Cartel prevencion

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La manera como una organización aborda y gestiona los problemas de salud de sus miembros constituye su cultura de salud y es un fiel reflejo de la importancia que en ella se concede a las personas. Esto supone un compromiso firme de la dirección. La cultura preventiva es como el caldo del estofado: la carne y las verduras son los elementos básicos (normas, equipamiento, recursos) pero si el caldo (compromiso, motivación, implicación) está rancio, se echará a perder el guiso (plan de prevención). Es un factor clave para mejorar la productividad de las plantillas y la calidad del trabajo. Está demostrado que allá donde se establecen buenas condiciones de trabajo se mejora la productividad y se favorece la implicación, la motivación y la creatividad. Empleados saludables es sinónimo de mejor calidad de servicio. Los directivos y los mandos son quienes dirigen y deciden cómo hay que organizar el trabajo. Por ello deben integrar la prevención en sus decisiones para conseguir que el trabajo no ponga en peligro la integridad de las personas. Integrar la prevención supone introducir criterios preventivos en el conjunto de las actividades de la empresa tanto en los procesos técnicos, como en la organización del trabajo. Los técnicos de prevención tienen una función de apoyo especializado al esfuerzo del conjunto de la organización. El cumplimiento de la legislación en prevención facilita el cumplimiento de otros requerimientos en materia de calidad del sistema de gestión. La colaboración entre departamentos fomenta la extensión de la cultura preventiva y establece sinergias positivas en toda la institución y sus áreas de trabajo. Los daños a la salud de los trabajadores son la consecuencia más grave de la falta de medidas preventivas. La percepción por parte de los trabajadores de que a sus jefes y responsables no les importa su seguridad o su salud favorece el aumento del absentismo, el presentismo y los conflictos, y repercute negativamente en el clima laboral. El incumplimiento normativo puede consecuencias negativas; desde las económicas hasta las civiles y penales. Las condiciones de trabajo inciden directamente en la salud de las personas, bien sea de forma positiva o negativa. La prevención debe integrarse en el día a día de la actividad laboral con el fin de evitar que estos riesgos generen daños a las personas. Debe ser un auténtico “estilo de vida”, una forma de hacer las cosas y no, exclusivamente, una imposición. El respeto del derecho de todas las personas a la vida y la integridad constituye el fundamento ético de la prevención de riesgos laborales. Las entidades locales, como administraciones más cercanas a las personas y al tejido productivo, deben trabajar y actuar, no solo para ser ejemplo de responsabilidad social y ética en el campo de la seguridad y salud en el trabajo, sino también, como promotores y difusores activos de las mejores prácticas en la protección y promoción de la salud en el trabajo, del bienestar laboral y de empresas saludables. Nuestro marco constitucional establece que “los poderes públicos ...velarán por la seguridad e higiene en el trabajo”. Este mandato se desarrolla en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales que establece la obligación explícita de organizar y gestionar la prevención de los riesgos laborales por parte de directivos y empresarios en todas las empresas, incluidas las administraciones públicas. El incumplimiento de esta obligación implica poner en peligro la integridad de los trabajadores, lo cual puede ser objeto de sanción administrativa, civil o penal. El Plan de Prevención establece las herramientas y procedimientos de la actividad preventiva integrada a todos los niveles y expone las obligaciones, funciones y responsabilidades de cada persona en la estructura organizativa de la prevención. Estas responsabilidades no se pueden delegar sino que son funciones inherentes al puesto de trabajo, siendo el director/gerente el máximo responsable de la salud y seguridad. El sistema de gestión de la prevención debe estar documentado y deben existir evidencias de las acciones. Para evitar duplicidades y facilitar la gestión es por lo que el sistema de gestión de la prevención debe estar integrado en el sistema general que tenga instaurado la empresa. Pero esta recopilación sólo tiene sentido en cuanto que se analicen y sirvan para planificar mejor y no solamente como registros y datos para reflejar un aumento de actividad o, peor aún, el papel por el papel. Hay que tener en cuenta su criterio a la hora de organizar y adaptar los procedimientos de trabajo, con el fin de encontrar entre todos la forma más segura de llevar a cabo las tareas. Las funciones preventivas de cada trabajador deben estar claramente definidas, comprendidas y asumidas por ellos. Con la promoción de una cultura preventiva, se alcanza un mayor bienestar personal tanto físico como psicosocial, lo que genera una mayor motivación e implicación de los trabajadores. Los trabajadores desarrollan su trabajo influenciados por la actitud de sus superiores. Cuando éste muestra una preocupación constante y proactiva por la integridad física y psíquica de sus trabajadores, propicia un estado de ánimo en su entorno que favorece los comportamientos seguros. Si los directivos asumen la seguridad, y no el riesgo, como una parte indivisible del trabajo, el trabajador difícilmente tomará decisiones que puedan poner en peligro su salud o la de sus compañeros. Pero para que esto llegue a calar, necesita percibirlo como algo prioritario para sus mandos.

