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Caracterización del lenguaje político 11 MIGUEL A. REBOLLO TORÍO Universidad de Extremadura - España Caracterización del lenguaje político El sintagma "lenguaje político" está acuñado en el dominio de la lengua española y, al denominarlo así, entendemos que se apunta a una variedad de lenguaje. Sin embargo, y pese a su conso- lidación, conviene detenerse para considerar varias notas en torno a dicho sintagma. Me parece necesario no proseguir antes de discu- tir qué es ese lenguaje político, e incluso plantear si existe. No es algo vano lo que propongo, pues las dudas sobre el "lenguaje polí- tico" van desde autores tan sólidos y de peso como E. Coseriu hasta publicaciones muy recientes de investigadores especializados en la materia. El profesor rumano, en un artículo publicado hace ya un tiem- po, escribía a propósito de lo que nos interesa aquí: "Para la filolo- gía y para la hermenéutica del sentido, los discursos políticos no pueden siquiera representar una clase particular (...) Los discursos políticos no constituyen una clase por su forma o estructura lin- güística, sino sólo por su contenido extralingüístico" 1 . Se niega, en consecuencia, la posibilidad de que exista un "lenguaje político" con el fundamento de que existen "usos políticos" del lenguaje desde presupuestos ajenos a la lingüística. A lo más que se llega es a establecer empleos que impregnan el lenguaje de la "politicidad" si se me permite un neologismo. Es en esta línea en la que ya el profe- sor Coseriu puede aludir a "lo político y la política del lenguaje", en la que reconoce problemas muy diversos en el dominio que alcanza 1 Eugenio Coseriu, Lenguaje y política, en El lenguaje político (Manuel Al- var, coordinador), Madrid, Fundación Friedrich Ebert, 1987, p. 17.

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Caracterización del lenguaje político 11

MIGUEL A. REBOLLO TORÍO

Universidad de Extremadura - España

Caracterización del lenguaje político

El sintagma "lenguaje político" está acuñado en el dominio dela lengua española y, al denominarlo así, entendemos que seapunta a una variedad de lenguaje. Sin embargo, y pese a su conso-lidación, conviene detenerse para considerar varias notas en tornoa dicho sintagma. Me parece necesario no proseguir antes de discu-tir qué es ese lenguaje político, e incluso plantear si existe. No esalgo vano lo que propongo, pues las dudas sobre el "lenguaje polí-tico" van desde autores tan sólidos y de peso como E. Coseriu hastapublicaciones muy recientes de investigadores especializados en lamateria.

El profesor rumano, en un artículo publicado hace ya un tiem-po, escribía a propósito de lo que nos interesa aquí: "Para la filolo-gía y para la hermenéutica del sentido, los discursos políticos nopueden siquiera representar una clase particular (...) Los discursospolíticos no constituyen una clase por su forma o estructura lin-güística, sino sólo por su contenido extralingüístico"1. Se niega, enconsecuencia, la posibilidad de que exista un "lenguaje político" conel fundamento de que existen "usos políticos" del lenguaje desdepresupuestos ajenos a la lingüística. A lo más que se llega es aestablecer empleos que impregnan el lenguaje de la "politicidad" sise me permite un neologismo. Es en esta línea en la que ya el profe-sor Coseriu puede aludir a "lo político y la política del lenguaje", enla que reconoce problemas muy diversos en el dominio que alcanza

1 Eugenio Coseriu, Lenguaje y política, en El lenguaje político (Manuel Al-var, coordinador), Madrid, Fundación Friedrich Ebert, 1987, p. 17.

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la lengua española en la península2.Puestos a traer otro estudioso que nos ayude en el asunto

planteado, recuerdo a V. Lo Cascio, autor de un interesante libroque, traducido al español, versión que he manejado, lleva por títuloGramática de la argumentación3. Lo Cascio dedica todo el capítulonoveno a los "lenguajes especiales", e incluye dentro de estos len-guajes el "lenguaje político" sin ninguna duda.

Veamos dos cuestiones que han surgido ya en esta exposición:la adscripción del lenguaje político a un grupo y el léxico de ese len-guaje. No son los únicos problemas que pienso analizar, pero sí sonlos iniciales.

Con respecto al carácter de grupo, propio de los lenguajes porlos que reconocemos los distintos tipos: científico-técnico, jurídico-administrativo, quinquis, carcelario, etc., habría que matizar lo si-guiente. Hay en efecto un grupo de personas más proclives para elempleo de este tipo de lenguaje, los políticos, esto es, las personasque se dedican a los asuntos de la política: senadores, congresistas,ministros... hasta la escala mínima de concejales de la pedanía másreducida. El grupo es heterogéneo; sin embargo, podemos situarlobajo la misma etiqueta gracias a esa adscripción de persona que seha sometido a unas reglas de elección o ha sido nombrada para uncargo semejante. Ahora bien, la comunicación puede limitarse tansólo a los integrantes del grupo o, la mayoría de las veces, tiene uninterlocutor real distinto del que aparenta ser: toda una sociedad.En consecuencia, en el lenguaje político hallamos una delimitaciónclara en cuanto a los miembros que la configuran, pero ese lenguajepolítico tiene que diferir mucho de otros tipos de lenguaje pues su

2 También la profesora Marina Fernández Lagunilla, que alude a 'lenguajede la política, jerga política o lenguaje político" señala la dificultad de "aislar losrasgos lingüísticos y comunicativos fundamentales que llenen de contenido cual-quiera de las designaciones mencionadas", por lo que, tras exponer sus dudas, con-cluye que el lenguaje político no es "un lenguaje especial (...) sino un uso especialde la lengua común" (Vid. su obra, La lengua en la comunicación política I: El dis-curso del poder y //: La palabra del poder, Madrid, Arco Libros, 1999, pp. 7 y 13del voi. I).

3 Vincenzo Lo Cascio, Gramática de la argumentación, Madrid, Alianza Edi-torial, 1998 [la edición italiana es de 1991].

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interlocutor no es, por ejemplo, otro preso o un quinqui o un cientí-fico, sino cualquier persona de la sociedad en la que se sitúa la emi-sión. ¿Implica esto una exclusión del lenguaje político de los demáslenguajes especiales? Si examinamos otros lenguajes aceptadoscomo especiales, no es un dato suficiente. El lenguaje publicitario (eincluso el de los críticos literarios) coincide con él4. Cabría diferen-ciar entre dos niveles diferentes para los integrantes del "lenguajepolítico": aquellos que son natos, que viven por y para la política, yel de todos, que tienen que comprender los fenómenos lingüísticosproducidos en ese tipo de lenguaje. Y esto nos lleva a la segundaconsideración, la del léxico. En general, el léxico ha sido el ele-mento básico para determinar el tipo de lenguaje. Esta concepciónes más que discutible tras los estudios sobre la enunciación, en losque se considera un cúmulo de factores que intervienen en eldiscurso. Volvamos al léxico. Parece que la ambigüedad y la poli-semia inherentes al léxico político lo descalificarían como elementoidentificador. Resulta paradójico al plantearlo así, pero no deja deaparentar ser un círculo al que no se puede acceder por ningúnlado. Sin embargo, como sucede con tantas cuestiones, el punto departida ha de situarse de otro modo, pues las respuestas difierensegún la manera de plantear las dudas. No se puede tratar todo elléxico que podemos incluir en el ámbito político como si fuera ho-mogéneo. Incluso aceptando la carencia de biunivocidad propia delos lenguajes especiales, no cabe la menor duda de que ciertostérminos (democracia por aludir al más universal) apuntan al len-guaje político. Con palabras de don Fernando Lázaro Carreter, hayun "núcleo fuerte" y una "periferia" en el lenguaje político6. Elnúcleo fuerte sitúa, sin duda ninguna, el léxico que así se estableceen el dominio de lo político. Ahora bien, eso no presupone que seaun léxico interpretado por igual ni por parte de los emisores ni porlo que afecta a los destinatarios. De ahí la ambigüedad y polisemia.¿Qué es la democracia a lo largo de la historia de la sociedad

4 Vincenzo Lo Cascio, ob. cit, p. 309.5 Fernando Lázaro Carreter, Viejo lenguaje ¿Nuevas ideas?, en El lenguaje

político (Manuel Alvar coordinador), Madrid, Fundación Friedrich Ebert, 1987,p. 34.

