci3n de loda Es()Jifin. Es una pie-La de arte 110· \abillsima, que tiene un valor lntrfuseco de setenta mil duros, ya que no es posible valorar las nobles filigranas que en su ejecución se derrocharon. En la misma eslan· cia os sorpr<nde una colección numerosa de pequcnas Cuslodins, de viriles, de ctlliccs, lodo ello magistralmente trabajado y avalorado con ricos simbolismos. En otro

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salón son las magnificas bandejas de plala rep1Jjada, las primoros11s arquelas l¡nj)ad~~ al &!'sto antiguo, pero con dibujos orij¡¡ ,;nles, y olros ci;n dive~s objclos 'qioe prc~ gonau el talento de quien, con sumo acierto, dirige todo aquel pequeno mundo artístico.

El maestro ·o. Enrique de Leguino, cJ·estimado barÓn de la Vega de Hoz, tan competente autoridad en materia artlslica, ha trazado una bella seJ¡!blanza del P. Granda en la revista Arte Espnnot, órgano de la benemérita Socicda.d de Amigos del Arte, que preside su Alteza Real hr Infanta Doña Isabel, inteligenle gustadora de cuanto significa belleza ártlsllca; Sociedad a la que se deben onu­ellas loables iniciairvas (1).

De dicha scmblan7.a queremos rep.roducir algunos pá· rrafos, que hablan: de cómo el maeslro trabaja:

•Cu•ndo. se admira - dice Lcguin• - cl fruto de su labor consL1nte, ,cuando se le oye expresar con l1>do el ·fuego de una honda pasión Jo que ha l)echo, Jo que hace y lo que se propone hacer, su entusiasmo y el cálido ardor de sus frases se, trAnsmiten al más indiferente y le dejan 'persuadido de que nuestros maravilllósos orfebres del siglo xvo, los que completaban y perfeccionaban Jos modelos del ~enaclmícnlo italiano con tal riqueu de ornameiolación, con tal vigor de factura, con lal armonía de lineas, que llegaron a constituir yn estilo especial y propio, tienen en el Padre Granda un lervienle 'admi· rador.

fueron los artislas de aquel ciclo feliz lodo a un licm·

(1) I!Je.mpl~ 1n,m.norabfes de esm lnkl n.tlv>~¡ 50n lA~ mngnUlea$ l.!.x.• po11ldonu ct:Je1lrrtd:•!l ll!'a 71lndl'ill por 1:1 $<1c:Tcrl11d t{e Arníij'QS dlil A1•1e: lfl de andgub Ce!'d.tnlcl! c:.ljp!'lftOiá, ltl. del J.lut'11ll! t$p!l l'lo1 •le IOii &lg'l()s ""' y !11:-vu , lll de Phnur1111 c.!i¡,tu1o1BII de In J)r llnl.!l'll lllllad •Jcl ~jg fo XIX }' ha do Bord•ldes y c.ueajc:,;, Uh!mart1e.nl~:- hn JUcreeiJo hi. lldtnlraclón )'el npl.-uso dt todos ht de: ln ~Un!ntura-f('lntto en E!!¡,;• fin, que, Aptll'tl! l ~!llcsoro.!l l'c:Unldos en clLII., ~r:t un modelo de tartc y buen guno pOrl$u it):rtahldón.

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po: escullores, arquitectos, dibujantes, orfebres; y todo puesto en práctica para producir cada una de sus obras, que con semejante reunión de eficaces y poderosos ele· mentos, resultaban rr.od(;los acabados.

El Padre Granda, como aquellos insignes predeceso• res, cunntln se le encarga un lrobajo Importante, dedica a él lodo$ sus 'pensamientos. Comienza por discnrl'ir y determinar cuál debe ser el simbolismo de la obro, si e m. pre dentro del fundawental propósito de infiltrar en ella el esplrilu que informó el Arte religioso de los siglos pa· sados; escudriña la Historia Sagrada, a fin de que cada vaso sagrado, en su conjunlo, en sus relieves, basta en su linea, recuerde un acto de la vida de Jesucristo, una frase de los Santos Padres, un dogma de la Iglesia; aspira, en ~urna, a que los objetos del culto sean apropia· dos a su significación verdadera, para propagar el cono· cimiento de los misterios de la Religión, vulgarizando provechosamente su interpretación.

