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10 Capítulo 1. Participación ciudadana e incidencia pública 1.1 Sociedad civil y espacio público En términos generales, el binomio sociedad civil y participación ciudadana nos refieren a dos grandes campos de discusión teórica de la cual se ha producido mucho en los últimos años. Sin embargo, las relaciones entre ambas categorías es importante para especificar el marco en el cual se desarrollará la argumentación central de este capítulo: el marco de participación de la sociedad civil para influir en los problemas públicos e involucrar a los actores gubernamentales para la solución de los mismos, requiere del establecimiento de ciertas condiciones de incidencia que coloquen a dicho problema en el marco de una acción concertada, negociada o institucionalizada, con un referente ético, moral o normativo que devenga en responsabilidades del Estado. A esto hemos de llamar incidencia en lo público desde una perspectiva de derechos humanos. No obstante, que existen diferentes enfoques de estudio de la sociedad civil podemos comenzar por considerar, de acuerdo con Lucía Alvarez y Emilienne de León, “que la sociedad civil se refiere a una esfera dentro de lo social, básicamente autorregulada, constituida por una enorme variedad de movimientos sociales y formas asociativas, que se distingue entre otras cuestiones por: 1) diseñar y promover distintas formas de autorregulación social; 2) guardar una posición de relativa autonomía frente al poder institucionalizado; 3) constituir un ámbito crítico frente al poder estatal y frente a las dinámicas impuestas por las fuerzas del mercado; 4) ejercer diversos mecanismos de control sobre las acciones del sistema; 5) desarrollar distintas formas de incidencia y ocupación del espacio público, para construir a partir de ahí un importante contrapeso para el poder institucionalizado, y 6) promover en distintos planos la ampliación y defensa de los derechos ciudadanos.” 1 Estas características que Álvarez y De León condensan de las diferentes definiciones que se han producido sobre la sociedad civil, encuentran una posición dentro de la revisión teórica que Nora Rabotnikof llama como tradición neomarxista que dibuja a la sociedad civil como 1 Álvarez, Lucía y Emilienne de León, “la sociedad civil ante la transición democrática en México”, en Álvarez (coord.) La sociedad civil ante la transición democrática, Plaza y Valdés, REMISOC , México, 2002, p. 9.

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Capítulo 1. Participación ciudadana e incidencia pública

1.1 Sociedad civil y espacio público

En términos generales, el binomio sociedad civil y participación ciudadana nos refieren a dos

grandes campos de discusión teórica de la cual se ha producido mucho en los últimos años.

Sin embargo, las relaciones entre ambas categorías es importante para especificar el marco en

el cual se desarrollará la argumentación central de este capítulo: el marco de participación de

la sociedad civil para influir en los problemas públicos e involucrar a los actores

gubernamentales para la solución de los mismos, requiere del establecimiento de ciertas

condiciones de incidencia que coloquen a dicho problema en el marco de una acción

concertada, negociada o institucionalizada, con un referente ético, moral o normativo que

devenga en responsabilidades del Estado. A esto hemos de llamar incidencia en lo público

desde una perspectiva de derechos humanos.

No obstante, que existen diferentes enfoques de estudio de la sociedad civil podemos

comenzar por considerar, de acuerdo con Lucía Alvarez y Emilienne de León, “que la

sociedad civil se refiere a una esfera dentro de lo social, básicamente autorregulada,

constituida por una enorme variedad de movimientos sociales y formas asociativas, que se

distingue entre otras cuestiones por: 1) diseñar y promover distintas formas de

autorregulación social; 2) guardar una posición de relativa autonomía frente al poder

institucionalizado; 3) constituir un ámbito crítico frente al poder estatal y frente a las

dinámicas impuestas por las fuerzas del mercado; 4) ejercer diversos mecanismos de control

sobre las acciones del sistema; 5) desarrollar distintas formas de incidencia y ocupación del

espacio público, para construir a partir de ahí un importante contrapeso para el poder

institucionalizado, y 6) promover en distintos planos la ampliación y defensa de los derechos

ciudadanos.”1

Estas características que Álvarez y De León condensan de las diferentes definiciones que se

han producido sobre la sociedad civil, encuentran una posición dentro de la revisión teórica

que Nora Rabotnikof llama como tradición neomarxista que dibuja a la sociedad civil como

1 Álvarez, Lucía y Emilienne de León, “la sociedad civil ante la transición democrática en México”, en Álvarez (coord.) La sociedad civil ante la transición democrática, Plaza y Valdés, REMISOC , México, 2002, p. 9.

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un espacio delimitado frente al Estado y frente al Mercado. Rabotnikof2, ubica que esta teoría

de la sociedad civil retoma las distinciones de Habermas entre sistema y mundo de vida, en el

que ésta última categoría es propia de la sociedad civil al ser productora de solidaridad social

y regulada por la fuerza comunicativa del entendimiento. La sociedad civil desde esta

perspectiva recupera la fuerza “constituyente” de los movimientos sociales, a partir de la

voluntariedad, la autonomía y la coordinación comunicativa, con el fin de influir en la

dimensión institucional sistémica que siempre opera como reconocimiento de esa acción

colectiva en la medida en que tiende a su institucionalización. De esta manera coloca dentro

de esta tradición, al igual que Alvarez, a la sociedad civil como un espacio autónomo que se

distingue por sus siguientes componentes, recuperando a Cohen y Arato en su disertación

sobre sociedad civil y teoría política3: “1) pluralidad (familia, grupos informales y

asociaciones voluntarias, que representarían una pluralidad de formas de vida), 2) privacidad,

como ámbito de intimidad y de elección moral, 3) publicidad: desarrollo de esferas públicas,

formales e informales y 4) legalidad: estructura jurídica y derechos fundamentales para

garantizar la privacidad, la pluralidad y la publicidad.”4

Esto no quiere decir que Rabotnikoff y Alvarez, ignoren otras tradiciones teóricas

identificadas con diversas concepciones de la sociedad civil. Entre ellas podemos encontrar

las que se refieren a:

1) Las producidas por académicos vinculados con los organismos internacionales que han

desarrollado la idea del “capital social”, en el marco de las estrategias de desarrollo

sustentable y de las reformas económicas de las últimas décadas. Este concepto alude a la

generación de una sociedad civil en contraposición con el Estado, pero que desarrolla

básicamente su lógica desde el punto de vista económico. El capital social es entonces el

imperativo de la preservación del tejido social en medio de una lógica de mercado

individualizante; es la acción concertada del Estado y del Mercado por generar condiciones

para que los individuos puedan acceder al poder y a los recursos a través de mecanismos

colectivos y normas, fincadas en la generación de acuerdos, la toma colectiva de decisiones y

la formulación de políticas. En esta tradición la generación de lazos de solidaridad, la creación

de redes y organizaciones pueden crear compromisos cívicos que tiendan a la generación de

2 Rabotnikof, Nora, “Sociedad civil: cambio político, cambio conceptual”, en Álvarez, 2002, op. cit, pp. 16-20. 3 Arato, Andrew y Jena Cohen, Sociedad civil y teoría política, FCE, México, 2000. 4 Rabotnikof, ibidem, p. 27

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un sentido de igualdad ciudadana como lo apuntaba Tocqueville. El capital social, alude

entonces a las dinámicas en los que los actores se relacionan cara a cara y crean lazos de

solidaridad que el mercado no puede generar por sí mismo. Del mismo modo aluden a la

necesidad de que el Estado invierta en capital social para que la lógica del mercado no borre

los mecanismos distintivos de una ciudadanía activa democráticamente.5

2) Por otro lado se encuentran las discusiones que tratan de vincular el concepto de sociedad

civil directamente con la generación de redes sociales y organizaciones no gubernamentales

de carácter voluntario. Esta tradición es vinculada a la idea del Tercer Sector, que vincula la

tradición anglosajona del asociativismo con la multiplicación de organizaciones civiles con

impacto público a nivel internacional. De la misma forma, la idea del Tercer Sector está

vinculada también con la filantropía y las instituciones de asistencia privada,6 y el surgimiento

de organizaciones promotoras del desarrollo, así se resalta para su vinculación con la idea de

la sociedad civil, el carácter asociativo, autónomo, “de agregación de intereses individuales en

función de intereses colectivos, pareciera que este formato de asociación y de acción colectiva

resulta el candidato ideal para representarla o encarnarla”.7

3) La vinculación de la idea de sociedad civil vinculada con la producción de teoría de los

movimientos sociales que surgieron desde los años 80 hasta la fecha, que trascienden

fronteras, que tienen un carácter cívico, que tratan de influir en las organizaciones políticas y

en el Estado, y que además, tratan de configurar marcos éticos de referencia en función de los

cuales puedan reivindicarse derechos. Estos movimientos sociales estudiados por Claude

Leffort, Claus Offe, Alberto Melucci y Alan Turaine entre otros, ponen de relieve el carácter

social civil de los movimientos y los enmarcan dentro de las acciones que se dan en la vida

pública con el objetivo de la reivindicación pero con un carácter autolimitado; es decir

dejando a los actores políticos y económicos la transformación de estructuras que hacen

posible un cambio en las condiciones que se reivindican.

4) Existe otra producción importante que ha sido vinculada también con la idea de la sociedad

civil y es la que tiene que ver con la participación ciudadana. A ella volveremos más adelante;

sin embargo es importante mencionar aquí que se encuentra ligada a una idea de ciudadanía 5 Putnam, Robert, Making democracy works, Princeton University Press, 1993. 6 Al respecto puede consultarse, Valdés, Guillermo, “Algunos aspectos para entender la filantropía mexicana”, en REMISOC. De lo cívico a lo público, CAM- REMISOC, México, 1998, pp. 65-71. 7 Rabotnikof, ibidem, p. 29.

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estrechamente vinculada con las estructuras del Estado para la consecución de objetivos

comunes al actor gubernamental y al ciudadano. En ella se pueden establecer los mecanismos

que hacen posible que esta relación se dé en un marco administrativo y normativo claramente

establecido dentro de los límites de la vida democrática. En ella se encuentran enmarcados los

procedimientos, las organizaciones, los roles y los actores para la solución de problemas

públicos. Autores como Cunill, Borja, Canto y Bolos han aparecido en la reflexión sobre las

diversas formas de participación ciudadana vinculadas a la idea de una sociedad civil activa

en la vida democrática.

No obstante estas distinciones, lo que acerca a las concepciones de Alvarez y Rabotnikoff

sobre la sociedad civil es su base en la producción teórica que sobre la misma han generado

Arato y Cohen, que a su vez toman como referencia la discusión habermasiana entre sistema y

mundo de vida. Para el desarrollo de esta argumentación, es necesaria una aproximación a

esta perspectiva, pues es desde ahí, como se explicarán las nociones sobre participación que

los actores sociales pueden desarrollar de manera abierta, flexible y disruptiva, pero

organizada, estratégica y dirigida a la incidencia en lo público.

En su tesis de investigación doctoral, Alvarez hace un recuento muy interesante de la teoría de

la acción comunicativa de Habermas identificando las categorías básicas que le distinguen y

aquellas que sirven para explicar la emergencia de una sociedad civil que se diferencia del

Estado y del mercado.8 Alvarez señala cómo Habermas, como heredero de una tradición

neomarxista, se aventura a la construcción de una teoría que reubica a la sociedad civil con

una lógica autónoma de la vida económica (a diferencia de Hegel) o dentro del ámbito estatal

para reproducir la ideología burguesa (como en el caso de Gramsci). La obra de Habermas,

esta fundamentada en la crítica de la teoría de sistemas según la cual la sociedad está

organizada por un conjunto de normas y estructuras que regulan la vida social que provoca

relaciones de interdependencia entre individuos y grupos sociales pero que obedecen a una

lógica externa a ellos. La teoría de sistemas9 invoca así la racionalidad instrumental que

articula al sistema social y que regula dichas relaciones con un funcionamiento propio del que

los actores no pueden prescindir. En esta lógica sistémica, el Estado y el mercado son dos

subsistemas que tienen funciones específicas para la regulación de las relaciones sociales: la

8 Álvarez, Lucía, “La sociedad civil en la ciudad de México, proceso de conformación y aproximación a la vertiente de izquierda”, Tesis doctoral, UNAM, 2002. 9 Luhman, Niklas, Sistemas sociales, Editorial Alianza, UIA, 1991.

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administrativa y la económica. Ambas racionalidades se levantan como sistemas complejos

externos a los individuos pero que constituyen un conjunto de reglas, procedimientos y

normas que regulan la vida social.

A esta idea de regulación Habermas contrapone el mundo de la vida. Es decir, la acción de los

individuos que provoca el movimiento de subjetividades que a través de la comunicación

crean referencias culturales, de reproducción social y de integración social, al margen de la

lógica del sistema. A través de la acción comunicativa los colectivos sociales crean horizontes

de conocimiento, de experiencia y de interpretación comunes, que permiten la renovación del

saber cultural, crea lazos de cooperación, vincula a los colectivos de forma solidaria y ayuda a

modelar identidades personales. “La acción comunicativa se basa en un proceso cooperativo

de interpretación en el que los participantes se refieren simultáneamente a algo en el mundo

objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo… (en el que) los hablantes y oyentes

emplean un sistema de referencia que constituyen los tres mundos, como marco de

interpretación dentro del cual elaboran las definiciones comunes de su situación de acción”.10

Estas relaciones del mundo de la vida crean espacios en el mundo social susceptibles de ser

tematizados y problematizados con relación a las normas establecidas por el sistema y van

configurando componentes con los cuales se renueva el mundo de vida y se dota de sentido a

la acción: la cultura (significados), la personalidad (capacidad) y la sociedad (solidaridad). La

experiencia, la acción y la interpretación colectiva van alimentando estos componentes hasta

hacerlos relativamente autónomos del sistema y, en la medida en que son apehendidos por los

sujetos participantes de manera crítica, forman un orden social de composición y naturaleza

diferentes y dotan de un grado de institucionalidad al mundo de vida. Alvarez lo explica como

“la potencialidad contenida en el mundo de la vida en esta dirección proviene en buena

medida de la cualidad de la acción comunicativa, en tanto a acción racional orientada a lograr

el entendimiento mutuo entre los individuos, a partir de ciertos criterios de validez,

susceptibles de crítica, establecidos por los propios “hablantes”. Estos cuentan con

condiciones previas para la formación de consensos, a partir de la existencia de un conjunto

de conocimientos implícitos que median entre ellos y del reconocimiento intersubjetivo, como

individuos capaces de entendimiento”.11 En tal sentido Habermas en su obra Facticidad y

10 Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativa II, Taurus, Madrid, 1998, p. 171. 11 Álvarez, Lucía, “Actualidad y debate en torno a la sociedad civil”, en Bolos, Silvia (coord.) Participación y espacio público, UACM, México, 2003, p. 51.

