Carlos Altamirano, Historia de los intelectuales en América Latina. II. Los avatares de la "ciudad...

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    Historia de los intelectualesen Amrica Latina II

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    Direccin general del proyecto:Carlos Altamirano

    Comit acadmico:Nora Catelli, Horacio Crespo,Arcadio Daz Quiones, Jean Franco, Javier Garciadiego,Claudio Lomnitz, Sergio Miceli, Jorge Myers

    Editores:Volumen I: Jorge MyersVolumen II: Carlos Altamirano

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    Historia de los intelectualesen Amrica Latina II

    Director: Carlos Altamirano

    II. Los avatares de la ciudad letrada en el siglo XX

    Editor del volumen: Carlos Altamirano

    conocimiento

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    Primera edicin, 2010

    Katz Editores

    Charlone 216

    C1427BXF-Buenos Aires

    Calle del Barco N 40, 3 D

    28004 Madrid

    www.katzeditores.com

    Carlos Altamirano

    ISBN Argentina: 978-987-1566-22-8

    ISBN Espaa: 978-84-92946-05-1

    1. Historia del Pensamiento Latinoamericano. I. Ttulo.

    CDD 306.42

    El contenido intelectual de esta obra se encuentra

    protegido por diversas leyes y tratados internacionales

    que prohben la reproduccin ntegra o extractada,

    realizada por cualquier procedimiento, que no cuente

    con la autorizacin expresa del editor.

    Diseo de coleccin: tholn kunst

    Impreso en el Uruguay por Pressur Corporation S.A.

    Hecho el depsito que marca la ley 11.723

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    Introduccin al volumen IIlites culturales en el siglo latinoamericanoCarlos Altamirano

    .

    Los intelectuales y la Revolucin MexicanaJavier Garciadiego

    Anatoma del entusiasmo. Cultura y Revolucin en Cuba(-)Rafael Rojas

    .

    Pedro Henrquez Urea y las tradicionesintelectuales caribeasArcadio Daz QuionesEl intelectual-diplomtico: Alfonso Reyes, sustantivoJorge MyersLetras y diplomacia en el Brasil: una aproximacinen tres tiemposFernanda Aras Peixoto

    Amrica Latina como prctica. Modos de sociabilidadintelectual de los reformistas universitarios (-)Martn Bergel y Ricardo Martnez MazzolaHuellas, redes y prcticas del exilio intelectual

    aprista en ChileRicardo Melgar Bao

    ndice

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    .

    Amauta: vanguardia y revolucinOscar Tern

    Sur. Una minora cosmopolita en la periferia occidentalMara Teresa GramuglioMarcha del Uruguay: hacia America Latina

    por el Ro de la PlataXimena EspecheCuadernos Americanos: la poltica editorialcomo poltica culturalLiliana WeinbergLa Revista Mexicana de Literatura: territorio

    de la nueva lite intelectual (-)Ricardo Pozas HorcasitasCasa de las Amricas (-): un esplendoren dos tiemposClaudia Gilman

    .

    La desmesura revolucionaria. Prcticas intelectuales

    y cultura vitalista en los orgenes delperuano(-)Martn BergelEl modernismo y la formacin del intelectual catlicoen el BrasilFernando Antonio Pinheiro FilhoLos proyectos de un grupo de intelectuales catlicosargentinos entre las dos guerrasFernando J. Devoto

    Artistas e intelectuales brasileos en las dcadasde y: cultura y revolucinMarcelo RidentiLos intelectuales y la izquierda en la Argentina(-)Jos Luis de Diego

    . :

    Manuel Gamio y el indigenismo de la Revolucin MexicanaEmilio Kour

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    Indigenismo, nacin y poltica en el Per(-)Osmar Gonzales

    Arguedas: los peruanos somos un noble torbellinode espritus diferentesLuis Millones

    .

    Vanguardismo pictrico y vanguardia polticaen la construccin del Estado nacional revolucionariomexicanoAlicia Azuela de la Cueva

    Vanguardias literarias y artsticas en el Brasily en la Argentina: un ensayo comparativoSergio Miceli

    . :

    Los editores espaoles en la Argentina:redes comerciales, polticas y culturales entre Espaa

    y la Argentina (-)Fabio Esposito

    Misin de la edicin para una cultura en crisis.El Fondo de Cultura Econmica y el americanismoen Tierra FirmeGustavo SorEditoriales y crculos intelectuales en Chile (-)Bernardo Subercaseaux

    .

