Carta a Mi Hija y Ahora Qué

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Y ahora qué? (Carta abierta a m¡ hija de diez años) Ahora, que hace rato te dormiste y me puedo sentar tranquilo a dejar que el tiempo ocurra despacio, ahora es cuando me pregunto qué les vamos a dejar. A vos y a los muchos que como vos serán gente grande cuando ya no estemos. Para ese entonces, ¿qué habrán dejado los que hayan pasado por los sillones de mando? ¿Qué restos de país habrán quedado para que ustedes pasen por la vida, llamados a un destino del que nada sabemos pero que algo nos tememos? ¿Se confirmará esta pavorosa tendencia a pelearnos entre pobres, de un lado los iluminados y los engordados, y del otro los rabiosos, mientras los que provocaron hábilmente la fractura siguen enriquecièndose impunemente, gracias al voto de sus víctimas? ¿Seguirá haciendo falta el voto de la mayoría para afirmar esta calamidad? O bastará un simple juramento (o un decreto de necesidad de urgencia, llegado el caso) para que los mismos de siempre sigan acumulando lo que otros no recibiremos jamás? ¿Ser desmedidamente rico seguirá siendo tan estúpidamente obsceno como lo es hoy, o se habrá convertido, por imperio de las circunstancias, en una fatalidad que todos aceptarán con resignación, y algunos hasta con alegría, mientras sigan recibiendo su plato de sopa? Tenemos experiencia en estas cosas, sabés hija. Durante muchos años (a lo mejor desde siempre) un pueblo entero esperó la vuelta de un hombre como el salvador de todas sus tribulaciones, pero la alegría le duró poco a aquel pueblo iluso y medio sonzo; resultó que el hombre que tanto esperaban era

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Ensayo

Transcript of Carta a Mi Hija y Ahora Qué

Ahora, que hace rato te dormiste y me puedo sentar tranquilo a dejar que el tiempo pase despacio, ahora es cuando me pregunto qu les vamos a dejar

Y ahora qu?(Carta abierta a m hija de diez aos)Ahora, que hace rato te dormiste y me puedo sentar tranquilo a dejar que el tiempo ocurra despacio, ahora es cuando me pregunto qu les vamos a dejar. A vos y a los muchos que como vos sern gente grande cuando ya no estemos. Para ese entonces, qu habrn dejado los que hayan pasado por los sillones de mando? Qu restos de pas habrn quedado para que ustedes pasen por la vida, llamados a un destino del que nada sabemos pero que algo nos tememos? Se confirmar esta pavorosa tendencia a pelearnos entre pobres, de un lado los iluminados y los engordados, y del otro los rabiosos, mientras los que provocaron hbilmente la fractura siguen enriquecindose impunemente, gracias al voto de sus vctimas? Seguir haciendo falta el voto de la mayora para afirmar esta calamidad? O bastar un simple juramento (o un decreto de necesidad de urgencia, llegado el caso) para que los mismos de siempre sigan acumulando lo que otros no recibiremos jams?Ser desmedidamente rico seguir siendo tan estpidamente obsceno como lo es hoy, o se habr convertido, por imperio de las circunstancias, en una fatalidad que todos aceptarn con resignacin, y algunos hasta con alegra, mientras sigan recibiendo su plato de sopa?

Tenemos experiencia en estas cosas, sabs hija.

