Caricaturas de Dios

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En búsqueda de Dios Un cuento para comenzar este tema… El Hilo Primordial (adaptación del original de "Madera Verde" de Mamerto Menapace) Ya se acercaba la primavera, y aquella mañana, el cielo azul se vio inundado de las frágiles telitas voladoras que solemos llamar "Babas del diablo". En una de esas telitas, venía navegando una arañita recién nacida, venida quién sabe de dónde. El viento jugueteó un rato con la embarcación de la arañita que vagaba a la deriva, hasta que de pronto el vuelo se detuvo con un fuerte sacudón. ¿Qué había pasado? Simplemente que la nave había encallado en la rama de un árbol. Pasado el primer susto, la arañita, comenzó a correr por la tela hasta pararse finalmente en la rama en que había anclado su nave. Y desde allí se largó en vertical buscando la tierra. Su descenso fue suave y seguro, porque un hilo fino, pero muy resistente, la acompañó en el trayecto y la mantuvo unida a su punto de partida. Y por ese hilo volvió luego a subir hasta su punto de desembarco. Ya era de noche, y como era pequeña y la tierra le daba miedo, se quedó a dormir en la altura. A la mañana siguiente, la arañita sintió hambre, así que volvió a repetir su descenso para comenzar a construir una pequeña tela que le serviría para atrapar bichitos. ¡Cuán grande fue su emoción al ver que un insecto más pequeño que ella había quedado atrapado en su tela! Lo envolvió y lo succionó. Luego, como ya era tarde, volvió a trepar por el hilito primordial, a reencontrarse con su punto de desembarco. Y esto se repitió cada mañana y cada noche. Cada día añadía nuevos hilos a su tela, viéndose obligada a utilizar aquel fino hilo primordial a fin de mantenerla tensa, agarrando de él los finos hilos cuyas otras puntas eran fijadas en ramas, troncos o yuyos que tironeaban para abajo. El hilo ese era el único que tironeaba para arriba, manteniendo tensa toda la estructura de la tela. Por supuesto, la arañita no filosofaba demasiado sobre estructuras, tironeos o tensiones. Simplemente tejía guiada por su instinto. Y cada noche trepaba por el hilo primordial a fin de reencontrarse con su punto de partida. Pero un día atrapó un bicho de marca mayor. Luego de tamaña cena, se sintió tan agotada, que esa noche decidió no subir por el hilo. Y a la mañana siguiente vio con sorpresa que por no haber subido, tampoco se veía obligada a descender. Y esto le hizo decidir no tomarse el trabajo del crepúsculo y del amanecer, a fin de dedicar sus fuerzas a la caza de presas que cada día preveía mayores. Y así, poco a poco, fue olvidándose de su origen, y dejando de recorrer aquel hilito fino y primordial que la unía a su infancia viajera y soñadora. Sólo se preocupaba por los hilos útiles que había que reparar o tejer cada día, debido a que la caza mayor tenía exigencias agotadoras. Así amaneció el día fatal. Era una cálida mañana de verano, y en el centro de su tela, la araña adulta se sintió el centro del mundo. Satisfecha de sí misma, quiso darse la razón de todo lo que existía a su alrededor. Ella no sabía que de tanto mirar lo cercano, se había vuelto miope. De tanto preocuparse solo por lo inmediato y urgente, terminó por olvidar que más allá del radio de su tela, aún quedaba mucho mundo con existencia y realidad. Podría al menos haberlo intuido del hecho de que todas sus presas venían del más allá, pero también había perdido la capacidad de intuición. Sólo le interesaba lo que del más allá llegaba hasta ella. En el fondo, sólo se interesaba por ella y nada más, salvo quizá por su tela cazadora. Y mirando su tela, comenzó a encontrarle la finalidad a cada hilo: sabía de dónde partían y hacia dónde se dirigían, dónde se enganchaban y para qué servían. Hasta que se topó con ese bendito hilo primordial. Intrigada trató de recordar cuándo lo había tejido. Y ya no logró recordarlo, porque a esa altura de la vida, los recuerdos, para poder durarle, tenían que estar ligados a alguna presa conquistada. Y ese hilo no había apresado nada en todos aquellos meses ni tampoco había ido a ningún lado por él en los últimos tiempos. Esto le dio rabia. Ella era una araña práctica, científica y técnica. ¡Que no le vinieran con poemas infantiles de vuelos en atardeceres tibios de primavera! ¡Si ese hilo no servía para algo, había que eliminarlo! ¡No tenía tiempo para ocuparse de cosas inútiles cuando 1

