Carta circular

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Caracas, 17 de diciembre 2011 Queridas hermanas: Paz y Bien Se acerca la Navidad. Hoy comenzamos la última etapa de Adviento, cuando ya todo empieza a estar alerta de modo “espabilado” y admirado. Cuando los deseos y los sueños comienzan a entender que ha valido la pena esperar y todo el ser se alista para hacer visible, cuidar, alimentar, dar a luz a Jesús, promesa verdadera y real de buena noticia. En ese marco de espera y promesa vivimos la experiencia fraterna con las hermanas de la Viceprovincia Santa María de los Ángeles y con la comunidad de Cartagena de Indias. Dos realidades semejantes en pobreza y en esperanza. Al llegar a estas tierras entiendes que la salvación sólo puede venir a través de los pobres. Nos cuesta entenderlos, nos resulta difícil estar en su piel y caminar con sus zapatos. Pero nuestro corazón y nuestra mentalidad cambia irreversiblemente cuando nos acercamos a ellos y empezamos a ver, junto a ellos mismos, posibilidades de liberación, caminos de dignidad y de justicia. Y eso nos salva a nosotras del vacío, la superficialidad y la increencia. Y es precisamente eso lo que intentan hacer las hermanas en estos pueblos. Nos gustaría subrayar de cada realidad, una o dos actitudes que nos llevan a celebrar la navidad como ese advenimiento del amor de Dios, visible para los pequeños y sencillos. De las hermanas de Cartagena de Indias quisiéramos subrayar el esfuerzo por leer los signos de los tiempos en realidades nuevas, desde la prudencia y la acogida a lo desconocido. El dejarse acoger y confiar en quienes las acogen. La sinceridad ante sus propias limitaciones y sus deseos de inserción. El deseo profundo de vivir con alegría el proyecto de Dios. En Cartagena hemos vivido 5 días intensos, en los que hemos podido apreciar, aunque sea superficialmente, su modo de vida. Su forma de dar pasos cautelosos que vayan afirmando la vida de la Congregación en Colombia. Aparte del banco de alimentos, medio también de subsistencia para las hermanas, y especialmente un modo de colaboración en el progreso de las comunidades, las hermanas tienen un bonito proyecto en una de estas comunidades: ARJONA, en la que funciona un comedor para niños desde hace 10 años, bajo un chamizo. Ya se ha construido un sencillo salón multifuncional, en el que además de cocina y comedor, se piensa desarrollar un programa de alfabetización y talleres. Piensan que enero empezará a funcionar con lo básico. También apoyan como comunidad un comedor

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Caracas, 17 de diciembre 2011

Queridas hermanas: Paz y Bien Se acerca la Navidad. Hoy comenzamos la última etapa de Adviento,

cuando ya todo empieza a estar alerta de modo “espabilado” y admirado. Cuando los deseos y los sueños comienzan a entender que ha valido la pena esperar y todo el ser se alista para hacer visible, cuidar, alimentar, dar a luz a Jesús, promesa verdadera y real de buena noticia.

En ese marco de espera y promesa vivimos la experiencia fraterna con

las hermanas de la Viceprovincia Santa María de los Ángeles y con la comunidad de Cartagena de Indias. Dos realidades semejantes en pobreza y en esperanza. Al llegar a estas tierras entiendes que la salvación sólo puede venir a través de los pobres. Nos cuesta entenderlos, nos resulta difícil estar en su piel y caminar con sus zapatos. Pero nuestro corazón y nuestra mentalidad cambia irreversiblemente cuando nos acercamos a ellos y empezamos a ver, junto a ellos mismos, posibilidades de liberación, caminos de dignidad y de justicia. Y eso nos salva a nosotras del vacío, la superficialidad y la increencia.

Y es precisamente eso lo que intentan hacer las hermanas en estos

pueblos. Nos gustaría subrayar de cada realidad, una o dos actitudes que nos llevan a celebrar la navidad como ese advenimiento del amor de Dios, visible para los pequeños y sencillos.

De las hermanas de Cartagena de Indias

quisiéramos subrayar el esfuerzo por leer los signos de los tiempos en realidades nuevas, desde la prudencia y la acogida a lo desconocido. El dejarse acoger y confiar en quienes las acogen. La sinceridad ante sus propias limitaciones y sus deseos de inserción. El deseo profundo de vivir con alegría el proyecto de Dios.

