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    Robert CasteLA GESrnONDE LOS RIESGOS

    Elementos CrticosEDITORLVL ANAGRAMA

    yl rx \ s

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    La gestin de los riesgos

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    Robert Castel

    La gestinde los riesgosDe la anti-psiquiatr a al post-anlis is

    r ^EDITORIAL ANAGRAMABARCELONA

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    Ttulo de la edicin original:La gestin des r isques . De l 'anti-psychiatr ie l 'aprs-psychanalyse Les Edit ions de MinuitPar s , 1981

    Traduccin:Nuria Prez de Lata

    Portada:Julio Vivas

    E D I T O R I A L A N A G R A M A , 1 9 8 4Calle de la Cruz, 44Barcelona - 34ISBN 84-339-1423-5De ps ito Legal: B. 3855 - 1984Printed in SpainDiagrafic, S. A ., C on stitu cio , 19, Barcelona - 14

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    a Franco Basaglicvivo por lo que nos ense: que lautopa, es decir el pensamiento generoso y desinteresado, incide sobrla realidad si se pone en ello suficiente empeo, hasta las ltimas consecuencias.

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    Tanto si es inversa como directamente propoiclonal, de causa a efecto, interhumana, econmica, incestuosa o diplomtica, la relacin, nacidade las carencias del positivismo al que hubieradebido llevar al fracaso, se encuentra actualmente en el seno de todas las reformas tecnocrticas,dotndolas de una carga revolucionaria alimentada desde hace largo tiempo: el seor Lip puede por fin responderle al seor Freud, el saln dela seora Verdurn ha engendrado las comisiones paritarias.Octavilla del Com it d'Action Sant, difundidaen septiembre de 1968

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    P R ESEN TA C I N

    En el transcurso de los diez ltimos aos, un cierto tipo decrtica de la medicina mental, ridicula y esquemticamente etiquetada de antipsiquiatra, ha irrumpido bruscamente en el campointelectual, ha parecido imponerse, y en la actualidad se ha visto,a su vez criticada. Paralelamente, se han desarrollado nuevas formas de anlisis de las instituciones y del poder, a las que, tambin aproximativamente, podemos encasillar bajo el rtulo de problemtica del control social y que parecen igualmente agotarse.Primera cuestin: Cmo se ha trabado esa inesperada conexin entre crticos sectoriales de prcticas a menudo marginales yunos proyectos estratgicos que han marcado el perodo contemporneo? Hace tan slo quince aos, los problemas planteados porla enfermedad mental quedaban circunscritos a un dominio malconocido por el pblico en tanto que motivo de situaciones deexcepcin y tema.de especialistas. Sin embargo, se desencadenaron un conjunto de luchas prcticas y tambin simblicas respectode la rehabilitacin de la locura, a travs de las cuales la utopade una liberacin completa del sujeto se enfrentaba a las limitaciones de la organizacin social consideradas como arbitrarias, irracionales y alienantes. Por qu vas una problemtica profesional, por lo dems prosaica, encontr un imaginario polticosobredeterm inado ?Segunda cuestin: Por qu el resorte que animaba tales in-

    http://tema.de/http://tema.de/
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    tontos se encuentra hoy en da sin fuerzas, cuando no agotado?El decenio que acaba de transcurrir estuvo marcado por la conjuncin del psicologismo y el politicismo En los aos inm ediatamente posteriores a 1968, muchos pensaron que un proyecto deexploracin radical del sujeto se corresponda con una polticaigualmente radical y que no haca ninguna falta elegir entre revolucin social y revolucin personal: la liberacin del sujeto y laliberacin de las masas eran una misma lucha, a decir verdad, lanica lucha verdaderamente revolucionaria.Esta posicin supona una crtica de la vieja poltica como esce-cenario separado con sus profesionales, sus instituciones y sus organizaciones. Frente a las estrategias globales animadas por lasburocracias polticas y sindicales haba que definir, se deca, objetivos limitados basados en la carga de una implicacin personaldirecta. Es lo que en determinado momento se llam las luchassectoriales, que llevaron el enfrentamiento poltico a nuevossectores institucionales hospitales, crceles, instituciones pedaggicas... en donde se denunciaba sobre todo la coercin de lajerarqua incluso all donde la explotacin econmica no se hacaevidente. A este primer desplazamiento pronto le sucedi unsegundo, por proyeccin sobre el sujeto mismo de la estrategia deliberacin: lucha contra las alienaciones cotidianas, las coercionesdifusas, lucha de las minoras sexuales, feminismo... El cuerpo erael ltimo escenario en donde se acorralaba la represin y se hacansalir las huellas del poder.Redefiniendo de este modo la poltica, se olvid quiz preguntarse si no se estaba agotando progresivamente el concepto. Sitodo es poltico, quiz en ltima instancia nada lo sea, salvo unapoltica del sujeto, versin a la moda de las viejas lunas del apo-liticismo psicolgico. En cualquier caso, muchos han experimentado la sensacin de que una vez liberada la subjetividad se encontraban sin referencias: potencial psicolgico que no tiene msobjetivo que su propia cultura, narcisismo colectivo en el que nuevas generaciones de Amiel se acarician perpetuamente la espalda.La imagen est inspirada en Sartre, quien, hace ya tiempo, denunciaba en la vieja introspeccin la tentacin de profundizar8

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    hasta el infinito en uno mismo para atravesar el espejo en el quese pierde la subjetividad a travs de la multiplicidad de sus reflejos. Ciertamente, en la actualidad se trata ms de alcanzar unaplusvala de goce o de eficiencia que una suma de conocimientosde las propias profundidades. Podemos incluso disponer de tcnicas cientficas para conducir los ejercicios y contratar a nuevosprofesionales para dirigirlos. Sin embargo, desde el divn a lastecnologas importadas de Estados Unidos o de la India Ges-talt-terapia, anlisis transaccional, rolfing o yoga hemos inventado algo ms que dispositivos ms refinados para explorary transformar el nico terreno con el que valdra la pena hacerlo,el psiquismo consciente o inconsciente?Exista una necesidad en esta mutacin que introduce a losaspectos ms contemporneos de nuestra modernidad? O bien enun determinado momento el proceso de liberacin derrap? Y,en este caso, cundo, dnde y por qu? Quiz empieza a hacerse posible hoy el dar una cierta inteligibilidad o al menos una nueva legibilidad a este haz de acontecimientos que ltimamente nosha atravesado. Quiz podamos ya tomar una cierta distancia respecto de la representacin que una poca se hace de s mismapara obligarla a desvelar algunos de sus secretos.Para ello intentar jalonar un recorrido que, en una docena deaos, nos conduce de la crtica de la institucin totalitaria a ladel totalitarismo psicolgico. Se trata de aislar las condicionesde una mutacin contempornea de las tcnicas mdico-psicolgicas para terminar con una primera evaluacin de lo que, en elconjunto de nuestra cultura, empieza a ser transformado por lahegemona de lo que yo llamara las tecno-psicologas. Pero semejante tentativa supone un presupuesto: dejar de proyectar sobre elpresente y el porvenir el sistema de representaciones que, en esteterreno, domin los aos setenta.

    Hasta estos ltimos aos la psiquiatra clsica pareca estar apunto de conseguir su aggiornamento, lo cual implicaba tanto unatransformacin profunda de sus condiciones de ejercicio como la

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    con tinuidad de su tradicin secular. Transformacin profundaporque se esforzaba en romper con la vieja solucin segregativapara intervenir directamente en la comunidad. Pero continuidadtambin de su proyecto, porque sus nuevas modalidades de intervencin continuaban apuntando a un objeto especfico, la enfermedad mental, a travs de instituciones especficas, aunque distribuidas sobre todo el tejido social. Conservaba tambin la pretensin de una responsabilizacin total de las poblaciones que asuma: desde la prevencin a los intentos de resocializacin, pasando por la fase propiamente teraputica, renovaba las condicionesde una asistencia constante y continuada que se haba realizado,aunque de una forma fracasada, con el encierro manicomial. Porltimo, la medicina mental moderna conservaba la vocacin deservicio pblico de la psiquiatra clsica. Sus reformadores habandefendido con ahnco esta concepcin de un servicio nacional,impulsado y financiado por la administracin central, y el Estadopareca darles la razn. En Francia la poltica de sector y enEstados Unidos la implantacin de centros de salud mental en lacomunidad (Comm unity Mental Health Centers), una y otra pensadas inicialmente por los profesionales reformadores y luego aceptadas por las administraciones modernistas se convierten en losaos sesenta en la nueva poltica oficial de la salud mental quehay que promover y generalizar.

    Paralelamente, la relacin psicoanaitica continuaba producindose como paradigma de un tipo de prctica completamentediferente, libre de las limitaciones poltico-administrativas en lasque la psiquiatra corra el peligro de atascarse. Pretenda proponer un enfoque sui generis para una exploracin desinteresadade la problemtica del sujeto. Sin lugar a dudas, este ideal de unarelacin que escapaba a las cargas sociales estaba constantementeamenazado por el peligro de verse recuperado por unos intereses profesionales, administrativos, polticos y comerciales. Sin duda, tambin esta representacin se mostraba poco compatible conel papel efectivo que el psicoanlisis haba empezado a jugar desde haca varios aos en la transformacin de las instituciones yde las tcnicas psiquitricas. Pero, para la mayora de sus adeptos,1

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    seguidos en ello por la comunidad intelectual en su mayor parte,estas peripecias no comprometan realmente su destino. Les seguapareciendo posible volver a la pureza del mensaje y al rigor dela tcnica analtica (el famoso retorno a Freud) para reencontrar las condiciones de una aproximacin a la subjetividad incomparable a cualquier intento reparador o manipulador.De este modo, a partir de los aos sesenta, el porvenir parecedominado por la presencia simultnea en el campo mdico-psicolgico de estos dos dispositivos de vocacin hegemnica: una psiquiatra pblica cuya insercin comunitaria va a imponerse progresivamente, permitindole el maridaje con su siglo; un psicoanlisis que representa un modelo insuperable de aproximacin a laproblemtica del sujeto. Porvenir abierto sin lugar a dudas, puesse trata de dispositivos en vas de implantacin y que no han realizado todava ntegramente sus promesas; pero, porvenir sin embargo delimitado a partir de la proyeccin de estas dos lneas defuerza. Es fcilmente demostrable que existi un consenso genera sobre el dom inio de dicho modelo hasta la mitad de los aossetenta tanto entre los que lo practicaban con entusiasmo comoentre los que lo denunciaban. Especialmente el movimiento decrtica de la medicina mental ha visto en la reconversin del dispositivo psiquitrico una de las vas reales de difusin en la comunidad de los controles del Estado; al mismo tiempo, al aceptar lamayora de las veces las pretensiones de extraterritorialidad socialV de neu tralidad poltica del psicoanlisis, ste se ha d ispensad ode la reflexin sobre el desarrollo de nuevas regulaciones que nopasaban ya por el acrecentamiento de la empresa del aparato deEstado.Esta es la coyuntura que hay que considerar en este momento.Un examen ms puntilloso de la transformacin de las prcticasevidenciar un hiato entre lo que se constataba o se denunciaba ylo que definitivamente se difundi bajo la etiqueta de la medicinamental y sus formaciones derivadas. Simplificando mucho, a principios de los aos setenta, se desarrolla sistemticamente una crti-

