Carisma
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La inspiración primigenia enviada a la Fundadora en Santa
Sabina es la raíz de nuestra Congregación religiosa.
De ella mediante la caridad pasa a nosotras la vida de Cristo y de María recorriendo como linfa vital para alimentar nuestro ser, nuestro obrar, nuestro tender a Dios, nuestro ir hacia los jóvenes y el prójimo.
Todos los miembros de nuestra Congregación tienen en sí este don del Espíritu, también si en forma diversa, y según la intensidad de
unión interior con la Fundadora y, también según la fidelidad personal
a la propia vocación.
El carisma del Instituto, en efecto tanto más suelta su
“carga de irradiación colectiva, de contagio
espiritual” cuanto más nosotros sus miembros
sepamos vivir y encarnar ahora y en este momento el
dinamismo interno.
Solo así entonces sabremos también transformar “una
memoria histórica en memoria actualizada” y sabremos responder a
los llamados y a los signos del Espíritu como Madre Eugenia ha sabido hacer con respecto a su tiempo. Este es el deber
que tiene nuestra comunidad con relación
al hoy.
Para continuar siendo, como deseaba Madre Eugenia, “Tantos miembros en un solo cuerpo; es
más, tantos corazones en una sola alma que viva y muera por Dios y
en Dios”, para ser, esto es, una comunidad que vive en dinámica fidelidad, en actitud de conversión y en la dimensión de interioridad, nosotras tenemos la necesidad hoy
de hacer un discernimiento espiritual capaz de ponernos en
sintonía con la misión que el Espíritu Santo se propuso
suscitando en la Iglesia nuestra comunidad.
Ante todo cada una debe sentirse consciente de ser llamada a realizar el
carisma personal y la vocación propia dentro de su comunidad. Es decir, debemos
despertarnos y reforzar en nosotras el sentido de pertenencia teológica y carismática a
nuestra Congregación, porque, “solo en la fidelidad y continuidad a la matriz espiritual que lo ha engendrado, el discípulo encontrará
su identidad consagrada!”
Si la comunidad ha absorbido profundamente la potencialidad del propio
carisma, entonces conserva una fuerte carga de creatividad pastoral y espiritualidad, que
la hace encontrar los medios para que la inspiración primigenia del fundador
continúe encarnándose en el hoy.
CARISMA PARA LA IGLESIA Dios da sus dones para que sirvan
para la edificación de todo el cuerpo místico que es la Iglesia.
(Cf. 1Cor) Si pertenece a la Iglesia, nuestro carisma es también para
aquellos que se acercan al Instituto para gozar los beneficios de
nuestras iniciativas.
Estos encuentros con los destinatarios de nuestro
apostolado son la ocasión para que el carisma de
Madre Eugenia los contagie espiritualmente y se
convierta también para ellos en fuerza vital.
Nosotras, comunidad de Madre Eugenia no podemos levantar empalizadas entre nuestra espiritualidad y
aquellos que nos rodean. Los jóvenes, las familias, los necesitados espiritual y corporalmente con los cuales
entramos en contacto, deben poder beber ellos también en las fuentes de las cuales brotó nuestra institución
religiosa: el corazón de Cristo, nutrirse y vivir.
Comunicar, transmitir, consignar nuestro carisma en aquello que es la fuerza originaria: la caridad que se traduce en todas las formas del
amor a Dios y al prójimo hace parte de nuestra misión en la Iglesia.
Quería que las jóvenes más grandes se
prestaran para dar catequesis, esto es,
compartía el núcleo originario de su carisma. Se podría continuar con muchas otras ejemplificaciones.
Con estos ejemplos ella nos indicó el
camino para transformar el don recibido de Dios en un don consignado
a la Iglesia.
Madre Eugenia nos ha precedido en esto y
nos ha dado el ejemplo: “Hablaba
siempre del amor de Dios”; es decir,
comunicaba a todos la sustancia de su carisma; “Nos
invitaba también a nosotras alumnas a
poner aparte cualquier cosa para los pobres y para los
enfermos del hospital” es decir, educaba a su carisma de atención a
las necesidades del otro y a la
generosidad.
Nos encontraremos también nosotras escribiendo nuestra “carta de amor” al Señor, en un
“cuaderno” que El mismo nos pondrá entre las manos: la juventud, la Iglesia el mundo.
