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Doctrina Social de la Iglesia

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INTRODUCCIN

INTRODUCCIN

Los cristianos viven en la sociedad y son parte de ella. Son ciudadanos corrientes, pero su actuacin social, siendo personal y responsable, ha de ser coherente con su fe y con la recta razn. Los Papas han insistido en ello, especialmente desde finales del siglo XIX, proporcionando principios morales para el orden social, junio a criterios de juicio sobre determinados sistemas, estructuras o prcticas vigentes en la vida social y algunas directrices de accin para contribuir a mejorar la sociedad. Lo han hecho a travs de Encclicas, Exhortaciones apostlicas, Cartas, Radiomensajes, y otros documentos. Se trata de un conjunto de textos sustentados en una tradicin vivida por los catlicos en las cambiantes circunstancias de la sociedad en la que-se desenvuelven; estn anclados en la fe y contienen un rico humanismo, el cual es estimado tambin por muchos no catlicos.

Inicialmente se ocuparon de la denominada cuestin obrera y de otros aspectos de la situacin social a finales del siglo XIX, pero hoy estas enseanzas se han ensanchado considerablemente, llegando a constituir un amplio cuerpo doctrinal de gran coherencia que suele designarse como Doctrina social de la Iglesia Esta doctrina incluye desde principios bsicos del orden social hasta aspectos concretos de la vida social, como son la dignidad y los derechos de la persona humana, la concepcin de la sociedad civil y las sociedades intermedias; familia, educacin y cultura; trabajo, empresa, mercado y economa; misin y lmites del Estado y de los gobiernos, medios de comunicacin social, organizacin social y poltica, defensa del medio ambiente y de la paz, desarrollo de los pueblos, cooperacin internacional y varios otros.

Los Romanos Pontfices han exhortado en numerosas ocasiones a conocer y, sobre todo, a poner en prctica la doctrina social de la Iglesia. Es una exigencia de coherencia y de lealtad cristiana. En palabras del Beato Josemara, la fidelidad al Romano Pontfice implica una obligacin muy clara y determinada: la de conocer el pensamiento del Papa, manifestado en Encclicas y en otros documentos, haciendo todo cuando est de nuestra parte para que codos los catlicos atiendan el magisterio del Santo Padre, y acomoden a esas enseanzas su actuacin en la vida

Nuestro propsito al escribir este pequeo libro ha sido precisamente contribuir a divulgar dichas enseanzas, con especial nfasis en los desarrollos doctrinales del Concilio Vaticano II y las enseanzas de los ltimos Papas, muy prximas a la situacin actual. Sin embargo, se ha procurado recoger tambin los puntos ms significativos del pensamiento social de los Romanos Pontfices, a partir de Len XIII.

El carcter introductorio de este libro, junto con la enorme extensin que han alcanzado los documentos sociales pontificios, ha hecho necesario centrarse en algunos temas, dejando otros de lado. Por la misma razn, las cuestiones tratadas se han limitado a exposiciones elementales, pensando en un tipo de lector de cultura media, aunque procurando desarrollar los temas con rigor y claridad.

Se incluyen numerosas citas o extractos de documentos pontificios con el objeto de presentar con la mayor fidelidad posible las enseanzas de los Papas. El lector encontrar tambin una amplia seleccin de textos del Catecismo de la Iglesia Catlica que permiten exponer, con precisin, concisin y autoridad, sntesis doctrinales que, de otro modo, podran resaltar excesivamente largas o complejas. En cambio, apenas se encontrarn comentarios de telogos, tratadistas y pensadores, ya que alargaran la exposicin ms all de los lmites previstos. La bibliografa incluida al final del libro es tambin introductoria. Est limitada a obras en lengua espaola y, en la mayora de casos, se refiere a libros editados con posterioridad a 1988. Se detallan los que hemos considerado como documentos del magisterio social de la Iglesia ms importantes para nuestro tiempo, junto a introducciones y manuales de doctrina social de la Iglesia y algunos estudios especficos que, en su mayora, recogen comentarios a los ltimos documentos pontificios.

Confiamos que escs pginas puedan abrir horizontes y animen al lector o lectora a acudir a los documentos pontificios completos que ms le interesen por su temtica o contenidos, as como a exposiciones sistemticas ms amplias.

Captulo I

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El cristiano que vive en el mundo debe ser consciente del valor y luz de la fe que le gua a actuar, ya que le revela la verdad ltima sobre el hombre y su destino, y en consecuencia le orienta en sus acciones.

Cristo manifiesta la verdad del hombre y su destino eterno, y esta verdad abarca al hombre entero, tambin en su dimensin social. El seguimiento de Cristo no conduce a un espiritualismo desencarnado, despreocupado de las realidades humanas. Por el contrario, lleva a buscar la verdad y a trabajar por la verdad, tambin en el orden temporal.

