Capítulo 38. GEOGRAFÍA DE LA PESCA

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| 596 Capítulo 38. GEOGRAFÍA DE LA PESCA Álvaro Sánchez Crispín 1 Introducción E n este capítulo se examina la actividad pesquera en México desde una perspectiva territo- rial. Se parte de la idea central de considerar a la pesca como el conjunto de operaciones asociadas a la extracción de recursos marinos vivos, con dos fines principales: suministrar comestibles frescos a los seres humanos y proveer de materias primas a industrias de diver- so tipo. En términos generales, los productos del mar contribuyen a la alimentación de las personas a través del aporte proteico de minerales y vitaminas, necesarios para un desempeño adecuado de diversas funciones, tanto intelectuales como físicas, y para la conservación en buen estado del orga- nismo. La explicación geográfica que aquí se realiza centra su atención en la extracción pesquera en aguas oceánicas y solo de forma complementaria se menciona a la acuacultura. La pesca es una actividad económica primaria que emplea una cantidad menor de activos, comparada, por ejemplo, con la agricultura. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (fao, por sus siglas en inglés, 2012), hay cerca de cuarenta millones de personas ocupadas en la economía pesquera, de las que un poco menos de la mitad vive en China e India. El resto de los pescadores se distribuye en más de 180 países, incluidos los mediterráneos como Bolivia y Uzbekistán. A nivel mundial, México se ubica en el lugar 15, con casi 245 mil perso- nas dedicadas a esta tarea (Sagarpa, 2013). En el desarrollo de la pesca intervienen distintos factores geográficos, tanto de índole natural como socioeconómica. La Geografía de la pesca como campo del conocimiento Para explicar el arreglo territorial de cada uno de los sectores que constituyen el proceso económico de producción en un lugar determinado, la Geografía Económica dispone de ramas específicas, como la Geografía de la pesca, la cual, en general, está poco estudiada en México y en el mundo. En nuestro país sobresalen obras como el Atlas Nacional de México y el Nuevo Atlas Nacional de Méxi- co (Sánchez y Sánchez, 1990; Propin y Correa, 2007) en las que, a través de material cartográfico, se presenta una visión sintética del sector al momento de publicar cada una de ellas. Se alude a la producción pesquera, a la infraestructura de apoyo en tierra, a la industrialización de los productos del mar y a la distribución y consumo de los mismos. También es importante citar estudios hechos sobre Geografía de la pesca a escala nacional (Sánchez, 1995; Villerías y Tello, 2012) o en sitos específicos, como el Pacífico Centro-Sur, la Costa Chica de Guerrero y las lagunas de Chacahua, Oaxaca (Avendaño, 1993; Villerías y Sánchez, 2010; Huerta, 1998) en los que se examina, median- te la consideración de los factores geográfico-físicos y socioeconómicos, la estructura y organización territorial de la pesca, en consonancia con propuestas metodológicas como la de Saushkin (1980) respecto del análisis geográfico de cualquier actividad económica. En relación con otros ámbitos académicos, la colección de libros editada por Cifuentes y Torres (1995), bajo el nombre El Océano y sus recursos, es un aporte importante para entender, primero, el papel del océano como contenedor 1 Departamento de Geografía Económica, Instituto de Geografía, Universidad Nacional Autónoma de México, Circuito de la Investigación Científica, Ciudad Universitaria, 04510, Coyoacán, México, D. F. Correo electróni- co: [email protected]

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Capítulo 38. GEOGRAFÍA DE LA PESCA

Álvaro Sánchez Crispín1

Introducción

En este capítulo se examina la actividad pesquera en México desde una perspectiva territo-rial. Se parte de la idea central de considerar a la pesca como el conjunto de operaciones asociadas a la extracción de recursos marinos vivos, con dos fines principales: suministrar comestibles frescos a los seres humanos y proveer de materias primas a industrias de diver-

so tipo. En términos generales, los productos del mar contribuyen a la alimentación de las personas a través del aporte proteico de minerales y vitaminas, necesarios para un desempeño adecuado de diversas funciones, tanto intelectuales como físicas, y para la conservación en buen estado del orga-nismo. La explicación geográfica que aquí se realiza centra su atención en la extracción pesquera en aguas oceánicas y solo de forma complementaria se menciona a la acuacultura.

La pesca es una actividad económica primaria que emplea una cantidad menor de activos, comparada, por ejemplo, con la agricultura. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (fao, por sus siglas en inglés, 2012), hay cerca de cuarenta millones de personas ocupadas en la economía pesquera, de las que un poco menos de la mitad vive en China e India. El resto de los pescadores se distribuye en más de 180 países, incluidos los mediterráneos como Bolivia y Uzbekistán. A nivel mundial, México se ubica en el lugar 15, con casi 245 mil perso-nas dedicadas a esta tarea (Sagarpa, 2013). En el desarrollo de la pesca intervienen distintos factores geográficos, tanto de índole natural como socioeconómica.

La Geografía de la pesca como campo del conocimiento

Para explicar el arreglo territorial de cada uno de los sectores que constituyen el proceso económico de producción en un lugar determinado, la Geografía Económica dispone de ramas específicas, como la Geografía de la pesca, la cual, en general, está poco estudiada en México y en el mundo. En nuestro país sobresalen obras como el Atlas Nacional de México y el Nuevo Atlas Nacional de Méxi-co (Sánchez y Sánchez, 1990; Propin y Correa, 2007) en las que, a través de material cartográfico, se presenta una visión sintética del sector al momento de publicar cada una de ellas. Se alude a la producción pesquera, a la infraestructura de apoyo en tierra, a la industrialización de los productos del mar y a la distribución y consumo de los mismos. También es importante citar estudios hechos sobre Geografía de la pesca a escala nacional (Sánchez, 1995; Villerías y Tello, 2012) o en sitos específicos, como el Pacífico Centro-Sur, la Costa Chica de Guerrero y las lagunas de Chacahua, Oaxaca (Avendaño, 1993; Villerías y Sánchez, 2010; Huerta, 1998) en los que se examina, median-te la consideración de los factores geográfico-físicos y socioeconómicos, la estructura y organización territorial de la pesca, en consonancia con propuestas metodológicas como la de Saushkin (1980) respecto del análisis geográfico de cualquier actividad económica. En relación con otros ámbitos académicos, la colección de libros editada por Cifuentes y Torres (1995), bajo el nombre El Océano y sus recursos, es un aporte importante para entender, primero, el papel del océano como contenedor

1 Departamento de Geografía Económica, Instituto de Geografía, Universidad Nacional Autónoma de México, Circuito de la Investigación Científica, Ciudad Universitaria, 04510, Coyoacán, México, D. F. Correo electróni-co: [email protected]

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de recursos múltiples y vía de comunicación y, segundo, la propia actividad pesquera nacional.

