Castoriadis 1990 El Mundo Fragmentado P3 Logos

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Castoriadis (1986) El mundo fragmentado. Edición: 1986 Alemania. Frankfort. 1988 Francia. París. 1989 1990 1993 España. Altamira-Nordan. Índice: Primera parte. Koinonia. La época del conformismo generalizado. Reflexiones sobre el racismo. ¿Camino sin salida? Segunda parte. Polis Los intelectuales y la historia Poder, política, autonomía Psicoanálisis y política La revolución ante los teólogos Tercera parte. Logos ¿El fin de la filosofía? Tiempo y creación. ¿El fin de la filosofía? Estamos atravesando un período de crisis prolongada de la cultura occidental. El diagnóstico no se invalida por la simple razón de haberse repetido innúmeras veces -desde Rousseau y los románticos hasta Nietzsche, Spengler, Trotski, Heidegger y demás. En realidad, las vías mismas sobre las que han intentado establecerla la mayoría de estos autores y otros son de por sí síntomas de la crisis y pertenecen a ella. Pertenecen también a la crisis la proclamación - particularmente por Heidegger, mas no solo por él- del "fin de la filosofía", y toda le gama de retóricas deconstructivistas y posmodernas. La filosofía es un elemento central del proyecto greco-occidental de autonomía individual y social; el fin de la filosofía significaría, pues ni más ni menos que el fin de la libertad. La libertad no solo está amenazada por los regímenes totalitarios o

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Castoriadis(1986) El mundo fragmentado.

Edición:1986 Alemania. Frankfort.1988 Francia. París.1989 1990 1993 España. Altamira-Nordan.

Índice:Primera parte. Koinonia.La época del conformismo generalizado.Reflexiones sobre el racismo.¿Camino sin salida?

Segunda parte. PolisLos intelectuales y la historiaPoder, política, autonomíaPsicoanálisis y políticaLa revolución ante los teólogos

Tercera parte. Logos ¿El fin de la filosofía? Tiempo y creación.

¿El fin de la filosofía?

Estamos atravesando un período de crisis prolongada de la cultura occidental. El diagnóstico no se invalida por la simple razón de haberse repetido innúmeras veces -desde Rousseau y los románticos hasta Nietzsche, Spengler, Trotski, Heidegger y demás. En realidad, las vías mismas sobre las que han intentado establecerla la mayoría de estos autores y otros son de por sí síntomas de la crisis y pertenecen a ella.Pertenecen también a la crisis la proclamación -particularmente por Heidegger, mas no solo por él- del "fin de la filosofía", y toda le gama de retóricas deconstructivistas y posmodernas. La filosofía es un elemento central del proyecto greco-occidental de autonomía individual y social; el fin de la filosofía significaría, pues ni más ni menos que el fin de la libertad. La libertad no solo está amenazada por los regímenes totalitarios o autoritarios. Lo está también, de un modo más oculto pero no menos fuerte, por la atrofia del conflicto y la crítica, la expansión de la amnesia y la irrelevancia, la creciente incapacidad para cuestionar el presente y las instituciones existentes, ya sean éstas propiamente políticas o ya bien contengan las concepciones del mundo. En esta crítica, la filosofía siempre ha tenido una parte central, si bien su acción ha sido indirecta la mayor parte del tiempo. Esta acción está desapareciendo, en primer término y fundamentalmente bajo el peso de las tendencias social-históricas contemporáneas, que no discutiré aquí. Pero un efecto de estas tendencias, reforzadas por él a su vez, es la influencia de la adoración heideggeriana y post-heideggeriana de la “realidad” bruta, y las proclamaciones heideggerianas "no tenemos nada por hacer", "no hay nada que hacer". Se percibe fácilmente la combinación de ambas en la glorificación del "pensamiento débil" (pensiero debole), es decir, de un pensamiento tibio y flexible adaptado explícitamente a las sociedades de los medios de (Pág.119) comunicación. La