Durante muchos aos (a lo mejor desde siempre) un pueblo entero esper la vuelta de un hombre como el salvador de todas sus tribulaciones, pero la alegra le dur poco a aquel pueblo iluso y medio sonzo; result que el hombre que tanto esperaban era mortal, condicin que pudieron comprobar a los pocos meses de su vuelta. Lo que sigui a la partida del viejo y cansado lder es difcil de explicar porque le queda mal a la palabra, sabs hija. Contarte que una banda de uniformados, tan provistos de pesado armamento como desprovistos de alma, secuestr, tortur atrozmente y asesin a 30.000 personas, apropindose de sus hijos, sus bienes y por extensin de la riqueza de todo un pas es slo una parte de la historia, una plida aproximacin. Para acercarnos un poco ms al horror de aquella pesadilla debera contarte que estos seores llegaron al poder llamados por los mismos polticos que terminaron echando, y que para perpetrar sus barbaries contaron con el apoyo de buena parte de la poblacin civil que, mientras se torturaba y mataba a mansalva a los que pensaban distinto, bailaban al ritmo de un mundial de ftbol ganado a punta de pistola, o se reunan en la Plaza Mayor a festejar una guerra que no estaba en los planes de nadie y que le cost al pas otro puado de vidas de jvenes inocentes. Pueblo sonzo, te deca hace un rato, que despus, cuando la noche se hizo da, no sabiendo cmo justificar su criminal candidez, no tuvo mejor idea que acuar algunas frases inolvidables, que merecen figurar en la historia universal de la infamia; A m no me vino a buscar nadie y por algo habr sido, entre otras perlas. Que ese mismo pueblo no se tome a la fecha el trabajo de reflexionar sobre porqu nos ocurri lo que nos ocurri es la causa de muchos males que nos siguen afligiendo.Hasta que un buen da (porque todo tiene su buen o mal da en esta vida, hija, tal vez lo malo no tan pronto como lo bueno, pero todo cumple su ciclo y se despide) los militares no tuvieron ms remedio que mandarse a mudar, dejando tras su paso una secuela de crmenes atroces, una absurda guerra perdida y una deuda impagable que vos y tus hijos debern cargar hasta el fin de los tiempos, o hasta que los tiempos cambien...Y asi fue como lleg la democracia, hija querida, esta democracia imperfecta y llena de contradicciones, mas democrtica para algunos que para muchos otros, esta democracia que nunca termina de pasar de grado y que sigue acumulando asignaturas pendientes y malas notas, esta democracia desigual y desigualitaria, esta democracia corrupta e injusta, que sin embargo debers defender y preferir a cualquier promesa facilista de orden y progreso a quemarropa, que ya sabemos en qu desembocan esas promesas cuando cuentan con el aval de nuestra complicidad y nuestra desmemoria.Volvi la democracia, te contaba, y gracias a ella de pronto nos encontramos amigndonos con viejas y queridas palabras que haca rato no salan de nuestra boca, como libertad y justicia, y hasta permitindonos abrigar esperanzas, algunas tal vez fatalmente desmedidas. Esperbamos, por ejemplo, que los militares y sus cmplices civiles devolvieran lo que se haban llevado. O que pagaran por los crmenes que haban cometido a mansalva. Pero los militares no se haban ido, como quien dice, dispuestos a ser juzgados. Claro que no. Se fueron dando un portazo, masticando arrogancia y prometiendo volver, como lo haban hecho en tantas oportunidades a lo largo de la historia. As que a cambio de justicia, digamos plena, tuvimos que tolerar atisbos de golpes de estado y leyes que eximan a los verdugos ejecutores y apenas enjuiciaban a los que haban dado las rdenes. Con esas contradicciones aberrantes y nuestra rabia contenida, la democracia fue ensayando sus primeros pasos, todava dndose tumbos y sacndose chichones contra la punta de la mesa. El primer presidente elegido por mayora, el Dr Alfonsn, se tuvo que ir por la puerta de atrs, sin siquiera terminar su mandato dignamente, y eso que se march renunciando a su jubilacin y con el mismo patrimonio que tena cuando asumi; es decir que se fu, como quien dice, con lo puesto. Me pregunto si los que le siguieron en el cargo estarn en condiciones de decir lo mismo.Al Dr Alfonsin le sigui un seor llamado Carlos Menem, habrs odo hablar de l porque durante sus dos presidencias se cometieron una serie de delitos gravsimos que hasta el da de hoy siguen sin esclarecerse, como la voladura del arsenal de Ro tercero (que encubra un incalificable robo y contrabando de armamentos), la ley de punto final, que terminaba de liberar a los militares asesinos de los crmenes cometidos durante su arrollador paso por el gobierno, y los atentados a la Amia y la Embajada de Israel, que, una vez ms, cobraron decenas de vidas de inocentes compatriotas.Como si lo que te acabo de enumerar no fuera suficiente para merecer el infierno, el doctor Mnem y uno de sus ministros, el Doctor Cavallo, implementaron un siniestro plan econmico que sumergi al pas en una nueva crisis que dio como resultado miles de empresas privadas cerradas, estatales mal vendidas y millones de desocupados, situacin que a su vez propici el florecimiento de nuevas formas de sobrevivencia para muchos flamantes marginales y desesperados de toda esperanza; algunos se resignaron al cirujeo y la miseria, otros salieron a buscar lo que el pas les negaba, a mano armarda y le pesara a quien le pesara; era el regreso de otra peste para nuestra existencia: la inseguridad, y sus primos bobos; la demonizacin del pobre, la discriminacin del distinto y la solucin final, rebautizada gatilo fcil, como si en el fondo no fueran la misma cosa.