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En búsqueda de DiosUn cuento para comenzar este tema…

El Hilo Primordial (adaptación del original de "Madera Verde" de Mamerto Menapace)

 Ya se acercaba la primavera, y aquella mañana, el cielo azul se vio inundado de las frágiles

telitas voladoras que solemos llamar "Babas del diablo". En una de esas telitas, venía navegando una arañita recién nacida, venida quién sabe de dónde. El viento jugueteó un rato con la embarcación de la arañita que vagaba a la deriva, hasta que de pronto el vuelo se detuvo con un fuerte sacudón. ¿Qué había pasado? Simplemente que la nave había encallado en la rama de un árbol. Pasado el primer susto, la arañita, comenzó a correr por la tela hasta pararse finalmente en la rama en que había anclado su nave. Y desde allí se largó en vertical buscando la tierra. Su descenso fue suave y seguro, porque un hilo fino, pero muy resistente, la acompañó en el trayecto y la mantuvo unida a su punto de partida. Y por ese hilo volvió luego a subir hasta su punto de desembarco. Ya era de noche, y como era pequeña y la tierra le daba miedo, se quedó a dormir en la altura.

 A la mañana siguiente, la arañita sintió hambre, así que volvió a repetir su descenso para

comenzar a construir una pequeña tela que le serviría para atrapar bichitos. ¡Cuán grande fue su emoción al ver que un insecto más pequeño que ella había quedado atrapado en su tela! Lo envolvió y lo succionó. Luego, como ya era tarde, volvió a trepar por el hilito primordial, a reencontrarse con su punto de desembarco. Y esto se repitió cada mañana y cada noche. Cada día añadía nuevos hilos a su tela, viéndose obligada a utilizar aquel fino hilo primordial a fin de mantenerla tensa, agarrando de él los finos hilos cuyas otras puntas eran fijadas en ramas, troncos o yuyos que tironeaban para abajo. El hilo ese era el único que tironeaba para arriba, manteniendo tensa toda la estructura de la tela. Por supuesto, la arañita no filosofaba demasiado sobre estructuras, tironeos o tensiones. Simplemente tejía guiada por su instinto. Y cada noche trepaba por el hilo primordial a fin de reencontrarse con su punto de partida.

 Pero un día atrapó un bicho de marca mayor. Luego de tamaña cena, se sintió tan agotada,

que esa noche decidió no subir por el hilo. Y a la mañana siguiente vio con sorpresa que por no haber subido, tampoco se veía obligada a descender. Y esto le hizo decidir no tomarse el trabajo del crepúsculo y del amanecer, a fin de dedicar sus fuerzas a la caza de presas que cada día preveía mayores. Y así, poco a poco, fue olvidándose de su origen, y dejando de recorrer aquel hilito fino y primordial que la unía a su infancia viajera y soñadora. Sólo se preocupaba por los hilos útiles que había que reparar o tejer cada día, debido a que la caza mayor tenía exigencias agotadoras.

 Así amaneció el día fatal. Era una cálida mañana de verano, y en el centro de su tela, la araña