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Validez apunta, “… su núcleo institucional lo constituye esa trama asociativa no- estatal, no –

económica, de base voluntaria, que ancla las estructuras comunicativas del espacio de la

opinión pública en el componente del mundo de la vida, que (junto con la cultura y la

personalidad) es la sociedad. La sociedad civil se compone de esas asociaciones,

organizaciones y movimientos surgidos de forma más o menos espontánea que recogen la

resonancia que de las constelaciones de problemas de la sociedad, encuentran en los ámbitos

de la vida privada, la condensan y elevándole, por así decir, el volumen y la voz, la trasmiten

al espacio de la opinión pública-política. El núcleo de la sociedad civil lo constituye una

trama asociativa que institucionaliza los discursos solucionadores de problemas,

concernientes a cuestiones de interés general, en el marco de espacios públicos más o menos

organizados…”12

Así pues, Habermas formula en su teoría de la acción comunicativa la idea de la ética

discursiva, en el establecimiento de condiciones para la discusión, la deliberación y la

construcción de consensos en base a los problemas del mundo de la vida elevados a lo

público. Es decir, se requiere de condiciones de garantía para que los interesados puedan

desarrollar su deliberación en condiciones de igualdad, racionalidad y reconocimiento mutuo

y recíproco de que el diálogo se está realizando entre participantes como sujetos racionales.

“No obstante, la dinámica de la esfera pública y en general la reproducción del mundo de la

vida, se ven permanentemente alteradas por la influencia y penetración de las formas de

racionalidad económica y administrativa y por factores de origen sistémico, como son los

valores instrumentales generalizados que representan el poder y el dinero. A través de un

“proceso de colonización” el mundo de la vida se ve sometido por las coacciones sistémicas a

un proceso de instrumentalización, en el que las cualidades de sus componentes sustantivos se

mediatizan, y en el que los “medios de control” (poder y dinero) sustituyen al lenguaje como

“mecanismo de coordinación de la acción”, impregnando a estos ámbitos con la lógica del

sistema y distorsionando la dinámica que les es consustancial”. 13

La institucionalización del mundo de la vida y su consecuente acción colectiva

transformadora, someten a un proceso crítico al orden establecido y a la consecuente

colonización de la que pretende ser objeto. De esta manera, la acción colectiva desenmascara,

a través de la ética discursiva, la racionalidad instrumental del sistema y coloca en el centro de

12 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Ed. Trotta, Madrird, 1998, pp. 447. 13 Ibid, pp. 434-436.

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la acción un consenso normativo basado en la reflexión, y en procesos abiertos de acción y

comunicación. Así, la racionalización del mundo de la vida, desarrolla una crítica a la

tradición, al convencionalismo y a la colonización de que es objeto por el sistema. Alberto

Olvera explica como la racionalidad del mundo de la vida debe llevarse a cabo a través de tres

procesos paralelos: 1) la instrumentalización de una reflexión crítica y reflexiva con la

tradición, 2) la ampliación del nivel institucional del mundo de la vida, y 3) la

institucionalización de estos procesos en el plano de la ley, en el de las costumbres, y en el de

la autocomprensión de la sociedad.14

Así pues la teoría de Habermas sobre la acción comunicativa dota de autonomía a la sociedad

civil como portadora y parte de, el mundo de la vida, en contraposición al Estado y la

Economía que coloca como parte de dos susbsistemas mutuamente relacionados. Dentro de

este nuevo modelo, Arato y Cohen desarrollan una teoría de la sociedad civil en la que se

incorpora la idea de que el mundo de la vida a su vez es influenciado por los medios naturales

del sistema (poder y dinero) en dos dimensiones: una pública (la esfera de la opinión pública)

y una privada (las relaciones interpersonales y la familia). De esta manera se complejiza aún

más la noción de colonización del mundo de vida, a través de las relaciones existentes entre

estos cuatro planos. Una relación se desarrolla entre el Estado y la sociedad civil (en su plano

público) y otra entre la esfera económica y la sociedad civil (en su plano privado).15 En medio

de esta complejidad, los componentes del mundo de la vida (personalidad, cultura y sociedad)

se modernizan y crean patrones de asociación voluntaria en el que la ética discursiva

reivindica un estatuto de reconocimiento igualitario de las identidades colectivas racionales y

solidarias, como actores autónomos con capacidad para interpretar y dar significación. “Las

implicaciones de este proceso conducen igualmente a la recuperación del plano de la legalidad

como ámbito para la estabilización de derechos y la inserción de los valores y principios

contenidos en el mundo de la vida; a través de la penetración en las instituciones y la práctica

legal, lo que da como resultado la institucionalización de nuevas significaciones culturales y

morales dentro de la ley positiva.16

La sociedad civil, así definida por Cohen y Arato, es “una estructura institucional de un

mundo de la vida moderno estabilizado por los derechos fundamentales, que incluirían dentro 14 Álvarez, Lucía, la sociedad civil en la ciudad de México, oportunidades políticas y esfera pública, UNAM, Plaza y Valdés, México, 2004, p. 24. 15 Arato y Cohen , 2000, op. cit, p. 486. 16 Ibid. p. 490.

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de su campo las esferas de lo público y lo privado”.17 La institución de los derechos

fundamentales representa en esta concepción un componente esencial para la modernización

del mundo de la vida, a la vez que un elemento distintivo, en la medida que la estructura de

estos derechos lejos de estar sustentadas en reglas normativas está fundada en “principios

legales” (justificados por su carácter universal y establecidos mediante la argumentación).

Por otro lado, los autores nos dicen que si nos concentramos en las esferas institucionales de

la sociedad civil se pueden encontrar tres complejos de derechos: 1) los que se refieren a la

reproducción cultural ( libertades de pensamiento, prensa, expresión y comunicación), 2) los

que aseguran la integración social (la libertad de asociación y de reunión), y 3) los que

aseguran la socialización (la protección de la vida privada, de la intimidad y de la

inviolabilidad de la persona). La institucionalización de estos derechos ha sido producto de la

penetración del mundo de vida en los subistemas poder y dinero, pero a su vez ha creado

nuevos complejos de derechos: a) entre la sociedad civil y el mercado (los derechos de

propiedad, de contrato y de trabajo) y b) entre la sociedad civil y el Estado (los derechos

políticos de los ciudadanos y los derechos de los clientes al bienestar). Los autores nos

alertan también acerca de cómo se ha argumentado que el discurso de los derechos se ha

utilizado para favorecer la colonización del mundo de la vida mediante la vigilancia del poder

del Estado sobre los ciudadanos para el control del mercado. Sin embargo, distinguen también

que “aunque el Estado es la agencia de legalización de los derechos, no es ni la fuente, ni la

base de su validez. Los derechos empiezan como demandas presentadas por grupos e

individuos en los espacios públicos de una sociedad civil emergente. Pueden ser garantizados

por la ley positiva, pero no equivalen a la ley ni son derivadas de la misma; en el dominio del

derecho, la ley asegura y estabiliza lo que se ha logrado en forma autónoma por los actores

sociales”.18

Así, los derechos y su reconocimiento legal o tácito, se vuelven un componente esencial para

la sociedad civil, al reconocer que la ley positiva y los componentes del sistema (poder y

dinero) se han institucionalizado de tal manera que penetran en las esferas pública y privada

en las que se mueve la sociedad civil, como un mecanismo de control legítimo. Pero también

este reconocimiento de derechos universales se vuelve un motor para dotar de significación al

mundo de la vida, constituyendo una ética discursiva, mediante el cual los sujetos de la

comunicación y de la acción del mundo de vida logran penetrar en estos subsistemas para

17 Ibid. p. 493. 18 Ibid. pp. 394 y 395.

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contrarrestar la colonización y marcar un grado de autonomía entre la sociedad civil y la ley

positiva.

Bajo esta perspectiva podemos reconocer la teoría subyacente a la posición de Alvarez y De

León que reseñamos al principio. Una definición de la sociedad civil que tiene estas

características está mediada por las circunstancias propias de ciudadanía y la situación que

guardan los derechos humanos en una sociedad específica. Al respecto Phippe Chanial

describe esta relación como un desafío para toda sociedad civil: “la que ahora puede ser

definida como una sociedad cívica y solidaria, en búsqueda, por decirlo de alguna manera, de

una democracia durable. El reto de una política de la sociedad civil consiste, en este sentido,

no sólo en defender la autonomía de la sociedad civil ante las amenazas que hacen pender

sobre su integridad, el Estado y el mercado, sino también en democratizar esos tres polos,

favoreciendo dentro de la sociedad civil la consolidación de los compromisos y de las

solidaridades voluntarias, rompiendo los marcos jerárquicos tradicionales de dominación, por

una parte, por otra; convirtiendo esa sociedad civil en vector de una democratización de las

instituciones políticas…”.19

Es en este sentido que las organizaciones de la sociedad civil van configurando su ética

discursiva y sus estrategias para incorporar en el mundo de la vida una identidad ciudadana

fincada en los derechos de participación, pero contrapuesta y autolimitada con respecto del

Estado y del mercado. Al respecto nos recuerdan Cohen y Arato, que “… La idea de la

autolimitación supone entonces que la forma de intervención de la sociedad civil en la

dinámica general del orden social no consiste en pretender la extensión, en una perspectiva

totalizadora, del principio comunicativo, al conjunto de la sociedad, sino que debe de llevarse

a cabo a través de buscar una influencia de tipo indirecto en las otras esferas, impulsando

normas y principios del mundo de la vida sobre los otros subsistemas…”.20 Así las

mediaciones posibles entre las esferas Estado, mercado y sociedad civil se encuentran en las

estructuras que hacen posibles las relaciones entre los diferentes actores, siendo los derechos

establecidos como ley positiva o como derechos morales, los que hacen posible que dentro de

estas intermediaciones institucionales entre el mundo de la vida y sus organizaciones, y el

aparato administrativo y político del Estado, como el mercado y su sistema económico 19 Chanial, Philippe, “Autonomía y solidaridad: la sociedad civil como garante de la indivisibilidad de los derechos”, en Canto, Manuel, (ed.) Derechos de ciudadanía. Responsabilidad del Estado, Icaria, Barcelona, 2005, p. 94. 20 Arato y Chen, ibidem, p. 102 y 103.

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financiero, logren establecer un puente en el que la sociedad civil mantiene su autonomía, su

autorregulación y su vocación crítica y transformadora. Es decir la sociedad civil mantiene

como una orientación de sus acciones estratégicas, la preservación de los derechos de la

sociedad, la posibilidad de intervención social en la regulación del sistema, y la construcción

de escenarios guiados por consideraciones sociales, éticas e institucionalmente viables.

Así, las organizaciones de la sociedad civil, sean del carácter que sean, se mueven en una

esfera autónoma dentro de un sistema democrático que les hace posible esta movilidad. Por

tanto, recuperan la idea de la autolimitación en la medida en que se desarrollan en el plano

cívico del ejercicio de los derechos de asociación; pero reivindican la posibilidad de

establecer parámetros discursivos, nuevos valores y prácticas de interacción social con un

fuerte componente de derechos universales que limitan y a su vez obligan al Estado a regular

a la esfera económica, productora de desigualdades y exclusiones.

Ahora bien, esta autonomía de la sociedad civil y su reivindicación de derecho no la convierte

en una masa homogénea del mundo de vida, sino por el contrario, es una arena permanente de

debate y generación de consensos, de estrategias y acciones dirigidas a lo público, de

gestación de iniciativas y relaciones asimétricas, en una palabra de conflicto. La sociedad civil

así, está inmersa en el conflicto propio de los problemas públicos en los que quiere intervenir,

los que quiere transformar, los que quiere descolonizar. La diversidad de voluntades de los

distintos actores de la esfera social, hacen que el debate y la construcción de una ética

discursiva se centre en los derechos, pues son reconocidos como universales y válidos para

todos.

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1.2 Ciudadanía y derechos humanos

La noción de que la sociedad civil es una esfera dentro de la cual se reivindica la autonomía

de lo social y los derechos en los que se fundamenta, nos lleva a reflexionar sobre otra

cuestión importante para nuestra argumentación. Los derechos humanos son una mediación

necesaria entre la ciudadanía y el Estado en sociedades específicas. No obstante que los

derechos se reivindican como derechos fundamentales y universales, cada Estado nación los

adopta y los traslada a sus legislaciones específicas con el ánimo de convertirlas en leyes

positivas con las cuales regular la convivencia social y dotar de contenidos culturalmente

específicos para su propia ciudadanía. A pesar de que las reflexiones anteriores nos llevan a

adoptar una perspectiva sobre la sociedad civil que puede referirse a un fenómeno que se

favorece por la globalización de la economía y de las relaciones sociales, debemos de tener

cuidado en lo que toca a la universalización de la ley positiva. Los derechos humanos, los

tratados internacionales y las convenciones que los definen en el plano internacional no

constituyen más que incipientes experimentos de justicia e igualdad globalizada. Las cortes

internacionales y los sistemas de protección todavía no alcanzan a sobrepasar, en forma

amplia y suficiente, las fronteras nacionales y la extraterritorialidad de las leyes positivas de

cada país en materia de derechos humanos. Así pues nos encontramos con la noción de

ciudadanía, como la portadora de la esfera social en medio de la cual el sistema deja que se

desarrolle el mundo de la vida. Y frente a la ciudadanía, Manuel Canto recupera tres

dimensiones de la discusión contemporánea que pesan sobre su relación con los derechos

humanos:21

a) Ciudadanía e individualización. En el discurso de los derechos humanos existe un

sobredimensionamiento de los individuos por encima de la colectividad, diluyendo el

lado socialmente productivo de las distintas formas de solidaridad. Este dilema puede

verse presentado de mejor manera en las palabras de Castellanos de la Plataforma

Latinoamericana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo: “… en el reclamo

jurídico, puede llevar a que los defensores de derechos humanos devengan en una

relación particular con las personas que han sido víctimas de las violaciones, o los

familiares de éstas, y se vaya consolidando una relación más de cliente y

representante, que es una relación tradicional y no la que debiera ser, si es una causa

en general. Creo que debemos de cambiar el enfoque y apuntar a una movilización

21 Canto (ed.), 2005, op. cit. p. 22.

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general por los derechos humanos. El movimiento de los derechos humanos no puede

ser una causa más, no puede ser la causa de los abogados defensores, sino la causa de

los interesados en la realización plena de los derechos humanos…”.22 Así Canto nos

recuerda que “el derecho no es otra cosa más que la afirmación y el reconocimiento de

la dignidad común de las personas, derechos cuya conquista y realización no se

pueden pensar de manera aislada, sino que reclaman de la intervención del “demos”,

no sólo como capacidad de ejercicio de la presión política, también como capacidad

deliberativa para resolver en cada caso los derechos contrapuestos de manera

equitativa”.

b) Ciudadanía y exclusión. La reivindicación de los derechos humanos dentro de las

organizaciones de la sociedad civil surge como un intento de pasar por encima de la

exclusión implícita de los derechos de ciudadanía. Es decir la ciudadanía tiene su

definición en contraposición a las instituciones del Estado y de una comunidad política

que excluye a los ciudadanos de la toma de decisiones. Esta exclusión, hace que la

reivindicación de los derechos humanos por parte de colectivos y organizaciones de la

sociedad civil no estén en correlato con aquellos preceptos y ordenamientos positivos

instalados por el Estado para regular la participación de la ciudadanía.

c) Ciudadanía y universalización. Este dilema, ya explicado arriba, lo enunciamos

también por ser de particular importancia para la tesis que nos ocupa. Al no haber un

reconocimiento de la ciudadanía universalizada, a pesar del fenómeno de la

globalización, los ordenamientos legales y su posibilidad de exigibilidad por parte de

la sociedad civil, resultan en complejos sistemas de exclusión y mecanismos legales

que dificultan la justicia hacia las violaciones a los derechos humanos. El caso de los

derechos de los migrantes y las personas víctimas de la trata internacional de personas,

son un claro ejemplo de la dominación del subsistema económico a nivel mundial por

sobre los Estados y la sociedad.