En este proceso, el Magisterio de la Iglesia, al proponer la Revelacin cristiana, defenderla y aplicarla, contribuye a la formacin de la conciencia para actuar en la vida social segn el querer de Dios. A este propsito, ha escrito el Papa Juan Pablo II: Sentimos profundamente el carcter impulsivo de la verdad que Dios nos ha revelado. Advertimos en particular el gran sentido de responsabilidad ante esta verdad. La Iglesia, por institucin de Cristo, es su custodia y maestra, estando precisamente dotada de una singular asistencia del Espritu Santo para que pueda custodiarla fielmente y ensearla en su ms exacta integridad (cf. Jn 14, 26).

Ante las diversas circunstancias humanas los fieles cristianos reflexionan a la luz de la fe y de la razn, apoyados en las enseanzas de los Papas y de los dems obispos en comunin con el Romano Pontfice, quienes en virtud de su responsabilidad ante la verdad, ensean como maestros autnticos en materia de fe y costumbres.

Naturaleza de la doctrina social de la Iglesia

En este contexto se han desarrollado un conjunto de enseanzas relativas a la vida social, presentadas por la Iglesia para iluminar la conducta cristiana de los fieles y de todas las personas de buena voluntad. Estas enseanzas han llegado a constituir un coherente cuerpo doctrinal que se conoce como Doctrina social de la Iglesia, y se contienen en diversos documentos, entre los que destacan las encclicas pontificias, que son cartas-circulares relativamente extensas. Este gnero documental ha sido ampliamente empleado por los Papas desde finales del siglo XIX en su carea de pastores y maestros de la Iglesia universal.

La doctrina social no ha surgido de repente. Por el contrario, se ha gestado paulatinamente, a partir de sucesivas intervenciones del Magisterio de la Iglesia ante circunstancias concretas especialmente desde finales del siglo XIX, para iluminar desde la fe cristiana las cuestiones sociales y las crisis planteadas en diversos momentos histricos. Sin embargo, sus contenidos no slo tienen inters histrico. Junto a consideraciones y juicios sobre problemas particulares, los documentos pontificios presentan tambin principios y orientaciones morales para la vida social, econmica y poltica que mantienen; su vigencia a lo largo del tiempo.

A veces, se emplea la expresin enseanzas sociales de la Iglesia con un significado prcticamente equivalente a doctrina social de la Iglesia. Habra que precisar, sin embargo, que al hablar de enseanzas el nfasis recae ms sobre el aspecto histrico y practico de los contenidos.

La DSI no debe confundirse con el denominado pensamiento social catlico, el cual comprende un conjunto de aportaciones sobre la vida social procedente de diversas escuelas de pensamiento catlico, que anticipan, desarrollan o incluso van ms all de los contenidos de los documentos oficiales. El pensamiento social catlico est constituido por una acumulacin de estudios, interpretaciones, sistemtica y aplicaciones de la DSI, en muchos casos de gran inters. Sin embargo, a diferencia de la DSI, tales contenidos no poseen la autoridad del Magisterio de la Iglesia.

En la doctrina social de la Iglesia se aprecian tres grandes elementos bsicos:

Principios de reflexin, que constituyen los elementos fundamentales de la DSI. Sealan las bases que se han de respetar para construir una convivencia social segn criterios universales que puedan ser aceptados por todos.

Criterios de juicio para valorar la realidad social. Esos criterios estn fundamentados sobre los anteriores principios y evalan o permiten evaluar sistemas sociales, estructuras sociales (como instituciones y otras realizaciones prcticas) y situaciones concretas.

Directrices de accin para orientar la actividad de los cristianos en la vida social.

Al analizar los textos pontificios pueden distinguirse con relativa facilidad los que son principios de reflexin, criterios de juicio y directrices de accin, ya sea por la propia exposicin o por el contexto en los que aparecen.

La misin de la Iglesia en el orden temporal

La primera cuestin que se plantea es si la Iglesia tiene alguna misin en el orden temporal, es decir, en todo aquello que acompaa el caminar del hombre en la tierra en su realidad histrica y social. El orden temporal comprende, entre otros elementos, la vida humana, la familia, el trabajo, la cultura, las comunicaciones sociales, las instituciones de la comunidad poltica, las relaciones internacionales, el progreso cientfico y tcnico, los conflictos humanos, la guerra y la paz... Son realidades que, en su aspecto moral y religioso, de hecho son objeto de las enseanzas sociales de la Iglesia.

La respuesta a esta cuestin hay que encontrarla en la voluntad de Cristo. Como el Padre me envi, as os envo yo, dir Jess a los Apstoles despus de la Resurreccin. Son palabras que, junto con otras, expresan que la Iglesia ha de prolongar la misin de Cristo en el mundo.

La misin de Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, consisti en inaugurar el Reino de los cielos, revelarnos el misterio de Dios y de su amor y, con su obediencia, realizar la Redencin del gnero humano. La Iglesia recibi la misin de anunciar este Reino, que es tambin el reino de Cristo y de Dios, e instaurarlo en todos los pueblos. Ella misma constituye el germen y el principio de ese Reino.

