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269 CAPÍTULO 11 APODERARSE DEL FUTURO Hasta el momento hemos ido reflexionando sobre todas las circuns- tancias que creemos que, de una u otra forma, pueden afectar a la construcción de un mundo más justo y pacífico. Lo hemos hecho desde la perspectiva de nuestros conocimientos sobre la Paz y los Derechos Humanos. Tal como hemos advertido en la propia introduc- ción de este libro, hemos trabajado con los enfoques que teníamos disponibles, los de nuestras propias biografías como investigadores, los que proceden de nuestras disciplinas, de nuestra formación y de nuestras opciones axiológicas, ontológicas, epistémicas, académicas, sociales y políticas. Somos conscientes de ello, por tanto asumimos que hubieran sido posibles —y deseamos que lo sean— otros enfoques que en definitiva contribuirán a enriquecer nuestra mirada. Igualmente somos conscientes de que existen ciertos debates por resolver que no hemos sabido abordar con toda la profundidad necesaria y que, inclu- so, lo hemos hecho contradictoriamente, en una parte porque nuestras formaciones son diversas, porque no hemos sabido resolverlos adecua- damente, pero, por otra parte, creemos que no es negativo dejar deba- tes pendientes de ser resueltos, abiertos. En los capítulos iniciales hemos visto un «estado de la cuestión», revisando los recursos disponibles para la Investigación para la Paz y los Derechos Humanos. A partir de ahí, con la intención de tener una perspectiva holística, hemos ubicado a los humanos en la complejidad del universo, en el planeta tierra y en la Naturaleza. Esto nos ha permitido reubicar nuestros modelos antropológico y ontológicos y ver la necesidad de pensarnos bajo una perspectiva trandisciplinar. Tambien, por otro lado, hemos querido pensar la «mediación» como

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Hasta el momento hemos ido reflexionando sobre todas las circuns-tancias que creemos que, de una u otra forma, pueden afectar a laconstrucción de un mundo más justo y pacífico. Lo hemos hechodesde la perspectiva de nuestros conocimientos sobre la Paz y losDerechos Humanos. Tal como hemos advertido en la propia introduc-ción de este libro, hemos trabajado con los enfoques que teníamosdisponibles, los de nuestras propias biografías como investigadores,los que proceden de nuestras disciplinas, de nuestra formación y denuestras opciones axiológicas, ontológicas, epistémicas, académicas,sociales y políticas. Somos conscientes de ello, por tanto asumimosque hubieran sido posibles —y deseamos que lo sean— otros enfoquesque en definitiva contribuirán a enriquecer nuestra mirada. Igualmentesomos conscientes de que existen ciertos debates por resolver que nohemos sabido abordar con toda la profundidad necesaria y que, inclu-so, lo hemos hecho contradictoriamente, en una parte porque nuestrasformaciones son diversas, porque no hemos sabido resolverlos adecua-damente, pero, por otra parte, creemos que no es negativo dejar deba-tes pendientes de ser resueltos, abiertos.

En los capítulos iniciales hemos visto un «estado de la cuestión»,revisando los recursos disponibles para la Investigación para la Paz ylos Derechos Humanos. A partir de ahí, con la intención de tener unaperspectiva holística, hemos ubicado a los humanos en la complejidaddel universo, en el planeta tierra y en la Naturaleza. Esto nos hapermitido reubicar nuestros modelos antropológico y ontológicos yver la necesidad de pensarnos bajo una perspectiva trandisciplinar.Tambien, por otro lado, hemos querido pensar la «mediación» como

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un espacio amplio de reubicación de los seres humanos y, finalmente,nos hemos planteado el problema del cambio social, del poder, através de empoderamiento pacifista.

En un segundo bloque, en los capítulos del ocho al diez, hemosrealizado un balance de las posibilidades de acción, de empoderamien-to institucional y académico, desde la política académica, especial-mente de las Universidades y de nuestra Comunidad Autónoma, An-dalucía. Para ello hemos visto las Declaraciones Institucionales inter-nacionales, europeas, españolas y andaluzas; las actividades llevadasa cabo por la propia Comunidad y por las Universidades andaluzas.Asimismo, hemos dedicado un espacio especial al Plan Andaluz deEducación para la Cultura de Paz y la Noviolencia, al Instituto de laPaz y los Conflictos de la Universidad de Granada y a la Red Andaluzade Investigación de la Paz y los Derechos Humanos. Por último, hemosapuntado las perspectivas y desafíos de las políticas de investigaciónandaluzas en Paz y Derechos Humanos, en las que prestamos especialatención a lo que creemos que podía ser un eje articulador de estasinvestigaciones, de una docencia especializada y de un asesoramientoal respecto: un Centro Andaluz de Investigación de la Paz y losDerechos Humanos.