adulta se sintió el centro del mundo. Satisfecha de sí misma, quiso darse la razón de todo lo que existía a su alrededor. Ella no sabía que de tanto mirar lo cercano, se había vuelto miope. De tanto preocuparse solo por lo inmediato y urgente, terminó por olvidar que más allá del radio de su tela, aún quedaba mucho mundo con existencia y realidad. Podría al menos haberlo intuido del hecho de que todas sus presas venían del más allá, pero también había perdido la capacidad de intuición. Sólo le interesaba lo que del más allá llegaba hasta ella. En el fondo, sólo se interesaba por ella y nada más, salvo quizá por su tela cazadora. Y mirando su tela, comenzó a encontrarle la finalidad a cada hilo: sabía de dónde partían y hacia dónde se dirigían, dónde se enganchaban y para qué servían. Hasta que se topó con ese bendito hilo primordial. Intrigada trató de recordar cuándo lo había tejido. Y ya no logró recordarlo, porque a esa altura de la vida, los recuerdos, para poder durarle, tenían que estar ligados a alguna presa conquistada. Y ese hilo no había apresado nada en todos aquellos meses ni tampoco había ido a ningún lado por él en los últimos tiempos. Esto le dio rabia. Ella era una araña práctica, científica y técnica. ¡Que no le vinieran con poemas infantiles de vuelos en atardeceres tibios de primavera! ¡Si ese hilo no servía para algo, había que eliminarlo! ¡No tenía tiempo para ocuparse de cosas inútiles cuando eran tan exigentes las tareas de crecimiento y subsistencia! Y le dio tanta rabia el no verle sentido al hilo primordial, que tomándolo entre las pinzas de sus mandíbulas, lo cortó de un solo golpe.

 ¡Nunca lo hubiera hecho! Al perder su punto de tensión hacia arriba, la tela se cerró como una

trampa fatal, y el golpe que azotó a la araña contra el duro suelo fue terrible. Tan tremendo que

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la pobre perdió el conocimiento y quedó desmayada sobre la tierra, que esta vez la recibiera mortíferamente. Cuando empezó a recuperar su conciencia, el sol ya se acercaba a su cenit. La tela, al resecarse sobre su cuerpo magullado, la iba estrangulando sin compasión y las osamentas de sus presas la envolvían en un abrazo angustioso y asesino. Pronto entró en las tinieblas, sin comprender siquiera que se había suicidado al cortar aquel hilo por el que había tenido su primer contacto con la tierra, que ahora sería su tumba.

 

Desde que el hombre es hombre, ha iniciado un largo camino buscando respuestas a los grandes interrogantes que se plantea, tales como ¿quién soy?, ¿para qué existo?, ¿de dónde vengo?, ¿qué hay después de la muerte?, etc. Especialmente, estas preguntas vuelven a plantearse y replantearse ante diversas situaciones, por ejemplo: cuando el hombre se encuentra asombrado ante la grandeza del Universo, cuando el hombre experimenta la impotencia frente al dolor y el sufrimiento, entre otras.

Pero en el fondo, siempre hay un dilema que lo atraviesa todo: somos seres limitados, frágiles, pero con deseos de plenitud, de infinito, como si no hubiera una respuesta completamente satisfactoria a todos nuestros planteos. Y esto, precisamente, nos mantiene en camino.

En este caminar de los hombres de todos los tiempos, aparecen esfuerzos concretos por alcanzar esas respuestas. Y esa búsqueda se realiza según ciertos indicios que el hombre va descubriendo, como si fueran pistas que lo llevan al encuentro de algo o Alguien…

¿De dónde viene ese orden y esa belleza maravillosos, tanto en una pequeña flor o una gotita de rocío como en la inmensidad del Universo o en la complejidad del organismo de los seres vivientes? ¿Qué o Quién está detrás de esa maravilla, de esa lógica que nos dice que nada fue por azar?

¿Por qué, siendo limitados, tenemos deseos de infinito? Por más que nos esforcemos, nunca podemos asegurar nuestro futuro, siempre tenemos delante algo que nos parece deseable, y en el momento en que lo hemos alcanzado, aparece otro objetivo, totalmente nuevo. Existe en nosotros un deseo de plenitud, de felicidad que nos impulsa a seguir en camino, buscando su satisfacción. Un deseo de ser felices sin límites. Entonces, ¿qué nos está indicando ese deseo incontenible de ser felices de manera plena y total?

Aún cuando nadie me ve, y hago algo malo, ¿de dónde viene esa voz, ese pensamiento que me reclama, que me acusa, del cual no puedo escapar, y también del que recibo ánimo, aliento para enmendar lo que hice y rectificar mi camino? Aquí el hombre oye una voz interior, independiente de sí mismo y de los demás, que nos recuerda el deber de obrar bien.