Jess declara de modo explcito, ante Pilato, que su reino no es de este mundo, lo cual podra interpretarse como que el mensaje cristiano es completamente ajeno al orden temporal. Pero no es as. Es significativo que inmediatamente despus de que Cristo afirmara que su reino no era de este mundo, aadiera que su misin era dar testimonio de la verdad; Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad, y la verdad se extiende cambien al orden temporal. El orden temporal que conocemos sufre las consecuencias del pecado original. La Sagrada Escritura expresa la complacencia de Dios tras la creacin: Y vio Dios todo lo que haba hecho y era muy bueno. Pero, posteriormente, el pecado original introdujo el desorden en el mundo. Este desorden sigue manifestndose hoy en actuaciones humanas, situaciones y estructuras sociales que no favorecen el desarrollo del hombre, ni la vocacin a la santidad con la que han sido llamadas rodas las personas.

La obra redentora de Cristo, aunque de suyo se refiere a la salvacin de los hombres, se propone tambin la restauracin de todo el orden temporal: Dios-Padre ha querido reconciliar en Cristo codas las cosas. Por tanto, la misin de la Iglesia, igual que la de Cristo, es sobrenatural y tiene por fin la salvacin de los hombres, pero incluye tambin la recta ordenacin de las realidades temporales.

En la misin de la Iglesia podemos, pues, distinguir dos aspectos:

En primer lugar, manifestar a todos con palabras y con obras el mensaje de Cristo (apostolado y predicacin) y comunicar su gracia (sacramentos).

Por otra parte, impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espritu evanglico. En este segundo aspecto se inserta la DSI, orientada al desarrollo autntico del hombre y de la sociedad para que se respete y promueva la persona humana en todas sus dimensiones, y se la ponga as en condiciones ms favorables para responder a su vocacin a la santidad.

El Magisterio y los fieles laicos en el orden temporal

Impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espritu evanglico, es tarea de toda la Iglesia, aunque de modos distintos:

Al Magisterio de la Iglesia compete ser testigo de la verdad divina e iluminar la actuacin de los dems fieles con sus enseanzas en materia de fe y costumbres y atenindose siempre a la Revelacin, tambin en lo que se refiere al orden temporal.

Estas enseanzas iluminan la actuacin de los fieles laicos, que procuran la santificacin de las realidades temporales con iniciativa y responsabilidad personal, pero guiados siempre por su conciencia cristiana.

Al Papa y dems obispos corresponde la funcin magisterial: como afirma el Concilio Vaticano II, los obispos, cuando ensean en comunin con el Romano Pontfice, deben ser respetados por todos como testigos de la verdad divina y catlica. Sin embargo, de ordinario, no corresponde a ellos, ni tampoco a los dems ministros sagrados o a los religiosos la gestin de asuntos seculares.

Son los fieles laicos quienes deben hacer efectivo el mensaje social cristiano en la ordenacin de la sociedad: A los laicos corresponde, por propia vocacin, tratar de obtener el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenndolos segn Dios (...) a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que estn estrechamente vinculados, de (al modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para gloria del Creador y del Redentor.

Unidad en la doctrina y pluralidad, en las soluciones

La misin sobrenatural de la Iglesia exige, pues, su intervencin en el orden temporal en aspectos morales o religiosos. Pero sera un abuso pretender que la Iglesia se comprometiera con ideologas, programas o sistemas, porque ira ms all de su misin. El Magisterio de la Iglesia no presenta soluciones tcnicas para la resolucin de los problemas sociales. Tampoco propone sistemas o programas econmicos o polticos ni manifiesta preferencias partidistas, con tal que la dignidad humana sea debidamente respetada y promovida y ella pueda ejercer su ministerio en libertad. Sin embargo, la Iglesia reivindica su derecho y su deber de juzgar con autoridad acerca de los aspectos morales y religiosos del orden temporal: Compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden social, as como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvacin de las almas.

El Magisterio de la Iglesia no se aparra de su misin cuando se pronuncia acerca de cuestiones relativas a la promocin de la justicia en las sociedades humanas, pero la Iglesia procura, y ha de procurar, que su misin no quede absorbida por las preocupaciones de orden temporal, y menos an que se reduzca a ellas.

Los juicios del Magisterio no se refieren, por tanto, a cuestiones tcnicas, econmicas o polticas, sino a la dimensin tica de la realidad. Son los laicos, junto con los dems ciudadanos, quienes han de promover soluciones concretas actuando con conciencia cristiana y aceptando la responsabilidad inherente a sus decisiones. La DSI ayuda a actuar bien, pero no sustituye la creatividad ni el esfuerzo personal o colectivo para encontrar soluciones adecuadas.