Siguiendo estas coordenadas podemos ubicar cómo la sociedad civil encuentra en la idea de

ciudadanía una camisa de fuerza de la cual quiere salir en un movimiento doble: a) hacia lo

exterior (de los Estados nacionales) creando la idea de la ciudadanía global portadora de

derechos capaces de limitar la dinámica desmesurada del mercado; y b) hacia lo interno (de

los Estados nacionales) tratando de recomponer el tejido social que le da fuerza a través de la

22 Castellanos, Camilo, “la experiencia de la Plataforma Interamericana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo”, en Canto (ed.), 2005, op. cit. p. 199.

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22

generación de sus componentes (cultura, personalidad y solidaridad), para contrarrestar la

anomia e individualización de que es objeto por la lógica individualizante del mercado.

No está demás indicar que una sociedad civil que se distingue de la lógica propia del

mercado, reconoce la subordinación del subsistema Estado y su componente de poder, a la

lógica del mercado y de su componente esencial, el dinero. El fenómeno de la globalización

neoliberal ha provocado la idea de una sociedad orientada por la desmesura del mercado.

Phillipe Chanial la describe de esta forma: “la desmesura en las ganancias especulativas o de

las estratosféricas remuneraciones en stocks options, para los patrones de las megaempresas

(incluso cuando las han llevado a la quiebra); la desmesura en la explotación del trabajo

(informal, infantil, de los inmigrantes clandestinos, prostitución y mafias); la desmesura en la

explotación de los recursos naturales; la desmesura científica presente en la “artificialización”

y la mercantilización de los seres vivos, etcétera. Sin hablar de la desmesura en el poder

militar de algunos estados, dada la actualidad internacional”.23 Esta desmesura de la vida

moderna nos hace recordar a la sociedad de riesgo planteada por Ulrich Beck,24 en la que se

instala como un imperativo de la política moderna el ideal de la autolimitación. La sociedad

civil en esta perspectiva se plantea como ese movimiento de ciudadanía global que trata de

moderar la ilimitación de la lógica del mercado, siendo que los Estados nacionales han

claudicado en la regulación del mismo.

Marcos Villamán, en el mismo seminario recopilado por Canto, señala como la dinámica del

subsistema económico ha producido la exclusión de la ciudadanía en un movimiento perverso

y esquizofrénico. Señala como estas características del mercado, que esencialmente provocan

desigualdad y pobreza de grandes masas de personas en los países periféricos, provocan “esta

exclusión (que) ocurre además en un mundo en el cual el consumismo se hace omnipresente y

gracias a los medios, ha coadyuvado a generar la llamada “revolución de las expectativas”. Se

generan así frustraciones dramáticas en las poblaciones empobrecidas de los países de

América Latina, particularmente en los y las jóvenes, que se convierten en el caldo de cultivo

para las diversas respuestas sociales e individuales, desde la evasión religiosa de corte

fundamentalista, hasta prácticas violentas y delincuenciales. Y es que vivimos en una

sociedad contradictoria y esquizofrénica. Por un lado se produce la inclusión simbólica de la

23 Ibidem, Chanial, p. 90. 24 Beck, Ulrich, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Paidós, Barcelona, 1994.

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23

población en el mundo del consumo, y por otro, y al mismo tiempo, ella sufre la exclusión

social material del mismo.”25

Decíamos que dentro de esta lógica de la dominación del subsistema económico, la sociedad

civil se encuentra atrapada en su propia paradoja: los problemas públicos sociales que quiere

resolver tienen una dimensión global que traspasa las fronteras territoriales de los Estados

nación y coloca a los ciudadanos en una posición de indefensión frente a las realidades

globales o extraterritoriales cuando no se encuentran en su país de origen; por otro lado

necesita del refuerzo de la ciudadanía local para reconstruir los lazos de solidaridad perdidos

por la dinámica del mercado. El Estado moderno fincado en la reivindicación de los derechos

ciudadanos dio como resultado el registro de una ciudadanía con una tradición política que

pone acento históricamente, y para fines analíticos, en tres formas de vida asociativa: el

liberalismo y los derechos civiles (la libertad individual y el derecho de propiedad y libertad

contractual); la vida republicana y los derechos políticos (que ponen el acento en la

participación de la ciudadanía de forma directa o indirecta en la elaboración de normas que

rigen a la comunidad); y la socialdemocracia (que reivindica los derechos sociales al

bienestar, la protección y la justicia social).

Puede decirse que la reivindicación de los derechos es un fenómeno históricamente

construido, y que sin embargo no puede hablarse de una división de los derechos para su

análisis e interpretación porque éstos son indivisibles, iterdependientes, inalienables y

universales, discusión sobre la que volveremos más tarde. El hecho es que para la vida

política de la ciudadanía, las formas de gobierno y los énfasis de la comunidad política de

cada Estado nación han hecho que la reivindicación de los derechos se vuelva

extremadamente compleja y paradójica. Por un lado se apela a la universalidad de los

derechos humanos y por el otro se limita su aplicación a la ley positiva existente en cada

Estado-nación. De esto último se desprende que la tradición política de cada nación establezca

el énfasis dentro del cual la comunidad política orienta las leyes positivas. No significa que

cada tradición política niegue la existencia de los otros derechos, sino que les otorga un grado

de jerarquía con respecto de los otros. Al respecto Philippe Chanial desarrolla una

argumentación, en la cual los derechos de ciudadanía se expresan en los ideales de los

individuos y de los colectivos de verse libres de dominación y portadores de derechos y

25 Villamán, Marcos, “De deseos y posibilidades: derechos humanos, Estado y democracia”, en Canto (ed), op. cit. p. 71.

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solidaridad. En ambos casos se apela a las formas en que la ciudadanía desarrolla a partir de

los derechos sociales una autonomía privada (orientada por los derechos civiles) y una

autonomía pública (orientada por los derechos de participación política); y que es ahí donde

radica la paradoja de las sociedades democráticas: “…el problema de la democracia resultaría

del hecho de que la conquista de la libertad, de la independencia individual, solo podría ser

obtenida a costa de la igualdad y de la justicia social, es decir, en beneficio de un

sometimiento cada vez mayor a la lógica del mercado; y, recíprocamente, que la conquista de

la igualdad, de la justicia social, sólo podría ser obtenida a costa de la libertad, es decir, en

beneficio de un sometimiento cada vez mayor al Estado y a sus normas. Pareciera así que la

lucha contra la dominación del mercado habría de conducir a la sustitución de una forma de

dominación (la de los medios de producción) por otra (la de los medios de coerción)”.26

La sociedad civil y sus propias paradojas, trata de dar salida a esta paradoja mayor de la

democracia y sus sistemas político- administrativos. La idea de una ciudadanía activa en la

toma de decisiones, pero que ejerce sus derechos civiles y se hace cargo de los problemas

públicos relacionados con los derechos sociales, supone un principio de autogobierno en el

que se le ponen límites tanto al Estado como al mercado. Estos límites están dados por el

principio de solidaridad recíproca. “Si lo que está en juego, es efectivamente la cuestión de la

solidaridad (con las víctimas, para empezar), esa solidaridad no puede ser sencillamente

comprada con dinero, ni regulada por el mercado, ni obtenida mediante la coerción que

ejercen las regulaciones del Estado”.27 De esta forma la sociedad civil da concreción a su

ideal, a través de la reivindicación de su derecho a participar por un lado, y al ejercicio de la

solidaridad recíproca de su vida múltiple asociativa, por el otro; a través de la convicción de

la necesidad de la realización de la integralidad de los derechos humanos y de la exigencia de

justicia y regulación del mercado y del Estado por medio de las leyes positivas; al ejercicio al

ideal de la ciudadanía global limitadora de la desmesura del mercado, y al ejercicio de una

ciudadanía activa que crea lazos de solidaridad, horizontes de sentido, y modela cultura y

personalidad.

Al respecto Nora Rabotnikof nos ofrece un análisis de la ciudadanía en la que distingue dos

concepciones: una vinculada indisolublemente a los derechos y la otra que la vincula a la

26 Chanial, ibidem, p. 89. 27 Ibid. p. 91.

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identidad y la pertenencia.28 En cierto sentido esta distinción corresponde al debate entre

liberales y comunitarios, sobre el sentido y apropiación de los derechos humanos. Por un lado,

la argumentación de corte liberal nos muestra la tendencia de la sociedad civil al

establecimiento de una ciudadanía globalizada en la que se resguarden los derechos

individuales de las personas y se establezcan mecanismos para su vigencia por medio de la

positivación de los derechos en el plano internacional y con mecanismos de jurisdicción

global, dado que los derechos son universales y tienen que tender a ser parte de un derecho

positivo global. Dentro de esta concepción liberal de los derechos, se encuentran dos

posiciones respecto a su utilización como derechos morales o como derecho positivo. Una

posición critica de manera abierta la banalización del lenguaje de los derechos humanos,

“como pretensiones que remiten a exigencias de justicia carentes de base empírica en el

derecho vigente”. Esta posición prefiere “restringir el uso del término a las normas e

instituciones jurídicas, cuya existencia y significado están afirmados convencionalmente por

el derecho positivo”,29 transformando paulatinamente las demandas de los derechos morales a

las leyes positivas. La otra posición prefiere que el lenguaje de los derechos se base en las

exigencias de la vida moral de las sociedades, argumentando que sólo así se puede dar cabida

a la creación de nuevos derechos positivos.

Rabotnikof nos recuerda cómo este debate se parece mucho al de los jusnaturalistas y

juspositivistas. En la primera perspectiva “los derechos tendrían una consistencia pre o extra

legal, serían mandatos morales imperativos o tendrían una especie de realidad ontológica

cuyo reconocimiento se impondría antes o independientemente de las convenciones… en

cambio quienes reivindican el principio de la legalidad como criterio de identificación del

derecho vigente, exigen reservar el término para aquellos derechos positivamente

reconocidos”.30

Por otro lado se encuentra la posición de corte comunitarista que critica, igualmente la

retórica de los derechos, pero que la dirige a las consecuencias de la concepción liberal. Al ser

los derechos los esgrimidos como base de toda relación entre los ciudadanos y el Estado, se

argumenta que: 1) la creciente demanda basada en el lenguaje de los derechos hace que la

sociedad se transforme en una sociedad de “claimers”; 2) El lenguaje de los derechos impide

28 Rabotnikof, Nora, “Ciudadanía y derechos”, en Canto (ed.), 2005, op. cit. pp. 29-48. 29 Ibid. pp. 32-33. 30 Ibid.

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26

resolver el conflicto entre derechos en situaciones de la vida social que aún no tienen

suficiente diálogo para ser resueltos, como es el caso del aborto en el que se invocan dos tipos

de derechos ( la libertad y la disposición del propio cuerpo contra el derecho a la vida), en el

que se clausura de entrada el debate, porque precisamente los derechos no son negociables; 3)

El florecimiento del lenguaje de los derechos provoca un movimiento en el que las formas

sociales de relación, espontáneas, solidarias, libres y voluntarias se ven mermadas por querer

volver jurídicas las formas sociales, 4) los derechos sociales (y esta es una crítica a la

socialdemocracia) se ven reducidos a formas individualizadas dependientes y pasivas de la

tutela del Estado que liquidan la ayuda mutua, los lazos familiares y las redes de asociaciones

voluntarias sustituyéndolos por individuos clientelares y dependientes.

Este debate sobre los derechos cobra un especial énfasis cuando se trata el tema de la

ciudadanía, pues es en el ejercicio de los derechos donde los comunitaristas ponen el énfasis,

a pesar de la hegemonía lograda por la cultura occidental de corte liberal, que reconoce la

existencia de los derechos como un resultado de luchas históricas que transforman el lenguaje

político moral en un lenguaje jurídico para poder hacer exigibles los derechos. Sin embargo,

para los comunitaristas es imperativo recuperar un modelo de ciudadanía basado en la

pertenencia y en la participación como elementos de identidad política. Esta discusión puede

verse desarrollada en la idea de la ciudadanía global que reivindica el cosmopolitanismo o

universalismo de los derechos humanos y las posturas que plantean la redefinición de los

espacios de la ciudadanía en términos locales.

Rabotnikof nos dice que se trata de la antinomia entre el universalismo de los derechos

humanos y su realización en los límites estatales a partir de la ciudadanía, “… la idea de la

ciudadanía pensada en términos de Estado- nación… la llamada, crisis y redefinición de la

soberanía estatal, el surgimiento de instituciones supraestatales y la realidad de las

migraciones han llevado a muchos analistas a posiciones diferentes en cuanto a los llamados

derechos de ciudadanía y a su relación con la pertenencia nacional-estatal… estos derechos

humanos fundamentales suponían que la titularidad la ejercían las personas , pero el tema de

las migraciones saca a la luz que el ser persona ha dejado de constituir una condición para

poseer dichos derechos, entre otras cosas porque éstos, en los países desarrollados, se han

convertido en derechos de ciudadanía. Esta última se ha fracturado internamente en diferentes

tipos de ciudadanías desiguales, en lo externo funciona como un privilegio, y una fuente de

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exclusión y discriminación respecto de los no ciudadanos”.31 Esta idea apunta a la

reivindicación de la desnacionalización de la ciudadanía para el ejercicio y realización de los

derechos humanos.

Por otro lado, los comunitaristas plantean la “recolocación de la ciudadanía” en el ámbito de

las diferentes comunidades locales, los espacios de la sociabilidad cotidiana y las redes de la

sociedad civil que tenderían a dar vigencia a los derechos humanos en la medida en que en la

esfera política “este modelo identitario de ciudadanía se traduce en diferentes propuestas de

participación, y aparece ligado a diferentes modos de desconcentración, descentralización y

federalización, que acentúan, otra vez, la dimensión de pertenencia, acortamiento de

distancias y confianza”32; en otras palabras, que los ciudadanos no sólo reivindican sus

derechos sino que los ejercen en un clima de solidaridad. Al respecto Chanial recupera la idea

de Michael Sandel, “en caso de que la esperanza de reanimar el autogobierno siga teniendo

sentido, tal propósito no exige “reubicar” la soberanía, sino más bien dispersarla: la

alternativa más prometedora al Estado soberano no radica en una comunidad mundial basada

en la solidaridad hacia la humanidad entera, sino más bien en una multiplicidad de

comunidades y de cuerpos políticos (algunos más amplios, otros más reducidos que las

naciones) en cuyo seno redifundiría la ciudadanía”.33

Así pues, el debate entre comunitaristas y liberales no escapa de una realidad inherente a la

naturaleza de la sociedad civil. Más allá de la posición prescriptiva que se adopte sobre la

vigencia y realización plena de los derechos humanos, la noción de ciudadanía acota el debate

a los límites de los estados nacionales en contraposición con la idea de la ciudadanía global, al

mismo tiempo que acota el ejercicio de los derechos a las leyes positivas, en contraposición a

la defensa de los derechos morales sin base jurídica. El hecho es que las organizaciones de la

sociedad civil, múltiples y diversas, se mueven permanentemente en esta dialéctica para

limitar la acción devoradora del mercado y estimular la acción reguladora del Estado,

teniendo como base el discurso de los derechos que lo mismo son utilizados con una base

jusnaturalista que juspositivista. La localización de los problemas públicos y su vinculación

intrínseca con los fenómenos globales hacen parecer que las organizaciones de la sociedad

civil se muevan en una especie de eclecticismo; sin embrago, es en su carácter reivindicativo

31 Ibid. p. 41. 32 Ibid. p. 44. 33 Sandel, Michael, Democracy’s discontent, Harvard University Press, 1996, citado por Chanial, op. cit.