Nosotros podemos descubrir una presencia clara, misteriosa, trascendente, pero también íntima, cercana, de un Ser que nos supera, que escapa a nuestra inteligencia, al cual no podemos manipular. A ese ser personal, lo llamamos Dios. ¿Y qué son las distintas religiones? Los esfuerzos realizados, a través del tiempo, en las distintas culturas y geografías, por encontrar a ese Ser Supremo. Por lo tanto, es entendible que existan diversas y numerosas religiones, porque con sólo el poder de la mente, el hombre no puede formarse una imagen clara de Dios. Por eso, por tratarse de intentos sinceros de encontrar a Dios, de venerarlo, de vivir según su voluntad, cada religión es digna de ser respetada.

Pero por esa dificultad de conocer verdaderamente a Dios con nuestros propios esfuerzos, los hombres nos vamos haciendo distintas caricaturas de ese Dios… Decimos caricaturas porque, en realidad, son deformaciones, inventos de los hombres.

Dios paracaídas:Es el Dios que se “abre” cuando estamos en un momento de caída libre y tenemos

miedo de estrellarnos contra el piso. Frente a un examen, a una enfermedad o una desgracia se “tira” de la cuerda que abre el paracaídas y se recuerda que hay un Dios.

Se pronuncian palabras como “Dios Mío!”, “Ayúdame que te prometo cambiar”, “Tanto tiempo que no me acordaba de ti”.

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Generalmente cuando termina el momento de apuro, se lo vuelve a “plegar” y se lo olvida en la espalda hasta otra ocasión.

Dios abuelo : Un abuelito cariñoso y dulzón. Como los abuelos que están en la silla y no molestan

para nada, pero siempre tiene una sonrisa, un abrazo y un caramelo cuando se les pide. Y de la misma manera que se le disfruta un rato, allí se lo deja y no cuenta para nada más. Un Dios abuelo es aquel que “usamos” para pasar un rato agradable pero al que no le escuchamos ningún tipo de consejo o recomendación porque “que nos va a aportar el pobre viejo?”, “es de otra época”.

Y cuidado, que no nos exija atención o que le ayudemos en algo. ¿Sacarlo a pasear?, ¿comprarle remedios? No, que nos comprometa.

Dios mostrador : Es el Dios de quienes están acostumbrados a realizar “transacciones comerciales”

con la divinidad. Como decía una vieja canción “Dios es empleado en un mostrador, da para recibir” (Confesiones de invierno – Sui Generis)

Dios Trueno : Es imagen de Dios de aquellos que lo asocian con las fuerzas de la naturaleza. Es una

imagen primitiva de Dios que todavía muchos tienen.Un dios que se manifiesta en el sol, la lluvia o los terremotos. Sólo prestan atención a

Dios cuando “actúa” en esas cosas. Los que así lo ven, le rezan para que este lindo el día en los fines de semana, para que crezcan los sembrados o para que los acompañe en la “suerte”.

Dios Juez : Nada de Dios Padre, todo lo de un Dios Juez. Un juez impersonal e inflexible y con el

reglamento en la mano. Incapaz de comprender una simple situación humana. Todo lo pesa, lo mide, lo dictamina.

Los que lo ven así, ni siquiera rescatan el valor de justicia. No. Para este tipo de jueces ni la justicia vale. Es arbitrario y caprichoso. Esta a la espera de la INFRACCION para caer con la CONDENA.

Dios computadora : Ni más ni menos. Una buena memoria y un excelente procesador de datos. Un Dios

que va “grabando” las cosas que ve de nuestra vida. Además tiene todo programado y no se le escapa nada. Para quienes ven así a Dios no existe la libertad ni el libre albedrío. Todo está escrito y predestinado.

Dios privatizado : Es el Dios de quienes han “privatizado” su fe, su moral y su conciencia. Está hecho a

medida del dueño de ese Dios. No hay leyes universales ni mandamientos, ni bienaventuranzas, ni preceptos que valgan. Los que tienen este tipo de Dios se “arreglan” con él en forma personal y no cuenta otra cosa.