México en el contexto internacional de la actividad pesquera

De acuerdo con la fao, el mundo está dividido en zonas pesqueras, establecidas para recolectar información esta-dística. México se incluye en dos de esas zonas de pesca mundial (fao, 2012). La primera corresponde al Pacífico Centro-oriental (zona 77), que comprende de la costa de Ca- lifornia en Estados Unidos, hasta México y América Central (Panamá incluida), además de islas esparcidas en el Pacífico, como el archipiélago de Hawái. La segunda es el Atlántico Centro-occidental (zona 31), extendida desde la costa de Ca- rolina del Norte, en Estados Unidos, hasta las Guayanas, en el norte de América del Sur, e incluye a México, todos los países de América Central, las Antillas Mayores y al arco insular del Caribe oriental.

Entre 2002 y 2011, en promedio, la extracción global de productos pesqueros en aguas oceánicas y los proveídos por la acuacultura ha sido cercana a los 155 millones de toneladas anuales; poco más de la mitad de este total (94 millones) se asocia a la captura en aguas marinas (Sa-garpa, 2013). Hay una marcada concentración geográ-fica de la extracción pesquera en el este, sur y sureste de Asia, donde destacan China (66 millones de toneladas, en 2011), Indonesia (13 millones), India (9 millones), Vietnam (5 millones), Filipinas (5 millones) y Japón (5 millones), cuyo conjunto equivale a 65% del total mundial (Ibid.). A estos países se suman Perú y Estados Unidos, con capturas superiores a los seis millones de toneladas cada uno. A ex-cepción de India, las naciones mencionadas se encuentran en alguna de las zonas pesqueras más importantes del pla-neta, como la del Pacífico noroccidental (zona 61 de la fao), primera por sus volúmenes de captura (fao, 2012). México ocupa el lugar 17 en la jerarquía de países pesqueros de la Tierra, por volumen extraído; en los últimos años, el peso vivo capturado en aguas oceánicas ha sido cercano a 1.3 millones de toneladas y, según algunos autores, ha alcanza-do su nivel máximo sostenible bajo las condiciones de ex-plotación actual, pero que podría ser mayor si se realizaran estudios de exploración sobre bancos pesqueros en aguas profundas o se dirigiera la atención hacia nuevas especies (fao, 2012; Wehrtmann et al., 2012).

La mayor proporción de lo que se pesca en el mun-do (80%) es para consumo humano directo, como produc-to fresco (Ibid.); entre las especies más capturadas están la anchoveta, el abadejo, el atún y el arenque. Si se considera

la población mundial en relación con la pesca anual, el con-sumo per cápita de productos del mar es de 17 kg (Ibid.); en países como Corea del Sur, Malasia, Japón, Filipinas y Thai, esta cifra es superior a 50 kg. Todos ellos se ubican en la principal zona pesquera del mundo, el Pacífico norocciden-tal, con ingentes recursos pesqueros, grandes volúmenes de población que viven de frente al mar y que disponen tanto de infraestructura en tierra como de transportes ribereños y de alta mar, en cantidad y calidad suficientes para permitir-les alcanzar esas cifras. La nación con mayor consumo per cápita de productos del mar en el mundo es Islandia, con casi 90 kg al año, también localizada en una zona primaria de pesca, el Atlántico nororiental. En contraste, los datos equivalentes de América Latina indican que Perú es el de mayor consumo per cápita en la región, con 21 kg, seguido de Chile (20 kg), ambos por encima de la media mundial, y México (14 kg) y Argentina (10 kg), que se encuentran por debajo de ese valor (Ibid.).

Factores físico-geográficos que inciden en la actividad pesquera

La pesca es una actividad económica altamente dependiente de las condiciones geográfico-físicas de los lugares donde se practica. Los elementos del medio natural que sobresalen por su influencia en esta labor son las zonas marítimas con estatus jurídicos diversos, el relieve (en tierra y submarino), las condiciones climáticas, la influencia de las corrientes marinas y la disponibilidad de bancos pesqueros. Enseguida se presenta una explicación de cada uno de estos factores.

No existe una cifra oficial respecto de la longitud de las costas del país; sin embargo, es común encontrar en distin-tas fuentes (Botello et al., 2010; Cifuentes y Torres, 1995; Inegi, 1981) que México cuenta con cerca de 11 000 km de litoral, repartidos en forma desigual entre el borde correspondiente al Océano Pacífico y el del Golfo de México y Mar de las Antillas. Casi 8 000 km de cos-tas se extienden por el frente pacífico, en particular alrededor del Golfo de California, que concentra un tercio de las costas mexicanas. Baja California Sur es la entidad con el litoral más alargado del país, con más de 2 000 km. En contraste, Colima solo tiene 142 km de costa. A lo largo del Golfo de México y el Mar de las Antillas hay poco más de 3 000 km de litoral, de los cuales Veracruz tiene la costa más alargada, con 720 km (Figura 1).

La pesca puede ser clasificada en razón de la distancia a la que se practica con respecto de la línea de costa. Una actividad pesquera cercana al litoral, ribereña o artesanal es la que mayor número de personas en el mundo lleva a cabo,

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tiene vinculación más rápida con los consumidores y debe ser realizada durante un periodo de tiempo corto (menos de 48 horas) de permanencia en las aguas oceánicas. La pesca de alta mar se efectúa a una distancia considerable respecto de la línea costera y tiene una mayor autonomía para per-manecer en el mar (varios días); este tipo de pesca, sobre todo en México, es menos importante en cuanto al número de activos ocupados, pero contribuye en forma significativa a materializar los volúmenes de captura de especies que tie-nen alta demanda en mercados internacionales, como es el caso del camarón y los túnidos.

