Catálogo Factotum Ediciones

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Factotum Ediciones - Argentina

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El día en que su madre le enseñó que “después de diez padrenuestros, viene un avemaría”, el protagonista ve los términos de la ecuación con una transparencia per-fecta, insospechada: "Diez padres apenas equivalen a una madre". "Mucho tiempo después advertí, ya en la es-cuela, que mi madre no sabía rezar".Un padre que enseña a disparar un rifle. Una madre que está enamorada de Charles Aznavour. Un niño que sos-pecha la impostura de la masculinidad en las destrezas postizas de su hermano mayor. Su infancia. Su creci-miento. Su madurez. El protagonista -un enfermero-, que se vacía y completa con decisiones que crecieron a la sombra, en otros tiempos, y que sacuden su presente.Los santos varones es, definitivamente, la recuperación del tiempo, ese día a día que narra con voz inocente para preparar el golpe a los culpables.

Los santos varonesLuciano LutereauFactotum edicionesPáginas 133

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un homenaje, y va en contra de toda lectura coagulada y utilitaria del pasado, de toda clausura de sentido. Del gaucho manso, idealizado, al guacho fugitivo, borracho pendenciero, racista. Asesino. GranGran parte de la riqueza de la obra se encuentra en su ambigüedad moral, que aumenta el patetismo de un folleto que en un principio se pretendía político, una invectiva contra el Ministerio de Guerra, y por suerte superó su proyecto. Lo inestable deviene dinámico. En las postrimerías del Bicentenario, esta reescritura pos-movillera del clásico gauchesco intenta devolverle al libro su fuerza original. Dislocarlo apenas para que vuelva a ser el mismo.

Reducido a instrumento de tortura para bachilleres, souvenir de gringo, o estampita religiosa de sojero exportador, el Martín Fierro se ajusta per-fectamente a la definición de clásico que tiraba Borges: aquel libro del que todos hablan y nadie lee. El principio de su fin estuvo propiciado por Leopoldo Lugones hace cien años, cuando en unas célebres conferen-cias propuso a este gaucho como arquetipo del Ser Nacional, para ale-gría de los criollos patricios que veían su pedigree amenazado por esos tanos patasucia que no paraban de arribar al puerto de Buenos Aires. Por supuesto, la gente lee libros, no seres nacionales, poco a poco el Martín Fierro perdió el entusiasmo popular con que fue recibido en sus primeros años, y su radio de influencia se confinó al sadismo de ciertas profesoras y la exégesis crítica. Hoy en día sólo se invoca su nombre una vez al año para premiar a los popes de la radiotelevisión local. ¿Cómo hacer que un libro valioso vuelva a ser leído? La apuesta del pre-sente volumen es simple: bardearlo. El poeta argentino Leonidas Lam-borghini vindicó siempre a lo largo de su obra el poder subversivo de la risa, y encontró en la parodia su procedimiento estético-político por ex-celencia. La Parodia funciona como denuncia de su Modelo: en este caso, esa denuncia no guarda ninguna intención peyorativa. Por el con-trario, estamos en presencia de una denuncia elogiosa, que se pretende

El guacho Martín FierroOscar FariñaFactotum edicionesPáginas 300

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