Entonces, ¿cómo conocer a Dios? ¿Quién nos revelará su rostro?

LA NOVEDAD DE JESÚS: EL DIOS AMOR

En medio de esta humanidad, judía o pagana, oprimida de hecho por la creencia en divinidades en mayor o menor grado rivales del hombre y que lo aplastaban o humillaban con su poder, frustrando sus ansias de plenitud y felicidad, aparece Jesús. El Dios que anuncia no es un Dios distante, está en la intimidad del hombre (Mt 6,6); no es un Dios que castiga, sino que usa misericordia (Mt 18,27); no actúa como juez, sino que viene en ayuda (Mt 18,12-14); no domina, sino que promociona al hombre (Jn 13,12-15).

Esta diferencia y novedad fundamental se debe a que Jesús experimenta y concibe a Dios como puro amor. Tal es la formulación de Juan y de su escuela. Según este evangelista, la gloria y riqueza de Dios es precisamente un amor al hombre sin límite y sin fallo (Jn 1,14: "amor y lealtad"); "Dios es Espíritu", es decir, amor activo (Jn 4,24), y la primera carta de Juan afirma rotundamente que "Dios es amor" (1 Jn 4,8).

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Dios mostró su amor a la humanidad llegando a dar a su Hijo amado para que el mundo por él se salvara (3,16). Jesús, que siempre había amado a los suyos, les demostró su amor hasta el fin (13,1). Numerosas figuras simbolizan el amor de Dios: el vino (2,3.9), el perfume (12,3), la sangre y el agua (19,34) y, sobre todo, el Espíritu (1,33), que es la fuerza de vida/amor de Dios mismo.

Otra manera de expresar esta experiencia de Dios propia de Jesús es la denominación "el Padre", que significa aquel que, por amor (Mc 1,11: "mi Hijo, el amado"), comunica su propia vida (Mc 1,10s: bajada del Espíritu). En coherencia con ella, Jesús tiene conciencia de ser "el Hijo de Dios", y se presenta como tal manifestando entre los hombres el amor del Padre.

Esta concepción está presente en los cuatro evangelistas. "El Padre" es el nombre de Dios para la comunidad cristiana, como se ve en el "Padre nuestro" (Mt 6,9; Lc 11,2), donde no aparece la denominación "Dios".

La exposición que hace Pablo del fruto del Espíritu desarrolla el significado del Dios-amor: "El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad, sencillez, dominio de sí" (Gál 5,22s). Siendo el Espíritu la vida misma de Dios, su fruto en el hombre ha de ser reflejo de la realidad divina.

La idea del Dios-amor desbanca las concepciones propuestas por las religiones. Nadie, antes de Jesús, tuvo la plena experiencia de la realidad divina, y en toda manera de proponer la idea de Dios a lo largo de la historia ha habido elementos culturales y proyecciones humanas que la han deformado, ignorando lo esencial. Sólo se puede conocer lo que es Dios a través de Jesús: "El que me ve a mí, está viendo al Padre" (Jn 14,9).

A partir de esta concepción, las ideas tradicionales sobre Dios se ven radicalmente modificadas. La fisonomía de Dios que va trazando la experiencia de Jesús tiene los siguientes rasgos fundamentales.

1. UN DIOS EXCLUSIVAMENTE BUENODios es exclusivamente bueno, no hay en Él lugar para el mal. No es un ser ambiguo

como podemos ser muchas veces nosotros. Por eso, no debe inspirarnos temor, sino seguridad, alegría, confianza.

Este amor de Dios no depende de cómo es el comportamiento del hombre, sino que lo ama tal como es, aunque muchas veces éste le dé la espalda. Veamos, por ejemplo, Mt 5,45: "... para ser hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos"

En consecuencia, Dios no es problema para el hombre. Este no tiene que afanarse por aplacarlo, puede estar siempre seguro de ser acogido. Dios es siempre favorable al hombre, aunque éste se profese enemigo suyo. Así lo expresa la carta a los Romanos: "Cuando nosotros estábamos sin fuerzas, entonces, en su momento, Jesús el Mesías murió por los culpables...; el Mesías murió por nosotros cuando éramos aún pecadores: así demuestra Dios el amor que nos tiene" (Rom 5,6.8).