En este capítulo, apoyándonos en el anterior balance, nos tocamirar hacia el futuro, hacia las posibilidades de avanzar en los próxi-mos meses, años, lustros, decenios y siglos, ya que algunos problemasque denunciamos no tendrán solución si no es a lo largo del tiempo.Es importante saber que muchos de nuestros deseos y propuestas sóloserán resueltos, con esfuerzo y suerte, en los próximos años. Por elloes fundamental distinguir entre lo que es importante, aquello que debede ser mantenido o modificado por encima de las emergencias queaparezcan, y lo que no lo es tanto. Igualmente lo es hacer propuestasdesde una autocrítica, análisis, evaluación, deconstrucción y recons-trucción, de nuestro pensamiento y los modelos de acción que llevaasociados. Recuperar la valía de todas las ideas filantrópicas de jus-ticia, equidad o felicidad, liberalizadoras o emancipadoras, y desacti-var todas aquellas que sean contrarias a estos preceptos. Finalmentecreemos que el reconocimiento de estos recursos de la praxis disponi-bles nos permite implemetar aquellos que nos sean útiles y desactivaraquellos que frenen nuestro avance hacia futuros mejores. Es por estoúltimo por lo que preconizamos un optimismo inteligente basado enlas posibilidades de sustentar una praxis liberalizadora.

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11.1. EMERGENCIAS, URGENCIAS E IMPORTANCIAS.

Todo este recorrido, tanto en su aspecto más teórico como en elmás práctico, lo hemos realizado con la mirada puesta en el Futuro, enlos días, meses y años venideros donde la Investigación para la Paz ylos Derechos Humanos se pueden convertir en una contribución máso menos significativa al bienestar social y la paz en nuestra Comuni-dad y, ojalá por extensión, en su entorno más inmediato y mediato. ElFuturo es el espacio de la confluencia, del encuentro, de la reconci-liación de actores, conflictos, necesidades, proyectos o percepcionesde diversa consideración y alcance. Porque de poco servirían todas lasreflexiones anteriores sin la praxis, si no tuvieran un reflejo prácticoy unas consecuencias, si no sirvieran para transformar la realidad.1

Por lo tanto es necesario pensar, accionar y apoderarse de un futuroque deberá atender las emergencias y urgencias, pero sobre todo, lo quees más importante, utilizar la valoración crítica del pasado para detectarlas normas, los sistemas y las estructuras en los que se apoya la benevo-lencia y malevolencia humanas. Utilizar este aprendizaje crítico parareconstruir las premisas para los días venideros. Un futuro solidario conlas generaciones venideras, en el que prime la justicia y la equidad, enel que los conflictos sean regulados por vías pacíficas y en el que esosconflictos —signo de nuestra condición «imperfecta»— nos den la po-sibilidad de imaginar y crear nuevas situaciones deseables de acuerdocon nuestros valores de Paz y Derechos Humanos. El Futuro se convierte,en sentido estricto, en la única propuesta posible de transformación dela realidad, por ello es necesario pensarlo y trabajarlo con los mejoresrecursos a nuestro alcance. El presente es la realidad que vivimos ahoramismo y puede que el futuro —mañana, el mes que viene, dentro de unaño o de cincuenta— sea la única realidad que podemos cambiar y quepor lo tanto no puede estar ineludiblemente «secuestrado» por las rea-lidades del presente. Este va a ser siempre un debate delicado, cómo ligarlas «imperiosas» demandas del presente con la construcción de futuro,puesto que en muchos momentos se van a presentar como incompatibles.2

1. MUÑOZ, Francisco A. (2004) «Futuro, Seguridad y Paz», en MOLINARUEDA, Beatriz, y MUÑOZ, Francisco A., pp. 445-470.

2. Cf. BOULDING, Elise - BOULDING, Kenneth E. Op. cit; SÁNCHEZ, Jesús- MUÑOZ, Francisco A. - JIMÉNEZ, Francisco - RODRIGUEZ, Javier. (eds.) Op.Cit.

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Es necesario, en consecuencia, preparar los instrumentos, los espa-cios y las conciencias para poder diseñar opciones de futuro, alejadasde los convencionalismos conservadores —que a veces son demasiadocondescendiente con la injusticia—, más audaces y atrevidas, en suma.Buscar decididamente alternativas a las preocupaciones reales de lasgentes que sufren cualquier forma de injusticia. Para alcanzar estosfines, es importante que el máximo posible de actores sociales se veaninvolucrados en la creación de un nuevo futuro. Aquellos que padecencualquier forma de discriminación y todos los que solidariamentequieren un mundo mejor. Se trata en definitiva de proyectar futurosimperfectos, pero deseables, perdurables, justos y pacíficos.

Como señalábamos más arriba, a lo largo de todos los capítulos quecomponen este libro hemos ido haciendo un cierto balance del estadode los conflictos, la paz y la violencia. Una conflictividad amplísimacomo corresponde a una especie humana que tiene en el conflicto unade sus bases de existencia. Demasiada violencia sin duda. A la «apre-hendida» a lo largo de los siglos sumamos nuevas formas, muchas deellas ligadas al neoliberalismo y a la globalización. Y, por suerte, unamayoría, real pero no del todo reconocida –y aquí reside el «giroespistemológico» que propugnamos, en tener capacidad de detectarlay empoderarla— de regulaciones pacificas de los conflictos, de prác-ticas pacíficas. En la planificación que hagamos del futuro tendremosque tener en cuenta estas circunstancias: aceptar la conflictividad,intentar frenar la violencia y potenciar al máximo la construcción depaz y la promulgación y respeto de los derechos humanos. Lo quehemos llamado matriz comprensiva y unitaria, que añade a los conflic-tos la paz y la violencia, las mediaciones y el empoderamiento, y eldiamante ético, nos suministra instrumentos intelectuales para facili-tarnos esta tarea.

