Carvalho La cuestión ambiental y el surguimiento de un campo

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  • 8/7/2019 Carvalho La cuestin ambiental y el surguimiento de un campo

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    Tpicos en Educacin Ambiental 1 (1), 27-33 (1999)

    I N T R O D U C C I N

    l medio ambiente, considerado como unBien, un ideal que puede movilizar a mili-tantes, orientar polticas y, sobre todo,instituir una prctica educativa especfica,

    no siempre tuvo los sentidos que posee actualmente.A pesar de las innumerables situaciones de degra-dacin ambiental surgidas a lo largo de la historiaoccidental y como lo han mostrado diversos histo-riadores, el surgimiento de las prcticas sociales ypedaggicas acerca de la cuestin ambiental comoobjeto de inters pblico es reciente.2

    Nos parece relevante discutir las races de la cons-truccin social de la cuestin ambiental y sus im-plicaciones en el escenario contemporneo, para com-prender el campo de actuacin del(a) educador(a)ambiental. Al final, el surgimiento mismo de este(a)profesional-militante es parte de este movi-miento his-

    trico que ha puesto en evidencia la cues-tin ambientalcomo un nuevo campo de accin poltica-pedaggi-ca.

    En el presente artculo, con apoyo en elementosde la historia que conforman la cuestin ambiental,buscaremos reflexionar sobre algunas de sus configu-raciones actuales que constituyen el campo de loshorizontes posibles para la educacin ambiental.

    1. Las races modernas del inters por la naturale-za: el surgimiento de las nuevas sensibilidadesLas races modernas del inters por la naturalezahan sido ampliamente discutidas dentro del fenmenode las nuevas sensibilidades, estudiadas por Thomas(1989) en Inglaterra. Se trata de un trazo cultural quenace ligado al ambiente social del siglo XVIII. Estacultura de valorizacin de la naturaleza se reafirmarcon el movimiento romntico del siglo XIX y, en laperspectiva de un hecho de larga duracin, sigue pre-

    * Psicloga y maestra en educacin (correo electrnico: [email protected]).

    1 Traduccin: dgar Gonzlez Gaudiano y Gabriel H. Garca Ayala.

    2 A este respecto, vanse las interesantes contribuciones de Hughes (1976), Crosby (1993) y Wilkinson (1995).

    I S A B E L C R I S T I N A M . C A R V A L H O *

    E

    This paper discusses the historical roots and the contemporary perspectives of the environmental field as a so-cial space of educational and political action. Nature, valued as a precious good in contrast with industrialenvironmental damages to urban areas, is a modern feeling. Its cultural roots are related to the social contextof the 18th and 19th centuries, when significant events came about such as the new sensibilities to nature(England), the concept of wilderness (USA), and the Romantic Movement.

    By the middle of our century, the ecological movements had brought up the political dimension of theenvironmental issue. In the last few decades, the ecological ideas have been broadly diffused and theenvironmental field of social action has become much more complex and ideologically diversified. Theemancipatory view in the ecological field has joined the popular agenda and has represented an importantimprovement to the social fight for citizenship and the creation of a fair and sustainable society.

    LACUESTINAMBIENTALYELSURGIMIENTODEUNCAMPOEDUCATIVOYPOLTICO

    DEACCINSOCIAL1

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    vida, impuls el surgimiento de un sentimiento est-ti-co y moral de valorizacin de la naturaleza silvestre, notransformada por los seres humanos. Este fenmenorepercutira tanto en las llamadas nuevas sensibilida-des emergentes hacia la naturaleza, a partir del sigloXVIII en Inglaterra, como los ideales de valorizacindel mundo natural silvestre (wilderness) en EstadosUnidos, principalmente en el siglo XIX.4

    En contraposicin con la violencia social y ambien-tal del mundo urbano, se afirm una nostalgia porla naturaleza intocada. Los paisajes naturales y lanaturaleza en general se confirman como un Biendeseado y valorado por la sociedad. Costumbrescomo tener en casa un pequeo jardn, criar animalesdomsticos, pasear al aire libre, caminar en los bos-ques, escuchar msica en los ambientes naturales,organizar los fines de semana paseos en el campoy observar los pjaros, son temas que florecen, mani-festndose en la literatura y la pintura de los siglosXVIII y XIX.