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"crítica" deconstructivista, que se limita escrupulosamente a la deconstrucción de libros viejos, es de por sí uno de los síntomas de la crisis.La proclamación del "fin de la filosofía" no es nueva por cierto. Su final ya fue enfáticamente decretado por Hegel. Este deriva, tanto en Hegel como en Heidegger, de una filosofía que es, de manera indisoluble, ontología (o "pensamiento del Ser"), filosofía de la historia y filosofía de la historia de la filosofía. No es mi propósito aquí discutir las ontologías de Hegel o de Heidegger por sí mismas. Me limitaré a hacer algunas observaciones que me parecen pertinentes respecto de mi tema.La filosofía implícita de la historia de Heidegger -la historia como Geschick, destino, destinación y don del Ser y por el Ser-, así como la totalidad de sus escritos, hallan su condición necesaria en la ceguera congénita de Heidegger ante la actividad crítica/política de los seres humanos (que se encuentra en la raíz de su adhesión al nazismo y al Führerprinzip). Una ceguera completada por otra, aparentemente también congénita, ante la sexualidad y, de manera más general, ante la psyché. Estamos aquí frente al extraño espectáculo de un filósofo que habla interminablemente de los griegos, y en cuyo pensamiento se constatan huecos en lugar de la polis, el eros y la psyché. Pero una "interpretación" de la filosofía griega que ignora sistemáticamente el hecho de que la filosofía ha nacido en y por la polis, que forma parte del mismo movimiento que ha creado las primeras democracias se ve condenada a una tara incurable. Si, como una vez escribió Heidegger, el griego no es "una" lengua sino la lengua, predestinando por lo tanto a la filosofía, ¿qué hacemos con los espartanos, que hablaban griego -e incluso, mejor que los demás griegos: lakonizein- pero no produjeron ningún filósofo? La misma ceguera conduce a Heidegger a no ver en el período contemporáneo más que el dominio de la técnica y la “ciencia” -en ambos casos, con una aceptación increíblemente ingenua de su supuesta, omnipotencia- y lo vuelve incapaz de percibir la crisis interna del universo tecno-científico y (lo que es todavía más importante) las actividades de los seres humanos dirigidas contra el sistema establecido y las posibilidades contenidas en ellas.Su filosofía de la historia conduce a Heidegger a un método de interpretación de la historia de la filosofía de núcleo hegeliano, por las mismas razones y, de hecho, con los mismos resultados que en la obra de Hegel. Para decirlo brevemente: una verdadera discusión crítica de los filósofos del pasado se encuentra prohibida o se vuelve imposible. De este modo, la democracia filosófica, el ágora intemporal en donde filósofos vivos y muertos se reúnen por encima de los siglos y discuten realmente, se ve abolida. En Hegel, la crítica a los filósofos del pasado no es sino un signo de (Pág.120) que el crítico no comprende qué es la filosofía. Los filósofos del pasado no pueden ser criticados, solo pueden ser sobrepasados. Aufgehoben; debe mostrarse que cada uno de ellos conduce "desde adentro" hacia la filosofía siguiente, y así sucesivamente, hasta el momento en que alcanzamos el Saber absoluto, es decir, el sistema hegeliano. (Evidentemente, Hegel mismo no pudo permanecer fiel a este programa.) Los lazos profundos de esta actitud con el conjunto de la filosofía de Hegel son tan claros como las intratables imposibilidades a las que conduce. El fin de la filosofía no es el humor o la opinión de Hegel, sino la implicación necesaria de su sistema total, que se sostiene o cae con ella.En el fondo, la situación con Heidegger no es diferente. No puede haber una discusión crítica de los filósofos del pasado. Los "pensadores" expresan momentos de la "historia del Ser", el Ser habla por boca de ellos. (Resulta harto evidente que tampoco Heidegger podía permanecer fiel a su programa) Los filósofos del pasado solamente pueden ser interpretados y "deconstruidos" (con total literalidad, el programa anunciado en Sein und Zeit es die Destruktion der Ontologie; "deconstrucción" es un fruto más reciente).