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    ca de la medicina mental en tanto que reproduce la herencia ma-nicomial y cumple una parte de las tareas del aparato de Estado.Esta fecha, paradjicamente, seala tambin el inicio de unareorganizacin de las prcticas mdico-psicolgicas por la que seliberan de esta complicidad directa y se banalizan en el marcode una amplia gama de intervenciones diversificadas (trabajo social, exmenes periciales, accin sanitaria, gestin de las poblaciones con nivel de riesgo, e incluso terapia para los normales),cuya complejidad de funciones no se pone en evidencia revelandotan slo su carcter coercitivo, segregativo y represivo. Se comprende mejor as que la mayora de las crticas (excepto aquellasque osaron incluso atacar al psicoanlisis, que no por casualidadiueron particularmente mal recibidas) erraran los objetivos msnnovadores del dispositivo que se estaba preparando. Es ms, enlombre de la lucha contra la represin, la crtica de las funcionesms manifiestas de la medicina mental ha funcionado a menudocomo crtica de sus formaciones arcaicas, asegurando la promocin de las nuevas tcnicas y de las nuevas instituciones que ibana traer la modernizacin del sistema.Hoy en da empieza a pensarse como posible que la medicinamental est perdiendo la especifidad que haba conquistado y defendido a travs de una historia secular. Es tambin evidente, o loser cada vez ms, que el psicoanlisis no podr reivindicar porms tiempo la posicin de originalidad absoluta e insuperable enel seno de una batera de nuevas tcnicas psicolgicas a las quel ha servido, en parte, de rampa de lanzamiento.Pero , restablecer estos datos no consiste tan slo en rectificarun poco la historia. Lo que se produce es un verdadero decanta-miento. Bajo los ruidosos debates que ocupaban el primer planodurante una docena de aos, iban tomando posiciones nuevastecnologas. Se dibujaba una mutacin. Hoy sale a la luz del da.Arrastradas por un mismo movimiento de fondo, la psiquiatray el psicoanlisis entran en crisis, su hegemona se descompone,y su aportacin se banaliza en el seno de una nueva configuracin

    que han dejado de dominar.Esta red diversificada de actividades periciales, de evaluacio-12

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    nes, de asignaciones y de distribucin de las poblaciones que representa una nueva forma de gestin de lo social, est todavapor describir. Asistimos a la aparicin de estrategias inditas detratamiento de los problemas sociales a partir de la gestin delas particularidades del individuo. En un extremo de este abanicoencontraremos la administracin autoritaria, an directamente orquestada por el Estado, de poblaciones con nivel de riesgo apartir del establecimiento de un perfil que ordena para ellas lostrmites sociales que se vern obligadas a realizar. Es la gestinde los riesgos sociales. En el otro polo aparecen innovaciones decarcter casi ldico: ejercicios de intensificacin del potencialhumano, tcnicas de desarrollo del capital relacional, produccinde una cultura psicolgica de masas que unos insaciables consumidores ingurgitan como sucedneos de formas de sociabilidadperdidas. Se trata de la gestin de las fragilidades individuales.Habr que demostrar que hay en ello un abanico de posibilidadesarticuladas en funcin de los tipos de poblaciones que tocan y volver a situar como intermediarios y relevos las antiguas posiciones hegemnicas, psiquiatra y psicoanlisis, actualmente destronadas.Veamos el movimiento de este texto. En primer lugar, reconstituir, a partir de la cronologa reciente, esta especie de camino falso en el que se han visto los movimientos de crtica de la medicina mental y del psicoanlisis, imponindose al final de un cicloy apuntando a un conjunto terico-prctico en el momento en queempieza a disolverse. Tomarse el tiempo de desmontar las antiguasrepresentaciones dominantes, demostrando cules eran sus contradicciones internas y porqu no pudieron superar el desafo que lareciente coyuntura les presentaba. Slo entonces, empezar a seguirlas lneas de recomposicin que actan hoy en da en el campopsico-tecnolgico en tres direcciones principales: un retorno reforzado del objetivismo mdico que vuelve a situar a la psiquiatraen el seno de la medicina general; una mutacin de las tecnologaspreventivas que subordina la actividad curativa a una gestin administrativa de las poblaciones con nivel de riesgo; la promocinde un trabajo psicolgico sobre uno mismo, que hace de la movi-

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    lizacin del sujeto la nueva panacea para afrontar los problemasde la vida en sociedad.En resumen, volver sobre una historia cercana, no como unhistoriador sino arriesgndose a constituir el presente como mecanismo de intercambio entre el pasado y el futuro.Esta es, al mismo tiempo, la posibilidad de ajustar la posturacrtica a las nuevas formas de dominacin. Sin lugar a dudas,siempre hay instituciones coercitivas, intervenciones directas y amenudo violentas del poder de Estado. Pero el anlisis de estosmodos de coercin se ha realizado, al menos en principio. Antesque reiterarlo para aplicarlo a las novedades de la situacin actual,hay que empezar a sacar todas las consecuencias del hecho de quela coercin est lejos de co nstituir el nico p roceso, impositivoque mantiene el consenso social, los equilibrios econmicos y lasregulaciones ideolgicas.Existen sectores cada vez ms amplios de la vida social paralos cuales el problema a afrontar es ms bien el de la existencia

    y el uso de una especie de libertad vaca, en el sentido de queno conecta para nada con los procesos de decisin reales de unavida colectiva que no produce ms que proyectos irrisorios. Existentambin nuevas formas de gestin de los riesgos y de las poblaciones con nivel de riesgo en las cuales la conjura del peligro nose hace mediante el enfrentamiento directo o la segregacin brutal,sino por una marginacin de los individuos que pasa por la negacin de su calidad de sujeto y por la destruccin de su historia.A falta de una revaloracin de esta situacin, el desprecio delas abstracciones de la vieja poltica induce una forma sutilde psicologismo por la cual el sujeto se ha convertido en el ltimo objetivo legtimo de un proceso de transformacin completamente banalizado que se jacta todava, no se sabe bien porqu,de las virtudes del progresismo. La desconfianza respecto de lospoderes centrales, de las organizaciones estructuradas, desembocaen la apologa de la sociabilidad convivencial en la que los pro

    blemas de la vida cotidiana se autogestionen en un marco asocia-cionista que hace de los militantes reconvertidos los herederos14

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    de las viejas damas de la beneficencia. Pero no basta con guardarse de las graciosas formas del ejercicio del poder o con refugiarse en las tierras de nadie sociales en las que uno se ve obligado a producir las propias reglas de vida para estar a cubierto delas nuevas tcnicas de instrumentalizacin colectiva. En la actualidad, la revitalizacin de una posicin crtica supone la comprensin del estado de la subjetividad liberada y de la subjetividad reconstruida por las nuevas tecnologas. Cules son losprocesos que han contribuido a su aparicin? Cules son lasnuevas estrategias que las orquestan y que constituyen las modalidades ms especficas de gestin de los hombres que se sitanen las sociedades capitalistas avanzadas?Esta teora est por construir. He aqu, sin embargo, algunosprolegmenos para empezar a construirla. En la versin aqu propuesta, su alcance es limitado, ya que descansa sobre la credibilidad de una demostracin que concierne nicamente a la reestructuracin del campo mdico-psicolgico. Se trata, por una parte,de una eleccin: no soy partidario de las visiones panormicas dela historia que empiezan con la Biblia en el desierto de Judea yacaban en las estepas siberianas con Soljenitszin. Sin embargo, estambin una laguna ya que, partiendo del anlisis de las modificaciones de un dominio restringido de prcticas, slo se puedenevocar de manera alusiva las transformaciones globales de lasestrategias de poder cuyos cambios sectoriales no sirven ms quea ttulo de ejemplo. Por ello propongo, a pesar de todo, algunashiptesis para relacionar este estudio limitado con la evolucinsociopoltica general. En espera de una sistematizacin ms satisfactoria, puede resultar al menos algo urgente el prever culespueden ser las nuevas reglas del juego antes de que los juegosse hayan establecido completamente. Aado que lo que yo reconstruyo aqu es una evolucin tendencial que se ha impuesto progresivamente en estos ltimos aos, a medida que la sociedad francesa se reestructuraba segn un plan neoliberal. Hasta qu puntopuedan afectarla los recientes cambios polticos es cuestin a lat|ue es prematuro responder, pero invita ante todo a intentar ellialance de la situacin ante la cual se ve actualmente.15

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    CAPITULO IMITOS Y REALIDADES DE LA MODERNIZACINP SI Q U I TR I C A

    Aparentemente no hay nada ms espectacular que los cambios acaecidos en la situacin social de la medicina mental en losdoce ltimos aos. En lugar de la casi indiferencia del pblico ydel monopolio exclusivo de los profesionales para plantear lascuestiones legtimas, se han impuesto en un terreno que en otrotiempo estaba casi absolutamente dominado por categoras mdicas, enfoques antropolgicos, histricos, sociolgicos, polticos, poticos. Es por todos aceptado o mejor, en ciertos medios, requerido el hecho de que personas, que por su formacin tcnica notendran nada que decir al respect, mantengan discursos sobrela locura.En general, se atribuye a los acontecimientos del 68 y a sussecuelas responsabilidad de este decantamiento. Pero esto slo esexacto parcialmente, a condicin de que se aada que la fascinacin ejercida por la psiquiatra y el frgil xito de la antipsiquiatra han descansado sobre un cierto nmero de cortocircuitos inesperados, que han sido fuente de otros tantos malentendidos. Enel origen de stos se hallaba el gran desfase que exista entre losnuevos compromisos puestos as en escena y lo que en realidadsuceda (o, mejor, no suceda) tanto en el plano de las prcticascomo en el de las especulaciones propias de los medios psiquitricos propiamente dichos. Dicho de otro modo, la escisin que afect a lo imaginario poltico de la poca no fue una sola a nivel de

