Cataclismo en los ojos

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Cataclismo en los ojos fue publicado en 1942. Consta de 27 poemas. Es parte de los textos surrealistas fundacionales de Chile, fue escrito y autoeditado en 1942 por el poeta Enrique Gómez-Correa. Reeditado ahora por primera vez por Mandrágora Ediciones, es parte del rescate de la autooculta obra del poeta, reconocido como el más importante surrealista sudamericano. El libro es pieza fundamental de su obra.

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Cataclismo en los ojosEnrique Gómez-Correa, 1942

Registro de Propiedad Intelectual Nº 243.240ISBN: 978-956-9114-16-8

Edición y prefacio al cuidado de Marcelo Mendoza

Diseño y diagramación: ©MandrágoraDiseñaPortada: Vicenta MendozaCollage de portada: Vicenta MendozaDibujo de contraportada: Retrato de Enrique Gómez-Correa por René Magritte, 1953

Primera reedición de la original: julio de 2014

[email protected]

Impreso en Gráfica Lom

©Herederos de Enrique Gómez-Correa

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Cataclismo, violencia, ojo

1En su Manifiesto Dadá de 1918, escribió Tristán Tzara: “Uno cree poder explicar racionalmen-te, mediante el pensamiento, lo que escribe. Pero es muy relativo. El pensamiento es algo muy bonito para la filosofía, pero es relativo. El sicoanálisis es una enfermedad peligrosa, adormece las propensiones antirreales del hombre y sistematiza la burguesía. No hay verdad última. La dialéctica es una máquina divertida que nos conduce de una manera banal a las opiniones que hubiéramos tenido de todas maneras. Odio la objetividad grasa y la armonía, esa ciencia que encuentra que todo está en orden. Sigan, hijos míos, humanidad… Dice la ciencia que somos los servidores de la naturaleza: todo está en orden, hagan el amor y rómpanse la cabeza. Sigan, hijos míos, humanidad, gentiles burgueses y periodistas vírgenes… Estoy contra los sistemas; el más aceptable de los sistemas es no tener principio alguno”.

Tres años antes, en una volcánica provincia del otro lado del mundo llamada Tralca o Talca (lu-gar del trueno en lengua mapuche), nacía Enrique Gómez-Correa, quien ya en su adolescencia liceana perfectamente podría haber firmado esas palabras que conocería tiempo después. El 8 de febrero de 1916, a las seis de la tarde, según relata el artista alsaciano Hans Arp, el poeta ruma-no Tristán Tzara había encontrado la palabra Dadá en el recién inaugurado Cabaret Voltaire de Zurich, en la quietísima Suiza que era territorio libre y neutral, guarida de artistas, intelectuales y revolucionarios que se mantenían a buen recaudo de las balas y cañones de la Primera Guerra Mundial. Era un segundo piso de un teatro a mal traer y su propietario fue el exiliado poeta alemán Hugo Ball. Allí Tzara, junto a sus habituales partidas de ajedrez con un exiliado ruso llamado Vladimir Ilich Uliánov –quien llegó ese mismo febrero a vivir en Zurich y que un par de años más tarde se haría famoso bajo el nombre de Lenin, liderando la Revolución Rusa–, se reunía con una patota de desencajados apátridas como Arp, Ball o su compatriota Marcel Janco en el cabaret generando allí bataholas que años después, en los 60, la nomenclatura estadouni-dense llamaría happening o performances.