La fe cristiana tiene una proyeccin social por mucho que lo nieguen ciertas ideologas laicistas que atacan a la Iglesia por proclamar los principios morales o emitir juicios cuando es conculcada la dignidad humana o se pone en riesgo la salvacin de las almas. Pero tampoco es de recibo un clericalismo que imponga soluciones catlicas a los problemas en los que cabe una pluralidad de soluciones, todas ellas inspiradas en la fe y en las enseanzas de la Iglesia.

Los cristianos deben llevar a cabo su actuacin social en coherencia con las enseanzas de Cristo y de su Iglesia. Sin embargo, ame los problemas planteados, a veces caben soluciones muy diversas todas igualmente cristianas. Hay, pues, unidad en. la doctrina y pluralidad en las soluciones a los problemas. Esto exige que cada uno asuma su responsabilidad personal, sin comprometer a la doctrina de la Iglesia en las opciones personales. En este sentido, el Beato Josemara Escriv exhorta a actuar con mentalidad laical, apuntando tres manifestaciones prcticas: ser lo suficientemente honrados para pechar con la propia responsabilidad personal; ser lo suficientemente cristianos para respetar a los hermanos en la fe, que proponen en materias opinables soluciones diversas a las que cada uno de nosotros sostiene; y ser lo suficientemente catlicos, para no servirse de nuestra madre la Iglesia, mezclndola en banderas humanas.

La doctrina social, en el mbito de la teologa moral

La doctrina social de la Iglesia acoge e investiga la realidad social a la luz de la divina Revelacin, es decir, del conocimiento de Dios que se manifiesta a los hombres, al tiempo que responde a las exigencias de la razn humana. Su objetivo principal es interpretar las realidades sociales, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio ensea acerca del hombre y su vocacin terrena y, a la vez, trascendente, para orientaren consecuencia la conducta cristiana. Ha sido elaborada por el Magisterio, a partir de la Revelacin, reflexionando sobre los problemas sociales y bajo la asistencia del Espritu Santo, contando tambin con las aportaciones de las ciencias sociales y con la experiencia de la comunidad cristiana que coma conciencia de los problemas del mundo en que vive. Por ello puede considerarse, con toda razn, incluida en el mbito de la teologa y, ms concretamente, de la teologa moral, La DSI va, pues, ms all de la filosofa y de las ciencias sociales, aunque aprovecha sus aportaciones. Lo que se propone es ayudar al hombre en el camino de la salvacin. Por pertenecer al mbito de la teologa moral, la DSI no es una ideologa. Las ideologas ofrecen un conjunto de ideas sobre la realidad o proporcionan modelos para la accin social o poltica. Surgen de concepciones hipotticas del mundo, o de intereses particulares o colectivos, a partir de las cuales se interpreta la realidad social y se promueve la accin. La DSI, en cambio, busca un conocimiento de la realidad desde la fe y ayudada por la razn. Este conocimiento se sita en el plano tico y no en el sociolgico o en el poltico. Por ello, y a diferencia de las ideologas, la DSI no incluye modelos, sistemas ni programas de accin.

Fundamentos antropolgicos de la doctrina socialLa DSI tiene una fundamentacin antropolgica en un doble sentido, por su origen y por su finalidad. Dicho en otras palabras, parte de una concepcin del hombre y se desarrolla con vistas al hombre.

Aleccionada por la Revelacin, la Iglesia propone a rodos lo que tiene como propio: una visin global del hombre y de la humanidad. Es una visin de gran importancia, ya que solamente la fe le revela plenamente su identidad verdadera (del hombre), y precisamente de ella arranca la doctrina social de la Iglesia. Al propio tiempo, presenta principios y criterios necesarios para resolver los problemas de la convivencia humana.

Sin embargo, algunos proponen prescindir por completo del conocimiento del hombre que da la fe cristiana para resolver los problemas humanos o sociales, argumentando que la sociedad actual es pluralista y no todos comparten la misma fe. Cierto, pero eso no ha de ser bice para que los creyentes profundicen en las exigencias morales del orden social desde la fe, las presenten a los dems y las defiendan cuando estn en juego bienes comunes. Lo contrario sera prescindir de la verdad ms profunda del hombre con codas sus consecuencias, tambin sociales y, sobre todo, no corresponder a la voluntad de Dios.

Por lo dems, los contenidos de las enseanzas sociales de la Iglesia pueden explicarse, entenderse y aceptarse como algo coherente y bien estructurado. Sus afirmaciones sobre el hombre y la sociedad son acordes con la experiencia comn y mucha gente sensata aprecia el valor de sus postulados para hacer ms humana la sociedad y para orientar la conducta hacia la plenitud humana. La Iglesia, segn una feliz expresin de Pablo VI, es experta en humanidad y una voz moral ampliamente reconocida para hacer frente a los problemas del mundo.