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Esto significa que es preciso mostrar en cada caso: lº) que todos los filósofos pasados participan de la "metafísica", entendida como encubrimiento de la "diferencia ontológica", olvido del Ser, preocupación por el ser de los entes y desatención respecto de la pregunta sobre el sentido del Ser; y que, 2º) a pesar de esto, curiosamente este "olvido" en cierto modo "progresa" (es decir, regresa) con un movimiento hegeloide a través de la historia hacia formas más y más completas, de modo que el completamiento y la culminación de la metafísica, así como el olvido del Ser, ya aparecen con Platón desde un comienzo (incluso tal vez con los presocráticos), pero se encuentran más completas aun con Hegel y -más tarde- con Nietzsche. A lo largo de este camino, los conflictos, las contradicciones, las luchas entre filósofos; se ignoran o se encubren, y el conjunto de la historia de la filosofía aparece como un recorrido lineal que alcanza su resultado predestinado, la clausura de la metafísica y del pensador de esta clausura, Heidegger.Con Hegel, todas las filosofías se reducen a lo mismo, en el sentido en que todas ellas no son sino "momentos" del proceso de la conciencia de sí y del conocimiento de sí del Espíritu -estando condenados todos esos 'momentos" a ser "momentos" del Sistema (hegeliano)-. Con Heidegger, todos los filósofos se reducen a lo mismo. Ellos representan vías diferentes del olvido del Ser, del pensamiento del Ser como presencia, de la confusión entre presencia y lo que cada vez es presente. Entre los post-heideggerianos, esto se convertirá en el círculo infracturable del onto-teo-logo-falocentismo greco-occidental. Felizmente aún no estamos del todo perdidos. Con ayuda del Zeitgeist se hacen más y más perceptibles algunos ruidos relativos a la (Pág.121) posibilidad de, salir de este círculo recurriendo al Antiguo Testamento (no el Nuevo por cierto, contaminado sin remedio por esos malditos griegos). En tanto habíamos llegado casi a convencernos casi de la inexistencia de todo “significado trascendental", nos advierten ahora que Jehová, sus leyes y la ética de los hebreos pueden y deben restaurarse en el lugar de cierto significado (meta-? o post-?) trascendental. De modo que podemos empezar a tener esperanzas en que nos baste con reemplazar la filosofía por la revelación para lograr la salvación.No es nada sorprendente en estas condiciones que, aparte de algunas escasas excepciones, la filosofía se ejerza cada vez menos, y que la mayor parte de lo que circula hoy como filosofía no es más que comentario e interpretación, o mejor dicho, comentario al cuadrado e interpretación al cuadrado. Esto provoca también una distorsión de la historia misma de la filosofía, desmembrada entre un academicismo escolástico falto de espíritu y la irrelevancia deconstructivista.El modo de abordar la historia de la filosofía, es decir, el trabajo de los filósofos importantes del pasado, es, evidentemente, una cuestión inmensa.Deben señalarse aquí algunos puntos cardinales.Un filósofo escribe y publica porque cree que tiene cosas verdaderas e importantes que decir, pero también, porque quiere ser discutido. Ser discutido implica la posibilidad de ser criticado y, eventualmente, refutado.Todos los grandes filósofos del pasado -hasta Kant, Fichte y Schelling incluidos- han discutido, criticado y refutado de manera explícita –o pensaban que refutaban- a sus predecesores. Pensaban acertadamente que pertenecían a un espacio social-histórico público y transtemporal, al ágora transhistórica de la reflexión, y que su crítica pública a los otros filósofos era un factor esencial para el mantenimiento o la ampliación de ese espacio como espacio de libertad en donde no se encuentran autoridades, ni revelación, ni secretarios generales, ni Führer, ni Destino del Ser; espacio en donde se confrontan las diferentes doxae y en donde cada uno tiene el derecho, a su, propio riesgo, de expresar su desacuerdo.