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española?, ¿y en el mundo denominado "occidental"6?, ¿admitiría-mos hoy una democracia tal como la entendían los creadores deltérmino, los griegos? Si además empezamos a adjetivarla, las posi-bilidades de significado se expanden: orgánica, popular, participa-tiva, burguesa, etc. Lo atractivo e interesante para un estudioso esjustamente desentrañar los diferentes significados que, en el emi-sor, se dan en su uso. Aquí es donde actúa el análisis que, teniendoen cuenta los factores comunicativos (y la teoría de la enunciaciónes magnífica auxiliar), explican la comprensión de los términos ynos facilitan más el análisis de la sociedad en cuestión. Este es elque me parece el elemento humano más nítido. Ocurre que, aveces, se olvidan los fines de un estudio. Para mí no hay duda deque tienen que estar al servicio del hombre. No se trata de saberpor saber, sino de saber para entender el mundo y entendernos anosotros mismos. En ese núcleo fuerte encajaríamos formas,además de democracia, como estado, gobierno, congreso, partidospolíticos, clases sociales, nación... es decir, todos aquellos elemen-tos que puedan ser adjetivados, sin lugar a dudas, como "políticos".El que los términos sean mal definidos, es otra cuestión, pues laambigüedad es inherente al empleo de los términos políticos.Piénsese en las dificultades que entrañan formas como nación ynacionalidad en la España de hoy. Su dificultad no está tanto endefinir ambos términos como en reconocer las realidades queencubren dichos términos. En ocasiones, se repiten palabras cuyosignificado se ignora. Así, la ley D'Hont resulta familiar para losespañoles, pues es la fórmula por la que se reparten los escaños enlas votaciones. Si preguntamos a personas de cultura media en quéconsiste esa ley, veríamos cómo el desconocimiento es muy extenso.Pero, la ignorancia del contenido no excluye que digamos: "el par-tido X ha sido favorecido por la ley D'Hont". Cabe hablar, en conse-cuencia, de un cierto esoterismo en el lenguaje político, de un len-guaje para iniciados igual que sucede con otros lenguajes. El pro-blema en este tipo de lenguaje es que el esoterismo es diferente.

6 Denominación ésta nada acertada desde una visión geográfica. El términoes político y económico.

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Hay términos mal conocidos y, lo más complejo, con significados di-ferentes tanto en el emisor como en el destinatario. F. LázaroCarreter alude a la complejidad que se da en el lenguaje político,nivel en el que es difícil "delatar la novedad" porque lo más normales que "cambien las connotaciones" de los términos7. Sería más sen-cillo para el investigador precisar el significado de un términonuevo (pese a la ambigüedad y polisemia con la que inevitable-mente nace por el simple hecho de pertenecer a la esfera de lopolítico) que determinar su significado atendiendo a las connotacio-nes con las que se carga según el emisor8. Pero no es esta la únicadificultad con la que nos encontramos en el análisis del lenguajepolítico. He aludido al destinatario, pieza fundamental en la comu-nicación. Si consideramos que lo fundamental de un mensaje es quellegue bien, correcto, a su interlocutor, es decir, que sea interpre-tado en los términos en los que pensamos que pretende el emisor,nos engañamos. Los términos del nivel estudiado aquí son delibe-radamente ambiguos por las propias condiciones del lenguaje polí-tico. Me apoyo de nuevo en V. Lo Cascio para destacar la importan-cia básica que el destinatario tiene en la comprensión del lenguaje:"El mensaje en estos casos [lenguajes político y publicitario] seorienta totalmente hacia el decodificador específico. El máximo dela habilidad lingüística en estos dos sectores consiste en enunciarmensajes que puedan ser decodificados por cualquier interlocutorde forma diferente y según la ocasión, pero obteniendo el mismoproceso de convencimiento"9. Esta es la razón por la que es inhe-

7 Fernando Lázaro Carreter, ari. cit., p. 33.8 No obstante, esta tarea es muy atractiva y permite, mediante el análisis

de textos, establecer conclusiones. Así, en un viejo trabajo mío, he podido determi-nar cómo, en los años 30, el fascismo era una ideología cargada de las siguientesnotas (semas, aunque aludir a un análisis de "rasgos semánticos" es muy com-plejo): 1: ideología política, 2: exaltación de la fuerza, 3: dictadura nacional, 4:anti-capitalismo, según los ideólogos fascistas de la España de esa época; y, por elcontrario, sus componentes serían: 1: ideología política, 2: dictadura pro-capitalis-ta, 3: dictadura anti-proletaria, 4: régimen de terror, según los ideólogos socialis-tas de entonces (Vid. Miguel Á. Rebollo Tono, Lenguaje y política. Introducción alvocabulario político republicano y franquista 1931-1971, Valencia, Fernando To-rres editor, 1978, pp. 36-37).

9 Vincenzo Lo Cascio, ob. cit., pp. 309-310.

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rente al lenguaje político ser ambiguo y polisémico. El dirigente po-lítico busca votos y trata de hacer ver al votante que el cambio quepropugna o la revolución que promueve son sus "cambios" o "revolu-ciones", cargadas con las connotaciones del destinatario. Si se mepermite una comparación: el político pone la música y cada destina-tario escribe la letra. Así puede sonar igual para todos, por más queel contenido pueda diferir10.

Creo que no existe ningún problema para admitir que se daun vocabulario específico político, configurado por un limitado nú-mero de palabras, a las que es inherente una carga de connotacio-nes dispar tanto en el emisor como en el destinatario, lo que justi-fica la complejidad de ese vocabulario11. Por eso, frente a otros tiposde lenguaje, más estables y menos cambiantes a lo largo de la his-toria, en el lenguaje político es básico atender también al contexto.Sin salimos del ámbito español, un término como república no es lomismo en los años 30 que en los 40, pero ni siquiera es lo mismopara políticos como Azaña y Besteiro que para Gil Robles, rigurososcoetáneos. La disparidad no me parece justificación de la negativaa considerar un vocabulario político, en el que la forma repúblicatiene una entrada indiscutible.

Al lado de este núcleo "fuerte" existen otros términos "perifé-ricos" (por seguir con las palabras del profesor Lázaro Carreter). Elconjunto de tales términos es cambiante, suelen ser palabras másfugaces, procedentes de la esfera común al lenguaje, de lo que po-dríamos llamar lenguaje ordinario. Este tipo de términos es muyinteresante para el investigador, pues puede llegar a erigirse enuna clave de un momento histórico determinado12. Su adscripción a

10 La comparación la hago pensando en que el himno nacional español tienesólo música, pero carece de letra oficial. Recuerdo la que se extendió en la época deFranco: "Viva España, alzan los brazos hijos del pueblo español, que vuelve aresurgir..."

11 De hecho, si no fuera así, no podríamos entender la existencia de Diccio-narios políticos, ni la de obras que recogen voces políticas en épocas y sociedadesdeterminadas.

12 Los investigadores se dan cuenta de la necesidad de un lenguaje acordecon los tiempos. Así, en una obra alejada de las cuestiones que se exponen en estaconferencia, leemos: "En los últimos años, la lengua y la escritura castellanas han

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la esfera de lo político está motivada por varios factores inequívo-cos: su empleo por locutores políticos en ámbitos políticos con fina-lidades de significación política. Veamos algún caso indudable: con-senso, rodillo, globalización, dedazo. No es nada difícil ampliar lalista. Propongo estos cuatro, de los cuales los dos primeros son pro-pios del español peninsular, y los otros dos del español del mundo ydel de México respectivamente.