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    la organizacin de la profesin. Implicacin: bajo los espectaculares acontecimientos y las mesinicas esperanzas hay que descubrir las lneas de fuerza que han ido lentamente trabajando elcampo mdico-psicolgico para darle su actual configuracin.1. GRAN DEZA S Y SERVIDUMBRES CONTESTA TARIAS

    Contrariamente a una opinin muy extendida entre viejos combatientes que iluminan sus recuerdos sobre un fondo de olvido,en Francia no sucedieron, de hecho, cosas extraordinarias en elcampo de la psiquiatra en torno a mayo del 68, al menos en elsentido de ruptura que con frecuencia se atribuye a los acontecimientos. Algunas ocupaciones de hospitales, algunas contestaciones a las formas ms caciquistas del ejercicio del poder mdico,algunas fraternizaciones incestuosas que por un cierto tiempo, muycorto, cortaron las jerarquas profesionales establecidas, muchasdiscusiones, reuniones, proyectos de cambio medio pensados, medio soados. Lo esencial de dicha actividad, al menos en Pars,se desarroll en el marco de discusiones y comisiones organizadas por los estudiantes de medicina para reformar la organizacinde los estudios y de la profesin. La temtica dominante quedas centrada en la exigencia de modernizar y racionalizar las condiciones de ejercicio de la psiquiatra.' El ms claro efecto de lacrisis del 68 en el medio psiquitrico ha sido la facilitacin de laaceptacin de proyectos de reformas de cariz moderado, consignadas a largo plazo en la literatura psiquitrica.

    1. Los nmeros de L'Information psyquiatrique publicados entre noviembre de 1968 y abril de 1969 abrieron una rbrica El movimiento demayo, documentos mdicos y psiquitricos, que reprodujo algunos de losprincipales textos elaborados en la poca referidos a los proyectos de reorganizacin de la medicina mental.18

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    Lo imaginario de la liberacin

    Es decir que si con ocasin de la crisis de 1968 la psiquiatrarecibi una cierta crtica, sta proceda en lo esencial del exteriory no pudo incidir en el terreno de la prctica ms que posteriormente. El cambio de la percepcin del estatus de la psiquiatradespus del 68 se debe, en efecto, al hecho de que cristaliz eneste campo una doble temtica mucho ms general: el desplazamiento de ciertas luchas polticas y la sobrevaloracin de la problemtica de la subjetividad.Los italianos inventaron la expresin de poltica redefinidapara designar la toma de conciencia de una dimensin polticaque comprende los compromisos profesionales, marcos profesionales en otro tiempo protegidos por la supuesta neutralidad de susfunciones objetivas, e incluso ciertas esferas de la existenciaprivada. Ciertas prcticas se correspondieron con este cambio desensibilidad. Estallaron confrontaciones en lugares en donde laexplotacin econmica o la lucha por la repesentatividad no eran

    evidentes, pero en donde la distribucin de las relaciones sociales,los liderazgos, los saberes y las competencias se pusieron en telade juicio. Fueron bruscamente replanteadas posiciones y jerarquas que parecan basadas en el conocimiento y el mrito.Segn qu categoras? Se hizo evidente que el aparato conceptual de la crtica tradicional de izquierda (en general los cuadros tericos del marxismo en sus indicaciones econmicas y polticas clsicas) estaba mal preparado para llevar adelante este tipode anlisis. Existe un plan de apuestas estratgicas que no es niel del enfrentamiento psicolgico (aunque ste se entremezcla constantemente) ni el de los determinismos sociales y econmicos globales (aunque ciertos intereses de clase puedan subtender las posiciones de los protagonistas). Esta problemtica ha promovidoun tipo de anlisis basado en la investigacin de la distribucinde poderes internos en las instituciones y en la deteccin de laslimitaciones objetivas previas al consenso superficial. Sensibilizacin que haca de la exploracin de los espacios cerrados una espe-19

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    2. Ervng Goffman, Asylums, trad, franc. Asiles,Minuit, 1968. Trad,castellana.Internados,Amorrortu, 1970.2

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    las potencialidades represivas que implica. Una gran parte dela obra de Foucault, as como de su audiencia prctica, provienede esta osmosis entre investigacin terica y compromisos sociales vividos que han hecho de ciertos libros, tal como dice GilesDeleuze de los de Foucault mismo, una especie de cajas de herramientas disponibles para eventuales usuarios.^ ^Por otra parte, basta con enumerar las principales publicaciones, nacidas en la efervescencia de entonces, que empezaron apopularizar dichos anlisis ms all de la estricta intelligentsiauniversitaria: Gardes fous, Psychiatriss en lutte, Cahiers pour lafolie, Champ wcial, Quel corps, Journal de l'AERLIP (Association pour rtiJe et la redaction du Livre Uanc des institutionspsychiatriques), etc.: todas ellas han sido iniciativas de una minora de profesionales afectados bsicamente por la crtica de suoficio, trabajadores sociales, trabajadores de la salud mental, etc.,incluso por antiguos internados de instituciones totalitarias comoel grupo de informacin sobre manicomios (GIA) y el grupo deinformacin sobre crceles (GIP) compuestos sobre todo y respectivamente por antiguos psiquiatrizados y presos.

    Aunque el rendimiento de los anlisis de las instituciones totalitarias en general ha sido bastante elevado en el sentido de quese vean afectadas en su pundonor espiritualista de sociedadliberal, como dira Marx, y parecieron desvelar su cara vergonzosa aquellos que apuntaban ms precisamente hacia la psiquiatra, coyunturalmente se beneficiaron de una plusvala de inters.Lo que efectivamente reprima la psiquiatra era la locura misma,es decir la expresin ms alta y ms romnticamente desdichadade la subjetividad.Hay que relacionar tambin, como dos caras de un mismofenmeno social, el inters suscitado por una crtica de la medicina mental de inspiracin epistemolgica o terica y el xito de2 bis. Conversaciones Giles Deleuze-Michel Foucault, Les intellectuelset le pouvoir, L'Arc, n. 49.

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    la antipsiquiaira inglesa que populariz el tema del viaje de lalocura: la locura es portadora de una especie de verdad misteriosa sobre la existencia constantemente reprimida por la presin social que la degrada convirtindola en enfermedad mental. En lugar de curar al loco con medios coercitivos, hay que ponerse a la escucha y cuanto ms ayudar a sus reencuentros consigo mismo, acompandole a lo largo del recorrido de la locura.En lo que al orden intelectual se refiere, no haba aparentementenada de comn entre esta especie de romanticismo exaltado y laproblemtica ms acadmica de la ruptura con la ideologa mdica.Pero el hecho de que la obra de David Cooper y la de MichelFoucault, por ejemplo, funcionaran de manera intercambiable enel seno de los mismos grupos, dice mucho respecto de lo que sepuede interpretar como eclecticismo pero muestra sobre todo queel objeto de este inters no era ni el anlisis terico de un fenmeno social ni la crtica de un sector particular de la prcticamdica.A partir de este momento es cuando podemos empezar a hablar de antipsiquiatra. La antipsiquiatra como fenmeno socialno ha sido tanto la crtica puntual (terica o prctica) de unaactividad profesional particular, como la sobredeterminacin delsentido de dicha actividad a partir de una temtica antiautoritaria generalizada.La crtica antipsiquitrica ha sido as punto de fijacin privilegiado de un imaginario poltico de la liberacin vivido en lapoca bajo la forma de una sensibilizacin exacerbada ante la represin. La psiquiatra ha representado una figura paradigmticadel ejercicio del p oder, arcaica en su es tructu ra, rgida en SHaplicacin, coercitiva en su objetivo. Ha sido una especie de cristalizacin de las ms difusas formas de rebelin contra la autoridad vividas en la familia y en otras instituciones. La psiquiatra ha funcionado como modelo porque la relacin de imposicinque ella practica implica, al menos en sus formas tradicionales deejercicio, un desnivel absoluto entre el que acta y el que padece.Permita la lectura de la gratuidad y de lo arbitrario que puedecaracterizar todo ejercicio de poder desde el momento en que no

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    se inscribe en una relacin recproca. La locura, pattica y despojada, separada del mundo aunque contenga enormes posibilidades, es la que mejor ejemplifica a contrario el imperialismo brutale impersonal de la razn establecida.Al convertirse de este modo en el principal caballo de batalladel espontaneismo, la antipsiquiatra ganaba una audiencia imprevisible, que habra sido incomprensible si se hubiese contentadocon la crtica de las condiciones de ejercicio de una prctica particular como la mdica. Pero al hacer de su objetivo un modelogeneralizado de poder, dicha crtica se desconectaba, a su vez, dela prctica profesional. Es significativo, por ejemplo, que el mismo trmino antipsiquiatra propuesto por David Cooper para designar una estrategia de ruptura real en el marco de la institucinpsiqu itrica ' haya acabado flotando en las aguas vagas de unacrtica en todas direcciones.En el marco de esta generalizacin, la organizacin concretade la medicina mental se convierte ms en un pretexto que en elobjetivo principal de la antipsiquiatra. Sin llegar a hablar de lamundana derivacin que la ha convertido durante un tiempo entema de moda para ensayistas que padecen del mal de copia, larealidad ha sido que se ha abierto un gran abismo entre un radicalismo crtico cuyas denuncias quedaban con frecuencia al margen de los compromisos de los profesionales y la efectiva reorganizacin de la prctica que paralelamente se elaboraba.Psicoanlisis y tab

    Otro componente del paisaje intelectual de la poca vino aacrecentar la confusin: la pretensin de un cierto psicoanlisis deencarnar la verdad de la crtica poltica de la psiquiatra. Ms adelante (captulos II y IV) volveremos sobre las etapas de la penetracin del psicoanlisis en el medio psiquitrico e intelectual. Sobre3. David Cooper, Psychiatric et anti-psychiatrie, trad. fr. Seuil, 1970.Hay trad, castellana. ''