Sabido es que la Iglesia, desde IPs primeros tiempos, utllizó ampliamente el simbolismo; eosa natural, pues en lo compkjo de sus dogmas <><isttn muchas ideas SU·

bllmes, pero de tal modo abstractas, que sólo puede,. representarse por medio de stmbolos.

Ttazado el plnn, el Padre O randa forma el diseno no definitivo, pues constantemente le modifica con impulso febril que le agita y sobresnlla, hasta que consigue ror· mnr un proyecto que le satisface.

Llegado el momenlo de comenzar el trabajo, convoca a los obreros de sus magnlfieos Talleres de Arte y les transmite su pensamiento, oye las observaciones que le sugieren, modifica a v..:es su primitivo apunle, hasta que todos, compendntdos eon la idea fundamental de la obra, ponen manos a la labor con el mismo entusias· moque su sabio director siente y les Infunde.

Asf, los Talleres de Arte son reflejo de aquellos dd

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siglo xv1, en los que tmbajnban los Arfes, Becerril, Vi­llalpando, Ruiz, los Lc:onis y tantos otros, reinando en ellos la misma homogeneidad de asP,iraclones, la cons­tante tendencia a la perfección y el provechoao ambiente que producen las sublimes manifestaciones del genio.

Pero si bien el Padre Granda se apoya en la tradición, puede dccir.;e que su arte es nuevo, pues aunque sea el mismo el gérmen· creador, In inmutable esencia del Cris­tianismo, no reproduce los·s!mbolos, ni los estilos, ni los modelos en copla servil y amanerada, sino que acomoda otros elementos, altera y varia t!neu siguiendo su inspi· rnción, y pretende ser en nuestros tiempos lo que fueron aquellos que coml!nzarorta declararse independientes de la tradición clásica y ncertaron a crl'llr estilos nacionales, modi!icando profundamente los praclicados hli.Sta enlon· ces en otras nacíones. •

As! trabaja y as! es, en ereclo, esle maeslro, que si ad­mira como arlisL1, encanta 001no persona. Es un hombre sencillo)' llano, de gran modestia y de unn atractiva si m· palía. Un genuino asturiano, alto y fuerte, de !accione• lostados y enérgicas, y pelo encrespado, ncgrlsimo. Cuando os hablA os prc>duce la impresión de un niño grande, senciltote y bueno. Cuando os mira véis brillar en sus ojos penetrantes todo el fulgor de vida que arde en su otrebro de creador. Y este artista genial, este gran maestro, n quien supondrán viejo maduro los que no le conoetn y oyeron con~r de su !ama, es un hombre íoven, que no h• llegado aún a los treinta y ci nco anos ... 1 Lo's mnncs sagrados de Benvenuto lo guarden para glo· rla del Arte religioso ... !

... Encomendada a tal selior del Arte la obra de la puerta

proyectada plra la Caiedral de León, bien puede supo-

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nerse que el mayor acierto, la inspiración y la dellcade· za presidieron a su ejecución. Asf fué, en electo, y nadie más felizmente putlo1ntcrpretar 111 generosa idea. Es una obra maestra, así por la severa elegancia dcl conjunto como po~ el primor del detalle.

CompónenRc ltts puerl!ts, segt\u se ha indicado, de dos hojas de crisl:!l, dos m•gnific:IS lunas, que por medio de correderas se deslizan a uno y otro lado, de$apar<ciendo tras los murcos del trascoro, merced a un carril bn~ado en el p;¡vimenlo y a una cornisa que limita el cuadro. En la parle superior, cubre el medio punto del arco o tra luna, de carácter fijo. La armadura de esta~ puertas es de bronce dorado, sencltla, ligera, con el fin de quitar toda la posible opacidad a nquel espacio; un fino cincelado la r<ctibre. El efeclo, a cícrla dlstoncia, pór la ligereza de 1• armadura, es el de que lodo cl .,g¡ncio quéda libre, cubierto por la diMann tuno.

PHra protegrr lá puerta· se ha colocado en la parte 'In· ferior una balaustrada o verja, de bronce sobredorado lnmiJfén, que sil ve como de elc¡;ftnte y rico zócalo o la vidriera. Tiene una altura aproximada de metro y medio, por unos cinco de anchuro. Se compone de dos puertas girntorins que abren hacia lucra, girando sobre polenles ejes empoJrados en In lfcrt'8, un lunto separadas de las jambas del arco; de esta manera se ha e\'ilado hábil meo­le que los muros del trucoro puedan sufrir el m4.1 llge· ro desperfcclo.

