Capítulo 14: Reproducción y desarrollo
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Elaborado por Miguel Ángel Gamboa-Gaitán (MAGG)
Capítulo 14: Reproducción y desarrollo
Introducción
Siendo organismos con una fase embrionaria, las plantas pasan por complicados procesos ontogenéticos que permiten la
transformación de un embrión pequeño, de pocos gramos de masa, en un adulto muy grande, cuya masa se puede medir en
toneladas. A diferencia de los animales, cuyos embriones son una versión pequeña del adulto, en las plantas los embriones
carecen de muchos órganos que estarán en el individuo maduro, por lo que presentan complicados procesos durante su
desarrollo hasta la madurez. En este capítulo se pretende introducir al alumno en el estudio de los aspectos básicos de los
procesos morfogenéticos de las plantas realizados durante un ciclo de desarrollo completo.
Contenido
14.1 Desarrollo es el conjunto de procesos fisiológicos que llevan a la formación de un cuerpo adulto.
14.2. El desarrollo vegetal depende de los tejidos meristemáticos.
14.3. El desarrollo de la planta es un proceso claramente polarizado.
14.4. Luego de desarrollarse el cuerpo vegetativo adulto se producen los órganos de la reproducción sexual.
14.5. En la flor madura se producen la esporogénesis y la gametogénesis.
14.6. El grano de polen debe ser transferido al estigma adecuado para que posteriormente haya fecundación.
14.7. En las plantas hay estrategias reproductivas que promueven la exogamia.
14.8. La fertilización conlleva a la formación de un cigoto.
14.9. Del cigoto se origina un embrión mediante una serie de transformaciones bioquímicas y estructurales.
14.10. El crecimiento y maduración del carpelo producen un órgano protector de la semilla: el fruto.
14.11. La semilla puede germinar luego de experimentar periodos variables de dormición.
14.12. Los órganos vegetales maduros presentan fenómenos de senescencia y abscisión.
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14.1 Desarrollo es el conjunto de procesos fisiológicos
que llevan a la formación de un cuerpo adulto.
La plántula originada por la germinación de la semilla es
un organismo sencillo, poco diferenciado, que se puede
tomar como el punto de partida del ciclo de desarrollo.
Dicha plántula debe experimentar drásticos cambios
cualitativos y cuantitativos que le permitirán convertirse
en un organismo maduro (Figura 14.1 y portada del
capítulo). Para que esto suceda es necesario que haya
diferenciación celular (cambios cualitativos) y
crecimiento corporal (cambios cuantitativos), fenómenos
que en conjunto permiten la formación de un cuerpo
adulto. A este proceso, que permite el desarrollo
completo de un organismo vegetal, se le denomina
morfogénesis.
El proceso de crecimiento se puede definir como
los cambios graduales, continuos e irreversibles que se
dan en el tamaño, los cuales aumentan la masa corpórea,
mientras que la diferenciación es el resultado de cambios
estructurales y funcionales que llevan a la especialización
de las células, tejidos y órganos. Para que se verifique el
crecimiento es indispensable que haya multiplicación
celular (aumento en el número de células), seguido de
expansión de las células hijas (aumento de la masa y
volumen celulares). La frecuencia de la multiplicación
celular es controlada por el ciclo celular, mientras que la
expansión es un proceso polarizado que se da en una
dirección o eje previamente determinado. Para la
expansión celular es indispensable que haya pérdida de la
rigidez de la pared, lo que permite que el volumen
aumente por la presión de turgencia. Posteriormente, la
rigidez se recupera por reforzamiento de la pared celular
y hace que el proceso sea irreversible.
14.2. El desarrollo vegetal depende de los tejidos
meristemáticos.
El crecimiento por sí solo no es capaz de garantizar la
formación de un cuerpo funcionalmente maduro, pues
para ello se requiere que las células se especialicen en
tejidos y que éstos formen órganos. Por eso existen zonas
meristemáticas formadas por células casi embrionarias
(pluripotentes), que producen continuamente células
hijas, algunas de las cuales generan diferentes tipos de
células mediante la expresión diferencial de su material
genético. A esto se le denomina diferenciación celular.
En las plantas, muchas células vegetales maduras tienen
una gran capacidad de desdiferenciación, es decir, tienen
la propiedad de revertir de su estado de célula
especializada a un estado más embrionario. Esta célula
desdiferenciada es nuevamente pluripotente, ya que
posee la capacidad de producir varios tipos celulares, de
manera similar a las células meristemáticas. Esta
propiedad varía entre especies y genotipos, siendo de
vital importancia en la reproducción vegetativa de las
plantas, lo cual ha sido aprovechado por el ser humano en
el cultivo de tejidos vegetales para propagar plantas de
interés comercial.
Ahora bien, el desarrollo normal de la planta
requiere de unas estructuras claves llamadas meristemos
apicales, los cuales van generando en la plántula
continuamente las nuevas células que formarán el cuerpo
primario vegetal (Figura 14.2). Las células inicialmente
producidas son indiferenciadas, pero luego se
comprometen en una línea de desarrollo determinada,
para lo cual es necesario que haya una activa
comunicación entre ellas a través de numerosas
moléculas extracitoplasmáticas y cascadas de
transducción intracelulares. Es también de gran
importancia para la organogénesis de la plántula la
comunicación física entre células adyacentes, la cual se
realiza a través de los plasmodesmos (Sección 4.2).
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El estudio de los meristemos ha permitido
establecer que están constituidos por grupos celulares
esféricos de unos 100 µm de diámetro, con alrededor de
1000 células según la especie, las cuales poseen pared
delgada y escasos espacios intercelulares. La masa
celular presenta una estructura estratificada, en la que
cada capa se diferencia por los planos de división que usa
y por los órganos a los que dará lugar. Los meristemos
poseen dos capas celulares externas denominadas en
conjunto la túnica, así como una masa central llamada
cuerpo. Estas estructuras están formadas por células cuyo
destino no está determinado por su linaje sino por el
estrato que ocupan, es decir, su destino depende de la
influencia de las células que las rodean. Muchos estudios
se están enfocando en la búsqueda de mutantes que
afecten los meristemos, para conocer los aspectos
moleculares que regulan su función, habiéndose
descubierto la existencia de tres genes de expresión
meristemática bien caracterizados, llamados WUS, STM y
CLV, cuyas mutaciones afectan la formación y
funcionamiento de los meristemos.