Los conceptos de Mar Territorial, Zona Contigua y Zona Económica Exclusiva (zee) son útiles para explicar la conformación territorial de la pesca. El Mar Territorial de México se integra por las aguas contenidas en una superficie delineada por un límite externo de doce millas náuticas (cer-ca de 22 km) respecto de la línea de bajamar; en este espacio marino hay una soberanía completa del Estado mexicano sobre las aguas oceánicas, tal como lo especifica la Con-vención de las Naciones Unidas sobre la Ley del Mar (pro-mulgada en 1982 y vigente desde 1994; Cifuentes y Torres, 1995; Urteaga, 1988). Así, el mar territorial mexicano tiene una extensión cercana a los 232 mil km2, de los cuales 71% se expande a partir de la cornisa del Océano Pacífico; 23% frente a las costas del Golfo de México y Mar de las Antillas, y el resto corresponde al de las diversas islas oceáni- cas que posee nuestra nación. La Zona Contigua es la com-prendida hasta 24 millas marinas desde la línea de costa. En tanto, la zee, o región marina nacional, es fundamental para la actividad pesquera por contener importantes recursos de vida. Desde 1976, en México, el límite reconocido que la demarca es la distancia de 200 millas náuticas (370.4 km) a partir de la línea de bajamar en la playa (Cifuentes y Torres, 1995). En consonancia con esta idea, al país le correspon-den 3.1 millones de km2 de zee, mayoritariamente sobre el litoral pacífico (70% de la superficie total) y el resto sobre el Golfo de México y el Mar de las Antillas (Sagarpa, 2014). Con estas dimensiones, la zee de México es considerable-mente amplia (ocupa el lugar 14 a nivel mundial, según la Ley de Convención de las Naciones Unidas sobre la Ley del Mar, 1994). A diferencia de lo que ocurre con el Mar Te-rritorial, la zee únicamente otorga un derecho de soberanía sobre el lecho marino, pero no sobre la superficie de las aguas que, en todo caso, se consideran internacionales.

La plataforma continental es un sector del fondo marino en el que se encuentra la mayor cantidad de vida aprovechable por la actividad pesquera, definida por la pro-fundidad de las aguas (hasta 200 m) y no por la distancia respecto de la costa. Este soporte submarino es espejo del relieve en tierra; por tanto, el litoral del Golfo de México y

el Mar de las Antillas presentan plataformas continentales muy amplias, cercanas a 235 000 km2, en su conjunto. En cambio, la costa pacífica, la más alargada del país, apenas cuenta con una plataforma equivalente a 40% del total na-cional. Si se comparan las cifras anteriores con las del Mar Territorial, se puede advertir que, en total, éste es más pe-queño que la plataforma continental. Las disparidades son mayores si se considera que la plataforma continental del Golfo de México y del Mar de las Antillas es casi cuatro veces más extensa que el Mar Territorial frente a sus costas; en el Océano Pacífico, éste tiene mayor superficie que la pla-taforma continental.

El relieve en tierra condiciona a la actividad pesquera en diferentes formas. La más importante se refiere al tipo de costa y al fondo marino. En el primer caso, si la geo-morfología costera es montañosa, la posibilidad de contar con puertos naturales bien fondeados es grande, como las bahías que se distribuyen a lo largo del litoral del Pacífico, entre ellas las de Ensenada y La Paz, en la península de Baja California, y las de Banderas, Manzanillo y Acapulco, en la porción pacífica continental. Si, por el contrario, el relieve es plano, las condiciones para abrir y sostener la operación de un puerto pesquero son más difíciles, debido al constan-te trabajo de acondicionamiento necesario para atender los flujos de embarcaciones. Esto está asociado, claramente, con los rasgos del relieve costero del Golfo de México, donde va-rios puertos pesqueros se ubican contiguos a la ribera de un río caudaloso, sobre la costa baja, como el caso de Tampico. En la península de Yucatán, el emplazamiento y funciona-miento de puertos se complica en virtud de que la losa cali-za, que constituye esta región de México, genera problemas relacionados con la superficialidad de las aguas marinas y la presencia de arrecifes.

Por lo que respecta al relieve submarino, reflejo del existente en tierra, si la geomorfología costera se constituye de pendientes pronunciadas, la batimetría (o profundidad del océano) es honda muy cerca del litoral, como en los sec-tores central y sur del litoral del Pacífico, donde, paralela a la costa, se encuentra la Trinchera Mesoamericana, gran estructura que contiene las fosas Rivera, de Petacalco, de Acapulco, de Oaxaca y de Tehuantepec, con abismos supe-riores a cuatro mil metros próximos al litoral. En particular, la plataforma continental es prácticamente inexistente en-tre Puerto Escondido y Puerto Ángel, en Oaxaca, donde el fondo del océano tiene cerca de cinco mil metros (Lugo et al., 1990; Semar, 1987). Con estas características del relieve submarino, la pesca encuentra pocas condiciones geográ-fico-físicas favorables para su práctica. En contraste, una llanura costera amplia está vinculada a la presencia de una plataforma continental extendida, como ocurre en las costas

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del Golfo de México, en especial frente a Campeche y Yuca-tán, estados donde es muy extensa, lo que facilita la práctica pesquera (Figura 1).

Las condiciones climáticas inciden en la pesca en for-ma directa. En las aguas oceánicas con clima A (tropical, en la clasificación de Köppen), la abundancia y heterogeneidad de la vida marina es notoria; en contraste, con las zonas de clima B (seco) y C (templado), en las que predominan ban-cos de una sola especie. La mayor proporción de las cos-tas mexicanas se asocia a condiciones climáticas tropicales, tanto del lado del Océano Pacífico (desde Mazatlán hasta el río Suchiate, en Chiapas), como del Golfo de México y Mar de las Antillas (de las cercanías de Tampico hasta ría Ce-lestún, en Yucatán; y de ría Lagartos, en ese mismo estado, hasta la frontera con Belice; Inegi, 1981). No obstante la diversidad de vida en aguas del trópico mexicano, sus espe-cies tienen una demanda y precio más bajos en el mercado internacional que los de aguas de climas áridos y templados. El otro tipo de clima existente en las costas de México es el B (seco), que predomina en el noroeste del país, justo en la zona de pesca con mayores capturas, y donde se encuentran bancos de importancia de una sola especie, como la sardina. Las condiciones de aridez extrema sobre la costa nacional se extienden desde el Alto Golfo de California y el desierto de Altar, hasta las proximidades de Mazatlán; asimismo, hay una sección de la costa yucateca, en las proximidades de Mérida, que tiene clima semiárido. El único sector del lito-ral donde hay condiciones de clima templado (de tipo Cx’) es una franja del Golfo de México, que comprende desde Puerto Bagdad, hasta las inmediaciones de San Fernando, en Tamaulipas (Ibid.). La pesca en México se practica todo el año, regulada en diversas zonas por temporadas de veda, pero alcanza un máximo de actividad durante los meses del periodo seco, en particular abril y mayo (Sagarpa, 2014).