    En sintona con el romanticismo del siglo XIX,

    las nuevas sensibilidades estn en la base de unsentimiento esttico, acerca de qu es lo natural, losilvestre y no cultivado; es decir, lo que no estsometido al orden y la intervencin humana. En nom-bre de esta sensibilidad que idealizaba la naturaleza,en cuanto a una reserva de bien, belleza y verdad,se abri un importante debate sobre el sentido devivir bien, en donde la naturaleza se vio como unideal esttico y moral. Esta posicin se expres eninnumerables crticas a las distorsiones de la vida enlas ciudades, la intervencin humana en la naturaleza,una apropiacin utilitaria de los recursos naturales, laviolencia contra los animales, las plantas, etctera.

    Si bien ese sentimiento de apreciacin de la natu-raleza puede considerarse como una sensibilidadburguesa, fue finalmente este sector de la poblacinel que efectivamente poda disponer del tiempo ylos recursos para cultivar los nuevos hbitos de con-vivencia y admiracin de la naturaleza. A pesar de

    su origen de clase las nuevas sensibilidades hacia lanaturaleza no se restringieron a un comportamientoo un ideario de una clase nica. Su revaloracinse extendi hacia un conjunto ms amplio de lasociedad.

    En este sentido, es importante reconocer la con-tribucin de la naciente burguesa en su esfuerzode afirmacin de clase frente a un orden jerrquicoy aristocrtico en el gnesis de la moderna esferapblica. En este periodo se gest y conquist visibili-dad toda una nueva sociabilidad poltica, junto con unaserie de creencias y valores personales, constituyendoun mbito pblico. Las nuevas sensibilidades haciala naturaleza pueden considerarse como parte delmundo de los sentimientos y valores privados delindividuo burgus, que tendan a generalizarse en elethos pblico.5 Sin duda alguna, este contexto fuefavorable para que las recientes sensibilidades, quevaloraban e idealizaban a la naturaleza, constituyeranuna transformacin cultural importante, de largo pla-zo, que permanece hasta nuestros das como una

    de las races histrico-culturales del ambientalismocontemporneo.

    2. La cuestin ambiental contemporneaEstamos en las vsperas del siglo XXI y la naturalezaocupa un lugar cada vez ms destacado en el debatesobre el futuro de la sociedad. Podramos decir quehoy vivimos, en otra escala y con otras especifi-cidades, un momento en el que las sensibilidadesestticas y polticas aseguran un lugar de indudablenotoriedad a la naturaleza y a los asuntos ambientales.La difusin de la dimensin ambiental, ya sea enlas luchas sociales, en la prctica educativa, o en lasacciones de los organismos gubernamentales e inter-nacionales, no deja duda alguna sobre la visibilidadde esta problemtica en la esfera pblica.

    Pese a todo, las posibilidades de armonizar losproyectos sociales y los estilos de vida con los lmi-tes de capacidad de sostenimiento y regeneracin del

    4 En la literatura de la historia ambiental, pueden encontrarse anlisis clsicos sobre el surgimiento de las nuevas sensibilidades y de la idea de lo silvestre

    (wilderness) en autores como Thomas (1989) y Worster (1994).

    5 Sobre la constitucin de la moderna esfera pblica, vase a Habermas (1984) y a Chartier (1995).

    sente hasta nuestros das. Esas sensibilidades nacieronen la medida que se hicieron evidentes los efectosdel deterioro ambiental y de la vida en las ciudades,provocados por la Revolucin Industrial. Esta visincontrasta con los ideales de la afirmacin del serhumano por el dominio de la naturaleza surgidos enel contexto social de los siglos XVI y XVII, cuando seconsolid el nuevo orden burgus y mercantil.

    De alguna manera, el contexto del siglo XVIII fuetestimonio de una radicalizacin de ese orden bur-gus y de su anhelado dominio humano sobre el me-dio ambiente, materializado en los progresos tcnicosque hicieron posible la experiencia de la primeraRevolucin Industrial. Una naciente industria quelleg triunfante trayendo consigo su inexorable con-traparte: la degradacin ambiental. Al finalizar elsiglo XVIII, Gran Bretaa estaba a la cabeza en laproduccin de carbn, con cerca de diez millones detoneladas, casi 90% del total mundial. El crecienteuso comercial y domstico de este combustible elms usado durante la Revolucin Industrial, gener

    una enorme cantidad de residuos. La palabra inglesasmog (vocablo compuesto por smoke [humo] y fog[niebla]) se convirti en una marca registrada delas grandes transformaciones sociales y ambientalesdesencade-nadas por el modo de produccin indus-trial.