14.3. El desarrollo de la planta es un proceso
claramente polarizado.
La plántula en desarrollo tiene una orientación
claramente polar (apical basal), que fue adquirida desde
el mismo momento en que el cigoto inició sus divisiones
mitóticas para formar el embrión. Dicha orientación se
mantiene todo el tiempo debido a la dinámica
comunicación intercelular, la cual es mediada por
hormonas a larga distancia y por plasmodesmos a
distancias cortas. Es muy importante comprender que la
actividad hormonal es inevitablemente mediada por
receptores de membrana, algunos de los cuales poseen
actividad quinasa citoplasmática, ya que en algunos casos
las sustancias señalizadoras no penetran a la célula.
Se ha visto que la polaridad apical basal puede
desarrollarse sin influencia de tejidos maternos, como lo
demuestra el hecho de poder producir embriones
somáticos, es decir, a partir de células vegetativas en
cultivo artificial. Esta polaridad también persiste en
órganos aislados, como cuando se reproduce
vegetativamente una planta y la parte basal de la estaca
sembrada produce raíces, mientras que la parte distal
produce ramas y hojas. Al parecer las auxinas están
involucradas en este desarrollo polarizado.
El cuerpo adulto primario vegetal producido por
los tejidos meristemáticos tiene una parte aérea
denominada vástago y una subterránea denominada raíz.
La disposición de los tejidos en el tallo del vástago da
origen a una médula y una corteza, estando la primera
constituida por el sistema vascular que generalmente
tiene parénquima en el centro, mientras que la segunda
está conformada por tejido parenquimático con tejido de
sostén y recubierto por una epidermis. En el vástago
también están las hojas, caracterizadas por epidermis
superior e inferior y un tejido fotosintético situado entre
ellas llamado mesófilo, en el cual están inmersos los
haces vasculares. En la raíz, hay una corteza que posee
una epidermis (rizodermis), parénquima y una capa
interna limitante llamada endodermis, además de una
médula de tejido vascular cuya capa más externa es el
periciclo. Algunas plantas desarrollan un cuerpo
secundario, debido a la activación de meristemos
secundarios, que le proveen un cuerpo fuerte por el
xilema secundario y una protección externa más gruesa
denominada peridermis.
14.4. Luego de desarrollarse el cuerpo vegetativo
adulto se producen los órganos de la reproducción
sexual.
La aparición de los órganos reproductivos en cualquiera
de las generaciones vegetales (esporófita y gametófita),
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sólo se da cuando el organismo ha adquirido su madurez
funcional. Casi todos los estudios al respecto se han
realizado en angiospermas, por lo que esta discusión se
centra en ellas. La parte aérea de la planta tiene una
estructura modular, donde cada componente individual se
denomina fitómero y está formado por un segmento de
tallo denominado entrenudo, el cual consta de un nudo en
su base, una hoja sostenida a la altura del nudo y una
yema axilar (meristemo), que está en el ángulo entre el
pecíolo de la hoja y el entrenudo (Figura 14.3).
El meristemo axilar da origen a una rama lateral
con la misma estructura fitomérica y el mismo
crecimiento indeterminado, pero en algunos casos se
cambia el patrón de desarrollo, por lo que en lugar de la
hoja se forma una bráctea y en lugar de la rama lateral se
produce un meristemo floral que dará origen a una flor.
Esto puede suceder tanto en respuesta a estímulos
endógenos como ambientales y es importante anotar que
el meristemo floral es de crecimiento determinado, es
decir, no se autorregenera y desaparece con la
senescencia de la flor.
La fase de desarrollo vegetal en la que la
plántula crece y forma un organismo vegetativamente
completo se denomina juvenilidad. Luego de dicha fase
se realiza la transición hacia la madurez reproductiva,
mediante respuestas moleculares a factores externos e
internos cuya naturaleza no ha sido aún dilucidada. Al
parecer los órganos que participan en la inducción de la
floración no responden a los estímulos apropiados
durante su fase juvenil, sino que lo hacen en la fase
adulta. Se sabe de tratamientos que alteran el fotoperíodo
o los niveles de giberelinas que son capaces de inducir la
floración, por lo que se considera que estos factores
forman parte de los estímulos naturales que provocan la
entrada a la fase reproductiva. En muchas especies el
estado juvenil es diferenciable del estado adulto por
caracteres como la forma de las hojas, la filotaxis, la
forma y distribución de las células de la epidermis, la
capacidad de producir ciertas sustancias químicas y la
capacidad de enraizamiento y regeneración.
Una vez se ha alcanzado la madurez fisiológica,
los adecuados estímulos son transmitidos a los
meristemos para inducir cambios drásticos en su
desarrollo. Como primera instancia se aumenta la
actividad mitótica y se forman lateralmente nuevos
primordios. Estos primordios reproductivos se
diferencian notablemente de los vegetativos por su
disposición verticilada y además por poseer crecimiento
determinado, es decir, porque todas sus células se
diferencian y no permanecen células meristemáticas. Para
la determinación del meristemo floral es necesaria la
expresión de un grupo particular de genes de identidad
floral (genes homeóticos), que codifica factores de
transcripción. Entre ellos se encuentran APETALA1,
APETALA2, APETALA3, AGAMOUS, PISTILLATA,
SEPALLATA y LEAFY. Los estudios con mutantes han
permitido desarrollar un modelo que explica la forma en
que se regula la identidad floral, denominado modelo
ABC (Figura 14.4).
14.5. En la flor madura se producen la esporogénesis
y la gametogénesis.