Mas an, la dimensin teolgica se hace necesaria para interpretar y resolver los actuales problemas de la convivencia humana. Lo cual es vlido hay que subrayarlo tanto para la solucin atea, que priva al hombre de una parte esencial, la espiritual, como para las soluciones permisivas o consumsticas, las cuales con diversos pretextos traan de convencerlo de su independencia de coda ley y de Dios mismo, encerrndolo en un egosmo que termina por perjudicarle a l y a los dems.

Por otra parte, la nica finalidad que gua a la Iglesia es la atencin y la responsabilidad hacia el hombre, confiado a la Iglesia por Cristo mismo: Ninguna ambicin terrena mueve a la Iglesia, sino que pretende una sola cosa: bajo la gua del Espritu Santo, continuar la obra del mismo Cristo, que vino al mundo para dar testimonio de la verdad (Jn 3,17), para salvar, v no para condenar; para servir, y no para ser servido (Mt 20,28; Me 10,45).

Presupuestos cristolgicos y eclesiolgicos

La Iglesia se alimenta del misterio de Cristo. Por ello, la doctrina social de la Iglesia est en estrecha relacin con cuanto se contiene en este misterio, que no es otro que el del Verbo Encarnado y Redentor. Al tomar la naturaleza humana, el Verbo de Dios ha entrado en la historia humana y ha devuelto a la descendencia de Adn la semejanza divina deformada por el primer pecado. Cristo, el nuevo Adn, en la misma revelacin del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocacin .

La misin de Cristo pone de manifiesto que la verdadera dignidad del hombre se encuentra en un espritu liberado del mal y renovado por la gracia. Continuar la misin de Cristo supone trabajar para lograr que el orden social respete la dignidad de rodos y facilite que cada persona pueda verse libre del mal y cumplir su vocacin como ser humano llamado a ser hijo de Dios.

Junto a estos presupuestos cristolgicos, la DSI cuenta tambin con la tradicin viva de la Iglesia. Una tradicin que alienta un orden social justo y de firme preocupacin por las necesidades de todos, y especialmente de los ms dbiles. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha abrazado a los afligidos por la debilidad humana, viendo en las personas necesitadas la imagen de Cristo. Lo ha realizado a travs de acciones individuales, promoviendo instituciones apropiadas y favoreciendo determinadas directrices de accin. En los ltimos siglos, a travs de su doctrina social, el Magisterio ha insistido en la necesidad de vivir un amor preferencial por los pobres y de participar en la vida social para construir un mundo mejor, ms cristiano y, por ello, tambin ms humano.

La doctrina social en la misin evangelizadora

La doctrina social es parte del anuncio del mensaje cristiano. La Iglesia anuncia a Dios y su misterio de salvacin en Cristo a todo hombre y, por la misma razn, revela al hombre a s mismo. La DSI se inserta en la misin evangelizadora de la Iglesia y, por tanto, es tambin un aspecto del apostolado de los fieles. La DSI tiene de por s el valor de un instrumento de evangelizacin. Y es que para la Iglesia ensear y difundir la doctrina social pertenece a su misin evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano.

El ejercicio del ministerio de evangelizacin en el campo social es un aspecto de la funcin proftica de la Iglesia. En ocasiones se ejerce como denuncia de males e injusticias y muchas otras como un anuncio orientador. En realidad, el anuncio es siempre ms importante que la denuncia, ya que sta no puede prescindir de aqul, que le brinda su verdadera consistencia y la fuerza de su motivacin ms alta. Como afirmaba el Papa Juan XXIII, la doctrina social profesada por la Iglesia catlica es algo inseparable de la doctrina que la misma ensea sobre la vida humana.

El estudio de la doctrina social es un acicate para la accin. "Hoy, ms que nunca escribe Juan Pablo II, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se har creble por el testimonio de las obras anees que por su coherencia y lgica interna.

La Iglesia, con su doctrina social, intenta guiar a los hombres para que ellos mismos, con la ayuda de la propia razn y de las ciencias humanas, den una respuesta a su vocacin de constructores responsables de la sociedad. La actuacin social del cristiano ha de ser creativa y responsable. Ante las variadas situaciones en las que se encuentra el cristiano, la DSI proporciona juicios concretos y una orientacin moral. De este modo, se sita en el cruce entre la vida, la conciencia cristiana y las situaciones del mundo.

La actuacin social del cristiano ha de respetar tambin la libertad de los dems, que Dios mismo ha querido para sus hijos. Este respeto por la libertad ajena no es opuesto a la bsqueda de la verdad ni a la lucha por la justicia. En su accin evangelizadora, los cristianos han de armonizar la defensa de la verdad con el respeto a la libertad. La Iglesia, al ratificar constantemente la trascendente dignidad de la persona, utiliza como mtodo propio el respeto de la libertad.

Un ltimo aspecto de la evangelizacin surge al descubrir que la doctrina social es un lugar de encuentro con otros cristianos y aun con personas no cristianas. La Iglesia invita a otras confesiones cristianas y a las grandes religiones del mundo a dar un testimonio unnime de las comunes convicciones acerca de la dignidad de la persona humana. En la prctica, la aplicacin de la DSI permite diversos modos de colaboracin con personas alejadas de Dios en acciones en favor del bien de las personas y de la sociedad. Por ello, puede suponer una posibilidad de testimonio y trato apostlico con personas sin fe.