El consenso se sitúa como núcleo en una etapa inmediata-mente posterior a la muerte de Franco y al fin de su sistema dicta-torial. Coincide con lo que de un modo generalizado abarca a laetapa de transición, época que va desde 1975 (muerte de Franco)hasta 1982 (triunfo de los socialistas por mayoría absoluta)13. Lospolíticos de entonces tienen plena conciencia de que el lenguaje hade ser muy suavizado para evitar confrontaciones que pudierantraspasar los límites de la simple dialéctica verbal. Por eso, en estaetapa se edulcoran los términos del núcleo duro de la política y pa-san a primer plano términos procedentes de la lengua general,connotados, claro está, por las cargas políticas14.

evolucionado y están evolucionando al ritmo vertiginoso que marcan los sucesoshistóricos y las necesidades socioculturales. La transición democrática y eldesarrollo de un estado constitucional exigieron inevitablemente la creación de unlenguaje político nuevo. El vetusto estilo administrativo de la dictadura, cargadode clichés complicados, sintaxis rebuscada, tratamientos jerárquicos y expresioneshalagadoras o humillantes -hoy en día ridiculas y risibles—, está dejando paso —¡quizás con menos rapidez de la deseada!- a un lenguaje mucho más sencillo,neutro, que trate con respeto a todos los españoles y españolas" (Daniel Cassany,La cocina de la escritura, 6a edición, Barcelona, Anagrama, 1998, p. 33).Obsérvense las conexiones entre el lenguaje político" y el "administrativo", pero lointeresante es destacar la percepción de que el lenguaje evoluciona... y muyrápidamente en este caso.

13 Para este período remito a la obra de Javier de Santiago Guervós, Elléxico político de la transición española, Universidad de Salamanca, 1992.

14 En la ob. cit. de Javier de Santiago Guervós leemos: "El consenso, comoapaciguador de estridencias en todos los sentidos, y el predominio claro de loestrictamente político sobre lo social -como suele ser norma en los primerosmomentos de cambie—, ayudarán a esta moderación en el uso de un lenguaje en elque el enemigo político se convierte en simple adversario político; la derecha recibeapelativos tan amables, por parte de la izquierda, como civilizada o razonable, yen la izquierda, el PSOE abandona la práctica y la terminología marxista, deluchas de clases entre proletarios y obreros contra capitalistas —términos que casi

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El rodillo marca una etapa en la reciente historia de España.Es una metáfora, fuente de términos nada ajena en el lenguaje po-lítico, comprensible si se conoce para qué sirve tal utensilio propiode la cocina. El rodillo allana todo a su paso. Inserto en el ámbitopolítico, sólo se puede allanar todo cuando se dispone del poderpara ello, bien sea el caso de una dictadura, bien sea porque en unademocracia la mayoría absoluta permite prescindir de lo que laoposición plantee. Es así como el rodillo va a darse en los dos pri-meros gobiernos socialistas. El término es peyorativo y lo empleanlas fuerzas de oposición, pero es referente inequívoco de una etapa.No es el único término, pero sí el más significativo. Esto tiene suimportancia pues vemos cómo una serie de denominaciones incidenen la misma situación. Se produce una constelación de términos,ajenos al núcleo duro, pero muy precisos en un momento determi-nado. Como estudiosos de la lengua, no nos compete a nosotros de-terminar si el rodillo es correcto o incorrecto, si el partido gober-nante hizo caso omiso o no de las fuerzas de la oposición. Esa tareaqueda para los historiadores. A nosotros nos basta con marcar querodillo es un término que se vincula a los años posteriores a 1982en España15, que es inequívocamente una palabra de un momentomuy preciso. Veremos si, con el paso del tiempo, rodillo mantiene

desaparecen del vocabulario político, relegados en su uso a pequeños gruposextraparlamentarios-, y el PCE, en fin, que convertido al eurocomunismo tomadecisiones tan importantes como la de colocar en sus mítines la bandera bicolor y,en lo lingüístico, nada menos que la de usar la palabra España con todo lo que elloimplicaba" (p. 14).

16 Leemos en la obra de una investigadora: "En relación con la forma deejercer el poder en el transcurso de la actividad parlamentaria, la oposición ma-neja toda una serie de términos que, por vía metafórica, se refieren al rechazo sis-temático por parte del grupo gobernante de las propuestas del resto de los partidosy, en general, a la actitud de autosuficiencia política demostrada por el gobierno.Son términos tan conocidos como rodillo, guillotina o apisonadora, además deotros de contenido próximo aunque no de naturaleza metafórica como bloqueo yprepotencia, con los que ha ido creciendo el campo desde la Primera a la SegundaLegislatura.

De entre todos, rodillo fue el más empleado en el ámbito político tanto na-cional como regional durante la primera década de gobierno socialista" (Ma JesúsFernández García, El vocabulario político en Extremadura. De la Preautonomía a1991, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1998, p. 75).

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esa exactitud o, por el contrario, deja de ser un elemento tal comohasta ahora lo conocemos y pasa a determinar, independiente-mente de la época en que se utilice, una política concreta16.

La globalización es un término omnipresente en el léxico detodo el ámbito de habla española, basta con repasar las páginas decualquier periódico chileno, argentino, mexicano, venezolano, espa-ñol, para toparse con la "globalización"17. La voz no es nueva pormás que se prodigue al final de los años 90. Ya el profesor ManuelAlvar, en un trabajo sobre el debate de la nación de 1989, había ad-vertido que, en el léxico, había un término que se constituía en unade esas palabras-clave, "el lexema globo y sus varios derivados"18.Habría que confirmar el grado de penetración y uso del término enlos diferentes países hispanos para establecer si la voz podría serun "testigo" de la época en que vivimos19. La velocidad de los acon-

16 Al alcanzar la mayoría absoluta el PP en su segunda legislatura, ha ha-bido intentos, tímidos, de aludir al rodillo. En este caso, los interlocutores hancambiado sus papeles; no obstante, no se da de momento una identidad entre ro-dillo y política del PP como sucedía en la etapa socialista.

17 Sirva como muestra este texto: "Me compré unos tenis Nike que dicen"Made in Indonesia" y estuve dudando entre ésos y unos Adidas que dicen "Hechosen Vietnam". Supongo que a esto es a lo que se le llama globalización y sé que, pormás discursos elocuentes o atarantados que se hagan contra ella, no hay modo deevitarla" (Ángeles Mastretta, La democracia y el pasto inglés, en "Nexos", n° 271,julio 2000, p. 27). El tono irónico de la autora alude a un fenómeno económico, sinembargo, la voz recubre un dominio más extenso, si se quiere, más global. Así escomo se aprecia en este otro texto de Francisco Umbral, en el que no se acude a laforma globalización, sino al adjetivo global: "Tardarán y tardaremos mucho todosen comprender que la libertad que nos queda sólo puede repartirse mediante unsistema adecuado, justo y global" (Los pueblos sin historia, en "El Mundo", 27-X-2000).

18 Manuel Alvar, Lenguaje político: El debate sobre el estado de la nación(1989), en "LEA", XIII/1,1991, p. 31.

19 La fuerza de la palabra permite ya crear un término como "globalifóbicos",para aludir a quienes están en contra del Fondo Monetario Internacional y delBanco Mundial (Vid. en el periódico mexicano "El Excelsior" el artículo de J. Con-treras Salcedo titulado Válidas las Protestas de los Globalifóbicos Contra FMI yBM, 27 de septiembre del 2000) y también escribir un título como Razón y sin-razón de las protestas antiglobalización ("El País", 14-XI-2000, p. 15, del que esautor Guillermo de la Dehesa). Al parecer, el responsable de que la palabra globa-lifobia se haya hecho famosa es el expresidente mexicano Zedillo, quien el 27 deenero de 2000 la puso en circulación en el Foro Económico Mundial de Davos. Sin

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tecimientos, la extensión del habla española y la dificultad de ana-lizar hechos tan próximos hacen que esto quede en el aire, pero nopor estar tan cercanos a nosotros debemos dejar de apuntar talesposibilidades y eso pese a la "implicación emocional e ideológica"que pueda darse en el investigador20.