2. UN DIOS QUE BUSCA COMUNICARSEEl amor es algo que no puede ni debe quedar encerrado, sino que busca

comunicarse, ser compartido, y hacer que el otro, el ser amado, participe del bien de aquel que lo ama.

Dios quiere que el hombre llegue a ser como Él. Dios quiere que el hombre llegue a su condición divina. Y esto se hace realidad en Jesús, el Hombre Nuevo.

Dios crea al hombre, lo llama a la existencia, para comunicarle su amor, y lo ama porque confía en él, porque ve en su corazón, en su interior, unas posibilidades que pueden hacer del hombre un hijo. Esa estima profunda, a pesar de las miserias humanas, es la expresión de la fe inquebrantable de Dios en el hombre.

Conforme a esto, el Dios que se revela en Jesús ofrece amor y vida a todos los hombres sin distinción, por encima de raza, religión o conducta. Fue precisamente la aceptación de los "pecadores" o descreídos y de la gente de mala fama por parte de Jesús lo que provocó el escándalo en su sociedad (Mc 2,15-18 par.; Lc 15,1s; 19,1-7); su respuesta era que su modo de proceder traducía el modo de ser de Dios.

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3. UN DIOS QUE POTENCIA AL HOMBREPara que el hombre logre realizar el proyecto de Dios, debe ser capaz de amar hasta

el fin. Esto lo hace semejante a su Creador. Para ello, Dios da una fuerza divina que le permite caminar hacia esa plenitud. Es el

Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, que nos hace participar de la vida misma de Dios. Con esto, el hombre comienza a ser artífice de su propia historia de realización personal y colectiva.

Sin embargo, el Espíritu debe ser recibido por el hombre. No puede violentarlo, respeta su libertad.

El amor a los demás nos hace participar de la vida de Dios, y hasta la muerte física pierde la última palabra. Ya no es su destino final. Este amor orientará nuestra vida, nos dará una dirección, un objetivo, y una fuerza especial.

Hay en todo hombre un deseo de felicidad que tiene que ver con el deseo de ser plenos. Y esa plenitud se da en el amor, que no es dominio ni manipulación, ni egoísmo, aunque esto sea posible en nosotros, ya que en lo profundo de nuestro corazón hay un impulso hacia la vida, pero también existen ciertas tendencias de muerte, de destrucción.

Vemos, entonces, que Jesús presenta a un Dios que no es rival del hombre, ni un ser celoso o envidioso de la felicidad humana, como lo concebían otras religiones y hasta el mismo pueblo de Israel.

4. UN DIOS SIEMPRE DISPUESTO A PERDONAREl deseo de Dios de restablecer su relación con el hombre, cada vez que éste la ha

roto, aparece claramente en la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32). Vemos a un Dios siempre dispuesto a perdonar, lo que muestra su confianza inquebrantable en el hombre. Este último sólo debe reconocer su pecado, su acción contraria al amor. Si esto no ocurre, no deja posibilidad al cauce del perdón.

Además, sólo puede ser perdonado quien esté dispuesto a perdonar. De lo contrario, al cerrarse al amor, no puede gozar del perdón de Dios. El amor es como una corriente, un gran río que no puede detenerse, que exige su difusión. Nadie puede comunicar amor si se niega a recibirlo.

El perdón manifiesta el amor e implica la estima del hombre, al que nunca se considera como una causa perdida. Siempre hay posibilidad de rectificación y de cambio.

El caso extremo de la esperanza ilimitada de Dios en el hombre aparece con ocasión de la traición de Judas, tal como la describe el Evangelio de Juan. Aun después de haber él decidido entregar a Jesús, éste le muestra su amistad incondicional con un signo de especial delicadeza: le ofrece un trozo de pan mojado en la salsa, simbolizando con esto el ofrecimiento de su propia persona. De este modo, le da la última oportunidad para que recapacite; pone su vida en sus manos para ver si ese gesto extremo cambia su corazón (Jn 13,21-27).