En Cartagena hemos vivido 5 días intensos, en los que hemos podido

apreciar, aunque sea superficialmente, su modo de vida. Su forma de dar pasos cautelosos que vayan afirmando la vida de la Congregación en Colombia. Aparte del banco de alimentos, medio también de subsistencia para las hermanas, y especialmente un modo de colaboración en el progreso de las comunidades, las hermanas tienen un bonito proyecto en una de estas comunidades: ARJONA, en la que funciona un comedor para niños desde hace 10 años, bajo un chamizo. Ya se ha construido un sencillo salón multifuncional, en el que además de cocina y comedor, se piensa desarrollar un programa de alfabetización y talleres. Piensan que enero empezará a funcionar con lo básico. También apoyan como comunidad un comedor

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“Mil y una sonrisa” en un lugar, con pobreza extrema y todo lo que lleva esta realidad. Es bonito y cuestionante ver como algunas personas se comprometen solidariamente a apoyar estos comedores, dándoles todo el tiempo que pueden. En la casa está iniciándose un taller de pintura que puede ser un punto de partida para formar algún grupo de trabajo con otros objetivos. La pastoral parroquial la están comenzando despacio. Su inserción en la diócesis es fuerte y natural. El Arzobispo es un hombre sencillo, familiar, con ganas de trabajar por su pueblo y con gran respeto y cariño hacia las hermanas.

Pudimos participar el sábado en una celebración en la que se

ordenaron tres diáconos permanentes, 12 lectores, otros tantos acólitos, 7 diáconos y 6 presbíteros. Una fiesta grande para la iglesia cartagenera y para la iglesia universal.

Colombia es un país que ha ido progresando paulatinamente y se nota

en sus planes de desarrollo. La pobreza es grande, pero hay más conciencia de ella que en otros lugares. Cartagena es un lugar turístico, pero claramente dividido entre las dos zonas: la del turismo y la real podríamos decir , mucho más grande, donde se da un 70% de pobreza, con distintos niveles. Las hermanas viven en un lugar de clase media y trabajan en zonas de pobreza. La gente de Colombia es amable, cariñosa y educada, muy acogedora como todos los pueblos de América. Es gente sencilla que ayuda ver la vida con sencillez. Algo muy importante para nosotras.

De las hermanas de Venezuela, el subrayado no

puede ser otro que mantener la esperanza, ser activas en la fe, abiertas a la solidaridad con su pueblo, el esfuerzo por la misericordia, que tiene aquí, de modo muy urgente, forma de dignidad y la justicia. La ayuda mutua para superar el cansancio de la violencia y la sin razón. El estar alertas ante la situación social y congregacional En Venezuela la realidad política es preocupante y limitadora. La

violencia es fuerte y la sensación de desánimo y dolor marca el ambiente para cualquier cosa. Las hermanas se esfuerzan en mantener la esperanza, dar consuelo a las familias, ser el soporte de los trabajadores, asumir la realidad propia y ajena. Un poco, ser “las madres y hermanas” que, como decía san Francisco dan a luz la Palabra, alimentan la vida, cuidan y defienden lo que está débil. Hay algo bonito en estas hermanas: su referencia es el dolor del pueblo. Y, aunque en momentos, este dolor pueda agobiarles, es siempre un acicate para no dormir, para permanecer alerta, para dejar de lado su propia incertidumbre.

De las hermanas de Puerto Rico, la obediencia

fraterna, el esfuerzo sencillo por “desaparecer” con

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naturalidad permitiendo que la misión continúe de otro modo, la colaboración desinteresada ante nuevos proyectos. La comunidad de Puerto Rico, pequeñísima en número, pero

admirable en fortaleza y disponibilidad, es también un testimonio de vida que nos lleva a entregarnos, aún en situaciones que se acaban, y hacerlo con naturalidad, generosidad y alegría.

Estos días hemos hablado mucho, en Cartagena, de la necesidad de

“vivir alegres” y abiertas al proyecto de Jesús, seguir sus huellas, con ánimo firme y ligero. No caer en la tentación del victimismo y la renuncia vacía y cerrada en sí misma. Aprender a vivir con las contradicciones propias y de los demás. Aprender a entender que nunca seremos como los pobres, pero siempre serán ellos nuestros preferidos, a quienes queremos amar con entrañas de misericordia, desde nuestras limitaciones y nuestros sueños. Dejarnos amar por ellos, dejar que nos sienten a su mesa y compartir con ellos el pan y el agua cotidianos

Que estas sean nuestras ofrendas ante el pesebre de un Dios que se

hace carne de nuestra carne, nos alimenta, nos marca el camino de paz y justicia, de verdad y vida

El martes estuvimos en el convento de las carmelitas, aquí cerquita de

la casa viceprovincial. Fue un ratito de expansión y compartir fraterno, en el que entre anecdotas y risas, fuimos “sacando” de nosotras mismas las preocupaciones reales que nos agobian y la necesidad de confianza en el Señor. Era la víspera de San Juan de la Cruz, y quién más puede darnos la luz para soportar con serenidad y confianza la noche oscura que nos ha de llevar a atravesar el desierto de nuestras realidades y a encontrar el tesoro escondido en nuestro propio corazón.

Buena navidad desde Venezuela, donde celebraremos la fiesta y la

asamblea fraterna. Recemos juntas para ver lo que realmente Dios quiere y lo que humildemente podemos hacer en cada momento.

Un abrazo fraterno Aniuska Aponte y Carmen Pons