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28

del mundo de la vida que utilizan los derechos, como la mediación eficaz con los subsistemas

administrativo y económico, atendiendo a situaciones históricamente inacabadas.

Rabotnikof concluye su disertación sobre este debate liberal-comunitario sobre los derechos

de ciudadanía, enumerando una serie de premisas que a su entender constituirían la base para

ampliar la base cívica de la democracia, en un contexto en el que se reconoce la necesidad de

establecer mecanismos de solidaridad que pregonan los comunitaristas para influir en la base

del ejercicio de los derechos que pregonan los liberales: 1) la sociedad civil no es una trama

de autoproducción espontánea de lo social, sino que está enraízada en una base jurídico-

política que está y debe estar respaldada estatalmente; 2) ni el reconocimiento del concepto

tradicional de soberanía, ni el reconocimiento de nuevas formas de acción colectiva supra o

trasnacionales implican dar por muertas las fronteras juridisdiccionales de los Estados, 3)

pensar en la ciudadanía de cualquier forma implica hacer efectivos los mecanismos de

exigibilidad jurídica de los derechos humanos, 4) el ejercicio de los derechos humanos

requiere de recuperar el espacio público como la arena en la que convergen los intereses del

Estado, de la sociedad civil y del mercado, 5) la acción colectiva de los ciudadanos no debe de

pensarse como antiestatal, sino como la posibilidad de devolver la tutela del Estado para la

protección de los derechos humanos.

“… Si con la idea de reconectar la democracia con los derechos de ciudadanía estamos

haciendo referencia a la ampliación de las iniciativas ciudadanas, a la tarea de control y del

ejercicio del ‘accountability’, a la defensa por parte de las asociaciones civiles de los derechos

establecidos (en el plano civil, político y sobre todo en el económico y social), a la

participación crítica en la elaboración de políticas públicas o en la elaboración de

procedimientos para hacer efectiva esa consulta, mediante la vigilancia de su cumplimiento y

de la mejora en los mecanismos de justiciabilidad de los derechos, entonces estamos

reconociendo la dimensión del mercado, pero también estamos redefiniendo el Estado

democrático y social de derecho” .34

Y de esta forma nosotros podemos concluir también que desde el punto de vista de una

sociedad civil activa, en el marco del ejercicio de sus derechos ciudadanos, los derechos

pueden:

34 Op. cit. p. 47.

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29

a) Ejercerse, a través de la organización libre y voluntaria, del derecho de asociación, de

la participación en la vida comunitaria y social, de la influencia en la toma de

decisiones, y sobre todo de la participación autónoma en la vida pública, sea como

forma de autogobierno de las fuerzas sociales, como incidencia en la opinión pública o

como regulación del mercado o del Estado.

b) Los derechos pueden exigirse, desde la mediación de los derechos humanos como

derechos positivos o como prescripciones morales. En ambos casos los derechos son

esgrimidos por las organizaciones de la sociedad civil para ser reivindicados tanto en

sus demandas como en sus mecanismos de aplicación por parte del Estado.

c) Pueden hacerse justiciables, en la medida en que aparecen en un ordenamiento legal, y

poseen mecanismos institucionales para resarcir los daños que se provoca en las

víctimas su menoscabo.

d) Desde la sociedad civil, los derechos se promueven, se difunden y se generalizan

como principios orientadores de la ética discursiva y de la acción estratégica que trata

de descolonizar el mundo de la vida.

e) Los derechos se garantizan, y es aquí donde el papel de los subsistemas Estado y

Mercado tienen que autoregularse, el primero para no introducirse en la vida cotidiana

de los individuos y las colectividades pero garantizando y asegurando los mínimos de

bienestar necesarios para el desarrollo de la personalidad, la solidaridad y la cultura de

individuos y colectividades; el segundo para limitar su acción responsablemente,

poniendo límites a la desmesura y participando de la reducción de los diferenciales de

desigualdad.

Así, la acción de la sociedad civil encuentra en el ejercicio de la ciudadanía un punto clave

para tomar la iniciativa en el espacio público con la brújula de los derechos humanos, partir

del ejercicio de sus derechos de ciudadanía.

Por otro lado, la clave del ejercicio de los derechos de ciudadanía se encuentra en la

participación. El desarrollo de una sociedad civil activa, influyente, autolimitada,

descolonizadora y reguladora de los subsistemas administrativo y económico, requiere de la

participación de sus organizaciones y formas asociativas en el espacio público.

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30

1.3 Participación ciudadana: entre el gobierno y la ciudadanía

Por otro lado en el marco de estas reflexiones sobre el ejercicio de los derechos de ciudadanía

por parte de las organizaciones de la sociedad civil se encuentra está discusión respecto a las

formas y mecanismos de participación. La participación significa “tomar parte en”, pero

cuando se habla de participación ciudadana generalmente se le restringe a la relación que se

establece con las autoridades para la instauración de mecanismos que le provean de

soluciones a los problemas públicos. Al respecto, Bolos (2003, p. 7) nos dice: “… el término

participación es utilizados para explicar la incidencia de los individuos y grupos sociales en

las diferentes etapas en las que se resuelven asuntos de interés público, es decir, en la

consulta, las discusiones, el planteo de propuestas y, en algunos casos, en la gestión de

recursos… restringiremos el término participación ciudadana a aquellos casos que representan

una respuesta –individual o colectiva- desde lo social a una convocatoria realizada por parte

de las autoridades gubernamentales en aquello espacios institucionales que éstas designan o

crean para involucrar a sectores de la población en alguna actividad especifica en el ámbito de

lo público”.35 Es decir el ejercicio de los derechos de ciudadanía y la movilidad de la

sociedad civil en el marco de los Estados- nación se ve restringida frente a esta definición de

participación ciudadana, que es más instrumental y orientada por la idea de las políticas

públicas.

En el sentido expuesto en el apartado anterior, podríamos decir que la mediación que la

sociedad civil trata de establecer entre el mundo de vida y los otros dos subsistemas se hace

en el marco del ejercicio de derechos de ciudadanía de una sociedad específica o dentro de los

límites del derecho positivo de un Estado – nación. Lo mismo podría decirse de su ética

discursiva que siempre oscila entre las definiciones morales de corte ontológico iusnaturalista

y las definiciones e imperativos de corte juspositivista, que son utilizadas por las

organizaciones de la sociedad civil como un argumento de lucha, sea cual sea la naturaleza de

sus luchas por descolonizar el mundo de la vida. En este sentido, las organizaciones, múltiples

y diversas utilizan el lenguaje de los derechos, como veremos en el apartado siguiente, como

una herramienta dentro de sus estrategias específicas de lucha, pero haciendo uso de sus

derechos de ciudadanía tanto para la influencia en la vida pública como en la regulación del

35 Bolos, Silvia, Participación y espacio público, UACM, México, 2003, p. 7.

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Estado y del mercado para descolonizar el ámbito de lo privado como señalábamos arriba en

alusión a las consideraciones de Olvera.

Sobre esto volveremos más adelante, para señalar cómo esta idea se contrapone con la que se

ha instalado entre los estudiosos de las ciencias sociales sobre la idea de la participación

ciudadana como ámbito de relación entre el gobierno y la ciudadanía.

Tal pareciera que esta idea de participación ciudadana da sentido por un lado a la promoción

de vida asociativa propio de los comunitaristas y de un cierto tipo de municipalismo que pone

el acento en la desconcentración, la descentralización, la federalización y pugna por el

establecimiento de relaciones cara a cara entre los ciudadanos y las autoridades para la

solución de los problemas públicos. Por otro lado esta idea de participación ciudadana tiene

que ver con la creciente incorporación de la perspectiva de las políticas públicas en el ámbito

de la ciudadanía. Esta perspectiva, propia en sus inicios de modelos eficientistas de ejercicio

del gobierno, pone énfasis en la necesidad de incluir en la perspectiva de la solución de los

problemas públicos a que están abocados los gobiernos, la participación de la ciudadanía

como condición indispensable del éxito de las mismas. Así surgen diversas orientaciones y

prescripciones en el marco de las transiciones a la democracia de nuestros países, en las que

los gobiernos, particularmente los del nivel estadual y municipal deben de acercarse a la

ciudadanía y crear instancias de participación, consulta, delegación y control.

Así, desde la propia sociedad civil se ha ido acotando el término de participación ciudadana a

aquellos espacios de participación que se refieren a la relación gobierno ciudadanía en

diferentes ámbitos. “La participación ciudadana es aquella en la que las personas, ciudadanas

con derechos y obligaciones, toman parte en los asuntos públicos del Estado. Supone el

entorno de una democracia participativa, entendida como el conjunto de mecanismos e

instancias que poseen los ciudadanos y las comunidades para incidir en las estructuras

estatales y las políticas públicas sin requerir necesariamente de la representación partidista,

gremial, clientelista o de las vías de hecho cívicas o armadas”.36

Esta perspectiva se acerca mucho a la definida por Nuria Cunill sobre participación ciudadana

en la que se excluyen los ámbitos de participación de la sociedad civil que no tienen relación

36 Castro, Oscar (coord.), Participación efectiva de las mujeres rurales en al ámbito local, INMUJERES, CONACY, CAM, México, 2007, p. 35.

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32

con el Estado, como la participación social, la participación comunitaria y las acciones

autónomas de asociativismo ciudadano de una u otra forma autoreferenciado.37

Desde esta perspectiva, la existencia de canales permanentes de negociación junto a los

diversos órganos del Estado permiten la institucionalización de la participación de la

ciudadanía en las decisiones gubernamentales. Por un lado las estructuras gubernamentales se

encuentran impelidas por un “deber” de institucionalizar la relación a través de mecanismos

de participación de los ciudadanos en los asuntos públicos; y por el otro, la existencia de una

ciudadanía activa es entendida como, el ciudadano, titular de derechos y deberes, es

esencialmente creador de derechos para abrir nuevos espacios de participación política con la

que se construyen propuestas para alcanzar mecanismos constitucionales de control:

referendo, plebiscito, iniciativa popular, posibilidad de revocación de mandatos, exigencia de

rendición de cuentas, entre otros, asegurando de esta forma complementariedad entre la

representación política tradicional y la participación ciudadana directa.

Esta idea de la participación ciudadana tiene un componente muy instrumental y en las

democracias liberales se traduce en mecanismos específicos que hacen posible el ejercicio de

los derechos de ciudadanía través de la suma de voluntades individuales. Por otro lado, los

espacios que se abren a la deliberación de los ciudadanos en el nivel local son de más difícil

aprehensión, puesto que representan la instalación de mecanismos de consulta, decisión y

contraloría en base al uso de la información y de la generación del debate entre diferentes

opciones, mecanismos que, las más de las veces, requieren de la voluntad política del actor

gubernamental para llevarlas a cabo. En todo caso, estos consejos, contralorías ciudadanas,

comités vecinales y figuras similares, utilizadas por los gobiernos locales o dependencias

sectorializadas, también tienen un fuerte componente de prescripción por el control del

gobierno para lograr el autogobierno. A través de los mecanismos de control, los ciudadanos

dan seguimiento al cumplimiento de obligaciones, compromisos, competencias y funciones

del gobierno en sus niveles central, regional y local.

En síntesis, los objetivos estratégicos de la participación ciudadana, según esta perspectiva

serían:

37 Cunill, Nuria, La participación ciudadana, CLADE, Caracas, 1991.

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33

Fortalecer la organización social autónoma pero en relación con las directrices del

ejercicio de gobierno.

Fortalecer la capacidad de las comunidades en formular propuestas viables de

superación social.

Fortalecer la interlocución social ante el Estado (mundo político y burocrático).

Incidir en las decisiones, ejecución, evaluación y control de las políticas de interés

colectivo por parte de los implicados por dichas políticas.

Sensibilizar al Estado de las necesidades sociales, para que ajuste sus estructuras y

acciones de manera flexible para hacerlas aprensibles por los grupos sociales.

Así, una de las tareas principales de la participación ciudadana sería según Stewart generar

espacios de deliberación, “un proceso de discusión y de reflexión del que pueda resultar una

visión más precisa de los conflictos que subyacen a una determinada problemática y de cómo

estos pueden ser aclarados”,38 donde los ciudadanos logren incidir en la definición del

problema, el análisis, la implementación y evaluación de las políticas y programas de

desarrollo fomentando la creación de organizaciones, redes y tejidos sociales. Esto supone

que los ciudadanos y los grupos sociales aumenten sus capacidades “para gestionar sus

propios asuntos, para intervenir en la negociación con el sector público, para contribuir a que

los beneficios lleguen realmente a grupos usualmente excluidos, para reducir costos, aumentar

el sentido de propiedad por parte de los ciudadanos, estableciendo mejores bases para el

control social, que permita a su vez retroalimentar la evaluación y las acciones tendentes a

futuras actividades y proyectos”.39

Esta visión de la participación ciudadana establece la necesidad ser producto y productora de

una nueva relación entre el gobierno y la sociedad en diferentes niveles que toma del enfoque

de políticas públicas, para incrementar la influencia de la ciudadanía en las decisiones de

gobierno:40

a) Información: primer nivel de participación ciudadana para el conocimiento de

presupuestos, normatividad, programas, planes, proyectos del sector gubernamental y

que es indispensable para hacer posible cualquier tipo de participación.

38 Stewart, John, “Hacia la democracia deliberativa”, en Joan Font, Ciudadanos y decisiones públicas, Ariel, Buenos Aires, 2001, p. 78. 39 Castro (coord.) 2007, ibidem, p. 36. 40 Aguilar, Luis, “Participación ciudadana, una visión de administración y política pública”, en Presidencia de la República, Taller de análisis sobre participación ciudadana en políticas públicas, México, 2001, pp. 103-107.

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34

b) Consulta: cuando además de proporcionar información, el gobierno consulta a los

ciudadanos, a través de reuniones, visitas o entrevistas en el terreno, a través de las

cuales el gobierno se entera de las propuestas y opinión de la ciudadanía sobre

aspectos específicos de la acción pública.

c) Decisión: se participa en la decisión cuando las consultas no se quedan sólo en emitir

una opinión, sino cuando ésta es obligatoria para quien realiza la consulta como es el

caso del plebiscito y del referéndum.

d) Delegación: se establece cuando un gobierno otorga o delega a algunas organizaciones

sociales o ciudadanas la puesta en práctica de algún proyecto o programa relacionado

con la atención a problemas públicos.

e) Asociación: Implica que la iniciativa puede provenir de la ciudadanía o del gobierno

para pactar la realización de políticas o programas en común, cada quien en el ámbito

de sus responsabilidades, participando en consecuencia en las diversas etapas de la

política.

f) Control: de las acciones de gobierno por parte de las diversas formas de organización

de la ciudadanía, lo que por un lado se relaciona con la evaluación y por otro con

diversas formas de escrutinio sobre la acción del sector público.