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    la base de estas implantaciones previas, hacia 1968 se franqueaun umbral cualitativo. El psicoanlisis parece entonces articularen la unidad de una teora rigurosa los dos componentes esencialesdel movimiento, la sobredeterminacin de lo poltico y la sobre-determinacin de lo psicolgico, y los conduce a su punto de incandescencia: politicismo y psicoanlisis.El psicoanlisis o mejor dicho su orientacin lacaniana. En losaos cincuenta, Jacques Lacan haba tenido el acierto, al menos alos ojos de la intelectualidad de izquierdas, de dirigir una vigorosacrtica del psicoanlisis americano, denunciando sus funciones inte-gradoras a travs de su desviacin terica en el sentido de unapsicologa del yo. Posibilitaba as la sntesis psicoanlisis-polticaen la que el Partido comunista haba fracasado en el momento dela guerra fra. En su crtica de la americanizacin, de la que parecaun importante componente la integracin del psicoanlisis a laamerican way of lije, la poltica cultural del Partido comunistafrancs no supo encontrar entonces otro medio que no fuera ladenuncia (obligando a los psicoanalistas del partido a realizarla)del psicoanlisis como elemento de la ideologa dominante, incluso como furriel del imperialismo.'' Este mismo Partido comunistase opona tajantemente a partir de 1968 a un izquierdismo acusado de ser una desviacin pequeoburguesa cuyo signo ms evidente era la importancia de la liberacin individual y el culto a la realizacin personal en detrimento de la lucha de clases. Revolucinproletaria o revolucin personal eran dilema para la izquierda clsica.El xito del lacanismo radic sobre todo en el hecho de quepermita la solucin del dilema. La radicalidad es una e indivisible, es decir, simultneamente poltica y psicolgica. La polticasaca su beneficio: esta problemtica se inscribe en el marco de lacrtica de la vieja poltica abstracta, la de los partidos y lasburocracias sindicales que desarrollan sus programas a costa dela represin de la subjetividad; la nueva poltica asume, en un

    4. Cf., firmado por varios psiquiatras comunistas, Autocritique: lapsychanalyse idologie ractionnaire, Nouvelle critique, 7, junio 1949.24

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    mismo movimiento , las luchas concre tas y e l su je to concre to delas luc ha s. T am bi n la psicologa se benefic ia : la accin po l t icano paga ya e l prec io de la amputac in de las cargas subje t ivas; lal iberac in soc ia l y la l iberac in persona l forman par te de una misma t rayec tor ia y potenc ia l izan sus e fec tos .^La rentabi l idad de es ta postura se ha v is to adems re forzadacon e l re f lu jo de l movimiento . Aunque la revoluc in soc ia l se vearemi t ida a un fu tu ro imprev i s ib le , a l menos se puede con t inua rocupando una pos ic in de rad ica l idad inexpugnab le , man ten iendoel empeo en un t raba jo s in autoconcesiones . La ideologa ps i -coana l t ica ha se rv ido as de es t ruc tura de repl iegue en una ideolog a pol t ica cuando s ta ha consta tado e l f racaso de sus esperanzas . Es un hecho c ie r t amen te conoc ido que l a de r ro ta o l a r ep re s in de un movimiento pol t ico conl leva un repl iegue a la esfe rade lo pr ivado. Pero lo maravi l loso de l ps icoan l is i s es que ha permi t ido pensa r e s t e desp lazamien to , no como un re t roceso o unaderro ta s ino como una radica l izac in que decantaba la posic inpo l t i camen te jus t a en e l mismo momento en que pe rd a sus soportes en la rea l idad . El combate l iberador se perpe tuaba en la ot raescena.^De es te modo, e l mtodo psicoana l t ico en esenc ia es subver .s ivo , puesto que es capaz de hacer es ta l la r todas las comodidades ,todos los confo rmismos . P roporc iona un pun to de v i s t a y unoscri terios capaces de juzgar (y descal if icar) cualquier si tuacin, noslo de orden psicolgico s ino ms en genera l de orden soc ia l ypol t ico , que no es t a la a l tura de sus pre tensiones . Si b ien es ta

    5- Para ser completo, habra que dejar aqu un espacio a la audienciaencontrada por Reich al mismo tiempo y en medios paralelos. Sin embargo,Reich lleg a un pblico a la vez menos intelectualmente sofisticado y conectado con prcticas polticas ms que profesionales. Adems, la mayorsimplicidad (que los psicoanalistas llaman simplismo) del cuerpo terico yde la tcnica reichiana permiti pronto un desplazamiento hacia formas denuevas terapias que anuncian ya el post-psicoanlisis (ver cap. IV).6. Para los ejemplos de poca de esa actitud de poca, ver RobertCastel, Le psychanalysme, 1.' ed., Maspero, 1973. Ediciones posteriores:U G E = 1 0 x 1 8 , 1976, y Flammarion, Champs, 1981. Hay traduccin castellana.

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    posicin domin en un cierto momento el campo intelectual dela extrema izquierda aqu nos limitaremos a desentraar la funcin que tuvo en relacin con la cuestin psiquitrica. Alimentla dicotoma absoluta que opona la mala psiquiatra (por represiva) al buen psicoanlisis (por subversivo). Mantuvo as a unagran parte del medio profesional en la buena conciencia respectode la inocencia poltica de la prctica psicoanaltca, acreditada conlas virtudes de la neutralidad incluso de la subversin, con la nica condicin de que se mantuviera al margen de una integracindirecta al aparato de Estado.Se comprende por ello que haya sido la obra de una psicoanalista, Maud Mannoni, la que ms haya contribuido a la difusinen Francia de los temas de la antipsiquiatra. El argumento central del libro es, sin embargo, frgil. Descansa sobre la oposicinmaniquea entre una posicin psicoanaltca pura y justa y unapsiquiatra cmplice de la administracin para poner en marchauna poltica represiva de la asistencia (el psicoanalista por suparte corre el riesgo de convertirse en superpsiquiatra traidora la causa psicoanaltca a partir del momento en que ingresaen un servicio pblico.' En la obra que sucede a este ensayo, MaudMannoni tiene ya una frmula que resume su problemtica; Esel psicoanlisis el que, llegado el momento, est llamado a plantear un problema poltico.*En el marco de una divisin del trabajo bastante cmoda, le hatocado a la psiquiatra jugar el papel de mal objeto. Su organizacin la haca presa fcil de una reinterpretacin poltica de sufuncin y no haba demasiadas dificultades para relacionarla (tanto su ciencia como el tipo de poder ejercido por el mdicocomo el carcter anacrnico de sus instituciones especiales y lavieja legislacin de 1838 que legitimaba todava su estatuto) conuna funcin administrativo-poltica directamente ligada al poderde Estado y ejecutora de una accin esencialmente coercitiva. En7. Maud Mannoni, L e psychiatre, son fou et la psychandyse, Seuil,

    1970. Hay ttad. castellana.8. Maud Mannoni, Education impossible, Seuil, 1973.26

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    re lac in a una ideologa para la que l iberac in e ra pa labra cla-v e l a ps iqu ia t r a r ep re sen taba e l ch ivo emisario ideal.Fren te a e l l a , e l p s i coan l i s i s acumulaba , apa ren temen te , todoslos rasgos posi t ivos . En e l p lano de l saber , e l ca rc te r a l tamentesofist icado de la teora psicoanal t ica y la sut i l idad de las categorasde su d iscurso cont ras taban con e l anacrnico enfoque de las nosograf as ps iqui t r icas ; en e l p lano ins t i tuc iona l , una prc t ica nueva , en v as de implantac in , l ibre de a rca smos (causa de b loqueosy d isfunc iones) , que obstacul izan la t rad ic in psiqui t r ica . . . y , sobre todo e l ca rc te r pr ivado de las formas ms v is ib les de suejercicio le asegura los benefic ios de la neutral idad pol t ica: lebasta r a con l ibra rse de la ten tac in de colaborar con las administ r ac iones pb l i ca s pa ra pe rpe tua r e t e rnamen te su inocenc ia . Puedeinc luso dec la ra rse subvers ivo puesto que se desarro l la en unat ie r ra de nadie l ibre de res t r icc iones adminis t ra t ivas , pedaggicasy mdicas , y no pers igue o t ro obje t ivo que e l de ayudar a l su je toa descubr i r una verdad sobre s mismo y sobre sus re lac iones conlos dems.

    Esta imagen t iene cada vez menos que ver con e l proceso rea lde d i fusin de l ps icoan l is i s como ms ade lante veremos, pero e lhecho es que ha s ido compar t ida en genera l no s lo por e l mediopsicoana l t ico , s ino tambin por la mayor a de la in te lec tua l idadde izquierdas . Prueba" de e l lo es ese nmero espec ia l de L'idiot international de 1 970 qu e a taca a la ps iq uia t r a m anico m ia l y a lafrmula reformista de l sec tor ( la ps iquia t r a comuni ta r ia ) , peroque se acoge al dob le p a t ronazg o de Fre ud y de l p re s ide n te M ao ,donde e l a for ismo de l pr imero , la h is tor ia de l hombre es la h is tor ia de su represin, se presenta como piedra c lave de la revoluc in cu l tu ra l de l segundo . '

    9. L'ldiot international, 10, sep. 1970.2 7

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    Lmites de la antipquiatr'taEn general, el movimiento de crtica de la medicina mental haparecido imponerse sobre la base de este doble consenso ^la psiquiatra es una forma de represin ligada al aparato de Estado y elpsicoanlisis es cuando menos neutral y con frecuencia est revestido de todo el prestigio de la radicalidad contestataria, y, porotra parte, basado en una inscripcin ms mundana periodstica, literaria, terica... que propiamente profesional. Tales particularidades son reflejo de una cierta limitacin de su audienciasin que ello signifique, sin embargo, que podamos menospreciarsu impacto.La popularizacin de la temtica antipsiquitrica ha derrumbado, en primer lugar, el secreto institucional que constitua la regla secular del funcionamiento de la medicina mental. Era unhecho tradicional para la administracin central, e incluso para lajusticia, el acordar una especie de crdito moral a los responsables de instituciones de un cierto tipo (el problema es prcticamente el mismo en el caso de las crceles) con el fin de que asuman al mximo la gestin de las poblaciones a ellos confiadas, sinque ello impida que se ejerza un derecho de vigilancia sobre suprctica de un modo meramente formal. Por acuerdo tcito, elmdico estaba libre de toda sospecha, actuando del mejor modoposible por el bien indisociable de sus administrados, de la administracin y de la justicia.Esta deontologa del secreto se ha derrumbado. A partir del

    momento en que la eventualidad de la intrusin de una miradacrtica del exterior amenaza con poner en duda la legalidad detales prcticas, stas han tenido que cambiar. Por ejemplo, si elreflejo primero de los psiquiatras haba sido hasta ahora la facilidad de encerrar sistemticamente a los enfermos, la tendenciaactual sera la inversa, la de evitar tener que intervenir autoritariamente en el proceso de internamiento. El temor a ser cogido enfalta por una mirada crtica no es ajeno a dicha evolucin. Eneste sentido, en mayo de 1977 el Sindicato de los psiquiatras dehospitales difunda unas consignas de extrema vigilancia sobre el28