    Intelectuales, poder revolucionario y ciencias socialesen Mxico (-)Guillermo PalaciosCiencias sociales en el Cono Sur y la gnesisde una nueva lite intelectual (-)Alejandro BlancoGeneraciones pioneras de las ciencias sociales brasileas

    Luiz Carlos JacksonPasajes: Albert O. Hirschman en Amrica LatinaJeremy Adelman

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    Los intelectuales de la literatura: cambio social y narrativasde identidad

    Gonzalo AguilarLa lite itinerante delboom: seducciones transnacionalesen los escritores latinoamericanos (-)Nora CatelliCampo intelectual, crtica literaria y gnero (-)Heloisa PontesIntelectuales y medios de comunicacinMirta Varela

    Colaboradoresndice de nombres

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    Este segundo volumen de la historia de los intelectuales en Amrica Latina

    no sigue una lnea recta, del comienzo al fin. Recorre una franja histricaque va de comienzos del siglo a la de dcada de , pero la explora atravs de varias entradas. Las secciones en que se articula el libro se orde-nan segn ejes diferentes, y a menudo el lector hallar que los mismos nom-bres, los mismos crculos de la intelligentsia, los mismos sucesos o losmismos ttulos aparecen inscriptos en el desarrollo de temas distintos. Per-mtaseme un breve rodeo para justificar esta manera de explorar histri-camente los avatares de la ciudad letrada en el siglo pasado.

    El historiador Michel Winock le dio el ttulo de Le sicle des intellectuels() a una elogiada historia de la intelligentsia en Francia. Winock dividesu relato en tres grandes etapas a las que coloca bajo el signo de un nom-bre emblemtico: los aos Barrs, los aos Gide, los aos Sartre. Noes una historia de las ideas ni de la produccin cultural, aunque indirec-tamente algo de esto aparezca en la obra, sino una historia de los comba-tes polticos de los intelectuales franceses desde el caso Dreyfus.

    El proceso de Amrica Latina y sus lites culturales en el siglo es dema-siado intrincado como para que se lo ajuste a una historia escandida en eta-pas que valgan para todas las reas de la regin. Si nos preguntramos,haciendo un ejercicio de analoga, por el siglo de los intelectuales en Am-rica Latina, la respuesta ms aproximada debera ser: ellos no entraron enescena de la noche a la maana, pero en el novecientos latinoamericano,en algunos pases de la regin ya se distinguan de los letrados tradiciona-les. A medida que se ingrese en el siglo y a lo largo del resto de la centu-ria se puede registrar a hombres y mujeres, sean escritores o artistas, crea-dores o difusores, eruditos, expertos o idelogos, en el papel que los hace

    socialmente ms visibles: actores del debate pblico, el intelectual como sercvico conciencia de su tiempo, intrprete de la nacin o voz de su pue-blo, tareas acordes con la definicin de los intelectuales como grupo tico.

    Introduccin al volumen IIlites culturalesen el siglo xx latinoamericanoCarlos Altamirano

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    Resultara difcil hallar nombres que tuvieran para todo el subcontinenteel valor de simbolizadores privilegiados que tienen los citados para la histo-ria de la vida intelectual francesa. Acaso nicamente el de Jos Enrique

    Rod y, sobre todo, el de su ensayoAriel() hayan obrado como cifra deun perodo del ambiente cultural latinoamericano, el de los primeros dos otres lustros del siglo . El trmino arielismo ha sido empleado tanto pararesumir el mensaje deAriel, como para referirse a cierta orientacin del esp-ritu de esos aos: una actitud, denominada tambin idealista, de descontentofrente a la unilateralidad cientificista y utilitaria de la civilizacin moderna,la reivindicacin de la identidad latina de la cultura de las sociedades hispa-noamericanas, frente a la Amrica anglosajona, y el rechazo de la nordo-mana, como llamaba Rod a la tendencia que haca de los Estados Unidos

    el modelo a imitar. Como observ Pedro Henrquez Urea (: ) en unaadmirativa nota sobre el libro de Rod escrita en ,Arielse diriga a lalite de los intelectuales y se propona contribuir a la formacin de unaminora dirigente. Escrito en el estilo elevado que practicaba Rod, consi-derado por entonces el crtico ms ecunime y el mejor prosista en Hispa-noamrica, el mensaje deAriel, que llamaba a superar el intelecto estrechode la especializacin, a regir el comportamiento por valores ms altos que losexclusivamente econmicos (lo que en el lenguaje del tiempo se llamaba

    materialismo) y a cultivar el sentimiento esttico como pieza central deuna personalidad y de una civilizacin armoniosas, hall eco. No slo enaquellos a los que suele agruparse bajo el ttulo de arielistas, como los her-manos Francisco y Ventura Garca Caldern, del Per, Carlos Arturo Torres,de Colombia, o Gonzalo Zaldumbide, de Ecuador, sino tambin en otros quefueron conmovidos por la palabra de Rod, aunque le dieran posteriormentediferentes desarrollos a esa incitacin, como Manuel Ugarte, Pedro Henr-quez Urea o Alfonso Reyes los dos ltimos promovieron en una edi-cin deAriel, en Monterrey, estado gobernado por el padre de Reyes. El Con-greso Internacional de Estudiantes Americanos, organizado en Montevideoen , y los que siguieron (Buenos Aires, ; Lima, ) hasta el movi-miento de la Reforma Universitaria en , fueron tambin ocasiones parala propagacin del verbo arielista entre los jvenes universitarios.