El esporófito de las angiospermas posee un órgano
altamente especializado en el cual se desarrollan los
esporangios, al cual se denomina flor. Como estas plantas
son heterósporas, hay necesariamente dos tipos de
esporangios: el microsporangio y el megasporangio. El
microsporangio está constituido por los sacos polínicos
que están guardados en las anteras, mientras que el
megasporangio es la misma nucela, la cual se encuentra
en el interior del óvulo. En cada uno de dichos
esporangios se producen las esporas haploides por
meiosis, a partir de un tejido especial constituido de
células esporógenas. Al proceso que culmina con la
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formación de las esporas se le ha denominado
esporogénesis.
La antera es inicialmente una masa de células
internas indiferenciadas rodeadas por una epidermis. Con
la maduración, cuatro grupos de células fértiles
(esporógenas), empiezan a diferenciarse y se rodean de
capas externas de células estériles que formarán el tapete,
que es un tejido nutricio. Estas células fértiles y el tapete
constituyen los sacos polínicos de la antera. Allí se
diferenciarán las células madres de las microsporas,
también llamadas microsporocitos, cada una de las cuales
dará origen a tétradas funcionales de microsporas tras una
división meiótica. Cada tétrada está envuelta en una
cubierta de calosa durante su formación y en las
monocotiledóneas cada célula desarrolla su pared y
membrana plasmática tras las divisiones meióticas,
mientras que en dicotiledóneas las microsporas adquieren
su pared sólo al final de la segunda división meiótica. Al
llegar a este estadio se ha concluido el proceso de
formación de las microsporas o microsporogénesis.
Una vez se hayan formado las microsporas, cada
una de ellas originará dos núcleos haploides por mitosis,
uno de los cuales será el núcleo de la célula vegetativa y
el otro será el núcleo de la célula generativa. A esta
estructura se le denomina microgametófito o gametófito
masculino o grano de polen. El gametófito masculino
puede ser liberado en este estado de dos células en
algunas especies (una célula vegetativa y otra
generativa), mientras que otras especies sólo lo liberan
cuando el núcleo generativo se ha dividido para producir
dos gametos masculinos o células espermáticas,
originando un grano de polen con tres células (una célula
vegetativa y dos gametos). En este estado el grano de
polen está maduro y ha concluido la microgametogénesis
o producción del gametófito masculino con sus
respectivos gametos y la antera está lista para liberarlos
en forma de granos de polen (Figura 14.5).
De otra parte, la producción de esporas que
darán origen al gametófito femenino se realiza en el
megasporangio o nucela. Este órgano se encuentra dentro
del óvulo, cubierto por los tegumentos y adherido a la
pared del ovario por el funículo. En la nucela se
desarrolla generalmente una sola célula madre de la
megaspora o megasporocito, la cual se divide por meiosis
para dar lugar a cuatro células haploides. Estas células se
disponen en línea y la más alejada del micrópilo es la que
usualmente sobrevive, concluyendo así la
megasporogénesis. La megaspora comienza a crecer a
expensas de la nucela y eventualmente se divide por
mitosis tres veces, produciendo ocho núcleos hijos,
cuatro de los cuales se ubican en el extremo micropilar y
cuatro en el extremo opuesto, denominado cálaza. Se
obtiene así una célula grande con ocho núcleos haploides.
Dos de esto núcleos, uno de cada extremo,
migran hacia el centro y constituyen el par de núcleos
polares. Los tres núcleos de la cálaza forman las
antípodas, trío de células cuya función es todavía motivo
de estudio. Los tres núcleos del micrópilo desarrollan dos
células sinérgidas y una ovocélula o gameto femenino, la
cual está situada entre las sinérgidas. Esta estructura de
siete células y ocho núcleos (ya que la célula central
posee dos núcleos), es el gametófito femenino o saco
embrionario o rudimento seminal (Figura 14.6). Este tipo
de formación del saco embrionario lo poseen casi un
tercio de las angiospermas y si bien hay variaciones en
este patrón de formación en muchas especies, el resultado
final es el mismo.
14.6. El grano de polen debe ser transferido al estigma
adecuado para que posteriormente haya fecundación.
La transferencia del grano de polen al estigma se
denomina polinización y es el paso previo y necesario
para que se realice la fertilización o fecundación del
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gameto femenino. Las diferentes modalidades por las
cuales se realiza el proceso de polinización son
estudiadas en detalle en el capítulo 30. Si el grano de
polen cae en un estigma no apropiado, por ejemplo el de
una especie muy diferente, su germinación se inhibe, o si
hay germinación puede morir posteriormente. Incluso si
el polen es compatible con el estigma en el que cayó, hay
limitantes de tiempo dados por la receptividad del
estigma y la longevidad del óvulo, que son de duración
limitada (pocos días).
En el caso que el grano de polen haya caído en
el estigma apropiado, la comunicación molecular entre el
polen y el estigma hace que la exina se abra, iniciando así
la formación del tubo polínico, el cual va alargando la
intina. El tubo polínico crece entre los tejidos maternos
de los cuales se alimenta, dirigiéndose hacia el micrópilo
siguiendo un gradiente químico en el que se sabe
intervienen glicoproteínas. Cuando el tubo penetra por el
micrópilo se liberan los núcleos espermáticos, uno de los
cuales se fusiona con la ovocélula mientras que el otro lo
hace con los núcleos polares. De la primera fusión se
forma el cigoto (diploide) y de la segunda el endospermo
(triploide), que se encargará de nutrir al embrión durante
su desarrollo. A esta fusión dual se le conoce como doble
fecundación (Figura 14.7), proceso que es característico
de las angiospermas.
14.7. En las plantas hay estrategias reproductivas que
promueven la exogamia.
Ante la imposibilidad de desplazarse para buscar pareja
adecuada, las plantas han desarrollado varios
mecanismos y estrategias que les permiten escoger el
material genético extranjero que se usará para unirlo al
propio y formar la siguiente generación. En general, las
plantas promueven la reproducción sexual cruzada
(exogamia), en detrimento de la autofecundación
(endogamia), porque es una forma eficiente de aumentar
la variabilidad genética, ya que el sexo reparte
aleatoriamente los cromosomas en la meiosis, permite la
recombinación genética entre cromosomas homólogos y
combina el material genético de dos padres. La forma
básica de promover la exogamia es la polinización
cruzada, que se da como consecuencia de varias
estrategias. Una de ellas es la heteromorfia en los órganos
reproductivos, que generalmente es controlada por un gen
con alelos múltiples y que fenotípicamente se expresa
mediante la brevistilia y la longistilia (Figura 14.8).