    En cuanto a la nueva disciplina de trabajo adoptadaen las fbricas, y que marcaba el ritmo de la for-macin de la clase obrera, haca que las condicionesde vida en el ambiente fabril y en las ciudades seto-nara insoportable. En muchos casos, el deteriorodel ambiente urbano era peor que en la actualidad.La intensa migracin campo-ciudad impulsada por laincautacin de las tierras de cultivo, como parte delos procesos de acumulacin primitiva, aceleraba elproceso de crecimiento desordenado de las ciudadesindustriales. El resultado era una alta concentracinde la poblacin, constituida principalmente por tra-bajadores pobres expuestos a un ambiente insalubrede trabajo y vivienda. No exista el manejo de resi-

    duos ni un saneamiento adecuado; los trabajadoresse amontonaban en covachas y estaban sometidos alargas y penosas jornadas de trabajo.

    Haba una altsima propagacin de epidemias. Losinformes mdicos de la poca registran un aumentosignificativo de enfermedades mentales, infanticidiosy suicidios. Asimismo, se sabe que durante esteperiodo apareci una gran cantidad de sectas y cultosde carcter apocalptico.3

    Todos esos indicadores revelan las condiciones ylas penurias enfrentadas cotidianamente por los/astrabajadores/as y dems habitantes pobres de lasciudades industriales. Fueron condiciones que per-duraron mucho tiempo, como lo apunta Hobsbawm(1994: 223): Fue slo despus de 1848, cuandolas nuevas epidemias surgidas en las zonas pobresempezaron a aniquilar tambin a los ricos, y a queel pueblo desesperado amenaz a los poderosos conuna revolucin social, que empezaron a tomarseacciones sistemticas para el mejoramiento y la re-construccin urbana.

    Tan grave situacin de pobreza, incomodidad einsalubridad converta la rebelin de los(las) traba-jadores(as) en una de las pocas salidas para corregiresta condicin. Es comprensible que el corazn de lastensiones del naciente mundo industrial haya sido laexplotacin de la fuerza de trabajo. Las condicionesdel trabajo obrero fueron la causa de un cambioradical en el modo de vida de una poblacin recinllegada del campo, de tal manera que la metrpolisse transform en un sitio de sufrimiento para la claseobrera en formacin. En este sentido, la experienciaurbana condensaba la violencia social y la degra-dacin ambiental como dos rostros indisociables delnuevo modo de produccin.

    Si bien la degradacin ambiental en la catica rea-lidad urbano-industrial no se convirti en un objetode lucha social especfica, s se percibi agudamenteen esa poca el deterioro del ambiente y estuvo en labase de un importante cambio cultural. La experienciaurbana, marcada por las inhspitas condiciones de

    3 La vida cotidiana de los trabajadores pobres en Londres est muy bien documentada en las crnicas de Henry Mahew, publicadas por primera vez en

    1851-2. Vase Mayhew (1985).

    Isabel Cristina M. Carvalho

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    3. La dimensin poltica y educativade las luchas socioambientalesEn el contexto de la definicin ideolgica quecaracteriza el debate social contemporneo, la configu-racin del conjunto de conflictos socioambientalesconstituidos por luchas sociales en torno al accesoy uso de los bienes ambientales es un hecho impor-tante porque contribuye a dar contenido poltico alo ambiental.

    Estos conflictos pueden operar como fuerzaspublicitarias del bien ambiental frente a las embes-tidas de los intereses privados sobre el patrimonionatural. La sumisin de los bienes ambientales a losintereses privados termina por afectar su disponibili-dad para otros segmentos de la poblacin, incurriendoen per-juicio de su uso comn. Muchas de las luchasen torno a los bienes ambientales son expresin deesta tensin entre l os intereses pblicos y los privados.Se trata de una lucha por la ciudadana en la medidaen que est siendo reivindicado el carcter pblicodel medio ambiente.