A la vista de lo que ha sido dicho, se comprende que el estudio y la difusin de la DSI haya sido recomendado repetidamente por el Magisterio. Es una parte importante de la formacin cristiana que los fieles necesitan, tanto para s mismos como para evangelizar. En muchas ocasiones, la falta de estudio o de asimilacin de la doctrina social lleva a una doble vida: la vida de piedad, por una parte, y por otra la actividad profesional, social o poltica movida por enfoques ajenos a la moral cristiana.

En el ltimo Concilio, se constataba que el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerada como uno de los ms graves errores de nuestra poca. Este problema sigue siendo actual y, en muchas ocasiones, es debido a la ignorancia.

La doctrina social, por otra parte, tiene una importante dimensin interdisciplinar. Su estudio facilita el dilogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, incorpora sus aportaciones y les ayuda a abrirse a horizontes ms amplios al servicio de cada persona, conocida y amada en la plenitud de su vocacin.

Liberacin salvfica y liberacin humana

El Evangelio de Jesucristo es mensaje de libertad y fuerza de liberacin. Hay, pues, una autntica teologa de la liberacin. La liberacin de Cristo es, ante todo, liberacin de la esclavitud radical del pecado. Su finalidad es la libertad de los hijos de Dios (liberacin salvfica). Sin embargo, la liberacin obrada por Cristo reclama tambin la liberacin de mltiples esclavitudes de orden cultural, econmico, social y poltico (liberacin humana), que, en definitiva, derivan del pecado y constituyen obstculos para que el hombre viva segn su dignidad.

Es importante no confundir liberacin salvfica con liberacin humana. Por ello, son inaceptables determinadas teologas de la liberacin, que todava subsisten con mayor o menor fuerza en algunos pases, basadas en filosofas de corte marxista, las cuales reducen la liberacin cristiana a mera liberacin de estructuras sociales injustas.

Frente a visiones politizadas de la misin de la Iglesia, que pretenden comprometerla en opciones polticas, la DSI recalca que ninguna realizacin temporal se identifica con el Reino de Dios, aunque tambin seala que las realidades temporales reflejan y anticipan la gloria de este Reino.

La doctrina social pone de relieve que hay unidad y distincin entre evangelizacin y promocin humana. Unidad, porque ambas buscan el bien coral del hombre, y distincin por que estas dos tareas forman parte, por ttulos diversos, de la misin de la Iglesia.

Fuentes de la doctrina social

Si la DSI nace de la consideracin de la sociedad humana desde la fe, su fuente principal ha de estar en la Revelacin. La Revelacin, contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradicin, es interpretada autnticamente por el Magisterio de la Iglesia. La propia fe alumbra con luz nueva todas las cosas y orienta al espritu a buscar soluciones plenamente humanas.

Adems de la Sagrada Escritura y la Tradicin, la DSI cuenta tambin con el Magisterio de la Iglesia acumulado a lo largo del tiempo y con el continuo discernimiento de los nuevos acontecimientos, escrutando los signos de los tiempos que el propio Magisterio realiza juntamente con el pueblo de Dios y guiado por el Espritu Santo.

Sagrada Escritura y TradicinLa Sagrada Escritura y la Tradicin contienen abundantes textos relativos al orden social. En algunos casos son presentados directamente y en muchos otros se deducen de la concepcin implcita del ser humano que aparece en sus enseanzas.

En los textos del Antiguo Testamento, que constituyen un anticipo y una introduccin necesaria a los del Nuevo Testamento, aparece un mensaje social desde la creacin del hombre hasta su vida en sociedad y el dominio de la creacin por el trabajo. Tambin se pone de manifiesto en la liberacin del pueblo de Dios, en las diversas instrucciones del pueblo de Israel, en las exhortaciones de los profetas y en los Salmos.

Las enseanzas de Jess, sus dichos y sus hechos, contienen verdades que han inspirado el pensamiento social de la Iglesia a lo largo de los siglos.

Estas enseanzas se reafirman y desarrollan en diversos pasajes de las Carras de los Apstoles incluidas en el Nuevo Testamento. Por su parte, los Padres de la Iglesia aplican el mensaje social del Evangelio a los problemas de su poca. El valor de los escritos patrsticos sobre temas sociales se encuentra en los mismos contenidos formales de esos escritos, pero de modo ms profundo, es de gran inters considerar su modo de afrontar los problemas concretos a la luz de las enseanzas evanglicas. Con ello, marcan una pauta que ser seguida por los telogos y por el propio Magisterio en los siglos venideros.

El Magisterio de la IglesiaLa Iglesia recibi de Cristo la autoridad divina de interpretar autnticamente la Revelacin y la ley moral en su conjunto. En la ley moral se incluye la ley natural, que es tambin expresin de la voluntad de Dios.