Otra forma más obvia de evitar la endogamia es
la producción de flores pistiladas separadas de las flores
estaminadas, lo que hace de la polinización cruzada una
situación obligada. Sin embargo, algunas especies no
poseen modificaciones morfoanatómicas en su sistema
reproductivo, es decir son homomorfas, por lo que usan
estrategias espaciotemporales para promover el
intercruzamiento. Una de ellas es la maduración
asincrónica del androceo y el gineceo de una misma flor,
a lo que se denomina dicogamia. Si la maduración del
androceo se da primero se denomina protandria, mientras
que si es el gineceo el primero en madurar se le da el
nombre de protoginia.
Existe también una estrategia importante en las
especies con sistemas reproductivos homomorfos que se
basa en la incompatibilidad, la cual se presenta en dos
versiones, la gametofítica y la esporofítica. Del primer
tipo, la gametofítica, el modelo más estudiado es el
tabaco (Nicotiana tabacum), especie en la que existe un
gen denominado S con varios alelos S1, S2, S3…, entre
los cuales no hay relaciones de codominancia y la
incompatibilidad se da entre el tejido materno diploide y
el grano de polen haploide cuando comparten algún alelo.
En la incompatibilidad esporofítica, cuyos mejores
exponentes son el cacao (Theobroma cacao) y las
crucíferas (Brassicaceae), la incompatibilidad se da en el
saco embrionario y está regulada por un gen en el que
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hay series alélicas con grados de dominancia
(S1>S2>S3…), las cuales afectan el fenotipo.
La incompatibilidad se puede manifestar en
diferentes partes del gineceo, por ejemplo en el estigma,
donde la interacción molecular con el grano de polen
puede evitar que éste germine si las cargas genéticas son
incompatibles, como cuando el polen es de la misma
planta. En este caso se conoce como
autoincompatibilidad y es una de las formas de favorecer
la polinización y fertilización cruzadas (alogamia). Pero
la esterilidad tendiente a promover el intercruzamiento no
sólo se evidencia en el estigma, puesto que se sabe de la
existencia de mecanismos que inhiben el tubo polínico en
crecimiento, o incluso que actúan abortando un cigoto ya
formado, siempre y cuando haya algún tipo de
incompatibilidad que haga inútil continuar con el
desarrollo de la semilla. A los mecanismos que inhiben la
reproducción entre individuos incompatibles se les
clasifica también con base en el momento en que ocurren,
siendo precigóticos los que se dan antes de la
fertilización (inhibición de la germinación del polen o del
crecimiento del tubo polínico) y poscigóticos, que son los
que suceden luego de la formación del cigoto
(destrucción del cigoto, aborto embrionario). La razón de
ser de estos mecanismos de incompatibilidad es la
economía, ya que la planta no debe invertir energía en
producir un fruto si sus semillas van a tener embriones
inviables. Es apenas obvio que entre más temprana sea la
interrupción de un proceso reproductivo erróneo, menos
costoso será para la planta.
14.8. La fertilización conlleva a la formación de un
cigoto.
Al caer en un estigma receptivo, el grano de polen
germina produciendo un tubo polínico que se mueve en
busca del óvulo, siguiendo señales químicas que generan
un gradiente y en las que parece estar involucrada una
glicoproteína. Cuando el tubo llega al óvulo penetra por
el micrópilo para permitir la entrada de los núcleos
espermáticos al megagametófito, uno de los cuales
realizará la fecundación. El proceso implica que el tubo
contacte a una de las sinérgidas y la atraviese
destruyéndola, después de lo cual los dos núcleos
espermáticos son liberados dentro del saco embrionario.
Uno de ellos se fusiona con la ovocélula y el otro lo hace
con los dos núcleos polares, dando así origen al
fenómeno conocido como doble fecundación. La primera
unión produce el cigoto, primera célula de la nueva
generación diploide, mientras que la segunda origina el
endospermo, que es un tejido alimenticio para el embrión
y de ploidía 3n, ya que se origina de la unión de tres
células haploides. Es importante notar que puede haber
endospermos con ploidías mayores o incluso menores
(diploides), como sucede en las angiospermas basales. La
doble fecundación constituye, junto al carpelo, la
presencia de vasos en el xilema y la existencia de células
acompañantes en el floema, el conjunto de características
que diferencian a las angiospermas del resto de plantas
terrestres y constituyen sinapomorfias que las hacen
recientes descendientes de un ancestro común.
El origen del endospermo, el tejido que sirve
para alimentar al embrión en desarrollo, parece
remontarse a un segundo embrión que se formaba
inicialmente y que cambió de función durante el curso de
la evolución. Las especies de Ephedra y Gnetum,
miembros de la división Gnetophyta, presentan también
doble fecundación aunque algo rudimentaria, por lo que
algunos autores consideran a estas gimnospermas como
los parientes vivos más cercanos de las angiospermas. El
desarrollo del endospermo es generalmente cenocítico, es
decir, se origina una gran cantidad de núcleos por mitosis
sin que haya formación de nuevos citoplasmas
delimitados individualmente por membranas plasmáticas.
Sin embargo, también es posible que en algunas plantas
la división de la primera célula del endospermo sea
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celular, originando así nuevas células tras cada
duplicación nuclear. Es pertinente mencionar que gran
parte de la biología reproductiva de las angiospermas es
desconocida a este nivel, ya que se desconoce la función
exacta de las antípodas y la forma como se degenera el
núcleo del tubo polínico y la restante célula sinérgida,
entre otras cosas.
14.9. Del cigoto se origina un embrión mediante una
serie de transformaciones bioquímicas y estructurales.
A partir del cigoto, primera célula de la nueva generación
esporófita formada por la fusión de la ovocélula y el
núcleo espermático, se forma un embrión mediante el
proceso de embriogénesis (Figura 14.9). El embrión es un
estado intermedio y muy particular del desarrollo vegetal,
el cual se caracteriza porque el organismo en formación
entra temporalmente en un estado cercano a la latencia,
por lo que su crecimiento se ve interrumpido o al menos
desacelerado, durante algún tiempo.