Energías limitadas, demasiadas urgencias por resolver, son ingre-dientes para la desesperanza. Nos equivocaremos una y otra vez.Acertaremos muchas veces, puede que la mayoría, porque estamosbastante entrenados para cooperar e intentar alcanzar el máximo debienestar personal y colectivo. Pero creemos que sólo podremos con-servar la esperanza si poseemos estrategias de cambio. Las urgenciasson las alarmas que nos indican que algo está fallando, nos reclamansoluciones. Pero estas últimas no pueden venir guiadas por las aparien-cias de la gravedad coyuntural. Hay que intentar no confundir lasapariencias —que engañan— con las causas reales y a veces profun-

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das. Los investigadores no podemos convertirnos en «bomberos» delas injusticias, es necesario tener mecanismos de respuesta ante elsufrimiento de las personas pero, asimismo, hay que planificar el fu-turo para que no ocurra ninguna tragedia.

Estamos convencidos de que una buena planificación salvará másvidas, nos liberará de más sufrimientos, que todas las acciones deemergencia posibles. Al fin y al cabo esto es lo que reclaman todas lasorganizaciones que hacen un trabajo de campo en el voluntariado. Losdisfrutes y sufrimientos dependen de las condiciones concretas de cadamomento, pero éstas están sustentadas por sistemas que organizan yorientan las posibilidades en una dirección u otra. De nuevo el pen-samiento sistémico, relacional y «estructural» —que no estructuralis-ta— de la paz imperfecta y la violencia estructural nos puede ayudarpara discernir los caminos del futuro. Saber los escenarios de las paces,de las violencias, los espacios de la mediación, los actores, los inte-reses en juego, las dinámicas y regulaciones posibles de los conflictos,es algo imprescindible.

Sabemos que cada sociedad, cada cultura, ha necesitado vitalmenteexplicar su pasado y prever su futuro, como una manera de darlesentido a su presente y sus aspiraciones. Para ello ha creado suspropias imágenes de Paz, de bienestar, de «edades de oro», a través decuentos, mitologías, utopías o historias. Porque donde se crean espe-ranzas y modelos de ser y estar caben las expectativas de búsqueda dela satisfacción máxima de sus deseos y sus necesidades, de la repro-ducción de sus condiciones de existencia en el mañana, para sí y parasus descendientes; en ello consume gran parte de sus energías. Elaprendizaje, la transmisión del conocimiento, la mejora de sus avancesculturales, científicos y tecnológicos, no tienen otro sentido si no esel bienestar y la continuidad de la especie.

Identificar, ordenar y jerarquizar los conflictos, las paces y lasviolencias es importante, como lo es identificar sus relaciones, susinteracciones y la cualidad de las mismas. Y desde ahí, hacer propues-tas de un desarrollo que favorezca la equidad, dotarnos de formas depensamiento que nos ayuden a estas tareas, empoderar las paces yproyectarlas hacia el futuro, puede ayudarnos en nuestros objetivos.Aunque no estamos solos en esta tarea, ya que podríamos decir que lamayoría de los campos del saber tienen como objetivo potenciar lasmejores condiciones posibles para la vida de los humanos. Este pre-supuesto está claramente especificado para las Ciencias Humanas y

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Sociales, e indirectamente para las Ciencias de la Naturaleza quebuscan el «control», la mejor relación posible con el universo, la tierray el resto de los seres vivos. Por tanto, desde una perspectiva construc-tiva inter y transdisciplinar las posibilidades de que se alcance la paz,y el cumplimiento de los derechos humanos, dependen directamentede la capacidad de comprensión del funcionamiento de los conflictos(pacíficos y violentos) a cualquiera de sus escalas. Y esto sólo seráposible, de acuerdo con lo que hemos venido defendiendo aquí, reco-nociendo nuestra propias realidades e historias, nuestros pasados evo-lutivos e históricos y sus circunstancias y, desde ahí, promover herra-mientas útiles del presente y diseñar futuros deseables y posiblesdesde tales presupuestos.