Por otro lado las organizaciones civiles han sistematizado algunas experiencias de relación

gobierno-ciudadanía, con el objetivo de visualizar cuáles serían, por un lado, una

participación efectiva, y por otro, cuáles serían los indicadores que deberían de tomarse en

cuenta para la incidencia en las políticas públicas.41 Sobre ésta última consideración

volveremos en el último apartado de este capítulo.

La “participación efectiva” es considerada por Berrios “como una cualidad de la

participación ciudadana que implica la concordancia entre la intencionalidad de un actor para

incidir en las políticas públicas y los resultados producidos por su acción. La participación

ciudadana es un elemento central en la formulación de políticas, programas y proyectos,

fomentando la creación de organizaciones, redes y tejidos sociales, que aumenten la

capacidad de los ciudadanos y de los grupos sociales para gestionar sus propios asuntos y para

intervenir en la negociación con el sector público. La existencia de espacios públicos no

41 Al respecto pueden consultarse, los títulos publicados por el Centro Antonio Montesinos, Entre lo cívico y lo gubernamental, México, 2000; y Los cívico en lo público, México, 2002.

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35

estatales lejos de debilitar al Estado y su funcionamiento, contribuyen a la legitimación del

mismo y a la eficacia de su desempeño”.42

Desde esta perspectiva la efectividad de la participación ciudadana en políticas públicas

implica la concordancia entre la intencionalidad original y los resultados:

“Es diferente cuando se trata de intereses utilitarios, pecuniarios y materiales, que

cuando se tienen motivaciones simbólicas, no pecuniarias y espirituales. Asimismo, no

es igual cuando lo que se busca es un fin político que cuando se trata de uno

profesional; y, finalmente, la intervención puede tener un alcance o motivación

inmediatos o bien alentar expectativas en una perspectiva de largo plazo”.43

Por tanto, en términos de participación efectiva se ubica como objeto de análisis el proceso

más que el impacto final; es decir, no se trata de valorar el grado de cumplimiento de los

objetivos de la acción o el conjunto de las acciones. Para eso existen métodos propios de la

evaluación de políticas públicas (costo-eficacia, costo-beneficio, balance social y por supuesto

evaluación de impacto, etc.), sino de resaltar aquellos aspectos que han posibilitado imprimir

un carácter realmente público a ese conjunto de acciones guiadas por objetivos claramente

definidos.

El impacto o resultado de la participación, en función de la capacidad ciudadana de influir en

las decisiones y acciones públicas puede ser evaluado o medido, a partir de la disposición del

aparato gubernamental para:

Conectarse con el activismo local con el objetivo de lograr que la asignación y la

dotación de servicios públicos se hagan de acuerdo con la demanda colectiva con base

en la expresión de los deseos locales.44

El grado en que la descentralización impulsa el desarrollo de comunidades políticas

locales a través de administraciones locales descentralizadas que a su vez impulsan

42 Berrios, Pilar, en Castro (coord.) 2007, op. cit. 43 Graizbord, Boris, “Planeación urbana, participación ciudadana y cambio social”, en Economía, sociedad y territorio, enero-junio: vol II, El Colegio Mexiquense, México, 1999, p. 4. 44 Ziccardi, Alicia, Gobernabilidad y participación ciudadana en la ciudad capital, Porrúa, UNAM, 1998.

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36

espacios de participación de la ciudadanía en el marco de una gobernabilidad

democrática;45 y

El grado en que las acciones públicas tienen resultados redistributivos en términos

políticos: redistribución del poder a favor de la comunidad local; y económicos:

redistribución del ingreso real a favor de los pobres.

Desde el enfoque de políticas públicas, la legitimidad y eficiencia en las acciones

emprendidas, son también retos para cada uno de los diversos actores involucrados en esta

relación, que generalmente se refieren a un complejo entramado de relaciones de poder entre

actores gubernamentales y actores ciudadanos, teniendo que superar de entrada altos niveles

de desconfianza en la política. Por lo que, para influir en las decisiones políticas y de las

políticas, ampliar los espacios públicos y dotar de contenidos a las democracias formales, es

menester que los ciudadanos desarrollen prácticas efectivas y democráticas.

Este paradigma de participación que acabamos de describir encuentra fuertes restricciones en

la sociedad mexicana actual, heredera de muchas décadas de un estilo antidemocrático,

corporativo y clientelar de participación social. Numerosas investigaciones han puesto de

manifiesto que es precisamente en los ambientes rurales donde son aún mas débiles los

procesos de construcción de ciudadanía, y donde los esfuerzos de organización independiente

de los cacicazgos locales se enfrentan con formas violentas de represión y violación de

libertades fundamentales. Sin embargo, también algunos estudios sobre las ciudades nos

muestran como la complejidad urbana dificulta también las relaciones cara a cara y los

espacios de participación ciudadana se ven limitados por las discusiones sobre la

representatividad de los ciudadanos y la creciente desvinculación de éstos con sus bases

sociales. 46

Para modificar esta situación, es necesario conocer mejor las formas económicas, políticas y

culturales en que se mantienen y recrean los obstáculos y restricciones a la participación

ciudadana, así como las estrategias que siguen los diferentes espacios para transformar estas

restricciones. Esto implica analizar la orientación y mecanismos de las políticas públicas y las

experiencias y prácticas sociales que ya se han dado.

45 Borja, Jordi, et. al., Descentralización y democracia: gobiernos locales en América latina, CLACSO, SUR, CUAMT, Santiago de Chile, 1989. 46 Bolos, Silvia, Organizaciones sociales y gobiernos municipales, UIA, México, 2003.

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37

Por otro lado se encuentran un conjunto de consideraciones que ponen acento en una visión

más abarcadora de la participación ciudadana, que si bien distingue en ella el componente de

la relación con la acción gubernamental, también incluye a la participación social y a la

participación comunitaria como formas de participación ciudadana, en tanto se dan como

formas del ejercicio de los derechos de ciudadanía. Esta distinción se ha desarrollado sobre

todo en el ámbito de las discusiones sobre el municipalismo en México.47 Se basa en una

sencilla distinción entre lo que significa la participación ciudadana, la participación social y la

participación comunitaria, que frecuentemente se utilizan como sinónimos, pero que encierran

significados distintos.

“La participación comunitaria… es muy frecuente encontrarla en los municipios rurales y en

algunas colonias de los municipios urbanos. Un grupo de personas que se identifican por tener

intereses e identidades culturales y sociales comunes, se denominan a sí mismos una

comunidad. La comunidad comparte un espacio geográfico determinado e intereses propios

que se distinguen de otras comunidades o del resto de los municipios. Los miembros de la

comunidad forman parte de ella y toman decisiones colectivas y participan en la solución de

problemas y en la satisfacción de las necesidades del colectivo. Hay un fuerte lazo social que

los une, frecuentemente es compuesta por varias familias y ponen el interés común por

encima de los intereses individuales. Esta afirmación parece muy idealista y armoniosa; no

quiere decir que en la comunidad no exista el conflicto y que las familias no quieran proponer

sus propios intereses como intereses de toda la comunidad. Pero lo que les distingue es una

historia compartida, en función de una cultura y de la habitación de una porción de tierra

determinada que se ha puesto en común. Se distingue además porque es una organización que

trata de ser integradora, es decir, las familias enteras son parte de la comunidad y participan

de ella. Un último rasgo que distingue a la participación comunitaria es su independencia

relativa con respecto de las definiciones o acciones del Estado y sus órdenes de gobierno, en

este caso del gobierno local. Es decir, la participación comunitaria es relativamente

autogestiva: trata de resolver sus problemas independientemente de las acciones del gobierno

local, si logra su competencia estará satisfecha, pero si no logra que el gobierno local

participe, resuelve sus problemas y necesidades por su cuenta. La introducción de agua

potable, la organización para gestionar una escuela, la relación con el maestro, la construcción

47 Alvarez, Eréndira y Oscar Castro, Participación ciudadana y gobierno local, Agenda de la Reforma Municipal en México, Cuadernos de Debate, CESEM, IIS-UNAM, CERE, CIDE, México, 2000, p. 20.

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de una capilla, o la solución de conflictos entre las familias, son parte de los problemas que se

resuelven con la participación comunitaria.”48

También “la participación social ha estado frecuentemente ligada al ejercicio libre y

autónomo de los ciudadanos respecto del gobierno –y en algunos casos antagónicos a él-, y se

ve reflejada en formas de participación sectorial o virtual: demandas sociales reivindicativas y

urbanas, movimientos sociales – feministas, ecologistas, pacifistas juveniles, infantiles, en pro

de la niñez, la salud, la educación, obreros, etc.- . Los ciudadanos en el ejercicio de sus

derechos se organizan frente al gobierno, frecuentemente con independencia de él, sin

importar las restricciones que se autoimponen para reivindicar sus demandas”. 49 Es decir, se

ejercen los derechos de ciudadanía, aunque se reivindiquen demandas particulares o

sectoriales.

Esto significa que la participación social está referida a un conjunto de acciones que nacen

independientes del gobierno: un grupo de colonos que se organiza para solicitar la

pavimentación de su calle, una organización social que se organiza para solicitar terrenos y

pies de casa, un grupo de ecologistas demandan solución a la contaminación de un río, o un

grupo de mujeres que se organizan en función de sus derechos sexuales y reproductivos. Son

los grupos sociales que, en el libre ejercicio de sus derechos se movilizan, se organizan,

demandan, solicitan acciones para la solución de problemas particulares o públicos, con

independencia del gobierno pero teniéndolo como su interlocutor inmediato. La participación

social generalmente es sectorial, es decir, moviliza en acciones a ciertos sectores de la

sociedad para la solución de los problemas que les interesan en particular.

Participar significa tomar parte en y lo ciudadano corresponde a aquellos sujetos portadores

de derechos y obligaciones dentro del Estado nacional. En estricto sentido los ciudadanos son

aquellas personas que tienen garantías individuales y derechos sociales reconocidos por el

Estado. Sin embargo, en distintas naciones, las personas no adquieren carta de ciudadanía

sino hasta determinada edad, y todavía en algunos países, el sexo, la raza o la religión son

motivo de exclusión ciudadana. La participación ciudadana como ya se señaló, se define así

por su intrínseca relación con el Estado, pues es éste quien le dota de derechos y obligaciones. 48 Castro, Oscar, “Incidencia en políticas públicas, participación y gobierno municipal”, en Canto, Manuel y Oscar Castro (coords.) Participación ciudadana y políticas públicas en el municipio, MCD, México, 2002, pp. 98-100. 49 Ibid.

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Así pues, la participación ciudadana es aquella en la que los individuos –ciudadanos con

derechos y obligaciones- toman parte en los asuntos públicos del Estado.

La participación social y la participación comunitaria son formas de participación ciudadana,

pero en ellas sus participantes, en el libre ejercicio de sus derechos, se reservan el derecho de

relacionarse o no con el gobierno de una determinada forma, mientras que en la participación

ciudadana se buscan formas institucionalizadas de relación entre los ciudadanos y los

gobiernos. En las democracias liberales, estas formas de participación son enunciadas como

derechos constitucionales a la participación por medio del sufragio, para las elecciones, los

referendums, los plebiscitos o las consultas e iniciativas populares, y están reguladas por las

leyes electorales o de participación como derechos constitucionales. Cabe señalar, como lo

haremos en otro capítulo, que en México a nivel federal éstas figuras de participación son

muy limitadas. Pero también están esas formas de participación no establecidas en los

ordenamientos legales de carácter local, aunque se ve con mayor frecuencia como imperativos

normativos de programas y políticas públicas, los consejos ciudadanos sectoriales, comités

vecinales, delegacionales, consejos consultivos, y comités de obras y servicios, la contraloría

social, etc. Son instancias de participación ciudadana que tratan de regular e institucionalizar

las relaciones entre los gobiernos locales y la ciudadanía.

Así pues, para fines de nuestra argumentación, es importante reconocer la participación de la

sociedad civil en los asuntos públicos como formas de participación ciudadana que tienden a

la institucionalización, pero no dejan de serlo otras formas, porque son los ciudadanos, en el

libre ejercicio de sus derechos, los que le dotan de contenidos a su participación. Al respecto

Bolos nos recuerda que “la participación en diversos niveles, ha sido parte de la demanda de

los movimientos sociales latinoamericanos en las últimas décadas; ésta ha surgido vinculada a

los derechos colectivos e individuales de importantes sectores excluidos tales como el respeto

a las identidades particulares, la justicia social y la participación en la esfera pública”.50

50 Bolos, 2003, op. cit. p. 12.

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40

1.4 Participación social, organizaciones y movimientos sociales

Hoy día la democracia es una figuración social que nos permite relacionarnos en el marco de

una red de relaciones en la cual establecemos un debate. Una figuración social nos dice

Norbert Elías,51 son aquellas representaciones que nos permiten sostener un marco de diálogo

social en el cual hay una base mínima de significaciones y acuerdos sobre lo que es de nuestro

interés. Por ejemplo, hoy día, nadie puede decir que está en contra de la democracia pues se

quedaría fuera de la discusión pública si es que quisiera incidir en ella. Sin embargo, a la

democracia cada uno de los actores involucrados la entiende de acuerdo a sus intereses. No la

entiende igual un partido que otro, o que una organización social, pero es el marco dentro del

cual nos movemos y nos relacionamos, es una figuración social que nos ayuda a tender un

puente de diálogo.

Así pues podemos desmenuzar un poco lo que ha sido la democracia en nuestras sociedades

modernas. Tenemos la democracia directa en la que los ciudadanos mediante el voto popular

mandatan a una persona para hacer lo que el pueblo quiere y no le dejan margen para que

actúe de acuerdo a las decisiones que pueda tomar. Es el caso de formas de representación en

pequeña escala, en comunidades o gremios no sindicalizados, en los que se puede hacer un

ejercicio de votación a mano alzada para que un ciudadano realice una actividad que se

considera de interés público.

También tenemos la democracia deliberativa, que es aquella en la que se trata de argumentar

y convencer al auditorio por una u otra opción de solución a los problemas de grupo o de

interés público. Esta forma de democracia generalmente se asocia con el asambleísmo de las

organizaciones, y con el sistema parlamentario para el caso de las decisiones de carácter

público.

Por otro lado tenemos la democracia representativa, en la que los ciudadanos votamos por

nuestros representantes y les damos un cierto margen de decisión respecto de las funciones

para los cuales han sido elegidos. En las sociedades modernas esta forma de democracia se

hace mediante un sofisticado sistema electoral que está diseñado para contabilizar los votos

de los ciudadanos hacia representantes que están inmersos en un sistema de partidos.

51 Elías, Norbert, Sociología fundamental, Gedisa, Madrid, 1997.

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41

Finalmente, hay estudiosos que han impulsado la idea de una democracia sustancial, que es

aquella en la que los ciudadanos toman parte, no sólo de las decisiones públicas, sino de los

asuntos públicos para el establecimiento de una democracia sustancial.52 Una democracia en

la que opera un segundo circuito de la política en donde los ciudadanos se interesan y actúan

sobre los problemas de interés público y las instituciones del estado fomentan esta

participación y tienen un carácter regulatorio de los recursos públicos empleados.53

Así pues, el papel de los partidos políticos en un sistema democrático liberal implica que la

forma de representación de los ciudadanos se materializa a través de ellos, para la

deliberación en el Congreso y la representación en los poderes ejecutivos.