La hidrología superficial también tiene relación con la actividad pesquera en aguas oceánicas. En las zonas de la costa donde hay desembocaduras de ríos caudalosos, con sistemas costeros importantes (barras, bahías, deltas, este-ros), el aporte de nutrientes es fundamental para sostener los primeros eslabones de la cadena alimentaria marina (De la Lanza et al., 2013). Esto es particularmente cierto en sitios de descarga de ríos caudalosos como el Colorado, el sistema Lerma-Chapala-Santiago y el Balsas, en el litoral del Pacífico; y en la porción oriental del país, la desemboca-dura del Bravo, Pánuco y del Grijalva-Usumacinta, donde la constitución fisicoquímica del agua marina se enriquece por la descarga de sedimentos y nutrientes que aportan estos ríos, lo que a su vez favorece a la pesca.

Por lo que respecta a las corrientes marinas que afec-tan a las costas nacionales, se puede indicar que, del lado

del litoral pacífico, la Contracorriente Ecuatorial fluye fren-te a las costas del sur de México (de Chiapas a Jalisco), en dirección sureste-noroeste, con aguas cálidas por las que transitan especies diversas y de valor relativamente bajo en el mercado internacional. En el extremo noroccidental del litoral pacífico mexicano, en el estado de Baja Califor-nia, la corriente fría de California, rica en cardúmenes de una sola especie, tuerce su rumbo noroeste-sureste frente a Guerrero Negro, hacia el oeste, lo que provoca una zona de surgencia que beneficia a la actividad pesquera en esa parte de México. En cuanto a las aguas del Golfo de México y Mar de las Antillas, éstas se ven influenciadas por la corriente cálida del Golfo, carretera submarina por la que circula una diversidad de especies, aprovechada en todas las entidades del este del país.

La vida en el mar es muy variada. La ubicación inter-tropical de México explica la diversidad biológica de sus es-pecies marinas, cuyos nichos son frágiles (Alcalá, 2003). Existen distintas maneras de clasificar las especies animales que habitan en las aguas oceánicas, en relación con la acti-vidad pesquera. Un primer criterio es dividir a los peces de escama, el estereotipo de animal sobre el que la pesca centra su atención, en demersales y pelágicos. Los primeros viven en aguas cercanas al lecho marino, sin importar la profun-didad de las mismas; en este grupo entran especies como el huachinango, la lisa y el tiburón. Por su parte, los pelágicos habitan en aguas abiertas, lejanas a la costa, y pueden pre-sentarse en forma masiva, tanto de especies menores (sardi-nas y macarela) como mayores (túnidos). Otras especies de vida marina son los crustáceos (camarón, jaiba, langostino, langosta), los moluscos (ostión, almeja, caracol, abulón) y los cefalópodos (pulpo; fao, 2012). En nuestro país, la pesca comercial se ha orientado a capturar unas cuantas especies de alto valor en el mercado internacional que se venden con poco valor agregado, como el camarón, los túnidos y la sar-dina, y de las que existen ingentes recursos tanto en el Golfo de California como en el Golfo de México, particularmente en Tamaulipas y Campeche (Sagarpa, 2014).

Factores socioeconómicos que influyen en la pesca

Tradicionalmente, la relación de la población nacional con el mar no ha sido importante; desde antes de la llegada de los españoles a México, había sociedades humanas que vi-vían cerca del mar y practicaban una pesca a orilla de playa, sin embargo, éste era más un elemento de separación que de integración del territorio (Maza et al., 1994). A pesar de la puesta en marcha de políticas oficiales y la creación

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de organismos especializados en el sector en los últimos cin-cuenta años, que han tratado de impulsar la actividad pes-quera (Echaniz, 1966; Sánchez, 1995) y orientarla al con-sumo doméstico y al mercado internacional, los resultados no han sido exitosos y el grueso de la población nacional no considera al mar como fuente primaria de alimentación. Así, se puede afirmar que México ha vivido de espaldas al mar, lo que ha generado consecuencias no favorables para la pesca.

Sin duda, un factor que se vincula directamente con esta circunstancia es la distribución geográfica de la pobla-ción, ubicada, mayoritariamente, en las regiones centrales del territorio nacional, a largas distancias de la costa y a al-titudes considerables. En la actualidad hay 165 municipios costeros en México que corresponden a 17 estados con lito-ral (Padilla y Juárez, 2013). La extensión superficial de al-gunos de ellos es muy grande, de varios miles de kilómetros cuadrados, con costas alargadas. Los municipios de la Pe-nínsula de Baja California (en especial Baja California Sur), de Sonora, Sinaloa, Tamaulipas, Campeche y Quintana Roo cuentan con un amplio frente costero y, a la vez, con una contraparte continental (o peninsular en su caso) espaciosa. En cambio, los municipios costeros pequeños, que se empla-zan casi por completo sobre la costa, corresponden a los es-tados de Colima, Michoacán, Oaxaca, Chiapas y Veracruz. La densidad de población sobre la costa es baja, en compa-ración con el interior del país, a lo que se suma la existencia de alargadas porciones del litoral prácticamente vacías, sin actividad pesquera importante.

Hay 17 ciudades con más de 100 000 personas que se encuentran directamente sobre las costas, donde habita me-nos de 20% de los mexicanos. Casi dos terceras partes de la población urbana nacional que vive en las costas se ubican sobre el litoral del Océano Pacífico. Tijuana es el núcleo más poblado (más de 1.7 millones de habitantes; Inegi, 2010), seguido de cuatro ciudades con entre uno y medio millón de habitantes (las zonas metropolitanas de Acapulco, Tampico y Veracruz, así como Cancún). De estos cinco núcleos, solo Tampico y Veracruz han desempeñado un papel importante en el desarrollo del sector pesquero mexicano. Mazatlán, las zonas metropolitanas de Puerto Vallarta y Coatzacoalcos, y Ensenada constituyen el siguiente grupo urbano costero, que tienen entre medio y un cuarto de millón de personas; de ellos, únicamente Mazatlán y Ensenada son puertos de innegable orientación pesquera. Después, hay ocho ciuda-des que alojan entre 250 000 y 100 000 personas, repartidas casi por igual sobre ambos litorales; en este conjunto, Cam-peche, La Paz, la zona metropolitana de Guaymas y Ciudad del Carmen tienen una relación intensa con la pesca.

De acuerdo con diversas clasificaciones, algunas de las ciudades costeras mexicanas son consideradas puertos de

altura, lo que significa que disponen de una infraestructu-ra adecuada para el comercio marítimo y para la actividad pesquera (Maza et al., 1994). Así, Ensenada, Cabo San Lu-cas, La Paz, Guaymas, Mazatlán, Manzanillo, Salina Cruz y Puerto Madero, en el litoral del Océano Pacífico, son ca-lificados como puertos de altura con actividad pesquera de relevancia. La contraparte en el Golfo de México y el Mar de las Antillas se encuentra en Altamira, Tampico, Tuxpan, Veracruz, Progreso, Puerto Morelos y Cozumel. Si bien en números absolutos los puertos de cabotaje son más que los de altura, su infraestructura es de capacidad menor; los que corresponden a ciudades con más de cien mil habitantes son relativamente pocos: San José del Cabo, en la costa pacífica, y Ciudad del Carmen, Campeche, y Chetumal en la costa oriental de México (Figura 1).