El embrión es la razón de ser de la semilla, ya
que ella está diseñada para protegerlo y dispersarlo
adecuadamente. El cigoto, que posee polaridad
intracelular, se divide transversalmente produciendo una
célula superior y una inferior, las cuales tienen también
polaridad y un destino genéticamente determinado: la
superior dará lugar al embrión y la inferior al suspensor.
A partir de este momento, la célula superior inicia una
serie de divisiones mitóticas que producen una masa
indiferenciada, la cual pasa por diferentes estadios
morfológicos y culmina en un embrión de forma variable
según la especie. Las divisiones de la célula inferior son
un poco más ordenadas, ya que el suspensor es un órgano
alargado, formado por una fila de células que sostiene y
empuja al embrión (embrióforo), en medio del tejido
nutritivo del endospermo y que además produce
sustancias como fitohormonas, que son usadas en la
embriogénesis. El suspensor es un órgano de duración
limitada, inexistente en la semilla madura, ya que
desaparece debido a que sus células sufren el fenómeno
de muerte celular programada.
La acumulación de sustancias de reserva,
proteínas, glúcidos, lípidos, es un aspecto muy
importante en la embriogénesis y está fuertemente
coordinado. Dependiendo de la especie, habrá
cotiledones o endospermo como principal fuente nutritiva
para el embrión, cuyo contenido también estará
genéticamente determinado. Las proteínas de semilla
pueden servir como enzimas que liberan sustancias
nutritivas, o como fuente alimenticia propiamente dicha,
como en el caso de las globulinas, gluteninas y
albúminas. En los cotiledones casi siempre hay un alto
contenido de polisacáridos, particularmente almidón,
pero algunas semillas son particularmente ricas en grasas,
como en las palmas. En las semillas ricas en aceites,
llamadas oleaginosas, las grasas son usadas para generar
glúcidos mediante el proceso denominado
gluconeogénesis.
La multiplicación mitótica de la célula
embrionaria origina una serie de estadios en el desarrollo
embrionario denominados globular, corazón y torpedo,
los cuales no son claramente distinguibles en todas las
especies vegetales, sino que en realidad corresponden a
un grupo de plantas dicotiledóneas en las que primero se
estudió este tema. Sin embargo, dichos estadios son útiles
para entender lo dinámico y bien regulado que es el
proceso de la embriogénesis, así como también sirven
para tener un modelo de comparación. La primera masa
más o menos redondeada de células que se forma
constituye el estado globular del desarrollo del embrión.
Luego se inicia la formación de una o dos protuberancias
en su extremo superior, las cuales formarán los
cotiledones, dando lugar al estado de corazón, tras el cual
el embrión adquiere una forma de cilindro alargado, que
se conoce con el nombre de fase de torpedo.
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En el estado torpedo se ha alcanzado la madurez
embrionaria y es posible distinguir tres partes en el eje
del embrión: 1) la radícula o raíz primordial, 2) el
epicótilo o plúmula o primordio del vástago y 3) el
hipocótilo, lugar de unión entre la radícula y el tallo. El
embrión alcanza a experimentar el desarrollo de tejido
vascular y en algunas especies se puede desarrollar hojas
incipientes, así como primordios de raíces laterales en el
periciclo. Cuando llega a la madurez, el embrión entra en
estado de dormición y puede deshidratarse un poco,
incluso puede separarse de la placenta mediante el
rompimiento del funículo. Es importante aclarar que el
embrión carece de conexiones intercelulares del tipo
plasmodesmo con los tejidos maternos, ya que se trata de
un nuevo individuo, que vivirá separado de su planta
madre.
14.10. El crecimiento y maduración del carpelo
producen un órgano protector de la semilla: el fruto.
La fecundación inicia el proceso de maduración del
ovario que producirá un fruto maduro, al interior del cual
se mantendrán las semillas. Dicha maduración se da en
fases, cuya descripción gráfica sigue una curva sigmoide
o doble sigmoide según la especie (Figura 14.10). La
primera fase se caracteriza por la multiplicación celular,
la segunda por el alargamiento celular y la final por la
maduración del fruto, donde ya no hay crecimiento. El
crecimiento de la parte comestible es el que más influye
en el crecimiento total del fruto, siendo su primera fase
de forma exponencial, para luego pasar a una etapa de
crecimiento lineal, cuando baja la tasa de mitosis y en la
que se forma hasta el 80% de la masa del fruto. Es
interesante anotar que las diversas partes que están
involucradas en el desarrollo del fruto, como la nucela y
el embrión, crecen a una tasa diferente, dependiendo de
la especie y variedad. El crecimiento del fruto depende
del aporte de fotoasimilados al ovario en desarrollo, lo
cual permitirá la transición denominada cuajado del fruto.
Si la planta no puede suplir los requerimientos
nutricionales del fruto, que por no hacer fotosíntesis es un
sumidero, él cesará su crecimiento y se puede desprender,
dando lugar al fenómeno llamado abscisión del fruto.
La maduración se lleva a cabo por un conjunto
de alteraciones del sabor, la textura, el color, la firmeza y
el contenido de almidón, azúcares, ácidos y de otras
sustancias químicas. Un grupo de especies produce frutos
que almacenan almidón al principio de su desarrollo y
luego lo hidrolizan para producir fructosa, glucosa y
otros monosacáridos, lo cual conlleva a un aumento en su
tasa de respiración. A estos frutos se les denomina
climatéricos. De otra parte, aquellos que no experimentan
este incremento en la respiración durante su desarrollo se
llaman frutos no climatéricos. El incremento en la tasa de
respiración se denomina climaterio y hay buena
evidencia que involucra al etileno en su iniciación. La
maduración del fruto produce una acumulación de
glúcidos (principalmente fructosa, glucosa y sacarosa),
cuyo valor final es un indicador importante de la calidad
del fruto. A la cantidad relativa de estas sustancias se le
denomina porcentaje de sólidos solubles y su valor se
expresa en °Brix (grados Brix). La detección de estos
azúcares se realiza mediante la técnica de refractometría.