    No todos los actores sociales involucrados en losconflictos socioambientales se consideran ecologis-tas o ven sus luchas como estrictamente ecolgicas.Sin embargo, eso no impide una construccin, endiferentes niveles, de un ideario ambientalizado poresos actores.

    En ese sentido, no puede minimizarse la relevanciade los valores emancipatorios, que tal vez sean el ele-mento clave en la construccin de ese puente entre laecologa y las luchas populares, que hagan posible,tanto una mayor visibilidad y legitimacin de esasluchas en el conjunto de la sociedad, como, al mismotiempo, el arraigo popular de la lucha ecolgica en lacontienda ciudadana. Como ya lo ha sealado Padua(1991), una incorporacin de la preocupacin am-bien-tal en la poltica de los sectores populares, espe-cialmente en el medio rural, no es exclusiva de Brasil,tambin se observa en la India y en frica. En elcaso particular de Brasil, no se podra pensar en una

    cuestin ambiental sin considerar el importante papelque tuvieron en su configuracin los movimientossociales urbanos de los aos setenta y ochenta, ascomo los movimientos populares vinculados con laeducacin popular, y la teologa de la liberacin y lasComunidades Eclesiales de Base.6

    La comprensin de la problemtica ambiental co-mo fenmeno socioambiental proyecta la cuestinambiental en la esfera poltica, entendida como esferapblica de las decisiones comunes. A partir de suinterseccin concreta en la defensa y/o disputa porlos bienes ambientales, muchas luchas ambientalesadquieren una dimensin pedaggica, en la medidaen que constituyen espacios efectivos de cuestiona-miento, encuentro, confrontacin y negociacin entreproyectos polticos, universos culturales y diferentesintereses sociales. Para obtener resultados inmedia-tos, esas luchas, como toda educacin orientada ha-cia los(las) ciudadanos(as), pueden contribuir de unaforma ms concreta para el avance de uno de losgrandes desafos contemporneos; una bsqueda de

    posibles nuevas tesituras entre la naturaleza y lapoltica: Bios y Polis.

    4. Entre Bios y Polis:cul es el lugar del proyectodemocrtico-emancipatorio?El acceso de la naturaleza en la esfera poltica puedeverse como una ampliacin de esta ltima, en lamedida en que los destinos de la vida, en cuantoBios, conquistan un espacio creciente como objeto dediscusin poltica en la sociedad. No obstante, hayque estar atentos a las tensiones entre Bios y Polis,acordando que si podemos hablar de una politizacinde la naturaleza por los movimientos sociales y lasluchas ecolgicas emancipatorias, tambin podemosver en la curva del hecho ambiental indicios de unabiologizacin de la poltica, o sea, una afirmacin dela Bios sobre la Polis en varias prcticas y orientacio-nes ambientales.

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    ambiente, siempre han estado presentes en los gran-des retos de la actualidad. Considerando la asime-tra de las relaciones de fuerza que definen las trans-formaciones sociales y econmicas en curso, unareorientacin global de las relaciones con la natura-leza tiende a parecer ms prxima a una utopa eco-lgica que a una realidad inminente. Tal vez todavaest lejos de concluirse el pacto que har posible unanueva alianza entre la sociedad y la naturaleza. Loque no significa que esta alianza no est ensayndoseen diferentes oportunidades. Precisamente, tal vezestemos en el momento de confrontar y discutir sobrequ bases podra sentarse esa reconversin de losproyectos de la sociedad en direccin de un ordensustentable. El horizonte histrico-cultural de estedebate est irremediablemente cruzado por una multi-plicidad de intereses y proyectos sociales que dispu-tan diferentes interpretaciones sobre lo ambiental.As, el punto de partida ya presenta un campo dedivergencias a ser explicitadas para que surja eldebate.

    Aqu se evidencia el papel protagnico de la accineducativa orientada hacia lo ambiental. Es en estepunto agnico y dilemtico que se delinea el espacioprivilegiado de una educacin ambiental ciudada-na, entendida como una intervencin poltico-peda-ggica, que tiene como ideario la afirmacin de unasociedad de derechos, ambientalmente justa.