El factor de poblamiento débil de las costas mexicanas, sin duda, ha desalentado la pesca nacional; sin embargo, hay otras circunstancias que también contribuyen al escaso de-sarrollo de este sector. Una de ellas es la estructura de vin-culación terrestre entre los litorales y el resto del territorio mexicano. Históricamente, la parte central de México, la más poblada y por tanto con un mercado de consumo consi-derable, ha estado conectada de manera inadecuada con las costas; en este sentido, se pueden indicar los caminos que, de siempre, han ligado a la capital nacional con Acapulco y Veracruz. No obstante, hay ciudades del interior cuya vin-culación con el mar es más difícil, por ejemplo, Guadalajara en relación con Puerto Vallarta, y Oaxaca y su complicada comunicación con Huatulco y Puerto Escondido. En ambos casos, la Sierra Madre del Sur es una barrera poco franquea-ble que separa el litoral del interior del país. Lo mismo se puede decir de la Sierra Madre Occidental y de porciones de la Sierra Madre Oriental, respecto de la Altiplanicie Mexi-cana y las tierras altas del centro de México,.

En 2012, en México había cerca de 245 000 personas empleadas en la pesca en aguas oceánicas; esta cifra incluye al sector social (cooperativas), al privado y al público (Sagar-pa, 2013). Cerca de 75% de ese total son pescadores ribere-ños, quienes aportan casi 40% del valor del sector pesquero nacional (Botello et al., 2010). De los pescadores nacionales, 65% vive en las entidades del litoral del Océano Pacífico y el resto en el Golfo de México y el Mar de las Antillas. Los estados con mayor número de activos son Sinaloa (más de 37 000 personas, que equivalen a 14% del total nacional), Veracruz (29 000), Chiapas (20 000) y Sonora (18 000). Las cifras más bajas corresponden a Quintana Roo (poco menos de dos mil pescadores), Colima (casi 4 000) y Nayarit (poco más de 8 500; Sagarpa, 2013). Los pescadores mexi-canos viven en distintos contextos de bienestar; quienes enfrentan una marginación socioeconómica mayor habitan

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en los litorales de Guerrero, Oaxaca y Chiapas, en situa-ción relativamente mejor se encuentran los del noroeste del país (Ibid.).

Respecto de la economía de las zonas y ciudades cos-teras de México, además del sector pesquero, una de las actividades con mayor dinámica y que ha construido una estructura territorial importante en los últimos años es el turismo. En consecuencia, la pesca ha tenido que compartir espacios y territorios con la economía turística, en particu-lar la asociada con el turismo masivo de sol y playa (Propin y Sánchez, 2007). Esto es particularmente cierto en zonas donde predomina el clima tropical (del subtipo Aw, en la clasificación de Köppen), como las costas de Nayarit a Chia-pas, y el litoral de Yucatán y Quintana Roo. En algunos pun-tos de estos sectores, la pesca provee de alimentos a centros preferenciales del turismo internacional y nacional, como Cancún y Cozumel.

La economía pesquera: las capturas

De los cerca de 1.7 millones de toneladas de pesca regis-trados en 2012, en el país, 82% procede de las entidades costeras del Océano Pacífico; 16% de las que se ubican sobre el litoral del Golfo de México y el Mar de las Antillas, y el resto de los estados que no poseen costas (Sagarpa, 2013). Las principales especies capturadas en ese año fueron sardi-na industrial, sardina para consumo humano directo, cama-rón, atún, mojarra y anchoveta para uso industrial, que re-presentaron 75% del volumen total de pesca de México; hay otras 51 especies de interés para la pesca comercial nacional (Ibid.). Del total de esta captura, 67% es para consumo hu-mano directo y 32% para consumo humano indirecto, que se refiere básicamente a la sardina para uso industrial. La pesca en México contribuye con solo 0.24% al pib nacional (Ibid.).

Al calcular el cociente entre el número de pescadores de cada entidad costera de México y la producción pesquera alcanzada en 2012, se obtienen resultados que corroboran la importancia de esta actividad en el noroeste mexicano y su debilidad en los estados del Pacífico centro-sur. Por ejemplo, en ese año el mayor volumen extraído por pescador se regis- tró en Sonora, con más de 33.5 toneladas, en peso vivo; le seguían Baja California Sur, con más de 16 toneladas, y Baja California, con casi. Al otro lado del espectro se encuentran entidades donde estos cocientes no alcanzan una tonelada por pescador al año: Guerrero (0.6 toneladas), Jalisco (0.7) y Oaxaca (0.9).

En 2012, y consistente con la tendencia de los últimos años, el valor más alto de la producción pesquera nacional provino de lo aprovechado en bancos camaroneros y de su

acuacultura, en especial de los ubicados en el noroeste del país, procedencia geográfica de más de 84% del volumen total capturado (en particular, Sinaloa con 40, y Sonora con 29, respectivamente). El valor del camarón significó, ese año, 40% del total nacional del sector pesquero, equiva-lente a 693 millones de dólares de Estados Unidos; ningu-na otra especie alcanza estas cifras. Entre 2003 y 2012, la tendencia en la extracción de camarón muestra primero un ascenso y después un ligero descenso (Figura 2). Su captu-ra se realiza mediante embarcaciones mayores (dof, 2012). Aunque tiene un mercado interno significativo, es una de las especies cuyo objetivo comercial se encuentra allende las fronteras nacionales, en particular en Estados Unidos, Francia y Japón.

Las siguientes tres especies: mojarra, atún y pulpo, con diferentes características morfológicas y, por tanto, con mer-cados diferenciados, en su conjunto contribuyen con 18% al valor total de captura pesquera del país. La mojarra es una especie de escama, dominante en los estados del Pacífico, desde Nayarit hasta Chiapas (excepto Oaxaca), y del lado del Golfo de México y Mar de las Antillas, de Tamaulipas a Tabasco. El valor de su producción, en 2012, fue cercano a 126 millones de dólares de Estados Unidos o poco más de siete por ciento del total nacional. Es una especie que en los últimos años ha sostenido sus tonelajes de extracción (Figu-ra 2). El origen geográfico de las capturas sitúa a Michoacán en el primer lugar nacional respecto de la pesca de mojarra (17% del total nacional), seguido de Veracruz (15%), Chia-pas (14%) y Nayarit (diez por ciento); sin embargo, en el caso del primer estado, la mayor parte de esta pesca provie-ne de aguas continentales.