De manera contrastante, la concentración de ácidos
orgánicos disminuye durante la maduración del fruto,
siendo los más comunes al final del proceso, el ácido
málico y el ácido cítrico. El cociente entre el contenido
de sólidos solubles y de ácidos libres se denomina índice
de madurez y es un indicador del grado de maduración
del fruto.
Una vez el fruto está completamente maduro, es
inevitable el proceso de reblandecimiento, el cual afloja
los tejidos para permitir la liberación de las semillas. En
frutos de importancia económica esto es un factor que se
debe controlar, pues la maduración excesiva puede
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294
arruinar el fruto antes de su comercialización. A nivel
celular el proceso está íntimamente ligado con el grado
de cementación intercelular, el cual depende de la pared.
Los principales componentes de la pared vegetal son la
celulosa, hemicelulosa, proteínas, lignina y sustancias
pécticas. Estas últimas son las responsables de la
cementación entre las láminas medias de las paredes
celulares, por lo que su solubilización enzimática es un
aspecto clave para que se inicie el reblandecimiento del
fruto. En la naturaleza, el fruto tiene como funciones la
protección y la dispersión, por lo que antes que suceda
una maduración excesiva que lo ablande y descomponga,
es necesario que haya dispersión, la cual permite
movilizar los nuevos individuos que están protegidos
dentro de las semillas lejos del árbol madre. Este tema
pertenece al campo de la ecología reproductiva, revisado
en el capítulo 30.
Un descubrimiento de gran impacto económico,
en cuanto a la maduración del fruto, es que éste se puede
formar sin necesidad que haya habido fecundación. Un
fruto así desarrollado no presentará semillas y se le
denomina fruto partenocárpico. Se sabe de especies en
las que la germinación del grano de polen desencadena
procesos fisiológicos que hacen madurar el fruto, así el
tubo polínico desaparezca prontamente. También se sabe
que las semillas en desarrollo producen estímulos que
inducen al ovario a madurar, generando el fruto. Pero la
existencia de frutos que no desarrollan semillas es
evidencia que éstas no son esenciales para la maduración
del carpelo, al menos en algunas especies. Actualmente
se sabe que algunas hormonas son capaces de inducir
partenocarpia, siendo las giberelinas las que
aparentemente tendrían el rol principal.
14.11. La semilla puede germinar luego de
experimentar periodos variables de dormición.
Cuando el fruto ha experimentado el proceso de
dispersión, la semilla que transportó puede permanecer
algún tiempo viable antes de germinar, bien sea dentro
del fruto en descomposición, o completamente liberada
de él. A este periodo se le denomina latencia o dormición
y su duración varía según la especie o variedad. Se le
considera una propiedad que permite esperar hasta que
las condiciones ambientales sean las ideales para que la
plántula se desarrolle adecuadamente. En la naturaleza la
mayoría de las plantas produce semillas que no pueden
germinar antes de la dispersión, ya que presentan el
fenómeno de la inhibición seminal que al parecer es
iniciado por la hormona ABA. Unas pocas especies, sin
embargo, pueden germinar sus semillas tempranamente,
incluso en la planta madre, a lo cual se denomina
viviparismo, fenómeno que se ha visto en algunas plantas
tropicales como orquídeas y lirios acuáticos.
La capacidad de germinación de la semilla es de
crucial importancia para las plantas cultivadas, las cuales
se clasifican en recalcitrantes y ortodoxas, según su
resistencia al almacenamiento. Las primeras no resisten
la desecación ni el almacenamiento por debajo de 10ºC,
mientras que las ortodoxas sí lo hacen. Las leguminosas
(Figura 14.11), son resistentes al almacenamiento pero el
caso más extremo de resistencia es del dátil (Phoenix
dactylifera), cuyas semillas han germinado luego de
2,000 años de almacenamiento.
La producción del ABA endógeno en la semilla
induce la producción de unas proteínas particulares,
llamadas proteínas LEA, que están involucradas en la
resistencia a la desecación. Este fenómeno está
íntimamente ligado a la dormición, ya que germinar en
un ambiente sin agua es muy riesgoso para la plántula.
En cuanto a los factores que inducen la germinación, se
sabe que la luz roja y algunas giberelinas están
involucradas en unas cuantas especies. Como algunos
factores externos son importantes en la germinación, se
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295
sabe de especies capaces de desarrollar dormición
secundaria, fenómeno que hace referencia a la latencia
inducida luego que la dormición inicial (primaria),
empieza a disminuir. La idea es que si la semilla no
recibe los estímulos exógenos adecuados con la
suficiente intensidad, como luz, temperatura o potencial
hídrico, se desencadena esta dormición secundaria. Este
fenómeno se considera de gran importancia para la
existencia del grupo de semillas de diversas especies que
hay en el suelo de diversos bosques en diferentes grados
de enterramiento y condiciones fisiológicas, grupo al cual
se denomina banco de semillas.
Una vez la semilla pierde el estado de latencia,
se inicia la germinación que es desencadenada por el
proceso de imbibición, definido como la entrada de agua
a través de las cubiertas seminales. Como el potencial
hídrico de la semilla es muy bajo, en algunas especies
puede ser de hasta -100 MPa, la toma inicial de agua es
muy rápida, independientemente que la semilla sea viable
o no. La entrada masiva de agua causa perturbaciones
particularmente notables en las membranas, que se
encontraban en fase de gel desde el final de la
embriogénesis, produciendo que ellas vuelven a su estado
normal a la vez que se altera el contenido de solutos
intracelulares. La imbibición reanuda los procesos de la
actividad metabólica, muy particularmente la respiración,
lo cual puede suceder en cuestión de minutos, por lo que
se asume que las enzimas y componentes celulares
necesarios para ello están presentes en la semilla seca.