El Magisterio de la Iglesia, cumpliendo este deber, ha desarrollado el cuerpo de doctrina amplio y coherente, del que venimos hablando, para dar respuesta a los problemas humanos y sociales planteados en cada momento histrico. En la DSI hay algunos elementos permanentes, ms directamente ligados al mensaje evanglico, y otros elementos cambiantes, ligados a determinadas descripciones de la realidad o a circunstancias histricas pasajeras. Es, pues, necesario distinguir los elementos permanentes de los contingentes.

Hay continuidad y, al mismo tiempo, una constante renovacin: continuidad y renovacin son prueba de la perenne validez de la enseanza de la Iglesia. La repeticin y la fuerza con que se presentan las enseanzas, junto con otros criterios interpretativos habituales en los textos del Magisterio, ayudan a descubrir los principios y dems elementos permanentes de la DSI.

El Magisterio pontificio sobre las cuestiones sociales es completado por el Magisterio episcopal, que intenta llevar las reflexiones y enseanzas ms generales a la aplicacin prctica en una determinada situacin histrico-cultural y en una regin geogrfica. En ocasiones son los obispos individualmente quienes presentan sus enseanzas, mientras que otras veces son las Conferencias Episcopales las que emiten documentos de doctrina social.

La interpretacin cristiana de los signos de los tiempos

Una ltima fuente de la DSI lo constituye el discernimiento de los denominados signos de los tiempos, expresin que tiene un significado muy amplio. Se incluyen en l acontecimientos histricos, sensibilidades sociales, cambios culturales.

La Iglesia, viviendo en la historia, debe escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio. Lo hace tratando de discernir los signos verdaderos de los planes de Dios en los acontecimientos, exigencias y deseos humanos, en los cuales los cristianos participan con otros cristianos.

Para ayudar a escrutar los signos de los tiempos, la DSI se apoya en las disciplinas que se ocupan del hombre, incorporado crticamente sus aportaciones, y, sobre todo, en la experiencia comn vivida en cada momento histrico. De este modo, el corpus doctrinal renovado de la DSI se va articulando a medida que la Iglesia, en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espritu Santo, lee los hechos segn se desenvuelven en el curso de la historia.

La innegable importancia de los signos de los tiempos no debe hacer olvidar que en s mismos, estos signos no son fuente de la DSI, sino su discernimiento a la luz de la Revelacin cristiana.

No es que la doctrina cambie en lo substancial para adaptarse a los signos de los tiempos, sino que la doctrina se desarrolla y enriquece para iluminar las nuevas realidades sociales que aparecen en cada momento histrico, para que se abran a Cristo. Por ejemplo, la falta de aprecio a la grandeza de la transmisin de la vida en algunas sociedades es un signo de los tiempos que lleva al Magisterio a profundizar en su doctrina, recogiendo y respondiendo a las objeciones presentadas y considerando los datos sociolgicos. Pero la doctrina de la Iglesia, sobre el valor de la vida humana no puede cambiar por estas objeciones ni por las encuestas de opinin, por muy contrarias que sean a la cultura de la vida.

Desarrollo histrico de la doctrina socialEn la Tradicin viva de la Iglesia, desde los primeros tiempos ha estado presente la dimensin social del Evangelio. En los Padres de la Iglesia encontramos numerosas referencias al sencido social de la virtud de la justicia, y los grandes Doctores de la Iglesia, como San Agustn y Santo Toms de Aquino, tambin se ocuparon en muchos aspectos de lo que ahora denominamos moral social. Pero fue a partir del Papa Len XIII cuando la doctrina social de la Iglesia adquiri un notable desarrollo. Surgi del encuentro entre el Evangelio y la sociedad industrial moderna y tuvo como marco la denominada cuestin social.

Las intervenciones de Len XIII estuvieron precedidas por diversas llamadas de catlicos clrigos y laicos a la transformacin social. Este Papa nos ha legado varias encclicas importantes, entre las que destaca la Rerum novarum (1891) sobre la situacin de los obreros creada por la revolucin industrial.

En 1931, tras la gran depresin del 29 y ante profundos cambios en la sociedad, Po XI escribe la encclica Quadragesimo anno, sobre la reconstruccin del orden social. Pone diversas objeciones al fascismo en la encclica Non abbiamo bisogno (U31); condena el nazismo y la forma de estado totalitario erigido en base al principio racial en la Mit brennender sorge (937) y, en la Divini Redemptoris (1937), condena igualmente el comunismo ateo como intrnsecamente perverso.

Po XII pronunci memorables radiomensajes. Entre ellos destacan dos: La Solennita (1941), con motivo del cincuentenario de la Rerum novarum, que versaba sobre el orden socioeconmico, y el radiomensaje Benignitas et humanitas (Navidad 1944), donde establece las condiciones para un recto ejercicio de la democracia.