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La manera como una organización aborda y gestiona los problemas de salud de sus miembros constituye su cultura de salud y es un fiel reflejo de la importancia que en ella se concede a las personas. Esto supone un compromiso firme de la dirección. La cultura preventiva es como el caldo del estofado: la carne y las verduras son los elementos básicos (normas, equipamiento, recursos) pero si el caldo (compromiso, motivación, implicación) está rancio, se echará a perder el guiso (plan de prevención).

Es un factor clave para mejorar la productividad de las plantillas y la calidad del trabajo. Está demostrado que allá donde se establecen buenas condiciones de trabajo se mejora la productividad y se favorece la implicación, la motivación y la creatividad. Empleados saludables es sinónimo de mejor calidad de servicio.

Los directivos y los mandos son quienes dirigen y deciden cómo hay que organizar el trabajo. Por ello deben integrar la prevención en sus decisiones para conseguir que el trabajo no ponga en peligro la integridad de las personas. Integrar la prevención supone introducir criterios preventivos en el conjunto de las actividades de la empresa tanto en los procesos técnicos, como en la organización del trabajo. Los técnicos de prevención tienen una función de apoyo especializado al esfuerzo del conjunto de la organización.

El cumplimiento de la legislación en prevención facilita el cumplimiento de otros requerimientos en materia de calidad del sistema de gestión. La colaboración entre departamentos fomenta la extensión de la cultura preventiva y establece sinergias positivas en toda la institución y sus áreas de trabajo.

Los daños a la salud de los trabajadores son la consecuencia más grave de la falta de medidas preventivas. La percepción por parte de los trabajadores de que a sus jefes y responsables no les importa su seguridad o su salud favorece el aumento del absentismo, el presentismo y los conflictos, y repercute negativamente en el clima laboral. El incumplimiento normativo puede consecuencias negativas; desde las económicas hasta las civiles y penales.

Las condiciones de trabajo inciden directamente en la salud de las personas, bien sea de forma positiva o negativa. La prevención debe integrarse en el día a día de la actividad laboral con el fin de evitar que estos riesgos generen daños a las personas. Debe ser un auténtico “estilo de vida”, una forma de hacer las cosas y no, exclusivamente, una imposición.

El respeto del derecho de todas las personas a la vida y la integridad constituye el fundamento ético de la prevención de riesgos laborales. Las entidades locales, como administraciones más cercanas a las personas y al tejido productivo, deben trabajar y actuar, no solo para ser ejemplo de responsabilidad social y ética en el campo de la seguridad y salud en el trabajo, sino también, como promotores y difusores activos de las mejores prácticas en la protección y promoción de la salud en el trabajo, del bienestar laboral y de empresas saludables.

Nuestro marco constitucional establece que “los poderes públicos ...velarán por la seguridad e higiene en el trabajo”. Este mandato se desarrolla en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales que establece la obligación explícita de organizar y gestionar la prevención de los riesgos laborales por parte de directivos y empresarios en todas las empresas, incluidas las administraciones públicas. El incumplimiento de esta obligación implica poner en peligro la integridad de los trabajadores, lo cual puede ser objeto de sanción administrativa, civil o penal.

El Plan de Prevención establece las herramientas y procedimientos de la actividad preventiva integrada a todos los niveles y expone las obligaciones, funciones y responsabilidades de cada persona en la estructura organizativa de la prevención. Estas responsabilidades no se pueden delegar sino que son funciones inherentes al puesto de trabajo, siendo el director/gerente el máximo responsable de la salud y seguridad.

El sistema de gestión de la prevención debe estar documentado y deben existir evidencias de las acciones. Para evitar duplicidades y facilitar la gestión es por lo que el sistema de gestión de la prevención debe estar integrado en el sistema general que tenga instaurado la empresa. Pero esta recopilación sólo tiene sentido en cuanto que se analicen y sirvan para planificar mejor y no solamente como registros y datos para reflejar un aumento de actividad o, peor aún, el papel por el papel.

Hay que tener en cuenta su criterio a la hora de organizar y adaptar los procedimientos de trabajo, con el fin de encontrar entre todos la forma más segura de llevar a cabo las tareas. Las funciones preventivas de cada trabajador deben estar claramente definidas, comprendidas y asumidas por ellos. Con la promoción de una cultura preventiva, se alcanza un mayor bienestar personal tanto físico como psicosocial, lo que genera una mayor motivación e implicación de los trabajadores.

Los trabajadores desarrollan su trabajo influenciados por la actitud de sus superiores. Cuando éste muestra una preocupación constante y proactiva por la integridad física y psíquica de sus trabajadores, propicia un estado de ánimo en su entorno que favorece los comportamientos seguros. Si los directivos asumen la seguridad, y no el riesgo, como una parte indivisible del trabajo, el trabajador difícilmente tomará decisiones que puedan poner en peligro su salud o la de sus compañeros. Pero para que esto llegue a calar, necesita percibirlo como algo prioritario para sus mandos.