Luego de la imbibición viene la emergencia,
proceso en el que la radícula o el eje embrionario
atraviesan la cubierta protectora de la semilla y
establecen contacto con el medio externo. Se sabe que en
algunas especies es necesaria una degradación enzimática
que facilita la ruptura de los tejidos envolventes,
ayudando a la emergencia de la radícula. Luego de esto
viene el crecimiento de la plántula, el cual es guiado por
actividad mitótica y, sobre todo, por elongación celular.
Todos estos procesos son mantenidos energéticamente
por la degradación de sustancias de reserva, la cual se
lleva a cabo por enzimas especializadas como lipasas,
peptidasas y amilasas, según la sustancia almacenada en
la semilla, cuya actividad se inicia en muchos casos por
la acción de las giberelinas. Cuando la semilla germina se
desarrolla la plántula, completando así un ciclo de
desarrollo completo.
14.12. Los órganos vegetales maduros presentan
fenómenos de senescencia y abscisión.
Todo órgano vegetal, vegetativo o reproductivo, tiene un
periodo limitado de vida. Durante la ontogenia, el tiempo
que dura un ciclo de desarrollo completo de la planta, el
organismo experimenta cambios morfológicos y
fisiológicos que permiten el paso de la fase de plántula a
la juvenil, luego a la adulta y de ésta a la senescencia y
muerte. La duración de estas fases varía entre especies,
desde días hasta años, siendo la juvenil de particular
importancia agronómica porque durante ella no hay
órganos reproductivos. Parece que las hormonas están
involucradas en los cambios de fase, pero no hay
evidencia contundente de un grupo particular al que se le
pueda atribuir esa función específica. De acuerdo con el
número de procesos reproductivos en la fase adulta de las
plantas, ellas pueden clasificarse en anuales o
monocárpicas y perennes o policárpicas. Las primeras
mueren una vez producen frutos y semillas, mientras que
las policárpicas tienen muchos ciclos de reproducción y
en ellas sólo se presenta la muerte de los órganos
reproductivos, no de la planta entera.
El proceso de senescencia se inicia a nivel
celular y avanza a través de una serie de acontecimientos
secuenciales. La desaparición de cuerpos proteicos, la
transformación del retículo endoplásmico, la clarificación
del citoplasma y la pérdida de la compartimentación
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296
celular son los cambios más visibles, en ese orden. La
interpretación fisiológica de estos fenómenos en su
conjunto, es que se trata del intento de la planta por
recuperar todos los elementos que le puedan ser útiles
antes de eliminar el órgano senescente. La senescencia, al
ser parte integral del desarrollo normal de la planta, se
entiende como un proceso genéticamente controlado, que
depende de factores tanto internos como externos para su
inicio. Entre los factores internos están la edad, el
desarrollo reproductivo y los niveles hormonales,
mientras que factores externos que influyen en la
senescencia son el ataque de patógenos, la deficiencia
nutricional, la sequía y otros tipos de estrés ambientales.
En la senescencia foliar (Figura 14.12), el
proceso mejor conocido, la pérdida de integridad del
cloroplasto es de los primeros pasos, mientras que el
núcleo es de los últimos en desaparecer. Igualmente, los
tejidos vasculares son desactivados al final del proceso,
lo que es lógico si se piensa en que ellos representan la
ruta de salida del material reciclado de la hoja. Una vez
ha culminado la senescencia foliar, se forma la capa de
abscisión entre el pecíolo y la rama que sostiene la hoja,
constituyendo un paso esencial para la caída foliar. Dicha
capa está constituida por entre 5 y 50 células de grosor,
las cuales son de naturaleza parenquimática y son
morfológicamente diferentes de sus vecinas, ya que
poseen un protoplasma más denso y paredes celulares sin
lignina.
La pérdida de cementación entre las paredes
celulares de la capa de abscisión conduce a un
debilitamiento intercelular que hace imposible sostener el
peso de la hoja. El debilitamiento es consecuencia de la
acción enzimática de celulasas y otras enzimas, que
degradan la lámina media como respuesta al efecto del
etileno, el cual ejerce su efecto al modificarse el flujo y
los niveles de las auxinas. Como paso final de una
abscisión correcta, se produce el sellado y formación de
la cicatriz que queda en el punto donde se insertaba el
pecíolo, lo cual se hace mediante procesos de
lignificación y deposición de suberina y otras sustancias
que taponan los vasos descubiertos.
Los órganos reproductivos son de duración
limitada ya que no poseen tejidos meristemáticos, lo cual
implica que una vez efectuada su función experimentan
senescencia y se caen de la planta. Los primeros en
desaparecer son los sépalos, pétalos y estambres, cuyas
funciones más comunes son protección, atracción y
producción de polen, respectivamente. Si el cuarto
verticilo floral, el carpelo, ha sido correctamente
fertilizado, inicia su maduración para convertirse en un
fruto con semillas en su interior. Cuando está
completamente maduro y listo para dispersión, se inician
los procesos de senescencia y abscisión, que suceden de
manera similar a los de la hoja. La hidrólisis de
macromoléculas en el fruto, sin embargo, no produce
sustancias que son exportadas fuera del órgano como en
la hoja, sino que se usan para hacer más atractivo el fruto
para los agentes dispersores. En todo caso, el fruto
maduro experimenta senescencia de tal forma que si el
dispersor no lo toma de la planta madre, aquel cae al
debilitarse el pedúnculo que lo sostiene.
Un último tema que hay que mencionar es el de
la muerte celular programada, que está inevitablemente
ligado con algunos procesos de senescencia. Este suicidio
celular puede comprometer varias células y se puede
presentar en variadas situaciones durante la vida de la
planta, siendo algunos ejemplos los órganos que cesan de
funcionar (como en el caso del suspensor durante el
desarrollo embrionario), o en respuestas defensivas ante
agentes patógenos (como en la respuesta hipersensible
que impide la diseminación del patógeno), o incluso
durante la morfogénesis normal de la planta (como en el
moldeamiento de la hoja cuando algunas células mueren
para dar lugar a la forma foliar definitiva). Este tema es
MAGG - Botánica General: Introducción al estudio de las plantas
297
ampliamente investigado hoy día y las bases moleculares
que permiten su existencia son muy poco conocidas.