En cuanto al dedazo, cuarto término de entre otros muchosque podríamos considerar, es una voz que, en el mundo hispánico,señala inequívocamente a la etapa mexicana de dominio del PRI.Con el Presidente Zedillo, el proceso de designación "a dedo" del su-cesor al cargo de Presidente de la República se quebró (eleccionesdel año 2000). Dedazo es tan preciso como cualquiera de los otrosvocablos para denotar con exactitud la época y sociedad (puesto queen el mundo hispanohablante hay muchas naciones) a la que alude.Escribo con absoluto convencimiento la palabra denotar y no conno-embargo, el término es anterior: "El término [globalifobia] fue definido por pri-mera vez en un boletín publicado en Washington, en medio de las críticas a lacampaña de Bill Clinton por la aprobación del Área de Libre Comercio de la Amé-ricas (ALCA) o sea, el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá. El boletíntitulado Globalifobia: el equivocado debate sobre el modelo de mercado, apareció enseptiembre de 1997 en la influyente Brookings Institution" (Vid. La revista"Proceso", n° 1272, 18-111-2001, pp. 22-23 especialmente. El artículo es de SandraRodríguez Nieto, y se titula justamente: El globalifilico Zedillo, contra los globali-fóbicos). "Globalifóbico" es voz que se recoge en zonas diversas de América, comopor ejemplo en Argentina: "Multinacionales, acosadas por los "globalifóbicos""("Clarín", 30-IV-2001). En España no se recurre al tema griego "fobos", sino alprefijo "anti-": "Antiglobalización " y "antiglobalizadores" ("El País", 25-VI-2001,editorial), "Los anti-globalización están muy globalizados" ("Crónica de El Mundo",año, XIII, n° 297, 24-VI-2001, p. 11). La diferente construcción de una u otra formase refleja también en el diferente esquema acentual. En España el resultado esuna voz paroxítona (antiglobalizadores) u oxítona (antiglobalizador / anti-globali-zación), en América es proparoxítona, nota que advierten bien los comentaristas:"Son los humanifágicos, si hemos de seguir con la vena de los neologismosesdrújulos, los que materialmente devoran a la humanidad entera, condenando ala miseria a franjas cada vez mayores de hombres y mujeres" {Globalifóbicos, glo-balifüicos, humanifágicos y genuflexos, C. Amezcua, en "Foro de opinión", PartidoPopular Socialista, febrero 2000). (Para más información basta con introducir eltérmino en un buscador potente de internet, como el Google, y darse cuenta de suempleo).

20 Pedro Álvarez de Miranda alude a estos riesgos. Vid. su obra Palabras eideas: el léxico de la Ilustración temprana en España (1680-1760), Madrid, 1992, p.2, n. 5.

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tar, pues los términos ya no sólo pertenecen al ámbito de la lenguacomún, de la que surgieron, sino al ámbito político. Cierto es quecualquiera de los cuatro se ha cargado de connotaciones, pero ya enla historia del léxico español, en el dominio del lenguaje político,consenso va a ser sin lugar a dudas el término que marque el perí-odo que va de 1975 a 1982, y eso ya es una denotación y no unaconnotación.

Estamos ante lo que se denominan palabras-clave y palabras-testigo por seguir una tradición inaugurada por el investigadorfrancés G. Matoré. La fecundidad del método abierto por la escuelafrancesa es indudable (sin entrar en consideraciones historicistasde otros precedentes valiosos). Dejando fuera todas las críticas quepuedan hacerse a las distintas teorías de los "campos" y al enveje-cimiento propio de una teoría surgida hace decenios, la concepciónmatoriana de un o unos términos que sirvan de referente para unasociedad se ha mantenido viva y útil21. El mencionado profesor Al-var, en su artículo de 1991, alude a globo como a "una de esas pala-bras-clave"22. Los investigadores tratan de establecer una jerarqui-zación del léxico, de ahí la búsqueda de unos "vértices" que mar-quen como si fueran nudos la red que entrelaza las voces del campoléxico. Como ya he indicado, G. Matoré aludió a "palabras-clave" y"palabras-testigo"23. No hace falta insistir en las teorías matorianaspues ya son de sobra conocidas. Lo que sí quiero destacar es la pro-lijidad de denominaciones que surgen en la lingüística para tratarde matizar mejor el léxico de una época. Así, en una obra ya citadaaquí, un subcapítulo tiene este rótulo: "Palabras-símbolo, palabras-

21 En una obra publicada hace muy poco tiempo, se reconoce la importanciaque sigue teniendo este método: "El presente estudio se incardina en la perspec-tiva lingüística que atiende a las vinculaciones de la lengua con la historia, con lacultura y con la sociedad (...) La huella de ambos lexicólogos [George Matoré yJean Dubois] se descubre en los trabajos de vocabulario politicosocial español,realizados con el método denominado "palabras e ideas", entre los que se encuen-tra la presente investigación" (Ma Teresa García Godoy, El léxico del primer consti-tucionalismo español y mejicano (1810-1815), Universidad de Granada, 1999,p. 35).

22 Manuel Alvar, art. cit, p. 31.23 George Matoré, La méthode en lexicologie, 2a edic, París, Didier, 1973, pp.

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clave, palabras-eslogan"24. Se trata, lògicamente de aquilatar almáximo el entramado del léxico político mediante términos que, si-tuados en ejes básicos, nos ayuden a clarificar la configuración delléxico de una sociedad determinada. Las más interesantes, en miopinión, para ir viendo el desarrollo de una sociedad son las"palabras-testigo" pues las otras, por varias razones pueden dejarsea un lado. Las "palabras-símbolo" o "palabras-emblema" y las"palabras-eslogan" poseen un fuerte valor connotativo, una grancarga emotiva, pero no parece que puedan determinar necesaria-mente el momento histórico en que se insertan. Esta afirmación severifica al ver la lista de términos que podemos encajar como tales:España, Cataluña, Euskadi, Galicia, nación, patria, pueblo, estado,democracia, solidaridad, consenso, cambio, paz, etc.25. De todasestas propuestas, salvo el consenso, propio de la etapa de latransición, y el cambio, término crucial en el triunfo del PSOE enlas elecciones de 1982, las demás constituyen términos políticosatemporales. Por otra parte, al insistir en las "palabras-testigo",quedan en un segundo plano las "palabras-clave". Ya hace muchosaños, cuando trabajaba en el estudio que abarca de 1931 a 1971,llegué a la conclusión, tras dividir ese lapso de tiempo en tresetapas, que no había "palabras-clave" en ninguna de las tres etapasporque "no existe ningún término que aglutine a todos losespañoles como una bandera"26. No sé si es posible hallar "palabras-clave" en otros momentos de nuestra historia. Matoré proponevarias "palabras-clave" cuando estudia la evolución de la historiafrancesa, sin embargo, podemos ver las dudas que suscita él mismocuando subdivide, al aludir a la época posterior a 1827 (fin de laRestauración), en "mot-clé principal" y "mot-clés secondaires"27. Enprincipio es difícil admitir que todos los ciudadanos que configuranuna sociedad vean un único e indiscutible ideal, y, además, laadmisión de palabras consideradas claves pertenecientes a unprimer y segundo grado (encubiertos bajo las denominaciones de

24 Marina Fernández Lagunilla, ob. cit., II, p. 22.26 Marina Fernández Lagunilla, ob. cit, II, p. 23.26 Miguel Á. Rebollo Torio, ob. cit, p. 25.27 George Matoré, ob. cit, p. 69.