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Por esto es que para un filósofo no puede haber una historia de la filosofía que no sea crítica. La crítica presupone evidentemente el más laborioso y desinteresado de los esfuerzos para comprender la obra criticada. Pero también exige una constante vigilancia respecto de las posibles limitaciones de esa obra, limitaciones que resultan de la clausura casi inevitable de toda obra del pensamiento que acompaña su ruptura con la clausura que la precede. También es por eso que para un filósofo debe haber una historia crítica de la filosofía. Si dicha historia no es crítica, él no es filósofo; sólo es historiador, intérprete o hermeneuta. Y si no ve en ella una historia en el sentido denso y pleno del término, sucumbirá a la ilusión fatal de volver a (Pág.122) empezar todo de nuevo -la ilusión de la tabula rasa—. La filosofía es una actividad reflexiva que se despliega a la vez libremente y bajo las restricciones de su propio pasado. La filosofía no es acumulativa sino profundamente histórica. Se crea visiblemente así una situación circular, que no resulta de ningún "defecto lógico", sino que expresa la esencia misma de la autorreflexión en el horizonte necesariamente total del pensamiento filosófico -o el hecho de que su centro es su periferia, y viceversa. Una historia crítica de la filosofía solo es posible si uno mantiene un punto de vista propio. No obstante, sigue sin ser posible si falta una concepción de qué es la historia - la historia humana, en el sentido más amplio y profundo-y del lugar de la filosofía en esta historia. (Respecto de esto, Hegel y Heidegger, por cierto, son formalmente correctos.) Esto no significa en absoluto que Platón y Aristóteles se "expliquen" y ("refuten") por la existencia de la esclavitud, Descartes y Locke, por el ascenso de la burguesía, y todos los muy conocidos absurdos de esta especie. Por el contrario: significa muy categóricamente que la filosofía pasada (y presente) debe ubicarse en la historia del imaginario humano y de la lucha difícil y multisecular contra la institución heterónoma de la sociedad. Sería igualmente estúpido negar las determinaciones y motivos esencialmente políticos de la filosofía de Platón, su lucha contra la democracia y sus lazos estrechos con el conjunto del pensamiento de Platón, incluida su ontología, como negar que Platón ha re-creado y re-instituido la filosofía por segunda vez, y que, desde esta perspectiva hasta el día de hoy, sigue siendo el mayor filósofo de todos. De modo similar, aunque a un nivel mucho más modesto, seria igualmente estúpido negar los motivos y rasgos profundamente antidemocráticos y reaccionarios del pensamiento de Heidegger ya manifestados en Ser y Tiempo (seis años antes del Discurso del rectorado) y persistentes hasta el fin (en la entrevista postuma de Der Spiegel)— y la íntima relación de éstos con el conjunto de sus concepciones, de la misma manera que negar que Heidegger haya sido uno de los filósofos importantes del siglo XX o afirmar que un filósofo podría hoy día ignorarlo sin más. La aparente paradoja que se implica en este punto en verdad exigiría elucidación, pero ahora no es éste nuestro tema.La filosofía no es acumulativa -como sí podría decirse de la ciencia-, si bien también en este caso las cosas son menos claras de lo que parecen serlo habitualmente. De todos modos, en la práctica uno puede aprender hoy matemáticas o física estudiando los tratados contemporáneos, sin necesidad de recurrir a Newton, Einstein, Arquímedes, Gauss o Cantor. El arte tampoco es acumulativo, si bien de manera diferente. La inmersión en la cultura en la que fue creada una obra de arte dada es casi siempre condición de su "comprensión" (si ésta no debe permanecer exterior). Pero no se sigue de esto (Pág.123)