Esta ve;ja, como puede suponerse, es la pieza capital de la obro, y debemos aftadir que es verdaderornenlc magistral. Su composición es de u u buen Rusio irrepro· chable y dé nn acierto compfelo, porque responde per­fedamente al eslilo del trascoro, considerado por algu· nos como obra maestra de su época, aunque desentone del cartcltr general del templo. Se ha conseguido, pues, una armonía perfecta para el conjunto, que era uno de '

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los puntos a resolver. En cuanto a la ejecución es de un primor exquisito, hasta en los mds nimios detalles, como son gotnes y cerrtdun.s. El artista ha cuidado escrupu­losnmente de que en todo se admire la misma finura de acabamiento.

Cada una de las puertas está compuesta por' siete elo­ganlfslmos balaustres, que semejan por su forma astas de lan~ns o banderas. Tres de ellos se diferencian de los otros cuatro, con los que van alternados, por los ador­nos del centro, que a primera vista parecen, en aquellos, pequen os escudos. En ol centro, al cc.rrar la verja, se des­taca, como formando el broche, una graciosa y artística columnilla, más gruesa que los balaustres, eon capitel y baM que sobresalon de la llne,o general ,de In batrtustrada. A los extremos, otras dos cotumnillas semejantes, a aque­lla, prestan su protección a los ejes sobre los cuales giran las puortas.

El basamento, dividido en dos cuerpos, un poco sa­liente el infeJior, es de gran sobriedad. Decóralo única­mente una linda y sencilla grec., que corre a lo largo, mnrcnndo 'ta divisoria de los dos cuerpos.

Del armónico y notable conjunto descuellan, por su prolija y esmerada labor, las tres elegantu columnlllas y los primorosos balaustres. l!n la parte inferior llevan un precioso adorno de hojas de ncanto y otras, cinceladas con gran primor; en la parte aUn un adorno más sulil y ligero. En el centro resaltan con gran vigor, en cada 'una de las piems, dos figuras de hombres atormentados, en· lazados con cadenas. L2s diferentes actitudes de las figu­ras, que son distintas, aunque forman un conjunto ar. m<lnico; In expl'eRión de los rostros, In rlquezn de deta­lles de los torsos, los brazos y las piernas, todo habla con gran elocuencia del talento singular del artistl y del esmero con que fué labrada In soberbia obra, hasta en sus m~s leves delalli:.s.

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Cierra la balaustnda en la parte alta una elegantísima •cornisa, adornada inleriormente con bello dibujo de figu. ras, acantos y otras hojas, y en cuya parte superior re· salla en caracteres de bajorrelieve la siguiente inscrip·

·ción, tomada de los Salmos e Inspirada por el generoso donante de la obra:

•Aitólllte portas, Prlnclpes, ves/ras, et elevámini, porlll! eterna/es ... - Diligil Domlnus portas S Ion super omnla tabtrnacula jacob.• Ps. 23 y 86.

en la parte superior de la columnilla que guarda el eje de la puerta derecha, se advierte, 6jándose mucho, una casi imperceptible graba, que nos dice a expensas de qu~ desprendido amante de las artes se costeó la obra. Lo imperceptible de la inscripción háblanos tambi~n. con el debido elogio, de la modestia de aquél.

Magn!Oco coronamiento de la hermosa verja son tr~ bellos grupas colOCAdos sobre la cornisa. En el centro ap11rccen el escudo de la Catedral, enlre las figuras del glorioso Obispo San froilán y del Rey Oidofto 11, y el escudo del aclual virtuoso prelado, doclor don )osé Al· varel Miranda; un sabio nrrncipe de la Iglesia, que adora en su Catedral, como lo demuestra el cariño con que acogió esta reforma. A un extremo, el escudo de la cludad de León, que aprisionR cutre sus garra.s un león, levantado sobre sus palas traseras, y que guarda San .Maree! o. Aliado opuesto, el escudo del conde de Cerra­gerfa, igualmente protegido por otro león y con 1.1 figura de San Isidoro al lado.

L11s esculktras de los tres Santos y del Rey Ordono, asf como las figuras de los leones, esMn admlrnbletnente tra!tldas, con un vigor extraordinario en sus lineas y ru· gos. Todo en la ejecución es un primor constante, que acredita la habllidad suprema del cincel maestro.