    Salvo este caso, que permitira referirse a unos aos arielistas, qu otronombre podra bautizar una poca? Tal vez el del filsofo espaol JosOrtega y Gasset, que durante varias dcadas tuvo gran ascendiente sobrelas lites culturales hispanoamericanas (sin excluir el Brasil). Por cierto,

    despus de Rod y a lo largo de la centuria no faltaron figuras de presti-gio ms o menos continental, a las que se leyera y escuchara con deferen-cia y aun admiracin. Entre Jos Ingenieros, en un extremo de la lnea cro-

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    nolgica, y Octavio Paz o Carlos Fuentes, en el otro, podra anotarse amuchos en ese papel de moralistas pblicos, para emplear la expresinde Stefan Collini. Pero no sera posible simbolizar un perodo con alguno

    de esos nombres. Creemos que eso refleja el hecho de que durante el siglola vida intelectual latinoamericana corri predominantemente por cau-ces nacionales y que no hubo ningn escenario central, ninguna capitalque ejerciera, como fue el caso de Pars y no slo para Francia, la funcinde metrpolis de donde brota la autoridad intelectual con sus revistas,sus editoriales, sus academias, sus debates y, por supuesto, sus maestros delpensar que a menudo eran tambin maestros de la pluma. En determi-nado momento alguna ciudad pudo parecer ms prspera, ms cosmopo-lita e incluso ms culta que el resto, o funcionar como meca de la revolu-

    cin continental. Pero ninguna fue, para las otras, ese centro en que seproduce la canonizacin intelectual y al que los aspirantes concurren, ovuelven la mirada, para ver qu direccin toma el mundo del espritu,qu tendencias tericas o estticas seguir.

    Europa. De ah nos vena todo: la ciencia, el arte, la poesa, las ideas,las modas, los tejidos, la cocina, escribi el crtico literario argentino RobertoGiusti al recordar el ingreso de su generacin en la escena intelectual por-tea a comienzos del siglo . No faltaban voces que amonestaran a los

    demasiados serviles con el desptico monarca, reclamando ms indepen-dencia en el campo artstico y literario. Clamaban en el desierto. Todavano tenamos nada que corregir a la boutadede Daro en el prlogo de Pro-sas profanas: Mi esposa es de mi tierra; mi querida es de Pars (Giusti,: -). Pero el deseo de Europa no singularizaba a Buenos Aires:no palpitaba menos en la ciudad de Mxico, que en Lima o en Ro de Janeiro.Dice Nicolau Sevcenko (: ) a propsito de esta ltima en los aosde la Primera Repblica:

    Lo importante, en el rea central de la ciudad, era estar al da con losmenores detalles de la vida cotidiana del Viejo Mundo. Y los barcos euro-peos, principalmente franceses, no traan slo los figurines, los muebles

    y las ropas, sino tambin las piezas y los libros que estaban en boga, lasescuelas filosficas predominantes, el comportamiento, el ocio, las est-ticas y hasta las enfermedades, todo en fin lo que fuese consumible poruna sociedad altamente urbanizada y sedienta de prestigio.

    Para qu desviar la mirada en otra direccin? La Amrica Latina (o His-pnica o Ibrica) era por entonces una referencia ms bien borrosa. Salvopara aquellos escritores que, exiliados o trasplantados en Europa o en los

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    Estados Unidos, descubrieron, ms all de sus naciones, la presencia delsubcontinente (vanse Fey, ; Colombi, ). Como Manuel Ugarte,que har de la alianza de los pueblos hispanoamericanos el tema central

    de una cruzada intelectual que le dar ms renombre afuera que adentrode su pas, la Argentina. En l como en muchos otros, ese genuino com-promiso hispanoamericanista no cancelaba el deseo de Europa. En unintencionado pasaje de su libro de memorias La Argentina que yo viv, elpoltico y ensayista guatemalteco Juan Jos Arvalo (: ) observa queUgarte, pese a su brega, no rompi del todo con el ansia parisina de suscompatriotas: Desde comienzos de siglo vive en Europa; viene por pocotiempo a Buenos Aires y regresa rpidamente a Pars. Y remata con ungrano de mordacidad: Su hermoso hispanoamericanismo literario huele

