Catequesis Año Teresiano 2.pdf

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 CUANDO NOS RESULTA DIFÍCIL REZAR S EGUND C  TEQUESIS EN EL ÑO DE S  N T T ERES DE J ESÚS  Terminaba mi primera catequesis, en este año jubilar de Santa Teresa, diciendo: “dos pasos, pues, para iniciar, o reiniciar, un camino de perfección para el encuentro con Dios: evitar el pecado, no sólo el pecado mortal, sino incluso el pecado venial consentido y deliberado, y practicar diariamente un tiempo de oración, leyendo la palabra de Dios, meditándola y hablándole de nuestra vida a nuestro Señor  Jesucristo”. Pero, al igual como le ocurrió a la Santa, puede ser que también a nosotros nos resulte difícil rezar y vayamos abandonando la oración. Y esto es fatal, puesto que la oración es el criterio por el que puede medirse nuestra vida espiritual. En el libro de su Vida nos describe las dificultades que tuvo para poder rezar durante mucho tiempo, a pesar de que se esforzaba por hacerlo bien 1 : “Muchas veces, algunos años, tenía más en cuenta con desear se acabase la hora que tenía que estar y escuchar cuando daba el reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que recogerme a tener oración”. Santa Teresa nos da tras tres causas que le hicieron difícil avanzar por el camino del encuentro con Dios y que pueden ser también para nosotros las razones que nos hacen difícil rezar: la incapacidad de sujetar la imaginación, la incoherencia entre la oración y nuestra vida y un ambiente comunitario que no favorece la oración. No es infrecuente que, cuando estamos rezando, nuestra imaginación se distraiga y perdamos el rec ogimiento con que habíamos comenzado. Su conse jo para vencer esta dificultad es doble: por una parte no dejar por ello de rezar, ya que aunque las distracciones hagan penosa la oración, no la impiden del todo. Y, en segundo lugar, buscar la ayuda de un libro piadoso, especialmente la Sagrada Escritura. Nos dice en el libro de su Vida: “Jamás osaba comenzar a tener oración sin un libro…Con este remedio -que era como una compañía y escudo en que había de recibir los golpes de 1  Sobre lo que sigue, véase Maximiliano Herráiz García, La oración historia de amistad , Editorial de Espiritualidad, Madrid 2003, p. 20-32.

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  • CUANDO NOS RESULTA DIFCIL REZAR

    SEGUNDA CATEQUESIS EN EL AO DE SANTA TERESA DE JESS

    Terminaba mi primera catequesis, en este ao jubilar de Santa Teresa, diciendo: dos

    pasos, pues, para iniciar, o reiniciar, un camino de perfeccin para el encuentro con

    Dios: evitar el pecado, no slo el pecado mortal, sino incluso el pecado venial

    consentido y deliberado, y practicar diariamente un tiempo de oracin, leyendo la

    palabra de Dios, meditndola y hablndole de nuestra vida a nuestro Seor

    Jesucristo. Pero, al igual como le ocurri a la Santa, puede ser que tambin a

    nosotros nos resulte difcil rezar y vayamos abandonando la oracin. Y esto es fatal,

    puesto que la oracin es el criterio por el que puede medirse nuestra vida espiritual.

    En el libro de su Vida nos describe las dificultades que tuvo para poder rezar durante

    mucho tiempo, a pesar de que se esforzaba por hacerlo bien1: Muchas veces,

    algunos aos, tena ms en cuenta con desear se acabase la hora que tena que estar

    y escuchar cuando daba el reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no s

    qu penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que

    recogerme a tener oracin.

    Santa Teresa nos da tras tres causas que le hicieron difcil avanzar por el camino del

    encuentro con Dios y que pueden ser tambin para nosotros las razones que nos

    hacen difcil rezar: la incapacidad de sujetar la imaginacin, la incoherencia entre la

    oracin y nuestra vida y un ambiente comunitario que no favorece la oracin.