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    respeto a las disposiciones legislativas y reglamentarias, en particular de las referidas al internamiento de los enfermos mentales,apoyndolas en el riesgo que se correra en caso contrario dehacer el juego a los antipsiquiatras de cualquier tendencia.'"En general, en el curso de los diez ltimos aos, la locura hasalido parcialmente de sus ghettos. Los islotes ms arcaicos de laprctica psiquitrica han quedado en su mayora erradicados. Lavida de la mayora de los servicios se ha humanizado y su organizacin se ha acercado a las demandas de una cierta parte de lapoblacin. Cada vez son ms los psiquiatras que dejan de identificarse con el papel tradicional de representantes de un orden indi-sociablemente filosfico, social, moral y mdico.Evidentemente, han pesado sobre esta evolucin transformaciones propias del medio pero tambin lo ha hecho esta presinprocedente del exterior. Una nueva dimensin ha hecho su irrupcin en el medio aseptizado del profesionalismo. El hecho de queel enfermo mental sea un ser humano es una idea a la vez banaly que se enfrenta a casi dos siglos de actitudes segregacionistas,justificados en primer lugar por la experiencia manicomial perotambin ampliamente compartidos por la opinin pblica. Inclusodiscutibles apologas de la locura han contribuido a romper esteencierro hecho tanto de prejuicios como de tapias. Experiencias,algunas aventuradas, que negaban toda diferencia entre tratantesy tratados han hecho ver al menos que la alteridad del enfermono era radical. Ms ampliamente una cierta toma de partido enfavor del enfermo se inscribe, junto a otras tomas de partido porel preso, el indgena, el inmigrado, en una gran empresa que harestallar la unilateralidad de la razn occidental y su sentido burgus de la virtud. La antipsiquiatra ha sido a la vez el sntomay el detonador de una sensibilidad nueva segn la cual las escisiones entre lo positivo y lo negativo, el bien y el mal, la respetabilidad y la indignidad, la razn y la locura no vienen dadasa priori ni son substancialmente irreversibles. Si tales conquistas

    10. Editorial, Bulletin du Syndicat des psychiatres des hpitaux,mayo 1977, p. 3.29

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    pueden mantenerse y profundizarse, para el futuro historiador representarn quiz una de las raras mutaciones positivas debidas anuestra poca ambigua; la restitucin de una dimensin humanaa ciertas categoras de excluidos.La transformacin ms decisiva realizada en estos ltimos diezaos en el campo de la medicina mental ha sido sin duda un ciertoretroceso de lo que se podra llamar el racismo antiloco, unade las formas ms profundamente enraizadas en la negacin de ladiferencia. Aunque su nica contribucin hubiera sido la de estecambio ello bastara para acreditar al movimiento antipsiquitrico, los que en l participaron o a l fueron asimilados no tendrnque lamentar nunca haber puesto en ello su esfuerzo. Y en lamedida en que este tipo de conquistas es siempre frgil, provisional y amenazado, en que amplios sectores de opinin alimentantodava el antiguo rechazo de la locura y en la medida, en fin,en que todos los racismos se dan ocuhamente ia mano en la grancomunin de los excluyentes, valdr todava la pena consagrarlesen el futuro algn esfuerzo.

    Pero sobre el plano de la restructuracin o de la desestructuracin del medio profesional, los resultados se han mostrado msdecepcionantes. La esperanza mantenida en determinado momento de constituir un conjunto coherente de prcticas alternativas libres del monopolio de los tcnicos y apoyadas en formas colectivas y populares de responsabilizacin de los problemas mentales apuntaba demasiado lejos," Los que en su paradgica coherencia apoyaron la ideologa antipsiquitrica se vieron con frecuencia empujados hacia una especie de huida hacia adelante. Muchos abandonaron la profesin, a veces despus de haber intentado experiencias arriesgadas y difciles, pero casi todas efmeras.Otros han retornado a su insatisfaccin y a su mala conciencia.Los profesionales crticos en el ejercicio de su profesin no en-11. Ver Colectivo internacional, Rseau Alternative a la psychia tric,UGE 10x18, 1977.

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    cen t ra ron en e l mov imien to con te s ta t a r io l a s a rmas p rec i sa s quehub ie ran pod ido u t i l i z a r pa ra ayuda r le s a t r ans fo rmar l a s i tuac insobre e l t e r reno .Var ias son las causas de todo e l lo , unas in te rnas , o t ras ex te rnasa l mov imien to . La lucha con t ra e l monopo l io de los p ro fe s iona le ssupona a l ianzas con fuerzas soc ia les ex te r iores . Estas no se encon t ra ron , s in duda porque no sup ie ron busca rse pe ro s in dudatambin porque los pa r t idos po l t i cos y los s ind ica tos no man i fes ta ron en genera l ms que indi fe renc ia respec to a unas posic iones que , t e r i camen te , habr an deb ido insc r ib i r se en e l marco desus re iv ind icac iones soc ia le s y au toges t iona r i a s . E l mov imien tocr t ico no ha sabido tampoco convencer de su capac idad para proponer tcnicas a l te rna t ivas , es dec i r capaces , superando la contestac in abst rac ta de l tecnic ismo de los profes iona les , de proveerlos in s t rumen tos necesa r ios pa ra ac tua r conc re tamen te sobre l a sd imensiones soc ia les y pol t icas de la enfermedad menta l .Sin embargo, ta les l mi tes se deben sobre todo a l hecho deque e l te r reno es taba ya ocupado por o t ros modelos y o t ras tcn icas que se hac a d i f c i l a tacar de f rente . Contra r iamente a lo quesuced i en I t a l i a , po r e j emplo , en donde un v igoroso movimien tocr t ico se opuso a un s is tema psiqui t r ico g loba lmente a rca ico yacab por reducir lo, '^ en Francia los esfuerzos de los profesionales progresis tas se movi l izaron esenc ia lmente para organizar d ispos i t ivos ins t i tuc iona les ms sof is t icados como e l sec tor o las nuevastcnicas en genera l inspi radas en e l ps icoan l is i s . Esto cont r ibuya desacredi ta r por ingenuas o reduc toras las a l te rna t ivas que noenca jaban con las ex igenc ias de l tecnic ismo modernis ta en v as deimplan tac in . E l hecho de que los p ro fe s iona le s , en su mayor a ,

    12. Este movimiento iniciado a principios de los aos sesenta en Gorizia,en torno a Franco Basaglia, permaneci durante mucho tiempo marginal yminoritario. Sin embargo, supo implantarse poco a poco como fuerza socialimportante asocindose a corrientes polticas y sindicales. En 1978, en granmedida gracias a la influencia de este movimiento convertido en PsichiatriaDemocrtica, el Parlamento italiano vot la ley 180 que programa la supresin de los hospitales psiquitricos y prev la integracin de la psiquiatraen una reorganizacin territorial de los servicios sanitarios.

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    permanecieran relativamente alrgicos a la contestacin sociopo-ltica, se debe a que ellos posean su propio programa de reforma.El movimiento de crtica fue rechazado bien hacia accionescalificadas de irresponsables porque no podan revestirse de sabiasracionalizaciones o bien hacia la denuncia de las prcticas msarcaicas y ms arbitrarias de la organizacin oficial: la ley de1838, la violencia de la institucin totahtaria, la arbitrariedad delas clasificaciones psiquitricas, la confluencia de funciones administrativas y mdicas en el ejercicio de la psiquiatra, la tentacinde reducir a enfermedad toda desviacin social, etc.En resumen, cuanto ms radical pretenda ser dicha crtica,ms se limitaba a la contestacin de las formas ms manifiestasde la opresin psiquitrica; cuanto ms poltica se pretenda, msobligada se vea a insistir en la naturaleza directamente polticade su objetivo, a saber las relaciones de la medicina mental conel aparato de Estado; cada vez ms se instalaba, a su vez, en ladenuncia de una represin que se sobreentenda dependiente directamente del poder.Lo que hay que reconsiderar ahora es precisamente esta fijacin de la crtica sobre el modelo de una especie de Estado-Le-viatn, unas veces dirigida al campo de la medicina mental, otrasmanipulndolo bajo mano. Si es cierto que el perodo post-sesen-ta y ocho ha sido marcado sobre todo por un encuentro entreuna crtica de los aspectos ms tradicionales de la organizacinde la medicina mental y la problemtica poltico-moral de las luchas antirrepresivas, se comprende que dicha contestacin hayasido especialmente eficaz contra las caractersticas ms inconfesables de dicha organizacin, las ms vergonzosas en relacin a unproyecto de modernizacin de la profesin misma. En ltima instancia, un espritu cnico podra llegar a pretender que una crticaque se deca radical contribuy a imponer sobre la base de unaaccin militante, es decir bienintencionada, el mismo tipo de realizaciones que hubiera hecho prevalecer la tendencia reformista sobre la base de un trabajo oficialmente reconocido y regularmenteremunerado. En cualquier caso es un hecho que el objetivo se32

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    defini con miras demasiado estrechas respecto del conjunto deprocesos de transformacin que actu en este campo en el cursode los diez ltimos aos. Slo nos queda restituir a los cambiosinternos al medio toda su amplitud y su ritmo propio.2. LA RESISTIBLE ASCENSIN DEL REFO RM ISMO

    Los psiquiatras, por su parte, tienen tambin su propia hagiografa del 68, muy distinta a la de los contestatarios. El 18 deenero de 1969, Henry Ey reciba con estas palabras al ministrode educacin nacional Edgar Faure en el Hospital Psiquitrico deSoissy-sur-Seine: La reunin de hoy marca la liberacin de lapsiquiatra; tiene tan slo un precedente: el del gran mpetuorganizativo de 1945. (...) Ningn campo de la medicina es msfavorable al espritu de revolucin en la universidad, y ha sidousted, seor presidente y gran maestro de la Universidad, el artfice de esta revolucin psiquitrica. '^En fechas todava ms prximas a los de los acontecimientos,Charles Brisset, secretario del sindicato de psiquiatras franceses,escribe: Debemos reconocer que el movimiento estudiantil hapermitido imponer las ideas del Livre blanc con una aceleracinde varios aros. El efecto de "ruptura" conseguido por los estudiantes ha empujado los proyectos de reforma ms all de las perspectivas previsibles hace tan slo un ao. "La reestructuracin de la profesin

    Cul fue el feliz acontecimiento que se produjo en la psiquiatra? La certeza de ver por fin aplicado su propio programa detransformacin, que haba preparado laboriosamente a lo largode veinte aos de esfuerzos y de tanteos y que se encuentra con-13. Henry Ey, citado en Inter-Secteur, 15, 1969, p. 32.14. Charles Bisset, Les vnetnents de Mai et le Livre Blanc, l'Evo-lution psychiatrique, III, sep, 1968, p. 549.