Paralelamente, cuando Jesús está ya crucificado, todavía se dirige a sus enemigos, esperando de ellos una manifestación de solidaridad humana que los habría salvado (Jn 19,28: "Tengo sed"). Muestra así su amor hasta el fin.

5. UN DIOS AL SERVICIO DEL HOMBREEl amor crea igualdad, elimina la superioridad de uno sobre el otro, y con ello, toda

posibilidad de dominio y esclavitud. Para que el hombre sea semejante a Dios, éste se pone a su servicio. Nosotros

podemos ver cómo Jesús llama “amigo” al hombre (Lc 12, 4). Y el ejemplo más claro de este servicio es el lavado de los pies en la Última Cena. (Jn 13, 2-17). Con esto, el Señor nos muestra el camino del amor y de la libertad.

Dios sigue empeñado en lograr que la humanidad se transforme y vaya favoreciendo un estilo de vida que favorezca el pleno desarrollo de todos, y no de unos pocos. En el amor, el hombre vive la justicia y la solidaridad.

Pensemos en el mandamiento Nuevo que Jesús nos dejó: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros como Yo los he amado; igual que yo los he amado,

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también ustedes ámense los unos a los otros” (Jn 13, 34). La respuesta al amor de Jesús pasa por el amor al otro, al prójimo. Por eso el mandamiento nuevo no menciona a Dios ni a Jesús. ¿Cómo amamos a Dios, cómo somos discípulos de Jesús? Amándonos los unos a los otros. Esta enseñanza es un gran servicio a la Humanidad.

6. UN DIOS "DÉBIL"Si Dios es amor, no puede permanecer indiferente ante el mal. Pero el amor sólo

tiene efecto si es aceptado, ya que es ofrecimiento y no imposición. Supone la libertad en la respuesta.

Por eso, el amor contempla la posibilidad del fracaso, y ante ese rechazo, experimenta la impotencia. Si Dios nos obligara a amarlo con la amenaza del castigo, nuestra respuesta no sería auténtica, sino hipócrita.

El ejemplo más claro de la impotencia de Dios ante el rechazo del hombre, lo podemos ver en la escena del Getsemaní.

Esa debilidad de Dios resulta incomprensible y escandaliza a los adversarios de Jesús, ya que éstos habían sido educados en la idea de un dios todopoderoso y distante, que no toleraba el triunfo de sus enemigos. Por ejemplo, en Dt 32,40-42: "Tan verdad como que vivo eternamente, cuando afile el relámpago de mi espada y tome en mi mano la justicia, haré venganza del enemigo y daré su paga al adversario; embriagaré mis flechas de sangre, mi espada devorará la carne; carne de muertos y cautivos, cabezas de jefes enemigos." Cuando Jesús está en la cruz, las burlas de sus adversarios se basan precisamente en que su impotencia demuestra que Dios no está con él: Mt 27,40.43: "Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz"; "Si de verdad lo quiere Dios, que lo libre ahora, ¿no decía que era Hijo de Dios?"; Mc 15,31s: "Ha salvado a otros y él no se puede salvar. ¡El Mesías, el rey de Israel! ¡Que baje ahora de la cruz para que lo veamos y creamos!"; Lc 23,35: "A otros ha salvado; que se salve él si es el Mesías de Dios, el Elegido". La idea de un Dios que no tolera la derrota les impide ver la realidad del Dios-amor, manifestada en Jesús. El Dios de Jesús queda desacreditado ante los judíos, porque no hace ostentación de su poder.

7. UN DIOS TIERNOSi Dios es amor, no puede ser indiferente ante la suerte de los hombres. En los

Evangelios, Jesús varias veces aparece “conmovido”, mostrando su sensibilidad frente a las situaciones de los seres humanos. Por lo tanto, Jesús rechaza que el Nombre de Dios sea usado para marginar a los otros cualquiera sea el motivo. (Mc 1, 39-45)

Este “conmoverse” de Dios es apreciado claramente en la parábola del hijo pródigo, y, viendo la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 30-35), podemos descubrir que también debe ser la actitud de cada hombre frente a su hermano, frente a su prójimo. De esta manera, nos hacemos cada vez más semejantes al Padre, que ama a todos por igual.