Sin embargo, los partidos políticos en democracias liberales como la nuestra han

experimentado desgaste y un descrédito, pues se convierten en una élite difícil de controlar

por los mismos ciudadanos. Los políticos, una vez electos se despegan de los ciudadanos y

mantienen una autonomía sobre sus decisiones. Entran en el primer circuito de la política,

según nos lo explica Arditi. Aquel en el que se inmbrincan los intereses económicos con los

intereses públicos y los intereses de grupo, dejando fuera a los ciudadanos que los eligieron.

Los movimientos y organizaciones sociales en todo el mundo surgen como una reacción a la

marginación de los ciudadanos en la política. Cuando un grupo social se siente afectado

directamente en sus intereses legítimos, se siente marginado de los beneficios públicos, o se

siente no tomado en cuenta en las decisiones, surge de sí una fuerza capaz de hacerse

escuchar. Los movimientos sociales se van institucionalizando en la medida que se vuelven

interlocutores del Estado para la resolución de sus demandas y en la medida que van

buscando mantenerse. Van sugiriendo formas de procesar sus discusiones y decisiones, y van

tomando forma de organizaciones sociales capaces de tener estructuras mínimas internas con

las cuales conducirse en el espacio público.

La historia de los movimientos sociales en los países latinoamericanos y en particular en

México, como las de todo el mundo, experimentan en este proceso el corporativismo del 52 Canto, Manuel y Raquel Pastor, “Algunas nociones fundamentales sobre democracia”, en Nuestra Palabra, Convergencia de Organismos Civiles por la Democracia, México, 1991. 53 Ardite, Benjamín, “El segundo círculo de la política. Una propuesta para el financiamiento de las organizaciones sociales”, en Bolos, 2003, op. cit. p. 75.

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Estado y el neocorporativismo de los partidos políticos. El Estado se ve presionado por un

grupo social que ejerce sus derechos civiles (libre asociación, libertad de movimiento, libre

expresión, etc.) y generalmente tiene demandas en el terreno de la reivindicación de sus

derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (salud, vivienda, educación, medio

ambiente, mujeres, adultos mayores o personas con capacidades diferentes), y tiende a

absorber, no sólo sus demandas sino el movimiento mismo, el control de sus líderes, la

disolución de su organización o la incorporación de la misma al sistema de control de las

élites del primer circuito. Tal fue el caso de las organizaciones gremiales y populares del

México postrevolucionario que perdura hasta hoy día, aunque existan voces que quieren

negarlo.

Otra forma de absorción de las organizaciones sociales, que en México se ha visto de manera

clara en los últimos veinte años, es la incorporación de los líderes de los movimientos y

organizaciones sociales a las estructuras partidistas. Esta absorción no implica solo al líder

sino que con él se absorbe a toda la organización social, convirtiéndola en clientela política

cautiva para el grupo partidario y de élite al que se haya adherido el líder en cuestión.

Tanto el corporativismo del Estado como el neocorporativismo de los partidos políticos

presentan un desgaste en la medida que se alejan de los ciudadanos a los cuales las

organizaciones y movimientos sociales habían servido originalmente.

Cierto es que los movimientos y las organizaciones sociales necesitan incidir y acumular

fuerzas para ser escuchados en un sistema de élites políticas y económicas, y es la fuerza de

su lucha la que se hace escuchar. Sin embargo, también las organizaciones sociales han

accedido a otras formas de organización y a otras estrategias de acumulación de fuerzas, tales

como el establecimiento de alianzas ciudadanas para el ejercicio de sus derechos y la

legitimación de sus demandas.

A esto se le ha dado en llamar “el segundo circuito de la política”. Aquella estrategia que nace

de la sociedad civil de hacerse visible frente a los poderes públicos. “… los movimientos

sociales impactaron en la forma de hacer política, al mismo tiempo crearon un esquema de

relación entre el Estado y los grupos de interés, más o menos estable; que terminaba

“puenteando” a los partidos políticos al crear arenas, canales, y actores políticos no electorales

y no partidistas. Esta activación política de la sociedad civil ha levado a autores como Offe y

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43

Schmitter a hablar de un segundo circuito de la política. Si el primero es la política de los

partidos y las elecciones de las autoridades públicas, el segundo circuito sería uno que ya no

se basa en elecciones, ero sí en una relación entre gobierno y sociedad y en la creación de

actores políticos autónomos dentro de la sociedad civil”.54

Así, los movimientos de los marginados cobran relevancia en la medida en que logran hacer

que sus problemas sean considerados por la opinión pública y sean escuchados también por

miles de ciudadanos que toman posición frente a sus demandas. En 2006 y 2007, en Tlaxcala

hemos sido testigos de dos grandes expresiones de fuerza social frente a las instituciones del

Estado. Una marcha que dio origen a la Red de Organizaciones Sociales y Sindicales, a

propósito de las políticas antipopulares del gobierno federal y la Iniciativa Popular para que se

reconozca el delito de trata de mujeres para la prostitución en el Estado de Tlaxcala, que juntó

más de 25,000 firmas para su propuesta, al margen de los partidos políticos y las instituciones

del Estado.

Dentro de estas nuevas formas de reivindicación de derechos ciudadanos, han surgido las

organizaciones civiles. Agrupaciones de ciudadanos que adquieren una figura legal,

generalmente de asociación civil sin fines de lucro, que se han avocado a tratar de encontrar

soluciones a problemas de los ciudadanos que deberían ser atendidos por el Estado por ser de

interés público. El asociacionismo ciudadano está orientado en México, hacia una infinidad de

intereses y problemas sociales. Existen miles de organizaciones civiles en México que están

orientadas bajo principios de diversa índole: desde la filantropía, pasando por el desarrollo

social, hasta la defensa de los derechos humanos. Muchos movimientos y organizaciones

sociales han encontrado en estas figuras una forma de establecer una institucionalización no

partidaria que resiste a la absorción del Estado pero que se planta como interlocutor de él y de

los ciudadanos necesitados y marginados. Al respecto Olvera (en Canto coord, 1998, p117),

hablando de las organizaciones definidas dentro del espacio del tercer sector o las llamadas

organizaciones civiles, nos dice cómo “las categorías antes señaladas aluden a un mismo

proceso social : el creciente número y visibilidad pública de diversos tipos de asociaciones de

ciudadanos que, haciendo uso de recursos simbólicos y materiales, capacidades

organizacionales y afinidades emotivas y morales, actúan colectivamente a favor de alguna

54 Ibid, p. 83.

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44

causa y persiguen algún interés material o simbólico situándose por fuera del sistema político

y sin seguir la lógica del mercado”.55

Este fenómeno no es privativo de México; en todas las democracias liberales modernas,

particularmente en Europa y en algunos países de América Latina, se han experimentado

formas en las que le Estado también hace un esfuerzo por establecer un orden para dar cause a

las demandas sociales que son independientes de las vías partidarias y que tienen un fuerte

carácter propositivo. El Estado empieza a ver que las organizaciones comienzan a participar

en los asuntos públicos con una fuerte simpatía ciudadana y con una fuerte actividad política

orientada hacia la opinión pública e independiente de los partidos políticos.

Las democracias modernas han estado preocupadas por dar forma y establecer un poco de

orden a este segundo circuito de la política. Y en algunos casos han comprendido que el

sistema democrático no sólo necesita dar orden a esta forma de participación civil, sino que

necesita fomentarla pues comienza a ser una forma de regulación a la participación política

dentro del sistema de partidos que se aleja de las demandas ciudadanas.

Para ello, los Estados han querido regular esta nueva forma de expresión política ciudadana a

través del financiamiento público, a cambio de un cierto grado de regulación. Es decir, se han

establecido ordenamientos legales conforme a los cuales las organizaciones civiles pueden

acceder a los recursos públicos para desarrollar sus actividades que son consideradas de

interés público.

En este sentido se han caracterizado, por ejemplo, modelos de participación de las

organizaciones civiles en países europeos, en los que se identifica; a) un modelo renano

corporatista en el que las organizaciones son fuertes, profesionalizadas y con un carácter

semipúblico, como en Alemania, Suiza, Austria y Bélgica entre otros; b) un modelo

anglosajón o liberal, que se basa en una tradición individualista y cuyos recursos provienen

del voluntariado como en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido e irlanda; c) un modelo

escandinavo o socialdemócrata, en el que las organizaciones se basan en la autoayuda, como

en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia; y d) un modelo mediterráneo o emergente, en

las que las organizaciones nacen de la creciente secularización de las actividades de la Iglesia

55 Olvera, Alberto, “Problemas conceptuales en el estudio de las organizaciones civiles: de la sociedad civil al Tercer Sector”, en REMISOC, De lo cívico a lo público, México, 1998, p. 117.

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45

Católica, como en España, Portugal, Italia y Grecia.56 En todos estos modelos, se ha

experimentado una aportación de recursos públicos en porcentajes diferenciados en cada uno

de los países.

El estatus semipúblico, por un lado legal y legítimo, y por otro privado con fines públicos, de

estas organizaciones, puede ser engañoso si no está acompañado de una verdadera política de

Estado hacia el sector; es decir, una política que tiene establecido el tipo de acceso a los

recursos, el porcentaje de recaudación que se va a destinar, el tipo de actividades de desarrollo

social que las organizaciones implementarán y la información transparente sobre el correcto

destino de los recursos públicos. Para ello se han creado ordenamientos legales y políticas de

fomento a las organizaciones civiles, bajo la firme convicción del Estado de que este segundo

circuito de la política no sólo hay que regularlo, sino que es necesario para el desarrollo social

y la renovación de la democracia, y por ello hay que fomentarlo.57

Por otro lado nos encontramos con los movimientos sociales, que se caracterizan por que sus

demandas y sus luchas se encuentran en el terreno de reivindicaciones sociales para grupos

sectoriales, generalmente utilizando el espacio público como la arena para la expresión de sus

demandas. El espacio público, la calle, los medios de comunicación masiva y los medios

electrónicos se han combinado de manera sorprendente para que estos movimientos eleven

sus reivindicaciones a demandas de interés público.

La teoría sobre los nuevos movimientos sociales, especialmente en Touraine (1994) y

Melucci (1996), pone de relieve la existencia del conflicto. Olvera nos recuerda respecto a las

definiciones de ambos: “un movimiento social es aquel tipo de accón colectiva que cuestiona

la historicidad, es decir, el núcleo sociocultural del orden establecido, o sea, las instituciones y

valores de las sociedades capitalistas tradicionales, y del monopolio de la información en la

sociedad postindustrial… Melucci es menos radical en su concepto de movimiento social, aún

lo define como una forma de acción colectiva que: i) invoca solidaridad, ii) manifiesta un

conflicto, iii) conlleva una ruptura de los límites del sistema dentro de la cual la acción tiene

56 CAM, Entre lo cívico y lo gubernamental, México, 2000, p. 10. 57 Gordon, Sara, “Reflexiones en torno a la relación Estado- organizaciones civiles”, en REMISOC, De lo cívico a lo público, op. cit. pp 44- 51. En este artículo, Gordon hace un relato de la regulación de las instituciones de asistencia privada pero al respecto ver también la Ley Federal de Fomento a las Organizaciones de la Sociedad Civil, aprobada en 2004.

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46

lugar”.58 En todo caso, la arena del conflicto se hace sobre la base de reconocer una esfera

pública en la que se mueven los actores sociales sin la intermediación de las representaciones

establecidas por Estado.

Es sorprendente cómo a partir de esta idea del manejo público de los problemas sociales se

llega también a la discusión sobre la legitimidad o ilegitimidad de las mismos y al ejercicio de

los derechos humanos. Las movilizaciones sociales, marchas, mítines, plantones o bloqueos

de calles o carreteras para ejercer presión por parte de los actores sociales a los actores de

carácter público estatal, han dado lugar a un debate público, provocado e incitado por los

medios de comunicación sobre el ejercicio de los derechos ciudadanos. ¿Cuándo empieza el

derecho de las personas y colectivos a manifestarse y cuándo termina?, ¿cuál es el límite del

ejercicio de ese derecho si las manifestaciones obstaculizan el ejercicio de otros derechos

ciudadanos como el libre tránsito, el derecho a conservar el trabajo, por ejemplo?, ¿cuál es el

papel del Estado frente a esta problemática en la que, como en el caso de todas las violaciones

a los derechos humanos, el actor gubernamental está directamente involucrado en la

generación directa o indirectamente de estas violaciones?

Los movimientos sociales tienen características nuevas a raíz de saberse portadores de

derechos, de saberse ejerciendo un derecho dentro del Estado democrático, o bien ejerciendo

presión para que el Estado se democratice. Se han vuelto más dinámicos, más creativos y más

competitivos a la hora de ejercer presión frente al actor gubernamental, pero sobretodo los

movimientos sociales y las organizaciones que los impulsan o se manifiestan dentro de ellos,

son actores sociales con una fuerte capacidad y conciencia política. En la última década del

siglo XX algunas organizaciones sociales, campesinas y urbanas se aliaron de manera muy

comprometida y fuerte a algunos partidos políticos, viendo sus dirigentes una oportunidad

para canalizar institucionalmente las reivindicaciones y demandas de manera directa, sea para

la gestión de recursos y proyectos que benefician a sus agremiados, o bien para incidir

directamente en las estructuras de el Estado sobre las causas de los problemas y necesidades

que les aquejan, sea en la legislación, políticas públicas, federales o estatales, o en lo

programas de desarrollo social y local en el ámbito municipal o metropolitano.

58 Ibidem, Olvera, p. 130.

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47

Esta alianza, que por otro lado también fue leída como un fenómeno de neo-corporativismo

partidario y gubernamental, que se distingue ahora por no ser privativo del partido en el

gobierno, o del partido hegemónico, sino como una práctica común a la mayoría de los

partidos políticos, dio paso en la arena pública y social, a la expresión de movimientos de

carácter civil o ciudadano en el espacio público. Las manifestaciones ambientalistas, por la

paz, por la inseguridad o por la indignación ciudadana frente al comportamiento de un

político en alguna situación abiertamente al margen de la ley y de la ética, han sido el motivo

de nuevas expresiones de movilización social y ciudadana. Estos nuevos movimientos

sociales- ciudadanos apelan a la ética en situaciones límites en las que la razón, las imágenes

de los medios de comunicación o el velo de la manipulación gubernamental o civil de

cualquier tipo, se encuentran en el entredicho de lo permitido socialmente, es decir, del

sentido común de la opinión pública.59 Ciertamente que este fenómeno, ha traído consigo la

manifestación de muy diversas expresiones morales o cívicas de acuerdo a las problemáticas

de que se trata; sin embargo, todos estos movimientos ciudadanos tienen en común, con

respecto a los movimientos sectorializados urbanos, obreros o campesinos, la reivindicación

del espacio público como la arena del conflicto ético de la sociedad.

Son, además, movimientos cuyos métodos se han complementado de muy diversas maneras.