    Las mltiples interpretaciones de lo ambiental nogarantizan una convergencia de acciones y de visio-nes de lo ambiental. Por ejemplo, basta observar elenorme abanico de orientaciones que definen las ten-dencias en el conjunto de los movimientos ecolgicos(materialismo, posmaterialismo, ecologa profunda,realismo/pragmatismo, fundamentalismo, socioam-bientalismo, etc.) Ms all de los movimientos de-nominados ecolgicos, otras luchas sociales hanasimilado la dimensin ambiental a su ideario, con-firindole los sentidos y los matices particulares desu campo de accin, aumentando de esta manerala diversidad del espectro de las llamadas luchassocioambientales.

    En los mbitos del Estado y del mercado tambinest surgiendo una diversidad de formas de inter-

    vencin ambiental, por ejemplo, nuevas modalida-des de reas y recursos protegidos (reservas de labiosfera), el cambio de enfoques con respecto a la na-turaleza, las agendas sustentables, las condicionali-dades ambientales, el ecoturismo, la certificacinambiental de productos, la conversin tecnolgica delos procesos productivos, etctera.

    Frente a este cuadro, el campo de lo ambiental seconvierte en un lugar de disputa entre concepciones,intereses y grupos sociales. En este sentido, inclusiveverificando la repeticin ad nausea de una retricagenrica sobre la importancia del medio ambiente,como discurso comn de estos actores sociales, nopuede suponerse que haya un acuerdo efectivo quehaga viable una reorientacin consistente de lasrelaciones de la sociedad con la naturaleza. Distinta-mente de un fenmeno que tiende a la convergenciay a la estabilidad, prefiero tomar esa heterogeneidadde prcticas y sentidos en torno a lo ambiental, comoun campo social inestable, contradictorio y multi-factico, que constituye un amplio y diversificado

    ideario social. Este campo contiene un alto grado deheterogeneidades, ya que puede incluir movimientossociales de diferentes filiaciones ideolgicas; polticaspblicas, partidos polticos, estilos de vida alterna-tivos, opciones y hbitos de consumo, etc. Es dentrode este terreno movedizo y muy complejo, que el(la)educador(a) inscribir el sentido de su accin, posi-cionndose como educador(a) y como ciudadano(a).De ah el carcter no slo estrictamente pedaggico,sino poltico de su intervencin.

    Las prcticas educativas, como las luchas socio-ambientales as como las desempeadas por losmovimientos ecolgicos o por los movimientospopulares que incorporaron la cuestin ambientalpueden entenderse como parte de ese conjunto he-terogneo de valores y acciones co000nstitutivos delcampo. Es en este sentido que representan una delas posibilidades de agenciamiento de una sensibiliza-cin del valor de la naturaleza, en tanto Bien estticoy vital con las luchas por el derecho a los bienesambientales y a la calidad de vida.

    6 La incorporacin de una tica ambiental en el ideario social y religioso de la teologa de la liberacin ha sido uno de los principales temas de produccin terica

    de los noventa del telogo Leonardo Boff. En este sentido, destaca especialmente el libro Ecologa, grito de la tierra, grito de los pobres (1995).

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    ambientalmente sustentable, integrando las fuerzasemancipatorias que, en este apesadumbrado finalde siglo, mantienen el proyecto de una ciudadanademocrtica.

    Ms que fijar un estado del debate ambiental, altrazar este cuadro pretendemos describir los hilos detensin que lo atraviesan marcando una dinmica dedisputa, material y simblica, por la naturaleza y sussentidos. As, no se trata de cristalizar un nico esce-nario para la educacin ambiental, sino problematizarsu horizonte histrico de posibilidades.

    Felizmente, estamos muy lejos del fin de la historiay, en particular, de esta historia. Por el contrario, vivi-

    mos un momento especialmente intenso e inestablede avances, retrocesos y recomposiciones de los pro-yectos sociales y ambientales.

    El calor del debate, la carrera contra el tiempo y laurgencia de transformaciones es lo que va a marcar,tanto el ambiente social de actuacin profesionaldel(la) educador(a) ambiental, en cuanto a su mundopersonal-subjetivo sus emociones y dilemas perso-nales. Este(a) educador(a) parece constituirse comoun sujeto cuya dimensin trgica es ser interpeladopblica y personalmente por las grandes contradiccio-nes de este final de milenio.