Esta noL1bllfsima obra, Jan elegante y sobria en el conj\mto de su composición, tan rica en sus adornos,

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tan exquisita rn la labor de lns figuras, de expresión vi­gorosa, baslarla para hacer la ejecutoria de un artista.

De est~ modo sencillo y admirabl•, por el noble im· pulso y la generosidad de un prócer nm:tnte del Arte, se hA resuelto el problema de abrir el trascoro <le la Cate­dral leonesa, para qu< cuantos penetren en el sagrado recinto puL-<inn admirar desde aquel punto In soheranR belleza de 1~ nave central y pre>enciar los cultos de la Capilla Mayor. El electo que se ha logrado, después de colocada la admirable puerta, rs scncillnmenle sorpren· dente.

Desde que se entra en el hermoso templo por el so­berbio pórtico de Nuestra Senora de la Blanca, se con­templa a través de los diáfano' cristales, todo el conjun­to de 111 nnve n~rea. PM las policrornndas vidrieras pe­netran raudales de lu< coloreada, inundando el mágico recinto, y desde el fondo del templo pued~n conte~nplar· se sin dilicultad lodos los primores de las graciosas bó· vedas, las ricas tallas de la sillería de coro, la majestuo· sa serenidad de los pilares, con sus elegantes capiteles; toda la sobe111na bellt•tn de <'SIC insigne monumento re· ligioso, que <n medio de la claridad melancólica, entre penumbras de misterio, parece que se engrandece y su· bllrn~, haciendo sentir más hondo, mrts en la cnlmna, los fervores de la piedad cristiana .

... La innugurnción d< la nueva puerta dellrascoro cons·

tituyó, como puede suponerse en un pueblo tan religioso como el. de L<ón, una gran fiesta. El Cabildo Cated111l dispuso para solemnizar el acto adecuadns ceremonias, a las que asistieron las autoridades y corporaciones leone­sas, las damas de la sociedad y todAs las personalidades distinguidas, formando brillanlc conjunto. Pero la nota

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popular y jubilosa dióla la imponente mosa de público que llenó el bien amado templo.

Por entre In gente entusiumad• rocorríó las naves, iluminadas brillantemente, una procesión, que presidió el respetable prelado, Doctor Don )osé Alvarez Miranda, revestido de pontlfic~l . Al llegar ni ,trascoro dctíavose la comitiva y el Obispo dió su hcndición a la puer!Ja. Co­rrieronse entonces las hojas de cristal, que quedaron ocultas tras los mua os; abrlose la verja, y, franco el paso, alravcJ6 la procesión bAjo el arco, dirigiéndose solemne· mente ala Capilla Mayor.

Dljose luego una Misa, en la que ofició el Prelado, asistido por dos CAnónigos; y el docto Magistral, Don Ootloaldo Velasco, pronunció un elocuente sermón, en· tonando un himno a las gloriosas catedrales espailolas, y consagrando un merecido homenaje de gratitud al con· <le de Cerrageria, y de admiración al artisla Padi;Ó Oran­da. La religiosa ceremonia terminó con un solemne Te Deum en acción de gracias.

Cunntos asistieron a la plad<m fiesta hubieron de aso· ciarse mentalmente al homenaje del digno Magistnl, en· salumdo al generoso donanle, y enall~iendo al artista que tan adanirablenaenle supo Interpretar su pensa· miento.

El neverendo Prelado y ellluslrfsimo Deán en nom· bre propio y del Cabildo Catedral, dirigieron con moti· vo de este acto al conde de Cel·rage¡·in- que por ano. deslia no había querido concurrir a él- un expresivo · despacho, testimoniándole su agradednliento.

El conde de .Cemgerla, que se encontraba en San· tiago de Compostela 110r aquellos dlas, asistiendo a los solemnes cultos en honor del Apóstol, como caballero de la Orden militar que lleva su nombre, contestó en los término. d~bidos de In rn~$ profunda gratitud y viva simpatia, haciendo fervientes votos por la pr<osperidad y

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¡¡rande:r.a de león y por la gloria de la sin par Pu/chra· Leonina. -

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El pueblo leon~, tan piadoso y amante de sus tradl· clones, no olvidari nunca, seguramente, tSlc noble rasgo . de piedad y amor al Arte. los pueblo~ suben !amblen ser agradecidos. Mucho más deben serlo cuando se trata de peMnas que hacen el bien pOr el bien mismo, con la conciencia limpia de toda sombra de egolsmo.

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