“En el Corazón de Cristo Madre Eugenia intuyó que la linfa vital de la Iglesia es
la caridad; y por eso ha vigilado y vigila todavía,
para que la vida de su Instituto continúe siendo caridad al unísono de la mente y del corazón”, continúe alimentando
nuestras vidas.Vale para nosotras su
promesa: “Amaos, y yo del cielo os protegeré”.
El Corazón de Jesús fue el punto específico perspectivo, el prisma a través del cual ella “leyó” toda la obra de la Redención y el misterio de la gracia que actúa en los corazones.En él contempló la iglesia, el mundo, la juventud, y también sus hijas: “Os miro en el espejo del Corazón de Jesús y os veo…trabajar con prontitud, celo…amor recíproco… buen espíritu”.
EL CORAZON DE JESUS PROYECTO DE VIDA.
Su corazón, conformándose cada vez más a los sentimientos del Corazón de
Jesús, se dilató a los confines del mundo, amó con amor universal a todos los
hombres bajo cualquier cielo, especialmente el juvenil, pero también
los lejanos, los últimos. El amor la impulsaba a llevar por todas partes el anuncio de la bondad de Dios. De este
modo vivió también su profecía.
En unión con el Corazón de Jesús ella vivió su sacerdocio y se ofreció en
holocausto por las almas, armonizando su vida con la de El, su sufrimientos
con los sufrimientos de El, en un tenaz cotidiano esfuerzo de fidelidad.
“Dígnate OH Corazón de Jesús hacerme conocer lo que más te agrada y yo con
tu ayuda lo haré”
Si, tened fe: El Corazón de Jesús calentará vuestros corazones y los hará generosos y capaces de hacer el bien… Que tu puedas encontrar en el
Corazón de Jesús verdadera paz, santo consuelo, amor que te abisme”…En la fuente del Corazón de Jesús aprovisiónate de gracia, confiándote a la
intercesión del Corazón de su Santísima Madre…Coloca todas tus necesidades en aquel gran Corazón, magnánimo, amorosísimo:
El pensará en todo”.
Finalmente la exhortación que se
conecta directamente al carisma: “Inspirémonos
en la escuela del amor del Corazón de Jesús y llenas
de celo demostremos abiertamente corazón
para todos, especialmente para las
jóvenes confiadas a nuestros cuidados,
amando con Dios y por Dios…
Dios estará con nosotros y María SS. Nos conducirá
de la mano a la roca segura del
Sagrado Corazón de Jesús”.
El Culto a la SS. Eucaristía es otro de los pilares de la espiritualidad de Madre
Ravasco.Desde el día de la primera comunión, Eugenia había
abierto su corazón a un amor especial por Jesús Eucaristía.
En la presencia Eucarística fundamentaba las raíces profundas de su fe: “Le era
familiar la verdad de la presencia de Dios y una fe confidencial en el SS. Sacramento
Pasando por el corredor cercano a la Capilla, solía tocar el muro y preguntaba:
“Jesús estás ahí?”.
Madre Eugenia, iluminada por la gracia del carisma, intuyó esta estrechísima unión entre el amor del Corazón y el amor de Jesús
en la Eucaristía; por esto adoraba en el misterio
eucarístico a Jesús como “Amor sacramentado” y con
generosidad de fe se dirigía al “S. Corazón de Jesús Sacramentado”.
Por tanto, en el carisma de Madre Ravasco el S. Corazón y la Presencia Eucarística son la doble manifestación del
único amor de Cristo por la humanidad.. Veneraba a Jesús víctima por los pecadores del mundo; sacerdote, mediador
“hacia su Divina Majestad”; y el tabernáculo se configuraba como el “trono de la misericordia y del amor”,
signo del amor “exagerado” del Corazón de Jesús
La presencia de la Madre de Dios en la vida y en las intenciones fundamentales de Eugenia, en efecto no fue un hecho
devocional, relacionado tal vez a la espiritualidad del tiempo, sino un fruto
del Espíritu, que germinó en el momento del bautismo y que llegó a su maduración con el don del carisma, y que se transformó en alimento de toda la espiritualidad y de la obra que aquel
carisma debía engendrar.
En el Corazón Inmaculado de María ella encontró el modelo más
perfecto, después de Jesús del amor hacia los hombres.
PARA CONCLUIR
“No hay ninguna entre vosotros que quiera gastarse toda por
Dios y hacer un poco de bien por amor del Corazón de Jesús?”
La respuesta a este llamado es la semilla de nuestra Congregación