Los túnidos son la tercera especie pesquera, por el va-lor de su captura en México. En 2012 alcanzó la cifra de 100 millones de dólares de Estados Unidos, equivalentes a seis por ciento del valor del sector pesquero nacional (Sa-garpa, 2013). El volumen extraído ha registrado descensos desde 2003, con un decremento medio anual cercano a cuatro por ciento, entre 2002 y 2012 (Figura 2). Su cap-tura se realiza por medio de embarcaciones de gran tama-ño (dof, 2012). Si bien estas especies tienen una demanda interna considerable, su producción se canaliza también hacia el mercado internacional, contexto en el que Estados Unidos, España y Guatemala son los compradores más im-portantes. Su obtención está muy concentrada en aguas del Golfo de California; Sinaloa es el estado que más contri-buye al total nacional (60%), seguido de Colima (20%) y Chiapas (13%).

Aunque tiene un mercado importante en España e Italia, la economía del pulpo resulta muy particular, pues su consumo local no es generalizado entre la población. El

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valor de su captura, en 2012, fue de cerca de 71 millones de dólares de Estados Unidos (cuatro por ciento del valor nacional). Su tasa media de crecimiento anual, en el dece-nio 2003-2012, fue de más de seis por ciento, un incremen- to considerable, mayor al de otras especies pesqueras de alto valor comercial. Su captura está concentrada en las aguas del Golfo de México (94% del total nacional), en particular en la costa yucateca, donde se extrae más de 60% del volu-men total nacional, seguido de Campeche (32%), y se prac-tica mediante embarcaciones medianas (Sagarpa, 2014).

De las otras especies capturadas en aguas nacionales, sobresale la sardina (variedad de escama, correspondiente a los pelágicos menores) tanto para uso industrial como para consumo humano directo. Esta especie ocupa el primer lu-gar en México por volumen de peso vivo, sin embargo, su valor la posicionó en el quinto lugar de la jerarquía nacional, con poco más de 55 millones de dólares de Estados Uni-dos, en 2012, o tres por ciento del total del sector pesquero (Ibid.). Casi la totalidad de la captura de sardina en Méxi-co se realiza en aguas del Golfo de California, por medio de embarcaciones mayores (dof, 2012); la contribución de cada estado en esta región al total del volumen capturado es como sigue: Sonora (57%), Sinaloa (21%), Baja Califor-nia Sur (10%), Baja California (9%). En los últimos años, esta especie tuvo un incremento considerable en su captura (Figura 2).

Con base en la información general de pesca en 2012 para cada entidad con litoral en México, el consumo per cá-

pita de productos del mar fue de 14.4 kg, equivalente a 39 g diarios de ingesta. A este respecto, hay diferencias notables entre las entidades, las del Golfo de California muestran cifras muy superiores a la media nacional. El mayor valor corresponde a Baja California Sur, uno de los estados menos poblados del país, con volúmenes de captura históricamente altos, 239.7 kg de consumo per cápita anual (656 g/día). En contraste, en las entidades del Pacífico centro-sur, desde Jalisco hasta Chiapas (con la notoria excepción de Colima), las cifras son muy bajas, menores a ocho kilogramos al año o 21 g diarios. Esto puede ser tomado como indicativo de la relación débil entre el mar, como proveedor de alimentos, y la población asentada en esta parte del país.

Flota pesquera

En el país hay cerca de 70 000 embarcaciones pesqueras registradas (Sagarpa, 2013). Hay dos tipos principales, las mayores y las ribereñas. Las primeras tienen una longitud (eslora) superior a 24 m y capacidad de carga muy grande. Las segundas se refieren, básicamente, a las lanchas y otros medios de transporte cuyo nivel de autonomía se circuns-cribe a las proximidades de la costa, usadas para realizar pesca de cabotaje. Con más de 1 500 embarcaciones ma-yores registradas en Sonora, Sinaloa, Baja California y Baja California Sur, el noroeste de México es la zona que cuenta con más barcos de gran calado que pescan en alta mar. Estas

Fuente: elaborado con base en Sagarpa, 2013.

Figura 2. Evolución de la captura de cuatro especies pesqueras, 2003-2012.

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cifras revelan la importancia de la pesca comercial que se registra en las costas de los estados mencionados, en par-ticular en Sonora y Sinaloa. Las embarcaciones ribereñas con capacidad de carga reducida, de poca independencia de desplazamiento con respecto de la línea de costa y que se asocian más a una actividad pesquera de cabotaje, cuya captura tiene un alcance geográfico limitado, predominan en estados como Chiapas y Guerrero, aunque también en los estados del noroeste de México hay una importante cantidad de embarcaciones ribereñas cuyas capturas tie-nen eslabonamientos hacia adelante con la pesca comercial (Figura 1).

Puertos pesqueros

En México no se cuenta con suficientes puertos para atender las necesidades de la comercialización general de mercancías vía marítima, mucho menos las pesqueras. Según Sagarpa (2013), en el país hay 67 puertos con alguna actividad de relevancia para la pesca (Figura 1). Por entidad federativa, Yucatán y Quintana Roo cuentan con el mayor número de ellos (diez en cada caso); sin embargo, las cifras por estado no están directamente relacionadas con la importancia del sector. Por ejemplo, los cuatro puertos de Sonora (Guaymas, Paraje Nuevo, Puerto Peñasco y Yávaros) contribuyen más al total del volumen de productos extraídos en un año, en el territorio nacional, que los diez puertos de Quintana Roo, estado con las menores capturas anuales. El número de puer-tos pesqueros en el Pacífico centro-sur es mínimo (Man- zanillo, Puerto Ángel y Salina Cruz); el caso extremo es Mi-choacán, donde no existe uno solo de ellos.

Una manera de examinar la trascendencia de la pesca en cada puerto es la cantidad de metros de longitud de atra-que, lo que significa la disponibilidad de muelles especiali-zados para atender las necesidades de desembarque de los productos del mar. En México hay poco más de 38 000 m de muelles donde atracan embarcaciones pesqueras de todo tamaño (Ibid.); a diferencia de otros indicadores de esta actividad, es en el Golfo de México, en los puertos de Campeche y Yucatán, donde se cuenta con la mayor can-tidad de metros de atraque para embarcaciones medianas y ribereñas, en diferentes puertos especializados en la re-cepción de camarón y especies de escama. En el noroeste, en Sonora y Sinaloa, la presencia de muelles es importante y atiende necesidades de embarcaciones mayores que cap-turan sardina, anchoveta y camarón, especies de alto valor comercial (Figura 1).