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"principal" y "secondaires"), lleva al convencimiento de que a losumo se puede plantear una jerarquía en el léxico. Habrá untérmino central, el predominante, y otros escalonados. Ese términoes el que atestigua, es decir, el testigo de ese momento. Prefieroesta estructuración porque explica de manera más sencilla lo quenos proponemos.

Casi se puede trazar ya una historia articulada del léxico polí-tico en España desde el siglo XVIII hasta la actualidad, y se puedenir señalando cuáles son las palabras que sirven de referencia encada período. Los orígenes de la Ilustración son conocidos gracias ala obra de Pedro Álvarez de Miranda28, en la que términos comoluz, ilustrar, nación, felicidad, sociedad y libertad, entre otros mu-chos, son vistos tal como eran comprendidos por las gentes de laépoca. No cabe duda de que libertad queda asociada, sin ningunaduda, al campo político; sin embargo, en el XVIII, dicha palabra seha ido cargando de contenidos políticos pues su ámbito de aplica-ción estaba mucho más disperso29. Según P. Álvarez, libertad es"una palabra clave del léxico político de ese momento histórico y delos que inmediatamente le siguen"30. Resulta curioso observar cómo,en cambio, luz y felicidad nos parecen voces nada políticas hoy. Laexplicación es sencilla: no pertenecen al núcleo "fuerte" sino a la"periferia", pero son términos que marcan sin ninguna duda unaépoca31. Felicidad va a seguir siendo una palabra básica para los li-berales (como lo fue para los ilustrados antes). La felicidad recorre

28 Pedro Álvarez de Miranda, ob. cit.29 Según el contexto libertad puede estar más o menos encajada en el campo

político. Así, reivindicar libertad bajo un régimen dictatorial no tiene el mismosentido que pedir libertad dentro de un sistema democrático. Si en el primer casose entiende en su faceta política, en el segundo bien pudiera referirse a aspectoseconómicos.

30 Pedro Álvarez de Miranda, ob. cit., 319. Creo entender que el autor noalude necesariamente a una "palabra-clave" en sentido matoríano, pues ni la re-presenta gráficamente así ni se plantea como labor primaria un seguimiento me-todológico rígido (vid. pp. 1-9).

31 Puede ser de un país concreto o de toda una sociedad más amplia que lade un país. La Ilustración no fue un fenómeno reducido a España, como tampoco elFascismo, pero hay otros casos privativos de un país.

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toda Europa como es bien sabido32 y España no queda al margen.Así se enlazan los siglos XVIII y XIX. Los pensadores de entoncesasí lo advierten, si bien hay un cambio entre un siglo y otro: lafelicidad conecta con otra visión muy diferente pues si antes sepodía ser "feliz" siendo Vasallo", ahora sólo se siente así quien es"ciudadano": "Este tránsito de 'Vasallos" a "ciudadanos" simbolizatodo lo que va del antiguo al nuevo orden"33. Curiosamente, y paraponer en guardia a quien piense en valores absolutos, la voz "demo-cracia" no es un bien reivindicado por todos los españoles de co-mienzos del XIX. No hay que olvidar nunca al emisor ni el contexto.La "democracia", tan vieja y tan indudablemente política, es pocograta para una facción34: "La "democracia" es el coco político con quelos partidarios del sistema antiguo tratan de asustar a la nación.Continuamente acusan a los liberales de "demócratas", de tratar deintroducir la "democracia", a la que presentan como intrínseca-mente mala"35. Tenemos testimonios fehacientes de las discusionesen torno a palabras. No se trataba, ni entonces ni ahora (como ve-remos más adelante), de cuestiones bizantinas. Tras la elección deun vocablo u otro se esconde una u otra interpretación. Así, el ar-tículo 3 de la Constitución de 1812 quedó redactado de la siguientemanera: "La soberanía reside esencialmente en la nación y por lomismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecersus leyes fundamentales"36. La discusión se planteó sobre el adver-bio "esencialmente" que algunos diputados quisieron cambiar por elde "originariamente" o "radicalmente". En apariencia se podríapensar que ahí todos son sinónimos, pero en realidad, la elección deuno u otro implicaba hacer radicar la soberanía en su origen en el

3a Un capítulo del conocido libro de Paul Hazard, La crise de la conscienceeuropéenne (1680-1715), París, Gallimard, 1961, 2 vols., tiene por título Lebonheur sur la terre (pp. 87-102, voi. 2).

33 M" Cruz Seoane, El primer lenguaje constitucional español (Las Cortes deCádiz), Madrid, Moneda y Crédito, 1968, p. 23.

34 Esto me reafirma en la idea de que no es fácil proponer un término comoel ideal de toda una sociedad.

36 Ma Cruz Seoane, ob. cit, p. 132.38 Vid. para todo esto las páginas dedicadas al concepto de "soberanía" en la

ob. cit., de Ma Cruz Seoane.

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rey o no. Triunfó la idea de "esencialmente" con lo cual se vinculabala soberanía al pueblo, no al rey37. Es en esta época cuando em-piezan a asomar de manera tímida voces como "partido", perohabrá que esperar hasta la Regencia de Ma Cristina (1833-1840)para encontrarse con los "partidos políticos".

Tras la etapa absolutista de ese rey apodado "El Deseado", losaños de la Regencia de Ma Cristina suponen un oasis de libera-ción38. Los términos básicos enlazan con la etapa anterior y con lainfluencia de los franceses: libertad, igualdad y felicidad son laspalabras básicas si bien puede ponerse en duda la vigencia de la fe-licidad como término político con la misma importancia que en dé-cadas anteriores39. Es una muestra clara de cómo los términos"periféricos" pueden reintegrarse al vocabulario originario, al quenunca han dejado de pertenecer, sin dejar más huella posterior enel político. Sin embargo, no dejan de ser, precisamente por su fuga-cidad, los mejores testigos de un momento determinado. Y es tam-bién en estos momentos cuando surgen, de manera ocasional, en elléxico español, diferenciaciones del tipo "izquierda" y "derecha" apo-yadas en algo tan claro como la situación física de las faccionespolíticas en la Asamblea francesa40. Los años que ocupan parte del

37 No es casual la coincidencia que se da entre la Constitución de 1812 deEspaña y la actual mexicana, cuyo artículo 39 está redactado así: "La soberaníanacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder político di-mana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todomomento, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno"(Recogido en la obra de Ysabel Gracida Juárez et alia (coord.), La argumentación.Acto de persuasión, convencimiento o demostración, 3a ed., México, Edere, 1999, pp.66-67). Véase cómo los mexicanos han optado, para evitar posibles discusiones, porincluir los dos términos en liza en la España de inicios del XIX. La reivindicaciónde este artículo constitucional la hace la guerrilla zapatista en la actualidad, en untexto titulado "Hoy decimos ¡basta!", que es propuesto como objeto de análisis en laobra mencionada.

38 Hay otros estudios de difícil consulta, como el de Dolores Ortiz González,El primer exilio liberal y el léxico español, tesis doctoral inédita, Universidad deSalamanca, 1969.

Pedro Peira, Estudio lexicológico de un campo nocional: "libertad","igualdad" y "felicidad" en la España de la Regencia de M" Cristina, en BRAE,1977, 259-294.