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Figura de la portada del capítulo
MAGG - Botánica General: Introducción al estudio de las plantas
298
Figura 14.1. Primeros estadios en el desarrollo de una planta de fríjol común. A) Semilla recientemente germinada, en la
que se nota la radícula, B) raíz principal con raíces laterales, C) plántula joven que empieza a desplegar las hojas, D)
plántula madura, casi en estado juvenil, en la que se nota el agotamiento de los cotiledones. La etapa juvenil se considera
desde el momento en que se agotan las reservas que venían en la semilla (cotiledones), hasta cuando se inicia el desarrollo
de las estructuras reproductivas, que ya son propias del estado adulto.
Figura 14.2. Corte longitudinal del meristemo apical de un sietecueros (Tibouchina sp.). Se notan los primordios de las
nuevas hojas con abundantes escamas. Las líneas que parten del meristemo son hebras de tejido vascular en maduración. Es
importante tener en cuenta que en los ápices de las raíces también hay meristemos, los cuales hacen crecer al sistema radical
longitudinalmente.
MAGG - Botánica General: Introducción al estudio de las plantas
299
Figura 14.3. El fitómero. Se trata de la unidad básica, repetitiva, del vástago vegetal, la cual consta de: un nudo o nodo, que
es el lugar de inserción de la hoja al tallo; un entrenudo o internodo, que es la distancia entre dos nudos consecutivos; la
yema foliar, que está ubicada en el ángulo entre la hoja y el tallo y que indica el punto de origen de una hoja verdadera en
las angiospermas. En este ejemplo dicha yema dio origen a una espina, pero también podría originar una rama o una flor. La
hoja está generalmente formada por un pequeño tallo llamado pecíolo, que sostiene la parte plana y fotosintética
denominada lámina foliar o limbo.
Figura 14.4. El modelo ABC se usa para explicar las interacciones de tres tipos de genes de identidad floral denominados
A, B y C. Los genes del tipo A son APETALA 1 (AP1) y APETALA 2 (AP2), los del tipo B son APETALA 3 (AP3) y
PISTILLATA (PI) y el gen de clase C es llamado AGAMOUS (AG). Las funciones de cada tipo de gen se solapan con las del
siguiente y entre los tres tipos determinan el arreglo normal de los verticilos. Los mutantes del tipo A producen flores sin
perianto, los de tipo B sin pétalos ni estambres y los del tipo C sin estambres ni carpelo. Hay evidencia reciente que
involucra a un cuarto tipo de genes, el tipo E, que estaría conformado por versiones del gen SEPALLATA, cuyas mutaciones
inducen solamente la aparición de sépalos.
MAGG - Botánica General: Introducción al estudio de las plantas
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Figura 14.5. Corte transversal de una antera madura en una de sus tecas. A) Abertura por donde hace dehiscencia la antera
para liberar el polen, B) cavidad de la antera formada por la unión de los dos sacos polínicos, donde se hallan los granos de
polen maduros.
Figura 14.6. Pasos en el proceso de desarrollo del saco embrionario más común entre las angiospermas. A) En la nucela se
distingue una célula madre de la megaspora que da origen al megasporocito, B) dicha célula se divide por meiosis
produciendo cuatro esporas haploides, de las cuales generalmente sólo sobrevive la más alejada del micrópilo, C) esa célula
divide su núcleo por mitosis, D) luego ambos núcleos experimentan una segunda división mitótica, E) a lo cual sigue una
tercera mitosis que da lugar a ocho núcleos. F) Esos núcleos se acomodan originando tres células antípodas, dos sinérgidas,
una ovocélula y una célula central grande con dos núcleos, dando origen así al saco embrionario o gametófito femenino
maduro (7 células y 8 núcleos).
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Figura 14.7. Esquema de la polinización y la doble fecundación. A) Granos de polen llegando a un estigma receptivo, B)
granos de polen germinando sobre dicho estigma, C) tubo polínico en crecimiento hacia el saco embrionario donde penetra
y libera dos núcleos espermáticos, uno de ellos se une con los núcleos polares y el otro con la ovocélula.
Figura 14.8. Flor de una campanulácea (Syphocampylus sp.), con estigma exerto. Las angiospermas presentan sistemas para
promover intercruzamiento, como se observa en esta flor. En ella el estigma plumoso sobresale de la corola mientras que los
estambres están en su interior (longistilia), razón por la cual es poco probable que el polen de la flor caiga en el estigma
propio y haya autopolinización. Estas flores son comúnmente polinizadas por colibríes, que transportan en su frente el polen
de una planta a otra.
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Figura 14.9. Desarrollo embrionario. A) El cigoto es la primera célula diploide, B) tras la primera división mitótica se
producen dos células hijas, la superior dará origen al embrión y la inferior al suspensor, C) la célula superior empieza a
multiplicarse y produce un agregado de células, D) las cuales adoptan una forma globular, E) el suspensor se alarga
formando una hilera de células, F) el embrión adopta forma cordada y G) el proceso culmina con una semilla madura,
protegida por una cubierta y con un embrión largo que posee un meristemo entre los dos cotiledones.
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Figura 14.10. Curva de maduración del fruto. A) Esta curva sigmoidea es la que típicamente presentan los pomos (línea con
rombos), B) mientras que esta curva doble sigmoidea es propia de las drupas (línea continua). La fase I es de división
celular, la fase II es de alargamiento celular y la fase III es sólo de maduración, ya que el crecimiento del fruto
prácticamente cesa.
Figura 14.11. Variedades de soya (Glycine max). Las legumbres poseen cubiertas gruesas y firmes en sus semillas, las
cuales previenen el intercambio gaseoso y la entrada de agua. Por ello resisten bien el almacenamiento (Foto de S. Bauer en
dominio público cortesía del gobierno federal de E.U.A. (Departamento de Agricultura)).
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Figura 14.12. Senescencia foliar en el ginkgo. La hoja es un órgano de duración limitada y el comienzo del proceso de
envejecimiento es detectable por el cambio en la coloración de su lámina, lo cual es generalmente consecuencia de la
movilización del nitrógeno desde la hoja a otras partes del organismo.