Industrialización de los productos pesqueros

Los eslabonamientos hacia adelante de la actividad pesquera son múltiples, sin embargo, los que se generan con la in-dustria alimentaria son muy importantes. Los productos del mar pueden ser transformados por diversos medios (conge-lamiento, salado, cocimiento), con lo que es posible consu-mirlos de inmediato o perdurar almacenados por varios me-ses antes de ser colocados en el mercado, como es el caso del bacalao salado. Las plantas pesqueras que predominan en el país se relacionan con el lavado, desviscerado, fileteado y congelado de distintas especies, aunque también existen las que llevan a cabo una transformación mayor, al convertirlas en productos enlatados, envasados o salados.

En México, la industria alimentaria asociada con la transformación de productos del mar es poco importante y su distribución geográfica indica una concentración notoria en los puertos del noroeste del país. Más de la mitad de las casi 400 plantas pesqueras registradas en 2012 se encuen-tran en esa zona, en especial en Ensenada, Guaymas y Ma-zatlán, donde tradicionalmente se han procesado especies como sardina, camarón y atún, para convertirlas en alimen-tos enlatados, con un mercado de alcance nacional (Sagar-pa, 2013. Figura 1). En consonancia con esto, la industria alimentaria relacionada con productos del mar alcanza sus mayores tonelajes en Sonora (36% del total nacional), Si-naloa (20%) y Baja California Sur (10%); en otra escala, se puede afirmar que el litoral del Pacífico es el más importan-te para la industria pesquera nacional porque ahí se obtiene más de 80% de su volumen anual. Recientemente, en otros puertos de otras entidades, como Colima y Chiapas, se ha iniciado la industrialización de las capturas pesqueras para el envasado de las mismas, con procedimientos tecnológica-mente avanzados que procesan capturas locales o maquilan volúmenes importados de países como China y Thai.

Comercialización de la captura pesquera

En el país, la balanza comercial pesquera de los últimos años (2002-2011) ha sido superavitaria (Cisneros, 2011). Aun-que hay altibajos en estos valores, la tendencia general es a registrar, anualmente, entre 300 y 400 millones de dólares de ganancia por venta de productos pesqueros mexicanos en el exterior (Sagarpa, 2014). Aun así, México ocupa un lugar periférico entre las naciones exportadoras de productos del mar, el número 27 (Ibid.); en este contexto, China (11% del valor total de las exportaciones mundiales), Noruega (7%) y Thai (6%) ostentan las primeras posiciones. En cuanto a los

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países importadores, destacan Estados Unidos y Japón, que si bien poseen sectores pesqueros propios muy eficientes, compran especies marinas particulares (juntos adquieren cerca de 30% de lo que se vende en el mercado internacio-nal; Ibid.). Las exportaciones pesqueras mexicanas se cen-tran en el camarón congelado, producto que equivale a 35% del total del sector y que convierten a México en el sexto exportador de esta especie a nivel internacional (Ibid.). En cuanto al abastecimiento al mercado mundial, la comercia-lización se hace en forma refrigerada, a través de embarca-ciones que pertenecen a grandes empresas navieras, como la surcoreana Hanjin Shipping y la alemana Hapag-Lloyd (sct, 2014). Igual que ocurre con otros rubros de la econo-mía nacional, la pesca mexicana tiene en Estados Unidos a su principal comprador (Sagarpa, 2013).

Zonas pesqueras

Se presenta aquí una explicación geográfica de la situación actual de la pesca en los sectores Noroeste, Pacífico centro- sur, Golfo de México y Mar de las Antillas (Mar Caribe), del litoral mexicano. Para efectos de este trabajo, el noroeste comprende los estados limítrofes con el Golfo de California y flancos correspondientes al Océano Pacífico; el Pacífico centro-sur va de las costas de Nayarit a la frontera con Guate-mala; el Golfo de México abarca de Tamaulipas a Yucatán; y, finalmente, el Mar de las Antillas (al que se refiere usualmen-te como Mar Caribe) se adscribe al litoral de Quintana Roo.

Zona Noroeste. Sobresale en términos de longitud del li-toral, número de puertos habilitados para la actividad pes-quera, existencia de rasgos geográfico-físicos apropiados para la pesca, cantidad de personas que laboran en el sector, diversidad de capturas y vínculos de comercialización tanto con los mercados nacionales como con los internacionales. Las cuatro entidades comprendidas en esta zona tienen una dinámica pesquera territorial de primer orden; las dos más importantes por el volumen anual extraído son Sonora y Si-naloa. Los puertos pesqueros de estas dos se hallan sobre aguas calmas del Golfo de California, tienen una situación favorable respecto de la existencia de ingentes recursos de vida marina y están comunicados con el interior del país en forma adecuada. Destacan los puertos de Guaymas y Ma-zatlán, donde ocurre una serie de eslabonamientos hacia adelante del sector, ya que en ellos existen zonas de almace-namiento, infraestructura de refrigeración, establecimien-tos industriales para la transformación de los productos del mar y sus comunicaciones terrestres y aéreas son importan-tes para la comercialización interna y externa de los bienes

pesqueros, frescos o industrializados. Las especies extraídas más importantes en volumen y valor son sardina y camarón. Esta zona tiene tal dinámica pesquera que hay propuestas de subdividirla en cinco sectores para su mejor comprensión (Díaz et al., 2013).

Los volúmenes de captura de los últimos años indican aumentos importantes en Baja California Sur, Sinaloa y So-nora. Solo en Baja California se registran altibajos, con una tendencia a la disminución en las capturas (Juárez et al., 2007). Las cifras anuales correspondientes a Sonora, esta-do con mayor volumen de productos pesqueros en México, equivale a la de las islas Feroe, en el Atlántico Norte, de-pendencia danesa con fuerte actividad extractiva en aguas oceánicas. Sinaloa, segundo en el país por su volumen de captura anual, extrae tanto o más que lo que obtienen Ale-mania o Irlanda (fao, 2012).