El derecho, al elevar a relación social los anhelos y valores de unasociedad determinada, nunca nos dice lo que es, sino que nos planteacómo debe ser regulada dicha relación. Así, en el caso del reconoci-miento de los derechos fundamentales —entendibles como concre-ción de los derechos humanos a una cultura o formación social da-da—, lo que se nos plantea es el establecimiento de dos cosas: prime-ro, un marco de transparencia desde el que visualizar los problemas yconflictos; y, segundo, un marco de responsabilidad que nos impelea garantizar medios de acción para la solución de los mismos desdelímites y fines prefijados en la concepción que de los derechos tenga-mos. Por esa razón, los Derechos Humanos figuran siempre como la«utopía», como el horizonte utópico realizable, aunque sometido aobstáculos que impiden constantemente su plena satisfacción. Losderechos, y podríamos decir el derecho en general, siempre son unproceso, nunca el resultado neutral de una decisión arbitraria delpoder. Beneficie a quien beneficie, la norma resulta necesariamente deun proceso dinámico de confrontación de intereses que, desde diferen-tes posiciones de poder, luchan por elevar sus anhelos y valores, o seasu entendimiento de las relaciones sociales, a ley. Sea como sea y, seapara quién sea, el derecho conlleva siempre un componente utópicoe ideológico que hay que saber descifrar. Los Derechos Humanos, portanto, si queremos definirlos, o lo que es lo mismo, delimitarlos de losintereses de los poderosos y acercarlos a las reivindicaciones, anhelosy valores de las víctimas, debemos entenderlos dentro de esa concep-ción contextualizada del derecho: es decir, derecho como conjunto deprocesos dinámicos de confrontación de intereses que pugnan por verreconocidas sus propuestas partiendo de diferentes posiciones de po-

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der. Desde aquí los Derechos Humanos deben ser definidos como eso,como sistemas de objetos (valores, normas, instituciones) y sistemasde acciones (prácticas sociales) que posibilitan la apertura y la conso-lidación de espacios de lucha por la dignidad humana. Es decir, marcosde relación que posibilitan alternativas y tienden a garantizar posibi-lidades de acción amplias en el tiempo y en el espacio en aras de laconsecución de los valores de la vida, de la libertad y de la igualdad.

¿Definición utópica? Claro está. Pero nuestra definición opta poruna delimitación de los derechos en función de una elección ética,axiológica y política: la de la dignidad humana —que vimos en elapartado 2.3— de todos los que son víctimas de violaciones o de losque son excluidos sistemáticamente de los procesos y los espacios depositivación y reconocimiento de sus anhelos, sus valores y su con-cepción acerca de cómo deberían entenderse las relaciones humanas ensociedad. Ir viendo en la escuela, en el aula universitaria o en la sedede movimientos y asociaciones de defensa y promoción de los dere-chos y la paz, cuáles han sido los procesos históricos y normativos quehan dado lugar a una determinada configuración de derechos; analizardetenidamente qué tipo de relación social es la que se está establecien-do y, finalmente valorar la cercanía o la lejanía de dicha normativacon respecto a la lucha por la dignidad humana (vida, libertad eigualdad), puede ofrecernos un marco pedagógico y práctico que fa-cilite entender los derechos en toda la complejidad y profundidad desu naturaleza. ¿Cómo llevar a la práctica en la escuela, en la univer-sidad y en la «calle» esta concepción de los derechos?

Podríamos hablar de horizontes utópicos o de futuros de acuerdocon la pluralidad de proyectos abiertos y posibles de ser revisados deacuerdo con la marcha de los acontecimientos. Futuros plurales frentea todos aquellos proyectos —incluidas las utopías— cerrados y con-trolados por elites o vanguardias no democráticas. Futuro, o los futurosdeseables, perdurables, justos, pacíficos, pero además impuros o im-perfectos. Un futuro solidario con las generaciones futuras, en el queprime la justicia y la equidad, en el que los conflictos sean reguladospor vías pacíficas y en el que los conflictos —signo de nuestra con-dición «imperfecta»— nos den la posibilidad de imaginar y crearnuevas situaciones deseables de acuerdo con nuestros valores de paz.Un futuro en definitiva abierto a viejos y nuevos conflictos, siempreen «proceso» de regulación pacífica de los mismos. Un futuro perdu-rable en cuanto que la actitud, los esfuerzos y los recursos destinados

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a reconocer y abordar los diversos intereses y conflictos sean, mayo-ritariamente, dinamizadores de estos como fuente de creación y bien-estar.

En consecuencia, es necesario apropiarse del Futuro, pero no sóloa impulsos de deseos, o utopías, sino con métodos científicos deaproximación y evaluación tales como la Prospectiva (o Estudios delFuturo) que nos posibiliten relacionarnos desde el presente, con todoel abanico de realidades y circunstancias que representa, con la cons-trucción de la Paz. Desde una u otra perspectiva, la paz no debe serconsiderada «total», cerrada, como punto final acabado, como objeti-vo «utópico» difícilmente alcanzable —si no es a costa de muchossacrificios—, poco realista y en consecuencia frustrante, si no contra-producente en tanto que puede ser fuente de violencia.

De esta manera la paz imperfecta podría servir para proporcionaruna vía intermedia entre el utopismo maximalista y el conformismoconservador: se trata de ir cambiando la realidad a partir del conoci-miento de las limitaciones humanas y de los escenarios presentes (unconocimiento que nos proporcionan las distintas ciencias, la prospec-tiva y los estudios del futuro), pero sin renunciar a planear el futuroni a tener un objetivo: la paz imperfecta, que, aunque más modesto,sigue siendo un objetivo global y deseable (por ello también con unadimensión normativa).

