Caprichosa, Luna

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  • 7/27/2019 Caprichosa, Luna

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    Caprichosa, Luna

    By Gemo8

  • 7/27/2019 Caprichosa, Luna

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    La brisa marina acariciaba mi cuerpo, apenas cubierto por un cmodo vestido veraniego y una

    pashmina. Recorra la orilla del mar a mi antojo, la playa estaba desierta, la marea baja, haba

    brisa y la luna iluminaba mis desnudos pasos.

    Cuando decid dar este paseo, no me planteaba una situacin tan idlica. Solo quera caminar ycaminar, sin mas presencia que la ma, sin mas conversacin que la de mis pensamientos

    inventando, creando, componiendo...que se yo

    Del coqueto y bullicioso centro del pueblo, llegue al paseo martimo, poco menos transitado,

    gritos de nios, padres corriendo, parejas besndose y mis pasos que proseguan.

    Fue ella? No lo se, solo se que mis pasos me llevaron a la desierta orilla y a su luz. Lejos de

    farolas, luces de chiringuitos, discotecas. Ella, el mar y yo. Una extraa composicin.

    Ella, la luna, imponente; iluminndonos a la mar y a mi. Pletrica desde su privilegiada posicin,

    orgullosa de sus poderes y gua de los solitarios, como yo. La mar, con su marea baja, provocandoque mis pies se hundan en su orilla, que sus calmadas olas me los baen y amenizando el feliz

    paseo con su dulce ronroneo marino, y yo; una simple turista en un pueblo perdido. Dos grandes

    musas de cuentos y leyendas, y una pobre insolente que se cuela entre su magnetismo.

    Me quede parada frente a ellas. Tres mujeres mirndose y una sintindose chiquitita ante las otras

    dos.

    No tengo idea del tiempo que las estuve contemplando, solo se que el fro me hizo abrazarme y

    decid sentarme. Lo hice dejndome baar por la luna y por el mar. Cerquita del agua, poco me

    importaba mojarme, el juego de su luz sobre el agua, era sumamente embriagador.

    Volv abrazarme y me acaricie los brazos. El vello se me erizo como cuando un beso inesperado te

    hace callar, sumergindote en unos fuertes brazos que te atrapan y en unos labios que saben a

    miel.

    - Eres tu quien me besa esta noche?

    Susurre a la luna y me re de mi misma. Innata soadora, creadora incansable de mil locuras,

    aventurera sin mochila y loca amante sin amor. Pregunte a la luna y un destello de su luz

    reflejada en un barquito lejano, me hizo rer aun mas.

    - Eso es un si?

    El ruido cadencioso y armonioso, de las cuerdas chocando contra los mstiles, me hizo ahogar mi

    risa, a pesar de la nueva afirmacin de la luna. Mis ojos se empaparon de la formula perfecta del

    embrujo. Como dijera Lorca; la musa, el ngel y el duende.

    No queriendo romper el embrujo, lo recite bajito:

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    - Seoras y seores: He levantado tres arcos y con mano torpe he puesto en ellos a la musa, al

    ngel y al duende. La musa permanece quieta; puede tener la tnica de pequeos pliegues o los

    ojos de vaca que miran en Pompeya a la narizota de cuatro caras con que su gran amigo Picasso la

    ha pintado. El ngel puede agitar cabellos de Antonello de Mesina, tnica de Lippi y violn de

    Massolino o de Rousseau. El duende... Dnde est el duende? Por el arco vaco entra un aire

    mental que sopla con insistencia sobre las cabezas de los muertos, en busca de nuevos paisajes yacentos ignorados: un aire con olor de saliva de nio, de hierba machacada y velo de medusa que

    anuncia el constante bautizo de las cosas recin creadas.

    Termine de recitar y suspire. La musa quieta, era la luna, el ngel era el mar y el duende, el

    duende era la sensacin que se apoder de mi al contemplarlos, embriagndome, cada vez mas

    de ellos.

    Me deje caer en la arena, deje que el agua cubriese mis piernas y contemple el cielo a placer. Las

    cuerdas y amarres me sirvieron de sinfona y la luna, se apoder de mi, trayndome recuerdos de

    un tiempo pasado y no olvidado.

    Tiempos donde ahora, me baaba de ella en compaa. Disfrutaba de su brillante claridad en

    unos brazos que me daban la vida y me baaba en el mismo mar.

    - No me hagas esto.

    Le implore, cuando el recuerdo de esos brazos mecindome en el agua, no era doloroso ni

    siquiera aorado. La luna me trajo otro tipo de emocin. La de esos brazos apretndome fuerte, la

    de unos labios bebindome y las de unas manos, que supieron como nadie, llevarme a la locura.

    - Que quieres de mi? Me tienes aqu y tu mar me baa.

    No hubo destello que contestacin me diese, la sinfona de las cuerdas siguieron

    acompandonos y otro cantar, llego a mis odos. El cantar dulce de los enamorados. Risas y

    carreras, besos y caricias, mas cuerpos que se cubren y giran por la dorada arena.