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    signado, desde antes de 1968, en el gran manifiesto del reformis-mo psiquitrico que es Le livre blanc de la psychiatric fran^aise}^Efectivamente, hacia 1968 aparecen una serie de medidas queiban a garantizar el desarrollo de la especialidad sobre bases renovadas.1. De la gran fermen tacin de los espritus (se trata todavade mayo del 68) nace por fin una gran especialidad mdica: laPsiquiatra. ' ' De hecho, el certificado de estudios especiales depsiquiatra se cre el 30 de diciembre de 1968. En apariencia esuna simple peripecia corporativista, pero para los psiquiatras

    se trata del fin de una larga historia conflictiva que marca el xitode una estrategia profesional y funda la psiquiatra como campoterico-prctico autnomo.La separacin con respecto a la neurologa pone por fin trmino a una situacin paradgica. Lo esencial de las prcticas dela medicina mental se desarrollaba en los hospitales psiquitricos,la formacin se produca en la prctica a travs del internado, y lospsiquiatras pblicos eran nombrados en un concurso administrativo que abra una carrera de mdicos-funcionarios. Pero la nicaenseanza oficial de la psiquiatra se dispensaba bajo la etiquetade la neuropsiquiatra en las facultades de medicina (Centros Universitarios Hospitalarios desde 1958) por universitarios alejados dela prctica de los hospitales psiquitricos. El cuerpo de los neu-ropsiquiatras se reproduca por s mismo. Por otra parte, el prestigio de la Universidad los situaba como interlocutores privilegiados en las diversas comisiones en las que se tomaban las decisiones estratgicas para el porvenir de la profesin. Por otra parte,el hecho de que los psiquiatras del cadre" queda ran excluidos de

    15. Livre blanc de la psychiatrie frangahe, t. I, 1965, t. II, 1966, t. III,1967, Privat, Toulouse.16. Henri Ey, La psychiatrie, une grande spcialit medcale, LaPresse medcale, 44, die. 1968, p. 740.17. Cadrees como se llamaba tradiconalmen te al cuerpo de mdicosde los hospitales psiquitricos constituido en el siglo xix para poner enprctica la ley de 1838, cuyo estatuto permaneca prcticamente inalteradohasta, precisamente, 1968.34

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    la ac t iv idad docente a la que se c re an con derecho, les hacasent i rse cada vez ms marginados por unas re formas que se dec i d an s in su pa r t i c ipac in . E l r econoc imien to de l a au tonoma dela ps iquia t r a res tablec a as una c ie r ta par idad . Permi t a una c ie r tapar t ic ipac in de los ps iquia t ras en la enseanza de su espec ia l idad .Les s i tuaba en posic in de in te r locutores v l idos f rente a los pode re s pb l i cos en e l momento de l a s r ee s t ruc tu rac iones de l ap ro fe s in .S in embargo , lo s ps iqu ia t ra s gas ta ron t an tos e s fue rzos pa ra conseguir es ta separac in , que v ie ron en e l lo una apuesta mucho msse r i a que l a mera compe tenc ia en t re dos e s t ra t eg ia s p ro fe s iona le s :la cuest in misma de l es ta tu to de la ps iquia t r a y de su exis tenc iacomo ent idad espec f ica . '* Segn Henry Ey, pr inc ipa l : "beza def i la de l movimiento de re forma, es ta or ig ina l idad de l hecho psi qu i t r i co que e s e l g ran a rgumento de l r e fo rmismo que a todosnos insp i ra " pasa en pr im er lugar po r e l rec on oc im ien to d e laps iqu ia t r a en cuan to d i sc ip l ina au tnoma . Efec t ivamen te , l a ps i quia t r a no exis te s i no exis te la enfermedad menta l (pues laps iqu ia t r a ex i s t e como espec ia l idad md ica ) pe ro como enfe rmedad d i fe rente (pues la ps iquia t r a ex is te como espec ia l idad or ig i na l ) . Es ta cues t in de l a na tu ra leza de l a en fe rmedad men ta l ,cuest in de l obje to y de la ex is tenc ia de la ps iquia t r a , es por o t rapa r t e un comba te de dob le f ren te ya que , como d ice t ambinHenry Ey , la ps iqu ia t r a , pa ra re sponde r a su ob je to , no debepe rece r n i po r exceso de au tonoma n i po r exceso de dependenc ia .^ Veremos que e l pe l igro que amenaza con d i lu i r la ps iquia t r a en una espec ie de cul tura re lac iona l inspi rada por e l ps icoanl i s i s es tan grave como e l de su bana l izac i n mdica , y e l mismoEy tomar conc ienc ia de e l lo pos te r io rmen te . Pe ro , po r ahora , e l18. Sobre la historia y envites del conflicto psiquia tra-neuropsiquiatra,ver Colette Bee, Vers une psychiatrie norma lise, histoire d'une stratgieprofessionnelle, 1945-1970, tesis doctoral del 3. ciclo, Pars, 1977, cicl.19. Henri Ey, prlogo a Charles Brisset, L'avenir d e la psychiatrieen France, Payot, 1972, p. 18.20. Henri Ey, Discours d'ouverture, Livre blanc de la psychiatriefrangaise,op . cit., t. L, p . 3.

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    enemigo principal sigue siendo todava el enemigo tradicional, esdecir la neurologa, que acaba de ser vencido o al menos paralizado en su expansin. El mismo Edgar Faure rubric el tratadoque garantiza la autodeterminacin de la psiquiatra y que puedeservirle de base operacional para el desarrollo de sus potencialidades.Quiz se pueda pensar que era una ingenuidad otorgar tantovalor a un decreto del ministro de educacin nacional. Sin embargo, aunque a los ojos de los psiquiatras se tratara de la cuestinde la vida o de la muerte de la psiquiatra, este reconocimientode su autonoma tena el mismo sentido que una serie de otrasmedidas casi contemporneas que parecan probar que esta granespecialidad mdica estaba imponiendo su hegemona.2. El 3 de enero de 196 8, el Parlam ento haba votado unaley sobre los grandes deficientes, derogando ciertas disposiciones de la ley de 30 de junio de 1838 sobre alienados relativas a lagestin de los bienes y a los derechos civiles de los enfermosmentales. Esta ley de 1838 funcionaba desde haca ms de unsiglo de una manera monoltica segn el principio del todo o nada.Haba correspondido a un estadio del desarrollo de la psiquiatraen el que ser alienado supona tener que ser internado y en el quela actividad teraputica se desarrollaba en su totalidad en un establecimiento manicomial cerrado. La ley haba sido desbordada porla aparicin de nuevas prcticas, como la apertura de servicioslibres en centros hospitalarios donde las admisiones se producenpor demanda al margen de la ley y por el desarrollo de actividadesextrahospitalarias, igualmente sin rgimen especial. Pero la legislacin de 1838 segua siendo el ncleo rgido que frenaba lasposibilidades de expansin de la medicina mental, ya que era sunica cobertura legal basada en un modelo rgidamente discrimi-nativo. Los psiquiatras reformistas pedan con insistencia ya seasu pura y simple supresin ya sea una profunda transformacinque acabara con la tautologa alienado-internado, por una parteruinosa para su prctica y por otra contradictoria con toda la ideologa que quera romper con las tradiciones segregacionistas. Desde

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    1945 defendan un punto de vista nuevo, surgido de los trabajos ms recientes, que acaba con la nocin de internamiento y lasustituye por un sistema de medidas de asistencia infinitamentems ligeras, fomentando considerablemente el carcter mdico dela asistencia psiquitrica y extendiendo ciertas medidas mdico-sociales matizadas a cualquier categora de trastorno mental segnsu repe rcus in social. 'La nueva ley de 1968 da una respuesta parcial a estas reiteradas reivindicaciones. Diferencia entre la tutela judicial y el internamiento. Algunos enfermos pueden pasar a estar bajo tutela judicial, hospitalizados o no, en servicio abierto o en servicio cerrado. A la inversa, un enfermo internado puede conservar la totalidad de sus derechos. Por otra parte, idnticas medidas puedenser vlidas para grandes deficientes no enfermos mentales (bebedores inveterados, prdigos, etc.). La alienacin mental deja de seresta categorizacin masiva a la vez mdica, administrativa y jurdica que anulaba unas por otras todas estas determinaciones y lasresuma en un estatuto de excepcin.Ciertamente, esta reforma de 1968 se limitaba al estatuto delderecho civil del enfermo, al tiempo que la ley de 1838 seguavigente para los dems aspectos de su rgimen. Sin embargo, enese ao 1968, iba a cumplirse casi exactamente un siglo desdeque a finales del Segundo Imperio un diputado llamado Gambettadepositara el primer proyecto de reforma y de liberacin de laley de 1838. Le siguieron otros muchos y ninguno lo consigui.Nada impeda pensar que vencer una resistencia secular constituaya un gran xito y que se trataba de la primera etapa decisivahacia la abolicin de esta arcaica legislacin. (En la actualidad,ciento veinte aos despus de Gambetta y un siglo y medio despus de su promulgacin, la reforma o la derogacin de la ley de1838 sigue estando a la orden del da...)3. El 31 de julio de 196 8 sale a la luz la ley po rtado ra de