Una Cultura y una Educación para la Paz y los Derechos Humanoses la mejor inversión de futuro. Adquirir una formación que facilite latransformación del conocimiento, la conciencia, y la actitudes frentea los conflictos personales, grupales y de especie en todos los centrosde educación, escuelas, institutos, universidades, es una garantía debienestar futuro. Pero asimismo lo es hacerlo para el conjunto de lasociedad a través de la enseñanza no formal que puede capacitar alconjunto de la población para estos cometidos. Lo cual implica com-promisos políticos y sociales, tomas de decisiones para construir unasociedad y un mundo mejor.

Pensar en el poder de la paz, el empoderamiento pacifista, que sólopuede ser proyectado hacia un futuro más o menos cercano de acuerdocon las dimensiones de los problemas, de los conflictos, es una líneaesencial de este debate. Que cada acción de paz y de defensa de losderechos humanos tenga la mayor repercusión posible, que incida enlas decisiones personales, grupales, de las asociaciones, organizacio-nes, ayuntamientos y gobiernos es el camino. El «poder» se convierte

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en un eje central para cambiar los futuros, un poder basado en elcrecimiento de la conciencia pacifista noviolenta.

La geopolítica de la paz que hemos desarrollado en el capitulosiete enlaza con todas las líneas y escenarios que hemos descrito conanterioridad, pero además es absolutamente necesaria. Estamos abor-dando un problema complejo que afecta a toda la especie humana ydebemos comprender que las esperanzas de avanzar hacia un mundomás justo, de regulaciones pacíficas de los conflictos en los que esta-mos inmersos, pasan necesariamente por la acción global.

11.2. UN FUTURO TRANSMODERNO.

Igualmente, a lo largo de todo este libro hemos abundado sobre laimperiosa necesidad de constatar y hacer confluir las experiencias yrecursos aprendidos y disponibles. En ese sentido cabe recordar cómoen el capitulo quinto, La Paz y los Derechos Humanos desde un campotransdisciplinar, se ha insistido en el imperativo de cooperar, entrela-zar, debatir y negociar entre los múltiples y variados conocimientos.Unos aprendizajes serán estrictamente culturales y otros lo serán cien-tíficos y académicos; en ambos casos propugnamos que se establezcanrelaciones trans que deben de ir acompañadas de evaluaciones y au-tocríticas para que los enlaces sean todo los fructíferos que queremos.

También a lo largo de todo el escrito se ha deslizado una críticaa la modernidad y al capitalismo, y las reconocidas por muchos inves-tigadores como sus nuevas formas: el neoliberalismo y la globaliza-ción. Que estos sistemas tienen una relación directa con la gestión demuchas de las formas de violencia está fuera de toda duda. Entre otrasrazones por las interacciones causales que se producen desde unaperspectiva de la «violencia estructural». Éstas han sido las razonespor las que muchos intelectuales han reclamado la necesidad de uncambio de paradigma. Pero quizás desde la otra perspectiva que veni-mos desarrollando a lo largo del libro, de reconocer las paces por muypequeñas e imperfectas que sean, también podríamos —y debería-mos— ver cómo las diversas formas de capitalismo construyen y pro-ponen regulaciones pacíficas de los conflictos que se interaccionan alo largo de todo el sistema. Esta perspectiva es la que nos permitiríahablar de la «transmodernidad».

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Como hemos apuntado anteriormente, la modernidad articuló todauna visión paradigmática del mundo que, al igual que en cualquierotro cambio «revolucionario», supuso la ruptura con algunos hábitosprevios, la continuidad de algunos de otros, y la renovación de mu-chos de ellos.3 Con respecto a nuestro campo de preocupación supusoel mantenimiento de muchas de las formas de regulación pacífica delos conflictos y la aparición de nuevas propuestas para alcanzar mayorbienestar, y de otras que sin embargo acarrearon mayor violencia.Obviamente, las consecuencias de este cambio de paradigma son cuan-to menos contradictorias.

Es muy difícil hacer un balance global de lo que ha supuesto lamodernidad para el mundo, sobre todo si lo que queremos preguntar-nos es si ha contribuido a generar más paz y respeto a los derechoshumanos o si, por el contrario, ha generado más violencia. Comohemos apuntado, la mayor parte de los intelectuales comprometidoscon un mundo más justo piensan que el que la violencia haya crecidoes responsabilidad del capitalismo y la modernidad. Nosotros mismoshemos afirmado que puede que vivamos el momento más violento dela historia de la humanidad. Pero esto no quiere decir —aunque puedadarse por entendido— que toda la responsabilidad es del pensamientoy las prácticas «modernos». Y, dada la trascendencia que estas cues-tiones tienen para la Paz y los Derechos Humanos, es necesario realizaruna revisión de los presupuestos sobre los que se sustenta. Para elloes de suma importancia —huyendo de las teorías conspirativas de lahistoria, que explican la realidad bajo las sospecha de que una manonegra intencionada mueve todos los hilos de acuerdo con sus intere-ses— reconocer las aportaciones que el capitalismo o la propia moder-nidad han realizado para el bienestar de la humanidad.4

Los estudios de la Paz, al investigar la violencia y los conflictosde los que esta última procede, nos han hecho comprender cómo hayalgunas manifestaciones de la misma que hunden sus raíces, tal como

3. Véase el epígrafe 2.5 «Desde las religiones a la postmodernidad».4. Puede que sobre este asunto haya tanta información y controversia que

nosotros mismos —los autores de este libro— no tenemos una postura unificada,entre otras razones porque no hemos tenido la oportunidad —serían necesario almenos varias sesiones intensas de trabajo— de debatirlo con todo el detenimientoy profundidad necesaria. Por lo tanto optamos por un texto relativamente equidis-tante de nuestras posturas.