8. UN DIOS DINÁMICODecir que Dios es Amor, es afirmar que no puede permanecer pasivo ante la Historia

de los hombres. Dios participa en ella y se compromete con ella.Dios es Espíritu, y esta palabra es sinónimo de “viento”, una fuerza impulsora,

invisible, en permanente actividad.Esta actividad se expresa en la idea del Reinado de Dios, que va gestando al Hombre

Nuevo, quien tiene la tarea de crear una sociedad nueva.La obra inicial de ese dinamismo es la creación, en la que se explaya el amor divino.

Y el Dios-Espíritu la acompaña en su historia impulsándola hacia la plenitud, que será la culminación de su proyecto. Dios reina haciendo al hombre semejante a él.

Otra manera de expresar esta realidad de Dios es el apelativo "Padre", que significa igualmente el que por amor comunica al hombre su propia vida. De hecho, como aparece en el "Padre nuestro", el reinado que debe llegar es el del Padre (Mt 6,9-10).

Al ser una propuesta de futuro, quiere decir que todavía no está realizado aún, y por consiguiente, que el Amor de Dios no ha encontrado aún una plena respuesta…

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Dos canciones que hablan de ese Dios cercano, Amigo y Compañero fiel…

CREEMOS EN EL DIOS QUE AMA A LOS JÓVENES

Creemos en el Dios que ama a los Jóvenes.

Porque es un amor especial, un amor de predilección, su mirada es tan paternal, tan gozosa el verlo crecer. Siento cómo quiere abrazar el alma de cada uno ya, cómo quiere a cada joven alcanzar.

Sigo al Cristo que pide hoy, “dejen que ellos vengan a mí”, entre ellos él quiere estar, muy a gusto se siente allí. Y yo estoy también por ahí, a ese encuentro me asomo feliz. Cristo y los jóvenes son mi lugar.

Ese amor hasta en el peor, y más turbio mundo interior, busca y siempre sabe encontrar, fondos de inocencia y de luz. Territorio virgen, quizás, que semilla buena espera aún, y el sudor amigo de algún sembrador.

Un amor que da libertad, y al rebelde aún quiere amar, y que atrae con suavidad, y al ajeno sabe esperar. Agridulce es la libertad, los hijos la aprenden con dolor, y el Padre es paciente y es educador.

Solamente posee Dios, esa llave que él diseño, para en cada joven abrir, el secreto del corazón. Ellos dan su llave también, al que saben que los quiere bien, y con ellos sintoniza vida y fe.

Infinita es su compasión, porque es frágil la juventud, existencia en sueño inicial, vulnerable proyecto aún. Los acecha aquel predador, que puede marcarlos con su mal, hasta malherirlos si no hay un pastor.

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SIEMPRE NUESTRO AMIGO

A veces, en algunos días grises, cuando pierdo la esperanza, cuando no encuentro la paz, me pregunto si es verdad que existes, si realmente eres mi amigo; si lo eres, ¿dónde estás?Es ese momento, cuando dudo, un momento de vacío y de fría oscuridad; porque pienso que si en verdad no existes mi vida sería vana como un libro sin final.

Pero una voz siento surgir dentro de mí que me devuelve toda mi fe, es la voz de, Dios mi amigo.Y es esa voz, que con dulzura me habla de paz, la que me dice que Dios será siempre nuestro amigo.

A veces me contás que estás perdido, que no encuentras el camino que te devuelva la fe, y me dices que Dios está muy lejos, que no sabes acercarte; quieres que se acerque Él.Ahora que ya encontré de nuevo al Señor que me guía y que me enseña a amar, te invito que intentes encontrarlo: verás que no está lejos y que te espera ya

Y tú también has de escuchar la dulce voz que te hablará llena de amor, es la voz de nuestro amigo.

Y es esa voz, que con dulzura habla de paz, la que nos dice que Dios será siempre nuestro amigo.

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