    No es infrecuente que, cuando estamos rezando, nuestra imaginacin se distraiga y

    perdamos el recogimiento con que habamos comenzado. Su consejo para vencer

    esta dificultad es doble: por una parte no dejar por ello de rezar, ya que aunque las

    distracciones hagan penosa la oracin, no la impiden del todo. Y, en segundo lugar,

    buscar la ayuda de un libro piadoso, especialmente la Sagrada Escritura. Nos dice en

    el libro de su Vida: Jams osaba comenzar a tener oracin sin un libroCon este

    remedio -que era como una compaa y escudo en que haba de recibir los golpes de

    1 Sobre lo que sigue, vase Maximiliano Herriz Garca, La oracin historia de amistad, Editorial de Espiritualidad, Madrid 2003, p. 20-32.

  • los muchos pensamientos- andaba consoladaY muchas veces, abriendo el libro, no

    era menester ms; otras lea poco, otras mucho.

    Pero hay otra dificultad mucho ms importante: la incoherencia de la vida. Esta se da

    cuando no se cumplen las exigencias de una entrega total, cuando se est

    conscientemente en la mediocridad de la vida cristiana. Si se acepta consciente y

    voluntariamente el pecado, aunque sea venial, y no se evitan las ocasiones de caer,

    no se puede guardar todo el amor para Dios. Por ello, Teresa, exhortando a sus

    monjas a tener una amistad estrecha con Dios, les deca: As que, hijas, si queris

    que os diga el camino para llegar a contemplacin, practicad las virtudes. La

    reforma de la propia vida es una condicin indispensable para vivir la oracin. En esta

    poca de su vida, aunque sus compaeras la vean rezar y leer, confesar que no viva

    la oracin. Le dedicaba mucho tiempo, pero no era orante, porque quera tratar con

    Dios y con el mundo. En la actualidad, el Papa Francisco nos ha recordado muchas

    veces esta disyuntiva de la vida espiritual, hablando del peligro de la mundanidad

    espiritual, que acecha incluso a personas que han decidido consagrarse a Dios en la

    vida religiosa o en el sacerdocio. Una situacin as no puede sostenerse por mucho

    tiempo. Si la oracin no vence la mediana espiritual en la vida del cristiano, esta vida

    mediocre empieza a minar la oracin, hasta acabar con ella muchas veces.

    Finalmente hay una tercera dificultad para la vida de oracin; dificultad que la

    misma Santa Teresa experiment vivamente en esta etapa de su vida: se trata de un

    ambiente que no la ayud y la falta de un gua o maestro que la acompaase

    exigindole. La vida consagrada en aquellos momentos no brillaba por su santidad y

    tampoco se tena en los conventos un alto nivel de exigencia espiritual. Esta

    dificultad es, quizs, mucho ms acuciante todava en nuestro tiempo, debido a la

    secularizacin ambiente y a los obstculos para el silencio y la interiorizacin, que

    son fruto de una vida totalmente extrovertida hacia lo exterior. Todo ello nos impide

    conseguir la paz interior necesaria para escuchar al Seor y poder hablar de amistad

    con l. Lo mismo cabe decir del abandono del examen de conciencia personal, de la

    prctica de la confesin sacramental y de la ausencia de un director espiritual que

    nos exija y nos ayude en el camino de perfeccin.

    Estas carencias ella trat de corregirlas con su Reforma. Desde su experiencia, pudo

    decir que es gran mal un alma sola entre tantos peligros. Por ello era necesario

  • buscar compaa para defenderme. La oracin no debera ser una aventura

    individual. Comporta siempre una exigencia de apertura a los otros, a la comunidad

    orante. Transportando esta experiencia de la Santa a nuestros das, podramos decir

    que los grupos de oracin, de lectura orante de la palabra de Dios y de adoracin a

    Cristo en la Eucarista en nuestras parroquias y comunidades cristianas se convierten

    as, segn la pedagoga oracional teresiana, en una condicin indispensable para la

    persistencia y la potenciacin de la oracin de cada individuo particular, sobre todo

    en sus comienzos.