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hemos visto en el capítulo primero, en normas culturales construidasa lo largo de toda la historia. La violencia estructural articula viejas—aprehendidas a lo largo de los siglos— y nuevas violencias. Poste-riormente hemos sabido apreciar cómo la paz imperfecta nos explica,igualmente cómo la raíces de muchas regulaciones se encuentran entiempos remotos y se renuevan con propuestas contemporáneas. Todolo cual nos permite matizar el pensamiento establecido de que lamodernidad es responsable directa de toda la violencia, y sólo de ella.No de otras mediaciones o instancias. Y desde este punto de vista esdesde el que podríamos hablar de «transmodernidad» como la posibi-lidad de denostar todo lo negativo y utilizar todo lo positivo de lamodernidad desde una posición severamente critica.

A lo largo de todo este escrito hemos intentado reconocer todos losrecursos axiológicos (valores), epistémicos (filosofía del conocimien-to) y prácticos (ligados a la praxis), hemos revisado los conceptos deconflicto, paz, violencia, derechos humanos, dignidad humana, ... Engran medida para poder reactualizar toda esta ingente cantidad deinformación hemos adoptado una posición «transmoderna», porquecriticamos con claridad y contundencia todas las consecuencias vio-lentas de esta modernidad, pero asimismo estamos utilizando todos losrecursos de la misma que creemos liberalizadores.

Tendencias intelectuales, y también sociales y políticas, como elfeminismo, el pacifismo, los estudios postcoloniales, las propuestasdel desarrollo sostenible, y la seguridad humana, contribuyen a des-construir y reconstruir nuestro pensamiento y hacer nuevas propuestasque podrían ayudar a la emergencia de los reclamados nuevos paradig-mas con la capacidad de condicionar y reestructurar otras formas depensamiento y acción hacia la construcción de un mundo mejor. Vistoasí, una transmodernidad reconstruida con las aportaciones de todoslos movimientos «práxicos» por un mundo más justo, igualitario,equitativo y pacífico, intentaría reconocer las aportaciones y los retosde la Modernidad tras la crítica de este proyecto ilustrado. Por lo tanto,no renunciar o asumir las aportaciones de la razón a la teoría, lahistoria, a la justicia social y a la autonomía del sujeto y las críticaspostmodernas, significa delimitar un horizonte posible de reflexiónque escape del nihilismo, sin comprometerse con proyectos caducos,pero sin olvidar sus causas justas.

Entendemos que la transmodernidad, consecuentemente construidadesde lo trans personal, cultural, disciplinar, es el paradigma para

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afrontar los desafíos de la globalización, para adentrarse en esta con-temporaneidad contaminada y penetrada por todos los aprendizajes,tendencias, recuerdos y posibilidades, transcendente y aparencial a lavez, voluntariamente sincrética en su multicronía. La transmodernidadcoincide con lo postmoderno en su critica a la Modernidad, pero sinsu inoperante negación y ruptura con su propia procedencia.

11.3. UN FUTURO ONTOLÓGICAMENTE OPTIMISTA

Todo lo visto, propuesto, criticado y revisado en este libro no sonni más ni menos que vías indagatorias para poder acceder a la paz.Caminos de la praxis para movilizar recursos por la paz. Saber que losconflictos están abiertos y que su transformaciones son indetermina-das, que existen mediaciones donde se decide sobre qué caminoselegir, que la paz es el trayecto elegido en la mayoría de las ocasionesy que la violencia pudiera ser frenada o corregida, nos indican espa-cios de trabajo para poder seguir avanzando. Coincidimos con algunosautores que piensan que el optimismo está ligado a la disponibilidadde recursos para cambiar el curso de los acontecimientos, a que existanvías de acción y transformación.

El propio reconocimiento de la paz, del cumplimiento de los de-rechos humanos, no es ni más ni menos que saber, hacer palpable, queen nuestras acciones se toman opciones para conseguir el máximo debienestar posible. La paz puede ser generadora de optimismo, y ésteda confianza y fuerzas para continuar, en el futuro, por este camino.Concederle poder a la paz, darle cada vez más espacio público ypolítico, el empoderamiento pacifista, tal como hemos visto, se con-vierte en el instrumento principal para el cambio. Empoderar a laspersonas y a todo tipo de grupos, asociaciones, organizaciones e ins-tituciones es la garantía de los mejores futuros posibles.