Han desarrollado sistemas de comunicación entre diferentes actores para la movilización

social y ciudadana, hacen combinaciones específicas para objetivos parciales de sus

reivindicaciones y establecen mecanismos de comunicación abierta y masiva con respecto al

público en general. Son movimientos abiertos al espacio comunicativo, no sólo local sino de

la comunidad nacional e internacional a través de los medios electrónicos. Apelan al

conocimiento público de la problemática de que se trata y hacen lo necesario por encontrar

esas vías alternas a los medios de comunicación masiva. El uso del Internet, de los canales

virtuales de videoconferencias, los correos electrónicos y la radio libre son combinados con

las formas tradicionales de lucha, el bloqueo de la carretera, los afiches, los volantes y las

mantas en una marcha. Esas combinaciones han dado lugar además a la introducción de

elementos culturales y de información científica o técnica de las alternativas a los problemas, 59 Como un ejemplo reciente de este tipo de acontecimientos en los que la opinión pública ve, escucha y se moviliza, dando lugar a manifestaciones y movimientos sociales-ciudadanos, son las llamadas telefónicas dadas a conocer por los medios de comunicación social a propósito del contubernio y el tráfico de influencias ejercido por el empresario Kamel Nacif y el gobernador de Puebla Mario Marín, o bien el proceso de conformación y movilización de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca frente a las sinrazones del gobierno federal por sostener al gobernador Ulises Ruíz en el poder, o bien la movilización social- ciudadana, de la Iniciativa Popular en Tlaxcala para tipificar el delito de trata de personas, frente a las declaraciones reiteradas del gobernador Héctor Ortiz en el sentido de que el problema no existe en la entidad.

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e incluso de propuestas y/o contrapropuestas a las medidas gubernamentales o privadas que

están generando las problemáticas de que se trate y/o las violaciones a los derechos humanos

como consecuencia. Olvera, siguiendo a Melucci, lo define así: “El fenómeno del que estamos

discutiendo se refiere al conjunto de prácticas solidarias que diversos grupos sociales

desarrollan para defender sus intereses materiales, simbólicos o culturales, construir

identidades colectivas, y ejercer influencia sobre el sistema político. Esto implica hacer uso,

tanto de recursos materiales como simbólicos, así como de capacidades organizacionales,

poniendo en juego valores y capacidades emotivas, definiendo al mismo tiempo nuevos

valores y principios, estableciendo así , las más de las veces, un campo de conflicto.”60

Esta nueva característica de los movimientos sociales y ciudadanos va aparejada también con

su amplio sistema de alianzas. Abordar un problema social y reivindicar un derecho

específico ya no es sólo una expresión de carencia, sino también de comprensión del

problema, reivindicación de derechos en un sentido más universal, y generación de propuestas

alternativas. Los nuevos movimientos sociales- ciudadanos han comprendido eso, a pesar de

la tendencia observada en las últimas décadas del siglo XX a ser movimientos que se

expresan sobre la base de temáticas o nuevas sectorializaciones en estado de exclusión o

marginación social, como las mujeres, los niños, los homosexuales, los indígenas, los

ambientalistas, entre otros muchos. Más aún, estos movimientos ciudadanos han comprendido

que la variedad y diversidad de las expresiones sociales pueden dar lugar a la convergencias

de diversas reivindicaciones que pueden ser o no, expresiones de ese ethos social que intuye

que puede existir un nuevo orden, otro mundo posible y una diversidad de propuestas

alternativas que se convierten en movimientos sociales encadenados a otras propuestas

alternativas. Es decir los movimientos sociales de inicio del siglo XXI se caracterizan por ser

propositivos también, y se entrelazan unos con otros a través de sus acciones alternativas,

además de la reivindicación de sus propios derechos y/o la expresión de sus propios agravios.

Son también, así, movimientos de economía solidaria, salud alternativa, proyectos

productivos, comercio justo, impulso de propuestas legislativas, propuestas de políticas

públicas específicas o desarrollo social y de derechos humanos para amplios sectores de la

población que son vulnerables a esta nueva dinámica económica de las últimas décadas. Así,

múltiples propuestas se entrelazan de manera semiarticulada, como pequeños átomos o

células que están en constante movimiento, que se encuentran y se separan de un momento a

60 Ibidem, Olvera, p. 122.

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otro, pero se reconocen en su quehacer y se vuelven solidarios y tolerantes de manera

coyuntural. Son movimientos activos y reactivos, propositivos y reivindicativos, generales y

específicos. Son movimientos que van conformando pequeñas células sociales,

organizaciones civiles o sociales pequeñas capaces de movilizar las conciencias de los

ciudadanos comunes frente a un mismo propósito. Pueden encontrar un propósito específico

de sus luchas o intereses pero también son capaces de abrirse a los intereses de otros grupos

de manera solidaria y coyuntural. Se saben parte, por conciencia, por convicción o por

intuición de un sistema abierto y complejo que está queriendo dejar de ser encapsulado y

oprimido por intereses hegemónicos ilegítimos.

Olvera, partiendo de la base de la construcción de la sociedad civil descrita al inicio del

capítulo, señala cómo las organizaciones civiles de carácter político- cultural y los

movimientos sociales son resultado de este impulso por la reivindicación del mundo de vida y

su movimiento anticolonizador de los otros dos subsistemas. En este sentido, ubica a las

organizaciones civiles y los movimientos sociales como parte de una sociedad civil que

tendría dos componentes: “por un lado el conjunto de instituciones que definen y defienden

los derechos individuales, políticos y sociales de los ciudadanos y que propician su libre

asociación, la posibilidad de defenderse de la acción estratégica del poder y del mercado y la

viabilidad de la intervención ciudadana en la operación misma del sistema; por otra parte,

estaría el conjunto de movimientos sociales que continuamente plantean nuevos principios y

valores, nuevas demandas sociales, así como vigilan la aplicación efectiva de los derechos ya

otorgados”.61

Poco a poco también van teniendo claro el papel del Estado como ente regulador de las

relaciones sociales y como un engranaje de actores políticos, económicos y gubernamentales,

igualmente complejo, que tiene sus estructuras paralelas montadas al margen de lo

institucional. La información formal, científica y tecnológica, como la informal, el

conocimiento de ese otro sistema, subjetivo e inatrapable, clandestino y organizado, ágil y

encubierto, que esconde esos otros intereses particulares y hegemónicos, y administra de

manera lenta y/o expedita según convenga a sus intereses las legislaciones, la burocracia y las

instituciones, es hoy por hoy el arma que tratan de conseguir estos movimientos sociales-

ciudadanos. Un resquicio del sistema dominante, un gozne por medio del cual pueda apelarse

61 Ibid, p. 126

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a ese saber generalizado, simple, pero que durante años no ha tenido comprobación, de que el

mundo se rige de manera paralela a las instituciones del Estado y que está dominado por el

mercado y la corrupción. Con ello logran apelar a las contradicciones del discurso articulado e

hipócrita con el que se manejan los políticos y empresarios del sector hegemónico, y logran

develar de manera cruda sus intereses. Apelan a la ética y a la indignación ciudadana y son

capaces de movilizar las conciencias aparentemente alienadas de la población.

La movilización es el sentimiento de fuerza y de protección frente a ese poder omnipotente

que se cierne sobre los que de manera aislada quieren denunciar y pelear contra el sistema. La

información en cambio, es hoy por hoy, el engranaje con el cual los diversos actores sociales

se relacionan entre sí, se solidarizan y se apoyan mutuamente. Algunos sectores académicos

han comprendido eso también y ponen sus saberes al servicio de las diferentes causas

contrahegemónicas que tratan de descolonizar el mundo de vida.

Espontáneos cuando apelan a la manifestación contra las formas evidentes de ejercicio del

poder impune y autoritario, organizados y estratégicos cuando tejen y proyectan en el tiempo

sus acciones y sus alianzas, los movimientos sociales y ciudadanos combinan la

comunicación alternativa, la información y el despliegue de sus alianzas con el objetivo de

llegar al corazón de la indignación ciudadana y así tener algún momento, aunque sea fugaz,

parcial y lento, de control del Estado sobre sus gobernantes y su voraz sector financiero y

empresarial.

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51

1.5 Organizaciones civiles e incidencia pública

Las organizaciones civiles juegan un papel importante en estos movimientos sociales-

ciudadanos. A pesar de que durante años estuvieron encerradas en sí mismas y en sus

experiencias de incidencia, han llegado a desarrollar una serie de prescripciones que las han

abierto a lo creativo y han encontrado dentro de estos movimientos un espacio de generación

de alianzas políticas y logran poner en juego sus destrezas técnicas y organizativas.

Una tipología interesante de las organizaciones de la sociedad civil es la elaborada por Olvera,

en la que ubica: a) asociaciones de carácter económico-gremial como los sindicatos, grupos y

clubes empresariales, asociaciones de profesionales, etc., b) asociaciones políticas formales

como los partidos, en tanto que representan los intereses de los ciudadanos; c) asociaciones

religiosas que dependen frecuentemente de las jerarquías de pertenencia; d) las asociaciones

políticas de tipo informal que inciden en las reglas de operación del sistema político, tanto

para la reivindicación de los derecho civiles y políticos, como las organizaciones de derechos

humanos, e) las asociaciones de asistencia privada, las de tipo cultural, deportiva o urbano

gremial; y f) las asociaciones de tipo político-cultural, en donde se ubica al conjunto de

organizaciones civiles que son resultado de la vocación transformadora de los sectores

progresistas de la Iglesia católica, la expansión del sistema universitario, el colapso del

socialismo y el desarrollo de los nuevos movimientos sociales (ecologismo, feminismo,

pacifismo, etc.).62

“Estas asociaciones (de tipo político cultural), vistas en su conjunto, constituyen un verdadero

movimiento social por cuanto reflejan nuevos valores morales, políticos y culturales, gestados

después de la Segunda Guerra Mundial y reflejan una vocación deliberada y explícita por

transformar un orden social que se considera injusto a la luz de los principios éticos. Tomadas

individualmente, estas asociaciones son organizaciones formales con algún tipo de registro

legal, normalmente homogéneas y con poca vida institucional, que llevan a cabo tareas

específicas en proyectos de promoción del desarrollo y creación de grupos y movimientos

culturales… postulan un concepto participativo de la democracia y el valor de la autonomía

de la sociedad frente a los sistemas político y económico”.63

62 Ibid, pp. 131-133. 63 Ibid, pp. 134- 135.

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Estas organizaciones pueden enmarcarse dentro de lo que Scherer-Warren, refiriéndose a los

movimientos sociales, nos dicen que la participación colectiva está orientada por el objetivo

de promover procesos de democratización:

• “La ética de la política, expresando el deseo de moralización del espacio público, de

transparencia en la arena institucional, de priorización de programas que atiendan a

fines públicos no clientelares;

• La democratización de la esfera pública, repensando las relaciones entre lo privado, lo

estatal y lo público, con la garantía de una participación plural en la cual se contemple

la diversidad cultural con las respectivas subjetividades (étnicas, de género, etc.) y que

permita combinar democracia directa con democracia representativa;

• La superación de la exclusión social, económica, cultural, redefiniendo las prioridades

de las políticas públicas y repensando la cuestión de la calidad de vida y del combate a

la pobreza, la injusticia social, la discriminación de las minorías sociales y culturales,

etc.; y

• La solidaridad definida por el principio de responsabilidad individual y colectiva con

lo social y con el bien común, cuyas implicaciones prácticas son la búsqueda de la

cooperación y la complementariedad en la acción colectiva y, por tanto, para el trabajo

conjunto.” 64

Podríamos decir que las organizaciones civiles se rigen por estos principios al tratar de

establecer un puente entre las demandas de los movimientos sociales y las instituciones del

estado y del mercado; en un marco de semi-institucionalización y movilización sociocultural.

Al respecto Canto hace un interesante análisis del énfasis político-cultural de las

organizaciones civiles, distinguiendo diversas lecturas que de ellas se han hecho:65

a) Aquel que está tensionado en su reflexión por su búsqueda de la capacidad subversiva del

sistema, por la búsqueda de nuevos sujetos históricos y que, en tal sentido, tiende más a poner

el acento en el papel político de las organizaciones civiles. Esta visión se identifica con la

autoorganización y la crítica a las grandes instituciones como la Iglesia, el Estado, la empresa,

la escuela y promueve una visión de construcción de la sociedad civil a partir del desarrollo 64 Scherer- Warren, Ilse, Cidadania sem fronteras Acoes coletivas na era da globalizacao, Editora Huatec, Sao Paulo, 1994, p. 61. citado por Colos, 2003, op. cit. p. 15 65 Canto, Manuel, “La discusión sobre la participación de las organizaciones civiles en las políticas públicas, en REMISOC, 1998, op. cit. pp. 6 y 7.

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de procesos autónomos de organización, donde la movilización tiene un carácter antisistémico

y antigubernamental.

b) Aquel que su búsqueda fundamental es la compensación de los déficits del mercado en la

reproducción social, y que por ello ve a las organizaciones civiles como formas posibles de

respuesta privada y no obligatoria a la contradicción entre igualdad y libertad. Esta visión

busca la eficacia del Estado para compensar las desigualdades del mercado, pone acento, a

partir de la identificación de la expansión del mercado, en la descentralización, la

privatización de servicios y la democracia procedimental como acciones de la sociedad civil.

c) Aquel que desconfía profundamente de las instituciones estableciendo una oposición entre

comunicación y estrategia, y que por ello mismo apuesta más a la socialización de valores que

a la estructuración de formas organizativas. Este enfoque se identifica con la construcción de

una nueva moralidad; de la crítica al utilitarismo y a la visión instrumental tecnológica, surge

la construcción de una sociedad civil basada en la comunicación de valores en la que lo

público adquiere una dimensión fundamentalmente discursiva.

d) Aquel que trata de ubicar las identidades en la tensión entre intercambio político y

comunicación, de lo cual surgen nuevas subjetividades y proyectos políticos en continua

reformulación. Este enfoque identifica la esfera de lo público, como ese espacio de la

sociedad civil que construye nuevas subjetividades, de manera plural y no unicéntrica, y

donde se intercambian proyectos, estrategias e identidades colectivas.

Así, independientemente del énfasis que las organizaciones pongan sobre su actuación

político-cultural, Canto las define como “agrupamientos estables, organizados, con una

estructura de relaciones, con reglas de funcionamiento, con objetivos relativamente estables,

que tienden a profesionalizar las acciones que realizan y que, en la mayoría de los casos

cuentan con personalidad jurídica… no se trata de organizaciones económicas… tampoco

tienen como objetivo la obtención de puestos de representación política… no es su pretensión

ser organización para la defensa de intereses de clase o de gremio… se trata más bien de la

organización libre, en este sentido voluntaria, de ciudadanos, que a partir de la identificación

de sobre campos específicos de la vida social realizan acciones tendentes al bienestar

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colectivo, para lo cual pretenden influir en las decisiones públicas y en su normatividad, si

bien esto no niega que puedan sustentar un proyecto global…”.66

Al respecto Olvera, coloca un conjunto de características que definen a los organismos

civiles, que tomadas individualmente tienen en común: “a) tienen una organización formal

aunque no necesariamente bien institucionalizada, b) sus miembros se adscriben

voluntariamente a la misma y en la mayor parte de los casos tienen una relación laboral con la

institución, c) ocupan un segmento del mercado laboral en tanto reciben financiamiento y

desarrollan labores bajo convenios, contratos y compromisos, d) tomadas individualmente son

organizaciones cerradas, de carácter privado y por regla, política y culturalmente

homogéneas, e) sus objetivos implican la búsqueda de transformaciones sociales, políticas y

económicas impulsadas desde el campo de la sociedad civil, y f) sus acciones se traducen con

frecuencia en la constitución de nuevos actores sociales o de apoyo a éstos.”67

A diferencia de Canto, Olvera ve, en el conjunto de este tipo de organizaciones de tipo

político- cultural un movimiento social que mezcla dos contenidos programáticos básicos: la

constitución y reproducción de una sociedad civil autónoma, y la intervención pública en la

definición de políticas públicas o en las decisiones políticas de los actores gubernamentales.