A Mnem, que como los militares tambin se crey eterno, le lleg la hora de la despedida, y en su lugar, en elecciones libres, el Dr Fernando de la Ra gan la presidencia, a la cabeza de un nucleamiento de partidos llamado La Alianza, y cuya duracin (la de la Alianza como tal y por extensin, la del gobierno del propio De la Ra) resultara tambin escandalosamente breve, menos de dos aos, lapso que alcanz, de todos modos, para que el ltimo ministro de economa del Dr Mnem, el Dr Felipe Cavallo, asumiera e implementara otro increble plan econmico destinado a apropiarse de los ahorros en plazo fijo depositados en todos los bancos del pas. S hija, crase o no, estos seores metieron la mano en los dineros que a mucha gente le llev una vida de privaciones y sacrificio reunir, y no los devolvieron sin hasta mucho tiempo despus, devaluado o por partes. Hija, la crisis fu tan grande que el Doctor De la Ra tuvo que escaparse en helicptero de la Casa de Gobierno, en medio de una rebelin popular que cost, en menos de 24 horas, otras 26 vidas a mansalva. En una semana tuvimos cinco presidentes distintos, uno ms absurdo e impresentable que el otro. El futuro se haba convertido en una figurita dificil, o en un captulo de la serie los invasores donde los extraterrestres se metan en la casa de Gobierno abandonada y a los cinco minutos huan despavoridos a la seguridad del cosmos y sus agujeros negros. Se dispar un proceso inflacionario tan desmedido e imprevisible que el dlar (ese billete verde que viene de Estados Unidos a regir nuestra vida y nuestro bolsillo) aument cuatro veces su valor, y con l todo lo que se pueda comprar con dinero: los alimentos, los medicamentos, los boletos del colectivo, la ropa, el gas, la electricidad y todo lo que se te ocurra. A esta nueva calamidad se la bautiz el corralito, seguramente gracias a la creatividad de algun campen de la irona. Como consecuencia directa del corralito, la esperanza, la libertad, la igualdad, aquellas palabras nuevamente tan lejanas, volvieron a devaluarse, desplazadas por otras, crueles y siniestras. La patria volvi a ser la patria financiera, el que aposto al dlar no perdi, y el que apost a confiar sus ahorros al sistema financiero s perdi, en muchos casos, la confianza en el sistema democrtico y hasta las ganas de vivir. Mucha de esa gente sali a golpear cacerolas y a pedir que se fueran todos, sin terminar de entenderse nunca a quines se aluda concretamente en el pedido. Es decir, hija, que el reclamo no fue mucho mas all de una expresin de furia y desencanto, pero sin un sustento organizativo o ideolgico consistentes. El pas (con nosotros adentro) entr en una cosa que se llama cada libre y que en la mayora de los casos termina en tragedia, o en irreversible deceso. A cambio de esa muerte anunciada, sobrevivimos a duras penas, y el gobierno del Doctor Duhalde (que convalid el robo a los ahorristas y pag con su precaria estabilidad los asesinatos de Kosteki y Santilln en la masacre de Avellaneda) culmin su breve ciclo de la misma forma que lo haba empezado: con ms pena que gloria. Y as fue que volvimos a encontrarnos, hija, ante la difcil disyuntiva de tener que volver a elegir quien nos gobernara. Entre los candidatos, aunque te parezca mentira, estaba nuevamente el Doctor Carlos Mnem. Otro candidato originado en el peronismo, el doctor Carlos Kirchner, ignoto gobernador de la lejana provincia de Santa Cruz, se perfilaba como su rival con posibilidades en aquella alocada carrera, viciada de inmediatez e improvisacin. Lejos en las encuestas, tendencia que se confirm en las urnas, una mujer salida del tronco radical, abogada y ex-jueza, apareca como tenue alternativa a la lucha entre peronistas; se trataba de la Doctora Elisa Carri. Y as vino a ocurrir que aquel pueblo que seguimos siendo, obstinado y facilista, sigui apostando al recuerdo de su lder fallecido treinta aos antes, con una tenacidad casi suicida.Nuevamente, hija querida, volvi a ocurrir que unos cuantos vivos sacaron buenos dividendos de un muerto, gobernando mal cuando les toc hacerlo, y no dejando gobernar cuando les toc a otros.O prometiendo lo que la gente necesitaba or, borrando despus con el codo lo que haban firmado con el puo. Incluso recuperando los restos de lo que ellos mismos ayudaron a mal vender. O abogando por una unidad que en verdad slo incluye a partidarios incondicionales y excluye con igual lgica y ferocidad a quienes creemos en el disenso y la diversidad como nico camino al crecimiento.