En fin, un futuro que esté lo más cercano posible, pero tambiénalejado de la ingenuidad, lo que nos obliga a ser profundamentecríticos y combativos con la violencia del presente, pero también conla que podamos «escenificar» en el futuro. Aprovechar al máximo lasposibilidades que la realidad nos ofrece en el presente para proyectar-las a un futuro en el que estemos lo más próximos posibles a la paz.En cualquier caso, a través de un proceso, un camino, lleno de incon-venientes, dificultades, ventajas, facilidades —conflictivo en definiti-

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va—, abierto y sujeto a evaluación permanente, pero que siempre debeestar presidido por la búsqueda creativa.

El reconocimiento del papel de los conflictos, de que el conflictoha estado ineludiblemente ligado a la historia de la humanidad, queha sido un factor esencial de creatividad, de adaptación al medioambiente, de evolución, contribuye a cambiar sin duda la percepciónque tenemos de nosotros mismos. Si reconocemos que las regulacionespacíficas, la Paz, tal como queremos demostrar en este volumen, hansido esenciales en todo este proceso histórico, no cabe el menor atisbode duda de que el «espejo» en el que nos miramos puede cambiar enalgunas de sus cualidades espectrales. Es más, estamos convencidos,desde nuestra posición de investigadores de la Paz, de que este pasoes completamente necesario por el «poder» añadido a que tal puntode vista tiene para la regulación pacífica de muchos de los conflictosviolentos que padecemos actualmente, y la prevención de otros queexisten o que se puedan plantear. Tal puede ser la potencia de modelosde pensamiento adaptados a nuestras posibilidades filantrópicas yliberalizadoras.

Si estamos empeñados en comprender mejor los conflictos es conla convicción de que de esta manera podremos alcanzar las mejorescondiciones de vida para el máximo de población. Nos permite tenerexpectativas de la transformación pacífica del máximo número posiblede conflictos; y si a esto añadimos que, tal como pensamos, la mayoríade los conflictos se regulan pacíficamente, tenemos posibilidades rea-les de conseguir un futuro más justo y perdurable.

Se impone un optimismo inteligente, que esté sustentado en razo-nes científicas y también, por qué no, en presupuestos éticos quediscriminen y orienten su discurso, que crean que la especie humanatiene suficientes recursos —tal como se puede deducir del estudio desu historia— para regular los conflictos pacíficamente. La compren-sión abierta de los conflictos, en la que concurre una multiplicidad decircunstancias, nos muestra más claramente todos estos recursos dispo-nibles, y utilizados en diversos momentos históricos y en diversasculturas.

Optimismo –que, acudiendo a su etimología, procede de optimus,a, um— quiere decir muy bueno, muy bien, que a su vez viene delsuperlativo de bonus, promotor de lo bueno. Queremos interpretar esteconcepto como la actitud activa en la búsqueda de lo «bueno», nocomo la sola actitud basada en las emociones que nos hacen tener este

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estado de ánimo. Aunque no vamos a ser nosotros quienes neguemosel papel de las emociones en la regulación de los conflictos. Unagestión adecuada de los conflictos nos obliga a hacerlo con los sen-timientos. Por qué no darle importancia a los sentimientos de bondad,de felicidad, de alegría, que nos facilitan la relación con los demás.5

Pero no reivindicamos solamente esta clase de optimismo sino tambiénuno que sea además «inteligente» porque existen razones —muchas deellas vistas aquí— para poder dirigir esfuerzos hacia lo bueno, hacialo que valoramos como respetuoso con la paz y los derechos humanos.

En definitiva, tal como intentamos defender a lo largo de todo eltexto, estamos proponiendo una nueva aproximación a la Historia della Humanidad —de las culturas humanas— desde la que podamosapreciar una nueva variable: la establecida por las vías alternativas deregulación de los conflictos y, particularmente, por las vías pacíficas.Como hemos afirmado en otras ocasiones, a través de ella podríamoscontribuir a redefinir el modelo antropológico dominante que tienecomo uno de sus pilares fundamentales la violencia, la fuerza, haciaotros humanos y hacia la naturaleza.

Sin duda, una concepción abierta del conflicto, de sus regulaciones,de la paz, tal como hemos apuntado en las páginas anteriores, no sóloes incompatible con los rasgos descritos del modelo dominante, sino queapunta a un tipo de relaciones humanas diferentes. Existen numerosasrazones que hacen aconsejable dotarnos de un nuevo modelo antropo-lógico. De hecho, éste no es un canon fijado sino a través de un debateabierto en el que participan intelectuales, políticos, mujeres, hombres,religiosos, hombres de negocios, trabajadores, etc., de todos los confinesdel planeta. Las interdependencias de la globalización hacen que lasideas y las prácticas —es posible que éstas aún más— contribuyan acambiar nuestros modelos antropológicos y/o ontológicos.