Zona Pacífico centro-sur. Abarca una porción impor-tante del frente marítimo nacional (alrededor de 30%). Las condiciones geográfico-físicas para la actividad pesquera no son muy favorables, sobre todo porque el relieve submarino es profundo y la plataforma continental es prácticamente inexistente entre Jalisco y Oaxaca. Los bancos pesqueros explotados se constituyen de especies de poco valor en el mercado y su alcance geográfico de comercialización es li- mitado, tanto al interior de los propios estados como en el resto del país (Villerías y Sánchez, 2010). Aunque hay puertos de altura como Manzanillo y Salina Cruz, no son exclusivamente pesqueros; asimismo, varios de los que hay en esta zona del Pacífico han tenido tradicionalmente una orientación económica hacia el turismo, como Puerto Vallarta y Acapulco, sin vínculos estrechos con la pesca.

Los indicadores de la actividad pesquera nacional tie-nen sus valores más bajos, en términos regionales, en estas entidades. Esto se refiere tanto al número de activos en el sector, como a la existencia de instalaciones portuarias e industriales. Asimismo, las embarcaciones registradas son primordialmente ribereñas y el volumen de las capturas es bajo. En el último decenio, el comportamiento de la extrac-ción pesquera en esta zona refleja las desigualdades entre los estados que la constituyen. En Jalisco y Michoacán, aunque aportan considerablemente a la captura de especies como la mojarra, los mayores volúmenes proceden de aguas in-teriores. Guerrero y Oaxaca han experimentado descensos notorios en las capturas generales. Solo Nayarit, Chiapas y, en cierta medida, Colima, han atestiguado un incremento en sus volúmenes anuales de pesca.

Zona Golfo de México. Comprende un frente marítimo muy alargado, desde la desembocadura del río Bravo hasta

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el límite entre Yucatán y Quintana Roo. Esta parte del país dispone de características geográfico-físicas favorables para la actividad pesquera, en especial por la plataforma conti-nental extendida, que se expande aún más frente a Cam-peche y Yucatán. Las aguas que bañan estas costas están influenciadas por la corriente cálida del Golfo, por la que transitan bancos pesqueros de importancia, constituidos por especies que tienen un mercado nacional e internacio-nal considerable. Así, todas estas entidades realizan una actividad pesquera de significado, tanto por el volumen ob-tenido de ciertas especies, como por el número de activos en el sector. En esta parte de México existen flotas pesqueras de embarcaciones mayores y de tipo ribereño. El número de pescadores es notorio, superado solo por la Noroeste.

Es importante la cantidad de puertos que específica-mente tienen una orientación económica pesquera, como Tampico, Tuxpan, Veracruz y Progreso. En esta zona la evo-lución de la captura está diferenciada entre Tamaulipas, que registra un ligero descenso en los volúmenes anuales en los últimos años, y Veracruz, cuya extracción se sostiene en alre-dedor de cien mil toneladas anuales. Tabasco es un estado en el que el volumen total de pesca ha ido en ascenso, mientras que Campeche y Yucatán reconocen descensos notorios en las cantidades anuales capturadas, aunque esto no inhibe su in-tensa actividad, centrada en especies de alto valor comercial.

Zona del Mar de las Antillas (Mar Caribe). Es la re-gión pesquera más pequeña del país. Comprende la costa de Quintana Roo, estado que contribuye muy poco al total de capturas de pesca en México. Hay dos factores que expli-can parcialmente esta situación; primero, que la geomorfo-logía litoral no favorece la extracción debido a la presencia del segundo arrecife de coral más largo del mundo muy cercano a la costa y, segundo, la plataforma continental es angosta en esta parte del país. El número de personas dedi-cadas a la pesca es poco importante, a pesar de la existencia de núcleos turísticos primarios como Cozumel y Cancún. Los puertos quintanarroenses tienen una conectividad baja con el territorio nacional y están más relacionados con puertos del extranjero, a través de los cruceros turísticos; en consecuencia, la pesca no se beneficia notoriamente de la existencia de tal infraestructura portuaria. La evolución de las capturas en el último decenio indica altibajos con ten-dencia a la disminución en los volúmenes extraídos.

Conclusiones

La pesca en México no ha alcanzado un estatus de activi-dad económica prioritaria, en particular si se considera su

potencial como proveedora de alimentos y materias primas para diversas industrias. Esto debe ser entendido en un con-texto en el que los recursos de vida marina son abundan-tes y existe un amplio frente costero, en particular sobre el Océano Pacífico. Una de las razones por las que la pesca no es una actividad económica relevante se asocia con el hecho de que la mayor proporción de la población mexicana está asentada lejos de la costa y el hábito del consumo de productos del mar es mínimo. A esto se suma la ausencia de conectividad efectiva entre las costas y el interior del país, lo que inhibe la llegada rápida de productos del mar al centro del mismo vía terrestre.

El arreglo territorial que ha conformado la pesca en México muestra una concentración notoria en las aguas, costas y puertos del noroeste del país, en especial en Sonora y Sinaloa, que son las entidades pesqueras más importantes en términos de capturas, número de trabajadores, flotas pes-queras, apoyo en tierra, industrias asociadas y vínculos con los mercados nacionales e internacionales. También des- tacan, en un segundo plano, zonas y puertos del Golfo de México, en especial Veracruz, Campeche y Yucatán, con capturas de interés para el mercado interno, con poco pro-cesamiento industrial y conexiones terrestres eficientes que facilitan la comercialización de los productos del mar en el centro del país.

La pesca en México enfrenta problemas que deman-dan solución inmediata. Entre ellos, la sobreexplotación de los bancos pesqueros en distintos puntos del litoral; el poco apoyo financiero que se brinda a esta ocupación, en general, y a la pesca ribereña, en particular; el bajo valor agregado que la industria nacional genera al transformar las distintas especies capturadas; la antigüedad y falta de mantenimien-to de las embarcaciones, sobre todo las de menor tamaño; y finalmente, la ausencia de infraestructura portuaria en lar-gos tramos de las costas nacionales es un factor de desalien-to para el sector pesquero.

Agradecimiento

La contribución técnica de Gerardo Mollinedo Beltrán hizo posible la realización del mapa que acompaña a este capítulo.

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SECCIÓN V. LA ACTIVIDAD ECONÓMICA MEXICANA EN EL CONTEXTO GLOBAL

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Glosario

Demersal. Significa profundo. En la pesca, por extensión del concepto, se aplica a las especies que habitan en las aguas de fondo submarino.

Eslabonamientos hacia adelante o hacia atrás. Vínculos establecidos por una actividad económica. Los previos a la puesta en marcha de esa actividad son eslabona-mientos hacia atrás, los posteriores a la consecución de la misma son eslabonamientos hacia adelante.

Mar de las Antillas. Nombre primigenio del sector occiden-tal del Mar Caribe.

Pelágico. Se refiere a las aguas abiertas del océano. Por ex-tensión, al hablar de especies pelágicas se hace refe-rencia a las que habitan lejos de la costa.