“Se trata de un movimiento social en el sentido tourainiano en la medida que los organismos

civiles son un resultado de la acción colectiva de actores urbano-culturales que comparten un

conjunto de normas, principios, valores y capacidades técnico-organizativas orientadas en

sentido cultural, es decir, que tienen como objetivos deliberados incidir en la transformación

de un orden social político y económico que se juzga injusto, incorrecto o violatorio de

principios fundamentales de orden ético. En este sentido se crea un campo de conflicto de tipo

cultural (en su sentido amplio) en el que los valores e instituciones del orden establecido se

oponen a valores nuevos y se instituyen prácticas sociales alternativas”.68

Bajo esta perspectiva, podemos observar cómo la precaria institucionalización de las

organizaciones civiles y sus limitaciones inherentes es sustituida por su acción en red, o por

su acción como movimiento social que participa de otras demandas sociales, moviliza actores

y apela a la ética social para confrontar situaciones injustas provocadas por el Estado o por el

66 Ibid, p. 9. 67 Olvera, Ibidem, p. 136. 68 Ibid.

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mercado. En este sentido, las organizaciones civiles mantienen una permanente tensión entre

la profesionalización de sus cuadros, el financiamiento para el sostenimiento de sus proyectos,

y la generación de alianzas sociales y cívicas que puedan influir en el actor gubernamental.

Para ello, los mismos organismos civiles han desarrollado una prescripción por la incidencia

en las políticas públicas. Tomadas como metodologías de incidencia y como experiencias

particulares o de un agrupamiento de organizaciones frente a una política pública

determinada, se han adentrado en la perspectiva de políticas públicas para definirlas como:

“cursos de acción tendentes a la solución de problemas públicos, definidos a partir de la

interacción de diversos sujetos sociales, en medio de una situación de complejidad social y de

relaciones de poder que pretenden utilizar de manera más eficiente los recursos públicos y

tomar decisiones a través de mecanismos democráticos, con la participación de la sociedad”.69

De esta forma la incidencia en políticas públicas, la definen como el “proceso consciente e

intencionado de la ciudadanía para influir, persuadir o afectar decisiones de élites

institucionales (no necesariamente gubernamentales) que generen un cambio o transformación

en los <<cursos de acción tendientes a la solución de problemas públicos acotados>>70

ordenados en las fases de la política pública: gestación, implementación y evaluación.

Inés González Bombay, para definir la noción de incidencia recupera el concepto de “polícy

advocacy” el cual entiende como “los intentos de influir sobre decisiones de elites

institucionales, en todos sus niveles de acción, en función de intereses colectivos o de grupos

subrepresentados incorporando en esta última categoría al público en general”.71

Según esta noción, desarrollada desde el Centro Antonio Montesinos, para la incidencia se

requiere el desarrollo de capacidades y destrezas para la participación efectiva en las

diferentes fases de las políticas, es decir, “en el proceso de incidencia se pone en juego el

funcionamiento global del sistema marcando énfasis diferenciados de intervención de cada

69 Canto, Manuel, “Introducción al estudio de las políticas públicas”, en Merino, Mauricio (coord.), Políticas públicas y gobierno local, Colegio de Ciencias Políticas y Administración Pública, México, 1996. 70 CAM, Lo cívico en lo público, México, 2005. 71 González, Bombal, Inés, “Incidencia en políticas y construcción de ciudadanía”, cfr. http// www.icd.org.uy/mercosur/informes/encuentro/gonzalez2/htlm

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56

uno de los subsistemas o bien de los elementos, lo cual genera estrategias diferentes para cada

una de las etapas de las políticas”,72

Así, se definen las capacidades de incidencia:

a) capacidades organizacionales, “tienen que ver con un funcionamiento sostenible,

entendido como la generación de un ordenamiento sólido y estable con capacidad de

financiamiento necesario para obtener certidumbre económica para la realización de

sus acciones y garantizando autonomía en sus decisiones”73

Variable Indicador

Ordenamiento

organizativo sólido

y estable

Planeación interna

Liderazgo compartido

Decisiones en instancias colectivas o representativas

Mecanismos para la toma de decisiones

Desarrollo profesional al interior del organismo

División del trabajo a partir de las capacidades de sus miembros

Estructura organizativa acorde a los objetivos estratégicos

Infraestructura moderna

Certidumbre

económica

Equipo especializado en manejo de recursos

Estrategia de autofinanciamiento

Porcentaje de autofinanciamiento

Permanencia Sistematización y evaluación constante de la propia experiencia

Construcción de indicadores

Existencia de réplica

72 CAM 2005, ibidem, p. 16. 73 Ibid.

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57

b) destrezas técnicas, “el desarrollo de estas destrezas les permite (a las organizaciones

civiles) elaborar propuestas viables, factibles y replicables, ejecutar las acciones,

darles seguimiento y evaluarlas. Las organizaciones que logran mayor incidencia son

aquellas que conocen el funcionamiento del gobierno, aprovechan las coyunturas, así

como sus ventajas comparativas y logran insertarse en la arena de las decisiones”74

Variable Indicador

Concepción de las

políticas públicas

Articulación entre proyectos, programas y políticas

Consistencia entre el diseño de sus propuestas de políticas y los logros

de sus proyectos

Diseño de

propuestas (viables

y factibles)

Claridad del contexto

Conocimiento del funcionamiento del gobierno

Capacidad en la elaboración de diagnósticos

Métodos de análisis de alternativas (costo-beneficio, costo-eficacia,

etc.)

Establecimiento de metas y objetivos claros

Especialización de los miembros

Metodologías y mecanismos claros para su operación

Implementación de

propuestas (viables

y factibles)

Claridad de los procedimientos administrativos y normativos

gubernamentales

Claridad de tareas y funciones de los actores involucrados

Capacidad de la administración de recursos aplicada a los proyectos

Mecanismos de control, seguimiento y monitoreo

Experiencia en la implementación de propuestas

Evaluación de

propuestas (viables

y factibles)

Cumplimiento de metas y objetivos

Construcción de indicadores y criterios de evaluación

Construcción de técnicas de sistematización de experiencias

74 Ibid.

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58

c) estrategias políticas, “se refieren al establecimiento de relaciones junto con otros

actores afectados y/o interesados frente a alguna figura de autoridad de manera

corresponsable e institucional... para la generación de consensos frente a los desafíos

constantes que se presentan a lo largo del proceso”75

Variable Indicador

Negociación colectiva Tipo de articulación (redes estructurales, coyunturales, proyecto)

Actores (civiles y sociales)

Mecanismos para la toma de decisiones

Distribución clara de responsabilidades

Corresponsabilidad

con el gobierno

Fases de la política en las que se incide

Niveles de participación (consulta, programa, proyecto, consultoría)

Nivel de decisión y operacionalización

Vías para la relación (institucional, informal)

Instrumentos para el establecimiento de relaciones institucionales

(convenio, acuerdo, contrato)

Presencia en medios

de comunicación

Estrategias de comunicación (de acuerdo a la etapa en que se

encuentra el proceso)

75 Ibid.

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59

d) arraigo social, es decir, la articulación “con los diferentes actores de la comunidad o

territorio de trabajo o que inciden en él para el diseño o implementación de la

propuesta o proyecto.”76

Categoría Variable Indicador

Articulación y

negociación con los

diferentes actores

que integran la

comunidad, territorio

o sector

Generación de

demanda

Diagnóstico participativo

Proceso de sensibilización frente a un problema

Capacidad para dotar de herramientas teórico-

metodológicas a través de procesos de capacitación,

para ubicar nuevas demandas de la comunidad,

territorio o sector.

Intervención

de la

comunidad

Construir la propuesta o proyecto junto con los

actores involucrados a través de la planeación

participativa.

Claridad en la

participación de la

organización civil

Rendición de

cuentas

Ubicar con claridad el papel de la organización civil

ene. Proceso en cada etapa, en una lógica de mayor a

menor participación, es decir, definiendo

mecanismos de entrada y salida.

Mecanismos para informar sobre resultados, avances

en las negociaciones y nuevas decisiones

Presencia en el territorio o sector

Presencia en el

territorio o sector

Experiencia

previa

Implementación y evaluación de iniciativas

Ubicación de la organización por diversos sectores

de la comunidad, territorial, relacionados con la

temática o demanda de trabajo.

76 Ibid.

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60

Sin embargo, las organizaciones civiles y sociales se han encontrado con una dificultad en su

agenda de discusión con los gobiernos federal, estatal y municipal: “la asimetría de lógicas de

funcionamiento, sobretodo de índole administrativa (que incluye financiamiento, articulación

interna y toma de decisiones), de establecimiento de objetivos y del papel que deben de jugar

los beneficiarios de las acciones” que se determinan en una política pública.77 Por ello este

conjunto de indicadores, también está desarrollado para la fase de implementación en las

políticas públicas de manera sintética, reconociendo que son un conjunto de destrezas que se

ponen en juego de acuerdo al contexto específico donde se da la incidencia:

77 Berrios, Pilar, “Incidencia de las organizaciones civiles en política social”, Boletín Incidencia No. 7, 2001, en Rostros y Voces de la Sociedad Civil, No 22 mayo- junio , 2001.

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61

Destrezas técnicas Destrezas políticas Capacidades

organizativas

Arraigo social

Claridad del contexto

Claridad de

procedimientos

administrativos

gubernamentales

Elaboración de metas

y objetivos claros

Profesionalización de

los miembros

Mecanismos claros

para la operación del

programa o proyecto

Claridad de tareas y

funciones de los

actores involucrados

Capacidad de manejo

de recursos

Existencia de

mecanismos de

control y monitoreo

Mecanismos para la

inclusión de

beneficiarios

Construcción de

indicadores

Actuación articulada

con otros actores

Relación con medios

de comunicación

Relación con

agencias de

financiamiento y

organismos

multilaterales

Una relación de

corresponsabilidad,

de colaboración e

institucional

Facilidad y

disposición para la

generación de

consensos entre

diversos actores

Planeación interna

Liderazgo

compartido

Transparencia en la

toma de decisiones

División del trabajo

según capacidades

Fluidez de la

información

Estrategias de

financiamiento

Estrategias técnicas

de seguimiento

Evaluación constante

de la propia

experiencia

Manejo idóneo de los

recursos

Reconocimiento de

la organización en el

medio (territorial o

temático)

Dotar a los

beneficiarios de

herramientas para la

ejecución y

seguimiento

Intervención de los

beneficiarios con una

planeación

participativa

Existencia de

mecanismos de

entrada y salida (no

dependencia)

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62

Desde otro punto de vista, en el que se ubica más a los organismos civiles como movimiento

social que trata de incidir en la arena pública no sólo a partir de experiencias en programas y

proyectos susceptibles de convertirse en políticas públicas, sino también en la generación de

agendas ciudadanas que tratan de influir en los candidatos que aspiran a puestos de elección

popular. Las organizaciones para ello se organizan en redes y participan de proceso amplio de

formulación de problemas públicos. Al respecto, hemos elaborado en otro lado las diferencias

en los tipos de incidencia que se desarrollan como movimientos que quieren incidir en las

políticas públicas a partir del ejercicio de derechos civiles y políticos, partiendo de la agenda,

la negociación, la implmentación, la evaluación y aquellas que encuentran en sus estrategias y

tácticas de acción colectiva la incidencia en cualquier fase de la política.78

Así, se desarrolla el concepto de incidencia más como categoría de interpretación que como

prescripción técnica. Se entiende por incidencia la capacidad de los organismos civiles y

sociales para influir, participar, modificar o frenar la toma de decisiones del actor

gubernamental con respecto a cursos de acción que tienden a resolver problemas públicos.

Para ello se hace necesario influir en lo público, y en la opinión pública. Es decir, lograr que

el conjunto de la sociedad tenga una idea de la publicidad de un problema y a través de la

opinión pública lograr que el Estado y el mercado modifiquen, por medio de esa presión, sus

posturas frente a él. El caso de violencia intrafamiliar, es emblemático como ejemplo y

nuestro estudio pretende que lo sea para el caso de la trata de mujeres para la prostitución.

Son problemas que se consideran en el imaginario colectivo como problemas de índole

privado, que un conjunto de organizaciones civiles y sociales, de mujeres principalmente,

ponen en la agenda de discusión pública a partir de la publicidad del problema, logran influir

en la opinión pública y modifican la visión del Estado para obligarle a hacer algo frente a un

fenómeno tan generalizado, grave, injusto y violatorio a los derechos elementales de las

mujeres y los niños. Llevan a diferentes arenas de discusión el tema, a nivel internacional,

nacional, en foros, acciones y campañas de la sociedad civil, al cabildeo con el ejecutivo y el

legislativo el problema hasta convertirlo en un problema reconocido por todos por su

magnitud como un problema socio-cultural, no de carácter privado, logrando que el Estado lo

analice como un problema de salud y moral pública.

78 Castro, 2002, op. cit. pp. 104-110.

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63

Las organizaciones civiles, como movimientos político- culturales empujan, acompañan,

provocan, participan, generan, difunden y promueven movimientos sociales- ciudadanos que

tratan de movilizar las conciencias ciudadanas para influir en el Estado y en el mercado, sobre

la base de reconocer injusticias provocadas por la colonización del mundo de vida. En esta

acción colectiva, movilizan conciencias, subjetividades y acciones sociales (personalidad,

cultura y sociedad), que en el libre ejercicio de sus derechos de ciudadanía, y apelando a la

vigencia y realización de los derechos humanos, tratan de incidir en lo público, en la llamada

opinión pública y en las políticas públicas, para la regulación de las fuerzas expansivas e

incontrolables del mercado. Para ello funcionan como “bisagras que vinculan campos sociales

distintos y en circuitos de mediación social y fabricación de consensos”79 y ponen en juego

sus experiencias propias, y sus prescripciones de incidencia, sus habilidades técnicas,

políticas, organizativas y de arraigo social.

La experiencia de la Iniciativa Popular en Tlaxcala trata de recoger está visión de la acción

colectiva, empujada desde el Centro Fray Julián Garcés como una experiencia que coloca el

problema de la trata de mujeres para la prostitución como un problema público, lo lleva a

diferentes arenas de discusión, genera propuestas de incidencia en políticas públicas, una

acción colectiva para su incidencia y utiliza la opinión pública como medida de presión al

Estado y al mercado.

79 Hernández Navarro, 1996, citado por Olvera, en REMISOC, 1998, op. cit. p. 124.