    21. Luden Bonnaf, Les journes psychiatriques. Le Mdecin jrangais,39, 1945, p. 11.37

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    la reforma del estatuto de los mdicos de hospitales psiquitricos.Esta medida marca, una vez ms, la culminacin de una largahistoria. Los alienistas haban sido los primeros y durante muchotiempo los nicos mdicos (seguidos por los mdicos de sanatorios, encargados tambin de gestionar en el aislamiento una plagasocial) dotados de un estatuto de funcionarios: nombrados porel ministerio, retribuidos con fondos pblicos, responsables antela administracin. Este estatuto corresponda a las importantesfunciones administrativas e incluso administrativo-polticas reconocidas a los psiquiatras del cadre en la ley de 1838.Sin embargo, el ejercicio de este poder administrativo marcaba a los psiquiatras con un estigma cada vez ms difcil de asumira medida que reivindicaban el carcter esencialmente mdico desu prctica. En la polmica con los neurlogos y ciertos reformadores que quieren reconciliar la psiquiatra con las condiciones deejercicio de la prctica en los hospitales ordinarios, se ven regularmente acusados de prolongar as la tradicin asistencialista de lafilantropa en detrimento de la funcin tratante que, por otraparte, debe ser la nica justificacin de una psiquiatra moderna.Parece ser que, contrariamente a lo sucedido en el caso deotras reformas, de entrada no hubo unanimidad sobre este puntoen el cadre. Por razones que ms adelante veremos, ste seguamuy arraigado a la tradicin asistencialista. Pero la ley Debrde 1958,^ que haba dejado de lado a la psiquiatra, amenazabacon marginar seriamente a la medicina mental si sta no se integraba en la organizacin administrativa global de la medicina. Elconjunto de la profesin se adhiere a la posicin expresada en lasconclusiones del Livre blanc: La armonizacin de las estructurasadministrativas de los hospitales psiquitricos con las de los hospitales generales, la equiparacin del estatuto de los mdicos dehospitales psiquitricos con el de los mdicos con dedicacin plena22. La ley Debr establece el estatuto de pleno tiempo para los mdicos de hospitales as como la indisociabilidad de la prctica hospitalaria de

    la enseanza y de la investigacin en centros hospitalarios universitarios(CHU).38

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    en los hospitales generales, van en el mismo sentido progresivohacia la integracin de la psiquiatra en la medicina. ^Al mismo tiempo, los hospitales psiquitricos dejan de ser establecimientos departamentales situados bajo la autoridad directade la administracin pblica para convertirse en autnomos comolos dems hospitales. La nueva ley introduce tambin una jerarqua en el cadre, estableciendo dos concursos-oposicin, el assista-nat para entrar en el escalafn y el psychiatricat para ser mdico-jefe de servicio.Era quiz ir demasiado lejos en el sentido de integracin dentrode la medicina. El nuevo estatuto de los psiquiatras va a ser elcaballo de Troya que har posible el deslizamiento de la psiquiatra hacia su banalizacin mdica (captulo II), En el nterin, talasimilacin es tentadora: valoriza considerablemente una profesin cuyas condiciones financieras de ejercicio son escandalosamente peores que las de cualquier otra especialidad mdica. Y,sobre todo, el nuevo estatuto pareca capaz de promover una aplicacin acelerada de la poltica de sector. Efectivamente, la ley prevea que slo seran considerados de premier groupe aquellospsiqu iatras cuyo servicio fuera sectorizado. Poderos^ motivacinpara ponerse a sectorizar.IJn nuevo dispositivo institucional

    El sector se haba convertido en el caballo de batalla de lospsiquiatras reformadores. Habr que reflexionar sobre la complejalgica que lo haba ido constituyendo en la nica alternativa capazde garantizar, a los ojos de los profesionales, la especificidad dela medicina mental y de asegurarle a su vez los medios para sumoderno desarrollo. Pero la poltica de sector como frmula dereorganizacin del conjunto de la psiquiatra se haba oficializadoa travs de una circular ministerial de 1960. Prevea la divisindel pas entero en unidades territoriales correspondientes a una23. Conclusions, Livre Ma ne, op. cit., t. II I mocin 11 , p. 153.

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    poblacin de unos setenta mil habitantes, y destinaba a cada una deestas zonas un equipo psiquitrico plurivalente dotado de una amplia gama de instituciones diversas, desde el hospital psiquitricoa las estructuras ms mviles.Por otra parte, tal decisin haba sido el resultado de una felizcoyuntura, aunque, en opinin de muchos, prematura respecto dela evolucin de las prcticas e incluso de los espritus de la mayora silenciosa de profesionales. Era producto de la alianza entreel ncleo ms progresista de los psiquiatras que trabajaba en estesentido desde la Liberation y algunos administradores ilustradosdel Bureau des maladies mentales del ministerio de salud pblica. Se trataba quiz tambin de dar una cierta compensacina un grupo de mdicos marginados por la ley Debr de 1958.^^En cualquier caso, la decisin haba permanecido durante largotiempo en lo formal y, aparte de algunas experiencias-piloto comola del 13' Arrondissement de Pars, la organizacin de la psiquiatra segua siendo hospitalaria en lo esencial.Sin embargo, a los ojos de sus promotores, el sector representaba la realizacin de la especificidad de la psiquiatra. Este supone unas estructuras horizontales, integradas en el tejido social,cuyo funcionamiento democrtico (tanto en el interior del equipocomo en el tipo de relacin que mantiene con los usuarios) seopone a las estructuras verticales o piramidales de una jerarquamdica rgida y centralizada ^' como la que funciona en los hospitales ordinarios.Se trata, pues, de aplicar dicha estructura necesaria y sufi-24. Los principales docum entos oficiales sobre el sector se reproducenen Michel Audisio, La psychiatric de Secteur, Privat, 1980. Sobre la historia del sector, ver Robert Castel, Gense et ambigits de la notion desecteur en psychiatrie, Sociologie du travail, enero 1975; Histoire de lapsychiatrie de Secteur ou le Secteur impossible, Recherche, 17, marzo1975. En la literatura psiquitrica, el texto ms sinttico sobre el sectores, sin duda alguna, el informe de Henri Duchne al congreso de Tours,en 1959: Les services psychiatriques extra-hospitaliers, Congrs de Psychiatrie et de neurlogie de langue frangaise, Masson, 1959.25. Sobre esta distincin , ver Charles Brisset, L'Avenir de la psychiatrie en France, op. cit., cap. IIL

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    ciente para promover la puesta al da progresista de la psiquiatra.Los psiquiatras esperan que los acontecimientos les ayuden aconseguirlo. Su necesidad se inscribe ya en el estatuto del 68. Elproceso de su implantacin ser programado, por otra parte, consabia lentitud. A partir de 1972 aparecen las ms importantes circulares de aplicacin que definen las condiciones de la implantacin sistemtica del sector. En particular, se constituyen unosConsejos de sector cuyos miembros nombrados por la administracin prefectoral deben coordinar la accin de las diferentes instancias ligadas a la lucha contra las enfermedades mentales. Eldispositivo para adultos est rematado por intersectores de psiquiatra puero-juvenil, correspondiendo cada uno de ellos atres sectores de adultos. A partir de principios de los aos setentaqueda implantado el organigrama completo de una psiquiatra moderna, cosa que algunos denunciarn como un nuevo encasilla-miento.

    Es evidente que estas distintas disposiciones, tanto las inmediatamente precedentes como las posteriores a 1968, van todas enun mismo sentido, que consiste en garantizar la especificidad dela psiquiatra en el marco de la medicina. Prueba de que tal fechano representa ninguna articulacin significativa. Por ejemplo, laimportante reforma del estatuto de los psiquiatras, votado enjulio de 1968, estaba evidentemente preparada de antemano.Los acontecimientos de 1968 se contentaron con acelerar la implantacin del proceso. Contrariamente a lo sucedido en el caso deotras profesiones que intentaron febrilmente inventar reestructuraciones inditas, la crisis confirm a los psiquiatras en la idea deque llevaban varios aos en el sentido de la historia. Posean unprograma completo de reformas que haban elaborado ellos mismos.Bastaba con aplicarlo para que se firmara el pacto de reconciliacin entre la psiquiatra y la sociedad moderna.La crisis de 1968, a lo sumo impuls un poco ms el camino

    iniciado, siempre en el sentido de la lucha contra la hegemonade los universitarios y para promover una democratizacin de las41

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    condiciones de ejercicio de la psiquiatra que iba a la par con elaumento de sus posibilidades de expansin. As, por ejemplo, inmediatamente despus del 68 se constituyeron en numerosas ciudades universitarias unos Colleges regionaux de psychiatric queaseguraban la coordinacin de la actividad de todas las instanciaspsiquitricas de una regin para organizar la formacin profesional. En ciertas ciudades, el College se uni a los "trabajadores dela salud no mdicos" para formar un instituto pluridisciplinario depsiquiatra.^ La frmula parece haberse beneficiado de ciertosapoyos de los medios cercanos a Edgar Fau re ^ como m odeloalternativo al de la enseanza impartida en las facultades, apoyadosobre la prctica de sector.De hecho, en psiquiatra, al igual que en otros mbitos, ciertasesperanzas reformistas se vern defraudadas. En particular, elncleo conservador de los neuropsiquiatras que haba aguantadoel chaparrn prob inmediatamente que continuaba controlandolos centros importantes de decisin. A ello sigue un cierto nmerode conflictos, en particular en torno a la implantacin de una agre-gadura de psiquiatra y de la participacin en la enseanza universitaria.^ Pero lo esencial parece haberse jugado entre 1965 y1970. El modelo de implantacin de una nueva psiquiatra comunitaria parece entonces adecuado y todo hace pensar que inmediatamente va a imponerse en la prctica.De este modo daba la impresin de que la medicina mental,reconquistaba su autonoma a partir del reconocimiento de la es-pecifidad de su objeto. Esta especificidad se haba ganado por primera vez en torno a las condiciones de ejercicio de una prcticamanicomial. Haba permitido construir una sntesis completa queinclua una dimensin tcnica, terica, institucional, profesional ylegislativa. La psiquiatra parece haber conseguido su moderna me-

    26. Ver Jean et Marie Demay, Le mouvement de Mal, documentsmdicaux et psychiatriques, Information psychiatrique, nov, 1968.27. Ver Sylvie Faure-Lisfrancs, Table ronde du 25 Octobre 1968,Psychiatrie frangaise, 2, nov. 1968.28 . Respecto a estos punto s, ver la literatu ra sindical, en especial In formation psychiatrique de los aos que siguieron al 1968.