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    Esta tensin entre ampliacin y/o reduccin de laesfera pblica entendida como esfera poltica, evi-dencia la pregunta sobre las posibilidades eman-cipatorias o desagregadoras del hacer poltico en lacontemporaneidad. En esta perspectiva, podramosdecir que si la problemtica socioambiental denuncialos riesgos que afectan la vida de las poblacioneshumanas, la conciencia de estos riesgos puede tantoactuar como una fuerza agregadora, contribuyendo ala formacin de lo que Habermas (1995) llam unacomunidad de riesgos compartidos, como a reforzarlos mismos mecanismos de desintegracin social yambiental que tienden a acelerar una apropiacin delos bienes ambientales por los intereses privados,degradando no solamente la base material del planeta,sino tambin los vnculos de la solidaridad social.

    Este panorama no puede desligarse del recru-decimiento en los aos noventa de una coyunturamundial de la crisis econmica y social, que amenazala misma idea de solidaridad social, ensayando un

    movimiento indito de exclusin en el plano mundial.Las tesis neoliberales fortalecidas por la crisis delso-cialismo real y por el agotamiento del estado debienestar social, tratan de legitimarse como la ltimay nica voz, dictando la muerte de las utopas y afir-mando el imperio de lo econmico sobre el campo dela poltica, de los derechos sociales y humanos.

    Habermas (1995) nos auxilia una vez ms paracomprender el surgimiento de lo que nombraba comouna clase inferior (underclass) algo entre sub-clasey clase marginada en lo bajo de los procesos deajuste de las economas nacionales para alcanzar lacompetitividad internacional impuesta por la globa-lizacin. Son grupos marginales que gradualmente seven separados del resto de la sociedad y pasan a servistos como una parte superflua de la sociedad que,privada de la voz, deja de ser reconocida en la esferapblica. As, quienes ya no son capaces de cambiarsu condicin por cuenta propia son abandonados asu suerte. El autor destaca los efectos de esa segrega-cin, relacionndolos con una erosin de la fuerzaintegradora de la ciudadana democrtica.

    En el contexto actual de una cultura polticaambientalista, ideolgicamente multifactica, el eco-logismo basado en la defensa de los valores eman-cipatorios, pese a estar en la gnesis histrica delhecho ambiental, hoy es una fuerza ms entre otras.Entre los efectos que resultan del impacto de unaorientacin anti-utpica o realista sobre el mundoambiental, destaca un adelgazamiento del ecologis-mo emancipatorio. Esto puede observarse tanto enel crecimiento de las acciones ambientales de resulta-dos, como en las prcticas de educacin ambiental decorte individualista y conductista. En ese horizonte,la fuerza de la crtica emancipatoria, que opone radi-calmente el ideario ecolgico al status quo, tiende aser amenazada, al mismo tiempo en que las diferen-cias de concepcin y las disputas concretas para elmedio ambiente son secundadas, en un proceso dedesalojamiento de la arena poltica, en cuanto campode contradicciones y conflictos sociales.

    As, se observa el surgimiento de un escenariopoltico-cultural complejo donde las vicisitudes de

    la esfera poltica contempornea configura el hori-zonte donde se dirime el debate ambiental, generandoposicionamientos ambientales ideolgicamente diver-sificados, incluyendo tanto a aquellos basados en unideario participativo y democrtico, como a otrosde extraccin conservadora. Entre estos ltimospodramos citar, tanto en el campo de la educacin am-biental como en la militancia ecolgica, aquellasprcticas que se caracterizan por su anti-humanismo,individualismo, segregacin social y autoritarismopoltico en nombre de la preservacin de la naturale-za. En estos casos, lo que est en riesgo de extincin,de manera concomitante con las bases de sustentacinmaterial del planeta, son las bases polticas de sus-tentacin de un proyecto emancipatorio y solidario.

    En este juego de fuerzas, los sentidos emancipa-torios para la accin poltica permanecen disputandola esfera pblica, generando utopas e incidiendo con-cretamente en determinadas acciones y escuelas dela actualidad. Pensamos que una educacin ambien-tal sensible a las luchas socioambientales y pautadapor la conquista de ciudadana, representara un espa-cio promisorio en busca de una sociedad justa y

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