40 Pedro Peira, Contribución al vocabulario de los partidos políticos (1833-

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final del XIX suponen una generalización de un vocabulario queestaba circunscrito a minorías en gran parte y a diferenciación deconceptos que, todavía hoy en regímenes poco democráticos, sonmuy diferentes, como "nación", "estado" y "gobierno"41. Si se da un"salto" hasta el siglo XX, parece que el léxico deja las preocupacio-nes éticas, filosóficas para presentarnos lo que conocemos mejor porpertenecer a una época inmediata. Sin embargo no es así. Ya he-mos visto cómo la felicidad iba declinando. Podemos añadir quehay un avance entre un siglo y otro si nos fijamos en la labor desa-rrollada por un grupo que va a tener una importancia grande en laEspaña de inicios del XX, los republicanos. Como se sabe, en la his-toria de España hubo una brevísima etapa en la que se impuso unrégimen, el republicano de la Ia República. Pues bien, esa ideologíapermaneció "agazapada" hasta su eclosión en un España muy pos-terior, y a ella le debemos una continuidad en el léxico como haestudiado la profesora Marina Fernández Lagunilla: "Con todo, elprimer partido republicano, nacido tras la revolución de 1868, enri-quece y modifica ese vocabulario tradicional, como consecuencia dela necesidad de expresar nuevas ideas y nuevas realidades"42. Los

1840), In Memoriam I. Corrales, I, Universidad de La Laguna, 1987, pp. 383-395.41 Para esta época remito a Ma Paz Battaner Arias, Vocabulario político so-

cial en España (1868-1873), Madrid, BRAE, 1977. La autora se ocupa de "La Glo-riosa", período revolucionario que ocupa casi seis años de nuestra historia contem-poránea. La autora comenta la extensión de las voces: Tor los años estudiadosobservamos una popularización del vocabulario político que se abre a expresionesy voces menos académicas y muy expresivas; tinglado y camelo entran en estecampo, los despectivos politiquero, situacionero, setembrada, patriotil; la metáforadel turrón, formaciones como clerigalla, que no son nuevas de estos años, porquealgunas las hemos podido rastrear desde la década de los cincuenta, pero queahora pertenecen a un mayor número de hablantes. Este vocabulario tiene menoscarácter técnico y, por lo tanto, es menos esotérico. Advertimos aún otra caracte-rística más importante: no suele ser índice de ninguna ideología concreta" (Ma PazBattaner Arias, ob. cit, pp. 241-242). El texto reproducido es indicativo de variascuestiones: la potencia del léxico "periférico", la extensión del vocabulario desdeunos orígenes muy reducidos y la posibilidad de que pertenezca a cualquier grupopolítico.

42 Marina Fernández Lagunilla, Aportación al estudio semántico del léxicopolítico (El vocabulario de los republicanos), Helmut Buske Verlag Hamburg,1985, p. 283.

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años de la 2a República quedan marcados por el término fascismo,los posteriores a la Guerra Civil con los de movimiento, cruzada ydemocracia orgánica y la década desarrollista, los 70, con el de tec-nocracia43. Y la última etapa es ya conocida y he aludido al co-mienzo sobre todo esto.

No cabe la menor duda de que la clase política está muy inte-resada en el vocabulario. El alcance que tienen los medios actualesde difusión, la imagen, los destinatarios reales de lo que los políti-cos emiten, han convulsionado el panorama del ámbito político. Lapalabra es una herramienta de la que todos se sirven como un ele-mento eficaz para conseguir sus fines. Un repaso de algunos hechosocurridos hace muy poco verifica lo que manifestamos. En veranodel pasado año (2000), los dirigentes mundiales agrupados en tor-no a las fuerzas de la Internacional Democristiana, organización deinspiración derechista, se replantean su denominación. Un periódi-co subtitula de la siguiente forma ese proyecto: "La InternacionalDemocristiana estudia cambiar su nombre y convertirse en centris-ta", y en el desarrollo del artículo se comenta lo siguiente: "La nue-va terminología Centro Reformista en sustitución de la DemocraciaCristiana irrumpe con fuerza en el escenario político internacionaly está siendo asumido (sic) por más de un centenar de partidospolíticos miembros de la Internacional de Partidos DemócratasCristianos y Populares en todo el mundo". De una manera explícitaun presidente electo nos informa de las razones del cambio, el me-xicano Vicente Fox es quien declara que "en su país es preferibleque los partidos políticos no tengan apellidos vinculados a la reli-gión"44. Conviene detenerse y comentar qué sucede con estos cam-bios. La Internacional Democristiana no plantea un giro ideológicoen ningún momento, sino una diferente denominación para evitaradscripciones formales religiosas. Y, además, y aunque no se indi-que explícitamente, el deseo de reafirmar un "centro" comporta eldespegue de una orientación de "derechas"45. El problema que se

43 Para estas cuestiones remito a mi obra, Lenguaje y política..., pp. 24-26.44 "El Mundo", 24 de agosto de 2000, p. 10.45 El que más de un centenar de partidos políticos esté de acuerdo en el

cambio de vocabulario es una muestra clara de la "globalización".

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nos ofrece es si el cambio es ideológico o meramente denominativo.O dicho de otro modo, si bajo una nueva etiqueta se encubre unavieja ideología. No olvidemos que una de las características del len-guaje es la prevaricación (señalada hace muchos años por el lin-güista Ch. Hockett) y que en el lenguaje de los políticos la finalidades conseguir votos, es decir, vender un producto como si de publici-dad se tratara. En el panorama político español de los últimos añosestamos ante un abandono de términos clásicos46 como "izquierda" y"derecha" debido a que: 1) las "derechas" e "izquierdas" parecen co-sa del pasado y superada47, y 2) el "centro" es lo que, al parecer, pro-porciona un mayor número de votos, por lo que los partidos más vo-tados (tanto en el gobierno como en la oposición) rehuyen califica-tivos que les impidan acceder a un buen número de posibles votan-tes.

Los políticos advierten con más consciencia cada vez la impor-tancia del lenguaje, como si éste cambiara la realidad al implicaruna denominación distinta. Se puede seguir con mucha atención,desde una perspectiva lingüística, el proceso en el que se halla elPaís Vasco. La teoría del "soberanismo" (passim en cualquier mediode comunicación que trate del conflicto en el País Vasco) ha irrum-pido con fuerza desde el ámbito político hasta las mesas de las re-dacciones. El término es nuevo y supone un paso más, calculado,hacia una desvinculación con el resto del país según algunas fuer-zas políticas48. En lugar de acudir directamente a la "independen-cia", palabra que puede ser tabú para muchos españoles, se enmas-cara la realidad con otro término diferente. Los comentaristas ad-vierten cómo se manipula el lenguaje al servicio de unas finalida-

46 Salvo en formaciones parlamentarias, pero de menor peso en la políticaespañola, como IU, cuyas siglas son "Izquierda Unida".

47 Es significativo el subtítulo de libro de Javier del Rey Morato, La comuni-cación política (el mito de las Izquierdas y Derechas), Madrid, Eudema, 1989.

48 Críticos sagaces se dan cuenta de la complejidad que supone explicar loque encierran estos términos: "La presión social contra la violencia es indis-pensable y no merece ser manipulada. Sólo el real aislamiento social inutilizaríalas armas, pero sólo se puede llegar a él si la conciencia social española asume quéquiere decir soberanismo, aunque Ibarretxe no insista de momento en ello" (Ma-nuel Vázquez Montalbán, Hipótesis, en "El País", 28-V-2001, última página).