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    tamorfosis, o estar en vas de conseguirla, porque parece capazde desplegar la misma sistematicidad en torno al dispositivo delsector. Se trata de nuevo de un modelo pblico; est dotado desu propio cuerpo especializado de profesionales, de sus instituciones especficas, y pretende promover un enfoque original de lostrastornos mentales distinto de la tecnologa mdica clsica. Peromientras que la rigidez de la sntesis anterior reduca la realizacin a los espacios cerrados regidos por una legislacin especial,el ejercicio de la medicina mental se hace extensivo, en el lmite,al conjunto social. Poner fin a la segregacin es tambin abrir elcamino a un intervencionismo generalizado.El expansionismo psiquitrico

    A partir de 1967 el Livre blanc de la psychiatrie frangaise abreuna interesante discusin sobre las implicaciones de dicho desplazamiento. Segn uno de los lderes del movimiento, desde 1945la cultura espera la palabra del psiquiatra; espera que formulemosnuestro pensamiento en un cierto nmero de aspectos, y seriainconcebible que nos encerrramos en nuestra torre de marfil.^'Pero proyectar una psiquiatra de extensin, no es hacer delcuerpo social mismo un cuerpo enfermo cuyas disfunciones requeriran todas soluciones mdicas? Frente a este interrogante sobrela psicocracia se perfilan diferentes actitudes.En algunos, la tentacin tecnocrtica: Tengo conciencia deque, ante la enormidad de las tareas que tenemos ya frente anosotros, podra parecer irnico el querer aadir unas nuevasy extender a riesgo de pulverizar el hecho psiquitrico- lafuncin del psiquiatra a terrenos ms amplios que los que actualmente se le atribuyen, terrenos para los que no se basta ya en estemomento. Sin embargo, teniendo en cuenta lo que sabemos dela gnesis de una parte de los trastornos mentales, podemos pre-29. Lucien Bonnaf, discusin sobre Les fonctions sociales du psy-chiatre, Livre blanc..., op. cit., t . II, p. 261.

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    guntarnos si una postura demasiado defensiva no sera la condenade un cierto tipo de progreso; y si prudentemente no conviene plantearse la cuestin de la intervencin del psiquiatra aniveles profilcticos que corresponderan por ello a la definicinde salud. ^En otros, inquietudes morales: En la funcin del mdico, creoque existe, en cualquier caso, una funcin social y no rm ativa . (...)Nuestros expertos colegas, a la larga, dictan las leyes en materiade enfermedad mental. Existe ah una cuestin que merecera serseriamente abordada, no desde la perspectiva criminolgica, sinoen la perspectiva normativa. En la estructura social actual hay uncierto nmero de normas que hacen que tal persona sea enfermay tal otra no lo sea. Por otra parte, nadie ha dicho que, si noscolocamos en la perspectiva histrica, las fronteras hayan sidosiempre las mismas. "Una vez ms, Henry Ey, con su sentido tctico, cierra el debate recurriendo de nuevo a la especificidad del hecho psiquitricoconcebido como una especie muy particular del terreno de lasenfermedades: Por esencial y fundamental que sea la funcinsocial del psiquiatra, a todos los que haban tomado parte en estedebate les pareci que dicha funcin estaba y haba estado limitada. Limitada por quin y por qu? Por el objeto mismo de lapsiquiatra, es decir, la estructura de la enfermedad mental. Estano se confunde ni con todos los vicios, ni con todas las originalidades, ni con todas las desgracias de la condicin humana, coneso que romnticamente se llama la locura de la humanidad. ^^Evidentemente. Pero si sta es la nica barrera contra el expansionismo psiquitrico, se trata de una barrera muy frgil. Habraque estar muy seguros de que no slo todos los psiquiatras, sinotambin todos los responsables administrativos y todos los gobernantes aceptaran una definicin limitativa de la enfermedad mental para tener garantas respecto del riesgo de ver a la medicinamental convertida en un modelo generalizado de resolucin de los30. Jean Bally-Salin, id., p. 255.31. Georges Daumezon, id., p. 257.32. Henry Ey, id., p. 263.

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    conflictos? En este contexto, alimentado por las esperanzas de unosy por las inquietudes de otros, es donde se ha desarrollado unacrtica poltica de la medicina mental. La denuncia de los riesgosderivados de su ligazn al poder de Estado ha parecido tantoms natural cuanto la sectorizacin se pensaba a s misma comouna transformacin y una ampliacin de un modelo de intervencin central que ejerca unas funciones administrativas al mismotiempo que mdicas. En particular, la nueva psiquiatra comunitaria retomaba ntegramente la vocacin de servicio pblico de laestructura manicomial: La nacin debe la educacin a las personas que forman parte de ella; debe, pues, poner la educacinal alcance del usuario. Del mismo modo la nacin debe el aparatode proteccin de la salud mental: debe ponerlo al alcance delusuario. '"*Por otra parte, es un psiquiatra quien en su momento da laformulacin quiz ms sinttica de la nueva tentacin psiquitrica. Se trata de un psiquiatra de Quebec, cosa no casual yaque Quebec haba sido penetrado por influencias psiquitricasfrancesas, en especial a travs del equipo del 13'^ Arrondissementresponsable de la primera experiencia de implantacin sistemticadel sector en Francia, y la disponibilidad y los recursos de unpas nuevo le haban permitido comenzar a realizarlas: Cuantoms precoz y radical pretende ser la accin del psiquiatra, ms debeintervenir a nivel de los conjuntos, de las estructuras familiares ysociales cuya aprehensin exige el dominio de teoras y de prcticas nuevas todava mal definidas. (...) No puede contentarsecon hacer "constataciones" (al igual que el psiquiatra de manicomio), es decir con reconocer su impotencia a nivel de la estructura ya alterada, pues siente la necesidad de intervenir al nivelde la estructura que se est alterando y llega incluso a experimentar la vertiginosa tentacin de intervenir al nivel de la coyun-

    34. Lucin Bonnaf, discusin sobre Les institutions et l'organisationde secteurs psychiatriques, Livre blattc..., op. cit., t. II, p. 54.35. Cario Sterlin, Etre psychiatre de secteur, Information psychia-trique, 7 sep. 1969, pp. 762-763.

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    Ante tales ambiciones, mezcladas a veces de escrpulos, responde la inquietud sin matices de los contestatarios. En el nmero ya citado de L'Idiot internatiand se expresa as el pu n to devista izquierdista respecto del sector: Mucho ms gil que lapoltica de internamiento, menos autoritaria, (...) la poltica delsector parece a muchos la panacea psiquitrica, la solucin ideal,democrtica, incluso civilizada. (...) Es probable que la sectoriza-cin se extienda mucho ms en los prximos aos y que el Estadoacepte el coste de la operacin. (...) Una poltica de este tipo,que realizar un verdadero encasillamiento de la poblacin, constituir una verdadera polica de la desviacin. Qu criterios justificarn la intervencin del equipo tratante? Dnde estarn loslmites de accin de estos nuevos directores espirituales? De hechoestamos levantando un pequeo ejrcito al servicio de la normay de la ideologa dominante. ^Si al eslogan de psiquiatra polica se le aade el calificativodel sector como red policaca, es porque permaneca bajo laexageracin de las frmulas, la conciencia de un mismo compromiso de la psiquiatra, antigua o moderna, con el aparato de Estado. La primera referencia al sector como encasillamiento no seencuentra precisamente en la literatura contestataria sino en lapluma de uno de los padres menos contestables de la psiquiatramoderna, Georges Daumezon: Existen comisaras de policapara los delincuentes. Por qu no habran de existir "comisarasde polica mental"? Y, en cierta medida, la demarcacin del territorio en zonas donde haya un responsable preciso es un progreso tranquilizador. "3 . UN PRIN CIPIO DE NO-ELECCIN

    Este modelo de sector es tan coherente, tan imperialistaexaltante para unos, peligroso para otros como lo pareca en36. Contre la psychiatric, L'Idiot international, 10, p. 7.37. Greorges Daum ezon, discusin sobre Les instilutions et l'otganisa-tion de secteurs, psychiatriques, loe. cit., p. 42.

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    su poca? Representa la pr inc ipa l matr iz a t ravs de la cua l pueden cumpl i r se e l con jun to de l a s t r ans fo rmac iones en marcha?Un re torno sobre la gnesis de la pol t ica de sec tor sugiere ques ta yux tapone ms b ien un con jun to de e l emen tos he te roc l i to s yrepresenta en e l l mi te una manera hbi l de uni f icar en un organigrama formal da tos inconci l iab les en la prc t ica . Es e l sec toruna s n tes is or ig ina l o un br icolage de da tos d is pa ra ta do s? U naopcin audaz o una astucia sut i l para e ludir la e leccin de unave rdade ra a l t e rna t iva po l t i c a de l a sa lud men ta l? Reexamina raqu su es t ruc tura in te rna no supone e l deseo de l levar le la cont ra r ia a la opinin casi unnime que ve en el sector la sntesis armoniosa y nueva capaz de renovar los poderes de la ps iquia t r a . Hacer esta l lar la estructura del sector es hacer esta l lar la fa lsa unidad de un objet ivo en el que crista l iz lo esencial de los a taquescon t ra l a s fo rmas modernas de hegemona de l a med ic ina men ta l ,mient ras que lo esenc ia l , s in lugar a dudas , se produca en o t rapa r t e . Con l a r e t rospec t iva podemos ahora desen t raa r un c ie r tonmero de con t rad icc iones in te rnas que minaban l a f rmula mis ma del sector.

    Superar o reformar el manicom io?1. N ue st r o obje t iv o es a la vez la t rans form aci n de nues t raorganizac in hospi ta la r ia y l levar nuest ra ac t iv idad a todos los te r renos en los que e l conocimiento psicopa to lgico sea necesar io . ^A par t i r de 1945 se mul t ip l ican las dec la rac iones que t iendena re inser ta r a l a l ienado en la soc iedad y a i r ms a l l de l manicomio y de l hosp i t a l p s iqu i t r i co . ' 'E l p rograma e laborado en l a s jo rnadas de 1945 expresa t am-

    38. Lucien Bonnaf, Georges Daumezon, Perspectives de reformes psy-chiatriques en France depuis la Liberation, Congrs des mdecins alinistesde langue jran^aise de Geneve, Masson, 1946.39. Son los ttulos de los dos primeros Documents de 'Informationp,yrhiatrique (1945 y 1946), en los que aparecen manifiestos de las ideasrerormadoras.

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    bien esta intencin de superar la prctica hospitalaria: La competencia de los psiquiatras cualificados debe ser considerada comoextensiva a todos los problemas relacionados con la salud mental,individual o social, y con la readaptacin al medio de los sujetosinadaptados. Deben mantenerse las relaciones indispensables conlos organismos de Educacin nacional, orientacin profesional, jus-ticia, etc..Sin embargo, estas mltiples declaraciones de intencin no vanacompaadas por lo general de efectos rea