    Como apartar la mirada de tan bonita imagen? Imposible me fue, cuando gire mi rostro hacia

    ella y ella, la imponente caprichosa, me trajo unos versos:

    Ya no la quiero, es cierto, pero cunto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su odo.

    De otro. Ser de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

    Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

    Porque en noches como sta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido.

    Aunque ste sea el ltimo dolor que ella me causa, y stos sean los ltimos versos que yo le escribo.

    Neruda y su poema nmero veinte. La luna y sus risas calladas de pronto.

    - Dejalos amarse, como en otras noches me dejaste hacerlo a m.

    Pobre ilusa, no entend los verdaderos propsitos de la luna para esa noche. Neruda no me dio la

    pista, pero al girarme hacia los enamorados, dud.

    - Oh no....ni lo pienses. Es su momento.

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    Me queje a la luna, porque no soy ninguna voyeur, que encuentre placer en contemplar a otros

    amarse. Pero, en contra de todo, estaba excitada y an no lo vea.

    Vi sus caricias y sent sus risas, mientras rodaban por la arena. Creyndome a salvo, me re cara a

    la luna.

    - Ellos no te obedecen.A salvo de que? A salvo de nada. Ella es la diosa caprichosa y su capricho esa noche era yo y mi

    adis definitivo.

    Escuchndolos hablar bajo entre besos que por momentos se volvan sonoros, la arena bajo las

    palmas de mis manos, me record la ltima noche.

    Aquella, en la que su cuerpo cubra el mio y mis manos, buscaban ahogar gemidos atrapando fina

    arena.

    Estara ella recibiendo los besos que en aquella noche reciba yo?

    Gozara su cuerpo como lo hizo el mio?

    Estar tan excitada ella como yo lo empezaba a estar?

    Y ced, porque como mujer que es, es altanera y caprichosa. Gire mi rostro y ellos estaban

    demasiado cerca de mi. Tanto, que si alargaba mi brazo poda sentir el calor que sus cuerpos

    abrazados emitan.

    - Iros, marcharos de aqu.

    Quise gritarles, pero en verdad calle, y me deleite con lo armonioso de su unin.

    Ella no me vea y el me miraba todo el tiempo. Sin dejar de hacerlo, acarici el gemelo de la chica,

    avanz despacio por su pierna y subi su vestido.

    - Uhm- dos gemidos que la Luna ganaba. El de ella, al sentir tan deliciosa caricia y el mo,

    aorndola.

    Cerr los ojos, dos, tres o cuatro segundos y un ligero escalofro, me hizo sonrer. Poda sentirla y

    l lo saba, como quien nos alumbraba.

    - Oh no....a salvo de que? A salvo de nada.

    Estaba excitada y la fuerte y poderosa mano del chico anclada en el blanco muslo de ella, meexcito ms y ms. El continuaba mirndome y sonri cmplice, de la reina gitana.

    - Ms-murmure agarrando la mano de la lujuria. Quera ver ms de su blanca piel y quera ver el

    contraste con la morena de l.

    Embrujado como yo, se incorpor lo necesario para retirarle el vestido, descubriendo as, su

    hermosa blancura.

    - Ms- me imit, desnudndose ahora l y slo un paso quedaba para el excitante contraste.

    Se me corto la respiracin, cuando en ese preciso instante la chica me mir. Y lo hizo gustndose,

    agradndose por la segura admiracin lujuriosa de mi mirada puesta en ella.

    - Ms- murmur secundando la extraa secuencia iniciada por mi.

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    Alz su pecho, sin dejar de mirarme y las manos morenas se posaron en ellos, apretndolos.

    - Oh si....perd. Haz lo que quieras.

    Me rend as ante ella, la luntica que sobre nombra al resto. Deje que la excitacin se apoderase

    de mi y alcance la fase impudiosa, donde el deseo es placer.

    Desee ser yo quien apretase fuerte sus pechos, que fuese mi piel la que la acariciase en unlibidinoso contraste y se me dio.

    Porque a cada caricia, mis manos sentan esa blanca piel, tocndome a mi misma.

    - Uhm- tres gemidos recibi, cuando obedec a sus miradas y me desnude para ellos tres.

    A cada roce un suspiro, a cada caricia un temblor, a cada milmetro de placer al descubierto, un

    arder.

    Arder para ellos y para ella. Tres cuerpos, dos en contacto y uno baado.

    - Agh...lo tienes...aqu lo tienes.

    Abr mis piernas ofrecindome, eso slo pudo verlo ella. Henchido como los pechos de la chica,

    rojo como los labios de el y empapado como mis ojos lo estaban de recuerdos.

    Envuelta en la locura, volv a mirarlos. Ella abierta como yo y el esperando que lo mirase para

    hundirse entre sus piernas.

    Olas de agua mecindome, olas de placer enloqueciendome.

    As fue la noche, en que me di a la gitana luna y sus dos esclavos benefactores.