O acertando con la derogacin de las leyes que protegan a los ex represores del Proceso Militar, lo que posibilit que muchos de ellos fueran, por fin, a prisin, pero sancionando a rengln seguido tiempo temibles y ambiguas leyes anti-terroristas para reprimir a los que en un futuro no muy lejano salgan a protestar por aquello que los gobiernos o sus personeros extranjeros le arrebaten como sea, como viene sucediendo en numerosas regiones del pas, donde la minera a cielo abierto o los agrotxicos destierran y envenenan impunemente a miles de compatriotas, para beneficio de muy pocos y en detrimento de la Nacin toda. Nacin en la que vos misma ests destinada a seguir viviendo, de acuerdo a un porvenir que te hayas podido armar por mrito personal, pero seriamente condicionado por la falta de previsin, el descuido y el latrocinio institucionalizado, en orden a los intereses de los que nosotros mismos habremos elegido para que nos mientan y descuiden con una prolija sonrisa de ocasin.Y entonces ustedes, los que vienen despus que nosotros, tal vez se pregunten qu hicimos para evitar stas y otras esperables calamidades.

Y posiblemente ya no estemos ah para responderles.

Por eso, hija, hoy que todava estamos, sentimos esta impotencia y esta vergenza, que nos cascotea las ganas de vivir y nos mina la esperanza. Porque hicimos todo lo que haba que hacer, y si no lo pudimos hacer, al menos lo intentamos. Fuimos decentes, culpgenos, escrupulosos, sensibles, contemplativos. Nos bancamos todos los temporales, siempre con una sonrisa de buenos ciudadanos. Cremos en los polticos y en sus promesas. Y ahora, qu? sa es la pregunta que no puedo dejar de hacerme, hija, de cara al pas que se viene, que ya tenemos encima y que quedar para ustedes... y ahora qu?PAGE 5