    apernaudy a boulevard.Este cuadro, en que lo dominante era una mezcla de indiferencia con

    desconocimiento acerca del resto de los pases de la regin, se alterar amedida que se avance en el siglo, pero no ocurrir de una vez, sino con vai-venes y bajo el impulso de diferentes provocaciones y sacudimientos.Cuando en el crtico espaol Guillermo de Torre propuso que se reco-nociera a Madrid como meridiano intelectual de Hispanoamrica, fun-dndose en la comunidad cultural que produce la lengua y con el objeto

    de corregir la tendencia, que consideraba ya injustificable, por la cual Parssegua siendo un imn para estudiantes, artistas y escritores hispanoha-blantes, la idea hall poco respaldo en el subcontinente. Se vio en ella unapretensin disimulada de tutora intelectual (Alemany Bay, ). En algu-nos crculos literarios hispanoamericanos y por la misma poca, se pen-saba que un futuro no lejano reservaba a las antiguas colonias un papelms eminente que el propuesto por Guillermo de Torre. El augurio loformul Pedro Henrquez Urea en en uno de sus Siete ensayos enbusca de nuestra expresin. Si las artes y las letras no sucumben bajo elpeso de la civilizacin industrial occidental y esas actividades no se vuel-ven mera diversin, pirotecnia del ingenio, deca Henrquez Urea (:), los hispanoamericanos podan considerar que el porvenir estaba desu lado: no tendremos por qu temer al sello ajeno del idioma en que escri-bimos, porque para entonces habr pasado a estas orillas del Atlntico eleje espiritual del mundo espaol.

    Despus de la Primera Guerra Mundial y sobre todo desde los aos veintehabr ms comunicacin entre los ambientes de la intelligentsia del sub-

    continente, y en determinados momentos Amrica Latina casi funcioncomo una sola arena entre cultural y poltica. En este volumen de la His-toria de los intelectuales en Amrica Latina se pone el foco en algunos de

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    esos momentos y en algunas de las formas de sociabilidad concebidas porintelectuales de estos pases.

    Retrocedamos al comienzo. Hacia , gran parte de las naciones lati-noamericanas se encuentran en rpido crecimiento econmico, incluidasen la rbita mundial del progreso burgus, en pleno apogeo por enton-ces. Ese modo de existencia, hecha de confort, distincin y ligereza, que sellam belle poque, es compartido por las clases pudientes de sus capita-les. Un par de dcadas atrs esas naciones se haban incorporado a la eco-noma internacional como productoras de materias primas y receptorasde capitales, manufacturas e innovaciones tecnolgicas generadas en lospases que marchaban a la cabeza de la mundializacin capitalista que pre-

    cedi a la primera gran guerra. La modalidad de la integracin vari de unrea a otra segn el bien primario cultivado o extrado, las estructuras depoder local y el centro dominante, europeo o norteamericano. El resultadocomn fue el surgimiento de nuevos modos de producir y un dinamismoque se transmiti a la sociedad y, sobre todo, a las ciudades del subconti-nente. El patrn social decimonnico se alter con el incremento del volu-men de trabajadores asalariados y con la formacin de las clases medias,particularmente de las clases medias urbanas, que en la segunda mitad de

    la centuria habrn de convertirse en la gran cantera para el reclutamientode intelectuales.

    En ciertas reas (el Ro de la Plata, el sur del Brasil), las marejadas migra-torias del Viejo Continente fueron parte de esta transformacin. Paulati-namente el espacio de las lites se hizo menos homogneo, y ms tempra-namente en algunas partes, algo ms tarde en otras, la actividad polticase volvi una profesin y una carrera. Ningn ttulo habilitaba el ingresoen ellas como el de abogado. A la profesionalizacin de la poltica corres-ponder una creciente especializacin del trabajo de los escritores y, msen general, de la gente de saber. Dentro de cada sociedad nacional, aun-que con ritmo diferenciado, se irn esbozando as los contornos de undominio o una esfera que, con las especificaciones del caso, puede descri-birse con el concepto acuado por Pierre Bourdieu de campo intelectual.

    Hasta la tercera y cuarta dcadas del siglo , las universidades conta-ron poco en la vida y los impulsos de renovacin de los ambientes de lite-rati. Los cafs, las redacciones de diarios, los ateneos, las revistas, las comi-das de agasajo que motivaban los premios literarios o las visitas de extranjeros

    ilustres fueron en un comienzo los escenarios ms corrientes de sociabili-dad intelectual. Algunas universidades que desempearn un importantepapel en la formacin de especialistas en ciencias sociales y en disciplinas

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