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des políticas (lícitas o no, esa no es la cuestión ahora)49.La proximidad de los hechos puede ocultar la visión que, de

una manera amplia, puedan tener las investigaciones dentro de100 años. Sin embargo, no podemos dejar de percibir los cambios ylos ajustes que se producen en la sociedad. En estos últimostiempos, tras la reafirmación del Partido Popular en el Gobierno, seproduce en el PSOE, el partido perdedor, una crisis, de la que hayque salir no sólo con nuevas elecciones internas y el recambio depersonas, sino, y esto es muy importante, con un vocabulario quesea capaz de mostrar la idea de un viraje. Hay unas palabras quese repiten de manera constante: renovación y nuevo (-a), cargadasde un significado muy difuso. Lo que se quiere expresar es la ideade que el partido va a tomar un rumbo diferente [sin que seexplique cuál]. Esto es algo que cada destinatario debe interpretarcomo cada uno quiera. Estamos ante una de las características máspropias del lenguaje político. De la insistencia con que se empleanestos términos tenemos testimonio. Así, en unas jornadas tituladas"Razones de una urgencia: renovación generacional y futuro de laizquierda", renovación fue 'la palabra repetida hasta la saciedad"50.Otro término, refundación, que pudiera coincidir con éste es recha-zado de una manera frontal, no tanto tal vez porque el PSOE yaestá fundado y no necesita ninguna refundación (como se explicaformalmente), sino por el recuerdo del PP, partido que sí pasó por

49 Leemos en un periódico acerca de los soportes que sustentan los proble-mas del nacionalismo vasco: "Uno de ellos es el miedo y el terror —patrimonio deETA-HB— y el otro la constante perversión del lenguaje, siempre al servicio de unproyecto de imposición homogeneizadora compartido por todo el nacionalismo"(Javier Elorrieta, El territorio del engaño, en "El Mundo", 23 mayo 2000, p. 6).Esta es, por supuesto, la versión de un político no nacionalista. En el bando nacio-nalista la visión y la expresión son distintas. Javier Elorrieta pertenece al GrupoSocialista en el Parlamento Vasco. Aquí, ante todo, hay que tener en cuenta lateoría de la enunciación. "Patria", por ejemplo, es una voz con significado muy di-ferente en boca de un no nacionalista o nacionalista. El fenómeno es universal;así, en unas declaraciones, un comisario europeo comenta: "No me da miedo lapalabra federal. El euro es ya decisión federal" (Se trata de Michel Barnier, Comi-sario de Política Regional, Vid. "El País", 1 febrero 2001, p. 6). Es curioso elfenómeno, pues la palabra no debiera causarle pavor nunca.

60 "El País", 26 de mayo del 2000.

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una refundación, de la que ha surgido la victoria de su líder, Aznar,sobre su oponente51. La forma "renovación" se apoya en el mismolexema que "nuevo", término fundamental en la crisis del PSOE. Lapalabra se repite tanto que un columnista llega a rotular un co-mentario como "Afán de cosas nuevas" por las coincidencias quetodos los candidatos al puesto de líder del PSOE tienen en el uso deesa palabra52. No es la primera vez que el adjetivo nuevo cobra unagran importancia en el vocabulario político. En la etapa de Francose propugnó ya un "Nuevo Estado"53.

Convendría destacar que los términos van reflejando las vici-situdes de la sociedad en su vertiente política. Sin duda, la perspec-tiva para enfocar los vaivenes actuales de la política española esmuy corta, pero sí se puede advertir una ausencia. Pocos años an-tes, el PSOE convenció a una gran masa de votantes con su célebrecambio. En realidad, un "cambio" es lo que implica un "nuevo", perolos socialistas se cuidan mucho de volver a una voz que si les sirvióen el año 82 ha quedado absolutamente desgastada y fuera de cir-culación. Así, desde el gran triunfo socialista de 1982 hasta la de-rrota actual va la diferencia del cambio a la renovación. Ambos tér-minos son palabras-testigo de la historia socialista española en losúltimos veinte años.

61 "Zapatero [futuro Secretario General del PSOE, por estas fechas uno másde los candidatos] se presenta y rechaza la idea de una refundación del PSOE",("El País", 26 de junio de 2000, p. 26).

62 "Se diría que se hubiera apoderado del PSOE aquel afán de cosas nuevasque León XIII percibía como signo de los tiempos a finales del siglo XIX. Un nuevoproyecto y una nueva generación política para una nueva sociedad, titula RosaDiez su manifiesto; una nueva vía para el cambio, dicen del suyo los diputadosagrupados en torno a Rodríguez Zapatero; el nuevo proyecto político del PSOE,anuncia un documento de trabajo de inconfundible sabor guerrista; un nuevoproyecto político, reitera la ponencia marco en el largo epígrafe dedicado a las pro-puestas para responder a un nuevo mundo, a una nueva sociedad, con una nuevaestrategia" (Santos Julia en "El País", 21 de mayo de 2000, p. 23). Otro analista,Ignacio Sotelo, insiste también en la idea de "nuevo" y "renovación" para el PSOE(Vid. su artículo El PSOE y la nueva izquierda, en "El País", 26 de junio de 2000,pp. 17-18).

53 Vincúlese al italiano "nuovo ordine". En ningún caso ha de establecerseun paralelismo entre regímenes distintos por el simple hecho de emplear losmismos términos.

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El estudio del léxico político abarca, según las épocas, domi-nios diferentes. Así, en la China de Mao, no sería posible trabajaren este campo sin tener en cuenta los dazibaos, elementos funda-mentales de comunicación. En una España tan carente de liberta-des como la de los tiempos franquistas, los panfletos fueron un ele-mento fundamental de agitación. Esas hojas volanderas no son fá-ciles de reunir. Y son, sin lugar a dudas, una base fundamentalpara el conocimiento del léxico "subterráneo", el que no aparece enlos medios de comunicación accesibles al público. Disponemos deunos trabajos que nos dan cuenta de la actividad de esta época enEspaña, labor que ha desarrollado la profesora Coloma Lleal54. Enla España del 2000 no cabe plantearse un estudio "panfletario",pues el panfleto apunta hacia cauces secretos, escondidos, perse-guidos, impensables en una sociedad libre. Todo esto nos lleva aestablecer la variedad de fuentes de que se surte el léxico político:

La diferenciación entre habla y lengua es básica y lleva ya aunas estructuras absolutamente diferenciadas ya que son dos me-dios muy diferentes de plasmación de los mensajes55.

El interlocutor, aparente o real, pues pueden coincidir amboso ser distintos, condiciona también el texto: es muy distinto diri-girse a un conjunto de ciudadanos presentes en un acto, sin más re-

64 Vid. su Análisis del vocabulario político español a través de una década depanfletos, separata de tesis doctoral, leída en 1981; Constantes léxicas en ellenguaje político, en "R.S.E.L.", 9, 2, julio-diciembre de 1979, 505-514; El panfletopolítico: forma y estructura, en "Anuario de Filología", 1982, 211-225. La icono-grafía, según señala la autora, tiene una gran importancia en la política. Así, lahoz y el martillo, en los grupos marxistas, es un indicio de las tendencias de losgrupos. Para unos, la hoz se orienta hacia la izquierda y el martillo hacia la dere-cha (PSUC, PCE-I, PCE-Ista, PCR MC) y para otros en sentido inverso (los grupostrotskistas). La alteración de este orden sorprendería. La misma autora indica queen una publicación del PCR se observa que la orientación de la hoz y del martillocoincide con la trotskista, y aclara Coloma Lleal que "sin duda alguna se trata deun error" (p. 219, n. 4 de El panfleto político..., art. cit). Pues bien, en el monolitode la tumba de Trotsky, México D.F., nos encontramos con que la disposición de lahoz y del martillo tienen una colocación inversa, por lo que quien esculpió los sím-bolos era un ignorante o fue la burla final hacia el dirigente ruso.

65 Los estudios sobre el habla no tienen una raigambre sólida en el pano-rama español. Por fortuna, cada vez son más los trabajos que se están haciendo enesta dirección.

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percusiones, que dirigirse a esos mismos ciudadanos, pero con cone-xión a un canal televisivo. El orador estará pendiente no de losoyentes-presentes en el acto, sino de los oyentes-televidentes.

El medio en el que aparece el hablante es fundamental, puesla posibilidad de que se le vea y oiga, o de que tan sólo se le oiga, esun factor muy importante para el desarrollo de los recursos ges-tuales.