Juan XXIII ha dejado dos importantes encclicas: la Mater et magistra (1961), sobre el cristianismo y el progreso social y Pacem in terris (1963), sobre los derechos humanos, la convivencia social y la paz. Juan XXIII ampla la visin de la DSI a los problemas sociales mundiales.

La doctrina social del Concilio Vaticano II, que profundiza y ampla las enseanzas anteriores, se encuentra principalmente en la Constitucin pastoral Gaudium et spes (1965). Tambin en otros documentos relativos a la libertad religiosa, a las comunicaciones sociales, a la educacin o al apostolado de los laicos hay abundantes referencias de doctrina social.

Desde el Concilio Vaticano II, la DSI tiene cada vez una mayor amplitud, uniendo la tradicional preocupacin por el orden econmico, social y poltico a una creciente atencin a otros temas, como la cultura, la familia, la educacin y los medios de comunicacin social.

El Magisterio social de Pablo VI est contenido, entre Otros documentos, en la encclica Populorum progressio (1967), sobre el desarrollo de los pueblos, y en la carta Octogesima advenme (1971), que es una llamada a la accin ante las ideologas contemporneas y otros problemas.

Juan Pablo II relanza la DSI, despus de varios aos en que sufre cierto retraimiento, con varias encclicas de gran calado: la Laborem exercens (1981), sobre el trabajo, la Sollicitudo rei socialis (1987), sobre el desarrollo, y la Centesimus agnus (1991), sobre el orden econmico, la cultura y el Estado. Tambin ha publicado asimismo otros documentos estrechamente relacionados con la moral social. Concretamente, las encclicas Veritatis spiendor ("1993), sobre los fundamentos de la moral cristiana, y Evangelium vitae (1995), sobre el derecho a la vida; la Carta a las Familias (1994), las exhortaciones apostlicas Familiaris consortio (1982), sobre la familia, Christifideles laici (1988), sobre los laicos, y Mulieris dignitatem (1988), sobre la dignidad de la mujer.

En el pontificado de Juan Pablo II, y bajo su aprobacin expresa, se publicaron dos destacables instrucciones de la Congregacin para la Doctrina de la Fe para hacer frente a determinadas teologas de la liberacin que pretendan sustituir la DSI por la lucha de clases: la Libertatis nuntius (1984) y la Libertatis conscientia (1986). Tambin la Comisin pontificias Justitia et pax ha publicado importantes documentos sobre diversos problemas sociales, como la deuda internacional, el problema de los sin techo, el comercio internacional de armas, el racismo y el reparto de la tierra.

El Magisterio episcopal espaol ha publicado diversos documentos sociales en poca reciente. Entre ellos destacan: Constructores de la paz (1986), Los catlicos en la vida pblica.(1986), La verdad os har libres (1990) y Moral y sociedad democrtica (1996). San Josemara Escriv, Forja, Rialp, Madrid 1986, n. 633.

Cf. LG 25.

Cf. OA 4; LC 72; SRS 3 y CCE 2423.

Cf. LC 74.

Jn 20, 21.

Cf. LG 5.

Cf. Jn 18, 36.

Jn 18, 37.

Gn 1, 31.

Cf. Gn 3, 15-19.

Cf. LG, cap. V.

Cf. Col 1, 20.

Cf. AA 6-7.

LG 25.

LG 31.

CF. SRS 41

CIC c. 747,2; CCE 2032.

Cf. Conversaciones con Mons. Escriv de Balaguer, Rialp, Madrid 1968.

Cf. SRS 41.

Cf. SRS 41, CA 55

Cf. CA 54

Cf. SRS 41

Cf. PP 13

CA 54

CA 55.

GS 3.

GS 22.

Cf. Mt 25 40

Cf. CCE 2443-2449.

Cf. CCE 1888; 1913-1917.

CA 54.

CA 5.

SRS 41.

MM 246.

CA 57.

Cf. SRS 1.

Cf. CA 59.

CA 46.

Cf. SRS 47; CA 60.

Cf. CA 56, SRS 41, MM 246, etc.

GS 43.

CA 59.

CA 59; OA 40.

De esta cuestin se ha ocupado por extenso la LN III, 4 y, sobre todo, la LC.

Cf. LN 1.

Cf. LN, especialmente, cap. IX.

Cf. SRS 48; GS 39, 45; PP.

Cf. LC 64.0.

DV 10.

Cf. DV 9-10; HV 4; CA 5; GS 63.

Cf. SRS 3; CA 2 in fine.

SRS 3; MM 245.

Cf. GS 4; PP 13.

Cf. GS 11.

SRS 1.

Cf. CCE 2421. La denominada cuestin social aparece consecuencia de la revolucin industrial y de la ideologa liberal dando lugar una tuerte desigualdad social y a situaciones de miseria extrema. Ante estos problemas muchos obispos, sacerdotes y laicos tomaron posturas y actuaron con la luz del Evangelio.

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