Las diversas culturas llevan implícitos modelos antropológicos en loscuales se articulan las características que se reconocen como seres huma-nos. Todos ellos son fruto de su interacción con el medio y de susvivencias experienciales e históricas. Los astros, la lluvia, los ríos, lasplantas, los animales, etc., los acontecimientos vividos y percibidos sonalmacenados en las cosmovisiones y cosmologías. De esta manera, ya

5. Cf. ACOSTA MESAS, Op. cit.

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INVESTIGACIÓN DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS... 283

aun a riesgo de simplificar mucho, podríamos distinguir entre los pos-tulados más o menos optimistas o pesimistas que pudieran condicionarlos posicionamientos ante los retos del futuro y del presente. Las religio-nes son sin duda uno de los transmisores principales de tales visiones.

Creemos que hay un bagaje cultural suficiente en la Historia de laHumanidad como para pensarnos con cierto optimismo. También unaperspectiva abierta del conflicto nos permite ver la ingente cantidadde problemas que hemos resuelto y los caminos por los que transitarpara los que nos quedan por resolver. Pero además, esta perspectivapuede ser optimista basada en el conocimiento intelectual y científicode nuestras circunstancias e historia.

Por tanto, la elección de un modelo optimista o pesimista no es unaelección que esté en función de las emociones que sintamos en cadamomento o de los presupuestos sobrevenidos, sino en función de losrecursos, y proyectos disponibles para actuar. Sobrevalorar la violen-cia puede que conlleve, implícita y explícitamente, un cierto pesimis-mo ya que las grandes dimensiones de las dificultades la hacen casiinsoslayable. Esto podría estar condicionado a su vez por las herra-mientas intelectuales de que dispongamos para investigar en un sen-tido u otro. Creemos que el mismo pensamiento pacifista occidentalpodría estar articulado en torno a la negación de una violencia real ymilenarista frente al deseo de una paz utópica e inalcanzable. Nosencontraríamos con una paz fuertemente deseada y sentida frente a unaviolencia grandemente pensada e investigada.6

Puede existir una gran ingenuidad en la sentencia anterior, ya quese presupone que para comprender la violencia es necesario sensibi-lidad, buena capacidad de observación, categorías analíticas adecua-das, metodología y presupuestos epistemológicos actualizados. Todoporque la violencia es muy compleja. Mientras que se deja para losingenuos y «desarmados» pacifistas que reconstruyan —sin todas lasanteriores herramientas intelectuales a su disposición— la paz, y quesean capaces de aplicarla en sus diversos ámbitos de actuación. Laingenuidad se transforma en cierto mesianismo primitivista, en el quebastaba con dar un mensaje sencillo, con cierta carga moral, para que

6. La llamada Declaración de Sevilla científicos y especialistas de diversasdisciplinas afirmaron taxativamente que no había ninguna razón en la que sepudiera asentar la idea de una violencia natural.

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por sí mismo conectara y movilizara las conciencias. Y en todo casoen denuncias apocalípticas cargadas de un pesimismo descorazonador.

Esta perspectiva «violentológica» no está exenta, como hemosafirmado en nuemerosas ocasiones, de una cierta disonancia cognitivaa veces cercana a la esquizofrenia. Puesto que se desea, se busca, sevalora más la paz, pero sin embargo se piensa en claves de violencia,lo que finalmente acarrea —después de un proceso corrupto— la vi-sión de que esta última está más presente. Muchos de los «prejuicios»con los que se percibe la paz dependen pues no sólo de los presupues-tos éticos y axiológicos de partida sino de las metodologías empleadaspara su aproximación, de los postulados epistemológicos y ontológi-cos que los sustentan.

Como hemos indicado, la Paz y los Derechos Humanos podrían serinterpretados, por tanto, como una aceptación de los conflictos y unintento de gestionar, regular y «mediar» los conflictos entre diversasentidades humanas, en busca de una justa dignidad humana. Puedeque en el mismo proceso de acercarnos a la Paz y los Derechos Hu-manos deseados necesitemos ir redefiniendo, afinando, los modelosontológicos sobre los que nos sustentamos. Un modelo holístico, enla medida en que reconocemos la inserción de la especie humana enel universo, en sus destinos y sus incertidumbres físicas; naturalista—evolucionista, en cuanto que nos reconocemos como seres vivos in-cluidos en el proceso de la existencia de la vida en el planeta tierray sujetos a leyes de la evolución de la naturaleza; humanista, porreconocernos como unas criaturas conscientes y privilegiadas, y en esamedida responsables con el universo, la tierra y la naturaleza que nosacunan. Una visión de unos humanos «afortunados» por ocupar esteespacio y por las cualidades con las que han sido dotados.

Creemos, en definitiva, que, desde este optimismo inteligente, existenabundantes recursos para Investigar la Paz y los Derechos Humanos,para promocionar una praxis individual, social y política acorde conestos principios. En Europa, en el Estado español y en Andalucía. Apesar de que reivindicamos, sin ninguna duda, un mayor porcentajedel I+D dedicado a la investigación para la Paz y los Derechos Huma-nos, existen muchos espacios y recursos que pueden ser utilizados paraestas investigaciones. Y parafraseando el título del libro, la Paz y losDerechos Humanos puede ser investigados desde Andalucía, para elbienestar de la Comunidad Autónoma y, solidariamente, del resto delEstado español y del planeta.

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APÉNDICE:ALGUNAS CONTRIBUCIONES

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