El propio canal por el que se transmite el discurso es determi-nante. Si un político expone sus ideas a través de un programa te-levisivo, será muy diferente de la materialización que podría hacera través de un ensayo, en el que tiene unos interlocutores más ale-jados y una reflexión de que se carece en la inmediatez de la exposi-ción oral.

Convendría llevar a cabo una clasificación del lenguaje polí-tico en la que se tuvieran en cuenta todas las variantes. Sería inte-resante cotejar lo que un político dice y lo que escribe, lo que exponeante una asamblea de correligionarios y ante una multitud no ne-cesariamente adicta a sus ideas, etc. No pienso en buscar contra-dicciones o errores en los políticos, sino en ver cómo explotan losrecursos lingüísticos, en qué semejanzas y diferencias se dan enunos y otros ámbitos.

En ayuda de los estudios sobre el lenguaje político tenemoslos avances técnicos. Esto es algo que no resulta privativo de estetipo de lenguaje, pero sí tiene unas posibilidades muy grandes ennuestro campo. Hasta ahora, un análisis que tratara de analizaruna época amplia en el tiempo, o corta, pero rica en materiales, setenía que conformar con hacer un muestreo y unas calas. De esemuestreo y esas calas se extraían los datos y las conclusiones.Ahora es posible llegar a un estudio mucho más completo. La in-troducción de los datos en un ordenador, mediante un escáner, po-sibilita realizar un estudio no sólo cualitativo, sino cuantitativo. Lamasa de datos no ha de perturbar la labor del investigador, sino alcontrario, permitirle llegar a conclusiones más fiables que las quehasta este momento se tenían. La lexicometría era viable sólo paracorpus muy pequeños. Ahora se puede ampliar el dominio con ob-jeto de un conocimiento más exacto del lenguaje político pues los

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datos cuantitativos pueden proporcionar saltos cualitativos.Otro aspecto, por último, es necesario plantear en el análisis

del lenguaje político. Atañe no al dominio del léxico, sino al de laformación de palabras. En las etapas de agitación social es fácil vercómo se crean términos nuevos, muy fugaces por las propias tensio-nes, pero muy significativos. La tensión provocada por el conflictovasco explica que surjan formas como "euskofascio"66 y las inventa-das por Forges para sus viñetas, como "criminazis", "fasciasesinos","humanicidas", "familirompen", "siembrapenas", "sangrómanos","doloradictos"57. La creación de palabras es un recurso muy podero-so y muy recurrente en toda la historia. Todos los investigadores sedan cuenta de este proceso: "La creación léxica en el lenguaje polí-tico está ligada a la realidad social y a las circunstancias políticas(...) Los momentos de mayor renovación léxica se producen en pe-ríodos en los que la política tiene un protagonismo especial, comoocurrió, por ejemplo, en la Transición Española (1977-1982)"58. Au-menta el vocabulario mediante las conocidas fórmulas de la compo-sición y afijación. La composición está omnipresente, por poner uncaso conocido, en todas las formas del euro-, de las que cualquierlector puede encontrar ejemplos59, y en las aquí citadas de Forges.La afijación recurre, en los casos dados, a la prefijación más que ala sufijación. Las formas con re- y con neo- son muy abundantes. Escurioso que sean justamente esos prefijos los empleados, pues nosllevan al rescate de viejas bases léxicas (del tipo neoliberalismo,neocapitalismo, reformismo, renovadores) o, si se quiere, a un léxicomás bien conservador. El siglo (y el milenio) se nos cierran no con

66 J. Elorrieta, art. cit, p. 7.67 Es la respuesta de Forges a un cruel atentado de ETA en Madrid (Vid. "El

País", 31 de octubre de 2000). Muy agudamente Forges pone en boca de suspersonajes lo siguiente: -"No lograrán que nos quedemos sin palabras..." -"...Si espreciso nos las inventaremos".

68 Marina Fernández Lagunilla, ob. cit, II, p. 57.69 No entro en la consideración de si se trata de un prefijoide o un tema. Pre-

fiero aludir a composición. Sobre las posibilidades del euro- remito al artículo deEmma Martinell Gifre y Donatella Montalto Cessi, Más allá del euro, en "Culture",1998, 259-278, y al artículo de José Carlos de Hoyos Puente, Usos léxicos en el len-guaje económico, en Cuestiones de Actualidad en Lengua Española (coord. JulioBorrego Nieto et alia), Ediciones Universidad de Salamanca, 2000, pp. 267-275.

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tendencias de -ismos (creacionismo, dadaísmo, ultraísmo, etc.), sinocon nuevo, neo-, re-, unidades que remiten por fuerza a lo ya cono-cido, a lo pasado. Veremos si estos recursos morfológicos son mues-tras de una no renovación del lenguaje político, esto es, de unaetapa poco innovadora, o por el contrario, no tienen por qué consi-derarse de semejante modo.

Ya para finalizar, considero que no hay ninguna duda de queexiste un lenguaje político como tal y no sólo como uso60. Ese len-guaje político se manifiesta a través del léxico, de los recursos mor-fosintácticos que cada lengua tiene y de unos usuarios e interlocu-tores (de un contexto sin el que no se entiende nada). El léxico polí-tico es un reflejo de la sociedad. La presencia de unos determinadostérminos nos proporcionan datos de lo que es una sociedad, y, loque es más importante, la ausencia de ciertas palabras es tan sig-nificativa como su aparición. Igualmente, las variaciones que, en elplano lingüístico, tiene o puede tener el elemento designado sonmuy interesantes. No estoy pensando en simples modificacionesdebidas a cambios en el ritmo del lenguaje, provocadas por un afánde no reiteración. Por ejemplo, el que en un escrito se aluda, a lolargo de tres páginas, al señor X, o al Secretario General del Par-tido Político X, o al Jefe del Gobierno para designar al mismo indi-viduo no es, como se puede pensar en un primer momento, algoestablecido para variar la denominación de un individuo que ocupaesos tres (o más) cargos, sino algo empleado con una manifiesta in-tencionalidad. Que el interlocutor no advierta el uso del lenguajecon plena consciencia es otra cuestión. Pero no es lo mismo comen-tar que el Presidente del Partido X visitó la ciudad Y, que el jefe delGobierno visitó esa ciudad Y. La superposición de funciones actúacomo un elemento de propaganda muy poderoso.

El análisis de los recursos que confluyen en el lenguaje polí-tico ha de ir en la idea de un mejor conocimiento de los factores quehacen de ese lenguaje lo que es, y que en definitiva llevan a un con-

" Creo que, tal vez, entre la consideración del lenguaje político como un "usoespecial" y la afirmación de la existencia de un lenguaje político como un lenguajeespecial no hay, en el fondo, unas diferencias tan grandes, sin bien lo enfocamosde manera diferente en sus relaciones con los demás tipos de lenguaje.

Caracterización del lenguaje político 35

trol de lo que es la lengua, un instrumento nada inocente e inge-nuo, nada tan aséptico como se nos quiere hacer creer. Un mejor ymayor conocimiento de los resortes lingüísticos va en la idea de unapersona cada vez más libre. La meta que ha de guiarnos es la de unauténtico humanismo, aquel en el que el hombre no tiene someti-mientos a nadie. Como recogió don Antonio Machado, nadie es másque nadie61. Y a eso debemos tender.

61 "Porque no he dudado nunca de la dignidad del hombre, no es fácil que yoos enseñe a denigrar a vuestro prójimo. Tal es el principio inconmovible de nues-tra moral. Nadie es más que nadie, como se dice por tierras de Castilla" (AntonioMachado, Antología de su prosa. I. Cultura y sociedad, prólogo y selección de Au-rora de Albornoz, 2a edic, Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1970, p. 118).