Ignoro si los muchachos que inventaron La Mandrágora en su momento estaban plenamente informados del Cabaret Voltaire, pero rememoro ahora a Dadá pues su espíritu rebelde anti establishment, anti guerra e incluso anti arte, parece propio de la pulsión genuina que movió a

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LA BOLSA O LA VIDA

Debemos reconciliarnos un poco con la brumaAquello que estalla furibundo al tocar el cristalAquello que prende una luz en la sangreMientras ella pasa su manoPor el dorso del aguaAquello aquello esparcido en las palabrasAquello que vive para el amor

No comprendería su palabra acariciadoraSu pura palabraAquella que cae deshojada a sus piesLa misma de alcurnia de cometaPara ella que mueve el silencioO la estrella misma vuelta del asilo

Ella tendrá que amarme un poco másPorque yo duermoPor su pensamiento que solamente yo conozco el origenPor la miel que resbala de su dedoLuego que su dedo abre el día

No puede beber la leche de los desventuradosLa leche de una mujer de piel duraQue cerrara los ojos en la nochePara el amor que corta la cabeza a las floresSin piedad.

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Las pestañas se doblan con el peso de sus recuerdosAfuera llueve para ilustrar el paisajePara las mismas nubes que se alejanDe mi lechoO del guante perdido en la espumaDe un ángelEl ángel nacido de su confusiónDe prontoEn la sonrisa mínima de un niño

Las sombras esparcidas de su ausenciaLlegadas para el auxilio de su nombreEn las hojas sueltas de la mañanaPara saber que yo os amoQue yo aun puedo dormir a pesar de su sueñoA pesar del árbol que arde en el cerebro

Mis manos hechas de cenizaPara cegar los jóvenes sonámbulosPara aquellos que nada temen del espacioPara ella que no ha sabido nunca de mi sueñoPara este mismo fuegoQue me conducirá al amor o a la muerte repentina

Yo que he vistoHuir las novias por la ventanaCon las pupilas cargadas de pájaros extrañosYo que he vistoEl viento robar vestidos y azaharesYo devuelvo mi suerte al fantasma sonrienteLa dulce alegría del amor cargado de reflejosQue pasa lento con los ojos perdidos en la nieve.

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LA TELA INVIOLABLE

La buena enemiga bajo este vago temblor En la dulce marea desmontable Yo he pisado una playa desconocida Nos separaba apenas una sombra El fuego no supo que el cielo ya no existía

Pueden esas aguas negras Reflejar la demencia del mago He soñado tantos venenos esta noche Me da lo mismo envenenar un cisne Lo mismo el agua en que flotan mis cabellos Lo mismo una luminaria al fondo de sus ojos

Háblame de paso entre las suaves muchedumbres Qué ala rompió ese planeta tan olvidado Qué escala me separa de tu isla Yo sonreiré para recordarla Tiéndeme tu mano hacia mis ojos invisibles

El pájaro del paraíso ha tocado mi única soledad Qué torre es esa que guarda los años? Acaso ha muerto otro cisne? O la eternidad estalla en la rebelión?

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En la medianoche pasan los caminos ahogándome Las flores no me reconocen Porque vivo sólo para ellas Para esta marea que se escapa de su copa Esta noche de la bella durmiente

Tal vez porque abandonó su tribu Porque sólo el agua ha mantenido sus encantos Y la muerte se desliza Por los balcones submarinos Mientas un labio suave roza nuestras mejillas Yo no tengo ese frío de costumbre En los ojos

Un ruido de cometas hacen las tinieblas.

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Esta edición de Cataclismo en los ojos, de Enrique Gómez-Correa, se terminó de imprimir en los talleres de Gráfica LOM, en julio de 2014, y es parte de la Colección Surrealista

de Mandrágora Ediciones.

La edición original de este poema fue impresa por la imprenta Herrera y Aldana, en Talca, en 1942.

Este libro no habría sido posible sin el apoyo de Walkiria Bravo, viuda de Enrique Gómez-Correa, y Xavier Gómez, su hijo, a quienes se agradece su aporte.

En el interior de este libro se usó la familia tipográfica Palatino para textos y títulos. Y papel hilado blanco de 140

grs. La portada se elaboró con cartulina duplex de 350 grs., reverso blanco,

pintada en color negro. Las terminaciones se hicieron con polilaminado opaco y

empastado hotmelt.

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Convocatoria 2014